7/22/2019 TP I - 02 - Teoria Poltica en Grecia y Roma
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La Teora Poltica en la Grecia y Roma clsicas
2.1 La democracia en Atenas: de Soln a Pericles.
2.1.a Coordenadas geohistricas y antecedentes de la democracia clsica.
2.1.b De Soln a Clstenes: los cimientos de la democracia clsica.
2.1.c La madurez de la democracia ateniense: Efialtes y Pericles.
2.1.d El modelo ateniense: una sntesis normativa.
2.2 La teora poltica en el contexto democrtico.
2.2.a El surgimiento de la Teora Poltica en la Grecia antigua.2.2.b El elogio de la democracia: Tucdides.
2.2.c La crtica de la democracia, I: Platn.
2.2.d La crtica de la democracia, II: Aristteles.
2.3 La Repblica romana: Polibio y Cicern.
2.3.1 De Grecia a Roma: Polibio y la constitucin mixta.
2.3.2 Cicern y la defensa de la constitucin republicana.
2.4 El Imperio romano: Sneca.2.4.1 La influencia del estoicismo.
2.4.2 Sneca y la personalidad del prncipe.
Bibliografia de referencia
ARCE, Javier. 1990. Roma, en F. VALLESPN (Ed.): Historia de la teora poltica. Madrid:Alianza Editorial. Vol. 1: 167-215.
DAHL, Robert. 1992. La democracia y sus crticos. Barcelona: Paids. (pgs. 21-34 y 66-70).
FARRAR, Cynthia. 1995. La teora poltica de la antigua Grecia como respuesta a lademocracia, en J. DUNN (Dir.): Democracia. El viaje inacabado. Barcelona: Tusquets.Pp. 30-53.
GARCIA GUAL, Carlos. 1990. La Grecia antigua, en F. VALLESPN (Ed.): Historia de la teorapoltica. Madrid: Alianza Editorial. Vol. 1: 107-164.
HORNBLOWER, Simon. 1995. Creacin y desarrollo de las instituciones democrticas en laantigua Grecia, en J. DUNN (Dir.): Democracia. El viaje inacabado. Barcelona: Tusquets.Pp. 13-29.
TOUCHARD, Jean. 2000. Historia de las ideas polticas (El principado; pgs. 74-86): Madrid:Tecnos.
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2.1 La democracia en Atenas: de Soln a Pericles.
En nuestros das la democracia constituye la norma prcticamente indiscutible de legitimidad
poltica en casi todos los sistemas del mundo. Hace apenas un siglo, sin embargo, esto no era as
y la democracia no pareca tan incuestionable como hoy. A la vista de la evolucin histricaposterior, sin embargo, parece que las ideas polticas de nuestro tiempo se encuentren
definitivamente marcadas por la afirmacin y consolidacin de una suerte de sentido comn
democrtico.
Hgase un breve ejercicio de reflexin sobre el progreso de los regmenes democrticos
en la Europa del siglo XX. Cuntos pases disponan de alguna modalidad de poliarqua a
comienzos del siglo? Cuntos se encontraban en esta situacin al final? En qu trminos
formulaban los grandes relatos ideolgicos de principios de siglo el debate poltico sobre
la democracia? En qu trminos se formula hoy?
En el presente tema nos remontaremos hasta los orgenes primeros de la idea de
democracia y, ms detalladamente, hasta su primera concrecin en la Atenas de la Antigedad.
Analizaremos la particular evolucin de lapolis ateniense como el primer espacio de poder en el
que se producen las condiciones que dan lugar a la aparicin de la democracia. Ello nos
permitir abordar con mayor precisin la realidad poltica sobre la que reflexionaron suscontemporneos y empezar con ello esta primera aproximacin histrica a la Teora Poltica.
2.1.a Coordenadas geohistricas y antecedentes de la democracia clsica.
El hecho de que hoy la democracia gue el funcionamiento de la mayor parte de los
regmenes del planeta (incluidos aquellos que, an no siendo formalmente democrticos se
reconocen y aspiran a realizarse en alguna forma de democracia) hace que indagar en los
orgenes de sta suscite, como es lgico, un inters incuestionable en el que nos vemos
directamente implicados. Tradicionalmente se identifica este primer momento con aquel otro
del nacimiento de la democracia ateniense y no parece que falten razones para ello: an a pesar
de las evidentes diferencias que existen entre la democracia de entonces y la de nuestros das,
subsisten algunos elementos comunes que atraviesan la historia hasta el presente.
No obstante, ms all de los lugares comunes a que estamos acostumbrados, cabe
resear aqu (incluso aun cuando no sea ms que por puro rigor histrico) que los orgenes de la
democrcia clsica no slo se encuentran en la historia de la polis ateniense, sino, de manerams genrica e imprecisa, tambin se originan en las propias culturas que habitaron las orillas
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del Mediterrneo oriental. As, por ejemplo, sabemos que los fenicios inspiraron buena parte de
la cultura griega; desde el alfabeto hasta sus mtodos de colonizacin, pasando por buena parte
de su modelo de ciudad-Estado. De igual modo, las instituciones ms antiguas del comercio
mediterrneo como la plaza del mercado asirio (el denominado Walki Tankari) evocan, sin duda,
la formacin de un primer espacio pblico.
As las cosas, acaso lo ms acertado a da de hoy sea considerar los orgenes de la polis
ateniense como un complejo proceso geohistrico que comenz a desarrollarse en las regiones
del Mediterrneo oriental y que culmin en la polis ateniense. Obviamente, reconstruir este
proceso geohistrico supera con mucho nuestros objetivos, por lo que, de momento, nos
habremos de contentar con este primer esbozo del mito ateniense, tan apreciado por la
mitografa europea (y occidental), como cuestionable en cuanto que tal desde una perspectivacientfica. Dicho sea todo ello, empero, sin cuestionar en ltima instancia la validez e inters
heurstico que el ejemplo ateniense tiene a los efectos de fijar un punto de partida.
2.1.b De Soln a Clstenes: los cimientos de la democracia clsica.
En el presente estado de nuestros conocimientos sobre la Antigedad, podemos
considerar que Atenas constituye la expresin ms acabada de un tipo ideal (un idealtypus al
decir de Max Weber), a saber: aquel de la democracia clsica, cuya formacin y difusin en la
Antigedad fue mucho ms all de la polis ateniense. En sta fue donde se produjo, no obstante,
el acontecimiento histrico que habra de resultar definitivo para la definicin de la democracia
clsica y que Hornblower (vase la bibliografa) describe en los trminos siguientes: La
condicin sine qua non para que surgiera la democracia ateniense fue una especie de
emancipacin de lo siervos (1995: 15). He aqu, pues, la principal razn que nos conduce a
optar por Atenas como punto de partida: all fue donde tuvo lugar el acontecimiento histrico
(la emancipacin de los siervos) que habra de crear las condiciones bsicas para que se
produjese la democracia clsica.
En efecto, la reorganizacin econmica de la polis del Atica que desencadenaron las
reformas de Soln, unida a la aparicin del ejrcito de guerreros hoplitas (una innovacin en la
estrategia militar de la poca que asegur defensa y conquistas gracias a una mejor
coordinacin conjunta de los soldados), se concret en un nuevo modelo poltico al que los
tericos llamaran ms adelante timocracia (de timai, o clases que integraban el censo
ateniense de la poca) y que, en cualquier caso, podemos considerar como el paso definitivo
hacia la democracia. La razn de esta afirmacin, en ltima instancia, radica en que con las
reformas de Soln se pona fin al monopolio de la aristocracia y se abra un nuevo horizonte
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constituyente para el que la democracia habra de llegar a ser su modalidad particular de
organizacin poltica.
En rigor, no resulta desacertado considerar que con Soln tendr lugar un salto
cualitativo sin precedentes que situar la poltica griega en una nueva era: en lo sucesivo lapoltica ateniense se (re)definir en uno u otro sentido, pero conservando siempre algunos logros
irrenunciables de este momento fundacional para la polis. Incluso en los momentos ms difciles
que habran de seguir, se mantuvieron ciertas formas polticas o maneras de organizar las cosas
de la polis. Si desde nuestro particular punto de vista podemos hablar precisamente de este
carcter constituyente de la Atenas de Soln, ello es porque en su realidad histrico-concreta
alcanzaba a dar expresin a una relacin original entre las diferentes dimensiones (econmica,
jurdica, etc.) de la sociedad de la poca que rompa de manera clara y definitiva con el pasadoinmediato.
En efecto, las reformas polticas de Soln se sustentaban sobre la base del modelo
esclavista que haba hecho posible la colonizacin de ultramar de los siglos VIII y VII antes de
nuestra Era. Gracias a esta colonizacin, la composicin social de la Atenas de entonces se haba
transformado de manera sustantiva. Los nuevos minifundistas haban sido remplazados por
esclavos en sus antiguos puestos y ahora se encontraban ms cerca de los intereses de sus
antiguos seores que de sus sustitutos, entre otras cosas, privados de la condicin de ciudadano.
De hecho, sin los cimientos de esta nueva constitucin material, difcilmente hubieran
sido posibles los cambios en la constitucin formal dispuestos por las reformas de Soln. As,
el salto que supuso la denominada liberacin de la carga tuvo un impacto directo sobre la
toma de conciencia de una elite social como sujeto poltico. Este proceso de subjetivacin
confera un cuerpo social a las reformas polticas emprendidas por Soln. Formulado de otra
manera, a modo de interrogante: cmo concebir la vida poltica activa de la polis sin la
liberacin del tiempo que el esclavo facilitaba a su amo?
Para comprender el desarrollo histrico que impulsa la instauracin de la democracia
clsica resulta imprescindible, pues, tener presente esta tensin entre las sucesivas formas
adoptadas por el rgimen poltico ateniense a lo largo de su historia y los procesos de cambio
social que ellas mismas desencadenaron, determinando en cada momento las condiciones
polticas de su poca y con ello, la reflexin de los tericos del momento. As, de Soln a
Pericles pasando por Clstenes, se fueron operando diferentes cambios en el rgimen ateniense
que procuraban adaptarse con mayor o menor xito a los desafos de sus tiempos respectivos.
