PREOCUPACIONES DE UNA MADRE
DE FAMILIA
Karonlains Alarcón Forero
PREOCUPACIONES DE UNA MADRE
DE FAMILIA
Karonlains Alarcón Forero
Revisión:
Sombra Tornasol
Segunda edición
Preocupaciones de una madre de familia
© 2020, Karonlains Alarcón Forero
2020 Sello editorial Multiverso
ISBN: 978-958-48-6319-5
© Corrección: Sombra Tornasol
© Ilustración de portada: Faatumi
© Ilustraciones internas: Faatumi
Ajonjolí Azul
Todos los derechos reservados.
Esta publicación no puede ser reproducida, ni en
todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna
forma ni por ningún medio, sea mecánico,
fotoquímico, magnético, electrónico, electróptico, por
fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por
escrito del sello editorial.
Dedicado a todas las madres del
mundo; y en especial a mi mamá
Contenido
INTRODUCCIÓN ................................................ 8
UNA SONRISA AL REVÉS .............................. 13
EN APUROS ....................................................... 17
RESPUESTA PARA LAS QUERIDAS MADRES
QUE ME PREGUNTAN POR EL INFALIBLE
MÉTODO DE ENSEÑANZA DE IDIOMAS QUE
USO CON MIS HIJOS ........................................ 25
DESTINO ............................................................ 34
AL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS ................... 37
LA MASCOTA .................................................... 43
DEMOSTRATIVO .............................................. 48
LA MOLOJEIA ................................................... 52
SUICIDO INDUCIDO ........................................ 56
LA CHUMACERA .............................................. 62
QUERIDO DIOS: ................................................ 66
CUIDANDO ........................................................ 70
PREOCUPACIONES DE UNA MADRE DE
FAMILIA ............................................................. 73
LOCURA ............................................................. 77
ESCRITORA POS EDAD ................................... 81
VIENDO LOS ÁNGELES .................................. 81
MANIFIESTO POR EL DERECHO A NO SER
MADRE ............................................................... 95
INTRODUCCIÓN
Hace cuatro años inicié una investigación sobre
métodos de crianza, con este fin entrevisté mujeres a
lo largo de América Latina. Para mi sorpresa muchas
expresaron los mismos dolores, las mismas dudas, a
pesar de que no se conocían entre ellas ni compartían
nacionalidad.
De esa experiencia es que nacen estos cuentos, de
historias de todas esas madres y mamás que me
contaron sus anécdotas, que accedieron a confiarme
sus desconsuelos con la maternidad y las angustias
que enfrentan. Por eso es que no es un libro de
cuentos que ensalzan la maternidad, sino que resalta
otros aspectos, muchas veces ocultos, velados adrede
para mantener la imagen de la madre sufriente y feliz
que a todos les gusta.
Una sonrisa al revés es un relato casi, casi, escrito
por mi hermana, yo solo le instalé palabras, pero ella
puso el dolor. Destino fue la única manera en la que
pude sacarme esa historia de la cabeza, y del corazón;
cuando la lean les podrá parecer de Ciencia Ficción,
pero créanme, fue muy real.
Preocupaciones de una madre de familia fue el
primer cuento que escribí, cuando lo terminé pensé:
“hay más que contar”, y así nació la idea de este libro;
fue el relato que inició todo, y no espera ser sino un
pálido homenaje a Kafka con su excelente relato Las
Preocupaciones de un padre de familia.
Al principio de los tiempos reúne el dolor de todas
a les que alguna vez les han dicho “y ahora, ¿Qué va
a hacer?”, simulando con esa frase el fin del mundo
por estar en embarazo. Es un resumen dual, porque
las madres también tienen días soleados, y días muy
oscuros.
Las historias de madres mayores, que han mutado
en abuelas, como Escritora pos edad y Viendo los
Ángeles, son un recordatorio de que las madres
seguimos siendo mujeres sin importar los años
cumplidos.
Querido Dios es un cuento popular que circula
por internet, en especial en grupos de mamás, yo lo
adapté y reescribí. Pensé en sacarlo del compendio,
porque soy musulmana y no celebro la navidad, pero
mi editora me dijo: “¿y eso qué tiene que ver?”, y me
hizo dar cuenta que era importante, que sin importar
las creencias religiosas de cada una, los deseos de las
madres suelen ser similares, sino es que son iguales.
Suicidio inducido es para las madres migrantes, la
que tienen que criar sin su familia cerca. Este y La
Molojeia los escribí en Egipto, un país que me marcó
hondamente, y en el que conocí a Madam Lamia,
quien dirige el centro de estudios donde me gané la
beca, y es una mujer que posee una paciencia infinita
para soportar a los musulmanes conversos que le
llegamos con plantas por todos lados. Ella no va a
leer el cuento, no sabe ni pizca de español, pero
quiero darle este breve reconocimiento.
Todos los demás relatos son exageraciones,
acomodaciones, emotivaciones (si se me permite la
palabra) de experiencias, no todas me sucedieron a
mi (por si se lo preguntan), pero definitivamente
fueron protagonizadas por alguna madre.
Quise terminar el libro con un manifiesto, uno que
muchas madres hubieran querido encontrar la
fortaleza de firmar; tal vez les faltó determinación,
alguien que les dijera que eso era posible, que existen
mujeresnomadres. Este manifiesto es tan válido en el
mundo de la mujer como todas las otras vivencias.
Algunos de los relatos, la mayoría, a decir verdad,
van acompañados de hermosas ilustraciones, hechas
por mis compañeras y cómplices de locuras Faatumi
y Ajonjolí Azul.
Espero que lo disfruten y que se sientan
identificados, ya sean como madres, o como hijos
que todos somos.
كارولينز ألاركون فوريرو
Karonlains Alarcón Forero
Bogotá
UNA SONRISA AL REVÉS
Para Katherine, mi hermanita.
Bien dicen que los padres no deben sobrevivir a
los hijos, es antinatural tener que ver el féretro del
que una vez acunaste, al que le tomaste la
temperatura, el que calentaba tus noches. Ser
obligada a observar cómo lo meten en esos cubículos
de cemento helado, en ese sepulcro que no cobija. Mi
hijo siente frío, lo sé en mis entrañas, por eso le canto
sus nanas favoritas, con las que me regalaba esa
sonrisa de encías que tanto amé. Canto cuando tiendo
la ropa y encuentro su mediecita perdida, canto
cuando barro y un juguete extraviado asoma su
presencia, canto cuando siento que me voy a hundir,
cuando recuerdo las últimas horas a su lado, en el frio
del hospital, rogando que alguien me prestara
atención, canto para que la brisa le entregue mis
caricias allá en donde reposa.
Sé que el padre sufre, pero él está lejos, no tiene
que vivir con ese fantasma en una casa impoluta y
contaminada a la vez, él siempre estuvo conmigo,
acariciando mi vientre, ayudándome con la
cotidianidad que se complica, hablando del futuro
compartido. El nacimiento de un hijo débil fue como
un golpe con guante de seda pidiendo una
satisfacción, hizo afrenta a los doctores y perdió el
duelo; él lloró conmigo mientras el bebé menguaba
bajo focos cubierto de tubos sin que nada se pudiera
hacer.
Hace tanto que sucedió… Ya dicen que lo
superé porque logro levantarme todos los días,
porque accedo a peinarme y bañarme, los que no lo
han vivido creen que el dolor se apoca con el tiempo.
La verdad es que vive de forma perenne; sucede que
se convierte en una esfera pesada y ardiente que
cargas en tus parpados abiertos y que solo liberas en
el aislamiento del alma. Cuando quema mucho la
guardo en el vientre, bien adentro, donde alguna vez
acuné vida, allí duerme haciendo unos días
soportables, o se remueve, haciendo otros insufribles.
En esas horas en las que todo se desborona,
cuando ya no puedo sostenerme en pie y las ganas de
acariciarle la frente o acunarlo en mi regazo se alzan
como un señor imponente, entonces me miro al
espejo, observo detalladamente la cicatriz que me
concedió al nacer, es hermosa, es la primera sonrisa
que me regaló, una sonrisa al revés que me ayuda a
sobrevivir.
