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Taller General (para todos los Equipos) # 1. Pág. 1 de 1 ABRIL - MAYO DE 2012 Nuevo esquema de Instructivos de Formación y Talleres Con miras a aprovechar los dos años de nivelación pastoral que ha decretado el Sr. Arzobispo, Mons. Jairo Ja- ramillo Monsalve, la Comisión Arquidiocesana de Liturgia ha estructurado un nuevo esquema formativo para los servidores de la animación litúrgica al interior de las diversas Células Pastorales y/o Parroquias de nuestra Ar- quidiócesis. El objetivo de este esquema es cubrir, en estos dos años, toda la formación litúrgica pertinente para el correcto desempeño y entendimiento de su servicio por parte de cada equipo respectivo, a saber: Agentes Extraordina- rios de la Comunión (AEC), Cantores, Monaguillos, Proclamadores, Sacristía - Ornato y Aseo, y Ujieres. Adicio- nal al material elaborado para los seis equipos mencionados, se emitirá también (como veníamos haciendo) un instructivo “General” destinado a todos los equipos. La formación se ha compactado en 10 instructivos, por cada equipo de servicio más el “General”, cada uno acompañado de su respectivo taller. La entrega de cada instructivo, y taller, se hará directamente a los Delegados de Liturgia de las Células y/o Pa- rroquias, para que éstos las hagan llegar a sus respectivos equipos de servicio litúrgico. El momento destinado para esta entrega será durante algunas de las Reuniones mensuales que la Comisión Arquidiocesana de Litur- gia lleva a cabo con ellos los terceros sábados de cada mes, específicamente los días: Marzo 17, Mayo 19, Ju- lio 14, Octubre 20, habrá una entrega más que se hará exclusivamente a través del Blog de la Comisión duran- te el mes de Septiembre, para completar así un total de 5 entregas por año (Instructivos y Talleres del 1 al 5, año 2012). Metodología de los Talleres Se ha implementado pues, en este nuevo esquema, el diligenciamiento de talleres con el fin de garantizar una mejor compresión del material emitido y como herramienta para, la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, obte- ner una retroalimentación que le permita diagnosticar, en cierta medida, el estado y crecimiento de los Comités de Liturgia de las Células y/o Parroquias. Una vez culminado el ciclo formativo (2 años) se entregará, al EQUIPO LITÚRGICO de la Célula Pastoral y/o Parroquia que haya presentado los 10 talleres, un certificado que define el grado de preparación que ha obteni- do durante el período de reafirmación pastoral. Las respuestas tendrán un valor que se irá acumulando en las diez entregas. Los equipos de servicio litúrgico que deseen obtener esta certificación deberán enviar los talleres (en un plazo de 30 días de haber sido recibidos) a través de sus Delegados de Liturgia Parroquiales, quienes los harán lle- gar a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, por medio de nuestros correos electrónicos. Los talleres específicos deben ser presentados a través de la creación de un documento hecho en computador (usando Word, por ejemplo) donde, se presenta la información en el siguiente orden: (1) Fecha de resolución del taller (2) Nombre de la Célula o Parroquia, Decanato y Vicaría (3) Datos completos del Delegado de Liturgia y del Coordinador del equipo (nombres completos, documen- tos de identidad, teléfonos fijo, celulares, correos electrónico –si cuentan con uno–), (4) Datos completos de todos los miembros del equipo. (5) Preguntas y repuestas del taller Los talleres correspondientes a los instructivos “Generales” serán resueltos por el Comité de Liturgia de cada Célula Pastoral y/o Parroquia (recordemos que el Comité esta conformado por el párroco –quien puede o no estar presente en la resolución del mismo–, el Delegado de Liturgia, el secretario y/o suplente, y un coordinador por cada equipo de servicio) y enviados a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia de la misma forma descrita anteriormente. Escríbenos a: [email protected] / [email protected] Blog de la Comisión: http://calbaq.wordpress.com

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Taller General (para todos los Equipos) # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL - MAYO DE 2012

Nuevo esquema de Instructivos de Formación y Talleres Con miras a aprovechar los dos años de nivelación pastoral que ha decretado el Sr. Arzobispo, Mons. Jairo Ja-ramillo Monsalve, la Comisión Arquidiocesana de Liturgia ha estructurado un nuevo esquema formativo para los servidores de la animación litúrgica al interior de las diversas Células Pastorales y/o Parroquias de nuestra Ar-quidiócesis.

El objetivo de este esquema es cubrir, en estos dos años, toda la formación litúrgica pertinente para el correcto desempeño y entendimiento de su servicio por parte de cada equipo respectivo, a saber: Agentes Extraordina-rios de la Comunión (AEC), Cantores, Monaguillos, Proclamadores, Sacristía - Ornato y Aseo, y Ujieres. Adicio-nal al material elaborado para los seis equipos mencionados, se emitirá también (como veníamos haciendo) un instructivo “General” destinado a todos los equipos.

La formación se ha compactado en 10 instructivos, por cada equipo de servicio más el “General”, cada uno acompañado de su respectivo taller.

La entrega de cada instructivo, y taller, se hará directamente a los Delegados de Liturgia de las Células y/o Pa-rroquias, para que éstos las hagan llegar a sus respectivos equipos de servicio litúrgico. El momento destinado para esta entrega será durante algunas de las Reuniones mensuales que la Comisión Arquidiocesana de Litur-gia lleva a cabo con ellos los terceros sábados de cada mes, específicamente los días: Marzo 17, Mayo 19, Ju-lio 14, Octubre 20, habrá una entrega más que se hará exclusivamente a través del Blog de la Comisión duran-te el mes de Septiembre, para completar así un total de 5 entregas por año (Instructivos y Talleres del 1 al 5, año 2012).

Metodología de los Talleres Se ha implementado pues, en este nuevo esquema, el diligenciamiento de talleres con el fin de garantizar una mejor compresión del material emitido y como herramienta para, la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, obte-ner una retroalimentación que le permita diagnosticar, en cierta medida, el estado y crecimiento de los Comités de Liturgia de las Células y/o Parroquias.

Una vez culminado el ciclo formativo (2 años) se entregará, al EQUIPO LITÚRGICO de la Célula Pastoral y/o Parroquia que haya presentado los 10 talleres, un certificado que define el grado de preparación que ha obteni-do durante el período de reafirmación pastoral. Las respuestas tendrán un valor que se irá acumulando en las diez entregas.

Los equipos de servicio litúrgico que deseen obtener esta certificación deberán enviar los talleres (en un plazo de 30 días de haber sido recibidos) a través de sus Delegados de Liturgia Parroquiales, quienes los harán lle-gar a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, por medio de nuestros correos electrónicos.

Los talleres específicos deben ser presentados a través de la creación de un documento hecho en computador (usando Word, por ejemplo) donde, se presenta la información en el siguiente orden:

(1) Fecha de resolución del taller (2) Nombre de la Célula o Parroquia, Decanato y Vicaría (3) Datos completos del Delegado de Liturgia y del Coordinador del equipo (nombres completos, documen-

tos de identidad, teléfonos fijo, celulares, correos electrónico –si cuentan con uno–), (4) Datos completos de todos los miembros del equipo. (5) Preguntas y repuestas del taller

Los talleres correspondientes a los instructivos “Generales” serán resueltos por el Comité de Liturgia de cada Célula Pastoral y/o Parroquia (recordemos que el Comité esta conformado por el párroco –quien puede o no estar presente en la resolución del mismo–, el Delegado de Liturgia, el secretario y/o suplente, y un coordinador por cada equipo de servicio) y enviados a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia de la misma forma descrita anteriormente.

Escríbenos a: [email protected] / [email protected] Blog de la Comisión: http://calbaq.wordpress.com

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ABRIL—MAYO DE 2012 1 Antes de entrar en materia, le sugerimos leer el documento anexo a este instructivo llama-do “Información general para todos los equipos” donde se explica el nuevo es-quema formativo que empezaremos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años.

¿Por qué la Iglesia regula la Liturgia? En cualquier documento que se refiere a las nor-mas que provee la Iglesia para la regulación de liturgia, surgiría naturalmente la pregunta de por qué la Iglesia pone ciertos requisitos y guías en actos litúrgicos. Esta regulación puede que algu-nas veces provoque una impresión de legalismo o control excesivo, especialmente en una cultura que da valor a la expresión individual y la autono-mía.

Para comenzar a entender este fenómeno, es importante recordar que la Iglesia no es primor-dialmente una institución o una asociación de in-dividuos, sino fundamentalmente una comunión con Cristo, establecida por Él, la cual existe a tra-vés de los lazos sagrados de los sacramentos, y que es manifestada en ciertas formas concretas.

Por lo tanto, la actividad de la Iglesia, y especial-mente su liturgia sagrada, es una expresión de esa comunión y de la herencia que ella ha recibi-do del Señor. Aunque recientemente se ha de-mostrado ampliamente la dimensión humana de la liturgia, y de las muchas maneras en que pue-de ser adaptada a diferentes circunstancias con-cretas, todavía queda, en esencia, un símbolo de esa comunión, algo compartido por fieles a través del mundo. Como tal, no es la propiedad de un individuo, sacerdote, o comunidad local, sino que le pertenece a toda la Iglesia. Cambiar esos ele-mentos de la liturgia, que expresan su carácter

universal, sería aislar a la comunidad local de la amplia comunión de la Iglesia Católica, convir-tiendo la adoración a Dios en un acto individua-lista y arbitrario.

La Iglesia provee pues ciertas guías y regulacio-nes para expresar el carácter universal de la adoración “católica”, enseñando que la esencia de su oración pública es compartida a través del mundo, y recibida como parte de la tradición di-námica que se extiende hacia las mismas accio-nes de Cristo; mientras que, al mismo tiempo, proporciona la flexibilidad suficiente de "sentirse en casa" en contextos particulares en todo el mundo.

Las regulaciones de la liturgia deben ser entendi-das, entonces, con ese espíritu, no simplemente como reglas a seguir, sino como expresiones de la unidad de la Iglesia, a través del mundo, en su adoración común a Cristo.

I. ¿Qué es la Liturgia? “La liturgia es la acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante la Iglesia se ejerce y continúa la obra sacerdotal de Cristo, es decir, la santificación de los hom-bres y la glorificación de Dios”.

(Constitución Sacrosanctum Concilium. SC)

Entendamos ahora esta definición, analizándola detenidamente en cada una de sus partes:

1. “La liturgia es acción sagrada”. El pueblo toma parte en la obra de Dios. Al decir acción estamos diciendo que la liturgia está ínti-mamente unida a la historia de la salvación, a la vida. A través de la liturgia, se actualiza y conti-nua la historia de la salvación, que tiene su cul-minación el Jesucristo. Por eso es acción sagra-da, porque es obra de Jesucristo a favor de no-

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sotros. Él continúa a través de la liturgia (Sacramento) su obra redentora.

2. "A través de la cual con un rito". La liturgia es un medio, que Jesucristo emplea para nuestra santificación actual. Por la liturgia, llegan a nosotros los frutos de la Pascua pero llegan a través de ritos y signos, de palabras y acciones, que gracias al Espíritu Santo y a la fe de la comu-nidad se convierten en sacramentos de salva-ción. Los sacramentos son el centro de la liturgia y por ello continúa Jesucristo ejerciendo su sa-cerdocio.

