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PLATÓN (427 -347 a.C.)
1º. Contexto histórico-filosófico de la filosofía de Platón
2º. Pensamiento de Platón:
1ª. La interpretación de la Realidad: La teoría de las Ideas
2ª. Teoría del conocimiento: reminiscencia y dialéctica
3ª. Antropología: el dualismo alma-cuerpo
4ª. Pensamiento ético-político: intelectualismo y utopía del Filósofo-Rey
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1º. CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN
Contexto Histórico
Platón nació en Atenas en el año 427 a. C y murió en el 347 a. C. En el año 510 a. C se
expulsó al último tirano de Atenas y apareció por primera vez la democracia, que experimentó
su mayor desarrollo en el llamado siglo de Pericles. Platón vivió el declive de este sistema
político.
En tiempos de Platón, Grecia era un conjunto de polis o ciudades estado independientes
desde un punto de vista político, militar y económico. Atenas y Esparta eran las más
importantes y mantenían una dura pugna por conseguir la hegemonía en el mundo helénico.
La democracia griega, como es bien sabido, era directa y limitada. Los ciudadanos intervenían
en la política a través de las instituciones democráticas: Asamblea, Consejo, Magistraturas…
La democracia se basaba en dos principios fundamentales: la isonomía o igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley, y la isegoría o derecho de todos los ciudadanos a tomar la palabra y
participar activamente en la Asamblea.
Platón vivió en una sociedad fuertemente condicionada por las consecuencias de las
Guerras médicas entre griegos y persas. Los griegos, liderados por Atenas, consiguieron
vencer y evitar la invasión persa. Célebres fueron dos batallas: la de Maratón y la de
Salamina, en la que los griegos consiguieron destruir la poderosa flota persa.
Con el fin de defenderse de posibles nuevos ataques de los persas, muchas polis decidieron
unirse a Atenas, formándose así en el año 477 a. C. la llamada Liga de Delos, en la que
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llegaron a participar doscientas ciudades. Esparta nunca participó en esta unión. El liderazgo
político de Atenas hizo que la democracia se extendiese a muchas otras ciudades griegas.
En el año 444 a. C fue elegido Pericles como “estratega” de Atenas. Durante los quince
años que estuvo en el poder, Atenas alcanzó su mayor esplendor: se construyen numerosas
obras públicas, se fortifica la ciudad, se levantan templos y edificios, etc. El siglo V a. C.
pasará a ser el llamado siglo de oro de Atenas. El desarrollo de las artes fue deslumbrante:
la arquitectura, la escultura o el teatro (Eurípides, Esquilo, Sófocles…) alcanzaron su máximo
desarrollo. Bajo el mandato de Pericles, la Acrópolis de Atenas experimenta un enorme
desarrollo. Autores como Fidias o Praxíteles trabajaran en la construcción y decoración de los
templos y edificios. En esta época se mantuvieron los ideales de belleza y naturalismo
clásicos, siguiendo la célebre idea estética del canon griego.
La decadencia de Atenas coincidió con la larga guerra contra Esparta, conocida como
Guerra del Peloponeso, en la que murió Pericles. Atenas pierde. Esparta impone el
denominado Gobierno de los treinta tiranos en Atenas, con lo que la democracia desaparece
como sistema político. Se instauró un régimen de terror que provocó el malestar de los
atenienses. En el año 403 a. C. se produce una rebelión ciudadana contra los Tiranos que son
derrocados. Se instaura un sistema democrático moderado. Durante esta nueva democracia
fue condenado a muerte Sócrates, maestro de Platón, lo que hizo que éste se decepcionase y
dejase de preocuparse por la política real de su tiempo y se dedicara al estudio de la filosofía,
aunque teniendo siempre muy presente la dimensión ético-política de la misma.
Los últimos años de la vida de Platón coincidieron con la expansión de Macedonia,
primero con el rey Filipo II y posteriormente con su hijo Alejandro el Magno, que
consiguieron fundar el llamado Imperio macedónico
Contexto Filosófico
Platón fue el primer pensador que construyó un sistema filosófico o, lo que es lo mismo,
una filosofía sistemática. Reflexionó sobre cuestiones de ontología, cosmología, teoría del
conocimiento, psicología, ética, política, estética…, relacionándolas y estructurándolas de
manera absolutamente original. La Teoría de las Ideas constituye el fundamento o la base de
la filosofía platónica.
Sin embargo, como es natural, el pensamiento de Platón se encontraba fuertemente
influenciado y condicionado no solo por los acontecimientos socio-políticos de la Atenas de
su época, sino también por las distintas corrientes filosóficas que allí se encontraban
presentes. Las ideas de Heráclito o Parménides continuaban siendo defendidas por discípulos
suyos (Crátilo y Zenón, respectivamente). En el debate en torno al carácter estático o
dinámico de la realidad, Platón intervino decisivamente dirigiendo sus esfuerzos a refutar la
doctrina de Heráclito. Platón tomó partido por las tesis de Parménides, al aceptar, por un lado,
el carácter único, inmutable y eterno del ser y, por otro, la superioridad del conocimiento
racional sobre el empírico. Para Platón solo la razón nos permite acceder a la verdadera
realidad (el mundo de las Ideas), mientras que los sentidos nos inducen casi siempre al error, a
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la apariencia, al engaño, y nos mantienen unidos a lo concreto y singular, impidiéndonos
captar las esencias universales o Ideas.
Otra influencia notable de la filosofía pre-socrática la ejerció la escuela pitagórica. Platón
entró en contacto con ella al viajar a Siracusa y le influyó especialmente en dos aspectos: en
primer lugar, la aceptación de que el Universo es una totalidad ordenada, orden que guarda
una relación directa con las proporciones matemáticas. Por otro lado, las teorías pitagóricas
son fácilmente reconocibles en la psicología platónica. Platón heredó el dualismo
antropológico pitagórico, según el cual el alma es la parte superior del ser humano, mientras
que el cuerpo es la inferior (“el cuerpo es la cárcel del alma”), igualmente la teoría de la
transmigración del alma, aunque tiene un origen religioso (religión órfica), fue también
tomada directamente de las enseñanzas de Pitágoras y sus discípulos.
