ABSIDE: UN EJEMPLO DE INSCRIPCION Y DE DILATACION DE LA CONCIENCIA NACIONAL POR LA CULTURA
Louis Panabiére Universidad de Perpignan/IEM/
El Colegio de Michoacán
“Es necesario que el verdadero mexicano, en la hora trascendental que vivimos, tenga una visión integral de la naturaleza del sentimiento patriótico. El patriotismo no es el fondo sina la dilatación del propio amor a sí mismo, que en su grado cero, como ha dicho algún escritor, se llama egoísmo. Viene después el primer grado, que es el amor a la familia. El segundo lo constituye el amor al país natal. El tercero el amor regional o regionalismo. El cuarto el amor a la nacióno patriotismo. Y sigue extendiéndose en la preferencia a la raza, hasta llegar en su límite máximo al amor a la humanidad”.
E. San Martín, Abside, N? 3, 1938.
En momentos de mutación social, ideológica y cultural, resulta difícil atar los cabos sueltos de las corrientes formadoras de la conciencia nacional, dar con los agentes de la constitución de un imaginario colectivo, consenso ideológico de la identidad. En el siglo XIX los pensadores románticos inventaron las naciones1 y forjaron las inscripciones de pertenencia a una tierra, a una lengua, a una cultura. Luego los Estados tomaron el relevo, se encargaron de convencer y desplazaron el lugar inicial de las palabras y de los mitos fundadores. Los intelectuales, creadores de dimensiones simbólicas, no por eso renunciaron a su posible papel funcional y las repetidas inter
venciones de los “hombres de cultura”, en casos en que las instituciones les imponían sus modelos, son muestra de la persistente voluntad de no regresar a la torre de marfil de un altivo alejamiento de la “cosa pública'. El saber, con nuestro siglo, entró en competencia con el poder y el “Consejero del Príncipe’ tuvo que escoger entre ser cómplice o rival. Contra el político, empresario ideológico, el intelectual humanista quiere ubicarse oponiendo a la tecnocracia cultural la cultura como creación a partir de un legado, del cual se siente legítimo y autorizado depositario.
Para no dejarse instituir, para seguir siendo, según la reciente tradición, los instituyentes de un simbolismo constituyente, sobreponiendo a la constitución legal la constitución de un imaginario colectivo, los intelectuales creadores de esta simbología, escritores y artistas, han tenido que situarse, encontrar un nuevo lugar, paralelo, de surgimiento de las palabras y mitos creadores. Como la Universidad no funcionaba ya como tal lugar,2 la revista cultural vino a representarlo, sobre todo entre los años 1920 y 1950, antes de que los medios masivos de comunicación vinieran a tomar el relevo (en forma más discutible que no cabe comentar aquí).
Las revistas culturales tuvieron en la primera mitad del presente siglo una importancia considerable y, a pesar de su relativamente reducida difusión, fueron, a nuestro parecer, semillas que dejaron mucho fruto para el que quiera comprender la moderna función del saber.
Estas revistas culturales, en la mayoría de los casos, no existieron para defender una doctrina o para poner en tela de juicio procedimientos literarios ni artísticos, tampoco para “revisar” una forma de expresión. En cambio, a través de la cultura literaria, definen una línea ideológica, un imaginario colectivo, una conciencia nacional o una identidad. En ellas se expresa más una forma de saber frente al poder que la preocupación por una expresión
creadora. Su lugar es el de la interferencia entre lo instituyeme y lo instituido en los problemas más amplios del conocimiento en la polis. Aunque pretenden casi todas explícitamente que ‘no quieren hacer política y por cierto porque lo pregonan, su fin es ante todo político, en el sentido estricto de la palabra:
¿Qué significa hacer una revista, leer una revista?
¿A qué exigencias corresponden aquellas empresas
discretas en medio del tráfago de la información cotidiana y semanal? Antes de ser instrumentos de información o de discusión, las revistas son para los
intelectuales una posibilidad de organizarse y de tomar conciencia de su función. Sus vicisitudes son etapas de la reflexión de los intelectuales sobre sí mismos, sobre su trabajo, sobre su lugar en la sociedad. Guando la intdligentsia debe reexaminar su posición (a principios del siglo después del caso Drey- fus, el desarrollo del movimiento obrero, la separación de la Iglesia y del Estado o en los años treintas) nacen revistas importantes. Esto explica el que, si bien las revistas pueden depender de instituciones (partidos o capillas), las más originales hayan nacido al margen y hasta en contra de las principales instituciones 3.
Guillermo Sheridan ha señalado acerca de esto en México que “cada revista es un nuevo camino en la ciudad y a veces en lo que está fuera de ella. . . sólo en ellas se consigue un espacio capaz de inquietar a los representantes del Poder real y a los representantes oficiales de la literatura, la revista literaria es el mejor antídoto contra la oficialización de las letras”4, y, añadimos nosotros, contra la oficialización del pensamiento. Después de haber intentado poner a la sociedad en fórmulas, los intelectuales se percatan de que pueden contribuir a producirla, a definir los fines sociales, a establecer las relaciones con el legado cultural.
Este fenómeno se da más particularmente entre los años 30 y 40 del presente siglo. En esa época se expresó de manera más aguda la voluntad de ciertos intelectuales de situarse en lo social de modo activo y autónomo. Los valores cristianos y humanistas que la generación de entonces había recibido se habían revelado, a la luz de acontecimientos como las crisis mundiales, las guerras, las revoluciones, frágiles e inoperantes. Se trataba entonces de desecharlas para hacerlas vivir, “de sacarlas de la inútil serenidad, de los claustros conventuales o universitarios, para injertarlos en la historia”5.
