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RREELLIIGGIINN YY DDEESSAACCRRAALLIIZZAACCIINN A u t o r : F e r n a n d o M u o z P r e z
No es unvoco el significado que los diversos autores dan a la palabra
secularizacin y sus trmico afines desacralizacin y racionalizacin, y quiz
otros que tratan de conceptuar la realidad de un cambio profundo en la
experiencia religiosa que desde la aparicin de las religiones se est
realizando, pero que, a partir de la segunda del siglo XX, tuvo una aceleracin
nunca antes experimentada. Es tal la confusin ideolgica sobre el fenmeno
de la transformacin de las religiones, que se escuchan los trminos ms
contradictorios para denominar este hecho: muerte de Dios, religin atea,
cristianismo sin religin, religin civil, entre otros.
En el fondo de una terminologa tan confusa, se vislumbra un esfuerzo por
explicar un fenmeno religioso conocido por todas: la estructura tradicional de
la religin est fracasando; o mejor, est ya fracasada. Se est formando una
nueva imagen del hombre religioso, cuyo perfil todava no est claro, pero
cuyas lneas generales ya se puede distinguir. Si todava no sabemos como
ser la comunidad religiosa del inmediato futuro, podemos por lo menos decir
cmo no ser, respecto de diversos aspectos.
Esta descripcin por sus caractersticas negativas de la futura experiencia
religiosa est en la base del fenmeno que llamamos secularizacin. No se
puede pretender todava una clarificacin exacta del contenido de este trmino
precisamente porque, tratndose de una realidad en fase de formacin, no
conocemos todava con claridad sus perfiles.
Si algunos en la Iglesia todava le tienen miedo a la palabra secularizacin ,
se debe al sentido peyorativo que a lo largo de la historia tuvo hasta nuestros
das. En efecto, siglo significaba no solo el tiempo o la poca actual, en
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oposicin a la eternidad, sino tambin el mundo terreno, en oposicin al cielo.
El lenguaje monstico miraba con cierto desprecio y miedo, y en el mejor de los
casos, con compasin, el siglo, es decir, el mundo, que era todo lo contrario de
la santidad del convento.
Tradicionalmente, la palabra secularizacin se usaba para indicar que una cosa
cualquiera pasaba del dominio de la Iglesia al poder civil. No importaba que se
tratara de un terreno, de un edificio o de una institucin cualquiera. En el
Renacimiento la vida social, todava bajo la tutela de la Iglesia, empieza a
secularizarse, apartndose cada vez ms del poder sagrado de la Iglesia.
Ockham en la filosofa, Galileo en la ciencia, Machiavelli y Grozio en la poltica
se pueden considerar pioneros de la secularizacin de la cultura.
El telogo Harvey Cox define la secularizacin como un proceso histrico,
ciertamente casi irreversible, en el cual la sociedad y la cultura son libradas de
la tutela del control religioso y de las condiciones metafsicas demasiado
cerradas del mundo1. Ms sencillamente, podemos definir la secularizacin
como la independencia de la cultura respecto de la religin. Pero hay que
distinguirla del secularismo, que es una ideologa cerrada, cerrada a toda
realidad trascendente, un naturalismo que excluye cualquier referencia a Dios.
El trmino desacralizacin es afn al trmino secularizacin. La
desacralizacin es la liberacin de lo sagrado, entendido en un sentido ms
bien peyorativo. En el fondo, se pasa del mismo concepto de purificacin de la
religin de todo elemento csmico que en alguna forma hiciera de intermediario
entre los hombres y Dios tuviera carcter divino.
1 Cox, Harvey. La citt secolare. Vallecchi, Firenze, 1968. 21.
Juan DiegoResaltado
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Este proceso, natural para la mente humana, no tuvo un camino fcil en la
historia del mundo occidental, a causa, principalmente, de la oposicin de la
Iglesia, que crea perder su influjo y su poder en la cultura que por tantos siglos
haba dominado, si permita la escisin entre la fe y la realidad del mundo. No
fue fcil para el mundo encontrar su autenticidad y librarse de las cadenas del
cristianismo medieval.