3. "En la Iglesia y mediante la Iglesia". Toda acción litúrgica por ser "Cristocéntrica" es también" Eclesial", ,Pues Jesucristo hoy está siempre unido a su Iglesia (Somos su cuerpo, El es la cabe-za).

4. "Se ejerce y se conti-núa la obra sacerdotal de Cristo". Jesucristo es el único sacerdote de la nueva alianza, Él es, desde su encarnación el mediador que une a Dios con los hombres y a los hombres con Dios. Jesucristo ejerció su sacerdocio ofre-ciéndose amorosamente a su Padre. Toda la vida de Jesucristo es sacerdotal, es decir, estuvo orientada a hacer la voluntad de Dios. Ese sacer-docio llega a su plenitud en su muerte y resurrec-ción. En la liturgia se continúa esa obra sacerdo-tal de Jesucristo (SC 7).

5. "La santificación de los hombres y la glorificación de Dios". Ese trabajo sacerdotal de Jesucristo es a la vez santificación de los hombres y glorificación de Dios. Podríamos afir-mar que la glorificación de Dios se hace median-te la santificación de los hombres. En la medida en que nos santificamos, haciendo en nuestra vidas la voluntad de Dios, estamos glorificando a ese mismo Dios que es "fuente de toda santi-dad".

La finalidad de la liturgia es, por lo tanto, la glorifi-cación de Dios y la santificación de los hombres. Glorificar al Padre y santificar al hombre, fue lo que hizo Jesucristo durante toda su vida, y esto aparece, más claramente, con su muerte y resu-rrección. "Yo te he glorificado en la tierra llevan-do a cabo la obra que me encomendaste reali-zar” (Jn 17,4). “Yo he venido para que tengan vi-da y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

1.1 ¿Qué Celebramos? El Misterio Pascual de Cristo, es decir, toda su vida, su obra, su enseñanza hasta llegar a la ci-ma de la actividad apostólica con su pasión, muerte, sepultura, resurrección, ascensión, dona-ción-efusión del Espíritu Santo.

La liturgia tiene como centro la celebración del Misterio de Jesucristo Salvador, muerto y re-sucitado (Pascua).

En la liturgia se celebra, se vive, se hace actual y presente el Misterio Pascual, es decir la sal-

vación del hombre que se hace realidad en la muerte y resurrección de Jesu-

cristo.

“Desde entonces la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para cele-brar el Misterio pascual” (SC 6).

En la liturgia se continúa el Miste-rio pascual, se realiza y se nos ofrece ahora la salvación.

La liturgia no sólo “recuerda” (míme- sis) a Jesucristo y su acción salvado-

ra, sino que actualiza, hace presente de una manera eficaz, la salvación

(anámnesis). Esto se hace gracias a la liturgia, que “con razón se considera como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo” (SC 7).

En la liturgia es el mismo Jesucristo resucitado el que actúa, es Él quien bautiza, quien perdona, el que alimenta a la comunidad en la Eucaristía con su Cuerpo y con su Sangre.

Los frutos de salvación que Jesucristo “ganó” para nosotros mediante su nacimiento, su vida de amor y de servicio, su pasión, muerte y su gloriosa resurrección, llegan hasta nosotros a través de los sacramentos, en torno a los cua-les gira toda la vida litúrgica (cf. SC 6).

1.2 ¿Porqué Celebramos? Los cristianos celebramos por fe. La cual ha sido suscitada por la escucha asidua y frecuente de la Palabra de Dios.

“La sagrada liturgia no agota toda la acción de la Iglesia: debe ser precedida por la evangeliza-ción, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles” (Catecismo. CEC 1072)

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La liturgia como lo muestra la estructura del Cate-cismo de la Iglesia Católica es el segundo mo-mento después de la profesión de fe.

1.3 ¿Para qué Celebramos? La liturgia tiene como finalidad la glorificación de Dios y la santificación del hombre. Glorificar al Padre y santificar al hombre fue lo que hizo Jesu-cristo durante toda su vida. La liturgia es conti-nuación de la obra de Jesucristo y es, a la vez, alabanza a Dios y santificación del hombre.

De su finalidad primera se entiende la importancia de la gratuidad, de confesar la grandeza de Dios, el reconocer el amor de Dios que se manifiesta en tantas maneras, pero primordialmente, en Je-sucristo, nuestro salvador.

La liturgia es igualmente santificación del hombre. Ella es: “La fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (SC 14)

“De la liturgia, sobre todo de la Eucaristía. Se obtiene con máxima eficacia aquella santifica-ción de los hombres en cristo u aquella glorifica-ción de Dios, a la cual las demás obras de la Igle-sia tienden como a su fin” (SC 59)

Glorificación y santificación deben estar estrecha-mente unidas, pues la mejor manera de glorificar a Dios es nuestra propia santificación. No pode-mos dar verdadera gloria a Dios, si no aceptamos en nuestra vida su gracia; al abrirnos a su acción salvadora lo estamos glorificando. Crecer en san-tidad es alabar en nuestra vida al Señor, fuente de toda santidad.

1.4 ¿Quiénes Celebramos? 1. Jesucristo 2. Espíritu Santo 3. Iglesia 4. Asamblea

1. Jesucristo

“Por Cristo, con Él y en Él a ti, Dios Padre om-nipotente, en la unidad del Espíritu Santo to-do honor y toda gloria por los siglos de los si-glos”.

En la liturgia Cristo es el centro, el protagonista absoluto, al igual que lo es en el misterio de la salvación cristiana. Cristo vive ya como resucita-do y con plenitud celestial, y Él es el único sumo sacerdote del santuario verdadero que celebra sin cesar la liturgia del cielo (CEC 1187).

Tras haber concluido históricamente la obra de la redención, Cristo después de su gloriosa ascen-sión continua realizando la salvación, sobre todo, en la liturgia.

El Señor por medio de los sacramentos sigue ac-tuando en su cuerpo que es la Iglesia.

“La liturgia es el medio privilegiado por el cual se actualiza y se hace presente para nosotros, el misterio pascual. El encuentro con Cristo vivo se da en la sagrada liturgia, gracias a la acción del Espíritu Santo, que hace posible que el ayer histórico fundamental e irrepetible, se haga pre-sente sacramentalmente con su eficacia salvado-ra y nos proyecte hacia lo definitivo, hacia la Pa-rusía y lo escatológico” (Memorial)

Presencia de Cristo Resucitado en la liturgia:

En la Asamblea En la persona del Ministro En su Palabra En las especies consagradas En los pobres

SC 7: “Para realizar una obra tan gran-de, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las es-pecies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando al-guien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien ha-bla. Está presente, por último, cuando la Igle-sia suplica y canta salmos, el mismo que pro-metió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt., 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glori-ficado y los hombres santificados, Cristo aso-cia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto públi-co íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdotes y

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de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sa-grada por excelencia, cuya eficacia, con el mis-mo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia”.

2. Espíritu Santo “A través de las palabras, las acciones y símbolos que consti-tuyen la trama de una celebra-ción, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en rela-ción viva con Cristo, Palabra e imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contem-plan y realizan en la celebración” (CEC 1101)

El misterio pascual de Jesucristo es fruto del Es-píritu Santo. Él es quien lo actualiza. Él hace sur-gir el sacerdocio en la Iglesia vivificándola. En toda acción litúrgica se invoca al Espíritu Santo (epíclesis) para que se haga presente Cristo. Los cristianos vivificados por el Espíritu de Dios se convierten en templos vivos de Él.

El Espíritu revela quién es Jesús y nos lleva a Dios Padre, manifestándonos que somos sus hi-jos. (1 Co. 12, 3) (Rm. 8, 15)

3. Iglesia

“Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su cabeza, quien celebra.” (CEC 1140)

La liturgia, ejercicio del sacerdocio de Cristo, se hace visible en la Igle-sia y por medio de la Iglesia, cuer-po, esposa y sacramento del Verbo encarnado (cf. LG 7-8)

La liturgia es una especial epifanía de la Iglesia: expresión y realización de su misterio de comu-nión y salvación. Es en las celebraciones litúrgi-cas, que no son acciones privadas, sino celebra-ciones de la Iglesia (SC 26), donde con mayor claridad y eficacia aparece la Iglesia como Sacra-mento -signo e instrumento- de la unión intima con Dios y de la unidad de todos los hombres.

En las acciones litúrgicas de la Iglesia se prolon-ga la función sacerdotal de Cristo. El sujeto integral de la acción litúrgica es siempre toda la Iglesia sin distinción, es decir, en cuanto compuesta de cabeza y de miembros. Si hay diferencia de relaciones entre cada miembro y la liturgia, tal diferencia no viene dada por el “sacerdocio” de unos y el “no sacerdocio” de

otros, sino por la diversa posición (“estado”) que pueden tener dentro del mismo sacerdocio.

4. Asamblea

“Desde entonces, la Iglesia nunca a dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual.” (SC 6)

El sujeto propio de la oración litúrgica no es el “yo” sino el “nosotros” de la Iglesia entera que se hace presente en la asamblea litúrgica y que reúne a muchos sujetos en una oración común (“bendigamos, oremos, etc”.)

Toda ella es “liturgo”, cada cual según su fun-ción. Todos participan según su grado de respon-sabilidad y de ejercicio de la misión eclesial por el sacerdocio bautismal.

1.5. ¿Cómo Celebramos? En la Liturgia empleamos signos, símbolos, ges-tos, palabras y cantos que expresan externamen-te nuestra actitud interior.

Signo: Es lo que hace referencia a una cosa mayor de la cual ha sido extraído, es tomar algo de una realidad para representarla. Ej: el

Cirio Pascual (señala a Cristo resucitado y la vida nueva que de Él recibimos).

Símbolo: Es un elemento sensible que remite a una realidad de otro orden. El símbolo no emplea el lenguaje co-rriente, sino un lenguaje figurado. Por ejemplo: La Luz simboliza al mismo Cris-to quien dice de sí: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).

1.6 ¿Cuándo Celebramos?

A lo largo del año litúrgico cristiano.

Año Litúrgico: es la estructura temporal en la que la Iglesia celebra todo el misterio de Cristo: "desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, al día de Pentecostés, y a la expec-tativa de la dichosa esperanza y venida del Se-ñor". En el año litúrgico la celebración del miste-rio pascual tiene la máxima importancia en el cul-to cristiano y se explicita a lo largo de los días, las semanas y en el curso de todo el año.

1.7 ¿Dónde Celebramos? En el lugar sagrado o un lugar digno que sea en verdad casa de la asamblea y casa de oración para el encuentro con Dios.

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Taller General (para todos los Equipos) # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL—MAYO DE 2012 1 Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general pa-ra todos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezare-mos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo co-rrespondiente por parte de todos los equipos de animación litúrgica, que hacen parte de cada co-munidad parroquial. Es importante recordar que, además del estudio del instructivo general, tam-bién se emiten instructivos, y talleres, específicos para cada equipo de servicio litúrgico. Es responsabilidad del Delegado de Liturgia Parroquial velar por que todos los equipos reciban y estudien los instructivos formativos y desarrollen los talleres, de tal manera que se garantice la comprensión e implementación, según sea el caso, de lo enseñado en cada uno de ellos.

Taller:

1. Antes del estudio de este material, ¿Qué entendías por Liturgia? 2. De los puntos tratados en el instructivo, ¿Cuál no conocías? 3. Enumera los modos de presencia de Cristo en la Liturgia según el numeral 7 de la Constitución Sacrosanctum Concilium (son cuatro).

