001.- LA NOVELA Los Timadores - Jim Thompson

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    Sinopsis

    Roy Dillon, hijo bastardo de una prostituta y timador de poca monta, se

    encuentra dividido entre el amor que siente por su madre, que reaparecetratando de evadir a la justicia tras una prolongada ausencia, y su amante Lilly,dispuesta a todo con tal de alejar al joven de la influencia de su autoritariamadre, con quien entabla una encarnizada competencia por ganarse laatencin de Roy.

    JIM THOMPSON

    Los Timadores

    Traduccin de

    Mara Antonia Fernndez lvarez-Nava

    RBA

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    Ttulo Original: Grifters Traductor: Fernndez lvarez-Nava, MaraAntonia 1963, Thompson, Jim

    2005, RBA

    Coleccin: Serie negra, 151

    ISBN: 9788490060896

    Generado con: QualityEbook v0.63

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    Cuando Roy Dillon sali tambalendose del establecimiento, su rostroera de un verde enfermizo y cada respiracin supona una intensa agona. Unfuerte golpe en el estmago puede hacerle eso a un hombre, y Dillon habarecibido uno. No con el puo, que ya hubiese sido bastante duro, sino con elextremo ms grueso de un bate.

    Regres a su coche como pudo y consigui deslizarse en el asiento.Pero eso fue todo lo que pudo conseguir. Gimi cuando al cambiar de posturase comprimieron los msculos de su estmago; entonces sac la cabeza por laventanilla lanzando un ahogado quejido.

    Pasaron varios coches mientras vomitaba. Sus ocupantes sonreanburlones, fruncan el ceo compasivamente o desviaban la mirada conrepugnancia. Pero Roy Dillon estaba demasiado enfermo para darse cuenta o

    preocuparse si se la hubiera dado. Cuando por fin vaci su estmago, se sintimejor, aunque no tan bien como para conducir. Para entonces un coche

    patrulla se haba detenido tras l, el coche del sheriff, pues se encontraba a lasafueras de la ciudad de Los ngeles, y un agente con uniforme marrn loinvitaba a salir a la acera. Dillon obedeci vacilante.

    Una de ms, seor?

    Qu?No importa. El polica se haba percatado de la ausencia de alcohol

    en su aliento. Veamos su permiso de conducir.

    Dillon se lo mostr desplegando a la vez con aparente distraccin unsurtido de tarjetas de crdito. El recelo se desvaneci de la expresin del

    polica, dando paso a la preocupacin.

    Parece usted muy enfermo, Sr. Dillon. Alguna idea del porqu?

    La comida, imagino. Deb tener ms cuidado, pero he comido un

    bocadillo de pollo con ensalada... No tena muy buen sabor pero... Dej quesu voz se desvaneciera poco a poco mostrando una tmida sonrisa dearrepentimiento.

    Hum. El polica asinti muy serio. Esa bazofia ha debido deproducrselo. En fin. Una perspicaz mirada de arriba abajo. Ya seencuentra bien? Quiere que lo llevemos a un mdico?

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    Oh, no. Me encuentro bien.

    En el cuartelillo tenemos a un enfermero de primeros auxilios. Nohay problema en llevarlo.

    Roy declin la oferta, amable pero con firmeza. Todo contacto

    prolongado con la pasma quedara registrado, y todo tipo de registro resultaracomo mnimo una molestia. Hasta ahora estaba limpio; los follones en los quela estafa lo haba metido no lo haban conducido a la polica. Y tena laintencin de continuar as.

    El agente regres al coche patrulla y l y su socio se alejaron. Roy losdespidi con la mano y volvi a meterse en su coche. Con cautela, esbozandouna leve mueca de dolor, encendi un cigarrillo. Convencido de que losvmitos se haban terminado, hizo un esfuerzo para apoyarse en el cabezal.

    Se encontraba en un barrio a las afueras de Los ngeles, uno de los

    muchos que se resisten a la incorporacin a pesar de depender de la ciudad yde la ausencia de fronteras visibles. Haba unos cincuenta kilmetros hasta laciudad, cincuenta largusimos kilmetros a aquella hora del da. Necesitabarecuperarse un poco, descansar un rato antes de sumergirse en la desbordadamarea del trfico de la tarde. Y an ms importante, necesitaba reconstruir losdetalles de su reciente desastre mientras estos an permanecan frescos en sumente.

    Cerr los ojos por un instante. Volvi a abrirlos para enfocarlos sobrelas cambiantes luces del trfico cercano. Y de repente, sin moverse del coche,

    sin apartarse fsicamente de l, estaba de vuelta en el establecimiento. Bebaun trago del dispensador de agua a la vez que examinaba los alrededores conaire despreocupado.

    Se diferenciaba muy poco de las miles de tiendas de Los ngeles,establecimientos en cuyo interior haba siempre un dispensador, una vitrina odos con cigarros, puros y dulces, y estanteras rebosantes de revistas, novelas

    baratas y tarjetas de felicitacin. En el este a tales locales se los denominaquioscos o tiendas de golosinas. Aqu generalmente se conocen comoconfiteras o sencillamente fuentes.

    Dillon era el nico cliente; la otra persona presente era el dependiente,un jovenzuelo grandulln con aspecto de zoquete de unos diecinueve o veinteaos. Mientras Dillon terminaba su bebida observaba al muchacho, querascaba el hielo de los bordes de las neveras y trabajaba con una paradjicamezcla de diligencia e indiferencia. Saba exactamente lo que haba que hacer,su expresin lo reflejaba, y a la mierda con hacer ms. Nada de lucimientos,nada para impresionar a la gente. El hijo del jefe, decidi Dillon posando su

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    vaso y levantndose del taburete. Avanz lentamente hacia la cajaregistradora, y el joven pos el bate con el que haba estado trabajando. Acontinuacin, secndose las manos en el delantal, tambin se aproxim a lacaja.

    Diez centavos dijo.Y un paquete de esos caramelos.

    Veinte centavos.

    Veinte centavos, eh? Roy comenz a rebuscar en sus bolsillosmientras el dependiente se agitaba con impaciencia. Bueno, s que tengocambio, estoy seguro. Me pregunto dnde demonios... Movi la cabeza conexasperacin y sac la cartera. Lo siento. Te importa cambiarme uno deveinte?

    El dependiente casi le arranc el billete de la mano. Lo introdujobruscamente en un compartimento de la caja y cont el cambio. Dillon lorecogi con aire ausente sin dejar de rebuscar en sus bolsillos.

    En fin, no es para ponerse de los nervios? Sabes de sobra que tienescambio y... Se interrumpi abriendo los ojos y sonriendo complacido.Aqu estn las dos monedas! Toma, devulveme los veinte.

    El muchacho tom ambas monedas y le devolvi el billete. Dillon sedirigi despreocupado hacia la puerta y se detuvo en la salida para observarsin demasiado inters una estantera de revistas.

    Por dcima vez ese da se haba trabajado los veinte, uno de los trestrucos tpicos del timo corto. Los otros dos son el smack y el tat,generalmente buenos para golpes mayores, pero no tan rpidos y tan seguros.Algunos primos pican con el de los veinte varias veces, y ni se enteran.

    Dillon no vio cmo el dependiente sala de detrs del mostrador. Derepente estaba all con el ceo fruncido, balanceando el bate como si fuera unariete.

    Asqueroso fullero relinch enfadado. Los fulleros asquerosos noparan de darme palos, y mi padre me echa a m las culpas.

    El extremo ms grueso del bate aterriz en el estmago de Dillon;incluso el muchacho se sobrecogi ante su efecto.

    Bueno, no puede acusarme, seor balbuci. Lo estaba pidiendo agritos. Le di el cambio de los veinte y luego me pidi que le devolviera el

    billete, y... y... Su autoconviccin comenz a desmoronarse. Bu-bueno,sa-sabe que lo hizo, se-seor.

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    Roy no poda pensar en otra cosa que en su agona. Volvi sus ojosacuosos hacia el dependiente, ojos desbordados por la perplejidad teida dedolor. Aquella mirada hizo polvo al muchacho.

    Ha-ha si-sido un error, seor u-usted co-cometi un error, y yo, yo

    he co-cometido un... seor! Retrocedi aterrorizado. No-no me mire as!Me has matado. Dillon jadeaba. Me has matado, bastardo de

    mierda!

    Nooo! P-por favor, no-no diga e-eso, seor!

    Me estoy muriendo. Dillon jade de nuevo y, entonces, de algnmodo, logr salir del local.

    Y ahora, sentado en su coche y reexaminando el incidente, noencontraba motivo alguno para culparse, ni grietas en su tcnica. Haba sidomala suerte. Se haba topado con un idiota, y eso es impredecible.

    Estaba en lo cierto. Y tambin estaba en lo cierto sobre algo ms, apesar de que no lo saba.

    Mientras conduca de vuelta a Los ngeles, pisando constantemente elfreno para volver a acelerar inmerso en el espeso trfico, detenindose yreiniciando la marcha varias veces, cada minuto que transcurra, se estabamuriendo.

    Su muerte sera evitable si tomaba las medidas oportunas. De locontrario, no le quedaban ms de tres das de vida.

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    cuando le dijeron lo que costaba. Un par de miles de dlares al ao, ms unmontn de extras, y solo por cuidar a un cro!, solo por evitar que se metieraen los! De eso nada, por esa cantidad de dinero poda comprarse un bonitoabrigo de visn.

    Deban de creer que era una prima, pens. Aunque era una lata, ellamisma cuidara a Roy. Y mejor que no se metiera en los, porque si no lodespellejara vivo.

    Por supuesto, estaba empapada de ciertos instintos inextirpables,aunque bastante erosionados y atrofiados; as que de tarde en tarde tena susmomentos de conciencia. Adems, haba que hacer ciertas cosas por el bien delas apariencias: disipar cargos por abandono y el desagradable cumplimientoque ello supona. En cualquier caso, evidentemente, Roy saba por instinto quetodo lo que haca era por s misma, movida por el temor o para tranquilizar su

    conciencia.Su actitud sola ser la de una egosta hermana mayor hacia un latosohermano pequeo. Se peleaban a menudo. Ella se complaca en reducir el

    beneficio de su hijo en algn trato mientras l saltaba a su alrededor con rabiae impotencia.

    Eres mala! Una vieja y sucia cerda y nada ms.

    No me insultes, mocoso. Y lo golpeaba. Yo te aprender!

    Aprenderme, aprenderme! Eres tan tonta que no sabes que se diceensear!

    Claro que lo s! He dicho ensear!

    Roy era un estudiante excepcional y de excelente comportamiento.Aprender le resultaba sencillo, y el buen comportamiento le parecasimplemente cuestin de sentido comn. Para qu arriesgarse con problemasque no conducen a nada? Para qu detenerse intilmente a la salida de laescuela cuando se puede estar repartiendo peridicos, llevando recados ohaciendo de mozo? El tiempo era dinero, y el dinero era lo que haca que elmundo girase.

    Naturalmente, como era el chico ms listo y de mejor comportamientode la clase, los dems se enfadaban con l. Pero por ms crueldad y frecuenciacon que lo atacaran, Lilly solo le ofreca una sardnica condolencia.

    Solo un brazo? sola decirle cuando le mostraba un brazoretorcido e hinchado.

    Y si se le haba cado un diente:

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    Solo un diente?

    Y si apareca con todo el cuerpo magullado como leve muestra depeores consecuencias futuras: Bien, por qu refunfuas? Podrn matarte,pero no comerte.

