CUADERNO DE FORMACIÓN nº 14
NUEVO TESTAMENTO
LA SEGUNDA Y TERCERA GENERACIÓN CRISTIANA
LAS COMUNIDADES JOÁNICAS: Un largo
recorrido en tres generaciones
comunidad cristiana de la esperanza
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LAS COMUNIDADES JOÁNICAS: Un largo recorrido en tres
generaciones
1 Docetismo: doctrina cristiana que se desarrolló durante los primeros
siglos del cristianismo y que se caracterizaba por considerar que el
cuerpo de Jesús era aparente y que su humanidad no era verdadera.
Fue condenada como herejía.
EVANGELIO DE JUAN
FECHA
La obra final, ca. 95-120 d.C.
AUTOR
Desconocido.
CONTEXTO
Siria y/o Éfeso
ATRIBUCIÓN
Juan, hijo de Zebedeo (“el discípulo amado”)
DESTINATARIOS
Y OCASIÓN
Escrito para una antigua comunidad cristiana
gentil que se ha separado totalmente del
judaísmo, aunque todavía existen fuertes
tensiones. También afronta algunos problemas
procedentes de otros cristianos que sostienen una visión docetista1 de Jesús. El evangelio
presenta un retrato de Jesús que apoya la
propia comprensión de la comunidad y la
persistente vida eclesial.
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INTRODUCCIÓN
El evangelio de Juan comparte algunos rasgos importantes con
otros textos cristianos de la primera mitad del siglo II d.C.
Muestra que conoce y que ha adaptado la tradición sinóptica;
refleja un grado bastante notable de separación –y de abierta
hostilidad-- con respecto al judaísmo y contempla a Jesús como
un ser más celestial o espiritual. Todas estas características
remiten a un nuevo contexto social, que ya no está dominado por
la visión judía del mundo, sino, más bien, por una cosmovisión
helenista. Al mismo tiempo, el evangelio de Juan está en cierta
tensión con otras formas más docetistas de cristología2,
apuntando indirectamente a otras líneas de conflicto en el seno
de la Iglesia de su tiempo.
Autor, fecha y lugar
Desde los tiempos de Ireneo, a finales del siglo II, se ha
considerado “oficialmente” al apóstol Juan, hijo de Zebedeo, el
autor del evangelio. Aun así, hubo dudas y debates a lo largo de
los siglos III y IV porque los cristianos gnósticos lo utilizaban
frecuentemente. En el siglo II apenas encontramos otras
alusiones a la obra. El problema reside en que en el relato no se
dice nada sobre el autor ni hay una referencia directa al apóstol
Juan. Como ocurre en los demás evangelios, los títulos se
2 La cristología es la parte de la teología cristiana que dedica su estudio
al papel que desempeña Jesús de Nazaret (desde los puntos de vista
tanto humanos como divinos, bajo el título de Cristo o Mesías). Sin
embargo, los detalles menores de su vida no son tan importantes para
la cristología, y sí lo son más bien el quién era, la Encarnación y los eventos más importantes de su vida (su nacimiento, su muerte y su
resurrección). Algunos puntos clave de la cristología incluyen: 1. Su
naturaleza humana. 2. Su naturaleza divina. 3. La interrelación entre
estas dos naturalezas, cómo interactuarían y se afectarían entre sí.
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añadieron posteriormente, cuando los libros se compilaron en
colecciones institucionales.
Parece que hay una clave sobre la identidad del autor en el hecho
de que se evita intencionadamente poner en cuestión el personaje
de Juan, cuyo nombre nunca aparece en el evangelio, ni siquiera
en las listas generales de los discípulos. En su lugar, se pone de
relieve en el relato de la pasión (que comienza en 13,23) un
personaje un tanto enigmático al que se denomina el “discípulo
amado”. Se han hecho varias propuestas que no identifican a este
personaje con Juan, sino con Lázaro (11,1-44) o Nicodemo (3,1-
15; 10,39). Así que resulta imposible llegar a estar totalmente
seguros; sin embargo, parece que se da por supuesto que los
destinatarios del evangelio conocían la identidad de este
personaje, sobre todo teniendo en cuenta los testimonios que
sobre él encontramos en los versículos finales del evangelio
(21,20-24). Lo máximo que podemos decir es que los miembros
de la comunidad pensaban que él era la fuente de “su” evangelio
y, bastante probablemente, el fundador de la misma comunidad.