4. ¿Qué es el año litúrgico? 5. ¿Quiénes celebran la liturgia? Explica uno de ellos. 6. ¿Es la liturgia un capricho de la Iglesia? ¿Qué sentido tiene? 7. ¿Cuál es la mejor manera de glorificar a Dios? 8. ¿Las celebraciones litúrgicas son acciones privadas? Responde SI o NO 9. ¿Cuál es el término con que se conoce la invocación al Espíritu Santo? 10. En la liturgia se hace ¿mímesis o anámnesis?

Mayores informes escríbenos a: [email protected] / [email protected] Blog de la Comisión: http://calbaq.wordpress.com

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Instructivo para AEC # 1. Pág. 1 de 2

ABRIL—MAYO DE 2012 1 ¿Qué es un Agente Extraordina-rio de la Comunión (AEC)? Entendido desde nuestro contexto, a nivel de la Ar-quidiócesis de Barranquilla, es un religioso(a) o lai-co que ha sido designado por el Señor Arzobispo, por un período de un año para, fundamentalmente, distribuir el viático a los enfermos pertenecientes a la comunidad parroquial a la que, a su vez, él tam-bién pertenece y sirve humildemente.

Adicionalmente esta llamado también a apoyar al celebrante (presbítero) en la distribución de la comunión eucarística en las oca-siones que, el abundante número de fieles, así lo requieran.

Es, por lo tanto, un privilegio al cual la Iglesia invita a ciertos indi-viduos bajo ciertas circunstancias, y no un derecho. La distribución de la Sagrada Comunión no debe ser vista como una ejecución más completa del sacerdocio que le per-tenece a todos los fieles en virtud de su bautismo (el sacerdocio común nos llama a la santificación del mundo a tra-vés de la vida pública, junto con nuestra ora-ción privada y sacrificio).

Dicha distribución debe ser vista pues como el ejer-cicio de una función que es propia de los ordenados al sacerdocio (presbíteros), pero que por necesidad, debe ser llevada a cabo por otros. Esto destaca la naturaleza extraordinaria de este servicio, pues más que ser parte de la estructura de la Iglesia, es-ta en cambio particularmente atada a las necesida-des dadas por el número limitado del clero. El Sier-vo de Dios, Juan Pablo II, nos señala esto en su instrucción Domenicae Cenae:

“El tocar las Sagradas Especies, su distri-bución con las propias manos es un privile-gio de los ordenados, que indica una parti-

cipación activa en el ministerio de la Euca-ristía. Es obvio que la Iglesia puede conce-der esa facultad a personas que no son ni sacerdotes ni diáconos, como son tanto los acólitos, en preparación para sus futuras ordenaciones, como otros laicos, que la han recibido por una justa necesidad, pero siempre después de una adecuada prepa-ración”. (Juan Pablo II, Domenicae Cenae, 11)

De esta manera el uso de agentes extraor-dinarios debe ser considerado como un

signo de la escasez de sacerdotes y diáconos, y debería ser un aliciente para orar por el incremento de las vocaciones al sacerdocio y el dia-conado. Los agentes extraordina-rios desempeñan un servicio valio-so para la Iglesia supliendo esta necesidad, pero es importante re-conocer que este servicio corres-

ponde a una situación extraordinaria en la vida de la Iglesia.

Cuando un Agente Extraordi-nario debe ser llamado

Habiendo hablado de la naturaleza “extraordinaria” de un agente extraordinario de la Comunión, es importante hablar de lo que constituye una necesi-dad suficiente de llamarlos para su uso. La Instruc-ción General del Misal Romano (IGMR) provee una descripción básica de la ocasión cuando un agente (o ministro) extraordinario debe ser llamado: (Leer IGMR 162)

Mientras que la Iglesia ha evitado darle un signifi-cado preciso a la expresión “el número de comul-gantes es muy grande”, para permitir flexibilidad para diversas situaciones locales, la “Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colabora-ción de los fieles laicos en el sagrado ministerio de

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los sacerdotes” nos brinda una expresión mas pre-cisa de este requisito:

“Para que el agente extraordinario, durante la celebración eucarística, pueda distribuir la Sagrada Comunión, es necesario, que no se encuentren pre-sentes ministros ordinarios, o que, estos, aunque presentes, se encuentren verdaderamente impedi-dos. Pueden desarrollar este mismo encargo tam-bién cuando, a causa de la numerosa participación de fieles que desean recibir la Sagrada Comunión, la celebración eucarística se prolongaría excesivamente por insuficiencia de ministros ordinarios. …Para no provocar confusiones han de ser evitadas y suprimidas algu-nas prácticas que se han veni-do creando desde hace algún tiempo en algunas Iglesias par-ticulares: … el uso habitual de los agentes extraordinarios en la Santa Misa, extendiendo arbitrariamente el concepto de «numerosa participación»”.

La Instrucción, Immensae Cari-tatis añade una cuarta razón: traer comunión a los enfermos cuando no hay sacerdotes o diáconos disponibles o cuando se les dificulta por sus labores pastorales.

Requisitos para servir como Agente Extraordinario

Es importante que aquellos individuos selecciona-dos para servir como Agentes Extraordinarios de la Sagrada Comunión sean escogidos cuidadosamen-te. La instrucción Immensae Caritatis los describe de la siguiente manera: (Leer la Instrucción Immen-sae Caritatis)

"El fiel designado ministro extraordinario de la sagrada Comunión y debidamente prepa-rado deberá distinguirse por su vida cristia-na, por su fe y sus buenas costumbres. Se esforzará por ser digno de este nobilísimo encargo, cultivará la devoción a la sagrada Eucaristía y dará ejemplo a los demás fie-les de respeto al Santísimo Sacramento del Altar. No será elegido para tal oficio uno cu-ya designación pueda causar sorpresa a los fieles". Para certificar debidamente a un Agente Extraordi-nario de la Comunión (AEC), la Arquidiócesis de Barranquilla, por medio de la Comisión Arquidioce-sana de Liturgia, requiere que cada párroco presen-

te anualmente, a través de una carta, a sus aspi-rantes para prestar este servicio al interior de sus comunidades, ya sea que vengan ejerciendo desde antes esta misión o a aquellos nuevos quienes de-berán asistir plenamente a la formación impartida por la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, dictada habitualmente, durante el mes de Septiembre.

Es pues responsabilidad plena del párroco el pre-sentar, ante la Arquidiócesis de Barranquilla, a los fieles idóneos para esta labor, los cua-les no deben exceder el número mínimo ne-cesario de agentes en servicio activo, te-niendo en cuenta la atención de los enfer-mos de la comunidad. Además, el párroco debe mantener un seguimiento cercano del ejercicio de sus AEC, con el apoyo del Dele-gado de Liturgia de su comunidad, con el fin de velar cuidadosamente por el buen mane-jo del Santísimo Sacramento; suspendiendo del servicio inmediatamente a quien no lo este llevado a cabo con la dignidad y respe-to necesarios. Dicha suspensión debe ser notificada, por escrito, a la Comisión Arqui-diocesana de Liturgia, con el fin de mantener depurada y actualizada la base de datos de los AEC en servicio activo.

Estilo de vida de un AEC

Obviamente no es suficiente para un individuo de-mostrar una vida católica ejemplar antes de conver-tirse en agente extraordinario; también es importan-te que cultiven esas virtudes después de haber sido escogido para esa posición de servicio a la Iglesia. Lo mínimo por lo que un individuo se excuse a sí mismo, de prestar este servicio, consistiría en cual-quier cosa que le evite de recibir la Sagrada Comu-nión: pecado grave, fallo de asistir a la misa domini-cal, o la preferencia de no mantener comunión con las enseñanzas y vida de la Iglesia. Positivamente expuesto, de cualquier manera, un agente extraor-dinario debe buscar, como todo cristiano, cultivar la santidad, especialmente a través de confesiones frecuentes, oración personal, especialmente ante el Santísimo Sacramento, y la asistencia a misa dia-riamente, si es posible. Ellos también deben ir en búsqueda de un buen conocimiento de la fe que profesan, especialmente a través del estudio de las escrituras y enseñanzas de la Iglesia.

Si a un Agente Extraordinario de la Comunión se le hace difícil vivir una vida apropiada de acuerdo a sus funciones, se puede excusar a sí mismo, por un tiempo, de la distribución de la Sagrada Comunión, o si es necesario como ya dijimos, el párroco puede que encuentre necesario pedirle que no continúe con su servicio.

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Taller para AEC # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL—MAYO DE 2012 1 Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general para to-dos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezaremos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo correspon-diente. Es importante recordar que, además del estudio de este instructivo específico para Agentes Extra-ordinarios de la Comunión (AEC), también se debe estudiar, y realizar el taller, del instructivo general, diri-gido a todos los equipos de animación litúrgica.

Es responsabilidad del Delegado de Liturgia Parroquial velar por que todos los equipos reciban y estudien los instructivos formativos y desarrollen los talleres, de tal manera que se garantice la comprensión e im-plementación, según sea el caso, de lo enseñado en cada uno de ellos.

Taller:

1. ¿Eres AEC activo actualmente? Responde SI o NO

2. ¿Por qué se dice que el Agente de la Comunión es “Extraordinario”?

3. Enumere la descripción que hace del AEC la Instrucción “Immensae Caritatis” (son siete)

4. ¿A quién compete la responsabilidad de escoger un AEC idóneo?

5. ¿Debe un AEC prestar su servicio sin haber sido presentado, por su párroco, ante la Comisión Arqui-diocesana de Liturgia? ¿Por qué?

6. ¿Cuál es la misión primordial de un AEC?

7. Enumere los factores que se necesitan para que sea necesario el uso de un AEC durante una cele-bración eucarística? (son cuatro)

8. Enumere los dos requisitos, básicos, que se necesitan para ser AEC al interior de la Arquidiócesis de Barranquilla.

9. Cuando una persona no es apta para prestar este servicio (ya sea temporal o definitivamente)?

10. Cuál es el factor que hay que tener en cuenta para determinar el número de AEC que una comuni-dad parroquial necesita?

Mayores informes escríbenos a:

[email protected] / [email protected]

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Instructivo para Cantores # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL - MAYO DE 2012 1 1. Dinámica:

Se canta “el padre Abraham” y se realizan las dinámicas según el desarrollo de la canción.

2. Oración: Salmo 33,16

“Dad gracias a Yahvé con la cítara, salmo-diad para Él al arpa de diez cuerdas, cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la animación.”

Se interioriza el pasaje y se reflexiona teniendo en cuenta las siguientes preguntas:

1. ¿Interpreto la mejor música en la celebración litúrgica?

2. ¿Me preparo musical y espiritualmente para el servicio en la Eucaristía?

3. ¿Dedico tiempo suficiente en la escogencia de los cantos?

3. Desarrollo

3.1 El equipo de cantores

Es un grupo de cristianos creyentes impregnados del espíritu de la liturgia, que poseen habilidades para el canto y la música, las cuales ponen al servi-cio de la asamblea en la animación de la celebración litúrgica, los cantores no son los protagonistas musicales de la liturgia, son quienes guían a la comunidad en los momentos de animación musical. El equipo de cantores de-be tener un coordinador que los dirija y un secre-tario que elabore las actas y recuerde los com-promisos; debe reunirse para ensayar y para orar, debe animar a la asamblea a participar, or-ganizarse para cumplir con las celebraciones li-túrgicas de su parroquia, estar atento a ellas y ser testimonio en su comunidad, evaluar los tra-bajos realizados y mantener relaciones fraterna-les con el equipo y la comunidad.

