Apertura económica y educación superior en México

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Apertura económica y educación superior en México Author(s): Mario Ojeda Source: Foro Internacional, Vol. 33, No. 4 (134) (Oct. - Dec., 1993), pp. 772-780 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27740283 . Accessed: 18/06/2014 03:59 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org This content downloaded from 185.2.32.60 on Wed, 18 Jun 2014 03:59:14 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Apertura económica y educación superior en MéxicoAuthor(s): Mario OjedaSource: Foro Internacional, Vol. 33, No. 4 (134) (Oct. - Dec., 1993), pp. 772-780Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27740283 .

Accessed: 18/06/2014 03:59

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Documento

Apertura econ?mica y educaci?n superior en M?xico

Mario Ojeda

M?xico est? en camino de entrar de lleno en la econom?a internacio nal a trav?s de una serie de tratados de libre comercio. De aqu? es l?

gico concluir que el pa?s va a quedar expuesto a nuevas experiencias, con todo lo que ello significa, tanto positiva como negativamente. Po dr?a decirse, en pocas palabras, que lo fundamental es que M?xico va a quedar expuesto a la llamada disciplina del mercado internacional. Ahora bien, quedar expuestos a la disciplina del mercado internacio nal no significa quedar expuestos ?nicamente a las normas de calidad de producci?n de satisfactores econ?micos. Significa tambi?n quedar expuestos a otro tipo de normas de calidad, como son las educativas, as? como las administrativas, pol?ticas legales, y en fin, a normas de

comportamiento general. De aqu? podr?a derivarse una primera conclusi?n: la firma de un

tratado trilateral de libre comercio obliga a M?xico a depurar y mo

dernizar su sistema educativo.

Esta conclusi?n es correcta. Adem?s, ha ido ganando adeptos a

gran velocidad. Sin embargo, lo cierto es que la modernizaci?n del sis tema educativo de M?xico ?desde la preprimaria al posgrado? es una

necesidad prioritaria independiente de cualquier tratado de libre co

mercio. No cabe duda que es imperativo para M?xico modernizar su

sistema educativo si es que se quiere superar el nivel de desarrollo eco

n?mico y social en el que vivimos. En todo caso ser?a m?s apropiado de cir que la firma de un tratado con una potencia econ?mica y el nuevo

orden internacional que se est? gestando hacen m?s urgente esta tarea. Pero antes de seguir adelante es necesario introducir otras aclara

ciones. Por ejemplo, debemos desechar el falso dilema entre educa

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ci?n p?blica versus educaci?n privada. En un pa?s de escasos recursos como el nuestro los dos tipos de educaci?n son necesarios, al menos

para procurar una mayor oferta educativa.

Otra falacia muy difundida es considerar la educaci?n como un servicio expuesto a las leyes del mercado. Esto no es as?. Es p?blica

mente sabido que en todo pa?s civilizado la educaci?n no debe ver se tampoco dentro del rengl?n de gasto social, como si fuera una

carga para los contribuyentes o para quienes la costean en forma directa. La educaci?n debe verse como una inversi?n, altamente re

dituable para el pa?s y para el individuo, siempre y cuando, claro es

t?, sea de alta calidad. En particular la educaci?n superior y la investigaci?n cient?fica

no deben abandonarse enteramente a las fuerzas del mercado, pues se correr?a el peligro de que ciertos renglones, aquellos de inver si?n m?s costosa y de mayor riesgo en cuanto a resultados, nunca se cubrieran. Con el fin de ilustrar este problema baste citar dos ejem plos concretos. En M?xico se puede observar claramente que los m?s importantes programas de estudio y proyectos de investigaci?n en materia de ciencia e ingenier?a, de las llamadas "duras", se lle van a cabo en universidades p?blicas y no as? en las privadas. Por otra parte, es f?cil observar tambi?n que en Estados Unidos, aun las universidades privadas m?s ricas y prestigiadas, como son Harvard, Stanford y el MIT, no funcionan ?nicamente con base en recursos

propios y donativos privados, sino que tambi?n cuentan con cuan

tiosos apoyos financieros provenientes del gobierno federal nortea

mericano.

