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Hábitos para el crecimiento
espiritual
por
Pablo A. Jiménez
Dorado, PR
1
2016
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Tabla de contenidoIntroducción
Plan de predicación
Sermones:
1. Amistad con Dios
2. Hablar con Dios
3. Leer la Biblia
4. Habitar con Dios
5. Hacer pacto con Dios
6. Servir a los demás
7. Compartir la fe
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Introducción
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7 Hábitos para el crecimiento espiritual
Plan de predicación
Título Texto Tema Propósito
Amistad con Dios Juan 15.12-15 Para crecer espiritualmente es necesario tener una profunda amistad con Dios.
Recalcar la importancia de tener un encuentro personal con Dios, por medio de Jesucristo, en el poder del Espíritu.
Hablar con Dios Hechos 4.29-31 Para crecer espiritualmente es necesario orar, es decir, hablar con Dios regularmente.
Recalcar la importancia de la oración como disciplina espiritual.
Leer la Biblia Hechos 8.29-31 Para crecer espiritualmente es necesario leer e interpretar la Biblia, que
Recalcar la importancia de leer la Biblia manera devocional.
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Título Texto Tema Propósito
es la Palabra escrita de Dios.
Habitar con el pueblo de Dios
Hechos 20.36-38 Para crecer espiritualmente es necesario congregarse con otras personas que compartan nuestra fe.
Recalcar la importancia de asistir regularmente a la Iglesia.
Hacer pacto con Dios 1 Corintios 11.23-26 Para crecer espiritualmente es necesario hacer pacto con Dios por medio del bautismo y renovarlo por medio de la Cena del Señor.
Recalcar la importancia de los sacramentos u ordenanzas.
Servir a los demás Hechos 6.1-7 Para crecer espiritualmente es necesario servir a los demás, tanto a otras personas de fe como a la comunidad en general.
Recalcar la importancia del servicio, tanto dentro como fuera de la Iglesia.
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Título Texto Tema Propósito
Compartir la fe Hechos 9.10-19 Para crecer espiritualmente es necesario compartir nuestra fe en Jesucristo con personas que necesitan de Dios
Recalcar la importancia de la evangelización.
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Amistad con Dios
por Pablo A. Jiménez
Texto: Juan 15.12-15
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario tener una profunda amistad
con Dios.
Área: Evangelización
Propósito: Ayudar a la audiencia a definir y a enfocar su relación con Dios.
Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
Introducción
"Que la fuerza te acompañe."
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Todo el mundo reconoce esta frase. Tanto grandes como chicos la
identifican con la serie de películas llamada “Star Wars” o "La guerra de las
galaxias".
Todavía recuerdo cuando salió la primera película de la serie, mucho
tiempo atrás. Mi papá fue a ver la película y, al regresar, me dijo que el filme
tenía un mensaje espiritual muy bonito. Para mi padre, que en aquellos
tiempo estaba comenzando su caminar espiritual, la "fuerza" era una
metáfora para hablar sobre la espiritualidad.
• Relacionaba a la fuerza con Dios.
• Relacionaba al lado oscuro de la fuerza con Satanás.
• Y relacionaba la lucha entre estos dos lados de la fuerza con los
conflictos espirituales que todos los seres humanos experimentamos
en nuestras vidas.
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Yo lo escuché con atención, respetando su entusiasmo por la película. Sin
embargo, había parte de su argumento que no me cuadraba. Había algo en
su forma de pensar que no compaginaba con lo poco que yo había leído de
la Biblia hasta ese momento.
¿Cuál era el elemento que faltaba?
El Dios personal
Aunque yo estaba recién convertido, yo comprendía que el poder de Dios
no puede compararse con una mera fuerza. El poder de Dios no es como la
fuerza de un imán o como la onda expansiva de una explosión. ¿Por qué?
Porque ese tipo de fuerza es impersonal. Permítanme explicar mi punto.
El Dios que se revela a la humanidad por medio de Jesucristo, es un Dios
personal.
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El Dios que se revela a la humanidad por medio de la Biblia, es un Dios
personal.
El Dios que se revela a la humanidad por medio de la vida de la
Iglesia, es un Dios personal.
¿Y cuál es la diferencia entre un Dios personal y una fuerza impersonal?
Una fuerza impersonal no puede amar.
Una fuerza impersonal no sabe tener misericordia.
Una fuerza impersonal no puede preocuparse por los demás.
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El Dios que la iglesia reconoce y confiesa como Señor es un Dios
personal.
Dios ama.
Dios tiene misericordia.
Dios se preocupa por la humanidad.
La Biblia afirma que Dios es personal, al punto que 1 Juan 4.8 dice que
Dios es amor.
Por eso, decir “Dios te bendiga” no es igual a decir “que la fuerza te
acompañe”. Cuando alguien nos desea la bendición divina, expresa un
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sentimiento muy hermoso: Que el Dios personal, quien se preocupa por
nosotros, nos cuide y nos proteja.
¿Por qué es importante comprender que el Dios que se revela en
Jesucristo es un Dios personal?
Es importante saberlo porque uno puede tener una relación con un Dios
personal. Mientras es imposible relacionarse con una mera fuerza, uno si
puede relacionarse con un Dios personal.
El Dios personal es como un padre para la humanidad.
El Dios personal se preocupa por nosotros, por usted y por mi.
Nos ama y nos bendice.
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Nos corrige y nos reprende.
El Dios personal tiene tanto interés en nosotros que ha tomado la
iniciativa. Dios ha dado los primeros pasos, acercándose a la humanidad
para salvarla.
Jesús, nuestro amigo
¿Por qué digo que Dios ha dado los primeros pasos? La Biblia enseña
que, desde el principio, Dios ha buscado la manera de acercarse a la
humanidad para salvarla.
En primer lugar, Dios creó el mundo y el ser humano (véase Génesis 1).
Dios tomó la iniciativa al crearnos, al darnos vida y al regalarnos un mundo
hermoso en el cual podemos vivir con provecho.
En segundo lugar, Dios llamó a Abraham y, por medio de él, creó al
pueblo de Israel (véase Génesis 12.1-3). Por medio de su relación con este
pueblo especial, Dios mostró su amor, su misericordia y su justicia hacia todo
hombre y hacia toda mujer.
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Y, en tercer lugar, Dios envió a Jesucristo, su hijo, para mostrar su
compromiso con la humanidad perdida. En Jesús de Nazaret, Dios se hizo
ser humano. Y tan grande fue su amor por la humanidad que Jesucristo dio
su vida por ella. Jesús murió en una cruz, padeciendo la peor de las muertes,
para demostrar el interés de Dios por la salvación del ser humano.
La Iglesia es la comunidad de personas de fe que reconocen a Jesucristo
como Señor y salvador del mundo.
La Iglesia es la comunidad de gente que ha comprendido que Dios se
ha revelado a la humanidad en la persona histórica de Jesucristo.
La Iglesia es la comunidad de creyentes que entienden que pueden
tener una relación personal con Dios por medio de Jesucristo.
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Ahora bien, la pregunta que debemos plantear es: ¿Qué tipo de relación
debemos tener con Dios, en Cristo?
Mis hermanos y mis hermanas, este es un asunto crucial. La respuesta a
esta pregunta no solo determina nuestra vida actual, sino también nuestra
vida futura. Dios desea tener una relación personal con nosotros por medio
de Jesucristo. Eso lo sabemos. Ahora lo que debemos contestar es qué tipo
de relación debemos tener con Jesús.
La buena noticia es que la Biblia contesta esta pregunta de manera clara.
Jesús de Nazaret, en el capítulo 15 del Evangelio según San Juan, explica
claramente el tipo de relación que desea tener con las personas que le
siguen con fe. Escuchen lo que dice Juan 15.12-15.
Éste es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los
he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su
vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo
les mando. Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo
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que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes.
Las enseñanzas de Jesús en esta porción bíblica son impresionantes. En
primer lugar, el texto nos llama a vivir en amor, imitando el ejemplo de Cristo.
El texto nos llama a amar a los demás tal como Dios nos ama.
En segundo lugar, el texto afirma que el mayor gesto de amor que puede
hacer un humano es dar su vida por los demás. Esto es una clara referencia
a la muerte de Jesús, quien dio su vida por nosotros.
Y en tercer lugar, el texto deja claro cómo debemos relacionarnos con
Jesús. En lugar de ser sus esclavos, Jesús quiere que seamos sus amigos.
