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ALFONSO  REYES PEDRO HENRIQUEZ  UREÑA CORRESPONDENCIA 1907  1 9 1 4 Edición de Jose L uis Martínez c ñ ií& S le é a , F i 2 h n e ’ric a n a ~  ~ J

Transcript of 0e2

  • ALFONSO REYESPEDRO

    HENRIQUEZ UREACORRESPONDENCIA

    1907 1914Edicin de

    Jose Luis Martnez

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  • (Viene de la primera solapa)expresarme con diafanidad y precisin,creo ver el rostro de Pedro HenrquezUrea que me reconviene.

    Este libro comenz6 a desarrollarse en1977, cuando el recientemente fallecidoErnesto Meja Snchez inform aJosLuis Martnez de laexistencia de las car-tas escritas por Reyes a Henrfquez Ureaen un archivo de Santo Domingo, Re-pblica Dominicana. La contraparte fuefcil de localizar en laCapilla Alfonsina.Se convino entonces entre la Universi-dad Pedro Henrquez Urea, de SantoDomingo, y el FCE hacer dos edicionessimultneas.

    Dada lamagnitud del material, lalaborfue considerable. Se cont con la ayudade Jos EmilioPacheco para la revisindel trabajo. La versin dominicana,Epistolario ntimo (1981-1983), apare-ci con la casi totalidad de la correspon-dencia y escasas notas e una edicinque pocos han podido conocerfuera delmbito antillano. -

    La presente Correspondencia repre-senta un esfuerzo importante realizadoen un tiempo breve. No se suprime nin-guna carta y~seprocura, en la transcrip-cin, interpretar adecuadamente lo queambos corresponsales quisieron decir. Elpresente volumen rene las cartasescri-tas entre 1907 y 1914. Un primer perio-do de la relacin de ambos amigos en laque Reyes pasa de alumno aventaja-do a tener fama discreta como poeta yel prestigio como prosista que le dio lapublicacin de su primer libro (Cues-tiones estticas, 1911). Como envo in-voluntario a susfuturos lectores, Reyesescribe en una misiva: iQu intensa yrara ha de aparecer nuestra vida a losque maana se asomen a contemplarlacon amor!

  • ALFONSO REYESPEDRO

    HENRIQUEZ UREACORRESPONDENCIA

    19071914Al llegar a Mxic~?edro HenrquezUrea (1884-19~:hal~tatt~rminadoyael bachillezato, Prec~i*berloldo todoy tena una frre~r!is~ijiinapersonal,Contaba ya con un libro publicado (En-sayos crticos,, 1905). Alfoso Reyes(1889-1959), cinco aos menor, era unjoven preparatoriano que comenzaba aescribir. Pese a la diferencia de edades,Reyes fue la amistad mexicana que pro-fundizara ms y con la que mantuyovnculos hasta su muerte. Amigo y pre-ceptor imperioso, Henrquez Ureaimpuls al joven Alfonso a estudiar ms,a saber ms, a corregir y pulir cuantoescriba, a desconfiar de su facilidad, aendurecerse, a encontrar tiempo para es-tar en la calle y en la vida, y a saber-lo todo al mismo tiempo. De parte deHenrquez Urea, la solicitud extremapara con su amigo Reyes estaba apoya-da no en una amistad gratuita y ciega,sino en la certeza de que su vocacin deformador haba encontrado en AlfonsoReyes la ms noble materia prima paraconstruir un gran escritor, Por eso,juntoa las reprensiones resulta conmovedorencontrar en las cartas de HenrquezUrea halagos generosos y objetivos:T eres de las pocas personas que es-criben el castellano con soltura inglesao francesa; eres de los pocos que sabenhacer ensayo o fantasa. No extraa asque en Las burlas veras (1956) donAlfonso haya escrito: Cuando no logro

    (Pasa a la segunda solapa)

  • BIBLIoTEcA AME1ucuqA

    Proyectada por Pedro Henriquez Ureay publicada en memoria suya

    CORRESPONDENCIA

    1

  • ALFONSO REYES / PEDRO HENRQUEZ UREA

    CORRESPONDENCIA1

    1907- 1914

    Edicin deJOS Luis MARrfi~z

    FONDO DE CULTURA ECONMICAMXICO

  • Primera edicin, 1986

    D. R. 1986, Foxno DE CuLTu~ EcoNMicA, S. A. DZ C. V.Avenida de la Universidad, 975; 03100 Mxico, D. F.

    ISBN 96816--1995-1 (Obra completa)ISBN 96816--1996-X (Tomo 1)Impreso en Mxico

  • Me dijiste un da: ~Quintensa y rara ha deaparecer nuestra vida a los que maf~anase asomena contemplarla con amor!

    ALFoNso REYES

    Esplendor fugaz de los das alcineos!... Lamagia del ambiente despierta el ansa de erigirsobre el areo pas sideral, el librrimo, el aristo-fnico olimpo de los pjaros.

    PEDRO HENRQUEz UREA

  • Introduccin 1907-1914

    SIGMFJcAcIN DEL EPISTOLARIO ALFoNso REYEs-P~nRoH1~Qu~zUIu~A

    UNA buena correspondencia es el resultado de la reunin de fac-tores favorables: el hbito de escribir cartas, el alejamiento circuns-tancial de los amigos que sustituyen con este recurso la conversa-cin, y el hecho de que tengan cosas interesantes que decirse ylas escriban bien. As ocurri en la Antigedad y en el mundo mo-derno, y sigue ocurriendo en la poca actual, a pesar de las compe-tencias de otros medios de comunicacin ms fciles.

    Estas circunstancias propicias para la correspondencia se dieronen la relacin entre Alfonso Reyes y Pedro Henrquez Urea. Unavez establecida su amistad, pocos aos ms tarde ambos tuvieronque seguir rutas diferentes que slo les permitieron coincidir enbreves periodos; ambos tenan el hbito de escribir largas cartas,y ambos se hicieron en el camino notables escritores, con renova-das materias intelectuales que deban comunicarse y discutir,adems de cuestiones personales, lo que da un vivaz y cambianteinters a sus cartas.

    El archivo epistolar de Reyes se ha aprovechado mucho msque el de Henrquez Urea. A la fecha se han publicado sus cartascon Valery Larbaud, Jos Mara Chacn y Calvo, Jos Vascon-celos, Julio Torri, Genaro Estrada y Victoria Ocampo.1 En cambio,el de Henrquez Urefa, que debe ser tan rico como el de Reyes,

    1 Valery Larbaud - Alfonso Reyes, Correspondance 1923-1952, Avantpropos de Marcel Bataillon, Introduction et notrs de Paulette Patout, Pars,Librairie Marcel Didier, 1972.

    Zenaida Gutirrez Vega, Epistolario Alfonso Reyes Jos Ma. Chacn, Ma.drid, Fundacin Universitaria Espaola, 1976.

    Claude Feli, crts oublis Correspondance Jos Vasconcelos/Alfonso Re-yes, IFAL, Mxico, 1976.

    Epistolario Julio Torri - Alfonso Reyes, en Julio Torri, Dilogo de loslibros, compilador Serge 1. Zaitzeff, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,1980, pp. 179-261.

    Florence Olivier, Correspondance entre Alfonso Reyes et Genaro Estra.9

  • se ha explorado mucho menos. Slo tengo noticia de la publicacinde las cartas cruzadas con Julio Torri,2 y de las muestras de cartasescritas por Henrquez Urefa que se han incluido al final de lamayora de los volmenes de la edicin dominicana de Obras com-pletas,3 sr que dan cierta idea de la abundancia de los epistolariosposibles, que sera deseable conocer en los dos sentidos, es decir,tambin las cartas recibidas por Henrquez Urea. Por lo que serefiere a mexicanos, deben ser interesantes las cartas cruzadas conAntonio Caso, Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint, DanielCoso Villegas de quien se ofrecen slo algunas de las que leescribi Henrquez Urea en el periodo 1925-1928 y ArnaldoOrfila Reynal, con quienes se sabe que se escribi, entre otrosposibles.

    De todos estos epistolarios, puede aventurarse que el ms im-portante y el ms extenso es el de Alfonso Reyes-Pedro HenrquezUrea, por el peso intelectual de los corresponsales y por la cons-~tanda de la amistad que los lig desde su encuentro inicial hastacerca de la muerte de Henrquez Urea en 1946. Adems, lascartas de este primer tramo de su correspondencia, 1907-1914, querecoge el presente volumen, nos permiten seguir paso a paso unhecho literario en verdad admirable: la formacin de Reyes comoescritor, conducido, acicateado y exigido por otro escritor ya ms

    da, LOrdinaire du Mexicaniste, Universit de Perpignari, Institute dtudesMexicaines, 54-56, febrero-abril, 1981, pp. 7-39, 10-64 y 25-49.

    Alfonso Reyes - Victoria Ocampo, Cartas echadas (Correspondencia 1927-1959), Edicin y presentacin de Hctor Perea, Universidad Autnoma Me-tropolitana, Mxico, 1983.

    Para otros epistolarios publicados en revistas, vase: James Wilhis Robb,Repertorio bibliogrfico de Alfonso Reyes, Universidad Nacional Autnoma, deMxico, 1974, pp. 10-11.

    2 Epistolario Julio Torri - Pedro Henrquez Urea [1911.1921], en Serge1. Zaitzeff, El arte de Julio Torri, Editorial Oasis, Mxico, 1983, pp. 119-1 50.

    ~ Pedro Henrquez Urefla, Obras cornl,letas, Seleccin (o Recopilacin)prlogo de Juan Jacobo de Lara, Universidad Nacional Pedro Henrquez

    Urea, Santo Domingo, R. D., 1976-1980, 10 vols. Las cartas incluidas estndirigidas a: t. 1, Max Henrquez Urea; II, Marcelino Menndez y Pelayo,Federico Garda Godoy, Charles Lesca y Ramn Menndez Pidal; III, AlfonsoReyes y Enrique Jos Varona; \, Joaqun Garca Monge y Alfonso Reyes;VI, Daniel Cosfo Villegas (1925.1928), Alfonso Reyes, Eduardo Villaseor(1926-1927) y Emilio Rodrguez Demorizi; VII, Emilio Rodrguez Demorizi,Horacio Blanco Fombona y Ramn Menndez Pidal; VIII, Alfonso Reyes,Emilio Rodrguez Demorizi y Enrique Apolinar Henrquez; IX, Flrida deNolasco, Emilio Rodrguez Demoriz y Alfonso Reves, y X, Emilio RodrguezDemorizi y Pericles Franco Ornes. Las fechas de estas cartas coinciden aproxi-madamente con las de las obras incluidas en cada uno de los tomos.lo

  • formado, que supo adivinar su talento naciente y que, con una vo-cacin excepcional de amigo-maestro consciente adems de queel discpulo sera el escritor que l senta que no poda ser,se entreg a la tarea de guiar su crecimiento.

    Junto a este signiticado principal de la primera parte de esteepistolario, deben sealarse tambin las notables crnicas de laempresa intelectual del grupo atenesta y los panoramas de los am-bientes culturales y polticos en el Mxico de 1900 a 1914, en LaHabana durante la segunda dcada y el general de las lecturas ycorrientes intelectuales que dominaron este periodo.

    EL ENCUENTRO DE LOS AMIGOS Y SUS CIRCUNSTANCIAS

    Pedro Henrquez Urea, cinco aos mayor que Alfonso Reyes,tena una slida formacin previa a su encuentro en 1906. Venade una familia dominicana distinguida en elE servicio pblico ylas letras. Su padre, mdico de profesin, sera presidente de supas, y le dara su espritu cvico y su inclinacin cientfica. Lasletras le venan de su madre, poetisa y educadora, considerada enSanto Domingo la personalidad sobresaliente de la literatura de sutiempo.

    Haba hecho ya el bachillerato, pareca haberlo ledo todoy tena una frrea disciplina personal. Haba pasado tres aos ymedio en Nueva York, de los diecisiete a los veinte aos, dondea pesar del trabajo agobiador que debi tomar para subsistir en elltimo periodo, domin el ingls, asisti a teatros y conciertos ehizo abundantes lecturas. En su educacin dominicana y poste-riormente, adems, haba aprendido latn, tena nociones de grie-go y saba francs e italiano.

