(1973) La locura de la luz

download (1973) La locura de la luz

of 4

Transcript of (1973) La locura de la luz

  • 8/13/2019 (1973) La locura de la luz

    1/4

    1

    LA LOCURA DE LA LUZ

    LA FOLIE DU JOUR

    MAURICE BLANCHOT

    Traduccin de Jos Jimnez, en BLANCHOT, Maurice: Textos, Editora Nacional, Madrid, 2002.

    Yo no soy ni sabio ni ignorante. He conocido alegras. Decir esto es demasiado poco: vivo, y esta vida meproduce el mayor placer. Entonces, la muerte? Cuando muera (tal vez dentro de poco), conocer un placerinmenso. No hablo del sabor anticipado de la muerte que es insulsa y a menudo desagradable. Sufrir esembrutecedor. Pero tal es la verdad relevante de la que estoy seguro: experimento al vivir un placer sin lmites y

    tendr al morir una satisfaccin sin Imites.

    He errado, he ido de un lugar a otro. Estable, he permanecido [demeur] en una sola habitacin. He sidopobre, despus ms rico, luego ms pobre que muchos. De nio, tena grandes pasiones, y todo lo que deseaba loconsegua. Mi infancia ha desaparecido, mi juventud se ha quedado en el camino. No me importa: lo que haocurrido, me alegro por ello, lo que ocurre [ce qui est] me gusta, lo que viene me conviene.

    Es mi existencia mejor que la de todos los dems? Tal vez. Yo tengo un techo, muchos no lo tienen. Notengo la lepra, no estoy ciego, veo el mundo, una suerte extraordinaria. Yo la veo, esta luz [jour] fuera de la cualno hay nada. Quin podra quitarme eso? Y cuando esta luz [jour] se oscurezca, me oscurecer con ella,pensamiento, certeza que me arrebata.

    He amado a algunos seres, los he perdido. Me volv loco cuando recib ese golpe, porque es un infierno. Peromi locura ha quedado sin testigos, mi extravo no era notado, slo mi intimidad estaba loca. A veces, me pona

    furioso. Me decan: Por qu ests tan tranquilo? Ahora bien, estaba consumido de los pies a la cabeza; por lanoche, corra por las calles, gritaba; durante el da [jour], trabajaba tranquilamente.

    Poco despus se desencaden la locura en el mundo. Me pusieron entre la espada y la pared como a muchosotros. Para qu? Para nada. Los fusiles no se dispararan. Yo me dije: Dios, qu es lo que haces? Entonces dejde ser insensato. El mundo dud, luego recuper su equilibrio.

    Con la razn, me volvi la memoria y vi que incluso en los peores das, cuando me crea perfecta eenteramente desgraciado, era, sin embargo, y casi todo el tiempo, extremadamente feliz. Eso me hizo reflexionar.Este descubrimiento no era agradable. Me pareca que yo perda mucho. Me interrogaba: no estaba triste?, nohaba sentido mi vida arruinarse? S, eso haba sido; pero, cada minuto, cuando me levantaba y corra por lascalles, cuando quedaba inmvil en un rincn de la habitacin, el frescor de la noche, la estabilidad del suelo mehaca respirar y descansar en la alegra.

    Los hombres querran escapar de la muerte, extraa especie. Y algunos claman, morir, morir, porquequisieran escapar de la vida. Qu vida, yo me mato, me rindo. Eso es lamentable y extrao, es un error.

    Sin embargo, he encontrado seres que jams le han dicho a la vida, cllate, y nunca a la muerte, vete. Casisiempre mujeres, bellas criaturas. A los hombres el terror los asedia, la noche los consume, ven sus proyectosaniquilados, su trabajo convertido en polvo. Ellos, tan importantes que queran construir el mundo, quedanestupefactos, todo se viene abajo.

