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Melindra y Fórnico:despedida gesticulantepor José Buil

. Hace más o menos dos años que te conozco y tetrato, intento: trátote Melindra como puedo, lla­mándote de mil y dos modos diciéndote a veces yen ocasiones que no me hables con tanta retóricacomo acostumbras: Melindra, porque se debe a quetú nunca me dices con palabras contundentes yestrechamente sinceras lo que tienes qué decir. Todolo haces, lo que puedes hacer por ti lo haces, lodemás, tus papás son los decidores y repetidores:Melindra para acá y para allá, como muñequita deporcelana, donde ellos quieren los dos adultísimos eimperativos, en verdad son adultísimos: tu padrequien nomás ordena, sin moverse, quizá porque lefalta lo que a la cucaracha y lo que a ti Melindra, tesobra en estas escondidas hipócritas y agazapadas,echas así para evitar que ellos se enteren, pobresviejos adultísimos y no les dé un infarto al miocar­dio, que vaya a ocasionar que el sístole y el diástolese detengan para siempre y Melindra, llorarías en­tonces como una Magdalena bíblica por la ausenciade los padres, que un día lejano, quién sabe cuántotiempo ha, desde que eras apenas una microrrevoltu­ra de esperma y ovario han intentado meterte a suorden, engrilletada desde entonces habías estadohasta hoy, hasta antier, antes de antier, meses atrás,y te conozco entonces y comienzas hable y hable yme mareo y luego hablas y no te entiendo nunca

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nada de nada de tantas cosas que dices y ahora, tetengo callada, por primera vez callada, en tantotiempo ha llegado por fin mi tumo/

La vez que en la reunión te ví con tus amigos,ahí sí que tus papás te dejan ir, con los degeneradosmotorizados; amigos muy terrícolas pero algo extra­ños yeso sí, supermodemos ¿de dónde los hassacado muchachita, de dónde? Dímelo. Viven yvivías, me conociste, en el mundo de mecánicailustrada, donde el núcleo de la vida es la bujíachampion y los dioses son los carburadores y lasbandas y las hélices de los autos son las alas con lasque ellos vuelan al taller del cotorreo motorizado,donde la filosofía se convierte en elucubracionessobre las tuercas y los tornillos y todo eso y algomás de lo que hasta da flojera hablar, porque unosiente que la máquina de escribir se convierte en unpoderoso echahumo que compite donde a ti, tú ytus amigos se presentaban cada domingo, todos enchinga jarocha tecnificada y ultraaño dos mil, acompetir en la recta solitaria, donde gritaban impul­sando al auto que ruuugía arrancando velozmenteen una sola milla. Y ay, la catastrófica primeraplática entre tú y yo, verificada en la coloniaLindavista y conmigo sin saber decir otra cosa que:dos puntos encuerados:bueno sí, las bujías cómo no, sí, sobre todo la deacá. Sí y el rock grueso, uuuuu, qué onda sí/ Digotodo eso de los modelos Melindra, de las bujíasMelindra, yo no sé nada. En verdad que me parecióuna verdadera disolución teoricista esa primera pláti­ca contigo enmedio de tanto muchacho ajuareadocomo de fantasía y dándole al dancing frenético:Frank Zappa gritando como buen maestro lo últimode la onda y de la greña larga pero arreglada.Caracoles Melindra y yo sin saber siquiera cómomover una pata, tieso, tieso, impactado, viéndotenada más como te meneabas; tú ahí chocando muygruvi y yo nada más viendo, porque no sé claro.Hasta que a punto de güacarear y echar los ojoscuadrados y colorados al suelo te digo, Melindra,estoy mareado, la rec, el cuarto este me da todovueltas, de tanto verte a ti dándolas, mirándotecomo te vas y te vienes/

Melindrita dime, ¿de quién heredaste este lunar?

y ahí estabas baile y baile y yo a punto de vomitar,sin saber dar un paso y por fm, me quedé como laestatua esa de la Alameda empinado y sin sabernada desde el suelo te vi baile y baile con el exóticoestudiado de junto. Hilarante te acomodaste elcabello y decidiste entonces: ni una sola palabra, niuna sIlaba más para el Fórnico derrotado y sumidoen un agujero hondo hondo. Me quedé comohipnotizado y me limité a verte a ti y a todos,acurrucado en un rincón, hasta que todo acabóentre risas y sin una sola palabra más de ti para mí/

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Enmedio de esta desnudez deslumbrante Melin­dra, te noto algunos granitos en la espalda.

