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10. El ocaso del poder oligrquico: lucha poltica en la escena oficial 1968-
1973.
HENRY PEASE GARCA
CAPITULO IV
la Misin vs. Los Militares Progresistas (1974-75)
ELEMENTOS PARA UBICAR LA ESCENA POLlTICA
Crisis Institucional
El pase al retiro del Almirante Vargas Caballero, en mayo de 1974, significa la
eliminacin en la cpula del gobierno de una tendencia conservadora que en todo el
pedodo anterior marc el enfrentamiento principal con la tendencia encabezada por el
Presidente Velasco. La burguesa liberal encontren esta tendencia sus adecuados
representantes poi ticos para defender dentro del gobierno a la llamada "pequea y
mediana propiedad agdcola", a los industriales afectados por la Comunidad Laboral, a los empresarios temerosos del aumento del poder econmico del Estado o a los
diarios que defendiendo los intereses de la burguesa liberal vean ya con temor la
posibilidad de ser afectados. En la coyuntura de 1974 no es slo un actor poltico el
que resulta derrotado: lo que l representa, el proyecto poi tico de la burguesa
liberal, lo es tambin en forma notoria. Pocas veces en este proceso ha habi.do una
articulacin tan pblica y clara entre un miembro del gobierno y los partidos, gremios
y representantes orgnicos de la burguesa.
La derrota del reformismo liberal es, sin embargo, slo algo transitorio; quedar fuera
del gobierno hasta que concluya el nuevo p.erodo, en agosto de 1975. Pero ello no
significa que quede suprimida; est presente en la escena poi tica y tiene
representantes convencidos en parte de la Fuerza Armada. Esto, sin embargo, parece
no haber sido tomado en cuenta por los actores polticos de 1974 y 1975,
especialmente el gobierno.
En esta coyuntura puede observarse un elemento importante que quedar latente en el
gobierno desde la cada del Almirante Vargas Caballero: la Marina hace cuerpo con su
jefe y se enfrenta al gobierno. El retiro del Ministro de Marina es un acto impuesto que
la institucin naval asume como agresin a s misma. Si desde varios aos antes era
visible que gran parte de los marinos no estaban de acuerdo con el rumbo del
gobierno, lo que ahora se desarrolla es un fuerte espritu de cuerpo que reacciona
contra una imposicin del rp.gimen y de las otras armas, hasta presentar a la Marina en
frrea oposicin al gobierno y al General Velasco en particular 1(169).
Durante el perodo anterior, los distintos actores del reformismo liberal parecen haber
usado el cuestionamiento al liderazgo de Velasco como arma bsica dentro de su
actuar institucional. Esto parece agudizarse ms con la enfermedad que gradualmente
aisla al Presidente y en particular con la forma en que se produce la crisis con la
Marina.
Todo esto hace que el nuevo perodo se caracterice por una crisis institucional dentro
de la Fuerza Armada que, por ms declaraciones de unidad que se hagan, seguir
latente. En todo medio poltico se especularcon versiones sobre la crisis y posiciones
de altos oficiales de cada arma. Si bien el centro de la oposicin se ubica en la Marina,
es claro que hay ramificaciones latentes en las otras armas, donde al llegar la coyuntura
adecuada puede combinarse bien el "ajedrez personal" 2(170), la nueva lucha de
1 La renuncia del Ministro de Marina, Almirante Faura, en Junio de 1975, parece ser expresin mxima de la crisis en la institucin
naval. "Se coment en medios polticos el hecho de que poco antes -segn numerosos observadores- la Escuadra abandon la Rada del Callao, lo que se Interpretaba como una medida de presin". Al respecto, el Ministro del Interior, General Ritcher, declar el 27 de Junio que el Almirante Faura "renunci por un motivo
estrictamente institucional y en modo alguno poltico". Cronologla Poltica. Hecho No. 3605. Pg; 1470. 2 Con esto se hace referencia a las previsiones, alianzas y enfrentamientos, de cada oficial por llegar -en condiciones de
competencia- a los puestos claves, ahora no slo militares sino polticos
tendencias y esta ya profunda divisin institucional. As se habla en 1974 y 1975 de la
existencia de un sector "institucionalista", formado por militares que no ocupan cargos
de gobierno, y que se oponen a los rasgos autoritarios que ven acentuarse en el
presidente. En el perodo parece madurar el institucionalismo que luego catalizar el
General Morales Bermdez en agosto de 1975.
Al llegar al sexto ao de gobierno, es el carcter institucional de ste el que se
encuentra en crisis. Es difcil esta situacin pues la base social y poi tica del gobierno
es heterognea y necesariamente contradictoria. Los importantes cambios realizados
suponen opciones poi ticas que chocan con la institucionalidad castrense, que poco ha
cambiado internamente con el proceso. La burguesa ha sabido capitalizar bien esta
situacin y alimenta el conflicto interno con la exacerbacin del anticomunismo. Si bien la ruptura con el reformismo liberal era una necesidad evidente para el avance y pro-
fundizacin del proceso de cambios iniciado, es claro que el gobierno requeria ampliar
su base de sustento: ello no se hizo. Justamente en torno a los problemas de
movilizacin popular se dar la nueva lucha de tendencias en el seno del gobierno.
Decantamiento de la burguesa o nuevo "entrismo" en el proyecto militar
En la coyuntura de 1974 pueden observarse elementos que tras la escena oficial
indican el necesario reacomodo de las fuerzas sociales en pugna. Se produce desde
1973 un progresivo decantamiento de la burguesa que ha de aislar momentneamente
a los sectores ms tradicionales, que encabezan lo que llamamos burguesa liberal. Esta,
al enfrentarse en bloque al gobierno, ha ido quemando a sus representantes gremiales
y polticos (SNI, diarios, partidos, incluso militares) quedando sin claras cartas de
reemplazo. A estas alturas su discurso ideolgico apenas puede distinguirse de lo que
la antigua oligarqua expresaba: el mismo antiestatismo, la total negativa a aceptar las
reformas, el reclamo de elecciones y vuelta a la constitucionalidad, el irracional
macartismo, etc. Esta lnea poltica los va a dejar progresivamente en segundo plano,
con menos posibilidades de intentar nuevos "rodeos" en la cpula del gobierno a partir
de 1974. Pero para entonces pueden ya distinguirse por lo menos algunos grupos de
empresarios que, sin hacer pblicos deslindes con la burguesa liberal, manifiestan una
actitud distinta frente al gobierno y hacen posible que se den nuevas e importantes
articulaciones.
Esta actuacin resulta imprecisa por no utilizar canales institucionales del actuar
poltico (partidos, parlamento. . .) o de la representacin gremial (SNI) pero se puede
encontrar en las reuniones de empresarios (CADE~PAE). en las formas de conciliacin
del hbil Ministro Jimnez de Lucio en las demandas concretas y en el actuar de una
cada vez ms amplia tecnocracia estatal que est en gran parte ligada a estos intereses
y concepciones. Para el capitalismo moderno, en particular para las empresas ligadas a
los grandes monopolios, la comunidad laboral puede adaptarse salvo que venga acom-
paada de una amplia movilizacin poltica. El poder del Estado en la industria bsica y
en el control de los recursos naturales tampoco afecta a la gran empresa moderna:
ms an, puede asegurarse que ello la beneficia, como ocurre en muchos pases
capitalistas avanzados. Estos grupos sociales se encuentran ahora frente a un Estado
fuerte y con recursos, que puede garantizarles el desarrollo de un capitalismo
moderno, a la vez que controla todo embate del movimiento popular. En trminos
pragmticos, para estos sectores ms lcidos es importante rodear al gobierno y no
enfrentarlo, conseguir concesiones concretas y dejar que los sectores ya superados,
como la burguesa liberal, se desgasten en una lucha desigual 3(171).
(-Sin embargo, no se trata slo de grupos privados, por lo dems poco visibles
pblicamente. Es a partir del propio Estado que comienza a cobrar importancia una
tecnocracia oficial, con altos niveles de ingreso, cuyo futuro est ligado al desarrollo
empresarial del Estado y cuyo poder es mayor en tanto que el gobierno no tiene una
opcin popular en su seno. En sus estilos de actuacin, en su formacin, en sus
edificios y hasta en sus sueldos emulan al empresariado capitalista moderno,
ofreciendo una imagen contradictoria del gobierno.
Estos grupos sociales rodean al gobierno en este nuevo perodo, prodi. ves a aceptar pasivamente un capitalismo de Estado que parece implementar el rgimen militar. Pero
esta burguesa no juega todas sus cartas y deja la puerta abierta para regresar sobre
sus antecedentes liberales en el momento adecuado, especialmente si se resquebraja el
gobierno. Encuentra particular "eco'" en "la Misin" que, con su proyecto de control
absoluto de las organizaciones populares, garantiza a esta burguesa mejores
condiciones de actuacin y ganancia.
Este deslinde con la burguesa liberal tiene antecedentes en el viraje del diario "La
Prensa" (1972), cuando este diario planteaba apoyar al gobierno, pero se produce
ahora sin mayor estridencia. La burguesa liperal ha sido reducida a su mnima
expresin al perder los diarios en julio de 1974 y slo ello ya' d pie para que acten
libremente los nuevos grupos empresariales.
Este decantamiento de la burguesa es sutil y no supone un rompimiento con las
fraccines ms tradiciona.les, ni menos an su desaparicin. Podra ser ms bien el
juego paralelo de los sectores ms lcidos mientras comprueban que el gobierno es
demasiado fuerte para enfrentarlo en bloque. Cuando ste se desgaste y resquebraje
cobrarn impulso renovado los sectores ms tradicionales reclamando la vuelta a un
proyecto liberal. Todo ello supondr en 1975 nuevos reacomodos.
Esta situacin es comprendida por la burguesa con preocupacin. Ocasiona la
oposicin radical de los sectores ms tradicionales, que ven frustrados sus intentos de
alterar la poi tica del gobierno. Sin embargo en los empresarios ms modernos y en la
tecnocracia se comienza a impulsar positivamente un proyecto poi tico compatible
con el fuerte poder concentrado por el Es. tado. En esta perspectiva se propicia la
participacin del capital extranjero asociado con el Estado y se obtienen concesiones
para grandes y medianas industrias que bien pueden soportar las reglas de juego
propuestas por el gobierno.
