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    Ant oni o FER NAN DEZ B ENAYASn to n io FERNANDEZ BENAYASAnt oni o FER NAN DEZ B ENAYASn to n io FERNANDEZ BENAYAS

    La Fe y las obras de losa Fe y las obras de losHijos de Abrahamijos de AbrahamLa Fe y las obras de los

    Hijos de Abraham

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    La fe y las obras de los

    HIJOS DE ABRAHAM

    Antonio Fernndez Benayas

    ISBN: 978-84-8407-386-4

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    Dedico este libro a Mara LuisaHerrera Ramrez, esposa, amiga yamante. Tambin a nuestros hijos y

    nietas, con el deseo de que les ayudea marchar en la buena direccin.

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    La experiencia ms hermosa que tene-mos a nuestro alcance es el misterio ... lacerteza de que existe algo que no podemosalcanzar.

    A. Einstein

    Si Dios no existe, todo est permitido.Dostoyeski

    INTRODUCCIN

    El ignorar que es infinito lo que nos falta por saber es crasa im-becilidad, por mucho que, en la actualidad, nuestra ciencia

    nos haya permitido romper alguna de las barreras de nuestro pro-pio sistema solar: de hecho estamos en la primera lnea de la pri-mera pgina del Libro de la Ciencia.

    Desde sus comienzos, la ciencia humana, aunque busca y ansala certeza, no pasa de ser un lento, parcial y vacilante descubri-miento de pequeas realidades y mltiples apariencias, siemprecomo en una burbuja dentro del Misterio; tanto peor si reniega delo que no comprende y cae en la bobalicona veneracin de suspropias fantasas.

    El doce de abril de 1961, el cosmonauta ruso Yuri Gagaringoz el privilegio de ser el primero en ver a la madre Tierra desdelas alturas.

    La prensa sovitica de entonces se hizo eco de sus palabras alinicio y al regreso de tan fantstico y arriesgado viaje: Voy a en-contrarme con la naturaleza cara a cara, dijo a punto de entrar enla cpsula. No he visto a Dios, se atrevi a exclamar al serrescatado sano y salvo.

    Con el forzado testimonio de Gagarin, que se haba encontradocon la Naturaleza cara a cara y no haba visto a Dios, la dogmti-ca materialista del socialismo real proclam haber descorrido elvelo de la Ciencia hasta encontrar irrefutables pruebas de la auto-suficiencia de la Materia y de la inutilidad de Dios con la conse-cuente necesidad de aparcar a todas las religiones y susespecficos valores en el museo de las antigedades: para ellosquedaba as demostrado que lo fcil e inmediato, lo que se puedever y tocar, lo que halaga a los sentidos comunes a todo el mundo

    animal, es lo nico que existe.Ello es una precipitada y arriesgada conclusin que, de una uotra forma, ha querido y quiere hacer suya cualquier materialismoms o menos idealista.

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    Pero, tras una elemental y directa reflexin, ningn ser humanocree que ello sea verdad: hay algo ms de lo que, como ser vivo,puedo sentir ver o tocar: es el misterio del dnde, del porqu y delcmodetodoloquemerodeaositomsalldeloquemerodea.

    Tampoco queran ver a Dios los primeros sabios materialistasde que tenemos noticia y, puesto que haban de justificar el tiempodedicado a averiguar el porqu de las cosas, adelantaron teorasque llegaron a sentar escuela con derivaciones hasta hoy mismo.

    Ello no obstante, sigue vivo el Misterio que rodea tanto a la par-tcula o porcin de ser ms elemental (eso que no se sabe si es ener-ga o es materia) como a la inmensidad del Universo con susocanos de energa, materia, vida y pensamiento.

    Se nos impone una mnima dosis de humildad: es insignificantelo que, por nosotros mismos, sabemos del qu y del por qu de lascosas, del origen y destino de todo lo que nos rodea, del sentido denuestra propia trayectoria vital, de lo que nuestro yo ntimo propo-ne como aspiracin irrenunciable

    Intil es el intentar colocar al origen de todo lo que vemos o per-cibimos en el museo de antigedades: quin nos ha demostra-do que no existe algo o Alguien que trasciende todo lo quepodemos ver o imaginar y que por razn de s mismo est en el ori-

    gen y desarrollo de toda realidad?Ninguno de nosotros es ajeno a la percepcin de un Ser que

    puede infinitamente ms que nosotros: situados en el primerrengln de la primera pgina del libro de la Realidad , podemosnegarle pero siempre le adoraremos, si no directamente a El, sque lo haremos a algo que, sin duda, es parte de su sombra: unente material o la materia inmensa; una abstraccin o dolo denuestra mente o la ciencia sin lmites, de cuyo supuesto conoci-miento podemos hacer (quin nos lo puede impedir?) un pe-destal para nuestro orgullo.

    Pero, por el hecho de ser como somos, estamos condenadosa adorar al Dios nico o a los innumerables sucedneos, que in-ventaron nuestros antepasados, siguen inventando nuestroscoetneos o creamos nosotros mismos por hambre de absoluto.Ese Dios nico es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob y, por lotanto, es el Dios al que adoran, adoramos, los Hijos deAbraham. Puesto que en El radica nuestra fe es posible que seaEl quien inspire nuestras obras?

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    SOMOS ANIMALES MAS RELIGIOSOS QUERACIONALES?

    Existen ciudades salvajes, que no tienen leyes civiles ni reyesque los gobiernen. Pero no existe ninguna que no tenga dio-ses, templos, oraciones, orculos, sacrificios y ritos expiatorios,dej dicho Plutarco y tal sigue ocurriendo desde el reducto msalejado de la Civilizacin hasta los templos del dinero cuales sonlas llamadas Bolsas de Valores. El atesmo es una abstraccin deimposible demostracin; pero, aunque existan conciencias huma-nas en las que no cabe otro ser superior a s mismo, el ser humanoal que pertenecen no puede ser catalogado como no-dios puestoque, sin duda alguna, despierta irrefrenable devocin, aunque seaello hacia s mismo.

    Qu los ateos no son religiosos? Est usted seguro de que hay

    realmente ateos, de que todos los que se dicen ateos durante el dano dudan de ello cuando se encuentran frente a s mismos en la so-ledad de la noche? An en el supuesto de que, realmente, haya per-sonas que no crean en nada superior a lo que ven o palmancmo me demuestra usted que no sientan devocin religiosa porlo que ven o palpan incluidos ellos mismos?

    No es ilgico suponer que anterior a las primeras manifestacio-nes de inteligencia reflexiva (la fabricacin de herramientas, porejemplo) fue un espontneo sentimiento que podemos reconocer

    como hambre de Dios, lo que nos lleva a aceptar como muy respe-table la idea de que el hombre ms primitivo aplic su inteligencia(tal vez, incluso, embrionaria) a reconocerse necesitado del apoyode un Ser superior.

    Son los primitivos de la actualidad muestra de lo que fueronnuestros ms lejanos antecesores? fue un nico Dios el principalobjeto de adoracin entre los primeros animales reflexivos deforma que, al hilo de la culturizacin o imposicin de interesadoscriterios, no se impuso una posible trasgresin de valores? fue laangustia de no comprender lo que hizo derivar al monotesmo has-

    ta el fetichismo? fue ste anterior o posterior al politesmo? fueste ltimo una poltica forma de reconocimiento a personajes des-tacados por su poder, fortuna, virtudes o crueldades? Se sabe que,

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    en Grecia, fueron los poetas, probablemente paniaguados por elpoder poltico de turno los que aadieron dioses y semidioses alms o menos discutido padre de todos ellos. No pudo ocurrir lomismo en otras ms antiguas civilizaciones?

    Lo que s nos recuerda la Historia es la existencia de un antiqu-simo pueblo en que la adoracin a un nico Dios lleg a ser la prin-cipal razn de su existencia; Abrahn, perteneciente a ese pueblo,es reconocido como padre de los creyentes porque revivi unafe latente en su linaje desde poca inmemorial fue esto desde si-glos antes de la palabra escrita en cualquiera de los grafismos deque tenemos constancia? Probablemente.

    En este punto, conviene recordar que el filum monotesta, que

    era para Abraham razn de ser, forma parte esencial de la religiosi-dad cristiana que, con su mstica, aspirar a mejorar las relacionesinter personales en eso de continuar con la construccin de la Ciu-dad de Dios promoviendo la libertad personal y la generosidad(con directa proyeccin a una mayor felicidad) desde el apasiona-do afn por acercarse a un Dios todo Amor y todo Libertad. Estaforma de vivir la vida no es caracterstica de todos los dos milmillones de seres humanos que pasan por cristianos: son muy po-cos los que viven en ese amor y esa libertad, que emanan del Cris-tianismo, doctrina que est ah como referencia a no desdearcuando tratamos de responder al qu y para qu de nuestra existen-cia. A pleno derecho, los miles de millones de cristianos puedenconsiderarse hijos de Abraham sin desdoro de musulmanes y ju-dos, unos mil millones de seres humanos reconocibles hijos deAbrahn y, por lo tanto, adoradores ms o menos tibios del ni-co Dios. Desde otra visin religiosa, un Ser superior a todo lo de-ms tambin es aceptable para no menos de 700 millones depersonas que practican el Hinduismo, la religin tradicional de laIndia mientras que en China, Tailandia, Vietnam, Japn y Birma-

    nia viven ms de 350 millones de budistas, en cuyo confesadomaterialismo se concibe una fuente de energa capaz de alimentartodas las imaginables realidades materiales.

    No cabe la menor duda de que, entre unos y otros grupos, abun-dan los que reniegan de las respectivas adscripciones religiosas;ello no quiere decir que dejen de ser religiosos puesto que, segnnos hacen ver socilogos como Herv Catta, tambin podemosver cmo existe la religin comunista, la cual, aunque ha perdidono pocos practicantes durante los ltimos aos, mantiene millonesde creyentes que viven un ateismo ideolgico teido del idealismo

    que promete un maravilloso futuro de infinitas satisfacciones ma-teriales, objeto de fe durante unos cuantos decenios ms, a pesar delas lecciones de la historia y de las continuas frustraciones perso-nales. Reconozcamos que el Marxismo materialista, en sus

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    mltiples versiones, arranca no menos fidelidad y veneracin quecualquiera de las religiones clsicas.

    Aunque resulta muy difcil medir su grado de sinceridad, sinduda que una buena parte sino la totalidad de los que se proclamanagnsticos materialistas viven tambin mil y una formas de senti-miento religioso: no cultivan otra pasin que la de saborear las mi-gajas que van encontrando a lo largo de su vida; claro que comen,duermen, piensan y trabajan, sin hacer ver que buscan trascenden-cia a lo que sienten y padecen en el da a da; pero cree usted queen algn rescoldo de su interior no dormita a punto de despertar unimpulso de adoracin como algo imprescindible e irrenunciable enla intimidad de s mismos?

