Post on 04-Jan-2016
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Sueño de una noche de verano: El laberinto del amor.
Javier Lazo Bianco
El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.
W. Shakespeare
Suscrito a toda época y a todo espacio, el amor siempre ha tenido un papel importante en las
manifestaciones artísticas del hombre. Se lo ve como un pequeño motorcillo que impulsa
ciertas conductas. Y, uno de los que mejor jugó con los engranes del motorcillo amatorio, es sin
dudas William Shakespeare. En sus poemas, comedias y tragedias se condensan los arquetipos
del hombre, la fatalidad de ser vivo y la rebeldía que arde bajo la piel de cada uno de nosotros.
Los caminos que se van tejiendo bajo los personajes es un imperioso juego de títeres manejado
por el dramaturgo, esta vía de acontecimientos y todo lo antes mencionado puede reflejarse en
Sueño de una noche de verano, comedia de la que nos ocuparemos en estas breves líneas.
Recorremos la comedia a través de sus cinco actos, división estructural común para el género.
Todo el desarrollo de la comedia nos introduce a un laberinto de sucesos que salen mal. El error
y la torpeza es lo propio de una comedia. Es aquél error, lo que hace a este género entretenido.
Baudelaire tuvo alguna vez un tratado sobre la risa, él pensaba que había un elemento
demoniaco en la risa, una motivación del mal, un signo de burla. Efectivamente es debido a eso
que las comedias dan risa, el prefigurar que nosotros no cometeríamos tal error. Para el caso, la
sucesión de acontecimientos de Sueño de una noche de verano está precisamente pensada, está
realmente en armonía con el desarrollo de los personajes, con el entrabado de lo que sale mal y
como el amor se apodera de este extraño laberinto de malentendidos.
Hay un elemento importantísimo que nos ayuda a explicar la articulación de amor en el texto:
Los factores fantásticos. Esa atmósfera fantasiosa, los personajes, sus poderes, el amor como
algo más perteneciente a esa dimensión que a la nuestra. Primero porque Oberón puede
manipular el amor, administrarlo, controlarlo. Mientras que la dimensión humana no puede
explicarlo, ni si quiera. Y ahí reside otra característica de los personajes de Shakespeare; lo
volátil del amor, lo impulsivo. Es así que el amor plaga la comedia y nos muestra lo más idílico
de sus ironías.
El concepto de sueño también se ve elaborada de manera brillante en la comedia, es un sueño
caótico, laberíntico. La encantadora ligereza del mundo de los elfos concierta con la vicisitud
humana; hasta los movimientos y las pasiones de los enamorados parecen desarrollarse según
ensueños, se desenvuelven en absurdas dificultades y se disipan en encanto gobernado por el
capricho de Amor. Una alegre y absurda metamorfosis se apodera hasta de los humildes
artesanos, que no son fantoches marginales en el cuadro, sino que se hallan envueltos en una
misma atmósfera mágica. El mundo fantástico de las alegorías del Renacimiento y el mundo
amoroso de las novelas caballerescas con sus fuentes que encienden o hielan el amor, hallan
aquí su más perfecta y poética expresión. Y el metateatro obtiene un rol fundamental para la
comprensión del universo creado por Shakespeare.
Tenemos un laberinto de amor, un sueño catártico donde se presenta un amor que cubre todas
las paredes del laberinto. Donde las construcciones, acto por acto, escena a escena, constituyen
un ladrillo para el laberinto en general. La maestría de Shakespeare para pensar al hombre,
introducirlo y extraerlo del mundo, hacen de Sueño de una noche de verano una comedia
genial, bellísima y trascendente al tiempo.