Lo que se aprecia en la coyuntura de 1974 es no slo un cambio en la cpula, sino el
propio reacomodo de la burguesa. Ello tiene mucho que ver con el conjunto de
cambios operados en la sociedad peruana desde 1968. Es necesario referirse a stos
para comprender los trminos de la lucha poi tica en este perodo.
En 1974 es claro que el Estado peruano concentra un fuerte poder econmico y
poltico. En seis aos de gobierno la Fuerza Armada ha reducido a su mnima expresin
el poder oligrquico, ha tomado gran parte de los recursos naturales que estaban en
manos del capital extranjero y ha reestructurado, el aparato ejecutivo del Estado
dndole un poder normativo, interventor y gestor en todos los sectores de la
3 Este es un punto a investigar an. Hay que precisar el sentido y alcances de esta opcin. Ver si se trata de una estrategia distinta de la seguida hasta entonces por la burguesra liberal o de una tctica de penetracin para quebrar desde dentro, paralela a la anterior. Es preciso ver tambin que siempre, en toda estrategia, hay que diferenciar la gestin cbncreta, pragmticamente buscada
en funcin de cada empresa, de la actuacin poi rtica, incluso a nivel gremial.
economa y la administracin. Las fracciones oligrquicas han perdido definitivamente
el poder que da la tierra, el comercio de exportacin y la banca. Las, grandes minas de
la Cerro de Pasco, buena parte del petrleo, los ferrocarriles, los servicios elctricos Y
telefnicos han pasado a manos del Estado. La pesca de anchoveta y su industria de
primer procesamiento es tambin e'statal. Y al amparo de la Ley de Industrias poco a
poco se engrosa el sector estatal de industria bsica con la transferencia de las
empresas de cemento, papel, etc. Un conjunto cada vez mayor de Empresas Pblicas
cubren todos los sectores de la economa: Petro Per, Minero Per, Electro Per,
Entel Per (Telecomunicaciones). Pesca Per (anchoveta). EPCHAP (comercializacin
de harina de pescado y de algodn). EPPA PERU (Artesanas), INDU PERU (industrias
bsicas). SIDEAPERU (siderurgia). SIMA PERU (construccin naval). EPSA (comercializacin de productos agrcolas). CENTROMIN PERU (antigua Cerro de
Paseo); son algunos de los entes empresariales de un Estado que es ahora gestor y nO
mero espectador de la economa.
El poder expropiado por el gobierno ha sido efectivamente retenido por los aparatos
de Estado. La transferencia de poder a los campesinos y obreros es parte del proyecto
poi tico enunciado por el gobierno, pero pertenece a un lejano largo plazo. La
importante capacidad de intervencin estatal en las cooperativas y el embrionario y
mediatizado rol de las Comunidades Laborales, no permiten afirmar otra cosa en 1974.
La ortodoxa poltica econmica y sus entrampamientos
En 1974 la perspectiva de una seria crisis econmica se hace presente. A ella se llega
como resultado de la poi tica econmica seguida. En efecto, el gobierno no ha logrado
en el perodo una poltica econmica coherente con las reformas planteadas. Estas, a
su vez, introdujeron serias contradicciones al modelo tradicional, sin avanzar hacia un
replante"o total de la estructura productiva y la poi tica financiera. Las reformas se
dirigieron a la propiedad y al poder interventor del Estado. Pero ste sigui esperando
de la inversin privada y del crdito extranjero la financiacin del crecimiento
econmico.
Para obtenerlo, estableci mecanismos dirigidos a captar al mximo el ahorro interno -
v a el sistema I;>ancario- a la vez que endeudaba al pa s en forma creciente con el
exterior, para financiar proyectos de largo plazo en los cuales la banca internacional
impone ms fcilmente sus condiciones en tecnologa e intereses, estos ltimos cada
vez ms rgidos.
Los trminos de la poi tica econmica, as planteados, continan en lo esencial
descansando en la rentabilidad de la inversin privada. Esta es la nica que tiene
capacidad real de contribuir al ahorro nacional que el sistema bancario controlado por
el "Estado trata de captar. La opcin de las empresas, sin embargo, no se dirige a
aumentar sustantivamente el ahorro nacional, aunque reclaman y obtienen medidas
que aumentan su rentabilidad; en nombre de este objetivo 4(172). La fuga de capitales
4 COMPOSICION DEL AHORRO NACIONAL
AIQO EMPRESAS PERSONAS GOBIERNO EXTERNO TOTAL
1968 99.00 -0.02 -2.90 3.92 100.00
1969 79.00 10.11 15.21 -4.32 100.00
1970 92.06 19.89 14.68 -26.63 100.00
1971 86.11 10.59 3.09 0.21 100.00
1972 91.19 4.15 3.71 0.95 100.00
1973 85.51 4.46 -1.84 11.87 100.00
impide que los estmulos dados por el gobierno aumenten sustantivamente el ahorro
de las empresas, que es aqu el ncleo bsico del ahorro nacional. De esta forma,
aunque este ahorro aumenta, no lo hace en la proporcin esperada por el gobierno,
que crea poder captar ms ahorro y orientarlo a financiar la inversin estatal. Pero las
empresas tienen diversos mecanismos para que sus mayores ingresos no se conviertan
en utilidades. As un informe del Ministerio de Industria y Turismo seala en 1975:
"Se estima que las importaciones globales entre 1973-75 hayan crecido en 1400/0 (de 1,029
millot7es a 2,460 millones de dlares), en tanto que los volmenes reales no parecen exceder
al 200(0 de incremento para el perodo; tampoco informes de orgamsmos internacionales
aceptan Ut7 aumento en el perodo mayor del 350/0 en el Comercio Exterior". "Se observa pues una brecha inexplicable que slo puede explicarse por una fuerte salida de
divisaS (bsicamente a travs de so
bre-facturacin) por razones especulativas5. El problema as planteado sirve a los empresarios privados para exigir en este y el
siguiente perodo ms y mejores condiciones, alegando que no hay Inversiones
privadas porque el gobierno no las alienta. Sin embargo, la comprensin real de este
problema no puede darse al margen de lo que significa hoy el capitalismo monoplico
Y los recursos que emplea. Por ello situaciones similares pueden observarse en
muchos pases de. Amrica Latina que, aun otorgando medidas ms generosas, no
obtienen mejores resultados. Ello puede verse particularmente en el caso de la
industria farmacutica donde una investigacin realizada por una entidad pblica
demuestra que mien tras que las utilidades declaradas eran del 14/0, las utilidades
ocultadas al pas y extradas subrepticiamente eran del 47.30/0, es decir, casi tres veces
las declaradas legalmente6. Esto quiere decir que los precios a los que se
Importan las materias primas para las medicinas son superiores a los del mercado
internacional en los porcentajes sealados y como estas materias primas son vendidas
por las casas matrices, las ganancias aparecen en la contabilidad de la empresa
vendedora en el extranjero. De esta forma, segn un estimado relativamente
conservador, la fuga de fondos financieros en divisas sera en 1975 de 250'millones de
dlares, cifra casi igual al total de la importacin de alimentos durante ese ao 7 .
1974 62.09 0.60 2.80 34.51 100.00
FUENTE: Banco Central de Reserva ELABORACION: GEPE. DESCO Estas cifras muestran que la enorme mayorfa y en algunos aos casi la totalidad del ahorro nacional consiste en las ganancias empresariales, las cuales se concentran en las pocas grandes empresas de cada rama industrial. A manera de ejemplo, en 1972, 153
establecimientos industriales controlaban el 6210 del ahorro empresarial neto del sector, mientras que 2,900 establecimientos controlaban el 3810 restante de la industria registrada. 5ministerio de Industria y Turismo. Informe econrTliCO-social 1975; Oficina Sectorial de Planificacin. Mimeo pg. 6. 6El porcentaje de sobreprecio de las importaciones .de .22 empresas representativas en la industria farmacutica para el ao 1971 es el Siguiente:
/ Nro. de Empresas
Nro. de Empresas extranjeras que Porcentaje de 50- nacionales que ten lan tal sobre-
brefacturaclon ten lan tal sobre" facturacion facturacion 3
0-20 4 5 20 - 50 1 2 50 - 100 1 2 100 - 200 1 2
200 - 300 O 1
300- ms O
Fuente: VAITSOS, Constantino: COMERCIALIZ,ACION DE TECNOLOGIA EN EL PACTO ANDINO- Instituto de Estudios Peruanos; LirTla, 1973. Pg. 67. 7 BRUNDENIUS C.: LOS CAMBIOS ESTRUCTURALES EN LA ECONOMIA PERUANA. 1968-1975."Ed. J. M. Arguedas. Lima,
1977. Pg. 17.
La poiltica econmica se aprecia en este aspecto no slo discutible sino irreal, influida
por la mitologa ideolgica del capitalismo que propugna una ortodoxia econmica
inaplicable en la poca de los grandes monopolios8. El gobierno se esfuerza desde 1968
por aumentar la inversin estatal 9177 - elemento central de su proyecto- tratando de
sustituir la retraccin parcial de la inversin privada que se basa al parecer en un
sobreestocamiento que proviene de la crisis de 1967 - 68 10. Para financiar esta
inversin el Estado recurrir cada vez ms al endeudamiento externo. Haba intentado
primero utilizar el ahorro nacional con mecanismos que hicieron que en 1971-72 la
deuda interna financiara ms del 450/0 de la inversin. Ese fue su lmite mximo por lo
cual, en 1974, el endeudamiento interno apenas financi el 130/0 de la inversin
pblica. Ese momento coincide con un enorme incremento del gasto pblico, incluyendo inversiones no reproductivas, previsiblemente de Defensa11. La poltica
trazada, protegiendo la rentabilidad de la empresa privada, tampoco recurri al
aumento de la presin impositiva a las utilidades de las empresas. Ms an, sta
disminuy por las distintas exoneraciones obtenidas por las empresas12.