    S que vemos que la religiosidad de los seres humanos adoptaotras muchas formas que las ya descritas: Como fenmeno que ca-racteriza al relativismo egocentrista de la actualidad, podemos ci-tar una singularidad que se autotitula religin de la Nueva Era yes practicada por los que quieren ser dioses de s mismos sin renun-ciar a vicio alguno ni a sacrificar sus ideas y formas de vivir pormucho que se resistan a las censuras de la propia conciencia. Dicenencontrar apoyo moral en las corrientes del siglo. Vemos tambinun retorno al viejo Pantesmo, aquella posicin filosfico-religio-sa que, desde el Plotino del siglo III de nuestra era hasta nuestrosdas, resucita, revuelve y agita conceptos como la Metensicosis, elNirvana, la reencarnacin, el Gran Espritu de la materia o el hom-bre como divina porcin de un divinizado cosmos. En esta formade religin todo es posible y cada uno puede creer lo que desea osuea

    Nada nos garantiza que estas ltimas religiones y otras muchasms como la almibarada cienciologa o las diversas formas deneopaganismo superen la frontera del snobismo al cabo de dos otres decenios Lo que s parece seguro es que la religiosidad del

    hombre perdurar por los siglos de los siglos: se adorar al becerrode oro, al amor estril, a la vaca vanidad, al poderoso de turno oal ombligo del pobre ser reflejado en un espejo

    Aunque sea sin despegar los ojos del suelo, se adorar por inevi-table sentimiento de insuficiencia.

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    EL VIEJO MUNDO DEL MATERIALISMO Y DEINVENTADOS DIOSES

    Los sofistas confundan y siguen confundiendo la bsqueda de

    la verdad con la de la utilidad, sin otro rbitro que el del pro-pio parecer: el hombre es la medida de todas las cosas, de las queson en cuanto son y de las que no son en cuanto no son, dej es-crito Protgoras (480-410 a.de Cristo), para quien no exista nin-guna verdad universalmente vlida y objetiva en cuanto que cadacosa es para m tal como me parece a m; la misma cosa es para tital como te parece a ti. Gorgias (483-380 a.de Cristo), otro de lossofistas, cultiv una especie de nihilismo dogmtico con una ense-anza que gir en torno a tres categricas afirmaciones, de las queconviene tomar nota para que no nos coja de nuevas el relativismo

    cartesiano, con el que hemos de tropezar ms adelante:1) nada existe;2) aunque algo existiese, sera incognoscible;3) aunque algo se conociera, sera imposible de explicar

    Si eso es as qu utilidad tienen los sentidos? cmo puedomentirme a m mismo negando lo que veo, palpo o siento? quinsoy y qu es todo lo que me rodea? Son preguntas a las que se pro- pone responder Demcrito de Abdera (460-370), materialistaterico que, en el orden prctico, resulta uno de los mayores idea-

    listas de todos los tiempos"1

    .Demcrito no habla de materia primigenia ni de elementos: paral el principio y fundamento de todo lo real son los tomos indivi-sibles, multiformes y eternos que se arremolinan en el vacohasta encajar unos con otros para formar los cuerpos por puro azary como si llevaran con ellos mismos la idea de lo que van a produ-cir. Y pretende explicarlo todo, con el carcter y funcionalidad desus tomos. Todo, incluido el alma, ser para l un agregado detomos y movimiento de tomos resultar ser el pensamiento:

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    1 .-Historia de la Filosofa, J.Hirscheberger

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    cualquier conocimiento, quiere hacer ver Demcrito, tiene lugar aldesprenderse de los objetos unas diminutas imgenes que pene-tran en los sentidos, se encuentran con los tomos del alma y en-samblan los respectivos conceptos o tomos en movimiento. Ladiferencia entre conocimiento sensible y conocimiento espirituales cuestin de graduacin: el segundo ms sutil y rpido que elprimero.

    Ante esta genuina expresin de ideal-materialismo el genialGoethe dir: Tienes en tu mano las partes; ay! te falta ahora ellazo del espritu. Al respecto, ya Aristteles (384-322) haba cer-teramente recriminado a Demcrito: Te falta por explicar el ori-gen del movimiento. Dijo esto Aristteles luego de hacer ver la

    incongruencia de asociacin entre cuerpos o tomos que caen en lamisma direccin y a igual velocidad.Para Demcrito tambin los sentimientos podan ser reduci-

    dos a simples movimientos de tomos y, en consecuencia, tor- bellinos de tomos sern los preceptos morales en cuyombito lo bueno se confunde con lo que produce placer: es elprincipio hedonstico que tanto jugo dar ms tarde a personajescomo Epicuro (341-270).

    Aun siendo discpulo y de inferior talla intelectual que Dem-

    crito, Epicuro es reconocido como de mayor poder convincenteque su maestro en cuanto que a la objecin aristotlica sobre el ori-gen y poder ensamblador de un movimiento unidireccional res- ponde con su concepto de la declinacin o derivacin ensub-movimientos radiales proyectados a todas las posibles direc-ciones facilitando el choque de unos tomos con otros hasta que,por virtud del azar, cada uno de ellos llegue a encontrar a su afn ocomplementario. Ninguna alusin a un motor o poder espiritualque facilite el necesario impulso y necesaria orientacin de lostomos.

    Cuando, miles de aos atrs, los egipcios simbolizaban la gne-sis de la vida en un escarabajo pelotero no estaban ms alejados dela realidad que los atomistas Leucipo y Demcrito o del hedonistaEpicuro, teorizantes del materialismo clsico, seguidos ellos porcuantos, a lo largo de la historia, han concedido y siguen conce-diendo a la materia plena autosuficiencia.. Para ellos, todos losmisterios del universo tienen su origen en los fenmenos de atrac-cin y repulsin de los tomos zarandeados durante siglos y siglospor un azar ciego y desconcertante: las complejidades materialesque vemos, olemos o palpamos seran el fortuito resultado del es-pontneo movimiento de la materia en la multimillonaria expre-sin de sus ms reducidas formas unidas unas a otras por su propiapotencialidad. Nada, pues, de Creation ex nihilo ni, tampoco de

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    un misterioso y complicado plan de Cosmognesis, que haya he-cho posible los inexplicables fenmenos tanto de la complejidadde cualquier realidad material como de la aparicin de la Vida ydel Pensamiento.

    Probablemente, para los egipcios lo del escarabajo peloterono pas de un smbolo interesadamente idealizado por los poderesfcticos de entonces (faraones, oligarqua y casta sacerdotal), perocon capacidad de conquistar voluntades en una mayora social msreligiosa que racionalista: all la filosofa y la teologa vivieron tanestrechamente unidas que llegaron a confundirse tanto que la ideade una divinidad, principio y fin de todo, era explicada con multi-tud de derivaciones hacia lo visible y fcilmente comprensible:

    smbolos y animales a los que se sacraliza humanizndolos paraintentar identificar el ms all con el ms ac, lo misterioso ylejano con lo vivido en el da a da . se parece ser el meollo de lamitologa egipcia, a mitad de camino entre lo animado por una se-creta fuerza con multitud de expresiones (el mundo animal con elanimal-hombre como protagonista principal) y lo impalpable, quees situado en un ms all, separado por la muerte y, aunquedominado por el misterio, tanto ms cercano cuanto ms seimagina en paralelo con la realidad que se vive y se siente en elquehacer diario.

    La mitologa greco-romana, ms antropofrmica, se formcon retazos de las mitologas de otros muchos pueblos, incluido elegipcio: los dioses de cosecha propia, inventados por los poetas,resultaron ser idealizaciones de hombres y mujeres ms o menoslegendarios, ms o menos poderosos, ms o menos reconocidospor sus caprichos, abusos y debilidades. Cada uno en su estilo,esos dioses adolecan de los mismos vicios y virtudes que los hu-manos, pero sin que existiera entre ellos clara expresin de amorsublime: ni siquiera el gran Zeus o Jpiter, padre de los dioses y

    de los hombres es capaz de actos de gratuita misericordia. En esembito, la vida religiosa oficial es una simple convencin social,puro teatro o instrumento de avasallamiento hacia los menos privi-legiados, lo que, expresado en hbitos, vivencias, ritos, modas, in-terminables fiestas y fastos de compromiso se traduce enagobiantes formas de alienacin para la mayora, llmenseciudadanos libres, patricios, plebeyos o esclavos.

    Podemos deducir que, en el mundo greco-romano, las materiali-dades del da a da arrinconaban a las inquietudes religiosas en unaespecie de tnel sin otra luz que la que se deriva de los hroes y

    prototipos que, como efmeras lucirnagas, flotan y se desvanecenal hilo de la propaganda oficial, de los caprichos de la multitud odel ego desbordado por vicios y vanidades. No es el Olimpo ejem-plo de moralidad ni de profundidad teolgica, pero s fuente de su-

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    puestos y alegoras que pueden derivar en alimento espiritual parauna masificada y masificante multitud en la que la responsabilidadpersonal brilla por su ausencia.

    Ello explica que, en la cuestin religiosa y al margen de la refle-xin sobre la reflexin, cobrara fuerza una acomodaticia fe en elmito (supuesta trascendencia de lo vulgar). Es el mito, diceHirschberger, la fe del vulgo que sugiere lo que se ha de pensar alenfrentarse con las grandes cuestiones en torno al mundo y a lavida, a los dioses y a los hombres. Se cree en lo que nocompromete a salir de la vulgaridad.

    En lo viejos tiempos de paganismo materialista, no dejaba deexistir fuerte carga mtica en las creencias o devociones de la gente

    por lo que Epicuro no se atreve a negar la existencia a Zeus y susadlteres divinos: an proclamando que el conocimiento de las le-yes de la naturaleza traduce en innecesaria la intervencin divina,concede a los dioses un lugar de paradisaca jubilacin disfrutandode la ms profunda paz y totalmente ajenos a los fenmenos natu-rales y a cuanto acontece en el mundo de los humanos. Desde esaperspectiva, se considera autorizado a marcar pautas de conductaal resto de los seres humanos con una peculiar moral basada enel exhaustivo y ordenado disfrute de los buenos placeres, doctrinaque el propio Epicuro describe as: Cuando decimos que el placeres el soberano bien no nos referimos al desenfreno de los ms bajosinstintos, tal como lo pretenden los ignorantes que combaten ydesfiguran nuestro pensamiento: Lo que realmente queremos decires que, para nosotros, el supremo bien, el placer, est en la totalausencia de sufrimiento fsico, de preocupacin por el ms all yde todo tipo de prejuicios de carcter social o moral.

    El romano Lucrecio Caro (96-55), que se declar incondicionaldiscpulo de Epicuro, dijo de l:

    Fue el primer griego que se atrevi a alzar sus ojos contra una

    religin plena de obligaciones y amenazas contra los pobres mor-tales: fbulas, rayos y represalias celestes no lograron otra cosaque azuzar su rebelda y despertar su afn por descubrir los secre-tos de la naturaleza. Es as como triunf sobre todas las dificulta-des el vigor de su espritu; cmo con su ciencia rompi las

    barreras de los ancestrales temores para adentrarse en los secretosdel cosmos y luego ensearnos todo lo que se puede saber sobre loque nace y muere, todo sobre las leyes que rigen el mundo mate-rial. Su victoria sobre los viejos mitos nos eleva hasta los cielos y al mismo le convierten en un dios.