¡Y esa es la más grande y mejor noticia que podemos recibir!
Como afirma el texto, un esclavo meramente trabaja para el amo, pero no
tiene conocimiento de lo que hace su dueño ni tiene derecho a opinar sobre
sus acciones. Y Dios, siendo el creador de todo, tiene perfecto derecho a
comportarse como nuestro amo, como nuestro dueño.
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Sin embargo, Jesús rechaza ese tipo de relación jerárquica,
ofreciéndonos otro tipo de relación. Jesús desea ser nuestro amigo.
No nuestro dueño.
No nuestro amo.
No nuestro propietario.
Jesús desea ser nuestro amigo. Y la amistad está íntimamente
relacionada con el amor. Llamamos “amigo” o “amiga” a personas con la
cuales nos sentimos conectados por el amor mutuo. La amistad nos rodea de
una atmósfera de cariño, cuidado y respeto mutuo. La amistad influye en
todas las facetas de nuestras vidas.
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La amistad debe ser sincera, sin secretos ni dobleces. Un amigo o una
amiga debe tener la franqueza necesaria para corregirnos, sabiendo que su
consejo amoroso puede ayudarnos a superarnos.
Y Jesús desea ser nuestro amigo. Desea que tengamos una profunda
relación de amor y respeto, tan íntima que nos permita acercarnos a Dios,
vivir con provecho en este mundo y alcanzar salvación en el mundo venidero.
Conclusión
Sobre la base de las enseñanzas que Jesús nos dejó en Juan 15,
podemos afirmar que el primer paso para el crecimiento espiritual es
establecer una relación correcta con Dios. ¿Y qué tipo de relación desea
Dios tener con nosotros? En Cristo, Dios desea ser nuestro amigo.
Amistad con Dios: Ese es el primer paso para el crecimiento espiritual.
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Llegar a ser amigo o amiga de Dios: Ese es el primer paso para el
crecimiento espiritual.
Para crecer espiritualmente es necesario tener una profunda
amistad con Dios.
Hoy Dios nos llama a entrar voluntariamente en una relación de amistad
espiritual. Dios, quien es la fuerza espiritual más grande del universo; Jesús,
quien es la Palabra de Dios hecha ser humano; y el Espíritu Santo, quien es
la presencia de Dios en nuestros medios, desean establecer una relación de
amistad con cada hombre y cada mujer.
Respondamos con amor y fe a esta invitación, entrando voluntariamente
en una relación de amistad con Dios, por medio de Jesucristo. AMÉN
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Hablar con Dios
por Pablo A. Jiménez
Texto: Hechos 4.29-31
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario orar, es decir, hablar con
Dios regularmente.
Área: Formación espiritual
Propósito: Recalcar la importancia de la oración como disciplina espiritual.
Diseño: Temático-Doctrinal
Lógica: Inductiva
Introducción
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Uno de los grandes beneficios de las redes sociales es que nos permiten
mantenernos en contacto con nuestras amistades. Eso es particularmente
importante para aquellos de nosotros que tenemos amistades y familiares
que viven en otros países. Para nosotros las redes sociales son una
bendición.
Yo puedo asegurarles que el cambios en el mundo de las comunicaciones
es dramático. Por ejemplo, en el 1986 yo me mudé a San José, al capital de
Costa Rica, donde serví como misionero. Y los medios de comunicación que
teníamos a nuestra disposición eran el correo regular, el teléfono y el el
telégrafo.
De esos tres medios, el telégrafo ha desaparecido. Todas las oficinas
desde las cuales era posible enviar y recibir telegramas han cerrado.
El teléfono ha evolucionado, ya que para hacer una llamada internacional
antes era necesario llamar a central telefónica donde una operadora le
comunicaba con el número de teléfono que deseaba alcanzar. El proceso
tomaba entre 20 minutos y una hora, dependiendo del volumen de llamadas.
Lo que no ha cambiado mucho es el correo regular, que todavía toma
varias semanas en llegar de un país a otro.
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Hoy las redes sociales me permiten mantenerme en comunicación
constante con mis amistades. Solo tengo que ver sus respectivos perfiles en
Facebook para saber de sus logros, sus familias y hasta de sus problemas.
Diariamente puedo ver fotos de gente linda, que llevo cerca del corazón, pero
que viven en Venezuela, en Colombia, en México, en Costa Rica o en alguna
parte de los Estados Unidos.
Y si deseo hablar con esas personas, puedo escuchar sus voces por
Facebook o WhatsApp.
El mundo ha cambiado, pero la amistad no.
Cultivar la amistad
Afirmó que la amistad no ha cambiado porque hoy como ayer es
necesario cultivar las amistades para mantenerlas.
Yo sé que a veces nos engañamos a nosotros mismos, diciendo que
somos amigos de personas con las cuales no hemos hablado en años. En
realidad, la falta de comunicación ha interrumpido o hasta roto esas
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amistades. Si nos encontráramos con una de esas persona, tendríamos que
restablecer la amistad con ella.
La amistad necesita comunicación.
La amistad necesita diálogo.
La amistad necesita contacto constante.
Para mantener la amistad con alguien, es necesario hablar
constantemente con esa persona. Y lo mismo podemos decir sobre la
amistad con Dios. Para mantener viva nuestra amistad con Dios, es
necesario cultivar esa relación.
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Ahora bien, ¿cómo podemos cultivar esa relación con el Dios eterno?
Aunque parezca sorprendente, podemos cultivar la amistad con Dios de
manera muy similar a como cultivamos la amistad con cualquier otra
persona. Para mantener viva nuestra amistad espiritual, es necesario hablar
con Dios.
La oración como conversación espiritual
Tanto la Biblia como la tradición cristiana tienen un nombre para el acto de
hablar con Dios: Oración. Sí, mis buenos hermanos y mis buenas hermanas,
la oración es la forma más efectiva de comunicación con Dios.
La oración es una conversación; es un diálogo. Dios es quien ha
comenzado ese diálogo, porque el Dios creador nos habla constantemente:
Dios nos habla por medio de la naturaleza.
Dios nos habla por medio de nuestra razón.
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Y Dios nos habla por medio de la Biblia, las Sagradas Escrituras.
Por lo tanto, toda oración que podamos expresar es una respuesta a lo
que Dios ya ha hecho a través de la historia.
Oramos a partir de lo que Dios ha hecho por nosotros en el pasado.
Oramos por lo que Dios está hoy por nosotros en el presente.
Y oramos por lo que Dios hará por nosotros en el futuro.
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La oración tiene un aspecto personal y otro comunitario. Oramos en
privado, en la soledad de nuestro hogar; pero también oramos en la Iglesia,
en unión a otras personas de fe.
De hecho, es muy importante orar junto a otras personas. El ejemplo y la
inspiración que nos ofrecen los demás nos ayudan tanto a aprender a orar
como a perseverar en la oración.
La oración trae toda una serie de beneficios a la vida de las personas que
buscan de Dios:
1. Nos ayuda a conocer más a Dios.
2. Nos permite presentarle a Dios hasta nuestros pensamientos y
deseos más íntimos.
3. La oración nos ayuda a enfrentar y a superar los momentos de
dolor, dificultad y prueba que enfrentamos en la vida.
4. En los momentos cruciales de la vida, la oración nos recuerda que
no estamos solos, porque Dios está dispuesto a socorrernos.
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5. La oración nos ayuda a experimentar el gozo que da el vivir bajo la
mirada de Dios.
6. Cuando oramos, pasamos de desear las cosas que Dios pueda
darnos a desear la presencia de Dios. La presencia divina es el
mayor bien del cual un ser humano puede gozar.
7. Al mismo tiempo que necesitamos fe para orar, mientras más
oramos más fe tenemos en el Señor.
Una lección de la Escritura
La Biblia ofrece centenares de ejemplos de cómo el poder de Dios se
manifiesta cuando su pueblo ora con fe. Noten que no dije “el poder de la
oración”, porque la oración solo tiene poder cuando se dirige a Dios, quien se
ha revelado a la humanidad por medio de Jesucristo, en el poder del Espíritu
Santo.
El ejemplo que deseo presentarles hoy se encuentra en el cuarto capítulo
del libro de los Hechos de los Apóstoles. En ese capítulo encontramos la
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historia de Pedro y Juan, los líderes de los Apóstoles, quienes habían sido
encarcelados después de predicar y hacer un milagro en una de las puertas
del Templo de Jerusalén.
