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NO. 6
NOVELA 5 ¿Este es su final? Shion y Nezumi tienen éxito en infiltrarse al Correccional para salvar a Safu, que ha sido arrestada por el Departamento de Seguridad, pero lo que les espera es peor a cualquier cosa que pudieran haber imaginado- como el infierno en la tierra. Shion está a punto de rendirse. Por otro lado, una fuerza siniestra se cierne sobre Safu a cada minuto. ¿Qué se revelará en su futuro?
Kanarianime Fansub
Título: No. 6
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No puedo… ver… No… te me… acerques…
Capítulo 1.
Una Oración a la Lejanía
Entonces, ¡Que la fortuna me sea propicia!
Puede hacerme el más feliz o el más desgraciado de los hombres.
-El Mercader de Venecia Acto II Escena I1
Shion.
Intentó llamarlo, pero no le salió la voz. Su lengua no se movía. Sus brazos y
piernas se sentían pesados como si tuvieran grilletes y no pudiera liberarlos. Shion no
se dio la vuelta. Su espalda, enfundada en una camisa blanca, se fue alejando cada
vez más. A su alrededor estaba la oscuridad. Una oscuridad negro tinta los rodeaba
por completo. No había ni el más ligero rayo de luz.
Shion, espera. No puedes ir.
Da la vuelta, regresa a casa. No te alejes más.
La oscuridad tembló. Se erizó y levantó como algo vivo, y se tragó por completo
la distante espalda blanca.
¡Shion!
Un grito atravesó su garganta. El terror se convirtió en un dolor cruel que
recorría su cuerpo entero. Intentó adentrarse en la oscuridad tras Shion, pero su
cuerpo aún no podía moverse. No podía dar ni un paso al frente.
Alguien- alguien ayúdeme. Deténganlo.
—Karan.
—¡Seño!
1 Shakespeare, William. El Mercader de Venecia. Ebook. Pp. 35
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Escuchó voces. Alguien estaba sosteniendo su mano y la estaban sacudiendo
sutilmente.
—Karan, ¿Puedes escucharme? ¿Puedes oír mi voz?
—¡Seño, despierte!
Las voces se hicieron más fuertes. La oscuridad fue barrida de sus ojos y su
visión se aclaró en una bruma tenue.
Oh- te escucho. Sí te escucho.
Karan abrió los ojos. Su visión estaba borrosa, como si hubiera un velo sobre
sus ojos. Dos rostros brumosos- el de un hombre moreno y una niña- escrutaban su
cara. Pero eran efímeros. Sentía que si parpadeaba, temblarían con un brillo y
desaparecerían.
Podía oler pan. Rollos de mantequilla, hechos de una masa con un montón de
mantequilla. Llegada la tarde, los habitantes de Lost Town pasarían por la panadería
de Karan por sus panes baratos y deliciosos: obreros, después de un largo día de
trabajo; estudiantes hambrientos; niños con cambio en los puños; para esos pobres
clientes, había programado el horno para que se apagara a las 5 en punto. Parecía que
el horno antiguo funcionaba apropiadamente- la docena o poco más de rollos de
mantequilla estaban terminados y listos.
Para Karan, el aroma del pan horneado era el aroma de la vida misma. El
delicioso aroma, ahora tan familiar a su nariz, catapultó a Karan al mundo real.
El velo había sido retirado y el perfil de dos rostros flotó claramente ante sus
ojos.
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—Lili… Yoming…
—Parece que recobraste la consciencia, —Yoming lanzó un suspiro de
alivio. Gracias a Dios, deletrearon sus labios. —¿Te puedes levantar? No tienes que
forzarte si no.
—Sí- estoy… estoy bien.
Yoming la ayudó a enderezar el torso. Había estado acostada en un viejo sofá
en una esquina de su tienda.
—Me… me desmayé…
—Sí, —dijo Yoming. —detrás del mostrador, simplemente te desplomaste.
Me asusté mucho. Mi corazón sigue a mil por minuto.
Yoming desplegó brevemente una sonrisa de alivio. Karan intentó devolverle la
sonrisa, pero sus mejillas estaban rígidas, y no se movieron como ella deseaba.
—¡Seño! —Lili se arrojó hacia los brazos de Karan y se colgó de su cuello. Sus
ojos estaban llenos de lágrimas. —Seño, ¿Estás bien, verdad? ¿Ya estás bien?
Lili presionó la mejilla contra el cuello de Karan. Su mejilla estaba húmeda.
También los brazos le estaban temblando. Las lágrimas de la niñita eran cálidas, casi
calientes. Normalmente abrazaría gentilmente a la niña, pero los brazos de Karan aún
no se movían como ella quería; aún estaban pesados, y sentía como si aún estuviera
atrapada en su sueño.
Shion.
Quería arrancarse el cabello, sentía que iba a volverse loca. Justo en ese
momento, ¿Qué tal si Shion se dirigía a un lugar donde las manos de su madre no lo
alcanzaran nunca? ¿Qué tal si estaba descendiendo a las profundidades del infierno?
Si lo está, si realmente está sucediendo, ¿Qué hago? ¿Qué debería…?
—¡Oh! —Lili jadeó suavecito, y se apartó de Karan. —¡Ratoncitos!
Un pequeño ratón café estaba sentado sobre la estantería de especias. A su
lado, otro gris asomó su cara peludita.
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—Mira, son dos. —Lili levantó dos dedos. ¿Eran hermanos? Los dos ratones
parpadearon con sus ojos color uva muy similares, y se acurrucaron juntos.
Uno había traído la carta de Shion, pero ¿Y el otro?
—Lili, ¿Puedes traerme un pedacito de queso del refrigerador? Está en
el cajón inferior.
—Ok.
Karan extendió la mano hacia los ratones en la estantería, suavemente, pero
con toda la fuerza que pudo reunir; las puntas de sus dedos temblaban. Los dos
ratones se miraron entre sí, y se retorcieron los bigotes.
Chip-chip.
Uno de ellos animó al otro, y ese volteó a ver a Karan. Tenía unos ojos
diminutos, pero eran unos ojos que demostraban inteligencia. Esos ratones poseían
intelecto, podían entender el lenguaje y las emociones humanas.
Karan estiró más la mano y volteó la palma hacia arriba.
Chip. Chip.
El ratón gris avanzó. Sin dudarlo, saltó a su palma. Sacudió la cabeza a los
lados y escupió una pequeña cápsula. Era la segunda carta de hoy.
—Seño, ¿Vas a darle el queso a los ratoncitos?
Karan asintió, y abrió la cápsula. No era la escritura de Shion, pero recordaba
haberla visto antes. Era la escritura que le había tendido la mano a Karan y la había
sacado cuando estaba revolcándose en las profundidades de la desesperación, después
de que Shion hubiera sido arrestado por el Departamento de Seguridad. Era la letra
hermosa y fluida que mostraba la inteligencia y resistente voluntad de su propietario.
Nunca podría olvidar esa letra.
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La corta oración ni siquiera era una décima parte de su última nota, pero Karan
pudo soltar un suspiro de alivio. Una brisa fresca y calmante se esparció por su cuerpo.
La obstrucción en su pecho y sus vías respiratorias se aclararon un poco.
Oh, puedo respirar.
Era muy pronto para desesperarse. Aún no podía perder la esperanza.
—Nezumi… —Se encontró diciendo su nombre en voz alta. Por un instante,
sintió como si alguien le hubiera rodeado los hombros con el brazo. Aunque no podía
verlo, podía sentir unos brazos fuertes y flexibles, sosteniéndola.
El día de reunirse llegará. Pase lo que pase, te regresaré a Shion vivo. Lo
prometo.
2 Crédito por fuente “Sunday&Monday” (Nezumi) a David Kerkhoff.
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Podía escuchar una voz baja susurrando en su oído. Respiró profundamente una
vez más.
Nezumi estaba ahí. Siempre, en cualquier momento, estaría al lado de Shion.
Su niño no estaba solo.
—Karan, ¿Qué es eso?
Yoming estaba mirando con intensidad la mano de Karan.
—Una carta.
—¿Carta? ¿Los ratones te entregan el correo aquí?
—Lo hacen, —Sonrió. —Y además está escrita a mano. ¿No es mucho
más agradable que el correo electrónico?
Ahora podía sonreír. Yoming y Lili se miraron entre ellos, y también las
comisuras de sus labios se elevaron. Lili, que estaba partiendo el queso y alimentado a
los dos ratones, se acercó a Karan y le puso su mejilla en el regazo. Esta vez, Karan
finalmente pudo abrazarla apropiadamente.
—Estaba asustada, —murmuró Lili llorosa. —Estaba asustada de que… ya
no te moverías… como Papi… estaba asustada. Muy asustada.
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—¿Papi? ¿Algo le paso a tu Papi, Lili?
—Mi Papi de antes, mi Papi real.
—¿Qué?
Yoming negó ligeramente con la cabeza.
—El padre actual de Lili es el segundo esposo de Renka- se volvió a
casar.
—Entonces Getsuyaku-san es… —Karan se calló. —…Ya veo.
Evocó en su mente el rostro delgado y alargado de cejas caídas. Ahora que
Yoming lo mencionó, se dio cuenta que él y Lili no se parecían en el rostro o la
fisonomía; pero nunca había sentido nada extraño al verlos caminar de la mano, o
viniendo a comprar pan juntos. Eran una familia feliz, padre e hija que se llevaban
muy bien. Después de que Shion desapareció, a veces sentía una punzada de dolor en
el corazón cuando veía juntos a Getsuyaku y Lili. Se entristecía y sentía envidia.
—Entonces el padre de Lili…
—Falleció hace unos años.
—Poco antes de que te mudaras aquí, seño, —se entrometió Lili. —Pero
sabes, también amo a mi nuevo Papi. Es muy divertido, siempre me hace reír.
Lili levantó la barbilla y mostró una sonrisa enorme. Era una brillante sonrisa de
alivio, por haber confirmado que Karan podía hablar bien, aunque débil.
—No sabía. Renka nunca mencionó nada.
—Probablemente no quería, —dijo Yoming. —Para ella son recuerdos
dolorosos.
Las palabras probablemente le habían salido sin darse cuenta. Yoming respiró
profundamente y Lili empezó a hablar.
—Un día cuando estábamos comiendo juntos, Papi dejó de moverse.
Dijo “No puedo respirar” y se cayó de la silla. Y no sé por qué, pero después
se dejó de mover.
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El cuerpo de Lili comenzó a temblar, conforme recordaba los días en que era
más pequeña. Karan miró a Yoming y le preguntó con los ojos.
¿De qué se trata?
—El padre de Lili- murió, frente a ella, —dijo Yoming vacilante, cerrando los
ojos. —No, —dijo después de un momento. —Fue asesinado.
—¡Asesinado!
La espantosa palabra se traslapó con la imagen de la distante espalda de Shion.
Karan apretó los puños tan fuerte que las uñas se le clavaron en las palmas.
—El padre de Lili- se llamaba Suifu- trabajaba en las construcciones, era
un gigante que estaba orgulloso de su fuerza, y con razón, —dijo Yoming.
—Mami dice que era realmente amable, fuerte y genial. Estaba muy
enamorado de mami, ¿Verdad?
Yoming sonrió con ironía.
—Creo que Renka lo pinta demasiado bonito, incluso tratándose de una
historia para su hija. Suifu era un bebedor y derrochador, así que siempre se
involucraba en peleas; pero bueno, era un tipo agradable, y trabajaba muy
duro por su familia. Era bullicioso, y le gustaba cantar. Cuando se
emborrachaba siempre cantaba con una voz estruendosa. Sí, —Asintió. —era
un buen tipo. En realidad sí amaba mucho a su familia.
—Pero fue… ¿Asesinado?
—Indirectamente.
—Indirectamente… —repitió Karan. —Yoming, ¿Podrías explicármelo de
manera que lo entienda?
Yoming acercó una silla destartalada y se sentó. Con la mano derecha, acarició
suavemente el cabello de Lili; era un gesto que mostraba lo mucho que Yoming se
preocupaba y apreciaba a su sobrina.
—Explicarlo para que lo entiendas, eh… si fuera tan fácil. Hay tantas
cosas que aún no sé, que es difícil decirlo en orden.
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Yoming siempre hablaba de forma confusa, y terminaba con torpeza las
oraciones; pero a pesar de eso, buscó las palabras adecuadas y empezó a entretejer la
historia en fragmentos.
—En ese entonces, Suifu estaba involucrado en la construcción de cierto
edificio. Era un obrero.
—Cierto edificio…
—Sí, pero aún no sabemos qué edificio era. Oí que ni siquiera Suifu
tenía idea de qué era. Lo llevaban a la construcción en una camioneta sin
ventanas- no podía ver nada del exterior.
—¿Entonces para silenciarlo…?
—No, Karan. No fue así. Suifu se tomaba su trabajo en serio, pero no le
interesaba lo qué estaba construyendo. No le importaba en qué parte de la
ciudad estaba el edificio, o para qué iba a ser utilizado. Y aunque hubiera
estado interesado, no era la clase de secreto en el que un obrero pudiera
husmear. Lo ocultaron con destreza. Justo después que Suifu muriera, hice
investigación de campo intentando descubrir donde solía trabajar mi cuñado,
pero no lo logré. En una ciudad como esta no existe la divulgación libre de
información; de todas formas, si las autoridades quieren que algo permanezca
en secreto, no hay nada que los ciudadanos puedan hacer para descubrirlo.
No había necesidad de llegar tan lejos como para matar a Suifu para ocultar
un secreto.
—Entonces… ¿Por qué murió?
—Ellos dijeron que aparentemente fue un ataque al corazón, pero no
consigo creer que Suifu pudiera tener uno. Es como si un pato se ahogara en
un estanque.
—Eso significa que hay algo más.
—Sí… —Yoming apretó los labios con seriedad, y dejó vagar la vista alrededor.
—Está bien, —le aseguró Karan. —No estamos siendo grabados.
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—Ya veo. —Yoming hizo una pausa. —Lo siento, —dijo abruptamente, —por
comportarme tan furtivamente. Es vergonzoso.
—No, para nada.
¿Realmente estaban a salvo de los dispositivos de grabación? Francamente,
Karan no estaba completamente segura. Las autoridades poseían un poder inmenso,
podían hacer lo que desearan. No era gran cosa para ellos grabar las conversaciones
de todos los ciudadanos y obtener información de allí.
Pero aun así…
Karan apretó la nota en su mano.
No lograría nada si se quedaba encogida por el miedo. En vez de estar
asustada, sellando mis labios y tapándome los oídos- déjame hablar, déjame escuchar.
Lo diría en voz alta; aguzaría el oído para oír. Le parecía la única opción que le
quedaba.
Karan se inclinó al frente con determinación, hacia el hombre y sus redundantes
palabras.
—¿Y qué es ese “algo más” del que hablabas?
Yoming parpadeó una vez. Luego miró fijamente los ojos de Karan.
—Todo esto son especulaciones; pero si te lo digo, podría estarte
pasando una carga muy pesada.
—Quiero oírlo, y es por voluntad propia.
Intentó animarlo.
—Investigaste y averiguaste parte de la verdad. Dices que apenas sabes
algo, pero conociéndote, probablemente al menos conseguiste una pista.
¿Conseguiste algo, no? un rastro… puede que sea más delgado que una
hebra, pero ¿Es algo que te conduce a la verdad?
—Esperas demasiado de mi, —dijo pesadamente Yoming. —No tenía el
poder, la valentía o la manera de hacer algo de eso… pero puedo decirte que
la paga que Suifu recibió mientras trabajaba en ese sitio era muy, muy alta. Oí
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que era el doble de lo que normalmente le pagaban. Renka se sorprendió
cuando se enteró que Suifu estaba cobrando una “Compensación especial por
daños”. Es difícil imaginar un lugar de construcción con riesgo de daños en un
sitio como No. 6.
—Compensación especial por daños… —consideró Karan. —Por la
destrucción o explosión de algo…
—O por manejar químicos.
—Químicos- ¿Te refieres a veneno?
—O algo parecido. Algo desconocido: algo que incluso los científicos de
No. 6 no sabrían cómo manejar adecuadamente.
—No me imagino nada que encaje con esa descripción.
—Es difícil hacerlo. No hay suficiente información.
—Pero el padre de Lili no era el único que estaba trabajando allí, ¿O sí?
—insistió Karan. —¿No podríamos descubrir más si le preguntamos también a
las otras personas?
—Ese es el problema; no pude encontrar a nadie.
—¿No pudiste encontrarlos?
—Sí. Están desaparecidos- o tal vez ni siquiera existieron. En otras
palabras, aparte de Suifu no hubo otros humanos involucrados en la
construcción.
—No hubo otros humanos… oh, quieres decir que eran robots-
—Sí, robots. Usaron robots de construcción.
Karan levantó la cara y miró el techo sin verlo realmente. Shion también solía
operar robots. Eran robots de limpieza del parque.
—Son realmente lindos, pero su funcionalidad aún no está
perfeccionada. Como el otro día: el viento le arrancó el sombrero a una dama,
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y el robot lo recogió, lo que está perfectamente bien, pero el robot no pudo
controlar la fuerza de su agarre y terminó destrozando el sombrero. La dama
estaba furiosa, ¿Te lo imaginas? Así que creo que los humanos aún son
mejores con las tareas pequeñas y delicadas. Los dedos humanos son
realmente sorprendentes, sabes.
Y doblaría ligeramente los dedos…
Karan apretó los ojos para ahuyentar de su mente los recuerdos de su hijo y
habló con el tono de voz más calmado que pudo emitir.
—El padre de Lili debió hacer un trabajo del que los robots no eran
capaces.
—Probablemente, —concedió Yoming. —Pero Suifu no era un técnico. No
tenía ninguna habilidad técnica especial. Me refiero a que siendo el tipo serio
que era en el fondo, estoy seguro que haría minuciosamente cualquier trabajo
que le encargaran, pero… no logro imaginar qué pudo estar haciendo entre
esos robots.
—¿Los dedos?
—¿Eh?
—La diferencia entre los humanos y los robots trabajadores.
Los dedos de Shion aparecieron en sus recuerdos, tenía dedos hábiles. Siempre
llevaban a cabo los trabajos delicados que le pedían. De vez en cuando, incluso ella se
encontraba mirándolos con admiración ante su destreza.
Sabes mamá, los dedos humanos son realmente sorprendentes.
—Los robots pueden ser más útiles para cosas como derribar muros, o
cargar cosas pesadas, pero las tareas menores que requieren más cuidado…
por ejemplo, veamos… usar pequeños azulejos para hacer un complicado
diseño en la pared, o tallar letras en un pilar… Los robots no pueden hacer
nada de eso, ¿Verdad? Es lo mismo con el pan, si quieres hacer pan que sepa
cómo luce, sería suficiente con una máquina; pero los pasteles para
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celebraciones, por ejemplo- donde es importante que luzcan bonitos, y que
iguale el gusto de la persona- tendrás que hacerlos a mano si quieres algo
bueno.
—Pero Suifu no podría hornear pan o pasteles como tú, ni tenía la
habilidad de hacer diseños con azulejos o tallar letras. Realmente no podía
hacer nada especial… o al menos eso creo.
—¿Qué hay de cargar cosas?
—¿Cargar cosas?
—Sí, cosas importantes… como objetos frágiles, o cosas suaves… cosas
que debían mantener su forma, como un sombrero. Las manos humanas
estarían más capacitadas para ese tipo de cosas.
—Tienes razón, eso podría ser. Tal vez Suifu cargaba algo altamente
peligroso o algo por el estilo, que no se podía encargar a los robots. Pero…
incluso si así fuera, no tengo idea de lo que podría ser, o cómo podría estar
relacionado con esas muertes repentinas. Sin importar cuanto me exprimo el
cerebro, no puedo hacer más que especular. A fin de cuentas, sin nada con
qué trabajar, sólo podemos hacer las mismas preguntas que nunca tendrán
respuesta. No sabemos nada con certeza… todo lo que sabemos es que Suifu
estuvo involucrado en un trabajo de construcción en la ciudad y que murió.
Eso es todo. ¿Cierto, Karan?
El tono de voz de Yoming tuvo más aplomo durante un segundo, luego alcanzó
un tono tan bajo que apenas podía oírlo.
—Esta ciudad se deshace despiadadamente de la gente, —gruñó Yoming.
—A veces no puedo evitar pensar eso. Devora a la gente que se aparta de los
límites trazados por los valores de la ciudad; gente que a sus ojos son
inferiores a sus estándares; gente que protesta contra sus valores. Primero
devoran su cabeza, arrancándosela, esparciendo los pedazos, hasta
desecharlos.
—Mm… —contestó Karan vagamente.
—Así que al final, para la ciudad un lugar como este, Lost Town, es
cómo una cloaca; es un lugar para reunir a la gente que no cumple los
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estándares de la ciudad, para humanos inferiores. No, probablemente hicieron
deliberadamente este lugar. Es un depósito de gente desechable.
Karan sintió que la embargaban los escalofríos ante la voz baja y pesada de
Yoming, junto con las palabras que salían de su boca. Le dirigió una mirada a Lili.
Aparentemente cansada de la conversación de los adultos, la niña se había alejado
unos cuantos pasos para jugar con los ratones. Los ratones café y gris estaban en el
regazo de Lili, llenándose las mejillas de trocitos de queso. Tanto humanos como otros
animales, los seres pequeños siempre eran adorables. Era el trabajo de los adultos
proteger esos pequeños y frágiles cuerpos y mentes, sin importar lo que costara.
Eso era lo que Karan creía. No quería proporcionarle el terror de la realidad a
Lili, aún tan joven. Sí, no se podía estar ciego, ni se debía estar engañado. Se tenía
que ver a través de las mentiras y encontrar la verdad, pero esa voluntad férrea era
algo que debía surgir en los adultos que tenían la edad suficiente para soportar el
“saber”. Lili aún era demasiado joven.
—Lili.
La niña volteó sus grandes ojos negros hacia la voz de Karan.
—No creo que el queso sea suficiente para que los ratoncitos se llenen.
Creo que hay un rollo de mantequilla de ayer en una esquina del mostrador.
¿Le darías a cada uno la mitad?
—¿Puedes darles pan a los ratoncitos?
—Sí. ¿Se los darías como recompensa? ¿Y podría pedirte que también
vigiles la tienda? Si entra un cliente quiero que le des una calurosa bienvenida
y digas “¡Bienvenido!”. Te prometo que después te daré unos rollos de
mantequilla recién horneados.
—¡Yey! Sabes, siempre he querido trabajar de panadera.
Ahora los ratones estaban posados en el hombro de Lili, evidentemente se
estaban haciendo amigos íntimos. Eran un par de ratones inteligentes: sabían cuáles
humanos eran peligrosos y cuáles eran de confianza.
—Seño, ¿Sabes qué? —Lili se puso de puntillas y acercó sus labios a la oreja
de Karan. —Voy a decirte un secreto.
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—Muy bien, ¿De qué se trata?
—Mami va a tener un bebé. Voy a convertirme en hermana mayor.
—Oh vaya, ¿Renka? Eso es fantástico. ¿Cuándo?
—Cuando el tiempo sea cálido y empiecen a florecer los capullos.
Yoming puso una sonrisa exasperada.
—Oye, Lili. ¿Estás segura que está bien revelar el secreto de mami así
nada más?
—La seño tenía permitido saber.
—Estoy muy contenta, —dijo Karan con ternura. —Gracias por decirme.
Cuando nazca el bebe, tendremos que celebrarlo con un pastel gigante. Muy
bien, Lili, cuidarás la tienda por mi, ¿Verdad?
—Sí. Digo “¡Bienvenidos!” ¿Verdad? “¡Bienvenidos!” —Con los ratones en
el hombro, Lili dejó la habitación y se acercó a la barra de la panadería. Yoming soltó
otro suspiro.
—Claro. Supongo que es algo que no queremos que Lili oiga.
—Por supuesto. Escuchar que tu propio padre fue tratado como un
objeto y que por eso perdió la vida… aunque lo descubra con el tiempo, ahora
es demasiado pronto.
Yoming apartó lentamente su mirada de la puerta por la que Lili había
desaparecido, y la regresó a Karan.
—Tratado como un objeto- sí, a Suifu le dieron el mismo trato que a los
robots. No le dijeron lo arriesgado que era el trabajo. Debieron distraerlo con
una vaga explicación y poniéndole el alto salario frente a las narices. Suifu
quería dinero, había pasado poco tiempo desde que lo habían despedido de su
anterior trabajo por tener un desacuerdo con un compañero. Si se trataba de
mantener a su familia, estaría preparado para arriesgarse un poco con tal de
conseguir un trabajo. Las autoridades investigaron todo eso, por supuesto, y
eligieron a Suifu por esa razón. Después de todo, tenían completo acceso a la
información de los ciudadanos; probablemente les resultó facilísimo elegir a
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un candidato adecuado. Necesitaban a alguien que llevara a cabo un trabajo
con riesgos desconocidos; alguien que estuviera acostumbrado a cargar cosas
pesadas; alguien que fuera responsable, y que trabajara silenciosa y
eficientemente. Un hombre sin curiosidad, que no fuera inquisitivo ni
suspicaz. Alguien a quien no le importara arriesgarse por dinero- Suifu
probablemente fue la opción perfecta.
—Es por eso que su trabajo y su repentina muerte deben estar
relacionados de alguna forma. Estás seguro de eso.
—Sí. No sé cómo diantres podrían estar relacionados, pero tengo la
certeza de que están conectados. Si me preguntaras por qué pienso eso, te
diría-
—¿Dirías?
—La ambulancia. Suifu se desplomó y Renka, naturalmente, llamó a una
ambulancia; pero me dijo que vino inusualmente rápido. Dijo que no habían
pasado ni tres minutos desde que los había llamado.
Una ambulancia llegando en menos de tres minutos- era un hecho
extremadamente raro en Lost Town; no, se podría decir que ni siquiera era posible.
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La ciudad sagrada de No. 6 era una sociedad urbana basada en una rígida
jerarquía. Con el alcalde y sus políticas ciudadanas en la cúspide, sólo un puñado de
“elegidos” gobernaban. Se les llamaba “élite”, y vivían en las lujosas residencias de
Cronos en un distrito especial, bendecidos con una vida tranquila, desmedida y
excesivamente confortable. Los ciudadanos regulares debajo de ellos, aunque muy
lejos de tener una vida como la de Cronos, vivían su vida diaria respaldados por la
medicina y la tecnología científica de alto nivel, en completa felicidad- o en lo que les
habían hecho creer que era la felicidad. La gente como Karan, que vivían en Lost
Town, incluso más apartados de la “élite”, no gozaban de ninguno de los servicios de la
ciudad y la asistencia normalmente estaba disponible sólo para los ciudadanos
regulares. Eran tratados como sub-ciudadanos. Citando las palabras de Yoming, Lost
Town era un depósito para humanos desechables.
El cuidado médico de emergencia era casi inalcanzable en Lost Town. Karan
recordaba haber oído que el número de ambulancias y clínicas de salud era menor a la
décima parte de las de Cronos. Sin importar que Lost Town tenía muchos más
pacientes heridos o enfermos que Cronos.
Una ambulancia había llegado en menos de tres minutos. ¿Cuál era el
significado detrás de ese hecho casi milagroso?
—¿Quieres decir que el padre de Lili estaba bajo vigilancia, así podrían
lidiar rápidamente con cualquier cosa fuera de lo ordinario?
—Probablemente estaba en vigilancia Nivel 3. Suifu empezó a
convulsionarse en la mesa, pero para cuando llegó la Ambulancia ya no se
movía. No sé si en ese punto aún estaba vivo, o si ya era un cadáver, porque
la gente del Departamento de Salud e Higiene se lo llevó. Renka intentó
acompañarlo en la ambulancia, pero se rehusaron. Le ordenaron que se
quedara en casa.
—Y después de eso, el padre de Lili…
—Dos horas después regresó como un cadáver frío. Un doctor enviado
por el Departamento de Salud e Higiene nos explicó que había sido un ataque
cardiaco, pero por supuesto nunca nos lo creímos. Yo también estaba ahí
porque llegué inmediatamente después que Renka me llamó. Le supliqué que
nos explicara con más detalle, pero no conseguí nada. Lo único que sucedió
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fue que la tarjeta ID de Suifu fue intercambiada por una tarjeta de Certificado
de Muerte para permitir su funeral.
—Ya veo… así que eso sucedió.
Sabía que estaba dando una repuesta sin pensar. Pero no tenía idea de qué
clase de respuesta podía dar tras las palabras de Yoming- qué respuesta debía dar. No
era algo que simplemente le entrara por un oído y le saliera por el otro. Pero por
supuesto, las frases obvias de consolación y condolencia eran igual de inapropiadas.
Entonces ¿Qué debería decir, y cómo? No podía evitar dudar. Su vacilación se convirtió
en incomodidad, y débilmente alcanzó un tinte de miedo. Las palabras de Yoming
intensificaron profundamente su miedo.
—Cuando el doctor se estaba yendo, ¿Qué crees que le dijo a Renka?
“Este paciente falleció casi sin sufrir dolor”, dijo. Y en verdad el rostro muerto
de Suifu lucía pacifico. Estaba sonriendo como si tuviera algún sueño
agradable, pero Renka y Lili vieron cómo se había contorsionado su cara por
el dolor antes de desplomarse. ¿Cómo podían siquiera creer que había
fallecido pacíficamente?
—Entonces el rostro muerto del padre de Lili fue modificado con algún
método especial para que luciera pacifico… —Karan tragó duro. Todos los cuerpos
que Karan había visto siempre estaban sonriendo pacíficamente, incluidos sus propios
padres. Sus rostros estaban adornados con sonrisas que los hacían lucir como si nunca
hubieran experimentado el más mínimo dolor o penuria mientras estaban vivos. Todos
los rostros de los cadáveres eran hermosos; ella había pensado que así era cómo se
suponía que debían lucir- que en No. 6, donde el cuidado médico estaba muy
desarrollado, todos tenían asegurada una muerte tranquila y sin dolor.
Era una mentira, todo era artificial. Aquí, incluso las muertes humanas eran
encubiertas y modificadas. Todas las circunstancias y verdades que revelaba cada
muerte humana eran completamente borradas, como la piel curtida era suavizada,
arreglada y encubierta como una “muerte pacífica”.
