Agradecemos a todas aquellas personas las cuales con su interés,
colaboración y apoyo incondicional se pudo sacar adelante este
proyecto. Igualmente a todos los lectores, que con su entusiasmo nos
dan el ánimo necesario para trabajar en nuevos libros. ¡Gracias!
Foro Sweet Obsession, aLexiia_Rms & Maia8
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Capítulo 1 ......................................................................................................................... 7
Capítulo 2 ........................................................................................................................ 11
Capítulo 3 ....................................................................................................................... 19
Capítulo 4 ....................................................................................................................... 24
Capítulo 5 ....................................................................................................................... 29
Capítulo 6 ....................................................................................................................... 35
Capítulo 7 ....................................................................................................................... 40
Capítulo 8 ....................................................................................................................... 48
Capítulo 9 ....................................................................................................................... 58
Capítulo 10 ..................................................................................................................... 70
Capítulo 11...................................................................................................................... 87
Capítulo 12 ..................................................................................................................... 98
Capítulo 13 ................................................................................................................... 106
Capítulo 14 .................................................................................................................... 115
Capítulo 15 ................................................................................................................... 126
Capítulo 16 ................................................................................................................... 135
Capítulo 17 ................................................................................................................... 145
Capítulo 18 ................................................................................................................... 153
Capítulo 19 ................................................................................................................... 159
Capítulo 20 ................................................................................................................... 177
Capítulo 21 ................................................................................................................... 187
Capítulo 22 ................................................................................................................... 194
Capítulo 23 ................................................................................................................... 204
Capítulo 24 ................................................................................................................... 208
Capítulo 25 ................................................................................................................... 219
Capítulo 26 ................................................................................................................... 230
Capítulo 27 ................................................................................................................... 235
Capítulo 28 ................................................................................................................... 245
Capítulo 29 ................................................................................................................... 250
Capítulo 30 ................................................................................................................... 259
Capítulo 31 ................................................................................................................... 265
Capítulo 32 ................................................................................................................... 283
onvencida de que es parte de un programa de protección de
testigos, la adolescente de dieciséis años Jewel Rose es
arrastrada alrededor del mundo con su familia como una maleta
de gitanos viajeros. Después de llegar a su afortunada casa número
veintisiete, tropieza con un misterioso chico con mágicos poderes que
afirma ser su guardián... y le advierte de un peligro inminente. A pesar
de las obvias chispas entre ellos, Jewel descubre que es una relación
prohibida, y cuanto más aprende sobre la oscuridad, dándole vueltas a
Roman, comienza a cuestionarse en quién puede siquiera creer, en la
familia que la crió, o en el supuesto jurado protector que afirma que le
han estado mintiendo desde el principio.
Mientras lucha por descubrir quién de su familia realmente ha estado
huyendo de ella, es forzada a esconder la marca de nacimiento que
rebela quién es. Con nuevas realidades saliendo a la superficie,
inexplicables poderes apareciendo, y dos tentadores chicos compitiendo
por tentar su corazón, Jewel lucha por saber en quién puede confiar en
un mar de crecientes mentiras, esperando pasar su decimoséptimo
cumpleaños viva.
C
ivir en el programa de protección de testigos no me hacía sentir
tan protegida como maldita. Habíamos estado tres días en la
carretera y conforme nos acercábamos a nuestro destino
pensaba en la última nueva escuela a la que había ido, Sunny Shades
Heights. En realidad sonaba más a una residencia de ancianos que
como un instituto. Veintiséis escuelas desde preescolar, dos cada
maldito año escolar. Oh, pero este año, mi tercero de secundaria, mis
padres habían decidido mudarnos una tercera vez. Para empeorarlo,
estaba a seis semanas de las vacaciones de verano y a un mes antes de
mi decimoséptimo cumpleaños.
—¿Preparada para tu cumpleaños, Jewel... para uno de verdad? —me
preguntó papá por encima de su hombro con una sonrisa. Es una
broma habitual en nuestra familia. Nací durante un eclipse total de
luna que ocurrió al mismo tiempo que la luna llena durante el solsticio
de verano. Este hecho no se había producido hasta... hasta el año de mi
nacimiento. Eso, según mi padre, me haría convertirme en única. Sí, yo
tampoco lo encontraba gracioso.
—Sí —contesté, mirando hacia abajo. Me deslicé hacia mi hermano
pequeño Jayden quien estaba sentado a mi lado, feliz, jugando con su
DS Lite, sus intensos ojos verdes concentrados en la pantalla. Le revolví
su enmarañado pelo color caramelo y mi estómago se retorció. Pronto
tendría que recordar otro nuevo nombre para él. ¿Cuál era esta vez?
¿Harrison? Con ocho años, Jayden seguía pensando que era un juego,
una aventura. Una nueva ciudad y un nuevo nombre para fingir que era
un personaje como en uno de sus videojuegos o algo así.
Cuando mi familia conducía por la autovía, el viento soplaba a través de
mi ventanilla bajada y los coches que se acercaban se convertían en
una masa de colores fascinantes. Me imaginaba siendo parte de ese
V
caleidoscopio, introduciéndome en él hasta que me envolviese en sus
tonos cálidos. Los olores de las exuberantes montañas verdes y de las
flores primaverales flotaban en el viento. Comparado con nuestro último
apartamento en una zona industrial del área de Middlesbrough,
Inglaterra, que olía constantemente a cemento fresco, esto era
embriagador.
Sacando mi torso por la ventanilla como un perro anhelando libertad,
cerré los ojos y respiré profundamente una y otra vez hasta que me
mareé.
—¡Jewel! —me gritó mamá desde el asiento del pasajero. Volví a meter
la cabeza y presioné mi mano contra la marca de nacimiento de mi
hombro.
—Ten cuidado, cielo —me advirtió.
—Lo siento, mamá —murmuré, agradecida porque solo parecía
preocupada por mi decapitación y no por el lapsus de la marca de
nacimiento. Me coloqué unos largos y ondulados mechones negros
detrás de la oreja con una sonrisa.
Seguramente sería la última vez, la última por ahora, que escucharía a
mi madre llamarme por mi nombre real. Ella parecía disfrutar
ayudándonos a elegir nombres y tenía un don para los raros. No había
sido nunca una Sara o Emily. No. Esta vez, en Pomona Park, Florida,
sería True Remington. Siendo sinceros, hacía bastante tiempo ya que
había olvidado la comprensión. No importaba lo que elegían mis padres
para llamarme durante seis meses, yo sabía quién era.
Debía tener expresión preocupada porque mi padre empezó a chasquear
la lengua. Alcé los ojos para encontrarme sus profundos ojos verdes
clavados en mí en el espejo retrovisor, obviamente intentando llamar mi
atención.
—¿Estás bien, pequeña? —me preguntó en voz baja.
Quería gritar y contarle que por supuesto no estaba bien. Que, debido a
lo que sea que él hizo cuando yo era bebé, no tenía vida porque
teníamos que mudarnos como un grupo de gitanos viajeros. Siempre
era la “chica nueva”. Ningún amigo y nunca podía intimar con nadie.
Quería decirle que eso no me había beneficiado, me hacía sentir
miserable. Para empeorarlo, no me explicaban nada, no había
respuestas sobre lo que causaba este desastre de vida.
A veces odiaba a mi padre por eso. Pero ver las líneas de expresión
permanente grabadas entre las cejas me recordó que también tenía
muchísimas preocupaciones en su cabeza, y se me revolvió el estómago
por la culpa de pensar que podía odiarlo.
—Estoy bien.
Me guiñó un ojo y centró su concentración a la carretera. Habíamos
salido de la autovía y nos dirigíamos a una pequeña ciudad, al sur. No
podía negar que era bonita. Los árboles se alzaban sobre nuestras
cabeza, grandes y tupidos. Al frenar por un semáforo en rojo, un
transeúnte se nos quedó mirando.
—Haz una foto, te durará más —gruñí en voz baja. Supongo que no se
veían a menudo caras nuevas por aquí. Me giré hacia mi ventanilla,
como si fuera a protegerme de la mirada de cualquier curioso. Era como
si yo fuera un animal en peligro de extinción expuesto en un zoo.
Un grupo que parecía de mi edad estaba frente a una heladería
devorando sus conos. Uno de los chicos puso su cono en la punta de la
nariz de una guapa rubia y ella se rió cuando él se lo lamió. El resto del
grupo se rió entre sí, parecían los estereotipos de modelos adolescentes
con piel dorada de las revistas, pero no podía evitar sentirme atraída
por uno de los chicos en particular. Alto, pelo rubio, muy relajado, y,
bueno, guapo. El sol brillaba sobre su piel acentuado los músculos de
sus brazos. Un atleta. Se apoyó en el poste de luz comiendo su helado,
con la mano libre dentro del bolsillo de su tejano.
Detrás de nosotros, un hombre pitó suavemente el claxon.
—Vamos, Sonny —gritó por su ventanilla con una sonrisa, avisando a
mi padre del semáforo en verde. Sí, definitivamente una pequeña ciudad
de los Estados Unidos. El chico rubio levantó la vista y me pilló
mirándole fijamente. Bajé la mirada y me quedé mirando el suelo, con
mis mejillas completamente rojas cuando mi padre se marchó.
Después de unos minutos llegamos a nuestra nueva casa. Era bastante
simple. La casa amarilla de dos pisos tenía un patio grande y un
porche. Incluso un columpio doble en el pórtico. Bostezando, estiré mis
brazos y me giré para salir.
Jayden me tiró del brazo.
—¿Qué es esto, colega?
Señaló mi hombro, puso sus ojos en blanco e indicó con la cabeza a
nuestros padres.
Mi respiración se agitó y miré hacia abajo. Mi marca de nacimiento roja
brillante con forma de luna creciente me devolvió la mirada.
—Cierto. ¿Cómo lo podría olvidar? —Me incliné y le di un beso en la
frente, agradecida por la advertencia. Sin ella, mis padres me habrían
mirado desaprobadoramente.
Agarré la chaqueta que tenía al lado y me la puse, ocultando la marca.
Era demasiado grande para una marca de identidad, no paraban de
repetir mis padres. Muéstrala y morirás. Sus terribles palabras se
repetían en mi mente. Desde que aprendí a hablar, mis padres me
inculcaron que, fuera de nuestra familia, nunca la podría enseñar.
Esta era mi vida.
Jewel Rose: marcada, maldita.
na maleta grande era triste para una adolescente. Suspiré, y la
cargué por las escaleras, hacia mi nueva habitación. Mi único
otro equipaje era el, ahora vacío, portador de mascotas de mi
preciosa gata persa blanca, Willow. Ella se balanceó por las escaleras a
mi lado, ronroneando mientras llegábamos hasta arriba, y girando
alrededor de mis piernas.
Hice un inventario del piso de arriba. Había tres recamaras y un baño.
La recamara principal estaba pintada de un brillante amarillo girasol,
había una recamara azul real, que seguro era para Jayden, entonces, vi
la que daba hacia el patio trasero, color rosa chicle.
—¿Es en serio, mamá? —me quejé—. ¿En serio? Me estas matando
aquí.
—No te preocupes Jewel. Tu padre la tendrá pintada para ti lo antes
posible.
Lo antes posible era código para «Nos vamos a mudar pronto de todas
maneras, así que ¿para qué te molestas?».
Puse mi maleta abajo y me lancé sobre mi cama. Montones de polvo
flotaron alrededor de mí, haciéndome toser.
¿Qué podría esperar de una noticia tan corta? Las casas amuebladas
eran difíciles de conseguir, y este último movimiento fue aún más
rápido. Me quedé mirando como en trance a mis paredes rosa chicle. De
repente era tres días antes, otra vez; y yo estaba viendo a Keisha James
haciendo burbujas con su chicle en clase.
U
El maestro daba su lección de historia cuando de repente papá entró en
la clase, su cara estaba pálida. Estaba cubierto en sudor que salía de
su crecida frente, me tomó por el brazo y me sacó de la clase, abajo por
el vestíbulo y fuera por la entrada de la escuela. Mi madre me tendió
una infusión roja de aspecto raro, forzándome a tomarla, mientras papá
iba rápidamente por la autopista.
Después de eso, las cosas se volvieron borrosas. Jayden se sentó a mi
lado en el asiento trasero. Me sentí adormilada, mi cabeza flotando
alrededor de mí como una muñeca de trapo, mientras mi padre iba
dentro y fuera del tráfico.
—¿Qué fue lo que me diste, mamá? —gemí.
—Solo algo que te ayudará a relajarte, cariño. —Sus ojos se lanzaban
hacia la ventana trasera sobre mi hombro, agrandándose como platos.
Me las arreglé para girarme para mirar tras de mí y en mi brumoso
estado, estaba segura de haber visto a un hombre blandiendo un arma
fuera de la ventana del auto que estaba atrás de nosotros. Grité y miré
a mi madre con los ojos bien abiertos. Extrañamente, sus dedos
estaban presionando sus sienes, sus ojos cerrados. El auto se sacudió
bruscamente, y después, me dormí. Un fuerte «bang» retumbó en mis
oídos y abrí mis ojos. Ya no era tres días antes. Estaba a salvo otra vez,
en el cuarto rosa chicle.
Mi madre arrastró equipaje por el rellano. Me recosté en mi cama y jalé
a Willow cerca, besando su rosada nariz. Pensé en la chica a la que me
las había arreglado para tener de amiga en mi anterior escuela. Mi
última imagen de ese salón, fue de su cara cuando giré para mirarla
como pidiendo perdón mientras mi padre me arrastraba fuera. O sea, le
había dicho que tal vez me tendría que mudar pronto, pero ni siquiera
pensé que sería tan pronto. Dos meses fue todo lo que pasé en esa
escuela. Ella puso sus manos como en un teclado imaginario y comenzó
a teclear en el aire. Me encogí de hombros. Pedirme que le enviara un
correo era como pedirle a un perro que recitara el alfabeto. Sería genial
y todo, pero simplemente no era posible. No se me estaba permitido
usar la computadora sin supervisión y así, solo para la tarea.
Supervisé mi habitación. El rosa era más oscuro en algunos puntos,
como fotografías que habían sido removidas. El piso de madera dura,
las cortinas color rosa pálido, el vestidor de madera con un espejo
grande, y un escritorio viejo, todo lloraba por una buena limpieza.
Realmente deseaba que fuera de cualquier color, menos rosa. Verde
jade con negro habría sido genial. Creo que era demasiado pedir ser
como una niña normal y escoger mis propios colores de una vez.
Deambulé hacia mi ventana, que veía hacia el patio trasero, sintiendo
lágrimas por venir.
—¿Jewels? —Escuché a Jayden llamarme, detrás de mí.
Apreté mis ojos fuertemente un momento y carraspeé.
—¿Qué hay, Jay, quiero decir Harrison? —bromeé mientras giraba y lo
abrazaba fuertemente—. ¿Cómo está tu nuevo cuarto?
—Mejor que el tuyo —se mofó—, pero el mío está bastante polvoriento,
también. —Pasó su dedo por mi vestidor y alzó su ahora lleno-de-polo
dedo índice.
—No te preocupes, hermanito. Podemos hacerlo juntos. —Me persiguió
bajando las escaleras mientras yo tomaba las cosas de limpieza y le
lanzaba un rollo de toallas de papel.
—Cuando acabemos, ¿jugarás PlayStation conmigo? —preguntó con su
voz inocente.
—Seguro, pero solo si eres realmente servicial. —Le guiñé. Tener a
Jayden cerca, era una gran distracción. Limpiamos las habitaciones
juntos y jugamos sus juegos favoritos de PlayStation, pero,
rápidamente, ya era hora de irse a dormir. Fui a mi cuarto que ahora
olía a Windex.
Tomé una larga ducha y restregué mi piel más fuerte de lo que debería.
Pensaba que mientras más fuertemente frotara, más capas descubriría.
Debajo de todas esas capas, estaba esperando encontrar a una chica
ordinaria, con una vida normal y una familia regular. No una que huye
de la mafia o lo que sea. Digo, tenía que ser la mafia, ¿no? ¿Quién más
nos querría matar? Y ¿por qué? Deseaba que mis padres respondieran a
mis preguntas. Ellos me habían asegurado que algún día me dirían,
pero ese día nunca llegó.
Ahora, tenía nuevas preocupaciones: Sunny Shades Heights solo tenía
como doscientos alumnos. Pequeños grupos sociales, pequeños clichés,
suponía. Deseaba que fuera Nueva York. A menudo, hablaba con mis
padres sobre llevarnos ahí. Me parecía que una familia nueva en Nueva
York, pasaría más desapercibida. De alguna manera, mis padres
pensaban diferente y preferían esconderse en pequeñas ciudades.
Lloré para dormirme esa noche, Willow maullando a la ventana como si
se estuviera uniendo a mi triste canción.
***
En el desayuno, Jayden rebotaba alrededor, recitando felizmente su
nuevo nombre.
—Harrison Remington, Harrison Remington. Sueno como hombre de
negocios —dijo con una risa antes de tomarse un poco de jugo de
naranja.
—¿Jewel? —Mamá se dio la vuelta desde la estufa para enfretar mi cara
mientras comía algo de pan tostado.
—Ya sé, mamá.
—Dinos, entonces —dijo papá con voz seria desde el otro lado de la
mesa—. ¿Cuál es tu nuevo nombre?
Rodé mis ojos.
—True Remington. Lo tengo.
—¿Y nuestros nombres? —preguntó mamá mientras se volvía a la
estufa.
—Yo lo sé, yo lo sé —exclamó Jayden.
—Gemma.
—Bien. Linda, ¿no es lo que dirías? —preguntó mamá con una sonrisa.
Sentí la bilis en mi garganta y tragué. Tal vez esa era su manera de
tratar de hacer una mala situación parecer graciosa, pero estaba tan
fuera de lugar.
—Y ¿True? —Mamá se giró y sirvió un panqueque en el plato de Jayden
y después alzó una ceja en mi dirección—. ¿Cuál es el nombre de tu
padre?
—¿Dios? —dije, rodando mis ojos, sintiéndome mal por la expresión de
pánico de papá—. Kingsley. De hecho, ese es uno bueno, papá, me
gusta —dije, de verdad—. Pero prefiero Viktor mucho más —agregué
rápidamente, refiriéndome a su nombre verdadero. Papá sonrió.
—Y somos de Ontario, Canadá —dijo Mamá.
—Canadá, ¿eh? —Le levanté la ceja a Jayden y él rió. Había jugado
hockey con algunos niños de Canadá antes, él me entendió.
Después del desayuno, papá fue al auto pidiéndonos que nos
apuráramos. Corrí a lavarme los dientes, ponerme mascara y brillo
labial, y atar mi cabello en una coleta.
—Menos es mejor —murmuré mientras me miraba en el espejo. Los
jeans desteñidos y la blusa negra entallada era difícilmente un conjunto
de primer día en una nueva escuela, pero estaba pasable. Escuchando
el claxon del auto, bajé las escaleras de dos en dos.
Mamá me abrazó fuertemente como si no me fuera a volver a ver nunca.
—Buena suerte.
—Realmente desearía que me dijeras que está sucediendo —le susurré
al oído y di un paso hacia atrás, buscando desesperadamente una
verdad en sus ojos.
—Nos vemos después de la escuela, True. —Besó mi mejilla y me soltó,
terminando la conversación.
—Claro, Gemma. —La puerta se estrelló detrás de mí mientras me iba.
Papá dejó a Jayden en la escuela primero, y después, nos dirigimos al
Sunny Shades. Papá palmeó mi hombro cuando me dejó, respiré
profundamente y salí. Había grupos de niños alrededor de la escuela
platicando y riendo. Yup. Clichés.
Y justo cuando pensé a toda costa que pasaría desapercibida, escuché
una bocina de auto, pero no cualquier bocina de auto. Nuestra bocina
de auto, acompañada de la voz de papá.
—¡True!
Me giré a ver a varios grupos de gente mirándome y en la tensión del
momento, lo vi a él: El chico de pelo rubio que había visto comiendo
helado. Se giró hacia mí, con su cabeza ladeada.
—Mátame ahora —murmuré para mí misma mientras daba la vueltaa y
regresaba al auto de mi papá.
—Tu mochila. —Papá se asomó por la ventana y me la dio. La tomé y
dije: «Gracias» antes de girarme y atravesar a la multitud para ir hacia
la escuela.
En la oficina, una señora de viejo cabello gris se sentó a arreglar su
brillante labial rojo con su espejo compacto. Carraspeé para hacerme
notar. Cerró su espejo.
—Bueno, bueno. Tú debes ser la nueva chica. True Remington, ¿No es
así?
—Sí, señora —dije con una débil sonrisa.
—No seas tímida ahora. —Se estiró a través de su desordenado
escritorio y puso su mano en la mía, la cual yo no me había dado
cuenta de que estaba temblando. Le dio un suave golpe—. Ya se ha
arreglado un compañero para ti el día de hoy.
—Un ¿compañero?
—Sí. —Debió haber visto el shock en mi cara, porque añadió—: No te
preocupes ahora —Presionó el botón del micrófono y habló fuertemente
en él—: Taylor Snow, por favor preséntate en la oficina. —Me quedé
boquiabierta.
—En serio, señorita…
—Señorita Reid.
—Señorita Reid. No c-creo que sea necesario…
Pero ella solo meneó la cabeza y me dio un horario de clases y pronto,
una rubia entró rebotando a la oficina. Se veía suficientemente linda.
Cabello rubio lacio caía simétricamente en sus hombros y ella sonreía
hacia mí.
—Hola, True ¿no es así?
—Sí. —Me las arreglé para sonreírle.
—Soy Taylor. Vamos, o llegaremos tarde a cálculo.
Sí, no nos querríamos perder un momento de eso.
Cuando llegamos a clase, ya estaba casi llena y me senté en el asiento
junto al de Taylor, cerca del frente.
—Ten cuidado con la saliva voladora —dijo Taylor con una risa
mientras señalaba al profesor con sobrepeso. Le entendí cuando el
hombre empezó a hablar y se le escapaba un poco de saliva de la boca.
Estar en el frente era incómodo por varias razones más que el señor
Rothschild y su fuente por boca. Juro que podía sentir los ojos de los
demás estudiantes quemando un hoyo en mi nuca.
Cada tanto, Taylor me sonreía. Parecía que estaba haciendo un gran
esfuerzo.
En el almuerzo, nos sentamos afuera, en una banca a platicar. Los
chicos estaban cerca.
—¿Quién es ese? —pregunté, apuntando al chico rubio que vi cuando
llegamos a la ciudad. Ahora sin playera, dribló el balón de baloncesto
hacia la canasta. Sus músculos estaban completamente marcados y
parecía que conocía su camino por la cancha de básquetbol.
Taylor movió sus ojos hacia el chico y de nuevo hacia mí.
—Oh, te refieres a Chase Quinn. Bastante caliente, ¿huh? —Levantó
sus cejas.
—Sí, está como quiere —dije y reí con ella.
—¿Algo sobre lo que nos quieran hablar? —preguntó Chase.
Mi cara se sintió caliente y me giré hacia otro lado.
—Solo estábamos diciendo como ustedes vagos necesitan una paliza —
dijo Taylor con una risotada y se detuvo, caminando.
—Cuando quieras, cielo. —Chase le lanzó la pelota—. ¿Qué hay de tu
amiga?
—Ven True, ¿no quieres jugar? —rogó.
Me mordí el labio.
—Estoy bien. —Deseé tener el valor para jugar. No estaba
acostumbrada a que la gente fuera tan linda conmigo. Parecía diferente
aquí.
—Vamos —pidió otro chico.
—Él es Jack. —Taylor señaló al chico alto de cabello pelirrojo. Se giró
hacia mí, dándoles la espalda a los chicos. Señaló su barbilla y dijo—:
Mío. —Con un guiño.
Me reí entre dientes.
—Tal vez la próxima, chicos. —Tenía que trabajar mi valor para esa vez.
Cuando comenzaron a jugar, pensé que tal vez esta escuela no sería tan
mala. Tal vez podría encajar aquí, en esta ciudad. Tal vez esta vez me
pudiera quedar un tiempo.
Totalmente concentrada en mis pensamientos, de repente sentí a
alguien mirándome, no: observándome. Miré alrededor y lo encontré. A
unos metros de distancia, un chico que se veía más o menos de mi
edad, estaba recargado en un árbol. No lo había visto antes y él era del
tipo de chico que definitivamente notabas. Su oscuro cabello lacio caía
sobre uno de sus ojos y sus labios eran gruesos. Tenía una funda de
guitarra sobre uno de sus hombros y cuando subió un lado de sus
labios hacia arriba en una media sonrisa, mi pulso se aceleró.
Sentí un nudo en la garganta, lancé una nerviosa mirada a mis pies.
Las porras y risas de mis compañeros jugando al baloncesto me dieron
el coraje para volver a mirar. Pero el misterioso y llamativo chico ya no
estaba.
usqué al chico del pelo oscuro el resto del día sin ninguna
suerte. Ni en Ciencia, ni en Inglés, y no en Historia del Mundo.
Cuando Taylor y yo salíamos de clase, finalmente me armé de
valor para preguntarle por él.
—Eh, Taylor, ¿quién era ese chico con el pelo oscuro que estaba viendo
el juego durante la comida?
Taylor dudó.
—No lo vi. —Ella levantó las cejas—. ¿Era guapo?
—¿Qué, estas en la patrulla de lo guapo o algo? —bromeé—. Y bueno no
sé si guapo es exactamente la palabra adecuada para él. Tal vez,
¿caliente? —Reí nerviosamente.
—Eres tú la que parece como si perteneciera a la patrulla de los guapos.
—Ella sonrió—. Eso hacen dos chicos de los cuales me has pedido
información, en, como un día. —La chica me tenía ahí.
—Culpable —dije. Rompimos a reír.
Describí al chico que vi.
—No suena como alguien a quien conozca —dijo Taylor—. Pero, bueno,
escuché que había un chico nuevo viniendo a esta escuela también,
pero se supone que él no empieza hasta mañana o algo así. —Taylor
puso una sonrisa malvada—. Me tengo que ir. Ahí está mamá. —Tomó
un bolígrafo de su bolso y se inclinó para escribir algo en mi agenda—.
Mi celular. Llámame en algún momento.
Asentí.
—Gracias por hoy.
B
—Ningún problema. Nos vemos mañana.
Me senté en un banco esperando ser recogida y ojeé un montón de
papeles que necesitaban ser firmados y la tarea de la noche. Oí risitas y
cuando miré hacia arriba, había un grupo de chicas que se encontraban
cerca. Una me estaba echando un vistazo de arriba a abajo y luego
murmuró a sus amigas. Miré hacia abajo, a mis vaqueros andrajosos y
antiguas zapatillas y de regreso hacia ella. Ella lucía algo como de la
portada de Vogue con sus vaqueros ceñidos, tacones, chaqueta de Juicy
Couture, hasta la manicura perfectamente hechas. De repente todo
parecía familiar. Esto era a lo que estaba acostumbrada, la forma en
que siempre fue, lo que esperaba.
—Bonita camiseta —me llamó con una mueca. Las otras chicas se
echaron a reír.
Me encogí de hombros, bajé mi cabeza y empecé a recoger alguna
suciedad imaginaria en el banco.
—Oye, es cierto. —Escuché a alguien decir detrás de mí. Dándome la
vuelta, mis ojos se encontraron con los de Chase y su sonrisa radiante.
Caminaba casualmente hacia mí, con ambas manos metidas en sus
bolsillos frontales, su jersey de Lakers me permitía ver los músculos
flexionados de sus brazos.
—Um, ¿sí? —conseguí decir mientras miraba sobre mi hombro. Pude oír
el suspiro de «esas» chicas desde donde me sentaba.
—La próxima vez ha llegado. —Puso sus dedos alrededor de mi muñeca
y tiró de mí hasta ponerme de pie—. ¿Baloncesto? —me recordó,
apuntando a las canastas al otro lado del colegio.
Abrí mi boca para decir no.
—Pero yo…
Las chicas rieron de nuevo. Cuadré mis hombros.
—Claro —dije lo suficientemente alto para que ellas me oyeran.
—Gracias —dije cuando estábamos lejos de ser escuchados.
—No te preocupes. Olivia puede ser una verdadera perra.
Me reí.
—Sí, tuve esa impresión.
—¿Así que, de dónde eres?
—Um, bueno, Canadá.
—¿No estás segura? —El movió mi cola de caballo jugando.
—Sí, estoy segura. —De verdad, Jewel, eres tan perdedora—. Ontario —
dije con seguridad.
Llegamos al campo de baloncesto y Chase cogió una pelota y me la
lanzó.
—De acuerdo, Miss Canadá. Solo no llames a los Mounties1 cuando
patee tu trasero.
—Nah. Solo un comedor de donas normal lo hará. —Controlé el balón y
Chase se mantuvo cerca de mí, brazos extendidos, sus ojos de azul
mezclilla brillando a los míos. Salté, haciendo un tiro y fallando por
poco.
—Oooh, la chica tiene cierta habilidad —dijo mientras atrapaba el
rebote.
—Mi papá solía ser un entrenador de gimnasia —dije mientras me ponía
en modo defensivo—. Me enseñó todo lo que sé. —Fruncí mis labios.
Los deportes eran realmenten lo único que podía hacer bien. Lo malo,
es que era demasiado tímida para unirme a uno. Probablemente tenía
algo que ver con el hecho de que nunca estábamos en un lugar el
tiempo suficiente como para que me vinculase con un equipo real.
Chase avanzó más cerca hasta que su aliento tocaba mi cuello. Él olía
como sándalo mezclado con la colonia de Hollister que olí una vez en un
centro comercial. Saltó y metió la pelota. Agarré el rebote y rápidamente
controlé el balón.
—Woow —se aclamó mientras aplaudía con sus manos juntas—. Tráelo.
Miré sobre mi hombro hacia él, y movió sus dedos hacia él varias veces.
Riendo, controlé la pelota, pasándola a través de mis piernas,
asombrada de lo cómoda que me sentía a su alrededor. Controlé
lentamente hacia adelante y luego hice un giro alrededor de él, tiro y
puntuación.
1Mounties: Se refiere a la policía montada de Canadá N. del C.
—Wow, la chica Canadiense tiene juego. —Chase vino con sus manos
en alto para chocar los cinco. Llegué y en su lugar, él entrelazó sus
dedos con los míos y les dio un apretón. Mi pulso saltó.
En ese momento, vislumbré el pelo rojo zorro de mi mamá mientras
caminaba hacia la entrada de la escuela.
—Me tengo que ir, mi coche está aquí
—¿Quieres que te acompañe?
—No-no —tartamudeé, pensando que era mejor para mi madre no
verme con un chico. Salí y llamé a mi madre, con el olor de sándalo y
colonia arremolinándose en mi cabeza.
***
—Lo siento, llego tarde —dijo mamá mientras se sentaba en el asiento
del conductor—. Tuvimos unos invitados inesperados. —Sus dedos
agarraban el volante firmemente, con sus nudillos blanqueados.
—¿Invitados? —pregunté, conmocionada. Ya que no éramos del tipo de
familia que tenía invitados. De hecho, éramos del tipo que los evita.
Mamá corrió su lengua sobre sus labios y se removió en su asiento.
—Sí, el tío Boris y la tía Eva y bueno mi madre.
—¿La abuela Raine? —exclamó Jayden desde el asiento trasero. Miré a
su rostro radiante.
—¿Recuerdas a la abuela Raine, Jayden? —le pregunté, sorprendida ya
que ella solo nos había visitado como cuatro veces desde que nació. Se
suponía que no podíamos tener ningún contacto con mi familia desde
que entramos en el programa de protección de testigos, me dijeron.
Aunque extrañaba a mi abuela. La había visto un total de seis veces en
mi vida que recordara y cada vez se sentía como una manta envuelta
alrededor de mí y mi mundo de preocupaciones arrastrado. Tenía ese
efecto mágico.
—Sí, juega genial a los videojuegos —dijo.
Mamá apretó la mandíbula mientras se retiraba de la escuela, con el
ceño fruncido.
—¿Todo bien, mamá? —le pregunté. Pero no respondió. Estaba a un
mundo de distancia, pensando. Mi estómago se hundió cuando me di
cuenta de que las cuatro últimas veces que los familiares nos visitaron,
nos mudamos. ¿Por qué no podíamos tenemos una visita familiar
normal sin ello significando que nos mudáramos a otra ciudad o incluso
de país?
Miré por la ventana encima de mi hombro, me fijé en que Chase todavía
estaba tirando canastas y pensé en Taylor y el misterioso chico. Mi
estómago se retorció en nudos mientras me imaginaba haciendo mi
maleta solitaria esa noche. Me quité la lágrima que escapó mientras
rodaba por mi mejilla.
uando nos detuvimos en la entrada de nuestra casa, mi abuela,
que había estado sentada en el columpio del porche, se levantó y
salió corriendo hacia el coche.
—Jewel —dijo mientras me levantaba, con la voz desbordando dulzura.
Sostuvo mi cara entre sus manos y me besó ambas mejillas.
—¡Hola, abuela! —La abracé, sintiendo su calor.
—¡Abuela Raine! —Jayden saltó desde el asiento trasero del coche y la
abrazó por la cintura.
—Mírate, mi pequeño mono. Que grande te has hecho —dijo
revolviéndole el pelo. Mono había sido el apodo de Jayden desde que era
pequeño. Tan pronto como pudo caminar, fue en busca de cosas a las
que escalar, ajeno a cualquier peligro.
Di un paso atrás y miré a la abuela, notando más marcadas las arrugas
de su cara.
Pasó un brazo por el mío y el otro por el de Jayden, y se dirigió a la
casa.
—Vamos, Karina —dijo por encima del hombro a mamá, que estaba de
pie junto al coche, congelada como una estatua.
No usábamos nombres falsos cuando la abuela estaba cerca.
Cuando abrí la puerta, mi cuerpo se tensó involuntariamente.
Contuve el aliento cuando la tía Eva se volvió hacia mí. Estaba sentada
entre mi tío Boris y mi padre. La tía Eva parecía real, no estaba rígida,
en su vestido negro de cuello alto, su pelo negro estaba en un moño.
C
Tío Boris se estaba fumando un cigarrillo y cuando sus ojos
encontraron los míos, lo puso en el cenicero. Rápidamente recogió
algunas cartas sospechosas y se las metió en el bolsillo de la chaqueta,
la cual estaba colgada en el respaldo de la silla.
Tía Eva señaló la única silla vacía.
—Toma asiento, Jewel.
—¿Qué pasa con la abuela? —le pregunté, girando la cabeza en
dirección a la abuela.
La abuela Raine echó una mirada seria a mis parientes.
—Estaré de vuelta pronto. Voy a dejar a Jayden en su habitación para
que vea sus nuevos videojuegos
—¡Bien! —exclamó Jayden.
Me mordí el interior de mi mejilla. Sabía que cuando se fuera, ese
sentimiento de seguridad se iría. Mis tíos no me daban esa seguridad.
—Está bien. —Mi padre hizo un gesto a la silla vacía cuando mi madre
empezó a buscar en la nevera para ir preparando la cena.
—Entonces, ¿cómo fue tu primer día en la escuela, Jewel? —preguntó la
tía Eva.
Rodé los ojos.
—¿Qué día, qué escuela?
—Así que tu hija ha optado por una actitud sarcástica. —Subió el cuello
de su vestido con ambas manos y miró a mi padre con desdén.
—Ella solo está cansada porque acaba de mudarse, Eva —se disculpó
en mi nombre antes de añadir—: Jewel, cuida tus modales
Me moví incómoda en mi sitio.
—Lo siento. La escuela fue muy bien, tía Eva.
—¿No pasó nada raro, no? —Sus labios formaron una línea recta
mientras cruzaba sus piernas y su tacón de aguja de color rojo golpeaba
contra la pata de la mesa.
—Nada.
No estaba completamente segura de lo que había querido decir con
«nada raro».
—¿No hay personas poco comunes o personas raras siguiéndote? —
agregó como si sintiera mi confusión.
Inmediatamente pensé en el chico de pelo oscuro, pero él no era
exactamente extraño y ciertamente, no me siguió, así que no sentí la
necesidad de contarlo.
Además, no había por que darles ninguna excusa más para que me
arrastraran a algún sitio nuevo.
—¿Estás segura? —preguntó el tío Boris que sopló un remolino de
humo.
Se teñía el pelo gris de rubio, y su camisa de poliéster blanco se
aferraba a cuerpo delgado. Me reí para mis adentros, pensando que se
parecía a un cigarrillo.
—Afirmativo. —Moví la mano en el aire, dispersando el humo, a la vez
que tosía—. ¿Puedo irme ahora? Tengo tarea.
Cuando mi tía miró a su alrededor en busca de los deberes de lo que
estaba hablando, agregué—: Dejé los libros en el coche.
—Eso está bien por ahora.
Me despidió con un gesto de la cabeza.
Agradecida de ser liberada de la sala llena de tensión, me dirigí al coche
y agarre mis libros, y luego me comí un chicle y fui a mi cuarto, donde
Willow saltó a mi cama y se dejó caer a mi lado con un Miau.
Me preguntaba de qué se trataba la conmoción. Tal vez tenía algo que
ver con el desarraigo de nuestra propia familia hace unos días. ¿Qué es
lo que mi padre había hecho tan mal, para que todos los locos fueran
detrás de nosotros? Me temblaba todo el cuerpo por lo que me tiré sobre
la cama, mi imaginación empezó a correr salvajemente, imaginando que
unos hombres enormes entraban en casa y destrozaban todo. Entonces
la abuela Raine entró en la habitación y se sentó a mi lado.
—No te preocupes, Jewel. Solamente intentamos protegerte.
—¿Protegerme? Querrás decir, protegernos, ¿no?
Extendió la mano hacia arriba para que pusiera la mía encima. En el
momento en que nuestras palmas se tocaron, mi mano dejó de temblar
y una ola de paz se apodero de mí.
—Protegerlos a todos ustedes, querida. Todos ustedes. Pero debes de
saber que tú eres especial y que todo esto pronto se acabará.
Definitivamente yo no tenía nada de especial, solo era algo que las
abuelas decían. De pronto me sentí cansada y con un bostezo, me
desplomé en la cama y caí en un sueño profundo.
***
Cuando me desperté, mis ojos estaban empañados y mi cabeza parecía
confusa. El reloj me dijo que me había dormido una hora,
aproximadamente.
Fui al cuarto de baño para echarme agua en la cara.
Eché un vistazo al cuarto de Jayden, me di cuenta de que estaba
enrollado en un montón de mantas azules, profundamente dormido. Me
resultó un poco raro el que nadie nos hubiese llamado para cenar.
Fue entonces cuando oí la voz de la tía Eva junto con las de los demás,
que venía de las escaleras.
—Ustedes dos van a meter la pata —dijo la tía Eva—. Casi los atrapan
—La mayoría de las veces tú eres la que metes la pata —desafió el tío
Boris, en un tono áspero.
—Estamos haciéndolo lo mejor que podemos —dijo papá, sonando
inseguro.
—Solo necesitamos más tiempo —agregó mamá con firmeza.
—Pero no nos queda —susurró la tía Eva.
—Su cumpleaños es en unos meses. ¡Su decimoséptimo cumpleaños! —
hizo hincapié en la palabra, como si decimoséptimo tuviera alguna
importancia.
Mi estómago dio un vuelco. Mi decimoséptimo cumpleaños era en un
mes. ¡Estaban hablando de mí! Me deslicé sigilosamente por las
escaleras, mi cuerpo se apretaba contra la pared.
—Si ella se da cuenta pronto, lo descubrirá, y las cosas comenzaran a
ocurrir. Por no hablar de que irá como una polilla a la luz —escupió
papá.
Una fuerte explosión sacudió la mesa y, a juzgar por el tono duro de mi
padre, solo pudo ser su puño.
Me estremecí al oírlos hablar. Tenían que estar hablando sobre la gente
de la cual yo había estado huyendo durante toda mi vida. ¿Pasó algo?
¿Podría ser que el psicópata que iba detrás de mi padre, ahora fuera
detrás de mí, como algún tipo de venganza?
Me puse de puntillas al llegar al final de la escalera, entonces me asomé
por la esquina a la cocina. Todos estaban sentados alrededor de la
mesa. Las sospechosas cartas que había visto a mi tío estaban
extendidas, boca arriba sobre la mesa.
Tenían fotos de ellos que no lograba distinguir. Mi tío dio un golpe con
el dedo en una tarjeta que se encontraba en el centro.
—¿Cómo están todos tan seguros de que es ella en primer lugar? —
preguntó el tío Boris en un tono agudo.
La abuela Raine suspiró.
—Hemos pasado por esto cientos de veces, Boris.
Mi piel se erizó y me quedé helada, ansiosa por enterarme sobre lo que
ella estaba diciendo.
—Jewel es la espectral —susurró ella, con una certeza en su voz—. Una
niña nacida durante el eclipse total de luna que coincide con la luna
llena del Solsticio de Verano —después de una pausa, mi abuela
término—. Y lleva la marca.
n pequeño jadeo escapó de mis labios y retrocedí hacia las
escaleras. Una silla se deslizó rápidamente a través del piso con
un chirrido y yo huí de vuelta hacia mi habitación, mi corazón
tronando. Me recosté en la cama pretendiendo estar dormida.
—¿Mamá? ¿Qué hay de cena? —llamó Jayden desde el rellano de las
escaleras.
La voz de mi madre se elevó por las escaleras.
—Pollo Shake’n Bake, choclo en la mazorca, y puré de patatas.
Despierta a tu hermana, ¿puedes?
De alguna manera, pollo Shake’n Bake, Espectral, y la marca no cabían
correctamente en mi cerebro. Quiero decir, supe toda mi vida que era
inusual, pero esto simplemente añadió una nueva dimensión de
extraño. Jugueteé con mi manta. ¿Qué, en el nombre de Dios, es un
Espectral?
—¿Jewel? —La voz de Jayden aumentó mientras me sacudía
gentilmente—. Hora de la cena. Es Shake’n Bake —dijo emocionado.
Fingí estar durmiendo. Intenté calmar la velocidad de mi corazón
tomando lentas respiraciones. Mantuve mis ojos cerrados, temiendo que
Jayden viera el miedo en ellos.
Mi cama se sacudió mientras Jayden se paraba en ella y comenzaba a
saltar. Me balanceé tanto que ya no pude fingir dormir por más tiempo.
—Está bien, Jay. Estaré abajo enseguida —mascullé.
Jayden saltó fuera de la cama y acercó su cara a la mía hasta que
nuestras narices se tocaron. Abrí mis ojos.
U
—Ahí estás —dijo con una risita—. ¿Te convertiste en un zombi o algo?
—Se rio.
—Estoy bien —mentí—. Te veo en un minuto, compañero. —Besé su
nariz.
Después de que Jayden se fuera escaleras abajo, miré por mi ventana
hacia el patio trasero en una neblina. Willow saltó en el alfeizar de la
ventana, ronroneando mientras la acariciaba inconscientemente. Sabía
que no podía dejarles saber que había oído por casualidad su
conversación. Ellos obviamente no querían que yo supiera, y si se
esteraban que había oído demasiado, estaría en un auto y fuera de ahí
tan rápido que no podrías decir Espectral dos veces.
Ya no sabía qué era real. No sabía si era por papá que continuábamos
mudándonos todos estos años o si era por mí. No, me lo guardé para mí
misma. Podía guardar secretos justo como ellos habían hecho todos
estos años.
De repente me sentí enojada, enojada con mis papás, mi tía y mi tío, y
mi abuela, si era siquiera posible. Quiero decir, si era un fenómeno
Espectral o lo que sea, tenía derecho a saber.
Tiré mi cabello fuera de mi cola de caballo, sacudiendo mi largo, oscuro
cabello libremente para camuflar mi cara. Bajé descalza las escaleras,
agradecida por la habladuría de Jayden en ese momento y me dejé caer
pesadamente en una silla.
—Así que, Jewel —comenzó mamá cuando terminé de comer—,
nuestros visitantes se quedarán un tiempo, hasta tu cumpleaños.
Me quedé boquiabierta mientras levantaba la vista de mi plato.
—¿Un mes? —pregunté y luego, dándome cuenta de que mi tono había
sonado rudo, forcé una sonrisa. Estaba feliz de que no estábamos
mudándonos, aún, pero de todas maneras, tener a mi tío y tía alrededor
sería tan doloroso como ser pinchado con las púas de un puercoespín.
Tacha eso. Sería peor. Si fuera solo la abuela Raine, estaría bien con
ello, pero no había suerte.
La tía Eva me fulminó con la mirada.
—¿Es eso un problema?
Aparentemente, ella no captó la sonrisa.
—Para nada —dije en la voz lo más dulcemente posible. Preferiría tener
mis ojos arrancados de mi cráneo—. Pero, ¿dónde va a dormir todo el
mundo?
—La abuela va a dormir con Jayden y vamos a armar un cuarto
temporal en el sótano para la tía Eva y el tío Boris —respondió papá.
Estaba aliviada de que por lo menos mi tía dormiría lo más lejos de mí
en la casa como era posible.
—Tengo tarea —murmuré.
—Chica estudiosa, no es así —dijo tía Eva, goteando sarcasmo.
Tío Boris encendió un cigarro como indicación mientras huía.
***
Taylor me saludó en la escuela al día siguiente con la misma sonrisa
burbujeante que había tenido todo el día anterior mientras
caminábamos a clase de español. Le sonreí de vuelta, feliz por la
distracción de las palabras de mi abuela que giraban en mi cabeza
como un Merry Go Round. Jewel la Espectral.
—Sin ofender, pero podrías usar maquillaje. —Taylor tomó mi brazo y
me giró sobre mí misma.
—Por favor no —supliqué, no queriendo dirigir la atención hacia mí.
—En serio, sin embargo —dijo—. Eres tan bonita. Moriría por esos
grises líquidos tuyos. ¿Son lentillas?
—Nop. El verdadero negocio.
—Solo pienso lo que podría hacerte con un poco de maquillaje, una
cepillada de pelo, y nuevos trapos.
Hice una mueca y dejé salir un gemido exasperado.
—¿Qué, ahora eres policía de la moda?
—Solo decía. —Taylor torció en su dedo un rizo rubio mientras Jack
venía hacia nosotras y la levantaba en el aire.
—Hola, nena —dijo mientras besaba su mejilla y la ponía de vuelta en
sus pies. Estaba feliz por la distracción de mi sentido de la moda, o falta
de ella.
Cuando entramos al salón de clases, mi corazón se saltó un latido. El
muchacho de pelo oscuro del día anterior estaba sentado en un
escritorio cerca de la ventana. Taylor y Jack encontraron tres asientos
juntos vacíos, y nos sentamos, directamente detrás del chico nuevo.
Mantuve mis ojos en el escritorio frente a mí. Alguien había escrito
Jessica y Mason con un corazón alrededor en la madera. Dejé a mis ojos
permanecer ahí. Tenía cosas más importantes en mi mente que un
chico, me recordé.
El señor Sullivan entró a la habitación y se inclinó hacia su escritorio,
encarándonos.
—Hola estudiantes2 —dijo, y después enseñó un brillante juego de
dientes.
—Hola Señor Sullivan3 —respondió la clase al unísono, excepto, por
supuesto, por mí y el muchacho misterioso, por lo que pude decir. Mis
ojos se desplazaron desde mi pupitre al señor Sullivan. Mis palmas
hormiguearon en sudor, nerviosa acerca de nuestra disposición de
asientos.
—Hoy vamos a aprender sobre el amor4 —dijo el profesor con una
sonrisa.
Entendí lo que eso significaba.
—Hoy vamos a aprender sobre el amor. —La clase rió. No podía evitar
sino mirar al muchacho de cabello oscuro. Su mirada permanecía
pegada a unos papeles en su escritorio y su pelo café oscuro cubría la
mayoría de su ojo izquierdo. Pero fueron sus labios los que me
atrajeron. Se veían tan suaves y en el momento justo los humedeció con
su lengua y luego se dio vuelta y me atrapó mirándolo. Lanzó una
sonrisa malévola. Eres poco convincente, Jewel. Aparté mis ojos de
vuelta a mi pupitre, y recorrí con mis dedos el grabado tallado.
El profesor se mantuvo hablando en español hasta que se volvió un
enredo de palabras y sudor hormigueante en la parte trasera de mi
cuello. Imágenes flotaban en mi mente como un carrusel girando. El
muchacho de cabello oscuro se agachó en frente mío, sus manos en la
nuca de mi cuello, tirándome hacia delante con una mirada burlona
hasta que nuestros labios estuvieron a un pelo de distancia.
2 Español en el original. 3 Español en el original. 4 Español en el original.
—Bésame —rogó mientras recorría mis labios con la punta de su dedo.
Se inclinó y puso sus labios sobre los míos, buscando, el sabor del
peppermint cosquilleando en mi lengua. Traté de zafarme y él
mordisqueó mi labio gentilmente.
—¿True? —Escuché decir al Sr. Sullivan. El estruendo de la clase
riéndose llenó mis oídos. Levanté mi cabeza del escritorio donde me
había quedado dormida y sacudí mi cabeza, devolviéndome a la
realidad. Mis mejillas se ruborizaron y presioné las puntas de mis dedos
en mi labio inferior. Miré al chico del pelo oscuro y sus labios se
torcieron en una sonrisa.
—Um… lo siento, Sr. Sullivan. Yo, ah, tuve una noche dura. ¿Está bien
si voy a conseguir un trago de agua?
Más risas de la clase.
—Eso es suficiente, niños —dijo levantando la palma de su mano—.
Seguro, claro, pero apresúrate en volver.
Mantuve mi cabeza agachada mientras me dirigía hacia la puerta de mi
sala de clases y Olivia, quien se sentaba cerca de la puerta, tosió en su
mano y dijo—: Perdedora. —De nuevo, risas llenaron el salón, seguidas
por un regaño del Sr. Sullivan. Miré hacia arriba para ver a Chase
sentado un par de asientos detrás de Olivia sacudiendo su cabeza.
Comencé a pensar que un traslado no sería tan mala idea después de
todo.
Caminé hacia abajo por el pasillo hacia la fuente de agua y tomé un
largo trago, rociando agua en mi cara, esperando que me diera una
sacudida. Me enderecé y sequé mis manos en mis vaqueros, resignada a
volver a clases y enfrentar cualquier humillación que me esperaba.
Mientras me dabala vuelta, me topé con el chico del cabello oscuro.
—Hola ahí —dijo.
—¿Me estás siguiendo? —pregunté sobresaltada.
—Algo así. Si cuentas estar sediento como seguirte —dijo con humor
asomándose en sus ojos. Su voz sonaba casi musical, con un leve
acento en sus palabras, pero no podía descifrar de dónde podría ser.
Me aparté del camino y él se agachó para tomar un trago.
—¿Eres el chico nuevo que mencionó mi amigo?
Se dio la vuelta y extendió su mano hacia mí.
—Roman Matteo.
Se la estreché.
—Soy True.
—Eso escuché —dijo con una sonrisa.
—Sí, eso. —Mis mejillas se volvieron calientes y puse mi mano en la
parte trasera de mi cuello.
Le dio una sacudida a su cabeza, moviendo su pelo y revelando los dos
ojos color chocolate. En conjunto con sus ultra largas pestañas de
visón, el efecto era hipnótico.
—¿Estás bien? —preguntó suavemente—. Te ves sofocada. —Extendió
la mano para tocar mi mejilla pero sacó su mano de vuelta en el último
momento, lo que de hecho me hizo calentar más. Odiaba que siempre
me sonrojara tan fácilmente.
Supéralo, Jewel.
—Sí, estoy bien. Solo un poco privada de sueño —dije—. Soy nueva
también —murmuré una débil excusa.
—Algo en común entonces. Apesta, ¿huh?
—Sí, podrías decir eso. Mejor volvemos a clases. —Comencé a caminar
de vuelta por el pasillo.
—Oye, estoy tocando en el bar de mi primo el sábado en la tarde si
quieres venir a ver —dijo mientras caminaba junto a mí—. Está debajo
de Phoenix en la esquina con Front y Brewster, quiero decir, ya que
tenemos tanto en común y todo —dijo con una risa—. Yo toco la guitara
y mi primo canta.
—¿Aunque seas nuevo aquí? ¿Cómo ya sabes dónde está todo? —
Incliné mi cabeza a un lado.
—Soy nuevo, pero mi primo no lo es. Ha vivido aquí por un tiempo.
—Está bien, eso suena genial —dije, pensando qué tan asombroso sería
pero como igualmente imposible era que pasara. No había manera de
que mis padres me dejaran salir, sola a un bar. Y ahora con tía Eva
patrullando sería aún peor… Aun así, estaba comenzando a pensar que
me habían ocultado secretos mi vida entera...
e senté tranquilamente de camino a casa. Pensé sobre los
acontecimientos de la semana pasada y dejé que Jayden
hablara sobre su día, cómo estaba aprendiendo a multiplicar y
algo sobre un niño llamado Max que había traído su rana mascota.
Cuando llegamos a casa, tranquilamente fui al ordenador en el salón y
lo encendí, agradecida de que mi padre había llegado a instalarse
arriba. Puse mis libros en el escritorio y casualmente miré a mi madre
que me estaba viendo desde el pasillo de la entrada.
—Trabajo. —Señalé mi libro de historia.
—Pues…
—Por favor, mamá. Solamente la historia aburrida.
—Está bien. Pero no mucho tiempo. Los otros están fuera un rato y yo
voy a hacer la cena. Tenía la esperanza de un poco de ayuda.
—Por supuesto.
Jayden corrió hacia el patio trasero para jugar y mamá se fue a la
cocina. Mi ritmo cardíaco se disparó. Esa era mi oportunidad. Me
detuve en Google y encontré una buena aburrida página sobre Marie
Antoinette, la minimicé y abrí otra ventana. Si alguien entraba,
rápidamente pondría a la Sra. Antoinette en la pantalla. Volví a Google,
tecleé la palabra Espectral y encontré su significado en el diccionario
Mnemonic. Lo que leí me trastornó.
1. Espectral. Relativo a los espectros: colores espectrales, análisis
espectrales.
M
2. Espectral. Parecido o característico de un fantasma; una cara
fantasmal en la ventana; una presencia fantasmal en la habitación; la
emanación; espiritual dando una sesión de espiritismo.
Más abajo:
Supernatural. No existe en la naturaleza o sujeto a explicación bajo las
leyes naturales; no físico ni material; supernaturales fuerzas,
acontecimientos y seres.
Creo que mis ojos se salieron de sus órbitas. ¿Parecido o característico
de un fantasma… sesión de espiritismo? ¿Fantasma? Medité mientras
veía mis manos. No soy un fantasma. Sabía que todo el mundo me veía,
incluso cuando no deseaba que lo hiciesen.
—Espiritual dando una sesión de espiritismo —murmuré para mis
adentros. No sabía que tenía que hacer con eso. Las palabras sonaron
de ficción, como salidas de un antiguo libro.
Gemí cuando oí el coche detenerse en el frente. Salí de la página web y
rápidamente borré el historial del ordenador. Todo excepto la página de
Marie Antoinette. Se vería extraño si mamá decidía mirar y había estado
todo ese rato en el ordenador sin historial registrado.
Pasé junto a la puerta de la cocina y cogí una zanahoria de una pila,
mamá la había puesto fuera, y comencé a pelarla, intentando mantener
firmes mis temblorosas manos. Lo último que necesitaba era que mamá
se diese cuenta, o pelar la piel de mis dedos.
—Apenas un par de cosas que he escogido para ti y Jayden —dijo la
abuela Raiden, mientras se acercaba al interior seguida de cerca por la
tía Eva. La abuela sacó un par de vaqueros de una bolsa y los alzó para
que los viese. Sonreí. No estaba segura de si encajarían conmigo, pero el
gesto era amable, y la abuela se veía muy feliz enseñándomelos. Incluso
si los odiaba nunca lo admitiría.
—Gracias abuela. No tenías por qué hacerlo.
Jayden llegó corriendo y saqueó su bolsa. Incluía ropa nueva y un
videojuego. Empujó la ropa a un lado.
—¡Oh, gracias abuela! —Giró el juego de adelante hacia atrás, antes de
salir corriendo hacia su habitación con él.
El tío Boris pasó a la sala de estar y me tensé mientras lo imaginaba en
el ordenador, descubriendo lo que había estado mirando. Me di cuenta
de que estaba conteniendo la respiración y me recordé que había
borrado el historial. Papá se asomó y me guiñó un ojo antes de seguirle.
La tía Eva se sentó a la mesa y mamá le sirvió una taza de té. La abuela
apartó a mamá y cogió la leche y el azúcar.
—Conocimos a gente muy agradable en el centro comercial Jewel —dijo
la tía Eva, echando una cucharadita de azúcar en su té.
Mordí el anzuelo.
—¿Ah, sí? ¿Quiénes?
—Una chica que era amiga tuya en la escuela y su madre. ¿Taylor
Snow? —se echó otra cucharadita.
—Mmhmm —murmuré—. Se me asignó a mí.
Continué pelando las zanahorias, pero eché una ojeada por encima de
mi hombro, en busca de una insinuación de adónde quería llegar a
parar, pero no conseguí nada.
—Sí, bueno. —La tía Eva hizo una pausa para tomar un sorbo de té y
puso una mueca antes de agregar otra cucharadita de azúcar, como si
no fuese lo suficientemente dulce—. La abuela y yo estamos de acuerdo
en que será una buena amiga para ti.
Sí, eso es, porque te necesito para escoger a mis amigos por mí ahora
también.
—Sí, parece agradable —dije.
—Pero tú no eres de socializar con otras personas sin permiso,
¿entendido? —Hizo girar la cuchara en su taza de té poco a poco y
levantó una ceja hacia mí—. Nadie, Jewel. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo —dije cuando una idea me vino a la cabeza—. ¿Eso
significa que puedo ir a la biblioteca mañana con ella? Tenemos un
trabajo de historia para la semana que viene. —Traté de mantener la
voz firme.
La tía Eva miró a la abuela Raine. La abuela asintió. Volví a mirar a la
tía Eva y su mirada me atravesó, como asegurándose de que me lo
tomara en serio y no me atreviera a meterme con ella. La tía Eva frunció
los labios, con cara de suficiencia.
—Siempre y cuando te lleves el celular para que podamos contactar
contigo —añadió mamá, haciendo repiquetear sus manos, otra vez.
Finalmente. Realmente no estaba segura de por qué la tía Eva parecía
estar tomando las decisiones de repente. Y realmente no estaba segura
de por qué mamá parecía tan nerviosa. Quería llegar al fondo de eso.
Después de la cena me retiré a mi cuarto y encontré el teléfono de
Taylor escrito en mi agenda. No quería que nadie escuchase mi
conversación, decidí mandarle un mensaje instantáneo.
¿Biblioteca mañana a las dos? Trabajo de historia, ¿recuerdas? ;) Bien.
Esperaba que entendiese al ver mi guiño al final que no estaba loca y
que sabía que no teníamos un trabajo de historia. Pasaron unos cinco
largos minutos cuando por fin sonó mi teléfono móvil.
Claro. Mamá dice que puedo coger prestado el coche a las dos. Te recojo
a las dos ;) Taylor.
¡Victoria! Me sentía como un preso que había sido notificado una pronta
liberación. Pensé en todo lo que leí en el ordenador sobre el significado
de Espectral y tenía previsto seguir investigando en la biblioteca.
Necesitaba saber quién era yo, qué era.
Tuve problemas para dormir esa noche. Caray, había tenido problemas
para dormir todas las noches desde que había oído hablar de mi marca
de nacimiento. Pero esa noche fue aún peor. No podía dejar de pensar
en lo que había leído. Di vueltas, hasta que vi que eran las dos de la
mañana. Bostecé, metí la mano en mi mesita de noche para ponerme
los auriculares y escuchar un viejo CD de grandes éxitos de Carlos
Santana que mi padre me dio. Tuve la esperanza de que la guitarra
increíble de Santana pudiera ayudarme a ahogar mis pensamientos
intrusos. Me di la vuelta y me coloqué boca abajo, poniendo mi
almohada sobre mi cabeza.
Finalmente me quedé dormida en un sueño profundo. Era como si
estuviera reviviendo la noche cuando oí a mi abuela diciendo que yo era
la Espectral. Me deslicé bajo las escaleras pero era como si no hubiera
techo en la casa y la niebla de la noche me envolviera, empañando mi
piel. Cuando me asomé a la cocina como antes, el tío Boris golpeó en la
amenazadora tarjeta, con la cara llena de rabia. Mi abuela se le acercó,
le tocó la mano y se quedó en silencio. Él levantó la mano de la tarjeta.
Estiré mi cuello para ver la imagen en la tarjeta, oscurecida por la
niebla. Mis pies colgaban en el aire, y empecé a flotar a través de la
sala, acercándome a la mesa.
Flotaba por encima de la mesa, boca abajo, con el pelo colgando a mí
alrededor. La mesa se sacudió cuando todo el mundo alrededor de ella
se cogió de las manos, murmurando en voz baja como si estuviera en
una sesión de espiritismo. La tarjeta se elevó en el aire hasta que pude
ver claramente la imagen de una chica con el pelo largo y oscuro
pintada en ella. Llevaba puesto un vestido sin mangas, negro y hasta la
rodilla y tenía un puñal de oro en sus manos apuntando hacia arriba.
Entonces la vi, una marca con forma de luna creciente roja en su
pierna.
La cabeza de la tía Eva se disparó hacia mí, entrecerrando los ojos.
—Lleva la marca —dijo entre dientes.
—¡No! —grité, incorporándome en la cama.
Tiré mis auriculares y cogí el reloj de la mesilla. Eran las ocho y el sol
entraba en mi habitación por la ventana. Balanceando mis pies sobre el
borde de la cama, me quité la camisa y llegué a mi hombro derecho, mi
mirada siguiendo mis dedos.
La marca de nacimiento con forma de luna creciente roja que me
habían dicho que mantuviese a cubierta durante toda mi vida ardía en
mi espalda.
illow me siguió fuera del baño donde había tomado la ducha
más larga de mi vida. No podía dejar de mirar mi marca de
nacimiento en el espejo. La había visto un millón de veces
antes, pero ahora parecía diferente. Siempre supe que tendría que
cubrirla. Asumí que lo que mis padres dijeron era verdad, que era una
marca de identificación demasiado grande. Pensé que la mafia me
podría identificar fácilmente si la vieran.
Pero ahora estaba empezando a pensar que todo esto, la mudanza, el
esconderse, los secretos, no tenía nada que ver con mi papá y la mafia.
Lo que era peor era que mis nuevas sospechas parecían aún más
aterradoras, si eso fuera posible.
Decidí dejar mi cabello suelto ya que estaba teniendo un buen día de
cabello y los pantalones que la abuela Raine me trajo,
sorprendentemente me quedaban y eran un cambio bienvenido. Quizás
Taylor dejaría lo del cambio de imagen ahora.
Me puse una camiseta negra ajustada y sandalias. Casi todo en mi
armario era negro, a excepción de unos cuantos tops verde jade.
Asegurándome de que mi marca de nacimiento estaba cubierta por mi
manga, salí a sentarme en la banca del frente a esperar a Taylor. Willow
se acurrucó a mi lado en el columpio.
Cuando Taylor llegó, saltó fuera del auto y avanzó un par de pasos
hacia el porche delantero hasta que vio a Willow y se congeló.
Fruncí el ceño.
—¿No me digas que le tienes miedo a los gatos?
Ella rió.
W
—Para nada. Solo soy alérgica. No me veo bien con manchas rojas —
bromeó.
—No hay problema. Te veré en el auto —Puse a una reticente Willow de
vuelta en la casa y cerré la puerta. Maulló implacablemente mientras
me alejaba—. Volveré pronto —le dije como si ella entendiera.
Me dirigí hacia el auto, pero justo cuando pensé que no había moros en
la costa, la tía Eva salió.
—¿Llevas tu teléfono? —preguntó imperturbable.
Abrí la puerta del auto de Taylor y agité mi celular en el aire con mi otra
mano. La tía Eva se paró con las manos en sus caderas.
—Asegúrate de contestarlo cuando suene.
—Oohh ella es como un pitbull disfrazado de caniche —dijo Taylor
mientras retrocedía hacia el camino de entrada.
Asentí y me reí.
—Es verdad —dije, sintiéndome aliviada de estar fuera de ahí.
—Entonces, ¿para qué quieres ir a la biblioteca? ¿O acaso percibo un
pequeño fraude urdiéndose?
—Sí, quiero decir, no. Bueno, sí, quiero ir a la biblioteca. Y no, nada de
fraudes —Me reí—. Solo quiero investigar un poco sobre un pequeño
pasatiempo mío, eso es todo —No pensé que debiera explicarle a Taylor
mis verdaderas intenciones. No quería espantar a la única amiga que
había tenido en un buen tiempo con historias de fantasmas y sesiones
espiritistas.
—De acuerdo, genial. Espero que no te importe que invitara a Jack a
venir con nosotras. —Se giró hacia mí, inclinando su barbilla y
mirándome tras sus lentes de sol negros de diseñador—. Quizás traiga a
Chase con él —Sonrió y miró de vuelta al camino.
—¿A Chase? —pregunté, sorprendida mientras bajaba el retrovisor y
comprobaba mi reflejo en el espejo.
—¡Ajá! Sí te gusta —dijo Taylor mientras subía la radio que estaba
tocando la última canción de Taylor Swift—. Nosotras las Taylor
debemos permanecer unidas —Apuntó a la radio con una risilla—.
Además, luces genial. Me gusta el nuevo look.
Devolví el visor a su lugar.
—Gracias —me las arreglé para decir.
Cuando entramos a la biblioteca, estaba casi vacía exceptuando un par
de niños sentados en una mesa en el rincón, empeñados en lo que fuera
que estuvieran leyendo, y un hombre tecleando en un ordenador
antiguo. No había señal de Jack o Chase. Estaba aliviada. Por ardiente
que fuera Chase, yo no iba ahí a buscar chicos. Iba a encontrar
información.
Cuando Taylor no vio a Jack, sin embargo, parecía molesta y sacó su
teléfono. La bibliotecaria le dio una mirada severa y señaló el letrero en
la pared que tenía una imagen de un teléfono móvil con una enorme X
cruzándolo.
Taylor gruñó.
—Volveré en seguida, True. Solo voy a llamar a Jack y ver si todavía
viene.
—No hay problema —dije mientras mis ojos vagaban alrededor. Estaba
sorprendida de cuán grande era la biblioteca de la ciudad. Había solo
un nivel pero era como un gran almacén con techos altos y fila tras fila
de altísimas estanterías de metal. El olor antiguo de los pergaminos
desparramados llenaba el aire como un cementerio de libros. El piso
beige de linóleo crujía bajo mis pies y el polvo flotaba en hebras de luz
solar vertiéndose desde la pequeña ventana como motas de caspa. Me
mordí el labio.
—Es como un santuario de una película de terror —murmuré para mis
adentros.
Me abracé a mí misma por los codos con un estremecimiento.
No tenía idea de por dónde empezar así que caminé hacia la
bibliotecaria.
—Hola —comencé, sintiéndome inquieta y sin saber cómo decir las
palabras—. Eh, ¿puede decirme en qué sección puedo encontrar
información sobre cosas como… eh, como fantasmas y espiritismo y
cosas espirituales? —Sentí que mis mejillas se sonrojaban mientras me
imaginaba cuán rara debe haber pensado que era yo.
—En la sección sobrenatural —dijo sin inmutarse—. Pasillo quince, a tu
derecha —levantó su lápiz, apuntó a la derecha y luego enterró su
cabeza nuevamente en el libro que estaba leyendo.
—Gracias —susurré y me dirigí en la dirección en que señaló. Deseé
que estuviera más lleno así no me sentiría tan con los pelos de punta.
Encontré el pasillo y comencé a pasearme por los volúmenes que
abarrotaban las estanterías. Había libros de cada tamaño y color. Un
montón de ellos eran sobre yoga y sobre cómo hacer velas a base de
hierbas y cosas así.
—Sí, eso es exactamente lo que necesito ahora, velas a base de hierbas.
—Puse los ojos en blanco. Seguí buscando, rebuscando libro tras libro,
hasta que un libro enorme captó mi atención. Hechicería Antigua. La
cubierta estaba hecha jirones y el título estaba escrito en letras
doradas, cursivas y borrosas.
Bajo el título había un símbolo de una daga dorada, el desasosiego se
apoderó de mí. Me mordí la punta del pulgar, y con la otra mano lo abrí
por la primera página y comencé a leer.
Para aquellos lo bastante valientes para leer este libro, presten atención:
La hechicería es el uso de poderes sobrenaturales para influir o predecir
eventos. También se le conoce como conjuros, magia, brujería, embrujos,
y espiritismo. Puede ser usada para beneficiar o para dañar. En estas
páginas encontrarás hechizos de todo tipo. Nota de advertencia: estos
hechizos son poderosos y están hechos para las brujas, brujas de
verdad. Contrario a la creencia popular, uno no puede simplemente
convertirse en una bruja, sino que debe nacer en un clan de brujas. Una
persona promedio puede, de hecho, ser capaz, con mucha práctica y
estudio del oficio aprender algunos trucos y hechizos simples. Sin
embargo, serán débiles en comparación con los que sean conjurados por
personas con sangre de bruja pura.
Cerré el libro.
¿Una bruja? La palabra Espectral no decía nada sobre brujas.
Puse el libro de vuelta en la estantería. Estaba demasiado abarrotada y
mientras trataba de introducirlo, algo afilado me pinchó el dedo.
