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HISTORIA DE LA LITERATURA: SIGLOS XVIII-XIX
TEMA 1: INTRODUCCIÓN AL SIGLO XVIII. INSTITUCIONES CULTURALES Y LITERARIAS. LA PRENSA.
1.1. El siglo XVIII: Marco ideológico
El siglo XVIII sucede al gran desarrollo literario del Siglo de Oro y a la posterior decadencia general
de finales del siglo anterior con el último de los Austrias. Este siglo XVIII no cultivó con tanto interés los
géneros que más sobresalieron en la Época Áurea (novela, teatro y poesía) pero fue testigo de un desarrollo
mucho mayor de los géneros de contenido ideológico, que apenas habían sido cultivados en el Barroco
(filosofía, teología, crítica, historia, investigación científica…). El siglo XVIII la época de la controversia
intelectual, la revisión de los paradigmas y valores sobre los que se había cimentado la cultura europea;
todo el conjunto de normas del “antiguo régimen” se somete a examen, lo que afectó especialmente a los
pilares religiosos y políticos.
En España, país que sufría una fuerte decadencia ideológica y política, el siglo XVIII, especialmente a
partir del reinado de Carlos III, encarna el deseo de incorporarse al espíritu de Europa, cultura que en las
primeras décadas del siglo era representada por Francia de manera más acusada. Esta transformación
europeísta se veía habitualmente obstaculizada en España por la existencia de una idea de lo “español”
constituida por unas creencias religiosas, una estructura social, unas ideas políticas y morales y unos
conceptos estéticos y literarios que se consideraban parte indivisible del ser español. Por tanto, en
ocasiones una crítica hacia las estructuras nacionales, las creencias o la literatura española era tachada de
antipatriótica.
La Ilustración española conservó de tal forma gran parte del legado anterior, distinguiéndose así de
otras Ilustraciones europeas. El contraste entre la Europa laica, racionalista y científica que se fraguaba en
otros países, y la tradición y mentalidad españolas hacía que se encresparan de los ánimos en ciertos
ámbitos de la sociedad española, que reaccionaban con violencia ante cualquier censura ajena y se protegía
ante la influencia extranjera. Por otro lado, la minoría ilustrada sabía de la importancia del contacto con las
ideas europeas para la renovación nacional. Esa pugna entre patriotismo y extranjerización dificultó las
entrada del pensamiento ilustrado.
En el ámbito literario, la hostilidad entre ambas tendencias era también importante: los ilustrados
rechazaron o al menos pusieron ciertas objeciones a gran parte de la literatura del Barroco, a la que
criticaban la falta de escritos científicos e intelectuales; la literatura barroca era en cambio muy bien
valorada por los tradicionalistas. Los ilustrados, más que en el siglo XVII, sería en el XVI en el que
centrarían su atención, por su sencillez, claridad y su interés científico y humanista.
Las ideas ilustradas no tendrían apenas peso en España hasta la entronización de Carlos III, cuando
algunos ilustrados llegan al poder y se producen algunas reformas de orden social, ideológico y económico.
Con la Revolución Francesa, las reformas se transformaron en un nuevo movimiento represivo, como
reacción ante el posible contagio de las ideas revolucionarias.
Así pues, igual que tardía fue la entrada de las ideas ilustradas en el poder, también lo fue en la
literatura. No fue hasta las dos últimas décadas del siglo XVIII cuando se produjeron las obras más
representativas en los géneros de creación. De todos modos, el desarrollo de la literatura neoclásica tuvo
repercusión en la literatura posterior, y muestra un esfuerzo renovador de una minoría contra el
tradicionalismo reinante.
1.2. Instituciones culturales y literarias. La Real Academia Española. Periódicos. Universidades.
La vida cultural del siglo XVIII está caracterizada por unas serie de instituciones que definen en
múltiples aspectos los rasgos esenciales de la época. Todas ellas coinciden en la tendencia a una cultura
dirigida; una minoría que se considera superior y trata desde estas instituciones de regir las corrientes de
opinión. Esta tendencia comienza con la fundación de la Real Academia Española.
La Real Academia Española fue fundada por iniciativa del marqués de Villena, con el propósito de
fundar una Academia a la imagen de La Crusca en Italia o la Academia Francesa de París. Su principal
objetivo era trabajar en un diccionario de la lengua. El Diccionario de la Academia Española, a diferencia
de otras, aceptó no sólo el lenguaje culto o del gusto ilustrado, sino que también aceptó como autoridad
toda la literatura medieval y la obra de escritores barrocos; incluyó el lenguaje de la poesía popular y el
refranero, palabras de la jerigonza o germanía, el habla rufianesca y dialectismos de todas las regiones. Esta
tendencia muestra que el academicismo estaba separado del neoclasicismo: los académicos defienden la
tradición literaria y el casticismo en el lenguaje, representado para ellos por el Barroco; mientras que el
neoclasicismo rechaza los excesos del Barroco e identifica ese casticismo con los maestros del siglo XVI.
También impuso la Academia algunas necesarias reformas ortográficas de importancia. El primer
volumen del Diccionario apareció en 1726.
Otro importante vehículo de las corrientes de opinión de la época fueron los periódicos, instrumento
que se comenzó a utilizar en toda Europa para cumplir una tarea informativa y crítica con una difusión que
no se había alcanzado anteriormente.
En España el periodismo no sufre un auténtico desarrollo hasta la segunda mitad del siglo XVIII,
aunque ya existía cierta actividad a finales del siglo anterior.
La “Gaceta de Madrid”, cuyo origen esta de hecho en el último tercio del siglo XVII, fue integrada a
la corona por Carlos III y gozó de mucha aceptación en el público de la época. Contaba principalmente con
noticias de actualidad, nacionales y extranjeras, pero no se puede decir que fuera un vehículo del
pensamiento de la época ni que se diferencia en nada de otros periódicos europeos. Poco más se puede
decir tampoco de los “Mercurios”, también bajo la tutela del gobierno.
Sin embargo en la primera mitad de siglo sí que apareceió una publicación que contribuyó a la
difusión de las nuevas ideas y gustos literarios: el “Diario de los literatos de España”. Su propósito era
emitir juicios sobre los libros que se imprimieran en España, y es destacable su labor al respecto. En esta
labor se criticaban los, a su parecer, vicios literarios y estrecheces ideológicas de las obras españolas. La
comparación entre la literatura nacional y la extranjera les permitió destacar el retraso en ciertos aspectos
del pensamiento español con respecto a las nuevas ideas ilustradas.
De otro cariz, aunque de cierta importancia, apareció “El Duende crítico”, una publicación satírica
que criticaba la burocracia central de los Borbones y que se presentó como portavoz de la opinión pública,
especialmente de parte de la aristocracia.
Las Universidades, junto a los periódicos y otras agrupaciones, fueron otro importante canal de
distribución de las ideas ilustradas.
