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PROBLEMÁTICA PRÁCTICA DE LA TRADUCCIÓN A TRAVÉS DEL DE REBUS GESTIS
ANTONJ CARAPHAEI DE G. VICO
Francisco J. Navarro Gómez (G.I. Plan Andaluz de
Investigación)
RESUMEN: En diversas ocasiones y lugares –artículos, trabajos,
notas introductorias…– hemos tratado ya acerca de las claves, los
criterios y las razones genéricas que nos han llevado a decantarnos
por una particular forma de ver- sión de un texto entre las
diversas aparentes posibilidades a priori existentes. Intentamos
ahora poner de manifiesto la muy amplia y compleja problemática
(toponimia, onomástica en general, cronología, contraste de datos,
estilísti- ca, erratas y lapsus, etc.) que ha de ser objeto de
consideración, reflexión e investigación por parte del traductor de
una obra, histórica en este caso, y que constituye parte esencial
del texto vertido. PALABRAS CLAVE: Vico, Carafa, documentación,
identificación, estilo, datos, obras de referencia, errores.
ABSTRACT: In different occasions and places—papers, works,
introductory notes…—we have already discussed the keys, criteria
and generic reasons that brought us to favour some particular form
of version of a text among the appa- rently different a priori
extant possibilities. We now try to bring to light the very wide
and complex set of problems (toponimy, onomastic in general,
chronology, data contrast, stylistics, errata and lapses, etc.)
that have to be the tar- get of consideration, reflection and
research by the part of the translator of a work, historical in
this case, and which constitutes an essential part of the text
produced. KEYWORDS: Vico, Carafa, documentation, identification,
style, data, reference works, errors.
A los problemas genéricos de toda índole inherentes al proceso de
la tra- ducción –de toda, de cualquier traducción– por el mero
hecho de serlo, han de sumarse aquéllos otros múltiples específicos
derivados de la pluralidad de factores intervinientes en dicho
proceso, tales como el autor del texto base, su traductor, el/los
posible/s lector/es, la temática de la obra, su estilo, su época,
las lenguas de partida y llegada, las correspondientes culturas,
las imposiciones editoriales, los intereses mediantes, las modas y
gustos del momento, y un sinfín de elementos todos los cuales son
determinantes del resultado producido.
La postura en ello de Vico, aunque no proporciona una teoría propia
de la traducción, podría describirse como sincrética, pues a las
consideraciones literarias,
© Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) Sevilla (España, UE).
ISSN 1130-7498 © Francisco J. Navarro Gómez
Este artículo responde a una invitación expresa por parte de la
Dirección de la Revista para este volumen especial de aniversario,
habiendo superado los criterios de valoración y del proceso de
aceptación.
XXV Aniversario de Cuadernos sobre Vico (1991-2016)
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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retóricas en suma, de que parte y que se patentizan a lo largo de
toda su obra (pas- sim) habría que contraponer consideraciones
tales como la inexistencia en lengua de los sinónimos1 –que
redundaría en una univocidad de los vocablos tan al gusto de la
traducción científica o filosófica–, la importancia asignada al
sentido –que sub- siste aunque cambien las palabras– o su oposición
a una traducción estrictamente literal palabra por palabra –que
conduciría a locuciones inexistentes en la lengua de destino (tibi
malum facio)–.2
Existe, de hecho, una concreta y descriptible intraducibilidad
natural: la que deriva de que el traductor –que, por cierto, no se
identifica con el otro, el autor en este caso, pues no puede
hacerlo en la medida en que no siente, ni razona, ni ha lucubrado
de manera idéntica, ni, en caso de haberlo hecho, lo expresaría
tampoco del mismo modo: no son el mismo, en definitiva– piensa y
escribe en una cultura y lengua diver- sas, que suele trasladar a
lo propio lo foráneo, y que lo hace para unos lectores a quie- nes
la lengua original les es ajena y su cultura, por lejana en el
tiempo y/o en el espa- cio, extraña, en que muchos de los eventos,
conceptos y circunstancias son propios e intrasvasables y, en caso
de poder serlo, su significado contextual es esencialmente otro, o
más restringido o más extenso. Por todo ello, la única
intraducibilidad de la que cabe hablar es de la existente por
naturaleza, la propia naturaleza del texto y la natura- leza misma
de la traducción. Así, venimos insistiendo en la necesidad de
obviar la culpa del traduttore traditore poniendo de manifiesto que
la lealtad o fidelidad debi- das, amén de que pueden obedecer a
múltiples factores –tradicionalmente la expresión y el sentido–
que, a su vez, pueden no ser siempre compatibilizados o
simultaneados, nacen de una determinada elección u opción, esto es,
de un acto de voluntad, sea de grado o por fuerza, de guardarlas o
no, pues sólo en tal caso podría cometerse traición: cuando el
traductor se aparta de dicha senda de forma consciente y
buscada.
De algunos de estos problemas hemos tenido ya ocasión de hablar,
siquie- ra sea someramente, a lo largo de los años, así en los
preámbulos y notas al lector introductorias de nuestras versiones
ya publicadas en castellano de la obra latina de Giambattista
Vico,3 como en algunos artículos4 o capítulos de libro;5 y lo
haremos mucho más profunda, prolija, sistemática y exhaustivamente
en un bastante exten- so ensayo monográfico acerca de la traducción
y su problemática en que venimos trabajando desde hace ya algún
tiempo: todo ello nos servirá de punto de partida para algunos de
los análisis que siguen a continuación.
Sin embargo, con todo y ser de capital importancia lo apuntado, es
nues- tro propósito centrarnos hoy especialmente en uno de dichos
aspectos que –al menos durante los últimos veinticinco años, los
que llevamos colaborando en dicha labor de traducción con el CIV–
hemos tenido ocasión de constatar que más ajeno le resulta a todo
aquel lector que no se haya visto nunca en la tesitura de tener que
acometer tal actividad: el de la documentación. Volveremos
inmediata- mente sobre ello.
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
Lo cierto es que, si bien hasta mediados del pasado siglo eran muy
escasos los estudios dedicados a la traducción y a los factores en
ella implicados, a partir de ese momento aquéllos se han venido
multiplicando en progresión geométrica, de manera que hoy se
cuentan por muchos centenares. Ahora bien, el enfoque de tales
trabajos suele ser el del producto final, su acabado y resultado,
pero no el del proce- so –el del método en su sentido más
clásicamente etimológico– por el que a él se acce- de, esto es, su
perspectiva es más teorética y filosófica, sensu lato, que práctica
y fun- cional; se atiende en extremo a aspectos tales como la
posibilidad o imposibilidad de la traducción, a si ésta puede o no
aspirar a equipararse al original o ser solamente su remedo, etc.
Mas –sentado el hecho de que la traducción no es el original, sino
un texto asentado sobre “el texto”, pero no “el texto” en sí, y ni
siquiera “la versión” de ese texto, sino sólo una entre las
infinitas posibles– echamos de menos más monogra- fías centradas en
tal vertiente práctica, en algunos de los problemas reales con los
que el traductor se encuentra a menudo, en lo que podríamos
denominar “trabajo de campo”. Así, no es menos cierto que dicha
problemática, que al cabo incide sobre la traducción que a los
lectores se les presenta, es la gran desconocida para éstos, que la
ignoran, lo mismo que ignoran las posibles alternativas que al
traductor se le ofrecen –y si no se le ofrecen ha de ingeniárselas
para encontrarlas–, su modus operandi en la resolución de posibles
conflictos, contradicciones o discordancias, su método casi
silogístico en la deducción, su recurso a fuentes contrastadas… Nos
planteamos, pues, el presente artículo como una breve aproximación
al lector de estas cuestiones, o de estos aspectos de la cuestión,
que, por lo general, resultan preteridos.
En efecto, principiamos nuestra labor viquiana tiempo ha con la
traducción de obras de oratoria y filosofía (metafísica), para
pasar luego a otras de contenido retó- rico-literario,
filosófico-jurídico y filológico, apologético y –en estos momentos–
his- tórico, de modo que, en cada una de las fases, hemos debido
afrontar la resolución de los diversos aspectos de carácter
problemático que han ido apareciendo en el transcur- so de nuestra
actividad destinada a la versión: es a todas luces evidente que las
difi- cultades de análisis, comentario y documentación –por no
hablar del resto, que, como decimos, escapa al objeto de la
presente tarea propuesta– que nos plantean, v. g., un texto
retórico y otro histórico difieren sobremanera. Nos decantamos
aquí, por tanto, por un estudio que, aun tocando superficialmente
algunas facetas teóricas relaciona- das –como la del estilo–,
abunde especialmente en la vertiente práctica de algunas de las
dificultades halladas y de las soluciones propuestas, esto es, de
una recopilación mínima, aunque pretendemos que representativa, de
la amplísima casuística que se nos ofrece. Pretende ser, pues –y
aunque de tanto en tanto ofrezcamos las soluciones que en algunos
aspectos nos han parecido más dignas de ser tomadas en considera-
ción en situaciones prácticas con que nos hemos topado o en
reflexiones que, al hilo de las mismas, nos hemos planteado–, una
labor más descriptiva (sin que la inheren- te fenomenología nos
lleve a olvidar la indispensable hermenéutica) que
prescriptiva.
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Francisco J. Navarro Gómez
La referida actividad documentalista se materializa en la consulta
de diccio- narios, enciclopedias, atlas y compendios de geografía,
tratados de historia, gacetas y publicaciones periódicas,
monografías y, en definitiva, todo aquello susceptible de arrojar
luz sobre el contenido de la obra de base y –en este caso con el
que ejempli- ficamos, las Gestas de Antonio Carafa, obra
apologética, histórica y de época, tanto por su contenido como por
el momento de la edición– tratando siempre de que los documentos y
bibliografía consultados sean lo más próximos posible en el tiempo
a dicha edición, inmediatamente posteriores cuando no
contemporáneos o incluso, en la mayor parte de los casos, como
puede constatarse por las fechas de publica- ción, anteriores. Así,
por citar sólo algunas de las fuentes a título de ejemplo: - N.
