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    editorial irio, s.a.

    La verdadera Felicidad

    James Allen

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    Ttulo original: ABOVE LIFE'S TURMOIL

    Traducido del ingls por Roc Filella Escol

    Diseo de portada: Editorial Sirio, S.A.

    de la presente edicin

    EDITORIAL SIRIO, S.A. EDITORIAL SIRIO ED. SIRIO ARGENTINA

    C/ Panaderos, 14 Nirvana Libros S.A. de C.V. C/ Paracas 59

    29005-Mlaga Camino a Minas, 501 1275- Capital Federal

    Espaa Bodega n 8, Buenos Aires

    Col. Lomas de Becerra (Argentina)

    Del.: Alvaro Obregn

    Mxico D.F., 01280

    www.editorialsirio.comE-Mail: [email protected]

    I.S.B.N.: 978-84-7808-730-3

    Depsito Legal:

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    Printed in Spain

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta

    obra slo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la

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    mado de nuestras publicaciones, escrbanos indicndonos cu-

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    Esoterismo, Qigong, Naturismo, Espiritualidad, Terapias

    Energticas, Psicologa prctica, Tradicin...) y gustosamente

    lo complaceremos.

    Puede contactar con nosotros en

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    No podemos alterar las cosas fsicas ni manipular alos dems segn nuestros gustos ni tampoco ajustar elmundo a nuestros deseos, pero s podemos alterar las co-sas interiores nuestros deseos, pasiones y pensamien-

    tos, podemos conformar nuestro afecto por los dems,y podemos moldear el mundo interior de nuestra mentepara que se ajuste a la sabidura, y as conciliarlo con elmundo exterior de los hombres y las cosas. No podemosevitar el desconcierto del mundo, pero s vencer las tur-baciones de la mente. Las obligaciones y las dificultadesde la vida reclaman nuestra atencin, pero podemosimponernos a la ansiedad que conllevan. Aunque nos ro-dee el estruendo, podemos tener callada la mente; aunque

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    PREFACIO

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    est envuelto en responsabilidades, el corazn puede des-cansar; en pleno combate, podemos conocer la paz per-

    durable. Los veinte textos que componen este libro, porinconexos que puedan parecer en su contenido, se armo-nizan en su espritu, pues dirigen al lector hacia esas cum-bres del conocimiento y la conquista de s mismo que,irguindose sobre la vorgine del mundo, elevan sus cs-pides a donde reina el Silencio Celestial.

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    Mantener una inmutable dulzura de nimo, albergarnicamente pensamientos puros y considerados y ser feli-ces en cualquier circunstancia: estas venturosas cualida-des y esa grandeza de carcter y de vida deben ser el obje-

    tivo de todos, y en particular de quienes deseen aliviar elsufrimiento del mundo. Quien no haya conseguido impo-nerse l mismo a la intolerancia, la impureza y la infelici-dad est muy equivocado si piensa que puede mejorar elmundo con la divulgacin de cualquier teora o teologa.Quien vive a diario en la intolerancia, la impureza o lainfelicidad agrava da tras da el sufrimiento del mundo;mientras que quien vive continuamente en la indulgenciay no huye de la felicidad, da a da incrementa la felicidad

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    LA AUTNTICA FELICIDAD

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    del mundo, con independencia de cules sean sus creen-cias religiosas.

    Quien no ha aprendido a ser afable o desprendido oafectuoso o feliz ha aprendido muy poco, por mucho quese haya empleado en los libros y por muy profundo quesea su conocimiento de los textos de las Escrituras, por-que las lecciones profundas, autnticas y perdurables dela vida se aprenden en el proceso dehacerse afable, puro yfeliz. La inquebrantable conducta bondadosa ante cual-quier contratiempo exterior es seal infalible de un almaduea de s misma, testimonio de sabidura y prueba dela posesin de la Verdad.

    El alma dulce y feliz es el fruto maduro de la expe-

    riencia y la sabidura, y desprende el aroma invisible perointenso de su influjo, y as alegra los corazones de losdems y purifica el mundo. Y todo el que lo desee, y queno haya empezado an, puede comenzarhoy, si as se lopropone, a vivir grata y felizmente, una vida que se con-vierte en la dignidad de una autntica condicin humana.

    No digas que lo que te rodea est en tu contra. Las cir-cunstancias en que vive el hombre nunca estn contra l;estn ah para ayudarlo, y todos esos percances por losque pierdes la dulzura y la tranquilidad de espritu son laspropias condiciones necesarias para tu desarrollo, y slo site enfrentas a ellos y a ellos te impones podrs aprendery crecer y madurar. La culpa est en ti mismo.

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    La felicidad pura es el estado autntico y saludabledel alma, y todo el que viva pura y desinteresadamente

    puede poseerla.

    Sed benevolentes con todo lo que tiene vida, dejad que

    desaparezcan la desconsideracin y la codicia y la ira, para

    que vuestras vidas sean como la suave brisa que pasa por

    nuestro lado.

    Te resulta demasiado difcil? Entonces el desasosie-go y la infelicidad seguirn morando en ti. Tu convenci-miento, tu empeo y tu determinacin son lo nico quenecesitas para hacrtelo fcil, para que, en un futuro pr-

    ximo, sea algo que hayas conseguido, un dichoso estadohecho realidad.

    El desaliento, la irritabilidad, la ansiedad y la queja,la condena y el descontento son las mortales dolenciasdel pensamiento, las enfermedades de la mente; son elsigno de un estado mental errado; y quienes los sufren

    bien harn en enmendar su pensamiento y su conducta.Es verdad que hay mucho de pecado y afliccin en elmundo, por esto son necesarias nuestra compasin ynuestro amor, y no nuestro sufrimiento: ya hay demasia-do en el mundo. No, lo que hace falta son nuestra alegray nuestra felicidad, porque ambas escasean en gran medi-da. Nada mejor podemos dar al mundo que la belleza dela vida y la personalidad; sin ella, todo lo dems es vano;

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    ella es la preeminente excelencia; es perdurable, autnti-ca y no hay que arruinarla, y rebosa de dicha y gozo.

    Deja de pensar con pesimismo en las injusticias quete rodean; deja de lamentarte del mal que habita en losdems y revulvete contra l, y empieza t a vivir libre deinjusticias y del mal. Ah estn la paz de espritu, la reli-gin pura y la verdadera reforma. Si quieres que losdems sean sinceros, s t sincero; si deseas que el mun-do se libere del dolor y el pecado, emancpate t mismo;si ansas que en tu casa y en tu entorno reine la felicidad,s feliz. Puedes transformar todo lo que te rodea y conello transformarte t mismo.

    No te quejes ni te compadezcas No te desbarates en larepulsa, ni clames contra el mal, sino canta las maravillas

    del bien.

    Y as lo hars de forma natural y espontnea cuandodescubras lo bueno que hay en ti.

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    La inmortalidad est aqu y ahora, y no es algo espe-culativo que se halle ms all de la tumba. Es un lcidoestado de la conciencia en el que se entiende que las sen-saciones del cuerpo, los estados variables e inquietos de la

    mente y las circunstancias y los acontecimientos de lavida son de naturaleza efmera e ilusoria.

    La inmortalidad no pertenece al tiempo, y nunca seencontrar en el tiempo; pertenece a la Eternidad; y delmismo modo que el tiempo est aqu y ahora, tambin laEternidad est aqu y ahora, y el hombre puede encontraresa Eternidad y establecerse en ella, si quiere imponerse alyo cuya vida deriva de las cosas insatisfactorias y perece-deras del tiempo.

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    EL HOMBRE INMORTAL

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    Mientras el hombre permanezca inmerso en la sen-sacin, el deseo y los acontecimientos pasajeros de su

    existencia cotidiana, y piense que esas sensaciones, deseosy sucesos efmeros forman parte de su propia esencia, nopodr conocer la inmortalidad. Lo que ese hombre desea,y que confunde con la inmortalidad, es lapersistencia; esdecir, una sucesin continua en el tiempo de sensacionesy aconteceres. Cuando el hombre vive, ama y se aferra alas cosas que estimulan y aguardan su gratificacin inme-diata, sin percatarse de ningn otro estado de la concien-cia que est por encima de esas cosas y sea independien-te de ellas, ansa su continuidad, y lucha por erradicar elpensamiento de que, al final, tendr que partir de esos

    fastos y gozos terrenales a los que se ha esclavizado y queconsidera inseparables de s mismo.

    La persistencia es la anttesis de la inmortalidad; yser absorbido por ella es la muerte espiritual. Su natura-leza es el cambio y la no permanencia. Es un continuovivir y morir.

    La muerte del cuerpo nunca puede conferir la inmor-talidad al hombre. Los espritus no son diferentes de loshombres, y viven sus pequeas vidas febriles de una con-ciencia rota, y siguen inmersos en el cambio y la mortali-dad. El hombre mortal, que est sediento de la persisten-cia de su personalidad amante del placer, sigue siendomortal despus de la muerte, y slo vive otra vida con unprincipio y un final sin recuerdo del pasado ni conoci-miento del futuro.

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    El hombre inmortal es aquel que se ha desligado de lascosas del tiempo, porque ha ascendido a ese estado de la

    conciencia que es firme e invariable, y no le afectan lassensaciones ni los hechos pasajeros. La vida humana con-siste en una continua secuencia de acontecimientos, y enesta secuencia est inmerso el hombre mortal, que estransportado por ella; y al discurrir en el seno de esasecuencia, el hombre desconoce lo que tiene a sus espal-das y lo que va por delante de l. El hombre inmortal esel que se ha salido de esa secuencia y se queda inmvilmientras la contempla; y desde su posicin esttica ve loque va delante, detrs y en medio de eso que se mueve yse llama vida. Al dejar de identificarse con las sensacio-

    nes y fluctuaciones de su personalidad, o con los cambiosexternos que componen la vida en el tiempo, el hombre seha convertido en el observador inconmovible de su pro-pio destino y de los destinos de los hombres y los pueblos.

    El hombre mortal, adems, est atrapado en unsueo, y no sabe que hubo un tiempo en que estuvo des-

    pierto ni que se va a despertar de nuevo; es un soadorsin conocimiento, nada ms. El hombre inmortal es el queha despertado de su sueo, y sabe que su sueo no fueuna realidad perdurable, sino una ilusin pasajera. Es elhombre del conocimiento, del conocimiento de ambosestados el de la persistencia y el de la inmortalidad, yel que est en plena posesin de s mismo.