ah Melindra, y el segundo encuentro en la calle:esperándote afuera de la escuela, caminando con tusnalgas guapachosas así, meneándose frente de mí ytú sin dignarte dirigirme una furris y triste miradaconsoladora, a mí, el Fómico castrado, impotentedesde el día del baile iHolden Caulffield tenía unagorra tan roja como las mejillas mías! iMelindra, niun saludo ¿te acuerdas? Y yo que había ido aesperar y que voy tras de ti a la salida de laacademia, en donde las niñas en la mañana deentrada son obligadas a persignarse por las maestrasy en la tarde se acurrucan y utilizan el índice paracometer pecaditos como los tuyos, insuperable Me­lindra/

Oh Melindra, tuerces la boca y entrecierras losoj s.

ja, como no me ibas a hablar ja, decido correr trasde ti y tus cositas voluminosas en la plentiud delmedi día urbano y aquí voy: oye muchacha, pssst,p t Melindra, así te llamas ¿no? Detrás de ti voy,muchacha bailarina soul, punto de atracción, centrode I festivo, del carnaval inacabable, la muchachaofendida p rque la pareja escogida no le hallaba asu ritm del uno do , sí, eres Melindra y ahí vascaminand delante de mis pasos torpes, ansiosos yapresurad ,ja, cómo es que no volteas, así es queno me hablas mientras yo no lo haga, como si nome con cieras, pero si soy Fómico, el único, elincreíble, el que ante nada se detiene y ante quiennadie se resiste, yo, admirador idólatra de Bustrófe­d n, Fórnico, el que se lanza detrás de la Melindradurante dos cuadras seguiditas y hasta que en unmomento de arranque telepático volteaste al escu­char el psst pssst y me dijiste tú eres Fórnico¿Verdad? El de la fiesta y si c1aaaroo, si soy, comono, si me llamo Fómico, pero no te rías, no, en elbaile, bueno, después de él, un cuate tuyo, Mórbido,ora sí ríete, bueno, pues deveras, él me dijo queaquí en esta escuela es donde te doctorarás desecretaria bilingüe especializada en alguna de esasmáquinas computadoras y entonces, pues tú eresMelindra y como yo quería hablarte, pues para eso,para ser tu amigo yeso, aunque, deveras no sébailar, ¿Qué eso importa? Bueno Fórnico, eres unverdadero tarado, nunca había conocido alguiencomo tú, te lo juro Fórnico, además, después detodo me caes bien por aferrado, te vuelvo a jurarque no sé como tú, después del papelazo de lafiesta, te atreves a venir aquí a la salida de laescuela y todavía te avientas a hablarme, la verdades que pensaba que eres tan baboso que ni siquieraibas a verme pasar pero sí y además me sigues comorémora durante dos cuadras y me hablas todo fuerade onda, no sé, suponte que no te hubiera pelado

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Fórnico, después de todo eso que eres me caes bien,quiero decir que me caíste bien desde la vez de losarrancones y luego en la fiesta, en realidad parecestan desconectado, más bien baboso, como, comouno de esos animales agusanados que se arrastran enlas noches por los mosaicos de los azulejos, digo, delos baños, esos que mueren con un poquito de salen el lomo retorciéndose, ajá, vaya Melindra, así esque tienes mentalidad de metáfora ¿no? Así es quete parezco un tlaconete, sabes, el otro día me soñécomo un caracol con tremenda concha en la que mepodía esconder de vez en cUando y a la hora quequisiera, ja, que chistoso, ahora tú me dices queparezco un baboso, cuando menos tu metáfora y misueño resultan primos de la familia gasterópoda¿Metáfora Fórnico, qué es eso? Bueno, mira Melin­dra, es que tú imaginas que soy y eso/

El momento Melindra, la búsqueda, el encuentroy ahora Melindra, con estos besos silentes, de labioa lengua y de baba a saliva, se siente Melindra, loque tenemos aquí tú y yo entre pierna y pierna, nostenemos, estamos envueltos, resbalando en paredesmusgosas y húmedas, deslizándonos uno en elotro. .. Oh Melindra, estamos aquí, en este enfren­tamiento corpóreo, cometiendo faltas de hortojrafia,retorciéndonos en nuestros pecados sudorosos...¿Cómo contarlo a quien se masturba leyendo esto? /