Después de pasar la noche en la cárcel, los Apóstoles enfrentaron a las
autoridades judías. En respuesta a sus preguntas, Pedro y Juan les dijeron:
Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a
ustedes antes que a él? Porque nosotros no podemos dejar de
hablar acerca de lo que hemos visto y oído”
Hechos 4.20-21
Al verlos responder con tanto valor, los políticos les “dejaron en libertad,
no sin antes amenazarlos, pues no hallaron ningún modo de castigarlos”
(4.21). Una vez liberados, los Apóstoles buscaron a los otros creyentes que
vivían en la ciudad y les contaron todo lo que habían pasado durante sus dos
días de cautiverio (4.23).
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¿Y qué hizo la Iglesia? La Iglesia hizo lo que la Iglesia hace en tiempos de
crisis: orar.
Elevaron oración al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (4.24).
Elevaron oración en el poder del Espíritu Santo (4.25).
Elevaron oración citando la Biblia, la Palabra que da testimonio de la
relación entre Dios y la humanidad (4.25-26).
Así llegamos a la porción bíblica que deseo recalcar, que se encuentra en
Hechos 4.29-31 (RVC):
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“Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos
tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor. Extiende también tu
mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios
en el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Cuando terminaron de orar,
el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron
llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin
ningún temor.
Noten que la Iglesia ora, presentando a Dios todo lo sucedido. Claro está,
Dios sabía lo que había ocurrido. Sin embargo, la oración nos da la
oportunidad de recordar y, en el proceso, de interpretar nuestras
experiencias de vida.
Por eso la Iglesia ora, presentando sus peticiones ante Dios. Noten que
Pedro y Juan no responden con violencia a las amenazas recibidas, sino que
las depositan en las manos de Dios (4.29). Y noten que no piden venganza,
sino que ruegan a Dios la oportunidad de predicar con toda libertad.
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Notemos, además, que la Iglesia ora en el nombre de Jesús (4.30). Jesús
nos enseñó a pedir en oración todas las cosas en su nombre (Juan 14.13-
14). Orar en el nombre de Jesús no es una fórmula mágica, ni una
superstición. No es como decir “abracadabra”. Por el contrario, cuando
oramos en el nombre de Jesús nos estamos refiriendo a la relación que nos
une. Por medio de la obra del Dios Hijo, ahora ustedes y yo podemos llegar a
ser hijos e hijas de Dios. Oramos, pues, en el nombre de Jesucristo, quien es
nuestro amigo fiel, nuestro Señor y nuestro salvador.
Conclusión
La Iglesia oró hasta que el lugar donde estaba reunida tembló, en señal
de que Dios había escuchado sus ruegos. Esto marcó un momento
importante en el desarrollo espiritual de la comunidad cristiana, que apenas
nacía en aquellos tiempos.
Este pasaje bíblico nos enseña que para crecer espiritualmente es
necesario hablar con Dios regularmente por medio de la oración.
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Por lo tanto, si usted desea crecer en la fe de Jesucristo, debe establecer
una relación de amistad con Dios y cultivarla diariamente por medio de la
oración.
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Leer la Biblia
por Pablo A. Jiménez
Texto: Hechos 8.29-31
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario leer e interpretar la Biblia,
que es la Palabra escrita de Dios.
Área: Formación espiritual
Propósito: recalcar la importancia del estudio bíblico para el crecimiento
espiritual
Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
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Introducción
Con toda seguridad, usted tiene un teléfono móvil. Sí, ya sea usted o un
familiar cercano tiene un teléfono inteligente con acceso al Internet. Estos
aparatos son fascinantes. Es increíble la cantidad de cosas que podemos
hacer por medio de estas microcomputadoras que llamamos teléfonos,
Aunque en realidad son mucho más.
Por medio del teléfono entramos a nuestra sede sociales
Por medio del teléfono enviamos mensaje de texto a nuestras
amistades
Y por medio del teléfono escuchamos nuestras canciones favoritas.
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¿Un libro de leyes?
Ahora bien, hay algo que no sé si usted sabía que puede hacer por medio
de su teléfono. Ahora usted puede escuchar programas de radio virtual,
grabaciones de programas radiales estas expresamente para el Internet.
Éstos programas tiene un nombre particular. Se les conoce como podcast, ya
que en vez de ser enviados por ondas radiales son dirigidos a los iPod, iPad
Y otros aparatos portátiles con acceso a Internet.
Recientemente estuve escuchando uno de estos programas. El
mantenedor del programa es estaba entrevistando a uno de los
precandidatos a la gobernación de Puerto Rico. Interesantemente, de
repente comenzaron hablar sobre la religión. Y el mantenedor del programa
dijo las siguientes palabras sobre la fe cristiana y la Biblia: “Yo no tengo que
obedecer un libro de reglas escrito hace 2000 años.”
La palabra de mantenedor del programa me dejaron pensando, tanto así
que las estoy compartiendo hoy ante ustedes. Me sorprende que alguien que
haya leído la Biblia pueda referirse a ella como un libro de leyes anticuada
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que ya no tienen importancia para la humanidad. Me sorprende porque la
Biblia no es un libro de reglas.
Las leyes en la Biblia
La Biblia es una colección de documentos escritos a lo largo de varios
siglos por personas de trasfondo judío. Y sí, hay partes de la Biblia que
contienen algunas leyes. En particular, la segunda mitad del libro de éxodo,
el libro de Levítico y el Deuteronomio contienen varias leyes, tanto
ceremoniales como civiles, que regulan la vida comunitaria del pueblo de
Israel.
También hay leyes en el libro del Deuteronomio, que interpreta y actualiza
la colección que se encuentra en los libros anteriores.
La parte más conocida de esta sección legal es la que contiene Los Diez
Mandamientos. Esta colección aparece dos veces en la Biblia: En Éxodo 20
y en Deuteronomio 5. Estás diez leyes tienen un contenido universal, que
debe ser observado por toda persona, Sin importar su grupo étnico, lengua o
nación.
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En forma resumida, podemos decir que Los Diez Mandamientos son los
siguientes:
8. No tendrás dioses ajenos delante de mí. (v. 7)
9. No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (v. 8)
10. No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios. (v. 11) porque yo,
el Señor, no consideraré inocente al que tome en vano mi nombre.
11. Observarás el día de reposo y lo santificarás, como yo, el Señor tu
Dios, te lo he ordenado. (v. 12)
12. Honrarás a tu padre y a tu madre, como yo, el Señor tu Dios, te lo
he ordenado, para que tu vida se alargue y te vaya bien en la tierra
que yo, el Señor tu Dios, te doy. (v. 16)
13. No matarás. (v. 17)
14. No cometerás adulterio. (v. 18)
15. No robarás. (v. 19)
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16. No presentarás falso testimonio contra tu prójimo. (v. 20)
17. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su casa, ni su tierra, ni su
siervo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le
pertenezca a tu prójimo. (v. 21)
La Biblia como una colección de testimonios de fe
Ahora bien, el que la Biblia contenga leyes no quiere decir que sea un
libro de leyes. La inmensa mayoría del contenido de la Biblia no es legal. La
mayor parte de las enseñanzas que encontramos en la Biblia llegan a
nosotros a través de historias de fe, poesía sagrada y discursos que nos
enseñan cómo relacionarnos con Dios.
Por lo tanto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la Biblia es
una colección de testimonios de fe que nos ayudan a establecer y a
profundizar una relación de amistad con Dios.
La Biblia no es un libro de reglas escritos por personas que se creían
perfectas. Por el contrario, en la Biblia encontramos relatos muy
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conmovedores de personas que pasaron por experiencias muy duras en sus
vidas. Estas personas lucharon por la vida, del mismo modo que tenemos
que hacerlo usted y yo. Y es precisamente en medio de la lucha por la vida
que tienen un encuentro transformador con Dios.
Por ejemplo:
• Adán se reveló contra el Dios que le creo.
• Abraham estaba atormentado porque no podía ser padre.
• Moisés huyó al desierto después de cometer un asesinato.
• Ruth quedó viuda sin tener hijos.
• David se convirtió en un mercenario que luchó a favor de los enemigos
de su pueblo.
• María de Nazaret tuvo un embarazo antes de casarse.
• Y Saulo de Tarso persiguió, encarceló y hasta ejecutó gente inocente
en nombre de su religión.