    El hombre mortal vive en un estado de concienciatemporal o material que comienza y acaba; el hombre

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    inmortal vive en el estado de conciencia csmico o celes-tial, donde no existen ni el principio ni el final, sino un

    ahora eterno. Este hombre sigue firme e imperturbableante cualquier cambio, y la muerte de su cuerpo no inte-rrumpir en modo alguno la conciencia eterna en quemora. De l se dice: No probar la muerte, porque se haalejado de la corriente de la mortalidad, y se ha estableci-do en la morada de la Verdad. Los cuerpos, las personali-dades, las naciones y los mundos pasan, pero la Verdadpermanece, y el tiempo no atena el resplandor de su glo-ria. As pues, el hombre inmortal es el que se ha conquis-tado a s mismo; el que ya no se identifica con las fuerzasinteresadas de la personalidad, sino que se ha adiestrado

    para dirigir esas fuerzas con mano maestra, y de estemodo las ha puesto en armona con la energa y la fuentecausales de todas las cosas.

    La inquietud y la fiebre de la vida han cesado, se hanconjurado la duda y el temor, y la muerte no es para quiense ha percatado del esplendor inextinguible de esa vida de

    Verdad, porque ha ajustado su corazn y su mente a lasverdades eternas e inmutables.

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    Muchas personas tienen una idea confusa y equivo-cada sobre el significado de las expresiones la victoriasobre el yo, la erradicacin del deseo y la aniquilacinde la personalidad. Algunas (en especial los intelectualesproclives a las teoras) las consideran una teora metafsi-

    ca completamente ajena a la vida y la conducta; a otras lesparece que acaban con todo tipo de vida, energa y accin,y que idealizan el estancamiento y la muerte. Estos erroresy confusiones, al surgir como surgen en la mente de laspersonas, slo los pueden enmendar las propias personas;pero quiz una exposicin distinta del tema haga menosdifcil su erradicacin (para quienes buscan la Verdad).

    La doctrina de la victoria sobre el yo o de su aniqui-lacin es la pura simplicidad; en efecto, es tan simple, tan

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    LA VICTORIA SOBRE EL YO

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    prctica y est tan a mano que es mucho ms probableque la comprenda un nio de tan slo cinco aos, cuya

    mente no est an nublada por teoras, compendiosteolgicos ni especulaciones filosficas, que otras personasmayores que hayan abandonado las verdades simples yhermosas a cambio de adoptar unas complicadas teoras.

    La aniquilacin del yo consiste en desmalezar el almade todos aquellos elementos que conducen a la divisin,el conflicto, la enfermedad y la pena. Esto no significaque con ello haya que destruir ninguna cualidad buena,hermosa y que propicie la paz. Por ejemplo, cuando el serhumano siente la tentacin de la irritabilidad o la ira, ycon gran esfuerzo se impone a la tendencia egosta, la eli-

    mina de s, y acta movido por el espritu de paciencia yamor, en ese momento de conquista de s mismo practicala aniquilacin del yo. Cualquier persona noble la practi-ca en parte, aunque puede que la niegue de palabra, y dequien sigue con esta prctica hasta completarla, erradi-cando toda tendencia egosta hasta que no queden ms

    que las cualidades de divina hermosura, se dice que haaniquilado la personalidad (todos los elementos persona-les) y ha llegado a la Verdad. El yo que hay que aniquilarest compuesto de los siguientes diez elementos, desesti-mables y causa de muchas penas:

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    Lujuria Odio Avaricia

    Autoindulgencia Egosmo Vanidad

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    Se trata del abandono total, de la completa aniquila-cin de estos diez elementos, porque componen el cuerpodel deseo. Una aniquilacin, por otro lado, que ensea elcultivo, la prctica y la preservacin de las siguientes diezcualidades divinas:

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    Orgullo Duda

    Creencia siniestra Falsa ilusin

    Pureza Paciencia Humildad Sacrificio

    Independencia

    Audacia Conocimiento Sabidura Compasin

    Amor

    Estos elementos componen el Cuerpo de la Verdad, yvivir plenamente en ellos significa ser un hacedor y cono-cedor de la Verdad, ser una encarnacin de la Verdad. Lacombinacin de los diez elementos se llama el Yo o la

    Personalidad; la combinacin de las diez cualidades pro-duce lo que se llama Verdad; lo Impersonal; el Hombreperdurable, autntico e inmortal.

    As pues, se ver que lo que se ensea no es la des-truccin de ninguna cualidad noble, verdadera y perdu-rable, sino slo la destruccin de aquellas cosas que soninnobles, falsas y evanescentes. Esta victoria sobre el yotampoco es la privacin de la alegra, la felicidad y el gozosino, al contrario, la posesin constante de estas cosas,

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    porque se viven las cualidades que producen bienestar. Esel abandono de la lujuria por la dicha, pero no la propia

    dicha; la destruccin de lased de placer, pero no el propioplacer; la aniquilacin de laaoranza egosta del amor, elpoder y las propias posesiones. Es la preservacin detodas aquellas cosas que atraen y funden a los hombres enla unidad y la concordia, y, lejos de idealizar el estanca-miento y la muerte, apremia a los hombres a practicaraquellas cualidades que conducen a la accin ms eleva-da, ms noble y ms efectiva. Aquel cuyas acciones nacende algunos de los diez elementos o de todos ellos derro-cha sus fuerzas en cosas negativas, y no preserva su alma;pero aquel cuyas acciones nacen de alguna de las diez

    cualidades o de todas ellas, acta sincera y sabiamente ycon ello preserva su alma.

    Quien vive en gran parte en los diez elementos terre-nales y est ciego y sordo a las verdades espirituales, noencontrar atractivo alguno en la doctrina de la rendicindel yo, porque pensar que es la completa extincin de su

    ser, pero quien se esfuerza por vivir en las diez cualidadescelestiales ver la gloria y la belleza de la doctrina, y laentender como el fundamento de la Vida Eterna. Com-prender tambin que cuando los hombres la asimilan yla practican, se purifican la industria, el comercio, elgobierno y toda actividad material; y la accin, el prop-sito y la inteligencia, en lugar de ser destruidos, se inten-sifican y ensanchan, pero libres de penas y contiendas.

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    El alma, en su camino hacia la perfeccin, atraviesapor tres fases distintas. La primera es lafase animal, en laque el hombre est contento de vivir, de la complacenciade sus sentidos, inconsciente del pecado, o de su herencia

    divina, y completamente ignorante de las posibilidadesespirituales que hay en su interior.

    La segunda es la fasedual, en la que la mente oscilacontinuamente entre sus tendencias animal y divina, des-pus de haber despertado a la conciencia de ambas. Esdurante esta fase cuando la tentacin entra en juego en elprogreso del alma. Es una fase de lucha continua, de caery levantarse, de pecado y arrepentimiento, porque elhombre, aunque an ama las complacencias en las que

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    EL PROCEDER DE LA TENTACIN

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    ha vivido y se resiste a abandonarlas, tambin aspira a lapureza y la excelencia del estado espiritual, y se siente

    continuamente mortificado por la indecisin.Apremiado el hombre por la vida divina que late en

    su interior, esta fase acaba por convertirse en un perodode profunda angustia y sufrimiento, hasta que el alma sedirige a la tercera fase, la delconocimiento, en la que el hom-bre se alza sobre el pecado y la tentacin, y entra en la paz.

    La tentacin, como la complacencia en el pecado, noes una condicin duradera, como supone la mayora delas personas; es una fase pasajera, una experiencia por laque debe pasar el alma; pero la posibilidad de que el hom-bre pase por esta situacin en esta vida presente, y de que

    alcance la santidad y el descanso celestial aqu y ahora,depende por completo del vigor de sus esfuerzos intelec-tuales y espirituales, y de la intensidad y el ardor con quebusque la Verdad.

    La tentacin, con todos los tormentos que la acom-paan, se puede vencer aqu y ahora, pero slo mediante

    el conocimiento. Es una situacin de oscuridad total oparcial. El alma plenamente iluminada resiste toda tenta-cin. Cuando el hombre entienda perfectamente el ori-gen, la naturaleza y el significado de la tentacin, en esemomento la vencer, y descansar de sus muchas penali-dades; pero mientras permanezca en la ignorancia, laobservancia religiosa y la mucha oracin y lectura no con-seguirn traerle la paz.

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    Si una persona sale a conquistar a un enemigo, sinsaber nada de la fuerza ni la tctica de ste ni de dnde lo

    espera para tenderle una emboscada, no slo sufrir unaignominiosa derrota, sino que caer sin remedio enmanos del adversario. Quien quiera vencer al enemigoque es el tentador debe descubrir dnde est su baluartey su escondite, y debe averiguar tambin cules son laspuertas de su propia fortaleza que tiene descuidadas y sinvigilancia, por las que las fuerzas enemigas podran entrar.Para ello son necesarias la meditacin continua, la obser-vacin ininterrumpida y la introspeccin constante yrigurosa que deja al desnudo, ante los ojos espirituales dela vctima de la tentacin, los motivos vanos y egostas de

    su alma. sta es la guerra sagrada de los santos; es la luchaa la que toda alma se entrega cuando despierta del largosueo de la indulgencia animal.

    Las personas no alcanzan la victoria y la batalla seprolonga indefinidamente porque se afanan, casi de for-ma universal, bajo el influjo de dos errores: primero, el de

    pensar que todas las tentaciones llegan desde fuera; ysegundo, que se los tienta porque son buenos. Mientras lapersona sea presa de estas dos falsas ilusiones, no avanzar;cuando se las haya quitado de encima, ir rpidamente devictoria en victoria, y saborear la alegra y el reposo espi-rituales.