Por veces los aciertos eran evidentes y permitan avances impresionantes (sirvan aqu los
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ejemplos de los periodos marcados por estos los nombres que acabamos de mencionar). En los
periodos intermedios, cuando esto no ocurra, la experimentacin de frmulas tirnicas o
anrquicas venan a cuestionar profundamente los logros democrticos (as ocurri en el periodo
que sigui a Soln o bajo la tirana dinstica de los Pisistrtidas). Sea como fuere, a los efectos
que aqu nos ocupan, lo que nos interesa es destacar la lnea de continuidad que ms adelante
se establecer, en lo concreto, entre las reformas de Soln y aquellas otras posteriores de
Clstenes y Pericles sobre las que se organizar, finalmente, la democracia ateniense.
En este orden de cosas, tres fueron los cambios fundamentales introducidos por Soln y
que, de un modo u otro, fueron igualmente recogidos por sus herederos:
(1) ampliacin de la ideoneidad para el desempeo de cargos de acuerdo (en el caso de
Soln con una escala censitaria en cuatro niveles);
(2) el consejo (de los cuatrocientos en el caso de Soln) encargado de preparar los asuntos a
debatir en la asamblea (ekklesa); y,
(3) el tribunal de justicia popular o heliaia.
Es de notar como, bien que de manera seminal, resulta posible identificar ya una
incipiente divisin de poderes entre la asamblea (legislativo), el consejo (ejecutivo) y la heliaia
(judicial). Dicho sea esto, en todo caso, con la prudencia que exige el rigor histrico.
2.1.c De Clstenes a Pericles: la definicin democracia clsica.
Si Soln estableci los cimientos sobre los que ms tarde habra de trabajar Clstenes,
ste fue quien, como recuerda Herodoto, creo las tribus y la democracia. Enfrentado al
problema de la reorganizacin territorial de la polis, Clstenes optara por establecer diez
tribus en lugar de los cuatro niveles de la escala censitaria creada por Soln.
La principal y ms importante diferencia radicaba en que con ello se estableca unanueva relacin entre las instancias decisorias del poder poltico (que hasta entonces
privilegiaban sobremanera el espacio urbano) y el conjunto del territorio que integraba la polis
(el Atica). Al basarse en el territorio y no en la ascendencia, las diez tribus de Clstenes
profundizaban en la crisis de la aristocracia.
Al mismo tiempo, Clstenes modific el Consejo de cuatrocientos miembros creado por
Soln que se ampli ahora a quinientos miembros procedentes de las unidades polticas bsicas o
demoi que integraban la polis. Los miembros del Consejo de quinientos miembros no podandesempear tal responsabilidad ms que dos veces en su vida y nicamente por el periodo de un
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ao.
Bajo las reformas de Clstenes nos encontramos un sofisticado clculo poltico cuyo
objetivo no era otro que el de dar expresin institucional a un nuevo equilibrio de poder en el
seno de la polis. Los especialistas de uno y otro signo han discutido largo y tendido acerca de laorientacin estratgica seguida por Clstenes en su particular carrera poltica. De hecho, cabe
preguntarse por las motivaciones tcticas que le condujeron a adoptar las reformas que hemos
mencionado y si, como denuncia Herodoto, la razn de su alianza con los demoi ms fue debida
a una voluntad de poder frente a las resistencias de la aristocracia que a una intencin
relamente innovadora.
Sea como fuere, lo que parece fuera de cuestin es que las reformas de Clstenes
produjeron un nuevo discurso poltico basado en conceptos que articularon la variante clsica de
la democracia. Destacaremos dos conceptos fundamentales (isegora e isonoma) que junto al
propio de la demokrata (poder de los demoi) informan las bases polticas de este primer
discurso democrtico.
(1) La isegora, o igualdad de palabra aluda a la garanta de acceso a la definicin del
orden del da de la asamblea (por medio de la representacin en el Consejo de quinientos
miembros) del conjunto de los demoi.
(2) La isonoma, o igualdad de derechos polticos, cuestionaba toda forma de privilegio
aristocrtico. El hecho de que Clstenes hubiese llegado a utilizar este concepto ha sido
cuestionado en diversas ocasiones. No obstante, en el momento en que Efialtes y Pericles
culminen el proceso de construccin de la democracia ateniense, sta era una categora
firmemente consolidada.
(3) Junto a isegora e isonoma, la demokrata o poder de los demoi, significaba el
conjunto de un rgimen poltico que, por consiguiente, poda decirse ya democrtico.As las cosas, acaso sea importante realizar una ltima anotacin acerca de uno de los
problemas conceptuales a que suelen inducir ciertas lecturas presentistas de la democracia
clsica. En dichos anlisis suele deslizarse, de manera ms o menos deliberada, la idea de
soberana; hecho ste que constituye una arriesgada interpretacin, toda vez que la propia idea
de soberana era ajena a las coordenadas geohistricas que nos ocupa.
Dicho con otras palabras: un ciudadano de la Atenas de entonces nunca hubiera podido
emplear este concepto ni imaginar siquiera la poltica en trminos de soberana. Esta reflexin
es tanto ms importante por cuanto que precisamente, el carcter directo de la democracia
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clsica se encuentra estrechamente ligado a la problemtica de la soberana y la propia
naturaleza de la polis y el Estado.
2.1.c La madurez de la democracia ateniense: Efialtes y Pericles.
Entre las Guerras Mdicas (490-479 a.E.) y la Guerra del Peloponeso (429-404 a.E.),
Atenas conocer la poca de esplendor que la reputa como la ms destacada de las democracias
de la Antigedad. Cinco rasgos fundamentales marcan el cambio histrico de esta poca:
(1) la agenda de la Asamblea y el Consejo haba aumentado considerablemente tanto en lo
cualitativo como en lo cuantitativo (por consiguiente, la regularidad de las asambleas,
as como otras caractersticas que acompaaban la institucionalizacin democrtica, se
hacan cada vez ms importantes para un funcionamiento eficaz del rgimen ateniense);
(2) la poltica se profesionaliz con tributos que pagaban a quienes desempeaban los cargos
pblicos (lo cual facilit un perfeccionamiento de la prctica poltica mediante la
especializacin institucional, el desarrollo del discurso poltico y otros desarrollos);
(3) los xitos de la democracia ateniense la convirtieron progresivamente en un modelo para
su entorno geopoltico (pronto Atenas constituy un referente para todo el Egeo y, muy
especialmente, para aquellas otras polis con las que se habra de confederar con motivo
de las guerras);
(4) los logros indudables de la democracia afianzaron el sentimiento elitista e hicieron de la
ciudadana ateniense una suerte de privilegio del que quedaron excluidos diversas figuras
como, por ejemplo, los metecos; y,
(5) la bonanza econmica general apacigu a los detractores de la democracia ms ricos,
que prestaron de esta suerte ms atencin a sus negocios que a derrocar el rgimen
democrtico (algo que slo volveran a intentar cuando la Guerra del Peloponeso
comenz a empeorar su curso).
Como se puede observar estos cinco rasgos se encuentran atravesados por un
denominador comn, a saber: la expansin imperialista de Atenas. Sin el progreso material que
la acompa difcilmente podran haberse afirmado y profundizado los avances de Soln y
Clstenes. He aqu, pues, el paradjico esplendor de la democracia clsica.
En el plano del diseo poltico democrtico de la poca, dos figuras marcan esta etapa de
esplendor: Efialtes y Pericles. Ms all de sus aportaciones originales, lo fundamental de sutarea radic en afianzar y hacer progresar los logros de sus predecesores Soln y Clstenes por
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medio de una reestructuracin general de la democracia ateniense.
As, su lucha por la reforma Consejo de Ancianos o Arepago, constituy un avance
fundamental en la maduracin definitiva de la democracia clsica. El Arepago era una antigua
institucin de gran poder en el mundo poltico ateniense (de hecho, sobrevivira a la propiademocracia). En ella se concentraba un poder aristocrtico y gerontocrtico de gran peso. De
ah que la distribucin de buena parte de sus competencias y atribuciones no pudiese ser vista
ms que como afirmacin de la democracia frente a la aristocracia.
En este sentido hemos de comprender tambin medidas como (1) la remuneracin de los
miembros de los tribunales y el Consejo de los Quinientos (disposicin que les afirmaba como
clase poltica frente a la aristocracia) o (2) la supresin de barreras en el acceso igual al
desempeo de cargos pblicos como el de Arconte.
El Consejo de los Quinientos, por su parte, pas de ser un rgano electivo a ser formado
por sorteo. Las implicaciones de esta medida generaron sin lugar a dudas una mayor
incertidumbre, pero sta fue, en cualquier caso, una incertidumbre institucionalizada, al
decir de politlogos como G. ODonnell y Ph. Schmitter.
Asimismo, en este orden de cosas, los jurados se multiplicaron en un proceso que
tambin lo fue de acercamiento del ejercicio del poder a la ciudadana (con el consiguiente
incremento del nmero de profesionales de la poltica). De esta suerte, la democracia se fue
articulando progresivamente como autntico poder de los demoi.
Por ltimo, entre las innovaciones ms importantes de este momento se encuentra
tambin la formalizacin del principio de responsabilidad, exigido puntualmente a los
magistrados en el desempeo de su magistratura.
Para cuando comience el declive histrico de Atenas, todas estas reformas haban
adquirido ya cuerpo en la constitucin de la polis. Muchos de los elementos que integraban elrgimen poltico seguan siendo herencia del pasado aristocrtico y, sin duda alguna,
instituciones muy distantes de la ambicin democrtica. No obstante, en su articulacin
conjunta, el rgimen de la Atenas de Pericles (construido sobre la bases de las sucesivas
reformas de Soln, Clstenes y Efialtes) supona una innovacin poltica sin precedentes en la
Historia.
De hecho, con todas sus virtudes e inconvenientes, las instituciones atenienses dieron
lugar a la sntesis ms original y acabada de la democracia clsica. Buena parte de su
estructuracin se bas en la extraordinaria habilidad y destreza de quienes contribuyeron a su
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edificacin para (1) incorporar elementos externos en el propio orden, (2) acomodar las
herencias del pasado en sucesivos ordenamientos capaces de dar respuesta a los desafos del
presente o (3) conservar los logros ms avanzados de los tiempos pretritos reinterpretndolos
como potencia a desplegar en el futuro.
