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 Resumen Este artículo pretende acercar las filosofías del primer y del segundo Wittgenstein, centrándose en el concepto de “uso”. Si tal concepto es reconocido como el centro de la filosofía del lenguaje del segundo Wittgenstein, en este artícu- lo se pretende mostrar que tal concepto estaba ya implicado en el Tractatus Logico-  Philosophicus del primer Wittgenstein , siendo el último responsable del  sentido de las proposiciones. Como conclusión general de este artículo, obtenemos que el  punto de vista o el método seguido por el segundo W ittgenstein, no supone un  giro  sustancial respecto a la filosofía del Tractatus, por la razón de que en éste ya se había dado tal  giro (sin que fuera advertido por los intérpretes positivistas).  Palabras clave: uso, juegos de lenguaje, lógica, semántica. Abstract This article intends to bring the philosophies of the first and second Wittgenstein closer together, concentrating on the concept of “use”. If this concept is considered the centre of philosophy of second Wittgenstein, this article shows it as already implicit in his Tra ctatus Logico-Philosophicu s , as the last responsible element in the  sense of the propositions. As a general conclusion to the article, we learn that the point of view or the method used by the second Wittgen stein does not represent a great swerve from the Tractatus philosophy , for this change had already happened within it (without the positivist interpreters taking notice).  Keyword s: use, language games, logic, semantic.  Revista de Filosofía Vol. 34 Núm. 2 (2009): 73-88 ISSN: 0034-8244 73  La noci ón de “uso” en el Tractatus de Wittgenstein (The Notion of “Use” in Wittgenstein’s Tractatus  ) Jorge R UIZ ABÁNADES Recibido: 16 de junio de 2008 Aceptado: 16 de diciembre de 2009

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  • Resumen

    Este artculo pretende acercar las filosofas del primer y del segundoWittgenstein, centrndose en el concepto de uso. Si tal concepto es reconocidocomo el centro de la filosofa del lenguaje del segundo Wittgenstein, en este artcu-lo se pretende mostrar que tal concepto estaba ya implicado en el Tractatus Logico-Philosophicus del primer Wittgenstein, siendo el ltimo responsable del sentido delas proposiciones. Como conclusin general de este artculo, obtenemos que elpunto de vista o el mtodo seguido por el segundo Wittgenstein, no supone un girosustancial respecto a la filosofa del Tractatus, por la razn de que en ste ya sehaba dado tal giro (sin que fuera advertido por los intrpretes positivistas).

    Palabras clave: uso, juegos de lenguaje, lgica, semntica.

    Abstract

    This article intends to bring the philosophies of the first and secondWittgenstein closer together, concentrating on the concept of use. If this conceptis considered the centre of philosophy of second Wittgenstein, this article shows itas already implicit in his Tractatus Logico-Philosophicus, as the last responsibleelement in the sense of the propositions. As a general conclusion to the article, welearn that the point of view or the method used by the second Wittgenstein does notrepresent a great swerve from the Tractatus philosophy, for this change had alreadyhappened within it (without the positivist interpreters taking notice).

    Keywords: use, language games, logic, semantic.

    Revista de FilosofaVol. 34 Nm. 2 (2009): 73-88

    ISSN: 0034-824473

    La nocin de uso en el Tractatus de Wittgenstein

    (The Notion of Use in Wittgensteins Tractatus)

    Jorge RUIZ ABNADES

    Recibido: 16 de junio de 2008Aceptado: 16 de diciembre de 2009

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  • 1. Planteamiento

    A casi nadie le sorprendera hoy si dijera que la teora sobre el lenguaje que ela-bora Wittgenstein en su Tractatus fue superada por la teora de los juegos de len-guaje elaborada por el mismo Wittgenstein en la llamada segunda poca (y quepodemos encontrar condensada en su libro Investigaciones Filosficas). A nadie lesorprendera, en efecto, si dijera que la filosofa del segundo Wittgenstein supone,respecto al Tractatus, un giro sustancial en su modo de pensar el lenguaje y, engeneral, en su modo de hacer y de pensar la filosofa. Sin embargo, no es eso lo queyo pienso. Tampoco dir que sea totalmente incorrecto hablar de un cambio en elpensamiento de Wittgenstein; me bastar con mostrar que giro sustancial es unaexpresin demasiado exagerada para lo que aqu sucede; no porque la filosofa delsegundo Wittgenstein no llegue a suponer un giro de importancia, sino porque con-sidero que tal giro ya fue dado en el Tractatus, oculto tras un mal supuesto positi-vismo. Quiero decir con esto, entonces, que lo habitual ha sido interpretar elTractatus como base del Positivismo Lgico posterior defensor del empirismo yapologista de la ciencia y que el segundo Wittgenstein constituye una nueva filo-sofa que supera dicho positivismo; pero yo quiero mostrar que, en verdad, no habatal positivismo en el Tractatus, y que en l ya estn apuntadas (sin desarrollar) lasbases de su posterior filosofa.

    As, con este texto no pretendo quitar valor a las Investigaciones filosficas,sino dar un nuevo signo de importancia al Tractatus.

    El principal apoyo que tiene la interpretacin positivista del Tractatus y que, asu vez, es el principal apoyo para quienes consideran una clara ruptura entre los dosWittgenstein, se halla en las diferentes consideraciones wittgensteinianas sobre elconcepto de significado. Se dice, en efecto, que en el Tractatus se explica el sig-nificado desde la perspectiva de la lgica y la semntica, tal que slo entran en con-sideracin los enunciados declarativos o descriptivos de nuestros lenguajes, com-puestos fundamentalmente por nombres cuyo significando se entiende como refe-rencia, es decir, que el significado de los nombres son objetos localizados en elmundo, y nuestras proposiciones predican algo de esos objetos; mientras que, en elsegundo Wittgenstein, la cuestin del significado pender exclusivamente de lanocin de uso o de juego de lenguaje, tal que entra en consideracin cualquierexpresin lingstica (no ya slo enunciados declarativos, sino tambin saludos ydespedidas, rdenes o peticiones, etc...), quedando la lgica y la semntica dig-moslo as descentralizadas. As, la razn por la cual podemos decir que la filoso-fa del segundo Wittgenstein supone un avance respecto al primero, consiste en estaapertura en el campo de sus aplicaciones, constituyendo una teora sobre el lengua-je capaz de aplicarse a todos los usos del lenguaje y no slo a los declarativos.

