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STVDIA HISTRICA - HISTORIA ANTIGUA, vol. XII, pp . 103-114
TERTULIANO Y CIPRIANO SOBRE LOS JU D O S:
UNA CONTRADICCIN IDEOLGICA
Ral Gonz lez Salinero*
RESUMEN
El ataque de Tertuliano y Cipriano contra los judos estuvo acompaado de
ciertas contradicciones ideolgicas en torno a temas tan esenciales como la
idolatra, la tolerancia religiosa o la antigedad de la doctrina. Sin embar
go,
la actitud antijuda se mantuvo firme a travs de la proclamacin de
una implacable condena de los judos al final de los tiempos.
ABSTRACT
The onrush of Tertullian and Cyprian against the Jews was joined with some
ideological contradictions about essential themes such as idolatry, the reli
gious toleranc e or the doc trine s antiquity. How ever, the antijudaic attitude
persisted throughout the proclamation of a relentless sentencing of the Jews
at the end of time.
Puede dec i rse , s in reparo a lguno, que la ac t i tud to leran te de cas i todos los
emperadores romanos, a rranca de la po l t i ca favorable a los jud os l levada a
cabo por Ju l io Csar
1
, e l cua l , h izo grandes concesiones , como la re t i rada de
impuestos, la l ibertad rel igiosa, el respeto a las leyes y costumbres judas, e tc .
Pe ro adems , y qu i zs e s to e s l o ms impor t an t e , h i zo que se man tuv ie ran e sos
pr iv i leg ios igualmente en los jud os de la Diaspora
2
. Puede a f i rmarse que , a
* Becario de Investigacin Junta de Castilla y Len.
1.
M. Grant, The Jews in
the
Roman World London, 1973, pp . 59-65.
2. J. Montserrat Torrens,
La
sinagoga
cristiana.
l
gran conflicto
religioso
del
sigloI Barcelona,
1989,p . 30.
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pesar de las discrepancias y conflictos existentes entre el Imperio romano y los
judos, estos ltimos disfrutaron a partir del siglo I d.C. y hasta la poca del
Imperio cristiano, de una tolerancia y de una serie de disposiciones privilegiadas,
restablecidas incluso despus de la destruccin del Templo y de la rebelin de
Bar-Kochba
3
.
Hubo en la conciencia romana, por tanto, un claro respeto a las costumbres
religiosas y tradiciones judas. Por eso, las autoridades del Estado romano eximie
ron a los judos de los ritos del culto imperial
4
. A su vez, las comunidades judas
disfrutaban del derecho permanente de reunin y no slo para los actos de culto.
De la misma manera se gozaba de otros privilegios como la observancia del sba
do. Todas estas situaciones eran, no cabe duda, excepcionales en el Imperio
5
.
La prueba de que esta situacin privilegiada del judaismo segua existiendo en
la segunda mitad del siglo II d.C, vendra reflejada en el relato que hace Hiplitode un episodio concreto . Este autor cuenta en sus
Philosophumena
6
{
} que en poca de Cmmodo, hacia el 185/186, un caso
fue trado ante el
praefectus urbi,
Fusciano. Calixto, un esclavo cristiano que se
dedicaba a asuntos bancarios y que llegara a ser ms tarde obispo de Roma,
invadi un sbado una sinagoga y quebrant el servicio religioso. Los judos
resistieron con fuerza y llevaron al intruso ante el prefecto de la ciudad, el cual
reafirm el derecho de los judos a celebrar en asamblea sus oficios religiosos y a
leer la Ley pblicamente. El dueo del esclavo, Capforo, tambin cristiano, ante
este acto ilcito, intercedi por Calixto replicando ante el prefecto que su esclavo
no era ms que un suicida que haba malversado el dinero de su amo y que
haba buscado un glorioso martirio. Al parecer, el prefecto Fusciano crey a
Capforo, pero los judos, prev iendo q ue el esclavo cristiano podra escaparse
de la condena, redoblaron sus acusaciones contra Calixto y, al final, el prefecto
resolvi el caso ordenando que azotaran al esclavo cristiano y que despus le
dep ortara n a las minas de Sardinia (C erdea)
7
.
En tiempos de Tertuliano y de Cipriano, y en el Norte de Africa, esta situacin
de los judos con respecto a la actitud favorable que el Estado romano mostraba
hacia ellos, no cambi en lo sustancial. En esta poca, los judos disfrutaron de
una calma poltica y su religin sigui siendo reconocida (o al menos tolerada)
oficialmente
8
.
El hecho de que el judaismo, esa misma religin a la que los padres cristia
nos tanto vi tuperaban, acusndola de fa lsa y superada
9
, fuera considerada pre-
3. J . Juster, Les juifs dans l emp ire roma in. Leur condition ju ridique, conom ique et sociale,
New York, 1914, pp. 213 y ss.; K. Deschner, Historia criminal del cristianismo. Los orgenes, desde el
paleocristianism o hasta el final de la era constantiniana, Barce lona, 1990, p. 98.
4. J . Parke s, Antisemitismo, Bu en os Aires, 1965, p. 98.
5.
Vid.
J . Juster, op. cit. I , pp . 213 y ss.; J. Monse rrat Torre ns, op. cit. p. 37; . D e s ch n er ,
op. cit.
. 98 .
6. IX, 12, 8-9.
7. Vid.
W. H. C. Frend,
Matydom and Persecution in the Early Church. A Study of a Conflict
from the Maccabees to Donatus
Oxford, 1965, pp. 317-318; T. D. Barnes,
Tertulian. A Historical and
Literary Study
Oxford, 1971, p. 93-
8. H. Z. J.W.) Hirsch berg,
A History of the Jews in the North Africa vol 1: From An tiquity to the
Sixteenth Century
Leiden, 1974, p. 72.
9.
Vid.
J . Parkes,
The Conflict of the Church and the Sinagogue. A Study in the Origins ofAnti-
semitism
New York, 1934.
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c i samen te como l a que se encon t raba den t ro de l marco l ega l de l Es t ado roma
n o ,
pod a susc i t a r (y , de hecho , l o h i zo ) un g ran re sen t imien to y rece lo en t re
lo s c r i s t i anos . Te r tu l i ano rep roch ag r i amen te e l hecho de que l a l ey romana
to lerara a la re l ig in jud a y que e l c r i s t ian ismo en muchas ocas iones no fuera
v i s to ms que a l a sombra de una re l i g in pe rmi t ida l ega lmen te y de mayor
a n t i g e d a d
1 0
.