Beregani: Historia delle Guerre d’Europa dalla comparsa dalle Armi
Ottomane nell’Hungheria, parte seconda, app. B. Ciera, Venetia,
MDCXCVIII. - Tr, del it. F. Fabro: Floro Historico de la Guerra
movida por el Sultan de los Turcos Mehemet IV […], imp. B. de
Villa-Diego, Madrid, MDCLXXXIV. - Avisi Italiani Ordinarii, e
Straordinarii dell’Anno 1689, app. Gio. Van Ghelen, Vienna. - J.B.
Verdussey y G. Bouttats: Breve y exacta descripcion de los Reynos
de Hungria, Dalmacia y Morea […], Amberes, MDCLXXXVIII. -
Costantino Roncaglia: Admirables efectos de la Providencia
sucedidos en la vida, e imperio de Leopoldo I […], tomo III, en que
trata de los sucessos del año 1682 asta el de 1705, Imp. Reale,
Milano, MDCCXXXIV (existe edición anterior, pero finaliza antes de
la muerte de Carafa). Si bien este tomo agota el período tratado en
la obra, hemos revisado igualmente los dos anteriores. - S.
Bizozeri: Ungria restaurada. Compendiosa noticia de dos tiempos
[…], imp. M. Gelabert, Barcelona, 1687. - A. Bernaldo de Quirós:
Historia de las Revoluciones de Hungria, tr. del fr., t. II, imp.
J. de Paredes, Madrid, MDCLXXXVII. - C.G. Maria Reina: Vita et
Imperio di Leopoldo I, Cesare sempre Augusto, st. M.A. Pandolfo
Malatesta, Milano, MDCCX. - F. de Montalbo: Historia de las Guerras
de Ungria desde el año de 82 hasta el de 88, imp. Termini V.G.,
Palermo, 1693. - M. de Hammer: Histoire de l’Emprire Ottoman depuis
son Origine jusqu’à nos jours, trad. del allemand par M. Dochez, 2ª
ed., imp. Bhétune en Plon, Paris, 1844. -Y así otras muchas de
consultas más esporádicas o puntuales.
Se impone, decimos, una intensa labor de documentación y recurso a
diver- sas fuentes. Pero podríamos preguntarnos: ¿A qué una labor
tan ardua? ¿A qué fines obedece y cuál es su objeto? Y podríamos
responder que, de entrada, se hace inexcu- sable para una mejor
comprensión, primero, por parte del propio traductor, que sol-
ventará así muchas de sus dudas acerca de términos a emplear y en
la resolución de pasajes más o menos oscuros, lo que vendrá a su
vez a incidir en una mejor, por más acertada, traducción; y ello
redundará también, en segundo lugar, en una más atinada
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
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aprehensión por parte de los lectores, tanto por la versión que se
les suministra como por las notas y comentarios con que ésta se
complementa. Sirve asimismo para obte- ner mayor clarificación con
vistas a poder ampliar la información que se facilita, pro-
porcionando con ello un contexto y un entorno más acabados. Más que
ayudar, resul- ta imprescindible también para contrastar datos,
permitiendo con ello la posibilidad de obviar o, al menos, paliar
cualquier más que probable parcialidad, al multiplicar los puntos
de vista; máxime en un texto como el que nos ocupa, que, como
decimos, es obra de encargo. Nos dota, por otra parte, de los
medios necesarios para poder reco- nocer determinados lugares y
personajes: debemos hacer constar, a este respecto, que, así como
hemos detectado diversas erratas y lapsus en el texto original no
detectados hasta ahora –según creemos–, también hemos aportado
algunas lecturas tanto de topó- nimos como de individuos citados
que difieren de los hasta hoy designados por algu- na(s) o por
todas las versiones, y aportamos los argumentos que nos han llevado
a decidirnos por tal opción y no por otra, basándonos en gran
medida precisamente en la documentación consultada y en lo que de
ella podemos colegir. Y otros muchos aspectos que más
pormenorizadamente resultarán de lo que sigue. Para la aludida
identificación de algunos de los lugares y, sobre todo, de los
personajes citados, la documentación aportada por tales fuentes es,
en muchas ocasiones, insustituible, aun- que otras veces el autor
se limite tan sólo a aportar algunos datos y eluda mencionar los
demás con el mayor gracejo. Así, por ejemplo, “Cada compañia tenia
su Alferez, y demas cabos necesarios para su mejor gouierno: que
solo dexo de nombrar por la aspereza, que la lengua Castellana
siente en la pronunciacion de las muchas letras mudas, con que se
escriben los nombres propios, y los apellidos de los Alemanes”
(Historia de las Guerras de Ungria [op. cit.], p. 50).
Presentamos aquí in nuce, pues, sólo algunos pasajes
representativos que permitan al lector forjarse al menos una idea
aproximada de la problemática a que hacemos referencia. Y, por
último, hemos de hacer constar que la numeración de las notas
ejemplificadoras no es definitiva, al hallarse aún la versión
íntegra de la obra por publicar en proceso de finalización y
revisión, durante el cual, previsiblemente, ampliaremos algunas y
otras las reduciremos de forma sensible para simplificar. Veamos,
pues:
Topónimos En lo que respecta a los topónimos, y habida cuenta de la
necesidad de optar
por la nomenclatura castellanizada o por la nativa, por la del país
al que pertenecía la localidad o la de aquel al que pertenece hoy
día, y por la que tenía contemporáneamen- te a los hechos narrados
o por la actual, hemos de hacer algunas puntualizaciones: - En
general, hemos tratado de mantener la denominación del lugar en
castellano, cuando ésta existe (v. g. “Ratisbona” y no
“Regensburg”), o, al menos, remitir a ella en nota correspondiente
(v. g. el húngaro “Pozsony” como “Bratislava”).
- Cuando tal denominación castellanizada es inexistente, utilizamos
la existente en algún otro idioma, aun no siendo la autóctona,
siempre que por ella nos resulte más conocida que por la propia del
lugar. - No siendo así, recurrimos a la del lugar de origen,
intentando, con todo, mantener la relación con la terminología
latina del texto base. Ahora bien, el problema sub- yacente para
ello es, no ya sólo la evolución de la denominación con el correr
de los siglos, sino que en muchas ocasiones ha habido un brusco
tránsito a otra totalmen- te distinta debido a la convulsa historia
de la zona, que a veces ha supuesto cambio de país. Así, una buena
porción de la Hungría a la que nos referimos ha pasado hoy día a
formar parte de Eslovaquia, Rumanía, etc. Por ello nos valemos
usualmente del húngaro, como en “Eperjes” (lat. “Eperies”), en
lugar del eslovaco “Prešov”, y en “Kassa” (lat. “Cassovia”), en
lugar del eslovaco “Košice”, aunque actualmente ambas ciudades
forman parte de Eslovaquia; el también húngaro “Eger” (lat.
“Agria”), en lugar del alemán “Erlau”, etc., guardando así además
las similitudes y proximidades con su forma latina y/o los nombres
de la época.
Observaremos, para finalizar con este aspecto, que, si bien
bastantes de los lugares referidos en la obra no resultan
complicados de reconocer, sí nos hemos encon- trado con
dificultades en diversos casos, en algunos de los cuales nos
apartamos de las identificaciones que de los mismos, así como la de
ciertos nombres propios, hacen ya por ejemplo los muy meritorios
trabajos de Nicolini6 –o Sanna,7 que en muchos casos lo recoge–, y
también de algunas de las de Pinton,8 aunque aquí con mayor número
de coincidencias; e incluso a veces de las del propio Vico. Y,
cuando no, podemos deci- dirnos por la misma debido al peso de los
argumentos en pro, pero con ciertas preven- ciones por los que
encontramos en contra y que no dejamos de hacer constar en las
correspondientes notas, como ocurre, v. g., con el de la plaza
designada en latín como “Neosolium”, que aparece en el texto con
relativa frecuencia. Y, si bien al final nos hemos decantado
–aunque no en todos los pasajes– por la misma identificación, esto
es, la ciudad de Neuhäusel (que se suele verter en alemán, mientras
nosotros hemos preferido el eslovaco “Nové Zámky”, que recoge
perfectamente la denominación lati- na de “Castrum Novum”, la más
usualmente recogida para esta ciudad –en este senti- do, el húngaro
“Érsekújvár”, a pesar de su similar significado, nos parecía
excesiva- mente alejado de nuestras voces–), ello ha sido no sin un
arduo recorrido previo. El problema estriba en que bastantes
fuentes consultadas reconocen en el lugar llamado “Neosolium”
(“Neusohl” en alemán) a Banská Bystrica, guarnecida de murallas más
tardíamente, en el s.XVI, ubicada en Eslovaquia mucho más al norte
y de no muy par- ticular relevancia en la guerra contra el turco,
pues queda fuera del paso obligado de las tropas hacia Viena. A
favor de esta identificación con Banská Bystrica corren argu-
mentos como el de su denominación latina proporcionada por Vico,
siendo así que ésta –“Neosolium”– es una latinización posterior a
la alemana “Neusohl”, que significa “la nueva Zvolen”, para
diferenciarla de la vieja, “Altsohl”, que queda en los
contornos.
