Post on 15-Jan-2015
Palabra de VidaPalabra de Vida
Marzo 2012
Marzo 2012
««Señor ¿a quién iremos?Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eternaTú tienes palabras de Vida eterna »»
(Jn 6,68).
A la muchedumbre que acudía a Él, Jesús les hablaba del Reino de Dios. Lo hacía con palabras sencillas, mediante parábolas tomadas de la vida cotidiana; y aun así, sus palabras tenían un atractivo muy especial. La gente
quedaba impactada por su enseñanza porque enseñaba como alguien que tiene autoridad, no como los escribas.
Incluso los guardias que
fueron a arrestarlo, cuando
los sumos sacerdotes y los
fariseos les preguntaron por qué no habían ejecutado las
órdenes, respondieron:
«Nadie ha hablado jamás como este
hombre»
El Evangelio de Juan refiere coloquios
luminosos con algunas personas, como Nicodemo o
la samaritana
Con sus apóstoles Jesús profundiza aún más: habla abiertamente del Padre y de las cosas del Cielo sin
recurrir ya a semejanzas. Conquistados por sus palabras, no dan marcha atrás ni siquiera cuando no las comprenden del todo o, cuando éstas parecen
demasiado exigentes.
«Esta enseñanza es inadmisible», le dijeron algunos discípulos cuando oyeron que les iba a dar a comer
su cuerpo y a beber su sangre
Viendo que los discípulos se
echaban atrás y ya no iban con Él, Jesús
les preguntó a los doce apóstoles:
«¿También ustedes quieren dejarme?»
Pedro, cautivado ya para siempre y
fascinado por las palabras que le
había oído pronunciar desde el
día en que lo conoció, respondió
en nombre de todos:
««Señor ¿a quién iríamos?Señor ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de Vida eternaTú tienes palabras de Vida eterna»»
(Jn 6,68).
Pedro había comprendido que las palabras de su
Maestro eran diferentes a las de
los demás maestros. Las palabras que
proceden de la tierra, son de la
tierra y tienen en la tierra su destino.
Las palabras de Jesús son espíritu y vida porque vienen del Cielo, son una luz que desciende de lo Alto y tiene el poder de lo Alto. Poseen una riqueza y una
profundidad que las demás palabras no tienen, ya sean de filósofos, de políticos o de poetas. Son
palabras de «vida eterna» porque contienen, expresan y comunican la plenitud de una vida que no tiene fin
porque es la misma vida de Dios.
Jesús resucitó y está vivo. Aunque pronunció sus palabras hace tiempo, no son un simple recuerdo,
sino palabras que hoy nos dirige a todos nosotros y a cada persona de cualquier tiempo y cultura:
palabras universales, eternas.
¡Las palabras de Jesús! Debieron de ser su mayor obra de arte, por así decir. El Verbo hablando en palabras
humanas... ¡Qué contenido, qué intensidad, qué acento, qué voz!
Cuenta, por ejemplo, san
Basilio el Grande: «Un día, como
despertándome de un largo sueño,
miré la luz maravillosa de la
verdad del Evangelio y descubrí la
vanidad de la sabiduría de los
príncipes de este mundo»
Y Teresa de Lisieux escribe en una carta del 9 de mayo de 1897: «A
veces, cuando leo ciertos tratados
espirituales…, mi pobre espíritu se fatiga muy pronto, cierro el docto libro que me quiebra la cabeza y me deseca el corazón y tomo en mis
manos la Sagrada Escritura. Entonces todo me parece luminoso, una
sola palabra abre a mi alma horizontes
infinitos, la perfección me parece fácil»
Sí, las palabras divinas sacian el espíritu, hecho para lo infinito; iluminan interiormente no sólo la mente sino
todo el ser, porque son luz, amor y vida. Dan la paz –la que Jesús llama suya: «mi paz»– incluso en los
momentos de turbación y de angustia.
Dan alegría plena incluso en medio del dolor que a veces atenaza el alma. Dan fuerza, sobre todo
cuando sobrevienen el abatimiento o el desánimo. Nos hacen libres porque abren el camino de la
Verdad.
««Señor ¿a quién iríamos?Señor ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de Vida eternaTú tienes palabras de Vida eterna»»
(Jn 6,68).
La Palabra de este mes nos recuerda que el único Maestro al que queremos seguir es
Jesús, aun cuando sus palabras puedan parecer
duras o demasiado exigentes: ser honestos en el trabajo, perdonar, ponerse al servicio del otro en lugar de pensar egoístamente en uno mismo, permanecer
fieles en la vida familiar, asistir a un enfermo
terminal sin ceder a la idea de la eutanasia…
Hay muchos maestros que nos incitan a soluciones fáciles, a acuerdos. Queremos escuchar al único maestro
y seguirlo porque sólo Él dice la verdad y sus palabras «dan vida eterna». Así podremos repetir nosotros
también las palabras de Pedro.
En este tiempo de Cuaresma en que nos preparamos a la gran fiesta de la Resurrección, debemos seguir
de verdad la enseñanza del único Maestro y hacernos discípulos suyos.
También en nosotros debe nacer un amor apasionado
por la palabra de Dios: acojámosla atentamente
cuando se proclame en las iglesias, leámosla,
estudiémosla, meditémosla…
Pero sobre todo estamos llamados a
vivirla tal como enseña la Escritura
misma: «que pongan en práctica
esa palabra y no simplemente que la
oigan, engañándonos a
ustedes mismos». Por eso cada mes
nos fijamos en una en particular y dejamos que penetre en
nosotros, que nos moldee, que «nos
viva».
Al vivir una palabra de Jesús vivimos todo el
Evangelio, porque en cada palabra
suya Él se da completamente, viene Él mismo a vivir en nosotros. Es como una gota
de sabiduría divina del
Resucitado que lentamente penetra y
sustituye nuestro modo de pensar, de querer y de
obrar en todas las circunstancias de
la vida.
««Señor ¿a quién iríamos?Señor ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de Vida eternaTú tienes palabras de Vida eterna»»
(Jn 6,68).
““Palabra de Vida”,Palabra de Vida”, publicación mensual del Movimiento de los Focolares.
Texto de: Chiara Lubich, escrita en el 2003
Grafica Anna Lollo en colaboración con P. Placido D’Omina (Sicilia, Italia)
Este comentario a la Palabra di Vida se traduce en 96 lenguas e idiomas,
y alcanza varios millones de personas en todo el mundo
a través de impresos, radio, TV y via internet.
Para informaciones www.focolare.org
Este PPS, en distintas lenguas, se publica en www.santuariosancalogero.org
(de donde se puede descargar)
““Palabra de Vida”,Palabra de Vida”, publicación mensual del Movimiento de los Focolares.
Texto de: Chiara Lubich, escrita en el 2003
Grafica Anna Lollo en colaboración con P. Placido D’Omina (Sicilia, Italia)
Este comentario a la Palabra di Vida se traduce en 96 lenguas e idiomas,
y alcanza varios millones de personas en todo el mundo
a través de impresos, radio, TV y via internet.
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