Vivimos en un mundo que es más perturbador de lo que me imaginé. Y ¿Qué tal
si su naturaleza perturbadora está más allá de lo que mi débil imaginación puede
visualizar…?
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—Como sea, la muerte de Suifu aún está envuelta en un misterio. Renka
se volvió a casar y se las arregló para seguir con su vida. Yo- como te lo
podrás imaginar- me paso los días como un agente de información. Muchas
veces me he mantenido tan ocupado con otras tareas que me olvido de Suifu,
y cada vez me maldigo a mi mismo. Así son mis días: rechinando los dientes,
recordándome que no puedo olvidarme de Suifu, y por supuesto de mi esposa
e hijo.
—Es imposible que los olvides, —le aseguró Karan, —si el padre de Lili, tu
esposa y tu hijo fueron asesinados por esta ciudad. No podrías olvidarlo,
¿Verdad?
—No. y es lo único que puedo hacer: recordar. Seguir recordando.
Nunca olvidaré a toda la gente que me ha sido arrebatada. Pero a veces me
dan unos horribles escalofríos cuando pienso- ¿Y si las autoridades me
capturan? Y me pregunto, si borraran mi memoria…
Yoming escrutó de cerca el rostro de Karan. Sus ojos estaban ensombrecidos;
parecía que la desesperación hubiera penetrado en sus ojos, y su mirada estuviera
nadando en ella.
—¿Qué quieres decir con borrarte la memoria? —preguntó.
—Lobotomía. Meterse en mi cerebro con un escalpelo y quitarme mis
recuerdos y la habilidad de pensar.
—Yoming, estás- —Estás permitiendo que tus pensamientos vayan demasiado
lejos. Estás alucinando.
No pudo decir el resto de las palabras. Lobotomía- tal vez era posible. Después
que Shion desapareciera, la Ciudad Sagrada se quitó una máscara de falsedad tras
otra, justo frente a sus ojos. Aunque sólo había visto una pequeña porción, lo que
Karan vio de No. 6 no era una ciudad Sagrada; era una ciudad estado
implacablemente autoritaria.
Esta ciudad intenta dominar a la gente.
Querían dominar todo sin excepción, las mentes, los cuerpos de todos los que
vivían en la ciudad. Querían escrutar incesantemente sus pensamientos, vidas y
destinos, y dominarlos.
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Sí, era como Yoming decía. No. 6 devoraba a la gente; les arrancaban cualquier
intento de seguir siendo humanos, cualquier alma o voluntad de resistir, cualquier
deseo, y lo engullían. No era la Ciudad sagrada, era la cría de un monstruo,
enloqueciendo por el deseo de la dominación.
¿Nadie se había dado cuenta? ¿Estaban todos tan atontados por la faceta de
estilo de vida satisfactorio y confortable como para siquiera notar la faceta
monstruosa? Que estupidez…
Karan sacudió vigorosamente la cabeza. No eran simplemente los problemas de
alguien más. Con certeza no.
—Karan, ¿De nuevo te estás sintiendo mal? —dijo Yoming con
preocupación. —Después de todo te acabas de desmayar- deberías descansar
un poco. Lamento traer a colación algo así.
Yoming lucia sinceramente arrepentido. Karan sacudió vigorosamente la cabeza
de nuevo.
—No, no es eso. Simplemente estaba- recordando algo.
—¿Mmm? ¿Qué?
—Lili me lo preguntó antes. Si éramos realmente felices o no.
Lili le había preguntado una vez.
—¿Somos felices, verdad?
Había sido hacia un tiempo; fue después que Karan había luchado para abrir su
panadería, y finalmente empezaba a operar sin problemas. Karan había murmurado,
mmm, bueno, supongo, e inclinó la cabeza a un lado. Había podido convertir el
hornear, que le gustaba, en su sustento. No era mucho para vivir, pero al menos ahora
tenía una idea de cómo podrían sobrevivir ella y su hijo. Incluso después de haberles
retirado todos sus privilegios especiales y haber sido exiliados de Cronos, aún eran
capaces de conseguir una vida estable. Fue durante ese tiempo, en ese entonces no
tenía forma de saber que en unos cuantos años le esperaba una cruel separación de
Shion. Así que en verdad si le preguntaban si era feliz, muy bien podía asentir y decir,
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vaya, sí, supongo que soy feliz. Karan de hecho, en ese entonces, no había pensando
en si misma como una persona infeliz.
La caída de Karan de Cronos a Lost Town no le había causado dolor o
sufrimiento. Por el contrario, disfrutaba la ligereza de su carga, habiéndose librado de
su vida segura, con todas las comodidades como comida, ropa y casa. A pesar de
tener que lidiar con que la trataran como una sub-ciudadana, aún estaba dentro de los
muros de No. 6 como residente de Lost Town. Mientras no deseara nada extravagante,
no tendría ninguna carencia en la vida. Tenían fácil acceso al agua limpia y a la
comida. Aunque eran de baja calidad, había clínicas de salud donde los residentes de
Lost Town podían ser examinados. Tenía una vivienda que los protegía del viento o la
lluvia. Estaba libre de cualquier riesgo como la malnutrición, el morir de hambre, la
hipotermia o el genocidio. Shion estaba a su lado, y tenía clientes que venían a su
panadería a comprarle pan.
No era para nada infeliz.
No había podido contestar rápidamente la pregunta de Lili sobre si eran felices,
no debido a su propia situación o estado mental, sino debido a una sombra que había
revoloteado en los ojos de Lili. Tal vez era incertidumbre; tal vez Lili sentía
incertidumbre, con sus emociones tan inquietas, que se había aferrado a la señora de
la panadería, a quien amaba y en quien confiaba.
—Es difícil decir si somos felices o no, con una sola palabra. Hay un
montón de ocasiones en que somos felices y otras cuando no, cuando estamos
alegres o tristes. Con un montón de sentimientos diferentes.
—¿Sí verdad? —Lili apretó sus dedos. —Tenemos un montón de
sentimientos diferentes, ¿Verdad?
—Sí. ¿Te sientes así. Lili? Tal vez sólo durante un día, a veces te sientes
feliz, a veces infeliz, ¿No?
—Sí, así es. Cuando tengo mucha hambre, y como sus panquecitos,
seño, me siento feliz. Pero cuando mami se enoja conmigo o cuando me peleo
con mi amiga y no podemos pedir una disculpa y arreglarnos, me siento triste.
Pero…
—¿Mm?
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—Pero en la escuela, el maestro dice que todos los que viven en No. 6
son felices. Él dice que en No. 6 no hay nadie infeliz.
—¿Aprendiste eso en clase?
—Sí. Cuando el Director estaba diciendo su discurso, dijo que fuera de
No. 6 el mundo es muy duro e infeliz y la gente muere todos los días; mueren
porque no tienen suficiente para comer o porque luchan y se lastiman unos a
otros. Dijo que las personas son como bestias, y que también viven como
bestias. Y comparado a esa gente, No. 6 es el paraíso, y todos son felices.
Por gente como bestias, probablemente se refería a los habitantes del Bloque
Oeste. Era una forma muy desdeñosa de hablar de la gente, pensar que alguien
involucrado en la educación de los niños llamaría a otro humano bestia…
Karan levantó la ceja. Se agachó y miró a Lili a los ojos.
—¿Pero tú no piensas eso, Lili?
—Hmm, —Lili se quedó pensativa. —Me siento un poco extraña, como con
una sensación de revoloteo en el estómago. Porque- porque sabes… mami a
veces pone una cara triste porque está cansada por el trabajo, o porque no
tenemos dinero. Y el abuelo Saiton, que vive al lado, siempre luce adolorido
porque le duele la espalda. Así que cuando él dice que todos son felices, me
siento rara…
—¿Y no le dijiste eso al director?
Lili abrió mucho los ojos y sacudió vehementemente la cabeza.
—Si dijera eso, el director se enojaría mucho conmigo. A veces te
llaman a su oficina y te golpean con un látigo.
—Oh Dios mío, ¡Con un látigo! Eso es terrible…
—Si vives en No. 6 y no crees que seas feliz, significa que eres un niño
malo. Así que dicen que deberíamos ser azotados.
—¡Claro que no! —dijo Karan con voz aguda. Puso una mano en el hombro de
Lili. —Lili, eso no es cierto. Por supuesto que no es cierto.
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—Seño…
Su corazón se inquietó mucho. Podía escuchar sus latidos intermitentes. Sabía
que tenía que decirte a esta niñita que tenía enfrente, algo importante, pero no podía
ponerlo en palabras y se sentía frustrada.
—Lili, aún eres una niña, y… —se detuvo. —No, incluso los adultos tienen
toda clase de pensamientos diferentes. No es correcto que todos piensen y se
sientan exactamente igual, ¿Verdad? Y- y-
También hay personas infelices en No. 6. Probablemente muchas más de las
que creen.
Era algo que Karan conocía de primera mano. Se había mudado de Cronos, un
lugar de ciudadanos distinguidos, a Lost Town, una residencia de sub-ciudadanos. No
pensaba en ello como un destino trágico, pero definitivamente había visto con sus
propios ojos y experimentado con su propio cuerpo tanto la cúspide como el fondo de
la ciudad-estado No. 6.
De hecho, no sólo había gente infeliz en Lost Town, sino también en Cronos- un
lugar conocido en todos lados como el vecindario ideal. Sí, allí había personas infelices,
y muchas; pero nadie en ese lugar había dicho “Soy infeliz” en voz alta. Cronos no
tenía ni una persona que lamentara las dificultades del ingreso familiar, o que se
quejaran de padecimientos físicos como Saiton. A todos los residentes se les había
prometido un ingreso alto y estable, y estaban en una posición que les garantizaba el
acceso a lo último y más avanzado en tratamientos médicos a cualquier hora del día;
pero aun así había gente infeliz.
—¿Qué debería hacer mañana? —Había escuchado murmurar a alguien en
una ocasión.
Era una anciana que vivía al lado. Aunque, “al lado” en términos de Cronos era
a mucha distancia, debido a los patios espaciosos de cada casa. Periódicamente, los
jardineros de la ciudad venían a dar mantenimiento a los jardines (y también a revisar
y dar mantenimiento a los sistemas de seguridad del jardín, lo que Karan no había
descubierto sino hasta mucho después), así que a diferencia de Lost Town, dónde las
casas estaban separadas entre sí por una simple pared, Karan no estaba acostumbrada
a ver a sus vecinos en persona o tener conversaciones con ellos.
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Pero Karan, estaba en términos excepcionalmente buenos con esta mujer
mayor de setenta, y de vez en cuando era invitada a tomar el té. El esposo, hija y
nietos de la mujer eran reconocidos como de la élite superior, como Shion, y ella
estaba provista y asegurada con unas condiciones extremadamente favorables, incluso
comparándolas con otros residentes de Cronos; pero a pesar de eso, ella no era
arrogante ni condescendiente, y a menudo cuidaba y le prestaba ayuda a Karan, que
criaba a su hijo ella sola.
Ese día, fue igual. En una tarde soleada y cálida a finales de otoño, la mujer
había invitado a Karan a tomar el té.
Oliendo el fragante aroma del té negro saliendo de la tetera, Karan había
estado a punto de lanzar un mmm de apreciación cuando la mujer murmuró esas
palabras. Su voz sonaba seca y frágil, como las hojas que revolotean por las calles; era
seca, pero pesada y triste.
—¿Qué debería hacer mañana?
Karan levantó lentamente la mirada de la taza adornada con una rosa, y miró
fijamente el perfil elegante de la mujer que acababa de hablar. Las palabras de la
mujer habían llegado a los oídos de Karan sin problema, pero su tono de voz
contrastaba tanto con el hermoso escenario, la espléndida mansión y el fragante té,
que no pudo evitar pedirle que lo repitiera.
—¿Qué dijiste?
La anciana dejó vagar la vista lentamente. Detrás de sus gafas tachonadas de
rubíes (casi exclusivamente un artículo de moda), entre las arrugas de su piel, sus ojos
parpadearon.
—No… no tengo idea qué haré mañana.
—¿Quieres decir que no tienes nada que hacer?
—No sé… qué quiero hacer, Karan-san. —Tenía lágrimas impregnadas en
los bordes de los ojos.
—¿No sabes…?
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—No hay nada, sólo hay un vacío. Y eso me hace sentir asustada.
Especialmente detesto las mañanas, son completamente horribles. Cuando
pienso en que es el inicio de otro día vacío, me siento tan aterrorizada, tan…
Karan, que aún era joven, estaba perturbada por el rostro lloroso y las
murmuraciones de la mujer. Y como para probar que no estaba actuando, los hombros
de la mujer, cubiertos con un chal, estaban temblando.
—Ah… pero… —Karan tartamudeó. —Mientras tengas la voluntad, creo
que deberías hacer lo que te guste. Hay tantas cosas…
—¿Eso crees? Yo tengo la sensación que será un día vacío tras otro
hasta que muera… cuando pienso en que voy a morir sin haber podido hacer
nada, me siento más atemorizada y dolorida.
Karan se levantó de su asiento y sacudió la cabeza casi automáticamente.
—Eso no es cierto. Porque, mira- la decoración de esta habitación, o la
forma en que dispones el servicio del té- todo es tan bonito, y eres muy buena
en ello.
La anciana respondió a los torpes cumplidos de Karan con una sonrisa serena.
—Eres un alma gentil, Karan-san; pero… bueno, supongo que algún día
experimentarás el mismo temor que siento ahora.
El par de ojos detrás de las gafas no se estaban riendo, eran como cavernas
oscuras. Karan recordaba haber temblado; le habían dado escalofríos en esa
habitación, llena de extravagante mobiliario y mantenida en una confortable
temperatura todo el año. La mirada de la anciana había estado tan vacía, tan
taciturna, que le había dado escalofríos. La mujer tenía todo en abundancia y era
saludable ¿No estaba en una posición donde todos sus deseos se hacían realidad? Y ahí
estaba ella, lamentándose: que súper privilegiada estaba, que codiciosa era… Karan
intentó murmurarse eso en la mente, pero tanto su corazón como su cuerpo se
contrajeron ante la mirada taciturna y vacía que tenía frente a ella. Una desesperación
suficiente para petrificar a alguien vivía tras esas gafas, emitiendo una luz débil. Karan
se terminó su té y se fue rápidamente. Recordaba con claridad el sonido cuando posó
su taza sobre el plato con dedos temblorosos.
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No mucho tiempo después, en el cambio de estación, la anciana había fallecido
repentinamente. En su ataúd y rodeada por las lilas blancas que siempre había amado,
la anciana con los ojos cerrados tenía la misma piel resplandeciente de cuando vivía, y
su rostro estaba adornado con una suave sonrisa. Karan sentía que si pronunciaba su
nombre, la mujer respondería.
—He vivido una vida muy feliz. Estoy agradecida con No. 6.
Esas fueron sus últimas palabras, según la hija de la mujer, que trabajaba en el
Departamento Central de Administración.
He vivido una vida muy feliz. Estoy agradecida con No. 6.
—¿Tu madre dijo eso? ¿En serio?
—Por supuesto ¿Por qué no podría? Mi madre tuvo una vida sin
carencias. ¿No pensarían todos lo mismo?
—Bueno… me estaba preguntando si no tenías la ligera impresión de
que…
—¿Yo?
—Sí, —había dicho Karan. —¿Nunca has pensado que tu madre puede
haber sido infeliz?
La hija frunció el ceño, y una clara mirada de disgusto se posó en sus ojos;
miró a Karan como si estuviera mirando a una horrible bestia, y dio medio paso hacia
atrás.
—Es sencillamente imposible que mi madre pudiera ser infeliz, —espetó.
—No pasó triste ni un día de su vida. ¿No lo sabes por simple sentido común?
Espero que te abstengas de emitir más comentarios groseros.
Le dio la espalda a Karan y durante el funeral guardo las distancias. Fue en ese
momento cuando Karan tuvo la certeza de que la anciana había sido infeliz: había
estado luchando con la infelicidad que se originaba de su obligación de ser feliz- una
vida en la que no se le permitía estar triste.
Tal vez.
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Su ritmo cardiaco aumentó. En su mente surgió el rostro de la mujer, como una
muñeca, rodeada por lilas blancas.
Tal vez… ¿Se suicidó…?
No podía decirlo en voz alta; era simplemente imposible para un habitante de
Cronos quitarse la vida, era impensable. Les habían dicho que era impensable.
Pero… aun así… si existía la infelicidad a pesar de que se suponía que no,
¿Entonces no podría también existir gente que, sin otra opción y al borde de la
desesperación, se suicidaba?
Karan apretó con fuerza sus guantes de luto mientras el ataúd era sacado y
conducido al cementerio.
¿Debí decirle a Lili sobre la anciana? La infelicidad existía en cualquier lugar, ya
fuera en Cronos o Lost Town. Karan sentía que debió haberlo compartido con Lili-
sobre porqué la gente era infeliz; cómo podían volver a ser felices; qué era lo que
llamaban felicidad real. Debió haberlo hablado con la niña- sobre el director que los
forzaba a ser felices; sobre la anciana y su mirada ausente: el dolor de ser azotada
como ganado. Debió prestar más atención a su propia alma inquieta y la agitación de
la niñita, pero Karan no había dicho ni hecho nada.
—En todos lados hay personas infelices. Sólo porque sea el director, no
creo que tenga el derecho a decir que todos tienen que ser felices, —Había
dicho, adoptando la medida más neutral. Justo entonces, había escuchado al vendedor
de harina llamando por la puerta trasera, trayéndole su harina de centeno y trigo.
—Gracias, seño. Nos vemos.
Y Lili se había ido. Karan pretendió sumergirse en su trabajo y apartó de su
mente a Lili, los recuerdos de su miedo en el funeral, sus pensamientos sobre la
felicidad e infelicidad. No se había detenido a pensar, incluso lo había olvidado. Yoming
se había endurecido y almacenado todo en su memoria; pero ella lo había olvidado,
ella nunca había intentado recordar.
Nadie más que ella misma era la tonta.
Si hubiera sido más sabia, si me hubiera detenido a pensarlo con más esmero,
tal vez Shion no habría tenido que pasar por todo esto.
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No sólo era Shion, tal vez también había agobiado a Safu con un destino injusto
y cruel. Karan se mordió el labio con fuerza.
Shion, Safu, vivan. Por favor, estén vivos. Sobrevivan para regresar a casa y
permitir que me disculpe por mi estupidez. Déjenme abrazarlos, déjenme rogarles por
su perdón.
Presionó el trozo de papel en su pecho y rezó.
Nezumi, te rezo a ti. Por favor, permíteme ver sus rostros de nuevo, sólo una
vez más.
Escuchó la tintineante risa de Lili. Era una risa ligera y despreocupada,
rematada con los suaves chillidos de los ratoncitos.
El día de reunirse llegará.
Murmuró las palabras de la nota. Intentó retener las lágrimas que amenazaban
con derramarse de sus ojos, llorar no iba a resolver nada.
Justo ahora, solamente puedo mandarte mis oraciones, a ti a quien aún no he
visto.
El día de reunirse llegará.
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Capítulo 2.
Aquéllos en el Abismo
Ya estaba hasta el cuello cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo.
¿Qué podía hacer?... si me rehusaba a obedecer sería asesinado. O podría
haberme suicidado. En tres ocasiones distintas pensé en renunciar, pero era
imposible.
-Wilhelm Keitel, “Las Entrevistas Nuremburg”3
La oscuridad lo apuñalaba. La retina, los tímpanos, su piel; la oscuridad se
convertía en agujas que se le clavaban brutalmente.
Shion respiró muy hondo, llenándose el pecho de aire- no, de oscuridad.
Después de hacerlo, disminuyó el dolor y el temblor. No quería acobardarse, ni quería
dejar escapar un grito de miedo. No quería que Nezumi, que estaba a su lado, lo
oyera.
Me maldeciré si alguna vez me escucha gritar.
No quería que los ojos de Nezumi vieran su lado desagradable. Shion respiró
hondo de nuevo, plenamente consciente del orgullo que, incluso en esas
circunstancias, lo fastidiaba persistentemente.
Hn.
Nezumi bufó despectivamente a centímetros de su oído. Al mismo tiempo, el
brazo alrededor de la cintura de Shion apretó el agarre, rodeando su torso.
Vaya intento de hacerse el duro, pensó que le susurraría Nezumi; pero lo que
realmente escuchó fue:
3 Traducción propia. Goldensohn, Leon. Ed. Robert Gellately. The Nuremburg Interviews. Random House
Digital, 2005. Pp. 159. Las entrevistas Nuremburg. Un conjunto de entrevistas del psiquiatra Americano Leon Goldensohn con los criminales de guerra Nazis en Nuremburg, el primer lugar donde los principales criminales de guerra Nazis fueron tratados. Los individuos entrevistados incluyen a Rudolf Hoess, comandante del campo de concentración de Aushwitz; Wilhelm Keitel, jefe del Estado Mayor del mando supremo de las Fuerzas Armadas (OKW); y Hermann Goering, comandante en jefe de las Fuerzas Aereas. 3 Shakespeare, William. Macbeth. Ebook de Librodot. Pp. 79.
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—Vamos a caer.
Era una voz plana, sin ninguna emoción. La voz impasible se convirtió en un
viento helado que envolvió el cuerpo de Shion. Durante un instante, borrado su dolor,
su miedo y su orgullo, Shion estuvo vacío; como una cigarra desprendiéndose de su
capullo, se convirtió en una caverna hueca que sólo mantenía intacta su apariencia
exterior. A veces tenía esa sensación cuando escuchaba la voz de Nezumi, no le daba
mucha importancia; de hecho, incluso se sentía refrescante. Era estimulante vaciarse
por completo.
Cuando Shion intentó respirar profundamente por tercera vez, el piso
desapareció bajo sus pies. Se dividió en dos con un pesado Pum, era como un patíbulo.
Casi sintió extrañeza al no sentir la cuerda clavándosele en el cuello; escuchando el
sonido de su columna vertebral rompiéndose; sintiendo su cuerpo colgar
lánguidamente en el aire.
Estaban cayendo. Cayendo en línea recta- al menos eso suponía, pero no
entendía lo que sucedía. No estaba seguro de si estaban cayendo, flotando o volando.
No podía distinguir entre descender, flotar o ascender. La oscuridad que lo rodeaba por
todos lados había devorado sus sentidos.
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Un golpe lo impactó. Sintió su cuerpo entero estrellándose en algo duro y su
aliento murió en sus labios. En lo que fuera que hubieran caído era ligeramente
elástico, absorbía y regulaba la fuerza del impacto lo suficiente para evitar que se
lastimara algún músculo o se destrozara los huesos.
¿En qué caí-?
No tuvo tiempo de averiguarlo. Estaba siendo jalado violentamente.
—Rueda.
Nezumi lo estaba medio impulsando para que rodara. Giró y giró, no pensando
en nada, sin sentir miedo. Su hombro golpeó algo duro y sintió el dolor seguido de un
hormigueo; evidentemente había golpeado una pared. Cuando puso la palma en el piso
para intentar levantarse, sintió un temblor- como vibraciones, retumbando de manera
extraña.
—Levántate. Ponte contra la pared.
Shion se levantó y se arrimó a la pared, cuya superficie era áspera-
probablemente concreto. Sus pensamientos, su fuerza de voluntad y sus sentidos
estaban medio entumecidos. Apenas se las arreglaba para seguir las indicaciones de
Nezumi y moverse como le ordenaba. El cuerpo de Nezumi lo cubrió por detrás, estaba
más caliente de lo usual; pero el latido que Shion sintió contra su espalda no era ni
ligeramente errático. Aplastado con semejante fuerza, Shion no pudo evitar soltar un
quejido.
—No puedo respirar.
Pero su voz, que había salido como un jadeo, se disolvió instantáneamente en
el tremendo ruido a sus espaldas. Ni siquiera estaba seguro de haber escuchado su
propia voz.
—Nezumi.
Se retorció un poco.
—Eso-
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Nunca en toda su vida había escuchado sonidos así, voces como aquéllas.
¿Qué es eso? ¿Qué son esos sonidos?
¿Gemidos? ¿Murmullos? ¿Gritos?
Un estallido, tupido y pesado rugió hacia Shion y lo aplastó de todas
direcciones; subía desde el piso, caía desde el firmamento; se retorcía y enredaba
consigo mismo. Sonó un grito desgarrador, después un jadeo, se cortó y un extraño
silencio lo remplazó; pero sólo durante un instante. Y de nuevo ascendió de abajo,
cayó de arriba…
No eran sonidos del mundo humano, no eran simples ruidos.
—¡Nezumi!
Incapaz de soportarlo más, Shion se revolvió y la fuerza que lo presionaba se
relajó. El calor del cuerpo de Nezumi se alejó; sujetó a Shion por el cabello y le dio la
vuelta. Ahora tenía la espalda presionada contra la pared, y le estaba tirando del
cabello bruscamente.
Su barbilla se elevó. Nezumi acercó sus labios a la oreja expuesta de Shion y le
susurró como si fuera a meter las palabras en su oído.
—Mira si quieres, escucha si lo deseas, pero-
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Los dedos de Nezumi liberaron su cabello y se deslizaron por su cuello. Trazaron
la banda roja de su cicatriz.
—Pero las pesadillas te perseguirán el resto de tu vida. Prepárate para
eso.
Je. Su corta carcajada, casi una mera inhalación, penetró en el cuerpo de Shion.
Era una risa fría, podría ser de condescendencia. Nezumi controlaba con desenvoltura
las distintas formas en que se reía; normalmente eso provocaría que Shion se enojara,
le reprocharía a Nezumi, diciéndole que no se riera de esa forma.
Nadie más que Nezumi le había enseñado: condena con el corazón a esos que
desprecian a otros, te menosprecian y se desprecian a si mismos. Le había enseñado
no sólo a estar enojado, sino a desplegar todas las emociones que poseía, ya fuera
para llorar, reír, sentir miedo, rechazo, anhelo o amor.
No dejes que se adormezcan, no dejes que se marchiten. Muéstrale los colmillos
a todo lo que amenace con profanar tu humanidad.
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Definitivamente le había enseñado a Shion; pero justo ahora, estaba demasiado
abrumado para enojarse. Sus emociones caían, atravesándolo.
—Nezumi… ¿Qué es eso?
—La realidad. —No quedaba rastro de risa en su voz. —Si vas a mirar,
míralo hasta el fin; si vas a escuchar, ni siquiera pienses en taparte los oídos.
Mirar… ¿Todo eso?
Shion abrió la boca y jadeó por aire.
Ante sus ojos había oscuridad y en la parte inferior de esa oscuridad había
gente arrastrándose. A él le parecía que se estaban arrastrando. La oscuridad tenía
formas oscuras y luminosas, y sus ojos, comenzando a adaptarse, captaron las formas
oscuras. Era una montaña de gente hacinada, la gente que había entrado al elevador
había sido arrojada, y ahora estaban retorciéndose, arrastrándose.
Hubo un grito que helaba la sangre y una sombra cayó. Alguien que se había
sujetado de alguna parte del elevador finalmente había perdido la fuerza; Shion no
podía decir si era un hombre o una mujer. Como el rugido de una bestia, el grito hizo
eco en la negra oscuridad.
Pac.
El sonido de carne golpeando carne. La vibración sacudió no sólo sus tímpanos,
sino su cuerpo entero, haciendo que su piel se erizara.
Shion intentó recordar, intentó recordar a cada una de las personas que habían
sido encerradas con él en el elevador.
Había un hombre, había una mujer, había una anciana de revuelto cabello cano,
había una niña de piel morena, había un nervioso mercader de ojos hundidos, había un
hombre mortalmente pálido, un sobreviviente de los limpiadores.
¿No había una madre cargando a su hijo? ¿No había un bebé en brazos de su
madre? Sí, ahí estaba.
Envuelto en una sucia manta blanca, el niño estaba retorciéndose contra el
pecho de su madre… en algún lado, en esta masa de gente- un hedor llegó hasta su
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nariz. Era como si todos sus sentidos, entumecidos y adormecidos hasta ahora, se
hubieran abierto al mundo exterior al mismo tiempo.
Comenzó a sudar profusamente. Sus dientes rehusaron quedarse quietos, y
castañeaban incesantemente. El hedor a sangre, materia fecal, olor corporal, todo
asaltó su nariz mucho más brutalmente que dentro del contenedor de carga. Oía a la
gente siendo aplastada, la gente estaba siendo aplastada bajo el peso de otros.
Aunque era un sonido que oía por primera vez, podía decir que era el sonido de la
destrucción humana.
—Esto es el infierno, —se escuchó decir débilmente.
—Esto es la realidad, — le respondió un murmullo. —No es ningún infierno.
Es la realidad del mundo en el que has estado viviendo, Shion.
Una oleada de nausea lo abrumó. Recargándose pesadamente contra la pared,
Shion se cubrió la boca con la mano, pero los fluidos de su estómago se derramaron a
través de sus dientes apretados. El sudor picó en sus ojos. Detrás de sus párpados
cerrados, flotaron y destellaron los recuerdos de sus días en No. 6.
Las rosas de innumerables colores que florecían en las residencias de Cronos; el
cielo de la tarde; las paredes azul polvo de su salón de clases; Safu agitando la mano;
la madrugada en Lost Town: el aroma del pan que inundaba la casa; Karan dándole la
espalda; las pisadas de una niñita- “Buenos días, hermano” “Buenos días, Lili”; el tosco
cuerpo redondo de Sampo; el sombrero de la dama que Ippo había aplastado por
error- estaba decorado con un prendedor rosa en forma de flor- “Oh no, Ippo, eso no
está bien-“ Yamase gritando; el aroma del café en la cafetería dónde había estado con
Safu; las ramas de los árboles agitándose y susurrando con la brisa- oh, el verdor- era
tan vívido.
Quiero irme a casa.
Lo añoró desgarradoramente.
Quiero regresar a No. 6.
Quería regresar al mundo dentro de los muros, quería regresar a su mundo
pacifico, pleno y tranquilo. Aunque fuera un sitio adornado por la falsedad, quería
sumergirse en un hermoso engaño.
