SABER MÉDICO, DISCIPLINA Y BIOPOLÍTICA EN MICHEL
FOUCAULT
MARÍA MÓNICA PARRA TOQUICA
TRABAJO DE GRADO
Presentado como requisito para optar por el
Título Profesional de Licenciada en Filosofía y Lengua Castellana
UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS
Facultad de Filosofía y Letras
Licenciatura en Filosofía y Lengua Castellana
Bogotá, 2017
UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS
FACULTAD DE FILOSOFÍAY LETRAS
LICENCIATURA EN FILOSOFÍAY LENGUA CASTELLANA
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD
Fray. Juan Ubaldo López Salamanca O.P
ASESOR
Santiago Castro-Gómez.
DECANO ACADÉMICO
Fray. Adalberto Cardona O.P
SECRETARIO DE DIVISIÓN
Padre. Nelsón Miguel Valderrama.
Contenido
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................ 1
CAPÍTULO I .................................................................................................................... 3
DEL DISCÍPULO AL MAESTRO: APROXIMACIONES TEÓRICAS EN TORNO A
LA NORMA ..................................................................................................................... 3
1.1 “LA VIEJA CUESTIÓN DE LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO” ................... 4
1.2 DE LA NORMATIVIDAD BIOLÓGICA A LA NORMALIZACIÓN SOCIAL 11
CAPÍTULO II ................................................................................................................. 26
EL PODER SOBRE LA VIDA ...................................................................................... 26
2.1 “EL ESTALLIDO DEL REY”: DE LA MACROFÍSICA DE LA SOBERANÍA A
LA MICROFÍSICA DEL PODER. ............................................................................ 27
2.2 LA ANATOMÍA POLÍTICA ............................................................................... 35
2.3 DE LA BIOPOLÍTICA DE LA POBLACIÓN AL GOBIERNO DE LA
CONDUCTA .............................................................................................................. 40
A MODO DE CONCLUSIÓN ....................................................................................... 49
Bibliografía ..................................................................................................................... 51
1
INTRODUCCIÓN
Durante la mitad de mi carrera, el interés por la filosofía de Immanuel Kant me permitió
conocer los planteamientos generales de otros pensadores que habían dedicado parte de su
vida al estudio del conocimiento y a lo que es el ser humano, así, a mi alrededor resonaban
nombres como: Aristóteles, René Descartes, Hegel, entre otros; que pese a la riguriosidad de
sus tratados, no lograban atraer mi atención completamente. Sin embargo, recuerdo que en
uno de los encuentros del semillero, el profesor dijo algo acerca de la crítica que Michel
Foucault le hizo a Kant y desde ahí, sumado a un seminario que abrieron sobre aquel autor,
me empecé a interesar por la propuesta filosófica del intelectual francés. Al principio –y aún
hoy después de estudiar uno de los temas que atravesaron su investigación– me parece que no
es tan fácil de entender, como en algún momento me lo dijeron. De lo que sí estoy segura, es
de que, a pesar de los inconvenientes que se me presentaron en el transcurso de la elaboración
de este trabajo de grado, no pensé en dejar de lado mi entusiásmo por la obra de este filósofo.
Este trabajo de grado, titulado: Saber médico, disciplina y biopolítica en Michel
Foucault,tiene como objetivo mostrar cómo emerge y se transforma el saber médico en las
relaciones de poder desde el siglo XVI hasta el XIX, específicamente, las que se remiten al
internamiento de los locos, la anatomopolítica y la biopolítica. Todo esto en el marco de las
investigaciones que realizó Foucault en: Historia de la locura en la época clásica I (1964), El
nacimiento de la clínica. Una arqueología a la mirada médica (1966) Vigilar y Castigar.
Nacimiento de la prisión (1975), Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber (1975) y
algunas clases de los cursos: El poder psiquiátrico (1973-1974), Los anormales (1974-1975),
Defender la sociedad (1975-1976) y Seguridad, territorio, población (1977-1978). Para
apoyar la lectura de los anteriores textos, se acudió a cuatro reconocidos intérpretes de la obra
de este filósofo: Edgardo Castro, Francisco Vázquez García, Santiago Castro-Gómez y
Rodrigo Castro Orellana.
En este orden, en el primer capítulo se estudia la influencia que tuvo uno de los
maestros de Foucault –George Canguilhem–, en el desarrollo de sus ideas sobre la
constitución del saber médico en las relaciones de poder, por tal motivo, se examina el libro
Lo normal y lo patológico (1966) y luego se realiza una breve comparación con algunos
planteamientos de Foucault. En el segundo capítulo, se expone cómo Foucault realiza su
investigación sobre la emergencia del saber médico en las dos formas de poder sobre la vida:
2
la anatomía política (disciplina) y la biopolítica. Finalmente, se presenta algunas
consideraciones que Foucault hizo acerca de la gubernamentalidad, concepto, que como ya
verán, incidió en sus indagaciones sobre el tema que se estudió en este trabajo.
3
CAPÍTULO I
DEL DISCÍPULO AL MAESTRO: APROXIMACIONES TEÓRICAS EN
TORNO A LA NORMA
En la obra de Michel Foucault no son pocas las referencias al pensamiento y legado de
Georges Canguilhem –uno de sus maestros más cercanos–.1 Basta leer La vida: la
experiencia y la ciencia (1985), para reconocer cómo Foucault reivindica la influencia de los
postulados filosóficos de Canguilhem, en el medio intelectual francés de los años sesenta.
Así, entre los posibles nexos que se pueden establecer entre estos dos pensadores, “la vieja
cuestión de lo normal y lo patológico”2 es el fondo a partir del cual, se va a considerar si los
conceptos canguilhemianos de normatividad, anormalidad y normalización tienen alguna
relación con las investigaciones foucaultianas sobre la norma.
Sin desconocer las reiteradas alusiones que Foucault hizo acerca de ese tema, en lo
que concierne al interés de este capítulo, sólo se tendrán en cuenta los textos que, de cierta u
otra manera, se refieren a los conceptos previamente mencionados y expuestos en Lo normal
y lo patológico (1966). 3 En efecto, se inicia con lo que se puede considerar como el
antecedente de la cuestión: Historia de la locura en la época clásica I (1964); luego, por
tratarse de la relación Foucault-Canguilhem, se emprende un recorrido por las referencias
explícitas que Foucault hace de su maestro en El nacimiento de la clínica: una arqueología a
la mirada médica (1963) y en los cursos del 70 en los que Foucault desarrolla aquellos
conceptos: El poder psiquiátrico (1973-1974), Los anormales (1974-1975), Defender la
sociedad (1975-1976) y Seguridad, territorio, población (1977-1978).
1 Sobre el orden de aparición de dichas referencias, véase el trabajo de Edgardo Castro, Diccionario
de Foucault. Temas, conceptos y autores (Castro, 2011:63-64).
2 Véase: Foucault, 2007:55.
3 En este libro se publicaron dos “estudios” realizados por Canguilhem: Ensayo acerca de algunos
problemas relativos a lo normal y lo patológico (1943) y Nuevas reflexiones relativas a lo normal y lo
patológico (1963-1966). Véase: Canguilhem, 2011: 3; 181.
4
1.1 “LA VIEJA CUESTIÓN DE LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO”
Una de las conclusiones a las que llega Canguilhem, luego de realizar un análisis exhaustivo
de la concepción que se tenía en el siglo XIX sobre la relación entre lo normal y lo
patológico, expresa:
Pensamos que la medicina existe como arte de la vida porque el mismo ser humano
califica como patológicos –por lo tanto, como debiendo ser evitados o corregidos– a
ciertos estados o comportamientos aprehendidos, con respecto a la polaridad
dinámica de la vida, en forma de valor negativo. (Canguilhem, 2011: 92)4
Esta idea –fundamental, como se verá más adelante, para comprender la aproximación
que hace Foucault de las reflexiones de Canguilhem– se opone, principalmente, a los
planteamientos de Auguste Comte y Claude Bernard que se pueden resumir en los siguientes
términos: los fenómenos patológicos no tienen ninguna independencia respecto a los
fenómenos normales, lo único que los diferencia es un valor cuantitativo (ibíd., 13; 20; 34;
46). En el caso de Comte esto significa, entre otras cosas, que las variaciones o
prolongaciones propias del estado fisiológico se reconozcan como patológicas, y estas a su
vez, no se consideren capaces de establecer nuevos criterios en el funcionamiento del
organismo. Entendida de este modo, la identidad de lo normal y lo patológico, no es una idea
original de Comte, pues corresponde a las consideraciones de los médicos J. Brown y F.J.V.
Broussais, quienes a su manera, defendieron el carácter cuantitativo de las enfermedades. 5
Bernard, por su parte, se enfoca en la dependencia que existe de la terapéutica a la
patología objetiva –es decir, científica– y de ésta a la fisiología: lo patológico sólo puede ser
entendido a partir del conocimiento que se tiene del funcionamiento normal del organismo.
En este contexto, de acuerdo con la lectura que Canguilhem hace de Bernard, el estado
patológico aparece como una “diferencia de grado” de la actividad fisiológica que no da lugar
4 El resaltado es mío.
5 En este punto, Canguilhem señala que en las expresiones, “exceso y defecto” y “límites de
variación”, a partir de las cuales Broussais y Comte determinan lo patológico como una propiedad
cuantitativa de la fisiología, se advierte cierto eco de índole cualitativo. Lo mismo sucede con
“alteración” y “exageración” conceptos que F.X. Bichat y Cl. Bernard utilizan para el mismo fin
(Canguilhem, ibíd., 30; 33; 37).
5
al tránsito de lo normal a lo patológico, ya que en última instancia, la enfermedad es sólo una
“perturbación” de las funciones vitales que puede ser verificada desde el ámbito cuantitativo
y experimental (Canguilhem, 2011: 43; 46). 6
Hasta aquí, Canguilhem explora “la vieja cuestión de lo normal y lo patológico” con
el ánimo de rebatir la homogeneidad entre los fenómenos normales y los patológicos que
defendían pensadores, fisiólogos y médicos de finales del siglo XVIII y mediados del XIX.
En contra, Canguilhem va a optar por la especificidad que tiene lo patológico respecto a lo
normal, ni uno ni otro debe su actividad normativa a modificaciones de índole cuantitativa.
La polaridad dinámica de la vida7, en la que se refleja la relación que tiene el individuo con
su medio, es la condición que posibilita la distinción de lo normal y lo patológico. De este
modo se puede resumir la tesis que Canguilhem va defender en el desarrollo de su
investigación.
En las páginas finales del capítulo “Claude Bernard y la patología experimental”,
Canguilhem, en contraposición a las ideas de Bernard que apuntaban hacia la relación de lo
normal y lo patológico desde la perspectiva teórica de la fisiología y su solidez cuantitativa,
concluye que: “Estar enfermo significa verdaderamente para el hombre vivir una vida
diferente, incluso en el sentido biológico de la palabra” (ibíd., 60). Idea que se aleja de la
concepción decimonónica de lo normal y lo patológico, puesto que, no estima ninguna
relación intrínseca entre lo normal y lo patológico, tampoco considera que la enfermedad
corresponda a una sola parte del cuerpo, sino al organismo en su totalidad, y finalmente, no
muestra como necesario respaldar de forma cuantitativa la información que proporciona la
experiencia clínica acerca de la relación que tiene el enfermo con su medio natural y social.
Ese “otro modo de andar de la vida”8 que Canguilhem atribuye a la experiencia del enfermo –
como se verá enseguida– es uno de los juicios que se fundamenta, en lo que él mismo
denomina: normatividad biológica.
6 No se debe obviar el hecho de que en la introducción de Nuevas reflexiones relativas a lo normal y
lo patológico (1963-1966), Canguilhem rectifica que para Bernard primero está la observación clínica
y luego el ejercicio experimental (Canguilhem, 2011:182).
7 En Lo normal y lo patológico no hay un capítulo que se destine únicamente a la explicación de este
término, Canguilhem lo estructura en el trascurso de ambos ensayos. Véase: Canguilhem, 2011. 8 Véase: Canguilhem, 2011: 62.
6
Entonces, ¿polaridad dinámica de la vida y normatividad biológica son lo mismo?
¿Cómo se establece la relación –si la hay– entre lo normal y lo patológico? ¿Cuál puede ser,
en últimas, la aproximación que Foucault hace de las reflexiones de su maestro?
Como se ha visto, las teorías que conciben a lo patológico como una simple variación
cuantitativa de los fenómenos normales, no consideran la relación entre el individuo
biológico y su entorno. Canguilhem, por el contrario, la identifica con el movimiento vital
que posibilita el funcionamiento de la “actividad normativa”. Esto quiere decir que en la
relación viviente-medio, se pone en juego: por una parte, la armonía que ha logrado el
individuo con el entorno al que se enfrenta, y por la otra, la capacidad de crear y establecer
normas que le permitan cambiar de medio, hacerle frente a las nuevas condiciones. Entendida
de esta manera, en la polaridad dinámica de la vida, se constituye el rango esencial de toda
experiencia particular: la normatividad biológica, a la que Canguilhem se refiere como:
Podemos calificar de normales a tipos o funciones, porque hacemos referencia a la
polaridad dinámica de la vida. Si existen normas biológicas, es porque la vida, al no
ser sumisión al medio ambiente sino institución de su propio medio ambiente, por ello
mismo pone valores no sólo en el medio ambiente sino también en el organismo
mismo. Denominamos a esto “normatividad biológica”. (Canguilhem, 2011:175)
La normatividad biológica remite entonces a los valores que la vida instituye en el
organismo y en el entorno, lo cuales, en última instancia, condicionan la relación entre lo
normal y lo patológico. Si se atiende a la definición de norma –que Canguilhem introduce en
Nuevas reflexiones relativas a lo normal y lo patológico– como: “una regla […] aquello que
sirve para hacer justicia, instruir, enderezar” (ibíd.,187), lo normal vendría a ser lo que se
adecua a la regla, “[…] significa imponer una exigencia a una existencia […]” (ibíd.), y
anormal, lo que no se ajusta a los parámetros que esa “exigencia” establece como normales. 9
Pero esto no es todo, Canguilhem amplía el alcance que tienen tales conceptos en la vida
normativa, al contemplar que en ambos estados –normal y anormal– no hay ausencia de
norma.
9 Idea que como se verá posteriormente, está presente en el análisis que hace Foucault en el curso
Seguridad, territorio, población (1978). Véase: Foucault, 2006:74-76.
7
Dominique Lecourt en La historia epistemológica de Georges Canguilhem (1970), 10
señala los dos momentos que constituyen el estado normal del ser viviente: “[…] de acuerdo
con Canguilhem, lo esencial de lo normal consiste en ser “normativo”, es decir en instituir
normas y ser capaz de cambiar las normas que ha instituido” (Lecourt, 1971: XXVII). Desde
la perspectiva Canguilhemiana, un individuo se considera como normal si en la relación que
tiene con el medio confluyen la regularidad y la invención. Regularidad en el sentido de que
la estabilidad de las funciones vitales no se debe ver afectada en referencia a la norma que se
ha “preferido”, Canguilhem comenta al respecto: “[…] normal –es decir adaptado al medio
ambiente y a sus exigencias– […]” (Canguilhem, 2011:152).