    Con su libro, La naturaleza de las cosas, pretende Lucrecioconvertir el epicureismo en doctrina de la totalidad en donde, des-de el bien estudiado goce de los sentidos, se afirma que no existeotro principio esencial que el de la Naturaleza o la materia autosu-

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    ficiente por virtud de una misteriosa idealidad que, como era de es-perar, no logra explicar sino es con citas de Epicuro, convertidasen dogmticos postulados en contraposicin de los viejos mitos.Su poder de conviccin descansa en ese capital principio de lademagogia: lo otro es mentira luego lo nuestro es verdad.

    A pesar de encendidos elogios (no demostraciones) de apasio-nados exgetas como los del romano Lucrecio Caro, estamos obli-gados a reconocer que la doctrina epicrea, es decir, lo de vivir sincomplicaciones y a la vez esclavos de un placer ms o menos dura-dero, es pura utopa: habramos de encerrar toda nuestra vida y po-sibilidades de futuro en una especie de burbuja elaborada a base deindemostrados e indemostrables supuestos ideal-materialistas y

    protegida con imposibles barreras contra lo imprevisto, incluidaslas lecciones de la propia experiencia. Es algo que, en la prctica,se da de bruces con la realidad personal y social: vives con losotros y sus peculiaridades, vives de los otros y de lo que hacen porti; ellos, a su vez, viven contigo y viven de lo que t puedes hacerpor ellos. Ello implica una libertad y una generosidad que nace yse desarrolla en algo que, por ser de raz y carcter espiritual, nosiempre obedece al dictado de los sentidos. Al ignorarlo no cabeotra escapatoria que el ms estricto y duro hedonismo, justificado,eso s, por el egocentrismo o egosmo ms radical. No sin razn, la

    doctrina epicrea, vieja especie de ideal-materialismo, es identifi-cada hoy da con una especie de adocenamiento colectivo, con eldesenfreno animal o con el ego mihi deus que, ya cerca de noso-tros, predicar Max Stirner (1806-1856), un directo heredero delideal-materialismo hegeliano.

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    HGASE LA LUZ Y LA LUZ FUE HECHA

    No podemos aceptar como razonable el extrao supuesto deque en la nada estuvo el principio de todo lo que ahora existe.

    No es, no puede ser, la nada la entidad primigenia: lo que carecede entidad, por s solo, no puede producir ni captar una mnimaporcin de ser; si la nada hubiera sido el principio de todo, estetodo seguira siendo nada Por esa va de razonamiento po-dramos seguir repitiendo incongruencias sin significado algu-no y a nuestra reflexin no le cabra otro horizonte que undesesperante sin sentido.

    An as, no han faltado profesionales del pensamiento que obien se han sacado de la manga necesario poder creador para lanada (Sartre) o han presentado a lo abstracto (el caos vaco?)como principio creador de cosas e ideas. Entre estos ltimos es for-zoso incluir, lo habis adivinado, al incomparable Hegel, el mis-mo que, a la pregunta de si existe Dios, respondi con un todavano, lo que, segn su jerga, vena a significar que lo abstracto tienesuficiente entidad para engendrar a lo concreto por lo mismo queun s da por supuesto un no o en un inmenso cmulo de irracionali-dades ha de imponerse la demaggica dialctica que ese mismoHegel presenta como el arquetipo de la racionalidad. Ese artilugioacadmico apodado dialctica es el mismo al que no pocos ilustra-dos de nuestros das conceden la facultad de salvar todo lo insalva-ble a partir de cualquier suposicin de las llamadas progresistashasta lograr situar en el mismo plano lo racional y lo irracional, loevidente con lo indemostrable, lo sabido con lo supuesto, la verdadcon la mentira.

    Aceptemos, pues, que la nada est condenada a ser nada eterna-mente mientras que lo aparentemente vaco puede contener algo oalguien como principio creador. Si fuese algo sus paridas o efectos

    difcilmente podran seguir un orden racional; considerablementems lgico es aceptar la presencia de Alguien con capacidad y vo-luntad de iniciar y encauzar el mundo de las realidades que lleganhasta nosotros.

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    Sobre esta cuestin el Libro sagrado de judos y cristianos nosdice que La tierra era algo catico y vaco y las tinieblas cubranla superficie del abismo (Gen 1,2) para luego, en clara muestra deque no acepta el absurdo de una nada absoluta con posibilidades deser, sealar que el Espritu de Dios aleteaba sobre la superficiede las aguas (es decir, sobre lo inmenso indefinible) hasta quedijo Dios: haya luz y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien ysepar la luz de las tinieblas (Gen.1,3-4).

    Luego de admitir que el redactor sagrado no era ni poda ser uncientfico del siglo XXI y s una persona de buena voluntad que,para creer, admita sus limitaciones, escuchaba la voz de Dios o desu conciencia para luego apuntalar su fe con una razonada refle-

    xin, los no materialistas vemos en el fenmeno descrito por eseredactor del Libro al momento inicial de la necesaria conexin delespacio, el movimiento y el tiempo para dar paso a la materialidaduniversal.

    Si, como estamos sealando, lo del poder creador de lo abstrac-to o de la nada no merece el mnimo crdito racional... de dndevino y viene todo lo que percibimos, vemos, sentimos o palpamos?Desde la perspectiva de la ciencia moderna estuvo en la luz el ger-men o principio fsico de todo lo material que haba de venir a pos-teriori?

    El propio Einstein no se atrevi a pronunciarse categricamentesobre ello: lo ms lejos que lleg al respecto fue aceptar a la luzcomo formada por granos de energa-materia que hoy llamamosfotones, especie de quantos o partculas elementales sin masa apre-ciable... con un origen absolutamente misterioso. Pero, el que enlos fotones no se pueda apreciar o medir la masa es prueba de querealmente no exista, mxime cuando se admite el carcter corpus-cular de un haz de luz? En el orden de los principios fsicos es ra-zonable admitir que la luz, compuesta por fotones unos distintos

    de otros, en razn de un plan o proyecto, urdido en la eternidad ycon millones de siglos por delante, puede facilitar la formacin delo que los fsicos llaman protones, los mismos elementos que, encomplejsimas asociaciones, forman los tomos, los cuales, ennuevos planos de tambin muy compleja asociacin, formarn lasmolculas, que seguirn la progresiva escala de las realidadesmateriales siempre en el orden que evidencia esa fantsticaconexin entre espacio, movimiento y tiempo.

    Pudo desarrollarse as el proceso o de otra forma: por el momen-to, a la Ciencia le resulta imposible tanto adentrarse en el misteriode la raz esencial de las cosas como presentar aceptables explica-ciones del papel que nosotros mismos desempeamos en lo que, atodas luces, hemos de calificar como un fantstico orden universal.

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    Es el mismo Einstein quien nos dice: la experiencia ms hermosaque tenemos a nuestro alcance es el misterio... la certeza de queexiste algo que no podemos alcanzar.

    Que los cientficos sin renunciar a la pasin por saber ms re-conozcan sus limitaciones y se inclinen ante el misterio es una ele-mental exigencia de la razn. Eso sera puro realismo comorealista fue la afirmacin de Isaac Newton (1642-1727): El con- junto del Universo no podra nacer sin el proyecto de un serinteligente.

    S, claro, pero qu es lo que ocurri al principio de los tiempos?es compatible lo de hgase la luz y la luz fue hecha con la hip-tesis del big-bang o inconmensurable explosin de luz y quin

    sabe qu, en la que una buena parte de los cientficos fijan la raz detodo lo que vemos, sentimos o palpamos, incluidas las galaxias, lamadre tierra y, por supuesto, el ser humano? qu incompatibili-dad vamos a considerar cuando lo segundo puede muy bien ser ex-presin de lo primero? Lgicamente, ninguna. Con el afn deencontrarle un punto de partida fsico a lo del Big-Bang, se presen-tan a cual ms inconcebibles hiptesis: unos hablan de un incon-mensurable huevo csmico y otros de un super-tomo deinimaginable peso y reducidsimas dimensiones (fantsticocontra-sentido).

    En cuanto, siguiendo a Newton, aceptamos al Universo comoproyecto de un Ser inteligente, estamos obligados a reconocer queese Ser inteligente est por encima de todo lo imaginable e intilempeo ser el intentar colocar a su nivel nuestra pobre inteligen-cia; pero, si optamos por elaborar hiptesis, habremos de aceptarcomo ms razonable la de que la materia no es eterna y que, en hoypor hoy desconocida forma, apareci en un acto de libre voluntadpor parte un Creador, eterno e inmaterial y con poder para introdu-cir algo en el vaco y parte de la eternidad en el tiempo. Tendremos

    as una ms consecuente lgica para la fe en la Palabra de Dios quepara hacer nuestra cualquiera de tantas teoras ms propensas a laoportunista aplicacin de una frmula matemtica que al recono-cimiento de las limitaciones del promotor o promotores a la horade evaluar los dictados de la experiencia.

    Los sofisticados ingenios mecnicos en las funciones de ver yanalizar, seguidos de complicados y, no pocas veces, enrevesadosclculos matemticos, han ayudado a presentar la hiptesis de queel tomo es un complejo mundo de materia y energa, a modo deminsculo sistema planetario al que tambin afectan las leyes de lagravitacin universal.

    En los campos de investigacin sobre la base fsica del todo ma-terial de que se supone est compuesto el Universo, se habla de los

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    quarks como partculas constitutivas de los bariones y mesones,entendiendo por barin al denominador comn de los protones,neutrones e hiperones y por mesn a cada una de las partculas ele-mentales de spin nulo o entero caractersticas de las interaccionesfuertes. En ciertos apuntes tericos a ese campo se sugiere la exis-tencia de partculas sin masa, algo as como porciones de energadestinadas a mantener la viabilidad de lo que se llama mecnicacuntica. Y, aun preocupados por no perdernos en un laberinto desugestivas aunque no demostradas formulaciones, estamos obliga-dos a recordar a la llamada teora de las supercuerdas que sugie-re la existencia de hasta once dimensiones que apuntalaran laviabilidad de todas las leyes fsicas que rigen la funcionalidad del

    Universo y, como muy sugerente, un paralelismo absoluto entrelas leyes fsicas de lo infinitamente pequeo y lo infinitamentegrande (es decir, eso de imponderables dimensiones reconocidocomo Universo)

    Todo ello no es suficiente para hacernos ver que el mundo fsicotiene su origen en s mismo; antes bien: a medida que la cienciaavanza o cree avanzar, ms convincentemente nos muestra su in-capacidad para prescindir de un Creador cuyo poder, grandeza ymajestad son y, probablemente, seguirn siendo inimaginables.

