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ARBEX, Juan Carlos: “Los bacalaos y el Tratado de Utrecht: un conflicto entre potencias con el peor desenlace”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 8, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2016, pp. 771-787.

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ARBEX, Juan Carlos: “Los bacalaos y el Tratado de Utrecht: un conflicto entre potencias con el peor desenlace”, Itsas

Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 8, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2016, pp. 771-787.

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Los bacalaos y el Tratado de Utrecht: un conflicto entre potencias con el peor desenlace

Juan Carlos Arbex

Recep.: 11.12.15

BIBLID [1136-4963 (2016), 8; 771-787] Acep.: 09.01.16 Resumen El Tratado firmado en Utrecht en 1713 puso fin a la Guerra de Sucesión en España y abordó los intereses coloniales de Francia e Inglaterra en América del Norte. La explotación pesquera de Terranova fue la excusa de las dos potencias para controlar los accesos marítimos al corazón de la Nouvelle France (Canadá), a través del río San Lorenzo. Desde el siglo XVI, las guerras en Europa afectaron crecientemente a Terranova, donde se desarrollaba una pacífica pesquería internacional. España participó activamente en ella hasta la primera mitad del siglo XVII. Palabras clave: Utrecht, Terranova, bacalao, pesquerías, colonias, guerras europeas. Laburpena Utrechten sinatutako tratatuak 1713an Espainiako Suzesio gerratea amaiarazi zuen eta Frantziak eta Ingalaterrak Ipar Ameriketan zituzten kolonia interesei ekin zien. Ternuako arrantza esplotazioa izan zen bi potentzien aitzakia Nouvelle Franceko (Kanada) bihotzerako itsasbideak kontrolatu ahal izateko San Lorenzo ibaian zehar. XVI. Mendetik aurrera Europako gerrateek. Gero eta eragin handiago izan zuten Ternuan, non nazioarteko arrantza baketsu bat zegoen. Espainiak aktiboki hartu zuen parte bertan XVII. mendeko lehen erdira arte. Gako-hitzak: Utrecht, Ternua, bakailao, arrantzak, koloniak, europar gerrateak. Abstract The Treaty signed in Utrecht in 1713 ended the War of Succession in Spain and addressed the colonial interests of France and England in North America. Newfoundland fisheries exploitation was the excuse for both powers to control maritime access to the heart of New France (Canada), through the St. Lawrence River. Since the sixteenth century, wars in Europe increasingly affected Newfoundland, where a peaceful international fishery was developing. Spain actively participates in it until the first half of the seventeenth century. Keywords: Utrecht, Newfoundland, cod, fishing grounds, colonies, European wars.

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INTRODUCCIÓN

“Los ríos y ensenadas están generalmente llenos de delicados peces, como salmones, anguilas, arenques, caballas, capelanes, bacalaos y truchas que son los más hermosos, gruesos y dulces que jamás he visto en ninguna otra parte del mundo”

Richard Whitbourne. Discourse and discovery of New found land, 1620.

La idílica descripción que dejó el Capitán Whitbourne de los recursos marinos de Terranova a comienzos del siglo XVII, es una muestra del interés comercial y estratégico que la gran isla norteamericana de Terranova despertaría entre las potencias europeas dos siglos después de sus sucesivos descubrimientos “oficiales”, fechados en los últimos años del siglo XV y primeros del XVI. Según quien relata la historia del hallazgo, aparecen los nombres del genovés Giovanni Caboto (1497) trabajando al servicio de Inglaterra, del portugués Corte-Real (1501) y toda una colección de anónimos pescadores ingleses, portugueses, normandos, bretones y vascos llegados en toda suerte de navíos hasta unas tierras y costas inicialmente habitadas por aborígenes inouits, beothuks y micmacs. Puede parecer un detalle de poco interés, pero saber quién llegó primero a esta tierra resultó trascendental durante las conversaciones previas al Tratado de Utrecht. A decir verdad, la isla de Terranova parece una muestra, finalmente truncada, de tolerancia y convivencia. Desde el inicio de la explotación de sus caladeros de pesca, en los comienzos del siglo XVI, pacíficos y laboriosos pescadores europeos fueron llegando regularmente durante los veranos hasta las costas de la isla, ocupando ensenadas y puertos naturales sin estorbarse los unos a los otros, sin rivalidades ni disputas. Los aborígenes tampoco fueron particular motivo de enfrentamiento con los recién llegados, ya que no han llegado noticias de graves conflictos. Así observado, el primer siglo de los europeos en Terranova podría asemejarse a la actual situación jurídica de la Antártida, como un patrimonio de todos. Cuando el poder político de las dinastías reinantes en Europa, unido a los intereses comerciales, pusieron los ojos en Terranova empezaron a brotar los problemas. Primero, robando el producto del trabajo de los pacíficos pescadores a través de corsarios que, o bien actuaban al servicio del poder político, o saqueaban por su cuenta como simples bandidos. Si Terranova empezó a padecer problemas fue a causa de las ansias territoriales y expansionistas de las potencias atlánticas. Lo que intenta describir este breve artículo son las circunstancias que rodearon la explotación de sus placeres de pesca en medio de un escenario de crónico enfrentamiento entre Francia e Inglaterra, desde el momento en que decidieron hacerse con territorios en América del Norte, desplazando a los pescadores españoles. En resumen, los sucesivos Tratados de Utrecht, también conocidos como Sistema Utrecht, señalados como los directos causantes de la expulsión española del caladero de Terranova, reflejan las facetas de un conflicto geoestratégico por el control del Atlántico Norte y el reparto del Nuevo Mundo. Para España, Terranova y sus derechos de pesca sobre el bacalao serían un objeto de disputa menor que los Tratados de Utrecht no llegarían a despejar, al menos de forma estable, hasta la Paz de Versalles firmada en 1783. Por otro lado, el Reino de España, con todos sus recursos y atenciones centrados en la conquista, colonización y explotación comercial de América Central y del Sur, con sus intereses militares volcados en la seguridad de las aguas atlánticas situadas al sur del paralelo 40º Norte y en las rutas comerciales de Indias, podría figurar en este drama gélido y norteño como zorro en gallinero ajeno. Sin embargo, la pérdida del caladero, comúnmente certificada por Utrecht y ratificada cincuenta años después en el Tratado de París, habría comenzado, verdaderamente, ciento cincuenta años antes.