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Apretó los dientes y se tragó los fluidos estomacales que tenía en la boca. Shion
levantó lentamente su pesada cabeza. Su rostro estaba cubierto de sudor.
—Nezumi… —hizo acopio de toda la fuerza que pudo en las piernas, y de
alguna forma se las arregló para enderezarse. Si caía de rodillas ahora, nunca más
podría levantarse; tenía que clavar los talones y permanecer de pie, incluso si tenía
que jadear por aire. Nezumi no le tendería la mano, no lo sostendría. Si Shion iba a
hacerse un ovillo ahí, si iba a enloquecer, si perdía la capacidad para mantenerse de
pie- no le quedaba nada por delante.
—¿Qué debo hacer ahora? —Shion se las arregló para hablar, aunque con voz
rasposa. Percibió que la presencia frente a él inhaló un poco de aire.
—¿Puedes moverte?
—Lo haré.
Si no lo hacia, moriría. Y no podía, no había venido aquí para morir. Estoy aquí
para salvarla, para vivir. No olvides eso; voy a sobrevivir a esta realidad. Una grieta
atravesó la sección de No. 6 que flotaba tras sus párpados y se desgarró en
fragmentos; se destrozó y desapareció, junto con su deseo de huir y regresar.
Shion extendió la mano, completamente preparado para que la apartaran. Sus
yemas sintieron un brazo firme y apretó la mano a su alrededor.
Nezumi.
No hago esto para pedirte ayuda. Quería transmitírselo.
Estoy bien, puedo moverme. No me postraré y quedaré aquí acurrucado.
Sus dedos apretados no fueron apartados, el frágil y frio brazo sólo se retorció
un poco. Una respuesta surgió ante sus palabras no dichas.
—Entiendo.
Casi al mismo tiempo, una luz anaranjada parpadeó detrás de Nezumi. Shion
abrió mucho los ojos. Su corazón tembló ante la luz minúscula, del tamaño de una
canica. Tenía ganas de llorar. Extendió el brazo al frente y sus dedos se aferraron a la
nada.
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—Vamos a correr, siguiendo esas luces. Van a durar un minuto y medio
encendidas.
Las diminutas luces estaban colocadas en la pared a intervalos iguales. Eran
minúsculas, luces minúsculas, apenas lo suficiente para diluir la oscuridad que se
posaba densamente sobre ellos; pero aun así era luz. Aún había algo aquí que no fuera
oscuridad.
—Vamos.
Nezumi le dio la espalda y empezó a correr. Shion también comenzó a correr
tras él, pero sus pies se resbalaron en algo viscoso, había un charco de sangre a sus
pies.
—Joder, —gruñó sin pensar. Algo que no era completamente miedo o
conmoción estaba rugiendo en su pecho, expandiéndose y presionando; y al fondo
había una chispa encendida: ira. Las flamas de la ira se convirtieron en una espiral
que lamía su interior, y ascendieron.
Esta es la realidad, realidad, realidad.
—Maldita sea.
Nunca perdonaré esto, nunca perdonaré esta realidad.
Se movió al frente. Avanzó, como sacando del camino el charco de sangre.
Corrió desesperadamente tras la figura que amenazaba con fundirse en la oscuridad.
Sobreviviré, voy a vivir para destruir esta realidad.
La furia de Shion se convirtió en calor que recorrió su cuerpo. Estaba lleno de
energía hasta la punta de los pies. Nezumi volteó, pero estaba demasiado oscuro para
ver la expresión en su rostro, volvió a girarse y redujo un poco el paso. Incluso en una
ocasión como esta, sus movimientos seguían siendo elegantes.
Las bombillas de luz temblaron. Ante ellos había un estrecho pasadizo, lo
suficientemente ancho para que una persona pasara por ahí. Los muros eran de
concreto sólido.
—Avanza junto a la pared.
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—Nezumi, ¿A dónde conduce esto?
—A los terrenos de ejecución.
—¿Eh?
—Lo que está detrás y enfrente de ti, bien podrías llamarlo terrenos de
ejecución. Simplemente la pregunta es si la sentencia será ejecutada antes o
después.
Un motor zumbaba detrás de ellos. Era un modelo antiguo que traqueteaba y
chirriaba.
—Nezumi, espera. El elevador se está moviendo de nuevo.
—No te detengas, —Nezumi chasqueó la lengua con irritación. —sigue
avanzando; no dejes de caminar.
—Pero el elevador-
Los labios de Shion temblaron. Una fría gota de sudor bajó por su espalda.
Nezumi abrió la boca.
—Pues claro, —dijo con frialdad. —Planean echar en esta cámara
subterránea a toda la gente que cazaron.
—¿Va a caer más gente?
—Ellos no caen, son arrojados. Funciona igual que un patíbulo, el suelo
se abre y ellos caen al fondo del abismo; si tienen suerte se romperán el
cuello y de una vez por todas dejaran este mundo sin sufrir.
—Tenemos que decirles sobre este pasadizo.
—¿A quién?
—A todos. Aún hay personas que pueden moverse, tenemos que
decirles a esas personas que escapen por aquí.
—¿Y entonces qué va a suceder? Imagínatelo.
—¿Eh…?
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—Sí, hay personas que aún pueden moverse, unos pocos; pero ¿Qué
sucederá si se pisotean unos a otros en su prisa por entrar aquí?
—Bueno…
Una turba desesperada se apretujaría por entrar; cada uno pelearía y se
empujaría, disputando por entrar en un pasadizo que apenas era lo suficientemente
ancho para uno.
¿Qué sucedería?
Uno caería y otros caerían sobre él. El pasaje se llenaría de más gritos y
gemidos.
—¿Ahora lo ves? —dijo Nezumi. —Mira tras de ti.
Con una mano aún en el muro, Shion volteó. Varias sombras venían en esa
dirección, arrastrándose por el suelo.
—Sólo las personas que notaron este pasadizo y son capaces de
atravesarlo se salvarán. Entonces llegarán a la siguiente fase.
—Entonces esa luz- ¿Es lo que-?
Antes de poder terminar la oración, la luz de las bombillas se extinguió. De
nuevo estaban sumidos en la espesa oscuridad. Entonces hubo un sonido, el aire vibró
y la oscuridad tembló.
¿Cuántas personas estaban apretujadas en ese elevador? Diez, quince, veinte…
¿Más? Pero vaya, actualmente es probable que sólo puedas ver un elevador como ese
en un museo… a juzgar por los molestos ruidos, la cinta transportadora está muy
desgastada… espera, tengo el presentimiento de que podría haber un elevador como
ese en Lost Town. ¿Dónde estaba? Hacia molestos ruidos…
Fue golpeado en la mejilla y el dolor punzó dentro de su boca. El vacío
traqueteo de sus pensamientos y percepciones regresaron a la normalidad, pero
también significaba que su consciencia había sido traída de regreso a una realidad
infernal.
—Shion.
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—Eh… ¿Sí?
—No habrá una próxima vez.
La próxima vez te dejaré atrás. No soy un santo que te llevará a cuestas si te
quedas en blanco. Dijiste que podías moverte, entonces usa tus propias piernas para
escapar.
Shion se secó con el dorso de la mano el sudor que caía por su barbilla.
—Sígueme. No te apartes.
Nezumi le dio la espalda de nuevo. Estaba muy oscuro y aun así Shion podía
ver claramente el contorno de su figura.
No te dejaré.
Presionó una mano en su mejilla, ahora caliente y que escocía.
Nunca te dejaré, te clavaré los dientes y me aferraré a ti sin importar a dónde
vayas.
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Nunca perdería de vista esa espalda frente a él. Si es que tenía que hacerlo, se
arrastraría por el suelo para seguirlo; era lo único que tenía en mente, no había
espacio para pensar en No. 6, su madre, Safu o las avispas parásitas. Esta vez él
mismo se golpeó la mejilla. Finalmente conocía de primera mano que el dolor podía ser
un indicativo de estar vivo. Su mejilla palpitante se lo decía, puedes sobrevivir, aún
puedes caminar.
Aparentemente las luces sólo alcanzaban hasta un corto trecho dentro del
pasadizo; era relativamente recto y el ancho era uniforme. El simple movimiento de la
caminata continua parecía espolear sus pensamientos.
Este pasadizo- fue hecho por el hombre.
El pensamiento se le ocurrió, y Shion sonrió un poco. Nunca habría creído que
podría sonreír, pero sintió las comisuras de la boca elevándose; era una sonrisa
amarga, dirigida a si mismo.
Por supuesto que fue hecho por el hombre, se sonreía a si mismo. Era el
Correccional, era un edificio en el que No. 6 había encerrado a la gente que
consideraba criminales. Naturalmente, cada ruta, cada pared era obra del hombre.
También la escena que Shion había presenciado en la oscuridad hace un momento; no
eran restos infernales generados por algún desastre natural ¿No era una realidad que
había creado la voluntad humana? Todo aquí había sido creado por la mano humana.
Esta es la realidad del mundo en el que vives.
Repitió las palabras de Nezumi en un rincón de su mente.
Esta es la realidad del mundo en el que vivo. ¿Entonces quién hizo que esto
existiera, y con qué propósito?
Intentó visualizar el rostro del alcalde; solía ver, en todas las calles, las
fotografías de su rostro gentil y sonriente; recordaba verlo en televisión. —No me
gustan sus orejas. Son tan vulgares. Es lo que había espetado Karan, pero nunca nadie
criticaba al alcalde de No. 6. Tenía casi el cien porciento de apoyo de los ciudadanos.
Él- ¿Es él? No, pero… ¿Es posible que una catástrofe de esta magnitud ocurra
por ordenes de una persona? Ninguno de los residentes de No. 6 conocía esta
espantosa realidad, ¿Por qué no saben? ¿Por qué…? sus pensamientos crujieron
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entrecortadamente como el antiguo elevador; ocasionaron un ruido desagradable, pero
aun así tenía que seguir pensando.
¿Por qué ninguno de ellos sabe?
—Porque ninguno de ellos intenta averiguarlo, —dijo Nezumi, con la
espalda aún vuelta hacia él; sus pies se detuvieron, y giró el torso para encarar a
Shion. Shion no sabía si sus ojos se habían acostumbrado, o si Nezumi desviaba la
oscuridad, pero pudo ver claramente la expresión en su rostro.
—Nezumi, ¿Cómo supiste lo que estaba pensando?
Estaba genuinamente sorprendido, se sobresaltó tanto que casi perdió el rumbo
de sus pensamientos por un momento. Nezumi se encogió de hombros.
—¿Te lo dije antes, no? Eres fácil de entender… bueno, algunas partes
de ti lo son. El resto de ti simplemente me elude.
El tono de voz de Nezumi había cambiado, tenía un tinte suave y resonó con
claridad; era una voz hermosa, Shion no podía expresar cómo era exactamente, o lo
hermosa que era. No podía ponerlo en palabras, pero pudo sentir el consuelo calando
lentamente en él. Era como la sensación de recostarse en pasto suave, incluso creyó
captar un vistazo de un claro cielo azul.
—¿Estás cansado?
—No, puedo seguir caminando.
—¿Hambriento?
—¿Eh?
—Te pregunto si estás hambriento.
—Oh, eh- no.
Intentó recordar la última comida decente que había tenido, no pudo; pero no
tenía hambre. No tenía ningún deseo de meterse algo a la boca; no se había
endurecido tanto como para sentir hambre, considerando lo que acababan de soportar.
—No tengo nada de hambre.
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—Pero te estás quedando sin energía, ¿No?
—No-
Un brazo se extendió hacia él. Los dedos de Nezumi tocaron ligeramente el
pecho de Shion con un gesto suave y lánguido, pero el cuerpo de Shion se derrumbó.
¿Eh?
Se tambaleó y cayó sentado. No tenía fuerza en las rodillas.
—¿Ves? —dijo Nezumi. —Apenas puedes mantenerte en pie. Al menos
asegúrate de que puedes determinar el estado en el que te encuentras.
Shion fue sujetado del brazo y levantado. Un dolor se acumuló en su pecho, su
corazón palpitaba; no podía respirar. Empezó a sudar de nuevo.
—Es un trauma considerable. Cuida que tu corazón no decida renunciar,
no creo que aquí haya algún doctor que sea lo suficientemente atento como
para venir hasta acá a examinarte.
—¡La medicina, a los perros! A mí no me sirve.
—¿Qué es eso?
—¿No puedes tratar un alma enferma,
arrancar de la memoria un dolor arraigado,
borrar una angustia grabada en la mente
y, con un dulce antídoto que haga olvidar,
extraer lo que ahoga su pecho
y le oprime el corazón?4
Nezumi se removió inquieto; Shion lo escuchó lanzar un profundo suspiro.
—¿Podrías detenerte? Por la forma en que estás masacrando sus
diálogos, seguramente Macbeth se está retorciendo en su tumba.
—¿Quieres decir que no soy apto para la actuación?
4 Shakespeare, William. Macbeth. Ebook de Librodot. Pp. 79.
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—Eres asombrosamente carente de talento, probablemente ni siquiera
podrías ser un extra en una obra de Shakespeare. Te aconsejo que renuncies
a albergar vanas esperanzas, Shion.
—Supongo que lo haré. En realidad, es una lástima.
—Buen chico.
Shion estaba sonriendo y no era un feo torcer de labios: sintió una débil pero
genuina sonrisa extendiéndose por su rostro. Al mismo tiempo, pudo sentir un retazo
de cielo extendiéndose sobre su cabeza.
Propiciado por la voz de Nezumi, Shion había sonreído y visto el cielo.
Era el tono de azul más profundo que había visto, recostado sobre el suelo lleno
de pasto. El color de los cielos atravesaba la oscuridad. Cierto, este mundo estaba
plagado de brutalidad y falsedad; de hecho, era algo común. Pero no era lo único que
existía; porque, mira- en este mundo, y en el alma de las personas, definitivamente
existen cosas hermosas como el azul de los altos cielos.
La voz de Nezumi se convirtió en una burbujeante primavera que templó el
cuerpo de Shion y lo llenó por completo. Era una voz extraña, derretía el alma y
avivaba la vida en las personas.
—Sólo un poco más y podremos descansar.
Nezumi giró el torso para verlo. Shion pudo ver una débil luz sobre el hombro
de Nezumi; no parpadeaba como las bombillas; era tenue, pero no era la clase de
brumosidad que te hacía sentir inquieto, esperando el momento en que la luz se
apagaría.
—¿Qué hay allá?
—Un lugar de descanso, uno temporal.
—Un lugar de descanso… podemos descansar allí, eh.
Sentía como si pudiera seguir caminando por siempre; creyó que tendría que
seguir pensando eso, o no serían capaces de escapar.
Pero podemos descansar.
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Exhaló. Quería apresurarse, pero sus rodillas estaban débiles, y caminar era lo
máximo que podía lograr.
Salieron al final del pasaje. Shion tragó. El escenario cambió abruptamente.
Era una habitación con paredes y piso blancos, era muy grande. Gracias a la
luz, hecha por el hombre, colocada en el techo, la espesa oscuridad se había aclarado
a un tono de tarde nublada. Aunque brumosa, la vista de Shion ahora podía captar
claramente las cosas.
Frente al pasadizo vio una puerta grisácea; no había mobiliario o ventanas en la
habitación, ni había hedor de sangre o voces gimiendo. Era una habitación blanca,
llena de nada; había unas cuantas figuras oscuras acurrucadas en una esquina de la
habitación, presumiblemente eran los que habían entrado en la primera carga del
elevador, y habían logrado sobrevivir y llegar hasta allí.
Shion se encorvó cerca de la entrada. Toda la fuerza estaba abandonando su
cuerpo.
—No te duermas. —Nezumi se arrodilló a su lado. —No tenemos tiempo
para eso.
—¿Nos dirigimos a otro lugar?
—Vaya, no sería divertido si este fuera nuestro destino final. Creí que
habías venido para ver a cierta chica linda tuya.
Safu.
Apretó los puños y dejó vagar la mirada alrededor. Justo como pensó, no se
topó con la mirada que estaba buscando. Después de todo, había sido raptada por el
Departamento de Seguridad y encerrada dentro del Correccional.
—Me pregunto si Safu está a salvo.
—¿Quién sabe? —respondió Nezumi. —Pero si está viva, probablemente
está en una situación mucho mejor que en la que nos encontramos nosotros.
Incluso podría estar disfrutando de un lujoso té de media tarde. Eso si está
viva.
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—Safu está viva.
—Intentas creer que lo está; son tus propios deseos egoístas.
—Tú también debes creerlo. Si no, no hubieras venido conmigo.
—¿Oh, en serio?
—¿Me equivoco?
—Shion, ¿Por qué no de vez en cuando reprogramas tu cerebro para
que salga de ese patrón de pensamiento ingenuo, Mm?
—Nezumi, pero… oh-
Shion cerró la boca. Un hombre avanzaba tambaleándose, se tropezó y
estampó la cara en el suelo; el hombre detrás de él tropezó con el cuerpo y también
cayó. Ninguno de los dos se movió. Aunque Shion podía asegurar que seguían
respirando, sus espaldas aún se elevaban y volvían a bajar ligeramente; pero el
hombre que había caído primero se quedó quieto momentos después.
—¿No vas a ayudarlo?
Shion se quedó callado como respuesta a la pregunta de Nezumi.
—¿Qué pasa? Normalmente estarías allí en un parpadeo, ayudándolo a
levantarse.
—No puedo.
Sus manos y pies se sentían como si estuvieran atados a pesos de plomo;
incluso mover un dedo necesitaba un gran esfuerzo. Mantenerse parado requería toda
su energía. No era capaz de brindarles ayuda a otros. Y además…
Si se acercaba y ayudaba al hombre a levantarse, ¿Qué haría entonces? No
podría curar sus heridas o consolarlo en su pesar, o siquiera darle agua para beber.
De repente el hombre soltó un gemido, entonces empezó a toser violentamente.
Una vez que terminó, volvió a gemir; probablemente estaba gravemente herido. Su
gemido estaba cargado de dolor, como si le estuvieran retorciendo las entrañas.
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—Alguien… ayúdeme… —gimió el hombre y jadeó por aire como un animal
herido. —Alguien… por favor…
Shion se tapó los oídos y cerró los ojos. Sabía que estaba siendo un cobarde
¿No había aprendido tantas veces lo cobarde, lo vergonzoso que era intentar no ver,
intentar no escuchar?
Mira, escucha. No intentes inventar excusas, lucha con lo que intente obligarte.
Tus enemigos no sólo están en el exterior, también están dentro de ti. Tienes que
luchar con la parte de ti que intenta apartar los ojos de lo que no quieres ver y cubrir
tus oídos de las cosas que no quieres escuchar.
Lo sé, lo sé, Nezumi. Pero ahora no puedo hacerlo. En este momento soy más
impotente y frágil que nada. Ya no puedo soportar ver o escuchar.
El hombre levantó la cara y sus ojos se encontraron. Para su completa
desgracia, sus ojos se habían encontrado. Shion retrocedió. El hombre estaba
muriendo; estaba al borde de la muerte, pero era incapaz de morir por completo, y se
retorcía por el sufrimiento.
—Ayúda…me…
Tal vez sus huesos estuvieran rotos; tal vez sus órganos internos estuvieran
deshechos: una espuma sanguinolenta brotaba de la boca del hombre. Su cuerpo
entero se convulsionaba en pequeñas sacudidas. Para el hombre, la muerte era el
único sendero para salir del sufrimiento; pero incluso la Muerte se estaba burlando de
él, no lo visitaría tan fácilmente. La vida que le quedaba lo atormentaría una y otra
vez.
Se arrastró hacia ellos y su mirada nunca se apartó de Shion. Sus ojos eran
como un turbio pantano, y al mismo tiempo como una caverna sin fondo.
—Ayúdame…
Por favor, sálvame, sálvame y libérame de este eterno sufrimiento. Déjame
descansar- oh, por favor- déjame estar en paz.
Shion tragó la saliva en su boca. Antes de saberlo, se estaba arrodillando junto
al hombre tendido sobre su espalda; su largo cuello sobresalía de su camiseta reducida
a harapos, era un cuello delgado, fibroso y miserable. Probablemente ni siquiera en la
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superficie había llevado una vida acogedora, era admirable que hubiera llegado tan
lejos.
El hombre miraba sólo a Shion. Un turbio pantano, una caverna sin fondo; sus
brumosas profundidades no reflejaban nada, no albergaban nada. Sus ojos ni siquiera
parpadeaban, sólo sus labios manchados de sangre se movían.
—¿Por qué… tuve que… —croó.
Sí ¿Qué había hecho siquiera este hombre? ¿Por qué tenía que pasar por algo
así? Era un habitante del Bloque Oeste: ¿Por qué, por esa simple razón, tenía que ser
aplastado como un insecto? ¿Por qué razón tenía que soportar tanto sufrimiento?
—¿Por qué… por qué…
Los labios del hombre no dejaban de moverse y, drenando los restos de fuerza
de su cuerpo, repetía esa pregunta, una y otra y otra vez.
Dime ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Shion se inclinó sobre el rostro del hombre y sacudió lentamente la cabeza.
No puedo responderte, no puedo darte ninguna respuesta.
—Lo siento, —susurró. Si había algo que podía hacer, era…
Puso los dedos sobre la garganta del hombre, estaba húmeda, y muy fría. Todo
lo que tenía que hacer era aplicar un poco de fuerza en esos dedos y su débil
respiración probablemente se detendría sin ningún dolor, entonces podría estar en paz.
Si hay algo que puedo hacer, sería flexionar estos dedos y asfixiarlo.
En sus palmas, sus dedos, percibió la sensación de carne viva y huesos; sus
ligeras convulsiones y su pulso. La boca del hombre se abrió y salieron un gemido y
una espuma sanguinolenta, la punta de su lengua se movía. Los brazos de Shion
temblaron, no lograba aplicar fuerza en ellos.
—Detente, es suficiente.
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Fue jalado por el hombro. El cuello se deslizó por los dedos de Shion como si
estuviera cubierto de una sustancia viscosa.
—No se irá así de fácil.
Shion se dio la vuelta y miró a Nezumi. Durante un instante, una sombra
revoloteó en sus brillantes ojos gris oscuro; era una sombra de lástima.
—Nezumi, yo…
—No puedes hacerlo. —Un suspiro tembloroso escapó de sus labios bien
formados. —Creo que el trabajo de verdugo se te daría mucho peor que el de
actor.
Apartando a Shion, Nezumi dio un paso adelante. El hombre yacía sobre su
espalda, respirando entrecortadamente; con cada respiración, había un gorgoteo al
fondo de su garganta. Sus dedos se doblaron y se clavaron en el aire, su sufrimiento
no se había disipado ni un poco. El hombre sólo podía quedarse ahí tirado y gorgotear,
como si incluso hubiera perdido la fuerza para retorcerse de dolor. Nezumi posó una
rodilla en el suelo, se agachó y susurró en su oído.
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—¿Duele?
Sólo el sonido de la respiración le contestó.
—Todo estará bien. Pronto te sentirás mejor.
—Sentirme… mejor…
—Sí, aguantaste bien. Ya no habrá más sufrimiento para ti; relájate y
cierra los ojos.
—Cometí… un crimen…
—¿Un crimen?
—Una vez…golpeé… a un niñito…
—Mm-ajá.
—Engañe… a una anciana… y robé… dinero…
—Mm-ajá.
—Dije varias… un montón… de mentiras…
—Mm-ajá.
—Tra… traicioné… a… tanta gente…
Nezumi se puso un par de guantes de piel. Luego acarició suavemente la mejilla
del hombre.
—Bueno. He oído todo. Ahora está bien, todo está perdonado.
—Per…donado…
—Sí, ahora todos tus crímenes están perdonados; no hay nada que
temer.
La mano de Nezumi descansó sobre la boca y nariz del hombre.
—Resististe, viviste. Te admiro desde el fondo de mi corazón, y te
dedico una canción.
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—Una canción… para mí…
—Para ti.
Con media cara cubierta, el hombre estrechó los ojos; estaba sonriendo. Shion
no podía creer lo que estaba viendo. Paralizado, miró los suavizados ojos del hombre.
Está sonriendo.
—Cierra suavemente tus ojos. Mira, todo el sufrimiento… se está yendo.
Una tranquila melodía flotó en el aire. Suave, cadenciosa; los sonidos se
entrelazaron. Shion sintió como si su propio cuerpo se elevara; era ligero, como
algodón, y se balanceaba y flotaba en la brisa. Como un ave, enfrentó la corriente de
aire y se elevó. Liberado de innumerables cosas, estaba libre.
Su canción se lleva las almas que están luchando porque no pueden morir.
Igual que el viento dispersa los pétalos de las flores, su canción separa el alma del
cuerpo.
Inukashi lo había dicho una vez y no era una mentira. De hecho, su alma
estaba flotando, estaba siendo cargada sin esfuerzo, llevada a algún lugar lejano.
Estaba siendo robada.
El canto terminó y el silencio los envolvió. Shion había cerrado los ojos sin darse
cuenta. El silencio, de alguna forma, lo urgía gentilmente a levantar los párpados.
Abrió los ojos para ver a Nezumi aún arrodillado, a punto de quitar la mano del rostro
del hombre.
El hombre aún tenía los ojos cerrados. Su boca aún estaba manchada de
sangre, pero ya no se retorcía en agonía.
—¿Falleció?
—Hace un segundo. —Nezumi dejó escapar una larga exhalación y se
desplomó contra la pared. Se quitó los guantes y los estrujó en su puño.
—Un montón de mierda, —escuchó que Nezumi maldecía entre dientes.
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—Nezumi…
—Jodido, estúpido montón de mierda.
—¿De quién hablas?
—De ti.
El par de guantes zumbaron en su dirección. Como si tuvieran voluntad propia,
atacaron a Shion, lo golpearon en el rostro y cayeron al suelo.
—No tienes remedio. Necio, torpe, inútil sin remedio.
—Sí.
Shion levantó los guantes. Nezumi tenía razón: era un necio, torpe e inútil;
impotente e inepto. Sin importar cuantos insultos le lanzaran, solamente podía asentir
y estar de acuerdo.
—No sólo tú. —Nezumi se hizo el flequillo hacia arriba y bajó la mirada. —Yo
también, y el tipo que acaba de morir. Todos somos un montón de mierda.
—¡Tú no! —Shion se inclinó hacia delante para encararlo. Nezumi levantó la
cara y frunció el ceño.
—Somos iguales. Tú y yo.
—No, no es cierto. Somos totalmente distintos.
—¿Cómo?
Shion echó hacia atrás la barbilla y miró directamente el par de ojos grises.
—Tú lo salvaste.
—¿Yo? Simplemente ayudé al tipo a dejar de respirar. Le di un pequeño
empujoncito.
—¿No es lo mismo que darle la salvación?
Los contornos de los ojos de Nezumi temblaron ligeramente.
—Es asesinato.
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Era una palabra que no había esperado oír. Nezumi parpadeó lentamente, sólo
una vez, frente a los ojos de Shion y tendió una mano hacia él.
—Dame mis guantes.
—¿Eh?
—Mis guantes, regrésamelos.
—Oh- claro.
Con los guantes de piel de nuevo en sus manos, Nezumi chasqueó la lengua con
irritación y murmuró que se habían ensuciado.
—Ahora tienen la sangre y saliva de ese tipo. Eran mis guantes
favoritos.
—Nezumi… ¿Qué quisiste decir con asesinato?
—Un asesinato es asesinato, —respondió Nezumi bruscamente. —Lo que
hice fue matar a ese hombre: cubrí su boca mientras aún estaba vivo, y lo
asfixié; en caso de que no lo sepas, Shion, la gente suele llamar a eso
asesinato.
—Pero gracias a ti se salvó, se liberó del sufrimiento.
—¿Y?
—Y- —Shion tartamudeó, —entonces tú lo salvaste. Ahora está en paz, se
libró del dolor, pudo arrepentirse de sus pecados y logró irse pacíficamente.
Lo que hiciste no fue asesinato, fue salvación.
Nezumi se recargó contra la pared y parpadeó de nuevo.
—Eso es arrogante de tu parte.
—¿Arrogante?
—Sí. ¿Sabías que eres arrogante? Lo suficientemente arrogante como
para llamarle “salvación” al asesinato de alguien. ¿Quién eres, Shion? ¿Dios?
¿Eres tan poderoso que puedes disponer de las muertes de otras personas?
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—Nezumi, yo sólo-
—Ese hombre no debió irse pacíficamente, —dijo Nezumi salvajemente.
—¿Eh?
—Debió seguir sufriendo hasta morir; nunca debió arrepentirse de sus
pecados e irse tranquilamente, debió haber detestado y maldecido su injusta
muerte, y debió jadear su último aliento retorciéndose de dolor. Mira.
Nezumi levantó la barbilla.
—Simplemente mira esta habitación; recuerda cómo lucia la cámara de
ejecución allá atrás. ¿Cómo podrías dejar pacíficamente este mundo después
de ser aplastado, asesinado y atormentado como meros insectos? No puedes,
por supuesto que no puedes. La mayoría de la gente que es capturada en la
Cacería no escapa, son forzados a tener una muerte espantosa y cuando
mueren esas personas deberían expresar palabras de sufrimiento y odio por
doquier; entonces al menos sus verdaderos sentimientos- aunque sean
solamente de profundo resentimiento o maldición… Nunca deberían robarles
sus verdaderos sentimientos. Una muerte pacífica sería una farsa. Ser
tratados como gusanos, ser abusados, ¿Para morir sonriendo? ¿Qué
salvación, eh? Eso sólo es una excusa conveniente, es una excusa inmunda y
vil. ¿No crees? Aquí sólo hay muertes espantosas. Creía que incluso tú ya
habrías captado la idea para este momento, ¿O no?
—Sí…
—¿De verdad entiendes? Entonces —Nezumi dejó de mirar a Shion. Sus ojos
grises sólo se habían movido un poco, pero Shion sintió como si una sombra hubiera
cubierto la luz que había estado resplandeciendo débilmente sobre él. Era imposible, lo
sabía, pero podía sentirlo.
