David Garrido Navarro
LOS CAMINOS DE LA FUERZA
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para ti, Miguel, que has sido mi Fuerza todos estos años
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episodio 1:
EL RESPLANDOR Y LA SOMBRA
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Capítulo 1
El mensaje llegó sobre las 5 de la tarde al Centro de Mando de la ciudadela de
Leiascant, en la luna de Endor. Fue una llamada de socorro alta y clara que rezaba en
estos términos:
“Piratas borg atacan convoy médico. Cuadrante 59; Sistema A-12000/sb.
Solicitamos ayuda del Gran Maestro. Muchas vidas dependen de ello”
En el centro de mando se activó el protocolo de emergencia y automáticamente se
contactó con el Comandante Calrissian. Un par de minutos después, el comandante se
comunicó con el Almirante Sarrel por holoconferencia. Fue una conversación rápida,
como siempre que se daba esa misma situación:
-¿Se ha cotejado la información?
-Autentificada en un 90%
-¿Protocolo en marcha?
-Se ha activado el zafarrancho en los hangares 1 y 23. 20 cazas listos para el
despegue.
-¿Se ha avisado a la guardia?
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-El capitán Gergan ha sido informado de la situación. Pero no ha podido dar con el
Maestro. Se solicita permiso para contactar con Palacio.
-De ninguna manera, permiso denegado. Ustedes sigan con el protocolo, yo me
encargo del Jedi.
La comunicación holográfica se cortó bruscamente y el almirante hizo un gesto al
resto de sus hombres:
-Ya lo han oído, muchachos, el Comandante en persona se encargará del asunto.
Mientras tanto nosotros seguiremos con el protocolo.
En Palacio, el capitán Gergan solicitaba permiso para reunirse con la Dama. Pero
la Dama estaba indispuesta, así que tuvo que esperar en el Salón Blanco. No llevaba
aún ni cinco minutos de espera, cuando la enorme puerta gris se abrió y la figura de
un niño de unos diez años apareció cruzando el umbral:
-¡Tio Gerg!
-¡Mig, muchacho, ven que te de un buen achuchón!
El niño y el hombre se fundieron en un abrazo. Seguidamente, el chico se separó
para escrutar el rostro de su interlocutor:
-¿Buscas a mi padre?
Gergan asintió maquinalmente:
-Si, por un asunto rutinario.
-Ya. Pues aquí no vas a encontrarlo. Y mi madre no creo que pueda decirte mucho
más que yo.
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Gergan se sintió incómodo y su rostro se tensó.
-Bueno, pues entonces tendré que ir a ver a Dirk... Oye, a ver esa fuerza, venga,
vamos...
El chico sonrió y se apartó un poco del capitán de la guardia. Gergan se rio y lo
retó con la mirada:
-¿En cuánto estaba el récord? ¿10, 15 centímetros?
-25, 25 centímetros... El mes pasado.
-Pues va, venga, a ver si lo superas.
El muchacho volvió a sonreír y luego cerró los ojos. Levantó lentamente su brazo
izquierdo con la palma de la mano abierta y hacia arriba. El capitán también cerró los
ojos y un par de segundos después comenzó a elevarse sobre el suelo muy despacio,
centímetro a centímetro... Una corriente de energía lo envolvía por completo, pero ya
no era como semanas antes, cuando se sentía en medio de un torbellino: ahora era
como si estuviera en el centro de un tornado. En ese instante la gran puerta del Salón
Blanco se abrió y una voz femenina retumbó por toda la estancia:
-¡¡¡Ya basta!!!
El muchacho sintió una sacudida y perdió la concentración, lo que hizo que
Gergan dejara bruscamente de elevarse sobre el suelo.
Levemente mareado, el muchacho se giró para mirar a su madre que lo observaba
con desaprobación:
-Llegas tarde a tu clase de música.
-Pero madre, hoy no toca clase de música.
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-Haz lo que te digo. Ve, tu profesor te espera.
El niño bajó la cabeza:
-Si, madre -y acto seguido caminó despacio en dirección a la puerta. Pero antes de
salir por ella, su madre, que seguía mirando fijamente a los ojos del capitán de la
guardia, lo detuvo:
-Mig, despídete del capitán Gergan.
-Adiós, tío Gerg.
-Hasta la vista, Mig.
Una vez hubo salido de la habitación, el capitán se dirigió a la dama:
-La culpa ha sido mía, yo le incité a ello.
La mujer echó la vista al suelo y guardó silencio durante unos segundos. Luego
volvió a clavar su enormes y tristes ojos en el capitán:
-No está aquí.
-Lo sé, el niño me lo dijo.
-Pues yo no puedo decirte mucho más.
-No te preocupes, Gildren, hablaré con Dirk.
-Si, será lo mejor -los ojos cansados de la dama se entrecerraron- Bueno, capitán,
me encuentro algo indispuesta, así que deberás perdonarme.
-Oh, por supuesto, por supuesto. Perdón por las molestias.
Pero la mujer no contestó, solo dio media vuelta y caminó hacia la puerta del
fondo para salir justo por donde había entrado. Fue entonces cuando, antes de cruzar
el umbral, la Dama se dirigió al capitán:
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-Dígale si lo ve, que su hijo ha estado esperándole toda la mañana. Le había
prometido un vuelo en el viejo X-Wing.
La puerta sonó varias veces. Pasados unos segundos, ésta se abrió y una mujer
joven, de no más de veinticinco años, apareció entre el quicio.
-Dirk, hola.
-Hola, Deisleen. ¿Puedo pasar?
-Oh, perdona, adelante, pasa, pasa...
La mujer abrió la puerta y Dirk Calrissian entró en la casa.
-Esperaré en el salón. Que se de prisa, parece urgente.
-De acuerdo, veré qué puedo hacer.
Calrissian caminó por el pasillo hasta el comedor y se sentó en una butaca. Desde
allí podía ver a través de la ventana el continuo ir y venir de las lanzaderas que
cruzaban el cielo de Endor. Miró su reloj: eran ya las 10 y media. Al fondo, más allá
de la ciudad, el bosque se abría como una alfombra infinita de tonos verdosos. La
puerta del salón se abrió y el hombre al que había ido a buscar apareció a medio
vestir.
-¿Qué ocurre, Dirk?
-Piratas Borg cerca del cuadrante 59. Parece ser que están atacando un convoy
médico.
Ambos hombres se miraron.
-Suena raro: piratas robando material médico -el hombre terminó de atarse su
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toga.
-Necesitaran aspirinas para su capitán.
-¿Se ha activado el protocolo de...?
-Activado.
-¿Se ha avisado a la guardia?
-Yo mismo hablé con Gergan.
-¿Hangar en zafarrancho?
-Está todo preparado, Jeng, solo faltas tú.
-Vamos pues -y antes de salir disparado hacia la puerta, Jeng Solo se acercó a la
muchacha, que se había quedado en un segundo plano y parcialmente oculta en las
sombras, y la besó en la mejilla:
-Mi deber me llama -añadió. Y ambos hombres salieron en dirección a la azotea,
donde esperaba el speeder de Calrissian.
Una vez dentro los dos, Dirk se dirigió de nuevo a Trey-Jeng:
-¿Quieres que pasemos antes por palacio? Tal vez quieras cruzar unas palabras con
Gildren o Mig antes de entrar en acción.
-Vamos, Dirk, no tenemos tiempo para eso ahora... Hablaré con Gil por el
intercomunicador. Tu arranca este trasto y llevanos al centro de mando cagando
leches.
-De acuerdo, como quieras -Dirk Calrissian apretó unos botones y la imagen del
almirante Sarrel apareció en una pequeña pantalla en el salpicadero de la nave.
-Comandante, esperamos órdenes.
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-De acuerdo, preparen la pista del hangar 11. Lo he encontrado, llegaremos en un
cuarto de hora.
Sarrel sonrió:
-Enseguida.
El centro de mando se encontraba en la Ciudadela de Leiascant, en el corazón de
la ciudad más poblada de Endor: Leiascant. La ciudad fue creada por el anterior Jedi,
Luke Skywalker, hacía ya más de 25 años, y desde entonces había sido el hogar de
residencia del Gran Maestro. Por su parte, el anterior Gran Maestro, Luke, había
residido en Tatooine unos años tras la entrega del sable verde, justo hasta su retiro a
Dagobah. Ahora Luke era el portador del sable azul, que representaba la sabiduría del
maestro más antiguo.
Leiascant había crecido mucho desde que fuera creada. Hasta el punto de haberse
convertido en una de las ciudades más prósperas del borde exterior. Además de las
enormes reservas de tibanna de Endor Prime, el gigante gaseoso que daba nombre al
sistema, la Luna Santuario poseía también innumerables riquezas naturales que
sirvieron para acelerar dicho crecimiento. A parte de Leiascant, en todo Endor no
había otra ciudad importante, solo unos cuantos pueblos diseminados alrededor de la
capital. La mayoría eran pueblos mineros, puertos comerciales o pueblos dedicados a
la agricultura o la ganadería, pero que casi nunca contaban con más de unos pocos
centenares de habitantes.
15 minutos tras el despegue, el Speeder de Calrissian pasaba el control rutinario
antes de descender sobre la pista de aterrizaje del Hangar 11. Una vez tomó tierra,
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miembros de la guardia acudieron a recibir al Comandante y a su acompañante. Al
fondo se veía el Palacio Residencial. Trey-Jeng lo miró durante un par de segundos,
nada más salir del vehículo. Luego bajó las escalerillas e hizo una reverencia a los
guardias y al almirante que lo estaban esperando
-Gran Maestro, todo está preparado.
-Muy bien, almirante. ¿Dónde está Gergan?
-Debe estar pateándose todas las cantinas de esta ciudad buscándote -intercedió
Calrissian.
-Que venga, lo quiero ahora mismo en la Torre de Control.
-Ya hemos contactado con él, señor.
-Está bien.
Los hombres caminaron fuera del hangar.
-¿Cuál es el hangar en zafarrancho?
-Tienes 20 cazas preparados en el 18.
-¿Cazas? No iré en un caza. Preparad el Halcón.
Calrissian se detuvo:
-¿Vas a ir otra vez en ese trasto?
-”Ese trasto” era la nave de tu padre y el mío y el montón de chatarra más rápido
de la galaxia, así que un respeto.
-Si, puede, pero ahora no es más que un cacharro viejo que no da más que
problemas.
Jeng se detuvo también, y con él toda la guardia:
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-No voy a llevarme a 20 pilotos a un enfrentamiento con esos borg. Solo necesito
una guarnición de 8 hombres, el Halcón y mi sable. ¿Ha quedado claro, comandante?
-Claro como el agua, Gran Maestro.
-Que lo tengan listo en el hangar 1 -y tras sus palabras, Jeng Solo se subió a un
montacargas y, con una sonrisa en la boca, le hizo el saludo militar a Dirk mientras
desaparecía tras una esquina.
-Bueno, ya lo ha oído, almirante -dijo el comandante Calrissian- encierre esos
cazas de nuevo y lleve el Halcón Milenario al hangar 1.
-Si, mi comandante.
Antes de llegar al Hangar 1, Trey-Jeng se detuvo en el taller de robótica B-23, el
más avanzado de los más de 50 talleres que habían dentro del puerto militar. Nada
más entrar, los robots y las personas que allí trabajaban dejaron unos segundos lo que
estaban haciendo para mostrarle al Jedi sus respetos:
-Sigan, sigan, no se detengan por mí -y a continuación se dirigió a un androide de
protocolo.
-¿Dónde está ese pirata malnacido?
-Oh, el capitán Fynoon está trabajando en ese androide suyo sin parar desde hace
varias noches, excelencia.
-Lo necesito, es urgente. ¿Está ahí dentro?
-Si, excelencia, ahí está.
Solo entró en un pequeño cuarto y al fondo se encontró con un bulto encorvado
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que hurgaba en un montón de cables que salían de lo que podría considerarse el
abdomen de un robot.
-¡Eh, tú, borg! -le gritó Trey-Jeng. Pero el bulto ni se inmutó y siguió con su
soldador pegando un cable aquí y otro allá. Entonces Solo, desde la puerta, levantó
una pieza metálica del tamaño de un fémur humano, que descansaba sobre una
especie de mesa de operaciones para robots, y la lanzó contra el ciborg. Éste se giro
de inmediato visiblemente molesto, luego se quitó las extrañas gafas que llevaba
puestas y tras reconocer a Trey-Jeng pareció calmarse:
-Ah, eres tú...Ya, ya me he enterado, vas a sacudirle un poco a mis antiguos
camaradas. Pues lo siento, pero este androide aún no está preparado. Deberás llevarte
otra unidad R2.
-Ya sabes que eso no es posible, maldito vago. Así que haz que funcione ahora
mismo. R2D2 es imprescindible en esta misión.
-Nunca entenderé tu obsesión por este androide. Es muy bueno, lo admito,
sobretodo para tener los años que tiene. Pero hay muchos otros igual de eficientes en
combate, y sin tantos golpes. Un día de estos te dejara tirado en mitad de algún
fregado y las pasarás canutas, amigo.
-Entonces, pirata, vendré y te calentaré el hocico, porque es tu responsabilidad
mantener mi equipo en perfecto estado.
Fynoon sonrió:
-Es cierto, porque, entre otras cosas, soy el único capaz de solucionar todos los
problemas que nos crean tus excentricidades de Jedi. Todos los Jedis fueron siempre
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unos maniáticos, pero tú te llevas la palma, Gran Maestro. O debería llamarte, Gran
Chiflado -y tras sus palabras, Fynoon apretó un botón y, tras un chispazo, R2d2 se
encendió haciendo ruidos y moviendo la cabeza de un lado para otro como
desorientado. Trey-Jeng soltó una carcajada:
-Desde luego hay que reconocer que para ser solo un cochino pirata, tienes
bastante talento.
-¿Si? Pues ahora hazme el favor de llevarte de mi vista esta papelera móvil, llevo
tres noches sin dormir por su culpa. Y cuídalo bien esta vez, no quiero verlo por aquí
en meses. ¿entendido, Jedi?
-Entendido, capitán Les. Eres el mejor mecánico de este sistema, de verdad que si.
-Soy el mejor mecánico de toda la galaxia.
Solo soltó una sonora carcajada. Luego se agachó para echarle un vistazo a su
viejo amigo. R2d2 parecía estar en perfectas condiciones. Asintió y tras ponerse
erguido de nuevo le dijo sin más dilación:
-Vamos, R2, no tenemos tiempo que perder -y ambos salieron por la puerta a toda
prisa ante la mirada del borg Fynoon Les, el que fuera en su día uno de capitanes
pirata más temidos de todos los sistemas. Trey-Jeng derrotaría su flota cerca de Hott,
tras varias semanas de dura persecución, y lo haría prisionero junto con buena parte
de sus hombres. Ahora muchos de ellos trabajaban en Leiascant llevando una vida
honrada. Eran muy buenos pilotos y excelentes mecánicos. De hecho, estaban muy
cotizados como mecánicos de maquinaria pesada y robótica avanzada en las minas y
los puertos comerciales, donde se ganaban la vida la mayoría de ellos. Pero, entre
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todos, sin duda Fynoon Les era el mejor. No había nada que no pudiera arreglar o
incluso mejorar. Era el diseñador de las armaduras de la guardia, capaces de repeler
disparos de plasma de baja y media intensidad. También había hecho algunos arreglos
en el diseño de los cazas y era el único que tenía permiso para trabajar en el equipo
personal del Gran Maestro, incluyendo las costosas y continuas reparaciones del
Halcón Milenario, al que le había añadido algunas sorpresas. Eso le había llevado a
trabajar casi exclusivamente para Trey-Jeng, quien mostraba tanta confianza en el
viejo pirata borg, que no dejaba a ningún otro meter las manos en sus pertrechos.
Al salir del taller B-23, Solo cayó en la cuenta de que no había llamado a Gildren,
así que se detuvo en uno de los pasillos y usó su intercomunicador para llamar a
Palacio. Como era habitual, C3PO respondió desde el otro lado. Trey-Jeng le ordenó
que llamara a Gildren y a Mig-Wan, pero el androide le respondió que no estaban en
casa ya que habían salido a dar un paseo por el bosque junto con su escolta personal.
Solo le informó de cual era la situación y de que se la hiciera saber a la Dama en
cuanto esta regresara a casa. C3PO dijo que así lo haría y el Jedi cortó la
comunicación. Luego se quedó pensativo un rato, a penas unos segundos, hasta que
un pensamiento fugaz lo sacó de su ensimismamiento. Acto seguido le hizo un gesto
a R2D2:
-Vamos, fiel amigo, tenemos que zurrar a unos cuantos cyborgs -y salieron a toda
prisa en dirección al hangar 1.
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Un cuarto de hora mas tarde, Trey-Jeng y su inseparable compañero metálico
llegaban al hangar 1. Allí le esperaban 8 miembros de la Guardia preparados para el
combate. Junto a ellos estaba Dirk Calrissian, también listo para la acción:
-Llevamos esperándote casi media hora.
-He ido a buscar a mi androide.
-Ya veo... El Halcón está preparado, así que andando.
-Espera un momento, Dirk, ¿dónde crees que vas?
-¡Cómo que dónde voy! ¡A repartir leches, igual que tú!
-De eso nada, compañero. Tú te quedas en el centro de mando. Te necesito en la
Torre.
-Sarrel está en la Torre.
-El Almirante no está autorizado para tomar ciertas decisiones en mi ausencia. Sin
embargo, tú si.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que te quiero en la Torre. Y está decisión no se discute.
-¡Oh, maldita sea! Deja que al menos llegue Gergan para que él te cubra las
espaldas.
-No hay tiempo, nos vamos ya. Venga muchachos, todos al Halcón. Yo conduzco.
Y los ocho guardias, junto con el Jedi, subieron por la rampa de la nave, la cual se
cerró luego lentamente ante la mirada seria del Comandante en Jefe Dirk Calrissian.
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Capítulo 2
Tras la toma de poder y la autocoronación como emperador, Palpatine supo que si
quería mantener su imperio necesitaba conseguir las materias primas necesarias para
abastecer su flota. Ya desde los primeros tiempos de la república se habían utilizado
los conocimientos en cibernética avanzada para la creación de cyborgs, que serían
enviados a las minas de hierro y diamante diseminadas por todo el espacio. Sin
embargo, fueron las fórmulas de Darth Plagueis, desarrolladas luego por Sidious, las
que terminaron por dar con el cyborg perfecto. Años antes, Grievous había sido
utilizado como conejillo de indias tras los acontecimientos que llevaron a la
desmembración de la orden Jedi, y después, tras el éxito obtenido con Annakin
Skywalker, la cybernética se convirtió en una parte fundamental del desarrollo
tecnológico del Imperio. La llamada “cirugía cibernética” se aplicó en un principio a
todos los presos que mostraban una hostilidad manifiesta hacia el Imperio y sus
doctrinas, pero terminó por implantarse en todos los rincones de la galaxia,
especialmente tras el levantamiento rebelde. En sus orígenes, la técnica era
prácticamente una condena a muerte, pues solo 3 de cada 100 prisioneros sobrevivían
a la operación. Sin embargo, poco a poco estos datos fueron revirtiéndose.
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Finalmente, la cibernética se convirtió en el modo de esclavitud mas efectivo para el
Imperio, y su uso tan común como incuestionable. Cuando una raza se enfrentaba al
poder de Sidious, esta era era automáticamente masacrada y cibernetizada, o lo que es
lo mismo: derrotada y esclavizada. Los prisioneros que no eran aniquilados se
transportaban a los centros de bio-robótica y una vez cibernetizados, eran conducidos
luego a los puertos en donde se les confinaban a las bodegas de los cargueros, y allí
se quedaban durante meses, incluso años, hasta que llegaban a su destino, en los
confines de la galaxia conocida. Estos cyborgs ya no dejaban nunca de trabajar en las
minas, extrayendo el Helio3 de las atmósferas de gigantes gaseosos o de los núcleos
de los planetas sólidos que el imperio iba descubriendo mientras se expandía.
También eran usados en los astilleros espaciales, constituyendo la principal mano de
obra de la que se sirvió el Imperio en la construcción de destructores,
superdestructores e, incluso, en las dos Estrellas de la Muerte utilizadas durante la
Guerra Civil Galáctica. Eran extraordinariamente resistentes a las condiciones
atmosféricas mas extremas, y su fuerza superaba un mínimo de 5 veces la de
cualquier homínido conocido. Se les consideraba prácticamente inmunes a cualquier
tipo de enfermedad y no necesitaban de la presencia de ningún elemento líquido o
gaseoso para mantener sus constantes vitales, pues su parte biológica filtraba la radio-
actividad que emanaban las estrellas y la trasformaba en energía electromagnética de
la que se alimentaban para funcionar. Productivos, eficientes y con un costo de
mantenimiento prácticamente nulo, los borg se convirtieron rápidamente en una de
las piezas fundamentales sobre las que vertebraba el Imperio Galáctico.
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A medida que su enfrentamiento con los rebeldes se recrudecía, el uso de la
cibernética se hizo más y más habitual, y los centros de bio-róbótica ese extendieron
por todos los sistemas. Al mismo tiempo, las técnicas de confinamiento se fueron
sofisticando. Microchips de litio eran insertados en el cerebro de cada borg en cada
operación. Estos microchips funcionaban como baterías que almacenaban las cargas
electromagnéticas producidas por satélites que orbitaban los planetas explotados. Un
programa informático disparaba los centros de dolor del cerebro cuando un borg se
salía de su rutina de trabajo, y el borg, que segundos antes era prácticamente inmune
al dolor físico, quedaba entonces en estado de shock fruto de los latigazos continuos
que le producían esas baterías implantadas en su cabeza. Esto hacía que los borg ni
siquiera necesitaran la presencia de guardias imperiales para ser custodiados, pues
tras la cirugía renacían condenados a la esclavitud sin posibilidad alguna de escape,
siempre y cuando los Satélites de Control fueran alimentados con algún tipo de
energía. En un principio, la energía solar fue suficiente para mantener a raya a los
esclavos, sin embargo, a medida que el Imperio fue creciendo necesitó explotar más y
mas mundos. Así, la cantidad de borgs sometidos alcanzó cotas que superaron incluso
los días mas oscuros del Imperio Eterno rakota. Finalmente, se optó por alimentar los
Satélites con plasma de alta condensación, una fuente de energía mucho más potente
e inmediata, lo que hizo que, tras la caída del Imperio, estos dejaran de funcionar. Eso
significó la liberación de la mayoría de los borg confinados más allá del borde
exterior, los cuales posteriormente, y tras hacerse con el control de las mayores
reservas de Helio3 de la Galaxia conocida, se convirtieron en la principal amenaza
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para la Liga Comercial. Años de cruentas luchas entre ellos terminaron por crear una
nueva casta de borgs muy poderosos, los Señores de la Guerra, que al mando de sus
tropas irregulares se repartieron gran parte de los sistemas que no se hallaban bajo el
auspicio de la liga.
El Halcón Milenario salió sin novedad del hiperespacio treinta y dos horas,
cuarenta y siete minutos y veintiséis segundos más tarde. Era la posición exacta, justo
a un par de horas de vuelo del objetivo que ya se vislumbraba con claridad. Y es que
nadie era capaz de marcar las coordenadas de los viajes en hipervelocidad de forma
tan precisa como Trey-Jeng, lo que se debía sin duda a sus conocimientos y su control
sobre la Fuerza. Ésta fluía a su alrededor, y también en su interior, estableciendo un
diálogo continuo con él. No era un detalle sin importancia, pues esa precisión era
necesaria a la hora de realizar ataques relámpago con los que neutralizar las naves de
los piratas, teniendo de esta forma siempre el factor sorpresa de su parte, ya que, al
salir del hiperespacio, cuando eran captados por los radares borg estaban tan cerca de
ellos que estos casi no tenían capacidad de reacción.
Rápidamente se restablecieron las comunicaciones con la Torre. El teniente
Rupard avisó de ello a Solo y este se inició las conversaciones con el centro de
mando. Todo marchaba según lo previsto y al otro lado, Sarrel informaba de los
objetivos a los que debían enfrentarse. En concreto eran dos fragatas y un crucero
que, seguramente, sería la nave capitana. En aquel momento, Rupard estableció por
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primera vez contacto visual con los objetivos, que estaban atacando por ambos
flancos a una de las fragatas medicas. Cazas escolta repelían los ataques a duras
penas mientras el escudo protector de la fragata brillaba azulado con cada ráfaga de
artillería que impactaba contra él.
-No aguantará mucho más -le dijo Rupard a Solo.
-Hemos captado los niveles de energía de esa fragata médica. No creo que vaya a
aguantar mucho más -les dijo desde casa el almirante Sarrel.
-Contacten con el convoy, almirante. Dígales que el Jedi está aquí -y a
continuación, Trey-Jeng dio media vuelta y se dirigió a sus hombres- Poneos los
cinturones muchachos, empieza la juerga.
El Halcón Milenario realizó un tirabuzón y, mientras giraba sobre sí mismo,
encendió el blindaje que brilló como un zafiro entre la negrura que lo rodeaba. Un
grupo de cazas Alfa-3 Nimbus, muy utilizados por los borg para abordar los convoyes
que atacaban, dejaron de hostigar a una de las fragatas médicas y dieron media vuelta
posicionándose para el enfrentamiento directo. Pero cuando se dieron cuenta de la
nave con la que se iban a ver las caras, se precipitaron con una tosca maniobra
evasiva.
-Se han dado cuenta de que el Jedi está aquí -le dijo Rupard a Solo.
-Eso es lo que quiero. ¡Artilleros -gritó el Gran Maestro por el intercomunicador-,
preparen el cañón de iones!
Varios segundos más tarde una voz metálica salió del cuadro de mandos:
-Cañón en posición, Maestro.
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-Vayamos por ese crucero. ¡Voy a colocarme en su cola para que inutilicen sus
motores con un una ráfaga a máxima potencia! Yo les diré cuando...
El Halcón voló esquivando los disparos de plasma y las baterías enemigas que
refulgían como relámpagos en una noche tormentosa. El Jedi era capaz de esquivarlos
casi todos con su pilotaje fuera de toda comparación posible. Sin embargo, los
disparos eran tantos y venían de tantas posiciones diferentes, que alguno lograba
impactar en la nave. Entonces el blindaje hacía su trabajo y repelía la descarga sin
que dentro la tripulación notara nada salvo una leve sacudida.
-Esos cañones de plasma no pueden desviarnos de nuestro rumbo. ¡Artilleros,
prepárense!
-¡En posición, Maestro!
El Halcón necesitó un par de giros más y otros tantos loops hasta alcanzar la cola
del crucero, el cual seguía disparando a discreción todas sus baterías contra ellos.
Ahora llegaba el punto más complicado de su maniobra, pues antes de disparar el
cañón de iones, el teniente Rupard debía desconectar completamente el escudo
protector. Entonces, durante un breve espacio de tiempo, el Halcón estaría en medio
de aquellos fuegos artificiales a merced únicamente de la pericia de Trey-Jeng. Sin
embargo, ni uno solo de los miembros de la tripulación sentía el más mínimo temor al
respecto, pues todos confiaban ciegamente en el Jedi y sabían que, como siempre,
esquivaría todos y cada unos de los cañonazos.
-Teniente... Cinco, cuatro, tres, dos, uno... -Solo cerró los ojos- Adelante,
desconecte el escudo.
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Las descargas pasaban rozando la vieja nave que una vez fuera del padre de Jeng.
Era una lluvia masiva. Mientras, los artilleros de la batería de plasma disparaban
contra los cazas que comenzaban a llegar de todos sitios. A su vez, el otro artillero, el
del caños de iones, esperaba la orden del maestro para soltar su bomba y así inutilizar
por completo la nave enemiga. Hubo un silencio sepulcral dentro del Halcón. Fuera,
los disparos no dejaban de silbar. Una gota de sudor cayó por la frente del artillero,
quien esperaba con el dedo en el botón la orden de su comandante:
-¡¡¡Ahora, abran fuego!!!
El artillero ejecutó una ráfaga de tres disparos, la máxima descarga que podía
soltar el Halcón Milenario, y las tres bombas de iones avanzaron inexorablemente
hacia su objetivo. Inmediatamente, el teniente Rupard volvió a conectar el blindaje.
La tripulación observó unos segundos y finalmente pudo ver como las tres bombas
impactaban de lleno en motor de cola de la nave enemiga. Hubieron vítores y todo
tipo de expresiones de alegría. Y a penas un instante después, el crucero pirata
comenzaba a reducir su velocidad al tiempo que sus baterías dejaban de disparar.
Trey-Jeng, mientras tanto, había agachado la cabeza y seguía con los ojos
cerrados.
-Enhorabuena, Maestro, ha inutilizado la nave capitana -le decía la voz del
almirante Sarrel desde casa. Solo abrió entonces los ojos:
-Teniente, atraque el Halcón en el primer muelle que encuentre -y tras sus
palabras, el Jedi se puso de pie dejando los mandos de la nave en poder de Rupard.
Luego le hizo un gesto a varios de sus hombres:
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-Ustedes cuatro, vengan conmigo.
Media hora más tarde, el Halcón Milenario reventaba el portón de uno de los
muelles y entraba en el interior del crucero borg, que en realidad era uno de los viejos
cruceros utilizados por el extinto ejército Imperial. Tras la caída del Imperio, parte de
su arsenal, incluidas las naves de la que en otros tiempos fue su temible flota, fueron
robadas o vendidas en el mercado negro. Muchos generales del Imperio, a su vez,
habían huido para dedicarse también a la piratería entrando a formar parte de
organización criminal conocida como Sol Negro, que en los últimos años había
prestado ayuda al Imperio en su lucha contra la Alianza. Sin embargo, el control de la
extracción de tibanna, gas necesario para la creación de la hipermateria, pertenecía a
los borg, quienes terminarían por imponer sus condiciones y hacerse con los restos de
la flota Imperial que aún no había sido destruida. De igual modo, también los borg se
apoderaron de una gran parte de la flota rebelde, del sector separatista contrario a la
Desmilitarización comenzada por el anterior Gran Maestro, Luke Skywalker y
completada por Trey-Jeng tras la captura del último líder de Sol Negro conocido,
Del-Ar Begula. Como resultado de todo esto, estos antiguos esclavos se habían
convertido en los virtuales dueños de los territorios más allá del borde exterior,
empujando al Remanente Imperial, al Sol Negro y a los mercenarios mandalorianos
comandados por Boba Fett a los rincones más recónditos de la Zona Salvaje. Sin
embargo, nunca funcionaron como un único ejercito sino más bien todo lo contrario,
diferentes señores de la Guerra Borg pugnaban por el control de determinadas zonas
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remotas ricas en tibanna y otras materias primas básicas para el mantenimiento de sus
ejércitos, llegando incluso a cruentos enfrentamientos entre ellos. Estos Señores de la
Guerra, o Generales, tenían a su mando flotas de piratas, o Capitanes, que realizaban
incursiones en los territorios de de la Liga Galática, bajo la protección del Jedi y su
Guardia, con el fin de obtener suculentos botines para los Señores que los cobijaban.
Éste parecía ser exactamente este caso. No obstante, raras veces los piratas se
internaban tanto y menos aún con el objetivo de atacar únicamente un convoy
médico.
Un pelotón de piratas recibió al Halcón con una larga descarga de sus blasters. El
artillero respondió con otra y parte de los borg fueron derribados. A continuación la
compuerta se abrió y Trey-Jeng apareció caminando con paso decidido acompañado
por cuatro de sus hombres que lo flanqueaban cubriéndole la retaguardia. Los piratas
que aún no habían sido derribados volvieron a disparar, pero con un movimiento
rápido, el Jedi encendió su sable de luz bloqueando con él todos los disparos, algunos
de los cuales terminaron por impactar en los propios piratas. Comprendieron entonces
quien era el formidable enemigo al que se enfrentaban lo que hizo que dieran media
vuelta y salieran huyendo. Solo siguió avanzando y cuando pasó junto a un cyborg
que se revolvía malherido, se detuvo para hincar la rodilla al suelo.
-¿Sabes quien soy? -le preguntó con voz serena.
El pirata asintió con la cabeza.
-Entonces sabrás que no hay para vosotros posibilidad alguna de victoria.
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El pirata volvió a asentir.
-Está bien. Aún así, si cooperas podrás ir en paz. Dime el nombre de tu capitán.
El borg comenzó a balbucear:
-Jaaaak... Jaaaaak... Ja-ja-Jakur.
-¿Te refieres a Jakur Brazolargo?
Una vez más, con gesto cansado, el cyborg volvió a afirmar con la cabeza y, justo
en ese momento, un portón se abrió tras ellos para que un grupo de unos veinte
piratas entrase en el muelle a tiro limpio. Los cuatro miembros de la Guardia
cubrieron la espalda del maestro hasta que este volvió a encender su sable verde. De
un salto se colocó delante de sus hombres para bloquear los disparos con su espada.
