INNOVACIÓN SOCIAL Y ECONOMÍA SOCIAL: REVISIÓN CONCEPTUAL Y APLICACIÓN A PARTIR DEL CASO DE LAS COOPERATIVAS DE CIUDADANOS
PARA LAS ENERGÍAS RENOVABLES (RESCOOPS)1
Sebastià Riutort Isern [email protected]
CECUPS (Centre d'Estudis sobre Cultura, Política i Societat)
Departament de Teoria Sociològica, Filosofia del Dret i Metodologia de les Ciències Socials
Universitat de Barcelona XI Congreso Español de Sociología, 10-12 julio, Madrid *Trabajo en curso: por favor, no citar sin consultar al autor * RESUMEN La redefinición de la innovación más allá de una dimensión económica y tecnológica ha ido acompañada de un interés cada vez más creciente por la noción de innovación social. Este artículo tiene la voluntad de presentar un revisión teórica de este concepto y discutir su vinculación con las organizaciones de la economía social. La exploración de las aportaciones de dos enfoques de la innovación social –el del emprendimiento social y el de la gobernanza participativa– allana el terreno para comprender la innovación social no sólo como resultado sino también como proceso y avanzar hacía una definición menos confusa. Para ilustrar esta definición teórica, y su aplicación en casos de estudio concretos, se argumenta porqué las empresas sociales pueden verse como vectores de innovación social desde esta perspectiva integradora. En este sentido, las particularidades del caso de las REScoops (cooperativas de ciudadanos para las energías renovables) permite hacer algunas proposiciones para que la innovación social se incluya con menos imprecisión en el análisis del papel de las empresas sociales para generar y difundir prácticas socialmente innovadoras. PALABRAS CLAVE: innovación social, emprendimiento social, gobernanza participativa, empresa social, cooperativa
1 Esta comunicación se enmarca en la fase de investigación de tesis doctoral del autor, posible gracias a la financiación del programa FPU del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España.
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1. Introducción
La noción de innovación social ha despertado un gran interés en los últimos años. En un
momento de incertidumbres y transformaciones como el actual se observa una amplia
preocupación científica por debatir, conceptualizar y analizar la noción de innovación
social (Harrisson y Klein, 2007; Mulgan et al., 2007; MacCallum et al., 2009; Andrew y
Klein, 2010; Howaldt y Schwarz, 2010; Moulaert et al., 2013). La expresión se utiliza
de manera amplia desde diversos sectores (público, privado lucrativo o tercer sector) y
desde diferentes disciplinas académicas (economía, managament, sociología o ciencias
políticas). La innovación social está en boca tanto de investigadores, como de
profesionales y policy-makers. Al ser un concepto aún inmaduro puesto de moda
(Moulaert y Mehmood, 2011), su utilización es mayoritariamente un tanto ambigua y
confusa. Se considera a la innovación social nuevo paradigma de acción y nuevo campo
de estudio, al mismo tiempo que se subraya su complejidad y su carácter
multidimensional (Moulaert et al., 2005; Edwards-Schachter et al., 2012). Cualquier
intento riguroso de concreción se convierte en un reto importante (Harrisson y Jenson,
2013) ya que no hay acuerdo en la definición –a menudo los límites no son claros y es
difícil discernir los diferentes enfoques de la innovación social– y su teorización en las
ciencias sociales no ha sido aún suficientemente explorada.
En este sentido, este articulo quiere ser una aportación más para una mayor
comprensión teórica de la innovación social que, concretamente, sirva de base para
saber cómo las empresas sociales persiguen la institucionalización positiva de su
modelo organizacional y de su actividad. Es recurrente considerar a las organizaciones
de la economía social vectores de innovación social tanto por su misión social como por
la naturaleza de sus modelos de gobernanza interna (Bouchard, 2011; Defourny y
Nyssens, 2013). Sin embargo, se sabe poco sobre las características de los procesos
innovadores que éstas articulan con su entorno para difundirse –sobretodo si este
entorno les es adverso.
En un nuevo ejercicio de exploración conceptual, este artículo se estructura de la
siguiente manera. Tras esta breve introducción, en la siguiente sección se identifican
dos enfoques diferentes para abordar la innovación social: un primero vinculado a la
noción de emprendimiento social y un segundo a la construcción de modelos de
gobernanza participativa. Una vez presentadas sus características principales, en la
tercera sección se discuten sus convergencias y divergencias, que tienen como eje
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central la concepción de la innovación social como proceso o como resultado. A partir
de aquí es pertinente proponer una definición que agrupe a ambos enfoques. En la
cuarta sección se entra más en profundidad en la relación entre esta perspectiva de la
innovación social y las empresas sociales. El estudio de caso de las empresas sociales
permite ilustrar mejor la aplicación práctica de la innovación social y su relación con la
economía social en general. En esta misma sección se expone el caso concreto de las
REScoops (del inglés, Renewable Energy Source Cooperatives). Son empresas sociales
que agrupan a ciudadanos para la producción y consumo de energías renovables. No
existe a día de hoy una propuesta metodológica única ni definitiva para analizar estas
organizaciones y hay todavía poco trabajo académico sobre éstas. Las características de
este caso, reciente y ubicado en un sector reticente al cambio, genera, por ejemplo,
preguntas sobre los factores socialmente innovadores que facilitarían su difusión. En la
quinta e última sección, a modo de conclusión, se plantean algunas proposiciones y
preguntas para la integración –con menos imprecisiones– del concepto de innovación
social en los diseños de investigación para éste y futuros casos de empresas sociales.
2. De la innovación a la innovación social
La innovación no es un ámbito de estudio reciente, como tampoco el análisis de su
dimensión social (Moulaert, 2009). La innovación ya despertó interés entre clásicos de
la sociología como Durkheim, Simmel o Weber, preocupados por el significado de la
innovación en las transformaciones económicas y en el papel de las instituciones en el
devenir de los comportamientos económicos (Herranz, 2012). Pero sin ninguna duda, ha
sido la teoría económica la que ha dado más importancia al fenómeno de la innovación.