—¡Ouch! —Tiré mi mano hacia atrás, arrojando el libro al suelo. Una
gota de sangre brotó de mi dedo y lo puse en mi boca. El gusto amargo
del metal invadió mis papilas gustativas—. Libro estúpido —murmuré, y
le di una patada al libro con mi pie, enviándolo deslizándose por el
pasillo.
De repente, los ojos de la serpiente enroscada alrededor de la daga se
abrieron. Estaba segura de que la odiosa serpiente estaba mirándome
directamente. Jadeé, saltando hacia atrás. Me quedé mirando con los
ojos muy abiertos mientras los ojos de la serpiente se cerraban de
nuevo. Sacudí la cabeza diciéndome que no podía ser real, que
simplemente estaba imaginando cosas. Espeluznante. La biblioteca
estaba volviéndome loca. Miré fijamente el libro. Lucía igual que antes,
viejo y maltratado. Inhalé profundamente, y me dejé caer de rodillas,
dispuesta a pegar la cubierta de la maldita cosa en su lugar de la
estantería y largarme pitando de ahí. Alguien estornudó, el sonido hizo
eco contra las paredes de concreto, sorprendiéndome.
Con un gemido, levanté el libro, con las manos temblando; me puse de
pie, y me giré para ponerlo en su lugar cuando noté un destello rojo en
uno de los colmillos de la serpiente.
—¿Me mordiste tú, pequeño monstruo? —Furiosa, y luego sacudí mi
cabeza pensando en que estar sola en esta biblioteca antigua debía
estar asustándome. Cuadré mis hombros y suspiré, diciéndome que
demasiadas noches sin dormir estaban causándome alucinaciones. Sí,
me pinché el dedo, pero solo se quedó atrapado en un borde afilado del
emblema de serpiente, me aseguré. Caminé de vuelta a la estantería,
preguntándome qué le estaría tomando tanto tiempo a Taylor.
En el mismo momento en que ponía el libro de vuelta en el estante, oí la
voz de un chico detrás de mí.
—¿True?
No necesitaba girarme para saber que era Roman. Su sexy voz lírica lo
delataba. Aun así, giré mi cuello y abrí los labios para decir hola, pero el
libro comenzó a sacudirse en mis manos. Tomé aire, perpleja, y luché
por mantenerlo quieto.
—Lo siento —dijo Roman suavemente—. No quería asustarte.
—Oh, no, no. Es solo este li… —comencé pero me detuve, dándome
cuenta de cuán estúpido sonaría si alegaba que un emblema de
serpiente en un libro me mordió y que ahora el libro estaba
sacudiéndose. Era imposible. Sabía eso. Aun así, estaba sucediendo de
todas formas. El silencio de la biblioteca amplificaba el latido de mi
corazón tanto que estaba segura de que Roman podía oírlo.
Lentamente, solté mi mano pero el libro aún se sacudía. Apreté los
dientes y agarré el libro, deslizándolo en mi mochila. Curiosamente, los
temblores se detuvieron. Me tragué una dificultosa respiración y dije—:
Sí, es como un poco escalofriante este lugar, supongo. —La familiar
ráfaga de calor se extendió por mis mejillas.
—No ayuda que estés en la sección sobrenatural. —Sus labios se
torcieron en una pequeña sonrisa mientras se apoyaba contra la
estantería con indiferencia.
Alcé mi recargado bolso sobre mi hombro y me acerqué a él, inhalando
su esencia fresca de brisa de mar mezclada con canela. Me incliné un
poco más cerca, deseando poder embotellarlo.
—Así que, ¿qué estás haciendo aquí?
Me alcanzó un café que había mantenido detrás de su espalda.
—¿Viniste aquí para traerme un café? —Elevé las cejas sorprendida,
sonreí, y tomé un sorbo—. Y mi favorito, además. Impresionante —
Tomé otro sorbo, saboreando la cafeína que golpeaba mi torrente
sanguíneo. No es que necesitara un subidón de cafeína, por supuesto.
Desde que Roman había aparecido, mi corazón había comenzado a
subir la marcha instantáneamente. Busqué algo que decir. No es como
si tuviera mucha experiencia hablando con chicos extremadamente
ardientes y misteriosos que me llevan regalos. Estaba definitivamente
agradecida de haberme esforzado un poco más en mi apariencia esa
mañana.
—Gracias. Entonces, ¿estás aquí buscando algo, o qué?
Una sonrisa revoloteó por sus labios, y no pude evitar recordar lo que
soñé en clases acerca de él besándome. ¿Podría ser en realidad tan
extraordinario?
—En realidad —dijo, trayéndome de vuelta desde los besos robados a la
biblioteca con sus libros. Tomé otro sorbo, escondiendo mi rostro
carmesí detrás de la taza—, las vi a Taylor y a ti entrar, y sí, pensé en
traerte un café. Pensé que podrías necesitarlo. Todos necesitan algo que
los anime. —Ladeó su cabeza—. Eso… y para recordarte que vinieras a
Phoenix más tarde.
Levanté mi mirada de la taza, hacia los ojos de Roman y por su
complexión aceitunada. El chico era demasiado atractivo para
describirlo.
Las cejas de Roman de pronto se juntaron mientras me quitaba el café y
apoyaba la taza en una estantería. Levantó mi mano lentamente,
girándola y examinando mi dedo, el que estaba teñido de rojo donde me
había pinchado la punta.
—Oye, estaba disfrutando de eso —dije, mirando el café y tratando de
evitar las preguntas sobre el libro loco en mi mochila.
Él me miró y luego a mi dedo.
—Viviré —dije con una risa forzada—. Es solo un corte de papel.
Tiró de mi mano hacia sus labios y besó la punta de mi dedo con
suavidad. Electricidad corrió a través de mi cuerpo. Nunca había sido
besada antes, ni siquiera en el dedo. Y especialmente no por alguien tan
apuesto como Roman. Los sueños no contaban. Me debo haber
sonrojado porque él instantáneamente dejó ir mi mano.
—Lo siento. No debería haber hecho eso. —Retrocedió un paso, con los
labios apretados. Maldije a mis mejillas y a mi sonrojo delator.
Definitivamente no quería que se alejara. Su gesto fue dulce, y odiaba
que no pudiera simplemente aceptarlo en vez de sentirme avergonzada
por ello.
Roman deslizó las manos en sus bolsillos. —Pero definitivamente
deberías ponerte polisporina5 o algo para que no se infecte ni nada, eso
dice mi madre. —Sonrió otra vez—. Es enfermera. —Agarró la taza de la
encimera y me pasó de vuelta el café.
Una mariposa multicolor de pronto bajó desde el techo, aterrizando en
mis dedos que se envolvían alrededor de la taza de café. Jadeé, pero no
me moví. Mirando hacia el techo, susurré asombrada —¿De dónde vino
eso?
Los labios de Roman se torcieron en una risa mientras bajaba la vista
para mirarla y luego me miró a los ojos. Levantó un hombro —Una
mariposa siempre reconoce a otra.
La mariposa se fue volando.
—Eso fue casual… y lindo.
—Entonces, ¿Phoenix más tarde? —preguntó Roman dando un paso
hacia mí, recuperando mi atención. El calor de su cuerpo irradiaba
contra la piel del brazo.
Tomé un sorbo de café para hacer algo de tiempo.
—Le preguntaré a Taylor. Ella va manejando.
Cruzó sus brazos sobre su pecho tonificado, estirando la tela, y no pude
evitar preguntarme cómo sería ser sostenida por esos brazos, contra ese
fuerte pecho. Había algo sobre él que me hacía divagar.
5 Polisporina: Ungüento antibiótico, utilizado para prevenir infecciones cutáneas.
Contrólate, Jewel. Tienes cosas más importantes de las que
preocuparte.
—¿True? —Oí a Taylor gritar, seguido por un golpe sordo—. Lo siento.
Me asomé por la esquina y vi a Taylor en la entrada de la biblioteca
mirando con disculpa a la bibliotecaria que tenía los labios fruncidos y
que ahora estaba de pie, con las manos en puños sobre sus caderas, y
mirando a Taylor.
—Ahí viene mi chófer, me tengo que ir —dije, pasando junto a Roman e
introduciéndome en el pasillo. En realidad no quería dejarlo pero sí
quería salir de esa biblioteca. Me giré, mordiéndome el labio—. Quizás
nos veamos más tarde.
—Estaré atento por si apareces —dijo mientras deslizaba sus dedos por
su cabello oscuro y se alejaba por el pasillo hasta desaparecer.
—Ahí estás —dijo Taylor, soplando su flequillo con un bufido
exasperado. Agitó su cabeza hacia la bibliotecaria y murmuró—.
Carcelera.
Me reí entre dientes, cubriendo mi boca para silenciar el sonido. Mis
hormonas aún estaban revolucionadas por estar con Roman, y me reí
de nuevo sintiéndome completamente fuera de lugar.
Taylor me lanzó una mirada sorprendida.
—¿Estás bien?
Me aclaré la garganta.
—Estoy bien.
—De acuerdo, bueno perdón por demorarme tanto —dijo—. Estaba
hablando por teléfono con Jack. No puede venir. Dijo que estaba
jugando billar con los chicos allá en el Phoenix —Taylor hurgó en su
bolso y luego sacó un juego de llaves—. Preguntó si queríamos ir y
pasar el rato con ellos. ¿Quieres ir? —Hizo tintinear sus llaves en el aire
mientras una mirada conspiradora cruzaba su rostro.
—¿Phoenix? —pregunté, sorprendida por la coincidencia—. Seguro, me
encantaría —Saludé con la cabeza a la bibliotecaria cuando pasamos
frente a ella. El libro de Hechicería Antigua estaba escondido en las
profundidades de mi bolso. Me prometí que lo devolvería tan pronto
como resolviera las cosas, y una vez que el libro me lo permitiera.
aía la tarde, pero cuando Taylor y yo entramos en el Phoenix, al
instante pareció ser de noche. La habitación, con poca luz,
tenía un bar a la derecha con luces de neón verdes colgando del
techo. Mesas redondas de madera se alineaban en las paredes con velas
envueltas en recipientes de vidrio y menús sujetados en marcos de
metal. Dos mesas de billar se extendían en el centro y un escenario
vacío en el fondo de la sala.
Chase estaba allí con Jack y otros dos chicos que no conocía. Taylor
corrió para abrazar a Jack, quien se inclinó casual contra una mesa de
billar, y me inquietó, sin saber a dónde ir. Me decidí por una mesa
cercana cuando Chase me miró y me sonrió con esa sonrisa suya.
—Oye, hoja de arce6 —bromeó él—. Me vendría bien una mano. —
Extendió el taco—. ¿Eres tan buena en el baloncesto como en el billar?
—No tanto. —Caminé otra vez—. ¿Tú eres las rayas? —le pregunté
señalando todas las bolas de rayas que quedan en la mesa.
—Es triste, ¿no? ¿Quieres hacer una demostración para mí?
—El billar no es mi punto fuerte, lo siento. —Incluso si pudiera jugar
bien, yo sabía que no lo haría. Un montón de ojos mirándome realizar
algo, era una cosa que nunca me veía haciendo. Odiaba ser el centro de
atención.
Él inclinó la cabeza con una sonrisa, y me tendió el taco.
—¿Lo frotas para que te dé buena suerte?
6 Hoja de arce: Símbolo de Canadá.
C
Toqué con mis manos y froté el taco como si había visto hacer a las
personas en los casinos con los dados por la televisión.
Jack y Taylor y se volvieron para mirar, con el brazo de Jack envuelto
cariñosamente por la cintura de Taylor.
Chase frotó el taco con la tiza y luego se inclinó, intentando ver su
próximo movimiento.
—Bola roja, agujero de la esquina. —Golpeó la pelota con fuerza y se
introdujo con precisión.
—Tratando de impresionar a las mujeres, ¿eh? —bromeó Jack—.
Inténtalo otra vez, Chase
—Tienes mucho camino por recorrer antes de ponerte al día.
Chase me sonrió.
—¿Otra vez? —Tendió el taco.
Me sentía un poco cohibida, pero hice lo que me pidió así que froté el
taco. Él tocó sus dedos contra los míos. Me pregunté si era a propósito.
Cada disparo que realizó después fue tan preciso como el primero,
hasta que introdujo la bola ocho con un tiro limpio y certero.
—Impresionante —dijo Jack—. Creo que he encontrado el amuleto de tu
buena suerte. —Él inclinó su vaso hacia mí.
—Creo que tienes razón —dijo Chase antes de dar vuelta hacia mí y
preguntarme—. ¿Quieres beber algo? ¿Qué tal un poco de vodka? —Me
guiñó un ojo.
Levanté mis cejas.
—¿Vodka? ¿Sirven alcohol a menores de edad aquí?
—No. Puedo comprar la mezcla y añadir un poco de sabor Chase. —
Sonrió y señaló el bulto en el bolsillo de atrás, que supuse era un
frasco.
—Bueno, entonces, ¿qué tal un poco de zumo de arándano con el
especial de Chase?
Traté de actuar como si esto fuera normal. Nunca antes había tomado
una bebida alcohólica, pero no quería admitírselo a Chase. No estaba
acostumbrada a que un tipo fuera tan amable conmigo, y no solo hizo
que me temblaran las manos ligeramente, sino que también que mi
estómago se calentara.
Chase se acercó a la barra, mientras que Taylor y Jack comenzaron su
propio juego de billar, hablando y riéndose.
Una mezcla de música sonó, y me senté, inhalé y exhalé
profundamente. Era la primera vez que me sentía libre en mi vida y
después pensé en la tía Eva.
Salté de la silla y salí corriendo para decirle a Taylor que me iba. Una
ola de confusión cruzó su cara, así que levanté mi móvil y dije—: La tía
Eva.
Ella asintió con la cabeza e hizo una mueca.
Cuando salí, vi que había tres llamadas perdidas de casa. Presa del
pánico, marqué el número. En el primer intento, la tía Eva respondió.
—¡Jewel! —gritó por el teléfono con tanta fuerza que tuve que
quitármelo de la oreja por un segundo.
Sacudí la cabeza y me coloqué el auricular en el oído.
—Lo siento, tía Eva. No permiten teléfonos móviles en la biblioteca.
Tuve que ponerlo en silencio.
Hizo una pausa, como si estuviera considerando mis palabras.
—¿Dónde está Taylor?
—En la biblioteca. Yo solo salí a llamar.
Tía Eva suspiró.
—Bueno, estén en casa en una hora.
Colgué y aunque me sentí aliviada, no pude evitar sentirme irritada
ante el hecho de que la tía Eva tomara el control de nuestra casa. En
serio, ¿quién demonios se creía que era de todos modos? Y lo peor, ¿Por
qué mamá era tan cobarde que la dejaba entrar? Sacudiendo la cabeza,
volví a entrar. Chase se quedó mirando estupefacto a una bebida roja.
Se apoyó en la mesa de billar.
—¿Algo que he dicho? —Me reí y le quité el vaso, bebiendo un trago
para saciar mi sed repentina. Yo trataba de no estremecerme ante el
fuerte sabor del vodka mientras ardía bajando por mi garganta.
—Una llamada de teléfono —le dije, golpeándome el pecho. Tosí y
levanté la copa—. Gracias por la bebida.
—Eres hermosa, ya sabes —dijo Chase, tomándome por sorpresa.
Extendió la mano y tomó la mía—.Y esos ojos tuyos... ¿de qué color
son?
—Azulado-grisáceo —le dije, echándome el cabello detrás de la oreja.
Mientras tanto, sus ojos azules traspasaban mi mirada.
—Me recuerdan al océano.
Nerviosa, saqué mi mano hacia atrás y me froté la parte de atrás del
cuello. Me tomé de un trago el resto del contenido de mi copa. ¿Qué
debo contestar a eso? Mi cara se puso roja, hasta que sentí cómo mis
mejillas iban a estallar en llamas.
—Creo que has tomado demasiado de ese especial Chase —dije
finalmente con una risa.
—Está bien, ahora paro —dijo, apartándose de la mesa de billar.
—Lo siento, Chase, yo no estoy acostumbrada a la atención de tal… —
Me interrumpí, con la boca abierta. Así se hace, idiota.
—¿A qué? —preguntó, girando y tomando mi mano otra vez, su sonrisa
volvía a su rostro.
Caliente.
—Chico amable —tartamudeé—, y mi vida es confusa ahora mismo.
Una fuerte explosión me hizo saltar y seguí al sonido en la parte trasera
de la sala. Roman levantó la vista de su amplificador caído y me miró a
través de la multitud. Detrás de él, había otro hombre que supuse que
era el primo que Roman había mencionado.
Recuperando mi mano de la de Chase, saludé a Roman.
—Así que, yo soy el chico bueno, ¿eh? Supongo que los chicos malos
son más tú tipo —preguntó Chase, mirando a Roman que había
regresado a la instalación de su equipo.
—No es así —le dije. No me gustaba en qué estaba derivando la
conversación. Negué con la cabeza—. Y Roman no es un chico malo. Él
es mi amigo. Por favor, no te enfades. —Miré a los ojos de Chase.
Sabía que no debería estar allí. Tenía cosas más importantes de las qué
preocuparme, como una mordedura de serpiente peligrosa, yo siendo
llamada una Espectral, y la gente detrás de mí y de mi familia en todo
momento. ¿Por qué tengo que conocer a estos chicos ahora? ¿Por qué las
cosas tienen que ser tan complicadas?
Como si sintiera mi confusión, suspiró y me abrazó. Le sentía cálido
contra mí, y la piel de gallina se extendió a través de mi piel. Podía
sentir sus músculos tensos contra mí mientras respiraba suavemente
en mi oído, el susurro de su aliento haciéndome cosquillas.
—Solo se feliz, voy a ser tu amigo o lo que necesites. Y tus ojos son
como el océano.
Yo le devolví el abrazo, agradecida de que fuera tan comprensivo.
—Gracias, Chase.
Un fuerte sonido vino de la banda de Roman mientras tocaba la
guitarra. Todo el mundo estaba atento.
—Me tengo que ir —dijo Chase—. Nos vemos el lunes en el colegio.
—¿Estás seguro? —dije alcanzado su brazo mientras se alejaba,
preocupada y con el labio entre los dientes.
—Sí. Tómatelo con calma. Y no me voy causa de él. —Señaló con la
cabeza hacia el escenario—. Tengo clase de karate. —Lo vi caminar
hacia Jack dándole un puñetazo, y luego pasear hacia la puerta.
Odiaba ser responsable de que se sintiera mal. Terminé el último trago
de mi bebida y cogí la copa que Chase dejaba atrás, bebiendo de esa
también. En ese momento, me encontraba un poco mareada. Me abrí
paso más cerca del escenario y escuché la voz del primo Román que
sonaba ronca, con un tenor increíble. Los dedos Roman se movían con
rapidez a lo largo de las cuerdas de la guitarra y yo no podía dejar de
pensar en lo sexy que estaba allí de pie. La música hacía vibrar las
tablas del suelo debajo de mí y por mi cuerpo como las olas rompiendo
en la orilla, llevándome con el sentimiento de la marea.
Me imaginé que me llevaba a una isla lejana, lejos de mi desordenada
vida. Mientras Roman tocaba, me veía balancearme con la música a
través de los mechones de su pelo castaño oscuro que le colgaban sobre
los ojos. Me mezclé en medio de varios otros que bailaban, sin
preocupaciones por el mundo.
Debían de haber tocado durante casi media hora antes de que se
detuvieran a tomar un descanso. Después de unos momentos de
silencio, un CD empezó a sonar. Notas más suaves se deslizaban por la
habitación y las parejas se acercaron y bailaron bailes lentos.
En mi estómago se formó un nudo cuando Roman puso su guitarra y
caminó hacia mí.
Me mordí el labio.
—Son impresionantes.
—Hola, pequeña mariposa —dijo con una sonrisa cuando me alcanzó.
Me tendió la mano para que bailara con él—. ¿Puedo? —preguntó todo
correcto. Su leve acento, pero totalmente sexy, me hizo desmayarme.
—Um, por supuesto. —Coloqué mi mano en la suya y me atrajo hacia
él.
El calor irradiaba a través de su camisa y su olor familiar, la brisa del
mar mezclado con canela, me hacía cosquillas en la nariz. Las
comisuras de sus labios se curvaron, y me imaginé pasando mis dedos
a través de su boca.
¿Qué me pasa? Por supuesto que había tenido unos pocos romances a
largo de los años, pero esto era diferente. Había algo en Roman que me
hacía sentir como en una montaña rusa.
Se inclinó y me susurró al oído con una voz ronca.
—¿Estabas bebiendo?
—Solo un poco —le dije sintiendo mi cara enrojecer. Luego añadí la
defensiva—: Fue la primera bebida de verdad que he tomado. —No
quería que él pensara que yo era imprudente.
Roman se inclinó hacia mí, me estudió y relajó su mandíbula. Él me
atrajo hacia él de nuevo y por suerte cambió el tema.
—Oye, gracias por venir.
—No hay problema, me estoy divirtiendo. —Me metió un mechón de
pelo detrás de la oreja, y luego envolví los brazos alrededor de su cuello,
entrelazando las manos detrás de él. Él era mucho más alto que yo, así
que me puse de puntillas mientras me abrazaba con fuerza. Mi camisa
estaba un poco abierta, y yo era totalmente consciente de sus manos
cálidas sobre la piel desnuda de la parte baja de mi espalda. Sus
caricias enviaron escalofríos a través de mi columna.
Bailamos uno contra el otro. La música y las luces de neón
transformaron nuestros cuerpos al ritmo fluido. Su pecho musculoso a
través de la suave tela de su camiseta y el suave balanceo de su cadera
contra la mía era embriagador.
Traté de reunir mis sentidos.
—¿De dónde eres entonces? —le pregunté, dándome cuenta de que no
sabía mucho sobre él.
—Italia originalmente. Pero he estado viajando un poco.
—Ah, eso es lo que es.
—¿Qué quieres decir?
—Tu acento... me estaba preguntando de dónde era. —Él se rió entre
dientes.
—Eres tú la que tiene acento.
—Touché... y creo que tenemos más en común de lo que pensamos,
¿eh?
Me observó con sus ojos cálidos.
—Ah, ¿sí? ¿Eres de Italia, también?
—No, no esa parte. El viajar. Mi familia es como un grupo de gitanos, se
podría decir. —Forcé una media sonrisa.
—¿True? —Su voz se elevó al final cuando dijo mi nombre en voz baja
mientras inclinaba la cabeza hacia él.
Mis ojos observaban los suyos mientras mi ritmo cardíaco aumentaba.
—¿Sí? —le pregunté, esperando secretamente que pidiera besarme, mis
ojos empezaron a fijarse en sus labios. No podría decir si fue solo el
alcohol, o su calentura total que me hacía desmayar.
Probablemente una combinación de ambos.
—Aquí no estamos a salvo.
Me llevó un segundo. Me quedé mirando sus labios, mirándolos formar
las palabras, y luego lentamente conecté con mi cerebro.
Espera. ¿Qué?
Mi corazón martilleaba mientras mis ojos recorrían la habitación. Taylor
tomaba un sorbo de soda mientras jugaba al billar con Jack. Unas
pocas personas se sentaban alrededor de local. Parejas bailando
alegremente alrededor de nosotros.
—¿Esto? —pregunté—. Este lugar me parece bastante inocente.
—No, aquí no, Quiero decir, en Pomona Park. —El frío corría por mis
venas. Mierda.
¿Qué sabe él sobre mí? Dejé caer las manos por los costados. Roman
mantuvo sus brazos alrededor de mi cintura. Entrecerré los ojos,
frunciendo el ceño.
—¿Por qué dices eso?
—Digamos que sé cosas y me preocupo por ti.
El miedo se apoderó de mí.
Miré por encima del hombro tratando de captar la atención de Taylor.
Por supuesto, ella no me hizo caso, envuelta en la atención de los
chicos de su alrededor. Fijé mis ojos en él.
—¿Qué podrías saber sobre mí? Nos acabamos de conocer.
—Escucha, no estoy tratando de asustarte. Solo quiero mantenerte a
salvo. Soy tu guardián, Jewel. —Él bajó y me cogió de las manos, pero
yo las aparté.
Noté como si un carámbano me cayera por la espalda.
—¿C-cómo me has llamado? —Miré de nuevo a Taylor. Ella se había
fijado finalmente en mí y venía hacia nosotros—. ¿Cómo me has
llamado?
Roman deslizó un brazo alrededor de mi cintura, arrastrándome más
cerca de él. Con la otra mano, hizo un movimiento circular grande. A
nuestro alrededor una sustancia transparente tomó forma. Presioné la
barrera, pero su campo de fuerza flexible surgió de nuevo. Me quedé
con la boca abierta. Estábamos dentro de una burbuja enorme como en
la que yo jugaba de niña. Solía desear estar dentro de estas burbujas,
ahora solo quería escapar de ella. El sonido de la música quedó
amortiguado como si estuviéramos bajo el agua y todo en la sala se
solidificó, se quedó quieto como una estatua. Mi corazón latía con
fuerza.
—¿Qué está pasando? —le pregunté, mi garganta cada vez más
apretada—. ¿Alguien te ha enviado aquí por mí?
—Bueno, sí —dijo, y dirigió su mirada hacia mí. Tuvo el acierto de
poner una mueca de dolor—. Hemos estado tratando de encontrarte
durante mucho tiempo.
—¿Hemos estado tratando? —Me puse la mano en la boca—. ¡Oh Dios
mío, oh Dios mío! —exclamé—. Me vas a matar, ¿no es así?
Roman frunció el ceño
—Jewel, ¿de qué estás hablando?
—¡Deja de llamarme así! —Empujé la burbuja de nuevo, esta vez más
fuerte, pero el espeso y pegajoso material se mantuvo firme.
Yo estaba atrapada.
—Bueno, ese es tú nombre, ¿no? —Me alcanzó con el brazo y yo me
deshice de él—. Solo escúchame un minuto, ¿quieres? —suplicó—. No
estoy aquí para hacerte daño. Solo estoy aquí para ayudarte. Estás en
peligro, Jewel, True, como quieras que te llame. Las cosas no son lo que
parecen. He estado buscándote durante mucho tiempo —Hizo una
pausa—. Yo soy tu guardián asignado, lo soy desde hace mucho tiempo
y voy a hacer lo que me pidas.
—¿Estás con la mafia? —le pregunté.
Levantó las cejas y movió la cabeza
—¿La mafia?
—Espera, ¿dices que vas a hacer lo que te pida?
Me miró y gimió.
—Sí. Eso es lo que he dicho
Me crucé los brazos.
—Entonces déjame ir ahora mismo.
Su cara parecía afligida.
—Solo quiero ayudarte…
—¡Ahora mismo!
La burbuja estalló y me tropecé hacia atrás. La música aumentó de
volumen de nuevo. Todo el mundo volvió a moverse como si nada
hubiera pasado.
Taylor me puso la mano en la espalda.
—Oye, chica, ¿estás bien? —Mi corazón retumbaba en mis oídos,
amenazando con estallar. Me quedé como en trance en el espacio donde
una vez estuvo Roman, pero había desaparecido completamente con la
burbuja, como un soplo de niebla arrastrada por un viento brusco.
espués de pasar el tercer grado sobre los sucesos del día, y de
alguna manera contestar a sus preguntas, o quizás debería
decir interrogatorio, para su satisfacción, me excusé para ir a
mi habitación. Cerré la puerta y pasé el pestillo, apoyando la cabeza
sobre ella durante un minuto. Mis hombros se hundieron pesadamente
como si tuviera una tonelada de rocas sobre ellos. Tiré mi bolso y se
deslizó por el suelo hacia la cama. De algún modo este día me las había
arreglado para conseguir un libro extraño con el que no estaba segura
de qué hacer, había herido los sentimientos de un gran chico, y había
descubierto otro que era más de lo que esperaba. Era demasiada
información que procesar. Roman me había dicho que era mi guardián.
¿Pero de que me estaba guardando? Medité sobre la manera de crear un
escudo alrededor nuestro, y luego congelar todo lo demás, como un
campo de fuerza o algo. Pensé en todas las carreras y movimientos que
mi familia había hecho hasta donde podía recordar. También esperé y
me preocupé al mismo tiempo de que tal vez hubiera acabado. Una
parte de mí esperaba, anhelaba una vida normal. La otra, la que se
preocupaba, se obsesionaba con que la palabra normal no era parte de
mi vocabulario y ahora que alguien nos había encontrado, quizá solo lo
peor estaba por llegar.
Consideré bajar al piso inferior y confesarle a mis padres lo que estaba
pasando y que entonces comenzara el inevitable pánico de recoger y
mudarse a alguna otra región aislada. No sabía quién era realmente
Roman, y eso me asustaba.
Quizá marcharse era una buena idea después de todo.
Pero si Roman era parte de los torturadores de mis padres, entonces,
¿por qué estaba todavía viva y por qué me dejó marchar? Si estaba allí
D
para hacerme daño, y tuvo oportunidades para ello, no lo hizo. Además,
si se lo contaba a mis padres y nos marchábamos, seguiría sin saber
nada nunca. Seguro que ellos no me lo dirían. Me pregunté qué clase de
magia conseguía. Era como si conjurara una especie de hechizo o algo
así. Conjurar… me puse rápidamente en pie. Recordé haber leído esa
misma palabra en el extraño libro de Brujería Antigua.
Mis ojos se dirigieron hacia mi bolso, a mi lado en el suelo. Mi estómago
me dio un vuelco cuando llegué a él y cuidadosamente abrí la tapa y
miré dentro. El viejo libro estaba ahí, inmóvil. Lo cogí, lo sacudí y lo
arrojé al suelo. Nada.
Suspiré con alivio. La serpiente enroscada en la daga parecía barata e
inofensiva como una baratija del todo a cien.
Cuando abrí el libro desmoronado, pasé el dedo por las páginas
descompuestas y un olor se coló en mis fosas nasales como humo de
pantano. Excitante y terrorífico al mismo tiempo, como una montaña
rusa. Respiré profundamente. En varias páginas había dibujos.
Personas sentadas alrededor de una mesa, tomados de las manos, con
brillantes esferas y calderas emitiendo vapor entre ellos. Típicas cosas
del folclore. Pero entonces, en la página que pasé por encima, atisbé a
ver a una niña sosteniendo una daga dorada.
Una niña. Sujetando una daga. Con una serpiente en ella.
Cerré el libro, necesitaba aire. Corrí a la ventana y la abrí, inhalando
profundamente, intentando sin éxito reducir mi ritmo cardíaco. El patio
lleno de frutales y un naranjo, mostraba la promesa de dar toneladas de
frutos pronto. Sabía que no estaría allí para verlos crecer. Solo podía
imaginar cómo sería coger una naranja de ese patio. Lo que no daría
por solo un día de normalidad. Pero esa no era mi vida. Tomé la manilla
de la ventana, cerrándola.
Eché un vistazo al libro y apreté los puños. No quería vivir en la
negación nunca más. Mis padres me habían cubierto con un manto de
ingenuidad toda mi vida.
Me arrodillé frente al libro, pasando las páginas hasta que encontré de
nuevo la de la niña sosteniendo la daga con la serpiente. Mis manos
temblaban pero lo mantuve abierto. El cabello negro de la chica caía
sobre sus hombros mientras sostenía la daga dorada sobre su cabeza,
apuntando hacia un cielo oscuro y lleno de estrellas. Haciendo un
círculo a su alrededor había un grupo de personas cogidas de la mano
que la miraban intensamente. Un rayo de luz cayó del cielo sobre la
hoja de la daga, y la chica miró directamente hacia delante, como a
través de la página.
Hacia mí.
Mi corazón se aceleró, pulsando en mis oídos, pero yo agarré con mis
manos el libro más fuerte al tiempo que leía las palabras escritas bajo el
dibujo.
Una vez cada mil años, ocurre un evento celestial. Una niña nace durante
un eclipse total de luna que coincide con la luna llena del solsticio de
verano. Este niña llevará una marca identificativa.
Tragué. Fuerte. Había nacido durante una circunstancia inusual. Había
oído hablar de ello toda mi vida. Mi mirada saltó de nuevo a la página.
Durante el decimoséptimo cumpleaños de la niña, a media noche se
convertirá en una bruja. En adelante, dicha bruja inhabilitará los poderes
de cada miembro del aquelarre y de todo aquel que quiera dirigir sus
poderes contra ella. En consecuencia, estos sucesos la convertirán en la
bruja más poderosa del milenio.
Cerré los ojos con fuerza, sintiendo que mi corazón se aceleraba otra
vez. Me estremecí, pero los abrí de nuevo y continué.
Además, la bruja aumentará los poderes de cada miembro del aquelarre,
dando inmenso poder y protección a todo su conjunto. A esta bruja
también se la conoce como Espectral.
Espera un segundo. Mi garganta se secó y respiré entrecortadamente.
¿Soy una bruja? No sabía cómo era eso posible cuando siempre me
había sentido impotente toda mi vida. Mi mente corrió, y recordé que de
acuerdo con el libro no sería una bruja hasta la medianoche de mi
decimoséptimo cumpleaños. Medianoche, vale.
Pensando seriamente, las cosas más extrañas siempre sucedían en el
momento más escalofriante del día. Hasta entonces, me figuraba que
sería una prebruja o casi una bruja.
Llamaron a la puerta, y el picaporte se movió. Metí el libro debajo de la
cama, agradecida de haber cerrado con pestillo.
La dulce cara sonriente de Jayden me miró al otro lado de la puerta. Un
rastro de pecas bailaba por sus mejillas, ahora más prominente debido
al sol de mayo.
—Hiya —me dijo, sonriendo. Siempre se alegraba de verme. En aquel
momento deseé que fuera mayor, así podría compartir con él lo que
estaba ocurriendo. Era demasiado para soportarlo yo sola, y el peso que
cargaba sobre mi espalda me pareció una tonelada. Pero Jayden
destilaba inocencia y quería que continuara así.
—Hola, mono. ¿Qué hay?
—No mucho. Mamá me pide que te diga que es hora de cenar. —Señaló
con el pulgar hacia las escaleras.
No podía hacer frente a la tía Eva y al tío Boris, o a cualquiera en este
tema. Me refiero, acababa de leer la información más sorprendente y
preocupante. Sobre mí. Sobre ser una Espectral. La Espectral del
milenio.
Se me formó un nudo en la garganta. No podía hacer frente a nadie. Lo
habrían leído en mi cara.
—No me encuentro bien, hermano
—¿Tienes gripe? —Estiró la mano y me tocó la frente.
—No estás demasiado caliente, creo.
—No, es solo un mal dolor de cabeza. —Incliné la cabeza contra el
marco de la puerta.
—Te traeré la cena aquí. —Sonrió—. ¿Te parece bien?
—Eso sería genial, Jayden, gracias.
—Harrison, ¿recuerdas? —Esbozó una amplia sonrisa.
Le pellizqué la nariz.
—Tú siempre serás Jayden para mí.
Me senté en el escritorio de mi habitación, con la cabeza entre las
manos, pensando. Y pensando. Pronto un sonido alcanzó mi puerta y la
abuela Raine entró con un gran plato de lasaña.
—Oh, abuela, no voy a poder comerme todo eso. —Sacudí la cabeza
mientras ella dejaba el plato frente a mí con un vaso de agua.
Su rostro tenía una expresión amable mientras me pasaba el tenedor
desde el plato.
—Simplemente come lo que quieras. —Se apoyó en la mesa, frente a mí.
—Vale, gracias.
—¿Hay algo en tu cabeza de lo que quieras hablar, cielo? Últimamente
no pareces tu misma.
—Solo colegio y deberes —mentí, sin atreverme a plantear el tema del
Espectral. Es decir, si ellos quisieran que yo estuviera enterada, me lo
habrían dicho, ¿no? Comí un bocado de lasaña y me di cuenta del
hambre que tenia. Tomé un poco más.
La abuela sonrió.
—Estamos planeando una gran fiesta de cumpleaños para ti en esta
ocasión. —Casi me atraganté y empecé a toser. La abuela me acercó el
vaso de agua.
—¿En serio? —me las arreglé.
—Seguro. Cumplir diecisiete es un cumpleaños especial.
No estaba bromeando.
—Estoy segura de que estas cansada de tanta mudanza y todo eso, pero
solo quería que supieras que las cosas se estabilizaran pronto.
—¿Cogió la policía a los chicos malos o algo? —le pregunté, siguiendo la
teoría común de que estábamos intentando evadir a criminales.
—En tu cumpleaños, nos mudaremos una vez más —me dijo, ignorando
mi pregunta—. Pero esta vez lo haremos todos juntos
El estómago me dio un vuelco.
—¿Otra vez, abuela? —Dejé caer mi cabeza en las manos. Sabía que era
inevitable, pero aun así no esperaba mudarme tan pronto.
—Vamos a volver a vivir con nuestra familia. —Ella miraba lejos por la
ventana, como si meditase sus palabras, luego se volvió a mí—.
Tenemos una gran familia extendida, ya sabes. Y están deseando
conocerte.
La cabeza me empezó a doler, la sangre huyó de mi cara. Si lo que he
leído en el libro es cierto, una vez que hubiera pasado por la conversión,
y hubiese cambiado a Espectral y todo, sus propios poderes se
fortalecerían. Estaba segura que esperaban encontrarse conmigo. No
podía decir que sentía lo mismo. Ser una bruja y pertenecer a una secta
no es exactamente mi idea de lo normal.
La abuela apretó sus manos alrededor de mis hombros.
—Entonces ya no tendrás que preocuparte más.
La tensión se comenzó alejar de mi cuerpo. Cuanto más tiempo tuviese
su mano sobre mí, más relajada quedaría, hasta que fue como si
hubiera tomado demasiado Gravol7 como medicina, o uno de esos
brebajes rojos que mi madre me había dado un par de veces.
Me acordé de todas las veces que la abuela estaba alrededor y cómo
cada vez que estaba cerca de mí, y me tocaba, mis preocupaciones
parecían desaparecer. Tal vez desde que la abuela Raine era parte de mi
familia, entonces ella era una bruja también. Una con un don. La
capacidad de calmar, pensé. Mis ojos se pusieron pesados hasta que ya
no pude pensar más, la abuela quitó la mano de encima y me ayudó a
levantarme de la silla del escritorio.
Me dejó caer en la cama y tiró de la colcha a mi alrededor, agradecida
por mi estado de coma, caí en un sueño sin sueños.
Hasta que oí que llamaban a mi ventana.
***
Sobresaltada, me encogí en posición vertical. Miré el reloj, decía 3:08
a.m. Luego, vino otra vez, otro golpecito en la ventana. Al estar en el
segundo piso, no logré entender cómo era esto posible. ¿Una rama?
Salté de la cama y me dirigí a la ventana, frotándome los ojos. Roman
estaba parado frente a la ventana, con una mirada pensativa en su
rostro.
Me cortó la respiración. Abrí la boca para gritar, pero en cambio coloque
mí mano sobre ella. No quería que mi familia viniese corriendo. Me
acerqué cerca de la ventana y Roman me saludó.
Abrí la ventana y gire la palanca, abriéndola solo una pulgada.
Willow se subió a la cornisa y maulló. Me espantó.
7 Gravol: Medicamento antihistamínico de uso común como ayuda para
dormir.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté en un susurro—. ¿Puedes volar
también?
Roman señaló la escalera donde se encontraba, la que yo no había
notado hasta entonces.
—Volar no es mi fuerte. Una escalera, ¿vez? No soy un levitador.
—Bueno, ¿qué eres exactamente? Además de acosador, claro está. ¿Y
qué haces, que quieres? —Tiré mis manos en alto. No estaba segura de
qué hacer con toda la situación que se había ido hacia abajo antes y
ahora aquí está llamando a mi ventana a las tres de la mañana.
—¿Puedo pasar?
Moví la cabeza con incredulidad.
—¿En serio?
La expresión de Roman se mantuvo fija, haciéndome saber que hablaba
totalmente en serio.
—No sé. No. ¿Qué pasa si alguien escucha y viene a verme?
—Creo que puedo manejar esa situación. —Él sonrió.
—¿Solo un poco de acción de congelamiento? —lo reprendí, sacudiendo
la cabeza recordando cómo congeló a todo el mundo en el bar antes.
—Algo como eso. Pero te prometo que voy a estar tranquilo. ¿Entonces?
—Me puso una triste cara de cachorro.
Me quejaba, pero abrí la ventana lo suficiente como para pasar a través
de ella. Estaba más que un poco curiosa por escuchar lo que iba a
decir.
Roman subió y se sentó en el suelo, con la espalda contra la pared.
—Entonces, habla —dije, acercándome más al suelo delante de él, con
las piernas cruzadas.
—¿Qué fue todo eso antes? ¿Qué eres tú?
—Soy tu guardián. —Me miró de reojo, y una sonrisa se deslizó a través
de su rostro—. Creo que ya he dicho eso.
—¿Guardián? ¿De qué? ¿Qué se supone que significa eso?
—¿Toda tu vida has estado moviéndote, correcto?
—Bueno...
—¿No te has preguntado alguna vez por qué?
Rodé mis ojos.
—Duh... bueno, sí.
—¿Pero nunca has pensado en ello? —Se tendió de un lado, como se
extiende afuera. Se veía tan caliente en sus jeans azul oscuros de
cadera y su camisa negra de Metallica pero de alguna manera obligué a
mis ojos ir de nuevo a su cara. No es que esto fuera más fácil para
concentrarme. Pasé los dedos por mi cabello desordenado con timidez.
—Te ves muy bien —dijo como si supiera lo que sentía.
—Por supuesto que he pensado en eso —le dije—. He pensado en ello
todos los días de mi vida. Es más o menos en todo lo que pienso.
Él levantó una ceja.
—¿Y tus padres que te han dicho?
Me encogí de hombros.
—No mucho. Los delincuentes detrás de nosotros. Programa de
protección de testigos, ya sabes, sus tiradas del molino, la familia y todo
lo demás, un poco de todo.
Me rodó los ojos y se tumbó en el suelo boca abajo a mi lado. No estaba
segura de si la sensación de hormigueo dentro de mí era algo que me
gustaba o temía. Me recordé que tal vez debería tener miedo, pero aun
así me dejé ir cuando le pregunté.
—¿Por qué? ¿Me dejaste ir hoy? —pregunté, incapaz de resistir.
Bajó la mirada, hasta que sus ojos se encontraron con los míos.
—Porque dijiste que era lo que querías.
—¿Cómo es esto, exactamente? ¿Yo digo que quiero pizza y lo conjuras
para mí?
Su labio se curvó hacia arriba con diversión.
—Tal vez si lo preguntas amablemente, podría conducir a Pizza Hut y
hacernos una. Pero no, no funciona de esa manera. Te digo que soy tu
tutor, no tu esclavo. —Rodó sus ojos—. Tampoco sé invocar.
—¿Qué vas a hacer entonces? De nuevo ¿qué fue eso con la burbuja en
el bar? ¿Que hiciste? Que no me gustó, por cierto —Fruncí el ceño.
—No seas tan seria. Vas a tener arrugas prematuras así. —Él se echó a
reír y extendió la mano, tocando mi frente.
Le clavé una mirada, empujando su mano.
—Está bien, mira. Tengo ciertos poderes. —Me miró como si esperase
una reacción.
No di ninguna.
Él levantó las manos en el aire.
—Es como detener el tiempo pero solo por una cantidad de tiempo
corta. No puedo sostenerlo durante largos períodos de tiempo o
cualquier otra cosa.
Mi mente se arremolinaba, incapaz de comprender lo que estaba
diciendo. Era como de alguna película o algo así.
—¿Detener el tiempo? ¿En serio?
Él hizo una X sobre su corazón.
—Pero, ¿qué era esa cosa de la burbuja?
—Ahora que veo tu habitación, hubiera pensado que te gustaban las
burbujas —bromeó—. Tal vez si hubiera hecho la burbuja rosa, lo
habrías apreciado más.
Él rodó sobre su espalda y cruzó los brazos detrás de su cabeza.
Miré las paredes y puse mi dedo en mi boca, simulando náuseas.
—¿Qué era? —insistí—. Me refiero a la burbuja.
No iba a dejar que fuera tan fácil.
—Una protección barrera, un caparazón. Quiero que me escuches un
momento.
—¿Qué quieres decir? —Mi pecho se tensó y lo miré fijamente,
observando sus facciones a medida que hablaba.
Román se sentó y me tomó de la mano tirando de mí a una posición a
su lado.
—No estas a salvo aquí, Jewel.
—¿Qué quieres decir con que no estoy a salvo aquí? ¿Y cómo sabes mi
nombre?
—No te lo puedo decir.
Levanté mis dos cejas.
—¿No me lo puedes decir? —Ahora yo estaba hirviendo.
—No. —Me apretó la mano fuerte—. Pero tenemos que irnos.
Aparté mi mano.
—¿Marcharme? ¿Y por qué no me puedes decir?
—Algunas cosas es mejor no decirlas hasta el momento adecuado. Pero
no tenemos mucho tiempo. Necesito llegar a un lugar seguro.
Abrí la boca, y luego la cerré. No me gustaba que estuviera como
retrasándolo.
No era capaz de escuchar o es que era demasiado estúpido para
entender. Al igual que mis padres.
Encontré mis palabras.
—¿El momento adecuado? Y déjame adivinar ¿vas a decidir el momento
adecuado? acerca de mí. ¿Acerca de mi vida? eres muy engreído ¿no? y
no eres el único que sabe las cosas, Roman. —Me paré, pero mantuve
mi voz baja—. He estado haciendo un poco de investigación por mi
misma.
Roman se levantó de un salto.
—¿Investigar? ¿Cómo?
Bueno. Había conseguido su atención. Tal vez me tomase en serio para
variar.
—He estado leyendo sobre cosas. —Me encogí de hombros—. Poniendo
las piezas juntas como un rompecabezas.
Me quedé mirando mis pies y luego di vuelta hacia él.
—Algo acerca de un Espectral...
La cara de Román se tornó pálida.
—Estás en más peligro de lo que pensé al principio. Hay que dejar de
leer esas cosas. No se supone que debas saber esas cosas todavía. Solo
puede traerte más problemas. ¿Qué más sabes?
—Te diré lo que sé si me dices lo que sabes. —Ladeé mi cabeza a un
lado y crucé los brazos sobre mi pecho.
—Esto no es un juego, Jewel. —Él me tomó por los hombros
sobresaltándome—. Dime lo que sabes.
Me encogí de hombros fuera de su alcance.
—Muy bien, ya. Algo sobre las brujas y aquelarres de brujas y el
Espectral del milenio que lleva una marca... y en su decimoséptimo
cumpleaños va hacer toda una supernova... y bueno... creo que lo soy.
¿Es esto correcto?
Roman parecía que estaba a punto de levantarse y de repente me sentí
mal por él.
—Bueno, sí... algo así... pero, ¿cómo te enteraste? Sabes mucho,
demasiado ya. Por favor, no pienses en estas cosas o mires en él nunca
más. —Su voz sonaba suplicante cuando me atrapó en un fuerte
abrazo.
Se sentía tan cálido. Mi cabeza descansaba sobre su pecho, su corazón
latía en mi oído. Su cálido aliento abanicó contra mi cabello y mis
brazos alrededor de Roman me temblaban. Todo esto, junto con su voz
temblorosa, y la forma en que me abrazaba como si fuera la cosa más
preciosa, me di cuenta de algo.
Él realmente se preocupaba. Por mí. Pero ¿por qué?
Aspiré su olor y miré sus ojos preocupados que ahora miraban
intensamente hacia mí. Me puse de puntillas de modo que estuviera
más cerca de sus labios, de su corazón palpitante. Roman tomó ambas
partes de mi rostro en sus manos. Mis ojos vagaban en sus labios,
imaginándolos en los míos.
—¿Jewel? —La voz de mi padre venia de afuera de la puerta de mi
dormitorio. Roman me dejo ir instantáneamente y levanto su mano
hacia la puerta y se dirigió hacia la ventana.
—Tienes un minuto antes de que el hechizo se rompa.
Dicho esto escaló la escalera.
Salté a la cama y me puse las mantas alrededor del cuello. Me
concentré en mantener la respiración normal. Escuché la puerta crujir
al abrirse pero mantuve los ojos cerrados
—¿Jewel? —Escuché de nuevo, pero lo ignoré; después de un momento
la puerta se cerró y solté una larga exhalación.
Le di un vistazo a la ventana pero Roman ya se había ido, me llevé las
manos a la cara e inhalé su distintivo aroma que se había impregnado
en mi nariz. Miré el reloj. Eran las 3:52 mi cuerpo gritaba por dormir,
pero mi mente gritaba por respuestas. Un número de profundos y
retorcidos miedos me invadieron. Y después de hablar con Roman, yo
convirtiéndome en la Espectral, era lo que menos me asustaba.
ba tarde para la escuela el lunes, por haber dormido de más.
Pensamientos horribles recorrieron mi mente por la noche y los
pocos momentos que logré dormir fui perseguida por horribles
pesadillas. El domingo, me forcé a no abrir el libro de Brujería Antigua o
pensar en cualquier cosa relacionada con él o mi loca vida. Me dije que
me tomaría un día libre, para descansar mentalmente, solamente uno.
Me merecía eso, racioné.
Roman volvió a mi ventana la noche siguiente, pero yo no lo dejé entrar,
tenía una migraña que me golpeaba sin cesar y sabía que él solo me
daría más cosas por las cuales preocuparme o me pediría de nuevo que
me fuera con él, y sabía perfectamente que no podía irme. Y no me iría.
Yo jamás, jamás abandonaría a Jayden. Mis padres habían hecho un
buen trabajo protegiéndome hasta ahora, y no tenía ninguna razón para
dudar que eso cambiara.
Me lancé sobre la acera y sobre la entrada, notando las nubes oscuras
en el cielo. Mis tenis chillaron contra el suelo en el pasillo usualmente
vacío, mi mochila estaba sobre un hombro.
Me aseguré de empacar el libro de Brujería Antigua en la mañana, por
miedo de que alguien en mi familia lo encontrara. Pasé mi mano por mi
cabello oscuro que ahora caía desordenadamente de una cola de
caballo. Dejé escapar un gemido justo cuando llegaba al camino.
Con estilo me dirigí hacia la oscura noche de la muerte viva. Las clases
estaban a punto de comenzar y corrí tratando de no llegar más tarde de
lo que ya iba, de repente, me tropecé con algo y salí volando por el aire,
aterrizando en mis rodillas y caí más adelante, hasta que mi cara tocó
el suelo bruscamente. Mi mochila también salió volando y cayó a varios
I
metros de mí. Miré hacia arriba y vi a Olivia. Su mejor amiga Amy,
estaba a su lado, como siempre. Estaban caminando, pero se
detuvieron, Olivia giró su cabeza sobre su hombro y me sonrió.
—Torpe —dijo mientras Amy reía.
Sabía que ella hizo que me tropezara. Me froté la mandíbula y pensando
en que terminaría con un enorme moretón. Me arrastré hacia mi
mochila dándome cuenta que el libro de hechicería había saltado fuera
de ella cuando Cruella me hizo caer.
—Solo déjame en paz.
Se dio media vuelta y puso sus manos sobre sus labios.
—¿Y qué vas a hacer al respecto?
Su voz se rompió y su piel se puso pálida. Ya no sonreía, sus ojos se
concentraron en el suelo frente a mí. Giré para ver lo que la estaba
alterando tanto, era mi libro. La serpiente en la portada había cobrado
vida, daba vueltas y se enrollaba alrededor de la daga. Parpadeé dos
veces, sin poder creer lo que estaba viendo. Sus ojos brillaban, su
lengua se deslizo por el medio de sus colmillos. La serpiente siseó a
Amy y Olivia, haciéndolas retroceder con la boca abierta. Mis manos
temblaban pero finalmente agarré mi libro y lo metí dentro de la
mochila, al momento en que toqué el libro la serpiente retorno a su
forma en el emblema.
—¿Qué demonios? —habló Amy.
—¿Que eres? ¿Algún tipo de fenómeno? —Olivia se dio la vuelta.
—Al parecer —murmuré.
La campana sonó, me paré sigilosamente, recogí mi bolsa y me dirigí a
clases. Me colé y tomé un asiento frente a Taylor. Gracias al cielo la
maestra no se dio cuenta. Taylor se acercó y murmurí algo en mi oído.
—¿Que te pasó?
—No dormí. Y Olivia.
—Solo está celosa.
Fingí una sonrisa. Sabía que Taylor solo estaba tratando de ser amable.
Decir que Olivia solo estaba celosa, era algo que las personas decían
para hacerte sentir mejor. No podría imaginarme a alguien estando
celoso de mí. Y luego observé a Roman, él también me vio a mí. Una
mirada de preocupación se esparcía por su rostro. Si llegué un poco
tarde, vaya guardián que eres. Me froté la barbilla que comenzaba a
hincharse y enterré la cabeza en mi libro.
Después de clases, me eché un vistazo en el espejo de mi casillero, mi
cabello negro se veía desordenado, círculos negros debajo de mis ojos y
estaba segura que un moretón se estaba formando en mi mandíbula.
Tiré mi cabello haca afuera de mi cola de caballo, saqué un cepillo de
mi mochila y lo arreglé un poco. No quedó perfecto, pero sí mejor que
antes.
—Hola hoja de arce. —Oí que la voz de Chase venía detrás de mí, me di
la vuelta para verlo y después me aparte al ver el shock en sus ojos.
Tocó mi hombro.
—Oye ¿qué le paso a tu mandíbula?
Me encogí de hombros.
—Supongo que soy torpe.
—Eres realmente torpe, te he visto jugar baloncesto, ¿recuerdas? Ven
vamos a conseguirte un poco de hielo. —Me miró un poco preocupado.
Con el dolor que sentía en la barbilla creí que un poco de hielo sería
una buena idea. Cerré mi casillero y lo seguí hasta la enfermería.
—¿Algo de lo que quieras hablar? —preguntó.
—No realmente —murmuré mientras caminábamos por un grupo de
niños en el pasillo, avisté a Olivia más adelante quien nos fulmino con
la mirada cuando pasamos junto a ella.
—¿Porque rayos me odia tanto? —susurré. Chase siguió mi mirada.
—¿Olivia? Bueno… ella es mi ex y creo que no le gusta que le hable a
ninguna chica.
—¿Es en serio? ¿Tu ex? —Simplemente no podía imaginarme a Chase
con una chica así. Ella parecía tan boba y él con los pies puestos en la
tierra. Lo atrapé viéndola con el ceño fruncido.
—Por favor no la provoques —rogué mientras daba la vuelta hacia el
cuarto de enfermería.
—Por favor, no dejes que te afecte, Olivia odia a todos excepto a la
única chica que posee.
—¿Te refieres a Amy?
Asintió.
—Sí. El odio es divertido, se come cada buena parte que queda de ti, es
como el cáncer crece hasta que todo lo que te queda son agujeros
negros en tu interior
Chase abrió la puerta de enfermería y me empujó hacia adentro.
—Profundo. —Levanté mi labio en forma de disgusto—.
Lamentablemente sigue siendo linda, aunque sea una perra.
—No tan linda como tú.
Resoplé.
—Es en serio que tú necesitas lentes, ¿ya me has visto hoy?
—Solo estas teniendo un mal día, pero detrás de todo eso sigues siendo
muy hermosa.
La enfermera corrió, obviamente notando el enorme moretón en mi
mandíbula, me escolto hacia una silla.
—¿Qué pasó contigo?
—Solo me caí, no es gran cosa.
Chase se recostó contra la pared luciendo tan lindo como siempre con
su cabello rubio perfectamente peinado, vestido con su usual atuendo
deportivo. La enfermera puso un paquete de hielo sobre mi mandíbula.
—Bien jovencito, yo me encargaré de ella ahora.
—Sí, no será necesaria una cirugía —dije sonriendo—. Gracias Chase.
—No hay problema, te veré después.
Chase se fue y yo cerré los ojos, recostándome en la silla, puse la bolsa
de hielo sobre mi cara y la enfermera se dirigió de nuevo hacia su
escritorio. Me sentía como si un tren me hubiera pasado encima. El
sentimiento de ansiedad en mi estómago no se iría. Mi mente daba
vueltas.
Quería desesperadamente saber las respuestas de mi vida aunque otra
parte de mí no quería. Pero vivir en negación tampoco ayudaría de
mucho. Mis padres no me lo dirían y Roman no parecía muy interesado
en decírmelo tampoco,ni siquiera estaba interesado en decirme cómo
rayos es que sabía mi nombre. No entendía nada.
Una corriente de aire pasó sobre mí y sentí un movimiento a mi lado.
Abrí los ojos y vi a Roman. Me senté. Sus labios formaban una línea
recta.
—¿Quién te hizo eso?
—Nadie. Solo me caí.
Se agachó y me quitó el hielo de la mandíbula, y se apoyó para mirar
mejor. Sus ojos ardían mientras cambiaba el hielo.
—No mientas.
—Estoy bien, de verdad.
La enfermera tomó la palabra.
—Disculpe. Roman ¿no? —Le echó una mirada férrea—. No puede estar
aquí.
Roman gimió y puso su palma encima de la enfermera, congelándola en
el sitio en el que estaba con la boca abierta.
—Otra vez no —gemí.
—Jewel, escúchame.
Sus ojos en los míos, calientes e hipnóticos.
—Ven conmigo solo por un día. Prometo llevarte luego a casa.
—¿Ir contigo a dónde? —Sacudí mi cabeza—. Tenemos que ir a la
escuela.
—No nos echarán de menos. Lo prometo.
—Pensé que no lo podías sostener durante tanto tiempo…
—Suficiente. —Me quitó la cinta del pelo de la cara—. ¿Podrás confiar
en mí?
Me acordé de cuando me sostuvo la otra noche en mi cuarto, lo bien
que me sentía y como tembló con evidente preocupación hacia mí.
Asentí.
Sostuvo su mano con la palma hacía arriba. La cogí.
***
Me estremecí contra la espesa lluvia que caía, deseando haberme
puesto algo más que una ligera camiseta. Roman me ofreció su
chaqueta y vacilé un momento antes de ceder y envolverla a mí
alrededor. Su olor distintivo me rodeó y no pude dejar de sonreír.
Los autobuses escolares alineados en el estacionamiento de la escuela y
nosotros paseando por las escaleras y pasando por varios estudiantes
que permanecían inmóviles y ajenos a que estábamos allí.
Los brazos de Taylor permanecían congelados alrededor del cuello de
Jack, y Chase estaba en medio de un paso en las escaleras.
—¿Me tomas el pelo? —pregunté.
Pasé la mano enfrente de los inmóviles ojos de Chase.
—No los podemos dejar aquí en medio de la lluvia. Cogerán un resfriado
o algo.
—Estarán bien, lo prometo.
Roman apuntó a un Chrysler 300 negro. Parpadeó.
—¿Es tuyo?
Roman rebuscó en su bolsillo, sacando un juego de llaves, haciéndolas
sonar en el aire, y presionó el botón en el llavero de control hasta que el
coche sonó y las luces delanteras parpadearon.
—No. —Sonrió.
—Chico inteligente. —Traté de no reírme.
Abrió la puerta del pasajero para mí y corrió hacia el asiento del
conductor cuando subí.
—Honestamente, Roman, ¿a dónde me llevas? —preguntó cuando
estaba dentro.
—A algún sitio tranquilo donde podamos hablar. ¿La playa?
—¿La playa en un día como este? —Me volví hacia él y lo miré con mi
más grande cara de «¿estás loco?» .
—He dicho a algún sitio tranquilo, ¿verdad? ¿Quién va a ir a la playa en
un día como hoy?
—Solo raritos como nosotros, supongo. —Me quitó el pelo mojado de la
cara.
—Bueno, ¿vas a decirme que es eso de lo que no estoy a salvo? —Miró
hacia arriba a la oscuridad del cielo que amenazaba con tormenta—.
Otra cosa aparte de ser golpeada por un rayo, claro está.
Roman se rió, dirigiendo el coche a la carretera a toda velocidad.
—Tranquilo, Earnhardt8. Pensé que estabas para protegerme, no
asustarme hasta la médula.
Extendió la mano y apretó la mía un segundo.
Una sensación de malestar se deslizó a través de mí y me pregunté
quién era Roman realmente. Empezaba a preocuparme de si todas las
cosas que había leído estaban mal y quizás, tal vez fuese alguien a
quien debería temer. Miré la manija de la puerta pero luego le di una
sacudida a mi cabeza tratando de convencerme a mí misma de que todo
estaba bien.
Más adelante, vi una señal en el lado de la carretera en la que se leía
Megan’s Cove.
Roman se dirigió hacia abajo, a un estrecho y serpenteante camino. Los
árboles se alzaban sobre nosotros como una cortina, sus hojas
empapadas escupían agua. La lluvia torrencial se acumulaba en el
parabrisas hasta que Roman encendió el limpia parabrisas a toda
velocidad. Su sonido imitaba el latido de mi corazón. Roman giró hacia
un camino más estrecho y lleno de baches. Giró a la izquierda y el
coche se sacudió en señal de protesta.
—Eh, ¿dónde vas? Da la vuelta —exigí.
Roman disminuyó la velocidad pero siguió su camino.
—No mucho más lejos, Jewel, te lo prometo.
8 Dale Earnhardt: Piloto de automovilismo NASCAR.
Cuando finalmente aparcó el coche, una energía nerviosa zumbaba a
través de mi piel. Los árboles que nos rodeaban parecían temblar con
un balanceo atronador. Hice acopio de mi coraje.
—¿Quién eres y que quieres de mí? —Solté girando para mirarlo—. No
confío en ti, esto… —tartamudeé.
Sus intensos ojos marrones se centraron en mí cuando se desplazó de
su asiento hacia mí.
—¿Estás tan paranoica?
Me desabrochó mi cinturón.
—En serio, Roman, es suficiente. Para de jugar conmigo. ¿De todas
formas porque me has traído a través de todo este camino?
—Privacidad, para mantener nuestra conversación y pensamientos en
privado.
—¿Mira, quién es el paranoico ahora?
Me di la vuelta mirando por la ventana. Después de un momento, puso
su mano sobre mi hombro suavemente.
—Soy tu guardián. He sido enviado desde mi propio aquelarre del
Augusti Forza. No es tan diferente del tuyo.
Volví la cara hacia él.
—Hasta hace poco, ni siquiera sabía que venía de un aquelarre.
Roman se inclinó en su asiento.
—Sí, lo sé. Supongo que tus padres trataron de protegerte.
—¿De qué exactamente?
—De otros aquelarres.
Involuntariamente temblé de miedo.
—¿Otros aquelarres? —Amplío mis ojos.
—¿Qué quieres decir? Y espera —le dije—. Tú eres de otro aquelarre.
Me incliné lejos de él y le lancé una mueca.
—¿De todos modos qué significa Augusti Forza?
—En primer lugar, relájate. Yo no soy el enemigo. El término Augusti
Forza viene desde mucho tiempo atrás. El nombre de Augustus significa
el elevado y fue premiado por algún tipo llamado Octavio en
reconocimiento de su estatus y extraordinario nivel de poderes o lo que
sea. Y luego Forza significa fuerza o firmeza. De todos modos, mira,
¿puedes confiar en mí? Dije que no éramos tan diferentes de tu
aquelarre, pero no somos exactamente lo mismo —suspiró—. Se supone
que no sabes mucho todavía, pero dado que has estado husmeando, es
un poco tarde para eso. Y te lo quería decir pero no quería asustarte ni
nada de eso, ¿vale?
Tragué lo suficientemente alto para que lo escuchara pero mantuve la
mirada en él.
—Está bien —digo, tratando de sonar segura. Recaí de nuevo en la
sensación de querer saber, pero no querer al mismo tiempo. Mi
estómago se retorció con anticipación.
Roman se acercó y tomó mi mano, agregando un efecto de mariposas en
mi estómago, pero por razones obviamente diferentes.
—Bueno, ya que te has enterado de toda la cosa de Espectral, deberías
saber que todo lo que me dijiste sobre eso es verdad. —Bajó la mirada a
mi mano que se había posado en la suya, y acarició con su pulgar la
palma de mi mano—. Pero tú eres la Espectral, eso te hace ser una
parte muy valiosa y poderosa del aquelarre, y otros aquelarres no
quieren que existas.
Poco a poco levanta sus ojos hacía los míos.
—¿No quieren que exista? ¿Me quieren muerta?
Sentí que la sangre se drenó de mi cara. Me apretó la mano.
—No voy a dejar que eso pase, ¿de acuerdo?
Parpadeé rápidamente con incredulidad.
—¿Pero porque no quieren que exista?
—Cuando asciendas, te convertirás en alguien extremadamente
poderoso, Jewel, como tu bien encontraste. Al final tu aquelarre será
intocable. Cada aquelarre sueña en tener a un Espectral nacido.
—¿Cuantos de nosotros hay? Espectral quiero decir.
Puso su codo en el apoyabrazos y apoyó su barbilla en la palma de la
mano, sus dedos se extendieron para frotar su sien.
—Solo tú, ahora —dijo después de una larga pausa—. Hubo muchos
otros a lo largo de la historia, pero los últimos fueron…asesinados
después del ascenso.
—¿¡Qu-ué!? —El miedo se apoderó de mí. De repente, me entró
claustrofobia, tiré de mi mano hacia atrás y salí del coche.
Corrí por el camino de grava, la lluvia torrencial en mi piel hasta que se
convirtió en una con mis lágrimas. Detrás de mí, oí a Roman jurar y
cerrar su puerta, pero me mantuve en la carrera.
Todo el cielo parecía crujir con un chorro de rayos. A unos metros de
distancia, los colores oscuros de los océanos helados, furiosas puntas
blancas de las olas rugientes, que parecían imitar como me sentía.
Salí corriendo a la arena que se había endurecido un poco por toda la
lluvia.
Eso hizo que fuera más fácil lanzarme sobre él. Corriendo a través de
un medio destruido castillo de arena, me detuve por un segundo
cuando llegué a la orilla del mar. Vi como las olas chocaban contra mis
pies y luego en mis rodillas cuando me balanceé hacia adelante.
Una mano me agarró del brazo y miré hacia atrás para encontrarme a
Roman.
—Eh, vamos. Te llevaré a casa.
El tiró de mi brazo hacia él.
—No me quiero ir a casa —le grité, mi voz ronca.
Me deshice del agarre, me encontré delante del mar. El agua fría salpicó
mi cara, el sabor salado escocía mis labios.
Lagrimas calientes picaban mis ojos, y negué con la cabeza,
sintiéndome como una perdedora por haber obtenido las violentas olas
en primer lugar. Suspirando, volví para regresar con él.
Roman me tomó de la mano, tiró de ella, y echó a correr.
—Ven conmigo entonces
Me mantuve con él a medida que se lanzó al otro lado de la playa, los
dos empapados, hasta que llegamos a una cueva y pasó por debajo del
refugio. Algas pudriéndose se aferraban a los bordes de las rocas y el
viento silbaba alrededor de la piedra, azotando mi pelo alrededor. La
tierra estaba rociada sobre el suelo de roca y, mientras más profundo
caminábamos dentro, el sonido de nuestros pasos resonaban contra las
paredes de la cueva.
Roman se revolvió el pelo oscuro de nuevo y le dio una sacudida.
—Hey, siento lo que dije en el coche. No era mi intención asustarte
Negué con la cabeza.
—No, soy yo. Te pedí que me lo digas. Pero no voy a mentir, es un poco
difícil de aceptar, ¿sabes? —Me froté las manos arriba y abajo de los
brazos—. Saber que hay brujas por ahí que quieren verme muerta no es
algo que una chica quiere oír.
Me quité la chaqueta de Roman, y comencé a escurrirla hacia fuera.
Roman extendió la mano y me detuvo.
—Sí, ellos te quieren muerta. Pero eso no va a suceder. No si yo tengo
algo que ver con eso.
Sonreí débilmente hacia él.
—¿Así que mi familia ha estado huyendo de otros aquelarres de brujas
todo este tiempo? —le pregunté, mientras trataba de poner las piezas
juntas.
—Eso parece. Pero eso es lo raro —Roman caminó de regreso al borde
de la cueva, pateó algunos escombros, y miró hacia el cielo. La tormenta
estaba empezando a romper, las nubes a separarse—. Saben sobre
nosotros por el Augusti Forza, y nuestro papel para guiar y proteger a
las futuras brujas espectrales. No puedo averiguar por qué han estado
huyendo de los miembros de nuestro aquelarre
—¿No crees que podría tener algo que ver con el hecho de que la
mayoría de los Espectral han sido asesinados? —Pisoteé a su lado—. En
serio piensa, no gran parte de una trayectoria de Augusti Forza tienen
que ser los guardianes. Tal vez mis padres pensaron que podían hacer
un mejor trabajo. Sin ánimo de ofender ni nada
Roman frunció el ceño.
—A diferencia de ti, tus padres sabrían que solo hemos asumido el
papel de proteger Espectrals desde que se salió de control.
Se dio la vuelta y arrugó la cara hacia mí.
Le miré de vuelta.
—Frío. ¿Qué ha pasado?
—Hace un par de miles de años, había una bruja Espectral que tenía
toneladas de ansias de poder y muerte de las brujas de otros
aquelarres. Pero en primer lugar, obligó a las otras brujas a utilizar su
dotación en ella para que tener su poder también.
Di un grito ahogado.
—Leí sobre eso. Una vez que soy un Espectral, si otra bruja intenta
utilizar su poder sobre mí, entonces siento su don también.