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PIONEROS EN UN MERCADO EMERGENTE Las noticias sobre el colosal placer pesquero de Terranova se extendieron muy rápidamente a lo largo de la fachada atlántica europea en los primeros años del siglo XVI. Al punto de que, hacia 1530, más de un centenar de embarcaciones de todo tipo llegaban a desplazarse anualmente desde Europa hasta las costas de Terranova. Pescadores bretones eran habituales desde 1504 junto a los portugueses, mientras que los puertos de Normandía estaban al tanto de la riqueza del caladero a raíz de los viajes de exploración a la zona llevados a cabo por Jehan Denis (1506) y Tomás Aubert (1508). Desde fecha indeterminada, pero muy anterior a 1540, junto a los franceses crecía el número de pescadores llegados desde puertos guipuzcoanos. A mediados del siglo XVI, la presencia española se traducía en más de cien navíos destacados hasta Terranova entre los meses de abril y septiembre. Por su parte, los ingleses mantuvieron una actividad pesquera prácticamente testimonial sobre el caladero hasta el último tercio del siglo XVI. La razón de este primer desapego británico pareció residir en la sólida organización pesquera en la Inglaterra del momento, con sus principales puertos centrados en la captura de los arenques del Mar del Norte y de los bacalaos en aguas islandesas. No existió, por tanto, un interés inmediato en viajar hasta el continente americano, ya que el trabajo de los pescadores y el abastecimiento en recursos marinos de la nación inglesa estaban asegurados. Al otro lado del Canal de La Mancha, los mercados continentales del bacalao avanzaban a ritmos diferentes. En 1550 funcionaba en Francia una bien engrasada red de distribución que acercaba el bacalao, ya fuera secado o salado, hasta el interior del país, abasteciendo a los ciudadanos de Reims y París. En España, aunque el bacalao seco del Atlántico Norte tenía una extraordinaria aceptación en ferias y mercados castellanos, y aunque su empleo se hacía habitual en los ranchos de las marinerías, la evolución de sus pesquerías propias a lo largo del siglo XVI no fue tan positiva. PROLEGÓMENOS DEL CONFLICTO: LA LENTA OCUPACIÓN EURO PEA Las felices noticias de Terranova despertaron tempranamente el interés de la corona francesa bajo Luis XII (1462-1515), en el sentido de proyectar el envío de nuevas expediciones hasta la zona en busca de pieles y, eventualmente, de pescado. Pero fue su sucesor en el trono, Francisco I (1494- 1547), el responsable de armar cuatro navíos para efectuar un gran viaje de reconocimiento de las costas de América del Norte y su posterior colonización. En ese momento empezaron los problemas para los pescadores. La flotilla gala, puesta bajo la responsabilidad del florentino Giovanni da Verrazzano, zarpó del puerto de Le Havre en enero de 1524, cruzó el Atlántico y remontó las costas americanas hasta desembarcar en la bautizada Isla de Cap Breton, al sur del Golfo de San Lorenzo. A continuación, atravesó el brazo de mar que le separaba de Terranova y tomó posesión del lugar en nombre de Francia, sin importar que la isla fuera ya un pacífico ejemplo de armonía pesquera internacional e ignorando que esa maniobra había sido anteriormente llevada a cabo por Caboto en nombre de Enrique VII de Inglaterra (1457-1509). Nuevas expediciones francesas organizadas entre 1534 y 1540, esta vez al mando del navegante de Saint-Malo Jacques Cartier, certificaron la insularidad de Terranova y comprobaron la presencia estacional de pescadores portugueses (quizá también de vascos) en sus ensenadas y abrigos, reafirmando la soberanía de Francia sobre el lugar. Desde el primer viaje de Verrazzano y hasta finalizar el siglo XVI, las incursiones francesas al continente americano se incrementaron, remontado el río San Lorenzo y adentrándose en los espesos bosques que cubrían sus orillas, pero sin llegar a establecer colonias o fuertes permanentes. El único intento en este sentido, tras la construcción del fuerte Charlesbourg en 1541 en el lugar

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donde hoy se levanta la ciudad de Quebec, apenas duraría un año, siendo después abandonado a su suerte. Más al sur del continente americano, Francia intentó crear asentamientos en tierras de Carolina del Sur (1562 Port Royale) y de Florida (1564 Fort Caroline). El primero fue desocupado un año después y el segundo, fundado por protestantes hugonotes (Jean Ribault) que escapaban de la Guerra de Religión en Francia, sería objeto de la matanza llevada a cabo por españoles (Pedro Menéndez de Avilés), que pasaron a cuchillo o ahorcaron a todos los varones franceses por considerarlos herejes. Quienes verdaderamente garantizaron la presencia de Francia en América del Norte durante el siglo XVI serían sus numerosos pescadores, gracias a las bases veraniegas que montaban en Terranova, la península de Acadia y la isla de Cap Breton (Île Royal). Por parte inglesa, las incursiones colonialistas en América del Norte a lo largo del siglo XVI fueron meramente simbólicas. En 1579, Sir Francis Drake tomaría posesión del actual enclave de San Francisco (California); las tierras de Virginia serían hipotéticamente integradas a la corona británica en 1584; y otra posición británica en los Outer Banks (desolada cadena de islas arenosas extendida frente a la costa de la actual Carolina del Norte) sería absurdamente establecida en 1587. Toma de posiciones en Terranova El siglo XVI europeo fue tiempo de guerras que no escatimaron penalidades a los contendientes. La primera de ellas se desataría en 1524, enfrentando al Imperio Habsburgo (Sacro Imperio Romano) con las monarquías francesa e inglesa hasta la firma de la paz en 1559 (Tratado de Château Cambresis). Durante los 35 años que duraron las hostilidades, el mantenimiento de la soberanía francesa sobre las islas del Golfo de San Lorenzo y Terranova fue objeto de confrontación entre los propios aliados en contra del Imperio, del que formaba parte España bajo Carlos I. En 1555, corsarios ingleses atacaron en el Canal de La Mancha a navíos franceses que retornaban a Europa cargados de bacalao. Como protección, los buques de pesca franceses se organizaron en convoyes y se vieron obligados a armarse para repeler los ataques de sus aliados británicos. En aguas del Cantábrico, y con la guerra en curso, corsarios vasco españoles, como Domingo de Albistur, Pablo de Aramburu, Domingo de Iturain y Garay de Vizcaya, atacaban y capturaban enteras flotas de bacaladeros franceses de vuelta a sus puertos al comienzo del otoño. En ocasiones, los apresamientos de navíos de pesca franceses fueron espectaculares, al atacar y reducir flotas compuestas por hasta cuarenta y nueve navíos en una sola acción, con su completa carga de cañones defensivos y con las bodegas repletas de bacalao. El acoso francés no se interrumpiría tras la paz de 1559, convirtiendo las costas de Aquitania en un lugar peligroso a causa de la presencia de piratas vasco franceses (Saubat de Gaston, Bardin, Motxi) que se mantuvieron activos hasta más allá del año 1575. A partir de 1560, los belicosos corsarios de San Juan de Luz siguieron estorbando a los navíos bacaladeros guipuzcoanos en aguas de Terranova, dificultando que faenaran en el Gran Banco y que establecieran bases en tierra. Concluida la guerra entre sus respectivas monarquías, los pescadores suspiraron tranquilos y se observó un aumento considerable en el número de buques presentes en Terranova. Hacia 1573, se contabilizaban unos ciento cincuenta navíos franceses, un centenar de españoles (guipuzcoanos en su mayoría), cincuenta portugueses y únicamente treinta ingleses… Comparativamente escasos, ya que los buques británicos que empezaban a frecuentar Terranova no venían a faenar, sino para transportar hasta los mercados europeos el bacalao capturado y curado por los demás. La pasividad extractiva británica tenía causas meramente comerciales: la creciente debilidad pesquera española se mostraba incapaz de hacer frente a las demandas de su mercado interior. Efectivamente, el caudal de riquezas que desembarcaba en Sevilla procedente de Indias creó una inflación que resultó insoportable para la rentable financiación de las campañas bacaladeras guipuzcoanas, con la consecuente elevación del precio del bacalao “nacional”. Los compradores y

