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El PríncipeN º 1 - A ñ o 4 Edición Bicentenario 1 8 1 0 - 2 0 1 0
Revista de Ciencia Política
Asociación de Politólogos Bonaerense
ISSN: 0328-2589
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s ” de Mariano Moreno.
El 7 de junio de 1810 Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos Aires y es en reconocimiento a su figura que en esa fecha se celebra en nuestro país el Día del Periodista. La Primera Junta indicó por
decreto su fundación por ser necesario anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales. Sus primeros redactores
fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
La Gazeta de Buenos Aires fue piedra fundamental del periodismo revolucionario de nuestra etapa independiente y además se trató del
primer medio de prensa con ideas patrióticas.
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La Asociación de Politólogos Bonaerense, a través
del Comité Editorial de la Revista de CienciaPolítica El Príncipe, desea agradecer especialmente
a los anteriores integrantes de la redacción de dichapublicación, por ser una fuente de motivación e
inspiración en nuestra tarea:
Mario Edgardo RodríguezCecilia A. de Marteau
Hugo Bertín
Pablo Bruera
Juan Carlos Corbetta
Carlos G. Lazzarini
Raúl López RuffJosé María Marchionni
Héctor Marteau
N. Guillermo Molinelli
María Monserrat Lapalma
Enrique Sette
Ángel Pablo Tello
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El Príncipe
Diseñó
:
Miguel Kiperszmid
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Comité editorial:
Agustina González Ceuninck
Carolina Frachia
Ezequiel ParmaGabriela Poiré Zoppi
Gustavo Dopazo
Jorge Ignacio Malpeli
Nicolás Rodríguez
ISSN: 0328-2589
Registro de la Propiedad Intelectual en trámite
© Asociación de Estudiantes y Licenciados en Ciencia
Política y Relaciones Internacionales de la Provincia deBuenos Aires.
Matrícula: 33310 - Legajo: 1/151969
www.apb-politologos.com.ar
Los artículos son responsabilidad de sus respectivos autores.
www.apb-politologos.com.ar
Año: 4 - Nº 11 8 1 0 - 2 0 1 0
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Nuestro Consejo Académico:
Alejandro Esteban Rodríguez
Enrique Sette
Gerardo Ferradas
José María Marchionni
María Monserrat Lapalma
Mario Edgardo Rodríguez
Raúl Leopoldo Tempesta
Wilfredo Carrozza
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13 Editorial
17 Sobre la Asociación de Politólogos Bonaerense
Textos y documentos:
21 Marcha Patriótica
25 Impugnación contra la tesis que aparece en la proclama
de Cisneros del 18 de Mayo de 1810.
Mariano Moreno
29 Cielito
Artículos:
39 Obligados a insistir
Silvio Juan Maresca
47 Lo que el Bicentenario prefiere olvidar Mariano Schlez
73 Las relaciones exteriores de la junta provisional
gubernativa de la capital de Buenos Aires con Inglaterra
a la luz del plan revolucionario de operaciones Fernando Klappenbach
107 Malvinas y el segundo centenario de la nación: Una
aproximación hacia la cuestión Malvinas desde lasociedad civil Federico Martín Gómez
135 El radicalismo entre 1912 y 1930. Partido, bases sociales
y fórmula políticaGabriel Obradovich
153Introducción al pensamiento peronista, Orígenes delPeronismo: su política social y popular Bill de Caledonia
Índice
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Reportaje:
161 El político y el científico
Entrevista a Juan Manuel Abal Medina
Reseña Bibliográfica:
175 La Argentina y el mundo frente al bicentenario de la
Revolución de Mayo Por Agustina González Ceuninck
181 Convocatoria para publicaciones
23 El Cabildo y otra revolución (1852)
Plaza de la Victoria (1867)
27 El ejercito en la Rivera del Rio Negro (1879)
Estación central (1887)
45 Posando para el Martin Fierro (1890)
Inmigrantes (1907)
71 La Protesta (1911)
Los Tranvías (1930)
133 En plena construcción (1936) “Las patas en la fuente” (1945)
151 Las primeras marchas (1977) En el balcón del Cabildo (1983)
171 El juicio a las juntas militares (1985) Tratado de Asunción (1991)
179 El cacerolazo (2001) Descuelgue de cuadros (2004)
Índice Fotográfico
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Bienvenidos a una nueva edición de El Príncipe, puntualmente a
este número especial del Bicentenario, al cumplirse nada más y
nada menos que 200 años de la Revolución de Mayo. Hace dos centurias
se materializaba el sentimiento de Patria, este término frecuentemente
olvidado en el accionar de gran parte de los ciudadanos del inicio del
siglo XXI y solo recordado en los actos de Asunción de funcionariospolíticos y judiciales, como algo lejano que nunca reclamará su deuda.
Cuando releemos la historia de la Revolución de Mayo, del período
prerrevolucionario y sus consecuencias, sentimos algo muy similar a
cuando oímos un buen tango: por un lado la satisfacción y el orgullo de
tan esplendida creación nacional y por el otro, la tristeza característica
de sus letras. En el caso de Mayo de 1810, se presentan ante nuestros ojos
deslumbrados héroes, próceres, verdaderos patriotas que forjaron lo
mejor de nuestra identidad, y sin embargo, sobre todo a partir del aporte
del revisionismo histórico, descubrimos la presencia de los traidores,cipayos y asesinos que en cierto modo también formaron parte de
nuestra identidad.
Con esta idea e indagando desde sus orígenes, pudimos encontrar rasgos
fascinantes que hicieron y hacen a la historia de nuestro país y eso nos
motivó a sumarle a esta edición una innovación: las imágenes
fotográficas, porque creemos que en la historia de la Argentina no hay
una sola década que merezca quedar afuera de este número. De estamanera, a medida que vayan transitando El Príncipe, irán encontrando
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retratos de momentos enigmáticos y fascinantes de la historia de nuestro
país, desde símbolos tradicionales como el Martín Fierro hasta aquellas
cicatrices que persisten hasta nuestros días y se reflejan en nuestrasemblemáticas abuelas y madres de Plaza de Mayo.
Como dato de color, hemos sumado un apartado al que denominamos
“Textos y Documentos” donde irán apareciendo trabajos que en su
momento fueron escritos y producidos por personas que desarrollaron
roles históricos. Inaugura este capítulo, en la presente edición, Mariano
Moreno con una nota imperdible publicada allá por los años de nuestra
revolución en su famosa Gazeta de Buenos Aires , cuya gráfica ademásinspiró la tapa con la que ha salido el presente número de El Príncipe,
por tratarse de una pieza fundamental del periodismo patriótico en
nuestra etapa independentista.
Otra novedad que acompaña esta edición es la presentación de nuestro
Consejo Académico, compuesto por prestigiosos profesionales de
variadas disciplinas, a quienes les estamos eternamente agradecidos por
su aporte y por compartir con nosotros sus experiencias y
conocimientos. Vale la pena aclarar que algunos de sus miembros han
sido parte del Comité Editorial de El Príncipe en su edición original en la
década de los ’90 y hoy, gratamente, volvemos a contar con su
dedicación.
Por otra parte, entre nuestros contenidos, como siempre están presentes
los artículos. En esta edición contamos con un ensayo denominado
“Obligados a insistir” del reconocido filósofo Silvio Maresca; otro
titulado “Lo que el bicentenario prefiere olvidar” , una mirada originaldel bicentenario de la Patria que nos regala Mariano Schlez; asimismo
sumando a la edición un análisis de las relaciones exteriores durante el
período, contamos con el aporte histórico del Dr. Fernando R.
Klappenbach a través de su artículo “Las relaciones exteriores de la Junta
Provisional Gubernativa de la Capital de Buenos Aires con Inglaterra a la
luz del Plan Revolucionario de Operaciones” ; del mismo modo el Lic.
Federico Gómez nos ofrece un raconto histórico del conflicto de
Malvinas a través de su trabajo titulado “Malvinas y el Segundo Centenario de la Nación” ; y finalmente, creímos de especial importancia
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sumar a esta edición dos trabajos que reflejen el origen de los dos
partidos políticos nacionales de masas más importantes que durante
tantos años ciñeron el sistema de partidos argentino, de esta manera,damos cuenta del origen de la Unión Cívica Radical a través del relato de
Gabriel Obradovich con su trabajo “El Radicalismo entre 1912 y 1930” ,
sobre el surgimiento del centenario partido y un artículo denominado
“Introducción al pensamiento Peronista, los orígenes del peronismo y su
política social y popular” cuyo autor se mantiene en el anonimato y
refleja los inicios del Partido Peronista. Vale la pena aclarar que todos los
trabajos han sido seleccionados no solo por la excelencia académica de
sus contenidos, sino por lo original de sus temáticas.
La Reseña Bibliográfica, esta vez sobre “La Argentina y el Mundo frente
al Bicentenario de la Revolución de Mayo” , obra originada en el Centro
de Reflexión en Política Internacional del Instituto de Relaciones
Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, que tiene por
objetivo realizar un abordaje analítico de las distintas etapas de inserción
internacional de la República Argentina a lo largo de sus doscientos años
de historia.
Finalmente, nuestra entrevista, en este caso a un politólogo de renombre
de la talla de Juan Manuel Abal Medina, Doctor en Ciencia Política, cuya
tesis de doctorado ha sido calificada de excelencia. Durante la entrevista,
el Dr. Abal Medina abordó los muy diversos aspectos del análisis político
pasando por nuestro sistema de partidos, el sistema electoral, el
federalismo en la Argentina, la descentralización y los conflictos
provenientes de la coparticipación federal, entre otros.