—Sí, exactamente, pero esta Espectral usó ese conocimiento de la forma
equivocada. Se supone que debe haber algo para proteger el Espectral
del daño, no usándolo en contra de otras brujas. Pero este Espectral,
bueno, no era más que un huevo podrido. Una vez se hizo con las
brujas, las mato —Él hizo una mueca—. Después de eso, mis
antepasados se convirtieron no solo en el consejo de brujas, sino
también guardianes de la bruja Espectral antes de su conversión... —Él
me miró a los ojos con cara seria—. Y luego para asegurarse de que no
son...
—¿Locos? —Arqueé una ceja.
Él se echó a reír.
—Sí, exactamente.
—Así que básicamente proteges a las brujas de ellas mismas —dije,
mientras me estremecía entera por una mezcla de frío y de miedo.
Él asintió con la cabeza.
—¿Tienes frío? —pasó un brazo alrededor de mí, tirándome
suavemente a su lado. Mi ritmo cardíaco comenzó a subir. Su aroma
varonil me rodeaba y solo quería estar más cerca.
—Y bueno, estaba empezando a pensar que podrías ser una loca tu
misma cuando te vi saltar en el océano —me reprendió.
Me moví, poniéndome frente a él, e incliné la cabeza hacia atrás para
mirarlo a los ojos. Él puso sus manos suavemente sobre mis hombros y
sostuvo la mirada en la mía. Tuve una vista perfecta de su cara. De su
pelo oscuro y sus ojos oscuros y melancólicos, de sus labios carnosos
que rogaban ser besados, y del leve hoyuelo que tiraba en el lado
derecho de su mejilla cuando él me sonrió.
Di un paso hacia él hasta que sus manos se deslizaron a la parte baja
de mi espalda. La sensación de su cuerpo contra el mío, y la mirada que
me dio, enviaron descargas eléctricas a través de mí.
—Bésame —solté, con el silbido del latido del corazón golpeando en mis
oídos. No podía creer que acabara de decir eso, pero no le quería
apartar.
—No puedo —murmuró él, a pesar de que se acercó y sus labios
rozaron una de mis comisuras.
Estaba segura de que podía sentir los latidos de mi corazón a través de
mi pecho.
—¿No puedes? —Me puse de puntillas y suavemente tiré de su labio
inferior con mis dientes, completamente hipnotizada por él.
Él gimió y tiró de mí en sus brazos, sus labios ahora en los míos,
suaves y tiernos. Mi cuerpo se sentía como fuegos artificiales
estallando. Pasó sus dedos a través de la parte de atrás de mi pelo, su
boca contra la mía moldeando en besos suaves y cuidadosos, y luego
pronunciando una maldición, me soltó.
—¿Qué? —le pregunté, tratando de recuperarme. Puse mi mano contra
mi pecho—. ¿He hecho algo mal?
Roman se dio la vuelta, dándome la espalda. Su mano se ahuecó la
parte posterior de su cuello.
—No, tú no has hecho nada malo. No podrías ser más perfecta. —Dio
una patada al lado de la cueva—. Soy yo.
Los fuegos artificiales se desinflaron como bengalas baratas.
—¿En serio? ¿Todo eso de soy yo no tú? ¿Esa es tu historia? —Reí
amargamente disgustada conmigo misma por quedar envuelta en todo.
En él. Mis mejillas se calentaron en su habitual idiota esplendor—. Al
menos ten el valor de ser honesto conmigo, Roman
Giró en torno a su cuello, sus ojos me penetraron en su lugar.
—Estoy siendo honesto. Soy un miembro del Augusti Forza. Eres una
Espectral. No podemos estar juntos
—¿Eh? Es una broma, ¿verdad?
No sabía si estaba más loca de él o de mí misma.
—No, lo digo en serio. Realmente deseo estar bromeando, pero estar
juntos está prohibido
—¿Prohibido? ¿Qué eres, como dos? ¿Prohibido por quién?
Ahora me sentía tonta. Y enfadada. No me importaba si estaba tratando
de dejarme más fácil. Todavía dolía.
¿Cómo iba a creer que realmente le gustaba de todos modos? Era solo
una jodida niña. Un completo desastre.
Roman se volvió hacia mí, con los ojos parpadeando furiosamente.
—Mira quién habla acerca de seguir las reglas, Jewel. Has seguido a tu
familia alrededor como un perrito perdido toda la vida, sin hacer
preguntas. Deberías saber todo acerca de seguir las reglas por ahora.
¿Quién es el que ha estado actuando como un niño de dos años? —Su
voz era baja pero severa. Dejó escapar un largo suspiro y negó con la
cabeza—. No sé qué estoy haciendo aquí de todos modos.
La ira me llenó, nublando mi mente. Me sentí estúpida por haber
confiado en Roman en el primer lugar. Fui una estúpida por haberlo
dejado en mi ventana esa noche, estúpida por entrar en su coche antes.
¿En qué estaba pensando?
—Cállate.
Es todo lo que alcancé a decir mientras las lágrimas picaron en mis ojos
en señal de frustración.
Roman alzó ambas manos.
—Jewel, mira, lo siento. Pero solo estoy diciendo que tú, más que nadie,
deberías saber acerca de seguir las reglas.
La peor parte fue que sabía que él tenía razón. Me dejé llevar por las
reglas. Pero fue cuando creía que estábamos siendo perseguidos por la
mafia porque mi padre delató a uno de ellos. Toda esta mierda de
brujas era algo nuevo para mí. Él lo sabía. Me molestó que me lo
estuviese echando en cara ahora.
—Entonces, ¿qué estás diciendo? ¿Que debo seguir las reglas que tú
dices en su lugar? ¿Que sabes qué es lo mejor para mi vida? Que soy
una seguidora de reglas por lo que solo debería seguir con el programa,
y estar en línea como un buen soldadito... no, espera, ¿qué fue lo que
dijiste? —Puse mis manos en mis caderas—. Al igual que un cachorro
perdido. —Apreté y aflojé mi mandíbula antes de añadir—: Sí, eso fue
todo.
—Tómalo con calma. Eso no es lo que quise decir.
—Y yo hice preguntas, para tu información, muchas de ellas.
—Pero ¿qué pasa con las respuestas? No pudiste dar ninguna, sin
embargo, fuiste...
Su voz se apagó como si deseara no haber dicho nunca esas palabras.
Pero apenas se las arregló. Las paredes de la cueva comenzaron a
desdibujarse, mi visión se nubló. Me acerqué a la entrada de la cueva,
necesitando desesperadamente aire. Resbalé en una mancha de roca
húmeda, tropezando, y luego me apoyé contra la pared de roca un
momento, con los bordes fríos, ásperos, arañando mi mano temblorosa.
Mi estómago revuelto.
—Entonces, ¿qué, Roman? Debería haber hecho preguntas o no debería
husmear, ¿no debería ser demasiado consciente? —Mi voz era burlona,
y no me pude parar—. Hablando en serio, es un poco difícil de seguir,
ya sabes, para un inocente e estúpido perrito como yo.
Mi mente se arremolinaba, como si la tierra estuviera en movimiento, y
tuviera atascada una mano en una grieta para tratar de no perder el
equilibrio.
—Oye, yo nunca dije que eras estúpida, solo…
—¿Solo qué? ¿Ingenua?
Tan pronto como me dije la palabra, me sentí aún peor. Quiero decir, yo
era ingenua, ¿no es cierto? ¿Por qué seguí el juego tan bien durante
tanto tiempo? Debería haber insistido en que mis padres me contaran lo
que estaba pasando. Pero lo intenté, me recordé. Él tenía razón, pero
saberlo no me hace estar menos enfadada.
Mi mente daba vueltas con los recuerdos del pasado. Todas las
conversaciones secretas, llamadas de teléfono en el medio de la noche,
una puerta cerrada en cada casa que estaba estrictamente fuera de los
límites... Espera. ¿Puertas bloqueadas? Me había olvidado de eso. Me
preguntaba si mis padres tenían una en nuestra casa nueva y me
preguntaba que es más importante, cuál es su propósito.
¿Qué escondían?
Roman llegó a mi lado.
—Jewel, escucha.
Mi piel se erizó como si alguien tirara un cubo de hielo por mi espalda.
El vello en los brazos se me erizó cuando vi la mano de Roman que
venía hacia mí en cámara lenta. A su alrededor, los colores y los
sonidos mejoraron, se ampliaron. Lo que antes era borroso ahora se
convertía en algo extremadamente brillante. Los gritos de las gaviotas
dando vueltas por encima del océano retumbaron contra mis tímpanos.
Las olas del mar parecían tirar de mí como si una cuerda estuviera
atada mí, mi cuerpo se balanceaba con el flujo y reflujo. Cambié mi
peso, crujieron los escombros bajo mis pies. Un puño de piedra chocó
contra mi espalda, y un pequeño gemido escapó de mis labios. Luché
contra él tratando de vencer al dolor. Estás bien. Cálmate. Vi a un
anciano cerca de una milla de distancia en la playa vistiendo un
conjunto y balanceando un detector de metales. Su chaqueta azul era
extrañamente brillante, y el detector de metales rugía como un motor de
coche de carreras. La música de los auriculares me susurró una
canción que reconocí como una vieja canción de Barry Manilow la cual
mi abuela solía tocar. Mi cabeza daba vueltas y se me revolvió el
estómago, amenazando con traer de vuelta mi desayuno, y en medio de
todo, yo sabía que no quería que me tocara Roman. No en ese momento.
Todo era demasiado loco. Demasiado confuso. Le lancé una mirada
mientras su mano se extendió para tocar mi brazo. Parecía intentarlo,
pero algo parecía detenerlo.
Sus dedos presionando contra una fuerza invisible. El rostro de Roman
parecía pareciendo confundido al mirar hacia abajo a su mano y
después a mí. Mi cuerpo se puso rígido, y los sonidos se amortiguaron
como si me zambullese en el mar bajo las olas, mi cerebro revuelto. La
sensación de carámbanos en mi espalda dio paso a las llamas.
Lamiendo mi cuerpo hasta que mis piernas se sentían como gelatina
líquida. Los bordes del rostro de Roman estaban borrosos hasta que no
pude verlo. Mis piernas colapsaron por debajo de mí y me desplomé en
sus brazos antes de que todo se volviera negro.
iños gritones llenaban la piscina, lanzaban frisbees y pelotas,
saltando por el trampolín y deslizándose por el tobogán. La
fragancia a protector solar de coco, mezclado con el fuerte
aroma de cloro llenaba el aire. Mamá y papá se relajaban en la barra de
la cabaña, obviamente felices, bebiendo un elaborado brebaje con
brillantes paraguas coloridos y cerezas ensartadas a través de pequeñas
espadas de plástico.
—¡Atrápame! —Jayden estiró el cuello fuera del agua mientras se
esforzaba por nadar hacia mí. La luz del sol brillante reflejada en el
agua de la piscina le iluminó la cara. Sus brazos y piernas golpeaban
salvajemente mientras luchaba por mantenerse por encima del agua.
Que le faltaran los dos dientes delanteros solo lo hacía más lindo
mientras me sonreía.
Era una ocasión rara el que llegásemos a ir a ninguna parte en especial,
pero era el sexto cumpleaños de Jayden, y había estado rogando ir a
nadar. Habíamos estado en Australia un par de meses, que fue cuando
mis padres empezaron a ceder de nuevo y sentirse un poco más
seguros. Temporalmente. Lo fue en un tiempo intermedio. Ha pasado
suficiente tiempo desde que no se sentían en peligro inminente, pero no
el suficiente como para sentir que era hora de mudarse de nuevo. El
tiempo intermedio era siempre el mejor.
Siempre hay momentos en la vida dónde desearía que el tiempo se
parase; dejar que los minutos girasen un poco más en mi mente como
para saborear un algodón de azúcar en mi lengua. Para permitirles
permanecer un tiempo suficiente para que los recuerdos se conviertan
en un tatuaje en mi cerebro. Uno que se disuelve un poco, pero siempre
permanece. De esa forma podría perforar la tarjeta bibliotecaria de los
N
momentos y recurrir a los recuerdos más rápidamente en un día
lluvioso. Llamé al tiempo intermedio «freezy frame»9. Era una nota
mental propia para guardar el momento.
—Solo un poco más, puedes hacerlo —le animé mientras me apartaba,
aplaudiendo con mis manos—. Patalea fuerte, y recuerda el nado de
perrito que te enseñé. —Coloqué mis brazos y simulé un perro nadando
en el agua a medida que avanzaba más atrás.
Él se rió, escupiendo agua mientras intentaba controlar sus brazos y
maniobrar de la forma que le había dicho, con la determinación grabada
en su rostro.
Pero pronto su sonrisa súpergrande se esfumó. Inclinó la cabeza por
debajo, hacia arriba, y debajo de nuevo.
—Vamos, Ryder —le dije, con el actual nombre australiano que mamá
había elegido para él, cuando su cabeza encontró la superficie de nuevo.
Sus manos bombearon a través del agua, pero a pesar de sus esfuerzos,
su espalda se inclinaba hacia el fondo de la piscina. Probablemente sus
piernas no estaban pataleando lo suficientemente fuerte.
Su cabeza se deslizó bajo el agua.
Me inundó el pánico, pero mis piernas eran de plomo, como si alguien
estuviera jugando un truco cruel conmigo, anclando mis pies. Obligué a
mis piernas a moverse, pero no se movían, sujetas fuertemente por
cualquier fuerza invisible deteniéndome.
Estiré mis brazos hacia Jayden, forzándolos hasta que pensé que
estallarían directamente de sus encajes.
—Puedes hacerlo —dije, mientras su cabeza aparecía a la vista—.
¡Batea más fuerte tus piernas!
Mi corazón latía fuertemente contra mis costillas. Pensé que iba a
estallar.
Entonces sucedió lo impensable. Su cabeza se hundió de nuevo. Y no
volvió. Mi corazón dejó de latir, y la risa del chico y los gritos se moldeó
en un grito largo y continuo.
9Freezy frame: En Español se traduciría como “fotografía o imagen congelada”.
Como yo no podía moverme, hice la única cosa que podía pensar. Me
hundí por debajo del agua también. La cara de pánico de Jayden
brillaba a través del agua para mí. Las cintas de colores brillantes de los
trajes de baño de otros niños giraban, y el sol brillaba por encima de
nosotros, rozando el agua como diamantes brillantes, tejiendo el caos
con belleza.
Traté de llamarle, pero solo brotaban burbujas de mi boca, tomando el
aire restante que me quedaba. Observé impotente cómo se hundía más
abajo, deseando que mis piernas se moviesen. Pero no lo hicieron. No lo
harían. Yo era como un ciervo encandilado por los faros de un coche
que se acercaba.
Mis propios pulmones gritaban por oxígeno, pero luché contra ello, no
queriendo dejar a Jayden atrás. Ayuda. Voy a pedir ayuda. ¿Por qué no
se me habrá ocurrido antes?
Empecé a mover mis brazos para que flotasen hacia arriba, con una
dolorosa punzada en el costado. Era la única parte de mi cuerpo que
parecía seguir trabajando. Entonces se oyó una salpicadura en el agua
y una figura alta se sumergió en la piscina.
Nadó directamente hacia Jayden, agarrándole de la muñeca y tirando
de él hacia la superficie. El alivio me inundó tan pronto como las
piernas de Jayden comenzaron a patear de nuevo. Subí hacia arriba del
agua e inhalé profundamente.
Reconocí al hombre que había salvado a Jayden. Lo había visto antes de
estar cerca de la piscina, mirando jugar a su hijita y a su esposa. Vestía
un traje de baño de color rojo cereza con ranas verdes fluorescentes.
Eso, junto con los montones de cabello que cubría su cuerpo que me
recordó a la segunda venida de Chewbacca, fue un claro indicativo.
Sentó a Jayden al lado de la piscina, mientras Jayden tosió y lloró.
Milagrosamente, las piernas me funcionaban otra vez, y nadé hacia un
lado. Salí yo misma fuera del agua y me tropecé en el hormigón arenoso
con Jayden.
—Gracias, señor —me las arreglé como pude para arrodillarme al lado
de mi hermano pequeño.
El hombre arqueó una ceja.
—¿Dónde estabas?
—Yo, um, yo... —murmuré, mientras limpiaba las lágrimas de Jayden, y
le frotaba la espalda con la otra mano.
Jayden se aclaró la garganta.
—Mi hermana estaba atrapando mi pelota en la parte más profunda. Me
dijo que me quedara en este lado de la piscina hasta que volviese —dijo
mientras agarraba mi mano—. Pero yo no le hice caso.
En ese momento no supe qué decir. Mi boca estaba abierta mientras
miraba a Jayden. Allí estaba defendiéndome cuando podía haberse
ahogado debido a mi falta de cuidado. Un nudo se formó en mi
garganta. Una combinación de culpa y adoración por mi hermano
pequeño creció dentro de mí.
—Bueno, necesitas escuchar a su hermana, chico —le regañó el hombre
mientras salía de la piscina y palmeó el hombro de Jayden.
—¿Estás bien? —le pregunté Jayden tan pronto como el hombre se
alejó.
Jayden salpicó sus pies en el agua y me sonrió.
—Estoy bien.
—Lo siento. No era mi intención…
—Está bien.
—Pero no está bien, Jay —susurré mientras negaba con la cabeza,
disgustada conmigo misma. Aparté su pelo fuera de la frente mientras
rastros de protector solar blanco corrían por el lado de su cara—. Yo soy
tu hermana mayor y mi trabajo es cuidar de ti.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. En parte porque estaba feliz que
estuviese a salvo, en parte porque me sentía culpable por lo que pasó, y
en parte debido a que su amor me sorprendió totalmente.
—Te prometo que nunca dejaré que nada te haga daño de nuevo. —
Envolví mi brazo alrededor de él, tirándole a mi lado e inclinándole para
besar su cabeza mojada—. Lo prometo... lo prometo... lo prometo...
—¿Jewel?
—Te lo prometo.
—¿Qué prometes? ¿Estás bien? Despierta.
Oí una voz, pero parecía a kilómetros de distancia. Sentí como mi pelo
era apartado de mi cara y abrí los ojos. Roman miró hacia mí, sus ojos
abiertos con evidente preocupación.
Me di cuenta de que estaba en el suelo, con la cabeza en el regazo de
Roman. Sabía que había soñado con uno de los peores momentos de mi
vida. Mi cabeza palpitaba y el dolor quemaba detrás de mis ojos. Los
apreté, cerrándolos de nuevo.
—¿Jewel? —llamó Roman.
Los recuerdos de antes en la cueva me inundaron de nuevo, y me
incorporé en posición vertical. Llevé mis rodillas hasta el pecho,
apoyando mi cabeza en ellas y volviéndome hacia Roman.
—¿Qué me pasó? —le pregunté.
—Te desmayaste. —Roman dio la vuelta y se puso en cuclillas, frente a
mí—. Creo que estabas reviviendo una mala experiencia o algo así, pero
no te podía despertar.
—Sí, estaba soñando con algo que sucedió hace un par de años.
Aparté la idea de Jayden ahogándose, agradecida de que solo fuese un
mal recuerdo.
—Bueno, parecía bastante intenso. ¿Quieres hablar de ello?
Con un profundo suspiro, le dije lo que había pasado con Jayden en la
piscina. Se sentía bien sacarlo de mi pecho.
—Increíble, ¿verdad? —le pregunté cuando terminé. Estaba segura de
que mi cara debía de tener varios tonos de rojo.
—Esas cosas pasan, supongo. —Él sonrió y se frotó el hombro—. ¿Ha
sucedido esto desde entonces?
—No muy a menudo, supongo. Pero es muy a menudo por mí. —Cerré
los ojos y bajé la cabeza—. Parece que me congelo cuando el pánico
llega.
Mi mente daba vueltas con imágenes parpadeantes del pasado.
—Una vez vivía en una zona remota donde había una antigua estación
de ferrocarril. Los trenes no funcionaban mucho allí, por lo que mi
padre y yo solíamos ir allí para pasar el rato... ya sabes, caminar y
hablar. Pero una vez mientras caminábamos en una vía vacía, oí un
tren acercándose, y me bloqueé totalmente. Vi como una idiota como las
luces del motor de vapor venían hacia mí. Pero no importaba lo fuerte
que traté de mover mis piernas, ellas solo se bloquearon. —Me froté los
ojos, deseando que las imágenes se fueran de inmediato, antes de
abrirlos de nuevo—. Por suerte mi padre estaba allí. Él me apartó fuera
de la vía justo antes de que fuera aplastada, atropellada. Solo tenía diez
años en ese entonces —añadí para que no creyera que yo era una idiota
total. Levanté la cabeza y me encontré con la mirada de Roman.
Él esbozó una leve sonrisa.
—¿Una vía de tren?
—Bueno, el lugar era genial, y mi padre solía obtener el horario del tren
y cuando no salían trenes en el orden del día, íbamos a por un poco de
paz. Era nuestro tiempo. Me gustaban esos momentos... por lo menos
hasta ese incidente. —Me encogí de hombros.
—Bueno, me alegro de que estés bien ahora. Me habías preocupado allí
por un momento.
Roman se frotó la frente con ambas manos, como si tuviera un dolor de
cabeza o mucho en su mente.
—Lo siento. Esto es culpa mía.
—¿El qué?
—Todo. Tú aquí así. No debería haber soltado esas bombas sobre ti
como hice, pero pensé que ya sabías mucho y nada ocurriría, que
estaría bien
Miró al suelo, y luego lentamente volvió a mí.
—Y no debería haberte besado.
Volví a ocultar mi cara en las rodillas y sacudí el pelo, por lo que cayo
alrededor de ambos lados de mi cara como una cortina, escondiendo mi
vergüenza. Sabía que él estaba arrepentido de besarme. Ya había dicho
eso. solo deseaba que no hiciera falta que me lo recordase. Lo sentí tan
inadecuado, como patines en línea con sin ruedas. Inútil. No pude
salvar a mi hermano. No pude salvarme y Roman estaba arrepentido de
haberme besado. La vida es perfecta. Simplemente perfecta. Mi
estómago se retorció con nudos.
—Todo fue tan… realista —le dije, empujando a un lado esos
pensamientos y recordando los momentos antes de desmayarme—.
Podía oír la música de los auriculares del hombre en la playa. Y… —
Volví a mirar Roman, buscando una reacción en su rostro—. Y no
podías alcanzarme.
Roman suspiró.
—Estás obteniendo algunos de tus poderes muy pronto. Excepto que no
completamente y no sin efectos secundarios.
El sudor picó en mis palmas.
—¿Efectos secundarios?
Roman asintió una vez.
—No se supone que suceda así. Lo siento mucho. No puedes manejar
tener el don de otra bruja hasta que hayas pasado por tu conversión.
Simplemente es demasiado, demasiado rápido. —Roman apretó la
mandíbula, recogiendo una piedra pequeña, tirándola hacia fuera de la
cueva.
Pensé en cómo Roman trató de tocarme y no podía, como si estuviera
golpeando algo que le impidiera llegar a través de él.
—¿Quieres decir que tengo su don?
—No tan rápido, Genio. —Él miró hacia mí, con el labio curvado hacia
arriba con picardía, como a menudo me sonríe. No podía dejar de verse
sexi, incluso cuando estaba preocupado—. Todavía podía verte a través
de ese escudo débil tuyo. Simplemente no podía tocarte. Y eliminé su
fuerza por completo, por lo que te desmayaste.
—Oh Dios mío.
Los ojos de Roman se ensancharon.
—¿Qué?
Poco a poco me puse de pies y comencé a caminar en círculos.
—Escuché a mi familia hablando de cosas recientemente. Cosas raras.
Acerca de mí. —Puse mis dedos en mi sien, pensando—. Mi papá me
dijo que si tenía conocimiento antes de tiempo, estaría en mi mente…
mi um, conciencia. —Dejé caer mis manos a mis costados y me enfrenté
a Roman—. Sí, eso es lo que dijo. Y... y que las cosas empezarán a
suceder...
Roman se acercó a mí y me abrazó.
—Creo que tienes razón. Pero cálmate.
Me incliné hacia él, con corazón desbocado.
—Y… ¿Roman?
—¿Sí?
—Papá dijo que podría atraerlos como una polilla a una llama.
Roman se puso rígido.
—¿Supongo que se refería a los aquelarres que quieren verme muerta?
Mi voz salió más inestable de lo que me hubiera gustado.
—Trata de no ponerte nerviosa de nuevo. Creo que eso es lo que lo trajo
antes, porque tienes todo fuera de control y visible.
Roman inhaló profundamente, y luego se inclinó, sujetándome por los
hombros. Me miró a los ojos.
—Por eso es exactamente por lo que tengo que sacarte de Pomona Park
a un lugar seguro.
Se mordió el labio y el malestar pareció recorrer su cara. Tirándome a
sus brazos, me abrazó con fuerza de nuevo.
Incliné mi cabeza hacia él y puso un mechón de mi cabello detrás de
una de mis orejas. Sus ojos se abrieron despacio como el terciopelo.
Odiaba que me gustase tanto, y que me dijera que estaba arrepentido
de besarme. Obviamente, él solo me quiere como un amigo. Sí, eso. Tal
vez solo está haciendo su trabajo. Su deber.
Como si leyera mi mente, él acarició su rostro en mi cuello y luego
susurró suavemente en mi oído.
—Y, Jewel, no me arrepiento de besarte. Eres la chica más hermosa que
he visto.
Me incliné hacia atrás y le miré sonriendo, mi corazón palpitando. Pasó
el dorso de sus dedos por mi mejilla.
—Pero hay reglas.
Gemí y rodé los ojos.
—Escucha, sé que es una mierda, pero tengo que centrarme en
mantenerte a salvo —dijo—. Por favor comprende que es por lo que esas
reglas están puestas. Cuando me besaste antes, me perdí en ti.
Roman me soltó de su abrazo, pero me tomó la mano y comenzó a
caminar fuera de la cueva, de vuelta a la playa. La lluvia había cesado,
y el viento había amainado. Solo las gaviotas llorando encima de las
olas susurrantes buscando una captura, sondeando.
—Créeme, si fuera solo una estúpida regla Augusti, estaría sobre ti. No
me importan las malas reglas. Pero no te das cuenta del efecto que
tienes en mí. No soy bueno para ti si pierdo mi concentración.
Le sonreí y apreté la mano. Tenía razón. Era una mierda que no pudiese
estar conmigo, pero por lo menos lo que decía tenía sentido… por
ahora. Y oírle decir que yo era hermosa, yo, Jewel Rose, era como todos
los cuentos de hadas que he leído combinados en uno, haciéndose
realidad.
Pero entonces me acordé de Jayden. Tiré de su mano.
—Espera. ¿Dónde me estás llevando? No me iré sin Jayden.
No quería disgustar a mis padres o abuela por desaparecer, pero pensé
que al menos podrían valerse por sí mismos. Todos ellos probablemente
tenían dotes que ni siquiera conozco. Pero Jayden por otro lado, bueno,
le prometí que nunca dejaría que le pasara nada de nuevo. Solo tenía
ocho años, y me necesitaba. Yo lo necesitaba.
—Jayden se encuentra más seguro no estando cerca de ti ahora mismo.
El dolor me atravesó. Me mordí el interior de mi mejilla, esperando que
el fuerte dolor pudiese adormecer el dolor interior que sentí por el golpe
de las palabras de Roman. Por supuesto que tenía razón. Eso es lo que
más duele. Casi dejo a Jayden ahogarse. ¿Qué pensé que iba a hacer
ahora que un grupo de aquelarres estaban tratando de encontrarme y
matarme? Y encima de eso, me estaba convirtiendo en algo para lo que
no estaba totalmente preparada.
—Tienes razón. ¿Cuándo nos vamos? —Me resigné.
—Primero tenemos que encontrar la daga.
Miré hacia él a través de la luz del sol.
—¿Qué? Espera. ¿Qué daga?
—Tu daga de conversión. Tu familia debe tenerla. En la noche de tu
cumpleaños, cuando pases por tu conversión, la vas a necesitar. La
bruja principal de tu aquelarre, llamada la reina bruja, se convertía con
ella. Se necesita la daga para completar la transformación —hizo una
pausa antes de añadir—. Por supuesto, después de tu conversión,
podrás ser la reina.
—¿Y si no lo quiero ser? —le pregunté. Por un momento pensé que tal
vez, simplemente, podía huir. Si necesitaba la daga para completar el
proceso, entonces debería significar que tenía una opción. Le di una
patada al suelo—. Tal vez yo no quiero llegar a ser el Espectral.
Me di cuenta de que probablemente parecía inmaduro, pero en ese
momento, sinceramente, no me importaba. No es que estuviese
firmando para ser un líder de las Niñas exploradoras. Convertirse en la
Espectral y maldita bruja reina estaba totalmente fuera eso, como Star
Trek.
Roman se quejó.
—Entonces te pondrás muy enferma y probablemente morirás, y traerás
vergüenza a tu aquelarre por fallar. No se puede luchar contra el
destino, Jewel. Tú eres lo que eres.
—Ugh. ¿Ahora me estás culpando? —Negué con la cabeza.
—Lo siento, pero es cierto, la verdad.
Él se acercó y me hizo cosquillas mientras seguimos caminando.
No podía dejar de reír a pesar de todo.
—Eso es Jewel para ti, señor Matteo. Hey, había una foto de una niña
en un libro de Brujería Antigua que he encontrado llevaba un puñal de
oro con una serpiente enrollada alrededor del mango hacia el cielo como
si un rayo la golpeara. Me pareció que era un poco cliché. Sin
embargo... me asustó.
Roman arqueó una ceja.
—¿Un libro de Brujería Antigua? Tienes que dejarme echar un vistazo a
eso. De hecho, es probablemente mejor que me dejes tenerlo por ahora.
—Por supuesto.
En este punto, realmente no me importaba el maldito libro. Solo quería
estar segura.
Me quité los zapatos al llegar a la arena, dejando que se deslizara entre
los dedos de mis pies. Suaves ondas sutiles lamían la orilla en la
distancia. Un rugido de un pequeño avión voló por encima de la cabeza
arrastrando un banner publicitario. No podía dejar de pensar qué
perdida era la playa vacía.
—No creo que mis padres tengan una daga. Nunca he visto nada igual a
la que vi en la foto, y definitivamente no tengo ni una maldita idea de
por dónde empezar a buscar —le dije, y entonces me acordé de la
puerta cerrada con llave que mis padres tenían en todas las casas
anteriores en el pasado. Hice una nota mental para comprobar si tenían
una en nuestra casa actual.
Roman tiró de mí hacia delante de nuevo, de vuelta en la dirección del
coche.
—Tus padres han estado escondiéndote mucho. No me sorprende que
no la hayas visto. Pero tiene que estar en algún lugar cercano. Y no te
preocupes, no son necesarios relámpagos —dijo Roman, con una
sonrisa irónica—. Solo tú y la daga.
sa noche después de cenar, mi familia me ayudó a distraerme
jugando al póker. Estuvo bien que ese día me marchara pronto
sin avisarles. Incluso aunque pensara que las cosas que estaba
averiguando me asustaban, experimenté una sensación de libertad que
nunca antes había sentido.
Decidida a observar la amenazadora puerta cerrada, traté de recordar
todos los lugares diferentes en los que habíamos vivido y las contadas
ocasiones en las que me había encontrado con puertas con el pestillo
echado. Cuando era pequeña, había preguntado a mi padre qué había
dentro de una de ellas.
—Fuegos artificiales para el Catorce de Julio —me dijo. Al momento,
había estado muy emocionada pensando lo impresionante que sería.
Pensándolo de nuevo, nunca habíamos tirado ningún fuego artificial.
Esa puerta cerrada en concreto estaba en la habitación de mis padres,
así que me disculpé en la cocina, subí por las escaleras y entré pitando
en su habitación. Temblando con la idea de ser pillada fisgando, apreté
las manos y obligué a mis piernas a avanzar. La cama de matrimonio
bajo la ventana principal estaba pulcramente hecha. El edredón morado
contrastaba con las paredes amarillo girasol y debajo de mí, una
desigual alfombra verde rodeaba mis pies como un césped sin cortar.
Me estremecí. Quien fuera que hubiera decorado esta casa debía tener
una seria ceguera.
La risa de mi tío flotó por las escaleras y suspiré profundamente para
calmar los nervios. Me puse de rodillas junto a la cama, mirando
debajo, en el primer sitio en el que, según pensé, alguien ocultaría algo.
Nada. Demasiado obvio. Me levanté y apoyé los codos en la cama
E
observando la habitación. El armario de mis padres no estaba cerrado.
Incluso la puerta estaba ligeramente entreabierta. Eché un vistazo más
de cerca y la empujé para abrirla lentamente.
Era un vestidor bastante grande, pero ni mi padre ni mi madre tenían
mucha ropa, así que los estantes estaban en su mayor parte vacíos. Nos
desplazábamos demasiado como para tener mucha. A menudo
debíamos escapar, así que rápidamente teníamos que dejar todo atrás.
La culpa formó un nudo en mi garganta. Ahora que sabía que ellos
estaban pasando todo esto por mí, veía todo diferente. Mis padres
habían abandonado mucho por mí. Siempre les había culpado de mi
misterio. Ahora sabía la verdad. No solo Jayden estaba mejor sin mí,
sino también el resto de mi familia. Este hecho dolía como una espina
clavada.
¡Debía encontrar la daga! Preferiblemente, lo antes posible, y ellos se
sentirían mejor. Recorriendo con mis manos la ropa colgada, avancé
lejos, hacia el interior del vestidor. Alargué la mano detrás de las
prendas buscando una puerta cerrada, un desván escondido, algo…
pero no encontré nada. Frustrada, golpeé el suelo detrás de un par de
abrigos largos de invierno.
Mi cadera golpeó algo afilado y gemí de dolor. Tapándome la boca con la
mano, esperé el terrible momento en el que sería descubierta, tratando
de pensar alguna excusa por estar fisgando en su vestidor.
Afortunadamente, el estruendo de las risas de mi tío y mi padre aún
retumbaba por las escaleras.
Me giré para ver al culpable y encontré una caja metálica verde, del
ejército, de unos sesenta centímetros de largo. Pasé mi mano a lo largo
de sus bordes fríos y cortantes un segundo antes de abrirla.
En su interior había una pila de imágenes, una llave y un material
sedoso y blanco. Pasé los dedos por la delicada tela, desdoblándola
cuidadosamente y levantándola. Mis ojos se desplazaron admirándola
en cuanto la prenda quedó extendida sobre mis rodillas. Parecía el traje
para el bautizo de un bebé. Los bordes del vestido sin mangas estaban
rematados por encaje. El cuello estaba bordeado de perlas, con filas de
perlas unidas a un camino satinado que colgaba del brocado de la
cintura.
Volví a doblar el traje, siguiendo las arrugas profundamente marcadas,
destinadas a estar en la misma posición durante mucho tiempo.
Apretando la pequeña llave plateada, me pregunté si podría ser la de la
puerta cerrada, dondequiera que estuviese. Dejándola, me imaginé que
podría llevarme un rato encontrar la puerta, y entonces, podría volver a
por ella. Mientras tanto, mis padres no tendrían la oportunidad de
enterarse de su desaparición.
Tomando el fajo de imágenes, las fui hojeando una a una. Había una de
Jayden colgando de la larga rama de un árbol. Tenía su típica sonrisa
enorme.
—Monito —murmuré con una risa sorda.
Otra era de la abuela Raine sosteniéndome sobre su rodilla. Yo tendría
unos seis años. La abuela parecía mucho más joven en la imagen. El
corto cabello de color castaño enmarcaba su rostro como los colores de
las hojas en otoño.
Pasé las imágenes rápidamente hasta que llegué a una que no había
visto antes. No recordaba cuándo había sido hecha. En la imagen, mi
madre estaba sentada junto a otra mujer que sostenía un bebé. La
mujer tocaba la mejilla del bebé y mamá alargaba la mano, sosteniendo
la del bebé. Reconocí el vestido que llevaba como el traje bautismal de la
caja.
Tenía que ser yo. Si fuera Jayden, yo recordaría haber estado allí, y
recordaría la preciosa mujer que lo sostenía. El pelo de la mujer
contrastaba fuertemente con el de mamá, de un tono rojo zorro. Su
ondulado cabello era largo y del color del ala de un cuervo. Los ojos de
la mujer, azul grisáceo, centelleaban como el océano. Di un grito
sofocado. Parecía una versión mayor de mí misma.
Y entonces lo vi. Una marca de nacimiento roja en el hombro derecho
del bebé. ¡Era yo! Pensándolo de nuevo, nunca antes había visto
ninguna foto mía de bebé. Rebusqué en mi memoria algún recuerdo de
la mujer que me estaba sujetando en la fotografía, pero no conseguí
nada. Me imaginé que debía ser parte de mi aquelarre… una de las
muchas brujas ansiosas que me querían con ellas. ¿Sería la reina de
nuestro aquelarre de brujas?
Di la vuelta a la foto para mirar la parte de atrás. Leí: «Mi mejor amiga
Karina, mi hija Jewel y yo, antes de la ceremonia»
Espera un segundo. Una oleada de náuseas me azotó. Mi estómago se
retorció y después se hizo un nudo. Karina era el nombre de mi madre.
Pero el modo en que la foto estaba escrita daba la impresión de que la
otra mujer la había redactado, la que se me parecía, y se estaba
refiriendo a mí como su hija. Mi ritmo cardíaco se aceleró como un
cohete. Cerré mi mano sobre el pecho, ahuecándome la camiseta y
jadeando para conseguir aire.
Oí un chirrido en la puerta del vestidor. Rápidamente metí la imagen
del bebé bajo la camiseta. Era un riesgo llevármela, pero tenía que
enseñársela a Roman. Quizá sabría quién era la mujer. Contuve la
respiración, deslizándome sigilosamente contra la pared, rezando por no
ser descubierta. Mi corazón latía fuertemente en los oídos. Había
movimiento en el vestidor, y entonces, algo se deslizó por mis tobillos,
cosquilleándome el pie desnudo. Echando un vistazo hacia abajo, vi que
era Wilow y su enorme pelambrera. Soltando un larguísimo suspiro,
cerré la caja metálica, cogí a Wilow en brazos y besé su peluda cabeza.
—Oh, Wilow, me has dado un susto de muerte —susurré. Enterré la
cabeza en los montones de pelo de su lomo, salí del vestidor dando
tumbos, el corazón martilleándome… y choqué contra alguien.
—Cariño, ¿qué estás haciendo aquí? —me preguntó la abuela.
Tragué saliva, alzando la vista hacia su rostro desconcertado. Wilow
maulló suavemente y saltó al suelo.
—Hum, perseguía a Wilow —dije pensando rápidamente. Forcé una
expresión bobalicona, intentando parecer inocente.
La abuela sonrió y se hizo a un lado cuando pasé por delante de ella,
siguiendo los pasos apresurados de Wilow. Cuando estaba a punto de
traspasar el marco de la puerta, miré atrás, hacia la única abuela que
conocía desde que nací. La que me confortaba cuando estaba
preocupada, la que siempre era amable, a la que había ido queriendo
mientras crecía. Ahora ya no sabía si era realmente mi abuela. Sentía
mis piernas como fideos cocidos, pero le dirigí una rápida señal con la
mano antes de correr hacia el baño y vomitar la cena.
***
No tuve la oportunidad de buscar más la daga. Mi casa era tan
inexpugnable como Fort Knox y después de que la abuela me
encontrara en el vestidor de mis padres, pensé que debería estar callada
por la noche. Además, el hecho de desconocer cuál era mi lugar en el
mundo, daba vueltas en mi cerebro como un hámster en su rueda.
Cuanto más se aturullaban los pensamientos, más inútiles resultaban.
Finalmente, me puse los cascos y puse a todo volumen el rock de Avril
Lavigne mientras me mecía para dormir.
A la mañana siguiente, las uñas rojas de tía Eva daban golpecitos
rítmicamente contra el volante del coche, sus ojos verde oliva fijos hacia
delante, perdida en sus pensamientos.
Una vez, de pequeña, cuando vino a visitarnos, encontré su alijo de
esmalte de uñas. Elegí un color diferente para cada uña, creando un
efecto arcoíris de tonos brillantes. Cuando tía Eva me encontró, podría
pensarse que había tirado su ropa al inodoro, a juzgar por cómo
reaccionó. Me dejó caer en la encimera del baño y restregó mis uñas
con quitaesmaltes ferozmente, pensé que mis dedos sangrarían. Negó
con el dedo frente a mi nariz y me dijo que solo las niñas traviesas
tocaban las cosas de los demás, y yo era una niña muy traviesa.
Si la imagen que había encontrado estaba en lo cierto, y la mujer de
pelo oscuro era mi madre, entonces, tía Eva estaba siendo mala. Me
imaginé que mi madre biológica murió y yo había sido adoptada por su
mejor amiga, Karina, lo cual, razoné, a la edad de dieciséis años, ya
tendría el derecho de saber; o había sido raptada por Karina, por ellos,
por todos ellos. Se me formó un nudo en la garganta. Ninguna de las
dos opciones era buena para mí.
Cuando llegué al colegio, miré por encima del hombro hacia la tía Eva,
según salí. Ese coche era totalmente claustrofóbico y me alegré de salir.
Era un día cálido, y al caminar hacia el colegio, pensé que Sunny
Shades Heights10 no era tan mal nombre después de todo. Enormes
sauces rodeaban el colegio como un capullo, las hojas agitándose con la
brisa primaveral. Pero, ni con todo lo bonito que era me pude animar.
Echando un vistazo alrededor, vi a Roman inclinándose sobre uno de
los árboles, buscándome. Rápidamente miré por encima del hombro
para asegurarme de que tía Eva se había ido antes de, entusiasmada,
hacerle una seña con la mano y caminar en su dirección. Toqué con el
dedo, disimuladamente bajo mi sujetador hasta que sentí el borde de la
fotografía ansiosa por enseñarle a Roman lo que había encontrado. Eso
y darle el libro de Brujería Antigua que llevaba en la mochila.
Su sonrisa se hizo más grande según me aproximé a él, pero antes de
que tuviera la oportunidad de alcanzarlo, Taylor se me metió delante,
saltando delante de mí.
10 Sunny Shades Heights: En Español «Cumbres de sombras soleadas».
—Hola, chica. ¿Qué tal?
Su voz parecía atenuarse en las últimas palabras, y cuando la miré, me
di cuenta de que sus ojos estaban enrojecidos.
Le toqué el hombro.
—Hola, Tay. ¿Estás bien?
Ella agitó el pelo, que estaba un poco más revuelto de lo habitual y
entonces suspiró.
—No he dormido mucho esta noche.
Ahora estaba hablando en mi lengua. Yo lo sabía todo sobre problemas
del sueño.
—¿Pesadillas o algo parecido? —pregunté, enganchando mi brazo con el
suyo y caminando hacia el camino de entrada. Miré a Roman, y levantó
las palmas de las manos, poniéndome una cara de «¿Qué pasa?». Me
encogí de hombros, formando con los labios la palabra «¡Perdona!».
—No, pesadillas no. —Taylor se mordió el labio—. ¿Puedes guardar un
secreto?
—¿Yo? ¿Guardar un secreto? ¿Los leopardos tienen manchas? —
pregunté, y luego sonreí. Era la reina de los secretos. Sin problemas—.
Por supuesto.
—Últimamente, mis padres se han peleado mucho.
Para mí, las peleas de los padres eran secundarias, algo normal en la
condición humana. Pero sabía que eso era normal para mí, podría estar
fuera de la escala de Richter de la mayoría de la gente. Tenía asuntos
más importantes en mente, pero me preocupé por Taylor, que parecía
realmente afectada.
La apreté el hombro, atrayéndola a mi lado, por lo que chocamos los
hombros.
—Lo siento. ¿Es algo serio?
—Si el hecho de que mi padre se marchara ayer cuenta como serio,
entonces, sí —dijo—. ¿Quizás podrías venir después de clase? Mi madre
no estará en casa hasta las nueve o así y podríamos pasar un rato. ¿No
sé, ver una película o algo? —Desenganchó su brazo del mío y abrió la
puerta del colegio—. Realmente no quiero estar sola.
Yo sabía que tenía que volver a casa para buscar el puñal. Tomé aliento
y comencé a negar con la cabeza.
—Oh, por favor, ¿True? Prometo que no seré una carga.
—No es eso… —Taylor hizo sobresalir el labio como un cachorrito
adorable, y yo cedí con un suspiro—. Vale, pero solo por poco rato.
—¡Genial!
Caminé dentro y le hice una seña a Jack, que venía hacia nosotras.
Girándome hacia Taylor, sonreí.
—Tengo que llamar inmediatamente a mi tía, quiero decir, a mi madre,
y conseguir su consentimiento.
Taylor soltó una risita.
—¿Quieres decir la tía Cujo11? ¡Rrrrufff!
—Hey, cualquier día mi tía podría adoptar ese apodo —bromeé, feliz por
verla sonreír de nuevo.
Me dirigí a mi casillero después de que Jack alcanzara a Taylor. Él le
dio unas palmaditas en la espalda y ella se acurrucó junto a él,
susurrándole al oído. Estaban tan lindos juntos… No pude evitar
compararlos con Roman y yo. Como si mi vida no fuera lo
suficientemente complicada, tenía que gustar a un chico Augusti que se
había olvidado de estar conmigo. Lo miraras como lo miraras, toda mi
vida era como una maldición. Un velo negro de desgracias. Mordisqueé
un mechón de mi cabello.
Quizá fuese mi destino ser infeliz.
Cuando tuve cerrado mi casillero, me di cuenta de que una multitud se
había reunido alrededor. Conversaciones ahogadas llenaban el
vestíbulo, pero cuando la multitud me vio, callaron y me miraron
fijamente. Olivia sofocó una risita y Amy se tapó la nariz. Miré detrás de
mí, esperando que alguna otra cosa que no fuera yo, fuese esta vez el
blanco de su ira. Pero solo había un niño que jugueteaba con el agua de
la fuente, sorbiéndola ruidosamente. Definitivamente, era yo.
11Cujo: Nombre del personaje del libro de mismo nombre escrito por Stephen King,
donde un san Bernardo llamado así aterroriza a una ciudad.
¿Y ahora qué? Tiré de mi camiseta nerviosa mirando al suelo, pero
continué avanzando. Me negué a dejarles intimidarme. O al menos,
demostrarles que no lo estaban consiguiendo.
La campana sonó y las conversaciones comenzaron de nuevo. La
multitud se separó, marchándose a su clase. Levanté los ojos del suelo,
apresurándome a recorrer el resto del camino hacia mi casillero.
Entonces supe sobre qué era toda esa excitación.
Escrita en bien definidas letras en mi casillero con un pintalabios rojo
cereza había una palabra: BRUJA.
ejé la cabeza gacha en cálculo, sólo alzando la mirada cuando
Roman entró tarde en clase, disculpándose con la profesora. Se
sentó tres filas por delante de mí y me echó una fugaz y
simpática sonrisa.
Genial. Probablemente vio la palabra de mi taquilla, y ahora se
compadecía de mí. No quería lástima. Sólo quería paz. Paz para ser yo,
quien fuese yo. Realmente no entiendo por qué Olivia me odiaba tanto.
Ni siquiera me conocía.
Ya que no tuve la oportunidad de limpiar la porquería que quedaba en
mi taquilla, me decidí por enviarle un mensaje a Taylor durante la clase
para que supiera lo que estaba pasando. Tecleé: la señorita Perfecta dejó
un mensaje desagradable en mi casillero : S
Vi como Taylor, que estaba sentada dos asientos delante de mí, sacaba
su teléfono y echaba un vistazo. Sacudió la cabeza en lo que supuse
sería disgusto, comprobamos al maestro para asegurarnos de que no
estaba mirando y escribió en su teléfono. Un segundo después, mi
teléfono vibró y lo abrí: esa chica tiene problemas. Será zorra.
Me reí para mis adentros. Era genial tener una amiga como Taylor,
incluso mejor que tía Eva le hubiese dado el visto bueno. La campana
del almuerzo sonó y Taylor y yo nos escabullimos hacia mi taquilla,
mientras yo le ponía al día con lo que había sucedido.
—El año pasado molestaba a otra chica. —Taylor puso los ojos en
blanco—. Se mudó, así que supongo que eres su sustituta.
—Qué suerte la mía.
Doblamos la esquina, encontrando una fila tras otra de metal gris, sin
marcas de pintalabios a la vista.
D
—Es verdad, tu taquilla está bien —dijo Taylor, echando un poco la
cabeza hacia atrás.
Sorprendida, me acerqué, deslizando la mano sobre el lugar donde la
palabra «bicho raro» había estado.
—¿Crees que el conserje la limpió?
Ella se encogió de hombros.
—Probablemente —respondió ella con una sonrisa—. Olvídate de eso.
Venga, vamos a comer.
Nos dirigimos por el pasillo hasta la cafetería, y la cara de Taylor se
volvió solemne de nuevo.
—Hey, lo siento mucho por tus padres —le dije—. Pero apuesto a que lo
solucionarán. Los padres discuten, es lo que hacen.
Ella exhaló un suspiro.
—Espero que sí... pero esto parece diferente. Mamá ha estado actuando
rara últimamente, lo que para ella es decir algo, y oí que llamaba a mi
padre psicótico. —La cara de Taylor sonrojó—. Nunca lo había visto tan
enojado.
—La gente dice un montón de cosas cuando está enojado. Intenta no
preocuparte. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero apuesto a que
volverá —dije, jugueteando nerviosamente con mi collar de amatista,
esperando por el bien de Taylor que tuviera razón.
Ella sonrió a medias.
Entramos en la cafetería y Jack saludó desde una mesa junto a la
ventana en la otra parte del salón. Chase estaba junto a él, hablando
con algunos más de la mesa, pero siguió la mirada de Jack hacia
nosotras y sonrió. No podía dejar de pensar en lo guapo que era. Él era,
en realidad, todo lo que siempre había querido. Apuesto, dulce, con los
pies en la tierra y bueno, normal.
Inmóvil, mi estómago dio un vuelco cuando mis ojos vagaron hasta
Roman, que estaba sentado en otra mesa usando todo el poder de sus
ojos del color de la crema de cacao en mí.
—Hey, Tay, dame un minuto, ¿vale?
—¿Ese debe ser el chico de pelo oscuro que mencionaste antes? —
preguntó, señalando con la cabeza en dirección de Roman—. Ten
cuidado. Tu amante parece peligroso. —Se echó a reír cuando empezó
a alejarse, buscando en su bolsa de almuerzo y lanzándome una
naranja—. Aunque está bueno, le daré eso —dijo con un guiño.
Sacudí la cabeza.
—Lo que tú digas —dije mientras cogía la naranja el aire—. Roman está
bien —dije, aunque mi estómago se retorció ante sus palabras.
Roman torció un dedo hacia mí, con una sonrisa curvando su boca
perfecta, mientras hacía mi camino a través de la habitación ruidosa
hacia su mesa.
—¿Ha habido suerte? —preguntó Roman, cuando lo alcancé.
—Hola a ti también —repliqué con una sonrisa.
Roman metió la mano debajo de la mesa, deslizándola hacia abajo de mi
muslo y me apretó la rodilla.
—¿Cómo está hoy mi mariposa? —Me dio una mirada ardiente. Fue
como si una corriente eléctrica se sacudiese a través de mí.
Tomaría ese por encima de un hola en cualquier momento.
—Estoy bien, pero no hubo suerte en encontrar la daga si es eso lo que
quieres decir... Pero... —Hice una pausa, inclinando mis dedos por mi
escote.
Los ojos de Roman vagaron hasta mi pecho.
—Tranquilo, machote. —Me reí.
—Ya quisieras.
Saqué la foto del bebé que había encontrado y se la entregué.
—¿Sabes quién es? —pregunté, señalando a la mujer de pelo negro que
me sostenía en la foto.
Roman parpadeó y entrecerró los ojos a la fotografía. Parecía pálido por
un momento antes de devolvérmela. Se encogió de hombros.
—¿Una amiga de tu madre tal vez? —sugirió.
Giré la foto, apuntando a las palabras escritas en la parte posterior.
—Sí, probablemente, pero la pregunta es... ¿Quién es mi madre? —
Levanté una ceja—. Mira, está escrito como si la mujer del cabello
oscuro fuera mi madre, y que... bueno, mi madre fuera en realidad una
amiga. ¿Seguro que no la has visto antes? —insistí.
—Sin duda es extraño, pero creo que tienes que concentrarte en
encontrar la daga en estos momentos. —Frotó su mano contra mi
espalda—. Ya tenemos suficientes quebraderos de cabeza.
—Pero…
Metió la mano en mi bolsa de comida en la mesa, delante de mí, y sacó
mi sándwich, haciendo un gesto para yo comiera.
—No te preocupes, lo averiguaremos todo una vez que estés en la
aceleración. Tendremos todo el tiempo del mundo, Jewel. Ahora
tenemos que centrarnos en la búsqueda de la daga.
Miré alrededor para estar segura de que nadie lo escuchaba llamarme
por mi nombre real, y con un suspiro, desenvolví mi bocadillo envuelto
en papel y le di un mordisco.
Me gustó la forma en que utilizó la palabra «nosotros», como si
fuéramos a estar juntos en esto durante mucho tiempo. Reproduje sus
palabras, todo el tiempo del mundo, deseando que fuesen verdad. Pero
por la forma en que las cosas estaban yendo, no estuve tan segura de
eso.
Como si sintiera mi inquietud, me dio una sonrisa burlona, echándome
un guiño a través de los largos mechones de pelo que parcialmente
cubrían uno de sus ardientes ojos.
—Tu sei bella —me susurró en italiano. Por mis viajes por el mundo, yo
sabía lo que eso significaba: «Eres hermosa».
Una chispa se encendió dentro de mi cuerpo, extendiendo calor a lo
largo de este, y cerré los ojos un momento, queriendo que todos los
contornos de su cara y sus deliciosos labios, se grabaran en mi mente
para siempre... sólo por si acaso.
***
Taylor condujo tranquilamente de vuelta a su casa después de la
escuela, como si fuera el último lugar en la tierra al que ella quería ir.
Pensé en invitarla a mi casa en su lugar, pero rápidamente me quité esa
idea.
Realmente, no debería haber ido con Taylor en primer lugar ya que
tenía cosas más importantes que hacer, como buscar la daga.
Pero Taylor necesitaba una amiga, y me prometí a mí misma que no me
quedaría mucho tiempo.
Ella aparcó en frente de la entrada de la casa, abrió su ventana y puso
los números de la clave en un teclado. Las puertas se abrieron,
revelando un sinuoso camino empedrado que conducía a una enorme
casa de piedra gris.
—¿Vives aquí? —le pregunté con la boca abierta, mientras Taylor
entraba y las puertas se cerraban tras nosotras.
—Tal vez no por mucho tiempo —murmuró Taylor—. Si mis padres
terminan divorciándose, estará a la venta en poco tiempo.
—Es preciosa.
Taylor se encogió de hombros:
—Renunciaría a ella en un santiamén sólo para tener a mis padres en
su estado normal de nuevo.
—Sé lo que quieres decir —dije. No importa cuánto, o lo poco que
tengas, si no eres feliz, nada de lo que tengas importa. De entre todas
las personas, yo tengo totalmente ese concepto—. ¿Quieres escuchar
algo de Taylor Swift? —pregunté, recordando que le gustaba la música
de esa chica, y tratando de salir de su reflexión.
Taylor puso el coche en el aparcamiento.
—Pensé que íbamos a nadar ya que hace calor fuera.
Empecé a abrir la puerta del coche, pero luego me detuve y me giré en
el asiento para tener cara a cara a Taylor.
—Eso sería genial, pero no he traído traje de baño.
—No pasa nada, puedes tomar prestado uno de las míos de cuando
tenía unos doce años… —bromeó—. Estás tan gorda... —dijo,
mirándome con una cara seria antes de estallar en carcajadas mientras
yo me quedaba boquiabierta—. O sea, gorda con un ph al frente —dijo,
y las dos nos reímos este momento—. Hablando en serio, ¿qué tienes,
una talla cero?
—Oh, por favor... más como una talla cuatro. —Me reí—. Todo el
esfuerzo de mudarse tanto hace perder el apetito.
—Bueno, ahí lo tienes, divorcio de mis padres y la mudanza, ¡tengo que
pasar de una talla diez a una cuatro! —Ambas saltamos del coche y me
miró por encima del capó—. Siempre hay un lado bueno, ¿no?
—Cierto —contesté. Golpeé los nudillos contra el capó del coche—. Pero
si estás perfecta tal como eres. Eres preciosa. Al parecer, Jack piensa lo
mismo. — Moví las cejas hacia ella—. Y bueno, en realidad, tienes un
buen culo —dije mientras caminaba a su lado y golpeaba la cadera
contra la suya—. No es que te esté mirando ni nada.
—Eso es cierto —dijo con una sonrisa—. De algún modo me gustan mis
curvas.
Taylor abrió la puerta de delante, urgiéndome a entrar. Una ráfaga de
aire frío me golpeó y abrí la boca, pero no sólo por el frío. El lugar era
como un museo. Una gran mesa antigua se extendía ante mí en el
vestíbulo, con el busto de yeso de un niño. Elegantes candelabros
adornaban algunas paredes. Un ejército de lámparas con forma de
arañas se precipitaba desde lo alto del techo de la catedral como un
mar de diamantes brillantes que estallan desde el cielo. Y envuelto en la
pared del fondo había un tapiz de una mujer en un carro, tirado por
enormes pájaros con alas doradas.
—Es del siglo XVII —indicó Taylor, asintiendo con la cabeza al tapiz—.
Mamá colecciona arte antiguo. Algunos son hermosos y otros
simplemente son espeluznantes y raros, si me preguntas. No hagas caso
de las cosas raras. —Agitó su mano en el aire—. Y disculpa por lo de la
aire acondicionado. A mamá le gusta fresquito. La menopausia, dice.
Cautelosamente, esquivé la mesa y seguí a Taylor hacia la escalera.
Después de unos diez pasos se alzaba un amplio rellano con más
artefactos. Mis ojos se dirigieron hasta un alto sarcófago egipcio de oro.
—¿Eso es lo que yo creo que es?
—Di hola al rey Tut —dijo Taylor, con una carcajada, dando
palmaditas—. Vamos, mi habitación es por aquí.
Abrí los ojos ampliamente.
—Realmente aquí no hay una momia, ¿verdad?
—A mamá le gusta bromear con que sí, pero voy a revisarlo ni nada.
¿Mencioné que mamá es un poco excéntrica? Aunque también es guay.
—Taylor subió las escaleras de dos en dos mientras que yo aceleré el
paso para ir a su ritmo.
—Ya podrías querer darme un walkie-talkie o algo —bromeé.
Taylor sacudió la mano hacia delante, corrió a su habitación y abrió la
ventana. El aire caliente se precipitó adentro, y me lancé al otro lado de
la habitación y me quedé ahí de pie. Un dosel blanco en una cama de
matrimonio, a juego con un vestido y tocador llenaba el espacio. Su
funda nórdica era de color aguamarina con remolinos en marfil que me
recordaron la arena suave y un océano tropical. En la mesilla de noche
había una foto enmarcada en la que supuse que eran sus padres
quienes la abrazaban y otra de Jack.
—Bonito lugar. Me gusta mucho más que lo de ahí fuera —admití.
—Sí bueno, mi habitación está fuera de los límites del cementerio de
recuerdos de mamá —dijo Taylor con un pulgar hacia arriba.
Detrás de la puerta del armario colgaba un largo vestido malva.
—Chica, me encanta el vestido —dije, señalándolo.
Taylor comenzó a hurgar en sus cajones.
—Oh, ¡gracias! Es para la fiesta de graduación. ¿Cómo es el tuyo? —
¡Mierda! Me había olvidado de la fiesta de graduación, pero enseguida
recordé que no iba a ir de todos modos. Estaría fuera de Pomona Park,
tan pronto como encontrara la daga. Entrelacé los dedos con fuerza y
apreté, quitándome la tensión.
—No tengo el mío todavía. —Me encogí de hombros—. Supongo que
tendré que conseguir uno.
—Dios, cierto, se trata de la graduación. Ya sabes, vestido... cita...
quedarse hasta tarde... ¿divertirse? —Ella se echó a reír y me lanzó un
bikini que cogió del fondo de su vestidor.
—Tú tienes una cita, ¿verdad?
Cogí el bikini, pensando que realmente se veía como si le perteneciera a
ella cuando tenía doce años. El escaso trozo de tela blanco de dos
piezas estaba atado con tiras de corazoncitos de color rosa y púrpura
brillante. Arrugué la nariz, y a continuación levanté una ceja hacia ella,
riendo.
Taylor se encogió de hombros alegre.
—Lo siento, es todo lo que tengo que vaya a encajar en ese cuerpo sexy
tuyo.
Respiré hondo.
—Está bien, de verdad, gracias.
—¿Entonces, capto que no hay cita para el baile? —presionó,
cambiándose a al traje de color dorado frente a mí.
Volví la cabeza hacia otro lado.
—No —respondí—. Da a esta chica un respiro, ¿quieres? Me acabo de
mudar aquí. —Me puse de pie después me figurarme que ya había
tenido el tiempo suficiente para cambiarse, y le di un empujón
juguetón—. ¿Puedo cambiarme en el baño?
Taylor terminó de atarse su parte superior, se acercó a la puerta de su
habitación e hizo un gesto hacia abajo el pasillo masivo.
—La segunda puerta a la derecha.
Los suelos de madera fresca crujieron debajo de mis pies descalzos. Yo
estaba ansiosa por cambiarme para que pudiéramos salir de allí y de
nuevo al sol de Florida. Cuando llegué a la puerta del baño, me di
cuenta de una estatua al final del pasillo. Entrecerrando los ojos, noté
que era una gárgola. Torcí el gesto.
—¿Una gárgola? —murmuré para mis adentros.
Excéntrica es poco.
Me metí en el baño y rápidamente me puse el bikini de corazones.
Mirando mi reflejo en el espejo, sonreí.
A pesar de parecer una morena Barbie Malibu, me pareció que me
quedaba bastante bien.
Empecé a recoger mi ropa del suelo, cuando apareció Taylor.
—¿Estás lista?
—Sí, yo…
Taylor corrió y pasó sus dedos a lo largo de mi marca de nacimiento.
—Hey, ¿qué es eso?
Un pequeño grito salió de mis labios. Poniendo mi mano sobre mi
hombro, me aparté. Había olvidado por completo mi marca de
nacimiento. ¿En qué piensas?
—No es na-nada. Ya sabes, sólo un problema en la piel. No, no es gran
cosa —tartamudeé—. Y no puede darme el sol. —Me di la vuelta y
separé la camisa de mis pantalones y calcetines, poniéndomela.
—Está bien, lo siento. No quise asustarte.
Estuve con mi espalda torcida tratando de recuperar el aliento.
Nadie había visto nunca mi marca de nacimiento, aparte de mi familia,
y me habían advertido de lo que mostrarla significaría.
Taylor puso su mano suavemente sobre mi espalda.
—Lo siento. —Sacudí lejos los malos pensamientos. Era Taylor, me
recordé, no alguien que fuera a matarme.
Me di la vuelta y asentí con la cabeza, sonriendo.
—No hay problema, vamos.
Bajando por las escaleras, rápidamente me deslicé por el espeluznante
sarcófago que era un par de centímetros más alto que yo.
Una sensación de picazón caliente me atravesó, advirtiéndome de que
aquí había algo. El hecho de que un sarcófago y una gárgola estuvieran
en su casa me ponía nerviosa, pero me recordé que Taylor había vivido
en Pomona Park durante años, así que no podía estar siguiéndome para
matarme. Me concentré en el hecho de que la madre de Taylor era sólo
lo que Taylor había dicho, excéntrica.
Agradecida de estar afuera en el sol caliente y fuera de la Antártida, me
dirigí a una silla de jardín junto a la piscina en forma de riñón. Una
piedra que echaba agua salpicaba rítmicamente en la parte trasera de la
piscina, y largos delfines propulsaban a cada lado de los pasos que
descendían en la piscina.
Sostuve mi cara hacia el sol, agradecida por su calidez, y a
continuación arrugué el dobladillo de mi camiseta, lo enlacé hacia
arriba y lo até de mi bikini. Taylor subió las rocas de piedra y entró,
luego nadó hacia el lado de la piscina, y levantó los codos al bordillo
para mirarme. Abrió la boca para hablar, pero de repente desvió la
mirada por encima del hombro, con la boca abierta.
Me di la vuelta para ver a Jack saltando la cerca... seguido de cerca por
un Chase sin camisa y una reluciente piel.
espués de que Jack explicó que él y Chase habían decidido
hacer novillos en la práctica de fútbol, se metió en la piscina
con Taylor. Chase se sentó junto a mí en una silla de patio.
—Espero que no te importe que acabemos de estrellar la cosa entera de
la chica de la fiesta —dijo Chase, echándose hacia atrás sobre los
codos—. Jack estaba preocupado sobre Taylor con todo lo que sucede
en su vida, y bueno, cuando me enteré de que también venías aquí,
¿esperaba que estuvieras feliz de verme? —preguntó, y luego sonrió
vacilante.
Su piel bronceada y dorada brillaba bajo el sol caliente, y mis ojos
fueron a la deriva de los suyos, a sus abdominales. En ese caso no
sabía si había una chica en la Tierra que no estuviera feliz de verlo.
Obligué a mis ojos a subir a sus ojos azules, le devolví la sonrisa.
—Por supuesto que estoy feliz de verte.
Jack y Taylor estaban enfrascados en una conversación en un lado de
la piscina, y Chase, hizo un gesto con la cabeza, preguntándome si
quería nadar. Me estaba calentando, y Chase medio desnudo a mí
alrededor no ayudaba, así que estuve de acuerdo.
Chase me agarró la muñeca y tiró de mí hacia arriba.
—¿Qué pasa con la remera? ¿Qué escondes ahí debajo, Hoja de Arce? —
Mis mejillas se calentaron, y me tiré con una sonrisa.
Buceando bajo el agua, nadé hasta la parte más profunda hasta que
pude oír el brote de la cascada artificial. Seguí nadando hasta que fui
todo el camino debajo de ella. En ese momento, me sentí tan libre que
D
me habría gustado permanecer abajo por siempre. A pesar de que sólo
me hundí un par de metros debajo de la superficie, me imaginé que
estaba a un mundo de distancia de todas mis preocupaciones. Cuando
ascendí a tomar aire, me agarré a la roca en el borde de la cascada. Era
hermoso ver los pedazos revoloteando de azules y blancos mezclados,
caer a mi lado.
La cabeza de Chase apareció a pocos metros de distancia.
—¿Estás bien? —preguntó, nadando a mi lado.
Busqué en su rostro alguna pista acerca de lo que él podría querer decir
y no conseguí ninguna.
—Sí, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? —Mordí un lado de mi labio,
preguntándome si debería siquiera estar hablando con Chase. Quiero
decir, no lo conocía realmente, y no podía confiar en nadie. Sobre todo
ahora.
Chase se giró hasta que su espalda estaba apoyada contra la pared de
la piscina.
Abrió los brazos y se sostuvo con ambas manos.
—Por lo que Olivia hizo.
Una vez más me sonrojé.
—¿Cómo sabes eso?
Chase suspiró.
—Creo que casi todo el colegio lo sabe, True. —Él miró lejos y luego a
mí—. Me siento mal por eso, también, como que es mi culpa.
—¿Tu culpa?
—Bueno, es solo que tiene la mira en ti porque me gustas. Olivia no
sabe cuándo marcharse, ¿sabes? De todos modos, lo siento, y creo que
me las arreglaré para limpiar el desorden que dejó en tu casillero.
Mis cejas se alzaron por la sorpresa.
—¿Limpiarás mi casillero?
Chase se acercó más a mí y cepilló el pelo mojado en mi hombro.
—Sí, y lamento que estés teniendo un momento difícil en la escuela.
Quisiera poder hacer las cosas mejores para ti. Me gustaría intentarlo,
si me lo permites.
Le sonreí y sus ojos se suavizaron.
Levantando su mano a mi mejilla, frotó el dorso de sus dedos a través,
suavemente. Inclinándose, me susurró al oído:
—Me gustas, True…
Su aroma familiar me envolvía, quitándome el aliento. Abrí mi boca
para jadear y puso sus labios sobre los míos, suavemente al principio, y
luego con avidez, hasta que mi cabeza empezó a dar vueltas, un fuego
ardiente creció dentro de mí.
La cara de Roman entró en mi mente, y yo di vueltas con el recuerdo de
su beso.
Apoyé la mano sobre el pecho de Chase para detenerlo, para alejarlo,
pero él apretó los músculos del pecho, dejando caer su brazo alrededor
de mi cintura y tirándome cerca mientras profundizaba el beso. Me
apoyé contra las rocas y empujé las manos contra sus brazos hasta que
me soltó.
Hundiéndome debajo del agua, sacudí la cabeza, permitiendo que la
frescura aclarara mis pensamientos antes de volver arriba.
Después de unos momentos, resurgí y nadé un tramo para volver a él.
—Lo siento mucho, no es que no seas impresionante, y genial, y todo. —
Luché por las palabras adecuadas para tratar de no hacerle daño. De
todas las personas, no quería herir a Chase. Una parte de mí no
entendía por qué no podía sólo devolverle el beso, ¿estar con él? Fue
increíble, sexy, y aún mejor, le gustaba. Yo. La Bruja.
