Monterrey, N. L ., México. Octubre de 2011 No. 73
M UY queridos hermanos y hermanas en el
Señor: Celebramos en este mes de Octubre, el día 18, los primeros 30 años
de la Parroquia de Santa Beatriz de Silva, nuestra Parroquia, que oficialmente nació por decreto del
entonces Arzobispo de Monterrey, D. José de Jesús Tirado Pedraza (+), siendo el promotor y primer Párroco el Padre
Eusebio Lozano Martínez. Desde el tiempo de preparación, hasta el 17 y 18 de
Octubre en que respectivamente se celebra la Eucaristía donde se lee el decreto correspondiente, y se va proclamando al día
siguiente, muchos hermanos y hermanas han colaborado en el nacimiento, formación y crecimiento de esta Parroquia. Obispos, Sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos y
laicas, han cooperado de muy diversas maneras a que la comunidad parroquial viva y se vaya formando la familia de Dios.
Algunos de ellos, han sido llamados ya por Dios a la vida eterna y otros continúan entre nosotros, cooperando algunos todavía en la vida parroquial.
Otros tantos se han ido integrando en los diversos momentos de nuestra historia parroquial y, así, todos hemos
podido colaborar un poquito a realizar la tarea propia de la Parroquia, teniendo como patrona titular a Santa Beatriz de Silva.
Para todos ellos, pedimos al Señor, que nunca se deja ganar en generosidad, abundantes gracias y bendiciones.
El día del 30° aniversario tuvimos la bendición de que el Eminentísimo señor Cardenal, D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, presidiera la Misa concelebrada de
acción de gracias por estos primeros 30 años de vivencia de fe, de esperanza y de amor cristianos.
Con nuestro querido Pastor dimos gracias a Dios por tantos dones recibidos y le pedimos siga mostrándose
misericordioso con esta porción de la Iglesia, sus amigos y bienhechores.
En comunión con la Virgen María sigamos adelante y que el ejemplo de Santa Beatriz de Silva, que tanto amó a Jesús y le
entregó su vida, nos anime en nuestro caminar personal y parroquial.
Oremos unos por otros.
P. Juan Carlos Castillo Ramírez Párroco
Por su reportero Capsulito
1) Octubre se ha ido y con él los trabajos y afanes de estos días
que en las actividades ordinarias nos dieron la base de nuestra entrega a Dios.
2) Octubre nos trajo la oportunidad de reflexionar en los más de
30 años de labor pastoral que se ha llevado a cabo entre nosotros al celebrar el 30 aniversario de nuestra Parroquia de
Santa Beatriz de Silva.
3) Culminó así la oración de todo el años, especialmente los días
17, dedicados a Santa Beatriz con este motivo.
4) Con alegría se efectuó, además a beneficio de la construcción,
el almuerzo “Canta, Baila y Coopera” con más de 100 asistentes el día 18.
5) Igualmente ese día, fecha del aniversario, vino el señor
Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, a la Misa de acción de gracias al Señor por estas tres décadas de
vida cristiana.
6) Acompañado del Párroco que le tocó la fundación de esta
Parroquia, del Párroco y Vicario actuales y de varios sacerdotes
de la Zona Pastoral I, el señor Cardenal nos llamó a dar gracias a Dios y a renovar con el señor nuestro compromiso, para que
todos se encuentren con Cristo, se multipliquen las vocaciones al apostolado y siga madurando nuestra comunidad parroquial.
7) Así es que mis queridos hermanos y hermanas demos gracias
a Dios y a renovar nuestro compromiso, con ganas y empeño, porque nos hacen falta obreros del evangelio que, como dice el
Párroco: se quieran asociar a la obra de salvación del mismo Cristo que ha querido necesitar de nuestra ayuda para llevar a todos la salvación. Animo!
8) Después de la celebración del aniversario llegó la calma y dijo
el P. Juan Carlos que ahora hay que echarle ganas a la chamba de todos los días.