El otro rasgo del estado normal, el cual Canguilhem también atribuye a la salud, es la
invención, la disposición que tiene el “ser vivo humano” para luchar contra las adversidades
del medio y la capacidad de crear normas diferentes a las ya establecidas, pues las
condiciones del entorno varían, y por lo tanto, disminuye el valor positivo –o estabilidad– de
la norma que el viviente tenía como la más favorable. En este orden de ideas, Canguilhem
expresa: “El hombre normal es el hombre normativo, el ser capaz de instituir nuevas normas
[…]” (ibíd., 104) y posteriormente aclara: “Lo normal es el efecto obtenido por la ejecución
del proyecto normativo, es la norma exhibida en el hecho” (ibíd., 191).
Este “proyecto normativo”, que a primera vista, solo se vincula con el estado normal,
Canguilhem lo remite al carácter correctivo de la norma, en el cual, la normatividad e
inclusive la diferencia entre lo normal y anormal encuentran su “condición de posibilidad”.
Canguilhem identifica que la norma, lejos de “imponerse” al modo de ley de la naturaleza, se
“propone” como una “expresión de preferencia” que pretende corregir, es decir, “normar” o
“normalizar” lo que no ha sido aceptado (Canguilhem, 2011: 187-188).
La vida no se desarrolla en condiciones ajenas al riesgo, la incertidumbre y el error,
sin cada uno de estos factores, la normatividad biológica, no tendría razón de ser, carecería
de valor la relación conflictiva entre el viviente y su medio, sería el estado ideal –al que
apuntaban Comte, Bernard y los fisiólogos del s. XIX– que reduce cualquier perturbación
vital a un promedio cuantificable. Canguilhem defiende la idea de que tales condiciones son
las que posibilitan el ejercicio normativo:
10
Prefacio a la versión en español de Lo normal y lo patológico. Véase: Canguilhem, 2011.
8
Lo anormal como a-normal es posterior a la definición de lo normal. Sin
embargo, la anterioridad histórica de lo anormal futuro es la que suscita una
intención normativa […] Desde este punto de vista fáctico, existe pues entre lo
normal y lo anormal una relación de exclusión. Pero esta negación está
subordinada a la operación de negación, a la corrección requerida por la
anormalidad. Por lo tanto, no hay nada paradójico en decir que lo anormal,
lógicamente secundario es existencialmente primitivo. (Canguilhem, 2011:191)
En estos términos, si la norma, como se ha dicho, es “expresión de una
preferencia”, todo su ejercicio regulador –o normativo– se dirige hacia lo que no está
bajo su dominio: lo irregular. En este contexto, Canguilhem insiste en la “inversión” de
los valores que surge en el afán de “normalizar” todo lo que en referencia a la norma se
califica como negativo. Es, precisamente, en este juego de valores que estriba lo
“polémico” de la norma.
Retomando la cuestión del alcance que Canguilhem concede a lo normal y
anormal, en el Ensayo acerca de algunos problemas relativos a lo normal y lo
patológico, la noción de patología (enfermedad) se configura –como ya se había
anticipado– a partir del encuentro que tiene el viviente con su medio. En consecuencia,
el estado patológico o anormal 11
no se define conforme a los parámetros del estado
normal, en el cual vendría a ser una variante cuantitativa sin desarrollo normativo
propio, antes bien, debido a la presencia de la norma en el movimiento vital de los
individuos, el estado patológico se considera como tal, en tanto que el viviente carece de
la fuerza normativa que requiere para enfrentarse a los cambios del ambiente. Lo
anterior, no significa que la capacidad normativa del individuo desaparezca, sino que
disminuya la habilidad que tiene para sustituir una norma por otra en distintos entornos.
Así, en el capítulo Enfermedad, curación, salud, Canguilhem afirma que:
[…] el estado patológico o anormal no está constituido por la ausencia de toda
norma. La enfermedad es aún una norma de vida, pero es una norma inferior en
11
A propósito de la diferencia entre “anormal” y “anomalía”, Canguilhem recurre al carácter
normativo de la vida para advertir que no toda “variedad biológica” –sea morfológica o
funcional– se puede juzgar como patológica o anormal en sí misma, pues aquello que puede
convertir a una anomalía en “anomalía patológica” es la reducida correspondencia de las
normas vitales con las exigencias del entorno, la cual se expresa como valor negativo
(Canguilhem, 2011: 91-108).
9
el sentido de que no tolera ninguna desviación de las condiciones en las que se
vale, puesto que es incapaz de transformarse en otra norma. El ser vivo enfermo
está normalizado en condiciones de existencia definidas y ha perdido la
capacidad normativa, la capacidad de instituir diferentes normas en condiciones
diferentes. (Canguilhem, 2011:139)
Ahora bien, si la norma está presente en la salud y en la enfermedad, ¿en qué
reside entonces la especificidad de cada uno de estos polos vitales? Se trata de la
experiencia que tiene el individuo biológico en una situación particular, y sobre todo, en
la manera cómo vence las dificultades que acarrea la relación con el medio. Lo cierto es
que ninguno de los tres elementos que participa en la polaridad dinámica de la vida, a
saber: las “condiciones de existencia” en las que la vida es posible, la capacidad
normativa del viviente frente a tales condiciones y los estados –normal y patológico–
que de ahí surgen, está determinado de forma exacta. Por tal razón, la salud al igual que
la enfermedad se limita a la experiencia individual, pero a diferencia de ésta, no
mantiene el mismo ritmo de normalidad ante las modificaciones del ambiente:
Si se reconoce que la enfermedad sigue siendo una especie de norma biológica,
esto entraña que el estado patológico no puede ser denominado de “anormal” de
un modo absoluto, sino anormal dentro de la relación con una situación
determinada. Recíprocamente, estar sano y ser normal no son cosas totalmente
equivalentes, porque lo patológico es una especie de normalidad. Estar sano no
es sólo ser normal en una situación dada, sino también ser normativo en esa
situación y en otras situaciones eventuales. Lo característico de la salud es la
posibilidad de superar la norma que define lo momentáneamente normal, la
posibilidad de tolerar infracciones a la norma habitual e instituir normas nuevas
en situaciones nuevas. (Canguilhem, 2011, 149-150)
La “normatividad” es, en última instancia, el carácter vital que fija los límites
entre lo normal y lo patológico, en este sentido, no es extraño que para Canguilhem la
medicina –o mejor dicho, la “práctica médica”– gire alrededor de aquellos dos
conceptos.12
En línea opuesta a la perspectiva positivista, la experiencia que el viviente
12
En este punto, vale la pena recordar, la cita que Dominique Lecourt hace del Conocimiento de
la vida (1976) en el estudio introductorio de Lo normal y lo patológico: “Sin los conceptos de
10
tiene en el estado normal y en el patológico se constituye en el campo de acción de dos
“técnicas” –la clínica y la terapéutica– que posibilitan el conocimiento –si se quiere
científico– de la salud y la enfermedad. A la clínica concierne la observación minuciosa
y el respectivo registro del “comportamiento del enfermo”, lo cual permite que la
enfermedad sea valorada en términos normativos, más que en estadísticos; por su parte,
la terapéutica apunta hacia el restablecimiento del estado normal, a partir de dos
factores: el enfrentamiento de la vida ante cualquier amenaza y la actividad que el
individuo –o su comunidad– juzga como normal. En palabras de Canguilhem:
En materia de patología, la primera palabra, históricamente hablando, y la última
palabra, lógicamente hablando, le corresponde a la clínica. Ahora bien, la clínica no es
una ciencia y nunca será una ciencia, incluso cuando utilice medios cuya eficacia esté
cada vez más científicamente garantizada. La clínica es inseparable de la terapéutica y
ésta es una técnica de instauración o de restauración de lo normal, cuyo objetivo, a saber
la satisfacción subjetiva de que una norma está instaurada, escapa a la jurisdicción del
saber objetivo. No se dictan científicamente normas a la vida. Sino que la vida es esa
actividad polarizada de debate con el medio ambiente que se siente o no normal, ya sea
que se sienta o no en posición normativa. El médico ha tomado partido por la vida
(Canguilhem, 2011:174) 13
En definitiva, el proyecto filosófico que emprende Canguilhem al examinar,
desde los procedimientos médicos, la relación ente lo normal y lo patológico, está en
contravía de la concepción positivista que reduce cualquier diferencia entre estos dos
estados a un promedio cuantitativo. La apuesta teórica de Canguilhem está orientada
hacia la capacidad que tiene todo organismo biológico de crear normas en las distintas
condiciones que establece el medio al que se enfrenta de manera constante; de la
presencia o ausencia de la normatividad vital depende que el viviente se sienta saludable
o enfermo. De este modo, el conocimiento sobre la vida y la enfermedad (fisiología y
patología) no precede a la experiencia que tiene el individuo con el entorno, sino que
trata de explicarla a través de sus métodos.
normal y patológico el pensamiento y la actividad del médico resultan incomprensibles” (Como
se cita por Lecourt, 1971: XVII). 13
El resaltado es mío.
11
1.2 DE LA NORMATIVIDAD BIOLÓGICA A LA NORMALIZACIÓN SOCIAL
Al igual que su maestro, Michel Foucault se interesó por el funcionamiento de la norma
en la vida del individuo; sin embargo, sus planteamientos se dirigen hacia el ámbito
político, poco explorado por Georges Canguilhem en Lo normal y lo patológico. 14
Con
todo, es necesario aclarar que en Nuevas reflexiones relativas a lo normal y lo
patológico, Canguilhem orienta su investigación al plano social, con el objetivo de
mostrar los límites que existen entre la regulación biológica y la regulación social.
La comparación que Canguilhem hace de estas dos formas de regulación, se
puede reducir a la condición interior y exterior de la norma. Como ya se ha dicho, la
capacidad que tienen los organismos de instaurar normas no está predeterminada por
ninguna acción o cálculo ajeno a la polaridad dinámica de la vida, es por esto que, el
estado de normalidad de un ser vivo no se consolida en la relación que las partes
establecen con el medio, sino en la restitución que el todo orgánico logra al articularse
con las reglas que son inherentes al movimiento vital. En contraste, las normas sociales
son impuestas por un “regulador” externo a la colectividad, cuyos elementos, a pesar de
existir de forma separada, pueden responder a las exigencias de la sociedad en las que
han sido creados. Asimismo, el individuo es a la vez, agente activo y pasivo en el
proceso de regulación. Activo, en el sentido de que puede cuestionar y restablecer las
normas; y pasivo, en tanto que “las reglas tienen que ser representadas, aprendidas,
rememoradas, aplicadas” (Canguilhem, 2011: 197).
Lo que se podría denominar “normatividad social” es un tema en el que
Canguilhem incursiona de forma general, aun así, queda claro que la regularidad a la
que tienden el organismo biológico y la organización social no debe entenderse en los
mismos términos. En la sociedad, las normas funcionan de forma independiente, es
decir, en cada uno de los órganos normativos, pero al mismo tiempo, se “co-
relacionan”, cuando procuran dar un valor común a las diferentes individualidades que
14
En el artículo Redescubriendo a un filósofo híbrido: Georges Canguilhem (2014), Francisco
Vázquez García señala que hasta finales del siglo XX se dio a conocer en el medio académico
los escritos de juventud de Georges Canguilhem, lo cual produjo una reinterpretación de sus
ideas, sesgadas hasta el momento a la historia de las ciencias de la vida y de la medicina. En
este nuevo análisis del pensamiento de Canguilhem, auspiciado por investigadores como:
Dominique Lecourt, Guillaume Le Blanc, Camille Limoges, Xavier Roth, entre otros; se ha
descubierto su “vocación de filósofo práctico” y la predilección por los asuntos morales,
políticos y estéticos. Véase: Vázquez, 2014.
12
erigen allí su experiencia. En este aspecto, Canguilhem atribuye a las reformas de la
institución pedagógica y sanitaria del siglo XIX, la difusión del concepto de normal
entre la gente. Además, añade que:
“Normal” es el término mediante el cual el siglo XIX va a designar el prototipo
escolar y el estado de salud orgánica. La reforma de la medicina como teoría
descansa a su vez sobre la reforma de la medicina como práctica: en Francia –
como también en Austria– está estrechamente vinculada con la reforma
hospitalaria. La reforma hospitalaria como la reforma pedagógica expresan una
exigencia de racionalización que aparece igualmente en política, así como
aparece en la economía bajo el efecto del naciente maquinismo industrial, y así
como desemboca por último en lo que se ha llamado después “normalización”.
(Canguilhem, 2011: 185)
Más allá de las anécdotas que se puedan rastrear de la amistad entre Canguilhem
y Foucault, se pretende mostrar el alcance que han tenido las reflexiones de Canguilhem
acerca de la norma en los postulados foucaultianos. Las aproximaciones que se van a
esbozar a continuación, se apoyan en los trabajos realizados por Edgardo Castro, Pierre
Macherey y Francisco Vázquez García, conocedores del pensamiento de ambos
intelectuales franceses. La intención de presentar la influencia de Canguilhem en las
indagaciones de Foucault sobre la locura, la enfermedad mental y el disciplinamiento de
los cuerpos, tiene que ver con el tema que ha motivado este proyecto de investigación:
la emergencia y transformación del saber médico en los mecanismos de poder desde el
internamiento de los locos hasta el desarrollo de las dos formas de gobierno sobre la
vida: anatomopolítica y biopolítica. Sin embargo, esto no quiere decir que las ideas de
Foucault estén totalmente adheridas a la propuesta filosófica de su maestro, sino que se
puede reconocer cierta afinidad en la manera cómo juzgan la actividad normativa de la
medicina y más que nada de la vida.
En el caso particular de Historia de la locura en la época clásica I (1964), no se
evidencia una proximidad entre los postulados de Canguilhem y las consideraciones de
Foucault correspondientes a la locura. Si bien las categorías de normal y anormal
aparecen en los capítulos: “El mundo correccional” y “Experiencias de la locura”, en
ninguno de los dos se refiere a la relación conflictiva que tiene el individuo con el
medio ambiente que lo rodea. El internamiento de los locos que se inicia a mitad del
13
siglo XVII, con la inauguración del Hôpital Général en 1656, y cuyo propósito era
salvaguardar a quiénes no encajaban en la organización social (pobres, degenerados,
alienados, criminales, desocupados, enfermos venéreos, etc.) es el eje transversal en el
que Foucault ubica tales categorías.