Luego dio otro par de saltos igualmente acrobáticos para quedar justo en medio de
sus enemigos y con varios movimientos tan rápidos como precisos consiguió
reducirlos a un montón de chatarra. Pero en ese instante la compuerta por la que los
borgs acababan de entrar se cerró y aunque tanto Solo como sus hombres intentaron
hacer una derivación, no lo lograron.
-¡Teniente Rupard! -gritó Trey-Jeng por el intercomunicador.
-Le escucho, Gran Maestro.
-Quiero a R2 en la puerta, la han sellado.
-Enseguida.
La compuerta del Halcón volvió a descender y R2d2 bajó por ella a toda prisa. En
apenas treinta segundos, el viejo androide desbloqueó el portón del muelle y todos
avanzaron internándose por los laberínticos pasillos de aquel crucero en dirección al
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puente de mando. Grupos deslavazados de piratas intentaban en vano cerrarles el
paso y terminaban por caer bajo el sable verde del Gran Maestro. Los Guardias se
habían convertido ya en meras comparsas, y aunque mantenían los ojos bien abiertos
y estaban preparados para entrar en acción cuando fuera necesario, lo cierto era que
se limitaban casi exclusivamente a deleitarse con las habilidades del Jedi. Un enorme
borg negnita les cortó el avance cerca de la entrada al puente. Media casi tres metros,
sus espaldas tapaban por completo la compuerta y todas sus extremidades eran
biomecánicas. Golpeó airado con su brazo derecho la pared en una demostración de
fuerza que impresionó a los hombres de Solo, pero no mucho a Trey-Jeng.
-Aparta, negnita, si es que queda algo de sensatez dentro de tu cabeza.
-No te tengo miedo, Jedi.
Y tras sus palabras, el gigante sacó un sable de luz de algún lugar de su cintura y al
encenderlo, éste resplandeció con un cegador color morado.
Entonces el gesto de Jeng se torció: no le gustaba encontrarse a piratas blandiendo
un arma tan noble.
-Deberías tener cuidado con eso, borg, o de lo contrario podrías acabar haciéndote
daño -le interpeló.
El negnita soltó una carcajada que retumbó por todo el largo pasillo.
-Vamos, Jedi, muéstrame lo que sabes hacer.
Una sonrisa maliciosa se talló en el rostro de Trey-Jeng para, acto seguido,
abalanzarse contra su corpulento rival. Para cualquier ser de la galaxia, verse las caras
con un negnita era una situación altamente peligrosa. Máxime si éste además era un
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cyborg, lo que añadía más fortaleza aún a su ya de por sí poderosa complexión. Y si a
esto se le añade el hecho de tratarse de un pirata, bueno, el cuadro hubiera resultado
para cualquiera lo suficientemente desalentador como para intentar la huida a toda
costa. Pero Trey-Jeng no era cualquiera, y solo necesito tres segundos para lanzar dos
latigazos precisos de su sable y amputar los dos brazos de su rival. A continuación,
aprovechando la conmoción del borg hizo uso de la fuerza para elevarlo del suelo.
Al otro lado de la puerta, en el puente de mando, el capitán Jakur, histérico,
insistía a sus hombres que comprobaran el estado de los motores de hipermateria de
cazas y lanzaderas. Pero todos se habían visto afectados por los disparos del cañon de
iones del Halcón Milenario. Estos cañones disparaban bombas de átomos ionizados
cuya onda expansiva podía descomponer las partículas de tibanna en varios
kilómetros a la redonda, descompensando la mezcla de hipermateria y haciéndola
inservible. También descomponía el plasma de alta condensación que servía de
munición para las baterías de la flota borg.
De repente se oyeron varios golpes metálicos contra la puerta y, finalmente, esta
fue derribada al tiempo que el cuerpo del negnita caía contra los monitores que Jakur
y sus hombres cotejaban visiblemente nerviosos. Tras el susto, todos lanzaron sus
miradas hacia la puerta. Allí, la figura del Jedi se recortaba opaca entre una nube de
polvo y gas mientras la luz de su sable la atravesaba con su destello esmeralda.
-¡Se acabó tu aventura, Jakur! -y tras sus palabras, Solo atravesó el umbral y entró
en la estancia principal de la nave. Ahora todos podían verle muy bien. Si, no había
duda, era el Gran Maestro en persona.
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Jakur hizo un gesto con la cabeza para que sus hombres depusieran sus armas.
-Está bien, Jedi, has ganado, un vez más... La nave es tuya.
-Capitular es una sabia decisión, Jakur. Digna de un gran capitán.
-Solo te pido una cosa, Trey-Jeng: por favor. deja marchar a mis oficiales.
-Tus oficiales, contigo al frente, han atacado un convoy médico bajo mi
protección... Una mala idea, como así se ha visto. Dime una buena razón por la que
debiera dejarlos marchar.
-Apelo a la justicia y a la magnanimidad que rigen todos tus actos, noble señor.
-No me vengas con cuentos, Jakur, no cuela. Pero tal vez pudiera hacer algo por
ellos... Aunque para eso tú deberías ser bueno y decirme el porqué de este absurdo
ataque.
Jakur miró a su alrededor. Sus lugartenientes lo observaban en silencio. Agachó la
cabeza y siguió pensativo. Finalmente levantó la vista y miró a Trey-Jeng:
-De acuerdo, te diré todo lo que quieras saber.
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Capítulo 3
Jakur era un borg dashade y por tanto, como todos los dashades, extremadamente
resistente a ciertas habilidades Jedi como la del control mental. Por esa razón, Trey-
Jeng debía obtener la información que buscaba a través del diálogo y la negociación.
Así pues, mientras uno de sus hombres informaba al teniente Rupard de la situación,
Solo y el borg se retiraron a una estancia contigua para hablar en privado. Jakur
exigió la liberación de sus lugartenientes, su círculo mas allegado. El Jedi aceptó con
la condición de que con anterioridad trabajasen junto con el resto de su tripulación en
la reparación de las fragatas médicas dañadas en el ataque. A Jakur le pareció justa la
propuesta y a continuación comenzó a hablar. Le contó a Trey-Jeng que la razón de
su ataque era impedir que las colonias del Sistema Aja'ar recibieran la atención
médica y humanitaria que habían requerido de la Liga. El motivo de esto era la
imperiosa necesidad por parte de su Señor de la Guerra, el poderoso General Sigul,
de hacerse con el control de las abundantes reservas de Helio3 de ese sistema
primitivo, poblado por diferentes razas humanoides poco desarrolladas
tecnológicamente hablando pero que aún así mantenían relaciones comerciales con la
Liga Galáctica. Para evitar el enfrentamiento directo, Sigul había usado la guerra
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bactereológica, extendiendo millones de cepas de diferentes clases de virus, todos
ellos mortales y muy agresivos, por todo el sistema y así diezmar a la población
nativa, esperando poder luego negociar con ellos la extracción del Helio3 a cambio
de vacunas y atención médica. Sin embargo, ninguna de las diferentes razas de Aja'ar
quiso negociar con los borg, de quienes no se fiaban, y decidieron reclamar un
Convoy Médico de la Liga. Contra todo pronóstico, y en vista de la gravedad de la
situación en los tres planetas y ocho satélites habitados del sistema, el Consejo de la
Liga aceptó el envío del Convoy Alderaan para evitar una extinción en masa que,
según todos los datos de los que disponían, era inminente. La flota de Jakur había
sido la elegida por Sigul para realizar el bloqueo e impedir que esa atención
humanitaria, que necesitaban con tanta urgencia, llegase a los nativos de Aja'ar. Para
Trey-Jeng, sin duda había sido un error muy grave por parte de Sigul hostigar un
sistema que, aunque no pertenecía a la Liga, sí mantenía buenas relaciones con ella.
Pero para Jakur no tenían otra opción, pues se hallaban inmersos en una sangrienta
conflagración con otro Señor de la Guerra, alguien a quien llamaban Nerpheus, y
necesitaban hacerse con todos los recursos posibles ya que el enfrentamiento, contra
todo pronóstico, estaba resultando extremadamente duro y los había llevado a una
situación crítica.
Mientras el borg dashade hablaba, el nombre de Nerpheus retumbaba dentro de la
cabeza de Solo una y otra vez. Efectivamente, la Liga nunca hubiera cedido esas
reservas de Helio3 a ningún general borg, ni tampoco hubiera estado de acuerdo en
una explotación conjunta. No obstante, Trey-Jeng le preguntó al capitán pirata si
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habían intentado negociar con el consejo de la Liga o con los propios nativos de
Aja'ar, y éste le contestó que era algo que ni siquiera se habían planteado. Dada su
situación y la escasez de tiempo de la que disponían, se había optado desde un
principio por la vía de la fuerza.
El Jedi aceptó las explicaciones de Jakur tras unos quince minutos de
conversación, durante los cuales Solo no había dejado ni un instante de escrutar
detenidamente el rostro del capitán pirata. Luego se puso en contacto con el Halcón y
pidió el abordaje del crucero borg, que seguía completamente inutilizado, por parte de
la fragata médica capitana.
-Ha sido un error, capitán -le dijo a Jakur a continuación-; debían haber buscado
otras vías antes de atacar una flota bajo mi protección.
-Usted sabe tan bien como yo, caballero Jedi, que en este caso no existían mas
opciones.
Fue entonces cuando ocurrió un hecho que no había sucedido desde hacía mucho
tiempo. La Fuerza, que fluía tanto alrededor del Jedi como en su interior, se retorció
sobre sí misma, tembló y se quebró. Durante unos instantes, Solo creyó que iba a
perder el conocimiento. Disimulando su estado de debilidad, le dijo a Jakur que eso
era todo y que podía volver al puente de mando con sus hombres. El capitán
abandonó la estancia y Trey-Jeng aprovechó el instante en soledad para sentarse en el
suelo con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Si, sin duda había habido un
terremoto en la Fuerza, como un primer hachazo contra el tronco de un árbol fuerte y
joven, incapaz de nada salvo de conmocionarlo. Entonces surgieron en su cerebro
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todas aquellas preguntas: ¿habrían más hachazos como aquel en lo sucesivo? ¿Quién
empuñaba el mango del hacha y por qué? Cabía la posibilidad de que algo trágico
hubiese ocurrido en una galaxia remota. Como cuando una hipernova destruyó cerca
de quinientos mundos más allá de Rigel. Esa fue la última conmoción que había
sentido, el ultimo temblor en el rítmico y continuado fluir de los latidos de su
corazón. Era como si de repente todos los millones y millones de años luz que lo
rodeaban fuera engullidos por un solo microsegundo de sombra. Aquello lo dejó
exhausto: la Fuerza le había hablado, le estaba hablando, pero no lograba entenderla
del todo. Solamente una persona a parte de él podía comprender el significado de
todo aquello. Si, sin duda ya iba siendo hora de hacer una visita a viejo y amado tío.
Mientras las otras dos fragatas piratas se daban a la fuga, el crucero fue escoltado,
remolcado y finalmente abordado por una fragata médica.
Trey-Jeng informó a Leiascant de todo lo ocurrido y dio órdenes precisas tanto a
Calrissian como al teniente Rupard, a quien dejó junto con el resto de sus hombres al
mando de la situación. Mientras las reparaciones se llevasen a cabo, todos los borg
eran prisioneros y debían ser tratados como tal. Después se le entregaría a una
lanzadera Tidirium a los oficiales capturados, nueve en total, y éstos serían puestos en
libertad. Todos menos el capitán Jakur, quien sería llevado junto con el resto de
piratas borg hasta el centro penitenciario de Nurpian 9. Aquello no gustó a la mayoría
de los capitanes y almirantes del convoy, que opinaban que toda la flota pirata debía
ser tratada de igual forma y, por tanto, procesada y juzgada como criminales. Pero las
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órdenes del Gran Maestro se acataron sin discusión, como siempre.
Trey-Jeng se encerró luego en una de las miles de habitaciones preparadas para la
atención médica que había en la nave y tras la rutinaria observación por parte de un
androide médico, el sueño comenzó a vencerle poco a poco. R2d2 estaba a su lado:
-Descansa, R2, ha sido un día complicado pero ahora estamos en lugar seguro.
Puedes apagarte un rato -y, tras un par de bostezos, se quedó dormido. A
continuación, R2 apagó todas sus funciones salvo la cámara que, como siempre, se
convertía en los ojos del Jedi cuando éste dormía. El silencio era absoluto. Aquella
batalla parecía por fin haber terminado.
Unas tres horas más tarde, el maestro Solo se despertó bruscamente de su letargo.
Estaba completamente empapado en un sudor frío y las imágenes de su último sueño
todavía centelleaban en su cabeza. Aquel era un sueño recurrente que hacía muchos,
muchos años que no se repetía. Decidió no esperar más. Se levantó de la camilla y se
vistió sin más dilación. R2d2 hacía tiempo que lo observaba completamente
reactivado.
-Vamos, R2 -le dijo mientras agarraba su sable de luz- tenemos que hacerle una
visita al tío Luke.
Pasados quince minutos, el Gran Maestro se encontraba en uno de los hangares de
la fragata médica, donde Rupard había atracado el Halcón para su inspección
rutinaria. Uno de sus hombres se encontraba revisando los motores de la nave justo
en ese momento.
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-Informe de daños.
-Ah, es usted, maestro. Estaba realizando la limpieza de los reactores. El Halcón
está perfectamente, señor. Ningún daño reseñable.
-De acuerdo. ¿Los demás?
-El teniente y los otros se hallan descansado. Las órdenes son encontrarnos aquí
dentro de tres horas, señor.
-Está bien. He dejado órdenes de que se les ceda una lanzadera para que regresen
cuanto antes a Leiascant. El teniente realizará informe de lo sucedido y lo presentará
al centro de mando. Ahora necesito la nave de mi padre, debo hacerle una visita a
alguien y debo hacerla solo, ¿entendido?
-Por supuesto, maestro Solo.
Trey-Jeng y R2d2 subieron por la rampa del Halcón Milenario. Desde allí, el Jedi
se comunicó con el puente y este abrió el portón de despegue. Y unos segundos
después, el Halcón volaba de nuevo por el espacio infinito.
-Bueno, ya sabes donde vamos, R2: destino Dagobah.
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Capítulo 4
El taller B-23 se hallaba a pleno rendimiento. Los androides mecánicos seguían
infatigablemente repasando piezas en un trabajo encadenado que parecía seguir una
cuidadosa coreografía. Humanos y humanoides caminaban de un lado para otro,
pegando sus rostros sobre enormes pantallas y apretando los botones de gigantescas
computadoras. Al fondo del todo había una pequeña puerta metálica cerrada desde
dentro. Era el cuartito privado del capitán Les, jefe del departamento de Mecánica
Avanzada de la Guardia del Gran Maestro. Todo el mundo sabía que no había que
molestarlo cuando se encerraba dentro de ese cuartito, ya que de hacerlo uno se
exponía a la ira del capitán borg, algo que dentro del hangar era prioritario evitar a
toda costa. Si, en realidad como todo borg de origen houk, el carácter de Fynoon Les
resultaba de lo más arisco. De repente un cuerpo pequeño, de apenas metro y medio,
se deslizó como una culebra entre el ajetreo de los operarios del taller y corriendo se
plantó, con un objeto en sus manos, a las puertas del despacho de Les. Un piloto
susllustano que departía con un equipo de ingenieros lo vio frente a la puerta de su
superior y lo llamó al orden. Cuando el niño se giró, pudo reconocer que se trataba
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del joven Mig Solo.
-Si buscas a tu padre, todavía no ha regresado. Pero seguro que encontrarás al
comandante Calrissian en el Centro de Mando. Él te informará de todo.
-No estoy buscando a mi padre. Ya sé que no regresó con los otros. Hablé con
Rupard y con Dirk esta mañana. A quien busco es a Fynoon.
En ese momento se oyó un grito sordo, más bien un rugido, que salía por entre las
rendijas de la puerta como advertencia de que fuera lo que fuera lo que había
encerrado allí dentro, lo más prudente era no molestarlo.
-Será mejor que lo visites en otro momento; lleva un dos días enteros con los
planos de un nuevo aparato que está diseñando y el prototipo le está dando algún que
otro problemilla. Así que no está de muy buen humor que digamos.
Se oyó un par de maldiciones acompañadas de más rugidos, lo que no pareció
amedrentar al muchacho, quien volvió a golpear la puerta con sus nudillos:
-Fynoon, deja de rugir como un rancor y abre. Soy yo, Mig. Tengo una cosa que
quiero enseñarte.
La puerta se abrió y una cara enfundada en una máscara apareció por entre el
quicio:
-¡Qué diablo haces aquí, bellaco!
-He intentado detenerlo señor, pero...
-Oh, por favor, cállese ya, teniente Gruf, y dedíquese otra vez a lo que estaba
haciendo... Y tu, pedazo de alcornoque, ¿quieres que tu madre me fría los bio-
implantes? Sabes que tienes terminantemente prohibido bajar al hangar.
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-Lo sé, Fynoon, lo sé. Pero es que mira...
El muchacho extendió sus manos y mostró un objeto que traía envuelto en un paño
de seda:
-Demonios, ¿es lo que creo que es?
-Si, mi padre se lo entregó a Rupard y éste me lo dio a mí. Todo esto sin que mi
madre se enterase, claro.
-De tal palo, tal astilla. Vamos, entra -el cyborg agarró por el hombro al niño y lo
metió en el cuarto. Luego volvió a cerrar la puerta.
-Déjamelo ver.
Mig volvió a enseñarle el objeto y el cyborg lo agarró con las dos manos. Luego lo
estuvo escrutando detenidamente con su ojo biomecánico para, finalmente, encender
lo que sin duda era un verdadero sable de luz jedi.
-Auténtico, auténtico, sin duda. Un verdadero sable de luz Jedi. Y muy antiguo,
muy antiguo...
-Lo empuñaba un borg negnita a quien mi padre derrotó hace unos días.
-Si, entiendo... Muchos borg se hicieron con armas jedi comprándolas en el
mercado negro o simplemente robándolas. Pero muy pocos saben realmente de su
valor. La mayoría de estas espadas las llevan los Señores de la Guerra, los borg más
poderosos de más allá del borde exterior. Es un símbolo de poder para ellos. Ese
negnita seguramente la habría recibido como regalo de alguno de estos Generales, o
tal vez la obtuvo como botín de guerra. Quién sabe...
El muchacho miró a los ojos de un Les que seguía absorto observando el sable.
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-Fynoon...
-Dime, muchacho.
-Tengo que pedirte un favor...
-Adelante, ¿de qué se trata?
-¿Puedes guardármelo tú?
-¿Yo?
-Si, no quiero tenerlo en mi cuarto. Si mi madre lo viera se enfadaría muchísimo.
-¿Contigo? ¿Y por qué habría de enfadarse?
-No, no conmigo. Se enfadaría sobretodo con mi padre, ya sabes...
-Ah, ya, entiendo... Está bien, no te preocupes, grumete, la guardaré a buen
recaudo, estate tranquilo.
-Gracias, Fynoon, eres un buen amigo.
El antiguo pirata sonrió tras las palabras de Mig. El muchacho era el único capaz
de hacerle sonreír.
-Tu también, joven padawan, eres un buen amigo -y tras esta frase, el niño y el
borg se dieron la mano sellando el secreto entre ambos.
-Ey, Fynoon -dijo Mig mientras el cyborg lo acompañaba hasta la puerta-, ¿tú
conoces a algún Gran Maestro Jedi que tuviera un sable de color morado como éste.
-Bueno, no lo sé. Eso pregúntaselo mejor a tu padre cuando venga, él seguro que
lo sabe.
-De acuerdo, lo haré... Gracias de nuevo, Fynoon.
-No hay de qué, muchacho. Y ahora, a palacio cagando leches, antes de que tu
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madre se enteré de que has estado rondando por aquí; no quiero acabar en el
desguace.
Mig salió del Taller B-23 y corrió hacia una de las plataformas de lanzamiento.
Allí se quedó un rato, mirando como los cazas realizaban sus maniobras de despegue
para sus rondas rutinarias de reconocimiento. Un par de enormes cargueros
descendían despacio para atracar en el Puerto Espacial del Este, a más de trecientos
kilómetros de distancia. Desde allí también podía ver las lanzaderas que se dirigían
hacia las lunas cercanas del sistema Endor, o hacia otros sistemas del Sector Moddell.
Se sentía fascinado con aquel azul cielo surcado por naves que iban de aquí para allá.
Se imaginaba parte de una de aquellas tripulaciones, recorriendo el espacio de un
confín a otro, explorando mundos desconocidos más allá del borde exterior, más allá
del todas las galaxias y de todos los cúmulos de galaxias registrados en los mapas.
Pero para eso debía aprender a pilotar naves interestelares, algo que poco tenía que
ver con conducir una vaina o un speeder. Si, su padre le había enseñado a conducir
una vaina y un speeder. Incluso había hecho sus pinitos con un viejo AT-ST imperial,
lo que resultó de lo más divertido. Pero lo que a él le interesaba de verdad eran los
viajes en el espacio. Pilotar un X-Wing lejos de tierra firme y marcar las coordenadas
de la hipervelocidad hacia el espacio profundo. Sin embargo, su padre siempre se
había mostrado reticente a llevarlo con él en alguno de sus múltiples viajes y no
entendía muy bien por qué, aunque se lo imaginaba. Tampoco a su madre le parecía
bien lo de viajar por el espacio, menos aún lo de pilotar cazas. Pero aquello era
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normal en ella, ya que parecía querer apartarlo de su destino a toda costa. No
obstante, en su padre era algo extraño, y sin duda se debía al trágico suceso que
marcó su infancia, cuando una emboscada borg acabó con la vida de su padre, Han
Solo, y de su hermano Kaneyi cerca del borde exterior. De todas formas, algo dentro
de él le decía que tarde o temprano acabaría viajando por la galaxia, que tarde o
temprano acabaría siguiendo su propio camino, le llevase éste a donde le llevase.
En aquel momento apareció a lo lejos la silueta de C3PO, el viejo androide de
protocolo que había servido a la familia de su padre desde tiempo inmemorial.
-Oh, está aquí, amo Mig. Su madre le busca desde hace rato. Debería personarse
en el palacio cuanto antes.
-Enseguida, C3PO. Pero por favor, por el camino cuéntame una de tus historias.
-¿Una historia, amo Mig?
-Si.
-De acuerdo. ¿Quiere que le cuente alguna en especial?
-Si, cuéntame otra vez la batalla de Endor.
-¿Otra vez, joven señor? Si no recuerdo mal, se la conté entera antes de ayer.
-No importa, quiero oírla otra vez mientras vamos hacia palacio.
-Está bien, como desee.
Y ambos caminaron en dirección al Palacio Residencial mientras el androide
dorado le contaba a Mig una de sus aventuras preferidas: la que finalmente se saldó
con la caída del Imperio, la vuelta de la paz a la Galaxia y el restablecimiento del
equilibrio en la Fuerza.
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Una media hora escasa después, Mig y C3PO cruzaban la entrada custodiada por
los miembros de la guardia personal del Gran Maestro. El niño los saludo con
absoluta naturalidad, y con igual naturalidad el saludo fue respondido por estos:
-Anda, date prisa, que tu madre hace rato que te está buscando. Creo que tienes
visita.
-¡Visita! -Exclamó azaroso Mig, que ipso facto se puso a correr en dirección al
salón de visitas. Se cruzó con más miembros de la guardia, un par de diplomáticos
que andaban buscando a su padre, unos cuantos miembros de una de las familias más
adineradas de Leiascant que se habían acercado al Palacio para agasajar a sus padres,
personal del servicio, androides, más personal del servicio y más miembros de la
guardia, antes de entrar en el Gran Salón Blanco. C3PO se había quedado rezagado
nada más girar por el primer pasillo, así que tardó unos cuantos segundos más en
atravesar ese umbral.
-¡¡¡Abuela!!! -Exclamó el muchacho con una sonrisa en la boca nada más ver a su
abuela Leia que lo esperaba con los brazos abiertos.
Se fundieron en un largo abrazo ante la mirada complaciente de Gildren. Luego se
separaron y Leia lo apartó sujetándolo por los hombros para poder así contemplarlo
en su totalidad:
-¡Pero que alto estás, y qué guapo! De verdad estás hecho ya todo un hombrecito.
-Tú estás como siempre abuela, como siempre...
-Calla, calla, no seas zalamero. Estoy mas arrugada que los hocicos de taun-taun.
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Pero no me importa, la vejez es más hermosa de lo que la gente piensa, siempre y
cuando la aceptes tal y como viene. Por cierto, tu tío-abuelo Luke te manda saludos.
-¿Cómo está?
-Tan arrugado como yo. Aunque por dentro está hecho un toro. Sigue con su
rigurosa vida de ermitaño, apartado de todo atisbo de civilización allá en el confín del
universo conocido.
-Me gustaría mucho verle de nuevo.
-Me ha dicho que te diga que puede que lo veas muy pronto. Tal vez mucho antes
de lo que imaginas.
-¡En serio! ¿Va a venir, abuela? ¿Tío Luke vendrá a Leiascant?
-No sé cuando pero seguro que sí. Ya le he dicho yo que una cosa es la vida que
haya elegido, que es muy respetable, y otra muy distinta olvidarse de su propia
familia. Así que o viene para acá pronto o yo misma lo traeré de la oreja.
El muchacho sonrió y luego se quedó pensativo.
-Bueno, y cuéntame, cuéntame, ¿como van tus estudios?
-Bien, bastante bien.
-Pero podrían ir mejor -interpeló su madre.
-He sacado todo notables.
-Tienes cabeza para no bajar de sobresaliente, y eso lo sabes tan bien como yo.
-Bah, ya estás como siempre. Ahora vas a reñirme delante de la abuela, ¿verdad?
Gildren y Leia se miraron de reojo:
-No, no voy a reñirte, hijo. Solo digo que...
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-Tú sabes lo que yo quiero hacer, y lo que yo quiero hacer no tiene nada que ver
con la música, o con la química, o con las matemáticas...
-Ey, ey, muchachito, háblale bien a tu madre o tendré que ponerme muy seria
contigo, ¿de acuerdo?
Mig bajó la mirada y guardó silencio.
-Vamos, no me gustaría que acabásemos todos enfadados.
-Abuela, pero es que ella no me escucha.
-Si te escucha, Mig, tu madre te escucha y te entiende perfectamente. Más bien
creo que eres tú el que no la entiendes a ella. Crees que la música, la química y las
matemáticas no tienen nada que ver que el destino que piensas que te aguarda, pero te
equivocas. El Universo es un todo, donde todo está relacionado con todo, todo tiene
que ver con todo y todo forma parte de todo. Se que no es un concepto fácil de
asimilar, pero precisamente para eso están las matemáticas, la Historia, la física, la
química, la literatura... No debes despreciar el conocimiento que ha sido puesto a tu
alcance, porque entonces te estarás despreciando a ti mismo. ¿Comprendes lo que
quiero decir, Mig?
Mig asintió:
-Creo que sí.
-Si, por supuesto que lo entiendes. Eres demasiado listo como para no entenderlo.
Y ahora vamos a los jardines, hace un día esplendido y que quiero que me cuentes
muchas más cosas mientras tu madre, tú y yo paseamos tranquilamente hasta la hora
de comer. ¿Te parece bien?
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-De acuerdo abuela, pero no quiero hablar más de mis estudios.
-Está bien, jovencito, pactaremos una tregua. Por hoy, se acabó el hablar de nada
relacionado con notas, estudios o clases... Pero de lo que no vas a escaparte esta vez
es de hablar de chicas con tu abuela. Venga dime la verdad, ¿tienes ya novia?
-¡Abuela, pero si solo tengo once años!
-Bueno, tu abuelo a esa edad ya estaba hecho todo un rompe corazones... Pero
cuenta, cuenta, ¿es guapa?
Dieron una largo paseo por los jardines, durante el cual Leia no dejó de contarle a
Mig viejas batallas protagonizadas por su abuelo, su tío Luke o su propio padre.
También le contó alguna que otra travesura de su tío Kaneyi, el hermano de su padre
al que, como ocurriera con su abuelo, nunca llegó a conocer. Cuando llegó la hora,
Leia insistió en comer al aire libre, así que finalmente se sirvió la comida también en
el jardín. Inmediatamente después de servir el postre, una cuadrilla de amigos de Mig
aparecieron en su busca para ir a jugar con las vainas.
-Tened cuidado, no corráis mucho -les advirtió Gildren.
-Si, esas vainas son divertidas pero podéis haceros mucho daño si no vais con
precaución -les subrayó Leia.
Los muchachos asintiendo de forma maquinal para, poco después, salir en
bandada corriendo por entre los setos. Sus voces y gritos fueron apagándose en la
lejanía poco a poco hasta desaparecer bajo el rítmico gorgoteo de los chorros de la
fuente que tenían en frente. Ambas mujeres, solas ahora, tomaron aire y dejaron pasar
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unos cuantos segundos más. Parecía que tuvieran miedo de hablar. Sin embargo las
palabras estaban ahí, flotando en el aire y esperando a ser pronunciadas. Finalmente,
Leia, tras remojar su garganta con agua del vaso que tenía delante, miró a los ojos de
Gildren y rompió la quietud:
-Entonces ya lo has decidido, te vas.
-Si, esperaré a que regrese para hablar con él y a la mañana siguiente partiremos
hacia Coruscant.
-Va a ser un duro golpe para él. También para el muchacho.
-Ya hemos hablado de esto, Leia. Puede que Mig ahora no lo entienda, pero algún
día lo hará. Sobretodo si llega a tener hijos. Sabes perfectamente que he aguantado
todo lo que me ha sido posible, pero esta no es la vida que quiero para mí, y tampoco
la que quiero para mi hijo.
-Dime una cosa, ¿todavía sientes algo por él?
Antes de contestar, los ojos de Gildren se llenaron de lágrimas y un nudo en su
garganta trabó sus palabras. Éstas finalmente salieron casi como un susurro:
-Por eso tengo que irme...
Hubo un breve silencio que pareció eterno. A continuación, Leia reanudó la
conversación:
-¿Puedo pedirte una cosa?
-Eso depende...
-Deja que hable con él.
-Ya lo hemos discutido.
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-Vamos, por favor, concédeme solo eso, una charla de no más de una hora. Es todo
lo que te pido, luego haz lo que tengas que hacer. Sabes que siempre te apoyaré en
todas tus decisiones.
-Gracias, Leia. Eres como una madre para mí.
-Y tú como una hija... Ya lo sabes.
-Si, lo sé. Gracias -y la voz de Gildren se apagó ahogada en unas lágrimas que
comenzaron a caer por sus mejillas. Entonces Leia se levantó y la rodeó con sus
brazos para consolarla. Y ambas mujeres se abrazaron y lloraron juntas, repartiéndose
un dolor que en aquel momento resultaba demasiado profundo y demasiado pesado
como para ser soportado en soledad.
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Capítulo 5
Nada más salir de la hipervelocidad, el Sistema Dagobah apareció ante sus ojos
junto con el planeta que le daba nombre.
-Ya casi estamos, R2. Voy a preparar la nave para entrar en la atmósfera.
Trey-Jeng manipuló los controles y puso el Halcón en posición.
Cuarenta minutos más tarde la nave comenzaba a ser arrastrada por la gravedad
del pequeño planeta. Y otros veinte minutos después, el Halcón Milenario entraba en
la atmósfera.
El aterrizaje no fue fácil. Nunca lo era tratándose de un lugar tan inhóspito como
aquel. Aún así, el jedi fue capaz como de costumbre de dominar la situación para
tomar tierra de la manera menos abrupta posible, en un claro del bosque cerca de una
laguna. Tras la comprobaciones rutinarias, el portón de la nave descendió y Solo bajó
a estirar las piernas. La niebla se movía a su alrededor despacio, como un animal
cauteloso, ocultando parcialmente todo a su paso. La humedad era altísima y el frío
no tardó el calarle los huesos:
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“No entiendo muy bien que le encuentra el tío Luke a este lugar. ¡Con la cantidad
de hermosos mundos que hay repartidos por toda la Galaxia!”, se dijo para sus
adentros mientras batía el horizonte con su mirada. “En fin, él sabrá”
A continuación, R2d2 bajó por la rampa y, tras colocarse al lado de Jeng, comenzó
a emitir sonidos agudos mientras giraba su cabeza de un lado para otro.
-Bueno, ya conoces al tío Luke. Creo que lo mejor es esperar a que él nos
encuentre a nosotros. Mientras tanto será mejor no moverse de los alrededores de la
nave. Si quieres puedes revisar los tanques de combustible y comprobar que todo esté
en orden. Yo vigilaré mientras tanto.
A medida que la tarde caía lánguida, el cansancio comenzó a apoderarse de Trey-
Jeng. Decidió comer algo y seguidamente requirió la presencia de R2 para que hiciera
guardia mientras él se tomaba un descanso, insistiéndole en que se mantuviera alerta
y que sobretodo no se acercara a la laguna, algo esto último que, por otra parte, el
androide no pensaba hacer por nada del mundo.