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
EN APUROS
2:45 pm
Llega montada en su amada bicicleta,
«aguantar solo hasta que Martín consigne»,
piensa mientras desmonta a la carrera, se
enreda un poco con la silla infantil, aún no está
acostumbrada a llevarla, «ya no debe demorar
en mandar algo». Maniobra veloz directo al
parqueadero de caballitos de acero, ¡terror!, no
hay espacios disponibles. Desde el colegio no
le sucedía, allá en esos tiempos cuando empezó
a montar y a decir que nunca jamás de los
jamases tendría hijos, y descubrió el grupo de
bikers que llenaba el parqueadero; solo tratar
de llevarles el paso le enseñó a montar.
2:47 pm
Es muy tarde, mira a lado y lado, el reloj
avanza en su marcha inexorable. «¿Qué hago?
¿Qué hago?». Espera. Tal vez algún lugar del
parqueadero se desocupe. Mira su bicicleta,
¿cuántas veces lloró a su lado? ¿Cuántas la
acompañó por un antojo? Montar más, subir
más alto, saltar más lejos, ir más rápido de lo
que te imaginaste. Ella le enseñó eso, ¿cómo
podría dejarla desprotegida?
2: 50 pm
Camina de arriba abajo como cuando su
nene tiene ganas de entrar al baño, deja a su
chica de acero en el pastizal y calcula que la
puede ver por los ventanales del banco, sube
los escalones de entrada, desiste por el miedo
abismal a perderla. Todas las herramientas que
ha comprado para ella, los accesorios, las partes
para mejorarla, las herramientas nuevas para
instalar las partes. No se deja a una amiga
abandonada. Regresa, la levanta, la consiente.
Siente que la ama como si fuera su
primogénita.
2:52 pm
Desesperada coge su bici, decide alzarla
como lo hacía Martín con su hijo amado. Si él
todavía estuviera, si hubieran podido seguir
juntos, si él no hubiera viajado…
Así izada como su bebé juguetón, sube los
escalones: «¿La joven para dónde cree que va
con ese armatoste?», mira al celador, quiere
responderle, no es un armatoste, es una
confidente, una nena, su beba. El hombre se ve
buena gente, tal vez comprenda: «Es que
necesito retirar una plata y hoy es viernes fin
de mes…». «No, con eso no puede entrar,
parquéela primero», «es que no hay lugar…».
2:54 pm
El celador nota la necesidad, la urgencia de
una madre, tener que pagar la renta antes de
ser desalojada, solventar la deuda con los
pocos ahorros que el esposo dejó antes
aventurarse para el norte, «venga jovencita, yo
le facilito». Para él la cicla es un medio de
transporte que se debe cuidar, por eso ayuda,
para ella es el medio de ganar confianza en las
bajadas y persistencia en las subidas, de llevar
al nene al jardín para seguir estudiando.
2:57 pm
Ella corre, encadena su preciada bicicleta
de la rueda a un fierro de una reja, recuerda la
primera vez que esa rueda se dobló, fue toda
una lección, hay lugares que no se deben
transitar, si entras a la fuerza algo se romperá.
Cierra el candado prestado por el celador:
«Tan buena gente el man». La admira unos
segundos, tanto tiempo obsesionada con el
durómetro de las llantas y ahí está, perfecta,
acicalada, la compañera ideal, su nena. Corre
de regreso al banco.
2:59 pm
Lo logra. Entra triunfante al banco que
cierra sus puertas un minuto después. «Hágale
mi puchis, mándeme platica rápido que esto es
lo último que me queda», invoca en silencio
mientras hace la fila de rigor con el recibo de
retiro en la mano, remembrando los viajes
locos que tuvieron juntos en sus bicis,
aplastando raíces, coronando subidas, no solo
rodando, ¡despedazando! Desde que conoció
la ruta solo la abandonó por nueve meses, se
alejó el tiempo necesario, luego regresó,
regresaron, ya no dos, sino tres montando
juntos.
3:08 pm
Sale del banco. En sus pasos recuerda
cuando él descubrió que ella era mejor para
montar, ella le daba clases en las subidas, él no
podía ni bajar caminando por donde ella
pasaba rodando. Ellas. Las dos, esa era una
bonita relación de cuatro. Dos bicis, él y ella.
Luego fueron cinco. En sus bolsillos asoman
unos billetes, un mes de arriendo, algo para
echarle al buche. Su amiga de acero necesita
pintura, seguro sabe aguantar, ella le enseñó a
aguantar, no alcanza ni para los materiales de
la universidad ni para la niñera, no importa. La
remesa no demora.
3:09 pm
Llega a la reja donde la espera una solitaria
rueda de bicicleta.
Bella ilustración por Faatumi
RESPUESTA PARA LAS
QUERIDAS MADRES QUE ME
PREGUNTAN POR EL
INFALIBLE MÉTODO DE
ENSEÑANZA DE IDIOMAS QUE
USO CON MIS HIJOS
Bueno yo no creo en eso de hablarles a los
hijos cuando están en la panza. A decir vedad,
es que tengo un trauma con el embarazo de la
Teniente Ripley, por eso a mí esa técnica de
hablarle a la panza me da como susto: Que tal
que nazca un alíen hablando lengua humana y
se la enseñe a la Reina Alíen, y luego, en lugar
de infestar el mundo con sus bebés que tomen
la morfología de las especies más letales, se
dedique a la política. Ya con el triunfo de
Trump se vio que cualquiera puede ser
presidente del mundo, perdón, de USA te usa,
y yo no quiero ser gobernada por la Reina Alíen
¡Abajo los xenomorfos! ¡Annonymus vs Alien!
Además, eso no sirve, yo me embaracé de
mi primer hijo estudiando en la Universidad
Nacional, y él creció pancísticamente entre
aulas y auditorios, ya saben, que Fundamentos
de la Sociedad Humana a las 9 am, que
Lenguaje de la Humanidad a las 11 am, receso
para comer, Francés a la 1 pm, Latín y sus
implicaciones en el desarrollo de la mente a las
3 pm, los martes Catedra y etcétera.
Me acuerdo con claridad que fue cuando
me correspondió el asunto de leer a Jean
Francois Lyotard, Jacques Lacan, Gilles
Lipovetsky… y el profe hablaba de Gianni
Vattimo con esa soltura que solo puede tener
un asesino con un chuchillo de descuartizar
personas en película B de terror, y mi hijo
mayor no habla posmoderno, para nada, con
decirle que no sabe definir qué es la posverdad.
Así que eso de que escuchen el lenguaje en la
panza, pues no lo recomiendo.
Vamos con lo del bilingüismo a temprana
edad: eso de que una le habla al crio en dos
idiomas para que se le metan en la cabeza.
Bueno, pues yo le hablo en tres, sí señores, en
tres: el claro y perfecto español colombiano,
un tolimense arraigado en la familia, y el
ancestral y siempre amado lenguaje de las
madres. Mi hijo ya sabe que un niño puede
ser: criaturita de Dios, güámbito ese que no se
queda quieto, o el infaltable: Oiga usted,
Samuel, qué digo, Fernando, Cristian, ehhhh,
¿cómo es que se llama el menorcito?
Así que, si ya sabe tres idiomas, contando
con uno ancestral y necesario para sobrevivir
hasta que se independice, pues para qué
meterle más. Que la uva Grape, que el amarillo
Ásfar, que el cero Zífer y que el tamal… bueno
tamal no tiene traducción, todo eso se lo
enseñan en la escuela, porque eso sí, yo no solo
soy mamá cínica sino cobarde, yo no soy de esas
valientes que tienen los chinos 24 horas con
ellas, noooooo, yo soy de las que el primer día
de colegio (que se acerca con alegría) va a
llevarlos muy a tiempo y a botarlos, digo,
entregarlos, a la devota profesora, y luego voy
a regresar a mi casa cantando bajo el Sol
radiante y una mañana libre de deberes
parentales, voy a rodear los postes a saltitos, con
felicidad en el alma y el cerebro rebosante de
una santa paz, sin que nadie me cuente las
ultimas aventuras de los PJMask.