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  • Ahora bien, no es esta razn suficiente para considerar que este avance supon-ga una verdadera ruptura o un giro sustancial filosficamente hablando, pues cabela posibilidad de que, dentro de esta expansin de la aplicacin, lo referente a losenunciados declarativos siga siendo, en esencia, lo mismo (respecto a sus implica-ciones filosficas: metafsicas, epistemolgicas, etc.). Despus de todo, no cabenegar que el uso declarativo del lenguaje es un uso ms, un juego de lenguaje par-ticular en el que describimos las cosas para que otros digan si nuestras proferenciasson verdaderas o falsas (un juego, en efecto, al que sabemos jugar todos). Cabela posibilidad, entonces, de que el Tractatus constituya las bases del juego declara-tivo (como quien dice las reglas de la descripcin), que vendran expresadasmediante la lgica y la semntica. Y tngase en cuenta, por lo pronto, que el juegode lenguaje consistente en explicar las reglas de la descripcin es otro juego dife-rente al de la descripcin misma, y as cabe entender que en el Tractatus se tratende un modo diferente las proposiciones descriptivas stas dicen algo y cualquierotro tipo de proposiciones que no dicen nada, o sea, que pertenecen a otros juegosque no consisten en decir, que no pretenden describir. Cabe entender as por quen el Tractatus slo tienen sentido las proposiciones declarativas: porque son lasnicas verificables, y es ese el rasgo distintivo de este juego. En suma, cabe enten-der que el Tractatus reduzca sus intereses a slo una parte del lenguaje (la que tieneque ver con descripciones y verificaciones), sin pretender constituir una teora quehable del lenguaje en general.

    En efecto, lo que Wittgenstein pretende en el Tractatus es establecer las condi-ciones de la descripcin y de la verificabilidad, es decir, las condiciones que debendarse para que podamos construir algn tipo de proposiciones tal que podamosdecir si son verdaderas o falsas.

    La primera condicin necesaria para que los usuarios de un lenguaje puedanverificar sus proposiciones, es que haya un marco de referencia con el que podamoscomparar, pues la verdad y la falsedad en el contexto de las descripciones slo pue-den entenderse como adecuacin o no-adecuacin. Es por esto que el Tractatuscomienza hablndonos de el mundo (die Welt), cuyos lmites deben coincidirexactamente con los lmites de mis posibilidades expresivas (en el sentido exclusi-vamente descriptivo), pues no ha de haber ningn hecho del mundo que no puedaser descrito por una proposicin, pues la esencia del mundo, en el Tractatus, no esotra que la de ser descriptible, porque el mundo es la totalidad de los hechos y stosson esencialmente descriptibles, esencialmente figurables (debido a la forma lgi-ca que comparten los hechos y nuestras proposiciones y dems detalles de la Teorade la figuracin que doy en este texto por conocida). Lo ms importante es tenerpresente que si y slo si hay un marco de referencia un mundo podremos verifi-car nuestras proposiciones: lo ms importante es tener presente que Wittgensteinpropone una condicional, en efecto, las condiciones de la descripcin y la verifica-

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  • bilidad. El verdadero error de la interpretacin positivista fue no haber reparado enque se trataba de una condicin, y en ningn caso de una afirmacin filosfica.Porque los positivistas consideran, en efecto, que hay un mundo el mundo emp-rico, tal que podemos percibirlo y describirlo mediante proposiciones observacio-nales que Schlick llam Konstatierungen: constataciones; que deben constituirsecomo el tribunal ltimo de contrastacin entre teoras: las Konstatierungen debenser anteriores a toda ciencia posible.1 Esto nos brindara una imagen fundacionistay sustancialista de la verdad una imagen empirista, en tanto que nuestras descrip-ciones del mundo emprico se refieren, en efecto, al mundo emprico, siendo stepor supuesto el mismo mundo para todos (lo que vendra a ser el mundo en s),de modo que nuestras verdades empricas son universalmente verdaderas, comoquien dice realmente verdaderas, sustancialmente verdaderas, referidas a lo real-mente dado...; y la ciencia sera ese lenguaje compuesto de trminos tericos quedeben poder deducirse lgicamente a partir de nuestras proposiciones observacio-nales demostrar esto fue, durante varias dcadas despus del Tractatus, la princi-pal motivacin de los positivistas.

    Pero advertimos, entonces, que Wittgenstein nos brinda un condicional y no unaafirmacin filosfica; qu sucede entonces? Que Wittgenstein no nos dice que hayun mundo (como quien dice que existe elmundo en s, y que nosotros podemos per-cibirlo con los sentidos y describirlo completamente con nuestro lenguaje), ni nosdice que nuestras verdades empricas sean universal o sustancialmente verdaderas,sino, cabalmente, lo contrario: que gracias a que tenemos un lenguaje, tenemos unmundo del que podemos hablar; que slo hay mundo donde haya algn lenguaje.La verificacin de nuestras descripciones necesita (por necesidad lgica) una refe-rencia ha de haber algo que haga de argumento para las funciones de verdad, peroesto, por s slo, no implica nada sobre la universalidad o la sustancialidad o laexistencia real de dicho marco de referencia, y es ste el quid de la cuestin. Podraser, en efecto, que la referencia de nuestras palabras dependiera de un serie de con-venciones y, as, que la verdad de nuestras descripciones fuera relativa a nuestro usoconvencional del lenguaje (y no verdades absolutas o sustanciales referidas a nin-guna realidad en s). Esto como se habr reconocido es lo que sucede en la filo-sofa del segundo Wittgenstein; lo que ahora pretendo mostrar es que tambin suce-de as en el Tractatus.

    2. La relatividad del mundo respecto al lenguaje

    En primer lugar, no resulta difcil reconocer que el mundo o la realidad de la quehabla Wittgenstein en el Tractatus son relativos al lenguaje con el cual lo describi-

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    1 Vase: Schlick, M. (1934), pp. 215 y ss.