    Aceptada la imposibilidad metafsica de adentrarnos en la ma-jestad de Dios, es cuestin de primersima utilidad el conocer loque El espera de nosotros; para unos pocos ese conocimiento vieneexpresado en la llamada de la propia conciencia o luz interior quese acepta como voz del Creador a su criatura. Son, somos, mu-chos los que o buscamos respaldo a lo que dicta la conciencia o ha-cen, hacemos, preguntas a riesgo de encontrarnos sin respuestapara las ms substanciales, pero sin dejar de reconocer que la pro-pia imaginacin, como loca de la casa no es muy de fiar: es loque se dice creer para luego mejor ver, sentir y reflexionar. Y, cier-

    tamente, podemos tropezar con verosmiles hiptesis que nos ayu-dan a apreciar lo que realmente importa para el buen uso de nuestravida con todas sus posibilidades.

    Es as como nos sentimos invitados a aceptar que el Ser Inteli-gente que, sin paliativos, acept Newton y ante quien se inclinanlos cielos y la tierra, adems de estar revestido de infinito poder,ama tambin hasta el infinito. Es en razn de ese Amor cmo, contoda la Eternidad por delante, busca la libre correspondencia en elAmor por el camino de irrebatibles realidades y por parte de losamados a su imagen y semejanza (no es sa la esencial

    motivacin de todo enamorado?).Desde esta perspectiva, cabe la siguiente lgica: Por virtud del

    proyecto de un Ser inteligente por encima de toda medida, un

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    esencial acto creador (hgase la luz?) simultane raudales deenerga con aun desconocidas formas de materia (polvo csmicoo lo que fuere) para, en lnea con la conexin entre espacio, movi-miento y tiempo, iniciar el largusimo camino (miles de millonesde aos equivalentes a una mnima porcin de eternidad) hasta ha-cer posible la aparicin de seres inteligentes capaces de correspon-der libremente al Amor del Eterno Enamorado.

    Todo ello sin alterar ninguna de las leyes fsicas que rigen el or-den de todo lo existente: Lo vivo (vegetal o animal) lo es por virtudde complejas asociaciones y reacciones de lo mineral en porcionesque parten de lo infinitesimal y por accin de corrientes de energacon un toque especial... etc., etc., hasta la misteriosa aparicin

    de la vida, captulo de la historia natural del que parte la teora evo-lucionista: El Origen de las Especies, libro sagrado de los evolu-cionistas, no va ms all de los seres vivos en cuanto tales. Elloviene a significar que, por cauces materialistas, sigue siendo impo-sible de explicar todo lo que, en preparacin para la Vida y nuestrasubsiguiente existencia, ocurri y est ocurriendo en el Universodesde el principio de los tiempos.

    Desde el estudio de las probables aunque, todava, muy tericasvariaciones en el ser y devenir de los seres vivos, los darwinistaspueden elucubrar e, incluso, tener razn si aceptan su incapacidadpara explicar la aparicin del fenmeno vida y, ms an, del fen-meno pensamiento, exclusivo ste de los seres con facultades paraamar en libertad. Quiere ello decir que, por mucha imaginacinque se aplique a teoras evolucionistas de raz materialista, sigueen pie la necesidad de inclinarnos todos ante el misterio de laInmensidad, que nos rodea, y, mucho ms, ante esa evidente invi-tacin a involucrarnos en el comprometedor misterio del Amor(sin amor no soy nada 1 Cor.13).

    Si aceptamos que efecto del amor es todo lo bueno que nos ro-

    dea y, tambin, que lo ms acuciante de los problemas sociales denuestro entorno (las insultantes diferencias entre los que disponende todo y los que carecen de lo elemental para desarrollar en pleni-tud la propia vida) es consecuencia de la escasa o nula respuesta alamor del Eterno Enamorado por parte de nosotros, seres inteligen-tes con libertad de seguir o no seguir la invitacin de El que todo lohizo bien sin apartarse un pice de las leyes naturales.

    Deca Francis Bacon la naturaleza para ser gobernada debe serobedecida..., en sus justos trminos aadimos nosotros. Si hemosde obedecer a la naturaleza en sus justos trminos estamos obliga-dos a conocerla exhaustivamente, lo que no podemos pretenderhaber alcanzado puesto que an somos incapaces de explicar el

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    origen de la vida en la ms elemental y primitiva clula ni,tampoco, el secreto natural del pensamiento humano.

    Hgase la luz sigue siendo, pues, el ms razonable punto de par-tida del discurso sobre lo que nos rodea, es decir, sobre la Natura-leza. Desolador el panorama? No tanto cuando descubrimos lomucho que el rey de la Creacin (t, el otro, yo... todos nosotros)puede hacer si se deja guiar por el amor de Dios, revelado almundo a travs de Jesucristo.

    Es as cmo, desde el Hgase la luzpodemos esbozar una hip-tesis, no menos cientfica que muchas otras: El Supremo Hacedorproyecta y pone en marcha un universo de realidades fsicas segnel lgico orden de inmensidades que se agrupan y complementan

    en un todo regido por leyes de interrelacin y destino. Es un actode Amor y de Libertad para el que espera lgica correspondenciatambin en amor y libertad. nicamente es posible esto ltimo si,en el mundo de las realidades fsicas, por virtud de las mismas le-yes a que se ajusta todo el universo, surgen seres con un don espe-cial para amar en libertad: es as como en el mundo de los primates,con ascendencia en lo estrictamente animal (algo esto ltimo, quesuponemos pero que no estamos en situacin de afirmar categri-camente) surge el ser o seres inteligentes: es decir, dotados de unafacultad, la inteligencia, que por no ser material, con toda lgica esreconocida como soplo divino.

    Merced a esa espacialsima facultad, que es la inteligencia (pro-ducto del alma quin puede demostrar los contrario?), libres y encorrespondencia con el Amor del Eterno Enamorado, en todo mo-mento y lugar, nosotros, los humanos, podremos aplicar al serviciode nuestros semejantes nuestras disponibilidades y personales ca-pacidades sin que, por ello, hayamos de salir del espacio natural enel que se desarrolla nuestra propia vida. As lo expres el Apstolante el Aerpago: (Dios) hizo de uno todo el linaje humano para

    poblar toda la faz de la tierra. El fij las estaciones y los confinesde los pueblos para que busquen a Dios y, aunque sea a tientas,acierten a encontrarlo (Act. 17, 26-27).

    En cualquier poca de la Historia, en cualquier punto de la geo-grafa mundial, fue y sigue siendo posible encontrar a Dios en elvoluntario vuelco social de las propias facultades: fue a tientashasta que, hace ms de veinte siglos, el Hijo de Dios, Dios de Dios,Luz de Luz, clarific el camino y nos leg su Doctrina y su Gracia:ahora, para las personas de buena voluntad, es ms claro y fcilcontribuir a la progresiva historia de la humanidad en Amor(trabajo creador) y Libertad (alimento del alma).

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    NON SERVIAM?

    En el Paraso Perdido de Milton, tras la secuencia de su fatdi-co non serviam, Satans reconoce un poder muy superior a smismo y todas sus huestes para luego apelar al miserable recurso

    de la rebelda: El mejor partido que nos queda es el de empleartoda nuestra capacidad en un secreto designio: el de obtener pormedio de la astucia y del artificio lo que por la fuerza no hemos lo-grado. Se simboliza ah el intil empeo por oponer a la palmariarealidad el orgullo de un estpido soberbio.

    Estupidez y soberbia son recursos que todos empleamos cuandonos tomamos a nosotros mismos como principio esencial de todaslas cosas sin reconocer que somos minsculas inutilidades cuandorenegamos de Aquel que nos ama y nos conforta segn la Ley es-

    crita en nuestros corazones (Rom.2,15).La utilidad viene cuando nos dejamos guiar por la luz que nosmuestra lo que somos y podemos ser: un ser inteligente con posibi-lidades de superarse a s mismo en la entrega al servicio de los de-ms, es decir, en el voluntario y progresivo vuelco social denuestras capacidades personales. se es el sentido de cada vida hu-mana: As lo proclam y sell con su propia sangre El que todo loha hecho bien (Mc.7,37). Reconfortante, sencillo, compromete-dor y fcil de seguir a nada que apliquemos humildad y generosi-dad en el desarrollo de nuestra personalidad.

    Dos mil y pico aos atrs de esta poca nuestra, el mundo civi-lizado viva bajo el poder poltico absoluto del Csar, celador delorden social y administrador de vidas y haciendas segn unas nor-mas de convivencia escasamente concordantes con la Ley Natural,que es la Ley de Dios; por razones de utilidad, en ese mundo civi-lizado se haba parcialmente superado lo de todos contra todos(homo homini lupus, que dira Hobbes) caracterizante de las cul-turas brbaras y tan cercano a la ley de la selva; pero s que semantena una escala de prioridades en razn de los xitos guerre-

    ros y de los privilegios de clase: en un clima de proteccin a las ar-tes y las letras, era aquella una pirmide social en la que,secundado por sus panegiristas y satlites, el ms encumbrado delos mortales se autoproclamaba dios; merced a una histrica asig-

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    nacin de privilegios, se mantena una progresiva disminucin dederechos desde la cspide hasta la base de la pirmide social com-puesta por los desposedos de todo, incluido el elemental derecho ala vida. Era aquello una especie de paganismo ilustrado bajo elomnmodo poder del Csar, que se consideraba a s mismo comosuper-hombre divinizable.

    La venida de Jesucristo al mundo viene a romper los esquemassociales derivados de la ley del ms fuerte y a establecer que se-remos valorados segn la generosa aplicacin de nuestras respecti-vas capacidades personales. Quiere ello decir que, si El vino a darejemplo e infundir su Gracia para el pleno desarrollo del Amor yde la Libertad, en el mundo en que vivimos, cada uno de nosotros

    es responsable de amorizar la parte que le toca en funcin de lascoordenadas de tiempo y lugar; ha de ser as en tanto en cuanto eljusto orden social depende de la tarea a realizar entre todos en rea-lista tratamiento de las circunstancias de tiempo y lugar y sin es-camotear la especfica responsabilidad que a cada uno denosotros corresponde; todo ello, justo es recordarlo, dando alCsar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios.

    Si muchos son los problemas a resolver, si variadas y comple-mentarias son las capacidades de los seres inteligentes que pobla-mos el ancho mundo, si breve es el tiempo disponible cmopercibimos y desarrollamos cada uno de nosotros la mejor solu-cin?: Con carcter general, nos comportamos en plan tibio, ni froni caliente (Ap 3, 14-22); sa es la verdad. En ese panorama de ge-neral tibieza, el non serviam de los que se han credo el ombligodel mundo ha contado y sigue contando con estridentes aplausos ysuficiente servilismo para dar consistencia al ninguneo o persecu-cin de cuantos entienden su vida como una ocasin de servicio alos derechos de sus semejantes y promover la opresin de los hu-mildes, el pisoteo de la Razn, la adulteracin de la Doctrina o la

    sacralizacin de las atrevidas alucinaciones e indemostradossupuestos de tal o cual perezoso investigador, pedantesco profesoro pretendido filsofo.