    Al llegar a Mxico, en busca de aires ms amplios y afines, alos veintids aos, tena un valioso libro de estudios literarios(Ensayos crticos, La Habana, 1905) ya publicado y probable-mente slo conocido por algunos de los escritores de la RevistaModerna de Mxico, lo cual no obst para que debiera comenzarsu aprendizaje mexicano por lo ms duro: el periodismo, primeroen el puerto de Veracruz. donde permaneci algunos meses, yluego en la ciudad de Mxico. Aqu entra pronto en relacin conla generacin literaria entonces ms visible, la de los modernistasque acaudillaba Jess E. Valenzuela y se encontraba en plena acti-vidad. Y pronto descubre a la nueva generacin, que comenzaba aabrirse paso la de Antonio Caso, Jess T. Acevedo, Ricardo

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  • Gmez Robelo, Alfonso Reyes y Alfonso Cravioto, a la que seunirn luego Jos Vasconcelos, Martn Luis Guzmn y Julio To-rri y que acabar por ser la suya propia.

    Al contacto con este grupo, se despierta en l la vocacin demaestro y promotor de cultura. Y a pesar de que debe cumplirtrabajos venales para subsistir (redaccin de peridicos ~ luegoempleo en una compaa de seguros), va constituyendo un ncleoque trabaja activamente en su formacin intelectual, con las se-ries de lecturas y comentarios de textos clsicos, y poco despus,con la organizacin de conferencias y otras actividades pblicas,que marcarn una huella importante en la cultura mexicana.

    La afinidad de Henrquez Urea con el grupo naciente eratambin cuestin de generaciones. Los poetas modernistas, LuisG. Urbina, Manuel Jos Othn, Jess E. Valenzuela, contabanentonces entre 42 y 50 aos, salvo Jos Juan. Tablada y EnriqueGonzlez Martnez que tenan 35, y Amado Nervo 36. En cambio,los del nuevo grupo tenan edades ms cercanas a los 22 de Hen-rquez Urefla: Antonio Caso 23 aos, Jess T. Acevedo 24, Ri-cardo Gmez Robelo 22, Jos Vasconcelos 25 y Alfonso Cravioto22. Los benjamines eran Martn Luis Guzmn, quien tena 19, yAlfonso Reves y Julio Torri quienes en 1906 slo contaban 17 aos,y an eran preparatorianos.

    Durante los primeros aos en Mxico, Henrquez Urea fueamigo muy cercano del arquitecto Acevedo, y en casa de ste secelebraron las primeras lecturas, que ms tarde se hicieron en lade Caso, por quien mantuvo siempre gran afecto. Torri fue tam-bin uno de los amigos fieles de Henrquez Urea, alguna vezvivieron en la misma casa contigua a la de Reyes, y a susalida de Mxico a La Habana l le guardara sus libros. Con todo,la amistad mexicana de Henrquez Urea que profundizara msy que mantuvo vnculos hasta su muerte sera la de Reyes.

    Los cinco aos de diferencia entre las edades de uno y otrosern muy notorios, sobre todo en los primeros aos de su relacin.En 1906 Alfonso Reyes era un muchacho que comenzaba a es-cribir y que aprenda su oficio apresuradamente. An nio, enMonterrey haba: pasado pronto de las colecciones de cuentos cl-sicos a las primeras lecturas serias en los libros que encuentraen la biblioteca de su padre: el Quijote, las novelas de VictorHugo, la Divina comedia, el Orlando furioso, los Cantares deHeme, Espronceda y los Episodios nacionales de Galds. En elLiceo Francs de Mxico debi recibir las bases del francs, yluego aprender el ingls, para leer a Wilde, y cuanto puede del12

  • italiano, para leer a DAnnunzio. Ya muchacho leer muchosotros poetas: Daro, Nervo, Othn, Urbina y los parnasianos fran-ceses. Cuando, ya preparatoriano en la ciudad de Mxico, conoceal grupo de Savia Moderna y a Pedro Henrquez Urea, emprendeen firme cli aprendizaje que no tiene trmino del intelectual ydel poeta.

    Pocos aos ms tarde, en 1914, sera un joven que haba tenidoque madurar forzado por el duro imperio de los hechos. De ser elhijo del ministro y del gobernador poderoso, en el mundo reguladodel porfiriato, y que iba haciendo sin mucha prisa sus estudiosregulares, al mismo tiempo que haca su iniciacin literaria, conlos mejores augurios, se encontr en 1914, apenas a los 25 aos,con una tragedia encima, que nunca cicatrizara del todo, ya ca-sado y con un hijo pequeo y, al estallar la Guerra, cesado enPars de su nfimo cargo diplomtico, desplazado a la frontera yproyectando ir a Madrid para sobrevivir de alguna manera.

    Pero al lado de esta historia externa, su amigo y preceptor im-perioso, Henrquez Urea, lo empujaba sin reposo ni piedad parasus propensiones sentimentales y sus ocasionales disipaciones, aestudiar ms, a saber ms, a corregir y pulir cuanto escriba, a des-confiar de su facilidad, a endurecerse, a encontrar tiempo paraestar en la calle y en la vida, y saberlo todo al mismo tiempo.Al cabo de este primer periodo de la relacin de los amigos,

    Alfonso Reyes tendr una discreta fama como poeta y un prestigiocomo prosista, un primer libro, Cuestiones estticas (1911), reve-lador de su talento, que abra nuevas perspectivas a la cultura dela poca con sus estudios sobre Gngora y Mallarm; tres buenosestudios sobre letras mexicanas publicados en folletos, y un nacien-te prestigio como hispanista y ensayista de un nuevo tono, aladoy culto.

    Las cartas de Alfonso Reyes y Pedro Henrquez Urefia escritasde 1907 a 1914 muestran esta apresurada evolucin, y el rigor im-

    ocasiones con aspereza, y ]o alen-maestro y amigo excepcional.desahogos sentimentales de las

    disciplinando, a fuerza de preci-de pudor varonil los ltimos. Ladel 19 de septiembre de 1914), ensin una queja, su salida de Parstodo, llevndose un solo libro, y

    limitndose a decir puedo perecer de hambre, muestran el ca-mino recorrido: es ya un hombre y un escritor.

    placable con que lo conduca, entuba con lcida generosidad, un

    El vagabundeo mental y losprimeras cartas de Reyes se vansin y objetividad el primero, ycarta final de este volumen (112,la que relata con serena triste-za,ante el desastre, abandonndolo

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  • RIGoRES Y HALAGOS DE UN MAGISTERIO

    En una de las primeras cartas (12), Henrquez Urea reconvenaa Reyes por sus disipaciones y le prescriba para cuando llegase suhermano Max a Monterrey, que hicieran lecturas juntos, exclusiva-mente de cosas serias: literatura griega, Platn, Descartes, Scho-penhauer, Nietzsche, Hffding, con el propsito de combatir, en elestilo de Max, la imprecisin, las palabras que, por querer signi..ficar mucho, nada significan.

    Sorprende, en primer lugar, este programa de lecturas para unmuchacho de 19 aos, que an no cumpla Alfonso Reyes, juntocon Max Henrquez Ureia que contaba ya 23. Y en carta ante-nor (8), tambin de 1908, Reyes enviaba a su amigo un laboriosoresumen s anlisis de El origen, de la tragedia, de Nietzsche, y delos espritus apolneo y dionisaco, que sin duda le haba pedido.En cuanto a la imprecisin, o el imprecisionismo, como solaescribir Henrquez Urea, ser una de sus bestias negras, y de loque ms detestaba en el estilo literario. Nunca llegar a censurarprecisamente por ello al estilo de Reyes; sin embargo, suelen andarcerca algunos de sus reparos. Con minuciosa paciencia, analiza ysugiere correcciones, al mismo tiempo que celebra los aciertos,a varios escritos de Reyes: al artculo Nosotros, en la carta 57; alpoema Cancin bajo la luna, en la carta 65; al estudio sobre ElPeriquillo, en la carta 80; y al artculo sobre Nervo, en la car-ta 100, todas de 1914. Los reparos iban desde cuestiones de orto.grafa, hasta atribuciones o alusiones imprecisas y palabras inade-cuadas, sugiriendo cada vez las soluciones o mejoras posibles ycelebrando tambin los aciertos. En verdad, era la crtica ms tilpara un escritor que comenzaba, y que an no aprenda a poneren tela de juicio la facilidad de su pluma. Que sta era una tareamuy frecuente de Henrquez Urea y que sus amigos solan abu-sar de su paciencia, lo ha referido Julio Torri:

    Era de una bondad inagotable. ste me parece uno de sus rasgoscaractersticos. A menudo ocurran sus amigos a leerle manuscri-tos y a consultarle aun en horas que todos dedicamos al sueo.Medio dormido, vencido por el cansancio, pero siempre benvoloy cordial, aprobaba o haca objeciones, entre ronquidos. Si el des-considerado amenazaba con irse y volver al siguiente da, Pedroaclaraba, siempre con los prpados cerrados y entre dos sueos:Sigue leyendo, no estoy dormLido.4

    ~ Julio Torri, 4Recuerdos de Pedro Henrquez Urea, Tres libros, FCE,Mxico, 1964, p. 170.

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  • En una ocasin, a pesar de las preocupaciones de la GuerraMundial, ya encima, Alfonso Reyes le devolvi la receta y elservicio, en su carta 106, del 19 de agosto de 1914, y analizaciertos y descuidos en el artculo de Pedro Henrquez Ureasobre Los valores literarios de Azorn recin publicado.

    Las censuras no se limitaban a cuestiones de escritura. En lascartas de Pedro Henrquez Urea a Alfonso Reyes, de mediadosde 1914 cuando aqul se encontraba malhumorado por no po-der salir de La Habana y por el calor que lo agobiaba, recon-viene speramente a su amigo por cuestiones personales, algunasinjustas o imposibles: deslgate del mundo mexicano, sal a ver lascalles de Pars, sal todas la noches, abandona la tristeza, impntu superioridad y hazte egosta, y de nuevo, relee, revisa y cuidacuanto escribes, etctera. Es, en cierta manera, el tono admonito-rio de un padre o de un superior, empeado en la correcta forma-cin del hijo-discpulo. Y Alfonso Reyes, pacientemente, slo ledesliza un tus cartas llenas de crueldad, le explica que no pue-de gastar nada y le promete esforzarse en mudar de tempera-mento.

    Mas, al mismo tiempo que se dola a veces por el exceso de lasreconvenciones, Alfonso Reyes le peda que no cesara aquella ri-gurosa formacin: Cudame, constryeme (carta 74) y aun exa-geraba la significacin de tan singular vnculo: En mi soledad, yalo sabes, eres el centro de mis deseos espirituales. A ti aspiro yen ti espero (carta 76). A mediados de 1914, fecha de estas car-tas, Reyes segua siendo un joven atolondrado y asustado por e]chaparrn de responsabilidades que le haba cado y se haba echa-do encima, y que pronto aumentaran, y que para salvar su enormesensibilidad y vocacin literaria y su deber mayor de hacerse es-critor, tena necesidad del apoyo, aun distante, del padre-maestro-amigo que fue para l Henrquez Urea.

    Y aun, en la carta 108, del 28 de agosto de 1914, cuando intentaexplicar a Henrquez Urea el porqu de su elogio furtivo a l,en su artculo Nosotros, le dice:

    Yo no podr nunca escribir ni hablar de ti: por una parte, me re~suena todo mi ser, cuando me propongo definirte; por otra, misentido mexicano del ridculo me cohbe. Has sustituido mi con-ciencia.

    Ya muerto Henrquez Urea haca ms de una dcada, su pre-sencia aleccionadora segua viva en Reves. En una de sus ltimas

  • pginas, aparecidas en el postrer libro que pudo cuidar, escribiestas lneas de emocionante sinceridad:

    Cuando temo haberme documentado imperfectamente y con de-masiada ligereza, se me aparece como un reproche la cara de donRamn Menndez Pidal, mi inolvidable maestro. Cuando no logroexpresarme con diafanidad y precisin, creo ver el rostro de PedroHenrquez Urea, que me reconviene. Cuando me pongo algopedante, se me aparece como en protesta ese gran maestro de sen-cillez que fue Enrique Dez-Canedo. Cuando deseo ms sensibi-lidad y gracia a quin invocar sino a Azorn? Cuando me pongoalgo cursi, aparece Jorge Luis Borges y me lo reprocha en si-lencio. Cunto les debo a todos!

