Post on 08-May-2020
En los bordes del silencio
Arturo F. Silva
I
Física
Odisea
La Odisea, hoy, es un viaje en colectivo.
Polifemo está ahí
en el tercer asiento doble
mientras los vientos del destino se agolpan
en el cansancio de cada rostro.
Un marinero duerme,
otro habla por teléfono
y otro lee un periódico deportivo.
Está ese que no sabe cómo
comenzar a hablar con la chica
que está a su lado,
y aquel que, sigiloso,
sacó algo del bolsillo ahora seco
del hombre de barba cana.
Y Ulises,
evitando cualquier hipocresía,
lleva en el bolsillo
interior de su campera
un arma con seis balas
por si a Penélope se le ocurriera
negarse a darle el divorcio.
La celda
Después de los cien años de perdón
el ladrón reconoce
que robó y eso no cambia
el hecho preciso de su acto
y pide otra prórroga
porque al menos
esos cien años
le sirvieron para pensar
y tomar notas
y estudiar las estadísticas
y los titulares de los diarios
para charlar con los vecinos
o los amigos del café
y para meditar sobre los datos
que reunió durante ese tiempo
y concluye
no sin un dejo de pena infinita
que todos
deberíamos estar presos
o que quizá ya lo estamos
y no nos damos cuenta.
Mensajería
Hay muchísimos mensajes:
notas pegadas en la heladera
listas de compras
tarjetas de cumpleaños o de navidad
recordatorios en las agendas
cuadernos de comunicaciones
boletines, avisos, propagandas,
noticias de última hora
notas de suicidas, panfletos.
Pero también están aquellos
que no necesitan letras de molde
para llegar hasta nosotros:
besos, miradas de frente
o de soslayo, sonrisas,
espaldas por brazos abiertos,
silencios, gemidos, cenas frías,
caricias casuales, miradas desviadas,
sonrojos, aplausos, lágrimas,
botellas vacías, vasos volcados,
píldoras en la mesita de noche.
El mundo es un lugar maravilloso
si uno se niega al analfabetismo
del cobarde, a la tibia nada
de la muchedumbre.
El olvido
En esta tómbola
De más de diez dígitos
Y cuatro puntos cardinales
Sorbemos la médula de los días
Sentados en la tarde
A la sombra de la tarde
Cuando el silencio te avisa
Que ni la sangre de tu sangre
Prosigue con las consignas.
.
Una diana se abre en tu pecho
Mientras las saetas de la desazón
Buscan el centro rojo y a veces
Lo encuentran, en medio
De uno de sus movimientos vacuos.
.
El horizonte es una cuerda
Con la que el tiempo te mecerá ahorcado
Olvidado de todo y por todos
Polvo sobre polvo sobre polvo
Olvido sobre olvido sobre olvido.
Free Moon
Vamos a iniciar un movimiento, usted y yo,
vamos a juntar firmas, a enviar petitorios,
vamos a organizar una marcha,
a enviar cartas y notas a quien corresponda.
Vamos a pedir que suspendan
para siempre jamás
los viajes a la Luna.
Y es que ciertos hombres son tan predecibles
que podemos decir hoy lo que ellos
harán mañana, o pasado mañana.
Y con la excusa de la exploración científica
van a mandar allá a un montón de disfrazados
van a construir un iglú de cartón piedra
van a sacar muchas fotos y poner banderas
van a juntar toneladas de cascotes
y después
con la excusa de lo caro que está todo
(por ejemplo la nafta para el cohete
o la comida deshidratada)
van a poner un cartel de cientos de kilómetros de largo
por decenas de kilómetros de alto
y hasta es posible que encuentren el modo
de iluminarlo de manera económica.
Y la verdad es que no nos gustaría
que al alzar la vista una estúpida
con una estúpida sonrisa, o un simpático osito
o un Santa Claus de barba falsa
nos quieran vender una coca cola,
o chiclets, o el nuevo modelo de celular
(¡llamadas a la Luna con descuento!)