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distribuidores nacionales se dirigieron entonces hacia otros proveedores, estimulando la entrada de pescado extranjero en España a causa de sus competitivos precios. Además, la reunión de las coronas de España y Portugal en 1581 en la persona de Felipe II, uniría los destinos de los dos mercados ibéricos durante los siguientes sesenta años. En la península ibérica se instalaría una compleja, centralizada y rígida administración que estorbaría con sus impuestos, tasas, licencias y restricciones burocráticas, a las campañas estacionales vasco españolas y portuguesas dirigidas hacia Terranova. Por otro lado, el inicio en 1585 de nuevas hostilidades entre las coronas de España (Felipe II) e Inglaterra (Isabel I) traería consecuencias para las ya vacilantes pesquerías españolas en Terranova. Entre los años 1585 y 1604, si bien los navíos españoles seguirían acudiendo hasta Terranova, debieron hacerlo potentemente artillados porque los buques ingleses les daban caza. Terranova terminó por convertirse en un caladero peligroso. En tales condiciones, los capitales que financiaban las expediciones estacionales se tornaron recelosos. Aunque queda constancia de cierta presencia española hasta mediados del siglo XVII, tanto en las costas de la península de Avalon, como en las aguas al norte de la isla y en el estrecho de Belle Isle, lo cierto es que la decadencia era imparable. Con singular peso en las razones del declive español, aparece la dificultad de defender militarmente a los navíos llegados desde la costa cantábrica y a los pescadores que se hacían un hueco en las playas con sus secaderos. La explicación es simple: en los caladeros se empleaban dos técnicas de pesca y de conservación del bacalao. Por un lado se practicaba la pesca sedentaria y la transformación del bacalao mediante el secado en tierra firme. Por otro lado, la llamada pesca “errante”, salando abundantemente el pescado a bordo de los navíos y produciendo el bacalao salado o “verde”. Bretones, vascos e ingleses practicaban la pesca sedentaria desde campamentos instalados en los abrigos y playas de Terranova durante los cuatro o cinco meses de cada campaña. Utilizando chalupas, se alejaban diariamente de la costa para largar líneas con un único anzuelo cebado con chapas de metal brillante. Al regresar a tierra, los bacalaos eran eviscerados y abiertos, ligeramente salados y puestos a secar sobre emparrillados de madera. Este sistema gozaba de gran aceptación comercial en las naciones católicas del sur europeo, como España, por su larga conservación, fácil transporte y excelentes cualidades. La pesca errante, la practicada a la deriva sobre los bancos y lejos de la costa, necesitaba mayores cantidades de sal. Igualmente atrapados con anzuelo, los bacalaos eran descabezados, eviscerados, lavados y apilados entre capas de sal en las bodegas. Pescadores franceses llegados desde La Rochelle y Normandía, solían emplear este método de pesca y conservación, conocido como bacalao “verde”. Al no precisar de instalaciones en tierra firme, ésta última fue la opción adoptada por muchos pescadores españoles a partir de finales del siglo XVI. El producto “verde”, desembarcado por navíos españoles en sus puertos al llegar el otoño, debía completar la fase de secado al aire invernal de la meseta de Castilla. Por desgracia, competía en inferioridad de condiciones con el bacalao inglés o bretón que ya estaba seco y perfectamente curado desde el momento de su salida de Terranova. Otro de los inconvenientes de la pesca errante era la extrema dureza de las campañas, con meses sin tocar tierra y siempre a merced de verse atacados por los navíos de otras potencias rivales o corsarios. TERRANOVA EN EL SIGLO XVII La primera mitad del siglo XVII destaca por su tensa calma. Las Guerras de Religión habían dejado exhaustas a las potencias europeas y, en consecuencia, las pesquerías de Terranova y sus Bancos experimentaron un saludable crecimiento.

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La situación biológica de los caladeros de bacalao en aguas del Golfo de San Lorenzo, Acadia, costas de Terranova y Grandes Bancos podía considerarse todavía como prístina. La biomasa de bacalaos, calculada en unos 7 millones de toneladas, se mantenía prácticamente intacta y los pescadores franceses y británicos empezaban a repartirse, sin grandes complicaciones, las respectivas zonas de trabajo y de recalada en la gran isla. No hay que perder de vista que Terranova cuenta con una línea de costa de 9.655 kilómetros repletos de radas, abrigos, ensenadas y calas. Había sitio para todos. Las capturas totales de bacalao se estabilizaron en torno a las 100.000 toneladas anuales y España había dejado ser un competidor en los caladeros. Los primeros en mover ficha en Terranova fueron los pescadores y comerciantes británicos. Tras la muerte de Isabel I de Inglaterra en 1603 y suscrita la paz con España, el desabastecimiento del sur de Europa en bacalao fue un poderoso incentivo para los comerciantes británicos. En años siguientes, los puertos pesqueros del suroeste de Inglaterra se organizaron, llegando a enviar, en 1620, hasta trescientos navíos hasta los Bancos. Las áreas inglesas de asentamientos en Terranova se extendieron por el sur y sureste de la isla, con mayor incidencia en la porción de costa situada entre el cabo de Bonavista y Trepassey. Los trabajadores practicaban la pesca sedentaria y producían bacalao seco, atendiendo al gusto de sus clientes españoles, portugueses e italianos. La mercancía era frecuentemente transferida a buques mercantes, “sack ships”, encargados de alcanzar los puertos del sur de Europa. Este comercio internacional llegó a estabilizarse, aunque nunca se vio libre de incidentes. Primero aparecieron corsarios británicos, como Peter Easton y Henry Mainwaring, dedicados entre 1610 y 1620 a saquear los navíos que llegaban desde Terranova y los Grandes Bancos hasta La Mancha y el Golfo de Vizcaya. Luego, desde 1640, fueron los piratas berberiscos quienes desde la República de Salé (Marruecos - Sallee rovers) atacaban los buques atlánticos. Solo el puerto británico de Poole perdió veinte buques por este azote entre 1624 y 1628.