El debate alrededor de la innovación en el seno de la actividad económica ha sido, y es
aún, más que extenso. A Schumpeter le debemos el desarrollo de una teoría de la
innovación aplicada al estudio de los procesos y ciclos económicos. Considerado el
padre del análisis de la innovación, éste la concibe como el factor clave para la
reactivación de un nuevo ciclo y sitúa al emprendedor como el sujeto que introduce la
innovación para crearlo y expandirlo: un proceso de “destrucción creativa” que destruye
lo antiguo y crea elementos nuevos (Schumpeter, 1967; 1989). Sin quitar importancia a
la innovación tecnológica, su concepción del proceso de innovación reconoce una
importancia central a la innovación en las relaciones sociales. Curiosamente, su teoría
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de la innovación adopta una clara perspectiva sociológica (Herranz, 2012, 76).
Schumpeter reconoce que la innovación no incluye solamente la aparición de un nuevo
producto (“invento”) sino también la incorporación de nuevas combinaciones en las
formas de producción (Montagut, 2012), y reconoce también su papel en las esferas
cultural, social o política además de en la económica (Moulaert et al., 2005).
Actualmente resurge la idea de situar a la innovación en un marco de comprensión
más complejo. La re-significación de la innovación en términos no puramente
económicos o tecnológicos ha ido acompañada de diferentes enfoques de la innovación
social –que tienen en Schumpeter una importante fuente de inspiración. No obstante, no
resulta fácil descifrar las características principales de las diferentes maneras de
concebir la innovación social (Moulaert et al., 2005; Bassi, 2011; Martínez, 2011).
Tratar con este concepto nos obliga a tomar en consideración a resultados y procesos, a
la creación de valor social, al emprendimiento social y a la empresa social, a la
gobernanza, al cambio y a la transformación de nuestras sociedades. En consecuencia,
en este artículo se identifican dos enfoques de la innovación social: el “enfoque del
emprendimiento social” y el “enfoque de la gobernanza participativa”.
2.1. El enfoque del emprendimiento social
Para este enfoque la innovación social es la articulación de nuevas idees viables para
hacer frente a objetivos sociales. Se trata de nuevas maneras de satisfacer las
necesidades sociales del momento. Desde este enfoque se considera que los métodos y
herramientas clásicas de la actividad gubernamental y las soluciones puramente de
mercado han resultado inadecuadas para resolver los retos importantes que deben hacer
frente hoy las sociedades y para satisfacer las necesidades sociales de sus poblaciones.
Además, se considera que la sociedad civil a menudo no es capaz de dar con buenos
resultados ya que la expansión de sus idees dependen en demasiada medida de la
obtención de capital, habilidad y demás recursos (Murray et al., 2010, 4). La innovación
se presenta aquí como una nueva articulación de ideas dirigidas a la satisfacción de esas
necesidades sociales inadecuadamente atendidas a través del estado o de las
tradicionales formas de mercado. Organismos como la Young Foundation o NESTA
definen, así, la innovación social como aquellos “servicios y actividades innovadoras
motivadas por el objetivo de satisfacer necesidades sociales y que son desarrolladas y
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difundidas predominantemente a través de organizaciones el principal propósito de las
cuales es social” (Mulgan et al., 2007, 8).
La particularidad de este enfoque es que sitúa al emprendimiento social como el
elemento principal de la innovación social (Defourny y Nyssens, 2013). Aunque se
apunta que ésta puede ser desarrollada desde organismos gubernamentales, iniciativas
privadas de mercado, movimientos sociales, universidades o empresas sociales, se hace
énfasis en el papel de los emprendedores sociales. En términos schumpeterianos, los
emprendedores sociales son considerados los principales agentes de cambio; incluso, en
algún momento, identificados como los héroes de la modernidad, individuos enérgicos e
impacientes, competentes y motivados para resolver problemas mediante nuevas
soluciones (Mulgan 2006, 148; Defourny y Nyssens 2010a, 39). Éste sujeto
emprendedor se encarna, entre otros, en figuras como Robert Owen (considerado el
padre del cooperativismo), Octavia Hill (impulsora de innovadoras idees en la gestión
de viviendas y espacios comunitarios), Michael Young (fundador de la Young
Foundation, centro que impulsa reconocidas iniciativas en campos como la educación,
la salud, etc.) o Muhammad Yunus (fundador del Grameen Bank y otras experiencias
basadas en el microcrédito). Son los emprendedores sociales los que gestionan y
transforman las innovaciones en productos y servicios concretos.
Este enfoque también subraya –sobretodo desde trabajos vinculados a la Standford
Social Innovation Review– la importancia de la misión social de la actividad que
promueve la dinámica del emprendimiento social, inmersa en empresas y
organizaciones con o sin fin lucrativo. La relevancia de la innovación social yace no
sólo en su capacidad para generar soluciones más eficientes, efectivas, sostenibles o
justas a los problemas sociales, sino también en el hecho que el valor que creen sea
acumulado principalmente por la sociedad –en el sentido más amplio del término– en
vez de por individuos privados (Phills et al., 2008, 36). Ésta es, inicialmente, la
diferencia entre la innovación social y la innovación en los negocios convencionales,
que está generalmente motivada por la lógica de la maximización de beneficios y se
difunde principalmente a través de organizaciones que buscan este objetivo. El valor de
la innovación social es un valor social porque repercute sobre el conjunto de la sociedad
y no solamente sobre el individuo que la activa. Se define valor social como “la
creación de beneficios o reducción de los costos para la sociedad –a través de esfuerzos
para atender las necesidades y problemas sociales– por vías que van más allá de las
ganancias privadas y de los beneficios derivados de la actividad de mercado” (ibíd.,
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2008, 39). Filipe M. Santos (2012, 377) lo indica claramente: el emprendimiento social
se centra más en la creación de valor (cuando en una actividad la utilidad agregada de
los miembros de la sociedad aumenta después de tener en cuenta por el coste de
oportunidad todos los recursos utilizados en ella) que en la captación de valor (cuando
en una actividad el actor principal es capaz de apropiarse de una porción del valor
creado per ésta después de tener en cuenta el costo de los recursos movilizados).
