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8/13/2019 Neurotica_Hacia una filosofa de la Neurociencia
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1. Origen y desarrollo de la Neurotica
Introducir la historia de una disciplina es siempre una buena manera de empezar a
explicarla. Pero adems, en el caso de la Neurotica, dicha tarea resulta imperativa por
la especial deriva que ha tomado dicho campo de la ciencia. Esa es la razn por la que,
no solo el primero, sino todos los epgrafes de esta voz aluden a la dimensin temporal
en la que estn incardinadas toda una serie de discusiones en torno a la Neurociencia.
No adelantar conclusiones. A medida que avance en el texto, el lector ir encontrando
ms pistas sobre la particular importancia que tiene el tempoen el que se desarrolla y
opera la Neurotica.
Anneliese A. Pontius es el primer autor que titula una investigacin con el
neologismo Neurotica. En este trabajo, publicado en 1973, se analizan los nuevos
horizontes pero tambin de potenciales riesgos de las nuevas intervenciones sobre el
sistema nervioso central en neonatos (1). Posteriormente, en 1989, ser Ronald
Cranford quien tome dicho trmino para hablar del neurlogo como consultor tico y de
su papel en los comits de tica asistencial (2 y 3). Pero hay que esperar hasta 1999 para
que aparezca el primer curso especializado en varias de las temticas hoy
generalizadamente asociadas a la Neurotica: dilemas ticos en torno a la investigacin
neurolgica, al tratamiento de la informacin, y a la manipulacin del sistema nervioso
central (SNC), muerte cerebral, fisiologa de la libertad y bases neurolgicas de la
moralidad. Este curso fue ofrecido por la Universidad de Pensilvania con el ttulo
Perspectives on Cognitive Neuroscience: Mind, Brain, and Society[1]. Tres aos
despus, y tras lograr el patrocinio de la Greenwall Foundation (una institucin que
desde 1991 financia investigaciones en Biotica), ser tambin la Universidad de
Pensilvania quien organice el primer congreso nacional. Sin embargo, en el ttulo
elegido para el congreso,Bioethics and the Cognitive Neuroscience Revolution, todava
estaba ausente el trmino neurotica(4).
El ms importante hito en la historia de la Neurotica acontece en San Francisco
(California) y tambin en 2002, con la celebracin del primer congreso mundial en
Neurotica.El evento llev por nombreNeuroethics, Mapping the fieldy fue auspiciado
por la Universidades de Stanford y California. La idea inicial haba sido presentarlo
como elPrimer Congreso Nacional, pero la propuesta de la Universidad de Pensilvania
fue publicitada pocos das antes y la idea tuvo que ser abandonada. Los organizadores
no se rindieron y vendieron la reunin como el Primer Congreso Mundial. Para
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justificarlo, incluyeron entre los ponentes de ltima hora a un profesor de la
Universidad de Oxford (Inglaterra). La estratagema sali bien pues el congreso recibi
mucho mayor eco meditico que su competidor. Sobre este asunto es interesante
tambin destacar el papel crucial que, en Mapping the field, jug laDana Foundation.
sta es una de las instituciones privadas que actualmente ms dinero invierten en
Neurociencia. Su apoyo supuso un verdadero impasse en lo que sera, a partir de
entonces, la obtencin de fondos pblicos y privados orientados al desarrollo de una
disciplina que era, hasta entonces, prcticamente desconocida. Y no solo eso; la
Neurotica dej de concernir exclusivamente a un pequeo grupo de bioeticistas y
filsofos norteamericanos, para convertirse en una cuestin de primera magnitud para
neurocientficos, empresas y gobiernos.
Tras el congreso de San Francisco, grupos, cursos y reuniones cientficas de
temtica similar surgieron a ambos lados del Atlntico. Entre ellos hay que destacar el
congreso Neuroscience and Law, organizado en septiembre de 2003 en Washington
D.C., y donde por primera vez confluyeron el entusiasmo y la capacidad econmica de
la Dana Foundation con el poder meditico de la American Association for the
Advancement of Science. En efecto, la fiebre de la Neurotica haba contagiado al grupo
que edita Science,una de las revistas cientficas internacionales ms conocidas.
Por otra parte, la fundacin en 2006 de la Neuroethics Societysupondr tambinun paso importante de cara a la creacin de equipos de trabajo en Neurotica. Su xito
propici que, en 2010, debido al aumento de los miembros extranjeros entre sus filas,
dicha comunidad pasara a denominarseInternational Neuroethics Society.
Actualmente existen numerosos programas de investigacin en Neurotica. Entre
los ms prestigiosos est el Program in Neuroethics, ofertado por el Center for
Biomedical Ethics, en la Universidad de Stanford, y dirigido hasta el 2007 por Judy
Illes, una de las principales autoridades en Neurotica. La orientacin de este equipo esprincipalmente biologicista y muy prxima a las posiciones eliminativistas defendidas
por Patricia Churchland.
Otro centro de referencia, hermanado con el anterior, es el National Core for
Neuroethics, de la Universidad de British Columbia, en Vancouver (Canad). All
precisamente se traslad en 2007 Judy Illes con la misin de crearlo y dirigirlo.
Tambin en Canad se encuentra el Canada Research Chair in Biomedical Ethics
and Ethical Theory, dirigido por otro de las grandes figuras en Neurotica, Walter
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Glannon. A diferencia de los dos grupos anteriores, el bagaje filosfico de los
investigadores del grupo de Glannon es mucho mayor, adems de que en l se defienden
tesis menos utilitaristas.
En cuarto y no menos importante lugar, hay que destacar el ya mencionado Center
for Neuroscience and Society de la Universidad de Pensilvania, en el que trabajan
neuroeticistas de renombre como Steven Hyman, Paul R. Wolpe y Martha Farah. La
formacin de los miembros del Center for Neuroscience and Society es de calado
cientfico, pero la mayor parte de ellos estn imbuidos del PragmatismoPrincipialista
tan caracterstico de la biotica autonomista norteamericana.
Fuera del mbito norteamericano, est el Oxford Center for Neuroethics, dirigido
por Julian Savulescu y Neil Levy, institucin de ndole principalmente filosfica.Savulescu, junto con Nick Bostrom, se encuentra entre los principales defensores de la
corriente transhumanista, mientras que Levy es conocido, sobre todo, por su teora de la
Extended Mind.
Un ltimo proyecto europeo que merece mencin es de origen alemn: DISCOS
(Disorders and Coherence of the Embodied Self). El equipo de investigadores que lo
conforma, fuertemente interdisciplinar, est dirigido por Thomas Fuchs, psiquiatra y
filsofo muy crtico con el enfoque positivista y pragmtico de la Neuroticaanglosajona. Por supuesto, otros muchos centros de investigacin en Neurotica se estn
abriendo a la sombra de los anteriores, aunque la batuta de la actual Neurotica es hoy
manejada, coordinadamente, por la Neurotica de la Costa Oeste norteamericana,
marcadamente biologicista, y la Neurotica de la Costa Este, de espritu autonomista.
De entre todas, la definicin de Neurotica ms ampliamente aceptada, quiz por
ser la menos comprometida, es la que emerge del grupo de la Universidad de
Pensilvania: la Neurotica es el conjunto de estudios que ponen en relacin laNeurociencia con las Ciencias Sociales. En efecto, poco tiene que ver dicho enunciado
con las races etimolgicas de la nocin de Neurotica. Por qu entonces esta
definicin es la ms aceptada? Ya hemos visto que dicha eleccin tiene que ver
fundamentalmente con una determinada coyuntura social y con una muy bien pensada
campaa publicitaria. An y todo, merece la pena prorrogar la polmica sobre la
conveniencia o no del trmino? Para responder a dicha cuestin he de introducir algunas
claves ms sobre la naturaleza y evolucin del mtodo y del objeto de este campo.
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Parte de razn tena Francis Harper quien era director de la Dana Foundation en
tiempos del congreso de San Francisco de 2002-, cuando afirm que "puede usted
llamarla como quiera, pero el tren de la Neurotica ya ha salido de la estacin". El
problema es que la de hoy no es ya la de entonces y el tren del que Harper hablaba, est
apunto de descarrilar. La pregunta sobre si debemos continuar en dicho tren e intentar
frenarlo o bajarnos an en marcha, es ciertamente ms pertinente que hace diez aos.
El indudable xito inicial del trmino Neurotica se ha transformado en pocos
aos en motivo de agria polmica. En el mbito acadmico, un nombre es nicamente
importante como marca en la medida en que sirve, primero, para cohesionar y, luego,
como tarjeta de presentacin de quienes comparten un mismo ideario.
Lamentablemente, hoy el campo de la Neurotica no cumple con ninguno de estos dos
requisitos. Al contrario, son ms numerosas las voces que cuestionan el uso de dicha
nocin y, lo que es ms grave, la legitimidad de la Neurotica como rea de
conocimiento. Veamos esta cuestin a partir de algunas de sus definiciones ms
discutidas.
Entre las ms famosas frmulas est la de William Safire -columnista del New
York Times-, enunciada en el congreso de San Francisco de 2002: "El examen de lo que
es correcto e incorrecto, bueno y malo, en el tratamiento, perfeccionamiento o -ya
involuntaria, ya imprevisible- intromisin o manipulacin del cerebro humano" (5). Enla misma lnea se encuentra la definicin que ofrece Steven J. Marcus en la introduccin
de la publicacin de las actas de dicho evento: "El estudio de las nuevas cuestiones
morales y ticas relacionadas con la investigacin y la aplicacin de los nuevos avances
logrados en Neurociencia, y de cmo los mdicos, aseguradoras y gobiernos van a
enfrentarse con stos" (6).
No obstante, ya en el propioMapping the fieldes posible encontrar formulaciones
en las que la Neurotica se presenta como algo ms que una tica de la Neurociencia.Albert R. Jonsen, por ejemplo, distingue tres niveles cartogrficosdistintos: un primer
nivel "tectnico", dedicado a las bases y fundamentos de la Neurotica; uno geogrfico,
sobre cuestiones de ndole epistemolgico; y por ltimo, un nivel local, centrado en los
problemas prcticos clsicamente vinculados a la tica Clnica (7). Represe que en los
dos primeros niveles de este esquema se atienden cuestiones que ya no estn
directamente ligadas a la dimensin normativa de la Neurociencia -es decir, cmo
aplicarla correctamente-, sino a la dimensin fctica -cmo encajan los hallazgos
neurocientficos en nuestra manera de entender la realidad y, dentro de ella, al hombre-.
