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Centro de Estudios Avanzados De
Puerto Rico y el CaribeSan Juan, Puerto Rico
“Cuatro cuentos de Julio Cortázar:
Tiempo, espacio, Eros y algo más”
Juan J. Berríos Concepción
Dra. Myrna Gracía CalderónLite 570
31 de julio del 2008
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Introducción
Con el propósito de insertarnos en el estudio del cuento hispanoamericano hemos
escogido analizar cuatro cuentos del escritor argentino Julio Cortázar: “La autopista del
sur”, “El otro cielo”, “Todos los fuegos el fuego” y “La isla a mediodía”. Todos estos
cuentos fueron publicados originalmente en 1966, como parte del libro Todos los fuegos
el fuego. Tomamos en consideración el juego del tiempo, el espacio, Eros y aquellos
elementos intrínsecos de cada uno de los cuentos que los carterizaban de forma particular
para su análisis.
Datos biográficos de Julio Cortázar
Julio Cortázar (1914-1984), escritor argentino que fue un renovador del género
narrativo tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Nació en Bruselas, sus
padres se traladron a Argentina cuando niño. En 1951 consiguió una beca para realizar
estudios en París y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO. Viajero
impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del llamado “boom” de la
literatura latinoamericana.Vivió en París la mayor parte de su vida —ciudad en la que
murió— y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las
diferentes juntas militares en Argentina.
Cuentos
“La autopista del sur”
Este cuento comienza en Fontainebleau, Francia, en un tapón automovilístico en
la autopista hacia el sur. La gente del tapón pensaba que debía haber ocurrido un gran
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accidente para que se produjera un embotellamiento de tales dimensiones. La sed, el
hambre, la inquitud permearon entre los conductores y los pasajeros. Transcurrieron
varias semanas en el tapón, puede que meses. A fin de organizarse se formaron grupos
con líderes, elaboraron planes de acción para conseguir provisiones; se presentaron
urgencias médicas, y muertes. Era una pequeña sociedad.
La voz narrativa despersonalizó a todos los personajes, los identificó y se refirió a
todos por las maracas de los carros. A raíz del tapón se creó una pequeña sociedad por la
necesidad de supervivencia ante la urgencia imprevista.
El desenlace de la narración coincidió con la movilización del tapón, al éste
deshacerse cuando iban llegando a París. Según se deshizo el tapón, la pequeña sociedad
que se creó con el fin de la supervivencia también se deshizo.
“El otro cielo”
El protagonista de esta narración se mueve entre dos mundos: el mundo laboral y
acomodado con su novia y posteriormente su mujer, Irma, en el Buenos Aires del siglo
XX, y el mundo del París del siglo XIX con su amante, la prostiuta Josiane, por donde
ronda el estrangulador Laurent, por el laberinto que son las Galeris Viviene de París.
Laurent se va moviendo entre la imaginación y la realidad, entre la silueta y la fantasía de
un periodista que exagera las noticias. Es en el mundo de París donde habita el asesino,
ciudad fría con ambiente de placeres, donde habita el terror en las galerías.
El otro mundo es el que representa la luz y el calor de Buenos Aires, el de su
mujer Irma, el mundo convencional, aunque el protagonista siente más atracción por el
mundo de las galerías.
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El mundo que le atrae al personaje principal es el no convencional, hasta tal punto
que, al final del relato cuando se atrapa a Laurent y no puede regresar al París del siglo
XIX, sueña con volver a ese mundo de las galerías, al otro cielo.
“Todos los fuegos el fuego”
En este cuento se yuxtaponen dos narraciones que están ocurriendo
simultáneamente, pero en épocas y lugares diferentes. En este sentido, las acciones de las
dos historias se dan en el presente, porque pareciera que se unen y mezclan a través del
hilo conductor de un teléfono. Hay elementos comunes que se pudieran ubicar en cada
una como es el caso del triángulo amoroso.
De una parte tenemos la arena de un circo romano, donde se desarrolla uno de los
dramas. Tiene como personajes claves al procónsul, Irene (su esposa) y Marcos (un
gladiador). El procónsul e Irene presencian en las gradas la lucha de Marcos con otro
gladiador, ellos presienten la muerte de Marcos por quien Irene siente atracción y su
esposo no es ajeno a eso, hasta el mismo Marcos intuye algo malo por el sueño que
tuvo con un pez y columnas rotas.