    Puede describir mis penalidades? No poda ni andar, ni respirar, ni alimentarme. Mi aliento era de piedra,mi cuerpo de agua, y sin embargo mora de sed. Un da, me hundieron en el suelo, los mdicos me cubrieron debarro. Qu trabajo en el fondo de esta tierra. Quin la considera fra? Es fuego, es una maraa de espinas. Melevant completamente insensible. Mi tacto erraba a dos metros: si entraban en mi habitacin, yo gritaba, sinembargo el cuchillo me cortaba tranquilamente. S, me qued en los huesos. Mi delgadez, por la noche, se erguapara horrorizarme. Me injuriaba, me fatigaba yendo de un lado para otro; ah, ya lo creo que estaba fatigado.

    Soy egosta? No tengo sentimientos ms que para algunos, piedad para nadie, raramente tengo ganas deagradar, raramente ganas de que se me agrade, y yo, para m que poco menos que insensible, slo sufro porellos, de tal manera que su menor aprieto me provoca un mal infinito aunque, no obstante, si es necesario, lossacrifico deliberadamente, les suprimo todo sentimiento dichoso (llego a matarlos).

  • 8/13/2019 (1973) La locura de la luz

    2/4

  • 8/13/2019 (1973) La locura de la luz

    3/4

    3

    cara a cara a la locura de la luz; esa era la verdad: la luz se volva loca, la claridad haba perdido el sentido; meacosaba irracionalmente, sin regla, sin objetivo. Este descubrimiento fue una dentellada en mi vida.

    Dorma! Al despertar, tuve que or a un hombre que me preguntaba: tiene algo que denunciar? Extraapregunta dirigida a alguien que acaba de tener relacin directa con la luz.

    Incluso sano, dudaba de estarlo. No poda ni leer ni escribir. Estaba rodeado de un norte brumoso. Pero he

    aqu lo extrao: aunque recordase el contacto atroz, languideca viviendo tras unas cortinas y cristales ahumados.Yo quera ver algo a pleno da; estaba harto del agrado y contort de la penumbra; tena para con la luz un deseode agua y de aire. Y si ver significaba el fuego, yo exiga la plenitud del fuego, y si ver significaba el contagio de lalocura, deseaba locamente esta locura.

    En la institucin se me concedi una pequea posicin. Yo responda al telfono. El doctor tena unlaboratorio de anlisis (se interesaba por la sangre); la gente entraba, beba una droga; echados en pequeoslechos, se dorman. Uno de ellos cometi una travesura notable: tras haber absorbido el producto oficial, tom unveneno y cay en coma. El mdico lo consideraba una villana. Resucit y se querell contra ese sueofraudulento.

    Encima! Este enfermo, me parece, mereca algo mejor.

    Aunque tena la vista apenas mermada, caminaba por la calle como un cangrejo, agarrndome firmemente a

    las paredes y, cuando las soltaba, con el vrtigo alrededor de mis pasos. Sobre estos muros, vea a menudo elmismo anuncio, un anuncio modesto, pero con letras bastante grandes: T tambin, t lo quires. Ciertamente, yolo quera, y cada vez que me encontraba estas palabras considerables, lo quera.

    Sin embargo, algo en m ces bastante rpido de querer. Leer me supona una gran fatiga. Leer no mefatigaba menos que hablar, y la mnima palabra verdadera exiga de m no s qu fuerza que me faltaba. Medecan: usted se regodea con sus dificultades. Este propsito me sorprenda. A los veinte aos, en la mismacondicin, nadie me lo habra notado. A los cuarenta, un poco pobre, me volva miserable. De ah vena estapenosa apariencia? En mi opinin, se me pegaba de la calle. Las calles no me enriquecan como hubieran debidohacerlo razonablemente. Al contrario, al circular por las aceras, al internarme en la claridad de los metros, al pasarpor admirables avenidas en las que la ciudad resplandeca magnficamente, me volva extremadamente apagado,modesto y fatigado y, reuniendo una parte excesiva de la ruina annima, atraa a continuacin tanto ms lasmiradas cuanto que no iban a m dirigidas y me converta en algo un tanto vago e informe; de tan influyente,ostensible que ella, la ciudad, pareca. Lo que es fastidioso de la miseria es que se nota, y los que la ven piensan:me estn acusando; quin me ataca? Yo no deseaba en absoluto portar la justicia sobre mis espaldas.