O una 4 x 4
Ideal para sortear cráteres.
Preferiríamos, en lo posible,
(estoy seguro de que usted está de acuerdo
con lo que digo, por eso me atrevo
a que el plural lo incluya),
poder mirar hacia el cielo y verla allí
como hasta ahora, casi virgen,
con esa cara marcada de acné adolescente
que tanto conocemos
y que tan bien le queda.
Dibujo círculos
Dibujo círculos
uno tras otro
dibujo círculos
se sobreponen o no
algunos envuelven a otros
sin ser concéntricos.
Dibujo círculos
mientras la tarde se va
para siempre jamás.
Mi psicólogo dice que
dibujar círculos
una y otra vez
con la mirada perdida en el papel
sin ver las líneas
que mi mano dibuja
significa que me siento encerrado
preso quizá, estancado en una
problemática, angustia, pérdida,
confusión, trauma, infancia, búsqueda
(son sus palabras, ésas
que yo no suelo usar nunca)
Mi mano se detiene al mismo tiempo
que mis ojos buscan los suyos
y los encuentran.
hace silencio
y unos segundos más tarde
fijo mi vista en el papel
y dibujo
dibujo círculos
y más círculos
tan sólo
dibujo círculos.
La noche en los bosques
La noche en los bosques
Iguala a la de los nichos.
Sombras amarillas se extienden
En las rugosas cortezas.
El espectro de un ave en la memoria,
Imperfecto, como cualquier recuerdo,
Nos exime de nuestro miedo y evoluciona,
Junto con nuestros pasos o nuestra quietud.
Y sobre las hojas,
Más allá de las móviles cumbres,
El auge de las constelaciones
Agradece su perfección a un único sol.
La nota del suicida
Qué fácil es caer en lugares comunes
qué fácil es decir que la vida es esto
o aquello
que la fe y los amigos y la familia
o que es una cobardía aunque
otros piensan que hay que ser muy valiente
opinan
siempre opinan
mirando a la terraza desde la vereda de enfrente
y creyendo realmente
que querer ser gerente de una
multinacional
es un buen sueño.
La línea de sombra
Yo conozco esa línea de sombra
De la que habla Conrad.
Se extiende desde las uñas y
parece formar una garra.
Otras veces se vuelven hacia mí
cubre mis manos
y forma unos lindos guantes
de cabritilla subcutánea.
A veces es sombrero, anteojos
(pero nunca antifaz)
corbata, anillo, corazón
Y documento único de identidad.
Rayo griego
Los antiguos griegos creían
que las cosas eran vistas
por un rayo que partía
desde el ojo hacia el objeto.
Y me parece, modestamente,
que no andaban muy errados
después de todo, como dijo
alguna vez Antonio Porchia
“El necio no ve el
Mismo árbol que ve el sabio”
¿Y si pudiésemos preguntarle a un pájaro,
A un escarabajo, a una ardilla?
Por mi parte cuando veo
una rueda en movimiento
la curva suave y elegante
de un auto nuevo,
el reflejo de un cartel de neón
en el asfalto mojado,
una foto antigua en blanco y negro,
una estrella roja como Antares,
o una blanca, más brillante, como Sirio,
un cuerpo de mujer, o dos, o tres
─caramba que es transitada esta avenida─,
El color azul, el naranja, el negro,
el aire en movimiento, una moneda vieja,
la sombra de mi padre,
una ola rompiendo su curva y el silencio,
la arena en la botella, un eucalipto…
Cuando veo todo eso, y muchas otras
cosas más, que por no aburrir no cuento
todo aquello de belleza extraña
y no siempre compartida.
¿Quién me negará que ello no es
gracias al modesto e inocente rayo griego
que parte de mi ojo hacia el objeto?
Nuevos soles, nuevas lunas
La excusa perfecta del lobo
no es más que un afiche multicolor
que esconde la garra impura de su deseo.