2.1.d El modelo ateniense: una sntesis normativa.
Como se puede deducir de todo lo anterior, el desarrollo geohistrico de la polis
ateniense fue trazando paulatinamente los parmetros constitucionales de la democracia
clsica. Aun cuando Atenas nunca lleg a tener una constitucin formal escrita, al estilo de las
democracias modernas, su propia experiencia prctica sintetiz un modelo que se ira
expandiendo progresivamente en su entorno.
Siguiendo a Robert Dahl (vase la bibliografa), podemos identificar seis requisitos
fundamentales del orden democrtico clsico, a saber:
(1) Los ciudadanos deban compartir unos intereses mnimos en comn que permitiesen
definir el bien general, pues de otro modo difcilmente podra producirse un proceso
deliberativo en condiciones.
(2) Los ciudadanos deban disponer de una cierta homogeneidad comn de suerte tal que
sus diferencias no interfiriesen en la actividad poltica comn.
(3) La cantidad de ciudadanos no debera superar un lmite considerado ideal para el
buen funcionamiento de la polis. Gracias a este reducido tamao:
(a) se evitara una heterogeneidad excesiva entre ciudadanos,
(b) sera posible un mejor conocimiento mtuo entre los integrantes de la comunidad
poltica y
(c) se hara posible que la polis fuese gobernable por medio de las asambleas.
(1) La ciudadana debera poder reunirse para decididr directamente sobre las leyes y
polticas que les concernan. Delegacin o representacin eran conceptos que no
encajaban con la idea de democracia de la poca.
(2) Adems de decidir sobre leyes y polticas, los ciudadanos se hacan cargo de la
aplicacin y seguimiento de sus propias decisiones. Significativamente, el azar era
considerado como un elemento en la seleccin de los cargos responsables de la
funcin pblica.
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(3) La autonoma de la ciudad en ningn caso o por ningn motivo deba de ser puesta en
cuestin por las alianzas que se pudiesen establecer puntualmente, fuesen stas del
tipo que fuesen.
Como no resultar muy difcil adivinar, este modelo de democracia tiene muy poco quever con las democracias de nuestros das.
2.2 La teora poltica en el contexto democrtico: Tucdides, Platn y Aristteles.
Los griegos no enunciaron Teora Poltica alguna de forma sistemtica. Sin embargo, esto no
significa que en su concepcin de la poltica no existiesen ya dos maneras diferentes de
aproximarse a ella: la primera, nacida de la libertad de expresin del ciudadano en el espacio
pblico, era conocida como opinin (doxa); la segunda, elaborada en funcin de una reflexinparticular sobre lo poltico, tena un rango diferente y se consideraba como un conocimiento
(episteme). Mientras que la doxa corresponda al plano del discurso pblico, la episteme naca
de la reflexin sobre ste y se desarrollaba en el terreno de la Filosofa.
La Teora Poltica emerge, pues, en esta tensin que se establece entre episteme y doxa,
entre saber y parecer; o, dicho en otras palabras: entre el discurso que defiende en la asamblea
los intereses particulares y la reflexin general sobre la poltica. No obstante, el surgimiento de
la Teora Poltica, al menos en sus inicios, no fue la consecuencia prevista de una actividad
intelectual consciente; orientada hacia la obtencin de unos determinados resultados. Por el
contrario, la Teora Poltica parece haberse seguido ms bien de un trabajoso quehacer
cotidiano, en el que los conceptos y proposiciones que articulaban el corpus terico sobre lo
poltico fueron surgiendo al hilo de los grandes acontecimientos histricos (por ejemplo, de las
guerras) y los subsiguientes procesos deliberativos a que tales acontecimientos dieron lugar en
ese espacio pblico que era el gora.
En lo que sigue, siguiendo con nuestra aproximacin histrica, intentaremos desarrollar
un anlisis sistemtico de la Teora Poltica que se produjo en el contexto democrtico. A estos
efectos organizaremos nuestra exposicin en tres partes y cuatro apartados: en la primera
parte, abordaremos el surgimiento de la Teora Poltica a travs de las reflexiones que nos han
llegado al presente de autores como Protgoras, Scrates, Gorgias, Calicles o Antifonte;
seguidamente, en la segunda parte, abordaremos el elogio de la democracia realizado por
Tucdides y, por ltimo, en la tercera parte, veremos, por separado, las dos grandes reflexiones
crticas sobre la democracia que produjeron Platn y Aristteles.
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2.2.a El surgimiento de la Teora Poltica en la Grecia antigua.
En la concepcin ateniense de la poltica (de los asuntos de la polis) subyaca una
primera y ms elemental idea o concepto de la misma: la poltica aspiraba a garantizar el bien
de los ciudadanos. Tal y como apunta Aristteles al comienzo del primer gran tratado depolitologa de la Historia, La poltica:
Todas las asociaciones tienden sin duda a un bien determinado, y el ms importante de
todos los bienes debe ser objeto de la ms importante asociacin, de la que comprende a
todas las dems y puede llamarse asociacin poltica, ciudad, o ms propiamente
Estado. (I, 1)
Esto, sin embargo, no era tan sencillo, toda vez que la propia prctica de la poltica se
demostraba como algo bastante ms controvertido de lo que se pudiera deducir de esta primera
y general afirmacin. El inters de cada individuo no pareca querer encajar tan fcilmente con
el bien comn, generndose con ello diferentes discursos que se confrontaban de manera
explcita en los debates del gora. De esta suerte, se haca evidente una tensin inevitable entre
inters individual (aquel del ciudadano) e inters poltico (aquel de la polis) que
cuestionaba no pocas veces el propio ideal de justicia (dike) que tenan los ciudadanos.
Sea como fuere, esta tensin slo era posible porque, en lo fundamental, se considerabaque la democracia poda asegurar de algn modo el bien comn. Gracias a la deliberacin
democrtica, cada ciudadano dispona de la posibilidad de escuchar los distintos argumentos de
sus iguales, de razonar y verificar la validez de sus propias ideas al hilo del debate pblico. Esto
era posible gracias a que la ciudadana era comprendida y ejercida con independencia de la
propia condicin social del ciudadano (su poder econmico, su ascendencia, etc.).
De hecho, la configuracin de la polis como espacio atonomo de poder garantizaba las
condiciones de libertad y seguridad necesarias al ciudadano. Ello tena lugar, ciertamente, sobrela base de la exclusin de sectores enteros de la sociedad (mujeres, esclavos, metecos, etc.).
Pero en cualquier caso, los lmites de la polis prefiguraban una comunidad poltica integrada por
ciudadanos iguales entre s. As, en la medida en que, tal y como hemos visto anteriormente, el
rgimen democrtico ateniense se fue afianzando mediante las sucesivas reformas de Soln,
Clstenes, Efialtes y Pericles, se consolid una nueva fuente de autoridad, aquella basada en el
ejercicio efectivo de la ciudadana y que resultaba, a su vez, independiente de toda forma de
autoridad tradicional.
As las cosas, la diferencia que marcaba el hecho de disponer (o no) de la ciudadana y
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poder ejercerla de manera efectiva constituy desde muy pronto una primera reflexin acerca
de la poltica. Protgoras es la figura histrica que representa con mayor claridad este
argumento de la Teora Poltica del mundo antiguo. Gracias al texto de Platn que lleva su
nombre, sabemos que Protgoras desarroll una teora poltica de acuerdo con la que la
disposicin de la ciudadana haca a cada cual apto para participar en los asuntos de la polis (en
este sentido, su propia experiencia como no ciudadano de Atenas, deba hacerle
particularmente sensible a las diferencias que comportaba el hecho de disponer o no de
ciudadana).
Pero ms all de constatar la importancia de disponer (o no) de derechos polticos,
Protgoras consideraba que el hecho de integrar activamente la polis, al exigir de los ciudadanos
la disposicin y ejercicio de toda una serie de cualidades, contribua a fomentar el propio ordensocial. Con Protgoras se formula, por vez primera, una tesis sobre la socializacin poltica. De
acuerdo con sta, en democracia, el ejercicio activo de la ciudadana producira los valores que
sostienen la legitimidad del rgimen poltico. Por consiguiente, la capacidad poltica (la
ciudadana) garantizaba la continuidad y eficacia del orden poltico. Y ello no de cualquier
manera, sino fomentando la competencia de los ciudadanos en las cosas de la polis. Dicho de
otro modo: la poltica no slo aseguraba unas condiciones de vida, sino que haca posible la
mejora del ciudadano.
En efecto, si, por una parte, la ciudadana democrtica habilitaba al ciudadano para
contribuir al orden de la polis; por otra, su prctica pona de manifiesto las diferencias entre
aquellos ms competentes y quienes no lo eran. Al disponer todos por igual de los mismos
derechos polticos, las cualidades polticas que se adquiran por medio del ejercicio de la
poltica, revertan en el conjunto de la ciudadana: ser iguales en derechos exiga que los
saberes que surgan de la interaccin de todos fuesen socializados entre todos. El conocimiento
as adquirido no era reservado para un grupo particular de ciudadanos, con independencia de lascapacidades de quienes integraban dicho grupo (tal y como ocurra en la oligarqua). Por el
contrario, en democracia, quienes posean un mayor talento podan ejercerlo y mostrar con ello
a sus iguales, como disponer de una habilidad u otra.
Pero las tesis de Protgoras no escaparon a la crtica de quienes ejercan la ciudadana.
As, el desempeo de los cargos pblicos y el ejercicio de la justicia por parte de los ciudadanos
atenienses demostraba una y otra vez, a quien quisiera observarlo, que la democracia no
presupona la traduccin automtica del inters del conjunto de los ciudadanos, sino que, por elcontrario, estaba expuesta a los abusos de particulares. Otro sofista, Gorgias, fue quien mejor
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comprendi los riesgos que implicaba la prctica de la poltica. A este autor corresponde el
mrito de haber entendido que en un rgimen democrtico, basado en la deliberacin conjunta
de los ciudadanos, la mayor capacidad de argumentar de algunos poda ir en detrimento de la
igualdad de todos.