Pero sin duda, quien más influyó en la formación del pensamiento platónico fue su
maestro Sócrates. De forma más o menos directa, las teorías de éste impregnan todo el
pensamiento platónico. En especial cabe destacar dos aspectos:
1º) El rechazo del relativismo al defender la existencia de entidades universales. La
búsqueda de esas esencias, que Platón denomina Ideas, debe realizarse a través del diálogo
(otra influencia socrática...), con el objetivo de llegar a definiciones universales que las capten
y las expresen conceptualmente.
2º) La aceptación del intelectualismo moral.
Todos los esfuerzos de Platón estuvieron encaminados a refutar las tesis relativistas
defendidas por los sofistas, a quienes nuestro autor, siguiendo el parecer defendido por
Sócrates, consideraba responsables directos de los males de la democracia ateniense, por
privilegiar más la búsqueda del éxito político personal que la búsqueda de la verdad y el bien
común.
Para contrarrestar las enseñanzas sofísticas, Platón fundó en Atenas la Academia, centro
de estudio cuya misión principal era la formación de los futuros gobernantes de la polis, a
través de un plan de estudios en el que las matemáticas y, sobre todo, la filosofía ocupaban el
lugar fundamental.
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2º. PENSAMIENTO DE PLATÓN
1º. LA INTEPRETACIÓN DE LA REALIDAD: LA TEORÍA DE LAS IDEAS
a) Exposición de la teoría:
La teoría de las Ideas de Platón es una teoría ontológica, porque es una teoría que intenta
explicar cómo es la Realidad, su estructura y composición. Esta teoría constituye la doctrina
central del pensamiento platónico. Pero esto no debe inducir a error. Platón fue, antes que
nada, un pensador político. Es cierto que sus teorías gnoseológicas, psicológicas o políticas
solo son comprensibles desde la teoría de las Ideas, pero esto no significa que estemos ante un
autor “metafísico”, preocupado principalmente por cuestiones ontológicas, abstractas y
alejadas de las preocupaciones vitales cotidianas. Si trató sobre ellas fue con la vista siempre
puesta en el terreno de la política, y, más en concreto, de la situación de crisis por la que
atravesaba la Atenas de su tiempo.
La teoría de las Ideas está íntimamente relacionada con la visión platónica del Universo,
es decir, con el pensamiento cosmológico. Platón, al igual que Aristóteles, se opuso a la
doctrina del atomismo, último gran sistema cosmológico de la filosofía presocrática, que
defendía la tesis de que el orden o armonía del Universo se derivaba en última instancia del
azar que dominaba los movimientos de los átomos en el vacío.
Platón estructura su doctrina cosmológica en base a tres principios fundamentales:
a) La existencia de una inteligencia ordenadora, denominada Demiurgo.
b) La existencia de una materia eterna de naturaleza caótica
c) La existencia de unas entidades inmateriales, absolutas, inmutables y universales
denominadas Ideas (también Formas).
En el Timeo, diálogo de la etapa de vejez, Platón expuso con detalle su teoría sobre el
origen y la estructura del Cosmos, relacionando los tres principios citados:
El Demiurgo (palabra que en griego significa artesano) sería una especie de semidiós, que
habría actuado sobre la materia eterna, amorfa y caótica dándole forma y orden, al plasmar en
ella las Ideas (la Idea de Bien, de Justicia, de Belleza…). Así pues, si en el mundo sensible o
material (el que percibimos a través de los sentidos) existen, por ejemplo, cosas buenas o
bellas es gracias a esa labor ordenadora del Demiurgo. Para comprender rectamente estas tesis
platónicas, es necesario tener presente que el Demiurgo se entiende como una inteligencia
ordenadora, pero no creadora. Por eso, hay que evitar identificarle con la imagen cristiana de
Dios, que sí es creador y ordenador. Además hay que observar que las son eternas, por lo
tanto, existían antes de la acción ordenadora del Demiurgo, éste no las creó. Al contrario,
deben considerarse como los modelos o arquetipos que aquél tuvo en cuenta a la hora de dotar
al Universo de una legalidad u orden.
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Dada la importancia que las Ideas desempeñan en el pensamiento de Platón es necesario
explicar con detenimiento qué entendía él con el término Idea o, con otras palabras, en qué
consiste la habitualmente llamada Teoría de las Ideas platónica.
La teoría de las Ideas formulada de forma breve y categórica afirma lo siguiente: existen
entidades eternas, inmateriales, inmutables y universales independientes del mundo físico,
es decir, de los objetos empíricos. Tales entidades son las Ideas.
Intentemos con un ejemplo aclarar la definición anterior. Según esta teoría, debe existir la
Justicia en sí, el Hombre en sí, la Virtud en sí, etc. Tomemos la idea de Justicia. Según Platón,
la Justicia sería algo eterno (por lo tanto, no creado, sin origen en el tiempo), inmaterial (no
empírico, no captable a través de los sentidos), algo inmutable (es decir, no cambiante, sino
siempre igual) y algo absoluto o universal (válido para todo ser humano sin excepción, por lo
tanto, no relativo). ¿Cómo podemos saber que existe algo así?, ¿cómo podemos conocerlo?
Las Ideas son las esencias que buscaba Sócrates cuando iniciaba la Mayeútica preguntando:
¿Qué es...?. La definición que se buscaba contendría la esencia de lo investigado (por
ejemplo, la Justicia). Esa esencia universal, inmaterial, eterna... es a lo que su discípulo Platón
denominó Idea, pero otorgándole una existencia real, separada de las cosas empíricas
concretas.