México viene a ser un ejemplo muy significativo de esta situación. En tiempos de la llamada “institucionali- zación de la revolución”, el Estado, bajo la batuta de Vasconcelos --“Alfabeto, pan y jabón”—, se erigió en empresario ideológico a través de la cultura, y su primera preocupación fue “forjar patria”, por medio de la cultura y la ideología. En vez de codificar la herencia cultural, la institución la construye y el proyecto surgido de la Revolución quiere atar a los intelectuales a los intereses de la Revolución Cultural: “El nacionalismo cultural (noción opuesta a la cultura nacional) es siempre una función publicitaria del Estado” 6. En el discurso de fundación del P.N.R., en 1930, Luis de León anuncia: “Queremos reunir el trabajador del campo y de la ciudad, de las clases medias y submedias e intelectuales de buena fe”7, invitando al intelectual a convertirse en órgano de transmisión de los dictámenes estatales. El intelectual reacciona. Desterrado del lugar de la palabra y de los mitos fundadores, va a crearse un lugar simétrico en el cual se afirma como instituyente simbólico y no como instituido. Este lugar va a ser la revista, y Contemporáneos, Examen y muchas otras son prueba manifiesta de esa intención. Para ellos la "crisis de la civilización” es la de un mundo abandonado por los más excelsos valores y urge tratar de cambiar las relaciones: “Primacía de lo espiritual debe significar
no el replegar sobre un esencial’ separado, desencarnado, sino la toma de conciencia del desorden, el renunciar al bienestar y a la evasión, la fuerza de decisión y la lucidez que resultan de una convicción” 8. El humanismo se ha empobrecido al contacto con las preocupaciones económicas y urge salvarlo.
Entre las numerosas revistas que emprenden esta tarea en el México de los años 1930, Abside es, no cabe duda, una de las más reveladoras de esa tentativa de rescatar los valores humanistas, actualizándolos e injertándolos en la sociedad a modo de motores, de agentes dinámicos en vez de lujos decorativos. Por su situación geográfica, ideológica y cultural Abside es el paradigma perfecto (lo bueno y lo menos saludable) del papel y la función de las revistas culturales. Ninguno como ella estaba más “en las afueras, al margen de los ejes esenciales del poder. En el momento en que se comenzó a editar, los que se propusieron contribuir por medio de ella a la elaboración cultural de un país en gestación, hacer surgir la cultura del pensamiento nacional, estaban situados —a diferentes niveles— en las antípodas del proyecto cultural del Estado.
Desde un punto de vista geográfico, primero. En los tiempos en que se estaba exaltando la realidad mexicana en términos de nación para unificar a todo el país, borrando étnias y nacionalismos separatistas, el grupo que fundó la revista, en tomo a Gabriel Méndez Planearte, tenía, a pesar de editarse en Fresnos 193, México, D.F., un origen provinciano: Michoacán, y giraba en torno a dos ciudades: Morelia y Zamora. Si hacemos el recuento de todos los artículos que ensalzan el “sabor de la tierruca”, la gran mayoría muestran un localismo evidente, como lo veremos más adelante.
En el aspecto histórico, también, las raíces y las fuentes de los fundadores de la revista se oponen a las que la institución quería rehabilitar y hacer sentir. El Estado prefería hacer olvidar el tributo histórico a la “Madre
Patria”, mientras que el grupo de Abside estaba profundamente marcado por la historia colonial. Y eso no se producía por una elección ideológica sino más bien por el hecho de que la región de origen, y más particularmente las ciudades (Zamora, Morelia), había sido marcada más que otros puntos de la república por la influencia española y las realizaciones coloniales.
En el campo de la cultura, y por las mismas razones, en el momento en que la cultura oficial prefería borrar lo hispánico para revalorizar lo pre-colombino, estos intelectuales ostentaban una afición, para ellos tradicional, a las fuentes greco-latinas que habían mantenido su educación y que no podían olvidar de un día para otro.
En el campo, en fin, de la propia ideología y de la visión del mundo y de la sociedad, en el momento en que el Estado se inspiraba en el marxismo, en que la “educación socialista” y el dogma del materialismo dialéctico estaban de moda, los intelectuales de Abside, con el padre Gabriel Méndez Planearte, movidos por el profundo sentimiento religioso que animaba su región, en todas las capas sociales, trataban de reflexionar sobre la posible aplicación de este sentimiento a la nueva realidad social en el proceso problemático de la civilización contemporánea.
En otras palabras, si, como lo hemos visto, las revistas culturales son la posibilidad de discrepancia frente a los imperativos y a los dictámenes gubernamentales, Abside representaba el punto más opuesto a la ideología oficial y podemos decir que la trayectoria de sus valores tomaba el camino inverso al proyecto institucional. Por eso no podían entenderlo, y E. San Martín escribió desde los primeros números: “La inversión de estas gradaciones (cf. frase citada en exergo del presente artículo) que implica el doc- trinarismo colectivista es anti-nautral, y por ello está condenado de antemano al más grande de los fracasos. O sea, a la anarquía y al odio universal” 9. Esta declaración no proviene de una oposición sistemática, sino más bien del
in
sincero parecer, enraizado en una cultura, de que la institución estaba errando el camino y que la función del hombre de cultura era corregir el proyecto descarriado, y no, como se pudiera creer, “reaccionar” ciegamente para frenar el dinamismo cultural de un nacionalismo naciente, de una conciencia nacional en proceso de remodelación.
Esta ideología disidente no se puede discutir simplemente en términos de la reacción de una élite ansiosa de preservar a toda costa sus derechos. Es cierto que los fundadores de Abside pertenecían a una clase social determinada y que su religión sirvió a la opresión de los regímenes precedentes. Pero habría que matizar los juicios intempestivos, sin quitarles lo que tienen de cierto. Es innegable que los valores que defendían habían sido los de una sociedad que tenía que cambiar, pero es innegable también que estos hombres eran la emanación indiscutible de una tendencia de la sociedad civil, sea el hecho criticable o no. Este grupo no representaba una vaga ideología propuesta por individuos aislados, sino que eran el reflejo y los portavoces de una realidad social —que no se podía descartar de buenas a primeras— y había que tenerlas en cuenta para la elaboración equilibrada del hombre nuevo. Este no podía surgir de la nada, y aún menos de modelos ajenos a su historia y cultura tradicionales.