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Con el tiempo, todas estas personas desarrollaron una profunda amistad
con Dios. Por eso, hoy vemos sus respectivas vidas espirituales como
modelos que podemos seguir.
Sin embargo, la Biblia no esconde sus luchas, ni sus defectos ni sus
pecados. Por el contrario, es precisamente a través de la crónica de sus
luchas que ustedes y yo podemos examinar nuestras propias vidas y obtener
la inspiración necesaria para desarrollar una profunda amistad espiritual con
Dios.
La lectura bíblica y el crecimiento espiritual
Por esta razón, es importante que las personas que deseamos cultivar
una profunda amistad espiritual con Dios leamos la Biblia regularmente. La
Biblia es la Palabra de Dios revelada de manera escrita para la humanidad.
Aunque no contesta todas las preguntas que los seres humanos podemos
tener, la Biblia contiene todo lo necesario para que una persona:
• Conozca a Dios,
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• Tenga un encuentro con Jesucristo,
• Confiese sus pecados,
• Reciba salvación,
• Y sea llena del poder transformador del Espíritu Santo.
Es importante, pues, que hagamos el hábito de leer una porción de la
Biblia todos los días. Lo ideal es que usted aparte unos minutos de cada día
para orar a Dios en el nombre de Jesucristo y para meditar en un texto
bíblico.
¿Por donde podemos empezar? Le recomiendo que comience leyendo los
Evangelios, ya que por medio de ellos conocemos la vida y las enseñanzas
de Jesús de Nazaret, a quien confesamos como Señor y Salvador. Otros
textos fáciles de leer son los Salmos y los Proverbios, que contienen
enseñanzas espirituales muy profundas.
Hay textos bíblicos tan claros que no necesitan mayor explicación. Me
refiero a versículos tales como el Salmo 23.1 o Juan 3.16.
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Ahora bien, debo reconocer que la Biblia contiene muchas porciones
difíciles de interpretar. ¿Por qué? Porque la Biblia fue escrita hace miles de
años, en idiomas distintos al nuestro, por varias personas y comunidades a lo
largo de más de mil años. Por eso, necesitamos ayuda para comprender
adecuadamente la Biblia.
En el libro de los Hechos encontramos un ejemplo de cuan difícil es leer e
interpretar la Biblia. Me refiero al encuentro que tuvo un líder cristiano
llamado Felipe con un funcionario del gobierno de Etiopía (Hechos 8.26-40).
Este hombre regresaba a su país después de haber adorado a Dios en el
Templo de Jerusalén (vv. 27-28). Por lo tanto, era un hombre temeroso de
Dios.
Dios le reveló a Felipe que debía ir al encuentro con el funcionario (v. 26).
Veamos como Hechos describe este encuentro:
El Espíritu le dijo a Felipe: “Acércate y júntate a ese carro.”
Cuando Felipe se acercó y lo oyó leer al profeta Isaías, le
preguntó: “¿Entiendes lo que lees?” El etíope le respondió: “¿Y
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cómo voy a entender, si nadie me enseña?” Y le rogó a Felipe
que subiera al carro y se sentara con él.
Como vemos, el Etíope estaba leyendo la Biblia, pero no la comprendía
adecuadamente. Por eso envió a Felipe para que le enseñara a interpretar la
lectura que no podía entender. En respuesta, el funcionario tuvo una
experiencia de conversión y procedió a bautizarse en el nombre del Señor.
Conclusión
Esta historia nos enseña algo muy importante. Para comprender la Biblia
adecuadamente, debemos estudiarla con la ayuda de personas que—por su
experiencias con Dios—tienen más madurez y más capacidad para
interpretarla que nosotros.
Es por eso que nuestra Iglesia local ofrece varias oportunidades de
estudio bíblico, usando toda una diversidad de recursos. Además de la
predicación, tenemos la Escuela Bíblica Dominical, Estudios Bíblicos,
conferencias sobre distintos temas, retiros espirituales y talleres de
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capacitación. Y para las personas que desean estudios más avanzados, se
ofrecen clases de instituto, de universidad y hasta del nivel graduado.
Por lo tanto, afirmamos que para crecer espiritualmente es necesario
leer e interpretar la Biblia correctamente, ya que es la Palabra escrita de
Dios. Por medio de la Biblia podemos profundizar nuestra amistad con Dios.
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Habitar con el pueblo de Dios
por Pablo A. Jiménez
Texto: Hechos 20.36-38
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario congregarse con otras
personas que compartan nuestra fe.
Área: Formación espiritual
Propósito: Recalcar la importancia de asistir regularmente a la Iglesia.
Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
Introducción
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Nuestro mundo está lleno de espacios sociales falsos, donde todas las
transacciones interpersonales son simuladas.
Sé que mis palabras suenan fuertes, particularmente a los oídos de
aquellas personas que escuchan estas ideas por primera vez. Pero el hecho
es innegable: La sociedad actual ha construido toda una serie de espacios
sociales falsos, que aparentan ser comunidades, pero que solo enmascaran
la soledad que define a la generación actual.
Espacios sociales falsos
Permítanme ofrecer tres ejemplos de esos espacios sociales falsos.
Para empezar, tomemos el ejemplo del cajero automático. Es una
máquina mágica, que usted opera por medio de una tarjeta bancaria y unas
claves secretas. Tan pronto usted coloca la tarjeta en la ranura indicada, la
máquina le reconoce y le saluda: “Bienvenido, Jiménez-Rojas, Pablo A.” La
máquina conoce las actividades de su cuenta personal y le permite hacer
toda una serie de transacciones, tales como depositar dinero, retirar fondos,
preguntar cuanto dinero tiene en su cuenta, etc.
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Noten el lenguaje que usé: “la máquina reconoce, la máquina conoce”,
personificándola en el proceso. En realidad, la máquina no es más que un
terminal que le da acceso a las redes bancarias. La máquina hace aquello
para lo cual ha sido programada, nada menos y nada más. Si la máquina
escribe su nombre en la pantalla y hasta le agradece su patrocinio al banco,
es sencillamente porque ha sido programada para hacerlo.
Las redes sociales también son espacios sociales falsos, donde las
transacciones pueden ser simuladas fácilmente. Un adulto puede hacerse
pasar por un jovencito, una niña por un niño y un hombre casado por uno
soltero. Hay hasta quienes usan nombres falsos y fotos de otras personas
para reclamar logros que jamás han obtenido.
Hoy podemos tener “amistad” cibernética con personas que nunca hemos
visto y que, en realidad, ni siquiera sabemos si existen. La relación que nos
une, en realidad, es muy tenue.
Y, en tercer lugar, señalo el espacio social que define esta generación: El
Centro Comercial. Vamos allí, al “mall”, la “galería” o el “shopping center”,
para toda una serie de actividades, desde ir al banco hasta cenar o ver una
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película en el cine. Y hay ancianos que van a estos lugares meramente para
caminar, para tomar café o para sentarse a hablar con otros ancianos.
El “mall” es mucho más que el lugar donde se venden cosas en nuestra
ciudad. Es el lugar que define su valor en la sociedad. Los centros
comerciales respetan las tarjetas de crédito, no a las personas que las usan.
Los nombres de las tiendas donde usted compra y las marcas de los
artículos que usted usa definen quién el lugar que usted ocupa en la
sociedad.
Vivir en comunidad
El triste resultado de esta situación es que hoy es posible sentirse solo en
medio de una multitud.
Usted puede sentirse sola en un Centro Comercial lleno de gente que
hacen compras de última hora para Navidad.
49
Usted puede sentirse solo en un cine, aunque la función esté
completamente vendida.
Y usted puede sentirse sola cuando aquella vieja amiga decide
negarle el acceso a sus redes sociales.
Si algo caracteriza nuestra sociedad es esa soledad que nos ataca aun
cuando estemos rodeados de gente.
Y esto es un problema muy grave, dado que Dios creó al ser humano para
vivir en comunidad. El plan de Dios es que el hombre y la mujer vivan
rodeados de gente amada, que procuren el bienestar de toda la comunidad.
Por eso Dios creó al hombre y a la mujer, que se complementan no solo
en la sexualidad sino en otras áreas de la vida.
50
Por eso la pareja es la base de la familia, donde las distintas
generaciones velan por el bienestar mutuo.
Y por eso la familia es la base de los pueblos, que aspiran a
desarrollar sociedades que ofrezcan oportunidades de desarrollo
para toda persona y que cuiden de las personas más débiles.