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Antonj Caraphaei
Los múltiples argumentos en contra en otros muchos casos, y a favor
de la de “Castrum Novum” (o “Neoselium”, como especifican algunos
autores), que hacen que, a pesar de lo dicho, en la práctica
totalidad de los lugares nos decantemos por ella –esto es, la
mencionada “Nové Zámky” (“Neuhäusel” en alemán, con la que tiene
cierta similitud en su cadencia fonética)–, son los diversos
pasajes en que Vico afirma: que los turcos se la habían arrebatado
a los alemanes y el ser de las últimas perdidas, lo que vale para
esta adscripción, no para la otra; que se trata de una
“defendidísima fortaleza” (“soli- dísima”, dice en otro pasaje)
ubicada “muy adelantada en dirección a Austria”, lo que también
pesa en este lado de la balanza; que se halla no excesivamente
lejos de Klosterneuburg y de Nógrád y Buda; el hecho de que la
“dejan a un lado” para cercar Bratislava (Pozsony), estar situada
cerca del curso del Danubio, y hallarse a “ochenta millas” de Viena
(en realidad más de cien, pero la distancia se multiplicaría en el
otro caso). Y por último y sobre todo la adscripción también al
nombre de “Neoselium” (sic) que encontramos en alguna otra fuente
de la mayor solvencia, de donde tal vez la con- fusión. Vide, v.
g., Louis Moreri: El Gran Diccionario Historico o Miscelanea
Curiosa de la Historia Sagrada y Profana […], t. VI (M-O), trad.
del francés de J. de Miravel y Casadevante, Lib. H. Detournes,
París 1753, p. 280, donde proporciona una serie de datos que
facilitan el reconocimiento: el estar a lo largo del río Nitra y
sobre el Danubio, el haber sido tomada por los turcos en 1663 y
reconquistada en 1685 por Carlos de Lorena, y, sobre todo, la
estructura de su castillo, de estrella de seis puntas con un
bastión en cada vértice y rodeado de un foso, como la aquí diseñada
en Breve y exacta descripcion de los Reynos de Hungria, Dalmacia y
Morea […], por J.B. Verdussey y G. Bouttats, Amberes, 1688, p.
80.
La misma adscripción de “Neoselium” (no “Neosolium”) a “Neuhäusel”
encontramos en J. Gratiani: Historiarum Venetarum libri XXXII […],
t. II, typ. Seminarii, apud J. Manfré, Patavii, MDCCXXVIII, p. 342,
y en F. A. de Simeonibus: De bello Transylvanico, & Pannonico,
libri sex […], typ. A. de Rubeis, Romae, MDCCXIII, passim, y en
otros muchos autores; mientras que algunos, entendemos que por un
pequeño error tipográfico o corrupción de la tinta, la denominan
“Neosclium” (como ocurre con L. Echard –y quienes posteriormente lo
ree- ditan, como A. Vegas o A. Montpalau, que mantienen la
alteración– en su Diccionario Geografico Universal […]).
Ya que Vico prescinde de la segunda denominación (“Neoselium”) en
abso- lutamente todos los pasajes y utiliza siempre la primera
(“Neosolium”), deberemos dilucidar por el contexto si recurre en
todo lugar erróneamente a ésta queriendo en realidad expresar
aquélla o se sirve de ella en alguna ocasión con su valor
propio.
Y existe, al menos, un caso –en el libro I, cap. IX– en que estamos
conven- cidos de que la referencia ha de ser a Banská Bystrica y no
a Nové Zámky o
Neuhäusel, a partir de la descripción que de los “Neosolienses
fines” se nos hace. Afirma Vico que Carafa “le cierra el acceso a
Brezno, para que no irrumpa en las regiones montañosas a través de
los territorios” de esta ciudad. Y, precisamente, situada a la
entrada de una zona muy montañosa y a unos 40 kms. de Banská
Bystrica, a cuyo distrito pertenece, es Brezno la ciudad
identificada con el gentili- cio latino “Brisnensem”, usado por
Vico; ciudad que no cabe confundir, desde el momento en que, v. g.,
nos dice Mátyás Bél en su Notitia Hungariae nova geograp- hico
historica, p. II, t. II, typ. J.P. van Ghelen, Viennae, MDCCXXXVI,
p. 443, hablando de la “Historia civitatis Briznensis”, que “Brizna
[…] Slavi Brezno […] adpellant […] Recedit Neosolio, quattuor
miliaribus, situ, inter orientem, & aquilo- nem, medio. Urbium
prima est, quam Granus, e montium confragosis vallibus egressus,
orientali latere, subluit”. Y, en efecto, Brezno se halla a no
mucho más de cuatro millas –húngaras– de Banská Bystrica, ubicada
entre el este y el norte de la antigua Hungría, y es la primera
ciudad que baña el río Hron –“Granus”, el “Gran” alemán– apenas
surgido de las montañas en las que nace.
Estimamos, así, que “Neosolienses fines” ha de referirse a “los
territorios de Banská Bystrica” con toda probabibilidad y no a los
de Nové Zamky (Neuhäusel), pues, amén de lo ya advertido con
respecto a la cercanía de Brezno, la puerta hacia aquella localidad
viniendo desde el este, algo similar ocurre algo más al norte
(basta para ello cruzar el Parque Nacional Nizké Tatry), donde deja
expedito el camino hacia Trenin la ciudad de Ruomberok, que ha de
ser la “Rosemberga” citada en el texto viquiano (“Rosenberg” en
alemán), desde el momento en que a media milla al norte
aproximadamente de ella se encuentra Lykava (hoy “Likava” o
“Likavka”), según nos dice el R. P. Michaelis Bonbardi en la
Topographia Magni Regni Hungariae […], typ. I.D. Voigt, Viennae,
MDCCXVIII, p. 114: “LYKAVA arx est 500. passibus procul Rosemberga
Septentrionem versùs in rupe pariter solida, & eminenti […]”;
y, en efecto, ambas poblaciones se hallan prácticamente adosadas.
En realidad, la actual región admi- nistrativa de Zilina (o
Zsolna), donde se encuentra Ruomberok es limítrofe con la de
Trenin, y lo mismo ocurre con la de Banská Bystrica, a escasos
cincuenta kilómetros de Ruomberok, con lo que, como se explicita en
el texto, no debió de resultarle excesivamente difícil a Carafa
destacar las dos unidades militares para cerrar ambos accesos. Y es
así como Thököly, viendo cegado el tránsito hacia el oeste, intenta
el aprovisionamiento hacia el este de Brezno, en los campos de
Jolsva y en los de Roava, según se nos dice también.
Identificación de lugares - Portada. En el texto: “Foroliviensium”
(“de los forolivenses”). Nota 1. “[…] Alla fine di questa
problematica ricognizione mi pare si possa tornare con qualche dato
di consapevolezza in più ad accettare come verosimile la versione
scelta dai princi-
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pali editori di Cassiodoro, versione secondo la quale Forolivenses
risultano essere naturalmente gli abitanti di Forlì (Forum Livii)
[…]”, dice Giovanni A. Cecconi en “Honorati, possessores,
curiales”, en Rita Lizzi Testa (ed.): Le trasformazioni delle
élites in età tardoantica, “L’Erma” di Bretschneider, Atti del
Convegno Internazionale, Perugia, 15-16 marzo 2004, p. 64. - L. I,
Cap. IV. En el texto: “arcem Kalaviam, vulgo Kalò dictam” (“la
ciudadela de Nagykálló, comúnmente llamada ‘Kalò’ ”). Nota 96. Si
bien carecemos de una certeza absoluta en la adscripción, sí
entendemos que no puede identificarse sin más el lugar –como desde
Nicolini se viene haciendo– con la ciudad de Kalocsa, por el hecho
de esti- mamos que mal puede hacérsela formar parte de la Hungría
del norte, como a continua- ción se dice, cuando aquélla se halla
en realidad a unos 120 kms. al sur de Budapest, en zonas de dominio
otomano. En cambio, las tres ocasiones a lo largo de la obra en que
se describe la ubicación de la denominada “Kalavia” hacen posible,
creemos, su identi- ficación con Nagykálló. De hecho, el nombre de
“Kaló” que Vico proporciona, bien pudiera corresponder al húngaro
“kálló”: plaza, foro, punto de reunión, precedido de “Nagy”:
“grande” (existe otro “pequeño” en el distrito). Pues bien, esta
ciudad, fortifi- cada en la segunda mitad del s. XVI tras ser
incendiada por los turcos, se encuentra en una planicie con finas
corrientes superficiales y se ubica en el condado de Szatmár y a
menos de 50 kms. de Tokaj en línea recta, y está también cerca de
Eszák. Y, por último, cuando se dice en el cap. X del presente
libro I, que Caprara y Carafa se dirigen a la con- quista de
Eperjes cuando oyen que ya ha sido tomada por von Schultz y se
vuelven hacia Kassa, aceptando en su recorrido la rendición de
Tokaj y “Kalavia” (Nagykálló, enten- demos), también resulta
consistente el argumento, pues ambas se encuentran en el cami- no
viniendo desde el sur al norte (en realidad, Tokaj está a unos 80
kms. de Kassa). - Ibidem. En el texto: “Sed enim ea Arx, in deserto
pene loco, vastique agri aequore posita, quattuor quidem ingentibus
ad angulos propugnaculis, sed antiqui operis ac semiruti munita,
tenui praeterluente rivo […]” (“Pero, en efecto, esta ciudadela,
ubi- cada en un lugar casi desierto y en la llanura de un vasto
campo, fortificada sin duda con cuatro ingentes bastiones en sus
esquinas, mas de una obra antigua y semiderrui- da, y a la que baña
un fino riachuelo […]”). Nota 105. Viene la descripción a refren-
dar la identificación anterior. De hecho, Nagykálló está cruzada de
finas corrientes, se ubica en un amplio campo y sus defensas
estaban semiderruidas por lo que a continua- ción veremos (“la
desamparó”, vide infra), y ade- más cuenta con cuatro bastiones en
sus ángulos, “ingentes” en comparación con las dimensiones de la
plaza, según podemos observar en la siguiente imagen, tomada de
J.B. Verdussey y G. Bouttats: Breve y exacta descripcion de los
Reynos de Hungria, Dalmacia y Morea […], Amberes,
MDCLXXXVIII.
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Francisco J. Navarro Gómez
Por otra parte, así como la descripción de Kalocsa se zanja en
dicha obra con tres líneas escasas, dicen respecto a Kallò (pp.
