Anotaciones de Viaje a La India Septentrional

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DESECHOS, TRADICIÓN Y PROGRESO Apuntes sobre un viaje a la India Septentr ional Por: Roberto Restrepo Docente Investigador del Grupo de Estudios Asiáticos, Facultad de Finanzas y Gobierno de la Universidad Externado de Colombia  ___________ Las siguientes líneas son inspiradas por una reciente visita a los estados de Rajastán, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Haryana y al Territorio Capital Nacional de Delhi, en la India septentrional; por las impresiones del país y las charlas con mis compañeros de viaje: Ana Milena Piñeros, mi esposa, Juan Pablo Salamanca, Fabiola Vanegas y Sandra Salamanca, a quien agradezco la exhortaci ón a leer el libro “Vislumbres de la I ndia”, de Octavio Paz, que cito repetidamente, y que proyecta muchas luces sobre la compleja experiencia de la India. * * *  Incredible !ndia es el estribillo con el que la India se promociona como destino turístico. El adje tivo “increíble” le hace justicia, acomodándosele casi a guisa de epíteto. Las impresiones del visitante colombiano en la India pueden desbordarle, desde un  principio, excediend o sus propios umbrales y expectativ as ante una inusual ráfaga de estímulos sobreabundantes y, a primera vista, contradictorios. Exceso en los colores, en los olores y sabores, en los ornamentos; en todas partes: en los templos y callejones, en los platos y vestidos. Todas las posibilidades traídas al unísono, como si hubi era cabida  para todo en el ahora. Así, los colores se combinan de forma extravagante en los atuendos y los sabores disonantes convergen en el thali, bandeja en la que también se funden, según anota Octavio Paz, los momentos sucesivos del ritual de la comida en Occidente. El poe ta y pen sador mex ic an o rec oge en “Visl umb res de la In dia” sus ex periencias e impresiones durante los varios años de labor diplomática en el subcontinente, con un  pensamiento agudo y, sin embargo, pletórico de imágenes poéticas. A continuación cito algunas líneas con las que Paz abre su obra, describiendo sus primeras impresiones de la India, a su llegada a Bombay, en noviembre de 1951:

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Libro sobre la India

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DESECHOS, TRADICIÓN Y PROGRESOApuntes sobre un viaje a la India SeptentrionalPor: Roberto RestrepoDocente Investigador del Grupo de Estudios Asiáticos, Facultad de Finanzas yGobierno de la Universidad Externado de Colombia

 _________________________________________________________________Las siguientes líneas son inspiradas por una reciente visita a los estados de Rajastán,

Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Haryana y al Territorio Capital Nacional de Delhi, en

la India septentrional; por las impresiones del país y las charlas con mis compañeros de

viaje: Ana Milena Piñeros, mi esposa, Juan Pablo Salamanca, Fabiola Vanegas y Sandra

Salamanca, a quien agradezco la exhortación a leer el libro “Vislumbres de la India”, de

Octavio Paz, que cito repetidamente, y que proyecta muchas luces sobre la compleja

experiencia de la India.

* * *

 Incredible !ndia  es el estribillo con el que la India se promociona como destino

turístico. El adjetivo “increíble” le hace justicia, acomodándosele casi a guisa de

epíteto.

Las impresiones del visitante colombiano en la India pueden desbordarle, desde un

 principio, excediendo sus propios umbrales y expectativas ante una inusual ráfaga de

estímulos sobreabundantes y, a primera vista, contradictorios. Exceso en los colores, en

los olores y sabores, en los ornamentos; en todas partes: en los templos y callejones, en

los platos y vestidos. Todas las posibilidades traídas al unísono, como si hubiera cabida

 para todo en el ahora. Así, los colores se combinan de forma extravagante en los

atuendos y los sabores disonantes convergen en el thali, bandeja en la que también se

funden, según anota Octavio Paz, los momentos sucesivos del ritual de la comida en

Occidente.