La separac in en t re e l c r i s t ian ismo y e l judaismo, h izo que aqul se encont ra
ra desamparado jur d icamente , pues , en esa tes i tu ra , comprob que es taba des
p ro t eg ido f ren t e a l o s agen te s ag res ivos que p roced an de l pagan i smo y , po r
tan to ,
pas a ocupar una posic in , podramos dec i r , i l ega l
11
. Por otro lado, la
sepa rac in e ra i nev i t ab l e desde e l mi smo momen to en que , t an to unos como
otros , defendan f i rmemente sus presupuestos re l ig iosos . Es ev idente que la doc
t r ina cr is t iana en torno a l m esian ism o de Jes s era neg ada r o tu nd am ent e p or la
doctrina de la Sinagoga y que los crist ianos no podan plantearse ni siquiera un
hipot t ico en tendimiento desde e l momento en que , desde sus f i las , se despres t i
g iaba y se rechazaba cont inuamente la Ley jud a
1 2
.
Ante esta si tuacin de i legal idad, crist ianos como el mismo Tertul iano desa
r ro l l a ron cu r io sas t eo r a s que e s t aban encaminadas a p rovoca r , po r convenc i
miento , un respeto y una ac t i tud favorable hac ia e l c r i s t ian ismo. Ter tu l iano (a l
que sigui en esto Lactancio) introdujo el principio de las libertas religionist.
En a lgunos pasa jes de sus obras parece que se inc l ina hac ia una l iber tad esp i r i
t u a l
1 4
, a c u d i e n d o a l d e r e c h o n a t u r a l p a r a j u s t i f i c a r s u i d e a d e t o l e r a n c i a
religiosa
15
. Argumenta que se t ra ta de una facu l tad na tura l de l hombre e l hecho
de que cada cua l pueda ado ra r a D ios como juzgue opo r tuno , ya que no se r a
propio de la re l ig in obl igar a la re l ig in , la cua l debe aceptarse l ib remente y
sin fuerza
16
.
Es cu r io so que , den t ro de l a ambigedad en l a que no rma lmen te se mueve
Tertu l iano , o qu izs , p rec isamente por e l lo , a f loren ideas que son de l todo con
tradictorias
1 7
. A s imple v is ta , comprobamos que la idea de to lerancia re l ig iosa
que parece ref le ja r Ter tu l iano en a lgunos de sus escr i tos es avanzada , basada en
una ref lex in sobre la capacidad que ten a e l hombre de e leg i r e l s i s tema de cre
encias rel igiosas en el que confiara sus inquietudes espiri tuales. Sin embargo, se
aprec ia que , desde una perspec t iva muy d is t in ta a sa , l l eg a c reer que la fuerza
10. Tertuliano,
Apologeticum,
XXI, 1.
Vid.
tambin A. D Ales,
La thologie de Tertullien,
Paris,
1905,p. 404; H.
. Hirschberg ,
op. cit.
p. 75.
11.
T. D. Barnes,
op. cit.
p. 90.
12.
Acertadam ente, en este pu nto , U. Moricca
lleg a afirmar que: Negare la venuta di Cristo
significava ferire il Cristianesimo in una d lie sue parti pi vitale, significava co nt sta m e l esis tenz a
legittima
[ ]
(U. M oricca, Storia dlia letteratura latina cristiana. Vol. 1. Dalle origini fino al tem po
di Costantino, Torino, 1923, p. 209).
13. P. Ga rnse y: Religious To lera tion in Classical Antiquity, en W. J. Sheils (Ed .), Persecution
and Toleration, Oxford, 1984, pp . 14-16.
14. Por ejemplo en Apologeticum, XXIV y XXVIII.
15.
H. Leclerq,
L Afrique chrtienne,
torn. I, Paris, 1904, p. 161.
16.
Ad Scapulam,
II :
Tam en humant iuris et naturalis potestatis est unicuique, quod putauerit
colre; nee alii o best aut prodest, alterius re ligio. Sed nee religionis est coger religionem , q uae sponte
suscipi debeat, non ui [...]. Vid. I, Martn: Acatamiento al poder constituido y libertad religiosa en
Tertuliano, en Estudios jurdicos en homenaje al profesor Santa Cruz Teijeiro, tomo I, Valencia, 1974,
p p . 501-502.
17. . Deschner ,
op. cit.
p. 155.
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podra justificarse y ser utilizada para obligar o constreir a herejes y a otros,
com o los judos
18
:
duritia uincenda
est
non suadenda
19
.
Por otro lado, ciertos intelectuales romanos, con respecto a los judos, objeta
ron la falta de antigedad de su religin. Por ejemplo, Tcito haba argumentado
que la re l igin juda introducida por Moiss era re la t ivaemnte nueva
2 0
. Por
supuesto, el judo Flavio Josefo ya haba afirmado, sin embargo, que Moiss era
ms viejo que los dioses griegos, pues haba nacido haca ms de dos mil aos
21
.
incluso Ter tul iano apuntara mar tarde que Moiss era anterior al propio Satur
no
2 2
y tambin anterior a Priamo y al mism o H om ero
23
.
Pero a pesar de que estas disquisiciones se mantuvieron latentes en las esferas
intelectuales, el paganismo, an considerando que la religin juda era absurda e
incluso exasperante, ya que no tributaba la debida veneracin a las imgenes y a
los templos, reconoca en general la autoridad y el respeto que la otorgaba su
antigedad
24
. Sin embargo, el cristianismo pasaba por no ser ms que una secta
recin aparecida que no poda aspirar a la obtencin de los privilegios de que
gozaba el judaismo
25
.
Frente a la objecin pagana de que el cristianismo era algo novedoso, que no
posea el respaldo de la tradicin
26
, los cristianos argumentaron que su doctrina,
por el contrario, arrastraba una larga tradicin tomada de los judos
27
, los cuales
eran antecedentes del que ellos consideraban que era el centro de la historia
(Cristo)
28
. La conexin con los profetas de la antigua tradicin juda, la relacin
del Nuevo con el Viejo Testamento y la adopcin de un mismo Dios que no tuvo
principio, eran algunos de los puntos que los autores cristianos desarrollaron
para demostrar la autoridad y la antigedad de su doctrina.