La práctica del internamiento que se extendió por Europa, principalmente a
Inglaterra y Alemania, no tiene la función de ser una instancia médica en la que se trate
a los internos como pacientes que presentan determinados síntomas, se les aplica un
tratamiento y al recuperarse, retoman las actividades que realizaban antes; por el
contrario, para Foucault, los factores jurídico y policial son los que posibilitan esta
práctica social en la que confluyen: por un lado, las acciones de buena voluntad que
buscan brindar asistencia a quienes lo necesitan; y por el otro, los actos represivos que
se aplican al individuo incapaz de vincularse al trabajo, administrar adecuadamente sus
bienes o que se encuentra en condiciones económicas deplorables. En consecuencia,
para el interno, el encierro será percibido como beneficio, si esta experiencia significa la
única ayuda que recibe y le permite seguir viviendo; pero también, será percibido como
castigo, al ser un espacio de represión que solo pretende acabar con la miseria en
términos de seguridad y orden para la ciudad:
El confinamiento es una creación institucional propia del siglo XVII. Ha tomado
desde un principio tal amplitud que no posee ninguna dimensión común con el
encarcelamiento tal como podía practicarse en la Edad Media. Como medida
económica y precaución social, es un invento. Pero en la historia de la sinrazón
señala un acontecimiento decisivo: el momento en que la locura es percibida en
el horizonte social de la pobreza, de la incapacidad de trabajar, de la
imposibilidad de integrarse al grupo; el momento en que comienza a asimilarse a
los problemas de la ciudad. (Foucault, 2015: 127)
El hecho de que en los lugares de internamiento se albergara a personas
excluidas por distintos motivos, permitió que tanto las ciudades como los mismos
centros de confinamiento se organizaran de manera eficaz y conforme a las exigencias
sociales, económicas y éticas de ese tiempo. Este último parámetro fue el más decisivo
al momento de establecer cuáles experiencias debían integrar el espacio del encierro.
Piénsese, por ejemplo, en el estatuto moral que establecían las familias burguesas en
relación a la sexualidad, el cual al imponerse como regla, favorecía el ingreso de dicha
14
experiencia al “sistema de coacción” representado en términos de razón-sinrazón y
salud-enfermedad (normal–anormal).
La segunda referencia que Foucault hace de la dupla normal–anormal está
vinculada con las dos formas de alienación: la locura indiferenciada del encierro y la
locura reconocida como enfermedad. En la primera, la actividad del médico era
restringida, ya que estaba dirigida al control de los que padecían alguna enfermedad; si
las condiciones de esos centros de confinamiento eran prácticamente las mismas para
todos los internos, el alienado no era el único que podía tener cualquier tipo de dolencia.
En cambio, en la otra experiencia de la locura, la práctica médica se realizaba a modo de
una hospitalización en la que se aislaba y se trataba al alienado como enfermo y no
como detenido. Para Foucault, ambas experiencias se constituyen en el ámbito jurídico
y social, de ahí que la medicina oriente sus acciones hacia la “libertad civil” y la
“libertad social”, en la que se “pone en juego la conducta del hombre social, y prepara
así una patología dualista, en términos de normal y anormal, de sano y enfermo […]”
(Foucault, 2015: 208).
Aunque se podría reafirmar que en Historia de la locura en la época clásica I no
hay una huella latente de los postulados de Canguilhem, en el último capítulo: “Médicos
y enfermos”, Foucault parece tener ideas cercanas a las de su maestro en lo que atañe a
la terapéutica.15
Todo lo que se articula en la enfermedad y que la curación pretende
eliminar, se apoya en prácticas terapéuticas orientadas a la experiencia del enfermo y al
saber que tiene el médico; por consiguiente, en el caso de la locura, “el tratamiento
consiste en suscitar en el enfermo un movimiento a la vez regular y real, y en este
sentido, que obedezca a las reglas del movimiento del mundo” (ibíd., 493). Aun cuando
la reflexión de Foucault no es una crítica a la tesis positivista de lo normal y lo
patológico, se puede entrever que, en la misma línea de Canguilhem, concede primacía
a la práctica (terapéutica) sobre la teoría médica y a la relación que existe entre el
enfermo y su entorno.
15
Se podría objetar que el texto de Foucault fue publicado antes que el de Canguilhem, y que
por lo tanto, no exista una aproximación del discípulo al maestro en la cuestión de la
terapéutica. No obstante, Canguilhem, en Ensayo acerca de algunos problemas relativos a lo
normal y lo patológico (1943) ya había planteado la primacía de la clínica y la terapéutica sobre
la teoría médica. Véase: Canguilhem, 2011.
15
Se sabe que Foucault en El Nacimiento de la clínica. Una arqueología a la
mirada médica (1963) alude de forma directa a Canguilhem, específicamente al
Conocimiento de la vida (con fecha de 1952), al examinar cómo la muerte se convierte
en la base de la mirada médica. 16
Tampoco es un secreto que Canguilhem, en Nuevas
reflexiones relativas a lo normal y lo patológico (1963-1966), se refiere a la
investigación que Foucault desarrolla en aquel libro.17
Pese a esto, ni en una ni en otra
mención, se puede advertir de forma clara una posible aproximación. No obstante,
Pierre Macherey y Francisco Vázquez García, estudiosos del tema, defienden la idea de
que entre Lo normal y lo patológico y El nacimiento de la clínica existe cierta relación.
En De Canguilhem a Foucault: las fuerzas de las normas (2011), Macherey, al
estudiar las ideas de Canguilhem sobre la articulación entre las normas biológicas y las
sociales, manifiesta que el rasgo principal de la normatividad vital es la experiencia
humana, en la que todo “valor negativo” llámese error, enfermedad, anormalidad o
monstruosidad es inherente a la vida y posibilita tal experiencia. De este modo, resulta
absurdo creer que las normas se constituyan e instauren de forma previa a la lucha que
emprende la vida con los obstáculos que se le presentan y a las condiciones histórico-
sociales en las que tiene lugar; o que dicho valor, represente a fuerzas exteriores que
vienen a irrumpir el curso habitual de la existencia. En este punto, Macherey sostiene
que:
En lo concerniente a la enfermedad, tal fue sin duda la perspectiva desde la cual
Michel Foucault analizó la experiencia de la clínica, cuya estructura engloba,
junto al enfermo que consulta porque le duele algo, al médico que diagnostica la
enfermedad cuyo síntoma es esa demanda, así como a la institución médica que
aporta su legitimidad a esa relación entre un paciente observado y el profesional
que lo examina. (Macherey, 2011:158)
Francisco Vázquez García, va un poco más allá, pues no se limita al legado que
Canguilhem dejó en las investigaciones de Foucault –aspecto que se mostrará más
adelante cuando se exponga la influencia de Canguilhem en algunos cursos de
Foucault–, sino que resalta la inquietud que el Nacimiento de la Clínica suscitó en las
16
Véase, Foucault, 2012: 196.
17
Véase, Canguilhem, 2011: 230.
16
nuevas consideraciones de Canguilhem acerca de la relación entre lo vital y lo social en
términos normativos. Vázquez, apoyándose de los argumentos que expone Guillaume
Le Blanc en La vie humaine. Antropologie et biologie chez Georges Canguilhem
(2002), reitera que Canguilhem pasa de “una antropología regida por la biología a una
biología regida por la antropología” (Vázquez, 2015: 184).
Al margen de los comentarios de Macherey y Vázquez, a propósito de la
relación Canguilhem-Foucault, y viceversa, se quiere resaltar el modo en el que
Foucault introdujo los conceptos de salud y enfermedad en el estudio que realizó de las
condiciones históricas que posibilitaron la experiencia médica. Respecto a esto,
conviene decir que en el capítulo segundo del Nacimiento de la Clínica: “Una
conciencia política”, Foucault analiza dos mitos médicos que surgen en el contexto de la
Revolución Francesa (siglo XVIII); el primero, tiene que ver con la estructuración que
la nación hace de la actividad médica, equiparándola, con la organización del clero, la
cual pretende aliviar los padecimientos del alma, mientras que la medicina se dirige a
los sufrimientos del cuerpo. De esta manera, la nación garantiza la asistencia oportuna
de los enfermos y al mismo tiempo, consolida la medicalización estricta de la sociedad.
El segundo mito corresponde a la ausencia de enfermedad en un entorno
totalmente controlado, en el que la práctica médica deja de existir por la acción de los
buenos gobiernos que le proporcionan al hombre “condiciones de existencia”
favorables. Sin pobreza ni enfermedad, la tarea del médico se orienta más al cuidado y
equilibrio de la salud que al tratamiento de síntomas o al restablecimiento de las
funciones normales del organismo. Desde esta perspectiva, la medicina se incorpora en
las funciones del Estado y resignifica su labor, el saber que va a proporcionar ya no solo
se concentra en la enfermedad, sino también, en la experiencia que tiene el “hombre
saludable” que es a la vez un prototipo de las relaciones que debe tener el individuo con
la sociedad:
Hasta fines del siglo XVIII, lo normal permanecía implícito en el pensamiento
médico, y sin gran contenido: simple punto de referencia para situar y explicar la
enfermedad. Se convierte para el siglo XIX en una figura en pleno relieve. A
partir de él la experiencia de la enfermedad tratará de ilustrarse y el
conocimiento fisiológico, en otro tiempo saber marginal para el médico y
puramente teórico, va a instalarse (Claude Bernard es un testimonio de ello) en
17
el corazón mismo de toda reflexión médica. Hay más: el prestigio de las ciencias
de la vida en el siglo XIX, el papel de modelo que éstas han tenido, sobre todo
en las ciencias del hombre, no está vinculado primitivamente al carácter
comprensivo y trasferible de los conceptos biológicos, sino más bien al hecho de
que estos conceptos estaban dispuestos en un espacio cuya estructura profunda
respondería a la oposición entre lo sano y lo mórbido. Cuando se hable de la
vida de los grupos y de las sociedades, de la vida de la raza, o incluso de la “vida
psicológica”, no se pensará en principio en la estructura interna del ser
organizado, sino en la bipolaridad médica de lo normal y lo patológico.
(Foucault, 2012: 63)
Si existen aproximaciones del discípulo al maestro y del maestro al discípulo,
como es de esperarse, también hay divergencias entre estos dos pensadores. Por más
que Canguilhem, en Nuevas reflexiones relativas a lo normal y lo patológico, haya
explorado la cuestión de la norma en las dinámicas sociales, las exigencias vitales de los
individuos son las que posibilitan cualquier ejercicio de normatividad, e inclusive, de
normalización, puesto que la salud y la enfermedad son valores positivos y negativos,
respectivamente, que justifican la necesidad de normalizar a los individuos de una
sociedad. En cambio, para Foucault, la actividad normativa se configura en la inserción
de los fenómenos vitales en el ámbito del poder. Hasta aquí, se ha tratado de exponer a
grandes rasgos, la repercusión que tuvo los conceptos canguilhemianos de lo normal y
lo patológico en dos textos de Foucault, en los que el saber médico se encuentra en el
centro de sus intereses. 18
Ahora, se va a considerar, cómo el concepto de norma es
analizado por Foucault desde sus reflexiones sobre el poder psiquiátrico y el biopoder y
en qué medida las ideas de Canguilhem pueden estar aún presentes.
En la entrada “Canguilhem” del Diccionario Foucault. Temas, conceptos y
autores (2011), Edgardo Castro muestra que Foucault cita a su maestro en los cursos: El
poder psiquiátrico (1973-1974), Los anormales (1974-1975) y Seguridad, territorio,
población (1977-1978), para sustentar algunas reflexiones en torno a la norma. En el
primer curso, la referencia a Canguilhem aparece en la clase del 16 de enero de 1974, en
18
Por motivos de extensión, el primer libro de Foucault, Enfermedad mental y personalidad
(1954) no fue expuesto en este capítulo. Sin embargo, se destaca el apartado número dos de la
conclusión: “Lo normal y lo patológico”, en el que Foucault expresa que la alienación social y
no lo anormal, es la condición de posibilidad de la enfermedad. Véase: Foucault, 1984.
18
la cual Foucault defiende que la “generalización” de la psiquiatría en el siglo XIX fue
posible por la aparición de las anomalías en las prácticas institucionales (internamiento).
Esta hipótesis de trabajo, va en dirección opuesta a la idea de que el “niño loco” y el
entramado teórico de la enfermedad mental eran los factores que constituían la actividad
psiquiátrica en sus inicios.
Con la intención de apoyar su juicio acerca del papel que jugó el concepto de
norma en el establecimiento del poder psiquiátrico, Foucault recuerda que Canguilhem,
en Lo normal y lo patológico, ha manifestado que: “Normal es el término mediante el
cual el siglo XIX designará el prototipo escolar y el estado de salud orgánica” (como se
cita por Foucault, 2012:230). A partir de esta frase, Foucault comienza a esbozar las
implicaciones teóricas y prácticas que se adjudican a la psiquiatrización de la infancia,
en cuyo estudio encuentra que, a mediados del siglo XIX, por un lado, existe el
supuesto de que la locura y la idiotez no son estados patológicos del individuo, pues
aquella ya no es considerada como una enfermedad; por el otro, se promueve la
“anexión institucional” de los idiotas en los centros de confinamiento.
En el aspecto teórico, Foucault retoma la práctica de internamiento –expuesta en
páginas anteriores–, para señalar que tanto el loco como el imbécil comparten la misma
condición de exclusión al hacer parte del conjunto de individuos que por razones
sociales y económicas eran apartados de las ciudades. Si a finales del siglo XVIII ésta
era la situación del imbécil, pronto cambia la manera en la que se concibe a la idiotez
por las indagaciones que llevan a cabo médicos franceses como Dominique Esquirol y
Édouard Seguin. En la primera mitad del siglo XIX, Esquirol expresa que la idiotez no
puede ser comprendida como una afección de la salud porque aquello que la distingue
de la locura es la falta de “desarrollo”, ya sea a nivel biológico o temporal; en oposición
a enfermedades como la demencia, en la idiotez no se evidencia avance o retroceso en
los procesos que afectan el óptimo funcionamiento de la capacidad de pensar o percibir.
En consecuencia, el concepto de desarrollo es clave para entender los límites que hay
entre las enfermedades y las no enfermedades, cuyo grupo lo encabeza, la idiotez.
En la diferenciación que hace Seguin entre la idiotez y el retraso infantil, el
“desarrollo” ya no se plantea como una cualidad que está presente o ausente en el
individuo, sino antes bien, se concibe como un proceso en el que las funciones
fisiológicas y psicológicas se ven comprometidas por una interrupción (idiotez) o
19
continuidad que está por debajo del parámetro normal (retraso infantil). Dicho proceso,
lejos de funcionar en el campo de actividad de la enfermedad, se comprende a partir de
la normatividad que representa el desarrollo, al ser una regla común que indica hasta
qué punto la vida del hombre alcanzó su crecimiento; de ahí que para el idiota, el
parámetro de normalidad sea el desarrollo culminado del adulto, mientras que para el
retrasado, el desarrollo progresivo del niño. En este orden ideas, Foucault recalca el
surgimiento de la anomalía como la categoría que permite distinguir a las desviaciones
de la norma de las enfermedades: “[…] el niño idiota o retrasado no es un niño enfermo
sino un niño anormal” (Foucault, 2012:243).
De otro lado, en el estudio que Foucault realiza de las formas de generalización
de la psiquiatría, la práctica institucional de la incorporación de los imbéciles en los
lugares de internación, favoreció el ejercicio del poder psiquiátrico sobre lo anormal. La
progresiva adecuación de espacios destinados para encerrar a los “débiles mentales” que
se efectuó de 1830 en adelante y la aplicación de las condiciones de confinamiento de
los alienados a la reclusión de los idiotas, fueron los elementos constitutivos de la
aparición del concepto de anomalía en el campo de la psiquiatría durante el siglo XIX.