Otro error muy com?n es el de afirmar que una instituci?n p? blica, por el hecho de cobrar colegiaturas, se est? privatizando o

que el gobierno desea desentenderse de ella. En ning?n pa?s del mundo y menos a?n en uno de escasos recursos, las instituciones educativas podr?n funcionar con ?xito bas?ndose exclusivamente en recursos p?blicos o privados. En la medida en que ?stas deseen ofrecer un producto de alta calidad, la necesidad de allegarse mayo res recursos y de basarse en ambos tipos de financiamiento ser? ma

yor. De aqu? que sea necesario hoy d?a, particularmente para las ins tituciones p?blicas de educaci?n superior, allegarse fondos extra

mediante venta de servicios y donaciones. Adem?s deben incluirse otros mecanismos, como cobro de colegiaturas, cooperaci?n de sus

egresados, apoyos de fundaciones privadas, nacionales y extranje ras, subastas, sorteos y varios tipos de actos acad?micos en los que se cobre al p?blico asistente cuotas de recuperaci?n.

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Pero retomemos el an?lisis de nuestro tema central: los desaf?os

que traer? aparejados para el sistema educativo nacional un tratado de libre comercio.

El primero, obviamente, es el de la productividad. Lo l?gico ser?

que aquellos que m?s estudien sean quienes mayor apoyo obtengan y

aquellos que m?s produzcan quienes mayor sueldo reciban. De aqu? entonces que sea necesario superar viejos vicios conformistas y falsos criterios igualitarios.

A decir verdad el principio de derecho laboral "a igual trabajo, igual salario" ya incorpora impl?citamente el criterio de productivi dad. Sin embargo, no incluye el de calidad. Deber?a pensarse enton ces en adicionar este principio a modo de diferenciar productividad de calidad.

El segundo desaf?o, ?ntimamente ligado al primero, es precisa mente el de la calidad. El tradicional "ah? se va" de la cultura popular mexicana deber?a desterrarse por completo, inculcando en el ciuda

dano, desde edad temprana, en la escuela y en el hogar, el sentido de

responsabilidad. Por ejemplo, los japoneses atribuyen su ?xito econ? mico al concepto que han desarrollado de "calidad total". Este con

cepto no acepta justificaciones tales como "hice lo m?s que pude" o

"lo mejor posible". El concepto de calidad total equivale a la calidad

completa en donde no cabe el error. Con esto no se est? sugiriendo la imitaci?n extral?gica por parte

de M?xico del concepto japon?s. Sin embargo, traduciendo esto a nuestro medio y haciendo uso de nuestras propias palabras, dir?amos

que el estudiante mexicano debe siempre aspirar a sacar diez de califi caci?n y no simplemente conformarse con un modesto seis.

Una de las caracter?sticas que mejor define a los pa?ses en desa rrollo es la de ser importadores m?s que productores de ciencia, tec

nolog?a y cultura en general. Algunos de ellos ni siquiera producen sus propias manifestaciones de cultura popular y en consecuencia las

importan del extranjero, como es el caso de la m?sica. No obstante, a una buena parte de los pa?ses en desarrollo no parece inquietarles mayormente este fen?meno y su preocupaci?n principal en materia de ciencia, educaci?n y cultura tiende a girar en torno de otros aspec tos del problema.