Estos son, en síntesis, los contenidos de nuestra Revista. Esperamos que
sea del agrado de todos ustedes y recuerden que siempre están invitados
a escribir y a enviarnos sus artículos.
Cordiales saludos y VIVA LA PATRIA!!!
La guerra no es por Gaza
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La Asociación de Politólogos Bonaerense (APB) nace por voluntad de
un conjunto de Licenciados y estudiantes con profunda vocación
asociativa, y como consecuencia de una realidad profesional, académica
y laboral que se manifiesta enigmática para la mayoría del los
Licenciados en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. En este
sentido, se presenta como una herramienta relevante para la inserción
del politólogo en los distintos ámbitos de la vida social, política,
económica y cultural, creando un ámbito propicio para el desarrollo de
sus potencialidades, para contribuir incentivando a los jóvenes acerca de
la necesidad de reforzar los vínculos entre la sociedad y el Estado,
observando la ética profesional, el fomento de acciones conjuntas
interprofesionales y la promoción del bienestar de sus integrantes.
Con perfil humanístico y social, y sin ánimo de lucro, la APB tiene comoobjeto crear un espacio de debate, acompañado de fundamentos
científicos y políticos que le brinden a los Licenciados y estudiantes de la
carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Provincia
de Buenos Aires, la oportunidad de enriquecer sus experiencias y les
posibilite así mismo la continua formación a nivel profesional.
Tanto su Estatuto como el perfil de sus integrantes, le permite desarrollar
actividades orientadas al desarrollo de investigaciones, asesorías,
Sobre la Asociación de
Politólogos Bonaerense
Asociación de Politólogos Bonaerense
www. apb-politologos.com.ar
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Sobre la Asociación de Politólogos Bonaerense
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consultorías, procesos de formación en estudios políticos y sociales,
acompañamiento de la gestión de entidades gubernamentales y no
gubernamentales, organizaciones sociales y partidos políticos de losniveles local, regional, nacional e internacional, teniendo en cuenta
siempre el fuerte compromiso asumido con las instituciones
democráticas, el Estado de derecho y los Derechos Humanos,
consagrados por la Constitución Nacional y la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires. Así mismo, la APB puede convocar, participar
y gestionar la realización de eventos relacionados con temáticas afines al
área política, la administración pública, los movimientos sociales y las
relaciones internacionales.
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(*) Bs.As, 21 de julio de 1812, sin firma. En “La Lira Argentina”, Edición Crítica, Estudio y Notas,
por Pedro Luís Barga, Academia Argentina de Notas, Bs.As., 1982.
MARCHA PATRIÓTICA VII (*)
Que viva la patria
libre de cadenas,
y que vivan sus hijos
para defenderla
La América tiene
ya echada su cuenta
sobre si a la España
debe estar sujeta
Esta lo pretende,
aquella lo niega
porque dice que estan libre como ella
Si somos hermanos
como se confiesa,
vivamos unidos
mas sin dependencia
A nada conduce
la obediencia ciega
que pretende España
se le de por fuerza
Es una injusticia
semejante a aquella
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Marcha patriótica VII
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de que España hasta ahora
tanto se lamenta
Si el corso es injusto,
no lo es menos ella
pues ambos usurpan
posesión ajena
Porque una ceguera
o terquedad necia
pierde los auxiliosque tanto desea
Porque empleados todos
en hacer la guerra
lo que se ahorraría
se vuelve contra ella
No porque entre hermanos
uno mayor sea
tiene mas derecho
a toda la herencia
¿Por qué pues España
pretende grosera
que el americano
su parte le ceda?
El quiere guardarla
para aquél que sea
su dueño, y si no
quedarse con ella
Pues para esto siempre
juró la obediencia
al rey, no a la España,como ella se piensa
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El Cabildo y otra revolución (1852)
En la imagen, batallones correntinos permanecen en la Plaza de la Victoria, frente al
Cabildo y cerca de la Pirámide. El 11 de septiembre de 1852 la ciudad fue escenario de
una revolución que produjo la secesión de Buenos Aires de la Confederación. Estasituación se extendió hasta 1859 cuando las tropas de la Confederación vencieron a las de
Mitre en Cepeda.
Plaza de la Victoria (1867)
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Mariano Moreno (*) La Gazeta de Buenos Aires, 22- IX-1810
(*) Mariano Moreno al momento de publicación de el presente artículo era integrante (Secretario)de la Primera Junta de Gobierno surgida en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810.
IMPUGNACIÓN CONTRA LA
TESIS QUE APARECE EN LAPROCLAMA DE CISNEROS DEL
18 DE MAYO DE 1810 1
Apenas se recibieron en Lima las noticias de la instalación de esta
Junta, publicó el virrey don José de Abascal un bando, en que (...)
declara reunidas a aquel virreinato las Provincias de Buenos Aires (...).
Sin raciocinio, sin convencimiento alguno, anuncia la agregación de las
Provincias del Río de la Plata al virreinato de Lima, y una novedad tan
grave se manifiesta justificada con el sólo hecho de haberlo así pedido el gobernador de Potosí y el presidente de Charcas, de suerte que los
habitantes de nuestras provincias son unos rebaños, que se mercan,
venden, cambian y trasladan a discreción del pasto que los gobierna.
(…) Colonos de la España, hemos sufrido con paciencia y con fidelidad
las privaciones consiguientes a nuestra dependencia. Trescientos años de
pruebas continuadas han enseñado a nuestros monarcas que las
Américas estaban más seguras en el voluntario vasallaje de sus hijos, queen la fuerza de sus dominadores. El español europeo que pisaba en ellas
era noble desde su ingreso, rico a los pocos años de residencia, dueño de
los empleos, y con todo el ascendiente que da sobre los que obedecen, la
prepotencia de hombres que mandan lejos de sus hogares. El curso de las
vicisitudes humanas reduce la España a la esclavitud, todos los pueblos
libres de la monarquía recobran sus derechos primitivos y cuando los
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Mariano Moreno
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naturales del país parecían destinados por la naturaleza misma de las
cosas a subrogar el rango de sus dominadores, se ofenden estos de la
moderada pretensión, con que aquellos se contentan de que todosseamos iguales, y aunque se reconocen sin patria, sin apoyo, sin
parientes y enteramente sujetos al arbitrio de los que se complacen de ser
sus hermanos, les gritan todavía con desprecio: americanos, alejáos de
nosotros, resistimos vuestra igualdad, nos desgradaríamos con ella, pues
la naturaleza os ha creado para vegetar en la oscuridad y el abatimiento.
Aturde semejante atentado; y aturde mucho más que en la gran ciudad
de Lima se haya fulminado este insulto públicamente.
La naturaleza no crió a todos los hombres iguales: a unos dio fuerzas que
negó a otros, aquellos, tienen salud de que carecen estos; pocos son
adornados con talento, de que los más están privados. En esta
desigualdad fundó Aristóteles aquella máxima tan criticada de que se
daban hombres esclavos por naturaleza, porque parece que esta los
destinó a servir a aquellos a quienes hizo superiores. Si nos reducimos a
este orden natural, que prescinde de las convenciones de la sociedad, no
sé en qué funde el señor don José que hemos nacido para vegetar en la
oscuridad y abatimiento. Sin que sea vanagloria, podemos asegurar que
de hombres a hombres les llevamos muchas ventajas y como es tan
desgraciado en sus vaticinios, pues se convierten en demonio los que él
caracteriza como ángeles tutelares, podemos afirmar que el gobierno
antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y abatimiento;
pero como la naturaleza nos había criado para grandes cosas, hemos
empezado a obrarlas: limpiando el terreno de la broza en tanto mandón
inerte e ignorante, que no brillaban sino por los galones con que “el
ángel tutelar” había cubierto sus vicios y miserias. (...) Ya parece llegadoel caso de (...) que se conozca, que la moderación y dulzura de los
americanos no es abatimiento; y que ya es tiempo de que salgan a la luz
las virtudes que el despotismo ocultaba en la oscuridad, por no tener
valor para soportar su presencia.
1. Fuente:
“El pensamiento vivo de Mariano Moreno” . Ricardo Levene, Buenos Aires, Losada, 1942.Disponible en http://www.encuentro.gov.ar/gallery/978.pdf
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(*) Sin firma. Atribuido a Bartolomé Hidalgo por la casi totalidad de los investigadores. El manifies-
to real estaba dirigido a los americanos y apareció en Buenos Aires en 1820. En “La Lira Argentina”,
Edición Crítica, Estudio y Notas, por Pedro Luís Barga, Academia Argentina de Notas, Bs.As., 1982.
CIELITO
Ya que encerré la tropilla,
y que recogí el rodeo,
voy a templar la guitarra
para explicar mi deseo.
Cielito, cielo que sí,
mi asunto es un poco largo;
para algunos será alegre,
y para otros será amargo.
El otro día un amigo,
hombre de letras por cierto,
del rey Fernando a nosotros
me leyó un gran manifiesto.
Cielo, cielito que sí,
este rey es medio sonso,
y en lugar de don Fernando
debiera llamarse Alonso.