Mapa de Nueva Francia realizado en 1612 por Samuel de Champlain (1574 – 1635). Dibuja el golfo de San Lorenzo y las islas que defienden sus accesos, incluida Terranova. Por parte francesa, los movimientos empezaban a tener carácter colonialista, aunque de progresión prudente. Si Francia no tenía dudas acerca de sus aspiraciones territoriales en Acadia, Isla Royale, Isla de Saint Jean y en la cuenca del Río de San Lorenzo, Terranova era considerada por los británicos como su feudo. Sobre el escenario, los pescadores ignoraban esas “preocupaciones

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territoriales”, abundando los solapamientos y la mezclas. Los franceses, de forma general, trabajaban desde las costas del sur de la isla (bretones), en la costa norte extendida a partir de Bonavista (el denominado Petit Nord) y desde las islas de Saint Pierre y Miquelon. Además, los súbditos vasco franceses tenían marcadas preferencias por instalarse en las bahías de Trepassey y de Plaisance (Placentia, en su acepción británica), sin renunciar a las costas de Belle Isle y su histórica tradición ballenera. Hacia 1650, medio millar de navíos franceses frecuentaba las aguas del caladero mientras el Reino de Francia seguía una calculada política de indiferencia hacia la posesión territorial de la isla. Por parte británica, los enclaves pesqueros se repartían por todo el sur de Terranova, con un centro mayor en Saint John´s. No obstante el pacífico equilibrio alcanzado, Luis XIV (1638-1715) decidió dar un impulso a su política colonial americana a partir de 1658. PLAISANCE VERSUS SAINT JOHN´S En su extremo suroeste, la irregular isla de Terranova dibuja una dentada península que recibe el nombre de Avalon. Unida al resto de la isla por un istmo de apenas 6 km de anchura, disfruta de numerosas y abrigadas bahías, playas de cantos rodados y un clima más benigno, al recibir la tibia caricia de la Corriente del Golfo. Geográficamente, la península de Avalon es la porción de Terranova más cercana a los Grandes Bancos y a Europa. Es lógico que fuera la región más demandada como puerto base de las flotillas bacaladeras y como lugar donde albergar las instalaciones de tratamiento del pescado y almacenamiento. A los pescadores vascos les agradó la bahía de Plaisance, orientada a poniente y abierta a un gran golfo. Desde el siglo XVI, en su cementerio fueron inhumados numerosos marinos guipuzcoanos. El puerto fue también escogido por los pescadores franceses en 1658 como su gran punto de referencia en Terranova y llegó a contar con dos centenares de habitantes cinco años más tarde, sumados pescadores, colonos y una decena de gente de armas. Por entonces, el abrigo se protegía con una simple estacada de troncos reforzada con tierra, desde donde asomaban las bocas de cuatro cañones ligeros, recuerdo de pasadas guerras. Por esos años se vivía cierta fase de penuria económica, reflejo de otra clase de miserias comerciales y especialmente climáticas. En efecto, hacia el año 1660, el clima del Atlántico Norte sufrió un inesperado enfriamiento que redujo el volumen de la pesca. Los pescadores franceses, mayoritarios en la isla, sufrieron esta crisis con mayor rigor. Para colmo, la economía en Francia atravesaba un mal momento, a causa de las llamadas Guerras Holandesas, y la población metropolitana reducía el consumo de bacalao. Para colmo, los inversores bretones o normandos, que venían apostando sus caudales armando los buques para cada campaña bacaladera, empezaron a buscar otros y más provechosos horizontes. Los encontraron en las Antillas, desviando buena parte de sus inversiones hacia el comercio del azúcar de caña. Con todo, fruto de la política territorial de Versalles, el tosco fuerte de Plaisance fue reforzado en 1667 al añadirse 28 cañones suplementarios. La escalada militar, reflejo del creciente interés de Luis XIV por la plaza, se consumaría en 1687 al instalarse una batería sobre una de las cimas asomadas al puerto (Fort Royal) y al construirse en 1690 la fortaleza en piedra de Fort Saint Louis, equipada con otras 30 piezas de artillería. Cruzando la península en dirección nordeste y a poco de más de 100 kilómetros de distancia en línea recta, los ingleses trabajaban en el lugar de Saint John´s, como su principal centro pesquero en Terranova. Mientras Francia acorazaba Plaisance, el enclave inglés había sufrido las sucesivas guerras comerciales anglo-neerlandesas desarrolladas entre 1652 y 1674. Durante la llamada Segunda Guerra, la flota al mando del almirante holandés Michiel de Ruyter (1607-1676) efectuó una fructífera campaña de acoso a los intereses comerciales británicos en las islas Barbados y en las costas americanas. Aprovechando su viaje de regreso a Europa, se acercó hasta Saint John´s en 1665 para saquear concienzudamente la plaza.