    Dos agudas verdades deben ocupar el lugar de estosdos errores, y son las siguientes: primera, toda tentacinllega del interior; y segunda, al hombre lo tienta el mal

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    que habita en l. Hay que desechar la idea de que Dios, eldiablo, unos espritus malignos u objetos externos son la

    fuente de la tentacin. El origen y la causa de cualquiertentacin estn en el deseo interior; cuando ste se puri-fica o elimina, los objetos externos y los poderes extraosse quedan sin fuerza alguna para incitar al alma a quepeque o caiga en la tentacin. El objeto exterior no es msque la ocasin de la tentacin, nunca la causa; la causaest en el deseo del que es tentado. Si la causa existiera enel objeto, todas las personas seran tentadas por igual,nunca se podra vencer la tentacin, y los seres humanosestaran condenados irremediablemente al tormento sinfin; pero localizada como est en sus propios deseos, el

    hombre tiene el remedio en sus manos, y, con la purifica-cin de esos deseos, se puede alzar victorioso sobre cual-quier tentacin. Al hombre se lo tienta porque en su inte-rior habitan ciertos deseos o estados de nimo que consi-dera pecaminosos. Estos deseos pueden estar dormidosdurante mucho tiempo, y la persona puede pensar que se

    ha librado de ellos, cuando de repente, ante un objetoexterno, el deseo dormido se despierta vido de ser satis-fecho inmediatamente; y ste es el estado de tentacin.

    Lo bueno que hay en el ser humano nunca es objetode la tentacin. La bondad la destruye. Lo que despiertala tentacin es el mal que habita en el hombre. La mag-nitud de las tentaciones de una persona es el indicadorexacto de su propia impureza. Cuando purifica su cora-zn, la tentacin cesa, porque cuando se ha arrancado del

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    corazn algn deseo ilcito, el objeto de ese deseo ya nopuede ejercer atraccin alguna, se debilita y muere, por-

    que ya no hay nada en el corazn que pueda responderle.Al hombre honrado no se lo puede tentar a que robe, pormuy claramente que se le presente la ocasin; el hombrede apetencias purificadas no puede caer en la tentacinde la gula y la bebida, por muy exquisitas que sean lasviandas y los vinos; quien tenga una mente ilustrada, unespritu sosegado por la fuerza de la virtud interior, nun-ca podr ser tentado para que sucumba a la ira, la indig-nacin o la venganza, y las tretas y los encantos del licen-cioso caen sobre el corazn purificado como sombrasvacuas y sin sentido.

    La tentacin se le presenta a la persona en aquelloque ignora o donde peca, y es una forma de apremiarlo aalcanzar cimas ms altas de conocimiento y pureza. Sin latentacin, el alma no puede crecer ni hacerse fuerte, nocaben la sabidura ni la autntica virtud; pueden existir elletargo y la muerte, pero no puede haber paz ni plenitud

    de la vida. Cuando se comprende y se vence la tentacin,la perfeccin queda asegurada, una perfeccin que puedellegar a cualquiera que est dispuesto a arrojar el deseoegosta e impuro que lo posee al fuego expiatorio delconocimiento. As pues, es necesario que los seres huma-nos busquen diligentemente la verdad, que se percatende que mientras estn sometidos por la tentacin no hanalcanzado la verdad, y es mucho lo que han de aprender.

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    Vosotros, pues, que estis tentados, sabed que la ten-tacin procede de vosotros mismos. Cada uno es tenta-

    do, cuando de su propia concupiscencia es atrado y sedu-cido, dice el apstol Santiago. Sois tentados porque osaferris al animal que habita en vuestro interior y nodejis que escape; porque vivs en el falso yo mortal quesiempre carece de cualquier conocimiento autntico y nosabe nada, nada busca sino su propia gratificacin inme-diata, ignorante de toda verdad y de todo Principio divi-no. Aferrados a este yo, sufrs continuamente el dolor detres tormentos distintos: el tormento del deseo, el tor-mento del agotamiento y el tormento del remordimiento.

    As refulge Trishna, el deseo y la sed de cosas. Impaciente,surcas las sombras, adoras los sueos. Colocas en el centro

    un falso yo, y construyes a su alrededor un mundo que

    parece ciego a las cumbres del ms all, sordo al sonido de

    las dulces melodas que llegan del lejano pasado del cielo

    de Indra, mudo ante las llamadas de la vida autntica que

    se reserva para quien se aparta de lo falso. As nacen losafanes y las ansias que desencadenan la guerra de la

    Tierra; as sufren los pobres corazones engaados y derra-

    man lgrimas saladas; as crecen las pasiones, las envidias,

    la clera y el odio; as los aos suceden a ensangrentados

    aos, con sus pies salvajes y amoratados.

    En este falso yo reside el germen de todo sufrimien-to, la carcoma de toda esperanza, el alimento de toda

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    pena. Cuando ests dispuesto a abandonarlo, cuandoests preparado para dejar al descubierto y ante ti todo su

    egosmo, su impureza y su ignorancia, y para confesar suabsoluta oscuridad, entonces entrars en la vida del cono-cimiento y el dominio de ti mismo; sers consciente deldios que hay en ti, de esa divina naturaleza que, al nobuscar gratificacin, mora en una regin de gozo y pazperpetuas, adonde no puede llegar el sufrimiento y don-de la tentacin no puede encontrar punto de apoyo.Instlate, da tras da, con firmeza cada vez mayor, enesta Divinidad interior, y as llegar al fin el momento enque puedas quedarte con Aquel a quienes millones deseres adoran, pocos comprenden y menos an siguen:

    Llega el Prncipe de este mundo y nada tiene en m.

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    James Allen

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    Hay momentos en la vida de todo aquel que se guapor elevados principios morales en que su fe en estosprincipios y su conocimiento de ellos se ven sometidos auna dura prueba, y la forma en que sale de este arduo

    lance determina si dispone de la fuerza suficiente paravivir como un hombre de Verdad, y unirse as a la com-paa de los libres, o si sigue siendo esclavo y mercenariodel cruel y estricto Yo.

    Estos momentos de prueba suelen presentarse bajo laforma de una tentacin a hacer algo malo y con ello gozarde confort y prosperidad, o permanecer instalado en locorrecto y aceptar la pobreza y el fracaso; y la prueba po-see tanta fuerza de conviccin que a quien se encuentra

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    EL HOMBRE NTEGRO

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    ante tal tentacin se le asegura el xito material para loque le quede de vida, pero si no hace lo correcto quedar

    para siempre en la ruina.Es frecuente que la persona se asuste y ceda ante la

    terrible perspectiva de lo que parece que le aguarda alfinal de la Senda de la Rectitud, y si demuestra poseer lafuerza suficiente para resistir esta arremetida de la tenta-cin, su seductor espritu interno del yo adopta la apa-riencia de un ngel de la Luz y susurra: Piensa en tu es-posa y tus hijos; piensa en quienes dependen de ti; vas aarrastrarlos a la desgracia y a la muerte por inanicin?

    Fuerte ha de ser, sin duda, y puro el hombre que sepasalir victorioso de esta prueba, pero quien lo consigue

    entra inmediatamente en un reino superior de la vida,donde sus ojos espirituales se abren a cosas hermosas; yentonces la pobreza y la ruina que parecan inevitables nollegan, sino que hacen su aparicin un xito ms perdu-rable, un corazn sosegado y una conciencia tranquila.Pero quien sucumbe no alcanza la prosperidad prometida,

    y su corazn no encuentra reposo, ni su conciencia paz.Quien obra rectamente no puede acabar en el fraca-

    so, y quien obra erradamente no puede acabar en el xi-to, porque:

    As es la Ley que lleva a la Rectitud, de la que nadie pue-

    de huir ni escapar.

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    y la razn es que la justicia se halla en el corazn de lascosas, porque la Gran Ley determina que el hombre nte-

    gro es superior al miedo, a la pobreza, a la vergenza y ala desgracia. Como el poeta sigue diciendo de esta Ley:

    El corazn de su Amor, su finalidad es la paz y la consu-

    macin de la dulce obediencia.

    El hombre que, por temor a perder los placeres actua-les o las comodidades materiales, niega la Verdad que hayen su interior, puede ser vctima del agravio, del robo y dela degradacin, y ver cmo su propio yo ms noble quedapisoteado, porque l ha sido el primero en agraviar, robar

    y degradar, y en pisotear su propio yo ms noble; pero elhombre de resuelta virtud, de intachable integridad, nopuede verse en situaciones as, porque ha renegado del yocobarde que habita en su interior y se ha refugiado en laVerdad. Lo que esclaviza al hombre no son el azote ni lascadenas, sino el hecho de quesea esclavo.

    La calumnia, la acusacin y la malicia no puedenafectar al hombre recto, ni provocar en l una reaccinamarga, ni l necesita defenderse ni demostrar su inocen-cia. Su inocencia y su integridad son respuesta suficientea todo el odio que se le pueda dirigir. Ni puede versesometido por las fuerzas de la oscuridad, pues en su inte-rior ha subyugado ya todas esas fuerzas. En su lugar, con-vierte todo lo malo en bueno: saca luz de la oscuridad,amor del odio, honor de la deshonra; y la difamacin, la

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    envidia y las tergiversaciones slo sirven para que luzcamejor la joya de la Verdad que tiene en su interior, y para

    glorificar su elevado y sagrado destino.Dejad que el hombre ntegro se regocije y se alegre

    cuando se le somete a una dura prueba; dejad que d gra-cias porque se la ha brindado la oportunidad de demos-trar su lealtad a los nobles principios que defiende; ydejad que piense: Ha llegado la sagrada oportunidad!Ha llegado el da del Triunfo de la Verdad! Aunque pier-da todo el mundo, no desertar de la Rectitud! Con estepensamiento, devolver bien por mal, y se apiadar dequien obre erradamente. Puede parecer que el calumnia-dor, el murmurador, el malhechor triunfan durante un

    cierto tiempo, pero la Ley de la Justicia se impone; puedeparecer que el hombre ntegro fracase durante un ciertotiempo, pero es invencible, y en ninguno de los mundos,visibles o invisibles, se puede haber forjado un arma queprevalezca sobre l.

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    Hay una cualidad de capital importancia para eldesarrollo espiritual: el discernimiento.

    El progreso espiritual del hombre ser penosamentelento hasta que no se abra en l el ojo del discernimiento,

    porque sin esta cualidad de la comprobacin, la prueba yla bsqueda, no har sino andar a tientas en la oscuridad,no sabr distinguir lo real de lo irreal, la sombra de la sus-tancia, y as confundir lo falso con lo verdadero, y losimpulsos interiores de su naturaleza animal con los delespritu de la Verdad.