    Aunque parezca mentira, le reconfortaban sus irnicos comentarios.Superficialmente eran peor que nada, meros insultos aadidos a las heridas,

    pero en el fondo ocultaban una escalofriante y cruel lgica. Una filosofafatalista de acta o te jodern que poda adaptarse a cualquier cosa exceptoal olvido.

    No senta aprecio por Lilly, pero lleg a admirarla. No le haba dadoms que malos ratos, lo cual era la mxima extensin de su generosidad paracon cualquiera. Pero se lo haba montado, saba perfectamente cmo cuidarse.

    No mostr puntos dbiles hasta que Roy alcanz la adolescencia, un

    chico atractivo y saludable con pelo negro como el carbn y ojos grises deprofunda mirada. Entonces, para su ntimo regocijo, comenz a observar unsutil cambio en su actitud, un endulzamiento en su voz cuando le hablaba y unhambre contenida en sus ojos cuando lo miraba. Y vindola as, sabiendo loque se ocultaba tras el cambio, se complaca en provocarla.

    Algo iba mal? Quera que se largara por un tiempo y la dejara en paz?

    Oh, no, Roy. De verdad, me-me gusta que estemos juntos.

    Mira, Lilly, lo dices por educacin. Me apartar de tu vida ahora

    mismo.Por favor, c-cielo... Se morda un labio con desacostumbradaternura, un rubor de vergenza se extenda por sus bellas facciones. Porfavor, qudate conmigo. Despus de todo, soy tu madre.

    Pero no lo era, no lo recordaba? Siempre lo haba hecho pasar por suhermano menor; era demasiado tarde para cambiar la historia.

    Me voy ahora mismo, Lilly. S que as lo deseas, es solo que noquieres herir mis sentimientos.

    Haba madurado muy temprano, cosa nada extraa dadas lascircunstancias. Poco antes de cumplir los dieciocho aos, la primavera en quese gradu en la escuela superior, era tan maduro como un hombre de veinte.Aquella noche le dijo a Lilly que se largaba. Para siempre.

    Largarte...? Roy supona que se lo esperaba, sin embargo no seresignaba. Pero... pero no puedes. Tienes que ir a la universidad.

    Imposible. Ni un duro.

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    Se ri agitada, lo llam tonto. Evitaba su mirada, se negaba a serabandonada como debera ya saber que ocurrira.

    Claro que tienes dinero! Yo tengo un montn, y todo lo que tengo estuyo. T...

    Todo lo que tengo es tuyo repiti Roy entrecerrando los ojos.Sera un buen ttulo para una cancin, Lilly.

    Puedes ir a una de las universidades buenas de verdad, Roy. AHarvard o a Yale, o algn sitio as. Tus notas son muy buenas, y con midinero, nuestro dinero...

    Vamos, Lilly. Sabes que necesitas ese dinero para ti misma; siempreha sido as.

    Ella se amedrent como si le acabara de asestar un duro golpe, su rostroadquiri una expresin enfermiza, y su elegante traje pareci colgarle derepente: una moraleja muy cruel para una vida que le haba proporcionado detodo sin regalarle nada. Y por un instante Roy casi se apiad; casi le dabalstima.

    Pero ella lo estrope. Comenz a sollozar, a vociferar como una nia, locual resultaba una tontera, una estupidez que no pegaba con Lilly Dillon. Y

    para rematar aquella ridcula y violenta representacin intent soltar su venasensiblera.

    No seas cruel conmigo, Roy. Por favor, por favor, no. Me-me ests

    rompiendo el corazn...Roy se ri a carcajadas. No pudo contenerse.

    Solo tienes un corazn, Lilly? le dijo.

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    Roy Dillon viva en el hotel Grosvenor-Carlton, un nombre que sugeraun esplendor absolutamente inexistente. Haca alarde de disponer de cienhabitaciones y cien baos, pero era un mero alarde. En realidad solo tenaochenta habitaciones y treinta y cinco baos, incluyendo los del pasillo y losdos del vestbulo, que de baos no tenan nada.

    Se trataba de un edificio de cuatro plantas con fachada de arenisca y unpequeo vestbulo de suelo de terrazo. Los empleados eran ancianospensionistas encantados de trabajar por un insignificante salario y unahabitacin gratuita. El botones negro, cuyo distintivo consista en una vieja

    gorra de conductor de autobs, tambin haca de conserje, ascensorista ychapucero para todo. Con tales disposiciones, el servicio dejaba bastante quedesear. Pero como el enrgico y jovial propietario apuntaba, el que tuviera

    prisa que se largara a uno de los hoteles de Beverly Hills, donde sin dudapodra encontrar un bonito cuartito por cincuenta pavos al da en lugar de loscincuenta al mes que peda el Grosvenor-Carlton.

    En trminos generales, el Grosvenor-Carlton se diferenciaba poco delresto de los hoteles familiares y comerciales que se extendan a lo largode la West Seventh, Santa Mnica y otras arterias del oeste de Los ngeles;

    establecimientos que albergaban a parejas retiradas y a trabajadores queprecisaban de un domicilio en las cercanas. La mayora de estos ltimos eranhombres solteros: dependientes y empleados de cuello blanco. El propietariotena arraigados prejuicios contra las mujeres libres.

    As son las cosas, seor Dillon dijo la primera vez que habl con l. Le alquilo a una mujer y tiene que tener bao en la habitacin. Yo mismoinsisto, claro, porque si no ocupa el bao todo el tiempo para lavarse sumaldito pelo y su ropa, y toda la mierda que se le ocurre. As que el mnimo

    por una habitacin con bao es diecisiete semanales, casi ochenta pavos almes, slo por dormir, sin derecho a cocina. Y dgame, cuntas pavas ganan losuficiente para pagar ochenta al mes por un dormitorio y para comer derestaurante y comprar ropa y un montn de potingues pegajosos para untarseen esas caras que el Seor les ha dado y... y...?, es usted un hombre temerosode Dios, seor Dillon?

    Roy asinti alentadoramente; por nada del mundo hubiera interrumpidoal propietario. La gente era su negocio, conocerla. Y el nico modo de hacerlo

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    era escuchndola.

    Bien, yo tambin lo soy. Yo y mi ltima esposa, maldita sea, Dios latenga en su seno, nos unimos a la Iglesia a la vez. Eso fue hace treinta y sieteaos, en las cataratas de Wichita, en Texas, donde tuve mi primer hotel. All

    fue donde aprend de pavas. No ganan lo suficiente para pagar la habitacin,sabe?, y solo tienen un modo de conseguirlo. Vendiendo su material, ya sabe.Explotando las cochinas huchas que todas ellas tienen. Al principio lo hacende vez en cuando, lo justo para mantenerse. Pero muy pronto comienzan aabrir la hucha las veinticuatro horas del da; y por qu no, se dicen ellas. Todolo que tienen que hacer es abrir su bonita ranurita y el dinero sale a chorros. Yclaro, si le dan al hotel mala reputacin, les importa una mierda.

    Oh, ya le digo, seor Dillon. He tenido hoteles a lo largo y a lo anchode esta maravillosa tierra nuestra y le aseguro que las furcias y la hostelera no

    combinan bien. Va en contra de la ley de Dios y en contra de las leyes delhombre. Uno cree que la polica est muy ocupada atrapando a los criminalesde verdad en vez de meter las narices por ah en busca de furcias, pero msvale prevenir que curar, como reza el dicho, y yo estoy de acuerdo.Prevencin, ese es mi lema. Si mantienes a las pavas a distancia, mantienes alas furcias a distancia, y tienes un bonito lugar limpio y respetable como este,sin un montn de polis merodeando por ah. Claro, si un poli entra aqu ahora,s que es nuevo y le digo que mejor vuelva cuando lo haya confirmado encomisara. Y nunca vuelve, seor Dillon; le queda muy claro que no hace falta,

    porque este hotel no es un burdel.

    Me alegra mucho orlo, seor Simms dijo Roy sinceramente.Siempre he sido muy precavido con los lugares donde vivo.

    Pues claro; un hombre tiene que serlo asinti Simms. Ahoraveamos. Quera una suite con dos habitaciones; pongamos... sala, dormitorio y

    bao. La cosa es que aqu no hay mucha demanda de suites; las partimos endos, habitacin con bao y sin l. Pero...

    Abri la puerta e hizo pasar a su futuro inquilino a un espaciosodormitorio cuyos techos altos rememoraban cierta solera de antes de la guerra.La puerta divisoria conduca a otra habitacin, un duplicado de la primera,

    pero sin bao. Se trataba de la antigua sala, y Simms le asegur a Roy quepoda unir ambas ya mismo.

    Seguro, podemos sacar estos muebles y meter los de la sala en menosque canta un gallo. Mesa, sof, sillas y todo lo que quiera dentro de lorazonable. Un mobiliario mejor del que haya visto jams.

    Dillon coment que le gustara echarle un vistazo y Simms lo condujo

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    al almacn del stano. De ningn modo se trataba de lo mejor que haba visto,por supuesto, pero era decente y cmodo; y ni esperaba ni quera algo buenode verdad. Tena una imagen que mantener. La imagen de un joven que viva

    bastante bien; bien, pero sin exagerar.

    Se interes por el precio de la suite. Simms abord el tema dando unrodeo, apuntando a la doble necesidad de mantener una clientela de primeraclase, ya que l no admita menos, por Dios, y de ganarse la vida, lo cualresultaba terriblemente duro para un hombre temeroso de Dios en aquellostiempos.

    Ya ve, algunos de los tipos que entran aqu, quiero decir que intentanentrar aqu, son capaces de armarte una bronca por una bombilla fundida. Nohay modo de complacerlos, usted me comprende. Son como los rateros, yasabe, cuanto ms sacan, ms quieren. Pero as van las cosas, supongo, y como

    solamos decir all en las cataratas de Wichita, si no puedes sujetar los postes,mejor no caves agujeros. Esto... ciento veinticinco al mes, seor Dillon?

    Me parece razonable sonri Roy. Me la quedo.

    Lo siento, seor Dillon. Me gustara rebajrsela un poco. No he dichoque no estuviera dispuesto a rebajarla si el inquilino se lo merece. Si garantiza,digamos, quedarse un mnimo de tres meses, bueno...

    Seor Simms... empez a decir Roy.

    ... bueno, podra hacerle un precio especial. Podramos decir...

    Seor Simms dijo Dillon en tono firme. Me quedar un aoentero. El alquiler del primer y ltimo mes por adelantado. Y cientoveinticinco mensuales me parece bien.

    Le-le parece? El propietario se mostraba incrdulo. La alquilarpor un ao a ciento veinticinco y..., y...

    S. No me gusta mudarme a menudo. Me gano la vida con misnegocios y me parece bien que los dems hagan lo mismo.

    Simms trag saliva. Estaba asombrado. Su panza se agitaba en suspantalones, y todo su rostro, incluida la zona trasera de su calva, se enrojeci

    de placer. l era un perspicaz y experimentado conocedor de la naturalezahumana, declar. Conoca a los patanes en cuanto los vea, y distingua a loscaballeros; desde el primer instante haba sabido que Roy Dillon perteneca ala ltima clase.

    Y es usted listo asinti con prudencia. Sabe que no merece lapena escatimar con la vivienda. Qu demonios? Qu tajada se puede sacar

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    por escatimar unos cuantos pavos en un hotel a gente que vas a ver todos losdas si eso va a hacer que te cojan mana?