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Tras el ataque, y sin otros medios de defensa que los puramente locales, el capitán mercante Christopher Martin desmontó la media docena de cañones que protegían su buque y los emplazó en tierra, cubriendo con su fuego los accesos a la ensenada de St. John´s. Gracias a esta iniciativa, y con el concurso de apenas treinta hombres, marineros y pescadores, pudo rechazar un segundo ataque holandés llevado a cabo en 1673 durante la Tercera Guerra. Saint John´s se recuperó, reanudando sus fructíferas actividades pesqueras y siendo repoblada, hacia 1680, por pescadores llegados desde Devonshire e Irlanda. Dándose pacíficamente la espalda, los dos mencionados enclaves francés y británico siguieron atravesando en siglo XVII sin más sobresaltos en sus campañas bacaladeras. Afortunadamente, las temperaturas se recuperarían levemente a partir de 1683, aumentando la actividad en Terranova hasta el punto de concentrar a más de 20.000 franceses en la isla durante las campañas desarrolladas entre 1678 y 1688, con algo más de 600 residentes permanentes. Por su parte, los ingleses llegaron a sumar, en 1680, unos 1.700 trabajadores repartidos por la toda la costa oeste y norte de Terranova. De forma conjunta, las capturas en el caladero alcanzaron la cifra de 200.000 toneladas de bacalao en determinados años. TERRANOVA EN GUERRA La tranquilidad en los caladeros no duraría mucho. El rey de Francia llevaba años embarcado en una carrera armamentística y de reorganización de sus ejércitos, obedeciendo a una visión expansionista de sus dominios. En la cima de su poder, con 375.000 soldados, 60.000 marinos y una estrambótica alianza con el Imperio Otomano, Luis XIV se enfrentaba a la práctica totalidad de Europa. Su gran enemigo era el Sacro Imperio y la casa de Habsburgo, representados por el emperador Leopoldo I. Las carnicerías llevadas a cabo por tropas de Francia en el Palatinado alemán en 1674, bajo el mando del vizconde de Tourenne y más propias de los brutales turcos que de los elegantes franceses, habían provocado tal horror y afrenta a la actual Alemania que su recuerdo no se disiparía hasta finalizada la Segunda Guerra mundial, en 1945. No hay una fecha oficial para el inicio de las hostilidades, pero los ecos de la Guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697), también llamada Guerra de los Nueve Años, llegarían desgraciadamente hasta la lejana isla de Terranova. Si los ingleses atacaron reiteradamente Plaisance entre 1690 y 1693, la respuesta francesa llegaría en 1696. Las campañas militares de Pierre Le Moyne d´Iberville arrasaron los enclaves pesqueros británicos. El francés empleaba tres buques artillados donde transportaba dos centenares de milicianos, incluidos aborígenes micmacs. En el transcurso de un año, Le Moyne y sus belicosas huestes recorrieron los lugares tradicionalmente utilizados por los pescadores ingleses, mataron a 200 de ellos, destruyeron 350 embarcaciones de pesca y arrasaron cabañas y secaderos. El abrigo de Saint John´s cayó en su poder y solo un puñado de pescadores británicos subsistiría en los recónditos lugares de Bonavista y Carbonear. Terranova sería considerado como propiedad de Francia hasta la firma de la paz por el Tratado de Ryswick, en septiembre de 1697, en cuyas cláusulas se contempló la restitución a Inglaterra de sus supuestos derechos sobre la isla. El tambaleante Reino de España, como parte integrante de la Liga de Augsburgo, no obtendría en dicho Tratado el menor pensamiento en referencia a sus viejos y perdidos derechos pesqueros en Terranova y los Grandes Bancos. Lo cierto es que la realidad española a finales de 1697 no podía ser más lamentable. La decadencia de la reinante Casa de Austria se personalizaba en la figura del rey Carlos II “El Hechizado”, enfermizo y débil mental. La nación estaba sumida en una profunda crisis económica, gobernada por incompetentes e incapaces. La paz de Ryswick había venido inmediatamente precedida por la derrota, el mes anterior, de las tropas españolas en la ciudad de Barcelona, sitiada por el Duque de Vendôme.

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LA GUERRA DE SUCESIÓN Las ambiciones de Luis XIV no quedarían mermadas tras la Guerra de los Nueve Años. Su política de “grandeur” recibiría un estimulante impulso tras la muerte, el 1 de marzo de 1700, de Carlos II, rey de España. Sin descendencia, y por testamento, el trono de la potencia ibérica debería pasar a Felipe de Anjou, nieto del Rey Sol. De inmediato, Francia entró en conversaciones con España para compartir su comercio con Indias y hacerse con el control de la lucrativa trata de esclavos, mediante concesiones otorgadas a su Compagnie de Guinée. Era más de que lo podía soportar el resto de Europa frente a la entente borbónica.

Colonias y asentamientos en América del Norte a finales del siglo XVII. Los dos grandes enclaves en disputa en Inglaterra y Francia son la Bahía de Hudson y la isla de Terranova.

La Gran Alianza contra Francia fue articulada por el Tratado de La Haya de 1701, integrada por británicos, holandeses, prusianos, portugueses, saboyanos y el Imperio de los Habsburgo. El nuevo conflicto armado, conocido como Guerra de Sucesión española, daría oficialmente comienzo en mayo de 1702 y duraría más de diez años. Para la ya sacudida Terranova fue una debacle. Al estallar la guerra, la localidad de Plaisance se encontraba defendida por tres compañías de treinta hombres cada una y sesenta cañones, bajo la responsabilidad de su nuevo gobernador Daniel d´Auger de Subercase. En pocas semanas alistó más milicianos y recibió refuerzos desde Canadá hasta sumar 450 combatientes. Con ellos, en la primavera de 1702 atacó el puerto inglés de Ferryland y puso sitio al vecino Saint John´s, haciendo 1.200 prisioneros. Desde Inglaterra se organizó una flota compuesta por nueve buques al mando del Capitán John Leake. A finales de agosto de 1702, la escuadra británica se presentó frente a Terranova, atacando Trepassey y Plaisance, capturando tres buques y hundiendo un cuarto. Sus tropas desembarcaron en Trepassey y, nombrado por Londres Gobernador de la isla, Leake trató de imponer entre los pescadores británicos un poco de orden, siguiendo las normas de la oficina de administración colonial inglesa (Board of Trade and Plantations). Su campaña se resolvió con medio centenar de chalupas franceses destruidas y con el descubrimiento de que los pescadores fabricaban un excelente ron, absolutamente ilegal. Al año siguiente, Inglaterra mandó otra gran flota hacia la región, comandada por vicealmirante John Graydon. Tras dar un rodeo por el Caribe (Jamaica), el inglés tenía órdenes de capturar la villa de Plaisance en Terranova. Fondeó a escasa distancia de la misma, celebró una reunión en la bahía de

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Saint Mary con gentes locales y, tras saber que Plaisance está bien defendido, decidió levar anclas y regresar a Inglaterra donde cayó en desgracia por supuesta cobardía. Entre las personas uniformadas y con peluca no faltaron aventureros, sobre todo algunos marinos y colonos franceses asentados en Canadá. El capitán mercante Jean Léger de La Grange aprestó dos ligeros buques en 1704 y convenció a 26 desocupados para atacar a los ingleses en Terranova y hacer un buen botín. En agosto, atravesó el Golfo de San Lorenzo y saltó sobre Bonavista, desbordó la débil resistencia del británico Michael Gill, quemó dos buques británicos y capturó otro cargado con 100 toneladas de bacalao, haciéndose con un estupendo botín que vendió parcialmente en Acadia. El resto del bacalao robado viajó a Europa, donde fue interceptado por corsarios que se lo arrebataron.

Detalle de la península de Avalon (Terranova), con localización de los principales escenarios de enfrentamientos durante las guerras franco-británicas. Placentia/Plaisance, St. John´s, Carbonear, Ferryland, Trepassey y las bahías de St Mary y Concepción.