LXXIV Un gaucho de la guardia del monte
contesta al manifiesto de Fernando VII,
y saluda al conde de Casa-Flores con el siguiente cielito, escrito en su idioma. (*)
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Ciel ito
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Ahora que él ha conocidoque tenemos disensiones,
haciendo cuerpo de gato1,
se viene por los rincones.
Cielito, cielo que sí,
guarde amigo el papelón,
y por nuestra independencia
ponga una iluminación.
Dicen que él es nuestro padre
y que lo reconozcamos,
que nos mantendrá en su gracia
siempre que nos sometamos.
Cielito digo que sí,
ya no largamos el mono,
no digo a Fernando el VII,pero ni tampoco al nono.
Después que por todas partes,
lo sacamos apagando 2,
ahora el rey, con mucho modo,
de humilde la viene echando.
Cielo, Cielito que sí, ya se le murió el potrillo 3,
y sino que se lo digan
Osorio, Marcó y Morillo.
Quien anda en estos maquines 4
es un conde Casa-Flores,
a quien ya mis compatriotas
le han escrito mil primores.
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Cielito digo que no,siempre escoge don Fernando
para esta clase de asuntos
hombres que andan deletreando.
El conde cree que ya es suyo
nuestro Río de La Plata:
¡Cómo se conoce amigo
que no sabe con quien trata!
Allá va cielo, y más cielo,
cielito de Casa-Flores,
Dios nos librará de plata
pero nunca de pintores.
Allá va cielo, y más cielo,
libertad, muera el tirano,
o reconocernos libres,o adiosito y sable en mano.
¿Y qué esperanzas tendremos
en un rey que es tan ingrato
que tiene en el corazón
uñas lo mismo que gato?
Cielito, cielo que sí,el muchacho es tan clemente,
que a sus mejores vasallos
se los merendó en caliente5
En política es el diablo
vivo sin comparación,
y el reino que le confiaron
se lo largo a Napoleón.
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Cielito, dogo que sí,hoy se acostó con corona,
y cuando se recordó,
Se halló sin ella en Bayona.
Par la guerra es terrible,
balas nunca oyó sonar,
ni sabe qué es entrevero,
ni sangre vio colorear.
Cielito, cielo que sí,
cielito de la herradura,
para candil semejante
mejor es dormir a oscuras.
Lo lindo es que al fin nos grita,
y nos ronca con enojo;
si fuese algún guapo…vaya:¡Pero que nos grite un flojo!
Cielito, digo que sí,
vengo a poner su contienda,
y veré si se descuida
donde va a tirar la rienda.
Eso que los reyes sonimagen del Ser divino,
es (con perdón de la gente)
el más grande desatino.
Cielito, cielo que sí,
el evangelio yo escribo,
y quien tenga desconfianza,
venga, le daré recibo.
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De estas imágenes unafue Nerón que mandó a Roma,
y mejor que él es un toro
cuando se para en la loma.
Cielito, cielo que sí,
no se necesitan reyes
para gobernar los hombres
sino benéficas leyes.
Libre y muy libre ha de ser
nuestro jefe, y no tirano;
éste es el sagrado voto
de todo buen ciudadano.
Cielito, y otra vez cielo,
bajo de esta inteligencia,
reconozca, amigo rey,nuestra augusta independencia.
Mire que grandes trabajos
no apagan nuestros ardores,
ni lumbres, muertes, miserias,
ni aguas, fríos y calores.
Cielito, cielo que sí,lo que te digo, Fernando,
confiesa que somos libres,
y no andés remoloneando.
Dos cosas ha de tener
el que viva entre nosotros,
amargo, y mozo de garras 6
para sentársele a un potro.
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Y digo cielo y más cielo,cielito del espinillo,
es circunstancia que sea
liberal para el cuchillo.7
Mejor es andar delgado,8
andar águila 9 y sin pena,
que no llorar para siempre
entre pesadas cadenas.
Cielito, cielo que sí,
guárdense su chocolate,
aquí somos puros indios
y solo tomamos mate.
Y si no le agrada, venga
con lúcida expedición,
pero si sale matandono diga que fue traición.
Cielito, los españoles
son de laya10 tan fatal,
que si ganan es milagro,
y traición, si salen mal.
Lo que el rey siente es la falta,de minas de plata y oro,
para pasar este trago,
cante conmigo este coro.
Cielito, digo que no,
cielito, digo que sí,
reciba mi don Fernando,
memorias del Potosí.
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Ya se acabaron los tiempos
en que seres racionales
adentro de aquellas minasmorían como animales.
Cielo, los reyes de España
¡la puta que son traviesos!
nos cristianaban al grito 11
y nos robaban los pesos.
Y luego nos enseñabana rezar con grande esmero
por la interesante vida
de cualquiera tigre overo.
Y digo cielo y más cielo,
cielito con cascabel,
¿Rezaríamos con gusto
Por un tal don Pedro el Cruel?
En fin, cuide, amigo rey,
de su vacilante trono,
y de su tierra si puede,
haga cesar el encono.
Cielito, cielo que sí,
ya los constitucionales
andan por ver si lo metenen algunos pajonales.
Y veremos si lo saca
la señora Inquisición,
a la que no tardan mucho
en arrimarle latón. 12
Cielito, cielo que sí,
ya he cantado lo que siento,
supliendo la voluntadla falta de entendimiento.
Ciel ito
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Ciel ito
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Notas:
1. Con sutileza.
2. En fuga precipitada.
3. Demuestra las ningunas ventajas que han conseguido los realistas.
4. Intriga.
5. Los liberales que ha sacrificado.
6. Valiente y fuerte sobre el caballo.
7. Diestro en el cuchillo.
8. Escaso en alimento.
9. Pobre.
10. Condición.
11. Con prontitud.
12. En destruirla.
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A r t í c u l
o s
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Silvio Juan Maresca (*)
(*) Silvio Juan Maresca es Lic. en Filosofía (UBA). Profesor en distintas Universidades privadas y
estatales. Entre sus libros se destacan, “Placer y bien en Platón, Aristóteles y Freíd ” (Biblos, 2006, en cola-boración); “ Nietzsche y la Ilustración ” (Alianza, 2004); “Verdad y Cultura. Las consideraciones intempestivas de F. Nietzsche ” (Alianza, 2001, en colaboración); “F.Nietzsche, Verdad y cultura ” (Alianza, 1997, en cola-boración); “ Ética y poder en el fin de la historia ” (Catálogos, 1992); y “ En la senda de Nietzsche ” (Catálogos,
1991). Ha sido Director de la Biblioteca Nacional y de las bibliotecas de la Ciudad de Buenos Airesy del Fondo Nacional de las Artes.
OBLIGADOS A INSISTIR
Por qué plantear explícitamente un pensamiento nacional, más
aún, una filosofía nacional -presunto oxímoron, debido a la
vocación universalista de la filosofía-, cuando ninguno de los países,
pueblos o sociedades que solemos tomar como modelo en el campo del
pensamiento lo ha hecho así? ¿Por qué no nos limitamos a generar ideas,
debatirlas, enriquecerlas y dejamos de lado el enojoso epíteto de lo
“nacional”, que despierta además reminiscencias desagradables? ¿No es
acaso el Bicentenario del movimiento de Mayo una oportunidad
inmejorable para arrojar por la borda lastres entorpecedores?
Comienzo con estas preguntas porque ellas encierran las objeciones
La propuesta de un pensamiento y una filosofía nacionales,
ininterrumpidamente renovada a partir de los planteos iniciales de
Juan Bautista Alberdi, ha sido siempre atacada con dureza por el
grueso de la intelectualidad argentina. Sin embargo, no sólo una
tradición histórica sino también motivos estructurales exigen insistir
en la necesidad de un pensamiento y una filosofía que se
autodenominen explícitamente “nacionales”. El marco del
Bicentenario del movimiento de Mayo brinda un horizonte oportuno
para considerar una vez más la cuestión.
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típicas que acostumbran formularse ni bien se pronuncia la expresión
“pensamiento nacional”. Por supuesto, la cosa no termina ahí. A renglón
seguido proliferan las acusaciones de folclorismo, provincianismo,chauvinismo, cuando no las más rotundas de totalitarismo, fascismo,
nazismo, fundamentalismo.
Lo primero es decir que no es del todo cierto que las naciones que
tomamos como modelo jamás hayan postulado el carácter nacional de su
pensamiento y de su filosofía. Empezando por los griegos, que sólo una
larga tradición universalista y académica empalideció el rasgo nacional
-en sentido lato- de su pensamiento. Es preciso no olvidar la rígidadistinción que establecían entre ellos y los otros, los griegos y los
bárbaros. Pero casi todas las naciones europeas subrayaron en algunos
momentos de su historia y todavía hoy la índole nacional de su
pensamiento, de su arte e, incluso, de su ciencia. Baste recordar la
célebre polémica entre Newton y Leibniz, respecto de la física, el cálculo
infinitesimal, etcétera. En nuestros días, se habla con naturalidad y sin
mayores objeciones de un pensamiento judío, de una filosofía judía. Para
ni mencionar las naciones europeas periféricas, que reivindicaron con
fuerza más de una vez explícitamente sus tradiciones nacionales, entre
ellas su pensamiento y su filosofía, en particular en el siglo XIX, el
llamado siglo de las nacionalidades.