9) Del miércoles 19 al viernes 20 de octubre se llevó a cabo el
triduo de preparación de la fiesta del Beato Juan Pablo II. Sencillas actividades enmarcaron este triduo que culminó
con la celebración del Beato el sábado 22 de octubre, fecha fijada para su festividad y que por primera vez se celebró en la Iglesia
este año. Los jóvenes de los grupos parroquiales asistieron a la misa que fue promovida por el grupo juvenil LOLEK.
10) Luego el 23 nos fuimos a la peregrinación anual a la
Basílica de Guadalupe, en comunión con las Parroquias del Decanato de Corpus Christi, al que pertenecemos, con playera
blanca y mucha gratitud al Señor por los favores que nos concede por medio del amor maternal de la Virgen Morena.
11) Por el aniversario parroquial hemos de retomar lo que el
Documento de Aparecida nos señala: “Las Parroquias están llamadas a ser Casas y escuelas de Comunión...”(No. 170).
12) Y también nos dice nuestro señor Arzobispo en su
Exhortación apostólica “Jesucristo, camino, verdad y vida”, que “La Parroquia debe de ser el ámbito natural del encuentro de
cada cristiano con Dios y con la Iglesia, en el que se nutre de la Eucaristía y de la Palabra de Dios, el marco donde vive la
comunión y la comunidad en la que acude a los sacramentos... también a ella hay que entregarle el esfuerzo apostólico, la ayuda
económica, la participación activa en sus ministerios...”.
13) Desde aquí me quiero lanzar con un comercialito:
Necesitamos su ayuda para llevar a feliz término la construcción
de los salones parroquiales. Todo donativo es bienvenido pues faltan ventanas, zarpeo, pisos, sanitarios, pintura y sobre todo, pagar la placa. Que nuestra generosidad brille y acabemos los
salones parroquiales, que ya van muy avanzados y que, por cierto, ya visitó el señor Cardenal y felicitó a la Comunidad por su
avance. Esperamos su apoyo muy efectivo.
14) Y nos vamos recordándoles que la próxima semana será la
“Semana de la Familia” que culmina con el evento diocesano:
FAMILIA DESPIERTA AL AMOR, que será en Cintermex el 6 de noviembre de las 3:00 p.m. a las 8:00 p.m.
¡Hasta la próxima!
les dice “Capsulito”, su reportero favorito
2
LA RECONSTRUCCIÓN DE NUESTRA CIUDAD,
UNA TAREA DE TODOS.
N OS dice el señor Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, en su
exhortación pastoral, que lleva el nombre de este artículo, que las presiones y el estrés de
la sociedad actual hacen que los padres de familia no cuenten con mucho tiempo para dedicarlo a sus hijos
en un ambiente de serenidad.
“Y esto ha hecho que , poco a poco, se debilite el papel educativo de la familia. Ante las dificultades que entraña actualmente la tarea de educar a los hijos, no son pocos los padres de familia que, más o menos conscientemente, y muchas veces m o v i d o s p o r l a s circunstancias, han tirado la toalla y simplemente se contentan con que sus hijos asistan a la escuela y no creen problemas en su casa. Así encontramos muchos jóvenes que viven „a su aire‟, en una especie de abandono e n cub i e r t o y qu e convierten la casa en su hotel en que duermen y donde, al máximo, cuidan ciertas normas”, añade.
Nos hace ver que el aumento de roturas matrimoniales
también ha afectado seriamente a las familias y a la educación de los hijos. Todavía se estudian científicamente los efectos del divorcio en los hijos y nos damos cuenta de que, por desgracia,
nuestras sociedad no siempre puede ofrecer una ayuda adecuada a estos niños y jóvenes que requieren una atención muy cercana
que les ayude a superar el desarrollo traumático del proceso que viven sus papás.
Igualmente que otro elemento que tenemos que superar es la violencia dentro de las familias. La violencia física y
psicológica, sigue constituyendo una verdadera epidemia que daña profundamente a todos los miembros de la familia y genera
como un germen de violencia para la sociedad entera. Se puede decir que, en gran parte, la violencia que vivimos en la sociedad
tienen sus orígenes en hogares donde se cultivó este ambiente de violencia y de falta de respeto mutuo.