En un principio, el propósito de tratar a los imbéciles en instituciones disciplinarias
como las “salas de asilo” y “jardines para infantes” era librar a los padres de familia de
las responsabilidades de sus hijos, para proporcionarles más tiempo y disponibilidad
para el trabajo; luego, la extensión de la práctica de internamiento a las manifestaciones
de idiotez fue el aspecto primordial que motivó su unificación con la locura en la
categoría general de “alienación mental”.
El poder psiquiátrico se consolida, entonces, en la educación que reciben los
idiotas en el espacio disciplinario en el que son asistidos. De manera que, en la figura
del maestro recaen los mecanismos de coerción que pretenden encauzar el instinto que
domina la voluntad del idiota, proceso apoyado por lo demás, en la distribución
completa del tiempo. Todo lo anterior, Foucault lo examina para llegar a la conclusión
de que la “ley de 1838” en la que se establecía la aplicación de la estructura de represión
de los alienados a los idiotas, posibilitó la articulación de la perspectiva teórica y la
institucional (Foucault, 2012:257). En tal sentido, la actividad del médico se limita a
determinar cuáles individuos debían ser internados por su situación de alienados y más
que nada, por el peligro que representan para el orden y la seguridad de las ciudades,
20
cuya obligación consistía en asumir el coste económico de los internados: “En otras
palabras, la noción de peligro se convierte en la noción necesaria para hacer pasar un
hecho asistencial como un fenómeno de protección y permitir entonces que quienes
están encargados de la asistencia la acepten” (ibíd., 258).
Antes de terminar la clase del 15 de enero de 1975 del curso Los anormales,
Foucault resalta tres ideas de la segunda parte de Lo normal y lo patológico, que a su
parecer son fundamentales para comprender lo que él mismo denomina: “tecnologías
positivas de poder”. La primera, es la mención que Canguilhem hace del “proceso
general de normalización” que se expresa en las reformas pedagógicas, médicas e
industriales del siglo XVIII; la otra, tiene que ver con el carácter polémico de la norma,
en cuya relación con el medio se define el alcance de su poder; y la última, trata del
aspecto afirmativo de la norma, en el que se reconoce el desarrollo de su actividad a
través de técnicas de intervención y no de exclusión (Foucault, 2014: 57).19
Pero, ¿en qué consisten dichas “tecnologías positivas de poder”? Las tecnologías
positivas de poder es el término que Foucault adjudica a la sustitución del modelo de la
lepra por el de la peste que ocurre a finales del siglo XVII y principios del XVIII. La
contraposición de estos modelos, y de paso, las teorías que cada uno sostiene sobre el
poder, es el problema a partir del cual Foucault pretende demostrar que los efectos de
normalización del sistema disciplinario, se apoyan en una concepción positiva del poder
que funciona a través de mecanismos no represivos sobre los individuos.
Esta defensa de lo que se podría denominar “la positividad del poder”, proviene
del análisis que Foucault realiza de la “pericia médico legal”, en el que ni el poder
judicial, ni el psiquiátrico pueden constituirse como objeto de esta experiencia que se
orienta hacia el tratamiento de los anormales. El “poder de normalización”, por el
contrario, sí actúa como instancia reguladora de aquellos individuos que no se ajustan a
los parámetros sociales, médicos y jurídicos de normalidad. Si bien Foucault en el
desarrollo de este curso traza una genealogía de la anormalidad, primero cree
conveniente reconocer que la originalidad de su trabajo no radica en el estudio que hace
de la normalización en el campo de la sexualidad, sino en la manera como entiende el
19 Para una breve contextualización de estas ideas canguilhemianas, véase la primera parte del
presente capítulo: “La vieja cuestión de lo normal y lo patológico”.
21
funcionamiento del poder a partir de tal estudio. En este contexto, Foucault se refiere al
modelo de la lepra y al de la peste.
En la Edad Media, la exclusión de los leprosos permitió el despliegue de
mecanismos de control que se expresaban en prácticas de separación, destierro y
rechazo sobre los habitantes que padecían esta condición. No existía, por lo tanto,
ningún tipo de procedimiento (médico o social) dirigido al restablecimiento del leproso,
pues desde su expulsión de la ciudad se le estimaba como muerto, inhabilitado en el
ámbito jurídico y político. Este modelo, además, perduró hasta el confinamiento de la
población incapacitada para el trabajo de finales del siglo XVII y principios del XVIII.
Ahora bien, en la edad clásica se “reactiva” el modelo de la peste, por medio de
la inclusión de los apestados en la organización meticulosa del territorio destinado para
su convalecencia. Distinto a lo que sucede en el modelo de exclusión de la lepra, se
realiza vigilancia y registro constante del estado en el que se encuentran los individuos
para de este modo determinar si representan o no peligro para la ciudad. No se trata de
retirarlos de forma definitiva, sino de asignarles un lugar para que pasen la cuarentena y
recuperen sus fuerzas vitales. Lo que pretende Foucault, con la elucidación de estos
modelos, es mostrar la sustitución de las técnicas de poder represivas por las positivas:
En términos generales diría esto. En el fondo, el reemplazo del modelo de la
lepra por el modelo de la peste corresponde a un proceso histórico muy
importante que, en una palabra, yo llamaría la invención de las tecnologías
positivas de poder. La reacción a la lepra es una reacción negativa; una
reacción de rechazo, exclusión, etcétera. La reacción a la peste es una reacción
positiva; una reacción de inclusión, observación, formación de saber,
multiplicación de los efectos de poder a partir de la acumulación de la
observación y el saber. Pasamos de una tecnología del poder que expulsa,
excluye, prohíbe, margina y reprime, a un poder que es por fin un poder
positivo, un poder que fabrica, que observa, un poder que sabe y se multiplica a
partir de sus propios efectos. (Foucault, 2014:55)
En esta perspectiva positiva del poder, se inscribe el estudio que Foucault
realiza acerca de la inserción de los procesos vitales en el campo del poder, lo que se
22
conoce como: Biopoder.20
Más aún, en la relación de las dos formas bajo las que se
desarrolla este ejercicio de poder sobre la vida, anatomopolítica y biopolítica, Foucault
retoma el análisis del concepto de norma, expuesto en la lección del 17 de marzo del
curso Defender la sociedad (1976) y en la clase del 25 de enero de Seguridad,
territorio, población (1978), en la que menciona Lo normal y lo patológico a propósito
de los planteamientos de Hans Kelsen relativos a la ley y la norma. Esto quiere decir, en
últimas, que la influencia de Canguilhem, por lo menos en lo que se refiere al
funcionamiento de la norma en los mecanismos de poder del siglo XVII al XIX, es
inexistente, o mejor dicho, no es admitida de manera explícita por Foucault.
En la clase del 17 de marzo, Foucault examina de qué modo se constituye el
concepto de biopoder a partir de dos “técnicas de poder” que surgen al margen del
derecho de soberanía: “Hacer morir o dejar vivir”, el cual se reduce a la voluntad que
tiene el soberano para sustraer las fuerzas vitales de sus súbditos. El primer mecanismo
de poder aparece entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, en las prácticas
dirigidas al adiestramiento de los cuerpos para aumentar la fuerza productiva de trabajo
e incorporarlos en los sistemas de control político y económico, mecanismo que
Foucault denomina en un principio como: Tecnología disciplinaria, y luego,
anatomopolítica del cuerpo humano. A mediados del siglo XVIII, señala Foucault,
emerge otro mecanismo de poder que, sin anular al anterior, se orienta a la vida
biológica del hombre, específicamente, a los fenómenos que intervienen en la gestión de
las poblaciones, entre los que se encuentran: la natalidad, longevidad, mortalidad,
crecimiento demográfico, campañas de salud pública, etc., lo que Foucault designa con
el nombre de: biopolítica de la especie humana. En este orden de ideas, se puede inferir
que ambas técnicas de poder, al tener diferentes ámbitos de aplicación, no se excluyen,
sino antes bien, se ejercen de forma conjunta por medio de la norma:
De una manera aún más general, puede decirse que el elemento que va a
circular de lo disciplinario a lo regularizador, que va a aplicarse del mismo
modo al cuerpo y a la población, que permite a la vez controlar el orden
disciplinario del cuerpo y los acontecimientos aleatorios de una multiplicidad
20
En los capítulos que siguen se profundizará en la investigación que Foucault realiza de este
concepto. Por el momento, sólo se tendrá en cuenta el modo en que funciona la noción de norma
en los dos mecanismos de poder centrados en la vida: la disciplina y los dispositivos de
seguridad.
23
biológica, el elemento que circula de uno a la otra, es la norma. La norma es lo
que puede aplicarse tanto a un cuerpo al que se quiere disciplinar como a una
población a la que se quiere regularizar. (Foucault, 2002: 228-229)
La articulación de estos mecanismos (disciplina y biopolítica) conforman la
sociedad de normalización, en la que se expresa el modo como opera el poder que se
establece tanto en el cuerpo (lo orgánico) como en la población (lo biológico).
Inclusive, en esta era del biopoder (siglo XIX), la medicina amplía sus dominios de
intervención, ya que va a funcionar como “saber técnico” que posibilita el vínculo de lo
científico con los procesos vitales, y como “técnica política” que regula dichos procesos
a través de estrategias de prevención y tratamiento de enfermedades.
No obstante, en la clase del 25 de enero de 1978, Foucault se detiene en la
relación que tiene cada una de aquellas tecnologías de poder con la norma, refiriéndose,
por una parte, a la “normación”, y por la otra, a la “normalización”. El procedimiento
que se lleva a cabo para que los individuos sean normalizados, y en consecuencia,
clasificados como aptos o ineptos para desempeñar ciertas labores, radica en si logran o
no ajustarse a una pauta o regla determinada; por tal razón, para Foucault, el término
que mejor expresa la primacía de la norma en las técnicas disciplinarias es la
normación. En el caso de los “dispositivos de seguridad” que se dirigen hacia la
circulación y el equilibrio que puede haber entre los fenómenos aleatorios de la
población, Foucault afirma que:
Tenemos por ende un sistema que es, creo, exactamente la inversa del sistema
que podríamos observar con referencia a las disciplinas. En éstas se partía de
una norma y a continuación era posible distinguir lo normal de lo anormal en
relación con el ordenamiento efectuado por ella. Ahora, al contrario, habrá un
señalamiento de lo normal y lo anormal, un señalamiento de las diferentes
curvas de normalidad, y la operación de normalización consistirá en hacer
interactuar esas diferentes atribuciones de normalidad y procurar que las más
desfavorables se asimilen a las más favorables […] Por consiguiente, yo diría
que ya no se trata de una normación sino más bien, o en sentido estricto, de una
normalización. (Foucault, 2006: 83-84)
Admítase, en este sentido, que desde la óptica foucaultiana, la norma, aunque
se refiere a los procesos vitales de la población, no limita su actividad a la relación que
24
el viviente tiene con el medio, sino a las exigencias políticas y económicas de las
sociedades modernas que la conciben como la bisagra que articula el eje orgánico y
biológico de la vida con los mecanismos de poder que emergen a partir de la necesidad
de normalizar, directa o indirectamente, todo aquello que constituye a la gente, y que de
alguna u otra manera, no se acomoda o perjudica el desarrollo de tales exigencias.
Quizás, en este enfoque político que Foucault atribuye a la norma, la deuda con su
maestro se halle en la similitud que hay entre el funcionamiento del biopoder y la
polaridad dinámica de la vida, idea que Francisco Vázquez García resalta al final del
artículo Canguilhem, Foucault y la ontología política del vitalismo: “ […] el biopoder
no sólo imita a la vida en su vertiente de autoconservación y adaptación, sino también
en su dimensión creativa, como fuente de variación, error, desvío” (Vázquez, 2014:
186).
En definitiva, al principio de este capítulo se afirmaba que uno de los posibles
nexos que puede existir entre Foucault y Canguilhem, se encuentra en “la vieja cuestión
de lo normal y lo patológico” en la cual se evidencia cierta aproximación conceptual del
discípulo al maestro en lo que concierne a la norma. Tras esta breve exposición de las
ideas que tanto el uno como el otro desarrollan respecto al sentido de dicho concepto, se
concluye, en primera instancia, que en el Ensayo acerca de algunos problemas relativos
a lo normal y lo patológico (1943), Canguilhem se refiere a la normatividad biológica
de los seres vivos, en la que se pone a prueba la capacidad que tienen para instituir
normas que le permitan enfrentarse y superar las condiciones del ambiente, por lo tanto,
no resulta fácil establecer si efectivamente Canguilhem influenció las reflexiones de
Foucault sobre la norma, pues como ya se vio, éste orienta su investigación hacia las
técnicas de poder.
Es preciso reconocer, en segundo lugar, que en Nuevas reflexiones relativas a
lo normal y lo patológico (1963-1966), Canguilhem amplía el horizonte de su análisis
sobre la norma al indagar el modo en el que opera desde el ámbito social. Si bien el
término “normatividad biológica” es relegado por el de “normalización”, continúa
latente el propósito de mostrar el carácter definitivo de la polaridad dinámica de la vida
en las cuestiones normativas; en efecto, Canguilhem considera que, a diferencia de lo
que sucede en el orden vital, en la experiencia antropológica, las normas constituyen su
actividad a partir de la intención correctiva –o reguladora– que ejercen sobre las normas
25
que no pertenecen al campo de preferencia elegido, así, ya sea en las exigencias
industriales, higiénicas, políticas, pedagógicas, etc., la norma va a requerir de un
contrario para su ejecución. Ideas que, finalmente, encuentran en Foucault un cariz
distinto al incluirse en investigaciones –más que nada en los cursos de los años 70–
acerca de las relaciones y los mecanismos de poder en ámbitos como la medicina.
26
CAPÍTULO II
EL PODER SOBRE LA VIDA
En el último apartado del capítulo anterior, se mostró hasta qué punto las ideas de
Canguilhem sobre lo normal y lo patológico, influyeron en los postulados foucaultianos
acerca del funcionamiento de la norma en los mecanismos de poder centrados en la vida. En
este contexto, se indicó que para Foucault, los procesos de normalización se configuran en
una noción positiva de poder que tiene como objetivo gestionar la vida de los individuos y la
población. También se mencionó que estos mecanismos, se articulan en la actividad
normativa que disciplina al cuerpo y regula los procesos vitales. Sin embargo, el interés que
Foucault tuvo por estos mecanismos, no se limita a la perspectiva normativa, sino que se
remite a un estudio más amplio de las formas de poder que emergieron en la época clásica, en
el que disciplina y biopolítica aparecen como categorías clave para comprender la fuerza
productiva del poder, en la que se inscribe el saber médico.
Por lo pronto, en esta segunda parte, se indagará en los planteamientos que hace
Foucault del concepto de “disciplina” en el curso: El poder psiquiátrico (1973-1974), en el
libro: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (1975) y en la conferencia: La
incorporación del hospital en la tecnología moderna (1978). 21
De igual manera, se
incursionará en los aspectos generales de la categoría de biopolítica y gubernamentalidad,
presentados en los cursos Defender la sociedad (1975-1976) y Seguridad, territorio,
población (1977-1978). No sin antes, haber examinado el capítulo V de Historia de la
sexualidad I. La voluntad de saber (1976).