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Apenas un ao despus, ya existe un buen grupo de autores unidos en su
reclamacin de un mayor protagonismo fctico en Neurotica. Es el caso de J. Banja,
director delHealth Sciences & Clinical Ethicsen laEmory University, para quien dicho
campo representa "la contribucin de las ciencias sobre el cerebro a nuestro
conocimiento de la naturaleza del razonamiento moral y la conducta moral" (8). Similar
idea aparece en The Ethical Brain, libro publicado en 2005 por el neurocientfico y
divulgador Michael Gazzaniga: La Neurotica es "el examen de cmo queremos
enfrentarnos con los problemas sociales de la enfermedad, la normalidad, la mortalidad,
el estilo de vida, y la filosofa de vida, atendiendo a nuestra comprensin de los
mecanismos cerebrales subyacentes" (9). Para Gazzaniga, lo que debe primar en la
Neurotica es la investigacin sobre cmo cambia la Neurociencia nuestra comprensin
del fenmeno humano y qu efectos se derivan de dicho cambio.
Otros autores apuestan por la va intermedia. Es el caso de Adina L. Roskies,
quien en Neuroethics for the new millenium, artculo de 2002 publicado en Neuron,
defiende la doble vertiente neurotica: la tica de la Neurociencia y la Neurociencia de
la tica (10). Su definicin es una de las ms citadas y, seguramente, la que mejor
refleja el parecer general de quienes identifican su investigacin dentro del campo de la
Neurotica.
Presentadas las principales definiciones de Neurotica y los grupos deinvestigacin fundacionales, queda ahora ir pormenorizando cada una de las temticas
que configuran dicha rea. En esta empresa hay riesgos. Por un lado, cuestiones tpicas
como las vinculadas a la racionalidad, a la libertad o a la identidad, no son exclusivas de
la Neurotica, ni siquiera lo es el aura experimental desde la que se abordan. Esto es un
inconveniente para la exposicin temtica, ya que induce al lector a pensar que las
cuestiones tratadas tienen ms que ver con los debates surgidos en un grupo de autores,
reunidos por motivos coyunturales, que con singulares problemas o especficos mtodos
de conocimiento. Aunque nada despreciable hay en ello, dicha apreciacin no es deltodo correcta. Como mostrar, en la Neurotica subyace algo ms que la oportunidad
cientfica: hay tambin en ella un ideario netamente filosfico sobre lo que es la realidad
y, en especial, el sistema nervioso central.
Por la razn que acabo de esgrimir, mi intencin con esta voz no es mostrar sin
ms las principales polmicas neuroticas sino, a travs de ellas, hacer visible el hilo
conductor que explica su aparicin y las conecta unas con otras.
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En el epgrafe segundo cuestiono la autonoma de la Neurotica, otra forma de
hacer entender el peculiar carcter del que acabo de hacer mencin, en parte para
atacarlo y en parte para defenderlo.
En el tercer epgrafe estudio la colisin de ideas del Neurobiologicismo con lasdel Principialismo, de la que eclosionar la Neurotica.
En los epgrafes cuarto y quinto considero algunas de las consecuencias prcticas
que tiene dicho encuentro en los estilos de vida del occidental: la medicalizacin, el
mejoramiento mdico y la medicina cosmtica. Dichas consecuencias conforman, no
casualmente, tres grandes objetos de estudio de la Neurotica.
En los epgrafes sexto y sptimo argumento cmo dicha colisin acaba en elmatrimonio entre el Neurobiologicismo y el Principialismo. Advierto adems de las
nuevas ideas que surgen de dicha fusin y que suponen, entre otras cosas, el colapso de
la ciencia y de la tica, tal como hoy las conocemos, as como una nueva Teora del
hombre, muy ligada al enfoque del Neopragmatismo relativista.
En los epgrafes octavo y noveno presento las tesis compatibilistas que, en
Neurotica, son frecuentemente utilizadas para defender la inocuidad de los nuevos
planteamientos. Cuatro argumentos distintos me sirven para refutar tal defensa y afirmar
lo contrario. En mi opinin, la triple creencia de que el hombre es su cerebro, de que el
cerebro es una realidad puramente mecnica, y de que es posible la separacin entre el
conocimiento objetivo y la vida prctica, s cambiar nuestros estilos de vida.
En los dos siguientes epgrafes doy paso al Transhumanismo, al que tambin se
concede eco en los foros de la Neurotica. Sus seguidores reconocen que la vida del ser
humano cambiar radicalmente si la visin de la Neurotica arraiga en la sociedad,
aunque no juzgan que haya nada malo en tal cambio. Tambin critico este optimismo
apelando, primeramente, a la idea de trasfondoy, en segundo lugar, a la nocin clsica
de Naturaleza que, en mi opinin, el Transhumanismo y la Neurotica han olvidado, y
no tanto refutado.
El ltimo y duodcimo epgrafe est dedicado a valorar la doble ruptura que
propicia la Neurotica: la de la relacin entre el avance cientfico y el progreso social, y
la de la relacin entre la coherencia y la significatividad del mundo vital. Defiendo que
estos dos divorcios inducen, a mi parecer, una existencia desestructurada y angustiosa y,
por causa de ello, tambin cada vez ms fuertes adicciones, ya de por s inherentes en
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una sociedad en la que el cuerpo humano es concebido y manipulado como una mera
mquina. Adems, en esta misma clave debe ser contextualizo el problema de Dios en
Neurotica, entendido como concepto regulador a la espera de ser sustituido por nuevos
credos. Como no poda ser de otra manera, la fe en la Neurociencia es el candidato que
presenta la Neurotica en sustitucin de la religin. As se refleja en su actual proceso
de mitificacin y en las tan en boga utopas transhumanistas que de tal proceso
emergen. No obstante, cuestiono la viabilidad de dicha sustitucin con razonamientos
de orden prctico, y vaticino el oscurantismo al que puede dar lugar el retorno de los
mitos, especialmente cuando los de carcter cientfico -siempre tan provisionales- sean
sustituidos por otros explcitamente cosmticos. Finalmente, concluyo mi discurso
ofreciendo una alternativa a tan negativo panorama. Para ello, trato de recuperar y
renovar la doble relacin ciencia-sociedad y sentido-verdad en lo que he venido a
denominar Teora de la narrativa trascendental.
2. Cuestiones metodolgicas de fondo
La primera discusin que merecen ser evaluadas por su carcter marco
es la que versa sobre la autonoma de la Neurotica. Varias objeciones se
presentan a este respecto. En primer lugar, clsicamente viene atribuyndose a
la tica Mdica y a la Biotica el estudio del correcto uso y aplicacin de los
conocimientos biosanitarios. Crear una Neurotica no pareciera tener mayorrazn de ser que crear, por ejemplo, una cardiotica o una oftalmotica. Lo
mismo puede criticarse respecto de la dimensin fctica de la Neurotica.
Mucho ms antiguas reas del saber se han ocupado antes que ella del estudio
del hombre en tanto que realidad material y, a la vez, susceptible de acciones
morales. Por qu crear la Neurotica o derivados como el Neuromarketing, la
Neuroesttica o la Neuroteologa, tambin hoy muy de moda en el mbito
experimental? El prefijo neuro se presenta en todos ellos como el mnimo
comn denominador en unos campos en los que ni objeto ni mtodo guardansimilitudes. Podra alegarse que la aproximacin neurocientfica, o mejor, que
su mtodo, es lo esencial en todas ellas. Pero entonces, por qu no
etiquetarlas simplemente como investigaciones en Neurociencia? Son pocos
los que defienden esta ltima postura, dado el origen y carcter multidisciplinar
e interdisciplinar de la Neurotica. De alguna forma habra que diferenciar los
subcampos de tan basta rea. Por otra parte, no hay que olvidar que fueron la
complejidad del SNC y de los propios eventos psquicos los que principalmente
propiciaron el inters de la Neurociencia por otros mtodos y enfoques. Reducir
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la Neurotica al mtodo experimental es cercenar su proyeccin, esto es,
limitar a la mnima expresin toda expectativa sobre lo que un investigador
honesto y prudente estara dispuesto a aseverar acerca del hecho moral,
esttico o religioso.
A pesar de lo arriba expuesto, el argumento sobre la pluralidad metodolgica de la
Neurotica puede tambin utilizarse para defender su autonoma. Es cierto que definir
una disciplina como interdisciplinar es desdibujar sus mtodos y objeto, pero tambin
implica denunciar la insuficiencia de los enfoques unidimensionales tradicionales.
Puede decirse en este sentido que la propuesta interdisciplinar perfila el objeto de
conocimiento mejor que sus predecesoras, al presentarlo en una complejidad mayor de
lo que se sospechaba. Es cierto que el objeto se define de manera negativa -lo que
todava no es conocido, ni va a serlo si se sigue manteniendo un nico enfoque-, pero
tambin hay que reconocer que la constatacin de la ignorancia es considerada ya desde
Scrates un gran saber.
La controversia no es gratuita ni evitable. Conforme la Neurociencia ha ido
madurando, la necesidad de la interdisciplinariedad ha sido ms y ms evidente para sus
investigadores. Enunciar cuatro razones principales que justifican, respecto de otros
rganos del cuerpo humano, lasingularidad de lo neuronal.
En primer lugar, la complejidad del sistema nervioso: en nuestro cerebro hay
tantas neuronas como galaxias en el universo conocido y, lo que es ms importante, su
modo de funcionar depende del nmero y tipo de interconexiones con otras neuronas.
En un cerebro normal se calcula que hay en torno a 1014conexiones sinpticas.
En segundo lugar, el cerebro manifiesta propiedades de red, lo que quiere decir
que su comportamiento no puede comprenderse exclusivamente a travs del progresivo
anlisis de sus mdulos anatmicos o funcionales (la denominada aproximacinmodular), sino que hay propiedades neuronales que dependen del sistema nervioso en
tanto que totalidad. Esto significa que para conocer las causas de dichas propiedades, el
investigador ha de ir del todo a la parte y no al revs, como es ms habitual en el
procedimiento analtico de la ciencia experimental. Consecuentemente, presentndose el
todo neuronal de manera tan inconmensurable, es lgico que el investigador se enfrente
al conocimiento de las propiedades de red neuronales como uno de los mayores retos
cientficos imaginables.