En conjunto, puede apreciarse que en todo el perodo 1968-75 la poI tica econmica
se mantiene en los parmetros tradicionales -es decir, basada en el estmulo al capital
8 Nos referimos a la ciega creencia en el mercado como gran ordenador de entes de igual tamao en competencia perfecta, sosteniendo que con simples estmulos reorientar una gestin empresarial cuyas decisiones y mrgenes de juego trascienden totalmente las fronteras nacionales. Hechos como ste demuestran no slo las grandes limitaciones de la Ley de Industrias de
1970, sino tambin de la decisin 24 del Acuerdo de Cartagena (Pacto Andino). Con todo, la campaa contra estas normas ser significativa pues en otros aspectos, como el traslado de acciones a nacionales a largo plazo, les afecta. Tambin hay en esta campaa obvias previsiones polticas sobre los acuerdos de la subregin
9
INVERSIONES BRUTA FIJA 1968 1974 (En miles de millones de soles corrientes y en tasa de crecimiento)
1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974
Tasa de crecicimiento
Inv. Privada Inv. Publica
- 3.0 - 24.9
- 5.0 - 21.4
- 6.1 - 37.7
- 15.7 - 24.5
- 5.8 - 8.7
- 2.6 - 18.0
- 10.6 - 57.0
Estructura porcentual
Inv. Privada Inv. Publica
76.4 23.6
71.9 28.1
67.5 36.5
61.7 38.3
61.1 38.9
56.5 43.5
47.7 52.3
FUENTE: Elaborado segn cifras del B.C.R. 10 En algunos actores lo esencial del cambio est en el aumento de la inversin estatal, para lo cual importa poco en qu se invierta. Se busca aprovechar la coyuntura presentada por la retraccin privada con inversiones de largo aliento que crearn
problemas luego. La retraccin privada parece deberse al sobreestocamiento de 1967 y 68, pero en la escena poltica se presenta siempre como "falta de confianza" o "Inseguridad" a fin de obtener mayores estmulos a la rentabilidad de las empresas. Por ello, en 1974 -justo cuando el Estado demanda ms ahorro- se agudizarn los problemas, pues all las empresas tambin comienzan a
invertir e importar ms. No han variado las condiciones de confianza sino se trata nuevamente, al parecer, de la necesidad de renovar y ampliar los stocks. 11 En 1974 se crea un serio problema de liquidez, pues tanto el gasto pblico como la inversin privada presionan sobre las divisas, recurrindose desmesuradamente al endeudamiento externo 12
PRESION TRIBUTARIA 1968-1974
AO PRESION TRIBUTARIA 1968 - 1974
1968 1969 1970
1971 1972 1973
1974 1975 1976
14.4 14.1 13.9
13.4 13.3 13.1
13.3 14.2 13.0
FUENTE: Instituto Nacional de Planificacin.
privado - 13 a pesar de las reformas en la prOpiedad, del crecimiento de la inversin
pblica y del poder controlista del Estado. Hay un hbil manejo de la coyuntura en
ciclo de expansin, sin capacidad de prever un salto cualitativo en el diseo de la
poltica global del rgimen, ni siquiera al avisorarse la presencia de la crisis econmica.
Embrionarios intentos de programacin de importaciones e intervencin estatal en s-
tas, parecen suspendidos al caer el Ministro Marc del Pont en 1974 14 y son
nuevamente presentados como alternativa en plena crisis, en 1975, sin llegar a salir del
plano de los discursos 15 - Hay problemas estructurales que se aprecian y discuten en
1974, criticando esta poi tica econmica y observando crudamente sus efectos. La
estructura productiva de la economa peruana no es replanteada: la poi tica
gubernamental sigue incentivando -con poco xito- una industrializacin que no produce bienes que estn al alcance de las grandes mayoras nacionales y es la
rentabilidad del capital la que conduce y norma una economa en la que los intentos de
reforma y redistribucin no slo no cambiaron su lgica sino que a partir de ella
misma condujeron a una de las crisis econmicas ms profundas vividas por la sociedad
peruana.
A la inversa de lo que hoy proclaman los voceros tradicionales de la burguesa, la crisis
no es causada por las reformas sino por la insuficiencia de stas, por la dificultad del
rgimen en dar un salto revolucionario -es decir cualitativo y creador- frente al sistema
econmico imperante. En la crisis se puede percibir la responsabilidad del gobierno,
que no es mayor que la de empresarios que utilizaron todo recurso para impedir cada
intento de cambio real que afectara sus intereses econmicos, a veces vistos con tanta
estrechez e inmediatismo. Pero en el fondo, ms all de los actores poi ticos y econ-
micos, es el sistema capitalista como tal -al igual qu~ en todo el continenteque se
muestra incapaz de ofrecer alternativas de desarrollo a las mayoras de sus pueblos. Es
la naturaleza misma de las condiciones de explotacin que impone -y agudiza en sus
crisis cclicas- lo que puede observarse con nitidez en 1974 y 1975. Al avisorar la crisis
en 1974 -agudizada por los factores internacionales - 16 el gobierno se niega a
13 El Estado estimula la rentabilidad de las. empresas al no aumentarles los impuestos, al dar exoneraciones tributarias y otras medidas como subsidios dirigidos a aumentar el margen de ganancia. Sin embargo, amplios se
reconocerla pblicamente. La lucha de tendencias se agudiza en sO interior por la
opcin "realista" de "'a Misin", que entiende la necesidad de controlar la movilizacin
popular como nica forma de aplicar medidas econmicas de corte tradicional,
mientras que en la tendencia alternativa se procura defender el proyecto poi tico del
gobierno, apoyndose en la recusacin terica del capitalismo, sin lograr materializarla
en una poi tica econmica aplicable al corto plazo. El rol del Presidente Velasco, en
pleno descenso de su liderazgo, pareciera concretarse en una defensa casi intuitiva de
la economa popular impidiendo el corte de subsidios a los productos que
simblicamente representan la dinamizacin de los efectos del ciclo inflacionista: el
pan, la gasolina, etc. De esta forma, las opciones poi ticas que se observan en la escena
se han de radicalizar en un perodo en el qu el gobierno pierde la iniciativa poi tica lnte una crisis econmica que, por una parte, no logra controlar y corroe el apoyo
popular pasivo y no cabalmente articulado; a la vez que, por otra, agudiza la lucha
interna dentro del velasquismo presentando opciones cada vez ms enfrentadas.
El movimiento Popular se dinamiza
La observacin de la escena oficial es obviamente insuficiente para explicar la crisis, la
lucha poi tica y su resultante. El movimiento popular -con articulaciones parciales
intentadas por el gobierno, el APRA y loslJartidos de izquierda- ha de expresarse cada
vez ms directamente en la escena poI tica, tanto con el recurso a la huelga, como con
la lucha interna que en cada gremio importante produce el intento decidido de "la
Misin" por controlar las organizaciones populares en sus trminos. Este intento se
enfrenta directamente con la accin de su tendencia alternativa dentro del gobierno, a
la vez que una y otra -articuladas o no- se enfrentan en bloque a las acciones de la
izquierda opositora, cuyo juego en gran parte no distingue entre tendencias del
gobierno en sus estrategias y tcticas, salvo embrionarias excepciones al fin del
perodo17.
Las reformas han tenido un efecto movilizador, al margen de las intenciones de las
tendencias ms conservadoras del gobierno y ms all de los proyectos que procuran
implementar las tendencias que hemos denominado radical y velasquista en los
perodos anteriores. El impacto de las reformas es movilizador en el sentido estricto
de la palabra. Tanto el movimiento campesino como el movimiento obrero son
impactados por la reforma agraria, el primero, y por la comunidad laboral, el segundo.
Podr reiterarse muchas veces que la comunidad laboral busca fortalecer la empresa y
lograr la armona entre propietarios y trabajadores, pero ello no ocurre as: los
empresarios han de inventar diversos mecanismos para burlar la comunidad; los
obreros, al tener informacin sobre la empresa, fortalecern sus sindicatos y lucharn
decididamente no slo por el aumento salarial, sinQ por el avance porcentual de su
comunidad y por impedir las ,distintas formas en que el empresario intenta burlarla.
Esta lucha, que tiene dos polos, aunque por lo general la ideologa burguesa ve slo
1971 159 103.9 91.2 87.8
1972 133 113.8 89.4 78.6
1973 79 118.0 135.6 114.9
1974 -403 156.9 195.6 124.7
1975 -1113 198.6 182.8 92.0
FUENTE: Instituto Nacional rle Planificacin - OIC (*) Indice de Importaciones. Indice de Exportaciones
17 Nos referimos al caso de Vanguardia Revolucionaria, aunque ello est en la base de su propia divisin. El Partido Comunista acta bsicamente conteniendo al mximo toda movilizacin, sin aliarse con las tendencias en pugna aunque negocie con
autoridades del gobierno, cada vez con menos margen de juego.
uno, no se debe simplemente a la presencia de "agitadores polticos que desnatllralizan
la comunidad". Proviene de la naturaleza de las relaciones sociales en la empresa,
hecho que s puede ser utilizado por cuadros poi ticos de distinto signo, pero que no
por ello los convierte en factor causal del conflicto social. Este est en la base misma
de la sociedad capitalista. Es obvio que la comunidad laboral slo reforma la empresa
capitalista 18 y no hace desaparecer la existencia de intereses antagnicos en la
empresa y en la sociedad19.
Desde 1973 se siente claramente el alza de precios en la economa po' pular. Ello est
en la base del incremento sustantivo de las huelgas que se observa en este perodo 20 Y
que a su vez refuerza los" operativos" propugnados por "la Misin". Ocurre la crisis
luego de un perodo que ha dinamizado ampliamente las expectativas y la capacidad de organizacin del pueblo. En el medio urbano la comunidad laboral, el reconocimiento
de la CGTP, el discurso ideolgico del gobierFlo y la acogida que la prensa reformada
da a los reclamos populares, son slo algunos de los elementos movilizadores -a los
cuales se agrega la accin poi tica de los distintos grupos y partidos- capaces de
movilizar aunque incapaces an de articular orgnicamente el movimiento gremial y
popular por la primaca de la lucha entre fracciones y grupos, elemento explicable por
la juventud poltica de muchos de ellos frente a la capacidad desarticuladora heredada
del Estado oligrquico.