Antes de iniciar, es preciso aclarar bajo qué concepción de poder, Foucault enmarca la
cuestión de la disciplina, y en general, sus investigaciones hasta 1976. 22
En contraste al
“modelo jurídico” de poder que funciona bajo los términos de exclusión, rechazo,
21
No se tendrán en cuenta, por motivos de extensión, los cursos: Teorías e instituciones penales
(1971-1972) y La sociedad punitiva (1972-1973), tampoco las conferencias reunidas en: La verdad y
las formas jurídicas (1978).
22 En la clase del 7 de enero de 1976, del curso Defender la sociedad, Foucault reconoce que el
modelo lucha/represión, bajo el cual había realizado sus análisis sobre el poder, debe ser
“reconsiderado”. En consecuencia, a partir de 1978, Foucault incluye en sus investigaciones el
concepto de gubernamentalidad, para referirse a las técnicas de poder que encauzan la conducta de
los individuos, sin por ello someterla a través de la violencia. Este concepto se estudiará en el último
aparatado de este capítulo.
27
prohibición, marginación, etc., –piénsese, en la expulsión de los leprosos en la Edad Media o
en la práctica del encierro–, Foucault considera que en el siglo XVIII, se reactiva un modelo
“estratégico” de poder, que actúa de manera positiva y productiva, pues en su ejecución se
forman saberes y se configuran subjetividades. Se trata de un poder que observa, analiza y
organiza cada uno de los elementos que intervienen en el tejido social; de ahí que, por
ejemplo, sin el orden establecido en los hospitales psiquiátricos (la distribución del espacio,
la visita constante del médico, el registro detallado del alienado, etc.), no se habría formado el
saber médico, ni la figura del enfermo mental (loco). Desde este punto de vista:
Contamos, en primer lugar, con la afirmación de que el poder no se da, ni se
intercambia, ni se retoma, sino que se ejerce y sólo existe en acto. Contamos,
igualmente, con otra afirmación: la de que el poder no es, en primer término,
mantenimiento ni prórroga de las relaciones económicas, sino primariamente, una
relación de fuerza en sí mismo. (Foucault, 2002: 27)
Entendidas de este modo, si las relaciones de poder son la lucha persistente entre
fuerzas, ¿en qué consiste la técnica disciplinaria y cómo se constituye en ésta el saber
médico?
2.1 “EL ESTALLIDO DEL REY”: DE LA MACROFÍSICA DE LA SOBERANÍA A
LA MICROFÍSICA DEL PODER.
Quizás en lo que se refiere al estudio que Foucault desarrolló en torno al poder disciplinario,
sólo se recuerden las reflexiones de Vigilar y castigar (1975). Con todo, una exposición
significativa de este tema, también se encuentra en los cursos impartidos en el Collège de
France de 1972 a 1975, específicamente, en las primeras clases de El poder psiquiátrico, en
las cuales Foucault examina la cuestión de la disciplina a partir de su contrario: el poder de
soberanía, e indica de manera general, cómo se forma el saber médico –psiquiátrico– en este
tipo de poder.
En la lección del 7 de noviembre de 1973, Foucault revisa algunos documentos de los
médicos franceses: Fodéré y Pinel23
, para observar cómo en la figura del médico estaba
23
Foucault cita de Fodéré: Traité du délire, appliqué à la médecine, à la morale et à la législation
[trad. esp.: Tratado del delirio, aplicado a la medicina, a la moral y a la legislación] (1817); y de
Pinel: Traité médico philosophique sur l'aliénation mentale, ou la manie [trad. esp.: Tratado
médico-filosófico de la enajenación mental o manía] (1800). Véase: Foucault, 2012b.
28
presente un poder que, a partir del enfrentamiento con el enfermo, suscita la aparición de la
enfermedad, y por supuesto, toda una serie de conocimientos, teorías, afirmaciones y
experiencias de la misma. En esta relación poder–saber, es fundamental, como se verá en
seguida, el aspecto físico del médico, la disposición espacial de los centros de asistencia
(asilo y hospital), la vigilancia permanente de los movimientos corporales, la distribución de
los individuos y del tiempo, la jerarquía de poderes y el control de las actividades.
En el texto de Fodéré, se relata el impacto que tienen los rasgos físicos del médico en
el comportamiento de los que padecen locura: “Un hermoso físico, es decir, un físico noble y
varonil, es acaso, en general, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra
profesión; es indispensable, sobre todo, frente a los locos, para imponérseles” (citado por
Foucault, 2012b:19). Este impacto corporal que tiene el médico sobre el alienado desdibuja la
idea de que en la institución asilar el funcionamiento del poder se halla en la organización
estricta de cada una de sus partes, pues la “instancia médica” será el elemento “disimétrico”
que atravesará tanto la estructura interna (redes de poder) como la externa (orden
disciplinario) de aquel lugar.
¿A qué se refiere Foucault con “instancia médica”? Al poder que, en la persona del
médico y sus delegados (vigilantes y sirvientes), se despliega sobre la fuerza de carácter
indómito (furia, manía, melancolía, etc.) que se apodera de la voluntad del enfermo y que
debe ser reconocida, controlada y tratada en el asilo. En esta confrontación entre el médico y
el enfermo, la terapéutica consiste en la dominación total de esa fuerza por parte del poder
que representan los agentes médicos a través de sus atributos físicos. Por esta razón, el saber
médico que se podría concebir como indispensable para el diagnóstico y tratamiento de la
enfermedad, no tendrá ninguna función, ya que es el efecto de tal enfrentamiento y de los
informes que los vigilantes hacen de la conducta de los enfermos. Foucault, luego de revisar
unos apuntes de Pinel, en los que se resalta la importancia que tiene el modelo disciplinario
en los establecimientos asilares, afirma:
Como ven, cierto orden, cierta disciplina, cierta regularidad aplicadas incluso en el
interior mismo del cuerpo son necesarias para dos cosas.
Por un lado, para la constitución misma del saber médico, pues sin esa disciplina, sin
ese orden, sin ese esquema prescriptivo de regularidades, no es posible hacer una
observación exacta. La condición de la mirada médica, su neutralidad, la posibilidad
29
de ganar acceso al objeto, en suma, la relación misma de objetividad, constitutiva del
saber médico y criterio de validez, tiene por condición efectiva de posibilidad cierta
relación de orden, cierta distribución de los cuerpos, los gestos, los comportamientos,
los discursos […] En segundo lugar, este orden disciplinario, que en el texto de Pinel
aparece como condición para una observación exacta, es al mismo tiempo condición
de la curación permanente; vale decir que la misma operación terapéutica, esa
transformación sobre cuya base alguien considerado como enfermo deja de estarlo,
sólo puede llevarse a cabo dentro de la distribución reglada del poder. (Foucault,
2012b: 17)
Se podría decir que hasta este punto de la clase, Foucault ha empezado a esbozar en
qué consiste el poder disciplinario y cuáles son sus alcances. En primer lugar, es un poder que
tiene como finalidad someter las fuerzas que apartan al individuo de su juicio regular,
mediante distintas técnicas de control; en segunda medida, en la oposición que hay entre la
voluntad del médico y la del enfermo (lucha de fuerzas) se constituye un saber relativo a la
enfermedad que se constata en la misma práctica psiquiátrica; por último, el ejercicio de este
poder se efectúa sobre los cuerpos de una manera calculada.
Pero esto no es todo, Foucault revisa la descripción que Pinel hizo de una “escena de
curación” en la que se evidencia la relación entre “dispositivos de poder” y “discurso de
verdad”. Allí se cuenta cómo un joven alienado se resiste a tomar su plato de sopa, al creer
que si imita la vida de penitencia, alcanzaría la salvación. Ante la negativa de alimentarse, el
personal del asilo se presenta de forma intimidante y le advierte que de no seguir la orden,
tendrá posteriormente un castigo. El enfermo, queda solo, pensando si evita el castigo o se
salva, finalmente, opta por alimentarse. En ese instante, inicia un proceso de restauración en
el que reconoce y describe las “agitaciones” que se habián apoderado de su cuerpo y alma.
Para Foucault, lo esencial de esta escena es el modo en el que se presenta la acción
terapéutica y la aparición de la enfermedad (locura). La actividad médica de curar
enfermedades no tiene que ver con la clasificación de la patología, ni con el conocimiento
que el médico tiene de ésta, tampoco con el suministro de medicamentos, es en últimas, una
confrontación entre fuerzas:24
primero entre el médico y el enfermo, luego entre la idea que
éste tiene como cierta y el castigo que aquel le anuncia, para que al final, la voluntad del
médico resulte vencedora. Respecto a la enfermedad, Foucault dirá que:
24
En la Inglaterra del siglo XIX se conocía como “tratamiento moral”. Véase: Foucault, 2012b:24.
30
Para resumir, en esta escena en la cual hasta el momento la verdad no tuvo ningún
papel, el relato mismo del enfermo constituye el momento en que ella resplandece
[…] cuando esa verdad se ha alcanzado de tal modo, pero por un conducto de la
confesión y no a través de un saber médico reconstituido, en el momento concreto de
la confesión, se efectúa, se cumple y se sella el proceso de curación. (Foucault,
2012b:28)
En las clases del 14 y 21 de noviembre de 1973, Foucault amplia sus reflexiones
acerca del poder disciplinario, a partir de la “escena de Jorge III”, 25
en la que se narra el
proceso de recuperación que tuvo el monarca luego de padecer manía. De acuerdo con la
lectura que hace Foucault de este caso, varios elementos se ponen en juego; primero, el rey
deja a un lado su poder como soberano, para someterse a las órdenes de quienes llevan su
tratamiento; segundo, el cuidado del alienado está a cargo de dos “pajes” que sobresalen por
su fuerza fìsica, expresión de la superioridad que tienen respecto al estado del enfermo, más
que nada, cuando no se muestra dócil ante sus superiores; el tercero y último, tiene que ver
con las intervenciones que recibe el alienado:aislamiento,baños,cambio de ropa, sujeciones
corporales, etc. A partir de todo esto, Foucault concluye que en esta escena se ilustra el
tránsito del poder de soberanía al disciplinario.
En el análisis que hace Foucault, el poder de soberanía tiene tres características que lo
diferencian de la disciplina, la primera se refiere al derecho que tiene el rey de sustraer la
fuerza, el tiempo y los servicios de los súbditos, sin la exigencia de retribuirlos; la otra, está
orientada al reconocimiento que asegura el soberano en los actos ceremoniales, su
vestimenta, los gestos que lo acompañan y la violencia que puede efectuar; la última, es el
carácter heterogéneo de las relaciones de soberanía, que impide su unificación en un solo
sistema; de ahí, la necesidad de un soberano que represente al reino y en el que, además,
confluya cada una de esas relaciones.
Pues bien, el rey Jorge III, antes de ser dominado por la locura (manía), ejercía las
funciones de un soberano, aspecto que se puede corroborar en su relación con los pajes,
quienes tenían la obligación de servirle, siempre y cuando, esa fuera la voluntad del monarca.
En cambio, una vez que aparece la enfermedad, el rey ocupa la posición de sometido y el
servicio que los pajes le ofrecen, ya no dependerá de su voluntad, sino de las exigencias de su
25
Esta escena la toma Foucault del texto de Pinel citado con anterioridad.
31
cuerpo. Este es el momento, en el que para Foucault, empieza a desaparecer el poder de
soberanía y a constituirse el poder disciplinario:
Transformación, por lo tanto, de la relación de soberanía en poder de disciplina. Y
como ven, en el centro de todo esto hay, en el fondo, una especie de proposición
general que es la siguiente: “Si estas loco, por más que seas rey, dejarás de serlo”, o
bien: “Por más que estés loco, no por eso vas a ser rey”. El rey –en este caso Jorge
III– sólo pudo curarse en la escena de Willis o la fábula, si lo prefieren, de Pinel, en la
medida en que no lo trataron como un rey y fue sometido a una fuerza que no era la
del poder real. (Foucault, 2012b: 44-45)
¿En qué consiste, entonces, el poder disciplinario? Es una forma de poder que
funciona en red sobre los cuerpos con la intención de modificar, encauzar y controlar la
conducta de los individuos.26
Para su ejecución, no hace falta una ceremonia fundacional ni
tampoco la figura de una autoridad, pues en el sistema disciplinario los procedimientos de
inspeccción permanente, favorecen la observación de cada uno de los movimientos del
cuerpo. Contrario a lo que sucede en las sociedades soberanas, en el poder disciplinario existe
el interés de potenciar las fuerzas de los cuerpos para mejorar su actividad productiva, por lo
tanto, es el ejercicio continuo y no la violencia, la técnica que favorece la realización de este
objetivo.
En esta modalidad de poder, Foucault advierte la presencia del “principio de
omnivisibilidad” y el carácter “isotópico” de los procedimientos disciplinarios. En efecto,
como ya se había mencionado, uno de los rasgos principales de la disciplina es el control
permanente del cuerpo, cuyo instrumento por excelencia va a ser la escritura. Es así como en
las instituciones disciplinarias, el registro de lo que dice y hace el individuo, de lo que sucede
en su cuerpo y en el ambiente que se encuentra, posibilita la continuidad de este poder y la
reacción inmediata ante cualquier manifestación que pueda perturbar el orden. 27
Foucault, lo
expresa en estos términos:
26
Piénsese, por ejemplo, en la red que se formaba, en la práctica psiquiátrica del siglo XIX, entre los
sirvientes, vigilantes y médicos.
27
En este punto, Foucault se refiere a instituciones como la escuela, el ejército, la policía y los centros
de aprendizaje que, a mediados del siglo XVII, a partir de la relación visibilidad-escritura, inician un
proceso de codificación del comportamiento, el cual circulará entre las diferentes jerarquías que
integran este poder, para finalmente constituir “una individualidad esquemática y centralizada”.
Véase: Foucault, 2012b: 69-71.
32
El poder disciplinario tiene una tendencia intrínseca a intervenir en el nivel mismo de
lo que sucede, el momento en que la virtualidad se convierte en realidad; siempre
tiende a intervenir previamente, antes del propio acto si es posible, y lo hace a través
de un juego de vigilancia, recompensas, castigos y presiones que son infrajudiciales.
(Foucault, 2012b: 72)
Este “principio de omnivisbilidad” no se limita a la verificación constante del registro
del enfermo, antes bien, se orienta hacia las condiciones espaciales y el funcionamiento del
poder que circula en el interior de las instituciones (hospitalarias, educativas, fabriles o
militares). Se aproxima, por lo tanto, a las acciones visibles del cuerpo, pero aún más, a la
disposición del alma, es decir, al conjunto de intenciones o “virtualidades” que se concretan
en la conducta. Este elemento incorpóreo, no debe entenderse como una representación
religiosa (cristiana) de la culpabilidad humana, sino como el resultado de unas técnicas de
poder que actúan para controlar, vigilar, corregir y educar a los que no se ajustan a los
parámetros productivos y sociales que promueven la utilidad, y a la vez, la obediencia.