Nada hay que replicar al planteo que sostiene que sólo se trata de
generar ideas, debatirlas y enriquecerlas, salvo que entre nosotros,
argentinos, es una postura ideal. Ideal en el peor sentido, es decir, sin
correlato en la realidad. Porque, de hecho, ni se generan ideas ni se
debaten y, por ende, tampoco se enriquecen. Antes bien, lo que seobserva por doquier es que nuestros intelectuales se limitan a reproducir
acríticamente pensamientos nacidos en otras latitudes, respuesta a otras
necesidades, y esto no desde ayer o antes de ayer sino desde nuestros
mismos orígenes históricos. De ahí los fenómenos de adhesión febril,
discontinuidad e imperio de la moda, recurrentes en el medio intelectual
argentino.
Es esta actitud simiesca y estéril de nuestros intelectuales, promovida sindesmayo por los medios de difusión y tantas veces denunciada con escaso
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éxito, lo que ha impulsado a una minoría de pensadores -casi siempre
marginales- a proclamar la necesidad de construir un pensamiento y
una filosofía que se autodenominen explícitamente “nacionales”.
Pero ¿a qué se debe el predominio del pensamiento mimético, de la
cultura impostada -también, importada-, responsables no en último
término de los tremendos y reiterados desaciertos políticos, que solemos
pagar tan caros? Porque otra cosa que hay que decir es que el
pensamiento -o la falta de él, de un pensamiento genuino, original-
marchó siempre en la Argentina de la mano con la política, en una
estrecha vecindad.
Pues bien, la deformación del pensamiento argentino, su inadecuación y
falta de creatividad habituales, su reflejo imitativo, remiten en última
instancia a nuestro origen colonial, nunca del todo superado. Desde los
tiempos más remotos de configuración de lo que hoy es la República
Argentina, la vida anduvo por un lado y el pensamiento por otro, en una
enajenación peculiar que, ella sí, es patrimonio nuestro.
El primero en advertir con lucidez extraordinaria este fenómeno fue el
joven Juan Bautista Alberdi, el más grande pensador argentino hasta el
presente. Por eso en 1837 afirma con vehemencia la necesidad de
construir una filosofía nacional, que él concibe como una autognosis,
condición previa imprescindible para edificar cabalmente las
instituciones de la nueva nación. Para inscribirse en el decurso histórico
es preciso saber quiénes somos, qué queremos, adónde queremos ir. Sin
este autoexamen, sin esta determinación previa de nuestras auténticas
necesidades y deseos, la revolución política iniciada en 1810 carece dedestino. De ahí, su oposición a los unitarios, primera versión completa
del pensamiento mimético y de los desastres políticos, económicos,
sociales y culturales a que lleva la aplicación mecánica de ese
pensamiento. De ahí también su efímero apoyo a Rosas, quien de alguna
manera expresa, a diferencia de los unitarios, el espíritu del pueblo.
Falta, a juicio de Alberdi, el complemento intelectual de esa expresión
instintiva. Su desengaño y posterior enfrentamiento con Rosas mucho se
relaciona con el desprecio que éste manifestó hacia los intelectuales,incluido Alberdi y varios más que no lo miraban con tan malos ojos. De
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años tan tempranos data el divorcio trágico entre el partido popular,
encarnación intuitiva de lo más genuino del país pero a menudo gigante
sin cabeza, y los intelectuales consagrados, frecuentemente de espaldas ala realidad del país, a la que detestan por no acomodarse a sus esquemas
teóricos (y utópicos), adquiridos al compás de la moda. No es ocioso
recordar aquí que justamente éste, “La Moda”, fue el título de la revista
creada por Esteban Echeverría ni bien llegado a estas costas después de
su viaje a París, en el futuro rutina intelectual.
El gesto inaugural de Alberdi hace que entre nosotros agregar el adjetivo
“nacional”, cuando hablamos de pensamiento e incluso de filosofía,como él aventuró, responda a una tradición, además -claro está- de a
una necesidad que proviene de la fuerza misma de los hechos, de
nuestra deformación cultural. No se trata, pues, de una actitud
arbitraria.
La tradición del pensamiento nacional, inaugurada por Alberdi, no se
interrumpió jamás en lo sucesivo, pero nunca llegó a predominar. No
podemos hacer aquí una historia de este pensamiento, muy a menudo
aunque no siempre ligado a la distancia con el partido popular, pero los
nombres son muchos y las perspectivas variadas. Refiriéndonos al siglo
XX baste mencionar a Leopoldo Lugones, Alejandro Korn, Ricardo Rojas,
Manuel Gálvez, Nimio de Anquín, Saúl Taborda, Carlos Astrada,
Ezssquiel Martínez Estrada, José María Rosa, Fermín Chávez, Leopoldo
Marechal, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Raúl
Scalabrini Ortíz, Julio Irazusta, Ernesto Palacio, Arturo Sampay, Rodolfo
Kusch, Manuel Trías, Mario Casalla, Jorge Bolívar, Mario O’ Donnell,
Norberto Galasso y tantísimos otros cuyo destino común -salvo contadasexcepciones- es el silencio oprobioso de la Argentina “bienpensante”
alrededor de sus figuras y sus obras. Consúltense sino los suplementos
literarios de los grandes diarios, las publicaciones de las editoriales
“prestigiosas”, los éxitos de librería, etcétera.
Ahora bien, un pensamiento nacional vaya y pase...pero, ¿una filosofía
nacional? ¿La filosofía no es por definición universal? ¿No es lo suyo
desenvolverse de antemano en un horizonte de universalidad? Ya hemosdicho que esto no es tan evidente como parece. Las Ideas de Platón
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fueron pensadas exclusivamente desde y para el pueblo griego, cuando
no, ateniense. Aunque juegan otros factores, la incondicionada
universalidad de la filosofía es antes un producto de las universidadescoloniales que un punto de partida indiscutido del filosofar. Con mayor
razón, después de la débâcle de la llamada metafísica tradicional, cuya
crisis es actualmente un secreto a voces. Hoy, buena parte de los
pensadores europeos y estadounidenses inscriben sus reflexiones en un
horizonte de singularidad y diferencia. Personalmente, insistí con
discreta resonancia en la década del 80 en que, justamente, la filosofía
argentina y latinoamericana debía tomar distancia del horizonte de
universalidad presupuesto y afirmarse en un horizonte alternativo desingularidad y diferencia, cuya traducción política consiste en el
privilegio del interés nacional. Como cualquier mónada leibniziana
percibimos el mundo todo, sí, pero desde un punto de vista. La
universalidad absoluta, la perspectiva de todas las perspectivas, de ser
factible, está reservada a Dios. Todo individuo, sociedad, pueblo, nación,
esto es, todo ser finito, construye el mundo desde una perspectiva y está
limitado a ella, por grande y generosa sea la apertura que practique
hacia lo otro.
Porque el problema no es tanto que pocos años atrás fuéramos
neoliberales, hoy progresistas y en los 70 marxistas; el problema es cómo
lo somos. No somos marxistas, neoliberales o progresistas desde nuestra
perspectiva, desde una perspectiva; lo somos absoluta,
incondicionalmente, más allá del tiempo y del espacio. Nuestros
sucesivos dogmas de fe son huérfanos de situación, adolecen de validez
universal y ahistórica. Así es como carecemos de ubicación y de historia.
Se puede ser marxista, neoliberal o progresista desde un punto vistanacional o, al menos, desde alguna perspectiva determinada; nosotros lo
somos con una entrega total, sin condiciones; fanáticamente, por tanto.
Pero, por último, ¿la globalización en curso no implica la caducidad
definitiva de los puntos de vista nacionales? ¿No pertenece acaso toda
esta reflexión al pasado, ante un mundo cada vez más integrado, cada día
más uno? ¿No es evidente la pérdida de poder y protagonismo de los
Estados nacionales ante el predominio del mercado mundial, el avancevertiginoso de la tecnología y las comunicaciones, la concentración del
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capital, el desarrollo incontenible de las industrias culturales?
Cuestiones de los 90 que no por haber casi desaparecido del lenguaje
periodístico han dejado de existir. Cabría hacer numerosasconsideraciones sobre estas preguntas. Nos conformamos con recordar
que el 1ero. de mayo de 1974 Juan Perón -como gusta llamarlo Antonio
Cafiero, sin Domingo y sin general-, al inaugurar por última vez el
período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación y advertido
precursoramente de la evolución del mundo, instaba a desarrollar un
profundo nacionalismo cultural, contrapartida imprescindible -“por
paradójico que ello parezca”, decía textualmente-, de la no muy remota
integración al planeta.
En vísperas del Bicentenario de la independencia de las colonias
hispanoamericanas, la fuerza de las cosas ha puesto de nuevo en primer
plano el viejo sueño de la integración de América Latina, única forma de
encarar con ciertas posibilidades de éxito el proceso histórico en que
estamos insertos. No será fácil, el camino está plagado de dificultades,
pero ensayos como la Unión de Naciones Suramericanas permiten
alentar esperanzas razonables.
Ahora bien, ¿es posible integrarse sin una perspectiva propia, sin un
punto de vista nacional que nos integre hacia adentro, entre nosotros,
argentinos? ¿Alcanza con un progresismo pedestre y -para colmo de
males- confrontativo para, sin otro patrimonio espiritual, realizar la
ansiada unidad económica, política y cultural con los hermanos del
continente?