El término Idea no es, por lo tanto, usado por Platón en un sentido “moderno” (como por
ejemplo, lo entenderá Descartes). No se refiere a conceptos o contenidos de conciencia,
construcciones mentales internas a un sujeto, sino que alude a las realidades antes descritas.
Las Ideas tienen una existencia real, independiente del hombre y, en general, del mundo
empírico.
Dicho lo anterior, se presenta una cuestión fundamental: si se acepta la existencia de
las Ideas, habrá que explicar dónde se hallan, dónde podemos encontrar entidades semejantes
Evidentemente, no en el mundo empírico. En éste percibimos, por ejemplo, cosas bellas (una
persona, un animal, un monumento...), pero no percibimos la Belleza en sí. Esas cosas bellas
son materiales, temporales (pueden cambiar y dejar de ser bellas), relativas (a una persona le
puede parecer bello un cuadro y a otra feo). Sin embargo, la Belleza en sí no tiene estas
características. De esta forma, Platón se vio obligado a postular su famoso dualismo
ontológico, su imagen dualista de la realidad: existen dos mundos. El Mundo de las Ideas y el
Mundo de los Sentidos o Empírico.1 Los dos tienen caracteres opuestos. El primero es el
mundo de lo inmaterial, de lo inmutable, eterno..., mientras que el segundo es el mundo de lo
material, del cambio, de lo perecedero.
1 Estas expresiones hay que entenderlas en un sentido metafórico. No se trata de que Platón concibiera un espacio físico real
para el Mundo de las Ideas (en el cielo, en los espacios interestelares...). Con esta distinción solo pretendía remarcar la
oposición entre las Ideas y las cosas empíricas, entre lo universal y lo concreto. Así, cuando habla de llegar al conocimiento
de las Ideas (por ejemplo, en la Dialéctica) no se trata de que los hombres deban abandonar físicamente el mundo empírico,
sino de que se sobrepongan y superen el nivel del relativismo y del conocimiento de lo concreto y singular.
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Platón no solo escindió la realidad en estos dos mundos opuestos, sino que tomó
claramente partido por el mundo de las Ideas. Solo este constituye la verdadera realidad,
mientras que el mundo Empírico es una realidad aparente, el mundo del error y la falsedad.
Lógicamente, como luego veremos, esta escisión de la realidad tuvo sus consecuencias
epistemológicas y psicológicas. El conocimiento racional, unido al alma, se presenta como el
único capaz de ponernos en contacto con las Ideas, el empírico, ligado al cuerpo, nos lleva al
error o a la apariencia.
b) Algunos problemas planteados por la Teoría de las Ideas:
La teoría de las Ideas, cuyo último objetivo era superar el relativismo de los sofistas,
suscitó de inmediato importantes dudas. El propio Platón revisó la teoría a lo largo de su vida,
en especial en los diálogos de madurez y vejez, para intentar anular las objeciones de otros
filósofos griegos. Algunas fueron resueltas satisfactoriamente, otras no tanto. Las más
importantes cuestiones que suscitó la teoría fueron:
a) ¿Cuántas Ideas hay?, ¿son todas iguales?
b) ¿Cuál es el origen de las Ideas?
c) ¿Cuál es la relación entre las Ideas y las cosas empíricas?
d) ¿Cómo se conocen las Ideas?
a) Platón defendió un pluralismo de ideas. El problema, como le objetó Protágoras, es
que si de cada cosa existente en el mundo empírico debe haber una Idea que sea su causa,
entonces debemos admitir la existencia de Ideas de cosas ridículas (la Idea de pelo, de barro,
de polvo...). Para evitar que su teoría pareciera ridícula, Platón afirmó que existían tres tipos
de entidades fundamentales: las Ideas de conceptos morales (Idea de Bien, de Belleza, de
Virtud, de Justicia…), las Ideas de cosas sensibles “valiosas” (Idea de Hombre, de Agua, de
Montaña, de Perro...) y las Ideas de objetos matemáticos (Idea de Semejanza, de Número, de
Círculo, de Recta).
Respecto a la cuestión de si todas las Ideas son iguales o no, Platón contestó que sí y que
no. Son iguales desde un punto de vista formal, pues todas son Ideas. Es decir, comparten las
mismas características: eternidad, inmaterialidad, universalidad... Pero no todas son igual de
importantes. El mundo de las Ideas es un mundo jerarquizado. En su cúspide, como idea
más importante, estaría la idea de Bien (que Platón identifica con el Sol en el Mito de la
Caverna). De esta forma, nuestro autor mostraba su preocupación fundamental por las
cuestiones ético-políticas...
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b) En relación con su origen, Platón mantuvo siempre la tesis de que las Ideas eran
eternas, existen desde siempre, no han sido creadas. Esta posición debe entenderse teniendo
en cuenta la lucha contra el relativismo de los sofistas. Aceptar que las ideas hubieran sido
creadas en algún momento de la historia y, por consiguiente, considerar al hombre su
fundamento, supondría abrir la puerta al relativismo.
c) La dificultad de explicar la relación entre las Ideas y las cosas sensibles (la Idea de
Belleza y una pintura o una persona bella) la solucionó Platón con su teoría de la imitación o
participación. Las cosas sensibles participan de o imitan a su Idea correspondiente. Las Ideas
están “presentes” en las cosas, pero no en un sentido literal. No es que la Belleza esté en la
persona o en la obra de arte bella. Si así fuese, cuando dejaran de ser bellas, la Idea se
destruiría. Las cosas empíricas son copias imperfectas de las Ideas, cuando desaparecen, la
Idea (el original) se mantiene.
d) Por último, para resolver el problema del conocimiento de las Ideas, Platón desarrolló
la teoría del conocimiento que vamos a exponer en el siguiente apartado.