Además, sobre todo en la primera época de la revista, hay que apuntar que los editores de Abside, al afirmar y defender su ideología, no la enarbolan como un arma de combate, no hacen de ella una verdadera aposición. Trataremos más adelante de precisarlo, pero debemos reconocer desde ahora que su proyecto no era preservar una cultura para conservarla, sino más bien preservar para enriquecer, para injertar sus conocimientos y visión del mundo a la constitución del hombre nuevo que necesitaba la nueva civilización. En los primeros años de la revista, se nota su rechazo al rectorismo, una apertura hacia los
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problemas de su tiempo, en una palabra, un afán de dinamismo en una sociedad en evolución, tomando en cuenta sus problemas y poniéndolos en tela de juicio. En suma, se nota una conciencia que sabe interrogar, sin ideas preconcebidas y prejuicios. Al contrario, la gran mayoría de los que escribían parecía tener una conciencia muy clara de su función de contrapeso, de elemento esencial en el movimiento dialéctico en la marcha de la cultura.
En eso radica el punto más importante de la revista en sus inicios: el de representar no un freno sino un control, una revisión enriquecedora. Pero para que esta actitud resulte eficiente, es necesario que sea la expresión de un momento preciso en el proceso de mutación. Las revistas culturales que han sido eficaces en el curso de la historia de las ideas, en México y en cualquier otro lugar, han sido las que corrigieron un rumbo extremista en un momento dado y que luego han desaparecido sin estorbar el movimiento histórico. Recuérdese Ulises, Contemporáneos, Examen y muchas otras, para no citar más que las de la misma época. Cuando una revista dura mucho más allá de su impacto inicial, entonces pierde su función esencial de ‘revisión” y se vuelve cenáculo, círculo cerrado de intelectuales que se encierran para defender, y entonces sí conservar, una ideología paralela, sin puntos de interferencia con el proyecto general. La función “activa” del intelectual disidente de los primeros tiempos, el papel de desacuerdo positivo, analizador y “revisor” del impulso inicial, se diluye en espíritu de capilla y se vuelve otra institución, sin posibilidad de dialéctica, de dinámica. Los valores tradicionales a los que estaba aferrado el intelectual, hasta para operar su reconversión, se vuelven baluarte que hay que defender a toda costa, y se produce una ruptura de verdadera comunicación. El intelectual ya no es activo, productor de conciencia nacional, sino que se retrae en una ideología que se verifica para protegerse, que se repliega sobre sí mismo y se esclerotiza, vol
viéndose a veces irrisorio defensor de las causas perdidas, otra vez soñador. Sería tal vez demasiado tajante afirmar que éste fue el caso de Abside. Pero, como nos resulta más significativo para nuestro asunto los tiempos de creación y de afirmación inicial de una revista, trataremos de analizar sobre todo esa época, en Abside, para después destacar lo que nos parece característico de una progresiva dilución.
Nuestro objetivo será ver, a través del caso de Abside, los rasgos esenciales paradigmáticos que estimamos positivos y luego inoperantes de las revistas culturales, lugar de expresión de una categoría de intelectuales en un momento determinado.
Los autores e intelectuales que idearon la revista y participaron en su elaboración tienen en común —la mayoría— la pertenencia geográfica a un lugar determinado —Michoacán— y más precisamente, lo que importa mucho para el medio cultural en que se educaron, las ciudades de Zamora y Morelia. Los hermanos Méndez Planearte, Alfredo Maillefert v otros, a pesar de residir en la capital o estar conectados con los medios intelectuales del D.F., tenían unas raíces socio-culturales que no se pueden pasar por alto. A ellos se juntaron por afinidades culturales los que tenían una misma ideología, sobre todo en el campo de la religión v de la filosofía: Alfonso Junco, Octaviano Valdés, el nadre Angel María Garibay. Pero, si b:’en los principales redactores de Abside procedían de un mismo tronco socio-cultural, es preciso subrayar que las diferencias de temperamento se hacen sentir notablemente en sus artículos y en las relaciones de fuerza en la orientación de la revista. Unos fueron más intransigentes que otros, otros fueron más abiertos a los problemas nacionales e internacionales y más sensibles a las expresiones de una sociedad. Lo anterior es característico de las revistas en general: los intelectuales pertenecientes a una misma clase sociocultural, afines a una misma ideología, pueden os
tentar puntos de vista notablemente diferentes. A pesar de los puntos comunes que los pueden haber reunido, muchos son los grupos de intelectuales que pudieran auto-ca- lificarse de 'grupo sin grupo” como lo hicieron los de Contemporáneos, y esto nos puede evitar generalizaciones abusivas. En el grupo de Abside, el hecho es evidente y se podría demostrar fácilmente, empero nuestro propósito no es hacer un estudio de las distintas personalidades que hicieron la revista sino más bien esbozaf el perfil ideológico de la producción cultural que representaron. Sin embargo, por ía índole misma de estas personas y de que una revista sea sobre todo significativa en el impulso de sus inicios, habría que proponer una periodización, por cierto muy personal, que representaría una trayectoria significativa: de 1937 a 1939, Abside cumple muy bien con el fin que se propone de corregir una visión demasiado parcial de una cultura y de una sociedad, oponiendo a una oficialización demasiado rectorista la realidad de los valores existentes. La trayectoria así definida pierde un poco de su valor de protesta constructiva y luego renace con Ja oposición al totalitarismo hitleriano en 1940, en tiempos cíe la guerra mundial. La indignación frente al nazismo hace resurgir con nuevas fuerzas los valores humanistas que dieron luz a la revista. Luego, a partir de 1946, ésta se vuelve más sistemática, más reflejo de un círculo intelectual que se encierra en valores más rígidos, esta posición se hace más patente a partir de 1955, como se verá más adelante.