Las preguntas se acumulan; la respuesta es obvia: de nuevo, como tantas
otras veces en el pasado, es urgente desarrollar un vigoroso pensamientonacional, con base en una filosofía nacional, que contribuya -entre otras
cosas- a fortalecer la tambaleante identidad cultural de los argentinos.
Sin embargo, mi conclusión es pesimista: en el Bicentenario que
transitamos se hablará de muchas cosas, la mayoría de las cuales sonarán
a hueco, se escribirán también seguramente un sinnúmero de textos
alusivos, de mayor o menor interés, pero difícilmente el desarrollo de
pensamiento que reclamamos será promovido y tendrá lugar. En
consecuencia, la Argentina seguirá a los tumbos, lamentando sudesdicha, que no comprende.
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Inmigrantes (1907)
Posando para el Martin Fierro (1890)
Esta típica escena fue tomada en la estancia de San Juan, actual Parque Pereira Iraola
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Mariano Schlez (*)
(*) Mariano Schlez es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Lic. en Historia (UBA). Doctorando en Historia (UBA). UBA-UNLP-CONICET
LO QUE EL BICENTENARIO
PREFIERE OLVIDARLa aniquilación de los opositores a la revolucióndel 25 de Mayo de 1810
El bicentenario de las revoluciones de independencia de principiosdel siglo XIX dio inicio a una serie de actividades en torno a su
conmemoración, a lo largo de toda Latinoamérica. Los diferentes gobiernos, intelectuales y medios de prensa aprovechan la efeméridepara celebrar los hechos que fundaron a las sociedades contemporáneas.
Al hacerlo, traen al presente una serie de procesos y personajeshistóricos que han sido parte de la “construcción” de los Estadosmodernos. Ideales políticos, grandes batallas militares, sociedadessecretas revolucionarias e historias de familias notables son algunos delos tópicos planteados en las evocaciones.Sin embargo, las festividades no se limitan al pasado sino que, por elcontrario, constituyen una manera bastante efectiva de celebrar (y preservar) las sociedades del presente. Característica que determina queciertos temas se encuentran vedados, debido a la naturaleza misma del
evento. Los bicentenarios, hasta el momento, han dejado de lado a unsujeto constitutivo de los enfrentamientos de aquellos años: a quienes seopusieron a las revoluciones. No nos estamos refiriendo, únicamente, alos ejércitos realistas enviados desde España, sino a los propios vecinosde Buenos Aires (y de las principales ciudades americanas) que, por susintereses, defendieron a sangre y fuego el orden colonial. De allí que unacelebración que tiene por objetivo, entre otros, celebrar la unidad
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nacional, requiera del olvido de los enfrentamientos e interesesantagónicos que recorrieron a las sociedades de aquel entonces. El hecho
de que los “hijos de un mismo Rey” se hayan enfrentado a muerte resultauna imagen poco útil para quienes, hoy, intentan aprovechar losbicentenarios para consolidar el orden vigente.De este modo, los avatares de la lucha política actual determinan elolvido de la fuerza social contrarrevolucionaria. Su lucha, al igual quesus ideas políticas, como la de muchos “vencidos” a lo largo de lahistoria, es dejada de lado en los grandes relatos construidos a posteriori.Proponemos al lector sumergirnos en los días de Mayo a través de las
ideas y la acción política de uno de los principales sectores dirigentes dela contrarrevolución: los comerciantes monopolistas.
Un mundo en guerra (revolucionaria)
Los procesos revolucionarios latinoamericanos no pueden explicarse sinatender, primero, a la coyuntura mundial, que les imponía su dinámica.Las guerras europeas fueron las primeras grandes enemigas de los
comerciantes monopolistas rioplatenses, que se veían perjudicados porla agudización de los conflictos. Hacia 1778, Pedro Andrés de Azagra,Superintendente de Azogue del Reino de Chile, se mostraba confiado enque la llegada del Virrey Vértiz, al Río de la Plata, redundaría en unfomento del comercio colonial. Sin embargo, lanzaba una advertenciacasi profética: “la guerra entre franceses e ingleses no nos seráperjudicial como no nos mezclemos en ella. Dios así lo permita”.1 DonPedro no era el único comerciante preocupado por el rumbo de susnegocios. Al año siguiente, el comerciante del Reino de Chile, SalvadorTrucios, se quejaba de las molestias que las guerras europeas causabanal tráfico. Le urgía enviar a la Península las remesas en dinero que suconsignatario (su propio yerno) le exigía, y por eso solicitaba a su socioen Buenos Aires, Diego de Agüero, que despache los doblones “en elprimer correo marítimo que salga para La Coruña, que me parece laconducta mas segura en caso de no haber guerra declarada contranuestra España”.2 Sus temores se convertirían en realidad tan sólo unaño después, cuando la pérdida de dos buques españoles, el Buen
Consejo y el Perla , le hicieron perder “6.500 pesos de cobres”.3 Al
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menos, la experiencia le sirvió de aprendizaje, e inmediatamente ordenóa Agüero que retenga los caudales y el cobre hasta nuevo aviso, “pues no
quiero hacer riesgo ninguno en tiempo de guerra”.4 Treinta años antesde 1810, los comerciantes monopolistas comenzaban a inquietarse: larevolución estaba golpeando a su puerta.El origen de las preocupaciones de los mercaderes rioplatenses, entonces,debemos buscarlo en el enfrentamiento entre las burguesías inglesa y francesa. Esta lucha provocó el bloqueo de los puertos destinados altráfico americano, resquebrajando la relación entre el Imperio español y sus colonias. La burguesía francesa hizo su revolución contra su Rey y
contra la totalidad del sistema feudal. Pero no se detuvo en su frontera.Era perfectamente conciente que, para garantizar la victoria, debía ir enbusca de su principal oponente. Mientras tanto, la nobleza española, queintentaba sobrevivir aliándose a una y otra burguesía según el rumbo dela coyuntura política, era conciente de la gravedad de la crisis.5 En 1792,desde Málaga, otro de los consignatarios de Diego de Agüero le transmiteestas noticias a Buenos Aires:
“los franceses están de peor ánimo que al principio, mas rebeldes que al principio. Aguardamos una gran guerra contra ella, pues
los imperiales y prusianos le han declarado la guerra y creo
seguirán todos. Según veo antes de todo esto se matarán todos los
franceses, unos a otros. Me parece que sucederá con París peor
que con Jerusalén, que no quedará piedra sobre piedra. Dios los
ponga en paz, y se aquieten que, según veo, tendrá que hacer”. 6
Del mismo modo, Miguel Fernández de Agüero le escribe desde Cádiz,
informándole de la detención de varios barcos ingleses. En superspectiva, también Francia era el factor disruptivo del orden mundial:“Esta serenidad de resolución nos hace pensar que ni uno ni otro
gabinete [España e Inglaterra] quieren la guerra y que si se rompe seapara mucha gente a impulso de las insinuaciones o exigencias delDirectorio Francés, que para todas partes hace valer sus pretensiones”.7
Al igual que el resto de los comerciantes monopolistas, comprende elpeligro de enviar mercancías a ultramar en tiempos de guerra: “Si por
casualidad al recibo de esta no ha verificado usted embarque de midinero, que debe haber estado en su poder, no lo haga, deteniéndolo
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hasta las resultas de esta borrasca”.8
Las sospechas de la clase monopolista, en realidad, esconden un temor
más profundo: la invasión de las mercancías inglesas. Problema que nosremite a la naturaleza de la ganancia de estos comerciantes. Elmonopolio es una prerrogativa política, otorgada por el Estado feudalespañol, que les permite a los comerciantes vender los efectos porencima de su valor. De esa punción a la circulación, que tiene forma derenta, viven estos monopolistas. La llegada de comerciantes inglesesrepresenta una avanzada de mercancías producidas bajo relacionessociales capitalistas, más baratas y, por ende, competitivas. Hecho que
empieza a agitar los ánimos de la clase dominante colonial.Los consignatarios americanos temblaban “por el recelo de la venida deingleses”. Uno de los principales comerciantes ligados a Cádiz, Gaspar deSanta Coloma, manifestaba en su correspondencia una situacióncompleja: “muchas quiebras, muchos atrasos y por último todo el girotrastornado. Sólo los efectos de nuestras fábricas podrán expenderseporque estos no los traen los ingleses”.9 Hacia febrero de 1810 elescenario se complicaba debido a que “el comercio libre con los inglesesha puesto esta Capital en un estado deplorable para el comercio, porquetodas sus manufacturas están en sumo grado baratos los géneros, y nonos ha de quedar aquí un peso ni plata labrada”.10 La llegada demercancías inglesas, entonces, repercutía en una profunda depreciaciónde los productos llegados a través de la ruta de Cádiz.Como vemos, la expansión de las revoluciones burguesas europeastrastocó al conjunto del “Antiguo Régimen”, repercutiendo en el lejanoRío de la Plata. Los comerciantes monopolistas rioplatenses eranplenamente concientes de que el fracaso de España, en sus intentos por
mantener el monopolio comercial, redundaría en la entrada masiva demás y mejores productos. El terror a la imposición de la ley del valortrabajo, que llegaría de la mano de la introducción de mercancíasinglesas, explican, no sólo el resquemor de los monopolistas hacia larevolución francesa y las guerras que provocó, sino el origen de suorganización gremial, política y militar para resistir a su avance.