Melindra ¿Y ayer deveras te iban a violar? dospuntos encuerados: no más asistencias a los arranco­nes, mil idas al teatro, no más idas a fiestas de lastuyas amistades, mil quinientas veces en el cine: elcine las Américas, parado aquí, Insurgentes, gentede jueves, fin de jornada burocrática y administrati­va, muchachas agitadas pero frescas, mejillas sonroja­das, african luk, pantalones ajustados, blusas insi­nuantes, rojos los labios y las seis de la tarde. Hacerato, digamos horas, llamaste para decir que a lasseis de la tarde, esta tarde, en la entrada del cine,este cine: las seis con uno, acostumbras el retrasocomo máquina de timex: decido fumar, matar eltiempo, me dirijo al puesto de chicles y comprounos rálei, sin boquilla por favor, el cine, carteles desuperestrellas: Loren, Burton, el yet set en pleno, elcigarro encendido y soplo la abotagada cara deBurton: ruuumble, vibraciones apátridas, la ciudadcomienza a tambalearse, mis pulmones se inflaman,la gente de tan asustada por el tembloriqueo ni sefija que me convierto en un globo que echa humopor un orificio, doy vueltas enjaulado en la urbe, eledificio de enfrente comienza a derretirse como velaconsumida en un aniversario olvidado, un avióndestroza unas gordas nubes con su zzuuuumbido ypedacitos de algodón caen a media avenída, nadie venada, nadie se fija, el terror impera, un camión depasajeros asardinados horrorosamente apachurra elchapopote y ruuuge, detrás de mí el cine se cimbra,cristales resquebrajados, concreto agelatinado, inhaloávidamente de mi rálei sin boquilla, el globo ya no

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soporta un centímetro más de aire, la gente griüta ycorre levantando los brazos al cielo mientras laciudad se pone terremótica, los camiones se detie­nen incrédulos, la gente para sus motores agitadosde media semana, unas beatas se genuflexionan enbusca de la salvación, la ciudad se horripiliza: bolasde humo arrastradas por el viento, polvo de losedificios que caen cacho a cacho, los pulmones deyo globo sueltan el humo, vuelvo a aspirar, fumo,pulmones calcinados, ciudad au todevorándose, unanoticia mundial: "El DeFe mexicano se destruyómientras Fórnico fumaba esperando a Melindra":seis y diez, la ciudad está destruida, por fin hallegado a su conclusión: más o menos diez millonesde muertos: las seis y cinco con cinco, Melindra nollega: decido echar a caminar enmedio de toda esagente pestilente de miseria y de perfume de butic:voy echando espuma por el hocico, nadie se meacerque desgraciados tengo un ataque por pensardemasiado en ese tu defecto de reloj chafa. Otrodía, muy de mañana, cuando los pajaritos comien­zan a cantar y la luz no es luz de día, el teléfonosuena como reloj despertador, los sueños se desper­digan cuando me paro y contesto: ¿Buuenooo?Mira, sí Melindra , pero si son las cinco de lamañana, ¿Las seis? ¿Las siete a eme? Melindra eresmuy ocurrente, para qué hablas en esta horita que

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despierta, y sólo para decirme cuáles fueron losmotivos por los que ayer no estuviste a tiempodonde yo, sí sí, pediste un raid desde Reforma eInsurgentes y te lo dieron: un muchacho bienparecido, de mucha onda claro claro, muy bienpeinado y galán incontenible, estatura perfecta yropa de algún tendajón exclusivo, y además te dijo:me gustas niña, estás muy bien, tan pequeña y yatan bien, vaya vaya, ¿Se te declaró? Decirte quedeseaba que fueras su novia te pareció lo máximo yademás, si no aceptabas en ese mismo momento teiba a coger en el pequeño pero cómodo rambler yen pleno Insurgentes sin dejar de maniobrar el auto¿Te poseyó acaso Melindra? Así es que pasaroncomo dos degenerados arriba del auto y enfrente demí: sacaste tu linda cabecita por la ventanilla ygritaste ¡Fóóóóómico auxilioooooo! ¿Cómo que­rías que te escuchara enmedio de esta ciudad queestá a punto de desaparecer, desapareciendo la ciu­dad y tú gritando Fóórnicooo; hasta el jardínbotáncio de la Ciudad Universitaria terminó tualarido angustioso, hasta allí fuiste a dar, el intentode violación estaba ya ahí, insistente en el secues­tro: y gritas como una mujer a punto de ser violada,le arañas la cara porque eres una tarántula, intentassacarle un ojo al chico del volante porque ese tieneque ser tú papel, él se asusta, ya incontenible no