Yo el inglés se lo enseñé al mayor con video
juegos, nada como saber a quién se tiene que
matar (y con cuál arma) para lograr sacar el
final dos del nivel secreto de la edición de
aniversario de oro de Resident Evil. Lo malo
es que no sirve con todos los idiomas, por
ejemplo, no he encontrado un video juego en
árabe, así que por ahí el bilingüismo cojea.
Intenté enseñarles árabe escuchando
nashid con traducción y lírica, iba bien hasta
que mi vecino me pidió el favor de bajarle el
volumen a la música satánica, yo le expliqué
que era música a capela y que hablaba de temas
islámicos. Fue tarde, ya el chisme de la música
rara iba lejos, hasta el tendero me entregaba la
bolsa de plátanos con miedo, así que compré
audífonos y aprendimos a cantar más pasito, lo
cual sea dicho de paso, fue una ganancia para
todos.
Un día le dije a mi esposo: “Amor, tú les
dictas una clase de un idioma y yo de otro, así
distribuimos las cargas del hogar, porque ya tú
sabes: El Profeta cosía sus medias cuando
estaba en casa”, él me dijo: “Claro que sí amor,
me parece una idea excelente”.
Es la única conversación que recuerdo del
tema, el plan de las clases curriculares de otros
idiomas (que reunimos casi siete entre mi
esposo y yo) se quedó en veremos, es que no
existía presupuesto adecuado, ni un líder de
proyecto, ni un equipo conformado, y lo más
desastroso, no se llenó el formato E23M NidC,
necesario para empezar proyectos hogareños
familiares estructurados y con horario que
cumplir.
Compré un tablero porque me dije: “¡Ajá!
Aquí hacemos planas de las letras en árabe”.
Con el tiempo, mi hijo mayor, consultando
tutoriales, aprendió a dibujar a Gokú (estoy
muy orgullosa de eso) y ya está bregando con
Vegeta. El chiquis se dibuja unos gatos
formidables, y descubrió que si les quita las
uñas y la cola se convierten en personas, ahora
dibuja gato/ persona/gato/persona, y cada vez
que termina una secuencia pide que vayamos a
aprobársela. ¿Las planas? Todavía hay
posibilidad, el tablero es grande… el día no se
ha acabado… el camino es largo y culebrero…
Para concluir, y como resumen, que no son
la misma cosa según mi directora de tesis,
como que no tengo un método infalible, ahí
sigo con inventos vacacionales e intentos
maternales, de modo que perdonen las que se
leyeron todo el churumbel, porque al final, los
consejos útiles se los dejo a los psicólogos y
otros sabios y doctos eruditos de las
universidades. Yo con mis hijos voy
experimentado para concluir qué funciona.
Eso sí, procuro que todos lo gocemos, porque
no me interesa tener hijos políglotos, sino
niños que se alegren por el bien de sus
prójimos y que no deseen los dones que Dios
les regala a otros.
Además, planeo irme a vivir a Asia, así que
tendrán que aprender por su cuenta a pedir
helado, dulces y mesada en el idioma que nos
rodee, la necesidad es la madre de la educación,
¿sí es así el dicho?
Bella ilustración por Faatumi
DESTINO Historia inspirada en hechos reales, evento
ocurrido en el movimiento de supremacía
blanca española.
Lo amé todavía más cuando me dijo que la
tiráramos por la ventana y que él aceptaría la
culpa para que yo saliera libre, y sé que él dejo
de amarme cuando le dije que no podía
hacerlo. Lo que en verdad duele es que me
haya acusado de traidora y haya puesto a todos
en contra mía. ¿Qué culpa tengo yo? Si fueron
los de la clínica los que se equivocaron y me la
entregaron diciendo: “disculpe señora, fue un
error fecundar su perfecto ovulo ario con un
espermatozoide de raza inferior, aquí está su
hija medio simia”.
Que les den a los imbéciles técnicos de la
Misión Hospitalaria Mariana. La escogimos
por ser la mejor ¡Eso decía su página! Y con lo
que nos costó parecía ser cierto. Luego nos
salen con una chorrada que a ellos ni les
importa, y a una se le lía parda la vida; por
supuesto que George se largó a donde su
madre, no le importó que era su problema de
esperma perezoso el que nos obligó a la
fecundación in vitro, y que fue su amiguito el
Mosco el que nos recomendó la clínica, yo
hasta lo entiendo, tenía que seguir el
movimiento y muy jodido ser el líder con una
heredera inferior.
¿Qué voy a hacer ahora? Mis amigos no me
hablan, es seguro que George va a querer la
casa porque es la sede principal del
movimiento, y qué trabajo voy a conseguir sin
amigos y con una beba, que yo sé que es mitad
negra, con labios de mono y que va a ir al
infierno por impura, y que no puedo evitar que
una parte mía la quiera ya que también es
humana y es mi hija.
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
AL PRINCIPIO DE LOS
TIEMPOS
Al principio de los tiempos, cuando el reloj
marca las seis, mi mundo empieza a girar.
Abro mis ojos, veo la espalda de mi esposo, el
bebé está desparramado encima de las cobijas.
Siempre soñé con estar en la cama entre dos
hombres, pero no era así como lo imaginaba.
Cuando estoy de buen humor le doy
piquitos al bebé, él me abraza y sé que solo es
una estratagema para que no lo despierte, me
quedo ahí contemplándolo, oliéndolo,
pensando en lo que se me va la vida y los
sueños, y en que no siento eso de “soy una
mujer amada” que comparten las mamás del
colegio en ese infernal grupo de wasap.
Me deslizo tratando de no despertarlo,
siempre me pregunto por qué las mamás
somos las que tenemos que levantarnos
primero, por qué somos las responsables de
poner el café en la estufa, por qué nos
convertimos en los despertadores familiares,
¿es que acaso estamos emparentadas con los
gallos de campo?
Cuando estoy de buen humor voy al cuarto
de mi hijo mayor, me siento en la orilla de la
cama y le acarició la frente, antes de él tenía
esos sueños, anhelaba acabar las hojas de mi
pasaporte, ver el Taj Majal, escalar las
pirámides, abanicarme en una calle de Paris…
El recuerdo más arraigado de mi primer
embarazo es la voz de mis conocidos
preguntando: “Y ahora, ¿qué vas a hacer?”, y
yo con ese silencio que me sostenía la barriga.
Cuando estoy de buen humor, lo llamo con
voz suave, me gusta pensar que lo saco del
sueño sobre una nube, él a veces sonríe, ¿para
qué miento?, solo gruñe, ya es adolescente,
supongo que su amor incondicional se esfumó
cuando le llegaron las hormonas.
Cuando estoy de buen humor me alcanza
para montar el agua del baño en la estufa,
devolverme a la habitación y despertar con una
breve sacudida a ese extraño que tiene una
argolla de matrimonio que al parecer hace
juego con la mía.
Esos son los días buenos, los que no son
soleados ni hermosos, voy por las horas
sosteniéndome entre el minutero y el
segundero, y de vez en cuando hay un suspiro
que me devuelve el aire a los pulmones
Al principio de los tiempos, cuando el reloj
marca las seis, mi mundo empieza a girar. No
quiero abrir mis ojos, me duelen, a veces por
llorar en silencio, a veces por el insomnio que
perfora mis pensamientos, a veces solo porque
no quieren ver la espalda peluda de mi esposo.
Me giro en la oscuridad y siento la cálida piel
de mi bebé, y no tengo ganas de sonreír, ni le
hallo lo bonito a ser mamá, solo sé que todas
las noches duermo con frío porque ese nene se
descobija y yo tengo que aguantarme.
Cuando estoy de mal humor me paro como
tromba, que me sientan, no hay
contemplaciones, ¿por qué ellos pueden seguir
descansando mientras yo trabajo? Quito las
cobijas, el chiquis dice “tengo frío”, ¿a mí que
me importa? Yo también. Piso duro para que
mi esposo sepa que ya es hora.