Chase suspiró.
—¿Qué es entonces?
Me mantuve a flote en el agua delante de él, mi estómago retorciéndose
con culpa.
—Mi vida es confusa en este momento, Chase, y probablemente me
mudaré pronto, y bueno… más o menos por otra persona.
Chase hizo una mueca y cerró los ojos un momento, gimiendo.
—Es ese chico nuevo, ¿no? ¿El que vi un par de veces contigo?
Asentí.
Chase frunció el ceño.
—Pero dijiste que eran solo amigos.
Estiré mi brazo a las rocas de nuevo, agarré una para sostenerme, y lo
enfrenté.
—Somos amigos. No sé qué otra cosa somos. Es todo muy confuso.
Incluso para mí.
—Suena como el amigo del pueblo, el único que lo está arruinando, si
no estás segura. No tiene que haber ninguna duda. —Chase se encogió
de hombros y me sonrió—. Si cambias de idea, créeme, me aseguraré de
que sepas que te quiero. Sé que estaré allí para ti, y estoy
absolutamente seguro de que nunca te dejaría ir. —Me dio un beso en
la mejilla suavemente, y se echó hacia atrás.
«¿Qué es lo que te pasa?»
Esas cinco palabras resonaron en mi cabeza. Chase estaba bien. Roman
admitió que no podía estar conmigo. Pero también dijo que no sentía
haberme besado. Y si él quería estar conmigo, supe cuando Chase me
besó que no estaba bien, porque era Roman en quien pensaba.
—¿Y dices que podrías estar mudándote? —Chase arrugó su cara con
sorpresa, sacándome de mis pensamientos.
—Eso parece. A papá le ofrecieron un trabajo nuevo y genial en
Sacramento —mentí. Al momento en que lo hice, mi estómago se
retorció por la culpa, y sabía que tenía que escapar.
¿A quién estaba engañando? No podía ser amiga de Chase. Los amigos
no se mienten entre sí. No se lo merecía. Yo no lo merecía a él.
—Me tengo que ir, Chase. Gracias por limpiar mi casillero. Eres el mejor
—le dije antes de saltar fuera de la piscina.
Miré al otro lado de la piscina, donde Taylor y Jack estaban en medio de
una sesión de besuqueo.
—Dile a Romeo y Julieta que tuve que correr, ¿quieres?
Chase salió.
—¿Quieres que te acompañe afuera?
—Nah, está bien, estoy bien. —Saludé con la mano y luego me volví,
corriendo dentro de la casa. Mi piel húmeda se erizó en piel de gallina al
instante, cuando el aire acondicionado me golpeó. Como entrar en un
congelador—. Es como una morgue aquí —murmuré, frotando mis
manos arriba y abajo por mis brazos.
Corrí a través de la cocina, con los pies húmedos deslizándose contra el
suelo de mármol, en dirección a la escalera. Los ojos Egipcios en el
sarcófago se quedaron mirándome, pero me mordí el labio y tomé los
escalones de a dos a la vez, evitando el contacto visual.
Me dirigí al baño donde había dejado mi ropa, todavía molesta por tener
que dañar a Chase, y noté las luces parpadeantes al final del pasillo.
Proyectaban sombras bailando a través de la gárgola misteriosa que
estaba posada como un portero, a la espera de sus órdenes.
La voz de alguien resonó contra las paredes, sorprendiéndome. Seguí el
sonido al final del pasillo y me oculté detrás de la estatua espeluznante,
la curiosidad obteniendo lo mejor de mí. Sus alas estaban extendidas
como un murciélago en vuelo, y sus ojos estaban hechos de piedras rojo
carmesí que hacían que parecieran láseres. Presionando mi espalda
contra la pared, mordí mi dedo para no gritar. Me tranquilicé a mí
misma con que la gárgola estaba hecha de piedra, por muy inquieta que
pareciera, me asomé y vi dentro al cuarto oscuro de donde venía la voz.
Una mujer de rodillas, de espaldas a mí en el centro de la habitación
rodeada por dos filas de velas. Estreché mi mano sobre mi boca,
asustada jadeé en voz alta. Una pequeña hilera de velas blancas
goteantes, creaban pequeños charcos de cera fundida en el suelo.
Detrás de la pared de blanco había una mezcla de velas rojas y negras y
le mujer sostenía una cinta de raso blanco.
Su voz se elevó mientras cantaba.
—Con esta cinta suplico por el poder, cada vez más fuerte por hora.
Para que me haga valiente cuando sea débil. Para concederme la
sabiduría que busco. Para el acceso a verdades no contadas, y la sangre
de la bruja para pronto revelarse.
—¡True! —llamó la voz de Taylor desde la planta baja.
La mujer se dio vuelta, y tiré la cabeza nerviosamente detrás de la
gárgola.
¡Un chasquido! Estoy tan atrapada ahora. Reconocí a la madre de
Taylor de la imagen en su mesita de noche. Sus palabras se quedaron
en mi cabeza. ¿Sangre de bruja para pronto revelarse?
¿Era una bruja también, o trataba de convertirse en una? Pensamientos
espeluznantes entraron como una tromba, abrumándome. ¿Ella sabía
de mí, estaba planeando hacerme daño?
La tía Eva dijo que estaba bien estar aquí, pero el conocimiento era sólo
parcialmente tranquilizador. Inclinando mi cabeza, vi que se había
apartado, apagando las velas y deslizándolas dentro de una bola.
Aliviada de que no me vio, corrí por el pasillo sin mirar atrás.
Mi corazón zumbaba en mis oídos cuando llegué al cuarto de baño y me
sumergí en el interior rápidamente. Cerré la puerta detrás de mí y luego
me apoyé en el mostrador, estabilizándome.
—¿True? —llamó Taylor desde detrás de la puerta del baño un par de
minutos más tarde.
—Uh-huh. Me acabo de cambiar, Tay. ¿Me das un minuto? —le
contesté, manteniendo mi voz.
—Seguro.
Me cambié rápidamente y tiré mi pelo en una cola de caballo, ansiosa
por salir de ahí.
—¿Mamá? ¿Qué haces en casa? —Escuché decir a Taylor. Me tensé.
—Oh, hola, cariño. Mi reunión fue cancelada. No me di cuenta de que
estabas en casa.
Pegué la oreja a la puerta en caso que hubiera algún comentario que
debiera recordar. ¿Sabía Taylor en lo que estaba su mamá, o peor, era
Taylor realmente una bruja y simplemente no me lo estaba diciendo?
Realmente no podía culparla si ese era el caso, dado que no estaba
exactamente dando una gran cantidad de información y honestidad de
mi misma. Pero entonces, si Taylor sabía que su madre estaba en la
brujería, ¿por qué su mamá pareció entrar en pánico cuando oyó que
Taylor estaba en casa?
—True está aquí —dijo Taylor.
Después de una larga pausa la mamá de Taylor habló.
—Eso está bien, querida. No mencionaste que iba a venir. ¿Ustedes
chicas quieren algo de comer. —Sus palabras eran inestables.
Tomé una respiración profunda, alcé mi mochila en mi hombro, y luego
abrí la puerta lentamente. Al salir al pasillo, me aclaré la garganta y
dije:
—Hola, Sra. Snow. —Estiré mi mano para estrechar la de ella, y ella la
agarró con firmeza. Parecía bastante normal. El pelo rubio con un corte
estilo pixie, maquillaje tan perfecto, era como si la mujer anduviese por
los alrededores con su propio estilista. Era difícil creer que era la
misma mujer que vi cantar sobre una cinta hace unos minutos.
—¿Tienes hambre, True? —preguntó Taylor, retiré mi mano de la Sra.
Snow con una sonrisa y miré a Taylor.
—No, gracias. Realmente tengo que ir a casa.
Taylor me dio un golpecito en el hombro.
—Es por eso que entré. Estaba preguntándome cómo planeabas llegar a
casa. Te fuiste tan rápido que podría haber jurado que te brotaron alas
o algo así.
Me eché a reír.
—Estabas un poco atareada —le dije con una sonrisa.
Taylor soltó una risita.
—Solo voy a darle a True un aventón a su casa, mamá. Nos vemos en
un rato, ¿de acuerdo?
La mirada de la mamá de Taylor vagó sobre mí y luego otra vez a Taylor.
—Está bien. No te tardes, voy a pedir pizza.
¿Pizza y sangre de brujas tal vez?
Cuando caminábamos al coche de Taylor, de repente me sentí
claustrofobia. Demasiadas cosas estaban sucediendo al mismo tiempo,
mi vida era un desastre y necesitaba tiempo a solas para procesarlo.
Taylor parecía estar mejor ahora, parloteando sobre Jack y la noche del
baile escolar.
—Hey, Tay. Sabes, creo que caminaré a casa….
Taylor parpadeó dramáticamente hacia mí.
—¿Caminar? Pero es como un kilómetro y medio. ¿Estás bien?
—Estoy bien, en serio. No te preocupes por mí. Cuida de ti y de tu
madre. —Señalé con la cabeza hacia la casa—. Solo necesito un poco de
aire… algo de aire caliente… ya sabes ahora que me voy de la cámara
frigorífica —resoplé—. Tal vez puedes quedarte atrás unos minutos
antes de volver, así que tu mamá no sabe que estoy caminando y envía
los perros detrás de mí.
—¿Tía Cujo?
—Sí —le dije con una sonrisa, retrocediendo hacia la puerta—. Nos
vemos mañana. Gracias por la natación.
Taylor caminó lejos de mí, presionando un botón para levantar la
puerta, y me fui.
La casa de Taylor estaba en una carretera aislada, y en ese momento,
estaba agradecida por el silencio. Una cálida, rápida brisa presionó
contra mí y las hojas en los árboles por encima de mí se agitaban,
girando como bailarinas. La grava crujió bajo mis pies, el sol caliente de
Florida calentaba mi piel, y las flores de colores crecían en los campos
silvestres. Debería haber disfrutado del paseo y la belleza que me
rodeaba, pero no lo hice. No pude. Me sentía ansiosa. Ansiosa por llegar
a casa. Atemorizada por las sombras bajo los árboles y las incógnitas
detrás de los arbustos.
Pronto mis pies tocaron la acera, y la bofetada de mis sandalias sondeó
en el silencio. Entonces, alguien gritó.
Mi piel se erizó y el vello de mis brazos de paró. Giré para encontrar la
fuente del sonido, sólo para ver a una pequeña niña riendo tontamente
y gritando mientras su padre la perseguía alrededor de la casa, al patio
trasero.
Solté un suspiro de alivio.
En serio necesitaba relajarme.
Pero no podía. La calle casi vacía parecía de mal agüero, y una chispa
de mi energía fluya a través de mí. Lo que esperaba que fuera un paseo
tranquilo se estuviera convirtiendo rápidamente en uno paranoico.
Aceleré mis pasos, notando varios coches que cruzaban la intersección
a pocas cuadras de distancia. Me hubiera gustado llevar zapatillas para
correr, ya que correr con sandalias no era una tarea fácil.
Un hombre salió de un camino delante de mí, cubierto de sudor,
haciéndome saltar y chillar. Levantó la mano como si fuera a pedir
disculpas y continuó corriendo detrás de mí. Sus ojos me estudiaron al
paso.
Todo de repente parecía tan surrealista, y me sentí como un perro con
audición mejorada. Todo el ruido de fondo que normalmente no notaba
de repente sonaba. Los pasos del hombre disminuyeron detrás de mí en
la distancia, hasta que se detuvieron. El zumbido de un automóvil
creció cada vez más fuerte en la distancia. Me giré alrededor para ver al
hombre parado detrás de mí, mirándome y hablando por su celular.
Caminó despreocupadamente hacia mí, con ojos hundidos.
¡El auto! Encuentra el auto. Te van a ayudar. Me agaché, arrancando
mis sandalias y arrojándolas al hombre. Agarré los tiradores de mi
mochila, lista para pegarle con ella si me tocaba, escapé, mis pies
golpeando el pavimente mientras corría. Escuché con atención el
zumbido del motor, concentrándome. Alcanzando la esquina, giré a la
derecha y vi al coche en rumbo a mi dirección.
Respiraciones pesadas tamborileaban detrás de mí.
—¡Ayuda! —grité.
El auto se detuvo. Llamé a la ventana, presa del pánico.
—¡Por favor, déjeme entrar! —Un vistazo rápido me reveló que el
hombre había ralentizado su ritmo, pero que aún marchaba
rápidamente hacia mí.
La cerradura se abrió y me subí al asiento trasero.
—¡Ese hombre está persiguiéndome! Por favor, conduzca —rogué a la
mujer detrás del volante.
—¿Qué hombre, querida? —preguntó casi demasiado tranquila. Quiero
decir, el solo estaba a unos metros de distancia. ¿Estaba ciega?
—Allí .—Señalé hacia él con tono acusador.
Pero él siguió caminando hacia nosotras de manera constante,
mirándome fijamente a través del parabrisas, y a continuación, a la
mujer. Una sonrisa torcida cruzó su rostro.
Y entonces se me ocurrió de pronto y mis piernas hormiguearon, con un
entumecimiento creciente.
Una trampa.
Mi aliento se atrapó en mi garganta y golpeé el puño contra el asiento.
—¿Qué estás haciendo?
Con cara de piedra, ella cogió mi muñeca en un apretón de muerte. El
hombre se subió en el coche a mi lado.
—Déjenme salir —grité; tirando de la manija de la puerta ahora cerrada
con mi mano libre. La mujer dejó caer mi muñeca y condujo lejos.
—Compruébala, Henri —dijo la mujer sobre su hombro—. Depechez-
vous12, asegúrate de que realmente es ella.
¡Francés, está hablando francés! ¿Quiénes son estas personas?
El hombre alargó la mano hacia mí, levantó mi cola de caballo, y luego
pasó los dedos sobre mi cuello. Murmurando, levantó el borde de mi
camiseta, mirando mi espalda.
Arrojé mi brazo, golpeándolo en la cara.
—Aléjate de mí, pervertido. ¡Déjame ir!
Tiró de mi cola de caballo, tirando mi cabeza bruscamente hacia atrás.
—Quédate quieta, Espectral —susurró en mi oído.
Un frío repentino golpeó en mi corazón. El hombre sabía quién era yo.
Dejé de luchar, hundiéndome en la realidad de que realmente era la
Espectral. Me concentré en eso, y en lo que me pasó en la playa. Cerré
los ojos, tratando de calmar mi respiración e imaginé toda mi energía
nerviosa rodeándose a sí misma en una bola gigante alrededor mío,
hasta que finalmente, sus dedos pegajosos estaban fuera de mi piel, y
sus voces se convirtieron en un sonido sordo.
—¿Qué está pasando, Dominique? —preguntó Henri a la mujer.
Las náuseas retorcieron mi estómago, mezcladas con orgullo al mismo
tiempo.
Orgullo de que había logrado algo, cualquier cosa, por mi cuenta.
—Ella tiene razón —dijo Dominique, el rostro ceniciento—. Pero, ¿cómo
hizo para obtener ese poder? Su cumpleaños no es en más de dos
semanas. —Me miró fijamente—. Pero mírala, no lo puede sostener.
El sudor corría por los lados de mi cara y temblaba incontrolablemente.
12 En Francés, «Apúrate».
Mi cerebro se distorsionó, mis pensamientos difusos. Pero sabía que ella
tenía razón.
Aún podían verme tan claramente como yo a ellos. No era capaz de
crear una barrera como Roman hacía, e incluso si pudiera, sólo porque
no pudieran tocarme no significaba que podría escapar. Ellos sabían
quién era yo, y solo podía imaginar que quería hacerme ahora que me
habían encontrado. El pensamiento escalofriante disparó mi ritmo
cardiaco a nuevos niveles.
Pensé en Jayden y su reacción al enterarse que yo estaba muerta.
Apreté mis ojos con fuerzas mientras las lágrimas mojaban mis
pestañas. Quise que una idea viniera a mí, pero no conseguí nada.
Pronto la barrera que mantenía las indiscretas manos de Henri se
evaporaría. Giré mis manos juntas, demasiado débil para luchar contra
él. Él tiró mi manga izquierda, luego la derecha. Cuando vio mi marca
de nacimiento, la satisfacción se apoderó de él como una lluvia en el
desierto.
Henri pasó el brazo alrededor de mi hombro, acariciándolo suavemente.
—Buen intento. —Traté de ignorarlo, pero él solo me estrechó más
contra sí—. No te preocupes, ma cherie13. No vamos a hacerte daño. Solo
teníamos que asegurarnos de que eras tú realmente. Serás una adición
bienvenida a nuestro aquelarre.
13 En Francés, «Querida».
l auto repentinamente retrocedió y se detuvo. Las ruedas
continuaban girando al tiempo que Dominique permanecía
acelerando. El olor de la goma quemada junto al humo en el aire
me hizo toser. Henry volteo la cabeza para ver por la ventana trasera.
—Ve Dominique, es alguien de Agusti Forza.
Escalofríos corrieron por mi piel al sonido de las palabras familiares, así
como la cara de Dominique se volvió grisácea. Los Augusti Forza, mis
guardianes. Seguí la mirada de Henry y me di cuenta que no era un
Augusti cualquiera.
El seguro se abrió y la puerta oscilo abierta. Henry y Dominique se
sentaron congelados.
Era increíble cómo, en ese momento, al mirar hacia arriba a la cara de
Roman todo el miedo se fue de mí. Entró en el auto y me sujeto entre
sus brazos, acunándome con ternura.
Segura. Estaba segura en sus brazos. En un modo que nunca nadie me
había hecho sentir.
—Roman —susurré—. Viniste.
Roman rápidamente me llevo detrás de unos arbustos. Me deposito
suavemente en el césped.
—Claro que vine, mariposa. ¿Te hicieron daño?
Negué con la cabeza, atónita.
Roman frunció el cejo.
E
—Nunca me perdonaría si algo te pasara... —Miro por encima de sus
hombros y volvió a mirarme—. Nunca. —Sus dedos trazaron círculos en
mis hombros—. Tengo mucho que explicarte, solo espero que me
puedas perdonar. —Su voz estaba ronca—. Cuando creí que te había
perdido, supe que no podía…
—¿No podías qué? —Extendí el brazo y le sujeté la mano—. ¿Y
perdonarte por qué, Roman? No entiendo.
Sus ojos se centraron únicamente en mí, mirándome con cariño. Me
presiono hacia atrás. Mis hombros se hundieron en el césped al tiempo
que él se posicionaba a mi lado, su rostro a centímetros del mío. Se
movió haciendo que su nariz rozara la mía, se detuvo para besar cada
uno de mis ojos, mientras su mano se deslizaba hacia arriba de mi
brazo. Algo dentro de mí bailo y se convirtió en deseo. El sujeto mí
nunca logrando que mi rostro estuviera más cerca.
—No es momento de hablar —susurró contra mis labios—. Solamente
bésame.
—¿En serio? —exclamé sin aliento. Él corazón me latió en los oídos—.
No quiero lamentarlo luego.
—Yo estoy lejos de lamentarlo —dijo justo antes de que sus labios
tocaran los míos. Me pegue a él, mis dedos enterrándose en su cabello
y acercándolo más, absorbiéndolo. Sus labios de terciopelo se
amoldaron a los míos y me estremecí. Calor inflamaba mi piel,
esparciéndose como pólvora.
Las llantas de un auto chirriaron, seguido por una puerta abriéndose.
Seguido de otro. Los sonidos nos trajeron de nuevo a la realidad.
Roman dio un vistazo por encima de los arbustos, entonces se tumbó a
mi lado de nuevo.
Alargando en brazo, sujeto un lado de mi rostro. —No te muevas hasta
que vuelva por ti…sin importar lo que veas o escuches. —Hubo algo
afilado en su tono que hizo que mi estómago cayera.
Me senté.
—¿Qué está sucediendo? —susurré.
—Jewel —susurró con más urgencia, sosteniéndome—. Hablo en serio.
Tuve la repentina urgencia de salir corriendo tan rápido como pudiera
y alejarme de algún modo.
Me di cuenta de que no había un brebaje rojo de mamá. Ni un coma
inducido después del cual me despertaría en un lugar seguro, el
desastre evitado. El pensamiento me golpeó en el rostro y un grito
comenzó su camino a través de mi garganta.
En cambio, tragué saliva y asentí.
—¿A dónde vas? —Me atraganté.
—A hacerme cargo del trabajo.
Roman se deslizo furtivamente detrás de los arbustos en el camino. Mi
corazón se aceleró y mis palmas comenzaron a sudar. Me asomé por
detrás el arbusto. Dos hombres en traje se giraron para enfrentar a
Roman.
—¿A qué viene este lío? —dijo uno de los hombres al tiempo que Roman
se acercaba a él. Mis ojos se dijeron a sus lustrosas botas negras, con
sus pantalones ajustados negro nítido. Me obligue a mirar más allá del
botón de su camisa amarilla a su rostro serio. Su poco cabello sal y
pimienta peinado cuidadosamente.
El coche de los del pueblo francés permaneció inmóvil. Ya apenas
alcanzaba a distinguir la parte trasera de las cabezas de Henry y
Dominique. No se movieron. Era como si hubieran cruzado la mirada
con la misma Medusa. Un hombre joven vestido igual que el otro miró
hacia la ventana y gruñó.
—Son de la secta de París, Les Elus. —Se volvió para enfrentarse al
viejo, y me di cuenta de la marca de nacimiento rojo brillante al lado de
su ojo izquierdo.
Roman carraspeó. Cuando hablo su voz sonó alta y calmada, pero
escuché un borde en su voz.
—Yo estaba en su camino, y estos cabezas huecas estaban
siguiéndonos, tendiéndome una emboscada. —Roman señaló el auto.
El viejo cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Dijiste que estabas bien sobre su pista la semana pasada. No eres
más que tu viejo —se burló, con el asco mostrándose claramente en su
rostro.
La mandíbula de Roman se tensó para luego relajarse.
—La voy a encontrar, no te preocupes, Paolo. —Paolo metió los pulgares
en el cinturón.
—Ya ves, la preocupación es la única cosa que me va bien últimamente,
Roman. Confié en ti. Te di este trabajo justo antes de que nadie pensara
que estabas listo. —Empujó a Roman en el pecho, pero Roman ni se
inmutó—. Todos en Augusti me advirtieron que eras demasiado joven…
incluso tu querido padre, pero te tomé bajo mi ala. Te enseñe todo lo
que sé. Y en los ejercicios de entrenamiento saliste mucho más alto que
en los ejercicios de campo. ¿Entiendes que significaría para ti y el
Augusti si fallas? No solo serías juzgado, y la desgracia sería para tu
padre y para mí, sino que sería despojado del título por el que he
trabajado tanto. Vas a recuperar a la Espectral y la vas a llevar al
Augusti Forza. Y ella será eliminada antes que su conversión pueda
suceder.
Un escalofrió se deslizó por mi espina dorsal. Me mordí el labio tan
fuerte que casi sangro. ¿Que estaba diciendo? ¿Eliminarme? ¿El
Augusti Forza no me protegía? Roman me había dicho que eran mis
guardianes. Pero Henry nunca había dicho nada sobre querer matarme,
él dijo que iba a ser una bienvenida adición a su aquelarre, obviamente
no iba a hacer eso, pero nunca dijo que quería matarme.
Roman me mintió, mi estómago se agrió, torciéndose.
Aunque parezca increíble Roman mantuvo la calma. Se pasó de un pie a
otro, pero mantuvo su voz firme. Me recordó a un jugador de póker
perfectamente cualificado.
—Yo la llevaré con la daga antes de su cumpleaños. Puede confiar en mí
—les dijo. Yo quería salir corriendo pero mis piernas se sentían como
enterradas en cemento. Ya no sabía que creer. La cabeza me comenzó a
dar vueltas a medida que la ansiedad se apoderaba de mí. Me pasé las
manos por el cabello. ¿Qué es lo que el aquelarre Francés realmente
quería de mí? ¿Qué sucede con la mamá de Taylor? ¿Dónde está la
daga? ¿Quiénes son realmente el Augusti Forza? ¿Quién es Román y
que es lo que realmente quiere de mí?
Pero si Román realmente quisiera entregarme, este sería el momento
perfecto, y no lo estaba haciendo.
—Tienes una semana —dijo Paolo—. No me decepciones. —Se giró
señalando hacia el auto donde se encontraban Henry y Dominique los
cuales comenzaban a moverse—. Massimo hazte cargo de los criminales.
Massimo caminó hasta el frente del auto. Dio un vistazo alrededor para
asegurarse que nadie estaba observando. Yo me agaché más. Él puso
sus manos encima del capo del auto.
Román cerró sus ojos. Se limpió la frente con la parte trasera de su
mano, pero no se movió.
Salió vapor de las manos de Massimo y después se propago por todo su
cuerpo. Era como niebla pesada amontonándose de un pantano,
inundando al auto. Escuche un grito amortiguado viniendo de dentro.
Massimo se alejó. Mis ojos se ampliaron al ver que la niebla pesada
regresando a su cuerpo como una aspiradora. El auto, junto con Henry
y Dominique, se desvaneció.
Paolo se rió, graznando y gutural. Me recordó al Tío Boris cuándo se rió.
La Risa de Fumador la llamé.
Se volvió hacia Roman de nuevo, señalándolo.
—Una semana. Si no la encuentras y la llevas hacia nosotros,
volveremos. Las vidas de esas brujas se perdieron por ti. —Él señaló con
la cabeza el lugar donde había encontrado—. Si tú hubieras hecho bien
tu trabajo y la Espectral estuviera muerta, él no hubiera desaparecido a
esos dos. La Espectral es una abominación, lo sabes. Encuéntrala —
gruñó.
¿Una abominación?
Mis uñas se enterraron en mis palmas. Tenía la intensa urgencia e salir
corriendo y darle al chico de lleno en la cara. ¿A quién estaba llamando
él una abominación? ¿Que con el asno fumador Massimo? ¿Qué diablos
era él? Si yo era la Espectral, yo me iba a ir a todas las supernovas de
él. Hundí la cabeza en mis manos y me frote las sienes, el pulso me
latía contra los dedos. Probablemente es por eso que me querían
muerta. Tienen miedo del poder que se supone obtendré, mirando de
nuevo hacia arriba.
Roman sonrió con fuerza.
—Estoy en ello, ella estará en sus manos dentro de una semana.
Si esta era su cara de póquer, debería irse a las Vegas. Sería
multimillonario en una semana.
—Mejor cumples —advirtió Paolo. Él y Massimo volvieron a sus coches y
fueron a toda velocidad.
Roman los vio irse, luego comenzó a caminar por la calle en dirección
contraria. Yo quería saltar y gritarle. Yo quería llamarlo mentiroso y
decirle cuanto lo odiaba. En su lugar, yo estaba ahí sentada mientras él
tomaba un giro rápido y saltaba detrás de los setos. Se dirigió hacia mí
con expresión humilde. Era una expresión que nunca le había visto
usar.
Después de asegurarme que los autos se habían ido, me levanté,
ahuecando las manos en mis caderas.
—¿Qué demonios fue eso? Pensé que estabas aquí para protegerme. ¡Me
mentiste!
Roman rápidamente cubrió la distancia entre nosotros y puso sus
manos sobre mis hombros.
Me aparté.
—Estoy aquí para protegerte…. ahora.
Fruncí el ceño.
—Oye, te pedí que me perdonaras. —Me miró a los ojos—. Pero no sé si
puedas. —Cepilló con sus dedos mi pelo—. Entendería si no puedes.
¿Pero, por lo menos, me dejarías explicarte?
Sin mediar palabra me miró fijamente con los ojos entrecerrados y los
dientes apretados. Las mejillas de Roman se encendieron y yo no me
podía creer que de hecho se había avergonzado. Aun sin saber en qué
creer, con mis oídos y mi corazón, asentí.
—Las cosas que te dije sobre los Espectrals de siglos anteriores, sobre la
pareja que se volvieron locos y mataron a otras brujas, son ciertas.
Después de eso el Augusti no tuvo más remedio que ocupar su lugar.
Bufé.
—Entonces ¿qué estás diciendo? ¿Que ustedes matan a cualquier
Espectral nacida antes de que completen su conversión?
Roman hizo una mueca y asintió.
Negué con la cabeza.
—¿Pero cómo eso te hace mejor que las Espectrals malas? —Lo miré con
ojos fríos—. Un asesinato es un asesinato como sea que lo veas.
—Es cierto. Pero es la única manera en que pensamos. Nosotros lo
vemos como si deshaciéndonos de la bruja mala salvaríamos a los
inocentes. La idea de los Espectrals se convirtió en leyenda. Llego a ser
considerada una maldición, en lugar de una bendición. Un virus. Por lo
menos así lo veía el Augusti. Otras cofradías clamaron sentir lo mismo,
también. —Roman se encogió de hombros—. Pero yo digo que el factor
es el miedo y la envidia. Yo creo que tanto la leyenda de por ahí es una
maldición, ya que todo aquelarre secretamente quiere una Espectral
nacida para ellos. Entonces, por supuesto quieren una que sobreviva al
Augusti Forza. Es por eso que algunos aquelarres están dispuestos a
arriesgar sus vidas para secuestrarte. Ellos te quieren para su propia
cofradía. Teniéndote aumentaría su poder y protección.
Mi cabeza comenzó a doler con la avalancha de información. Cansada,
me masajeé la base del cuello, tratando de absorber toda la
información.
—Cuando estaba en el coche con esos dos, ellos supieron en el minuto
en que te vieron que eras de Augusti Forza. —Estudié sus
características—. ¿Cómo es eso posible si ni siquiera estas vistiendo el
uniforme como los demás?
Roman cerró los ojos un minuto y respiró hondo. Él lentamente fue
levantando su mano, la palma hacia arriba.
—Oye, no trates de callarme.
—Calma, espera.
Parpadeé y mire de nuevo su mano. El centro de su palma comenzó a
cambiar de color. Un pequeño círculo de amarillo salió del centro,
formando una perfecta bola redonda. Se volvió naranja, después a un
anaranjado rojizo. Brillaba brillante y parecía una luna de cosecha
brillante. Di un grito ahogado.
—¿Qué es eso? —Alargué el brazo hacia su mano, pero el cerró los
dedos y puso su mano a su lado.
—Prueba de quien soy. Cuando se la muestro a otra bruja se supone
que deben cumplir. No todos lo hacen, como lo acabamos de ver.
También es una fuerza magnética que puede desbloquear puertas,
junto a otras cosas.
Cerré mis ojos recordándolo caminar hacia el coche, cuando estaba
atrapada junto a Henry y Dominique. El debió haber bajado la mano
antes de que volteara a verlo. Cuando abrí los ojos de nuevo, Roman me
devolvió la mirada.
—Bueno a mí me suena como que el Augusti Forza tiene miedo de tener
a una bruja más poderosa que ellos, también —dije.
—Oye, yo no estoy negando eso. La historia de lo que sucedió con la
última Espectral asustaría como el infierno a cualquiera. Ella era
psíquica.
Me debí haber puesto pálida ya que Roman me miró como
disculpándose. El estrecho mis brazos estirándolos para tomar mis
manos en las suyas.
—Mira. Yo no sé qué es verdad o cuanto de hecho es leyenda urbana.
Pero he llegado a conocerte, Jewel, y no creo que puedas convertirte en
algo malvado. —El apretó mis manos—. Pero lo que dije sobre que no
podemos estar juntos es cierto, también. Si yo fuera sorprendido de esa
manera… bueno solo digamos que no me iría muy bien. Mi trabajo es
encontrarte y regresarte. —Roman apretó la mandíbula—. Pero eso ya
no es una posibilidad.
Fruncí las cejas. Yo escuché lo que Paolo dijo sobre Roman teniendo
que enfrentar un juicio si no me llevaba a ellos. Quien sabría lo que el
castigo de un veredicto culpable traería. Después de ver lo que Massimo
les hizo a Henry y Dominique, solo me puedo imaginar lo peor.
—¿Por qué? ¿No dijo ese chico de Paolo algo sobre tu padre? ¿No serias
un traidor o algo así si no me regresas? Te estarías volviendo en contra
tuya.
Roman se acercó más a mí. Su aliento caliente fue a través de mi
garganta. Puso un mechón de pelo detrás de mí oreja, deslizando sus
dedos por mi mandíbula. Sus dedos bailaron brevemente sobre mis
labios.
—Por qué, Jewel. —Su voz era apenas un susurro y sus ojos eran como
el chocolate fundido—. Tú eres mi yo ahora. Me estoy enamorando de ti.
Sentí como un millón de mariposas dentro de mí. Una avalancha de
emociones nubló mi mente, al tiempo que iba comprendiendo sus
palabras. ¿Roman enamorado de mí? Yo no lo podía creer. Quería
extender mis manos y tirar de él a mis brazos, pero los persistentes
pensamientos permanecieron. ¿Cómo podía estar segura de que no era
un truco? Ya me había mentido antes. Giré un mechón de pelo en mi
dedo y mordí mi labio como hacia siempre que estaba nerviosa.
Roman se inquietó esperando alguna respuesta. Hundió las manos en
sus bolsillos, inclinó la cabeza y me miró a través de los mechones de
su cabello. Su habitual expresión traviesa se había ido. Comenzó a
ruborizarse y miró hacia el suelo.
La garganta me ardió y las lágrimas picaron en mis ojos.
—No me entregaste a ellos —dije con voz temblorosa. Roman movió su
pelo, mirándome, su expresión suave.
—No, jamás podría.
e me doblaron las piernas, y una aguja de pino me pinchó la
rodilla. Ya sospechaba que la hermosa mujer de la fotografía era
mi madre, pero escucharlo de Roman como un hecho resultaba
sorprendente. Me dejé caer en el suelo mientras recorría con los dedos
las briznas de hierba.
—¿De verdad? —pregunté finalmente. Me apreté las rodillas contra el
pecho y froté el arañazo—. ¿Y ahora, cómo se lo digo a mi actual
familia?
Roman clavó sus ojos en un coche que conducía más allá de los
arbustos. El sonido de la radio se desvaneció en la distancia y Roman
suspiró. Se sentó a mi lado y se aclaró la garganta.
—No estoy seguro. Tu aquelarre no nos dijo quién te raptó, ni nada por
el estilo. Incluso aunque alguien te hubiese raptado, no querrían que
nosotros te encontráramos.
Roman me observó y luego apartó la mirada.
—Cuando llegó la noticia de tu cumpleaños, los Augusti te buscaron en
cada aquelarre. Todos ellos desmintieron la noticia, por supuesto. Así
que, desde entonces, los Augusti se han mantenido vigilantes,
buscando pistas —dijo frotándose la nuca—. Tus padres han estado
viajando durante muchos años a numerosos países…otros aquelarres,
como si estuvieran buscando algo… o alguien.
Tragué saliva.
—¿Crees que estaban intentando encontrarme?
Roman asintió. Me imaginé cómo se debían de haber preocupado mis
padres. ¿Lo hicieron? Pero, en primer lugar, ¿cómo pudieron perderme?
S
¿Quién es capaz de perder a su hijo? Mi mente se movía entre la
confusión.
—Cuando me enseñaste la fotografía sumé dos más dos. —Hizo una
pausa, echándome una mirada de reojo—. Piénsalo…las palabras detrás
de la fotografía.
Mi mejor amiga, Karina, mi hija Jewel y yo.
—Karina era la mejor amiga de mi madre.
Tiré con fuerza de un puñado de hierba y lo dejé caer. Se me revolvió el
estómago.
Él asintió.
—Debería haber tenido alguna oportunidad de rescatarte. Ahora, no me
sorprende. Ya te lo dije, tener un Espectral en tu aquelarre es algo muy
poderoso.
—Así que mi madre de nacimiento era la mejora amiga de alguien de
otro grupo de brujas. ¿No resultaría raro?
Roman se encogió de hombros.
—Algunos aquelarres se llevan bien. Otros, no mucho.
Alargó la mano y, suavemente, acarició con un dedo el borde dentado
del corte de mi rodilla.
—Tu actual familia debió de haberte raptado, solo para su propio
beneficio. Todos estos años han sacrificado el estar con otros grupos
para mantenerte con vida.
Coloqué los codos sobre las rodillas, apoyando la cabeza en el hueco. El
comprenderlo todo hacía que la cabeza me diera vueltas. Mi madre, mi
padre, mi abuela, me raptaron solo para utilizarme. Algo me oprimía el
pecho.
—Pero, Jewel, hace unos seis meses tus verdaderos padres dejaron de
buscarte y volvieron a Italia.
—¿Dejaron de buscarme? —Mi voz salía débil y me froté la frente,
confusa—. ¿Cómo pudieron rendirse? Y ahora, ¿tan cerca de mi
decimoséptimo cumpleaños?
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
Roman me rodeó el hombro con su brazo y me atrajo cerca de él. Incliné
la cabeza permitiéndome descansar sobre su sólido hombro. Lo sentía
cálido y seguro, y envuelta en él deseé nunca tener que abandonarlo.
—Estoy seguro de que tienen sus motivos. Te buscaron durante mucho
tiempo, así que seguro que hay alguno —Se inclinó y me dio un suave
beso en la mejilla—. Además, sé dónde están.
Me agitó suavemente la pierna con su mano libre, sacándome del trance
en el que me encontraba.
—Encuentra el puñal y te llevaré a casa. —Me sonrió, sus ojos llenos de
afecto.
Le devolví la sonrisa, pero mi cabeza daba vueltas entre pensamientos
angustiosos. Recé por que tuvieran una razón, confiando en que no se
hubieran rendido sin más. Entonces me sorprendí deseando que, si
tenía la suficiente suerte como para encontrar el camino a casa, ellos se
alegraran de verme.
Eché un suspiro pesado.
—Voy a empezar a buscar otra vez alrededor de mi casa.
—Y si no está ahí... —Roman dejó de hablar inclinó la cabeza—. A lo
mejor podrías buscar ese libro que dijiste que tenías.
Subí las cejas.
—¿El Libro de Brujería Antigua?
Roman asintió despacio.
—Quizá tengamos que mirar cuáles de sus hechizos se pueden hacer
cuando esté en manos de la chica con sangre de Espectral.
***
Al día siguiente me levanté temprano con remolinos de pensamientos
bullendo en mi cerebro. Uno era sobre Roman y su rostro, que ardía sin
llama cuando pronunciaba las palabras: «Estoy enamorándome de ti».
Luego estaba lo que él había dicho sobre el Antiguo Libro de Brujería, y
ver qué clase de hechizos podría realizar en mis manos.
Otro era la daga y mi desesperación por encontrarla. En una semana,
los Augusti Forza volverían a por mí. El mero pensamiento enviaba
escalofríos por mis venas. Roman me había prometido que con o sin el
puñal escaparíamos. Sin embargo, en la cueva me había dicho que, sin
la daga no iría tan deprisa… y si no podía ir tan rápido, podría morir.
Sus palabras resonaban en mi cabeza: «No puedes luchar contra el
destino, Jewel. Tu eres lo que eres» Cerré los puños.
Y, por supuesto, había pensamientos sobre mi madre, mi verdadera
madre. ¿Qué había pasado? ¿Por qué había dejado de buscarme?
Quizás, Roman estaba equivocado y ni siquiera había estado
buscándome. Esos viajes podrían haber sido únicamente por diversión.
Quizá yo había sido una carga, así que ella se alegraba de haberse
librado de mí. Me quemaba la garganta. Una abominación. Un monstruo.
Tiré del edredón hasta cubrirme la cara, inhalando el suavizante que
usaba mi madre. Di vueltas sobre mí misma, enrollándome con la
manta como una mariposa en su capullo. Y justo entonces, no quise
volver a salir nunca más.
Algo hizo cosquillas en mi pie desnudo, que colgaba fuera del borde la
cama. Me giré e inmediatamente me sentí mejor. Jayden sonreía de
oreja a oreja mientras meneaba mi dedo gordo al ritmo de «mi pequeño
cerdito». El ataque de risa me cogió por sorpresa. Él sabía que yo tenía
muchas cosquillas en los pies, y que estaba atrapada en el edredón.
Luché por desenredarme. Salté al suelo, le agarré con los brazos y tiré
de él hacia mi cama.
—Ahora, tienes problemas, monito —dije mientras agitaba los dedos en
el aire. Le levanté la camiseta, puse los labios en su estómago y soplé,
haciendo pedorretas, que siempre le hacían reír de forma
descontrolada.
—¡Jewel, para! —Se retorcía y se reía histérico.
—¿Por favor, guapo? —dije, recorriendo con mis dedos su estómago y
debajo de los brazos, haciéndole cosquillas.
—Por favor, guapo. —Él hizo eco con una risita jadeante.
Me dejé caer en la cama y él se colocó a mi lado, metiendo la cabeza
debajo de mi brazo. Cuando me incliné a dar un beso a su pelo castaño
y desgreñado, me llegó un pensamiento enfermizo, e inmediatamente
me sentí mareada.
Si Karina y Viktor no eran mis verdaderos padres, eso significaba que
Jayden no era mi verdadero hermano.
—¿Estás bien, Jewel? —Jayden me apretó la mano.
—Sí, claro —dije con voz ahogada. Tragué el nudo que tenía en la
garganta y apreté el rostro contra su pelo, inhalando el olor de la calle,
que me recordaba al de un perro mojado. Jayden era un trocito de cielo
en el infierno de mi vida. Irme con Roman antes de que los Augusti se
presentasen era una cosa. Era lo mejor para mí y para Jayden. Pero el
pensamiento de no volver jamás a verle era otra. Tenía nudos en el
estómago.
Se me retorcieron las entrañas, haciéndome llegar la bilis hasta la
garganta. Me la aclaré e hice que se me calmara el estómago.
Besé a Jayden en la cabeza mientras obligaba a mis labios a hacerlo,
aturdida. No había otra opción. Sin embargo, no sería capaz de dejar
atrás a Jayden. Las familias adoptan todo el tiempo, y consideran a los
hijos como propios. El pensamiento me consoló levemente. Jayden
siempre sería una parte de mi vida. Parientes de sangre o no, era mi
hermano. Nada podría cambiar eso.
Cuando pude controlar la voz, me alejé trémulamente y me situé al lado
de la cama y ofrecí a Jayden que se subiera a caballito sobre mi
espalda. Se agarró prácticamente estrangulándome y abandoné la
habitación, trotando con él escaleras abajo para desayunar.
Entramos en la cocina y Jayden se deslizó desde mi espalda hasta el
suelo. Corrió a sentarse a la mesa, en el regazo de mamá. No lo pude
evitar, pero en ese momento me parecieron diferentes.
La tía Eva estaba a un lado de la cocina mirando por la ventana.
Algunos rayos de luz brillaban desde los listones de la persiana,
formando franjas en su serio rostro. Estaba repiqueteando los dedos
sobre el borde de la taza, los ojos fijos. El sonido del tenedor de Jayden
golpeando el suelo rompió el silencio de la habitación, sobresaltándola
de modo que se giró rápidamente. Me agaché para cogerlo y colocarlo en
el fregadero. ¿Ellos sabían que yo lo sabía? Me obligué e actuar de forma
natural.
—Buenos días —dije, cogiendo un tenedor limpio del cajón y
tendiéndoselo a Jayden, quien sonrió y empezó a hurgar en los huevos
de mamá.
Mamá se aclaró la garganta.
—¿Has dormido bien esta noche, cariño?
—Sí, claro. —Cogí un par de trozos de pan y los introduje en la
tostadora. Tamborileando los dedos sobre la encimera mientras
esperaba a que saltaran—. ¿Dónde está todo el mundo? —pregunté, al
darme cuenta de que papá, el tío Boris y la abuela no estaban.
—Los hombres se han marchado y la abuela ha ido a visitar a la señora
Snow.
Lo encontré extraño. No pude evitar el pensar que la Sra. Snow era
realmente una bruja y tenía algo en común con la abuela.
—¿Alguna noticia que compartir? —preguntó la tía Eva, mientras sus
tacones marcaban un ritmo agudo sobre el suelo de azulejos.
—¿Noticia? —pregunté, mientras se formaban nudos en mi estómago.
Mirando por encima del hombro, vi a la tía Eva tomando asiento en la
mesa. Me giré hacia la encimera.
Ella deslizó su silla por el suelo de baldosas, produciendo un ligero
sonido chirriante.
—Creo que te dije que no deberías pasar el tiempo con alguien que no
fuera Taylor.
Algo golpeó en la mesa y miré hacia atrás, viendo que era la taza de mi
tía Eva. El café se derramó por el borde de la mesa, y mamá se levantó
de un salto agarrando toallitas de papel. Jayden me miró y me hizo una
mueca.
La tostada saltó y mi corazón se aceleró. Caminé hacia el frigorífico y
cogí la mantequilla intentando mantener mis extremidades en su sitio.
—¿Qué quieres decir, tía Eva?
—Ven, siéntate aquí. —Señaló con frialdad la silla en frente de la suya.
Apretando la mandíbula, me acerqué con la tostada y me senté en el
borde del asiento.
—¿Quiénes eran los chicos de la casa de Taylor? —preguntó
atentamente, como evaluando mi reacción.
—Oh, ¿te refieres a Chase y a Jack? —Las palabras salían
desordenadamente, aliviada de que no se refiriera a Roman. Pero me di
cuenta rápidamente de que eso no le importaba. Era una infracción a
sus reglas. Tiré mi labio entre de los dientes. ¿Cuánto sabía sobre eso?
Me di cuenta de que la Sra. Snow debía haber encontrado a Chase y a
Jack en el jardín trasero y se lo contó a la tía Eva.
Su boca se convirtió en una línea fina mientras echaba los hombros
hacia atrás. Lleva su típico conjunto de color negro, el cabello recogido
hacia atrás en un moño apretado. Sus ojos verdes miraban fijamente a
través de mí.
—Lo siento —dije, sin sentirlo realmente—. No sabía que se iban a
presentar, te lo juro.
—¿Estás segura? —preguntó la tía Eva aun mirándome airadamente.
Me agarré al borde de la mesa, mientras las paredes se movían
vertiginosamente, presionándome a mí alrededor.
—Sí —respondí, sintiéndome cada vez peor mientras sus ojos me
taladraban. La cabeza me comenzó a latir. Un frío helador se coló por
mis venas. No podría asegurarlo, pero me preguntaba si la tía Eva
estaba usando su poder sobre mí. Su don. Estaba como taladrando mi
cerebro. La tía sostuvo la mirada un momento largo, y entonces apartó
la mirada pareciendo satisfecha con mi respuesta. Sentí la tensión
retroceder. Parpadeé, intentando aclararme la visión.
Por un segundo me pregunté si podría leerme la mente, pero me di
cuenta de que si podía, tendría conocimiento de todo lo que yo sabía y
toda esta conversación habría sido diferente. Sería más como un
detector de mentiras humano. Podría solamente decir si alguien decía
una mentira o no. Inhalé bruscamente y solté el aire.
—True…
—Es Jewel, mamá —interrumpí, sintiéndome irritada y débil
repentinamente—. En serio, no hay nadie alrededor para oír cómo me
llamas por mi verdadero nombre. —Quería añadir que sabía que mi
anterior nombre era Rosa, no Rose, pero no lo hice, por supuesto.
Quería mandarlas a ambas al infierno. Que lo sabía todo, y,
principalmente, que estaba cansada de sus chorradas y que no iba a
aguantarlo nunca más, pero debía ser astuta, así que, en vez de eso,
tomé un mordisco de mi tostada con la mayor indiferencia con la que
pude—. Lo siento, solamente estoy cansada de los nombres falsos,
¿sabes?
Mamá echó a Jayden diciéndole que estaría con él en unos minutos. Él
se fue de mala gana, mirándome preocupado por encima del hombro
antes de marcharse. Le soplé un beso y me coloqué una sonrisa en la
cara lamentando que estuviera atrapado en medio de todo esto. Era
demasiado joven, no se debería preocupar por mí.
En cuanto se fue, mamá alargó la mano y acarició la mía.
—Tenemos algunas noticias que compartir contigo.
Mis ojos saltaron de mi madre a mi tía, asustada por lo que oiría
después.
La tía Eva se inclinó sobre la mesa, los ojos entrecerrados.
—Dado que no prestas atención a las instrucciones, me marcharé
pronto contigo —la tía Eva se sentó de nuevo, apretando los labios—.
Saldremos hacia Rusia el lunes por la mañana. Allí es donde se
celebrará tu mayor fiesta de cumpleaños.
—¿Rusia? ¿El lunes?
Solo quedaban cuatro días. De todos modos, no tenía ninguna intención
de ir con ella a ningún sitio pero me limitaba el tiempo para buscar la
daga a casi la mitad. Me puse las manos detrás de la espalda, fingiendo
que me estiraba y calmando mis temblorosas manos.
—El baile de fin de curso se acerca. No me lo quiero perder —dije,
intentado sonar como una adolescente normal que no estaba
preocupada por cosas como puñales o Espectrals, o el Augusti Forza,
que estaba intentando matarme.
Me giré para mirar a mi madre.
—Además, si realmente tenemos que ir, ¿por qué no me llevas tú?
—Tu madre tiene un niño pequeño al que cuidar —reprochó la tía Eva
mientras mi madre se sentaba en silencio.
No pude evitar sentirme rara. Celosa. Herida. Supongo que eso
significaba que no era mi verdadera madre, pero ella me había criado
desde que nací. Dolía pensar que no se preocupaba por mí del todo. Y
aunque yo quería a Jayden más que nada, él tenía a papá y a la abuela.
Y no tenía gente tratando de matarle. Incluso si me raptaron, ¿no
pensaba en mí como su hija? No sabía por qué mamá no podía estar allí
por mí en una fecha tan importante. Ella podría estar perfectamente
echándome a los lobos enviándome con la tía Eva a las remotas tierras
de Rusia.
Me invadió un sentimiento persistente. ¿Por qué Rusia? Yo nací en
Italia. Roman dijo que si iba a pasar por toda esa locura, tenía que ser
llevada a cabo por la reina de las brujas. Me di golpecitos con el dedo en
los labios. Me preguntaba quién sería la bruja reina de este aquelarre.
La tía Eva parecía una posibilidad, pero de nuevo quién sabe cómo son
las brujas allá en Rusia.
Miré a mi madre dándome cuenta de que tenía los ojos enrojecidos y
preocupados. Me invadió una ola de culpabilidad.
Quizás mi verdadera madre estuviera en Rusia. Quizás ese hubiera sido
el plan durante todo el tiempo. Le di una sonrisa vacilante. Pero, en el
fondo, sabía que me estaba auto engañando, pendiendo de un hilo de
esperanza en que la mujer que me crió no fuera verdaderamente
malvada.
—¿Qué hay en Rusia? —pregunté, mirado de nuevo a la tía Eva.
—Toda nuestra familia. Esperándote. La policía nos ha informado de
que han capturado a los criminales que te llevaban acosando toda la
vida.
Sí, la policía, mi culo.
—Te llevo a Rusia pronto como medida de precaución, pero en tu
cumpleaños todo el mundo estará allí, incluida tu madre —indicó con la
cabeza a mamá por encima de la mesa.
—Pero, ¿no podemos sencillamente quedarnos aquí e ir todos juntos? —
Me ardían las mejillas. Realmente no sabía de dónde sacaba el coraje
para hablarle a la tía Eva tan de repente, pero estaba cansada de todas
sus tonterías—. Además, no fue culpa mía que esos chicos se
exhibieran. Es simplemente cómo vive la gente normal. Ya sabes, visitar
a los amigos y tal —dije, defendiéndome, esperando ganar algo de
tiempo—. Ya casi tengo diecisiete años. Debería tener más opinión
sobre esto. —Presioné.
La tía Eva se levantó de la mesa de un salto.
—No somos gente normal, Jewel. Y si eres tan madura, entonces,
deberías darte cuenta. Tus padres han estado evadiendo a los
criminales para protegerlos a todos toda la vida.
Quería hacerla callar. La mayoría de lo que había dicho eran mentiras y
verdades a medias. Abrí la boca para decirla que eso no era justo, pero
ella levantó una mano silenciadora.
—Rusia. El lunes. Fin de la discusión.
Quise hacerla callar en ese momento. Me imaginé empujando su
pequeño y engreído rostro, haciendo mi maleta y huyendo con Roman
para siempre. Pero sabía que debía aguantar algunos días más. El
rostro de Roman destelló delante de mí, la seguridad que me invadía
cuando estaba entre sus brazos. Necesitaba encontrarlo y hacerle
entender. Rápido.
ubí corriendo las escaleras de dos en dos. No podía salir de esa
cocina lo suficientemente rápido.
—Tu madre y yo vamos a salir por un rato. Recados que hacer —
dijo tía Eva por las escaleras detrás de mí—. No vas a ir a ningún lado.
¿Qué vas a hacer ahora, amarrarme a la cama?
—Sí —dije mientras doblaba la esquina y levantaba mi dedo medio con
el ceño fruncido. Aunque ella no pudiera verme, me sentía mejor.
—Mantén un ojo en tu hermano —gritó mamá.
Tuve que admitir que estaba contenta de que fueran a salir. Aunque no
podía irme para encontrar a Roman, había planeado husmear mientras
tenía la oportunidad.
Asomé mi cabeza en la habitación de Jayden, viéndolo hipnotizado por
su Play Station, rodeado de ropa de cama arrugada. Sus dedos se
movían a la velocidad de la luz sobre su control mientras la música del
videojuego llenaba la habitación. Se las arregló para levantar sus ojos
de la televisión por un momento y me sonrió.
Sacudí mi cabeza, riendo de lo lindo que era.
Pasé furtivamente su cesta de la ropa sobrecargada, miré por la
ventana, esperando a que los sabuesos se fueran. Mamá y la tía Eva
finalmente subieron al auto y el motor zumbó a la vida. Solté un
suspiro de alivio mientras salían de la calzada.
—Estaré por ahí si me necesitas —dije a Jayden mientras me acercaba
a la puerta.
S
Él asintió, sus intensos ojos verdes concentrados de nuevo en la
pantalla.
Bajé corriendo las escaleras, con mi ritmo cardíaco ascendiendo. No
sabía cuánto tiempo estarían fuera y no tenía tiempo que perder. Me
dirigí hacia la parte posterior de la casa. Una vez que estaba en la
puerta del sótano, di vuelta a la manija redonda.
Los escalones de madera crujieron bajo mis pies descalzos mientras
bajaba las escaleras. Me estremecí. Nunca me gustaron los sótanos. Me
recordaban a las películas de terror donde alguien escucha un sonido
extraño y va a investigar. Por supuesto eso sería después de que todos
sus amigos acabaran de ser asesinados. Siempre quería gritarle a la
televisión: ¡Por el amor de Dios, déjalo y llama a la policía, idiota!
Desafortunadamente, la policía no podía ayudarme en lo que
necesitaba.
La iluminación era poca, con solo unos pocos rayos haciéndose paso a
través de la diminuta ventana en la parte superior de los muros de
hormigón. Cuando llegué a la parte inferior, el suelo de cemento frío
mordió a mis pies como carámbanos. Deseé haber traído una linterna…
y tal vez un par de calcetines.
El olor a humo de tabaco llenaba la habitación, sin duda de parte de tío
Boris, él mismo era un cigarrillo andante. Mis ojos recorrieron el somier
y el colchón donde mi tío y tía dormían. Sábanas blancas de satén
metidas perfectamente en su lugar con una fila ordenada de cojines
rojos repartidos en la parte superior. Colocado en el suelo de cemento
junto al tanque de agua caliente con tubos de cobre asomándose por
encima, se veía completamente fuera de lugar, como una cama de rosas
en un campo de minas.
Tropecé a través de la habitación, golpeando las cajas, buscando un
armario o una caja cerrada. Desprendí las solapas de cartón en algunas
cajas, pero solo encontré ropa de la tía Eva. El olor de su perfume de
Eves Saint Laurent flotaba en el aire. Arrugué mi rostro, conteniendo la
respiración, rebuscando en las cajas rápidamente. Todo era negro con
etiquetas de lujo.
Sin encontrar la daga, cerré las solapas, frustrada y jadeando por aire
fresco. Hasta el humo de cigarrillo era mejor que su olor. Deslicé mi
mano por la pared húmeda y fría, terminando mi camino hacia el final
de la habitación. La secadora de ropa zumbaba, y la lavadora
gorgoteaba, sonando como un demonio digiriendo su presa. Yo quería
totalmente girar y volar de vuelta arriba, pero forcé mis piernas
adelante, escaneando la habitación. Puse mis manos arriba de la
secadora, calentándolas un momento antes de dar vueltas, mis ojos
explorando las sombras.
Mi estómago cayó cuando vi una puerta a pocos metros de distancia.
Empujándome desde la secadora, corrí a ella tan rápido como pude. Mi
respiración se hizo rápida, con visiones de una daga serpiente de oro
girando en mi cabeza.
Tiré de la puerta pero no se movió. Mi mano se dejó caer en un
candado.
¡Genial!, me maldije por no haber llevado la llave que encontré en la
habitación de mamá. Tengo que cogerla. Corriendo a través del cemento,
me dirigí a las escaleras, tropecé con una caja de cartón y me deslice
contra el suelo.
—¡Ouch! —grité.
El suelo de madera crujió arriba y escuché pasos que comenzaron a
oírse más fuerte a medida que se acercaban. Me puse de pie, subiendo
torpemente sobre y alrededor de las cajas, maldiciendo a la tía Eva y su
colección de moda. El sudor perlaba mi labio superior mientras subía
las escaleras, aterrada de que su crujido me delatara.
Empujé la puerta del sótano y corrí hacia las escaleras. Jayden estaba
en el piso superior mirando hacia abajo, con una expresión de
preocupación en su rostro.
—¿Estas bien? —preguntó—. Te oí gritar.
—Sí, seguro. Estoy bien, compañero —dije, haciendo mis manos puños
y sonriendo—. Vuelve a tu juego de Tony Hawk. No te preocupes por mí
—No estoy jugando Tony Hawk —se rió juguetonamente—. ¡Estoy
jugando a Gears of War 2!
—¿No estás un poco joven para eso? —pregunté, subiendo las escaleras
hacia él, con el corazón todavía golpeando.
—Abuela me lo compró. —Hizo un pequeño baile feliz.
—Ahora bien, ¿no ha llegado la abuela al siglo XXI? —Mordí mi labio
pero despeine su cabello. Luego le di la vuelta, dándole una palmada
juguetona en el trasero para que siguiera adelante—. Bueno no me
dejes interrumpir tu derribo al enemigo
Esperé hasta que cerró su puerta, y entonces corrí por el pasillo hasta
la habitación de mamá y papá. Fui directa al armario, empujando la
ropa lejos, hasta que alcance el fondo.
Caí en mis rodillas y encontré la caja. Mis manos temblaron, pero la
abrí. Rápidamente haciendo a un lado el vestido bautismal, vi la llave
brillando hacia mí. Hice todo lo que pude para no chillar en voz alta.
Agarré la llave, saltando con mi cara roja de entusiasmo.
Todo en lo que podía pensar era en escapar con Roman, encontrar a mi
familia, y estar segura.
Bajé corriendo las escaleras parando solo durante un breve momento
para ver afuera. Sentí alivio, no había ningún auto; pero sabiendo que
me estaba quedando sin tiempo, me precipite hacia el sótano.
Caminé más cuidadosamente esta vez, brazos extendidos frente a mí,
entrando y saliendo de cajas, un hilo de telaraña flotando a través de mi
cara.
Levanté el candado, temblando de emoción ansiosa.
Estabilizando mi mano, extendí la llave hacia la cerradura, esperando
que se deslizase en su lugar, pero no hubo suerte. Mi corazón
tamborileaba en mi pecho, giré la llave por el otro lado y traté de
ponerla en la cerradura de nuevo, todavía no cabía. Mi boca se abrió.
—¡No, no, no! —susurré, sintiendo como si pudiera llorar en cualquier
momento.
La alarma de la secadora se apagó, su sonido discordante en medio del
silencio. Salté, un pequeño chillido pasando mis labios mientras soltaba
la llave.
Algo se movió en la esquina oscura. Di un grito ahogado, mi estómago
cayendo como si estuviera bajando en una montaña rusa enorme.
Caí de rodillas y recogí la llave. Me arrastré a gatas hacia la escalera,
desesperada por escapar.
Estás tan muerta ahora mismo.
Me arrastré unos pasos, manteniendo la cabeza hacia abajo, cuando me
encontré con las piernas de alguien.
Aspiré una bocanada fuerte. Mis ojos se posaron en un par de botas
negras. Abrí la boca, esperando palabras que salieran, alguna excusa o
razón genial, para estar en el sótano, ahora arrastrándome en el suelo.
Pero las palabras me fallaron.
—¿Necesitas una mano? —Oí una voz conocida decir.
Miré más allá de las botas, todo el camino arriba hasta los vaqueros
oscuros, más allá de la camiseta de Coldplay, a los ojos del hombre más
sexy vivo.
—Roman —solté, con alivio abrumándome. Agarré su mano extendida y
me puso de pie—. Totalmente me asustaste. —Lo abracé, extendiendo
su calor a través de mí—. ¿Cómo has entrado aquí?
Me besó en la nariz rápidamente.
—La puerta de entrada, nena. Vi tu mamá salir con alguien más, y
luego me fui a la ventana, pero no estabas allí. Se supone que debemos
estar buscando la daga, ¿recuerdas? —Se movió sobre sus talones—.
He tenido que colarme porque no estabas en tu habitación, y me
preocupé. Además, no sabía quién estaba merodeando por aquí.
Hice una pausa por un momento, absorbiendo el sonido de la palabra
«nena» que se dirigió hacia mí. Una sonrisa se deslizó por mi rostro,
pero luego rápidamente me acordé de lo que tenía que decirle.
—¡Mi tía me lleva a Rusia el lunes! Si no encuentro la daga, e incluso si
nos escapamos ella se ira y probablemente la llevara con ella
La cara de Roman cayó.
Giré alrededor y señalé la puerta cerrada.
—La encontré. ¡La puerta! Pero la estúpida llave no cabe. —Sostuve la
llave arriba—. Inútil
Roman se dirigió a la puerta, levantando la mano hacia ella. La forma
de luna dorada en su palma resplandecía, con una sonrisa traviesa
formándose en sus labios.
—Deja que yo me ocupe de eso.
Su palma dorada se volvió naranja, y luego cambió a un rojo carmesí.
La cerradura comenzó a temblar, sacudiéndose contra el acero.
—Sshhh —le advertí, mirando por encima del hombro hacia la escalera.
Cuando volví a mirar hacia Roman, el cerrojo estaba abierto.
—Lo hiciste —le dije, completamente asombrada de él.
Puse mis brazos alrededor de la parte posterior de su cuello. Pasó sus
dedos por mis manos e inclinó la cabeza hacia abajo, besándolas.
Escalofríos me recorrieron el cuerpo. Quería saltar a sus brazos allí
mismo, sentir sus labios sobre los míos en lugar de solo en mis manos.
—¿La puerta? —Roman suavemente tiró de mi mano, llevándome a su
lado.
—Cierto. —Azotando la cerradura de la puerta, la abrí. Una ráfaga de
aire frío salió, enfriando mi piel.
Extendí la mano jalando de la cadena colgando de una bombilla
desnuda. La habitación negra como la tinta se ilumino completamente.
Sacos de patatas y comida enlatada se alienaban a cada lado.
—Vamos, tienes que estar aquí —gemí, revisando la mercancía. Roman
se dejó caer al suelo, buscando debajo de las estanterías, y deslizando
sus manos por el suelo arenoso.
Busqué en el armario entero, sin encontrar nada. Solté un gruñido de
exasperación.
—Tiene que estar aquí, ¿no? —le pregunté, imponiendo mi voz.
—Espera —dijo Roman, sonando urgente. Lo vi sacar un montón de
carpetas marrones. Quitando el elástico que lo cubría, tiró los papeles y
comenzó a examinarlos cuidadosamente. Hizo una pausa, leyó un poco,
y luego se trasladó a la siguiente, su rostro cada vez más y más pálido
—Roman, estamos buscando una daga, no papeles —le dije, frustrada.
Él me miró, con los ojos desorbitados.
—¿Qué es? —le pregunté, cayendo al suelo junto a él, el frío se filtraba
a través de mis vaqueros.
Cogí el papel que miraba, pero él negó con la cabeza, así que arranqué
el que estaba en la parte posterior de la pila de sus dedos. Era un
certificado de nacimiento.
El nombre escrito en él era Giulia Rosa con mi fecha de nacimiento. Los
padres mencionados eran Angelina y Juliano Rosa. Lugar de nacimiento:
Venecia, Italia. Di un grito ahogado. Me di cuenta de que Jewel era la
abreviatura de Giulia, obviamente, llamada así en honor de mi padre,
Juliano. Apreté el papel contra mi pecho, lanzando un suspiro profundo
gratificante. Si alguna vez hubo alguna duda de a quién pertenecía, no
había más.
Roman se sentó tranquilo, pálido, mientras sus ojos exploraron a través
de la página en su mano.
—¿Qué pasa? —le pregunté inclinándome sobre él.
—Son los planos de la casa base de cada aquelarre, y del talento de
cada bruja. ¿Cómo podrían saber eso? —reflexionó en voz alta—. Esta
es la página de su aquelarre
Señaló el nombre de mi madre. Decía: Karina Ivanova: Telekinesis.
Jadee. Recordé durante nuestra última mudanza que alguien nos había
estado persiguiendo. Justo antes de que me desmayara, ella había
puesto sus dedos a las sienes y el coche se tambaleó de repente. Me
pregunté si su poder era la razón por la que había sido capaz de evitar
ser capturados todos estos años.
Busqué el nombre de mi abuela. Raine Primakova: control calmante. Es
curioso, ni siquiera sabía el apellido de mi abuela o de mi madre. Solo
supuse que el de mamá era Rose, como el mío.
Medité el talento de la abuela.
—Control calmante. Oye, creo que es una forma elegante de decir como
calmante o algo así. ¡Lo sabía! Ella tiene una manera muy calmante que
incluso puede hacer que te duermas.
—Olvídate de eso —dijo Roman—. Ellos tienen grandes planes. Mira
esto.
Giró los papeles y me mostró los planos elaborados y escritura.
Nada de eso tenía sentido. Era solo un montón de palabras inusuales
en el papel que me recordaba a Hermione Granger recitando un
hechizo.
Roman golpeó el papel con su dedo.
—No solo te secuestraron por tu poder y por lo que les traerá a ellos,
Jewel. —Cerró los ojos y negó con la cabeza, y luego se volvió hacia mí,
con los ojos serios—. Están tratando de aprovechar tu poder de alguna
manera. No tiene sentido. Es como si quisieran emitir algún tipo de
hechizo que te controle.
—Qué demoni…
—Solo vámonos. —Roman empujó los papeles de nuevo en la carpeta.
Aseguró el elástico en su lugar, y luego empujó la carpeta en la parte
trasera de sus vaqueros, cubriéndola con su camiseta.
—He visto un montón de hechizos de bruja, pero esta mierda es
increíble.
Sus palabras se hundieron en mí, haciéndome sentir enferma.
—¿Quieres decir que ellos quieren que mate a otras brujas?
Me tomó la mano y me llevó fuera de la habitación y volvió a cerrar la
puerta.
—A cualquiera que se interponga en su camino.
—¿Ponerse en su camino a qué? —le pregunté, sin aliento.
—Es como una jerarquía... una en la que ellos obviamente quieren estar
en la parte superior. Esto es justo lo que los Augusti quieren evitar
Mis mejillas ardían y miré al suelo mientras nos alejábamos. Me sentía
como un peón en medio de un juego de ajedrez. El Augusti Forza me
querían muerta, mis secuestradores me necesitaba para poder ganar la
dominación y el aquelarre de Henri y Dominique me cazaban.
Eché una mirada hacia Roman mientras nos dirigíamos hacia las
escaleras.
La sonrisa que me dio no llego a sus ojos. Otra complicación. ¿Estaba
teniendo dudas sobre enamorarse de la chica en el centro de tanto
drama? Yo no lo culparía si lo hacía, pero lo necesitaba más que nunca,
y esperaba que no me abandonara.
Otro pensamiento de repente que era aún más inquietante se me
ocurrió. ¿Y si los Augusti tenían razón? ¿Qué pasa si estaba destinada a
convertirme en alguna abominación loca como Paolo había dicho? Traté
de quitarme de encima la sensación de temor. Nunca podría llegar a ser
lo que Roman decía acerca de las otras Espectral. ¿O sí?
Traducido por Susanauribe
Corregido por Vale!
aminando de un lado para otro frente a mi ventana abierta,
Willow zigzagueó dentro y alrededor de mis piernas pareciendo
tan ansioso como yo. Roman me había prometido que regresaría
a las nueve para explorar el libro de Brujería Antigua juntos, pero ya
eran las diez y media y él no aparecía. ¿Y si algo le había pasado? Un
sentimiento de desazón se arrastró dentro de mí, y también me
preocupó que todo lo que temía se estuviera volviendo verdad.
No podía esperar más. No tenía mucho tiempo. Roman había prometido
al Augusti Forza que me regresaría en una semana, y yo tenía que
encontrar esa daga ahora. Todavía mi vida había hecho lo que los
demás decían que era lo mejor para mí. Se estaba volviendo aburrido, y
llevándome a ningún lugar. Mis ojos volaron a mi mochila tendida
encima de la silla de mi escritorio. La alcancé, levanté la solapa y saqué
el libro, poniéndolo junto a mí.
Pasé mis dedos por el borde destrozado, mirando la serpiente enredada
alrededor del emblema de daga. Parecía lo suficientemente inocente.