ESQUEMA RESUMEN DE LA TEORÍA DE LAS IDEAS
DUALISMO ONTOLÓGICO
MUNDO DE LAS IDEAS MUNDO SENSIBLE
-Formas o modelos de las cosas. Constituyen
la verdadera realidad
-Únicas, eternas, inmutables, universales e
inmateriales
-Se conocen o captan mediante la parte
racional del alma
-Constituyen el objeto más elevado del
conocimiento humano
-Están jerarquizadas. La más importante es la
Idea de Bien (identificada con el Sol en el
Mito de la Caverna)
-El Demiurgo las ordenó, pero no las creó
-Formado por cosas o entidades
empíricas que participan de las Ideas
(son copias imperfectas suyas). Es una
realidad aparente.
-Múltiple, corruptible, cambiante,
relativo, empírico.
-Se conoce a través de los sentidos
-Relacionado con la opinión
(imaginación y creencia), grado de
conocimiento inferior.
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2ª. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO: REMINISCENCIA Y DIALÉCTICA
La teoría del conocimiento platónica intenta responder a una pregunta fundamental: ¿cómo
es posible que el ser humano logre conocer las Ideas, si se encuentran en un mundo distinto
del mundo empírico en el que se desarrolla la vida humana?
Platón considera que alcanzar ese conocimiento es posible por dos razones: en primer
lugar, porque las cosas materiales imitan o participan de las Ideas. En segundo lugar, porque
el alma inmaterial es una realidad intermedia entre las cosas sensibles y las propias Ideas, que
permite al ser humano “escapar” del mundo de lo sensible y llegar al conocimiento de las
Ideas.
En los diálogos platónicos encontramos dos teorías distintas que explican cómo puede
adquirir el alma humana el conocimiento de las Ideas.
1º. La teoría de la reminiscencia (anamnesis, del griego ἀνάμνησις –recuerdo- ): se trata
de la primera explicación del conocimiento que encontramos en Platón, antes de haber
elaborado propiamente la teoría de las Ideas y está expuesta en el diálogo Menón. Según esta
teoría, el alma es inmortal y lo ha conocido todo en su existencia anterior, por lo que cuando
creemos conocer algo lo que realmente ocurre es que el alma recuerda lo que ya sabía.
Aprender es, por lo tanto, recordar. Lo que sucede es que al quedar encerrada de nuevo en
un cuerpo, el alma olvida las Ideas contempladas cuando está liberada del cuerpo. Sin
embargo, ese olvido no es total ni definitivo. ¿Qué puede hacer que el alma recuerde ese
conocimiento olvidado? Puesto que los seres sensibles del mundo empírico imitan a las Ideas
(son copias imperfectas suyas), el conocimiento sensible sirve como ocasión para iniciar el
recuerdo de las Ideas, al entrar en contacto con los objetos sensibles, el alma humana inicia un
proceso de recuerdo que le llevará hasta el conocimiento (recuerdo) de las Ideas.
2º. La Dialéctica: Al final del libro VI de la República, el diálogo más importante de
Platón, se ofrece una nueva teoría para explicar el conocimiento de las Ideas. Está contenida
en el famoso símil de la línea, en el que se establece una correspondencia estricta entre los
distintos niveles de realidad y los distintos niveles de conocimiento (mundo sensible y mundo
de las Ideas, por un lado, y opinión y ciencia, por otro). Fundamentalmente, distingue
Platón dos modos de conocimiento: la opinión o doxa (δόξα), identificada con el
conocimiento sensible, y la ciencia o episteme (ἐπιστήμη), identificada con el
conocimiento inteligible. A su vez, cada uno de estos modos de conocimiento está
subdividido en dos niveles:
a) La opinión: está integrada por la imaginación (eikasía), que constituye el grado
inferior del conocimiento y que se ocupa de las imágenes de los objetos materiales (sombras,
reflejos en las aguas o sobre superficies pulidas). En segundo lugar, encontramos la creencia
(pistis), que es conocimiento de los seres sensibles propiamente dichos (obras de la naturaleza
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o del arte…). El saber adquirido gracias a la creencia constituye la disciplina de la física, que
Platón no consideró una verdadera ciencia, puesto que su objeto es sensible y móvil.
b) La ciencia: constituye el verdadero conocimiento, dado que es el único que versa
sobre el ser y, por lo tanto, que es infalible. Efectivamente, el conocimiento verdadero lo ha
de ser de lo universal, de la esencia, de aquello que no está sometido a la fluctuación o el
cambio de la realidad sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas.
Se subdivide en conocimiento discursivo (diánoia) e inteligencia o dialéctica (nóesis). El
conocimiento discursivo es el propio de las matemáticas. Aunque es un conocimiento racional
no es el superior porque es reflejo de las Ideas, que sin embargo aún necesita símbolos
sensibles, no siendo, pues, un conocimiento puro. Además, el conocimiento discursivo parte
de hipótesis y, ayudándose de imágenes sensibles (números, figuras geométricas, símbolos…)
actúa deductivamente para llegar a conclusiones.
Por su parte, la dialéctica es contemplación directa de las Ideas, conocimiento puramente
racional y abstracto, que versa sobre lo universal, eterno, inmutable y no empírico. Es un
conocimiento ascendente que parte de hipótesis y termina llegando al conocimiento de las
Ideas, sin recurrir para ello a imágenes de ningún tipo.
La dialéctica es, pues, el proceso por el que se asciende gradualmente al verdadero
conocimiento, al conocimiento de lo universal, de la Idea y, sobre todo, al conocimiento de la
Idea de Bien, la más importante de todas. Una vez alcanzado este conocimiento supremo, el
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filósofo ha de emprender el camino inverso: descender desde la esencia inteligible suprema
para encadenar y estructurar el resto de conocimientos inteligibles.