Nuestro fin, más que una historia de Abside, más que la elaboración de un catálogo o índice, es dibujar un perfil, una figura representativa de un hecho cultural. Por eso nos parece necesario empezar nuestro cuadro sintético por la declaración de intención que hizo Gabriel Méndez Planearte, al abrirse el primer número, en enero de 1937, para aclarar y valorar el propósito que presidió el nacimiento de la revista:
“Conozcámonos. Amemos lo nuestro. Hagamos valer nuestros valores. Suscitémoslos y corroborémoslos, afirmando nuestra auténtica personalidad. Siempre haciendo nuestro lo universal, para hacer universal lo nuestro: doble y magna función de la Cultura”.
“Pongamos la activa mano en la tarea, con un fulgor de fe en los ojos y un himno de esperanza en los labios”.
Alto y patriótico y humanísimo programa, gallardamente formulado por Alfonso Junco.
Breve en palabras, largo en obras y en frutos. Inspiración y clave de esta revista.
ABSIDE: solidez, altura.
Fulgor solar transfigurado por la policromía de los vitrales.Variedad lineal y cromática que se funde y resuelve en superior armonía.Popa de la nave de piedra — y de espritu— : tiende la proa y desgarra horizontes; la popa, deja, sobre el mar estremecido, una estela de luz.Ritmo cordial: dar y recibir: música — interior—
que resuena y se expande; sol — universal— que se
depura y acendra.Abside: vital recogimiento, intimidad contemplativa, serenidad creadora.A la sombra augural de un ábside franciscano —álveo materno de nuestra cultura— , germinó la idea. Y empezaron a delinearse temblorosas primero, firmes después— , las curvas triunfales. . .A bside.. .“la vida es sueño”, st. Pero también, a veces, “los
sueños son vida”,
Gabriel Méndez Planearte, Abside, No. 1,- Enero 1937.
Los propósitos y los motivos no pueden ser más claramente anunciados. En palabras poéticas y sinceras, se trata de buscar profundamente un conocimiento propio, de definir en toda conciencia un “nosotros” completo, reseñando los valores para valorarlos y darlos a conocer. Ser testigos y defensores de una inscripción en un lugar bien definido y abrir amplia y generosamente las ventanas a la comunicación, dar “solidez y altura”. Es un llamado al sincretismo enriquecedor, una necesidad de demostrar la pluralidad de los aspectos del hombre, del mexicano: pluralidad de colores, de tierra, de culturas, pluralidad de la historia y de las letras, de la contemplación y de la acción, de la vida y del sueño. No se trata de defender una fracción sino de querer unir las fracciones divididas, las mitades separadas, para construir el hombre completo y no mutilado que necesita la civilización contemporánea.
Para ver si se cumplieron estos propósitos es necesario presentar un programa sintético, y, por supuesto, no exhaustivo pero sí representativo, de las características esenciales de la revista, sobre todo en los momentos que nos parecieron más reveladores.
Lo primero que hay que señalar es una virtud propia de la mayoría de las revistas culturales pero que se presenta aquí en un grado sumamente revelador. Se trata de la forma, de la presentación de la revista. Este aspecto, en nuestra opinión no es un detalle accesorio sino que representa una actitud importante: la búsqueda de la perfección formal, el afán de amenidad visual y de rigurosa presentación, el esmero en la tipografía y en el estilo son una afirmación de calidad, de seriedad y de virtudes expresivas que tienen que oponerse al descabellado desorden de las expresiones apasionadas y muchas veces descuidadas de ciertas expresiones de tipo político. La “solidez” de la forma literaria es una de las condiciones esenciales de la verdadera creación, los cimientos de una obra considerable. Este afán de perfección formal, tanto
en el estilo como en la presentación se nota muy bien en Abside —la mayoría de los artículos son de gran calidad estilística, presentados de una manera amena y despejada, fácilmente asequibles a partir de un sumario inicial completo y claro. En numerosos casos las notas que acompañan los artículos están muy bien colocadas y muestran una gran erudición, permitiendo al lector una fácil ampliación documental. En las reseñas de libros, fichas bibliográficas, perfectamente ordenadas y presentadas, muestran un gran conocimiento de las técnicas de la investigación literaria. En fin, las ilustraciones, si se considera la época, son muy acertadas y perfectamente reproducidas. Véase en particular las ilustraciones sobre “México, Egipto y Mesopotamia”, las reproducciones sobre arte colonial por Angel Zárraga o bien la representación con detalles de la crucifixión por J.C. Orozco. En cuanto a la perfección formal Abside fue, desde un principio, un modelo esmeradísimo de calidad expresiva.