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La Revolución de Mayo: un conflicto con historia
El núcleo de la fuerza social contrarrevolucionaria de Buenos Airesestaba formado por los comerciantes monopolistas. Entre los másimportantes se encontraban José Martínez de Hoz, Jayme Alsina y Verjés,Martín de Álzaga, Diego de Agüero y Miguel Fernández de Agüero. Suacción corporativa y política no se circunscribe al períodorevolucionario, sino que antecede, en más de treinta años, a 1810. Desdela década de 1770, los comerciantes porteños establecieron un frentepolítico con dos objetivos fundamentales: obtener un Consulado en
Buenos Aires y combatir la omnipotencia del comercio de Lima. Sinembargo, dejaremos de lado sus coincidencias programáticas, paraconcentrarnos en los conflictos que comienzan a delinearse en su seno,que se profundizarán con el transcurso de los años, forjando dos gruposrivales cada vez más antagónicos.Hacia octubre de 1789, con motivo de renovar a los apoderados delcomercio porteño, dos bandos combatieron por sus respectivoscandidatos: uno que defendía el triunfo de Cristóbal de Aguirre y Miguel
de Azcuénaga y otro que buscaba anular la elección por fraude,encabezado por Casimiro Francisco de Necochea y Francisco Lezica.Unos meses antes, dos grupos similares habían debatido sobre cómofinanciar los festejos por el traspaso del trono: uno, liderado por Miguelde Azcuénaga, el otro, por Diego de Agüero.11
Por aquel entonces, el comercio de Cádiz vivía su etapa más gloriosa, conun aumento notable del volumen traficado. Sin embargo, esto repercutíaen una profundización de la competencia entre los comerciantes,llevando a la quiebra a muchos de ellos, limitando el ingreso de nuevos
mercaderes y destruyendo numerosos vínculos establecidos. Situaciónque, según Agüero, es el fruto de “las grandes locuras que durante esteaño han hecho todos en esa [Cádiz] pues los efectos que han llegado y seaguardan aquí exceden su valor de los que puede producir todo esteReino, entre frutos y plata, en términos de tres años”. Balance no esmenos sombrío que el juicio que de él se desprende: “con un arreglo tandesordenado, fácil es divisar las resultas: (…) la perdición del comerciode toda esta América”.12 Sin ningún tipo de velo, Agüero afirma que “en
todo este tiempo haya logrado ninguno adelantamientos, no siendo sobrelas ruinas de otros”.13 Más allá de su mayor o menor habilidad para
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hacer negocios, el conjunto de los comerciantes parece navegar haciauna catástrofe conjunta:
“No es fácil a todos esta clase de negocios, ni encontrar la cuenta
adonde muchos la buscan, comprando por 4 y vendiendo por 3, a
vista y paciencia de sus acreedores que están unos embaucados
con que por otra parte resarcen las pérdidas que están viendo, y
otros con el sobresalto del día en que su deudor dará punto, hasta
que viendo que ha hecho una nueva negociación, y que sigue la
trampa que lo sostiene, apura y el último mono se ahoga: ésta es,
paisano, la constitución en que de mucho tiempo a esta parte se halla esta Plaza”. 14
A su vez, Agüero es conciente que el origen de la crisis es el sistema quele da origen a su ganancia, el monopolio, y que la única solución quepodría dar una salida de conjunto acabaría con sus negocios:
“según el método presente siempre se experimentarán de estos
excesivos desarreglos y falta de proporción en las expediciones y cargamentos de ropas con las producciones de esta América que
van en retorno, cuyo cálculo no sería muy difícil, pero entonces se
tropezaría con el inconveniente de la libertad de comercio”. 15
Poco tiempo después, los comerciantes rioplatenses se enfrentaron a loshacendados en un combate por mayores tajadas en la venta de cuerosque, ante la crisis del giro monopolista y las crecientes guerras europeas,crecían como posible “retorno”, ante la prohibición de cargar caudales.16
El conflicto llegó a tales niveles de enfrentamiento que, en septiembre de1791, respondiendo a una representación del comercio de Buenos Aires,Antonio Obligado, hacendado y comerciante, aseguró que “los sumisosargumentos” de los comerciantes “solo tienen por objeto el particularinterés de unos pocos que produce la destrucción y exterminio de lashaciendas”, denunciando que a los comerciantes había que tratarlos“como a enemigos” que pretenden saquear la provincia. Para Obligado,el comercio “compra y abriga en sus depósitos todos los cueros que
roban a los hacendados”.17 Paso seguido señaló que la función social de
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los comerciantes era completamente prescindible, a diferencia de la delos hacendados, motor de la prosperidad de la provincia, concluyendo
que “los hacendados y el público gimen hoy bajo la dura opresión de laambición de los comerciantes de cueros”. Los comerciantesrespondieron por boca de sus representantes electos, Martín de Sarratea,Martín de Álzaga y Casimiro Francisco de Necochea, acusando alapoderado de los hacendados, Jiménez de Paz, de corrupción y culpandoa Obligado por sus “malas imputaciones con que por espíritu de Partido”atacó al comercio porteño.18
Este conflicto continuó a raíz del permiso otorgado por la Corona para
importar esclavos al Río de la Plata y para llevar frutos (cueros,principalmente) a los puertos extranjeros. La Junta de comercio delegóen Diego de Agüero, Martín de Álzaga, Casimiro Francisco de Necochea,Miguel de Azcuénaga y en los apoderados la tarea de anular dichadisposición.19 Sin embargo, diferencias que no se ven reflejadas en loslegajos produjeron la salida de Azcuénaga como representante de losintereses del comercio, quedando a cargo el resto de los apoderados. El17 de marzo de 1794, Diego de Agüero, Martín de Álzaga y JoséMartínez de Hoz encabezaron un llamado a Junta de Comercio con elobjeto de “tratar en ella sobre los gravísimos perjuicios y atrasos queresultarán al mismo Cuerpo y a la Real Hacienda del efecto de la Real
gracia obtenida por Tomás Antonio Romero, para extraer desde aquí enderechura a dominios extranjeros el importe de 250.000 pesos en frutosdel país”. Combate que siguió el 4 de junio, en la segunda sesión delflamante Consulado de Buenos Aires, cuando los apoderados Diego deAgüero, José Martínez de Hoz y Jaime Alsina y Verjes plantearon “lasuspensión de la Real Concesión dispensada a favor de las que han hecho
el comercio de negros extranjeros, exponiendo, que no debiesenconsiderar como frutos, los cueros” .20 En su ataque, el argumento centralfue que este tráfico beneficiaba a ciertos particulares, en detrimento delos intereses de la Corona española. 21
Los dos bandos rivales de comerciantes quedaron totalmente divididoscon motivo de la Real Orden derogatoria del comercio con neutrales, de1799.22 Álzaga, Agüero y los monopolistas defendieron la orden del Rey de detener el comercio con naciones neutrales y extranjeras. Por el
contrario, se impuso la posición que proponía continuar con este tráfico,desobedeciendo las intenciones de la Corte. La continuación del
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comercio con naciones neutrales significó el fin de la mayoríamonopolista en el Consulado, además de un avance notable de los
comerciantes aliados a los hacendados, que impulsaban el comerciolibre para poder llevar sus productos allí donde más les convenga. Diezaños después, en las vísperas de la Revolución, el debate en torno al librecomercio y la exportación de cueros volvió al primer plano de la escenapolítica, cuando se enfrentaron Mariano Moreno, y su famosaRepresentación de los Hacendados , y Miguel Fernández de Agüero que,en su Representación del Real Consulado Universidad de Cargadores a Indias de Cádiz , defendió las prerrogativas precapitalistas que
garantizaban la reproducción social de los monopolistas.23
Luego de treinta años de lucha, la Revolución de Mayo fue el momentoen que los hacendados y sus aliados le arrebataron el poder del Estado ala clase dominante colonial.24 Sin embargo, luego de 1810, lejos deacabar el conflicto entre ambas clases sociales, Buenos Aires será testigode sus horas más sangrientas.