El proceso ascendente de conocimiento hasta la Idea de Bien, es decir, la dialéctica, fue
representado por Platón en el famoso Mito de la caverna, en el que los hombres, encadenados
en una cueva, dan por hecho que la verdadera realidad la constituyen las sombras que se
mueven en el interior de la misma. Uno de esos prisioneros se libera de las cadenas e inicia el
ascenso hacia la luz y el mundo exterior, proceso que en principio le resulta doloroso. Cuando
sale de la caverna y contempla por fin el Sol (que simboliza la Idea de Bien), emprende el
descenso a la caverna con el propósito de liberar a sus compañeros y sacarles de la ignorancia
en la que viven, mostrándoles que el mundo de sombras en el que se hallan no constituye la
verdadera realidad.
Por último, cabe destacar la importancia del amor (eros) en ese proceso ascendente de
conocimiento. El amor, entendido como deseo de belleza, guía al ser humano. Al principio, es
el deseo de un cuerpo material lo que le atrae. Al darse cuenta de que puede encontrar belleza
en multitud de cosas empíricas, pasa a amar la belleza corpórea en general. Por encima de
esta, descubre con el tiempo la belleza del alma. Después, la belleza de las instituciones (la
moral, la justicia…) y la belleza de la ciencia. Y, por fin, descubre que lo que ha amado en
todas estas cosas es la Belleza en sí, de la que participan todas las cosas bellas. Así, el paso
cognoscitivo del mundo sensible al mundo inteligible se realiza por un movimiento erótico. El
amor cumple la misión de espolearnos hacia el conocimiento supremo.
3ª. ANTROPOLOGÍA: EL DUALISMO ALMA-CUERPO
En Grecia las reflexiones sobre el ser humano no comenzaron con Platón. El tema del
alma ya estaba presente en el pensamiento mítico y en las creencias religiosas (especialmente,
en el orfismo), e igualmente en la tradición filosófica anterior al propio Platón, como por
ejemplo, en la escuela pitagórica, cuyas ideas influyeron decisivamente en nuestro autor. En
general, los griegos entendieron el alma de dos modos distintos: como principio de vida y
como principio de conocimiento racional. Platón estaría más cerca de esta última
comprensión, mientras que su maestro Aristóteles defendió más bien la primera.
La psicología de Platón, es decir, sus ideas sobre el alma (recordemos que la palabra
“psicología” proviene del griego y, de acuerdo con su etimología, significa estudio del alma
ψυχή –alma- y λογία -tratado o estudio-) como el resto de su pensamiento, debe entenderse en
relación con su pensamiento ontológico, con su teoría de las Ideas.
Las tesis fundamentales de la psicología platónica son:
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1ª El ser humano está compuesto por dos partes claramente diferenciadas: el alma
(principio espiritual) y el cuerpo (principio material). Este dualismo antropológico, defendido,
en general, por todos los griegos, venía motivado por la convicción de que la complejidad de
la vida humana no podía explicarse satisfactoriamente solo desde la dimensión corporal del
hombre.
2ª El alma y el cuerpo tienen características opuestas, por lo que la unión de ambos no
puede ser algo natural, sino artificial y, por lo tanto, transitorio. Esa unión dura lo que dura la
vida del individuo. En realidad, puede afirmarse que dicha unión es accidental y antinatural
ya que el lugar propio del alma es el mundo de las Ideas y su actividad más propia la
contemplación de ésta. Por ese motivo, consideraba Platón que mientras permanece atada al
cuerpo, su tarea fundamental es la de purificarse, preparándose así para la contemplación de
las Ideas, una vez que el hombre muera y ella se libere del cuerpo. El cuerpo contamina el
alma en la medida en que le hace prestar atención constante a sus necesidades y exigencias.
Como puede observarse, Platón mantuvo una concepción bastante despectiva del cuerpo al
considerarle un estorbo para el alma. Por eso, llegará a afirmar que lo mejor que puede
sucederle al filósofo es morir, pues la muerte implica la liberación del alma. Por eso también,
Platón llegó a definir a la filosofía como una preparación para la muerte.
3ª La cuestión fundamental para Platón, en relación con el alma, fue demostrar su
naturaleza inmortal. Platón, claramente influenciado por las doctrinas pitagóricas, sostuvo que
el alma pre-existe a su unión con el cuerpo y que, una vez que éste se corrompe y desaparece,
aquélla continúa existiendo. La inmortalidad del alma es el fundamento de la teoría de la
reminiscencia, que explica cómo es posible el conocimiento de las Ideas por parte del alma,
teoría que se resume en la célebre afirmación “conocer es, en el fondo, recordar”. En el
Timeo se afirma que el alma racional ha sido creada directamente por el Demiurgo, de ahí su
inmortalidad y su carácter divino.
4ª. Otro problema que interesó de manera especial a Platón fue determinar la naturaleza
del alma. La concepción dualista del ser humano resultaba excesivamente simple para
explicar la enorme complejidad de la vida humana. Consciente de este problema, Platón
revisó y modificó en varias ocasiones sus ideas y en sus obras de madurez (República,
Fedro…) defendió lo que se conoce con el nombre de teoría tripartita del alma, expuesta en
clave mitológica y alegórica en el Fedro a través del famoso mito del carro alado. Como su
propio nombre indica, esta teoría defiende que el alma humana está compuesta de tres partes
(palabra que no hay que tomar en un sentido literal, no es que el alma esté partida en tres
partes extensas….):
1ª. Alma racional: es la parte superior del alma, la única inmortal y de naturaleza
divina. Gracias a ella es posible lograr el conocimiento de las Ideas. Es la parte que debe
dirigir la vida humana, sometiendo y controlando a las otras. Situada en el cerebro. Su virtud
es la sabiduría y, en la dimensión práctica, la prudencia. En el mito del carro alado se
identifica con el auriga o conductor del carro, es decir, con el que lleva las riendas y guía a los
caballos.