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  • mos. La muestra ms clara de ello la encontramos en una de sus sentencias msclebres:

    [5.6] Los lmites de mi lenguaje significan los lmites de mi mundo.[5.62] [...] Que el mundo es mi mundo es algo que se muestra en que los lmites dellenguaje (del nico lenguaje que yo entiendo) significan los lmites de mi mundo.2

    Wittgenstein no habla de un mundo en s que puede ser completamente descritopor nuestros lenguajes. El mundo del Tractatus no es, ciertamente, el mundo (comosi slo hubiera uno posible) sino que es cualquier mundo posible, pues tambin setrata de cualquier lenguaje. Wittgenstein, desde la lgica, habla slo de posibilidades.

    Lo que sucede, entonces, segn nos dice el Tractatus, es que un lenguaje sgni-co particular (por ejemplo, el mo, el castellano), determina un mundo particularperfectamente acomodado a las propiedades lgicas y a las posibilidades expresivas

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    2 En general, para las citas del Tractatus citar la traduccin de I. Reguera y J. Muoz (en ed. Alianza,Madrid, 2002). No obstante, en 5.62 he propuesto mi propia traduccin para el parntesis. En alemn,Wittgenstein escribi: ...(der Sprache die allein ich verstehe)...; que lcitamente I. Reguera y J.Muoz traducen: ... (del lenguaje que slo yo entiendo)... (la cursiva es ma), lo cual parece ofrecerla posibilidad de un lenguaje privado, posibilidad negada rotundamente en la segunda poca deWittgenstein. Mientras tanto, L. M. Valds Villanueva traduce: ... (del solo lenguaje que yo entien-do)... (en ed. Tectos, Madrid, 2002), que , como mi traduccin, evita caer en la consideracin de loslenguajes privados. En mi opinin, leyendo el Tractatus, no podemos tener claro qu idea tena sobreeste problema concreto el primer Wittgenstein (pues nunca lo expresa claramente), pero el marcogeneral que impone su teora me hace pensar ms en la intersubjetividad del lenguaje que en su priva-cidad. Esto lo digo, fundamentalmente, porque al hablar de la verdad de una proposicin, pareceaceptable que sta pueda ser compartida, y para ello es necesario que otros tambin entiendan o pue-dan entender el lenguaje en que est enunciada. Pero pienso, en realidad, que la cuestin de los len-guajes privados no se manifiesta en el Tractatus como problema. No hay nada en el Tractatus que per-mita pensar en la aceptacin de un lenguaje privado (como un lenguaje que slo yo soy capaz de enten-der), pero tampoco se argumenta lo contrario. Pienso, en efecto, que Wittgenstein no entra en ese tema,lo cual quiere decir que no resulta esencial para comprender el asunto que trata. Algunos comentaris-tas han credo justificada la privacidad de mi lenguaje en la aparente defensa del solipsismo que hayen el Tractatus, ya que, si slo existo yo y mis sensaciones, entonces el lenguaje con que describo elmundo ser mo y solamente mo, pues de hecho no habra nadie ms que yo. Pero esto mismo bastapara descartar que el solipsismo signifique la privacidad del lenguaje, pues en un verdadero solipsis-mo siquiera tiene cabida la distincin pblico/privado (adems de que, en el Tractatus, no hay msdefensa del solipsismo que del realismo: toda esta cuestin como parte de una metafsica inexpresa-ble debe quedar fuera del Tractatus). Para aplicar la lgica, basta con que exista un lenguaje que yosoy capaz de usar, pues eso ya me proporciona un mundo con el que comparar las figuras de mis pro-posiciones. Pero ste no es un lenguaje privado ni deja tampoco de serlo; es, simplemente, un lengua-je lgico. Opino, pues, que Wittgenstein no est pensando en un lenguaje privado (como un lenguajeque slo yo puedo entender), sino que habla del lenguaje que de hecho yo soy capaz de entender, yste configurar mi mundo; al margen de que otros entiendan o usen el mismo lenguaje que yo, y ten-gamos as un mismo mundo sobre el que hablar.

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  • de ese lenguaje nada ms cerca, por cierto, del sentido comn: para m el mundoes esto que est delante mo y que tiene montaas, nubes, rboles, mesas,libros, etc., etc., etc.; mi mundo es aquello que resultara de compilar todas lasproposiciones verdaderas del lenguaje que yo entiendo. Defender lo contrario,sera defender la existencia de un lenguaje lgico nico y universal ese que lospositivistas llamaban lenguaje empirista, refirindose a aqul con el que recoge-mos nuestra experiencia sensible, y del cual podemos extraer una ciencia objetiva yuniversal; pero, si esto fuera as, entonces no se entendera qu quiere decirWittgenstein cuando afirma que nuestros lenguajes naturales estn perfectamenteordenados desde el punto de vista lgico [Tractatus: 5.5563], ni se entendera porqu la lgica trata de cualquier lenguaje sgnico:

    [4.5] Ahora parece posible dar la forma ms general de la proposicin: es decir, daruna descripcin de las proposiciones de cualquier lenguaje sgnico, de modo que cual-quier posible sentido pueda ser expresado mediante un smbolo al que convenga la des-cripcin, y que cualquier smbolo al que convenga la descripcin pueda expresar un sen-tido si los significados de los nombres son escogidos adecuadamente.3

    Ciertamente, Wittgenstein habla siempre desde la lgica, es decir, en trminosenteramente generales, de modo que puede parecer que est hablando de un nicolenguaje perfecto y universal. Russell pens que as era y lo dej escrito en laIntroduccin que escribi a la primera edicin inglesa del Tractatus, pero el pro-pio Wittgenstein manifest su inconformidad con la idea de Russell. Cuando hablade la totalidad de las proposiciones elementales o de la totalidad de las proposi-ciones verdaderas o de la totalidad de los hechos..., Wittgenstein no est pensan-do en ninguna totalidad concreta no est pensando en ningn conjunto concreto deproposiciones elementales, sino que est pensando en todos los posibles todas lasproposiciones elementales posibles de todos los lenguajes posibles. Porque la lgi-ca no lo es de un solo lenguaje y, as, tampoco lo es de un solo mundo: la lgicaopera como lmite de cualquier mundo posible (pues ser posible consiste en serlgico). Todo ello nos lo dice el Tractatus lo ms claramente que puede:

    [5.5561] La realidad emprica viene limitada por la totalidad de los objetos. El lmitevuelve a mostrarse en la totalidad de las proposiciones elementales...[5.557] La aplicacin de la lgica decide qu proposiciones elementales hay.