El poeta y pensador mexicano recoge en “Vislumbres de la India” sus experiencias e

impresiones durante los varios años de labor diplomática en el subcontinente, con un

 pensamiento agudo y, sin embargo, pletórico de imágenes poéticas. A continuación cito

algunas líneas con las que Paz abre su obra, describiendo sus primeras impresiones de la

India, a su llegada a Bombay, en noviembre de 1951:

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“torrentes de autos, ir y venir de gente, vacas esqueléticas sin dueño,mendigos, carros chirriantes tirados por bueyes abúlicos, ríos de

 bicicletas,

algún sobreviviente del British Raj de riguroso y raído traje blanco y paraguas negro,

otra vez un mendigo, cuatro santones semidesnudos pintarrajeados,manchas rojizas de betel en el pavimento,

 batallas a claxonazos entre un taxi y un autobús polvoriento, más bicicletas, otras vacas y otro santón semidesnudo,

al cruzar una esquina, la aparición de una muchacha como una flor que

se entreabre,

rachas de hedores, materias en descomposición, hálitos de perfumesfrescos y puros,

 puestecillos de vendedores de cocos y rebanadas de piñas, vagosandrajosos sin oficio ni beneficio, una banda de adolescentes como untropel de venados,

mujeres de saris rojos, azules, amarillos, colores delirantes unossolares y otros nocturnos, mujeres morenas de ajorcas en los tobillos ysandalias no para andar sobre el asfalto ardiente sino sobre un prado,

 jardines públicos agobiados por el calor, monos en las cornisas de losedificios, mierda y jazmines , niños vagabundos,

un banano, imagen de la lluvia como el cactus es el emblema de lasequía, y adosada contra un muro una piedra embadurnada de pinturaroja, a sus pies unas flores ajadas: la silueta del dios mono,

la risa de una jovencita esbelta como una vara de nardo, un leprososentado bajo la estatua de un prócer parsi,

en la puerta de un tugurio, mirando con indiferencia a la gente, unanciano de rostro noble,

un eucalipto generoso en la desolación de un basurero, el enorme cartelen un lote baldío con la foto de una estrella de cine: luna llena sobre laterraza del sultán,

(…)”1 

1 Octavio PAZ, Vislumbres de la India, Editorial seix Barral, S.A., tercera edición, Barcelona, 2001.

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Más adelante, Paz repara en el sentido sincrético y unificador de semejante caos, donde

las antípodas coinciden y se mezclan, desde lo más banal y cotidiano a lo más espiritual

y trascendente. Estos, según Paz, son los rasgos caracterales del espíritu subcontinental.

El alboroto que el viajero actual encuentra en las calles y callejuelas de ciudades,

 pueblos y aldeas de la India no dista mucho de la descripción de Paz, de su experiencia,

cincuenta y seis años atrás, con algunas excepciones.

* * *

 Nuestra experiencia en el subcontinente comenzó en el aeropuerto internacional Indira

Gandhi de Delhi, nuestro puerto de entrada a la India después de más de 20 horas de

vuelo y una escala en el aeropuerto de Newark. Estaba en obra, según los carteles de los

muros provisionales que cubrían las refacciones, para hacer del Indira Gandhi un World

class airport . Nos recibió, antes de salir a la calle, la bruma invernal. Era casi la media

noche del 17 de diciembre de 2007. El olor densificado por la niebla, que no puedo

describir, ni siquiera recordar, me trajo a la memoria involuntariamente instantáneas y

apartes de mi estancia anterior: a la media noche, seis años atrás, había atravesado por

 primera vez los pasillos del Indira Gandhi. En aquel entonces, mi destino final era el

 poblado de Munger, en el estado nororiental de Bihar, donde adelanté estudios de yoga

y de filosofía hindú. Sin embargo, a pesar de los recuerdos de mi experiencia anterior,

como para mis compañeros de viaje, todo me parecía novedoso y extraño.

Pasamos lo que quedaba de noche, el día y la noche siguientes en Nueva Delhi, lo

suficiente para retomar fuerzas, visitar algunos monumentos y sitios de interés y

arreglar nuestro viaje por el estado de Rajastán. Visitaríamos las ciudades de Bikhaner,Jaisalmer, Jodhpur, Pushkar, Jaipur y los parques nacionales de Ranthambore y de

Keoladeo Ghana.

Después de luchar con los embaucadores de una agencia de turismo no estatal, logramos

comprar un paquete, a un precio que consideramos justo. El servicio incluía un campero

y un conductor que nos llevaría, durante 12 días, a los lugares acordados, luego a Agra,

en Uttar Pradesh, y, finalmente, a Khajuraho, en Madhya Pradesh. Después, el viajecorrería por nuestra cuenta.