    Es posible que el ciego al que se deja en un lugar ex-trao sepa orientarse en la oscuridad, pero no sin muchaconfusin y muchas cadas y dolorosas magulladuras. Sin

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    EL DISCERNIMIENTO

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    discernimiento el hombre es mentalmente ciego, y su vidaes un doloroso deambular en la oscuridad, una confusin

    en la que no se distingue el vicio de la virtud, donde loshechos se toman por verdades, las opiniones por princi-pios, y donde las ideas, los sucesos, los hombres y lascosas parecen no guardar relacin alguna entre s. Lamente y la vida humanas deben estar libres de confusin.El hombre ha de estar dispuesto a enfrentarse a cualquierdificultad mental, material y espiritual, y no debe estarinextricablemente enredado (como les ocurre a muchos)en las mallas de la duda, la indecisin y la incertidumbrecuando aparezcan los problemas y los llamados infortu-nios. Ha de estar fortificado contra cualquier emergencia

    que lo pueda asediar; pero tales disposicin y fuerza men-tales no se pueden alcanzar en grado alguno sin discerni-miento, y ste slo se puede desarrollar mediante la incor-poracin y el ejercicio continuado de la facultad analtica.

    La mente, como el msculo, se desarrolla con el uso,y su ejercicio asiduo en cualquier determinada direccin

    mejorar, en esa direccin, la capacidad y la fuerza men-tales. La facultad meramente crtica se desarrolla y forta-lece con la comparacin y el anlisis continuos de las ide-as y las opiniones de los dems. Pero el discernimiento esalgo ms que la crtica y superior a ella; es una cualidadespiritual con la que se eliminan la crueldad y el egosmoque tan a menudo acompaan a la crtica, y por la que elser humano ve las cosas tal como son, y no como quisie-ra que fuesen.

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    Al ser una cualidad espiritual, el discernimiento slose puede desarrollar con mtodos espirituales, con el cues-

    tionamiento, el examen y el anlisis de las ideas, las opi-niones y la conducta propias. Hay que evitar que la facul-tad crtica y de buscar fallos se aplique de manera inmi-sericorde a las opiniones y el comportamiento de losdems, y tenemos que aplicrnosla, con toda severidad, anosotros mismos. Hay que estar dispuestos a poner enentredicho todas y cada una de nuestras opiniones, nues-tros pensamientos y nuestra forma de comportarnos, yanalizarlos con rigor y lgica; slo as se podr desarrollarel discernimiento que acaba con la confusin.

    Antes de poder entregarse a tal ejercicio mental, la

    persona debe adoptar un espritu discente. No quieredecir esto que tenga que dejar que los otros la guen; sig-nifica que ha de estar dispuesta a desvelar cualquier pen-samiento apreciado al que se aferre y que impida quepenetre la luz de la razn, si se marchita ante el fuegopuro del impulso de la indagacin. Quien diga tengo

    razn y se niegue a cuestionar su postura para averiguarsi est en lo cierto continuar siguiendo el camino de suspasiones y prejuicios y no alcanzar el discernimiento.Quien humildemente pregunte tengo razn? y luegopase a probar y acreditar su postura mediante la escrupu-losa reflexin y el amor a la Verdad, siempre sabr descu-brir lo verdadero y distinguirlo de lo falso, y se har posee-dor del inestimable discernimiento.

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    Todo aquel que tenga miedo a reflexionar inquisiti-vamente sobre sus opiniones, y de razonar crticamente

    sobre su postura, deber desarrollar el coraje moral antesde poder alcanzar el discernimiento.

    El hombre deber ser sincero consigo mismo y notenerse miedo, antes de poder percibir los PrincipiosPuros de la Verdad, antes de poder recibir la Luz de laVerdad que todo lo desvela. Cuanto mayor sea la Luz conla que se busque, ms brillar; es una Luz que no se miti-ga con el examen y el anlisis.

    Cuanto ms se pone en entredicho el error, ms oscu-ro se vuelve; no puede sobrevivir a la llegada del pensa-miento puro e inquisidor. Demostrar todas las cosas sig-

    nifica encontrar lo bueno y prescindir de lo malo. Quienrazona y medita aprende a discernir; quien discierne des-cubre la Verdad eterna.

    La confusin, el sufrimiento y la oscuridad espiritualpersiguen al irreflexivo.

    La armona, la prosperidad y la Luz de la Verdad cui-

    dan de quien reflexiona.La pasin y el prejuicio son ciegos y no saben discer-

    nir: an siguen crucificando a Cristoy liberando aBarrabs.

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    La creencia es una palabra importante en las ense-anzas del sabio, y aparece de forma destacada en todaslas religiones. Segn Jess, la salvacin o la regeneracinrequieren de cierto tipo de creencia o fe, y Buda ensea

    de forma categrica que la creencia correcta es el primerpaso y el ms importante del Camino de la Verdad, puessin una verdadera fe no puede haber una conducta apro-piada, y quien no haya aprendido a gobernarse y com-portarse con acierto no habr entendido an los rudi-mentos ms simples de la Verdad.

    Son los Grandes Maestros quienes establecen la fe,que no es la creencia en ninguna determinada escuela depensamiento, filosofa ni religin, sino que consiste en

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    LA CREENCIA, BASE DE LA ACCIN

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    unaaltura espiritual que determina el curso completo de la pro-pia vida. La creencia y la conducta son, por consiguiente,

    inseparables, ya que una determina la otra.La fe es la base de toda accin y, al ser as, la creen-

    cia que domina los corazones o la mente se demuestra enla vida. Toda persona acta, piensa y vive exactamente deacuerdo con la fe que est enraizada en su ser ms ntimo,y la naturaleza matemtica de las leyes que gobiernan lamente es tal que es absolutamente imposible que alguiencrea en dos posiciones a la vez. Por ejemplo, es imposiblecreer en la justicia y en la injusticia, en el odio y en elamor, en la paz y en la guerra, en el yo y en la verdad. Elhombre que cree en la justicia, que la considera un

    Principio eterno e indestructible, nunca se deja dominarpor la justa indignacin, no alimenta el cinismo ni el pesi-mismo ante las desigualdades de la vida, sino que perma-nece sereno e inmutable ante cualquier prueba o dificul-tad. Es imposible que acte de otra forma, porque creeque la justicia impera y que, por lo tanto, todo lo que se

    llama injusticia es algo efmero e ilusorio.El hombre que se enoja continuamente por la injus-

    ticia de sus semejantes, que dice que le tratan mal, o quese lamenta de la falta de justicia en el mundo que lorodea, demuestra con su conducta y su actitud mentalque cree en la injusticia. Sin embargo, es posible que pro-teste de lo contrario, que en lo ms profundo de su corazncrea que la confusin y el caos imperan en el universo, lo

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    que lo obliga a morar en el sufrimiento y el desasosiego, ya que su conducta sea imperfecta.

    Una vez ms, quien cree en el amor, en su estabilidady su poder, lo practica en todas las circunstancias, nunca sedesva de l, y de l hace depositarios por igual a los ene-migos y a los amigos. Quien calumnia y condena, quienhabla de los dems en tono despreciativo o los mira condesdn, no cree en el amor, sino en el odio; todas susacciones lo demuestran, aunque con sus labios o con lapluma pueda ensalzar el amor.

    A quien cree en la paz se lo reconoce por su conduc-ta serena. Es imposible que participe en luchas y conflic-tos. Si lo atacan, no se venga, porque ha visto la majestad

    del ngel de la paz, y ya no puede rendir homenaje aldemonio de la guerra. Quien provoca conflictos, quiengusta de discutir, quien enseguida se pone a la defensivaante cualquier provocacin, cree en el conflicto, y nadatendr que ver con la paz.

    Adems, el que cree en la Paz renuncia a s mismo: es

    decir, se niega a centrar su vida en aquellas pasiones, de-seos y singularidades que no hacen sino implorar su pro-pia satisfaccin, y con esa renuncia pasa a afianzarse sli-damente en la Verdad, y goza de una vida juiciosa, bellae irreprochable. A quien cree en el yo se lo conoce por suscomplacencias y gratificaciones diarias, y por las vanida-des, y por las decepciones, las penas y las mortificacionesque sufre continuamente.

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    Quien cree en la Verdad no sufre, porque ha abando-nado ese yo que es la causa de tal sufrimiento.

    Se ver en lo que sigue que cualquier persona cree, yasea en los Principios permanentes y eternos que dirigen lavida humana hacia la ley y la armona, ya sea en la nega-cin de estos Principios, con el consiguiente caos en losasuntos humanos y en su propia vida.

    La creencia en los Principios de Justicia, Compasiny Amor es la verdadera creencia que Buda considera la basede todaconducta correcta,y tambin lafe en la salvacin dela que se habla profusamente en las Sagradas Escrituras,porque quien as cree no puede hacer otra cosa que no seaconstruir toda su vida sobre estos Principios, y as purifi-

    ca su corazn y perfecciona su vida.Creer en la negacin de este principio divino consti-

    tuye lo que en todas las religiones se llama falta de fe, yeste descreimiento se manifiesta como una vida pecami-nosa, turbulenta e imperfecta.

    Donde est la Verdadera Creencia hay una vida inta-

    chable y perfecta; donde hay una falsa creencia hay peca-do y pena, la mente y la vida se rigen impropiamente, yhay afliccin y zozobra. Por sus frutos los conoceris.

    Se habla mucho de creer en Jess, pero qu signi-fica creer en Jess? Significa creer en sus palabras, en losPrincipios que predic y por los que se rigi en su vi-da, en sus mandamientos y en su ejemplar vida de per-feccin. Quien dice creer en Jess, pero no deja de vivir enla lujuria y la indulgencia, o en el espritu del odio y la

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    condena, se engaa a s mismo. No cree en Jess. Cree ensu propio yo animal. Del mismo modo que el criado fiel

    disfruta cumpliendo las rdenes de su amo, quien cree enJess cumple sus mandamientos, y as se salva del pecado.La prueba suprema de la fe en Jess es preguntarse:Cumplo sus mandamientos? Una prueba que el propio SanJuan aplica en estas palabras: Quien dice lo conozcoyno guarda Sus Mandamientos miente, y la fe no est en l.Pero quien cumple su palabra en verdad est en l la pala-bra de Dios.

    Tras un anlisis riguroso e imparcial se ver que lafese halla en la raz de cualquier conducta humana. Cadapensamiento, cada acto y cada costumbre son resultado

    directo de una determinada creencia inamovible, y la con-ducta de la persona slo se altera cuando se modifica sufe. Aquello a lo que nos aferramos es en lo que creemos;lo que practicamos es en lo que creemos. Cuando dejamosde creer en algo, no podemos seguir asindonos a ello nipracticarlo; se nos desprende como un vestido rado.