    Del lado de Henrquez Urefa, esta solicitud extrema para suamigo Reyes estaba apoyada no en una amistad gratuita y ciegasino en la certeza que siempre tuvo de que su vocacin de forma-dor haba encontrado en Alfonso Reyes la ms noble materia pri-ma y que vala la pena aquella solicitud persistente para construirun gran escritor. Por ello, junto a las reprensiones imperiosas, esconmovedor encontrar en las cartas de Henrquez Urefia los hala-gos ms generosos y objetivos, que ms debieron emocionar alpropio aludido:

    T eres de las pocas personas que escriben el castellano con soltu-ra inglesa o francesa; eres de los pocos que saben hacer ensayo ofantasa. Por qu no quieres esa libertad?

    le dice en su carta 80, del 30 de mayo de 1914. Y ms adelante, alcomentarle la idea del grupo muy unido y que trabaja en todoactivamente, como el que tuvieron en Mxico, aade:

    Y de ese grupo t has sido el verdadero portavoz, es decir, sers,pues eres quien le ha sacado verdaderamente partido al escribir,aunque Caso sea la representacin magistral y oratoria local. Yas que t dirs que yo soy el alma del grupo; pero de todos modost eres la pluma, t eres la obra, y sta es la definitiva.

    ste es un vaticinio de singular lucidez, si se recuerda que estescrito en 1914, cuando Reyes tena un polo libro publicado y unmanojo de artculos sueltos y de poemas.

    ~ Alfonso Reyes, ~I58. Los rostros aleccionadores (abril de 1956), Lasburlas veras (Segundo ciento), Tezontie, Mxico, 1959, p. 120.16

  • EL ESTILO PERSONAL DE FORMAR

    Pedro Henrquez Urea estaba persuadido de que ninguna obraintelectual es producto exclusivamente individual, ni tampoco so-cial, sino que es obra de un pequeo grupo que vive en alta ten-sin intelectual; de un grupo muy unido, que se ve todos los daspor horas y trabaja en todo activamente (carta 80, del 30 de mayode 1914). As haba ocurrido en los das alcineos de Mxico,entre 1907 y 1910 y, cuando quiso repetir la frmula en La Ha-bana, con Jos Mara Chacn y Calvo, Francisco Jos Castellanos,Luis Barait, Gustavo Snchez Galarraga y Mariano Bru]l, el planno funcion por motivos circunstanciales.

    Por qu tuvo xito en Mxico? En primer lugar, por la exis-tencia de un grupo central y otro perifrico de latente calidadintelectual: Henrquez Urefa, Caso, Acevedo, Reyes, Gmez Ro-belo, en el grupo central, al cual se agregar luego Torri; y en elperifrico, Vasconcelos, Guzmn, Cravioto, Eduardo Coln, CarlosGonzlez Pea, Mariano Silva y Aceves; y aun como aliados oca-sionales, Roberto Argelles Bringas, Luis Castillo Ledn, IsidroFabela, Nemesio Garca Naranjo, Rafael Lpez, Manuel de laParra y Cenaro Fernndez Mac Gregor.

    Con la base de la buena materia prima, influyeron tambin lascircunstancias favorables: el pas disfrutaba, en los aos finales delporfiriato, de paz ~cierta prosperidad. Don Justo Sierra, el Minis-tro de Instruccin Pblica, vio siempre con simpata y alent lasactividades del grupo, y junto a l estaba Luis O. Urbina, que fueotro de sus aliados. En fin, Mxico careca entonces de escuelasuperior de humanidades, pues la de Altos Estudios slo se fun-dara en 1910 despus de la reapertura de la Universidad Nacio-nal. Sus funciones las anticipaba, pues, este grupo, que luegoapoyara la Escuela una vez constituida.

    El alma fue Pedro Henrquez Urefia; pero su conciencia, sudensidad pensante fue Antonio Caso. Y luego Alfonso Reyes sersu pluma, su obra destacada, para repetir el esquema de HenrquezUrea. Como este lo recordar,6 la idea de constituir en 1907 unaSociedad de Conferencias fue de Jess T. Acevedo, quien ya debiser arquitecto para entonces. Pero antes de salir al pblico, decidiHenrquez Urea que deban prepararse y, primero en la casa deAcevedo y luego en la de Caso donde haba un busto de Goethe

    6 Carta 46, del 29 de octubre de 1913, que es un notable resumen de laevolucin de las letras, ti pensamiento y las artes en Mxico de 1900 a 1913,con especial mencin de las empresas atenestas.

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  • que se empleaba como perchero., se hacan las lecturas comen-tadas de textos griegos. Alfonso Reyes, Pedro y Camila HenrquezUrea ~recuerdan la del Banquete de Platn, en que siete de losasistentes interpretaban a los comensales griegos, y concluy cuan-do ya haba amanecido; Torri cuenta haber asistido a la lecturadel Fedn.8 Pero Henrquez Urefa era tenaz y sistemtico y huboms lecturas. En su carta 8, del 31 de enero de 1908, le cuenta aReyes, que estaba en Monterrey:

    Nosotros hemos organizado al fin un programa de cuarenta lec-turas que comprenden doce cantos picos, seis tragedias, dos come-dias, nueve dilogos, Hesiodo, himnos, odas, idilios y elegas, yotras cosas ms con sus correspondientes comentarios (Mller,Murray, Ouvr, Pater, Bral, Ruskin, etc.), y lo vamos realizandocon orden.

    Y ms adelante, en la misma carta, le da detalles del programa, elporqu de lo elegido y de lo prescindido y enumera los dilogosplatnicos que se leern.

    Adems de los textos griegos, hubo minuciosas lecturas de laCrtica de a razn pura de Kant, como lo recordarn Caso y Vas-concelos,9 y este ltimo agrega que llev a las sesiones los sermonesde Buda y que leyeron tambin el Discurso del mtodo de Des-cartes y a otros filsofos modernos.

    Mientt~sseguan las lecturas, la Sociedad de Conferencias or-ganiz dos ciclos, en 1907 y 1908. El primero, en el Casino deSanta Mara, estuvo formado por las seis siguientes: La obra pic-trica de Carri~repor Alfonso Cravioto, Nietzsche por AntonioCaso, La evolucin de la crtica por Rubn Valenti, Aspectosde la arquitectura domstica por Jess T. Acevedo, Edgar Poepor Ricardo Gmez Robelo ~ Gabriel y Galn por Pedro Henr-quez Urefa. E! segundo. de 1908, ofreci cuatro conferencias msen el Conservatorio Nacional: Max Stimer por Antonio Caso,

    ~ Alfonso Reyes, Pasado inmediato (1939), Pasado inmediato y otros en-sayos, Mxico, 1941; Obras Completas, t. XII, p. 208.

    Pedro Henrquez Urefia, La cultura de las humanidades (1914), y Obracrtica, Mxico, FCE, 1960, p. 598.

    Camila Henrquez Urea, Conversatorio con Camila, Estudios y confe-rendas, Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1982, p. 634.

    8 Julio Torri, op. ct., p. 172.~ Antonio Caso, Kant en Argentina y en Mxico, El Universal, Mxico,

    17 de febrero de 1939.Jos Vasconcelos, El intelectual, Ulises crollo, Mxico, Botas, 1936,

    pp. 311-313; FCE, 1982, t. 1, pp. 267-269~18

  • La influencia de Chopin en la msica moderna por Max Hen-rquez Urea, DAnnunzio por Cenaro Fernndez Mac Gregory Pereda por Isidro Fabela.

    Ya constituido el Ateneo de la Juventud, el 28 de octubre de1909, slo organizara dos series de conferencias. La ms conocida,y la nica que lleg a coleccionarse e imprimirse, la de 1910, ce-lebr sus seis conferencias a las siete de la noche, los lunes 8, 15,22 y 29 de agosto, y ~ y 12 de septiembre, en el saln de actos dela Escuela Nacional de Jurisprudencia, y fueron las siguientes:La filosofa moral de don Eugenio M. de Hostos por AntonioCaso, Los Poemas rsticos de Manuel Jos Othn por AlfonsoReyes, La obra de Jos Enrique Rod por Pedro HenrquezUrea, El Pensador Mexicano y su tiempo por Carlos GonzlezPe~fia,Sor Juana Ins de la Cruz por Jos Escofet, y DonGahino Barreda y las ideas contemporneas por Jos Vasconcelos.Otra serie, proyectada para 1911 (vase carta 28, de Reves), nolleg a realizarse. La ltima serie de conferencias del Ateneo, yla aparicin final del grupo, ya en das aciagos y bajo el huertis-mo, se dio en la Librera General o Biblos, de Francisco Gamo-neda, en noviembre y diciembre de 1913, y const de las seissiguientes: La literatura mexicana por Luis O. Urbina, La filo-sofa de la intuicin poe Antonio Caso, Don Juan Ruiz deAlarcn por Pedro Henrquez Urea, La arquitectura colonialmexicana por Jess T. Acevedo, Msica popular mexicana porManuel M. Ponce, y La novela mexicana por Federico Gamboa.

    No fue un azar la calidad de la mayor parte de estas conferen-cias, ni los nuevos territorios que abran para el pensamiento conlas conferencias de Caso sobre Nietzsche, Stirner y la nueva filo-sofa espiritualista, a las que habra que relacionar con su famosaserie de 1909 sobre el positivismo, ni la preocupacin por lospensadores hispanoamericanos Hostos, Rod, Barreda, nilas nuevas perspectivas que abran para el estudio de la culturamexicana descubrimiento del valor de la arquitectura colonialy de la msica popular mexicanas y revaloracin de Ruiz de Alar-cn. Caso y Henrquez Urea las planeaban y balanceaban, y eldominicano se encargaba del examen previo de los textos de losnovatos, y aun de rechazar los proyectos no suficientemente ma-duros. Caso particip en los cuatro ciclos, Henrquez Urefia entres de ellos, Acevedo en dos y Reves slo en el de 1910.

    En estas series de conferencias se intent ligar a la msica conla cultura escrita y hubo participaciones de ejecutantes, jvenestambin especialmente de los pianistas Alba Herrera y Ogazn

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  • y Max Henrquez Urefa, que lo era adems de escritor, noslo en las conferencias dedicadas a ternas musicales sino tambinen pequeos conciertos o en audiciones que se ofrecan antes o des-pus de las exposiciones. En las conferencias de los dos primerosciclos se ofreca, adems, un poema.

    En los casi tres aos que pasaron entre las conferencias del Ate-neo de agosto y septiembre de 1910, el ao del Centenario, y lasde fines de 1913, el pas se transform profundamente: concluyel porfiriato que pareca eterno, triunf la revolucin maderistay, por un breve lapso, antes del cuartelazo huertista de febrero de1913, Mxico se abri a nuevos aires de libertad y democracia.Para responder a ellos, el Ateneo de la Juventud decidi conver-tirse en Universidad Popular, un intento generoso para difundiren barrios ~ centros de trabajo nociones elementales. Y cuandoCaso, Henrquez Urea, Reyes y otros atenestas se dieron cuentade que, por los problemas econmicos del pas, la. Escuela deAltos Estudios estaba en peligro, decidieron apoyarla con sus cur-sos gratuitos como lo eran tambin sus conferencias y sus actua-ciones en la Universidad Popular: los intelectuales deban vivirentonces de otros trabajos o de milagro.

    Cuando sobrevino la desorganizacin dci pas con el huertismoy la presin creciente de la revolucin constitucionalista, Henr-quez Urea que adems de pragmtico vea hacia adelante elporvenir de los estudios universitarios se preocup especialmentepor la renovacin de los cuadros de profesores, en la Preparatoria,en Altos Estudios y en otras escuelas, e hizo cuanto estuvo en susmanos y en sus hbi]es relaciones, para contrarrestar el peso muer-to de los viejos positivistas, de los maestros de medio pelo y delos ignorantes pintorescos, con los nuevos estudiosos surgidos delAteneo y de la nueva generacin que apareca.