—Entonces frena tu arrogancia y respeta la muerte como es. No tengas
tan alta opinión de ti mismo, y no creas que puedes ser el elegido para darles
a esta gente una muerte sin dolor; no vuelvas a poner tus dedos sobre la
garganta de alguien más.
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Shion estiró las palmas. Aún podía sentir el cuello del hombre en sus manos.
Sus dedos estaban temblando.
Si estás manos tuvieran el poder, si tuvieran el poder de proporcionar una
muerte pacifica, si tuvieran el poder de apartar las almas, como Nezumi, ¿Qué habría
hecho?
Se preguntó a si mismo, y sintió como si sus dedos temblorosos le contestaran.
Probablemente no lo hubiera soltado… y si eso se llama asesinato, entonces yo
hubiera sido el asesino. Pero- pero- ¿Realmente eso puede ser malvado?
—Nezumi.
—¿Qué?
—¿Está mal inventar excusas?
—¿Qué?
—¿Está mal ser liberado del sufrimiento en el último momento de tu
vida? ¿Es malo morir sonriendo?
Aunque fuera sólo una excusa, o una farsa, Shion, a diferencia de Nezumi, no
podía negar el hecho de que la gente deseaba una muerte pacifica, y que había
personas que querían cumplir ese deseo. Nezumi suspiró.
—Shion, ¿Aún no entiendes? Si piensas en las decenas- no, ahora ya
serán cientos, si piensas en la gente que ya ha sido asesinada… ¿Qué pasa
con esos cientos de vidas, su odio, su resentimiento? ¿Vas a inventar excusas
y pretender que nunca existieron?
—No. No sería de esa forma, eso sería intolerable; pero eso es lo que se
supone que tienen que hacer los sobrevivientes: viven, recuerdan, y les
cuentan a otros, cuentan la verdad sobre lo que pasó en este lugar. Es un
trabajo para los sobrevivientes- para nosotros; lo grabaremos en nuestra
memoria y nunca lo olvidaremos, pero- pero al menos- esos que ya están
muriendo… si al menos pudieran irse sin odio, si sólo pudiéramos…
—¿Concederles el sueño eterno?
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—Sí.
—Eres un idealista, eh.
—No creo que sea malo, al menos, no creo que lo que hiciste fuera
asesinato. Simplemente no puedo considerarlo así.
La respiración de Nezumi se agilizó un poco y una sombra veló sus ojos.
Mientras miraba a Shion, su mirada se oscureció y vaciló igual que su respiración.
—Recordar es el rol de los sobrevivientes, que… conveniente, ¿Eh?
¿Cómo puedes estar tan seguro de que siquiera habrá sobrevivientes? Espera,
ya veo, ya estás asumiendo que tú sobrevivirás. Que optimista, ¿No, señorito?
—Nos prometimos que regresaríamos con vida.
—¿Qué no moriríamos cueste lo que cueste?
—Sí, sobreviviremos y regresaremos juntos a esa habitación.
Regresar a esa habitación. La habitación subterránea donde vivían apareció en
un rincón de la mente de Shion; era una imagen vivida, como si estuviera frente a sus
ojos. Los numerosos libros que le había tomado una semana entera ordenar; las
estanterías, que llegaban hasta el techo; el hermoso libro lujosamente empastado-
Nezumi había dicho que era la historia de una tierra muy lejana; la silla andrajosa y
deslucida, aunque resistente; la lastimera cama con su rígido colchón; la olla soltando
vapor sobre el calentador; los ratoncitos correteando por la habitación. Cravat, Hamlet,
Tsukiyo.
Shion se apretó el pecho. Lo anhelaba tanto que se sintió mareado.
Quiero regresar a ese lugar, quiero vivir una vez más esos días. Esas imágenes
no se hicieron añicos como la visión fantasma de No. 6; no vibraron y desaparecieron,
se quedaron fijas, vividas y casi repulsivamente reales; incluso percibió el olor de los
libros y los chillidos de los ratones. El impulso de enterrarse las uñas y rasguñarse a si
mismo estrujó su pecho. Lo añoraba desesperadamente, quería regresar.
Esa habitación era el único lugar al que tenía intención de regresar vivo.
Nezumi chasqueó los dedos suavemente.
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—Deberías sobrevivir y escribir un reportaje sobre tu infiltración en el
Correccional. ¿Quien sabe?, podría vender.
—Hace tiempo me dijiste que no tenía madera de escritor.
—¿Lo hice? Es muy difícil encontrar un trabajo adecuado para ti, pero
debo reconocer que al menos tienes futuro en manejar perros y clasificar
libros.
—Hablando de eso, creo que sobre tu cama dejé el libro que estaba
leyendo.
—¿Qué libro?
—Es una historia que se desarrolla en una tierra lejana, sobre un
hombre que vende su alma al Diablo.
—Ah. —Nezumi cerró los ojos por un momento, y murmuró algo entre dientes.
—Shion, —dijo.
—¿Mm?
—Apenas hemos iniciado el recorrido.
—Lo sé. Todo está por venir… ¿Cierto?
—Estoy esperándolo.
—¿El qué?
—Observarte, —replicó Nezumi. —Recordar es el rol de los
sobrevivientes- son tus palabras. Me pregunto hasta dónde serás capaz de
cumplirlo, me aseguraré de observar cuidadosamente si en verdad intentas
recordar todo lo que veas de aquí en adelante, o te fuerzas a olvidar. Lo veré
hasta el final, cuando esos labios pasen de lanzar palabras bonitas a torcerse
en una mueca.
Su tono era plano y regular; no había rastros de sarcasmo, enojo o irritación.
Aunque desprovista de toda emoción, su voz, por alguna razón, era pesada. Shion
flexionó los dedos y formuló una pregunta.
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—¿No me crees?
—Si hablamos de tus habilidades para memorizar, entonces tengo fe
absoluta en ellas.
—Lo que significa que tienes dudas respecto a mi propia humanidad.
—Unas cuantas.
Los dedos de Nezumi pellizcaron la barbilla de Shion. Sus ojos se entrecerraron
y su luz grisácea se intensificó.
—Siempre he pensado que nunca podremos vivir en armonía, —dijo, —
no importa todo el tiempo que vivamos juntos, cuantas experiencias
compartamos, mi vida terminará sin haberte entendido. Shion, voy a decirte
la verdad. A veces… siento tanto odio hacia ti, hasta el punto de querer
matarte. Sólo pasa a veces.
—Ya lo sabía.
—¿Lo sabías?
—Como que me di cuenta que tú- me odiabas.
Los dedos de Nezumi se clavaron en su barbilla.
—Eres como la encarnación de No. 6: esparce palabras bonitas e
ideologías, pero su verdadera forma es algo horrible; como un demonio cruel
envuelto en un hermoso velo.
—¿Y estás diciendo que eso soy yo? —Shion sujetó la muñeca de Nezumi y
apartó los dedos de su mejilla. —¿Así es cómo ves mi verdadera forma?
No hubo respuesta. Shion apretó la muñeca de Nezumi.
—Soy diferente de No. 6, absolutamente diferente. No te das cuenta.
Podía sentir el pulso de Nezumi contra sus dedos apretados. Apretó aún más
fuerte.
—¿En qué son diferentes?
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—Yo nunca te engañaría, no usaría ningún velo. Yo te muestro todo, tal
como realmente soy.
—Shion, suelta mi mano. Duele.
—Me muestro ante tus ojos; tus ojos son los que están demasiado
nublados para ver. Estás aferrado a la idea de No. 6, y no intentas verme sin
vincularme con ella. ¿Mi verdadera forma? Debes estar bromeando, —escupió.
—¿Cuándo siquiera has intentado sinceramente verme como quien soy?
Su furia bullía, y el calor escaldaba su cuerpo.
Eres el único que no intenta acercarse a mí. Si me odias tanto como para
querer matarme, ¿Entonces porqué no lo haces? Siempre juzgas solamente mis
crímenes, o me aborreces viéndome a través de No. 6. Si pudieras lanzarme tus
emociones- a mí, como ser humano- entonces incluso si fuera un odio tan potente
como para ser homicida, lo aceptaría; me he endurecido para aceptarlo.
¿Por qué no entiendes eso?
La ira de Shion superó el punto de ebullición y ahora espumaba y hacia vapor
ferozmente. Nezumi sacudió la cabeza como si quisiera alejarlo.
—Suéltame. —Sacó su muñeca de entre los dedos de Shion. — Caray, no
simplemente sujetes con toda tu fuerza, pudiste romperme los huesos.
—No eres tan delicado.
—Estoy hablando de tu fuerza. Si tienes esta clase de poder, me
gustaría que lo usaras cuando realmente lo necesitas. Mira, está toda roja.
La muñeca extendida de Nezumi ahora tenía marcadas unas débiles líneas
rojas. Shion lo había sujetado más fuerte de lo que pensó.
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—No sabías que tenías tanta fuerza, ¿Verdad? —preguntó Nezumi.
—No, no sabía.
—Ves, ni siquiera sabes sobre ti mismo. —Nezumi se puso sus guantes,
ocultando la parte enrojecida de su muñeca. —No sabes qué clase de humano
eres; probablemente tampoco tu mamá, la talentosa panadera, lo sabe.
Probablemente ella piensa que eres un chiquillo gentil, adorable y bien
portado.
—No es como si tú supieras, ¿Verdad?
—¿Yo? Bueno, no lo sé, —dijo con ligereza. —Al menos sé más que tú o tu
mamá. Shion, tienes razón: estoy demasiado absorbido por No. 6 para verte
con claridad; pero no siempre es así. A veces- solo ocasionalmente- siento
como si fuera capaz de echarte un vistazo, ver un trozo del humano que
realmente eres.
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—Y ahí es cuando quieres matarme.
—No, no es en ese momento. No quiero matar- más bien…
—¿Más bien?
—Incluso podría estar- asustado.
—¿Asustado? ¿Qué quieres decir?
Nezumi se quedó callado. Luego sus labios se movieron muy débilmente.
Monstruo.
¿Esa era la palabra que habían deletreado sus delgados labios bien formados?
¿Monstruo?
Agitado, Shion abrió la boca para replicar.
Pero se oyeron pasos, de varias personas, eran ligeramente más estables que
los del hombre caído. Un par de hombres y una mujer los rebasaron desde atrás y se
desplomaron a mitad de la habitación; a todos les faltaba el aliento, pero ninguno
estaba moribundo.
—Ha terminado, —dijo Nezumi.
Quería decir que la tarea estaba completa. De la multitud de desafortunados
capturados en la Cacería del Bloque Oeste, habían eliminado a los que habían
flaqueado en el trayecto al elevador; luego habían arrojado a todos a las oscuras
profundidades subterráneas. Se habían deshecho de ellos: de los ancianos, niños,
hombres y mujeres, sin ninguna distinción.
—Bueno, entonces vamos.
—¿Eh?
—No digas ¿Eh?, digo que tenemos que hacer nuestro movimiento. No
conseguiremos nada quedándonos aquí charlando; de todas formas ya es
tiempo, porque probablemente ambos nos estamos enfermando de estar aquí.
—Nezumi, espera. ¿Qué estabas diciendo antes…
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—Es suficiente.
Sus palabras fueron interrumpidas por más palabras.
—Desafortunadamente esta no es exactamente la situación en que nos
podemos poner a conversar tranquilamente. Maldición, —Nezumi maldijo, —
Siempre me saca de quicio el estar contigo; a eso me refería con montón de
mierda. Vamos, podemos quedarnos aquí para siempre, pero nadie nos traerá
el té de media tarde. El descanso se terminó, hay que avanzar.
—¿A dónde vamos?
—Vamos a atravesar el pasadizo y regresar por donde vinimos. ¿No es
muy fácil? Creo que incluso tú puedes hacerlo.
—¡Regresar! ¿Para qué?
—Para avanzar.
Nezumi empezó a caminar y Shion lo siguió de nuevo. El pasadizo apestaba a
sangre. Se preguntó si los olores podrían pesarles. El olor a sangre que aún emanaba
de los cuerpos era pesado, y parecía arrastrarse sobre el piso y trepar por sus pies.
Se dio cuenta que se estaba acostumbrando a ese olor; comparado cuando
habían recorrido el camino la primera vez, las náuseas en su pecho y el impulso de
cubrirse la nariz no eran tan fuertes. Se estaba acostumbrando al olor de la sangre,
¿Eso significaba que se estaba haciendo más fuerte, o que se estaba haciendo
insensible?
Shion dio pasos más amplios como para apartar el hedor que lo envolvía.
Monstruo.
La palabra que había recorrido silenciosamente los labios de Nezumi: ¿Qué
significaba? Aunque preguntara, probablemente no conseguiría una respuesta.
Shion levantó la cara. Nezumi estaba lo suficientemente cerca como para
estirarse y tocarle el hombro. El hedor a sangre se hizo más espeso y los gemidos y
gritos de la gente que no podía morir lo abrumaron. Shion se enfrentaba de nuevo con
la realidad de estar en el borde mismo entre la vida y la muerte.
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—Nezumi.
No hubo respuesta, solamente se elevó ligeramente su hombro derecho.
—En el plano del Correccional, aparte del área recién construida, había
otro gran espacio subterráneo en blanco, ¿Cierto?
—Sí…
—¿Este es ese espacio en blanco?
—Sí.
Una clara respuesta le fue devuelta.
—¿Sabías sobre este lugar, verdad?
—¿Y qué si lo sabía?
—Entonces ¿Qué era esa línea que baja desde este espacio?
Esta vez, Nezumi ni siquiera se dio la vuelta; pero aflojó la marcha.
—¿Lo notaste? —dijo.
—Bueno, parecía fuera de lugar…
Era una línea extraña; especialmente porque el mapa estaba lleno de capas de
circuitos electrónicos, barreras a intervalos homogéneos, e incontables habitaciones
que hacían más complicada la estructura interior del Correccional, así que los dos
espacios en blanco llamaban la atención. La primera era el área recién construida en el
piso superior; la otra era ese sótano. Desde aquí había dibujada una línea blanca que
se dirigía aún más abajo, una línea recta. No era el símbolo para un circuito o tubería;
de hecho, lucía como un pasadizo. Pero no había nada en el otro extremo, ni siquiera
un espacio en blanco. Terminaba abruptamente. En el Correccional, cada mínimo
detalle estaba cuidadosamente calculado para eliminar cualquier posibilidad de escape;
estaba diseñado para maximizar su funcionalidad de la forma más eficiente posible.
Considerando eso, la existencia de esa línea era extraña e innatural.
Nezumi se detuvo. Volteándose parcialmente hacia Shion y lo miró fijamente.
—¿Qué crees que es?
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—¿Es algo que yo podría imaginar?
—No. Sin importar lo mucho que esfuerces tu patética imaginación,
probablemente nunca lo adivinarías. Apuesto a que también este lugar estaba
fuera del alcance del radar de tu imaginación, por mucho.
Si había tal radar, hace tiempo que se había hecho añicos. Nunca había
imaginado que pudiera existir un mundo así.
No había sabido nada, pero ahora sabía.
Los dos espacios en blanco: con su endeble imaginación, no podría deducir qué
había en el último piso; pero ahora entendía qué había en el sótano. Lo sabía, hasta la
médula: este lugar, que había sido un espacio vacío en el plano, era el Infierno que la
Ciudad Sagrada había materializado en este mundo. No. 6 era una ciudad-estado, eso
significaba que los humanos la hacían funcionar, ¿Eso significaba que era posible que
los humanos se volvieran así de brutales? ¿Qué tan despiadados se volverían al final?
¿Qué podrían hacer para evitar convertirse en la encarnación de la brutalidad? ¿Qué…?
Shion se mordió el labio, mientras se lo mordía sacudió la cabeza.
No era bueno pensar ahora- no tenía ni el tiempo, ni la fuerza. Pero algún día,
algún día con seguridad encontraría la respuesta.
¿Qué tan despiadados podían volverse los humanos?
¿Qué podrían hacer para evitar convertirse en la encarnación de la brutalidad?
Algún día, lo averiguaría.
Shion aspiró aire y olió sangre. Tenía confianza, la confianza estaba firmemente
asentada en lo profundo de su pecho, que un día aferraría la respuesta con sus propias
manos. Existía, como una roca inamovible; también existía la convicción de que no
importaba qué situación se presentara, él aún podría seguir con los pies en la tierra y
permanecer dentro del rango de la humanidad.
Nezumi aún estaba medio vuelto, mirando a Shion. Shion fijó sus ojos
directamente en Nezumi.
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Sí, Nezumi, tengo confianza; mientras esté a tu lado, puedo decir con total
convicción que puedo seguir siendo humano.
—¿Qué? —Nezumi parpadeó. —¿Por qué sonríes?
—¿Sonrío? —Se llevó una mano a la mejilla. El sudor y la sangre se habían
mezclado y luego secado, dejando una costra en su piel. —¿Estaba sonriendo?
—Claro que estabas sonriendo. ¿De verdad sonreirías en esta clase de
situación? Creí que finalmente te habías desquiciado.
—Aún estoy cuerdo, probablemente.
—Eso espero. En un lugar como este, seguramente puedes pasar el
límite entre la cordura y la locura con un solo salto.
—Si me volviera loco, ¿Me dejarías aquí?
—Por supuesto, no puedo soportarte siendo una carga mayor de la que
ya eres.
—Me lo imaginé.
Je. El labio de Nezumi se curvó; también estaba sonriendo en esta clase de
situación. No era ni una sonrisa amarga o fría, incluso era un poco alegre.
—No te dejaría aquí, Shion.
Shion echó un poco hacia atrás la barbilla. Era imposible que esas palabras
fueran seguidas por una frase sensiblera como, —Te llevaría conmigo aunque tuviera
que cargarte.
—Te cortaría la garganta de un solo tajo.
Aun sonriendo, Nezumi levantó un dedo. Sus ojos grises no sonreían en
absoluto; estaban quietos, como la superficie de un lago congelado.
Shion se agarró la garganta sin pensar, había un rasguño que Nezumi le había
producido unos días antes, le había hecho un corte superficial en la piel con la punta de
su cuchillo; la cicatriz, que había sangrado muy poco y se había cerrado mucho tiempo
antes, estaba palpitando.
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—Relájate, —Nezumi arrastró las palabras. —Incluso yo me compadezco de
las personas. Todo terminaría en un instante, nunca te haría sufrir.
—Gracias, —dijo Shion, a falta de algo más que decir, aun apretándose la
garganta. —Eso es amable de tu parte.
—Siempre soy amable contigo. A veces creo que te estoy consintiendo
demasiado; es algo que lamentaré en el futuro.
—Podría ser una confusión temporal.
—¿Eh?
—Asegúrate de distinguir si es que realmente me volví loco o si estoy
sufriendo una confusión temporal debido a la impresión. Entonces puedes
decidir si aún quieres cortarme la garganta; no debería ser demasiado tarde
para tomar una decisión.
—Si es que tengo tiempo.
—Oye, espera un minuto, —dijo Shion indignado. La cicatriz aún palpitaba
bajo sus dedos.
Si iba a ser asesinado por Nezumi, no tenía quejas. Cumpliendo su promesa,
Nezumi seguramente le cortaría la garganta sin causarle ningún dolor o sufrimiento.
Shion acababa de ver por si mismo lo bienvenida que sería una muerte pacifica como
esa, no se quejaría, pero no quería tener una muerte sin sentido. Quería vivir y
regresar a esa habitación, sin importar lo que tuviera que hacer.
—Podría ser duro, pero quiero que lo compruebes por mí, sólo por si
acaso. Por favor.
—¿Cómo?
—Sólo arrójame agua, y si no hay agua… entonces supongo que no hay
otra opción, puedes abofetearme como lo hiciste antes. Dicen que en los
ataques de histeria la gente se puede recuperar con una impresión tan
pequeña como esa-
—Te daré un beso.
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—¿Eh?
—Antes de cortarte la garganta, te daré un beso, —dijo Nezumi con
suavidad. —Descubrirás que soy mucho mejor dando besos de despedida y
luego podrás irte al cielo.
—Nezumi…
Probablemente tenía las mejillas rojas, hasta las orejas. Se sentía acalorado.
Incluso tenía la frente empapada de sudor. Nezumi habló en un tono de broma, pero
era más que probable que no estuviera bromeando en absoluto.
Si te vuelves loco, o te hieres, si ya no puedes moverte, entonces es tu final.
Así que te daré un beso de despedida antes de cortarte la garganta.
El beso de la muerte. La parte más aislada del cuerpo de Shion pulsó en
respuesta. Sacudió la cabeza. Sin importar lo seductor que parecía, tenía que rechazar
cualquier cosa que lo condujera a la muerte.
—Eso no sirve. Necesito que encuentres otra manera, o podría estar en
problemas.
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—¿Por qué?
—Mi ataque de pánico podría ponerse peor.
Nezumi abrió mucho los ojos por un instante, luego apartó el rostro para
resoplar. Aunque intentaba no reírse, su cuerpo se agitaba por el esfuerzo, y no
lograba controlarse.
—Tú- —jadeó, —Realmente- no lo captas, ¿Verdad? Pensar que me
diste… una respuesta tan seria… yo… eres realmente denso.
—¿Es tan gracioso?
—No pudiste hacerlo mejor. —Quitándose los guantes, Nezumi se limpió los
ojos con los dedos. —Nunca hubiera pensado que me… reiría de verdad en un
lugar así. Es muy gracioso.
—Realmente no lo dije en broma.
—Muy bien, Shion, discúlpame. Ahora lo entiendo. Nunca te volverás
loco, ¿Ok? —Limpiándose los ojos de nuevo, Nezumi inhaló rápidamente. —Los
humanos son más propensos a reírse de lo que creía; nuevo descubrimiento.
La sonrisa se desvaneció del rostro de Nezumi. Con una expresión de piedra
que le recordó a Shion una máscara, Nezumi hizo un gesto lentamente con la barbilla.
—Vamos.
Estaban al final del pasadizo, estaban de nuevo en ese lugar; parecía como si la
oscuridad se hubiera vuelto más densa desde que habían salido de ahí.
La montaña de víctimas se había hecho más grande. Era normal, considerando
que el tercer grupo se había añadido a la pila; sin embargo, Shion retrocedió
inconscientemente, pensar que la cantidad de personas arrojadas y aplastadas había
aumentado más…
—Mmm, creo que será suficiente, —murmuró Nezumi parado contra el
torrente de oscuridad, peste y gemidos de la gente incapaz de morir. Shion sintió un
débil escalofrío en la espalda.
—Nezumi, ¿Qué vamos a hac-?
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—Vamos a escalar.
—¿Escalar?
—¿Tienes experiencia en senderismo o escalar rocas?
—Nezumi… ¿De qué estás hablando…? Con escalar, seguramente no te
refieres a-
—Claro que me refiero a eso, no habrá un sendero, ni letreros, mapas o
linternas. Sólo dependes de tu cuerpo ¿Entendido? Asegúrate de no quedarte
atrás.
Nezumi balanceó un pie sobre el negro montón. Shion se congeló, con la boca
abierta.
—¿Qué esperas? Apresúrate. —Pudo escuchar la voz de Nezumi resonando
en su mente; no contenía ni pizca de irritación o desprecio, pero la voz lo hirió: sintió
como si estuviera siendo azotado con un látigo.
No permitiré ninguna vacilación, no tenemos oportunidad de regresar,
retrasarnos o buscar otro camino. No tenemos más opción que avanzar, y no permitiré
que vaciles aquí, Shion.
Lo sé, lo sé, lo sé.
Shion alcanzó el negro montón. Sus dedos temblaban violentamente y no podía
sujetarse apropiadamente.
—¡Shion!
Lo sabía, no se le permitía acobardarse. Se llevó el nudillo a la boca y lo mordió
con fuerza, entonces el temblor se detuvo. El sonido de la tierra temblando vino de
algún lugar del montículo; se congeló, no era la tierra temblando: eran las voces de la
gente. Este montículo estaba hecho de gente. No olvides, vive y grábatelo todo en la
memoria, sobrevive y cuenta nuestra historia.
No me permitiré vacilar.
Se estiró. El temblor en sus dedos había desaparecido por completo.
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Capítulo 3.
Aquéllos que prosperan
Entonces debería hablar de los dos primeros Espíritus de la existencia, de los
cuales el Sagrado habla al Malvado: ni nuestras decisiones ni palabras o actos,
ni nuestros yo internos ni nuestras almas están de acuerdo.
-Boyce Mary. De la Mitología Persa.5
El bebé empezó a llorar; acostado encima de una manta tristemente
agujereada, se sacudía violentamente, levantando tanto la voz, que resonaba en el
techo.
Caray, ya me harte de ti.
Inukashi chasqueó la lengua y regresó a la bolsa, las monedas que estaba
contando. Eran sus ganancias del día, y era una suma considerable.
Había pasado una noche desde la Cacería, y el Bloque Oeste seguía en la agonía
de la confusión y la angustia. Nadie sabía cuantos habían sido asesinados,
secuestrados o habían escapado, y nadie tenía la energía o los medios para
averiguarlo.
Esa mañana, temprano, Inukashi se había llevado un perro al mercado; para
ser exactos, lo que había sido el mercado- el trozo de terreno dónde había estado
hasta ayer.
La mayoría de los edificios- aunque era dudoso que esos caserones merecieran
siquiera tal nombre- habían sido destruidos, y estaban reducidos a escombros.
Comparada con las anteriores, esta Cacería había sido particularmente grande y
demoledora. No, eso era quedarse corto, aunque antes habían destruido casas, incluso
derribándolas completamente para poder capturar a la gente, nunca habían tenido la
inclinación por una destrucción como esta. Si Inukashi pudiera tener una vista
5 Traducción propia. Boyce, Mary. Fuentes escritas para el estudio del Zoroastrismo. Universidad de Chicago
Press, 1990. Pp. 36
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panorámica desde el cielo, probablemente vería una escena extraña- un cráter en
medio del mercado, con un círculo de escombros bordeándolo.
El mercado había estado lleno de un bullicio estridente pero animado,
conformado de caserones de piedra de cuestionable naturaleza, con prostitutas,
rateros, niños hambrientos, viejos mendigos, cucarachas y ratas merodeando por
todos lados; pero en unos cuantos minutos, todo eso se habían desvanecido.
Es alucinante.
Inukashi se detuvo sobre las ruinas y suspiró, no era un suspiro de
desesperación. Ya no era tan inocente para sentir angustia ante la catástrofe, más
bien, sentía asombro.
Esto muestra hasta que punto van a llegar.
La gente del Bloque Oeste no eran enemigos, ni se habían rebelado,
simplemente se habían reunido allí, sin poder ni armas. ¿Qué razón tenían para ser
aplastados hasta este extremo?
En vez de sentir angustia o ira, simplemente sentía asombro.
Este poder destructivo, esta terrible brutalidad; le impresionaba.
Se agachó para recoger un pedazo de escombro a sus pies; aunque estaba muy
desmoronado, no tenía marcas de quemaduras. Así que No. 6 no había usado armas
de fuego en esta Cacería; normalmente usaban armas antiguas de alto calibre como
cañones o granadas, a veces simplemente quemaban todo hasta los cimientos con
lanzallamas.
Inukashi torció la nariz. Incluso con sus sentidos olfatorios, no podía oler el
distintivo aroma de las armas de fuego, sólo le llegó el abrumador hedor de los
cadáveres. Un arma inodora, que no dejaría nada tras la destrucción.
¿Ondas acústicas de choque?
Intentó decirlo en voz alta. Recordaba haber oído a Nezumi mencionarlas:
habían estado hablando de ballenas; no recordaba por qué habían empezado a hablar
de ellas, Inukashi nunca había tocado o visto antes una ballena, ni siquiera sabía cómo
era el océano. El mundo que Inukashi conocía se limitaba al hotel en ruinas y sus
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alrededores. Hasta donde podía recordar, siempre había vivido dentro de esos límites;
nunca había pensado en viajar fuera del Bloque Oeste; le satisfacía su pedazo de
mundo, con las ruinas, sus perros y el mercado en el centro, no tenía intención de ir a
ningún lado. Pero Nezumi era un viajero, era del tipo que aparece y desaparece a su
antojo, nunca se asentaría en un solo sitio. Inukashi no confiaba en los viajeros, y no
quería tener nada que ver con ellos si podía evitarlo; pero le atrajeron los cuentos
sobre el mundo, que salían de su boca. Eran historias de mundos que nunca había
visto y que probablemente nunca vería; el océano era uno de ellos: una amplia
extensión azul rebosante de agua salada, y los enormes animales que vivían allí- el
corazón de Inukashi se aceleró por la emoción de simplemente escuchar sobre ellos.
Aunque no tenía intención de ir a ningún lado, su corazón se sumergió en el mundo
desconocido del que Nezumi le hablaba. Probablemente se debió a su narración
primorosa, y su hermosa voz- aunque “hermosa” estaba lejos de ser adecuado para
describirla, con frecuencia “hermosa” era la única palabra que se le ocurría. Y por el
deseo de escuchar su voz y su canto, los habitantes del Bloque Oeste exprimirían sus
exiguos salarios e irían en manada al teatro que se caía a pedazos.
Todos caen en su trampa fácilmente, pero yo no soy así. Claro, escuché sus
historias como si estuviera en un trance, pero no me engañó, lo note. Aún tengo
suficiente ingenio para eso.
Inukashi sacó pecho, aunque no había nadie para presumir en ese montón de
escombros.
Pero no se le había escapado.
Inukashi había notado que el tono de voz de Nezumi cambiaba ligeramente
durante su historia sobre las ballenas. Se había hecho impasible, perdiendo toda la
suavidad, como la de una pluma, que normalmente acariciaba al que lo escuchaba. Fue
justo cuando Inukashi había recogido una pulga del cuello de uno de sus perros
peludos y se la había metido a la boca.
—¿Ondas acústicas de choque? —Inukashi se lamió los dedos y repitió las
palabras de Nezumi. —¿Qué es eso?
—Un haz de sonido; convierten las ondas de sonido en ondas de choque
para entumecer a su presa y capturarla.
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—¿Esos… cacharrotes, o como se llamen?
—Cachalotes.
—Ah, —soltó Inukashi. —Capturar comida con ondas de sonido, eh. Eso es
impresionante. Si hubiera un cachalote enfrente de mí ahora mismo, creo que
le pediría un autógrafo.