    Los seres humanos se aferran a sus anhelos, sus men-tiras y sus vanidades porque creen en ellas, creen que deellas pueden obtener provecho y felicidad. Cuando tras-ladan su fe a las cualidades divinas de la pureza y lahumildad, esos pecados dejan de atribularlos.

    La creencia en la supremaca de la Verdad salva a loshombres del error. La creencia en la Santidad o laPerfeccin los redime del pecado. La creencia en el Bienlos salva del mal, porque toda creencia se manifiesta en la

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    vida. No es necesario indagar cul es la creencia religiosade la persona, porque tiene escaso valor o ninguno, pues

    de qu le puede servir al hombre creer que Jess muripor l, o que Jess es Dios, o que est justificado por lafe, si sigue viviendo en su naturaleza inferior y pecado-ra? Cmo se comporta cuando las circunstancias loponen a prueba? La respuesta a estas preguntas demos-trar si el hombre cree en el poder del mal o en el poderdel Bien.

    Quien cree en el poder del Bien vive una vida buena,espiritual o piadosa, porque la Bondad es Dios, en verdades el Propio Dios, y pronto dejar atrs todos los pecadosy las penas quien cree, con una fe firme e inquebrantable,

    en el Bien Supremo.

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    Se ha dicho que toda la vida y el carcter de la per-sona son resultado directo de sufe,y tambin que sufe notiene que ver en absoluto con su vida.Ambas afirmacionesson ciertas. Su confusin y contradiccin slo lo son en

    apariencia, y pronto se desvanecen cuando se recuerdaque haydos tipos completamente distintos de creencias: la creen-cia de la cabeza y la creencia del corazn.

    La creencia de la cabeza, o intelectual, no es funda-mental ni causativa, sino superficial y consecuente, y has-ta el observador ms superficial se puede dar cuenta fcil-mente de que esta creencia no tiene poder para moldearel carcter de una persona. Tomemos, por ejemplo, mediadocena de personas de cualquier credo. No slo tienen las

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    LA FE QUE SALVA

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    mismas creencias teolgicas, sino que profesan los mis-mos artculos de fe sobre cualquier particular y, sin

    embargo, sus caracteres son muy diferentes. Uno puedeser tan noble como innoble sea el otro; uno ser afable ydelicado, otro grosero e irascible; uno ser honrado, otrodesaprensivo; uno se permitir determinadas costumbresde las que otro renegar, etc., lo cual indica claramenteque la creencia teolgica no es un factor que influya en lavida del hombre.

    La creencia religiosa de una persona no es ms que suopinin o su visin intelectuales del universo, de Dios, dela Biblia, etc., y detrs y debajo de esta creencia de la ca-beza se esconde, profundamente enraizada en el ser ms

    ntimo de esa persona, la callada y silenciosacreencia secre-ta de su corazn, y es esta creencia la que moldea y compo-ne toda su vida. Es la que hace que esos seis individuos,aunque defiendan la misma teologa, sean tan distintosen sus actos:difieren en la creencia vital de su corazn.

    Qu es, pues, esta creencia del corazn?

    Es aquello que el hombre ama, a lo que se agarra y lo que

    alienta en su alma; lo quiere, lo espolea y a ello se aferraporque cree en ello, y al as creerlo y amarlo, lo practica;por lo que su vida es el efecto de su fe, pero no guardarelacin alguna con un determinado credo que englobesu creencia intelectual. Uno defiende cosas inmorales eimpuras porque cree en ellas; otro no se aferra a ellas por-que ha dejado de creer en ellas. El ser humano no se pue-de agarrar a nada si no cree en ello; la fe siempre precede

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    a la accin; por consiguiente, los actos y la vida del hom-bre son fruto de su fe.

    El sacerdote y el levita que pasaron de largo anteaquel hombre herido y menesteroso defendan con fuer-za, sin duda, las doctrinas teolgicas de sus padres: staera su creencia intelectual; pero en lo ms profundo desus corazones no crean en la misericordia, y vivan yactuaban en consecuencia. El buen samaritano podatener o no alguna creencia teolgica, y no era necesarioque la tuviera; pero en su corazn crea en la misericordia,y actu en consecuencia.

    En ltima instancia, slo hay dos creencias que afec-tan de forma trascendental a la vida, y son lacreencia en el

    bieny lacreencia en el mal.Quien crea en lo que es bueno, lo amar y vivir en

    ello; quien crea en lo que es impuro y egosta, lo amar ya ello se aferrar. Al rbol se lo conoce por sus frutos.

    Las creencias del hombre acerca de Dios, Jess y laBiblia son una cosa; su vida, tal como se manifiesta en sus

    acciones, es otra; por lo tanto, la creencia teolgica delhombre no tiene consecuencia alguna; pero los pensa-mientos que alberga, su disposicin de nimo ante losdems y sus acciones: todo esto, y slo esto, es lo que de-termina y demuestra si la creencia del corazn humano sesustenta en la verdad o en el error.

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    De igual manera que el fruto es al rbol y el agua almanantial, la accin es al pensamiento. No se manifiestade repente y sin una causa. Es el resultado de una progre-sin larga y silenciosa; el final de un proceso oculto que

    ha ido adquiriendo fuerza durante largo tiempo. El frutodel rbol y el agua que mana de la roca son ambos el efec-to de una combinacin de procesos naturales que tienenlugar en el aire y en la tierra, y que se han ido desarro-llando juntos durante mucho tiempo y en secreto paragenerar el fenmeno; y tanto los actos hermosos y res-plandecientes como las oscuras acciones pecaminosas sonel efecto maduro de las formas de pensar de larga perma-nencia en la mente.

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    EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN

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    La cada sbita, ante una fuerte tentacin, en algnpecado grave por parte de quien se pensaba y proba-

    blemente l mismo crea que era una persona firme, seve que no era algo ni repentino ni infundado cuando se des-vela el proceso de pensamiento oculto por el que se llega ella. La cada no fue ms que el final, el producto, elresultado acabado de lo que empez en la mente proba-blemente aos atrs. El hombre haba permitido que unpensamiento equivocado entrara en su mente; y lo acogiuna segunda y una tercera vez, y dej que anidara en sucorazn. Poco a poco se habitu a l, y lo abrig y lo aca-rici y lo cuid; y as creci, hasta que acab por tenertanta fuerza y tanto vigor que consigui la oportunidad

    de desvelarse y madurar para convertirse en un acto. Igualque cae el majestuoso edificio cuyos cimientos ha idocorroyendo la accin del agua, al final cae el hombre fuer-te que deja que pensamientos corruptos penetren en sumente y en secreto socaven su carcter.

    Cuando se entiende que toda tentacin y todo peca-

    do son el resultado natural de los pensamientos de la per-sona, se ve claramente cmo vencer el pecado y la tenta-cin, y lograrlo y, ms tarde o ms temprano, hacerlo rea-lidad se contempla como una posibilidad muy cercana;porque si el hombre admite, acaricia y rumia pensamien-tos que sean puros y buenos, estos pensamientos, con lamisma seguridad que los impuros, crecern y se fortale-cern, y al final encontrarn la oportunidad que les per-mita madurar y pasar a convertirse en actos.

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    Nada hay oculto que no se vaya a desvelar, y cual-quier pensamiento que se albergue en la mente, en virtud

    de la fuerza impulsora que es inherente al universo, debeacabar floreciendo en un acto bueno o malo segn sea sunaturaleza. Tanto el divino Maestro como el sensualistason producto de sus propios pensamientos, y han llegadoa ser lo que son como resultado de las semillas de pensa-miento que se sembraron, se dejaron caer en el jardn delcorazn y, despus, se regaron, se cuidaron y se cultivaron.

    Que nadie crea que puede vencer el pecado y la ten-tacin mediante la lucha contra la oportunidad; slo lospuede vencer con la purificacin de los pensamientos; ysi, da tras da, en el silencio de su alma y con el cumpli-

    miento de sus obligaciones, derrota toda inclinacin err-nea, y en su lugar coloca pensamientos verdaderos y quesoporten la luz, la oportunidad de hacer el mal dar lugara la de conseguir el bien, porque el hombre slo puedeatraer hacia s lo que est en armona con su naturaleza,y no hay tentacin que pueda gravitar sobre la persona a

    no ser que en su corazn exista algo que sea capaz de res-ponder a ella.

    Vigila bien tus pensamientos, lector, porque lo querealmente eres hoy en tus pensamientos secretos, sea bue-no o malo, tarde o temprano se convertir en un acto real.Quien vigila sin desmayo las puertas de su mente paraimpedir la invasin de pensamientos pecaminosos, y seocupa en ideas hermosas, en pensamientos puros, fuertesy bellos, cuando llegue la estacin de que el fruto madure,

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    obtendr el de los actos delicados y virtuosos, y ningunatentacin que le pueda asaltar lo encontrar desarmado

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    Como ser pensante que eres, tu disposicin mentaldominante determinar tu situacin en la vida. Ser tam-bin el indicador de tus conocimientos y la medida de tuslogros. Las llamadas limitaciones de tu naturaleza son las

    lneas fronterizas de tus pensamientos; son vallas que sehan levantado solas, y que se pueden reducir a un crculoms estrecho, ampliar a uno ms amplio o dejarlas comoestn.

    Eres t quien piensa tus pensamientos y, en conse-cuencia, eres t quien te haces y determinas tu estado. Elpensamiento es causal y creativo, y aparece en tu carctery tu vida en forma de resultados. Nada es accidental en tuvida, tanto lo armonioso como lo antagnico son el eco

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    TU DISPOSICIN MENTAL

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    que responde a tus pensamientos. El hombre piensa, ysurge su vida.

    Si tu actitud mental dominante es pacfica y amoro-sa, la felicidad y la dicha te seguirn; si es odiosa y resen-tida, la desdicha y el desasosiego ensombrecern tu cami-no. De la inquina nacen el dolor y la desgracia; de la bue-na voluntad, la salud y la satisfaccin.

    Imaginas que las circunstancias son algo distinto de ti,pero estn ntimamente relacionadas con el mundo de tuspensamientos. Nada aparece sin una causa lgica. Todo loque ocurre es justo. Nada est determinado, todo se forma.

    Cuando piensas, viajas; cuando amas, atraes. Hoy tehallas donde los pensamientos te han trado; maana

    estars donde tus pensamientos te lleven. No puedes evi-tar la consecuencia de tus pensamientos, pero puedesaguantar y aprender, puedes aceptar y estar contento.