    Frente a ello se alza la revolucin del Amor y de la Libertadpromovida por el testimonio y la gracia del Unignito Hijo deDios. Su realismo y lgica natural evidencian el sin sentido de laincondicional adoracin al personajillo que uno ve reflejado en elespejo, de la sumisin a los dolos que simbolizaban a todas y cadauna de las debilidades humanas, de la perruna veneracin e incon-dicional al soberbio y caprichoso Csar de turno o de la irracional

    aceptacin de un inconsistente y antinatural sistema filosfico.En esta nueva Doctrina se dice que los ltimos sern los primerossi, con la ayuda de Aquel que todo lo puede, aciertan a vivir enAmor y Libertad: es la gran revolucin en marcha a base de con-

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    quistar voluntades, una a una, hasta la consumacin de los tiem-pos. En sus comienzos todos los creyentes vivan unidos y tenantodo en comn; vendan sus posesiones y sus bienes y repartan el precio entre todos, segn la necesidad de cada uno (Hch 2,44-45); ello implicaba una cordial y efectiva distribucin deresponsabilidades de forma que a cada cual se le otorga lamanifestacin del Espritu para provecho comn (1 Cor 12, 7).

    La lgica natural de aquella gran revolucin social, basada en elAmor y una Libertad responsabilizada y responsabilizante por vir-tud de ese mismo amor, choc con los pretendidos intereses de lospoderosos de este mundo y de sus serviles puntos de apoyo, lacultura oficial incluida: puesto que los poetas haban otorgado a

    sus inventados dioses todas las imaginables debilidades humanascon el consiguiente vaco en la conciencia del comn de los morta-les, el Csar no se resista a la tentacin de cubrir ese hueco procla-mando su non serviam al Supremo Hacedor y erigindose en podersupremo en paralelo con el inventado padre de los dioses y porencima de la totalidad de los mortales. La resistencia de los cristia-nos a la aberrante exigencia de ciega adoracin al Csar fue consi-derada delito de lesa majestad y ms que suficiente motivo para laprisin y muerte de miles y miles de ellos a pesar de que vivan ytrabajaban dando al Csar lo que era del Csar y a Dios lo que es de

    Dios: hubo miles y miles de mrtires cuya sangre result ser semi-lla de millones de cristianos. De ah result que, al cabo de unostrescientos aos, el propio Csar, al tiempo que renegaba de lapretendida divinidad de sus antecesores, otorg a los cristianos unmerecido respeto y una efectiva libertad de creencias e ideas.

    Ello no desterr de su crculo la imbcil soberbia del que se creeautosuficiente en medio de cuantos, inteligentes y libres, se reco-nocan invitados a colaborar en la tarea de una progresiva justiciasocial extensible a los cuatro puntos cardinales del planeta Tierra y

    que haban de corresponder a la gracia de Dios, Eterno Enamora-do, con un amor reflejado en trabajo segn sus capacidades y lasnecesidades de sus semejantes. Las vctimas de la imbcil sober-bia, por el contrario, a pesar de llamarse y pretender ser reconoci-dos como cristianos, en mltiples ocasiones no dudaban enenfrentarse a la voluntad divina con un personal y pattico non ser-viam. Ello se ha reflejado en los dominios de las costumbres, de lapoltica, de las ciencias e, incluso, de la predicacin del Evangeliocon su lamentable incidencia en no pocos captulos de regresivahistoria. Delante o detrs de atropellos al estilo de los producidos

    por el afn anexionista de tal o cual caudillo reputado como cristia-no o de las llamadas guerras de religin (que, de hecho, fueronsiempre o casi siempre guerras de intereses), los idelogos de tur-no incurran en un ms o menos disimulado solipsismo o fenme-

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    no ideolgico segn el cual supuestos y medias verdades sirven dedisfraz al secreto propsito de ser reconocido como exclusivo in-trprete de la realidad, aunque para ello y con el irrenunciabledeseo de ganar sumisiones entre tibios y oportunistas, hayan demalgastar sus ms valiosas energas personales en el empeo deentorpecer la capacidad de libre raciocinio de sus inmediatosseguidores.

    En el mbito de los cristianos nada vale la fe si no se aceptacomo Dios Vivo a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6),hombre entre los hombres que por nosotros nace, vive, muere y re-sucita en el ms grandioso acto de amor y de libertad de que nos datestimonio la historia. Ello es para infundirnos la necesaria fuerza

    (su Gracia) y mostrarnos la nica forma de vivir como cristianos:la de volcar nuestras personales facultades al servicio de nuestrossemejantes; as nos lo confirm el mismo Jesucristo con su plenadedicacin al bien de todos los seres humanos y con una doctrinaque incluye inequvocas y revolucionarias precisiones como aque-lla de en esto conocern todos que sois discpulos mos: en que osamaris los unos a los otros (Jn 13, 35). Efectivamente: que Cristoes la Segunda Persona de la Santsima Trinidad, Dios de Dios,Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero (Credo de Nicea),es lo que distingue al Cristianismo de cualquier otra religin mo-

    notesta.Ello no obstante, desde el siglo primero del Cristianismo, ya

    hubo predicadores que, aun llamndose cristianos, decan no creeren la divinidad de Jesucristo: En suAdversus omnes Haereses,SanIreneo (125-202) los califica de agnsticos e incluye entre ellos aun egipcio llamado Cerinto y a los ebionitas, que se haban rebela-do contra el apostolado de San Pablo, cuya es la categrica expre-sin si no resucit Cristo, vana es nuestra predicacin, vanatambin vuestra fe (1 Co 15, 14). Es el mismo San Ireneo quien

    nos cuenta que San Juan escribi su Evangelio como rplica a lasprimeras herejas, nacidas, segn l, de la soberbia por igualarse aCristo.

    Sin duda que es idntica falta de humildad la que dio alas alpresbtero Arrio (280-336) para rebelarse contra su obispo, negar-le a Jesucristo su probada y legtima Divinidad y adulterar la doc-trina del Amor y de la Libertad al gusto de los revanchistas alacecho. Ah est el origen de no pocas calamidades de que nos ha-bla la historia: parte de las invasiones brbaras (vndalos, ostrogo-dos, visigodos...) y de los enfrentamientos religiosos y civiles de

    los siglos IV y V (obispos contra obispos, augustos contra csaresy csares contra augustos) tomaron al arrianismo tanto como so-porte ideolgico para radicales cambios del orden establecido

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    que como arma de guerra contra su rival: era de nuevo el desprecioa muy realistas recomendaciones como la de dad al Csar lo quees del Csar y a Dios lo que es de Dios o la de amaos los unos alos otros como Yo os he amado.

    Lo del Arrianismo es uno de tantos ejemplos histricos del nonserviam en el que significamos la rebelin de la criatura contra suCreador que, enamorado y libre, nos invita a la libre correspon-dencia en el amor. Amor que, a nivel humano, no puede ser expre-sado de otra forma que en el trabajo orientado al servicio denuestros semejantes, cuyas carencias sin duda que encuentran pa-liativo en el desarrollo y proyeccin social de tal o cual capacidadnuestra. Esta actitud personal, que, como cristianos todos y cada

    uno de nosotros podemos y debemos asumir, sin duda que resultamuchsimo ms noble, realista y reconfortante que la ligera y atre-vida especulacin por los laberintos que ofrece el mercado de lapalabrera y de las ideas.

    La historia nos muestra que cuando tal o cual visionario de am-plia audiencia pone en tela de juicio la vigencia de los valores cris-tianos o los principios e ideas en que se asienta un buen ordensocial, junto con la rplica ms o menos documentada y contun-dente, surgen mil y una tibias interpretaciones a las que se apuntanno pocos profesionales del pensamiento y de la palabra (los llama-dos sofistas en la poca de Platn y Aristteles), todos ellos consus rplicas, contra rplicas y, a veces, rebuscadas originalida-des, que pueden llegar a formar escuelas de mil y un colores: alrespecto, recurdese lo del convencional, perogrullesco y simpli-csimo cogito cartesiano del que, ms o menos directamente, sehan derivado y se siguen derivando la prctica mayora de las mo-dernas filosofas. Algunas de estas filosofas, justo es reconocer-lo, nos han ayudado a avanzar en los caminos de la Cienciamientras que otras muchas o se han diluido en la esterilidad o nos

    han distrado y siguen distrayendo de las ms perentorias obliga-ciones, que nos plantea nuestra condicin de cristianoscomprometidos en el servicio al bien de nuestros semejantes (conhambre, sed, fro, desorientacin... millones y millones de ellos).

    Desde la voluntaria renuncia a ejercer de cristianos en todos losrdenes de la vida, podemos emplear toda nuestra capacidad en unsecreto designio: el de obtener por medio de la astucia y del artifi-cio lo que por otros medios no podemos conseguir. Es entoncescuando, pobres de nosotros, hemos cado en la trampa del ms im-placable de nuestros enemigos para, sin ningn argumento de

    peso, rebelarnos contra Jess de Nazareth, el nico, que nunca hade dejado de amarnos y que es Hijo de Dios, Dios de Dios, Luz deLuz, Dios verdadero de Dios verdadero.

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    SOCRTICA HAMBRE DE DIOS

    Claro que, repasando la historia, tropezamos con individuali-dades o minoras, que, usando de su natural capacidad de re-

    flexin y crtica, aspiran a algo ms que al adocenamiento masivo:piensan, se hacen preguntas, proponen explicaciones y, a veces,atisban vas de progresivo enriquecimiento espiritual.

    De ese carcter, individualidades destacadas de la Grecia clsi-cas fueron Scrates (nacido en torno al ao 470, muerto el ao 399a.de Cristo), su discpulo Platn (428-347 antes de Cristo) y Aris-tteles (384-322 a.de Cristo), que se reconoci discpulo de am- bos: tres egregias individualidades que se enfrentaron aladocenamiento general desde personales puntos de vista. Llevados

    por el afn de simplificar, diremos que el punto de vista (posi-cionamiento filosfico) de Scrates fue el de moralizar (diraseque espiritualizar) a la materializada sociedad de su tiempo; elde Platn el de traspasar las fronteras de lo visible y el de Aristte-les, inventor de la Metafsica, el de llegar a conocer para luegoexplicar todas y cada una de las expresiones y dimensiones de larealidad.

    Scrates presenta la imagen del sabio genuinamente humano.Nacido en Atenas en el ao 470 a.C., de padre escultor y madrepartera (o mayeuta, de donde se deriva la Mayetica o disciplinasobre el buen parto de ideas), dedic su vida a reflexionar sobreel qu y para qu de s mismo en abierto y gratuito dilogo contodo aquel que le quisiera escuchar. No dej nada escrito, lo queno ha impedido que sus discpulos sean los que, realmente, hanpuesto los cimientos de lo que llamamos cultura occidental.