Las hordas marciales se preparan
y se esconden detrás de una pantalla,
de una aséptica mirada, de un error involuntario,
de una orden que se pierde en las alturas.
Y las nubes de acero se mueven
siempre hacia el este
van a crear nuevos soles y nuevas lunas
donde posarán sus pies y dejarán sus huellas
―huellas sin cámaras ni discursos humanitarios
ni mucho menos, buenos deseos―,
las viudas del águila,
los huérfanos del sueño del imperio.
Y la venganza clama su lugar en la tierra
y se vuelve espada de filo traicionero,
profecía autocumplida,
nueva razón para que el asesino
justifique su obra.
Quietud del tiempo
Sangre,
Sangre en las paredes de un cuarto
Que un niño atraviesa sin mirar
Una lluvia de perlas en la noche
Y tu confianza eterna en mis huesos.
Ella duerme en el espacio
En su camino de existencia suspendida
Y Dios mira todo sin comprender.
Un golpe en el portal del corazón
Y un descanso,
Otro golpe, y el lirio de tus ojos
Se abre en círculos de misterio.
Vivimos en este instante
Y caemos al siguiente
Nuestra caída, constante,
Improvisada, novedosa,
Es todo lo que tenemos.
La muerte no es más
Que la quietud del tiempo.
Paisaje con lluvia
De manera imprecisa
El paisaje
A través de la ventana
Se pierde en difusas líneas móviles
Con temblor de lluvia
De esa agua móvil que siempre conmueve
Y que cesa
Con declinación de orquesta
Y silencio de objeto sagrado.
Para mirar una estrella
Primero hay que despojarlas
de todo velo de prosaico
romanticismo, ése que usa
su forma, su luz, su color
y su reflejo en el agua.
Luego tenemos que quitarles
toda esa capa de molesto
avance científico,
como su nombre, la magnitud
de su brillo y el lugar que ocupa
en su constelación.
Por supuesto, obviemos
toda relación con la falaz
astrología y sus influjos
que modulan a distancia
(¿con cuál hilo de plata?)
Por último, debemos desnudarlas
de todo nuestro pasado
de esa noche en que la vimos
juntos o en solitario,
del nombre que le inventamos
y de cuántas veces
ya la hemos regalado.
Sin duda,
no es nada sencillo
poder mirar una estrella.
Ocho dunas
TIEMPO
Dispersos en las redes
de días y de noches
la quietud es quien nos ahoga.
VOLVER
Volver,
¿Volver a quién?
¿Adónde?
Volver es siempre imposible.
ARENA
Un grano de arena es
Nada
No pesa en nuestra mejilla
Y puede viajar en el viento.
Pero el desierto avanza.
ÍNTIMO
Caer.
Caer y seguir cayendo
En una escalera de pozos
De fauces hechas abismo.
Nada más íntimo que una pesadilla.
EL MIEDO
Una sucesión de onomatopeyas
Un oscuro rumor de símbolos
Un canto ritual, lejano, primitivo,
Que evoca en nuestras voces
El miedo a la tormenta.
SALTO
Salto en el espacio
Preciso de recuerdo
Y me sumerjo
En las aguas turbias
Del presente
¿Qué nos queda después del sueño?
QUIÉN SOY
Se desliza mi mano sobre la página
Y, detrás de ella,
Unas finas líneas negras
Intentan demostrar quién soy.
EL TIEMPO
El tiempo es tan paciente, tan extenso,
Que se enreda en las columnas
Y las diluye.
Grieta,
Roca,
Y arenisca.
¿Quién recordará mi nombre
Cuando el tiempo se aferre a mis piernas
Y crezca
En busca de un corazón expuesto?
Mallarmé
“La única bomba que conozco, es un libro”.
Dijo Stéphane Mallarmé.
Se ve que no conoció a Hiroshima y Nagasaki, pensé yo.