“La solidez del núcleo familiar es un recurso determinante para la calidad de la convivencia social. Por ello la comunidad civil no puede permanecer indiferente ante las tendencias disgregadoras que minan en la base sus propios fundamentos. Es necesario, por tanto, que las autoridades públicas „resistiendo a las tendencias disgregadoras de la misma sociedad y nocivas para la dignidad, seguridad y bienestar de los ciudadanos, procuren que la opinión pública no sea llevada a menospreciar la importancia
institucional del matrimonio y de la familia‟ La familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad
de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de los propios miembros y de la sociedad.”
También, nos dice, es
esencial la familia para la transmisión y educación de
la fe y de los valores más profundos del ser
humano. “En el seno de una familia la
persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la v i d a , l a p r i m e r a
experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos”.
3
CRÓNICA DE NUESTRO
30° ANIVERSARIO
E L pasado 18 de octubre fue un gran día para
nuestra Parroquia de Santa Beatriz de Silva: Se cumplieron los primeros 30 años de haber sido
erigida canónicamente como Parroquia, después de más de dos años de preparación, perteneciendo
entonces a la Parroquia de Corpus Christi.
El Arzobispo D. José de Jesús Tirado Pedraza nombró en 1979 al Padre Eusebio Lozano
Martínez como Vicario Parroquial de Corpus Christi para atender
especialmente la promoción de lo que sería la nueva Parroquia.
Con los laicos y laicas del
sector el Padre Eusebio llevó adelante la encomienda: se afanó
por la formación de la comunidad, de la construcción de una Capilla y así, el 17 de
octubre de 1981 se celebró una Misa en la que se leyó el decreto
de erección canónica de la nueva Parroquia de Santa Beatriz de
Silva, que se haría efectivo a partir del día siguiente y se leería
en las Misas que se celebraran. Así nació esta Parroquia.
El Padre Eusebio continuó al frente como primer Párroco, para seguir construyendo la comunidad que abarcaba lo que
ahora son las Parroquias de María Esperanza Nuestra y del Santo Niño. Igualmente la construcción del templo parroquial que
ahora, majestuoso y funcional, es el centro de la vida parroquial.
Después vendría el Padre Víctor Manuel Chaveznava Siller (+) a continuar como segundo Párroco el caminar parroquial.
Luego el Padre Gerardo Javier Cárdenas Rodríguez sería el tercer Párroco y el cuarto y actual Párroco el Padre Juan Carlos Castillo
Ramírez.
En su momento el Padre Cárdenas invitó al Padre Eusebio a colaborar por las tardes, con la confesión y la celebración de
una Eucaristía, y él aceptó con gusto. El Padre Juan Carlos le renovó la petición y así el Padre Eusebio sigue entre nosotros,
dando generosamente su ministerio y su testimonio para bien de nosotros.
El día 18 de este mes de octubre vino el señor Cardenal,
D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, a presidir la Misa de acción de gracias por estos 30 años. Llegó y fue invitado
a recorrer el avance de construcción de los salones parroquiales y felicitó a la comunidad por su construcción y momento de edificación.
Después presidió la Eucaristía, donde el padre Eusebio,
Párroco fundador se veía muy contento. Acompañaron al señor Cardenal los Padres Juan Ángel Acosta Zavala, Párroco de Corpus
Christi, la Parroquia madre; José Francisco Gallardo Viera, Vicario de Corpus Christi; Luis Eugenio Castillo Leal, Párroco de Jesús El
Buen Pastor y Decano; Homero G. Rodríguez Jacobo, Párroco de San Rogelio; Miguel Flores Villarreal, Vicario de la Parroquia de
Ntra. Madre Santísima de La Luz; César Gerardo Méndez Ayala, Vicario de la Parroquia de Lourdes y Eliezer Israel Sandoval Espinosa y Juan Carlos Castillo Ramírez, Vicario y Párroco
actuales, que también estaban super contentos.
Luego de la Misa se agradeció al señor Cardenal la amabilidad y el honor de su asistencia. A los sacerdotes se les
ofreció una sencilla cena, en la que estuvo también Monseñor Emigdio A. Villarreal Bacco, Párroco de Cristo de la Montaña siendo acompañados por los coordinadores de las áreas de
pastoral.