    Conocemos a Scrates a travs del testimonio de egregios per-sonajes como su directo discpulo Platn, que lo idealiza, o Je-nofonte, ms objetivo, que dice de l (Memorables -1, 1, 11-17):

    Scrates no hablaba, como la mayora de los otros, acerca de

    la Naturaleza entera, de cmo est dispuesto eso que los sabios lla-man Cosmos y de las necesidades en virtud de las cuales acontececada uno de los sucesos del cielo, sino que, por el contrario, haca

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    ver que los que se rompan la cabeza con estas cuestiones eranunos locos.

    En primer lugar, se asombraba de que no viesen con claridadmeridiana que el hombre no es capaz de averiguar semejantes co-sas, porque ni las mejores cabezas estaban de acuerdo entre s alhablar de estos problemas, sino que se arremetan mutuamentecomo locos furiosos. Los locos, en efecto, unos no temen ni lo te-mible, mientras otros se asustan hasta de lo ms inofensivo; unoscreen que no hacen nada malo diciendo o hablando lo que se lesocurre ante una muchedumbre, mientras que otros no se atreven nia que les vea la gente; unos no respetan ni los santuarios, ni los al-tares, ni nada sagrado, mientras que otros adoran cualquier pedazode madera o de piedra y hasta los animales. Pues bien: los que se

    cuidan de la Naturaleza entera, unos creen que lo que es es unacosa nica; otros, que es una multitud infinita; a unos les pareceque todo se mueve; a otros, que ni tan siquiera hay nada que puedaser movido; a unos, que todo nace y perece; a otros, que nada hanacido ni perecido.

    En segundo lugar, observaba tambin que los que estn ins-truidos en los asuntos humanos pueden utilizar a voluntad en lavida sus conocimientos en provecho propio y ajeno, y (se pregun-taba entonces) si, anlogamente, los que buscaban las cosas divi-nas, despus de llegar a conocer las necesidades en virtud de lascuales acontece cada cosa, crean hallarse en situacin de producir

    el viento, la lluvia, las estaciones del ao y todo lo que pudierannecesitar, o si, por el contrario, desesperados de no poder hacernada semejante, no les queda ms que la noticia de que esas cosasacontecen.

    Esto era lo que deca de los que se ocupaban de estas cosas.Por su parte, l no discurra sino de asuntos humanos, estudiandoqu es lo piadoso, qu lo sacrlego; qu es lo honesto, qu lo ver-gonzoso; qu es lo justo, qu lo injusto; qu es sensatez, qu in-sensatez; qu la valenta, qu la cobarda; qu el Estado, qu elgobernante; qu mandar y quin el que manda, y, en general, acer-

    ca de todo aquello cuyo conocimiento estaba convencido de quehacia a los hombres perfectos, cuya ignorancia, en cambio, los de-grada, con razn, hacindolos esclavos .

    Eso mismo es lo que Aristteles expresa cuando escribe Scra-tes se ocup de lo concerniente al thos, buscando lo universal ysiendo el primero en ejercitar su pensamiento, en definir. (Mt.,987, b. 1.). En tratar de definir, ms bien, apuntamos nosotrospuesto que l mismo cifraba su sabidura en el saber que no sabanada. Claro que, incapaz de resistirse al afn de aprender a encau-zar su conducta de la mejor de las posibles maneras, vivi preocu-

    pado de lo que hacan y pensaban sus conciudadanos para sacarsus propias conclusiones: ni las estrellas, ni los rboles, ni losmontes me dicen nada; pero s los hombres en la ciudad.

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    Por ello lo de Scrates, es bastante ms que una simple abstrac-cin filosfica: el concete a ti mismo para vivir de acuerdo conlo que eres, conciso imperativo categrico muy anterior a Kant,rompe con cualquier apologa del pensamiento estril para marcarla pauta de la accin hacia la humanizacin del mundo.

    La gente se pregunta Fue Scrates un filsofo? Si por filsofose entiende el que tiene un ordenado sistema de explicaciones,no; si se entiende el que busca una inasequible explicacin del sus-trato de las cosas, quiz tampoco. Si por filsofo entendemos alamigo de la sabidura, que, instalado conceptualmente en la pra-xis tica, se erige en vocero implacable contra las limitaciones ydesvaros de un mundo vctima de sus propias obsesiones por el

    toma y daca del mercado, Scrates fue un filsofo con todas las dela ley: Cmo t, mi estimadsimo, ciudadano del ms grande yculto de los estados, cmo no te avergenzas de ocuparte con afnen llenar lo ms posible tu bolsa y de procurarte fama y honor y,en cambio, del juicio moral, de la verdad y de la mejora de tu almanada se te da? (Apologa, 29d)

    Efectivamente, Scrates vivi y muri como filsofo, es decir,como autntico buscador de la verdad: en el ao 399 a.C. fue con-denado a muerte por defender ideas en contra del pensamiento ofi-cial; aunque pudo huir de su encierro, quiso dejar constancia de sucoherencia intelectual hasta el ltimo momento en que, con abso-luta calma, bebi la cicuta, servida por el verdugo, mientras depar-ta con sus discpulos sobre la inmortalidad del alma.

    A Platn, brillante discpulo de Scrates, s que le reconocen lasacademias de cualquier posterior poca la categora de filsofo apleno derecho o ejemplar de pensador que aspira a encontrar la res-puesta plenamente satisfactoria a cualquiera de las preguntas queel ser humano se pueda plantear. No hace suya la caracterstica hu-mildad de Scrates (solamente saba que no saba nada) y, ante las

    insoslayables dificultades para encontrarse de frente con lo ntimode la realidad opta por lo que entiende como verosmil o probable-mente cierto, lo que, a nuestro juicio, le lleva a caer en la trampadel subjetivismo idealista. El mismo nos ilustra sobre su punto devista con la fbula de la caverna, protagonizada por el hombrecomo ser de limitado entendimiento.

    En el libro VII de su Repblica imagina Platn a una multitudde prisioneros atados de pies y manos y encerrados en una obscuracaverna a donde no llega otra visin que la de las sombras o imge-nes que sobre una franja o ventana en la misma pared de la caverna(pantalla, diramos hoy) son proyectadas desde el mundo de lasideas, a las que Platn presta el carcter de realidades existentespor s mismas.

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    La vida de los prisioneros transcurre rutinaria y apacible en tan-to en cuanto no conocen otro mundo que el de su propia vida y lade las sombras o reflejos de las respectivas ideas, genuinas realida-des imposibles de captar a travs de la materialidad de la vista peroperceptibles, eso sostiene Platn, a travs de la certera reflexin in-telectual. Segn ello, lo visible o palpable ser tanto ms verdicocuanto ms se aproxime a su ideal: bello si copia el eterno carcterde la belleza, y as sucesivamente, tanto que una mesa no es pro-piamente mesa si no es una versin material de la idea mesa. Antetal visin de la realidad, Antstenes, otro de los discpulos deScrates, apuntara con certera mordacidad veo al caballo, perono veo a la caballez

    Fue lo de Platn una forzada escapatoria al materializado y ras-trero mundo, tan criticado por su maestro Scrates, o fue, sencilla-mente, una estudiada licencia retrica del poeta, que fue en unnivel no inferior al de otros poetas griegos que inventaron a losdioses? Sea como fuere, muy cierto es que, a lo largo de la histo-ria, el idealismo platnico ha prestado argumentos a clebres teori-zantes, que, por ejemplo, han sostenido que, merced al carcterdialctico de la realidad, la nada produce el todo, lo abstracto loconcreto, la idea la materia..., o al revs. Recurdese, sino a Hegeldel que se reclaman tantos idealistas como materialistas de

    nuestros tiempos.Por dems, el supertalento que fue Platn, divulg a conciencia

    las buenas cosas de su maestro a la par que, por propia iniciativa,mostr alguna de las pautas del sano discurrir: en lo social y en lopoltico trata de ir ms all de lo que merece el aplauso de los msaprovechados, contemporizadores o egostas: sus dilogos, ricosen contradicciones, sugerencias y originalidades, constituyenotros tanto ejemplos de reflexin sobre la propia reflexin hastallegar a lo que resulta imposible de descifrar salvo que uno se aten-

    ga a lo ya sabido o menos malo. A Platn se le ha llamado el divinopor que apur hasta el lmite las capacidades de la humana inteli-gencia; ello quiere decir que sus errores caen en la lgica de todoaquel que pretende desentraar la verdad desde las limitadsimasfuerzas de un ser humano, aunque ste goce de excepcionales cua-lidades. Aunque lo diga Platn, no puede ser verdad que la desper-sonalizacin colectiva (el comunismo platnico) lleve a la paz yprosperidad de un pueblo, ni tampoco sus divagaciones sobre lapareja ideal que prestan argumentos a los actuales apologetas de launin sexual estril, etc...

    Por otra parte, sabemos que a Platn no le satisfaca en modo al-guno la mitologa retrica de los griegos de su generacin y, cuan-do, en los aos finales de su vida, se planteaba el qu y para qu delas cosas y de su propio pensamiento, no tuvo el menor reparo en

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    aceptar la existencia de un artfice y providente Demiurgo, quenada tena que ver con los mil supuestos dioses encargados de faci-litar o complicar la vida de los hombres. El Demiurgo o dios ac-tivo de Platn era una especie de alma del mundo que proyecta yorganiza las ideas anteriores y superiores a sus respectivas reali-dades materiales. Si a Platn, dice Hirschberger, se le hubierapreguntado sobre la naturaleza y esencia de Dios, seguramenteque, al igual que a la pregunta sobre la esencia de lo bueno, ha-bra respondido: es tan alto y tan excelso que no es posible tocarlodirectamente no es ello una forma de doblegar a la propia inteli-gencia ante el Misterio?

    Poco ms lejos poda llegar Platn en su bsqueda de la razn

    primera de todo lo existente desde una reflexin tan acosada por elmaterialismo ambiente. Con todo su saber y honradez intelectualni pudo dejar de ser un hombre de su poca ni, tampoco, superar uncmulo de ambigedades en que habran de hacerse fuertes poste-riores teorizantes del ideal-materialismo. Muchas de esas ambi-gedades fueron magistralmente soslayadas por su discpuloAristteles, ms amigo de la verdad que de Platn.

    Aristteles pertenece a ese reducido crculo de personajes hist-ricos que, con paciencia, constancia, humildad, libertad y genero-sidad, dedicaron toda su vida al estudio de la naturaleza en generaly del fenmeno humano en particular. Admirador y crtico de sumaestro, el divino Platn, capt muy bien las limitaciones deesa dogmtica idealista que se desliga del testimonio de los sen-tidos. Por otra parte, tuvo la excepcional ocasin de vivir de cercala trayectoria vital y el fracaso personal del personaje ms podero-so de su poca del que fue tutor y maestro: nos referimos, claroest a Alejandro, llamado el Magno, aquel que se crea un dios, quevivi como juguete de una desmedida ambicin y muri sin habersaboreado algo tan asequible a los humanos como es la tranquila

    felicidad de saberse amado y no temido. Creemos que el probadorealismo de Aristteles tuvo mucho que ver con ambasexperiencias.