Ahora bien, hay un pueblo que no se define meramente por su herencia
étnica o por el lugar donde vive; hay un pueblo que se define por su fe. Y ese
es el pueblo de Dios.
La Biblia habla de cómo Dios creó a la humanidad e intentó relacionarse
con ella de diversas maneras. En los tiempos antiguos, Dios llamó a un
hombre llamado Abraham y le hizo un llamado especial; un llamado a ser el
fundador de un nuevo pueblo de fe. Encontramos ese llamado en Génesis
12.1-3:
51
Pero el Señor le había dicho a Abrán: “Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo
haré de ti una nación grande. Te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y
maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las
familias de la tierra.”
Así nace el pueblo de Israel, cuyas experiencias de fe se narran en la
primera parte de la Biblia, que conocemos como el “Antiguo Testamento”.
Israel tuvo tiempos de gloria y tiempos de dolor.
Israel tuvo tiempos de fe y tiempos de incredulidad.
52
Israel tuvo tiempos de grandes victorias espirituales y tiempos de
terribles fracasos.
Sin embargo, leer el Antiguo Testamento afirma la importancia de la vida
en comunidad, pues la fe se transmite de generación en generación. Los
seres humanos aprendemos la fe de nuestros mayores para enseñarla a las
nuevas generaciones. El Antiguo Testamento recalca esta responsabilidad
educativa en muchos lugares, como Deuteronomio 4.9, que dice:
Por lo tanto, ten cuidado. Ten mucho cuidado de no olvidar nada
de todo lo que tus ojos han visto. Que no se aparten de tu
corazón en ningún momento de tu vida. Al contrario, enséñales
esto a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
53
La Iglesia como comunidad de fe
La segunda parte de la Biblia se llama el Nuevo Testamento y es la
sección que nos habla sobre el ministerio de Jesús de Nazaret y la respuesta
tanto de Israel como del mundo conocido a su mensaje. La vida, obra,
enseñanzas, muerte y resurrección de Jesús fueron tan impactantes que
cambiaron el mundo. Personas de todos los pueblos, no solo israelitas o
judías, creyeron en Jesús. Así nace una nueva comunidad de fe compuesta
por todas aquellas personas que confesamos a Jesús como Señor y
Salvador.
Esa nueva comunidad se llama “Iglesia”, palabra que se basa en el
vocablo griego “ekklesia”, que era el nombre de las asambleas que hacían
los hombres libres que eran vecinos de la misma comarca. El nombre es el
mismo, pero las diferencias son enormes. Mientras la asamblea
grecorromana estaba compuesta solamente por hombres libres y
propietarios, la asamblea cristiana estaba compuesta por hombres y mujeres,
por ricos y pobre, por esclavos y libres.
54
La Iglesia, desde sus comienzos, fue multicultural, multilingüe e inclusiva.
La Iglesia comprendió que era el nuevo pueblo de Dios, en continuidad con
el viejo pueblo de Israel, pero con una proyección global.
La Iglesia es sumamente importante, puesto que es la comunidad que
predica el Evangelio, que le enseña la fe a las nuevas generaciones y que
trata de vivir a la luz de los valores del Reino de Dios. Y si digo “trata”, es
porque la Iglesia no es un “club de santos”, sino una comunidad de personas
que reconocemos nuestro pecado, confesamos nuestra maldad y tratamos
de superarnos, en el nombre del Señor Jesucristo.
Cuando la Iglesia hace bien su labor, se convierte en una comunidad
imprescindible, donde personas maduras en la fe acompañan a las demás en
su peregrinar cristiano.
Encontramos un buen ejemplo de la labor de la Iglesia en el capítulo 20
del libro de los Hechos de los Apóstoles. El relato cuanta cómo el Apóstol
Pablo decidió viajar a Jerusalén, a pesar de que entendía perfectamente que
el viaje iba a ser peligroso. En especial, recoge el discurso del Apóstol en la
ciudad de Mileto, donde se detuvo para despedirse de los líderes de la
55
Iglesia. Hechos 8.36 al 38 describe la reacción del liderazgo de la Iglesia a
las decisiones de Pablo:
Dicho esto, Pablo se puso de rodillas y oró con ellos. Todos
comenzaron a llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaron,
pues les dolió mucho el que dijera que no lo volverían a ver.
Después de eso, lo acompañaron hasta el barco.
Conclusión
En su mejor expresión, la Iglesia es una comunidad de fe verdadera, que
predica el mensaje cristiano con palabras y hechos, que ora continuamente
por los demás, y sabe “llorar con los que lloran”.
La Iglesia es la comunidad donde personas de mucha experiencia en la fe
le enseña el mensaje del amor de Cristo a las nuevas generaciones.
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La Iglesia es la comunidad compasiva que incluye a la personas
rechazadas por los demás, comparte el pan con la gente más pobre de la
sociedad y restaura a quienes han caído.
Por eso, afirmamos sin temor que para crecer espiritualmente es
necesario congregarse con otras personas que compartan nuestra fe.
Es ahí que vemos el mensaje del Evangelio traducido en acción.
5
Hacer pacto con Dios
por Pablo A. Jiménez
Texto: 1 Corintios 11.23-26
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario hacer pacto con Dios por
medio del bautismo y renovarlo por medio de la Cena del Señor.
Área: Formación espiritual
Propósito: Recalcar la importancia de los sacramentos u ordenanzas.
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Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
Introducción
“O nos casamos o nos dejamos”: seguramente usted ha escuchado una
frase como esa alguna vez. Es más, seguramente alguna vez usted le dijo
algo así a su pareja o su pareja le dijo algo así.
Y sí, suena fuerte, pues es un “ultimátum”. Es una frase tajante,
determinante y definitiva, que busca clarificar una situación.
En toda relación llegan momentos de definición, donde una pareja tiene
que decidir si su relación tiene futuro. Llega el momento de decidir lo que
deseamos hacer, de manera que no perdamos nuestro tiempo ni le hagamos
perder el tiempo a los demás.
¿Simpatizantes o creyentes?
Esos momentos también llegan en nuestra relación con Dios. Después de
un tiempo de asistir a la Iglesia con cierta regularidad, debemos decidir si
58
nuestra relación con Dios ha de avanzar o no. Es decir, debemos decidir si
vamos a seguir siendo simpatizantes del Evangelio o si en realidad vamos a
convertirnos en creyentes fieles que desean tener una relación cada vez más
profunda con Dios.
En cierta manera, todos y todas comenzamos nuestra vida de fe como
simpatizantes del Evangelio.
• Alguien nos invita a la Iglesia.
• Disfrutamos de la música y de la adoración.
• Escuchamos algunos sermones que nos hacen bien.
• Hacemos algunas amistades en la congregación.
• Y disfrutamos de los eventos especiales, tales como conciertos,
dramas y comidas fraternales.
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Todo eso es bueno y nos inspira a dar gracias a Dios por todas las
personas que, de una manera u otra, aprenden a apreciar la vida de fe que
modela nuestra Iglesia local.
Sin embargo, no podemos quedarnos toda la vida como “simpatizantes”
del Evangelio. Del mismo modo que una pareja no puede pasarse toda la
vida como “noviecitos de manita sudada”, una persona no puede sostener
por mucho tiempo una amistad superficial con Dios. Así como una pareja que
se va enamorando desea pasar más tiempo junta, compartiendo nuevas
experiencias, el alma de la persona creyente desea pasar más tiempo con
Dios, buscando experiencias espirituales más profundas.
Sí, en la vida espiritual también llegan esos momentos de encrucijada,
donde la relación avanza o termina.
Hacer pactos
Ahora bien, ¿cómo podemos profundizar nuestra relación con Dios?
¿Cómo es que avanza una relación espiritual con el Dios de la Vida, que se
ha revelado a nosotros por medio de la obra de Jesucristo?
60
Interesantemente, se desarrolla en manera similar a la forma como
avanza una relación de noviazgo: haciendo pactos.
Fíjese bien. Una pareja avanza la relación cuando entra en una serie de
pactos.
Primero, deciden entrar en un noviazgo.
Segundo, deciden comprometerse.
Tercero, deciden casarse.
En cada una de esas etapas el novio y la novia se hacen promesas, se
comprometen a cumplir ciertas responsabilidades y reclaman disfrutar de
ciertos privilegios.