Aunque la mayoría de iniciativas del emprendimiento social tienen como resultado
la creación de este valor social, las fronteras de la innovación social se vuelven borrosas
cuando se consideran las oportunidades del emprendimiento social en el sector privado
lucrativo (Defourny y Nyssens, 2010a, 42). El impacto social que se genere es más
importante que la forma organizativa que adopte la innovación social o el sector en el
cual se ubique. Como indica Alex Nicholls (2008, 12), el emprendimiento social es
entendido como “una construcción dinámica multidimensional que se mueve a través de
diferentes puntos de intersección entre los sectores público, privado y social. Los
mecanismos organizacionales que adopte son en gran medida irrelevantes: los
emprendedores sociales trabajan por igual en el sector publico, privado y social,
utilizando formas organizacionales lucrativas, no lucrativas o híbridas (o un mix de las
tres) para cumplir con su valor social y avanzar sobre el cambio”. Bajo este prisma, por
ejemplo, se podría considerar, y hay autores que así lo hacen, la responsabilidad social
corporativa o la inversión socialmente responsable como partes del emprendimiento
social y, por ende, de la innovación social (Phills et al., 2008, 40; Goodman y Murillo,
2011) aunque su actividad o peso sea considerablemente marginal en el computo global
de la empresa. Desde este enfoque, los límites de la innovación no son del todo claros ni
fijos; un hecho que puede provocar dudas sobre la preponderancia de la creación de
valor sobre la captación de valor.
2.2. El enfoque de la gobernanza participativa
En los últimos años se han desarrollado diferentes proyectos de investigación que han
ido aportando poco a poco una concepción más amplia e integradora de la noción de
innovación social (Harrisson y Jenson, 2013). Se ha avanzado así en la
conceptualización de la innovación social más allá de visiones puramente
intervencionistas y de espíritu empresarial vinculadas al enfoque anterior. Este segundo
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punto de vista contextualiza sociológicamente la innovación social y la concibe como
un proceso dinámico y colectivo más extenso. Se trata de un proceso de desarrollo
organizacional y de cambios en las relaciones entre instituciones y actores sociales.
Llamaré a éste el “enfoque de la gobernanza participativa”.
La investigación llevada a cabo en el CRISES (Centre de recherche sur les
innovations sociales) es un claro referente de este giro conceptual (Harrisson y Klein,
2007; Harrisson, 2009; Andrew y Klein, 2010; Bouchard y Lévesque, 2010). Para el
CRISES la innovación social se sitúa en la intersección de tres niveles: es un proceso
que involucra colectivos, organizaciones e instituciones. A nivel analítico, los trabajos
de este centro de investigación canadiense han puesto el acento en tres aspectos
(Harrisson, 2009, 3–4). En primer lugar, se han centrado en el análisis de los procesos
de desarrollo de la innovación social (distinguiendo las fases de emergencia,
experimentación, apropiación y alianza-transferencia-difusión); en segundo lugar, han
observado las condiciones para su difusión (enfatizando la condiciones que imponen las
configuraciones institucionales); y en tercer lugar, han indagado en los vínculos entre
innovación y transformación (en el papel de la innovación social en la transformación
de las sociedades; en cómo iniciativas marginales en su origen van transformando el
modelo de desarrollo: dejando de ser innovaciones para pasar a ser parte de nuevas
configuraciones institucionales y relaciones sociales). A parte del CRISES, proyectos
con financiamiento europeo como SINGOCOM (2002-2004), KATARSIS (2006-2009)
o el aún vigente WILCO (2010-2013) contribuyen en esta línea de aproximación a la
innovación social.
Este segundo enfoque introduce dos elementos centrales al análisis y teorización de
la innovación social. Por un lado, contextualiza la innovación social en un marco
institucional y de dependencia histórica (path dependency) concreto, con un modelo de
regulación de las relaciones particular. Y por otro, considera que las innovaciones
sociales suponen cambios en las relaciones sociales a diferentes niveles; una cuestión
vinculada a la noción de gobernanza. Desde este enfoque la innovación social implica
una ruptura dentro de las instituciones existentes porque innovar implica la oposición a
–o, en todo caso, la alternación de– el orden establecido debido a la introducción de
algo novedoso (Harrisson, 2006). La innovación social es, ante todo, un mecanismo
para transformar el sistema institucional que comporta, al mismo tiempo, cambiar los
modelos de regulación de las relaciones sociales. Denis Harrison (2009) define la
innovación social como “una intervención iniciada por actores sociales para responder a
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una aspiración, satisfacer una necesidad, aportar una solución o aprovechar una
oportunidad de acción a fin de modificar las relaciones sociales, transformar el marco
de acción o proponer nuevas orientaciones culturales”. En la misma línea, en el
proyecto WILCO se entiende por innovación social la “implementación de una idea o
un concepto que es, de manera significativa, nueva y disruptiva con las rutinas y
estructuras que prevalecen en un determinado sistema” (Montagut, 2012).
Las innovaciones sociales sugieren soluciones que por si mismas ya suponen
nuevas asociaciones y nuevas maneras de movilizar a los actores. Éstos no son pasivos;
participan, crean, se comunican y negocian (Harrisson, 2006). La innovación social
tiene una dimensión que está vinculada al empoderamiento de las comunidades y a su
participación en los modelos de gobernanza. Es decir, la innovación social conlleva
cambios en las relaciones de poder y un aumento de las capacidades sociopolíticas de
los actores para acceder a los recursos necesarios para satisfacer aquellas necesidades
insatisfechas o alienadas (Moulaert et al., 2005, 1976).