    Aristteles naci el ao 384 a.C. en Estagira (hoy Stauros). Hijode Nicmaco, mdico de Amintas III, pas sus primeros aos en lacorte macedonia. A la muerte de sus padres, muy nio aun, se edu-c bajo la tutela de Prxeno de Atarnea hasta que, cumplidos 17aos (367) su tutor le envi a Atenas para que recibiera las ense-anzas del ms celebrado filsofo de toda la Hlade, el divinoPlatn, y as fue en cordial sintona durante veinte aos. Acosado

    por el nacionalismo antimacedonio (con el elocuente y mordazDemstenes a la cabeza), Aristteles hubo de huir de Atenas hastaAssos (en el Asia Menor, cercana al emplazamiento de la antiguaTroya), all cas con Pythias, que le dio una hija del mismo nom-

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    bre, y permaneci durante tres aos hasta que, invitado por FilipoII, retorn a Macedonia para hacerse cargo de la formacin intelec-tual de Alejandro, a la sazn despierto y belicoso adolescente detrece aos. No se puede decir que entre el sabio y el conquistador elcordial entendimiento se prolongara por mucho tiempo: aunquehay constancia de que Alejandro, en reconocimiento a su maestro,pag muy generosamente las enseanzas recibidas y reedificEstagira, la ciudad natal de Aristteles que haba sido destruidaunos aos atrs por Filipo, en ninguno de los escritos que conoce-mos de Aristteles se encuentra una sola referencia al caudillo ma-cedonio: se dice que, adems de reprocharle su egocentrismo eilimitada ambicin, Aristteles nunca le perdon la ejecucin de

    su sobrino Calstenes, condenado por Alejandro al negarleadoracin. No es fcil encontrar en la historia personalidades msantagnicas que las de Aristteles y Alejandro.

    Vuelto a Atenas el ao 335 a.de Cristo, Aristteles cre y desa-rroll el Liceo, un polifactico centro cultural en unos terrenosfuera de las murallas, al lado opuesto de la aun vigorosa Academiaplatnica.

    A la muerte de Alejandro (13 de julio de 323), resurgi en Ate-nas el nacionalismo antimacedonio con el infatigable Demstenesa la cabeza. Aristteles vio en peligro su propia vida (no quiero quelos atenienses pequen por segunda vez contra la filosofa, dijo re-cordando la arbitraria ejecucin de Scrates) y se retir a Calcis(Eubea) en donde falleci un ao ms tarde (322): sesenta y dosaos de intensa vida dedicada en su mayor parte a la bsqueda dela verdad sin concesiones a conveniencias sociales, prejuicios ograndes afectos (amo a Platn, pero mucho ms amo a la Verdad).

    Lo de Aristteles es lo que podemos llamar incondicionado rea-lismo; desde tal realismo el estagirita pretende desarrollar unaciencia en la que lo conocido no pueda ser de otra manera de

    cmo se conoce. Para lo que l llama Filosofa Primera cuentaAristteles con una teora del conocimiento en la que la percep-cin fsica (ver, tocar, oler o palpar) es la que brinda el ms directoy seguro conocimiento de la inmediata realidad: El alma no puedepensar sin representaciones sensibles, de forma que, si falta unsentido, tambin faltan los correspondientes conocimientos. Porejemplo, un ciego de nacimiento no tiene conocimiento de loscolores.

    Es a travs de los sentidos como la inteligencia humana llega acaptar el carcter y finalidad de las cosas desde el anlisis de unaforma sensible sin materia. Segn ello, queda claro que no puedehaber un conocimiento (o platnica idea inmaterial) de un objetosin objeto, pragmatismo elemental que niega tanto las conclusio-

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    nes cientficas sin experimentacin previa como los supuestos derealidades inmateriales anteriores y superiores a respectivas reali-dades materiales. Es as como se marcan los lmites a las pretensio-nes de la dogmtica cientfica y se fuerza la cada del supuestomundo platnico de las ideas.

    Al tiempo que concede ineludible responsabilidad a la percep-cin sensible, Aristteles confa en la capacidad de reflexin y de-duccin para llegar a conocer la naturaleza de lo real: si es hartolimitado el mbito de percepcin de los sentidos la capacidad re-flexiva de la inteligencia humana no conoce otros lmites que losque le marca una realidad superior.

    Es la creencia en esa Realidad Superior lo que, tal como podre-

    mos ver ms adelante, permite una positiva o realista orientacindel realismo aristotlico en el que ya cuentan, desde hace no me-nos de veintitantos siglos, la lgica como instrumento de la cien-cia, la fsica entendida como filosofa de la naturaleza, lametafsica como filosofa primera, el hombre como unin sus-tancial de cuerpo y alma, la felicidad como fin de la tica (ese insu-perable tratado laico del buen vivir cual es la tica a Nicmaco,libro que Aristteles dirigi a su hijo y a los hijos de todos los pa-dres) y la sociabilidad como caracterstica esencial del ser humano(el hombre es un animal poltico, ha dejado escrito Aristteles). Y,muy destacadamente, las cuatro causas de toda realidad: la causamaterial, la causa formal, la causa eficiente y la causa final.

    Llama Aristteles causa material aquello de que est hechauna cosa y causa formal aquello que la cosa va a ser. Llamacausa eficiente al por qu de que exista esa cosa y causa final,al ltimo papel que esa cosa ha de desempear en el conjunto detoda la Realidad existente.

    Al sabio le result relativamente fcil extenderse en las cau-sas materiales y formales de las realidades fsicas que, una a una,

    fue examinando a lo largo de su vida. Ya no lo fue tanto explayarseen lo de causa eficiente y causa final; a la luz de las sucesivas apor-taciones de lo que Teilhard llam noosfera (la corteza pensantede la tierra) trataremos de acercarnos a una respuesta que, en honora la verdad, solamente podremos encontrar en las cercanas de loque el propio Aristteles llam Motor Inmvil (no tan inmvil,creemos nosotros).

    Diremos ahora que cualquiera de las causas s que han de serconocidas por el Creador e Impulsor de todas las cosas, sean tal

    cual o han sido formadas y desarrolladas por cualquiera de los ca-minos, por donde se hayan podido formar o desarrollar (creatioex nihilo, evolucin, etc)

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    La materia y la forma son dos conceptos bsicos en el realismoaristotlico: materia ser aquello con que est hecho algo (tangibleo intangible) mientras que forma ser la idea-plano-molde de esealgo tanto en la mente de su creador como en la capacidad de inte-ligencia de su perceptor: por la forma ( que pude confundirse conlo que otros filsofos llaman esencia) las cosas son como son ascomo, por la materia, las cosas tienen la consistencia que tienen.

    Aunque han corrido ros de tinta en sentido contrario, nosotroscreemos que en el realismo aristotlico late la necesidad de Dios:Aristteles cree innecesario demostrar la existencia del Creadorpuesto que la simple existencia de algo implica la existencia de suhacedor (no hay reloj sin relojero, diramos hoy). Dios es el Nece-

    sario; el mundo y lo que vemos, incluidos nosotros mismos, es locontingente: cosas o personas que pueden ser o no ser, vivir o novivir, nacer y morir sin que el Ser Necesario deje de ser Necesario.

    A Dios se le admite so pena de caer en el absurdo de aceptar queuna cosa existe sin que haya habido Alguien que la ha proyectado,hecho y formado. Uno y Necesario por encima de lo mltiple ycontingente, incluidos el Olimpo y todos los inquilinos del Parte-nn al que unos seres tan contingentes como los que hoy pueblanel planeta han otorgado la categora de dioses.

    Todo ello es lo que, a nuestro juicio, puede reconocerse en elrealismo aristotlico. Por obvias razones de poca y lugar falta enese realismo una Persona que, en Amor y Libertad, liga lo humanocon lo divino. Es la Persona a la que hemos de referirnos de formainmediata.

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    ENTRE IMAGINAR, CREER O SABER

    Una buena parte de la humanidad ilustrada dice haber en-contrado en la Ciencia pruebas irrefutables de que la vida decada ser humano es un simple y efmero incidente en el acontecercsmico sin otra importancia que aquella que le conceden su fami-

    lia, su entorno social o las corrientes de la historia: si, hasta ahora,los ms sofisticados instrumentos de la Ciencia no han descubiertonada que no sea matemticamente deducible o perceptible por lossentidos podemos concluir que lo de ser hombre no es ms que vi-vir y soar como, tal vez, lo hacen otros muchos animales? o,como imaginan los marxistas, lo nico en que el hombre se dife-rencia del cordero es en que es capaz de producir lo que come?

    Ni lo uno ni lo otro que, de hecho, toman caminos convergenteshasta una meta que no pasa de simple y gratuita imaginacin consus laberintos de supuestos y teoras estriles hasta la saciedad.

    Para huir de esa agobiante esterilidad, tratemos de descubrir elhilo de Ariadna que nos permita salir del laberinto del imaginar porno saber. Al respecto hemos de reconocer que la ciencia humana esdescubrimiento, no es creacin. Nacida y cultivada por el afn dever, es gracias al persistente trabajo y a una objetiva humildad en eluso de nuestras facultades mentales, cmo encontramos en ella lagua para acercarnos al conocimiento de la Realidad. Pero, reco-nozcmoslo o no, la Ciencia por s sola es incapaz de despejar las brumas del Misterio que envuelven al principio y al punto de

    apoyo de esa Realidad: las limitaciones de la Ciencia avalan lanecesidad de Dios.As lo vea uno de los precursores de la Ciencia Experimental,

    Francis Bacon, barn de Verulam (1561-1626): La va purificado-ra del entendimiento, que permite entrar en el reino del hombrefundado en las ciencias, es la misma va que lleva al reino de loscielos, donde no es posible entrar si no nos hemos vuelto previa-mente nios, oportuna consideracin para hacer ver a los sa-bios de su tiempo lo inapropiado de toda conclusin dogmticasobre los hallazgos de la Ciencia y dice:

    Los hombres han de tener en cuenta la profunda diferenciaexistente entre los dolos de la mente humana y las Ideas de lamente divina, pues los primeros no pasan de ser abstracciones gra-

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    tuitas mientras las segundas son los signos verdaderos del Creadorsobre las criaturas, tal y como se imprimen y determinan en la ma-teria por lneas verdaderas y escogidas. Por tanto, las cosas, tal y

    como realmente son en s mismas, ofrecen conjuntamente (en estegnero) la verdad y la utilidad; y las operaciones mismas han deser estimadas ms por su calidad de prendas de verdad que por lascomodidades que procuran a la vida.

    Intil es sustituir a Dios por el microscopio. Aunque envueltoen el misterio, El est con nosotros y en el origen y desarrollo detoda realidad. Ninguno de nosotros es ajeno a la percepcin de unSer que puede infinitamente ms que nosotros: situados en elprimer rengln de la primera pgina del libro de la Realidad , pode-mos negarle pero siempre le adoraremos, si no directamente a El,s que lo haremos a algo que, sin duda, es parte de su sombra: unente material o la materia inmensa; una abstraccin, dolo de nues-tra mente, o la ciencia sin lmites, de la que podemos hacer (quinnos lo puede impedir?) un pedestal para nuestro orgullo.