Paralela a esa historia, se desarrolla el drama que vive en Francia Roland, Jeanne y
Sonia. Por medio de una llamada telefónica Roland y Jeanne ponen fin a una relación
amorosa fragmentada por el romance de Roland y Sonia, son ellos quienes le informan a
Jeanne esa verdad que ella no había percibido, decidiendo suicidarse. Estos sucesos en
dos épocas diferentes culminan con un incendio en común que se inicia en casa de
Roland y que, simultáneamente, atrapa en las galerías al procónsul y a su esposa, y a su
vez se manifiesta en la habitación donde duermen Sonia y Roland, donde también quedan
atrapados sin poder escapar.
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“La isla a mediodía”
El personaje Marini es un camarero de aerolíneas. Su oficio le permite disfrutar de
manera más o menos regular el ver una isla, Xiros, en el mar Egeo, por lo general al
mediodía, cuando el avión con ruta Roma-Teherán cruza por encima de ellas. Observa la
isla suspendida en el azul casi negro del océano y lo que mira aparentaba ser una tortuga
en el momento de ir emergiendo de las aguas. Entonces, durante ese minuto que dura la
contemplación, todo pierde importancia, Marini aparta la sonrisa seductora, profesional,
deja de atender a los pasajeros del vuelo y se inclina sobre la ventanilla de la cola. Marini
llegará a conocer la isla de cerca, y en el momento en el que está más cerca de la
felicidad, llegará a la isla, verá el avión caer y contemplará su propia muerte.
Premisas del análisis: el ser, el tiempo, el espacio y Eros: relaciones y dependencias
Martin Heidegger en su obra Ser y tiempo (2003), nos plantea sobre la relación
entre tiempo y ser: “El tiempo deberá ser sacado a luz y deberá ser concebido
genuinamente como el horizonte de toda comprensión del ser y de todo modo de
interpretarlo.” (Heidegger, 28). Esto dota al concepto del tiempo de una importancia vital.
No hay ser sin tiempo.
Debemos considerar también la relación entre espacio y ser, planteada desde: “El
espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en el espacio. El espacio está, más bien,
“en” el mundo, en la medida en que el estar-en-el-mundo, constitutivo del Dasein, ha
abierto el espacio.” (Heidegger, 117). Antes de entrar sobre la subordinación del espacio
ante el tiempo, aclaremos el concepto del Dasein: “La realidad primaria, donde el ser se
capta con su sentido original, es lo que Heidegger llama el «Dasein». «Dasein» es una
palabra alemana que, por difícilmente traducible, se suele transcribir en todos los
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idiomas. Significa «ser-ahí», y, en definitiva, se refiere al hombre como «arrojado a la
existencia», ser que existe en el mundo y actúa sobre las cosas, que tienen, ante todo, el
sentido de instrumentos del Dasein.” (Ganbara, ¶ 6)
Esto nos indica que el ser está en el tiempo y como consecuencia actúa sobre un
espacio que se abre dentro del mundo como parte del ser al estar en el tiempo. El estar en
el tiempo hace al ser estar en la realidad, esto es lo que hace al ser a actuar. Esto se
matiza aun más, pues “Este análisis del Dasein descubre, ante todo, la contingencia de su
ser. El Dasein aparece inexplicablemente en la realidad, sobrenada durante su vida en el
poder-no-ser, esto es, suspendido sobre la nada, y, entre sus muchas y fortuitas
posibilidades, sólo una es necesaria: el morir. El Dasein es un «ser para la muerte»”.
(Gambara, ¶ 8). La muerte será el final de la existencia de los seres humanos, lo que lo
urgirá a actuar. Es su predeterminación al nacer, junto al nacimiento del ser surge “el
nacimiento de la tragedia”, pues la muerte es lo que siempre le aguarda, como lo declara
Nietzsche. Eh ahí el por qué de la importancia del tiempo, de un tiempo finito.