Tertuliano, al dirigirse a los paganos, minimiza la novedad del cristianismo, e
incluso se muestra discreto en este punto. Por el contrario, trata de demostrar su
antigedad a travs del uso intencionado de algunas partes de las Escrituras
29
.
La desesperada bsqueda de un firme argumento de autoridad llev a nuestros
padres africanos a desarrollar situaciones que terminaron por constituir contra
dicciones de difcil solucin, ya que la mesianidad de Cristo supona una irre
conciliable divisin y una inevitable ruptura con el judaismo. Sin embargo, la
necesidad de esgrimir la antigedad del cristianismo como elemento de legitimi-
18. Vid. T. D. Barn es, op. cit., p. 93.
19- Tertuliano, Scorpiace, II, 1.
20 . Tctio,
Historiae,
V, 4 y
vid.
Tertuliano,
Apologeticum,
XIX 2.
21 . Flavio Josefo, Antigedades judaicas, I, 16.
22. Tertuliano, Apologeticum, XIX, 1
23 . Tertuliano,
Apologeticum,
XIX, 3-4.
24 . L. Poliakov, Historia del antisemitismo. De Cristo a los judos de las Cortes, Barcelona, 1986,
p .
33.
25 . E. R. Do dds , Paganos y cristianos en una poca de angustia. Algunos aspectos de la expe
riencia religiosa desde Marco Aurelio a Co nstantino, Madrid, 1975, p. 147.
26. S. Ben ko, Pagan Rome and the Early Christians, London, 1985, p. 155.
27.
En este sentido, H. R. Ringgren, habla de la existencia de una clara expo liacin y expropia
cin de las Escrituras judas por parte de los padres cristianos: H. Ringgren, Israelitiche Religion, Stutt
gart. 1963, pp. 102 y ss.
28 . O. Gigon,
La cultura antigua y el cristianismo,
Madrid, 1970, p. 205.
29 . Vid. I. Vecchiotti, La filosofa di Tertulliano. Un colpo di sonda nella storia del cristianesimo
primitivo, Ur bin o, 1970, p . 150; J. C. Fre dou iile, T ertullien et la conversion de la culture antique,
Paris, 1972, pp. 239-240; M. Simn, Verus Israel. tude sur les relations entre chr tiens et juifs dans
l empire romain (135-425), Paris, 1964, p. 170.
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dad , h izo que nuest ros padres buscaran puntos no s lo de conexin , s ino tam
bin de cont inu idad con respecto a l Ant iguo Testamento
3 0
.
El primer paso que los crist ianos tenan que dar, era demostrar que haba cier
tamente una correspondencia perfecta entre su doctrina y los ant iguos profetas.
En este sentido, afirmaban que la vida de Jess segua con estricta fidelidad la
expresin de las Escri turas y que su venida confirmaba todo cuanto haba sido
anun ciado sobre e l Mesas
31
, lo cual vena a significar que existan, de esta forma,
pru eb as en las pro pias Escri turas de qu e el Mesas es pe ra do se reflejaba perfecta
mente en Jess. De hecho, se consideraba que, con la l legada de Cristo, las pro
fecas y los mismos profetas fueron definitivamente sellados
3 2
.
De es ta forma, observamos que , por e jemplo , Ter tu l iano no pre tenda desv in
cular del todo la rel igin nueva de la ant igua, ya que esto reportara un val ioso
argumento de ant igedad. As , la insistencia en la divulgacin del cumplimiento
de las profecas, suministraba el necesario vnculo de unin a t ravs de las po
cas,
as como los precisos cri terios de credibi l idad para una lectura razonada del
paso de la edad de la vieja Ley a una edad presidida por la nueva Ley. De hecho,
el Antiguo Testamento permitira unir a la figura de Cristo con los orgenes de
una tradicin religiosa ancestral
33
.
Pe ro ,
a la vez, era preciso demostrar que los profetas del pueblo de Israel
merec an , por su an t igedad , e l mismo respeto (y an mayor) que los de la an t i
gua t rad ic in pagana . Es ms , Ter tu l iano los considera como hombres impregna
dos del espri tu divino y, por el lo , sumamente sabios
3 4
.
Pero adems Ter tu l iano pre tende ev idenciar la leg i t imidad de los profe tas ,
recurr iend o a l t es t imonio d e au tores profanos qu e haban d em ost rad o tener c ie r ta
adm iracin po r los libros sagrados d e los judos: Ptolom eo, Fi ladelfo, D em etrio
Falerio, Pisst rato, Me ned em o, etc .
3 5
.
Sin embargo, exist a una objecin problemtica para los crist ianos desde el
momento en que s tos abandonaron a los jud os . Ter tu l iano , por e l lo , admi te y
confirma la ant igedad juda, sobre la cual basa el crist ianismo la suya propia,
pero al mismo t iempo destaca la discont inuidad por la cual el crist ianismo conse-
30. Esta misma polmica se pue de encontrar, entre otros, en Orgenes. Vid. J. Daza Martnez,
Imperio Romano y cristianismo. Ideologa y poltica en la polmica de O rgenes contra Celso, Cuenca,
1975,
pp. 44-46.
31 . Vid. E. G allicet: L Antico Te stam ento nell Ad Demetrianum di Cipriano, Augustinianum,
XXII, 1982, p. 201; J. P arkes, The Conflict..., p. 99; A. Viciano Vives, Cristo salvador y liberador del
hombre. Estudio sobre la
soteorologa
de Tertuliano, Pamplona, 1986, p. 150.
32. Tertuliano,
Adversus Iudaeos,
XI, 10: t
Itaque quoniam impletae prophetiae per aduentum
Iesu, id est per natiuitatem, quam supra memorauimus, etpassionem, quam euidenter ediximus, prop-
terea et Danihel signari uisionem et prophetiam dicebat, quoniam Christus est signaculum omnium
prophetarum, adimplens omnia quae retro erant de eo enuntiata; post enim ad uentum eius etpassio
nem ipsius iam non uisio eque prophtes. Vnde firmissime dicit aduentum eius signare uisum et
prophetiam.
Vid.tambin Tertuliano, Adversus Iudaeos, VIII, 12-14.
33- Vid. L. M. Prez del Valle, Necesidad divina e historia humana. Elementos para una
filoso
fa de la Historia en Tertuliano,
Madrid, 1969, pp.