—También los humanos podrían hacerlo.
—¿Eh?
—Digo que los humanos también podrían empezar a usarlas.
—¿Esas ondas de choque acus-cómo se llamen?
—Sí.
—¿Para capturar comida?
—Para destruir.
¿Destruir con ondas de sonido? Inukashi no lo entendió; pero de todas formas,
más de la mitad de lo que Nezumi solía decir le era incomprensible. No es que quisiera
entenderlo, pero era verdad que muchas de esas palabras que no podía entender
dejaban huella en su mente.
Para destruir.
—¿Él…?
Inukashi apretó el escombro que tenía en la mano.
¿Predijo que esto ocurriría? ¿Sabía que esta destrucción, que esta catástrofe se
avecinaba?
El viento soplaba. Como para burlarse de lo que había sucedido, hoy era un día
brillante, soleado, y un hermoso cielo azul se extendía sobre su cabeza; que atractivo
era el color, se le clavaba en los ojos.
Inukashi respiró hondo. Su cuerpo tembló ante la alegría de estar con vida,
justo en ese momento, y respirar. Muchos habían muerto, Nezumi y Shion estaban
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desaparecidos; o estaban enterrados bajo los escombros o habían logrado infiltrarse al
Correccional- de cualquier manera, era seguro que nunca volverían a encontrarse.
Todos están muertos, todos desaparecieron, pero yo aún estoy aquí, y
sobreviví. Se lamió el labio inferior. Estaba sonriendo, aunque a nadie en particular.
Estoy con vida.
Una gloria triunfal recorrió su cuerpo y lo hizo querer soltar un grito; sacudió su
cuerpo y alma con una fuerza inmensa. ¿Luto? ¿Apatía? No tenía tiempo de sentir nada
de eso. Los que viven son los ganadores, sobreviví, gane. ¿Tengo razón, Nezumi?
Un perro ladró; escarbó entre los escombros con sus patas delanteras, empujó
con la nariz y escarbó de nuevo.
—¿Encontraste algo?
El perro, que tenía pelo gris y orejas caídas, lanzó un ladrido orgulloso y trotó
hacia Inukashi para depositar en su palma, el contenido de su boca. Era una moneda
de plata.
—Buen chico. —Palmeó la cabeza del perro. —Ahora escarba más, tenemos
que encontrar más dinero.
La cola del perro se agitó furiosamente al ser halagado por su amo.
—Escucha, aquí es dónde solía estar la carnicería. Cava y encontrarás
carne, eso será tu cena esta noche. Carne y dinero, asegúrate de encontrar
ambos.
Esta vez, un perrito blanco ladró. En el hocico tenía una bolsa de tela.
—¡Wow, genial!
No había monedas de oro, pero había varias de plata y mucho cambio suelto.
Inukashi sintió ganas de saltar. Francamente, no había esperado encontrar tan
fácilmente ese botín.
Hoy tengo suerte, podría ser la mejor suerte que he tenido.
Animó a sus perros a excavar más, encontrar más.
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Ya había oído que el propietario de la carnicería tenía escondida una gran suma
de dinero. Acababa de confirmar que el dueño yacía sin vida bajo los escombros, un
familiar brazo velludo sobresalía del resquicio por entre una pared derrumbada; era el
mismo brazo que solía aventar ramas y piedras a los niños o mendigos que
merodeaban frente a la tienda. Inukashi casi había sido golpeado por ese brazo en una
ocasión. El hombre usaba grandes anillos de oro en los dedos pulgar e índice, y cada
vez que agitaba el brazo para dar un golpe, solían brillar. Inukashi le sacó el anillo del
dedo índice. No fue tan bien con el pulgar, ya que había sido arrancado por completo.
Era un bastardo tacaño y codicioso, pero que lástima. Una vez que eres un
cadáver, no puedes gastarte el dinero, mucho menos conservarlo.
Después de la carnicería, Inukashi planeaba escarbar en el local de ropas
usadas de al lado. Si lo hacía bien, tal vez consiguiera dos o tres prendas decentes. De
preferencia quería una chaqueta gruesa, pero agarraría incluso una simple camisa o
una capa. Después estaba el puesto de comida, si podía encontrar la gran olla para
sopa que solían usar para mezclar las sobras sobre el fuego, sería muy útil.
Inukashi sintió una presencia. Sus ojos vagaron alrededor y chasqueó la lengua
en silencio. Un buen número de personas habían aparecido salidos de la nada, y
también empezaban a escarbar entre los montones de escombros; algunos
descubrieron algo y lanzaron un grito, como Inukashi había hecho. Una manada de
niños mugrientos estaba peleando por una prenda de ropa, presumiblemente una
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cobija. Por ahora, en el Bloque Oeste, los bienes materiales eran más apreciados que
el dinero. El dinero era inútil en un lugar destruido como ese, pero en un mes, este
lugar volvería a ser un mercado, igual que antes. Estarían las mismas tiendas
revueltas, la gente vendría e iría y el lugar estaría lleno de bramidos, aclamaciones,
risas y olores de todo tipo. Las prostitutas se pararían en los callejones mal
iluminados, y los mendigos vagarían por todos lados. El oro y la plata hablarían, y
hablarían fuerte.
Más y más gente llegó a las ruinas, parecían surgir de los mismos edificios
destruidos. Si Inukashi se distraía, se llevarían todos los artículos valiosos. Tenía
incontables competidores.
Que coñazo.
Inukashi chasqueó la lengua de nuevo, antes de reírse sin emitir sonido.
Levantó el rostro y fulminó el difuminado perfil de los muros pertrechados de No. 6 a
la distancia, los muros de aleación especial.
No. 6, esto es quienes somos. No importa cuantas veces nos pisotees,
levantaremos de nuevo la cabeza, nunca nos destruirás; nos arrastraremos,
enraizaremos y sobreviviremos. Somos mucho más duros de lo que crees.
Estrechó los ojos. La aleación especial capturó los rayos de luz del cielo y brilló.
Inukashi siempre desviaba la mirada de esa luz, era demasiado cegadora para sus
ojos; pero hoy no. El brillo lucía tan disminuido y endeble como los anillos en la mano
del dueño de la carnicería.
—Tal vez tú eres la frágil. —Se sorprendió. Miró alrededor, preguntándose si
alguien más lo había murmurado, pero no había nadie al alcance del oído, más que sus
perros. Inukashi era el único ser que hablaba lenguaje humano.
Presionó una mano contra su boca e hizo una mueca.
No se suponía que pensara en No. 6, ni se suponía que tuviera nada que ver
con la ciudad. La Ciudad Sagrada siempre había reinado sobre sus cabezas. Era un
tirano, poseía fuerza absoluta, y aplastaba bajo su pie al Bloque Oeste; pero por otro
lado, también era cierto que tanto gente como mercancía salían de la ciudad para
entrar al Bloque Oeste por medio de rutas de contrabando. También era cierto que
Inukashi ganaba una parte de los beneficios que provenían de allí.
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Se colgaría de No. 6 como una pulga o garrapata y viviría; después de todo,
para No. 6, su existencia no era mayor que la de las pulgas o garrapatas- aunque
probablemente los residentes de la ciudad nunca antes habían visto una pulga o
garrapata.
Eso era lo que había pensado todo el tiempo.
La ciudad Sagrada reina; mientras que nosotros, somos tan buenos como
insectos.
Pensar así no le hacía daño. Hace mucho que se había deshecho del orgullo o la
vergüenza; una vez que se deshizo de las cosas inútiles, y se dijo justo cómo eran las
cosas, pudo vivir en cualquier lugar.
Era la filosofía de Inukashi, que había desarrollado durante su vida. Había vivido
por esa filosofía, con sus perros, y más o menos la había cumplido decentemente.
Pero últimamente sentía algo un poco extraño, el eje de su filosofía empezaba a
tambalearse. Los muros pertrechados de la Ciudad Sagrada, que se suponía que eran
inexpugnables, a veces le parecían como un juguete barato. Allí estaba, murmurando
cosas como “Tal vez tú eres la frágil”. Había algo malo en ello, era claramente extraño.
Pensó que tal vez- ¿Qué tal si-? pero sacudió la cabeza.
Era una historia absurda, en verdad absurda. Una garrapata era una garrapata,
mientras no le importara ser aplastada y se las arreglara para succionar un poco de
sangre en el proceso, estaba bien. Era sabio ni siquiera pensar en si podía desgarrar el
punto vulnerable del otro.
Se dijo Inukashi y sonrió. Su mente estaba frenética, urgiéndole a desenterrar
cosas que valieran la pena, en vez de dejárselo todo a sus perros, pero sus manos se
quedaron quietas.
Con las manos colgando, Inukashi frunció el ceño y volteó el rostro
contorsionado a los muros de la ciudad.
La Ciudad Sagrada reina.
Nosotros somos como insectos.
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Pero era demasiado tarde, se le ocurrió: podría sacudir el fundamento de esa
relación. Podía atravesar ese muro artificial, y dejar a No. 6 expuesta y desnuda. Era
culpa de ellos. Esos dos- Shion y Nezumi- envenenaron mi mente.
Repentinamente, el rostro de Shion titiló en su memoria. Fue tan repentino que
Inukashi arqueó la espalda y se agachó, casi tocando el suelo detrás de él con la
mano.
Shion, el chico que Nezumi había traído con él. Era un residente de No. 6,
denso sin remedio, y –difícil de creer- un criminal de primer grado.
Era completamente increíble. Hablando de pulgas y garrapatas, ¿Podría él
siquiera matar algo? Y ese cabello. A pesar de su juventud, su cabello era de un blanco
puro; era demasiado extraño, bueno, tal vez su cabello no estuviera tan mal. Era
brillante, no la clase de cabello que ves en todos lados. Si Inukashi pudiera de alguna
forma arrancarle el cuero cabelludo, tal vez lo vendería por un buen precio- y además,
su apariencia no era lo único extraño en él; de hecho, él era más raro que su
apariencia.
—Sí. —La clara respuesta de Shion reverberó en sus oídos. ¿La gente de No. 6
son humanos iguales a nosotros? Había preguntado Inukashi y Shion le había dado una
respuesta serena.
—Sí.
Inukashi se había burlado de él, pero en el instante que había escuchado esas
palabras, su pecho había latido con fuerza.
Humanos iguales. ¿Así que la gente que vivía de uno y otro lado del muro eran
iguales?
Sí.
Inukashi podía decir con facilidad que Shion no lo decía sólo por decirlo; él lo
creía honestamente. De acuerdo a Shion, no importaba donde vivías, que color de piel
o cabello tenías; cualquier persona se clasificaba en la categoría de “humano”. Era
demasiado extraño para creérselo. Debería preguntarle dónde aprendió eso.
Y Nezumi; él tampoco era bueno. Era misterioso, mucho más peligroso que
Shion. Algún día, planeaba destruir completamente No. 6; planeaba rajar y destruir
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No. 6, como si rajara el vientre de una persona y sacarle los órganos con su hábil
cuchillo.
Inukashi se frotó los brazos, tenía piel de gallina y no era debido al aire frio.
Cada vez que pensaba en Nezumi, se le ponía piel de gallina. Le asustaba, preferiría
morir antes que admitirlo, pero Inukashi sentía horror hacia Nezumi. Desde la primera
vez que se habían conocido, había sentido miedo de él. Esos ojos grises, esa voz
arrebata almas, su manejo del cuchillo: no eran normales. Era imposible conseguir el
panorama completo de él, no podría ponerle un dedo encima y por alguna razón, eso
era horroroso; pero lo que era extraño era que Nezumi estaba asustado de Shion.
Inukashi no lo sabía con total seguridad, pero podía sentirlo. Inukashi confiaba en sus
instintos.
Nezumi le temía a Shion. La razón se le escapaba, pero no se equivocaba.
Ambos eran raritos, extraños. Pero- dejé que esos dos me envenenaran. Y creí en
ellos- que un día podríamos romper esos muros y hacerlos caer.
Un perro ladró, aparentemente había encontrado algo de carne. La baba le caía
por los lados del hocico. Miró hacia arriba a Inukashi, en forma suplicante.
—Come. —Inukashi sacudió la barbilla. Los tres perros se abalanzaron sobre el
pedazo de carne. Un niño de mejillas hundidas los miraba atentamente. Inukashi bufó
lo suficientemente fuerte para que le oyera.
Lástima, niño. Mira, tienes que encontrar tu propia comida. Nadie te va a dar
una limosna.
El niño se fue. Los perros desgarraron la carne y le clavaron los dientes. El cielo
era azul, y no había ni una sola nube en el cielo.
Shion, Nezumi.
Miró hacia el firmamento.
¿Realmente han desaparecido? ¿Nunca nos volveremos a ver? ¿Realmente se
han ido? ¿Soy el único que queda?
La gloria que había atravesado su cuerpo sólo momentos antes no mostraba
signos de volver a aparecer.
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¿Cómo se supone que voy a enfrentar ese muro desde aquí, el Bloque Oeste,
sin ustedes?
Auuuu.
Un perro gimió. No era ninguno de los perros que había traído consigo. Inukashi
podía distinguir cada perro por su ladrido.
Esa voz era de-
Inukashi saltó de las ruinas y lanzó un silbido corto. Un perro grande y café
llegó corriendo de entre las sombras de lo que quedaba de la carnicería y se abalanzó
sobre Inukashi.
—Sobreviviste, eh.
Si la Cacería se acercaba sería peligroso rondar por el mercado, pero si se
encerraba en el hotel no podría hacer negocios. Así que Inukashi le había ordenado a
ese perro que explorara el mercado. Como no había regresado la noche anterior, se
había rendido, asumiendo que el perro había sido capturado durante la Cacería.
Inukashi no había esperado que estuviera vivo.
—Buen trabajo, aguantaste. Pero ¿Por qué no viniste directamente a
casa? ¿Mm? ¿Estás herido o algo?
Inukashi recorrió el cuerpo del perro con las manos; no se manchó de sangre.
No parecía que estuviera sufriendo dolor; estaba sucio, pero no herido.
—Bueno entonces, ¿Qué estabas haciendo? —dijo severamente. —Si
estabas vivo, debiste ir directamente- —se detuvo a media frase. Podía escuchar
un llanto y no era el perro. Era- ¿Un humano? Y sonaba como un bebé. El perro sujetó
con el hocico la manga de Inukashi y dio un tirón.
—¿Qué?
El perro le estaba diciendo que lo siguiera. Inukashi tenía un mal
presentimiento. Nunca había tenido buenos presentimientos respecto a nada, y si los
tenía nunca eran correctos, pero siempre había tenido malos presentimientos. Y
frecuentemente resultaban acertados.
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Oh vamos, no me digas que…
El perro condujo a su amo entre las ruinas de la carnicería y la tienda de ropa;
se dio la vuelta y agitó las orejas con orgullo. Inukashi se quedó quieto y miró lo que
estaba arropado en una grieta entre la pared derrumbada y el suelo. Su mirada vagó
por un instante, después pestañeó y escrutó el espacio entre la pared y el suelo.
Era un bebé; no importaba cómo lo mirara, era un bebé humano. Envuelto en
una manta oscura, estaba gimiendo; era una voz enérgica y clamorosa, casi
inadecuada para ese lugar.
—¿Estuviste toda la noche aquí con este niño? ¿Calentándolo para que
no se congelara?
Puedes apostarlo, parecía decir la imponente cola café del perro, mientras se
agitaba de un lado a otro.
—Idiota, —le espetó Inukashi. —¿Qué vas a hacer, recogiendo a un bebé
humano? ¿Qué tiene de bueno si no puedes venderlo o comértelo? ¿Qué
estabas pensando?
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El gemido del bebé se convirtió en un llanto estridente, aunque probablemente
no era debido al bramido de Inukashi. Era una voz lo suficientemente alta para que
Inukashi se preguntara, durante un segundo, si la pared se colapsaría por el simple
volumen. Apresuradamente le dio la espalda.
Nada bueno salía de mezclarse con bebés. Los puercos y las cabras servían
como carne, y también producían leche; cuidarlos no ocasionaba pérdidas, pero los
bebés humanos no eran más que una carga molesta e inútil. Aunque, también era
posible venderlo después de criarlo hasta cierta edad. De hecho, en el Bloque Oeste,
había mercaderes que compraban y vendían niños.
Aunque para mí, no gracias.
Inukashi normalmente nunca rechazaba cosas que le reportaran dinero, se
había ensuciado las manos con casi cualquier trato. Este lugar no era lo
suficientemente agradable para dejarte vivir con una ideología sublime. Sí, hizo todo
para sobrevivir, y continuaría haciéndolo; pero traficar con niños era algo que no
quería hacer. Sólo los que habían caído a lo más bajo ponían las manos en ese
negocio. Inukashi no intentaba predicar moralidad, pero no quería caer tan bajo; pero
eso no significaba que iba a salvar al bebé que lloraba frente a él. Le gustaba pensar
que no era propenso a la clase de gentileza que le haría prestar ayuda por compasión
o simpatía, especialmente si sabía que no sería más que una carga.
Si dejaba al niño ahí, sin duda, moriría. El caprichoso cielo ya empezaba a
ponerse nublado, tal vez nevaría en la tarde. El suelo se congelaría cuando se hiciera
de noche, y fácilmente le arrebataría la vida a ese paquete inútil.
Pero ¿Qué era para él? Si el bebé iba a morir, bien podría ser más temprano
que tarde. Si pudiera dejar ese mundo sin tener que saber lo que era el sufrimiento…
tal vez en cierto sentido eso era la felicidad. Al menos, haría una tumba para el bebé;
sólo necesitaría un pequeño hoyo para enterrarlo. Sería mucho más fácil que enterrar
un perro.
¡Guau!
El perro ladró y embistió a Inukashi, casi haciéndole caer.
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—¡Oye, para! Ya basta de tontear por ahí, —le gritó Inukashi. Sus ojos se
encontraron. Incluso entre los perros que vivían en el hotel, este era particularmente
listo; también era descendiente de la perra que había criado a Inukashi.
Tiene los mismos ojos que mi Má.
Ojos pacíficos e inteligentes.
Si tan solo todos los humanos tuvieran ojos como los de mi Má…
A veces, esos pensamientos cruzaban la mente de Inukashi.
Si todos tuvieran ojos como los de mi Má, tal vez el mundo sería un lugar un
poco mejor.
El perro estaba sacando al bebé de debajo de la pared. Palmeó el suelo
ligeramente.
—Que de…monios… —Inukashi tragó. Reconoció la prenda en la que estaba
envuelto el bebé. Cargó al bebé y se dio cuenta que la prenda era un abrigo; era de
segunda mano, pero de una calidad considerable.
—Shion… —Shion lo había traído puesto. Era un abrigo que Rikiga le había
comprado a la fuerza. —¿Por qué Shion…?
El perro se acurrucó a sus pies. Inukashi ahora recordaba que este perro había
querido a Shion. Shion también lo había querido, y cepillaba su pelo casi diario. Ambos
eran listos; tal vez como mentes afines.
—¿Shion te dejó este bebé?
Un solo ladrido- guau- afirmando.
—De-debe ser una especie de broma, —dijo Inukashi, nervioso. —¿Por qué
tengo que terminar con un bebé? Ni loco me voy a hacer cargo de él. Puf,
debes estar bromeando.
El bebé se revolvió en sus brazos, ya no estaba llorando. Dos ojos llorosos
estaban fijados en Inukashi; eran ojos negros, con un tinte purpura. Dependiendo de
la luz, variaba el brillo purpura. Tal vez eran las lágrimas: esos ojos le recordaron la
superficie de un lago en la noche; rebosantes de agua quieta. Pensó que se parecían
mucho a los ojos de Shion; eran similares, tal vez exactamente iguales.
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—Oye, ¿No serás el hijo de Shion, verdad? Probablemente ni siquiera
sabe cómo tener niños. —Inukashi se encontró hablándole. El bebé repentinamente
sonrió; aun mirando a Inukashi, había emitido una risita de éxtasis. Inukashi sintió
como si algo le hubiera dado un violento tirón dentro del pecho. Sentía como si fuera a
llorar.
Que demonios, hombre.
Inukashi estaba agitado por la risa infantil y también por si mismo, a punto de
llorar. No sabía qué hacer.
Una sombra tapó el sol. Las nubes se avecinaban. El viento batió alrededor.
Sintió algo gélido en la nuca. Inukashi se dio cuenta que estaba sudando.
Voy a casa.
Enterró firmemente los talones en el suelo y la gravilla bajo sus pies crujió.
Tengo que ir a casa. Uh- ¿Y qué hago ahora…? Sí, aventaré al bebé a dónde
pertenece y diré adiós. Y luego, y luego… tengo que regresar rápido a las ruinas… oh,
antes de eso, tengo que excavar para ver qué encuentro en la tienda de ropa…
Hecho un vistazo a los escombros a su lado, y casi lanzó un grito. Casi tres
veces la cantidad de gente de hace unos minutos estaban revoloteando por los
escombros, cavando en los restos de los edificios con las manos desnudas. No les
importaba si las manos les sangraban, o si las uñas se les desgarraban. En esta
temporada de frio brutal, las prendas de abrigo eran lo más necesario, después de la
comida; no corrían el riesgo de romperse como los trastes, o magullarse como la fruta;
si los desenterraban, lavaban y remendaban, podían ser revendidos.
Demasiado tarde.
Inukashi chasqueó la lengua. Incluso si se unía a la multitud, probablemente no
encontraría mucho. ¿Podría usar a sus perros para ahuyentarlos? El pensamiento cruzó
la mente de Inukashi, y rápidamente la apartó; era demasiado peligroso. Los
habitantes del Bloque Oeste siempre estaban al límite, aferrándose a la vida, pero hoy
estaban incluso más desesperados. No. 6 había barrido, junto con el mercado, la poca
moral y orden que habían enraizado en esta tierra.
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Si Inukashi azuzaba a sus perros, la gente se dispersaría temporalmente; pero
¿Qué sucedería después? Le rodearían y lincharían. La gente no perdonaba a aquellos
que intentaban monopolizar los objetos de necesidad entre la destrucción y confusión.
Si permitían que eso sucediera, ni siquiera tendrían suficiente para ellos mismos. Era
imposible que toleraran a cualquiera que pusiera en peligro sus vidas. Esa clase de
persona no sería tolerada.
Inukashi sabía muy bien lo violento que se podía volver alguien si lo
arrinconaban, no era muy diferente de un lobo hambriento; pero Inukashi también
sabía que una vez la confusión se hubiera asentado, también se restauraría el orden, al
menos a un mínimo nivel. El orden existía incluso dentro de las manadas de lobos.
Pero dejando todo eso de lado, el trabajo de hoy estaba terminado. Tendría que
conformarse con lo que había conseguido recoger de la carnicería. Era idiota
arriesgarse a que le linchara por una gratificación momentánea.
Saber cuándo cortar por lo sano también era una habilidad que necesitabas
para poder sobrevivir aquí.
—A-bah, —farfulló el bebé, estirando las manos. Sus suaves palmas tocaron su
mejilla. Tal vez quería leche: el bebé frunció los labios y empezó a hacer sonidos de
succión. Lo habían cuidado más o menos bien, y no estaba lastimeramente flaco; para
un bebé en el Bloque Oeste, era una rareza.
Mientras sostenía al bebé sentía una calidez y peso definidos en los brazos.
Inukashi suspiró y lo miró. Lo había tenido en brazos, habían hecho contacto
visual, había sentido su calidez y peso en los brazos, y ahora no había vuelta atrás.
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Oh, vaya.
Quería echar la cabeza hacia atrás y gritar de angustia hacia los cielos.
¿Qué voy a hacer con aún más carga? ¿Qué demonios voy a hacer?
Las nubes empezaban a cubrir el cielo sobre él. El viento se hizo más frio.
¿Qué voy a hacer, Shion?
El perro a sus pies agitó mucho la cola, como alentándole.
Inukashi no tenía experiencia criando bebés, pero había criado a innumerables
cachorros. Se dijo que de alguna forma se las arreglaría.
Los humanos y los perros no eran tan diferentes.
Por experiencia, Inukashi sabía que era cierto. La única diferencia entre ellos
era tener dos o cuatro piernas, y tener o no cola.
Ya lo he asumido, lo criaré.
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Lo había cargado y llevado a casa- no iba a abandonar ahora al bebé. Lo
criaría, a su manera. Si era afortunado, crecería. Si no… bueno, no había mucho de
qué preocuparse, simplemente moriría.
Dos de sus perros habían dado a luz fuera de temporada. Los partos en la
época errónea del año frecuentemente conllevaban que las crías nacieran muertas.
Cada perro había tenido cuatro cachorros, y la mitad de la camada ya había estado
muerta cuando salieron de la madre.
—Bueno, aguanta, pequeñito. Dependerá de lo afortunado que seas, si
vives o no. Si eres desafortunado, entonces no me culpes; para eso está Dios-
no, puedes agradecerle a Shion. ¿Entendido?
Dejo al bebé junto a una perra de pelo negro, para que pudiera acurrucarse
contra su vientre. La perra, que había perdido a sus cachorros recientemente, lanzó un
gran suspiro mientras estaba recostada en el suelo. El bebé miraba hacia Inukashi con
unos ojos muy abiertos.
Eran ojos como la superficie de un lago por la noche. No reflejaban nada, pero
parecía como si absorbieran todo. Inukashi evitó su mirada y rápidamente retrocedió.
Tenía que revisar lo que había colectado ese día. Inukashi pronto estuvo absorto en las
monedas de plata que se apilaban en su mesa.
Era más de lo que esperaba; aún lamentaba no haber conseguido ropa o una
olla, pero no se quejaba de esa cantidad de ganancias.
Uno, dos, tres… ese vejestorio de la carnicería, ya veo lo codicioso que era,
mira cuanto había ahorrado. No te preocupes, ahora yo me haré cargo de todo esto.
No tienes que preocuparte por ello en el más allá.
Cuando tenía las monedas de plata entre sus dedos, brillando débilmente, no
pudo evitar sonreír. Me gustaría que ese bebé hubiera venido con su propia bolsa de
dinero.
Pero- pensó, mientras apretaba la moneda en el puño. Me he ablandado.
Suspiró de nuevo. Suspiró y se quedó pensando. ¿Por qué? ¿Por qué lo traje
aquí?
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Inukashi levantó el abrigo que estaba tirado en el piso; era el abrigo de Shion.
El perro le había dicho lo esencial del asunto. Shion había envuelto al bebé en su
abrigo y dejado al cuidado del perro. O más bien, lo había dejado al cuidado de
Inukashi.
Inukashi, por favor cuida de él.
Incluso antes de oírlo del perro, en cuanto el bebé lo había mirado, la voz de
Shion había resonado en su cabeza.
Inukashi, por favor cuida de él.
Casi podía ver la figura del chico de cabello blanco, a mitad de la Cacería, en
medio del completo caos en el mercado, escondiendo al bebé debajo de los escombros.
Por eso Inukashi no se había podido resistir; no podía abandonar lo que Shion le había
dejado mientras estaba entre la vida y la muerte. Si Inukashi dejaba morir al bebé,
entonces Shion…
Shion probablemente no me culparía, pensó. Solo se pondría decaído. El
púrpura en sus ojos se haría más profundo, y un pesado dolor cruzaría su rostro. Verlo
así hería a Inukashi. No… quiero que suceda eso.
Inhaló y la moneda de plata rodó de su mano hacia la mesa. Oye, se regañó
bruscamente. ¿Estás suponiendo que volverás a verlos? ¿Vivos?
Se contestó a si mismo.
No, yo… no, por supuesto que no.
Sí, era imposible. ¿Verdad? Tan imposible como despertarse a la mañana
siguiente para ver las ruinas en todo su esplendor.
Sí… tienes razón… podría ser cierto, pero…
¿Pero? Oye, ¿Qué estás pensando? Estamos hablando de la Cacería. Viste el
montón de escombros, ¿No? ¿Cómo puedes estar seguro que Shion y Nezumi no están
enterrados por ahí? Bueno, no puedo imaginármelos siendo enterrados tan fácilmente
si Nezumi está alrededor. El vejestorio de la carnicería es el único que quedo atrapado
bajo su propia casa, jaja. Pero aun así- si escaparon de ser enterrados vivos,
¿Entonces qué? Probablemente fueron rodeados y acarreados, al Correccional.
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Llevados al… Correccional.
Sí, el Correccional. Una vez que traspasas las puertas, nunca más vuelves a
salir. Atravesaron las puertas de la muerte, hombre. Fueron al infierno. No regresarán,
es imposible que vuelvan. No volverán a presentarse frente a ti.
Inukashi se mordió el labio. Se golpeó fuerte el pecho, con el puño.
La gente que atravesaba las puertas de la muerte nunca regresaba al mundo de
los vivos. Lo sabía, por supuesto que lo sabía.
Su mente lo sabía. Pero eso- justo allí, se rehusaba a creerlo.
Abrió su palma y se frotó el delgado pecho.
Su corazón estaba formando una objeción. Estaba gritando que eso no era
convincente.
Lo habían dicho muchas veces. Vamos al infierno, pero regresaremos vivos.
Nezumi con su manera de ser Nezumi, y Shion con la suya, habían dicho que
definitivamente regresarían. Sí, y- y además, Nezumi lo había prometido.
Te prometo que siempre iré corriendo a tu lado cuando algún día te inunde un
dolor insoportable. No importa dónde estés, le enviaré una canción a tu alma. Te lo
prometo.
Inukashi no podía olvidar su tono serio mientras susurraba esas palabras.
Aunque lo resentía sinceramente, esas palabras le habían ofrecido soporte. Si pudiera
ser arropado por el canto de esa hermosa voz, todo el sufrimiento desaparecería, y
vendría la muerte pacífica que siempre había anhelado. No tener miedo de la muerte
significaba que podía no tener miedo de la vida. Gracias a Nezumi, Inukashi fue capaz
de dejar de sentir miedo, relativamente, de la vida o la muerte.
Hizo una promesa y voy a creerla.
Uno era un chiquillo cabeza hueca, y el otro era un fraude muy peligroso, pero
ninguno de ellos se retractaría de su palabra.
Vendrían a casa.
Se levantó y se dio la vuelta. Se dio cuenta que estaba inusualmente silencioso.