La ubicación del coro en el templo debe revelar su función principal, la de ser una parte de la asamblea que realiza la tarea de ayudarla a can-tar, permitiéndoles a todos los actores de la celebración una participación mas plena en la misa.

3.2 Para tener en cuenta:

En algunas parroquias existen grupos musicales que son contratados para intervenir en algunas celebraciones. Es importante que estos grupos se integren de alguna manera al equipo de can-tores o al Comité de la célula para la animación litúrgica, para que exista una verdadera coordi-nación entre cantores, músicos y la parroquia. Todos los grupos musicales, parroquiales y con-tratados, deben mantener un mínimo de crite-rios comunes (musicales y de formación litúrgi-ca), con el fin de ejercer mejor un servicio tan

importante y llegar a realizar celebra-ciones vivas. El equipo de cantores no debe convertirse en un grupo que ofrece un espectáculo concertista, debido a que falsea el verdadero sen-tido de la acción litúrgica.

4. Compromisos

Orar por el equipo de cantores, su consoli-dación fortalecimiento y crecimiento.

Identificar en la célula otros fieles que pue-dan participar del equipo de cantores, tenien-do en cuenta lo socializado durante la reunión. Proponer los nombres al coordinador quien a su vez deberá consultar con el párroco para su aprobación.

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Taller para Cantores # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL - MAYO DE 2012 1 Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general para to-dos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezaremos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo correspon-diente. Es importante recordar que, además del estudio de este instructivo específico para Cantores, tam-bién se debe estudiar, y realizar el taller, del instructivo general, dirigido a todos los equipos de animación litúrgica.

Taller: 1. Sobre el equipo:

a. Busca tres definiciones de la palabra “Equipo”, e identifica en estas definiciones los elementos en común.

b. Conversa con tus compañeros (as) de equipo los elementos en común identificados y reflexiona si su equipo de música responde a esto.

c. Si se han encontrado sombras, establezcan un plan de trabajo para eliminarlas. d. Escribe, teniendo en cuenta el instructivo formativo, y el ejercicio de búsqueda del diccionario tu pro-

pia definición de “Equipo de Cantores”

2. Sobre la organización:

a. ¿Qué es un coordinador? b. ¿Cuál es la función del secretario? c. ¿Qué horario de estudio (instructivos) y de ensayos poseen? d. ¿Por qué el coro debe ubicarse como parte de la asamblea?

Actividades

1. Los participantes se sitúan en dos círculos concéntricos. Los del círculo interior se colocan mirando hacia fuera, de manera que ten-gan en frente su pareja del círculo exterior. El director/a del juego irá leyendo unas frases que serán el tema de conversación con su res-pectiva pareja, cuando el animador/a diga “¡ya!”, comienza a girar el círculo exterior un lugar, si anteriormente habló solamente el del circulo exterior, ahora sólo hablará el del círculo interior igualmente hasta que el director/a del juego diga “¡ya!”. Tras varias tandas se puede cortar el juego.

2. En la sopa de letras, encuentre diez (10) palabras relacionadas con la formación de los equipos de cantores.

S  L  U  F  M  U  L  O  A  A 

P  E  Z  I  E  O  I  P  I  N 

O  R  R  L  A  U  T  E  U  I 

E  A  G  V  O  N  U  N  Q  M 

N  R  C  E  I  O  R  S  O  A 

R  O  T  N  A  C  G  A  R  C 

O  P  I  U  Q  E  I  Y  R  I 

D  M  U  S  I  C  A  O  A  O 

A  S  A  M  B  L  E  A  P  N 

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Instructivo para Monaguillos # 1. Pág. 1 de 2

ABRIL - MAYO DE 2012 1 Antes de entrar en materia, le sugerimos leer el documento anexo a este instructivo llama-do “Información general para todos los equipos” donde se explica el nuevo es-quema formativo que empezaremos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años.

¿Quién es el Monaguillo?

Santo Domingo Savio (1842 - 1857)

Fue un alumno de San Juan Bosco, en el Orato-rio de San Francisco de Sales, que se propuso ser santo y murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad, siendo el santo no mártir más joven de la Iglesia Católica.

San Tarsicio (s. III). Patrono de los acólitos.

Tarsicio era un muchacho cristiano de la comuni-dad de Roma en tiempos del Imperio Romano, quien colaboraba como acólito de la Iglesia de Roma en las catacumbas durante la persecución a los cristianos. Numerosos cristianos eran toma-dos presos por orden del Emperador Valeriano. Deseaban recibir la Eucaristía antes de morir. Pe-ro ¿cómo hacerlo, si estaba prohibido el culto cristiano? Tarsicio se ofreció hacerlo, pues no levantaría sospechas si llegara a la cárcel como de visita, llevando oculto al Santísimo. Pero en el camino unos compañeros paganos lo vieron y lo invitaron a jugar con ellos. Aunque pasó un rato con ellos, despertó sus sospechas: ¿qué guarda-rá ahí? ¿No serán los secretos de los cristianos? ¿Será acaso cristiano Tarsicio? Se lo quisieron quitar pero él se resistió. Comenzaron a insultar-lo, a golpearlo, y finalmente lo apedrearon hasta matarlo pero sin ceder su precioso tesoro. Se le conoce como “el mártir de la Eucaristía”.

Lectura: Juan 15, 13-15

Reflexión: "Los acólitos... desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y orden que convienen a tan gran ministerio y les exige, con razón, el pueblo de Dios. Con ese fin es preciso que cada uno, a su manera, esté profundamente penetrado del espíritu de la Liturgia y sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente".

(Constitución Sacrosanctum Concilium, SC 29)

Jesús lo ha hecho su amigo. Nos reveló el Reino de los cielos, nos dio su vida, a través del Bautis-mo, la Confirmación y la Eucaristía.

¿Cómo te gustaría que se comporten contigo tus amigos?

El punto culminante de esta amistad con Jesús se da en el servicio a la celebración de la Misa. De ahí brotan todas las amistades. Ahí aprende-mos a servir y a darnos a nosotros mismos.

El monaguillo es Quien ... a través del Bautismo se convirtió en amigo y

seguidor de Jesús.

tiene la función de servir en el altar (llevando las vinajeras, candeleros, incienso, cruz, vasos sagrados, sonando la campana, etc.)

se compromete a ser mejor en la familia, la escuela, la capilla, el puesto, etc. Siendo sin-cero, obediente y contento.

"AMIGOS Y SERVIDORES DE JESUS".

Compromisos: Por ejemplo:

Visitar al Santísimo junto con un amigo. Recitar con otro la oración del monaguillo. Traer los zapatos y uñas aseados al servir el

altar.

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Pág. 2 de 2. Instructivo para Monaguillos # 1

Llevar a lavar un hábito de acólito. Pasar en limpio los apuntes más descuidados. Saludar a las personas. Lavar las vinajeras. Cambiar las flores marchitas. Ofrecer amistad a alguien con quien se haya

roto relaciones.

Lectura: 1 Samuel 3,1-10

Reflexión: Samuel, un muchacho que servía en el templo, cuando hizo silencio en su corazón, escuchó a Dios, y le respondió siendo profeta. Dios habla siempre a quien está dispuesto a es-cucharlo. Es tan importante escucharlo, que se hace indispensable para creer.

En la Misa escuchamos la Palabra de Dios

En este día (domingo) los fieles deben re-unirse, a fin de que, escuchando la Pala-bra de Dios y participando en la Eucaris-tía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que los hizo renacer a una esperan-za viva por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

(Sacrosantum Concilium, SC 106)

En las lecturas que luego desarrolla la ho-milía, Dios habla a su pueblo, le descubre el Misterio de la Redención y Salvación, y le ofrece alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su Evangelio, se hace presente entre sus fieles. Esta Palabra la hace su-ya el pueblo con sus cantos, su profesión de fe, y, nutridos con ella, hacen súplicas por la necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.

(Instrucción General del Misal Romano, IGMR 33)

Durante las celebraciones litúrgicas no olvi-des nunca que eres, junto al presidente (sacerdote) y la asamblea, partícipe y recep-tor del mensaje transmitido por el Señor a través de su Palabra. Debes pues estar atento a ella y evitar que tu servicio al altar te distraiga, sino más bien que se convierta en tu ofrenda de amor al Señor.

Oraciones del Servidor del Altar

Amigo Jesús, te agradezco el honor y la alegría que me das, al poder servir en el altar. Concédeme el don de la piedad, la virtud de la pureza, y el conocimiento de la doctrina cristiana. Aumenta mi fe en tu divina presencia en el altar, y motiva mi adoración sincera. Haz que cada día sea mejor y sirva de buen ejemplo a los demás. Bendice a todos los monaguillos y acólitos, para que ayuden al decoro de las celebraciones, y pa-ra que florezcan entre nosotros las vocaciones consagradas. Amén.

mmm

Señor, te doy gracias por que me llamas nuevamente a tu servicio, en esta celebración que estamos a punto de comenzar. Ayúdame a estar atento, para reconocerte en seguida en la persona del sacerdote, a escuchar con provecho tu palabra, a alimentarme dignamente con tu cuerpo y tu sangre, y a reconocerte presente en medio de la asamblea de los hermanos. Ayúdame a servir a tu altar como tú mereces, a hacerlo todo con diligencia y eficacia, y sobre todo, a hacerlo por amor. Si, que todo mi actuar sea, Señor, expresión del amor con el que quiero amarte, puesto que solo en ti encuentro la paz y la alegría. Ayúdame, Madre de Dios y madre mía, tu que nos dijiste a todos “Haced lo que el os diga” Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Esta oración, poniéndola en plural, puede ser rezada por todo el grupo de monaguillos antes de la misa.

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Taller para Monaguillos # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL - MAYO DE 2012 1 Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general pa-ra todos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezare-mos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo co-rrespondiente. Es importante recordar que, además del estudio de este instructivo específico para Monaguillos, también se debe estudiar, y realizar el taller, del instructivo general, dirigido a todos los equipos de animación litúrgica.

Taller:

1. ¿Por qué crees que la Iglesia pone como modelos a Santo Domingo Savio y San Tarsicio, en el servicio al altar?

2. ¿Por qué te gusta ser monaguillo?

3. Siendo monaguillo, ¿Cómo le expresas tu amistad?

4. Enumera las cualidades de un buen monaguillo, que pudiste captar en el instructivo.

5. ¿Procuras dialogar con Jesús (ante el Santísimo)? ¿Cuándo?

6. Dialogas diariamente con Jesús a través de la oración?

7. Te estas preparando debidamente antes de prestar tu servicio al altar? ¿Cómo?

8. ¿Estas atento cuando en la Misa se lee el Evangelio, sabiendo que es Jesús quién te habla?

9. ¿Tienes la Biblia en casa, y la lees?

Mayores informes escríbenos a:

[email protected] / [email protected] Blog de la Comisión: http://calbaq.wordpress.com

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Instructivo para Proclamadores # 1. Pág. 1 de 4

ABRIL—MAYO DE 2012 1 I. Teología de los Lectores

(Proclamadores) 1.1 La Palabra de Dios en la

Iglesia y en nuestras vidas La Palabra de Dios nos pide que lo sigamos. Dios nos habla antes de que recemos o respon-damos. Nuestra relación no comienza cuando le hablamos a Dios. Comienza cuando Dios habla.