    Tiene usted toda la razn afirm Dillon.

    Simms aadi que estaba jodidamente seguro de que la tena. Si por

    ejemplo haba una investigacin sobre un husped del tipo patn, qu podasdecir aparte de que viva all y que era tu costumbre cristiana no contar nadasobre un hombre a menos que fuera algo bueno? Pero si un caballero era elobjeto de la investigacin, en fin, entonces estabas obligado a decir que lo era.

    No solamente se alojaba en el hotel, viva en l, un hombre con personalidad yrecursos que alquilaba por un ao y...

    Dillon asenta y sonrea, permitiendo que continuara su parloteo. ElGrosvenor-Carlton era el sexto hotel que visitaba desde su llegada de Chicago.Todos le haban ofrecido habitaciones idnticas y tan baratas o ms que las

    que acababa de alquilar. Pero haba encontrado vagas e indefinibles objecionesen todos ellos. Su aspecto no era el correcto. Su aire no le gustaba. Solamenteel Grosvenor y Simms posean el aspecto y el aire adecuados.

    ... una cosa ms deca Simms. Este es su hogar, sabe? Alalquilar como usted lo hace es como si estuviera en un apartamento o unchal. Es su castillo, como dice la ley. Y si quisiera traer a algn husped, yasabe, a alguna mujer, est en su perfecto derecho.

    Gracias por decrmelo asinti Roy con gravedad. Por elmomento no tengo a nadie en mente, pero acostumbro a hacer amistades all a

    donde voy.Pues claro. Un hombre de tan buen aspecto como usted tiene que

    tener muchas amigas, y apuesto a que tambin tienen clase. No como esastacones de alfiler que hacen polvo el suelo en cuanto pisan el vestbulo.

    Jams le asegur Dillon. Soy muy cuidadoso con las amistadesque hago, seor Simms, particularmente con las mujeres.

    Fue cuidadoso. Durante sus cuatro aos de estancia en el hotel solo tuvouna visita femenina, una treintaera divorciada, y todo en ella, aspecto,vestimenta y modales, era absolutamente satisfactorio incluso ante los ojos delexigente seor Simms. La nica falta que poda encontrarle era que noapareca muy a menudo. Porque Moira Langtry tambin era exigente. Si se lahubiera dejado a su aire, cosa que Dillon trataba de evitar con frecuencia porcuestin de principios, no se habra acercado ni a dos kilmetros delGrosvenor. Despus de todo, ella tena un bonito apartamento propio condormitorio, dos cuartos de bao y mini-bar. Si de verdad deseaba verla, y ella

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    comenzaba a dudar que as fuera, por qu no poda l ir all?

    Bien, por qu no puedes? deca Moira sentndose sobre la camacon el telfono en la mano. Te queda a la misma distancia que a m.

    Pero t eres mucho ms joven, querida. Una muchachita como t

    puede permitirse mimar a un viejo chocho.Piropearme no va a servirte de nada dijo complacida, Soy cinco

    aos mayor que t, y siento cada minuto de ellos.

    Dillon sonri. Cinco aos mayor? Mierda, o diez si ella lo deca.

    El hecho es que me encuentro algo mal explic. No, no, nadacontagioso. Resulta que anoche tropec con una silla a oscuras y me di un

    buen golpe en el estmago.

    Bueno... supongo que puedo ir...

    Esa es mi chica. Contendra la respiracin si mi corazn no palpitaratanto.

    S? Oigmoslo.

    Pu-pum dijo l.

    Pobrecito dijo ella. Moira se dar toda la prisa que pueda.

    Deba de estar vestida para salir cuando l la llam, porque tard menosde una hora. O tal vez se lo pareci. Se haba levantado para quitar el cerrojo

    para cuando ella llegara, y al volver a la cama se haba sentido extraamente

    cansado y mareado. De modo que permiti que sus ojos se cerraran, y cuandovolvi a abrirlos, lo que le pareci inmediatamente despus, ella entraba en lahabitacin andando majestuosamente sobre sus zapatos de tacn alto; unamujer rellena pero con curvas, de pelo negro y liso y oscuros ojos ardientes demirada firme.

    Se detuvo nada ms traspasar el umbral, segura de s misma, perosuplicante. Posando como uno de esos maniques arrogantemente incitadores.Ech la mano hacia atrs y cerr la puerta con llave, girndola con un dbilchasquido.

    Roy olvid plantearse su edad.Era lo suficientemente mayor, era Moira Langtry.

    Era lo suficientemente joven.

    Ella entendi su aprobador silencio, y con un golpe de cadera dej quela estola de armio le quedara colgando de un hombro. Entonces, con undelicado contoneo atraves lentamente la habitacin. Su pequea barbilla

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    adelantada, su cuerpo como proyectado hacia delante por el generosodesequilibrio reinante en el interior de su blusa blanca.

    Se detuvo apoyando ambas rodillas sobre la cama, y al mirar haciaarriba Roy solo vio su nariz por encima del contorno de sus pechos.

    Levantando un dedo seal sus prominencias.Te ests escondiendo dijo. Sal, sal de donde quiera que ests.

    Apestas respondi ella en tono montono; su blusa se agitaba consus palabras. Te odio.

    Las gemelas parecen muy inquietas dijo l. Tal vez debamosmeterlas en la cama.

    Sabes lo que voy a hacer? Voy a ahogarte.

    Qu es este fuego abrasador que me mata? dijo, y despus tuvo

    que guardar silencio.Tras una eternidad de dulce y suave aroma, se le permiti tomar aire. Y

    le habl susurrando.

    Hueles bien, Moira. Como una puta en un invernadero.

    Cario, qu cosas tan bonitas dices!

    Tal vez no huelas bien.

    Pues claro que s. Acabas de decirlo.

    Puede que sea tu ropa.

    Soy yo! Quieres que te lo demuestre?

    El quiso y ella se lo demostr.

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    Cuando se estableci por primera vez en Los ngeles, el inters de RoyDillon por las mujeres se limitaba meramente a la necesidad. Tena veintinaos, un viejo de veintiuno. Su atraccin por el sexo opuesto era tan fuertecomo el de cualquier hombre, aunque se incrementaba quiz con los xitosque iba dejando tras l. Pero era un culo de mal asiento, como reza el dicho.Antes de elegir Los ngeles como base permanente de sus operaciones haba

    buscado meticulosamente, y su capital se reduca en aquel momento a menosde mil dlares.

    Por supuesto, era un montn de dinero. A diferencia de los timadores a

    lo grande, cuya elaborada puesta en escena puede exigir ms de cien mildlares, el pequeo timador se las arregla con poco. Pero Roy Dillon, aunquese mantena leal a este ltimo tipo, estaba abandonando sus esquemashabituales.

    A sus veintin aos estaba cansado del golpea y corre. Saba que elmucho correr, saltar de una ciudad a otra antes de que el calor comience aabrasar, poda absorber la mayora de los golpes; incluso siendo un hombrecomedido. As que aunque trabajase solo, cuando las condiciones eranseguras, no estaba exento de terminar con el lobo mordindole la culera de sus

    rados pantalones.Roy haba visto a esos hombres.

    En cierta ocasin, saliendo a toda prisa en tren de Denver, se habatopado con un grupo de ellos. Los pobres diablos estaban tan mermados decapital que se haban visto obligados a aunar sus esfuerzos.

    Se trabajaban un timo de cartas. Al que haca de mano le dieron el papelde listillo, a quien se supona que los otros iban a engaar. Cuando volvi lacabeza para discutir con dos de los compinches sosteniendo las tres cartasabiertas en su mano, el timador dibuj una pequea marca en la carta superior

    y gui un ojo a Roy con complicidad.Cgela, colega! Su susurro fue ridculamente alto. Pon ese

    billete grande que tienes.

    El de cincuenta o el de cien? contest Roy en otro susurro.

    El de cien! Deprisa!

    Puedo apostar quinientos?

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    Bueno, esto, no. Mejor empiezas con cien.

    La mano oportunamente estirada del que reparta comenzaba a cansarse.A los compinches se les terminaban las excusas para distraer su atencin. PeroRoy persista en su cruel broma.

    Es muy alta la carta marcada?Un as, mierda! Las otras dos son doses! Venga...

    Un as gana a un dos?

    Que si un...! Mierda, s, claro! Venga, apuesta!

    El resto de los clientes de la cafetera del tren se percataron ycomenzaron a sonrer burlonamente. Roy sac su cartera muy despacio yextrajo un billete de cien. El que haca de mano cont una masa grasienta de

    billetes de uno y de cinco. A continuacin baraj, cambi el as marcado por un

    dos marcado, y cambi tambin uno de los doses de la pareja por otro as sinmarcar. Sin marcar a simple vista.

    Lleg el momento decisivo. Las tres cartas se colocaron boca abajosobre la mesa. Roy las estudi entrecerrando los ojos.

    No veo muy bien se quej. Prstame tus gafas. Y con destrezase apropi de las lectoras del que haca de mano.

    A travs de las gafas tintadas identific el as de inmediato, apost msdinero y gan.

    El grupo sali cabizbajo del compartimento entre las risas de los demspasajeros. En la siguiente estacin, una amplia y fangosa carretera, saltarondel tren. Seguramente ya no les quedaban fondos para continuar su viaje.

    Cuando el tren se puso en marcha, Roy los vio de pie en el andndesierto, los hombros encorvados por el fro, el miedo desnudo en sus plidosy esculidos rostros. Y en la plcida comodidad de su compartimento tembl

    por ellos.

    Tembl por s mismo.

    Ah te conduca el golpea y corre, ah es donde poda conducirte. Ah

    o a algo peor; era el destino de los desarraigados. Hombres para los cualesechar races era un riesgo ms que una ventaja. Y los chicos del timo a logrande no estaban ms exentos que sus parientes de miras estrechas. Dehecho, su destino a menudo era peor. Suicidio. Drogadiccin y deliriumtremens. Al hogar de los muertos o al de los locos.

    Estar en la cima y las ganancias iban siempre a la par. Una mala mano yal barranco.

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    Y eso no iba a ocurrirle a Roy Dillon.

    Durante su primer ao en Los ngeles se dedic a ser un tipo normal.Un vendedor independiente que visitaba a pequeos comerciantes. Cuandovolvi a deslizarse en el inundo del timo, continu siendo vendedor, y an lo

    segua siendo. Dispona de crdito y de una cuenta bancaria. Literalmente,tena cientos de conocidos que podran atestiguar sobre su excelente carcter.

    Y en ocasiones tenan que hacerlo, momentos en los que las sospechasamenazaban con enredarse en algn asunto policial. Pero, naturalmente, nuncaacuda a los mismos dos veces; en cualquier caso, tampoco suceda muy amenudo. La seguridad le daba confianza en s mismo. La seguridad y laconfianza en s mismo haban engendrado una depurada tcnica.

    Y lograr todo eso le haba restado tiempo para las mujeres. Nada apartede los habituales contactos pasajeros de cualquier joven. Hasta el tercer ao no

    comenz a buscar un tipo de mujer en particular. Alguien que no solamentefuera extremadamente deseable, sino que adems deseara, e incluso prefirieraaceptar, la nica clase de relacin que l estaba dispuesto a ofrecer.

    La encontr. Ella era Moira Langtry. Sucedi en una iglesia.