Las Universidades eran una rémora para las ideas ilustradas, ya que en su mayoría estaban en manos
de instituciones eclesiásticas y sufrían una corrupción interna considerable. Los estudios teológicos eran
predominantes, la enseñanza del saber científico prácticamente no tenía lugar, y además la Iglesia era el
pilar económico fundamental de las Universidades, por lo que fue difícil abordar las reformas que los
ilustrados querían.
Desde Carlos III se comenzaron a abordar algunas reformas, que tuvieron su comienzo con la
expulsión de los jesuítas, a los que pertencecía numerosas cátedras universitarias. Se comenzaron a añadir
cursos de ciencias a las disciplinas tradicionales. En todo caso, las reformas fracasaban, esencialmente por
la falta de recursos económicos. En el reinado de Carlos IV se intentó de nuevo una reforma de las
universidades de talante ilustrado, pero de nuevo fracasó por el problema económico. Así, el sigo XVIII no
consigue mucho mas que sembrar una idea pedagógica que no consiguió arraigar hasta el siglo XIX.
TEMA 2.1: LA POÉTICA DE LUZÁN.
2.1.1. La Poética de Luzán y el nuevo espíritu literario.
Con Luzán, adquiere forma el conjunto de ideas estético-críticas que caracterizan gran parte de la
vida literaria del siglo. La obra de Luzán que llevó a cabo esa tarea es La poética o Reglas de la Poesía, cuya
primera edición se publicó en Zaragoza en 1737.
2.1.2. La Poética: su contenido
Luzán había estudiado con detenimiento la literatura española, y su larga estancia en Italia le había
permitido compararla con la de otras naciones. Sin dejar de reconocer las cualidades de los escritores
españoles, pensaba que su tendencia al rebuscamiento y la oscuridad había conducido irremediablemente a
la situación de precariedad en la que se hallaba a principios de siglo, y que tal situación sólo podía
remediarse con el retorno al buen juicio y el respeto a las reglas.
La Poética consta de cuatro libros: el primero, trata “Del origen, progresos y esencias de la poesía”; el
segundo, “De ka utilidad y el deleite de la poesía; el tercero, “De la tragedia, la comedia y otras poesías
dramáticas”; y el cuarto “De la naturaleza y definición del poema épico”.
En el libro primero se halla un capítulo introductoria de importancia: en él afirma que en España se
ha desarrollado poco el estudio de los preceptos poéticos, según él a causa de una excesiva confianza en el
genio y una falta de estudio de los maestros anteriores que hubieran podido servir de norma. El gusto por
lo rebuscado, por las agudezas y las extravagancias (especialmente en referencia al Barroco) había
conducido a la corrupción del lenguaje; es propósito de su Poética resarcir de ese error a la literatura
española y renovarla, para que esta no tenga nada que envidiar a la extranjera.
Después continúa con una historia de la poesía hasta la “depravación” del Barroco y define la poesía,
que es para él “imitación de la naturaleza (…) hecha con versos, para utilidad o deleite de los hombres, o
para ambos juntamente”. Para Luzán, esta imitación puede tener como objeto lo particular, que entonces
no se debe limitar más que a copiarlo, imitarlo lo más fielmente posible, ya que es perfecto por su propia
naturaleza; o tener como objeto lo universal, aquello que puede ser idealizado y por tanto descrito no
como es, sino como debería ser. Además, puede tener como finalidad tanto deleitar como instruir,
como ambas; no descarta por tanto el deleite como fin único, aunque da preponderancia a la unión de las
dos cosas como fin deseable de la poesía.
En el libro segundo habla de la verosimilitud: si bien Luzán opina que la razón ha de moderar la
fantasía, acepta que en ocasiones se pueda utilizar lo que el llama verosimilitud popular (lo que el vulgo da
como cierto, aún estando probado científicamente que no lo es) si esto sirve para persuadirle o deleitarle.
Entre los capítulos siguientes, cabe destacar el que dedica a la locución poética, en la que trata varios
aspectos claves sobre el estilo literario que se debatieron en la época. Luzán destaca como características
adecuadas la claridad en la oración y la “pureza” de los vocablos, y rechaza la oscuridad barroca, el exceso
de extranjerismos y latinismos, y las voces anticuadas.
El libro tercero trata sobre el teatro, que no forma parte de lo que estudiamos en este momento, y el
cuarto principalmente se ocupa de las epopeyas griegas y latinas.
2.1.3. Fuentes de la Poética
Se atribuyen distintas fuentes según el autor que analice la obra, así que voy a resumir más o menos
las que en general se atribuyen como inequívocas, aunque unos den más importancia a unas fuentes que a
otras.
Como fuente primordial se puede señalar a Aristóteles, y en menor medida a Horacio. La tradición
clásica es muy importante en la obra, y la disciplina del orden y la universalidad de Aristóteles eran
verdaderamente útiles para la tarea de Luzán.
Como gran conocedor de teoría literaria, también se puede seguir el rastro de la influencia de
preceptistas y comentaristas italianos y franceses; en estos dos países la tradición en cuanto a estudios
literarios era mayor, y debió influir en la obra de Luzán.
Al mismo tiempo que recibía influencias extranjeras, la preocupación neoclásica por el espíritu
nacional hizo que Luzán acudiera también a muchos poetas españoles para ilustrar con ejemplos las
técnicas poéticas que describió en su Poética.
2.1.4. Valor y sentido de las reglas
En La Poética de Luzán, el autor intentó extraer algunas reglas que sirvieran para el quehacer
poético, especialmente preocupado por la claridad, la técnica y la ausencia de extravagancias. Estas reglas,
que pretenden ajustar la poesía a un molde clásico universal, en la mayoría de las ocasiones tenían más
base en el gusto personal y el concepto que Luzán tenía del hecho poético que en una regla objetiva que se
pudiera aplicar a la poesía.
A pesar de la subjetividad de las reglas que impone Luzán, sus escritos tienen interés como muestra
de una tendencia concreta de la época, y aún más como espejo de los propios gustos y opiniones de Luzán,
que fueron aceptadas por algunos y desechadas por otros, y que de cualquier modo influyeron de forma
muy importante en la sensibilidad artística de la época.
TEMA 2.2: LA POESÍA NEOCLÁSICA. LA FÁBULA.
2.2.1. La lírica en el siglo XVIII: la poesía neoclásica.
Dentro del proceso literario de este siglo, la primera mitad viene a representar una continuación de
la lírica barroca del siglo XVII, que prolonga su decadencia; después, hacia mediados de siglo, el mundo
ideológico y la sensibilidad de la época están ya suficientemente difundidos para despertar un nuevo tippo
de expresión que viene calificándose como poesía neoclásica. Este carácter tardío de la tendencia neoclásica
española produce que en ciertos matices se puedan encontrar síntomas de la descomposición de esta
fórmula neoclásica.