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El bebé había acercado los labios al pezón de la perra, y estaba succionando. El
perro negro levantó la cabeza y miró con curiosidad al niño humano colgado de su
teta.
—Wow, —musitó Inukashi. Tenía que admitir que estaba sorprendido. —Eres
resistente.
No había esperado que el bebé pudiera alimentarse tan bien de un perro; pero
había escapado de la masacre de la Cacería: tal vez estaba bendecido con una
excelente buena fortuna.
El destino decidía entre la vida o la muerte. Dios manejaba al destino, pero la
habilidad de aferrarse a la vida y hacerla suya provenía de la fortaleza humana.
—Bueno, suerte en tu intento de vivir. —Inukashi palmeó el trasero del
bebé con el pie; no lo había pateado, en realidad lo había tocado como para hacerle
cosquillas, pero el bebé empezó a llorar. Agitó los miembros, y empezó a gimotear; y
de inmediato, se convirtió en un llanto a todo pulmón.
—¿Eh? Oye, oye, ¿Qué te pasa? —Inukashi lo levantó en brazos
rápidamente, y el llanto se detuvo instantáneamente. —No llores, estúpido. Aún
tengo dinero que contar. Estoy ocupado, no tengo tiempo de jugar contigo.
Bajó al bebé e inmediatamente empezó a llorar de nuevo. Cuando volvió a
levantarlo, se tranquilizó e incluso sonrió.
Así que Inukashi tuvo que vagar por la habitación con el bebé en brazos. El
bebé permaneció de un espléndido buen humor mientras lo cargaban. Eventualmente,
empezó a emitir respiraciones tranquilas mientras se dormía en brazos de Inukashi.
Lo puso suavemente en una manta, y lo cubrió con el abrigo de Shion. El perro
café se acurrucó a su lado y después de un momento de vacilación, la perra negra
también se tendió junto al bebé, como para tenerlo cerca del vientre.
¿Qué tiene él? Es sólo un niño y a los perros ya empezó a gustarles.
Los perros alrededor de Inukashi eran entre salvajes y domesticados.
Compartían el mundo de los humanos, pero no confiaban en ellos; eran aprensivos,
temerosos e incluso atacaban a los humanos a veces; eran precavidos y agresivos, era
muy raro que aceptaran tan fácilmente a cualquier humano, aparte de Inukashi. Claro,
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este era un bebé indefenso, pero Inukashi no podía creer que lo habían tomado bajo
su cuidado tan rápidamente. Incluso se había estado preparando para que el bebé
recibiera dos o tres mordidas, por lo menos.
Caray, ¿Qué tiene este niño? Tal vez realmente tiene algo de la sangre de
Shion. No me digas que también va a crecer para ser un cabeza hueca como él.
Era algo divertido intentar imaginarlo, y se rio. Pero ahora, el bebé no corría
peligro de congelarse. Se había llenado la barriga y ahora podía dormir, libre del frío.
Era algo por lo que estar agradecido. Para Inukashi, eran las circunstancias más
afortunadas en las que podía estar, pero aun así el bebé empezó a llorar. Lo que fuera
que lo hiciera infeliz, lo hizo llorar ni cinco minutos después de estar acostado. Si lo
cargaba dejaba de llorar y se dormía; si lo bajaba, se despertaba y lloraba. Era un ciclo
infinito. Contar dinero era lo último que podía hacer.
—Idiota. Soy yo quien tiene ganas de llorar; si no caes rendido pronto,
voy a arrojarte en una olla y convertirte en comida para perro, —se quejó.
Aparentemente el bebé no lo había entendido, porque chilló y lanzó una risita
entusiasta, su voz rebotando en las paredes.
Si estuviera Nezumi, probablemente le cantaría una suave canción de cuna,
pensó. Una súper especial que haría caer al bebé en un sueño profundo del que no
despertaría hasta la mañana siguiente.
Inukashi no se sabía ni una canción de cuna. Criado por perros, lo único que
permanecía en sus oídos eran el sonido del viento y el gruñir de los perros. Ambos
eran perturbadores y agitaban en vez de invitar a dormir.
¿Podre conseguir comida mañana?
¿Podré evitar morir congelado mañana?
¿Podré evitar ser apaleado mañana?
¿Podré seguir vivo mañana?
El viento trajo nieve y retumbando trajo noticias de peligro. Siempre había sido
así.
Peligro, peligro; se cuidadoso, no bajes la guardia ni un segundo. Mira, ese
momento de vulnerabilidad puede costarte la vida. Cuidado, es peligroso. Atención, se
cuidadoso.
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Los perros y el viento siempre susurraban esas palabras. Nadie le había cantado
a él, ni dicho, relájate y descansa, duerme pacíficamente.
Inukashi dejó de pasear y meció al bebé en sus brazos.
La próxima vez que vea a Nezumi, le pediré una canción de cuna para este
bebé. Gratis, por supuesto. Después de todo este niño es asunto de Shion, no podrá
decir que no.
Yo también quiero oírlo, pensó. Quiero escuchar a Nezumi cantando una nana,
aunque sea una vez.
Tocó la mejilla del bebé, se sentía regordeta; no era dura al tacto, y tenía una
suave elasticidad. Era reconfortante al tacto.
Debe estar sabroso.
El pensamiento cruzó su mente, medio en serio. Su estomago, vacío salvo por
unas sobras, se contrajo, chillando con insistencia. Su boca se hizo agua. Al final la
carne le ganaba a las canciones de cuna. Necesitaba el estómago lleno más de lo que
necesitaba dormir. Se tragó la saliva.
Caray, tengo hambre.
El aire vibró, el aire que rodeaba las ruinas zumbó. El ladrido de los perros
resonó por todas partes.
¿Quién es?
Alguien se aproximaba. Los perros acostados fuera, ahora levantaban las voces
en aprensión; pero no había de qué preocuparse: el ladrido de los perros, tanto de
grandes como chicos, no estaba teñido excesivamente de alarma o amenaza.
No era un enemigo. No había un extraño merodeando por ahí; tampoco se
había colado un ladrón. Era alguien no bienvenido, pero de bajo riesgo.
Inukashi levantó la cara y arrugó la nariz. Captó un olor a alcohol. Al mismo
tiempo, un cachorro, con un desgarrón en la oreja derecha, irrumpió en la habitación.
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Ladró con insistencia, reportando quién era el visitante. Inukashi agitó ligeramente la
mano para callarlo. Verás, los perros son grandiosos; diles que se callen y lo hacen.
—Lo sé, lo sé. Puedo olerlo desde aquí. Es el viejo alcohólico, ¿Verdad?
Sus ojos recayeron en las monedas posadas en la mesa.
—Oh, mierda. —Colocó al bebé junto al perro y se apresuró a meter las
monedas en una bolsa. En el momento que introdujo la bolsa en el bolsillo de su
pantalón, escuchó pisadas subiendo las escaleras.
La puerta se abrió violentamente.
—¿Al menos podrías tocar? —Inukashi se sentó en una silla e hizo una
mueca exagerada. —¿Qué tal si me estaba cambiando?
—¿Cuántas-veces-en tu vida- te has cambiado la ropa? —jadeó Rikiga
pesadamente, sus hombros alzándose y cayendo con cada respiración. Se recargó
contra el muro.
—Oye viejo, será mejor que no andes por ahí corriendo tanto.
Probablemente tienes los pulmones medio derretidos por la bebida. Cuida que
no te sofoques y mueras.
Rikiga estiró la mano derecha, aun jadeando.
—¿Qué? ¿Quieres un apretón de manos? —dijo Inukashi.
—Dame un… vaso con agua.
—Una moneda de cobre.
—¿Qué?
—Quieres algo de beber, debes darme una moneda de cobre.
—Inukashi… pequeño…
—Oye, estamos en unas ruinas. No tengo agua corriente como en tu
casa, anciano. Traigo el agua del arroyo. Es un bien preciado. Una de cobre, y
no esperes cambio.
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Rikiga chasqueó la lengua. Su frente estaba perlada de sudor, a pesar del
intenso frio; debía haber venido con mucha prisa, su respiración tardo en
normalizarse. Jadeando entrecortadamente, Rikiga se hundió en una silla, y bromeó en
tono sarcástico.
—No… cobras por sentarse, ¿O sí?
—Esta vez corre a cuenta de la casa. ¿Qué asunto trae, señor?
—Así que la Cacería realmente sucedió, eh.
—Ah-ajá.
—Se llevaron a Shion.
—Así parece.
—Estoy… preocupado, tan preocupado… que no puedo sentarme ni
quedarme quieto.
—¿Por eso decidiste correr un maratón hasta aquí? Felicitaciones.
El puño de Rikiga golpeó la mesa. Una moneda de cobre, que Inukashi había
olvidado recoger, cayó al piso y rodó. Se detuvo frente a su pie y la recogió.
—No importa lo mucho que te preocupes, no servirá de nada, anciano.
Además, las cosas fueron de acuerdo al plan, ¿No? Se las arreglaron para
infiltrarse al Correccional, justo como querían. Deberíamos felicitarlos.
Un hondo suspiro escapó de la boca hirsuta de Rikiga. Apestaba a alcohol.
—Shion… pobre niño… cuando pienso en las cosas horribles por las que
debe estar pasando ahora mismo… es un buen niño, tan buen niño… por favor
permanece a salvo.
—Viejo.
—¿Qué?
—No es que me importe o algo, pero- ¿No estás olvidando algo?
—¿Olvidando? ¿Qué?
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—Shion no se infiltró en el Correccional solo. Bueno, en realidad no se
“infiltraron”… más bien “los capturaron”, —añadió después de una pausa. —Pero
como sea, no está solo, tiene un compañero ¿No estás preocupado por él?
El rostro de Rikiga se contorsionó. Si alguien le arrojara un cadáver pudriéndose
a la nariz, probablemente la cara no se le torcería tanto como lo estaba ahora; era una
expresión de evidente disgusto.
—¿Hablas de Eve? Él no me importa. Me quitaría un peso del pecho si se
quedara atrapado en una trampa de ratón mientras está allá.
—Estoy de acuerdo, —dijo Inukashi amistosamente. —Sólo de imaginar a
Nezumi agitándose en una trampa de ratones me mareo. Pero tú eras su fan,
anciano. Escuche que solías ir a verlo al teatro todo el tiempo.
Rikiga bufó despectivamente, y volteó a un lado.
—Fui engañado. ¿Quién podría imaginar una personalidad así con un
rostro y voz como esos? Dioses, es tan engañoso como una zorra.
—Es un chico.
—Como sea, eso no cambia el hecho que es un truculento zorro
demoniaco.
Zorro demoniaco, eh. Esa es una buena descripción. Más apropiado que Rata,
aunque probablemente es más semejante a un lobo que a un zorro.
Inukashi se encogió de hombros y cerró un ojo. —Entonces Shion tiene a un
zorro demoniaco a su lado, estará bien.
Rikiga se inclinó hacia delante y sujetó el brazo de Inukashi. Inukashi casi soltó
un grito: el agarre de Rikiga era muy fuerte. Instintivamente se llevó una mano al
bolsillo. Sentía que le iba a robar la plata.
—¿De verdad? —Rikiga tenía los ojos, inyectados en sangre, muy abiertos. —
¿De verdad piensas eso?
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—¿Pe-pensar qué? Mierda, viejo, eso duele. Suéltame.
—¿De verdad piensas que Shion está bien?
—¿Cómo demonios podría saberlo? —Zafó su brazo. Rikiga comenzó a
murmurarse a si mismo.
—Eve es un bribón, un tramposo, un fraude, pero está ahí cuando lo
necesitas.
—¿Lo estás insultando o halagando?
Rikiga lo ignoró y continuó murmurando.
—Sí, puedo contar con él. Probablemente Eve protegerá a Shion muy
bien. ¿Estoy en lo correcto, Inukashi?
—Te lo dije, no sé. —Cerró la boca y dirigió la mirada al techo.
Sin duda alguna Nezumi era un bribón, un tramposo, un fraude, aunque eso era
decir poco; pero también podías contar con él en cualquier situación, por decir lo
menos. Tampoco había duda alguna. Nezumi era más astuto y cauteloso que cualquier
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otra persona que Inukashi conociera, también era sensato, ágil, y rudo. Era como un
lobo que no se ajusta a una manada.
Nunca antes había visto un lobo, pero su madre le había hablado de ellos.
Son criaturas terroríficas; no abren sus corazones a los humanos como los
perros, nunca. Preferirían morir que ser cuidados por un humano. Son orgullosos, pero
también son traicioneros y siempre están a la caza de algo de provecho. Son
codiciosos y despiadados, en sus corazones no tienen ni una pizca de simpatía. Esa es
la diferencia entre los perros y los lobos. Ahora escucha, tú eres un perro. No eres ni
humano ni lobo, eres un perro. No lo olvides.
Una criatura orgullosa y despiadada. En la mente de Inukashi, la imagen del
lobo de la que le habían hablado tantas veces, se solapaba perfectamente con la de
Nezumi. Era peligroso si se volvía contra ti; pero como guardia, era ideal para el
trabajo.
Si Nezumi intentaba defender en serio a Shion, tal vez podrían salir vivos del
Correccional. Era una posibilidad muy pequeña, pero era mayor que nada.
Nezumi probablemente defendería a Shion en serio, y con todos sus recursos, lo
haría. Mientras Shion no le estorbará, probablemente regresarían a salvo, como habían
prometido.
El corazón de Inukashi se calmó. Sí. Sí, es cierto, se dijo a si mismo.
Evidentemente leyendo algo en la expresión de Inukashi, Rikiga se acomodó en
la silla y asintió resueltamente.
—Si es así, entonces también debemos movilizarnos.
—¿Eh? ¿Si es así?
—Tenemos que ayudarlos desde el exterior, así Shion puede regresar a
casa. ¿Qué más?
—¿Cuándo decidimos eso? Me voy a quedar fuera de esto, —dijo Inukashi
precipitadamente. —Ya acepte ser el cebo una vez. He contribuido mucho más
de lo que me correspondía.
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—Actúas como si hubiera sido trabajo voluntario, —se burló Rikiga. —
Recibiste una paga, si no me equivoco.
—Eso ni siquiera equivaldría al dinero de mis gastos. Como sea, no
planeo tener nada que ver con ellos o el Correccional de nuevo. Nada, punto,
es todo.
—¿No vas a ayudar a Shion?
—Déjame decirte algo, viejo. No tengo ninguna deuda o favores
pendientes con el cabeza hueca. No somos amigos, hermanos ni parientes, ni
padre e hijo.
—Pero es parte de nuestro grupo.
—¿Nuestro grupo? —Inukashi echó la barbilla hacia atrás. No había esperado
oír las palabras “nuestro grupo” de la clase de hombre corrupto, ahogado en alcohol,
que publicaba revistas obscenas y sacaba dinero vendiendo el cuerpo de las mujeres.
Que sorpresa.
¿Compañeros?
—Estamos todos juntos en esto. ¿Me equivoco?
Ciertamente estaba muy equivocado. ¿Juntos en esto? La punta de su nariz se
tensó. Inukashi permaneció en silencio, sin saber si debía reírse o exasperarse. Rikiga,
por otro lado, parecía volverse más elocuente a cada instante.
—Shion es parte de nuestro grupo; nadie podría nunca remplazarlo.
Vamos, Inukashi, a ti también te gusta, ¿No?
—No- bueno- no lo odio.
—Es como un ángel, inmaculado. No puedes encontrar en ningún lado
gente tan pura como él.
—Ah-ajá, ¿Sí? —dijo Inukashi categóricamente. —Lamento tanto ser el
contaminado de tu grupo.
—Nadie dijo que estuvieras contaminado. Ves, Shion nunca torcería las
palabras de otros de esa manera. Él acepta las cosas abiertamente, con
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honestidad, tal como son. Su corazón es igual al de su madre. Oh, Karan, me
pregunto qué está haciendo ahora, —dijo Rikiga desolado. —¿Qué tal si cayó
enferma de la preocupación por su hijo?
—¿Quién es Karan? ¿No estábamos hablando de Shion? Además,
anciano, has estado hablando de Shion esto y Shion lo otro. ¿Qué hay de
Nezumi? Si Shion es parte de nuestro grupo, entonces Nezumi también, ¿O
no?
—Eve, ¿Parte de nuestro grupo? Dame un respiro; preferiría aceptar
una babosa en mi creciente familia que estar en el mismo grupo que un zorro
engañoso como él.
—Con seguridad lo tratas diferente de Shion, eh. —Inukashi miró fijamente
el rostro sonrojado por la bebida. ¿Puro y angelical? ¿Este viejo habla en serio?
Igual que no sabía lo qué Nezumi realmente era, tampoco sabía qué residía
dentro de Shion. Si le quitaba una capa, ¿Qué revelaría esa figura angelical y pura? Tal
vez sería más horrendo y fiero de lo que esperaba. Tal vez dentro de Shion existía un
abismo oscuro de verdad al que incluso Nezumi le temiera.
Rikiga favorecía a Shion demasiado. ¿Ángel? Eso era absurdo. La gente podía
convertirse en demonios, pero nunca en ángeles. Además, a veces los ángeles podían
ser más brutales que los demonios. Un hombre como Rikiga, que debido a su vida
estaba bien versado en artimañas, debería saberlo mejor que nadie.
Esto apesta.
Había un hedor aparte del alcohol; pero no era un olor que a Inukashi le
desagradara. Prefería el olor a carne podrida que el perfume de las flores.
Captando la mirada de Inukashi, Rikiga sonrió vagamente.
—Tan abnegado, ¿No crees Inukashi?
—¿Quién? ¿Yo?
—Por favor dime dónde demonios podría encontrar en ti un sólo rasgo
de “abnegación”. Estaba hablando de Shion: se infiltró en el Correccional,
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arriesgando su propia vida, para salvar a su amiga. Pone su vida en riesgo
para salvar la de alguien más.
—En estos lares llamamos a esa clase de gente “Grandísimos idiotas.”
—Inukashi, ya basta. Si no los ayudamos a salir, ¿Quién lo hará? Shion
cree en nosotros, y está esperando nuestra ayuda.
—Anciano.
—¿Mm?
—Puedo ayudarte, dependiendo del caso y las circunstancias.
—Eso está mejor, Perrero de las Ruinas. Admirable decisión.
—Deja de molestarme y oigamos tu verdadera historia.
—¿Verdadera historia?
—Tu objetivo, anciano. ¿Qué buscas en el Correccional?
Rikiga parpadeó.
—¿Qué busco?… ¿De qué hablas? Simplemente quiero ayudar a Shion,
eso es lo único que-
—¿Cuántas ganancias va a darte? —Aun apretando su bolsillo con la mano,
Inukashi se inclinó hacia delante. En respuesta, Rikiga se hizo hacia atrás, con todo y
silla.
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—Caramba, mírate. Cada palabra que sale de tu boca es “ganancias”.
Dinero, dinero, dinero. ¿Nunca piensas en nada más?
—En muchas cosas; mi cerebro siempre está a todo lo que da, y el tuyo
también anciano. Tus engranajes aún giran dentro de tu cabeza, tu codicia
incluso se incrementa. La única cosa que se hace más lenta seguramente es la
sangre en tus venas, por el alcohol. Es imposible que pongas las manos en un
trabajo que no conlleve beneficios, ¿No tengo razón, anciano? Y estamos
hablando del Correccional, un afiliado directo al Departamento de Seguridad
de No. 6. No podría haber enemigos más peligrosos, tanto tú como yo
ayudamos a Nezumi a colarse, porque fuimos engañados o porque nos
convencieron; pero normalmente aquí es donde termina. Conseguimos todo el
dinero que nos merecíamos por ese trabajo, y regresaremos a nuestras
guaridas. Lo que pase después no es de nuestra incumbencia… ¿Verdad?
Usualmente es así.
—Inukashi, escucha-
—Pero esta vez, viejo, sales de tu guarida por tu cuenta, incluso
diciendo que quieres meter las narices en territorio peligroso. ¿Por Shion? Por
supuesto que no. Nunca me creeré eso, me creería más que mis perros
empezarán a balar como ovejas, que creerte a ti.
—Como dije, es-
Inukashi sacudió la mano con impaciencia; se había cansado de excusas y
justificaciones, se encontraba un tanto irritado. Cada vez más, sentía que ya tenía
suficiente de desperdiciar las palabras, intentando formular excusas. Estaba más que
cansado de encubrir sus palabras sinceras con mentiras, intentando desenmascarar las
intenciones del otro.
Al menos…
Inukashi inhaló por la nariz. El aire gélido de la habitación, que no tenía
calentador, recorrió su cuerpo.
Al menos esos dos nunca se inventaron excusas el uno al otro.
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No creía que Nezumi y Shion hubieran compartido todo; especialmente Nezumi;
pero nunca se daban excusas entre ellos. No intentaban manipularse el uno al otro, o
encubrir sus opiniones verdaderas. Vivían el uno para el otro, no dando y tomando, ni
codiciando, ni calculando.
Inukashi nunca había tenido ese tipo de relación. Había madres que daban la
vida por sus hijos. Conocía a una chica que había vendido su cuerpo para mantener a
su familia; pero esos dos no estaban en ese tipo de relación de sacrificio. Uno de ellos
no tenía que destruirse para que el otro se salvara.
Amistad, amor, compañerismo, lástima, simpatía, empatía- no importaba qué
nombre le dieran, ninguno parecía encajar con su relación.
Ambos vivían por el otro, sin dar y tomar, sin codiciar, sin calcular, sin
sacrificarse. Tal vez estaba cansado, Inukashi se encontró envidiando esa relación-
sólo un poco.
Inhaló de nuevo.
Pero no tengo que sentir celos de ellos, tengo a mis perros. Los humanos
siempre te traicionaran algún día; nunca te retribuyen en cuerpo y alma, como los
perros. Los perros son suficientes para mí.
—Bien. —Los hombros de Rikiga se sacudieron y una sonrisa presumida cruzó
sus labios. Que horrible sonrisa. Él cometía casi cualquier crimen por dinero; no tenía
nada contra engañar, amenazar o estafar gente.
Sí, esa cara te queda mejor. El día que te pongas una máscara de bondadoso
buen Samaritano es el día que dejaré de hablarte.
—Sabes, Inukashi, no creo que quede mucho tiempo.
—¿Para ti? ¿Oh, en serio? Que pena. Eso mismo pienso yo, el alcohol te
envenena, viejo. Si vas a dejar algo, dámelo antes que sea demasiado tarde.
—¿Quién dice que estaba hablando de mí? Estaba hablando de No. 6.
—¿No. 6?
—Sí. La oh-tan hermosa y todopoderosa Ciudad Sagrada.
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—¿No le queda mucho tiempo? Dame los detalles.
La sonrisa de Rikiga se ensanchó. Mordiste el anzuelo, decía su sonrisa. Había
ocasiones en que tenías que morder el cebo, aunque vieras el anzuelo. Era un cebo
demasiado atractivo para ignorarlo.
—¿Está sucediendo algo extraño en No. 6?
—Sí, he estado viendo extraños movimientos en la ciudad, cosas que
realmente destacan.
Parecía que Rikiga hablaba en serio: la sonrisa se desvaneció de su rostro y el
sarcasmo desapareció de su voz. —Primero: ha habido reportados varios casos de
una extraña enfermedad dentro de la Ciudad. Ahora, aún no sabemos qué es o
si es contagioso; pero recuerdas lo que dijo Fura, ¿No? Que el Correccional, la
instalación recién construida y el Departamento de Salud e Higiene están
conectados. ¿Oíste? El Departamento de Salud e Higiene. Ahora veamos, ¿Qué
hace?
—Monitorea la salud y administra tratamientos a todos los ciudadanos…
—Exactamente. Lo que significa que esa extraña enfermedad también
está conectada al Correccional; entiendes lo que quiero decir, ¿Verdad?
—Más o menos. Puse atención durante la farsa esa.
—Aparentemente, la amiga de Shion fue prácticamente secuestrada y
llevada al Correccional. Y, aún es información no confirmada, pero… alguien
que estuvo involucrado en la construcción de las instalaciones dentro del
Correccional supuestamente tuvo una muerte repentina. Era un residente de
la ciudad, por supuesto.
—¿Fue asesinado?
—No estoy muy seguro, pero hay un hedor a muerte y proviene de la
ciudad. Y luego tenemos las ondas acústicas de choque. Fue lucha sin cuartel.
Un disparo, y el mercado había desaparecido. Usaron un arma bastante nueva
para volar los caserones; es como comer sobras en vajilla de plata.
—Buena metáfora, destila educación.
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—Vaya, gracias, —dijo Rikiga despreocupadamente. —Eso significa que la
ciudad está desarrollando armas en secreto, lo que está prohibido en el
Tratado Babylon; y ahora han empezado a usarlas abiertamente en público. La
Cacería que sucedió en esta ocasión probablemente era para probar su nueva
arma.
Inukashi giró el cuello en un amplio círculo.
Rikiga había corrido hasta allí, falto de aliento, preocupado por Shion- o
fingiéndolo- pero se las había arreglado para reunir información sobre la Cacería e
investigar los restos de destrucción en el camino. Tal vez había saqueado los
escombros y recogido cosas que podrían reportarle dinero mientras estaba en ello.
No puedes confiar en este tipo por cualquier cosa, es un hueso duro de roer, se
rio Inukashi mentalmente.
—¿No crees que últimamente ha estado agitado allá? —continuó Rikiga. —
Y mucha gente está muriendo. No en el Bloque Oeste, sino- en No. 6, la ciudad
ideal, la Ciudad Sagrada, que ha sido calificada así por todos. He tenido una
larga relación con esa ciudad. Solía aparentar ser remilgada e integra, nunca
pavoneándose como una utopía, pero ahora hiede. Nunca he olido que la
muerte provenga de ahí tan libremente, sin moderación. Por supuesto, hay
gente que ha sido asesinada, gente que comete suicidio, pero…
—No tan descaradamente.
—Sí. Cada muerte es encubierta y mostrada como una muerte tranquila
y pacífica. ¿Has oído de Residencia Crepúsculo?
—¿Qué es eso?
—Por fuera es un centro de cuidado terminal; podrías llamarlo hospicio.
A los pacientes enfermos a los que no les queda mucho tiempo de vida- en su
mayoría ancianos- los liberan de cualquier dolor, y pueden tener una muerte
pacifica, no muy diferente de un profundo sueño. Para eso dicen que es la
Residencia Crepúsculo.
Inukashi se aclaró la garganta; casi se iba a poner a salivar. Una muerte no
muy diferente del sueño: era algo que había deseado con todas sus fuerzas. Le
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envolverían la suavidad, calidez y cerraría lentamente los ojos; nunca despertaría. Su
corazón dejaría de latir lentamente, y su respiración se haría más espaciada, pero su
cerebro seguiría soñando y luego el sueño se deslizaría hacia la muerte. Viviría sus
últimos instantes sin estar sumido en la oscuridad. Estaría sonriendo.
Rikiga escrutó los ojos de Inukashi.
—Caramba, no pongas esos ojos de borrego; eres muy fácil de
entender. De lo que hablo es de la Residencia Crepúsculo, tal como la
describen las autoridades.
—¿Lo que significa….?
—Aparentemente las cosas son diferentes.
—¿Diferentes?
—La Residencia Crepúsculo no es un hospicio; es un terreno de
ejecución.
—¿Terreno de ejecución? ¿Eso existe dentro de la Ciudad Sagrada?
—Por supuesto, no es como el Correccional. No es evidente… todos los
pacientes llevados a Residencia Crepúsculo no viven lo que les queda de vida
y tienen una muerte natural… inmediatamente después de ser trasladados,
son drogados, les inducen el sueño, y-
Tal vez Rikiga sentía reticencia a decirlo en voz alta; sólo torció la boca y soltó
un largo suspiro.
—¿Pero por qué les hacen eso a los ciudadanos? ¿Con qué propósito?
—Porque son inútiles. —dijo Rikiga rápidamente, como si hubiera estado
esperando la pregunta de Inukashi. —No. 6 es así. Es despiadada contra la gente
que le es inútil. Si a esa persona lo único que le queda es esperar la muerte,
¿Entonces por qué no dejarlos ir rápido y fácil con drogas? Así hay menos
gastos; así piensan ellos.
Inukashi tembló. Se le estaba poniendo la piel de gallina.
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Ya había visto su cuota de muertes espeluznantes. Había visto tantas que no le
alcanzaría con los dedos de ambas manos para contarlas, aunque contara dos veces.
Había comprendido de corazón, y se había resignado al hecho de que en el Bloque
Oeste tenías que aceptar muchos tipos distintos de muerte; que la vida y la muerte
eran diferentes dentro y fuera de los muros, pero ¿Las muertes espeluznantes también
existían dentro de los muros como existían fuera?
—Anciano, ¿De dónde oíste eso?
—De mis clientes. Fura no es el único que sale a escondidas de No. 6,
buscando a nuestras damas. Las restricciones que están haciendo estos días
son suficientes para sacarme del negocio, pero aún tengo un par de clientes
que vienen. Entre ellos, algunos trabajan en un afiliado directo a la ciudad,
aunque no en una posición tan alta como la de Fura. Esos tipos hablan con las
chicas, sueltan la sopa, ¿Por qué crees que lo hacen?
—Porque- bueno- porque tienen ganas de hablar después de terminar, o
algo así… —dijo Inukashi con incomodidad.
—No, no, es porque no piensan en las prostitutas del Bloque Oeste
como humanas. Ni siquiera piensan que esas chicas podrían tener cerebros y
corazones como ellos; no creen que las chicas puedan pensar, o sentir
tristeza, así que sueltan la sopa. Para ellos probablemente sea como hablarle
a una roca junto al camino, es por eso que pueden andar divulgando secretos
del trabajo. Los humanos son animales comunicativos; no pueden callarse.
“No puedo hablar dentro de la ciudad, así que ¿Por qué no hablarle a las
prostitutas del Bloque Oeste? De todas formas probablemente ni siquiera
entienden mi lenguaje.” Eso es lo que piensan, pero esas chicas escuchan. A
veces incluso halagan a los tipos para hacer que hablen más.