Cuando Trey-Jeng despertó, el Darlo se había ocultado del todo dejando paso a
una noche que se extendía amenazante en todas direcciones. Ya no habían árboles o
rocas, solo sombras que parecían murmurar a sus espaldas. “Creo que he dormido
demasiado”, pensó. Tras ponerse de pie, comenzó a llamar a R2d2. Sin embargo el
androide no aparecía por ningún lado. Caminó hacia la laguna y se detuvo en la orilla
sin dejar de llamarlo. Pero nada, a su compañero mecánico parecía habérselo tragado
la tierra. De repente comenzó a notar un cosquilleo recorriéndole el cuerpo y, a
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continuación, sus pies comenzaron a elevarse del suelo. Segundos más tarde, y tras
varios intentos infructuosos de liberarse, estaba levitando sobre las aguas de la
laguna.
-¡Ni se te ocurra! -exclamó dirigiéndose hacia la negrura de la noche.
-No cree el Gran Maestro que hace una noche estupenda para darse un chapuzón
-le contestó una voz que salía de detrás de unos matorrales.
-¡No lo hagas o lo lamentarás! -pero la amenaza no surtió el efecto deseado y, un
segundo más tarde, Jeng se precipitó contra el agua cayendo de espaldas.
Fue entonces cuando el viejo Luke Skywalker salió al claro acompañado por
R2d2.
-Resulta mucho más difícil pillar desprevenido a este viejo androide que a ti. Tal
vez debiera haberle entregado a él el sable verde -le dijo entre risas mientras se
acercaba a la orilla. Solo, con medio cuerpo fuera del agua y completamente
empapado, lo miraba con gesto torcido.
-Tu lo has querido, tío. Que conste que te avisé. Y en cuanto a ti, R2, ya
ajustaremos cuentas en casa.
El sable de Trey-Jeng se encendió en la noche.
-Conque esas tenemos. De acuerdo, todavía este viejo puede darte una paliza con
una mano atada a la espalda y saltando a la pata coja.
-Eso habrá que verlo.
-Por supuesto, lo verás ahora mismo -y el sable azul de Luke también brilló en la
oscuridad.
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A continuación, Jeng dio un salto y se plantó frente a su tío para asestarle una
estocada que éste bloqueo con una movimiento rápido de su brazo derecho. Aquel fue
el primero de un largo intercambio de golpes que fueron asestándose el uno al otro
mientras saltaban y se movían de aquí para allá, como bailarines en una danza
coreografiada con precisión milimétrica.
-No está mal para ser solo un joven padawan. Debiste tener un buen maestro.
-No está mal para ser un vejestorio. En realidad soy un jedi totalmente
autodidacta.
Luke rio a carcajadas y ambos volvieron a intercambiar más estocadas mientras los
sables zumbaban como abejorros, chasqueando como madera al fuego cada vez que
se cruzaban. Finalmente, Jeng hizo un giro con su cuerpo de 360 grados a gran
velocidad y ejecutando un movimiento circular con su muñeca logró desarmar a su
tío. El sable azul cayó al suelo y el verde iluminó la cara del viejo maestro. Éste
sonrió complacido:
-Un movimiento increíble. De verdad eres un gran jedi. Quizá el mas grande.
-Eso es solo porque a tuve al mejor maestro.
Luke sonrió y ambos hombres se fundieron en un abrazo.
El Maestro Skywalker les condujo luego hasta su refugio, cerca de donde todavía
se encontraba la vieja morada del Gran Maestro Yoda, que se aún se mantenía tal y
como él la dejó.
Durante el trayecto, Trey-Jeng le puso al día de los últimos acontecimientos que
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habían ocurrido de Leiascant y de sus últimas escaramuzas con los piratas borg.
También le habló de Mig y de como sus condiciones revelaban de forma cada vez
más evidente una sensibilidad hacia la fuerza de niveles extraordinariamente altos.
Luke lo escuchaba atento. Luego tomó él la palabra y le contó la inesperada visita de
su hermana y madre de Jeng, Leia, hacía tan solo unos días.
-Es curioso, meses y meses si entablar conversación con nadie y de repente dos
visitas en la misma semana.
Una vez en el refugio, Luke preparó la cena y ambos siguieron hablando mientras
daban buena cuenta de ella. El viejo maestro rememoró con su sobrino viejas
aventuras corridas junto al padre de Jeng, Han Solo. Y al final, como siempre, se le
escaparon un par de lágrimas.
-Todavía te culpas de su muerte y de la de mi hermano. Sin embargo no fue culpa
tuya en absoluto.
Luke levantó la mirada y quedó pensativo:
-Nos toca a nosotros mismos atribuirnos la culpa que creemos que nos
corresponde por el daño que causan nuestros actos. Así que en este caso soy yo quien
debe decidir eso, Gran Maestro.
-Sigo pensando que te juzgas con excesiva dureza.
-Yo era el Gran Maestro entonces, y debía haber escoltado el convoy de tu padre.
Sin embargo se requirió mi presencia para ayudar a los falleen tras una invasión de
yuuzhan vong que amenazaba con extenderse al resto de los sistemas fronterizos de la
Liga, dedicados a la minería de gases y metales pesados. Yo accedí, aunque aquel
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conflicto no era en realidad de nuestra incumbencia, y no estuve al lado de tu padre
en el ataque, como debería haber estado.
-Pero tú no lo sabías... Y tu mediación en aquel conflicto salvó muchas vidas.
-Te equivocas, solo retrasó la masacre. Y todo a cambio de perder a alguien que
más que un amigo era un hermano para mí, y a un sobrino al que amaba como a mi
propio hijo.
-Si fuéramos capaces de leer el futuro con la misma claridad que leemos el
pasado...
-Pero...¿crees realmente que podemos leer el pasado como quien lee un libro
desde el primer capítulo hasta el final de la historia? He dedicado el último tercio de
mi vida precisamente a eso, a leer el pasado. A recopilar la sabiduría o la necedad de
nuestra orden registrada en holocrones esparcidos por toda la galaxia. ¿Piensas que el
pasado se me ha revelado diáfano en algún momento? No, más bien al contrario, se
ha vuelto oscuro, confuso e incomprensible.
-Precisamente de eso quería hablarte, tío... Por eso he venido.
-Lo sé. Yo también sentí la conmoción hace unos días, igual que tú. Por eso te
esperaba.
-También esa misma noche volví a tener aquel sueño de mi infancia, con Kaneyi y
mi padre. Había sangre y sentí odio, mucho odio. Tuve ganas de matar... Me desperté
empapado y tiritando de frío... No me ocurría desde que era un adolescente... He
sentido miedo, maestro, miedo de mí mismo.
Luke guardó silencio y respiro hondo. Después volvió a rellenar los vasos con
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leche arkaniana y bebió del suyo muy despacio.
-No eres el único jedi que ha experimentado ese miedo, Jeng. Yo mismo lo he
sentido muchas veces. Sentí miedo de mí mismo cuando me enfrenté a tu abuelo.
También cuando me vi cara a cara con el emperador. Y aún más, mucho más, cuando
tras la muerte de tu padre y de tu hermano, decidimos expulsar a los borg a las
profundidades de la Zona Salvaje. Nunca había experimentado sentimientos tan
fuertes como entonces, sentimientos tan encontrados y tan salvajes. Había que echar a
aquellos piratas de las rutas comerciales de la Liga, pero a mí no me movían mis
obligaciones como protector de nuestro mundo. Todo se cuestionó dentro de mí en
aquel momento. Había en realidad una motivación más profunda, más visceral. No
era la necesidad de justicia lo que me movía, sino la necesidad de venganza. Le
dimos una buena paliza a aquellos criminales sin escrúpulos, pero haciéndolo, quizá
también nosotros nos comportamos como tal.
-Pero cumpliste con tu misión de mantener la paz dentro de nuestras fronteras.
-¿Cómo puedes mantener la paz a tu alrededor cuando no eres capaz de
encontrarla dentro de ti?
-Es por eso por lo que decidiste aislarte en este lugar, ¿no? para encontrar esa paz
interior de la que hablas.
Luke no contestó, solo miró a los ojos de su sobrino y sonrió. Su sobrino le
devolvió la mirada y también la sonrisa, y entonces ambos supieron que en aquel
momento cualquier palabra pronunciada hubiera resultado ridícula. Así que
decidieron no turbar aquel hermoso silencio y disfrutaron de él durante el resto de la
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cena.
Jeng despertó con los primeros rayos del Darlo entrando por la ventana. Se vistió
deprisa y caminó hacia la pequeña y acogedora salita donde había estado cenando con
su tío la noche anterior. Allí el desayuno le estaba esperando. Era modesto, pero
suculento a la vez. Lo devoró en un minuto y luego se encaminó hacia el claro junto a
la laguna donde había aterrizado el Halcón. Efectivamente, allí lo esperaban su
maestro y su androide.
-Podíais haberme despertado. Eso también va por ti, R2.
El robot emitió varios sonidos exculpándose.
-Vamos, Jeng, necesitabas descansar. Y yo estar a solas con este viejo amigo -Luke
golpeó el fuselaje del Halcón con la palma de su mano como el jinete que golpea el
lomo de un viejo y fiel caballo.
-Como ves, sigue siendo el montón de chatarra más rápido de toda la galaxia -le
dijo Jeng mientras se acercaba a la compuerta.
-No es solo una nave. Es también un símbolo. Un símbolo de muchas cosas...
-Lo sé.
-La he repasado con ayuda de R2. Está lista para que vuelvas a casa.
-No te apetece volver conmigo. A Mig le encantaría verte. También a Gildren.
-No, Jeng, creo que ahora necesitas estar a solas con tu familia. Debes dedicarle
los próximos días a ellos y solo a ellos. Te necesitan, te necesitan incluso mucho más
que el resto.
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Trey-Jeng miró al suelo y algo se le removió por dentro. Luke lo sintió también:
-Vamos, vamos, quizá el mes que viene... Si, te prometo sacar del lodazal mi viejo
X-Wing, ponerlo a punto y, acontinuación, pilotarlo hasta Endor como en los viejos
tiempos. ¿De acuerdo?
-De acuerdo, tío, como desees.
El viejo maestro se acercó entonces a su antiguo discípulo y haciéndole una
reverencia le dijo:
-Gran Maestro, tienes una gran responsabilidad sobre tus espaladas, soy
consciente de ello. La Fuerza no nos lo dice todo, es un misterio que se revela a
retazos a unos pocos que somos capaces apenas de vislumbrarla. Pero, hazme caso,
estate alerta, porque nunca miente, nunca engaña. Así que no te confíes. Yo por mi
parte buscaré respuestas y cuando las tenga, te las haré llegar. No olvides que tú y yo
siempre estaremos unidos.
Trey-Jeng asintió sin dejar de mirar al suelo y a continuación, Luke lo abrazó.
Después, el Gran Maestro caminó por la rampa escoltado por R2d2 y tras unos
segundos, ésta se cerró ante la atenta mirada del maestro Skywalker. Y unos minutos
después, también ante la mirada de Luke, el Halcón Milenario cruzaba de nuevo el
cielo de Dagobah para desaparecer tras los cegadores rayos del Darlo.
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Capítulo 6
Hubo un mensaje escueto que se recibió en la Torre del Centro de Mando al
amanecer del día siguiente. Rezaba así:
“Llegaré dentro de 4 horas. Avisad a mi familia”
El mensaje procedía del Halcón y estaba cifrado con el código personal del Gran
Maestro. Se avisó a almirante Sarrel y al comandante Calrissian. Éste último se puso
en contacto desde su casa con el capitán de la Guardia, Alsid Gergan, y a
continuación repasó los asuntos que habían quedado pendientes y que el jedi debería
atender a su regreso. Un conflicto diplomático en el que había que mediar entre dos
sistemas vecinos que pugnaban por la explotación de uno de los cinturones de
asteroides del sector Abo Dreth; una reunión con miembros de la Cámara de
Comercio de Leiascant al respecto de las modificaciones en ciertas tarifas impositivas
gravadas a fábricas denominadas de “alto riesgo”; una visita a las nuevas minas de
diamante de Endor para su inminente inauguración; una reunión con los oficiales de
la guardia, pospuesta ya en cinco ocasiones, para tratar entre otros el asunto de la
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subida de sueldos; una reunión con los representantes de la comunidad borg integrada
en la vida laboral de Endor para tratar el tema de la xenofobia y el racismo; una
reunión con los defensores de los derechos de las comunidades de ewoks, duloks y
yuzzums del interior del Satélite Santuario, para tratar el tema de la ampliación de las
zonas protegidas; y etcétera, etcétera, etcétea...
“Creo que lo dejaré respirar por hoy. Necesitará descansar y estar con su familia.
Ya le bombardearé con todo esto mañana”, pensó Dirk mientras observaba el plan de
trabajo en la enorme pantalla holográfica de su habitación. Luego terminó de vestirse
y tras un ligero desayuno salió a la terraza donde le esperaba su Speeder. Las nubes
ocultaban parcialmente la silueta del enorme gigante gaseoso sobre el que orbitaba la
Luna Sanmtuario, único lugar que albergaba vida en todo el sistema. Y esto era así no
solo en términos físicos, sino también en términos económicos, pues el planeta Endor
era una de las mayores reservas de Helio3 de todo el sector Moddell.
Calrissian subió a su vehículo y despegó para dirigirse hacia el centro de mando.
Se sentía tranquilo, su amigo Jeng estaba de nuevo de regreso y eso era un bálsamo
que tenía un efecto sedante en todo su cuerpo. “Sin duda es el mas grande”, pensó
mientras atravesaba la ciudad.
-¡Ahora a mí, ahora a mí!
-¡No, a mí, levántame a mí, venga!
-De eso nada, me toca a mí...
-Mentira, tu ibas detrás mía, así que no te cueles.
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-¡Pero qué dices! No le hagas caso, iba yo.
-De eso nada.
-No poco...
-Que no...
-Mentira...
-Me toca...
-Que me toca a mí...
Mig hizo un gesto de negación con la cabeza:
-Se acabó, siempre que hacemos esto vosotros os ponéis a pelear. Además, si
alguien me ve y se lo cuenta a mi madre, me caerá un castigo. Así que se terminó el
juego.
-No, venga...
-Está bien, ella primero y luego yo.
-He dicho que se acabó. Vayamos a explorar el islote de la laguna con las vainas.
-Va, hombre, ya no pelearemos más, te lo prometo. Te lo prometemos todos. ¿A
que sí?
-¡Todos dándole coba al “Pequeño Maestro”, eh! -les gritó una voz que llegó de
entre los árboles que tenían a su espalda para, a continuación, un niño de unos trece
años de edad aparecer a lomos de su moto deslizadora. Era Kalen Quayk, el hermano
mayor de Phayne Quayk, hijos ambos del gobernador de Leiascant y uno de los más
ricos comerciantes de la Luna Santuario.
-¡Vamos, Phayne, sube, nos vamos a casa! -le ordenó expeditivo a su hermana
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menor.
-Pero, Kalen, estoy jugando con mis amigos y...
-Papá me ha enviado a buscarte. El primo Grof viene de visita a la Luna Santuario
y hemos de ir todos a recibirle al puerto espacial.
-Jo, vaya rollo... Yo no quiero ir al puerto, es un aburrimiento.
-A mi no me importa lo que tú quieras o dejes de querer, tienes que obedecer a
papá. Así que monta -hizo un gesto con su cabeza señalando la parte trasera de su
moto- y déjate de monsergas.
-¿A qué hora viene el primo?
-Por la tarde.
-¡Pero si ni siquiera hemos comido aún!
-Por eso mismo... Venga, que si tengo que bajar de la moto te vas a llevar un buen
sopapo.
Mig intercedió por su amiga entonces:
-Escucha, Kalen, ¿por qué no la dejas media hora más con nosotros? Luego yo la
llevaré a vuestra casa en mi vaina.
-¿En tu vaina? ¿Dices que vas a llevar a mi hermana en ese montón de basura? Lo
llevas claro, renacuajo engreído, no pienso permitir que mi hermana monte en esa
cafetera, si le ocurriese algo mi padre me partiría el espinazo.
-¡Pero qué dices -exclamó Jerid Felda-, la vaina de Mig es la más segura y la más
rápida de todas las vainas de Endor!
Kalen soltó una sonora risotada:
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-Ahora sí que me parto de risa, enano. Y aunque fuera cierto, cosa que dudo, esta
moto es cien mil veces más veloz que cualquier vaina que se precie. Y mucho más
segura, puesto que la conduzco yo.
-Eso no te lo crees ni tú.
-Jarid...
-Es muy fácil de demostrar, enano.
-Ya lo creo que si. Vamos, Mig, demuéstraselo.
-Jarid, ya basta.
-Está bien, ¿qué me dices, padawan, te atreves a echar una carrera conmigo hasta
el lago?
-¡¡¡Eso, eso, una carrera, una carrera hasta el lago!!! -gritaron todos al unísono.
Pero Mig hizo un gesto de negación con la cabeza:
-Lo siento, Kalen, no voy a correr contra ti -y al instante, los rostros de los demás
muchachos se desinflaron y la decepción se apoderó de ellos.
-Lo veis, enanos, vuestro héroe no es más que un cobarde. Igual que su padre y
que su tío-abuelo. Pero poco importa ya porque los jedis tenéis los días contados.
-No le insultes, Kalen, él no te ha hecho nada.
-Tú cierra la boca, Phayne y sube a la moto de una vez: nos vamos.
Phayne miró a los ojos de Mig y, al mismo tiempo que comenzaba a caminar
hacia su hermano, le susurró muy despacio:
-No le hagas caso, es un idiota.
Luego subió a la parte trasera de la deslizadora de Kalen y, a continuación, ésta se
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elevó sobre las cabezas de los demás muchachos para desaparecer internándose en el
bosque.
-Deberías haber aceptado el reto, Mig -dijo Jarid mientras miraba la moto alejarse
entre los árboles-, ese caraculo prepotente se merece ya una lección.
-Dejemos el tema. Además yo no soy quien para dar lecciones a nadie. Que se
apañe él con su estupidez.
-Pero lleva a Phayne a maltraer...
-Ya, y eso si que me fastidia.
-¿Sabes lo que yo haría? -exclamó el Burk, el hermano pequeño de Jarid, mientras
daba un gran salto gesticulando con las manos como si llevara un sable de luz- Yo lo
haría trocitos con tu sable y luego se lo echaría de comer a los gorax.
-No seas cruel con los pobres gorax, eso sería envenenarlos y ellos no te han
hecho nada.
Y tras estas últimas palabras de Gemel Sarrel, todos comenzaron a reír a
carcajadas.
El Taller B-23 se estaba preparando para la llegada del Jedi. Tanto el Halcón, el
androide `o los pertrechos del Gran Maestro estaban al cuidado de Fynoon y sus
hombres, así que aquella estaba siendo una mañana muy ajetreada. Además, Les,
como ocurría siempre en estos casos, estaba de un humor todavía peor que el de
costumbre. No dejaba de dar órdenes a base de gritos a todo el mundo con el que se
cruzaba. Quería que todo estuviera preparado y en perfectas condiciones, por lo tanto
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exigía a su alrededor lo máxima diligencia o de lo contrario te enfrentabas a una de
sus temibles reprimendas.
Fue entonces, en medio de aquel zafarrancho, cuando Mig entró en el taller un
tanto cabizbajo y, sin decir ni mu, caminó hasta el laboratorio de Fynoon y se encerró
en él. El borg lo había visto desde lejos, así que dejó a mitad la regañina que le estaba
pegando a uno de sus hombres y dirigió raudo sus pasos también hacia su laboratorio.
Cuando abrió la puerta, se encontró con Mig sentado en el suelo, en un rincón, con
la cabeza hundida entre sus brazos y sollozando.
-Eh, muchacho, ¿qué te ocurre?
-Nada. Estoy un poco triste, solo es eso.
-¿Quieres hablar del tema?
-No, solo quiero desaparecer un rato aquí abajo. No te molestaré, Fynoon, te lo
prometo.
-Tú nunca me molestas, joven padawan. Dime, ¿qué te ha pasado?
-En realidad nada, no tiene importancia.
-Bueno, si quieres puedes contármelo, y si no, pues no me lo cuentes. Y si quieres
estar un rato a solas, pues ya mismo te dejo en paz. Como tú quieras.
-Lo que pasa es que no entiendo muy bien a algunas personas. No entiendo ese
odio que tienen dentro.
-Está bien eso de que no lo entiendas. Y ojalá no llegues a entenderlo nunca,
muchacho.
-¿Tú lo entiendes, Fynoon?
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-¿De qué persona estamos hablando exactamente?
-Es ese Kalen Quayk. Siempre se está metiendo conmigo, y en general con todos.
Lo peor es que creo que no es malo, pero tiene un odio extraño dentro, como si
alguien se lo hubiera metido a la fuerza.
-Si, se quien es ese Kalen. Es el hijo de Dimor Quayk, ¿verdad?
-Si, ¿lo conoces?
-Bueno, al chico no lo conozco, pero por supuesto conozco a su padre. Es de esas
personas que piensan que el universo existe solo para sacarle el máximo beneficio
posible. He conocido muchos así. Intentó que se abolieran las leyes de tu tío para la
protección de las razas nativas de Endor, y sigue intentándolo hoy en día. Odia a los
ewoks, a los duloks, a los yuzzums... Odia también a los borg porque nos considera
criminales y esclavos que no deberíamos tener derechos. Odia a los otros
comerciantes porque compiten contra él. Odia a tu padre porque no aprueba muchas
de sus leyes... Y así podríamos seguir y seguir durante horas.
-Kalen siempre llama cobarde a mi padre. Y también a tío Luke... Dijo que los
jedis tenemos los días contados.
-Bah, no le hagas caso... Además, en realidad no es Kalen quien habla. Has dicho
bien cuando dijiste eso de que parecía que le habían metido el odio dentro. Es su
padre el que llama cobarde al tuyo, y lo hace a través de la boca de su hijo. Y es
normal, los hijos creen lo que les cuentan sus padres, y eso generalmente es bueno,
pero a veces los padres también trasmiten a sus hijos sus miedos y sus rencores. Y eso
no es tan bueno.
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-No entiendo qué le ha hecho mi padre al suyo. Se juega la vida por defendernos a
todos cada día, también a él.
-Hay gente muy desagradecida en el mundo, jovencito. Ese Dimor solo piensa en
las cosas que tu padre no le deja hacer, como explotar minas en los territorios
vírgenes del interior. Y por eso lo odia. También piensa que tu padre debería armar un
ejercito más poderoso para iniciar una expansión territorial hacia los sistemas
fronterizos y la zona salvaje, cosa a la que tu padre se opone frontalmente y que
nunca hará, pues sería ir en contra de todo lo que representa, en contra de sí mismo. Y
por eso Quayk lo llama cobarde. Pero tu padre no es un cobarde.
-Ya lo sé, es más valiente que todos nosotros. Por lo menos que yo, yo si que soy
un cobarde, que me insultan y ni siquiera me defiendo.
-No digas eso, grumete. Lo que pasa es que los hay que confunden la valentía con
la violencia, cuando es todo lo contrario: la violencia es una consecuencia de la
cobardía. Responder con clemencia una agresión es la mayor muestra de valor que
puede hacer un hombre. Ven, quiero mostrarte algo.
Mig se puso de pie y caminó hacia Fynoon mientras se enjuagaba los ojos con los
nudillos. El borg lo llevó hacia una enorme pantalla de plasma que encendió
inmediatamente.
-¿Qué es eso?
-Eso es un negnita en coma inducido. Está en el laboratorio de cibernética de aquí
al lado, rodeado de cámaras para controlar su evolución. Nos lo trajeron ayer para
una operación de urgencia por orden de tu padre. Al parecer, el negnita se enfrentó a
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él con valentía pero fue derrotado. Lo que quiero decirte es que tu padre pudo haberlo
liquidado o abandonado a su suerte, en definitiva no es más que un pirata, un criminal
y, con seguridad, un asesino. Pero él quiso darle una oportunidad, cosa que
seguramente nunca tuvo, igual que yo. Eso y no su victoria en el campo de batalla es
lo que le diferencia del resto, es lo que demuestra su infinito valor, es lo que lo
convierte en nuestro Jedi, en el Gran Maestro. ¿Me comprendes ahora, muchacho?
Mig asintió con la cabeza:
-Creo que sí... Es muy grande y parece muy fuerte.
-Los negnitas han sido una de las últimas especies inteligentes descubiertas.
Fueron esclavizadas por el Imperio en sus últimos días. Pueden llegar a medir más de
tres metros y pesar cerca de 350 kilos. Es una de las especies más fuertes y belicosas
que se conocen. Debió ser sin duda una buena pelea.
-Vaya...
-Bueno, joven padawan, hay mucha faena que hacer fuera y tengo que controlar a
esa gente que está a mis órdenes o de lo contrario son muy capaces de liar un
auténtico cataclismo en el hangar. Puedes quedarte por aquí todo el tiempo que
quieras, yo estaré al otro lado de la puerta, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, pero antes una cosa más.
-Dime...
-¿Qué es eso que hay encima de aquella mesa?
-Ah, tienes buen ojo, jovencito. Es mi último invento: un localizador subcutáneo.
Solo un pinchazo con esa aguja y podría encontrarte en casi cualquier lugar de la
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galaxia. Tu padre será el primero en probarla, y luego todos los pilotos y miembros de
la guardia en misiones extraplanetarias. Parece una estupidez, pero ese trasto me ha
tenido ocupado casi siete dichosos meses.
Mig observó la jeringuilla gigante y la tinta que fluía en su interior. “Buff, pensó,
preferiría perderme en el cosmos a tener que pincharme eso en el brazo”.
Ese mediodía los satélites de defensa captaron la presencia de una nave de
pequeño tamaño que acababa de salir del hiperespacio, justo detrás de Endor Prime.
Desde el Centro de Mando, Sarrel se comunicó con dicha nave y está se identificó
positívamente como el Halcón Milenario. Se comprobó el código encriptado del
capitán de la nave y a continuación se realizó la primera comunicación holográfica.
Solo informó de la hora exacta de llegada al Puerto Militar de la Ciudadela y en la
Luna Santuario los preparativos se aceleraron. Calrissian tuvo una conversación
informal con el Gran Maestro, aunque no exenta de cierta crítica hacia su superior por
su forma un tanto imprudente de actuar. Le echó en cara que obrara muchas veces sin
tener en cuenta las preocupaciones que sus ausencias causaban en todos los que lo
apreciaban. Trey-Jeng se limitó a asentir y dar la razón al comandante.
-Ahora voy a echarme una cabezadita de veinte minutos. Quiero estar despejado y
con energía cuando tome tierra. Corto la comunicación. Nos vemos en una hora,
amigos.
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Capítulo 7
El Halcón tomó tierra sin novedad a la hora prefijada. La nave fue llevada al
hangar contiguo al Taller B-23, donde debía ser revisada en profundidad y puesta de
nuevo a punto para su próxima salida. A su vez, un grupo de hombres de la guardia
personal recibieron al Jedi y lo escoltaron en su speeder hasta el Centro de Mando.
Allí fue recibido por Calrissian, Sarrel, Gergan, Rupard y todos los demás. Fue un
encuentro distendido en el que, además de abrazos y risas, se repasaron los momentos
más significativos de su último enfrentamiento contra los piratas. Salió a colación el
nombre de Sigul, el temido y poderoso Señor de la Guerra que dominaba los sistemas
de la Espuela Shiritoku, en los límites con el Borde Exterior. Trey-Jeng también
mencionó el nombre de Nerpheus, pero a nadie le sonaba en absoluto. Según les
parecía a todos, ese tal Nerpheus debía de ser un nuevo y emergente Señor de la
Guerra borg que pugnaba con Sigul por el control de esa zona, tan rica en materias
primas.
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-Lo que está claro es que los yuuzhan vong no tienen nada que ver en ese
enfrentamiento -subrayó Sarrel.
-Esa especie parasitaria de los yuuzhan está en franco declive desde que los borg
se convirtieran en una potencia militar tras la Desmilitarización -apuntó Gergan.
-Y pensar que siempre fueron los que más nos preocuparon.
-Deberían seguir preocupándonos, porque aunque de momento tienen bastante con
evitar a los piratas de las Regiones Salvajes, todos sabemos la conmoción que
supondría para la población civil que una de esas extrañas naves suyas se colara
dentro de nuestras fronteras.
-Los borg los mantienen a raya de momento. Hay quienes opinan que deberíamos
prestarle nuestra ayuda.
-Eso ni pensarlo. Lo mejor es dejar que se maten entre ellos. La Liga no debe
inmiscuirse en conflictos que tengan lugar más allá del borde exterior.
-De hecho a nosotros nos beneficia que esos conflictos se recrudezcan y se
alarguen en el tiempo, tal y como ocurrió en su día con los enfrentamientos entre los
borg y los mercenarios mandalorianos apoyados por el Sol Negro.
-Dejad el tema de una vez -exclamó Trey-Jeng mientras observaba la ciudad a
través de los enormes ventanales de la Torre de Control-, no es nuestro problema y
por lo tanto en este asunto seguiremos neutrales, como siempre hemos hecho. En
cuanto a ese tal Nerpheus, quiero que investiguéis a fondo ese nombre, cualquier
información puede sernos útil. Y ahora, amigos, deberéis perdonarme, estoy cansado
y quiero ver a mi familia, así que me tomaré el resto del día libre. Los demás asuntos
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deberán esperar a mañana -y tras un gesto con su cabeza en señal de despedida, Jeng
caminó hacia la puerta de salida con el rostro compungido. Inmediatamente,
Calrissian salió tras él:
-¿Te encuentras bien? -le preguntó cuando salieron al pasillo.
-Estoy un poco cansado, eso es todo.
-De acuerdo, ve a descansar pues, te lo has ganado, jedi.
-Gracias, amigo. Nos veremos mañana.
-Hasta mañana, maestro.
Trey-Jeng salió a la azotea de la torre donde lo esperaba su speeder. Antes de subir
en él echó un vistazo al horizonte. Era mediodía y el cielo estaba despejado por
completo. La luz del Ibleam se reflejaba en el monstruo de gas que daba nombre al
sistema, el cual brillaba como una enorme gigante azul a través de la atmósfera
diáfana. Era como si Bellatrix o Alfirk estuvieran al alcance de su mano. Más abajo,
Leiascant se abría a sus pies con sus enormes edificios elevándose altivos y
desafiantes mientras sus calles, como tajos de río, se escurrían entre ellos con el
cauce de miles de vidas anónimas que deambulaban un lado para otro, miles de seres
a los que no conocía y seguramente nunca llegaría a conocer, pero por los cuales no
dudaría en sacrificar su vida. Sintió un mareo, la ciudad pareció temblar entonces
ante sus ojos como un espejismo. Los cerró y cuando volvió a abrirlos, Leiascant
seguía estando ahí, pero ahora ya no temblaba, más bien al contrario, parecía aún mas
solida que antes. Sin perder un segundo más, subió a su speeder y puso rumbo a casa.
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C3PO se movía como pez fuera del agua por el Taller B-23. Desorientado, parecía
tropezar con todo y su presencia se antojaba un verdadero estorbo. Finalmente se
cruzó con Les:
-Lingote de oro, ¿qué buscas aquí abajo? Este no es tu sitio.
-Lo siento pero la Gran Dama me ha enviado en busca del joven Mig.
-Llegaste tarde, hace un cuarto de hora que salió de aquí disparado en dirección a
Palacio.
-Ah, bueno, mejor entonces. Sigan con su trabajo, yo ya me voy.
-Todo un alivio saber que no tienes nada más que hacer por estos lares.
-¡Oh, R2, estas aquí! Me tenías preocupado, cuentan cosas horribles de esos
piratas borg... Si, si, ya lo sé, pero que vayas con el Gran Maestro no evita que me
preocupe por ti y también por él.
-¡Chatarra dorada, no es tiempo para reencuentros! Saca tus patas artríticas de este
hangar, ya os contaréis batallitas más tarde. ¿De acuerdo?
-Oh, si, de acuerdo... Que te dije R2, estos borg tienen un carácter verdaderamente
desagradable. Ya nos veremos luego.
Mig corría en dirección a Palacio esquivando mecánicos, pilotos, guardias y
androides que salían a su paso. Muchos se le quedaban mirando e intentaban
recriminarle al considerar poco apropiada esa manera de desplazarse dentro del
puerto militar, pero antes de que les diera tiempo siquiera a pronunciar una sola
sílaba, el joven Solo ya se había escurrido entre la multitud. Subió unas escaleras
mecánicas, luego un ascensor, luego otras escaleras, luego un segundo ascensor y
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finalmente alcanzó el exterior. Allí encendió la mochila propulsora que llevaba a
cuestas -otro de los viejos fetiches jedi que le había regalado su padre- y evitando
speeders y motos deslizadoras comenzó a elevarse del suelo. Usar aquel artilugio
dentro de la ciudad era algo que tenía terminantemente prohibido debido a su
peligrosidad, sin embargo solía hacerlo bastante a menudo y podía decirse que era un
verdadero maestro volando con ese cacharro entre los edificios atestados por el
ruidoso tráfico aéreo. Enseguida vislumbró la azotea de su casa entre el resto de las
azoteas y hacía allí dirigió su vuelo, eligiendo antes un atajo que solía tomar siempre
que se le hacía tarde y que atravesaba la parte norte de la Ciudadela. Un speeder
estuvo a punto de llevárselo por delante y su conductor, tras frenar, comenzó a hacer
sonar un estridente claxon. Mig no hizo ni caso y giró por el edificio del Ágora para
luego dirigirse hasta la Torre de Telecomunicaciones. Desde allí tomó una calle
secundaria con menos tráfico y construcciones más bajas, lo que le permitió volar
dejando los rascacielos bajo sus pies. Diez minutos más tarde alcanzaba la torre
principal del palacio, donde enseguida pudo ver aparcado el speeder de su padre.