61
En el caso del matrimonio, celebramos toda una ceremonia donde la
pareja se compromete públicamente, aceptando entrar en una relación de
pacto, en este caso, de pacto matrimonial. Y en el caso de nuestra relación
con Dios, la situación es muy similar.
Primero, usted acepta la salvación que Dios le ofrece cuando reconoce a
Jesucristo como Señor y Salvador de su vida.
Segundo, usted entra en una relación de pacto con Dios, descendiendo
a las aguas del bautismo.
Y, tercero, usted afirma ese pacto cada vez que participa de la Cena
del Señor, de la Santa Comunión, partiendo el pan y tomando de la
copa de salvación.
62
Permítanme, pues, comentar brevemente estas tres experiencias de fe.
La profesión de fe
El primer paso que debe tomar una persona para hacer pacto con Dios es
confesar su fe en Cristo, afirmando públicamente que Jesús es su Señor y
Salvador. Esta práctica se basa en las enseñanzas de la Biblia,
particularmente en textos como Romanos 10.8b-10:
Ésta es la palabra de fe que predicamos: “Si confiesas con tu
boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo
levantó de los muertos, serás salvo.” Porque con el corazón se
cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para
alcanzar la salvación.
En obediencia a este pasaje bíblico, en muchas ocasiones un predicador
o una predicadora pregunta al final de un sermón si hay alguien que desea
63
confesar su fe, aceptando públicamente a Jesucristo como Señor y Salvador.
Por lo regular, se le pide a estas personas que desean comprometerse con
Dios que repitan una “oración de fe” como esta:
Buen Dios, he escuchado tu Palabra y respondo con fe. Confieso
que Jesucristo es mi Señor y le acepto como mi único y suficiente
Salvador. Te pido que perdones mis pecados, que me regales el
don de la salvación y que me llenes del Espíritu Santo. En el
nombre de Jesús. AMÉN.
Como hemos visto, esto es mucho más que una “tradición evangélica”. Es
una respuesta a un mandato bíblico por medio del cual comenzamos a
establecer un pacto con Dios y a integrarnos a la Iglesia, como comunidad de
fe.
El Bautismo
64
El segundo paso, y el más importante, es el bautismo. Y yo sé, varias
iglesias hacen este ritual de manera distinta. Para muchos, el bautismo es
solo una ceremonia para niños y niñas. Sin embargo, cuando leemos la
Biblia encontramos que el bautismo es mucho más.
En primer lugar, la palabra “bautismo” proviene de un verbo griego que se
pronuncia “baptixo”. Ese verbo quiere decir, “sumergir”, es decir, “poner algo
debajo del agua”. Ese es el significado literal.
Romanos 6 explica el significado espiritual del bautismo de la siguiente
manera:
Entonces, ¿qué diremos? ¿Seguiremos pecando, para que la
gracia abunde? De ninguna manera! Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿No
saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo
Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque por el bautismo
fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
65
nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos unido a
Cristo en su muerte, así también nos uniremos a él en su
resurrección. Sabemos que nuestro antiguo yo fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha
muerto, ha sido liberado del pecado. Así que, si morimos con
Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que
Cristo resucitó y que no volverá a morir, pues la muerte ya no
tiene poder sobre él. Porque en cuanto a su muerte, murió al
pecado de una vez y para siempre; pero en cuanto a su vida, vive
para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado
pero vivos para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.
¿Qué quiere decir esto? Que el bautismo es un ritual por medio del cual
una persona se identifica con la muerte de y resurrección de Jesús de
Nazaret.
66
• Así como Jesús murió y fue sepultado bajo la tierra, el creyente
“muere” de manera simbólica a su vida vieja y es “sepultado debajo del
agua.
• Así como Jesús venció la muerte, levantándose de la tumba, el
creyente se levanta de las aguas a una nueva vida espiritual con Dios.
Esto explica por qué el bautismo es tan importante. El bautismo es el ritual
por medio del cual un creyente se identifica con la muerte y resurrección de
Jesús, el Cristo.
La Cena del Señor
El tercer paso es participar de la “Cena del Señor”, ritual que otras
confesiones cristianas llaman “la Santa Comunión” o “la Eucaristía”. En 1
Corintios 11.23 al 26 encontramos una clara explicación del significado
espiritual de esta práctica:
67
Yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado a ustedes:
Que la noche que fue entregado, el Señor Jesús tomó pan, y que
luego de dar gracias, lo partió y dijo: “Tomen y coman. Esto es mi
cuerpo, que por ustedes es partido; hagan esto en mi memoria.”
Asimismo, después de cenar tomó la copa y dijo: “Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que la beban,
en mi memoria.” Por lo tanto, siempre que coman este pan, y
beban esta copa, proclaman la muerte del Señor, hasta que él
venga.
El significado es claro: el pan y la copa nos recuerdan el sacrificio de
Jesucristo, quien murió para darnos vida abundante. Cuando participamos de
esta ceremonia, afirmamos el pacto que nos une a Dios; sí, el mismo pacto
que establecimos públicamente por medio del bautismo.
Conclusión
68
Por lo tanto, si deseamos tener una profunda relación con Dios,
integrándonos a la Iglesia de Jesucristo, es necesario que entremos en una
relación de pacto con Dios. ¿Y cómo podemos establecer ese pacto?
Entramos en una relación de pacto con Dios cuando confesamos
públicamente nuestra fe, descendemos a las aguas del bautismo y
participamos de la Cena del Señor.
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6
Servir a los demás
por Pablo A. Jiménez
Texto: Hechos 6.1-7
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario servir a los demás, tanto a
otras personas de fe como a la comunidad en general.
Área: Formación espiritual
Propósito: Recalcar la importancia del servicio, tanto dentro como fuera de
la Iglesia.
Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
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Introducción
Una de las críticas que se le hace a la Generación del Milenio, es decir, a
quienes nacieron poco antes o poco después del año 2000, es que no saben
perder. Han crecido en un ambiente de refuerzo positivo constante, donde
sus padres, madres, abuelos, abuelas o personas encargadas les celebran
hasta sus logros más pequeños como si fueran grandes avances en las
artes, el deporte o la ciencia. Hoy hasta los chicos y las chicas menos
diestros, reciben algún reconocimiento por “participación”.
Claro está, esto no es culpa de los niños y de las niñas de esta
generación, si no de aquellas personas que formamos parte de las
generaciones anteriores. En realidad la exageración del refuerzo positivo
comenzó mucho antes del 2000.
Los niños y niñas de la Generación X, los nacidos entre el 1965 y el 82,
podemos recordar con claridad cuando comenzó todo. En Puerto Rico, la
imagen viva de la exageración del refuerzo positivo fue un personaje de
televisión llamado el Tío Nobel. Éste señor salía todos los días en un
programa de televisión donde presentaba dibujos animados y hacía juegos
71
con los niños y las niñas que tenían el privilegio de participar de su
audiencia. Como todas las personas mayores de 40 años criadas en Puerto
Rico recordarán, en esos juegos nunca habían perdedores: habían
“ganadores” y “casi ganadores”. Es como si el verbo “perder” se hubiese
convertido una mala palabra.
El maltrato ayer y hoy
Y uno se pregunta por qué surge este movimiento de refuerzo positivo. Y
la respuesta es muy clara: es una reacción a la violencia contra la niñez que
siempre ha imperado en nuestra sociedad.
Antes esa violencia era abierta. Aquellos que pasamos de 50 años
podemos recordar los tiempos cuando las maestras nos pegaban en la
escuela, cuando los padres nos podían dar una paliza en un lugar público sin
que nadie se inmutara o cuando nuestras abuelas nos castigaban por largas
horas en nuestros propios hogares. Esos castigos hoy nos parecen sacados
de una película de horror:
72
Arrodillarse sobre granos de arroz.
Desnudarse para que le pegaran a uno con una correa.
Y el más cruel de todos: mandarlo a uno a buscar una ramita de un
arbusto que se convertiría en la vara con la cual nos iban a
golpear.
Y no sigo porque no quiero seguir trayéndo malos recuerdos. El hecho es
que ese maltrato que antes era abierto, hoy es solapado. Nuestros niños y
nuestras niñas siguen siendo víctimas de abuso por parte de quienes
deberían cuidarlos con amor. Lo que pasa es que hoy ese maltrato es más
emocional que físico.
73
Hace varios meses que papá no me llama ni me escribe un mensaje de
texto.
Mamá apenas levanta la mirada de la pantalla donde chatea con sus
amistades por medio de las redes sociales.