En el campo, el gobierno tiene una base ms amplia de apoyo por ser la reforma
agraria la que ms ha avanzado. Pero en este perodo la reforma se enfrenta con un
largo camino an por recorrer21 , a la vez que muestra su incapacidad de acelerar su
avance en la Sierra y la omnipresencia del aparato estatal en las nuevas empresas,
18 El mismo gobierno lo reconoce al denominar "empresa privada reformada" a la empresa con comunidad laboral y, ms expresamente, al sealar que la comunidad laboral no constituye ni define el modelo no capitalista, inspirado en los valores
humanistas, socialistas, libertarios y cristianos que ofrece como modelo de socie. dad a partir de los distintos discursos oficiales, sobre todo desde 1971. 19 Mucho se ha escrito y hablado sobre los trabajadores como polo del conflicto. Poco sobre los empresarios como-dinamizadores
de tal conflicto al desdoblar empresas, al transferir utilidades a empresas comerciales que no tienen comunidad, al sobrefacturar
para retener fondos en el exterior y mostrar menores utilidades; al inflar gastos y sueldos de altos ejecutivos como forma de presentar menores utilidades, pagar menos impuestos y aportar menos a la comunidad industrial. En la base del conflicto est tambin la accin conciliadora del Ministerio de Industria y Turismo, su negativa inicial a facilitar auditorlas solicitadas por los
comuneros y su falta de reaccin ante la comprobada violacin de la ley en distintas y conocidas empresas. Puede remitirse el lector a dos trabajos: PASARA, SANTISTEV AN, BUSTAMANTE, GARCIA-SAYAN: DINAMICA DE LA COMUNIDAD INDUS-TRIAL. DESCO-LlMA, 1974 y CABIESES, Hugo: COMUNIDAD LABORAL Y CAPITALISMO. DESCO 1977.
20 En el siguiente cuadro se puede observar la evolucin de las huelgas desde 1968. Los aos 1973 y 1975 son los que mayores huelgas tienen. Obsrvese una baja sustancial el ao 1976, influida por el Estado de Emergencia.
Trabajadores Horas. Hombre
Nmero de comprendidos perdi das
AOS Huelgas (en miles) (en millares)
1967 414 142 8.0
1968 364 108 3.4 1969 372 92 3.9
1970 345 111 5.8 1971 377 161 10.9 1972 409 131 6.3 1973 788 416 15.7
1974 562 348 12.1 1975 779 617 20.3 1976 440 258 6.8
(EVOLUCION DE LAS HUELGAS 1968 - 1976 FUENTE: Ministerio de Trabajo. 21 31.12.74 la reforma agraria haba adjudicado 5'102,117 Has. a un total de 215,928 familias. Estas cifras fueron obtenidas de CENCIRA. Al respecto, Fernando Eguren afirma: "Los datos del Censo de Poblacin y Vivienda de 1972 sealan que la poblacin econmicamente activa (PEA) de 15 aos y ms dedicada a la agricultura, selvlcultura y caza fue de 1'488,390 trabajadores (41.70/0 del total de la PEA). Por otro lado, el nmero de familias que segn las metas oficiales, sern beneficiarias de la reforma agraria es
alrededor de 400,000. Suponiendo que por cada familia hay un trabajador, el nmero total de stos aicanzara a casi el 27/0 del total de la PEA agrcola. Esto supone que las metas oficialmente fijadas sean cumplidas. Lo cual no parece ser el caso, pues hasta el 31 de julio de 1976 el nmero total de familias adjudlcatorias era de 279,595. Es decir el 700/0 de las metas oficiales y el 190/0 de
la PEA". "Poltica Agraria y Estructura A9raria". En: ESTADO Y POLITlCA AGRARIA. DESeO-LIMA, 1977, pg. 223.
generando un nuevo tipo de conflictos. Esta reforma muestra en 1974 que una amplia
cantidad de campesinos pobres quedan al margen de las nuevas empresas campesinas
pero que a su vez, es el campo en su conjunto el que se pauperiza 22 en todo este
perodo. La poltica econmica, privilegiando lo urbano-industrial, contribuy a
pauperizar el campo. Los precios de los productos alimenticios se mantuvieron bajos, a
veces por debajo de los costos de produccin; la descapitalizacin del campo se
acentu con el alza de los nsumos agrcolas y con casos de verdadera depredacin
hecha por propietarios afectados antes de entregar la tierra 23. A esto puede agregarse
la ineficacia de diversos comits especiales de adjudicacin y el efecto de diseos
inadecuados a la realidad rural, sobre todo serrana24.
En 1974 y en 1975 se agudizan las invasiones de tierras, como forma campesina de acelerar la reforma y adecuarla a sus propios trminos. El esfuerzo del gobierno por
formar la CNA desde las propias bases confluye en competencia con el" esfuerzo de la
central opositora (CCPI, expresndose en ambas -en forma y grado distinto- la
demanda campesina que es por la tierra, pero an ms, por las condiciones
econmicas concretas de vida y desarrollo25.
Desde 1969 hasta 1973 el gobierno tiene en su favor el logro de un incremento
constante del ingreso real de los trabajadores. Este se incrementen 34010 hasta
1973. Ya en 1974 el efecto de los precios hace decrecer el ingreso real. En 1976, un
obrero de Lima ganaba 9010 menos que en 1968 y 40010 menos que en 1973. Ello
explica la movilizacin de los trabajadores para defender su consumo elemental. Las
huelgas constituyen as una medida defensiva para impedir que contine bajando el
salario real de los trabajadores. Las cifras del cuadro que citamos son indicativas de
esta situacin, a pesar de que t~o promedio es limitado en su expresin de la realidad
de los ingresos ms bajos.
EVOLUCION DE LOS SALARIOS EN LIMA METROPOLITANA 1968-
1976
Salario Prom. Salario Prom. I ndice de I ndice del
AOS Nomin.Mensu
al Real Mensual Precios al Salario
(Soles) (Soles) Consumidor Real
1968 2,751 2,751 100 100
1969 3,011 2,834 106 103
1970 3,113 2,790 112 101
1971 3,695 3,101 119 112
1972 4,308 3,373 128 123
1973 5,150 3,682 140 134
1974 5,670 3,468 164 126
22Excepcin hecha de los modernos complejos agroindustriales. 23 Nos referimos aqu a ventas apresuradas de ganado y maquinaria, transferencias aotra persona jurdica y descuido de los cultivos; hechos que se observaron en los perodos previos a la toma de fundos, cuando stas no fueron sorprcsivas.
24 Problema que no est al margen del carcter vertical de la conduccin de la reforma. 25 El lector puede ampliar esta perspectiva en el reciente libro ESTADO Y POLITICA AGRARIA. DESeO-LIMA, 1977.
1975 6,070 3,052 230 111
1976 7,877 2,503 315 91
Elaboracin: GEPE-DESCO.
La respuesta del gobierno al movimiento popular es contradictoria y parte de la propia
pugna de tendencias que tiene en su seno.
Las huelgas y los sucesos del 5 de febrero de 1975 influyen en la crisis interna del
gobierno, en la radicalizacin de las opciones en pugna, aunque como tales no lleguen a
constituirse en alternativas de poder, resolvindose la pugna de tendencias en
trminos bsicamente castrenses.
La incapacidad de obtener apoyo popular: los lmites de la participacin poltica
Frente al movimiento popular, parece haber un problema ideolgico, antiguo en la formacin militar y en la burocracia. Se percibe al pueblo a partir de una postura
vertical; an en los casos en que se pretende hacerlo participar (el hombre de pueblo,
el obrero, el campesino, parece ser visto como el equivalente del soldado en la
jerarqufa militar. Se entiende la promocin social como ddiva que se otorga, ms que
como 'n derecho que slo espera la oportunidad de ser ejercido. En el fondo se teme
al movimiento popular y aunque en teorfa se acepte su participacin en el poder, en la
prctica se la relega a un futuro lejano o se la convierte slo en un acompaamiento
formal y pasivo, a punta de normas complejas que impiden la iniciativa real y la
autonomfa necesaria de los lderes populares. No negamos que hubo militares y civiles
que superaron estos rasgos ideolgicos. Pero fueron los menos26.
Es notoria a lo largo de todo el proceso la presencia de un marcado mesianismo en los
Ifderes militares. Ello se agudiza con los triunfos logrados en los primeros aos. Este
mesianismo parece ser un rasgo comn a diferentes sectores medios. Pero aquf se
presenta agudizado por el fuerte procesamiento ideolgico propio de la formacin
militar y por la seguridad que proporciona a los I fderes del gobierno el haber
superado coyunturas tan adversas como las de la IPC en 1968 y 1969.
Partiendo de este mesianismo, diffcilmente se ha de comprender y aceptar el rol de un
pueblo en la construccin de un proyecto poi ftico, ms an, si se propone una
revolucin. Se le prescribe un rol pasivo, sin conceder fcilmente derecho a la iniciativa
y aun el derecho a cometer errores en la coyuntura. Con esta ptica el movimiento
popular es visto con desconfianza y resulta siempre anatematizado pues la burguesfa se
encarga, en diversos casos, de dar contenido de clase a esta situacin27. El problema no
26 Aqu encontramos un importante aspecto que merece ser estudiado. Es la ideologa burguesa dominante -que penetra en
distintos sectores sociales- y se junta con la verticalidad propia de estos aparatos de Estado (la disciplina y jerarquizacin castrense
donde -por escalafn- no caben dos posiciones iguales pues incluso dentro del mismo grado prevalece la antigedad; esta jerarquizacin que es casi estamental cuando diferencia entre personal superior y subalterno, tiene diferentes desarrollos en cada
arma y se proyecta tambin a la burocracia civil, bastante jerarqu izada).Estos rasgos contribuyen a anudar ms la posibilidad de una democratizacin real del poder, que siempre ha sido cerrado en esta sociedad, sin que por ello neguemos, y valoremos, los esfuerzos. hechos por cambiar. La tolerancia de un movimiento popular en auge -a pesar de tantas intervenciones represivas en
casos I mite- es signo de este esfuerzo incompleto y frustrado, ms an si se compara con la imposibilidad de expresin y movilizacin impuesta hoy. 27Es obvio que la ideologa dominante penetra en los distintos grupos sociales, aun cuando se haya ido tomando conciencia de la necesidad de introducir cambios en el sistema socio-econmico. Ello incluye por supuesto a los actores polfticos y militares, parte
de los sectores medios formados en esa manera de ver el orden social y poco acostumbrados a la crtica ideolgica y al cuestionamiento cientfico de la realidad social. Pero lo que en esta frase queremos subrayar es el rol que cumplen los voceros de la clase dominante con su constante campaa macartista que ante toda huelga o accin del movimiento popular reclaman
represin, anatematizan los hechos, sin buscar sus causas, y exageran los supuestos o reales daos "a la produccl6n", culpando
es slo ideolgico. Los militares -parte de los amplios y complejos sectores medios-
estn procurando realizar un proyecto propio, sin alianzas directas con organizaciones
de las clases populares. Fijan sus trminos, dentro de una continua lucha poltica
interna que va haciendo optar a unos ms claramente por la burgues(a, mientras que
otros, ms radical izados, aspiran a realizar un proyecto "para" las clases populares,
pero deben realizarlo sin alianzas explfcitas con sus organizaciones antiguas y nuevas -, enmarcados en los Ifmites de la institucionalidad militar.