Por tanto, el peso de la evidencia se decanta a favor de identificar
al “discípulo amado” con Juan Zebedeo, tal como afirmaban las
tradiciones posteriores.
Aun así, la función testimonial atribuida al “discípulo amado” al
final del evangelio suscita otras cuestiones. El pasaje se
encuentra unido a la última aparición de Jesús a los discípulos
tras la resurrección (21,1-14). A continuación (21,15-19) le sigue
un coloquio entre Jesús y Pedro que sirve de recapitulación de las
tres negaciones, pues Jesús pregunta a Pedro tres veces: “Simón,
¿me amas?”. Al final de este coloquio, Jesús predice la muerte de
Pedro, tal como queda claramente reflejado en el comentario
redaccional del autor: “Jesús se expresó en estos términos para
indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Acto
seguido dijo: — Sígueme.” (21,19).
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Lo que sigue es un testimonio redaccional semejante sobre el
“discípulo amado”:
Pedro se volvió y vio que detrás de ellos venía el discípulo a
quien Jesús tanto quería, el mismo que en la cena se había
recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado:
“Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?”. Al verlo, Pedro
preguntó a Jesús:
— Señor, y este, ¿qué suerte correrá?
Jesús le contestó:
— Si yo quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?
Tú sígueme.
Estas palabras dieron pie para que entre los hermanos
circulase el rumor de que este discípulo no iba a morir. Sin
embargo, Jesús no dijo a Pedro que este discípulo no
moriría; simplemente dijo: “Si yo quiero que él quede hasta
que yo vuelva, ¿a ti qué?”.
Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas
cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la
verdad. Jn 21,20-24
El autor pone aquí especial cuidado en dejar claro que los
destinatarios conocen a aquel que se describe, remitiendo al
relato de la última cena, en la que este mismo discípulo “a quien
Jesús tanto quería”, estuvo recostado junto a él (13,23-25).
Luego, en otro comentario redaccional, semejante al realizado
sobre Pedro, el autor explica que “se extendió el rumor en la
comunidad de que este discípulo no moriría” (21,23); el autor dice
a continuación que se trataba de un rumor falso, puesto que se
fundamentaba en una interpretación errónea de lo que Jesús
había querido decir. Con otras palabras, el autor del evangelio
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tiene que explicar el hecho de que ya hubiera muerto el “discípulo
amado”.
Este comentario redaccional nos dice varias cosas sobre el autor
del evangelio. En primer lugar, nos muestra que el evangelio, tal
como ha llegado hasta nosotros fue concluido tras la muerte de
Juan (o del “discípulo amado”). Varias leyendas antiguas
sostenían que Juan fue el último de los discípulos históricos de
Jesús en morir, en torno al año 95 d.C. También nos muestra que
había algunos cristianos que pensaban que Juan no moriría
antes del retorno de Jesús, por lo que su muerte había provocado
la desilusión, que el autor trataba de mitigar. Puesto que el rumor
se atribuye a un dicho del mismo Jesús, es probable que
procediera de una variante de Mc 9,1: “— Os aseguro que algunos
de los que están aquí no morirán sin haber comprobado que el reino
de Dios ha llegado con poder”. La muerte de Juan originó, una vez
más, la tradicional expectativa apocalíptica que el autor del
evangelio tuvo que disipar. Por otra parte, se nos dice finalmente
que éste es, en efecto, el evangelio “del discípulo amado”; sin
embargo, también se añade una frase: “Este discípulo es el mismo
que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros
sabemos que dice la verdad.” (21,24). Aquí encontramos una
prueba de que otros miembros de la comunidad, que se
consideraban discípulos del “discípulo amado”, continuaron el
proceso completando el evangelio tras su muerte.
¿Quién compiló entonces el evangelio de Juan? Realmente no lo
sabemos. La teoría más ampliamente aceptada afirma que lo que
denominamos evangelio de Juan es el resultado de varias fases
de transmisión y redacción, cuyo núcleo más antiguo se
remontaría al mismo Juan. De acuerdo con esta teoría, hubo
cinco fases diferentes de redacción y composición, de las que las
dos o las tres últimas se llevaron a cabo tras la muerte de Juan.