    Puesto que estamos aludiendo a la relatividad de la ciencia hu-mana para llegar por s misma al eje o centro de la Realidad, cabeun recordatorio hacia la supuesta falta de fe del ms ilustre cientfi-co del siglo XX, por dems, autor de la Teora de la Relatividad:Einstein era, con bastante claridad, un no creyente; esto lo dice

    un tal John Edwards, quien, desde su ateismo, presenta a Eins-tein como ejemplo de cientfico no creyente. Lo de no creyen-te es una simplificacin semntica, que, de hecho, quiere decirmuy poco: todos los que piensan, pensamos, creen, creemos, enalgo llammoslo esencial, sea ello fenmeno, cosa, idea o esenciaexterior a nosotros o, explotando hasta el extremo los desvaros dela propia imaginacin, en la omnisciencia del yo. Respetemos elestricto sentido de las palabras: si creyente es todo aquel que creeen algo, no creyente ser aquel que no cree en nada, lo que resultaimposible de encontrar en el mundo de los humanos quiere us-

    ted definir como no creyente a todo aquel que dice no creer enDios? Este tal no deja de creer en algo, aunque ello sea laautosuficiencia de su razn: religiosos, ateos, materialistas,agnsticos todos son creyentes de una u otra forma

    Pero, volviendo a Einstein, si lo que se quiere decir de l es queera ateo, se incurre en una arriesgada falsificacin de su biografa:el brillantsimo y humilde cientfico, que fue Albert Eisntein creaen algo exterior a s mismo, que nunca dijo que no fuera Dios; siformul con precisin matemtica alguno de sus hallazgos y ade-

    lant puntos de apoyo de ulteriores genialidades, nunca lo hizo sinhaber sometido sus hiptesis a exhaustivas reflexiones y compro-baciones en la lnea de reconocer siempre las inmensidades que noacertaba a ver. Nunca neg el Misterio (ms all de la nada, realsi-

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    mo orden incomprensible) puesto que vivi obsesionado por acer-carse a l. Entendemos que cuando Einstein dice Dios no juega alos dados con el Universo, da por absolutamente evidente que laRealidad no sera tal cual sin un Poder y un Orden infinitos, que nolleg a comprender en vida, pero ante lo cual siempre se inclincon devocin inequvocamente religiosa: En esta poca materia-lista nuestra los trabajadores cientficos serios son las nicas per-sonas profundamente religiosas y si hay algo en m que puedallamarse religioso es la ilimitada admiracin por la estructura delmundo tanto como la ciencia puede revelarla son frases suyas. Loque no crea y as lo dej dicho era en un dios reflejo de la fragili-dad humana.

    Ignorante del carcter divino de Jess de Nazareth, a Einstein,judo tambin l de nacimiento, le costaba trabajo aceptar la exis-tencia de un Dios personal (en ello segua a su correligionario Spi-noza); pero tal como se resisti siempre a considerarse capaz deuna categrica definicin sobre el origen del Universo, igualmentese libr de negar una posible Personalidad a Dios: No puedoaceptar ningn concepto de Dios basado en el miedo a la muerte oen la fe ciega. No puedo demostrarle que no hay un Dios personal, pero si hablara de l sera un mentiroso, ha dejado dicho. Pero, enuna entrevista del Saturday Evening Post, s que testimoni enor-

    me respeto y admiracin por su correligionario de hace ms de dosmil aos:

    De nio recib instruccin en la Biblia y el Talmud. Soy judo,pero cautivado por la luminosa figura del Nazareno. l es dema-siado colosal para escritores imaginativos de leyendas por muyhbiles que sean. Nadie lee los Evangelios sin sentir la real pre-sencia de Jess. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningnmito se halla pleno de tal vida (Octubre 26, 1929)

    Y, como a Bacn de Verulam, al descubridor de la Relatividad

    le honra el tener en cuenta lo muy relativo de su ciencia: Lo queveo en la naturaleza es una magnfica estructura que podemoscomprender slo de manera muy imperfecta, y esto debe llenar auna persona pensante de un sentimiento de humildad. Lo dijo al-guien que muri queriendo saber cmo Dios cre el mundo; noestoy interesado en fenmenos especficos ni en el espectro de unelemento qumico: quiero conocer sus pensamientos, lo dems esdetalle.

    Qu habra ocurrido si Einstein, el ms celebrado cientfico delsiglo XX, hubiera credo realmente en la palabra de Jess de

    Nazareth?

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    ABRAHAM, PADRE DE LOS CREYENTES

    Teraj, el padre de Abram, perteneca una estirpe, tribu o familia(los patriarcas posdiluvianos) que, muy seguramente y tal

    como se sugiere en el Gnesis (Gen 11, 10-26), haba mantenidodurante siglos el culto al Dios nico en medio de los idlatras cal-deos.

    Se cree que sucedi en fecha no inferior a 1300 aos antes de Je-sucristo: Teraj tom a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Ha-rn, y a su nuera Saray, la mujer de su hijo Abram, y salieronjuntos de Ur de los caldeos (Baja Mesopotamia) para dirigirse aCanan. Llegados a Jarn (Noroeste de Mesopotamia), se estable-cieron all (Gen 11, 31). Unos aos despus Yahvh dijo a

    Abram: Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre a latierra que yo te mostrar. De ti har una nacin grande y te bende-cir. Engrandecer tu nombre que servir de bendicin: Bendecira quienes te bendigan y maldecir a quienes te maldigan. Por ti sebendecirn todos los linajes de la tierra (Gen. 12, 1-3).

    Obedeciendo la voz de Dios, tom Abram a Saray, su mujer, ya Lot, hijo de su hermano, con toda la hacienda que haban logra-do, y el personal que haban adquirido en Jarn, y salieron para di-rigirse a Canan (Gen. 12, 5).

    Por la fe, dice el Apstol Pablo, Abraham, al ser llama-do por Dios, obedeci y sali para el lugar que haba de reci-bir en herencia, y sali sin saber a dnde iba (Hb 11, 8)

    Bendecido por Dios, Abram se abri camino en el pas de losCananeos hasta que hubo hambre en el pas y Abram baj a Egip-to a pasar all una temporada pues el hambre abrumaba al pas(Gen 12, 10). Regresado al pas de los cananeos,

    Dijo Yahvh a Abram despus de que Lot se separ de l: alzatus ojos y mira desde el lugar en donde ests hacia el norte, el me-dioda, el oriente y el poniente. Pues bien, toda la tierra que ves tela dar a ti y a tu descendencia por siempre. Har tu descendenciacomo el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvode la tierra, tambin podr contar tu descendencia. Levntate, re-

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    corre el pas a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar(Gen 13, 14-17).

    Nos dice la Biblia que Abram se libr del acoso de sus enemigosluego de derrotar a cuatro reyes idlatras coaligados contra l, res-catar a su sobrino Lot hecho prisionero en una de las campaas yser acatado por Melquisedec, rey de Salem, quien present pan yvino pues era sacerdote del Dios Altsimo y le bendijo diciendo-Bendito Abraham del Dios Altsimo que entreg a tus enemigosen tus manos!- (Gen 14, 17-18).

    Transcurran los aos y Saray segua sin darle descendencia aAbram; de ella parti la idea de tener hijos a travs de una de sussirvientas, algo respaldado por los usos y las leyes de la poca (de-

    recho mesopotmico): Tena una esclava egipcia que se llamabaAgar y dijo Saray a Abram: Mira, Yahveh me ha hecho estril.Llgate, pues, te ruego, a mi esclava. Quiz podr tener hijos deella (Gen 16, 2).

    Aceptada por Abram la propuesta, Agar concibi de l un hijo,lo que le puso extraordinariamente orgullosa hasta el punto deatreverse a mirar con desprecio a Saray (Gen 16, 5), hasta questa, respaldada por Abram, la hizo huir al desierto hasta que elAngel de Yahveh le aconsej reconciliarse con Saray y le dijo:Mira que has concebido y dars a luz un hijo, al que llamars

    Ismael, porque Yahveh ha oido tu afliccin... Su mano contra to-dos y la mano de todos contra l; y enfrente de todos sus hermanosplantar su tienda.... Agar dio a luz un hijo a Abram y Abram llamal hijo que Agar le haba dado Ismael (Gen 16, 11-15).

    Aos ms tarde, le es reiterada la promesa de Dios a Abram, yamuy anciano y casado con una anciana y estril mujer: sers pa-dre de una muchedumbre de pueblos. No te llamars ms Abram,sino que tu nombre ser Abraham, pues padre de muchedumbre depueblos te he constituido... Y establecer mi alianza entre nosotros

    dos y con tu descendencia despus de ti, de generacin en genera-cin: una alianza eterna de ser Dios tuyo y el de tu posteridad.... ASaray, tu mujer, no le llamars ms Saray, sino que su nombre serSara (madre de reyes). Yo la bendecir y de ella tambin te dar unhijo.... Abraham lo tom a broma y replic: A un hombre decien aos va a nacerle un hijo? y Sara, a sus noventa aos, va a dara luz?... Si, al menos, Ismael viviera en tu presencia! RespondiDios: S, pero Sara, tu mujer, te dar a luz un hijo y le pondrs pornombre Isaac. Yo establecer mi alianza con l, una alianza eterna,de ser el Dios suyo y el de su posteridad. En cuanto a Ismael, tam-

    bin te he escuchado: he aqu que le bendigo, le hago fecundo y lehar crecer sobremanera. Doce prncipes engendrar y har de lun gran pueblo... (Gen 17, 4-21).

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    En el captulo 18 del Gnesis se muestra la piedad de Abrahamimplorando por la vida de los justos que pudiera haber en las co-rrompidas ciudades de Sodoma y Gomorra: De verdad vas a ani-quilar al justo con el malvado?... Tal vez existan cincuenta justosen la ciudad... si hubiera cuarenta?... Tal vez all se encuentrentreinta... o veinte... Quiz se encuentren all diez... No la destruiren atencin a los diez (Gen 18, 24-32).

    Ni siquiera haba diez justos entre toda la poblacin de las co-rrompidas Sodoma y Gomorra; solamente Lot y sus hijas vivan almargen de la corrupcin ambiente y fueron librados del desastre fi-nal: As pues, cuando Dios destruy las ciudades de la vega, seacord de Abraham y puso a Lot a salvo de la catstrofe, que arras

    las ciudades en las que Lot habitaba (Gen 19, 29)Qu diremos, pues, de Abraham, nuestro padre...?, es la re-

    flexin a que nos invita San Pablo, recordando crey Abraham enDios y le fue reputado como justicia (Rom 4, 1-3). Esa fe es la res-puesta de un justo a la alianza de Dios c