Cuando estoy de mal humor voy al cuarto
de mi hijo mayor, a veces huele mal, me
fastidia. Le quito las cobijas y él se encoge. Le
grito: “¡levantarse!” Tiene que entender que la
vida no es tan fácil, que no podemos tener todo
lo que queremos, que no puede quedarse
durmiendo, tiene que cumplir con sus
obligaciones, aprender a ser un hombre.
Cuando estoy de mal humor voy a la
cocina, tiro fuerte la olla del agua, quiero
recordarle a ese remedo de hombre con el que
me junté que no logró ni comprar una ducha
para el baño, pongo tinto solo para mí, que él
coma lo mismo que se toma cuando está solo.
Me quedo en la cocina, sacándome el esmalte
con los dientes y esperando a que reaccionen.
Esos son los días sinceros, no hay un día
ideal en mi vida, pero esos son los más
cercanos, son en los que las horas gotean y solo
puedo bruxar para no morderme la lengua.
Bella ilustración por Faatumi
LA MASCOTA
Hace dos días regresé a mi casa después de
una edificante jornada de convivencia con
nuestro salvador Jesús y encontré al hámster de
mi hijo arrinconado y temblando, metí la mano
para acariciarlo y ¡ZAS! Un mordisco. Gracias a
Nuestro Señor, tenía mi infaltable Biblia
conmigo y sin dilación le leí en voz alta un pasaje
invocando la protección de Nuestro Señor que
todo lo puede. El animalito se calmó ante la
Palabra Santa, pero seguía viéndose extraño,
recordé el curso de exorcismo que estoy tomando
con la hermana Karen de nueve a once de la
noche todos los jueves, fui por la cámara de
Nandito y fotografié al hámster. En efecto,
cuando usé la tecnología con la que el Señor nos
bendijo como ayuda contra Satanás, el Maligno
se reveló en unos ojos rojos y furiosos, muestra
inequívoca de posesión. Sin perder tiempo corrí
hasta mi nochero, saqué el kit de exorcismos que
le compré al Pastor Miguel el día santo de rebajas
en la iglesia, porque nunca se está lo
suficientemente a salvo de las artimañas del
Bajísimo, y regresé. El animal seguía en su
esquina y pude detectar un gesto de desprecio en
cuanto me vio, entonces se fijó en mi utilísimo
kit y se mostró nervioso; todo era una treta, el
Indignísimo gusta de refugiarse bajo capas de
buenos sentimientos y uno tiene que excavar y
excavar toda esa amabilidad hasta que por fin
encuentra la raíz del mal. Yo sabía que en cuanto
tuviera oportunidad, ese hámster iba a saltar
hacia mí intentando morderme con sus dientes
impíos. Sin más dilación lo rocié con agua
guardada en una cruz de hierro por siete días,
porque como todo el mundo sabe, siete es el
número de Dios como seis el del Diablo, lo
estudié en el retiro espiritual de mitad de año el
cual me dejaron con un buen descuento por la
numerosa cantidad de almas que he ayudado a
salvar llevándolas a la iglesia. El hámster se
sorprendió al sentir el poder del Sanador Jesús y,
por supuesto, intentó huir de su purificación
como todos lo hacen. Corrió desbocado por la
jaula pretendiendo esquivar las gotas de agua
tocadas por la mano Santa, no lo logró, porque el
Señor es muy grande; cuando tiritaba en una
esquina emparamado estaba listo para la segunda
parte del exorcismo: el fuego purificador.
Encendí la antorcha de la fe con la cerilla de la
penitencia y el demonio que habitaba en la
mascota de mi hijo no tuvo más alternativa que
chillar en lenguas desconocidas para la voz
humana. Fue una pena que el animalito no
sobreviviera a la experiencia, me queda la
tranquilidad de que su alma se fue impoluta al
encuentro con Nuestro Señor Jesucristo
Salvador. No le pude contar a Nandito, él es un
niño con una fe implacable que, de seguro,
odiaría a todos los hámsteres del mundo al saber
que uno de sus congéneres fue débil ante las
tentaciones de Lucifer. Mejor le dije que su
mascota murió de un paro cardiaco por
sobrealimentarlo, de esa manera su fe se
mantiene incólume y de paso aprende a cuidar
mejor a sus otros animales.
Bella ilustración por Faatumi
48
DEMOSTRATIVO
Acudiente
Otra vez ese niño me mordió a Susanita,
pobrecita, con esos dientes marcados en el brazo, le
debe doler muchísimo, ¿y ahora qué hago? Se le va
a ver eso si usa el vestidito nuevo. El papá se va a
poner furioso, todo por culpa de ese niño. ¿Qué le
pongo a Susanita para el almuerzo familiar? Van a
decir que no la sé cuidar, que no soy buena madre,
que no sirvo ni para eso, todo por culpa de ese niño
pendejo que me la mordió. Me voy a quejar, todo lo
que pagamos para que no le pongan atención…, me
van a escuchar, los papás de ese niño van a ver quién
soy yo, no creerán en ese colegio de pacotilla que
pueden hacer lo que quieran con mi niña, como si no
tuviera mamá que peleara por ella. No señor, van a
saber de mí.
49
Docente
Sí mamita, créame que la entiendo, por favor
cálmese que los chiquitos nos están escuchando,
nosotros le prestamos atención a cada niño, a cada
uno le dedico su tiempo. Sí, claro, cada uno. No, no
es que este excusándome, solo le estoy explicando la
situación. Es que ese niño siempre hace la C
invertida, y cuando Susanita se ofreció ayudarlo no
me imaginé que… sí claro, no es pedagógico, voy a
hablar con la abuela no se preocupe…no, con los
padres de ese niño no puedo porque están lejos, la
abuelita es la acudiente. Mire mamita, aquí le cuento
que ese niño ha mejorado mucho, ya no es agresiv…
eso a usted no le importa, le entiendo. Claro mamita,
voy a ser más cuidadosa. Chao Susana, gracias por
tu ayuda, hasta luego que pasen unas buenas fiestas.
50
Ese niño
Se van a morir mis plantas, necesitan que las
rieguen, que las cuiden, y en vacaciones están solas,
como yo.
No me gustan las fiestas, no puedo ver a la seño
que es tan bonita y me deja sentarme a su ladito, ni
a Susanita que siempre me ayuda para hacer la C, me
deja que se la haga en el brazo para saber escribirla
en el dictado.
En vacaciones no hay cuentos, ni recreo para
ayudar a la seño a sacarle punta a los lápices. En
vacaciones estoy yo solo en casa y eso no me gusta,
creo que soy el primer niño al que le gusta más la
escuela que las vacaciones.
51
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
LA MOLOJEIA
Para Madam Lamia.
Mi madre egipcia
A mi hijo le está creciendo una planta en el
ombligo, la nombró Molojeia porque es verde, de un
verde tan intenso que algunas noches brilla. Entre los
dos la cuidamos; en la mañana él la riega con
abundante agua para que permanezca hermosa y
crezca fuerte, por la noche yo le froto las hojitas con
un algodón, teniendo mucho cuidado de no dejar
motas que puedan entorpecer el verde.
La Molojeia ha causado algunos disturbios en el
hogar, mi esposo es de los que opinan que está mal
que a los niños les crezcan plantas por ahí, dice que
a los chiquillos bien educados nunca se les ve
exhibiendo hojas. Él reniega de mi manía de apoyar
a nuestro retoño con su Molojeia, está seguro que sin
mi ayuda la planta moriría y que así nuestro hijo
volvería a la normalidad.
Supongo que mi esposo no quiere darse cuenta
de que a Carlitos no le gusta estar sin su Molojeia y
que a mí me encanta ver a mi hijo con esas hojitas
lustrosas brotándole del ombligo.