11-2): “Caló, es villa situada entre Toccay [Tokaj] y Debretzin
[Debrecen] año mil seyscientos y ochenta venci- da por el Teckly y
poco tiempo despues de haverle saqueado y tomado sus burgos la
desamparò despues de haver guarnecido el Castillo con algunos
Transilvanos, pero en Deciembre de mil seyscientos ochenta y dos el
Conde de Caprara la occupò, despues de haver hecho prisioneros de
guerra ciento y ochenta hombres, y para recuperar tal daño el
Teckly tomò por entrepresa el Castillo de Zatmar.” Nagykálló se
halla, en efecto, a medio camino entre Tokaj al norte y Debrecen al
sur. - L. II, Cap. X. En el texto: “Ciokakum, & Palotam,
proximas inter se arces, & ab Alba-regali duarum omnino
leucarum spatio sepositas” (“a Csókakö y Palota, ciu- dadelas
próximas entre sí y distanciadas de Székesfehérvár por un espacio
de sola- mente dos leguas”). Nota 295. Se trata con toda
probabilidad del castillo de Várpalota, que, al sudoeste de
Budapest, se ubica en una triangulación –de poco más de 20 kms.–
casi perfecta con el castillo de Csókakö y con Székesfehérvár, como
se especifica en el texto. - L. IV, Cap. V. En el texto: “usque ad
Valachiae Moldaviaeque alpes” (“hasta los Alpes de Valaquia y
Moldavia”). Nota 496. Dicen D. Francisco de Paula Mellado et alii,
en el Diccionario Universal de Historia y de Geografia, t. II, ed.
Ídem, Madrid, 1846, p. 351, hablando de la antigua Dacia, que tenía
por límites “[…] al S. el Danubio, al E. el Ponto Euxino al N.E.
los Alpes Bastarnicos ó montes Krapaths, al N.O. el Danaster o
Dniester, y correspondia á Moldavia, á Valaquia, á Transilvania y
al N.E. la Hungria”, y que a la Dacia Transalpina se llegaba “[…]
atravesando los Alpes Bastarnicos, hoy Valaquia, Moldavia y
Bessarabia.” (ibidem). Esto es, el límite incluiría Transilvania, y
los Alpes referidos serían parte de los Cárpatos Orientales y los
Meridionales, o sea, los Alpes Transilvanos. - L. IV, Cap. V. En el
texto: “minora oppida cis et ultra Berethium” (“otras plazas fuer-
tes menores a este lado y al otro del Berettyó”). Nota 497. Nos
parece problemática la identificación con la ciudad, ubicada en una
zona excesivamente lejana de la enmarca- da por Carafa. Y aunque se
trata de un παξ λεγμενον que sólo encontramos en Vico y sólo en
esta obra, creemos evidente que se alude a un río, pues sólo cuando
de un río habla, y no de una ciudad, utiliza habitualmente la
expresión “cis et ultra” (“a este lado y al otro de”), como ha
hecho con el Danubio, con el Drava… o como en este caso. Creemos
plausible, en cambio, la solución de Nicolini (“fiume Beretka”), de
Sanna (“Beretchka”) y la de Pinton, y la que aquí acogemos del
Berettyó, nacido en la actual Rumanía pero que discurre –en su
inmensa mayor parte por Transilvania– unos 150 kms. hasta
desembocar en el Crisul Repede cerca de Szeghalom, en la actual
Hungría, equidistante precisamente de Nagyvárad (u Oradea,
actualmente en Rumanía, pero que formó parte de Hungría hasta hace
un siglo) y de Gyula, ciudades que acaba de citar en el
pasaje.
231Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
- L. IV, Cap. V. En el texto: “minor Curia”. Nota 500. Dicen Jeroen
Duindam, Tülay Artan y Metin Kunt en Royal Courts in Dynastic
States and Empires. A Global Perspective, Rulers & Elites: vol.
I, Koninklijke Brill, Leiden, 2011, p. 407: “[…] we find various
terms distinguishing the modest permanent ‘inner’ court and the
inciden- tally recurring but usually more exuberant ‘outer’ court:
aula and curia; curia and curia solemnis; alternatively curia minor
and curia maior or domus providentiae and domus magnificentiae.
These various terms are related to presence as well as to rank
[…]”, recogiendo una situación que podríamos rastrear ya en las
cortes medievales. Y, paralelamente, el mismo Jeroen Duindam sienta
en Vienna and Versailles. The Courts of Europe’s Dynastic Rivals,
1550-1780, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, pp. 32,
47-8 y 106 respectivamente: “The worldly electors would exercise
these functions only during the great ceremonies of the empire,
when they formed the curia maior, leaving the parallel everyday
tasks in the curia minor to lesser-ranking substi- tutes”; “The
medieval differentiation between the curia maior, bringing together
the great feudatories, and the curia minor, those daily serving the
ruler, suggests a divide between permanently attending servants and
incidentally serving dignitaries”; “Formally, the household in
Vienna could be perceived as only the curia minor of the emperor,
with the territorial princes of the empire serving as his curia
maior”. No pare- ce, con todo, que sea ésta la situación a que
alude el texto, por cuanto no se establecen aquí relaciones y
correspondencias cortesanas, sino un lugar concreto. De otro lado,
daría la impresión de existir una cierta incongruencia en la
utilización para la audien- cia de una Curia minor, de bajo
relieve, porque embajadores y cuerpo diplomático acreditado –así
como los aristócratas de mayor alcurnia– son recibidos
personalmente por el emperador y de costumbre en el Palacio
imperial de Hofburg; y, por otra parte, sería de esperar que la
recepción se produjese en forma y lugar tales que los embaja- dores
quedasen apabullados por el boato y la pompa. Tal vez la clave sea
que la recep- ción se produjo efectivamente en dicho lugar, y no en
otro palacio más pequeño, aun- que, para que la legación se
sintiese más abrumada ante la constatación de que se les tenía por
personajes de escasa consideración, en dependencias de categoría
inferior. Así parece inferirse de la Relacion Distinta Del modo con
que los Embiados del Sultán de los Turcos Soliman III fueron
admitidos à la Audiencia publica del Augustissimo Emperador
Leopoldo I à 8 de Febrero de 1689; partiendo de ella, vide Fernando
Díaz Esteban: “Embajada turca a Felipe IV”, en el Boletín de la
Real Academia de la Historia, t. CCIII, cuaderno I, Madrid,
enero-abril 2006, pp. 86-7: “Lo primero que se destaca en la corte
de Viena es que los enviados del Sultán no tienen categoría de
emba- jadores y se formó una comisión de notables a la que se
invitó a un representante de Polonia y a otro de la República de
Venecia con el fin de decidir cómo había que tra- tar a los
enviados turcos. Se les trae desde el castillo de Potendorf a los
arrabales de Viena, donde la Caballería les acompaña hasta la
Puerta Carintia, lugar en que la Infantería de la Guardia de la
Ciudad releva a la Caballería y pasan al Palacio sin
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Francisco J. Navarro Gómez
muchas ceremonias […] seguía una carroza imperial donde iban el
Enviado turco prin- cipal, vestido de verde, con Alexandro Mauro
Cordato, cristiano griego, de los que vivían en Turquía […]
acompañada y seguida del séquito de lacayos y servidores tur- cos,
y entre ellos el veneciano Tarsia, intérprete ‘que solía asistir a
la Puerta Otomana’ [...] Llegados a Palacio no entraron en el
segundo patio, reservado para embajadores; sino que se apearon en
la gran plaza y pasaron a pie a la Antecámara […] Mientras subían,
salió el Emperador de su cuarto a la pieza de la Audiencia, donde
se quedo en unas gradas debajo de un dosel y acompañado por los
príncipes y ministros. El Enviado, Sulficar Efendi, […] hizo dos
profundas reverencias, y acercándose más hizo una tercera […] y
presentó la carta. El Emperador lo hizo señal de que la dejase en
el bufete que tenía al lado […]”. Como puede observarse, no se
pierde ocasión de mani- festar a los enviados su irrelevancia; y,
aunque no se alude más que al “Palacio”, éste debe ser, por
antonomasia, el de Hofburg, algo corroborado además por su
ubicación, pues se habla de la entrada por la Puerta Carintia
(Kärntner Tor), que se hallaba al sur, dando comienzo a la actual
Calle de Carintia (Kärntner Straße), ubicada junto a la Wiener
Staatsoper y a dos manzanas del Palacio imperial de Hofburg. - L.
IV, Cap. V. En el texto: “Venetus Euboeae Regnum, et omnem oram ab
Isthmo Corinthiaco Corfinium usque repetebant” (“El representante
véneto reclamaba el reino de Eubea y toda la costa, desde el istmo
de Corinto hasta Corfú”). Nota 505. “Korkura Korkura. Kerkura.
Corfu. Corfou. Korfoi. Corfunium. Gurfo. Konopeli. Conopoli.”,
dice, citando las diversas denominaciones, Edward Dodwell en
Classical and Topographical Tour through Greece, during the years
1801, 1805, and 1806, vol. II, Rodwell and Martin, London, 1819,
“Appendix”, p. 478. Y Reinerus Gemma en Gemma Phrysius de
principiis Astronomiae & Cosmographiae deque usu Globi ab eodem
editi. Item de Orbis divisione, & Insulis, rebusque nuper
inventis, Antuerpia, 1530, menciona en su cap. XIII que “Primum ab
Ionio pielago incipiemus, in quo apud Epyrum Corcyra insula, nunc
Corfunium […]”. Y así en varios otros pasajes. Pensamos, de hecho,
que no hay aceptar “Corfinio” sin dudas, ya que, aunque Vico
menciona literalmente “Corfinium”, ciudad romana que muy
probablemente le sonaba más, debe tratarse de una confusión con
“Corfunium” (Corfú) por varias razones: a) la romana Corfinium, que
desapareció en la alta Edad Media, está situada aproximadamente a
la altura de Roma, pero en la Italia interior, lo que casa mal con
la pretensión de los venecianos de tener un límite costero segu-
ro; b) en segundo lugar, la Corfinio que conocemos no tiene nada
que ver con los ríos que se citan a continuación, que quedan al
otro lado del Adriático; c) y, por últi- mo, la ciudad romana se
pierde, como decíamos, y con el correr de los años se reconstruye
con distinto nombre, no recobrando el primitivo hasta hace un
siglo. - L. IV, Cap. V. En el texto: “inter flumina Cercham […]”
(“entre los ríos Krka […]”). Nota 506. Situado en el sur de la
actual Croacia, identificamos el río “Cercha” con el “Krka”,
evidentemente no el de Eslovenia por las ciudades que
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Antonj Caraphaei
citan –“Scardona”, “Iadera” (hoy “Zadar”)– Philippus Ferrarius
& Michael Antonius Baudrand en el Novum Lexicon Geographicum,
in quo universi Orbis Oppida, Urbes […], vol. II, Johannis Petri
Schmidt, Isenaci, MDCLXXVII, p. 272: “Titius, Titus Ptolemaeo,
Cercha Moletio & Favolio, Variecha Nigro, Fluvius Illyrici,
terminus Liburniae, illam à Dalmatia discriminans, apud Scardonam
fluens, mare Hadriatico inter Iaderam ad occasum et Scardonam ad
ortum excep- tus […] [Titus fluvius, hodie Kerxa, vel asperiori
pronuntiatione Krka dictus, teste Ioanne Lucio, Scardonam, rigas et
Sibenicum urbes Dalmatia; deindè paulò infra et iuxta arcem S.