    Las mujeres ms despiertas de la poca comenzaron tambin ainteresarse en estos actos. Adems de la pianista mencionada, ha-ba, por ejemplo, pintoras en la exposicin de Savia. Moderna ya las conferencias asistan discpulas de la Escuela de Altos Estu-dios, maestras, esposas de escritores y profesionistas y seoras ele-gantes que se interesaban por estas actividades entonces pocofrecuentes.

    Participar en las lecturas griegas, llegar a dar una conferenciay formar parte del pequeo ncleo de amigos que rodeaban aCaso y a Henrquez Urea, o aun de los crculos perifricos noera accesible para todos. Torri ha contado con mucha graciacmo eran las relaciones en torno a Henrquez Urefia:20

  • Viva entre sus discpulos es necesario confesarlo en un mun-do de pasin. Naturalmente que si estibamos incluidos en las lis-tas del Maestro y habamos obtenido implcitamente su aproba-cin nos sentamos con la celebridad en el bolsillo. Pero si se nosomita sus omisiones eran desgraciadamente siempre deliberadasy cuidadosamente cstablecidas~ se enfureca el suprimido y seconverta en virulento detractor. Cerca de s no haba sino devotosy maldicientes. Lo mejor era situarse a cierta distancia.b0

    En la correspondencia del presente volumen pueden seguirselos pasos de estas inclusiones y exclusiones en los diversos gradosde los crculos amistosos, as como los personajes definitivamenteproscritos. Asimismo en estas cartas puede conocerse el tramadode claves y convenciones sobreentendidas, que parecan las contra-seas de esta hermandad.. Henrquez Urefla era muy dado a darapodos, diminutivos o apcopes a sus amigos y parientes: Pho.-cs, su primo; Fran, su hermano mayor; Don Franscual, Fran-cisco Pascual Garca; El barn, Rodolfo Reyes; Parrita, el poetaManuel de la Parra; y al grupo de Antonio Castro Leal, ManuelToussaint y Alberto Vsquez del Mercado, que comienza a apa-recer en las cartas hacia septiembre de 1913, lo llaman amboscorresponsales los Castros, y despus, segn el humor, losCastriperritos o la Castriperricia, lo cual no obsta para queHenrquez Urcfia elogie el estilo del primero o haga su retratomoral con rasgos muy severos. Ambos compartan la mana contraErasmo Castellanos Quinto, quien al parecer, por su lado, tratabade perjudicarlos siempre que poda, a ellos o a sus amigos. A Reyesse le escapan en ocasiones arrebatos de maledicencia, que Hen-rquez Urefa inLentaba objetivar. Y ste, acaso costumbre deperiodista, tena una rara capacidad para recordar nombres yhechos de muchsima gente, de los ms variados niveles, crculosy pases.

    Los TONOS DE LAS CARTAS

    Henrquez Urea tena, por supuesto, una teora personal de cmodeban ser los epistolarios: Yo concibo la correspondencia de-ca a Reyes en la carta 79, del 30 de mayo de 1914 como placer,mucho ms que como desahogo. Como un doble placer, deescritura y rememoracin para el que escribe, y de lectura e inte-

    10 Torri, op. cit.,p. 173

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  • rs para el que la recibe. No deban ser desahogos pero tampocointercambio de informes, consultas y buenos deseos de salud y defrmulas de cortesa. En las primeras cartas, an usan ambosfrmulas convencionales; quererse, estimarse est implcito en to-das las siguientes cartas, y por ello slo se saludan y despiden consus nombres de pila a secas. Prescinden tambin de mieles intiles,corno saludos a amigos y parientes, aunque a veces HenrquezUrea enva Recuerdos a Manuela.

    Las cartas, pues, deban relatar qu haban hecho, qu lean,qu pensaban y cmo eran las personas encontradas que valan lapena; o bien, dar informes solicitados o no sobre acontecimientoso materias culturales ms amplios. Y como casi todas las cartas,stas eran tambin, con frecuencia, monlogos o dilogos desordos. El tiempo transcurrido entre la escritura y la lectura al-rededor de tres semanas en las transatlnticas enfriaba los apre-mios, los encargos o las consultas, aunque en ocasiones s tenanprolijas respuestas.

    Desde las primeras, las cartas de Henrquez Urea estn bienarmadas y pensadas hasta dar la impresin de espontaneidad. Nun-ca hay dispersin ni simple amontonamiento de noticias y sloexcepcionalmente son desahogos, aunque por ello mismo stos sonimportantes para el conocimiento de su autor. Sus materias domi-nantes son crnicas de acontecimientos, generales o de teatros,conciertos, exposiciones y conferencias, comentarios de lecturas,informes sobre cuestiones literarias, relatos de viajes, retratos depersonajes, historias y chismes: pintorescos. Antes que modestorespecto a su propio valer y significacin, o tratando de achica:rse,a la mexicana, su autor prefiere reconocer abiertamente, aunquesin fatuidad, sus onocimientos y su condicin de centro promotor.Todo esto hace a sus cartas amenas: cuentan siempre algo y locuentan bien. Y leerlas es como leer sus ensayos o estudios, aun-que en lugar de la unidad exista la variedad de materias. Rarasson sus cadas o incongruencias y, slo ocasionalmente, consientealguna destemplanza, designaciones coloquiales o salidas de tono,que hubiea~excluido de sus escritos pblicos.

    Otras son las caractersticas de las cartas de Reyes. En lasprimeras, se siente an al muchacho que busca su camino, quecuenta sus conflictos sentimentales, que salta de uno a otro tema,que escribe apresuradamente empleando mltiples abreviaturas ydescuidando las grafas, y que, en suma, va aprendiendo lentamen-te el arte epistolar y a seguir la norma y estilo de su maestroriguroso. Paso a paso, va tratando de reprimir sus efusiones y se

  • va interesando por el mundo exterior y el de las ideas y los libros.Su capacidad de absorcin y de retencin fue siempre enormealguna vez habl de su memoria de colodin y la amplitudcreciente de su curiosidad puede seguirse en estas cartas. Advirtien sus primeros aos la importancia que tena La Nauvelle RevueFranaise como manifestacin de una nueva sensibilidad literaria,as como la recu?eracin de las races expresivas del teatro en losprogramas inaugurales del Vieux-Colombier. Registr con finapercepcin el fantasma de la guerra que avanzab~iy al granpueblo venteando la guerra y, contra el germanismo intelectualde su amigo. exalt el espritu democrtico francs. Mas, en elcampo de las ideas y la imaginacin, sus cartas parecen algo esque-mticas frente al vuelo de sus artculos breves en estos aos en losque va soltndose en su peculiar arte de la visin cordial de sustemas, como tornados al sesgo, con perspectivas inesperadas yrehuyendo toda pesadez y formalidad. Sus cartas a HenrquezUrea, con excepciones, s eran diferentes a sus escritos contem-porneos.

    Aunque nunca lo diga, llega a parecer evidente que su amigolo atemorizaba, como debi ocurrir con muchos otros. Sentapor l afecto, amistad y reconocimiento extremos; saba que llo estaba formando, que tena conocimientos y experiencias supe-riores a los suyos, un sentido extremo del rigor y la precisinmentales, y una innata capacidad de magisterio que, aunque seejercitara en muchos otros, se concentraba especialmente en laformacin de Alfonso Reyes. Por todo ello, y acaso por ciertaaspereza personal en el trato, o vista desde otro lado, por la faltade suavidad y cortesa a la mexicana, Reyes veneraba no hayexageracin en el trmino---- a Henrquez Urea, pero al mismotiempo estaba cohibido ante l y reprima su natural efusivo,lamentoso y juguetn. Si se comparan las cartas que por los mis-mos aos escribe a Julio Torri cariosas, maliciosas, chispeantesy deshilvanadas, se advertir este cambio sensible en el tonoepistolar.

    Semejante esfuerzo por parecer otro lo haca educarse cierta-mente, en el lado serio ~ sabio de su personalidad, pero lo hacaocultar en sus cartas ante su amigo-preceptor su vena espontneay graciosa, aquella soltura que tanto apreciaba Henrquez Ureaen los ensayos-fantasas de Reyes.Debe tenerse en cuenta, al respecto, que Reyes escriba a Torri

    ocasionalmente cuando tena el humor propicio, y que a Henr-quez Urefia le escriba riegularmente, en las buenas y en las malas.

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  • Estas ltimas, los problemas, se refieren (carta 7) a desajustesfrente al autoritarismo y gustos intelectuales de su padre el generalReyes, a relaciones con el resto de su familia original, a pasionesy disipaciones juveniles ~, en el ao de Pars (1913-1914), a losconflictos que le originan los resabios polticos, de los que lquisiera apartarse, a la putrefaccin oficinesca en la Legaciny a la imposibilidad de tener verdaderos amigos como los deMxico. No eran cosa mayor ni inusitada, aunque los ltimos,unidos al peso de la familia nueva y a la estrechez econmica,debieron ser ms duros.

    Por su lado, tambin las cartas de Henrquez Urea tienendesahogos morales, aunque l saba adobarlos como reflexionesgenerales o bien como introspecciones. En la carta 17, escritaen Mxico el 13 de marzo de 1908, se siente agobiado por la largamonotona diaria de su trabajo oficinesco, la pobreza en que vivey la imposibilidad que ve aun de estudiar Jurisprudencia; aade,con serena objetividad, la desventaja que en ciertos ambientesle causan sus rasgos fsicos 11 y concluye afirmando que ha llega-do al escepticismo, a un desnimo que, con todo, acabar porsuperar.

    Y en una de las cartas finales de este periodo (103, del 13 deagosto de 1914), escrita en La Habana donde comienza a sentirseaprisionado, y un poco para explicar a Reyes la agresividad de suscartas recientes, le cuenta la teora a que ha llegado respecto a supropia personalidad y a su contradiccin:

    Soy dos seres superpuestos: un joven de quince aos, o diez y ocho,neurastnico, irritable, pesimista de s propio (esto en1 las horasen que recibe una contrariedad fsica o moral); un hombre detreinta aos, que se da cuenta de sus xitos humanos el hombrede Arnold Bennet.

    Y en la misma carta aade esta visin melanclica de su propiaobra:

    Me he convencido, con tristeza, de que soy superior en la vida alo que soy escribiendo. Tengo que cambiar, ya sabes que me lopropuse... En fin, quedar corno influencia ya que no como obra.

    As lo reconoci, entre otros, Julio Torri cuando escribi:

    11 Quienes, como yo, llevan en su tipo fisico la declaracin de perte-necer a pueblos y raza extraos e inferiores!24

  • Sus escritos, con serlo tanto, son menos valiosos que su influenciapersonal en la juventud de hacia el segundo decenio de este siglo.12Sin embargo, creo que esta comparacin entre influencia y obra

    es innecesaria. La obra ensaystica y crtica de Henrquez Ureatiene su propio peso y un valor excepcional como visin orgnicae interpretacin de la cultura hispanoamericana. Y cuando consi-deramos a su autor, debemos recordar que, adems, su magisteriofructific en las obras de muchos de sus discpulos y amigos, eneste y en los poriodos posteriores, y contribuy decisivamente aun renacimiento cultural en el Mxico de 1908 a 1913. Esta ac-cin pblica y en las obras de otros no disminuye sino engrandecesu propia obra.