Además, conviene subrayar que, para Foucault, el alma es el punto de encuentro de las
relaciones entre poder y saber que tienen como resultado, la constitución del hombre y los
discursos que procuran dar cuenta de él:
Estas relaciones “poder-saber” no pueden analizarse a partir de un sujeto de
conocimiento que sería libre o no en relación con el sistema de poder sino que hay
que considerar, por el contrario, que el sujeto que conoce, los objetos que conocer y
las modalidades de conocimiento son otros tantos efectos de esas implicaciones
fundamentales de poder-saber y de sus transformaciones históricas. (Foucault,
2009:37)
Con todo, en el poder disciplinario, existe otra característica, no menos importante, en
la que reaparece, uno de los conceptos clave estudiados en el capítulo anterior: la “norma”. Si
bien, se había señalado que en los análisis foucaultianos del poder, la norma es aquello que
está presente tanto en las técnicas disciplinarias como en los dispositivos de seguridad, no se
mostró de qué manera encajaba en las formas de poder que tienen como objeto al cuerpo y la
población. Por ahora, basta decir que entre los distintos elementos que hacen parte del
carácter isotópico de la disciplina, se encuentra la actividad normativa.
En la clase del 21 de noviembre de 1973, Foucault aclara la acepción que tiene la
noción de “isotopía” en los procedimientos disciplinarios. En primer lugar, se refiere a la
33
distribución calculada que tienen los elementos de acuerdo con la clasificación de sus rasgos
y las jerarquías que se establecen en cada una de las instituciones (sistematización); en
segunda medida, alude a la relación que hay entre los distintos dispositivos disciplinarios, a
los factores comunes que se pueden hallar en uno y en otro, sin mayor dificultad o con
minúsculas modificaciones; por ejemplo, el control del tiempo es una propiedad que está
presente tanto en el sistema disciplinario militar, como en el escolar y el fabril.
En tercer lugar, la isotopía tiene que ver con los individuos que no se adecuan a los
parámetros de clasificación, vigilancia y distribución que el sistema disciplinario establece en
cada una de sus modalidades. Así, el surgimiento de lo anormal, que Foucault en esta clase
denomina como “la anomia”, permite que el poder disciplinario realice una doble función;
por un lado, separa a los que no se ajustan a la norma, y por el otro, instaura nuevas reglas
para controlar y reincorporar a los que traspasan el límite de las disciplinas. La primera es
una acción “anomizante”, mientras que la segunda, corresponde una acción “normalizadora”.
A partir de lo anterior, Foucault concluye:
Por lo tanto, creo que tenemos aquí una carcaterística propia de esta isotopía de los
sistemas disciplinarios: la existencia necesaria de los residuos, que va a ocasionar,
desde luego, la aparición de sistemas disciplinarios complementarios para poder
recuperar a esos individuos, y así, al infinito. (Foucault, 2012b: 76)
Hasta aquí, el estudio que Foucault hace del poder disciplinario parece que se limita a
la descripción de las características que lo diferencian del poder de soberanía; no obstante, al
final de la clase, Foucault argumenta que en la oposición de estos poderes, se encuentra el
efecto fundamental del sistema disciplinario: “[…] la modificación exhaustiva de las
relaciones entre la singularidad somática, el sujeto y el individuo”(ibíd.). ¿Cómo entender esa
“modificación exhaustiva”?
En la “macrofísica de la soberanía”, las relaciones de poder no están ancladas a un
sistema general en el que se unifiquen sus elementos, de hecho, en este tipo de poder,
predominan las disputas y los desplazamientos detrás de la figura del soberano. En
consecuencia, los elementos sobre los cuales se ejerce no son homogéneos; por una parte,
están las colectividades humanas (familia, habitantes, usuarios, etc.), por la otra, el cuerpo
individual; sin embargo, para Foucault, la “función sujeto” no está representada de modo
permanente por esta individualidad, pues únicamente en los actos solemnes y en la defensa
propia del monarca, el cuerpo es reconocido o violentado. Pero aún hay más, en el extremo
34
superior de este poder, Foucault atribuye cierta “individualización” al rey, cuyo objetivo es
asegurar todas las relaciones de soberanía que se cruzan entre sí. En cambio, en la
“microsífica del poder”, sucede lo contrario, el poder disciplinario se aplica sobre el cuerpo y
su funcionamiento no depende de un individuo que se encuentre al margen del sistema
disciplinario, Foucault lo expresa de este modo:
Y podemos resumir toda esta mecánica de la disciplina de la siguiente manera: el
poder disciplinario es individualizante porque ajusta la función sujeto a la
singularidad somática por intermedio de un sistema de vigilancia y escritura o un
sistema de panoptismo pangráfico que proyecta por detrás de la singularidad
somática, como su prolongación o su comienzo, un núcleo de virtualidades, una
psique, y establece además, la norma como principio de partición y normalización
como prescripción universal para todos esos individuos así constituidos. (Foucault,
2012b: 77)
En el engranaje de cada uno de los componentes que integran este mecanismo
disciplinario, se constituye al individuo, producto de un poder político cuyas técnicas de
control y normalización se aplican sobre el cuerpo. En este contexto, Guillaume le Blanc,
conocedor de la obra de Foucault, destaca el papel que cumplió el poder psiquiátrico en el
proceso de individualización que desarrollaron los procedimientos disciplinarios:
El individuo disciplinario necesita no sólo un alma para dar sentido a la coherencia
comportamental de su cuerpo; el alma también es un elemento necesario en la
partición de lo normal y lo patológico presupuesta por el residuo del conjunto de las
disciplinas que en lo sucesivo es el objeto exclusivo de un nuevo saber/poder
disciplinario: la psiquiatría. (Le Blanc, 2008: 148)
Retomando un poco la escena de Jorge III, y teniendo en cuenta lo anterior, la idea
central que Foucault defiende es que el poder disciplinario, a través de los procedimientos
que aplica en el cuerpo (vigilancia, control, distribución, etc.), posibilita la constitución de un
individuo, sometido desde su aparición a la norma y cuya psique (alma) se va delineando a la
par con el tratamiento que recibe el cuerpo. Para esto, Foucault examina la escena de Jorge
III, con la intención de mostrar de qué manera funciona el poder de soberanía y cómo es
“reemplazado” por otra forma de poder que denomina: disciplina, 28
la cual permite, por un
28
En la clase del 28 de noviembre de 1973, Foucault aclara que los “dispositivos disciplinarios” se
formaron en medio de “dispositivos de soberanía” que se remontan a las comunidades religiosas de
35
lado, la formación del saber médico, que emerge de la relación entre la “mirada médica” y el
objeto observado (el enfermo); y por el otro, la “operación terapéutica”, es decir, el triunfo
de la voluntad médica sobre la fuerza que se apodera del enfermo. Así, en el “estallido del
rey” se puede apreciar cómo la locura que se apodera del monarca pasa a ser dominada por
los mecanismos disciplinarios que representa la jerarquía médica (servidores, vigilantes y
médico). Con todo, aún falta por examinar, la cuestión de la organización espacial de las
instituciones disciplinarias, particularmente, de lo que hoy en día se conoce como hospital.
2.2 LA ANATOMÍA POLÍTICA
Si bien en la escena de Jorge III (1788) se puede percibir el momento en el que se instala y
generaliza el poder disciplinario en la sociedad occidental de finales del siglo XVIII y
principios del XIX, para Foucault, El Panóptico de Jeremy Bentham, publicado en 1791,
presenta de manera rigurosa el funcionamiento del poder disciplinario al interior de distintas
instituciones. Aunque las referencias a la idea del panóptico se pueden rastrear en varios
textos de Foucault,29
en este trabajo. Sólo se tendrá en cuenta el análisis que hace de esta
categoría –“panoptismo”– en el capítulo III de Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión
(1975). Asimismo, se tendrá en consideración, el artículo de Rodrigo Castro Orellana: La
ciudad apestada. Neoliberalismo y pospanóptico (2009), para respaldar el acercamiento al
tema. Una vez que se haya expuesto los aspectos fundamentales de este concepto, se
estudiará una de las conferencias dictadas por Foucault en la Universidad Estatal de Río de
Janeiro en 1974, titulada: La incorporación del hospital en la tecnología moderna (1974), en
la cual se muestra la inserción de las técnicas disciplinarias en el espacio hospitalario.
El estudio que Foucault realiza de los mecnismos disciplinarios se enmarca en un
proceso más amplio que es la introducción del cuerpo en el ámbito político, aspecto que se
puede corroborar en el interés que tienen diversas instituciones por el control del cuerpo. El
surgimiento de esta “anatomía política” obedece a dinámicas políticas y económicas que se
desarrollaron en el transcurso de la edad clásica (siglo XVIII). Por una parte, el crecimiento
poblacional en las escuelas, hospitales y compañías militares, sumado al aumento, en
extensión y coste, del “aparato de producción”. Por la otra, la emergencia de procedimientos
la Edad Media y del siglo XVI. Foucault señala además, que los dispositivos disciplinarios
contribuyeron en la transformación social y económica de dichas comunidades (Foucault, 2012b:
81-82). 29
Véase: Castro, 2011: 286-288.
36
disciplinarios al margen del modelo jurídico en el que se “revindica” el poder de la burguesía.
Este último punto, Foucault lo explica en estos términos:
Habría, por decirlo así, una especie de tenaza jurídico-disciplinaria del
individualismo. Tenemos al individuo jurídico tal como aparece en las teorías
filosóficas o jurídicas: el individuo como sujeto abstracto, definido por derechos
individuales. Al que ningún poder puede limitar salvo si él lo acepta por contrato. Y
poder debajo de ello, junto a ello, tenemos el desarrollo de toda una tecnología
disciplinaria que puso de manifiesto al individuo como realidad histórica, como
elemento de las fuerzas productivas, como elemento, también, de las fuerzas políticas;
y ese individuo es un cuerpo sujeto, atrapado en un sistema de vigilancia y sometido a
procedimientos de normalización. (Foucault, 2012b: 79)
En este orden de ideas, ¿cómo el sistema del panóptico logra reunir en un mismo
esquema el funcionamiento del poder que se ejerce sobre el cuerpo? De entrada, el panóptico
descrito por Bentham, corresponde a una edificación que en su interior consta de una torre
central rodeada por celdas que tienen una ventana hacia adentro y otra hacia fuera, para que
desde la torre se controlen los movimientos del interno. Las partes de esta construcción están
diseñadas para cumplir varias funciones: la primera, es organizar a las multitudes en un
espacio delimitado que se puede vigilar desde la torre, y que al mismo tiempo, evita el
contacto entre los internos; la segunda, es la clasificación de los individuos de acuerdo con su
condición y aptitud; la tercera –y quizás la más importante en el plano político–, es el efecto
que produce en el individuo que se encuentra en la celda: la certeza de que es vigilado de
forma permanente, así en la torre no haya nadie que realice esta acción. No en vano, Foucault
sostiene:
El que está sometido a un campo de visibilidad, y que sabe que lo está, reproduce por
su cuenta las coacciones del poder; las pone en juego espontáneamente sobre sí
mismo; inscribe en sí la relación de poder en la cual juega simultáneamente los dos
papeles; se convierte en el principio de su propio sometimiento. Por eso, el poder
externo puede aligerar su peso físico; tiende a lo incorpóreo; y cuanto más se acerca a
este límite, más constantes, profundos, adquiridos de una vez y para siempre e
incesantemente prolongados serán sus efectos: perfecta victoria que evita todo
enfrentamiento físico y que siempre se juega de antemano. (Foucault, 2009: 235)
37
Esta disposición calculada del espacio es la que permite el ejercicio del poder
disciplinario, pues interviene directamente sobre los individuos, de manera tal que aprecia,
califica, juzga y controla sus acciones y comportamientos, además, administra el tiempo y
adiestra el cuerpo para que su fuerza productiva aumente y se ajuste a las exigencias
económicas que se pueden resumir en utilidad y eficacia. Inclusive, actúa en el nivel de las
relaciones que se establecen en estos espacios, ya sean de índole escolar, médico, militar, etc.
El estado de vigilancia y visibilidad continua favorece la inspección detallada de todo lo que
ocurre en los establecimientos disciplinarios. En realidad, todas estas técnicas se dirigen hacia
lo que no se adecua a la norma; por tal razón, la instancia correctiva que se efectúa en el
sistema disciplinario tiene como objetivo la reducción de las irregularidades a través de
ejercicios que operan bajo los valores de recompensa-sanción. En esta misma dirección, se
inscribe la distribución y jerarquización de las habilidades, aptitudes y competencias que los
individuos tienen para realizar las actividades que se les designan, y a la vez, para que se
sometan a una misma regla que expresa la homogeneidad del conjunto. En este sentido,
Foucault afirma que: “El panoptismo es el principio general de una nueva “anatomía política”
cuyo objeto y fin no son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina” (Foucault,
2009: 241).
Ya se advierte cómo en estos procedimientos, el poder no se entiende como una
posesión que dependa de la voluntad de una sola persona, tampoco como un privilegio del
que goza cierto grupo social, ni mucho menos se puede atribuir a una institución específica.
Todo lo contrario, en la “microfísica del poder”, lo que interesa son las relaciones de poder
que atraviesan la estructura social hasta en sus partes más ínfimas, es decir, cómo el
enfrentamiento de fuerzas hace posible la ejecución de técnicas de vigilancia y control. En
este contexto, Rodrigo Castro expresa que: “La lógica de un poder inclusivo y positivo
desplazaría históricamente a un lugar secundario la función de un poder excluyente y
negativo” (Castro, 2009:167). Aunque el poder de soberanía quede relagado, es pertinente
recordar que la sociedad disciplinaria no se formó de manera definitiva con el esquema del
panóptico, sino que se remite al modelo de la peste –expuesto en el capítulo anterior–, el cual
a través de la división precisa del espacio, la observación continua de los individuos en un
lugar determinado y el registro de su actividad, detecta y detiene la enfermedad (mal).
Ahora bien, ¿cómo examina Foucault el funcionamiento del poder disciplinario en el
hospital? Si se continua por la línea de Vigilar y Castigar (1975), son varias las pistas que
Foucault da acerca de este asunto. En lo que se refiere a la distribución del espacio, el flujo de
38
marinos que frecuentaban los hospitales navales, promovió la implementación de técnicas
como el emplazamiento de los individuos, con el propósito de controlar las enfermedades y
prevenir el contagio de epidemias; en cuanto a la vigilancia, los hospitales adoptan el modelo
del panóptico para favorecer la actividad médica: observación y cuidado del paciente,
también, este tipo de estructura impide la circulación de las enfermedades, ya que los
pacientes se ubican de forma separada; en lo que concierne al examen del enfermo, Foucault
señala que la visita médica, a partir del siglo XVIII, empieza a ser más periódica y menos
condicionada a instancias administrativas y religiosas.