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 Nueva Delhi estaba en obra, al igual que el aeropuerto y muchas de las ciudades y

carreteras por las que transitamos en lo posterior, señal del innegable proceso de

modernización de la India. Ya estaba en servicio el metro de Nueva Delhi y, para mi

sorpresa, parecía haberse reducido un poco la indigencia.

Al segundo día, en la mañana, partimos a Rajastán. A lo largo de todo el recorrido

tuvimos la suerte de contar con la diligente amabilidad de Satish, el conductor hindú

asignado por la agencia de dos amigables embaucadores musulmanes, a quienes Satish

llamaba, irónicamente, los hermanos Mustafá, y que nosotros rebautizamos, redoblando

la ironía, los hermanos Mus-estafa. De nuevo los polos extremos que se encuentran. En

el mismo país, dos religiones diametralmente opuestas han tenido que convivir durante

más de ochocientos años; el politeísmo más prolífico junto al monoteísmo más estricto:

el hinduismo y el Islam. Bajo la tutela de Satish, el hindú, nos internamos en la árida

tierra de los grandes reyes.

En Rajastán, los magníficos palacios y monumentos intercambian escenario con los

vendedores ambulantes que ofrecen todo tipo de recuerdos lastimeramente. A esto se

suman las súplicas de los indigentes, ahogadas entre el bullicio de la muchedumbre, las

cornetas de los carros, buses, camiones y carromatos, y, en la tarde, el llamado a la

 piadosa rendición a la alquibla por los altoparlantes.

Largas jornadas de carretera nos permitían una panorámica de la vida rural de Rajastán:

mostazales tapizados de amarillo; espantapájaros; un terreno desértico y baldío; un

templo; mujeres vestidas con vistosos saris, a veces con el rostro cubierto y con cantaros

sobre la cabeza para aprovisionar de agua a sus hogares; hombres con turbante de colorde acuerdo a la casta o la fe que se profesa; vacas rumiando basura.

Satish, perito al volante, demostraba su destreza esquivando los vehículos de tracción

animal, mecánica o humana que nos embestían y las vacas y transeúntes que

desprevenidamente se ponían en el camino. En la India rural, los bueyes y camellos que

arrastran el sustento compiten aún con los poderosos motores de tractores y camiones de

factura nacional.

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Eventualmente hacíamos una parada en los rústicos restaurantes y puestos del camino

 para almorzar o reposar. El thali2 y el chai masala

3 compusieron nuestra dieta habitual:

una inusual explosión de contrastes para el insulso gusto colombiano. Además, la

sospecha por la insalubridad de los puestos, a veces rucios y rodeados de basura, o los

hedores que pudieran despedir la basura y los servicios, entorpecían un poco la

ingestión de la comida. Lo que más choca al viajero colombiano en la India es, según

las quejas comunes, el problema de la mugre y la basura que, por lo demás, no parece

afectar a los locales4. 

Continuamos con nuestro viaje para darnos cuenta que lo extravagante de la India

sobrepasa la idiosincrasia y la estética. Los parques naturales de Ranthambore y

Keoladeo, en la parte oriental de Rajastán, donde el desierto comienza a ceder ante la

exhuberancia natural, hacen pensar que es la misma naturaleza prodigiosa la que

 bendijo la tierra subcontinental con la multiplicidad, inspirando la cultura5. El parque

nacional de Ranthambore cuenta con una población importante de tigres reales de

Bengala, en vía de extinción, además de leopardos, venados y antilópidos de varios

tipos. No vimos ningún tigre, según nos dijeron, por el ruido del motor del canter 6 , pero

también porque la población de tigres está disminuyendo.

Al parque de Keoladeo entramos en bicicleta, rompiendo la fría niebla del amanecer

invernal. Otrora, el parque era un área de caza restringida para los maharajas. Hoy en

día es un santuario de aves acuáticas, donde una buena cantidad de especies migratorias

 pasan el invierno, viajando miles de kilómetros desde China, Afganistán, Turkmenistán

y Siberia. Junto a un kiosco, paramos para sacudirnos el frió con un Chai. Las copas