En Am?rica Latina y particularmente en M?xico, por ejemplo, la educaci?n superior ha sido enfocada, principalmente, m?s como un

problema social que como un problema relacionado con las necesida des del desarrollo econ?mico y la soberan?a nacional. En la mayor?a de nuestros pa?ses el debate principal en materia de educaci?n supe

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rior ha girado en torno a la funci?n que ?sta desempe?a o debe de

sempe?ar como instrumento de movilidad social. Este enfoque tan

parcial de un problema por dem?s complejo ha conducido en la pr?c tica a otros varios. Uno de ellos es el de la proliferaci?n acelerada de instituciones de educaci?n superior ?p?blicas y privadas? y el del crecimiento acelerado del n?mero de estudiantes, sin una base acad?

mica s?lida que los sustente. El crecimiento acelerado del n?mero de instituciones y de estu

diantes ha conducido necesariamente a la improvisaci?n de progra mas de estudio y de profesores, todo ello en perjuicio de la calidad de la educaci?n. La baja calidad de la educaci?n superior se traduce en un obst?culo para el desarrollo econ?mico y en consecuencia para la movilidad social. As?, ir?nicamente, un enfoque parcial que da pie pa ra enarbolar la educaci?n superior como instrumento de movilidad

social, termina por convertirse en un enga?o al traducirse en la pr?c tica en una educaci?n de segunda clase. En consecuencia, la baja cali dad de la educaci?n superior atenta no solamente en contra de la

productividad, sino tambi?n en contra de la igualdad social. Pero hay algo m?s grave a?n. Algunos estudiosos de la materia

han llegado a la conclusi?n de que peor a?n que la falta total de co nocimiento es el conocimiento parcial o deformado, pues ?ste tiende a generar falsas pretensiones profesionales que resultan a la postre perjudiciales para el propio profesionista y para la sociedad.

Por otra parte, el problema de la calidad de la educaci?n debe verse en forma integral. Por ejemplo, de nada servir?a mejorar el nivel acad?mico de la educaci?n superior si los estudiantes de los que ?sta se nutre, estudiantes provenientes de preparatorias y vocacionales, no cuentan con una

preparaci?n adecuada.

Pero tanto la productividad como la calidad necesitan comprobar se y para ello es necesario introducir el mecanismo de evaluaci?n. La

experiencia se?ala que para que una comisi?n de evaluaci?n funcione

mejor y m?s objetivamente, ?sta debe ser mixta, en el sentido de in cluir evaluadores tanto internos como externos a la propia instituci?n o grupo que se est? evaluando. La experiencia se?ala tambi?n que, al menos en materia de educaci?n, resulta m?s f?cil evaluar la productivi dad que la calidad. La primera es en todo caso susceptible de medirse m?s f?cilmente con base en indicadores cuantitativos. En cambio la ca

lidad es, particularmente en el ?rea de las humanidades y las ciencias

sociales, m?s elusiva y se presta mayormente a juicios de tipo subjetivo. Pero sea cual fuere el caso, lo m?s importante es que el concepto

mismo de evaluaci?n ha sido pr?cticamente un concepto ajeno a la

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comunidad acad?mica de nuestro pa?s. Apenas hoy d?a empieza a re conocerse p?blicamente su validez y su bondad. Pero se necesita m?s. En otras palabras, es necesario fomentar en nuestro medio acad?mico la cultura de la evaluaci?n.

Existe otro concepto que tambi?n es extra?o a la cultura de nues tra comunidad acad?mica: la competitividad. Es m?s, hasta podr?a afirmarse que la competencia es considerada por muchos como un acto de deslealtad hacia los colegas y, en algunos casos, hasta franca mente inmoral. Sin embargo, no cabe duda que es la competencia la madre de la productividad, as? como tambi?n de la calidad. Aquellos que no est?n expuestos a competencia alguna, ya sea por no existir ?s ta en su medio o porque han adquirido en su lugar de trabajo una condici?n de inamovilidad por disposici?n reglamentaria, contrato colectivo de trabajo o por simple inercia generada por costumbre, no tienen necesidad de esforzarse por producir m?s y mejor.

Pero aqu? radica justamente el meollo del problema que nos ocu

pa. Insertarse en el mercado internacional significa precisamente salir a competir en el extranjero y con el extranjero. Esto requiere de un cambio radical respecto de antiguas pr?cticas. Por ejemplo, as? como el empresario nacional ha producido por d?cadas para un p?blico cautivo, nuestras instituciones acad?micas han funcionado tambi?n encerradas en su propio cautiverio. As? como hoy d?a se requiere que el empresario desarrolle una mentalidad exportadora y de control de

calidad, as? tambi?n se requiere inculcar en el acad?mico una menta lidad de competitividad internacional, de excelencia internacional.