Desde Plaisance, Subercase no se mantuvo inactivo. En 1705 se acercó hasta Sain John´s y destruyó las casas de la población, pero fue incapaz de conquistar sus fortificaciones. Casi de forma simultánea, un cruel francés de nombre Montigny, al que acompañaban indios Abenaquis, cruzó desde los bosques canadienses hasta Terranova para saquear los enclaves ingleses de Carbonear y Bonavista. El negocio debió ser rentable, ya que al año siguiente atacó las instalaciones pesqueras inglesas de Bahía Concepción. Para no abundar en exceso en estos sucesos menores, puede comentarse que Inglaterra decidió destruir los asentamientos franceses en la costa norte (Petit Nord) durante el verano de 1706 y que el francés Saint Ovide destruyó lo que quedaba de Saint John´s y sus fuertes en 1708. Tras un par de años de tensa calma y con las mutuas pesquerías arruinadas, en 1711 apareció en el horizonte de Terranova una flota inglesa formada por nueve buques de guerra equipados con 900 cañones, acompañada por una gran flotilla de embarcaciones que transportaban víveres y pertrechos. Viajaba llevando a bordo 7.500 soldados y 4.500 marinos. El propósito de la expedición, bajo el mando del almirante Hovende Walker, era atacar los territorios franceses en el Golfo de San Lorenzo, incluida la villa de Quebec. Pero en el mes de agosto, con cartas náuticas poco fiables y soportando un desastroso temporal, perdió a más de 1.400 personas, siete buques de transporte de tropas y un navío almacén.

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Abrumado, fatigado y escaso de víveres, Walker puso rumbo de vuelta a Inglaterra con la idea de parar brevemente en Terranova y capturar Plaisance a los franceses. Pero desistió, regresando directamente a casa. En realidad, desde septiembre de 1709, se estaban organizando discretas conversaciones internacionales de paz, primero en La Haya y después en la localidad de Geertruidenberg, situada en el Brabante holandés. PREPARATIVOS DEL TRATADO DE PAZ La figura de Terranova en las conversaciones previas de paz aparecía a luz de dos valores. El primero era económico, ya que el bacalao capturado en los Bancos y en las aguas costeras de la isla era muy bien vendido en Francia, España y Portugal, generando empleos y riqueza. Pero otro indiscutible valor era el contemplar la pesquería como un semillero de buenos marinos para tiempos de guerra y como reserva naval. Aunque eran dos cualidades indiscutibles, no ocultaban el verdadero y fundamental para Francia e Inglaterra. Conservar las propias posiciones en Terranova, en perjuicio de la otra parte, afectaba a la seguridad de las nuevas colonias francesas y británicas, tan próximas las unas de las otras. Inglaterra no soportaba tener una gran base francesa a un paso de Nueva Inglaterra. Francia no podía consentir que los británicos se infiltraran en la antesala de Canadá, controlando los accesos al Golfo de San Lorenzo con la posesión de sus islas. Su objetivo estratégico era contener el poder británico en América. La primera conferencia de los compromisarios tuvo lugar en La Haya, en septiembre de 1709. El embajador británico, John Churchill, Duque de Malborough, insistía en que la posesión de Terranova y de la Bahía de Hudson eran asuntos innegociables para la reina Anne. El embajador francés, Jean Baptiste Colbert, Marqués de Torcy, no tenía especial preocupación por este aspecto territorial, pero transmitió a Malborough su gran sensibilidad hacia las pesquerías de Terranova, excepcionales para Francia pues actuaban “in training up and exercise a great number of French mariners” (como práctica y ejercicio para un gran número de marinos franceses). En todo caso, a cambio de la pesquería Francia estaba dispuesta a intercambiar los países, colonias, islas y fortalezas que ambas partes se había arrebatado y ocupado… en cualquier parte de las Indias Occidentales.

Las posesiones francesas en el perímetro del Golfo de San Lorenzo fueron elementos imprescindibles para proteger las colonias galas en América del Norte (Nueva Francia y Acadia). En este mapa de mediados del siglo XVIII aparecen los territorios afectados, con Terranova como cerrojo de la colonia, la posición conocida del Gran Banco y del "Banc à verts" (Bacalao Verde), al sur de la isla.

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Eran pretensiones excesivas para los aliados de Inglaterra y se suscitó una nueva cita al siguiente año, esta vez en la villa de Greertruydenberg, en el Brabante holandés. Las posiciones no se movieron un milímetro y se llegó a un punto muerto. En Inglaterra, la guerra seguía su curso y tenía el apoyo del partido Whig en el poder y de su primer ministro, Malborough. Pero la guerra empezaba a ser impopular y la reina Anne no podía ocultar sus simpatías por el partido conservador Tory. Las elecciones generales de 1710 auparon al poder a los Tory, con Robert Harley como primer ministro, quien decidió reabrir las conversaciones de paz con la corte francesa. Su intención era forzar un acuerdo secreto entre Francia e Inglaterra que el resto de naciones aliadas contra Francia debería aceptar sin rechistar. El sistema funcionó y en abril de 1711 se había redactado un primer borrador de acuerdo al que también habían accedido los holandeses. El poeta y diplomático inglés Matthew Prior viajó a París con la intención de imponer las condiciones inglesas, pero Colbert volvió a emplear idénticos argumentos ante Prior. Más o menos, la respuesta del Marqués de Torcy fue:

“se diga lo que se diga o desee sobre Terranova, nosotros diremos lo mismo. Es nuestra escuela de marinos, nuestros pescadores están obligados, como los vuestros, a contratar a jóvenes para el viaje… y para capturar el pescado que nosotros necesitamos más de vosotros, ya que nosotros nos vemos obligados a consumirlo, mientras que la gran razón para Inglaterra es sacar provecho de su venta a terceros… “

Torcy sabía que Inglaterra deseaba conservar su posición comercial con el bacalao, pero no pretendería arruinar la posición de otras naciones de Europa creando un monopolio. En su opinión personal, Francia debía mantener “la pêche et la secherie de Morue dans la partie du Petit Nord de cette île, comme ils ont pratiqué jusqu´à prèsent” (… la pesca y los secaderos en la región del Petit Nord de esta isla, como han hecho hasta el presente). Por lo que concernía a España, el acuerdo secreto contemplaba impedir a todo trance la reunión de las coronas de Francia y de España en una sola cabeza, facilitar la cesión a Inglaterra de la isla de Menorca (Mahón) y Gibraltar, y la cesión de Francia a los ingleses del monopolio del comercio de esclavos a la América Hispana (Asiento de Negros) por 30 años, además de repartirse otros privilegios comerciales arrancados a España. La inquietud de la reina Anne crecía y se llegó a un primer acuerdo en el sentido de autorizar pescar a los franceses desde las costas de Terranova. No se precisaba dónde ni cuanto, pero fue un avance para Francia, a pesar de la oposición de los comerciantes británicos y su negocio del bacalao. Según algunos analistas, la inesperada concesión inglesa a Francia en materia pesquera y su presencia en Terranova fue inducida por las noticias del fracaso de la expedición de Hovende Walker contra Quebec. Así, la frase añadida al borrador secreto fue :“bien entendu que la faculté de pescher et de secher la Morue sur l´isle de Terre Neuve será reservée aux François” (por supuesto que la facultad de pescar y secar el bacalao en la isla de Terranova será reservada a los franceses). Los españoles no estaban presentes. UTRECHT, ENERO DE 1711 La conferencia de paz se reunió en Utrecht. Los embajadores británicos, Thomas Whentworth, Earl of Strafford, y el Obispo de Bristol, ignoraban los preliminares secretos, pero llevaban instrucciones de exigir la cesión de Acadia, la restitución de la Bahía de Hudson y la restitución de la isla de Terranova con la villa de Plaisance. “Cesión” y “restitución” parecían palabras sinónimas, pero estaban cargadas de pólvora. La primera significaba entregar un bien propio. La segunda devolver un bien a su legítimo propietario. Utrecht fue una partida a dos, intercambiando islas y posesiones en tierra firme por todo el orbe conocido. Francia deseaba retener Acadia y Cap Breton, insistiendo en mantener las pesquerías de Terranova, pero autorizando la demolición de las defensas de la villa de Plaisance. En marzo,