En cuanto al contenido, hemos querido destacar la trayectoria temática a través de las constantes esenciales de los artículos. Repito: no se trata de un análisis exhaustivo sino del esbozo de un perfil. Hemos creído discernir, en el conjunto de las realizaciones de los mejores momentos de la revista, un proyecto cultural que se expresa según las gradaciones a las que alude E. San Martín en el párrafo citado. En los dominios que son el espacio territorial, la historia, la cultura (poesía, arte, filosofía) y lo social, Abside demuestra un proceso de “inscripción” y de “dilatación”. Como base de todo conocimiento está la inscripción firme, afianzada y reconocida en un lugar preciso situado en México, y más concretamente, en la provincia. Un árbol no puede levantarse sin raíces en una tierra. Pero allí no se estanca, y en todos ios campos citados se va ampliando el área de interés y de conocimiento. De la provincia se va a México, de México a América Latina, de América Latina al mundo entero. No hay dicotomía
entre cultura nacional y cultura universal, sino más bien una como dialéctica que hace que se complementen y se relacionen los tipos de culturas. Esta progresiva dilatación que se nota en el espacio, también se realiza, como lo pedía en su declaración de intención Gabriel Méndez Planearte, en los campos de la historia, de la cultura y de la sociedad, donde la pluralidad de los momentos como la de las tendencias se examinan y se valoran, tras ponerlos en tela de juicio. Los editores parecen en un principio hacer suya la divisa de Montaigne “Nada de lo humano me es extraño”, sin que esto signifique descaramiento o enajenación ni ciega sumisión a ideas extrañas.
En el área del espacio, de la localización territorial, Abside declara y afirma netamente sus orígenes, sin caer en el falso costumbrismo o folklore. En la presentación de un poema de Miguel Lira sobre Tlaxcala, podemos leer: “No queremos hacer folklorismo superficial para consumo de turistas “hollywoodianos” sino expresar un hondo y veraz nacionalismo” l0. Y es cierto que raras veces encontramos la búsqueda de lo pintoresco, del espectáculo o de la imagen adornada. Lo que más resalta de los cuadros provincianos es el lirismo, entendido como amor a la tierra, lazos afectivos de pertenencia y de comunicación. La provincia es el zócalo de la identidad, que tiene, como en el regionalismo literario español de principios del siglo: “el saber de la tierruca”. Esta necesidad de mostrar los lazos estrechos que lo atan a uno a la tierra de origen es muy importante porque después no puede haber verdadero desprendimiento. Abundan en la revista los cuentos sacados de la tradición regional michoacana, relatados por varios autores. Pensamos en particular en los “Cuentos de Michoacán” de Méndez Padilla o “Las Muías de Don Celedonio”. En estos cuentos se logra dar un espesor de vida a los usos, dichos y carácteres locales, y la tierra de Michoacán cobra una realidad reconocida que muestra claramente el afán de no descastarse. Hay también
numerosos poemas que nos hacen pasar de la riqueza descriptiva de las costumbres al ensalzamiento lírico del amor a la tierra. En los textos de Maillefert, como “Laudanza de Michoacán”, en los poemas de Atenógenes Segale y los de Manuel Ponce sobre Morelia, como en el tríptico poético de Francisco Alday “Cupatitzio” o “El Romance de Pátzcuaro” de Concha Urquiza hay un contacto real, emotivo, que trata de dar una significación al terruño y logra hacer sentir la identificación del hombre con su región. Este reconocimiento también se encuentra en cuadros o descripciones, tales las “Acuarelas de Zamora” de Francisco Valencia Ay ala o en “Dos Cromos Mordíanos” de Maillefert que muestran una verdadera familiarización con el paisaje. En 1940, en un número especial que celebra el cuarto centenario de Zamora abundan los textos y poemas de Gabriel Méndez Planearte, Atenógenes Segale, Perfecto Méndez Padilla y de otros que proclaman una indefectible pertenencia, como este ejemplo sacado de Segale:
Ciudad dos veces bella, girón del paraíso, guarida de palomas, espejo de piedad, aunque de tí lejano tenerme el cielo quiso, él me grabó el recuerdo de mi natal ciudad.—Y si mis pobres cantos aún no han resonado para ensalzar tus glorias, ofrenda a tu beldad; nunca te olvido, nunca, que tú eres el dechado de que mi Musa siempre los tintes ha copiado con que bordó mis cantos en mi primera edad. Primero, pues, se reconoce el suelo de donde se par
te, y la descripción o exaltación lírica son una inscripción. Luego, de allí, se ensancha el sentimiento de pertenencia afectiva al país, a la Nación mexicana. Podemos leer, en el mismo espíritu no de pintoresquismo sino de profesión de fe, textos sobre “El Paisaje Mexicano” en general, de Teodoro Torres, poemas de Francisco Ramírez sobre Oaxa- ca, de Miguel Lira sobre Tlaxcala, una iconografía de Gua-
dalajara por Agustín Yáñez, textos sobre la vida provinciana en Zacatecas y Puebla por Mariano Alcocer. También, en este ensanchamiento hacia el país entero, se proclama la hermandad, la complicidad con los hombres de otras provincias con los que la comunicación se puede establecer ya que son partícipes de sentimientos análogos. Los artículos “Jalapa y sus hombres de letras” o “El apóstol de Tierra Caliente” por Jorge de Salas y Medina y Octavio Valdés son un claro ejemplo de la simpatía y la comprensión a partir de un amor idéntico a la tierra que puede reunir a los hombres.
Pero Abside, en esta área, no se encierra en los lími- tse regionales o nacionales; en todas partes hay mundo y el amor a la tierra no es encierro nacionalista, motivo de chauvinista incomunicabilidad. Permite al contrario comprender mejor el espacio entero del hombre y establecer paralelismo enriquecedor y simpatizante. Así, Gabriel Méndez Planearte puede escribir un poema a Venecia, Maillefert puede celebrar en 1938 la hermosura de Mon- tecassino, y Alfredo Taillefert puede expresar su profunda comprensión de Valera y Pereda cuando celebran su “tierruca”. De la misma manera nos parece muy representativo el artículo de Maillefert sobre “Francis Jammes y sus relaciones con la tierra caliente” donde vienen a sintetizarse, más allá de las fronteras, los sentimientos parecidos de pertenencia a un suelo cuyo apego no encierra sino que permite una mejor comprensión del mundo y de los demás.