En este enfoque la institucionalización de las innovaciones sociales recibe especial
atención. La innovación social se sitúa en el terreno de las comunidades, de la sociedad
civil organizada y en su capacidad para convertir sus experimentaciones sociales en
nuevas configuraciones institucionales. Aquí, la innovación social responde más bien a
un dinámica a nivel local que no tiene porque tener espíritu empresarial. Como indican
Moulaert y otros (2007, 196), “la innovación social hace visible una constelación
polimórfica de movimientos e iniciativas contra-hegemónicas”. La concepción de la
innovación social desde esta perspectiva va más allá de la creación de valor o impacto
social y de la satisfacción de necesidades. No se trata solamente de un nuevo producto o
servicio sino del proceso de reconfiguración de las relaciones sociales que conlleva su
creación o aplicación. Se trata de la construcción de nuevas dinámicas participativas
entre instituciones y sociedad civil (top-down y bottom-up) en un contexto y tradición
histórica concretos. La innovación es fuente de transformación social porque contribuye
a la emergencia de nuevos modelos de desarrollo –una noción que no se limita al
sistema de producción, ni a un modelo de empresa, sino que incluye un modelo de
regulación de las relaciones sociales.
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3. Convergencias y divergencias: la innovación social como resultado o proceso
Intentar descifrar las diferencias, pero también los puntos de encuentro, entre los dos
enfoques puede ser de utilidad para comprender mejor la innovación social. El elemento
principal de divergencia más perceptible es que el primer enfoque concibe la innovación
social como nuevas prácticas que ofrecen respuestas y soluciones a los retos y
necesidades del momento incluso de manera más eficiente que sus alternativas; mientras
que el segundo, en cambio, concibe además la innovación social en forma de proceso
inmerso en una dinámica de cambio más amplia, es decir, de cambios institucionales
con incidencia en las estructuras y relaciones de gobernanza. De este modo, el enfoque
del emprendimiento social pone más énfasis en la descripción de la innovación social, a
qué responde y a quién se dirige, cómo se produce y en qué espacios y condiciones se
puede facilitar su desarrollo. En cambio, el enfoque de la gobernanza participativa,
considera la naturaleza colectiva de los procesos de innovación social que incluye
dinámicas entre instituciones, organizaciones y sociedad civil dentro de un contexto
concreto. Por lo tanto, en este enfoque se atribuye a la innovación social la consecución
de cambios en programas, agencias e instituciones. Es la culminación de la difusión e
institucionalización de las experimentaciones de la sociedad civil que conlleva la
creación de modelos de gobernanza más participativa y, por lo tanto, de cambios en las
relaciones de poder.
Estas divergencias apuntan que posiblemente la diferencia entre ambos enfoques
radicaría en la concepción de la innovación social como resultado o como proceso. A
menudo es difícil comprender si la innovación social es un resultado, un proceso, o
ambas cosas a la vez. Hay aproximaciones que remarcan la innovación social en
términos de resultados –sobre el valor social que se produce– mientras que otras ponen
el acento en los procesos –esto es, en las interacciones sociales. A grosso modo se
puede percibir que el enfoque del emprendimiento social estaría más próximo a esta
primera aproximación mientras que el enfoque de la gobernanza participativa en el
segundo. Sin embargo, se puede apreciar que el enfoque del emprendimiento social –o
al menos algunos de los autores más destacados de éste– también reconoce la dimensión
procesual de la innovación social pero, quizás, con matices respecto al otro enfoque.
Matices que estarían relacionados con la concepción de “resultado” de la innovación
social: si se trata sólo de satisfacer necesidades o bien se trata de avanzar en la
transformación de los modelos de gobernanza actuales hacía espacios de participación y
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empoderamiento ciudadano.
El enfoque del emprendimiento social cada vez muestra mayor preocupación por la
expansión y difusión de las innovaciones sociales. Para este enfoque el proceso de
innovación social es las fases o etapas a través de las cuales las innovaciones sociales se
producen y difunden hacia el exterior, desde los primeros apuntes e ideas hasta su
crecimiento y expansión (scaling up) (Mulgan, 2006; Murray et al., 2010, 8–9). Se
considera que para alcanzar este objetivo la innovación social requiere de la interacción
entre innovadores y su entorno de trabajo. Las nuevas ideas de los emprendedores
necesitan ser respaldadas para que perduren. Se recorre a la metáfora de las “abejas” y
las “flores” para ilustrar mejor esta interacción (Mulgan et al., 2007, 20; BEPA, 2011,
106). Las “abejas” son individuos enérgicos y creativos, pequeñas organizaciones con
nuevas idees e imaginación con capacidad para moverse con agilidad entre diferentes
sectores. Las “flores” son las grandes organizaciones –gobiernos, empresas o grandes
ONGs– que aunque a menudo son poco creativas, son generalmente idóneas para
implementar ideas, tienen el poder y el dinero para hacer que las cosas sucedan a gran
escala. Las etapas descritas no necesariamente son presentadas en forma secuencial, se
pueden dar saltos de manera indeterminada. Pero si no se tienen en cuenta el potencial
de la innovación puede verse reducido. Este enfoque tienen la voluntad de proveer un
marco útil para pensar los diferentes estadios que requieren innovadores e innovaciones
para crecer y hacer realidad el cambio.
En cuanto al enfoque de la gobernanza participativa, la dimensión procesual
adquiere un punto de vista un tanto diferente porque se insiste en comprender la
innovación social como un proceso social de cambio institucional en si mismo. La
innovación social es un proceso de interacción entre la sociedad civil y las instituciones
con el fin de generar transformaciones en la sociedad. La innovación social implica un
nuevo modelo de desarrollo de la sociedad –esto es, de regulación de las relaciones
sociales, de gobernanza– más participativo. Ciertamente este enfoque también se
preocupa por la institucionalización de la innovación social, pero ubica este proceso en
un proyecto colectivo de sociedad más participativa y democrática.