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2ª. Alma irascible: se identifica con la voluntad y el valor y, en general, las
denominadas pasiones buenas. Su cometido es ayudar al alma racional en la tarea de controlar
al alma irascible, para garantizar el correcto ordenamiento de la vida y el conocimiento de las
Ideas. Situada en el pecho. Su virtud es la fortaleza. Se identifica con el caballo dócil.
3ª. Alma concupiscible: se identifica con las pasiones innobles vinculadas a los
deseos y apetitos corporales. Debe someterse a las anteriores. Situada en el abdomen. Su
virtud es la moderación o templanza. Se corresponde con el caballo indócil, difícil de
conducir y someter.
Para Platón un hombre es justo cuando cada una de sus almas está correctamente ordenada
y alcanza la virtud que le es propia (sabiduría/prudencia, fortaleza y moderación).
JUSTICIA INDIVIDUAL
CLASE DE ALMA VIRTUD ESPECÍFICA
Racional------------------------------------------→ Sabiduría/Prudencia
Irascible-------------------------------------------→ Fortaleza
Concupiscible------------------------------------→ Moderación
¿Cuándo un hombre es justo?: Cuando logra un ordenamiento correcto de las tres
partes de su alma y, de este modo, alcanza sus respectivas virtudes. La armonía que
surge como resultado de ese ordenamiento es la justicia.
4º. PENSAMIENTO ÉTICO-POLÍTICO: INTELECTUALISMO Y UTOPÍA DEL
FILÓSOFO-REY
A diferencia de los sofistas, para quienes la sociedad era el resultado de una convención o
pacto entre los individuos, para Platón la sociedad es el medio de vida "natural" del ser
humano. Si atendemos a las características de la vida humana, en efecto, podremos observar
que el ser humano no es autosuficiente, ni en cuanto a la producción de bienes materiales
necesarios para su supervivencia, ni en cuanto a los aspectos morales y espirituales que hacen
de la vida del ser humano algo propiamente humano. Esta teoría de la "sociabilidad natural"
del ser humano será mantenida posteriormente también por Aristóteles. La sociabilidad
natural del ser humano es la base o fundamento de la moral. Si el hombre viviese aislado o
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fuese autosuficiente, entonces no tendría sentido hablar de una dimensión moral, pero es un
hecho evidente que no es así.
La ética de Platón es una ética eudemonista, es decir, una ética que afirma que el fin que
todos los seres humanos persiguen es la felicidad, tanto individual como colectiva. Pero la
felicidad exige unas condiciones: el equilibrio del alma y su armonía mediante una vida
virtuosa. Por lo tanto, virtud y felicidad están íntimamente unidas. Sin virtud, la felicidad es
imposible. ¿Qué entiende Platón por virtud? Aunque en sus diálogos encontramos distintas
ideas sobre la virtud, destacan las dos siguientes:
a) Virtud como sabiduría: Platón sigue aquí las ideas de su maestro Sócrates. La
sabiduría es la principal virtud y la virtud misma puede ser descrita como sabiduría. Conocer
el bien equivale a hacerlo y, por tanto, a ser bueno o virtuoso. Platón identifica la sabiduría
con el conocimiento de la Idea de Bien. Por lo tanto, se trata de una teoría ética cognitivista,
puesto que el conocimiento juega un papel mucho más decisivo que la voluntad en el ámbito
de la conducta moral del ser humano.
b) Virtud como armonía de las partes del alma: Es el significado de virtud que se aplica
de modo más directo a la justicia y debe ser atribuido plenamente a Platón. La justicia se
concibe como una virtud general que se alcanza cuando las tres partes del alma logran la
perfección que le es propia a cada una de ellas.
La armonía surge, pues, en el alma cuando cada parte hace lo que le es propio. Eso
significa que la parte racional, siendo prudente, debe guiar a la parte irascible, que deberá ser
valerosa y tener fortaleza, y ambas dominar a la parte concupiscible, que habrá de ser
moderada o, como también dice Platón, tener templanza. De este modo, tenemos cuatro
virtudes cardinales: prudencia, fortaleza y templanza (que se corresponden con cada parte del
alma), y justicia (armonía de las partes del alma, que se logra cuando cada una de ellas logra
su virtud específica).
LA UTOPÍA DEL FILÓSOFO-REY
1º. Fundamentos teóricos del Estado ideal
Platón mantuvo a lo largo de toda su vida una honda preocupación por la vida política
ateniense en particular, y griega en general, lo que le llevó a intervenir activamente en ella,
con la esperanza de lograr su regeneración. Como filósofo, Platón intentó fundamentar
teóricamente la praxis política, dotándola así de una coherencia, sistematicidad y racionalidad
propias, que dignificasen el conocimiento político rescatándolo del ámbito de la doxa, de la
mera opinión, y acercándolo, hasta donde ello era posible, al de la episteme o conocimiento
científico.
La utopía platónica del Estado ideal está contenida en la República, diálogo de la época
de madurez. En este diálogo, concretamente en el libro IV, Platón expone su famosa teoría
utópica del Estado ideal. Esta utopía se basa en dos principios fundamentales:
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1º. La semejanza estructural entre el Estado y el alma tripartita del ser humano. El Estado
deberá configurarse en torno a tres grupos sociales distintos, bien definidos: gobernantes,
guardianes y productores. Cada uno de estos grupos o estamentos sociales se corresponde con
una de las almas existentes en el ser humano. Los gobernantes, como su propia denominación
indica, deben llevar las riendas de la política, legislando y gobernando buscando siempre la
justicia, elemento sin el cual es imposible alcanzar el bien común. La misión de los
guardianes es la de velar por el mantenimiento del orden social y defender al Estado de
enemigos externos. Por último, los productores, que representarían a la mayoría de la
población (artesanos, agricultores…), han de entregarse a las tareas productivas, garantizando
los recursos necesarios para la subsistencia material de la sociedad. Cuando cada grupo social
se dedique única y exclusivamente a la tarea que le es propia, la sociedad será justa. Como se
observa, la idea de justicia social es también un fiel reflejo de la esbozada en la antropología.