As, la persuasin sera para Gorgias un concepto clave con el que comprender el poder
del discurso poltico en el contexto democrtico. La persuasin era un instrumento poltico del
que podran servirse aquellos que, persiguiendo sus intereses particulares, operaban en el marco
de la democracia. Dado que dichos intereses no tenan porque coincidir con los del conjunto de
los ciudadanos, en las democracias siempre exista el riesgo de someter a la mayora por medio
de esa habilidad argumentativa que es la persuasin. De esta suerte, Gorgias demostraba que
ms all de los valores que pudieran fundamentar la democracia, siempre era posible unarelacin instrumental respecto a la poltica.
Otro concepto poltico, la autonoma, y otro sofista, Antifonte, se nos presentan aqu
como puente entre la concepcin instrumental de la democracia y los lmites de la prctica
poltica. En efecto, dada la naturaleza pactada de la ley, dira Antifonte, difcilmente cabe
esperar de ella que satisfaga los intereses de todos y cada uno de los ciudadanos. No obstante,
esto no significa que la persuasin no conozca lmites. En rigor, lo que las leyes hacen es
garantizar que los intereses de unos ciudadanos no se vean perjudicados por los abusos de susiguales. Se trata, por lo tanto, de una concepcin negativa de la norma legal (nomos).
Sin embargo, el hecho de que se trate de una formulacin en negativo no impide que sus
efectos sean positivos. As, el procedimiento democrtico tendra un carcter performativo
sobre la propia ciudadana. Dicho con otras palabras, aun cuando no todos los ciudadanos
aspirasen a contribuir al bien de todos, el ejercicio efectivo de la ciudadana les conducira a
actuar como si en realidad tal fuese su intencin y, por consiguiente, a autolimitarse en el
mismo ejercicio del poder. Aun cuando sus ambiciones personales y sus capacidades estuviesen
en conflicto con aquellas del conjunto de la ciudadana, siempre existira un inters mnimo en
asegurarse frente a los abusos eventuales de los dems y, por consiguiente, en no extralimitarse
en el ejercicio del poder.
Sea como sea, en la teora poltica de Antifonte puede observarse como subsiste el
problema de la contradiccin entre (1) los intereses individuales, identificados con aquellos de
cada ciudadano particular, y (2) el bienestar conjunto de los integrantes de la polis. Esta misma
contradiccin subyace al pensamiento de otros dos grandes sofistas del momento como son
Calicles y Scrates. Cada uno a su manera, ambos entienden, al igual que Antifonte, que de
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alguna manera resulta posible definir una idea unvoca del bien. El antagonismo queda, por
consiguiente, soslayado, desplazado a un segundo plano en beneficio de la propia realizacin
personal.
En el caso de Calicles, esta realizacin personal es concebida como satisfaccin deldeseo individual. Para ser legtimo, por lo tanto, el orden poltico debera expresar esta idea
instintiva del bien (la capacidad del hombre para satisfacer sus deseos) y no limitar el dominio
de los fuertes mediante las normas de la polis (nomoi). El imperio de la ley sera,
necesariamente, una imposicin del pacto de los ms dbiles por restringir el poder los ms
fuertes. El argumento de la razn carecera de valor frente al poder que se seguira de la
capacidad humana para desear y, por consiguiente, desear dominar a los dems imponiendo la
propia voluntad.
En el caso de Scrates, por el contrario, nos encontramos ante una acepcin universal
del bien basada en la capacidad humana para razonar. La razn, en todo caso, se encontrara
disociada e incluso en contradiccin con la democracia, toda vez que los autnticos intereses del
ser humano son aquellos que define la razn y no la mera satisfaccin del deseo. La verdadera
autonoma sera, pues, independiente de los deseos particulares: dado que el hombre
nicamente desea su bien, no es el deseo, sino la razn, aquello que habr de determinar, en
ltima instancia, la poltica. El verdadero ciudadano no es aquel que busca satisfacer el deseode la ciudadana, sino el que ilustra a sta con sus argumentos sobre la mejor manera de
alcanzar el bien.
En cualquiera de estos tres autores que acabamos de ver se comparte una misma visin
de la poltica conforme a la cual no existira tensin alguna entre los intereses particulares y los
intereses de la polis. La identidad personal coincide con la identidad poltica y los intereses
reales con aquellos que se expresan en pblico. El orden social y la libertad individual deben ser
coincidentes, de lo contrario tena lugar la corrupcin de los valores, de la idea que se tena del
propio bien. Esta visin comn de Scrates, Calicles y Antifonte era una visin muy extendida en
la poca. No obstante, acaso de manera paradjica, esta crtica de la democracia tuvo lugar al
margen de la propia prctica de la democracia, por lo que su influencia sobre el propio devenir
de la poltica ateniense fue ms relativa de lo que cabra pensar inicialmente.
2.2.b El elogio de la democracia: Tucdides.
La democracia, sin embargo, tambin tuvo sus defensores y Tucdides es seguramente sums declarado partidario. Para empezar, Tucdides desarroll una comprensin histrica de lo
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que entenda que eran los intereses del hombre. Cada individuo forjaba sus intereses a travs de
sus propias experiencias. Por consiguiente, el bien no se defina en funcin de una finalidad que
dotaba de sentido a aquello que aconteca (telos), ya fuera la razn o el deseo. Al contrario, el
bien era definido en virtud de las propias condiciones histrico-concretas en que se produca el
conflicto de intereses.
Con independencia de toda consideracin acerca de los ideales o de los deseos, los
individuos reales deban definir sus intereses de forma contextualizada, en el marco objetivo de
las relaciones de poder que tenan lugar en la vida de la polis. Para Tucdides, por tanto, no
exista fuentes prepolticas del inters particular, sino que ste mismo era definido en las
condiciones que la propia poltica determinaba. As lo atestigua, por dems, su obra escrita.
En efecto, si se examina con atencin la Historia de Tucdides podr observarse su aguda
comprensin del impacto que los acontecimientos histricos (la Guerra del Peloponeso, ms en
particular) tienen sobre el devenir de los hombres, la definicin de sus intereses y sus conflictos.
Para Tucdides, la teora poltica, si en rigor quiere alcanzar a comprender la realidad de la vida
social en su conjunto, debe integrar en su razonamiento la contradiccin evidente que existe
entre la prctica concreta de la vida pblica (con todos sus defectos) y la realizacin personal
de las capacidades y bienestar de los individuos concretos.
Observamos as como se opera un desplazamiento decisivo para el enunciado de un
pensamiento democrtico: el antagonismo social no es externo a la poltica, sino que la informa.
El ejercicio de la confrontacin de pareceres contradictorios en el gora (el agonismo) es
constitutivo de la poltica en s y a travs de l se construye la democracia como procedimiento.
Dado que no existe un curso prefijado de los acontecimientos histricos, sino que stos resultan
del propio actuar poltico de los hombres, la actividad dentro del contexto institucional de la
polis constituye la nica posibilidad de que dispone el hombre para realizar sus capacidades y
expresar sus pareceres.
Asimismo, la participacin en la poltica comporta riesgos para quienes toman parte en
ella: por una parte, su actividad puede tener efectos indeseados, esto es, no realizar los
objetivos previstos inicialmente; por otra, al participar en el procedimiento democtico, los
ciudadanos pueden acabar modificando sus opiniones. La experiencia y no una teleologa
cualquiera determina en ltima instancia el curso seguido por los acontecimientos histricos.
En la obra de Tucdides no se separan las pasiones egoistas del ejercicio de la poltica,
sino que se incorporan a la contingencia histrica, a aquello que de azaroso tienen los
acontecimientos histricos. El resultado del procedimiento democrtico, por consiguiente, est
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supeditado a aquello que pueda ocurrir, incluido el fin de la democracia misma. La propia
experiencia histrica (la de los individuos como la de sus antepasados) muestra la necesidad de
emitir juicios razonables y de cultivar la prudencia, toda vez que dejarse llevar por las
ambiciones personales y los intereses ms inmediatos aboca al fracaso colectivo.
Es en este contexto donde el anlisis de la figura histrica de Pericles adquiere su pleno
valor. Considerado en todo su carcter trgico, Pericles encarna para Tucdides lo que ha de ser
el liderazgo democrtico, a saber: la capacidad de que disponen los ciudadanos para
comprender los lmites que les impone el devenir histrico y hacer de la ms acertada
comprensin de ste, la posibilidad de acrecentar el dominio sobre uno mismo y, por
consiguiente, sobre el propio entorno.
Segn Tucdides, los atenienses se han caracterizado histricamente por haber
comprendido precisamente esto ltimo. Su sistema poltico, la democracia, les dio sin duda una
posicin preminente. As lo expresaba en el discurso fnebre de Pericles: Resumiendo, afirmo
que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo para Grecia. No obstante, lejos de todo
triunfalismo, Tucdides considera que el xito puede conducir al fracaso. Dos efectos indeseados
del triunfo, la ambicin desmesurada (pleonexia) y el exceso de confianza (asfaleia) abocan a
una mala comprensin de las propias circunstancias histricas y, con ello, al error poltico. Slo
si se alcanzan a dominar instintos y pasiones podr superarse las pruebas que el futuro depara alos hombres.
En efecto, de su anlisis de la historia ateniense, Tucdides deduce que se puede afirmar
la correlacin entre la prudencia y la moderacin de sus ciudadanos, por una parte, y el xito y
el bienestar de la polis, por otra. El liderazgo poltico no se ha de entender, por consiguiente,
como un ejercicio del poder orientado exclusivamente hacia el exterior, sino que tambin se ha
de ejercer internamente, sobre uno mismo, como autodominio. Una teora poltica de la
democracia, por tanto, no slo debera estar muy atenta a los peligros exteriores, sino a los
riesgos que poda comportar, internamente, los propios excesos.
As las cosas, el gran hombre de Estado sera, pues, aquel que sabiendo comprender los
conflictos de intereses entre ciudadanos, nunca perdiese de vista la visin de conjunto,
erigindose como mediador entre los intereses del conjunto de la polis y los intereses
particulares de sus ciudadanos. Para Tucdides, Pericles haba sido sin duda mucho mejor
hombre de Estado que sus sucesores. De ah que, segn su propia teora poltica, tanto la Atenas
posterior como siempre Esparta (poco importara la relacin de poder entre ambas ms
adelante) nunca pudiesen alcanzar la gloria de la Atenas de Pericles.