Observado este matiz, podría ser lógico atribuir al primer enfoque una concepción
de la innovación como variable dependiente (es decir, se preocupa por identificar esos
procesos que explican la innovación social como resultado) mientras que el segundo lo
hace como variable independiente (la innovación social como un proceso que explica el
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cambio en las sociedades2).
La definición de innovación social que facilita el informe Empowering people,
driving change encargado por la Comisión Europea (BEPA, 2011) puede sernos útil
para ir desarrollando una definición que pueda integrar ambos enfoques. El informe
clasifica las innovaciones sociales en tres categorías (BEPA, 2011, 36–43): (1)
innovaciones que responden a demandas sociales y que no se dirigen al mercado o a las
instituciones sino que están más vinculadas directamente con, y involucran a, grupos
vulnerables de la sociedad; (2) innovaciones que están vinculadas con los retos
societales, de forma global, donde se confunden los límites entre lo social y lo
económico; y (3) esas innovaciones sociales que reforman la sociedad en la dirección de
hacer de ésta un espacio más participativo en el cual el empoderamiento de las personas
y el aprendizaje se convierten ambos en fuentes y resultados de bienestar. Estas últimas
innovaciones están relacionadas con cambios fundamentales en las actitudes y valores,
estrategias y políticas, estructuras y procesos organizacionales, sistemas de suministros
y servicios, métodos y maneras de trabajar, responsabilidades y tareas de las
instituciones conectadas entre ellas y entre diferentes tipos de actores. Detrás de estas
innovaciones hay una idea de crear un cambio sistémico sostenible a partir del
desarrollo de procesos organizacionales y del cambio en las relaciones entre
instituciones y los actores implicados e interesados. Las tres categorías de innovaciones
son interdependientes: “una innovación que se dirige a una demanda social (pongamos
por ejemplo el cuidado de las personas ancianas) contribuye a atender un reto social
(una sociedad cada vez más envejecida) que, a través de una dimensión procesual (por
ejemplo, la implicación activa de estas personas ancianas) contribuye a reformar la
sociedad mediante la participación y el empoderamiento (BEPA, 2011, 43). Hay una
clara relación entre esta última categoría y el enfoque de la gobernanza participativa.
A continuación propongo una definición para la innovación social elaborada a
partir de la que propone el informe de la Comisión Europea (BEPA, 2011, 33). Se
quiere resalar así la dimensión procesual de la innovación social y esta tercera categoría
de innovaciones sociales, claramente relacionada con el enfoque de la gobernanza
participativa:
2 Dos ejemplos: en el proyecto SINGOCOM se parte de la innovación para explicar el cambio hacia una sociedad más inclusiva, sobretodo en cuanto a individuos o grupos excluidos o desfavorecidos en diferentes esferas de la sociedad; y en el proyecto WILCO se utiliza la noción de innovación social para explicar la cohesión social a nivel local.
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“Las innovaciones sociales son nuevas ideas –en forma de productos o servicios
y de modelos de interacción social– que simultáneamente satisfacen necesidades
sociales, responden a retos societales del momento, y crean nuevas relaciones o
colaboraciones sociales entre individuos o grupos sociales, y entre éstos y su
contexto institucional, en la dirección de crear formas organizativas y espacios
de gobernanza más participativos y de empoderamiento social. La innovación
social responde tanto a la creación de valor para el conjunto de la sociedad
(resultado) cómo a la creación de modelos de interacción social (procesos). En
términos de procesos, la innovación social conlleva una doble dinámica
colectiva: por un lado, supone la creación de algún tipo de forma organizacional
que implica a personas pertenecientes a una comunidad y, por otro lado, supone
un nuevo modo de interacción entre estas organizaciones y otros actores de su
entorno institucional”.
Con esta definición se obtiene una idea más completa de innovación social ya que se
incluyen elementos de ambos enfoques. ¿Qué casos concretos pueden hacernos más
comprensible está definición teórica de la innovación social? Experiencias de la
economía social pueden verse como vectores de innovación social al encajar bien en
ésta perspectiva integradora.
4. Empresas sociales: vectores de innovación social
Es frecuente el establecimiento de un vinculo estrecho entre la economía social y la
innovación social (Moulaert y Ailenei, 2005; Bouchard y Lévesque, 2010; Bouchard,
2011). La economía social tiende a responder a aspiraciones colectivas y a necesidades
sociales a menudo mal atendidas por los poderes públicos o por los mercados
convencionales. No siempre la economía social es socialmente innovadora, pero cuando
lo es, se traduce en el despliegue de un repertorio de nuevos productos y servicios,
nuevas organizaciones y nuevos procesos. Algunas iniciativas de la economía social
destacarán por la naturaleza de los productos y servicios que generan mientras que otras
lo harán, además, por la naturaleza misma de los procesos que articulan. Centremos
nuestra atención en las organizaciones de la economía social y veremos con más
claridad porqué se puede considerar a la economía social vector de innovación social.
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Según el enfoque más europeo, las organizaciones que se incluyen bajo el paraguas
de la economía social –principalmente son cooperativas, mutualidades y asociaciones–
se caracterizan por la búsqueda de objetivos sociales y por tener modelos de gobernanza
basados en la toma de decisiones de forma democrática. La distinción de estas
organizaciones de otras del ámbito económico no es tanto el impacto social de los
productos y servicios que generan –que también– como los procesos mediante los
cuales éstos son producidos: un modelo de gobernanza cooperativo facilita mayores
grados de participación y empodera a los actores implicados. Hay quién podría ver en
este modelo de regulación de las relaciones sociales una innovación social per se. El
caso es que el modelo cooperativo ha experimentado una renovación en las últimas
décadas de la mano de la aparición de nuevos tipos de organizaciones y nuevas
dinámicas empresariales, como el caso de las empresas sociales (Defourny y Borzaga,
2001; Nyssens, 2006). Los proyectos y trabajos empíricos de EMES European Network
Research han contribuido a una definición teórica de las empresas sociales (Defourny y
Nyssens, 2006).