    Se trataba de una de aquellas lunticas sectas que a menudo florecen enla Costa Oeste. El payaso de turno era un yogui, o un swami, o algo por elestilo. Mientras su audiencia lo escuchaba como hipnotizada, l se extendainterminablemente sobre la Suprema Sabidura Oriental sin ni siquieraexplicar una sola vez por qu la ms elevada incidencia de enfermedad,

    muerte y analfabetismo perviva en la fuente de dicha sabidura.Roy se sorprendi de encontrar all a alguien como Moira Langtry. No

    era el modelo corriente. A su vez se dio cuenta de la perplejidad de ella cuandolo vio, aunque l tena sus razones para estar all. Se trataba de un modoinocente de matar el tiempo. Ms barato que el cine y mucho ms divertido.Adems, aunque le iba bien, no descartaba la posibilidad de mejorar. Y unhombre puede descubrir cmo conseguirlo en tales reuniones.

    La audiencia era sistemticamente imbcil. En su mayora deimbecilidad acaudalada, viudas de mediana edad y solteronas, mujeres que

    sufren de una extraa picazn que podran rascarse con un fajo. As que... enfin, nunca se sabe, no?

    Se podan mantener los ajos abiertos sin meterse en un lo.

    El payaso termin su representacin. Se pasaron canastillas para laOfrenda de Adoracin. Moira tir su programa en uno de ellas y sali.Sonriendo, Dillon la sigui.

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    Se haba entretenido en el vestbulo tomndose excesivo trabajo enenfundarse los guantes. Mientras se aproximaba, lo miraba con cautelosaaprobacin.

    Y qu haca una chica como t en un sitio como ese? le dijo.

    Oh, ya sabes se ri abiertamente. Me he dejado caer paratomarme un yogur.

    Aj. Menos mal que no te he ofrecido un martini.

    En efecto. No admitira menos de un escocs doble.

    Ese fue el punto de partida.

    Que los condujo ms o menos rpidamente a su actual situacin.

    ltimamente, y hoy en particular, intua que ella quera ir ms lejos.

    En su opinin solo exista un modo de manejar la situacin. Con muchotacto. Nadie poda rerse y estar serio a la vez.

    Desliz una mano por su cuerpo para dejarla reposar sobre su ombligo.

    Sabes una cosa? le dijo. Si te colocases una uva pasa aqu,pareceras un pastel.

    Para! le dijo ella apartando su mano y dejndola caer sobre lacama.

    Tambin podras dibujar un crculo alrededor y hacer que eres undonut.

    Comienzo a sentirme como un donut le respondi. Como laparte del centro.

    Se incorpor y con un balanceo pos sus pies en el suelo para sacar uncigarrillo de la mesita. Cuando lo encendi, l se lo arrebat y ella encendiotro.

    Roy dijo, mrame.

    Oh, te estoy mirando, querida. Creme que te estoy mirando.

    Por favor! Es esto todo lo que tenemos, Roy? Es todo lo que

    vamos a tener? No me quejo, comprndelo, pero no debera haber algo ms?Cmo podramos rematar algo as? Hacindonos cosquillas en los

    pies?

    Lo mir en silencio, sus ardientes ojos perdiendo el brillo,contemplndolo a travs de un velo invisible. Sin volver la cabeza extendi lamano y muy lentamente apag el cigarrillo.

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    Era gracioso dijo l. Se supona que debas rerte.

    Oh, me estoy riendo, querido. Creme que me estoy riendo.

    Se agach para recoger una media y empez a ponrsela. Un pocopreocupado, la sujet por detrs y la gir hacia s.

    Adonde quieres ir a parar, Moira? Matrimonio?

    Yo no he dicho eso.

    Pero eso es lo que yo he preguntado.

    Frunci el ceo, dudando; despus neg con la cabeza.

    Creo que no. Soy una chica muy prctica, y no creo en dar ms de loque recibo. Puede sonar extrao para un vendedor de cajas de cerillas, o lo quequiera que seas.

    Estaba dolido, pero continu el juego.

    Te importara pasarme el botiqun? Creo que acaban de hacerme unrasguo.

    No te preocupes. A Kitty ya se le han acabado las balas.

    La verdad es que las cajas de cerillas son una tapadera. En realidaddirijo un burdel.

    Estupendo. Tema que se tratara de algo vergonzoso. Y acontinuacin, cortndolo con resolucin, mantenindolo a raya: Pero ya vesadonde quiero ir a parar. Apenas nos conocemos. No somos amigos, ni

    siquiera conocidos. Lo nico que hemos hecho es acostarnos desde que nospresentaron.

    Has dicho que no te estabas quejando.

    Y as es. Para m es necesario. Pero me parece que las cosas no debencomenzar y terminar solo con eso. Es como intentar vivir a base de bocadillosde mostaza.

    Y t quieres pat?

    Una chuleta. Algo nutritivo. Aah, mierda, Roy. Movi la cabeza

    con impaciencia. No lo s. Tal vez no est en el men. Tal vez est en unrestaurante equivocado.

    Madame es demasiado crguel! Pieg se ahogag en la sopa depescado!

    A Pierre no le importa si madame vive o se muere. Ya lo ha dejadomuy claro.

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    Comenz a levantarse con cierta resolucin en sus movimientos. Lasujet y volvi a sentarla sobre la cama. Apret su cuerpo contra el de ella. Lasolt delicadamente. Acarici su pelo y bes sus labios.

    Mmm, s dijo. S, estoy seguro. La venta es definitiva, no se

    permiten cambios.Ya estamos de nuevo respondi ella. En el espacio exterior sin

    siquiera haber puesto pie en el suelo.

    Lo que quiero decir es que me cost mucho trabajo encontrarte. Unapreciosa perdiz. Tal vez haya pjaros mejores en los arbustos, pero tambinpuede que no, y...

    ... y un pjaro en la cama es mejor que un arbusto. O algo as. Temoque estoy agundote el monlogo, Roy.

    Espera! intent sujetarla. Estoy intentando decirte algo. Megustas, pero soy muy vago. No quiero seguir buscando. As que mustrame laetiqueta, y si puedo, comprar.

    Eso est mejor. Se me ocurre una idea que podra ser bastantebeneficiosa para ambos.

    Dnde comenzamos? Unas cuantas noches en la ciudad? Unajuerga en Las Vegas?

    Mmm, no. Creo que no. Adems, no podras permitrtelo.

    Sorpresa dijo en tono cortante. Ni siquiera te hara pagar tu

    propio trayecto.Mira, Roy... Le despein con afecto. No es precisamente lo que

    tengo en mente. Demasiadas chicas, resplandor y cristalera fina. Si vamos a ira algn sitio, ser al otro lado de la calle. Ya sabes, calma y tranquilidad, as

    podremos charlar, para variar.

    Bueno. La Jolla est muy bien en esta poca del ao.

    La Jolla est bien en cualquier poca del ao. Pero ests seguro deque puedes permitirte...?

    Contina le advirti. Una palabra ms de esta cantinela y tendrsel trasero ms rojo de La Jolla. La gente creer que se trata de otra puesta desol.

    Bah! Quin te tiene miedo?

    Y lrgate ahora mismo, vale? Regresa a tu alcantarilla! Me hasdesangrado y has hecho que derrochara mis ahorros, y ahora pretendes

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    matarme con tu rollo.

    Ella se ri afectivamente y se puso en pie. Tras vestirse, volvi aarrodillarse junto a la cama para darle un beso de despedida.

    Ests seguro de encontrarte bien, Roy? Apart su pelo de la frente

    . Ests muy plido.Oh, Dios! se quej l. Es que esta mujer no va a marcharse

    nunca? Me pega un buen meneo y despus dice que estoy plido!

    Ella se march sonriendo con aire de suficiencia. Complacida consigomisma.

    Roy se incorpor con dificultad, sus piernas renqueaban de camino albao. Se dej caer sobre la cama por primera vez un poco preocupado por smismo. Cul podra ser la causa de aquel extrao y abrumador cansancio?Moira no, seguro; estaba acostumbrado a ella. Tampoco el hecho de habercomido muy poco durante los ltimos tres das. Sola tener rachas en las que

    perda el apetito, y esta haba sido una de ellas. Comiera lo que comiera, lodevolva en un lquido de color marronceo. Era extrao, ya que no haba

    probado otra cosa que helados y leche.

    Frunciendo el ceo se ech hacia delante para examinarse. Haba unadbil mancha amarillenta en su estmago. Pero no le dola, a menos queapretase fuerte. No haba sentido dolor desde el da del golpe.

    Entonces...? Se encogi de hombros y se tumb. Tan solo era una de

    aquellas cosas, crea. No se senta enfermo. Si un hombre estaba enfermo, sesenta enfermo.

    Coloc las almohadas una encima de otra y se apoy adoptando unaposicin inclinada. Mucho mejor, pero an cansado. Estaba inquieto. Concierto esfuerzo cogi sus pantalones de una silla prxima y sac una monedadel bolsillo del reloj.

    A simple vista pareca una moneda cualquiera, pero no lo era. La cruzestaba pulida, la cara no. Sostenindola entre los dedos ndice y corazn por elcanto pudo identificar ambos lados.

    La lanz al aire, la recogi y la deposit sobre la otra mano con unapalmada. Se trataba de una de las versiones. Uno de los tres trucos tpicos deltimo corto.

    Cruz murmur, y sali cruz.

    Volvi a lanzar la moneda y pidi cara. Y sali cara.

    Comenz a cerrar los ojos en cada peticin, asegurndose de que no

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    haca trampas inconscientemente. La moneda subi y baj; su mano palmefraudulentamente el dorso de su mano.

    Cara... cruz... cara, cara...

    Y se termin el palmeo.

    Sus ojos se cerraron y permanecieron cerrados.

    Era poco ms de medioda cuando volvi a abrirlos. La penumbraensombreca la habitacin y el telfono sonaba. Mir a su alrededorviolentamente, sin reconocer dnde estaba, sin saber dnde estaba. Perdido enun mundo extrao y aterrador. Despus, debatindose por recuperar laconciencia, tom el auricular.

    S respondi, y a continuacin: qu, qu? Reptalo. Elempleado le estaba diciendo algo que no tena sentido.

    Una visita, seor Dillon. Una joven dama muy atractiva. Dice... una risa diplomtica dice que es su madre.

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    Cuando todava no haba cumplido los dieciocho aos, Roy Dillon semarch de casa. No se llev nada con l salvo la ropa que llevaba puesta, ropaque l mismo se haba comprado y pagado. No se llev ms dinero que el quetena en los bolsillos de su ropa, y tambin se lo haba ganado l.

    No quera nada de Lilly. Ella no le haba dado nada cuando lonecesitaba, cuando era demasiado pequeo para conseguirlo por s mismo, y aesas alturas no le iba a permitir entrar en el juego.

    Durante los primeros seis meses fuera de casa no mantuvo contactoalguno con ella. Despus, en Navidades, le envi una postal, y otra el Da de

    la Madre. Ambas eran de tipo cursi y sensiblero, rezumaban una ternuranauseabunda; pero la ltima era una verdadera vacilada. Corazones, flores yrollizos angelitos pululando por encima de un absurdo montaje irrisorio. Elmensaje impreso iba dedicado a la querida y vieja mam, y chorreaba lgrimasde besos de buenas noches, fuentes y bandejas de galletas recin hechas yleche cuando un nio llegaba a casa despus de jugar.