2 Bandeja de cocidos de vegetales acompañada de chapati, el pan tradicional.3 Té con leche, azúcar y especias.4Ya Octavio Paz agregaba este elemento en sus descripciones, destacando siempre el contraste: “rachas dehedores, materias en descomposición, hálitos de perfumes frescos y puros”; “mierda y jazmines”; “uneucalipto en un basurero”, sin embargo, no se detiene en el análisis de la omnipresencia de losdesperdicios.5 Otra coincidencia: Colombia e India son dos de los doce  países megadiversos afines a nivel mundial – aquellos países que comparten el 70% de la biodiversidad del planeta-. Últimamente se ha resaltado laestrecha relación que hay entre la multiplicidad cultural y la biodiversidad, por lo que los dos países sehan comprometido a la protección del conocimiento tradicional como forma de proteger el equilibrio delos ecosistemas. Ver el documento del Grupo de Acción de Países Megadiversos Afines en

http/www.comunidadandina.org/documentos/dec-int/cusco29-11-02B.htm.También: http/www.ccad.ws/noticias/2002/megadiversos.htm.6 El canter es un vehículo descubierto de varios pasajeros diseñado para tures de safari.

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eran de barro, y los platos donde se servían los tente en píe eran hechos de hojas secas

de almendro

Los vasos de barro y los platos de hojas son las formas tradicionales del desechable en

la India. Tienen una ventaja por encima de sus sustitutos de plástico, poliestireno y

cartón: cuando se usan y se botan, la tierra vuelve a la tierra; las hojas secas se degradan

rápido, impidiendo la acumulación de desperdicios y la contaminación. Pensé en las

 basuras, en los desperdicios orgánicos y artificiales que se encuentran casi por doquier,

en carreteras, callejones y canales, arrumados o dispersos, a la orden de los cerdos y las

vacas que se alimentan de ellos perezosamente. En lo posterior, el tema de las basuras

comenzó a inquietarme de manera especial.

Me permito pasar de largo por Agra y Kajuraho. Sólo anoto que sus monumentos, de los

que visitamos tan sólo el Tajmahal y los templos “Kamasutra”, merecen su reputación.

Satish nos dejó en la estación ferroviaria de Orchha, donde tuvimos que esperar el tren

que nos llevaría a Varanasi en un vagón Sleepers class. Una vaca rumiaba basura en

estación. No había canecas. En el tren tampoco. Los viajeros tiraban libremente la

 basura al piso. Recordé un pasaje que había leído no hace mucho: en un trayecto de

Bombay a Bangalore, un pasajero norteamericano “obsesionado por la basura” preguntó

a su compañero de viaje indio si no sería suficiente un sistema simple de saneamiento

 para remediar el problema de higiene de la India. A esto, su compañero respondió: “Esta

es una cultura de la recolección -de basuras-7. Sus canecas, sus bolsas plásticas habrán

desaparecido en unos cuantos días. Todo tiene valor aquí. ¿Es acaso moralmente

erróneo poner sus sobras bajo la silla para los muchachos que barren el tren?”8 

La antigua ciudad de Benares no es distinta a las demás en lo que al aseo respecta. Sí presenta una particularidad importante: es la capital de la “limpieza” ritual de la India,

lo que significa otra contradicción. En Benares, renunciantes y devotos se lavan los

karmas en el Ganges, uno de los ríos más contaminados del mundo. Junto con la

espuma de jabones y champúes, se acumulan en las aguas del río sagrado los

7 Traduzco por contexto scavenging por recolección. Es inexacto. El término inglés “to scavenge” quieredecir barrer, recoger la basura. A su vez, el término “scavenger” traduce, en alguna de sus acepciones,

animal carroñero. En el original: “This is a culture of scavenging”.8 Aaron SACHS, The Other Side of the World , revista World Watch, Mayo/Junio de 1998, 11;3, ProQuestBiology Journals, pg. 31.

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desperdicios de la actividad y la industria humanas, desde las más rústicas, tradicionales

y precarias, hasta las más en consonancia con el progreso. Así, el Ganges recibe bolsas

 plásticas, empaques, cáscaras, heces, todo tipo de residuos químicos y las cenizas de los

muertos que inmolan los restos de su última encarnación en las piras funerarias de sus

riveras. Sin embargo, para los hindúes, es un sacrilegio decir que el río Ganges está

contaminado.

Parecería que los conceptos de desperdicio, mugre, basura, contaminación, desecho,

etc., no existen, lo que contrasta con las nociones religiosas de pureza e impureza, que

definen la cultura india desde su estructura más antigua: la sociedad de castas9.