Pasando las páginas, encontré con un capítulo titulado: «Hechizos y
Brujería».
La primera página parecía una receta. El encabezado decía: «Coraje en
una botella». Debajo estaba la receta: 1 una cucharada de salvia, 9
gotas de lavanda, 2 gotas de aceite de jazmín, 1 hebra de tu cabello, 1
taza de jugo de manzana, una pizca de albahaca y un poco de pimienta
de cayena. Mezclar y beber todo en el contenido a la vez.
C
Debajo había palabras para ser recitadas directamente después.
Parecían sandeces. Debía ser una broma. ¿Albahaca? ¿Cabello?
Cualquiera que bebiera esa mierda ya tendría que ser valiente. Sin
requerir el hechizo. Puse mis ojos en blanco.
La siguiente página era incluso más extraña. Este hechizo proclamaba
generar el poder de la persuasión. ¿En serio?
—Ahora sería genial tener el don de la persuasión. ¿En serio? —dije en voz alta.
Bajo el título decía:
Si no crees en lo oculto y la magia, entonces te recomiendo que te alejes
de ella. Palabras para los sabios: la magia no es un juego o algo solo
para interesarse o jugar con ella.
Oh sí, creo en la magia. Froté mis manos por mis brazos. El grito
ahogado de Dominique hizo eco en mis oídos y recordé a Massimo y la
neblina que creó que se tragó todo el auto.
Sabiendo que no había vuelta atrás en ese punto, leí la inscripción en
voz alta.
—«Escucha mis palabras, no puedes resistirte. Elevan tu corazón por tu
piel como neblina. Ten presente mi declaración, sigue mi meta, es cada
susurro que murmulla en tu alma».
Cerré la cubierta.
—En serio, hombre —susurré, mirando a la serpiente patéticamente—,
albahaca y neblina no van a evitarlo. Definitivamente no me ayudarán a
conseguir mi propia conversión a Espectral.
Una ráfaga de viento voló fuertemente por la ventana soplando mi
cabello de mi rostro. La serpiente abrió sus ojos; su lengua bífida se
bifurcó hacia mí con un siseo.
Salté, asustada, pero luego apreté los dientes y levanté mi dedo índice.
—Sí, ¿te parezco familiar? Me mordiste, ¿recuerdas? Necesito encontrar
la daga. Ya sabes, se parece mucho a ti, ¿pero a tamaño real? —No
podía creer que estuviera hablándole a un libro, pero de nuevo, no era
ningún libro normal.
Otra ráfaga surgió por mi habitación. Gruñendo, salté para cerrar la
ventana, pero antes de que lo hiciera, el libro se abrió con sus hojas
partiéndose casi en la mitad. Me agaché para recogerlo. Mientras mis
dedos rozaban la página, las palabras se movían, cambiando y luego se
levantaron como dos centímetros en el aire. Jadeé, pero caí de rodillas,
y presioné mis manos en el borde de las páginas para mantener el libro
abierto.
Las letras flotantes tomaron forma. Un dibujo. Mi boca cayó abierta.
Era una casa de piedra, grande y desbaratada. Más letras se aspiraron
dejando las páginas en blanco y solo el dibujo flotando hacia mí en el
aire. Un camino se estiró frente a la casa, y una puerta de metal se
materializó.
—¡La casa de Taylor! —solté, y luego puse mis manos encima de mi
boca. ¿Ahí podría estar la daga? ¿Podría ser siquiera posible? En el
momento en que dije las palabras, el dibujo se juntó como tinta mojada
en mitad del aire, y luego cayó a las páginas como antes.
—¿Qué pasa con la casa de Taylor?
Alcé la mirada y vi a Roman posado en la escalera, mirándome
soautonamente.
—¿Viste eso? —Abrí mis ojos.
—¿Vi qué? —Roman entró y caminé hacía él.
—El libro… eso… y... —Miré otra vez al libro puesto inmóvil como
cualquier libro normal.
—¿Y qué?
Le sonreí a Roman, dejándolo a un lado y esperando distraerlo.
—Y llegas tarde —dije, dándole un pequeño golpe en el brazo.
—Y tú eres ardiente. —Se rió mientras me llevaba a sus brazos,
metiendo su cabeza en el hueco entre mi espalda y cuello.
Él regresó. Mi corazón se detuvo un momento y cosquillas radiaron por
mi piel mientras besaba mi cuello gentilmente, deteniéndose para
mordisquear mi lóbulo de la oreja.
Salté a sus brazos y envolví mis piernas alrededor de su cintura. Me
sostuvo con un brazo, y con el otro trazó patrones en la piel desnuda de
mis piernas, enviando cosquillas por mi cuerpo.
Inclinando mi cabeza, puse mis labios en los suyos, mi corazón
comenzó a correr. Mi cabello cayó en una cortina alrededor de nuestros
rostros. Su esencia familiar era embriagadora. Era sorprendente cómo
todas mis preocupaciones parecían deshacerse cuando él me besaba.
Su lengua encontró la mía y la pasión se movió dentro de mí mientras
sus labios aplastaban los míos. Besos calientes, abrasadores y que
aceleraban el corazón. Caminó conmigo en brazos hacia mi cama con
mis piernas todavía enredadas fuertemente alrededor de su cintura
agarrándolo, nuestras bocas nunca separándose. Él sabía a canela y me
llenaba de un hambre insaciable.
Un suave gemido escapó de mis labios mientras me tendía en mi cama.
Sus profundos ojos llenos de alma encontraron los míos mientras
mostraba una sonrisa, obviamente gustándole mi respuesta.
—Me vuelves loco, ¿sabes? —susurró en mi boca, antes de deslizar su
lengua por mi labio inferior suavemente y luego deslizándola dentro de
mi boca de nuevo.
Pasé mis dedos por su cabello, jalándolo hacia mí hasta que no hubo
aire entre nosotros. Después de unos minutos de besos, se dio la vuelta
y me sonrió pícaramente, mostrando el hoyuelo en su mejilla derecha.
Besar a Roman era tan surrealista y me llenaba con tanta emoción que
era casi doloroso. Había algo fascinante sobre él, algo en la profundidad
de sus ojos de chocolate fundido, eso decía que tenía mucho que
aprender. Capas de descubrimientos que había disfrutando
completamente quitando, y nunca querría detenerme hasta que
removiera la última.
—Y, ¿vas a decírmelo? —preguntó, sacándome de mi trance—. ¿Qué
estabas diciendo sobre la casa de Taylor? —Pasó ambas manos por su
pelo.
Sí, eso.
Di una pequeña negación con mi cabeza y besé su hoyuelo mientras lo
pasaba y me sentaba en el borde de la cama, de regreso a la realidad.
—La daga. Creo que está en la casa de ella.
Abrió sus ojos y se sentó junto a mí.
—¿De verdad? ¿Por qué crees eso?
—Es una larga historia. —Moví mi dedo hacia el libro de Brujería
Antigua—. Pero creo que hay más de ese dinosaurio que lo que pensé al
principio.
Roman miró al libro por un momento, y luego de vuelta a mí.
—Tomaré tu palabra. Vamos por ella.
—¿Ahora? —Incliné mi cabeza—. ¿Crees que simplemente podemos
irrumpir en la casa de Taylor?
—No necesitamos irrumpir. ¿Recuerdas? —Alzó su mano.
Estiré la mía, cerrándola encima de la suya.
—Lo sé, lo sé, pero, técnicamente, sigue siendo irrumpir.
Frustrada, miré más allá de él.
Él tenía razón. Nunca imaginé volverme una ladrona, pero había una
gran posibilidad de que algo que me pertenecía estuviera en esa casa.
Solo estaba tomando lo que era mío. Di un pequeño asentimiento.
—Está bien.
Sus ojos se iluminaron.
—Es mejor que también empaques una pequeña mochila.
Tomé aliento. Si encontrábamos la daga, nos iríamos de la ciudad.
Sabía eso y lo aceptaba. Estaba emocionada por conocer a mis
verdaderos padres y con un poco de suerte empezar una nueva vida
dónde pertenecía.
Sin embargo… mis ojos se movieron a mi puerta.
—¿Me puedes dar un minuto?
Roman asintió, y luego se estiró para darme un rápido beso en los
labios.
Recogí a Willow y caminé por el pasillo hacia la parte delantera de la
casa y me metí en la habitación de Jayden. Estaba en su cama,
acurrucado con un mono de peluche que le había comprado para su
cumpleaños número cuatro.
Poniendo a Willow junto a él, besé la cima de su cabeza y susurré:
—Cuídalo por mí, ¿está bien?
Willow hizo miau. Me gustaba pensar que ella entendía. Sabía que
Karina y Viktor eran los padres reales de Jayden, pero sin embargo
deseé poder llevarlo conmigo. No lo merecían. Pero tenía que descifrar
mi vida primero.
—Prometo que regresar por ti, amigo —susurré.
Me tendí y presioné la mano del mono. Mi voz grabada sonó fuerte. Feliz
cumpleaños número cuatro. ¡Jayden! ¡Te amo!
Jayden abrió sus ojos y sonrió
—También te amo —dijo soñoliento. Metiendo el mono debajo de su
barbilla, cerrando sus ojos de nuevo.
Si sobrevivía a mi conversión, me prometí que encontraría una forma de
regresar a Jayden. Pero la realidad era que eso podría no ser posible sin
importar cuánto lo intentara. Yo, de todas las personas, sabía cuán
buenos eran mis padres escondiéndose.
Un nudo creció en mi garganta haciendo casi imposible tragar. Me
quedé de pie en su cama viéndolo respirar por un momento antes de
agacharme y besar su frente.
Podría haber jurado que escuché algo rompiéndose en millones de
piezas. Creo que era mi corazón.
Traducido por Maia8
Corregido por Rodoni
espués de colocar algunas ropas en mi mochila junto con el
libro de Brujería Antigua, Roman y yo nos dirigimos escaleras
abajo. En lo más alto, la hinchada luna blanca brillaba,
resplandeciendo a lo largo de la hierba húmeda.
Nos movimos sigilosamente a través de las sombras, bordeando dentro
y fuera de los arbustos y alrededor de los naranjos. Rocé mis dedos
contra los ásperos bordes del arbusto mientras pasábamos, reviviendo
el día en que llegamos y me había quedado mirando el patio trasero.
Estaba en lo cierto cuando pensé que no estaría allí para ver las
naranjas madurar.
Ese día parecía como toda una vida atrás. Ya no era la niña inocente en
una familia llena de secretos. Tan nerviosa como me sentía siendo
consciente de lo que mi futuro podría entrañar; saber que estaba
tratando con él en mis propios términos hacía correr la adrenalina y por
supuesto el orgullo por mis venas. No estaba segura de si viviría para
ver mi decimoséptimo cumpleaños, pero no quería abandonar sin
luchar.
Deslicé mi mano en la de Roman mientras caminábamos por la calle
trasera a su auto.
Él le dio un apretón antes de liberarla y abrir la puerta del copiloto.
Presionó gentilmente la puerta para cerrarla y se coló por el lado del
conductor.
Mientras Roman conducía, me dio una mirada de reojo con su cara
seria.
D
—Escucha, Jewel —dijo, su voz baja y urgente—, siento realmente todo
esto, todo. No te lo mereces. Desearía que mi aquelarre pudiese conocer
a la verdadera tú. Sé que no dañarías a nadie.
—Está bien, Roman, honestamente —solté, recorriendo mis dedos por
su antebrazo—. Estoy contenta de que creas eso al menos.
Enrollé un mechón de pelo alrededor de mi dedo mientras miraba
fijamente por la ventana la noche. Esperaba que él estuviera en lo cierto
sobre mí no siendo capaz de dañar a nadie, a nadie indigno.
La casa de Taylor se avecinaba en la oscuridad, encendida como la Casa
Blanca durante la noche. A través de las puertas abiertas, varios coches
llenaban el camino de entrada.
—Genial. Hay una multitud de gente ahí —gemí mientras Roman
aparcaba al lado de la carretera y apagaba el motor.
Roman rasgó sus dedos contra el neumático.
—Nos sentaremos hasta que se vayan, o aprovecharemos nuestra
oportunidad ahora y trataremos de colarnos.
—Espera —dije, sacando mi teléfono móvil de mi bolsillo—, déjame
enviarle un mensaje a Taylor. —Lo abrí—. ¡Rápido! Apagué mi teléfono
cuando estaba buscando la daga. —El teléfono se había encendido,
seguido de una serie de notificantes beeps—. Taylor está a punto de
enviar una partida de búsqueda. Mira esto.
Había tres mensajes. El primero decía: Hey True! Fiesta en mi ksa mñna
x la noche. ¿Puedes?
El segundo: Dond stas?? Llamame!
Y el tercero con la fecha de una hora antes: Estas bn? Chicos de infarto
aquí y mamá sta fuera ;) Dnd stas chica?
La cara de Roman enrojeció cuando leí el último mensaje. ¿Tenía celos?
Sonreí.
—¿Listo para la fiesta? —pregunté con una sonrisa maligna—. Por lo
menos entremos.
Roman gimió.
—Cierto, supongo. Pero tenemos que mantenernos centrados.
Di un grito sofocado de manera dramática, colocando mi mano sobre mi
boca.
—¿Qué, no quieres bailar conmigo?
Roman desenganchó el cinturón de seguridad y tiró de mí en el asiento.
Mordisqueó mi mejilla y luego situó sus labios en los míos en besos
suaves y juguetones. Tocando su nariz contra la mía, añadió—: Todo el
tiempo, después de que consigas salir a salvo de tus diecisiete.
—No puedo esperar —me burlé, separándome y luego enviando el
mensaje de texto a Taylor de que estábamos llegando.
Después de unos momentos, me contestó: :D ¡Maravilloso! La puerta
está abierta. Ns vemos pronto!
La música volaba a través de las ventanas abiertas mientras nos
acercábamos a la puerta delantera. Pulsé el timbre y me preparé para la
congelación ártica de la casa de Taylor mientras un timbre sofisticado
sonaba.
La puerta se abrió de golpe y la pulsante música se volvió más loca.
Taylor, vestida con un caliente top rosa con tirantes y una minifalda
negra, sonrió de oreja a oreja.
—¡Viniste! ¡Estoy tan emocionada! —chilló ella, mientras rebotaba
arriba y abajo.
—¿Dónde has estado, chicki?
Ella me empujó en un apretado abrazo y luego me retuvo por un
hombro evaluándome.
—¿No te puedes vestir bien ni para una fiesta? —bromeó—. Vamos,
déjame hacerte un cambio de imagen. ¿Solo esta vez? —declaró antes
de tirar lo que sea que estuviese en su taza. Pensé que tal vez ya había
bebido un poco demasiado. Estaba aún más exuberante que de
costumbre.
Me eché a reír.
—Taylor, este es Roman. —Giré mi barbilla hacia él y amplié mis ojos,
recordándole saludar.
—Hola, encantado de conocerte —sonrió Taylor—. ¿No te importa si te
la robo unos minutos? Todo el mundo está pasando el rato. Toma una
bebida si quieres, y siéntete como en tu casa.
Antes de que Roman tuviese la oportunidad de hablar, Taylor me agarró
del brazo y me arrastró hacia la escalera. Yo le guiñé un ojo por encima
de mi hombro. Esperaba que aprovechase la oportunidad para buscar
la daga.
—Esto podría tomar un tiempo —añadí para que entendiese.
Roman asintió con la cabeza y luego miró a su alrededor, y abrió la
boca. Fue la misma reacción que tuve cuando vi el museo de una casa.
Taylor me llevó a su habitación y se dio la vuelta.
—¿Te gusta?
—Sí, te ves perversamente caliente.
—¡Gracias! Y estoy tan contenta de que vinieras. En serio, mi mamá
está fuera y estoy todo el fin de semana sola. —Se mordió el labio
inferior—. Espero que esté con papá. Ella no me contaría dónde está.
¿Quizás no quiera chafar todas mis esperanzas?
—Quizás —dije.
Honestamente, me sentí mal por Taylor. Deseaba poder ser una mejor
amiga. La culpa se apresuró sobre mí. La única razón por la que estaba
allí era fisgonear por su casa, encontrar la daga y salir de allí. Ella
merecía algo mejor que eso. Pero yo no era capaz de dárselo.
Me aclaré la garganta.
—Así que, ¿qué vas a hacer conmigo, oh hada madrina? —Hice una
reverencia y paseé mis manos por el aire.
—¡Cierto! —Taylor corrió por toda la habitación a su armario y comenzó
—. ¡Te compré un conjunto nuevo como regalo de cumpleaños! Lo
siento si no te lo envolví todavía, no iba a dártelo hasta el gran día. —
Ella miró sobre su hombro y me sonrió—. Pero es perfecto para esta
noche. —Tiró de un bolso de Marciano y con una sonrisa sacó un par
de ajustados vaqueros negros con unas pequeñas cremalleras plateadas
en los tobillos.
Me reí.
—Oh, Taylor, en serio, no tenías que hacer eso. —Eran bonitos, pero
totalmente diferentes a lo que había vestido antes. Mis padres
normalmente compraban mi ropa en Target o Wal-Mart.
—Lo sé. Pero es genial, admítelo —dijo con una sonrisa—. Y... —Sacó
un top apretado en color verde jade, lo puso encima de la cama, y
entonces sacó una caja de zapatos de su armario. Levantó la tapa
revelando un par de tacones negros—. ¡Oye, recuerdo tu color favorito!
Y el top y los zapatos pegan con los vaqueros.
Abrí mucho los ojos.
—¡Esto es demasiado! —Nunca había tenido ropas como esas antes. Mi
cara enrojeció de vergüenza, y presioné mis manos contra mis mejillas.
—No te sientas mal, True. Tengo una gran paga y tú te lo mereces
totalmente.
La abracé.
—Gracias, y sí, definitivamente eres genial —reí.
Ella se dio la vuelta hasta que su espalda estaba para mí.
—Está bien, está bien. Cámbiate ya. Sé que eres tímida. No miraré.
Me metí en los vaqueros negros que me sentaban perfectamente.
Deslicé mis manos sobre el suave material, suspirando.
—¿No te quedan? —preguntó Taylor, mirando sobre su hombro con un
mohín.
—Sí, me quedan perfectamente. Los amo. Un segundo.
Taylor se dio de nuevo la vuelta.
—Vale.
Alcancé el top, me quité el mío y me puse el nuevo por la cabeza. Tenía
un cuello circular y unas abombadas mangas lo suficientemente largas
para cubrir mi marca de nacimiento.
—Está bien, ya puedes mirar.
Taylor se dio la vuelta y me sonrió tan ampliamente que pensé que su
cara se rompería.
—¡Te ves genial! ¡Ahora los zapatos! —Aplaudió con emoción, los sacó
de la caja y me los tendió.
—¿Cómo hiciste para saber mi número? —pregunté, deslizándome en
ellos. Me sentía muy alta ahora que mediría uno ochenta.
—Noto todos los detalles relacionados con la moda. Además, utilizo
también el número treinta y siete. Tengo ojos de águila. —Me guiñó—.
Está bien, vamos, siéntate, y déjame maquillarte.
Realmente quería acabar con esto, pero pensé que comprarle a Roman
algo de tiempo extra para buscar la daga no haría daño. Me dejé caer en
el borde de la cama.
—Ve por él —dije, recorriendo con mis dedos el edredón suave—.
Realmente deberías convertiste en modelo o diseñadora, Taylor.
Ella sacó tres bolsas enormes de maquillajes de su mesa de noche y las
colocó a mi lado en la cama. Cuando levantó la vista, sus ojos estaban
vivos, pero entonces de repente, la chispa se fue.
—Realmente quiero —dijo, su voz se estaba rompiendo—, pero mi
madre quiere que me convierta en una investigadora paranormal o algo.
—Puso sus ojos en blanco.
Me agarroté involuntariamente.
—¿Hay una carrera universitaria de eso? —pregunté, tratando incluso
de mantener mi voz.
Taylor apartó la vista y rebuscó en el bolso de maquillaje la sombra de
ojos.
—¡Ah, aquí estás! —Sujetó una sombra gris plateado—. MAC’s Knight
Devine. Este quedará perfecto con esos ojos ahumados tuyos. —Pasó el
pincel por los polvos comprimidos—. Cierra los ojos —me ordenó
Cerré los ojos.
Taylor liberó un suspiro largo e inquieto.
—No sé dónde espera que aprenda sobre ello. —Corrió el pincel por mi
línea de pestañas superior—. Primero fue la astronomía, luego
antigüedades, ahora la investigación paranormal. Se ha metido en todas
estas cosas extrañas últimamente. Ahora papá piensa que ella es
psicótica. —Inhaló profundamente.
Quería contarle que su mamá podría no ser psicótica después de todo y
que las cosas paranormales en realidad existían. Pero entonces de
nuevo, saber eso no significaba que fuese psicótica. Además, si se lo
contaba, probablemente pensase que yo estaba tan loca como su
mamá. Y no podía arriesgarme a que supiese la verdad sobre mí.
Después de que bordease mis ojos con su sombra de color humo,
añadió la máscara, el bronce, y el pintalabios. Uní mis labios para
equilibrarlo.
—Todo ha terminado —pregunté.
—¿True? —Tocó mi labio ligeramente.
—¿Sí?
—Tu abuela estuvo aquí con mi mamá el otro día durante mucho
tiempo —se detuvo y mordió su labio—. Sin ofender ni nada, pero fue
después de que mi mamá conociese a tu familia se volvió tan extraña.
Mordí el interior de mi mejilla. Había creído que estar alrededor de tía
Eva haría a cualquiera extraño, o al menos, que actuase
embarazosamente, pero no tanto como con la abuela.
—Lo siento. Imagino que están metidos en todas esas cosas raras. Debe
venir cuando nos volvemos viejos —dije con una risa tratando de
quitarle importancia.
Me pregunté si tía Eva estaba diciéndole a la abuela Rain de pedirle a la
mamá de Taylor que hiciese algo... además de esconder la daga.
Me encogí de hombros.
—Vamos abajo, ¿huh?
—Una cosa más, Cenicienta. —Señaló mi cabeza—. Definitivamente
necesitas soltarte esa coleta esta noche. —Sacó mi pelo negro del
elástico y lo cepilló, dejándolo en una cascada de suaves ondas por mi
espalda.
Arrastrándome de su cama, me llevó delante del espejo Cheval que
estaba colocado en la esquina de su habitación. Los azulejos del suelo
vibraban por la música pulsante bajo mis pies.
—¡Mírate! —chilló.
Sonreí a mi reflejo en el espejo.
—¿Soy realmente yo? —Tenía que admitir que estaba en lo cierto sobre
la sombra de ojos acentuando mis ojos, también. Parecían como
piscinas de acero líquido.
—Definitivamente dedícate a la moda. Olvídate de lo paranormal.
Sacudí mi mano a través del aire como quitándole importancia y me
giré, abrazándola.
—Gracias, Tay. Eres una amiga maravillosa.
Quería decirle que la echaba de menos, y que era la primera amiga
verdaderamente buena que había tenido. Pero no podía. En cambio, me
aclaré la garganta y tragué fuerte, deseando que el nudo de mi
estómago desapareciese. Le di un besito en la mejilla y tiré de su mano
hacia el pasillo.
La gran escalera estaba abarrotada. Un montón de gente había llegado
desde que habíamos subido al piso de arriba. Alguien había atenuado la
luz y ahora las sombras bailaban por las paredes en escalofriantes
formas. La música retumbaba a través de la escandalosa casa mientras
nos apretábamos entre la masa de cuerpos.
El aire era caliente y pegajoso; algo que no imaginaba que la casa de
Taylor pudiese ser. Obviamente había apagado el aire acondicionado, y
con la multitud y las ventanas abiertas, se había calentado rápido.
Alguien necesitaba realmente enseñarle a esta chica acerca del control
de la temperatura.
Sujeté la mano de Taylor detrás de mí y saludé a la gente de dentro y
fuera y escaleras abajo. Un chico me vertió una botella de cerveza
cuando pasábamos. Se apoyaba contra el sarcófago dorado conversando
con un estudiante de primer año que vagamente reconocí.
Taylor gritó algo en mi oreja acerca de conseguir más vino y se deslizó
junto a mí. Movió su mano en el aire, indicándome que la siguiera a la
cocina. No solía usar tacones de cuatro centímetros, así que decidí
caminar en vez de cazarla. No quería arriesgarme a caerme de cara.
¿Dónde estás, Roman? Escaneé la habitación buscándole.
En medio de la abarrotada cocina, Chase se sentaba en la isla. Olivia
estaba de pie delante de él con sus manos en sus rodillas. Se veía tan
contenta mientras hablaba con él que estuve segura de que si pudiese
oírla habría sonado como un gato maullando. No podía culparla. El
chico parecía bastante caliente con su pelo rubio, piel bronceada y
profundos ojos azules. Por no mencionar su atlético cuerpo.
Me volví para salir, pero no antes de que Chase llamase mi atención y
saltase de la barra.
La sonrisa en la cara de Olivia cayó más rápido que una persona que
saltase en bungee14 desde un acantilado. Sus manos cayeron a los
costados y me miró.
Chase, parecía igual de sorprendido, solo que de una manera diferente.
—Una palabra. ¡Vaya! —dijo mientras me alcanzaba. Levantó una ceja
y miró de arriba abajo. Dos veces. Colocó una mano sobre la parte
superior de su pecho—. Rompecorazones —dijo con una sonrisa lenta.
—Esas son dos palabras —bromeé. Aparté los ojos, examinando la
habitación.
Taylor estaba fuera en la esquina con Jack y un par de otras personas
de nuestra clase. Amy se había puesto del lado de Olivia por la isla,
observando todos nuestros movimientos, y la puerta del patio de atrás
estaba abierta. Miré a través de ella y vi a unas pocas personas
nadando y buceando en la piscina.
Todavía no había señal de Roman. Mi corazón empezó a latir más fuerte
en mi pecho. ¿Dónde estaba?
—¿Quieres una cerveza, hoja de arce? —preguntó Chase, acercándose
tan cerca que pude oírle por encima de la zumbante música. Su
respiración cosquilleó en mis mejillas.
—Hay un barril de cerveza y algo más suave en la nevera. ¿O quizás
algo de vino? —preguntó.
—Claro, quizá un poco de vino —dije con una sonrisa.
—Vuelvo en un minuto. —Chase anduvo tranquilamente al fondo de la
cocina. Eché un vistazo a la esquina y por el pasillo, buscando
cualquier señal de Roman y no conseguí nada. Cuando aparté la vista,
Olivia estaba delante de mí, con su pequeña devota soldado, Amy, junto
a ella. Salté, sobresaltada.
—Hola, Bruja. —Me dio un empujón en el hombro con un dedo, su otra
mano sujetaba un vaso demasiado lleno de alguna bebida que parecía
afrutada. Se meció sobre sus pies y la derramó por los bordes de su
vaso.
14 Bungee: Salto parecido al paracaidismo, solo que más arriesgado, porque no existe arnés en
el torso, sino que los agarres se enganchan en los tobillos, con el consecuente aumento del
riesgo.
—¿Qué pasa con tu look de prostituta de cinco dólares? ¿Tratando de
hacer un poco de dinero adicional esta noche, o qué?
Amy se echó a reír.
Me puse de pie, más alta.
—Olivia, los celos son de perra, ¿no? —Mi cabeza al instante comenzó a
latir con fuerza. No estaba de humor para su basura. Tenía cosas más
importantes en mí mente.
Se pasó la mano por encima de su vestido blanco, alisándolo.
—¿Celosa? ¿De ti? —Ella se veía como si oliese algo malo—. Parece que
te despertaste en un cubo de basura, transformándote en la propia
basura —resopló ella y luego tomó un trago de su cóctel.
Todo lo que podía pensar era en tomar su bebida afrutada y tirársela
justamente en su cara engreída.
—Creo que se vería mejor encima de ti que en ti —solté—. Una bebida
roja hará maravillas en tu traje.
Las cejas de Olivia se fruncieron y se quedó parada. Lo siguiente que
supe era que estaba vertiéndose la bebida sobre la cima de su cabeza.
Recorría su cara como una lluvia roja y su vestido blanco.
—¿Qué estás haciendo? —chilló.
Olivia parpadeó, negó con su cabeza y luego se quedó mirándome.
—¿Hiciste eso, puta? —gritó a pleno pulmón.
—No, lo hiciste tú —dijo Amy, tirando del brazo de Olivia con la boca
abierta.
Olivia negó con la cabeza.
—No lo recuerdo. ¡Lo hizo ella! Te dije que era una bruja.
Amy la miró como si estuviese loca.
¿Hice yo eso? Estaba pensando en la bebida en su cara y por toda ella.
Y entonces recordé el hechizo del libro de Brujería Antigua que había
leído por encima. El hechizo de persuasión que decía. Oh, dios mío. La
miré de nuevo con los ojos entrecerrados.
—Necesitas tomar el aire. Ahora.
Olivia me frunció el ceño, entonces se giró y agarró el brazo de Amy.
—Vámonos, Amy
—¿Qué? —Los ojos de Amy se ampliaron.
—Salgamos de aquí —Olivia golpeó su hombro con el mío al pasar, y se
dirigió a la puerta delantera.
¿Está esto sucediendo? ¿Realmente hice esto?
A través de la multitud, en el lado más lejano de la cocina, Taylor me
saludó y Chase vertió vino en una copa plástica.
—¡Voy al baño! Vuelvo en un minuto —murmuré las palabras
dramáticamente para que pudiera leer mis labios.
Taylor asintió y me saludó mientras salía de la cocina. Me deslicé por el
pasillo, ansiosa por encontrar a Roma. Recé para que hubiese
encontrado la daga. No podría irme a casa esta noche. Mi corazón se
aceleró ante el pensamiento de tía Eva encontrando mi cama vacía.
Tropezando pro el pasillo, me golpeé con la gente y farfullé unas
disculpas.
El suelo marmóreo se sentía pegajoso bajo mis pies y el enfermizo olor a
mofeta de la hierba me asfixiaba.
Había cola para el baño. ¿Estaba toda la ciudad de Pomona Park aquí?
No tenía necesidad de ir, de todos modos, así que me precipité por ella,
más allá del pasillo, pasando los cuerpos que bailaban hasta que los
fiesteros comenzaban a desmadrarse.
Me precipité a una habitación y cerré la puerta tras de mí, descansando
mi espalda contra ella. Inhalé profundamente. A pesar de la ahora
amortiguada música, mis oídos aún pitaban. Un largo escritorio se
asentaba contra la pared en frente de mí. Las estrellas brillaban en las
ventanas detrás como cientos de ojos entrometidos. Las estanterías se
alineaban en las paredes a ambos lados, llenas de libros de cada
tamaño y color. Recorrí con mis dedos la superficie suave del escritorio,
y miré una taza acomodada en la cima de unos papeles. Manuscrito en
letras grandes y desvanecidas estaban las palabras: La Mejor Mamá del
Mundo. Una pequeña grieta astillaba la taza, y no podía evitar pensar
que era simbólico.
Sentada en el escritorio, rebusqué entre los papeles y entonces abrí el
cajón del escritorio. No había nada sino facturas y papeles perdidos.
Solté un gemido frustrado y dejé caer mi cabeza en mis manos.
La pantalla de la computadora se encendió. Debía haber movido el
ratón por accidente. Abrí el Outlook Express. En la parte superior, un
correo ya leído de Eva Nemkova atrapó mi atención. Mi corazón saltó, y
cliqueé para abrirlo.
Elizabeth Snow,
El momento ha llegado. Tu billete para Moscú espera según el plan.
Enviaré a Karina a recoger la daga mañana en el lugar que Raine y tú
han decidido. No flaquees ahora. Todo esto es necesario para que te
conviertas en un miembro verdadero y sagrado de nuestro aquelarre.
Eva Nemkova.
Agarré el borde del escritorio inhalando pequeñas respiraciones poco
profundas. Así que, ¿la señora Snow se va a Moscú? Si ya se ha
marchado, eso significa que ya está probablemente allí, y con la daga.
Pero, ¿por qué? ¿Qué querían que hiciera para convertirla en miembro?
La abuela y la señora Snow habían decidido el lugar para esconder la
daga, al menos de acuerdo con el correo de tía Eva. Tenía la esperanza
de que la señora Snow no se hubiese ido ya y que la daga estuviera
todavía aquí en algún lugar. Deseaba poder solo hablar con la abuela
Raine sobre todo. Ansiaba tanto creer que hubiese sido intimidada a
toda la cosa del secuestro. Que si hablase con ella, podría convencerla
de llevarme a mi verdadera madre. Mi garganta ardió y tragué
crecientes miedos, dispuesta a que el miedo desapareciese.
Un recuerdo de cuando era pequeña flotó ante mis ojos. La abuela y yo
habíamos estado jugando a encontrar el botón. Ella había limitado el
terreno de casa a la cocina. Después de una hora y media de buscar en
cada cajón y armario, había abandonado, llorando. La abuela me dirigió
la mano a la barra de la cocina. Además del tostador, había agarrado
un botón de color azul marinero. Era del mismo color la barra y se
camuflaba como un camaleón. Ella había besado mi mejilla y limpiado
mis lágrimas con sus pulgares. «A veces las cosas que parecen más
difíciles de encontrar están justo delante de tus ojos todo el tiempo»,
había dicho.
Eché un vistazo a la habitación, a los lugares obvios. Busqué por las
paredes y en las estanterías. No había nada sino obras de arte
estúpidas y libros. Llevé mis manos a mis ojos cerrados, frotando
fuerte, necesitando pensar. Quizás en la entrada de la casa.
Había estado pensando todo el tiempo que la daga estaría escondida en
una habitación, o un cajón, pero no quizás en la entrada, justo ante mis
ojos todo el tiempo. No podía estar segura, pero valía la pena intentarlo.
De vuelta al ruidoso salón, zigzagueé a través de los cuerpos
presionados y me dirigí a la puerta de entrada. Mantuve mi espalda
presionada contra ella, mirando alrededor. El tapiz y varias pinturas
llenaban las paredes desde el suelo hasta el techo de catedral. Una
pareja de bombillas se sujetaban al candelabro en la pared que
centelleaba ominosamente. Las otras tres bombillas en él estaban
completamente apagadas. Quizás las bombillas solo estaban viejas y
fallaban... eso o quizás alguien las había retorcido para oscurecerlo y
atornillarlo en dos. Tomé una respiración profunda.
Definitivamente espeluznante. Mis ojos se desviaron a las escaleras y el
sarcófago dorado. ¡Dorado, como la daga! ¡Como un camaleón!
Me apresuré a las escaleras y subí, empujándome entre la gente.
—Chicos deberíais volver a la piscina —sugerí—. ¡Todo el mundo a
nadar!—grité.
—¡Alucinante! —dijo un chico con una risa mientras se daba la vuelta.
—¿No vienes? —preguntó otro chico mirándome de arriba abajo.
—Claro, estaré allí enseguida. —Forcé una sonrisa mientras él se daba
la vuelta lentamente hacia las escaleras sorprendido frente a mí.
¿Bastante espeluznante?
—Me quedo aquí. No estoy de humor para nadar —dijo una chica a su
amiga y luego bebió los restos de su bebida.
—Sí, sí lo estás —dije mirándola directamente.
Ella aguantó su mirada un momento y luego asintió.
—Sí, tienes razón. En verdad quiero. Vamos, Natalie, camina —dijo a su
amiga.
En serio, esto era totalmente genial.
Cuando no hubo nadie alrededor, recorrí con mis manos todo el
sarcófago, tuve que ponerme de puntillas para deslizar mis manos por
la parte superior. La daga no estaba fija a la cubierta exterior. Mi
corazón se hundió.
Busqué una manera de abrirlo, sintiéndome emocionada y totalmente
asustada al mismo tiempo. Verdaderamente esperaba que no hubiese
una momia en su interior. Pero considerando a la mamá de Taylor y lo
que sabía sobre ella, no podía estar segura. Encontré donde las dos
mitades se unían, y dando un último vistazo alrededor, lo abrí. Un
agudo hedor a humedad como calcetines sucios se vertió fuera,
llenando mis fosas nasales. Con un carraspeo, moví mi mano por el aire
delante de mi cara. Mis ojos se ampliaron ante la estatua dorada que se
hallaba en su interior. Parecía similar al sarcófago, pero más pequeña.
Su tocado consistía en rayas horizontales negras y doradas, y sus
brazos estaban cruzados contra su pecho.
Cuando miré más de cerca, me di cuenta de que tenía algo en cada
mano. Pasé mis dedos a lo largo de ella, y noté que una mano agarraba
una barra de oro, pero la otra sostenía un puñal de oro. La serpiente
enroscada alrededor del mango negro estaba camuflada contra las
rayas en el tocado de la estatua. Mi adrenalina se disparó.
Agarré la manija y tiré de ella hacia fuera. Una bola emocionada de
energía serpenteó a través de mí.
Algo se movió en las sombras de la base y saqué mi mano con la daga
en mi espalda, ocultándola. Luces brillantes centellearon en la ventana
del frente, y me di la vuelta para ver qué era. Rayos de luz de varias
linternas se disipaban por las ventanas, acercándose a la puerta
principal.
—¡Mierda!
—¡Raid! —gritó alguien desde la cocina.
—¡Aquí! Sube. —Oí llamar a Roman.
Llevé mis ojos de nuevo al rellano. Roman extendió su mano.
El alivio me inundó y me quité los zapatos, precipitándome por las
escaleras que quedaban, y tomé su mano. Corrimos por el pasillo,
pasando por la espeluznante gárgola, y terminamos en la habitación
trasera.
Alguien apagó la música, y el sonido de fuertes golpes en la puerta de
entrada llenó la casa.
Roman cerró la puerta detrás de nosotros. Los charcos de cera seca se
combinaban con nuestros pies. Me di cuenta de que estábamos en la
habitación donde la señora Snow realizó su espeluznante ritual el otro
día.
—¡La tengo! —dije sin aliento, recostada contra la puerta.
Una sonrisa apareció en la boca de Roman mientras inclinaba ambos
brazos en la puerta por encima de mi cabeza.
—Estás preciosa —susurró contra mis labios.
Le di una mirada seductora mientras mi corazón corría fuera de control.
Pasó el dorso de sus dedos por la piel expuesta en mi vientre justo por
encima de mis vaqueros.
Flexionando su cuello, me besó apasionadamente hasta que me derretí
en sus brazos. Besar a Roman era como abrir los regalos la mañana de
Navidad: nunca podrías adivinar lo que estaría envuelto en cada uno de
ellos, pero siempre mantenía la promesa de algo mágico. Más luces
parpadeantes brillaron en el cielo nocturno. De mala gana, aparté a
Roman.
—Creo que la policía está aquí. Vámonos.
Roman me besó en la nariz.
—Un segundo.
Lo seguí mientras corría por la habitación y miraba por la ventana. Su
rostro pasó de sonreír a fruncir el ceño y a un blanco ceniciento.
—¿Qué te pasa?
—Es el Augusti Forza.
Mis piernas se adormecieron, como si toda la sangre se hubiese
escurrido de ellas.
—¿Qué? Roman, no me puedo mover.
Él me tomó de la barbilla y me miró a los ojos fijamente.
—Sí, sí puedes. Tienes que hacerlo. Aquí hay un ascensor que te lleva al
primer piso. He estado explorando este lugar. Vete abajo, entra en la
oficina, y espérame. Dame la daga.
—¿Qué vas a hacer con ella?
—Confía en mí —me tendió la mano—. No podemos dejar que
encuentren la daga o a ti. No es seguro mantenerla contigo.
Eso tenía sentido. Temblando, le pasé la daga y lo miré meterla en su
cinturón.
—Me desharé de ellos, y entonces te llevaré a casa. —Rozó sus dedos
lentamente a lo largo de mi mejilla, sus labios aparecieron en el borde.
Sus ojos se bloquearon en los míos—. Te quiero, mi dulce mariposa.
Otro fuerte estrépito vino escaleras abajo, y no pude responder. Roman
me había dicho que me amaba, lo que era épico, pero con los golpes en
la puerta, solo podía asumir que el Augusti Forza venía a matarme, me
congelé completamente.
Voces enfadadas y chillidos irrumpieron debajo.
—Oh dios mío —dije, enganchándome a los brazos de Roman—. ¿Qué
pasa con Taylor y Chase?
—No herirán a los humanos. Solo te están buscando a ti —Él me
levantó en sus brazos y me llevó a través de la habitación al ascensor de
cristal, y me puso de nuevo de pie. Me dio un beso entre mis cejas y,
entonces, apartándome el pelo de la cara con ambas manos, se inclinó y
me besó suavemente una vez más antes de dar un paso atrás. Las
puertas del ascensor se cerraron.
Mi piel se erizó mientras bajaba. Mantuve mi mirada en su cara tensa,
hasta que no pude verlo nunca más, aterrada de que fuese mi último
recuerdo de él. Había esperado toda mi vida para sentirme de la manera
en la que Roman me hacía sentir. Solo imaginarlo podía ser tan
reconfortante, y quería aferrarme a ello para siempre. Estamos tan
cerca, no podemos quedar atrapados ahora. Cuando el ascensor llegó
abajo, abrió la puerta con manos temblorosas, y me lancé de nuevo en
el despacho.
Me escondí detrás de los pliegues enormes de material en las cortinas,
mi corazón latía con fuerza y amenazaba con explotar. Los segundos
parecieron horas mientras esperaba a Roman. Me quedé pensando que
si yo fuera la Espectral ya, podría luchar contra ellos. Odiaba
esconderme detrás de las cortinas como una cobarde. Pero no había
manera de que pudiera hacer frente a Massimo, y Dios sabe quién más,
con la dotación que tenían. Al menos, no hasta que tuviese mis propios
poderes.
La idea de que le hiciesen daño a Romano hizo que un frío helado se
colase por todo mi ser. Me juré a mí misma que si lo herían, los mataría
a todos uno por uno, en el momento en que pudiese. Una cita de una
película repetía en mi mente: «La venganza es un plato que se sirve
frío».
—¿True? —Oí gritar a una voz familiar en la habitación.
Sobresaltada, me asomé con cuidado a través de la rendija de la
cortina. Era Chase. Saqué la cabeza y le hice señas.
—¡Vamos! Tiene que ocultarte. —Cerró la puerta y corrió a mi lado, sin
aliento—. No hay escondite. Están haciendo un barrido total de la casa.
Y no creo que sean policías, tampoco.
Chase, frunció el ceño y se quedó mirando por encima del hombro. El
sudor se deslizaba por su frente.
Levanté las cejas, preguntándome lo qué sabía.
—A menos que la policía de Florida tenga nuevos uniformes, pasa algo.
He estado buscándote por todos lados. ¡Vamos!
—¿Ir? ¿Ir a dónde?
Mi mente daba vueltas. Tenía que esperar aquí a Roman. Él iba a volver
por mí. Él tenía la daga. Sabía dónde estaba mi madre. Teníamos un
plan. Él me amaba. Estaba bastante segura de que yo también lo
quería. No podía irme.
Voces profundas retumbaron a través de la sala, cada vez más fuerte
cada segundo. Un escalofrío corrió por mi piel.
Chase tiró de mi mano hacia delante y del pestillo de la ventana.
—Maldita sea, se ha atascado —gimió. Levantó el pie, rompió la palanca
hasta que se liberó y abrió la ventana. El alivio fue corto. Precisamente
cuando el aire fresco del exterior se pegó a mi piel, alguien envolvió sus
brazos alrededor de mi cintura y me tiró hacia atrás hasta que me
apreté fuertemente contra su cuerpo.
Chase se giró hacia nosotros con la cara roja.
Él golpeó a quien quiera que me sujetase por el lateral de la cabeza,
quitándole el equilibrio. Mi corazón martilleaba, me liberé y corrí a la
ventana, ignorando cada pensamiento de que tenía que mirar a mi
atacante. El instinto se hizo cargo. Solo necesitaba salir. Cientos de
estrellas luminiscentes ahora parecían como faros cristalinos de
esperanza. Golpeé el cristal con mi tacón.
Detrás de mí, en medio de los golpes y gritos alguien chilló—:
¡Atrápenla! ¡Atrápenla!
Chase gritó—: ¡Corre, True!
Mi pie llegó al alfeizar de la ventana y salté. La mitad de mi cuerpo
colgaba fuera de la ventana y la otra mitad dentro de la habitación. El
rocío de la hierba lamió mis manos. Tan cerca. Un artilugio, como un
grillete rodeó mi tobillo. Pateé la sujeción y arañé el suelo, pero nada
funcionó. Girando mi cuerpo, me di la vuelta justo cuando el otro
hombre cubría la cabeza de Chase con un saco de patatas. Grité hasta
que mi garganta se sintió en carne viva.
Había estado tan asustada. No podía respirar.
Mi captor me empujó al interior con su cara contraída en un gruñido.
Sin abandonar, me retorcí accidentalmente aporreando mi cara contra
el alfeizar de la ventana.
El sabor metálico de la sangre se escurrió en mi boca. Él tiró de mí para
levantarme.
—¡Déjenme ir! —grité con mi voz ahora chillona y rasposa por el miedo.
Así era. Así era cómo iba a morir.
Decidida a enfrentar el final con la cabeza bien alta, me giré hacia mi
atacante. No era Massimo o Paulo. No sabía quiénes eran estos
hombres. Pero quienes quiera que fuesen, en vez de una cara llena de
amenazas como esperaba, los ojos de los hombres estaban
desenfocados. Él negó con su cabeza como si estuviese confundido, y
luego empezó a liberarme.
—¡Estate quieto, idiota! —soltó otro hombre.
Lo que quiera que envolviese al otro hombre se estaba disipando, y
restableció su agarre.
Todo mi cuerpo se congeló. Algo afilado pinchó la piel de mi cuello. El
dolor surgió a través de mí, caliente como el veneno.
La habitación giraba; una nublada visión de una aguja. Entonces nada.
Completa oscuridad.
Traducido por Maia8 y Susanauribe
Corregido por Vale!
obresaltada a la consciencia por un rugiente motor, pude apenas
abrir mis pesados párpados. A través de mi visión nublada, mis
ojos escanearon los periódicos espaciados en el asiento delante
de mí. El olor a pies sudados enconaba el aire.
La inyección. La caza. Roman. Intenté alcanzar mi cuello para sentir
dónde la inyección me había pinchado la piel; segura de que había un
moretón. Pero cuando traté de mover mis manos, descubrí que mis
muñecas estaban atadas a mi asiento.
El ritmo de mi corazón comenzó a ascender. Luché contra mi estado
grogui mientras echaba un vistazo alrededor, preguntándome dónde
estaba y con quién estaba.
Un hombre dormía a mi lado vistiendo pantalones grises y una camisa
de cuello vuelto negra. Su boca se abría al roncar y babas caían por el
lado de su barbilla, pero reconocí la cara redonda y regordeta. Era el
hombre que me pinchó la inyección.
Tenía los zapatos quitados y sus grandes pies envueltos por unos
calcetines negros que enviaban ese apestoso olor directamente a mi
cara. Pies de mofeta. Genial.
Moví mis propios pies que estaban dentro de un par de chanclas rosas
que alguien debía haberme puesto cuando me desmayé. Gemí. El rosa y
yo éramos dos cosas que no debían ser puestas juntas.
Me incliné hacia adelante tanto como pude y descansé mi cabeza contra
la dura superficie del asiento delante de mí.
S
En el pasillo, Chase estaba inconsciente con el cuerpo desplomado y los
brazos atados a su asiento. Reconocí al hombre sentado a su lado como
el otro chico en la casa de Taylor. El que había puesto el saco de
patatas sobre la cabeza de Chase. Su pelo castaño oscuros estaba
barrido en una cortinilla a lo Donald Trump y un par de gafas de
montura negra se asentaban en la punta de su nariz.
Miré alrededor con mi cabeza pesada y tambaleante por el sueño, y me
di cuenta de que estábamos en un pequeño avión. No había nadie más
a bordo que yo pudiera ver.
El hombre que se sentaba al lado de Chase revolvió su periódico cuando
notó que estaba despierta y lo plegó cerrándolo. Cogió una bebida de su
bandeja, inclinándola hacia mí y sonrió malignamente.
—хороший день принцесса15 —dijo.
Tiré de mis muñecas, intentando liberar mis manos.
—Hablo inglés, perdedor —espeté, incapaz de contenerme.
—Qué vergüenza que no puedas hablar tu lengua nativa, el ruso, Jewel.
—El ruso no es mi lengua nativa —escupí a través de mis dientes
apretados. Negué con mi cabeza. Estaba enfadada por estar atrapada,
pero aliviada de que estuviera al menos con rusos y no con los Augusti
quienes sabía por seguro que querían mi muerte. No le di vueltas en mi
cabeza a que me hubiera llamado Jewel. Pero me di cuenta de que
obviamente sabía que era yo de todos modos. ¿A quién más habrían
secuestrado?
La pregunta era, ¿me capturaron para matarme o para usarme? Si
quisiesen matarme, podrían haberlo hecho ya. Traté de tranquilizarme
con ese pensamiento para así no tener una combustión espontánea por
el miedo.
15
хороший день принцесса: Buenos días, Princesa.
Gimiendo, me desplomé contra mi asiento. ¿Qué le sucedió a Roman?
Un sentimiento de hundimiento crepitó en mí. Él había cogido la daga
que tanto necesitaba y dejé.
Él me dijo que la mantendría alejada de ellos y prometió que volvería
por mí. Pero no lo hizo. En su lugar, ellos llegaron. Nos habían
asaltado y secuestrado a Chase y a mí.
Tragué el creciente ardor en mi garganta, extendí mis dedos para tapar
la sombra de la pequeña ventana ovalada a mi derecha y miré fuera.
Rachas de nubes flotaban sin objetivo mucho más arriba.
No podía negar la posibilidad de que Roman me hubiese engañado todo
este tiempo. Pero la suavidad en sus ojos cuando me miraba, y la
manera en que me tocaba parecían tan reales. Pensé en la última vez
que me había besado con sus perfectamente tiernos labios. Él había
dicho que me amaba y yo le había creído totalmente. ¿También era eso
una mentira? ¿Podía realmente ser tan inocente? Ahí estaba esa
palabra de nuevo. Inocente. Realmente, ¿qué sabía acerca del amor y la
sinceridad, de todos modos? Había sido engañada por mis padres toda
mi vida y sufrido por ello, y bueno... el amor no había sido exactamente
parte de mi vida hasta recientemente.
Pero si era verdad que Roman me había estado mintiendo todo este
tiempo, entonces, ¿por qué simplemente no me llevó a los Augusti la
primera vez que los vi cuando había ido de vuelta a casa desde donde la
casa de Taylor?
Apreté mis ojos más fuerte y mordí mi labio inferior mientras un
repugnante pensamiento me inundaba. Los Augusti probablemente
necesitaban la daga para cerrar el trato. Roman parecía obsesionado
con encontrarla desde el día uno. Había pensado que la razón para ello
era porque necesitaba la daga para mí, para mi mejora y salvarme.
Ahora me daba cuenta de que era más probable que necesitara la daga
para ayudar a matarme; para terminar todo el problema de la
abominación. No sabía si estaba más dolida o enfadada. Era
definitivamente una fuerte combinación de ambos.
Oí un gruñido y estiré el cuello para ver quién era. Chase se movía,
abriendo sus ojos y tirando de las cuerdas atadas en torno a sus
muñecas. Cuando no pudo moverse, sus grandes ojos azules se
abrieron con gran alarma. Su pelo rubio normalmente peinado estaba
desordenado, y su jersey del equipo de fútbol del Manchester United
estaba arrugado. Pero incluso bajo coacción, el chico se veía
ridículamente caliente.
—Chase —grité
El Hombre del Pelo Funky frunció sus labios y dio un golpecito en las
muñecas de Chase.
—Cálmate y siéntate quieto —dijo con su fuerte acento ruso—. Pronto
aterrizaremos.
Miré de nuevo fuera de la ventana a las nubes que ahora nos rodeaban.
El avión se balanceó un poco mientras pasábamos a través de ellas.
Estábamos definitivamente descendiendo. No tenía pistas de cuánto
tempo habíamos estado en el aire y tampoco idea de a donde nos
estaban llevando.
—¿Aterrizar? —La voz de Chase sonaba áspera—. Aterrizar, ¿dónde?
¿De qué está hablando? —Sus cejas se fruncieron. Miró a lo largo del
pasillo hacia mí y luego de vuelta al Hombre del Pelo Funky—. ¿Qué
está pasando? Simplemente estábamos en una fiesta. No hicimos nada
malo. ¡Quiero un abogado! —Tiró más fuerte de la cuerda—. ¿Qué
demonios está pasando?
Me sentí mal por Chase. Por supuesto cuando estos tipos entraron a
toda prisa en la casa de Taylor, él había pensado que era solo una
redada policial. Probablemente habría imaginado que olerían mala
hierba y arrestarían a todos o algo. Cuando había venido a buscarme y
me encontró escondida en la oficina, lo peor que probablemente había
pensado era que iba a recibir una seria reprimenda de mis padres.
Estando drogada, despertar en un avión atado a un asiento tenía que
ser confuso e inquietante, como mínimo.
¿Cómo empezaría a explicarle que estaba en medio de este lío por mi
culpa?
Que era todo porque yo era una bruja Spectral, que era un peón en
algún loco escenario, y que él se encontraba en el lugar equivocado en
el momento equivocado, ahora su vida estaba en peligro también. Sí,
eso iría realmente bien.
El Hombre del Pelo Funky caminó por el pasillo y le dio un codazo al
señor Baba a mi lado.
—Vladimir —llamó mientras avanzaba por el pasillo y tiraba de su
manga.
Bien, así que no solo estos tipos hablan ruso, sino que el nombre de
chico baba era Vladimir. Sin embargo, el Augusti Forza era italiano
como yo.
Definitivamente no era el Augusti Forza. Pero si este no era el Augusti,
¿quiénes eran? ¿Acaso mi familia hizo esto? ¿Por qué no simplemente
me capturaban ellos mismos?
Cobardes.
Vladimir se estiró y se limpió la baba de la barbilla con el dorso de la
manga mientras Chase todavía luchaba por liberar a sus brazos
—¿То, что происходиt?16 —dijo Vladimir al Hombre del Pelo Funky—.
La inyección. Dámela —contestó Hombre del Pelo Funky.
Vladimir me echó un vistazo, entonces a Chase. Flexionándose, sacó un
maletín de cuero negro de debajo del asiento delante de él. Lo abrió y la
tapa se levantó.
—¿Quieres que le ponga una a esa también, Sergei? —Inclinó su cabeza
en mi dirección.
Un escalofrío se deslizó por mi espalda cuando vi las filas de las jeringas
dentro llenas con un líquido de color azul.
Sergei se subió las gafas sobre la nariz.
—Primero al chico. Date prisa, Vladimir. Me está poniendo de los
nervios.
Chase gruñó y tiró más fuerte de las cuerdas.
—Déjalo en paz —grité mientras Vladimir agarraba una jeringa de su
ranura en el maletín—. Chase, no luches o de lo contrario lo harán de
nuevo —supliqué.
Lo último que quería era que se pinchasen Chase con una inyección.
Quién sabe lo que había en esa basura y el efecto que podría tener si se
le daba en repetidas ocasiones.
—¿Por qué, Jewel-ka17? —me preguntó Valdimir, enfatizando el sonido
ka al final de mi nombre—. ¿Es tu novio? —preguntó con una risa.
Golpeó la jeringuilla con su dedo índice, luego presionó el émbolo. Un
rápido chorro de líquido se disparó por el aire—. ¿Echas de menos su
toque, Da? Su rechoncha cara se rompió en una amplia sonrisa—.
Puedo tomarte para un revolcón el baño en un momento si tú quieres.
Apartó la vista lentamente de la jeringuilla para mirar fijamente mis
ojos. Sus ojos azules destellaban como minúsculas estrellas brillando
16 ¿То, что происходиt?:¿Qué pasa? 17 Jewel-ka: Sufijo diminutivo. Podría ser traducido como pequeña Jewel.
en el cielo. Entonces, extrañamente se volvieron verdes. Luego,
avellana. Entonces, color barro. Y entonces del más oscuro negro, como
el alquitrán
Fascinante.
De repente, estaba en el apretado baño del avión, mis manos
presionadas contra el frío y mojado lavamanos. Vladimir me manoseaba
desde atrás, mientras jadeaba y estaba sin aliento. Sus manos callosas
raspaban en mis brazos mientras miraba su reflejo en el espejo. Me
giré, retorciéndome para alejarme de él.
—¡Déjala en paz! —Escuché a Chase y luego estaba de regreso en mi
asiento.
Pestañeé, confundida, aferrándome fuertemente al brazo de mi asiento,
impactada. Vladimir me miró, sus ojos regresando a su sombra de azul,
su rostro convertido en una enorme sonrisa. Estiró su mano para tocar
mi pelo y me retorcí lejos, temblando como un perro mojado. Se sintió
como una tonelada de animales acabaran de subir por mi piel. Me di
cuenta de que no había dejado mi asiento en absoluto. Obviamente él
tenía una inusual dote para poner esas asquerosas imágenes tan
vívidamente en mi mente. Seriamente asqueroso.
—En tus sueños —espeté y retorcí mi nariz.
—¿Fue tan bueno para ti como lo fue para mí? —me preguntó con un
guiño.
—Estás enfermo —dije inclinándome lejos.
Chase tiró tan fuerte de las cuerdas sosteniéndolo que pensó que todo
el brazo se saldría. Sergei agarró ambos brazos. Mi corazón latiendo,
entrecerré los ojos hacia Vladimir.
—Deberías meterte esa aguja en tu propio cuello —siseé.
Vladimir junta sus labios, inclina su cabeza a un lado y me mira como
si estuviera midiendo mis palabras.
—Detente —gritó Sergei por encima de su hombro, todavía luchando
con Chase.
Chase le dio un cabezazo a Sergei, haciendo que la cabeza de Sergei se
moviera hacia atrás y su nariz sangrara.
Devolví mi mirada a Vladimir.
—¡Como en este momento!
La próxima cosa que supe fue que él había metido el agua en su cuello.
La jeringa vacía cayó al suelo y la cabeza de Vladimir cayó a su pecho.
—¿Qué has hecho? —El rostro de Sergei se contorsionó en ángulos
enojados cuando me miró.
Salté en mi asiento cuando el avión golpeó la pasarela un poco más
fuerte de lo que debería. Obviamente habíamos aterrizado. De alguna
manera necesitaba escapar con Chase y solo tenía unos segundos para
que se me ocurriera un plan.
—Creo que tú también necesitas una siesta —dije, mirando a Sergei—.
Ven y consigue un poco de medicina. Te hará sentir mejor.
Chase dejó de luchar y me miró.
—¿Qué estás haciendo?
Genial. Él también piensa que soy una fenómeno. Perfecto. Sergei soltó
el brazo de Chase. Desabrochó su cinturón, frotó su cabeza y luego se
puso de pie.
—Sí, me siento un poco adormilado, en verdad, Princesa.
—Correcto. —Asentí con entusiasmo—. Pero primero desata mis manos
—dije lentamente.
Sergei hizo una pausa, masajeando sus sienes, absorbiendo lo que
había dicho.
—No, no creo que…
—¡Me desatarás ahora! Quieres hacerlo —dije firmemente—.
¡Apresurate!
Mis manos temblaron mientras traté de ver por encima del asiento
frente a mí y hacia la cabina del piloto, aterrorizada de que el piloto
saliera en cualquier momento. Sergei negó con su cabeza como si
estuviera peleando contra la idea de lo que había sugerido, pero me
incliné contra Vladimir y metódicamente desaté mis manos. Froté mis
muñecas, aliviada por la nueva libertad y luego miré a un Chase
asombrado. Le hice señas para que se quedara en silencio. No es que se
estuviera moviendo u hablando en ese punto, pero no quería
arriesgarme a romper el trance de Sergei. Mi corazón latía
incontrolablemente, golpeando contra mis costillas.
Moví mi cabeza hacia las jeringas en la maleta.
—Toma una y ponla en tu cuello. Ahora.
Sergei cogió la jeringa justo cuando escuché un fuerte click de la parte
delantera del avión. Una alta figura salió, parcialmente oscurecida por
la pared de frente.
Mierda, mierda, mierda, es demasiado tarde.
—Sergei, ¡pon la aguja en tu cuello! Se sentirá bien —presioné.
Sus párpados se movieron pero él la llevó a su cuello, la aguja tocando
su piel, incluso cuando su mano tembló, pareciendo pelear contra la
persuasión. Alguien golpeó su mano, alejando la jeringa.
—¡No! —grité, mirando al hombre que había salido de la cabina del
piloto y a rescatar a Sergei.
El hombre me miró con brillantes ojos verdes al igual que los de mi
padre. Al menos el único padre que había conocido. Impactada, abrí
más mis ojos.
—¿Papá?
Sergei, recobrando su compostura, comenzó a gritarle.
—Pensé que dijiste que ella todavía no tenía poderes —Golpeó su puño
contra el asiento.
—Idiota —dijo en un fuerte acento ruso.
Sangre brotó de su nariz y papá le pasó un pañuelo.
Mi papá le pasó un pañuelo a Sergei.
Darme cuenta de eso dolió más de que lo que había dolido la aguja que
me habían puesto en la casa de Taylor. ¿Pero que esperaba? Mi padre
probablemente estaba en el secuestro desde el principio. Pero tal vez
esperaba que después de todos estos años de criarme, significaría algo
para él.
—Señor Remington, ¿qué está sucediendo? —preguntó Chase—. Dígale
a este perdedor que nos deje ir.
Señor Remington. Claro. Chase estaba tan fuera de la razón llamando
a papá por su nombre falso. Estaba de alguna manera en su cabeza.
Pero no podía alejar mi mirada de la de papá.
—¿Papá? —dije de nuevo, mi voz rompiéndose esta vez—. ¿Qué está
pasando?
Quería decirle que me dijera que todo iba a estar bien, que en verdad
había venido a salvarme y asegurarse de que todo estuviera bien. Me
aferré al último trozo de esperanza. Pero en lo profundo, supe que no
era verdad. No me respondió. En cambio, se agachó para recoger la
aguja que se había caído al suelo y volverla a poner en su lugar en la
maleta. Enderezándose, me enfrentó. Su ojo derecho tembló
nerviosamente y ambos ojos brillaron. Era la misma mira que tuvo
cuando me dio apendicitis cuando tenía trece años y tuvieron que
remover mi apéndice por medio de cirugía. Parecía tan preocupado por
mí en ese momento. Recordé sentirme tan culpable por molestarlo.
Después, me trajo un cono de helado de dos bolas de fresa todos los
días por una semana.
¿Te sientes mal, papá?, me pregunté.
Nos miramos de cerca, ambos sin hablar. ¿Él solo se preocupó por mí
en ese momento porque era una adquisición muy valiosa para perder?
¿Cómo le había explicado eso a la bruja reina de Rusia? ¿Habría sido
castigado si algo le pasara a su precioso cargamento del que era
responsable de proteger todos esos años? ¿El cargamento le daría tanto
poder a su aquelarre? Lágrimas mancharon mis ojos cuando me di
cuenta que eso era para él, una valorada pieza de cargamento, como un
cabello de carreras caro. Me forcé a ponerme de pie. Los pasaría a
ambos y me iría.
—Siempre supe que eras demasiado débil para esto, Viktor. —Sergei le
dijo a mi papá que seguía congelado, luciendo aturdido.
—Salgan de mi camino —grité, mirando a Sergei.
Lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, pero las retuve
pestañeando. En vez de eso concentré en la rabia pulsando por mis
venas. Él asintió lentamente, y luego comenzó a caminar robóticamente
hacia la parte trasera del avión. Mi padre se quedó sin moverse, su boca
abierta mirándome. Definitivamente estaba impactado por la parte del
poder.
Me moví por el pasillo y me paré al lado de Chase.
—Vamos, Chase. Tenemos que tomar otro avión para llegar a casa.
Me incliné y con manos temblorosas comencé a desatarlo. Él se inclinó
hacia adelante y presionó su frente suavemente contra la mía. Su piel
se sintió caliente y todavía olía a colonia dulce.
—Gracias, True.
Suspiré.
—Mi nombre es Jewel.
Dado que lo había metido en este loco desastre, supuse que al menos
merecía saber mi verdadero nombre. Chase levantó su cabeza, una
expresión de asombro cruzando su rostro. Antes de que tuviera
oportunidad de decir algo más, miró por encima de mi hombro.
—¡Cuidado! —gritó.
Salté en el intento de luchar contra cualquier que se atreviera a
tocarnos al usar el poder de mis puños. Lo que fuera que funcionara. El
familiar ardor de la aguja perforó mi cuello antes de que pudiera hacer
algo. Aullando, me di la vuelta para ver los preocupados ojos verdes de
mi padre mientras sacaba la aguja.
—Lo siento, Jewels —dijo.
Los bordes de su rostro se volvieron brumosos y colapsé en sus brazos.
Traducido por Emii_Gregori
Corregido por flexi
uando desperté de nuevo, el rostro borroso de Chase estaba
sobre mí. Su mirada se encontró con la mía y sus cejas se
apretaron con preocupación mientras sostenía un paño frío en
mi frente.
Me senté. Escalofríos sacudieron mi cuerpo mientras los recuerdos del
avión regresaban rápidamente.
—¿Dónde estamos? —gemí, mirando alrededor me encontré en una
habitación más que nada desocupada.
Las sombrías paredes blancas estaban vacías y el único mueble era la
cama donde estábamos sentados, que estaba contra la pared en una
esquina. No había ventanas, pero una puerta abierta dentro de la
habitación revelaba una ducha y un retrete. La única salida parecía ser
a través de una puerta en el extremo opuesto de la habitación. Pero
desde donde estaba sentada, parecía estar hecha de acero. Lancé un
suspiro de frustración.
—Deberías recostarte de nuevo —dijo Chase, presionando mis hombros
hacia abajo—. Ya he buscado una salida. No hay ninguna.
Al principio me resistí, pero la habitación empezó a girar y mi estómago
se sintió revuelto. Estaba agotada, enferma y completamente exhausta
de tratar de ensamblar el lío también conocido como mi vida. Roman
había dejado bastante claro que me había engañado y que realmente no
me quería. Mordí mi labio. Tenía que superarlo. Solo lo había conocido
un par de semanas, no podía ser tan difícil. Tragué con fuerza. Tenía
cosas más importantes por las preocuparme de todos modos. Como el
C
hecho de que la única familia que alguna vez había conocido estaba
traicionándome, huyendo del agujero infernal en que me encontraba y…
bueno, todo eso durante mi decimoséptimo cumpleaños. Me hundí en la
almohada debajo de mí, con mi estómago aún revolviéndose.
Chase apartó de mi rostro unos mechones sueltos y sustituyó el paño
de mi frente.
—¿Quieres decirme qué está sucediendo? —Él yacía sobre su estómago
a mi lado, y apoyó su cabeza sobre sus puños—. Porque sé que estás
aguantando por mí, y aún no sé cuánto tiempo tenemos hasta que los
matones se muestren. —Hizo un gesto con la cabeza en dirección a la
puerta de acero. Eché un vistazo en su dirección. Él alzó sus cejas
provocando que las arrugas de preocupación disminuyeran en su
rostro. Sinceramente, no sabía qué decir. Merecía saber la verdad pero
me aterraba decírlsela. Odiaba admitir el drama en el cual lo había
envuelto.
—Lo siento —comencé mientras rozaba el paño sobre mi cabello—. Es
mi culpa, Chase. Pero te juro que todo es muy nuevo para mí también…
y nunca quise que te enredaras en ello.
Chase entrecerró sus ojos.
—¿Por qué tu padre te haría eso? —Negué con la cabeza.
—Él no es mi padre. —Tomé una enorme bocanada de aire y exhalé.
Entonces, le expliqué a Chase casi todo lo que sabía. Le hablé sobre el
Augusti Forza, lo que había oído y visto hacer a Massimo y a Paulo, y
todo lo que había aprendido sobre mí siendo la Espectral y a dónde
pertenecía realmente. Excluí la parte sobre ser considerada una
abominación por el Augusti. Quiero decir, el chico probablemente ya
había descubierto que era una bruja. No necesitaba confirmarlo
completamente. Me tomó un rato sacar todo, y dejar caer las palabras,
cerrando mis ojos mientras me dejaba llevar, temiendo que sus
expresiones faciales me detuvieran a mitad de la frase. Cuando terminé,
tomé una respiración profunda. Mirando a través de mis dedos
cubriendo mi rostro, esperé su respuesta.
Chase se incorporó, cruzó sus piernas como un pretzel, y colocó su
cabeza entre sus manos. Frotó sus ojos, luego su frente y suspiró. Sí.
Soy una bruja. Lo has adivinado bien.
Cuando llevó su cabeza hacia atrás y me miró, envolví mis brazos sobre
mi pecho preparándome para lo peor.
—Entonces, tenemos que encontrar una manera de salir de aquí, ¿no?
—Él extendió su mano y apretó la mía.
Sonreí tanto que su brillo logró penetrar en mí.
—¿Me crees?
—Por supuesto. —Asintió y sonrió de regreso—. Vi lo que pasó en el
avión, y no tengo razones para dudar de ti. —Apretó sus labios en una
línea recta—. No estoy diciendo que no esté enloqueciendo por dentro,
pero sabía que eras especial. —Me guiñó un ojo.
