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Muñozcoloma
www.munozcoloma.com.ar
Texto aparecido en el libro «Escáner Cultural - 12 años»
Santiago de Chile 2011
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No me canso de mencionar hasta el hastío (y sin
preocuparme de hastiar) que una revista cultural que haya
circulado por más de diez años de manera ininterrumpida,
no sólo es una empresa de carácter épico, también puede
considerarse una locura en esta época. Este proyecto
demencial llamado Escáner Cultural vino a llenar, primero
tímidamente, un tremendo vacío existente en el mundo
virtual de las publicaciones sobre arte en idioma español.
Hoy, luego de 12 años, cuando constatamos que la WEB se
encuentra sobrecargada y sobreexigida (incluso) de
experiencias similares Escáner Cultural adquiere mayor
relevancia porque, además, esta revista fue participe del
proyecto fundacional no articulado de la emergencia del arte
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en la WEB en nuestro idioma permitiendo, tanto en el plano
nacional (Chile y Argentina, lugares por donde me ha tocado
transitar) como en el local la visibilización de artistas y
manifestaciones de arte que de otra manera tendrían mayor
posibilidad de quedarse en la oscuridad del vacío que ofrece
el anonimato. En este tiempo, en sus más de 100 números
(113 para ser preciso), el proyecto ha logrado validarse como
un vehículo capaz de configurarse como referente de ciertos
imaginarios teóricos de algunas prácticas artísticas.
Entonces, al parecer los esfuerzos invertidos,
particularmente en la primera etapa, surtieron un efecto
mayor a lo deseado transformando a Escáner Cultural en
un rompehielos que navegó en medio de la sequedad del
desierto que ofrecía el mundo virtual.
No se puede soslayar el hecho de que vivimos en el trasero
del mundo (Chile y Argentina) y aunque estamos incluidos
en el disfrute que ofrece las bondades de la comunidad global
de la WEB, no podemos olvidar ese punto para realizar
cualquier análisis de este proyecto. Vivimos donde los
modelos europeizantes históricamente han conformado el
arte y la cultura, donde los próceres, bajo el sueño del
romanticismo, intenta(ro)n generar una identidad nacional
destruyendo la barbarie como la llamaron ellos, llenando de
letras el desierto, llegando a desear un arte espirutualizador,
un arte pedagogizante, salvador del «otro», del excluido, del
que necesita (sin saberlo) ser controlado, postulando un
ARTE escrito con letras mayúsculas para separar a los artistas
del resto de la población, apegándolos a los circuitos oficiales
del arte de cada pueblo, ciudad o país, a la hegemonía. Una
revista como Escáner Cultural, según mi visión, adquiere
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importancia porque se opone a esta idea ya que pone en
circulación una serie de temáticas que muchas veces actúan
como resistencia a la normativa creada para controlar,
democratizando (perdón por la palabra) ciertas
manifestaciones artísticas y/o prácticas culturales,
privilegiando particularmente las escritas con letras
minúsculas, las mínimas, las fragmentadas, las que produce
el artista, el trabajador del arte que se encuentra distante
de la visión celebratoria-hollywoodense que algunos sueñan,
que labora desde la carencia, muy lejos del consumo y de la
obra como mercancía.
Es decir, los que participamos de Escáner Cultural no
buscamos que la revista se transforme en el depositario de
definiciones simbólicas del circuito oficial del arte, muy por
el contrario (espero interpretar a todos), nos encontramos
en el polo contrahegemónico (gramscianamente hablando),
intentando poner en tensión y subvertir los límites que han
separado a las manifestaciones artísticas de la comunidad.
No intento plantear que buscamos una especie de «arte
popular» pensado éste como una manifestación que llegue
al pueblo o como una manifestación del pueblo, no, ni
siquiera hablo de masa, ni de multitud, pensamos que el arte,
como otras manifestaciones humanas, no les interesa a
todos, y no tiene por qué, entonces se comprenderá que
escribimos para un segmento que lo único que lo diferencia
de otros grupos es el interés por este tipo de prácticas, nada
más. Por eso nuestro afán, teleológico (podríamos decir)
se encuentra en dejar en la WEB una proposición, una
multiplicidad de discursos descentrados que conformen un
artefacto simbólico que pueda ser utilizado por el que quiera.
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Es ese el deseo/juego que proponemos, el que a pesar del
trabajo editorial que cercena y produce pérdida, logre armar
un corpus dinámico y completo (lo que más se pueda) para
que sea jerarquizado por quien lo lea, cuestión muy difícil
en esta época donde el resumen, el ranking y las sinopsis
son los elementos conformadores de una parte de la práctica
cultural.
Tampoco hay que olvidar el hecho de que los que escribimos
en la revista, mes a mes, no provenimos de la literatura, sino
de otras manifestaciones artísticas (pintura, performance,
teatro, danza, escultura, etc.), por lo que a veces el trabajo
se torna tortuoso, pero la potencia que ofrece este hecho
es que en cada número somos nosotros mismos los que
ejercemos el poder de autorepresentación, porque las
temáticas tratadas en cada artículo han sido seleccionadas
por colegas de profesión que han tomado el riesgo de
realizar cierta apropiación para dar opiniones e
interpretaciones de algún trabajo o simplemente han
querido rescatar alguna vida o suceso que han considerado
relevante.
Para complicar más la situación hay que mencionar que
Escáner Cultural es leído y ha sido leído por una considerable
cantidad de personas (existen frías estadísticas que lo
constatan), lo interesante es advertir que los lectores no sólo
son personas provenientes ni ligadas al arte, sino que
también hay personas que han (re)descubierto el sentido
de algunas prácticas y manifestaciones artísticas o
simplemente se han apegado a ellas por curiosidad. Roberto
Bolaño en su libro «El gaucho insufrible» (creo) plantea que
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transitamos en el desierto del aburrimiento y que cualquier
escape de él implica necesariamente viajar hacia el horror
que es lo único que tenemos a mano. La visión es siniestra y
maniqueísta: O vivir como ovejas o transformarse en
victimario. Someterse al desierto, el cual nos lleva a hacer lo
que él quiera de nosotros o definitivamente tomar la
existencia por las riendas y llenar de vida, de horror, la
realidad. Es a ese tipo de desierto, a ese punto muerto total,
al que nos oponemos, buscando subvertir una época donde
se vitorea por la entretención, no importando cómo sea ni
de dónde provenga, porque la perversa idea central de este
modelo es el «entretenimiento» desmesurado con el
objetivo claro de transformar todo en espectáculo, y cuando
todo lo sea, todo perderá valor, todo se desjerarquizará,
todo será un desierto lleno de pastores que dictarán los
lineamientos del «consumo cultural». Por el contrario este
proyecto ha ofrecido la posibilidad del horror terrible y
temible, el de la realidad, poniendo de manifiesto que a pesar
de las carencias y de la sequedad «hay vida allá afuera»,
donde humanos luchan en contra de todo incluyendo sus
propias limitaciones insistiendo en visibilizar las
incomodidades y bondades que ofrece la práctica artística.
Por último mencionar que Escáner Cultural es hecho a mano,
como un libro incunable, con puño y sudor, con deseos y
tribulaciones que diariamente nos recuerdan que no deja
de ser un proyecto, que no deja de ser un sueño y que no
nos resulta fácil parirlo mes a mes, seguramente el día en
que el facilismo se haga presente todo estará perdido, ya
nada valdrá la pena. Escáner Cultural ha sido un rompehielos
en nuestro propio desierto también.
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