El proceso de la secularizacin no ha terminado todava. Con dificultad se
reconoce que, segn el orden del universo querido por el creador, conviene a
todo ser permanecer en su naturaleza con sus caractersticas propias. Pero se
trata de un proceso irreversible que se ofrece al socilogo como un datum de
la realidad socio religiosa.
Denuncia de lo sagrado. El mundo de lo sagrado es propio de las
comunidades primitivas. Es un tipo de relacin con Dios que se realiza por
medio de una realidad que en alguna forma se convierte en algo divino. Lo
sagrado infunde un temor reverencial pues implica el reconocimiento de una
potencia o fuerza misteriosa que no pude ser objeto de la experiencia cientfica.
El hombre primitivo tiende a vivir hasta donde pueda en lo sagrado y en la
intimidad de objetos sacralizados. Lo sagrado significa para l poder,
reverencia, proteccin, sueo de vida eterna; no importa que lo sagrado sea un
objeto, un lugar, una accin o an toda la naturaleza junta.
Pero hoy lo sagrado se presenta como un obstculo para la vida humana
autntica y como un impedimento para el verdadero encuentro con Dios. No
hay duda de que la cultura actual est empeada en la revaloracin de la
persona humana y de la sociedad. Personas, instituciones, cosas se
encuentran en fase de desacralizacin. Se descubre hoy, ms que antes, el
valor de la autenticidad que supone, para empezar, librarse de los mitos y de la
alienacin de todo gnero que impiden al hombre su autorrealizacin. El mundo
Juan DiegoResaltado
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actual, que se caracteriza, entre otros aspectos, por el, progreso acelerado de
la ciencia, favorece la reduccin del campo de lo sagrado. El hombre se siente
cada vez ms en el centro del universo, como lo quiso Dios desde el principio.
El hombre de la tecnpolis slo se siente a sus anchas en su mundo. El mundo
sagrado se vuelve cada vez ms extrao para l. Los templos, los grupos
religiosos parecen cada da menos familiares.
La desacralizacin en la historia. La creacin. Hay una diferencia
fundamental entre las cosmogonas orientales y la cosmogona bblica: la
insistencia de la trascendencia de Dios sobre todo lo creado. Las narraciones
de la creacin en la antigua literatura del Medio Oriente estn permeadas de
una mitologa muy diversa de la mitologa bblica. En ellas el mundo es una
extraa mezcla de lo divino y lo humano. La realidad material es una realidad
sagrada, ms cercana a la divinidad que al hombre. El mundo est muy lejos
de los seres humanos y muy cerca de los dioses. La Biblia, en cambio, nos
muestra desde sus primeras pginas la infinita distancia que hay entre Dios y la
creacin. Yahv hace todo con gran simplicidad: dice una palabra y todo
queda hecho. Todo lo crea con orden, gradualmente, sin esfuerzo, sin que
necesite tiempo. Y si aparece realizando la creacin en seis das, no es
porque necesitara tiempo, sino porque deba dar ejemplo a los hijos de Israel
que antes de que se escribiera la narracin de la creacin, tenan la institucin
cultural de una semana de seis das de trabajo y un da de descanso
consagrado al Seor.
El relato bblico de la creacin nos muestra un Dios que prepara todo para un
ser que quera hacer semejante a El. El hombre es una creacin del todo
especial: es una segunda creacin. Hecho a imagen de Dios, no tendr
ninguna dependencia de otras criaturas. El hombre no tendr que agradecer a
ningn ser material por su existencia; al contrario, es l quien deber dominarlo
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todo segn su voluntad. Los animales, los seres ms perfectos de lo creado,
pasan delante de Adn, y l, como amo, impone a cada uno su nombre. De
esta manera la concepcin hebra de la creacin establece una distincin clara
entre Dios y a naturaleza y el hombre y la naturaleza. No hay pues una visin
mgica ni una divinizacin de ella. Desde el Gnesis empieza el desencanto
de la naturaleza. El hombre es un sujeto no puesto delante de otro sujeto que
le infunde miedo, sino de frente a todos los objetos, destinados a ser
dominados por el hombre.