Pedimos a Santa Beatriz siga protegiendo su Parroquia y nos ayude a amar más a Jesús.
4
Mons. José de Jesús Tirado Pedraza y el P. Eusebio Lozano
el 18 de octubre de 1981 Emmo. Sr. Cardenal Dn. Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Monterrey, y los sacerdotes concelebrantes en la misa del
30° Aniversario Parroquial
5
MIRAR AL FUTURO
E N la homilía que nos dirigió el Eminentísimo señor
Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, en la Misa
de acción de gracias por el XXX aniversario
de nuestra Parroquia de Santa Beatriz
de Silva, nos señaló que era muy bueno darle gracias a Dios por estos
30 años de la Parroquia y contemplar todo lo vivido en este tiempo.
Aprovechar este aniversario
para ver la acción de todos las personas que en estos años han part ic ipado en las tareas de
evangelización y para agradecerle a Dios los dones y bendiciones
recibidos, y también MIRAR AL FUTURO. Nos invitó a que este
aniversario nos ayude a ver al futuro.
Frente a la comunidad parroquial está el presente y el futuro
para implementar nuevas acciones, nuevas estrategias para responder a las necesidades pastorales de este
tiempo y del mañana.
Que junto a una mirada agradecida por el pasado ya vivido,
pongamos nuestro empeño en dar respuesta a los retos y desafíos
pastorales que ahora se presentan y realicemos los trabajos, los servicios
que sean necesarios. Debemos ver al futuro para
llevar a la comunidad al encuentro con Jesucristo nuestro Señor, para
que a partir de este encuentro renovemos nuestro ser discípulos
misioneros de Jesús.
Igualmente que nos sintamos llamados a colaborar con Cristo en la
obra de la salvación, recordando que la madurez de una
comunidad parroquial se mide por las vocaciones al apostolado con las que cuenta. Habremos de pedirle al Señor que llame a
su servicio a muchos laicos y laicas, hombres y mujeres que se quieran comprometer en la tarea de evangelización, para que
muchos fieles de nuestra Parroquia se integren a los grupos de apostolado parroquial.
Así, en espíritu de comunión, y
formándose en la Palabra de Dios, se conviertan en misioneros de esa
Palabra, que vayan a los más alejados de Dios, de la vida cristiana, que vayan a los más pobres y necesitados.
Frente a nosotros está un
futuro que nos pide una respuesta nueva.
A los hermanos de hace más de
30 años, les correspondió iniciar la vida de esta Parroquia; a otros promover la
formación de la comunidad y la construcción de la primera Capilla y después del Templo parroquial.
A n o s o t r o s a h o r a n o s
corresponde continuar esa labor y promover que la Parroquia sea Casa y
Escue la de comun ión , donde fraternalmente unidos seamos agentes
de transformación social, misioneros que desde su discipulado son fermento cristiano en la masa, en la sociedad
toda, empezando con la propia vida, la propia familia, todos los sectores de la
Parroquia y la sociedad en general.
Pidámosle al Señor, que es quien llama a sus colaboradores, a sus
obreros del evangelio, que sean muchos los que al escuchar su llamado
a servir en las diferentes áreas de la pastoral, de la vida parroquial, le den un “Sí”, generoso y sin excusas sean
colaboradores de Cristo que ha querido tener necesidad del hombre mismo
para llevar adelante la obra de la salvación.
P. Juan Carlos Castillo Ramírez.
6
EL SALMO 23 EXPLICADO POR
S. S. BENEDICTO XVI Audiencia General del miércoles 5 de Octubre de 2011
Q UERIDOS hermanos y hermanas:
Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de
confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es
bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico
en clemencia y lealtad» (Ex 34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2,
13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17). Por ello hoy
quiero reflexionar con vosotros sobre un Salmo impregnado totalmente
de confianza, donde el salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido, puesto al seguro de todo peligro, porque el Señor es su
pastor. Se trata del Salmo 23 —según la datación grecolatina, 22—,
un texto familiar a todos y amado por todos.