Se nota que no le cauterizaron la vena poética con un misil aire-tierra
o con una de esas bombas inteligentes que también mata inocentes
–cómo no iba a hacerlo, después de todo ¿para qué sirve una bomba?—
Está claro que Mallarmé no conoció el napalm ni a las V-2
o a esos cañonazos infernales en Bagdad que mutilaban,
junto a personas y animales,
a edificios, hospitales, mercados, escuelas, museos,
plazas, calles, alcobas y también a la biblioteca pública,
la que contenía tablillas de arcilla
(quizá los textos más antiguos que el hombre conociera)
y miles y miles de volúmenes que no supieron ser bombas
en ese principio de siglo
del cual nos deberíamos sentir apenados
y avergonzados
de que no fuera verdad
aquella frase de Mallarmé.
Una secuencia
Una secuencia es siempre una línea
de pasos, de horas, de intensa espera, de sueños,
una móvil fuente de sombras y de luces,
un giro de astros, una cadena de palabras
del eslabón del llanto hasta el del suspiro,
un vaivén de sangre, de transparente savia,
de oleaje permanente con su espuma en las rocas,
de eternas migraciones de aves y de peces
y de incesantes hombres con las manos vacías.
Gota a gota, el tiempo es una lluvia.
En los bordes del silencio
De los suburbios de Roma
navega por los mares del tiempo
la palabra raíz de la lengua
y paladar.
Sonoras metáforas de incongruente
imagen, espejo roto de agua.
En los bordes del silencio
narra el verbo su constante
movimiento de árbol de otoño,
y en la nada de la pausa ciega
el tumulto de las rosas,
sapiente código de limitadas
puertas abiertas,
de sonoras caricias de labios,
que en un beso de raíz dormida
ofrece el instante
de la concepción futura.
Nada puede entorpecer el sino,
el eterno nexo de la palabra
acuñada
en cadencia pura,
que perdura sola en bajorrelieve
de aire,
y nos llega a oscuras
de los suburbios de Roma.
Déjenme recordar
Déjenme recordar
y perdón por la confianza,
y por traer aquí recuerdos que son sólo míos;
pero es que en algún momento de nuestras vidas
─generalmente más tarde que temprano─
nos ponemos a pensar en el pasado,
nos empieza a gustar la historia,
nos preguntamos por la vida de nuestros padres,
y al futuro de nuestros hijos llegamos
más con la imaginación que con el cuerpo.
Tampoco podemos concentrarnos,
las cosas se nos escapan de las manos,
y cuando queremos recordar algo
nos vamos por las ramas
y terminamos hablando de otra cosa,
aunque casi siempre
de nosotros mismos.
Cuando los ruidos callen
Para Laura
Quiero sentirte respirar
Cuando los ruidos callen,
Formar una coraza con mis brazos desnudos
Para ayudar a que el silencio permanezca ajeno.
Tu oscura silueta, de vagos contornos
─Tersa imagen, como un campo sembrado─
Permanecerá precisa en el brillo de mis ojos:
Un ligero vaivén, una pausa entre dos tiempos,
Un gemido trémulo y una exhalación profunda
Como una indicación secreta
De lo que ocurre en tu sueño.
(Quizá fue una abeja o un sonido lejano,
El contacto de tu pie desnudo con el agua fría,
El saberte piedra, moneda o un pez
Atrapado en una red que asciende).
Quiero sentirte respirar
Cuando los ruidos callen,
Ser centinela en la oscuridad cúbica
Para seguir el camino de una nueva luna
Y marcar su derrotero en la ventana,
Dejar que tu mano por un momento la eclipse
Y la ponga en su lugar, por importancia.
Tus brazos y tus piernas se vuelven hacia ti
Pero tan solo un momento, diminuto, inconsistente;
Luego la coraza se torna acorazada
Y mis párpados se ahogan en un aire espeso,
Me dejo conducir como un niño inexperto
A un salón de juegos, todos hechos para mí.