    Era como para pensar que la querida y vieja mam (Dios bendiga susplateados cabellos) era propietaria de una especie de lechera-panadera que noserva a ms cliente que a su querido chiquitn (montado en su flamante

    bicicleta).Se ri tanto cuando se la envi que estuvo a punto de emborronar la

    direccin. Pero despus volvi a reflexionar sobre el tema. Tal vez aquellabroma se volva contra l. Tal vez al burlarse de ella revelaba una profunda ypermanente herida que demostraba que ella era ms dura que l. Y esto,naturalmente, no le vala. Haba aceptado todo lo que a ella le sobraba y no lehaba hecho mella. Por todos los demonios!, nunca deba permitir que ellacreyera lo contrario.

    As que despus de aquello se puso en contacto con ella por Navidades,

    en su cumpleaos y cosas as. Pero se mostr muy correcto. Sencillamente nopensaba lo suficiente en ella, se dijo a s mismo, como para burlarse. Serequera a una mujer mucho mejor que Lilly Dillon para calar en l.

    La nica forma en la que mostraba sus verdaderos sentimientos era atravs de los regalos que intercambiaban. Mientras evidentemente Lilly poda

    permitirse regalos mucho ms caros, l no los admita. Al menos no lo hizohasta que el esfuerzo por mantenerse a la par, o incluso sobrepasarla, no

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    solamente amenazaba sus objetivos a largo plazo, sino que adems se revelabacomo lo que era en realidad: una nueva manifestacin de sus heridas. Ella lohaba herido, o eso pareca, e infantilmente l rechazaba todo esfuerzo deexpiacin.

    Ella poda pensar eso y no iba a permitrselo. As que le haba escritocomo de pasada que los regalos estaban hipercomercializados, y que, enadelante, mejor se dedicaban a intercambiarse recuerdos. Si le apeteca hacerun donativo de caridad en su nombre, perfecto. La Ciudad de Los Muchachosle pareca apropiada. Y l, por supuesto, tambin hara un donativo en sunombre. Por ejemplo, a alguna institucin para mujeres voluntarias...

    Pero, en fin, esto es adelantarse a la historia, saltarse sus principalesingredientes.

    Nueva York est a dos horas de Baltimore. Cuando todava no haba

    cumplido los dieciocho aos, Roy se fue a la primera de las ciudades, objetivolgico para un joven cuyas nicas posesiones son una buena apariencia y uninnato y vivo deseo de ganar dinero rpido.

    Y por la necesidad de ganar, de ser pagado, acept de inmediato unempleo como vendedor a comisin. Un asunto de puerta a puerta. Revistas,carretes de fotografas, utensilios de cocina, aspiradoras..., cualquier cosa que

    pareciera prometedora. Pero todas ellas prometan mucho y daban poco.

    Puede que Miles de Michigan hubiese ganado mil trescientos dlares ensu primer mes ensendoles supertelas a sus amigos, y puede que O'Hara de

    Oklahoma ganara noventa dlares diarios por sus pedidos de taca-tacas marcaOopsy Doodle. Pero Roy lo dudaba mucho. A cambio de quedar literalmentehecho polvo, lo mximo que haba ingresado eran ciento veinticinco dlaresen una semana. Pero fue su mejor semana. La media oscilaba entre setenta ycinco y ochenta dlares, y se dejaba el pellejo para conseguirlo.

    De todos modos, era mucho mejor que trabajar como mensajero oaceptar algn empleo de oficina que prometa buena oportunidad yposibilidades de mejorar en lugar de un sueldo interesante. Las promesaseran baratas. Qu pasaba si l iba a uno de esos sitios y prometa que algn

    da sera presidente? Qu tal un anticipo?Lo de las ventas era un rollo, pero no conoca otra cosa. Se senta

    molesto consigo mismo. All estaba l a punto de cumplir los veinte y ya eraun fracasado manifiesto. Qu era lo que iba mal entonces? Qu tena Lillyque l no tuviera?

    Despus entr dando traspis en los veinte.

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    Fue pura chiripa. El imbcil propietario de un estanco se lo haba puestoa huevo. Roy continu rebuscando ensimismado una moneda tras haberrecibido el cambio del billete, y el inquieto tendero, que tena prisa pordespachar a otros clientes, perdi la paciencia de repente.

    Por amor de Dios, seor! se quej. Solo es un centavo! Ya melo pagar la prxima vez.

    Y le arroj el billete de veinte. Roy estaba a una manzana de distanciacuando se dio cuenta de lo que acababa de ocurrir.

    Apenas encajado el suceso lo sigui otro: un joven ambicioso no esperaa que lluevan tales accidentes felices. Los crea. Sin dilacin, comenz.

    Lo echaron framente de dos establecimientos. En otros tres leinsinuaron, ms o menos con educacin, que no tena derecho a la devolucindel billete. En los tres restantes tuvo xito.

    Se senta eufrico por su buena suerte. (Y haba sido excepcionalmenteafortunado.) Se preguntaba si existiran trucos similares al de los veinte,mtodos de ganar tanto dinero en pocas horas como un tonto ganaba en todauna semana.

    Existan. Empez a introducirse en ellos aquella misma noche en un baradonde haba ido a festejar su xito.

    Otro cliente se sent a su lado dndole un codazo. Derram parte de sucopa, se disculp e insisti en pagarle otra. Despus todava pag una ronda

    ms. Llegado a tal punto, Roy quiso a su vez invitarlo a una ronda. Pero elhombre haba distrado su atencin. Busc en el suelo, se agach y recogi undado, que pos sobre la barra.

    Se te ha cado esto, amigo? No? Bueno, mira, no me gusta bebertan rpido, pero si quieres que nos juguemos una ronda para quedar en paz...

    Lanzaron. Roy gan. Pero, por supuesto, no era suficiente. Lanzaron denuevo, apostndose cuatro copas. En esta ocasin gan el tipo. Y, porsupuesto, tampoco era suficiente. No iba a permitirlo. Mierda, tan solo estabanintercambiando copas amistosamente y no iba a salir de all ganando.

    Ahora lanzaremos por ocho copas; bueno..., pon por cinco pavos.El tat con sus rpidas apuestas que se doblan, es la muerte para un

    primo. Ah reside su perverso encanto. A menos que apuestes muy fuerte, elque saca ventaja te despluma en un nmero relativamente bajo de tiradas.

    Las ganancias de Roy se fueron por el desage en veinte minutos.

    En otros diez su dinero honesto las sigui. El otro tipo dijo que lo senta

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    mucho, que Roy deba aceptar un par de pavos por la prdida y que...

    Pero el sabor del timo era muy intenso en el paladar de Roy, su sabor ysu olor. Repuso con firmeza que aceptara la mitad del dinero. El timador,llamado Mintz, poda quedarse con la otra mitad a cambio de sus servicios

    como instructor en la estafa.Puedes comenzar las lecciones ahora mismo le dijo. Comienza

    con ese truco que acabas de hacerme.

    Siguieron protestas indignadas por parte de Mintz y cierto lenguajetosco por parte de Roy. Pero al final se trasladaron a uno de los reservados, yaquella noche y algunas ms desempearon los papeles de profesor y alumno.Mintz no se call nada. Por el contrario, charlaba hasta el agotamiento. Tenala santa oportunidad de exhibir su presuncin. Poda demostrar lo listo queera, cosa que su modo de vida generalmente aconsejaba no hacer, y poda

    hacerlo con absoluta seguridad.A Mintz no le gustaba el de los veinte. Requera algo indefinible que

    l no posea. Y nunca lo haca sin un socio, alguien que distrajera al primodurante la actuacin. En cuanto a lo del socio, tampoco le gustaba; reduca latajada a la mitad. Te colocaba una manzana en la cabeza y le daba al otro tipouna pistola. Porque pareca que todos los timadores sentan la irresistibletentacin de vencer a sus colegas. Poca gloria haba en desplumar a unimbcil; mierda!, los imbciles estaban hechos para ser desplumados. Perodesplumar a un profesional, aunque te saliera caro a largo plazo, ah, aquello

    era algo que le sacaba brillo a tu orgullo.A Mintz le gustaba elsmack. Era natural, claro. Todo el mundo se lleva

    bien con las monedas.

    Y le gustaba especialmente el tat, cuyas mltiples virtudes eran tantasque no podan enumerarse. Si se echaba el anzuelo a un grupo de tos, se habahecho la semana.

    El tatdeba jugarse en una superficie muy limitada, sobre la barra o enuna mesa. De este modo no llegabas a hacer rodar el dado, aunque, claro, dabala impresin de que lo hacas. Agitabas la mano con fuerza manteniendo el

    dado en una posicin elevada, sin agitarlo en absoluto, y despus lo lanzabaspermitiendo que se deslizara y tambaleara, pero sin llegar a volcarse. Si losprimos comenzaban a sospechar, utilizabas una taza o un vaso para lanzar, yaque estabas en un bar. Pero en este caso tampoco agitabas el dado. Losujetabas como antes, haciendo que traqueteara con fuerza contra el cristal, y acontinuacin volvas a lanzarlo como antes.

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    Se requera prctica, claro. Pero todo la requera.

    Si la cosa se calentaba, el camarero te sacaba del apuro a cambio de unabuena propina. Deca que te llamaban por telfono, que vena la pasma o algosimilar. Los camareros estaban siempre hartos de los borrachuzos. No les

    importaba que hicieran el primo si eso les reportaba un pavo, a menos que lostos fueran sus amigos.

    Mintz conoca muchos ms trucos que los tres tpicos. Algunos de ellosprometan beneficios que sobrepasaban los mil dlares de tope en el timocorto. Pero indudablemente requeran a ms de un hombre, aparte de untiempo considerable y preparacin; en resumen, estaban en la frontera del timoa lo grande. Y tenan una seria desventaja: si el imbcil daba el soplo, tecazaban. No habas cometido un error. No era cuestin de mala suerte.Sencillamente, ocurra.

    Haba dos detalles esenciales en el timo que Mintz no explic a sualumno. Uno de ellos resultaba imposible de explicar; se trataba de un hbitoadquirido, algo que cada uno tena que practicar por s mismo y a su propiomodo: mantener un alto nivel de anonimato mientras permaneca encirculacin. Naturalmente, no podas disfrazarte. Se trataba ms bien de nohacer nada. Evitar cualquier amaneramiento, cualquier expresin, cualquieracento o muletilla, cualquier gesto, postura o modo de andar; todo aquello que

    pudiera ser recordado.

    Y ya tenemos el primero de los detalles esenciales que no pueden

    explicarse.Seguramente Mintz no le explic el segundo porque no le pareci

    necesario. Se trataba de algo que Roy deba de saber ya.

    Las lecciones concluyeron.

    Roy se puso a trabajar duro en el timo. Adquiri un elegante vestuario.Se mud a un buen hotel. An mimndose con cierta extravagancia, amas unfajo de ms de cuatro mil dlares.

    Transcurrieron los meses. Un da, cuando coma en un comedor delAstoria, entr un detective buscndolo.

    Habl con el propietario y le describi a Roy. No tena fotografassuyas, pero s un retrato robot, y este era de un asombroso parecido.

    Roy observ cmo miraban en su direccin mientras hablaban y pensen huir desesperadamente. En largarse por la cocina y salir por la puertatrasera. Probablemente lo nico que evit que lo hiciera fue la debilidad de sus

    piernas.

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    Entonces se mir en el espejo que haba a su espalda y suspir aliviado.