Nicolai in sinum Venetum se exonerat 38. mil. pass. à Iadera in
ortum.]”. Se trata, pues, de ese río Cercha “hoy llamado ‘Kerxa’ o,
con una pronun- ciación más áspera, ‘Krka’ ”. Como puede
observarse, ha sido esa “pronunciación más áspera” la que ha
perdurado. - L. IV, Cap. V. En el texto: “[…] Bojanam” (“[…]
Bojana”). Nota 507. O “Buna”, entre Albania y Montenegro,
conformando así una línea defensiva ante el Golfo de Venecia que
integraría la región sur del antiguo Ilírico o la Dalmacia. - L.
IV, Cap. V. En el texto: “Dulcinium Antivarumque” (“Dulciño y
Antivari”). Nota 508. Ambas ciudades portuarias (castellanizadas
antiguamente a partir del ita- liano como “Dulciño” y “Antivari”
respectivamente) están situadas, próximas entre sí, en la costa del
actual Montenegro, y con una historia paralela, pues habían esta-
do en poder de Venecia y fueron luego tomadas por los turcos, que
las mantuvieron durante tres siglos; la primera era ya entonces y
posteriormente una ciudad con un tráfico comercial importante, pues
cuenta Joseph de Laporte en El viagero univer- sal ó noticia del
mundo antiguo y nuevo, t. 1, imp. Fermín Villalpando, Madrid, 1796,
p. 168, que “[…] llegamos felizmente a Dulciño. Esta ciudad,
llamada anti- guamente Dulcinium, es pequeña pero rica y
comerciante; los navíos Italianos car- gan aquí de trigo, maderas y
cueros.” - L. IV, Cap. V. En el texto: “Corfinium”, relativa a la
anterior nota 505. Nota 509. Buscando corroboración de la
identificación de nombres y lugares, encontramos la anterior con
Corfú en la narración de que de las reclamaciones hace A. Hawkins
(trad. del fr.) en The History of the Turkish or Ottoman Empire
[…], vol. III, pr. R. Thorn, London, MDCCLXXXVII: “[…] and for the
Venetians the cession of the Morea and the coast of Negropont, from
Corfu to Corinth, and a part of Dalmatia:” - L. IV, Cap. V. En el
texto: “Praecopum regni claustrum in Isthmo situm obsedere”
(“asediaron Prekop, la llave del reino, situada en el istmo”). Nota
515. Prekop, en la lla- mada “Tartaria europea”. Dice Juan de
La-Serna (trad. del ing.): Diccionario Geografico ò Descripcion de
todos los Reynos […], 3ª ed., Joachim Ibarra, Madrid, MDCCLXXII, p.
58: “Fuerte de la Tartaria Crimea, sobre el Isthmo de esta
Peninsula, á 30 leguas N.O. de Kassa. Long. 53º. 15’. Lat. 46º.
18’.” Y Juan Arribas y Julián de Velasco (trads. del fr.):
Enyclopedia Metódica. Geografía moderna, imp. Sancha, Madrid,
MDCCXCII, t. III, pp. 525-6: “Precop, Prekop, Perckop y Oro, Ciudad
y for-
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Francisco J. Navarro Gómez
taleza de la Crimea, en la costa oriental del istmo que une esta
peninsula con Tierrafirme, á corta distancia de la ribera del Palus
Meotide. Este istmo, no teniendo sino media legua de ancho en este
parage, se mira con razon la Ciudad de Prekop como la llave de la
Crimea […] Perckop, que quiere decir tierra con fosos, es el nombre
que los Polacos dan á este parage. Los Tartaros la llaman Orkapy,
nombre magnifico que significa puer- ta de oro […] Los Rusos se
hicieron dueños de ella en los años de 1698 […]”. - L. IV, Cap. V.
En el texto: “Nissam” (“Nissa” o “Niš”). Nota 518. La antigua
Naissus, de la que dicen Juan Arribas y Julián de Velasco (trads.
del fr.): Encyclopedia Metódica. Geografía moderna, imp. Sancha,
Madrid, MDCCXCII, t. III, p. 289: “Nissa, ciudad de la Turquía
Europea en la Servia, á los confines de la Bulgaria, sobre la
margen del rio de Nissava, que poco mas allá se incorpora con el
Morava, al oriente de la ciudad de Precop. Nissa está á ocho leguas
de Precop, y cincuenta y dos al S E de Belgrado. Los imperiales la
quemaron en 1689 […]”. Actualmente se la translitera a veces como
“Nish”, mas en la época era “Nissa” la castellanización del nombre.
- L. IV, Cap. VII. En el texto: “Traubachum” (“Traubach”). Nota
530. Se trataría de un error topográfico, pues los dos distritos de
Traubach (el alto y el bajo) se encuen- tran en Francia, muchísimo
más al sur de la zona descrita, y la alemana del distrito de
Kitzingen en el centro de este país, bastante más al este.
Probablemente se alude, no a Traubach, sino a Trarbach –hoy
Traben-Trarbach, tras la unificación del muni- cipio y la ciudad–,
que, si partimos de Frankfurt y atravesamos el Rin al sur de
Coblenza, queda justamente a medio camino entre ésta y Tréveris, es
decir, el reco- rrido descrito, subiendo el curso que sigue el
Mosela hasta desembocar en el Rin a la altura de aquella
ciudad.
Nombres propios Al igual que ocurre con los nombres de ciudad, en
que hemos castellaniza-
do aquéllos de uso más común (así “Ratisbona” en lugar de
“Regensburg”), pero no aquéllos otros inusitados (así “Niš”, con su
nombre autóctono actual, y no “Nissa”, aunque de este modo se
transcribiese a la romana “Naissus” en los tratados españo- les de
la época, pues, como sabemos, hasta tiempos muy recientes era de
uso común el españolizar los nombres: como “Guillermo Shakespeare”,
“Juan Locke” o “Julio Verne”), del mismo modo, y aunque pudiese
parecer contradictorio e inconstante, hemos operado con los nombres
propios que aparecen en el texto: por ello habla- mos de “Jacobo
II” (y no “James II”), pero también de “Ludwig von Baden” (y no de
“Luis de Baden”), y, en cambio, de “Luis XIV” (y no “Louis”), en
función de su mayor o menor reconocimiento y denominación habitual;
nos resulta, por ejemplo, más extraño y chocante –por la
contraposición entre vorname y name– hablar de “Francisco Ulderico
Kinsky” que de “Franz Ulrich Kinsky”. Por ello, como deci- mos, no
se transcribirán los nombres propios a menos que dicha
transcripción sea
235Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Antonj Caraphaei
–como ocurre v. g. con los reyes– lo usual. Es una situación más
compleja, pues, frente a un modus operandi uniforme, supone el
tener que discriminar en cada momento según el caso concreto, pero
nuestra intención es la de acercarnos en lo posible en este extremo
a las situaciones reales, que tampoco, por otro lado, son siempre
sistemáticas: así, a veces podemos encontrar “Francisco Petrarca”
(y no “Francesco”), pero más raramente “Juan Boccaccio” (y sí
“Giovanni”). No preten- demos, evidentemente, que ésta sea la única
forma de proceder, ni tampoco la mejor –dependerá, también, de los
usos en cada lengua–, pero sí la que, sopesando pros y contras, nos
ha parecido menos deficiente.
Identificación de personajes - L. I, Cap. V. En el texto: “Josepho
Spinolae, Balbasensium Marchioni” (“Giuseppe Spinola, marqués de
los Balbases”). Nota 120. Sin embargo, no nos cuadran los tiempos,
pues el Marquesado de los Balbases –título nobiliario conce- dido a
Ambrogio Spinola, artífice, entre otras muchas victorias militares,
de la ren- dición de Breda– es ostentado entre 1659 y 1699 por
Paolo Vincenzo Spinola y Doria. Y éste fue, en efecto, embajador de
España en Viena entre los años 1670 y 1677. Siendo así que Carafa
pasa a formar parte del ejército imperial, según se nos dice en el
relato, en 1665 y que han transcurrido ocho años, como expresamente
se indica a comienzos del presente capítulo, nos encontraríamos en
1673, justo a la mitad de su período diplomático en tal ciudad,
habiendo debido de ser él el recep- tor de tal encomienda imperial.
Y es éste también quien más adelante (vide infra, libro II, cap.
XI) se nos dice que escribe a la reina de España acerca de las
excelen- cias de Carafa “diez años antes”. Teniendo en cuenta que
en ese momento de la narración nos encontramos en 1687 –según la
cronología de Vico–, esto debió ocu- rrir en 1677, es decir, cuatro
años más tarde del primer episodio y el último de su misión
diplomática en Viena. De hecho, aún permaneció en la zona, pues es
a Paolo Vincenzo (y no a Giuseppe) a quien encontramos en 1678
tomando parte, como embajador en Alemania, de las conversaciones
que condujeron a la firma del trata- do que dio origen a la Paz de
Nimega. - L. II, Cap. X. En el texto: “per Nitriensem Pontificem,
Regi Hungariae a Libellis” (“por boca del obispo de Nitra, uno de
los cancilleres del rey de Hungría”). Nota 298. Que por la fecha
(1687) debió de ser el conde Pál Széchényi de Sárvár y Felsövidék.