Esta prolongación de la tendencia barroca hasta bien avanzado el siglo XVIII ocurre por la entrada
también tardía del complejo ideológico ilustrado, que estaba destinado a sacudir los cimientos poéticos e
ideológicos del Barroco.
El nuevo gusto literario comenzó a dar sus frutos en el reinado de Carlos III, cuando entró a España
todo un conjunto de ideas políticas, sociales, morales, literarias y políticas; especialmente importante era
el racionalismo que impregnaba la sensibilidad ilustrada. Este racionalismo se traducía en una actividad
en la que se colocaba la mente por encima de la expresión instintiva, y que perseguía, en consecuencia, la
claridad. Esto no suponía la condena de la imaginación, pero exigía que trabajara en armonía con el
entendimiento. Siguiendo a Luzán, había pues que frenar toda tentación de excesivo ingenio y dar más
importancia a la claridad, el orden y la armonía.
Esto se traducía en la expresión coetánea “buen gusto”, que se traducía a fin de cuentas en
“clasicismo”, dentro de la tradición española. Se volvieron a autores del Renacimiento como fray Luis de
León, Garcilaso de la Vega o Fernando de Herrera, y reaparecieron las escuelas sevillana y salmantina.
Otro rasgo fundamental en la lírica del XVIII fue la proclamación de la finalidad moralizadora y
pedagógica de la poesía, lo que ponía el estilo al servicio de la idea; el lenguaje artístico justificado
únicamente por su propia belleza quedaba en entredicho. Esto, en el extremo del vicio, se tradujo en
ocasiones en el tan criticado prosaísmo de parte de la poesía neoclásica. Aun así, también se cultivó una
poesía desinteresada y ligera, que se desarrolla la mayoría de las veces en el ambiente de lo pastoril.
Se pueden diferenciar, dentro de esta lírica neoclásica de finales del XVIII, varias corrientes poéticas,
según Joaquín Arce:
1- Poesía de la Ilustración: es aquella que expresa su admiración por la ciencia y los ideales de su
época.
2- Clasicismo: La actitud clasicista y racionalista que caracteriza al siglo XVIII desde Luzán.
3- Rococó: poesía en tono menor, elegante y frívola. Dentro de esta actitud poética se enmarcaría el
bucolismo, el anacreontismo, el sensualismo…
4- Neoclasicismo: para Arce sólo se debería usar esta acepción para denominar al movimiento
poético del último cuarto de siglo, que se extiende al comienzo del siguiente. Sucede al prerromanticismo
como una reacción ante el nuevo sentido rítmico, sentimental, retórico y personal de este.
En muchos escritores estas tendencias se sucedían, se mezclaban, o se utilizaban unos recursos de
unas y de otras. La base ideológica era muy parecida, y las formas se entrecruzaban.
Algunos ejemplos de las distintas tendencias de autores que aparecen en el libro Poesía española del
siglo XVIII, de Cátedra:
1. Continuación de la tendencia barroca anterior (1ª mitad del siglo)
Eugenio Gerardo LOBO, Define un amante su amor y declara su cuidado
Arder en viva llama, helarme luego,
mezclar fúnebre queja y dulce canto,
equivocar la risa con el llanto,
no saber distinguir nieve ni fuego.
Confianza y temor, ansia y sosiego,
aliento del espíritu y quebranto,
efecto natural, fuerza de encanto,
ver que estoy viendo y contemplarme ciego;
la razón libre, preso el albedrío,
querer y no querer a cualquier hora,
poquísimo valor y mucho brío;
contrariedad que el alma sabe e ignora,
es, Marsia soberana, el amor mío.
¿Preguntáis quién lo causa? Vos, Señora.
2. Clasicismo
Nicolás FERNANDEZ DE MORATÍN (padre), Canción a Pedro Romero, torero insigne (extracto)
No se miró Jasón tan fieramente
en Colcos embestido
por los toros de Marte, ardiendo en llama,
como precipitado y encendido
sale el bruto valiente
que en las márgenes corvas de Jarama
rumió la seca grama.
Tú le esperas, a un numen semejante,
sólo con débil, aparente escudo,
que dar más temor pudo;
el pie siniestro y mano está delante;
ofrécesle arrogante
tu corazón que hiera, el diestro brazo
tirado atrás con alta gallardía;
deslumbra hasta el recazo
la espada, que Mavorte envidiaría.
3. Rococó
José CADALSO, Anacreóntica (extracto)
Pues Baco me ha nombrado
virrey de dos provincias,
que de todo su imperio
son las que más estima;
pues ya siguen mis leyes
que mis labios les dicta
de Jerez los majuelos,
de Málaga las viñas,
cobremos los tributos
de las uvas más ricas,
y mis alegres sienes,
con pámpanos se ciñan;
4. Prerromanticismo
Juan MELÉNDEZ VALDÉS, Elegía moral (Extracto)1
Cuando la sombra fúnebre y el luto
de la lóbrega noche el mundo envuelven
en silencio y horror, cuando en tranquilo
reposo los mortales las delicias
gustan de un blando saludable sueño,
tu amigo solo, en lágrimas bañado,
vela, Jovino, y al dudoso brillo
de una cansada luz, en tristes ayes
contigo alivia su dolor profundo.
¡Ah! ¡cuán distinto en los fugaces días
de sus venturas y soñada gloria
con grata voz tu oído regalaba!,
cuando ufano y alegre, seducido
de crédula esperanza al fausto soplo,
sus ansias, sus delicias, sus deseos
depositaba en tu amistad paciente,
burlando sus avisos saludables.
Huyeron prestos como frágil sombra,
huyeron estos días; y al abismo
de la desdicha el mísero ha bajado.
Tú me juzgas feliz… ¡Oh, si pudieras
ver de mi pecho la profunda llaga
que va sangre vertiendo noche y día!
¡Oh, si del vivo, del letal veneno
que en silencio le abrasa, los horrores,
la fuerza conocieses! ¡Ay, Jovino!
¡ay amigo! ¡ay de mí! Tú sólo a un triste,
leal, confidente en su miseria extrema,
eres salud y suspirado puerto.
En tu fiel seno, de bondad dechado,
mis infelices lágrimas se vierten,
1 Meléndez Valdés cultiva prácticamente todos los géneros de la época ilustrada, pero me ha parecido muy significativo este poema dentro de la tendencia prerromántica.
y mis querellas sin temor; piadoso
las oye, y mezcla con mi llanto el tuyo.
Ten lástima de mí; tú solo existes,
tú solo para mí en el universo.
Doquiera vuelvo los nublados ojos,
nada miro, nada hallo que me cause
sino agudo dolor o tedio amargo.