«El Señor es mi pastor, nada me falta»: así empieza esta bella
oración, evocando el ambiente nómada de los pastores y la experiencia
de conocimiento recíproco que se establece entre el pastor y las ovejas
que componen su pequeño rebaño. La imagen remite a un clima de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce una a una a sus ovejas,
las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se fían
de él (cf. Jn 10, 2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos,
dispuesto a defenderlas, a garantizarles bienestar, a permitirles vivir en
la tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta
experiencia hace referencia el salmista, llamando a Dios su pastor, y
dejándose guiar por él hacia praderas seguras: «En verdes praderas me
hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre» (vv. 2
-3).
La visión que se abre ante nuestros ojos es la de praderas
verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia los cuales el pastor
acompaña al rebaño, símbolos de los lugares de vida hacia los cuales el
Señor conduce al salmista, quien se siente como las ovejas recostadas
sobre la hierba junto a una fuente, en un momento de reposo, no en tensión o en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el
sitio es seguro, el agua es fresca, y el pastor vigila sobre ellas. Y no
olvidemos que la escena evocada por el Salmo está ambientada en una
tierra en gran parte desértica, azotada por el sol ardiente, donde el
pastor seminómada de Oriente Medio vive con su rebaño en las estepas
calcinadas que se extienden en torno a los poblados. Pero el pastor
sabe dónde encontrar hierba y agua fresca, esenciales para la vida,
sabe conducir al oasis donde el alma «repara sus fuerzas» y es posible recuperar las fuerzas y nuevas energías para volver a ponerse en
camino.
Como dice el salmista, Dios lo guía hacia «verdes praderas» y
«fuentes tranquilas», donde todo es sobreabundante, todo es donado en
abundancia. Si el Señor es el pastor, incluso en el desierto, lugar de
ausencia y de muerte, no disminuye la certeza de una presencia radical
de vida, hasta llegar a decir: «nada me falta». El pastor, en efecto, se
preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus propios ritmos y
sus propias exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos «justos», es decir aptos para ellas, atendiendo
a sus necesidades y no a las propias. Su prioridad es la seguridad de su
rebaño, y es lo que busca al guiarlo.
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como el
salmista, si caminamos detrás del «Pastor bueno», aunque los caminos
de nuestra vida resulten difíciles, tortuosos o largos, con frecuencia
incluso por zonas espiritualmente desérticas, sin agua y con un sol de
racionalismo ardiente, bajo la guía del pastor bueno, Cristo, debemos estar seguros de ir por los senderos «justos», y que el Señor nos guía,
está siempre cerca de nosotros y no nos faltará nada.
Por ello el salmista puede declarar una tranquilidad y una
seguridad sin incertidumbres ni temores: «Aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me
sosiegan» (v. 4).
Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del
sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se
siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras
cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de
ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la caída del sol,
cuando la visibilidad se hace incierta, es normal que las ovejas se
inquieten, existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse, y
existe también el temor de que posibles agresores se escondan en la
oscuridad. Para hablar del valle «oscuro», el salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por lo cual el valle que hay
que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligro
de muerte. Sin embargo, el orante avanza seguro, sin miedo, porque
sabe que el Señor está con él. Aquel «tu vas conmigo» es una
proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia
de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro
pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede
ahora caminar tranquilo, acompañado por el sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno e indica la presencia tranquilizadora del
pastor.
Esta imagen confortante cierra la primera parte del Salmo, y da
paso a una escena diversa. Estamos todavía en el desierto, donde el
pastor vive con su rebaño, pero ahora somos transportados bajo su
tienda, que se abre para dar hospitalidad: «Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa
rebosa» (v. 5).
Ahora se presenta al Señor como Aquel que acoge al orante,
con los signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. El
huésped divino prepara la comida sobre la «mesa», un término que en
hebreo indica, en su sentido primitivo, la piel del animal que se extendía
en la tierra y sobre la cual se ponían las viandas para la comida en
común. Se trata de un gesto de compartir no sólo el alimento sino también la vida, en un ofrecimiento de comunión y de amistad que crea
vínculos y expresa solidaridad. Luego viene el don generoso del aceite
perfumado sobre la cabeza, que mitiga de la canícula del sol del
desierto, refresca y alivia la piel, y alegra el espíritu con su fragancia.