No podía creer que me encontrara especial. No me sentía especial. Solo
me sentía rara. Pero fue increíble escucharlo, incluso si Chase solo
había dicho las palabras para hacerme sentir mejor.
—¿Qué otros poderes tienes? —preguntó—. Tal vez puedas hacer algo
para sacarnos de aquí. Tal vez cuando vuelvan puedo distraerlos y tú
puedes hacer algunos hechizos sobre…
—No funciona así, Chase. Realmente no tengo mucho poder hasta mi
decimoséptimo cumpleaños. Allí es cuando se supone que todo ocurrirá.
—Mi voz se hizo más débil. ¿Qué podía decirle? Quiero decir, sí,
técnicamente iba a ser la Espectral... pero aún no lo era.
—No creo que te estés dando suficiente crédito —dijo—. Hiciste que
aquel tipo en el avión se pinchara con esa enorme aguja.
Definitivamente tienes poder. ¿Y qué pasa con esa cosa de las burbujas
que mencionaste? Ya sabes, ¿el poder que recogiste de ese tipo Roman?
—gruñó Chase y rodó sus ojos.
Era evidente que le había dado aún más munición para que no le
gustara Roman. Tal vez podría aprender de Chase y lograr odiar a
Roman también, en lugar de solo querer odiarlo.
—El mío fue totalmente flojo —dije—. No podía mantenerlos fuera por
mucho tiempo y ellos podían verme todo el tiempo, a diferencia del
escudo de Roman que era una barrera completa que podía detener el
tiempo y todo. —Mi estómago se retorció. Incluso decir el nombre de
Roman me hacía sentir mareada. Como un millón de estrellas fugaces
siendo lanzadas de repente dentro de mí de repente. Meneé mi cabeza,
frustrada conmigo misma y maldiciendo a Roman al mismo tiempo.
Chase movió la punta de sus dedos por mi brazo, con sus cejas
fruncidas. Debía haber notado mi inquietud.
—Oye. ¿Estás bien? —Él se movió, arrodillándose junto a mí en la
cama. Pasó sus dedos contra mi mejilla—. Sé que todo está raro en éste
momento, True… quiero decir Jewel. Pero podemos resolver esto juntos.
—Él avanzó y besó el costado de mi cara.
Presioné mi mejilla contra su beso, queriendo creerle. Mi mente daba
vueltas pensando en toda la traición que había aprendido y
experimentado en tan poco tiempo. La estafa de Roman de llevarse la
daga y de no volver a buscarme quemaba profundamente. No voy a
mentir, estar cerca de Chase se sentía bien. Solo era un chico normal.
No era un hechicero o un Augusti, y no me quería debido a cualquier
poder que pudiera darle. Le gustaba por lo que era, incluso a pesar del
desastre en que le había metido.
Cerré mis ojos y rocé mi mejilla a lo largo de su mandíbula. Él apretó
sus labios en los míos con ternura, lentamente, como pidiendo permiso
en esta ocasión. Tal vez pensó que lo alejaría como lo hice en la piscina
de la casa de Taylor. Pero no lo hice. Me fundí en él mientras
entrelazaba sus dedos por mi cabello, asegurando y profundizando su
beso en apasionadas oleadas hasta que crecieron como altísimas
crestas de espuma blancas en el océano. Explosivas y hambrientas.
Una parte de mí se sentía culpable, como si estuviera engañando a
Roman. Pero sabía que me estaba engañando a mí misma al pensar que
Roman y yo tuvimos algo real. Me presioné contra Chase, persiguiendo
su beso.
Una puerta se cerró de golpe desde el otro lado de la habitación,
seguido de una tos apagada. Chase saltó de la cama y se paró junto a
ella. Me levanté de un saltó. Papá y Vladimir se dirigían hacia nosotros.
Cuando estuvieron cerca, papá se detuvo y observó la escena en
silencio. La cara de Vladimir se puso roja y sus manos se cerraron con
fuerza mientras se acercaba, su enojo era evidente. Supongo que no
estaba muy contento conmigo de que le hubiera hecho pegarse con la
sustancia azul.
Me paré junto a Chase, mientras él extendía un brazo protector frente a
mí.
—Hijos de puta. ¡Déjennos ir!
Vladimir miró a Chase un momento, y luego volvió su mirada hacia mí.
—¿Dónde está el puñal, Jewel-ka? —Él arqueó una ceja.
—No tengo idea —susurré.
—Déjate de tonterías.
Papá aún no se movía. No sé lo que imaginé que haría, pero por alguna
razón, me quedé esperando.
Vladimir dio otro paso hacia mí. Sus ojos azules comenzaron a brillar de
nuevo como si un millón de estrellas fugaces estuvieran rodeándolos.
—Te torturaré con visiones que se sentirán tan reales que querrás
matarte tú misma. —Sonrió y miró sobre su hombro a mi padre—.
¿Cuáles son sus temores más oscuros, Viktor? ¿O debería probar su
mente por mí mismo?
Pensé en el miedo que había tenido al estar de pie en la vía del tren ese
día con mi padre cuando era pequeña. Las luces brillantes corriendo
hacia mí y el silbato gritando en mis oídos me habían perseguido desde
entonces. Rogué que no se lo dijera a Vladimir. Eché un vistazo sobre el
hombro de Chase para poder ver a mi padre.
—No hay necesidad de eso, Vladimir. —Papá lo miró y luego volvió a
mirarme—. Dinos dónde está la daga, Jewel. Todo esto terminará
pronto. No te lastimaremos.
—¿No me lastimarán? —bufé y me aparté de Chase—. Me has mentido
toda mi vida. Me secuestraste, ¡de nuevo! Me trajiste a Dios sabe dónde,
para hacerme Dios sabe qué. ¿Cómo puedo confiar en ti, papá? ¿O
debería decir, Viktor? —le escupí cada palabra con toda la emoción que
había quedado en mi tembloroso y adolorido cuerpo.
—¡Suficiente! —Vladimir dio un paso hacia mí y agitó su dedo índice en
mi cara—. Dinos dónde has escondido la daga o te haré sufrir. Esto
puedo prometértelo.
Chase gruñó. Se giró y realizó algún tipo de patada rotunda tipo Jet Li,
golpeando a Vladimir en el estómago. Vladimir se tambaleó hacia atrás
respirando con dificultad. Chase se lanzó detrás de Vladimir y lo agarró
con una llave de cabeza. Tiró fuertemente del cuello de Vladimir hasta
que el hombre no pudo moverse.
Me quedé boquiabierta.
—¿Qué demo…?
—Karate. Cinturón negro en segundo grado —dijo Chase, y luego apartó
la mirada de mí y la bajó hacia Vladimir, cuyo cuello estaba en el
pequeño agarre de Chase—. ¡Dile a Viktor que abra la puerta y déjanos
ir!
—¿Crees que es así de simple, chico? Déjame ir, y puede que te deje
vivir.
Papá levantó sus palmas en el aire y caminó hacia ellos.
—Cálmense. No queremos herir a nadie. —Con un gruñido, Chase tiró
más fuerte del cuello de Vladimir.
—Aléjate, o romperé su cuello como un ala de pollo, en serio.
Vladimir agarró el brazo de Chase con sus dedos y lanzó un gruñido de
exasperación. Él alzó la vista hacia Chase desde la esquina de sus ojos
y le dio una sonrisa diabólica.
—¿De verdad, como un ala de pollo? ¡Ja!
El miedo se apoderó de mí al segundo siguiente mientras la cara de
Chase palideció de repente. Cayó de rodillas, gritando y cepillando sus
manos frenéticamente por todo su cuerpo como si estuviera en llamas.
—¡Sácalos! —gritó—. ¡Sácalos!
Corrí hacia Chase y me puse delante de él, enfrentando a Vladimir. Los
ojos de Vladimir eran tan negros como el cielo de una noche sin
estrellas, y solo se centraban en Chase.
—¡Basta! —grité.
Los ojos de Vladimir cambiaron de color durante un agudo segundo,
volviéndose marrones. Pero negó con la cabeza, como si estuviera
borrando mis palabras y sus ojos volvieron a ser negros. Chase rodó por
el suelo, agitando sus manos por su cabello, gritando—: ¡Están en todas
partes!
—No es real, Chase —grité. Pero entonces recordé cuán real era la
visión que había tenido en el avión. No me pareció como una visión en
absoluto. Se había sentido real. Sabía que lo que Chase estaba viendo
se sentía completamente real. Cerré mis ojos, deseando crear una
burbuja a nuestro alrededor. Tan débil como sabía que sería el escudo,
esperaba que detuviera a Vladimir de entrar y seguir creando las
alucinaciones.
Me concentré, pensando en estar dentro de un caparazón protector. Me
imaginé de nuevo el día en el océano y en la cueva con Roman la
primera vez que había descubierto que había tomado parte de su poder.
Chase dejó de gritar y la sala quedó en silencio. Se sentó, gimiendo,
estudiando la habitación.
—Lo hiciste —dijo con asombro, de pie a mi lado.
—No puedo mantenerlo —gemí, sintiendo mi energía desaparecer.
Los ojos de papá se agrandaron mientras escaneaba la habitación
mirando directamente a través de nosotros. Vladimir señaló con un
dedo hacia él, gritando. Pero sus palabras fueron apagadas como si
estuviéramos bajo el agua. Lo había hecho. No solo no podían tocarnos
sino que tampoco podían vernos bien. Papá y Vladimir no se congelaron
como había sucedido cuando Roman había creado una coraza
protectora, pero yo estaba haciéndome más fuerte. Debe ser porque mi
cumpleaños estaba acercándose.
Empecé a temblar hasta que reboté contra Chase en convulsiones
esporádicas. El sudor corría por mi cara.
—Prepárate, Chase. La burbuja se estrellará.
Traducido por Elenp
Corregido por LadyPandora
aí sobre mis rodillas, completamente agotada y luchando por
respirar. La barrera que había creado se desplomó. Papá y
Vladimir se giraron hacia nosotros. Chase arremetió contra
Vladimir, dándole un puñetazo en la cara con la izquierda y luego un
gancho de derecha. Los puños de Chase siguieron dándole a la cara de
Vladimir, sonaban horripilantes manotazos, uno tras otro y tropezó
cayendo hacia atrás con un gruñido. Chase se lanzó hacia adelante, se
estabilizó y después siguió con una patada al aire hacia la cara. Los
ojos de Vladimir se pusieron en blanco antes de caer de espaldas al
suelo inconsciente.
—Intenta esa mierda de nuevo y no seré tan amable —siseó Chase entre
sus dientes apretados, arrugando los ojos. Nunca había visto a Chase
enfadado. Cualquier visión que Vladimir le hubiera mostrado, realmente
molestó. Tenía que admitir que ver a Chase siendo tan fuerte y
protector era sexi. Tomé aliento y me puse al lado de Chase, frente a
papá.
Chase hizo una seña a papá para que se acercara.
—Vamos, Viktor, o luchas conmigo, o dejas que nos vayamos. —Se
lanzó contra papá, con los puños levantados.
Pestañeé repetidamente tratando de aclarar mi visión mientras papá
flotaba muchos metros en el aire. ¡Oh dios mío, papá puede levitar!
Corrí hacia la puerta y tiré del pomo, estaba cerrada. Me di la vuelta,
mirando hacia papá.
C
—¡Déjanos ir! —Pateé la puerta con el pie.
—Yo no haría eso —dijo papá, de una manera que parecía más una
advertencia que una sugerencia. Flotó de nuevo hacia el suelo,
frunciéndole el ceño a Chase.
Unos pasos hicieron eco en el pasillo exterior. Abrí los ojos hacia Chase.
—¡Alguien viene!
Chase corrió hacia mi lado y me apartó de la puerta. Cerré los ojos,
tratando de convocar un caparazón para darle forma, pero no pude. No
me había recuperado del todo de la última vez. Todavía estaba muy
débil. Mis manos temblaban y sentía nauseas en mi interior.
El sonido de un chasquido vino desde la puerta y entonces se abrió.
—Me alegro de volver a verte, Jewel —dijo tía Eva mientras se paseaba
por la habitación y llevaba a la señora Snow tras ella.
Cuando tía Eva vio a Vladimir en el suelo, jadeó. Buscó en el bolsillo de
su blazer negro y sacó su teléfono. Me apuntó con su dedo índice para
que esperara mientras hablaba ruso por el teléfono. Poco después, dos
hombres entraron en la habitación. Uno arrastró fuera a Vladimir y el
otro se quedó ahí quieto, como un perro guardián fiel al lado de tía Eva.
Tía Eva hizo un gesto hacia el pequeño hombre que estaba de pie a su
lado.
—Di hola a Dmitri.
No era mucho más alto que yo.
Chase se burló de él. Tía Eva giró su fulminante mirada de nuevo hacia
mí.
—Has sido una gran decepción —dijo meneando su dedo frente a mi
cara—. Y pensar que este es el agradecimiento que recibimos por
mantenerte a salvo todos estos años.
Un calor recorrió todo mi cuerpo. ¿Pensaba realmente que me había
hecho algún favor? La señora Snow asintió en acuerdo. Sus brillantes
labios rosados sonrieron con satisfacción.
¿Quien diablos se creía que era? El padre de Taylor tenía razón. Su
madre había cruzado la línea de la psicosis. ¿Quién, en su sano juicio,
se ofrecería voluntario para formar parte de este caos?
—Deseo realmente que no te molestes, Eva —dije—. Mi propia familia
pudo haberlo hecho mejor, de eso estoy segura. —Moví mi mano
despectivamente. Estaba feliz de decirle que sabía que no era mi
verdadera tía.
—Así que has estado fisgoneando por ahí. —Los ojos de tía Eva se
crisparon—. Tu familia es débil. —Arrugó la nariz—. Nosotros solo
hemos querido protegerte de aquellos que han querido matarte.
Rodé los ojos. Imaginé que se refería al Augusti Forza, pero la verdad es
que no estaba de humor para complacerla con lo que sabía o no. Estaba
tratando de hacerlo ver como si hubieran hecho todo por mí, cuando yo
sabía que todo lo que hicieron era por lo que podían conseguir.
—Necesitamos una muestra de tu sangre. —Tía Eva señaló el botiquín
en la mano de la señora Snow—. Elizabeth hará los honores.
Papá sacudió la cabeza y camino hacia mí, bloqueándome.
—¿De que va todo esto, Eva? —Su voz tenía un toque de molestia—.
¿Que tiene que ver su sangre con lo demás?
Tía Eva hizo sonar su zapato rojo contra el suelo de azulejas, su mano
puesta en su cadera.
—Eso, Viktor, no tiene nada que ver contigo. Tú ya has hecho tu parte;
has hecho tu papel, por así decirlo. —Ella lo miró intensamente—. Me
haré cargo desde aquí.
—Ella es mi hi... —Papá se quebró, suspiró, y empezó de nuevo—. Su
sangre no es necesaria para su conversión en nuestro aquelarre, no hay
ninguna razón para tomar su sangre, Eva.
—No hay ninguna razón por la que debas estar preocupando —dijo ella
en un tono firme.
—Nadie tocará a Jewel —Chase alistó sus puños, preparándose para
pelear.
—¿Están locos o qué? —Bajó sus manos un momento y miró hacia la
señora Snow—. ¿Y que pasa contigo? Obviamente has estado bebiendo
Kool-Aid18. ¿Acaso Taylor sabe de esto?
18
La señora Snow miró al suelo y luego de nuevo a Chase. Podría jurar
haber visto un atisbo de momentánea culpa en su cara. Pero
rápidamente recuperó la compostura. Pasando una mano por su
recortado cabello dorado, se aclaró la garganta.
—Taylor no tiene nada que ver con esto. Es sobre mí, para variar.
Sí, ahógate con esas palabras.
Chase sacudió la cabeza disgustado y entonces señaló a Dmitri.
—Escucha, don nadie. Apártate y deja que salgamos aquí o eres
historia.
Dmitri alzó su mano y disparó una bola de aire hacia Chase. Su fuerza
eléctrica chisporroteó y crepitó mientras se disparaba a través del aire
en una llama azul. Rozó mi hombro y tropecé hacia atrás con un grito,
comprendiendo donde iba a dar. El dolor se disparaba por mi brazo
como si me hubiera golpeado un rayo.
Chase estaba tendido en el suelo como una bola arrugada.
—¡Chase! —grité mientras corría y caíA sobre de rodillas a su lado. Si yo
solo había recibido una parte del impacto, pude imaginar lo que le
habría hecho a Chase. Se me revolvieron las entrañas.
Un agujero se había abierto en su camiseta, a la altura del pecho, una
marca roja brillaba en su piel. Chase podía ser fuerte, pero no era rival
para los poderes de los brujos. Su cara palideció y no respiraba.
Asustada, traté de recordar todo lo que había aprendido sobre los
primeros auxilios y la reanimación cardiopulmonar. Respiré en su boca
muchas veces, pero nada. Unos escalofríos se esparcían por mi cuerpo
como un fuego creciente.
Busqué su pulso, aliviada al encontrarlo, pero sabía que si no
empezaba a respirar pronto, su corazón dejaría de latir.
Miré hacia tía Eva. Quería arrancarle la cabeza y dársela de comer a los
lobos. Me ponía enferma, literalmente. Respiré hondo tratando de
calmarme por el bien de Chase.
Kool-Aid: Marca de una mezcla en polvo saborizada para preparar jugos, que
pertenece a la compañía Kraft Foods.
—¿Si dejo que me saques sangre, ayudarás a Chase? —pregunté entre
mis apretados dientes.
Asintió una vez, e hizo un gesto para que la señora Snow me sacara
sangre.
—Chase primero —insistí.
—Yo me ocupo de Chase —siseó tía Eva—. Tú dale el brazo a la señora
Snow como una buena chica.
Papá caminó por la habitación, murmurando bajo su aliento, mientras
yo me sentaba en el borde de la cama, dejando que la señora Snow me
sacara sangre del brazo.
—¡Rápido! —grité a tía Eva, mientras veía como el color se iba de la cara
de Chase.
Miré sobre el hombro de la señora Snow mientras tía Eva ponía su
palma sobre el pecho de Chase. Hacía movimientos circulares mientras
decía el hechizo.
La señora Snow sacó la aguja de mi brazo, después de haber sacado
dos frascos.
—En caso de que uno se pierda —dijo mientras apretaba un algodón en
la curva interna de mi brazo.
—Sirves para hacer de todo —le dije sarcásticamente.
Chase se estiró y tomó un profundo suspiro. Me escabullí de ella y corrí
a su lado.
—¡Chase! Todo va bien. —Caí de rodillas a su lado y peiné su pelo rubio
hacia atrás—. Estarás bien ahora.
—Hola, hoja de arce —susurró Chase débilmente.
Suspiré, aliviada de que estuviera bien.
—En realidad tampoco soy canadiense, ¿recuerdas?
Sonrió débilmente.
—Todavía eres mi hoja de arce. —Su voz salió débil, pero al menos
respiraba y hablaba.
Tía Eva pasó sus manos por su falda para acomodarla. La más débil
sonrisa pasó por su fría expresión.
—Disculpad por interrumpir vuestra pequeña reunión, pero después de
la cena espero respuestas sobre dónde esta la daga. —Frunció los
labios—. Si no las obtengo... —Pasó su mano por el aire frente a
Dmitri—... mi amigo estará más que feliz de verse obligado a romper
vuestro festival de amor un poco… de manera permanente.
Dmitri gruñó. No parecía desempeñar el papel de guardaespaldas con
sus ciento ochenta centímetros y sesenta y cinco kilos, pero yo sí que
sabía quién era. Cuando se trataba de brujos y sus poderes, él era
intenso.
Tía Eva sonó los dedos. Todos salieron por la puerta y nos dejaron a
Chase y a mí solos en la habitación. El ruido del seguro en la puerta de
acero nos selló en el lugar.
***
Para el momento en que papá regresó con un carrito de comida y ropa
limpia para nosotros, Chaise parecía bastante de vuelta a sí mismo. La
marca roja de su pecho había desaparecido, y el único recuerdo de lo
que había ocurrido era el agujero de su camiseta.
Ambos nos bañamos y nos alegramos por las ropas limpias que papá
nos había traído. Los vaqueros, la sudadera con capucha azul marino y
las Nike eran bienvenidos a cambiarse por las chanclas de color rosa de
todos los días.
Chase devoró su comida y yo me las arreglé para también comer un
poco, a pesar de tener el estómago revuelto. No sabía qué decirle a tía
Eva cuando regresase.
Imaginé que no tendría otra alternativa que decirle la verdad, que
Roman había devuelto la daga al Augusti Forza. Es decir, yo necesitaba
la daga para pasar por la conversión. Y necesitaba pasar por la
conversión para sobrevivir. Definitivamente, tía Eva era más capaz que
yo de recuperarla.
Aun así... Papá parecía sorprendido de que tía Eva quisiera una
muestra de sangre. ¿Que tendría que ver mi sangre con todo? ¿Qué
quería ella exactamente? No podía confiaren ella. Me enfrentaría a mi
destino en mis propios términos.
Papá se sentó silenciosamente al final de la cama mientras comíamos,
sus ojos verdes se aguaron y ocasionalmente se crisparon.
—No se suponía que fuera así —dijo—. Toda esta locura. —Alborotó la
sábana en la cama y después me miró.
Chase paró de comer y dejó su tenedor.
—Entonces, ¿por qué es así?
—Por favor, déjame hablar con mi hija.
Sacudí la cabeza.
—Yo no soy tu hija.
Papá frunció el ceño.
—En mi corazón lo eres y lo serás siempre.
Moví mi cabello a un lado y señalé el lugar donde me había pinchado
con la aguja.
—¿Así es cómo tratas a tu hija? —Rodé los ojos y dejé que mi cabello
cayera de nuevo.
—Solo hice eso para poder traerte segura, sin peleas. —Meneó la
cabeza—. Es verdad que te tomamos…
—Me secuestraron, querrás decir.
Asintió.
—Sí. Pero ahora veo que fue un error. No sé qué se traen entre manos.
Eva ha dejado que su poder se le subiera a la cabeza. Quiere que
nuestro aquelarre sea el dominante. Cuando se corrió la voz acerca de
tu nacimiento, la Espectral del milenio... —Hizo una pausa y me miró,
con la incertidumbre en su cara—. No sé lo que sabes. ¿Estoy
asustándote?
—Ya he superado eso, papá. Sé lo que soy.
Cerró sus ojos y suspiró.
—Bueno, sí, solo te tomamos por el beneficio del aquelarre. Fue egoísta,
pero tu madre y yo solo teníamos la intención de amarte y protegerte
como nuestra hija. Pero estuvo mal. —Se mordió el labio y se masajeó la
sien, mirando fijamente las sábanas de la cama. Papá parecía
sinceramente arrepentido, pero no podía perdonarlo por lo que había
hecho. Lo observé mientras titubeaba entre las sábanas, con los ojos
aguados, y deseé poder consolarlo, pero no era capaz, estaba demasiado
molesta.
Se aclaró la garganta y volvió a mirarme.
—Ahora puedo ver que Eva no tiene buenas intenciones y eso no me
gusta. Está tramando algo, y tengo un mal presentimiento. No hay
ninguna sensata razón para que necesite una muestra de tu sangre.
No estaba segura de si sensatez y tía Eva fueran dos cosas cogidas de la
mano. De cierta forma tenía sentido que ella y la señora Snow
parecieran mejores amigas. Rodé los ojos. Con todo esto pasando a mi
alrededor, honestamente y de todos modos, no sabía quién era sensato
y quién no. Recordé que Roman había dicho que el aquelarre ruso
planeaba aprovecharse de mis poderes de alguna manera. Mordí la uña
de mi pulgar, pensando. Me preocupaba que la muestra de sangre
tuviera algo que ver con eso. Entonces recordé a papá levitando. No es
que levitar lo hiciera psicótico, pero seguro que tampoco era muy
normal.
—¿De verdad puedes levitar?
Papá sonrió.
—Y tú también serás capaz de hacerlo, una vez llegue el momento y
brilles en toda tu gloria Espectral. Cualquiera que use su poder en ti,
fundamentalmente, también te lo estará otorgando.
—Y supuestamente, todo ese vudú a lo Criss Angel19, ¿cuando le pasará
a ella? —preguntó Chase a papá con la boca llena de hamburguesa.
—Cuando tenga diecisiete años —respondí encogiéndome de hombros—
. Solo un par de días más.
No tenía sentido retenerme ahora.
Chase dejó de masticar y tragó fuerte.
—Imagino que dado que has estado averiguando cosas y saliendo con
ciertas personas, habrás sido capaz de aprender algo del poder. —
Pestañeó ante mí—. Bastante impresionante, corazón. Pero eso es lo
que hemos estado intentando evitar todos estos años. No queríamos que
te enteraras tan temprano de lo que eras.
Fruncí el ceño.
¿Por qué no? ¿Arruinaría toda tu farsa, papá?
Papá miró hacia la puerta de metal y de nuevo a mí.
19 �Criss Angel: Nacido como Christopher Nicholas Sarantakos (n. East Meadow,
Nueva York; 19 de diciembre de 1967) es un músico, mago, ilusionista, escapista, doble de acrobacias, creador y director de la serie de televisión Mindfreak de A&E.
—Cuando me vaya de aquí, dejaré la puerta sin seguro.
Los ojos de Chase se abrieron. Apartó la bandeja.
—¿Estás hablando en serio?
Papá parecía disgustado, pero asintió. Tan solo podía imaginar lo que
dejarnos escapar significaría para él. Papá rebuscó en su bolsillo y sacó
un pequeño trozo de papel blanco doblado.
—Toma —dijo, pasándomelo.
Agarré el papel y empecé a abrirlo.
Puso su mano sobre la mía.
—Ahora no. No hay tiempo. Tía Eva volverá con Dmitri pronto. Son
direcciones del aquelarre de tu familia en Venecia. —Apretó mi mano—.
Pero Jewel, hay un grupo de personas de las que debes cuidarte.
Asentí.
—Lo sé. El Augusti Forza.
Su boca se abrió y me miró, la sorpresa era evidente en su cara.
Contuve una sonrisa. Estaba bien saber que me las había arreglado
para escurrirme bajo su lecho de mentiras y secretos.
—Y otros aquelarres —agregó—. Ten cuidado de cualquiera que te siga.
Comprueba tus alrededores y no confíes en nadie.
Seriamente, después de todo por lo que he pasado, dudaba que volviera
a confiar en alguien. Para mí, ahora era una palabra extranjera.
Sonreí a papá, dándome cuenta de que me quería a su manera. Sabía
que estaba corriendo un gran riesgo al dejarnos y esperaba que no lo
castigaran. Él tenía que llegar a casa con mamá y Jayden. Jayden,
echaba mucho de menos a mi pequeño hermano, solo pensar en su
nombre hacía que mi estómago empezara a girar.
—¿Cómo está Jayden, papá?
Papá me dio una palmadita en la mano.
—Jayden esta bien, cariño. Está en casa con mamá y la abuela Raine.
Ahora debes preocuparte por ti. —Se acercó a mí para abrazarme y dejé
que lo hiciera, aunque no pude devolverle el abrazo. Había mucho
resentimiento que debía superar. No sabía cómo podía sentir tanto odio
y amor hacia la misma persona. Yo era un revoltijo de emociones
amenazando con emerger. Me picaban los ojos, así que me alejé y
retorcí mis manos en mi regazo.
Papá despeinó la parte superior de mi cabello como si fuera una niña
pequeña y suspiró. Buscando en su chaqueta, sacó dos pasaportes y un
fajo de dinero, y entonces, me los entregó.
—Hice estos pasaportes para ti. Descargué la foto de Chase de la página
web del equipo de baloncesto de la escuela. Los necesitaran para salir
del país. Y este es todo el dinero que tengo. —Bajó la mirada a sus
manos—. Siento no poder ser de más ayuda. —dijo, con la voz rota. Me
miró directamente a los ojos—. Y tú tendrás que traer la daga.
Abrí la boca para decirle que no sabía dónde estaba, pero me detuvo.
—No me digas dónde está —me respondió—. Ella sabrá si estoy
mintiendo.
Tía Eva era un detector de mentiras. Lo sabía.
Traducido por Caami
Corregido por LadyPandora
hase y yo nos apoyamos contra la puerta después de que papá
se fuera, revisando nuestros relojes cada par de minutos. Papá
nos había dicho que esperáramos diez minutos para que tuviera
tiempo de distraer a los demás. Hundí mi pasaporte, la mitad del
dinero, y las indicaciones de cómo llegar a mi real aquelarre en lo más
profundo de mis bolsillos y Chase tomó su pasaporte e hizo lo mismo.
Sinceramente, no tenía ni idea de cómo íbamos a llegar a Italia ni que
haríamos cuando llegáramos. Incluso aunque consiguiésemos encontrar
a mi familia, parecía totalmente peligroso. Es decir, ¿todos los
aquelarres y sus perros no estaban al acecho en las sombras? Daba la
impresión de ser el lugar obvio para buscarme.
Pero, de nuevo, tal vez no todo el mundo supiera de donde provenía. Fui
secuestrada cuando era un bebé. Otros aquelarres pueden no saber que
realmente pertenezco a Italia.
La idea me consoló un poco.
Y no es que tuviera muchas más opciones. Ni siquiera mi familia podría
ayudarme sin la daga. Mi corazón comenzó a hundirse de nuevo.
Tendría que llegar con un plan, pero primero tenia que salir de allí.
Miré hacia Chase mientras apoyaba la oreja contra la puerta de mi lado.
—Entonces, ¿Qué es lo que Vladimir te hizo ver exactamente? —le
pregunté.
La cara de Chase so volvió roja. Negó con la cabeza.
C
—No tiene importancia.
Ahora incluso tenía más curiosidad. ¿Qué es lo que le asustaba tanto
como para que también se sintiera incómodo de hablar?
—No te sientas avergonzado. Sé que sus visiones se sienten
completamente reales. También me hizo eso en el avión. ¿Eran
serpientes? —pregunté, tratando de pensar qué podía ser—. Estabas
gritando para apartarlas.
Sacudió la cabeza.
—¿Arañas entonces? ¿Tarántulas o algo parecido? —insistí.
Chase presionó su espalda contra la puerta. Torció sus labios como si
considerara decírmelo o no.
—Eran polillas, ¿de acuerdo?
Me cubrí la boca y solté una risa ahogada.
—¿En serio? ¿Eres cinturón negro y le tienes miedo a las polillas? --
Estreché mis ojos cuando no se inmutó—. ¿De verdad?
Mi cabeza fue empujada hacia atrás un centímetro.
Chase frunció el ceño.
—Hey, todos tenemos nuestros vicios, ¿no? —Enterró las manos en sus
bolsillos—. Mira, cuando tenía unos cuatro años, mi hermana pequeña
me lanzó su colección de mariquitas. Era un tarro enorme. Me dio un
susto de muerte en ese momento. Esos cabrones todavía me crispan los
nervios. Así que lo que vi era como cientos de polillas se arrastraban por
todo mi cuerpo.
Acerqué mis dedos a su brazo mientras tatareaba la espeluznante
música de la película Tiburón. Me golpeó la mano, y luego se unió a mi
risa. Con todo lo que estaba pasando, estuvo bien reírse de algo tonto,
aunque solo fuera durante por momento.
Chase me tomó en sus brazos y apretó sus labios suavemente contra
los míos. Me relajé en él, disfrutando de sus suaves y cálidos besos, y
de su cuerpo aplastado contra el mío. Sin duda me preocupaba por
Chase. No era la misma sensación tonta que sentía por Roman, pero,
obviamente me enamoré del tipo incorrecto y tal vez ese sentimiento
profundo llegaría con el tiempo para Chase.
Sí, si te las arreglas para vivir a través de los próximos días para
averiguarlo, así es.
Echándose hacia atrás, me sostuvo por los hombros.
—¿Lista? —preguntó.
Miré el reloj y asentí.
—Lista.
Tiré de la capucha de mi sudadera, asegurándome de que todo mi pelo
estuviera escondido. Tragué saliva y giré el pomo de la puerta. Una
parte de mi se preguntaba si esto era solo otro truco, pero no tenía nada
que perder en ese momento. La puerta se abrió silenciosamente. El
estrecho pasillo estaba iluminado tenuemente y por suerte estaba vacío.
No había ventanas y comencé a preguntarme si estábamos bajo tierra.
¿Por qué papá no nos dijo donde estaba la salida? ¿Por qué no le
pregunté?
Gemí. Seguimos nuestro camino, deslizándonos contra el lado de la
pared.
Al final de la sala, no tuvimos más remedio que girar a la izquierda.
Eché un vistazo alrededor de la esquina para ver una sala amplia, con
una habitación grande en el extremo de la misma. Apenas pude
distinguir el murmullo de las voces que venían de la habitación. Paneles
iluminados se alineaban en el techo en el centro del pasillo zumbando y
parpadeando. Yo estaba agradecida por su cableado defectuoso en ese
momento. A mitad de camino, había dos ascensores en cada lado.
El corazón me dio un vuelvo. ¡La salida!
Entrecerré los ojos, explorando la habitación al final de pasillo tanto
como pude. Aunque no vi a nadie, todavía podía oír las voces, así que
sabía que en cualquier momento podían saltar y atraparnos. Asentí con
la cabeza a Chase y di un paso cuidadosamente por detrás de la pared,
con mi corazón martilleando. Nos dirigimos al ascensor y apreté el
botón. Se encendió, y luego sonó un suave zumbido metálico.
Chase entrelazó los dedos con los míos y vi sobre mi cabeza la
habitación de donde provenían las voces. Se me atrapó el aliento en la
garganta. No podía soportar mirar. Mantuve mis ojos enfocados en mi
reflejo borroso de las puertas metálicas del ascensor. Concentración.
—No pasa nada —me susurró al oído.
Las puertas se abrieron finalmente y corrimos dentro. Señalé el botón
de plástico marcado con la letra G. Agarrándome a los pasamanos
cuando las puertas se cerraron, el ascensor comenzó a subir. Suspiré,
echándome hacia atrás e inclinando la cabeza hacia arriba en una
silenciosa oración de agradecimiento. Al instante presté atención,
dándome cuenta de que estaba mirando directamente hacia la lente de
una cámara. Un pequeño grito salió de mis labios.
Chase se dio la vuelta.
—¿Qué pasa?
Señalé la cámara que estaba en la esquina superior.
—¡Hay una maldita cámara!
—¡Maldita sea!
Chase me empujó apretándome contra la pared debajo de la cámara,
pero estaba segura de que no nos escondería a ambos.
Y entonces lo oí. El zumbido metálico de otro ascensor zumbó a la vida.
Presa del pánico, giré alrededor y presioné el botón una y otra vez, como
si apretándolo más, más rápido se movería el ascensor. El sudor
perlaba la parte trasera de mi cuello.
—¡Están llegando! Nos han debido ver.
Chase me agarró la mano y se paró frente a la puerta, esperando para
abrirla. Los segundos parecieron horas.
—¡Prepárate para huir! —me animó.
—Tenemos que hacerlo —dije en voz baja, con voz temblorosa. Me
preparé para correr.
Finalmente, las puertas se abrieron y la luz natural entró por el pasillo.
Estábamos en la planta baja. Chase y yo salimos disparados, cogidos de
la mano. Yo, medio esperaba hacerle frente a la Tía Eva y Dmitri
mientras saltábamos desde el ascensor al pasillo.
En su lugar, vi a Roman.
Traducido por Josez57 y Maia8
Corregido por LuciiTamy
e detuve, atónita por un momento, con mis ojos escaneándolo.
Vestía el uniforme de Augusti Forza. La camisa de color
amarillo canario metida en un par de pantalones negros
ajustados le daba un aspecto diferente. Más estirado. Tragué saliva. Él
me había estado engañando. Estaba con el Augusti todo el tiempo.
Mi estómago se revolvió, retorciéndose en nudos. No sabía cómo pude
ser tan estúpida al enamorarme de él. A pesar de que había adivinado
que era cierto, seguía devastándome.
La mirada de Roman pasó por mi cuerpo, deteniéndose en la mano de
Chase entrelazada con la mía. Con los ojos entrecerrados, miró hacia mi
cara.
En serio, ¿estás celoso ahora?
Solté la mano de Chase y me dirigí hacia Roman, con templanza
pulsante.
—¿Qué diablos hiciste? —Me empujé contra su pecho firme.
—¿Qué quieres decir? —Él avanzó con la cabeza hacia atrás, intentando
una cara confusa—. Vamos, no hay tiempo para hablar.
Le di una cachetada en la cara.
—¿Dónde está la daga? ¡Devuélvemela!
Roman se tocó la mejilla, con aspecto aturdido.
Chase me tiró del brazo hacia atrás.
M
—Vamos, Jewel. No pierdas tu tiempo en ese perdedor. Vamos a salir de
aquí.
Roman hizo un movimiento circular con la mano, atrapándonos a los
dos en uno de sus escudos burbujas y dejando a Chase congelado en
las afueras del mismo.
Frunció las cejas.
—¿A quién diablos llamas perdedor? ¿Qué estás haciendo con él de
todos modos?
—¿Qué estoy haciendo con él? —grité. Le dirigí una mirada fría y negué
con la cabeza —. Mientras yo estaba esperando a que volvieras a mí,
cosa que no hiciste, él apareció para ayudarme. Y luego fuimos
secuestrados por estos matones rusos, mi familia se separó de mí. Pero
estabas demasiado ocupado después de mentirme otra vez para saber
de qué se trataba, ¿no? —Señalé con mi dedo acusador hacia él—. Tú
dijiste que era el Augusti Forza el que se presentó en la casa de Taylor
para atraparme esa noche. Pero fue el aquelarre de Rusia. ¡Por
supuesto que estabas demasiado ocupado en completar tu verdadera
misión de robar mi daga para atrapar eso probablemente, o cualquier
cosa! —Mi cara ardía. No sabía lo que estaba haciendo, me sentía fuera
de control, y tenía que dejar que mis frustraciones salieran—. ¿Y ahora
qué, Roman? ¿Viniste a buscarme para terminarlo? ¿Matar a la
abominación?
La posibilidad muy real me golpeó e intenté salir de la burbuja.
Necesitaba alejarme de Roman. Si él estaba allí para llevarme ante el
Augusti Forza, yo no podía quedarse en torno a él. No quería perder
más tiempo. Tenía que escapar.
—¿Terminaste? Jewel, ¿estás hablando en serio? —Miré detrás al
empujar en contra de la burbuja inflexiblemente fuerte, para ver los
ojos heridos de Roman—. Lo entendiste todo mal. No es así.
Yo solté un bufido. No iba a dejarme engañar por sus ojos de cachorrito
por más tiempo.
Miré por encima del hombro. Las puertas del ascensor estaban cerradas
aún, pero no sabía cuánto tiempo pasaría antes de que alguien
descubriera que habíamos desaparecido y vendrían a buscarnos.
—Ah, lo entendí mal, ¿eh? —Puse los ojos en blanco—. Lo que sea,
Roman. Dejanos a Chase y a mí irnos entonces.
Le miré y empujé la barrera otra vez, entrecerrando los ojos hacia Chase
a pesar de que no podía verme. Me pregunté si alguna vez volvería a
hacerlo. Roman nunca me dejaría ir. Podría estar enojada todo lo que
quisiera, a él no le importaba. Él consiguió la daga tal como estaba
previsto y ahora todo lo que tenía que hacer era cerrar el trato.
Roman suspiró y dejó caer la barrera de comandos. Incliné la cabeza
hacia él, confundida. No sabía si se le cayó la barrera a causa de mi
poder de persuasión, o lo hizo todo por sí mismo. Me imaginé que debía
ser el poder de persuasión.
Chase se agitó y rápidamente recuperó la compostura.
—Vamos. —Él tiró de mi brazo hacia las puertas de salida.
Miré por encima del hombro a Roman mientras a toda prisa tomaba
nota de la expresión derrotada estampada en su rostro. Una punzada se
apoderó de mis entrañas, urgiéndome volver de nuevo a él, pero no
caería en la trampa. Mis instintos me habían fallado cada vez que se
trataba de él. Encogiéndome de hombros mentalmente, aparté la vista y
seguí a Chase en su lugar.
Chase llegó a la puerta y la abrió de golpe, sosteniéndola para mí para
que pasase. Dudé a mitad de camino, con mi pecho estrechándose,
dividido entre la emoción de nuestro escape y el dolor del engaño de
Roman.
Eché un vistazo por encima del hombro a Roman otra vez. Era como si
cada vez que lo miraba, mi corazón se partiera un poco más. Me
pregunté cuánto tiempo le llevaría a mi corazón sanar.
—Necesitas la daga, Jewel —me gritó Roman. Me volví hacia él, sin
saber sus motivos. Di un paso atrás en el interior junto a Chase, pero
mantuve los dedos envueltos alrededor de la manija de la puerta.
Roman se quedó inmóvil, mirándonos en silencio.
—¿La tienes contigo? —Yo estudiaba sus rasgos
Él negó con la cabeza.
—No, pero…
Un fuerte chirrido de neumáticos, seguido por un boom de trituración
que golpeó el pavimento exterior del edificio, y caímos de rodillas.
¿Acababa de suceder realmente eso o estoy imaginando cosas ahora? La
expresión de horror en la cara de Roman me dijo que lo hizo.
Chase se puso en pie.
—¡¿Qué…?!
Miré a través de las puertas de cristal. Varios coches se alinearon en la
acera, dos de los cuales se habían estrellado uno contra el otro.
Cristales rotos cubrieron la calle. Varios hombres del Augusti saltaron
de sus vehículos. Debían haberse estrellado en su prisa por llegar. Para
encontrarme. Noté a Paolo y Massimo de inmediato. Yo chillé y corrí por
el pasillo con Chase hacia Roman que nos estaba moviendo hacia él.
—¿Quiénes son? —me preguntó Chase, sin aliento.
—Peor que los rusos, créeme.
Los ojos de Chase se agrandaron. Llegamos a Roman de nuevo. Con
quemazón en la garganta, lo fulminé con la mirada.
—Tu los trajiste aquí —susurré con los dientes apretados—. ¡Te odio!
Me escocían los ojos. Iba muy en serio sobre la manera de hacer que
esa declaración se hiciera realidad.
Roman lucía como si lo hubiesen golpeado en el estómago, pero pasó
junto a mí y apretó el botón del ascensor. Las puertas se abrieron de
inmediato.
—Vayan a la planta superior, y suban las escaleras a la azotea en el
extremo de la sala. —Me tocó el brazo y dejó escapar un suspiro
exagerado—. YNo los traje aquí a propósito. Por favor, créeme.
—Sí, claro. ¿Al igual que creo que justo se les ocurrió aparecer detrás de
ti? —Miré atrás en las puertas delanteras. El Augusti se precipitó por
las escaleras hacia nosotros. No había otra salida. No teníamos más
remedio que volver al ascensor.
Chase frunció el ceño a Roman, pero apoyó su mano en la parte baja de
mi espalda, conduciéndome al interior. Roman gruñó, con la mandíbula
apretada, pero luego se dio la vuelta y corrió en dirección a las puertas
delanteras. Las puertas del ascensor se cerraron.
—¡Hola, Paolo! —Escuché decir a Roman con una voz alegre.
Idiota.
Chase pulsó el número cuarenta y siete. Era el último piso del edificio.
—¿De verdad crees que debemos hacer lo que dice? —Señalé a los
botones del ascensor y sacudí mi cabeza—. Tiene que ser mentira. Él
los trajo hasta aquí. ¿No crees que esto solo podría ser una trampa?
—Sé que el chico parece sombrío, pero no tenemos otra opción. No es
como si podamos ir de nuevo al sótano, ¿no?
Yo golpeé la parte trasera de mi cabeza contra la pared del ascensor en
varias ocasiones.
—¿Qué hay acerca de otro piso para escondernos entonces?
Chase se paseó en círculos pequeños.
—Nos van a encontrar con el tiempo. Tal vez desde el techo podemos
emitir señales por ayuda o algo así.
La espera fue una agonía y el pensamiento de que las puertas se
podrían abrir en cualquier otro piso y que alguien nos agarrara hacia
que mis manos temblaran. Cerré los puños. Finalmente las puertas del
ascensor se abrieron. Salimos en el piso cuarenta y siete, corrimos
hacia las escaleras de hormigón, y hasta en el techo. La puerta se
resistió cuando la empujamos, pero entonces se abrió. Un chorro de
viento apartó el pelo de mi cara cuando atravesé el marco de la puerta.
Había un chico de nuestra edad en el techo. Se había puesto frente a
nosotros cuando la puerta se estrelló contra la pared. Se puso en
cuclillas en medio de dos gigantes planeadores. Uno de ellos era de
color amarillo brillante con puntas azules, y el otro era de color rojo
cereza con una raya blanca en la parte inferior. Sus alas se ondulaban
ante los fuertes vientos.
Busqué en la cara del tipo. ¿Por qué me pareces tan familiar?
Se puso de pie y ahuecó los lados de su boca, gritando a través de la
azotea para nosotros.
—¿Dónde está Roman?
Y entonces lo reconocí. Era el primo Roman que cantó en el Phoenix la
tarde que fui con Taylor. No lo había visto desde entonces, y me había
olvidado de él. No podía estar segura de que fuera el primo de Roman.
En fin, no se parecía en nada a él. Con su peludo pelo rubio oscuro y
ojos verdes no era exactamente la viva imagen.
Caminamos varios pasos más cerca.
—Oye, amigo —dijo Chase—, cualquier cosa en la que estés
involucrado, nosotros no queremos formar parte de ella. —Chase se
puso delante de mí.
Me abrí camino a su alrededor.
—Y si eres realmente el primo de Roman, como él me dijo, entonces no
quiero nada de ti tampoco.
Miré los planeadores manuales y me pregunté lo difícil que sería
usarlos. Quería escapar, pero no quería sumergirme a mi propia
muerte.
—Esa es tu forma de agradecer —dijo el primo de Roman con desdén—.
Y mi nombre es Stefano no lo dudes. ¿Dónde está Roman? —nos
pregunto de nuevo, con más fuerza esta vez.
Ni siquiera quería hablar al chico, pero sabía que él guardaba la única
vía de escape para nosotros. Mordí el interior de mi mejilla.
—Está escaleras arriba con su gente. Nos dijo que subiéramos.
Stefano se me quedó mirando incrédulo.
—Sí, te dijo que fueras arriba para que así pudieras escapar de tus
captores. Él preparó todo esto para ti.
—¿Preparó el qué? ¿Los planeadores? —Le di una mirada escéptica—.
¿Para llevarnos a dónde? ¿Por qué no volvió a por mí en la fiesta la otra
noche, entonces?
—¿Quieres decir en casa de Taylor? —Stefano me estudió en silencio un
momento antes de que su cara centelleara con diversión—. ¿Tú crees
que te abandonó? ¿Estás bromeando?
Cuando yo no me acobardé, él añadió—: Ya sabes, Roman no sabía que
los rusos estaban allí esa noche. Estaba demasiado ocupado evitando
que el Augusti, ya sabes, ¿te matara? —Llevó sus manos al aire—. Y la
única razón por la que vino hoy era rescatarte del aquelarre ruso. Él ha
estado derribando todos los obstáculos para encontrarte el último par
de días, y me arrastró a ayudar, también. —Él inclinó su cabeza hacia
atrás unos centímetros y con una voz llena de sarcasmo, dijo—: Ahora
puedo ver que fue tiempo bien gastado. En serio, ¿qué pasa contigo?
Pensé que se gustaban el uno al otro.
Le miré con incredulidad, con mis cejas fruncidas juntas. Eso no podía
ser cierto.
¿Podría? ¿Preparó Roman realmente todo esto para mí?
—Y, ¿qué quiere decir que está con su pueblo? —La preocupación en la
voz de Stefano me trajo de nuevo a la azotea, pero yo seguía
conmocionada, sin saber qué creer—. ¿De quién estás hablando?
Chase me miró extrañamente, y respondió—: El Augusti Forza.
La cara de Stefano de repente palideció.
—¿Cómo...? —Puso su mano en la frente, frotándola—. No tiene
importancia. Tenemos que seguir adelante con el plan de Roman. Me
hizo prometer que te mantendría a salvo por encima de todo... incluso
por encima de su propia seguridad —Él me miró directamente a los
ojos—. Aunque tengo que decirte que no parece que te lo merezcas.
Él frunció el ceño y luego se concentró en Chase, señalándole con el
dedo mientras hablaba.
—Tú, amigo, no formabas parte de ese plan. —Hizo un gesto con la
mano hacia los planeadores—. El amarillo es un planeador de dos
personas destinados a Roman y Jewel. ¿El rojo? Bueno, eso es un
planeador único y tiene mi nombre escrito por todas partes.
Crucé los brazos sobre mi pecho.
—No me iré sin Chase.
—Bueno, sin Roman, creo que tendrías un momento difícil volando de
todos modos —dijo.
—Roman no va a venir —dijo Chase—. Toma a Jewel, y voy a correr el
riesgo con el otro planeador.
Stefano dio una patada a una piedra en el suelo con un gemido. Miró
hacia el cielo un momento sacudiendo la cabeza, y luego se encogió de
hombros y asintió lentamente.
—Está bien. Roman lo querría de esa manera. Te llevaré al aeropuerto y
te despediré de forma segura. —Me miró con una mirada de
contrariedad y dolor en la cara—. La daga está en un armario allí.
Tercera planta, la sección sexta, conjunto de casilleros hacia el oeste. El
número de la taquilla es el trece de la suerte. Roman lo aseguró para ti
él mismo.
Oh. Dios. Mío.
Quería creer que todavía tenía esperanzas, pero creer significaba que
Roman había dicho la verdad desde el principio. ¡Y yo solo lo había
tratado como una mierda total! Y le di un beso a Chase.
La culpa golpeó mis entrañas, casi me derribó. Miré a Chase, una
mezcla de preocupación y simpatía se arrastró por su rostro mientras
me miraba. Mis ojos se posaron en sus labios. Sí, lo había besado. Y
hasta lo disfruté. Me mordí el labio mientras una sensación de malestar
se apoderaba de mí. Hice todo eso mientras Roman había estado
tratando de crear un plan B para mí, todavía tratando de ayudarme
como siempre lo hacía. Y ahora, si lo que su primo decía era cierto, él
podría estar enfrentando al Augusti en ese mismo momento.
Miré hacia atrás y hacia adelante entre Chase y Stefano.
—No podemos dejar a Roman aquí.
—No hay otra opción en este momento. —Stefano comenzó caminar
hacia el planeador, indicando a Chase que le siguiera, pero Chase se
quedó a mi lado. Cambió el peso sobre sus talones, sus labios se
apretardon.
Stefano se dio la vuelta para enfrentarnos, y suspiró dramáticamente.
—Jewel, ellos aún creen que Roman te engaña y que está de su lado.
Estamos despreciando tiempo hablando sobre esto. Además, si vas allí
ahora, solo firmarás tu certificado de defunción. Eso, y dedicarle más
dolor del que ya le has causado. —Negó con la cabeza—. Y Jewel, sin
ofender, pero ya ha sido bastante.
¿En serio, chico? Ya me siento lo suficientemente mal. Quería creerle,
porque si lo hacía, entonces significaba que Roman me amaba. Pero
había pasado demasiado en tan poco tiempo que ya no sabía en quién
confiar.
Chase tomó mi mano y me empujó hacia el planeador con él.
—Vamos. Tenemos que ir. Al menos, saldremos de aquí.
Cerré los ojos durante un segundo, deseando deshacer el nudo de mi
garganta, y entonces caminé dudosamente al planeador con él.
Chase besó mi mejilla.
—Todo estará bien.
Stefano lo digirió al asiento del planeador y comenzó a darle
instrucciones de cómo volar con el aparato y en qué dirección ir.
Oí la puerta a la azotea golpear contra la pared de nuevo. Me giré,
asustada. Roman estaba allí mirándome con la preocupación grabada
en su rostro.
Su pelo oscuro voló por el viento, sus ojos penetraron en mí como si
mirara directamente a través de mi alma. No sabía qué pensar o sentir.
No sabía lo que era real excepto el latido de mi corazón, y el hormigueo
en las piernas que me impulsaba hacia él como un imán. Pero algo me
detuvo.
—¿Roman? —dije—. ¿Vas a venir? —Sin importa qué, no quería que le
pasase nada malo y con la tía Eva y su esbirro Dmitri en el mismo
edificio, no quería dejarle tirado.
Me acordé de que solo había espacio suficiente para tres personas en
los planeadores.
Si tuviera que hacerlo, me quedaría si esa era la única opción. Después
de todo, el caos era por mi culpa.
Roman sonrió tímidamente y comenzó a caminar hacia mí.
Detrás de él, la puerta se abrió. Un par de botas negras pulidas pasaron
por encima de la cornisa.
Mis ojos saltaron a la cara de Paolo.
—Buen chico, Roman —dijo—. ¡La encontraste!
Una ráfaga frío se apoderó rápidamente de mi corazón. No podía seguir
el ritmo de mis propias emociones. Segura o no, seguro; enamorada o
no, y así una y otra vez. Ahora en extremo peligro. ¿Condujo él a Paolo
directo hacia mí?
Me volví para correr, pero algo me golpeó en el estómago,
inmovilizándome justo cuando veía a Stefano empujar el planeador de
Chase sobre el borde de la azotea.
Mi cuerpo se sacudió violentamente. Los rayos de luz iridiscente se
apoderaron de mí como tentáculos, lo que me hizo levantarme un par
de metros del suelo. Las palabras me desafiaron y, sin poder hablar, era
simplemente una testigo de lo que estaba sucediendo, encerrada en una
especie de chisporroteante haz electrificado. Estaba atrapada.
El dolor quemaba a través de mí como un millón de cuchillos que se
clavaban todos de una vez, pero no tenía voz. Solo podía gritar por
dentro. Mi sangre se agolpó en mis oídos como un río embravecido.
Una serie de imágenes inconexas pasaron ante mis ojos. La dulce cara
pecosa de Jeyden iluminada por una corriente de risas, Roman
juguetonamente mordiéndome el labio, el zapato rojo de tía Eva
golpeando contra la pata de la mesa a una velocidad cada vez más
rítmica, y las palabras susurradas de abuela de Raine que arrojaba de
su boca en un siseo: Jewel es la Espectral... ¡lleva la marca!
Una luz blanca cegadora estalló frente a mis ojos hasta que no pude
ver, y todo lo supe fue el dolor. En ese momento, supe que me estaba
muriendo. Las lágrimas cayeron en pistas por mis mejillas al reconocer
que moriría con el corazón roto, y habiendo derrochado completamente
mi vida.
Un sonido fuerte de golpes llenó el aire y me devolvió la visión. La mano
de Roman
estaba extendida en el espeso haz de luz crepitante que se apoderó de
mí, en parte bloqueando.
Mi cuerpo seguía catatónico, me estremecí cuando escuché gritar a
Paolo palabras indiscernibles a Roman.
—¡Stefano, salva a Jewel! —gritó Roman, y luego saltó delante de mí en
el rasgado haz de energía eléctrica, bloqueándolo para evitar que llegase
a mí. Me derrumbé en el suelo, sin aliento y jadeando en busca de aire
en medio de los gritos de Roman que helaban la sangre.
Stefano me cogió en sus brazos y me llevó a la velocidad del rayo. Me
metió en el planeador de alas amarillo antes de subir a mi lado. Sus
brazos y piernas se movieron con precisión exacta y velocidad increíble
hasta que fueron un borrón fascinante. Se movía con tanta rapidez que
fue entonces que supe de su poder. El suyo era la velocidad.
El dolor se aclaró hasta que mi cuerpo solo se sentía entumecido
mientras Stefano nos conducía fuera de la azotea.
—Roman —grité, mi voz un susurro en medio del silbido del viento
ahora patinando por delante de mi cara, y la falta de definición del batir
de las alas amarillas y azules de la vela.
Roman me salvó. Lo que fuera que pasase en la casa de Taylor, él
nunca tuvo la intención de que yo fuera enviada a Rusia o herida.
Roman me ama. Los hechos dicen mucho más de lo que las palabras
pueden decir.
Él realmente se sacrificó por mí, y una de las últimas cosas que le había
dicho era que yo lo odiaba. Y ahora estaba siendo torturado y dejado
por muerto solo en la azotea. Mi cabeza se inclinó y se balanceó como
un muñeco de trapo en el viento recio.
Ojalá me hubiera muerto allí con él.
Traducido por Rodoni
Corregido por Julieta_arg
l agua oscura se ondulaba por el viento muy por debajo
mientras sobrevolábamos la zona. Pasábamos por un largo
puente, en dirección a un edificio enorme. Tenía torres gigantes
con cabezas bulbosas que parecían suaves conos de nieve bañados en
oro. Otras torres tendían a un verde vibrante. Me di cuenta que estaba
mirando al Kremlin.
Tan hermoso como la ciudad iluminada por la noche parecía, mi
estómago se retorció en nudos. Los torturados gritos de Roman hicieron
eco en mis oídos. Solo podía culparme a mí misma. Era uno de esos
momentos donde sentía completa lástima por mí misma, y deseaba
poder ahogar mis penas en un cubo de helados Ben & Jerry de galletas,
luego quedarme en cama durante un mes. O dos. Pero aún así, eso no
salvaría a Roman del agarre del toque de muerte de Paolo. El
pensamiento de él, pasando por ese dolor había hecho que algo muriera
dentro de mí.
Por delante, Chase volaba su planeador como si lo hubiera hecho toda
su vida. Chase Quinn, el chico normal con los pies en la tierra, que era
hermoso, impresionante, y te apoyaba en todos los sentidos. Me
preocupaba mucho por él, pero era diferente a lo que sentía por Roman.
Y ahora que había averiguado que Roman había dicho la verdad, sabía
que lo que sentía por Roman era real. Ahora, no solo había herido a
Roman, sino a Chase, también. No podía estar con él, teniendo en
cuenta cómo me sentía y lo que causé. Roman se había ido, y yo estaba
rota. Un épico fracaso.
E
—Vamos a aterrizar pronto y dirigirnos al Aeropuerto Internacional de
Sheremetyevo —llamó Stefano en voz alta para mí—. Tenemos que
darnos prisa para tomar un taxi. Son unos dieciocho kilómetros desde
aquí.
Chase, miró hacia atrás por encima del hombro, los músculos de los
brazos flexionados por el control del planeador. Stefano le hizo señales
con la mano diciéndole que aterrizaríamos pronto.
Aterrizamos en una parcela de hierba a varios metros de una calle
tranquila. Chase bajó un poco torpe, tropezó, pero rápidamente se
levantó de un salto y saludó, lo que indicaba que estaba bien.
Los movimientos de Stefano se convirtieron en un borrón de nuevo
hasta la siguiente cosa que supe, que me había desenredado de la vela
y nos quedábamos junto a ella. Cerré los ojos y los froté, tratando de
recuperar mi enfoque.
Chase nos miraba con los ojos abiertos.
—Ni siquiera voy a preguntar —dijo, mientras se dirigía hacia nosotros
moviendo la cabeza—, en serio solo quiero ir a casa.
En el momento en que dijo las palabras, me miró y frunció el ceño. Me
imaginé que se sentía mal por decirlo, porque técnicamente, los dos
sabíamos que yo no tenía un hogar a dónde ir. No podía volver a
Pomona Park y solo podía esperar a encontrar algún día a mi verdadera
familia.
—Pero, por supuesto, te ayudaré, Jewel. La casa puede esperar —
añadió, llegando a mí para apartar las cintas de pelo que soplaban
sobre mi cara.
—No, está bien, Chase, en verdad. Deberías regresar a Florida. Ya me
las arreglaré por mi cuenta. —La verdad era que no quería que le
sucediera algo a él por culpa mía. Había causado suficientes problemas
ya; no quería arrastrarlo a él ni a nadie a otra cosa en mi pesadilla
nunca más. Además, necesitaba estar por mi cuenta. Roman no
hubiese querido que me diese por vencida. Tenía que ser fuerte. Tomé
una profunda respiración.
Chase, frunció el ceño y sacudió la cabeza, pero volví mi atención hacia
Stefano.
—¿Qué pasa con Roman? Simplemente no podemos dejarlo.
Stefano comenzó a caminar hacia la carretera, agitando la mano sobre
su hombro para que lo siguiéramos.
—No hay nada que podamos hacer por él ahora —dijo por encima del
hombro—. Y le prometí que te mantendría a salvo.
Corrí hacia delante de él y empujé las dos manos contra su pecho,
haciéndolo retroceder un paso.
—¿Qué te pasa? ¿Estás loco? No tienes la maldita idea de lo doloroso
que esa cosa es. ¡No me voy sin él!
—Puedes y lo harás. —Stefano me eludió y continuó caminando—. O
Roman está muerto o está bajo arresto. De cualquier manera, no
podemos ayudarle ahora. —Se volvió hacia mí, pero siguió caminando
hacia atrás, con la mirada de suficiencia en su rostro que me hacía
enojar—. Lo único que harías al volver allí es enredar las cosas aún
peor. —Stefano dejó de caminar, y levantó las manos en la el aire—.
Sabes, en este mismo momento, creo que tu apodo debe ser Caos.
Continúa sin escuchar, y tu apodo será Armagedón. —Se encogió sus
hombros indiferentemente.
Parpadeé, con incredulidad.
—Muchas gracias.
Chase se acercó a mi lado.
—Oye, hombre. No digas estupideces como esas.
Realmente no quería otra pelea saliendo como la que tuvimos en
nuestra pequeña prisión rusa entre Dmitri y Chase.
—Stefano, quiero volver y entregarme —le dije—. Es a mí a quien
quieren, no a él.
Stefano ladeó la cabeza.
—Está bien, entonces, Armagedón será —dijo con un huff—. Si llegas a
regresar, Señorita Armagedón, van a matarte y aun así matarán a
Roman. Es un traidor ahora, ¿entiendes? Los traidores no duran mucho
tiempo en el Augusti Forza. Nos enorgullecemos de nuestra lealtad y
confianza. Si las rompes, te rompen el cuello.
Di un grito ahogado y me cubrí la boca.
Stefano dio la vuelta, en dirección a la carretera.
—Solo trato de seguir la petición de mi primo —dijo—. Juré mi lealtad
hacia él desde hace mucho tiempo, pero tratar de salvar tu culo se está
convirtiendo en un dolor en el mío. Vamos a parar el debate y salir de
aquí antes de que ya no sea una opción. —Alzó la mano en el aire,
agitándola para seguirlo.
Me di cuenta que dijo «nosotros» nos enorgullecemos. Como si Stefano
fuera parte del Augusti Forza, también. Me di cuenta de que tenía todas
las razones para estar irritable conmigo. Roman debió haberlo obligado
a ayudarme, así que ahora Stefano era considerado un traidor al
Augusti, exactamente como Roman. Paolo definitivamente tuvo que
haber visto a Stefano en el techo.
Más culpa. Genial.
Cuando no me moví, Stefano dejó de caminar y se volvió hacia mí de
nuevo. Apretó el puño en la boca, cerró los ojos y respiró hondo.
Cuando dejó caer la mano, lanzó un profundo suspiro y un gesto
exagerado.
—Tú estás realmente poniendo a prueba mi paciencia, que pasa a ser
algo de lo que estoy totalmente corto especialmente hoy. Vamos, ya. Te
prometo que una vez que estés fuera de aquí, voy a ver lo que puedo
hacer por Roman si no es demasiado tarde. En este momento, tengo
que centrarme en llevarte fuera de Rusia. Échame un cable, ¿podrías?
¿O tengo que arrastrar tu penoso culo de aquí al estilo rápido y dejar a
tu amigo aquí presente en el polvo?
Chase envolvió su brazo en el mío y tiró de mí hacia adelante.
—Motor mouth20 no nos está llevando a ningún lugar donde no quieras
ir, pero creo que debemos escucharlo. Él nos sacó de allí, y parece que
sabe lo que está haciendo. ¿Tienes el mapa de tus padres, verdad?
Asentí con la cabeza.
—De acuerdo. Bueno, si los encuentras, ellos deben saber qué hacer.
Quiero decir, han estado involucrados con esta materia durante toda su
vida. —Me llevó a su lado y me dio un golpe en el hombro—. Y son tu
familia.
20 Motor mouth: Apodo que se le da a alguien que constantemente está
hablando. Se traduciría como Boca de motor, en referencia a la incesante actividad de
los motores.
Esperaba que él tuviese razón, pero recordé que Roman dijo que mis
padres habían dejado de buscarme recientemente. Mi pecho se apretó,
la idea se colgaba pesadamente sobre mí como un cúmulo de nubes
oscuras en un día húmedo. Pero era la única elección que tenía.
Seguimos a Stefano través de la hierba para llamar a un taxi.
***
El aeropuerto estaba lleno de gente bulliciosa cerca con varios equipajes
de colores. Nos quedamos justo en el interior de las puertas de vidrio y
el silbido del aire mientras se abrían y cerraraban me recordó que no
estaba cerca de estar a salvo.
Stefano me entregó un billete de avión a Italia y un pasaporte.
—Consigue la daga tan pronto como sea posible y toma tu vuelo.
Le devolví el pasaporte que sin duda era una falsificación.
—Tengo el verdadero. Papá me lo dio.
Stefano gruñó.
—No vas a utilizar tu nombre real ahora. Tu billete está al nombre de
María Ferrari, así que necesitarás este pasaporte para irte. Hay
personas buscándote, ¿te acuerdas?
Tomé el pasaporte y lo puse en mi chaqueta. Otro nombre falso y
esperaba que el último. Pero no podía discutir con la lógica de Stefano.
La incógnita más grande era si podría viajar, mejor.
Stefano asintió con la cabeza a Chase.
—Lo siento, amigo, pero como he dicho, no estabas en el plan. Pero si
yo fuera tú, me gustaría ir en la dirección opuesta a la de ella. —Hizo
un gesto hacia mí.
Gruñí.
—Gracias por el billete y el pasaporte, Stefano. Pero tal vez debas tomar
tu propio consejo ahora. Ya sabes, ¿moverte en la dirección opuesta? —
Puse mis ojos en blanco. No quería parecer desagradecida por todo lo
que había hecho, porque honestamente estaba agradecida, pero él
estaba empezando a molestarme.
—Puedo cuidar de mí mismo, gracias —dijo Chase mientras deslizaba
su brazo alrededor de mi hombro.
—Haz lo que quieras. —Stefano se giró y se alejó.
El nudo en mi estómago creció a medida que los ecos de los gritos de
Roman se repetían una y otra vez en mi mente.
—¿Stefano? —le dije.
Se dio la vuelta para mirarme.
—¿Sí?
—Vas a tratar de ayudarlo, ¿verdad?
Los labios de Stefano formaron una línea recta. Me miró un momento y
asintió con la cabeza.
—¿Lo prometes?
Él levantó las manos en el aire.
—Voy a hacer todo lo posible, pero no puedo prometer que pueda hacer
ningún bien. Puede ser que sea demasiado tarde.
Solté una respiración entrecortada. Sabía que el hilo de esperanza al
que me aferraba sobre Roman estaba de alguna manera a salvo del
agarre de la muerte y el que acaba de lanzar en prisión era delgado.
Pero no podía darme por vencida. Si lograba pasar a través de mi
conversión y llegaba a mis plenos poderes en una sola pieza, iba a
volver a rescatarlo.
—Gracias, Stefano. —Me aclaré la garganta—. Por todo.
—De nada, Armagedón. —Una ligera curva se encendió en un lado de
su labio, lo que me recordó a la sonrisa pícara de Roman. Un
sentimiento de tristeza tiró de mi estómago. Stefano hundió sus manos
en los bolsillos, dio media vuelta y se alejó.
Negué con la cabeza, pero no pude evitar sonreír.
—Armagedón. —Puse mis ojos en blanco—. Lo que sea.
Agarrando mi billete en mi pecho como si fuera una posesión preciada,
me volví frente a Chase.
—Tenemos que conseguirte un billete a Florida.
Extendió la mano y acarició su pulgar contra la palma de mi mano.
—Necesitamos subirnos a un avión hacia Italia.
Me mordí el labio.
—Honestamente, Chase. Tengo que hacer esto sola. Tengo el billete y sé
qué hacer. —Traté de sonar confiada y mantener las manos sin temblar.
Lo necesitaba para asegurarme de que Chase llegara a casa con
seguridad. Ser responsable por la tortura de un chico y posiblemente su
muerte ya era demasiado para soportar.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —Arqueó una ceja.
Me incliné hacia él y envolví mis brazos alrededor de su cintura.
—Me preocupo por ti y necesito que estés a salvo, Chase. Puedo seguir
sola desde aquí.
Él bajó la mirada al suelo, respiró profundamente, y luego miró hacia
mí.
—¿Volverás a mí en Pomona Park cuando estés lista?
Tragué saliva. La pregunta de diez millones de dólares. La única para la
que no tenía palabras. Lastimar a dos chicos en un día no era una parte
de mi plan maestro.
De pie, miré a sus ojos azul mezclilla que pedían un dulce contestar.
Uno que yo no podía dar.
—Definitivamente voy a volver a verte en algún momento. —Hice una
pausa y suspiré—. Pero creo que tenemos que poner nuestra relación
en espera.
Las cejas de Chase se dispararon.
—¿Qu...?
—Lo siento, es solo que sé que no puedo darte lo que quieres cuando
estoy tan enredada sobre…
—¿Sobre Roman? —Chase retrocedió y negó con la cabeza, las mejillas
ruborizándose—. Ese tipo está a veinte kilómetros de carretera en mal
estado, lo sabes, ¿verdad? —gruñó—. Podrías tener algo mucho mejor
que ese idiota.