Herbert Marcuse también incursiona en la teorización acerca del tiempo. Asocia
el placer, Eros, con la muerte, Tanatos en tanto que la muerte va íntimamente ligada al
tiempo en términos del ser. “Porque la muerte es la negación final del tiempo y “el placer
quiere la eternidad”. La liberación del tiempo es el ideal del placer.” (Marcuse, ¶1) Esta
oposición entre Eros y Tanatos es parte del conflicto ontológico que el ser. “La sola
anticipación del inevitable fin, presente en cada instante, introduce un elemento represivo
en todas las relaciones libidinales y hace doloroso el propio placer.” (Marcuse, ¶1)
Tomaremos los conceptos de estas citas como elementos importantes como parte
del análisis de los cuentos, el conflicto de tiempo, espacio y Eros reflejado en ellos.
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Análisis
Cortázar juega con el tiempo y el espacio en estos cuatro cuentos de maneras
distintas. En “La autopista del sur” el tiempo de los sucesos dentro del tapón o
embotellamiento, es uno que se autoconfiguró, se creó cuando se detuvo la marcha de los
carros (el embotellamiento) dentro del espacio comprendido por ellos en la autopista. La
voz narrativa nos dice de entrada que “cualquiera podía mirar su reloj pero era como si
ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera
del tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista
del sur” (Cortázar, [11]). Desde ese momento penetramos a la desestabilidad del tiempo
cotidiano. Se nos informa que los relojes miden “otra cosa”, mas bien otro tiempo que
surge con el embotellamiento. El rompimiento con el tiempo cronológico, el tiempo
anual, con las estaciones del año. Este será el recurso absurdo que provocará la
“detonante huida de la realidad” (Carilla, 45). Se nos presenta en el primer día lo que
probablemente puede ser el verano, donde en las “últimas horas (debía ser casi las cinco
pero el calor los hostigaba insoportablemente)” (Cortázar, [11]), mas adelante el tiempo
del día se trastoca cuando la voz narrativa describe que “no atardecía nunca, la vibración
del sol sobre la pista y las carrocerías dilataban el vértigo hasta la náusea” (Cortázar,
[11]). Dos días después estaban todavía “bajo un sol todavía más duro que la víspera”
(Cortázar, 19). Esa tarde hubo un cambio climatológico, un cambio de estación “soplaron
bruscamente unas ráfagas tormentosas y el sol se perdió entre las nubes que se alzaban al
oeste” (Cortázar, 20). La situación cambiaba, el tiempo cambiaba “la noche no fue mala;
había refrescado y brillaban algunas estrellas entre las nubes” (Cortázar, 21), se fue
enfriando la temperatura a paso ligero. A la tercera noche “hacia las dos de la madrugada
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bajó la temperatura, y los que tenían mantas se alegraron de poder envolverse en
ellas.”(Cortázar, 22). Avanzaba ese día y “la temperatura seguía bajando y a mediodía
empezaron los chaparrones y se vieron relámpagos a la distancia.” (Cortázar, 23). Ya era
otoño, el tiempo avanzaba con velocidad inusual. A partir de la cuarta noche la voz
narrativa nos dice que “las noches eran tan frías que a nadie se le hubiera ocurrido
quedarse fuera” (Cortázar, 25) de los carros. Entonces, después de la quinta noche “el frío
se hacía sentir en pleno día, y nadie pensaba en quitarse las chaquetas.”(Cortázar, 25). De
ahí en adelante la narración deja de ser precisa al respecto de la contabilidad del tiempo
diario. La voz narrativa evade la precisión, después de la sexta noche nos dice de “esas
noches heladas” (Cortázar, 27) que bien pudieran referirse al día después de la sexta
noche o a varios días después, no podemos precisar. La constante era el cambio
climatológico, el cambio de tiempo. Una mañana, quizás la mañana después de la séptima
noche o poco más, ante la enfermedad de una monja un médico vino “abriéndose paso
entra la nieve que caía desde el mediodía y amurallaba poco a poco los autos” (Cortázar,
27). Era invierno. Sin especificar lapso de tiempo transcurrido la voz narrativa nos avisa
que “el frío empezó a ceder, y después de un período de lluvias y viento que enervaron
los ánimos y aumentaron las dificultades de aprovisionamiento, siguieron días frescos y
soleados” (Cortázar, 29). Había llegado la primavera, transcurrió casi un año en terminos
estacionales. En cuestión de ¿días, semanas, meses?, no sabemos y no sabremos, se pasó
de verano a otoño, de otoño a invierno, de invierno a primavera. A todo esto el
embotellamiento sólo avanzaba metros, quizás avanzaron en la suma total de esos ¿días,
semanas, meses? algunos tres o cuatro kilómetros. Obviamente la marcha no era una
inmovible. La constituían la masa más o menos uniforme, muy lenta que obligaba a que
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los que estaban dentro del tapón los autos, los pasajeros, por la velocidad que iban, se
constituyeron en un gran ser hecho de muchos carros y muchos seres, con vida propia,
algo así como un milpiés gigante, mitad organismo, mitad mecánico, un milneumáticos.