Por último, el cáliz rebosante añade una nota de fiesta, con su vino
exquisito, compartido con generosidad sobreabundante. Alimento,
aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la
abundancia del amor. El Salmo 104, celebrando la bondad providente
del Señor, proclama: «Haces brotar hierba para los ganados, y forraje
para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que
alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro y el pan que le da
fuerzas» (vv. 14-15). El salmista se convierte en objeto de
numerosas atenciones, por ello se ve como un viandante que encuentra
refugio en una tienda acogedora, mientras que sus enemigos deben detenerse a observar, sin poder intervenir, porque aquel que
consideraban su presa se encuentra en un lugar seguro, se ha
convertido en un huésped sagrado, intocable. Y el salmista somos
nosotros si somos realmente creyentes en comunión con Cristo. Cuando
Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos mal.
Luego, cuando el viandante parte nuevamente, la protección
divina se prolonga y lo acompaña en su viaje: «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la
casa del Señor por años sin término» (v. 6).
La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al
salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es
un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en
peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante
quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar». El verbo
hebreo utilizado aquí tiene el sentido de «volver», pero, con una pequeña modificación vocálica, se puede entender como «habitar», y así lo
recogen las antiguas versiones y la mayor parte de las traducciones
modernas. Se pueden mantener los dos sentidos: volver al templo y
habitar en él es el deseo de todo israelita, y habitar cerca de Dios, en su
cercanía y bondad, es el anhelo y la nostalgia de todo creyente: poder
habitar realmente donde está Dios, cerca de Dios. El seguimiento del
Pastor conduce a su casa, es la meta de todo camino, oasis deseado en el desierto, tienda de refugio al huir de los enemigos, lugar de paz
donde se experimenta la bondad y el amor fiel de Dios, día tras día, en
la alegría serena de un tiempo sin fin.
Las imágenes de este Salmo, con su riqueza y profundidad,
acompañaron toda la historia y la experiencia religiosa del pueblo de
Israel, y acompañan a los cristianos. La figura del pastor, en especial,
evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en el desierto,
como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cf. Is 63, 11-14; Sal 77,
20-21; 78, 52-54). Y en la Tierra Prometida era el rey quien tenía la
tarea de apacentar el rebaño del Señor, como David, pastor elegido por Dios y figura del Mesías (cf. 2 Sam 5, 1-2; 7, 8; Sal 78, 70-72). Luego,
después del exilio de Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cf. Is 40, 3-5.9
-11; 43, 16-21), Israel es conducido a la patria como oveja perdida y
reencontrada, reconducida por Dios a verdes praderas y lugares de
reposo (cf. Ez 34, 11-16.23-31). Pero es en el Señor Jesús en quien
toda la fuerza evocadora de nuestro Salmo alcanza su plenitud,
encuentra su significado pleno: Jesús es el «Buen Pastor» que va en
busca de la oveja perdida, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 2-4.11-18), él es el camino, el
justo camino que nos conduce a la vida (cf. Jn 14, 6), la luz que ilumina
el valle oscuro y vence todos nuestros miedos (cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5;
12, 46). Él es el huésped generoso que nos acoge y nos pone a salvo
de los enemigos preparándonos la mesa de su cuerpo y de su sangre
(cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) y la mesa definitiva del
banquete mesiánico en el cielo (cf. Lc 14, 15 ss; Ap 3, 20; 19, 9). Él es el Pastor regio, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado
sobre el madero glorioso de la cruz (cf. Jn 3, 13-15; 12, 32; 17, 4-5).
Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 23 nos invita a
renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus
manos. Por lo tanto, pidamos con fe que el Señor nos conceda, incluso
en los caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre por sus
senderos como rebaño dócil y obediente, nos acoja en su casa, a su
mesa, y nos conduzca hacia «fuentes tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos beber en sus manantiales,
fuentes de aquella agua viva «que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14;
cf. 7, 37-39). Gracias.