Ahora bien, la baja calidad, la falta de productividad y la ausencia de mentalidad competitiva no son los ?nicos problemas de la educa ci?n superior en M?xico. Existe tambi?n el de la falta de pertinencia en cuanto al tipo de estudios que ofrece. Los pa?ses industrializados,

que cuentan con amplios recursos humanos y econ?micos, pueden darse el lujo, por as? decirlo, de hacer ?nfasis solamente en la calidad de la educaci?n superior, sin reparar en cuan prioritarias puedan ser ciertas ?reas de estudio. En los pa?ses

en desarrollo, con escasos recur

sos de capital y de personal universitario calificado, debemos ser m?s selectivos. Debemos optimizar la asignaci?n de los escasos recursos, adecuando al m?ximo los programas de estudio a las necesidades b?si cas de nuestros pa?ses. Esto no quiere decir que debamos limitar nues tra oferta educativa ?nicamente a las llamadas carreras productivas. Debemos, sin embargo, tratar de orientar la oferta y la demanda de educaci?n superior fundamentalmente hacia las ?reas prioritarias del desarrollo econ?mico y social, la soberan?a nacional y nuestra heren

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cia cultural, reservando para algunas instituciones la tarea de indagar y ense?ar en otros campos de menor importancia relativa, pero ?tiles si se aspira a ocupar un lugar en el mundo civilizado.

Por otra parte, deben evitarse las duplicidades innecesarias y cos

tosas, particularmente en aquellos campos o carreras con poca o nula demanda en el mercado de trabajo.

Pero existen, adem?s, otros desaf?os cuyo an?lisis ha quedado fue ra del presente trabajo por falta de espacio. Uno de ellos es el que ge neran los cambios tecnol?gicos de hoy d?a, cambios que se est?n dan do con tanta rapidez, que aun las innovaciones m?s recientes se hacen obsoletas en poco tiempo.

Pero volvamos al tema de la evaluaci?n, que tiene una importancia central para nuestra discusi?n. Hag?moslo en forma m?s detallada, ci tando algunos problemas concretos. Se podr?a empezar por mencio

nar, como un mero ejemplo, el car?cter de los programas docentes

que ofrecen las instituciones de educaci?n superior. Una primera cues ti?n ser?a, desde luego, el contenido curricular de los programas, as? como sus metas y objetivos. Otra cuesti?n es la duraci?n de los progra mas. Aqu? el panorama no es muy halagador, particularmente en mate ria de posgrado. Los planes de estudios suelen ser anticuados, con fre cuencia alejados de la realidad social que los rodea y de la demanda real del mercado de trabajo. Por otra parte, hay instituciones que ofre cen maestr?as de un solo a?o, cuando lo habitual es que ?stas abar

quen dos. Peor a?n es el caso de los doctorados de un solo a?o, cuan do las grandes universidades internacionales ofrecen por lo regular doctorados con un m?nimo de dos a?os de residencia en la propia uni versidad y otros dos, al menos, para la redacci?n de la tesis.

Claro est? que para mayor validez de la evaluaci?n se requiere consi derar la duraci?n de los programas, conjuntamente con la intensidad de ?stos. Por ejemplo, puede darse el caso de un programa de maestr?a cuya duraci?n sea de solo un a?o, pero que por la intensidad de sus requeri mientos de estudio quede por encima de otro cuya duraci?n sea de dos. La intensidad de los programas debe medirse con base en el n?mero de horas de dedicaci?n al d?a y del n?mero de d?as a la semana. Por ejem plo, existen casos, como los llamados "posgrados de fin de semana", dise ?ados para personas que trabajan, en los que la exigencia de dedicaci?n al estudio se reduce solamente a los s?bados. Es claro entonces que las di ferencias de calidad de los programas de posgrado pueden ser abismales, tomando en cuenta simplemente sus distintos grados de intensidad.