Descendió, apagó los propulsores y comenzó a correr de nuevo. Un par de guardias lo
saludaron al entrar en el edificio. Él devolvió el saludo sin tan siquiera detenerse y
continuó su carrera en dirección hacia el salón principal. Se cruzó con otro par de
guardias, con miembros del servicio, con un androide de protocolo, más guardias y
más miembros del servicio. Llegó hasta el final de un largo pasillo y giró a la
derecha, luego a la izquierda y luego de nuevo a la derecha. Por fin la puerta del salón
principal estaba frente a él. La abrió y al instante sus ojos distinguieron la figura de su
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padre que de espaldas a él departía con su madre. Ambos estaban al fondo de la
estancia y solo se dieron cuenta de su presencia cuando Mig, nada más verlos, gritó:
-¡¡¡¡Papa!!!!
Trey-Jeng se giró entonces y una sonrisa inundó su rostro mientras sus brazos se
abrían para recibir al hijo que corría a su encuentro. En un instante, ambos estaban
fundidos en un abrazo.
Fue un día especial para los tres. Primero pasearon por los jardines mientras Jeng
le contaba a su hijo sus últimas aventuras. Mig le preguntó por su enfrentamiento con
el negnita y Trey-Jeng le contó que fue una pelea dura de verdad, aunque evitó los
detalles más cruentos. Luego habló de su estancia en Dagobah y de que tío Luke le
había prometido hacerles una visita en breve. Aquello puso muy contento a Mig, que
hacía muchos meses que no lo veía. Después, éste le habló a su padre de la abuela
Leia, del día que habían pasado juntos y de su partida precipitada para atender
asuntos urgentes en Tatoine. Trey-Jeng se lamentó de no haberla podido ver. Y así
llegaron a la hora de comer. Lo hicieron en el jardín, pues el día invitaba a ello, y ya
por la tarde, los tres subieron al speeder de Jeng para poner rumbo hacia los límites
de la ciudad. Nada más salir de Leiascant por el noreste, se encontraron con el Lago
Norka, pero no se detuvieron allí. Lo atravesaron y pasaron por encima del Islote de
los Duloks, en el que hacía ya muchos años que los duloks habían dejado de vivir.
Enseguida dejaron atrás el lago y mientras lo hacían, los exuberantes bosques del
interior con sus imponentes árboles blasés cubriendo valles y laderas de colinas
sinuosas comenzaron a extenderse bajo sus pies. Se cruzaron con una bandada de
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geejaws de cuello rojo, que al sentirse amenazados por su presencia, giraron todos al
unísono para alejarse y esconderse entre las copas de los árboles. Poco después, un
pterosaurio endoriano -antaño abundantes pero que en la actualidad eran muy
difíciles de ver- saltó desde una rama para iniciar su vuelo en dirección a las
montañas que quedaban a su izquierda, donde se refugiaban las últimas colonias.
-Mira allí, Mig-Wan -el dedo de Trey-Jeng señalaba ahora a un grupo de munyips
que huían saltando de rama en rama, asustados por el sonido agudo que emitía el
speeder al deslizarse por el aire-. Los ewoks los alimentan para que vivan cerca de
sus poblados ya que, debido a su vista y a su olfato, son excelentes alertando de la
presencia de depredadores.
-¿Veremos ewoks, papá?
-No lo creo. Su reserva está demasiado lejos y ya no suelen salir de ella
prácticamente. Nos tienen mucho miedo, y la verdad es que no se lo reprocho.
Pararemos en aquella pradera a estirar las piernas, ¿qué os parece?
-Como quieras, pero no convendría alejarse mucho, Mig tiene que acostarse hoy
pronto que mañana comienza los exámenes.
-De acuerdo, aterrizaremos allí, daremos un pequeño paseo por el bosque,
merendaremos y luego para casa. ¿Qué me dices, Mig-Wan, te gusta el plan?
-Si, papá, me parece un muy buen plan.
-Vamos pues.
Nada más tomar tierra, una familia de ruggers salieron despavoridos a esconderse
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en su madriguera.
-¿Los habéis visto? -preguntó Mig exaltado.
-Si, hoy estamos teniendo mucha suerte.
-Gemel me contó que la semana pasada, paseando con su padre no muy lejos de
aquí, vieron gaupas.
-¿Gaupas? ¿Tan cerca de la ciudad? No lo creo...
-Eso me dijo.
-Tu padre tiene razón, Mig, quedan muy pocos gaupas salvajes y están en las
llanuras del norte. Sería otro animal y ellos los confundirían.
-No lo sé, es posible... Además Gemel es de los que les gusta soltar trolas.
-¿Has traído tu libreta de dibujo?
-Si, papá, la llevo en mi mochila.
-Perfecto. Así podrás tomar bocetos cuando paremos a merendar.
Cuando bajaron del speeder, el Ibleam comenzaba ya a declinar.
-Respira, hijo, respira hondo -le dijo Trey-Jeng a Mig mientras llenaba sus
pulmones-, este aire no tiene nada que ver con el aire de la ciudad, aquí la Fuerza
fluye como un torrente inabarcable... Yace debajo de cada hoja, dentro de cada
tronco; se puede oler, se puede tocar, nos invade... -el Gran Maestro cerró los ojos y
guardó silencio, dejando que los sonidos de la naturaleza inundaran sus oídos.
Pasados unos segundos, volvió a abrirlos y dirigiéndose a su hijo dijo con una sonrisa
en el rostro:
-Venga, pongámonos en marcha.
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Caminaron durante unos cuarenta minutos por entre los árboles, pisando hojas
secas mientras exhalaban el aire puro y la humedad del bosque. Entonces llegaron a
un claro y se sentaron a descansar.
-¿Qué os parece si merendamos aquí? -preguntó Jeng.
A todos les pareció un buen sitio así que sacaron la merienda y se pusieron al tajo.
Mig no tardó mucho en terminarse su empanada de tip-yip y a continuación abrió
su cuaderno y se puso a dibujar.
Por su parte, Gildren y Trey-Jeng a penas intercambiaron palabras. Había una
tristeza extraña en la mirada de ella, mientras que de la de él emana un sentimiento de
culpa contenido a duras penas. Salvar la distancia que parecía haber entre ambos
estaba resultando ser el salto más complicado que Jeng había realizado nunca.
-¿Quieres terminarte mi empanada? No tengo más hambre -le dijo ella al cabo de
unos minutos.
-No, gracias, tus empanadas están muy buenas pero hinchan mucho... ¿Tu la
quieres Mig-Wan?
-No, gracias papá, no tengo más hambre -le contestó el niño sin levantar la vista
de su cuaderno.
-Se está muy bien aquí. No hace nada de frío.
-Si, estos bosques son muy bonitos. No hay otros bosques iguales en ningún otro
lugar de la galaxia.
-Quizá si, no los hemos visto todos.
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-Tienes razón, quizá si. Quizá incluso existan lugares más hermosos que este en
algún lugar allá arriba.
-Puede, aunque sinceramente no lo creo.
De repente, una oscura nube tapó la luz del Ibleam por completo.
-Ufff, esas nubes tienen mala pinta. Creo que será mejor que volvamos, el tiempo
aquí es muy traicionero y tenemos un buen trecho hasta nuestro speeder.
-Si, creo que será lo mejor. Vamos, Mig, volvemos a casa.
-¿Ya?
-Si, se está haciendo tarde y además parece que viene una tormenta.
-Está bien, ya voy.
-A ver tus dibujos -Trey-Jeng se acercó a Mig y éste se los mostró
-Vaya, eres artista, hijo mío, un verdadero artista.
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Capítulo 8
Cuando aterrizaron en la torre del Palacio, la noche se había cerrado ya del todo
sobre Leiascant, y justo al bajar del speeder, las primeras gotas de lluvia hicieron acto
de presencia. Ninguno de los tres tenía mucha hambre, así que se prepararon sendos
tazones de leche de bordok y se los bebieron en el salón mientras comentaban la
jornada. Enseguida, Mig dio muestras de cansancio, así que tras terminarse la leche,
sus padres lo acompañaron a su habitación y le dieron un beso de buenas noches. Mig
se puso el pijama, se despidió de ellos y luego se acurrucó bajo las mantas. Y antes de
contar hasta tres, ya estaba profundamente dormido.
Gildren y Jeng se quedaron entonces solos en el salón. La tenue lluvia golpeaba el
enorme ventanal que ocupaba casi toda la pared que había frente a ellos. Trey-Jeng se
acercó hasta él en silencio y observó a través de los cristales empapados.
-¿Vas a terminarte la leche? -le preguntó su esposa.
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-No, gracias, estoy lleno.
-Está bien, como quieras -y a continuación, Gildren comenzó a recoger las tazas
en una bandeja.
-Ha sido un buen día, ¿verdad?
-Si. Mig ha disfrutado mucho.
-Lo repetiremos más a menudo.
-Creo que es demasiado tarde para eso ya, Jeng.
Jeng dio media vuelta:
-No digas eso, nunca es demasiado tarde para nada. Sabes que puedo cambiar y
voy a hacerlo.
-Jeng, creo que no lo entiendes. Ya no se trata de mí ni de ti. Se trata de nuestro
hijo. Se trata de la vida que le espera. No, lo siento pero no voy consentirlo, soy su
madre y no voy a dejar que esta vida lo atrape también a él.
-Pero ese es su destino, Gildren, y tu no puedes enfrentarte a él.
-Hace muchos años un joven muchacho me dijo que eso del destino no era mas
que una falacia y que en todo caso lo escribimos a medida que vivimos.
-Siempre y cuando podamos elegir por nosotros mismos.
-Exacto, pero Mig no es más que un niño, y creo que lo justo es que enseñarle que
hay otra manera de entender la vida, lejos de todo esto.
-Creo que habla el dolor, Gildren, y tu rencor hacia mí. Y no te lo reprocho, tienes
razones para odiarme, pero eso no te da derecho a apartar a Mig del camino que le
aguarda. No te da derecho a apartarlo de mi. No puedes apartarlo de mi, también es
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mi hijo -los ojos de Trey-Jeng se inundaron entonces de lágrimas.
-Nunca lo apartaré de ti, Jeng, solo de este lugar, de la espera, del miedo a que su
padre nunca regrese, de esta incertidumbre, de este vacío...
-Y para ello te lo llevas lejos. Quieres sustituir vacío por más vacío. Él no te lo
perdonará, no te perdonará que lo apartes de mí.
-Yo no lo he apartado de ti, Jeng, eso lo has hecho tú solo. Tú, que le has dedicado
más tiempo a tus obligaciones como Gran Maestro que a tus obligaciones como
padre. Tú, que has antepuesto la vida de los demás antes que la tuya propia o la de tu
familia...
-Puedo cambiar, voy a cambiar. Dame una última oportunidad, Gildren. No te
vayas, todavía te quiero.
Ahora las lágrimas ahogaron las palabras de Gildren. Bajó la vista al suelo e
intentó ordenar sus pensamientos. Sus mejillas comenzaron a brillar húmedas. Se
levantó y como pudo articulo unas palabras que salieron a duras penas de su garganta:
-Lo siento pero ya no te creo. Podrás visitarlo cuando quieras, Jeng. Es un salto de
no más de tres horas con el Halcón. y mi puerta siempre estará abierta para ti. Y
ahora, si me disculpas, me voy a la cama, estoy muy cansada.
-No puedes tratarme así -Jeng apoyó sus brazos sobre la mesa y acercó su rostro al
de ella-. Soy el Gran Maestro, el hijo de Han Solo y Leia Organa, y tu eres mi mujer,
¿me oyes? Mi mujer. No puedes irte así sin mas y llevarte a mi hijo... No, no voy a
permitir que lo hagas, Gildren.
-Tienes razón, eres el hijo de Han y Leia. Y además, el sobrino de Luke
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Skywalker. Y, por si se te había olvidado, el nieto de Darth Vader. Y yo soy solo una
madre, pero aún así no lograrás detenerme.
Hombre y mujer se miraron a los ojos y se vieron reflejados el uno en el otro a
través de las lágrimas que caían despacio por sus mejillas. Fuera, la lluvia arreciaba
por momentos y un primer trueno atravesó el denso silencio que viciaba el aire de la
estancia y estrangulaba sus gargantas. Jeng bajó la cabeza:
-No, no puedo detenerte, es cierto... Haz lo que tengas que hacer, he perdido esta
batalla.
Gildren lo observó durante unos segundos, completamente abatido. Finalmente se
acercó a él despacio y lo besó en la mejilla:
-Te equivocas, Gran Maestro, yo soy la que ha perdido -le susurró al oído mientras
el sabor salado de las lágrimas inundaba su boca. A continuación, dio media vuelta y,
enjuagándose las lágrimas, abandonó el salón en dirección a su habitación.
Trey-Jeng se quedó allí de pie, inmóvil y dándole vueltas a la cabeza a algo que le
resultaba demasiado doloroso como para poder aceptarlo así sin más. Le llamaban el
Gran Maestro, decían de él que era el jedi más grande de todos los tiempos, que no
conocía la derrota, que no sabía lo que era el miedo...Y aún así se sentía un completo
fracasado. Deseaba poder cambiarse por cualquiera de los habitantes de aquella
ciudad, recluirse en una vida tranquila, alejada de todo lo que significaba ser lo que él
era, alejada del que siempre había sabido que era su destino. Se puso de pie y caminó
hacia un mueble de blasé que había junto a la ventana. La lluvia caía ahora con
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fuerza. Un relámpago partió el cielo por la mitad y a continuación sonó un estruendo
que retumbó por todo el valle. El edificio pareció quebrarse. Abrió una puertecilla del
mueble y sacó una botella de flamingero junto con un vaso. Luego llenó el vaso hasta
el borde y se lo bebió de un trago sin dejar de mirar por de la ventana. Pensó en lo
poco que conocía Leiascant en realidad. En lo poco que había paseado por sus calles
y en lo poco que había hablado con sus gentes. Se había convertido en una especie de
monarca enclaustrado en su torre de marfil, ajeno a los problemas mundanos. Gildren
tenía razón: aquello era más propio de un emperador que de un jedi. Volvió a llenar
su vaso y bebió de él hasta terminárselo. Relámpagos y truenos seguían sucediéndose
en una especie de coqueteo entre la luz y el sonido en la que éste último perseguía a
la primera sin llegar nunca a alcanzarla. Rellenó su vaso una vez más y una vez más
lo vació sin respirar. Luego dio media vuelta y con la botella en la mano salió del
salón, caminó por el pasillo hasta los ascensores y descendió en dirección al sótano
del Palacio.
Allí estaba su santuario, una habitación donde se recluía cuando lo necesitaba.
También allí guardaba toda una colección de objetos que había ido recopilando desde
que era niño. Algunos eran meros fetiches, otros verdaderas reliquias de tiempos
antiguos. Sin embargo todos, absolutamente todos, tenían que ver con su vida y con
aquello a lo que la había consagrado. Túnicas jedi que pertenecieron a su tío o a otros
grandes maestros como Obi-Wan Kenobi; varios sables de luz recuperados en otras
tantas batallas contra piratas borg o contra vigos del Sol Negro; instrumentos
obsoletos de entrenamiento padawan, muchos de los cuales ni siquiera funcionaban;
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unos guantes y un casco de piloto que habían pertenecido a su abuelo Anakin
Skywalker... Hasta guardaba el pequeño bastón del Gran Maestro Yoda que su tío le
regaló al convertirse él mismo en “maestro”. Habían objetos por todos los sitios,
dispersados en vitrinas, sobre estanterías y muebles o desparramados por el suelo.
Aunque aquella noche lo único que llamó su atención fue un par de dibujos que
habían colgados en la pared. En uno estaba él luchando contra un grupo de piratas. En
el otro estaba Gildren, Mig-Wan y él a los mandos del Halcón. Aquellos dos dibujos
le parecieron los mayores tesoros de los que disponía. Se sentó en un rincón en el
suelo y lloró ininterrumpídamente durante casi una hora. Después se limpió las
lágrimas, pegó un largo trago de la botella que sujetaba con su mano derecha y se
puso en pie. Caminó hacia un viejo baúl donde guardaba el roído traje de piloto que
solía utilizar su padre en su época de contrabandista. Lo sacó y se lo probó. Le
quedaba perfecto. El chaleco quizá un poco grande, pero por lo demás sin duda era su
talla. Luego agarró de una estantería una réplica de una mascara anomid que le
fabricó Fynoon Les hacía un par de años. Serviría para ocultar su rostro. A
continuación se acercó a la la caja de seguridad que había junto a un montón de
chatarra apilada contra la pared. Aquel montón de chatarra eran restos de la segunda
Estrella de la Muerte que tras la explosión habían llegado hasta la Luna Santuario
atravesando su atmósfera y cayendo en tierra como una lluvia de meteoritos. Los
miró con cierto desprecio antes de marcar el código de seguridad de la caja. La puerta
se abrió lentamente y allí apareció un objeto cúbico de color amarillento que exhibía
extrañas inscripciones en cada uno de sus seis lados. Lo agarró entre sus manos y lo
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levantó por encima de su cabeza sin dejar de mirarlo:
-Este será mi regalo de despedida para ti, Mig-Wan -se dijo para sí mismo.
Una media hora más tarde, Trey-Jeng Solo caminaba bajo la lluvia por la azotea
de la torre principal del Palacio. Los guardias lo saludaron y el le devolvió el saludo.
A continuación subió a su speeder, encendió los motores y despegó. Y a penas un par
de minutos más tarde, su silueta había desaparecido por ecompleto entre los
gigantescos rascacielos de Leiascant.
Mig había oído a su padre cruzar el pasillo frente a su puerta con paso decidido.
Fue a continuación cuando se levantó de la cama y se vistió. Tenía los ojos hinchados
de tanto llorar. Ojalá no hubiese oído parte de la conversación que habían tenido sus
padres. Ojala hubiera sido todo una pesadilla. Pero no lo era. Abrió la puerta de su
cuarto, como había hecho una hora antes, cuando tenía sed y se levantó a por agua.
Pero esta vez no iba a quedarse detrás de ninguna puerta, escuchando una horrible
realidad que ni siquiera entendía. Si su padre tenía un santuario, él tenía otro. Esquivó
a la guardia, caminando de puntillas con su mochila a cuestas hasta un enorme
ventanal que había frente a los ascensores. Fuera, la lluvia seguía cayendo y
relámpagos y truenos seguían sucediéndose. Abrió el ventanal y subió al alféizar.
Entonces encendió los propulsores y salió volando por la ventana.
A Gildren le pareció haber oído el ruido de la ventana golpeando contra la pared.
Llevaba casi dos horas en la cama y aún no había podido pegar ojo. La mayor parte
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del tiempo había estado llorando, con una amargura dentro que había llegado incluso
a agriar su saliva. Se levantó de la cama y caminó hacia el pasillo. Una parte de ella
no quería encontrarse con Trey-Jeng por nada del mundo y, sin embargo, para la otra
parte aquello era lo que ahora más necesitaba. Necesitaba abrazarlo, necesitaba
decirle que lo perdonaba y que todo volvería a ser como antes. Pero era consciente de
que eso no estaba en su mano y no quería volver a pasar por lo mismo una vez más,
porque aquello la estaba consumiendo. El viento movía el ventanal abierto de par en
par que había al fondo, junto a los ascensores. Se acercó a él y lo cerró. Entonces el
agua mojó sus rostro, su pecho, sus brazos y sus pies desnudos. Fue una sensación
agradable, de alivio, como si la hubieran despertado de una pesadilla que estaba
achicharrándola por dentro. Y así, volviéndose a sentir dentro de ella otra vez, dio
media vuelta y regresó a la cama.
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Capítulo 9
-Yo he visto uno de esos sables -afirmaba el viejo piloto mercante con la jarra de
cerveza de corelliana entre sus manos- y no me parece que ése sea auténtico.
-¡Cómo que no! ¡Tú que sabras, abuelo! Es un auténtico sable de luz jedi. Fíjate en
la empuñadura...
La cantina comenzaba a llenarse. Habían llegado los últimos cargueros y las
tripulaciones, a las que sus capitanes solían darles la noche libre, bajaban a los
alrededores del puerto a estirar las piernas y divertirse un poco.
Ese era el caso de los veinte hombres que habían en la vieja cantina de Grugun el
Sarrish. Uno de ellos, un aqualish mestizo, intentaba hacer negocio vendiendo al
mejor postor una supuesta espada jedi que había ganado Dantooine jugando al sabacc
hacía a penas dos semanas. Sin embargo, Trunjal, un mercante corelliano con más de
cuarenta años de experiencia navegando por la galaxia, no parecía muy convencido.
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-Una vez vi un sable de luz de cerca y su brillo era muy distinto. Eso no es mas
que otra de esas imitaciones hechas de plasma.
-No digas más tonterías abuelo, esta espada se la gané a un viejo pirata borg. Es
auténtica, ya lo creo que lo es. Tiene hasta unas inscripciones en aurebesh antiguo.
El corelliano soltó una carcajada:
-¡Y tú como sabes eso, si ni siquiera sabes leer aurebesh!
-No te pases ni un pelo conmigo, viejo, o te demostraré que esta espada es
auténtica partiéndote con ella en dos.
-Vale, vale, dejad de pelear -intercedió Grugun-. Tú dices que es auténtica, él dice
que no, y como no hay forma de demostrarlo, lo mejor es que cada uno crea lo que
quiera.
-Mira, al final me parece que no me la voy a quedar -dijo un oficial anaxsi que
minutos antes parecía realmente interesado en comprar la espada-. Si voy a pagar esa
cantidad de dinero por el sable, debería estar seguro de que es auténtico y parece que
no hay manera de saberlo.
-Yo puedo decírtelo con total seguridad -exclamó una voz que procedía de una
mesa situada al fondo de la cantina y que se hallaba oculta parcialmente por la
penumbra.
-Ah, sí, ¿y quien eres tú, si puede saberse? ¿Otro listillo como ese viejo
corelliano? -preguntó despectivamente el aqualish.
-Muéstrame la espada.
-Tendrás que venir hasta aquí para verla.
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El extraño se levantó y caminó hacia la barra. Vestía un viejo traje de piloto y un
chaleco lleno de agujeros, y ocultaba su rostro detrás de una máscara anomid.
-¿Dónde está? -preguntó el extraño al llegar junto a los demás.
-Aquí la tienes -el aqualish encendió el sable delante su rostro.
-Puedes comprarla si quieres, pero no pagues más de 100 datarios por ella.
El aqualish soltó una sonora carcajada:
-¡Pero qué dice este loco! ¡100 datarios por una espada jedi auténtica! ¡En
cualquier lugar me darían 500.000 datarios por ella como mínimo!
-Deja de intentar estafar a la gente, aqualish. El corelliano tiene razón, esa no es
una espada jedi y tú lo sabes.
-¡Pero tú qué sabras, maldito bastardo! ¡Tú no has visto una espada jedi en tu vida!
No le hagas caso, te aseguro que es auténtica y te la dejo por solo 150.000 datarios.
-Lo siento, pero voy a hacer lo que dice. Te daré 150 datarios por ella, ni uno más.
-¡Maldita sea! ¡Esta si que es buena! ¿Vas a hacerle caso a este piojoso? Pero fíjate
en sus ropas, es un pordiosero. Sabes lo que creo, creo que lo que quiere es quedarse
él mi espada. Si, seguro, esperara a que te vayas y entonces me hará una oferta por
ella. Una oferta de verdad, quiero decir.
-Yo no necesito una baratija como esa, aqualish -dijo el extraño mientras levantaba
una botella de flamingero de la barra y miraba su etiqueta.
-¿Baratija? ¿Baratija has dicho?
-Venga, déjalo ya -terció Grungun el sarrish, intentando en vano aplacar al
aqualish-. El oficial te ha hecho una oferta. Si quieres la tomas o si quieres la dejas.
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-¿Entonces esa es tu oferta final, anaxsi?
El oficial anaxsi dudó de nuevo. Miró al extraño, miró al aqualish, luego al
corelliano, luego al sarrish y por último otra vez al extraño.
-Puedo sacarte de dudas si quieres -dijo el enmascarado mirándole a los ojos. Y
continuación agarró por el cuello la botella de flamingero y se acercó hasta él.
-Fíjate en su sable... ¿Lo ves? ¿Ves como brilla? Pues bien, eso no es un sable de
luz jedi -y entonces, el extraño sacó con un movimiento rápido de entre sus ropas el
mango de una espada que encendió al instante, deslumbrando con su luz cegadora a
los cuatro hombres que lo rodeaban:
-Esto es un sable jedi.
Los cuatro se quedaron hipnotizados por su brillo durante varios segundos.
-Míralo bien, anaxsi -añadió-, y recuerda su resplandor. Todo lo demás son solo
eso, baratijas.
Pasados unos segundos, el extraño apagó el sable para, a continuación, dejar un
billete de 50 datarios sobre la barra.
-Quédate con el cambio, sarrish -y caminado despacio salió de la taberna con la
botella de flamingero colgando de su brazo.
Fuera ya no llovía, pero la humedad seguía siendo muy alta, lo que hacía que la
atmósfera fuera densa como el aceite y que el aire pesara sobre su cabeza como una
losa de granito. Camino unos veinte pasos y antes de girar la esquina más próxima,
una voz lo detuvo:
-¡Eh, tú, espera!
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El extraño dio media vuelta. Era el aqualish que caminaba deprisa hacia él.
-Está bien, tenías razón, esta espada no es más que una baratija. Pero yo no lo
sabía, quiero decir que a mí también me estafaron, sabes.
-Ya...
-Oye, ¿cuánto pides por tu sable?
-No está en venta.
-Bueno, mira, hoy estoy de buen humor. Me has jodido el negocio pero no pasa
nada porque quiero esa espada.
-Ya te he dicho que no está en venta -el extraño dio media vuelta pero el aqualish
lo detuvo agarrándole por el chaleco.
-Creo que no me he explicado bien. A ver si me entiendes ahora -el aqualish sacó
una pistola de plasma y apuntó con ella a la cabeza del extraño-. He dicho que quiero
esa espada.
Entonces el enmascarado lo miró a los ojos sin pestañear y pronunciando las
palabras muy despacio, dijo:
-No, no la quieres, aqualish. En realidad lo que quieres es encontrar a alguien con
quien compartir el resto de tu vida. Una aqualish inteligente y cariñosa, y bella a
poder ser, con la que poder formar una familia y sentar la cabeza allá en Ando, tu
planeta natal. Te gustaría tener tu propia casa móvil donde pasar el resto de tu vida
dedicado a la pesca y a educar a tus siete hijos. Te gustaría envejecer así, rodeado de
tu mujer, tus hijos y tus nietos. Eso es de verdad lo que te gustaría, lo que quieres, lo
que anhelas. Ve ahora mismo, aqualish, ve, ve a buscarlo.
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El aqualish se quedó inmóvil durante unos instantes, como procesando en su
mente lo que acababan de decirle. Acto seguido bajó su pistola y tras mirarla varias
veces, la arrojó por un oscuro callejón. Luego volvió a mirar al extraño y sin decir
nada, dio media vuelta y se fue por donde había venido.
No era fácil usar esos trucos mentales con los aqualish, quienes eran hábiles para
desarrollar defensas cognitivas contra ellos. Sin embargo, aquel extraño enmascarado
había encontrado los resquicios necesarios en el subconsciente de su oponente para
poder implantar sus ideas. La pena era que los efectos generalmente no duraban más
de dos o tres horas.
Cuando el extraño iba a reanudar la marcha, un borracho que había visto toda la
escena sentado en la oscura esquina de enfrente se levantó y lo interpeló:
-Eh, tú, jedi -le dijo tambaleándose-, ¿quien demonios eres?
El extraño dio media vuelta:
-¿Cómo dices?
-A mi no me engañas, eso solo lo puede hacer un jedi. Dime, ¿quien eres? ¿Quien
fue tu maestro? ¿Obi-Wan? ¿Yoda? ¿Skywalker? -el borracho comenzó a reír a
carcajadas.
-Deliras, viejo, y es por culpa de la bebida. Debes dejarla y buscarte un buen
trabajo. Ve, ve ahora mismo a tu casa, deja de beber y busca un trabajo decente.
-Lo siento, amigo, pero no cuela. La Fuerza no puede doblegar a este vino deltron
-el viejo volvió a reír y su contagiosa risa hizo sonreír al extraño por debajo de su
máscara anomid. A continuación, éste dio media vuelta y se fue calle abajo. Mientras
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andaba podía oír al borracho chapurrear un viejo cántico mandaloriano: “Un litro de
cerveza, un litro de sangre / compra, compra y compra más hombres sin nombre /
nada nos importa quien gane esta guerra / no queremos fama, solo que el vino sobre”.
Después de un paseo de media hora, llegó a una enorme avenida donde la basura
se apilaba por las esquinas. Era un barrio viejo y derruido pero muy ajetreado. En
cada rincón había alguien que intentaba hacer tratos con alguien. Allí se vendía y se
compraba cualquier cosa. Le sorprendió el estado tan lamentable en el que se
encontraban los edificios, que con sus fachadas agrietadas y desconchadas, y bajo una
iluminación más bien tétrica, le daban a aquellas calles un aspecto casi fantasmal.
Además el olor allí era repugnante, una cálida mezcla de moho, agua estancada y
carne putrefacta que hacía difícil hasta respirar. Pensaba que lugares así solo existían
en el pasado y en megaciudades como Coruscant o Taris. Giró por un callejón que se
hallaba completamente a oscuras y se sentó en un portal. Se quitó la mascara, abrió su
botellas de flamingero y pegó unos cuantos tragos largos. Recordó que había
aparcado su speeder bastante lejos de allí, en una zona mas céntrica y menos
deprimida, cerca del barrio comercial. Bebió un poco más y luego miró al cielo. Las
estrellas le parecieron más lejanas que nunca desde allí abajo. Se sintió diminuto,
como un neutrino flotando en la inmensidad del espacio, lo que, lejos de
incomodarlo, le hizo sentir una extraña calma en su interior. Siguió mirando hacia las
estrellas durante unos minutos más. Speeders y motos deslizadoras cruzaban su
campo de visión de vez en cuando mientras el eco de decenas de voces reverberaban
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alrededor suyo, sin que pudiera llegar a distinguir palabra alguna. Se puso de pie y
escupió en el suelo: ese desagradable olor se le estaba agarrando a la garganta y
dejando en su boca un sabor agrio y ácido. Se puso la máscara y pensó que ahora lo
que le apetecía era salir de aquella ciudad. Necesitaba volver a respirar aire puro,
como el que había respirado aquella misma tarde. Caminó de nuevo hacia la avenida,
pero justo cuando giró la esquina se encontró con dos rodianos que estaban pateando
sin piedad un cuerpo inerte en el suelo.
-Eh, vosotros, ¿qué estáis haciendo? ¡Dejad de golpearle ahora mismo!
-No te metas en esto si no quieres salir mal parado -le contestó uno de ellos.
-Eso, haz caso y sigue tu camino o te arrepentirás -el rodiano volvió a darle otra
patada al bulto que yacía en tierra encogido y retorciéndose entre lamentos confusos
y agónicos.
-¡No me habéis oído, he dicho que lo dejéis!
-Este tipo nos debe dinero...
-Si, y o nos lo devuelve ahora mismo o le rompemos todos los huesos del cuerpo.
El extraño hizo un gesto de negación con la cabeza:
-No creo que lo hagáis, no delante de mí – y a continuación hizo un movimiento
rápido con su mano y su brazo derechos, como si empujara el espacio que había entre
él y los rodianos, y éstos salieron despedidos por el aire cayendo a unos veinte metros
de donde se encontraban. Luego concentró su mirada en una pila de basura y
escombro que había amontonada no muy lejos de allí, y a un gesto de su mano la
lanzó contra ellos, de modo que de repente los rodianos se vieron atacados por restos
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de comida, trozos de tubería, ladrillos rotos, un inodoro partido por la mitad y varias
botellas de cristal vacías, lo que les hizo poner pies en polvorosa visiblemente
desconcertados.
Una vez que los atacantes se hubieron marchado, el enmascarado se acercó al
cuerpo que seguía tumbado sobre la calzada para ver su estado. Se trataba de un
bothan de no más de metro y medio y su rostro sangraba abundantemente:
-Estás bien, te llevaré a un médico.