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Inglaterra sugirió que si Francia cedía la Acadia y la isla de Cap Breton, se podía quedar con Terranova entera y varias islas caribeñas de propina. Algo inaceptable para París, ya que perder la Acadia y Cap Breton hacía inútil al Canadá, pues veía cerrarse la puerta al Atlántico desde su Nouvelle France, cercada por las posesiones inglesas y, como comentó Torcy, “la Marine de France se detruit absolument” (la marina de Francia se destruye absolutamente). Como mucho, Francia estaba dispuesta a desprenderse de la Acadia, pero se aferraba a la isla de Cap Breton, considerada como la llave de Canadá. En los meses siguientes Francia insistió en mantener Acadia. Inglaterra insistía en apoderarse de Acadia, Terranova y una Plaisance intacta, confinando la pesca francesa sedentaria en las costas del Petit Nord de Terranova y compartiendo la soberanía sobre Cap Breton, pero desmilitarizando totalmente la isla. No hubo acuerdo. En agosto de 1711, Francia propuso limitar sus pesquerías sedentarias a las dos principales áreas usadas por los pescadores en Terranova: el Petit Nord y la parte de costa llamada Chapeau Rouge, extendida desde la costa de Plaisance hacia el oeste. Pero, en cualquier caso, entre los dos contendientes se erguía el problema de fondo de imponerse mutuamente sus derechos históricos sobre Terranova. En las posesiones de ambos, la palabra restitución… “Sembleroit attribuer un droit de premiere possession de part et del áutre” (parecería atribuir un derecho de primera posesión de una parte y de otra). Especialmente irritante para Francia era que los territorios de Hudson y de Terranova eran contemplados por Inglaterra como restituciones y no como cesiones, con lo que los súbditos franceses no podrían vender sus propiedades. Las palabras “cesión” y “restitución”, interpretadas según cada lengua y opinión, estarían presentes en las páginas de Utrecht durante los siglos siguientes. Finalmente, Mathew Prior persuadió al Marqués de Torcy de aceptar los límites pesqueros franceses entre Bonavista y Punta Riche En el mes de enero de 1713, Henry Saint John, vizconde de Bolingbroke, entraba en escena con sus acuerdos sobre comercio y tarifas aduaneras. Si Francia aceptaba el Tratado comercial, Inglaterra se avendría a dejar pescar a los franceses en el Petit Nord y conservar la posesión de la isla de Cap Breton. El Tratado fue firmado por las partes el 11 abril de 1713. La voz de España en Utrecht estaba representada por el Marqués de Monteleón y por el Duque de Osuna. De alguna forma intentaron incluir en el Tratado la frase… “los guipuzcoanos y otros vasallos de Vuestra Real Majestad conservarán el uso libre e inmemorial del que han disfrutado hasta ahora navegando, comerciando y capturando ballenas y bacalaos en el Nuevo Mundo, incluso en tiempos de guerra”. En apoyo de esta demanda aparecía la Provincia de Guipúzcoa que, en 1712, recordaba a Madrid que “Inglaterra había estado cediendo a esta provincia la libertad y el uso de los puertos de Terranova”. TÉRMINOS DE LOS TRATADOS Y CONSECUENCIAS Entre los años 1713 y 1715 se suscribieron, en realidad, la docena de Tratados que conforman el Sistema Utrecht:

- Holanda e Inglaterra ( 30 Enero 1713) - Sacro Imperio Romano y Prusia ( 2 Abril 1713) - Francia e Inglaterra (11 Abril 1713)

Tratados de Paz y Amistad, Navegación y Comercio entre:

- Francia y Portugal (11 Abril 1713) - Francia y Prusia (11 Abril 1713) - Francia y Saboya (11 Abril 1713) - Francia y Holanda (11 Abril 1713) (Dos tratados)

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- España e Inglaterra (13 Julio1713) - España y Saboya (13 Julio 1713) - España y Holanda (26 Junio 1714) - España y Portugal (6 Febrero 1715)

Por lo que respecta a las pesquerías en Terranova y sus aguas, por el artículo 12 del Tratado entre Francia e Inglaterra, la primera cedía Acadia a Inglaterra, llamada a partir de entonces Nueva Escocia, prohibiendo a los franceses la pesca a menos de 30 leguas de sus costas. El Artículo 13 del mismo tratado rezaba que Terranova y sus islas adyacentes “appartiendra désormais & absolument à la Grande Bretagne”. Además, los franceses abandonaban otros lugares de pesca en la isla de Terranova y solo eran autorizados a faenar en el Petit Nord, entre Bonavista y Punta Riche, creándose el llamado French Shore (Costa Francesa), pudiendo levantar cabañas y estructuras temporales para su trabajo. La isla de Cap Breton y otras situadas en la desembocadura del San Lorenzo y en el golfo permanecerían en poder de Francia, con libertad para fortificarlas. Los requerimientos de España merecieron una inclusión en el Artículo 15, quedando así redactado:

“... Y porque por parte de España se insta sobre que á los vizcaínos y otros súbditos de su Majestad católica les pertenece cierto derecho de pescar en la isla de Terranova, consiente y conviene su Majestad británica que á los vizcaínos y otros pueblos de España se les conserve ilesos todos los privilegios que puedan con derecho reclamar”.