Esta última idea, Foucault la estudia a profundidad, en la conferencia La incorporación del
hospital en la tecnología moderna (1974). En esa oportunidad, Foucault expone a su
auditorio la transformación que tuvo el espacio hospitalario a finales del siglo XVIII en
Europa. Hasta entonces, el hospital no era un medio terapéutico, es decir, su función no
consistía en curar a los enfermos, sino en asistir a los pobres que representaban un peligro
para la sociedad.30
Por lo tanto, no eran los médicos los que desempeñaban esta labor sino
personal religioso o laicos comprometidos que a través de acciones caritativas buscaban
salvar el alma del excluido, y de paso, la de ellos mismos. Si se mira la cuestión desde la
práctica médica, no había en ningún momento de su formación o ejercicio, experiencia en una
institución hospitalaria, pues uno de los elementos que más influía en esta actividad era el
saber que se tenía de los tratados de medicina, lo cual le permitía al médico actuar justo en el
desarrollo de las crisis de la enfermedad:
La intervención del médico en la enfermedad giraba en torno al concepto de crisis. El
médico debía observar al enfermo y a la enfermedad desde la aparición de los
primeros síntomas, para determinar el momento en el que debía producirse la crisis.
En esta lucha entre la naturaleza y la enfermedad, el médico debía observar los signos,
pronosticar la evolución, y favorecer en la medida de lo posible el triunfo de la salud y
la naturaleza sobre la enfermedad. En la cura entraban en juego la naturaleza, la
enfermedad y el médico. En esta lucha, el médico desempeñaba una función de
predicción, de árbitro y de aliado de la naturaleza contra la enfermedad. La cura casi
adoptaba la forma de batalla, y no se podía desenvolver sino a través de una relación
individual entre el médico y el enfermo. La idea de una larga serie de observaciones
en el seno del hospital, que permitiera poner de manifiesto las generalidades de una
30
Recuérdese en este punto, la práctica del internamiento que se describió en el capítulo precedente.
39
enfermedad y sus elementos particulares, etc., no formaba parte de la práctica médica.
(Foucault, 1999c: 101)
Si no existe una relación recíproca entre la medicina y el hospital, ¿de qué manera se
logran articular? La tesis de Foucault es que la implementación del sistema disciplinario en
los hospitales hizo posible controlar las secuelas de las enfermedades que no recibían ningún
tipo de tratamiento que evitara su propagación. Esta inspección supone cuatro características
que se han mencionado con insistencia a lo largo de este capítulo: asignarle a los individuos
un espacio específico, dirigir y controlar cada uno de sus movimientos, vigilar sin descanso
las tareas que realizan y anotar todo lo que les sucede (registro detallado). En palabras de
Foucault, “la introducción de los mecanismos disciplinarios en el espacio confuso del
hospital permitiría su medicalización” (ibíd.,105).
Sin embargo, para que tal articulación sea completa, falta mirar que ocurrió en la
práctica médica. En efecto, en el siglo XVIII, la enfermedad se concebía como el resultado de
la influencia que tiene el medio ambiente sobre el individuo; por consiguiente, la actividad
terapéutica se orientaba no tanto a la enfermedad como a las condiciones que rodeaban al
organismo. Así, en el cruce de estos dos procesos, la incorporación de técnicas disciplinarias
en los hospitales y la intervención médica en el medio que circunda al enfermo, se erige el
“hospital médico-terapéutico”; institución que se distingue por estar localizada
estratégicamente en la ciudad y redistribuir el espacio de acuerdo con el estado del paciente y
las acciones del entorno, también, por la responsabilidad que se le confía al médico en la
organización del hospital y en la sistematización de la visita médica. Pero esto no es todo, el
registro del enfermo desde su ingreso hasta que es dado de alta y la respectiva socialización
de la información consignada, fue lo que posibilitó la “producción del saber médico”:
El saber médico que hasta el siglo XVIII estaba localizado en los libros, en una
especie de jurisprudencia médica concentrada en los grandes tratados clásicos de
medicina, empieza a ocupar un lugar que no es el texto, sino el hospital. Ya no se trata
de lo que ha escrito o impreso, sino de lo que todos los días se registra en la tradición
viva, activa y actual que representa el hospital.
Así es como se afirma, en el periodo de 1780 -1790, la formación normativa del
médico de hospital. Esta institución, además de ser un lugar de cura, es también un
lugar de formación médica. La clínica aparece como una dimensión esencial del
hospital, entendiendo por «clínica» a este respecto una organización del hospital como
40
lugar de formación y transmisión del saber. Pero, además, con la introducción de la
disciplina en el espacio hospitalario –que permite curar, así como acumular
conocimientos y formar–, la medicina ofrece como objeto de observación un inmenso
campo, limitado, por un lado, por el mismo individuo y, por otro, por toda la
población. (Foucault, 1999c: 109-110)
Aun cuando Foucault en El poder psiquiátrico y Vigilar y Castigar argumentaba que
las técnicas disciplinarias se aplicaban únicamente a los cuerpos individuales, al final de esta
conferencia, reconoce que no sólo el individuo, sino también, la población hace parte del
campo de acción del poder disciplinario. Esto significa que la práctica y saber médico actúa
en los fenómenos patológicos que se pueden observar a partir de los rasgos comunes que
presentan los pacientes internados. De ningún modo, la implementación de los mecanismos
disciplinarios en el espacio hospitalario ha desplazado de forma definitiva la actividad médica
a otros ámbitos que no corresponden al tratamiento de las enfermedades que afectan a los
individuos. Lo que sucede es que la medicina también interviene en los asuntos políticos y
económicos que tienen que ver con los procesos biológicos de la población.
2.3 DE LA BIOPOLÍTICA DE LA POBLACIÓN AL GOBIERNO DE LA
CONDUCTA
A partir de 1974, uno de los temas que atrapa la atención de Foucault, es la inserción de la
vida biológica del hombre en los cálculos del poder: la biopolítica. 31
Si bien, en la
conferencia Nacimiento de la medicina social (1974) Foucault menciona este concepto, en
los únicos textos que lo examina de forma detallada es en el capítulo V de Historia de la
sexualidad I. La voluntad de saber (1976) y en la clase del 17 de marzo del curso Defender la
sociedad (1975-1976). En Seguridad, territorio, población (1977-1978), la cuestión de la
biopolítica se replantea bajo el concepto de gubernamentalidad, por esta razón, en la última
parte de la obra de Foucault (de 1978 en adelante), no se vuelve a estudiar el problema del
poder sobre la vida.
¿Qué es la biopolítica? ¿Existe alguna relación entre la biopolítica y la anatomía
política? ¿Por qué Foucault, luego de su año sabático en 1977, encuentra en la
“gubernamentalidad” un concepto más amplio para comprender las relaciones de poder? En
31
El concepto de “biopolítica” no fue acuñado por M. Foucault, se remite al politólogo y geógrafo
sueco Rudolf Kjellén, quien se refiere con esta categoría, al funcionamiento del Estado como
organismo vivo de condición patológica. Véase: Castro, 2008.
41
La voluntad de saber, Foucault retoma el argumento que ha venido desarrollando del poder
de soberanía para mostrar que el derecho de “vida y muerte” que tiene el soberano sobre sus
súbditos, se puede reformular de este modo: si el soberano no tiene la postestad absoluta de
disponer de la vida de sus súbditos, la única forma en que puede ejercer este derecho es
exigiendo su defensa, es decir, arriesgando la vida de quienes lo protegen. Este derecho de
“Hacer morir o dejar vivir” (Foucault, 2002:218) en la época clásica se transforma en “Hacer
vivir y dejar morir”(ibíd.); esto ocurre porque la vida, a partir de ese momento, entra en el
campo del poder.
De acuerdo con Foucault (2011), la defensa del territorio y la obediencia al soberano
eran los dos factores que éste contemplaba para disponer de la vida de sus súbditos, así, el
derecho de hacer morir o dejar vivir no contemplaba ningún tipo de asentimiento por parte de
los subalternos, sino antes bien, se fundamentaba en el sistema jurídico de la violencia propio
del ejercicio de poder que en favor del beneficio del soberano, deduce parte de las riquezas, el
tiempo y la vida de aquellos.
Sin embargo, a finales del siglo XVII y mediados del XVIII, esta relación de
dominación empieza a cambiar con el surgimiento de un modelo económico que supone para
su desarrollo una forma de poder centrada en la fuerza productiva del cuerpo y en la
regulación de la vida biológica de la población. De tal manera que el propósito principal de
los mecanismos de poder pasa a ser la administración de la vida y no el obstáculo o
eliminación de la misma, lo cual implica un saber sobre el individuo y el cuerpo social para
su normalización. Así, en oposición al “zoon politikón” de Aristóteles, en el que el hombre es
un animal viviente dotado de razón –palabra–, y por tanto, de existencia política, Foucault
plantea que desde la edad clásica el factor biológico del hombre se convierte en el objeto de
la política bajo dos modalidades de poder, anatomopolítica y biopolítica, que responden a la
dinámica del naciente capitalismo y que no eliminan, sino recubren el derecho de muerte que
poseía el soberano. Foucault lo expresa en estas palabras:
Concretamente, ese poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo XVII en dos
formas principales; no son antitéticas, más bien constituyen dos polos de desarrollo
enlazados por todo un haz intermedio de relaciones. Uno de los polos, al parecer, el
primero en formarse, fue centrado en el cuerpo como máquina: su adiestramiento, el
aumento de sus aptitudes, la extorsión de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su
utilidad y docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos, todo
42
ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas:
anatomopolítica del cuerpo humano. El segundo polo, formado algo más tarde, hacia
mediados del siglo XVIII, se centró en el cuerpo-especie, en el cuerpo transido por la
mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la
proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida
y la longevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlos variar. Todos esos
problemas son tomados a su cargo por una serie de intervenciones y de controles
reguladores: una biopolítica de la población. (Foucault, 2011: 129-130)
La vida, entendida como el conjunto de fenómenos biológicos que atraviesa tanto al
organismo individual como al cuerpo social, ingresa en el campo del poder y del saber, pues,
por un lado, las estrategias políticas buscan maximizar la productividad de los cuerpos y
controlar a la población; por el otro lado, empiezan a constituirse conocimientos acerca de la
vida del hombre que permiten asegurar aún más este ejercicio de poder que Foucault
denomina: biopoder. 32
Es por ello que la medicina, se convierte en una herramienta esencial
para conocer, intervenir y modificar los procesos vitales de la especie humana.
Antes de examinar el papel que Foucault le atribuye a la medicina en el poder sobre la
vida, es pertinente señalar que el funcionamiento del biopoder en la sociedad Occidental
moderna, presenta cierta contradicción en su razón de ser. En el ámbito interno, promueve
toda una serie de procedimientos que producen, aseguran y potencian la vida; no obstante, en
el ámbito externo, el salvaguardar la vida de una población, implica eliminar a otra, en este
punto, piénsese por ejemplo, en las guerras del siglo XIX. Este aspecto rectifica que el poder
soberano no desapareció totalmente, más bien, se desplazó o complementó el ejercicio de la
biopolítica.
¿Cómo funciona entonces la medicina en esta modalidad de poder que actúa sobre los
procesos biológicos de la población? En la conferencia Nacimiento de la medicina social
(1974), Foucault argumenta que con el surgimiento del capitalismo, la medicina de finales del
siglo XVII y del XVIII no es “individualista” sino social, ya que tiene como objeto al cuerpo
social. La formación histórica de esta “medicina social” se desarolla, conforme a la
investigación de Foucault en tres momentos: el primero, corresponde a la “medicina de
32
Aunque en sentido general, el biopoder hace referencia al ejercicio de poder cuyo objeto es la vida
biológica del hombre, el cual incluye tanto el poder sobre el cuerpo (anatomopolítica) como el
poder sobre la población (biopolítica). En Seguridad, territorio, población, Foucault lo usa como
sinónimo de biopolítica (Castro, 2011: 55).
43
estado” (Alemania, siglo XVIII), la cual tiene como prioridad la organización y mejora de la
práctica y saber médico, su mayor preocupación es el rendimiento de los individuos, en tanto
fuerzas estatales que pueden enfrentar con otras naciones; el segundo, es la “medicina
urbana” (Francia, siglo XVIII) que se manifiesta en el aumento del factor demográfico en las
ciudades, su mirada está dirigida a la inspección de aspectos como el hacinamiento, los
desechos públicos, la circulación del agua y del aire, etc. El tercero es la “medicina de la
fuerza de trabajo” (Inglaterra, siglo XIX) que pretende garantizar la salud de los obreros y los
menos favorecidos para aumentar su fuerza de trabajo en el sistema económico (Foucault,
1999a:363-384).
Más allá del análisis histórico que Foucault hace del concepto de “medicina social”,
resulta conveniente resaltar que la exigencias de normalización que establece el biopoder,
sitúan a la salud corporal y mental entre una de sus prioridades, pues incide en la producción
económica y en la capacidad de acción de los individuos en favor de los fines del estado. Por
tal razón, la medicina deja de lado un poco su función asistencialista de tratar la enfermedad
para constituirse en una “estrategia biopolítica” (Foucault, 1999a: 366) que explora nuevos
terrenos de intervención, como por ejemplo, el espacio urbano, la salud pública, las
condiciones laborales, etc. Esta normalización del individuo y de la población, giró en torno a
los conceptos de normalidad y anormalidad que remplazaron lo jurídico por lo biológico, y
que a su vez, permitieron que la medicina desempeñara una función política de grandes
proporciones.
En este orde de ideas, se podría pensar que la actividad médica, presente tanto en los
mecanismos disciplinarios como en los procedimientos de regulación, es la que articula las
dos formas de poder sobre la vida. Sin embargo, como ya se había mencionado en el capítulo
anterior, la norma, es la que desempeña esta función. Ahora bien, para responder la pregunta
de cómo se relacionan la disciplina y la biopolítica, hay que volver a la clase del 17 de marzo
del curso Defender la sociedad para mirar cómo Foucault establece el vínculo entre ambas. 33
A parte de la ciudad obrera del siglo XIX, en cuya organización espacial, vigilancia de
las actividades y ejecución de campañas sobre la población que promueven la higiene, los
seguros contra las enfermemdades, los cuidados en casa, etc., se evidencia la inserción de los
mecanismos disciplinarios y los regularizadores; en la sexualidad, Foucault encuentra otro eje
de articulación entre estos procedimientos. La vida sexual empieza a ser relevante para los 33
En Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber (1976), Foucault también estudia cómo la
sexualidad articula las dos modalidades del biopoder. Véase: Foucault, 2011: 135-150.