El colegio también ha hecho escándalo con el
asunto de la Molojeia, me han citado tres veces para
llamar mi atención sobre el hecho de que a mi hijo le
está creciendo una planta en el ombligo, el
sicopedagogo me habla como si yo no la hubiera
notado. Me exaspera tanto ese señor que, para no
volver a hablar con él, en la última citación opté por
inventarme que es una condición médica, por lo que
me pidieron un certificado de que la Molojeia no es
contagiosa ni peligrosa. ¡Qué va a ser contagiosa! Ni
que fuera una nomeolvides, y nada de peligrosa, que
no es una planta carnívora.
También me exigieron un certificado de un
especialista en plantas umbilicales, y que le preguntara
si era necesario administrarle medicamentos, de qué
clase, y aportar una lista.
Todo eso no me preocupa, igual, he querido
cambiar a Carlitos de colegio desde antes del
accidente, y creo que esta es una buena oportunidad.
Quiero buscarle un lugar donde, además de aprender
quebrados, le enseñen cómo hacer abonos, donde
pueda compartir con otros niños y sus plantas. Sería
lindo conocer a alguien con una magnolia en la
cabeza o con un girasol, como el que le brotó a mi
amiga Francisca en el brazo derecho.
Mientras busco el nuevo colegio seguiré
ayudándole a cuidar de la Molojeia, así su papá no lo
entienda. Yo sé que ahora, más que nunca, Carlitos
necesita una planta en su organismo.
Bella ilustración por Faatumi
SUICIDO INDUCIDO
Para todas las madres lejos de su tribu de crianza
El aeropuerto el Dorado por poco colapsó el día
que viajé a Egipto junto con mi esposo y mi hijo, para
estudiar gracias a una beca familiar. Entre primos y
primas, tíos y tías, hermanas y hermanos, cuñados,
abuelos, padres, vecinos y uno que otro colado,
llenábamos los pasillos de tal manera que no quedó
espacio para caminar. Soy la primera en salir del país
y cruzar ese océano largo que en mi familia llamamos
“el charco”, así que irme a despedir fue todo un
evento familiar. Me cuenta mi mamá que se quedaron
dos horas después de que yo entré a inmigración,
tomándose fotos cuales turistas gringos.
Hoy cumplo años. Treinta de existencia y cinco
de vivir por fuera. Poco a poco la euforia familiar de
“¿cómo es vivir allá?” fue dando paso a “tenga
cuidado que esos árabes, son terrrrribles”, o a
“véngase mija, que aquí al menos ya conocemos
cómo funcionan las revoluciones”, y para rematar:
“¿Qué tanto hace por allá?”, “¿por qué no se viene,
que la abuela está enferma?”, “¿cuánto es que valen
los pasajes para todos? ¡Ufff, eso sí que es un platal!”
Al estar lejos mi figura se desdibujó en las fotos
familiares, mi nombre se desvaneció en las
conversaciones, solo queda una sensación de mí, el
recuerdo de una pariente que está lejos, aislada en
otro calendario de cotidianidad.
Me duele ver cómo continúan con sus vidas, las
primas que cumplen quince y crecen, los primos que
se van al ejército, los tíos que se divorcian, las tías
que salen del closet…, todos parecen estar a gusto
con el devenir de su predestinación sin extrañarme.
Pensé que a estas alturas me habrían olvidado, sin
embargo hoy, en el día de mi cumpleaños, me llevé
una gran sorpresa cuando abrí mi correo electrónico
y me reportó doscientos seis mensajes nuevos.
¡Doscientos seis!
Agradecí al Creador por tan bonito regalo para el
día de mi santo. Mi familia, sangre de mi sangre,
carne de mi carne, crianza de mis entrañas, me
recordó desde el anhelo. Por fin iba a dejar de ser para
los vecinos “la niña que cruzó el charco”, para mis
primos y primas “la mayor de todos nosotros que se
fue pa’onde los faraones”, para mis abuelos “la que
no vamos a volver a ver antes de que nuestros ojos se
cierren para siempre”, para mis tías y tíos “china”
(estoy segura que como cambié mi nombre por un
seudónimo en Facebook, los únicos que recuerdan
cómo me llamo de verdad son mis padres, hermanas
y hermano).
Emocionada, abrí la bandeja de entrada y ¡oh,
sorpresa!, correos de un taller de novela al que me
suscribí: “Por favor, denme de baja”, “esto es
incontrolable, son muchos correos”, “esto es una
cascada de información que no puedo manejar”,
“¿cómo es que me doy de baja?”, “señora
administradora: le recuerdo que soy una persona muy
importante y la puedo demandar si no me da de baja
de este pinche grupo”, “este grupo es inconcebible,
acosa más que treintañero en calentura”.
Busqué ansiosa entre la marejada de lloriqueos,
reproches, presentaciones y escritos, un correo
familiar, una felicitación. Empecé buscando a mis
padres, al llegar al cien me resigné a que todavía no
podían conectar el Skype o el Gmail solos. Vecinos,
tíos y tías fueron eliminados por defecto y mis
abuelos todavía no coordinan ojo-mano con el asunto
del mouse. La esperanza radicaba en algún primo o
prima que, tecnológicamente más educados, se
hubieran acordado de esta pobre colombiana que
sube al tercer piso en un país de habla extraña.
Al llegar al correo número doscientos me
entraron las ganas de llorar, ciento noventa y cuatro
correos en la papelera y un proyecto de novela para
comentar era todo el saldo. De felicitaciones, cero.
Aferrada con los dientes a la esperanza, decidí
revisar mi Facebook, nunca he publicado la fecha de
mi cumpleaños, mis amigos virtuales no tienen una
bonita notificación que los ayude a consolidar
nuestra amistad, de todas maneras, esperaba que mi
familia, aquella que me enseñó que la sangre es más
espesa que el agua, me felicitara. El alma se me fue
al piso cuando vi tan solo dos plácemes en mi muro,
de extraños. Mi numerosa parentela por ningún lado.
El remate ha sido a las seis y media de la tarde;
mientras mi esposo llega del trabajo y mi hijo sigue
escribiendo sus tareas, noto que no tienen ninguna
intención de llevarme a un restaurante o sacar un
pastel escondido en alguna esquina de la casa.
He decidido escribir este cuento, y en cuanto
ponga el punto final, me iré a encerrar en el baño para
esperar la fiesta sorpresa, tal vez mi familia decidió
ahorrar durante cinco años, comprar pasajes en
oferta, llenar todo un avión de Iberia y por supuesto,
mi esposo como excusa le dijo a mi hijo que fuera
por pan, cuando en realidad los está recogiendo en el
aeropuerto, y luego llegarán en una caravana de taxis
hasta mi apartamento en el treceavo piso de un
edificio con vista a la desembocadura del río Nilo.
¿Por qué no?
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
LA CHUMACERA
¡Ja, tú que no creías que fuera capaz! Mamá,
igual no enciende. ¿Cómo que no enciende?,
venga y revisamos, ¡ayúdeme aquí con el capó
que pesa mucho! ¿Por qué no mejor lo
llevamos al mecánico? Qué mecánico ni que
ocho cuartos, esos siempre se inventan cosas
para cobrar más y ¡claro!, como ven que una es
una mujer sola, ¡abusan! Mamá, necesitamos el
carro urgente. ¿Y acaso cree que no lo sé?, si
yo soy la que hace el mercado, la que paga los
recibos, la que sale a trabajar, al menos a usted
solo le hace falta los viernes para salir con la
niñita esa. Mamá, no la meta a ella en esto.
¡Haga algo útil y tráigame la lámpara esa que
se cuelga, y la herramienta que era de su papá!,
alma bendita, además, no ve que esa gente de
los talleres juega con uno, que tal día está listo,
y una va y que no, que más tarde, se toma una
un tinto para hacer tiempo y vuelve y que no,
que mejor al otro día, y al otro día que al
siguiente y así, ¡ah, eso sí!, cada día de parqueo
una tarifa, no esa no, necesito una como más
grande, pero no tanto, dime hijo, ¿eso no es una
estafa? Mamá es que… Igualitico a los obreros,
una los contrata para algo y siempre salen con
una chambonada, creen que una de mujer no
sabe nada, páseme algo para abrir aquí esta
tapa. Cuidado mamá con el ácido de la batería.