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En tercer lugar, la plasticidad neuronal: desde que el tubo neural comienza a
formarse en la fase embrionaria, la proliferacin y estructura del tejido nervioso es
estmulo-dependiente. Esto implica que los cerebros de dos humanos adultos son
significativamente diferentes, no solo a nivel estructural, sino tambin funcional, una
caracterstica que complica an ms el abordaje experimental. No olvidemos que el
mtodo emprico est basado en la reproductibilidad de las condiciones de partida de un
experimento. Se explica por ello que la estadstica se haya convertido en la amiga fiel de
la Neurociencia. El problema es que el cerebro est lleno de peculiaridades que resultan
esenciales para definir el sistema en su conjunto.
En cuarto y ltimo lugar, hay que mencionar el debate clsico, pero todava muy
vivo, de la relacin cerebro/psique. Es una divisin real? Si lo es, qu tipo de leyes
rigen ambos mundos? Guardan el fenmeno psquico y las dinmicas neuronales
relaciones de tipo causal? Es el primero un epifenmeno de las segundas? Son ambos
fenmenos diferentes propiedades de una misma realidad? El debate no es irrelevante
para una comunidad cientfica que, en sus experimentos, desea integrar experiencias
humanas tan fundamentales y a la vez tan complejas como la de valor, la de
responsabilidad o la de verdad.
En definitiva, los cuatro obstculos acabados de presentar en el estudio del SNC
son lo suficientemente relevantes como para entender y aceptar, primero, la necesidadde una an mayor apertura metodolgica de la Neurociencia y, segundo, la creacin de
disciplinas ocupadas en superar dicha singularidad de lo neural. Esta doble necesidad
hace del trmino propuesto por la Neuroscience and Society la mejor opcin para
describir las actividades que se atribuyen actualmente a la Neurotica. Por desgracia, ni
en dicho grupo ni en la alianza Stanford-California, el dilogo interdisciplinar ha
logrado realmente prosperar por causa de unas premisas de partida y unos
malentendidos que han cerrado a la Neurotica sobre s misma.
Continuando con el tema de la autonoma de la Neurotica, es posible mencionar
algunos otros argumentos adems del de la singularidad de lo neural, aunque de ndole
ms coyuntural. En primer lugar, slo cuando entificamoslas disciplinas tradicionales,
es decir, cuando las pensamos en tanto que ellas mismas y no como producto natural de
la conjuncin entre el avance cientfico y el progreso social, caemos en la tentacin de
mirar con reticencia las de nueva aparicin. Pero hay tanta razn para sospechar de la
Neurotica como de la tambin novedosa ciruga cardiopeditrica. Tambin en este
ltimo caso podramos preguntarnos por qu existen estas dos y no la cirugaoftalmopeditrica. Hay razones relacionadas con el crecimiento de un determinado
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subcampo, pero tambin otras circunstanciales relacionadas con las modas profesionales
y con las expectativas sociales. Circunstancialno significa irrelevante, por lo menos en
la consolidacin de un nuevo campo de conocimiento. Despus de todo, la ciencia
tambin est al servicio de la sociedad y debe tratar de satisfacer las particulares
inquietudes que surgen en cada momento histrico. Aplicando este discurso al campo
que nos ocupa, pocos estarn dispuestos a discutir que hoy haya una disciplina ms de
moda y que levante tantas expectativas como la Neurociencia. Incluso si no existieran
nuevos datos o teoras que justificaran la reapertura del clsico debate cuerpo-mente,
solo la preocupacin que hoy existe a pie de calle relacionada con el papel del cerebro
en la identidad humana, en la libertad, en la racionalidad o en la religin, bastara para
justificar un rea dedicada a ofrecer respuestas.
Otra importante clave para entender la novedad y el valor de la Neurotica es que
son primeramente cientficos y no filsofos los que se estn preguntando por el clsico
problema cuerpo-psique. Fueron justamente los primeros los que encumbraron el
neologismo Neurotica y son ellos los anfitriones y promotores del dilogo
interdisciplinar. Este hecho tiene un extraordinario valor pues supone la creacin de
foros de discusin enormemente frtiles. Thomas Kuhn explica la razn en los
siguientes trminos: "En condiciones normales, el investigador de ciencias no innova
sino resuelve puzles, y los puzles a los que presta atencin son esos que considera que
puede abordar y solucionar dentro de la existente tradicin cientfica" (11). Ahora bien,
Kuhn tambin identifica momentos en los que la ciencia tiene que asumir estados de
excepcionalidad: esos relacionados con la presencia de paradigmas cientficos
manifiestamente obsoletos. "Es, en mi opinin, particularmente en periodos de crisis
reconocida, cuando el cientfico tiene que desviar su atencin hacia el anlisis filosfico
como instrumento con el que descifrar los acertijos de su campo" (12). Probablemente,
y no temo exagerar, uno de los ms claros ejemplos del estado de excepcin definido
por Kuhn es se en el que se encuentra hoy la Neurociencia.
Represe en que la singularidad de lo neuralno remite nicamente a problemas
prcticos, sino a dilemas categoriales que introducen tal ruido en el diseo de los
modelos experimentales que hacen imposible su validacin. Este problema es
relativamente reciente y est estrechamente relacionado con el avance de las nuevas
tcnicas de neuroimagen. Ha sido gracias a herramientas como la resonancia magntica
funcional (fMRI) -de carcter no invasivo y capaz de mostrar el funcionamiento del
cerebro in vivo-, que los neurocientficos han credo estar ms preparados que nunca
para abordar con seriedad el proyecto de entender e integrar en un mismo paradigma las
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leyes que gobiernan el mundo de lo fsico y de lo psquico. An ms, de entender la
conducta caracterstica de los seres racionales y libres[2]. Y es con el acometimiento de
dicha empresa, cuando han comenzado tambin ha ser verdaderamente conscientes de la
magnitud del problema filosfico que la acompaa.
Donald Davidson sintetiza en cuatro enunciados el problema asociado a buscar
una teora unificada de la relacin cuerpo-psique: "No podemos hablar de la existencia
de estrictas leyes psicofsicas a causa de los dispares compromisos a que estn sujetos
los esquemas mentales y fsicos. Es una caracterstica de la realidad fsica que lo fsico
pueda ser explicado por leyes que lo conecten con otros cambios y condiciones
fsicamente descritos. Es una caracterstica de lo mental que la atribucin del fenmeno
mental sea responsabilidad del background de razones, creencias e intenciones del
individuo" (14). En pocos campos se entienden hoy mejor las tesis de Davidson que en
el de la Neurociencia. Si tanto el mundo fsico como el psquico guardan fidelidad y se
fundan en sus propias evidencias, cmo establecer estrechas conexiones entre ambos?
Cmo conectar causalmente (si no reducir) una descripcin psquica -que surge y tiene
solo sentido en el contexto mental-, con teoras sobre interacciones neuronales? La
paradoja se capta mejor si se formula al revs: cmo definir un fenmeno fsico a
travs de enunciados intencionales? La respuesta a estos interrogantes conduce a
Davidson a avalar la utilidad y autonoma de las ciencias sociales respecto de las
ciencias experimentales (15). As tambin lo han entendido muchos neurocientficos al
abrir sus investigaciones experimentales a la Filosofa, a la Economa, a la Religin,
entre otras disciplinas. Y sin duda, el origen de la Neurotica es una de las ms
interesantes manifestaciones de dicho proceso de apertura.
Que sean los cientficos los que lleven la iniciativa en la investigacin
interdisciplinar representa una ventaja para el desarrollo de todo tipo de conocimiento y
tambin para la sociedad. Porque, como escribe Kuhn, lo normal es que, a diferencia del
resto de intelectuales, "los cientficos no estn interesados o necesitados en hacer defilsofos" (12)[3]. Lo que impulsa el estado de excepcionalidad de la ciencia son las
iniciativas que fomentan la construccin de una teora-marco que integre el conjunto de
disciplinas existentes. Dichas iniciativas suponen una constante actualizacin de la
cosmovisin vigente, iniciativas que tambin provocan que sta llegue a percibirse
como obsoleta o, lo que es peor, difusa hasta parecer ausente. Porque el ocaso del
paradigma vigente es un mal endmico al avance cientfico, ciertamente, pero no su
contrario. La devaluacin de un paradigma no est necesariamente asociada al
establecimiento de uno nuevo y mejor. En sociedades como la Occidental, donde la
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investigacin avanza frenticamente gracias a la hiper-especializacin (provocando un
perjudicial aislamiento de los campos de conocimiento y una desconexin entre ciencia
y sociedad), los nuevos hallazgos aportan ms ruido cientfico que potencial explicativo
(17). Se puede denominar a esto avance cientfico? Solo si entendemos por avance el
reconocimiento de cun dbil puede llegar a ser la teora-marco vigente.
Cerremos el epgrafe con otra tesis de Kuhn, esta vez para apelar al tempode los
cambios de paradigma. Segn este reconocido filsofo de la ciencia, si repasamos la
historia de la ciencia observaremos que la sustitucin de un paradigma cientfico suele
manifestarse de manera abrupta y omnipresente. Est ocurriendo algo parecido con las
ciencias de lo neural? Han cambiado drsticamente e influido con sus cambios a todos
los mbitos humanos? As opina Paul R. Wolpe, para quien la Neurociencia "est
transformando nuestra capacidad para entender e intervenir en el cerebro, []
redefiniendo nuestra experiencia del yo y de las relaciones cerebro-cuerpo, as como
evocando toda una serie de nuevas cuestiones ticas y sociales" (18). Las preguntas ms
profundas y globales son servidas en la bandeja de la Neurociencia: yo soy mi cerebro;
es l el que acta; cabe la libertad con l; se encuentra el alma o Dios dentro de mi
cabeza; es posible reducir el bien, la verdad o la belleza a fenmenos neuronales? Las
preguntas existenciales, totalizantes, son siempre parecidas, pero no siempre es parecido
el inters de la sociedad y de la comunidad cientfica por dichas preguntas (19). Ahora
bien, dichos cambios en la actitud contempornea, responden realmente a un cambio
de paradigma cientfico o solo a una revolucin cultural? En el caso de la Neurotica,
dicha pregunta no es relevante pues, como argumentar a continuacin, lo segundo est
causando lo primero y, adems, a pasos acelerados.