El temor a la manipulacin partidaria juega adems un rol importante. El gobierno ha
satanizado a los partidos sin ofrecer alternativa prctica de participacin. En teora
abre el camino, pero cada organizacin gremial o sectarial que genera le hace pensar que puede ser copada por los partidos y de inmediato se tuerce la promocin,
deviniendo en manipulacin. Se prefiere apoyar dirigentes con poca o nula capacidad
de liderazgo a dialogar con cuadros que tengan algn v nculo partidario o capacidad de
asumir iniciativas polticas propias28.
Es un hecho que todas las organizaciones gremiales estn atravesadas por la lucha
partidaria. Es cierto tambin que pocos grupos partidarios son algo ms que pequeas
cpulas de dirigentes, la mayoria incapaces de mirar a largo plazo y de unir esfuerzos
contra el enemigo principal, en vez de luchar o competir con el grupo vecino. Ello
tiene que ver tambin con el espacio politico limitado que tienen para actuar, tanto en
el perodo oligrquico como en el posterior. Pero hay que recordar tambin que los
lderes no se improvi' san, que los cuadros no se pueden construir sino con
participacin y lucha, es decir, que hay que asumir el riesgo que ella implica. Por no
hacerlo, mucho de la poltica de movilizacin se ha juzgado como manipulacin para
obtener el apoyo silencioso o el aplauso incondicional. Si se analizan los comunicados y
pronunciamientos del perodo, en las organizaciones surgidas con apoyo del gobierno,
se podrn confirmar estas afirmaciones. Sera miope, sin embargo, no ver diferencias
que no son simples matices pero que, dados los rasgos !lel perodo, no varan la
resultante: siete aos despus de asumir el poder el rgimen carece de apoyo popular
y, ms an, parece hacer todo lo posible por distanciarse del movimiento popular y
aferrarse slo al sustento que le ofrece la Fuerza Armada 29.
Pareciera que en ms de una ocasin se ha contrapuesto el carcter institucional del
gobierno -como representante de la Fuerza Armada- con la posibilidad de propiciar
una real autonoma del movimiento popular, fortaleciendo su presencia con nuevos
canales de expresin poi tica, incluso ms allde los gremios y organizaciones
sectoriales. Esto se puede ver claramente en los das posteriores al 5 de febrero de
1975 cuando se forma un Comit Coordinador de Organizaciones Populares, primero,
y se llama luego a la organizacin de un movimiento poltico. En ambos casos, se
siempre a los "agitadores comunistas" de las situaciones generadas. La lectura de "El Comercio" o "La Prensa" exime de mayores
explicaciones. Siempre lo popular es anatematizado. Pareciera que hay en su accin slo una finalidad destructiva y explfcitamente
se acusa a todo dirigente de fomentar el "odio" y la violencia. Se oculta con ello la violencia del orden establecido, las lacerantes necesidades humanas que se ubican tras la demanda de los trabajadores: Se fomenta la aplicacin de un principio de autoridad que
sancione drsticamente todo intento popular por cambiar las condiciones de vida, progresivamente deterioradas en estos aos. Se apela incluso a los valores cristianos, que en esta distorsionada visin parecieran obl igar a ser pacientes, comprensivos y pacficos slo a los pobres y explotados. Todo esto es una forma de utilizar la ideologa para fortalecer a la clase dominante, a los que
tienen poder econmico y no aceptar siqu iera concesiones reformistas. 28 Hecho que se ~grega a la falta de cuadros dirigentes bien formados en todos los campos de las organizaciones laborales. La dirigencia bien formada es escasa. Pero lo ser ms cuanta mayor exquisitez se ponga en su seleccin, por actuar en competencia con casi todos los grupos polfticos que existen en un perodo. El problema es as de formacin de cuadros; pero tambin de la
opcin tomada. 29 Obviamente este no es un problema aislado del conjunto del proyecto poltico del velasquismo, que ahora se bifurca en nuevas tendencias alternativas, pero todas sujetas a la institucionalidad del rgimen que ha afianzado sus formas y reglas de juego en seis
aos de gobierno.
condena la iniciativa y slo se acepta formular una organizacin poi tica desde el
gobierno, por decisin imperativa del Estado, fundamentada en el hecho de que la
Fuerza Armada es la que conduce el proceso. En la prctica, ello quiere decir que siete
aos despus de asumir el gobierno no se acepta que nadie -grupo, organizacin o
persona- pueda tener iniciativa poltica dentro del proceso30. Ello, al margen de los
errores que pudiera haber en el ejemplo mencionado, resulta castrante poilticamente
y muestra los estrechos lmites que en la mentalidad gobernante tena la participacin
poltica.
La escena poiltica termina as invadida por la Fuerza Armada que slo admite como
actores civiles de primera lnea, a los opositores. En el frente del gobierno los cuadros civiles deben renunciar a la iniciativa poi tica y ocupar el rol de asesores, el limitado
campo de los funcionarios o, luego, el difcil oficio del periodista en los diarios
expropiados; lugar desde el cual ms de una vez se ha desfigurado la realidad, sea por
la presencia de utopas o por la deformacin que en el primer ao de la prensa
reformada supuso la lucha de tendencias en el gobierno, reflejada en la prensa. Es
obvio que frente a la derecha sto le resta fuerzas y coherencia. Confiere a la
oposicin de izquierda razn y fundamentos para su distanciamiento, pero ante el
movimiento popular -no ajeno a la presencia de partidos- ello colca al gobierno en
una situacin cada vez ms distante hasta el punto de anular su propia capacidad de
articulacin y competencia. Los escasos mrgenes de juego de las organizaciones
promovidas por el gobierno, tales como la CNA, la CTRP o el SERP, no provienen
slo de sus dirigentes sino de esta caracterstica vertical, centralizada y exclusivamente
militar de la conduccin poi tica del proceso.
Es justamente en este perodo que el gobierno comienza a reclamar "militancia" en vez
de adhesin. Varios discursos del Presidente Velasco precisan la necesidad de
militancia y establecen la lnea divisoria entre los militares y los que simplemente
apoyan. Hay aqu una peculiar definicin de militancia: es adhesin a un proceso y a
unas bases ideolgicas, pero en ningn caso tiene un canal operante para expresarse
polticamente, para qebatir con su conduccin poltica o para decidir cambios en ella.
En este contexto la militancia es "cuadrarse", aceptar y callar; es decir, la adhesin
total, sin contar siquiera con mecanismos de informacin que permitan esclarecer en
cada coyuntura cul es el objetivo principal y qu orientacin debe darse al actuar.
Pensar en militancia al margen de una organizacin poi tica resulta imposible y
proponerlo, sin conceder participacin en la definicin de la conduccin poi tica, es
propio de los partidos y regmenes ms autoritarios recusados por la propia ideologa
del gobierno.
Quizs sea por sto que el tan usado trmino de militancia resulta utilizado
bsicamente por asesores, funcionarios, periodistas y dirigentes de organizaciones
promovidas por el gobierno. En ello se confunden los canales de comunicacin y de
influencia que esas ocupaciones confieren con los canales propios de una militancia
real. Por ello quizs, hayan resultado tan maltratados -y sin defensa poi tica real-
militantes que, al margen de posibles errores en sus funciones o de limitaciones
ideolgicas, se jugaron enteros por el gobierno y el proyecto poltico que ste
representaba. De militantes hal3 pasado -en 1975 y 1976- a ocupar la categora de
infiltrados, en el lenguaje del gobierno.
30 Es posible que estos actos no fueran totalmente autnomos de la lucha de tendencias pero, al menos en el primero, hay mayor margen de accin en las organizaciones. En el MRP (Movimiento de la Revolucin Peruana) es cierto que casi todos eran funcionarios pero parece ser tambin reflejo de que el gobierno que los requera exigindoles "militancla" no les dejaba margen de
iniciativa poltica propia
Plantear as la militancia en 1974-75 tuvo efectos endurecedores para el cuadro poi
tico, con un gobierno que ahora exiga adhesiones totales, justo en momentos en que
el debate poi tico hubiera resultado esclarecedor.
La campaa macartista y su impacto en los sectores medios
A estos factores que configuran una escena en la que el espacio poi tico se estrecha
progresivamente, debe agregarse el efecto que la expropiacin de los diarios tiene en
la burguesa, en los sectores medios urbanos y en el propio gobierno. Para la primera
es seal de alarma y golpe final a sus sectores ms tradicionales. A la vez quita poder
de expresin a stos en la escena, pero unifica los restos de distintas fracciones y le permite agudizar la lucha ideolgica y poi tica captando sectores medios ms amplios.
En stos -difusos y poco politizados- en muchos casos se exacerbarn posiciones li-
berales y antitotalitarias profundamente arraigadas. El debate de los diarios va ms
lejos que la capacidad de estos sectores de visualizar cambios sociales reales
alternativos y fcilmente aunque no slo sea por este factor- se aumentar la amenaza fantasmal del comunismo, visto como mezcla de miedo a la movilizacin
popular y expresin aparentemente nica de las formas totalitarias de ejercicio del
poder. En este contexto la nueva direccin de los diarios expresar toda la variedad de
tendencias que el gobierno tiene en su seno, haciendo pblico el enfrentamiento de
posiciones.
De esta forma es que las fuerzas conservadoras logran impactar sistemticamente en
los sectores medios, con la prensa o sin ella. El anticomunismo en su versin ms
radical prende fuerte en los sectores profesionales, empleados o militares. Ello no es
raro como simplificacin del debate politico. Para el capitalista a ultranza, es comunista
todo aquel que rechace, no slo el capitalismo como sistema, sino la forma particular
de capitalismo que existe en el Per. Es as, al igual que desde los aos 30, en que el
Per se divida en apristas y antiapristas. El comunismo no indica as un proyecto
politico ms o la pertenencia a un partido: es el calificativo que seala a todos los que
luchan por un cambio real en la coyuntura; es usado tambin como un adjetivo, un
anatema que califica negativamente al sujeto.
El gobierno en este perodo procura, en varias ocasiones, precisar campos, explicar
que no es anticomunista y expresar a la vez que no tiene nada de comunista. Su
prctica poltica y el nfasis de sus discursos no avalan lo primero y a la vez, para
quienes todo el que busca algn cambio social es comunista, el gobierno resulta siendo
la expresin del ms temible y brutal comunismo.