La cocina de la tía Adela tan bonita que quedó,
en cambio la mía, ¿vio cómo la dejaron? El
mesón está torcido como en dos centímetros,
ellos creen que una no se da cuenta porque es
mujer, como si una no pudiera coger una regla
para medir. ¿Mamá, usted si sabe lo que está
haciendo? Deje de criticarme, ya está como su
papá, alma bendita, más bien páseme el
consianfirulo ese alargado. ¿El destornillador?
¡Si sabe lo que le estoy pidiendo para qué se
hace el pendejo!, eso será lo que aprende de
andar con esa niñita como sea que se llame.
Mamá, por favor no meta a Deisy en esto. ¡Eso!
Defiéndala, yo le digo una cosa: usted conoció
primero mamá que novia, y páseme otro
consianfirulo más grande que necesito levantar
esto de aquí, los hombres se creen tan
inteligentes: ¡Que el de estrella, que el
imantado, que la llave inglesa! ¡No pues, tan
estudiados! Una también puede. Ayúdeme hijo
con esto que está muy duro. ¿Está segura de
sacárselo? Ya le dije, eso es cuestión de mirar
qué sobra o qué falta y listo, como un relojito
el carro, además, ¿qué puede pasar? Mamá, esa
es la chumacera. ¡Eso no existe! Son inventos
para sacarle plata a una. Muy bien mamá, esa
pieza es el soporte de rodamiento. ¡Tan
sabiondo! Si sabe tanto, ¿por qué no lo arregla
usted? No mamá, yo solo lo leí… ¿Sabe qué?
Tome el consianfirulo este y defiéndase como
pueda, que para eso usted es el hombre de esta
casa y ya es hora de que aprenda. Mamá…
¡mamá venga!, ¡MAMÁ!
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
QUERIDO DIOS:
Te escribo esta carta con un color salido de los
pantalones de mi hijo, en el dorso de un recibo,
sentada al lado de la lavadora, porque quién sabe
cuándo volveré a tener un poco de tiempo.
Soy una buena madre durante todo el año,
cocino, lavo, cuido a mi hijo cada vez que lo necesita;
visité al pediatra más veces de lo que he visitado a mi
propio médico. Pensaba que tal vez, ya que nunca
pido nada, esta Navidad podrías traerme algunas
cositas, aquí tienes mis deseos:
Me gustaría un par de piernas nuevas para que no
dolieran, de cualquier color excepto morado o rojo,
de esas ya tengo. En combinación me pueden llegar
unos brazos fuertes para abrazar, y para apartar a mi
hijo del estante de las golosinas mientras hace una
rabieta en el supermercado.
También quisiera una cintura, ya que perdí la que
tenía, creo que la olvidé en el anaquel de algún
embarazo. Deseo unas ventanas resistentes a las
huellas, una emisora de radio que solo ponga música
para adultos, una televisión que no contenga
programas de animales que hablan, y un rinconcito
secreto donde esconderme para hablar por teléfono.
En el aspecto práctico, quisiera una muñeca que
hable y diga “Sí, Mamá”, solo la usaría para
ayudarme en mi autoestima, y para sentir que alguien
me presta atención y me obedece. Si se puede, que
me quepa en el hueco de la mano, la cargaré sin que
los demás la noten, tú sabes que las madres somos
fortaleza ante todo, o eso aparentamos.
Si crees que ya es tarde para encontrar todo esto,
quisiera al menos el tiempo suficiente para
cepillarme los dientes y peinarme (todo en la misma
mañana), o el lujo de sentarme y comer la comida
caliente, no a temperatura ambiente.
¿Sería demasiado pedir que pudiéramos llamar
‘verduras’ a la salsa de tomate? Me ayudaría a tener
la conciencia en paz.
Dios, la alarma de la secadora sonó y mi hijo me
descubrió escondida, creo que quiere que le devuelva
su color. Que tengas un buen viaje y recuerda secarte
tus pies antes de entrar, puedes comerte las galletas
que te dejamos en la mesa, ¡¡Cuidadito con echar
migas a la alfombra!!
Con cariño MAMÁ.
P. D. Puedes anular todos mis deseos
con tal de que hagas que mi hijo crezca
feliz, sano y se convierta en un hombre
de bien.
Bella ilustración por Faatumi
CUIDANDO
¡Hola Margarita! Mira que linda estás. Te traje
esto, ¿te gusta? Ahí te dejo con tu bebida, disfrútala
querida, ten cuidado que es para beberla despacio,
que no se te pase la mano como le está pasando a
Kike, ya vengo, es que hoy tengo afán de estar con
Hortensia.
Hortensia, querida, te traje este regalito, bien
negra como te gusta. Tu sí sabes agradecer, no como
Kike, ese hijo mío, tú lo conoces, el único que me
quedó de todos, sí, ese de la travesura, el mismo,
imagínate querida que ahora le dio por andar con una
de esas mujeres locas, ¡ay no! Me lo está
pervirtiendo. Mira, ya quedaste linda. Te dejo que me
voy con Dalia un ratico y ya regreso.
Oiga Dalia, ¿en que se la está pasado? Mire cómo
tiene esas raíces de quebradas, ¿no se estará volando
por las noches como el loco de Kike? Sí, imagínese
que sigue en esas, terrible no es la palabra, todo es
culpa de la muchachita esa, nooo si se pone como un
tigre cada vez que la nombro, espere que tengo que
untarle bien esto para arreglarla.
Qué más Caléndula, espéreme que ya voy. Sigue
imposible, imagínese que el otro día le encontré de
esa planta en la habitación, yo ya como que me venía
sospechando algo y cuando le esculqué pues claro
que le hice el reclamo, eso me gritó y se me encaró
el ingrato ese, que se iba y que se iba y que se iba
porque yo no le respetaba su privacidad, ¿puede
creerlo? Me empujó como si yo fuera un trasto y se
fue con esa y los amigos… no, no estoy llorando es
que… bueno sí, un poquito…sí, ya se me pasó, con
permiso mija me le robo estas cuatro hojitas, que
como la vecina tuvo cesárea con esto le hago un agua
para que se bañe y le cierre rápido la cicatriz.
¿Qué me dice Sábila? No mija, todavía no sé nada
de él, toda la semana sola, bueno sola no porque las
tengo a ustedes, queridas, ¿se acuerdan cuando era
bebé y no hacía sino arrancarle las ramas al helecho?
Por eso fue que me tocó treparlo allá, para salvarle la
salvia.
Cómo quisiera que alguna me pudiera conversar
aunque fuera un ratico.
Bella ilustración por Faatumi
PREOCUPACIONES DE UNA
MADRE DE FAMILIA
Es fácil cuando lo que no te deja dormir es un
zancudo, se puede uno armar con uno de esos
aerosoles mata insectos, tan efectivos que son, o con
una raquetica eléctrica, ¡Bizzz!, y caen muertos, o
con la clásica chancla, y darle cacería como a
cuadrúpedo en vía de extinción, o con un
lanzallamas, ¡pufffff! Por toda la casa ¡O algo!,
cualquier cosa.
Pero cuando es el Churrumino lo que te quita el
sueño, ningún recurso por mortífero, tradicional,
químicamente certificado o exagerado que sea,
funciona. El Churrumino se instala en la casa y ya no
hay nada que valga, te quita los sueños y ni siquiera
puedes meterte debajo de la cobija y arriesgarte a
morir de asfixia. En el momento que el Churrumino
anida dentro de la cabeza ya no hay salvación, no
valen psicológicos ni pastillitas verdes, se queda por
ahí revoloteando sin que se le pueda sacar.
En el día lo veo recogerse sobre la biblioteca
mientras cuento las deudas, aletea en la cocina
cuando estoy sirviendo una y otra vez comidas para
otros, se cuela por encima de la cortina de la ducha
mientras intento no pensar y relajarme, y hasta
aprovecha la ocasión para atracarse su ración
semanal de agua.