La justicia, en ambos casos, radica en el correcto ordenamiento de las tres partes del alma o de
los tres grupos sociales, ordenamiento que implica, en cada caso, la consecución de una virtud
específica.
El siguiente esquema ilustra la semejanza entre ambas ideas de justicia:
IDEA PLATÓNICA DE JUSTICIA
JUSTICIA INDIVIDUAL JUSTICIA SOCIAL
Clase de alma Virtud específica Grupo social Virtud específica
Racional------------→ Sabiduría y
Prudencia
Gobernantes----------→ Sabiduría y
Prudencia
Irascible ------------→ Fortaleza Guerreros--------------→ Fortaleza
Concupiscible-----→ Moderación Productores-----------→ Moderación
Justicia: Resultado del correcto
ordenamiento de las tres partes del alma y
de la consecución de sus respectivas
virtudes.
Justicia: Resultado del equilibrio entre
los grupos sociales, que acontece cuando
cada uno de ellos se ocupa de las tareas
propias.
Como puede verse por lo hasta aquí expuesto, la utopía platónica sorprende por su
simplicidad. Sin embargo, y el propio Platón fue consciente de ello, esa formulación utópica
provoca una serie de interrogantes. Por ejemplo, ¿conforme a qué criterios se integran los
ciudadanos en cada uno de los grupos sociales citados?, ¿es posible la movilidad social en ese
Estado perfecto?, ¿hasta dónde puede y debe llegar el control del Estado sobre los ciudadanos,
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con vistas a garantizar la justicia social y el bien común?, ¿cómo armonizar las posibles
discrepancias existentes entre los gobernantes?... Tanto en la República, como en el Político y
en las Leyes, el pensador griego se vio obligado por sus interlocutores a afrontar dichos
interrogantes, resolviéndolos con distinta fortuna.
2º. El principio de principio de especialización funcional. Apelando a este principio,
Platón va a encontrar respuestas para la mayoría de las preguntas anteriores. De acuerdo con
este principio, cada individuo debe especializarse en una función, en una actividad concreta
que deberá desempeñar. El problema, como es fácil vislumbrar, radica en establecer cuál es
esa función y por qué justamente esa y no cualquier otra. A este problema solo cabe darle dos
soluciones. O bien la especialización deriva de una elección propia de cada individuo, en
función de su vocación y de sus intereses personales, o bien encuentra su razón de ser en la
propia naturaleza de la persona, por lo que lejos de ser el resultado de una elección libre,
sería, en realidad, un destino predeterminado. Esta última será la opción defendida por Platón.
Los hombres no son iguales por naturaleza, en cada uno predominan distintos temperamentos
y ni todos tienen las mismas capacidades ni todos están naturalmente dispuestos para el
desarrollo de las mismas actividades. Esa heterogeneidad de la naturaleza humana justifica la
férrea compartimentación social defendida por Platón. Sin duda, estas tesis platónicas pueden
parecernos hoy escandalosas pero para evitar juicios anacrónicos y precipitados deber hacerse
un esfuerzo por comprenderlas desde el contexto socio-cultural y político de la Grecia clásica.
En cualquier caso, no era suficiente con sostener esa tesis de la heterogeneidad natural.
Seguía en pie aún la segunda objeción. Aun aceptando el principio de la especialización
funcional, cabe preguntar por los mecanismos que permitirían clasificar a cada individuo en
un grupo social determinado. Para resolver esta cuestión, Platón recurrirá a otro elemento
fundamental de su pensamiento político: la educación. El papel otorgado a la educación en la
utopía platónica es absolutamente central y decisivo, hasta el punto de que no resulta
exagerado sostener que dicho Estado sería, ante todo, un estado educativo.
Platón concibe la educación como el mecanismo que debe servir para mostrar las
cualidades y disposiciones presentes en la naturaleza de cada individuo. La educación, así
comprendida, se convierte en un instrumento al servicio del Estado. La educación en manos
privadas deberá prohibirse (sin duda, Platón pretendía con esta medida evitar situaciones
como las protagonizadas por los sofistas en la Atenas de su época, considerados por él como
corruptores de jóvenes y pervertidores de la enseñanza). El Estado tendrá potestad plena para
estructurar el sistema educativo, especialmente en lo relativo a sus contenidos, prohibiendo
todas aquellas disciplinas que puedan resultar dañinas para la sociedad.
2. Características del Estado ideal
De forma general, la educación estaría estructurada en dos niveles claramente
diferenciados. Por un lado, existiría el nivel primario y, por otro, el secundario. El nivel
primario sería común a todos los ciudadanos. La educación se llevaría a cabo a través de dos
disciplinas concretas: la gimnasia y la música. La finalidad de ambas disciplinas sería la de
educar tanto el cuerpo como el alma, forjando un carácter que inculcase en los ciudadanos
hábitos y opiniones correctas. El segundo nivel estaría ya reservado a los futuros gobernantes
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del Estado. Accederían a él aquellos jóvenes que en la etapa anterior hubiesen dado muestras
de un moralidad intachable, además de otras cualidades singulares: perspicacia de espíritu,
disposición para la especulación teórica, preocupación por los asuntos políticos…Este
segundo nivel, que abarcaría desde los veinte hasta los treinta y cinco años, estaría, a su vez,
dividido en dos tramos. En el primero, el protagonismo absoluto lo ostentarían las
matemáticas, que deberían estudiarse de forma detallada, progresiva y constante. Después se
accedería ya al último nivel educativo: la dialéctica, que versaría sobre el conocimiento de las
Ideas y que culminaría con el conocimiento de la idea de Bien. Quienes llegasen a este último
nivel, sin duda un número muy limitado de ciudadanos, estarían llamados a ser los futuros
gobernantes de la polis. La misión de éstos, a los que Platón alude con la expresión Filósofo-
Rey, habrá de ser, pues, la de plasmar en el mundo empírico un orden socio-político que
imitase el orden del mundo de las Ideas, por ellos conocido.