Esta polarizacin ideolgica va a influir mucho en el gobierno, particularmente en
algunos ministros que sienten la necesidad de demostrar que no son comunistas pues
se ven agredidos en su propio medio social. En efecto, ya en 1974 hay sectores medios
muy radicales izados en su oposicin al go: bierno. En ellos ha impactado la
expropiacin de los diarios y J! defensa de la civilizacin "occidental y cristiana" hecha
por al Almirante Vargas Caballero. Las reacciones en Miraflores 31 a la expropiacin de
los diarios son un signo. El peso de este sentimiento en la coyuntura impactar
especialmente en "la Misin". Teir la actuacin de la CTRP y el MLR que parecen de-
finir que su enemigo inmediato es el comunismo, aqu y ahora. Influir tambin en
31 Que incluyeron pequeas escaramuzas, incendio de autos y quema de una bandera por personas de clase acomodada y de
sectores medios, muchas de ellas jvenes, de este barrio residencial
elementos de la tendencia progresista que, acusados de comunistas, parecen necesitar
demostrar que no lo son32.
Es preciso sealar que esta forma de utilizar el anatema llega a desfigurar la escena
poiltica. Leyendo algunos rganos de prensa y escuchando algunos discursos, pareciera
deducirse que el comunismo es una fuerza alternativa al actual rgimen, con capacidad
de reemplazarlo y con todo tipo de recursos poi ticos. Parece convertirse en el
enemigo inmediato. No se hace un anlisis ms profundo33, ni se ve el poder
imperialista y el capitalismo hegemnico en la economa peruana. Parece haberse
hecho una trasposicin de realidades a un punto tal que se lucha contra molinos de
viento al estilo de El Quijote. Para las fuerzas conservadoras, incluyendo en ellas elementos militares, este enemigo
se agiganta ms porque definen cada medida del rgimen como comunista. Es
comunismo estatizar la pesca de anchoveta, expropiar la tierra o adquirir los bancos.
Es comunismo hablar de Propiedad Social o defender la Comunidad Industrial. Con
esta prdica insistente se busca generar consensos contrarios al gobierno para obtener
cambios en ste.
En medio de esta polarizacin ideolgica resulta casi imposible pesar el conjunto de
movilizaciones populares en las cuales estn presentes, tanto el Partido Comunista
como una amplia gama de pequeos partidos definidos como marxistas-Ieninistas. El
gobierno, que compite con ellos a partir de la formulacin de su propio proyecto,
queda envuelto en un cuadro global de posiciones que endurecen su actitud frente al
movimiento popular en su conjunto y que limitan sus posibilidades ya reducidas de
entendimiento en la coyuntura.
El aislamiento y la campala internacional
A estos factores cabe agregar desde 1973 un hecho particularmente importante: la
cada del rgimen de Allende en Chile y el brusco cambio que ello significa en el
panorama continental. El chileno no es el primer rgimen totalitario de derecha que se
instaura en el continente, pero s es el que ms impacto causar a la posicin peruana,
dada la antigua predisposicin al conflicto que viene desde la Guerra del Pacfico, en el
siglo pasado. Este hecho no slo significa un enfriamiento en las relaciones bilaterales,
sino una verdadera campaa en la prensa internacional para dejar al Per aislado y en
actitud de aparente agresividad blica hacia Chile.
El perodo es muy intenso en estos problemas. Coinciden la ca:l1paa de la prensa
continental contra la expropiacin de los diarios, con la campaa especfica que acusa
al Per de querer invadir Chile, de comprar armamento sovitico y recibir asistencia
de ese pas, a un punto tal que llegan a afirmar que se instalan bases soviticas en
territorio peruano.
32 Intencional mente o no, esto significa la existencia de una direccionalidad poiltica que, recubierta ideolgicamente, sirve bien a los intereses de las clases dominantes. 33 Obviamente, lo ideolgico no va separado de las opciones concretas. "La Misin" parece optar claramente por un proyecto de Capitalismo de Estado que, en la crisis, la obliga a reprimir al pueblo. En esa perspectiva le sirve el anticomunismo como bandera, aunque todos los actores no lo sientan as. Es normal ver cuestiones "de principio" en vez de hacer un anlisis del significado real
de cada fuerza y proyecto social. La referencia a la influencia que esta ideologizacin tiene incluso en la tendencia progresista, se relaciona con su "situacin. concreta", con su pertenencia a una institucin donde el anticomunismo se ha inculcado masivamente sin que un serio proceso de politizacin haga, que las opciones sean ms "concientes". Con esta base -que "la Misin" y sus cuadros militares aprovechan para
arrinconar e!l el mundo militar a la tendencia progresista- la situacin concreta los pone a la defensiva. Esto puede ligarse a la imprecisin de esta tendencia progresista en lo que al proyecto alternativo a nivel econmico, de corto plazo, se refiere; hecho a su vez influido por no controlar el sector economa y finanzas.
Es obvio que no se trata slo de una campaa de prensa. El Per es puesto en una
situacin difcil por accin de los gobiernos que sirven intereses imperialistas. Queda
aislado respecto a sus vecinos -casi todos son gobiernos totalitarios de derecha-; se
agudiza la posibilidad de un conflicto blico a la vez que se niega la venta de armas
norteamericanas y se le presenta como pas agresor, cabeza de playa del comunismo
en Amrica Latina. Es difcil conocer el impacto de la compra de armas en la crisis
econmica, pero es un hecho que al manifestarse sta en la escena, el hecho coincide
con un cuadro internacional que a cualquier gobierno hara reforzar su defensa, ms
an a un rgimen militar.
Saban bien los autores de esta estrategia que esta presin impactara en los medios
castrenses que detentaban el poder y, ms an, que debilitara las posibilidades de continuar con las reformas. En este sentido, cabe anotar que el gobierno acus el
golpe, pas a la defensiva y en el largo perodo el efecto fue conseguido.
Cabe aqu preguntarse por la estrategia imperialista de los Estados Unidos frente al
rgimen. Se ha pasado del enfrentamiento radical de 1968 a un cuadro de relaciones
que, a partir de la aceptacin de las iniciales reglas de juego, puede llegar a acuerdos
significativos como el convenio Green-Mercado en 1974. Lo que ms poda impactar al
imperialismo es el efecto de demostracin en Amrica Latina del rgimen peruano, por
su in icial ruptura con la IPC. Lentamente logra neutralizar este efecto a travs de la
prensa internacional. La presin sobre el gobierno en materia crediticia le permitir,
luego de tensas y lentas negociaciones, conseguir acuerdos para pagar las expropiacio-
nes que siguieron a la IPC.
Si recorremos la historia peruana veremos que nunca un rgimen ha tenido tal
capacidad de negociacin frente a los Estados Unidos. Pero, a su vez, la resultante no
elimina la situacin real de dependencia que parte de la base econmica productiva y
del modelo de industrializacin que se contina aplicando. Ello obliga a negociar y
favorece a su vez la penetracin de intereses imperialistas que refuerzan el poder de
las fracciones ms modernas de la burguesa. La nacionalizacin de la Marcona Mining
Co. -al final del perodo de Velasco- sin llegar a un acuerdo tras largas negociaciones,
ser ocasin de nuevos chantajes y presiones, decisivas en un cuadro de crisis
econmica.
Estos elementos, presentes en la escena poi tica del perodo, resultan necesarios
como previa presentacin de las tendencias .que se expresan en el gobierno, su
articulacin con las distintas fuerzas sociales y su expresin en hechos polticos que se
analizan durante el perodo 1974-75, para concluir con la destitucin del General
Velasco.
2. LAS OPCIONES BASICAS
En la resultante de mayo de 1974, la cada del Ministro de Marina parece consolidar la
perspectiva del proyecto propio, de largo plazo, que encabeza Velasco. Esta tendencia
sin embargo, no es homognea. Unific contra la tendencia liberal, como enemigo
comn, a actores militares que ya desde 1972 ten an antecedentes de enfrentamientos
concretos entr"e s, bsicamente en torno a los operativos e intentos de articular
organizaciones populares. Superada en la cpula la coyuntura anterior, se expresar de
inmediato la pugna entre dos tendencias que gruesamente pueden distinguirse dentro
de lo que en el perodo anterior llamamos velasquismo. Los comits directivos de los
diarios expropiados sern integrados por personas que de una forma u otra
expresarn la amplia gama de opiniones presentes en el gobierno. Por ello se
reprodujo en stos, pblicamente, la lucha de las tendencias bsicas, aunque con un
espectro ms amplio de posiciones.
Utilizamos para denominar estas tendencias trminos que se usaron en el medio
poltico. "La Misin" y "los militares progresistas" fueron los ms usados. Estas
denominaciones son siempre incompletas e impre~isas, pero se usan como
instrumento para hacer ms clara la pugna principal dentro del gobierno. No deben
entenderse sino dentro estos lmites.
Las opciones de estos actores de la escena oficial se ligan y articulan con las fuerzas
sociales en pugna, aunque de manera incompleta, a veces difusa y otras ms claramente
visibles para el observador poi tico. Ello parece deberse a la forma de rgimen poi tico vigente y a la necesaria intervencir. de reglas de juego castrenses en su interior.
2.1. "LA MISION"
En los crculos periodsticos y poi ticos se habla, en 1974, de la existencia de "la
Misin". Algo as como un ncleo de ministros con caracteres de cierta homogeneidad
poltica 34 que implementan los "operativos" ms verticales y manipulatorios, apoyan al
ya famoso MLR y tienen en comn un acentuado anticomunismo a partir del cual -
confundiendo temores con realidades- lo erigen en el enemigo principal de la
coyuntura.
El punto ms ntido de esta opcin se puede encontrar en relacin al movimiento
popular. A partir de la aceptacin de un proyecto propio desde el gobierno parecen
ver la necesidad de obtener apoyo popular, pero ste se entiende en trminos
distantes y casi decorativos a la cpula del poder. Se necesita una comparsa disciplinada
que salga a las calles y aplauda, que grite "Hatary" cuando aparezca Velasco, que
confiera ilusin de poder al pueblo, sin ser amenaza para sus actuales detentadores.
Pero ello supone controlar todo proyecto competitivo y callar el descontento que ya,
con el alza del costo de vida, est generalizndose. Por ello, adems de las acciones de
masas, se recurre a lo que alguien denomin "Odrismo de izquierda", recordando la
utilizacin de cuadros de matones -en algunos casos abiertamente gansters, con
probados antecedentes penales- para con ello romper sindicatos, quebrar huelgas,
armar operativos, etc. Su forma de competir en poltica es sa y su enemigo principal
es el comunismo, calificando as, como siempre, a todo el que se le oponga desde
opciones progresistas, cualquiera sea su posicin poiltica.