Yo lo soporto, como con todo, como en la fiesta
de María que siempre sale mi marido diciendo
burradas, yo no lo contradigo, al hombre de la casa
no se le contradice, o cuando llegan Inés o Raquel,
las esposas de mis hijos, que se ríen y nunca
colaboran con la cocina, después del almuerzo se
quedan sentaditas en la sala viendo el partido como
si fueran hombres.
Mi Churrumino tiene un tono zumbón que en las
noches me hace sufrir su presencia, una risa burlesca
cuando está sobre el televisor, brillando con las luces
de comerciales de cosas bonitas que nunca voy a
tener. El Churrumino me molesta; sin embargo,
cuando estoy en la cocina lavando la vajilla de seis
puestos, brillando ollas, o cuando barro, o cuando
limpio la bañera con decol, sus alitas coloridas me
ayudan a pasar el rato y el zumbido es mi
acompañante.
En la noche me impide dormir y en el día me
apoya, por más imaginario que sea me observa, es mi
compañero en el destierro al que estoy resignada.
Bella ilustración por Faatumi
LOCURA
Mi familia dice que yo no estoy loca, y yo les
porfío que sí; son tan tercos que no me quisieron dar
dinero para la cita con la psicóloga, me tocó
buscarme un préstamo, fue fácil, Amparo, la de la
esquina, siempre guarda lo que le sobra de la pensión
y hace el favor de prestar, eso sí a interés, porque
claro, no hay nada gratis en esta vida.
Con eso le estoy pagando a la psicóloga, que es
una mujer excelente, profesional, guapa, espigada,
morena, de cabello ensortijado, hasta razón le hallo
a Ernesto de acostarse con ella.
Al principio sí fui a la consulta solo para
conocerla, saber qué clase de mujer se me metía en
mi hogar, hasta tenía intención de armarle jaleo. Me
bastó una sesión para saber que estoy mal, muy mal,
y entendí que Ernesto me era infiel porque yo no soy
una gran mujer, nunca estudié ni me superé; no me
bronceo ni mucho menos voy al salón antes de ir a la
oficina, porque ni siquiera trabajo tengo.
Entiendo que a Ernesto le choca que su esposa
consulte a su amante, me gustaría decirle que no se
preocupe, que nos llevamos muy bien, que ni
siquiera tocamos el tema.
Sé que estoy loca porque no la odio, ni siquiera la
resiento, me encanta saber que entre ella y yo hay
una relación especial, que soy más cercana a ella que
cualquier otra de sus pacientes, eso me hace sentir
diferente, como que por primera vez estoy haciendo
algo.
Tampoco lo odio a él, pobre, con tanto que hacer
y yo que nunca sé cómo apoyarlo, en esas fiestas
elegantes estoy fuera de lugar, en las cenas no sé qué
pedir y cuando llega a casa lo único que puedo hacer
es servirle una comida. Nunca aprendí a atenderlo
como es debido y sé que soy una mujer aburrida,
debe sentirse muy mal vivir conmigo.
Me da pena saberlos enamorados y escondidos,
considero que debo ser yo la que se vaya. No puedo.
Hasta para eso soy cobarde, además mi locura no me
deja trabajar, no sé hacerlo, y no sé de qué vivir.
Tampoco me imagino qué pensarían Juan y Juana de
que su mamá dejara a su papá después de tantos años
que él sacrificó por mí.
No le encuentro solución, lo mejor es seguir así,
junticos, yo loca y ellos en su amantazgo.
Bella ilustración por Faatumi
VIENDO LOS ÁNGELES
Fue como si al morir mi esposo me hubieran
injertado gusanos debajo de la piel, los podía sentir
reptando por mi cuerpo y toda mi existencia fue
atravesada por un dolor incesante que me torturaba
aun dormida.
Mi hijo menor me invitó a quedarme con él unas
semanas en la ciudad de Los Ángeles, creo que su
sentimiento de culpa por faltar al funeral de su padre,
pretextando alguna reunión inaplazable con gente
importantísima, le impidió recordar que él vivía en el
lugar donde su padre y yo nos conocimos; que en
esas calles bordeadas de palmeras nos encontramos
por casualidad en medio de las únicas vacaciones que
tomé en mi vida laboral y del único entrenamiento al
que él asistió.
Los Ángeles fue la ciudad donde nos
enamoramos, disfrutamos de la luna de miel antes
que de la bendición del padre, celebramos nuestro
matrimonio en un atardecer enterrando los dedos
entrelazados en las arenas de esas hermosas playas.
Estaba segura que regresar a esa ciudad sería el
fin de ese dolor gusanil, yo misma estaba decidida a
terminar con mi agonía solitaria, con mi propia mano
acabaría con la invasión de gusanos en mi cuerpo,
estar en Los Ángeles sería la ayuda necesaria para
dar el paso decisivo y reunirme con mi hombre, mi
amante, mi confidente, mi amigo, mi esposo.
Ansiosa fui la primera en abordar, me acomodé
en mi lugar en medio de dos sillas vacías, luego llegó
un hombre cuya presencia gritaba “empresario en
viaje de negocios”. Con una mueca de jefe, más que
pedirme me exigió que me moviera para darle paso a
su asiento junto a la ventana, me levanté tan despacio
como me fue posible, no porque quisiera ser odiosa
con él, como malamente lo interpretó, sino con el
propósito de despertar el menor número de gusanos.
La silla del pasillo fue ocupada por otro hombre
que, en cuanto se acomodó, se hundió entre sus
audífonos y antifaz. Justo cuando ya se iban a cerrar
las puertas entró una familia: un adolescente armado
de libros y celular, que se sentó dos filas adelante en
el lado de la ventana, el padre que se sentó en la fila
de enfrente en el lado del pasillo, la madre junto a la
ventana y al frente mío, frente a mi silla, acomodaron
a un pequeño que quedó feliz rodeado de familia y
protegido por sus papás.
Me dispuse a dormir para apaciguar a los gusanos
que bailaban recordándome que alguna vez yo
también había reído feliz, como la madre de familia
de adelante, logré dormitar un poco hasta que el
pequeño empezó a incomodarse con el encierro y la
quietud. Desde mi lugar visualicé cómo la madre
abandonaba su comodidad para coger al niño.
—¡Mira! Nubes —dijo una voz femenina.
Entonces vi la cabecita del pequeño asomar sobre el
puesto de la madre para observar los cúmulos
flotantes.
—¿Estamos en el cielo? —la voz infantil hizo
renacer un corpúsculo de gusanos que me empezó a
lacerar la pierna derecha. Supongo que ella afirmó y
él siguió— ¿Estamos muertos?
Para mí esa pregunta tomó cariz de declaración, y
se convirtió en un mazazo que enterró miles de
agujas en mi cabeza que perforaron hasta pinchar mis
pensamientos.
—No estamos muertos cariñito —aclaró la
madre—, estamos viajando entre las nubes.
El padre carraspeó, tal vez ocultando una risa, y
siguió un silencio que los gusanos aprovecharon para
instalar un tren de alta velocidad en mi columna
vertebral. Cuando creí que el pequeño dormía, volví
a escuchar su voz.
—¿Podemos ver los ángeles?
La madre rio y a mí me bastó escucharla para
saber que mimaba al niño. Los gusanos danzaron
entre mis omoplatos, me removí en un vano intento
por aliviar el dolor.
—Claro que sí —el empresario gruñó
desaprobatorio—, ven vamos a buscarlos.
Divisé la coronilla infantil contra el vidrio de la
ventana, el empresario aprovechó para replegarse.
Envidié su lugar, quise poder ver al niño y ofrecerle
un dulce o por lo menos una risita.
—¡Ahí hay uno! ¡Ahí hay uno! ¡Ahí hay uno! —
el dedo del niño repiqueteaba contra la ventana, su
cabecita asomó por encima del asiento —, mira
Lucas, ¿lo ves?
Asumí que le preguntaba a su hermano una fila
adelante.
—No hermanito, no los veo —respondió una voz
que hacia equilibrio entre la infancia y la adultez.
Tal vez el niñito hizo un mohín.