Naturaleza en su hermosura varia
parece que a mi vista en luto triste
se envuelve umbría, y que, sus leyes rotas,
todo se precipita al caos antiguo;
5. Neoclasicismo
Leandro FERNÁNDEZ DE MORATÍN (hijo), Epístola. A don Gaspar de Jovellanos. (extracto)
Estos que formo de primor desnudos,
no castigados de tu docta lima,
fáciles versos, la verdad te anuncien
de mi constante fe; y el cielo en tanto
vuélvame presto la ocasión de verte
y renovar en familiar discurso
cuanto a mi vista presentó del orbe
la varia escena. De mi patria orilla
a las que el Sena turbulento baña,
teñido en sangre, del audaz britano,
dueño del mar, al aterido belga;
del Rhin profundo a las nevadas cumbres
del Apenino, y la que en humo ardiente
cubre y ceniza a Nápoles canora,
pueblos, naciones visité distintas.
Útil ciencia adquirí, que nunca enseña
docta lección en retirada estancia;
que allí no ves la diferencia suma
que el clima, el culto, la opinión, las artes,
las leyes causan. Hallarásla sólo,
si al hombre estudias en el hombre mismo.
2.2.2. Nicolás Fernández de Moratín
Nicolás Fernández de Moratín fue el primer autor que encarnó los ideales literarios de la época,
siendo a la vez uno de los más eficaces reformadores del gusto poético.
Es habitual subrayar la gran antonimia que existe entre la apasionada actitud neoclásica de Moratín
en su teatro y el carácter nacional y tradicional de su lírica. En todo caso, a pesar de esa veta tradicional,
Moratín acogió casi todos los temas y estilos que se suelen denominar neoclásicos en su poesía. Son
neoclásicas, por ejemplo, sus anacreónticas; también dentro del gusto neoclásico escribió silvas, odas y
sonetos. Igualmente escribió algunas sátiras, entre las que destacan aquellas en las que ataca al gusto
literario predominante, especialmente al teatro barroco.
Destacan aún más en la lírica de Moratín, sin embargo, las obras de carácter nacional y patriótico.
Son dos composiciones de carácter más bien popular y tradicional las que más importancia tienen en su
obra: Fiesta de toros en Madrid y Canción a Pedro Romero, torero insigne (ver libro de lectura obligatoria).
Fiesta de toros de Madrid está compuesto en quintillas, en un tono popular y morisco con influencia
del barroco y de las quintillas tradicionales y el romancero. Es una composición sencilla, clara y fluida, que
se ajusta por ello bastante a los gustos neoclásicos.
La Canción a Pedro Romero se caracteriza en cambio por el tono más solemne de la oda pindárica, y
por su carácter patriótico.
Escribe también Moratín unos Romances moriscos, que se adelantan más de medio siglo al cultivo del
romance histórico-legendario que se prodigó en el Romanticismo.
2.2.3. Leandro Fernández de Moratín
El hijo de Nicolás tuvo aún más fama que su padre, especialmente por su teatro (El sí de las niñas).
Leandro tuvo un alto concepto de la poesía, que le llevó a construir con mucho cuidado sus versos. Alcanzó
en ellos una gran armonía y equilibrio, claridad y orden, que le convierte en un claro representante de
las poesía neoclásica más influida por las ideas ilustradas. Una gran parte de sus composiciones son de
circunstancias y satíricas, por lo que se le ha achacado cierta falta de proyección íntima en su poesía, que
por otro lado no debió buscar, teniendo en cuenta las ideas racionalistas de la época.
Su primer éxito como poeta fue Lección poética. Sátira contra los vicios introducidos en la poesía
castellana., poema en el que satiriza especialmente sobre el tearo, aunque también sobre la lírica. Al hablar
de esta última, L.F. de Moratín defiende los principios del neoclasicismo y censura los excesos de estilo, las
metáforas violentas, y el uso de latinismos o extranjerismos.
Aunque abunden las composiciones de este estilo, la frustración y la insatisfacción de Moratín
aparece también en algunas composiciones más íntimas y sentimentales como pueden ser La despedida y
Elegía a las Musas.
2.2.4. La fábula.
El género didáctico fue especialmente cultivado en el siglo XVIII, lo que llevo a la aparición de los
dos únicos fabulistas que se han incorporado a la historia de la literatura española: Iriarte y Samaniego.
Fueron ambos representantes de las corrientes ilustradas y piezas importantes en la renovación del
pensamiento y la literatura de la época.
Iriarte escribió las Fábulas literarias, obviamente de carácter didáctico. Sus sesenta y siete apólogos
son una muestra del pensamiento literario de la época, y constituyen una defensa de las reglas y principios
clásicos y una crítica a los vicios literarios y estilísticos de la época. Pretende dar lecciones de claridad y
orden, creando nuevos motivos no incorporados anteriormente al género. Utiliza Iriarte en las Fábulas
multitud de metros, entre los que predomina la silva, el romance y la redondilla. Si bien se le puede criticar
un exceso de prosaísmo en su lírica, la intención puramente didáctica y doctrinaria.
Las Fábulas de Samaniego, al contrario que las de Iriarte, se atienen a la tradición fabulista anterior;
solamente cambia la forma de contarlas, intentando acercarse a un lenguaje claro, sencillo y trivial, “al
lenguaje que debemos enseñar a los muchachos”, según el propio prólogo de la obra.
TEMA 3. LOS GRUPOS SALMANTINO Y SEVILLANO.
3.1. La escuela salmantina
Muy relacionada con la tradición del Quinientos y su escuela salmantina, nació este grupo de
escritores alrededor de la Universidad de Salamanca, aprovechando la corriente ilustrada que estaba
activando a mediados de siglo, al menos en cierta medida, la vida universitaria.
Este grupo de escritores, formado alrededor de Cadalso y compuesto por Meléndez Valdés, fray
Diego González, Juan Fernández de Rojas, fray Andrés de Corral, Forner y más adelante Jovellanos, tenían
como característica común una clara inclinación por la literatura clásica y por la tradición
renacentista española. Destaca por encima del resto la influencia en este grupo de fray Luis de León,
aunque el estudio e imitación de otros modelos clásicos y nacionales era habitual. Es también clara la
influencia, especialmente a partir de la llegada de Jovellanos al grupo, de escritores ingleses como Pope y
Young, y del suizo Gessner y de las ideas rousseaunianas provenientes de Francia.
3.1.1. Juan Meléndez Valdés
El más destacable poeta del grupo salmantino, y uno de los más destacables del siglo XVIII en
general, es Meléndez Valdés, figura muy representativa del intelectualismo ilustrado. Sus ideas ilustradas
le llevaron a apoyar la invasión francesa, lo que supuso su destierro tras el fin de la guerra.
Su obra tiene principalmente cuatro tendencias: el sensualismo y anacreontismo, el bucolismo, el
sentimentalismo y el filosofismo.