Este proceso de ampliación a partir de un punto fijo, ampliación que no es abandono de este punto sino que lo afirma con más fuerza, lo encontramos también en los artículos dedicados a la historia. La dilatación en el espacio se refleja en una dilatación en las capas del tiempo. La historia de la provincia, de Zamora, de Morelia, los artículos de José Herrera Rossi y de Sergio Méndez Arceo sobre la personalidad y la obra de “Tata Vasco”, Don Vas
co de Quiroga, se abren hacia el pasado mexicano con los temas pre-colombinos evocados por Angel Ma. Garibay y sobre los elementos esenciales de la historia colonial de México, con reflexiones ( “Interpretación jurídico-política de la conquista” por Mario Góngora del Campo) o relaciones de historiografía ( “Fray Francisco de Aguilar y la historia de la Conquista de México”).
La visión histórica de lo propio no se aplica sólo al pasado. Se trata también de enfrentarse con los problemas de la historia contemporánea, que no se elude, y de expresarse sobre el tiempo vivido: Antonio Gómez Robledo escribe “la Doctrina Monroe y los Convenios de Bu- careli: un epílogo sobre la expropiación petrolera”; Jesús Torres Moreno publica: “Nuevos puntos de vista sobre el Agrarismo”; Pulido Méndez “Entre Iturbide y Vasconcelos” y David Brambila Irredentos: “El problema del indio”. Estas publicaciones, entre otras, indican muy bien el afán de injertarse en la historia contemporánea para participar de su dinamismo y no de volver hacia el pasado una mirada nostálgica que sería una vana búsqueda del tiempo perdido. La revista quiere tener una función activa en la elaboración del destino nacional.
Pero, como en el área del paisaje, los intelectuales de Abside no se limitan a la consideración de la historia local o nacional, y los problemas de la historia universal contemporánea les interesan como partícipes de una mayor comunicación. Manuel de la Cueva escribe sobre “La comprensión de nuestro momento histórico”; Efraín González Luna estudia “Las clases sociales y la lucha de clases” y, sobre todo, en el momento de la guerra mundial en 1940, la revista no se queda indiferente ante la subida de los totalitarismos. Gabriel Méndez Planearte, Antonio Gómez Robledo y Antonio Caso se escandalizan frente al nazismo y sus efectos en Europa. En el número 3 del año 1942 el editorial proclania su aprobación a la decisión gubernamental de declarar la guerra a los na-
zis. Miguel Estrada Uribe escribe un artículo sobre “El totalitarismo portugués”. Todas estas preocupaciones son fiel reflejo del afán del intelectual humanista por participar en el movimiento histórico de una provincia, de una nación, de una civilización, al querer influir con el peso de sus propios valores en las corrientes ideológicas que hacen la historia.
Este movimiento de inscripción y de ampliación se aplica, de una manera más relevante aún, en el campo de la cultura, como es evidente de una revista que hace de la cultura su arma de combate contra la institución que parece dejarse llevar por la “barbarie”. Aquí también se parte de lo vernacular, de las raíces más profundas de una expresión auténtica. Parece innegable que el aporte más valioso de Abside a la cultura mexicana fueron los trabajos del Padre Garibay sobre la literatura y la filosofía pre-colombinas. Allí se encuentran textos inéditos, excelentes traducciones bilingües de poemas aztecas y muy pertinentes disertaciones acerca de “Los poetas aztecas ante el enigma del más allá”, “El enigma otomí”, “La épica azteca” o “La poesía indígena precortesiana”. Pero la valoración del acervo pre-hispánico no se hace como exaltación propagandista de una cultura que hay que contraponer a otro, oponer. Se hace en el sentido del enriquecimiento que añade sin quitar nada. Por eso tiene tanta calidad, porque no la entorpece la necesidad de convencer, sino la de dar a conocer y apreciar.
El conocimiento y el aprecio de la cultura precolombina no es un obstáculo al reconocimiento de la herencia hispánica. Para parafrasear un artículo de Alfonso Junco “Lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc”, podemos decir que “lo Cuauhtémoc no quita lo Cortés”. Los editores de Abside no niegan lo hispánico, lo latino de la cultura mexicana, sino que lo afirman y se convierten en los campeones de la hispanidad en el momento en que se tendía a renegar de la “Madre Patria”. Este hispanismo les ha
sido reprochado y, en algunos casos, estos reproches se justifican: quien quiere hacer un contrapeso muchas veces cae en el exceso. Pero, al menos én sus inicios, la Hispanidad de Abside se afirma como un reconocimiento de algo que existe y no como una enajenación elegida: "Hispanidad Cultural, no política es la que nosotros profesamos. Hispanidad auténtica y libre de odios raciales, que de ninguna manera exige, para venerar a Cortés, destruir el monumento a Cuauhtémoc, como pedía neciamente, hace poco, un diario madrileño”, escribe Alfonso Junco en el artículo citado. El hispanismo no debe ser la adhesión incondicional a la ideología de la España franquista que se apoyaba sobre estos valores para justificar su totalitarismo fascista: “Nosotros somos hispanistas como el que más —y buena prueba de ello es toda nuestra labor durante estos cinco años de Abside —¡pero tenemos bien cerrados los oídos a las voces de las sirenas totalitarias que nos invitan a llorar “la muerte del imperio” y a renegar de nuestra independencia, como está hoy de moda en los círculos “derechistas”! (^Abside No. 10, 1941). O sea, se consideran no como meramente aborígenes y tampoco meramente españoles sino como una criatura nueva “surgida del abrazo conyugal de ambas estirpes y culturas en el lecho de América” (Alfonso Junco, Abside, No. 3, 1957). Así que, conjuntamente con lo precortesiano pueden ensalzar los valores hispanos con recopilaciones de poesía colonial (Don Luis Sandoval y Zapata, Don Cayetano de Cabrera y Quintero, Fray Alonso de la Veracruz, Juan Ruiz de Álarcón, el padre Alejo Cossío en el siglo XVIII y Sor Juana Inés de la Cruz) como también estudios sobre pintura colonial ( “Los principales pintores de Nueva España” por Romero de Terreros).