22-23;
J. E. L. Van Der Geest,
Le Christ et VAncient
Testament chez Tertullien. Recherche terminologique, Nijmegen, 1972, pp. 99-206; C. Becker, Tertu-
lians Apologeticum. Werden undL eistung,
Miinchen, 1954, p. 287.
34. Apologeticum, XVIII, 2:
Viros
enim iustitiae innocentia dignos deum nosse et ostendere a pri
mordio in saeculum emisit spiritu divino inundatos, quo praedicaret deum unicum esse, qui universa
condiderit, qui hominen de humo struxerit.
35. Apologeticum, XVIII-XIX.
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cuentemente l lega a ser e l n ico por tador de esa t rad ic in
3 6
. El mismo Tertul iano
admi t i que e l c r i s t ian ismo se c imentaba sobre las escr i tu ras jud as , pero que era
una re l ig in rec ien te , de l t i empo de Tiber io
3 7
. La cont rad icc in in terna asombra
r a , no cabe duda , no s lo a los paganos , s ino tambin a los jud os .
Tan to Te r tu l i ano como Cip r i ano , abundando en l a mi sma con t rad i cc in , con
s ideraban que e l c r i s t ian ismo era una cont inu idad de l judaismo, pero no en su
direccin hacia el pecado, sino en aqul la que l levara hacia la gracia de la divi
n idad
3 8
. De es ta forma, no es de ex t raar que Ter tu l iano , juegue de forma ambi
gua con lo s concep tos de religio vetera et nova. La no ve da d fundam enta l ser a ,
s in embargo , e l hecho de que se abandona la Ley jud a y se op ta , t a l y como af i r
ma M. S. Burrons, por acercarse a los estandartes romanos de la legal idad
39
,
esgr imiento la no par t ic ipac in cr i s t iana en movimientos como, por e jemplo , e l
de Bar-Kochba . As en tendido , la novedad misma de la Ley que por tan los c r i s t ia
n o s , no s lo repor tar a una c lara idea de super ior idad sobre e l judaismo
4 0
, sino
t ambin un ev iden te s igno de p rog reso
4 1
.
Si
b ien es c ie r to que los profe tas haban s ido u t i l i zados como autor idades que
just i f icaban los vnculos entre el crist ianismo y el judaismo, no es menos cierto
que tambin fueron los responsables involuntar ios de l od io y de la host i l idad
susci tada por la Iglesia ant igua contra los judos. Todos los apologistas y, cmo
n o ,
en t re e l los Ter tu l iano , los c i tan en sus comentar ios cont ra e l pueblo jud o .
Segn M. Simn
4 2
, e l mtodo crist iano de recurri r a los textos bbl icos en la con
t rove rs i a an t i j ud a , cumpl a un dob le ob j e t i vo : po r una pa r t e , se t ra t aba de
demostrar la verdad del crist ianismo a t ravs de la Escri tura, y por otra parte ,
hacer lo u t i l i zando los mismos medios que serv an de base doct r ina l a l judaismo.
Por e jemplo , en e l Adversus Iudaeos, Ter tu l iano c i ta ms de c incuenta veces a
Isaas,
nu ev e vece s a Jerem as , nu ev e a Danie l , s ie te a Ezeq uie l , cua t ro a Zacar
as ,
e tc .
4 3
.
El rechazo de l judaismo qued pa ten te en la pre tens in cr i s t iana de ereg i r a
la Iglesia como sucesora y renovadora de la vieja Ley. La ruptura con el judaismo
compor t aba , s i n embargo , una g rave con t rad i cc in con lo s pos tu l ados man ten i
dos en torno a la an t igedad re l ig iosa ; cont rad icc in que los padres c r i s t ianos
asp i raban a e l iminar conje turando acerca de la in t roduccin de l concepto de la
desv iac in jud a con respecto a la d iv in idad
4 4
. Se pretenda que las inst i tuciones
36. Vid. M. S. Burrons: Christianity in the Roman Forum: Tertullian and the Apologetic Use of
History, VChr, 42, 1988, p. 226; C. Aziza, Tertullien et le judasm e, Nice, 1977, p. 67; A. G. Pelloqu in,
Le sacerdoce de l vque chez Tertullien, Bordeaux, s.f., p. 119.
37.
Tertuliano, Apologeticum, XXI, 1.
38 . Vid. Tertuliano, Adversus Marcionem, III, 16, 1; Apologeticum, XXI, 16 y Cipriano, Ad Quiri-
num,
prefac io y I, 22; Ep. XIII, 3, 2 y Quod idola dit non sint, XI.
39.
M. S. Bu rron s, art. cit., p. 227.
40 . El pu eb lo de los judos sera el prime ro, pero inferior al cristiano en afecto, dice Tertuliano
en su Adversus Marcionem, III , 24, 9- A su vez, se pon e d e manifiesto la idea de qu e Dios cre d os
pueblos, uno mayor y anterior (el judo) y otro menor y posterior en el tiempo (el cristiano), de tal
forma que el segundo estara predestinado a subyugar al primero y que ste servira al segundo: Ter
tuliano, Adversus Iudaeos, I, 4-5 y Cipriano, Ad Quirinum, I, 19.
41 .
Vid.
J. C. Fredouille, op. cit., pp. 261-262 y 267.
42 . Vid. M. Simn, op. cit., pp. 169 y 186-188. Y vid. adems: R. Braun: Le tmoignage des
Psalmes da ns la pol m iqu e antim arcionite de Tertullien,
Augustinianum,
XXII, 1982, pp . 154 y 157.
43- C. Aziza, op. cit., p . 72.
44 .
M.
Jourjn, Cyprien de Carthage, Paris, 1957, p . 17.
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JUDOS: UNA CONTRADICCIN IDEOLGICA
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re l ig iosas jud as se derrumbaran para de jar paso a l c r i s t ian ismo, pred ispuesto a
instalarse en su lugar
4 5
. Pero, a la vez, en este movimiento, se incluira un sincro
nismo providencial que subrayara el carcter defini t ivo del rechazo de Israel , e l
cua l impedi r a pensar en la posib i l idad de una res taurac in
4 6
. Tanto para Ter tu
l iano como para Cipr iano , no ex is t a posib i l idad a lguna de d i logo: e l verdadero
pueblo de Dios no poda es ta r compuesto por c reyentes jud os , ya que aqul se
t ra taba de un pueblo nuevo, des t inado a sus t i tu i r a l pueblo hebreo
4 7
.