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detienes tus impulsos y le jaloneas los güevos, elchico de gran pelo como que te controla, te diceamarillo y asustado que calma y va de regreso hastael monumento de Obregón el manco donde te dejabotada al cuarto para las siete ¿Cómo querías queestuviera a tiempo Fórnico? Ajá, ahora pretextas unintento de violación, ~i no ibas a ir me lo dices yya, pero dejarme ahí así, a Fórnico nonono ycuelgo: al instante me arrepiento, el teléfono, tunúmero rápido de mi memoria al dedo, lo pongo ymarco: ¿Buuenooo? Y ahora eres tú la que azotami tímpano, hago un gesto currucado y me digo:ahorita la agarro a la entrada de la academe encuen­tro con infita, qué nalgas, qué pechos, qué piernasvé nada más a infita tú gran amiga íntima, pregun­to por ti, ella te sei'iala platicas con una chava, voysobre ti, me ves y te haces como que no me ves,esperas que me acerque y exclamas ¡Fómico! ¿Quéha es aquí'? s abrazamos y dices: rnai'iana mev y/

Oh Melindra, estamos juntos, haciéndonos peque­i'i • ada vez n s absorbemos más el uno al otro,

ponja vivientes, n S convertimos en siameses, enherm f ditus. Aquí tú y yo, la lengua, tus grei'iase anda! samente sueltas y una sensación inevitablede que cl tiempo se ha resumido en este día al quele llega la alb rada. í comicnza y así termina conlos dos ah ra exigiénd nos mutuamente: la carne y1 abrazo dc las extremidades, los besos y lasmordidas, I s hupetes pequei'ios y a la par de ellos

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avanzan los labios succionantes, y las palabras soncada vez menos, se esconden en los hechos y esdifícil contar cómo dejo a mi cerebro perderse entus poros brillantemente húmedos. Melindra, mepregunto cuánto hay de verdad en todo este instan·te amalgamado de todos los colores, Melindra, ¿pue·des decírmelo? Esta amistad caracólica, tímida ybabosa está llegando a su último piso y siento laimposibilidad de terminar esta historia a pesar detus largas habladas y manoseos y todo eso y sé queestamos aquí, fracasando en el deseo de transponer·nos, en este lugar que parece una cueva donde lasfauces de múltiples e irreconocibles monstruos seabren y nos devoran, digo nos devoran porquesiento tus estremecimientos, en tu silencio, a cadaregodeo de la carne y talle de los cuexpos insistente­mente tersos, velludos y brillantes, tan atractivo queme resulta todo esto, con sus misterios y sus no sérealmentes ques, ni si una cueva, ni si unas fauces,ni si una mentira, ni si la nada concreta como laexistencia de la que nunca se sabe más allá de loque tienes delante de la vista de los ojos, o delsentir de tus tactos, o del oler de tus olfatos y todoeso que se llama sentidos y en realidad te digo quelo único que podemos saber es que esto es la nada,a pesar del esfuerzo para explicar las cosas, porqueen estos momentos últimos perdemos el sentido denuestro vivir, de nuestra ubicación en este mundo ysolamente queda el instante fmal del desfallecimien­to tan moral, ese instante que culmina el pasadoinmediato, ese momento en el que, como tú dirías,se encumbra la relación humana, esa realizaciónválida, la cima de la construcción de ladrillo enladrillo, detalle en detalle, palabra a palabra, miradaen mirada, lengua sobre lengua, caricia a caricia,paseos a paseos y los dos estamos aquí, juntos yestrechamente conjugados en presente, cuexpo acuerpo y alma a alma, porque el alma existe ¿No?Melindra, por fin, aquí estamos ahora, con los ojosentreabiertos, no niego que de vez en cuando losabro, sobre todo para grabarme tus gestos, mostran­do pulpas blancas quedo con el sabor de tu saliva, elolor de tus especias y el grado de tus ansias, tuspiernas, muslos, pantorillas, las caricias van y vienensobre tú y mí, nuestra piel, sintiéndola toda ella ytocando también la tersa porosidad de tus tobillerasseguramente Pingüi ¡Cómprelas para el inicio declases! Melindra, pronto, estarás volando por ameri·can eirláins con destino no se qué ciudad, Oklaho­ma, Michigan, no no, tampoco, ¿Es Colorado? Ahídonde te mandan tus padres a vivir por un númeroindefmido de meses, con el motivo de que aprendasa la perfección el inglés que ya te comenzaron aenseñar en esa apestosa academia, a la que hoy noasististe por venirte conmigo y a la que desde elpróximo lunes no irás porque estarás en el avióndestrozando nubes chanchas y pensando en la sole­dad que te espera allá, y probablemente, en la queme quedo aquí.

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