Tomado de: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20111005_sp.html 7
LA DEVOCIÓN A LA
VIRGEN MARÍA, CLAVE DE NUESTRA SALVACIÓN.
c UANDO hablamos de la Madre de nuestro Redentor no es difícil asociarla a su Divino Hijo en
el papel decisivo de nuestra salvación. María Santísima fue elegida por Dios para ser la Madre
d e l V e r b o encarnado, y podemos encontrar en
este designio sapientísimo de Dios la voluntad siempre clara de
salvación que el Creador ha tenido para con el hombre siempre extraviado, desde el momento de la
caída. En el momento feliz de la
Anunciación, Dios revela en voz del arcángel San Gabriel su designio
salvador de enviar a su propio Hijo. La respuesta de la doncella israelita
no se hizo esperar y como sierva obediente llena de gracia pronunció: „fiat mihi secundum verbum tuum‟
“hágase en mí según tu palabra.” El plan de salvación encontró una de
sus cumbres más elevadas en estas sencillas palabras que pronunció
María al emisario de Dios. El „fiat‟ = “hágase”, pronunciado por María,
es prefiguración del „fiat voluntas tua‟ “hágase tu voluntad”,
pronunciado por Jesús en el huerto de los olivos, cuando la angustia mortal minaba sus fuerzas al
contemplar su pasión, ofrenda excelentísima de redención.
La obediencia de María Santísima es principio y fundamento de la obediencia humana de Cristo a la voluntad
santísima de Dios. María enseñó al niño Jesús a cumplir cabalmente la voluntad de Dios. Su ejemplo fue determinante para
que el Mesías no escatimara nada en su respuesta al plan de salvación que se cumpliría en su pasión, muerte y resurrección.
En un consorcio de amor, la madre y el Hijo divino hicieron vida la voluntad de salvación humana, dictada por Dios desde el momento de la caída del hombre. No existe salvación sin
María, su presencia siempre querida por Dios nos remite a una realidad todavía más excelente: Ella sigue colaborando en la
salvación de una multitud incalculable de hombres y mujeres que poniendo toda su confianza en su intercesión gloriosa le entregan
la resolución de su destino eterno. Teniendo a María Santísima como intercesora, nuestra
salvación sólo adolecería de nuestro vacilante y egoísta corazón, porque su intervención en la salvación de las almas es tan cierta,
que dudar de ella sería dudar de ese „fiat‟ que pronunció para que el misterio de la encarnación se hiciera presente. Dirigir
nuestra oración a María, no le resta gloria a Dios, al contrario es garantía de que nuestras humildes súplicas pasando por las manos llenas de amor y gracia de María, lleguen mucho más
brillantes y embellecidas a la presencia del Padre. La devoción mariana hoy en día adorna la liturgia,
doctrina y vida de la Iglesia y la llena de magníficos frutos. La presencia
de María Santísima en la espiritualidad popular ha enriquecido
en sobremanera con frutos de santidad a los fieles durante
generaciones. Es por eso importante seguir promoviendo la devoción a nuestra Madre Santísima, la Virgen
María, porque nadie es más cercana a Dios que ella, nadie más asociada
al misterio de nuestra redención que ella, nadie posee méritos y poder en
su intercesión en grado sumo como ella.
Ora a Dios en su compañía, invócala en tus necesidades, cuando visites el templo, detente siempre
ante su imagen bendita, pídele su intercesión, entrégale tus angustias,
ella es madre que escucha atenta las necesidades de sus hijos e hijas.
Entabla diálogo con ella, como toda madre amorosa, siempre tiene
palabras dulces y consoladoras. Y cuando la invoques recuerda su más
dulce recomendación: “Haced lo que Él (Jesús) os diga” Jn 2, 5. Hermano,
Hermana, si quieres alcanzar el cielo no lo intentes sin María
Santísima, es Madre de los discípulos de Cristo, es Madre de la Iglesia, es Puerta del Cielo. Siempre nos lleva a Cristo, nos
encamina a la salvación.
P. Eliezer Israel Sandoval Espinosa
Vicario parroquial 8
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