    Haba subido la temperatura despus de salir de su hotel, as que habaguardado su sombrero, abrigo y corbata en una consigna del metro. Acontinuacin, solo haca una hora, se haba cortado el pelo al estilo militar.

    Su imagen haba cambiado considerablemente; al menos, lo suficientecomo para no ser reconocido. Pero temblaba de pies a cabeza. Se escabullhasta la habitacin de su hotel preguntndose si volvera a tener agallas paratrabajar de nuevo. Permaneci en el hotel hasta que oscureci y despus se fuea buscar a Mintz.

    Mintz se haba ido del hotelucho en que viva. Se haba marchado hacameses sin dejar direccin alguna. Roy se lanz a buscarlo. Por pura suerte loencontr en un bar a seis manzanas.

    El timador se qued horrorizado cuando Roy le cont lo sucedido.

    Quieres decir que has estado trabajando aqu todo este tiempo? Hastrabajado de fijo? Dios mo! Sabes dnde he estado durante los ltimos seismeses? En una docena de sitios! Fui hasta la costa y volv!

    Pero por qu? Bueno, Nueva York es una ciudad muy grande, y...

    Mintz lo cort con impaciencia. Nueva York no era una ciudad muygrande, le dijo. Lo nico es que haba mucha gente viviendo apretujada en unrea bastante reducida. Y no, tu suerte no mejoraba saliendo del congestionadoManhattan para meterte en otro barrio. No solo no dejabas de toparte con la

    misma gente, gente que trabajaba en Manhattan y viva en Astoria, JacksonHeights, etctera, sino que adems resultabas ms sospechoso. Era ms fcilque los primos te descubrieran.

    Y chico, hasta un ciego podra descubrirte. Mira ese corte de pelo!Mira ese reloj de lujo y los tres tonos chillones de tus zapatos! Por qu no te

    pones tambin un parche en el ojo y los pios de oro!

    Roy enrojeci. Le pregunt preocupado si ocurra lo mismo en todas lasciudades. Tenas que andar saltando de ciudad en ciudad, gastando tu capital

    para mudarte cuando comenzabas a conocer lo que te rodeaba?

    Qu quieres? Mintz se encogi de hombros. Un huevo en lacerveza? Por ejemplo, en la zona de Los ngeles uno se puede quedar unatemporada, porque no es solo una ciudad, sino un condado lleno de ellas,docenas de ellas. Y con un trfico tan malo y ese asqueroso sistema detransportes la gente no se mezcla como lo hace en Nueva York. Pero... loapunt con un dedo en un gesto de advertencia pero eso no significa que

    puedas andar por ah como un loco. Eres un timador, sabes?, un ladrn. No

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    tienes ni hogar, ni amigos, ni modo de subsistencia a la vista. Y mejor te meteseso en la cabezota de una vez por todas.

    Lo har prometi Roy. Pero Mintz...

    S?

    Roy sonri y movi la cabeza, guardndose para s mismo suspensamientos: Supn que tuviese un hogar, una residencia fija. Supn quetuviera cientos de amigos y conocidos. Supn que tuviera un empleo y....

    Y llamaron a la puerta, y l dijo:

    Entra, Lilly.

    Y su madre entr.

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    No pareca haber pasado un ao por ella desde que la haba visto porltima vez. Roy tena ya veinticinco aos, lo que significaba que ella rondabalos treinta y nueve. Pero aparentaba treinta y pocos, treinta y uno o treinta ydos. Se pareca a... a... pues claro!, a Moira Langtry! Esa era la persona aquien le recordaba. No es que se pareciesen exactamente; ambas eran morenasy de la misma talla, pero de cara no se parecan en nada. Se trataba de unasimilitud de tipo ms que personal. Pertenecan al mismo rebao: mujeres quesaban a la perfeccin qu tenan que hacer para conservar y realzar suatractivo natural. Mujeres que o lo posean o no escatimaban esfuerzos porconseguirlo.

    Lilly tom una silla con timidez, insegura de ser bien recibida, yrpidamente explic que se encontraba en Los ngeles por negocios.

    Controlo apuestas desde fuera, Roy. Regreso a Baltimore en cuantoterminen las carreras.

    Roy asinti. La explicacin era razonable. Controlar apuestas desdefuera era prctica comn en las apuestas profesionales a gran escala yconsista en rebajar los puntos de ventaja de un caballo metiendo dinero alresto de los caballos.

    Me alegro de verte, Lilly. Lo hubiera sentido si no te hubieras dejadocaer por aqu.

    Yo tambin me alegro de verte, Roy. Ech un vistazo a sualrededor y se inclin hacia delante para fisgar el bao. Lentamente su timidezse torn en una mueca de perplejidad. Roy le dijo, qu significa esto?Por qu vives en un sitio como este?

    Qu tiene de malo?

    No me tomes el pelo! No es tu estilo, eso es lo que tiene de malo.

    chale un vistazo! Mira esos rancios cuadros de payaso! Es una muestra delgusto de mi hijo? A Roy Dillon le va lo rancio?

    De no haberse sentido tan dbil, Roy se habra redo. Los cuatrocuadros eran su propia contribucin a la decoracin. Oculta en sus marcos seencontraba la pasta de sus timos, cincuenta y dos mil dlares en metlico.

    Le respondi que haba alquilado la habitacin tal como estaba, lomejor que poda permitirse. Despus de todo, solo era un vendedor a comisin

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    y...

    Y aparte eso apunt Lilly. Cuatro aos en una ciudad como Losngeles y todo lo que tienes es un empleo de vendedor de pacotilla? Esperasque me lo trague? Es una tapadera, no? Esta pocilga es una tapadera. Ests

    tramando algo, y no me lo niegues porque yo escrib el libro.Lilly... Su dbil voz pareca surgir desde kilmetros de distancia.

    Lilly, mtete en tus malditos asuntos.

    Ella no dijo nada por un instante, recuperndose del rapapolvo,recordndose a s misma que l era ms un extrao que un hijo. Despus, entono semisuplicante, le dijo: No tienes por qu hacerlo, Roy. Demasiadacarne en el asador, ms de la que yo he puesto jams, y... ya sabes cul sueleser el final, Roy. Yo...

    Los ojos de Roy permanecan cerrados, como diciendo que o se callaba

    o se largaba. Forzando una sonrisa, ella dijo que de acuerdo, que no iba aregaarlo desde el primer momento en que se vean.

    Por qu ests todava en la cama, hijo? Ests enfermo?

    No es nada murmur l. Solo...

    Se acerc a la cama. Tmidamente le puso una mano en la frente y lanzuna exclamacin de sorpresa.

    Roy, ests fro como el hielo! Pero... La luz se hizo sobre susalmohadas cuando ella encendi la lamparilla. Escuch una nueva

    exclamacin. Roy, qu ocurre? Ests blanco como una sbana!Nada... Apenas poda mover los labios. No sudo, Lilly.

    De repente se senta infinitamente asustado. Saba, sin saberlo, que seestaba muriendo. Y junto al terrible miedo a la muerte, senta una incontenibletristeza; incontenible porque a nadie le importaba, nadie la comparta. Nadie,nadie en absoluto, para alivirsela.

    Solo una muerte, Roy? Bueno, por qu refunfuas? Pero no puedencomerte, no? Pueden matarte, pero no pueden comerte.

    No! exclam con un sollozo, su voz abrindose paso entre unaabrumadora somnolencia. No te ras de m...!

    No lo hago! No me ro de ti, cario! Yo... escchame, Roy! Apret su mano casi con violencia. No parece que ests enfermo, no tienesfiebre ni... Dnde te duele? Te ha herido alguien?

    No le dola. No haba sentido dolor desde el da del golpe...

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    Me dieron... murmur. Hace tres das.

    Tres das? Cmo? Dnde te dieron? Pero... Espera un minuto,querido! T espera hasta que tu madre llame por telfono, y despus...

    En lo que fue un tiempo rcord para el Grosvenor consigui lnea

    exterior. Al hablar por telfono su voz chasqueaba como un ltigo.... Lilly Dillon, doctor. Trabajo para la compaa de entretenimientos

    Justus de Baltimore, y... Qu? No me vengas con pamplinas, to! No medigas que nunca has odo hablar de m! Si me obligas a llamar a BoboJustus...! Muy bien entonces, veamos lo que tardas en llegar aqu!

    Colg el telfono bruscamente y volvi junto a Roy.

    El mdico lleg sin aliento y con aspecto taciturno. Despus,olvidndose de su vanidad herida, se comi a Lilly con los ojos.

    Siento mucho haber sido tan brusco, seora Dillon. Bueno, no mediga que ese robusto joven es su hijo!

    Eso no importa. Lilly cort sus piropos. Haga algo por l, creoque est bastante mal.

    Muy bien, veamos.

    Pas por delante de ella para dirigirse a la cama donde yaca la plidafigura de Roy. De repente su afable actitud se desvaneci y su mano actu condiligencia para comprobar el corazn de Roy, su pulso y la presin sangunea.

    Cunto tiempo lleva as, seora Dillon? Hablaba en tono seco, sinvolverse hacia ella.

    No lo s. Cuando llegu hace una hora, ya estaba en cama. Parecaencontrarse bien mientras hablbamos, lo nico es que era como si sedebilitara y...

    Apuesto a que s! Historial de lceras?

    No. Bueno, no lo s. No lo he visto en siete aos y... Qu le ocurre,doctor?

    Sabe si ha sufrido algn tipo de accidente durante los ltimos das?Algo que pudiera haberle causado una herida interna?

    No... Volvi a corregirse: Bueno, s, s. Intentaba contrmelo.Hace tres das lo golpearon en el estmago, algn borracho, supongo.

    Algn vmito despus? Color caf? El mdico ech la sbanahacia atrs asintiendo con gesto grave ante la mancha. Y bien?

    No lo s...

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    Cul es su grupo sanguneo? Lo sabe, no?

    No, yo...

    Volvi a cubrirlo con la sbana y se dirigi al telfono. Mientrassolicitaba una ambulancia, batiendo el rcord del hotel por segunda vez en el

    da, contemplaba a Lilly con una especie de preocupado reproche. Colg eltelfono.

    Ojal hubiera sabido su grupo sanguneo dijo. Si hubiera podidohacerle una transfusin ahora mismo en vez de esperar a que averigen sugrupo...

    Est... Se pondr bien, no?

    Haremos todo lo posible; el oxgeno lo ayudar un poco.

    Pero se pondr bien?

    Su presin sangunea est por debajo de cien, seora Dillon. Hasufrido una hemorragia interna.

    Basta! Le apeteca gritarle. Le he hecho una pregunta! Le hepreguntado si...!

    Lo siento dijo l en tono pausado. La respuesta es no. No creoque viva si no lo llevamos al hospital.

    Lilly sinti un mareo. Trat de sobreponerse ponindose ms derecha yhaciendo que su voz sonara firme. Le habl al mdico en tono tranquilo.

    Mi hijo se pondr bien dijo, de lo contrario, har que le maten.

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    La mujer dud y mir a su alrededor con aire conspirador.

    Te dir qu vamos a hacer, cielo. Te cobrar lo mismo que por unaracin, mmm? Me pasar un poquitn con el cucharn.

    Puede hacer eso? Los rasgados ojos de Carol se redondearon con

    temor reverencial. No le causar problemas?A m? Ja! El garito es mo, cielo.

    Carol supuso que entonces no haba problemas. No sera robar. Con laconciencia ms tranquila tambin acept un par de salchichas extra en su platode pur de patatas, salchichas y chucrut.