- L. III, Cap. II. En el texto: “Franciscus Botschajus” (“Francisco
Bocskai”). Nota 347. “Franciscus” (sic), aunque muy probablemente
no se trata de Ferenc, sino de István (Esteban) Bocskai, padre de
la independencia húngara y transilvana. - L. III, Cap. IV. En el
texto: “Sigismundi Bathorei” (“Segismundo Báthory”). Nota 377.
Probablemente se refiere, más que a Zsigmond, a András Báthory, su
primo, que lo sucedió en el principado de Transilvania y ya antes
había sido nombrado cardenal. - L. IV, Cap. V. En el texto:
“Potoschio Ablegato” (“Potoski, legado”). Nota 499. Por
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Francisco J. Navarro Gómez
la transcripción, podría haberse tratado de aquel que nos dice que
se dejó sobornar en 1674, año de la entronización de Juan III
Sobieski, en su “Misión Secreta” en Polonia, el embajador D. Pedro
Ronquillo en la narración que de la misma hace a la “Reina
Gobernadora de España”, evidentemente la regente Mariana de
Austria, madre de Carlos II, que sería ascendido al trono al año
siguiente: “Desde el campo vino á la igle- sia el nuevo Rey […] y
el Subieski como espantado del suceso y la Reina congojada, fué muy
breve la visita. Esta eleccion ha sido rara y una demostracion
evidente de la vileza, codicia y cobardía desta gente, pues son muy
pocos los que no conocen el daño y el riesgo de esta eleccion, la
injuria hecha a una tan gran señora como la Reina, y la ruina de la
patria ó de la libertad; y no obstante, todos se dejaron corromper
y preocu- par del miedo. Y es tal el natural desta gente, que
muchísimos recibieron dineros del Príncipe de Lorena y en
particular el Potoski cinco mil húngaros en contado […]”. También
se nos cita a un general Potoski que, enviado en expedición junto
con el tam- bién general Jablonovski en 1685 contra los tártaros,
que estaban asolando y saquean- do los dominios polacos, hubo de
dejarla exclusivamente en manos de su camarada por encontrarse
postrado en cama por enfermedad (“alter Generalis Potoschius ex
morbo decumbebat”, nos dice J. J. Ketteler en el Protheus
Historicus: sive Historiae Universalis Sacrae et Profanae […],
Decas tertia et Quarta, Pars secunda, sumpt. S. Ketteler, Coloniae
Agripinae, MDCCXXIII, p. 167. “Recesserat Potoschius febri captus”
cuen- ta, corroborando tal versión, J. V. Lucchesini en Historiarum
sui temporis ab Noviomanensi pace tomus primus, typ. P. Ferri sub
Bibl. Casanatensi, Romae, p. 357). Si bien –aunque realmente su
transcripción al latín dista mucho de ser ortodoxa– tal vez el que
posee mejor perfil para tal encomienda sea Samuel Proski (algo que
ya reco- gen Nicolini, Sanna y Pinton), que como legado,
comisionado o embajador gestionó muy diversas misiones diplomáticas
ante la Sublime Puerta y ante el imperio austría- co, llegando a
ser, desde 1690, enviado permanente de la corte polaca en Viena. -
L. IV, Cap. V. En el texto: “Racquoschius”. Nota 510. Interpretado
en ocasiones diver- sas como Michal Stefan Radziejowski, hijo de
Hieronim Radziejowski, noble religioso y político polaco, que,
nombrado arzobispo de Gniezno y cardenal primado de Polonia,
entonces en sede vacante, tuvo enorme influencia y llegó a
participar en la designación de nuevo rey a la muerte de Juan III
Sobieski. Y bien pudiera haber sido, ya que en el pasaje lo
identifica como embajador con cartas credenciales (“iustus
Legatus”) frente al anterior, Potoski –algunos identifican, en
cambio, “Postoschius” con Samuel Proski, a quien define como simple
legado (“Ablegatus”)–, e indica que se trata de un recién lle-
gado: y es de tener en cuenta que nos hallamos en febrero de 1689 y
que el ascenso al cargo de Radziejowski se acaba de producir en
1688. Ahora bien, existe una enorme diferencia fonética entre
“Radziejowsky” y “Racquoschius”, que es el término aquí usado por
Vico, se supone que transcribiendo al latín el original de la mejor
manera posi- ble: por ello, o resulta enormemente desacertada la
transcripción, o bien habría de enten- der que se refiere a un
“Rackoski” o “Rackowski”, como el que se cita en la p. 100 de
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Antonj Caraphaei
Eudoxiu de Hurmuzaki: Documente privitóre la Historia Romanilor
1688-1745, Socecu, Sander & Teclu, Bucarest, 1897. No obstante
lo cual, parecería que ninguno de ellos representa la opción
acertada, pues hacen referencia a un embajador, legado o
internuncio llamado Raczynski tanto la Histoire de l’Empire Ottoman
[…], op. cit., p. 236 (“[…] d’un côté d’abord pour l’empereur, les
comtes Kinsky, Stratman, Starhemberg et Caraffa, puis les
ambassadeurs vénitiens et polonais, Cornaro et Raczynski.”), como
Joseph v. Hammer: Geschichte des Osmanischen Reiches, Sechster
Band, in C. A. Hartleben’s Verlage, Pest, 1830, p. 533 (“[…] Die
Grafen Kinsky, Stratman, Starhemberg und Caraffa, dann der
venezianische Bothschafter Cornaro und der pohlische Raczynski
[…]”) y en la versión enriquecida del anterior al italiano por S.
Romanini: Storia dell’Impero Osmano, t. XXIV, Venezia, 1831, p. 414
(“Non mancava- no che le proposte polacche. La plenipotenza del re
pei suoi due incaricati Los e Raczynski era giuntac, ed era stata
anche comunicata agli ambasciadori turchi […]”. La nota “c” antes
marcada explicita: “Plenipotentia ddo. 6 mart. 1689. Pro Vladislao
in Krzywonoya Los Palatino Pomeraniae extra ordinem legatoet
adjuncto ei generoso Michaele Raczynski pocillatore Vielunensicun
Charactere ablegati […]”. Lo cual pone de manifiesto que, apenas
transcurrido un mes desde el inicio de las conversaciones, se da
cumplimiento a lo esperado por los interlocutores a juicio de lo
expresado en la Histoire de l’Empire Ottoman […], op. cit., p. 236:
“L’ambassadeur polonais n’avait de pouvoirs que pour écouter les
propositions sans être autorisé à rien conclure, aussi ne fut-il
admis à la confèrence que dans la supposition de l’arrivée
prochaine de pouvoirs nécessaires de la part de son
gouvernement.”). - L. IV, Cap. VIII. En el texto: “sub Duce Croyio”
(“al mando del duque de Croÿ”). Nota 551. No se trata,
evidentemente, de ningún miembro del Ducado de Croy español, puesto
que este título nobiliario no se crea hasta 1705, sino del duque
Charles Eugène de Croÿ, belga, al igual que su camarada de armas el
conde d’Aspremont, mariscal de campo con el que compartió la
defensa de Belgrado y la posterior retirada por el Danubio,
salvando con ello a una parte de las tropas super- vivientes. El
hecho que se narra se halla expuesto con pormenores y detalles con-
cordantes en el “Correo de Madrid”, nº 169, 1788, pp. 972-3, con el
título de “Continuacion de los sitios de Belgrado”. - L. IV, Cap.
IX. En el texto: “Brigida Pica, nepotis pupilli Mirandulanorum
Principis tutelae a filio data” (“Brigida Pico, encargada de la
tutela del nieto aún menor del príncipe della Mirandola por su
hijo”). Nota 577. Debe referirse necesa- riamente al hijo del
príncipe, su sobrino, pues era soltera y carecía de hijos. De
hecho, su sobrino Francesco –llamado a ser el heredero de
Alessandro II, duque della Mirandola y marqués de Concordia–
falleció dos años antes que su padre, y el mismo Alessandro II fue
quien la designó a su muerte como regente hasta la mayoría de edad
de su nieto, Francesco Maria, hijo de éste, que contaba a la sazón
sólo tres años, preteriendo con ello al resto de sus hijos, que se
rebelaron contra la decisión.
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Francisco J. Navarro Gómez
- L. IV, Cap. IX. En el texto: “Princeps autem Carpineus”. (“El
príncipe de Carpegna”). Nota 579. Más que como oriundo “de
Carpineto”, preferimos la trans- lación “de Carpegna” por varias
razones, entre otras las siguientes: a) En diversos lugares
encontramos la condecoración del cardenal “Uldericus Carpineus”, y
éste era natural de Carpegna; así lo indica, v. g., Konrad Eubel en
la Hierarchia Catholica Medii Aevi […], typ. lib. Regensbergianae,
Zúrich, p. 349: “Uldericus Carpineus (Carpegna), ep[iscopus].
Eugubin, S.R.E. card[inalis]”, y, de hecho, se le nombra en algunos
lugares “comes Carpineus”, conde de Carpegna. b) Es éste el mismo
carde- nal Ulderico Carpegna a quien, con continuas alusiones a la
“Genealogia” y a la “Casa Carpinea” dedica Pier’ Antonio Guerrieri,
nacido en la misma localidad, su libro Genealogia di Casa Carpegna,
st. Simbeni, Rímini, 1667. c) Este Ulderico fue obispo de Gubbio
(“Eugubinus”), unos 100 kms. al sur de Carpegna. d) Carpegna, a su
vez, dista un poco más de ese espacio de Florencia, y es de la
actuación de los flo- rentinos precisamente de la que su príncipe
viene a quejarse ante Carafa… - L. IV, Cap. IX. En el texto:
“Massae Carrariae Dux” (“el duque de Massa Carrara”). Nota 581.