-No es necesario, gracias. Además, yo soy médico -balbuceó el bothan.
-Insisto, te han dado una buena paliza. Si no me llego a cruzar yo, es posible que
no lo hubieras contado. Debería llevarte a un hospital.
-No, no, no, de hospitales nada. Estoy perfectamente.
-Al menos deja que llame a la guardia para que puedas denunciar la agresión.
-Vamos, hombre -el bothan rió con sorna- ¿estás de broma o es que eres nuevo en
esta ciudad? Estamos en las cloacas de Leiascant, amigo, y este barrio no lo pisa la
guardia... No, señor, ellos están demasiado ocupados protegiendo los zonas
residenciales de los ricos de gentuza como tu y como yo. Además, insisto: estoy
perfectamente... Échame una mano, vamos.
El enmascarado ayudó al bothan a ponerse de pie.
-Entonces, ¿de verdad estás bien? -le preguntó mientras su peludo interlocutor se
sacudía los pantalones.
-Bueno, me duele todo el cuerpo y tengo el orgullo hecho añicos pero sobreviviré.
Dime, ¿cómo te llamas, camarada?
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-Trey-Jeng, Trey-Jeng Solo.
El bothan lo miró a los ojos y luego soltó una carcajada que retumbó por toda la
avenida:
-Si, ya, y yo soy Luke Skywalker, el sabio... Aunque lo cierto es que vi como
despachaste a esos miserables... Bueno, no me digas tu nombre si no quieres, el caso
es que te debo una y Kublin Melan siempre paga lo que debe, aunque haya quien diga
lo contrario. Así que dime, ¿puedo hacer algo por ti?
-Ya has hecho mucho por mi, Kublin Melan, más de lo que te imaginas. Toma,
pega un trago de esto -Jeng le lanzó la botella y, tras agarrarla en el aire, el bothan
bebió de ella.
-Bufff, buen flamingero, si señor -le dijo mientras se la devolvía.
-Ya lo creo, reanima a un muerto -añadió Trey-Jeng mientras se quitaba la máscara
para beber también. Luego dio un par de tragos y mirando de nuevo al cielo dijo en
tono de despedida:
-Bueno, Kublin Melan, ha sido un placer pero tengo mi speeder aparcado muy
lejos de aquí y ya es algo tarde. Tal vez nos volvamos a ver algún día. Hasta la vista
y... cuídate -y acto seguido dio media vuelta y se puso a caminar calle abajo, sin darse
cuenta de que el bothan lo observaba alejarse con la boca abierta y completamente
petrificado.
Tardo casi una hora en encontrar el lugar exacto donde había aparcado su speeder
y para cuando lo hizo, ya se había terminado la botella de flamingero. Buscó una
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taberna abierta, pero era de madrugada y no le fue fácil encontrar una cerca del barrio
comercial. Finalmente dio con una licorería de esas que nunca cerraban, entró en ella
y compró otra botella. Después subió a los aparcamientos aéreos donde había
estacionado su vehículo. Allí se encontró con un guardia de seguridad que le pidió el
documento electrónico que demostraba que efectivamente había aparcado su speeder
en la azotea de aquel edificio. Estuvo un buen rato rebuscándose en todos los
bolsillos y justo cuando el guardia empezaba ya a impacientarse, lo encontró y se lo
mostró.
-No debería conducir en el estado en el que se encuentra, amigo, o tendrá una
desgracia. Porque no se va a dormir y vuelve mañana -le dijo con tono paternalista.
-Métase en sus asuntos -le respondió Jeng con bastante acritud-; yo puedo
conducir cualquier vehículo de esta galaxia con los ojos cerrados.
Y era verdad, pero el vigilante no se lo creyó y cuando Jeng por fin despegó, se
apresuró a llamar a la guardia urbana.
No llevaba recorridos ni trescientos metros cuando dos motos jet lo flanquearon
haciéndole señas para que se detuviera. Había apagado todas las luces de su speeder
para que nadie pudiera identificarlo, con lo que pilotaba completamente a oscuras en
plena noche, algo que hubiera resultado poco menos que un suicidio para cualquier
otro conductor. Aquello era además una falta grave. Y, por supuesto, conducir
borracho también. Pero Trey-Jeng no tenía ganas de dar explicaciones, solo quería
salir de los límites de aquella ciudad, aparcar su aerodeslizador en medio del bosque
y quedarse allí, tumbado entre la hierba y respirando aire puro, hasta el amanecer. Así
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que sin mediar palabra inició una maniobra evasiva elevando su vehículo hasta una
altura considerable. Luego, a toda velocidad, hizo un giro de 360 grados para quedar
justo detrás de las motos y, tras girar a la izquierda, comenzó su huida hacia el bosque
del este conduciendo su Koro-2 como si se tratara de un X-Wing. Las dos motos lo
siguieron durante un par de minutos, pero pronto tuvieron que aceptar que tanto el
piloto como su speeder eran demasiado rápidos para ellos. Y tras girar por un par de
calles a derecha e izquierda y darse de bruces con los rascacielos más altos de
Leiascant, los guardias se dieron por vencidos y detuvieron sus motos para informar
a la central de lo ocurrido.
Unos veinte minutos más tarde, el Koro-2 de Trey-Jeng salía de Leiascant y se
adentraba en la espesa negrura que rodeaba a la ciudad. Allí no habían luces de neon,
ni carleles de plasma, ni proyecciones holográficas anunciando las cosas mas
variopintas. Tampoco enormes edificios que brillaban como gigantescas barras de
platino o diamante. No, allí solo había oscuridad y el reflejo del Ibleam sobre esa
inabarcable masa gaseosa que era Endor Prime, cuyo azul metálico refulgía entre las
estrellas como un inmenso océano colgado del cielo. Condujo otros veinte minutos
con los ojos cerrados y finalmente decidió descender en un valle. Tras apagar los
motores, encendió las luces de la cabina. Entonces pudo ver en uno de los asientos el
cuaderno de dibujo que su hijo se había dejado olvidado. Lo abrió y lo ojeó
detenidamente. Si, sin duda su hijo era un verdadero artista. De repente su vista se
nubló de nuevo y un par de lágrimas se escurrieron por sus mejillas hasta caer sobre
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la página que estaba observando, difuminando el contorno del árbol que su Mig-Wan
había dibujado a lápiz esa misma tarde. Cerro el cuaderno y entonces volvió a sentir
un crujido intenso dentro de él. Su cuerpo entero se estremeció y su cabeza comenzó
a girar cada vez más rápido. Abrió la compuerta de la cabina y bajó tambaleándose
del aerodeslizador para sentarse junto a un árbol blasé, al abrigo de la más absoluta
oscuridad. Sentía que la cabeza iba a explotarle, que todo lo que había a su alrededor
iba a saltar por los aires de un momento a otro, que su mundo estaba a punto de
hacerse añicos irremediablemente. Sus músculos se tensaron y entonces pudo oír
claramente la voz de su hijo resonando en su cabeza. No estaba hablando, no
pronunciaba palabra alguna; solo lloraba, lloraba y lloraba...
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Capítulo 10
No había amanecido todavía cuando el aviso se envió a todo el personal del Puerto
Militar, el Centro de Mando y la Ciudadela. El aviso para todos era el mismo y fue
enviado y firmado por el oficial de guardia, que en este caso era el capitán Uzig,
siguiendo a rajatabla el protocolo de defensa. El mensaje era escueto y rezaba así:
“Iniciado el Protocolo de Defensa Nivel 3. Persónese en su puesto con carácter de
urgencia ”. El canal por donde se enviaba el mensaje era un sistema interno de
mensajería holográfica que cada miembro de la defensa, oficiales, guardias, pilotos,
mecánicos o personal médico, tenía instalado en su casa. Se trataba de una pequeña
computadora que primero disparaba un código de luces, según el cual, quien recibía
el mensaje podía conocer su procedencia y el carácter de la urgencia para la que era
requerido. A continuación, el mensaje era proyectado en el aire y también en su
intercomunicador personal, al cual había que responder de inmediato marcando el
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código que cada uno tenía asignado, que servía como confirmación de que se había
recibido la alerta y de que ya se estaba en camino.
Así fue como ocurrió en casa de Fynoon Les. El borg tenía conectada la
computadora holográfica directamente a su cerebro a través de hondas
electromagnéticas de baja frecuencia, con lo que recibía cada mensaje directamente
dentro de su cabeza. Aquel era un mensaje diferente y lo asustó un poco. Luego pensó
que tal vez se tratara de un simulacro de ataque, pero la cosa no le acababa de
cuadrar. En a penas cinco minutos estaba vestido y saliendo de su casa. Vivía muy
cerca del Puerto Militar, en una zona residencial para el personal de los hangares. No
necesitaba moverse con aerodeslizador ni nada por el estilo ya que solo quinientos
metros lo separaban de su lugar de trabajo. Por la calle se encontró a muchos de sus
compañeros y subordinados. Todos mostraban la misma sorpresa, todos especulaban
con la posibilidad de un simulacro y a ninguno de ellos aquella posibilidad terminaba
de cuadrarle.
Cuando llegaron a su hangar, el Ibleam comenzaba a despuntar. Había ya un trajín
considerable y todos mostraban la misma sorpresa. Fynoon cortó cualquier tipo de
especulación en sus hombres y les ordenó que se limitaran a hacer su trabajo de
manera eficiente y en silencio. Él por su parte se dirigió al taller B-23. Comprobó que
todo estuviera en orden y que todo el mundo actuara siguiendo las directrices que
marcaba el protocolo. Se comprobaron los canales de comunicación con el Centro de
Mando, el Palacio y la Torre de Control, y se establecieron los pelotones para la
revisión rutinaria de los cazas. Mientras tanto, la gente no paraba de llegar al taller y
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al hangar y. a medida que el día se iba desperezando, el puerto se iba pareciendo más
y más a un hervidero de gente. Tal actividad era normal allí, pero no a horas tan
tempranas. Tras unos treinta minutos organizando a su hombres, Les dejó al mando a
su lugarteniente y puso rumbo hacia el Halcón Milenario, cuyos cuidados y puesta a
punto eran su responsabilidad. No en vano solía ser el vehículo predilecto del Gran
Maestro, y además, debido a su antigüedad y a sus muchas peculiaridades, debía ser
tratada por alguien con habilidades y conocimientos mecánicos muy superiores a la
de la mayoría del personal del puerto. Así que después de un par de gritos, dejó claro
al resto de sus hombres donde iba estar por surgía una urgencia y alguien lo
necesitaba, haciendo mucho hincapié en lo de “urgencia”.
Dirk Calrissian recibió el mensaje de alerta exactamente a la misma hora que
Fynoon Les y el resto, y su reacción fue similar excepto por una salvedad: él sabía
que no era un simulacro, pues nadie le había informado de ello. Sin embargo, de
inmediato cambió de idea y pensó que si aquello era cosa cosa de Trey-Jeng, quien
era el único capaz de orquestar algo así a sus espaldas, iba a decirle cuatro cosas bien
dichas y esta vez no se iba a morder la lengua. Se puso en contacto inmediatamente
con el Almirante en Jefe Olah-Yuk Sarrel, el cual tampoco estaba informado de
ningún supuesto simulacro. Sarrel le contó que estaba de camino y que, según le
habían informado desde el Centro de Mando, los satélites radares parecían haber
detectado una flota, al parecer muy numerosa y sin identificar, detrás de Endor Prime.
Entonces Calrissian montó en cólera: ahora no tenía ninguna duda de que aquello era
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un simulacro urdido por Trey-Jeng para ponerlos en una situación límite y de paso
divertirse con ello.
-¡Una flota detrás de Endor Prime! ¡Y detectada por nuestros satélites hace menos
de quince minutos! ¡Eso es imposible, nadie excepto Trey-Jeng puede hacer esos
saltos tan precisos en el hiperespacio! Debería habernos informado de esta ridícula
maniobra. Voy a decirle ahora mismo unas cuantas cosas.
-Está bien, Dirk, pero luego acude al Centro de Mando. Aún estando de acuerdo
contigo, debemos seguir el protocolo.
-Lo sé. No te preocupes, nos vemos allí en veinte minutos.
El comandante Calrissian se puso entonces en contacto con el Palacio. Le
comunicaron que el capitán Alsid Gergan había salido con algunos de sus hombres en
dirección a los cuarteles. Quiso que lo pusieran directamente con Trey-Jeng, pero al
parecer nadie sabía donde estaba. Finalmente habló con el androide de protocolo
C3PO y este lo puso en contacto con la Gran Dama.
-¿Dónde está Gildren?
Gildren parecía muy afectada y le costaba incluso articular cada palabra que
pronunciaba frente al intercomunicador holográfico.
-No lo sé, no está, Dirk, no está en el Palacio... Y lo peor es que mi hijo tampoco.
No están aquí, no están aquí ninguno de los dos.
-Tranquila, daré con ellos...
-Por favor, Dirk, estoy muy preocupada. Ayer tuvimos una discusión, y no quiero
pensar nada malo pero, en fin, esto no me gusta nada. Y además todo eso del
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Protocolo de Defensa... No se muy bien qué es lo que pasa, Dirk...
-Vamos, no estés asustada. Lo del Protocolo de Defensa debe ser cosa de Jeng, un
simulacro seguramente... Ya sabes como es... Tu estate tranquila y sigue el
procedimiento que te indique el personal de seguridad del palacio. Me pondré en
contacto contigo en cuanto tenga noticias de Jeng y de Mig-Wan. ¿De acuerdo?
-De acuerdo, Dirk, Y por favor, mantenme informada.
-Por supuesto, no lo dudes. Pero tu intenta tranquilizarte y hazme caso, esto no es
más que otra broma pesada de nuestro Gran Maestro.
Fynoon Les se cruzó con el teniente Rupard de camino al Hangar 1, donde le
esperaba el Halcón Milenario. Intercambiaron un par de palabras rápidas. Según
parecía, también entre los pilotos y la guardia se había extendido la hipótesis del
simulacro de ataque. Aún así, había que seguir las directrices, y entre ellas estaba la
de establecer contacto visual con la supuesta flota atacante en un plazo nunca
superior a la hora desde que se realizara el aviso. Él era el elegido para dirigir al
escuadrón de cazas A-Wing que realizaría el vuelo de reconocimiento.
-Lo que parece claro es que hoy tampoco nos vamos a aburrir -le dijo el teniente al
capitán borg, antes de ambos se despidieran para continuar cada uno de ellos con la
tarea que tenía asignada.
Minutos más tarde, Les procedía a bajar el portón de la nave del Gran Maestro.
Para ello debía realizarse antes una identificación genética con el escáner de la
compuerta, ya que solo el Trey-Jeng y el propio Fynoon estaban autorizados a entrar
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en el vehículo cuando este se hallaba en estado de hibernación. El cyborg marcó su
código y un láser procedió al escaneo completo. Tras unos segundos procesando la
información, la computadora del viejo carguero YT-1300 lo identificó positivamente
y el portón comenzó a bajar lentamente.
Fynoon caminó directo hacia la cabina de mando donde, una vez allí, conectó las
computadoras principales. La nave parecía ir desperezándose poco a poco de un
sueño profundo a medida que los paneles de control iban encendiéndose uno a uno.
Fue entonces cuando le pareció oír algo detrás suyo. Se levantó y agudizó el oído.
Los borg solían tener los sentidos muchos más desarrollados que el resto, en especial
la vista y el oído. Al cabo de unos segundos creyó oír algo parecido a una tos que
venía del otro lado de la nave, donde estaban los camarotes de la tripulación. Fue
hacia allí. Las luces del carguero se iban encendiendo una tras otra, pero la mayor
parte de ella permanecía todavía a oscuras. Abrió la puerta de uno de los camarotes y
allí, tumbado en la cama y enrollado entre las sábanas, se encontró con un bulto no
muy grande que convulsionaba de vez en cuando al ritmo de una tos pegajosa. Se
acercó hasta el catre y entonces pudo ver que se trataba de Mig-Wan, el cual parecía
dormir profundamente. Tras la sorpresa inicial, Les reaccionó moviendo levemente el
cuerpo del niño para despertarlo:
-Mig... Mig... Vamos, Mig-Wan, despierta.
El muchacho comenzó a abrir despacio unos ojos que parecían sellados con cera.
-Vamos, Mig, tienes que despertar. No sé que demonios haces aquí y como has
entrado, pero creo que esta vez te has pasado de la raya, grumete. Si tus padres se
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enteran de esto, te caerá una buena. Y puede que a mi me envíen de nuevo a las minas
de Helio. Venga, levanta...
Mig se incorporó para quedar sentado en la cama:
-¿Qué hora es Fynoon?
-La buena noticia es que aún es muy temprano. La mala es que toda la Ciudadela
está en pie desde hace rato. Y sin duda, tu padre debe estar viniendo ya hacia aquí, así
que será mejor que muevas rápido porque si te encuentra en el Halcón, se pondrá
hecho un rancor.
-Está bien. Me prometes que no le dirás nada.
-Si, te lo prometo. Me gustaría saber como te las has arreglado para burlar los
sistemas de seguridad.
-¿Eso? Bueno, para mi no representa ningún problema pasar el escáner genético. Y
me sé los códigos de mi padre, así que...
-Y la guardia, te tuviste que cruzar con patrullas de vigilancia.
-Si, pero les pedí muy educadamente que me dejaran pasar y lo hicieron sin
problema.
-Ya, eres un padawan aventajado, sin duda, jovencito.
La tos hizo que Mig tuviera que detener el movimiento que había iniciado para
ponerse de pie.
-No me gusta nada esa tos. Creo que guardo por aquí unas píldoras de bacta -Les
se hurgó en los bolsillos de su pantalón- No están en la cabina, en mi chaqueta.
Espera aquí, te las traeré.
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-Me voy a ir, Fynoon.
-¿Qué?
-Me voy a ir de Endor, con mi madre... Aún no sé cuando, pero me parece que será
pronto.
-Debes de haber pillado la gripe dantari, porque ya hasta deliras.
-No, es cierto, ayer oí a mis padres como discutían sobre eso. Estoy triste y un
poco constipado, pero no estoy delirando. Y desde luego no te miento...
Fynoon miró a los ojos de su joven amigo y allí se encontró con un infinito vacío,
como si la tristeza hubiera dejando al chico hueco por dentro. Sintió vértigo y no
supo que decir, pues sabía que Mig le decía la verdad. Entonces, tras unos segundos
en silencio, al muchacho volvió a darle otro ataque de tos:
-Espera aquí -le dijo el capitán Les-, voy por esas píldoras.
El cyborg caminó hacia la puerta del camarote, pero antes de salir por ella se
detuvo:
-¿Tienes hambre, grumete?
Mig-Wan hizo un gesto afirmativo con la cabeza y tocándose la barriga contestó:
-La verdad es que sí, un poco.
-Bueno, te prepararé algo para desayunar, esas píldoras no se pueden tomar con el
estómago vacío. Luego podrás irte a casa, ¿de acuerdo?
El muchacho asintió de nuevo.
-¡Eh, vamos, R2, detente! ¿Dónde crees que vas? -le gritaba C3PO a su
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compañero androide mientras lo perseguía por todo el pasillo. R2-d2, por su parte,
avanzaba a toda velocidad esquivando miembros de la guardia y personal de palacio
hasta llegar a la siguiente esquina. Allí se detenía, luego giraba su cabeza a derecha e
izquierda, elegía una dirección y, a continuación, volvía a lanzarse a tumba abierta
esquivando más personal de palacio. Y todo esto sin dejar de emitir esos agudos
sonidos suyos tan característicos que C3PO, en medio del barullo de aquella ajetreada
mañana, lograba interpretar a duras penas.
-¿Qué? ¿Pero eso no es necesario hacerlo ahora? El amo Mig-Wan debe estar con
su padre, ya oíste a la Gran Dama. Debemos hacer caso al servicio de seguridad y
seguir el protocolo... ¿Me oyes maldito cabezota? Es un Protocolo de Defensa de
Nivel 3, lo que significa que estamos ante un peligro real de ataque. ¡Oh, pero qué
dices! Es posible que el amo Jeng te ordenarla entregarle ese objeto a su hijo nada
más levantarse, pero sea lo que sea, esta es una situación extraordinaria que lo cambia
todo... Ya veo que no hay forma de convencerte, eh...
R2 se detuvo frente a los ascensores y unos guardias que salían los detuvieron:
-¿Dónde creéis que vais? Estamos en Defensa 3, así que debéis usar los ascensores
de emergencia. Además, está terminantemente prohibido salir del recinto hasta que se
restaure la normalidad.
R2 proyectó entonces contra la pared el emblema de la Orden Jedi, lo que
significaba que estaba siguiendo órdenes directas del Gran Maestro y que, por lo
tanto, debía tener acceso libre a cualquier lugar de la Ciudadela. Los guardias se
apartaron de inmediato y R2D2 entró en el ascensor. C3PO, aunque a regañadientes,
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se disponía a acompañarle pero los guardias no se lo permitieron:
-Espera un momento, muéstranos tu también el sello.
Sin embargo, a diferencia de R2d2, C3PO no tenía ningún emblema que mostrar
así que los guardias le impidieron el paso y le obligaron a volver hacia los ascensores
de emergencia.
-Pero yo tengo que acompañarle, no lo comprenden, ese cabeza hueca tiene los
circuitos oxidados y seguro que terminará por meterse en algún problema... ¡R2, R2,
espera, vuelve! -le gritaba mientras las puertas del ascensor se cerraban y su viejo
amigo metálico desaparecía ante sus ojos.
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Capítulo 11
El escuadrón de reconocimiento, formado por un total de siete cazas A-Wing RZ-1
y liderado por el teniente Keyran Rupard, volaba en formación de cuña hacia donde
supuestamente debía encontrarse la flota sin identificar. Los satélites de defensa
habían marcado con claridad la posición, justo detrás de Endor Prime, y hacía allí se
dirigían los cazas con el único objetivo de establecer contacto visual. Mientras tanto,
los canales de comunicación con el Centro de Mando y la Torre de Control estaban
abiertos y el diálogo con ellos era continuo.
-Atención Jefe Rojo, aquí Centro de Mando... Veinte minutos para contacto.
Comprueben escudos y propulsores de alta velocidad para acción evasiva.
-Aquí Jefe Rojo. Realizando comprobaciones... Ya lo habéis oído, muchachos, al
parecer vamos a entrar en contacto visual en breve, así que es el momento de poner
en funcionamiento los escudos y los propulsores de corto alcance. Manos a la obra.
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-De acuerdo, Jefe Rojo, aquí Rojo 1, escudos y propulsores encendidos.
-Atención Torre de Control, aquí Centro de Mando, informen de la situación.
-Aquí Torre de Control. Seguimos intentando la comunicación con el objetivo
pero no hemos obtenido respuesta hasta ahora.
-Han probado en todas las frecuencias.
-Afirmativo... Pero el resultado es nulo. O no nos oyen o simplemente no nos
hacen ni caso.
-De acuerdo. Sigan intentándolo.
En ese momento, el Comandante Calrissian hizo acto de presencia en el Centro de
Mando. Rápidamente se dirigió al capitán Uzig pidiendo que se le informara de la
situación. El capitán le hizo un resumen rápido. A continuación, éste le preguntó por
el Gran Maestro:
-No se preocupe por el Jedi, no tardará en aparecer por aquí, mientras tanto todos
sabemos lo que hay que hacer, ¿no es cierto, capitán?
El capitán asintió no del todo convencido.
Calrissian se puso luego en contacto con el Almirante Sarrel, que dirigía las
operaciones que se llevaban a cabo en la Torre de Control. El almirante informó
también al comandante de la situación allí y de los datos de los que disponían. A su
vez, Calrissian informó al almirante que el capitán Gergan había procedido al
acuartelamiento de todas las unidades de la guardia tal y como se contemplaba en las
directrices del protocolo. Fue entonces cuando Sarrel, al igual que hiciera el capitán
Uzig minutos antes, se interesó por saber el paradero del maestro Solo. Sin embargo,
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eso era algo que ni siquiera Dirk sabía en aquel momento, y eludió la pregunta con un
“olvídese del Jedi ahora, almirante y limítese a hacer su trabajo, él ya aparecerá”,
que, aún siendo aceptado sin rechistar, no pareció convencer a nadie. Aún así, todos
confiaban en el Gran Maestro, sin olvidar que, además, a esas alturas del asunto todo
el mundo estaba ya convencido de que era el mismísimo Jedi quien estaba detrás de
aquella sorpresiva maniobra, cuyo único objetivo era el ponerlos a todos a prueba.
Por lo tanto y más allá de cualquier otra consideración, debían ceñirse al protocolo y
hacerlo lo mejor posible.
-Jefe Rojo, aquí Rojo 6.
-Aquí Jefe Rojo, ¿qué te ocurre, Trim?
-Nada, solo pensaba en la posibilidad de que un grupo de borg estuviera detrás de
todo esto, entonces quizá lo mejor hubiera sido traer el Halcón con el cañón de iones
y terminar el asunto antes de que se acerquen demasiado a la Luna Santuario. Lo digo
por si cuando les zurremos, los trozos de sus naves caen sobre Leiascant o cualquier
otra ciudad. Podría ser peligroso.
-Oh, Trim, por qué no cierras el pico y dejas de decir sandeces. No hay ninguna
nave borg esperándonos ahí delante y lo sabes. Esto no es más que una broma pesada
del alto mando.
-No, lo digo en serio, Wekaar. A lo mejor ese Sigul se ha cabreado por lo del otro
día y viene en busca de venganza. ¿No crees que es demasiada coincidencia? Hace
unos días les damos una paliza a unos piratas y ahora resulta que...
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-Vamos, Trim, hazle caso a Wekaar y deja de decir estupideces.
-Aquí Jefe Rojo, callaos todos ya de una vez y dejar las líneas libres para que la
comunicación con casita sea alta y clara, ¿de acuerdo? Y no quiero oír más chorradas
de ahora en adelante... Rojo 6, ¿te ha quedado claro?
-Si, Jefe Rojo, claro como el agua.
-Jefe Rojo, aquí Centro de Mando, contacto visual en cinco minutos. Preparen las
cámaras y procedan al envío de información.
-Recibido, Centro de Mando... Ya habéis oído, Equipo Rojo, encended las cámaras
y a rodar.
Cada caza encendió la cámara que llevaba incorporada en su morro y, segundos
más tarde, en las pantallas de plasma del Centro de Mando y de la Torre de Control
comenzaron a recibir las primeras imágenes.
-Jefe Rojo, aquí Centro de Mando. Estamos recibiendo las primeras imágenes.
Que el escuadrón se separe para un mayor campo de visión.
-Aquí Jefe Rojo. Recibido. Adelante, muchachos, que corra el aire.
Cada miembro del escuadrón se separo del compañero que tenía al lado pero
manteniendo la formación en cuña. Y así pasaron varios minutos de vuelo hasta que
de nuevo el centro de mando se comunicó directamente con ellos.
-Jefe Rojo, conecten sus cañones de plasma. Contacto en menos de un minuto.
Luego hubo silencio. A continuación el Centro de Mando les informó de que
deberían entrar en contacto visual en menos de treinta segundos. Veinte. Diez, nueve,
ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno...
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-Atención, Jefe Rojo, informen de la situación.
-Centro de Mando, aquí Jefe Rojo, ya lo están viendo, nada de nada. Todo fue una
falsa alarma.
-Está bien, Equipo Rojo, buen trabajo. Regresen a casa.
-De acuerdo, Centro de Mando... Venga, chicos, la broma ha terminado, volvemos
a casita.
-¡¡¡Espera, espera!!! ¿Qué coño es eso?
-¿Qué ocurre ahora, Rojo 6?
-A mi derecha, teniente, en el límite gravitacional con Endor Prime... Mierda, no
puede ser, ¿qué coño es eso?
-Atención, Equipo Rojo, ¿qué está pasando ahí? No recibimos información visual
clara.
-¿Qué ocurre, Trim? Yo no veo nada.
-Como sea otra de tus bufonadas Trim, cuando lleguemos al puerto te voy a partir
la cara.
-Que no, que no, dios mío... Es una flota enorme.
-Envíame las coordenadas, Rojo 6.
-Se las estoy enviando, teniente.
-¡Mierda, teniente, Trim tiene razón, lo acabo de ver! ¡Joder, y creo que son
destructores Imperiales!
-Equipo Rojo, tenéis las coordenadas, mantened la posición y seguidme. No dejéis
de grabar. Escudos y propulsores al cien por cien. Vamos a ver qué coño es eso.
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-Madre mía, yo también lo estoy viendo... Y vienen directos hacia acá.
-Centro de Mando, aquí Jefe Rojo, contacto visual establecido. Se trata de una
flota grande e irregular. Destructores, cruceros y fragatas bélicas... Y a medida que
nos acercamos aparecen más y mas.
-Jefe Rojo, aquí Centro de Mando, la Torre de Control nos informa de movimiento
de cazas supuestamente hostiles volando hacia vosotros. Dad por terminada vuestra
misión e iniciad inmediatamente la maniobra evasiva. ¿Ha entendido, Jefe Rojo?
¡Vuelvan aquí cuanto antes!
-Recibido, Centro de Mando. Vamos, muchachos, los jefes ya han visto suficiente
de esta película de terror. Enceded los propulsores: nos largamos de aquí.
-Jefe Rojo, aquí Rojo 2, mi radar capta movimiento de cazas viniendo hacia
nosotros.
-No nos cogeran, nos vamos echando leches de aquí... Equipo Rojo: iniciando
maniobra evasiva.
El escuadrón dio un giro de 180 grados para quedar rumbo a la Luna Santuario.
Entonces encendieron los propulsores de corto alcance que le llevaba a alcanzar
velocidades que oscilaban entre un 20 y un 35 por ciento la velocidad de la luz, pero
solo durante un par de minutos, lo que era perfecto para realizar maniobras evasivas
en pleno combate. Los cazas enemigos quedaron enseguida muy atrás y el escuadrón
dirigido por Rupard pronto estuvo en la órbita de la Luna de Endor.
Mientras tanto en el Centro de Mando, la mayoría seguía sin dar crédito a lo que
veían sus ojos. Gestos de estupefacción se sucedían mientras unos y otros miraban a
114
los monitores de plasma para, luego, intercambiar miradas entre ellos sin saber muy
bien qué decir. En estos monitores, las imágenes recién enviadas por el escuadrón de
reconocimiento eran visualizadas una y otra vez en medio de un estupor generalizado.
Se oyeron unos cuantos resoplidos seguidos de expresiones de asombro y
desconcierto para, finalmente, hacerse el silencio. Era un silencio profundo, pesado y
lleno de inquietud.
Entonces Dirk Calrissian, ante la atenta mirada de todos sus hombres, levantó los
brazos y cruzó las manos por detrás de la nuca. Luego tomó aire y, sin dejar de mirar
el enorme proyector holográfico que presidía la estancia, dijo pronunciando las
palabras muy lentamente:
-Activen el Protocolo de Defensa al Nivel 2.
Nunca antes en Leiascant había sido necesario activar el Protocolo de Defensa
Nivel 2. Esto significaba muchas cosas. Primero que se debía avisar al gobernador y a
la población civil de la ciudad de un ataque inminente previsto en un plazo de tiempo
no superior a 8 horas. Inmediatamente después se avisarían simultáneamente al resto
de ciudades, pueblos y colonias mineras de la Luna Santuario. Así mismo se les debía
indicar la ubicación de los cuarteles, fuertes y refugios de la guardia más cercanos
para que procedieran a ponerse bajo su protección inmediatamente. Mientras tanto, en
el Puerto Militar, toda la flota era llamada zafarrancho y los primeros escuadrones de
combate A-Wing, B-Wing, V-Wing Nimbus, X-Wing e Y-Wing debían estar
preparados para despegar en menos de una hora. Se contactaría al mismo tiempo con
la estación espacial Ewok 5, que orbitaba alrededor de la Luna Santuario, para que
115
procediera al envío de las tres fragatas de combate junto con la nave más poderosas
de las que disponía la flota de Endor: el destructor Nebulosa Padme. Las cuatro
naves, que se mantenían atracadas en la estación espacial, saldrían al encuentro de la
flota hostil para su interceptación con la ayuda de los escuadrones de cazas enviados
desde el Puerto Espacial. A su vez, en tierra, toda la artillería antiaérea debería estar
ya en situación de alerta máxima y se estaría llevando a cabo el encendido de las
baterías termonucleares del subsuelo, enterradas a casi 20 kilómetros de la superficie,
de donde partiría la energía para desplegar los escudos deflectores que protegerían la
ciudad de un hipotético bombardeo. Para los escudos terrestres, se había abandonado
la idea de usar generadores de hipermateria por lo fácil que resultaba dejarlas
inservibles usando misiles de iones. Así pues, se construyó bajo tierra una gigantesca
central nuclear completamente hermética desde la que se extraía la energía necesaria
tanto para abastecer la ciudad como para los escudos de rayos y partículas que debían
protegerla en caso de ataque. Otros fuertes y cuarteles de la guardia mantenían sus
propios escudos mucho más pequeños y usaban generadores de hipermateria y
termonucleares indistintamente.