Dentro de la primera tendencia se sitúan las Odas anacreónticas. Este estilo valora la vida como
placer y gozo, dentro de las ideas epicúreas, y destaca la ligereza y amabilidad de la poesía. En este
sensualismo rococó imita Valdés a Anacreonte, pero otorgándole su propia sensibilidad y desarrollando
temas amorosos, sensuales y eróticos. En estas composiciones se unen tanto el sensualismo como la
descripción de temas bucólicos y espacios arcádicos.
El sentimentalismo tiene importancia en toda la obra del autor, que en ciertos momentos se deja
llevar por la sensibilidad del autor llegando a momentos de pleno prerromanticismo, con aspectos como
la angustia, el tono lúgubres y las emociones desatadas, exclamativas.
Dentro del sentimentalismo “humanitario” se hallan sus poemas de índole moral-filosófica y
social, que son los que más le identifican como poeta ilustrado. Reflejo de las corrientes ideológicas de la
época, buscan ser más trascendentales y didácticas. Entre estas composiciones se pueden destacar:
Discursos, entre los que se halla La despedida del anciano, poema que denuncia la corrupción y la injusticia
social; Epístolas, en las que expone ideas de reforma y progreso, ideas pacifistas, denuncias del maltrato al
agricultor…
Utilizó Meléndez Valdés multitud de metros, aunque destacó especialmente en veros menores,
heptasílabos y octosílabos. Escribió sobre una inmensa veriedad de temas, aunque casi todos muy influidos
por sus ideas ilustradas. Su estilo pasa de ligero, amable y dulce en sus odas, a un lenguaje más pesado,
amplificador y contenido en sus poemas de temas más elevados.
3.1.2. Manuel José de Quintana. Otros poetas.
Dentro de una segunda época de la escuela salmantina, destaca Manuel José de Quintna, discípulo de
Valdés. Si bien su vida y obra discurre por buena parte del XIX, se le puede considerar continuador del
neoclasicismo a la vez que tiene mucha influencia del romanticismo del XIX.
Muy influido por el enciclopedismo francés y las ideas ilustradas, escribe principalmente odas
heroicas sobre motivos patrióticos y humanitarios, además de composiciones sentimentales. Pero lo que
más le caracteriza es su condición de poeta cívico.
Quintana canta al progreso y a la ciencia, y crítica la opresión defendiendo los derechos humanos.
Escribe sobre estos temas poemas como A la invención de la imprenta, Al mar (en el destaca su arrebato
pacifista), etc.
Destacan también sus versos de exaltación nacional entono épico, como A Padilla. Con un tono aún
más patriótico y de lucha contra el opresor son sus composiciones a raíz de la invasión francesa.
Las composiciones de Quintana tienen un fuerte carácter oratorio y racional; utiliza para ellas el
tono épico, prácticamente todas ellas en versos endecasílabos combinados en silvas con heptasílabos. Su
lenguaje es más libre, espontánea y grandilocuente que en los poetas más representativos del
neoclasicismo, lo que le coloca como una figura de la transición hacia el Romanticismo.
Dentro de esta transición hacia el Romanticismo se puede destacar también al poeta Juan Nicasio
Gallego, en cuyas elegías, aunque al gusto neoclásico, se puede observar ya una abundancia de
vocabulario sonoro y escenográfico propio del gusto romántico. También dentro de esta transición se
encuentra Nicasio Álvarez Cienfuegos, que escribe poemas sociales y sentimentales , en los que aparecen
temas que dominaron después la época romántica: el desengaño amoroso, la soledad, la melancolía, la
muerte, los ambientes lúgubres y el pesimismo. Su lenguaje era demasiado “excesivo” a los ojos de los
neoclásicos, con abundancia de exclamaciones, anáforas, adjetivos sonoros, aliteraciones, etc. Aún así,
Cienfuegos, compartía ideas neoclásicas y aún opone resistencia a lo que podríamos llamar “insatisfacción
romántica”, que cree que debe curarse mediante la razón. Los románticos, por el contrario, hallaban placer
en embriagarse de esta insatisfacción y angustia vital.
3.2. Escuela sevillana
Surge esta escuela por influjo de la de Salamanca, y bajo la iniciativa de Jovellanos y Forner. Es la
última escuela de poetas españoles influida por las escuelas renacentistas. Añaden a las ideas neoclásicas
otras ideas más relacionadas con el genio y la creatividad, y se proclaman continuadores de Herrera. Las
ideas políticas e ideológicas son aún más importantes que en la escuela salmantina.
3.2.1. Jose María Blanco-White
Con ideas políticas y religiosas (apostató al abandonar España), fue uno de los miembros más
importantes de este grupo. Radical en la defensa de las reformas, fue muy activo en la lucha política, con
un pensamiento político liberal cercano al que después defenderían las Cortes de Cádiz. Desde Gran
Bretaña ejerció una crítica feroz a España, y acabó asimilando el inglés como lengua literaria.
Si bien su prosa es más numerosa que su lírica, escribió poemas de gusto neoclásico de tema
religioso y patriótico, así como otras más cercanas al romanticismo como Una tormenta nocturna en alta
mar.
3.2.2. Alberto Lista
Otro muy importante escritor de esta escuela fue Alberto Lista. Escritor muy variado y admirado en
su época, formaba parte de la minoría afrancesada y estaba comprometido también con las ideas de la
Ilustración. Sufrió, al igual que el resto de afrancesados, una contradicción entre la defensa nacional y la
ideología liberal, que le llevó finalmente a apoyar a la invasión francesa con su consecuente destierro. Aún
más comprometida era la posición de Lista, si tenemos en cuenta su condición de sacerdote.
Sus modelos literarios eran los clásicos grecolatinos y los renacentistas españoles, muy
especialmente Herrera. El grupo más notable de su obra lírica lo forman los poemas religiosos, con el claro
influjo de fray Luis de León y San Juan de la Cruz. También cultivó la poesía filosófica, en la que es más
visible la influencia del pensamiento de su época y de la poesía del grupo salmantino. Escribió igualmente
poemas amorosos según el gusto sensual y pastoril, e incluso llevó a cabo a traducción de un poema de
Pope bajo el título El imperio de la estupidez, en el que expone muchas de sus ideas literarias.
TEMA 4: EL ENSAYO. FEIJOO. MARTÍN SARMIENTO.
4.1. Feijoo y el nuevo espíritu científico
La nueva inquietud intelectual y el movimiento renovador que caracteriza al siglo XVIII están
representados inequívocamente, durante su primera mitad, por Benito Jerónimo Feijoo.