El Antiguo Testamento cuenta el relato de un pueblo elegido, no de un Dios elegido. Dios esta-bleció una alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Dios la renovó con Moisés y David. Los hombres y mujeres santos de antaño oyeron lo que Dios quería y respondieron con fe. Dios los eligió. Dios les habló.

Jesús también puso esto de manifiesto a lo largo de su ministerio. Predicó en sinagogas. Enseñó a las multitudes. De manera espectacular, les pidió a los discípulos que lo siguieran. De vez en cuan-do, algún relato del Evangelio da la impresión de que otra persona ha dado el primer paso. Un jo-ven rico pregunta si puede convertirse en discí-pulo. Una mujer se acerca a Jesús pidiendo una curación. Pero en todos los casos, las personas han oído a Jesús o han oído sobre él. El Espíritu Santo les ha abierto el corazón y responden a la Palabra de Dios.

Cuando te convertiste en cristiano por el Bautis-mo infantil o el catecumenado, participaste en una liturgia sobre el llamado de Dios. En el Rito de Aceptación en el Catecumenado, la comuni-dad comienza la Misa fuera de la iglesia o junto a la puerta. El celebrante invita a entrar a los nue-vos catecúmenos "para que tengan parte con nosotros en la mesa de la palabra de Dios" (Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos, 60). Luego les habla brevemente, ayudándolos a

comprender la dignidad de la Palabra de Dios, la cual se proclama y se oye en la iglesia. Desde el primer momento en que los catecúmenos toman su lugar en la asamblea de los fieles, saben que la Biblia nos forma.

Luego, antes de ser bautizados, el celebrante puede realizar una ceremonia basada en una de las curaciones que narran los relatos evangéli-cos. Jesús tocó los oídos y la lengua de un hom-bre que no podía oír ni hablar claramente. Al obrar el milagro, Jesús pronunció la palabra ara-mea effetá, que significa "ábrete" (Mc 7,34). En el acto, el hombre quedó curado. Se convirtió en un paradigma de lo que significa ser un discípulo. Con los oídos abiertos y la lengua libre, pudo oír la Palabra de Dios y rendirle alabanza. Cuando el celebrante toca los oídos y labios de los que es-tán siendo bautizados, pronuncia la misma pala-bra que Jesús: effetá. Para los evangelistas, esa inusual palabra era tan poderosa que la destaca-ron. Escribieron el Evangelio en griego, pero esta palabra aparece en su idioma original. Todavía usamos la misma palabra aramea hoy. El cele-brante dice: "Effetá, que significa: ábrete, para que profeses la fe, que has escucha-do, para alabanza y gloria de Dios" (Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos, 199).

Esta ceremonia también se puede usar en el Bautismo de niños. Mientras están comenzando a aprender los misterios del idioma humano, re-zamos para que el Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, les conceda, a su tiempo, escuchar su palabra y proclamar la fe para la alabanza y gloria de Dios Padre (Rito del Bautismo del Niños, 65).

Estas ceremonias muestran que nuestra vida cristiana comienza con la Palabra de Dios y pros-pera gracias a ella. Poner esa palabra en acción es el privilegio y la tarea de cada cristiano. La

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Pág. 2 de 4. Instructivo para Proclamadores # 1.

Palabra de Dios nos llamó a ser discípulos. La Palabra de Dios nos guía mientras somos discí-pulos. A medida que abrimos los oídos, la Sagra-da Escritura da calidez a nuestro corazón y re-fresca la perspectiva que tenemos sobre la vida.

Oímos la Palabra de Dios de muchas maneras. Pasamos tiempo con la Biblia en la oración priva-da. La consultamos cuando nos preparamos para acontecimientos especiales. Oímos a los predica-dores y maestros citar pasajes específicos. Lo que es más importante, oímos la Palabra de Dios que es proclamada en la Misa dominical.

Cuando nos reunimos con otros creyentes, for-mamos el pueblo de Dios. Juntos debemos reali-zar una tarea: rendir alabanza al que está senta-do en el trono y al Cordero. Mientras estamos allí, reunidos como uno en este lugar sagrado, abrimos los oídos juntos, para que Dios pueda hablarnos. Lo más importante es que allí, en la Eucaristía, en la presencia de la comunidad de creyentes es donde oímos la Palabra de Dios.

Escuchar es una de las maneras en que expre-samos nuestra unión. Una de las funciones del pueblo de Dios es formar un solo cuerpo, como explica el párrafo 96 de la IGMR.

Es más fácil parecer un solo cuerpo cuando reali-zamos la misma acción, adoptamos la misma postura, recitamos las mismas palabras o ento-namos los mismos cantos. Pero incluso cuando parece que no estuviéramos haciendo nada, cuando estamos escuchando, somos uno. So-mos uno cuando unimos los corazones en fe, cuando nos aferramos a cada palabra como lo hacemos con los que amamos, cuando nos que-damos inmóviles para no perdemos ni una sola palabra. Cuando hacemos esto juntos, somos uno.

Esta es nuestra alegría. Esta es nuestra función: "Las lecturas de la Palabra de Dios que proporcionan a la Liturgia un elemento de grandísima importancia, deben ser escu-chadas por todos con veneración" (IGMR, 29).

Todos tenemos una función cuando venimos a la Misa. No sólo asistimos a la Misa, sino que parti-cipamos de la Misa. Cuando otra persona está hablando, nosotros participamos. Escuchamos. Abrimos los oídos y preparamos el corazón para responder.

Así es, para responder. Jesús no hablaba simple-mente porque le gustara hacerlo. Dios no invitó a

Abraham y a Sara a participar de las promesas de la alianza sólo para llenar el aire de sonidos solemnes. La Palabra de Dios viene a nosotros con un propósito. Exige una respuesta.

"Los que quieran dar culto verdadero ado-rarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto" (Juan 4, 23). El Espíritu Santo pone en marcha esa respuesta, para que lo que escuchemos en la celebración de la liturgia lo pongamos en práctica como for-ma de vida: "Pongan en práctica esa pa-labra y no se limiten a escuchar-la" (Santiago 1, 22) (Sexta semana del Tiempo Or-dinario, miércoles, años pares (II), Leccionario).

Nuestra respuesta, por lo tanto, es doble. Cuan-do Dios habla, respondemos al instante escu-chando y rindiendo culto. Luego llevamos a la práctica el propósito de la Sagrada Escritura en nuestra vida. Todo lo que hacemos se basa en la Palabra de Dios. Es nuestro plano, nuestra cons-titución, nuestra misión, nuestra brújula.

Nuestra respuesta fluye naturalmente cuando comprendemos qué sucede en la Misa. Dios nos habla a nosotros. No es simplemente la lectura de un documento antiguo, el relato de algo que se dijo mucho tiempo atrás. No son líneas recita-das por un actor, ni la recitación de una carta de alguien que conoces.

Dios nos habla a nosotros. Cuando se lee la Sa-grada Escritura, es como si el libro desaparecie-ra. El lector se convierte en el portavoz de Dios. Dios usa la voz del lector para decir algo mo-derno, algo nuevo, algo que se relaciona con el mundo de hoy. Sí, las palabras son antiguas, pe-ro su proclamación siempre es nueva. Oír la pro-clamación de la Sagrada Escritura es oír la voz de Dios hablándonos ahora a los que estamos reunidos para adorarlo.

El Evangelio, más que cualquier otra lectura, tie-ne especial trascendencia cuando se lo procla-ma. Los cuatro relatos evangélicos contienen las palabras que Jesús pronunció. Cuando una lec-tura de ellos se proclama en voz alta en el con-texto de la liturgia, Jesús está pronunciando sus palabras "ahora", en tu iglesia, dirigiéndose a ti y a la comunidad reunida.

Dios tiene otras maneras de comunicarse con nosotros, pero esta es la preferida. Dios no vive en el tiempo. La Sagrada Escritura, escrita mu-cho tiempo atrás, todavía es la voz de Dios hoy.

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Instructivo para Proclamadores # 1. Pág. 3 de 4

El lector tiene una responsabilidad de enormes proporciones. La voz del lector debe contener la voz de Dios. El lector no sólo pronuncia palabras. El lector comunica un mensaje divino.

La Liturgia de la Palabra dentro de la Misa

La Misa se lleva a cabo en dos "mesas": la mesa de la palabra y la mesa de la Eucaristía. Pero es una sola mesa. Las dos partes de la Misa forman una experiencia profunda.

"En la misa se dispone la mesa de la Pa-labra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo en la que los fieles encuentran el mensaje y el alimento cristiano" (IGMR, 28). La Liturgia de la Palabra se centra en el ambón. La Liturgia de la Eucaristía se centra en el altar. Estos mobiliarios captan la atención de los fieles a lo largo de cada parte de la Misa.

Hay un momento al comienzo, sin embargo, en que ambas partes de la Misa se acercan. En la procesión de entrada, el diácono, o en su ausen-cia un lector, puede llevar el Evangeliario al pres-biterio. Una vez allí, la persona que lleva el libro lo pone en el altar, hace una reverencia y se reti-ra. Esta acción no se realiza con el Leccionario.

El Evangeliario, como su nombre lo indica, es la recopilación de pasajes del Evangelio para los domingos u otras ocasiones especiales en el cur-so del año. Puede usarse para la proclamación en cualquier Misa. Tener el Evangelio en un libro separado lo distingue de las demás Sagradas Escrituras. El Evangelio es especial para noso-tros. Cuando es momento de proclamarlo en la Eucaristía, la liturgia estalla con una variedad de símbolos. Las personas se ponen de pie. Si hay un diácono, este pide al sacerdote que realice una bendición. Si el sacerdote lee el Evangelio, hace una reverencia frente al altar y reza con hu-mildad. Se forma una procesión. Se pueden lle-var velas, incienso u otros símbolos de honor. Se usa un libro especial. El diácono o sacerdote sa-luda a las personas. Ellas responden. Todos se hacen la señal de la cruz en la frente, los labios y el corazón. Se puede perfumar el libro con incien-so. Y luego, después de todo eso, luego de hacer todo lo que podemos para dirigir la atención a este libro, oímos las palabras de Jesús.

El Evangeliario representa a Cristo. El altar, en que se celebrará la Liturgia de la Eucaristía, tam-bién representa a Cristo. Por lo tanto al comienzo de la Misa, estos dos símbolos de Cristo se unen

en un gesto simple pero significativo. El Evange-liario, que se lleva al presbiterio en la procesión de entrada, se pone en el altar. Las palabras de Jesús se ponen en el altar de Jesús. La Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía se ha-cen una.

La Palabra de Dios es digna de nuestro respeto. Los lectores no pueden cambiar los textos de la introducción y conclusión de la lectura ni la lectu-ra en sí. La lectura ha sido preparada por traduc-tores que trabajaron diligentemente para inter-pretar el idioma original de una manera que pue-da ser entendido cuando se lee en voz alta en la actualidad. La traducción ha sido aprobada por nuestros obispos y confirmada por el Vaticano para la proclamación en la liturgia. La fórmula inicial y la de cierre no cambian porque son útiles para los fieles. No hay necesidad de hacer una introducción antes de la fórmula inicial diciendo: "La primera lectura es una lectura de ..." Sólo debes anunciar: "Lectura del . . .". Las perso-nas abren sus oídos más fácilmente a la lectura cuando oyen la señal apropiada.