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En suma, la democracia se nos presenta al mismo tiempo como un rgimen poltico capaz
de desarrollar lo mejor y lo peor que hay en el ser humano; puede desarrollar su potencial o
agotarlo en funcin, exclusivamente, del saber hacer poltico de ste. Los grandes lderes
polticos no seran otros que aquellos que, como Pericles, sabiendo conciliar los intereses
particulares de los ciudadanos, dirigiesen la polis como una entidad conjunta. La prudencia en el
ejercicio de comprensin de las propias limitaciones sera as fuente de la grandeza de la polis.
2.2.3 La crtica de la democracia, I: Platn.
Al abordar la figura de Platn, Carlos Garca Gual (1990: 107-109) nos advierte de la
necesidad de tener presentes tres premisas: (1) su biografa, esto es, las circunstancias que
conocemos acerca de su vida, debidamente contextualizadas en el momento histrico en que
vivi; (2) su condicin de filsofo o pensador cuya obra se extendi mucho ms all del estudio
de la poltica; y (3) su obra, importante no slo por su reconocido rigor y extensin, sino
tambin por configurar el primer gran corpus de un autor, all donde hasta ahora no disponamos
ms que una visin fragmentaria e indirecta de los sofistas.
A diferencia de estos ltimos, Platn va a desarrollar su actividad intelectual al margen
de la poltica prctica, aspirando a modificar la propia poltica partiendo de un conocimiento
(episteme) que fuese ms all de los pareceres particulares de cada coyuntura (doxa). Mientras
que los sofistas van a pensar la poltica en relacin su ejercicio prctico, Platn acomete la
tarea de pensar la poltica a partir de su propio sistema de pensamiento, la filosofa platnica. A
lo largo de toda su obra se observa recurrentemente la conviccin de que nicamente
sustrayndose a la poltica tal y como es practicada en la democracia ateniense, resulta posible
pensar la polis.
La obra de Platn no puede ser comprendida, pues, sin toda la produccin de saber que
con anterioridad a l desarrollaron los sofistas. Su propio pensamiento es enunciado desde eldilogo con estos ltimos, a quienes reconoce, bien que de manera crtica, como punto de
partida. No es por casualidad que su teora poltica arranque con obras intituladas Protgoras o
Gorgias. An es ms, buena parte de los conocimientos que hoy disponemos acerca de los
sofistas, nos han llegado a travs de la conversacin que Platn mantuvo con los argumentos
tericos que stos haban desarrollado sobre la poltica.
Desde un punto de vista metodolgico, Platn prosigue la prctica del mtodo socrtico
del dilogo y la exposicin razonada de los argumentos. Conversa as con quienes le precedieronen la reflexin de la poltica y aprovecha este saber que le ha sido legado para desarrollar su
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proprio pensamiento independientemente de las limitaciones que impone la poltica prctica. De
esta suerte, Platn ser el primero en pensar la teora poltica a partir de la reflexin sobre las
ideas que la propia poltica ha generado, esto es, el primero en desarrollar una forma de
pensamiento idealista.
Este idealismo platnico se extiende incluso ms all prefigurando la razn, al igual que
en el caso de su maestro Scrates, como nica instancia legtima para la organizacin de la
polis. De manera semejante a como los sofistas haban hecho, Platn ubica su reflexin en la
tensin que se establece entre el ordenamiento poltico y los intereses del individuo. Sin
embargo, a diferencia de los primeros, su solucin es diferente. Slo si el imperio de la razn
informaba a los individuos como sujetos polticos sera posible constituir un ordenamiento
poltico que realizase el bien.
Sin embargo, Platn resuelve esta tensin de un modo diferente al de sus antecesores. En
efecto, para el filsofo, los sofistas no haban alcanzado a formular un verdadero conocimiento
de la poltica o episteme que les permitiese eludir los riesgos a que expona la polis la
inestabilidad de la doxa u opinin particular. As, en su obra Protgoras, Platn defiende la
primaca del conocimiento filosfico sobre el saber del sofista, la denomniada techn politik.
En rigor, segn Platn, es la superior naturaleza del conocimiento filosfico, formulado en
funcin de la expresin de juicios verdaderos, frente al saber del sofista, supeditado a losintereses particulares de quienes lo enuncian, aquello que legitimara al filsofo para afirmar su
primaca en la organizacin de las cosas de la polis.
En Gorgias, Platn radicalizar an ms su planteamiento inicial, llegando a afirmar,
explcitamente, que el verdadero poltico no busca sino la justicia (dik) y el perfeccionamiento
del espritu del ciudadano. La decadencia de Atenas, que el filsofo conoci en una fase ya
avanzada, no habra resultado de la grandeza de Pericles, tal y como, entre otros, haba
apuntado Tucdides. Antes bien, no habiendo perseguido el perfeccionamiento moral de la
ciudadana, lo que Pericles y quien como l habran logrado no habra sido otra cosa que asentar
las propias bases de la decadencia ateniense.
Scrates, por el contrario, es presentado en el discurso platnico como la figura del
verdadero poltico, la de aquel que, en lugar del ceder a las ventajas de halagar al ciudadano,
habra antepuesto el imperativo de alcanzar la verdad atravs de la razn. La muerte de
Scrates, acordada por las instituciones atenienses, habra sido para Platn el reflejo de la
decadencia moral a que habra conducido la dinmica poltica del rgimen democrtico. En este
contexto, la educacin del ciudadano se convierte en el dispositivo que permite a la polis
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escapar a las injusticias a que aboca la prctica poltica de quienes tan slo buscan satisfacer las
exigencias de la asamblea.
El verdadero hombre poltico es, por consiguiente, educador de sus conciudadanos;
alguien que hace posible la mejora de todos y, por ende, la realizacin del fin ltimo de la polis:alcanzar el bien. Frente a la deliberacin sofstica, inclinada a discurrir en virtud de los
intereses particulares, Platn contrapone la instruccin del ciudadano para su propio
perfeccionamiento tico (la denominada paideia). La defensa de lo justo obligara as al
autntico ciudadano a criticar e incluso enfrentarse a la democracia; toda vez que este tipo de
rgimen desconoce en s lo que es la bsqueda del bien comn. ste, por el contrario, s sera
accesible por la va del conocimiento filosfico.
A resultas de lo anterior, para Platn el filsofo se encuentra en condiciones de
garantizar el bien de la polis, all donde otras figuras de la democracia ateniense como el
sofista, el poltico o el demagogo, slo conduciran la polis a su decadencia. En su condicin de
conocedor de la va de acceso al bien comn, filsofo estara capacitado para el ejercicio justo
del poder. Al no encontrarse condicionado nicamente por la bsqueda de la verdad, el filsofo
escapara a los riesgos egostas de la poltica democrtica.
Robert Dahl se refiere a esta concepcin como tutelaje. Esta aproximacin terica a lo
poltico encontrara en dos textos platnicos fundamentales, la Repblica (en griego, Politeia) y
las Leyes, su expresin ms acabada de la Antigedad clsica. El argumento principal de esta
teora aduce la necesidad de colocar el gobierno bajo el control de un grupo de individuos que,
en virtud de ciertos atributos que les seran caractersticos, dispondran de la capacidad de
reconocer el bien comn y conoceran la mejor manera de alcanzarlo.
En el caso de Platn esta figura poltica sera el filsofo-rey (basileus). Como tal, el
filsofo-rey derivara su poder de un superior conocimiento del inters de la comunidad poltica.
Dos rasgos definiran en este sentido al filsofo-rey: por una parte, una completa dedicacin a la
bsqueda de la verdad (verdad de la que se derivara, asimismo, la superioridad moral de su
posicin); por otra, la no disposicin de un inters propio disociado del bien de la polis. Al
combinar ambos aspectos, el tutor platnico sintetiza en una sola figura aquellas otras dos del
filsofo y el monarca, y con ello las facultades polticas del gobierno y el conocimento.
Al redactar su Politeia (conocida hoy como la Repblica debido a la mediacin del latn
en nuestra recepcin del texto), Platn fue un paso ms all de los sofistas, en general, y de
Scrates, en particular, en su crtica de la poltica democrtica. De hecho, all donde para
efectuar sus crticas los antecesores de Platn haban recurrido siempre al correlato real de la
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polis ateniense, Platn emprende ahora el enunciado de un modelo, de una ciudad que ms all
de la deplorada Atenas democrtica, encarne el ideal del gobierno justo.
Parte para ello de considerar esta tarea desde un punto de vista filosfico, difcilmente
reductible, por su mtodo como por sus contenidos, a lo estrictamente poltico. En rigor, laRepblica va mucho ms all de un tratado de teora poltica. De hecho, en sus pginas es
posible descubrir temas tan diversos como la educacin, la metafsica, la moral... (vase el
esquema de los contenidos de esta obra en el texto de referencia de Carlos Garca Gual). La
razn para ello es evidente desde el punto de vista adoptado por Platn, a saber: el del filsofo-
rey. Si la finalidad perseguida es alcanzar el bien, la tarea del filsofo-rey no puede ser sino una
tarea global, que abarque los aspectos ms variados de la existencia humana y los articule desde
la formulacin del ideal de polis.
Coherente con las premisas de su propio sistema filosfico, Platn entiende que la misin
prioritaria habr de ser dilucidar primero, en el plano de las ideas, cul es el ideal de polis. De
igual suerte que en el conocido smil de la caverna (donde guiarse por el mundo de las sombras
impide acceder a la verdad), la poltica, para liberarse de sus aspectos ms sombros debera
acercarse a la luz, salir al exterior donde todo se observa con claridad. As pues, slo una vez
que determine en el plano de lo ideal un orden poltico verdadero, ajeno a los intereses
particulares e informado por el bien autntico, podr ser posible el gobierno del hombre deEstado. Sin disposicin del conocimiento toda tentativa por organizar la polis est condenada de
antemano al fracaso.