    LAs CARTAS COMO EJERCICIOS DE ESTILO

    Cuando el tema lo consiente, los corresponsales se detienen enla descripcin de un ambiente, en la crnica de una excursin,de una fiesta o aun de un proceso y en los retratos de algunos per-sonajes. Eii realidad, estn haciendo ejercicios de estilo, esbozandomentalmente un posible desarrollo ensaystico. Henrquez Urea,en marzo de 1908 (carta 16), viaja a Veracruz con Jess T. Ace-vedo, Jos Mara Lozano y Ricardo Gmez Robelo, con el pro-psito de invitar al poeta Salvador Daz Mirn a participar enel homenaje a Gabino Barreda, y le hace a Reyes una vivazcrnica del viaje, a Jalapa y al puerto, con un agudo retrato delvate que gustaba de imponer a sus oyentes disertaciones difusasque nunca terminaban. Cuando en 1911 (carta 32) va HenrquezVrea a visitar a su padre a Santiago de Cuba, le describe a Reyescon mucho encanto la vida en las viejas casas acomodadas ~elaciudad cubana: la disposicin de la casa, las comidas, los caballosy coches, el uso del ingls y del francs segn los criados, y otraparticularidad: Se bafla uno todos los das (como en La Haba-na) . Costumbre en los lugares clidos, pues en aquellos aosen la ciudad de Mxico lo comn era el bao semanal. Y en cartasde La Habana de mediados de 1914 (80 y 82), le refiere minu-ciosamente una entrega de premios escolares, pretexto para haceruna teora de la fiesta social, as como los estudios de su hermanaCamila y el examen al que asiste, pretexto para disertar sobre elbuen nivel de la educacin cubana y sealar arbitrariedades pe-

    12 Torri, Ibid.

    25

  • daggicas de Enrique Jos Varona; y en fin, se detiene en hacerlela crnica de un proceso criminal el caso Asbert, que con-movi a la sociedad habanera: pretexto para recordar sus conoci-mientos jurdicos y para no perder el oficio de periodista.

    Reyes aprendi muy pronto esta otra enseanza, aunque no seatrevi por el momento poco despus lo hara superiormenteen sus ensayos ligeros y fantasas al virtuosismo de hundirse enlo trivial para encontrarle su gracia o su jugo, y se mantuvo en losejercicios sobre temas literarios. En una de sus primeras cartassustanciosas, de fines de 1913 ya en Pars (carta 47), hace dosbuenas estampas literarias, una de Leopoldo Lugones, el poetaargentino entonces en la cspide de su prestigio, de quien des-cribe su sencillez, su proyecto de una gran revista que desmoro-nar la guerra s sus ideas sobre los hexmetros latinos quepueden ser ledos como alejandrinos, y otra del peruano VenturaGarca Caldern, rara mezcla de hombre de sociedad y escritorde fcil ingenio, hoy casi olvidado. Y ms adelante (carta 108),cuando comienza a dar informes a Henrquez Utrea sobre lasrelaciones que tienen con su amigo los hispanoamericanos de Parsque la guerra le impedir proseguir, hace un retrato un pocovago del otro Garca Caldern, Francisco, el de La Revista deAmrica: describe ms sus huecos, sus ignorancias y sus elusionesque lo que realmente era.

    En cambio, son pginas del mejor Reyes el relato que le hizo(carta 91, del 19 de julio de 1914) dci da de campo que pascon Raymond Foulch-Delbosc, cuando ste, ya en sus sagradasvacaciones francesas, lo invit a visitarlo a una casa a la quenunca llegaron cerca de Fontain.ebleai~:el campo francs, lacaminata en el bosque, el almuerzo y la seduccin de la hija delrestaurantero que los serva, la nueva caminata, las conversaciones~. los proyectos, todo contado con gracia, soltura y oportunos to-ques descriptivos, maliciosos y aun imaginativos de las alternati-vas que en SU vida tuvo o pudo tener el hispanista.

    LOS MBrTOS CULTURALES

    La idea de la cultura que en estos aos tena Henrquez Ureaera congruente y sin duda pedaggicamente eficaz, aunque nocareca de lagunas un poco arbitrarias: se apoyaba en los griegosy en los eruditos alemanes e ingleses, principalmente, y en Me-nndez Pelayo; pareca conocer ms o menos en su conjunto la26

  • literatura espaola, y a las dems literaturas modernas, incluyendoa las hispanoamericanas, las conoca razonablemente sin olvidar alos escritores del momento. La literatura mexicana pareca domi-iiarla y llegara a ser un experto en las obras de Sor Juana y deRuiz de Alarcon, que estudiara minuciosamente en sus primerasediciones, as como en la literatura de la poca de la Independen-cia, gracias a sus estudios para la Antologa del Centenario. Sinembargo, haca, poco caso de la literatura latina, aunque gustarade hacer citas en esa lengua.

    Torri seala, por ejemplo, su mana contra Horacio y Cice-rn. El poco aprecio por el poeta pasar a Reyes, quien no llega-r a superarlo. En cambio, por ci filsofo y orador romano, Reyesmostrar la admiracin que merece en sus libros de madurez so-bre la antigua retrica.

    Nada del Oriente se lee en estas cartas, ni de la literatura nidel pensamiento. La aficin de ~7asconcelos por el budismo y lasfilosofas de la India, que aparecer posteriormente, son conquis-tas propias.

    Torri hace notar tambin el poco aprecio que tena HenrquezUrea por la literatura francesa, especialmente por los escritoresde boga, como Anatole France, que fascinaba a sus lectores deentonces. El prefera a los ensayistas y novelistas ingleses y estadunidenses.

    En fin, no pareca tener curiosidad por las expresiones indgenasmexicanas, de las que ya se haban divulgado las traducciones delnhuati de algunos de los Cantares mexicanos por Daniel G. Brin-ton, retraducidas al espaol por Jos Mara Vigil,13 ni tampocolor la arqueologa y los monumentos antiguos.

    En cambio, Henrquez Urefia saba mucho de msica comosu hermano Max, y escriba como un experto de conciertos ypera, y de los pros y contras de los grandes concertistas y can-tantes; as como de teatro, sobre todo italiano, alemn y en lenguainglesa. Sus juicios sobre pintura, que se limitan a noticias bastanteprecisas a pesar de que las escriba (carta 46) siete aos mstarde de la exposicin de Savia Moderna, de 1~)6,tan impor-tante para la historia de nuestra pintura, y a informes ocasionales

    13 Daniel G. Brinton, Ancient Nahuatl Poetry, Containing the NahuatiText of XXVII Ancient Mexican Poems, with a Translation, Introduction,Notes and Vocabulary by... Filadelfia, 1887. Jos Mara Vigil incluy sustraducciones al espaol en su estudio sobre Nezahualcyotl, de Hombresilustres mexicanos, Eduardo L. Gallo, editor, Mxico, 1874, t. II, y amplia-do, en la coleccin de sus Estudios crticos, que qued inconclusa.

    27

  • de las obras notables que tiene la Academia de San Carlos, reve-lan gusto y conocimiento aunque no aficin profunda.

    Algunas de estas preferencias y omisiones sern tambin las deAlfonso Reyes en estos aos, si bien l las modificar considera-blemente en algunos aspectos. El estudio de Grecia se manifestaren el brillante ensayo sobre las Electrcs, y en los ambientes dealgunos de sus poemas, y la semilla, inerte por muchos aos, flore-cer en sus panoramas y estudios de madurez. Las aficiones porGngora, Goethe y Mallarm son su propio dominio y lo acom-paarn largo tiempo. En la literatura mexicana se interesar porEl Pensador Mexicano y por Fray Servando, as como por elestudio del paisaje en los poetas del siglo xix. Apartndose en estode los gustos de Henrquez Urea, en literatura francesa seguiratento a Anatole France y, con predileccin, a los ensayos deRmy de Gourrnont as como a los grandes novelistas del xix,sobre todo Flaubert; iniciar la frecuentacin de Montaigne yexplorar la literatura medieval, durante su estancia en Pars.

    En el dominio ingls, ambos compartieron un juvenil deslum-bramiento por el ingenio y el sentido potico de scar Wilde, yluego Reyes se interesar por Stevenson y por Chesterton. Laliteratura espaola, aun antes de sus aos madrileos, y sin dudapor la cercana de Foulch-Delbosc en Pars, ser una preferenciaque ir ampliando progresivamente. No comparta Reyes, al pa-recer, el entusiasmo de Henrquez Urea por los nrdicos y losalemanes, as citara al Peer Gynt de Ibsen i los estudios filosficosde Jean-Paul. El teatro lo atraa escasamente y, menos an, lamsica. Se aficion mucho al pintor Diego Rivera aunque, enaquel momento, confesara que no entenda su futurismo.

    LOS CAMBIOS DE TONO CULTURALES Y EL BALANCE DE UNA EMPRESA

    El periodo 1907-1914 que abarca este primer tramo de las cartasse divide, tanto en lo intelectual como en lo poltico, en tres sec-ciones. La primera comprende cuatro aos y es la ms extensa, elfin del porfiriato con la apoteosis de las fiestas del Centenario, yva de 1907 a finales de 1910, cuando se inicia la revolucin made-rista. La segunda comprende la Revolucin, el triunfo y la presi-dencia de Madero, el cuartelazo y el asesinato del presidente, yva de fines de 1910 a principios de 1913. Y la tercera comprendeel rgimen huertista, la desbandada de los maderistas y su parti-cipacin en la Revolucin, el movimiento constitucionalista, la28

  • ocupacin de Veracruz, la derrota y huida de Huerta y el esta-llido de la primera Guerra Mundial, y va de principios de 1913a fines de 1914.

    Ni Pedro Henrquez Urefia, por su condicin de extranjero; niAlfonso Reyes, en los primeros aos por su corta edad, ms tardepor no tener entusiasmo por las cosas picas y polticas comodice en su carta 31, del 6 de mayo de 1911 y luego por el traumaque le causa la muerte de su padre y por su salida del pas enagosto de 1913, participan en la agitada vida poltica que se iniciacon el principio de la Revolucin. Pero, aunque intentaran ale.-jarse de los hechos polticos, stos influyeron decisivamente ensus vidas y en sus actividades culturales.

    La accin renovadora, la constitucin del grupo y las actividadespblicas ms importantes ocurrieron en la primera de estas sec-ciones temporales, de 1907 a finales de 1910, durante el fin delporfiriato. De lo que se hizo despus, la Universidad Popular fueun intento por seguir la oleada democrtica del maderismo; elreforzamiento y renovacin del profesorado de la Escuela de AltosEstudios y de la Preparatoria, fue un esfuerzo por dar permanenciaa la renovacin intelectual, y el ciclo de conferencias de fines de1913 ser el ltimo canto del cisne atenesta.

    Muy pocos de los actos del grupo fueron de oposicin o deprotesta: como la curiosa algarada de 1907 por la reaparicin de laRevista Azul, en manos de un periodista ruidoso, o como las con-ferencias de Antonio Caso, a las que por ahorro mental se desig-nan contra el positivismo, aunque su tema real sea la nuevaflosofa espiritualista.

    Por otra parte, el grupo tuvo muy pocos recursos para expre-sarse: no cont, por ejemplo, con una revista propia. Savia Mo-derna, del pregrupo atenesta, se public slo en 1906. Sin embar-go, en la Revista Moderna de Mxico, de Valenzuela, hasta sudesaparicin en 1911, y luego en la revista Nosotros, 1912-1914,de los poetas normalistas discpulos de Rafael Lpez y protegidapor Jos Mara Lozano, publicaron algunos de sus estudios, cr-nicas y poemas. Sus nicas apariciones propias que se imprimieronfueron el tomito de las Conferencias del Ateneo de la Juventud,de 1910 -que coste Pablo Macedo, entonces director de la Es-cuela de Jurisprudencia, -puesto que muchos de los atenestas eranalumnos de la Escuela, y algunas tiradas aparte de otras confe-rencias y estudios.

    La accin real del grupo, que no fue ni de oposicin ni publi-citaria, se ejerci de un modo ms sutil, como un cambio sus-

    29

  • tancial de tono en la formacin personal, como otra manera deentender el oficio intelectual y la creacin literaria, en un pequeogrupo de alta calidad, que luego propag su accin en sus ambien-tes individuales.

    El cambio era tanto de cantidad como de calidad: el escritor,deba pensar el promotor de la renovacin Pedro Henrquez Ure-fia, deba conocerlo todo, lo antiguo y lo moderno, lo propio ylo extranjero, y de ser posible en sus propias lenguas: ingls, frari-cs e italiano para comenzar. La frecuentacin de las literaturasfrancesa e italiana ya era habitual en Mxico, pero deba sumarsela lectura directa de los nuevos y viejos libros ingleses y estaduni-denses; deba conocerse el tesrode los nrdicos y los alemanes ylas novelas rusas; haba que conocer a fondo la literatura espaola,sobre todo los escritores antiguos y los del Siglo de Oro; tenanque abrirse los ojos a lo que se haca en el resto de la AmricaHispnica: poetas, novelistas y pensadores, y se daba por supuestouna familiaridad con la propia literauramexicana.