Su primer escrito apareció a partir de una polémica sobre la enseñanza de las ciencias. Poco tiempo
después, Feijoo se dispuso a preparar el primer volumen de su Teatro crítico. Desde la publicación de este
volumen, Feijoo se vio envuelto en numerosas polémicas que demuestran la resistencia de la sociedad
española a las nuevas ideas ilustradas. Se publicaron críticas y apologías que no solo se atenían al aspecto
crítico-literario, sino que también contenían acusaciones de tipo personal, e insinuaciones de herejía. Hubo
polémicas en torno a sus críticas a las supersticiones, a su defensa de las mujeres, su defensa de la ciencia,
etc. También tuvo admiradores y defensores, de hecho los primeros monarcas borbones fueron sus
decididos protectores. De hecho, la difusión de la obra de Feijoo fue enorme, lo que pone de relieve una
característica muy importante de su obra: su penetración social.
4.1.1. Obra
La primera obra de Feijoo, como ya hemos dicho, era en defensa de la medicina, La carta apologética
de la medicina scéptica del doctor Martínez. En ella, en forma de diálogo, se defiende la medicina
experimental y se criticaba la medicina universitaria.
En 1726 salió a la luz el primer volumen del Teatro crítico universal, que constó de ocho
volúmenes (el último publicado en 1739), y a continuación publicó las Cartas eruditas y curiosas.
En el Teatro crítico (tomada la palabra teatro en el sentido de escenario) se abordan discursos sobre
temas variadísimos: artes, astronomía, geografía, economía, filosofía, historia, ciencia, medicina, filología…
Su finalidad era enciclopédica y quería abordar todo aquello que pudiera ser objeto de curiosidad,
procurando despojarlo de errores y supersticiones. Es clara su intención didáctica y divulgatoria, dirigida a
todo tipo de lectores.
Es Feijoo el precursor de los ensayistas, pues aglutinan sus escritos todas las características del
ensayo: voluntad crítica, finalidad didáctica, actitud experimental e innovadora, síntesis,
brevedad de exposición, estímulo anticipador e hipótesis verosímil.
Tenía este medio expresivo ya antecedentes ilustres en Europa, como Montaigne y Bacon, pero no
había sido cultivado en España; los únicos precedentes podrían ser las misceláneas y silvas de varia lección
o las cartas de Guevara, el Jardín de Torquemada o la Floresta de Santa Cruz, todas ellas del siglo XVI.
La prosa de Feijoo es sobria y clara, muy diferente a la cultivada en el siglo anterior, más basada en
la naturalidad y claridad científica. Fue él el primero en empezar a diferenciar la prosa científica de la
literaria en castellano y darle unas características propias.
En su estilo aparecen extranjerismo, que solo recomienda en caso de no encontrar un término
equivalente en la lengua propia; aunque a veces utilice alguno innecesarios. Aparte de algunas
innovaciones que han tenido acogida en el idioma (superlativos absolutos como bastantísimo, o plurales
abstractos como raridades) su lenguaje preciso, incisivo y ciertos hallazgos expresivos le convierten en un
eje fundamental de la prosa castellana.
4.1.2. Pensamiento
Combatió Feijoo todo lo que había de supersticioso en el sentimiento religioso español, ya que
deseaba que la fe descansar sobre un convencimiento racional y no sobre un sentimentalismo pueril y
engañoso. Esto provocó muchas de las polémicas mencionadas, pues se temía que esta actitud
desprestigiara el catolicismo español ante Europa.
Existe en Feijoo mucho influjo de los precursores de la Enciclopedia francesa, de cuyas actitudes se
aleja pero de los cuales adquiere el método y los temas. Feijoo se caracteriza por un concepto integrador
que hace que el autor acudiera a diversas fuentes para desarrollar su pensamiento en sus escritos. También
ecléctica era su filosofía, que se basaba principalmente en el afán crítico, la actitud científica y el intento de
remediar el aislamiento intelectual de su país y liberarlo de los errores cometidos por culpa de los
prejuicios. Para ello trata de incorporar las nuevas corrientes positivistas de Descartes, Newton, Bacon…
A la vez que defendía la razón y el espíritu científico, Feijoo negaba la validez eterna de las reglas y
normas, y defendía la libertad, el propio arbitrio y el gusto personal; esto le acercaba de alguna forma a
ciertas ideas románticas.
4.2. Martín Sarmiento
Eficaz colaborador de Feijoo y celoso defensor de sus escritos, Sarmiento fue un estudioso infatigable
y un no menos diligente observador de la naturaleza. Escribió incansablemente, pero dejó inédita toda su
obra a excepción de los dos volúmenes en defensa a Feijoo.
Los dos aspectos más importantes de su obra son la educación y la lingüística. A diferencia de
Feijoo, Sarmiento, más enraizado en la historia de su país, desea que la educación extranjera sirva de
ejemplo y de estímulo, pero que no sea nunca una copia impuesta.
Muy preocupado por la historia, consideraba urgente la redacción de un Diccionario Geográfico de
España, una Historia Natural de las especies de la Península, una Historia Literaria y de la Religión, un
Theatro genealógico de todas las familias nobiliarias españolas, y, finalmente, una Historia general de
España que había de comenzarse por estas historias particulares.
Fue Sarmiento quien primero llamó la atención sobre la necesidad de cultivar las nuevas
generaciones con educación utilitaria para trabajos mecánicos y manufactureros, y tuvo una muy especial
preocupación por la educación en la niñez. Para Sarmiento, los mejores profesores debían destinarse a la
enseñanza en la edad temprana. Además, le preocupaba la antinomia pedagógica autoridad-libertad;
criticaba la presión y los castigos a favor de la defensa de la inclinación congénita y la libre elección.
Abogaba por la intuición como método pedagógico, y pensaba que, para pasar del mundo sensible al
intelectual, la mejor herramienta es el estudio de las matemáticas. Son estos rasgos muy típicos del
positivismo.
La postura final de Sarmiento es el escepticismo (a excepción de lo que se refiere a la verdad
religiosa), lo que, junto al positivismo y al relativismo coloca a Sarmiento como uno de los escritores
españoles más influidos por el pensamiento de la Ilustración. Esto contrasta, como sucedía a menudo en los
ilustrados españoles, con su casticismo y defensa de lo español en otras materias.
En cuanto a la lingüística, defiende los mismos valores científicos y positivistas. Propone la
confección de distintos diccionarios sobre el cambio semántico o diccionarios por materias; intuye la
lingüística romana (el latín como base de las lenguas románicas) y lleva a cabo estudios filológicos de
textos medievales.
TEMA 5: LA PROSA NOVELESCA. DIEGO DE TORRES VILLARROEL. JOSE FRANCISCO ISLA. PEDRO MONTENGÓN.
5.1. La prosa satírico-novelesca
Si el siglo XVIII no se caracteriza, como sabemos, por su riqueza en los géneros de creación, no es de
extrañar que tampoco muestre particular abundancia en la novela. El Quijote era un modelo demasiado
grande para engendrar fácil descendencia y el género picaresco se podía decir que había concluido su
trayectoria y agotado en buena parte sus posibilidades. Además y a pesar de tan grandes precedentes, la
novela no era todavía un género tan popular como el teatro.