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    3 Retengamos en la memoria el final de este prrafo, donde se hace referencia a la adecuada seleccinde los significados de los nombres: aqu ya se muestra que una proposicin tendr un sentido o tendrotro segn qu significado demos a los nombres que en ella aparecen. La cuestin del sentido, pues,queda en manos de aquello que determine la eleccin de los significados: Qu determina el signifi-cado de los nombres? sobre eso reposar la nocin de sentido y, por tanto, lo que pueda ser ver-dadero o falso.

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  • Lo que pertenece a la aplicacin es cosa que la lgica no puede anticipar...4[5.5571] Si no puedo especificar a priori las proposiciones elementales, querer espe-cificarlas tendr que llevar a un manifiesto absurdo.

    Cuando hablamos del mundo, o sea, cuando describimos algo concretamente,est claro que lo hacemos por medio de un determinado lenguaje por ejemplo, elcastellano; pero, cuando hablamos desde la generalidad de la lgica, no podemoshablar de ningn mundo concreto, pues la lgica no trata tampoco de ningn len-guaje concreto. Desde el punto de vista de un lenguaje por ejemplo, desde el puntode vista de mi lenguaje el mundo ser aquello que sirve como referente de mis des-cripciones: eso que tiene rboles, montaas, nubes...; pero desde el punto devista de la lgica, el mundo ser cualquiera, y en este sentido no podremos decirqu hay en el mundo (pues para eso se requiere ya de un lenguaje particular).

    [5.61] [...] No podemos, por consiguiente, decir en lgica: en el mundo hay esto y esto,aquello no.En efecto, esto supondra, aparentemente, que excluimos ciertas posibilidades; y ello nopuede ser el caso, porque, de otro modo, la lgica tendra que rebasar los lmites del mundo:si es que, efectivamente, pudiera contemplar tales lmites tambin desde el otro lado.

    Esta doble significacin del concepto mundo el mundo concreto brindadopor un lenguaje y el mundo en general del que habla la lgica ha podido llevar amuchas confusiones. Lo que s podemos tener claro, es que la estructura lgica esla misma para cualquiermundo y para cualquier lenguaje sgnico, pero que no exis-te digamos un lenguaje sgnico prominente, ltimo o esencial a ningn mundo ens. El mundo y la verdad son siempre y slo relativos a algn lenguaje; la verdadslo es tal en la medida en que nos acogemos a unos smbolos convencionales y aluso estable de stos.

    [6.341] La mecnica newtoniana, por ejemplo, lleva la descripcin del mundo a unaforma unitaria. Imaginemos una superficie blanca con manchas negras irregulares.Diramos entonces: cualquiera que sea la figura que toma cuerpo as, siempre puedoaproximarme arbitrariamente a su descripcin, cubriendo la superficie con una red cua-driculada suficientemente fina y diciendo, acto seguido, de cada cuadro que es blanco oque es negro. Habr llevado de este modo la descripcin de la superficie a una forma

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    4 Aclarar esta proposicin, pues puede llevar a la duda. La aplicacin de la lgica decide qu pro-posiciones elementales hay, quiere decir: la lgica slo funciona si se le dan determinadas proposi-ciones elementales, pero qu proposiciones elementales le damos a la lgica para que opere con ellases cosa que no depende de la propia lgica. Aplicar la lgica es poner en funcionamiento un lenguajesgnico, pero no hay un lenguaje sgnico predilecto para la lgica. La lgica ha de ser vlida para cual-quier lenguaje sgnico, para cualquier conjunto de proposiciones elementales. Cuando aplicamos lalgica, en ese momento ya tenemos necesariamente un conjunto de proposiciones elementales.

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  • unitaria. Esta forma es arbitraria, puesto que con igual xito hubiera podido utilizar unared con aperturas triangulares o hexagonales. [...] A las diferentes redes les correspon-den diferentes sistemas de descripcin del mundo...

    De aqu hay que destacar, primero, la insistencia de Wittgenstein en la arbitra-riedad de la forma de la red. En ese mismo punto en la parte que no he trascritoWittgenstein comenta que la red triangulada permite una descripcin geomtricams sencilla que la cuadriculada y, por ello, unos sistemas pueden proporcionar msprecisin o sencillez que otros. Obviamente, en este smil estamos considerandoque hay un mundo al margen de nuestro sistema de descripcin, un mundo real ynoumnico al que nuestros diferentes lenguajes se aproximan con mayor o conmenor precisin (lo cual podra contrariar la lectura que venimos proponiendo, puesno ha de haber mundo fuera del lenguaje, no ha de haber mundo fuera de la red).Ahora bien, no debemos obviar que es un smil, el cual cojea en un punto funda-mental: decimos en el smil que hay una superficie blanca con manchas negras irre-gulares, como quien dice que hay un mundo que tiene tal forma; pero resulta queese mundo contemplado en su totalidad no puede ser en ningn caso representadoenteramente por ninguna red pues la red determina partes, y eso equivale a decirque de ningn modo puede ser pensado:

    [4.063] [...] He aqu el punto en el que cojea el smil: podemos sealar un punto delpapel sin saber qu es blanco y qu es negro; pero a una proposicin sin sentido no lecorresponde nada, puesto que no designa cosa alguna (valor veritativo) cuyas propieda-des pudieran llevar por nombre falso o verdadero...

