HISTORIAS SECRETAS DE LA ÚLTIMA GUERRA Selecciones del
Reader’s Digest
Título original “Secret Stories of the Last War”
con 23 fotografías y 8 cartas geográficas
Libros escogidos y condensados bajo la dirección de
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST
MADRID * MÉXICO * BUENOS AIRES * SANTIAGO DE CHILE CARACAS * SAN
JUAN DE PUERTO RICO * NUEVA YORK
Créditos: El libro original lo puso: Tatu
Scan/OCR/Corrección/Edición: Xixoxux Fecha de esta edición
electrónica: Octubre de 2003
Las condensaciones del presente volumen se han hecho con
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PRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA IMPRESO EN LOS ESTADOS
UNIDOS DE AMÉRICA
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2. Clave de la invasión a Normandía
POR ALLAN A. MICHIE
DESDE el ensayo de 1942 en Dieppe, los alemanes venían
jactándose de la desastrosa acogida que esperaba a las
fuerzas invasoras aliadas. Sin embargo, el día 6 de junio de 1944
arribaron a las costas de Normandía unas 6.000 embarcaciones
aliadas que empezaron a desembarcar soldados antes que los alemanes
se enterasen de su llegada. A la hora crítica, los alemanes fueron
víctimas del más formidable ardid de la guerra: una invasión
simulada que engañó a sus operadores de radar, haciéndoles creer
que los aliados estaban invadiendo el Paso de Calais, distante unos
320 kilómetros de las playas donde la verdadera invasión tenía
lugar.
Esta treta insuperablemente ingeniosa del Día D fue el episodio
culminante de la guerra en el éter, de la gran batalla secreta de
radio que, a la
par con sus diarios combates, riñeron durante cuatro años las
fuerzas aéreas aliadas y la Luftwaffe germánica.
Esa batalla oculta dio por resultado la decisiva victoria
anglonorteamericana, evitó a los aliados desastrosas pérdidas de
aviones, les
Alemania, engrandecida y reforzada con las anexiones del Sarre,
Austria, Checoslovaquia, etc., ataca a Polonia y desencadena la
segunda guerra mundial.
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2 La caza de las fuerzas aeronavales inglesas al acorazado
alemán “Bismarck”.
Las piezas de 16 pulgadas del “Rodney” dirigían ahora andanadas de
nueve disparos contra el “Bismarck”, en el cual caían cada vez tres
o cuatro enormes proyectiles. Un torpedo del “Rodney” hizo también
blanco en el “Bismarck”. El “Norfolk” creyó haberlo alcanzado
cuando menos con un torpedo. Pero el “Bismarck” continuaba a
flote.
Era, sin embargo, evidente que el casco incendiado, inactivo y a
medias sumergido, no volvería jamás a puerto, sea que zozobrase
ahora mismo o más adelante. A las 10,15 de la mañana, Sir John
Tovey, a bordo del “King George V”, dio al “Rodney” la orden de
seguir la estela. Habían aguardado ya más de lo prudente, e iba a
tomar la vuelta a tierra.
El “Dorsetshire” lanzó a la banda de estribor del “Bismarck” dos
torpedos, uno de los cuales hizo explosión directamente bajo el
puente. Describiendo luego un semicírculo para tomar al enemigo por
la banda opuesta, lanzó otro torpedo, que dio también en el
blanco.
El destrozado “Bismarck”, en alto todavía el pabellón, se fue sobre
el costado de babor, dio la voltereta y, quilla al cielo, se hundió
silenciosamente en el mar.
Todo había concluído. El poderoso navío alemán acababa de sucumbir
después de batirse valerosamente contra fuerzas superiores. Cuanto
restaba del “Bismarck” eran unos cuantos centenares de hombres de
su dotación, cuyas cabezas se veían sobresalir entre las
alborotadas olas. El crucero “Dorsetshire” y el cazatorpedero
“Maorí” recogieron 110 de esos hombres. Un vigía avisó luego que
acababa de avistarse el periscopio de un submarino, y los buques
ingleses se alejaron.
La caza del “Bismarck” fue una de las más largas, laboriosas y
sostenidas que registra la historia naval. En punto a dramáticos
cambios de la suerte; a febril entusiasmo que se torna en hondo
desengaño; a brillantes victorias que se convierten rápidamente en
completa derrota, es probablemente caso único en la historia del
mar.
Del libro “The Bismarck Episode”, © 1948, por Russell
Grenfell.
4. La obra maestra del espionaje alemán
POR J. EDGAR HOOVER . DIRECTOR DEL CUERPO DE
VIGILANCIA DE LOS
ESTADOS U NIDOS.
E N LA CUBIERTA de uno de los buques que entran en la bahía de
Nueva York una mañana de enero de 1940 hay un viajero acodado
a la
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Hitler quedó con la mirada perdida en tanto que el rostro iba
convirtiéndose en amoratada máscara.