Es la hora profunda de mi sueño recurrente
En el que vuelvo a ser tu ángel en llamas.
La luz curva
La luz curva y tu imagen invertida
Se deslizan
Veloces
Por tus mejillas doradas
Y buscan rápidas tu boca o el suelo
¿Qué destino buscan, hacia abajo?
Acercándome
Podría ver en ellas
Las estelas de diminutos barcos
Con las velas hinchadas de tu aliento
Y delfines incansables
Saltando
En las proas.
Nada
La nada en sobrecitos fue
saborizada artificialmente
con cinco sabores distintos
y envasada en papel metalizado
de colores brillantes y logotipo subliminal.
.
Luego nos mira con ironía
desde la violencia de un estante
en un supermercado que nos viola
reiteradamente y con placer devoto
de esta nueva religión
de caldo especiado y vino rancio
de concursos telefónicos
de lleve dos y pague uno
y de cajeros que sonríen
mientras nos piden cambio
y nos cobran diez centavos
por una bolsita plástica
hecha con los desperdicios
de esta nueva religión.
Pretender
Pretender sin pretender
sólo nos queda ser nosotros mismos
pararnos en medio de la calle
o en medio de la nada
y mirar alrededor y descubrirnos.
Saber que estamos desnudos
como desnudos nacemos y como desnudos
morimos.
Saber que eso es todo
lo que tenemos para darles,
para ofrecerle al mundo
y a sus habitantes.
No será mucho, dirá alguien,
No será mucho, dirá el eco,
pero es todo lo que tenemos
y es eso o nada, dirá el viento.
Pero aún mucho o poco, nada
o todo
nos quedará la mirada
alta, limpia, la que ve el horizonte
o baja y tímida, la que mira nuestros pies
y, más allá, una baldosa.
¿Horizonte o baldosa?
Esto o nada.
Sudamérica
Sola,
Con el paso lento de una diosa en el olvido
Devorando el tiempo que alguna vez fue tu aliado
Y que hoy te atormenta
Como un cinturón invisible en tus enaguas
O como un encaje de corolas de hielo
Que vuelve noche a noche bajo los pies de los hambrientos
Esos que lamen las cortezas de las muchas hambres
Sintiendo como piedras a los vientos del destino.
No hay príncipe en tu historia, cenicienta
Tu zapatito de cristal está olvidado en la escalera
Por eso, quizá, tus niños andan descalzos por las calles
Y las ratas roen las calabazas.
Pero mejor será olvidar el cuento
Ya que son sólo palabras en los libros
A los que sus hojas, un otoño inverso
Separa de las manos y de los estantes
O son leños en las hogueras de tus precisos generales.
Hermana huérfana del mundo
De las gestas gloriosas, de la épica heroica
Hija humilde de las proas y de los esclavos
Que esas proas arrojaban a tus playas
Madre, al fin, de una discordia inexplicable
Caín y Abel, al mismo tiempo, de tus imprecisos sueños.
¿Y cuál es ahora el horizonte de tus sombras?
¿Cuál el anhelo de la espuma de tus costas?
Quizá recuperar las esporas que los vientos del hambre
Han desperdigado por el mundo
Quizá pararte altiva de una vez por todas
Para declarar tu nombradía
Y vestir tus salvajes blasones con orgullo:
Aconcagua y Amazonas en la nada.
Cae el cielo
El cielo se cae a pedazos
Retazos sin hilván de satélites
Artificiales yanquis o rusos
O chinos, japoneses, europeos
Mientras transmiten
Discursos políticos siempre
Iguales a sí mismos,
Partidos de fútbol, bodas reales o
Bodas Reales,
Publicidad de yogur o de
Pasta dentífrica
Y también, aunque tengan
Menos rating
Consejos sobre cómo cuidar
Al planeta
Aunque nunca dicen
O nunca nos explican
Cómo debemos hacer para
Reciclar un pedazo de cielo
Con la bandera yanqui o
China o rusa o de la
Comunidad Económica Europea
Que acaba de caer
En el patio de atrás.