Otro problema importante es el de los requisitos de admisi?n. Si ?stos son bajos, por ejemplo, al grado de exigir simplemente el mini

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mo promedio aprobatorio, o sea 6, esto redundar?, desde el inicio, en

el nivel acad?mico del programa del que se trate. Es obvio, adem?s,

que el bajo nivel acad?mico del grupo, resultante de este poco riguro so proceso de selecci?n, obligar? al maestro a adecuarse al m?nimo com?n denominador, gener?ndose as? el inicio de un c?rculo vicioso en detrimento de la calidad del curso del caso.

Por otra parte est? el asunto referente a los requisitos de perma nencia. En muchas instituciones existe la pr?ctica establecida desde

tiempo inmemorial de no reprobar a los alumnos. Pero aun en aque llos raros casos en que se llega a reprobar por bajo desempe?o, los alumnos tienen la oportunidad de presentar examen extraordinario de la materia reprobada en forma ilimitada. De tal suerte que un mal alumno puede mantener su inscripci?n a perpetuidad, ocupando as? el lugar de un buen estudiante y dando pie a la aparici?n de grupos de los llamados "f?siles" que entorpecen la buena marcha de la insti tuci?n hacia m?s altos niveles de calidad.

Otro punto importante es el de los requisitos para la graduaci?n. Un filtro tradicionalmente importante hab?a sido el requisito de la te sis profesional. Sin embargo, hace algunos a?os se inici? un movi

miento para abolir?a, bajo el argumento de que as? se podr?a aumen tar el n?mero de ?xitos terminales. Esto es una falacia, pues los "?xitos" terminales resultan ser as? meramente de forma, ya que el es

tudiante pierde la oportunidad de aprender a investigar y a redactar

por s? mismo. La tesis no debe verse simplemente como un filtro for mal para la graduaci?n, sino como lo que realmente es, parte sustanti va de la formaci?n del estudiante.

Un segundo apartado de requisitos es aquel que tiene que ver con

la distribuci?n del tiempo del alumnado. En primer lugar habr?a que considerar el tiempo que dedican a sus estudios: ?tiempo completo, medio tiempo o simplemente ciertas horas al d?a? Intimamente rela cionado con este punto est? el de la distribuci?n del tiempo del alum no. En otras palabras, el tiempo que dedica al sal?n de clase, a la bi

blioteca, al laboratorio y a consultas con el profesor. En M?xico la

mayor parte del tiempo del estudiante est? dedicado al sal?n de clase. All? el profesor dicta una conferencia y el alumno, en el mejor de los

casos, se limita a escuchar y a tomar apuntes con miras al examen fi

nal. As?, el papel del alumno en su propia formaci?n resulta m?s bien

pasivo y en consecuencia nunca "aprende

a aprender".

Finalmente, dentro de este apartado est? el problema de los alum nos que abandonan sus estudios y el de aquellos que aun habi?ndolos terminado nunca logran recibirse. En pocas palabras, el problema de

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la deserci?n. Pero el problema no se limita ?nicamente a la deserci?n

que ocurre en el transcurso de la carrera, sino tambi?n a aquella que se da al final de ?sta. Hay quienes habiendo terminado sus estudios nunca logran recibirse. De tal suerte que hay que preocuparse enton ces no s?lo por acortar la distancia entre el n?mero de egresados y el de los originalmente admitidos, sino tambi?n entre el n?mero de titu lados y el total de los egresados. M?s importante a?n es el seguimien to de los egresados y sobre todo de los titulados. ?Cu?l es su destino fi nal en el mercado de trabajo? He aqu? un indicador decisivo para poder conocer el grado de vinculaci?n real entre los estudios que ofrecen las instituciones acad?micas y las demandas reales que plan tea la sociedad.