—¿Ah, sí? ¿Algún deportista que conozcas entonces? —Me eché a reír y
le di un suave empujón en el hombro, tratando de romper la tensión. No
quería que el último recuerdo antes de que regresase a Florida fuera
malo.
—Tal vez uno. —Se movió y me abrazó por los hombros—. En serio.
¿Segura que vas a estar bien?
Asentí con la cabeza.
—Por supuesto. Yo me encargo. —Las palabras salieron con tanta
firmeza que casi las creí. Saqué el dinero que papá me dio de mi
bolsillo—. ¿Necesitas más dinero para tu vuelo?
—Estoy bien. Tengo una tarjeta de crédito que está destinada solo para
emergencias. Creo que esta totalmente cuenta —sonrió y me abrazó una
vez más—. Está bien, estás por tu cuenta. Llega a casa en Italia y pon
todo esto detrás de ti. —Besó mi mejilla, dejando a sus labios
permanecer en contra de ella un momento más—. Te echaré de menos
—dijo, su voz quebrada.
—Te echaré de menos, también —le contesté, y lo dije en serio.
Sí, sin duda echaría de menos a Chase Quinn. Desde el día en que lo
había conocido, el muchacho había sido maravilloso, haciendo todo lo
posible para ayudarme.
Lo vi alejarse, sacando pasaporte que papá le había dado de su bolsillo
y luego, arrastrando los pies entre la gente que se dirigía hacia
American Airlines. Observé mientras daba su información y sonrió
cuando me miró por última vez. Entonces me volví y me dirigí a buscar
mi daga.
Me detuve en una tienda de regalos y recogí una maleta en primer
lugar. Obviamente, no podía caminar a un avión con una daga de oro
sin ser detenida y arrestada. En contra de mi mejor juicio, elegí una de
color morado con lunares blancos. Me hacía querer vomitar, pero me
imaginé que sería más fácil de detectar entre las millones y millones de
maletas negras en la cinta transportadora. No tenía tiempo que perder
buscando mi maleta cuando llegase a Venecia.
Había repetido de nuevo en mi mente las palabras de Stefano acerca de
dónde estaba la daga oculta un millón de veces. Tercer piso, sexta
sección, en un conjunto de armarios orientados hacia el oeste. El
afortunado trece.
Serpenteé a través del mar de gente arrastrando los pies por el
aeropuerto, todos pareciendo saber exactamente hacia dónde se
dirigían. El intercomunicador sonó periódicamente con los nombres, sin
duda siendo llamados para registrarse, me dirigí al ascensor y hasta el
tercer piso. La charla rusa me rodeaba y cada rostro era una constante
fuente de sospecha y paranoia.
Cuanto más me acercaba a la zona donde Stefano me había dicho que
iba a encontrar la daga, más comenzó mi corazón a acelerarse. Se
sentía como si todo el mundo estuviese mirándome de reojo, y me
preguntaba si estaba siendo seguida.
Las taquillas enfrente al oeste estaban rodeadas por una zona de estar
llena de gente. Una mujer marcaba los números en un teléfono público
en la esquina y un hombre sentado estaba leyendo un periódico con un
maletín a sus pies. Llevaba un gran arete de oro en una oreja que me
recordó a un pirata. Un grupo de turistas chinos con cámaras que
colgaban de sus cuellos se extendían por toda una fila de asientos, sus
hijos se sentaban junto a ellos, recordando las fotografías. Una niña
jugando con su Matryoshka, muñecas rusas de anidación. Mi madre me
había dado un conjunto de muñecas de capas cuando yo era una niña.
Solía fingir que era la más pequeña de las muñecas, oculta y segura
dentro de las otras.
Revisando la habitación, no sabía quién era una bruja, un Augusti, o
simplemente un tipo común. Era un blanco en movimiento. Envolviendo
mis brazos alrededor de mi cintura, respiré profundamente. Decidí
probar una oportunidad y tratar de crear una coraza. Sabía que me
dejaría agotada, pero la necesitaba para conseguir la daga sin ser
detectada.
Me centré en el día en la cueva con Roman cuando por primera vez
había creado una, y luego en el momento con Chase cuando quedamos
atrapados en la habitación y mi coraza había sido aún más fuerte. Me
coloqué detrás de un muro de protección. Los sonidos del aeropuerto se
convirtieron en murmullos.
Di un paso adelante, temblando, rezando para que realmente lo hubiera
hecho, cuando me di cuenta la gente no me miraba más. De hecho, se
veían a través de mí. ¡Algo impresionante!
Me moví un poco hacia delante, hacia las taquillas, girando mi equipaje
detrás de mí, esforzándome por concentrarme en mantener intacta la
pared de la coraza. Al llegar a la taquilla, entré en el combo que Stefano
me había dicho. Fue una combinación fácil de recordar. Mi cumpleaños.
Roman, obviamente, lo había sabido. Tragué saliva, mis manos
comenzaron a temblar y a sudar alborotando mi labio. Sabía que no
sería capaz de contener la coraza por mucho más tiempo. El armario
abierto surgió y en el interior yacía la daga, el mango hacia arriba. Di
un grito ahogado y me cubrí la boca. Me llené de asombro, como si
estuviera mirando algo de gran importancia y valor como la Mona Lisa,
excepto que esta daga era mucho más preciosa y valiosa para mí.
—Gracias, Roman —murmuré en voz baja. Incluso en su ausencia, me
seguía ayudando.
Agarré la daga, abrí la cremallera de mi equipaje, y la coloqué
cuidadosamente en el interior, envolviéndola en una camiseta turística
barata que había comprado. Fue entonces cuando me di cuenta de que
el hombre que había estado leyendo el periódico estaba mirando a
través de él, tipografiando la habitación. No sabía si me miraba o me
estaba volviendo paranoica, pero el cálculo de expresión de sus ojos me
dijo que no lo estaba.
Mis piernas temblaban, pero cerré la parte trasera de la cremallera y me
levanté. Cerré el casillero, apreté la mandíbula, ya que la bilis se
levantaba en mi garganta y las últimas onzas de fuerzas salían de mi
cuerpo.
Miré el ascensor de la habitación. Si solo pudiese hacerlo. Lo deseaba lo
suficientemente fuerte como para crear el tipo de coraza que Roman que
había hecho en Phoenix y en la playa. Su coraza con forma de burbuja
había congelado el tiempo y protegido.
Hice que mis piernas de plomo se movieran hacia adelante, y me faltaba
el aire con cada paso, mi cuerpo lamido por el sudor. Mirando hacia
atrás, el Pirata estaba ahora parado y caminaba hacia mí.
Oh, Dios mío, ¿puede verme?
Me detuve detrás de una mujer en el ascensor que llevaba a su pequeño
niño llorando en un brazo. Su rostro estaba cubierto de chocolate y su
cono de helado apilado en el suelo en una masa pegajosa.
La saludé con la mano y cuando no tuve respuesta, la saludé de nuevo,
esta vez con mi mano directamente en frente de su cara. Ella no me vio,
sin embargo, el hombre con el pendiente de oro continuó en nuestra
dirección. El ascensor se abrió, la mujer avanzó dentro con su hijo, y yo
la seguí. Mi cuerpo empezó a convulsionar. Mi pared estaba por
estrellarse. Presioné el botón de cierre de la puerta y se cerró justo
antes de que el hombre llegase a ella. Su mano se estrelló contra las
puertas de metal.
Mientras el ascensor descendía, me dejé caer de rodillas.
La mujer gritó, pareciendo como si viera un fantasma. Mi coraza se
había ido y yo era un desastre desaliñado. Ella probablemente pensaba
que era un fantasma. Me refiero a que unos minutos estaba solo ella y
su hijo, y al siguiente allí estaba yo.
Ella comenzó a hablar conmigo en ruso y, a pesar del hecho de que no
entendía una palabra, sus palabras sonaban como si estuviera
hablando de mí, con la cara borrosa en mi desorientado estado. Me
agarré de la barandilla y de alguna manera me paré en mis pies,
deseando poder actuar con normalidad. Tengo que ser fuerte. Lo último
que necesitaba era atraer más atención sobre mí misma. Me las arreglé
para una débil sonrisa.
—Perdón por asustarte —dije con un encogimiento de hombros—. Estoy
un poco enferma, nada más. Miedo a volar. No hay problema.
La mujer atrajo a su hijo cerca, envolviendo sus brazos alrededor de él
protectoramente como si yo fuera un monstruo que pudiera hacerle
daño. Ella obviamente no entendía inglés.
Agarrando el asa de mi equipaje con tanta fuerza que mis dedos
palidecieron, miré hacia otro lado, enderecé los hombros, y esperé a que
se abrieran las puertas. Cuando finalmente lo hicieron, me apresuré a
salir, por suerte no había señales de aquel hombre sospechoso del
tercer piso, ansiosa por escapar.
Tropezando hacia el baño más cercano, me encerré detrás de una
puerta con mi equipaje de Barney. Temblando, me acuclillé, voté todo el
conteniendo de mi estómago en el retrete de porcelana.
De espaldas en el suelo frío, incliné mi cabeza contra la puerta cuarto
de baño. Tenía la daga. Una mezcla de mariposas bailando y náuseas
giraban en mi estómago. Ahora solo tenía que salir del país con ella,
volar de regreso a Italia, y encontrar a mi familia. Recé una oración en
silencio para poder encontrarlos.
Y que estén felices de verme.
Traducido por OrMel
Corregido por Jut
ogré llegar a la puerta y abordé el avión sin otro avistamiento del
Pirata que tanto me asustaba. Me dije a mí misma que yo solo
estaba sobrereaccionando, y que interpreté algo que no estaba
ahí.
Me acordé de mostrar mi pasaporte falso fingiendo ser una Maria
Ferrari y recé porque nadie me hablara en italiano. Con un nombre
como Maria Ferrari, estaba segura de que alguien esperaría que hablara
italiano fluido. Si bien puedo tener herencia italiana, en realidad solo
conozco unas pocas palabras. Como mangia21, bella22, ciao23, y tal vez
ravioli24 si es que cuentan.
Me escabullí en mi asiento, mirando a los demás pasajeros en el avión
para asegurarme de que no estaba siendo vigilada o si de alguna
manera el hombre me había seguido en el vuelo. Sin ningún rastro de él
o de alguien más prestándome particular atención, tiré el pedazo de
papel que papá me había dado con el mapa de la casa de mis
verdaderos padres.
Rodeadas en la parte superior estaban las palabras San Marco, Venecia,
Italia. Sabía que Venecia estaba separada en seis distritos y que San
21 Mangia: en Italiano come.
22 Bella: en Italiano bella.
23 Ciao: en Italiano hola.
24 Ravioli: Cuadrados de pasta replegados y rellenos acompañados de caldo o
salsa de tomate.
L
Marco era uno de ellos. Froté mi pulgar sobre la inscripción. De alguna
manera el gesto envió un calor que se extendió a través de mí. San
Marco. Era un gran alivio saber de dónde era realmente y que estaba de
camino a casa
Aterrizaría en el aeropuerto de Venecia Marco Polo, que está en la parte
principal del continente. Según el mapa, tenía que tomar un bote a San
Marco.
El piloto habló por el intercomunicador después de que alcanzamos la
altitud de vuelo y nos notificó que el vuelo dudaría dos horas con
cuarenta y dos minutos aproximadamente. Después de estudiar el
mapa, decidí tomar una pequeña siesta. No estaba realmente segura de
cuándo tendría la oportunidad de nuevo.
—Mi scusi signorina25. —Escuché decir a una mujer. Abrí mis ojos. Una
asistente de la aerolínea estaba junto a mí, sacudiendo mi brazo. Me
senté con la espalda recta.
—Benvenuti a Venezia26 —dijo mientras una sonrisa se dibujaba en su
rostro.
Pensé escuchar que dijo: «Bienvenida a Venecia», pero parecía como si
acabara de quedarme dormida hacía solo dos minutos. Levanté la
cortina de la ventana y vi que ya habíamos aterrizado.
—¿Estamos en Venecia ya? —me giré, preguntándole.
—Sí. Sí, ya estamos —contestó.
Los demás pasajeros pasaron por mi fila y bajaron del avión,
rápidamente me sobrepuse y los seguí para reclamar mi equipaje. Una
tras otra las maletas cayeron en línea como un mar de negrura sin un
fin. Esperé por mi maleta morada con lunares blancos, ansiosamente
balanceándome de un pie a otro. Cada segundo se sentía como una
agonía. Juro que cuando finalmente llegó, fue la última en bajar.
Antes de dejar el aeropuerto, decidí comprar una mochila para llevar la
daga y deshacerme de la bolsa de Barney. Me escabullí en la tienda de
regalos y agarré una robusta mochila de cuero. Después de transferir
discretamente la daga a mi nueva mochila, tiré el viejo equipaje.
Atando la correa de la mochila a mi espalda, me encaminé a buscar un
taxi acuático. Seguí las señales que decían «Bus Acuático/Aliaguna». El
25 Scusi signorina: En Italiano Disculpe, señorita. 26Benvenuti a Venezia: En Italiano Bienvenida a Venecia.
taxi acuático privado habría sido ideal, pero era demasiado caro para mi
presupuesto. Ya había despilfarrado dinero, primero en mi equipaje de
dibujos animados y ahora en una mochila, y como no sabía cuánto
tiempo me tomaría encontrar a mis padres, no podía gastar todo el fajo
de dinero. Así que en lugar de eso, decidí ir en el taxi acuático público.
Me apresuré debajo de un pasaje peatonal endoselado, al otro lado de la
calle, y hasta el quiosco para conseguir mi billete. Decidí bajar en la
Piazza San Marco ya que muchas de las paradas eran en hoteles, y por
el aspecto del mapa, la casa de mis padres no estaba muy lejos de la
Piazza, de todas maneras. Podría seguir el resto del camino a pie.
Entregué mi billete y tomé asiento en la parte de atrás, consciente de
que necesitaba vigilar mis alrededores en caso de que estuviera siendo
seguida. La mitad frontal del taxi acuático no tenía techo, así que me
dirigí a la sección cerrada de atrás. Todavía podía ver a través de la
ventana, disfrutando la vista, y estando segura al mismo tiempo. El
bote se llenó rápidamente y nos dirigimos hacia la Piazza.
Una familia de turistas americanos que se sentó junto a mí hizo sonidos
de admiración mientras avanzábamos, chillando ruidosamente sobre ir
a la Piazza San Marco, también conocida como Plaza de San Marcos. Al
menos eso fue lo que el entusiasta turista sentado a mi lado le dijo a su
esposa.
Al parecer había un carnaval en la plaza. El hombre señaló uno de los
muchos folletos en su mano, describiendo todos los detalles al respecto.
Leyó en voz alta la parte superior del folleto a su esposa: «Piazza San
Marco con sfilata del Doge27».
U-huh. Sonaba grandioso. Lo que sea que eso signifique.
Con máscaras pintadas a mano, se veían listos para participar. Me
vieron mirándolos y la mujer me tendió un folleto diferente que
delineaba la plaza, diciéndome que podía quedármelo. Yo sonreí, les
agradecí, y con gratitud lo tomé. Examiné el folleto, con ganas de
aprender todo acerca del lugar de dónde provenía.
El rumor sutil del motor y el suave balanceo del barco me consoló.
Tomé una respiración profunda. Edificios de colores, muchos de dos o
tres pisos de altura con terrazas, se alineaban junto al canal. Era como
si los edificios brotaran del agua misma. Una pequeña ciudad flotante.
27Piazza San Marco con sfilata del Doge: En Italiano Plaza San Marco y el desfile de
los Dogos.
Decenas de barcos sin rumbo nos rebasaron. Algunos eras las góndolas
que yo solo había visto en fotos y en las que siempre había soñado con
viajar. Hombres con camisas de rayas en blanco y negro se situaban en
la parte de atrás agarrando largos remos de madera. En la de nuestro
lado, una joven pareja se sentaba acurrucada besándose y tomándose
de las manos. Se veían tan felices que no pude dejar de pensar en
Roman, preguntándome cómo sería tenerlo conmigo, sentado junto a mí
en un romántico paseo en góndola por los canales de Venecia.
Soñar despierta con Roman solo me hizo preguntarme sobre lo que
estaba pasando en Rusia… si él estaba todavía vivo. Un nudo creció en
mi garganta y un dolor exagerado fluyó a través de mí, expandiéndose
rápidamente como una tormenta que se avecina en el horizonte. Sabía
que la única razón por la que estaba libre era por él, y que
probablemente murió porque me había ayudado.
Apreté con fuerza los ojos mientras lágrimas mojaban mis pestañas, y
después negué con la cabeza. No me permitiría pensar en eso. Roman
estaba vivo. Tenía que confiar en que lo estaba. Era la única cosa que
me mantenía continuando hacia adelante.
Llámalo extraño, pero en algún lugar dentro de mí, creía que él tenía
que estarlo, porque si él estuviera realmente muerto, lo sentiría.
De alguna manera, en algún lugar profundo de mis huesos, sabría si él
se hubiera ido.
Me agarré de las asas de mi mochila y apreté los dientes, aferrándome a
la esperanza de que él siguiera vivo. Y después de que encontrará a mis
padres, y pasara mi conversión, sería lo suficientemente fuerte para
salvar y cuidar a Roman por una vez. De hecho, no podía esperar para
poner mis manos sobre Paolo y hacerlo pagar por lo que había hecho. Si
él quería una abominación, le daría una.
Después de unos treinta minutos, arribamos a la plaza San Marco. La
torre de la campana sonó dando una feliz bienvenida, y no pude dejar
de pensar en sueños que me daba la bienvenida a casa.
Salté fuera del taxi acuático, estabilizándome en tierra firme, y me dirigí
hacia la plaza llena de gente.
Los turistas en el taxi acuático no estaban bromeando sobre el
carnaval. Toda la gente de alrededor estaba vestida en elaborados
disfraces con máscaras y vestidos. Algunos vestían tocados de joyas o
coronas con plumas. Una banda militar avanzaba a través de la
multitud golpeando sus tambores y soplando sus pipas. Mezclada con
las risas y vitorees de los turistas, mis oídos zumbaron, y una
sensación de hormigueo se extendió a través de mí. Me sentí
electrizada, mareada.
Zigzagueé a través de la multitud, admirando la asombrosa arquitectura
de la plaza. Mis ojos se dirigieron a los muchos edificios en forma de
cúpula, y la hermosa Basílica de San Marcos. Con estatuas de caballos
encima de la entrada que parecían que podrían saltar en cualquier
segundo y pinturas de colores esparcidas en la parte superior de la
misma.
La enorme pasarela de cemento estampado estaba repleta de personas
caminando alrededor. Cientos de palomas estaban dispersas y mucha
gente las tomaba en sus manos para alimentarlas. Había algo tan
inocente sobre la plaza. Sin autos o vehículos zumbando alrededor, era
como si hubiera retrocedido un siglo o dos.
Saqué mi mapa, hice un plan sobre qué camino necesitaba seguir para
llegar a la casa de mis padres, y lo metí dentro del bolsillo de mis
pantalones vaqueros.
El olor de la fresca comida italiana me hizo agua la boca al pasar junto
a las mesas de las personas que disfrutaban su comida y veían el
desfile. Mi estómago rugió y miré los muchos cafés que se alineaban en
la calle. Un letrero sobre uno de los lugares decía: «Café Florian».
Tal vez tenía tiempo para tomar un plato de pasta.
Pero entonces, algo más atrapó mi atención. Alguien, más bien.
El perfil del hombre sentado en una silla del café lucía familiar. Vestía
un disfraz con una capa blanca y una máscara plateada. La máscara
tenía una enorme nariz con forma de pico de ave, y cubría la parte
superior de su cara. Pero fue su largo arete dorado, como de pirata,
reflejando la luz del sol lo que llamó mi atención.
¡Era el Pirata!
Tragué una fuerte respiración cuando cambió de posición y luego miró
directamente hacia mí.
Traducido por sooi.luuli y Musher
Corregido por Rodoni
l Pirata se puso de pie y comenzó a caminar hacia mí. Un frío
temor me inundó. Dándome la vuelta con el sonido del golpeteo
de mi corazón que hacía eco en mis oídos, me lancé a través de
las hordas de personas disfrazadas, esperando perderlo. Miré
nuevamente el mar de máscaras y plumas balanceándose en el aire.
¡Un disfraz! ¡Eso es lo que necesito!
Zigzagueando a través de la multitud, busqué desesperada los puestos
de los vendedores que se alineaban en el centro de la Piazza, pero todo
lo que podía ver eran remeras, tazas, y simples baratijas.
Una mujer de pie a unos metros de distancia usaba un tocado rojo,
exuberante y lleno de plumas atadas a un lado. Con su rostro pintado y
su vestido dorado con adornos de color rojo se veía increíble. Me dirigí
hacia ella y la fila de tiendas delante de la que estaba parada,
abriéndome camino a través de la multitud. En la ventana de la tienda,
detrás de la mujer, se encontraban maniquíes llenos de trajes de
disfraces.
¡Lotería! ¡Sí!
Echando un vistazo hacia atrás, vi al pirata de nuevo. Se giró
lentamente, examinando el área. Por ahora me las arreglaría para
perderlo, pero si me quedaba mucho más tiempo, él me encontraría.
Detrás de mí, la puerta de la tienda se abrió, y un hombre se aproximó.
E
—Buon pomeriggio28 —dijo mientras sostenía la puerta abierta para mí.
Asentí y pasé por la puerta abierta, murmurando un rápido gracias.
Filas de disfraces abarrotaban la tienda repleta, y corrí al primero que
vi, necesitando agarrar uno y salir corriendo de allí.
Buscando entre los disfraces, encontré uno increíble de mi color
favorito, el verde jade. Pensé que era realmente genial, pero después de
mirar el precio, me di cuenta que era demasiado genial para mí. Mierda,
¿y ahora qué?
—¿Posso aiutarla, Signorina?29 —me preguntó la vendedora.
Le alcé una ceja. Sí, estaba un poco por encima de mi repertorio de
italiano.
Ella me sonrió y me preguntó en un extraño acento italiano—: ¿Podría
ayudarle?
Mis ojos revolotearon por encima de su hombro hacia la puerta
principal de la tienda, esperando que el Hombre Pirata irrumpiera
por ella en cualquier momento. Volviéndola a mirar, hablé lentamente.
—Estoy buscando un disfraz. Pero no tengo mucho dinero. —Saqué mis
euros de mi bolsillo y los abaniqué para mostrarle.
Ella asintió y sonrió de nuevo, y entonces señaló un estante de disfraces
con un letrero encima que decía: «Liquidación».
—Esos están de liquidación, Signorina. ¿Tal vez encuentre uno que le
guste?
—Gracias —dije con un asentimiento.
Hojeando el estante, rápidamente descubrí el por qué estaban en
liquidación. Antes que nada, las telas eran de un corte más ligero sin
tanto material, y segundo, no había muchas opciones. El único que
quedaba de mi talla era rosa fuerte. ¿Por qué los Dioses me odian
tanto? ¡No me va el rosa!
Agarré el traje del estante con un bajo gemido. No había tiempo de
encontrar otra tienda. La vendedora me escoltó hasta el probador donde
me lo probé, y miré mi reflejo rápidamente.
Whoa.
28
Buon pomeriggio: En Italiano, Buenas tardes. 29
¿Posso aiutarla, Signorina?: En Italiano, ¿Puedo ayudarla, señorita?
El vestido rozaba mi cuerpo como un guante bien ajustado, el escote
colgaba en un nivel peligroso, mostrando lo que yo ni siquiera sabía que
tenía.
Coloqué la máscara blanca que había colgado en la percha con el
vestido sobre mi rostro. Se había pintado en sombra de ojos rosa para
combinar con el vestido, con pintura gris humo alineándose en el borde
inferior que se asentaba debajo de mis ojos. Mis ojos azul grisáceo
brillaban como un océano caribeño en contraste con la porcelana
blanca de la máscara. Los labios de la máscara estaban pintados en
una sonrisa roja permanente.
El disfraz venía con un pañuelo que aseguré alrededor de la parte
superior de mi cabeza, atándolo por debajo de mi barbilla. Solo mi
oscuro cabello caía por mi espalda. De incógnito. Perfecto. El sombrero
era adquirido por separado y después de comprobar el precio por el
vestido, el pañuelo, y la máscara, y casi desmayarme, decidí que podía
actuar sin el sombrero. Tal como fue la cosa, pagar por el disfraz me
dejó con solo siete euros.
Definitivamente iba a tener que abandonar la idea de la pasta. Miré mi
reflejo en el espejo. De todas maneras no hay lugar para eso en este
vestido.
Afortunadamente, el vestido era largo y cubría mis Nikes destrozadas.
Lancé el resto de mi ropa en mi mochila y colgué las asas de ella en mi
muñeca en lugar de hacerlo en mi espalda. No quería tener la
oportunidad de que el Pirata la reconociera. Me preguntaba si él era un
miembro del Augusti, o uno de los matones de la tía Eva. No podía ser
capturada después de todo por lo que había pasado y perder la daga de
nuevo. No después de que Roman había trabajado tan duro y
sacrificado tanto para ayudarme a escapar.
Agradecí a la vendedora su ayuda, inhalé profundamente, y volví a salir
hacia la Piazza. Un rápido vistazo no mostró rastro del Pirata y dejé la
Piazza, dirigiéndome por una estrecha calle que esperaba que me
condujera a mis padres. Casas coloridas alineaban el camino con la
gente entrando y saliendo de las tiendas, riendo y hablando con
espíritus festivos.
Un cartel de abierto de la tienda parpadeó y se apagó en la distancia y
yo seguí su camino por una calle larga y sinuosa. Un par de chicos de
mi edad pasaron cerca, mirándome de arriba abajo con un silbido. Tiré
del escote de mi vestido con un gemido.
Cuanto más me acercaba a la casa de mis padres, más se aceleraba mi
corazón. Me mantuve echando un vistazo por encima de mi hombro,
agarrando mi mochila. Mi piel se erizó con una oleada de piel de gallina.
No sabía si habría gente esperándome afuera de la casa de mis padres,
intentando acecharme, y honestamente no sabía si mis padres siquiera
querrían verme.
Las palabras de Roman se reproducían en mi cabeza. Hace casi seis
meses, tus verdaderos padres dejaron de buscarte y se volvieron a Italia.
Un puño pareció alcanzar mi estómago, agarrarme, y retorcerme, sus
palabras aguijoneando tan bruscamente como la primera vez que las
había escuchado.
¿Por qué dejarían de buscarme?
Parecía como si estuviera a punto de averiguarlo. Crucé la intersección
y me esforcé por ver la calle en la que se suponía que estuvieran mis
padres. Todas las casas de aspecto similar se hallaban en una apretada
hilera en la calle. Entrecerré los ojos, intentando distinguir los números
desde donde estaba de pie. No podía arriesgarme a caminar
directamente hacia la casa de mis padres, sin importar cuánto quería
salir de las calles. Necesitaba observar las casas y asegurarme de que
nadie se estaba ocultando en las esquinas para atraparme. Al otro lado
y al final de la calle, noté una pequeña cafetería y me lancé a ella.
Una morena alta saludaba desde el fondo, señalando que ella estaría
bien conmigo. Me senté; mis manos temblando mientras examinaba el
área. Leí el número de la casa que se encontraba justo al otro lado de la
calle y calculé que la casa de mis padres sería la onceava o doceava
desde dónde yo me encontraba. Mi mirada siguió la fila, contando las
casas mientras pasaba. La onceaba era de un vibrante color amarillo, la
doceava de un naranja terracota.
La camarera se acercó y yo ordené una Coca, entonces me giré para
dirigir mi silla y quedar de frente a la casa de mis padres, observando,
esperando y reproduciendo la imagen de mi madre en mi cabeza.
Contuve el aliento, esperando a que ella saliera por la puerta principal
de una de las casas en cualquier momento.
Mientras esperaba, las sombras creadas por la gente que pasaba
parecían volver a la vida, creando maliciosas formas, y las fachadas que
una vez se vieron tan hermosas y misteriosas, ahora parecían
amenazadoras. Imaginé a Dmitri disparándome con su poder eléctrico,
o peor, Paolo clavándome su agarre de muerte. Imaginé los sonidos
naturales de las charlas y las risas a mi alrededor convirtiéndose en
gritos, escudos magnéticos chisporroteantes, y la bocina ensordecedora
de un tren acercándose.
El sudor goteaba sobre mi labio y levanté la parte inferior de mi
máscara, bebiendo mi Coca. Vacié el vaso, entonces deposité el vaso frío
en mi nuca. No sabía si era el estrés del momento o si me estaba
derrumbando por algo. Un extraño sentimiento se apoderó de mí y se
sentía como si las llamas lamieran mi cuerpo.
Una mano ahuecó mi hombro y yo salté instintivamente, apartándola de
un manotazo. La cabeza de la camarera se lanzó hacia atrás con
sorpresa, y sostuvo sus manos en alto de manera defensiva.
—Mi scusi, Signorina. ¿Un’altra coca?30 —Señaló a mi vaso vacío.
Sacudí mi cabeza, y le di una sonrisa reservada. Cuando miré hacia la
casa de mis padres, vi que Massimo salía como una flecha de una calle
lateral y se movía rápidamente entre la casa amarilla y la naranja.
¡Mierda! Saltando, dejé el dinero por mi bebida, agarré mi mochila,
levanté el dobladillo de mi vestido, y salí corriendo.
Definitivamente era Massimo. Lo reconocería en cualquier lugar. Y si él
estaba alrededor, podía asumir que Paolo también estaba cerca. La casa
de mis padres bien podría haber estado en otro país considerando
incluso tan cerca, no podía llegar allí.
Mi mente daba vueltas. No sabía a dónde ir o qué hacer. Mañana era mi
cumpleaños. Roman dijo que moriría si no atravesaba la conversión
antes de que mi cumpleaños finalizara. No solo eso, sino que si no lo
hacía, probablemente no habría esperanza para él tampoco.
Pronto el sol estaría poniéndose en San Marco, así que decidí ocultarme
detrás de la casa turquesa ubicada del otro lado de la calle. Un
resplandor ambiental brillaba desde las cortinas de la ventana de la
casa, lo cual significaba que los dueños probablemente estaban en
casa, tal vez mirando la televisión. Esperaba que no me encontraran y
me echaran. Pero si lo hacían, solo diría que era una turista perdida y
correría.
Esquivé un pequeño y adorable terrier afanosamente royendo un hueso,
preguntándome si la gente de adentro conocía a mis padres, y de
repente se me ocurrió una idea. Arrastrándome por detrás de la casa y
30
Mi scusi, Signorina. ¿Un’altra coca?: En Italiano, Mis disculpas, señorita. ¿Otra
Coca?
subiendo sus escaleras de servicio, golpeé tranquilamente su puerta,
intentando no llamar la atención. Podía mostrarle a los dueños la
dirección en el mapa y pedir usar su guía telefónica para buscar el
número de mis padres. Mi corazón latía con fuerza por la emoción.
Podía llamarlos, y pedirles que venieran y me buscasen.
Una anciana regordeta deambuló hasta la puerta vestida de negro de la
cabeza a los pies como si fuera a ir a un funeral. Levanté mi máscara y
sonreí.
—Ciao, Senora31 —dije en el mejor italiano que pude articular.
—¿Puede ayudarme?
La anciana sonrió, inclinó la cabeza hacia un lado, y levantó las manos
en el aire.
—No hablo inglés.
Simplemente mi suerte. Saqué el mapa de la casa de mis padres, y
señalé la dirección.
Los labios de la mujer se extendieron firmemente. Señaló la calle hacia
la casa de mis padres con un golpe de su dedo índice, retrocedió y
comenzó a cerrar la puerta.
—¡No, espere! —le dije, acuñando el pie en el medio de la puerta—. El
teléfono, ¡por favor! —Apoyando el pulgar y el dedo índice de lado sobre
mi oído—. Por favor, señora. —Puse las palmas juntas delante de mi
cara, suplicando.
—No —dijo la mujer con firmeza con el ceño fruncido, y luego golpeó la
puerta contra mi pie.
Aullando de dolor, me aparté y la puerta se cerró de golpe. El sonido de
la cerradura haciendo clic reverberó contra mis oídos. No sabía cuál era
su problema, pero era evidente que tenía algún tipo de problema con
mis padres. El miedo apretó mi estómago. ¿Qué podría ser tan malo en
ellos que a una señora italiana un poco vieja no le gustase?
Tropecé hacia atrás por las escaleras y luego volví a la pasarela larga y
estrecha entre las casas. Con un suspiro, di un par de pasos vacilantes
hacia atrás con la intención de volver a estar en la calle a la Piazza, pero
en cambio me detuve y apoyé en el áspero estuco de la casa,
necesitando un plan para llegar.
31
Ciao, Senora: En Italiano, Hola, señora.
Tenía que encontrar un teléfono público con un directorio telefónico. El
único problema era que los teléfonos públicos no son la cosa más fácil
de encontrar. Ya no se necesitaban realmente. Casi todos tenían
teléfonos móviles. Excepto yo, por supuesto. Había perdido el mío en
toda la locura en la casa de Taylor esa noche.
Busqué a alguien que pudiera estar siguiéndome. Olas de calor se
precipitaron a través de mí, en medio de aterradores temblores. Mis
nervios estaban tomando el control. O eso, o yo estaba muy enferma. El
viento cálido silbando por las calles llevaba consigo aplausos y risas de
la gente que todavía estaba en modo fiesta de carnaval. Envoltorios de
caramelos y bolsas de palomitas de maíz revoloteaban por el suelo, y las
farolas que se escalonaban a lo largo de la estrecha franja de la
carretera brillaban encendiéndose.
El sudor se amontonó en la base de mi cuello y se deslizó por mi
espalda mientras me movía entre las casas. Las casas de colores se
volvieron borrosas, pero vacilé continuando. Tenía que hacerlo. Y luego,
en la distancia, al otro lado de la calle, vi a Massimo. Me estremecí
involuntariamente, atrapada entre dos casas. En el momento en que vi
su cara, me sentí como si se hubiera inyectado cafeína directamente en
mis venas.
Sentado, y con los brazos cruzados, me enfrentaba. En mi confusión,
me había olvidado de bajar mi máscara cuando salí de la casa de la
anciana. Y ahora él me miraba fijamente desde el otro lado de la calle.
Se acercó a mí, y luego extendió los brazos con los dedos doblados en
ángulos ondulados. El humo se desprendía de su cuerpo como una
gran niebla va la deriva en un lago al amanecer. Se filtraba de su piel y
se multiplicaba a medida que avanzaba.
Dirigiéndose hacia mí.
Sabía lo que pasaría si el humo me alcanzaba. Yo había oído los gritos
de Dominique y Henri en su auto, y había visto las secuelas que había
dejado atrás. Todo el auto junto a ellos había desaparecido. Era como si
nunca hubiera existido.
Asegurando la mochila sobre mis hombros, me pasé las manos
húmedas de sudor por los costados de mi vestido, y retrocedí hacia el
patio de la señora mayor otra vez. Massimo continuó caminando hacia
mí a un ritmo constante. Él no tenía que correr. La niebla, como humo
serpenteaba hacia abajo a través de la hierba, moviéndose más rápido
hacia mí hasta que llegó al lindo pequeño terrier. El perro gruñó y luego
se desvaneció.
Grité, el horror de esto haciéndome estar más alerta que nunca. Estaba
mortalmente caliente y aparté el pelo húmedo de mi cabeza girando la
cara. El humo seguía filtrándose hacia mí. Mis pesadas piernas estaban
paralizadas como el día que estaba en la piscina con Jayden. Inútil.
El humo se deslizó peligrosamente cerca, moviéndose como agujas
afiladas listas para perforar la piel.
Pensé en Roman y él gritando de dolor en la parte posterior del tejado
en Rusia. Me hubiera gustado decirle que lo amaba entonces, deseé
tener la oportunidad de decírselo en ese momento también, antes de
que el humo me llevase y dejase de existir. Miré hacia el cielo. La luz del
sol brillaba en rayos iridiscentes, como llena de esperanza. En mi
confusión, alargué mi mano como si pudiera asirlos, deseando poder
elevarme en sus radiantes vigas.
Lo siguiente que supe fue que una brisa se levantó a través de mi
vestido y mis pies colgaban en la nada. Mirando más adelante, vi cómo
la niebla se escabullía por la hierba donde yo había estado sola. Pero
ahora, mientras yo flotaba en suspensión en el aire, solo era un
testimonio de ello.
Di un grito ahogado. ¡Estoy levitando! Pero, ¿cómo?
Papá había dicho que no tendría el poder hasta después de mi
conversión. Pero, de nuevo, antes también había conseguido el poder de
Roman de crear el escudo, aunque totalmente débil y no sin efectos
secundarios.
Tenía que pensar rápido antes de que Massimo mirase a través de la
niebla y me viese.
Quién sabía si podía volar hacia arriba, hacia mí o algo así. Dado que
de alguna manera me había ganado la dotación completa de levitación,
me preguntaba si tal vez había tomado otros poderes también.
Estrujé mi palpitante cerebro acerca de qué otros poderes se usaron
contra mí. Pensé en tratar de convocar el don de la muerte de Paolo y
golpear al humeante estúpido fuera para siempre, pero no podía
arriesgarme dejando un cadáver en el patio trasero de la vieja
murciélago. Ella me había visto, y no dudaría en acusarme.
Y entonces pensé en Vladimir. Él creaba imágenes que se sentían
completamente, ¡increíblemente reales!
Mi fuerza se desvanecía rápidamente y empecé a flotar a la deriva hacia
abajo, en dirección a la niebla exterminadora. Los pesados pasos de
Massimo se acercaban. Tenía que reunirlos antes de que me
desplomara en el suelo o se diera cuenta de que estaba flotando en
mitad del aire. Apretando los dientes, pensé en el ocaso y me extendí
hacía él de nuevo hasta que me levanté unos metros más alto. Busqué
el valor en lo más profundo dentro de mí, y luego imaginé la visión de la
cara de Massimo en mi mente.
En primer lugar, mi pensamiento derivó hacia el antojo frambuesa
debajo de su ojo izquierdo y luego subí a sus ojos oscuros de cuchilla.
Con los ojos cerrados, me acerqué más hasta que pude oír sus latidos
resonando, y entonces fue como si latiese en mi interior. Mi cabeza
palpitaba a su ritmo, pero lo empujé, diciéndome que era fuerte y que
podía hacerlo. No podía defraudar a Roman. Él me había salvado, y yo
tenía que devolverle el favor. Por no hablar de que tenía un hermano
pequeño al que quería volver a ver. Apreté mis manos en mis costados.
Me imaginaba el cielo sin mí flotando en él; el suelo debajo como era
antes de que estuviera en él, y la casa de estuco color turquesa antes de
que me acercase a ella. En mi mente, yo no existía en ese espacio. Me
obligué a creer, y luego empujando hacia afuera mis pensamientos,
empujé la imagen de la visión en mi cabeza hacia la cara de Massimo.
Mi cuerpo temblaba violentamente y el sudor peinaba todo mi cuerpo,
pero me mantuve firme, tratando de continuar flotando y empujando mi
pensamiento hacia fuera, hacia Massimo. Abrí los ojos para verlo de pie
directamente debajo de mí, las comisuras de sus labios se curvaron en
una sonrisa con una satisfacción enfermiza extendiéndose por su rostro
como una llama en una cerilla.
La niebla rodeó sus pies, y luego levantando su rostro hacia el cielo,
extendió sus brazos, respiró hondo, y la niebla inmediatamente se
absorbió de nuevo en su piel como una aspiradora. Rápida y furiosa.
La satisfacción de mi nuevo y completamente enfermo poder fue
completamente eclipsada por mis ganas de vomitar. No sabía cuánto
tiempo más podría aguantar. Afortunadamente, Massimo paseó lejos,
su camisa amarillo canario una mancha de color en movimiento. Caí al
suelo, con la tierra tambaleándose en un giro nauseabundo. Con mis
miembros flácidos como espaguetis húmedos, me doblé en una bola. Mi
cabeza palpitaba como una bomba de relojería, hasta que pensé que iba
a explotar.
Levanté la mano para limpiar la humedad que goteaba de mi nariz y
noté manchas de sangre en mi mano. Mi cabeza cayó sobre el suelo, y el
sonido de zumbido en mis oídos como un centenar de gritos de niñas
hizo que mis ojos se pusiesen en blanco. Mi interior se revolvió, y
entonces supe que era algo más que el miedo tomando el control.
Definitivamente estaba enferma. Muy enferma.
Mi respiración se hizo más trabajosa con el más mínimo movimiento
que hacía. Recordé las palabras de mis padres: Si ella se da cuenta
demasiado pronto, habrá consecuencias. Ellos no estaban bromeando.
Roman también me había dicho que no debía husmear. Todas las
advertencias que había oído, las había ignorado y ahora parecía como si
estuviera pagando el precio.
Yo ya había estado enferma antes de que Massimo apareciese, y
después de sacar todo para engañarlo, utilizando dos poderes a la vez,
estaba agotada por completo. Tenía que moverme.
Me arrastré a paso de tortuga, jadeando en busca de aire y arrastrando
mi mochila por el suelo a mi lado. El sudor se curvaba en su camino a
los lados de la cara. Una caseta de perro grande se asentaba en el patio
trasero de la casa vecina y lo único que podía pensar era en esconderme
dentro de ella hasta que pudiera sanar. Esperaba que no fuese más
allá del punto de no retorno. Solo necesito descansar.
Cuanto más me acercaba a la caseta del perro, más borrosa se volvía mi
visión . La caseta de perro parecía multiplicarse hasta que vi a dos de
ellas. A continuación, tres. A continuación, cuatro.
—¡Jewel! —Oí una llamada de voz de hombre detrás de mí. Era una voz
que no reconocí. Me di la vuelta y traté de ponerme en pie para luchar
contra cualquiera que pudiera ser, sabiendo que sería imposible, pero
me negaba a darme por vencida.
Esta era la nueva yo. La yo que no se congelaba como una mierda de
pollo. La que se enfrentaba a los demás y luchaba para protegerse a sí
misma y a los que amaba. Sin embargo, a pesar de que mi corazón
estaba en ello, mi cuerpo me desafió y me caí de espalda, gimiendo.
Traducido por Lulu Alle
Corregido por LuciiTamy
e agachó y me recogió en sus brazos justo mientras tomaba mi
mochila del suelo. Golpeé tan duro como pude, clavándole en la
mandíbula un débil golpe de mi puño.
—Está bien, relájate —dijo el hombre, moviendo su cabeza para evitar
más golpes—. Soy tu tío. —Él negó, empujando la máscara que ahora se
asentaba en la parte superior de su cabeza y la dejó caer de espaldas en
el suelo—. Tu verdadero. Tu tío Aldo. —Sonrió.
¿El Pirata es mi tío?
Paré de moverme y lo miré con los ojos muy abiertos, y luego los
estreché con sospecha.
—¿Cuál es el nombre de mi madre? —pregunté.
—Angelina.
—¿Y mi padre?
—Juliano —contestó sin perder un segundo.
Bordeó a través de las sombras y cruzó la calle conmigo rebotando en
sus brazos.
—No te quiero asustar —dijo sin aliento—, y entiendo que no estás
segura de si puedes creer en mí, dulce niña. Te alejaron de nosotros
hace mucho tiempo, pero te aseguro que perteneces a nuestra familia.
Te hemos extrañado terriblemente.
S
Después de todo lo que había tenido que pasar, quería creer en él, pero
había probablemente muchos aquelarres detrás de mí, tratando de
capturarme. Diablos, por todo lo que sabía, el Pirata podría estar de
parte del Augusti Forza.
Pero él no me mató cuando tuvo la oportunidad.
O bien tenía que ser de otro aquelarre, o realmente estaba diciendo la
verdad. Solo que no estaba segura de cuál.
—Si eres realmente mi tío, ¡entonces bájame y pruébalo!
Se escabulló a un callejón vacío y me depositó en el suelo contra una
pared, escondida detrás de un enorme contenedor de basura. Mis
doloridas extremidades aún temblaban, ahora añadiendo una mezcla de
miedo y excitación ante la posibilidad de que lo que él estaba diciendo
fuera cierto.
Lo miré con los ojos entornados.
—Si estás diciendo la verdad, entonces, ¿por qué no simplemente vas a
casa de mis padres?
Él negó con la cabeza.
—Ellos no están ahí. Ese lugar ha sido supervisado durante tanto
tiempo que no podían correr el riesgo, pero yo sé donde están y puedo
llevarte allí.
—¿Por qué tú estás aquí y no ellos?
Él miró el callejón y rápidamente movió su mirada a mí.
—Tus padres te han buscado durante muchos años, pero tus captores
tienen poderes que hacen sumamente difícil encontrarte. —Levantó sus
manos en el aire—. Eso junto con el hecho de que otro grupo de
personas han seguido a tus padres sin descanso. —Bajó sus manos,
haciendo una pausa antes de añadir—. Personas peligrosas.
—Sí, esas personas. Los conocí.
—Bien, bueno, ellos esperaban que tus padres les llevasen directamente
a ti. —Se paseó en círculos pequeños, sus ojos se lanzaban a lo largo
del callejón—. Sabíamos que debían haber sido Karina y Viktor los que
te llevaron. Una vez tus padres descubrieron, bueno, cómo de especial
eres y no solo especial para ellos, sino también potencialmente para
muchas personas, solo permitieron acceso a unos pocos elegidos a ti.
Karina era la mejor amiga de tu madre. —Se mordió el labio—. A tu
madre le rompió el corazón perderte de esa forma y luego no poder
encontrarte de nuevo. Pero tienes que entender, Jewel, que los rusos
tienen poderes de camuflaje. Era imposible encontrarte, no importa lo
mucho que lo intentaran tus padres.
Suspiró y luego sonrió.
—Tus padres solo dejaron de buscar hace unos meses y únicamente
porque secretamente me pidieron que empezara. Pero debes de haberte
liberado de alguna manera, ¿no? Porque fue de repente y solo
recientemente que entraste en mi radar especial en Rusia.
¿Radar? ¿Qué demonios significa eso? Si tenía algún tipo de poder que
recogía ondas o lo que sea, entonces eso explicaría la forma en que
parecía sentirme en el aeropuerto, incluso cuando estaba detrás de mi
escudo. Era un milagro que hubiera llegado lejos en todo.
Pftt, no puede ser bueno un radar. Él me había perdido en la multitud
del aeropuerto. Pero, entonces de nuevo, me encontró aquí, en Venecia,
en el maldito carnaval.
—¿Qué pasa si no te creo? —pregunté, obligándome a sentarme recta y
a mirarlo a los ojos.
Se agachó delante de mí, alcanzando su bolsillo y comenzó a sacar algo.
Salté cuando capté un vistazo de algo negro en su mano. Suponiendo
que era una pistola, golpeé su mano con un chillido. El artículo se
deslizó por el suelo.
Él apoyó las palmas de sus manos en el aire y se alejó.
—Relájate, Jewel, no quiero hacerte daño. Es solo un pequeño
dispositivo de vídeo. Tiene un mensaje para ti de tu madre. —Se acercó,
recogió el artículo y lo sostuvo en el aire para que lo viera—. ¿Ves? Nada
que temer.
Solté una larga respiración. Claramente, era una pequeña cámara de
video. Esperaba que cuando golpeó el suelo, no se hubiera roto. Luego,
me di cuenta de que significaba que realmente podría tener un video de
mi madre. La idea de verla hablarme fue abrumadora. Un millón de
pensamientos se apresuraron a través de mi palpitante cabeza,
preguntándome qué había dicho ella. Sofoqué una tos, y una vez más la
sangre goteó de mi nariz a mi mano. ¿Qué diablos?
Aldo o tío Aldo, todavía no estaba segura, se acercó y se arrodilló
delante de mí. Metió la mano en el bolsillo, y lentamente retiró un
pañuelo y me lo entregó. Lo apreté contra mi nariz.
—Es casi tu decimoséptimo cumpleaños, Bella. Debemos llevarte a casa
antes de que sea demasiado tarde. Te estas poniendo enferma, ¿no? —
Estiró el brazo para tocar mi frente, pero me alejé.
Suspirando, preguntó—: ¿Tienes la daga? —Miró la mochila junto a mí.
Mi pulso se aceleró, pero mantuve mi rostro neutro. No iba a renunciar
a cualquier información hasta que estuviera totalmente convencida de
que él era de verdad.
—¿Daga? ¿Qué es eso?
Él pareció palidecer, pero hizo un lento asentimiento.
—Entiendo. —Después de echar un vistazo alrededor de la zona, levantó
la cámara poco a poco hacia mí y presionó play.
—Amore mio. —La voz de mi verdadera madre sonó. Su pelo largo, del
color de las alas de un cuervo, rodeaba los suaves rasgos de su rostro.
Miré los ojos azul grisáceo que reflejaban los míos, y noté que estaban
llorosos y tirantes en los bordes. La carne de gallina se elevó por mi piel.
Ella se sentó en una silla frente a la cámara. Un hombre se situó detrás
de ella, con su mano en su hombro como si la consolara. Me pregunté si
era mi padre.
—Antes que nada, déjame decirte que te amo. Ti amo, ti amo. Si estás
viendo esto ahora, sé que tu tío Aldo finalmente te ha encontrado. Rezo
para que ese sea el caso.
Miré a Aldo, con los ojos muy abiertos, luego de nuevo a la cámara.
Mi madre alcanzó su hombro y acarició la mano del hombre que se
encontraba detrás de ella.
—Juliano, por favor —dijo ella.
Era mi padre. Puse una mano sobre mi boca.
Con eso, sacó algo de su bolsillo y se lo entregó a mi madre.
Mi madre sonrió y sostuvo en alto un artículo delante de la cámara. Era
una foto del Pirata. Le dio un golpecito a la foto en su mano.
—Esta es una foto de tu tío Aldo, Jewel. No quiero que tengas miedo de
ir con él —dijo ella—. O que tengas alguna duda. Puedes confiar en él, il
mio dolce. —Sonrió—. Mi dulce. Perdona mi italiano; se me olvida que
tú no lo puedes hablar todavía.
Ella se movió en su asiento, inclinándose
—Tengo miedo de que aún no sepas que soy tu madre, pero te diré que
naciste en la luna llena del solsticio de verano, tienes una marca de
nacimiento roja en forma de media luna, y está en tu hombro derecho.
Solo unas pocas personas sabrían exactamente dónde está.
Aldo detuvo el video y yo negué con la cabeza. Ella no había terminado
de hablar y quería escuchar todo lo que tenía que decir. No solo quería,
lo necesitaba. Era una parte de ella y su voz me calmaba.
—Te pareces a tu madre —dijo—. Debes saber que eras su hija, ¿no?
Asentí.
—Sí, sé que es ella. —Me di cuenta de que mi madre no tendría ni idea
de cuál era mi aspecto cuando hizo el video. Me había visto por última
vez cuando era solo un bebé. Y no sabía que encontré una foto de ella
sosteniéndome. Tenía sentido que ella dudara de que yo la creyera—.
Déjala continuar por favor, tío Aldo —dije asintiendo hacia la cámara.
Sonrió, viéndose satisfecho y, luego, volvió a pulsar play.
—Donde quiera que tu tío te haya encontrado en esta tierra, ve con él y
él te traerá a nosotros —dijo mi madre—. No estás a salvo, amore mio.
Te lo voy a explicar todo cuando llegues aquí. —Ella besó las yemas de
sus dedos y luego extendió su brazo.
Mi padre se inclinó y presionó su cara cerca de la cámara. Sus suaves
ojos verdes, del color de las aceitunas, observaban fijamente la lente
como si me mirara.
—Giulia, por favor, perdónanos por no protegerte mejor. —Inclinó su
cabeza un momento, aclarándose la garganta y entonces miró de
nuevo—. Ven a casa, donde perteneces. Te extrañamos.
La pantalla se difuminó en blanco y negro con el crujido de la estática
sonando.
Traducido por hanna
Corregido por LadyPandora
ara el momento en que alcanzamos a mis padres, me había
debilitado aún más. Después de avanzar dando trompicones con
el tío Aldo durante un rato, finalmente me tuvo que cargar
durante lo que pareció una hora.
Con la fiebre y los escalofríos desde los huesos sacudiendo con furia
flashes repentinos de calor, me aferré a él mientras daba los últimos
pasos por un pasillo empedrado. Sus zapatos de suela dura resonaban
en el silencio de la noche a un ritmo rápido. Al llegar a la puerta con
forma de arco, la pateó hasta que el hombre al que reconocí a través de
los ojos borrosos como mi padre, abrió la puerta. Lo primero que hizo
tío Aldo fue entregarme a él y a continuación deslizó mi mochila con mi
daga por encima del hombro de mi padre.
Mi madre se abalanzó por detrás de mi padre, apareciendo a la vista
desde detrás de su hombro. Con un grito, agarró la muñeca de mi
padre. Me echó un vistazo con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa
radiante.
—¡No me lo puedo creer! Al final estás en casa, amore mio. —Juntó las
manos y se inclinó para besar mi frente. Me miró fijamente y arrugó la
frente—. Amore, ¿estás enferma?
Asentí con la cabeza.
—Dio mío. —Miró a mi padre—. Gracias a Dios que la encontraste antes
de que fuera demasiado tarde. Vamos al piso de arriba.
P
Luché por mantener los ojos abiertos con una sensación de
hundimiento arrastrándose sobre mí. No sabía lo que me estaba
pasando y las palabras «antes de que fuera demasiado tarde» hicieron
crecer un bulto en mi garganta que no me podía tragar.
Un mar de caras desconocidas miraban por encima del hombro de mi
padre. Me apoyé en el pecho de Juliano inhalando su aroma a madera.
Apenas lo conocía, pero ya me sentía segura en sus brazos.
—¿Quién es toda esta gente? —pregunté, con mi voz apenas un
susurro.
—Nuestra familia —dijo, mirándome con una sonrisa—. Mañana es tu
cumpleaños, pero no te preocupes de eso ahora. Necesitas descansar.
Angelina apartó el cabello húmedo despejando mi cara.
—Están aquí por ti, Jewel. Estoy segura de que es abrumador, pero
todos querían estar aquí. Esta es la última noche antes de tu
cumpleaños… y solo podíamos esperar y rezar para que vinieras a casa
sana y salva. Esta noche era nuestra última esperanza, por eso,
nosotros, todos, nos reunimos para rezar. —Se giró para abrazar a mi
tío—. Tu regreso es una respuesta a nuestras oraciones.
Juliano me llevó a través de la multitud y mi madre los ahuyentó de
nuevo, separando el grupo para que pasáramos. Las cabezas aparecían,
una detrás de otra, pareciendo ansiosas por echarme un mejor vistazo.
La cabeza me daba vueltas y el gran salón se volvió borroso. Deseé
poder quedarme y conocer a mi nueva familia, pero mi cuerpo temblaba
con rebeldía.
Cargándome por dos tramos de escaleras seguidos de cerca por
Angelina, Juliano me llevó a una habitación y me puso en una cama
blanda.
—Bienvenida a casa, bebé. —Apretó mi mano con una sonrisa y se
inclinó para besar mi frente—. Voy a dejar que hables con tu madre,
pero tenemos que charlar por la mañana. Se te ha echado de menos
más de lo que piensas —dijo, y luego se giró, dejándonos a Angelina y a
mí solas. Aunque sentía náuseas, me sentó bien escuchar esas
palabras, saber a ciencia cierta que era querida por ellos.
La cama estaba cubierta por un edredón con cojines del color de una
pradera de verano. Me hundí en ella con un suspiro, completamente
cansada, con el aroma de las lilas rodeándome. Seguía repitiendo las
palabras de Angelina en mi cabeza… antes de que fuera demasiado
tarde. Empecé a temblar, una mezcla de miedo y enfermedad me
abrumaba. Las lágrimas surgieron de mis ojos y rodaron por mis
mejillas.
Ella me puso un paño frío sobre la frente y luego me agarró del brazo
con suavidad.
—Ahora estás a salvo. No voy a abandonarte. —La líneas entre sus cejas
se profundizaron.
—¿Qué me está pasando?
Otra ola de náusea se apoderó de mí. Sabía que no era simplemente
una gripe común, sabía que algo grave me estaba sucediendo. Me
golpeó el hecho de que tal vez ya era demasiado tarde y que tal vez ni
siquiera llegaría a la mañana. Traté de calmarme. Angelina dijo que
estaba a salvo.
Sosteniendo mi barbilla en su mano, Angelina suspiró.
—Las cosas que te están sucediendo son difíciles de explicar, pero
después de mañana todo tendrá sentido. —Alargó la mano, tiró del
borde de la manta desde el otro lado de la cama y la envolvió alrededor
de mí.
Gemí, apretando los ojos cerrados, abrumada por el temor de lo que
estuviera ocurriéndome. Al abrir los ojos, me arrastré a una respiración
profunda y temblorosa.
—Puedes decírmelo. Ya sé todo lo de la cosa esa de Espectral. —Una
parte de mí no quería saber los detalles, tenía miedo a desmayarme y
morir del mismo miedo.
Los ojos de Angelina brillaron con lágrimas y seguidamente sacudió la
cabeza.
—Se suponía que esto no tenía que suceder así. —Se sentó en la cama
junto a mí y tomó mi mano en la suya—. ¿Has estado expuesta a
alguien que usara poderes en tu contra?
Asentí.
Los ojos de Angelina se abrieron.
—¿Y trataste de usar esos poderes?
La miré durante un momento y volví a asentir, esta vez lentamente.
Ella tomó una bocanada profunda y entonces se llevó la mano a la boca.
Su reacción hizo que mi estómago cayera en picado. Tal vez ya fuera
demasiado tarde, después de todo.
Suspirando, me dio unas palmaditas en la mano.
—Todo esto también es nuevo para nosotros. Pero por lo que he leído,
no debes estar expuesta a los poderes hasta después de que hayas
pasado tu conversión. Porque… —se detuvo y me dio una sonrisa
simpática—. Hace que las cosas sucedan demasiado deprisa. Eso, junto
a los cambios que ya están pasando, hará que te sea más difícil
manejarlo.
Oh, Dios, me estoy muriendo. Empujé mi labio inferior entre los dientes
y cerré los ojos. No podía morir. Tenía que salvar a Roman y acababa de
conocer a mi verdadera familia. Tenía mucho por lo qué vivir.
Ella me alisó el cabello húmedo atrás con una mano y me miró, con una
mezcla de tristeza y miedo en sus ojos.
—Pensaba que estabas enferma porque tu cuerpo está atravesando esos
cambios, pero también debe ser porque has estado expuesta a los
poderes demasiado pronto y entonces… con ellos… pues tan solo es
demasiado para una chica normal.
¿Una chica normal? Normal era lo que había soñado con ser toda mi
vida. Sonaba como la fantasía perfecta. Yo era todo menos normal.
Levantó el paño de mi cabeza, y presionó el dorso de la mano en mi
frente. Sus cejas se juntaron.
—Estás ardiendo. Deja que te dé un baño de agua fría.
Poco a poco llevé mis rodillas a mi pecho y mis brazos a su alrededor
mientras ella caminaba hacia el cuarto de baño contiguo y el agua del
baño empezaba a correr. Angelina me esperaba en la puerta,
revoloteando como si fuera una recién nacida hasta que salí de la
bañera y me puse la ropa limpia que ella había dispuesto para mí. Me
sorprendió ver una sudadera blanca de Abercrombie con una capucha a
juego. Al menos Angelina parecía tener alguna idea sobre ir a la moda…
y al menos no era rosa.
Me costó una vida entera vestirme y cojear hasta la cama. Mis dientes
castañeaban salvajemente después del baño de agua fría, pero sabía
que era solo cuestión de tiempo antes de que estuviera ardiendo de
nuevo.
Un enorme plato de pasta con salsa de tomate me esperaba en la mesita
de noche, pero sacudí la cabeza, mi apetito se había ido totalmente.
Gimiendo, me metí en la cama. Odiaba tener que perder un minuto en
reposo. Había un millón de cosas que quería decirle a Angelina y un
trillón más de preguntas que quería hacerle, pero mi garganta estaba
seca y mi cuerpo inerte.
—Ve a dormir, cariño —dijo mientras pasaba un cepillo suave por mi
cabello mojado—. Tendrás que descansar todo lo que puedas, pero no
podemos esperar hasta mañana para tu accelerazione.
Entreabrí los ojos y levanté una ceja sorprendida.
—¿Eh?
Tomó mi mano entre las suyas y la apretó.
—Tu conversión, amore mio. Dada la manera en que te estás sintiendo,
no podemos esperar tanto tiempo. Debemos comenzar en el momento
en que sea tu cumpleaños. A medianoche.
***
Mi breve sueño fue atormentado por locas pesadillas. Unos destellos de
luz se desplazaban rápidamente por el horizonte hasta que todo se
movía como en una película en avance rápido. Nubes grises se
escabullían rápidamente a través de un cielo carmesí, caras que me
miraban de reojo a través de la multitud, cambiando, transformándose,
de chillidos felices a amenazantes risas.
Lo siguiente que me vi fue a mí misma de niña, dando vueltas
descuidadamente alrededor de un carrusel de la feria. Me reía mientras
sostenía las riendas de metal dorado del caballo blanco. Las risas y los
aplausos de los otros niños saturaban el aire a mi alrededor y el sabor
del caramelo de algodón todavía seguía fresco en mi boca. De repente, el
trabajador de la feria gritó y entonces, el carrusel se aceleró a un ritmo
constante hasta que giró sin control, con el viento rugiendo en mis
oídos. Agarré las riendas de metal, buscando a mis verdaderos padres
en el mar de caras que se movían veloces.
Mis padres levantaban sus manos hacia mí, con alarma en sus ojos,
pero extrañamente, mientras el carrusel giraba, otros rostros se
asomaban a mi alrededor, rodeando el carrusel.
Las uñas rojas de la tía Eva se acercaron para agarrarme.
—¡True! —me llamó Karina. Ella era la única madre que había conocido,
pero no era su cara la que yo quería ver.
Y entonces vi a Massimo, mirándome, su marca de nacimiento de
frambuesa destacando entre la confusión. Giré y giré, sus caras eran
como latigazos, como manchas hipnotizantes, hasta que vi a la abuela
Raine. Ella alargó la mano, la única visión constante en el entretuerto
del caos. Su mano se movió hacia mí a través de la distorsión de
colores, hasta que tocó mi caballo, haciendo que cobrara vida y se
alzara con un relincho gritando. De repente, el carrusel se detuvo.
—¡Jewel!
Me incorporé en la cama al oír la voz de mi madre gritando mi nombre.
Estaba de pie, al lado de la cama, con los ojos llenos de pánico. Me
recordé a mí misma que solo había sido un mal sueño. Me froté los ojos,
aún débil y temblorosa. De hecho, me sentía peor que antes de haberme
quedado dormida, si eso era posible.
—¿Qué pasa? —pregunté, en medio de un ataque de tos.
—El edificio ha sido asaltado. ¡Tenemos que irnos! —Mi padre se paró
bajo el marco de la puerta, con el cabello despeinado y el rostro serio.
Asentí con la cabeza y salí de la cama, pero me tambaleé hacia
adelante, mi cabeza latía y parecía tener pulso propio. Él saltó hacia
delante y me cogió por el codo—. Despacio, cariño. —Sus palabras
fueron suaves, gentiles, pero la expresión de sus ojos era todo lo
contrario. Me devolvió a mi madre, se dio la vuelta, miró por la puerta
de la habitación, vigilando de un lado a otro.
—¿Qué está pasando? ¿Asaltado por quién?
—El aquelarre ruso —dijo, manteniendo sus ojos al frente—. Te quieren
de vuelta. No sé cómo te siguieron. Pero no hay tiempo. Solo hay que
irse.
Me estremecí mientras Angelina colocaba mi brazo alrededor de su
hombro y bajábamos las escaleras por detrás de mi padre. Las voces de
pánico de la habitación de abajo y los gritos apagados que se filtraban
desde el exterior e hicieron más fuertes, cerniéndose a nuestro
alrededor. De alguna manera surgimos a través de la multitud
aterrorizada que estaba corriendo alrededor, comprobando las ventanas
y asintiendo con nosotros a nuestro paso.
—Hemos combatido con los que llegaron a la planta baja, pero hay más
fuera —dijo Juliano, con un gruñido por encima de su hombro.
—Solo es cuestión de tiempo antes de que también vengan. No tenemos
ninguna oportunidad. Mantened la cabeza gacha. —Se pasó la mano
por el cabello castaño mientras caminábamos—. Nuestros aquelarres
están en guerra. Esto no es bueno, está destinado a alertar al Augusti
Forza.
El sonido de esas dos palabras hizo que mis piernas se desmoronaran,
y me derrumbé de nuevo hacia delante, tirando del peso de Angelina
conmigo. Juliano corrió de nuevo a ayudarnos. Nos tranquilizó y colgué
el otro brazo por encima de su hombro. Nos dirigimos hacia afuera y
hacia la parte posterior de la casa en dirección al agua. Excepto que
esta vez la noche no se quedó en silencio como cuando había llegado.
Chasquidos y chisporroteos se mezclaban con gritos por todas partes,
tantos gritos que parecían conectados a una gran corriente que me
estremeció. Me pregunté si se trataría de Dmitri y otros como él,
matando a la gente de nuestro aquelarre para llegar a mí.
Un hombre y una mujer nos flanquearon a medida que nos abríamos
paso, apretando hacia delante, tratando de pasar desapercibidos.
—Están con nosotros —me dijo Angelina, señalando con la cabeza a la
pareja.
Otro hombre saltó por los aires a mi derecha, como si estuviera volando
y luego aterrizó en alguien con un gruñido de asco. Los escombros se
arremolinaban a los pies de una mujer en la distancia. Alzando las
manos con un chillido, lanzó la basura en una oleada hacia un hombre
que se arrojaba hacia ella. Él gritó mientras volaba hacia atrás.
A través de la confusión, una oleada de culpa se precipitó sobre mí,
sabiendo que todo era por mí. Las personas resultaban heridas,
probablemente morirían peleando por mí, por lo que podría ofrecerles.
Sin embargo, un fuerte sentido de supervivencia se precipitó a través de
mí y enderecé mis hombros a través de mis temblores incesantes,
encontrando la fuerza para empujarme a través de esto.
Una lancha rápida flotaba en el agua, en el extremo del patio, con el
motor en marcha. Tío Aldo estaba tras el volante, mientras que varios
hombres montaban guardia delante de la embarcación.
—Son solo unos pasos más, amore mio —dijo mi madre, señalando el
barco con su mano libre.
Una mujer cayó detrás de nosotros y se tambaleó hacia delante. Llegó a
nosotros mientras se oía un fuerte crujido. Se estremeció violentamente,
como si estuviera teniendo un ataque y a continuación se desplomó en
el suelo.
Di un grito ahogado, pero mis padres me instaron a avanzar, Angelina
parecía satisfecha.
—Se piensan que son mejores que nosotros, pero nuestro aquelarre
también tiene muchos poderes —dijo—. No mires atrás.
—Has visto suficiente —añadió Juliano. Me levantó por encima del
borde de la lancha, colocándome dentro. Una oleada de déjà vu se
apoderó de mí, la carrera, el escondite, todo era demasiado familiar.
Estaba cansada de todo esto.
Con un suspiro, me arrastré por el duro asiento de atrás y me
desplomé. No reconocí a nadie que perteneciera al aquelarre ruso entre
el borrón de caras que estaban luchando mientras habíamos caminado
a través de ellos. Pensé que eran los que tía Eva dijo que se
presentarían para mi conversión.
Angelina y Juliano entraron y me rodearon como un sujeta-libros. No
podía hacer otra cosa que preguntarme cuál serían sus poderes.
Estaba segura de que no los utilizaban a propósito delante de mí a
causa de mi enfermedad. Tío Aldo tiró de la palanca hacia abajo, hasta
que la lancha se tambaleó, a una velocidad desmesurada en busca de
otro lugar. El viento azotaba mi cara mientras el motor rugía a toda
velocidad. En el camino, vi a mi madre hacer una llamada telefónica
desde su móvil. No entendí ni una palabra, ya que hablaba en italiano,
pero sus palabras eran frenéticas y las líneas entre sus cejas profundas.
Los espasmos musculares me sacudieron. No creía que hubiera un
recodo de mi cuerpo que no me doliera. La fluctuación continuaba
quemándome, hasta que el frío temblor fue haciendo mella en mí.
Resiste. Frente a mí, apoyado en uno de los lados de la embarcación,
Roman me miraba. Sus pulgares estaban unidos a través de los lazos
de su cinturón y su cabello oscuro caía hacia abajo sobre un ojo.
Moviéndolo hacia un lado con un movimiento de cabeza me sonrió.
Cerré mis ojos un momento y luego volví a mirar. Él se había ido.
Negué con la cabeza. Estás alucinando.
Un espasmo de escalofríos corrió a través de mí como la pólvora.
Juliano se quitó la chaqueta y la puso sobre mí. Todo giraba más y más
rápidamente. Tenía que confiar en que mis padres sabrían lo que
estaban haciendo. En cuanto a mí, sabía que realmente me habían
querido todos estos años, sabía que me amaban y que querían
mantenerme a salvo. Solo me preocupaba que fuera demasiado tarde.
Traducido por Onnanohino Gin
Corregido por LuciiTamy
ara cuando llegamos a nuestro nuevo destino, mi respiración era
entrecortada.