Y nunca falta un familiar que nos dice esa fatídica frase: “Tú no
sirves para nada; tú no tienes valor”.
¿Para qué sirvo?
Yo recuerdo con mucho dolor un episodio que ocurrió cuando yo tenía 14
años, una semana después que una de mis tías me indicó que a mi mamá
sólo le quedaban algunas semanas de vida. En una discusión, el esposo de
otra de mis tías me dijo una frase que se quedó grabada en mi mente: “Tú
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solo sirves para comer”. Y, aunque reconozco que debo darle puntos por la
creatividad de su insulto, lo que me dijo me hizo mucho daño. Esa frase se
quedó resonando en mi mente por mucho tiempo, alimentando mis temores y
motivando preguntas como las siguientes:
¿Para qué sirvo?
¿Acaso tengo algún valor?
¿Llegaré a alcanzar algún logro en la vida?
Estoy seguro que todos y todas pueden identificarse con estas preguntas,
porque todo ser humano, en algún momento, se cuestiona el propósito de su
vida. Toda persona se pregunta:
75
Si su vida tiene sentido,
Si lo que hace tiene alguna trascendencia,
Si sus esfuerzos tienen algún valor.
La buena noticia es que tanto la Biblia, la Palabra de Dios, como la fe
cristiana en general responden a esta pregunta de manera afirmativa.
Sí, tu vida tiene sentido.
Sí, las cosas que haces en beneficio de los demás tienen
trascendencia.
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Sí, tus esfuerzos tienen valor.
Uno de los hábitos que nos ayuda a crecer espiritualmente también nos
ayuda a descubrir el propósito de nuestras vidas y nuestro valor como seres
humanos. Me refiero al servicio a los demás. Para comprender para qué
servimos en la vida, tenemos que aprender a servir a los demás.
La elección de los siete diáconos
En la Biblia encontramos un episodio que habla sobre el valor del servicio
para el crecimiento espiritual. El mismo se encuentra en el sexto capítulo del
libro de Los Hechos de los Apóstoles.
Este pasaje bíblico abre una ventana al mundo de la Iglesia Primitiva.
Describe a una Iglesia compleja a pesar de su pequeñez. En sus primeros
años, aun cuando solo estaba compuesta de personas de trasfondo judío, la
Iglesia estaba dividida en dos grupos principales.
77
• El primer grupo estaba compuesto por creyentes nacidos y criados en
Palestina, que hablaban en Arameo. Este es el grupo que Hechos 6
llama cristianos “hebreos”.
• El segundo grupo también estaba compuesto por creyentes de
trasfondo judío, pero que provenían de otras partes del Imperio
Romano. En este segundo grupo hasta había “prosélitos”, es decir,
personas no judías que se convirtieron al judaísmo cuando llegaron a la
edad adulta. Este es el grupo que Hechos 6 llama cristianos “griegos”.
Lo interesante es que Hechos no esconde el conflicto que surgió entre
estos dos grupos. E irónicamente, el conflicto surgió por la administración de
un plan que mostraba el amor y la misericordia de Dios a los demás.
Me explico, en el mundo antiguo no habían programas de seguridad
social, pensiones para personas retiradas o sistemas de salud para
envejecientes. Se supone que cada familia velara por el bienestar de sus
ancianos o ancianas. Ahora bien, ¿qué pasaba con las ancianas viudas, que
78
no tenían esposo ni hijos que velaran por ellas? Esas mujeres se tenían que
dedicar a pedir limosnas para sobrevivir.
Hechos 6 nos indica que la Iglesia Primitiva implantó un programa de
ayuda comunitaria—el primero que describe el Nuevo Testamento—para dar
alimento a las ancianas viudas que habían formaban parte de sus
comunidades de fe. Se supone que cada día se le diera algo de comer a
estas ancianitas piadosas. El problema es que las tensiones étnicas y
raciales entre los judíos “hebreos” y los “griegos” afectaron la distribución de
los alimentos, al punto que solo las viudas “hebreas” estaban recibiendo
alimentos. Hechos 6.1 describe el problema de la siguiente manera:
En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento,
pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en
contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución
diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas.
79
Un elemento que complicaba la situación era que, como la Iglesia aún era
relativamente pequeña, los mismos discípulos de Jesús reconocidos como
Apóstoles repartían los alimentos a las viudas. Es decir, los Apóstoles
estaban a cargo tanto de la misión de predicar y evangeliza como de la
misión de ayudar a las viudas. es en ese momento cuando el Espíritu Santo
les ilumina, dándoles una solución:
Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les
dijeron: “No está bien que desatendamos la proclamación de la
palabra de Dios por atender a las mesas. Así que, hermanos,
busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio,
que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se
encarguen de este trabajo. Así nosotros podremos continuar
orando y proclamando la palabra.”
Hechos 6.2-4
80
Noten que el crecimiento de la Iglesia tuvo consecuencias inmediatas en
la Iglesia, que se vio obligada a:
Manejar conflictos,
Dividir sus tareas,
Y desarrollar nuevos líderes.
Lo que es aún más sorprendente es a quiénes los Apóstoles escogen
para llevar a cabo las tareas de distribución. El texto dice:
81
Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron
a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a
Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un
prosélito de Antioquía. Luego los llevaron ante los apóstoles, y
oraron por ellos y les impusieron las manos.
Hechos 6.5-6
Aunque quizás sea difícil de notar en español, todos estos nombres son
griegos. ¡Todos! Fíjense que no hay un solo nombre común en hebreo, tal
como Isaac, Jacob, Moisés, Saul, David, Salomón o Ezequiel. Todos son
griegos y uno de ellos, Nicolás, es prosélito (es decir, que no era judío de
nacimiento). ¡Los Apóstoles no solo nombraron siete nuevos líderes, sino
que los escogieron precisamente del grupo que había sido marginado en la
distribución de los alimentos!
Conclusión
¿Y cuál fue el resultado de todo esto? Hechos 6.7 lo dice con claridad:
82
Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se
multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y
aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.
El servicio comunitario trajo crecimiento a la Iglesia, tanto al nivel colectivo
como individual. Y esto último lo sabemos porque el resto del capítulo 6 y el
7 describen el crecimiento espiritual de Esteban, cuyo desarrollo espiritual
fue tan vertiginoso que los enemigos del Evangelio lo asesinaron. Además, el
capítulo 8 describe el ministerio de Felipe, que pasó de servir las mesas a
evangelizar la región de Samaria.
Todo esto prueba que para crecer espiritualmente es necesario
cultivar el hábito de servir a los demás, tanto a otras personas de fe
como a la comunidad en general.
83
7
Compartir la fe
por Pablo A. Jiménez
Texto: Hechos 9.10-19
Tema: Para crecer espiritualmente es necesario compartir nuestra fe en
Jesucristo con personas que necesitan de Dios
Área: Formación espiritual
Propósito: Recalcar la importancia de la evangelización.
Diseño: Temático
Lógica: Inductiva
84
Introducción
A pesar de toda la publicidad que nos rodea, es interesante notar que la
mayor parte de las veces que compramos cosas nuevas o que frecuentamos
lugares nuevos, lo hacemos porque alguna persona conocida lo recomienda.
Alguien va a un restaurante y nos dice “tienes que ir, porque la comida es
deliciosa”.
Otra persona va a una tienda y nos llama para decir “tienes que ir
porque la ropa es buenísima y los precios son excelentes”.
Aun otra persona nos dice “mi hija fue a esa universidad y la
recomienda sobre todas las demás”.
85
En el mundo del mercadeo, esto se conoce como “word of mouth”, es
decir, mercadeo “boca a boca” o “por boca de otros”.
Aun hoy, cuando el mundo cibernético está transformando todas nuestras
relaciones, encontramos diferentes manifestaciones de esta forma de
mercadeo.
La forma más básica es notando cuantos “likes” o “me gusta” tiene una
entrada en una página de Internet.
También prestamos atención a los comentarios y calificaciones (en
inglés, “ratings”) de las páginas que visitamos.
Y no podemos olvidar que hay páginas en el Internet dedicadas a
calificar restaurantes, hoteles y líneas aéreas, entre otros servicios.
86
Si, a pesar de todos los anuncios con los cuales el mercado nos
bombardea, todavía las recomendaciones personales tienen más peso que la
publicidad masiva.