—Es que Lucas ya es muy grande para verlos —
anotó su madre intentando rescatar la magia del
momento.
—¡Ahí hay otro! —gritó el niño de improviso
repiqueteando el dedo contra la esquina superior del
vidrio— ¡Mira, mira, mira!
Sentí como si me hablara a mí, como si me dijera
que dirigiera la atención allí. Miré afuera, las nubes
eran montañas nevadas con bordes brillantes, mi
corazón se agitó, allí en una de los picos reconocí a
mi esposo.
Me quedé helada, lo vi tan claro como si estuviera
al frente mío, era diminuto y sus contornos se
confundían con la nube, con la mano me lanzó un
beso que sentí estamparse contra mi boca y
deslizarse con la suavidad del amor por entre mis
labios inundándome el cuerpo, asesinando sin
piedad, a cada uno de los gusanos; los sentí explotar
en mis poros.
Fue tan fuerte la experiencia que me desmayé,
nadie lo notó, solo asumieron que la amable señora
sesentona que viajaba sola se había dormido. Al
terminar el viaje tuvieron que despertarme, la
ausencia de mi amado existía, pero ya no me
aplastaba, y fui consiente de estar libre de los
gusanos torturadores.
Cuando vi a mi nieto esperándome con los brazos
abiertos, le sonreí y supe que mi esposo me esperaría
el tiempo que fuera necesario.
89
ESCRITORA POS EDAD
Cuando los chicos crecieron me quedé sola en
una casa vacía, así que un día de lucidez decidí ser
escritora latinoamericana, en los ratos que me
sobraban, que eran todos, me apunté a esos cursos
literarios, talleres creo que les dicen, y el profesor lo
único que enseñó es que se debe leer, leer y leer. Ahí
decidí que para ser una gran escritora debía ser una
lectora latinoamericana, ¿por qué no decidí ser una
colombiana? ¿O una venezolana? ¿O una argentina?
Pero no, como una idiota decidí ser latinoamericana.
Y yo, que pensaba que leyendo a Juan Rulfo ya
podía hablar de literatura centroamericana, me vengo
a enterar a estos años que hay un montón de
nacioncitas en medio de Colombia y México que
dizque tienen cultura propia, y por ahí derecho,
90
literatura, y de las cuales lo único que conozco es el
nombre de sus dictadores.
A eso se me sumó el problema de Brasil con su
portugués, ¿quién en su sano juicio lee en portugués,
por Dios? Si hasta Saramago suena mejor en español,
bueno, ese idioma vaya y venga, que solo fue
descifrar los morraquitos que les ponen a las letras
por encima y por debajo y ya se bandea uno con el
portugués (y de paso descubre uno palabras tan
interesantes como virgulilla).
Para mi desgracia, recordé que en el colegio, en
plena clase de geografía y con los ojos de la maestra
puestos en mí, vine a enterarme que en Haití no se
habla español, y yo que me digo «jodida decisión mía
de ser latinoamericana, ¿por qué no acordarme antes
para haber decidido ser hispanoamericana?»; otro
problema más, ¿qué hacer con el francés de las
Antillas? Porque si fuera francés francés, vaya y
venga, el francés bonito que susurran en las películas
como Ratatouille, en cambio, es un francés
91
apeñuscado revuelto con vudú y ron que se habla en
el Caribe.
Además, tenemos una colonia. ¡Una colonia en
pleno siglo XX! ¿O XXI? En fin, una colonia
francesa, que ni siquiera ellos hablan francés francés;
y ni hablemos del creol, esa vaina no debería existir,
eso es un atentado contra cualquier lengua franca,
romance o como sea que se clasifiquen.
Por mi parte me sumé a la decisión del resto del
mundo (exceptuando a los dueños de los cruceros) e
ignoré todo ese compendio de molestas islitas
flotando sobre las aguas cristalinas del Caribe, solo
me interesó Cuba, por supuesto, no hay quien se
precie de ser escritor latinoamericano sin Cuba, debe
ser por el peso político; ahí está el horror de la
censura y el exilio, que es la sombra sobre cualquier
escritor con una convicción firme y fuerte como yo.
¿Se han preguntado cómo comprar los libros de
escritores cubanos? Es difícil, y sobretodo caro,
92
carísimo, por eso me he dedicado a leer las biografías
del Che Guevara, que era argentino ya sé, pero que
como pasó tanto tiempo en Cuba debe reflejar mucho
de la literatura de la isla.
Pues bueno, eso me deja con Venezuela que no
ha escrito nada decente; Colombia que con García
Marques ya me la coroné; Ecuador, no pienso
mamarme ese bodrio de la Familia de Pascual
Duarte, además es un país de indios, ¿qué tanto
pueden aportar a la literatura?; Perú con su Nobel
Vargas Llosa, ese señor no tiene nada de
imaginación, que historias tan aburridas; y Argentina
con Cortázar, al que no le entiendo un pito, ¿qué es
un cronopio? Eso no tiene sentido y ni nombrar esa
tal Rayuela, no hay quien lea eso. Por supuesto,
Borges, esos cuentitos sí me gustan, algunos son
divertidos, también Chile, me gusta Roberto Bolaño,
que escribía los libretos de Chespirito, un duro el
hombre.
93
Como resultado, ahora tengo una pila de libracos
en mi mesa de noche en un riguroso orden
nacionalista. Por lo pronto, me doy un respiro de
tanto nombre respingado y me estoy leyendo las
Cincuenta Sombras de Grey, buenísimas, que
además me han ayudado a encender la pasión con mi
maridito, eso sí es un libro que sirva para algo, no
como Plata Quemada o El Beso de la Mujer Araña,
¡que pérdida de tiempo!
Mientras me decido a iniciar mi novela sobre un
romance entre una muchacha de 18 años y un
encantador zombi no tan podrido, practico a escribir
otras cosas, ya me leí a Murakami y estoy lista para
empezar con la poesía japacha, al fin y al cabo, los
haikus solo tienen dos líneas, ¿qué tan difícil puede
ser?
94
Bella ilustración por Ajonjolí Azul
MANIFIESTO POR EL DERECHO
A NO SER MADRE
Yo, Martha Esperanza Soto Rengifo, mujer dueña
de todas mis facultades mentales, declaro de manera
juramentada que mantengo mi decisión de no ser
madre.
No, no me importa quedarme sola en mi vejez.
Tendré muchas amigas locas que viajarán conmigo.
No, no me interesa que un hombre pueda
abandonarme por no perpetuar su apellido.
Conseguiré un esposo con más aspiraciones que eso.
No, no me afecta que no exista una tierna y dulce
personita que llene mi vida de amor diciéndome
mamá. Seré una madre gatuna.
Declaro que quiero ser dueña absoluta de mi
tiempo, y que no quiero limpiar mocos ajenos, ni
tampoco soportar berrinches. Seré una mujer que
pueda entrar a restaurantes románticos todo el
tiempo.
Declaro, como mujer libre e independiente, que
no me interesan los bebés ni los niños, y que esta
firme decisión no cambiará cuando “ya me lleguen
los años”.
Declaro que no soy poseedora de ese instinto
maternal que de manera arbitraria nos achacan.
Declaro que soy una mujer que ama, disfruta, ríe,
y decido hacerlo sin niños.
Firmo en constancia:
Martha Esperanza Soto Rengifo
Si quieres unirte a este manifiesto te invito a
firmar.
Karonlains Alarcón Forero.
Nació en Santa Isabel, junto al nevado del mismo
nombre en el Tolima. Estudió antropología en la
Universidad Nacional de Colombia, y lengua árabe y
ciencias islámicas en la mística Alejandría, donde
pudo visitar su inmortal biblioteca. Escritora y
viajera, hace parte del Voluntariado Jadiya al Kubra,
organización de mujeres musulmanas que busca
construir paz en la sociedad colombiana.
Ya ha publicado la novela “Viajeros”, un viaje de
aventuras y fantasía, así como cuentos en diversas
revistas y recopilaciones, y el libro “La súplica (duá)
en el Islam”, resultado de su labor como docente
musulmana.
Top Related