El reconocido antropólogo Marvin Harris trata de explicar la restricción del consumo de

la carne de res en India argumentando que es más beneficioso tener las reces vivas 10: el

labriego indio no solo se beneficia de la leche, también se sirve de los bueyes como

medio de tracción en sus labores agrícolas y utiliza las heces del ganado de múltiples

maneras: construye su casa mezclando la boñiga con el barro, fertiliza la tierra y quema

las plastas secas para cocinar y calentarse. Como respondió el viajero indio a su

compañero americano, en la India “Todo tiene valor”.

Desde el punto de vista ecosistémico, en la naturaleza todo tiene valor . Los sistemas

naturales no puede darse el lujo de generar desperdicios. El éxito de los ecosistemas

depende a la vez del aprovechamiento óptimo de la energía y del ciclado de la totalidad

de la materia comprometida en los procesos de aprovechamiento de la energía por las

distintas especies. Los productos y desechos de una especie son aprovechados por otra.

De no ser así, el sistema peligra de colapsar en medio de los desperdicios que no puede

asimilar. En este aspecto, la inmunidad de las sociedades indias ante los desechos y lamugre tiene su correlato en la naturaleza misma. ¿Tiene que ver esto con el espíritu

unificador de la milenaria religión subcontinental, según señala Octavio Paz? ¿Y qué de

la sociedad de castas, institución que nos parece tan segregadora? ¿Se margina a la

gente pero no a los desperdicios?

9 Las castas, más que clases sociales, son clases religiosas. Así, la casta de un individuo depende de su

grado de pureza kármica.10  Marvin HARRIS, Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura, Alianza Editorial,Madrid, 1995.

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Aquí se encuentra otra coincidencia entre la naturaleza y las instituciones sociales

indias. El término sánscrito para casta es jati, literalmente, especie. Dos son los ejes que

definen las castas: uno religioso, atravesado por el concepto de pureza; otro social. Si

 bien hay una gradación determinada por la pureza kármica entre las distintas castas,

sobresaliendo la categoría de “intocable”, todas parecen cumplir una función social11.

La sociedad y la cultura reproducen el orden de la naturaleza inscribiéndose en él: como

en las especies animales, todos los grupos sociales cumplen una función determinada.

Por otro lado, desde el punto de vista religioso, la condición actual de un individuo

 puede ser superada en las siguientes encarnaciones de acuerdo a sus acciones, lo que va

de la mano de la concepción circular del tiempo y el destino final de las almas, la

liberación. Según esto, no hay desperdicios escatológicos: todas las almas siguen un

ciclo común, a diferencia del cristianismo, antecesor de la concepción occidental

-moderna- del tiempo -el progreso, tiempo lineal- en el que las almas de los pecadores

encuentran en la exclusión definitiva del proyecto de salvación -el infierno- su destino

final. Como ocurre con los desechos en nuestras ciudades, las almas corruptas van a dar

al basurero del más allá. Sé que resulta exagerado adjudicar a la secularización de la

concepción del tiempo cristiano el problema de la contaminación, pero sí puede servir

de metáfora de la segregación de los desechos, y por ende, de su acumulación.

Con todo lo anterior no se quiere loar el desdén de las sociedades indias con respecto a

la mugre y los desechos. Es claro que su manera de tratar los desperdicios es arcaica y

nociva, y que no se acomoda a las condiciones modernas de la producción y del

consumo. Simplemente se quiere anotar que éste choque entre el progreso y la tradición,

que dibuja el panorama de una modernidad tan particular como la india, evidencia una

situación que cobra cada vez más importancia, a saber, el problema de la contaminación

ambiental que amenaza con desatar una crisis a nivel global. El problema no esexclusivamente indio, y su origen no se debe buscar en el exotismo y el subdesarrollo.

Al contrario, el meollo de esta situación radica en las formas como hemos asumido las

ideas modernas asociadas al progreso y nuestros sistemas de producción y de consumo.

En Occidente, el desarrollo de las ciencias de la salud y de la higiene a principios del

sigo XIX hizo clara la necesidad de dar un tratamiento especial a los desechos en pro de

11  Por lo demás, la casta es ante todo, según anota Octavio Paz, un grupo social, un gremio donde elindividuo encuentra solidaridad y apoyo.