    Dud ante la seccin de postres. Estaba a punto de decidirse por untrozo de tarta con el dinero que le quedaba cuando escuch voces al otro ladodel mostrador: la mujer gorda hablaba con otra dependienta.

    La chiquilla juda es capaz de zampar un montn, eh?Como le sale de gorra... As salen adelante estos agarrados.

    Por un instante Carol se qued helada. A continuacin, muy rgida, semovi, pag y transport la bandeja hasta una mesa en una esquina distante.Comenz a comer metdicamente, haciendo un esfuerzo por tragar la comida,que de pronto le resultaba inspida, hasta que de nuevo volvi a ser apetitosa ydeseable.

    Uno tena que hacer as las cosas, lo mejor que poda, y aceptarlas comoeran. En general no parecan tan malas despus de un rato; si de verdad no

    eran buenas, llegaban a serlo en comparacin con las muchas que an eranpeores. Casi todo era relativamente bueno. Comer resultaba mejor que pasarhambre; vivir, mejor que morir.

    Hasta la amabilidad simulada era mejor que nada en absoluto. La gentedeba preocuparse al menos un poco por disimular. Sus propios parientes yamigos, emigrantes como ella, no siempre lo haban hecho.

    Haba llegado a Estados Unidos bajo los auspicios de unos parientes,una ta y un to que haban escapado de Austria antes de la invasin. Ahoraeran gente acaudalada que la haba aceptado en su casa y le haban concedidoel estatus de hija a prueba. Aunque con ciertas y rgidas condiciones: que seconvirtiera en una de ellos, que viviera como ellos vivan sin importarle cmohaba vivido anteriormente. Y Carol no poda hacer eso.

    El ritual de la cena, los numerossimos juegos de platos, cada uno paraun tipo distinto de comida, resultaba casi ofensivo para ella. Demasiadodespilfarro en un mundo lleno de necesidades. Por el contrario, le pareca

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    absurdo ayunar en medio de la abundancia.

    Senta repugnancia por el barbudo shiddem de boca roscea y todo suconocimiento judaico. A ella le pareca un parsito al que deban obligar atrabajar como el resto. Le sorprenda su estupidez enmascarada en orgullo; o

    lo que ella consideraba estupidez: la impenetrabilidad ante una nueva lengua yun nuevo y seguramente mejor modo de vida. As que se senta asustada antesu evidente discrepancia, intuyendo en ella las semillas de la tragedia.

    Porque eran buenos con ella, o trataban de serlo, intentaba comportarsecomo ellos. Incluso deseaba creer que estaban en lo cierto y ella equivocada.Pero el intento y el deseo no eran suficientes para ellos. La acusaban deabandonar su fe, fe que no recordaba haber conocido. A su modo, su tirana

    pareca tan mala como la que haba dejado. Finalmente se alej.

    La vida fuera de aquel refugio no era fcil. La alternativa pareca ser un

    mundo con tantos prejuicios como el que haba abandonado. Pero no siempreera igual. Haba gente a la que le daba absolutamente igual lo que ella habasido; esto es, les daba absolutamente igual en sentido positivo. Ellos, lainmensa minora, la seora Dillon era su mejor ejemplo, la aceptaban por loque ahora era. Y... Vio a la seora Dillon aproximarse avanzando entre lasmesas con su natural arrogancia. A toda prisa Carol pos su taza de t y selevant.

    Por favor, sintese, seora Dillon. Le pido un t? Un caf? Algode comer?

    Nada. Lilly sonri indicndole con la mano que volviera a sentarse. Esta tarde no voy a quedarme en el hospital y quera hablar contigo antesde irme.

    Algo va mal? He-he hecho...?

    No, lo ests haciendo bien. Todo va bien la tranquiliz Lilly.Pdete otro t si te apetece. No hay prisa.

    Mejor no. Carol neg con la cabeza. Son casi las seis, y la otraenfermera...

    Tambin pago a la otra enfermera dijo Lilly en tono resuelto.Trabaja para m, no para el hospital. Si no le apetece trabajar algo ms pordinero extra, ya puede largarse.

    Carol asinti y murmur sumisa. No haba visto antes aquel aspecto dela seora Dillon. La sonrisa de Lilly retorn.

    Y ahora reljate y tmatelo con calma, Carol. Me gusta cmo

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    trabajas. Me gustas, y espero que yo tambin te guste a ti, mi hijo y yo.

    Oh, pues claro que me gustan! Han sido muy buenos conmigo!

    Cmo es que no tienes un trabajo fijo? Por qu solo trabajas porhoras?

    Bueno... Carol pens un poco la respuesta. El hospital, casitodos los hospitales, licencian a sus propias enfermeras, y yo no tengo esalicenciatura. Despus, los trabajos fijos en consultas requieren una experienciaque yo no tengo, piden contabilidad y taquigrafa y...

    Lo comprendo. Cmo te va en este tipo de trabajo? Bien?

    Bueno, no siempre gano tanto afirm Carol con solemnidad.Depende de la cantidad de trabajo que consiga; no siempre mucho. Y, porsupuesto, tambin estn las tarifas del colegio de enfermeras. Pero..., en fin, detodos modos es bastante. Cuando sepa ms y cuando mejor comprendaingls...

    Ya, claro. Cuntos aos tienes, Carol?

    Veintisiete.

    Oh. Lilly estaba sorprendida. No pensaba que fueras tan mayor.

    A veces me siento mucho ms. Como si hubiera vivido siempre. Peros, tengo veintisiete.

    Bueno, no importa. Tienes novio? Sales con alguien? No? Lilly

    pens que aquello tambin era extrao. Pero una chica como t debe dehaber tenido montones de oportunidades.

    Carol neg con la cabeza, sus respingonas facciones graciosamentesolemnes. Viva en una habitacin amueblada y no poda recibir a chicos.Adems, como tena que trabajar siempre que se le presentaba la ocasin, ycomo su horario era muy irregular, no poda hacer planes por adelantado, nitampoco concertar citas a las que luego no pudiera acudir.

    Adems concluy ruborizndose, adems los chicos intentanhacer ciertas cosas. Ellos... siempre..., oh, me da mucha vergenza.

    Lilly asinti sonriente y sinti una extraa ternura por la muchacha.Tena ante s algo, alguien absolutamente real, y la realidad era siempre deagradecer. Tal vez, en diferentes circunstancias, ella misma podra haberseconvertido en una chica saludable y honesta, y real, como Carol. Pero...mentalmente movi la cabeza; a la mierda con esa cantinela.

    Ella era lo que era, y por eso Roy se haba convertido en lo que en esosmomentos era. Y ya no se poda hacer nada, suponiendo que quisiera hacer

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    algo, pero quiz no era demasiado tarde para...

    Seguramente te preguntars por qu soy tan entrometida. Quierodecir curiosa dijo Lilly. Bueno, el caso es que no quiero gafar a mi hijodiciendo que se va a poner bien, pero...

    Oh, estoy segura de que as ser, seora Dillon. Yo...No lo digas la interrumpi Lilly dando un fuerte puetazo en la

    mesa de madera. Podra traerle mala suerte. Vamos a decir solo que cuandodeje el hospital, si es posible, me gustara que continuaras cuidndolo; en miapartamento. Te gustara?

    Carol asinti con entusiasmo, sus ojos brillaban. Ya llevaba trabajandoms de dos semanas con la seora Dillon, mucho ms de lo que habatrabajado antes. Qu maravilloso sera continuar trabajando para ella y suagradable hijo indefinidamente.

    Bueno, entonces trato hecho dijo Lilly. Ahora, tengo que darmeprisa, pero... S?

    Me preguntaba... Carol dudaba. Me preguntaba si... si el seorDillon me querr. Siempre es muy amable, pero... Dud de nuevo, no sabacmo decir lo que pretenda sin resultar maleducada. Lilly lo dijo por ella.

    Lo que intentas decir es que Roy est resentido conmigo. Est encontra de todo lo que hago sencillamente porque lo hago yo.

    Oh, no. No quera decir eso. Bueno, no exactamente. Solo intentaba...

    Bueno, se le parece bastante. Lilly sonri intentando que su vozsonara alegre. Pero no te preocupes, querida. Trabajas para m, no para l.Todo lo que hago es por su bien, as que no importa si al principio est un

    poco resentido.

    Carol asinti no demasiado convencida. Lilly se levant y comenz aenfundarse los guantes.

    Por ahora ser mejor que quede entre nosotras dijo. Puede que elmismo Roy llegue a sugerirlo.

    Lo que usted diga murmur Carol.Se dirigieron juntas hacia la puerta de la cafetera. All Lilly se

    encamin hacia el vestbulo de entrada, y Carol se fue a toda prisa hacia lahabitacin de su paciente.

    La otra enfermera se march en cuanto terminaron de comprobar elcuadro clnico. Roy sonri a Carol ligeramente y le dijo que tena mal aspecto.

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    Debera meterse en la cama, seorita Roberg dijo. Le cedo partede la ma.

    Oh, no! Carol se ruboriz hasta las orejas. No lo har!

    Pero debera hacerlo. He visto antes a chicas con ese aspecto. La

    cama es el nico remedio.Carol solt unas risitas contra su voluntad, sintindose perversa. Roy le

    dijo muy serio que no deba rerse de tales cosas.

    Comprtese o no le dar un beso de buenas noches. Lo sentir!

    Claro que no! Carol se ruboriz, solt otra risita y se agitnerviosa. Venga, djelo ya.

    Enseguida, Roy puso fin a sus burlas. Ella se senta extremadamenteviolenta, supuso l, y tampoco l estaba de humor.

    En el lado izquierdo de la cama haba un tarro con sangre color jarabesuspendido de una percha metlica. De su boca invertida sala un tubo que seextenda hasta una aguja con aspecto de pluma en su brazo. En la partederecha de la cama un mecanismo similar goteaba suero a la arteria de su otro

    brazo. La sangre y el suero lo haban alimentado desde su llegada al hospital.Tendido constantemente boca arriba con los brazos estirados, senta doloresconstantemente, que solo se aliviaban cuando se le dorman los brazos y elcuerpo. A veces se sorprenda a s mismo preguntndose si mereca la penavivir a tan alto precio. Pero eran dudas de buen humor, estrictamente irnicas.

    Haba visto la muerte por un momento, y no le haba gustado su aspectoen absoluto.

    Se senta muy, muy contento de estar vivo.

    Sin embargo, ahora que ya se encontraba fuera de peligro, se lamentabade una cosa: que fuera Lilly quien salvara su vida. A la nica persona a quienno deseaba deberle nada se lo deba todo, una deuda que nunca podra saldar.

    Poda impacientarse y debatir el asunto en su mente. Poda apelar a supropia e increblemente fuerte constitucin y a su irresistible deseo de vivircomo las verdaderas fuentes de su supervivencia. Los mismos mdicos lohaban dicho, no? Comentaron que era cientficamente imposible que unhombre viviera cuando su presin sangunea y su hemoglobina descendan aun cierto nivel. Sin embargo, a l le haban descendido por debajo de ese nivelantes de llegar al hospital. Sin ayuda, se haba aferrado a la vida antes de quese hiciera algo por l. As que...

    As que nada. Necesitaba ayuda urgente, y Lilly la haba conseguido.

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    Moira no haba percibido tal necesidad, ni l mismo; nadie ms que Lilly. Yentonces de dnde haba sacado la resistencia fsica y mental para aguantarhasta recibir ayuda mdica? De extraos? No.