    Siempre irs a donde tu amor (tu pensamiento msperdurable e intenso) pueda recibir la gratificacin quemerece. Si tu amor es abyecto, llegars a un lugar abyec-

    to; si es hermoso, llegars a un lugar hermoso. Puedesalterar tus pensamientos y, as, alterar tu estado. Esfur-zate en percibir la inmensidad y la grandeza de tu res-ponsabilidad. Eres poderoso, no impotente. Tienes tantafuerza para obedecer como para desobedecer; tanta paraser puro como para ser impuro; ests tan preparado parala sabidura como para la ignorancia. Puedes aprender loque quieras, puedes seguir siendo tan ignorante comodecidas. Si amas el conocimiento, lo alcanzars; si amas la

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    sabidura, la obtendrs; si amas la pureza, la hars reali-dad. Todas las cosas aguardan que las aceptes, y t deci-

    des de acuerdo con los pensamientos que albergas.El ser humano sigue siendo ignorante porque ama la

    ignorancia y escoge pensamientos incultos; se hace sabioporque ama la sabidura y escoge pensamientos cultos.Nadie obstaculiza a nadie; cada uno se pone sus propiastrabas. Nadie sufre por culpa de otro; cada uno sufre porsu propia culpa. Por el noble Portal del Pensamiento Puropuedes entrar en el ms alto Cielo; por la innoble entra-da del pensamiento impuro puedes descender al infiernoms profundo.

    Tu disposicin mental hacia los dems revertir fiel-

    mente en ti mismo, y se manifestar en todas las relacio-nes de tu vida. Cualquier pensamiento impuro y egostaque liberes volver a ti en tus circunstancias en forma dealgn tipo de sufrimiento; todo pensamiento puro ydesinteresado regresa a ti en una u otra forma de dicha.Tus circunstancias son los efectos de unas causas interiores

    e invisibles. Como padre o madre de tus pensamientoseres quien determina tu estado y tu condicin. Cuando teconozcas a ti mismo te dars cuenta de que todo lo queocurre en tu vida se pesa en la balanza infalible de la equi-dad. Cuando comprendas la ley que hay en tu mentedejars de verte como el instrumento ciego e impotentede las circunstancias, y te convertirs en un maestro fuer-te y clarividente.

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    Ve a los campos y recorre sus senderos en primavera,y vers a los agricultores y hortelanos atareados en lasiembra y en la preparacin de las tierras. Si preguntarasa alguno de esos hortelanos o campesinos qu tipo de

    producto espera de la semilla que est sembrando, seguroque te tomara por loco, y te dira que no espera nada,que es de sentido comn que su producto sea el de lo quesiembra, y que est sembrando trigo o cebada o nabos olo que sea para obtener ms de lo mismo.

    Todo hecho y todo proceso de la Naturaleza contie-nen una leccin moral para el hombre sabio. No hay leyen el mundo de la Naturaleza que nos rodea que no seade aplicacin con la misma exactitud matemtica a la

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    LA SIEMBRA Y LA COSECHA

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    mente del hombre y a la vida humana. Todas las parbo-las de Jess ilustran esta verdad, y estn sacadas de he-

    chos sencillos de la Naturaleza. En la mente y en la vidase produce un proceso de siembra, una siembra que con-duce a una cosecha de lo que se haya sembrado. Los pen-samientos, las palabras y los actos son semillas que sesiembran y, por la ley inviolable de las cosas, su fruto esdel mismo tipo que esa semilla.

    El que alberga pensamientos de odio atrae ste hacias mismo. Quien abriga pensamientos de amor recibeamor. El hombre cuyos pensamientos, palabras y actosson sinceros est rodeado de amigos sinceros; el hipcritalo est de amigos falsos. Quien siembra pensamientos y

    actos malos, y pide a Dios que lo bendiga, es como el agri-cultor que, despus de sembrar cizaa, pide a Dios que leconceda cosechar trigo.

    Lo que siembres recogers; contempla aquellos campos

    donde el ssamo se convirti en ssamo y el maz se con-

    virti en maz, y que conocieron el silencio y la oscuridad.As se labra el destino del hombre.

    Dejad que quien haya sido bendecido esparza sudicha. Que quien sea feliz piense en la felicidad de losdems.

    Y esta siembra tiene otro aspecto. El campesino debeesparcir las semillas por toda la tierra, para luego dejarlasa merced de los elementos. Si codiciosamente escondiera

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    la semilla, se quedara sin ella y sin su produccin, porque lasemilla habra muerto. Muere cuando la siembra, pero al

    morir produce en gran abundancia. Lo mismo ocurre enla vida: al dar, recibimos; al repartir, nos enriquecemos.Aquel que dice que est en posesin de conocimientosque no puede desvelar porque el mundo es incapaz de reci-birlos, o bien no posee tales conocimientos o bien, si losposee, pronto se ver privado de ellos, si es que ya no loest. Ocultar es perder; retener en exclusiva es desposeerse.

    Hasta el hombre que incremente su riqueza materialdebe estar dispuesto a compartir (a invertir) el pequeocapital que posea, y luego esperar que aumente. Mientrasretenga ese precioso dinero, no slo seguir siendo pobre,

    sino que cada da lo ser ms. Al final, acabar por perderlo que ama, y lo perder sin que haya aumentado. Encambio, si sabiamente deja que se vaya; si, como el agri-cultor, esparce las semillas de oro, puede esperar con fe ycon razonable esperanza que aumente su riqueza.

    Los hombres ruegan a Dios que les conceda paz y

    pureza, ecuanimidad y dicha, pero no las obtienen. Ypor qu no? Porque no practican nada de ello, no lo siem-bran. En cierta ocasin, o a un predicador que ensalzabael perdn sincero y, muy poco despus, en el transcursode su sermn, llamaba a sus fieles a no tener compasincon los enemigos de la Iglesia. Era un lamentable engaoa s mismo, y las personas an deben aprender que la for-ma de obtener la paz y la dicha consiste en esparcir pen-samientos, palabras y actos de paz y de dicha.

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    Los seres humanos creen que pueden sembrar lassemillas del enfrentamiento y la enemistad, y luego obte-

    ner una copiosa cosecha de paz, pureza y concordia slocon pedirlo. Hay algo ms pattico que ver cmo pidepaz un hombre irritable y pendenciero? Se recoge lo quese siembra, y cualquiera puede cosechar la dicha ahora yde inmediato, si aparta de s el egosmo y siembra con gene-rosidad la semilla de la cordialidad, el afecto y el amor.

    Quien est preocupado, perplejo, se sienta apenado oinfeliz, que se pregunte:

    Qu semillas mentales he sembrado?Qu semillas estoy sembrando?

    Qu he hecho por los dems?Cul es mi disposicin mental hacia los otros?Qu semillas de perturbacin y pena y desdicha he

    sembrado para luego recoger esta amarga maleza?

    Dejemos que lo busque y lo descubra en su interior

    y, una vez descubierto, hagamos que abandone todas lassemillas de egosmo y siembre, a partir de ahora, las semi-llas de la Verdad.

    Dejemos que aprenda del campesino las sencillas ver-dades de la sabidura.

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    Los pequeos dioses sectarios han pasado a la histo-ria. Los dioses arbitrarios, criaturas del capricho y la igno-rancia humanas, estn cayendo en descrdito. Los hom-bres han peleado por ellos y los han defendido hasta que

    se han cansado de luchar, y hoy, en todas partes, reniegande estos dolos impotentes y abandonan el culto quedurante tanto tiempo les han rendido.

    El dios de la venganza, el odio y los celos, que seregodea en la cada de sus enemigos; el dios parcial quesatisface todos nuestros deseos egostas e intolerantes; eldios que slo salva a las criaturas de su particular y espe-cial credo; el dios de la exclusividad y el partidismo; stoseran los dioses (a los que errneamente llambamos

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    EL REINO DE LA LEY

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    Dios) de la infancia de nuestra alma, unos dioses rastre-ros e insensatos como nosotros mismos, producto de

    nuestro yo egosta. Y abjuramos de nuestros nimios dio-ses con amargas lgrimas y recelo, y destruimos nuestrosdolos con manos ensangrentadas. Pero al hacerlo, no per-dimos de vista a Dios; ms an, nos acercamos al grandey silencioso Corazn del Amor. Al derribar los dolos delyo, empezamos a comprender algo del Poder que no sepuede destruir, y penetramos en un mayor conocimientodel Dios del Amor, de la Paz y de la Alegra; el Dios enquien no pueden existir la venganza ni la parcialidad; elDios de la Luz, ante cuya presencia la oscuridad del mie-do, la duda y el egosmo no tienen ms opcin que des-

    vanecerse.Hemos llegado a una de esas pocas del progreso de

    la humanidad que son testigo de la defuncin de los dio-ses falsos; los dioses del egosmo humano y de la fantasahumana. En el mundo ha amanecido la nueva aunqueantigua revelacin de una Verdad universal e impersonal,

    y su luz inquisitiva ha abatido a los dioses perecederosque moran a la sombra del yo.

    Las personas han perdido la fe en un dios al que sepuede embaucar, un dios que gobierna arbitraria y capri-chosamente y subvierte por completo el orden de lascosas para satisfacer los deseos de sus adoradores, y vuel-ven su mirada, con una luz nueva en los ojos y un nuevogozo en el corazn, al Dios de la Ley.

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    Y a l se dirigen no para alcanzar la felicidad ni lasatisfaccin personales, sino en busca del conocimiento,

    la comprensin, la sabidura y la liberacin de las atadu-ras del yo. Y con esta actitud, no buscan en vano, ni sequedan vacos ni frustrados. Hallan en su interior el rei-no de la Ley, se percatan de que todo pensamiento, todoimpulso, todo acto y toda palabra producen un resultadoacorde con la propia naturaleza de unos y otra; de que lospensamientos de amor se traducen en un estado hermosoy de gran felicidad; de que los pensamientos de odio pro-ducen un estado falseado y doloroso; de que los pensa-mientos y los actos buenos y malos se pesan en la balan-za infalible de la Ley Suprema, y reciben la misma medi-

    da de dicha en un caso, y de sufrimiento en el otro. Y coneste descubrimiento, los hombres emprenden un Caminonuevo, el Camino de la Obediencia a la Ley. Al iniciar esteCamino dejan de acusar, de dudar, de inquietarse y aba-tirse, porque saben que Dios es justo, que las leyes uni-versales son justas, que el cosmos es justo, y que son ellos

    quienes estn en el error, si es que existe el error, y que susalvacin depende de ellos mismos, de sus propios esfuer-zos, de su aceptacin personal de lo que es bueno y delrechazo deliberado de lo que es malo. Dejan de ser merosoyentes para pasar a ser actores de la Palabra, y adquierenel conocimiento, reciben la comprensin, crecen en lasabidura, y entran en la gloriosa vida de la liberacin delas ataduras del yo.