3. Neurobiologicismo y Principialismo en Neurotica
Anunci en el epgrafe anterior que, en Neurotica, el dilogo interdisciplinar se
vio, casi desde su inicio, truncado. Tratar de argumentar, a continuacin, que entre las
principales causas est la herencia recibida de las dos principales reas que sirvieron
para su constitucin: la Neurociencia y la Biotica. Tambin stas fueron fundadas en el
espritu de la investigacin interdisciplinar, y tampoco en ellas se logr crear equipos
realmente plurales.
La Neurociencia, desde muy temprano, foment la colaboracin entre
especialistas pero, habitualmente, en campos en los que se utilizaba exclusivamente el
mtodo experimental. De hecho, los primeros grupos estuvieron formados por
neurobilogos, neurofisilogos, neuroanatomistas y neurofarmaclogos. Se tard casi
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una dcada en que la Neurociencia comenzara a incluir entre sus filas a especialistas de
las llamadas Ciencias Cognitivas: psicobilogos, psicosocilogos, lingistas,
programadores, ingenieros en Inteligencia Articial, etc. Y todava ms reciente es la
colaboracin de los psiquiatras, pero no de todos, sino de aquellos que trabajan en la
rama ms biolgica de la Psiquiatra. La escuela fenomenolgica de la Psiquiatra, por
no hablar de la Filosofa analtica, de la Filosofa del Lenguaje, de la Teora del
Conocimiento, o incluso de la Metafsica, permanecen todava demasiado ajenas a la
Neurociencia.
Algo parecido ha ocurrido con los comits consultores en Biotica del mbito
biosanitario, aunque ya en los objetivos fundacionales delHastings Center(1969) y del
Kennedy Institute(1972) se haca mencin a la necesidad de la interdisciplinariedad. En
la prctica, los comits de tica asistencial creados -que no comenzaron a tener
presencia real en el mbito hospitalario hasta bien entrada la dcada de 1990- apenas
contaban con profesionales no mdicos entre sus filas. Por otro lado, y tambin en torno
a los aos ochenta, aparece otra Biotica, netamente terica, llevada de la mano de
filsofos, abogados y economistas, entre otros. sta tambin adoleca de una actitud
abierta al dilogo, en este caso para con la Ciencia. Tendremos que esperar a 1996 para
encontrar la primera iniciativa que trat de remediar dicha separacin entre una Biotica
prctica y otra terica: el National Bioethics Advisory Commission, creado por Bill
Clinton y luego sustituido, en 2001, por The President's Council on Bioethicsa peticin
de George W. Bush (20)[4]. Hay que decir, sin embargo, que los lobbies polticos y
econmicos han acabado ejerciendo tanta influencia en dicho comit que ha perdido
gran parte de la autoridad internacional de la que goz en sus inicios. En todo caso,
gracias a proyectos como ste, los comits de tica asistencial estn hoy ms en
contacto con la Biotica acadmica. En otras palabras, pareca haberse conseguido una
mayor y real interdisciplinariedad en Biotica. Con todo, hay tambin peros en lo que
respecta a la Biotica contempornea pues la que es hoy la corriente hegemnica, la que
ha logrado traspasar el umbral hospitalario, elPrincipialismo, es tambin la responsable
de discusiones cada vez ms y ms estriles.
Si la interdisciplinariedad no ha terminado de cuajar, ni en la Neurociencia ni en
la Biotica, es porque el Neurobiologicismo-de ideario positivista-, y elPrincipialismo
-de ideario autonomista-, se han hecho respectivamente fuertes en ellas. Prueba de ello
son, como mencion en el apartado anterior, la Neurotica de la Costa Oeste de
tradicin neurocientfica, y la de la Costa Este, originada en los foros bioticos.
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trabajo. No hay medias tintas: son los filsofos, los economistas, los polticos o los
artistas los que tienen que aprender Neurociencia y no al revs. En fin, el materialismo
eliminativista promueve esa creencia de la que se queja MacIntyre cuando escribe que
"para algunos, la Filosofa es una de esas cosas que pueden ser dejadas atrs. Como el
acn".
Una cosa es lo terico y otra lo prctico. El eliminativismo reconoce que todava
no ha llegado el tiempo prometido, por lo que la interaccin interdisciplinar todava
resulta una necesidad, aunque siempre desde la verticalidad. La Neurociencia debe
saberse superior a cualquier otra rama del conocimiento y empearse por traducirlo al
lenguaje de la neurofisiologa. Huelga decir que este modo de apertura interdisciplinar
es francamente tendencioso y acaba generando hostilidad y abandono entre los
participantes. Otro signo de la sospechosa bienvenida que ha dado la Neurociencia al
eliminativismo es el hecho de que, siendo la segunda una teora eminentemente
filosfica, haya recibido tantos elogios y argumentaciones en su defensa en el mbito
experimental. Contrstese con las numerosas crticas y rechazos que ha despertado en el
mbito filosfico. Naturalistas como John R. Searle, pragmatistas de la talla de Willard
V. Quine, o funcionalistas como Jerry Fodor y Hilary Putnam, han formulado serias
objeciones al eliminativismo.
Dirijamos ahora nuestra atencin hacia el actual pragmatismo en el que parecesumida la biotica y, especialmente, la que hoy sirve de espejo en el mundo
desarrollado, la de la Costa Este de Estados Unidos. La mayor parte de losmanuales
contemporneos de tica Mdica citan y desarrollan el Principialismo, tal como fue
formulado por primera vez por Beauchamp y Childress en 1979. El principal axioma de
esta teora es que la Biotica se construye y evoluciona con el pulso de los tiempos. Con
esto no quiere decirse que est fundada en el aire, sino en unos pocos pero slidos
principios que, en expresin de Beauchamp y Childress, son incuestionables para toda
persona que se considere moralmente seria (23). En dicha clave hay que situar el valorque en la actualidad, tanto en la investigacin como en el mbito asistencial, se concede
al consenso mdico y a la tica de mnimos. Por otro lado, es comprensible que, en
dicho marco constructivista, el Principialismohaya sido bien acogido pues responde a
la ambivalencia moral de la posmodernidad. Los principios de esta teora son cuatro,
pero en la prctica, solo uno, el de autonoma, ha ido ocupando progresivamente los
puestos ms altos en la escala de valores. Eso s, sin un reconocimiento explcito del
precio pagado: el abandono de la objetividad. Paso a explicar este asunto.
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A pesar de los buenos propsitos y de las apariencias, tanto la coherencia interna
del discurso como sus consecuencias prcticas descubren cun desamparada queda la
nocin de verdad en el Principialismo. Y es que, la incuestionabilidad de sus cuatro
principios viene a fundarse, si se reflexiona con detenimiento, en un consenso inicial
que es tomado ingenuamente como universal por ser evidente para todo ser humano
racional y razonable. Se comete as un doble error: primero, el identificar lo evidente
con lo cierto y, segundo, el extrapolar lo que muchosaceptan a lo que todosaceptan.
Introduzco aqu, como parntesis, una aclaracin. Lo cierto refiere a lo real
mientras que lo evidente refiere al estado psicolgico por que tendemos a creer que algo
es cierto. Pero no necesariamente toda evidencia (lo que los clsicos denominaban
apariencias) es cierta, ni toda certeza axiomtica es inmediatamente convincente. Lo
que es evidente para SherlockHolmes, muchas veces no lo es tanto para el Dr. Watson.
El Principialismo toma como punto de partida unas evidencias que, en efecto, crean el
consenso necesario para poder iniciar un dilogo, pero un dilogo que la experiencia
demuestra que se produce nicamente en los pases de influencia occidental, donde
valores como la libertad, la igualdad o la solidaridad son comnmente aceptados. El
fracaso del Principialismo para crear una biotica transcultural es buena prueba de ello.
No puede ser de otra manera cuando hace partir su discurso de evidencias y no de
razones axiolgicas.
El Principialismo adolece de un segundo taln de Aquiles. Al fundarse los cuatro
principios en evidencias, no hay un criterio claro sobre cul debiera primar sobre el
resto, por lo que, a la hora de combinarlos en una situacin concreta, factores arbitrarios
terminan por determinar la decisin moral final. En suma, el consenso inicial logrado en
la tica de mnimos acaba siendo de muy corto recorrido, pues apenas sirve para llegar a
acuerdos sobre las dificultades morales ms sencillas.
Esto trae consecuencias importantes tambin en lo que a la interdisciplinariedadse refiere. La razn es que el dilogo entre distintos especialistas y entre diferentes
equipos interdisciplinares sucumbe ahogado en los interminables y vanos esfuerzos por
superar una subjetividad que se encuentra ya en la raz de la metodologa empleada por
sus investigadores. Es coherente con dicha situacin que la forma de superar dichos
obstculos, consciente o inconscientemente, sea la de adoptar una actitud pragmtica, en
el sentido ms relativista del trmino; esto es, la de conceder hegemona al principio de
autonoma sobre el resto de los principios. En otras palabras, el paciente de cada caso es
quien tiene la ltima palabra sobre lo que le conviene, como el investigador de cadaequipo interdisciplinar es quien tiene la ltima palabra en relacin con lo que es cierto.
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En este sentido, las evidencias, no solo del principio del discurso sino tambin las del
final, acaban representando la verdadera argamasa del acuerdo, uno en el que la
persuasin y la adscripcin ideolgica sustituyen respectivamente a la racionalidad y a
la comunidad cientfica.