A diferencia de las cooperativas tradicionales, les empresas sociales están más
orientadas a la comunidad en su conjunto y ponen énfasis en el interés general de su
actividad más que en el de sus propios miembros. Su actividad económica está
conectada a una misión social. A través de las empresas sociales se observa una
dinámica empresarial colectiva que se traduce también en un modelo de gobernanza
participativa que tiene la novedad de combinar diferentes tipos de stakeholders, creando
un modelo de participación en que intervienen “múltiples partes interesadas” en su
actividad: trabajadores, consumidores, usuarios, productores, socios, representantes
públicos, etc. Los nuevos mecanismos de democracia interna y de participación en las
empresas sociales comportan una re-configuración de las relaciones entre los actores y
empodera por diferentes vías a ésos en el proceso de creación de valor social; destinado
a satisfacer necesidades o a abordar las aspiraciones y retos societales del momento. Si
de algún modo se puede relacionar la innovación social con las empresas sociales es en
la particular forma de gobernanza, que parece específica de estas entidades en
comparación con otras iniciativas de emprendimiento social donde las dinámicas
colectivas no son el centro de atención. Este es el punto de partida de Jacques Defourny
y Marthe Nyssens (2013) que sin duda es útil para ver a las empresas sociales como
herramientas para impulsar la innovación social, sobretodo si se parte desde una
concepción de ésta que no sólo concierne resultados sino también procesos colectivos.
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Sin embargo, la relación entre economía social y innovación social no se limita a
las estructuras internas de las organizaciones. En un sentido amplio, la economía social
es portadora de una visión alternativa de las relaciones entre estado, mercado y sociedad
civil y apela a cambios que se sitúan en el nivel institucional. Cobra importancia el rol
de las dinámicas institucionales en facilitar la difusión de la innovación social; o dicho
de otra manera, de los productos y procesos que impulsan las empresas sociales.
La capacidad de la sociedad para innovar depende de la configuración institucional
que facilita o limita la innovación (Scott, 1995). La teoría institucional en sociología se
ha caracterizado por estudiar las organizaciones analizando cómo los entornos
institucionales y las creencias culturales van dando forma a su comportamiento (Powell
y DiMaggio, 1991). Pero la nueva sociología económica propone un nuevo foco de
análisis para explicar cómo las instituciones interactúan con redes sociales y normas
formales e informales para dar forma y direccionar la acción económica (Nee, 2005).
Esta concepción abre la posibilidad para entender que no sólo son los contextos
institucionales los que ejercen una influencia sobre el comportamiento de las
organizaciones, sino que los actores, ya sean individuos u organizaciones, pueden ser
agentes que inician y participan activamente en la implementación de cambios en las
instituciones existentes (Battilana et al., 2009). Esta idea queda recogida de manera más
amplia a través del concepto de “institutional work” que hace referencia a las estrategias
de los actores no sólo en dar forma a nuevas instituciones sino también en mantener o
inferir en las ya existentes (Lawrence et al., 2011).
En el contexto europeo, el proceso de institucionalización de las empresas sociales
ha estado ligado a la evolución de las políticas públicas. Defourny y Nyssens (2010b,
34–35) indican que las empresas sociales –como es el caso de las empresas sociales de
inserción laboral (WISE en inglés), por ejemplo– han contribuido en determinados
entornos al desarrollo de nuevos esquemas públicos y marcos legales, en la creación de
nuevas instituciones y políticas concretas. La innovación social en los procesos de
institucionalización de las empresas sociales se observaría en la naturaleza de los
nuevos procesos de gobernanza inter-organizacionales: cambios que suponen una visión
cooperativa de la gobernanza y un redefinición del papel concreto de los actores. La
lógica de la economía social conlleva la creación de puentes entre empresas y
comunidades locales, entre los organismos de desarrollo económico y los organismos de
desarrollo social, políticas públicas concretas; supone avanzar hacia un régimen de
15
gobernanza más democrático como mecanismo para construir estas relaciones de
cooperación (Bouchard y Lévesque, 2010, 15).
En definitiva, las dinámicas colectivas innovadoras que impulsan las empresas
sociales nos permiten discernir un vínculo entre éstas y la innovación social, sobretodo
porque promueven nuevas colaboraciones entre los actores tanto dentro como fuera de
las organizaciones. Pero este tipo de iniciativas pueden topar con barreras que dificulten
el proceso de institucionalización. Por eso es importante preguntarse por la naturaleza
de estos obstáculos: ¿pueden estar éstos vinculados a las características del campo
concreto en el que actúan, a las propiedades concretas de los otros actores en juego o a
las mismas características y objetivos de las empresas sociales? Se sabe poco sobre los
factores que facilitan la difusión o institucionalización de modelos organizativos
socialmente innovadores, y eso obliga a preguntarse sobre la caracterización de la
innovación en las relaciones inter-organizacionales con la finalidad de institucionalizar
determinados procesos organizacionales. Sin duda éstas son buenas preguntas si nuestro
caso de estudio son las REScoops, por ejemplo. Presentaré a continuación las
principales características de éste fenómeno que nos permitirá ilustrar mejor esta
concepción de la innovación social relacionada con la economía social.