Sin duda, las palabras adquieren un significado profundo cuando se repiten. La repetición de las palabras de iglesia a iglesia en todo el mundo y en todas las épocas en el trascurso del tiempo, indican su carácter sagrado. Las fórmulas tienen varias capas de significado que pueden dilucidar-se cuando se las usa en su forma más simple.

La lectura finaliza cuando el lector dice: "Palabra de Dios". El texto en latín, en el que se basan las traducciones al español de las par-tes de la Misa, siempre ha indicado que el lector dijera: "Verbum Domini", que literalmente signifi-ca "Palabra de Dios".

La traducción inicial al español era: "Esta es la Palabra de Dios". Pero con el tiempo, el significa-do se hizo poco claro. Algunos lectores levanta-ban el libro antes de anunciar: "Esta es la Pala-bra de Dios", como si la palabra fuera el libro. No lo es. El libro es especial y merece ser usado con reverencia debido a sus contenidos sagra-dos y su propósito. Pero la Palabra de Dios no es el libro. La Palabra de Dios es la palabra oral.

Para muchas personas, esto puede parecer un detalle pequeño, pero su objetivo es transmitir algo muy importante: Dios sigue hablándonos. La Palabra de Dios no es historia. Está viva. La liturgia resalta esta realidad de diversas ma-neras.

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Pág. 4 de 4. Instructivo para Proclamadores # 1.

La práctica de distribuir "hojas dominicales" para que todos puedan leer mientras escuchan puede ser útil, pero se corre el riesgo de perder el signi-ficado detrás de la proclamación de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no habita en la co-munidad que la lee, sino en la comunidad que la escucha. Si el lector está bien preparado, si las personas escuchan y miran al lector, si el libro es menos importante que la voz, entonces las pala-bras del lector al finalizar la lectura tienen un sig-nificado trascendente: "Palabra de Dios". He-mos oído a Dios hablándonos. Las hojas domini-cales cumplen su cometido en parroquias en las que la calidad del sonido (amplificación) no es muy buena o el volumen de asistencia es mayor al que dicho sonido puede abarcar, o cuando el oyente tiene problemas auditivos. Son una valio-sa herramienta para llevar a casa y meditar la palabra que ha sido proclamada.

La lectura de la Sagrada Escritura siempre ha sido una parte importante del culto cristiano. Sa-bemos por el comportamiento del mismo Jesús, que era costumbre que se proclamaran las lectu-ras en la sinagoga judía. Los primeros cristianos que provenían del judaísmo lógicamente basaron su adoración en formas ceremoniales a las que estaban acostumbrados. Eso incluía la lectura.

San Pablo les pidió a los destinatarios de sus cartas que las leyeran a los demás creyentes. Al final de la primera carta a los Tesalonicenses, les ordena a los destinatarios que lean la carta a to-da la comunidad (Ver 1 Tesalonicenses 5, 27). La carta a los colosenses dice: "Después de que sea leída esta carta entre ustedes procu-ren que sea leída también en la Iglesia de Laodicea, y consigan, por su parte, la que ellos recibieron, para leerla ustedes" (Ver

Colosenses 4,16). A los corintios, escribe: "En lo que les escribimos no hay segundas in-tenciones, sino exactamente lo que leen y entienden, y espero que así lo entenderán para el futuro" (Ver 2 Corintios 1,13).

II. Oraciones Oración del lector antes de la Misa

Dios todopoderoso, al prepararme para las lecturas, calla mi corazón. Ayúdame a empaparme en las escrituras para escuchar tu mensaje en ellas

y poder proclamarlo a los demás. Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oraciones antes de la lectura

Dios todopoderoso, permanece en mí, tu siervo, cuando proclamo tu palabra a la asamblea aquí reunida. Que mi proclamación de las escrituras ayude a que tu palabra se renueve en esta asamblea del cuerpo de Cristo. Imploro servirte en todo lo que haga. Te lo pido por Cristo, nuestro Señor. Amén.

o

Que el Señor esté en mi corazón y en mis labios para leer la sagrada Palabra de Dios. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

o

Dios todopoderoso, ilumina mi corazón para que te conozca. Abre mi mente para que entienda las escrituras que proclamo a tu pueblo aquí reunido. Te lo pido por Cristo, nuestro Señor. Amén. Oración diaria para el lector

Dios de poder y gloria, dame cada día el deseo de hacer tu voluntad. Ayúdame a acercarme a la Sagrada Escritura deseoso de recibir nuevo aliento y ser renovado. Que tu palabra pueda ser siempre mi alimento. Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

o

Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar . . . así será la palabra que salga de mi boca.

— Isaías 55,10-11

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Taller para Proclamadores # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL—MAYO DE 2012 1 Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general pa-ra todos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezare-mos a partir de este momento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo co-rrespondiente. Es importante recordar que, además del estudio de este instructivo específico pa-ra Proclamadores, también se debe estudiar, y realizar el taller, del instructivo general, dirigido a todos los equipos de animación litúrgica. Es responsabilidad del Delegado de Liturgia Parroquial velar por que todos los equipos reciban y estudien los instructivos formativos y desarrollen los talleres, de tal manera que se garantice la comprensión e implementación, según sea el caso, de lo enseñado en cada uno de ellos.

Taller

1. ¿En qué Sacramento es empleada aún la palabra: Effetá?

2. ¿Quién toma la iniciativa en el diálogo: Dios o los hombres?

3. ¿Quién es el Proclamador (Lector) para Dios?

4. De acuerdo al numeral 96 de la IGMR, ¿Cómo formamos un solo cuerpo?

5. ¿Porqué la Sagrada Escritura es atemporal (sin tiempo)?

6. ¿Porqué al finalizar la lectura no se debe decir “Esta es (la) Palabra de Dios” ?

7. Durante la Misa, ¿con qué gesto se unen la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística?

8. ¿Qué dice Santiago 1, 22?

9. ¿Cuál es la enorme responsabilidad del Lector?

10. ¿Eres Proclamador de la Palabra activo en tu Parroquia? ¿Desde hace cuanto?

Mayores informes escríbenos a:

[email protected] / [email protected]

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 1. Pág 1   de   4 

ABRIL - MAYO DE 2012 1 El Sacristán y sus Funciones

I. ORACIÓN DEL SACRISTÁN

Dios, Padre de todos, tú me has confiado velar por la casa de la comunidad cristiana, que es tu casa.

Tú me has confiado preparar y disponer todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y a celebrar la fe.

Dios Padre, te doy gracias por estar a tu servicio, al servicio de la Iglesia, al servicio de los hermanos y hermanas cristianos.

Y te pido que me ayudes a hacer mi trabajo con fidelidad, con dedicación, con amor, para que todos los que vienen a tu casa puedan sentirse bien acogidos y más cerca de ti.

II. CÓMO DEBE SER EL SACRISTÁN

El Sacristán es un “ministro sagrado”. “También ejercen un ministerio litúrgico: El sacristán, a quien corresponde disponer di-ligentemente los libros litúrgicos, los orna-mentos y las demás cosas que son necesa-rias en la celebración de la Misa”. (IGMR, 105)

El Sacristán es un cristiano con una voca-ción al servicio de la comunidad. El encargado de la sacristía, es un cristiano que, en virtud de su bautismo, presta un servicio a su comunidad cristia-na, a quien se le encarga, en nombre de la comuni-dad y en orden a ella, el ministerio de atender todo lo relacionado con el lugar y los objetos del culto.

Al sacristán, lo primero que se le pide es que sea un hombre de fe. Sólo desde esa cuali-dad podrá desempeñar su verdadero ministerio. Pues no es mero asalariado ni mucho menos un funcionario. Presta un gran servicio a la comunidad directamente. No es un servicio directo al altar, ni una ayuda al presbítero celebrante como en el caso de los acólitos, o quien presta su voz para que la Palabra resuene en la celebración como el procla-mador.

Es quien posibilita un lugar limpio y digno, para dig-nificar lo que en él se celebra, quien ambienta y prepara el lugar obligando a los sentidos de los fie-les a despertar a la fiesta que se celebra, es quien embellece un ambiente para que sea un vehículo de la belleza de Quien viene a nuestro encuentro. Pero a la vez, intuye, descubre y desarrolla su pro-pia y peculiar “espiritualidad”.

La misma dignidad con la que prepara el lugar pa-ra que la comunidad se encuentre con el Señor es la que caracteriza su vida. La misma delicadeza con la que cuida y limpia los vasos sagrados, es la que adorna su relación con los demás. La misma fe con la que se esmera en que todo brille es la que brilla en su vida en relación a Dios. Siendo lo sagra-do algo perteneciente y reservado a Dios, debe tra-tarse dignamente, sabiendo que “no somos sino siervos inútiles” (Lucas 17, 10), meros administra-dores. Como tratamos sus cosas, así tratamos a Dios, disponiendo convenientemente, con orden y prontitud, lo que se le encomienda para gloria de Dios.

El sacristán es un signo de Cristo que vino a servir. Casi podríamos decir que el oficio del sa-cristán está instituido por el mismo Cristo. Antes de la cena pascual, envió a algunos de sus discípulos a preparar la sala (Mc 14, 12-16): El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el corde-ro pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Él envió a dos discípulos

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diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguid-lo, y en la casa en que entre, decidle al due-ño: “El maestro pregunta: ¿Dónde está la ha-bitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala gran-de en el piso de arriba, arreglada con diva-nes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontra-ron lo que les había dicho y prepararon la ce-na de Pascua. En esa cena, el mismo Cristo se pondrá a servir, haciendo el oficio más in-digno: lavar los píes. Y con este gesto de ser-vicio a los discípulos, también los que habían preparado la cena descubrieron a Cristo, que no “vino a ser servido sino a servir” (Marcos 10,45), y de la Iglesia que es servidora. Así pues, no se trata de una concesión, de un premio o un estímulo, o que halló simplemente un trabajo; sino que el sacristán es un laico comprometido que des-cubrió en él un don del Espíritu Santo para dar un servicio real a la comunidad. Eso supone cobrar mayor conciencia de su misión y mayor capacita-ción para un mejor servicio. No solamente celebra su fe, sino también ayuda a otros a celebrar lo me-jor posible, disponiéndolo todo. La disposición mis-ma de las cosas y de los espacios llega a ser un “signo sacramental” de lo que celebra y de la comu-nidad.

III. QUÉ HACE EL SACRISTÁN

Ejercita un ministerio de apostolado con los de-más, ayudándolos a celebrar mejor y a que se sien-tan como en su casa.

Presta a la comunidad un servicio permanente y oficial que responde a una necesidad; y no solo prestaciones ocasionales, supletorias, nacidas de su iniciativa.

Es un testigo. Porque es un signo visible ya que, en muchas ocasiones, es quien media entre los fie-les y el sacerdote.

Recibe a quien encarga alguna misa, normal-mente de difuntos, y con sus palabras y gestos visi-biliza a una Iglesia madre, acogedora, capaz de dirigir una palabra de esperanza y de consuelo.

Un sacristán debe ser acogedor, con buenas palabras, con gestos de ánimo y de esperanza para quienes se acercan tristes y desesperanzados, pa-ciente con los que se acercan a preparar una boda o un bautizo.

Es amable con los profesionales que en momen-tos puntuales (bodas, bautizos, etc.) se acercan a la Iglesia a dejar las flores o a hacer las fotos. Debe

ser un claro ejemplo de una Iglesia cercana y aco-gedora, amable y dialogante. Para muchos de es-tos profesionales y para algunos de estos fieles, será el contacto más directo con alguien que “representa” a la Iglesia.