Tertul iano apunta que a part i r de Juan el judaismo ces y dej paso al crist ia
n ismo con su Evangel io
4 8
y que Pablo sera una clara muestra de que las viejas
cos tumbres y l eyes j ud a s hab an deca do pa ra s i empre . De hecho , hab la de
Pablo como e l des t ruc tor de l judaismo
4 9
.
En el t ratado de De montibus Sina et Sion de Pseudo-Cipr iano aparece igual
mente es ta an t inomia en t re una rea l idad incrdula , t e rrena , por tadora de l Ant iguo
Testamento (Sina) y otra l lena de gracia, de verdad, celeste , portadora del Nuevo
Testamento (Sin) , ambas , por supuesto , i r reconci l iab les
5 0
. El pueblo judo fue
pe rsegu ido r y adems condenado ; de ah vend r a su rechazo ju s t i f i ca t i vo po r
parte del crist ianismo
51
. Por su par te , Ter tu l iano apuntaba , en un nuevo e jerc ic io
de manipulacin escri turaria , que la separacin entre el judaismo y el crist ianis
mo vena ya ant icipada en los das de Can (ejemplificacin del primero) y Abel
(referen te a l segundo)
5 2
.
Cipr iano escr ib a que era e l pueblo cr i s t iano e l n ico que poda expresar en
sus oraciones la invocacin de Padre nuestro, pues es el nico que posee el pri
v i leg io de l baut i smo, hecho de l que los jud os se ve an pr ivados
5 3
.
Pero nuest ros au tores no s lo pasaban por a l to la cont rad icc in in terna que
supona e l rechazo de l judaismo como re l ig in y , a la vez , e l rec lamo para e l
c r i s t ian ismo de la an t igedad de aqul , s ino que adems contaban con que la
soc iedad romana tomara como suf ic ien te razn para romper sus v nculos con e l
judaismo, la subvers in de la que s te haba dado c laras muest ras en las guerras
romano-judas . En es te punto , Ter tu l iano subraya la urgencia de un nuevo v ncu
lo entre el Dios de Moiss y el Imperio romano, a t ravs del crist ianismo. Ade
m s ,
e s ta pre tens in vendra apoyada , segn l , por e l hecho de que , t an to las
t rad ic iones , como las ins t i tuc iones romanas , inc luyendo sus leyes
5 4
, fueron toma-
45 . Vid. T. D. Ba rnes, op. cit., p. 106; J. C. Fredou ille, op. cit., p. 267.
46 .
M. Simn,
op. cit.,
p. 206.
47 .
M. Simn, op. cit., pp. 205-206; A. Verwilghen: Ph 2, 5-11 dans l oeuvre de Cyprien et dans
les ecrists d auteurs anonymes africains du m
m e
sicle. Salesianum, 47, 1985, p. 712.
48 . Tertuliano, Adversus Marcionem, IV, 33, 8.
49 . Tertuliano, Adversus Marcionem, V, 5, 1: t...] Quod non utique salutempraescribit eis quibus
scribit, sedgratiam etpacem, non dico. Quid illi cum Iudaico ad huc more, destructori ludaismi?
[...].
50. E. Rom ero-Po se: El tratad o de mo ntibu s Sina et Sion y el donatismo, Gregorianum, 63,
1982,
pp. 273 y 284.
51 . Ibidem, p. 295.
52. Tertuliano, Adversus Iudaeos, V, 1-2. Vid. S. W. Baron, A Social and Religious History of the
Jews, II: Christian Era: th e
First
Five C enturies,
New York-London and Ph iladelphia, 1952, p. 136.
53.
De oratione domenica , X : Nee hoc solum, fratres dilectissimi, anima duertere et intelligere
debemus, quod appellemus Patrem qui sit in caelis, sed coniungimus et dicimus, Pater noster, id est
eorum qui per eum sanctificati et gratiae spiritualis natiuitate reparati filii Dei esse coeperu nt. Qua e
uox atiam Iudaeos perstringit, quia Christum, sibi per prophetas annuntiatum et ad se prius missum,
non tantum infideliter spreuerunt; qui iam nonpossunt Patrem Dominum uocare [...]. Vid. al resp ecto
tamb in A. D Ales,La thologie de Saint Cyprien, Paris, 1922, p. 24.
54. Tertuliano,
Apologeticum,
XIX, 1.
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das de l legado jud o , e l cua l e ra c la ramente an ter ior
5 5
. Y aqu aflorara , de nuevo,
la cont rad icc in: s i todo lo ms an t iguo era ms verdadero
5 6
, e l fo rmar una espe
c ie de en ten te con e l c r i s t ian ismo supondra una v inculac in con lo ms rec ien te
y , por tan to , con lo ms desacred i tado .
La cuest in de la idolatra , a su vez, const i tuir una nueva contradiccin. El
en to rno en e l que e l c r i s t i an i smo deb a desenvo lve rse e ra eminen temen te pagano
y , po r t an to , muchas de sus p reocupac iones g i raban en to rno a l a s pos ib l e s con
taminaciones o in f luencias de los e lementos const i tu t ivos de las cos tumbres re l i
g iosas paganas , aqul lo que los mismos cr i s t ianos l lamaron prc t icas de ido la t r a .
En la pr imavera-verano de l ao 197 d .C, Car tago d isfru t de unos espectacu
lares carnavales, reflejo de una de las manifestaciones ms significat ivas de la
re l i g in pagana , impregnada de abundan tes e l emen tos p roceden tes de l a re l i g io
s idad popular . Parece ser que , t an to los c r i s t ianos como los jud os , rehusaron
par t ic ipar en d ichas fes t iv idades re l ig iosas por considerar las que obedecan a
insanos mot ivos de ido la t r a y a modos l icenciosos de proceder . En es te caso ,
Ter tu l iano lo descr ibe con c ier to de ten imiento
5 7
y , aunque no menc iona a l o s
jud os , parece ev idente que s tos no par t ic iparon en esos fes te jos
58
.