Trasladando este anlisis a los debates de la Neurotica contempornea, sin
olvidar que stos giran en torno a uno de los objetos intelectuales ms complejos e
inaccesibles de la naturaleza, llegamos a la conclusin que se adelant en el epgrafe
segundo: la Neurotica no es tanto un campo de la ciencia como una corriente
intelectual. En ella estn extendidos los postulados evolucionistas y autonomistas que
asfixian la discusin que es propia en todo foro de conocimiento. Con el mismo anlisis
damos tambin respuesta a la pregunta sobre el desarrollo de la interdisciplinariedad en
Neurotica, que se descubre como pseudo-interdisciplinar. Como denuncia sin
complejos Tristram Engelhardt -una de las ms representativas autoridades de la
biotica relativista contempornea-, ni bajo los esquemas del relativismo ni bajo los del
Principialismo es posible una tica global (24). La interdisciplinariedad tiene sentido
porque el hilo de la razn con el que tratamos de entrelazar los distintos campos de la
ciencia es el mismo con el que stos han sido tejidos. Si la razn queda relegada a un
uso meramente instrumental, entonces solo podemos esperar una multiplicidad de
ciencias particulares compitiendo por estar de moda.
4. De la psiquiatrizacin a la Medicina neuro-mejorativa
El enfoque de la Neurotica de la Costa Oeste tiene ms impacto social que el de
la Costa Este. Para comprobarlo solo hace falta repasar los titulares de prensa
publicados sobre Neurociencia en la ltima dcada. En ellos se tratan y defienden ms
las ideas biologicistas que las principialistas; es decir, hay mayor demanda y oferta de
teoras mecanicistas sobre la conducta humana que afn por resolver los problemas
ticos que la Neurociencia est generando a travs de una tica autonomista. Este hecho
es el que constatan y analizan Judy Illes y Eric Racine en sus artculos de 2005 y 2010.
En ambos estudios cuantitativos se observa el impacto social de los avances de la
Neurociencia a travs del anlisis de titulares de prensa recogidos en las principales
publicaciones de la prensa norteamericana.
En sus resultados, Illes y Racine utilizan tres trminos para describir, de manera
general, dichos titulares: a) neuroesencialismo, o la combinacin de reduccionismo
biolgico y entusiasmo infundado en la Neurociencia; b) neurorealismo, o la reduccin
de lo real a lo que puede ser explicado a travs de la Neurociencia; c) neuropolticas
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(neuropolicies), o la inclusin de la Neurociencia en el diseo de toda ndole de
campaas gubernamentales (25 y 26). El diagnstico que hacen en sendos trabajos se
presenta especialmente grave en lo que a la idea de hombre se refiere. Muchos de los
titulares analizados hacan referencia a la idea de que el hombre es su cerebro o, al
menos, producto de ste. No es solo un fenmeno periodstico: filsofos de la talla de
Antonio Damasio, Daniel Dennett o Vilayanur Ramachandran respaldan con
monografas de divulgacin -hoy ya bestseller-dicha identificacin (27, 28 y 29).
Especialmente importante es el asunto de las nuevas neuropolticas, porque la
moda biologicista ha calado en el mbito acadmico pero, sobre todo, en el imaginario y
en las prcticas sociales. Esta es la razn por la que Wolpe describi como revolucin
neurocientfica, ya en 2002, la influencia que iba a tener la Neurociencia en la vida
diaria. Los avances en neuroimagen, la nueva generacin de frmacos, los interface
neuronales, las tcnicas de estimulacin cerebral: todo ello iba a constituir los
principales retos del nuevo siglo (17). Y en efecto, diez aos despus, la actual agenda
biotica ha confirmado tal prediccin. Ms concretamente, el problema de la
psiquiatrizacinde la condicin humanase ha convertido en uno de los asuntos ms
controvertidos, sensibles y recurrentes de la biotica contempornea.
El fenmeno es menos reciente de lo que podra parecer. La dinmica
psiquiatrizante haba empezado mucho antes de convertirse la Neurociencia en unamoda social. Hace cincuenta aos que nuevos hbitos de consumo llevan instaurndose
en los hogares occidentales. Concretamente, Philip A. Berger sita en 1956 la fecha de
inicio de una nueva era en la prescripcin de psicofrmacos, caracterizada por un
notable aumento en la demanda social de tales productos. Esta demanda no parece poder
justificarse por causas de naturaleza estrictamente mdicas, como podran ser la
aparicin de nuevos tipos de enfermedades mentales (un fenmeno asociado a los
tambin nuevos estilos de vida) o el aumento de los diagnsticos de patologas ya
existentes, pero de reciente categorizacin (30). Segn Berger, un nuevo tipo depacientes apareci entonces, caracterizado por la creencia en que buena parte de los
sufrimientos que acompaan la vida humana podan ser solucionados, no con filosofa,
literatura, poltica o religin, sino gracias al consumo de frmacos modificadores de los
afectos y la conducta. Esta moda tiene un origen social y no profesional dada la pblica
y bien constatada resistencia de los especialistas en salud mental a dispensar frmacos
con fines no teraputicos[5].
La medicalizacin de la normalidad no debe ser confundida con el inters de unapersona o grupo por aprovechar los conocimientos mdicos para mejorar la calidad de
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En 20 aos, el nmero de artculos que han abordado la transformacin de los
lmites y fines de la Medicina ha crecido exponencialmente. Y no es casualidad que este
periodo coincida con la publicacin en 1994 delManualdiagnstico y estadstico de los
trastornos mentales(DSM IV), lugar en el que, por primera vez, tomarn relevancia los
tan polmicos "trastornos subclnicos", clasificaciones diagnsticas significativamente
inespecficas y ambiguas. Este manual represent el detonante de la masificacin de las
consultas psiquitricas. Un nuevo tipo de perfil de paciente haba aparecido, el de los
llamados "poco enfermos" (worried well). As lo entiende Chodoff, para quien el DSM
IV es la razn de que treinta y tres millones de norteamericanos piensen hoy que sufren
timidez patolgica u otro trastorno lmite de la personalidad. Y lo mismo afirma del
trastorno por ansiedad generalizada, que afecta a un tipo de pacientes sin cura que,
segn el mismo autor, fidelizan sus visitas tratando de encontrar lo que antes se buscaba
en la pintura, en la filosofa o en la amistad[6].
El principal requerimiento de los nuevos pacientes son los psicofrmacos:
herramientas mdicas inmediatas y eficaces para disolver el perenne sentimiento de
enfermedad y la frustracin de una existencia llena de aspiraciones no resueltas. Pero el
asunto es ms grave an de lo que parece, ya que los nuevos hbitos de consumo
psicofarmacolgico han sido extendidos tambin a la progenie. Vase, como muestra, el
informe que Lawrence H. Diller hizo en el ao 2000 para el IMS Health
norteamericano. Segn dicho informe, el incremento de los inhibidores selectivos de la
recaptacin de serotonina (SSRIs) en nios de entre 7 y 12 aos super el 151% entre
1995 y 1999. Y lo que es ms alarmante, el ascenso lleg al 580% en menores de 6 aos
(33). Un informe similar de 2002 recoge cifras an ms alarmantes: en EE.UU, el
nmero de menores consumidores de alguna clase de estimulantes alcanz los cuatro
millones (34).
Entre las variadas controversias a las que est dando lugar la nueva
psicofarmacologa peditrica, es interesante destacar el debate en torno al mejoramientomdico. La conexin entre un tema y otro es el descubrimiento de los mejoradores
universales (universal enhancers), frmacos eficaces no solo en el restablecimiento de
las funciones cognitivas, sino tambin en su aparente optimizacin. Por ejemplo, el
metifenidato es uno de los ms famosos y controvertidos mejoradores, en este caso, de
la atencin. Hace ms de dos dcadas que lleva siendo usado no solo para tratar el
trastorno por dficit de atencin con hiperactividad(TDAH), sino tambin para intentar
mejorar el rendimiento de nios con dificultades escolares e incluso para facilitar a
estudiantes normales la consecucin de la excelencia acadmica. Estos segundos, que
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no entraban siquiera en la categora de worried well, fueron el centro de las primeras
discusiones bioticas en torno a la modificacin de la naturaleza humana como medio
de bsqueda de la perfeccin[7]. Pero si primero fueron los padres los que se
preguntaban por qu no utilizar unos psicofrmacos con fines no teraputicos si se
venden como productos inocuos para la salud, ahora se han sumado a dicho grupo de
presin estudiantes universitarios, ejecutivos, soldados, etc.
El paso del planteamiento medicalizante al mejorativo ha sido propiciado por
varios factores. En primer lugar, puede apuntarse el hecho de que, con el empleo del
trmino "mejorativo", muchos tutores encontraran la manera de evitar en sus hijos la
estigmatizacin que todava acompaa el diagnstico y tratamiento del enfermo mental.
En segundo lugar, la separacin entre Medicina teraputica y mejorativa supone una
forma de poner lmites asistenciales en una sociedad cuya situacin, por estar
medicalizada, es insostenible para aseguradoras y sistemas de salud pblica (36). En
tercer lugar, con la Medicina mejorativa la industria farmacutica habra encontrado un
nuevo y vastsimo mercado en el que lanzar sus productos. Por ltimo, la Neurotica de
la Costa Este tambin ha jugado tambin un claro papel en la defensa del neuro-
enhancementen base a la idea autonomista de que el paciente es quien tiene la ltima
palabra sobre las modificaciones de su propio cuerpo (37). En conclusin, en el nuevo
marco que introduce la Medicina mejorativa, la nocin clsica de salud y tambin del
propio sufrimiento dejan de contarse entre los criterios esenciales de la actividad
mdica, indistinguible ya de la bioingeniera[8].
En torno al debate del neuro-mejoramiento, encontramos otro fuerte e influyente
grupo de interlocutores: los pertenecientes a la corriente transhumanista. El
Transhumanismo defiende que el principal rasgo -por no decir nico- que comparten los
seres racionales, es su inclinacin a cambiar su entorno y a s mismos, en aras a un
futuro mejor o, por lo menos, distinto. No hay restricciones: la identidad humana es
enteramente abierta e ilimitada, como tambin lo es la facultad racional (39). AndyMiah, siguiendo la misma lnea de pensamiento, propone sustituir el trmino cuerpo por
el de "tecnosoma" (somatechnics), esto es, tecnologa encarnada. Con dicho
neologismo Miah pretende evitar el error dualista de pensar que el hombre es un cuerpo
que hace uso de instrumentos, cuando la realidad es, segn el autor, que el cuerpo es la
cristalizacin de dichos usos[9].
