Lucha contra el monstruo de la angustia
Dédalo me condujo al camino
consciente de mi inerte conciencia
separé la parte competente
sumergí mis miedos sin atino.
Cabeza de brujo, lengua de serpiente
sonriente me miraba entristecido
sorbiendo y bebiendo mis rencores
pensando que alguna vez me ha querido.
Sangre, sudor y coraza
migajas de una astucia aventurera
perpetua esa luz incandescente
que en tu tráquea de silencio te amordaza.
Succiona todo el jugo con la pulpa
supura de mi cuerpo sentimiento
lamentando el pasado equivocado
entregándome al él con toda culpa.
¡Déjame! intento incorporarme
peleo me desato de sus riendas
no ayuda aunque parece mano amiga
su monstruo es quién me da agotamiento.
Sus garras, son las que no entiendo
su socorro su sosiego antes de tiempo
su manera de mirarme presumida
su cara de alerta, medio ida.
No sabe, no conoce, no comprende
la vida es una extraña letanía
ser libre te dispersa hacia la vida
atarse no te creas que desprende.
Una vez sugerida mi ingenua pasantía,
confiada en su traje carnavalesco
observando estupefacta lo grotesco
de su insana y pésima ironía,
prometió desligarme de mis sombras
maltratando todo aquello que era mío
comprobé que sin lo nuestro es baldío
sacrificar el piar de las alondras.
Innegociable es ese trato, ¡márchese!
sucumbo, me flagelo, me suicido
antes de verme sumergida en su camino
gritaré con valentía hasta que cese.
Y aunque duela todo esto es pasajero
¿ya no sabe que el temor inquieta al débil,
que triviales son las penas exhibidas
a este corazón sangrante de condenas?
¡Alzaré mi alma entre dos puños!
¡Sacaré mis fuerzas a lo alto!
¡Lloraré contenta tantas dichas
y verás que en todo esto he ganado!
El eco de la ausencia
Me sitúo, blancas las paredes
escondrijo hostil, albo enemigo
que me aísla solo conmigo
a enredarme entre sus redes,
cuán acerbo es este lienzo
contorneándome cruel muralla
que como sombra me avasalla
dando ingreso al ruin comienzo.
Penetro al túnel de lo mínimo
abandonada en la estepa canalla,
inicio una cerril batalla
contra el ente anónimo;
sigilosa me aproximo,
sagaz cosmos de mutismo,
perverso huraño apresado
hecho de arena y limo.
Indómito de estrategias
intento someterle a la pregunta,
ignorado como un mesías,
pleno de respuestas vacías.
No desea rendirse al reparo
de explicarme la fosca envolvente
suena bribón y demente
dejarme frente al fatal desamparo.
¿Quién gobierna este barco
estancado entre peñascos,
quién guarda desde la proa
el trecho bravío y adusto?
Lleno de espesa calígine
la ayuda es remota,
toda existencia fenecida
cuando la cruel vorágine.
Todo arrebatado, todo ido,
íngrima entre mis entrañas
despojada de toda compañía
abro camino en su maraña.
Libere a su séquito, digo,
regalando la coyuntura de la charla,
ponga claramente por escrito
un cortejo para amarla.
Ateste este agro devastado,
este humus infértil por condenas
por lo yermo de sus poemas
que nunca fueron recitados.
No acibare el intercambio
perdurando lo exiguo
en esta sociedad turbamulta
que a veces se echa en falta.
Estas cuatro paredes opresivas,
invisibles a su mirada,
se edifican con sus cimientos
de ceguedad desmadrada.
¿Propone Usted monje cartujo
de villana jugarreta,
contagiarme de ese influjo
convertirme a anacoreta?
Reniego discrepante, me rehúso
¿intenta con ese abuso
exhumar la consonancia,
clausurar mi desconfianza?
¡¡Su puerilidad como barullero
con nimiedades insustanciales
se niegan a decir “te quiero”
entre personajes reales!!
Sepúltese basilisco sospechoso
suélteme a mí las fieras,
verá que esta vez, de veras
el término no será azaroso.
¡¡Domaré a los faunos
fecundos de la natura,
desterraré a los beduinos
de esta desértica envoltura,
escrudiñaré la huellas,
los surcos divinos de una mano,
el cálido arrope humano
obviando toda querella.
punzaré el estafermo de la poquedad
con las lanzas del contacto
dando cauce verdadero al acto
de su óbito y su pravedad!!
Y así famosa vastedad
me excarcelo de la nada,
el gentío como deidad
mis garras sobre su espalda.
El remedio incluye sociedad
familia, amor, amigos;
Hoy te dejo, te suprimo
impertinente soledad.
Entrada a la cueva del olvido
Desde el intrépido nido de mis lágrimas,
fijé mi vista hacia lo más lejano
recuperando trayectorias y ánimas ,
monda entre recuerdos mundanos.
La niebla, la espesura, la selva,
esa funesta orbe tremulante
que contagiada por la umbría de Minerva
me acarrea al averno de mi mente.
Me anega de hojarasca putrefacta,
asume mi destino decadente,
escrudiña el fango con las palmas
buscando la llave emergente.
Voltea la puerta con cancel,
desvarío entre un aire herrumbroso
deseando llegar a ese gozo
del recuerdo como parte de mi ser.