Pasó de unos carros con carácter heterogéneo a un grupo homogéneo, con su propio
tiempo y espacio, sus propias necesidades, sus propios intereses, su propia movilidad, su
propia jerarquía, sus propias reglas, en una sociedad extraordinaria, una polis mítica. El
embotellamiento con los personajes dentro de él constituyeron ese espacio muy de ellos
tal y como citamos anteriormente: “El espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en el
espacio. El espacio está, más bien, “en” el mundo, en la medida en que el estar-en-el-
mundo, constitutivo del Dasein, ha abierto el espacio” (Heidegger, 117). Esa formación
les dio vida y sentido de existencia, sentido de grupo, de pertenencia. Al irse disolviendo
el tapón “el grupo se dislocaba, ya no existía” (Cortázar, 32).
Entra las cosas que se perderían con la disolución del tapón estaban las relaciones
creadas mientras duró el mismo. Se perderían las relaciones de amistad, de mando y las
de amor también. La muchacha del Dauphine y el hombre del 404 acariciaron la idea de
algo más que una amistad durante el tapón. Al empezar a moverse el embotellamineto “el
404 buscó la mano de Dauphine, rozó apenas la punta de los dedos, vio en su cara una
sonrisa de incrédula esperanza y pensó que iban a llegar a París, que se bañaran, que irían
juntos a cualquier lado” (Cortázar, 31), pero al disolverse el tapón se entraría de nuevo en
una vieja realidad, con la velocidad de antes, antes del tapón. Ellos iban hacia el frente y
lo que pasó en el tapón quedó atrás. “Pero en tanto el tiempo tiene su poder sobre Eros, la
felicidad es una cosa del pasado” (Marcuse, ¶ 3). Aquí empieza la infelicidad de los
personajes, al reincorporarse a la vida pre-tapón, a la velocidad pre-embotellamiento se
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pierde todo lo que lograron durante la velocidad lenta del embotellamiento, pierden ser en
el embotellamiento y les llega la angustia existencial de la perdidad del paraiso que
fabricaron. Por eso el 404 nos dice que “no era posible que eso hubiera terminado para
siempre” (Cortázar, 33). Su frase denota la no aceptación de la realidad que se les agolpó
encima, por lo sucedido y perdido, por lo deseado dejado atrás, con ella denuncia “la
angustia por su brevedad.” (Marcuse, ¶ 3).
En la narración “El otro cielo” el tiempo se distribuye entre dos épocas diferentes:
siglo XIX y siglo XX; también hay dos espacios diferentes: París, Francia, y Buenos
Aires, Argentina respectivamente. Aquí el personaje principal es uno, éste transita de un
tiempo cronológico dentro de un espacio dado, a otro tiempo cronológico y otro espacio
diferente. El personaje principal, un corredor de bolsa en la Argentina del siglo XX, tiene
la facilidad de trasladarse a través del Pasaje Güemes, hasta la Galerie Vivienne en el
París del siglo XIX. Desde adolescente el personaje principal frecuenta este pasaje que le
conduce al mundo de las galerías de París. En ellas busca amores y placeres comprados.