Puede aceptarse que durante el período que nos ocupa no existe en español novela propiamente
dicha. Existen producciones híbridas, donde se combina la forma novelesca con otros géneros, pero sin
adquirir conciencia autónoma, pues el componente novelesco se supedita a otra intención. Tan sólo dos
escritores, el padre Isla y Torres Villarroel, escriben libros con relativa forma novelesca, pero cuya finalidad
era la sátira doctrinal o el cuadro de costumbres. Ambos adoptan la forma novelada porque desean añadir a
sus libros una eficacia popular que la didáctica no podía ofrecerles. Para ello imitan los modelos novelescos
disponibles, pero incluso en los momentos de predominio narrativo, la preocupación doctrinal o satírica
ahoga el relato.
5.2. José Francisco Isla
La obra del padre Isla es ingente, pero es por su obra Fray Gerundio de Campazas, sátira contra
los predicadores de su tiempo, por la que más reconocimiento se le ha dado.
El Gerundio fue uno de los mayores éxitos que se conocen en nuestra literatura, y desató toda una
corriente de crítica y defensa en la sociedad de su tiempo. La irritación de los predicadores y las órdenes
religiosos provocó numerosos escritos en su contra, que le reprochaban a Isla el haberse servido de la
ironía para corregir los vicios de algo tan respetado y santo para los religiosos como la predicación, dar
armas con ello a los enemigos de la Iglesia y poner en ridículo a las órdenes religiosas. Por otra parte, la
mayoría de la nobleza se puso de parte de Isla; Feijoo y Sarmiento le felicitaron por su obra.
En Fray Gerundio se critica la oratoria sagrada de la época, que paralelamente al resto de géneros
literarios, se le achacaban los vicios del Barroco. Esta oratoria que deswscribe Isla es una oratoria
construida a base de agudezas, paradojas, equívocos, combinaciones de evangelio y mitología, juegos de
palabras, cuentos, chascarrillos… Isla se propuso en su obra destruir todo aquello y devolver a la oratoria
sagrada los fines y dignidad que Isla pensaba que la correspondía. Le inspiran las misma ideas que a Luzán
en su poética, las ideas del neoclasicismo ilustrado y la de la mayoría de reformadores del siglo, que
deseaban devolver a la literatura sencillez y claridad. Isla, al contrario que otros, se decide por el camino de
la sátira para lograr su objetivo.
En Fray Gerundio se narran los primeros años del protagonista, hasta que decide meterse a fraile
atraído por la vida fácil del convento. Al salir de sus estudios, sin haber entendido nada, fray Blas se decide
a formarle en base a la oratoria que critica el autor. Además de la vida de Gerundio y la muestra de sus
primeros sermones, la obra se compone de las enseñanzas de fray Blas y otros sacerdotes que dan la
opinión del autor, todo ello acompañado de numerosas escenas costumbristas.
En las enseñanzas de fray Blas expone Isla sus ideas sobre la oratoria sagrada; en la obra está sin
duda presente el ilustrado, a quién ofende cualquier tipo de degradación del culto por y la banalización de
la religiosidad.
En los cuadros costumbristas destaca la atención por el detalle y la capacidad observadores del
autor, que incluso reproduce el habla de los campesinos con sus giros populares y formas dialectales.
Aparece también por toda la obra una clara influencia de la picaresca, por un lado; y del Quijote, por
otro. Confesaba Isla que su intención era lograr contra la predicación de su tiempo lo que logró Cervantes
con las novelas de caballería en el Quijote.
5.3. Diego de Torres Villarroel
Torres ha sido definido, especialmente por su autobiografía Vida, como mero epígono de la novela
picaresca. Esta misma biografía ha contribuido a forjar esa imagen de Torres como personaje pícaro y
estrafalario. El mismo Villarroel se complacía en vida de abultar caricaturescamente sus rasgos y vivencias
y en mostrar su visión satírica y desidealizada de la vida que le acercaba a ese carácter pícaro.
Pero a pesar de ello, lo cierto es que la vida de Villarroel tuvo mucho de acomodado burgués, siendo
como era profesional de las letras y catedrático de universidad durante un cuarto de siglo. En realidad,
según Alborg, su obra no tiene nada de picaresca, sino que se trata de un intento de reivindicación y
justificación polémica de su persona y obra literaria. Juan Marichal habla de su Vida como una
“autobigrafía burguesa” que representa el ascenso social y económico de un hombre originariamente
“oscuro”. Defiende este mismo crítico que Villarroel fue en realidad un maestro en “escribir libros como
objetos vendibles”.
Es la obra autobiográfica de Villarroel contraria en muchos aspectos a la picaresca, como su defensa
de sus orígenes y la clara apología a su persona. Según Alborg, el tono picaresco dominante en la obra se
debe a que Villarroel, consciente de sus limitaciones, especialmente académicas (se dedicaba al estudio de
ciencias oscuras y magia, entre otras cosas), sabía que un tono más grave podría haber sido
contraproducente, y que sólo una actitud burlona y pícara podía favorecer su autodefensa.
Desde el autodesprecio y la posición en la que se podía reír incluso de si mismo, le era más fácil
atacar al resto y sentirse superior. Esta codicia de la propia fama y nombre aleja a Torres de la picaresca.
En cuanto a su estilo, niega también Alborg que pudieran ser escritos con el descuido y premura de
los que se jactaba Torres Villarroel; en cambio, se puede observar que estaba muy preocupado por el
lenguaje, que trabajó para lograr esa soltura y desenfado. No carece la prosa de Torres de esfuerzo
estilístico, sonoridad, riqueza y ritmo.
5.4. Pedro Montengón
En los últimos años del siglo XVIII se publicó en España una novela que gozó de considerable fama:
el Eusebio, de Pedro Montengón. Su autor esta vinculado a los relatos novelescos: escribió dos obras
concebidas como poemas épicos en prosa, Antenor y Rodrigo; una novela pastoril de tradición bucólica,
Mirtilo; y dos obras pedagógico-filosóficas, Eudoxia y Eusebio, a la manera puesta de moda entonces por el
Emilio de Rousseau.
El Eusebio es la novela más famosa del autor. En su introducción explica que su propósito era
enseñar las normas de moral prescindiendo de la religión revelada, pues si bien estaba seguro de que sólo
la religión católica era la verdadera, no era posible convencer con sus doctrina al impío ni al libertino, y
que por tanto era necesario persuadirles antes con la filosofía estoica y no religiosa para que después
reconocieran la verdad de la religión católica. La obra tuvo bastante éxito gracias a los gustos de la época, y
también mucha polémica por su contenido próximo al pensamiento de Rousseau.