    Pero haba que comenzar por el principio, puesto que para laformacin del escritor literario, del jurista, del arquitecto, delfilsofo y del ar-tista era indispensable partir de la lectura de los cl-sicos griegos. Lecturas lentas, con abandono de la preocupacindel tiempo, comentadas en cada pasaje difcil o sugestivo y segui-das de la lectura de los grandes expositores de textos clsicos, so-bre todo alemanes, ingleses y franceses.

    asta debi ser una prueba insoportable para quienes no esta-ban en verdad posedos por el ansia de saber, pero fascinantepara los raros elegidos.

    Y luego deba venir la formacin filosfica moderna, la curio-sidad por la filosofa cientfica y la atencin a la ciencia, y el in-ters por disciplinas auxiliares: la filologa, la lexicografa, los estu-dios mtricos, el folklore. Y no ignorar su propio tiempo, lo quepasaba en la calle e interesaba a todos, y el curso del pas y delmundo. Ciertamente, aquella buena poca del poeta modernista,a la usanza prdiga de Jess E. Valenzuela quien segn JosJuan Tablada tena el raro don de renacer de sus cenizas para co-menzar una nueva parranda, haba terminado por la influenciade ese extrao santo laico que vino a Mxico.En las sesiones de lecturas, en las casas del arquitecto Jess

    T. Acevedo y luego en la del filsofo Antonio Caso, es posibleque se ofreciera caf para la desvelada. Y despus de las sesionesde los mircoles del Ateneo de la Juventud, como cuenta Torri, seiban a cenar al Bach o a El Len de Oro, probablemente a esco-30

  • te, y slo para seguir hablando de lo mismo, pues Henrquez Ure-a se encargaba de reencauzar

    la conversacin para mantenerla en su tensin y brillo, para llevarlaa temas interesantes, para evitar que se despeara por el derrum-badero de lo meramente anecdtico y trivial.1~

    La crnica de este herosmo austero, de este raro momento enla historia mexicana en que un grupo excepcional de jvenes, pro-movidos por un dominicano posedo por la vocacin del magiste-rio, trata de formarse seriamente para mejor servir, la conocemosgracias a lo que sobre esta empresa escribieron dos de sus princi-pales protagonistas: de Pedro Henrquez Urefia, sus artculosDas alcineos y Conferencias, ambos de 1908 (incluidos enHoras de estudio, 1910); el notable resumen de esta empresa queenva a Reyes en la carta 46, del 29 de octubre de 1913, en elpresente epistolario; la conferencia La cultura de las humanida-des, de 1914 (incluido en Obra crtica, 1960), su despedida deMxico y herencia para las nuevas generaciones, y en pasajes de supenetrante balance La influencia de la Revolucin en la vidaintelectual de Mxico (c. 1924, recogido tambin en Obra cr-tica); y de Alfonso Reyes, el artculo Nosotros, de 1914, primeresbozo de esta experiencia, y su desarrollo ms amplio en la espln-dida crnica llamada Pasado inmediato, de 1939 (incluido enObras Completas, t. XII), as como en las pginas finales de Elsuicida (1917).

    Las cartas de este primer tramo tienen, como ya se ha dicho,dos temas principales: la formacin de Alfonso Reyes como escri-tor y la empresa del grupo atenesta. Acaso sea necesario an nre-guntarse por el balance final de esta empresa. En primer lugar, suresultado fue la aparicin de un grupo de escritores que sernimportantes en la cultura mexicana. Sin embargo, la accin delAteneo oper en cada uno de ellos con grados y matices especiales.Es posible que Antonio Caso, ya formado, hubiese hecho su mis-ma labor filosfica con o sin Henrquez Urea y el grupo; pero almismo tiempo el Ateneo no hubiese sido el mismo sin su presen-cia. A pesar de las reservas contra el grupo y del individualismode Jos Vasconcelos, que polcaba con sus propios demonios, lafamiliaridad con la cultura griega y la necesidad de un orden men-tal, s los recibi el Ateneo, al menos. Jess T. Acevedo, AlfonsoReyes y Julio Ton-i, en cambio, parecen los mejores frutos propios

    14 Torri, op. cit., p. 172.

    31

  • de esta empresa cultural; luego, cada uno de ellos crecera segnsus propias posibilidades y vocaciones, pero su formacin inicialproviene de estos aos.15 En cuanto a los perifricos, tengo laimpresin de que lo que puede llamarse espritu del Ateneo ac-tu, aunque aos ms tarde, en escritores como Martn Luis Guz-mn, Carlos Gonzlez Pea, Eduardo Coln, Alfonso Cravioto,Mariano Silva y Aceves, Isidro Fabela y Genaro Fernndez MacGregor, en sus propios campos. En fin, respecto a figuras comolas de Ricardo Gmez Robelo y Roberto Argelles Bringas, a pe-sar de que ya se han recopilado sus obras dispersas, es precisoreconocer que el talento que les reconocan sus compaeros siguefantasmal.

    Pero, adems de los atenestas, en los aos finales de la primeraestancia de Pedro Henrquez Urefia en Mxico comenz a surgir,como aparece en estas cartas, una nueva generacin: Antonio Cas-tro Lcal, Alberto Vsquez del Mercado, Manuel Toussaiint, JulioJimnez Rueda y Pablo Martnez del Ro, que sera el anunciodel relevo y el signo de que la simiente seguira dando frutos.

    Y para cerrar este balance, es preciso volver a una antigua idea:la Revolucin Mexicana y la empresa del Ateneo fueron dos movi-mientos paralelos, uno en el campo ms amplio de la transforma-cin poltica y social del pas, y otro en el orden del pensamientoy la formacin intelectual de un pequeo grupo que realizara larenovacin y la modernizacin de la inteligencia mexicana. He-chos al parecer tan modestos como la apertura filosfica que pro-mueve Antonio Caso; los estudios de revaloracin de la culturamexicana que hacen Pedro Henrquez Urea y Alfonso Reyes, enel campo literario; Jess T. Acevedo, en la arquitectura colonialy Manuel M. Ponce en la msica popular; el surgimiento de unanueva generacin de pintores entre ellos Diego Rivera, el Dr. Ati,Roberto Montenegro, Saturnino Herrn y Francisco Goitia, laformacin de profesores bien informados, la nueva idea de un ejer-cicio intelectual y creativo y de una crtica, disciplinados y exigen-tes, y la apertura al pleno aire del mundo, fueron algunos de~loslogros de esta revolucin cultural, de la que naci la cultura mo-derna de Mxico, y cuyos pasos pueden seguirse en las cartas quese escribieron en estos aos dos amigos, Alfonso Reyes y PedroHenrquez Urea.

    Jos~Luis MARTf~z20/IV/1984.

    15 Aunque el talento de Acevedo para la historia del arte se frustraray slo quede de l un libro armado por la devocin de un amigo.32

  • Circunstancias, reconocimientosy convenciones

    HIsroluA DE LAS OOPIAS Y LA EDICINA PiuNciPIos de 1977, Ernesto Meja Snchez, en respuesta a algu-na pregunta, me inform de la existencia de las cartas que escribiAlfonso Reyes a Pedro Henrquez Urea en un archivo de SantoDomingo, que cuidaban los seores Emilio Rodrguez Demoriziy Juan Jacobo de Lara. Aqu en Mxico, en el archivo de la Capi-lla Alfonsina, al cuidado de Alicia Reyes, deban encon.trarse lasque Henrquez Urea escribi a Reyes. Esto ltimo fue fcil com-probarlo y obtener la aquiesencia de Alicia para el proyecto dereunirlas y publicarlas.

    Lo primero fue ms despacio. Muchas cattas fueron y vinieronhasta lograr convencer a los dominicanos de la seriedad del plan:intercambiamos las copias del epistolario y, despus de procedercada parte el Fondo de Cultura Econmica y la UniversidadNacional Pedro Henrquez Urea, de Santo Domingo, a obte-ner permisos de las albaceas y a elaborar sus respectivas edicio-nes, stas apareceran simultneamente.

    Un ao ms tarde, en febrero de 1978, ambos tenamos cercade 2 500 pginas de copias. Y en el Fondo, con el auxilio de MaraGuadalupe Ramrez de Jcome, se inici la transcripcin de cartasescritas de todas maneras: con notable o apresurada caligrafa, entorno a postales, con aadidos a lpiz en los mrgenes y con abre-viaturas de nombres y ttulos a veces intrincados. Ello origin otrolote de correspondencia para buscasr hojas faitantes, copias msclaras o ayudas al desciframiento frente a los originales. Mientrastanto, segua avanzndose en la transcripcin.

    En febrero de 1979, aunque continuaban aclarndose dudas, seentreg una copia completa de los originales y su transcripcin aJos Emilio Pacheco, uno de nuestros mejores conocedores de le-tras mexicanas, y tan laborioso como responsable. En los antici-pos que public del trabajo en marcha, poda apreciarse el intersde las cartas de dos de las mayores personalidades de las letrashispnicas, y la calidad de las presentaciones y las anotaciones. Des-

    33

  • graciadamente, otros deberes fueron cercndolo y le impidieronafrontar la tarea, en verdad atemorizante.

    A fines de 1983, Jaime Garca Terrs, el actual director del FCE,me llam para decirme que por qu no me animaba a hacer latarea pendiente, en que le constaba que tanto me haba empeado.Le respond que iba a probar el peso de la carga y mis posibilida-des, y que me comprometera cuando estuviera seguro, al menos,de mi decisin.

    No fue parte pequea en esta temeraria determinacin el orgu-llo nacional. Cuando convinimos los planes de intercambio, ha-blamos de ediciones simultneas y el seor De Lara daba pordescontado que la del FCE sera la internacional y ms elaborada,y la que aparecera primero. Sin embargo, no fue as. Con piesde imprenta de 1981 y 1983, en la editorial de la Universidad Na-cional Pedro Henrquez Urea, de Santo Domingo, R. D., hanaparecido ya los tres tomos del Epstolario ntimo, de Pedro Henr-quez Urea y Alfonso Reyes, con la totalidad de esta correspon-dencia, que infortunadamente muy pocos habrn logrado conocer,fuera del mbito antillano.

    Esta edicin representa un esfuerzo importante realizado en untiempo breve. Sin embargo, creo que sigue siendo necesario, conms reposo y dedicacin, intentar otra edicin que procure dartodo su valor a la excelencia del testimonio de nuestros escritoreseminentes. La edicin dominicana es una seleccin que a menudoomite los pasajes eruditos o difciles y aun cartas enteras; la trans-cripcin es a veces apresurada y el aparato de notas mnimo. Apesar de estas limitaciones, se hizo la edicin dominicana, y Mxi-co deba an este reconocimiento a Alfonso Reyes, y a PedroHenrquez Urea en el centenario de su nacimiento.

    LA PRESENTE EDrCIN. EL TEXTO

    Teniendo en cuenta que las banalidades son raras en estas cartas,y que aun ellas nos ayudan a entender mejor a los interlocuto-res y a sus pocas y ambientes; y afrontando por otra parte elriesgo de las indiscreciones que no son pocas, y a menudo des-templadas, como de cartas entre amigos que no se escribieron paraser publicadas, no se suprime ninguna carta y se procura, en latranscripcin, interpretar adecuadamente lo que quisieron decir.

    Como no tena sentido ofrecer un texto que reprodujera foto-grficamente los originales, y con objeto de facilitar su lectura, se34

  • opt por las siguientes convenciones: se normalizan los signos depuntuacin, se suprimen algunas palabras gratuitamente subraya-das mana que va desapareciendo poco a poco, y acerca de cuyoabuso Alfonso Reyes, ci la carta 106, llama la atencin y sugiereevitarlo, y se desatan las abreviaturas recurso slo para acortar

    la escritura, sin agregarles nada que no implicaran, aunque sinponer corchetes a los complementos aadidos. Las grafas de nom-bres se rectifican siempre que se trate de descuidos, pero se respe-tan formas antiguas voluntarias, Xenofonte, por ejemplo; en elcaso de Rmy de Gourmont, como los manuales franceses escribenel nombre de pila con o sin acento, se respeta la preferencia deReyes por el acento de Rmy. Las frases o expresiones en otrosidiomas van en cursivas y no se traducen, salvo casos necesarios,las de lenguas modernas, por ms accesibles; y slo se aade latraduccin, entre corchetes, de los textos latinos gracias a la avu-da del doctor Man.uel Alcal y griegos que suele deslizar Hen-rquez Urea.