    Lo mirase como lo mirase, le deba la vida a Lilly. Y ella, inconsciente o

    deliberadamente, se estaba asegurando de que no lo olvidara.Con un estilo dulcemente felino, se haba mostrado tan glida con

    Moira Langtry, que esta tras un par de visitas haba dejado de acudir alhospital. Llamaba todos los das para que supiera lo preocupada que estaba

    por l, pero no regres. Y Lilly casi siempre se las arreglaba para rondar porah a la hora de sus llamadas, restringiendo prcticamente el final de suconversacin a monoslabos.

    Indudablemente Lilly intentaba acabar con su romance con Moira.Tampoco terminaban ah sus intenciones. Le haba elegido una enfermera de

    da que era una verdadera tortuga; muy competente, pero simple como unapared de barro. Sin embargo, una muequita para el turno de noche, una craque lo hubiera atrado aunque Lilly no le hubiera dejado pista libre, sincompeticin.

    Oh, saba muy bien lo que estaba sucediendo. All donde miraba vea lasombra de la sutil mano de Lilly. Y qu poda hacer al respecto? Decirle quese largara y lo dejara en paz? Poda decirle: vale, me has salvado la vida, teda eso algn derecho sobre m?

    Entr un mdico, no el que le haba visitado en el hotel, pues Lilly lo

    haba despachado al instante, sino un joven de aspecto alegre. Tras l entr unenfermero con un carrito metlico. Roy contempl los utensilios que llevaba yse quej.

    Oh, no! Otra vez eso, no!

    Quieres decir que no te gusta? se ri el mdico. Nos esttomando el pelo, eh, enfermera? Le encantan los lavados de estmago.

    Por favor. Carol frunci el ceo en gesto reprobatorio. No tienegracia.

    Aah, es muy difcil hacerle dao a este tipo. Manos a la obra yacabaremos enseguida.

    El enfermero lo sujetaba de un lado, con una mano sobre la agujaintravenosa. Carol se encargaba de la aguja del otro brazo, con la otra manodispuesta sobre un cubo con hielo. El mdico cogi un tubo estrecho de gomay se lo introdujo por la nariz.

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    Y ahora quietecito, chaval. Estate quieto o se soltarn las agujas.

    Roy intentaba estarse quieto, pero no poda. Mientras el tubo ascendapor su nariz para descender por su garganta, se debata convulsivamente.Sintiendo arcadas, luchando por respirar, intent soltarse. El mdico lo

    maldijo en broma mientras Carol presionaba pequeos cubitos de hielo entresus labios.

    Por favor, trague, seor Dillon. Trague el hielo y el tubo bajar solo.

    Roy tragaba. Por fin el tubo descendi por la garganta hasta elestmago. El mdico hizo algunos ajustes movindolo ligeramente haciaarriba y hacia abajo.

    Cmo va eso? No toca fondo, no?

    Roy dijo que crea que no. Pareca estar bien colocado.

    Muy bien. El mdico comprob el contenedor de vidrio al queestaba unida la bomba. Regresar en treinta minutos, enfermera. Si le causaproblemas, dele un puetazo en el estmago.

    Carol asinti extraada. Continu mirndolo con el ceo fruncidomientras l sala a grandes zancadas de la habitacin. Despus se acerc a lacama y enjug el sudor del rostro de Roy.

    Lo siento. Espero que no le moleste demasiado.

    Est bien. Se senta un poco avergonzado por el jaleo que habaarmado. Ya sabe, noto que est ah dentro.

    Lo s. Lo peor es para que baje, luego ya no es tan malo. No se tragabien y cuesta mucho trabajo respirar; es difcil acostumbrarse a l. Siempreeres consciente de que tienes un cuerpo extrao.

    Parece como si a usted tambin le hubieran lavado el estmagoalguna vez.

    Me lo han lavado muchas veces.

    Hemorragia interna?

    No. Al cabo de un tiempo comenc a sangrar, pero al principio nosangraba.

    Y eso? Frunci el ceo. No lo entiendo. Por qu le lavaron elestmago si...?

    No lo s. De repente sonri y movi la cabeza. Fue hace muchotiempo. En fin, de todos modos no es agradable hablar de ello.

    Pero...

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    Roy se senta un poco intranquilo. Despus de todo, se trataba de suestmago. El mdico le asegur que no tena por qu preocuparse.

    Si tu estmago no lo admite, lo abrimos y te cortamos un trozo. Nohay problema.

    Sali silbando de la habitacin.Una vez ms Carol lo mir con el ceo fruncido.

    Ese hombre! Oh, cmo me gustara darle un buen guantazo!

    Cree que no pasar nada? pregunt Roy. Quiero decir si tomoalgo slido. No es que tenga mucha hambre y...

    Pues claro que no pasar nada! Si no, no le permitiran comer.

    Tom una de sus manos entre las suyas, lo contempl tanmaternalmente, que Roy quiso sonrer. Contuvo el impulso asindose a su

    mano mientras la haca sentarse en una silla a su lado.Eres una buena chica le dijo con suavidad. No he conocido a

    nadie como t.

    Gracias... Baj la mirada y su voz se convirti en un susurro. Yotampoco haba conocido a nadie como t.

    La contempl en la penumbra creciente de la habitacin, examinando sucarita honesta y sus tiernas facciones respingonas, pensando en lo mucho quele recordaba a una nia inocente. Se puso de lado y se arrim al borde de la

    cama. Voy a echarte de menos, Carol. Volver a verte cuando me vaya?

    No... no s. Respiraba profundamente, sin atreverse a mirarlo.Me... me gustara, pero debo trabajar siempre que pueda, cuando me llamen,y...

    Carol.

    S?

    Ven aqu.

    La impuls hacia delante tirndole de la mano y con su brazo libre lerode los hombros. Por fin levant la vista, con ojos asustados, y se ech haciaatrs con desesperacin. Y entonces, de repente, se ech en sus brazos, su cara

    presionada contra la de Roy.

    Te gusto, Carol?

    Oh, s! asinti con gesto convulsivo. Mucho, mucho! Pero...

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    La cuarta carrera se termin. La multitud de las pistas volvi a surgir dela zona bajo la tribuna y se dirigi a la placita rodeada de arcadas, con bares,restaurantes y ventanillas de apuestas. Algunos de ellos se apresuraban,sonrean ostensiblemente o hacan presuntuosas y hermticas muecas. Seencaminaban a las ventanillas de pago. Otros, la mayora, avanzaban mslentamente, escudriaban los programas, boletos y formularios; rostrosindiferentes, desesperados, enfadados o taciturnos. Eran los perdedores.Algunos de ellos proseguan su camino por las salidas que conducan alaparcamiento, y otros se detenan en los bares, pero la mayora se encaminabaa las ventanillas de apuestas.

    An era temprano. An quedaban muchos bolsillos llenos. La tropa norompera filas hasta el final de la sexta carrera.

    Lilly cobr tres apuestas en idntico nmero de ventanillas. Metiendo eldinero a un lado de su bolso, ya que tendra que dar cuentas de l, se apresurhacia las ventanillas de apuestas. El dinero para apostar, la pasta para jugarque llegaba diariamente por giro telegrfico, ya estaba separada en fajos deveinte, cincuenta y cien. Dispona de los veinte todo lo que el limitado tiempole permita, generalmente quinientos cada vez. Con los de cincuenta era ms

    precavida; dispona de los de cien con notoria tacaera.Posiblemente, o mejor probablemente, buena parte de su preocupacinera una prdida de tiempo. Los agentes del tesoro no se interesaban por lasapuestas; normalmente estaban ojo avizor a las ganancias, al cobro de fajos decincuenta y cien dlares. Lilly no estaba all para ganar, y raras veces lo haca.Sus actividades eran ms bien preventivas, por lo general al margen defavoritos o semifavoritos. Los puntos de ventaja sobre tales caballos yaestaban bien cubiertos. Se dedicaba principalmente a probables, que nosolan producir dinero. Cuando lo hacan, solo recaudaba el dinero si parecaabsolutamente seguro. Si no, dejaba que las ganancias se fueran acumulandoen los boletos para una posterior comprobacin.

    Hasta cierto punto era un agente libre. Reciba ciertas instruccionesgenerales, pero se le permita y se esperaba que utilizase su propio juicio. Locual no facilitaba ms las cosas, por supuesto. Todo lo contrario. Era untrabajo duro y le pagaban muy bien por l. Y haba modos de incrementar esesueldo.

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    Modos que Bobo Justus habra desaprobado, pero eran muy difciles dedetectar.

    Camin pausadamente hasta uno de los bares, sus ojos atentos tras lasgafas oscuras. En varias ocasiones se detuvo y rpidamente recogi un boleto

    desechado y lo aadi a los que ya guardaba en el bolso. Los boletosperdedores se tiraban, y mientras no estuvieran sospechosamente arrugados orotos, poda contarlos como dinero gastado.

    Al menos un buen nmero de ellos. No se poda abusar. Solo se pasuna vez en aquel asunto y fue un error. O mejor dicho, lo hizo para encubrir unerror.

    Haba ocurrido haca tres semanas, justo despus del ingreso de Roy enel hospital. Tal vez aquella era la causa, tena la cabeza en l en vez de en sutrabajo. Pero, en fin, un caballo se haba colado con cien a dos, y sin un pavo

    apostado en l.Aquella noche se haba sentido demasiado asustada y preocupada para

    dormir. Y su preocupacin se increment cuando al da siguiente losperidicos insinuaban las fuertes apuestas por fuera en el caballo. A modo decara pero necesaria precaucin, haba enviado cinco mil dlares de su propiodinero a Baltimore; supuestas ganancias por el caballo. Aparentemente,aquello le haba quitado la soga del cuello, pues no haba odo ni palabra por

    parte de Bobo. Pero transcurrieron muchos das antes de que pudieradescansar tranquila.

    Durante algn tiempo incluso se llevaba la pistola cuando iba al bao.De pie en la barra beba su ron con Coca-Cola observando la catica

    masa humana con algo bastante semejante al asco. De dnde salan?, pensabahastiada. Por qu perdan el tiempo en una estafa como aquella? Muchos deellos presentaban un aspecto harapiento. Algunos incluso se llevaban a nioscon ellos.

    Madres con cros... Hombres con camisetas y pantalones cados...Abuelas con cigarrillos colgando de sus bocas.

    Ajj! Era como para vomitar.

    Se alej de ellos arrastrando los pies cansada. Vesta ropa deportiva: unsencillo pero caro conjunto de pantalones, blusa y chaqueta color piel conzapatos planos. Todo prendas frescas y ligeras, lo ms cmodo que tena.Aunque nada poda compensar las horas que pasaba de pie.

    Mientras la quinta y sexta carreras transcurran montonamente,mientras iba y vena de las ventanillas de pago y apuestas, la lucha entre su

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    Bobo Justus tena el pelo ondulado color gris metlico y un rostro detimador intensamente bronceado. Era un hombre pequeo, es decir, bajo, perola cabeza y el torso eran las de un hombre que midiera uno noventa. Comoconoca su sensibilidad a la altura, Lilly se alegr de llevar zapatos planos. Almenos, era algo a su favor; aunque dudaba de que importase mucho a juzgar

    por su expresin. Se dirigi a ella con tono montono, sin mover apenas loslabios.

    Maldita cerda estpida! Mira que conduci