    Me decan ( alguna vez el mdico, otras las enfermeras): usted es instruido, tiene capacidades; al noemplear aptitudes que, repartidas entre diez personas a las que les faltan, les permitiran vivir, les priva de lo queno tienen, y su indigencia, que podra ser evitada, es una ofensa a las necesidades de ellos. Yo preguntaba: Porqu estos sermones? Es mi lugar lo que robo? Qutenmelo. Me vea rodeado de pensamientos injustos y derazonamientos malintencionados. Y quin se enfrentaba contra m? Un saber invisible del cual nadie tenapruebas y que yo mismo buscaba en vano. Era instruido! Pero quizs no todo el tiempo. Capaz? Dnde estabanestas capacidades que utilizan como jueces sentados con la toga en sus escaos y dispuestos a condenarme da ynoche?

    Yo quera bastante a los mdicos, no me senta minimizado por sus dudas. El problema es que su autoridadaumentaba de hora en hora. No nos damos cuenta pero son unos reyes. Abriendo mis habitaciones, decan: Todolo que est all nos pertenece. Se lanzaban sobre mis recortes de pensamiento: Eso es nuestro. Interpelaban a mihistoria: Habla, y ella se pona a su servicio. Rpidamente me despojaba de m mismo. Les distribua mi sangre,

    mi intimidad, les prestaba el universo, les daba la luz. A sus ojos, en nada asombrados, me converta en una gotade agua, una mancha de tinta. Me reduca a ellos mismos, pasaba todo entero bajo su vista, y cuando, al fin, notenan presente ms que mi perfecta nulidad y ya nada ms que ver, muy irritados, se levantaban gritando: Ybien, dnde est usted? Dnde se esconde? Esconderse est prohibido, es una falta, etc.

    Detrs de sus espaldas yo perciba la silueta de la ley. No la ley que nosotros conocemos, que es rigurosa ypoco agradable; aqulla era otra. Lejos de caer bajo su amenaza, era yo quien pareca asustarla. De creerla, mimirada era el rayo y mis manos motivos para perecer. Adems, ella me atribua ridculamente todos los poderes,se declaraba perpetuamente a mis pies. Pero no me dejaba pedir nada y, cuando me reconoci el derecho de estaren todos los lugares, ello significaba que no tena sitio en ninguna parte. Cuando ella me colocaba por encima delas autoridades, eso quera decir: usted no est autorizado para nada. Si se humillaba: usted no me respeta.

    Yo saba que uno de sus fines era hacerme administrar justicia. Ella me deca: Ahora, eres un seraparte: nadie puede nada contra ti. Puedes hablar, nada te compromete; los juramentos ya no te vinculan; tusactos permanecen sin consecuencias. T me pisoteas, y yo habr de ser para siempre tu sirviente. Una

    sirviente? No lo quera a ningn precio.

    Ella me deca: T amas la justicia. S, me parece. Por qu dejas que en tu persona tan notable se faltea la justicia? Pero mi persona no es notable para m.

  • 8/13/2019 (1973) La locura de la luz

    4/4

    4

    Si la justicia se debilita en ti, se vuelve dbil en los otros, que sufrirn por ello. Pero este asunto no lecompete. Todo le compete. Sin embargo usted me lo ha dicho, estoy aparte.

    Aparte, si actas; nunca si dejas a los dems actuar.

    Ella estaba cayendo en palabras ftiles: La verdad es que nosotros ya no nos podemos separar. Te seguirpor todas partes, vivir bajo tu techo, tendremos el mismo sueo.

    Yo haba aceptado dejarme encerrar. Momentneamente, me dijeron. Bien, momentneamente. Durante lashoras al aire libre, otro residente, un anciano de barba blanca saltaba sobre mis hombros y gesticulaba por encimade mi cabeza. Yo le deca: As que eres Tolstoi? El mdico me consideraba por ello bastante loco. Finalmentepaseaba a todo el mundo sobre mi espalda, un nudo de seres estrechamente enlazados, una sociedad de hombresmaduros, atrados all arriba por un vano deseo de dominar, por una chiquillada desgraciada, y cuando mederrumbaba (porque yo no era al fin y al cabo un caballo), la mayora de mis camaradas, ellos tambindesplomados, me vapuleaban. Eran momentos gozosos.