—¡Me ha traicionado la SS! —exclamó al fin con sordo acento—.
Primero el ejército, después la Luftwaffe y ahora la SS —y elevó la
voz para gritar con todas sus fuerzas—. ¡Traidores! ¡Todos
traidores! ¡Perros traidores!
Por tres horas dio rienda suelta a su cólera. Tan terrible fue la
explosión de la desbordada personalidad de Hitler, que hasta
hombres nada impresionables como los generales Keitel y Jodl, según
manifestó después uno de ellos, “retrocedieron precipitadamente
hasta quedar contra la pared”. Por fin Hitler se desplomó en su
asiento.
—Ha caído el Tercer Reich —murmuró sordamente—. No me queda
más camino que la muerte. Permaneceré aquí hasta el fin y luego me
pegaré un tiro. Que Göring negocie con los aliados.
Lo dicho por Hitler se comunicó a Göring, al cual, según la Ley de
Sucesión promulgada por el Führer en 1941, tocaba seguirle en el
mando. El obeso y epicúreo mariscal abrigaba la seguridad de que
lograría negociar con los aliados una capitulación razonable, y que
en el peor de los casos escaparía con verse condenado a cómodo
destierro. Así, pues, dirigió a Hitler este radiograma.
“Mein Führer: Vista su determinación, ¿conviene en que yo asuma el
mando supremo y absoluto del Reich? De no recibir respuesta antes
de las 10 de la noche, consideraré que es afirmativa.”
Göring aumentó su guardia a 1.000 hombres y manifestó a su estado
mayor que el día siguiente tomaría un avión para ir a entrevistarse
con el general Eisenhower. Estaba redactando un mensaje al general
estadounidense cuando recibió el siguiente de Hitler:
“Göring: Lo que ha hecho pide sentencia de muerte. No ordenaré que
procedan contra usted si presenta renuncia de todos sus
cargos. De lo contrario tomaré las medidas del caso. Adolfo
Hitler.”
Estaba Göring contemplando con mirada incrédula estas líneas cuando
resonaron en el enlosado patio las recias botas de una escuadra de
la SS. El mariscal del Reich quedaba preso. Hitler no abrigaba
intención alguna de dejar sucesor.
Ilustración 13: La última foto de Adolfo Hitler
14
14 La última fotografía de Hitler vivo, obtenida hacia el 20
de abril de 1945, entre las ruinas de la Cancillería del Reich. Con
Hitler se encuentra Su ayudante de campo, Julius Schaub. Foto
Associated Press.
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sobre que fundarse: figuras borrosas vistas por ahí, tiros de fusil
hechos por acá, un paracaídas colgado de un árbol encontrado más
allá... Muchos indicios, pero ¿de qué? ¿Cuántos hombres habían
aterrizado... dos o doscientos? ¿Serían acaso tripulantes de los
bombarderos alcanzados por la artillería antiaérea que se habían
visto obligados a saltar en paracaídas? ¿O sería una serie de
ataques de la Resistencia francesa? Nadie lo sabía, y con tan
escasa información, nadie en el Séptimo Ejército ni en el
Decimoquinto, en la zona de Pas-de-Calais, se atrevía a dar una voz
de alarma que más tarde pudiese resultar infundada. Y en esta
incertidumbre pasaban los minutos.
Aunque los alemanes no lo comprendiesen, la presencia de
paracaidistas en la península de Cherburgo significaba que el
Día D había comenzado. Eran los primeros exploradores: 120 hombres
especialmente adiestrados bajo la dirección del general de brigada
James Gavin, subcomandante de la División Aérea 82. Su misión
consistía en señalar “zonas de descenso” en una superficie de 130
kilómetros cuadrados, detrás de la playa “Utah”, donde pudiera
aterrizar el grueso de las tropas de asalto norteamericanas que
habían de llegar una hora más tarde en paracaídas y
planeadores. “Cuando piséis el suelo de Normandía —habíales
dicho Gavin—, tendréis un solo amigo: Dios”.
Los exploradores tropezaron con dificultades desde un principio.
Era tan intenso el fuego antiaéreo alemán, que los aviones se
vieron obligados a cambiar de rumbo. Solamente 38 de los 120
exploradores lograron aterrizar sobre sus objetivos. Los restantes
descendieron a varios kilómetros de distancia.
Desperdigados sobre el terreno, trataban de orientarse avanzando
cautelosamente de seto en seto hacia los puntos de reunión,
cargados con sus rifles, minas, linternas y paneles de luz
fluorescente. Disponían apenas de una hora para señalar las “zonas
de descenso” al grueso de las tropas de asalto.
Ilustración 16: El desembarco aliado en Normandía: 6 de junio de
1944
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19 El desembarco aliado en Normandía el 6 de junio de
1944.