    LAS NOTAS

    Es problema insoluble el de encontrar el lmite justo entre lasnotas necesarias y las innecesarias. A pesar de que ello significms trabajo, se prefiri dejar las indicaciones mnimas para losnombres de autores, obras o acontecimientos que se suponen ob-vios para todos; y en los dems casos, se procur dar la ilustracinadecuada y accesible para. dar sentido al texto.

    Intentse asimismo precisar fuentes y lugares de citas y alusio-nes, lo cual, en algunos casos, implic largas bsquedas y consul-tas a amigos letrados.

    No siempre fue posible desenredar los acertijos. De manera na-tural, el lenguaje coloquial de las cartas entre amigos est tramadode sobreentendidos y de nombres o apodos convencionales. Es po-sible saber quines son Rodin, Phocs, el Barn, El Mu-gano o Los Castros, o a quienes se alude con simples nombres depila, diminutivos, despectivos o palabras inventadas (torrollicos,fabeleando, por ejemplos), pero quin sera un Belem mencio-nado en las primeras cartas?

    Con varias proporciones, el aparato de notas de este primervolumen trata de dar todo el sentido posible a cartas escritas hacetres cuartos de siglo y que se refieren a personas, libros y hechosque han dejado de ser familiares para muchos lectores, sobre todo

    35

  • jvenes. En todo caso, las notas son slo un apoyo complementarioque puede leer quien lo desee y se interese por precisar esto oaquello.

    No llevan notas una decena de cartas, y no se ponen tampocoen las simples enumeraciones o listas de autores y obras como las delas cartas 8 y 25 de Henrquez Urea y en la 45 bis de Reyes.

    Las notas ai pie de pgina, que aaden los propios autores a suscartas, van sealadas con asteriscos y llevan aadida una (A).

    Como se trata a menudo de nombres que se mencionan variasveces, slo se les anota en su primera aparicin, y en los casossiguientes se les recuerda cuando parece necesario. Adems, secompletan en las notas los nombres que se mencionan abreviados,cuando se han vuelto frecuentes y se les supone ya familiares allector. En otros casos, hay varias entradas respecto a un mismopersonaje o texto, cuando hay temas o cuestiones diversas. Las re-ferencias cruzadas llevan primero el nmero de la carta y luego elde la nota. Las menciones de Alfonso Reyes y Pedro HenrquezUrea se hacen siempre con sus iniciales.

    OTRAS CONVENCIONES

    Las cartas de ambos corresponsales se han entreverado, restable-ciendo aproximadamente su secuencia cronolgica, ya que feliz-mente casi todas llevan fechas. En un caso, fue posible aclararuna confusin: cierta carta de Pedro Henrquez Urea careca defecha, y Alfonso Reyes, al archivarla, le anot septiembre de 1914y la coloc en ese lugar. Por sus alusiones, fue posible colegir quedebi ser del 16 o 17 de septiembre de 1907, la primera de Hen-rquez Urea, y se la intercal en ese lugar como 1 bis. Otra cartadel mismo, de las ms importantes, la fechada en Washington,claramente el 6 de enero de 1914 que contiene un inventariosistemtico, clasificacin y ordenacin de las comedias de Ruiz deAlarcn, como sabemos que no viaj a es~ciudad en esa fechasino un ao despus, en 1915, se acept que su fecha estaba equi-vocada, en el ao, y se sac de este volumen para incluirla en elsegundo de esta obra.1

    1 Cuando se elaboraba la composicin tipogrfica del presente volumen,el profesor Serge 1. Za~tzefftuvo la atencin, que aqu le agradezco, de en-viarrne copia de la, carta de Alfonso Reyes, del 26 de octubre de 1913, cuyooriginal encontr entre los papeles de Julio Torri. Se intercala en su lugarcomo 45 bis.36

  • El editor reconoce que slo ley el conjunto de este nutridsimoepistolario al revisar la transcripcin, atento entonces a problemascircunstanciales y no al de su secuencia, que slo se advierte enel examen minucioso. Por ello, es posible q.ue se presenten otrosproblemas, como los antes sealados, que se resolvern de la mejormanera.

    Para facilitar la identificacin de las cartas se les han hecho tresaadidos: un nmero progresivo, la indicacin del remitente y deldestinatario y un resumen indicativo de su contenido, que puedeorientar su lectura.

    AMBrros Y CUENTAS

    La correspondencia Alfonso Reyes-Pedro Henrquez Urea se ex-tiende de 1907 a 1944, dos aos antes de la muerte del domini-cano. Atendiendo tanto a la exensinde las cartas como, en loposible, a acontecimientos histricos y cambios en la vida perso-nal de los corresponsales, se las ha dividido en tres sectores queocuparn otros tantos volmenes:

    1 septiembre de 1907 a septiembre de 1914II septiembre de 1914 a 1918

    III 1919 a 1944

    El corte entre el segundo y el tercer volumen concuerda con elfin de la Guerra Mundial aunque no con cambios importantes enla vida de los oonesponsales~,ya que AR seguir en Madrid has-ta 1924 y PHU en Estados Unidos hasta 1921 en que vuelve aMxico. Est pues slo justificado por el deseo de ofrecer trestomos semejantes.

    Este primer tomo de la correspondencia entre Reyes y HenrquezUrefla comprende siete aos, desde sus primeras cartas de septieni-bre de 1907 en ocasin de un viaje a Chapala hasta la del19 de septiembre de 1914: ha estallado la primera Guerra Mun-dial y los diplomticos deben salir de Pars. Alfonso Reyes y sufamilia parten de Burdeos a San Sebastin, de donde pasarn luegoa Madrid, siguiente etapa larga de la vida. del escritor. Pocos mesesdespus, Pedro Henrquez Urea, impedido de viajar a Europacomo eran sus planes, ir de La Habana a los Estados Unidosdonde permanecer largos aos. Existe, pues, una unidad en estelapso 1907-1914, que en el aspecto poltico transcurrir del fin del

    37

  • porfiriato a la Revolucin Mexicana, con dolorosas consecuenciaspara Reyes, y que cien-a la Gran Guerra, que obligar a ambos atomar nuevos rumbos; y en el aspecto intelectual se centra en laempresa cultural de la Generacin del Centenario o del Ateneo,encabezada por Antonio Caso y Pedro Henrquez Urea, y en laformacin intelectual de Alfonso Reyes.En esos sic~teaos los amigos pasan poco tiempo juntos y ms

    a menudo se encuentran separados, lo que da razn a sus cartas.Al principio, Alfonso pasa largas temporadas en Monterrey; luego,Pedro hace un viaje a Cuba y a Santo Domingo; y en agosto de1913 Alfonso viaja a Pars y Pedro sale de Mxico a La Habanaen abril de 1914.Hay indicios de que falta un nmero considerable de cartas. Las

    mudanzas son enemigas de los archivos. Las cartas de AlfonsoReyes de 1909, en que s las hay de Pedro Henrquez Urefla, faltantodas. Y en ocasiones se hace referencia a cartas que no se con-servan.

    Henrquez Urefia era ms escribidor que Reyes. En este lapso,escribi, con imperturbable caligrafa que nunca parece apresura-da, 60 cartas, en 358 pginas, en la transcripcin; mientras queReyes escribi 53 cartas en 235 pginas con una grafa que gustabade los enlaces entre palabras y de las abreviaturas, como para al-canzar con la escritura su pensamiento. Un breve nmero de car-tas las escribieron en mquina. Su distribucin por aos es la si-guiente:

    DeAR DePHU Tota!

    19071908190919101911191219131914

    27

    517

    31

    196

    10

    727

    3166

    151

    1458

    Totales 53 60 113

    Las cartas ms extensas suelen ser de Henrquez Urea, quienlleg a escribir ms de 30 pginas en el original, por ejemplo enla carta 46; y Reyes lleg a 24 pginas en su carta 91. Esto suponemuchas horas de escritura. Debe considerarse que escriban ade-38

  • m~muchas otras cartas, aparte de sus propios trabajos literarios,y que no contaban con secretarias ni existan an las benemritascopiadoras. Y cuando acompaaban sus cartas con poemas o ar-tculos an no publicados, tenan que copiarlos. Recordemos elcallo heroico del dedo cordial de Alfonso Reyes, que tambin de-bi tener Pedro Henrquez Urea.

    J.L.M.

    39

  • CORRESPONDENCIA1907-1914

  • 1907

    VIAJE A CHAPALA

    I De Alfonso Reyes a Pedro Hentquez UreaChapala, 15 de septiembre de 1907.Querido Pedro: Llegu ayer a Ocotln y como nuestro tren traaun retraso de una hora, no pudimos alcanzar el vapor. De casua-lidad haba para hoy un viaje extra. Pasamos el da como pudi-mos, pasamos la noche en desvencijado camastro y esta maanalogramos que el capitn del vapor nos trajera escondidos en eldepartamento del timonel, para que no advirtieran nuestra presen-cia las personas que arreglaron la travesa. Llegamos a Chapala alas 2 p. m. Tomamos posesin de la casa del primo Navarro. jQucasa, Pedro de mi vida! Desde que abrimos la puerta nos halla-mos contelaraas, las haba arriba y abajo, a derecha e izquierda,unas deshiladas y flojas, otras como que parecan de lana. Cadapuerta tena un cortinaje y a lo mejor los cuartos quedaban dividi-dos en dos por un tabique sobre el que paseaban, ora subiendo, orabajando, ora echando a correr lateralmente, las seoras araas, due-as absolutas de este pequeo mundo. Haba aqu tema para msde un poeta. Por mi parte yo como no soy poeta me sent muy

    1 Como en estos primeros aos del siglo an no existan las carreterasMxico-Guadalajara ni la de Guadalajara a Chapala, que son de los aostreintas, para ir al pueblo de Chapala en las orillas del lago, desde la ciudadde Mxico, se tomaba el ferrcxarril a Guadalajara, en servicio desde 1888,hasta la estacin de Ocotln, pueblo ribereo, y all se abordaba un vapor.cito que conduca a Chapala.

    Para hacer el viaje desde Guadalajara, se tomaba tambin el ferrocarril ylos viajeros podan bajar en la estacin de Atequiza, de donde continuabana caballo, durante tres horas y media, para llegar a Chapala; o bien seguanen el tren hasta Ocotln, para tomar el barco.

    Desde 1895 se haban comenzado a edificar suntuosas villas en los alrede.dores de Chapala, y en 1898 Ignacio Arzapalo abri el primer hotel, anexistente. El presidente Porfirio Daz pas las semanas mayores de 1904 a 1909en la finca El Manglar, de Lorenzo Elzaga, lo que contribuy a hacer deChapala un lugar de buen tono, adems de la bondad de su clima y la bellezade su paisaje.

    De 1905 a 1926 existi un ramal ferroviario, de va angosta, que comunicGuadalajara con Chapala.

    43

  • disgustado considerando la nochecita que se me esperaba. Paracolmo de desgracias nos hallamos dos nidos de avispas. Todo el dalo hemos pasado en afirmar nuestro poder de animales superiorescombatiendo los bajos estmulos de la irracionalidad en avispas,araas, zancudos, alacranes, elefantes, hipoptamos y dems in-sectos propios de tierra caliente. Al atardecer finalizamos la eno-josa tarea y fuimos a dar un paseo bien merecido lo tenamoshasta la punta del muelle. Estaba anocheciendo, el viento hmedoque jugaba con mi hermossimo penacho rubio, me hizo olvidarla Entomologa. Con agua a ambos lados y al frente y con mon-taas por todas partes, me complaca en ver cmo se acercabanlas nubes negras. Relampagueaba todo el horizonte y el agua, conrtmico golpe, empez a brincar en los bordes del muelle y a salpi-carme los pies. Como haba nublado no pude apreciar esa orga decolores y de luz caracterstica de estos atardeceres. (Acaba de car-seme la chingada2 vela, que no merece otro calificativo, y me hizopegar un brinco que no s cmo no tumb la casa. Las manchasdel papel atestiguan la verdad del hecho.) Poco a poco los nios ylas mujeres fueron llegando a llenar en el lago sus cntaros debarro y yo, sin pose de erudito, me acord de aquel pasaje en queWerther ayuda a una campesina a cargar su cntaro rstico. Haempezado a llover. Los mosquitos zumban en redor de mis orejotasy me pican que es una bendicin. Tengo ya dos o tres ronchas enlos brazos que son otros tantos volcanes. Hasta las piernas me hanpicado!, y vaya que tengo calzones y pantalones. No haba yo deser tan deshonesto, no haba yo de escribirte estando en cueros.