No son casuales los estrechos lazos creados, en la ltima dcada, entre la
Neurotica autonomista y la posicin transhumanista. Ambas posturas niegan laexistencia de una naturaleza humana por la que est justificado limitar las acciones
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humanas, ya teraputicas, ya mejorativas. La Neurotica autonomista encontr en el
Transhumanismo el respaldo filosfico y la profundidad argumentativa de la que la
retrica principialista careca. A su vez, el Transhumanismo encontr, por un lado, una
Neurociencia en la que las propuestas mejorativas parecan ms plausibles que nunca y,
por el otro, una Neurotica que luchaba, en un contexto bien concreto -el de la relacin
mdico-paciente-, por ampliar los lmites convencionales de la Medicina.
Muestra de la actual importancia de la Neurotica para el movimiento
transhumanista es la creacin en 2009 del Oxford Centre for Neuroethics, dirigido por
Julian Savulescu uno los principales promotores del Transhumanismo. Este organismo
cuenta tambin entre sus miembros con Nick Bostrom, confundador de la World
Transhumanist Association en 1998 y del Institute for Ethics and Emerging en 2004.
Otros dos datos significativos sobre la conexin entre el Transhumanismo y la
Neurotica autonomista son la participacin recurrente de Bostrom en las actividades
del Center for Neuroscience & Societyy de Julian Savulescu en la direccin ejecutiva
de laInternational Neuroethics Society.
5. Neurocosmtica y consumismo mdico
La propuesta mejorativa de la Neurotica autonomista est cambiando la
definicin de acto mdico. La causa es el gran eco que ha recibido en el mundo
asistencial, gracias al respaldo de los nuevos pacientes -o mejor dicho, de los
consumidores de medicamentos con fines no teraputicos-, de la industria farmacutica,
y tambin, en los ltimos aos, de los propios neurocientficos. Con este tercer apoyo se
ha producido lo que era esperable: el matrimonio entre la Neurotica biologicista y la
autonomista. La principal clave de unin entre, por un lado, el neurocientfico -con su
interpretacin de la naturaleza como mbito de causas (fsicas) y azares- y, por el otro,
el principialista -con su moral constructivista-, es la interpretacin biologicista de la
salud. Entendida sta como el estado ideal de adaptacin del agente al medio, el
mejoramientose descubre como otra manera de nombrar la ganancia o incremento de
salud. En efecto, la discusin relacionada con el mejoramiento muestra que no hay
confrontacin real entre el biologicismo y el autonomismo, an ms, que ni siquiera
existe una distincin formal.
La medicalizacin de la normalidad es un fenmeno social de primera magnitud y
el mejoramiento una incipiente moda en la investigacin neurocientfica. A estos dos
asuntos, que estn cambiando la concepcin clsica de Medicina, hay que sumar un
tercero, el de la Neurologa cosmtica. Su presencia se encuentra limitada a la
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Neurotica ms especulativa, a ciertas utopas posmodernas y al mercado negro de
venta y consumo de estupefacientes, pero amenaza con extenderse al mbito sanitario.
Desarrollar a continuacin algunos de sus principales rasgos y la razn de esta
dinmica expansionista.
En el epgrafe anterior se introdujo la propuesta mejorativa, esto es, la idea de
introducir en la actividad mdica procedimientos de tipo no teraputico. No obstante,
dichos procedimientos conservan todava, y al menos tericamente, un aura de
objetividad. La mejora es definida como tal por criterios racionales de optimizacin y
adaptacin de la fisiologa de un agente biolgico en un determinado medio. En
contraste, en la propuesta cosmtica se abandonan los criterios objetivos para definir un
acto mdico que depende esencialmente de elecciones subjetivas. Es una costumbre
milenaria la de consumir sustancias que modifican los afectos o la conducta con fines
recreativos y no meramente teraputicos o mejorativos, es decir, no para aliviar el
sufrimiento o para lograr una mejor adaptacin al medio. Lo que s es reciente es el
amplio abanico emocional que brinda la psicofarmacologa. Cmo quiero sentirme
hoy: tranquilo, animado, disociado, sociable o desinhibido?Hemos de caer en la cuenta
de que el consumidor de ccteles de estupefacientes no suele tener una razn de peso
para elegir una sustancia psicoactiva en vez de otra. Por eso mismo sus preferencias son
superficiales y volubles.
La comparacin entre la Medicina esttica y la Neurologa cosmtica es
inevitable, aunque, en la mayora de las ocasiones, es usada para criticar la hipocresa de
una sociedad que acepta la primera y no la segunda. La idea de ampliar los lmites de la
Medicina sale otra vez a colacin, ahora de manera definitiva (40). Esta posicin
libertaria es, sin duda, la expresin ltima del ideario posmoderno de auto-
determinacin, muy relacionado con el arraigo del enfoque positivista en Occidente.
Es preciso aclarar que las decisiones cosmticas son naturales y tienen ciertalegitimidad. Desde siempre, las preferencias subjetivas han formado parte cotidiana de
la existencia humana. Pensemos, por ejemplo, en las razones por las que solemos elegir,
por postre, una determinada fruta y no otra. Habitualmente dicha eleccin, variable, est
basada en el apetito de un concreto instante y no en el hecho de que creamos que un
sabor o una determinada textura sea, objetivamente, mejor que otra. Tambin podemos
encontrar este tipo de juicios en la relacin mdico-paciente, aunque siempre sobre
cuestiones intrascendentes o sobre aquellas en las que el mdico no era capaz de
establecer un claro veredicto de conveniencia. Justamente es aqu donde encontramos elpunto de inflexin de la actual Medicina cosmtica: las preferencias subjetivas del
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paciente hoy versan sobre decisiones graves y, en ocasiones, hasta reconocidamente
contrarias a la salud.
La Ciruga esttica es, probablemente, la especialidad mdica en la que el furor
cosmtico resulta ms evidente y socialmente aceptado. Obviamente, no toda
intervencin plstica responde a fines subjetivos, pues muchas de ellas son de tipo
reconstructivo o esttico, es decir, estn orientadas a la consecucin de la salud o de la
belleza. Pero tambin abundan las operaciones plsticas que no buscan otro particular
que el de materializar un capricho. El problema es que estos antojos no son como
tatuarse una rosa en el tobillo o ponerse un piercingen la nariz, sino que exigen serias
intervenciones quirrgicas y, por tanto, la intervencin de expertos. La epidemia de la
ciruga esttica y sus abusos son, en este sentido, expresin del papel preponderante de
las preferencias subjetivas en las peticiones del paciente a su mdico (41). En
comparacin, la Neurologa cosmtica, aunque viene acompaada igualmente de serios
peligros, no exige una participacin del profesional en salud mental tan activa y
explcita, como tampoco son tan evidentes, al menos a corto plazo, las consecuencias
negativas del consumo ldico de psicoactivos. Esto hace que, en la prctica, la
Neurologa cosmtica sea un fenmeno tanto o ms extendido que el de la Ciruga
plstica, aunque con menor repercusin meditica y, desde luego, mucho ms difcil de
controlar gubernamentalmente.
Pero volvamos al estudio de las causas de las modas cosmticas. La natural
inclinacin humana a actuar por motivos afectivos subjetivamente-, no explica por s
misma la actual intensidad que estn cobrando stas conductas en la Medicina
contempornea. Dicho fenmeno parece estar provocado, sobre todo, por motivo del
actual encuentro de los planteamientos de autodeterminacin posmodernos con los del
positivismo racionalista. No poda acabar de otra manera: la idea de una autonoma
absoluta a la que, por distintos caminos, conduce el Principialismo y el
Transhumanismo, ha comenzado a ser recibida sin demasiadas trabas por unacomunidad cientfica que entiende el cuerpo humano como producto de leyes fsicas y
seleccin natural. Si, como el resto de vivientes, el ser del individuo queda reducido al
de actividad de adaptacin al medio, entonces, nociones como la de supervivencia o
salud pierden su carcter normativo[10]. En este contexto hay que entender por qu la
controversia acerca de la hegemona de la autonoma sobre el dolor e incluso sobre la
propia vida es un debate de mxima actualidad, una polmica de la que ni la
Neurociencia ni la Psiquiatra contemporneas estn exentas. Porque tampoco en ambas
reas las nociones de adaptacin psicofisiolgica tienen carcter regulativo; es decir,
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son nociones que pueden ser utilizadas para alegar en contra de la investigacin e
indicacin de psicofrmacos con fines ldicos. El ejemplo ms importante que se puede
poner en tal debate es el de la conservacin de la vida: desde una interpretacin
positivista de la ciencia, no hay razones ltimas que sirvan para impedir a nadie
abandonar, por razones subjetivas, las conductas adaptativas.
Un ejemplo de cmo los postulados autonomistas estn impregnado la psiquiatra
es el progresivo abandono de la nocin de respuesta afectiva adecuada. En la tercera,
pero sobre todo en la cuarta edicin del DSM, dicha expresin, clsicamente utilizada
para sealar la idoneidad adaptativa de un determinado afecto, ha pasado a convertirse
en un rea nebulosa ms dependiente de la opinin del enfermo que de supuestos
estndares clnicos comunes. Todava ms, se teme que en la quinta edicin, cuya
publicacin se estima para 2013, desaparezca dicho trmino y, lo que es peor, que el de
salud mental quede, en la prctica, exento de contenidos objetivos. Por ejemplo, bajo los
nuevos criterios, no ser susceptible de diagnstico quien no se no se sienta enfermo y,
a la inversa, estar enfermo quien as se crea[11]. Si nada lo remedia, la psiquiatra
puede volverse mximamente dependiente de los estndares culturales, de las modas
imperantes y, sobre todo, de quienes, ya sin ms restricciones que los dictados de su
propia autonoma, aspiran a metas cosmticas.