    En el Tractatus slo pueden ser pensados los estados de cosas, pero en ningncaso la unidad sinttica de todos ellos. Es decir, slo puede ser pensado (y dicho)algo como Esta parcela es blanca o Esta parcela es negra: slo lo que est yafigurado por mediacin de una red (sea de cuadros, de tringulos o mixta). Elmundo entendido como la totalidad de los hechos ya cuenta con la aplicacin deuna red que determina la forma lgica de esos hechos. Pero al decir que hay unmundo sobre el que aplicamos una red, en realidad no estoy diciendo (describien-do) absolutamente nada esto pertenece a otro juego de lenguaje que la descrip-cin; estas proposiciones carecen de sentido y, de hecho, contradecimos en ellas lapropia teora del Tractatus: pues debemos llamar mundo a aquello ya analizadoen hechos, y eso noumnico carente an de red no cumple esa condicin: no es lci-to que lo llamemos mundo. No puede pensarse el mundo como totalidad noum-nica (esta ha de ser, cabalmente, la condicin de todo nomeno), ni puede pensar-se la red (la forma lgica de las figuras de nuestro pensamiento). Es la propia apli-cacin de una red lo que determina el mundo que va a ser figurado con ella (y slocon ella), y, as, a cada red, a cada teora cientfica, a cada lenguaje, le corresponde

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  • un mundo diferente e inconmensurable. Y no cabe preguntar si unas teoras son msverdaderas que otras o si unos lenguajes son ms verdaderos que otros, porque ver-dad y falsedad ya necesitan la aplicacin de un lenguaje. Lo verdadero y lo falsoson siempre relativos al lenguaje.

    3. El uso como base del sentido

    Lo que tenemos, entonces, son diferentes sistemas descriptivos que consisten,cada uno de ellos, en una serie de signos que hacen las veces de nombres (o de expre-siones nominales con que nos referimos a ciertas cosas), y tenemos unas reglas deformacin de enunciados, tal que podemos relacionar los nombres entre s para hacerfiguras (descripciones) de los estados en que se encuentran esas cosas. De este modose entiende que un lenguaje proporciona una ontologa, es decir, un lenguaje deter-mina cules son las entidades de las que podemos predicar algo con ese lenguaje.Cuando preguntamos, qu hay en el mundo?, decimos: esas montaas, aquellosrboles, estas mesas... Eso que hay viene, en efecto, brindado siempre por algnlenguaje el castellano en este caso: viene brindado por los significados de los nom-bres (o expresiones nominales) de que se compone nuestro lenguaje. Slo podr veri-ficar las proposiciones de un lenguaje (en esto consiste conocer su sentido) si soycapaz de determinar a qu entidades se refieren sus diferentes smbolos. As ha lle-gado el momento de preguntar: en qu consiste conocer el significado de un nom-bre (o de una expresin nominal)? Qu determina la designacin?

    Sabemos que un nombre determinado se refiere a un objeto tambin determina-do. Lo que preguntamos ahora es por qu tal nombre refiere tal objeto. La razn denuestra bsqueda es que eso que buscamos es el fundamento ltimo del sentido denuestras descripciones y, as, es el fundamento ltimo de lo que pueda ser verdade-ro o falso. El sentido de nuestras proposiciones depende enteramente del significa-do de nuestros nombres, y ahora: de qu depende el significado de nuestros nom-bres? El asunto es que podemos describir hechos del mundo por ejemplo: El libroest sobre la mesa y que nos resulta fcil determinar si esas descripciones son ver-daderas o falsas: si sabemos a qu libro y a qu mesa me refiero, entonces no haylugar a la duda sobre la verdad o la falsedad de mi proposicin. As, en efecto, sipreguntara por qu es verdadera nuestra proposicin, debemos decir que lo es acausa de que sus nombres designan lo que designan; y si preguntamos por qu nues-tros nombres designan lo que designan, la respuesta nos dar la base sobre la cualse apoya toda posible verificacin y todo posible sentido, toda posible descripciny toda posible verdad. As, nuevamente: qu determina la designacin?

    Si dejramos contestar al segundo Wittgenstein (desde sus Investigaciones filo-sficas) seguro que nos dira que slo el uso determina la designacin. Cuando dos

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  • hablantes estn de acuerdo en la verdad de un enunciado es, sin duda, porque ambosson capaces de entender lo mismo y son capaces de hacer las mismas comprobacio-nes. Si digo: Este libro est sobre esta mesa, podremos estar de acuerdo en su ver-dad o en su falsedad, siempre y cuando ambos empleemos de igual modo las expre-siones este libro, esta mesa y estar sobre, y aquello que regula el significadode estas expresiones no puede ser otra cosa que el uso convencional que hacemosde ellas: el uso de tales expresiones se localiza dentro de un cierto juego de lengua-je, al cual podemos jugar todos los usuarios naturales del castellano. Cuando variaspersonas estamos completamente de acuerdo en que Este libro est sobre la mesaes una proposicin verdadera quiz porque todos estamos viendo el libro y la mesaen esa situacin, no llegamos a tal acuerdo porque su verdad sea lgicamente evi-dente esto slo ocurre con las tautologas, ni porque sea universalmente eviden-te como si tuviramos la capacidad de acceder a una verdad absoluta referida almundo en s; bastara con que hubiera, cabalmente, un acuerdo, es decir, una con-vencin sobre el significado de nuestros signos, de modo que si todos aqu conoce-mos estas convenciones lingsticas, todos aqu podremos jugar a decir verdades yfalsedades. Para el segundo Wittgenstein, sin duda, los nombres designarn objetosslo en la medida en que exista un uso estable de los signos, dentro de cierto juegode lenguaje. Ante un nombre, ante una forma sensoperceptible arbitraria, slo sabre-mos lo que designa si conocemos las convenciones que regulan su uso. Si conoce-mos y sabemos usar el lenguaje en cuestin, sabremos inmediatamente a qu obje-tos se refieren sus nombres y se har manifiesto inmediatamente el sentido de susproposiciones, pero ser imposible determinar la designacin y el sentido si noconocemos el uso peculiar de esos signos.

    Pero, qu hay sobre todo esto en el Tractatus? De qu depende el significadode los nombres en la teora del leguaje del primer Wittgenstein? Leemos:

    [3.32] El signo es lo sensoperceptible en el smbolo. [3.321] Dos smbolos distintos pueden tener, pues, en comn el signo (signo escrito,sonoro, etc.) designan entonces de modo y manera distintos.[3.322] Nunca puede ser el rasgo distintivo comn de dos objetos el que los designemoscon el mismo signo, pero con modos de designacin distintos en cada caso. Porque elsigno es ciertamente arbitrario. Cabra, pues, escoger tambin dos signos distintos, perodnde quedara entonces lo comn en la designacin?[3.323] En el lenguaje ordinario sucede con singular frecuencia que la misma palabradesigne de modo y manera distintos esto es, que pertenezca a smbolos distintos, oque dos palabras que designan de modo y manera distintos sean usados externamentede igual modo en la proposicin.[...](En la proposicin Verde es verde donde la primera palabra es el apellido de una per-sona y la ltima un adjetivo, estas palabras no tienen tan solo significado distinto, sinoque son smbolos distintos.)