Si murió efectivamente en torno al año 95 d.C., entonces la fecha
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de composición definitiva habría que situarla a principios de los
años 20 del siglo II. No obstante, existe un antiguo fragmento
manuscrito de Juan que podría fecharse a mediados del siglo II.
Por consiguiente, parece bastante razonable datar las últimas
fases de la composición entre los años 95 y 120.
Teoría de los cinco estratos o fases:
1. La predicación oral de Juan Zebedeo. Este material de tradición
oral abarca las obras y palabras de Jesús.
2. Los discípulos de Juan, en una gran labor de escuela teológica,
meditan, seleccionan, elaboran y presentan la predicación y los
recuerdos de su maestro, el apóstol Juan, durante un largo
tiempo que cubre varios decenios. Intervienen varias manos, que
muestran la diversidad de estilo manifiesta por ejemplo en el
capítulo 21. En este estrato se realiza la fusión entre los relatos
de “señales o signos” y “discursos”.
3. Primera redacción del evangelio. Alguien que llamamos
evangelista, un discípulo de la escuela de Juan, reúne todo el
material evangélico precedente, y le da una impronta unitaria,
coherente, autónoma, a saber, un evangelio.
4. Segunda redacción del evangelio. Una edición posterior que
pretende responder a las nuevas situaciones y conflictos
originados en la Iglesia. La existencia de los seguidores de Juan
el Bautista que ponían la autoridad de su maestro por encima de
la de Jesús. La situación de los cristianos, oriundos del judaísmo,
que eran expulsados de las sinagogas por confesar a Jesús (9,22;
16,22). El relato entero del ciego de nacimiento (Jn 9) es aplicado
a la nueva situación de los años 90, cuando los cristianos eran
expulsados de la sinagoga.
5. Redacción última y definitiva, hecha por una persona distinta
del tercer y cuarto estrato. Este redactor era amigo íntimo o
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discípulo cercano al evangelista, y, ciertamente pertenecía a la
escuela de Juan. Ha insertado en la obra ya existente algunos
materiales de Juan que él conocía. Algunos capítulos los ha
cambiado de orden: la resurrección de Lázaro aparece como
determinante de la muerte de Jesús. Para ello ha debido
adelantar la expulsión de los vendedores del templo (que en los
sinópticos aparece como causa de la muerte de Jesús) al
comienzo de la vida pública (2,13-22) y ha reagrupado los grandes
discursos de Jesús en el discurso de despedida (15-17). También
se le atribuyen algunos textos de contenido sacramental, la
conclusión del capítulo 21 y la denominación de “discípulo
amado” a quien había sido su maestro.
En cuanto al lugar de su composición encontramos varias
leyendas que lo ubican en Éfeso, al final de su vida, un supuesto
que se ha convertido en la opinión tradicional. También se han
aducido buenos argumentos según los cuales el evangelio –o al
menos algunos de sus estratos-- refleja la situación de una
comunidad cristiana que vivía en Siria. Es posible que el evangelio
de Juan siguiera una trayectoria en la que no sólo hubo múltiples
estratos de intervención autorial, sino también varios cambios de
situación social. Esta posibilidad nos ayudaría a explicar la
compleja naturaleza de la composición joánica.
Temática
A cualquiera que esté impregnado de lo que la tradición sinóptica
(Marcos, Mateo, Lucas) dice sobre la vida de Jesús, el evangelio
de Juan le parecerá en seguida algo extraño y, no obstante,
familiar. Esto mismo ocurrió en el siglo II. Ya en el año 200 d.C.,
Clemente de Alejandría se refería al evangelio de Juan como “el
evangelio espiritual” para explicar las evidentes diferencias, al
tiempo que defendía la autoría de Juan.
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Al comparar el evangelio de Juan con los tres evangelios
sinópticos se advierten grandes diferencias. Gran parte del
material que contienen los sinópticos no se encuentra en Juan, y
la mayor parte del material contenido en Juan tampoco se
encuentra en los sinópticos. Además, mientras que el material
sinóptico está compuesto por narraciones aisladas, sentencias
breves o grupos de sentencias que han sido organizadas por el
evangelista, en Juan predominan los discursos temáticos. El
vocabulario y los recursos literarios son también distintos. Todos
estos datos inclinan a pensar que la tradición joánica es
independiente de la sinóptica.