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    La Ley del Seor es perfecta e ilumina los ojos. Laimperfeccin reside en la ignorancia del hombre, en la cie-

    ga locura del hombre. La perfeccin, que es el conoci-miento de la Ley Perfecta, est a disposicin de todos losque la buscan con seriedad; pertenece al orden de lascosas; es tuya y ma slo con que dejemos de lado el egos-mo y adoptemos la vida de quien se olvida de s mismo.

    El conocimiento de la Verdad, con su alegra indes-criptible, su placidez y su fuerza callada, no es para quie-nes persisten en aferrarse a sus derechos, en defendersus intereses, en luchar por sus opiniones; no es paraaquellos cuyas obras estn imbuidas del yo personal yque construyen sobre las arenas movedizas del egosmo y

    el egotismo. Es para quienes renuncian a estas causas dela inquietud, a estas fuentes del dolor y la pena; paraquienes son, en verdad, Hijos de la Verdad, discpulos delMaestro, adoradores del Altsimo.

    Los Hijos de la Verdad estn hoy en el mundo; pien-san, actan, escriben y hablan; s, los propios profetas

    estn entre nosotros, y su influjo domina toda la tierra.Una corriente subterrnea de santa alegra est adqui-riendo fuerza en el mundo, de forma que hombres ymujeres se mueven por nuevas aspiraciones y esperanzas,e incluso quienes no ven ni oyen sienten en su interiorextraas ansias de una vida mejor y ms plena.

    La Ley reina, y lo hace en el corazn y la vida de loshombres; y quienes han buscado el Tabernculo del Dios

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    verdadero por el buen camino del desprendimiento hanllegado a comprender el reinado de la Ley.

    Dios no cambia para el hombre, pues lo contrariosignificara que lo perfecto ha de volverse imperfecto; elhombre debe cambiar para Dios, y esto implica que loimperfecto ha de volverse perfecto. No se puede que-brantar la Ley para el hombre; de lo contrario, reinara laconfusin; el hombre debe obedecer la Ley; as lo exigenla armona, el orden y la justicia.

    No hay yugo ms doloroso que estar a merced de laspropias inclinaciones; no hay mayor libertad que la com-pleta obediencia a la Ley del Ser. Y la Ley dice que hayque purificar el corazn, regenerar la mente y someter a

    ella todo el ser, hasta que el yo muera y se imponga elAmor en su plenitud, porque el reino de la Ley es el reinodel Amor. Y el Amor aguarda a todos, no rechaza a nadie.Se puede reivindicar el Amor y entrar en l ahora, porquees patrimonio de todos.

    Oh, hermosa Verdad! Saber que hoy el ser humano

    puede aceptar su herencia divina, y entrar en el Reino delos Cielos!

    Oh, lamentable error! Saber que el ser humanorechaza la Verdad por amor al yo!

    Obedecer la Ley significa destruir el pecado y el yo, yhacer realidad la dicha sin sombras y la paz imperecedera.

    Agarrarse a las propias inclinaciones egostas signifi-ca nublar el alma con el dolor y la pena que empaan laluz de la Verdad; cerrarse uno mismo a toda autntica

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    felicidad; porque lo que el hombre siembre ser lo querecoja.

    En verdad reina la Ley y siempre reinar, y la Justiciay el Amor son sus ministros eternos.

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    El universo material se mantiene y se preserva por elequilibrio de sus fuerzas.

    El universo moral se sostiene y se protege por el equi-librio perfecto de sus equivalentes.

    Del mismo modo que en el mundo fsico la Naturale-za aborrece el vaco, en el mundo espiritual se repudia ladiscordia.

    Por debajo de las turbulencias y las destrucciones dela Naturaleza, y detrs de la mutabilidad de sus formas,reside la eterna simetra perfecta y matemtica; y en elcorazn de la vida, detrs de su dolor, su incertidumbre ysu desasosiego, habitan la armona eterna, la paz durade-ra y la Justicia inviolable.

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    LA JUSTICIA SUPREMA

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    Ocurre, pues, que no hay injusticia en el universo?Hay injusticia y no la hay. Depende del tipo de vida y del

    estado de conciencia con que el hombre contempla elmundo y lo juzga. Quien vive en sus pasiones ve la injus-ticia por doquier; quien ha vencido sus pasiones, ve laaccin de la Justicia en todos y cada uno de los aspectosde la vida humana. La injusticia es el sueo confuso yfebril de la pasin, suficientemente real para quienes lotienen; la Justicia es la realidad permanente de la vida,gloriosamente visible para aquellos que han despertadode la dolorosa pesadilla del yo.

    No se puede percibir el Orden Divino mientras no setrascienda de la pasin y el yo; no se puede comprender

    la Justicia impecable mientras toda idea de ofensa y mal-dad no se consuma en las llamas purificadoras del Amorque todo lo abarca.

    El hombre que piensa: Me han desairado, me hanofendido, me han insultado, me han tratado injustamen-te no puede saber qu es la Justicia; cegado por el yo, es

    incapaz de discernir los puros Principios de la Verdad y,mientras rumia sus agravios, vive en permanente sufri-miento.

    En el mbito de la pasin se produce un incesanteconflicto de fuerzas que son un suplicio para todos losque se ven involucrados en ellas. Es un proceso de acciny reaccin, de hechos y consecuencias; y en su interior ypor encima de todo est la Justicia Divina que regula laaccin de las fuerzas con la mayor precisin matemtica,

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    y equilibra la causa y el efecto con la exactitud ms rigu-rosa. Pero quienes participan en el conflicto no perciben

    esta justicia no la pueden percibir; antes de ser capa-ces de hacerlo, deben dejar atrs la encarnizada batalla dela pasin.

    El mundo de la pasin es la morada de los cismas, lasdisputas, las guerras, las interpelaciones, las acusaciones,las condenas, las impurezas, las flaquezas, las locuras, losodios, las venganzas y los resentimientos. Cmo puedepercibir la Justicia o comprender la Verdad quien estinvolucrado, aunque sea slo en parte, en la feroz batallade los cegadores elementos de ese mundo de la pasin?Sera como esperar que alguien que estuviera envuelto

    por el fuego de un edificio en llamas se sentara y se pusie-ra a pensar en la causa del incendio.

    En este reino de la pasin, los hombres ven la injus-ticia de las acciones de los dems porque, al observar ni-camente las apariencias inmediatas, consideran que cadaacto se erige en autonoma, ajeno a la causa y la conse-

    cuencia. Al desconocer la presencia de la causa y el efec-to en la esfera moral, las personas no ven el proceso denivelacin y equilibrado que se desarrolla momentnea-mente, como tampoco consideran jams que sean injustassus acciones, sino slo las de los dems. Un muchachoapalea al animal indefenso, luego un hombre golpea alinerme muchacho por su crueldad, y despus otro hom-bre ms fuerte ataca al anterior por su brutalidad con elmuchacho. Cada uno piensa que los otros dos son injustos

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    y crueles, y que l es justo y compasivo; y sin duda sersobre todo el muchacho quien piense que su conducta

    con el animal es completamente necesaria. As es como laignorancia mantiene vivo el odio y el enfrentamiento;como los hombres se infligen ciegamente dolor, al vivir enla pasin y el resentimiento, y al no encontrar el caminoverdadero de la vida. Al odio se llega por el odio, a lapasin por la pasin, y al enfrentamiento por el enfrenta-miento. El hombre que mata se mata; el ladrn que vivede robar a los dems se roba a s mismo; la bestia que sealimenta de otras cae vctima del cazador y muere; el acu-sador es acusado, quien condena es condenado, y a quiendenuncia se lo persigue.

    Por esto el asesino se clava su propio cuchillo, el juez injus-

    to pierde a su defensor, la lengua mendaz sufre su menti-

    ra, el ladrn y el atracador han de dar lo que roban. As es

    la Ley.

    La pasin tambin tiene su lado activo y su lado pasi-vo. El idiota y el farsante, el opresor y el esclavo, el agre-sor y el agredido, el charlatn y el embaucado se comple-mentan mutuamente y se someten juntos a la Ley de laJusticia. Los hombres cooperan inconscientemente enprovocarse una afliccin mutua; si un ciego gua a otrociego, ambos caen en el hoyo. La pena, el dolor, la amar-gura y el sufrimiento son el fruto nacido de la flor que esla pasin.

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    All donde el alma cegada por la pasin slo ve injus-ticia, el hombre bueno, aquel que ha vencido la pasin, ve

    causa y efecto, ve la Justicia Suprema. Es imposible queeste ser piense que se le trata injustamente, porque hadejado de ver la injusticia. Sabe que nadie puede herirloni engaarlo, porque ha dejado de herirse y engaarse.Por grande que sea la pasin o la ignorancia con que loshombres acten con l, no podrn causarle ningn dolor,porque sabe que cualquier cosa de la que sea destinatario(quiz el maltrato y la persecucin) slo puede ser el efec-to de lo que l mismo remiti anteriormente. Por consi-guiente, considera que todas las cosas son buenas, se rego-cija con todo, ama a sus enemigos y bendice a quien lo

    maldice, porque piensa que son el instrumento ciego perocaritativo con el que puede pagar sus deudas morales a laGran Ley.

    El hombre bueno, que ha abandonado todo resenti-miento, represalia, egosmo y egotismo, ha llegado al esta-do de equilibrio y, con ello, ha pasado a identificarse con

    el Equilibrio Eterno y Universal. Se ha elevado por enci-ma de las fuerzas ciegas de la pasin, as que sabe lo queson y las observa con tranquila y penetrante agudeza,como el que mora solitario en la cima de la montaa ydesde arriba contempla las tormentas que se desatan asus pies. Para l, la injusticia ha cesado, y ve la ignoranciay el dolor a un lado, y la luz y la dicha al otro. Entiendeque no slo necesitan su comprensin el ignorante y elesclavo, sino que tambin el embaucador y el agresor tienen

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    necesidad de ella, de modo que su compasin se extiendea todos.