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  • [3.324] Surgen as fcilmente las confusiones ms fundamentales (de las que est llenala filosofa entera). [3.325] Para eludir estos errores tenemos que usar un lenguaje sgnico que los excluya,en la medida en que no use el mismo signo en smbolos distintos, ni use externamentede igual manera signos que designen de modo diferente. Un lenguaje sgnico, pues, queobedezca a la gramtica lgica a la sintaxis lgica.(La escritura conceptual de Frege y Russell es un lenguaje as, que, no obstante, noexcluye an todos los errores.)[3.326] Para reconocer el smbolo en el signo hay que atender al uso con sentido.[3.327] Slo unido a su uso lgico-sintctico determina el signo una forma lgica.5[3.328] Si un signo no se usa, carece de significado. Este es el sentido del lema deOccam.(Si todos se comportan como si un signo tuviera significado, entonces tiene tambin sig-nificado.)

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    5 Por cierto, creo que la profesora Anscombe podra discrepar en la interpretacin que hago de estaproposicin. En primer lugar, ella traduce bien el alemn original Verwendung por aplicacin(application), que, si bien podemos considerar sinnima de uso (use), la propia Anscombe hacevaler que: por aplicacin no quera [Wittgenstein] decir el papel que le toca jugar o la prcticade su uso (use), en el sentido que aparece en las Investigaciones filosficas; quera decir su aplica-cin lgico-sintctica (es decir, la clase de diferencia entre los papeles sintcticos de las palabras queconciernen a un lgico). Slo junto con su aplicacin lgico-sintctica determina un signo la formalgica [3.327]. Y es por poseer una forma lgica que una proposicin es capaz de expresar un senti-do (Anscombe (1959), p. 101). Ahora bien, en lo que debemos convenir es en que, para Wittgenstein,nuestros lenguajes naturales (y, por supuesto, tambin el lenguaje cientfico) estn perfectamente orde-nados desde el punto de vista lgico, lo cual supone que podemos analizar el lenguaje natural para lle-gar a las proposiciones lgicas que sostienen su sentido. Es cierto, en efecto, que las frases del lengua-je natural slo tendrn sentido si podemos llegar a su estructura lgico-sintctica y, desde luego, cuan-do Wittgenstein habla aqu de signos, habla como seala Anscombe de signos desde el punto devista lgico (signos del tipo aRb o Rab, etc.). Lo que quiere decir es que un signo complejo deltipo aRb obtiene significacin por el hecho de haber estipulado cmo se articulan sus partes inte-grantes: aRb no tiene el mismo sentido que bRa, y es eso mismo lo que hace que el signo X-Ono posea sentido ninguno, porque no ha sido estipulado ningn uso para tales signos. Para que un signo(una marca sensoperceptible) contenga un sentido, es necesario que tal signo tenga determinado cier-to uso; slo entonces el signo es, adems, smbolo. En efecto, todo esto lo tratamos aqu desde el puntode vista lgico, pero nuestros lenguajes naturales permiten describir cosas en virtud de la estructuralgica que esconden. Lo que quiero destacar es que una oracin de nuestro lenguaje corriente se ana-lizar de una manera u otra en virtud del uso que hacemos de las palabras, y creo que el primerWittgenstein est apuntando tambin hacia esto. Despus de todo segn hemos ledo en 3.325, elsupuesto lenguaje perfecto de Frege y Russell no es sino un lenguaje ms, creado concienzudamentepara que no ocurran las polisemias o sinonimias propias de los lenguajes naturales. Pero, para quienesconocen a la persona cuyo apellido es Verde y saben que se le llama as, la proposicin Verde esverde, emitida al menos en ciertas circunstancias, revela inmediatamente su sentido. En cualquiercaso, lo que queda claro es que podemos entender el sentido de Verde es verde porque sabemos dife-renciar el uso que recibe cada palabra (el primer Verde se usa como nombre y el segundo verdecomo adjetivo). Es decir, que para el segundo Wittgenstein una frase describir una cosa u otra (y serverdadera o falsa) en virtud del papel que juegan las palabras, y es esto hacia lo que pienso que estapuntando tambin el primer Wittgenstein como tratar de seguir argumentando.

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  • Desde luego, no podemos negar que Wittgenstein ya est aqu preocupado porla cuestin del uso; y, a la luz de estas pocas proposiciones, los puntos de vista delprimer y del segundo Wittgenstein se hacen muy equiparables. En efecto, una vezestipulado un uso para ciertos signos, tenemos un modo regular de designacin y,con ello, tenemos determinado un marco de referencia estable con el que compararnuestras proposiciones y verificar. Y, por cierto, como Wittgenstein apunta, no esposible hablar del modo de designacin, ni podemos explicar el significado de losnombres mediante definiciones [3.261], as como los objetos no pueden expresarse,sino slo nombrarse [3.221]. No podemos expresar en una proposicin con sentido(en una descripcin verificable) en qu consiste el significado de un nombre notendra sentido, por ejemplo, decir el nombre Scrates se refiere a Scrates: esono nos explicara nada, pues seguimos necesitando conocer previamente el signifi-cado de Scrates.6 El significado de los nombres, en efecto, debe conocerseinmediatamente, quiere decir, o se conoce o no se conoce, o podemos determinar sureferencia o no podemos determinarla [3.26-3.263]. Si no podemos determinar sureferencia, es porque no sabemos cmo se usa ese nombre, y entonces no entende-remos las proposiciones en que aparezca y no sabremos verificarlas. En esto debeconsistir, pues, la simplicidad lgica de los nombres: no pueden descomponersems ni pueden expresarse mediante definiciones, su significado debe ser inmedia-tamente conocido o se desconoce rotundamente (o sabes a qu me refiero, porqueconoces mis convenciones, o no sabes a qu me refiero). Si sabes a qu me refiero,entonces juegas al mismo juego de lenguaje que yo, podrs jugar conmigo a decirverdades y falsedades, y podremos estar de acuerdo. Esto significa que los nombressean signos primitivos, a saber: que su significado tiene que ser conocido inmedia-tamente: que el significado de los nombres se muestra. As como la proposicinmuestra su sentido, el nombre muestra que designa un objeto, y el signo numricoque designa un nmero [4.126]; y lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho.Y as:

    [3.262] Lo que no alcanza a expresarse en los signos, es cosa que muestra su uso.Lo que desaparece en los signos, lo expresa su uso.