El evangelio de Juan es, en realidad, un escrito doctrinal en forma
de evangelio. Su primera intención no es narrar, sino enseñar. El
principal interés de esta obra es de carácter teológico; en ella los
milagros son signos; los discursos, más que discursos de Jesús,
son discursos sobre Jesús. Las discusiones no versan sobre los
problemas del tiempo de Jesús: la ley, el sábado, los alimentos
puros e impuros…, sino sobre las pretensiones de Jesús: ser el
Mesías, el enviado de Dios. Parece como si en este evangelio se
hubieran fundido dos planos: el de la vida de Jesús y el de la
comunidad a la que se dirige.
El evangelio de Juan es una respuesta a la situación que vive su
comunidad. A la polémica sobre la divinidad y humanidad de
Jesús, el evangelista responde profundizando en el misterio de su
encarnación y muerte. Y ante la tentación de huir del mundo,
exhorta a los discípulos para que afiancen su fe en Jesús, y,
unidos a él, salgan al mundo para dar testimonio de la verdad.
El cuarto evangelio contiene una profunda reflexión acerca del
misterio de Jesús. Quienes se encuentran con él (Nicodemo, la
Samaritana, el ciego de nacimiento, etc.) van descubriendo
progresivamente la hondura de este misterio. Lo reconocen como
Señor, Mesías, Profeta y Salvador del mundo. Pero el evangelista
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descubre a sus lectores que Jesús es el Hijo de Dios. El misterio
de su persona trasciende los estrechos límites de nuestra historia.
Jesús el Hijo de Dios, era uno con Dios, pero se ha vuelto hacia
nosotros y ha puesto en nuestra tierra su tienda de campaña. En
él se nos ha manifestado la gloria de Dios; es el camino, la verdad
y la vida, el buen pastor y la resurrección. Al final de su camino
Jesús retorna al Padre a través de la muerte, que es,
paradójicamente, el momento de su glorificación. La humanidad
y la muerte de Jesús, que resultaban escandalosas para muchos,
quedan así iluminadas, y son comprendidas como gestos de amor
hacia los seres humanos. La encarnación revela la hondura de la
humanidad de Jesús: el Jesús terreno es al mismo tiempo el Hijo
amado del Padre; y su muerte en la cruz pone de manifiesto el
alcance de su amor desmedido. Por eso, para Juan, la cruz no es
el patíbulo de Jesús, sino su trono.
La manifestación de Jesús provoca reacciones encontradas. Los
“judíos”3 se oponen sistemáticamente a él, algunos de sus
discípulos lo abandonan porque su enseñanza les resulta
inadmisible. Sin embargo, muchos personajes del evangelio lo
reconocen como el enviado de Dios, escuchan su enseñanza y lo
siguen. A través de ellos el evangelista describe las características
del auténtico discípulo, representado en el discípulo al que Jesús
amaba. La primera de ellas es la fe. Los verdaderos discípulos son
aquellos que, después de contemplar sus signos y escuchar sus
enseñanzas, creen y se mantienen firmemente unidos a él. Jesús
los invita a permanecer en su amor y a continuar la obra que él
ha empezado por encargo del Padre. El rasgo distintivo de quienes
creen en él será el amor mutuo (Jn 13,35), un amor semejante al
de Jesús; en esto conocerán todos que son sus discípulos. Pero,
además, Jesús les ha prometido su Espíritu para que les explique
3 La expresión “los judíos” en el evangelio de Juan, designa a las
autoridades religiosas de Jerusalén y el templo, no a la totalidad del
pueblo hebreo.
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todo lo que les ha dicho y los defienda en las tribulaciones que
han de soportar.
“SEÑALES” EN EL EVANGELIO DE JUAN
En el evangelio de Juan se narran sólo siete milagros, a los que el
autor llama “señales” o “signos”, en el sentido de “señales
milagrosas”.