II
Metafísica
Poema a modo de epitafio
Epitafio:
Lo sé Navegamos mansamente
Hacia aguas profundas
LO SÉ
(Es inevitable esta certeza:
Decaer es un estado natural.
Diluir nuestro tiempo en el Tiempo
Es el objetivo de nuestra carne.
Mantener el rumbo fijo hacia la noche,
Expandir nuestro mínimo horizonte
Y, como una onda en el agua,
Cesar…)
NAVEGAMOS MANSAMENTE
(Alimentados por una eternidad soñada
─premios y castigos por el bien y el mal─
Transcurrimos la suma de nuestras horas.
En una segura, segura, quietud,
Preciso artificio de orfebres morales,
Nos convertimos en amantes
De la desidia).
HACIA AGUAS PROFUNDAS
(Pues toda historia tendrá su final,
Preciso, soberbio, injusto o magnánimo,
En el que cada acto quedará detrás
Y toda certidumbre, todo color,
Toda palabra y toda poesía.
Un nuevo otoño vendrá,
Barriendo hojas secas a nuestros pies).
La Rosa de los vientos
I
Subo en sentido inverso al hilo de agua
Al hilo de agua que busca la grieta
Que forma un caudal estrecho y constante
Que pierde en claridad lo que gana en fuerza.
Busco la cima, el punto más alto
Donde el aire se aparta como seda rasgada
Y las líneas se parten y caen al abismo
Horizonte quebrado, roca sobre roca montada.
Y ya en aquel lugar de albas y ocasos subterráneos,
Me elevo sobre las nubes
Y como un Jano acechante, pregunto:
¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;
¿Estás ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.
II
Precedo a la estela
Al móvil camino creado en el agua
Al cíclico destino de los peces
A las cálidas corrientes subterráneas.
Busco la línea, el filo del mundo
Donde el silencio es oscuro
Donde la oscuridad es profunda
Donde el sol nace y decrece
Y una mancha sin forma, blanca, lejana,
Puede ser de lona, de vapor, de hielo.
Y ya en aquel lugar de ocultos tesoros sin islas
Me elevo sobre el liso lomo del mundo
Y como un Jano acechante, pregunto:
¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;
¿Estás ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.
III
Hundo mis pies en las secas olas
Por la dorada ladera hecha de gotas de piedra.
El sol permanece bajo mis pies y a los lados
Y a lo alto y tan blanco
Que transforma en duna todo lo que toca.
Busco el silencio, la soledad absoluta
Donde aquel templo es virgen de palabras
Donde, como el viento, todo es nómade
Las huellas, sus creadores, y el frío de la noche.
Y ya en aquel lugar de inexistentes flores
Me elevo sobre las cumbres de oro
Y como un Jano acechante pregunto:
¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;
¿Estás ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.
IV
Me apoyo en los nudosos troncos
Y la espesa savia pasa en silencio
Bajo la húmeda palma que conozco.
No veo el horizonte (pero sé que existe
Y que con dar dos pasos podría alcanzarlo).
Busco lo vivo, la compañía constante
Donde el aire y la lluvia sean un bien compartido
Donde el amor sea pago en valor fecundo
Y la amistad un culto, un hecho inmutable.
Y ya en aquel lugar de noche permanente
Me elevo sobre mí mismo y sobre el follaje humano
Y como un Jano acechante, ensayo la pregunta
Y escucho su retorno, inacabado:
Ahí; ahí; ahí;
Ahí. Tan solo
La vacía rima del eco.
Y la rosa de los vientos permaneció callada.
Tu fantasma
Aún me visita tu fantasma
lo hace como suelen hacerlo
todos los fantasmas amigables,
sin ruido de cadenas o graves suspiros de angustia
Lo hace, casi siempre, por las noches
en los momentos donde el sueño vence a la vigilia
o cuando leo el libro de turno
(siempre te molestó que leyera en la cama
decías que no te prestaba atención a ti).