En la Argentina él lleva una vida trabajadora, vive con su madre y tiene una novia, Irma,
con la cual se va a casar. Al pasar al París transforma su vida en una de “escándalizarse”
según él cree que reaccionaría su novia Irma de enterarse, donde el placer, el andar con
mujeres de la vida, en especial la prostituta Josiane, es la razón de estar en esa ciudad, de
frecuentarla. Ese es su “barrio preferido” (Cortazár, [129]). Ese deambular como un
peatón mágico o mejor dicho fantástico, tiene su riesgo. En esos momentos anda suelto
un estrangulador, Laurent. Nombre con el que se identifica al asesino de mujeres del
barrio donde se encuentra Josiane. Es por Laurent que la cercanía entre el personaje
principal y Josiane se materializa. El temor de que aparezca el asesino hace que anden
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juntos y compartan más tiempo ellos dos, pero el temor a la muerte tenía dos caras “algo
de ese terror se transformaba en gracia, en gestos casi esquivos, en puro deseo” (Cortazar,
132) este viajero del tiempo a través del espacio en si lo que hace es liberarse de la
atadura del cronológica, pues “la liberación del tiempo es el ideal del placer” (Marcuse, ¶
1). Es por esta consecuencia que el personaje principal aspira a regresar amenudo al París
del siglo XIX, al ambiente de Lautrec en el París de “la vida alegre”. Lo epicúreo es un
fin en si mismo para el personaje principal.
Un detalle significativo dentro de este cuento son los dos epígrafes tomados de la
obra Cantos de Maldoror de Lautréamont, es el epígrafe que está al principio del mismo:
“Ces yeux ne t’appartiennent pas… ou les as-tú pris?” (Cortázar, 129) como nos indica
Rosario Ferré “es una alusión al momento en que Maldoror, mirándose al espejo,
comprueba aterrado que sus ojos tienen un brillo infernal, que lo miran mirarse desde “el
otro mundo”” (Ferré, 82). Aquí se alude al desdoblamiento de Maldoror, sugiere ella que
Laurent corresponde a Lautréamont, y otro personaje del cuento, un escritor
sudamericano “el alter ego del narrador frustado” (Ferré, 82), Lautréamont en su regreso
a París durante el siglo XIX. De la existencia de ambos, del riesgo de la muerte
acechando a las mujeres de parte del estrangualdor de París dependerá la estadía y la
cercanía del personaje principal con el placer, y con la prostituta Josiane. Por eso declara
que “el miedo ajeno me servía para recorrer con Josiane los pasajes y los cafés,
descubriendo que podía llegar a ser un amigo de verdad de una muchacha a la que no me
ataba ninguna relación profunda.” (Cortázar, 133). Para él el mundo de Josiane es el
mundo del fetichismo, de la gratificación, de su gratificación, lo guradaría todo en su
memoria. Con el recuerdo el personaje sufrirá, no tendrá la experiencia pasada sólo se
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recreará en ella ya que la memoria “fue dirigida principalmente hacia el recuerdo de los
deberes antes que los placeres” (Marcuse, ¶ 2), en otras palabras la memoria va con la
infelicidad del no tener.
Al personaje principal pasar, en su último viaje, al “otro cielo”, ya Laurent estaba
apresado. Desde antes de llegar a París sentía un presagio de que las cosas ya no eran
como antes “una oscura certidumbre de que en el barrio de las galerías ya no me
esperarían como antes, de que el gran terror era el más fuerte” (Cortázar, 148), un sentido
de extrañeza lo inundaba “cuando llegué al barrio de las galerías tuve casi miedo, me
sentí extranjero y diferente como jamás me había ocurrido antes” (Cortázar, 148). Su
encuentro con Josiane es sumamente significativo, ella le comunica la aprensión de
Laurent, su verdadera identidad queda revelada, el misterio de su personalidad queda
resuelto y la imagen oscura de quién verdaderamente era disuelta. Su encuentro fue tan
intenso que “nunca la había deseado más y nunca nos quisimos mejor bajo el techo de su
cuarto que mi mano podía tocar desde la cama. Las caricias, los chismes, el delicioso
recuento de los días mientras el anochecer iba ganado la bohardilla” (Cortázar, 148),
como dice el bolero de amor de Consuelo Velásquez “Bésame mucho”: “como si fuera
esta noche la última vez”. A la vez el sudamericano también moría. Ausente el temor de
que apareciera el asesino hará que ellos ya no anden juntos ni compartan más tiempo
entre los dos. El fin pronto llegaba. “Se trata de un simétrico y definitivo atentado a su
felicidad” (Pizarnik, 61). La realidad dependiente del amor y el terror, de Eros y Tanatos,
de esa relación biunívoca que se esfumaría. Al carecer de unos de los dos elementos el
otro se disolvería también. En la última noche con Josiane se corrobora esta disolución:
“Todavía esa noche pude creer que todo seguiría como antes del gran terror, y Josiane fue
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otra vez mía en su bohardilla y al despedirnos nos prometimos fiestas y excursiones
cuando llegase el verano. Pero helaba en las calles, las noticias de la guerra exigían mi
presencia en la Bolsa a las nueve de la mañana” (Cortázar, 150). La realidad cotidiana, la
rutina, el tedio, el trabajo del día a día, la vida en familia reinaron sobre el personaje
principal, lo aniquilaron al quitarle la aventura del placer, de lo prohibido, hasta
cuestionarse que “algunos días me da por pensar en el sudamericano, y en esa rumia
desganada llego a inventar como un consuelo, como si él nos hubiera matado a Laurent y
a mí con su propia muerte” (Cortázar, 151).