Habían muchos más puntos y muchas más directrices que debían seguirse de ahora
en adelante una vez activado el Protocolo 2, pero sin duda había algo en ese preciso
instante que estaba por encima de cualquier otra consideración: encontrar al Jedi. El
comandante Calrissian dejó al capitán Uzig al mando de la situación durante unos
breves momentos y a continuación él salió de la sala. Se encerró en un pequeño
cuarto donde solían descansar los oficiales encargados de supervisar las guardias
116
nocturnas, situado a pocos metros de la Sala de Control, y desde allí llamó por su
intercomunicador personal a la teniente de la Guardia Urbana Deisleen Jamerith. Sin
embargo, Deisleen insistió en que no sabía nada de Trey-Jeng desde hacía días.
Luego ella le pidió a Calrissian que le informara acerca de cual era la situación real,
ya que a la población civil todo le estaba resultando muy confuso. Según le contó a
Dick, los speeder de la guardia urbana sobrevolaban la ciudad desde hacía una media
hora alertando a los ciudadanos de que despejaran las calles y se quedaran en casa
hasta nueva orden. Dirk la tranquilizó:
-No te preocupes, Deisleen, hay una flota ahí fuera pero nunca logrará entrar en
nuestra atmósfera. Y si algún caza o bombardero lo hiciera, ten por seguro que
nuestra artillería lo haría picadillo. Además, dentro de la ciudad estáis a salvo: nada
puede atravesar nuestros escudos.
Pero Deisleen seguía mostrando una visible inquietud. Finalmente, Dirk se
despidió de ella y le pidió que se pusiera en contacto con él en caso de que Jeng
apareciese por su casa.
Nada más cortar la comunicación, su intercomunicador recibió una llamada desde
el Puerto Espacial, en concreto desde el Hangar 1.
-Comandante, soy el capitán Les.
-Está bien, Fynoon, dime... Y sé rápido
-¿Dirk, qué leches está ocurriendo allá arriba? Se acaba de activar el Protocolo 2.
Si es una broma no tiene maldita la gracia.
-Ojalá fuera una broma.
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-¿Cómo dices? No te oigo bien, tengo un jaleo aquí abajo de mil demonios.
-¡Digo que no es una broma, Fynoon! Ahí fuera hay una flota enorme y viene
directa hacia nosotros. Hemos enviado diez escuadrones de cazas y también a la
Princesa.
-¿El Defensor? ¿Va a entrar en acción?
-Desde luego.
-Tan serio es el asunto.
-Bastante.
-Ya veo... ¿Y se han identificado?
-No. Pensamos que podría tratarse de piratas borg pero solo es una suposición.
-Supongo que el Jedi se habrá llevado su X-Wing, ¿no? Por aquí desde luego no
ha aparecido.
Dirk tragó saliva:
-Verás, Fynoon, en realidad no tenemos noticias del Maestro. Todo el mundo está
empezando a ponerse muy nervioso porque nadie sabe donde está, ni él ni su hijo.
Además tengo a la Dama en Palacio esperando que la llame para informarla pero la
verdad es que no sé que decirle.
-Dile que su hijo está aquí conmigo.
-¿Cómo?
-Mig-Wan está aquí, en el Hangar.
-¿Es eso cierto?
-Totalmente. Me lo encontré en el Halcón esta madrugada. ¿Quieres que lo envíe a
118
Palacio con una escolta?
-Maldita sea... No, creo que será mejor que se quede ahí contigo hasta que pase
todo este jaleo, van a encender los escudos en breve y puede ser peligroso. Me
comunicaré con Gildren ahora mismo para tranquilizarla un poco. Escucha, si el Jedi
aparece por ahí abajo házmelo saber, ¿de acuerdo, Fynoon?
-No te preocupes, lo primero que haré será avisarte.
-Está bien, Fynoon. Corto la comunicación, pero seguimos en contacto.
Dirk se dispuso a comunicarse con Palacio nada más cortar la comunicación con
el capitán Les, pero unos golpes en la puerta lo interrumpieron:
-Adelante.
-Comandante, tenemos los informes desde la Torre de Control. El Almirante Sarrel
ha salido en una lanzadera Tydirium hacia la estación Ewok 5, para capitanear el
ataque a bordo del Padme. Así mismo los satélites de defensa informan de de un total
de quince naves de gran tamaño acercándose a la Luna Santuario a gran velocidad.
-Especifican qué clase de naves son.
-Tres destructores, cinco cruceros y siete fragatas, señor.
Dirk Calrissian cerró los ojos y resopló antes de ponerse en pie:
-Bien, parece que ahora sí es cuando va a empezar la fiesta de verdad.
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Capítulo 12
Endor era un sistema ubicado en un punto estratégico de la galaxia, justo en el
límite con la Región Salvaje. El Gran Maestro Luke Skywalker había decidido ubicar
allí su lugar de residencia tras empujar los restos del Imperio hasta más allá del borde
exterior. Estos restos del Imperio acabaron desmembrándose y tras el levantamiento
borg, pasaron a formar parte de las flotas de los más poderosos Señores de la Guerra.
Sin embargo, era comúnmente aceptado el hecho de que todos los destructores y
superdestructores imperiales habían sido capturados o destruidos por la Alianza. Aún
así siempre hubieron rumores que hablaban de ataques de destructores a convoys en
remotas rutas comerciales o que eran detectados por satélites de vigilancia en zonas
fronterizas. Estos supuestos encuentros nunca pudieron ser corroborados y
terminaron por formar parte de la mitología y la fabulación que generaba el temor a
120
un posible rearme del Imperio Galáctico. Las cifras hablaban de que el Imperio
dispuso de un total de 30 superdestructores, 90 destructores y alrededor de 200
cruceros de guerra, así que desde luego era muy posible que alguna de estas
gigantescas naves hubiera podido escapar ocultándose en algún mundo remoto más
allá de la Zona Desconocida. Sin embargo, lo que resultaba complicado era su
rearme, pues se necesitaba de una gran cantidad de hombres y combustible para
poner en funcionamiento semejantes monstruos. Dentro de las rutas comerciales, la
hipermateria, o más bien el tibanna, era controlado por la Liga y fuera del borde
exterior, eran los borg quienes poseían la totalidad de los yacimientos. A parte de
ellos, solo los yuuzhan vong poseían naves de gran envergadura, las llamadas Koros-
Strohna, pero en los últimos años habían sido empujadas hacia el espacio profundo a
causa de la persecución sin tregua a la que las habían sometido tanto los borg como la
flota de Endor. Eran naves muy extrañas, que funcionaban como entes biológicos en
sí mismos y que vagaban por el espacio llevando en su interior colonias nómadas de
yuuzhan vong en busca de planetas que colonizar.. Además dichas naves, una vez
detectadas, lo que era sin duda lo más difícil, eran por su carácter orgánico muy
vulnerables a las baterías de turbolaser. Sin duda alguna, a esas alturas la hipótesis
más plausible que manejaba el Centro de Mando era la de un ataque borg. Sin
embargo seguía resultando inverosímil que los piratas hubieran realizado un salto el
hiperespacio de una precisión tan grande.
El Princesa Padme, escoltado por tres fragatas y diez escuadrones de cazas, tuvo
121
contacto visual con la flota hostil a la hora de salir de la atmósfera de la Luna
Santuario. Aún estando en inferioridad y de no contar con la presencia del Gran
Maestro, todos en el Centro de Mando confiaban en la potencia de fuego del
Destructor Clase Nebulosa que los protegía, sin duda la nave más poderosa que había
en aquel momento en la galaxia. Se siguió intentando la comunicación con el
enemigo pero infructuosamente. Por último, se envió una lanzadera con un androide
de protocolo. Cuando dicha lanzadera fue destruida, se iniciaron las hostilidades.
Desde un principio se pudo ver que, efectivamente, el Padme era una nave muy
superior en maniobrabilidad y potencia de fuego a los tres viejos Destructores
Imperiales clase II. Sin embargo, el estar en una franca desventaja en cuanto al
número igualaba las tornas. Aún así, la batalla comenzó bien para la flota de Endor,
que en poco menos de un cuarto de hora ya habían destruido un crucero y una fragata
enemigos. Por su parte, los escudos tanto del Padme como de las tres fragatas que lo
escoltaban, diseñados todos por Fynoon Les, estaban resistiendo bien los ataques con
bombas de iones que realizaban los destructores y, si bien se debilitaban a medida que
iba trascurriendo la batalla, parecía que podrían resistir mucho tiempo sin que
ninguna de las naves quedase expuesta. Entonces fue cuando ocurrió algo que lo
cambió todo. Los cazas acababan de inutilizar los motores de otra fragata y uno de
los destructores imperiales se estaba viendo en serios apuros acosado por el constante
y masivo fuego del Padme cuando, de la nada, apareció la nave más gigantesca que
nadie había visto nunca. Se trataba de un Superdestructor de alrededor de diez
kilómetros de largo. Los satélites lo captaron inmediatamente y en el Centro de
122
Mando la conmoción fue total. Su salto del hiperespacio había sido de una precisión
milimétrica, habiendo aparecido en mitad de la batalla en el momento justo para
cambiar las tornas. Tras unos instantes de confusión, el Padme viró para enfrentarse
directamente con aquella mole que lo superaba diez veces en tamaño. En ese mismo
instante, el Superdestructor abrió fuego con su superlaser axial y una de las fragatas
endorianas estalló por los aires en a penas unos segundos. Aquello sumió a toda la
flota en un estado de shock del que ya no lograron recuperarse. Mientras, en el Centro
de Mando, Carlrissian ordenaba el despegue de quince escuadrones más y el
encendido inmediato de los escudos deflectores que debían proteger Leiascant. Pero
los escudos no se encendieron. Tardaron mucho tiempo en saber exactamente la
causa, y cuando lo hicieron cundió el pánico: una explosión veinte kilómetros bajo
tierra había inutilizado los generadores dejando la ciudad expuesta. La tragedia se
culminó cuando, al mediodía en la Luna Santuario, el Padme era alcanzado por otra
descarga del superlaser y, literalmente, partido en dos.
En mitad de un frondoso bosque alguien despierta y se despereza. Mira su mano
izquierda. Ésta todavía sujeta del cuello una botella vacía de flamingero. Mira la
etiqueta y se levanta. Se rasca la cabeza. Intenta recordar donde aterrizó su speeder la
noche anterior. En realidad intenta recordar todo lo que hizo la noche anterior. Si, las
resacas de flamingero son mortales. Pero eso él ya lo sabía. Camina hacia un lado,
luego hacia otro y entonces de repente un gurreck, uno de los depredadores más
peligrosos de los bosques de Endor, aparece de entre los matorrales circundantes. El
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animal lo mira y gruñe. Los gurrecks, como el resto de los animales de la Luna
Santuario, temen a los humanos. Aunque también los odian. El animal duda, tiene
hambre y su presa parece indefensa. Se encorva preparándose para el salto pero
entonces el hombre cierra los ojos y extiende su brazo con la palma abierta hacia
abajo. El animal gruñe un poco pero luego parece relajarse. Su postura cambia, ya no
tiene una actitud amenazante y los músculos de su mandíbula se relajan. El hombre
por su parte, camina hacia él con los ojos cerrados hasta casi tocar con su mano el
temible hocico de la bestia. El gurreck agacha la cabeza, dobla sus patas y se tumba
en la hierba. El hombre abre los ojos entonces y se sienta a su lado. Y mientras lo
acaricia, le habla:
-Tranquilo, tranquilo, ya me voy, ya me voy... No volveré a molestarte, ya me voy,
ya me voy...
Alza la vista hacia el cielo y es entonces cuando ve a lo lejos una columna de
humo. Se levanta. Fija su mirada pero los árboles lo tapan. Trepa entre las ramas de
un blasé hasta llegar a suficiente altura y desde allí otea de nuevo el horizonte. Si, es
Leiascant, hay fuego, naves cruzando el espacio aéreo y el resplandor de turbolasers
refulgiendo como flashes en la lejanía. Da un salto, cae en tierra y corre a toda
velocidad hacia su speeder.
-¡Venga, padawan, nos vamos! -le gritó Fynoon a Mig mientras entraba en la zona
de descanso del Halcón.
-¿Qué está ocurriendo, Fynoon? Eso que se oye parecen explosiones.
124
-Nos están bombardeando.
-Pero eso no es posible...
-Me temo que sí, grumete.
-¿Y mi padre, dónde está?
-No lo sé... Ahora lo principal es llevarte a un lugar más seguro. Vamos, bajaremos
a los túneles.
-¿No vamos a ir en el Halcón?
-Es demasiado peligroso, hay cazas enemigos por todos los sitios. Escúchame
bien, Mig-Wan, la situación no es muy buena, así que debes hacerme caso, ¿de
acuerdo? Te llevaré a palacio por los túneles subterráneos en uno de nuestros
deslizadores blindados y, una vez allí, junto a la guardia estarás a salvo. Pero
debemos movernos deprisa, así que venga, en marcha.
El borg y el muchacho salieron rápido del Halcón Milenario y se dirigieron a toda
velocidad hacia la entrada a los túneles, cruzándose con grupos de gente que corrían
de un lado para otro intentando, entre la histeria reinante, organizar la defensa del
puerto espacial. De vez en cuando se oía un estruendo que resonaba por todo el
hangar y trozos del techo caían a su lado mientras el suelo temblaba bajo sus pies. A
derecha e izquierda los heridos se amontonaban y eran atendidos por sus propios
compañeros entre gemidos y gritos de dolor. Y las explosiones se repetían cada vez
con más frecuencia. Y más trozos caían del techo. Y el suelo parecía ir a abrirse en
canal de un momento a otro.
-Fynoon, ¿qué está pasando? -preguntó Mig visiblemente afectado.
125
-Ya te lo dije, grumete, nos están atacando... Por aquí, rápido.
El capitán Les se detuvo frente a una puerta que permanecía cerrada y justo
cuando estaba introduciendo el código de seguridad para abrirla, el cielo estalló sobre
sus cabezas y se les vino encima. Y en a penas un segundo todo quedó a oscuras.
“Mig-Wan, Mig-Wan, vamos, despierta. Debes abrir los ojos y mirar hacia la luz.
Abre los ojos y busca un resplandor entre las sombras. Respira hondo, llena tus
pulmones de aire, relaja tus músculos y no tengas miedo, voy en tu busca, no tengas
miedo, estoy en camino. Venga, valiente, no te rindas, no te rindas. Abre los ojos,
mira a tu alrededor y busca ese resquicio luminoso. Papá está en camino, papá está en
camino, tú no te rindas, hijo mío, no te rindas. Abre los ojos, no te rindas, abre los
ojos y busca la luz. Vamos, despierta, despierta, Mig-Wan, despierta, despierta...”
Desesperado, Fynoon Les apartaba bloques de piedra y escombro a un lado y a
otro sin dejar de gritar el nombre de Mig una y otra vez. Tanto él como el niño habían
quedado minutos antes sepultados por completo bajo un techo hecho añicos por una
deflagración que había tenido lugar justo encima de ellos. Sin embargo, la enorme
resistencia al dolor que la condición de borg del capitán Les le otorgaba, le había
servido para que ni siquiera llegase a perder el conocimiento y, debido también a esa
extraordinaria fuerza de la que los cyborgs hacían gala, poder liberarse de la montaña
de desechos que lo había soterrado. Al instante, y visiblemente preocupado, se puso a
buscar al niño entre una nube de polvo y escoria que todavía no se había disipado del
126
todo. Después de varios minutos infructuosos, y cuando la desesperación empezaba a
apoderarse de su corazón, un bloque de granito se movió a unos quince metros detrás
de él. Fynoon dio media vuelta y comenzó a apartar un cascote tras otro, asomándose
por el agujero que estaba escarbando y gritando el nombre de su joven amigo, hasta
que por fin encontró una mano y, tras la mano, un brazo y tras el brazo un hombro, un
cuerpo y una cabeza. Le llevó casi un cuarto de hora sacar por completo al muchacho
de la lapida de escombros y cuando lo hizo, agarrándolo de la cintura y llevándolo en
brazos, el chico aún estaba semi-inconsciente. Las bombas seguían cayendo, pero ya
no se veía a nadie correr por allí. La salida hacia los hangares estaba bloqueada y los
ascensores inutilizados. La nube de polvo y escoria seguía flotando a su alrededor así
que, sin perder un solo segundo más, Fynoon se pusó a caminar con Mig en brazos a
través de ella hasta el Taller B-23. Estaba parcialmente destruido y al cruzarse con
varios de sus hombres, estos le advirtieron que el puerto entero estaba siendo
arrasado y que habían recibido órdenes de evacuación inmediata. Ellos eran los
últimos. Fynoon les dijo que se fueran, que él les seguiría pero que antes debía curar
las heridas del joven que llevaba en brazos. A continuación llevó a Mig hasta su
laboratorio. Era una de las pocas estancias de todo el hangar que de momento
permanecía intacta. Agarró una enorme jeringuilla y tras elegir el sitió adecuado en el
brazo del muchacho, le pinchó con ella. Mig soltó un chillido agudo y mientras se
restregaba los ojos con los nudillos le preguntó al capitán borg con voz perezosa:
-Ey, Fynoon, ¿qué estás haciendo con eso, me has hecho daño en el brazo?
-Asegurarme de no volver a perderte, grumete.
127
Capítulo 13
Mientras el antiguo pirata le curaba las heridas con una solución de bacta, el
muchacho observaba las pantallas de plasma que tenía delante.
-Bueno, padawan, creo que así está bien. ¿Te duele?
-Solo un poco. ¿Qué vamos a hacer ahora?
-No te preocupes, tengo los planos de este complejo grabados en mi cabeza.
Usaremos los conductos de ventilación para bajar hacia los túneles.
-¿Y qué pasa con él? -Mig señaló el monitor con la cabeza.
-¿Te refieres al negnita?
-Si. ¿Vamos a dejarlo aquí?
-Lo siento, Mig-Wan, pero no tenemos mucho tiempo...
128
-¿Podrías al menos despertarlo de su sueño?
Les dudó, pero finalmente accedió y tras medio minuto frente a la
computadora que había tras él, se puso de nuevo en pie y agarrando a Mig del
brazo le dijo:
-Ya está, dentro de unos minutos despertará de su letargo. No envidió el
dolor de cabeza y la desorientación que va a experimentar, pero puede que
tenga una oportunidad. Y ahora nos toca a nosotros aprovechar la nuestra, así
que vamos.
Fynoon abrió una portezuela que había en el techo y ayudó al joven a
meterse dentro del conducto de la ventilación. Luego se metió él y ambos
comenzaron a reptar siguiendo la dirección que marcaba el borg, el cual iba el
primero. Hacía mucho calor allí dentro y estaba todo muy oscuro, pero se
movían con rapidez, como mamíferos en su madriguera. Pasados diez minutos
llegaron a la entrada de una especie de montacargas que parecía no funcionar.
-Espera un momento, grumete. Esto es lo más peligroso de nuestro paseito.
Me agarraré a los cables y luego tú me das la mano. Cuando te tenga bien
cogido, iré descendiendo despacio. Allá abajo están los túneles, así que ya
estamos casi.
Les se agarró a los cables que supuestamente hacían funcionar el
montacargas y luego extendió su mano.
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-Vamos, muchacho, no te soltaré.
Pero entonces hubo otra gran explosión, y todo tembló durante varios
segundos hasta que el amasijo de cables se desprendió de la pared haciendo que
Fynoon Les se precipitará al vacío.
Mig-Wan reaccionó al instante. Sacó la cabeza por el hueco del montacargas
y miró hacia abajo. Luego cerró los ojos y usó la Fuerza de la mejor manera que
supo, deteniendo la caída de su amigo los suficiente para que ésta, que era de
casi cuarenta metros, no pasara de un leve traspiés. A continuación, encendió su
mochila propulsora y descendió despacio por el mismo hueco por donde
acababa de caer el viejo pirata.
-Bonito artilugio ese que llevas a la espalda -le dijo cuando estuvo a su lado.
-Te lo dejaría pero no creo que aguantase tu peso.
El borg sonrió:
-Te debo una, jovencito.
-Estamos empatados.
-De acuerdo -Fynoon asintió con la cabeza-. Ah, se me había olvidado, esto
es tuyo -y a continuación sacó de algún lugar de su cinturón el sable de luz que
él le había estado guardando al muchacho desde hacía un par de días y se lo
entregó en mano-. Y ahora vamos a buscar algo que nos pueda sacar de este
cochino agujero a los dos.
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Mas escombros se amontonaban al final de un largo pasillo, junto a una
puerta que parecía cerrada a cal y canto. Les marco un código pero la puerta no
se abrió. Arrancó los cables los afiló con la lengua y luego los introdujo en la
base de su cráneo, donde tenía una abertura que servía para conectar su cerebro
con casi cualquier tipo de computadora. Varios segundos después, la puerta se
abrió y ambos entraron en una especie de cueva gigantesca donde un grupo de
hombres y androides los recibieron a punto de fletar un trasporte deslizador en
dirección a uno de los puertos comerciales.
-Tenemos órdenes de evacuar a todo el personal civil del Puerto Militar
hacia el puerto comercial más próximo. Tropas enemigas han tomado tierra. La
guardia defiende el Puerto pero se teme lo peor.
-¿Se sabe algo de mi padre?
-Me temo que no, muchacho, pero el caos es muy grande. La Torre del
Puerto ha sido destruida y la comunicación con el Centro de Mando y el Palacio
es defectuosa... Es posible que ahora mismo esté liderando algún escuadrón de
cazas en la defensa de la ciudad... De verdad, así lo espero.
-Está bien, teniente, procedan con la evacuación. Yo llevaré al chico con su
madre en ese deslizador biplaza de allí.
-De acuerdo capitán.
Fynoon y Mig-Wan subieron al biplaza y ambos desaparecieron por los
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túneles en dirección al Palacio.
No muy lejos de allí, en el Hangar 1, un pelotón de la guardia liderado por el
teniente Rupard resistía el ataque de un grupo de unos treinta hombres que
vestían diferentes tipos de armaduras mandalorianas de beskar. Varias
lanzaderas acababan de tomar tierra en el Puerto Militar y otras tantas lo
estaban haciendo en distintos puntos de la ciudad.
Los hombres de Rupard disparaban sus blasters a discreción mientras
reculaban su posición. Ahora estaban junto al Halcón Milenario, y Rupard
intentaba ponerse en contacto con Alsid Gergan, pero las comunicaciones
estaban fallando a todos los niveles debido a los continuos ataques con bombas
de iones y electromagnéticas. Finalmente, Rupard pudo hablar con el Jefe de la
Guardia y éste le ordenó abandonar el Puerto inmediatamente. Rupard le dijo a
sus hombres que debían salir de allí y que para ello usarían los aerodeslizadores
que tenían a su derecha, cerca de la entrada al hangar. A sus hombres les pareció
muy arriesgado salir a campo abierto a bordo de un aereodeslizador cuando el
cielo estaba plagado de cazas y bombarderos enemigos.
-No nos quedan más vehículos, todos nuestros cazas están en el aire y
debemos salir de aquí, así que no hay otra alternativa.
-¿Y el Halcón?
132
-Imposible, solo el Maestro y el capitán Les tienen las claves para ponerlo en
marcha. El Halcón no nos sirve. Y el paso hacia los túneles está bloqueado.
Solo hay una opción: Trim y yo correremos hacia los aerodeslizadores y
vosotros nos cubriréis las espaldas, una vez en marcha, os haremos una señal
para que lancéis vuestras granadas frag y de aturdimiento y a continuación
saldréis cagando leches hacia aquí, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, teniente.
Rupard y Trim salieron corriendo hacia los dos speeders mientras sus
compañeros descargaban sus blasters contra los enemigos apostados fuera del
hangar. Las bombas caían sin parar y los estallidos eran continuos. Cada uno de
ellos se subió a uno de los aerodeslizadores, pero aún no habían llegado a
ponerlos en marcha cuando aparecieron por la retaguardia un grupo de
enemigos que les lanzaron un par de detonadores termales. Éstos volaron y
luego, tras caer en tierra, rodaron hasta quedar debajo de cada speeder.
-¡¡¡Un detonador termal!!! ¡¡¡Vamos, Trim, salta!!! -le gritó Rupard mientras
salía de la cabina de su vehículo. Pero a Trim no le dio tiempo, y antes de que
pudiera siquiera levantar el portón para escapar, el detonador que tenía debajo
explotó haciendo añicos el speeder. Rupard corría para ponerse a cubierto
mientras trozos de acero y metralla caían a su alrededor. Y cuando estaba a
punto de esconderse tras el Halcón, el otro detonador estalló también y su
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honda expansiva lo alcanzó de lleno, lanzándolo varios metros hacia delante.
Rupard quedó tumbado inconsciente mientras sus compañeros lo miraban
incrédulos.
-No hay nada que hacer, es el fin -dijo uno de ellos.
-¡¡¡Teniente, teniente!!! ¡¡¡Trim!!!
-Olvídalos, están muertos.
-No dejéis de disparar.
-Los tenemos detrás, están también detrás.
-Seguid disparando, seguid disparando...
-Ahhh, me han alcanzado.
-Jort, Jort, maldita sea, le han dado a Jort.
-Estamos atrapados, es el fin, es el fin.
Pero justo en ese momento, los blasters que tenían en frente centraron su
fuego en otro sitio. Siguieron oyéndose disparos y se veía el resplandor
inequívoco de que sus enemigos seguían usando sus armas, pero ahora no era
contra ellos.
-¿Qué está ocurriendo, ya no nos disparan?
-No lo sé. Centraos ahora en la retaguardia, no les dejéis entrar en el hangar.
Pero era demasiado tarde, unos doce hombres habían entrado ya y se habían
parapetado detrás de un montón de escombros.
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-Pongámonos a cubierto detrás del Halcón.
-Jort, ¿cómo te encuentras?
-He estado mejor, desde luego.
-Vamos, te ayudaré.
-No aguantaremos mucho ahí detrás.
-Menos aguantaremos aquí.
Los hombres corrieron y se pusieron a cubierto. El cruce de disparos era
continuo.
-Estoy casi sin munición.
-Y yo.
-¿A alguien le quedan granadas?
-A mi me queda una de fragmentación.
-¿A qué esperas? ¡Lánzasela a esos malnacidos!
Los hombres aguantaron a penas un par de minutos más. A partir de
entonces, sus armas comenzaron a quedarse sin munición y el final se antojaba
ya inevitable. Uno de ellos intentó negociar una rendición pero fue acribillado
por el fuego enemigo sin ningún tipo de misericordia ante la mirada de sus
aterrados compañeros. Entonces se miraron a los ojos y se dijeron adiós.
Algunos chocaron sus manos, otros se abrazaron. Todos estaban temblando.
Pero en ese instante ocurrió algo increíble. Vieron una figura detrás de ellos que
135
avanzaba con paso decidido hacia su posición entre una lluvia de disparos. Y de
repente lo vieron, vieron el resplandor verde y en ese preciso momento supieron
que estaban salvados. La espada de luz comenzó a bloquear todos los disparos
de los blasters enemigos mientras avanzaba imperturbable hacia sus agresores.
Cuando paso junto a ellos, que seguían agazapados tras el Halcón Milenario,
Trey-Jeng Solo los miró y les guiñó un ojo. Todos los pelos de sus cuerpos se
erizaron porque sabían que ya no tenían nada que temer: acababan de ser
rescatados. El Gran Maestro siguió avanzando hasta saltar tras la trinchera de
desechos enemiga. Le oyeron gritos mientras los blasters refulgían y el verde
intenso del sable de Jeng se movía de un lado para otro con una velocidad que
hacía incluso difícil seguirlo con los ojos. Y en a penas un minuto todo había
concluido.
Trey-Jeng regresó con paso lento hasta donde estaban sus hombres:
-Sargento, recoja todas las armas enemigas, las necesitaremos... ¿Estás bien,
muchacho?
El cabo Ushyi'in Jort asintió con la cabeza. A continuación, el Jedi caminó
hacia donde yacía el cuerpo de Rupard.
-Keyran, Keyran, despierta... ¿Me oye, teniente? Vamos, despierta.
Rupard abrió los ojos despacio y ante la sorpresa de todos preguntó
visiblemente desorientado:
136
-¿Maestro, es usted? Debo estar soñando o tal vez muerto del todo...
-No, no estás soñando. Y desde luego tampoco muerto. Dime, ¿cómo te
encuentras?
-Me duele todo el cuerpo, pero creo que sobreviviré.
-Bien, porque te necesitamos para liberar esta ciudad.
Capítulo 14
Fuera, en el cielo de Leiascant, estaba teniendo lugar una batalla todavía más
cruenta e inmisericorde. Varias fragatas de guerra enemigas y un par de cruceros
ligeros bombardeaban sin piedad la ciudad escoltados por escuadrones de cazas Tie,
los cuales solían ser los más utilizados por las flotas piratas. Todas aquellas naves
habían salido de las entrañas del superdestructor que horas antes había aniquilado
toda oposición fuera de la atmósfera de la Luna Santuario, y que ahora orbitaba a su
alrededor lanzando de vez en cuando brutales descargas con su superlaser axial contra
puntos estratégicos de la defensa. A esas alturas de la batalla, la flota de Endor se
había reducido drásticamente a catorce escuadrones de cazas, casi todos B-Wing, X-
Wing y Nimbus, aunque también quedaban algunos escuadrones irregulares formados
137
por A-Wing e Y-Wing que se dedicaban a hostigar hasta la extenuación a los
bombarderos enemigos de mayor tamaño. Varios de estos escuadrones irregulares
lograron derribar, con ayuda también de la artillería antiaérea, una de las fragatas
enemigas, la cual cayó sobre la Torre de Control haciéndola añicos. Aquello termino
por complicar más las comunicaciones entre los diferentes puntos de mando de la
ciudad, ya que fuera de la atmósfera, y sin ninguna oposición al respecto, el
superdestructor se había dedicado previamente a destruir todos los satélites de
telecomunicaciones de los que se servía tanto Leiascant como el resto de ciudades de
la Luna de Endor. También se estaban bombardeando las centrales eléctricas, las
fábricas, las minas de tibanna y las refinerías de hipermateria. El objetivo era dejar a
la ciudad si suministros ni energía en un ataque relámpago del que no pudiera
recuperarse. Y fuera quien fuera el que había ideado semejante ofensiva, sin duda
estaba a punto de lograr sus objetivos cuando de repente, surcando el cielo turquesa
de Endor, apareció la silueta de una nave a la que todos conocían muy bien. Aquella
aparición fue como si de pronto, dentro del interminable túnel cada vez más oscuro
en el que se hallaban, un rayo de luz los hubiera iluminado a todos. Y todos lo tenían
ahora claro, muy claro: había que seguir aquel resplandor hasta el final.
Cerca del Centro de Mando, Dirk Calrissian capitaneaba un escuadrón de X-Wing
que junto con otros dos escuadrones irregulares intentaban derribar un crucero
enemigo que concentraba su fuego sobre un Puerto Espacial casi arrasado por
completo. De vez en cuando, la barriga del crucero se abría y varias lanzaderas salían
138
de su interior intentando a continuación tomar tierra. Los X-Wing las perseguían
hasta derribarlas, pero era difícil, pues escuadrones de cazas Tie las escoltaban y,
además, la artillería del propio crucero les cubría las espaldas.
En esa situación se hallaba el comandante Calrissian, persiguiendo una lanzadera
que descendía hacia una de las pistas del Puerto cubierta de desechos y escombro,
cuando de repente, él con parte de su escuadrón, se vieron emboscados por varios
escuadrones de interceptores Tie. Hubo un cruce de disparos pero rápidamente quedó
de manifiesto que su situación era altamente complicada, pues se hallaban en franca
inferioridad. Pidió ayuda al resto de su escuadrón, sin embargo estos estaban
demasiado ocupados manteniendo a raya a un grupo de cazas enemigos que
sobrevolaba por encima de ellos. Además, por allí cerca ya no quedaba ni una sola
batería antiaérea en pie que pudiera echarles una mano. Dirk le dijo a sus hombres
que debían olvidarse de la lanzadera y buscar al resto de cazas de su escuadrón para
protegerse. Pero era demasiado tarde, los interceptores estaban detrás de ellos y no les
daban opción, empujándolos con su fuego contra el crucero que tenían en frente.
Entonces uno de los X-Wing fue alcanzado y cayó en picado hasta chocar con uno de
los edificios medio derruidos del Puerto. Segundos después, otro X-Wing estalló
justo en el flanco izquierdo de Calrissian. La situación era del todo insalvable. “Fue
una muy mala idea perseguir esa maldita lanzadera”, pensó Dirk. Pero de repente
algo pasó a toda velocidad por delante de él. Calrissina siguió aquel objeto con la
mirada hasta distinguir la inconfundible silueta de un carguero al que conocía muy
bien:
139
-¿Qué te ocurre, Dirk, eres incapaz de librarte de esos interceptores tan
impertinentes?