    La Justicia Suprema y el Amor Supremo son lo mis-mo. No se pueden evitar la causa y el efecto; no se puedeescapar de las consecuencias.

    Mientras el hombre se entrega al odio, el resenti-miento, la ira y la condena, est sometido a la injusticia,como el soador lo est a su sueo, y no puede hacer otracosa que ver injusticia; pero quien ha vencido esos ele-mentos exaltados y esclavizantes sabe que la Justicia infa-lible lo preside todo, que en la realidad no existe en todoel universo eso que se llama injusticia.

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    Hemos odo decir que la razn es un gua ciego, yque aleja a los hombres de la Verdad en lugar de llevarlosa ella. Si as fuera, sera mejor volverse irracional o seguirsindolo, y convencer a los dems para que hiciesen lo

    mismo. Sin embargo, hemos descubierto que el cultivodiligente de la divina facultad de la razn trae consigo lacalma y la agilidad mental, y capacita para enfrentarsecon alegra a los problemas y dificultades de la vida.

    Es cierto que hay una luz superior a la razn, supe-rior incluso al propio Espritu de la Verdad, pero sin laayuda de la razn no se puede aprehender la Verdad. Quie-nes se nieguen a recortar el pabilo de la lmpara de la ra-zn, y mientras persistan en esta actitud, nunca percibirn

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    EL USO DE LA RAZN

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    la luz de la verdad, porque la luz de la razn es un reflejode esa Luz.

    La razn es una cualidad puramente abstracta, y sesita a medio camino entre la conciencia animal y la con-ciencia divina del hombre, y, si se emplea adecuadamen-te, lleva de la oscuridad de la primera a la luz de la segun-da. Es verdad que se puede poner la razn al servicio dela naturaleza inferior y egosta, pero slo ocurre as comoresultado de su ejercicio parcial e imperfecto. Un desarro-llo ms pleno de la razn aleja de la naturaleza inferior yegosta y acaba por llevar el alma a lo ms alto y divino.

    El observador espiritual que, en su bsqueda delSanto Grial de la Vida perfecta, queda una y otra vez

    abandonado y agotado en una tierra de arena y espinos,

    no se queda as varado porque haya seguido la razn, sinoporque sigue asido a algunos restos de su naturaleza infe-rior y es reacio a abandonarlos. Quien use la luz de la

    razn como antorcha con la que buscar la Verdad no aca-bar abandonado en la molesta oscuridad.

    Razonemos juntos, dijo el Seor; aunque vuestros pecados

    sean como la grana, se emblanquecern como la nieve.

    Muchos hombres y mujeres pasan por sufrimientosindescriptibles, y al final mueren con sus pecados, porquese niegan a razonar; porque se aferran a esas oscuras y falsas

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    ilusiones para cuya extincin bastara con un desvanecidorayo de luz de la razn; y todo el que quiera convertir la

    grana vestidura del pecado y el sufrimiento en la blancaindumentaria de la inocencia y la paz debe usar su razncon libertad, plenitud y fe.

    Hemos demostrado y conocido estas verdades, poresto exhortamos a los hombres a

    andar por el camino que traza la Razn y lo hace suave y

    tranquilo,

    porque la razn nos aleja de la pasin y el egosmo parallevarnos a los apacibles senderos de la dulce persuasin y

    el noble perdn, y quien cumpla el mandamiento apost-lico de prubalo todo y qudate con lo bueno nuncaser abandonado ni se dejar conducir por guas ciegos.As pues, quienes desprecian la luz de la razn desprecianla Luz de la Verdad.

    Muchos son los que albergan la extraa ilusin de

    que la razn est relacionada de un modo u otro con lanegacin de la existencia de Dios. Probablemente se debaal hecho de que quienes intentan demostrar que Dios noexiste suelen decir que se basan en la razn, mientras quequienes tratan de demostrar lo contrario por lo general ase-guran que se basan en la fe. Tales combativas discusiones,sin embargo, se rigen a menudo ms por el prejuicio quepor la razn o la fe, y su objetivo no es encontrar la Verdad,sino defender y confirmar una opinin preconcebida.

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    La razn no se ocupa de opiniones efmeras sino de laverdad comprobada de las cosas, y quien posee la facultad

    de la razn en su pureza y excelencia nunca podr ser escla-vo del prejuicio, sino que tachar de desdeables todas lasideas preconcebidas. No intentar demostrar ni refutar,sino que, despus de ponderar los extremos y reunir todaslas aparentes contradicciones, los sopesar y analizar concuidado y sin apasionamiento, para as llegar a la Verdad.

    En realidad, la razn va asociada a todo lo que espuro y noble, moderado y justo. Del hombre violento sedice que es irracional; del que es amable y considerado,que es razonable; y del loco, que ha perdido la razn.De modo que la palabra, aunque en gran medida de for-

    ma inconsciente pero no por ello con menos certeza, seusa en un sentido muy amplio, y aunque la razn no esrealmente lo mismo que el amor ni el buen juicio ni la afa-bilidad ni la cordura, conduce a estas cualidades y estntimamente relacionada con ellas, y no se puede disociarde ellas, como no sea para proceder a su anlisis.

    La razn representa todo lo que de elevado y noblehay en el hombre. Lo distingue de la bestia que sigue cie-gamente sus inclinaciones animales, y exactamente en lamisma medida en que el hombre desobedece la voz de larazn y sigue sus inclinaciones, se convierte en un serbruto. Como dice Milton:

    La razn que en el hombre queda oscurecida o desobede-

    cida, inmediatamente trastorna los deseos y despierta las

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    pasiones que se aduean de la razn y que someten al

    hombre a la esclavitud hasta que se liberan.

    La siguiente definicin de razn que figura en elDiccionario de Nuttal da idea de la amplitud de la palabra:

    Causa, base, principio o motivo de todo lo que se diga o

    haga; causa eficiente; facultad de la inteligencia del hom-

    bre; en especial la facultad por la que llegamos a la verdad

    necesaria.

    Se ver, pues, que razn es un trmino de unaamplitud que casi puede abarcar hasta la propia Verdad,

    y el arzobispo Trench dice en su celebrada obra On thestudy of Words (Del estudio de las palabras) que los tr-minos razn y palabra son realmente de esencia tanidntica que en griego existe una misma palabra paraambas, de modo que la Palabra de Dios es la Razn deDios; y una de las traducciones de Tao de Lao-Ts es

    Razn, de manera que en la traduccin china de nuestroNuevo Testamento, el Evangelio de San Juan dice: En elprincipio fue Tao.

    Para la mente no desarrollada y dura todas las pala-bras tienen una aplicacin muy reducida, pero cuando elhombre rene mayores conocimientos y ampla su inteli-gencia, las palabras se llenan de ricos significados yadquieren unas proporciones globales. Dejmonos, pues,de insensatas discusiones sobre las palabras y, como seres

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    racionales que somos, busquemos los principios y la prc-tica de todo aquello que compone la unidad y la paz.

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    Mientras el hombre no empieza a disciplinarse, novive; simplemente existe. Como el animal, satisface susdeseos y sigue sus inclinaciones a dondequiera que lo lle-ven. Es feliz como lo es el animal, porque no es conscien-

    te de lo que se est privando; sufre como sufre el animal,porque no sabe cmo salir del dolor. No reflexiona inteli-gentemente sobre su vida, y vive en una serie de sensa-ciones, aoranzas y confusos recuerdos que no guardanrelacin alguna con ninguna idea ni principio bsicos. Elhombre cuya vida interior es as de catica y falta degobierno ha de manifestar necesariamente esta confusinen las condiciones visibles de su vida exterior en el mundo;y aunque durante cierto tiempo, llevado por la corriente de

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    LA AUTODISCIPLINA

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    sus deseos, se pueda procurar una parte mayor o menorde lo necesario y de las comodidades externas de la vida,

    nunca alcanza un autntico xito ni consigue nada real-mente bueno, y antes o despus el fracaso y el desastremundanos resultan inevitables, como consecuencia direc-ta del fracaso interior al ajustar y regular adecuadamenteesas fuerzas mentales que componen la vida exterior.

    Antes de conseguir algo de naturaleza perdurable enel mundo, el ser humano debe alcanzar, ante todo, ciertogrado de xito en el gobierno de su propia mente. Es unacerteza matemtica como la de que dos ms dos son cua-tro, porque, (del corazn) brotan las fuentes de la vida.Si el hombre no sabe dominar las fuerzas de su propio

    interior, no puede regir con mano firme las actividadesexternas que constituyen su vida visible. Por otro lado,cuando la persona consigue sus propsitos, al gobernarsea s misma asciende a niveles cada vez ms elevados depoder, rendimiento y xito en el mundo.

    La nica diferencia entre la vida del animal y la del

    hombre no disciplinado es que ste tiene una mayordiversidad de deseos y experimenta el sufrimiento conintensidad ms aguda. Se podra decir de una persona asque est muerta, pues lo est realmente al autocontrol, lacastidad, la fortaleza y todas las cualidades ms noblesque constituyen la vida. En la conciencia de ese ser, Cristocrucificado sigue en la tumba, a la espera de la resurrec-cin que reviva al sufridor mortal y lo despierte al cono-cimiento de las realidades de la existencia.

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    Con la prctica de la autodisciplina el hombre empie-za a vivir, porque entonces comienza a elevarse por enci-

    ma de la confusin interior y a ajustar su conducta a unpunto firme que lleva dentro. Deja de avanzar a donde lainclinacin lo lleve, detiene el paso del corcel de sus deseos,y vive de acuerdo con los dictados de la razn y la sabi-dura. Hasta ese momento, su vida no ha tenido objetivoni significado, pero ahora el hombre empieza a moldearconscientemente su propio destino; est vestido y en susano juicio.

    El proceso de la autodisciplina tiene tres fases:

    1. Control

    2. Purificacin3. Renuncia

    El ser humano empieza a disciplinarse mediante elcontrol de las pasiones que hasta ese momento lo handominado; resiste la tentacin y se guarda de todas aque-

    llas tendencias a la gratificacin egosta que son tan fci-les y naturales y que lo han controlado hasta ese momen-to. Frena su apetito, y empieza a comer como un ser racio-nal y responsable, practica la moderacin y la reflexin alseleccionar los alimentos, con el fin de hacer de su cuer-po un instrumento puro con el que pueda vivir y actuarcomo