Esta opcin, abiertamente manipuladora, se expresa en toda una I nea de decisiones
que tiene antecedentes en 1972. Conforme avanza el ao 1974 y la crisis econmica se
hace ms visible, "la Misin" ser algo ms que una tendencia. Llegar a tener una
progresiva hegemona hasta lograr que Velasco opte por ella, distancindose de sus
compaeros del 3 de octubre35. En este perodo es posible ver ms rasgos claves en
esta opcin. Ante la crisis, no slo se buscar una alternativa vertical y manipuladora
de organizaciones populares. Habr tambin una opcin ms global que podra bien ser
definida con una antigua idea de "La Prensa" antes de su expropiacin:
34 En su origen el trmino "la Misin" parece hacer referencia a una Comisin PoHtica interna del Consejo de Ministros. a la cual se ligaron los operativos mencionados. Es posible que a partir de ello surgiera esta identidad, hacia fuera, aunque es ms la coincidencia objetiva de polfticas y actitudes entre sus miembros lo qoe la define. Luego en 1975 a esta Comisin se agrega a los
Generales Graham y Fernndez Maldonado para organizar la OPRP y se hace pblica 'como Comisin encargada de definir ese proyecto. Obviamente nos referimos a su composicin inicial, pues estos dos generales pertenecen a la tendencia contraria. 35 Ver explicacin que damos en la resultante, en este mismo captulo. Ms all de lazos personales "la Misin" pareciera ofrecer a
Velasco mayor "eficacia" en relacin con el movimiento popular, en una coyuntura de crisis.
"Un proceso revolucionario no puede continuar indefinidamente, reformando todo, malo o
bueno, y tener xito si no cuida e incentiva -la produccin del pas, no sio para contrarrestar
la disminucin productiva que siempre'acompaa a las reformas bruscas". 36.
Es un "basta" a las reformas y un nfasis en "ms produccin", que de hecho el
gobierno implementa a partir.de 1974, con la sola y aislada excepcin de la
nacionalizacin de Marcona37.
Para "la Misin" la revolucin est en gran parte lograda 38. Ms an, no sern estos
ministros los que se caractericen por priorizar la recusacin del capitalismo ni menos
en profundizar sobre qu significa, aqu y ahora, esa afirmacin.
Ms bien puede ubicarse en esta tendencia la parte del gobierno ms abierta a la negociacin con el capital extranjero y el empresario nativo ligado a ste. No concede
al sector privado lugar en la lucha poltica, pero muy bien puede aliarse como
interlocutor econmico, lo que significa cerrarse a cualquier posibilidad de afrontar la
crisis en trminos no ortodoxamente capitalistas. La tensin poltica con la tendencia
que se le opona llev, sin embargo, a la fcil poi tica de cerrar los ojos y esperar.
Esta opcin es compartida y apoyada por un sector an difuso y difcil de precisar, que
va surgiendo a partir de las grandes empresas pblicas y la Banca Estatal y Asociada.
Son ejecutivos y directivos cuyos ingresos superan de lejos el sueldo de un ministro de
Estado. Son tecncratas que hacen poi tica de alto nivel, sin que haya un aparato poi
tico que los encuadre. Son presidentes ejecutivos y gerentes de empresas estatales y
bancos estatales o asociados. Son altos funcionarios de algunos ministerios. Juegan un
rol subordinado, pero ya significativo. Su receta es tambin, ante la crisis, "basta de
reformas", austeridad en los salarios del pueblo, incentivos al sector privado y aumento
de la produccin39.
Hacia fines de 1974 "la Misin" no slo es hegemnica en el gobierno sino que se le
seala una nueva posibilidad de juego propio: el APRA, ese viejo coloso de la poiltica
36 CRONOLOGIA POLlTlCA. Hecho No. 1847. Pg. 434-35. 37 La Prensa" en 1972 expresaba bien un planteamiento de la burguesa que poco a poco ser asumido por el gobierno, siendo una de las banderas de "la Misin" primero y expresndose ms plenamente en la Segunda Fase. Es obvio que a este lema nadie se puede oponer a primera vista. Es una necesidad. Pero cuando se convierte en lema, cuando se declara "A;\o de la Produccin",
cuando en nombre de ello se ataca y reprime a todo sindicato que va a la huelga y cuando incluso las reformas emprendidas se paralizan o desmantelan, entonces es evidente que hay que formular otras preguntas. Ellas se hicieron desde entonces: Ms produccin de qu? y para quin?, dado que nuestra industria produce para sectores de medios y altos ingresos, produce
muchos bienes secundarios y no lo que el pueblo necesita para alimentarse y vestirse. En lo que se produce para exportacin cabe tambin esta pregunta porque se justifica slo porque trae divisas, la mayor parte de las cuales se convierte en ms insumos para una industria que no sirve a las mayoras o para proyectos de muy largo plazo. Lo que estas y otras preguntas plantean es en el fondo la direccionalidad del esfuerzo que se pide al pas. Para la burguesa "ms produc,cin" equivale a incentivos para mayor
ganancia. Y no tienen problema, incluso, en que se oculte esa ganancia y se quede fuera. As visto el problema de la produccin no es simplemente un problema cuantitativo: es obvia la necesidad de replantear toda la estructura productiva y ponerla al servicio de las necesidades bsicas de las mayoras. Esta formulacin ideolgica, acogida por el gobierno, ha sido muy oportuna. Ha logrado
confundir a algunos actores poilticos -en la prensa por ejemplo- y ha sido hasta hoy bandera principal para justificar la represin que se dirige selectivamente a los trabajadores. 38Aunque el General Mercado Jarrn no es un tpico dirigente de "la Misin" en sus declaraciones al Semanario "7 Das", al pasar al
retiro, se encuentra un triunfalismo que refuerza esta posicin que ve lograda la revolucin. Este triunfalismp llega a ser rasgo
caracterstico de casi toda declaracin del gobierno en esta poca, aunque no sea compartido ni expresado por los militares progresistas, que an en distintos niveles preguntan y cuestionan, limitndose en pblico a ser los que reiteran sistemticamente
las metas ideolgicas del gobierno (hegemona de la propiedad social, por ejemplo). 39Analizando el caso Brasilero, F. H. Cardoso habla de burguesa de Estado para referirse a un grupo similar de ejecutivos en Brasil. Habra que discutir semejanzas y diferencias, articulaciones con el sector privado y el gran capital. Pero, en todo caso, no
observamos aqu total homogeneidad y es ms clara su subordinacin a los militares, que incluso en varios casos presiden las principales empresas. En el estudio de esta tecnocracia hay que distinguir posiciones vinculadas en gran parte al origen y antecedentes de sus cuadros. Los hay ms ligados a la empresa privada, los hay militares en retiro y tiene imQortancia un equipo originalmente formado en el
Instituto Nacional de Planificacin que, a partir de ste y fundamentalmente en el perodo del Ministro Marc del Pont, pasa a dirigir empresas y entes de importancia con una actitud mucho ms progresista que, sin embargo, no llega a destacar en el conjunto. Hay aqu amplio campo a investigar an.
peruana al que se teme, se combate o se- admira. El pacto de "la Misin" con el APRA
es insinuado entre Iineas por la propia prensa del gobierno. En todo caso, el APRA
puede hacer doble juego, al igual que lo ha hecho en 40 aos de experiencia poi tica:
agita en la base -sean maestros, mineros, otros trabajadores o en disturbios casi
espontneos como el 5 de febrero-, pero siempre habr un puente para negociar y
ofrecer por lo bajo la salida con apoyo aprista40.
Las mayores especulaciones sobre el rol del AP RA parten de la figura del General
Javier Tantalen Vanini, Ministro de Pesquera, de conocida familia aprista y que acogi
en su ministerio a muchos apristas y ex-apristas. Este ministro es sin duda el ms
representativo de "la Misin". Aparece como principal protector del M LR, articula de
hecho la Federacin de Pescadores que fue su principal canal hacia las bases; pero parece ser su amistad con Velasco lo que, junto con algo de sagacidad poi tica, le
dieron lugar preponderante.
Con Tantalen, integran "la Misin" el ahora velasquista Contralmirante Jimnez de
Lucio, Ministro de IndUlstria; el Ministro de Trabajo, General FAP Sala Orozco 41 el
Jefe del SINAMOS, General Rudecindo Zavaleta, que desde enero de 1974 reemplaz
al General Rodrguez, como quien trae la tarea de destruir todo rastro de su
antecesor en dicho organismo. Al Ministro del Interior, General Richter Prada, se le
ubica en este grupo aunque se comentaba el escaso margen de juego que el estilo
conductor de Velasco dejaba a quien ocupara esa cartera. En todo caso este actor poi
tico es ms difcil de precisar. El General Segura, Jefe del SINADI, poderoso sistema
de informacin, se aline tambin hasta el final en esta tendencia. Lle'gan as a
controlar todos los cargos poi ticos, en especial los ministerios que ms tienen que
ver con el movimiento popular (Trabajo, SINAMOS, Industria, Interior, Pesquera42. lo
cual les dar absoluta vigencia, incluso en 1975 cuando numricamente la tendenci
progresista es mayor en el Gabinete.
En la coyuntura, sin embargo, no slo estos ministros parecen ser los que optan por la
poi tica global de "la Misin". El Premier Mercado Jarrn es visto muy en esta lnea,
aunque su poder real aparece disminuido por su dudosa actuacin durante la primera
crisis de la enfermedad de Velasco. Ministros como el de Economa y Finanzas, General
Vargas Gavilano, por su tradicional subordinacin al presidente, parecen seguir el
rumbo de los ms fuertes. El espectro es as ms amplio en favor de "la Misin" y de su
proyecto pro-capitalista y abiertamente autoritario y antipopular.