Dirk Calrissian golpeó el intercomunicador de su casco con los nudillos:
-No puede ser, ¿eres tú, Jeng?
-Si, amigo mío, el mismo que viste y calza: es tu día de suerte.
Los movimientos del Halcón Milenario entre una lluvia de artillería enemiga era
un espectáculo que Dirk había visto muchas veces pero que aún así siempre lo dejaba
boquiabierto. Era cierto que a aquel carguero YT-1300 había soportado una gran
cantidad de modificaciones, las últimas de ellas realizadas por Fynoon Les, y que por
esa razón la nave poseía infinitamente mas velocidad y maniobrabilidad que
cualquier otro carguero de similares características, e incluso que muchos modelos de
cazas supuestamente más ligeros y aerodinámicos; sin embargo, y aún así, nadie era
capaz de conducir una nave de la manera en la que lo hacía Trey-Jeng Solo. Ni
siquiera Luke Skywalker o su padre Annakin, posiblemente los dos mejores pilotos
que habían existido nunca en la galaxia hasta entonces, se le acercaban. Sus
movimientos eran suaves y certeros, adelantándose continuamente a los movimientos
de sus enemigos como si estuviera siguiendo los pasos de una coreografía largamente
ensayada. Los cañones de laser y plasma de los cazas Tie, en teoría mucho más
rápidos y ágiles en el combate directo, vaciaban sus cargadores contra él en vano.
Mientras, Jeng disparaba los cañones de plasma instalados por Les en las mandíbulas
del Halcón, y a cada disparo, un caza enemigo era derribado. Por su parte, el sargento
Weekar disparaba a discreción las baterías de laser de la panza del carguero y, a la
140
vez, el teniente Rupard bombardeaba con el cañón de iones las defensas del crucero
que tenían a unos cien metros delante de ellos.
-Las defensas de ese crucero son demasiado para nuestros cañones. Ni siquiera
subiendo al máximo la potencia de nuestros disparos podremos inutilizarlas.
-Escucha, Rupard, voy a volar hasta ponerme detrás de él. Quiero que paralices
sus motores. Si lo logramos, aunque solo sea durante un par de minutos, la gravedad
hará el resto y la nave se precipitará contra el suelo. Estamos fuera de la ciudad, así
que no hay riesgo de que destruya ningún edificio.
-De acuerdo, maestro. Pero no tendremos más que una oportunidad. Luego habrá
que esperar al menos una hora hasta poder efectuar otro disparo.
-No te preocupes, te lo pondré en bandeja... Dirk, ¿me escuchas?
-Aquí estoy, Jeng, dime.
-Necesito apoyo en mi retaguardia, voy a tumbar ese crucero.
-Por supuesto, te seguimos.
El Halcón voló a toda velocidad directo hacia el crucero de guerra que vomitaba
sin parar descargas de plasma y laser contra él. Mientras, Dirk Calrissian y los restos
de su escuadrón contenían a los pocos interceptores que aún no habían sido
derribados. El último Y-Wing fue alcanzado y se precipitó contra el bosque de blasé
que tenían debajo. Calrissian hizo recuento entonces: de los tres escuadrones que él
había estado capitaneando ya solo quedaban siete X-Wing y tres Nimbus. Las naves
se agruparon y protegieron la retaguardia del Jedi, el cual seguía su vuelo
aparentemente suicida directo hacia el crucero de guerra enemigo.
141
La batalla se resolvió en a penas cinco minutos, cuando Trey-Jeng realizó una
serie de maniobras increíbles frente a la poderosa nave que tenía delante, esquivando
el fuego enemigo de forma milagrosa hasta quedar detrás de sus motores. El cañón de
iones estaba preparado para realizar un único disparo a la máxima potencia, algo que
nunca habían realizado con anterioridad y que resultaba peligroso, pues la potencia
del cañón podía resultar demasiado para una nave del tamaño del Halcón Milenario.
Fynoon Les se lo había recalcado a Trey-Jeng muchas veces: “nunca pongas el cañón
al máximo si no quieres desintegrar la nave”. Pero aquella era una situación extrema
que necesitaba de actos extremos para resolverla. Rupard tenía el cañón preparado,
los potenciómetros estaban en rojo y en el habitáculo del artillero el calor había
subido como diez grados de golpe. En esos momentos el miedo se apoderó del
teniente que comenzó a pensar que el viejo carguero no resistiría.
-¿Rupard, lo tienes? -le preguntó Jeng, que había pilotado la nave hasta dejarla en
una situación inmejorable para acertar de lleno en los motores traseros del crucero
enemigo.
Rupard miró por el visor:
-Creo que si, maestro.
-Rupard, esta vez no voy a decirte cuando disparar. Pero tranquilo, confío en ti, se
que no vas a fallar.
Rupard cogió aire, fijó el objetivo y, a penas unos segundos después, apretó el
botón para que una bomba de iones saliera del cañón directa hacia los enormes
motores de la nave que tenía a escasos veinte metros de distancia, alcanzándoles de
142
lleno. Enseguida se hicieron patentes los síntomas de que el ataque había conseguido
lo buscaba, pues el crucero comenzó a desestabilizarse para, a penas un minuto
después, terminar precipitándose al vacío desde una altura de unos ochocientos
metros. Al ver a su nave capitana estrellarse contra el suelo, los cazas Tie dejaron de
hostigar al grupo de Calrissian e iniciaron una maniobra evasiva, poniendo rumbo
hacia el otro crucero que todavía quedaba en el aire, el cual, escoltado por un par de
fragatas, se hallaba ahora sobrevolando el norte de la Ciudadela en dirección al
Palacio.
De repente el cielo se iluminó con un rayo que calentó el aire hasta volverlo
irrespirable. Varios segundos después se oyó una terrible explosión que procedía del
puerto comercial, situado a varios kilómetros de distancia de allí. El superdestructor
había vuelto a descargar desde el espacio su superlaser axial contra la población civil
sin ningún tipo de escrúpulo. Eso cortó de raíz todos los vítores y expresiones de
alegría que el derribo del crucero había suscitado entre los pilotos de los cazas y la
tripulación del Halcón Milenario.
-Ese superdestructor nos está haciendo polvo desde allá arriba.
-Ya le llegará su hora, comandante. Pero lo primero es ocuparnos de las naves que
han entrado en nuestra atmósfera. Que su escuadrón forme en cuña y se coloque
detrás del Halcón. ¿Tenemos contacto con el Palacio?
-Maestro, nos informan de que el resto de nuestra flota se encuentra defendiendo
el norte de la Ciudadela en situación crítica.
-Señor, nuestro escudo deflector...
143
-Lo sé...
-El cañon de iones sobrecargó el núcleo de...
-Lo sé...
-Estamos expuestos.
-¿Qué te ocurre Jeng?
-Problemas en mi escudo.
-Debes aterrizar, Jeng, es muy peligroso que entres en combate con la nave en ese
estado. Podría no responderte, incluso podría sobrecargarse más y eso sería fatal.
Trey-Jeng miró al resto de la tripulación de su cabina:
-¿Qué decís muchachos?
La voz de Rupard se oyó entonces por el intercomunicador:
-¿A qué estamos esperando, maestro, tenemos que liberar esta ciudad?
Y sin más dilación, las once naves en formación de cuña se dirigieron a la zona
que en aquel momento estaba sufriendo los ataques más intensos: justo sobre el
Palacio Residencial.
Cerca del centro de la ciudad, la teniente Jamerith junto con otros miembros de la
guardia y gran cantidad de voluntarios, estaban organizando la evacuación de los
heridos hacia los hospitales de la ciudad que todavía no habían sido destruidos por el
ataque. Fundamentalmente estaban dirigiéndolos hacia el Hospital Militar de la
Ciudadela, pero debido a la intensidad del bombardeo que se estaba llevando a cabo
en esa zona en aquel momento, muchos eran enviados ahora hacia los refugios
144
subterráneos del sur de la ciudad, en donde se había improvisado un centro para
atención a los heridos. Gran parte de los barrios del centro habían sido reducidos a
escombros, sin embargo ahora el ataque se estaba centrando más en la zona norte,
donde se encontraba el Puerto Militar, el Centro de Mando y el Palacio del Gran
Maestro.
-Teniente Jamerith, acabamos de establecer contacto con la Ciudadela. El Jefe
Gergan está pidiendo refuerzos para contener la invasión cerca del Palacio.
Incorpórese al grupo del capitán Seng-Ashawl inmediatamente, nosotros nos
ocuparemos de los heridos.
Deislin asintió con la cabeza completamente exhausta. Pero, justo en ese instante,
echó una mirada furtiva al cielo y allí pudo distinguir la silueta del Halcón que volaba
a toda velocidad hacia el Palacio seguido por un escuadrón de cazas. La teniente
sonrió y suspiró a la vez, de pronto el cansancio había desaparecido de su rostro:
-Capitán, el Halcón Milenario -dijo señalando al cielo con su índice.
El capitán Nendo miró hacia arriba y también dejó escapar una sonrisa de alivio. A
su lado, un grupo de camilleros se detuvo para mirar también al cielo:
-¿Qué ocurre? -preguntó entre susurros el herido al que trasportaban en la camilla.
-El Halcón Milenario acaba de cruzar por encima de nuestras cabezas -le contestó
uno de los camilleros.
-Por fin -respondió el hombre-; estamos salvados.
145
Capítulo 15
Se había podido restablecer la comunicación por fin con Coruscant y la Gran
Dama en persona había grabado el mensaje holográfico que pedía ayuda a la capital
del núcleo, todavía el planeta ciudad más poderoso y rico de la galaxia. Fuera del
bunker la situación se había vuelto insostenible. Gergan y sus hombres se veían
impotentes para detener el avance de aquellos seres enfundados en armaduras
mandalorianas y que disparaban sin tregua sus blasters contra ellos. Las lanzaderas
seguían descendiendo y los cazas endorianos habían sido diezmados drásticamente.
Los úktimos B-Wing fueron derribados cuando se dio la orden en el búnker de
evacuación inmediata. Gildren se negó en rotundo, aduciendo que ella no se iría de
146
Endor sin su hijo. Había recibido una hora antes una mensaje de Fynoon Les
tranquilizándola y diciéndole que estaban en camino. Pero el trayecto por los túneles
hasta Palacio había resultado un tanto peliagudo para él y para Mig-Wan, con lo que
les llevó mas tiempo del previsto realizar todo el recorrido. Muchas de las galerías
habían sido derruidas por lo que no tuvieron mas remedio que dejar el speeder
aparcado y abrir entre los escombros una vía que les permitiera seguir hacia delante.
El trayecto fue tan duro, en especial para el capitán Les, que en un momento dado
Mig le insistió en sentarse un rato para recuperar el aliento. Y es que por primera vez
en su vida el muchacho había visto al borg realmente cansado, algo que no era nada
habitual en ellos.
Fue durante ese breve descanso cuando Mig-Wan lo miró a los ojos y le dijo:
-Eh, Fynoon, estate tranquilo, mi padre está bien, lo sé. Él nos sacará de esta, ya lo
verás.
El cyborg lo miró sin dejar de jadear y luego dejó escapar media sonrisa:
-Vosotros y la Fuerza, la Fuerza y vosotros. No ha habido un solo día de mi vida
en el que no haya sentido gratitud por no haber nacido sensible a vuestro extraño
universo. Pero aún así os admiro... Si, os admiro... Vamos, pongámonos en marcha;
me daría mucha rabia que tu padre llegara a Palacio antes que nosotros. Él puede que
sea un jedi, pero yo soy un borg. Así que ya está bien de cháchara y, venga, andando,
joven padawan.
Cerca del bunker tuvieron que pasar un puesto de control que casi termina en
tragedia. Se había derrumbado parte del túnel así que una vez más no les quedó otro
147
remedio que abrirse paso entre las ruinas. Fue entonces cuando fueron atacados por
fuego amigo. Un pelotón de la guardia urbana vigilaba la retaguardia y no dudó en
disparar sus blasters al detectar el más mínimo movimiento. Fynoon se identificó y
finalmente los guardias bajaron sus armas. Aún así, Les y Mig tuvieron que avanzar
hacia ellos con las manos en la nuca y caminando muy despacio. Cuando por fin los
reconocieron, se disculparon y les insistieron en que debían darse prisa, pues estaban
trasladando a toda la gente de los refugios a Ka'al Jadet, una ciudad minúscula con un
pequeño puerto comercial situada a unos doscientos kilómetros al sur de Leiascant ,
desde donde se pensaba realizar la evacuación de la población civil hacia los planetas
del núcleo. Según les contaron, allí les esperaban unas cien lanzaderas y alrededor de
unos treinta cargueros pesados preparados todos ellos para el despegue inmediato.
Fynoon les agradeció toda la información y, tras despedirse de ellos, caminó por el
túnel hacia la entrada a los pasillos que comunicaban con el búnker y los refugios
antiaéreos. Un guardia avisó por su intercomunicador, la puerta se abrió y el
muchacho y el borg entraron para dentro.
Diez minutos más tarde, una madre y un hijo se abrazaban en los sótanos del
Palacio bajo la luz mortecina de unas lámparas de neón.
-¿Dónde estabas hijo mío? ¡Qué angustia he pasado! Por favor no te apartes de mi
nunca más, nunca mas, ¿me oyes?
-Tranquila, mamá, no lo haré, no me apartaré de ti... ¿Y papá, dónde está papá?
¿Lo has visto?
-No, hijo, no lo he visto... Nadie lo ha visto.
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-¿Qué está pasando, mamá, por qué nos atacan?
-No lo sé, Mig, no lo sé... Ahora lo importante es irse de aquí cuanto antes. El
Palacio ya no es un lugar seguro -las lágrimas brotaban descontroladas de los ojos de
Gildren y ella intentó secarse las mejillas con la palma de sus manos.
-Mamá, tranquila, no te preocupes, papá está bien. Lo sé, sé que él está bien.
Y la madre volvió a abrazar a su hijo apretándolo contra ella con fuerza, como si
así fuese capaz de tejerse entre ellos un nuevo cordón umbilical que hiciera imposible
volver a separarlos. Gildren levantó la mirada y vio Fynoon Les sonriendo frente a
ella, entonces lo miró con los ojos vidriosos y vocalizó una única palabra: “gracias”.
En una galería subterránea situada a unos cincuenta metros del búnker habían
varios speeders preparados para sacar de allí de inmediato a todos los civiles. Sin
embargo había un problema: resultaba imposible usar los túneles hasta el final del
trayecto, pues los derrumbamientos ocasionados por el fuerte bombardeo habían
dejado bloqueados kilómetros y kilómetros de galerías. Se decidió entonces usar la
salida Sur 33, que desembocaba a unos cinco kilómetros de la Ciudadela en mitad del
bosque y cuyo trayecto se hallaba en perfectas condiciones para transitarlo con los
aerodeslizadores. Una vez allí, esos mismos speeders transportarían a Gildren y al
resto del personal civil hacia el puerto espacial de Ka'al Jadet, en donde ya habían
comenzado a despegar las primeras lanzaderas protegidas por artillería de iones.
-Entonces, ¿tú no vienes con nosotros? -le preguntó tembloroso Mig-Wan al viejo
pirata.
-Lo siento, padawan: mi sitio esta aquí, con la guardia. Pero no te preocupes, nos
149
veremos más pronto de lo que te imaginas. No se ha inventado todavía un laser lo
suficientemente potente como para desintegrar a este viejo montón de chatarra
espacial.
El muchacho agachó la cabeza y dijo con la respiración entrecortada:
-Si ves a mi padre, dile que le estaremos esperando en Coruscant.
-Por supuesto, jovencito, será lo primero que le diga. Aunque, conociéndolo, igual
hasta puedes decírselo tú. Venga, y ahora en marcha, una lanzadera os espera... Ah, y
cuida bien de tu madre, ¿de acuerdo?
Mig-Wan asintió y acto seguido él, junto con alrededor de otros treinta civiles,
salieron del búnker y caminaron hacia los aerodeslizadores que los esperaban en una
amplia y húmeda galería cercana.
-No te preocupes por él, Mig-Wan, Fynoon sabe cuidar de si mismo. Ya verás
como no le pasa nada -le dijo su madre mientras el speeder se ponía en marcha.
-Maestro, nos informan de que ha comenzado la evacuación del personal civil del
Palacio Residencial. Al mismo tiempo, Ka'al Jadet solicitá protección aérea.
-De acuerdo, allá vamos. ¡Dirk! ¿Me recibes?
-Alto y claro, Maestro.
-El puerto de Ka'al Jadet necesita que le despejemos un poco el cielo, así que nos
vamos allí a continuar la fiesta, ¿qué te parece?
-Me parece perfecto. Aquí la cosa se estaba empezando a amuermar un poco.
-De acuerdo, sígueme. Y de paso traete a tu escuadrón contigo.
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-Por supuesto, estaría feo no invitarlos a ellos también a la jarana.
-Si, muy pero que muy feo. Chicos, agarraos, nos vamos de aquí.
El Halcón, seguido por otros ocho cazas X-Wing, puso rumbo hacia Ka'al Jadet
dejando la defensa de la Ciudadela al resto de la flota, que aún estando en franca
desventaja, y gracias sobretodo a la intervención del Jedi, había conseguido equilibrar
un poco las fuerzas. Entonces el cielo volvió a iluminarse con un resplandor azulado
que dejó a todos los pilotos ciegos por unos segundos. Cuando de nuevo abrieron los
ojos, se encontraron rodeados por una nube de humo y polvo.
-¿Qué ha pasado, maldita sea, no veo nada?
-El superdestructor ha vuelto a descargar su laser, y esta vez ha caído muy cerca.
-No veo nada y no tenemos navegación por satélite, vamos a estrellarnos si no
salimos de esta columna de humo pronto.
-Dirk, ordena a tu escuadrón que se coloquen en fila, a poca distancia entre ellos y
que cada uno siga al caza que tenga delante, ¿de acuerdo? Yo marcaré el camino.
-Está bien, Jeng, guíanos.
Trey-Jeng cerró los ojos y pilotó el carguero por entre la nube de escoria que
seguía sin disiparse. No soplaba casi viento, por lo que el humo se mantenía
suspendido y expandiéndose por la atmósfera muy despacio. Pasados un par de
minutos, Jeng y el resto de cazas salieron por fin de la oscura niebla y llegaron a una
parte del cielo que todavía se mantenía diáfana.
-Esa descarga ha tenido que caer cerca, muy muy cerca...
-Sean quienes sean esa gente son unos criminales y tendrán que pagar por todo
151
esto.
-Asesinos. No tengamos piedad con ellos.
-Si pudiera los aplastaría con mis propias manos.
-¡Silencio! No quiero oír más comentarios de ese tipo. Ahora es tiempo de
proteger la ciudad, es decir, de hacer nuestro trabajo... ¿Ha quedado claro, escuadrón
de la Guardia de Leiascant?
-Si maestro, claro como el agua.
Pero entonces, de la misma negra nube de la que ellos habían salido hacia tan solo
un momento, un par de lanzaderas y un escuadrón de cazas enemigos surgieron
disparando a discreción contra ellos.
-¡Ey, nos están disparando, nos están disparando!
-¡Los tenemos detrás nuestro!
-¿Cómo han podido salir de ahí dentro? Si no se veía nada.
-Deben estar recibiendo información muy precisa desde ese superdestructor que
tenemos encima de nosotros.
-¡Me han dado, me han dado!
-Voy a intentar cubrirte...
-¡Me han dado a mi también! ¡Estoy perdiendo el control!
Jeng se había quedado bloqueado. De repente sentía algo extraño dentro de él que
no podía explicar. No, no era explicable que se le acelerara el corazón y que un nudo
le hubiera retorcido el estómago. Unos de sus hombres se le acercó y le dijo con tono
sereno, aunque no exento de preocupación:
152
-Maestro, nos atacan... ¿Qué debemos hacer?
Jeng salió de su ensimismamiento para mirar a su copiloto:
-¿Cómo? Ah, si, si... Preparad los turbolasers... Teniente Rupard, no vamos a
disparar el cañón de iones de momento, así que ayude a Weekar, ¿entendido?
-Entendido, Maestro.
A continuación. Solo movió bruscamente los mandos del Halcón para que este
girara 180º y quedar frente a los cazas enemigos.
-¡Necesito ayuda, me están friendo! -gritaba Dirk por el intercomunicador.
Jeng llevó entonces a toda velocidad su nave contra los agresores mientras
disparaba sus cañones de plasma. Al tiempo, Weekar hacía lo propio con los lasers de
la barriga del Halcón. Sin embargo, el interceptor que tenían justo en frente se movía
a una velocidad endiablada y esquivaba todas y cada una de las descargar. Entonces
Trey-Jeng inició una maniobra para superar al caza por arriba, quedando así en su
cola y fuera de su campo de visión. Pero increíblemente, el caza enemigo se adelantó
a su movimiento y una certera descarga de su laser impactó de lleno en el carguero
que pilotaba el Gran Maestro. El impacto hubiera sido comprometido con el escudo
deflector a pleno rendimiento, con lo que sin él el resultado fue fatal y la nave
comenzó a caer en picado dejando en el cielo una estela de humo negro que dejaba a
las claras que el motor había sido dañado de forma irreversible. Los pilotos del
escuadrón de Calrissian observaron la escena incrédulos, y cuando ya se disponían a
hacer frente de nuevo al grupo de cazas que tenían delante, estos iniciaron una
maniobra evasiva y, junto con las dos lanzaderas que escoltaban, pusieron rumbo
153
hacia Ka'al Jadet.
Calrissian intentó desesperadamente contactar con el Halcón, que había
desaparecido tras una colina. Finalmente recibió la contestación por parte del propio
Jedi:
-Bueno, parece que hemos tenido que aterrizar antes de tiempo.
-¿Estáis bien?
-Tranquilo, Dirk, estamos todos perfectamente. Escucha, ese grupo iba directo
hacia el puerto de Ka'al Jadet. Necesito un X-Wing y lo necesito ya..
-De acuerdo, uno de mis hombres aterrizará su caza en un claro que hay a
cuatrocientos metros al sur de tu posición. Solo espero que lo trates un poco mejor
que a ese montón de chatarra.
-Tranquilo, nunca me habían derribado hasta ahora y no voy a dejar que lo
vuelvan a hacer otra vez. Ese tipo tuvo mucha suerte.
-Se movía realmente rápido.
-Bah, suerte, solo fue suerte.
Tras cerrar la comunicación con Calrissian, el Jedi se dirigió a su tripulación:
-Muchachos, ha sido un placer volar con vosotros, pero ahora voy a tener que
hacerlo solo. Comunicaros con Gergan, tal vez necesitemos una escuadra para
defender Ka'al Jadet. Veinte hombres servirán. Usad los túneles, será mas seguro.
-¿Qué hacemos con el Halcón?
-Dejadlo aquí de momento. Ya lo arreglaremos cuando todo esto termine.
Diez minutos más tarde un X-Wing tomaba tierra en un claro del bosque. El piloto
154
que lo conducía saludó al Jedi tras saltar de la cabina y este lo abrazó:
-Tranquilo, muchacho, vamos a ganar esta batalla -le susurró al oído. Luego subió
él también a la cabina y saludó a la unidad R2 que llevaba detrás. “¿Dónde estará mi
viejo amigo R2d2?”, se preguntó así mismo mientras cerraba el habitáculo sobre su
cabeza. Y un minuto más tarde, la nave se elevó del suelo y salió a toda velocidad a
unirse con el resto del escuadrón de Dirk Calrissian. Cuando llegó a su altura, se
habían apartado lo suficiente de la columna de humo que los había envuelto media
hora antes como para poder ver su procedencia. Venía del Palacio Residencial, el cual
se hallaba completamente en ruinas. Dirk tragó saliva ante aquella visión de la
Ciudadela reducida a escombro:
-Tranquilo, Jeng, los civiles ya habían sido evacuados. Gildren y Mig estarán a
salvo, seguro.
-Si, ellos están bien... Lo sé. Pero mucha gente inocente ha muerto esta noche, así
que tenemos que terminar con esto cuanto antes.
A continuación, Jeng ordenó que el escuadrón formara en cuña y él se puso al
frente para liderar la defensa Ka'al Jadet
Por su parte, la flota de cazas de Endor había logrado destruir otra fragata aunque
pagando a cambio un elevado coste, ya que casi la mitad de los cazas que todavía
estaban en el aire fueron derribados durante en el combate. Sorprendentemente, el
crucero espacial comenzó entonces a ganar altura y a medida que lo hacía, los Tie
enemigos se fueron retirando también con él. Los jefes de los escuadrones endorianos
155
reaccionaron con cautela ante aquel inesperado gesto evasivo de la armada enemiga.
Al mismo tiempo, las pocas baterías antiaéreas que aún no habían sido destruidas,
intensificaron su fuego contra las lanzaderas que habían comenzado también a
replegarse. Se dudó en aquel momento si seguir a las naves que huían y atacarles en
la retirada o mantener la posición y permitirles la huida. Se consultó con Calrissian y
éste consultó a su vez con Trey-Jeng. El Jedi consideró un suicidio seguir a la flota
agresora y ordenó que los pocos cazas que aún permanecían en el aire se agruparan y
mantuvieran su posición, permaneciendo en todo momento alerta. Mientras, ellos
marcharían hacia Ka'al Jadet para defender el puerto, que en aquel momento estaría
plagado de civiles esperando para ser evacuados. También se informó desde Ka'al
Jadet que Coruscant, Corellia y Anaxes habían enviado parte de sus respectivas flotas
para que acudieran en ayuda de Endor, lo que inyectó aún más optimismo a los
pilotos y miembros de la Guardia que seguían luchando en la defensa de la Luna
Santuario. En cuestión de una hora, la situación parecía haber dado un giro de 180
grados y ahora la victoria parecía estar muy cerca.
“Oh, Negnia, señor del cielo, que traes luz, calor y vida. Que guardas el secreto
más antiguo, que revelas el camino al peregrino que se pierde entre las sombras. Oh,
Negnia, que viertes tu poder sobre nosotros y nos haces libres y fuertes, y todo cuanto
tocas, crece y medra. Oh, Negnia, solo tú recuerdo me trae paz y me consuela. Tu
eres nuestro refugio y nuestra patria, fin y principio de todos los caminos. Me
deslumbra solo imaginarte. Y te pienso, y entonces sé que aún no estoy muerto...”
156
“Oigo ruidos, ruidos a mi alrededor. No sé donde estoy, todo está tan oscuro. ¿Me
habré quedado ciego? Lo último que recuerdo es al Jedi. Nunca vi a nadie moverse
así de rápido. Nunca vi a nadie pelear de esa manera. Es realmente invencible, tal y
como contaban de él. Sí, lo recuerdo, recuerdo que se abalanzó sobre mí y al instante
caí de rodillas. Y luego pensé en la muerte. Y recordé mi estrella, y susurré mi
plegaria, la plegaria de mis antepasados... Porque mi sangre es Benkaurii y mi dios es
el Negnia, porque mi sangre es Benkaurii y mi dios es el Negnia, y si sé quien soy yo,
entonces se donde voy, y si se donde voy, en mi corazón no cabe el miedo... Pero,
después de tantos años, ¿todavía sé quien soy? Si, lo sé: soy Tchalka Kalapawag,
primer guerrero Benkaurii. Capturado por los esclavistas del Sol Negro en el Gran
Exterminio. Me pegaron tanto, me humillaron tanto. Y aún así nunca olvidé mi
nombre, ni el de mi tribu, ni el de mi familia, ni tampoco el de mi dios... Soy Tchalka
Kalapawag, primer guerrero Benkaurii, hijo del Negnia. Mataron a los niños, a todos
los niños. A nosotros nos convirtieron en máquinas y nos dieron un número. Yo no
soy un número: soy Tchalka Kalapawag, primer guerrero Benkaurii. Sigul el
Despiadado me devolvió mi nombre. Cuanto dolor, cuanta soledad. Pero durante todo
este tiempo, incluso ahora, cuando ni siquiera sé donde estoy y solo me queda esperar
pacientemente la llegada de la muerte, siempre he sabido quien era y hacia donde me
dirigía. Y si sabes quien eres y hacia donde vas, en tu corazón no cabe el miedo. Soy
Tchalka Kalapawag, primer guerrero Benkaurii. Hijo pródigo del Negnia”.
157
Capítulo 16
Quince minutos fue el tiempo que le llevó al Jedi ponerse de nuevo en marcha a
bordo de un X-Wing para liderar la defensa de Ka'al Jadet. Los mismos quince
minutos que llevaban de desventaja con respecto al escuadrón de cazas enemigos y
las dos lanzaderas a las que se acababan de enfrentar. Puede que no nos parezcan gran
cosa, pero en una batalla quince minutos es mucho tiempo, y durante ese cuarto de
hora pueden ocurrir muchas cosas. Cosas como las que ocurrieron.
En contra de lo que en un principio pensaron Trey-Jeng y sus hombres, las naves
enemigas no se dirigieron directamente hacia el Puerto sino que, en un momento
dado, cambiaron su rumbo para perseguir a un grupo de aerodeslizadores que
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trasportaban personal civil para su inmediata evacuación. No hubo piedad por parte
de los Tie y uno a uno fueron derribando todos los speeders, que a penas pudieron
oponer resistencia frente aquellos cazas enemigos, mucho más rápidos y con mayor
potencia de fuego. Finalmente terminaron estrellándose contra los bosques cercanos o
aterrizando forzosamente en los claros que encontraron en sus accidentados
descensos. El último de todos los aerodeslizadores en descender fue el que
transportaba, junto con buena parte del personal del Palacio, a Gildren Dedel y a
Mig-Wan Solo. Antes de ser atacado, un interceptor se colocó a su lado para
comunicarse con ellos. El piloto del caza invasor les pidió que tomaran tierra
inmediatamente o se verían obligados a disparar. El capitán mon calamari Gial Uzig
pilotaba el speeder y decidió hacer caso a las indicaciones que le llegaban de la nave
enemiga. Mientras tanto, Mig-Wan y su madre se daban la mano en la parte trasera
del vehículo. Tanto ellos como el resto de pasajeros habían visto como los demás
aerodeslizadores eran atacados y derribados y en aquellos momentos solo les quedaba
darse la mano unos a otros mientras esperaban a que ocurriera lo peor. El miedo en
aquel habitáculo podía verse, oírse, olerse, paladearse y hasta tocarse. Mig cerró los
ojos y apretó con fuerza la mano de su madre. Ésta lo abrazó.
-Hay alguien o algo ahí fuera -le susurró a Gildren.
-¿Qué quieres decir con eso, hijo mío?
-En ese caza, puedo sentirlo...
Entonces el speeder comenzó su descenso para posarse justo sobre una plataforma
minera que surgía de entre los árboles junto a un precipicio que cortaba la montaña
159
por la mitad. La plataforma era ovalada y medía unos ochenta metros de largo. Al
descenso del speeder le siguió el descenso de las dos lanzaderas y del interceptor que
quedó detrás de ellas. El resto de cazas Tie se habían quedado atrás para repeler la
llegada de Trey-Jeng y los demás X-Wing.
Rápidamente las lanzaderas abrieron sus puertas y un total de cuarenta seres
vestidos con armaduras mandalorianas descendieron y se desplegaron apuntando sus
blasters contra el aerodeslizador capturado. Dentro de la cabina, Uzig y el resto de los
tripulantes oyeron de nuevo a través del intercomunicador la misma voz que antes les
había ordenado que tomaran tierra, y que ahora les pedía a todos que salieran del
vehículo despacio y se colocaran frente al pelotón que les estaba apuntando. La
tripulación debatió entonces si salir primero a parlamentar con los agresores o pedir
ayuda aún a riesgo de que el mensaje pudiera ser interceptado por sus captores. Lo
que ellos no sabían era que Mig-Wan ya había contactado con su padre hacía ya
algunos minutos, y que por tanto éste conocía la posición exacta donde se encontraba
su hijo. Pero antes debían deshacerse del virulento grupo de Ties que les cortaba el
paso. El Gran Maestro mostró entonces una agresividad en el aire que jamás habían
visto antes sus hombres y frente a aquella tormenta desatada por el Jedi, el escuadrón
enemigo no pudo prácticamente oponer resistencia. Aún así se perdieron otros dos X-
Wing en la batalla, reduciéndose el grupo a tan solo cuatro cazas. Y los cuatro
volaban a toda velocidad hacia las minas de Urtro. Habían dado la posición exacta de
cada uno de los speeders que habían sido derribados y habían pedido refuerzos,
incluyendo unidades médicas y de rescate para los posibles supervivientes. También,
160
y una vez se había confirmado la salida de la atmósfera del crucero y del resto de
naves invasoras, el comandante Calrissian pidió un escuadrón de apoyo que debería
estar sobrevolando las minas de Urtro en unos treinta minutos aproximadamente.
Finalmente, Uzig ordenó que no se ofreciera resistencia y todos, tripulantes y
pasajeros, salieron del aerodeslizador caminando muy despacio para colocarse frente
a los cuarenta seres que los apuntaban. Uno de estos seres dio un paso al frente. La
distancia entre ellos era de unos treinta metros, así que tuvo que gritar para que se le
oyera bien:
-¿Dónde está el niño?