En “Todos los fuegos el fuego” tenemos dos épocas diferentes: la antigüedad
romana, y el siglo XX; también hay dos espacios diferentes: un circo romano, y París,
Francia. En este relato el elemento en común será el fuego que arderá simultáneamente
en diferentes tiempos y espacios, con personajes diferentes. En esta narración “la
venganza amorosa es un fuego que nivela el tiempo y el espacio, atravesando siglos y
continentes. El fuego comienza en París, en el departamento de Roland Rendir, quien
acaba de romper su relación con Jeanne porque se ha enamorado de Sonia; y se traslada
mágicamente hasta el Circo Romano, donde causa la muerte del pro-cónsul, de Irene su
mujer y del gladiador Marco, quienes también se encuentran envueltos en un triángulo
amoroso”(Ferré, 76-77). La narración se presenta en dos planos distintivos en un
principio. Los párrafos tratan las épocas de forma exacta y precisa sin yuxtaponer las dos
historias ni mezclarlas hasta cerca de la mitad de la narración. Observamos que: “Ah,
dice Roland, frotando un fósforo. Jeanne oye distintamente el frote, es como si viera el
rostro de Roland mientras aspira el humo, echándose un poco atrás con los ojos
entronados. Un río de escamas brillantes parece saltar de las manos del gigante negro y
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Marco tiene el tiempo preciso para hurtar el cuerpo a la red.” (Cortázar, 119). En ambas
historias el amor y la muerte, Eros y Tanatos, aparecen como elementos sin par, los
principios contrapuestos, sutil y agónicamente entrelazados. En ambas historias lo que
existe entre los integrantes de los respectivos triángulos es decepción, rompimiento,
finalización de relaciones de facto, como las de Roland y Jeanne, o sospechosamente
certeras como las de Irene y Marco. En la relación de Roland y Jeanne, Sonia se encargó
de terminarla. En la de Irene y Marco, el pro-cónsul será el encargado de finalizarla.
Entre Roland y Jeanne la comunicación se va deteriorando, como símbolo del
rompimiento. Mientras hablan se oye como trasfondo una voz que dicta números sin
secuencia ninguna. “La voz que dicta números y sirve de trasfondo a la tensa
conversación entre Roland y Jeanne, también grafica la incomunicación entre los seres
humanos” (Luna, ¶ 11). También puede inferirse como la interrupción de la
comunicación entre ellos ya que la misma persiste mientras están hablando por el
teléfono y la voz narrativa nos dice como una burla llena de ironía ante la situación de
rompimiento amoroso: “y es divertido oír las palabras mezclándose con las cifras”
(Cortázar, 123). Luego de la conversación de rompimiento la vocecita que dicta cifras
“corta secamente una cifra distante, novecientos cuatro” (Cortazar, 123).
Numerológicamente sumados novecientos cuatro sería igual a la suma de nueve más cero
más cuatro. Esto nos daría el número trece que en los arcanos superiores del Tarot es la
carta más funesta de todas, el presagio de lo que estaba por venir: la muerte.