Llevando un paso ms all el mtodo socrtico, en la Politeia, Platn no se conforma ya
con reducir los argumentos de los sofistas, por voz interpuesta de los personajes de sus dilogos,
a las aporas sobre las que se articulan sus respectivas teorizaciones. A partir de ahora,
argumentando en sus dilogos a travs de Scrates, Platn asume directamente el enunciado
normativo de su ideal de polis. La figura de su maestro, por dems, se ha ido idealizando
progresivamente hasta alejarse no poco de lo que con mayor probabilidad debi ser el Scrates
histrico.
Sea como fuere, Platn se vuelca primeramente en clarificar que es la ciudad justa. Para
Platn la justicia resulta de la observancia de las funciones que a cada cual asigna su posicin
social. Slo si cada cual ocupa el lugar que le corresponde en virtud de su condicin resultar
posible alcanzar un orden poltico justo. De otro modo, se introduce en la vida de la polis el
desorden y la injusticia. Por consiguiente, el tema de la justicia en Platn no es deslindable, por
su parte, de aquel otro de la armona social.
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As, para Platn, el igualitarismo a que aboca el modelo democrtico al conceder iguales
derechos a todos los ciudadanos, debe dejar paso a un orden social basado en tres grupos
sociales: los filsofos (gobernantes), los guerreros (guardianes) y los trabajadores (productores).
De acuerdo con el modelo platnico, la justicia (dik) slo puede resultar de la armonizacin de
las tres funciones virtuosas que definen a cada grupo, respectivamente: inteligencia (phrnesis),
valor (andrea) y templanza (sophrosyne).
Junto a este primer eje que Platn define a partir de relacionar justicia y orden, en la
Repblica resulta posible identificar un segundo eje, a saber, aquel que pone en relacin el
alma humana y la organizacin de la polis. De acuerdo con el ideal de Platn, la condicin social
debera resultar de la preminencia de uno u otro rasgo del individuo: aquellos que fuesen ms
inteligentes (nos) seran llamados a las filas de los filsofos, quienes por su parte dispusiesen dems carcter (thyms) integraran el grupo de los guerreros; quienes, en fin, fuesen ms
proclives al deseo (epithymai) deberan incorporarse a los trabajadores. Para asegurar el buen
funcionamiento de la polis era imprescindible que las inclinaciones del alma se correspondiesen
con la posicin social.
Paradjicamente (al menos en cierta medida), un nico instrumento, la educacin, hara
posible la realizacin de este ideal de polis. Gracias a la instruccin de los individuos
(sorprendentemente para la poca histrica, Platn incluir a las mujeres), las dos clasessuperiores podran ejercer su mando correctamente sobre quienes no deban sino dedicarse a
obedecer y producir. Sin la formacin en ciertas destrezas intelectuales no sera posible una
ciudadana mejor. Corolario de sus premisas epistemolgicas, la teora poltica de Platn
identifica en la adquisicin del conocimiento (episteme) la posibilidad misma de la realizacin
del ideal de polis (que no de una polis mejor).
Pero los contenidos de la Repblicadistan de agotarse en estas primeras reflexiones. De
hecho, en el libro VIII Platn pasa revista a las formas de gobierno y sus dinmicas polticas. Para
Platn, en buena lgica, alguna modalidad de aristocracia ser la mejor forma de gobierno. Por
tal entiende un rgimen en el que los mejores gobiernan en provecho de la comunidad. El
anlisis de la evolucin ideal de las formas de gobierno conduce a Platn a formular las bases de
la teora que se conocer como anaciclosis. Segn esta tesis, ni la mejor aristocracia escapara a
su degradacin a manos de las ambiciones de los particulares, originando con ello la timocracia.
sta, igualmente sometida al carcter que caracteriza a quienes en ella triunfan, degenerara en
oligarqua; forma sta a la cual seguira la democracia y, finalmente, la tirana.
Carente de todo correlato histrico real, la anaciclosis se formula normativamente en el
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plano de lo ideal. Una vez ms observamos como Platn parte de su propio sistema filosfico
para indagar en la naturaleza de lo poltico: nuevamente, el primado del mundo de las ideas
sobre le mundo material informa aqu el anlisis de lo poltico. Por dems, con la anaciclosis, se
inaugura igualmente la reflexin sobre los regmenes polticos y los cambios a que abocan sus
propias dinmicas; tema ste que en la politologa contempornea se nos presenta como el
estudio del cambio de rgimen o transitologa.
Entre la Repblica y las Leyes, Platn se propone abordar tres figuras, el poltico, el
sofista y el filsofo en tres dilogos de los que slo llegar a redactar los dos primeros. No se
trata, en sentido estricto, de elaboraciones propias de la Teora Poltica. Sin embargo,
constituyen dos dilogos que nos permiten acabar de perfilar el sistema de pensamiento poltico
de Platn.
Por ltimo, los doce volmenes de las Leyes completan el monumental trabajo de
reflexin del filsofo ateniense sobre la poltica. Un Platn envejecido, se presenta ahora en un
tono ms conservador que reaccionario (por recurrir aqu a dos adjetivos que le han
perseguido desde siempre), preocupado por la importancia de la ley. Para este ltimo Platn ya
no es un requisito del buen gobierno la direccin poltica del filsofo-rey. El tutelaje es relegado
as a un segundo plano (lo que no significa que desaparezca). Por consiguiente, bajo la ptica
que caracteriza esta obra de senectud, la ley es la clave que permite la mejor poltica. Lagaranta de la ley escrita frente a la impredicibilidad de los hombres culmina aqu el
distanciamiento mantenido por Platn respecto a la poltica ateniense durante toda su vida.
Incluso los legisladores habrn de supeditarse a la ley.
As las cosas, para Platn el problema central ahora ser hacer valer el cumplimiento de
la ley. Preocupado por los riesgos de la debilidad de los hombres, pensar corregir los problemas
de la poltica por medio de la incorporacin a la organizacin de la polis, de un tribunal o
Consejo Nocturno que operar a la manera de lo que posteriormente habran de ser
concreciones histricas como el Tribunal de la Santa Inquisicin o el Comit de Salud Pblica de
Revolucin Francesa; por no citar aqu ms que dos ejemplos destacados.
Al igual que muchos de sus conciudadanos, Platn vincul el tamao de la polis a la
eficacia y eficiencia de su rgimen poltico. As, la propuesta de 5.040 ciudadanos (cifra que
resultaba de diferentes clculos necesarios a la provisin de cargos), propietarios de sus
respectivos lotes de tierra, permitira crear una comunidad de iguales, apoyada sobre la
artesana de los metecos y el trabajo de los esclavos. Significativamente, las mujeres veran
mejorada su condicin respecto a la poltica real de la Atenas de la poca. Asimismo, la paz,
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interna y externa a la polis, se convierte en un tema importante de la reflexin platnica.
Consciente del debilitamiento que suponan las divisiones polticas, Platn apostar por la
bsqueda de mecanismos que garanticen tanto la paz interior como la exterior.
2.2.4 La crtica de la Democracia, II: Aristteles.
A la hora de abordar la teora poltica que producir Aristteles podemos reconsiderar
rpidamente las premisas que Garca Gual nos ofreca para estudiar a Platn y acercarnos as, de
manera algo ms sistemtica a lo que fue su crtica de la democracia. En lo que sigue, pues,
tendremos presente (1) su biografa y contexto histrico; (2) su condicin de filsofo y
subsiguiente mayor alcance temtico de su obra (respecto a los sofistas); y (3) el rigor y
extensin de su obra que nos provee con un segundo gran corpus terico all donde Platn haba
escrito el primero; si bien tambin es de resear aqu la prdida de buena parte de sus escritos.
A diferencia de Platn, Aristteles ser un filsofo que guardar con la poltica y los
grandes acontecimientos histricos una relacin bien diferentes. Estamos ya en el siglo IV
(Aristteles vive entre el 382 y el 322 antes de nuestra Era) y por su condicin familar,
Aristteles acceder a ser el preceptor del joven prncipe de Macedonia que ms tarde llegara a
ser Alejandro Magno (y quien, segn parece, prefiri antes ser mecenas de las actividades de
Aristteles, que seguir los consejos de ste). Con Aristteles nos encontramos nuevamente con
un pensador que va a producir su teora poltica en el contexto del auge de una potencia; la
Macedonia de Filipo, padre de Alejandro Magno. Sin embargo, como veremos, una de las
caractersticas de la teora poltica aristotlica radicar precisamente en el distanciamiento del
autor respecto a los grandes procesos polticos puestos en marcha con el progreso del imperio
macedonio.
La formacin de Aristteles tuvo lugar en la Academia de Platn y, aun cuando, sin duda
fue un discpulo aplicado de ste, a lo largo de su vida alcanz a desarrollar un pensamientooriginal, del que acaso sea una prueba indicativa el hecho de haber fundado su propia escuela,
el Liceo, rival de la academia platnica. Con todo, Aristteles debe su formacin a su maestro
Platn y ello no deja de ser un dato relevante, toda vez que su especificidad tambin puede ser
interpretada como respuesta a su maestro. De igual modo, la profesin de su padre, Nicmaco,
mdico de la corte de Filipo de Macedonia, ejerci sobre una importante influencia.
A resultas de lo anterior, podemos avanzar ya que, metodolgicamente hablando, la obra
de Aristteles va a distanciarse de la de Platn (mucho ms proclive al razonamiento abstractopropio de la matemtica), abordando la reflexin sobre el mundo con una extraordinaria
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capacidad de sntesis y desde un punto de vista ms cercano a la observacin de lo concreto (a
la manera de ciencias como, por ejemplo, la biologa). A pesar de que hemos perdido para
siempre la parte de su obra ms elaborada (aquella que el propio Aristteles se encarg publicar
esmeradamente en su propio tiempo), en las pginas que nos leg el filsofo de Estagiro se
explicitan ya el rigor implacable de la crtica y la certera precisin de su forma de pensar. All
donde Platn se nos presenta como el primero en haber superado el pensamiento de los sofistas
y la filosofa presocrtica, Aristteles ser quien sistematice esta misma superacin en un
lenguaje de inequvoca vocacin cientfica y de aqu que su pera magna, La Poltica, sea
reconocida a menudo como el primer gran tratado de politologa.