El sacristán debe disponer con toda diligencia los libros para la proclamación de la Palabra de Dios y para las oraciones que hay que decir,

También de las vestiduras y todas las demás cosas necesarias para la celebración.

Debe vigilar los toques de las campanas para las sagradas celebraciones.

Cuidar que se guarde silencio y modestia en la sacristía.

Los objetos litúrgicos, entrados en años, deben ser cuidados y conservados en condiciones ópti-mas.

Lo nuevo que se deba adquirir, que sea elegido según los preceptos de dignidad, solemnidad y de-coro, dejando de lado el puro afán de novedad.

Por lo que toca al ornato del lugar de las celebra-ciones sagradas hay que cuidar ante todo que haya una perfecta limpieza del piso, paredes y todas las imágenes y demás objetos que se usan o se expo-nen. Evítense los extremos de suntuosidad o taca-ñería en el ornato; por el contrario síganse las leyes de una noble sencillez, urbanidad y el verdadero arte.

En las cosas que se van a usar y en el modo de disponerlas síganse el ingenio popular y la tradición local, “con tal que contribuyan a la debida reve-rencia y al debido honor de los edificios y ritos sagrados” (SC 123).

El ornato de la Iglesia sea de tal modo que expre-se el amor y la reverencia a Dios, y al pueblo de Dios le sugiera el sentido propio de las fiestas y la alegría y piedad del corazón” (Ceremonial de obis-pos 37-38). El templo es casa de la comunidad, y también signo de Cristo y de la Iglesia, y de noso-tros mismos.

La Iglesia es signo del cristiano, que es templo de Dios en Cristo. Así pues, sirviendo a la Iglesia, el sacristán significa la dignidad de cada cristiano y en la comunidad, pues ellos son el verdadero templo donde se adora “en espíritu y en verdad” (Juan 4,24)

Así se pedirá al sacristán que:

1. Abra y cierre oportunamente las puertas de la Iglesia.

2. Mantenga en orden, con limpieza y en buen estado, los locales de la Iglesia y de la sacristía, y los objetos de culto: vestidos, libros, utensilios;

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 1. Pág 3   de   4 

3. Prepare en su aspecto material las celebracio-nes: Que ponga a punto los libros que van a hacer falta, los vestidos de los ministros según el color del día, las luces, el pan, y el vino para la misa, la me-gafonía;

4. Que vaya tocando las campanas con sus diver-sas llamadas;

5. Que ponga, si es el caso, música ambiental al principio o final de la celebración;

6. Que organice la colecta, de modo que sea rápi-da y termine antes del prefacio;

7. Que se ocupe de los monaguillos, que los vaya formando de modo que “funcionen” bien en la cele-bración;

8. Tenga preparado el incensario, bien encendi-dos los carbones, si se va a utilizar.

9. Que sepa “improvisar” no haciendo un drama cuando surge un cambio de última hora que obliga a cambiar todo lo preparado.

10. Con seguridad surgen otras cosas más. Pero dependiendo de los equipos de liturgia o del comité que pueda haber y su aporte (Agentes Extraordina-rios de la comunión, Acomodadores o Ujieres, Pro-clamadores, Acólitos, Cantores) sus competencias irán aumentando.

IV. CUALIDADES DEL BUEN SACRISTÁN

Cualidades humanas. En un sacristán son más importantes por su carácter de servidor de la comunidad y su cercanía a la celebración:

Madurez, sentido de responsabilidad, espíritu de limpieza, orden y diligencia;

Capacidad de trato amable y relaciones huma-nas, porque tiene que trabajar en equipo con los sacerdotes y con los seis grupos de animadores de la celebración litúrgica como son los acólitos y mo-naguillos, los ministros extraordinarios de la comu-nión, los proclamadores de la palabra, los cantores y músicos, los ujieres, y los otros encargados de la celebración; no se siente en ningún momento “dueño” sino “servidor”.

Paciencia con todos: con los monaguillos, con las personas que vienen a encargar o a preguntar, con los sacerdotes que no siempre dejan las cosas como él quisiera: un sacristán necesita mucho amor y mucho humor.

Conocimientos técnicos. Con un poco de esfuerzo y algo de capacitación debe:

Aprender a manejar bien los aparatos de ilumina-ción y sonido.

Tener buen gusto para el arreglo del presbiterio y de altares, adornos, flores, imágenes.

Conocer bien los nombres de objetos sagrados y lugares, y su uso.

Formación litúrgica. Es preciso que el sa-cristán tenga sensibilidad litúrgica y espiritual.

No basta que sepa ejecutar bien las cosas, sino que sepa por qué se hacen las cosas, con qué es-píritu, sus características, sus variaciones, para ser creativo en su trabajo.

Debe conocer lo que es una celebración litúrgi-ca, sus principales momentos, su alma.

Sabe del sentido litúrgico de los tiempos y las fiestas y no se le escapan detalles importantes pa-ra su vivencia, como el que haya o no flores en el altar y la iglesia.

Así sabe qué libros se ocupan, qué libros faltan, donde se hallan los textos, para irlos ofreciendo a los sacerdotes (así los va educando, pues a veces ellos no tienen tiempo de preparar).

Calidad laical. El sacristán tiene conciencia de ser un laico cualificado, y por ello:

Busca vivir en medio de la comunidad, compar-tiendo su vida, teniendo su aceptación, con una vida personal y familiar honrada, normal y equili-brada. Muchas personas alejadas que llegan a ce-remonias especiales se llevarán de la iglesia la imagen que les deje el sacristán.

Por ello, de la misma forma que se organizan grupos en los que se vive la fe, en los que se ora, en los que se profundiza, también es muy conve-niente, a nivel de la arquidiócesis, asistir a las reuniones periódicas que la comisión de liturgia hace con los sacristanes, de manera que les ayude a vivir mejor su ministerio eclesial.

También es muy importante que donde no ocu-rra, el sacristán forme parte del equipo de liturgia. Así, no solo será más fácil la coordinación, sino que también se verá arropado por un grupo parro-quial que, acompañado, vive, expresa y forma su fe.

V. FUNCIONES DEL SACRISTÁN

El sacristán sabe los horarios y da las campana-das a tiempo: la primera, media hora antes, la se-gunda, un cuarto de hora; y la última, a la hora de empezar.

Procura que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio conveniente, sacudidas y limpias, y listas para usarse, en cantidad suficiente.

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Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea. Sobre todo tiene aseado el presbi-terio y presentable el altar y el ambón.

Se encarga del ambiente agradable: música am-biental, adorno, aseo, luz ventilación, temperatura y sonido.

Ve en el ordo las características del día (Categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de precedencias, conoce calen-dario y la tabla de ocurrencias y tablas movibles.

Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos, para la bendición.

Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo; hace reverencia profunda al altar.

Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo y conopeo (Puede ser del color del tiempo). Cerca del Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un purifica-dor (el agua se vacía a la piscina o a una maceta).

VI. PROGRAMA DEL SACRISTÁN

1. Programar y supervisar el calendario. Sólo puede haber un calendario con reglas defini-das que especifiquen quien puede añadir un nuevo acontecimiento.

El punto de partida son las fiestas locales, las cua-les hay que añadirlas en primer lugar al calendario para que no interfieran con ellas otros aconteci-mientos. Conviene seleccionar conmemoraciones opcionales y establecer algunas restricciones con suficiente anticipación (por ejemplo, normas claras para que no se programen bodas durante el Triduo Pascual). A lo largo del año hay que tener muy cla-ros los procedimientos a seguir para celebrar fune-rales y otros acontecimientos imprevistos, y estos deben ser respetados por todos los interesados.

2. Preparar los ciclos litúrgicos. Planificar encuentros de revisión de los textos litúrgicos y sus diferentes opciones, repasando los archivos de los años anteriores y anotando las cuestiones relacio-nadas con la sacristía. En estas reuniones los sa-cristanes tomarán nota de los objetos que conviene pedir prestados o comprar. Después de las reunio-nes, prepararán listas de las cosas que va a nece-sitar la parroquia para seguir el ritual conveniente. Prepararán todos los objetos necesarios para las celebraciones.

3. Establecer procedimientos de actua-ción. En colaboración con la comisión de liturgia y su delegado tendrá que negociar una tabla de res-ponsabilidades para que la sacristía funcione diaria y semanalmente.

VII. ASESORA, ASISTE Y AYUDA AL DELE-GADO DE LITURGIA DE LA PARRO-QUIA EN LA COORDINACIÓN DE LAS RESPONSABILIDADES DE LOS ANI-MADORES Y SERVIDORES LITÚRGI-COS

1. Ocuparse del mantenimiento del conjun-to de la Iglesia. Preparará una lista de voluntarios que se apunten a la tarea del mantenimiento y lim-pieza regulares, negociando las responsabilidades de un guardián con relación a otros ministros.

2. Preparar los materiales litúrgicos. El lec-cionario, el misal y otros libros rituales tienen que estar preparados (con los textos seleccionados de-bidamente señalados). Los textos escogidos, como las peticiones, tienen que estar a mano.

Los ornamentos, vasos y otros materiales tienen que estar cuidados y limpios, o remplazarse si es necesario, y estar preparados para cada uno de los ritos.

3. Conservar las imágenes y objetos deco-rativos. Las imágenes permanentes o temporales necesitan mantenimiento y limpieza.

Los sacristanes o un grupo de voluntarios tienen que organizarse para cuidar las flores u otros deco-rados ocasionales.

Cuando se traigan las flores a la iglesia, al-guien tiene que hacerse responsable de regarlas y colocarlas en su sitio.

4. Estar al tanto de las existencias. Los sacristanes se encargan de reponer materiales tales como el vino, el pan, las velas o el carbón.

Comprar las palmas y el cirio pascual.

De vez en cuando hacen inventario de las po-sesiones de la iglesia: revisión de las pólizas de seguros, la tasación de objetos antiguos y el es-tablecimiento de prioridades para adquirir cosas nuevas o remplazar otras.

5. Atender a las liturgias solemnes. To-dos los interesados tienen que saber quién va a asistir en cada una de las celebraciones litúrgicas para asegurar el ritmo adecuado de trabajo. Las responsabilidades incluyen:

Abrir y cerrar los lugares que se van a usar, preparar los objetos.

Dar la bienvenida a los otros servidores.

Participar en algunos momentos del rito (tocar las campanas o mantener encendido el incensa-rio en varios momentos de la misa) y volver a guardar cada cosa en su lugar al acabar la litur-gia.

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 1. Pág. 1 de 1

Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general para todos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezaremos a partir de este mo-mento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo correspon-diente por parte del equipo de Sacristía, Ornato y Aseo de cada Célula Pastoral y/o Parroquia.

Se recomienda que el equipo de Sacristía esté conformado por al menos cuatro personas, a saber: (1) Sa-cristán, quien lidera el equipo y se acompaña de unos colaboradores: (2) Responsable del aseo de las vestiduras litúrgicas, manteles, corporales, purificadores, (3) Responsable de la limpieza de los vasos sa-grados, incensario, cruz procesional, etc. (4) Responsable de Ornato: limpieza del templo y decoración.

Es importante recordar que, además del estudio del instructivo especifico para este equipo, también deben estudiar el Instructivo Formativo General, el cual está dirigido a TODOS los equipos de animación litúrgica de las Células Pastorales y/o Parroquias, el cual viene acompañado a su vez del taller respectivo.