Mig-Wan se hallaba junto a su madre, tapado por los demás pasajeros. Miró a
Gildren y ésta le hizo un gesto para que se mantuviera quieto. Pero entonces, pasados
unos segundos y sin mediar palabra, el ser que se había dirigido a ellos previamente
disparó su blaster contra uno de los miembros de la tripulación y éste cayó al suelo
sin vida. Mig-Wan volvió a mirar a su madre y esta vez sus ojos la atravesaron por
completo. Gildren le apretó la mano con fuerza para que no pudiera soltarse, sin
embargo el joven Solo tenía claro lo que debía hacer. Y justo cuando iba dar un paso
al frente, desde el cielo llegó el sonido inconfundible de los motores de un X-Wing.
En concreto de cuatro X-Wing, que ante el estupor de unos y la alegría incontrolada
de otros aterrizaron justo en mitad de la plataforma para interponerse entre los
blasters de los agresores y los pasajeros del aerodeslizador capturado. Los primeros
dieron un paso atrás cuando vieron que de uno de estos X-Wing salía el Jedi en
161
persona.
-¡¡¡Papá!!! -exclamó entre susurros Mig-Wan mientras una sonrisa partía su cara
de lado a lado. Gildren también sonrió aliviada y a continuación apretó a su hijo
contra su cuerpo. El resto de la tripulación y el pasaje mostraban los mismos signos
de alegría en los gestos que se tallaban en sus rostros y en las palabras que se
escapaban de sus labios. Y a todos ellos les había invadido la misma sensación:
estaban salvados.
Mientras, escoltado por Dirk Calrissian y los otros dos pilotos, Trey-Jeng Solo
caminaba decidido hacia el pelotón de cuarenta hombres que, aunque seguían
apuntándoles con sus armas, no dejaban de recular hacia atrás. En un momento
determinado le hizo un gesto a su comandante para que se quedara rezagado con los
otros dos pilotos. Entonces sacó su sable de luz y lo encendió ante los ojos de todos:
-No sé quienes sois ni por qué habéis hecho esto, pero tened por seguro que lo vais
a pagar muy caro.
En ese instante se oyó el ruido de un portón hidráulico que se abría y, a
continuación, el sonido de unos pasos que se se acercaban. Justo en ese momento, los
soldados invasores bajaron sus armas, agacharon la cabeza y se hicieron a un lado.
Enseguida, la figura de un ser humanoide de cerca de un metro ochenta de estatura,
vestido con una túnica oscura que cubría su cabeza y una máscara mandaloriana con
una abertura en forma de T, apareció recortada contra el azul cielo. Se acercó a Trey-
Jeng caminando despacio hasta quedar a unos diez metros de distancia. Toda esta
secuencia transcurrió en silencio, un silencio que aplastaba los tímpanos como si se
162
hallasen a mil metros de profundidad bajo el océano. Mig-Wan apretó con fuerza la
mano de su madre y ésta intentó tranquilizarlo:
-No te preocupes, hijo mío, tu padre está aquí; ya no hay nada que temer.
Mig la miró y sin decir nada, agachó la cabeza para luego volver a clavar la vista
al frente con la inquietud todavía instalada en su corazón y en su rostro.
-Trey-Jeng Solo, por fin nos encontramos. Cuanto tiempo he esperado este
momento. Al fin ha llegado -la voz del enmascarado sonaba metálica, como un trozo
de hierro martilleado contra un yunque.
-Enseguida desearás que nunca hubiera ocurrido -y tras sus palabras, el Gran
Maestro se lanzó contra el ser que tenía delante y comenzó a asestarle golpes con su
sable de luz. Su adversario, mientras tanto, había sacado de algún lugar bajo su túnica
un sable de un intenso color rojo y bloqueaba con él todos los ataques del Jedi. Tras
varios segundos infructuosos, Jeng notó como su rival, con un movimiento de su
mano izquierda, empujaba la Fuerza que fluía entre ambos para lanzarlo hacia atrás
varios metros. Trey-Jeng realizó un movimiento prodigioso en el aire para conseguir
caer de pie, aunque tuvo que apoyarse en el suelo con su mano izquierda para no
perder el equilibrio. Erguido ya, buscó los ojos de su rival por entre la rendija de su
casco, pero no los encontró. Luego miró a su derecha. Allí estaba Dirk Calrissian
observándolo:
-Vamos, Jeng, termina con esto cuanto antes -le dijo mirándolo fijamente.
El Gran Maestro apretó los dientes y se lanzó en tromba de nuevo contra su
163
enemigo. Hubo un intercambio larguísimo de golpes durante el cual ninguno de los
dos duelistas fue capaz de doblegar o hacer retroceder a su oponente. Calrissian
observaba la escena desde la distancia y no pudo evitar sentir cierta preocupación
cuando, de nuevo, aquel extraño ser volvió a contraatacar con otro empujón de la
Fuerza llevado a cabo esta vez con un movimiento rápido de sus dos brazos y mucho
más violento que el anterior, el cual hizo volar a Trey-Jeng hasta casi caer de la
plataforma. El enmascarado, que hasta entonces había mantenido en todo momento
una actitud defensiva, pasó al ataque y, aprovechando el desconcierto del Gran
Maestro, cargó contra él sin darle tregua. Trey-Jeng consiguió defenderse, pero los
golpes de su rival eran rápidos, fuertes y continuos.
-¿Qué le pasa? -preguntó entre susurros Gildren- ¿Por qué no lo derrota ya de una
vez?
A su lado, Mig-Wan tomo aire y, sin dejar de mirar al frente, le respondió a su
madre también entre susurros:
-Porque no puede.
Y era eso lo que realmente parecía después de casi diez minutos de combate.
Parecía que por primera vez el Gran Maestro no podía con el rival al que se estaba
enfrentando. Y todos hubieran pensado lo mismo de no ser él quien era. Por esa
razón, sus hombres y los civiles a los que había acudido a rescatar, sin entender muy
bien lo que estaba ocurriendo, no dejaban de esperar la estocada definitiva del Jedi
que atravesara el corazón de su contrincante. Pero esa estocada no llegaba y a cada
momento parecía más difícil que fuera a producirse. Volaron objetos, piedras, ramas,
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bidones oxidados abandonados en un rincón de la plataforma, pero aquel ser
enmascarado se deshizo de todos ellos partiéndolos por la mitad con su sable de color
rojo. El Jedi ya no peleaba por la victoria, ahora peleaba por su vida. Lanzó un
contraataque desesperado con las pocas fuerzas que aún le quedaban pero no sirvió de
nada. La espada roja bloqueó el ataque y luego chocó contra la verde una vez y otra,
y otra, y otra, y otra, y otra, y otra más... Hasta que el sable rojo, tras un giro tan
rápido que resultó difícil de ver incluso para los que se hallaban lejos observando
aquel épico enfrentamiento, se clavó en el abdomen del Gran Maestro atravesándolo
por completo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de absolutamente todos los ciudadanos
de Leiascant que se encontraban en aquel lugar, presenciando un combate que
acababa de convertirse en tragedia. Gildren, en un acto reflejo, tapó los ojos de su
hijo y comenzó a temblar descontroládamente. Dirk Calrissian no se lo pensó dos
veces y desenfundó su blaster, pero antes de que pudiera dispararlo su cuerpo se
elevaba del suelo y era lanzado fuera de la plataforma, desapareciendo de la linea de
visión del resto. Los dos pilotos que le flanqueaban tenían las manos en sus armas
pero depusieron su actitud al verse amenazados por el pelotón que tenían en frente. El
mandaloriano se giró de nuevo para observar el rostro compungido de dolor del Gran
Maestro, de cuya boca no cesaba de emanar sangre y más sangre.
-Mírame bien, Jedi, y dime, ¿qué ves? ¿No ves acaso tu reflejo en mi máscara?
-Pero no puede ser... No... Puede... Ser...
Trey-Jeng a penas podía respirar, su cabeza se vencía hacia atrás y la sangre se
colaba por sus fosas nasales. Intentó golpearlo con su sable, pero su adversario lo
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detuvo agarrándole por el brazo. Luego le apretó la muñeca con fuerza hasta que Jeng
abrió su mano consumido por el dolor y su sable verde cayó al suelo.
-Me conoces, no mientas. Sabes quien soy. Yo se que lo sabes y esa es mi mayor
victoria.
Entonces el mandaloriano sacó su sable del cuerpo de Trey-Jeng y este cayó de
rodillas frente a él.
-Así muere un Jedi. Así nace un sith -y tras estas palabras, giró sobre sí mismo
empuñando su sable de luz para que éste sesgara la cabeza del Gran Maestro de un
solo golpe. Gildren sintió una sacudida por dentro. También su hijo, quien no había
visto la escena final de la pelea, pero que aún así sabía perfectamente como había
terminado.
Se hizo un silencio y el tiempo pareció detenerse durante varios segundos.
A continuación, el enmascarado dio media vuelta y se puso a caminar hacia donde
se hallaban los endorianos capturados. Uzig intentó cortarle el paso, pero su cuerpo
fue lanzado brutalmente contra el aerodeslizador que había a su izquierda, quedando
inconsciente en el suelo. El mandaloriano se abrió paso entonces entre los civiles, que
asustados no dudaron en apartarse, hasta quedar frente a una mujer y un niño que se
abrazaban.
-Suéltalo, mujer.
-Antes tendrás que matarme.
-Que así sea.
El asesino de Trey-Jeng levantó su mano derecha y de repente el aire dejó de
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llegar a los pulmones de Gildren: algo invisible estaba estrangulándola. La mujer,
convulsionando, comenzó a elevarse del suelo. Sus ojos estaban semi-cerrados y su
rostro empezaba a amoratarse.
-Por favor, no, no lo hagas. No mates también a mi madre... No, por favor.
El mandaloriano se giró hacia el niño y extendió su mano:
-Entonces ven conmigo.
Mig-Wan bajó la cabeza y luego miró a su madre, que seguía retorciéndose en el
aire. Finalmente dio un paso al frente y agarró la mano del ser que acababa de matar a
su padre. Justo en ese instante, su madre cayó al suelo medio inconsciente, respirando
entre accesos de tos incontrolada y ataques de angustia.
-Acompáñame. Ahora yo soy tu mentor.
Y ambos caminaron hacia el fondo oeste de la plataforma para subirse en el
interceptor que los esperaba con el portón abierto. Seguidamente el caza encendió sus
motores y despegó elevándose en el cielo hasta desaparecer por completo. Mientras
tanto, algunos de los soldados que vestían armaduras mandalorianas se habían
apresurado en recoger los restos del Jedi muerto. A continuación todos se subieron a
las lanzaderas y minutos después ya habían desaparecido también entre las nubes.
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Capítulo 17
La figura entre penumbra de un droide médico que realizaba lecturas de sus
constantes vitales fue lo primero que vio al abrir los ojos. Notó una punzada fuerte en
la base del cráneo y luego varios latigazos a la altura de las sienes. Su campo de
visión comenzó a dar vueltas de un lado para otro. Sintió mareo y náuseas. A penas
podía moverse, pero aún así intentó incorporarse. Al hacerlo, su cuerpo pareció
quebrarse y el dolor fue tan intenso que le hizo perder el conocimiento de nuevo.
La siguiente vez que recuperó la consciencia la estancia estaba a oscuras
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completamente, pero gracias a unos quejidos tan rítmicos como agónicos que le
llegaban por su izquierda, supo que no estaba solo allí dentro. Pasados un par de
minutos, sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la negrura de su alrededor y poco a
poco las siluetas de otras camas fueron revelándose entre las sombras. Miró su
cuerpo: estaba entubado y lleno de sensores que vigilaban sus progresos en todo
momento. Habían varias pantallas de plasma a su derecha donde podían leerse todo
tipo de gráficos y esquemas que resultaban totalmente incomprensibles para él. Ya
no le dolía la cabeza, pero aún así le seguía pesando demasiado y su cuello a penas
podía mantenerla erguida. Intentó de nuevo incorporarse para quedar sentado sobre la
cama, pero en ese instante decenas de agujas se clavaron en diferentes partes de su
cuerpo, haciendo imposible cualquier movimiento por debajo de sus hombros.
Respiró profundamente varias veces para intentar paliar el dolor. Finalmente, tras
varios minutos sin mover un solo músculo, éste pareció empezar a remitir. Fue
entonces cuando se puso a pensar en todo lo sucedido. Intentó recordar cada instante,
cada secuencia, yendo atrás en el tiempo. Primero recordó la llamada del Centro de
Mando y como todos pensaron en que aquello no era más que una broma pesada
perpetrada por el Gran Maestro. Después las imágenes enviadas por el escuadrón de
reconocimiento aparecieron como flashes en su cabeza. A continuación recordó aquel
superdestructor disparando su superlaser axial contra el Padme, y como la mejor nave
de la galaxia era partida por la mitad llevándose la vida de cientos de hombres,
incluida la del Almirante Sarrel. Los flashes continuaron sucediéndose en su mente
uno tras otro. Todas aquellas eran imágenes que habían quedado grabadas para
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siempre en su cerebro: el temblor de la tierra bajo sus pies al explotar el generador
del escudo, los edificios cayendo uno tras otro derribados por un bombardeo
indiscriminado y salvaje, su impotencia y la del resto de los pilotos intentando
defender Leiascant, la angustia que se apoderó de ellos al verlo todo perdido, y la
aparición de el Halcón y como gracias a él cambió de rumbo la batalla... La sensación
de que podían ganar, la sensación de que sin duda iban a ganar, la euforia de la
victoria y, finalmente, la más brutal e inimaginable de las derrotas. Recordó también
su cuerpo elevándose en el aire y como fue empujado decenas de metros hasta caer de
la plataforma minera. Sintió entonces el mismo vacío, ese vacío que precede a la
muerte y que le estranguló por dentro mientras caía golpeándose con las ramas de los
blasé. La caída no debió durar más de unos segundos, pero para él fue interminable.
Mientras caía solo le cabía preguntarse cual sería la rama que le atravesaría el
estómago o el corazón, o si tras el último de sus latigazos llegaría por fin el fatídico
suelo, donde aquella inmisericorde laceración terminaría al fin. Y de repente todo se
apagó y ya no hubieron más recuerdos. Pero su mente volvió a echar marcha atrás y
se vio a sí mismo pronunciando aquella frase: “Vamos, Jeng, termina con esto cuanto
antes”. Y luego el rostro de su amigo apareció nítido y claro delante de él. Sus ojos lo
miraban de una forma que nunca antes lo habían mirado. En su momento no supo que
significaba aquella mirada ni aquel rostro serio que intentó esbozar una sonrisa sin
conseguirlo. Pero ahora lo comprendía todo. Si, ahora lo entendía todo y por eso el
dolor se hizo aún mas fuerte. Entonces deseó volver a sentir esas agujas clavándose
en su cuerpo en lugar del peso que le aplastaba el pecho y el corazón, porque este
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dolor era mucho peor que el otro. Cerró los ojos. Trey-Jeng volvió a sonreírle y las
lágrimas cayeron por sus mejillas. Y un minuto después, el agotamiento físico y
mental volvió a robarle la consciencia.
La tercera vez que despertó lo hizo rodeado de un equipo médico que lo observaba
con más dosis de curiosidad que de preocupación. Habían dos hombres, dos mujeres
y dos androides. Una de las mujeres comenzó a leer los gráficos de las pantallas que
habían a su lado mientras sus colegas asentían complacidos. Al tiempo, los dos
androides se dedicaban a trajinar con los tubos y los sensores que cubrían casi todo su
cuerpo. Pensó en incorporarse, pero recordó que las veces anteriores sus intentos
habían dado como resultado un auténtico calvario que se alargó durante muchos
minutos.
-No se mueva, no se mueva. Todavía es pronto -le dijo uno de los oficiales
médicos.
-¿Dónde estoy?
-Está en uno de los muchos hospitales de campaña que se han ido improvisando en
diferentes lugares de la ciudad para poder asistir a los heridos. Este en concreto está
bajo las ruinas de la Biblioteca de Leiascant.
-¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-8 días.
-¿8 días?
-Tranquilícese, es un efecto normal tras una sesión en el tanque de bacta tan larga.
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-¿Cómo llegué hasta aquí?
-Un equipo de salvamento lo encontró cerca de las minas de Urtro. Había perdido
el conocimiento y tenía roto casi todos los huesos de su cuerpo, pero aún así tuvo
suerte, comandante. Yo diría que mucha suerte.
-¿Qué ha pasado con la ciudad? ¿Seguimos bajo fuego enemigo? ¿Hemos recibido
ayuda del Núcleo? Maldita sea, tengo que volver ahí fuera...
-Tranquilícese, comandante, todo ha terminado... Estamos en alerta, pero de
momento han cesado los bombardeos. El Gobernador se ha hecho con el control de la
ciudad y poco a poco todo está volviendo a la normalidad. Ahora lo principal es
recuperarse de sus heridas, que son muchas y muy graves, así que no se preocupe por
lo que ocurra fuera, ¿de acuerdo?
Dirk asintió con desgana.
-Sus progresos están siendo muy buenos y es posible que dentro de un par de
semanas ya esté en condiciones de abandonar este hospital.
-¡Un par de semanas! ¡Pero eso no es posible, tengo que salir de aquí cuanto antes!
Ese ejercito que nos masacró está en algún lugar ahí fuera y es cuestión de tiempo
que regresen a terminar el trabajo. Tengo que ver a Gobernador y al resto del Alto
Mando, debemos comenzar a elaborar un plan de defensa, hay que avisar a Coruscant
y al resto de mundos del Núcleo, y hay que...
El oficial médico le hizo un gesto a uno de los droides y este empujó un embolo
que conectaba directamente con un tubo que salía del brazo derecho de Calrissian.
Casi al instante, los ojos del Comandante se cerraron cayendo éste en un profundo
172
sueño.
Cuando volvió a abrirlos, lo hizo en una sala sumida en una profunda quietud. Al
parecer, ahora estaba completamente solo en aquella estancia. Todo se hallaba
parcialmente oculto entre penumbra y tan solo la débiles luces de emergencia
permanecían encendidas. La cabeza le iba a estallar y volvió a sentir náuseas.
Entonces vio que algo se movía frente a él y a continuación una figura caminó
despacio hacia el borde de la cama.
-¿Eres mi médico, desde aquí no puedo ver bien tu rostro? Te advierto que si
vuelves a sedarme, cuando salga de aquí ajustaremos cuentas.
-No, no soy tu médico. Ni tampoco voy a sedarte. Solo me ocupo de vigilar a los
enfermos y ver que todo está en orden.
-De acuerdo, mejor así... Oye, ¿dónde están mis compañeros de habitación?
-¿Te refieres a los borg?
-No sabían que fueran borgs...
-Pues sí, lo eran. Y por eso han sido deportados con el resto de esas alimañas
traicioneras a las minas de Ja'adral, de donde ojalá nunca vuelvan a salir.
-¿De qué estás hablando?
-¿Cuánto tiempo llevas durmiendo amigo? ¿Acaso no te has enterado de las cosas
que han pasado por aquí últimamente?
-Al parecer me he perdido algo, por eso agradecería un resumen.
-El Gobernador ha desenmascarado un complot borg para hacerse con el control
173
de Endor. Esos malditos sabotearon el generador nuclear para que la ciudad quedara
expuesta al bombardeo. Pero afortunadamente Dimor Quayk se ha hecho con el
control de la ciudad y está tratando a esos miserables como se merecen.
-¡Pero eso es absurdo! ¿Por qué no se me ha informado de ello? -Dirk intentó
levantar su cuerpo pero de nuevo el dolor se apoderó de él agarrotando sus músculos
y dejándolo completamente inmóvil.
-Ey, amigo, tranquilícese, ¿de acuerdo? Traeré un androide para que le suministre
un calmante. Pero usted quédese ahí quietecito, eh...
-Quiero ver al Capitán de la Guardia ahora mismo. Necesito que alguien me
expliqué lo que está pasando.
En ese momento un oficial médico entró por la puerta y tras dedicarle unas duras
palabras al vigilante, suministró al excitado paciente unos miligramos de reedug, lo
que hizo que éste no tardara en quedar profundamente dormido.
El rostro de un oficial médico fue lo primero que vio cuando volvió a despertar:
-Comandante Calrissian, tiene visita.
-¿Qué día es, qué hora es, dónde estoy? Me duele mucho la cabeza.
-Veo que estás mejor de lo que algunos decían.
-Esa voz, ¿eres tú, Alsid?
-Así es, he venido a ver como te encuentras, Dirk.
-Acércate, no puedo moverme y desde aquí no te veo bien.
-Bueno, yo voy a dejarles solos, por desgracia todavía quedan muchos pacientes
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de los que ocuparse en este hospital. Si me necesitan, utilicen el intercomunicador,
¿de acuerdo?
-De acuerdo, doctor... Bueno, ¿cómo estás? Los médicos dicen que en un par de
semanas quedarás como nuevo.. Tal ve menos.
-Si, es posible, quien sabe... Escucha, Alsid, llevo aquí encerrado mucho tiempo
pero aún así he oído cosas, cosas que no me han gustado en absoluto. La gente habla
de las minas de Ja'adral y de que los borg están siendo deportados allí porque se les
culpa del ataque. ¿Es eso cierto?
Gergan miró hacia abajo:
-Bueno, es más complicado que todo eso, pero básicamente sí, es cierto.
-Pero eso es ridículo... Y, dime, ¿qué está haciendo la Guardia al respecto?
-Lo mismo que harías tú: cumplir las órdenes.
-Me estás diciendo que tus hombres no están haciendo nada por impedir esta
locura.
-En ausencia del Jedi, el Gobernador es la máxima autoridad en Endor. Ambos, tú
y yo, debemos obedecer sus órdenes. Fue el mismísimo Trey-Jeng en persona quien
redactó esa ley.
-Eso no importa ahora...
-Me estás diciendo que la ley no importa. Ni siquiera cuando hay pruebas
irrefutables que inculpan a a un grupo de borgs del sabotaje al generador.
-Vamos, Alsid, hay cerca de 30.000 borgs viviendo en la Luna Santuario; en el
caso de que fuera cierto lo que dices, ¿me estás diciendo que todos ellos son
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culpables de alta traición? No ves que es absurdo. Además, me gustaría ver esas
pruebas de las que hablas. Me resulta difícil creer que un borg pudiera aliarse con
alguien enfundado en una armadura mandaloriana.
-La guerra crea extraños compañeros de cama.
-Aún así quiero ver esas pruebas. Los mandalorianos fueron los peores esclavistas
de toda la galaxia, capturaron especies enteras para entregárselas al Imperio y su
posterior cibernetización. Los borg sientes casi más odio hacia los mandalorianos que
hacia el propio Imperio, y tú lo sabes. ¿Acaso has olvidado las Guerras de Shiritoku?
-Yo no he olvidado nada, Dirk. Como Gran Capitán de la Guardia que soy, mi
obligación es hacer cumplir la ley, y ahora mismo Dimor Quayk es la ley en Endor.
-¿Y la Gran Dama? ¿Y el niño?
-La Gran Dama está recibiendo atención médica en un hospital, aunque
desconozco el emplazamiento exacto. Y en cuanto al joven Solo...
-¿Qué? ¿Qué pasa con Mig-Wan?
-Pensaba que ya lo sabías...
-No, yo no sé nada, dímelo tú.
-Los mandalorianos se lo llevaron.
-Eso no es posible. ¿Estás hablando en serio? ¡Y vosotros mientras tanto
persiguiendo a habitantes de pleno derecho de la Luna Santuario! Tengo que salir de
aquí, tengo que ver a Dimor Quayk y hacer que entre en razón antes de que sea
demasiado tarde. Todo esto es demencial...
-Cálmate, Dirk...
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-¿Y Les? ¿Dónde está Fynoon Les? Mírame a la cara: ¿lo habéis deportado a él
también?
-Volveré a verle cuando esté más calmado, comandante.
-Está bien, márchate, Alsid, márchate y dile al Gobernador que no pienso formar
parte de esto, ¿entendido? Trey-Jeng no lo consentiría, ¿me oyes? Y quiero acceso a
los archivos de la investigación y los quiero ya... ¡¡¡Ah, maldita sea, mi espalda!!!
¡Ese condenado dolor de espalda me está matando! Eh, no, no volváis a sedarme...
No, escucha, maldito montón de chatarra con ruedas, te he dicho que no vuelvas a...
se.. dar... mmmmeeee....
La siguiente vez que Dirk Calrissian despertó, lo hizo de nuevo en una sala
sumida en la más profunda quietud. Todo se hallaba parcialmente oculto entre
penumbra y tan solo la débiles luces de emergencia permanecían encendidas. La
cabeza le iba a estallar y volvió a sentir náuseas. Entonces vio que algo se movía
frente a él y a continuación una figura caminó despacio hacia el borde de la cama.
-¿Cómo te encuentras?
-No sé quien eres pero me da igual, este hospital se está convirtiendo en una cárcel
para mí, así que si intentas sedarme otra vez te juro que cuando salga de aquí volveré
a buscarte y te arrancaré la cabeza con mis propias manos... Mas te vale no acercarte,
¿me oyes?
-Tranquilo, no es mi mi intención inyectarte ningún narcótico. En realidad he
venido a sacarte de aquí. La ciudad corre un grave peligro.
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-¡Maldita sea, ya era hora! Lo sé, y parece que nadie hace nada por remediarlo...
Pero, un momento, tu voz me resulta familiar... Dime, ¿quién eres?
La fantasmal figura dio un paso al frente para salir de entre las sombras:
-Soy tu viejo amigo Luke, Luke Skywalker.
-Maestro... Pero... ¿es cierto? ¿Eres tú?
-Si, soy yo, Dirk, soy yo. Ahora escúchame bien: no tenemos mucho tiempo, la
situación empeora por momentos. Dimor Quayk se ha hecho con el control de Endor,
ha rechazado la ayuda brindada por los mundos del Núcleo y ha cerrado el espacio
aereo e interplanetario. La Luna Santuario está completamente aislada del exterior.
-Pero eso es un suicidio. Si esa flota invasora nos atacara mañana mismo, no
duraríamos ni un par de horas.
-Tal vez sí, y tal vez no.
-¿Qué quieres decir con eso, maestro?
-Que tal vez esa flota no necesite atacar Leiascant para tenerla a su merced. Pero
ahora debemos darnos prisa y sacarte de aquí cuanto antes. Deja que te ayude.
Luke retiró los cables y sensores conectados al cuerpo del comandante, a
continuación lo ayudó a ponerse en pie y juntos salieron de la sala con paso lento.
Calrissian cojeaba visiblemente y cada metro que avanzaba le resultaba un gran
esfuerzo, pero el viejo maestro le ayudaba dejando que sus hombros le sirvieran de
apoyo. Se cruzaron con varios droides, los cuales no ofrecieron resistencia ante el
oficial de mayor rango que había en Leiascant en aquel momento. El problema llegó
cuando un capitán médico les impidió llegar al ascensor que comunicaba con el piso
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superior. Fue entonces cuando el Luke hizo gala de su persuasión y el oficial los dejó
pasar. Usó ese truco jedi un par de veces más y finalmente llegaron a una plataforma
donde había aparcado un pequeño aerodeslizador biplaza. Y ambos volaron hacia la
residencia del comandante, en uno de los pocos edificios que todavía se mantenían en
pie en el centro de Leiascant.
Una vez allí, Luke y Calrissian estuvieron hablando hasta altas horas de la noche:
-Miles de borgs están siendo deportados a las minas de Ja'adral -dijo el viejo
maestro-, en mitad del desierto, en lo que se ha convertido en un campo de
concentración más que en un campo de trabajo. Sin juicios y sin que se haya
garantizado ni uno solo de sus derechos: simplemente han sido condenados por su
condición. Además el Gobernador está utilizando a la guardia no para defender la
ciudad de otra posible agresión, sino para controlarla y eliminar toda disidencia,
usando el miedo de los ciudadanos como un arma a su favor. Lo que está sucediendo
en Leiascant es un golpe de estado, Dirk, y todos estamos en peligro, tú, yo, la Gran
Dama... Todos, cualquiera que se oponga a esta locura.
-¿La Gran Dama? ¿Gildren?
-La tienen retenida en algún lugar de esta ciudad. He intentado encontrarla desde
que llegué aquí, hace una semana, pero me ha sido imposible dar con ella. Y debemos
hacerlo, debemos encontrar a Gildren antes de que sea demasiado tarde.
-Es increíble, cada vez que despierto es como si me diera de bruces contra la más
terrible de las pesadillas
-Es cierto, Dirk, es una pesadilla. Pero es real y debemos enfrentarnos a ella.
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-De acuerdo, está bien, pero ahora todo es diferente: el Maestro Skywalker está
aquí y pondrá orden en este caos. Ahora tú eres el Gran Maestro.
-Eso no es cierto y lo sabes. La ley dice que en ausencia del Gran Maestro, el
Gobernador es la máxima autoridad de Leiascant. Y que quien empuña el sable azul,
nunca podrá volver a empuñar el sable verde. La única forma de tomar el poder sería
por la fuerza.
-Pues que así sea. La gente te seguirá, la Guardia te seguirá... Tú eres Luke
Skywalker, eres el único que puede parar esta sinrazón.
-Es posible que muchos me sigan, si, pero muchos otros no. Tienen miedo y odio
en sus corazones y Quayk ha sabido usar ese miedo y ese odio en su propio beneficio.
Si intentara hacerme con el control de la ciudad por la fuerza, lo único que
conseguiría es llevar a la Luna Santuario a una guerra civil, y no estoy dispuesto a
hacer tal cosa. De momento nadie debe saber que estoy aquí, ¿has comprendido,
Dirk? Nadie debe saber de mi presencia en Endor.
-Si, entiendo lo que quieres decir... Aunque no lo comparto. La guerra civil es
cuestión de tiempo. Los borg se levantarán en armas tarde o temprano y la guardia de
Gergan no podrá contenerlos. Esta ciudad es un polvorín a punto de estallar.
-Quizá, pero ahora nuestra prioridad es el niño. Debemos encontrarlo, él es nuestra
única esperanza.
-¿Encontrarlo? ¿Y cómo vamos a hacer tal cosa? Ahora mismo esa flota
mandaloriana podría estar en cualquier lugar de la galaxia, en cualquier lugar de este
cúmulo de galaxias... Es como buscar fotón de luz entre todas las estrellas del
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cosmos.
-Todavía no lo sé, Dirk, pero vamos a hacerlo. Tenemos que hacerlo. Se lo
debemos a Trey-Jeng.
Los dos hombres se miraron a los ojos durante varios segundos. Se hizo entonces
el silencio y ambos pudieron oír sus propios latidos acelerados que se solapaban.
Fuera, la ciudad dormitaba sobre una quietud sepulcral. Al cabo de un rato, Dirk se
agarró los lagrimales con el índice y el pulgar de su mano derecha antes de decir:
-Me duele la cabeza, me duele mucho la cabeza... Y siento náuseas...
-Si, comandante, creo que ya es hora de terminar con esta charla y descansar. Ya
hemos tenido bastante por esta noche. Mañana seguiremos esta conversación y
veremos de qué forma nos enfrentamos a esta nueva y terrible realidad. Pero por el
momento lo mejor es recuperar fuerzas. Deja que te ayude a llegar a tu cuarto.
Luke ayudó a Dirk a ponerse en pie y ambos hombres caminaron hasta el
dormitorio del comandante. Era de noche, y las luces de los aerodeslizadores de la
guardia entraba por la ventana mezcladas con la de las estrellas que salpicaban el
despejado cielo. Al tumbarse, Luke pudo ver como dos lágrimas caían por las mejillas
de Dirk Calrissian.
-No puedo respirar, el dolor me oprime el pecho.
-Debes liberarte de esa opresión. Voy a dejarte solo para que abras la compuerta y
llores todo lo que necesites. Yo estaré en la habitación de al lado haciendo lo mismo.
Debemos aprovechar este momento, es posible que a partir de mañana ninguno de los
dos dispongamos de más tiempo para llorar.
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-Gracias, maestro. Tu presencia ha traído algo de paz a mi corazón.
-No es cierto, la paz la llevamos siempre con nosotros. Solo debemos parar a
buscarla. Pero ahora descansa, mañana será un día muy duro.
Luke abandonó la habitación y caminó hacia la sala de estar. Allí se sentó en una
silla, cabizbajo, con los codos apoyados en sus rodillas y la frente entre sus manos.
Por la ventana el paisaje que se veía era muy distinto al de hacía tan solo unos días.
Ya no quedaban casi edificios en pie, no habían luces de neón anunciando las cosas
más disparatadas, el tráfico se había reducido drásticamente y la ciudad parecía
sumida en un estado de shock que la había dejado completamente paralizada,
sobretodo durante la noche. La atmósfera que los rodeaba no era límpida sino viciada
y el aire que se respiraba sabía a sangre, a muerte y a un futuro incierto.
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Próximamente: Episodio 2: LA FORJA DE UN SITH
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