Paradjicamente (o no tanto), Aristteles concibi su propia obra como tal superacin, es
decir, que al redactar su obra comprendi su propia obra como una tarea inscrita en un procesohistrico del que constitua su expresin ms acabada, por sinttica y heredera de una gran
tradicin. En este orden de cosas, a diferencia de Platn, Aristteles no menosprecia el trabajo
terico previo realizado por los sofistas, si bien apuntala sus reflexiones sobre la crtica de
quienes le precedieron. Su obra tampoco se entiende como bsqueda de la verdad en el sentido
idealista de Platn (de ah el inters y lo oportuno del pensamiento aristotlico para la
politologa contempornea) sino que, por contrario, se define en una doble perspectiva: por una
parte, como reflexin terica desde, con y sobre la tradicin de sus precedesores atenienses;
por otra, como observacin rigurosa del mundo real, de las instituciones de la sociedad y
comportamientos de los ciudadanos.
As las cosas, podemos concluir que para Aristteles la tradicin (considerada como el
legado de los sofistas y las enseanzas de Platn en su conjunto) es fuente de inspiracin
terica; a contrastar crticamente, en cualquier caso, por medio de la observacin del mundo
real. Muy significativamente, la obra de Aristteles se ubica bajo la influencia de dos figuras
histricas tan marcadamente contrapuestas como lo pueden ser, de hecho, Platn (el filsofoque articul el primer sistema de pensamiento idealista) y Alejandro Magno (el poltico que
erigi el imperio ms grande conocido de su tiempo histrico). Por su parte, esta inclinacin
aristotlica por realizar toda reflexin terica a partir del anlisis de lo concreto, no le decanta
por alguna variante de pensamiento empirista. Antes bien, su estudio de lo poltico se categoriza
gracias a su personal ontologa, mientras que el anlisis de la conducta humana es anclado en su
sistema filosfico por medio de la tica.
Al igual que Platn, Aristteles abord el estudio de muchos ms mbitos del saber que lapoltica. Los textos que produjo el filsofo sobre esta ltima, por tanto, no deben ser
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descontextualizados de otros con los que mantiene una inequvoca unidad y entre los que cabe
destacar, por su importancia para la comprensin ltima de la teora poltica aristotlica, los
escritos sobre tica. Si para comprender a Platn resultaba imprescindible no perder de vista su
concepcin idealista de la produccin filosfica, Aristteles difcilmente puede ser comprendido
olvidando sus trabajos sobre la tica.
En lo que concierne a la obra de Aristteles sobre la poltica, nuestros conocimientos han
de remitirse forzosamente a un nico texto, a saber: aquel que conocemos como Poltica o La
Poltica. Ciertamente, se han conservado algunos otros fragmentos como, por ejemplo, la
conocida Constitucin de los atenienses. Sin embargo, slo en La Polticapodemos analizar el
conjunto del pensamiento poltico de Aristteles en todo el vigor de su madurez intelectual. En
rigor, el ttulo original de esta extensa obra en ocho volmenes equivaldra a su plural, esto es,las polticas, entendiendo por tales los libros que hablan de la poltica.
Aunque al igual que Platn, tambin Aristteles desarroll su teora poltica
metodolgicamente por medio del recurso a los dilogos, desconocemos los contenidos de los
textos que fueron elaborados de esta manera. De igual suerte, tambin ignoramos otros textos
originales como pudieron haber sido los dedicados a la formacin del joven Alejandro Magno.
Con todo, tanto por su extensin y generalidad, como por su sistematicidad y rigor, los
contenidos de La Poltica constituyen una muestra suficientemente representativa de lo quepudo ser el conjunto de la teora poltica aristotlica.
Redactada medio siglo ms tarde que la Politeia, LaPolticade Aristteles entabla una
clara discusin con las tesis defendidas por Platn. Histricamente hablando, los tiempos que
hubo de vivir Aristteles contrastaban fuertemente con los de su maestro. Mientras que este
ltimo observ el progreso de la decadencia ateniense y responsabiliz al rgimen democrtico
por ello, Aristteles produjo su crtica de la democracia desde unan perspectiva que encajaba en
cierto modo con la tradicin crtica de los sofistas. De hecho, lejos de la reflexin utpica a la
que acaso pudiese haberle inducido el pensamiento de Platn, prefiri centrarse en el anlisis
de lo que haba sido la realidad histrica de las polis griegas, en general, y de Atenas, ms en
particular.
A pesar de su inters por aproximarse al estudio de la poltica en sus diferentes
concreciones, Aristteles no se ocup de manera exhaustiva en el anlisis de las formidables
transformaciones polticas de su tiempo, singularmente impulsadas por el progreso de un imperio
macedonio que se habra de revelar, a su vez, como un extraordinario ejercicio de ingeniera
poltica y diplomtica. Por el contrario, en La Poltica, Aristteles adopta la rica experiencia
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histrica de la Atenas clsica para realizar sus reflexiones. No se trata, pues, de un texto de
vocacin predictiva sino ms bien de un trabajo de evaluacin de todo un legado histrico.
Asimismo, tal y como hemos apuntado, la teora poltica de Aristteles est fuertemente
imbricada en su tica. Acorde con la visin de sus precursores, la felicidad y capacidades del serhumano no pueden sino realizarse en sociedad. He aqu, pues, la razn de ser de la polis en su
condicin de la ms importante asociacin (La PolticaI, 1): hacer posible la vida en sociedad
de los seres humanos, permitir el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos libres, ms
all de su condicin individual como integrantes de una comunidad poltica. No es difcil
encontrar en esta lnea argumental ecos de Protgoras o Gorgias, de Scrates o Calicles. En
Aristteles, de hecho, encontramos un acrrimo defensor de esa idea matricial que articula la
teora poltica de la Atenas clsica, a saber: la bsqueda de la felicidad por medio de la vida ensociedad.
De todo lo anterior se sigue un concepto central a la reflexin aristotlica que comporta,
a su vez, toda una concepcin antropolgica del ser humano: el hombre es un ser social, cuya
existencia carece de todo sentido fuera de aquella comunidad en la que desarrolla su actividad
vital; es, por emplear, en fin, la expresin del propio Aristteles, un animal de la polis (zon
politikn). En este sentido, no deberamos dejar de notar aqu una distincin griega que escapa
a las lenguas modernas. En efecto, para Aristteles, como para quienes antes que l pensaron lateora poltica en la Atenas clsica, exista una distincin evidente entre la vida puramente
animal (zoe) y la vida en sociedad (bios).
Significativamente, tal y como ha sealado, entre otros, G. Agamben, Aristteles opta
por definir su concepto a partir del paradjico contraste que resulta de contraponer la
animalidad del ser humano a su capacidad para desarrollar la poltica. Se configura as una
particular ontologa que comprende el ser humano como organismo vivo dotado de la capacidad
de devenir ciudadano de la polis. Por consiguiente, cabe sealar como en la argumentacin
aristotlica se establece claramente una homologa entre la evolucin de la vida natural y la
vida social. El ser humano no es diferente en este sentido del resto de los seres vivos (y de ah su
caracterizacin como zoe y no como bios).
Al igual que la vida natural, la vida social se gua por un proceso de perfeccionamiento
que obedece a un designio evolutivo (las ciudades resultan de las tribus que a su vez son
producto de las familias). La vida en la polis antecede as al individuo; se encuentra en l
aguardando ser efectuada por medio de la poltica. Una vez ms un tlos dota de finalidad al
progreso histrico. En el caso de Aristteles esta finalidad en que se inscribe la existencia del
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animal poltico no es otra que la vida de la polis. He aqu, pues, lo que, segn Aristteles,
constituye el autntico destino del hombre: su ser poltico.
Para alcanzar su propia felicidad, el individuo que se caracteriza por ser un animal
poltico habr de cumplir con su designio natural que no es otro que llegar a ser ciudadano.Slo sobre la base de la realizacin plena de sus facultades podr alcanzar la perfeccin y con
ello la felicidad (tal y como seala en la tica a Nicmaco: nada incompleto es feliz). Entre
estas facultades una se destaca por encima de las dems: el lgos o la capacidad de hablar y
significar lo real (la posibilidad de producir un discurso racional). All donde los restantes seres
vivos no disponen ms que de phon (la capacidad de expresar sensaciones fsicas) el lenguaje
constituye la especificidad de lo humano, preparando al hombre para la vida de la polis.
Sin embargo, por la propia artificialidad de la poltica, el animal poltico est
necesitado de aprender a ser s mismo (algo que no ocurre al resto de los seres vivos), precisa
ejercer el lgos, desplegar su facultad de hablar y razonar. Pero, a su vez, esta misma facultad
precisa de un entrenamiento, puesto que en cuanto tal no se encuentra plenamente desarrollada
en el ser humano. Por su parte, el lgos hace posible los valores que determinan el
comportamiento humano. Por esto mismo, nicamente la educacin en la observacin de un
cdigo de conducta determinado (tica), puede hacer de los seres humanos autnticos animales
de la polis. Vivir en sociedad exige el aprendizaje de un saber vivir social para el cual resultafundamental el respeto de la ley, considerada a partir de ahora como el principal instrumento
que articula las constituciones de la polis.
En efecto, las leyes tienen por finalidad reglamentar este comportamiento del que puede
resultar finalmente una vida mejor; una vida capaz de realizar plenamente las capacidades y
dicha de los hombres. Aristteles rechaza, por lo tanto, la exageracin propia del carcter
trgico, tan proclive a los excesos y cara a su maestro Platn, y opta por la moderacin propia
del comedimiento cvico. En el fondo de su argumento encontramos de manera recurrente la
preocupacin por mantener un punto de justo equilibrio que posibilite el progreso de la polis, a
la par que el bienestar del conjunto de los ciudadanos; y todo ello por encima de los intereses
particulares que arriesgan los avances conquistados.
En este sentido, Aristteles puede ser considerado como un conservador, pero no como
un reaccionario (acusacin dirigida con frecuencia a Platn). Ciertamente, el filsofo que nos
ocupa no produjo una teora poltica al servicio de los intereses de tal o cual grupo y, por ms
que la suya fuese una reflexin inclinada por las ventajas de la vida de aquellos sectores ms
privilegiados de su sociedad, no se puede decir que su concepcin de la poltica persiguiese
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dotar de razones a los crticos de la democracia.