En otro orden de cosas tenemos el problema del profesorado. ?Es este de tiempo completo, parcial o simplemente contratado por asig natura? ?En qu? proporci?n los profesores cuentan con doctorado o maestr?a y en qu? proporci?n solamente con licenciatura? ?Se cuenta con programas permanentes para la actualizaci?n de profesores? To do esto es muy importante. Sin embargo habr?a que matizar. Por

ejemplo el simple hecho de contar con maestr?a o doctorado no ase

gura por s? mismo la calidad acad?mica. Habr?a que indagar tambi?n, en consecuencia, el lugar o instituci?n en la que se obtuvo el grado. Un doctorado de "fin de semana" no es equiparable al que ofrecen las grandes universidades internacionales. Por otra parte los progra

mas de actualizaci?n de profesores resultan hoy d?a indispensables de bido al intenso ritmo de innovaci?n en todos los campos del saber. Una forma de mantenerse actualizado es asistir sistem?ticamente a

congresos y reuniones acad?micas nacionales e internacionales. Otra, de efectos m?s profundos y duraderos, es pasar temporadas de un se mestre o un a?o en alguna de las prestigiadas universidades interna cionales. Esto puede hacerse vali?ndose del a?o sab?tico o costeando la propia estancia mediante la impartici?n de cursos en la universidad del caso. A este respecto cabe comentar que en muchas instituciones mexicanas el a?o sab?tico se ha pervertido al ser considerado como una "prestaci?n social" que la entidad est? obligada a otorgar al pro fesor del caso. De tal suerte, el beneficiado puede hacer con su a?o sab?tico lo que le venga en gana, incluso trabajar en actividades no

acad?micas a fin de duplicar su salario. Otro punto importante es el de la infraestructura de la educaci?n

superior. ?Se cuenta con biblioteca? ?Cu?l es el n?mero total de vol? menes que ?sta posee? ?En qu? proporci?n estos vol?menes est?n de bidamente catalogados? ?Se tiene automatizado el cat?logo? ?En qu?

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proporci?n los vol?menes han sido adquiridos a petici?n expresa de los profesores, como material did?ctico para sus cursos o como mate ria prima para sus investigaciones, y en qu? otra han ingresado por

simple donaci?n de particulares? Este ?ltimo punto es importante pa ra conocer el grado en que una biblioteca es realmente ?til para las funciones que desempe?a la instituci?n y en qu? medida cumple me ramente una funci?n decorativa. Las bibliotecas pobres o peque?as pueden subsanar en parte sus deficiencias mediante la suscripci?n de acuerdos de intercambio con otras mayores y mejor surtidas. Por otra

parte debe establecerse la diferencia entre una biblioteca de consulta

y aquella cuya principal funci?n es alojar reliquias bibliogr?ficas, li bros raros o incunables.

De manera similar al punto anterior se puede preguntar: ?se cuenta con laboratorios? ?Cuentan ?stos con instrumental moderno y suficiente? ?Se cuenta con equipo de c?mputo? ?Computadoras per sonales? ?En qu? proporci?n con respecto a profesores y alumnos?

?Existe una red interna? ?Est? conectada esta red con el exterior? Los casos anteriores, como se dec?a, son meros ejemplos de reque

rimientos b?sicos de la educaci?n superior de nuestros d?as. Podr?an

agregarse muchos m?s que ya se aplican tambi?n hoy d?a como indi cadores para evaluar los programas de educaci?n superior.

En resumen, podr?a decirse que la evaluaci?n sistem?tica de la

productividad y de la calidad de los programas docentes y de investi

gaci?n, as? como de los propios profesores e investigadores, ha cons

tituido, tradicionalmente, la dimensi?n perdida de nuestro sistema de educaci?n superior. Remediar este problema constituye el primer paso para empezar a adecuarla a las realidades de hoy d?a; constitu

ye tambi?n, muy concretamente, el paso ineludible para enfrentar los desaf?os que nos depara la apertura de M?xico al mercado inter nacional a trav?s del libre comercio.

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