La reacción monárquica
La toma del Estado, el 25 de Mayo de 1810, por parte de losrevolucionarios, puso en marcha la reacción contrarrevolucionaria aescala mundial. Los partidarios del Rey hicieron conciente que estabanfrente a un proceso que, de no ser abortado, acabaría con lasprerrogativas que constituían su hegemonía. Atendamos, primero, a lasacciones que buscaron recuperar las colonias americanas dirigidasdesde la Península, para pasar, luego, a la resistencia local a laRevolución.En 1810, la nobleza española se enfrentaba ante un panorama pocoalentador. Luego del crecimiento del siglo XVIII, se le planteaba lanecesidad de profundizar su transición al capitalismo o morirdefendiendo un sistema que, a todas luces, resultaba ya “inviable”.25
Económicamente, España profundizaba su atraso, en relación aldesarrollo capitalista de sus vecinos, Inglaterra y Francia, que laexpropiaban de una mayor masa de valor.26 Políticamente, la guerraterminó por trastocar su situación: la invasión francesa provocó
levantamientos armados en la Península y en América.27 La alianza con
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Inglaterra, para enfrentar a Napoleón, no hizo más que sancionar sudebilidad y sentenciar su derrota. La isla “amiga” y el vecino invasor
fomentaron, por todos los medios, los procesos revolucionariosamericanos, de acuerdo a las necesidades de sus clases dominantes,sedientas de mercados y materias primas para sus industrias 28 A pesarde este atolladero, la nobleza española afrontó una decidida batallacontra las fuerzas que tendían a su eliminación.Los primeros llamados de atención a la Península llegaron a través defuncionarios americanos. Hacia 1795, el gobierno de Buenos Airescomenzaba a resguardarse contra las ideas “extranjerizantes”, al
ordenar la “pena de vida” a quien introdujera o difundiese “libros,cartas u otros escritos sediciosos o impíos, y apoye, directa oindirectamente, de palabra o por escrito, las ideas de los franceses” 29 Asu vez, el capellán de la Real Armada porteña, Juan Manuel Fernándezde Agüero y Echave, con el objetivo de abortar cualquier hecho similar alos de la Francia revolucionaria, escribía sus Discursos varios dirigidos a conservar la autoridad de los soberanos y la fidelidad debida a sus
sagradas personas . 30 Por aquel entonces, Nicolás de Arredondoinformaba al nuevo Virrey, Melo de Portugal, cómo batallar contra la“nueva y halagüeña filosofía”, unificando fuerzas con eclesiásticos y magistrados, asegurándole que “desde que acá se tuvieron noticias de lasconspiraciones que en Europa se tramaban por la nación seductora y susprosélitos, he vivido siempre como un centinela, observando con recatotodo género de pasos y movimientos”.En Nueva España, uno de los primeros en alertar sobre la gestación deun movimiento revolucionario fue un obispo, Manuel Abad Queipo. Susescritos instaban a la Corte a profundizar el proceso reformista para
detener una posible rebelión. Una vez desatada, las reformas dejaronlugar a un plan más radical: dotar al virreinato de 30.000 soldados,designar un nuevo Virrey y suspender el decreto de libertad de imprenta,debido a que exacerbaba los ánimos y permitía la circulación de libelosinfames.31 En Montevideo, fue un militar, el Comandante José MaríaSalazar, el que producía oficios regularmente donde describía losincidentes porteños y solicitaba medidas urgentes para pacificar a losrebeldes. Sus informes proponían desde formar una nueva Corte que
rodee al Virrey y lo aleje de los influyentes funcionarios locales, hasta elenvío de una imprenta, indispensable para ganar la opinión pública y
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contrarrestar los efectos de la eficaz propaganda revolucionaria. Claroque no despreciaba la importancia de la cuestión militar y recomendaba
la llegada de un Estado Mayor y un Gobernador Militar, que debíanrecomponer la hegemonía debilitada.32
Pero el primer programa contrarrevolucionario no lo presentó en Cádizni un militar ni un sacerdote. En 1810, José Fernández de Castro,Diputado del Consulado y Comercio de Buenos Aires y representante delos monopolistas porteños, entregó al Consejo de Regencia unarepresentación con el primer plan de pacificación del Río de la Platapropuesto a la Corona. En un primer momento, Fernández caracterizó
que la Junta porteña no tenía intenciones revolucionarias, y que elverdadero peligro era una posible invasión lusitana. Para detenerlaproponía profundizar la reforma del sistema de gobierno peninsular y enviar un ejército de 3.000 hombres, costeados por el comercio deCádiz, principal interesado en la concreción de la campaña.33 Pocosmeses le bastaron a Fernández para reconocer su error: en septiembre de1810, planteaba a la Corte que el ejército del Rey debía lanzarse contralos miembros de la Junta. “Si se omite, dilata o disminuye el expresadoremedio, Buenos Aires, y a su ejemplo toda la América Meridional, sepierden indefectiblemente para la Madre Patria”, aseguraba.34 A fines de1810 y principios de 1811, se sumaron a los pedidos de represión elCabildo de Montevideo, los oidores de Buenos Aires -expulsados delterritorio rioplatense por la Revolución- y los comerciantes de Lima, queplantearon al Rey que sólo una ayuda de 2.000 hombres al generalGoyeneche mantendría el Virreinato del Perú y sus metales potosinos enmanos de la Península.35
En septiembre de 1810, Fernando VII, convencido que los
levantamientos se debían a un desconocimiento de la situación en laPenínsula, envió una proclama a los americanos, en la que los informabade tal coyuntura y caracterizaba la insurgencia de Caracas y BuenosAires como una provocación alentada por Bonaparte.36 La debilidadespañola determinó que, en un principio, la Corona se concentre en unasalida diplomática. Por eso la proclama apeló a la lealtad popular y a losintelectuales orgánicos del Régimen, los obispos, para que recurrieran ala Fe y mantuvieran a los súbditos en el debido orden. Esta salida fue
fomentada, desde las Cortes de Cádiz, por los diputados americanos: suprincipal objetivo era detener cualquier intento de represión,
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convenciendo al gobierno de que los cabildos eran leales a Fernando VII.Pero obtuvieron un éxito a medias: en octubre de 1810, las Cortes
ordenaron “que no se proceda por el Gobierno a usar de rigor contra lospueblos de América, donde se han manifestado turbulencias odisgustos”.37 Sin embargo, los burócratas peninsulares no se fiarontotalmente de los diputados, por lo que también decretaron “que lasCortes se informen de lo que el Gobierno sepa en este punto y de lasmedidas que haya tomado”.38 La Corona ya visualizaba a sus principalesenemigos: en la sesión secreta del 13 de noviembre se solicitó un informesobre las pretensiones de los hacendados de Buenos Aires y de su
relación con el comercio inglés.39
En 1811, la Secretaría del Consejo de Indias elevó a la Regencia unexpediente que incluía varios planes de pacificación.40 Ante la evidenciade que ni la diplomacia ni la mediación británica detenían a losrevoltosos, los comerciantes gaditanos lograron imponer una salidamilitar, obligando al Consejo de Regencia a crear la Comisión deArbitrios y Reemplazos, con sede en Cádiz, formada por los mismosintegrantes del Tribunal más nueve comerciantes. El Consulado de Cádizquedaba a cargo de la preparación y financiamiento de las expedicionesarmadas a América, por lo que propuso crear un fondo de ocho millonesde reales para vestuarios, raciones y premios a los dueños de buquesmercantes que transportaran tropas. Los fondos se obtendrían con unviejo método monopolista: préstamos, amortizados con recargos a lasmercaderías del tráfico americano y a los metales preciososamericanos.41 La mayor parte de los fondos debían ser provistos por losConsulados americanos, lo que destaca la importancia de que losrevolucionarios porteños hayan logrado imponer su hegemonía en el
Consulado de Buenos Aires, que no estaría dispuesto a colaborar en talempresa.42 En siete días el proyecto estaba aprobado y, entre 1811 y 1812, siete expediciones militares, de 6.882 soldados, partieron haciaAmérica con el objetivo de recuperar el continente para el Rey.Ataque que se profundizó en 1814, cuando la Restauración llevónuevamente al trono español a Fernando VII. El monarca Borbón declarónula la Constitución y todos los decretos de las Cortes. Luego deasesorarse de la coyuntura americana, relanzó el combate contra las
revoluciones americanas a través de cuatro expediciones a Caracas,Portobelo, Montevideo y Lima.