4.1. El caso de las REScoops (Renewable Energy Source Cooperatives)
La estrategia para el año 2020 de la Comisión Europa sitúa claramente el desarrollo
sostenible en el centro de su agenda política3 y, entre sus prioridades, reconoce el rol de
la innovación social en dicha tarea. Según la Comisión Europea la cuestión energética
pone en evidencia los límites de la innovación tecnológica y la necesidad de innovar en
las relaciones sociales: la lucha contra el cambio climático requerirá de “nuevas fuentes
de energía, nuevas infraestructuras, patrones de trabajo, métodos de producción,
distribución y transporte, nuevas formas de interacción, nuevos comportamientos y
creencias” (BEPA, 2011, 23). El potencial de la tecnología en relación a la
sostenibilidad sólo es realmente relevante si paralelamente a ésta van cambiando las
prácticas sociales. En caso contrario existe el riesgo que la introducción de mejoras
3 Particularmente la estrategia europea “20-20-20” pretende reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero (o incluso hasta un 30% si las condiciones lo permiten), alcanzar el 20% de consumo de energía de fuente renovable e incrementar en un 20% la eficiencia energética. El programa “Intelligent Energy Europe” está claramente definido para lograr estos objetivos.
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tecnológicas en eficiencia y durabilidad (como es el caso de las energías renovables) no
tengan el efecto esperado y, en el peor de los casos, provoquen un resultado contrario
(Howaldt y Schwarz, 2010, 46–50).
En los últimos tiempos el campo de la energía renovable se ha visto afectado no
sólo por las mejoras tecnológicas y el incremento de políticas climáticas, sino
especialmente por el aumento y diversidad de los actores involucrados en la producción
y distribución de energía renovable: desde grandes corporaciones privadas, empresas y
administraciones públicas en diferentes niveles, hasta los ciudadanos en un su esfera
domésticas e, incluso, organizados en cooperativas –un nuevo actor que ha emergido de
manera especial en los últimos años. Estas últimas iniciativas ciudadanas aparecen con
el nombre de REScoops (Coen, 2010). Básicamente son grupos de ciudadanos que
cooperan en el campo de las renovables desarrollando nuevas maneras de producir,
consumir y vender energía o proveyendo servicios a nuevas iniciativas. En Europa
existen ya un número de cooperativas a considerar –aunque sea más por su calidad que
por su cantidad– que se han desarrollo con éxito en sus contextos nacionales: EWS
(Alemania, 1986), Ecopower (Bélgica, 1991), Middelgrunden (Dinamarca, 1997),
Energy4All (Reino Unido, 2000), Enercoop (Francia, 2005). En España, hay que
destacar el desarrollo de la cooperativa Som Energia, fundada a finales de 2010 en
Girona, experiencia pionera en todo el estado y, hasta ahora, la más prominente. No
obstante, en estos momentos estas iniciativas no son aún actores de peso en el sector
energético4. El mercado eléctrico, a pesar de la reciente liberalización, continúa estando
controlado por un número reducido de empresas eléctricas y esto añade dificultad para
que las REScoops accedan con normalidad.
Las REScoops podrían considerarse nuevas empresas sociales tanto por los
resultados como por los procesos que persiguen. En primer lugar, las REScoops tienen
como finalidad última la satisfacción de necesidades humanas. Sin duda, en la
actualidad la energía ocupa un espacio central en los sistemas de reproducción social de
nuestras sociedades, es un satisfactor imprescindible para cubrir gran parte de nuestras
necesidades. Además, el actual modelo energético basado principalmente en fuentes de
energía fósiles y contaminantes pone en riesgo la satisfacción futura de dichas
necesidades. En segundo lugar, a través de la promoción de energías renovables estas
4 Esto ser percibe observando los porcentajes de producción de energía renovable que asumen en estos momentos las REScoops: entre el 1 i el 2% en el sur y este de Europa, alrededor del 6% en Bélgica y Francia, y se estima que sobre el 15% en los países escandinavos (REScoop.eu, 2011).
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iniciativas se enfrentan al reto global de la lucha contra el cambio climático. La
inyección de energía renovable en la red y su consumo responsable es una importante
manera de reducir la dependencia energética sobre los combustibles fósiles y de
aumentar la sostenibilidad de nuestras sociedades. Finalmente, y en tercer lugar, su
modelo cooperativo no lucrativo y multistakeholder pone énfasis en la creación del
valor social derivado de su actividad y articula nuevas maneras de relación entre los
actores, fomentando espacios para la participación y el empoderamiento de las personas.
Las REScoops aportan un nuevo modelo organizacional de participación ciudadana
en el campo de las renovables que es innovador. Este modelo no persigue únicamente
alcanzar objetivos ambientales. La visión de las REScoops tiene que ver también con
objetivos económicos, sociales y políticos (Huybrechts, 2013). Buscan reducir los
niveles de consumo energético fomentando un uso racional de la energía; desarrollan un
modelo que pretende avanzar hacía la autonomía económica, para poder ser más
resistentes a las presiones de los precios y a las tensiones geopolíticas que conlleva el
modelo energético globalizado; planifican la implementación de fuentes energéticas
renovables a nivel local con la implicación y apoyo de las comunidades; y fomentan un
modelo democrático para el mercado energético. La transición no es sólo ambiental,
sino política. Consideran que el acceso a la energía es un derecho básico pero también
entienden que la producción y distribución de energía es una responsabilidad cívica en
la cual los ciudadanos y las comunidades han de poder tomar parte en ello (Rescoop.eu,
2012). El modelo cooperativo de las REScoops es socialmente innovador, sobretodo en
el sentido que involucra de manera activa a la ciudadanía en un campo en dónde ésta ha
tenido por costumbre un papel pasivo. Además del consumo de energía, los miembros
de estas cooperativas pueden invertir en ellas sus ahorros, pueden participar en igualdad
de condiciones en la toma de decisiones y obtener recursos en forma de capital social y
humano.