Esta cultura hispánica que no pueden ni quieren negar es la que trajo a México la cultura humanista de la que se sienten auténticos herederos ya que contribuyó profundamente a su formación. Además este humanis
mo es el que conduce su actitud ideológica en tomo a la moralización del arte y de la política. Pero el cultivo de las letras greco-latinas no es para ellos, hay que reconocerlo, mera imitación de la cultura europea, es más bien la demostración de que saben reconocer en ella valores universales que puedan contribuir a la formación del hombre. Para ellos el recurso a la antigüedad es la posible inserción en la vida actual, a nivel de los sentidos y no del intelecto, del enriquecimiento por los sentimientos expresados por otros. Prueba de ello son los títulos de los artículos al respecto que son más una actualización y una vivencia que un ejercicio de erudito: “El perfume de un verso: Notas sobre el alma griega” (A.M. Garibay), “Hermosura y vitalidad de las lenguas clásicas” (Sara Ma. Rocha), “La poesía viva de Virgilio” y “Virgilio romántico” (A.M. Garibay). Los numerosos estudios y traducciones sobre la poesía de Horacio son otra prueba de una elección significativa.
La cultura mexicana es, pues, para Abside, una confluencia asumida y asimilada de corrientes culturales del pasado nacional y universal. Pero este reconocimiento no les impide abrirse a las corrientes más contemporáneas de la expresión mexicana, de las tentativas más recientes de jóvenes intelectuales creadores de un nuevo imaginario nacional. Abside abrió sus columnas a muchos poetas jóvenes y presentó a los poetas más importantes de las generaciones modernas y contemporáneas. Así, nos permite cotejar las producciones actuales con los variados modelos de la tradición cultural. Este mosaico puede ser muy provechoso para ponderar los entusiasmos, sentir las relatividades y sobre todo mostrar que las culturas de tiempos diferentes no necesariamente se excluyen, sino que pueden reforzarse mutuamente. La tradición necesita renovación, actualización, para no caer en desuso, y la modernidad necesita un aval que le pueda dar solidez. En Abside podemos seguir el camino de la poesía y del pensa
miento contemporáneos con la silueta del “Duque Job’ dibujada por Maillefert, “El Arte y Alma de Ñervo” (quien además, habiéndose educado en Zamora, presentaba muchas afinidades con el redactor), poemas de Luis Urbina, tenemos un panorama del modernismo mexicano, así como poemas de Díaz Mirón, luego está representado el Ateneo de la juven tud, cuyos anhelos humanistas e idealistas encajaban perfectamente en el proyecto de Abside: textos de Alfonso Reyes y de Vasconcelos, poemas de Enrique González Martínez. Después vienen obras de poetas más cercanos, como Jaime Torres Bodet, Manuel Pon- ce y Alfonso Gutiérrez Hermosillo. En el campo de las artes plásticas, las exégesis sobre la obra de José Clemente Orozco muestran la preocupación de los redactores por los avances del arte contemporáneo. O sea que la exaltación y defensa de los valores más tradicionales de la cultura no impide el interés, el conocimiento y la presentación elogiosa y comprensiva de las expresiones más nuevas que se daban en la cultura mexicana.
De allí, según la estructura ya señalada, se ensancha también el panorama, se dilata, hacia la cultura latinoamericana en toda su extensión. Artículos sobre Rubén Darío, poemas de Gabriel García Moreno, ecuatoriano, de Gabriela Mistral, chilena, de Antonio Llano y Porfirio Barba Jacob, colombianos, de Francisco Maldonado, venezolano son la prueba de que, junto con la hispanidad, las teorías del arielismo y el latinoamericanismo vascon- celista se presentaban y defendían como pertenencia a una hermandad racial y espiritual, como una apertura hacia culturas vecinas que podían venir a reunirse para acrecentar el caudal humano del nuevo mundo.
En fin, siguiendo la trayectoria de ampliación del horizonte cultural, Abside se abrió a la reflexión sobre la cultura universal de! mundo contemporáneo, borrando las fronteras limitativas. Se presentaron las letras angloamericanas, con obras de Jennie Harris Oliver y de Chester-
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ton, la novelística de Dostoivesky, las poesías de Gau- tier, Leconte de Lisie, Verlaine, Francis Jammes, Charles du Bos y el pensamiento filosófico europeo, a partir de trabajos de José Gaos sobre fenomenología, de Robles Cossío sobre Kierkegaard, y de un discurso de Valery sobre Bergson. Se estudiaron las nuevas expresiones teatrales en las obras de Pirandello. Así que en Abside el mexicano también se podía sentir “contemporáneo de todos los hombres” y participar, sin “llegar tarde” según la expresión de Carlos Fuentes “al gran banquete de la Cul- tura .
Para terminar con la participación de la revista a la difusión cultural, es preciso señalar la sustanciosa parte dedicada a lo que se llama ahora sociología. Aquí también, partiendo de los problemas concretos de una sociedad precisa, se ensanchan las reflexiones a una aplicación más general a toda nuestra civilización. Claro que en este asnecto, el problema que más atañía a los intelectuales de la revista era el que les tocaba vivir y sentir de más cerca la problemática inserción de la Iglesia y del sentimiento religioso en el mundo contemporáneo. Los numerosos artículos de Jacques Maritain y sobre su obra ostentan al respecto una clara voluntad de actualizar y renovar las estructuras del pensar y sentir católicos en una sociedad en mutación, de adaptar la fe a un mundo que evoluciona y no puede aceptar los marcos tradicionales. Pero al lado de esta preocupación esencial, y muchas ve ces relacionada con ella, tenemos las preocupaciones centrales de nuestro vivir social trastornado por los cambios tecnológicos, las nuevas perspectivas morales y las revoluciones políticas. Se debate en Abside sobre el sentido de la democracia, sobre los abusos totalitarios del fascismo y del comunismo, sobre los problemas (ya ecológicos) de la ciudad contemporánea, el valor y los abusos de la ciencia y de la “superstición científica” (Pedro Gringoire), sobre la condición femenina, el derecho nacional e inter
nacional, la necesaria reactualización de la educación y particularmente “Un vital problema pedagógico: la educación sexual” (Francisco Ramírez), la influencia del cine (ya audio-visual) sobre la moral, el sentido que tiene ahora la célula familiar. . . y otros puntos que configuran una imagen muy viva y actual de nuestras preocupaciones.