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la salud y el bienestar de las comunidades. De este modo, la segregación de los

desperdicios encuentra su fundamento en el afán por evitar la enfermedad y la muerte.

Sin embargo, la demanda legítima por un ambiente sano no es suficiente para explicar la

magnitud del problema de la contaminación ambiental actual que, paradójicamente, está

en estrecha relación con las soluciones que se instauraron para responder a esta

demanda.

A propósito de la obsesión por erradicar la mugre y, a su vez, la muerte, Jean

Baudrillard cita una de las cartas de Víctor Hugo en la que se lee: “a fuerza de lavar, de

enjabonar, de lustrar, de cepillar, de peinar, de enjuagar, de bruñir, de frotar y de raspar,

sucede que todo el mugre de las cosas lavadas pasa a las cosas vivas”. En seguida anota:

“Toda nuestra cultura es higiénica: su objetivo es expurgar la vida de la muerte. Es a la

muerte que apuntan los detergentes de cualquier lejía. Esterilizar la muerte a cualquier

 precio, vitrificarla, refrigerarla, climatizarla, maquillarla, señalarla, acosarla con el

mismo encarnizamiento que al mugre, al sexo, al deshecho bacteriológico o

radioactivo”12. Hasta ahora, hay solución de continuidad entre nuestros desechos y los

 bienes de los que podemos servirnos. Hemos roto los ciclos naturales. Señalamos la

 basura, la escondemos, lo que no quiere decir que no exista. Al marginarla, dejamos que

ésta pase, sigilosamente, a las cosas vivas. Cabe recordar que las nuevas generaciones

 presentan, cada vez más, altos índices de bioacumulación -tenemos plomo en la sangre,

mercurio en el cerebro- . Ni hablar de lo que hemos hecho al medio ambiente.

Para terminar con el relato, en Benares conseguimos otro campero con chofer. Durante

una semana viajamos por Nepal; luego regresamos a Delhi. Nuevamente trataron de

estafarnos. Nos querían hacer pagar 0.5 rupias de más por cada kilómetro recorrido.

Pagamos sólo lo acordado -6 rupias por Kilómetro-. El cansancio nos exhortaba a preparar el viaje de regreso a casa, por lo que nos comunicamos con el call center de la

aerolínea a la que habíamos comprado los pasajes. Respondió un tal “Albert”, usando

seguramente el seudónimo con el que se presentaba a los clientes extranjeros. “Albert”,

o quien fuera, nos colgó dejándonos con más problemas que soluciones. Entonces,

decidimos ir directamente a la oficina de la aerolínea. El edificio estaba en reparaciones,

casi en obra negra. Una pila de tierra en medio de las escaleras dificultaba el ascenso y

12  Jean BAUDRILLARD,  El Intercambio Simbólico y la Muerte, Monte Ávila Latinoamérica, C.A.,Caracas, 1992, pg 212.

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las manchas rojas en las paredes daban fe de la afición de clientes y ejecutivos al  pan

masala. En el segundo o tercer piso estaba el local donde compartían oficina varias

aerolíneas. Nos recibieron muy amablemente e inmediatamente nos informaron que

nuestra aerolínea se había trasladado al estado de Haryana. Tomamos un taxi que nos

condujo a las nuevas oficinas en algo menos de una hora. Al llegar, nos sorprendimos al

encontrar el modernísimo y aséptico complejo de edificios. Esa era la nueva cara de la

India, que surge de la mano del vertiginoso crecimiento económico del país –más del

10% del PIB anual-. No había basura, ni mugre, ni manchas de pan masala en las

 paredes. No había vacas. En la oficina, las señoritas nos atendieron con la diligencia de

un ejecutivo alemán. Experimentábamos la nueva World class India.

Me pregunto: ¿Qué pasará con las basuras y desechos de Haryana? ¿A dónde irán a

 parar los desperdicios de la nueva India en el futuro? ¿Se marginarán, se esconderán,

como pasa en Occidente?

Lo único que parece claro es que el problema de la contaminación no se solucionará, ni

en la India, ni en ninguna otra parte, con canecas y sistemas de recolección eficientes.

Para enfrentar este problema, hace falta revisar nuestros modos de producción, nuestros

hábitos de consumo y, quizás, los principios de la cultura que subyace a las ideas de

modernidad y de progreso.