―¿Por qué no me siento mejor? ―pregunté jadeando. Es decir, no
lo entendía. Cuando había usado mis poderes antes, me sentía mal un
tiempo, pero lo superaba. Pero esta vez, me estaba poniendo peor, no
mejor.
Angelina miró su reloj.
―Es casi medianoche. Tu cuerpo lleva casi un día pasando por la
conversión, y si no la completamos… ―Se mordió el labio y agregó―.
Bueno, solo tenemos que completarla, eso es todo amore mio.
Sabía qué era lo que estaba evitando decir. Roman ya me había contado
lo que pasaría si no lograba superar mi aceleración. Moriría. Juliano me
llevó a través de una parcela de césped alto y oscuro.
―Intenta no preocuparte ―dijo él mientras se inclinaba para darme un
beso en la frente. Se giró para mirar a mi madre―. Andiamo.
Señaló con la cabeza hacia un viejo granero que había delante. No era
para nada como mi visión de la hermosa Venecia. La pintura roja se
estaba saliendo y colgaba en tiras, y algunas de las tejas del techo se
habían caído en varias zonas. Había una parte tan mal que estaba
segura de que había un agujero en el techo justo encima.
P
El tío Aldo corrió y abrió las dos puertas del granero a la vez. El fuerte
hedor de los animales me golpeó y me tapé la nariz con la mano,
prácticamente a punto de vomitar. Una mujer bajita corría de un lado a
otro dentro, con el heno crujiendo bajo sus pies. Parecía ser tan solo
unos pocos años más mayor que yo. Tendría unos veintiuno, pensé.
Recogió una enorme bolsa de basura y la tiró con energía a una mesa
que había en uno de los lados del granero, parecida a un altar. Había
estatuas desperdigadas alrededor, rodeadas de velas plateadas, blancas
y verdes. Un gran cáliz dorado con asas a los lados estaba en el centro
de la habitación. Gemí. Todo parecía salido de una película que había
visto en la televisión una vez, con vudú antiguo. La chica se giró hacia
nosotros y una sonrisa gigante se extendió en su rostro.
―¡Lo han conseguido! ―exclamó, corriendo a ayudar a mi padre
mientras me dejaba en una montaña de heno en medio del suelo del
granero. El heno hizo que inmediatamente me picara la piel.
Se inclinó para ayudar a colocarme mejor, su cabello oscuro se
mezclaba con mechones teñidos de rojo brillante y de rubio que caían
alrededor de su cara. Me di cuenta de que ella tenía que ser la persona
a la que mi madre había llamado.
Había una escalera situada en la parte de atrás del establo que
conducía a una buhardilla, donde montones amarillos de heno se
elevaban hacia el techo. De los corrales que había al otro lado del
granero me llegaron los gruñidos y relinchos de caballos; me acordé del
sueño que había tenido hacía tan solo una hora. Excepto que esta vez
todo era de verdad.
―Jewel, esta es tu prima Trish. Está aquí para ayudarnos ―dijo mi
madre.
―Desafortunadamente, el resto de la familia está preocupada. Se
suponía que esto no sería un asunto familiar. Pero tu prima está
aquí ―dijo Angelina mientras señalaba a Trish―. Tiene mucho talento
para la brujería.
Trish se inclinó en señal de reverencia y se enderezó riendo:
―Esa soy yo. ―Me guiñó un ojo y tiró de mí para que me pudiese
sentar―. Ven aquí chica, tenemos mucho trabajo que hacer ―dijo en lo
que sonaba como un perfecto acento americano.
Incliné la cabeza hacia ella, alzando las cejas. Ella asintió.
―Pasé muchos años viviendo en Estados Unidos durante mi infancia,
no te preocupes, ya te lo contaré todo. ―Me dirigió una sonrisa fugaz―.
Pero vamos, una chica no puede superar su espectacular conversión en
chándal, ¿o no?
Genial. Otro cambio radical. Trish me recordaba muchísimo a Taylor, y
aunque su animada disposición me parecía genial, yo no estaba como
para renovar mi vestimenta otra vez.
―No está bien, Trish ―dijo Angelina.
Trish frunció el ceño pero sacó un vestido negro sin mangas de la bolsa
de basura. Un sencillo vestido negro, esta chica hablaba mi idioma.
―No hay tiempo que perder, ¿cierto? ―Colocó el dedo gordo y el índice a
ambos lados de mis labios y los subió para formar una sonrisa―.
¿Cierto? ―dijo mimándome.
―M-ueno ―me las arreglé para decir.
La energía de esta chica era contagiosa, intenté concentrarme en eso y
no en vomitarle en los zapatos. Alzó la mano en el aire, pidiéndoles a
Juliano y al tío Aldo que nos dejaran.
―Tienen dos minutos ―nos advirtió Juliano mientras dejaba mi mochila
sobre el heno, a mi lado.
―No hay tiempo para la intimidad, chica ―dijo Trish con una sonrisa
cuando los hombres se fueron.
Me sacó la camisa por encima de la cabeza y tiró de mis pantalones de
chándal. Con otro rápido movimiento me puso el vestido. Me entró un
ataque de tos y empezó a salirme sangre de la nariz. Angelina se
apresuró a traerme un pañuelo.
―Trish, no hay tiempo que perder ―la regañó―. Solo faltan unos
minutos para la medianoche.
La expresión de Trish se volvió seria y asintió. Corriendo por la
habitación, encendió las velas del altar. Angelina me ayudó, me llevó
hasta el altar y me hizo arrodillarme delante de él. Juliano y el tío Aldo
golpearon amablemente y volvieron a entrar en el granero.
Por mucho que Trish se esforzara en hacer como si esto fuese un evento
genial, mis nervios estaban llegando a su límite y mi corazón latía
acelerado. La expresión de Angelina se volvió más intensa. Encendió
una varita de incienso, la esencia a vainilla rápidamente llegó a mi
nariz. Al alcanzar un recipiente que había en el altar, vertió una
sustancia blanca, recogió un poco con los dedos y me la echó sobre la
cabeza. Llevándose el recipiente con ella, recitó unos versos mientras
creaba un círculo con las salpicaduras blancas, dejando el altar y a
nosotros dentro de este.
Al lamerme los labios, arrugué la cara por el sabor salado. De repente
tenía miedo de seguir con esto. Era como si toda mi vida estuviese
dedicada a este preciso momento y yo no sabía si podría hacerlo, ser la
Espectral, la abominación de la que tanto había oído hablar. Desde que
nací me habían protegido. Era como si mis padres me hubiesen
mantenido en una burbuja parecida a la que había creado Roman,
blindada para el mundo exterior. Deslicé las manos por la suave tela del
vestido negro, centrándome en seguir de rodillas y no caerme.
―Tal vez deberíamos olvidar todo esto ―dije, y entonces me di cuenta de
lo estúpido que sonaba, cerré los ojos y sacudí la cabeza. Me mordí el
labio inferior, intentando desesperadamente no entrar en crisis. Y
entonces pensé en Roman. A lo mejor me estaba esperando en alguna
fea cárcel de Augusti. Angelina negó con la cabeza.
―No digas eso, cariño. Tenemos que hacerlo.
Asentí con firmeza, y entonces luché contra otro ataque de tos y dije:
―Hazlo.
Roman me hacía querer ser más fuerte. Ser mejor. Yo podía hacer esto.
Juliano sacó la daga de mi mochila y me la entregó. Al hacerlo, una luz
atravesó el filo y la serpiente tallada en el mango se retorció, volvió a la
vida y se deslizó por la daga. Con un siseo, envolvió su cuerpo alrededor
de mi muñeca, asegurando que mi mano y la daga permanecieran
juntas.
Chillé, pero rápidamente intenté alzar la daga, como en la foto que
había visto en el libro, pero estaba demasiado débil. Agarré el mango y
dejé que la punta se hundiera en el suelo. El tío Aldo estaba de pie
dentro del círculo de sal. Me miró y asintió con la cabeza al decir:
―Todos nosotros creemos en ti.
Trish sacó un libro de su bolsa de trucos. Me recordó al Libro de
Brujería Antigua que me había dejado en el parque Pomona.
Entregándole el libro a Angelina, dirigió la mirada hacia mí con una
sonrisa tensa.
―Puedes hacer esto, chica ―dijo Trish―. Nosotros te cubriremos la
espalda.
Juliano se arrodilló detrás de mí y colocó sus manos sobre mis
hombros, que temblaban ligeramente.
―Te queremos, Guilia. ―Me soltó y retrocedió un poco.
―Gracias ―dije.
Tragando saliva con dificultad, observé a Angelina pasar las hojas y
detenerse de repente en una de las páginas del libro. Trish se apresuró
a colocarse de pie al lado de ella. Entonces la imagen se volvió borrosa y
empecé a pestañear, intentando que mis ojos se centraran. Angelina se
colocó el cabello detrás de una oreja, se aclaró la garganta y empezó a
leer del libro.
―En este día especial, el gigantesco don que te ha sido otorgado ha
alcanzado el grado de madurez.
La palabra don resonó en mi mente. Don era una palabra muy distinta
a abominación. Noté mariposas bailando en mi estómago, y una débil
sonrisa apareció en mi rostro. La hice a un lado y continué escuchando
a mi madre, no quería perderme una palabra de lo que se suponía que
me estaba destinado.
―Es un tiempo de grandes bendiciones y motivo de gran celebración.
Para todos los miembros selectos de la asamblea, florecerán
inestimables habilidades y talentos.
Angelina leyó el libro en silencio un momento, y entonces me dijo que
sostuviera la daga sobre mi regazo para que ninguna parte tocara el
suelo.
―Solo debe estar conectada a tu fuente de vida, amore mio.
Me moví, inclinándome en mis tacones y colocando la daga como me
habían indicado, agarrándola con las dos manos. La habitación giró, y
me sentí como si fuera a desmayarme en cualquier momento. Imaginé
la cara de Roman grabada en mi mente, y las palabras te quiero dichas
por él. Estas dos simples palabras y su hermoso rostro me impulsaron
a seguir adelante.
Angelina empezó a leer otra vez, esta vez sus palabras eran un conjunto
de cánticos y rimas, hasta que me di cuenta de que la serpiente
enroscada en la daga había vuelto a revivir. Incliné la cabeza hacia
delante, mirando hacia abajo con los ojos bien abiertos. La serpiente se
retorcía alrededor de la daga, enroscándose y siseando. Temblé y sacudí
la cabeza, mi instinto me decía que soltara la daga, pero sabía que no
podía. Cerré los ojos con fuerza. Cuando los volví a abrir la serpiente
seguía allí. Oh, dios mío. ¡Era real! ¡Igual que en el libro!
Miré hacia Trish, que estaba mirando a la serpiente y a mí. Ella asintió
con entusiasmo y sonrió. Agarré la daga con más fuerza. Estaba
haciéndolo. ¡Realmente estaba pasando!
Miré a la serpiente a los ojos, con sus pupilas rasgadas devolviéndome
la mirada. Habría jurado que la oí sisear las palabras:
―Espectral, ven aquí.
El sonido de los cánticos de mi madre me daba vueltas en la cabeza,
haciendo que me mareara, hasta que mis hombros se desplomaron y
dejé caer la cabeza peligrosamente cerca de la serpiente. Siseó mientras
su lengua bífida se deslizaba entre sus afilados colmillos. Las tablas del
suelo que había encima de nosotros temblaron y nos cayó el polvo que
se había acumulado en las vigas. Jadeando, levanté la cabeza justo a
tiempo para ver la cabeza del tío Aldo levantándose demasiado tarde.
Chillé cuando Dmitri aterrizó de pie al caer desde arriba, lanzando una
creciente bola eléctrica de aire. Golpeó al tío Aldo, empujándolo hacia
atrás en el aire.
―¡Si alguien se mueve, haré que él mate a todos!
Me di la vuelta hacia las puertas del establo, ahora abiertas, siguiendo
el sonido de la voz.
La tía Eva estaba allí, a tan solo unos pasos de distancia, el olor de su
perfume Eves Saint Laurent flotó hasta mi cara como si se tratara de
veneno.
Traducido por LadyPandora, Onnanohino Gin y hanna
Corregido por Julieta_arg
rish corrió al lado del tío Aldo con un grito y comenzó
frenéticamente a sacudir su cuerpo inerte.
Juliano estaba de pie con los ojos rojo escarlata brillantes como si
fueran rayos láser. Se enfrentó a Dmitri.
—Ni siquiera se te ocurra intentarlo.
No sabía lo que estaba pasando con los ojos de Juliano, pero imaginé
que sería algo bueno, al menos para nosotros, porque Dmitri no se
movió. Simplemente siguió mirando a mi padre.
Mientras que Juliano levantaba a Dmitri, Angelina se había acercado a
tía Eva, bloqueándola de mi camino.
—¿Cómo te atreves? —gritó Angelina—. ¿Secuestraste a nuestra hija y
ahora tienes el descaro de presentarte aquí?
Sentí un fuego ardiente en el lado de mi cabeza que se extendía a lo
largo de mi cuello. Tocándome el cuello con la mano, caí hacia atrás
sobre el suelo y me enrollé como una pelota. En medio de su discusión,
parecían haberse olvidado de mí.
La sensación de calor se extendió a lo largo de mi brazo y en mi
estómago. Quería gritar y decirle a mi madre que terminara rápido.
Después de todas las transiciones de calor a frío, mi fiebre estaba
alcanzando el nivel infiernal. Todas las advertencias que había oído, al
parecer se estaban haciendo realidad. Sabía que Angelina necesitaba
terminar la ceremonia.
T
—¡Me estoy muriendo! —Las palabras que tan claramente gritaba en mi
cabeza salieron tan solo como un susurro. Estaba demasiado débil. Y
nadie parecía notarlo. Observaba impotente cómo Angelina le daba a tía
Eva una bofetada en la cara y señalaba la puerta. Tía Eva se palpó la
mejilla, parecía sorprendida, pero entonces rebuscó en su bolsillo, tomó
un puñado de brillante polvo y lo lanzó hacia mi madre.
Angelina sopló una ráfaga de aire que alcanzó el polvo, congelándolo en
el aire.
—¡Llévense su polvo de hechicera lejos! —gritó.
Trish se volvió hacia ellos, con el rostro contorsionado en ángulos
enojados. Entonces giró en círculos hasta que ya no pude verla.
Simplemente desapareció. Se hizo invisible.
¡Vaya!
Juliano se giró durante una fracción de segundo para comprobar a
Angelina. Dmitri no perdió la oportunidad y le disparó una ráfaga de
electricidad candente. Un grito luchó en su camino a la cima de mi
garganta. Juliano saltó, simplemente evitando la bala.
Juliano se enfrentó a Dmitri, emitiendo láseres rojos a través de sus
ojos. El destello lanzado pasó junto a él y golpeó unos cubos de leche
que estaban apilados contra el puesto de madera, fustigando por todo el
granero. Golpeó la pared del fondo con un ruido ensordecedor. El
caballo en el establo pateó y relinchó en señal de protesta.
Juliano y Dmitri se fulminaron el uno al otro con la mirada en un punto
muerto.
A través de toda la confusión, el dolor nauseabundo atravesó mi cuerpo
como fuego. No podía moverme y cada respiración se volvió dificultosa.
Y entonces escuché una voz familiar. Una voz tranquilizadora.
—Todo el mundo necesita relajarse y no reaccionar de forma exagerada.
Era la abuela Raine. Reconocería esa voz en cualquier lugar. Sabía que
tenía que haber estado en mi secuestro, pero estaba segura de que
nunca habría querido nada de esto.
—Te conozco —dijo Angelina, con las manos en las caderas—. Eres la
madre de Karina.
—Y la mía —agregó tía Eva con una sonrisa fingida.
—¿Qué quieres? —preguntó Angelina a la abuela con voz de mando.
Otro hombre que no reconocí deambulaba por el granero, seguido por
otros cinco. Solo conocía a dos, Vladimir y Sergei, los dos hombres que
nos habían secuestrado a Chase y a mí y nos habían llevado a Rusia en
el avión. El que iba al frente se acercó a Dmitri con un gesto de la
cabeza.
—Dmitri —dijo con reconocimiento.
—Sasha —respondió Dmitri devolviéndole el gesto.
Sasha debía medir cerca de dos metros y se alzaba como una torre
frente a Dmitri. Mi corazón latía ruidosamente. Con Sasha y los otros
hombres que trajo, superaban en número a mi familia.
—Abandonaremos su aquelarre en paz —dijo la abuela, acariciando el
brazo de tía Eva mientras caminaba junto a ella y se dirigía a Angelina.
¡Lo sabía! Realmente creía que la abuela intermediaria.
Tocó suavemente el brazo de Angelina cuando la alcanzó.
—No queremos una guerra —dijo la abuela Raine.
Angelina asintió y suspiró, con postura relajada. Me di cuenta de que la
abuela había lanzado un hechizo calmante sobre ella y se me revolvió el
estómago.
Por favor que funcione.
El fuego que quemaba se estaba extendiendo y me hizo más difícil
mantener los ojos abiertos. Sabía que estaba desvaneciéndome.
—Ayúdame —conseguí decir, con mis palabras apenas un susurro.
La abuela mantuvo su mano sobre Angelina unos segundos más, hasta
que sus ojos se fueron hundiendo y se dejó caer en una posición
sentada.
—¿Qué está haciendo? —le gritó Juliano por encima del hombro.
La abuela ahuecó el hombro de Angelina con un apretón final antes de
apartarse de ella y dirigirse hacia mí.
—Los dejaremos en paz. Es decir, una vez nos hayamos ido. La cuestión
es, que ahora, Jewel nos pertenece.
¿Qué ha dicho?
Ella asintió a la tía Eva, quien dio unas palmadas hacia la puerta del
granero. Después de unos segundos, la señora Snow entró, con el
botiquín en la mano.
La abuela se arrodilló junto a mí y me susurró al oído.
—Realmente eres un encanto, Jewel, y solo sé que me duele
terriblemente tener que hacerte esto. Acabas de ganarte un honor que
no puedo negarme a mí misma, un privilegio de otros tiempos.
Una amplia sonrisa se extendió a lo largo de su cara y entonces le
indicó a la señora Snow que viniera.
Con un gruñido, Juliano se giró para quedarse frente a ella, con ojos
rojos y brillantes.
—¡Aléjese de ella, o la quemaré viva!
La abuela se acercó mucho más cerca de mí, hasta que solo estuvo a un
centímetro de distancia.
—Entonces será mejor que tengas buena puntería, Juliano —le
respondió, con una mirada desafiante en sus ojos—. No querrías
hacerle daño ahora a tu hija, ¿verdad?
Frunció los labios, y a continuación, sonrió suavemente. Parecía sin
esfuerzo, como si fuera cualquier otro día.
No entendí lo que estaba haciendo. Mis pensamientos se apelotonaban.
Esa era mi espeluznante abuela. O al menos, la única abuela que había
conocido. La que siempre me consolaba... la que me quería. Las
lágrimas humedecieron mis pestañas, una cayó por mi mejilla.
Sergei saltó por el aire, subió sobre la espalda de Juliano y cubrió sus
ojos con una venda de metal, entonces rápidamente la aseguró en la
parte posterior. Juliano la apretó con fuerza, empujándola. Le dio una
patada al hombre con un gruñido. El hombre tropezó, pero uno de los
hombres rusos se unieron rápidamente, atándole a Juliano las manos
detrás de su espalda.
Tía Eva se quedó haciendo guardia al lado de donde ahora dormía
Angelina.
La abuela la había noqueado totalmente.
—Tenemos que completar la transferencia —dijo la abuela. Hizo un
gesto hacia el cáliz en el altar y la señora Snow se lo llevó rápidamente.
Negué con la cabeza, gimiendo. La llama que ardía dentro de mí se
extendió como un reguero de pólvora por mis piernas.
—Hazlo, Elizabeth —dijo la abuela Raine—. Y después de que esté
completo y yo me convierta en Espectral, te iniciaré en nuestro
aquelarre.
¿Qué estaba diciendo? ¿Cuando se convertiría en Espectral? ¿Qué
demonios?
La señora Snow se arrodilló al lado de la abuela y sacó dos frascos de
sangre de los que solo pude asumir que eran míos. Ella los abrió y los
vertió en el cáliz.
—Pero, ¿qué pasará con Jewel, Raine? —Sus dedos se extendieron en
abanico contra su esternón.
La abuela tomó el cáliz y asquerosamente bebió un poco de mi sangre.
A continuación, sumergió los dedos en el cáliz, ahora sacando sus
dedos chorreando en sangre.
—Lamentablemente, ella expirará —dijo la abuela con un encogimiento
de hombros—. Es un desafortunado daño colateral en la lucha por
convertirse en el más poderoso aquelarre.
Mi corazón latía con fuerza, golpeando en mis oídos.
La tía Eva dio una carcajada a través del cuarto.
—No hay otro aquelarre que sea tan poderoso como el nuestro.
La señora Snow palideció.
—Pero tal vez deberíamos dejarla…
—Tal vez deberíamos nada —exclamó tía Eva.
La señora Snow asintió tímidamente y luego entregó el puñal a la
abuela.
—Para usted, mi reina.
—Gracias —dijo la abuela y luego se giró para mirar detrás de mí—.
Ven, necesitábamos un humano normal y corriente... uno sin sangre de
brujas por sus venas para que fuera nuestro socio por propia voluntad.
Y por supuesto, tenía que estar ella para extraer la sangre del Espectral
y hacerlo oficial. Si una bruja te hubiera sacado la sangre, esta se
habría convertido en cobre, inutilizable. Pero bueno, la señora Snow,
aquí, era una socia más que dispuesta.
¿Te refieres a cómplice?
La abuela pasó los dedos por los dientes de la serpiente que estaba
enrollada alrededor de la daga. Pronto, los dientes de la serpiente
estuvieron mojados con mi sangre. Sostuvo la daga en alto y comenzó a
cantar una canción.
Juliano gritó, luchando contra la cuerda, y mi mirada fue al cuerpo
inmóvil de tío Aldo. Se me hizo un nudo en el estómago. Probablemente
estaría muerto.
Me di cuenta de que mis pensamientos cada vez se volvían más claros,
como las malas hierbas en un jardín, arrancadas todas de una vez.
Todos estos años, la abuela y la tía Eva no tenían la intención de
convertirme en parte de su aquelarre. No me querían para nada. Solo
me habían mantenido viva para este momento. Habían planeado cómo
intentar aprovecharse de mi poder o, más específicamente, robármelo.
Mi muerte era solo un desafortunado daño colateral.
Esa sería la razón por la cual Viktor, mi padre secuestrador, sabía que
algo estaba pasando cuando la tía Eva quiso mi muestra de sangre y
nos dejó a Chase y a mí escapar. Estaba segura de que la gente con la
que crecí creyendo que eran mis padres no estaban al tanto de esta
parte del acuerdo.
Pero eso no importaba.
A pesar de podía pensar claramente y de darme cuenta de que el ardor
de mi cuerpo había desaparecido, todavía seguía sin poder moverme. De
hecho, me sentía más rígida que nunca. Mis piernas estaban inmóviles,
como si las tuviera envueltas firmemente en rollos de lino como una
momia. No podía moverme. No podía hablar.
¿Estoy muerta? ¿Es esta alguna especie de enfermedad del más allá?
Miré las cuerdas que ataban las manos de Juliano, sin ver las manos
que lo desataran.
¡Trish!
Juliano se liberó y se arrancó la máscara de metal. Con un rugido,
disparó un rayo láser hacia uno de los hombres que habían llegado con
Sasha. El rayo láser lo mandó volando hacia atrás. El hombre se
encendió en una bola de fuego y cayó en un montículo de heno,
chillando. El heno se incendió y comenzó a propagarse, crepitando a
través de la paja hacia el cuerpo sin vida del tío Aldo.
Cada sentido de mi cuerpo estaba en plena alerta, pero no podía hacer
ni una maldita cosa al respecto. Quería convocar un escudo. Joder,
incluso más que eso, quería liberar a tío Aldo, luchar, pero me sentía
como un cadáver.
Y a pesar de todo, la abuela cantaba, robando mi poder, y mi vida.
Se me cerraban los ojos. La ausencia repentina de sonido fue mi único
aviso. El terror se apoderó de mí y abrí los ojos.
Fue como si el tiempo se detuviese. La abuela se quedó boquiabierta a
mitad de la frase.
Juliano se quedó congelado en el aire, arremetiendo contra Sasha. Miré
rápidamente a la tía Eva, su expresión helada aún estaba unida a una
sonrisa. El crepitar del fuego, silenciado.
—Tu sei bella32, mariposa.
La voz de Roman me atravesó. Se dejó caer de rodillas junto a mí,
derritiéndome con sus ojos chocolate.
Me di cuenta de que Roman nos había envuelto en una burbuja. Intenté
pronunciar su nombre, pero solo pude mover los labios, las palabras me
fallaron. Él se veía tan sexy como siempre, o puede que más con sus
pantalones oscuros y sus botas negras. Su chaqueta de cuero negro
abierta enseñaba su camiseta de AC/DC ajustada contra su pecho
tonificado.
Inclinó su cabeza hacia mi cara, depositando un suave beso sobre mis
labios. Su familiar aroma mezclado con el característico olor del cuero
llenó mis sentidos. Era como si miles de estrellas explotasen en mi
cuerpo, todas a la vez, y Roman y yo nos dejásemos llevar por ellas.
Se apartó, acariciando mi mejilla con el dorso de sus dedos.
—¿Me estoy muriendo? —Mis palabras salieron, esta vez, temblorosas
pero audibles. No podía creer que pudiese hablar otra vez.
Roman enredó sus dedos en mi pelo, frunciendo el ceño. Negó con la
cabeza.
—Por favor, sácame de aquí —gemí. No sabía si no me estaba diciendo
la verdad para que no me asustara. Después de todo él mismo me había
contado que podría morir si la conversión no se completaba. Estaba
32Tu seis bella: Estás hermosa.
convencida de que iba a morir y únicamente quería estar con él, lejos
del caos y en sus brazos.
—No puedo sacarte de aquí todavía —dijo Roman frunciendo el ceño—.
Escúchame, Jewel. Quiero contarte una historia.
Le miré sin creerle. Desde luego este no era el momento de contar
historias. Lo necesitaba para salvar a mi familia, para escapar con él y
para que me besara hasta el final. Quería que mis últimos recuerdos
fuesen sobre él.
—Es la historia de una mariposa —continuó él, acariciando mi brazo
con sus dedos y haciendo que la sensación de hormigueo se extendiera
por toda mi piel.
Abrí los ojos en señal de incredulidad.
—¿Ahora?¿En serio?
Los ojos de Roman recorrieron mi rostro, su expresión era tan serena
como su voz.
—Solo escúchame. Un día, un hombre encontró un capullo. Se
dedicaba a mirarlo constantemente hasta que un día apareció una
pequeña abertura. Él se sentó y miró a la mariposa recién nacida
esforzándose por sacar su cuerpo a través del pequeño agujero.
Entonces la mariposa se detuvo, como si no pudiese seguir. —Roman
hizo una pausa, inclinándose para besar mis labios otra vez. Quería
pasar los brazos alrededor de su cuello para mantenerlo cerca, pero
estos seguían sin obedecer—. Así que el hombre decidió ayudar a la
mariposa, tomó un par de tijeras y cortó el capullo, agrandando el
agujero. La mariposa salió volando fácilmente, pero tenía un cuerpo
muy hinchado y unas alas encogidas. El hombre siguió observándola,
pensando que en cualquier momento las alas se alargarían para poder
aguantar el peso del cuerpo, pero eso no sucedió. —Roman asintió
como si yo debiese estar deduciendo algo.
Recordé que una vez una mariposa se posó en el dorso de mi mano en
la biblioteca de Pomona Park. Las palabras de Roman resonaron en mi
mente. Una mariposa siempre conoce a otra.
Roman se aclaró la garganta.
—De hecho, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose. No era
capaz de volar. El hombre solo intentaba ser amable, lo sé, pero no
entendía que el capullo era tan apretado porque eso obligaba a la
mariposa a esforzarse para que el fluido de su cuerpo llegara a las alas.
De esa manera, la mariposa estaría lista para volar al salir del capullo.
Mi cerebro exhausto y revuelto intentaba retener sus palabras y poner
las piezas en orden.
Roman sonrió y finalmente todo encajó.
—¿Me estás diciendo que no voy a morir? ¿Qué en realidad voy a pasar
algún tipo de metamorfosis? —pregunté casi sin aliento.
Su rostro se iluminó.
—Sí, más o menos eso.
—Pero te equivocas —dije, débilmente—, Angelina ni siquiera terminó la
ceremonia de conversión.
Roman llevó su dedo índice a mi barbilla. Lo retiró para enseñarme un
pinchazo de sangre en su dedo.
—Parece que la daga tiene lo que se necesita.
Solté un grito ahogado. Me recordaba asintiendo lentamente hacia la
daga, observando sus puntas afiladas; pero no había sentido nada.
—Solo recuerdo el impacto y no ser capaz de moverme.
—¿Y ahora?
Me concentré en alcanzarlo y mi brazo se movió. ¡Puedo moverlo! Me
puse de pie lentamente.
—¡Roman!
Una sonrisa maliciosa cruzó su rostro. Era esa sonrisa típica de Roman
que siempre conseguía dejarme sin respiración. Al alcanzar sus brazos,
me envolvió con ellos con fuerza.
—¿Lo ves? Eres una preciosa mariposa. Tienes que atravesar el cambio
tú sola. —Roman se inclinó hacia atrás, buscando mis ojos—. Te amo,
Jewel.
—Yo también te amo —dije, dejándome caer sobre él. Coloqué mi cabeza
sobre su pecho, mientras las lágrimas llenaban mis ojos y se esparcían.
—Estaba tan preocupada. ¿Cómo escapaste? —Me limpié las lágrimas y
me incliné hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
Él me guiñó un ojo.
—Tuve un poco de ayuda.
—¿Stefano?
Roman asintió. Me reí.
—Ese chico puede ser muy irritante, pero tengo que admitir que es
genial.
—Él es mi chico —dijo Roman.
—¿Pero los Augusti no intentarán matarte? ¿O por lo menos
encarcelarte por lo que has hecho?
—No vamos a preocuparnos por eso ahora, ¿de acuerdo? —dijo él,
extendiéndome la mano—. ¿Puedes ponerte en pie?
Inhalé profundamente y me mordí el labio.
—Eso creo.
Lentamente intenté levantarme; mis piernas se alargaron con fuerza por
debajo de mí. Una ráfaga de energía me recorrió, era diferente a
cualquier cosa que hubiese experimentado antes. Fue como si de pronto
todos mis pensamientos estuviesen más claros y los latidos de mi
corazón me golpeasen con más fuerza y energía.
Miré la habitación a través de la barrera, ahora congelada en el tiempo.
Entrelacé mis dedos con los de Roman y apreté su mano.
—Baja la barrera —le dije confiadamente, preparándome.
La pared cayó y los sonidos volvieron a mí tan rápido como un tren en
marcha. Pero en lugar de sentir miedo o pánico, me sentía emocionada.
Salté sobre la abuela Raine dando un paso gigante y empujé al tío Aldo
fuera del camino del fuego, mientras este volvía a crepitar.
Se movió con un gemido, pero sus ojos siguieron cerrados. Por lo menos
sabía que estaba vivo. Una ola de alivio inundó mi cuerpo.
Una ráfaga de luz blanca brilló y se lanzó hacia mí desde el otro lado de
la habitación. Levanté la mano y encendí la mía hasta que las dos se
encontraron en el aire, chocando en una gigantesca explosión. Caí, rodé
por el suelo, y luego me levanté de un salto. Levitando a varios metros
de altura, lancé otra carga eléctrica hacia Dmitri. Trató de bloquearla,
pero la corriente lo golpeó directamente en el pecho. Lo envió volando
contra la pared con tal fuerza que atravesó la parte posterior del
granero con un gran estruendo.
Aterrizando sobre ambos pies, me sentía vigorosa. No me había sentido
tan fuerte en toda mi vida. La descarga de adrenalina y venganza me
impulsaba.
Tía Eva voló hacia Angelina. Ella estaba comenzando a moverse,
gimiendo. Algo levantó a Angelina por sus pies. Estaba segura de que
era la invisible Trish. Junto a Angelina una roca se elevó y salió
disparada hacia la tía Eva.
—Toma eso, zorra —dijo Trish desde la nada.
La roca golpeó a la tía Eva en la mandíbula, haciéndola tambalearse
hacia atrás.
—¡Eso es Trish! —grité.
—¡Justo en el blanco! —dijo ella.
Ahogué una carcajada.
Juliano arremetió contra otro tipo. Roman estaba a su lado. Juliano
disparó un láser, golpeando al hombre en la pierna. Otro hombre cargó
contra Angelina, quien apenas estaba alerta después del ataque de la
abuela Raine.
—¡Angelina, cuidado! —grité.
Ella me guiñó un ojo mirándome sobre su hombro, entonces sopló como
si tuviera que apagar una vela. El hombre quedó congelado en un
bloque de hielo. La antigua yo habría evitado ver eso directamente, pero
ahora esa imagen me impulsó aún más.
—¡Vaya! ¡Adelante, Angelina!
Pero antes de que las palabras empezaran a salir de mi boca, un
hombre corpulento le dio un cabezazo en la cara, dejándola fría.
Corrí hacia ella, gritando—: ¡Angelina!
—¡Jewel!
Alguien gritó mi nombre entre toda la confusión.
Me giré para ver quién me llamaba y vi a Karina, mi madre
secuestradora. Viktor se apresuró a llegar a su lado. Mi estómago dio
un salto. Ver a la gente que me había criado entrando en la escena de
batalla me tomó completamente por sorpresa; me tambaleé hacia atrás
jadeando. No sabía qué pensar o esperar de ellos. ¿Estaban conmigo o
contra mí?
Alguien se abalanzó sobre mí desde atrás e intentó hacerme una llave.
Sin pensar, salté y golpeé con la cabeza a quienquiera que fuese en la
cara. Me giré y mi mirada chocó con la de Vladimir. La sangre corría por
su cara regordeta, y él alcanzó a taparse su nariz sangrante. Recordé la
asquerosa visión que me hizo sufrir en el avión, y lo que le había hecho
a Chase.
Tomé su muñeca con mi mano con una fuerza increíble. Era una fuerza
que nunca había tenido antes. Miré en sus profundos, fríos y duros
ojos.
—Debes morir, bruja —dijo él, intentando liberarse.
En ese momento, pude ver su miedo más profundo inundando mi
mente. Alturas, a él le aterrorizaban, mirándole fijamente, supe
exactamente lo que tenía que hacer, no en vano el don de Vladimir
había formado parte de mí durante toda mi vida. Le imaginé colgando
de la parte más alta de un acantilado, sosteniéndose solo con la punta
de los dedos. Visualicé una ráfaga de viento atravesando las montañas,
la sensación de suciedad bajo sus uñas, y el gusto del polvo en su boca
mientras seguía precariamente colgado del borde. Entonces empujé la
imagen hacia él.
Él gritó, pero lo sostuve un momento más antes de soltarlo. Cayó a mis
pies como una piedra, gimiendo. Lo golpeé con una explosiva y
crepitante carga eléctrica desde tan cerca que no tuvo oportunidad de
esquivarla.
—Eso va por ti, Chase —dije en voz alta. La adrenalina corría por mi
cuerpo.
—Eres genial —susurró Trish en mi oído. Sacudió la parte de atrás de
mi cabello al pasar, una suave brisa recorrió el borde de mi vestido
mientras ella se iba.
Me giré para ver a la señora Snow encogida en una esquina. Mientras
caminaba hacia ella levantó las manos protegiendo su cara.
—¡No, por favor no me lastimes!
Pensé en todos los problemas que había causado por meterse en mis
asuntos. Al estar de acuerdo en ayudar a la abuela de Raine y la tía de
Eva, casi me cuesta la vida.
Apreté los puños a mis costados, la ira corriendo por mis venas. Pero
entonces recordé a Taylor y lo buen amiga que era para mí, la mejor
amiga que jamás había tenido.
Respiré profundamente.
—Solo tienes que irte.
La señora Snow se puso de pie, visiblemente temblando.
—¿En serio? —Levantó las cejas.
Asentí.
—Vete a casa y sé la madre de Taylor. Una verdadera madre, ¿sabes?
Ella se merece algo mejor de lo que le has dado.
La señora Snow se mordió el labio.
—Tienes razón —dijo, un destello de sorpresa evidente en su rostro—.
Gra… gracias. —Y con eso, salió corriendo por las puertas del establo.
Una conmoción atrajo mi atención. Girándome, vi a Viktor levitar para
evitar un golpe de Sasha y a Karina discutiendo con la tía Eva.
Estaban luchando por mí, también. Una oleada de alegría me inundó.
Antes de que tuviera la oportunidad de decir cualquier cosa, Sasha
saltó por los aires. Agarró a Viktor, lo tiró hacia el suelo, y le giró el
cuello con un brusco giro repentino.
Viktor cayó al suelo, muerto.
—¡No!
La palabra rebotó en las paredes del cobertizo, mi corazón se hundió en
la desesperación. Sasha rió por mi reacción, y luego se dirigió en una
completa carrera hacia Karina, cuya atención se centraba
exclusivamente en el maltratado cuerpo de Viktor.
Corrí al otro lado de la habitación a gran velocidad detrás de él. Mis
movimientos eran como un destello de Stefano y llegué a Sasha sin
sentir el suelo bajo mis pies, o pensar en lo que estaba haciendo. Salté
sobre su espalda y le torcí el cuello, con la ira surgiendo en mis venas,
hasta que cayó al suelo en un montón.
Karina estaba llorando, ahora de rodillas al lado del cuerpo arrugado de
Viktor.
—Gracias, Jewel —dijo Karina—. Por favor, perdónanos.
Asentí con mi corazón latiendo a un ritmo antinatural.
Mi mirada se desvió a Sasha en el suelo, inmóvil. Me temblaban las
manos, mi cuerpo completamente lleno de shock, ira y dolor. Pero
nunca me había sentido más viva.
La abuela me miró boquiabierta. Yo no sabía por lo que estaba más
sorprendida: por mi cambio, el hecho de que había salvado a su hija, o
que su hija se había puesto de mi lado.
Juliano y Roman luchaban lado a lado, tomando a Sergei. Él golpeó a
mi padre en la cabeza con una barra brillante y llena de vida. Juliano
cayó en sus rodillas, convulsionando.
Sergei puso su atención sobre Roman, tirando de la varilla hacia él con
golpes fuertes.
—Vamos, muchacho —se burló de él, en un fuerte acento ruso.
—Trágate esto, viejo —dijo Roman, haciendo un gesto con los dedos a
Sergei para que fuera hacia él. Rozaron los bordes del granero hasta
que llegaron a la entrada.
Roman levantó la mano hasta que la palma brillaba en llamas de color
naranja brillante Trazó la barra hacia delante como un campo de fuerza
magnética, pero Sergei se abalanzó y lo golpeó. Perdiendo el equilibrio,
cayó encima de Roman. Cayeron del granero en una bola de brazos y
piernas. Mi corazón retumbaba en mis oídos y apretaba mi pecho.
—¡Roman! —grité.
Juliano recuperó su compostura, y pronto los siguió fuera. El
chasquido del haz de láser de Juliano, mezclado con la barra candente,
sonó en la distancia.
No podía dejar que les pasara nada a ninguno de ellos. Di un paso
hacia delante para acercarme más al tonto para detenerlo, pero algo
fuerte me pinchó en la parte posterior. Estaba atravesando mi vestido,
mellando mi piel. Me di la vuelta.
La abuela Raine se desplazó con un gemido, tropezando hacia atrás.
Era como si alguien la hubiera empujado y sabía que debía haber sido
Trish quien me salvó.
Me tomó un segundo registrar la escena delante de mí, pero cuando lo
hice, el apretón helado de miedo se cerró sobre mi corazón y atravesó
los pulmones.
Mi abuela, mi dulce y menuda abuela, sostenía a Jayden en una llave
de cabeza.
¡No, no a Jayden!
No sabía cuando había llegado Jayden. No lo había visto entrar. Debió
colarse detrás de Karina y Viktor… o alguien lo trajo.
Mi ritmo cardíaco se disparó y mis lágrimas surgieron de mis ojos.
La abuela tenía el puñal en la mano, y entonces supe que ella solo
había intentado apuñalarme con él. Ella se reía de mí.
—¡Vete ahora, asqueroso traidor!
—Jewel —gritó mi hermano, su voz llena de terror—. ¡Ayúdame!
Las lágrimas cayeron por mis mejillas. Su miedo me golpeó como un
bulldozer.
—Espera, mono —dije con mi voz quebrándose. Mis miembros
temblaban, una mezcla de horror y furia me abrumaba. La abuela
levantó la daga y la acercó a la garganta de Jayden.
Di un grito ahogado.
—¡No!
Por el borde junto a la abuela Raine, la tía Eva puso una pistola en la
cabeza de Karina y la arrastró junto a la abuela Raine. Karina puso sus
dedos en las sienes y cerró los ojos.
De repente, una horquilla voló a través del granero hacía la tía Eva,
pero uno de sus hombres lo interceptó, agarrándolo por el mango en el
aire. La tía Eva tiró de una de las manos de Karina hacia su espalda.
—No te muevas, hermana —dijo entre dientes.
Mi mirada se encontró con la cara de pánico de Jayden. Sostuve
mis manos defensivamente.
—¿Has perdido tanto la cabeza? ¡Jayden solo tiene ocho!
La abuela me sostuvo la mirada, su cara transformándose en una
expresión que solo pensaba que era patente para la tía Eva, una
máscara de arrogancia y superioridad.
—Me parece que es demasiado tarde para transferir tu poder de
Espectral a mí —susurró la abuela. Tiró del cabello de Jayden, y él
chilló.
Quería matarla, apartar sus ojos en línea recta desde las órbitas. No
podía creer que Jayden y yo nos dejáramos engañar por ella. Habíamos
creído totalmente que ella nos amaba y se preocupaba por nosotros.
—Pero si no te sacrificas, Jewel —continuó—, entonces voy a matarlos
a los dos. Uno por uno.
Una roca voló por el aire pasando por cerca de la cabeza de la abuela
Raine.
—Sam —gruñó la abuela a uno de sus hombres—, captura al invisible.
Uno de los hombres que no había reconocido antes se cuadró y luego,
levantó su brazo. El dispositivo en su brazo envió luces iridiscentes en
todo el granero. Cogí un destello momentáneo de Trish mientras las
luces pasaban sobre ella.
—¡Trish, corre! —grité, sabiendo que su poder invisible no sería rival
contra el masivo ruso.
La abuela Raine instruyó a Jayden a caer de rodillas. Arrodillándose
detrás de él, aseguró la daga contra la garganta y se asomó por detrás
de su cabeza.
—¡Espera! —le dije.
—No voy a esperar —dijo la abuela Raine—. No voy a permitir que
otro aquelarre se eleve por encima del nuestro.
—¡Pero es tu propia hija! —Le señalé la cara cenicienta de Karina—. ¡Y
tu nieto! ¡Es Jayden, abuela! Realmente no puedes hablar en serio.
Me encogí ante la palabra «abuela» cuando salió de mi boca. Ella no era
mi abuela en lo absoluto. Ella solo era una mala bruja hambrienta de
poder. Literalmente.
—¡Esto es una guerra, Jewel! ¿No lo entiendes? No pagué tus gastos y
evité el Augusti Forza todos estos años para que puedas terminar en
otro aquelarre, un aquelarre que entonces sería más fuerte que el
nuestro. Hemos sacrificado todo por llegar aquí. ¡Y ahora está
arruinado! —escupió con los dientes apretados—. Coge el jarrón que he
colocado en el altar. —Sacudió la barbilla hacia el altar. En él, vi un
jarrón lleno de líquido negro—. Es veneno —dijo—. Bébelo y todo va a
terminar pronto.
—Jewel, no lo hagas —exclamó Jayden, rompiendo en sollozos.
La abuela apretó la daga en el cuello de Jayden más fuerte. Una línea
de color rojo apareció en su cuello y él gritó.
—¡Basta! —grité mientras corría hacia el altar para obtener el jarrón
con veneno. Lo recogí y le dije—: Vamos a ir por caminos separados.
Todo el mundo levántese. No hay necesidad de más violencia, abuela —
le dije suplicante.
—Ni una sola palabra más de ti o Karina está muerta —dijo la abuela
con el ceño fruncido. Como si fuera una orden, la tía Eva apretó el arma
más fuerte contra la sien de Karina.
Me di cuenta de que cuando la abuela Raine me había visto proteger a
Karina, ella se convirtió instantáneamente en un recurso para utilizar
en mi contra. Miré por encima de mi hombro.
Angelina y el tío Aldo seguían todavía afuera. Roman y Juliano se
encontraban fuera de combate con el otro chico. Yo estaba por mi
cuenta.
—¡Madre! —gritó Karina con voz temblorosa—. Esto es ridículo.
Jayden gimió cuando se echó a llorar. El miedo me atravesó, hasta que
fui un desastre temblante. Karina podía no haber sido mi verdadera
madre, pero lo era de Jayden, y era la que me había criado toda la
vida. No podía odiarla por secuestrarme. A pesar de que había sido
egoísta, ella estaba tratando de repararlo ahora. Me di cuenta de que
había sido la abuela quien había hecho el show, de todos modos.
No habría manera de que Karina pudiera haberle dicho que no a ella.
Además, el dolor causado a Jayden era una angustia más.
Pensé en mi poder de persuasión. Si pudiera hacer que bajaran sus
armas, podría llegar a ellos de alguna manera y salvar a los demás.
—¡Tiren las armas! —dije con la mayor voz posible de mando.
La tía Eva me miró, confundida, como si lo estuviera pensando.
—Déjenlas, ahora. ¡Suelten a Karina y a Jayden, y regrésenlos lejos!
La tía Eva dejó caer su mano lejos de la cabeza de Karina, pero
mantuvo control sobre el arma. El alivio inundó la cara de Karina.
Con un gemido, la abuela colocó el puñal en la otra mano, todavía
sosteniendo el cuello de Jayden. Entonces, le arrebató el arma a la tía
Eva. Angelina estaba todavía afuera, ajena a todo.
—¡Mira hacia otro lado, Jayden! —grité.
Jayden apartó los ojos justo antes de que la abuela tomara a Karina.
Ella se vino abajo, sin vida. Grité, y luego me cubrí la boca.
—¡Acabas de matar a tu propia hija! ¡Estás loca!
—Mi lealtad está con el aquelarre. Y tus pequeños trucos de salón que
recogiste de un libro tonto no funcionan en mí, la reina bruja, niña —
dijo la abuela—. Ahora, voy a darte una última oportunidad. ¡Bebe el
cóctel o el niño muere!
Trucos que aprendí en un libro, había dicho ella. Tal vez ese poder no
iba a funcionar con ella, pero estaba lo bastante segura de que los
otros lo harían. Mi mente daba vueltas.
Tal vez podría pegarle un tiro con una carga eléctrica, o hacerla entrar
en su peor pesadilla, o incluso clavarla con las garras de la muerte de
Paolo.
Miré hacia el cuerpo inerte de Karina, y de vuelta a la abuela. Sabía que
la abuela merecía lo que le hice. La rabia rugió a través de mí. Repasé
mis opciones. Si tiraba la carga y perdía, ella mataría a Jayden, y yo
tenía que tocarla con el fin de hacerle ver visiones de horror personal.
Azoté mis ojos en su cara. Sostenía a Jayden justo frente a ella, así
que no podía atraparla en el abrazo de la muerte sin que lo hiciera con
Jayden también. Me preguntaba si podía moverme lo suficientemente
rápido como Stefano para que ella no se diera cuenta hasta que fuera
demasiado tarde.
Miré a Jayden… mi hermano pequeño al que amaba más que a nada.
Más que a mí. Tenía la cara roja y los ojos inyectados en sangre.
Acababa de perder a sus padres en menos de diez minutos. Me hubiera
gustado deshacer ese dolor.
No podía hacer nada extravagante que pudiera ser contraproducente.
Sabía que la abuela cumpliría en un segundo y lo mataría. No podía
correr el riesgo. Después del día en la piscina cuando casi lo hice
ahogar, le prometí que nunca le pasaría nada de nuevo.
Levanté el jarrón a mi boca. Hoy salvaría a Jayden.
Traducido por hanna
Corregido por Jut
¡lto! —El sonido de la voz de un hombre estalló en la
habitación.
Bajando el jarrón, me dirigí hacia la puerta del
estabol. Un grupo de hombres se apresuraban afuera.
Sus camisas amarillo canario metidas en sus ajustados pantalones
negros, dejaban claro quiénes eran.
—¡El Augusti Forza! —gritó tía Eva.
Debían ser por lo menos treinta de ellos. Atravesando a través de las
puertas del establo, flanqueaban a cada miembro de los dos aquelarres,
pero yo todavía no sabía quién había gritado que parara.
La abuela bajó la daga del cuello de Jayden. Él corrió hacia mí,
envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
—¡Jewel! —dijo sollozando.
—Todo está bien, mono —le dije, acariciando su cabello—. Ella no
puede hacerte daño nunca más. —Tragué duro. Me alegraba que
Jayden estuviera a salvo de la abuela por el momento, pero sabía que
mi suerte no sería tan grande ahora que los Augusti se habían
mostrado.
Roman me miró desde el otro lado de la habitación, con la cara grabada
en angustia y enojo a la vez. Tiraba de sus brazos, luchando por
liberarse de los miembros de Augusti Forza que lo retenían.
—¡Quítense de encima!
—¡A
Él se liberó y corrió a mi lado, deslizando su mano en la mía cuando
llegó a mí. Me apretó los dedos para tranquilizarme, pero el rápido
ascenso y descenso de su pecho hizo su pánico obvio. Tragó saliva y
suspiró como si tratara de calmarse.
Miré a Jayden cuyos brazos estaban atados alrededor de mi cintura y
luego eché un vistazo a Roman. Vi el dolor en sus ojos, el dolor que
estaba obviamente tratando de ocultar.
Mi mente era una neblina, como si estuviera nublada por el humo, y me
hubiera gustado la sensación de su mano sobre la mía rozándome sin
detenerse. Me hubiera gustado que todos estuviéramos en algún lugar
seguro, un lugar donde yo podría ser yo. Y que todo lo que yo fuera,
estuviera bien.
Paolo salió del grupo y jadeé en voz alta, el dolor que nos había causado
todavía fuerte en mi memoria. Señalé a Angelina, ahora de pie junto a
Juliano.
—Jayden, ¿ves a esa mujer? —le pregunté.
Él asintió.
—Ve con ella, ¿de acuerdo? Ella es una buena mujer, y no te hará daño.
—Pero quiero estar contigo.
Me agaché, acariciando mi rostro en su cabello, Besé la parte superior
de su cabeza, inhalando su olor a perro mojado que había echado
mucho de menos.
—Necesito que seas fuerte, Jayden —le susurré al oído—. Y recuerda
siempre que te quiero más que a nada. Vete ahora.
Jayden me abrazó una vez más, y luego salió corriendo, esquivando a
Paolo con una última mirada hacia mí por encima del hombro. Le
sonreí, animándole a seguir con mis ojos.
Cuando llegó a Angelina, ella lo levantó en sus brazos y le susurró al
oído. Yo sabía que cuando me hubiera ido ella cuidaría de él. Tanto ella
como Juliano. Era más de lo que podía esperar para Jayden.
Miré de nuevo a Paolo. Otro hombre que nunca había visto antes estaba
ahora junto a él. Era un hombre alto con el cabello oscuro y lucía una
barba pulcramente arreglada.
Algo en él me resultaba vagamente familiar, pero no podía ubicarlo. Fijó
los ojos marrones en mí, inclinando la cabeza hacia un lado.
La habitación estaba llena de gente, pero extrañamente silenciosa.
—Déjame matarla, Dante. —Paolo finalmente habló, mirando al
hombre—. Vamos a poner fin a todo esto.
Quería desprenderme y usar mis poderes, pero todos lo que quería
estaban en la habitación, y sabía que no podía protegerlos a todos.
Dante alzó la mano para silenciar a Paolo. Con sus labios en una línea
recta, salió del grupo y se dirigió hacia nosotros. Los otros se apartaron
para dejarle pasar.
Entonces supe que debía ser su líder.
—¡Papá, no! —exclamó Roman, tomándolo de un brazo delante de mí.
¿Papá? ¿Cómo papá? ¿El padre de Roman era el líder del Augusti
Forza? Miré a Dante, y luego a Roman y mi boca se abrió.
Dante siguió en dirección hacia nosotros hasta que estuvo a solo unos
metros de distancia, y luego se detuvo.
—-Necesitas estar tranquilo, hijo. Todavía no estoy tratando contigo —
dijo con voz severa hacia Roman. Mirándome directamente a los ojos,
añadió—. Roman me dijo que eras diferente. Que no podías ser egoísta
o mala.
Acarició su barba.
—Ella no es diferente —dijo Paolo con una sonrisa sardónica—. Acaba
de matar a otras brujas.
Dante miró a Paolo por encima del hombro.
—Otras brujas intentaban matarla y a su familia —corrigió. Volviendo
su atención de nuevo hacia mí, añadió—: Cuando llegó la noticia de la
guerra de los dos aquelarres, llegamos hasta aquí tan pronto como
pudimos. Pensé que tal vez la leyenda se había hecho realidad. La
leyenda que dice que te convertirás en la abominación que todos hemos
leído. —Él asintió con la cabeza hacia la izquierda. Su tono afilado—.
Massimo aquí nos aseguró de tu fallecimiento ayer. Parece como si
estuviera muy equivocado, ya que te encuentras delante de mí en carne
y hueso.
Paolo gruñó.
Mis ojos se abrieron cuando vi el resplandor de Massimo. No lo había
notado entre el mar de rostros. Sus labios temblaban en un amenazante
ceño. Yo, obviamente, le había hecho quedar como un tonto. No podía
dejar de reírme por dentro.
—Parece que la jodió —continuó Dante—. Por suerte, hemos decidido
no tener oportunidad, y venimos a verlo por nosotros mismos.
Dante se giró y luego movió su mano hacia mi abuela.
—Lo que veo es algo totalmente diferente a la abominación escrita en
los libros.
Paolo resopló.
—No puedes confiar en esa chica, Dante.
Roman se rió.
—Estás demasiado atrapado en los malditos libros de historia para
reconocer que estás lo que está delante de tu cara, ¡idiota!
—Ella no es mala, te lo digo —dijo Angelina. Un miembro del Augusti
Forza le dijo que se callara.
Mi corazón se aceleró. No podía creer que mi vida pendía de un hilo en
un gran debate.
Dante me estudió un momento.
—Por ahora, sé que lo que tu madre dice es verdad. Estabas dispuesta a
beber el veneno y dar tu vida por los otros.
Paolo pataleó su pie en el suelo.
—¡Era su hermano, por el amor de Dios!
Roman enarcó una ceja hacia el cielo.
—¿Realmente, Paolo? ¿Por lo menos te escuchas? De acuerdo a la
leyenda... y a la abominación que estás hablando, las otras Espectral
llegaron a estar tan hambrientas de poder que se apartaron de todo el
mundo, incluida su familia. Crees en la leyenda entera, o en nada en
absoluto.
Dante se frotó la parte de atrás de su cuello.
—Mi hijo tiene razón. Aún así…
—Tu hijo tiene que ser castigado —dijo Paolo.
Susurros se alzaron por el granero. Stefano se paseó por el granero de
la mano con una guapa morena. Se acercó al lado de Paolo.
—Oye, Pa.
¿Paolo es el padre de Stefano y tío de Roman? En serio, no podía
mantener el ritmo.
Paolo gruñó, moviendo los ojos.
—¿Qué es lo que quieres, Stefano? ¿Vas a decirme con toda tu infinita
sabiduría que Jewel debe vivir, también?
—Bueno, ya sabes, para un viejo eres por lo general bastante
inteligente, pero esta vez estás totalmente desorientado. —Puso su
mano sobre el hombro de Paolo—. Te quiero, papá. Pero, sinceramente,
pienso que ella está bien.
Hmmm, ¿qué sorpresa, no? Stefano pensaba que yo estaba bien.
Paolo hizo un gesto con los hombros hacia arriba, golpeando la mano de
Stefano lejos.
—Ya sé, lo sé joven punk, no debes ser tan arrogante —respondió Paolo.
Supongo que tampoco se convencerá tan fácilmente.
—Vamos a discutir las penas de nuestros hijos más tarde —respondió
Dante.
Luego, haciendo caso omiso del no tan feliz reencuentro padre/hijo
entre Paolo y Stefano, Dante se acercó a la abuela Raine, moviendo el
dedo delante de su nariz.
—Tu comportamiento es intolerable, y por ello, se te despoja de tu papel
como reina bruja del aquelarre de hoy en adelante. —Hizo una pausa y
luego añadió—: Los guardias te llevaran. También hay tiempo en la
cárcel para una bruja asesina como tú.
La abuela bajó la vista al suelo. Dante se giró hacia mí. En el momento
en que lo hizo la abuela cogió el puñal y lo empujó detrás de Dante con
un grito sibilante.
Sin pensarlo, lancé una carga eléctrica hacia ella, golpeándola de vuelta
en el suelo, con el cuerpo sin vida en un montón de tierra quemada en
el suelo.
Carne quemada flotaba en el granero.
La daga cayó al suelo en un ruido sordo.
Varias personas se quedaron sin aliento y gritaron, ninguna voz más
alta que la de la tía Eva.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. Una mezcla de tristeza por la
pérdida de lo que había creído ser una abuela amorosa toda la vida, y la
ira por todo lo que había causado, me retorció el estómago en nudos.
Dante se sacudió su sorpresa. Lentamente, cogió el puñal y se dirigió
hacia mí de nuevo.
Roman se puso delante de mí para protegerme.
—Papá, escucha.
Dante tragó, su nuez de Adán se movió arriba y abajo. Sostuvo la daga
plana a través de sus manos.
—Creo que esto te pertenece, Jewel.
Miré de Dante a Roman, mi corazón acelerándose, sin poder creer las
palabras. Los labios de Roman formaron una sonrisa letal. Me miró y
me guiñó un ojo.
Tomé el puñal de la mano de Dante y sonreí.
—Gracias.
Los labios de Dante formaron un borde, una imagen idéntica a la de
Roman. Pero luego su rostro se mostró serio de nuevo.
—solo sé que vamos a estar observando. Hay que asegurarse de que no
te conviertes en lo que la leyenda dice. —Él asintió con la cabeza hacia
Paolo, que me miró con ojos furiosos—. Y en lo que Paolo está
convencido que ya eres.
Mis entrañas se retorcieron. La libertad del momento se abrumó por la
posibilidad de lo que podría llegar a pasar. Me mordí el interior de mi
mejilla, preguntándome qué pasaba por mis venas. Convertirme en la
Espectral me daba un poder increíble, pero me preocupaba lo que
escondía debajo de mi piel. También me preocupaba que Paolo tuviera
razón, que de alguna manera con el tiempo cambiaría en algo
innatamente malo.
Como si sintiera mi preocupación, Roman levantó la mano, besando la
parte posterior de la misma.
—No hay problema. Yo te conozco. No eres un monstruo.
Me miró a los ojos y sentí que mis pensamientos de miedo se hacían a
un lado. Roman me centraba, me mantenía cuerda. Siempre y cuando
lo tuviera conmigo, no tenía que preocuparme por lo que podría llegar a
pasar. Él me protegería.
—Gracias, Roman. —Al otro lado del granero, atormentados, los ojos
verdes de Jayden llenos de dolor encontraron los míos. Tragué saliva y
apreté la mano de Roman—. ¿Me das un minuto?
Román le dio un beso en la coronilla de la cabeza.
—Tómate tu tiempo.
No rompí el contacto visual, cubrí la distancia entre nosotros y me dejé
caer de rodillas delante de Jayden. Cayó en mis brazos.
—Todo va a estar bien mono. —Presioné mis labios en su mejilla y le
susurré al oído—. Sabes que tú y yo somos un equipo, ¿verdad?
Jayden sorbió la nariz y se acurrucó en mí.
—Te quiero, Jewel. ¡No te vayas nunca más, ¿de acuerdo?!
—No, mono. Somos tú y yo juntos para siempre. Te lo prometo. —Y en
ese momento, sabía que iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance
para que esto sucediera.
***
Desde lo alto de la escalera, miré hacia abajo a través de los cabezales
con vistas a la concurrida sala de abajo. Abundante de personas,
también conocidas como mi familia, que se habían reunido para
celebrar mi cumpleaños. Aunque la fiesta se retrasó un par de días
debido a las circunstancias locas que habían descendido en el granero,
yo era una bola de energía nerviosa, excitada.
Deslicé mis manos sobre la tela de seda de mi vestido verde jade que
Angelina me había comprado, robé unos momentos para reunir coraje y
replantearme la situación antes de bajar.
Vi al tío Aldo de inmediato, chocando su copa en un brindis con otro
hombre al que no conocía. Mirar la cara radiante de gío Aldo me hizo
sonreír.
El hombre con el que estaba hablando asintió con la cabeza al tío Aldo y
luego retrocedió, mezclándose entre la multitud.
Contuve la respiración mientras mi mirada se posaba sobre Juliano
arrodillado junto a Jayden en frente de la mesa de café. Juntos estaban
construyendo lo que parecía ser un modelo de barco, ajenos al partido
que les rodeaba. Juliano leía el manual de instrucciones, arrastrando
los pies a través de varias partes desparramadas sobre la mesa, y le dio
a Jayden una sonrisa.
Una oleada de felicidad se precipitó a través de mí y salté de mi posición
en el escalón superior a mis pies vestidos con negras zapatillas de
ballet, y comencé mi descenso abajo para unirme a la fiesta. Jayden
capturó mi mirada a mitad de camino hacia abajo. Levantó su barco a
medio construir en el aire para que yo viera con una sonrisa triunfal y
solo me las arreglé para levantar un pulgar hacia arriba antes de que mi
punto de vista fuera oscurecido por organismos que comenzaron a
rodearme.
El cabello oscuro de Angelina, recogido en una cola de caballo elegante,
rebotaba en la habitación. Se detuvo a mitad de camino, conversando
en un grupo reducido de personas, y tiró a alguien en mi clara línea de
visión.
Me tropecé en el último paso y me sorprendí sosteniéndome en la
barandilla. Era sin lugar a dudas Roman, luciendo tan caliente que me
tomó por sorpresa. Tenía el cabello gelificado en un look sexy, «lo hice a
propósito», y su camisa de botones negros estaba fuera del pantalón.
Angelina se inclinó y le dio un abrazo con una palmadita en la espalda.
Roman levantó la vista del abrazo y me saludó con la mano, con los
labios en una sonrisa levantando. Le susurró algo al oído de Angelina y
ella se giró, me llamó la mirada y sonrió con una sonrisa exuberante
antes de salir corriendo hacia mí.
—¡Amore mio! —dijo, abrazándome—. Te ves muy bonita. Y todo el
mundo se muere por ver a la chica del cumpleaños. —Se echó hacia
atrás, sosteniéndome por los hombros—. Incluso tu amigo de allá —Ella
me guiñó un ojo.
Roman se quedó atrás, dándonos un momento, pero sentí su mirada
barriendo por encima de mí, haciendo que mi piel hormiguear.
Centrándome de nuevo en Angelina, le dije—: Esto es tan increíble. No
puedo creer que pusieras todo esto junto para mí. No necesitas tener
tantos problemas, ya sabes.
—Oh, no es ningún problema, Jewel. Han sido diecisiete años de
planeación. solo piensa en todos tus cumpleaños que hemos perdido. —
Ella envolvió su cálida mano alrededor de la mía—. Y tu dulce hermano
pequeño me ayudó. Encaja a la perfección aquí, cariño, y él va a estar
bien con el tiempo. No quiero que te preocupes más. Somos una familia
ahora. Todos nosotros. —Ella le dio a mi mano un apretón—. Y en
cuanto a ti, hija mía, ¡estoy tan contenta de tenerte en casa!
Sonreí.
—Gracias, mamá. —En el momento en que la llamé «mamá» sentí que
me ruborizaba, sintiéndome tonta. Quiero decir, yo sabía que en
realidad era mi madre, pero yo solo la había conocido algunos días
antes. Pero la palabra vino sin pensar. Sabía que iba a llegar a amarla,
y que yo podía amar a Juliano-Papá, también. Aquí es donde yo
pertenecía.
Sus ojos se iluminaron, y suavizó su rostro. Se inclinó, besando mis dos
mejillas.
—Te quiero, también, amore mio. Feliz cumpleaños.
Roman aclaró la garganta mientras la música se interrumpía entre las
pistas y mi mamá se inclinaba como si fuera a susurrarme un secreto.
—Él es muy lindo, ya sabes —bromeó.
Me eché a reír.
—Sí, él no está tan mal, ¿eh? —Eché un vistazo por encima a Roman y
él hizo un gesto con la cabeza y abrió los ojos en una especie ‘apúrate,
vamos’, modo.
—solo vamos a salir por un segundo, ¿de acuerdo?
—Claro, solo que no sea demasiado tiempo. La cena está lista y todo el
mundo va a querer una oportunidad de hablar contigo.
—Eso va a ser increíble —le dije, feliz de que por fin iba a llegar a
conocer a todo el mundo.
Pero no antes de un poco de tiempo a solas con mi chico.
Puse mi mano en Roman y me estiré de puntillas para susurrarle al
oído.
—Vamos a tomar aire.
Giró un mechón de mi cabello por su dedo.
—Con la forma en que te ves, no podría negar cualquier cosa que me
pidieras.
—¿Cualquier cosa? —le pregunté, moviendo las cejas.
—Ejem. —Stefano se acercó con su novia, centrándose con Roman con
un golpe. Stefano me miró. Deslizando su brazo alrededor de la cintura
de su novia, él la volvió en mi dirección.
—Hola, Jewel —dijo—. Esta es mi novia, Rachel.
Los ojos color avellana de Rachel aparecieron en los bordes de una
sonrisa.
Inclinándose para besar ambas mejillas al estilo italiano, susurró—: He
oído que realmente lanzaste un hechizo sobre ese chico. —Ella sacudió
su pulgar hacia Roman.
Me eché a reír.
—Prometo que no hay hechizos utilizados en la fabricación de, bueno,
esto. —Desplegué mis manos entre Roman y yo. Nos reímos.
—Hola, Rach —dijo Trish, saltando a abrazarla—. Espera a que veas las
locas habilidades espectrales de Jewel.
—No, yo no quiero utilizarlas en un corto plazo, Houdini —le dije con
una sonrisa, feliz de ver a mi primo de nuevo.
—Decidiste que has causado suficientes problemas para toda la vida,
¿eh, Armagedón? —Se rió Stefano y pasó la mano por él el nudo cabello
rubio oscuro.
Puse los ojos.
—Es divertido, Stefano. Ja. Ja.
Envolviendo mis brazos a través de Raquel y Trish, me apoyé en un
susurro cómplice.
—¿Qué les parece, chicos? Tal vez podría hacer una excepción y usar
un poco de poder de persuasión sobre ese chico malo de Rachel. Hacer
que deje el sarcasmo y similares, se pondrá un delantal con volantes, y
ayudar en la cocina o algo? —Guiñé un ojo y todos se echaron a reír.
Rachel deslizó su brazo alrededor de la cintura de Stefano y lo besó en
la mejilla.
—Eso es algo que me gustaría ver —dijo con una sonrisa.
Roman deslizó su mano en la mía, llevándome lejos.
—Nos vemos en unos minutos, chicos —dijo a los otros—. Necesito un
poco de tiempo a solas con mi chica del cumpleaños.
Riendo, y el estrés de los días anteriores desvaneciéndose, salimos
corriendo de la casa en la fresca tarde del aire de Venecia. El beso
caliente del sol me abrazó, suave como la lana. Aspiré una profunda
inspiración.
—Somos libres —dije, dando vueltas, antes de saltar a los brazos de
Roman.
—Siempre. —La cara de Roman se iluminó en una sonrisa ardiente, y
luego se pellizcó juguetonamente en el cuello. Su cálido aliento abanicó
a través de mi oreja, enviando un hormigueo en mis brazos mientras me
susurraba—. ¿Dónde te gustaría ir después de la fiesta, Bella?
Mi pecho se agitó. Estaría encantada de ir a cualquier parte con Roman
todo el tiempo que estuviéramos juntos. Cuando una idea vino a mi
mente, sentí una enorme sonrisa cruzando mi rostro.
—Paseo en góndola —dije con una sonrisa.
Roman me devolvió la sonrisa, encendiendo el hoyuelo en la mejilla que
yo había aprendido a amar. Entrelazando sus dedos en mi cabello,
inclinó la cara hacia la mía, y ahuecó la parte de atrás de mi cuello.
—Cualquier cosa por mi mariposita —susurró, y luego suavemente
presionó sus labios contra los míos. Me fundí en él, hundiéndome en
sus besos que esperaba no fueran a terminar.
Shannon Duffy escribe ficción para adultos
y jóvenes. Creció en la bella costa este de
Canadá y ahora vive en Notario. Es madre
de un niño, Gabriel, su ángel. Ama escribir,
leer, salir, jugar al fútbol e ir de compras.
Es autora del libro de romance paranormal
para jóvenes y adultos Spectral. La
publicación de su próxima novela de
fantasía, Gabriel Stone y la Deidad de Valta
está programada para Enero de 2013.
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