Como una madeja se entrelazan las vidas de dos triángulos amorosos, dos épocas
distantes, dos lugares aparte y un solo elemento en común, el elemento primitivo del
fuego. El fuego actúa como doble agente en este caso. Tiene el efecto del fuego atribuido
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al dios hindú Agni, este “limpiará y purificará la suciedad y los pecados del mundo. Esa
es la razón por la cual en el hinduismo se practica la cremación de los muertos” (Dioses,
¶ 3). ¿Nos querrá indicar con esto el autor, a través de la narración, que para purificar la
relación amorosa triangulada deben consumirse en las llamas del fuego? ¿Será esto
reminiscencia de un dantesco Purgatorio?
Por su parte el gladiador Marco, describe unos elemento del sueño que él tuvo,
presintiendo su final: “Esa noche ha soñado con un pez, ha soñado con un camino
solitario entre columnas rotas" (Cortázar, 116). La imagen del pez se simboliza entre
otras cosas, “la libertad, la mujer y el sacrificio” (Luna, ¶ 21). También debemos
atender que "en esencia, el pez posee una naturaleza doble; por su forma de uso es una
suerte de “pájaro de las zonas inferiores” y símbolo del sacrificio y de la relación
entre el cielo y la tierra" (Cirlot, 367). La columna es “un símbolo perteneciente al
grupo cósmico del “eje del mundo”” (Cirlot, 145), estando rotas nos es permisible
inferir que las fuerzas que sostiene el mundo de Marco se viene abajo por falta de un
buen soporte. Estas fuerzas abandonarán a Marco en el momento de la lucha contra el
otro gladiador y sucumbirá.
Al final coinciden ambos triángulos en el fuego que empieza en Francia y
repercute en el Circo romano de la antigüedad, aboliendo la barrera del tiempo, del
lugar, un fuego sacro con su propio tiempo y espacio. Al contemplar al pro-cónsul
“Irene vuelve a oír su grito, le arranca la tela chamuscada tomándola con dos dedos,
delicadamente. “No podemos salir” dice, “están amontonados ahí abajo como
animales”. Entonces Sonia grita, queriendo desatarse del abrazo ardiente que la
envuelve desde el sueño, y su primer alarido se confunde con el de Roland que
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inútilmente quiere enderezarse, ahogado por el humo negro” (Cortázar, 127). El fuego
los devoró ardiendo hasta la muerte, Eros y Tanatos juntos otra vez.
En “La isla a mediodía” encontramos a Marini, personaje principal, que en su
anhelo de estar en determinada isla del Egeo, “cuyo nombre, Xiros, quiere decir sagrado
en griego” (Ferré, 77). La primera clave nos la da la voz narrativa en el nombre de la isla,
es sagrada. Lo sagrado tiene sus propias leyes, su propio tiempo, sus ritos, rituales y
ceremonias. Para llegar a ello debe pasarse por una iniciación, la cual conlleva una
muerte mística, pues hay un renacer implícito. Lo primero que hace Marini, al de
observar la isla por un breve momento, por vez primera, es mirar “su reloj pulsera sin
saber por qué; era exactamente mediodía” (Cortázar, [93]). El tiempo que observa Marini
es el tiempo en donde él está insertado “el horizonte de toda comprensión del ser”
(Heidegger, 28). Hay que destacar que el mediodía es el punto máximo del sol en el cenit
“el lugar por donde el pensamiento mítico supone que se pasa del espacio a lo no
espacial, del tiempo a lo intemporal” (Cirlot, 130). Esto concuerda de manera directa con
las consecuencias que provocaron en Marini el encuentro con la isla: “Nada de eso tenía
sentido, volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan irreal como soñar tres
veces por semana que volaba a mediodía sobre Xiros. Todo estaba falseado en la visión
inútil y recurrente; salvo quizá, el deseo de repetirla, la consulta al reloj pulsera antes de
mediodía, el breve, punzante contacto con la deslumbradora franja blanca al borde de un
azul casi negro, y las casas donde los pescadores alzarían apenas los ojos para seguir el
paso de esa otra irrealidad” (Cortázar, 94). Por medio de este parrafo se nos anticipa el
final como algo irreal que se insertará o irrumpirá en la realidad por medio de la
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repetición, como un acto mágico que se cuaja según se aumentan las repeticiones pero a
través del sueño, pues “el ensueño domina completamente el cuento” (Mac Adam, 142).
Sueña despierto creando un tiempo y un espacio producto de la ambigüedad entre lo
onírico y lo deseado de la isla que observa, cada mediodía, desde el interior de un avión,
donde él es camarero, en el vuelo de Roma-Teherán.