    En este punto, suscribo las conclusiones a las que lleg mi maestro Jos HierroS.-Pescador:

    Cmo muestran estos signos [los nombres o los nmeros] lo que designan? Por sufuncin en las proposiciones en que aparecen. A causa de que hay reglas para el empleode esos signos [...] Esto no lo dice ya Wittgenstein en el Tractatus, pero mantengo que

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    6Y si dijramos: El nombre Scrates se refiere al filsofo griego maestro de Platn..., entonces noestara explicando el significado del nombre Scrates, sino que estara construyendo una proposi-cin en la que predico ciertas propiedades del objeto al que nombramos como Scrates: Scrateses el filsofo griego maestro de Platn...

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  • su apelacin a la idea de mostrar por medio del lenguaje slo es inteligible si se com-plementa con la determinacin de las reglas que regulan el uso de las palabras y smbo-los, y por aqu sale toda la posterior teora de Wittgenstein sobre los usos. [...] Se nota-r que es til manejar conceptos del Wittgenstein posterior para resolver problemas delTractatus, y esto pone ms de manifiesto la continuidad de su pensamiento.7

    Para Wittgenstein, conocer el significado de un nombre, de un signo, consisteen saber usarlo correctamente; y es aqu, en la nocin de uso, donde se separarotundamente del ideal positivista (pues el uso implica convencin y arbitrariedad,y los positivistas buscaban objetividad y universalidad). El positivismo debe supo-ner que los nombres del lenguaje empirista refieren a entidades tan primitivas y uni-versales como las propias Konstatierungen, pues, de otro modo, estas proposicio-nes de la experiencia no seran anteriores a cualquier ciencia posible. Wittgensteinacepta que todo conocimiento y toda verdad (toda ciencia posible) ha de estar apo-yada en proposiciones elementales (cuyo rasgo esencial es ser inanalizables y veri-ficables directamente), pero la existencia y el sentido de estas proposiciones sloviene garantizado por el uso regular y estable de ciertos signos lingsticos; usados,cabalmente, para determinar de forma estable el referente de nuestras descripciones.

    Es fcil ver en qu puntos del Tractatus los intrpretes han podido ver rasgosfundacionistas y sustancialistas. Al hablar de los objetos, Wittgenstein los presentacomo la sustancia del mundo [2.021], lo fijo, lo persistente [2.027], lo cual puedehacernos pensar en una sustancia real y universal, como si los objetos de los quehabla el Tractatus fueran unos objetos concretos que son los que realmente existenen el mundo esto es lo que, supongo, hubiera gustado a los positivistas. Pero elconjunto de objetos (la ontologa) viene determinada por las proposiciones elemen-tales [5.5561], y ya sabemos que la lgica no trata de ningn conjunto concreto deproposiciones elementales, as que no trata de ningn conjunto concreto de objetos.No debemos dejarnos engaar por las resonancias tradicionales del trmino sustan-cia. Los objetos del Tractatus son fijos, en efecto, pero lo son en tanto que los usosde nuestros nombres deben ser fijos tambin, pues de lo contrario no habra formade determinar de forma fija el sentido de nuestras proposiciones y no podramosdeterminar lo que fuera verdadero y falso no podramos jugar a decir verdades yfalsedades, y es un hecho que podemos jugar a eso. As lo dice Wittgenstein:[2.026] Slo si hay objetos puede haber una forma fija del mundo. Los objetosson estables en la medida en que sea estable nuestro lenguaje; en esa medida ten-dremos un mundo estable del que hablar.8

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    7 Hierro S.-Pescador, J. (1992), p. 862.8Ahora bien, incidentalmente, esto no significa que nuestros lenguajes naturales o los lenguajes cien-tficos cualquier lenguaje no puedan variar a lo largo del tiempo, pues es un hecho que evolucio-

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  • 4. Conclusiones

    As, despus de todo, debemos apreciar que la consideracin lgico-semnticadel significado y la teora de la verdad atribuidas al Tractatus, encuentra su ltimoapoyo en la nocin de uso. En efecto, en el Tractatus los nombres tienen por sig-nificado un objeto se entiende significado como designacin, pero resultaque tal designacin depende en todo caso de cmo usen los nombres los usuariosde un lenguaje. Porque, lgico-semnticamente hablando, hay un punto en el que yano podemos preguntar ms. Podemos preguntar en qu consiste significar, y lalgica responde: referir a un objeto. Podemos incluso preguntar qu significa talnombre, y la semntica responde: significa tal objeto. Y esto es lo ms a lo quellegan la lgica y la semntica. Si ahora queremos preguntar: por qu tal nombrerefiere tal objeto?, entonces debemos contestar: porque as es como se usa, peroahora no contestan ni la lgica ni la semntica, sino una observacin dirigida haciael propio funcionamiento de un determinado lenguaje. Porque la lgica slo puedehablar en trminos completamente generales (habla de cualquier lenguaje), y lasemntica slo hace corresponder significantes con significados, sin explicar porqu son esas las correspondencias. Lo que hay son siempre lenguaje particulares,cuyo distintivo est en el diferente uso que hacen de sus diferentes palabras; y lalgica y la semntica surgen despus. Nosotros hablamos del mundo segn ciertosusos convencionales; al hacerlo se muestra la lgica (pues lo que proferimos sonfiguras lgicas, disfrazadas de proposiciones) y se muestran tambin las correspon-dencias de la semntica porque as usamos los nombres, por eso tal nombre mues-tra que le corresponde tal objeto. Si buscamos en el Tractatus cul es la condicinltima del sentido de las proposiciones, debemos apreciar que en el fondo de lacuestin se apunta hacia el uso.