As, la crtica aristotlica de la democracia tiende a ser una crtica marcada por una
fuerte componente instrumental: evitar todo aquello que conduzca al exceso ser la base del
xito; ni reformas radicales, ni sobresaltos sirven a los fines ltimos de la poltica. Secomprender, pues, sin mayor dificultad, la clave del escepticismo de Aristteles frente a la
aristocracia, tan proclive a los excesos, frente a su elogio de aquellos que por encontrarse en las
capas intermedias de la jerarqua social, deberan ser mucho ms precavidos ante los riesgos de
la desmesura.
Consciente del impacto negativo que haban tenido las ambiciones desmesuradas de la
Atenas de su tiempo, Aristteles considera que tan slo sobre la base de un comportamiento
mesurado podrn las polis asegurar sus logros. Justicia, prudencia y amistad constituyen la
trada de valores que delimita la particular cultura poltica aristotlica. La moderacin se
convierte as en el valor poltico que define el comportamiento ticamente fundamentado del
ciudadano, a la par que la clave que asegura los recursos de la polis.
As las cosas, Aristteles, a quien cabe suponer un informado conocimiento sobre la
debilidad de las polis ante el emergente poder macedonio, ser declarado partidario de la
autarqua de las ciudades. Nuevamente, el riesgo del exceso de confianza de las polis en sus
propias posibilidades se convierte en la clave del comportamiento poltico. Al contrario que para
Platn, para Aristteles la principal tarea de la poltica no es lograr dilucidar en qu consiste el
ideal de polis, sino limitarse a garantizar polis en las que sea posible un comportamietno
temperado, basado en la moderacin.
Los problemas econmicos de la polis se encuentran estrechamente ligados en la teora
poltica aristotlica al problema de la esclavitud. A juzgar por el espacio dedicado a este tema,
resulta posible deducir con facilidad que Aristteles deba estar especialmente preocupado por
las implicaciones polticas de esta cuestin. Ciertamente, no escapa a su razonamiento que para
que la vida de la polis resulte posible, existen toda una serie de necesidades materiales que los
ciudadanos deben encontrar satisfechas de antemano. De la dedicacin permanente al trabajo,
Aristteles deduce la incapacidad del esclavo para desempear tareas polticas. Al igual que
artesanos y comerciantes se encuentran incapacitados para la poltica por su afn acumulador
de riquezas, los esclavos estn privados de esta misma capacidad por no disponer del tiempo
para dedicarse a las actividades del espritu.
Desarrollando todava ms su argumento, Aristteles llega a plantearse la posibilidad de
garantizar los medios materiales para la subsistencia por medio de la automatizacin del
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trabajo. La evidencia insoslayable de una sociedad como aquella en la que viva reduca esta
posiblidad a una mera utopa, por lo que todo le pareca apuntar a que en el mundo real no
caba ms que una sola alternativa: reconocer que algunos seres humanos (los esclavos) carecan
de la facultad de vivir en la polis con la nica finalidad de permitir a aquellos otros que s
disponan de dicha facultad el ejercicio efectivo de la poltica.
Al hilo de la reflexin sobre la esclavitud y preguntndose, en fin, por las condiciones
materiales en que poda resultar posible la poltica, Aristteles abordar, como tantos otros
antes que l, la identificacin de las caractersticas idneas de la polis. As, su tamao no
debera ser muy grande, situndose en torno a los 10.000 ciudadanos; cifra sta sensiblemente
inferior a la Atenas de su tiempo, por no hablar ya de la capital imperial que en breve habra de
llegar a ser Alejandra. La idea de refrenar la desmesura de los ciudadanos reaparece de nuevoen la reflexin del terico poltico.
Desde un punto de vista institucional, Aristteles consideraba que la mejor constitucin
de que se poda dotar una polis no era otra que aquella que resultaba de combinar democracia y
aristocracia; una constitucin mixta en la que aunque la mayora pudiese decidir, sus decisiones
estuviesen subordinadas al buen gobierno de los ms capacitados (una suerte de aristocracia de
la inteligencia deudora en buena medida de los ideales de su maestro Platn). La definicin de
esta constitucin mixta, en ltima instancia, dependera de la utilidad del propio rgimen a quediera lugar, toda vez que la modalidad de rgimen de que se dota una polis para gobernarse no
es un fin en s mismo, sino la estabilidad de que cada rgimen puede dotar a la polis en
cuestin.
2.3 La Repblica romana: Polibio y Cicern.
Al tratar de la teora poltica en Roma, nos desplazaremos en nuestras coordenadas geohistricas
hacia el Este y hasta el siglo II antes de nuestra Era. Esto significa que hemos de tener presente
el cambio que se va a operar, a pesar de la notable influencia del mundo griego sobre Roma, en
el seno de la teora poltica. Antes de pasar a analizar los autores que mejor pueden ilustrarnos
sobre el momento histrico, conviene tener presente algunas premisas de partida.
Ante todo, resulta necesario sealar que la actitud hacia la reflexin terica no parte en
Roma de las bases filosficas (Platn y Aristteles, principalmente), ni polticas (los sofistas) que
haban caracterizado al mundo griego. De hecho, tanto por (1) el rechazo del vnculo entre
filosofa y poltica (en el sentido de un cierto menosprecio de la primera como saber de utilidad
para la segunda), como por (2) la reflexin que podan inspirar las propias estructuras polticas
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romanas (no resulta difcil comprender que Repblica o Imperio no condujesen a la reflexin
terica como pudiera hacerlo la poltica democrtica ateniense), la teora poltica en Roma se
desarrollar sobre unas bases diferentes a las de la teora poltica griega, por ms que bajo la
inevitable influencia de los logros helnicos.
En efecto, a resultas de todo lo anterior, la teora poltica romana, a diferencia de la
griega, no se ha de buscar en obras de tan marcado carcter filosfico como las de Platn y
Aristteles, como tampoco en los argumentos tericos de la sofstica. Antes bien, la reflexin
terica se encuentra entre las pginas de la historiografa romana, en los tratados de derecho y
en otros textos en los que suele deslizarse de manera discreta. Con todo, podemos afirmar sin
gran margen de error, que Roma produjo su propia teora poltica y que esta misma, por ms
influencia griega que hubiese llegado a acusar, tuvo tambin una gran originalidad.
2.3.1 De Grecia a Roma: Polibio y la constitucin mixta.
Por su propia biografa, Polibio de Megalpolis, constituye sin lugar a dudas, la figura que
mejor encarna el trnsito entre la teora poltica griega y la romana. Griego de origen e
historiador de formacin, Polibio llegar a conocer muy de cerca la Roma anterior al Imperio;
una Roma en la que, en todo caso, se haba consolidado ya, hacia la primera mitad del siglo II,
una particular fenomenologa de lo poltico (tras la experiencia monrquica, haba sido
instaurada la Repblica; al mismo tiempo, progresaban las conquistas territoriales sobre las que
ms tarde se habra de forjar el Imperio).
Por su propia formacin de historiador, Polibio profundizar metodolgicamente en la va
abierta por Aristteles y remitir sus reflexiones tericas a la evidencia que le suministraba el
conocimiento histrico. A diferencia del filsofo griego, sin embargo, Polibio prescindir de
realizar toda evaluacin normativa, limitando su teora a indagar en las razones que le
permitiran explicar los xitos alcanzados por Roma en tan breve periodo de tiempo. Para lasociedad romana de la poca, no obstante, la aportacin polibiana ser de gran relevancia, toda
vez que ofrecer un primer marco de referencia en el que encuadrar la propia historia.
As, Polibio ser el primero en preguntarse por las formas de gobierno y su evolucin
desde la herencia griega, en general, y desde las teoras de la anaciclosis y los regmenes
polticos, ms en particular. Efectivamente, en el libro VI de su Historia Universal, intitulado
significativamente Constitucin Romana, redacta toda una reflexin de envergadura sobre estos
dos temas que establece un dilogo abierto y directo con la tradicin helnica. A raz de estedilogo, no obstante, Polibio avanzar propuestas novedosas que merecen nuestra
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consideracin.
Ajeno a las consideraciones ticas de Aristteles, para Polibio, en primer lugar, existe
tres formas puras de gobierno que se corresponden con otras tantas variantes corruptas.
Siguiendo sobre este particular las aportaciones de Platn, el historiador greco-latino concluir:la monarqua degenera en tirana, la aristocracia en oligarqua y la democracia en anarqua. En
sus lneas fundamentales, el argumento polibiano se inscribe en la estela de las teoras de los
regmenes polticos de Platn y Aristteles.
A los efectos que nos ocupan, sin embargo, debemos destacar que para Polibio no habr,
en realidad, una forma de gobierno pura que sea mejor que otra. Aqu radica, en rigor, la
originalidad de su pensamiento. Para la teora poltica polibiana, el problema no radica tanto en
encontrar la mejor forma de gobierno en una forma pura, sino comprender las implicaciones que
se siguen de la dinmica interna del rgimen poltico que le corresponde.
As, deducir el historiador, es inevitable que si una forma es pura, termine degenerando
en su variante corrupta. No se trata, por tanto, que la monarqua pueda llegar a ser una
tirana, sino que, en la misma medida en que alcance una expresin acabada del ideal
monrquico, se encontrar abocada a una ms pronta degeneracin en alguna variante de
rgimen poltico tirnico.
Pero la originalidad de Polibio comienza justo all donde la de sus predecesores griegos
termina. Junto a la tipologa de los regmenes polticos puros y sus variantes, Polibio integra la
dinmica poltica interna particular de cada tipo de rgimen poltico en un esquema ms amplio
que renueva y amplia de manera original la teora de la anaciclosis. De esta guisa, para Polibio,
la secuencia que se sigue del funcionamiento interno del rgimen poltico es tan inevitable como
teleolgica.
La monarqua nicamente puede abocar a la tirana y sta a la aristocracia (resultado dela necesidad de compensar los efectos negativos de la tirana con una forma pura menos
perfecta que la monarqua). La instauracin de la tirana conduce al rgimen poltico a una
dinmica diferente, pero de resultados no menos arriesgados. As, la aristocracia (el gobierno de
lo