44
cálculos políticos en el momento en que se sitúa en las dos modalidades del biopoder. Por
una parte, el cuerpo como agente sexual es el centro de controles permanentes, de análisis
médicos y psicológicos minuciosos, de reorganizaciones en el espacio, etc., por la otra, incide
en los procesos biológicos de la población, tales como la procreación, la salud colectiva, la
natalidad, etc. De ahí que, la intervención médica de la sexualidad lograra influir en asuntos
políticos relativos a la regulación de la vida:
Comprenderán entonces por qué y cómo, en esas condiciones, un saber técnico como
la medicina, o, mejor, el conjunto constituido por medicina e higiene, será en el siglo
XIX un elemento, no el más importante, pero sí de una trascendencia considerable por
el nexo que establece entre las influencias científicas sobre los procesos biológicos y
orgánicos (vale decir, sobre la población y el cuerpo) y, al mismo tiempo, en la
medida en que la medicina va a ser una técnica política de intervención, con efectos
de poder propios. La medicina es un saber/poder que se aplica, a la vez, sobre el
cuerpo y sobre la población, sobre el organismo y sobre los procesos biológicos; que
va a tener, en consecuencia, efectos disciplinarios y regularizadores. (Foucault,
2002:228)
Al comienzo de este capítulo, se indicó que hasta 1976 Foucault orientó sus
investigaciones sobre la política bajo el “modelo bélico” que concibe las relaciones de poder
como una lucha o guerra entre fuerzas que en su ejecución produce discursos de verdad, lo
cual posibilita la emergencia de subjetividades como el loco, el preso, el soldado, etc.
Además, se insistió que en el marco de este análisis, se encuentran los estudios sobre
disciplina y biopolítica que Foucault desarrolló desde El poder psiquiátrico (1973-1974)
hasta Defender la sociedad (1975-1976). No obstante, hasta este punto, no se ha mostrado
por qué Foucault, luego de esta fecha (1976) da un giro a sus indagaciones sobre el poder.
Para ver cómo ocurre esta transformación, se recurre al texto de Santiago Castro-Gómez,
Historia de la gubernamentalidad I. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en
Michel Foucault (2015), específicamente a los dos primeros capítulos que tratan de este
cambio de enfoque.
En la primera parte de la clase del 7 de enero de 1976, Foucault realiza un recuento de
lo que han sido sus investigaciones hasta el momento y reconoce que se encuentra un “poco
harto” (ibíd., 17) porque sus últimos estudios no guardan una continuidad entre sí y al final,
no dicen nada nuevo. Más adelante, Foucault afirma que sus estudios sobre el poder se
45
encuentran enmarcados en el “esquema guerra/represión” el cual debe ser replanteado o
sustituido, ya que no logra dar cuenta de las relaciones de poder:
Está claro que todo lo que dije durante los años anteriores se inscribe del lado del
esquema lucha/represión. Ése es el esquema que, en realidad, traté de poner en
práctica. Ahora bien, a medida que lo hacía, me veía obligado, de todas formas, a
reconsiderarlo; a la vez, desde luego, porque en un montón de puntos todavía está
insuficientemente elaborado –diría, incluso, que carece por completo de elaboración–
y también porque creo que las nociones de represión y guerra deben modificarse
notablemente o, en última instancia, abandonarse. (Foucault, 2002:30)
Aunque Foucault en este curso no se detiene en la autocrítica que hace de sus propios
trabajos, y por eso, sigue con el estudio de las dos hipótesis sobre el poder: la de orden
represivo y la de carácter bélico, Castro-Gómez muestra que en el cambio de perspectiva de
las investigaciones de Foucault, este fue un aspecto decisivo, sumado a la“desilusión política”
por la revolución iraní y a las críticas que tuvo la recepción de Vigilar y castigar (1975) y La
voluntad de saber (1976) en Francia (Castro-Gómez, 2015:19-26).
¿En qué consiste el distanciamiento que Foucault tuvo del modelo bélico al modelo
gubernamental? A partir de 1978, Foucault incorpora en sus investigaciones un elemento, que
hasta entonces se consideraba como el resultado de las relaciones entre poder y saber, la
subjetividad. De modo que, la articulación de estos tres elementos: poder, saber y
subjetividad, le permitía ampliar su concepción acerca de las relaciones de poder, pues ya no
se trataba de la lucha entre fuerzas, cuya resistencia a la dominación se hallaba en la tensión
que ocasionaba una fuerza opuesta, sino en los “espacios de libertad” (Castro-Gómez,
2015:28) que tanto el saber como la subjetividad representan para un tipo de poder que no
actúa directamente en la conducta de los individuos, sino en el campo de acción en el que
tienen la posibilidad de expresar sus convicciones, aspiraciones, deseos, etc. En este contexto,
Foucault empieza a estudiar de qué manera se puede dirigir la conducta de los gobernados
para que sus intereses coincidan con los del gobierno. Por tal motivo, deja de referirse a la
biopolítica y empieza a plantear el poder desde la gubernamentalidad:
Por gubernamentalidad entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los
procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer
esta forma tan específica, tan compleja, de poder, que tiene como objetivo a la
46
población, como forma primordial de saber, la economía política, y como instrumento
teórico esencial, los dispositivos de poder. (Foucault, 1999b: 195)
Entre los distintos elementos que se pueden examinar del modelo gubernamental,
como por ejemplo, la misión que tiene el Estado en la dirección de la conducta de los
individuos o el papel que desempeña la “economía política” en este análisis del poder, se va a
revisar cómo funcionan los dispositivos de seguridad en los fenómenos que competen a la
población. Tema que Foucault expone con claridad en el curso Seguridad, territorio,
población, particularmente, en la lección del 25 de enero de 1978, en la cual recurre al
ejemplo de la viruela, para ilustrar cómo actúan tales dispositivos y en qué se distinguen de
los mecanismos disciplinarios.
En páginas previas, se mostró que en la Edad Media, en el modelo de la lepra, el
poder funcionaba de forma negativa, pues no se orientaba hacia la inclusión y el tratamiento
de los enfermos, sino hacia su expulsión y la purificación de las zonas en las que se
encontraban. Por el contrario, en el siglo XVIII, en el modelo de la peste, el poder funciona
de forma positiva, ya que se incorporan mecanismos disciplinarios que permiten tratar,
controlar y vigilar la enfermedad en un espacio determinado, sin necesidad de excluir a
quienes la padezcan. En el caso de la viruela, Foucault examina de qué manera se gobierna
esta enfermedad, es decir, cuáles son los estrategias que permiten su circulación, sin que esto
implique, un peligro para la salud de la población.
En el siglo XVIII, la viruela incidió en el índice de mortalidad, ya que el riesgo de
contagio era muy alto, frente a esta situación, la teoría médica no consideraba que técnicas
como la “inocunación” o la “variolización” (1720) y posteriormente, la vacunación (1800)
pudieran ser preventivas, eficaces y de fácil implementación. Este tipo de prácticas, empiezan
a hacer parte de las prácticas de gobierno europeas, cuando se expresa en ellas un modelo a
seguir en cuanto a la certeza que proporcionan y a su notable generalización. Una vez que
integradas a los cálculos del gobierno, se evidencia que enfermedades como la viruela son
tratadas mediante instrumentos estadísticos que fijan el riesgo que puede tener la población
de contagiarse. Es en este punto, que los dispositivos de seguridad, empiezan a funcionar:
Ahora bien, lo notable de la variolización, y de ella más aún y de manera más clara
que en la vacunación, era que no procuraba tanto impedir la viruela como, al
contrario, provocar en los individuos inoculados algo que era la propia viruela, pero
en condiciones tales que la anulación podía producirse en el momento mismo de una
47
vacunación que no desembocaba en una enfermedad cabal y completa; sobre la base
de esa suerte de pequeña enfermedad artificialmente inoculada era posible prevenir
los otros ataques eventuales de la viruela. (Foucault, 2006:79)
Aún cuando no resulta muy claro en qué consisten estos dispositivos de seguridad,
Foucault los contrapone a los mecamismos disciplinarios, para mostrar su especificidad.
Como se veía hace un rato, las técnicas disciplinarias tienen como objetivo vigilar y controlar
cada uno de los movimientos del individuo es un espacio definido, de ahí que sean de
carácter “centrípeto”, en cambio, los dispositivos de seguridad no se orientan al
encauzamiento de la conducta de los individuos, sino a los fenómenos que aparecen en la
población y que pueden ser regulados a través de ciertas tácticas y cálculos políticos, de ahí,
que para Foucault sean de carácter “centrífugo” (ibíd., 66-67).
En conclusión, al comienzo de este capítulo se planteó la cuestión del sentido que
Foucault le atribuía a la disciplina y cómo el saber médico se constituía en esta forma de
poder. Luego de estudiar los planteamientos que Foucault desarrolla al respecto, se puede
inferir que la anatomía política es una de las modalidades de poder que se consolida en la
edad clásica y cuyo objetivo es aumentar la fuerza productiva de los individuos y encauzar su
comportamiento por medio de distintas técnicas que los califican, miden, jerarquizan y
sancionan. Para Foucault, en este sistema de poder, el individuo es el efecto que tienen dichos
procedimientos sobre el cuerpo, de ahí que controle y vigile cada uno de los movimientos que
constituyen su existencia.
A diferencia del poder de soberanía, no se trata de sustraer la vitalidad de los
subyugados, sino de establecer estrategias que la maximicen sin necesidad de emplear la
violencia, pues como se decía hace un momento, uno de los efectos del poder disciplinario es
crear la ilusión de que se es vigilado, de ahí, la importancia que tiene el modelo del panóptico
en la ejecución de este tipo de poder. Modelo que además, se despliega en instituciones como
la escuela, los complejos militares, las fábricas y los hospitales, y que tiene como efecto, la
emergencia de saberes que, como en el caso de la medicina, aparecen en el cruce entre las
técnicas disciplinarias implementadas en el espacio hospitalario y la práctica médica.
Por último, en el giro que toman las investigaciones de Foucault después de 1976 el
estudio de la biopolítica no debe interpretarse como un tema que captó sólo por unos
instantes la atención del filósofo, sino antes bien, como aquello que le permitió reformular
sus análisis sobre el poder y a partir de lo cual pudo reorientar su indagación hacia el
48
gobierno de la conducta, ya sea por medio de las técnicas que agentes externos aplican sobre
el individuo o por las técnicas que el mismo individuo define para orientar su
comportamiento y edificar su existencia.
49
A MODO DE CONCLUSIÓN
Al terminar este trabajo he llegado a la conclusión de que el interés por estudiar la
reflexión filosófica de Foucault acerca de la emergencia del saber médico en las
relaciones de poder, estriba en la urgencia por comprender aquellas practicas que hoy en
día estan vigentes en nuestra sociedad y que de alguna u otra forma, condicionan
nuestra manera de vivir en el mundo. Foucault gracias a su preocupación por indagar en
aquello que constituye al individuo, propició diversas investigaciones alrededor de este
asunto, enseñándonos, entre otras cosas, que el trabajo filosófico acerca de la política se
puede entender desde otras aristas que no sean necesariamente las teorias de Estado de
carácter abstracto. En resumidas, el filósofo nos muestra que aquellos que estan
interesados en la filosofía pueden reflexionar sobre lo que acontece políticamente en el
mundo, sin recurrir únicamente al Estado para comprenderlo.
Entonces, ¿cómo se constituye para Foucault el saber médico en las relaciones
de poder que datan del siglo XVI-XIX? La respuesta es sencilla. El interés que Foucault
tuvo por la práctica médica se puede atribuir a los planteamientos que su maestro
Georges Canguilhem hizo sobre este tema, particularmente, en el texto Lo normal y lo
patológico (1966), Sin embargo, es difícil establecer una influencia del maestro al
discípulo, si se tiene en cuenta que el concepto de norma, en ambas investigaciones, no
se refiere a lo mismo. Categoría que por lo demás, es central en el análisis que Foucault
realizó sobre el surgimiento y transformación del saber médico.
Antes de 1976, Foucault concebía las relaciones de poder, bajo el modelo
bélico, es decir, en el confrontamiento entre fuerzas. En este contexto, señala que desde
el internamiento de los locos (finales del siglo XVI y principios del XVII) hasta la
aparición del biopoder (finales del siglo XVII y principios del XVIII), los
procedimientos que se aplicaban a los individuos que se encontraban inmersos en las
instituciones que acogen este tipo de poder, tenían como resultado el surgimiento de
saberes que permitían conocer más al hombre y además, validar dichas relaciones de
fuerzas. En el caso del hospital, por ejemplo, la implementación de técnicas
disciplinarias como el registro detallado del paciente y la asignación de un espacio
determinado, posibilitó la emergencia del saber médico que antes de este suceso, se
hallaba en los tratados de medicina y no se tenía en consideración lo que sucedía en el
interior de esta institución.
50
Finalmente, una vez terminado este estudio, quedan algunos interrogantes, pero
también, queda la motivación de realizar una investigación sobre la emergencia del
saber médico en las practicas que se llevaban a cabo en Colombia en un determinado
momento. Es decir, hacer uso de la “caja de heramientas” que es la filosofía de
Foucault; e invitar a otras personas para que se interesen por las ideas que allí se puedan
encontrar.
51
Bibliografía
Canguilhem, Georges. 2011. Lo normal y lo patológico. México: Siglo XXI Editores.
Castro, Edgardo. 2008. “BIOPOLÍTICA: DE LA SOBERANÍA AL GOBIERNO”. En:
Revista latinoamericana de filosofìa, Vol. 34, n. 2, pp. 187-205.
_____. 2011. Diccionario Foucault. Temas, conceptos y autores. Buenos Aires: Siglo
XXI Editores.
Castro-Gómez, Santiago. 2015. Historia de la gubernamentalidad I. Razón de Estado,
liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogota: Siglo XXI.
Castro, Rodrigo. 2009. “La ciudad apestada. Neoliberalismo y pospanóptico”. En:
Revista Ciencia Política. Vol. 29, n. 1, pp. 165-183.
Foucault, Michel. 1984. Enfermedad mental y personalidad. Barcelona: Paidós.
______. 1999a. “Nacimiento de la medicina social”. En: Obras esenciales. Volumen II:
Estrategias de poder. Barcelona: Paidós.
______.1999b. “La gubernamentalidad”. En: Obras esenciales. Volumen III: Estética,
ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós.
______.1999c.“La incorporación del hospital en la tecnología moderna”. En: Obras
esenciales. Volumen III: Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós.
_____. 2002. Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976).
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
_____. 2006. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-
1978).México: Fondo de Cultura Económica.
_____. 2007. “La vida: la experiencia y la ciencia”. En Gabriel Giorgi y Fermín
Rodríguez (comps.). Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida. Buenos Aires.
Paidós.
______.2009. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI.
______. 2011. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. México: Siglo XXI.
_____. 2012a. El nacimiento de la clínica: una arqueología a la mirada médica.
México: Siglo XXI Editores.
52
_____. 2012b. El poder psiquiátrico. Curso en el Collège de France (1973-1974).
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
_____.2014. Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975). Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
_____. 2015. Historia de la locura en la época clásica I. México: Fondo de Cultura
Económica.
Le Blanc, Guillaume. 2008. El pensamiento Foucault. Buenos Aires: Amorrortu.
Macherey, Pierre. 2011. De Canguilhem a Foucault: las fuerzas de las normas. Buenos
Aires: Amorrortu.
Vázquez García, Francisco. 2014. “Redescubriendo a un filósofo híbrido: Georges
Canguilhem”. En Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Vol.
66, n. 2, p. 065.
_____. 2015. “Canguilhem, Foucault y la ontología política del vitalismo”. En Logos
Anales del Seminario de Metafísica. Vol.48, pp. 165-187.
Top Related