    Lo que apreciamos es que la nocin semntica del significado resulta plenamen-te compatible con la teora de los juegos del lenguaje. Cuando, desde el segundoWittgenstein, hablamos de los usos descriptivos, reconocemos que hay unos usosque regulan la designacin de nuestras expresiones nominales, lo cual nos posibili-

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    nan, variando los usos y los significados de las palabras. En el Tractatus nada impide que esto sea as.La fijeza o estabilidad de los objetos no debe entenderse en sentido temporal o histrico, sino en unsentido estrictamente lgico. La cuestin es bien sencilla: cuando convenimos un cierto uso para cier-tos signos, entonces tenemos un lenguaje, el cual nos permitir describir un mundo (y verificar nues-tras descripciones); si, pasado un tiempo, nuestros convenios varan, de modo que varan los usos quehacemos de nuestros signos, entonces tendremos otro lenguaje diferente, que nos permitir describirotro mundo diferente. Wittgenstein, en el Tractatus, habla de los lenguajes declarativos como conge-lados en usos concretos, sin importar que esos usos varen antes o despus. Es obvio que Wittgensteinsaba de la evolucin de nuestros lenguajes. Esto no quita para que, en un momento dado, los usuariosde un lenguaje estn de acuerdo en el uso de sus palabras. Lo que el Tractatus nos ensea, ante todo,es que la imagen que tenemos del mundo es un producto de nuestro uso convencional del lenguaje, yque si cambian estos usos, entonces tambin cambia nuestra visin del mundo.

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  • ta estar inmediatamente de acuerdo sobre si nuestros enunciados dicen la verdad omienten. Cuando dos comparten un lenguaje, comparten una imagen del mundo,pues comparten una ontologa como quien dice una visin del mundo. Si conoz-co el uso que hacemos de un nombre, es porque s determinar el objeto al cual serefiere, porque soy capaz de pensar y ver el mundo a travs de ese lenguaje. Ya diji-mos antes que nuestro lenguaje determina nuestra ontologa, es decir, determinaqu objetos son los que pueblan nuestro mundo y todo lo que podemos decir sobreellos. Si le preguntamos al Tractatus por qu nuestro lenguaje determina exacta-mente y concretamente nuestro mundo, por qu nuestros nombres se refieren con-cretamente a estos objetos, lo que nos va a decir el Tractatus es que as los usamos.Y es as que el Tractatus solamente nos lo dice, sin decirnos nada ms sobre ello.Sin explicar ni profundizar en la cuestin del uso sin entrar an en las cuestionesde la imposibilidad del lenguaje privado, etc., ya el primer Wittgenstein tiene claroque es hacia eso hacia lo que hay que mirar.

    Obviamente insisto, no se trata de una nocin de uso tan amplia como laque encontramos en las Investigaciones filosficas de la segunda poca deWittgenstein, pues ah una palabra puede jugar un papel fuera del lenguaje declara-tivo o descriptivo, mientras que el Tractatus slo trata de ste esto no quiere decirque Wittgenstein no supiera que el lenguaje se usa tambin para muchas otras cosas,pues esto es obvio. La distancia entre el primer y el segundo Wittgenstein no esesencial: el giro no es filosficamente sustancial. Lo sustancial es haber reparado enque es el uso lo que, en ltima instancia, determina la designacin y, con ello, lo quedetermina el sentido de nuestras descripciones y lo que pueda ser verdadero o falso.Es esto lo filosficamente relevante, pues ahora la verdad o la falsedad son, en efec-to, relativas a las convenciones que regulan nuestros diferentes lenguajes, y no hayalgo as como un lenguaje empirista capaz de constituirse como base de ningunaciencia universal. No hay ningn lenguaje predilecto. No hay ninguna descripcinltima, universal o absolutamente verdadera, pues toda verdad es relativa a algunaconvencin. Las conclusiones epistemolgicas del primer y del segundoWittgenstein son, pues, las mismas.

    El giro filosficamente relevante es haber reparado en lo siguiente:

    [6.211] [...] (En filosofa el interrogante para qu se usa realmente tal palabra, tal pro-posicin, lleva una y otra vez a valiosos esclarecimientos.)

    La gran aportacin del pensamiento de Wittgenstein a la filosofa y no digo ala filosofa del lenguaje, sino a la filosofa en general es haber iniciado un tipo deinvestigacin filosfica centrada en el esclarecimiento de los usos de los trminos.Esta nueva investigacin se hace explcita en la segunda poca de Wittgenstein,pero, ahora, despus de todo, debemos apreciar que lo esencial estaba ya apuntado

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  • pero, ahora, despus de todo, debemos apreciar que lo esencial estaba ya apuntadoen el Tractatus. Cabe decir que en el Tractatus Wittgenstein hizo un descubrimien-to que no desarroll hasta ms tarde como si desde el Tractatus hubiera avistadotierra en el horizonte, y no hubiera pisado las playas hasta un tiempo despus.

    Referencias bibliogrficas

    ANSCOMBE, G. E. M. (1959): Introduccin al Tractatus de Wittgenstein; traduc-cin en ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1977.

    HIERRO S.-PESCADOR, J. (1992): La idea de mostrar en el Tractatus deWittgenstein, revista Theoria (Segunda poca), Vol. VII, 1992, N 16-17-18,tomo B.

    SCHLICK, M. (1934): Sobre el fundamento del conocimiento, en A. J. Ayer(comp.): El Positivismo lgico; ed. FCE, Madrid, 1993; pp. 215 y ss..

    WITTGENSTEIN, L. (1921): Tractatus Logico-Philosophicus; I. Reguera y J. Muoz(trads.), ed. Alianza, Madrid, 2002.

    WITTGENSTEIN, L. (1921): Tractatus Logico-Philosophicus; L. M. Valds (trad.), ed.Tecnos, Madrid, 2002.

    Jorge Ruiz AbnadesFacultad de Filosofa y Letras Universidad Autnoma de Madrid [email protected]

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