Aunque Te r tu l i ano no reconozca e l hecho , se mues t ra ev iden te que muchas
de las advertencias y regulaciones a t ravs de las cuales l busc aislar a los cris
t i a n o s d e l a s c e r c a n a s d e l m u n d o p a g a n o
5 9
, d i scu t idas en e l De Idololatria,
podr an de r iva rse o , a l menos , pod r an habe r expe r imen tado una in f luenc i a p ro
cedente de la prc t ica y preceptos corr ien tes de los jud os . En efec to , t an to los
jud os , como Tertu l iano , ins t ru i r an a sus seguidores para aceptar las inv i tac iones
paganas s i empre y cuando no hub ie ra menc in en e l l a s de a lgunas de l a s p rc t i
cas ido l t r icas que carac ter izaban e l cu l to pagano. Puede af i rmarse inc luso que
en es te punto Ter tu l iano ser a an ms res t r ic t ivo que los propios jud os
6 0
.
La aparen te co inc idencia de in tereses en es te aspec to en t re c r i s t ianos y jud os
l lev inc luso a que se v iera una c ier ta d i sposic in favorable en Ter tu l iano con
respec to a s to s . De hecho , no e s ex t rao que a veces se haya pensado inc lu so
que ex is te a lgn ind ic io para es t imar que Ter tu l iano pudo haber v i s to ab ier ta una
va para desarro l la r una idea prxima a una especie de a l ianza
6 1
.
El tex to mencionado puede dar la impres in de la ex is tenc ia de una lucha
comn con t ra l a i do l a t r a de l o s paganos , hecho que pos ib i l i t a r a una c i e r t a
v i s in renovada de l a s re l ac iones en t re e s to s adve rsa r io s re l i g io sos y que , a l
menos momen tneamen te , se pud ie ron sen t i r a l i ados . No cabe duda de que l a
si tuacin de confl ict ividad entre stos, y , por tanto, el grado de reaccin ant i juda
que resu l ta r a de ta l s i tuac in , dependi de l comprotamiento de l c le ro loca l y de
55. M. S. Bu rro ns, art. cit., p . 226.
56. Tertuliano, Apologeticum, XIX, 1 y XLVII, 1-2.
57.
Apologeticum, XXXV, 4.
58 .
T.D. Barnes,
op. cit.,
p. 88.
59. C. Becker, op. cit., p. 288.
60 . W. H. C. Frend: A Note o n Tertullian an d the Jews, en Studia Patrstica (d. by F. L.
Cross),
X, part 1. Berlin, 1970, p. 293.
61. De ieiunio adversus Psychicos, XIII, 6: Aspice ad ldateos fastos et inuenies nihil nouutn, si,
quae patribus sunt praecepta , om nis deinceps posteritas hereditaria religione custodit. Agun tur praete-
rea per Graec ias illa certis in locis concilia ex un iuersis ecclesiis, per quae et altiora quaeque in com
mun e tractan tur, et ipsa repraesen tatio totius nom inis Christiani mag na ueneratione celebratur.
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9/12
TERTULIANO Y CIPRIANO SOBRE LOS JUDOS: UNA CONTRADICCIN IDEOLGICA
111
los rabinos
62
, as como de las circunstancias concretas que envolvieron las rela
c iones socia les de determinadas pocas y que pudieron crear momentos de
calma y momentos de agresin real y dialctica. Con todo se hace evidente que
los segund os seran muchsimo m s frecuentes, sobre todo ten iendo en cuenta la
predominante hostilidad que reflejan los escritos de nuestros padres africanos, en
los cuales asoman frecuentemente reproches, sentencias condenatorias, actitudes
de desprestigio, etc. contra los seguidores de la que consideraban falsa Sinagoga.
Por ello, no resulta demasiado chocante que las incriminaciones que los cristia
nos dirigan contra los judos no permitan especular acerca de algn pretendido
atisbo de actitud benevolente, ya que tal no exista.
En este sentido, la tmida observacin que hace Tertuliano en su De ieiunio
adversus Psychicos
se convirti claramente a lo largo de toda su produccin litera
ria, en una profunda acometida contra los judos de Cartago
63
. Hasta el punto de
desear verlos cond enad os a la destruccin total en el Juicio Final. Precisamente, en
el ltimo captulo de su
De spectaculis,
Tertuliano, despus de haber cond enad o
en esta obra todos los espectculos profanos, a travs de un desarrollo imaginati
vo, sin duda, de gran originalidad, hace un jugoso repaso del espectculo que los
cristianos observaran en el da del Juicio Final. En estas pginas, impregnadas por
una extraa idea de compensacin vengativa, Tertuliano narra el castigo que les
espe raba n a todos aquellos n o cristianos y, entre ellos, por supue sto, a los judos
64
.
Varios son los textos que evidencian precisamente la imposibilidad de pensar
en una alianza judo-cristiana en la lucha contra los idlatras paganos. Y si bien
puede pensarse que en algn momento Tertuliano dio a entender esto, inmedia
tamente aflora la contradiccin, la cual parece ser ms decidida y vigorosa, ya
que se imputaron a los propios judos las mismas objeciones que se dirigan a los
paganos. No slo la rivalidad socio-religiosa constitua un obstculo insalvable,
sino que adems los padres africanos que nos ocupan no dudaron, en ningn
instante, en situar a los judos en el mismo lado en el que se encontraban, segn
ellos, los paganos. Si todas las medidas resultaban ser insuficientes para mante
nerse alejado de las perniciosas influencias paganas, de igual forma, repeler los
contactos con los judos resultaba algo prioritario para los cristianos. Los judos,
segn Tertuliano, vivan dentro de la equivocacin que haba sido definitoria de
la religin pagana; eran, igualmente, unos idlatras
65
.
Cipriano no se aleja prcticamente nada de esta idea expuerta por Tertuliano
aos atrs. De hecho, apunta igualmente que los judos llegaron a ofender grave
mente con su idolatra
66
.
62 . J . Parke s, The Conflict..., p. 150.
63 . Vid. W. H. C. Fren d: A No te on T ertullian..., pp . 293-294 y tam bi n d el mis mo aut or su
artculo Jews and Christians in Third Century Carthage, en Paga nisme, judasme , christianisme.
Influences et affrontements dans le monde antique (Mlenges offerts Marcel Simon),
Paris, 1978, p.
191.
64 . De spectaculis, XXX.
65 .
Adversus Iudaeos,
I, 6-7:
Nam et secundum diuinarum scripturarum memorias populus
Iudaeor um, id est antiquior, derelicto deo idolis deseruiuit et diuinitate abrelicta simulacris fuit dedi-
tus [...] Vndeprobatur eos semper idololatriae crimine reos designatos ex instrumento diuinarum scrip
turarum . Noster uero populus, id est posterior, relictis idolis, quibus a nte deseruiebat, adeun dem deum
conuersus
est
a quo
Isral
ut supra memorauimu s, abscesserat.