Que, por la época, debía de ser Carlo II Cybo-Malaspina, duque de
Massa y príncipe de Carrara. - L. IV, Cap. X. En el texto: “Magno
Florentinorum Duci” (“al gran duque de Toscana”). Nota 597. A la
sazón, Cosme III de Médici.
Gentilicios - L. IV, Cap. III. Nota 472. Si bien en la postila
marginal se distingue en el léxico con relación al texto entre
“ingleses” (“anglos”), “Inglaterra” (“Anglia”, “England” <
“Aengla-land” o “tierra de anglos”), en el primer caso, y
“Bretaña”, “britano”, en el segundo, hemos preferido asimilarlos
por el hecho de que, hasta el nacimiento del reino de Gran Bretaña
en 1707, tales términos podrían prestarse a confusión con la
Bretaña francesa. Y aunque hubiese cabido también la posibilidad de
utilizar los de “Britania”, “britano” en este segundo, puesto que
hasta la constitución de tal reino prácticamente coincide la parte
sur con la Britania romana hasta el muro de Adriano, excluido todo
el norte de Escocia, ello habría llevado a incurrir en un
anacronismo, pues la antigua división desaparece con la invasión de
anglos y sajones. Por otra parte, la denominación sin más como
“Gran Bretaña” se hace imposible en estas fechas, pues con ella se
designa a la mayor de las islas británicas en su integridad, cosa
que en este momento del que hablamos aún no ocurre como unidad
política completa, mientras que el llamado “reino de Inglaterra” sí
abarca Inglaterra y Gales desde 1284.
Títulos (conde/duque/marqués o margrave…) El recurso a las fuentes
es útil para precisarlos en los casos en que en el origi-
nal no constan, así como para corroborarlos –como ocurre también en
otros varios aspectos– cuando sí. Caso especial, y por ello
analizado particularmente, es el de las
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
letras iniciales “Cl.” aparecidas ante diversos nombres propios. -
L. II, Cap. X. En el texto: “Cl. Areinzaga” (“Cl. Areizaga”). Nota
296. La abreviatura “Cl.” no puede deberse al nombre, pues éste era
Johann (Juan) en el caso de Areizaga, y lo mismo posteriormente en
las cuatro ocasiones en que aparece en el cap. V del libro IV ante
diversos personajes. Tampoco a su título nobiliario, pues dos de
ellos ostentan el de barón, otro, en cambio, el de duque
(Holstein), y otro el de conde (Herbestein). Ni a jerarquía
eclesiástica, pues varios no son religiosos. Tal vez rango militar
–que osten- tan todos, salvo en caso de que la identificación de
uno de ellos con Radziejowski fuese acertada, pues era religioso y
político–: en caso de serlo, podría tratarse del de coronel (fr.
“colonel”, it. “colonnello”, latinizado en “colonellus” –en
diversas fuentes hallamos “equitum colonellus” o “peditum
colonellus”: “coronel de caballería” o “de infantería”
respectivamente); o del de coronel-lugarteniente o
colonel-lieutenant, actualmente teniente coronel; pero, aunque
todos ellos lo fueron –salvando el caso del mencionado
Radziejowski– en efecto en algún momento, como luego veremos, no
todos en la misma época (de hecho, uno de ellos, denominado como
“Cl. Potoschius”, era general ya en 1685, luego mal podría haber
sido coronel en 1688, que es cuando así se le nombra –a menos que
dicha identificación resulte errónea, por lo que apuntamos otras
posibles alternativas–; Holstein y Herbestein, dos de los citados
precediéndolos las siglas “Cl.”, eran ya sargento general y general
respectivamente cuando así se les cita, en 1688, con ocasión del
incendio de Skopie y la toma de Licca: vide infra, Nota 518), y
además esta- ría quizás fuera de lugar el utilizar el rango militar
en, por ejemplo, un embajador (amén del compromiso de Vico de no
introducir en latín palabras nuevas y de que, en muy diversas
ocasiones, utiliza el término “legatus” para designar al oficial
–coronel o teniente coronel– que comanda un regimiento). Ni título
civil, pues casi todos son mili- tares. Pudiera ser el título de
cavalier o cavaliere (caballero), que, aunque anacrónica- mente
pudiera hoy parecer menor, no debemos olvidar el papel y el
prestigio en esta época de las correspondientes Órdenes (ya vimos
que el propio Antonio Carafa perte- neció a la Orden Militar y
Hospitalaria de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, aun- que
en todo el texto no vuelve a utilizarse el título), hasta el punto
de que existieron diversos reyes caballeros. Así, de hecho,
Herbstein, Herbestein o Herbesteim –o, inclu- so italianizado,
Erbestein–, que de tan diversos modos lo encontramos transcrito,
reunía ambas circunstancias, pues fue teniente coronel y luego
coronel (“[…] con su compa- ñero el coronel Herbestein[…]”, dice N.
de Oliver y Fullana en la p. 107 de su Recopilacion Historica de
los Reyes, Guerras, Tumultos y Rebeliones de Ungria […], impr. B.
ab Egmont, Colinia, 1687), y general de los caballeros de la Orden
de Malta, según N. Beregani: Historia delle Guerre d’Europa (op.
cit.): “[…] rilevatasi la trincea dalli Tenenti Colonnelli Straut,
ed Herbesteim […]” (p. 63); “[…] all’horche ragguaglia- to il Conte
Gio. Gioseppe d’Herbesteim Generale di Malta […]” (p. 285); “[…]
essen- do stato celebrato dal Senato appresso il Gran Maestro di
Malta con encomj di giuste lodi il valore de Cavalieri, e la
prudente condotta del General Conte d’Herbesteim
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
240
Francisco J. Navarro Gómez
[…]” (p. 333). Podemos atestiguar que fue también caballero de la
Orden de Malta otro de ellos: Samuel Proski, a quien
tradicionalmente se viene identificando con el “Potoschius”
reflejado en el texto viquiano. Y, de hecho, encontramos la
abreviatura “Cl.” para “cavaliere” (“caballero”), introducida en
texto latino, en pasajes como “[…] contra nonnulla Cl. Rosae
placita insurrexerat.”, de la Letterae Fisiologiche del Cavaliere
Michele Rosa, t. II, let. 5ª, st. G.M. Porcelli, Napoli,
MDCCLXXXVIII. Pero, a la espera de que se pueda acreditar que, en
definitiva, todos ellos ostentan tal condición de caballeros –cosa
harto difícil, por otra parte–, existe aún otra opción menos
arriesgada y comprometida: la de que se trate, y así lo hemos
constatado en múl- tiples ocasiones, de un epíteto (clarissimus)
que ya se rastrea hasta la antigua Roma para personajes de alto
rango, y que encontramos passim en los escritos de la época
antepuesto a praenomen y nomen, o simplemente al nomen, como “Cl.”
o “Vir Cl.: “ilustre” o “ilustre varón”. Es ésta una solución que,
por inusitada en Vico, tampoco de momento nos satisface plenamente,
además de resultar más aceptable en el caso del gobernador o del
embajador, aunque de extraño uso como epíteto de militares. Por
todo ello –mientras nuevos datos no vengan a revalorizar otra de
las posibles opciones y se produzca una mejor identificación de
algunos de los personajes implicados–, en vista de lo antedicho la
adoptaremos provisionalmente como la menos aventurada.
Unidades y mandos militares Otro de los aspectos que más problemas
plantea es el relativo a las unida-
des o agrupaciones y a mandos (jerarquía, rango, graduación)
militares, debido fun- damentalmente, entre otros, a estos tres
factores: a) El –pensamos que– no muy pro- fundo conocimiento de
Vico a este respecto, quien sólo una vez habla concreta y
correctamente, en nota al pie, de “mariscal de campo”. b) La falta
de versatilidad de la lengua latina para la traducción de tales
términos (a menos que se transcriba lite- ralmente, algo que Vico
no hace, por ejemplo, al hablar del “mariscal de campo”, que
trasvasa al latín como “belli legatus”), limitándose, pues, el
autor a hablar de “dux”, “dux belli”, “summus dux”, etc., sin mayor
especificación, y donde el voca- blo “dux” a secas puede significar
un “general” o “jefe militar” en determinados casos (por ejemplo,
cuando se habla de “dux” en referencia a alguien que, en reali-
dad, era conde), mas en otros se trata del título nobiliario de
“duque”; y “dux belli” tiene en algún caso la acepción de “general
de batalla”, pero no siempre, pues sabe- mos por otras fuentes que
no coincidirían el personaje y la graduación así atribui- da. Y,
por otro lado, Vico ya sentó su negativa a incorporar términos al
latín para expresar nuevas realidades –algo que podría haber
arrojado alguna luz sobre sus significados contextuales– cuando
dijo, contra el modo en que actúa la iglesia cató- lica por
ejemplo, que “Lo seguro es lo siguiente: que, muerta la lengua
latina, no tenemos ya licencia para excogitar nuevos vocablos en
ella. Pues ésta es una facul- tad sólo del pueblo […]”.9 c) La
enorme disparidad de tales unidades y rangos mili-
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
tares existente entre las de finales del siglo XVII y las de hoy, y
el anacronismo que supondría el intentar equipararlas. Así, entre
las graduaciones encontramos, v. g., las de los tenientes
coroneles, coroneles, cabos superiores (o jefes superiores),
sargen- tos mayores (como el conde de Daun), generales (genérico),
generales de caballería o de artillería, (sargentos) generales de
batalla o generales mayores, tenientes maris- cales de campo,
mariscales de campo… Y en el sector musulmán –amén de los ran- gos
jurídicos, religiosos, o ambas cosas a la vez, como el muftí–
encontramos al agá, bajá o pachá, serasquier, visir, gran visir… Y
entre las unidades, si bien es cier- to que algunas guardan
idéntica nomenclatura (regimientos, batallones, compañías, etc.),
no siempre cuentan con los mismos efectivos que hoy, por lo que,
promedian- do diversos pasajes de la bibliografía consultada en que
se habla de su denominación y del número de soldados que las
integran, debemos adscribirlos bajo uno u otro tér- mino, pues Vico
habla, por ejemplo, de “escuadrón” significando con ello lo propio
en ocasiones y designando otras veces un regimiento de caballería,
y genéricamente de “legión” para denotar un regimiento; asimismo,
también se omite por Vico el hecho de que la diferencia entre
soldados en el ejército no se establece tan sólo entre infantería y
caballería, pues, sobre todo en esta última, existen distinciones:
así, están los coraceros, por ejemplo, y los regimientos comandados
por el general Schultz son de dragones, soldados de caballería
pesada hoy prácticamente desaparecidos en Europa (salvo pequeños
reductos en Reino Unido y Francia que, aun guardando el nombre,
están dedicados ya a otras misiones) que constituían una suerte de
infante- ría a caballo semejante en algunos aspectos a los Tercios
españoles.