    La ley criticaba vivamente mi conducta: En otro tiempo lo he conocido muy diferente. Muy diferente? No se burlaban de usted impunemente. Verlo costaba la vida. Amarlo significaba la muerte. Los hombres cavabanfosas y se enterraban para escapar a su vista. Se decan entre s: Ha pasado? Bendita la tierra que nos cubre. Se me tema hasta ese punto? El temor no le bastaba, ni las alabanzas desde el fondo del corazn, ni una vidarecta, ni la humildad en las cenizas. Y sobre todo que no se me interrogue. Quin osa pensar incluso en m?

    Ella se encolerizaba singularmente. Me exaltaba, pero por ponerse a mi altura: Usted es el hambre, ladiscordia, la muerte, la destruccin. Por qu todo eso? Porque soy el ngel de la discordia de la muerte y delfin. Bueno, le deca, con todo esto ya tenemos ms que de sobra para que nos encierren a los dos. La verdades que ella me agradaba. En ese ambiente superpoblado de hombres era el nico elemento femenino. Una vez mehizo tocar su rodilla: una extraa impresin. Yo le haba declarado: No soy hombre que se contente con unarodilla. Su respuesta: Eso sera asqueroso!

    He aqu uno de sus juegos. Ella me enseaba una porcin del espacio, entre el alto de la ventana y el techo:Usted est all, deca. Yo miraba ese punto con intensidad. Est usted ah? Yo lo miraba con todo mi poder.Y bien? Notaba saltar las cicatrices de mi mirada, mi vista se volva una llaga, mi cabeza un agujero, un tororeventado. De repente, grit: Ah, veo la luz, ah, Dios, etc. Yo me quejaba de que ese juego me fatigabaenormemente, pero ella era insaciable de mi gloria.

    Quin te ha arrojado cristales en la cara? Esta pregunta la retomaban en todas las preguntas. No me laproponan muy directamente, pero era la encrucijada a la que conducan todos los caminos. Me haban hechoobservar que mi respuesta no descubrira nada, porque desde mucho tiempo atrs todo estaba descubierto.

    Razn de ms para no hablar. Veamos, usted es instruido, sabe que el silencio atrae la atencin. Sumutismo lo traiciona de la forma menos razonable. Yo les responda: Pero mi silencio es verdadero. Si se loescondiese, lo encontraran un poco ms lejos. Si el me traiciona, tanto mejor para ustedes, les favorece, y tantomejor para m, al que ustedes declaran servir. Tuvieron que remover cielo y tierra para poner fin a esto.

    Yo estaba interesado en su investigacin. Todos ramos como cazadores enmascarados. Quin erainterrogado? Quin responda? Uno se volva el otro. Las palabras hablaban solas. El silencio entraba en ellos,refugio excelente, pues nadie ms que yo lo adverta.

    Me solicitaron: Cuntenos cmo ha pasado todo exactamente. Un relato? Comenc: Yo no soy ni sabioni ignorante. He conocido alegras. Decir esto es demasiado poco. Les cont la historia toda entera, que ellosescuchaban, me parece, con inters, al menos al principio. Sin embargo, el final fue para nosotros una comnsorpresa. Despus de este comienzo, decan, vaya a los hechos. Cmo es eso! El relato haba terminado.

    Deb reconocer que no era capaz de formar un relato con estos acontecimientos. Haba perdido el sentido dela historia, eso ocurre en muchas enfermedades. Pero esta explicacin slo los volva ms exigentes. Observentonces por primera vez que ellos eran dos, que esta alteracin en el mtodo tradicional, aunque se explicase porel hecho de que uno era un tcnico de la vista, el otro un especialista en enfermedades mentales, le dabaconstantemente a nuestra conversacin el carcter de un interrogatorio autoritario, vigilado y controlado por unaregla estricta. Ni uno ni otro, en verdad, era comisario de polica. Pero, siendo dos, a causa de ello eran tres, yeste tercero quedaba firmemente convencido, estoy seguro, de que un escritor, un hombre que habla y querazona con distincin, es siempre capaz de contar unos hechos de los que se acuerda.

    Un relato? No, nada de relatos, nunca ms.