"La Misin" aparece ligada a las distintas fracciones de la burguesa que entonces, luego
de la derrota de la tendencia liberal y de la toma de los diarios, casi no se expresan
directamente en el debate poi tico. Varios ministros tienen eficientes relaciones con la
burguesa ms moderna y se rodean de empresarios que se distancian, al menos en
apariencia, del proyecto liberal de la burguesa. Todo esto debe an ser estudiado. En
t9do caso; lo que s queda claro es que la poi tica que defiende "la Misin" es adecuada
a las exigencias de las grandes empresas privadas, especialmente industriales. El control
de las organizaciones populares -rgido y sistemtico- le es funcional, como lo es el
estrechamiento del espacio poltico cuando la crisis econmica es mayor y se siente en
el pueblo. En la actuacin del MLR se hacen evidentes articulaciones eficaces con los
40Hay la hiptesis de un experimentado observador de la coyuntura, que al analizar la estrategia seguida por el APRA en gremios donde tuvo decisiva influencia (caso maestros y en menor grado mineros) observa que difcilmente puede desaparecer y dejar homogneo control a la izquierda opositora al gobierno. Este observador encuentra all un reacomodo del APRA que
manteniendo cuadros adictos estimula el conflicto de.esta izquierda con el gobierno, genera coyunturas de crisis, no aparece y no es as reprimida pero logra efectos concretos. Aunque bastante "maquiavllca" cabe estudiar la hiptesis. 41Nombrado Jefe del SINAMOS a principios de 1975, luego de haber pasado al retiro. 42 Pesquera e Industria son Ministerios de la Produccin pero con poder efectivo sobre sectores obrero.s muy importantes.
empresarios que confirman esta ligazn difusa a nivel de los actores y la escena oficial,
aunque no a nivel de los intereses defendidos y las poi ticas implementadas.
Es claro que el gobierno en su conjunto no se desliga de estos intereses empresariales,
aunque tiene an margen de autonoma, en este tercer perodo. Se debe a la
hegemona evidente de la Misin? O ms bien a conciliacin entre las partes, influida
por la divisin sectorializada del Poder Ejecutivo? En todo caso, hay tambin amplio
margen de error y limitaciones que provienen de los actores y del tipo de rgimen. Lo
que s es claro es que "la Misin" lleva la iniciativa poi tica en todo el perodo y que la
tendencia alternativa est a la defensiva por sus propios caracteres y su falta de una
expl cita alternativa econmica. Retomar la iniciativa en trminos militares al
derrocar a Velasco. Pero no estar sola y en un cuadro ms complejo, que analizamos en la resultante, aparecer triunfador. . . por muy poco tiempo.
2.2. LOS MILITARES PROGRESISTAS
En este perodo el enfrentamiento bsico encuentra una tendencia progresista sin
Velasco al frente. En ella se aprecia la actuacin de los coroneles de 1968, convertidos
ahora en generales, con gr'andes posibilidades de mandar el Ejrcito. A diferencia de la
mayor parte de "la Misin", los Generales Fernndez Maldonado, Leonidas Rodrguez,
Enrique Gallegos, Miguel Angel de la Flor y Ral Meneses, s tienen posibilidades de
ascender a los altos mandos de la Fuerza Armada. Ello y su ubicacin promocional, ms
jvenes que "la Misin", les permite jugar en poltica con un criterio de mediano plazo,
considerando necesario el cuidado de su carrera institucional militar. Con rpidos
ascensos, vienen ocupando cargos claves en el COAP, el gabinete o el Ejrcito desde
hace ms de 6 aos y constituyen la avanzada progresista del gobierno en el que, luego
de tener rol preponderante en las etapas anteriores, procuran construir un proyecto
coherente. Aunque estos oficiales son los que aparecen ms identificados con el
p~nsamiento oficial del gobierno, resulta difcil identificar su actuacin, a partir del
discurso poi tico an impreciso y ambivalente. La lucha poi tica es, sin embargo,
elemento que define y por ello en este perodo la tendencia progresista es definida en
funcin de su contrario, ms que en base a un ideario explicitado como alternativo.
El enfrentamiento principal con "la Misin' parece darse en lo que se refiere a las
relaciones del gobierno con el movimiento popular y en el proyecto propio destinado
a vertebrar a ste con el gobierno. Ante las organizaciones populares, se
caracterizaron siempre por un menor endurecimiento y una mejor disposicin al
dilogo, an al tratarse de acciones vertebradas por la izquierda opositora al gobierno.
En cuanto al proyecto propio, fueron claramente opuestos a los operativos y su
aproximacin intentaba hacer realidad el participacionismo de las declaraciones
oficiales, a pesar de las obvias limitaciones que ofreca en el cuadro de lucha poltica
interna y externa al gobierno, que es caracterstica del perodo.
La accin del SI NAMOS es parcial reflejo de la tendencia progresista, tanto en el
perodo del General Rodrguez como en algunas acciones que continuaron luego
hombres identificados con l, Em abierto enfrentamiento con el General Zavaleta.
Frente al marcado anti-comunismo de "la Misin", esta tendencia no parece caer en la
trampa ideolgica de entender que el comunismo es su enemigo principal, aqu y
ahora. En efecto, aunque distingue claramente posiciones respecto a las opciones
comunistas, su actuacin no crea ese gigantesco enemigo que "la Misin" ve por todas
partes. Como en muchas partes de Amrica Latina se utiliza en el Per de 1974 el
anticomunismo como forma de quebrar todo intento progresista y recuperar poder en
favor de las posiciones ms reaccionarias. Aqu , la lucha poi tica haba alcanzado su
mxima intensidad en la expropiacin de los diarios. Con ella la derecha qued silen-
ciada en julio de 1974. Pero no dej de actuar sino aprovech incluso su silencio
aparente para orquestar una accin ms decidida en el gobierno y la Fuerza Armada,
utilizando bien los temores, las dudas e incluso la con'fusin ideolgica presente en
muchos de los actores. Encontr en el anticomunismo su arma principal. El discurso
lgico parta de analizar experiencias muy distantes histrica y geogrficamente- pretendiendo compararlas con medidas como la expropiacin de los diarios, la
Reforma Agraria o la Propiedad Social. Pero no quedaba all el trabajo. Haba que
presentar como comunista toda accin opositora del movimiento popular, e incluso
todo conflicto originado en posiciones progresistas. Haba que calificar de comunista
toda crtica de izquierda e incluso encontrar comunistas entre los propio obispos de la Iglesia Catlica. Haba que exagerar hasta la paranoia la fuerza que entonces pudieran
tener las distintas y enfrentadas posiciones comunistas 43(211). Se aplica as, a la
perfeccin, una regla bsica de la propaganda poltica: la regla de "la simplificacin y el
enemigo nico" 44(212) que sirve para ocultar la opcin alternativa, en este caso, los
intereses de la propia burguesa defensora del capitalismo dependiente y amenazada
por todo intento de cambio social. "La Misin" ve comunismo por todas partes, incluso
en la tendencia progresista. No habr crtica ni intento de actuacin autnoma -incluso
en la nueva prensa que no resulte desfigurada al analizarse en funcin del miedo al comunismo, al margen de todo anlisis serio de la realidad; Esto, sin embargo, no
puede entenderse como mero error poi tico. Es la asuncin de la ideologa burguesa
en todos sus trminos, de la misma forma en que fueron asumidos sus intereses en
otros aspectos de la poi tica propuesta y realizada.
La tendencia progresista no cae en este juego. Percibe que el enemigo principal es "de
casa" y que tiene- en la burguesa y en los restos de la antigua oligarqua actores que
necesitan reinterpretar en su favr las reformas emprendidas por el gobierno para
anular sus efectos. Esa burguesa acta con una fuerza que le viene de su umbilical
relacin con los intereses imperialistas, que en este perodo utiliza sagazmente la
accin interna y externa, mostrando la imagen de un pas aislado dentro de un
continente que camina al fascismo casi irremediablemente. La peculiar coyuntura
internacional impactar decisivamente en hombres formados para la defensa nacional y
entrenada en los estrechos marcos de la geopol tica. "La Misin" tendr as doble
arma de chantaje contra los militares progresistas: son acusados de comunistas y
presentados como una amenaza ante "el crtico cuadro internacional", culpndolos de
un aislamiento continental que podra devenir en derrota ante Chile.
La tendencia progresista tiene as un cuadro peligroso al frente. Ello quizs explique
una actuacin dubitativa en el perodo, particularmente al perder audiencia ante el
Presidente Velasco.
Resulta difcil hacer ms precisiones de nivel ideolgico por e'l carcter de este trabajo,
centrado en el anlisis del juego poi tico prctico, bsicamente de la escena oficial.
Pero puede observarse en los militares progresistas inconformidad con los logros
alcanzados, frente al forzado triunfalismo de "la Misin". Se ve en los primeros que, al
menos intuitivamente, se constata que sta sigue siendo una sociedad capitalista y que
43 En este macartismo de Ula Misl6nU hay un claro intento de arrinconar a los militares progresistas dentro de un ejrcito con
ciar!: preparacin anticomunista desde la dcada del 50. En los trminos de su praxis poi (tica no se discute, se acusa por lo bajo, y fieles a la ms pura tradicin de los Servicios de Inteligencia, no se debate ni se prueba. Todo progresista es as( sospechoso primero e infiltrado despus. El mismo Velasco parece actuar as(, segn propias declaraciones, calificando como comunistas a integrantes de la uaplanadora" del SINAMOS que estuvo muy marcada por el antcomunismo de Carlos Delgado. Parece haber
relacin entre el anticomunismo de Ula Misin" y el anticomunismo aprista que viene desde los aos 30. No hay que olvidar que en la dcada del 60 ubicaban a Belande como procomunista. He aqu( un punto de encuentro ms que cabe investigar. 44 Ver en J.M. DOMENACH, LA PROPAGANDA POLITICA. Eudeba, Buenos Aires, 1966. Pg. 52.
se requieren cambios ms audaces para superarla. La ideologa generada por el
gobierno se toma en serio y por tanto se rechaza la poi tica vertical y manipulatoria de
"la Misin", aunque sin poder generar un proyecto alternativo de movilizacin popular,
en parte por las limitaciones que resultan del carcter institucional del rgimen y pOr
el chantaje que ejerce "la Misin". En el plano econmico, tampoco llega a plasmarse
una alternativa a la poi tica global que para entonces muestra el gobierno. Esta, sin
embargo, es vista sin el triunfalismo y la defensa que "la Misin" realiza. Ms an, se
recogen algunas de las crticas centrales que el diseo econmico muestra, como la poi
tica industrial tradicional o la explotacin de la ciudad sobre el campo. No existe, sin
embargo, un planteo alternativo en materia de poi tica econmica: y all se
estjugando el futuro del rgimen. Por la distribucin sectorial del poder no se le exige esta definicin en 1974, pero luego, en la segunda' fase, ser uno de los elementos
centrales de su debil idad poi tica.