Vid. Igualmente Adversus Iudaeos, III, 13.
66. Ad Quirinum, 1 , 1 : Iudaeos in offensam D ei grauiter deliquisse, quod Dominum reliquerint
et idola secuti sint.
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Por o t ro l ado , se ap rec i an en Te r tu l i ano y C ip r i ano c i e r t a s i deas con t rad i c to
r i a s en e l i n t en to que hacen de adap tac in de l a s ob j ec iones an t i j ud a s a una
poca de desa ju s t e s soc ioeconmicos , po l t i cos e i deo lg icos . En sus pa l ab ras
ms t empranas , C ip r i ano re sa l t aba que e l Imper io se encon t raba en c r i s i s p r i -
m o r d i a l m e n t e p o r u n m a n i f i e s t o d e c l i v e m o r a l . D e s p u s , e n s u c o r r e s p o n d e n c i a
en t re Afr i ca y Roma , l l eg a ve r a l emperado r Dec io como e l
metator anticristi
y c o n s i d e r q u e e l m u n d o e s t a b a y a a b o c a d o a s u d e s t r u c c i n
6 7
. En a lgunos
e s c r i t o s , c o m o e n Ad Demetrianumy en la carta LXVII, en tre los a o s 252-25 4,
e s dec i r , en med io de m l t i p l e s adve rs idades que a so l an e l Imper io , C ip r i ano
desa r ro l l a un e l enco de t a l l ado de l o s ma les de l mundo adv i r t i endo que s to s
hacen p resag ia r e l f i na l de l mi smo . S in embargo , aos ms t a rde , en e l 256 ,
cuando l a s i t uac in de l Imper io pa rece a l i v i a r se un poco , C ip r i ano a lude en su
De bono patientiae
a l f in de l o s t i em po s de un a man era m uy vaga e impre c i sa ,
descr ib iendo a un Dios t r iunfa l t a l y como aparece en la Bib l ia . Ahora , e l f ina l
y a n o p a r e c a s e r t a n i n m i n e n t e , p e r o a d v i e r t e q u e h a d e s e r e s p e r a d o c o n
pac i enc i a
6 8
.
Ante s to , Cipr iano inv i ta a los paganos a la convers in
6 9
. La piedad crist iana,
segn Ter tu l iano , podra a tenuar la s i tuac in y con la convers in de los paganos
a la re l ig in rec ta , e l mundo poda mejorarse
7 0
. S in embargo , e l pensamien to
ca t a s t ro f i s t a de l o s pad res a f r i canos que nos ocupan , l l ev a desa r ro l l a r una
razn an ms pode rosa pa ra p romover l a conve rs in de l o s paganos . En e fec to ,
la convers in serv i r a para que , cuando se produjera e l re torno de Cris to , s te
encon t ra ra a l o s paganos un idos a su rebao y no se p rodu je ran rep resa l i a s
7 1
.
Ter tu l iano consideraba , de es ta manera , que e l t emor poda ser un arma ef icaz
para ocasionar la conversin de los idlatras
72
. Todo e s to supon a , po r supues
to , un ev idente in ten to de cap tac in de conversos para e l c r i s t ian ismo y , adems,
una au toaf i rmacin de la Ig les ia f ren te a los jud os , ya que se presupona que la
segunda l legada de Cris to es taba prxima y que vendra a t raer la sa lvac in , pero
tambin e l cas t igo para qu ienes (como los jud os) no quer an aceptar a Cri s to
7 3
.
S i n e m b a r g o , e n a l g u n o s m o m e n t o s y s i e m p r e d e f o r m a a p a r e n t e , p u e d e
observarse que ex is t a en Ter tu l iano un l igero mayor in ters en poner de re l ieve
la an t tes i s en t re la humanidad de l p r imer advien to y la g lor ia de l segundo, s in
m o s t r a r u n a e s p e c i a l p r e o c u p a c i n p o r e l a s p e c t o j u d i c i a l q u e i m p l i c a b a l a
s e g u n d a v e n i d a
7 4
. En aquel las par tes de sus escr i tos en que no pona de mani -
Vid.
P . Monceaux,
Histoire littraire de l Afrique chrtienne depuis les orgenes jusqu l invasion
arabe. Tome IL Saint Cyprien et son temps, Bruselles, 1963 (= Paris, 1902), p. 280.
67 . Ep. XXII; XXX, 5; XXXI, 6. Vid. tam bi n G. Alflfy, The Crisis of the Third Ce ntury as Se en
by Contemporaries, GRBS, 15, 1974, p . 96.
68. De bono patientiae, XXI-XXII; Ad Demetrianum, III y ss; De lapsis, XVIII. Vid. G. Alfldy,
art, cit. , p. 97; J. Fern nde z U bia, Com portamientos y alternativas cristianas en una po ca de crisis:
el testimonio de Cipriano, en Mem orias de Historia Antigua, 1981, V (Paganismo y cristianismo en el
Occidente del Imperio romano),
Ov iedo, 1981, pp . 216-217.
69- Ad Demetrianum, XXIII.
70 . Tertuliano, Apologeticum, XXXIX, 2. Vid. A. Alfldy, art. cit., p. 108.
71 . A. Fe rn nd ez, La escato loga en San Cipriano,
Burgense,
22/1, 1981, pp. 114-115.
72 . R. M
a
Herrera, Temor e inters en el Liber ad Scapulam de Tertuliano, Helmantica, XLIII,
1992, p. 397.
73 . A. Fe rn nd ez, art. cit., p. 113-
74 . A. Orb e, Introduccin a la teologa de los siglos IIy III Salamanca, 1988, p. 411 .
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TERTULIANO Y CIPRIANO SOBRE LOS JUDOS: UNA CONTRADICCIN IDEOLGICA
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f ies to e l a rgumento de l miedo , es dec i r , de l t emor a una condena en e l Ju ic io
Fina l , Ter tu l iano consideraba oportuno desv iar la a tenc in hac ia la grandi locuen
c ia . En esos de terminados casos qu iz no convendra , o as lo pens e l escr i to r
afr icano , asus tar a los paganos que pre tenda ganar para la causa cr i s t iana , pues
quin se iba a pres tar a ser juzgado por no haber seguido los pasos de l c r i s t ia
n ismo con an ter ior idad?