La narracin del Gnesis llega todava ms lejos con este desencantamiento
de la naturaleza. Dios: En efecto, ordena al hombre servirse de ella y hacerla
su esclava:
Llenen la Tierra y somtanla. No habr lugar, entonces, para ningn comportamiento sagrado frente ala naturaleza. Ningn misterio del mundo podr atemorizar al hombre, que por el contrario, deber emplear sus fuerzas para descubrir las leyes de la materia y usarlas para su provecho. Para la mentalidad sacralizada, el mundo es una hipstasis divina; para la Biblia Dios es totaliter aliter (totalmente otro) en relacin con el mundo. En la concepcin bblica, el primado pertenece a la naturaleza; para la Biblia sacralizada el primado pertenece a la historia y a su protagonista2.
No es, pues, la materia una intermediaria entre Dios y los hombres. La
naturaleza no est unida a la divinidad, de manera que inspire respeto
sagrado. Ella tiene su propia autonoma de frente a la religin y slo podr ser
dominada por los seres humanos.
La intervencin desacralizadota de Dios en la historia bblica. Las
narraciones del libro del xodo son un ejemplo de la desacralizacin de la
poltica. Es un hecho sociocultural la identificacin del orden religioso con el
poltico, no solo en las culturas primitivas, sino inclusive en el imperio romano,
2 Cox, Harvey. La citt secolare. Vallecchi, Firenze, 1968. 21.
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donde le emperador era al mismo tiempo por el Pontifex Maximus Sumo
Pontfice), sujeto de veneracin religiosa por parte de todo el pueblo. Las
enseanzas del xodo contienen la desacralizacin de la poltica, en cuanto
Dios ordena al pueblo elegido rechazar el dominio egipcio, mostrando as
que cmo el poder poltico es algo distinto del poder divino. Podemos pues
considerar el xodo como un smbolo de la limitacin y la relatividad de toda
autoridad humana que no puede pretender usurpar el puesto de Dios ni
considerarse sagrada.
La intervencin desacralizadora de Dios se manifiesta ms tarde, de manera
quiz ms clara todava, en la prohibicin de hacer imgenes. Era un tentacin
permanente para el pueblo hebreo querer imitar a los pueblos vecinos que
fabricaban sus dioses y multiplicaban los lugares sagrados. El pueblo se volva
esclavo de las divinidades pues de ellas dependa la lluvia, el sol, la cosecha, el
triunfo en la guerra y en general en buen suceso en toda actividad humana. A
pesar de las repetidas prohibiciones, el pueblo hebreo caa con frecuencia en
la idolatra. Las continuas exhortaciones de los profetas nos muestran cun
inclinado era el pueblo ala adoracin de los dolos.
El Cristo desacralizadador. La desacralizacin bblica de la naturaleza y de
la Ley del Antiguo Testamento llega a su punto culminante con Jess de
Nazaret. El mismo no desciende de la tribu de Lev, la tribu sacerdotal
sagrada. El era laico; nunca form parte de la clase privilegiada de los
sacerdotes. Como humanizador de la Ley de Moiss, no dud en convertir el
da del Seor en da del hombre: El sbado se hizo para el hombre, no el
hombre para el sbado (Mc. 2,27) Del templo de Jerusaln profetiz que no
quedara piedra sobre piedra (Mt. 24,2; Is. 3,16). A Dios no se le adora ni en
el templo ni en los montes, sino en espritu y en verdad (Jn.4, 21). La ley de
Moiss, rgida y mecnica, la cambiar por su nueva ley: la ley del amor, para
el servicio del hombre, antes que para el servicio de Dios. El amor a Dios
pasar, a partir de Cristo, necesariamente por el amor al prjimo, como lo
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recuerda san Juan en su epstola: El que dice que ama a Dios, y no ama al
prjimo, es un mentiroso (1Jn. 4,20). Hay muchos otros textos en que aparece
claramente el Evangelio desacralizador de Cristo.
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