Acontecimientos u ocasión Referencias
1. Jesús convierte el agua en vino 2,1-12
Los judíos piden señales (pruebas) 2,18; 6,30
Muchos creen en Jesús al ver sus señales 2,23; 3,2; 6,2; 7,31;
12,18
Jesús reprocha a quienes no creen sin
señales 4,48
2. Jesús sana al hijo de un oficial del rey 4,43-54
3. Jesús sana al paralítico de Betzatá 5,1-18
4. Jesús da de comer a una multitud 6,1-15
5. Jesús camina sobre el agua 6,16-21
La gente no entiende las señales 6,26
6.Jesús da la vista a un ciego de nacimiento 9,1-34
Juan Bautista no hizo señales 10,41
7. Jesús resucita a Lázaro 11,1-44
Los jefes religiosos reconocen que Jesús hace muchas señales
11,47
La gente no cree a pesar de las señales 12,37
Jesús hizo otras muchas señales 20,30
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LOS “YO SOY” DE JESÚS EN EL EVANGELIO DE JUAN
Juan identifica en la persona de Jesús al enviado de Dios, que es
Dios mismo, y que tal y como se mostró en la antigüedad, Dios
mismo se llama “YO SOY”. Es una manera de resaltar la filiación
divina de Jesús y su identificación total con el Dios de Israel, el
gran “YO SOY”.
Referencias
AT DIOS Ex 3,14
JESÚS (sin especificación) Jn 6,20; 8,24.28; 13,19; 18,5-6.8
El Mesías 4,25-26
El pan de vida 6,35.41.48.51
La luz del mundo 8,12; 9,5
La puerta 10,7-9
El buen pastor 10,11.14-15
La resurrección y la vida 11,25
El camino, la verdad y la vida 14,6
La vid verdadera 15,1-6
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LAS CARTAS DE JUAN
Las cartas de Juan como respuesta a una gran crisis
intracomunitaria
Marco histórico
FECHA: 95-105 o 120-130 d.C., aunque la última estimación es la
más probable.
AUTOR: desconocido.
ATRIBUCIÓN: Juan Zebedeo.
LUGAR: Siria y/o Éfeso.
Aunque las tres cartas son obras distintas del evangelio, se
consideran dentro de la historia literaria del corpus joánico. El
evangelio de Juan proponía ya una doctrina muy avanzada acerca
de Jesús. Probablemente en un determinado momento y a causa
del duro enfrentamiento con el judaísmo farisaico posterior a la
asamblea de Yamnia, un importante grupo de cristianos joánicos
se radicaliza a la hora de interpretar el cuarto evangelio y llega a
conclusiones fuera de la ortodoxia. Conclusiones que tienen que
ver con la persona de Cristo, con la ética y moral cristiana y con
las doctrinas sobre el Espíritu Santo. Para hacer frente a estas
interpretaciones del evangelio de Juan, un cristiano referente de
la comunidad joánica habría escrito (algunos años después del
evangelio y probablemente en un orden inverso al de su
colocación en la Biblia) estas tres cartas que la tradición ha
atribuido a Juan Zebedeo.
En las tres cartas los destinatarios son miembros de la
comunidad joánica a quienes se ponen en guardia contra aquellos
que están tergiversando la verdadera doctrina. No es necesario
comunidad cristiana de la esperanza
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ver en estos adversarios a cismáticos gnósticos, pero sí pueden
ser los precursores de un amplio movimiento heterodoxo
gnóstico, muy desarrollado en el siglo II. El autor de las cartas se
refiere a ellos con palabras muy duras: anticristos, mentirosos,
falsos profetas, raza de Caín, hijos del diablo, seductores, y los
contrapone con los verdaderos cristianos que se distinguen por
ser fieles a las enseñanzas originales y por guardar los
mandamientos, especialmente el del amor fraterno.
Afirmaban que Jesús no es el Cristo, y negaban que el Hijo de
Dios se haya encarnado como humano y que nos haya redimido
con su sangre. También pensaban que no necesitaban ser
redimidos porque se consideraban en posesión plena del Espíritu
Santo; se encontraban por tanto, por encima de toda ética.
Negaban los pecados personales y pretendían tener una conexión
exclusiva directa con Dios. No se sentían obligados a cumplir los
mandamientos porque ya eran perfectos. Despreciaban en
particular el mandamiento del amor fraterno y profesaban un
individualismo exaltado (amar directamente a Dios sin querer
saber nada del hermano).
La relación lingüística y conceptual con el evangelio de Juan es
evidente. Esto quiere decir que pertenecen a la misma tradición,
pero no que hayan sido escritas por el mismo autor del evangelio.
Lo más probable es que los autores sean distintos, aunque
algunos expertos piensan que el autor de las cartas podría ser el
redactor final del evangelio.