Taller:

1. ¿Qué le ha confiado Dios al sacristán?

2. Según la IGMR (Instrucción u Ordenación General del Misal Romano): ¿Qué le corresponde disponer diligentemente al sacristán?

3. Así se pedirá al Sacristán ¿que haga qué cosas?

4. ¿Cuál formación litúrgica debe tener como cualidad un buen sacristán?

5. ¿Qué ve en el ordo y qué tablas consulta?

6. ¿Cuáles procedimientos de actuación establece?

7. ¿De cuáles existencias debe estar al tanto?

8. Al ayudar al grupo de servidores de liturgia parroquiales, ¿Qué responsabilidades incluye?

Mayores informes escríbenos a:

[email protected] / [email protected]

1 ABRIL—MAYO DE 2012

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Instructivo para Ujieres # 1. Pág. 1 de 2

ABRIL - MAYO DE 2012 1 1. MOTIVACIÓN: Canto al Espíritu Santo.

2. LECTURA BÍBLICA: Mt. 22.39

3. REFLEXIÓN: ¿Conoces a tu prójimo? ¿Reconoces en los demás a Jesús? ¿Te sientes que haces parte de tu prójimo? ¿Ta amas tanto a ti mismo que eres capaz de amar a tu prójimo?

4. DESARROLLO: La Constitución sobre la Liturgia del concilio Vaticano II nos dices:

“Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es “sacramento de uni-dad”, es decir, pueblo santo con-gregado y ordenado bajo la direc-ción de los obispos.

Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influ-yen en él y lo manifies-tan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diver-so, según la diversidad de órdenes, funciones y par-ticipación actual”. (Sacrosanctum Concilium, 26).

EL SERVICIO DE LA ACOGIDA

“Existe también en algunas regiones el encar-gado de recibir a los fieles a la puerta de la iglesia, acomodarlos en los puestos que les corresponden y ordenar las procesiones”

(IGMR, 68)

No se suele hablar mucho de este servicio litúrgico de la acogida. Y sin embargo, en bastantes comu-nidades se ha experimentado su conveniencia: pue-de ayudar a que la celebración dé comienzo con un mayor clima de fraternidad.

SABER EXPRESAR LA CELEBRACIÓN

La finalidad de todos los elementos que llamamos “rito de entrada” es crear una conciencia de comu-nidad entre los que han acudido, y prepararlos para lo que van a celebrar en común, la Palabra y el sa-cramento (IGMR 24).

No es fácil que todos acudan a la reunión con bue-nas motivaciones y con una disposición espontánea de participar nuevamente, como miembros cons-cientes de la comunidad. Cada uno viene de “la calle”, de sus ocupaciones, de un clima de disper-

sión. Por eso hay que ayudarles, con la “pedagogía de los cinco primeros minutos” a crear esta doble atmósfera de comunidad y de celebración sagrada, para que la Eucaristía no sea una suma de “monólogos” en presencia de Dios, sino una celebración comunitaria.

Uno de los factores a cui-dar es que nadie se sienta

forastero, sino que todos se vean acogidos por la comu-

nidad, evitando el anonimato y el clima impersonal de unos

almacenes o una sala de es-pectáculos. Los cristianos so-

mos miembros de una misma familia, del Pueblo sacerdotal, que nos reunimos para celebrar nuestra fe y los signos de la salvación de Dios. Y es bueno que esto tenga una expresión adecuada en la aco-gida por parte de los demás, y en particular de los ministros de la comunidad.

UNA CELEBRACIÓN TODA ELLA, ACOGEDORA

No se trata sólo de que haya, a la entrada de la iglesia, unas personas encargadas de acoger ama-blemente a los que llegan. Se trata de que ese mi-

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nisterio se inserte dentro de un clima que, todo él, resume bienvenida y respeto.

La primera manera de mostrar que se está tomando en serio a una comunidad y a cada uno de sus miembros es preparar bien la celebración. Y que los fieles encuentren un espacio amable, acogedor, una iglesia que les haga sentirse en casa, la “casa de la comunidad”, limpia, adornada con gusto, con una iluminación adecuada, con una megafonía que funciona, con la temperatura ideal.

Si al entrar encuentran también un clima musical de ambientación, porque el organista les da la bienve-nida o porque alguien ha puesto música de fondo, será un modo bueno de preparar la celebración y crear ambiente.

En el atrio o pórtico, con los carteles, avisos, las alusiones a la fiesta o al tiempo litúrgico, se favore-ce el paso hacia la celebración cristiana, además de hacer también posible que en ese espacio se cree un clima de saludo mutuo y conversación.

El oportuno ensayo de cantos y los avisos sobre alguna novedad que pueda haber en la celebración, contribuyen a corresponsabilizar a todos en lo que se va a hacer en común.

El estilo de hablar y actuar del presidente y de los demás servidores que dirigen la celebración (comentador, director del canto, etc.) debe ser a lo largo de todo ella, amable, acogedor, paciente, aun-que a veces tenga también que ser exigente o esti-mulador.

Dentro de un contexto así es cuando tiene sentido que se destaque a algunas personas para el servi-cio de la acogida.

A QUIÉN ACOGER

La actitud de bienvenida se debe tener para con todos los cristianos que vienen a la celebración. Cada uno es importante, hijo en la familia, miembro de la Iglesia.

Naturalmente las circunstancias son diferentes en unas ocasiones y en otras. En un grupo pequeño el clima de acogida mutua puede ser más intenso que en una asamblea numerosa. Si cada vez vienen los mismos, es diferente la situación que si aparecen personas desconocidas, a las que lógicamente ha-bría que atender de modo especial.

En celebraciones de bautizos, exequias, bodas, etc., se crea una pedagogía pastoral distinta para con las personas “ocasionales” que se suman a la celebración. En una comunidad religiosa es eviden-te que cada día no habrá que ejercitar un ministerio de acogida y de presentaciones mutuas, aunque

tampoco debe reinar un clima de frialdad o de silen-cio hermético.

Hay personas que convendrá atender de forma par-ticular. Los niños deberían ser objeto de atención, tanto en las Misas en que ellos son, más o menos, protagonistas, como en las más generales: acoger-les, saludarles, orientarles hacia sus lugares, etc., puede ser un primer gesto para que ellos también se sientan a gusto en la celebración de la comuni-dad. A veces se ha organizado un verdadero “ jar-dín de infancia” junto a la iglesia, como sugiere el Ritual del Bautismo de párvulos, en el caso de los niños que van a ser bautizados, para que sean allí atendidos durante la celebración de la Palabra y los mayores puedan celebrarla tranquilos. Pero lo mis-mo podría decirse de los niños que acompañan a sus padres a la Eucaristía dominical, si no van a poder asistir pacíficamente a ella: se les puede en-tretener oportunamente, para que los padres si pue-

dan celebrar en paz.

Los ancianos a veces puede ser que requieran la ayuda de alguien para situarse en su lugar o subir las gradas de la iglesia. Lo mis-mo puede ocurrir con los inváli-dos, se les va a resultar difícil ac-ceder al espacio de la celebra-ción.

A veces hay grupos ocasionales (jóvenes de paso, personas de visita) a los que vale la pena saludar de modo particular y mostrarles que son bienveni-dos a la celebración.

El caso más repetido, sobre todo en grandes ciuda-des o sitos de turismo son los grupos de turistas o de forasteros. Muchos de ellos, naturalmente, son creyentes, y acuden a la celebración eucarística del domingo. Es un deber de atenderles. Decía la Ins-trucción Eucharisticum Mysterium, de 1967: “preocúpense los pastores de ayudar a los fieles que provienen de otras regiones con medios oportunos a que puedan unirse a la comunidad local” esto puede suceder en los pe-ríodos de vacaciones anuales, sobre todo el in-vierno, pero también en muchas poblaciones turísti-cas, con los habitantes de las ciudades que buscan para su fin de semana un lugar más tranquilo, y que agradecen a la vez una comunidad cristiana con la que poder celebrar la Eucaristía.

Hacer ver a estas personas que se les recibe como de casa, que pertenecen a la misma Iglesia que nosotros, que celebramos lo mismo, es una gran ocasión de sentir nosotros, y de hacerles experi-mentar a ellos, la universalidad, la “catolicidad” de la Iglesia.

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Taller para Ujieres # 1. Pág. 1 de 1

ABRIL - MAYO DE 2012 1 Previo al diligenciamiento del presente taller se re-quiere el estudio del Instructivo Formativo corres-pondiente. Es importante recordar que, además del estudio de este instructivo específico, también se debe estudiar, y realizar el taller, del instructivo ge-neral, dirigido a todos los equipos de animación li-túrgica.

En tu Biblia, busca cada uno de los siguientes tex-tos bíblicos, lee, analiza, reflexiona y responde a los interrogantes solicitados:

Santiago 2, 14 1. ¿La carta de Santiago nos da alguna lección

digna de aplicar en la ejecución de este servi-cio?

2. ¿Cómo debe ser la acogida que realizo?

3. ¿Entiendo que no hay “acepción de personas”, ni “privilegiados”?

4. ¿Entiendo que todos somos iguales?

Mateo 20, 24 – 28

5. ¿Qué relación encuentro entre la actitud a la que nos invita Jesús en este pasaje y el servicio que estoy prestando?

6. ¿La humildad y sencillez con la que realizo este servicio, dejan ver en mí la imagen de Jesús que no vino a ser servido sino a servir?

7. ¿El buen ambiente que se debe vivir en la asam-blea celebrante, lo perciben los fieles a su llega-da al templo cuando yo los recibo o por el con-trario, ¿el traro que reciben de mi persona dete-rioran el ambiente de piedad que reina en el tem-plo?

Hechos de los Apóstoles 2, 44 – 47 8. ¿Soy consciente de la presencia de Cristo en

medio de la asamblea? ¿Por qué? 9. ¿Mi actitud hacia los demás, sobre todo en las

reuniones litúrgicas es signo de la presencia de Cristo?

Lo primero que hacemos: reunirnos con otros cris-tianos.

Uno de los verbos más repetidos en los relatos co-munitarios de las primeras generaciones es el de reunirse.

El día en que eligieron a Matías “el número de los reunidos era unos ciento veinte” (Hch 1, 1 – 5); el día de Pentecostés “estaban todos reunidos en un mismo lugar” (Hch 2, 1); cuando Pedro fue liberado de la cárcel, acudió a una casa, “donde se hallaban reunidos en oración” (Hch 12, 12); y al menos cada domingo se convocaba la asamblea cristiana: “el primer día de la semana, estado nosotros reuni-dos para la fracción del pan”… (Hch 20, 7).

10. ¿Cómo contribuyo a la formación de mi comu-nidad?

11. ¿Me hago participe de mi comunidad?

12. ¿Mi equipo de servicio esta preparada para convocar a la asamblea como verdaderos se-guidores de Jesús?

13. ¿Soy obediente al llamado que Jesús me hace cada día?

Romanos 15, 7 14. ¿Nos acogemos de corazón unos a los otros

como Cristo nos acogió?

15. ¿Somos servidores a imitación de Jesús?

Gálatas 3, 28 16. ¿No hago distinción entre una persona y otra?

17. ¿Me reconcilio con mis hermanos para acoger-los fraternalmente?

18. ¿Me reconcilio con Jesús y lo recibo en mi co-razón?

19. ¿Me dejo acoger por los brazos de Jesús Mise-ricordioso?