.
Trae consigo tu perfume
tus palabras también, o tu silencio
y yo me obligo a no prestarle atención
me impongo la penosa tarea de ignorarlo
de ignorarte
Sé que poco a poco, paso a paso
noche a noche, luna a luna
espaciará sus visitas a mi cama
y las irá dejando atrás
con un dejo obligatorio de olvido
como la estela de una fragata
o de un viejo galeón
que se aleja rumbo al horizonte.
La muerte de Äase
Solo tres notas
Tres simples notas ascendentes
Que viven dos segundos en el aire;
Pero mientras ellas suben lentamente
Livianas, como llenas de caliente aire
Nos invitan, sin saberlo, al abismo
Al que entramos sin conciencia, sin quererlo,
Y donde habremos de pasar el eterno resto
De nuestros días.
Ese abismo que no es de rocas ni de tinieblas
Donde no existe, siquiera, la esperanza del invierno
Sólo el vacío que nos deja la certeza
De saber que somos Äase y que algún día
Solo tres notas
Tres simples notas ascendentes
Cerrarán nuestros ojos lentamente.
(Inspirado en “La muerte de Äase”; segundo movimiento de “Peer Gynt.
Suite N° 1, Op. 46” de Edvard Grieg).
Ceremonias y martirios
I
Ceremonias y martirios y un astuto,
astuto asesino
que encuentra en la muerte
las loas al verdugo,
que reparte temores y estigmas como lluvia,
que roe las verdades temiendo precisiones,
que busca la hipócrita miseria
en los suburbios del alma.
II
Los platillos y las pesas
y el fiel de la balanza
con normas que conminan, que guían, que dominan,
Que muestran nuestra nada, nuestra ínfima miseria
y su martillo esconde al tiempo que nos muestra
su pánico de niño, el miedo que nos tiene.
III
La verdad dignifica a su enemigo
la duda, súcubo del alma,
busca, inquisidora, razones permanentes;
limpia las retinas, dejando la luz clara
y muestra diminutos puntos
y luego líneas, y caras transparentes.
IV
El ansia permanente en cada suicida
el frío contacto del metal en la carne
la sangre que brota entre dedos sucios
y un cuerpo expuesto como una fruta madura
nos muestran que no es el único
en caminar sobre las llamas.
V
Catedrales de huesos, hundidas en el polvo
decorada de alabanzas, de cantos incesantes,
de maderas y clavos para la carne
y ceremonias y martirios
y un astuto
astuto asesino.
El vuelo de Ícaro
EL LABERINTO
Soy humano puesto que soy su fruto
signo y símbolo del hombre, que vierte en mí
palabras en los extremos de una línea curva:
la búsqueda incesante, los temores ocultos,
la locura, el olvido, el tiempo indivisible.
DÉDALO
Mis manos han elevado estos muros
y ahora, en este instante preciso,
me pertenecen y les pertenezco.
No maldigo a mi obra
ni a sus motivaciones.
Cumple su función más allá de sus propósitos.
ÍCARO
Transformando su orgullo en material y herramienta
el hombre construye,
construye y alarga las sombras,
las que, como un velo, cubrirán sus ojos.
Y solo por haber levantado un muro más alto
por haber sido preciso en su ejecución,
solo por ser dueño de unas manos ágiles
de un afán tenaz, soberbio e industrioso,
el hombre bendice a su propia prisión.
EL LABERINTO
Cada uno ve en mí cierto espejo interior,
vueltas y vueltas sobre sí mismo
cúmulo de paredes grises -en su bóveda de hueso-
plagada de colores suspendidos, señales de alarma,
registros de nombres y objetos imposibles.
DÉDALO
Estos muros son mi cuerpo,
en ellos sobreviviré al tiempo y a sus consecuencias,
desde ellos estaré observando las infinitas auroras
y su alabanza dorada caerá por siempre sobre mí.
