Post on 21-Jul-2015
El agua es el principal e imprescindible
componente del cuerpo humano. El ser
humano no puede estar sin beberla más de
cinco o seis días sin poner en peligro su
vida. El cuerpo humano tiene un 75 % de
agua al nacer y cerca del 60 % en la edad
adulta. Aproximadamente el 60 % de este
agua se encuentra en el interior de las
células (agua intracelular). El resto (agua
extracelular) es la que circula en la sangre y
baña los tejidos.
En las reacciones de combustión de los nutrientes que tiene lugar en el interior de las
células para obtener energía se producen pequeñas cantidades de agua. Esta formación de
agua es mayor al oxidar las grasas - 1 gr. de agua por cada gr. de grasa -, que los almidones -0,6
gr. por gr., de almidón-. El agua producida en la respiración celular se llama agua metabólica, y
es fundamental para los animales adaptados a condiciones desérticas. Si los camellos pueden
aguantar meses sin beber es porque utilizan el agua producida al quemar la grasa acumulada
en sus jorobas. En los seres humanos, la producción de agua metabólica con una dieta normal
no pasa de los 0,3 litros al día.
Como se muestra en la siguiente figura, el organismo pierde agua por distintas vías. Este agua
ha de ser recuperada compensando las pérdidas con la ingesta y evitando así la
deshidratación.
Hidrofílica
Hidrofílico es la propiedad de una molécula que tiene la tendencia a interactuar o disolverse
en el agua.
Hidrófobas
El agua
El término hidrofobia proviene del griego, donde se combinan las palabras hydrós (agua), y
fobos (horror). Por lo tanto, algo hidrófobo es aquello que tiene horror al agua.
En el contexto fisicoquímico, el término se aplica a aquellas sustancias que son repelidas por el
agua o que no se pueden mezclar con ella. Un ejemplo de sustancias hidrófobas son los
aceites.
La Tierra (de Terra, nombre latino de
Gea, deidad griega de la feminidad y la
fecundidad) es un planeta del Sistema
Solar que gira alrededor de su estrella en
la tercera órbita más interna. Es el más
denso y el quinto mayor de los ocho
planetas del Sistema Solar. También es el
mayor de los cuatro terrestres.
La Tierra se formó hace
aproximadamente 4567 millones de años
y la vida surgió unos mil millones de años
después. Es el hogar de millones de especies,
incluyendo los seres humanos y actualmente el único cuerpo astronómico donde se conoce la
existencia de vida. La atmósfera y otras condiciones abióticas han sido alteradas
significativamente por la biosfera del planeta, favoreciendo la proliferación de organismos
aerobios, así como la formación de una capa de ozono que junto con el campo magnético
terrestre bloquean la radiación solar dañina, permitiendo así la vida en la Tierra. Las
propiedades físicas de la Tierra, la historia geológica y su órbita han permitido que la vida siga
existiendo. Se estima que el planeta seguirá siendo capaz de sustentar vida durante otros 500
millones de años, ya que según las previsiones actuales, pasado ese tiempo la creciente
luminosidad del Sol terminará causando la extinción de la biosfera.
Tierra
Se denomina suelo a la parte superficial de la
corteza terrestre, biológicamente activa, que
proviene de la desintegración o alteración física y
química de las rocas y de los residuos de las
actividades de seres vivos que se asientan sobre
ella.1
Los suelos son sistemas complejos donde ocurren
una vasta gama de procesos sexuales, físicos y
biológicos que se ven reflejados en la gran
variedad de suelos existentes en la tierra.
Son muchos los procesos que pueden contribuir a
crear un suelo particular, algunos de estos son: la
deposición eólica, sedimentación en cursos de
agua, meteorización, y deposición de material
orgánico.
De un modo simplificado puede decirse que las etapas implicadas en la formación del suelo
son las siguientes:
Disgregación mecánica de las rocas.
Meteorización química de los materiales regolíticos, liberados.
Instalación de los seres vivos (microorganismos, líquenes, musgos, etc.) sobre ese sustrato
inorgánico. Esta es la fase más significativa, ya que con sus procesos vitales y metabólicos,
continúan la meteorización de los minerales, iniciada por mecanismos inorgánicos. Además,
los restos vegetales y animales a través de la fermentación y la putrefacción enriquecen ese
sustrato.
Mezcla de todos estos elementos entre sí, y con agua y aire intersticiales.
Suelo
Según la altitud, la temperatura y la
composición del aire, la atmósfera
terrestre se divide en cuatro capas:
troposfera, estratosfera, mesosfera y
termosfera. A mayor altitud
disminuyen la presión y el peso del
aire.
Las porciones más importantes para
análisis de la contaminación
atmosférica son las dos capas cercanas
a la Tierra: la troposfera y la
estratosfera. El aire de la troposfera interviene en la respiración. Por
volumen está compuesto, aproximadamente, por 78,08% de nitrógeno (N2), 20,94% de
oxígeno (O2), 0,035% de dióxido de carbono (CO2) y 0,93% de gases inertes, como argón y
neón.
En esta capa, de 7 km de altura en los polos y 16 km en los trópicos, se encuentran las nubes y
casi todo el vapor de agua. En ella se generan todos los fenómenos atmosféricos que originan
el clima. Más arriba, aproximadamente a 25 kilómetros de altura, en la estratosfera, se
encuentra la capa de ozono, que protege a la Tierra de los rayos ultravioleta (UV).
En relación con esto vale la pena recordar que, en términos generales, un contaminante es una
substancia que está «fuera de lugar», y que un buen ejemplo de ello puede ser el caso del
ozono (O3).
Cuando este gas se encuentra en el aire que se respira, es decir bajo los 25 kilómetros de
altura habituales, es contaminante y constituye un poderoso antiséptico que ejerce un efecto
dañino para la salud, por lo cual en esas circunstancias se le conoce como ozono troposférico u
ozono malo.
Aire