TEMA 6: LA PROSA SATÍRICO DIDÁCTICA: JUAN PABLO FORNER. JOSÉ CADALSO.
6.1. Forner
No se puede negar que la personalidad y obra de Juan Pablo Forner resumen como pocas los
problemas intelectuales y literarios de su tiempo y exigen por ello demorada atención.
Salió Forner de la oscuridad literaria con su Cotejo de las églogas, crítica de una égloga de Iriarte en la
que expone muchos de los problemas capitales del neoclasicismo en cuanto a la poesía, los géneros
literarios,la imitación, etc.
En 1782 ganó Forner un concurso de la Real Academia, para el que escribió una sátira contra los
vicios introducidos en la poesía castellana, en la que de nuevo deslizó críticas sobre Iriarte. Pasó
decididamente al ataque a raíz de la publicación de las Fábulas publicando un folleto titulado El asno, en
cuya parte ideológica (y no de ataque personal) elogia Forner el Siglo de Oro frente al prosaísmo de Iriarte.
Continúa el ataque a Iriarte y a otros escritores contemporáneos en Los gramáticos, libro en el que rechaza
las ideas de la Ilustración y ataca a los ilustrados españoles.
Quizás la publicación más ruidosa de Forner fue la Oración apologética, que es un reflejo de la
importancia que tenía en el siglo XVIII la preocupación patriótica y el concepto que los extranjeros
pudieran tener de España. A raíz de un artículo publicado en la Encyclopédie Méthodique sobre España, en
el cuál se preguntaba el autor sobre la aportación de España al pensamiento europeo, la Real Academia
anunció como tema de su concurso anual una apología de al nación. La obra con la que respondió Forner
fue esta Oración apologética por la España y su mérito literario, que convirtió el tema en apasionada
polémica y pudo contribuir a complicar aún más el conflicto ideológico que se pretendía resolver.
En su Oración, intenta defender Forner a España de los ataques externos con nuevos contrataques.
Ante la acusación de la, por otro lado, innegable ausencia de moderna investigación en el país, Forner lanza
ataques contra la ciencia de su tiempo. Comentando las palabras de Voltaire sobre la falta de libertad de
pensamiento en España, responde Forner con una defensa del pensamiento dirigido por las autoridades
morales y doctrinarias. En general, Forner se defiende con un general elogio al tradicionalismo y un
rechazo de la ciencia y de la ideología ilustrada de su época.
A pesar de la fama de la Oración, la obra quizás más duradera sean Discurso sobre el modo de escribir
y mejorar la historia de España y Exequias de la lengua castellana.
En el Discurso, traza Forner un paralelo entre la Historia y la Poesía, y deduce que en la Historia
caben las mismas reglas que en la ficción y expresión de lo verosímil.
Las Exequias, ficción alegórica mezcla de prosa y verso, el autor viaja por el Parnaso para visitar
escritores famosos y repasar nuestra literatura emitiendo juicios sobre los clásicos e ironías sobre sus
contemporáneos, emprendiéndola implacablemente contra los corruptores de la lengua. También teoriza
sobre los géneros literarios además de criticar instituciones y clases sociales.
Forner, a pesar de las diferencias, estaba de acuerdo en muchos aspectos con los reformistas
españoles, como en la necesidad de reformar la enseñanza, en su condena a la escolástica o en sus ataques
contra la nobleza frívola y ociosa. Aún así, su idea de la cultura como sinónimo de expresión legítima de la
nación y sus ataques a la ciencia y la civilización moderna lo separan de la corriente ideológica ilustrada y
lo sitúan cerca del inmovilismo tradicionalista español.
6.2. José Cadalso.
Una de las figuras más destacadas del siglo XVIII fue Cadalso. Cultivó diversos géneros, aunque es
por su prosa por la que ha obtenido mayor reconocimiento. Poeta y soldado, la carrera literaria de Cadalso
queda enmarcada en sus dos décadas de vida militar, en las que su vida y su obra se van trenzando con
asiduidad. Cuando llegó a Madrid fue bien acogido en las principales tertulias literarias y casa de la
nobleza, hasta que se le atribuyó un panfleto satírico que criticaba a ciertos miembros de la corte le obligó a
abandonar Madrid.
Tras este suceso, sus escritos comenzaron a adquirir un tono más preocupado y crítico con la
sociedad; parte de estos escritos aparecen en su libro Ocios de juventud.
Conoció a su vuelta a Madrid a la actriz Ignacia Ibañez, de la que se enamoró y fue correspondido. La
supuesta oposición de la gente que le rodeaba ante esta relación y la posterior y repentina muerte de su
amada parece que tuvieron bastante que ver con la redacción de Noches lúgubres.
6.2.1. Obra
La obra que más popularidad dio a Cadalso en vida fue Los eruditos a la violeta. En esta obra
satírica critica a los falso sabios, petulantes, que pretenden saber mucho sin esforzarse y que disfrutan de
exhibir sus conocimientos. Cadalso estructura el libro en distintas clases que da un profesor para que sus
alumnos aprendan a aparentar que saben sobre diversas materias. El punto flaco de la obra es que Cadalso
caen también en ocasiones en la misma petulancia que critica.
(No resumo lo que Alborg escribe sobre Noches lúgubres y Cartas marruecas, creo que es mejor
trabajar directamente en la lectura obligatoria y leer el prólogo de la edición que sea para contextualizar)
6.2.2. El romanticismo de Cadalso
Ningún aspecto es tan comprometido en la obra de Cadalso como su problemático romanticismo. La
valoración de Cadalso como personalidad inequívocamente romántica es defendida por muchos de sus
comentaristas. Al estudiar las Noches lúgubres, uno de estos comentaristas proclama su neta condición
romántica, destacando no sólo los aspectos más superficiales, sino lo que es más esencial: el carácter
emotivo y no ideológico de la obra, la utilización de recursos hipertróficos para reflejar la pasión del
protagonista, cuyo estado de ánimo se convierte en tema central y prácticamente único de la obra. El
reflejo de un alma que se cree singular en su tristeza y desgracia. Cadalso, que fue un hombre de básica
formación neoclásica, vivió a su vez en una especia de lucha interna entre las voces interiores que querían
escapar del molde racionalista y que finalmente salieron a la luz con las Noches.
A propósito de las Cartas marruecas, señala otro crítico su carácter subjetivo y personal, disparado
desde la intimidad y la perspectiva existencial, que posee la visión española de Cadalso. Fueron las Cartas
uno de los primeros testigos de la idea de carácter nacional que fue tan propio del Romanticismo.
En Cadalso, por tanto, aparecieron por primera vez en España ciertas ideas románticas, como el
egocentrismo, el pesimismo, la fusión del espíritu del poeta con la naturaleza y el placer de gozar la propia
tristeza; es en estos rasgos en los que hay que buscar el romanticismo del autor.