Unidades militares La composición de efectivos en las unidades
militares, aun contando con una
misma denominación, cambia según los lugares y épocas. Es, pues, o
puede ser dife- rente aquélla de la época final de los mencionados
Tercios de Flandes, que serían disueltos en 1704 por Felipe V, y la
existente hoy día. Y, ya que del texto viquiano no se desprende ni
su composición ni, en la mayoría de las ocasiones, el nombre que
las designa, hemos de inferirlo de otras fuentes
documentales.
Así, a título de ejemplo, en Admirables efectos […] (op. cit.), p.
205 se nos dice que “Saxonia agregaba 3000. Infantes, y 1700.
Cavallos […]” (algo más en caballería y algo menos en infantería de
lo que correspondería a cada una de las cir- cunscripciones de
ambas Sajonias), y más adelante, en la p. 207, que el duque de
Lorena “[…] el [día] 7. [de junio de 1686] viò S.A. las [tropas] de
Saxonia, que hazian 6. Esquadrones, y 6. Batallones […]” (la
terminología aquí no cambia: aún se habla de “Esquadrones de
Cavalleria”, por ejemplo, en la p. 271): de ello se des- prende que
los escuadrones de caballería contaban con algo menos de 300
hombres a caballo cada uno (actualmente suelen contar con un máximo
de 200), mientras que los batallones estaban integrados por unos
500 infantes (hoy oscilan entre 300 y
Cuadernos sobre Vico 30 (2016) / 31 (2017) XXV Aniversario
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Francisco J. Navarro Gómez
1000). Si ampliamos estos datos con los que obran en la p. 263 de
la misma obra, relativos a las tropas que integran el ejército del
duque de Lorena, dividiendo el número total de infantes entre los
trece regimientos de infantería que componen tal ejército, nos da
un total de 1.500 hombres cada uno, esto es, que un regimiento de
infantería estaría compuesto exactamente de tres batallones; los de
caballería, en cambio si hacemos la misma operación del total de
soldados entre los veintiún regi- mientos que la forman nos da un
total de poco más de 600 (630) cada uno, es decir, de dos
escuadrones cada regimiento, probablemente algunos con tres.
Si partimos, en cambio, de la Historia de las Revoluciones de
Hungria (op. cit.), pp. 282 ss., de los datos suministrados podemos
colegir: si los regimientos de caballería, como se indica, constan
de 10 compañías cada uno, y son trece en total, lo que arroja una
suma de 130 compañías y “ocho mil y dozientos hombres”, se colige
de ello que la compañía consta de 63 hombres, y el regimiento de
630, esto es, la misma cuantía que antes determinamos; y si los
regimientos de infantería (incompletos por lo general, pues a
algunos les faltan compañías, oscilando entre 3 el que menos y 10
–completo– el que más) suman, en todo caso, “quarenta y dos
Compañias y seis mil y quatrocientos hombres”, resultan unos 150
hombres (152 exactamente) por compañía, que multiplicados por 10
compañías de un regimiento completo darían 1.500 hombres por
regimiento, de nuevo corroborando el cálculo anterior, aunque
contradiciendo la cifra proporcionada por el propio Vico en el lib.
I, cap. VI, que asigna los 1.500 hombres a un regimiento de
caballería.
No obstante lo cual, el número no es taxativo. Así, encontramos en
la Historia de las Revoluciones de Hungria (op. cit.), pp. 353 s.
regimientos de caba- llería con “quinientos cavallos cada uno” y
batallones de infantería con “quatrocin- tos hombres”; si bien ya
el propio traductor, en nota al margen, constata como pro-
babilidad que “[…] es yerro de quta, assi en el numero de los
Regimientos, como csiguientemte del de la gente que los componia”.
Y en la Historia de las Guerras de Hungria […] (op. cit.), p. 35,
se dice que el marqués de Grana cuenta con un “Regimiento [de
infantería] de 1800. soldados”. E incluso ibidem, p. 45, se habla,
como algo excepcional, de: “El Regimiento de dos mil hombres del
General Staremberg […]”.
Rangos militares Las disimilitudes en la designación comienzan por
nuestro “comandante”, de
amplio significado general como aquel que ejerce el mando aunque no
posea tal gra- duación, que en los tratados de la época se recoge
como “capitán”: de este modo, encontramos “[…] General Superior de
todas ellas al Conde Rabata, Sujeto en quien concurrian las prendas
de prudente, y valeroso Capitan”, y “tenia S.A. [el general supremo
duque de Lorena] el credito assentado de famoso Capitan”, según
aparece en Admirables efectos […] (op.cit.), pp. 119 y 125
respectivamente. Por otra parte, en
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Problemática práctica de la traducción a través del De rebus gestis
Antonj Caraphaei
tanto que algunos personajes no plantean problemas en este sentido,
como ocurre con el duque de Lorena, que –si bien pasa de comandar
un regimiento en 1663 a ocupar como general supremo la más alta
jefatura de los ejércitos imperiales en 1675, tras la licencia de
Raimondo Montecuccoli, bajo cuyas órdenes servía hasta ese momento–
ostenta la más alta graduación militar desde el comienzo de los
acontecimientos mili- tares aquí narrados por Vico, otros, en
cambio, como el propio Carafa, van recorrien- do los más diversos
rangos de la jerarquía militar a lo largo de la obra. Le fue
asigna- do el mando de un escuadrón de caballería en 1675 y llegó
contar como coronel con su propio regimiento de caballería, uno de
coraceros. Así, era sargento general de batalla de la caballería en
1683 (ya en febrero de 1682, según otros), a tenor de lo rela- tado
en Admirables efectos […] (op. cit.), p. 88, y en Historia de las
Revoluciones […], (op. cit.), p. 287, esto es, bajo las órdenes
directas del mariscal de campo, si bien en otros diversos pasajes
del mismo año se le cita con el genérico “general”, y es, e. g.,
nombrado teniente mariscal de campo por Leopoldo I en 1685;10 y con
el mismo genérico “general” es ya superior en 1686 de otros
generales como Heisler, que había ascendido a su vez desde coronel
de dragones (ibidem, p. 204), llegando a ser nom- brado por el
emperador mariscal de campo (belli legatus) en 1687, según Vico,
aun- que algunos lo retrasan hasta el año siguiente. Tal es también
el caso del margrave Ludwig Wilhelm von Baden (apodado
“Turkenlouis” o “Luis el Turco”), sargento general en 1683,
“Lugarteniente del Maestre de Campo General”11 (hoy algo así como
un general de brigada), que poco años más tarde promocionaría a
mariscal de campo (nuestro general de división) y llegaría a
teniente general de los ejércitos imperiales.
Recibimos información de este modo –por la Historia de las
Revoluciones […] (op. cit.)– de que en 1683 el príncipe Hermann von
Baden, tío del menciona- do Ludwig, era maestre (mariscal) de campo
general, el conde Lesle general de arti- llería, el duque de Croy
teniente de maestre de campo general o el conde Caprara general de
la caballería.
Es también así como sabemos –por los Admirables efectos […]– que,
en 1684, para la proyectada empresa de Buda, de entre los citados
en el texto viquia- no el conde Schultz era teniente mariscal de
campo (también en las pp. 90 s. de la Historia de las Revoluciones
de Hungria, (op. cit.): “[…] el Conde Schultz Lugarteniente del
Maestro de Campo General […]”)12 y el conde Lesle mariscal de
campo, el conde von Starhemberg mariscal, el duque de Croy general
de artillería, el conde Caprara mariscal y el margrave von Baden
teniente mariscal –aunque en los preparativos de 1685 para el sitio
de Nové Zámky (Neuhäusel) ejerce como general de caballería–, ambos
de caballería, el conde Pállfy y el barón de Mercy (sargentos)
generales de batalla (el primero, que ya era general mayor o de
batalla en 1682, teniente mariscal de caballería en 1685), y Pál
Esterházy vice-general (ibi- dem, pp. 131 y 132). En 1685 se
producen amén de los ya citados, los ascensos del príncipe
Montecuccoli, y de los condes Picolomini (era teniente coronel en
1682) y
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Francisco J. Navarro Gómez
Veterani a sargentos generales de batalla en la caballería y del
conde d’Aspremont al mismo grado en la infantería (ibidem, p.
186).
Títulos nobiliarios e instituciones Conocemos, asimismo, que
Caprara ostentaba el título de conde, como
Carafa, o von Stahremberg, Ludwig Wilhem von Baden era marqués o
margrave, de Croy duque y de Mercy barón… Y que Ludwig von Baden
era presidente del Consejo Áulico, del que el conde von Herberstein
era vicepresidente (según datos obrantes en M. de Hammer: Histoire
de l’Emprire Ottoman [op. cit.]) y Hermann von Baden Presidente
de[l Consejo de] Guerra (según Costantino Roncaglia en Admirables
efectos de la Providencia sucedidos en la vida, e imperio de
Leopoldo I […], tomo III, en que trata de los sucessos del año 1682
asta el de 1687, Imprenta Real, Milán, 1696, p. 39).
Para clarificación y documentación del texto - L. II, Cap. XII. En
el texto: “murus nullis propugnaculis protectus, nullo aggere soli-
datus, vetustate fatiscens” (“la muralla, sin la protección de
baluarte alguno y sin un terraplén que le proporcione solid