    Cmo pasar la noche? Imagnate a un desdichado ser, comoyo, en una cueva milenaria como la que habito, confiado a suspropias fuerzas y aguardando, que de un momento a otro aparez-ca, surgido de cualquier castillo abandonado desde ha tantos siglos(creo que a mediados del ao pasado). Como supondrs an noveo tu ouaderno, slo he tenido tiempo de leer 3 o 4 captulos deSalammb!!4

    2 Es curioso que en la primera carta de AR suelte esta palabrota, aqu tanexpresiva; y en la nmero 2 deje una descojonacin, menos necesaria.Acaso haya sido mal hablado de muchacho, aunque despus ya no lo fueni en las cartas que siguen ni en su conversacin, sin mengua de hacer suyatoda la lengua y de su gusto por la picarda.

    3 Las tribzziackrnes del joven Werther (1774), novela en forma epistolardel alemn Johann Wolfgang Goethe (1749.1832), anlisis de los estados delalma que conducen al suicidio a un joven en extremo sensible.

    Salainmb (1862), la novela de ambiente cartagins del escritor francsGustave Flaubert (1821-1880).44

  • Cumple con darme las sorpresas prometidas, contstame al HotelArzapalo, Chapala, Jal., y espera cartas mas.

    Alfonso

    TRABAJO EN UNA DISERTACIN PLATNICA.LE TUS CUADERNOS DE POESA. TE ENVO

    VERSOS. EXCURSIN A TEPOTZOTLN YA UNA HACIENDA PULQUERA

    ibis De Pedro Henrquez Urea a Alfonso Reyes[16/17de] septiembre de 1907.1Mi buen amigo: Lamento no poderte enviar ahora ni la sorpresa(es un trabajo en prosa que conocers bien pronto, ya publica-do, y que no ternas! no se refiere a ti), porque no he podidohacer copia, ni el trabajo, disertacin platnica, que sobre tuproduocin potica he comenzado.2 Te confieso que an no mehe atrevido a integrarlo por no haber realizado un estudio minu-c:ioso de toda esa produccin y tengo dudas de si debo hacerlotan minucioso o evitarme una lectura un tanto fatigosa. He le-do varias cosas de los tres primeros cuadernos y casi todo el 4,enel cual he hallado mucho material; pero Platn ~ me ha ocupadola mayor parte de los ocios. No achaques a desvo mi tardanza,ni creas que quiero justificarla alegando deseo de probidad; no

    1 Esta carta, sin fecha en el original y con un tratamiento an conven~cional, llevaba anotado por equivocacin septiembre de 1914. Aclarada laconfusin, ya que es de 1907 y la primera carta que escribe PHU a AR, seintercala en su lugar.

    2 La disertacin platnica, en su versin original que se encontrabaen una de las carpetas en que guardaba AR las cartas de PHU se llamarGenus Platonis. La primera parte se refiere a scar Wilde y GabrieleDAnnunzio, y la segunda, con gran elogio, a la poesa de AR. ste haba en-tregado a PHU cuatro cuadernos, como en seguida se dice, con su poesaescrita hasta entonces (18 afios). Dicho artculo, 10 public, con una notapreliminar, Jos Emilio Pacheco, Revista de la Universidad de Mxico, octu-bre-noviembre de 1980, pp. 9-12. Posteriormente, PHU lo corregir, supri-mir la parte referente a Reyes y bajo el ttulo de El espritu platnico, lorecoger en Horas de estudio, 1910.

    ~ PHtJ fue gran lector del filsofo griego Platn (c, 429-347 a. c.) y pro-movi su estudio en las lecturas colectivas organizadas por estos aos.

    45

  • podrs quejarte cuando acabe de escribir, pues ya tengo en la car-tera mental algunas ideas que me parecen verdaderas claves detu espritu. En cambio, me apresuro a enviarte los versos deMonsieur Prudhomme~ (qu prosaico me lo encuentro ahora,despus de diez aos de rio leerlo!) y un elegante soneto rural deDAnnunzio, y algo ms, que resulta sin objeto puesto que no teenvo la disertacin platnica ofrecida,8 pero que a fin de cuentaste har ver lo que son la influencia de Platn y del campo.En cuanto a lo de Sully,6 te exijo me indiques qu forma pue-

    de darse, por lo menos, al ideal. Lo otro es sobrado prosaico depor s.

    Si maana terminase de escribir la disertacin, te la enviara,pues entiendo que pasado maana ya sera tarde, dada la distan-cia. Regresars a tiempo para la conferencia de Chvez? Hadicho el Subsecretario que ser el lunes 23.

    Yo acabo de regresar del campo. inenarrable felicidad! Paslos dos espantosos das fuera, y de manera inesperada. El sbadose present en el estudio de Acevedo8 el buen Femando Galvn(a quien por ahora no llamaremos Bouvard)~y nos invit a irnos

    ~ Emilio Prudhomme, educador y poeta dominicano de fines del siglo xix.Fue padrino de confirmacin de PHU y su maestro en el Liceo Dominicano,que diriga.

    AR guard el soneto de PHU, Imitacin DAnnunziana, que llevaesta dedicatoria: A Alfonso Reyes, orillas del lago de Chapala, envindoleuna ofrecida disertacin platnica, y lo reprodujo en Cortesa. 1909-1947(Cultura, Mxico, 1948, pp. 14-15), poniendo como fecha 1911 en lugarde 1907. Junto con el soneto en las carpetas de archivo va una traduc-cin interlinear del poema de DAnnunzio Al poeta Giuseppe Cellini, y elartculo mencionado en la nota 2 anterior. Los versos de Prudhomme no seconservaron.

    6 Alusin oscura. Puede referirse a una traduccin del poeta francs, ini-cialmente parnasiano, Sully Prudhomme (1839-1907), que inclua AR en suscuadernos y no lleg a madurar.

    Ezequiel A. Chvez (1868-1946), el educador e historiador aguascalen-tense, subsecretario de Instruccin Pblica y Bellas Artes (1905-1911), conel Ministro Justo Sierra.

    ~ Jess T. Acevedo (1882-1918), arquitecto capitalino y uno de 103 fun-dadores de la Sociedad de Conferencias y del Ateneo de la Juventud. Algu-nos de sus escritos se reunieron en Disertaciones de un arquitecto (1920),con prlogo de Federico E. Mariscal, y son el punto de partida de la reva-loracin de nuestra arquitectura colonial.

    ~ En el trato entre PHU y AR debieron ser un juego establecido estasalusiones a Bouvard et Pcuchet, los personajes de la novela (pstuma e in-conclusa, 1881) de Gustave Flaubert, oficinistas parisienses que se retiran alcampo donde hacen torpes tentativas en muchos dominios, desde la agri-cultura hasta la filosofa trascendental.

    46

  • al campo. Nos decidimos, por ms que Acevedo tena ya invita-dos para ver el desfile; esa noche, cen en la casa paterna de

    - Chucho y, para estar listo temprano y no ceder a mi dios tutelar,Morfeo, dorm en su estudio, en un amplsimo sof: Acevedoestuvo muy comunicativo, contradictorio como lo es por esencia,y acabando de decirme que las confidencias eran tonteras, se pusoa hacerme confidencias ntimas que a nadie ms ha hecho, comome fue fcil comprender y como l mismo declar. Lo que valeser humano!

    Ya puedes imaginarte qu de peripecias habremos pasado conun compaero como Galvn. Pero todo result mejor de cuantohubiramos esperado. Ibamos a Tepotzotln ~ a visitar el famosoconvento, y en el tren nos hallarnos con don Manuel Alvarado(de quien puede ser que tengas referencias, pues es un hombre deautomvil, cuado del licenciado Luis Fernndez Snchez y muyamigo de la familia Rovalo): este opulento caballero nos invita acompaarle a su hacienda de pulque, La Mariscala, a pasarel 15, con l solo, que regresaba ese mismo da. Bajamos enCuautitln, donde omos misa y charlamos con el seor Cura,quien nos ense algunas antigedades y nos hizo or Lohengrinhlen el Angelus; luego nos fuimos a caballo: entre el caminoy un largo paseo por la hacienda, que tiene ms de tres millonesde metros cuadrados, anduvimos unas cuatro horas. El valle enel Estado de Mxico, es muy hermoso: sorprende ver las lneasrojas que forman los campos de amapolas, alternando con losllanos amarillos de girasoles y margaritas. Pero no me perder endetalles buclicos: el da en la hacienda lo pasamos admirable,comimos ya comprenders con qu~ganas, bebimos puique y todaclase de vinos. Por la noche, ya ido el dueo, despus de acom-paarlo a la estacin y regresar bajo la ms espantosa lluvia quehe soportado, lemos Garcilaso 12 y Platn, levantndonos al dasiguiente a las seis.

    Nos marchamos entonces, a caballo, a Tepotzotln; visitamosel convento, cuyos altares son de una riqueza maravillosa. (Sehallaban visitando el lugar unos excursionistas en automvil, en-tre los cuales iba una muchacha linda, Mara Luisa Horcasitas,

    Tepotzotln, pueblo del estado de Mxico donde se encuentra el colegiojesuita y la iglesia, de los siglos xvii y xviii, joyas del arte barroco y churri-gueresco novohispano.

    11 Loherzgrin (1850), pera del compositor alemn Richard Wagner (1813.1883).

    12 Garcilaso de la Vega (1501/3-1536), poeta espaol.47

  • muy conocida en Guadalajara y en Chapala), y regresamos por latarde a tomar el tren en Teoloyucan; anduvimos a pie un her-moso sendero al borde de un ro. Omitir los mil detalles curiososque observamos; pero agregar que Acevedo estuvo echndotede menos y combinando paseos futuros a que t asistieras, y quele gan~clasificando plantas y nubes.

    Al llegar a Mxico, ya dadas las siete, recorr rpidamente Pla-teros,13 lleno de aristcratas a pie.

    Esperaba que para hoy hubieras escrito, segn prometiste, peroveo que no a m solo me hacen perezoso los paseos campestres.Espero que ests sufriendo algo por causa de las lluvias que debenazotar el lago.

    Saludos a tu amigo acompaante, quien me interesa no pocopor tus relatos.

    Pedro

    LOS CREPSCULOS DE CHAPALA

    2 De Alfonso Reyes a PedTo Henrquez UreaChapala, Jal., 19 de septiembre de 1907.Querido Pedro: De por no dejar te escribo. Tal vez salga yo ma-ana junto con mi carta.

    Leo que cuando me enviaste la tuya an no recibas una hojaque te escrib la misma noche del da en que llegu a Chapala.Tu carta, por dos sorpresas que me quita (dos falsas sorpresaspuesto que yo ya las esperaba), me da una grandsima y verdaderasorpresa; un soneto tuyo, y as dices, majadero, que no le hashallado al soneto y que no te agrada el soneto, y que el sonetopor aqu y que el soneto por all? Malagradecido! Quien talessonetos escribe debe amar religiosamente al soneto. Ya te ima-ginars el gusto que me diste con tu poesa. Mil gracias. T dirsque no te d las gracias, pero valga que aqu son muy sinceras yse me han venido solas a la punta de la pluma.

    Ya vi, ya vi los crepsculos de Chapala! 2 Asombro, descojo-nacin! No saba yo que existieran tales bellezas, no saba yo que

    13 Plateros, el nombre antiguo de la hoy avenida Madero.1 El soneto Imitacin DAnnunziana descrito en 1 bis, nota 5.2 La belleza de los crepsculos de Chapala era un tpico popu