Es ahora cuando prec isamente af lora la idea de sa lvac in . Se proc lama que e l
f in de l mundo es taba muy cerca y que la sa lvac in era a lgo urgente . En es te sen
t ido , l os c r i s t ianos emergen como los leg t imos cont inuadores en e l mundo de la
misin salvfica de Cristo, seran la
lumen mund
15
.
Por e l cont ra r io , seg n Ter tu
l iano y Cipr iano , la c i rcuncis in jud a no s lo no confer a la sa lvac in a sus
seguidores , s ino que era una seal para que Israe l fuera marcada con e l cas t igo
de l a condenac in
7 6
.
As , se plasma en los escri tos de los autores crist ianos la idea de que la Iglesia
era la n ica capaz de sa lvar a los hombres . De es ta forma, se pre tende que e l
bau t i smo se conv ie r t a en una f rmula impresc ind ib l e pa ra fo rmar pa r t e de l a
Ig les ia sa lvadora y s lo s ta e ra qu ien lo poda proporc ionar y no los jud os n i
las herejas
7 7
.
Cipr iano , debido a su concepcin r g ida de la neces idad de la Ig les ia , ve una
masa de condenados en todos aque l lo s que no se conv i r t i e ron n i se bau t i za ron
(paganos , j ud os y pe rsegu ido res ) . S in embargo , C ip r i ano , segn apun ta J . Cap -
m a n y
7 8
, no hace referencia a la ac t i tud que Dios deber a tomar con respecto a los
paganos que , de buena fe , pe rmanec ie ran en lo s cu l to s paganos y ob ra ran con
forme a la ley natural . Este si lencio lo atribuye el ci tado autor al s imple hecho de
que nuest ro Santo no escr ib i n i t ra t acerca de es te tema, expl icac in que
resu l ta demasiado s imple e ingenua . Por e l cont rar io , parece ev idente que Cipr ia
n o ,
an cayendo en una nueva cont rad icc in , no poda admi t i r l a posib i l idad de
p remio pa ra aque l lo s que se encon t ra ran en aque l ca so , deb ido a que sus p re t en
s iones no eran o t ras que las de for ta lecer a la Ig les ia como ins t i tuc in , n ico
med io a t ravs de l cua l pod a ob t ene rse d i cho p remio , e l iminando cua lqu ie r o t ro
compet idor , l l mese jud o o here je .
Para Tertul iano los hert icos eran tambin los no crist ianos
7 9
y se caracteriza
ban porque no ten an nada en comn con s tos , n i e l mismo Dios , n i e l mismo
Cris to , n i e l m ism o bau t i sm o. Tod os e l los (en t re los que se enc ont rab an los jud os)
se condenar an a s mismos, ya que es tar an s igu iendo una doct r ina s in sa lvac in ,
sin Cristo
8 0
. Segn Ter tu l iano , los jud os , que haban pres tado o dos sordos a l
Mes a s , no s lo no pod r an sa lva rse , s i no que adems merec an su condena
8 1
.
75 . Tertuliano, Adversus Praxean, XIII, 8 y XXVI; De idololatria, XV, 11 y XIX, 2. Vid. A. Vicia-
no Vives,
op. cit.,
pp. 384-385.
76. Tertuliano, Adversus Iudaeos, III, 4 y 6-7. Vid. tambin J . Danilou, Les origines du christia
nisme latin (Histoire des doctrines chrtiennes avant Nice, III), Paris, 1978, p. 220.
77 . Vid.
J. R. de Diego, Significado eclesial del tratado de Tertuliano sobre el bautismo,
EE
44,
1969, . 97; A. Viciano Vives,
op. cit.
pp . 365-368.
78 .
J. Cap ma ny Casamitjana,
Miles Christi en la espiritualidad de San Cipriano
Barcelona,
1956,p. 219.
79-
Tertuliano,
Depraescriptione haereticorum
XXXVII, 2.
80 . L. J. va n der Lof, Tertullian an d Aug ust ine on Titus 3, 10-11,
Augu stinianus. Cha risteria
Augustiniana Iosepho OrozReta dicata
(d. po r P. Merino , J. M. Torrec illa), XXXVIII, 1993, p. 518.
81. Tertuliano, Apologeticum, XXI, l6. Vid. . D es ch n er ,
op. cit.
p. 105.
7/26/2019 Tertuliano y Cipriano Sobre Los Judios u
12/12
114
RAL GONZLEZ SALINERO
Cipriano es igualmente tajante al respecto: los judos nada tienen que ver con el
Dios verdadero y adems estn excluidos del cielo
82
.
Sin embargo, las contradicciones vuelven a aflorar, ya que en algunos lugares,
Cipriano apunta que al final de los tiempos los mismos judos veran su propio
error y se convertiran al cristianismo
83
. Con todo, y a pesar de los signos de su
poca, Cipriano no se atreve a formular que los judos estuvieran dispuestos a
ello
84
. En este sentido, por supuesto, la salvacin de los mismos estara condicio
nada por el recono cim iento obligatorio de la me sianidad d e Cristo y po r la recep
cin inexcusable del bautismo
85
. Con ello, Cipriano pretendera de alguna forma
la desaparicin del judaismo y, a la vez, la victoria final de los cristianos, propo
niendo literalmente la renuncia de los judos a su propia religin.
Por todo lo dicho hasta ahora, se hace evidente, pues, que en Tertuliano y
Cipriano exista una clara y definida actitud antijuda y qu e, po r o tro lad o, el cris
tianismo segua dependiendo en algunos casos del judaismo, lo que explica que
en sus ataques hubiera, a veces, implcitas algunas contradicciones.
82. De oratione dominica,
XI II: [...]
Et ideo qui se Deo et Christo dedicat, non terrena sed caeles-
tia regna desiderat. Continua autem oratione et prece op us est, ne excidam us a regno caelesti, sicut
ludaei, quibus hoc primum promissum fuerat exciderunt D omino manifestante et probante: Multi,
inquit, uenient ab oriente et occidente, et recum bent cum Abrah am et Isaac et Iacob in regno caelo-
rum;filii autem regni expellentur in tenebras exteriores: illic eritploratio et stridor dentium [...].
83. Esto pu ed e dedu cirse de su Ep. LXXIII, 17. Vid.
. Gallicet, art. cit., p. 202 .
84 .
A.
Fern nde z, art. cit. , p. 118.
85. Ibidem, p . 161.
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