—Y tú coges esa información y la vendes, o la usas para amenazar a la
gente para hacer dinero, eh, viejo.
—Bueno, hay una mezcla de información buena y mala. La mayoría es
inútil; pero en estos días, mis clientes de No. 6 están más comunicativos que
nunca. Antes, mayormente eran alardeos o mentiras exageradas… pero ahora
tenemos quejas, descontento… incertidumbre. Lo que conseguimos son
historias sobre la incertidumbre. Verás, Inukashi, No. 6 no es una utopía; la
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ciudad intenta tener bien sujetos a los ciudadanos para dominarlos, y eso
empieza a ser evidente, las costuras empiezan a deshilacharse. Los
ciudadanos comienzan a sentirse asfixiados en el interior; viven en la ciudad
ideal, y aun así ni siquiera pueden respirar. Y empiezan a preguntarse por
qué. Oí de un cliente que se quedó en la cama toda la noche, murmurando
“¿Por qué? ¿Por qué crees que sea así?”
—Ya veo. —Inukashi finalmente podía ver a dónde quería llegar. Entonces así
está la cosa. —Enfermedades extrañas, las nuevas instalaciones en el
Correccional, toda esa fuga de información, y esos montones de quejas,
insatisfacción, incertidumbre. ¿Estás diciendo que el gas empieza a elevarse
dentro de No. 6?
—Sí, gas. Puede que ahora sea poco, pero ¿Qué sucederá cuando se
haga más denso? —Rikiga extendió los dedos de ambas manos, haciendo un gesto
de explosión.
—¿Explotará? ¿Quieres decir que No. 6 va a colapsar desde el interior?
—Si todo va según lo planeado. Antes que la ciudad-estado No. 6 ejerza
su abrumadora fuerza militar- antes que pueda dominar el mundo y a los
ciudadanos con su poder, tenemos que lanzarle una chispa a ese gas. Y el
Correccional es donde comenzaremos; la mayoría de los misterios están
enfocados en ese lugar; intentamos pincharlo para obtener información. ¿No
te emociona saber lo que descubriremos?
—…Y eso es lo que dijo Nezumi.
—Idiota. ¿Cómo se le podría ocurrir a un niño como él, una teoría tan
avanzada como esta?
—Avanzada, sí. Ningún cerebro alcohólico sería capaz de pensar en ella.
¿Qué pasó con la conversación sobre dinero, eh? ¿El tesoro va a volar por los
aires con la explosión, y lloverá sobre nuestras cabezas?
—No lloverá sobre nuestras cabezas. Tenemos que desenterrarlo.
—¿Desenterrarlo?
—Se supone que hay un escondite en el sótano del Correccional.
Título: No. 6
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—¿Escondite? ¿En el espacio blanco?
—No estoy muy seguro de la localización exacta, pero los rumores dicen
que los peces gordos de No. 6 tienen escondidas varias cientos de miles de
toneladas de lingotes de oro sólido.
—Oro… ¿Dijiste lingotes de oro?
—Cientos de miles de toneladas de lingotes de oro; podrían ser barras,
no lo sé. ¿Y? ¿No te sientes ciego de sólo imaginar todo ese brillo?
—Pero… bueno, ¿Dónde conseguiste esa información?
—De una chica por supuesto, una pelirroja llamada Sulu, que estuvo con
un cliente que trabaja en el Departamento de Finanzas. Muy bonita.
A Inukashi no le interesaba la mujer pelirroja. Su interés estaba mucho más
espoleado por los lingotes de oro que por la carne humana.
—Así que lo escuchaste de ella.
—Sí, aunque era una historia de cama, así que no estoy cien por ciento
seguro de su credibilidad. Pero es plausible, ¿No? Una montaña de oro en un
lugar donde es imposible infiltrarse o escaparse. Es mucho más seguro para
esconder algo que cualquier otro lugar. Yo diría que es bastante creíble.
—¿Y vamos a poder adueñarnos de él?
—Nos adueñaremos de él. Cuando No. 6 empiece a derrumbarse, el
lugar completo será un caos, si tomamos ventaja de eso… ¿Qué te parece?
Inukashi gruñó bajito. Sonaba como un sueño, ¿Simplemente debería reírse y
decir que era una historia estúpida, o seguir con el cuento de hadas, sólo porque sí?-
—¿Nezumi planea destruir el Correccional?
—¿Eve? Podría querer; no puede crear mucho, pero con seguridad sí
puede destruir. No, ¿Por qué no lo dejamos hacerlo? Dejemos que haga un
espectáculo.
Título: No. 6
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El Correccional- la mismísima encarnación del miedo- se derrumbaría. El
corazón de Inukashi bailó solo de imaginar la plena destrucción.
El Correccional colapsando y los montones de oro brillando. Recibiría dos de las
mejores compensaciones que jamás podría tener, con esas dos manos. Tal vez valía la
pena el desafío, sin embargo-
Inukashi se lamió los labios. Inhaló, llenándose la nariz del olor a perros que
impregnaba la habitación.
Sin embargo, si tenía que invertir su propia vida en ese capital, declinaría.
Preferiría permanecer en las ruinas muriéndose de hambre, pero vivo, con sus perros,
que morir enterrado en oro.
—¿Qué necesito hacer? Si es algo arriesgado, no me apunto.
—Lo sé, lo sé. No te pondría en peligro, simplemente necesito tus
conexiones.
—¿Conexiones?
—Hay un hombre que te envía las sobras del Correccional, ¿O me
equivoco?
Inukashi estrechó los ojos y apretó un poco la mandíbula. Detrás del hombre,
de mediana edad, ahogado en alcohol, Nezumi mostraba su característica sonrisa
irónica, podía verla.
Buen trabajo, Nezumi. Ablandaste este hueso duro de roer. Tienes buenas
habilidades en la cocina.
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Muchos sentimientos y deseos diferentes se mezclaban, fundiéndose y
retorciéndose dentro de Rikiga: genuina compasión por Shion, impulsos destructivos,
un fuerte deseo de ver a No. 6 derrumbarse frente a sus ojos; y más que nada, una
fijación por los lingotes de oro. Nezumi lo había usado a su favor, lo había utilizado
como ventaja de forma muy astuta, le había dado ordenes y de esa forma lo
controlaba. Era algo furtivo, pero también era posible que Rikiga estuviera plenamente
consciente de que estaba siendo controlado, y hubiera aceptado actuar de marioneta
por Shion y por los lingotes de oro; por ambición y amor.
Inukashi suspiró. Eran como un mapache y un zorro6 intentando engañarse el
uno al otro. Repentinamente comenzó a extrañar a Shion; era un misterio andante,
claro, pero era cien veces mejor que un viejo mapache y un zorro demoniaco. Inukashi
extrañó sus acciones ingenuas y torpes; su forma seria y absurda de decir las cosas
directamente; su sonrisa despreocupada. Quería ver a Shion.
—Recibes una cantidad sustancial de sobras, ¿No? Esa ruta no ha sido
bloqueada, ¿O sí?
6 En el folclore japonés, el mapache y el zorro son conocidos por ser engañosos y astutos.
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—No. —No había sido bloqueada. El hombre que estaba a cargo de la
eliminación de residuos no sólo revendía las sobras, sino también las prendas y
pertenencias de los prisioneros, todo por rutas secretas. No se había quejado ni una
vez de estar asignado a la eliminación de los cadáveres; era el departamento donde se
reunían toda la basura y los cuerpos del edificio. Estaba dentro del Correccional, y era
considerado de la menor importancia, por esa razón la administración era tan relajada;
pero probablemente sería imposible utilizarlo como asidero para colarse en el
Correccional, mucho menos para volver a salir. El hombre había dicho que no se le
permitía dar ni un paso dentro del Correccional desde el depósito de eliminación de
residuos. La puerta que conducía allí simplemente no se abría.
—¿Sería útil en algo…? —dijo Inukashi vacilante.
—Lo será. Cualquier cuchillo, no importa lo mellado que este, tiene su
utilidad.
—¿Eso también lo dijo Nezumi?
—¿A quién le importa? Claramente tienes algo contra Nezumi, y es algo
grande. Mira, Inukashi, mantén abierta la línea con ese hombre, será útil. Si
puedes, mantenlo controlado.
—Entendido. —¿Cuál era su nombre? El hombre tenía una cara larga y delgada
con cejas caídas y suspiraba un montón. Se preocupaba por su familia- y se había
quejado de que ni siquiera le permitían decirles que estaba trabajando en el
Correccional, y que sería despedido instantáneamente si lo hacia. “Eso de verdad te
desanima, ni siquiera poder decirle a tu propia hija en qué trabajas,” había dicho.
¿Hija? Oh sí, tenía una hija. También había dicho que un bebé estaba en camino… y
que necesitaba dinero; quería una buena cantidad para mantener a su familia- sí, no
será tan difícil suavizarlo.
—Necesito dinero. Me vas a proveer de cierta cantidad, ¿Cierto,
anciano?
—Lo sé, lo sé. No quiero forzarte a que eches mano de los ahorros que
cargas ahora mismo en tu bolsillo. —Rikiga se rascó la barbilla y sonrió. —¿Yendo
tras los ahorros del carnicero, eh? Tienes la vista aguda. Mi admiración por ti
se ha renovado, Inukashi.
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—Lo mismo digo. ¿Quién diría que lo averiguarías tan rápido? Muy
impresionante, me asombras.
Puf, el mapache. Cuando se trata de él, nada le pasa desapercibido.
Inukashi acababa de encoger los hombros cuando el bebé empezó a llorar.
Rikiga se levantó de la silla.
—¿Qué es eso?
—¿Qué es qué?
—Ese sonido, es un bebé llorando.
—¿Eh? No escucho nada, —dijo Inukashi con indiferencia. —¿Ahora tienes
alucinaciones auditivas, viejo? Mis condolencias.
Después de fulminar a Inukashi con la mirada, Rikiga se dirigió a largas
zancadas hasta donde los perros estaban acostados, en la esquina de la habitación.
Inmediatamente se levantaron y empezaron a gruñirle amenazadoramente.
—Inukashi, ¿Qué es esto?
—Mis perros.
—¿Ese llorón también, el que está acurrucado entre los perros? ¿Es una
nueva raza? Porque no tiene cola.
El llanto volvió con renovadas fuerzas. De mala gana, Inukashi cogió al bebé en
brazos. Rikiga sacudió la cabeza.
—¿Para qué lo recogiste? ¿Planeas venderlo?
—No lo recogí, me lo enjaretaron, —dijo Inukashi obstinadamente. —Tu
pequeño ángel.
—¿Shion?
Inukashi dio una breve explicación y Rikiga asintió con una expresión solemne
en el rostro.
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—Suena como algo que Shion haría. Seguramente se le ocurrió
instantáneamente esconder al bebé. Cuando su propia vida estaba en riesgo…
es la encarnación de un ángel.
—Los ángeles no les enjaretan los bebés a otra gente. Puf, bonita carga
la que me ha dado.
—No te quejes, piensa en cómo debió sentirse Shion. El pequeñito tiene
una cara adorable. Es un niño, eh. ¿Cuál es su nombre?
—Shionn.
—¿Eh?
—Botó esta cosa a mi cuidado, así que también puede tener el mismo
nombre. Oye, anciano, ¿No te parece que los ojos del niño son iguales a los de
Shion?
—Mmm, ahora que lo mencionas, son del mismo color, —dijo Rikiga
pensativamente. —Y son claros, como los suyos. Ojos hermosos.
—¿Verdad que sí? Es un niño angelical. Así que llévatelo a casa, ¿Ok? —
Le ofreció al bebé en brazos. Rikiga retrocedió, sacudiendo la cabeza.
—No, lo siento, soy soltero.
—Bueno, igual que yo; pero tienes toneladas de mujeres con enormes
pechos, anciano.
—Sí, pero ninguna de ellas puede amamantar. Aquí, por otro lado, ni
siquiera necesitas pañales porque los perros limpiaran al bebé. Incluso lo
mantendrán caliente. Tú creciste igual, ¿No? un ambiente brillante para criar
niños… oh, ya sé, conseguiré un poco de leche en polvo y te la enviaré.
—Shion dejó al bebé, sabes, —dijo Inukashi con intención.
—También te conseguiré una cobija esponjosa y limpia. Y no sólo una-
dos o tres. Bueno, entonces nos vemos, Inukashi. Vendré pronto.
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Con un despliegue de pasos apresurados, Rikiga salió volando de la habitación.
Aparentemente su habilidad para escapar rápidamente aún no se había deteriorado.
El bebé sonrió en los brazos de Inukashi; sujetó su largo cabello y sonrió
felizmente.
—Oye Shionn, eso duele. No te propases. —Inukashi picó la nariz del bebé y
Una amplia sonrisa se extendió en su minúsculo rostro. —¿Estás feliz de tener un
nombre? Entonces debes seguir vivo hasta que papá regrese, ¿Ok?
Una brisa sopló dentro de la habitación. El cielo estaba completamente cubierto
de nubes grises.
Sobrevive, Shion. Vive para venir a recoger a este pequeñito.
Murmuró esas palabras como una oración mientras volteaba el rostro hacia las
nubes de tormenta a la deriva.
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Capítulo 4.
Un nombre para la blanca oscuridad
¡Mi hermano mayor es un caníbal!
Soy hermano de un caníbal.
Aunque no soy victima del canibalismo, ¡Es lo mismo ser hermano de un
caníbal!
-Lu Xun, diario de un loco”7
Shi-o-n. Intentó decir su nombre. Desde que había sido llevada allí, ¿Cuántas
veces lo había llamado? Sin importar cuántas veces lo llamara, su voz nunca llegaría
hasta él.
Safu dejó escapar un profundo suspiro. El sonido de su suspiro alcanzó con
intensidad sus oídos, y no sólo era su suspiro: los débiles sonidos de su propio cuerpo
mientras cambiaba de posición, el latido de su corazón, e incluso el nombre que
pronunciaba silenciosamente, todo resonaba intensamente, cada sonido claramente
definido. Su vista, por el contrario, siempre estaba blanca, vaga y turbia. Era como si
estuviera dentro de la neblina.
¿Dónde estoy? Dejo vagar la mirada.
Era un mundo blanco, como si estuviera viendo a través de capas y capas de
cortinas de encaje; un mundo envuelto en niebla. La primera vez que se despertó,
había creído por un fugaz instante que estaba vagando dentro de un denso bosque,
pero pronto se dio cuenta lo diferente que era. La única cosa aquí era la blanca
oscuridad que enturbiaba su visión. No había aves cantando en los doseles de los
árboles; ni un arroyo borboteando, ni los susurros de los árboles. No había aroma a
flores, ni el olor a tierra. Era un sitio sin olor, sin sonido. Sólo los sonidos de su propio
cuerpo y alma se hacían más y más claros cada día.
Dentro de un denso bosque…
7 Traducción propia.
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Safu suspiró de nuevo. Una vez había caminado con Shion por un bosque,
aunque era el parque forestal en el centro de No. 6; así que los animales y plantas
habían sido examinados detalladamente y manipulados por manos humanas. “No creo
que un lugar como este deba llamarse bosque,” había dicho Shion, haciendo una
mueca con claro disgusto.
Oh, lo recuerdo. ¿Hace cuantos años fue? Puedo recordarlo con tanta claridad.
Safu sonrió y una sensación de felicidad atravesó su cuerpo; era muy cálido y
confortable. Cada vez que pensaba en Shion, cada vez que revivía las horas que había
pasado con él, podía sonreír.
Recuerdo, estaba a su lado, y fui muy feliz. Shion, ¿No te parece que los
recuerdos son asombrosos? Los recuerdos de estar contigo aún me traen felicidad. Sí,
es verdad, no he olvidado ni un detalle: El tono de tu voz, tu mirada, tus gestos, tu
olor… no he olvidado nada.
Una vez, mientras caminábamos por la zona de hayas en el Parque Forestal, me
dijiste.
—Lo llaman bosque, pero es un lugar controlado por humanos; no
siento que sea correcto llamarlo bosque. Desearía que al menos nos dejaran
caminar en el bosque natural del Bloque Norte; aunque es difícil conseguir
permiso.
—Pero también es tu lugar de trabajo, ¿No?
—Por eso puedo decirte lo mucho que lo controlan, creo que la
naturaleza debería ser más impredecible- como algo que sobrepase la
inteligencia humana. Safu, ¿No sientes nada malo al respecto?
—Mmm. Bueno, en realidad no siento mucho desagrado, —Había
meditado en voz alta. —Aquí es tan hermoso, después de todo. —Safu dejó vagar
la vista entre las numerosas ramas que enmarcaban el cielo. Las hojas de haya
empezaban a amarillearse; capturando los rayos del sol que bajaban del claro cielo
otoñal, lucían casi como si brillaran.
—Oh, ¡Mira! —Había dicho.
—¿Mm?
Título: No. 6
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—Ahí estaba una ardilla, se fue corriendo por esa rama.
—Las hayas dan frutas en esta temporada, por eso los animales vienen
buscando comida.
—¿Puedes comerte la fruta?
—Sí; en realidad son nueces. Usualmente crecen de dos o tres,
acomodadas en una cúpula.
—¿Qué es una cúpula.
—Lo que encuentras en los frutos del encino de Mongolia, y el encino
aserrado8… se llaman, eh, bellotas. Lo que está abajo es parte de ellas.
—Oh, creo que sé de lo que hablas, —Safu sonrió y Shion también. Su
sonrisa, brillando con los rayos del sol que atravesaban los árboles de haya, se clavaba
en sus ojos, se clavaba en su corazón. Entonces había estado sonriendo, pero también
había estado a punto de soltarse a llorar.
Estábamos caminando juntos, sólo nosotros dos. ¿Pero de qué hablabas?
¿Nueces? ¿Cúpulas? ¿No puedes ser un poco más sensible con tu conversación?
¿Alguna vez se te ocurrió no decir nada, sólo acurrucarnos juntos y sentir la
respiración y calidez del otro? Shion, ¿No querías abrazarme? ¿No querías amarme?
Supongo que no, aunque parecía que disfrutabas estar conmigo. Te reías un
montón, y eras más comunicativo de lo normal. Oh, sí, sí, sólo fue una vez, pero
incluso lo dijiste en voz alta.
—Es divertido pasar el tiempo contigo, Safu.
No creo que estuvieras mintiendo, eres la clase de persona que nunca podría
mentir.
Shion, ¿Disfrutabas pasar el tiempo conmigo?
Sí, mucho.
¿No sería agradable si pudiéramos estar juntos por siempre?
8 Respectivamente, Quercus mongólica y Quercus acutissima. Ambos producen bellotas. El último es un
encino originario del este de Asia, China, Corea y Japón. También ha sido introducido a Norte américa.
Título: No. 6
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Claro que sí. Safu, eres la más importante…
Te preocupas por mí, me quieres, pero no me amas. No sientes por mí la clase
de deseo que quema de anhelo tu cuerpo.
Safu, eres mi amiga más importante.
Eres una persona cruel, tan cruel que es casi insoportable. No creo que nadie
pudiera ser tan amable, inocente y cruel como tú.
Shion, ¿De quién estás enamorado? ¿Por quién te quemas de deseo?
Conociéndote, probablemente la amarías sólo a ella, devotamente, y tan
sinceramente hasta el punto de ser absurdo. Ambos compartirían vida y muerte, pero
se encaminarían hacia la vida en vez de hacia la muerte.
Shion, ¿A quién amas? ¿A quién deseas? ¿Por qué no puedo ser yo?
Las cortinas blancas se agitaron y apareció una sombra oscura y brumosa.
De nuevo es ese hombre.
El hombre que olía a sangre.
—Hola, Safu. —Parecía que el hombre estaba levantando la mano. —¿Cómo
te sientes? —Incluso de su voz goteaba sangre. No quería conversar con él, no quería
hablar, no quería que él se acercara más.
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—Parece que puedes escucharme bien, pero querida, ¿Qué clase de
respuesta es esta? ¿No te gusto, Safu? —El hombre se rio entre dientes, era una
voz oscura y amortiguada. Sólo su voz reía, su corazón no. —No hay nada más
doloroso que ser odiado por ti. Ya veo, ¿Te disgusta mi voz? Dios, que horrible
respuesta.
—No puedo… ver…
—¡Oh! ¿Es una respuesta sonora? ¿Ahora tienes ganas de hablar
conmigo, Safu? Estoy encantado de poder tener una conversación contigo,
nada me gusta más. Vamos, inténtalo de nuevo.
—No puedo… ver. Sólo… veo blanco.
—¿No puedes ver? Oh, sí, probablemente aún no puedes, aún no te has
recuperado por completo. Las funciones de la vista son las más lentas en
recobrarse. Casi, ya casi estás, Safu; en un poco de tiempo, esas cosas
brumosas se harán más claras. Entonces finalmente serás capaz de mirarte a
ti misma. —El hombre se rio de nuevo, esta vez de corazón; una risa aguda y un
tanto vulgar que daba escalofríos, Safu sintió un escalofrío de aprensión.
—Ah, ¿Te he hecho sentir mal de nuevo? ¿Mm? Esas ondas, Safu, ¿Es
miedo lo que sientes, en vez de disgusto? —El hombre se acercó más y sus dedos
la tocaron.
—Detente… ve…te…
—Safu, no hay nada qué temer, mi intención no es para nada lastimarte.
Eres tan hermosa que si digo que eres la persona más hermosa que he
conocido sería una subestimación. Verás, es por eso que quiero hacerte feliz.
—Fe… liz…
—Sí, feliz. No sentirás ningún sufrimiento o tristeza, y nunca te
enfermaras o tendrás que retorcerte de dolor, nunca envejecerás; de hecho,
la muerte ni siquiera existirá. Quiero darte esa felicidad.
El hombre se hizo más elocuente. Las palabras salían de su boca como si
estuviera poseído.
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—Safu, eres hermosa, —dijo. —Voy a confesarte la verdad, no puedo
mentirle a la gente hermosa; por favor no te enojes. Al principio simplemente
quería una muestra que perteneciera a la élite, es por eso que te traje aquí;
no importaba, mientras fuera un élite. Oh, pero uno femenino. Sí, uno
femenino… necesitaba una muestra mujer; pero eras tan hermosa que me
robaste el corazón, no podía tratarte igual a las otras muestras. Es por eso
que estás aquí, donde pueda alcanzarte. Verás, Safu, pronto dejarás de
temerme, y empezaras a sentirte agradecida.
—No… no… eres… espeluznante…
—Una persona tan inteligente y hermosa como tú no debería quejarse
como una niña obstinada. Dime, ¿No eras una estudiante especializada en
funciones cognitivas? Tuve la oportunidad de leer la tesis que presentaste
para solicitar el intercambio estudiantil; era sobre la columna cortical, en las
funciones de las estructuras menores dentro de la corteza cerebral, ¿Cierto?
“La columna cortical como módulo funcional: El mecanismo del procesamiento
de información compuesta” así se llamaba. Era muy interesante, aunque el
planteamiento era bastante torpe; pero para ser la tesis de un estudiante, era
de primera categoría.
Otra cortina blanca fue apartada y el hombre se convirtió de una figura oscura y
sombreada a una con forma humana.
—¿Oh? Parece que tu vista está recuperándose también. Estoy
consiguiendo buenas cifras, no sólo eres hermosa e inteligente, también eres
saludable, el ideal supremo. Soy muy afortunado de haber conocido a alguien
tan ideal como tú.
¿Mi vista está regresando? ¿Puedo escapar de este mundo blanco?
No apareció felicidad en el corazón de Safu, no percibió la sensación de libertad;
por el contrario, estaba aterrorizada. Le aterrorizaba el momento en que las cortinas
se correrían, cuando la niebla se aclarara, lo que vería, lo que tendría que ver.
Shion, quiero verte, quiero mirarte, quiero escuchar tu voz. Eres el único al que
busco.
Shion.
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—Safu.
Lo había escuchado, había escuchado su amada voz pronunciando su nombre.
—¿Mm? Oye, Safu, ¿Qué pasa? ¿Qué es esta respuesta? ¿De dónde
recibes este estímulo?
Shion.
—Safu. Espérame.
Shion.
—Iré allí, te salvaré.
Shion.
Shion está cerca. Está cerca de mí.
Un estremecimiento de alegría recorrió el cuerpo de Safu. Había nacido la
esperanza; la esperanza era fuerza, era una energía abrasadora que se avivó y
recorrió todo su cuerpo.
Shion, tú eres mi esperanza, espero por ti, esperaré que vengas a mí.
Shion.
* * *
Estaba sujetando un puñado de cabello, era largo y resistente; no podía decir
de qué color era; lo aferró como si se tratara de un salvavidas y subió. Estaba
escalando una montaña de gente apilada y doblada una sobre otra. Estaba subiendo,
subiendo, acuñando sus pies, pisando sobre las cabezas, nalgas, hombros y piernas de
la gente para seguir avanzando.
Algunos emitieron un gemido cuando el pie de Shion se apoyó en ellos. Casi
gritó, pero el grito se quedo atorado en su garganta, y vibró allí. Un rincón de su
mente punzaba, y los músculos de su espalda están tensos y rígidos como una tabla.
El sudor resbalaba por su espalda y pecho, empapando su cuerpo por completo.
Había estado preparado para esto.
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Desde el momento en que decidió infiltrarse al Correccional, se había preparado
a si mismo; había creído que estaba preparado, pero esa resolución se había hecho
añicos, se había destrozado sin dejar rastro. Después de experimentar este infierno,
¿Podía decir con certeza que quería entrar al Correccional? Se lo preguntó una y otra
vez dentro de su cabeza, lo que solamente generaba un dolor sordo.
¿Entonces qué harás, Shion?
Por supuesto que entraré.
Pero no podía decirlo con seguridad, ni siquiera podía asegurárselo a sí mismo.
Que frágil decisión, una decisión desganada.
Levantó la cara y miró la figura de Nezumi. La brecha entre ellos parecía ser tan
ancha como el Cielo y la Tierra: Nezumi, que conocía este infierno y ya había estado
allí; y él, que jadeaba por la dificultad de su declaración ignorante y poco genuina.
Eran demasiado diferentes.
No era extraño si lo llamaba chiquillo ingenuo, o lo despreciaba por ello; era
cierto.
Su pie se resbaló, mientras se lanzaba hacia delante y aferraba algo, sintió algo
suave y maleable en los dedos. Había agarrado la cara de alguien, que yacía de lado;
su dedo índice se hundió en la nariz de la persona. El dolor en la cabeza de Shion se
hizo peor, se sintió mareado; la fuerza estaba abandonando sus manos y piernas. Ah,
no puedo…
—¡Shion! —Lo estaban sujetando de la muñeca y jalando hacia arriba. —Aquí
estamos.
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—¿Aquí?
—En la cima, bueno, sólo estamos a mitad del viaje. Pero por ahora,
felicidades por un trabajo bien hecho.
La cima de una montaña de gente, eh.
—Es una lástima que no hayamos traído el almuerzo. ¿De todas formas
quieres tomar un descanso?
—Un descanso… ¿Aquí?
—Si conoces otra área de descanso, entonces allí.
Un tumulto de gemidos se elevó desde abajo; se elevaban, literalmente, de
donde estaban parados.
—Aún hay… gente viva... —dijo Shion vacilante.
—Probablemente unos cuantos; los que cayeron primero seguro no
lograron sobrevivir, los que cayeron en segundo y tercer lugar, podrían tener
huesos rotos, si fueron afortunados. Verás, Shion, tuvimos suerte de estar en
el segundo grupo, si hubiéramos sido los primeros nos hubiéramos
estampado directamente contra el suelo.
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Shion recordó lo que sintió en el momento de caer. La sensación de caer encima
de cuerpos humanos; había utilizado a la gente del primer grupo como cojín, para
disminuir el impacto de su propia caída, a esas personas desafortunadas que se habían
estampado en el suelo.
¿Puedo llamarlo siquiera suerte?
—¿Estás bien? —dijo Nezumi. —Si tienes nauseas, te sentirás mejor si lo
sacas todo.
—Nezumi…
—¿Mm?
—Lo siento.
—¿Eh? ¿Por qué te disculpas?
Shion se cubrió la boca con las manos. El hedor a sudor y sangre, los gemidos
de la gente moribunda, todo lo envolvió, se clavaron en su carne y corroyeron sus
huesos.
Esto es todo lo que puedo soportar, no puedo aguantar aún más.
—No… puedo hacerlo. —Sólo pudo llegar hasta allí, era lo mejor que podía
hacer, no podía dar ni un paso más. Si Nezumi no hubiera sujetado su muñeca allá
atrás, se hubiera caído cuesta abajo. No podía hacer nada solo.
—Sólo… me convertiré en un obstáculo para ti.
—¿Para qué traes a colación noticias viejas? Siempre has sido un
obstáculo, nunca has sido más que eso.
—Nezumi… déjame aquí.
—¿Te vas a quedar solo?
Asintió.
—Morirás, Shion.
—Lo sé, —susurró.
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—No morirás sin sufrir dolor, —dijo Nezumi. —No sé cuantos días estarás
así. Puede ser invierno, pero si estos cuerpos se quedan aquí, empezaran a
pudrirse. Te volverás loco por el hedor de la descomposición, o te desmayaras
eventualmente por la deficiencia de oxigeno y te debilitarás, o…
—O… puedo morir por mi cuenta.
—Shion, no tomes la muerte a la ligera; si la subestimas, vendrá a
morderte el trasero ¿Tienes algún veneno de efecto instantáneo a la mano,
eh? ¿Cómo vas a matarte aquí, sin un cuchillo para cortarte la garganta, sin
una cuerda para colgarte? Puedes intentar morderte la lengua, o saltar desde
aquí, pero no morirás fácilmente.
—Tú… tienes un cuchillo, —dijo Shion con voz ronca.
Los hombros de Nezumi se contrajeron.
—Así que a eso te referías.
Sujetó rudamente el cabello de Shion, le echó atrás la cabeza y puso el cuchillo
en su garganta desnuda. Shion sintió que la hoja afilada se deslizaría por su piel si
respiraba profundamente.
—¿Me estás pidiendo que te mate? —siseó Nezumi.
Shion inhaló en silencio. ¿Qué pasaría si la mano de Nezumi le cortaba la
garganta justo allí? ¿Su sangre chorrearía e impregnaría a Nezumi de carmesí?