ÍCARO
Vanas son tus precauciones
y la solidez de tu esperanza
yo me resigno a las auroras que mis días me permiten.
En este monstruo que has engendrado no hay extensión
que pueda vivir un día más que tú.
EL LABERINTO
El hombre se interna en mí como un huésped
que desconoce su propio hogar.
Ni el paso de los siglos ha variado su búsqueda
ni el paso de la eternidad lo hará.
Se interna en mí y solo ve imágenes marchitas
que justifican ciertas actitudes actuales,
solo hay líneas que insinúan algún miedo primitivo,
solo hay sombras cambiantes, pasos sucesivos
desde una desviación de la mirada del objeto deseado
hasta un reflejo condicionado y, al final,
como un candado simbólico que aprisiona su sexo.
DÉDALO
Como la substancia de un rio,
que solo cobra sentido al dirigirse al mar,
así es la vida del hombre.
solo cobra sentido cuando posee un destino.
Su fin es lo que dignifica a su principio
y cada nuevo paso debe dejar una huella más profunda.
ÍCARO
¿Ves mi mano?
El agua en ella esta inmóvil.
Puedo beberla o refrescar mis ojos
y ella lo hará sin esperar nada a cambio.
¿El tiempo fluye?
Pues nada necesita el hombre,
solo este cuenco y sus límites.
Esta agua no sabe del mar.
DÉDALO
No. El hombre es un eje.
Los elementos lo rodean y lo benefician,
se someten y obedecen.
La tierra y el fuego se someten,
el agua y el aire obedecen.
Mueve tus brazos y reconoce tus dominios.
EL LABERINTO
El hombre teme y huye,
el espejo interior estalla y cada trozo vuela
reflejando limitados fragmentos de realidad.
Como la conciencia en la noche, huye,
sin saber que la frontera es un camino circular
que lo alza y lo deposita, como una cita inevitable,
en el centro exacto de su frente:
Laberinto en el que moran Minotauros neurológicos.
ÍCARO
Me elevo sobre la resistencia de los muros
y el entorno me socava,
modifica mi forma y mi contenido.
Esta visión conmociona:
somos aves migratorias en busca
de una corriente propicia,
seguimos huellas invisibles en el aire espeso.
DÉDALO
Desde aquí puede verse la bahía
y el laberinto como un caracol dormido en ella.
Veo las infinitas líneas que pasan por mí
y me unen con cada objeto y forma y color que me rodea.
ÍCARO
Caigo.
El dominio de mis alas no puede ser eterno,
ni hay ley que pueda pretender ser tal.
DÉDALO
Domina al aire y al sol.
Tu voluntad debe ser esa ley.
No hay eternidad que no deba ser buscada.
ÍCARO
Cuando la muerte golpea en las cercanías
el dolor se hace espuma a nuestro lado
y se torna sol, nube, marea y
océano en nuestra proa de humilde singladura.
EL LABERINTO
Vacío mi valor es nulo.
Como un hombre sin el anhelo del presente.
Aquí yazgo, no como un caracol dormido,
si no como una caparazón vacía, caracol fundido
en las arenas de la nada.
DEDALO
Hijo, hijo,
¿Por qué me has abandonado?
Índice
I Física
Odisea
La celda
Mensajería
El olvido
Free Moon
Dibujo círculos
La noche en los bosques
La nota del suicida
La línea de sombra
Rayo griego
Nuevos soles, nuevas lunas
Quietud del tiempo
Paisaje con lluvia
Para mirar una estrella
Ocho dunas
Mallarmé
Una secuencia
En los bordes del silencio
Déjenme recordar
Cuando los ruidos callen
La luz curva
Nada
Pretender
Sudamérica
Cae el cielo
II Metafísica
Poema a modo de epitafio
La rosa de los vientos
Tu fantasma
La muerte de Äase
Ceremonias y martirios
El vuelo de Ícaro