Desciendo al azaroso interior
la reina de lides sombría, me mira.
La cueva cada vez más fría
encoge en su puño mi pavor.
Lucho, me retuerzo con locura
¡¡Desdichado el ogro del olvido
que despeja acertando con bravura
todo rastro dichoso que he vivido!!
Me congoja su dominio reinante,
su opulencia esquemática de la vida,
cobijado cruelmente en lo bruno
te empuja perpetuo hacia las ruinas.
¡La quimera me envuelve en llamas!
me dibuja con rupestres ramas,
me enseña la hoguera de mis días
en que una vez en pecado me miraba.
Intento despertarme de la oquedad
colmada de toros en jindama,
que golpean como la infausta soledad
y se exaspera asechando mi cama.
Pesadillas, hechizos y turba,
endógenos en mi corazón abierto
que merma como un muerto
esperando nudo las cenizas.
Todo sueño, todo deseo, todo anhelo
desaparece en la fatídica bruma,
¿Dónde está la venturosa remembranza?,
¿Quién escribe hoy con esa pluma?
Devuélvame usted señor todo aquello
que una vez robé a la alegría
perpetuando paso a paso lo bello
haciendo del amor profecía.
Solo quiero ensoñar ternura
sacar de la nada melodía,
¿¡Cómo puede decirme con altura
que eso son solo mentiras!?
Usted que edifica sobre el miedo
ese arcano mundo vetusto,
jugando con el ser humano
al recreo infinito de lo fausto,
¿no supone que es la mente creadora
quién dirige las carrozas cenicientas,
quién agarra las riendas con braveza
y quien manda como emperadora?
¡Ábrame las rejas de su mazmorra,
no intento pedirle permiso,
libéreme del cruel suplicio
de astuta hiel de zorra!
Ya no altera mi sino prístino
con atroces fábulas ilusorias,
ya flaquea su sádico tino
no acierta con vileza mis memorias.
Sus álgidos dardos van volando
como aves migratorias,
mis sueños se colmarán
de bienandanzas e historias.
Y así, inhumada en la fosa de la espera
persigno los rosarios de mi dios,
recuerdo los momentos en que vos
me rescatas de esta aciaga guerra.
Ya todo ensueño es claro y áureo,
me incorporo presto en mi cama,
el juego resulta congruo y etéreo,
soy yo quién mueve todas las damas.
Retorno a la imaginación, que no es locura
Dado el angelical canto,
el incógnito merodeado
en los jardines encantados
por el deleitoso aroma,
en el solapado bosque
pintado de cobalto,
verde el llano frondoso
sin parpadeo que lo ofusque;
se dispersa toda criatura
que dio a la hermosura
ese toque distante,
un hueco de observación.
Principados recónditos
de dubitativa especie
se arropan bajo la felpa
de un cielo azul inaudito.
Una escalera en caracol
penetra en espiral
en los bucles de mis sesos
sonando en si bemol.
E imagino, fantaseo…
trovadores traviesos
con estrofas armónicas
calando mis huesos,
trasgos entre coliseos
retozándose en jubileo
sobre équidos fulgentes
de velocidad suprema.
Pero de repente, lavazas,
fatuas mezclas inmundas
inundan mis edenes fraguados
en mi alcázar más orondo.
Un repeluzno terrenal
compartido con lo abstracto,
absorto ante el impacto
de la argamasa realidad.
Se dislocan los orfeones,
sisean increpantes los bufones,
disonantes quedan las rondallas,
reducida y anulada su cadencia.
-¿Quién anda ahí?- me digo
dando voces a mi ombligo,
temo haber exterminado
a mis refulgentes colonos.
Eclipsado aquel vulgo
de tecnicolor cromatismo
acoge rápido un vuelco
se entromete en un pillo abismo.
Pícaro y bellaco truhán
que hizo de este feudo laberintos
y a la reina Mneme secuestró
burlando a mis dioses extintos.
Moldeó un arquetipo vesánico
de un narcisismo satánico
con efugios inciertos
sobre sábanas color Corinto.
Vagabundos tomando esquinas,
ambulantes sin dirección,
sobre el limbo la razón
iba dando tumbos sin sino.
Descansaban jamelgos sin trotes,
rocinantes enfurecidos
como un cuento de la Mancha
sin su Sancho y su Quijote.
Admirado "loco lindo"
cabalga sobre los llanos
de un paraíso imaginado
en busca de la dulce amada.
¿Porqué carezco del don
de ese héroe español
que, como sacado de un guiñol,
dirige todos su hilos?
Sorbiendo esta inflexión,
confuso y alterado,
neurótico e ido,
maquinando la solución,
me concentro, inspiro
busco mi nimbo envolvente,
un refugio que me oriente
a la huída evasiva.
Entorno mis lunas pestañeantes,
tal como los veía antes
a mis ojos, ahora tumbas
de visiones aún veladas.
Llego a un pacto, un asenso
con mi ego paranoico,
empuñando el gélido acero
¡me nombro hidalgo caballero!
Este enigma esotérico,
resuelto todo tormento,
ya es pasado anecdótico
en mi incompleto memento.
Anclados en el viento
soportan los molinos,
recobro mi bitácora
y a mis viejos inquilinos.
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