Otra razn que explica la paradjica subjetivizacin de la ciencia tiene que vercon el efecto rebote que provoca el fenmeno de medicalizacin. Si el fenmeno de
medicalizacin est relacionado con los postulados positivistas, la introduccin de la
objetividad cientfica y de la biotecnologa en todos los aspectos de la vida humana, trae
como consecuencia, a su vez, una no deseada actitud desospechapara con ellas y, sobre
todo, para con sus productos. Cuando los dictmenes, cientficos o no, ataen a los
aspectos ms sensibles o existenciales del ser humano, es muy habitual que stos sean
acogidos con desconfianza, especialmente si las argumentaciones no son lo
suficientemente slidas. Pero la verborrea medicalizante no est sembrando solo unfundado escepticismo sobre la ciencia experimental sino, lo que es peor, una actitud
pragmtica con respecto a sus usos tericos y tecnolgicos. Esa parece ser la causa de
que un rasgo caracterstico de las sociedades posmodernas sea que los nuevos
consumidoresde Ciencia seleccionen tendenciosamente los argumentos cientficos y la
tecnologa, para justificar y materializar unas determinadas creencias, conductas o
aspiraciones.
No solo la medicalizacin, tambin el actual neuro-mejoramiento debera serencuadrado en el contexto cosmtico. Como apuntan Sheila Rothman y David Rothman,
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las promesas de la Medicina mejorativa, que han existido desde siempre,
frecuentemente solo esconden fiascos promovidos por embaucadores y por ingenuos
(42). A este selecto grupo hay que sumar ahora a los caprichosos. Lo grave de la
situacin actual es que las actuales promesas versan sobre el cerebro, un rgano que no
es similar a ningn otro, como tampoco nuestro desconocimiento sobre su
funcionamiento es comparable con el resto e incertidumbres que acompaan otras partes
de nuestro cuerpo. Todo buen mdico reconoce que las incertidumbres sobre su
manipulacin son tan grandes que hoy resultan slo asumibles en la medida que, al otro
lado de la balanza, exista suficiente sufrimiento como para que merezca la pena correr
semejantes riesgos. Pero no es sufrimiento lo que el mejoramiento o la cosmtica
mdica estn poniendo en juego.
Para terminar, incoar un problema asociado a las campaas de prevencin que
desarrollar en el epgrafe siguiente. No parece importar demasiado cunto se advierta
hoy sobre, por ejemplo, los riesgos del metilfenidato, o cunto acerca de sus ms que
dudosos beneficios para el expediente acadmico o para la vida laboral. La propaganda
meditica, la avidez en el consumo y las presiones a las que se ven sometidos los
mdicos, van en aumento (43, 44 y 45). A qu es debido esto? Parte de la respuesta
tiene que ver con la voluntaria irracionalidad a la que parece estar entregndose un
sector del mundo occidental cada vez mayor.
6. Colapso de la Ciencia y de la Biotica
La medicalizacin est provocando por s misma actitudes relativistas y hbitos
consumistas con respecto a los avances cientficos, pero estos hbitos vienen tambin
favorecidos por el clima autonomista presente -mucho antes que el positivista-, en los
hogares occidentales. Ahora bien, los comportamientos de cherry pinking han
terminado por contagiar, no solo a los pacientes, sino tambin a mdicos y cientficos.
Resulta interesante estudiar este proceso en el reciente encuentro y colaboracin entre la
Neurotica autonomista y la Neurotica biologicista.
Consecuencia de este extrao matrimonio es la reciente inclusin de Patricia
Churchland, una de las principales figuras de la Neurotica biologicista, en el
Governing Board de la InternationalNeuroethics Society. Recordemos que dicha
institucin es una las principales instituciones de la Neurotica autonomista. La
profesora Churchland desarrolla en dicho foro las implicaciones ticas de su propuesta
eliminativista. Su tica est fundada, como no poda ser de otra manera, en la fisiologa
del sistema nervioso central y en las llamadas leyes de seleccin natural. De forma
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resumida, su discurso apela a que el concepto de bien, como el de placer, viene
constituido por el conjunto de acciones que mueven a la supervivencia, mientras que el
concepto de mal, como el de dolor, por el conjunto de acciones que promueven lo
contrario. No obstante, Churchland reconoce que el ser humano no encaja
completamente en dicho esquema pues, gracias -o por culpa- de su especial inteligencia,
es capaz de independizarse de los fines de la especie e, incluso, de su supervivencia
como organismo individual. El hombre es, en su opinin, una realidad supra-biolgica:
un raro producto de la evolucin. Es el animal que ha escapado, si no de las leyes
universales de seleccin natural, s de los concretos mecanismos evolutivos que definen
y que han guiado, desde su aparicin, a los organismos biolgicos por la senda de la
complejidad[12]. Bajo dicho enfoque, la filsofa pretende justificar, entre otras
conductas, las autodestructivas. Churchland vincula stas a la consecucin de placer, no
importa si a expensas de la propia salud.
Desde un punto de partida evolucionista, Churchland no cree posible desautorizar
la persecucin del placer a expensas de la salud o la huida del sufrimiento a travs del
suicidio. nicamente es posible describir dichas conductas como inadecuadas si afectan
el tejido social, pues entonces se estara destruyendo aquello que permite a la autonoma
individual crecer y realizarse ms rpidamente. Su conclusin est en total sintona con
la Neurotica autonomista: si hay que defender valores, stos deben ser exclusivamente
los construidos por cada sociedad y para cada sociedad, siendo la sociedad misma un
simple medio para la realizacin de la voluntad de cada hombre.
El positivismo conduce al relativismo moral pero, en ltimo trmino, tambin al
relativismo respecto de la propia nocin de verdad que, al igual que la de la salud, acaba
vacindose de contenido. Sobre esta vuelta del calcetn del positivismo trabaj hasta su
muerte Richard Rorty, probablemente el ms coherente y conocido profeta del
Neopragmatismo. En dicha teora, Rorty defiende la imposibilidad de formulacin de
enunciados objetivos tanto normativos (sobre el deber ser) como descriptivos (sobre elser). Lo interesante del planteamiento de Rorty es que surge tras su proyecto de querer
fundamentar una teora objetiva del conocimiento sustentada en los particulares
procesos que tienen lugar en el sistema nervioso central. No casualmente, Rorty es
considerado uno de los padres del materialismo eliminativo. En efecto, el filsofo
neoyorquino plante, mucho antes que Churchland, un futuro en el que los seres
humanos habran abandonado los trminos mentalistas para utilizar un lenguaje
materialista, esto es, en el que nicamente se hara referencia a estados neuronales. Sin
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embargo, Rorty fracasa en su empresa: desilusionado, llega a la conclusin de que la
mente humana no acta ni puede actuar como el "espejo de la naturaleza".
Tras la capitulacin de su proyecto epistemolgico y, con ello, de la filosofa y de
la ciencia misma, Rorty dedicar el resto de su vida a defender la sustitucin de la
nocin de verdad por la de ficcin, entendida esta segunda como el discurso
desvinculado de toda objetividad, y cuyo valor es el que tiene cualquier otra funcin en
un organismo: la adaptacin. Coherentemente, Rorty sita las diferentes ficciones
humanas -las de la ciencia, la literatura, la religin- al mismo nivel. El valor de todas
ellas, su utilidad, depender del entorno y, sobre todo, de las preferencias individuales,
que son para Rorty el verdadero cimiento social (46). En conclusin, lo que subyace en
los tan anhelados acuerdos humanos, antes y ahora, es la persuasin, y a ella nos insta
Rorty a entregarnos sin los viejos complejos ontolgicos. Y as ha sido. No solo la
Medicina cosmtica, tambin el consenso anhelado por el Principialismo e incluso la
bsqueda de la perfeccin que caracteriza a la Medicina mejorativa, son
fundamentalmente guiados por las dinmicas de la persuasin.
La trayectoria intelectual de Rorty augura cul ser el final del matrimonio entre
el Evolucionismo y el Principialismo, entre la Neurotica biologicista y la autonomista:
el divorcio. En dicha ruptura, lo ms probable es que la peor parte se la lleve el
positivismo, con la deslegitimacin de las ciencias positivas. El precio pagado por elAutonomismo tampoco ser pequeo: prdida de la responsabilidad moral. Martha
Farah es, sobre esta cuestin, la neuroeticista que ms claras influencias biologicistas ha
recibido y en quien ms claramente puede percibirse la progresin de las ideas
autonomistas hacia su conculcacin.
Para Farah, combatir el dualismo es lo mismo que asumir que el cuerpo humano
funciona como una mquina. "La Neurociencia ha empezado a cambiar esta visin
[dualista], mostrando que no solo la percepcin y el control motor sino tambin elcarcter, la consciencia y el sentimiento espiritual pueden ser rasgos de una mquina. Si
esto es as, por qu seguir creyendo que contiene un fantasma?". Consecuentemente,
para Farah, la libertad humana es reducida tambin a dicho marco: "Toda conducta
parece similar a la del reflejo rotuliano en la siguiente y ms importante cuestin: es
resultado de una cadena de puros eventos fsicos tan imposibles de resistir como las
leyes de la fsica" (47). No obstante, esta tesis netamente determinista parece conculcar
el principal -por no decir nico-, valor del Principialismo, as como el proyecto de auto-
determinacin posmoderno. Farah, consciente del problema, trata de solventarloesgrimiendo los argumentos del Compatibilismo, posicin tambin recurrente en los
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planteamientos eliminativistas, de los que llegar a ser una gran impulsora en la
Neurotica de la Costa Este[13].
En su artculo de 2005, Neuroethics: the practical and the philosophical, Farah
deja clara su posicin: es compatible compaginar el determinismo con la idea de
libertad, si bien sta debe desprenderse de todo cariz de responsabilidad. Lo que resta es
la autonoma: una nocin que no depende, en el esquema compatibilista, de conceptos
metafsicos como libre albedro, voluntad, mrito o culpa. En otras palabras, las
conductas autnomas son las de un organismo que, segn Farah, presenta un sistema
nervioso central que funciona adecuadamente, mientras que la prdida de autonoma
tiene que ver con una disfuncin de la inteligencia. En definitiva, actuar libremente es
actuar correctamente; esto es, como es esperable que acte un organismo sano ante un
entorno determinado, o como respondera una mquina muy compleja ante concretos
inputssi todos sus circuitos funcionaran con normalidad.