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de mandármelas abiertas (…) y por lo mismo nada extraño que hayanabierto las de usted”.43 El triunfo de la Revolución significó una derrota
sin atenuantes para los comerciantes monopolistas. La Junta impuso unadictadura despiadada contra todo aquel que osara enfrentar susdesignios. José María Salazar, en carta del 4 de julio, planteaba que “seasegura que un gran número de los primeros comerciantes españolesestán puestos en la lista para expatriarlos, pues la Junta va adoptando elsistema del terror”.44
A fines de 1810, el gobierno prohíbe el acceso de españoles a cargospúblicos 45 y destierra a algunos de los principales dirigentes
monopolistas, aludiendo “prevenir [cualquier] insulto que pudieraperpetrar el pueblo (…) entendido que la opinión pública se ha decididocontra la persona de usted”.46 Es así como salen de Buenos Aires Martínde Álzaga, Esteban Villanueva, Juan Antonio de Santa Coloma, OlaguerReynals y Francisco de Neira y Arellano.47 Luego de la Revolución deMayo, entonces, el panorama se oscurecía para los monopolistas. Enseptiembre, uno de los socios de Diego de Agüero se lamentaba“sintiendo los disgustos que hay en ese país con la variación depareceres”, deseando “que las cosas se compongan como apetecemos, acuyo fin se están acelerando las Cortes; Dios les dé acierto y pongan todocomo en general se apetece para confundir a nuestros enemigos”.48 Losataques del gobierno a los comerciantes se profundizan el 13 de enerode 1812, con un bando de confiscación de bienes que ordenaba que
“Todo negociante, almacenero, tendero, pulpero, consignatario, o
comisionista (…) tuviere en su poder, o en poder de otro, aquí o
en otro paraje, dineros, o especie de todo género, pertenecientes a
sujetos de la España, Montevideo y territorios de la obediencia de su gobierno, o del Virreinato de Lima y pueblos subyugados por
las fuerzas del ejército de Goyeneche, o residentes en dichos
territorios, deberán precisamente manifestarlos a este Superior
Gobierno dentro del perentorio término de cuarenta y ocho horas,
y si no lo verificasen y se les descubriere alguna pertenencia no
manifestada, se le confiscará irremisiblemente la mitad de sus
bienes propios, e incurrirá en la pena de expatriación y privación
de todos los derechos de ciudadano, patria potestad y demás que dispensa el suelo y la protección del Gobierno del país”. 49
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Al mismo tiempo, fueron obligados a manifestar el dinero que tuviesen,propio y de terceros, como también a exhibir toda su correspondencia
mercantil, apuntes y libros. Es así como, entre otros, el Triunviratoporteño expropió a Diego de Agüero, 7.075 pesos; a Miguel Fernándezde Agüero, 7.461; a Jayme Alsina, 7.924; a Matías de la Cámara, 5.529;a Francisco de Tellechea, 1.525; a José Martínez de Hoz, 38.617; aMartín de Sarratea, 26.706; a Antonio de las Cagigas, 29.418; y a Martínde Álzaga 50.797.50 Hasta viejos partidarios del libre comercio cayeronbajo el rigor de la Revolución, como Antonio de las Cagigas, que selamentaba por el “desgraciado día del domingo 12 de enero de 1812”.51
El dinero de Diego de Agüero, por ejemplo, correspondía al rubro“deudas a favor de individuos residentes en jurisdicción ajena”, nohabiéndosele encontrado (aún) pertenencias en efectivo ni enmercaderías, lo que también habla del profundo estancamiento de su
giro comercial. En el caso de Miguel, se le expropiaron mercancías de“pertenencias extrañas”, las que luego eran subastadas para beneficio elEstado, que utilizaba el dinero para costear las guerras contra losejércitos realistas del Alto Perú. Entre el 6 y el 30 de marzo, el gobierno
ya había recaudado 191.784 pesos. El responsable de allanar la viviendade Miguel Fernández de Agüero comentaba cómo el propio ManuelBelgrano participaba del proceso:
“Habiendo sido destinado a la operación de liquidación en casa de
don Miguel Fernández de Agüero recibía para el efecto del
coronel don Manuel Belgrano la llave del baúl en que se hallaban
encerrados los libros, cuadernos, y correspondencia y abierto por
mí, resultaron en él dos libros mayores: dos cuadernos borradores
de cartas, un paquete grande de legajos de cartas de España y uno de Montevideo. Seguidamente reconocí los dos libros mayores
titulados el uno cuentas corrientes y el otro de facturas acopiadas
y recibidas y cuentas producidas”. 52
La resistencia de Álzaga a entregar el dinero expropiado fue la excusaperfecta para que el gobierno pudiera encarcelarlo. Enviado a prisión,fue encerrado con una barra de grillos y torturado.53 Para ser liberado,
se exigió una fianza de 12.000 pesos en efectivo, 3.000 pesos en dosacciones, otros 10.000 a los quince días, y el resto a dos meses, además
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de exigirle cinco fiadores “con cargo de asegurar el cumplimiento”. El20 de mayo de 1812, Diego de Agüero, Jaime Alsina y Verjés, Francisco
Castañón, José Rodríguez Pita y Francisco Neyra y Arellano posibilitaronla libertad de Álzaga. Pocas salidas le quedaban a quienes buscabanrestaurar sus viejos privilegios coloniales.Mientras Álzaga estaba preso, los monopolistas pusieron en marcha un
golpe de Estado que buscaba terminar con la Revolución de 1810. El“Partido de la Causa Justa”, como se llamaban, comenzó suconspiración, probablemente, luego de la declaración de guerra delGobernador de Montevideo, a mediados de enero de 1812.54 El
levantamiento se organizó en reuniones secretas, forjando un programaradicalmente contrarrevolucionario, que planteaba que
“Conseguida la victoria serán arrestados, fusilados y colgados
inmediatamente, los individuos de gobierno, los primeros
magistrados, los ciudadanos americanos de mérito y patriotismo y
los españoles más adictos al sistema (…) No se dejará nada en pie;
no se perdonará a nadie. En pocas horas no quedará el menor
recuerdo de aquella mañana de mayo”. 55
La conjuración estaba preparada por “los europeos”, y dirigida porMartín de Álzaga 56, quien aseguraba que “había tanta gente ya que lamitad sobraba”.57 Pedro Agrelo también consideraba que “[Álzaga]contaba (…), y no se engañaba, con todos los españoles existentes en laciudad y sus suburbios”.58
Pero el gobierno se enteró del plan y desbarató el complot, destacándosela acción de Hipólito Vieytes, Bernardo Monteagudo y Pedro José Agrelo.
El mismo Agrelo relata cómo el gobierno buscaba un castigoejemplificador, que desaliente al resto, por lo que “fueron condenados ala misma pena de muerte don Martín Álzaga, en rebeldía, para serejecutado luego de que se aprehendiese; don Matías de la Cámara, su
yerno, y un tal don Pedro de la Torre, comerciantes”.59
La mañana del 6 de julio de 1812, algunos grupos de estudiantes fueronllevados “de excursión” a la Plaza del Piquete, actual 25 de Mayo. Unacuriosa muchedumbre se agolpaba expectante, a la espera del histórico
acontecimiento que les daba cita. La escena ya estaba cuidadosamentepreparada, como en los mejores actos escolares. Las tropas militares
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formaban una calle desde el Arco del Triunfo de la Recova hasta elextremo de la plaza. Allí se encontraba un pequeño banquito,
firmemente depositado al borde del foso del puerto de Buenos Aires. Apocos metros del arco se había levantado una imponente horca, dedonde colgaba desde hacía dos días el cuerpo sin vida de Matías de laCámara. A las 10 de la mañana, se dio inicio al evento patriótico: laspuertas del Cabildo se abrieron y la multitud fue testigo del cortocalvario que Martín de Álzaga emprendió hacia el patíbulo. Caminólentamente, pero con paso firme, sosteniendo entre sus manos uncrucifijo de color negro. Al llegar al arco se arrodilló a los pies de un
sacerdote. Al instante reinició su marcha, con los ojos clavados en elsuelo. Al redoblar de los tambores, Álzaga rechazó una venda sobre susojos, solicitando a sus verdugos no le disparen en la cara. Antes desentarse, limpió con un pañuelo el banquito que lo esperaba. “¡Cumplanahora con su deber!”, gritó a los soldados que le apuntaban. La descargade los fusiles se mezcló con el Credo que entonaba un coro de religiosos,mientras las palomas de la plaza alzaban vuelo violentamente,completando el cuadro. Los tres verdugos suspendieron el cadáver en lahorca, donde quedaría expuesto como señal de hasta dónde estabadispuesto a llegar el gobierno revolucionario.A su vez, mucho españoles fueron presos durante el proceso, como JoséMartínez de Hoz y Bernardo Gregorio de las Heras. Ambos fueronamenazados de muerte por Pedro Agrelo, de no confesar el paradero deÁlzaga, pero no pudo probársele su vinculación con la conspiración.60
También fue implicado en la causa el comerciante Juan Antonia deZelaya, quien al llegar a Buenos Aires se había hospedado en la casa deDiego de Agüero, compartiendo el mismo cuarto de Miguel Fernández de
Agüero, el rival de Moreno, en 1809.61 El 5 de julio, un Teniente delregimiento de Voluntarios de Montevideo aseguró que hacía unos ochomeses “en conversación con el declarante (…) Zelaya quería comoexplicarse más contra los hijos de esta Patria [y] empezó a manifestarsecontra ellos, y entonces le dijo, si es un buen servidor a Fernando lo hade pasar bien y agarrándole del brazo, se expresó diciéndole, no se aflijausted mi amigo que tenemos cinco mil fusiles para arrollar esta canalla.62
El mismo día del ajusticiamiento de Álzaga, el gobierno, por mano de
Miguel de Azcuénaga, requisó todas las “armas de chispa o blancas (…)bajo la pena de horca” a los españoles.63 Entre los perjudicados se
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encontraban José Martínez de Hoz, Juan Antonio de Santa Coloma,Manuel Ortiz de Basualdo, Esteban Villanueva, Francisco Beláustegui,
Tomás Antonio Romero, Antonio de las Cagigas y Anselmo SáenzValiente. El desarme de los españoles acompañaba a las ejecuciones delos enemigos declarados “de nuestro sistema”, sobresaliendo losajusticiamientos del monopolista Francisco de Tellechea, de FranciscoAntonio Valdepares y del viejo socio de Álzaga, Felipe de Sentenach. A lospocos días, ya sumaban treinta y ocho los contrarrevolucionarioscolgados.64
De hecho, no se trataba de una persecución por parte de un gobierno
violento y desgajado de las masas, sino que eran éstas mismas las queimpulsaban semejante severidad para con el enemigo. Así lo expresabael Intendente de Policía de Buenos Aires, que aseguraba que “todohombre se erigió en autoridad e hizo prisioneros como le dictaban laspasiones. Creí un deber ceder a las circunstancias y dejar esedesahogo…cuando no llegaba a la terminación de la vida de losespañoles”.65 Tan certera había sido la consigna de que los españoleseuropeos eran el principal enemigo de la revolución que el propio
gobierno se vio obligado a detener los ataques espontáneos a losespañoles por medio de un bando que rogaba, más que ordenaba:“Ciudadanos -¡basta de sangre!-: perecieron ya los principales autoresde la conjuración y es necesario que la clemencia sustituya a la
justicia”.66
Lo cierto es que la derrota del “Partido de la Justa Causa” acabó con lacontrarrevolución porteña, dejando en el horizonte del gobiernorevolucionario el enfrentamiento con los ejércitos realistas. Pedro Agreloreflexionaba sobre el problema, luego de los hechos, dando cuenta de los
niveles inéditos de violencia a los que había llevado la Revolución:
“Tal
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