Por qué no recomendamos la fe
Esto nos lleva a considerar una pregunta crucial para el futuro de la
Iglesia: ¿Por qué no recomendamos la fe con el mismo entusiasmo con el
cual recomendamos otras cosas? Y, por favor, no seamos inocentes.
• Es innegable que es mucho más fácil llamar a un familiar para
recomendarle que visite tal o cual restaurante, que llamar para invitarle
a visitar nuestra Iglesia.
• Es innegable que es mucho más fácil decirle a una compañera de
trabajo que lea tal o cual libro sobre el matrimonio, que invitarle a
participar de un retiro matrimonial.
87
¿A qué se debe esta discrepancia, este desfase, esta diferencia? Son
muchas las respuestas posibles:
Quizás vemos la fe como algo personal y privado, lo que nos cohibe de
compartirla con otras personas.
Quizás no queremos que nos vean como uno de esos “fanáticos
religiosos” que hostigan a los demás.
O quizás no hemos hecho el hábito de compartir nuestra fe de
manera simple, sencilla y natural con aquellas personas que nos
rodean.
88
Sí, compartir la fe es un hábito; es un hábito como cepillarse los dientes,
como ponernos el cinturón de seguridad cuando manejamos y como revisar
las notificaciones de nuestras redes sociales.
Compartir la fe es un hábito que debemos cultivar, que debemos
aprender.
Nace de la experiencia de fe
En su expresión más sencilla, compartir nuestra fe es fácil. Lo único que
debemos hacer es contarle a los demás cuál ha sido nuestra experiencia. Y,
como su experiencia de fe es personal, nadie puede cuestionar la veracidad
de la misma sin poner en tela de juicio su carácter.
• Por ejemplo, si usted le dice a un compañero de trabajo que ha
comenzado a cultivar una sincera amistad con Dios, quizás pueda
mirarle mal, pero nadie puede negar que usted ha tenido esa
experiencia.
89
• Y si usted le dice a esa misma persona que la cercanía con Dios ha
sido de bendición para su vida, una vez más, nadie puede cuestionar la
veracidad de su aseveración.
Lo importante es que sus palabras sean un reflejo sincero de su experiencia
cristiana.
Usted no necesita usar lenguaje religioso ni mucho menos teológico.
Usted no necesita citar docenas de textos bíblicos, mucho menos en
hebreo o en griego.
Usted no necesita hablar con la elocuencia de un gran orador para
impresionar a su audiencia.
90
El primer paso necesario para compartir la fe es tener una experiencia de
fe que compartir. Usted no puede dar lo que no tiene. Por lo tanto, si su
experiencia de fe no es genuina, usted no tiene nada que compartir.
En su expresión más sencilla, compartir la fe implica decirle a otra
persona “ven y ve” lo que Dios está haciendo en mi vida, en mi familia y en
mi Iglesia (compare con Juan 1.46).
Una lección de la Escritura
La Biblia contiene centenares de historias donde personas de fe
comparten sus experiencias con las demás. Hoy deseo compartir con
ustedes una de esas experiencias, pero les advierto que es una de las más
difíciles. Sí, porque es una experiencia donde el Cristo Resucitado le pidió a
un creyente fiel que compartiera el Evangelio con alguien que odiaba al
pueblo de Dios.
Me refiero a la experiencia que un hombre llamado Saulo de Tarso tuvo
cuando se dirigía a la ciudad de Damasco, con el propósito de perseguir,
encarcelar y aún asesinar al liderazgo del movimiento cristiano.
91
Saulo aún lanzaba amenazas de muerte contra los discípulos del
Señor cuando fue a ver al sumo sacerdote. Allí le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco para que, en caso de hallar a
hombres o mujeres de este Camino, los pudiera llevar presos a
Jerusalén.
Hechos 9.1-2
Saulo ya había creado mala fama por su actividades en contra de la
comunidad cristiana, particularmente por orquestar el asesinato de Esteban,
el primer líder cristiano que murió a causa de su fe. Saulo perseguía a la
Iglesia porque estaba convencido que el movimiento cristiano era herético,
es decir, que predicaba una falsa doctrina que le hacía daño al verdadero
pueblo de Dios. Por eso Saulo nunca imaginó que iba a tener la siguiente
experiencia:
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Pero sucedió que de pronto en el camino, ya cerca de Damasco,
lo rodeó un poderoso haz de luz que venía del cielo y que lo hizo
rodar por tierra, mientras oía una voz que le decía: “Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?” Y él contestó: “¿Quién eres, Señor?” Y
la voz le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. [Dura cosa te
es dar de coces contra el aguijón. Él, temblando de temor, dijo:
“Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor le dijo:] Levántate
y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que debes hacer.” Los
acompañantes de Saulo se quedaron atónitos, porque oían la voz
pero no veían a nadie. Saulo se levantó y, cuando abrió los ojos,
ya no podía ver, así que de la mano lo llevaron a Damasco, y allí
estuvo tres días sin poder ver, y tampoco comió ni bebió nada.
Hechos 9.3-9
Noten que Saulo sabe que está teniendo una experiencia espiritual, pero
no sabe quién le habla. Probablemente imaginó que era un ángel, como
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ocurre en las narrativas de la Biblia Hebrea. Lo último que imaginó fue que
quien le hablaba era Jesús, el mismo a quien él consideraba un falso profeta.
Consideremos, por un momento, la situación de Saulo. El líder judío había
dedicado su vida a una cruzada que—en un segundo—probó ser una
mentira.
Saulo comprendió que él no era un héroe, sino un asesino.
Saulo comprendió que él no estaba del lado de la verdad, sino de la
mentira.
Saulo comprendió que estaba equivocado, equivocado, equivocado.
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Es en este momento que entra en escena otro personaje. Ananías, un
líder cristiano, quien también tiene una experiencia espiritual. El Cristo
Resucitado lo llama y lo comisiona, en los vv. 10 al 12 del capítulo 9:
En Damasco había un discípulo llamado Ananías, que había
tenido una visión en la que el Señor lo llamaba por su nombre.
Ananías había respondido: “Aquí me tienes, Señor.” El Señor le
dijo: “Levántate y ve a la calle llamada ‘Derecha’; allí, en la casa
de Judas, busca a un hombre llamado Saulo, que es de Tarso y
está orando. Saulo ha tenido una visión, en la que vio que un
varón llamado Ananías entraba y le imponía las manos, con lo
que le hacía recobrar la vista.”
La orden de Jesús deja frío a Ananías. El entusiasmo que tenía cuando
respondió “Aquí me tienes, Señor” se esfuma cuando comprende que la voz
celestial le pide que vaya a compartir su fe con un enemigo de la Cruz. Por
eso, Ananías se atreve a objetar el llamado de Jesús, diciendo:
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Pero, Señor, he sabido que este hombre ha tratado muy mal a
tus santos en Jerusalén. También sé que los principales
sacerdotes le han dado autoridad para aprehender a todos los
que invocan tu nombre.
Hechos 9.13-14
Jesucristo le responde, con una de las palabras más duras y hermosas
que hay en las Sagradas Escrituras:
Y el Señor le dijo: “Ve allá, porque él es para mí un instrumento
escogido. Él va a llevar mi nombre a las naciones, a los reyes y a
los hijos de Israel. Yo le voy a mostrar todo lo que tiene que sufrir
por causa de mi nombre.”
Hechos 9.15-16
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Las palabras de Jesús animan a Ananías, quien procede a cumplir su
misión:
Ananías fue y, una vez dentro de la casa, le impuso las manos y
le dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el
camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la
vista y seas lleno del Espíritu Santo.” Al momento, de los ojos de
Saulo cayó algo que parecían escamas, y éste recibió la vista.
Luego que se levantó, fue bautizado; y después de comer
recobró las fuerzas y durante algunos días se quedó con los
discípulos que estaban en Damasco.
Hechos 9.17-19
Conclusión
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“Hermano Saulo”; sólo la fe puede hacer eso. Sólo la fe en el Dios que se
revela a la humanidad por medio de Jesucristo puede convertir:
Al perseguidor de la Cruz en discípulo de Jesucristo.
Al asesino en hermano.
A Saulo de Tarso en el Apóstol Pablo.
Todo esto nos enseña que para crecer espiritualmente es necesario
compartir nuestra fe en Jesucristo con personas que necesitan de Dios.
Si, aún con aquellas personas que una vez nos hicieron daño. Solo tenemos
que hablarles con amor, diciendo “ven y ve”.
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