El Compatibilismoimpulsa otra forma de medicalizacin, esta vez sobre el objeto
de los juicios morales y penales, progresivamente sustituidos -eliminados- por los
juicios mdicos. Paradjicamente, Farah niega que el enfoque determinista influya
significativamente en los estilos de vida pues, en la prctica, seguiremos tomando
decisiones y percibindonos como autores de nuestra existencia. Este doble rasero al
que conducen las tesis compatibilistas es expresado por Farah en los siguientestrminos: "Para la tica, la nica alternativa es un cambio hacia aproximaciones ms
utilitarias [] En contraste, como individuos [] importa poco si la persona es ilusin
o realidad" (48). La autora es muy optimista sobre el futuro que invoca dicha actitud
ambivalente. El impulso determinista de la Neurociencia traer progreso social, al
acabar con el sentimiento de culpa asociado a los comportamientos clsicamente
descritos como malvados y, por ello mismo, estigmatizados. Hospitales, que no
crceles: se es el verdadero signo del progreso, y a l, segn Farah, debemos aspirar.
La distincin que hace Farah entre lo prctico y lo filosfico conduce a dos
importantes conclusiones: a) el ser humano puede ser reducido a enunciados fsicos; y
b) dicha verdad no tiene por qu condicionar los estilos de vida. En primer lugar, la
solucin compatibilista es percibida por Farah como ineficaz para salvar la creencia
popular en la libertad humana. Despus de todo, el tipo de autonoma que en dicha
doctrina se concede al ser humano no es diferente a la que podra predicarse de una bola
de billar. Tambin en esta segunda hay causas internas que, siendo propias de su
estructura y dinamismo, no pueden ser reducidas a las causas externas que la rodean.Ambas autonomas se diferenciaran exclusivamente en trminos de complejidad. Por la
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misma razn, ni en el hombre ni en la bola de billar puede predicarse un autntico
principio motor, una iniciativa real o eleccin entre posibilidades. Esto es debido a que
toda causa fsica, no importa si interna u externa (diferenciacin que, como veremos
luego, ser puesta en entredicho), est determinada por causas precedentes internas y
externas. En segundo lugar, la separacin entre lo filosfico y lo prctico muestra cun
dbil es, a criterio de la autora, el vnculo que une los discursos lgicos con las
creencias y comportamientos sociales. En este sentido, cabe aventurar que la semilla del
Neopragmatismo rortiano y el uso cosmtico de la ciencia ha comenzado a germinar en
Farah: aunque pretende fundar sus argumentos en los conocimientos objetivos de la
Neurociencia, cuestiona explcitamente que stos deban servir para guiar la existencia
humana.
El triunfo del Compatibilismo en la Neurotica autonomista (y por extensin en la
Biotica) supone tambin su colapso. La idea de una libertad medicalizada, sin
responsabilidad, desnaturaliza el proyecto de autodeterminacin moderno, ya que
implica aceptar que todo agente est predestinado a elegir las metas de acuerdo a su
estado fisiolgico y no a su razn. La gloriosa voluntad racional kantiana se ha vuelto
gris en un contexto en el que las acciones humanas pierden peso ontolgico y tambin
psicolgico: la creencia, no importa si cierta o falsa, de saberse sujeto a las
circunstancias -sin culpa y, sobre todo, sin mrito-, promueve un tipo de conducta
distinta de la que suscita la creencia en un real autogobierno, aunque sea a base de
exiguos consensos. Y es lgico que quienes tratan de vivir el Compatibilismo asuman
actitudes cosmticas, dado que es ms fcil para estos individuos justificar unas
acciones que pueden ser vistas como caprichosas, pero no ya como irresponsables. No
depende su conducta, despus de todo, de las circunstancias que padece el sujeto? El
nico lmite a la hegemona de los afectos sern ms afectos: aquellos frutos del
conocimiento de las consecuencias. Aunque, como dice el refrn, ojos que no ven,
corazn que no siente. Precisamente es lo que introduce y fomenta la separacin de
Farah entre lo filosfico y lo prctico. La historia no puede terminar bien. La
trivializacin de la existencia ha de desembocar en la pasividad de quien, desde el hasto
de los afectos, juzga la vida como un duro juego, pero un juego despus de todo. Para
ganar en l, conviene no saber demasiado, no involucrarse en exceso. Entonces, qu
sentido y qu funcin social puede abrigar la Biotica?
La gran difusin de las tesis compatibilistas en Neurotica explica, por varios
motivos distintos, el creciente inters de sus investigadores por la Neurociencia de la
adiccin y de los hbitos[14]. El proyecto de reducir a teoras positivas la toma de
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decisiones y las conductas voluntarias, encuentra en los trastornos adictivos y en las
conductas automticas el campo idneo de investigacin. La causa de ello es que ambos
escenarios estn estrechamente asociados a nuestra capacidad de percibir y distinguir
conductas sobre las que se ejerce ms o menos control. Concretamente, la hiptesis de
trabajo compatibilista buscara demostrar cmo tanto los comportamientos voluntarios
como los involuntarios son causados por mecanismos fsicos y que, por tanto, ambos
son predecibles incluso antes de que el agente sea consciente de su intencin de actuar.
El reto de este proyecto es doble: por una parte, lograr demostrar la predictibilidad de
las conductas voluntarias; por la otra, distinguir los tipos de causaciones que dependen
de los mecanismos ms complejos del sistema nervioso central, especialmente aquellos
conscientes y sometidos a las funciones ejetuvias[15].
Un segundo motivo, de naturaleza ms prctica y marcadamente medicalizante, es
el que expone Henry T. Greely, director del Center for Law and the Biosciencesde la
Universidad de Stanford y cofundador de la Neuroethics Society. En su artculo
Neuroscience and Criminal Justice: Not Responsability but Treatment, publicado en
2008, reclama drsticos cambios en el modelo clsico de justicia, basado en la sancin y
en la reintegracin del delincuente. Su idea es crear uno nuevo, ms centrado en la
rehabilitacin, con grandes similitudes con los programas ya existentes para el
tratamiento de adicciones (55). Por qu empearse en castigar a quien no es un
delincuente sino un enfermo?
Una ltima razn para el xito de la Neurotica de la adiccin es la relacionada
con el clima psiquiatrizante imperante y con la llegada de las nuevas tendencias
cosmticas (y pseudo-mejorativas) que, como hemos visto, fomentan nuevos hbitos de
consumo psicofarmacolgico. La Neurotica no es ajena a la preocupante escalada
psicofarmacolgica, que en buena medida ella misma promueve. Sin embargo, en el
prisma en el que la Neurotica observa este fenmeno se problematiza en tal grado la
nocin de salud y de responsabilidad, que sus defensores acaban por achacar los malescosmticos a las viejas creencias respecto a la naturaleza humana. Cerrar el epgrafe
desarrollando algo ms esta idea.
El encuentro entre el mundo positivista y el autonomista trae para ambos el
derrumbe de la experiencia ntima de libertad, estrechamente relacionada con la de
racionalidad. Porque si es difcil explicar cmo desde un universo estrictamente fsico
se pueden formular enunciados objetivos, mucho ms difcil es justificar cmo a partir
de ellos es posible establecer planes de accin. Es en ste marco en el que se denuncia lailusin de un doble dualismo: racionalidad/materia y autonoma/materia. Lo que implica
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erradicar ambos espejismos es entender que lo real es la materia, y solo materia, ahora
ya desencantada. El final del camino del proyecto eliminativista es un mundo libre de
aquello que nunca existi, desencantado, y por supuesto, sin prejuicios con respecto a la
neurotecnologa. Despus de todo, el miedo a dejarse atar por los psicofrmacos no
tiene sentido cuando se sabe que el estado natural del hombre es el de la determinacin.
Y, qu importa una determinacin sobre otra?
7. Claves ontolgicas de la Neurotica
Explicado cmo la alianza de la Neurotica biologicista y autonomista conlleva la
progresiva disolucin de las nociones de objetividad y de responsabilidad. ste epgrafe
est dedicado a mostrar otro bastin derribado bajo dicho paraguas: la nocin de
persona.
Utilizar otra vez los trabajos de Farah como muestra representativa de lo que es
la lnea de pensamiento predominante en Neurotica. En el artculo de 2007,
Personhood and Neuroscience: Naturalizing or Nihilating?, que Farah escribe junto a
Andrea S. Heberlein, se ligan los conceptos persona y dignidad con concepciones
religiosas que - en opinin de las autoras- la Neurociencia est destinada a desmitificar
y reducir a teoras neuronales. El argumento de dicha investigacin parte de la siguiente
premisa: hay una intrnseca relacin entre una definicin personal de identidad humana
y la creencia clsica en la libertad. Persona es "aquella responsable de sus actos y que,
por ello, es susceptible de mrito o culpa". A la luz de esta definicin cobra sentido,
segn las autoras, denominar accionesa la conducta de las personas -para diferenciar
stas de lo que son meros movimientos- y agentes a quienes puede imputarse
responsabilidad real -en contraste con las simples reacciones atribuibles a los cuerpos
fsicos-. Y vamos a ver cmo es precisamente en este punto donde Farah da el salto de
los planteamientos de la Neurociencia de la tica a los de la tica de la Neurociencia.
Farah tiene razn cuando afirma, por un lado, que la tica occidental lleva girando
desde hace cientos de aos en torno a una interpretacin de dignidad humanaque est
fundada en la idea de persona[16]. Y por el otro, cuando reconoce las implicaciones
ticas que tiene el hecho de que la Neurociencia acabe con la creencia en la
responsabilidad humana (48). Las consecuencias del matrimonio entre el biologicismo y
autonomismo saltan otra vez a la vista: Farah se da cuenta de que la Biotica
contempornea, naive cuanto cabe, ha estado abordando los problemas ticos en su
dimensin moral, sin atender ni discutir las premisas sobre la agencia que sostienen
tales discursos. Ha llegado el momento -nos insta la autora- de que los bioeticistas
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comiencen a aceptar y a usar el gran nmero de piezas que la Neurociencia ya es capaz
de ofrecer en el puzle tico del aborto, de la eutanasia, de la muerte cerebral o de la
experimentacin animal.
Veamos un caso concreto de lo que Farah est tratando de transmitirnos, que no es
otra cosa que el ideario eliminativista. La autora presenta algunas hiptesis
neurobiolgicas en boga para explicar la honda creencia en el carcter singular y
sobrenatural de la realidad humana, que es, segn ella, expresin de una clara ventaja
evolutiva