La actividad de las REScoops pone en jaque a las estructuras convencionales de
producción y consumo de energía actuales porque apuesta por un modelo
completamente diferente. El problema yace en qué el sector energético no es un entorno
fácil para que estas iniciativas puedan difundirse e incidir de forma determinante en la
configuración de nuevas regulaciones institucionales. Benjamin Huybrechts y Sybille
Mertens (2011) indican que a pesar de que el modelo de las REScoops parece atractivo
y aparentemente más eficiente que el de las empresas convencionales a nivel
económico, medioambiental y democrático, su difusión es aún limitada en la mayoría de
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los países europeos. Existen barreras y obstáculos a su desarrollo: dificultades en la
obtención de recursos financieros, trabas para encontrar localizaciones apropiadas para
construir sus instalaciones, la configuración del mercado energético preexistente, el
poco reconocimiento del modelo cooperativo, etc. En España la situación es
especialmente complicada, sobretodo por el carácter marcadamente de oligopolio del
sector (dominado por cinco grandes compañías: Endesa, Iberdrola, HC, Gas Natural
Fenosa y E.ON), por tener una regulación compleja e ineficiente (que socializa las
pérdidas y privatiza los beneficios) o por la falta de iniciativa política para materializar
una reforma profunda del sector (un buen ejemplo son la suspensión de las primas a las
renovables y la incertidumbre sobre una futura regulación del autoconsumo). El
contexto español no aporta nada de luz para un posible nuevo modelo de gobernanza
para el sector eléctrico.
Sin embargo, a veces el contexto institucional puede dar oportunidades. Por
ejemplo, a nivel europeo, el programa “Intelligent Energy Europe” está financiando el
proyecto “REScoop 20-20-20”. Es una iniciativa de tres años de duración impulsada por
la federación de REScoops europea que tienen la voluntad de estudiar las cooperativas
existentes y sus contextos de acción, contribuir a la difusión del modelo y acelerar la
creación de nuevos proyectos ciudadanos de energía renovable. Este proyecto es un
buen espacio para dar argumentos positivos a las instituciones europeas, nacionales y
regionales para edificar nuevas colaboraciones y regulaciones institucionales en el
sector energético europeo.
5. Proposiciones a modo de conclusión
La revisión conceptual de la innovación social, a partir de la distinción entre los
enfoques del emprendimiento social y de la gobernanza participativa, ha revelado la
importancia de su dimensión procesual. La innovación implica cambios en las
relaciones sociales vinculados a la creación de nuevas soluciones o instrumentos para
satisfacer necesidades sociales logrando un impacto social para el conjunto de la
sociedad. Estos nuevos procesos de interacción entre los actores deben observarse tanto
dentro y como fuera de las organizaciones. Para ser considerados socialmente
innovadores, éstos deben ir encaminados a la creación de espacios más participativos
para las persones mediante los cuales éstas tengan la oportunidad de adoptar un papel
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más activo frente a las necesidades y retos sociales del momento. Desde esta
perspectiva parece lógico reconocer la innovación social como un estado ambiguo en
discusión con el orden establecido y con algún tipo de transformación en curso. Es un
nuevo proceso de interacción y diálogo entre iniciativas colectivas y su contexto
institucional con la finalidad de alcanzar los cambios deseados.
La integración de la noción teórica de la innovación social al estudio de la
economía social, en especial al estudio de las nuevas dinámicas que desarrollan las
empresas sociales, puede ser un buen reto para la sociología económica. Los postulados
de la sociología económica y su aportación a la teoría institucional pueden ser útiles
para observar de qué manera empresas sociales articulan procesos innovadores y qué
tipo de resultados obtienen. Las empresas sociales son un buen caso de estudio en el
campo de la innovación social porque permiten ilustrar de manera práctica el contenido
teórico de ambos enfoques de la innovación social.
Tratar con la noción de innovación social requiere especificar claramente cuando se
refiere a la innovación en productos y servicios, a la innovación en procesos
organizacionales o a la innovación en las relaciones inter-organizacionales. Y también
requiere ceñirse a la dimensión contextual. Los contextos juegan un papel importante en
la difusión de las innovaciones sociales y no siempre son favorables a la
institucionalización de determinadas propuestas de cambio. Hay casos que permiten
realizar análisis retrospectivos, y desde una perspectiva histórica se pueden identificar
procesos de innovación social y sus resultados, como por ejemplo el caso de las WISE
(Nyssens, 2006). Pero si lo que se quiere es analizar experiencias más recientes, sin
duda será más difícil verificar los cambios –si es que los hay– que éstas han propiciado
en su entorno y espacio de acción. En estos casos, podría ser adecuado centrar la
atención en las estrategias –intra e inter organizacionales– de los actores para difundir
sus propuestas socialmente innovadoras. Las REScoop son ese tipo de casos: nuevas
empresas sociales con voluntad de cambio institucional y, además, ubicadas en un
sector económico que no es permeable a este tipo de iniciativas colectivas. En cualquier
caso, el sector eléctrico español es hermético, está sustentado por reglas preestablecidas
y es reticente a cambios que tengan que ver con la alteración de las estructuras de poder.
A día de hoy no están claros cuáles son los factores de difusión de la innovación
social en contextos adversos y desde organizaciones de la economía social. Hay poco
trabajo enfocado en esta dirección. Y sin embargo, hay preguntas que merecen atención:
¿por qué las empresas sociales podrían considerarse herramientas de la sociedad civil
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para promover la innovación social? ¿Cuáles son las estrategias que pueden impulsar las
empresas sociales para superar las barreras u obstáculos que impone el contexto y
aprovechar los nichos de oportunidad que puedan aparecer? ¿En qué sentido éstas
estrategias difieren de dinámicas empresariales convencionales –incluso de dinámicas
más bien individuales de emprendimiento social– e introducen elementos de
cooperación, solidaridad, de identidad con un proyecto político de transformación social
más amplio? Identificar empíricamente estos factores puede contribuir a dar forma a
una teoría de la innovación social y a añadir elementos probados para la comprensión
del cambio social. Esta comunicación ha querido ser una modesta aportación para
avanzar en esta línea de investigación.
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