—Shion. —La voz de Nezumi tembló. —¿Intentas hacer que te mate?
—¿Eh?
—No me digas eh. Te estoy preguntando si intentas hacer que mate a
más personas de las que ya he matado.
—Nunca… —Shion sacudió la cabeza y los dedos de Nezumi se apartaron. —
Nunca querría eso. Odiaría que lo hicieras.
Un largo suspiro. La perra anciana que tenía Inukashi solía suspirar de una
forma parecida.
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Dios. ¿Qué vamos a hacer contigo, niño?
—Mira, piénsalo, —dijo Nezumi lacónicamente. —Si te rajo la garganta, es
asesinato, si te doy el cuchillo, estaría asistiendo tu suicidio. Como sea, tengo
que tomar la culpa por tu muerte. ¿Me estás ordenando que cargue con la
peor parte? Y además…
Sujetó a Shion del cabello, más fuerte que la vez anterior.
—¿Entonces para qué memorizaste el plano del Correccional? Apenas es
cuando empezamos a necesitar más tu cerebro, no voy a dejar que renuncies
al partido ahora. No lo permitiré.
Su cabello estaba siendo jalado sin piedad. El dolor clavó agujas en su
consciencia delirante.
—Sin ti será casi imposible escapar de aquí. Si quieres morir, no te
detendré; pero hazlo después que salgamos de aquí. Entiendes lo que estoy
diciendo, ¿Verdad?
—Bastante bien.
—Entonces escucha. Apenas empieza. ¿Entiendes, Shion? Te necesito.
—Sí.
Shion le ordenó a sus piernas que se mantuvieran firmes; apenas pudo
mantenerse en pie.
—Buen chico.
—Sí.
—Vamos, entonces.
—Ok. —Shion no tenía idea de a dónde irían a continuación, si iban a subir o
bajar. No pensó en preguntar, no tenía energía. Sólo podía reunir toda la fuerza que
pudiera y seguir a Nezumi. Si su existencia podía ser necesaria para él, entonces era
más atractivo que morir de un golpe. Sentirse así significaba que aún tenía voluntad de
vivir, aún tenía… la voluntad. Así que después de todo, su alma no se había marchitado
por completo.
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Nezumi emitió un corto silbido y una nota alta y clara resonó en la oscuridad.
Después que el sonido muriera, cayó el silencio, incluso se acallaron los gemidos de los
moribundos.
Chit.
—¿Eh?
Chip- chip.
Un par de puntitos brillantes aparecieron en la oscuridad; eran de un color que
Shion recordaba.
—¿Hamlet? —era el color de los ojos de los ratoncitos. Eran las estrellas rojas
en la almohada de Shion cuando estaba listo para dormir; estaban en la cima de la alta
pila de libros; bajo su cama, siempre centelleando.
—No es Cravat o Tsukiyo, ¿Es…?
—Te dije que no les dieras nombres raros a los ratones, —dijo Nezumi con
molestia. —Y además, ¿Qué diablos estarían haciendo aquí?
—Tienes razón.
—Pero tienes razón sobre la parte de los ratones. Es un ratón sin
nombre. —Nezumi silbó de nuevo, esta vez fue una melodía. Las luces rojas
desaparecieron durante un momento, y cuando Shion parpadeó de nuevo, estuvieron
justo a su lado. Nezumi desató una delgada cuerda de su muñeca y se la arrojó
suavemente a las luces rojas.
—Es toda tuya.
Chip-chip-chip, chilló el ratón. La luz desapareció- el ratón había salido
corriendo sosteniendo en la boca el extremo de la cuerda.
—Oh… es joven.
—¿Qué has dicho?
—El ratón sin nombre; es más joven que Hamlet y el resto, ¿Verdad?
—¿Cómo puedes saberlo? Ni siquiera puedes ver nada.
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—Oh… bueno, sólo tuve el presentimiento. Como si aún fuera joven.
Después de unos segundos de silencio, escuchó que Nezumi chasqueó la
lengua.
—Caray, tus instintos parecen agudizarse en los momentos más
extraños. No sé si eso hace más fácil o difícil tratar contigo.
—Sólo dije lo que siento.
—Pffff, —Nezumi bufó despectivamente, —mucha conversación para
alguien que estaba a punto de rendirse hace un minuto, ¿Eh? Significa que
aún tienes fuerza de sobra.
—Dijiste que me necesitabas, así que haré mi mayor esfuerzo.
—Dios, suenas como un niño. Sólo necesito tu cerebro. Pronto tendrás
que correr con todas tus fuerzas, disfruta las vacaciones mientras puedas.
Mira, toma esto.
Shion sujetaba una cuerda. Pudo ver que estaba tejida de fibra especial; se
sentía flexible y resistente en sus manos. Dependiendo de cómo la usaras, la fibra
especial podía utilizarse para sujetar y cargar una tonelada de peso, o cortar
limpiamente un simple cabello. La cuerda había sido sujeta a algo, porque estaba
tensa.
—Amárrate la cuerda a la muñeca. Amárrala con fuerza y luego volarás.
—¿Volar?
—Sí, volarás atravesando la oscuridad como un ave nocturna. ¿Ya la
amarraste?
—Sí.
—Muy bien, vamos a saltar. Coge aliento. —Acercó a Shion, y éste voló por
el aire, medio cargado por Nezumi. La oscuridad se balanceó a su alrededor, sintió
como si se hubiera convertido en un péndulo, pero pronto su cuerpo golpeó una pared.
Olió tierra.
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—Agarra la cuerda con ambas manos. No te quedes colgado, apoya un
pie en la pared. Aplica tus habilidades de escalar rocas, Shion.
—Lo siento, nunca he hecho escalada en rocas, —se dijo una y otra vez
para calmarse. El olor a tierra que llegaba a su nariz le dio coraje; no era sangre, o
vómito, o el hedor de gente moribunda. Shion inhaló una bocanada de aire. Nezumi
subió primero, como para mostrarle cómo hacerlo.
—No es mucha distancia. Tomate tu tiempo al subir, es mucho más fácil
que subir una montaña de gente.
—Puedes asegurarlo, —replicó Shion. Pero era una tarea desalentadora subir
una pared que era casi perpendicular. Shion sintió que se esforzaba sin resultado
alguno.
—¿El ratoncito subió por aquí? —preguntó.
—Tienen sus propias rutas. En verdad amas los ratones ¿no? mira, pon
tu mano allí, en la roca que sobresale… sí. Ahora aquí: hay una ranura,
¿Cierto? Quédate así y levanta el cuerpo.
Guiado por las precisas instrucciones de Nezumi, Shion afrontó la pared con
toda su concentración. Parecía que Nezumi sostenía la cuerda con una sola mano, a
veces se balanceaba inestable. Probablemente la cuerda no era lo suficientemente
larga para que ambos se la enredaran en las muñecas.
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Soy mucho peor que un obstáculo, podría estar arriesgando la vida de Nezumi.
Así de incapaz soy.
Shion estaba enfrentado con otra realidad.
Soy impotente. Pero…
“Te necesito.”
Saboreó a fondo las palabras en la boca, eran como un afrodisiaco. Podía
sentirlas templando su cuerpo. Shion enterró las uñas en la pared de tierra y continuó
su lento avance hacia arriba.
Sus dedos tocaron algo duro. En el momento que lo notó, se sintió siendo
jalado hacia arriba. Cuando cayó de cara, falto de aliento, sintió la misma sensación de
algo duro en su mejilla; también estaba frio al tacto.
¿Es… roca?
¡Chip-chip-chip!
El alegre chillido de ratoncitos. Sintió pequeños animales trepando por su
espalda. Cravat y el resto se subían a su espalda de esa forma, en sus atrevidas
demandas por comida o juego.
Shion se levantó con cuidado y se desamarró con cuidado la cuerda alrededor
de la muñeca; el otro extremo estaba asegurado fuertemente a una roca que
sobresalía, era extraña; había un hoyo redondo perforado en la punta. El ratón había
pasado la soga varias veces por ese hoyo para atarla con fuerza. Tal vez había sido
entrenado para hacer eso. Si era así, entonces esta roca también era un objeto hecho
por el hombre, ¿colocado como un atracadero para una nave? Desató la cuerda y la
enredó en su brazo.
Intento darle el rollo a Nezumi, pero Nezumi no levantó la mirada de donde
estaba acuclillado en el suelo. Su respiración era trabajosa, a pesar de lo atlético que
era. No era para sorprenderse, había cuidado de Shion, dándole instrucciones y
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apoyándolo durante la escalada hasta allí. Probablemente había gastado mucha más
energía de la que le hubiera costado si hubiera subido por si mismo. El corazón de
Shion dolió.
—Nezumi… lo siento. Yo…
—No te disculpes. —Su voz, un poco más ronca de lo normal, cortó a Shion.
—Te disculpas por todo: Lo siento, lo siento, lo siento. ¿Disculparse va a
resolver el problema? Todo lo que hace es quitarle peso a tu consciencia
delicada y herida.
—Sí.
—No uses palabras para excusar tu culpa. Trátalas con más respeto.
—Ok. —Tenía razón. No importaba cuantas miles de disculpas dijera, no podría
resolver nada. Desde ahora, se tragaría las palabras que amenazaran salir con
demasiada facilidad de sus labios. Antes de soltar palabras de disculpa, soportaría
silenciosamente el peso de su culpa.
Miró el perfil de Nezumi, cuyos labios estaban separados por trabajosas
respiraciones, haciendo que sus hombros se elevaran y cayeran.
Algún día, te regresaré el favor. Dijiste que me necesitabas; voy a vivir por ello
y pondré mi vida al límite para protegerte.
—Oh… Nezumi.
—Cállate. Dije que dejarás de disculparte.
—No, lo que quería decir… puedo ver tu cara.
—Idiota. Te tomó demasiado darte cuenta, ¿No? desde aquí tendremos
una luz. Es pequeña, pero aun así es una luz. Un espléndido regalo, ¿No te
parece?
Shion miró a su alrededor. El lugar en el que estaban era ligeramente más
espacioso que una cama. El piso y las paredes estaban empedrados con rocas de todos
los tamaños, y algunas resplandecían con una luz blanca.
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—Son… LED9…
—Sí, diodos de emisión de Luz. Supongo que es una iluminación familiar
para un residente de No. 6, aunque probablemente son más intensas en No. 6.
—¿Qué hacen aquí unas luces LED…? —dijo Shion perplejo. —El pasaje de
allá abajo sólo tenía bulbos incandescentes. Nezumi, estamos dentro del
Correccional ¿No?
—Desafortunadamente aún no hemos entrado.
—Pero… el muro que acabamos de subir era una pared natural. No fue
hecha por el hombre.
—Oh, ¿Lo notaste? —dijo Nezumi con un aire impresionado.
—Incluso yo puedo deducirlo, —replicó Shion indignado. —Si hubiera sido
obra del hombre, no hubiera podido escalarla, incluso con tu ayuda. Eso, o
habría sido más fácil escalarla; pero no fue ninguna de las dos, tenía asideros
para pies y manos, pero sólo los suficientes para que me las arreglara para
trepar, aunque no por mi mismo.
—¿Aún sigues ofendido por no haber sido capaz de subir por tu cuenta?
¿Eres bastante sensible, no? ¿Tú orgullo se hiere fácilmente?
—Ahora mismo mi orgullo duele, —dijo Shion. —Nezumi, ¿De qué se trata
todo esto? ¿Qué hace una caverna natural conectada directamente al sótano
del Correccional, al terreno de ejecución?
Nezumi se levantó. Un ratón apareció en su hombro de repente, era gris y
pequeño y su cola era un poco más larga que la de Cravat.
—Este lugar es una serie de cavernas de origen natural, inmensas y
complejas. No. 6 decidió utilizar parte de ellas como terreno de ejecución. Eso
es todo lo que hay que decir.
—Pero esas rocas no son naturales. Este lugar también es obra humana,
¿No? pero es completamente diferente al Correccional. Lo que significa que
fue hecho por las manos de alguien más…
9 Light-emitting diodes.
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Nezumi extendió la mano hacia él y antes que Shion pudiera hacer
absolutamente nada, le apretó la nariz.
—Hablas demasiado. Cállate y sígueme.
—Ok, voy justo detrás de ti.
—Shion, ¿Tu curiosidad se irrita tan fácilmente como tu orgullo? Tus
ojos están brillando mucho.
Ciertamente le picaba la curiosidad, retumbaba con un latido constante dentro
de Shion ¿Qué había ahí? El infierno no era lo único más allá de ese lugar; había algo
más, un mundo diferente al horroroso infierno.
¿Qué es?
¿Qué nos espera?
Nezumi bajó lentamente una pendiente muy escarpada; su espalda flotaba
tenuemente en la oscuridad.
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Habían cavado un pasaje entre los peñascos, el techo era bajo, y era imposible
atravesarlo sin agacharse. Nezumi se agachó, después de un rato, para respirar
profundamente, con los hombros hundiéndose; lucía como si estuviera teniendo una
considerable dificultad.
Justo cuando Shion abrió la boca para preguntar si estaba bien, Nezumi se
balanceó y se recargó pesadamente contra la pared.
—¡Nezumi!
Se preguntó si era el mismo hechizo de la vez anterior. Nezumi colapsaría
repentinamente y caería inconsciente. Shion estiró las manos, esperando que Nezumi
fuera vencido por lo mismo; pero Nezumi no colapsó, aún recargado contra la pared,
simplemente murmuró:
—Viene de nuevo.
—¿Eh?
—Olvídalo…
—¿Puedes caminar?
—Por supuesto, tengo piernas; y unas mucho mejores que las tuyas.
Rechazando la mano de Shion, Nezumi retomó la caminata. Shion sacudió un
poco la mano que había extendido sin nadie que la aceptara y también siguió
avanzando.
—Aquí es…
Abrió mucho los ojos. De hecho, estaban en el corazón de la caverna; había
peñascos en algunos lugares, pero era considerablemente espaciosa. Estaba
demasiado oscura para ver las esquinas, pero no era una oscuridad impenetrable,
había luces, aunque débiles; pero no provenían de diodos de emisión de luz.
—¿Velas? —Había varias encendidas en las grietas de los peñascos. Shion
había conocido esas luces en el Bloque Oeste.
—Nezumi, ¿Dónde…?
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¿Está esto? Había planeado decir, pero las palabras se atoraron en su garganta.
El perfil de Nezumi estaba rígido, su garganta se contrajo ligeramente cuando tragó.
Era raro ver a Nezumi tan al límite.
—¿Pasa algo malo? ¿Qué…?
—¡Shion, agáchate!
Justo cuando Nezumi gritó, Shion se sintió empujado y cayó de espaldas sobre
su trasero. Una sombra negra pasó zumbando frente a su nariz.
Scrach. Scrach.
Escuchó un sonido como de engranajes oxidados girando, era una voz.
Nezumi sacudió la mano. Una sombra negra rebotó y quedó tendida a los pies
de Shion.
—¡Wow! —Se arrodilló al frente. Era una rata gris muy grande, parecía haber
salido de las alcantarillas.
Screech, screech, screech.
Una rata de alcantarilla tras otra lo atacó; una saltó al hombro de Shion, abrió
ampliamente la boca e intentó enterrarle los dientes en la garganta. Shion la agarró y
la lanzó; la rata olía a humedad. Después, un dolor sordo aguijoneó su brazo, había
una rata colgada de él. Las manos de Shion se movieron antes de poder sentir miedo.
—¡Demonios! —Azotó el brazo contra la pared.
Screech, screech.
Los crujidos oxidados hicieron eco. Las ratas gritaban en alarma.
Incontables luces rojas parpadeaban hacia él; desde las grietas en los peñascos
a su alrededor, había ojos rojos observando a Shion. Estaba siendo rodeado por
decenas de ratas de alcantarilla; sus miradas carmesí miraban fijamente a los dos
chicos, como si estuvieran esperando la próxima oportunidad para atacar.
—Shion, ¿Estás bien?
—Por supuesto.
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—Sólo para que lo sepas, imitar a un gato no va a ahuyentar a estos
tipos.
—Me lo imaginé. Probablemente el gato sería el que se asustaría.
—Esa es una bienvenida muy grosera para alguien a quien no han visto
en un tiempo.
—¿Eh? ¿En un tiempo?
Nezumi se llevó dos dedos a los labios y silbó. Flotó una melodía cambiante,
subiendo y bajando. Era una canción que Shion nunca había escuchado; lo hizo pensar
en una niebla que flotaba entre una arboleda en la oscuridad y una película en blanco y
negro se proyectó en su mente.
Scrach.
Una sola rata chilló desde un punto cercano, se aproximó lentamente a ellos.
Nezumi extendió suavemente la mano y la rata se frotó en sus dedos; Nezumi los
movió suavemente sobre su pelo gris en una caricia amorosa.
Scrach, scrach, scrach.
Otra más y luego otra, bajaron de los peñascos. Los ojos de Nezumi
revolotearon hacia Shion por un momento y Shion bajó mucho la cabeza en señal de
asentimiento; se acuclilló y extendió la mano como había hecho Nezumi.
Scrach.
Una rata ligeramente más pequeña se frotó contra su mano y Shion le rascó
entre las orejas.
Sus ojos rojos se estrecharon, lo estaba disfrutando.
Oye, no es muy diferente de Cravat.
A los ratoncitos también les encantaba ser acariciados entre las orejas. Cada
noche, antes de dormir, siempre se lo rogaban. Los perros de Inukashi también,
siempre se ponían extasiados cuando les cepillaba el pelo.
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—Ya, ya, ahí tienes. Oye, espera ¿tú también quieres que te rasque? —
Shion miró hacia abajo para descubrir a varias ratas sentadas en su regazo. No eran
tan lindas como los ratones, por supuesto; pero no lo atemorizaban, ya no había rastro
de la agresividad que habían mostrado antes. Más y más ratas se subieron a su regazo
y empezaban a hacerse muy pesadas.
—Mírate, —comentó Nezumi, silenciando su silbido para sacudir un poco la
cabeza, —podrías hacerle competencia al Flautista de Hamelín. —Luego levantó
la barbilla y fulminó el aire con la mirada. —¿Es lo que queda de tu procesión de
bienvenida? —La voz resonó claramente. La hermosa voz de Nezumi hizo eco en el
techo de peñascos y se propagó más allá, era como si estuviera en un escenario con
acústica de primer nivel.
—Muéstrate; las ratas de alcantarilla no van a lograr nada.
Una piedra rodó por el piso. La oscuridad se erizó en las grietas. Una masa
negra cayó, como rasgando la oscuridad y se posó sin emitir ni un sonido.
Las ratas se bajaron del regazo de Shion y en un parpadeo se perdieron de
vista, fundiéndose en la oscuridad.
¿Es un humano…?
Lucía como un humano envuelto en una capa negra. Cuando la capa se agitó
para exponer lo que había debajo, Shion se levantó y retuvo el aliento.
Un hombre alto de complexión robusta estaba ahí plantado. Todo en ese
hombre era gris. El largo cabello que llegaba hasta sus muñecas y su piel eran grises,
el color de los ojos que le devolvían la mirada, eran grises; pero no eran de un lustroso
gris oscuro como los de Nezumi; eran del color de la arena. El gris también era el color
del desierto, que rechazaba la vida y no aceptaba la existencia de otros tan fácilmente;
no nutria nada y cambiaba su forma con el viento, era una tierra vasta e infértil.
Mientras que Shion sentía en Nezumi una energía vital, este hombre irradiaba un aire a
mundo estéril.
—¿Para qué regresaste? —habló el hombre, apenas moviendo los labios.
Shion sintió un escalofrió que le bajaba por la espalda, aunque no supo por qué. Se
apretó el brazo con fuerza.
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—Regresaste, eso significa que debes morir.
—Déjame ver a Rou. —Nezumi dio medio paso al frente. —Tengo algo
importante que discutir con él, déjame verlo.
El hombre también dio medio paso al frente. —Debes morir, esas son las
reglas.
Después de todo sí era un desierto, no había rastro de vida en él. El escalofrío
de Shion empeoró.
—Debes morir, esas son las reglas. —Sintió una ráfaga de viento helado
proveniente del hombre. ¿Era una alucinación?
Nezumi exhaló lentamente y la oscuridad vibró sobre su cabeza.
Shion no pudo percibir el momento en que el hombre se movió, en parte porque
estaba oscuro. Si estuvieran inmersos en una oscuridad prácticamente impenetrable,
el cuerpo grisáceo del hombre podría haber sido un poco visible; pero esta oscuridad
lóbrega, con solamente una vela como fuente de luz, le permitía al hombre fundirse
fácilmente en el fondo y era casi imposible de ver para la capacidad de visión de Shion.
Pero era tan rápido que los movimientos del hombre probablemente serían difíciles de
seguir incluso bajo el ardiente sol de medio día. Su cuerpo gris se deslizó y arremetió
contra Nezumi; que rodó a un lado justo un instante antes; la pierna del hombre lo
siguió, elevándose en una patada y Nezumi la desvió con un fuerte golpe de la mano.
El hombre sólo perdió ligeramente el balance antes de recuperar la postura y
arremeter de nuevo en silencio.
Una rata trepó al hombro de Shion.
Screech. Screech. Screech.
Elevó estridentemente la voz y se frotó las patas. Shion no supo si simplemente
estaba contemplando la lucha entre los dos humanos o estaba animando a uno de
ellos; pero su voz sonaba extrañamente excitada.
—¿Puedes ver lo que sucede?
Screech-screech-screech.
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—Sí puedes ver, eh. Nezumi… ¿Nezumi está bien? —Shion entrecerró los
ojos desesperadamente en la tenue penumbra. Simplemente podía agudizar la vista,
simplemente podía observar.
Siempre era igual, siempre había sido igual; pero… pero no puedo simplemente
esperar a que termine; tengo que hacer algo… lo que sea.
El hombre había dicho que Nezumi tenía que morir y no era simple intimidación.
Aunque la voz del hombre había sido impasible y plana, había estado llena de
intenciones homicidas, realmente tenía intención de matar a Nezumi.
¡Screech-screech! Skrit-skrit-chit.
La rata se echó hacia delante y chilló en una voz aún más aguda,
simultáneamente escuchó el sonido sordo de carne golpeando carne. Nezumi estaba
tendido a los pies de Shion.
—¡Nezumi!
—¡Idiota! ¡No te acerques! —Nezumi se hizo un ovillo y tosió, luego se
levantó tambaleándose.
—¿Qué pasa? —preguntó el hombre desde la oscuridad, con la misma voz
plana. —¿Te has suavizado un montón durante el tiempo que pasaste sobre
tierra?
—Bueno, podría decirse que… disfrute mis vacaciones… demasiado. —
Podía escuchar a Nezumi jadeando por aire. Shion dio un paso al frente.
—Tonto, no es extraño que no puedas luchar contra mí; apenas puedes
tenerte en pie.
—¡Por supuesto! —Shion estaba gritando. No podía vislumbrar bien al
hombre, pero aun así podía discutir con él. —¿Cuánta fuerza crees que Nezumi
tuvo que utilizar sólo para llegar aquí? Intenta hacer lo mismo, quien
demonios seas, antes de actuar altanero y poderoso; intenta escalar ese
muro- con una carga como yo de remolque.
Se encontró con silencio; la rata en el hombro de Shion agitó perezosamente su
larga cola.
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—¿Qué es él?
—Sólo una carga, —respondió Nezumi.
—¿Por qué lo trajiste aquí?
—Quería presentárselo a Rou.
—¿Y luego qué?
—Quería que Rou escuchara la historia.
—¿Su historia?
—La mía.
—Nadie prestara oídos a un tonto como tú, que viene arrastrándose de
regreso y ni siquiera sabe ocultar su vergüenza.
—No puedes saberlo hasta que lo intentes. —Nezumi se paró al lado de
Shion. Parecía que Nezumi podía ver apropiadamente, para él esa luz tenue era
suficiente.
—Shion, escucha, —Nezumi le susurró al oído. —En la brecha de los
peñascos que tenemos atrás hay un pasaje estrecho, entra en él y corre.
—¿Y tú?
—Olvídate de mí. ¡Vete! —Shion fue empujado por el pecho y corrió.
—No tan rápido. —El intento de asesinato del hombre se abatió sobre él como
una descarga eléctrica. Nezumi soltó una orden corta.
“Vete”… ¿O era “corre”?
Shion se detuvo y se dio la vuelta, había dos sombras luchando una contra
otra; podía ver una imagen borrosa en la oscuridad, definitivamente podía verla.
—Nezumi.
El hombre estaba a horcajadas sobre Nezumi y tenía ambas manos en su
garganta, Nezumi se retorcía para liberarse. Shion respiró rápido y superficialmente.
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¿Nezumi está luchando?
Nunca había visto a Nezumi tan acorralado, luchando con tanta determinación.
Debes morir.
Eso es lo que había dicho el hombre, definitivamente lo había dicho.
Shion levantó la muñeca, la soga de fibra especial estaba enredada en ella. No
estaba pensando, su cuerpo se había apartado de su alma y de su cerebro, y se movía
por voluntad propia; no… tal vez era su alma la que le ordenaba.
Mátalo.
La rata se bajó del hombro de Shion y saltó en la brecha entre los peñascos en
la que Nezumi le había dicho que entrara; Shion no la siguió, iba a darle la espalda a
las palabras de Nezumi.
Scree-scree-scree.
Las ratas chillaron en todas direcciones, desde sus perchas de roca, sus voces
se retorcían de aprehensión y miedo. Los movimientos del hombre se congelaron, su
mirada recorrió el área y su barbilla se elevó sutilmente.
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Shion saltó a la espalda del hombre, le enganchó la soga bajó el mentón, la
cruzó y jaló hacia atrás con todo su peso.
¡Gah!
El hombre se retorció, Shion clavó un pie en su hombro y apretó el lazo tanto
como era posible. Antes, cuando había intentado estrangular al infeliz en la habitación
adyacente al terreno de ejecución, sólo había tenido una vaga noción de lo que estaba
haciendo, y sus pensamientos habían estado adormecidos casi por completo; pero
ahora era diferente; estaba completamente alerta, su consciencia estaba nítida y clara.
Sus intenciones y pensamientos eran suyos.
Lo mataré.
Si intentas matar a Nezumi, entonces debes ser destruido. Estás destinado a
ser destruido.
Jaló aún más.
El cuerpo del hombre se dobló hacia atrás como un arco.
—¡Shion! —resonó un grito, era un chillido; una voz estrangulada pronunció su
nombre.
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—¡Shion! Detente-detente, por favor… —Nezumi se abalanzó sobre él desde
atrás. —Detente, te lo suplico. Shion.
—¿Eh…?
Un par de manos acunaban su rostro con firmeza.
—¿Puedes escuchar mi voz?
—Oh… sí.
—Déjalo. Deprisa. Suéltalo.
Hizo lo que le dijo. El hombre rodó e intentó, infructuosamente, ponerse de pie;
permaneció arrodillado, tosiendo pesadamente. El aire silbaba por su garganta medio
desecha como el viento que silba cuando atraviesa un páramo.
—Shion- te lo dije antes. No estás hecho para ser un verdugo. —Nezumi
recogió la cuerda y la apretó con la mano, sus labios tenían un corte y estaban
manchados de sangre; el par de labios rojos se movieron. —… ¿O me vas a decir
que ibas a darle la salvación?
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—No.
—¿Entonces qué? si intentabas salvarme, no era de tu incumbencia.
Shion, no vuelvas a hacer un truco tan ridículo como este, no es algo que
tengas que hacer.
—Es castigo.
—¿Qué?
—Es un castigo.
—Castigo… ¿A qué te refieres?
—Ese hombre intentó matarte, así que pagó el precio.
—Shion, tú…
—Haré lo mismo de nuevo; si ese hombre intenta matarte, haré
exactamente lo mismo.
El hombre se acuclilló en el suelo, aún con la respiración sibilante, apretándose
la garganta.
—¿Quién es… él?
Esta vez Nezumi no respondió y miró a Shion en silencio; los dedos que
sostenían la cuerda estaban temblando.
—Me estranguló, —dijo el hombre con incredulidad. —Y yo… yo, de entre
toda la gente… no percibí su presencia.
—Sí… seguro.
—Fui asfixiado por detrás y no pude escapar.
—Sí. Te sacudías como un conejo en una trampa.
—Las ratas se asustaron de su presencia.
—Sip.
El hombre se estremeció. —¿Quién… es él?
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—Es un residente de No. 6.
—¿No. 6?- ¿Qué hace aquí un residente de No. 6?
Nezumi exhaló brevemente. —Déjame hablar con Rou, le diré todo.
Shion se sentó, escuchando la conversación entre Nezumi y el hombre; sus
palmas apenas comenzaban a punzar dolorosamente, donde se le había clavado la
cuerda.
—Déjanos escuchar tu historia.
Una voz llegó desde arriba de sus cabezas.
Shion levantó la cabeza y miró alrededor; había un espacio negro en la
oscuridad, donde ni siquiera la luz de las velas llegaba, la voz llegó de ahí, sólo una
frase...
Déjanos oír tu historia.
Con esas palabras desapareció, no había presencia humana allí.
—Lo agradezco mucho, —Nezumi suspiró. El hombre se levantó, se tambaleó
y desapareció entre los peñascos.
—Entonces vamos, Shion.
—Oh- muy bien. —Se adentró en la oscuridad.
—Shion.
—¿Mm?
—Probablemente es inútil decirlo, pero…
—Ah-¿Ajá?
—Quiero que sigas siendo como eres, Shion.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir?
—El Shion que conozco nunca cometería un pecado. Nunca. —Lucha
contra él, murmuró Nezumi. —Quiero que luches contigo mismo.
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Era una plegaria, su tono era tenso e implorante; ¿No era el tono de voz que
más despreciaba Nezumi?
Shion cerró los ojos.
Detrás de sus parpados había una oscuridad aún más profunda que la que se
extendía frente a sus ojos.
Próximo Capítulo: Novela 6. Mejor será no conocerme
Traducción de japonés a inglés: 9 ave en http://9th-ave.blogspot.com
Traducción al español: Azhreik
La imagen a color pertenece al Artbook oficial.
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