Contenido teológico
La primera carta es la más elaborada teológicamente y recoge los
elementos doctrinales de las otras dos. En realidad, constituye
algo así como la síntesis teológica final de este singular personaje
de la tradición joánica, e insiste en los siguientes aspectos:
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- Hay que mantenerse fieles a lo enseñado desde el principio,
y no hay que dejarse seducir por las nuevas enseñanzas de
una parte de la comunidad.
- No basta con creer. Hay que cumplir los mandamientos,
sobre todo el gran mandamiento del amor, y hacer la
voluntad del Padre.
- Ya tenemos la vida eterna y poseemos el Espíritu; pero aún
estamos a la espera de la consumación definitiva. Y en esta
espera es posible el pecado, porque junto con el Espíritu
de la verdad, existe y actúa el espíritu de la mentira. Es
preciso aprender a discernir entre los diversos espíritus (1
Jn 4,1).
- No hay que distorsionar la realidad de Cristo. Junto a su
dimensión divina (subrayada por la comunidad del
evangelio de Juan), es preciso insistir también en su
dimensión humana (1 Jn 4,2-3), que llega hasta la muerte
sacrificial por nuestros pecados (1 Jn 2,1-2).
El mensaje central de las cartas se puede resumir en que el
amor de Dios no puede separarse nunca del amor fraterno. “Si
alguien dice que ama a Dios mientras odia a su hermano
miente” (1 Jn 4,20). Para poder comprender correctamente el
mensaje joánico es necesario no olvidar la sospecha que recae
sobre el amor a Dios, a quien no vemos, si no va acompañado
y verificado por su correlativo inseparable: el amor al hermano
a quien vemos. “El que no ama no ha conocido a Dios, porque
Dios es amor” (1 Jn 4,8).
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LAS MUJERES EN LAS COMUNIDADES JOÁNICAS
Hay un aspecto que merece la pena ser destacado aunque sea
brevemente. El papel que las mujeres tienen en el evangelio de
Juan es algo aceptado, aunque haya discrepancias en torno a la
calificación de esta presencia. Aparecen con papeles importantes
en el relato, pues, de hecho, muchas de las conversaciones
teológicas más importantes de Jesús en este evangelio se
producen con mujeres. María de Nazaret es la que introduce a
Jesús en el comienzo de la manifestación de su gloria, con su
primera “señal o signo” (Jn 2); la Samaritana es la primera
persona a la que Jesús se revela como Mesías, la que misiona y
lleva a los primeros creyentes samaritanos a Jesús (Jn 4); Marta
es la que hace la confesión cristológica (“Sé que eres el Mesías, el
Hijo de Dios”) que en los evangelios sinópticos hace Pedro (Jn 11);
María de Betania, de quien Jesús aprende el valor y las
posibilidades contraculturales de un signo que luego él repetirá
(Jn 13), es la que le unge como novio mesiánico (Jn 12); María de
Magdala es aquella a quien Jesús resucitado se aparece en primer
lugar, revela su nueva situación, y se convierte en la primera
apóstol cuando le da la misión de que vaya a anunciarlo (Jn 20).
También en otras partes de importancia del relato evangélico,
como su pasión y muerte, Jesús es presentado en compañía de
mujeres. A los pies de la cruz aparecen cuatro mujeres
acompañándolo: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la
hermana de su madre, María la esposa de Cleofás y María
Magdalena” (Jn 19,25).
Es de notar también que parece haber también una relación
positiva entre el papel comunitario dado a las mujeres, la
importancia concedida al Espíritu y la estructuración
comunitaria. Algo de eso se veía también en otras tradiciones
relacionadas con los judíos helenistas como las que se ven en
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Lucas-Hechos, aunque su aplicación y desarrollo fueran
diferentes.
Un dato que apoya la idea anterior sobre el papel de las mujeres,
es el hecho de que esa posición fuera reivindicada en momentos
posteriores, cuando comenzaba a ser problemática en la gran
Iglesia, y se relegó a la mujer al puesto que ocupa en la mayoría
de iglesias hasta la actualidad. En esos momentos, algunas
tradiciones joánicas, en concreto la de la aparición de Jesús
resucitado a María de Magdala, fueron asumidas y desarrolladas
en las polémicas que sobre ese tema tuvieron lugar en el siglo II.
Algunos grupos acabaron fuera de la gran corriente eclesial, pero
dejaron testimonios escritos de las relecturas que ellos habían
hecho de estas tradiciones: evangelio de María, evangelio de
Felipe y otros.
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