Su vida era tediosa, rutinaria. Rompió relaciones con su chica Carla. Se mantuvo
en la ruta Roma-Teheran. Decidió ir a la isla. Ahorró dinero y empezó a contar los días
que le faltaban para ir a ella. Un día cerca del día que visitaría la isla, montado en el
avión Marini decidió que “ya no tenía sentido esprar más” (Cortázar, 97), le pediría el
dinero a Mario Merolis. En ese momento “con los labios pegados al vidrio, sonrió
pensando que treparía hasta la mancha verde, que entraría desnudo en el mar de las
caletas del norte” (Cortázar, 97), siguió imaginando o ensoñando que estaba en la isla de
Xiros. Estaba en el lugar sagrado y en el tiempo sagrado. Visitó la isla, conoció a sus
habitantes. Dentro de la ensoñación “supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que
de alguna manera iba a quedarse para siempre en la isla” (Cortázar, 98), había
predestinado su futuro dentro del ámbito de lo sagrado, se había conjurado. Instantes
después miró el avión donde trabajaba él. Reconoció que en el avión estaba “lo peor de sí
mismo que una vez más iba a pasar sobre la isla” (Cortázar, 99). Vio descender el avión y
caer en el mar, en las aguas de la isla de Xiros. Se acerca nadando a un cuerpo de hombre
vestido de blanco, de camarero y lo llevó a la orilla donde muere. Se acercan los
habitantes y encuentra sólo el cadáver de Marini tendido en la playa.
En un tiempo sagrado, en un lugar sagrado Marini tuvo un desdoblamiento y fue
¿sacrificado? como parte de un ritual no identificado al pasar de lo profano a lo sagrado.
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Cabe muy bien señalar que “la muerte es la negación final del tiempo y “el placer quiere
la eternidad”” (Marcuse, ¶ 1). Marini no alcanzó eternizarse en el tiempo, el tiempo del
ensueño, el tiempo sagrado debido a la interrupción que le ocasionó la muerte, quizás por
ser ¿sacrificado?
Conclusión
Preliminarmente podemos destacar que la importancia de la correlación de
tiempo, espacio y Eros en estos cuentos esa una diversa. El tiempo se nos da de forma
estática como en el caso de “La autopista del sur”, en otros se da una doble sincronía
diferenciando épocas inconexas como los casos de “El otro cielo” y “Todos los fuegos el
fuego”. En otro, “La isla a mediodía”, el tiempo es imaginario, pero toma carácter
sagrado imponiéndose sobre el tiempo real en sí.
Los espacios están superditados a las acciones de los personajes, como el caso del
personaje que transita por el tiempo invadiendo espacios diferentes de manera no
simultánea como lo es el corredor de la Bolsa en “El otro cielo”, o cuando un espacio
dentro de un tiempo propio es compartido por varios personajes dentro del mismo
espacio como “La autopista del sur”. Tenemos espacios distintos en tiempos distintos
unidos por un acontecimiento compartido tal y como lo es el fuego en “Todos los fuegos
el fuego”, o un espacio imaginado dentro de un tiempo imaginado que cobra carácter real
según pasó en “La isla a mediodía”.
Eros y Tanatos en su relación biunívoca se aprecian en los cuentos de “La
autopista del sur”, “El otro cielo” y “Todos los fuegos el fuego”. La muerte interrumpe el
placer que nos da la vida y nos reprime de disfrutarla a plenitud.
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Julio Cortázar nos ofrece una gama de la arquitectura de sus cuentos donde la
temporalidad, la ubicación espacial y Eros se apartan de los postualdos tempo-espaciales-
eróticos de la referencia con la cotidianidad. La trastocación de estos elementos y su
referencia a los hechos y acciones de los personajes es variada y distinta en cada uno de
estos cuentos.
Sus cuentos nos revelan desde la óptica a la que los sometimos en le presente
trabajo nos revelan la importancia de este escritor dentro de las letras hispanoamericanas.
Siendo él un representante del llamado boom de la narrativa de América Hispana de la
década de los sesenta, un análisis de esta clase ayuda a comprendeder el justipreciado
valor literario de este escritor tan reconocido de nuestras letras.
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