En su arranque inicial, Abside cumplió con creces las funciones que se había dado como objeto; funciones de análisis, necesario para operar como dialéctica frente a una institución que oficializaba muchas veces en un sentido demasiado arbitrario; funciones de equilibrio y de dialéctica constructiva, constitución necesaria de una cultura formadora y enriquecedora; funciones de intelectual activo que interfiere para avalar lo contemporáneo con la experiencia de lo adquirido tradicionalmente.
Pero, como queda dicho también, esta actitud, para ser valedera, debe ser un aporte y no un lastre, un control V no un freno; y para ello, en nuestra opinión, debe ser breve como una señal; y una entrega o una transmisión. La contribución más efectiva de los intelectuales herederos y portadores de un humanismo secular es permitir el desliz, el paso progresivo de una estructura cultural a otra. Debe ser una especie de correa de transmisión que permita el dinamismo, el progreso sin trauma y sin choque de ciertos valores, estimables, pero a veces desconectados de la realidad social, hacia nuevos valores surgidos de una nueva realidad pero a veces con cabos sueltos y desorientadores. En una palabra, en esta perspectiva de “revista”, de examen de una realidad cultural a la luz de una cultura adquirida, la función del intelectual es la de agente de cambio constructivo que puede evitar el trastorno destructivo. Así que, para ser eficaz, tiene que ser, en su etapa analítica, transitorio, y tiene que adaptarse e integrarse a los nuevos valores, metamorfosearse con la sociedad para quedarse en lo vivo, única esencia de la cultura, y
rio én la veneración irrisoria a lo pasado. Ser antorchas y no vestales.
Al continuar afirmando ciertos valores, como, según nosotros, hicieron las épocas siguientes de Abside, se corre el peligro de reificarlas o de momificarlas. Las ideas y los hombres que las expresan se esclerotizan. La revista puede volverse parcial, defensora en vez de ayudante. Los intelectuales se pueden encerrar en el “círculo literario”, y un círculo no tiene ventanas, no tiene “ábside”. Cuando, en nombre de la hispanidad, uno se preocupa de cambiar la x por la jota (Méjico, oajaca, a partir de 1955), de borrar el aspecto cruel de la Conquista por un aspecto Renacentista, de olvidar que España se vuelve un páramo cultural y que hay muchos exiliados que tienen que “trans- terrarse”, la apertura se vuelve parcialidad, las “humanidades” en vez de ser formadoras son castradoras. Cuando, en nombre de la “moral” en el arte, se condena irremediablemente a Gide, Proust, Kafka con motivos que nada tienen que ver con el arte, entonces la comprensión se vuelve represión. La “Nave”, de la cual hablaba Gabriel Méndez Planearte, ya no “deja una estela de luz” porque se estanca; se da, o se quiere dar, pero no se recibe. Y para seguir parafraseando la declaración de intención del número inicial de Abside, si “a veces los sueños son vida”, también entonces, los sueños pueden ser sueños.
Con todo, en conclusión, y por todo lo dicho, Abside nos parece el paradigma perfecto de lo que puede ser una revistá cultural, süs virtudes y sus posibles vicios y lagunas. Esta revista fue una saludable y necesaria apertura á\ mostrar que se podía definir uno, inscribirse, sin dejar dé enriquecerse, dilatarse, abriéndose a los demás, yendo, sin perderse ni descartarse de la provincia al mundo en gradaciones que son el verdadero camino de la cultura. Mostró que el intelectual püede tener Una función calificadora, complementaria, en la construcción de la sociedad civil, formando el puente entre generaciones y cono-
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cimientos sucesivos, enlazando el acervo universal con el hombre nuevo, aquí y ahora. Mostró también que existe el peligro de no pasar este puente, de quedarse en un “más acá” en que la intelligentsia ya no es funcional ni operativa sino conservadora de museos en los que pueda y quiera entrar cada día menos gente.
N O T A S
1 P l u m y é n e , Jean Les Nations Romantiques, París: Fayard, 1974.
2 D e b ra y , Régis Le pouvoir intellectuel en France, Paris: Ramsay.1978.
3 T h ib a u t , Paul “A propos des revues” en Esprit, No. 3, 1973; pp.519-520 .
4 Sh e r id a n , Guillermo “Los Contemporáneos antes de Contemporáneos”. Sábado de Uno más Uno, México, D .F ., 2 d e agosto de 1980.
5 T h ib a u t Paul, art. cit., p. 520.6 M o n sivais , Carlos “Notas sobre la cultura mexicana” en Actas del
Congreso de Mexicanistas en Perpignan, México, D .F .: Fondo de Cultura Económica, 1976.
7 Segovia_, Rafael “El nacionalismo mexicano”, Foro Internacional,El Colegio de México, 1968.
8 T h ib à n t , Paul., a r t . c i t . p . 521 .
9 San M a r t in , E., “El pseudo nacionalismo marxista” en Abside,No. 3, 1938.
10 Abside, N o . 6, j u n i o d e 1937.
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