España puede reclamar “ciertos” derechos, pero habría que demostrar su existencia. En 1714 los Wighs regresaron al poder en Inglaterra y los responsables de la redacción del Tratado con Francia, Robert Harley (Earl of Oxford), Bolingbroke y Mathew Prior cayeron en desgracia. Los comerciantes británicos estaban muy descontentos ante la cesión a Francia del derecho a seguir pescando, aunque quedara limitado en la mitad norte de Terranova. Ellos aspiraban conseguir un magnífico monopolio que les hiciera inmensamente ricos. La posibilidad de que España recupera sus derechos históricos de pesca se diluiría en la indiferencia y el malestar de Londres. TERRANOVA DESPUÉS DEL TRATADO Concluida la guerra, la pesquería estaba dañada, pero no el caladero que continuaba en óptimo estado biológico y con su biomasa intacta. Todo estaba por reconstruir después de unos acuerdos en los que el bacalao había sido moneda de cambio. El gran vencedor de la contienda era Inglaterra y su interés histórico por mantener el equilibrio de poderes en el continente europeo, no consintiendo el dominio de un sólo país al considerarlo como fuente de guerras y una amenaza para la monarquía británica y sus libertades. Esta política británica de contención se mantendría en los siglos siguientes, combatiendo a Napoleón y sus ansias expansionistas. Para Francia, el Tratado imponía el argumento de que Terranova fue siempre suya, al ser supuestamente tomada por Caboto para la corona inglesa a finales del siglo XV. Se trataba de una imposición inaceptable para Francia, porque la pérdida de Terranova en todo caso sería una cesión, pero jamás una restitución. Los años que siguieron a la guerra y al Tratado serían un desastre. Entre 1713 y 1724 se abatió sobre Terranova una pequeña Era Glacial, con temperaturas tan bajas que dificultaron los rendimientos pesqueros y provocaron una masiva salida de pescadores. Francia concentraría sus esfuerzos pesqueros en su French Shore, al norte del cabo St. John´s, tolerándose una concurrencia limitada de pescadores franceses e ingleses en la bahía de Nôtre Dame y Bonavista, donde llegaron gentes británicas en 1720. No obstante, Francia no aceptaba ninguna competencia en el Petit Nord, considerando que la pesca en el norte de la isla era de su exclusiva competencia. No pensaban igual los británicos, que ejercían su soberanía sobre toda la isla y tan solo habían cedido “unos” derechos de pesca, nunca “todos” los derechos de pesca en la zona. Este debate seguiría presente en los Tratados de 1763, 1783, 1814 y 1815, extinguiéndose en 1904

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La postura de España quedaba en la penumbra. En 1728 se reunía la Diputación de la Provincia de Guipúzcoa para responder a la demanda del Secretario de Felipe V, el guipuzcoano Juan Bautista de Orendáin, nombrado Marqués de la Paz en 1725. Solicitaba el Secretario “… buscar en los archivos del Consulado de San Sebastián certificaciones y actas de buques guipuzcoanos arribados con bacalao de Terranova”. La documentación obtenida sería llevada al Congreso de Soisson, un encuentro diplomático donde se reunían las potencias europeas para dirimir los flecos de Utrecht y prevenir nuevos conflictos.

Zonas de pesca concedidas a Francia (French Shore) por los tratados de 1713 y 1783.

De poco debió servir la demanda española, pues en 1748 la Provincia de Guipúzcoa se lamentaba ante el rey Fernando VI que, desde que Inglaterra monopolizara prácticamente la pesca en Terranova el precio del bacalao había subido al doble, además de los notables daños sufridos por los pescadores vascos de altura. Los daños colaterales de Utrecht afectaron a innumerables pescadores, la mayoría franceses. En Europa, los pescadores bretones y normandos se hundieron en la pobreza y muchos emigraron para ofrecer su experiencia a armadores ingleses y holandeses. En América, unos 6.000 hombres debieron desplazarse fuera de Acadia. En los siguientes años, otras guerras y tratados afectaron a Terranova y los derechos de pesca. Por el Tratado de París (1763), que puso fin a la Guerra de los Siete Años, Francia perdía en Canadá el enclave de Grand Gaspé (península en la desembocadura del San Lorenzo), toda la Acadia, la isla de Cap Breton y la de Saint Jean, rebautizada por Inglaterra como Príncipe Eduardo. Unos 16.000 pescadores sedentarios fueron expulsados. Solo en la isla del Príncipe Eduardo, el almirante inglés Bowen removió a 5.000 pescadores sedentarios. Por parte de España, el Tratado de París fue severo, al recoger en su artículo 18 que los derechos de pesca de los vascos españoles quedaban excluidos de las pesquerías y “…for ever relinquished all claims and pretensions to a right of fishing on the island” (… y para siempre abandonada toda reclamación y pretensión del derecho a pescar en la isla). En otro momento del Tratado de paz entre España e Inglaterra, el rey de España desistía, “ … aswell for himself as for his succesors from all pretensión wich he might have formed in favor of the guipuscoans and other his subjets to the right of fishing in the neighbourhood of the island of Newfoundland” (… tanto para sí como para sus sucesores de toda pretensión que pueda formarse en favor de los guipuzcoanos y otros súbditos acerca del derecho a pescar en las vecindades de la isla de Terranova).

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Entre tanto, las importaciones de bacalao en España no cesaron de aumentar. Diversos autores, economistas y mercantilistas del siglo XVIII, como Gerónimo de Uztáriz (1670-1732) o Nicolás de Arriquibar (1715-1798), junto con el Comisario de Guerra de Marina Antonio Sáñez Reguard, autor del Diccionario Histórico de los Artes de la Pesca Nacional (1791-1795), no cesaron de lamentar la pérdida de las pesquerías del bacalao americano. A finales del siglo XVIII, algunos cálculos hablaban de 1.400.000 quintales de bacalao importado anualmente (unas 64.400 toneladas), con grave quebranto para Real Hacienda. Los desembarcos procedían mayoritariamente de Inglaterra y Francia, pero también llegaban bacalaos desde Noruega, Holanda, Dinamarca y Suecia. Con el Tratado de Versalles de 1783, se revisaba el French Shore creado setenta años atrás en Utrecht, moviendo sus límites hasta la franja costera delimitada entre el Cabo Saint John y el Cabo Ray, donde se mantendría hasta el 8 de abril de 1904. En esta fecha, Francia e Inglaterra acuerdan el protocolo de la llamada Entente Cordiale, en respuesta a la Triple Alianza suscrita entre Alemania, Austro-Hungría e Italia. Por la Entente, Francia renunciaba a sus derechos obtenidos en el Tratado de Utrecht en forma del French Shore de Terranova. En contraprestación, obtenía indemnizaciones económicas para los pescadores y concesiones territoriales en África, concretamente en Níger, Senegal, Guinea y el Tchad. Era la hora de África y el colonialismo europeo seguía repartiéndose los continentes. Al menos, Francia conservó el permiso de pesca en las aguas al norte de la isla, aunque sin poder montar ninguna estructura en tierra firme. A modo de epílogo, el caladero de bacalaos de Terranova colapsó en 1992 a causa de la sobrepesca. Una primera moratoria fue seguida por el cierre de la pesquería, sin demasiadas perspectivas de una próxima recuperación y reapertura. BIBLIOGRAFÍA

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