La utopía platónica, tal y como se expone en la República, no se limitó sólo a establecer
las directrices genéricas hasta aquí expuestas. El filósofo griego añadió una serie de medidas
más concretas, que deberían ser de obligada adopción para garantizar la estabilidad social y la
felicidad de los individuos. A continuación, se enumeran las más relevantes:
1ª) Absoluta igualdad entre hombres y mujeres: El sistema educativo antes reseñado
habrá de ser aplicable por igual a los hombres y a las mujeres. El motivo es que hombres y
mujeres solo se diferencian por las distintas funciones que desempeñan con vistas a la
propagación de la especie. Eso significa que, al menos en teoría, las mujeres, de acuerdo con
sus disposiciones naturales, podrán ser guardianes, e incluso, gobernantes.
2ª) Supresión de la familia: En el libro V de la República se expone el conocido
proyecto de una “comunidad” de mujeres e hijos. Los hijos de las mujeres gobernantas y
guerreras no serían criados por sus madres biológicas, sino por el Estado, que dispondría a tal
efecto de casas de maternidad debidamente acondicionadas. El objetivo sería doble. Por un
lado, evitar que tales mujeres descuidasen sus funciones, esenciales para la comunidad, al
tener que dedicarse al cuidado y crianza de sus hijos, y, por otro lado, evitar el surgimiento de
lazos afectivos, que pudiesen diluir el sentimiento de comunidad, que deberá guiar la
conducta de guardianes y gobernantes. En cualquier caso, cabe señalar que no ser trataría de
una separación temporal, como podríamos entender hoy, sino más bien definitiva. Platón, en
realidad, abogará por la separación madre-hijo tras el nacimiento.
En la República se contiene también una regulación estricta sobre las relaciones
conyugales. Basándose en principios de carácter eugenésico, Platón convierte al Estado en
controlador de tales relaciones. Los magistrados deberán velar por la idoneidad de las mismas,
igualmente, con su consentimiento, las mujeres podrán tener relaciones con distintos hombres,
sin que ello implique una defensa de la promiscuidad o del “amor libre”. En el fondo, todas
estas medidas estarían orientadas a garantizar un férreo control demográfico, una de las
condiciones esenciales para hacer viable la utopía platónica.
3ª) Comunismo de bienes: Gobernantes y guardianes carecerán de propiedad privada,
con el fin de evitar el egoísmo y promover el altruismo y el sentimiento de comunidad.
Conviene tener presente que todas estas medidas afectarían solo a los gobernantes y a los
guardianes, no así a los productores, que conservarían la estructura familiar tradicional y la
propiedad privada.
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En resumen, considerada desde la perspectiva política de nuestra época, la utopía
platónica nos presenta una sociedad antidemocrática, elitista y cerrada. Se trata de un
gobierno monárquico (dirigido por el Filósofo-rey) o aristocrático (dirigido por un grupo de
filósofos), pero en el que la aristocracia es una aristocracia de la virtud y el saber, no de la
sangre. Los gobernantes no buscan su interés personal, sino que intentan plasmar en la ciudad
un modelo ideal de justicia. Fiel a las tesis del organicismo político griego, el discípulo de
Sócrates imaginó un modelo de organización social en el que el individuo se diluye en la
maquinaria estatal. El Estado regula todas las esferas de la vida del individuo, constituyéndose
así en el guardián de un bien común y de una felicidad, fundamentada en las tesis de la
especialización funcional y la desigualdad natural de los hombres. Es posible que ciertos
excesos platónicos encontrasen su razón de ser en el fragor de la batalla, en modo alguno solo
teórica, que nuestro autor libró contra los sofistas y la decadencia política y moral de la
Atenas de su época. Consciente de ello, así como del carácter excesivamente utópico de su
proyecto político, Platón suavizó sus opiniones en escritos posteriores, por ejemplo, en el
Político y en las Leyes, dotándolas de un mayor realismo. Sin embargo, jamás renunció a los
dos pilares de su pensamiento político:
1º) Intelectualismo: la razón debe gobernar. Las leyes son expresión suya
2º) Vinculación ética-política: la finalidad del Estado es hacer mejores a sus
ciudadanos. La justicia es condición ineludible para la felicidad.
Por último, indicar que en varios diálogos Platón elaboró una clasificación de las distintas
formas de gobierno, que irá graduando desde la mejor hasta la peor. En primer lugar sitúa la
aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores, que vendría representado por el gobierno del
Filósofo-rey de la República ideal. La segunda mejor forma de gobierno la representaría la
timocracia, el gobierno de los guardianes, que no estaría ya dirigida por la sabiduría, sino por
la virtud propia de la parte irascible del alma, que es la propia de dicha clase, abriendo las
puertas al desarrollo de la ambición, que predominaría en la siguiente forma de gobierno, la
oligarquía, el gobierno de los ricos, y cuyo único deseo se cifra en la acumulación de riquezas.
Posteriormente, encontramos la democracia, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos
los individuos y cuyo resultado, según Platón, es la pérdida total del sentido de los valores y
de la estabilidad social. No cabe duda de que Platón tiene en mente la democracia ateniense
que tan odiosa le resultó después de la condena de Sócrates, aprovechando para satirizar el
predominio de los discípulos de los sofistas en la vida pública. Por último, en el lugar más
bajo de la escala, se encuentra la tiranía, que representaría el gobierno del despotismo y de la
ignorancia, dominado el tirano por las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al
dominio de la crueldad y de la brutalidad.
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