Barridos por la escoba comunitaria · impotente, cómo a medida que se acer ... en 40 años sólo...

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Barridos por la escoba comunitaria La escoba de! Mercado Unico ha pasado por Irún y en su barrido se ha llevado por delante ese pequeño mundo que envolvía un alto obligado en el camino. Desde el 1 de enero, los 782 empleados de aduanas que trabajaban en la localidad fronteriza, como sus compañeros del resto del país, se han visto bruscamente expulsados al paro. Muchos sólo tienen estudios primarios y su vuelta al trabajo será difícil. Mientras, el silencio cae pesadamente donde antes cientos de transeúntes daban vida a unas calles ahora desoladas. TEXTO ANA GRUALBA FOTOS ANDER BUSTOS E ste año sólo pedí dos cosas a los Reyes Magos porque mi padre ya no va a traer dinero a casa». Así se expresaba Asier, de ocho años, ante la entrada del fatídico 1993, hacién- dose eco del estribillo mil veces repetido por su familia: «cuando suenen las cam- panadas y comamos las uvas, papá no irá más a trabajar a la oñcina». Su pro- genitor es Javier Remírez, uno de los trabajadores de aduanas de Irún que engrosará la lista de los 782 cuyo oficio segó el Mercado Unico Europeo el pasa- do I de enero. Arantxa, su esposa, ha observado, impotente, cómo a medida que se acer- caba la fecha fatídica aumentó el ner- viosismo de su marido. «Llevo meses diciéndole palabras de ánimo para tran- quilizarle aunque sabíamos que esto se iba a terminar. Ahora tenemos que tener esperan- za f)orque si no, nos podemos ir todos al agujero». Ella es auxiliar de clínica, y acaba de firmar un contrato de varios días. Llevaba cuatro años en situación de desempleo, lo que le ha supuesto más de una depresión. Javier era uno de los empleados de las 95 agencias de aduanas de la loca- lidad fronteriza, esas empresas privadas que se dedicaban, hasta que se estableció la libre circulación de mercancías, a cum- plimentar los trámites y recaudar los derechos arancelarios en las operaciones de importación y exportación. Una acti- vidad que ha llegado a sustentar en un 60 por ciento los cimientos económicos de una ciudad de 53.000 habitantes. Con 36 años, Ueva 20 al servicio de una agencia a la que sus 101 años de funcionamiento te otorgan la categoría de ser la de más solera. Ha llegado a ser adjunto a jefe de negociado con tan sólo los estudios primarios completados. Su trabajo consistía en recibir la docu- mentación que traían los camio- nerCK, realizar las declaraciones y tratar con los clientes para infor- marles de cuál era el proceso a seguir. Se ha pasa- do la vida con las manos en las carpetas y en la máquina de escribir, la oreja pegada al teléfono y los ojos en las leyes que establecen los impuestos aduaneros. «El problema es que no sabemos hacer otra cosa. Prácticamente todos nos hemos formado a fuerza de trabajar. No me importaría tener que irme de Irún con tal de conseguir trabajo, pero me temo que en estos momentos no podría ser más que peón. Estoy dispuesto a estudiar lo que haga falta, y por ello esta semana he comenzado a asistir a un curso de técnicas de búsqueda de empleo». El negocio de tas agencias de aduanas ha sido uno de los más prósperos y segu- ros de cuantos existen. No ha conocido problemas económicos en su larga sin- gladura. «Al margen de la incorporación de material informático, aquí no se ha invertido un duro. Los únicos gastos han sido los sueldos y el mantenimiento de las oficinas», apuntaba un trabajador que «No me importaría irme de Irún, pero el probiema es que no sé hacer otra cosa» «No hay derecho. Toda una vida trabajando para que me quede una paga de miseria» en 40 años sólo ha visto cambiar el papel de las paredes en dos ocasiones. El sector se ha hundido de la noche a la mañana. De los más de 1.600 camio- nes que a diario despachaba la aduana, apenas más de 100 seguirán sujetos a declaración; tan sólo las mercancías que se exporten o importen de la EFTA (Asociación Europea de Libre Comer- cio) o de terceros países. El recinto aduanero del puente de Santiago, donde se estacionaban y des- pachaban los camiones, fue hasta el pasado 30 de diciembre un hervidero de actividad. Lo que ha quedado son 60.000 metros cuadrados de un aspecto deso- lador. «A pesar de que sabíamos la fecha exacta de la muerte de nuestro modus vivendi, no nos hemos sabido concien- ciar. ¿Quién pue- de pensar en bus- car otro empleo cuando el volumen de trabajo se incrementaba día a día? —se pre- gunta un emplea- do que lleva casi cuatro décadas realizando una tarea ruti- naria—. Este no es el caso de la side- rurgia integral, que ha experimentado una progresión en su deterioro». Los empleados de agencias de Irún tienen una edad media de 40 años, la mitad de los cuales los han dedicado a sus empresas. Todos coinciden en seña- lar que las movilizaciones laborales en sus centros de trabajo eran prácticamen- te desconocidas. Según reconocen los propios delegados del sindicato mayo- ritario en Irún, ELA-STV, «teníamos tan poca experiencia que hace tan sólo unos meses no sabíamos ni manejar un megá- fono. Había trabajadores que no se podían imaginar a sí mismos voceando en una manifestación, enfrentándose con la policía o pintando una pancarta. Hemos tenido que organizamos de arri- ba abajo». Ahora se encuentran cansados, tristes y frustrados. Des- pués de un año de negociaciones los trabajadores iru- neses no han sus- crito el acuerdo alcanzado por la mesa tripartita (empresarios, sin- dicatos y Administración) sobre los exce- dentes laborales. El acuerdo de la mesa negociadora fija las indemnizaciones en 40 días por año trabajado hasta un tope de 24 mensualidades, cifra inferior al convenio laboral de los trabajadores de aduanas de la localidad fronteriza. Los empleados cobrarán una media de cinco millones de pesetas. Un total de dos ter- cios deberán de ser abonados por los empresarios y el resto por la Adminis- tración. La mayoría de los patronos que ha incoado el expediente de regulación de empleo ya se han comprometido a abo- nar su parte. Pero algunos se han decla- rado insolventes los últimos días de diciembre. «¿Cómo es posible que hayan estado ordeñando la vaca fein parar obte- niendo beneficios de fábula y en el últi- mo minuto tengan la “jeta” de decir que no nos pueden pagar?». La queja de un empleado que de momento no cobrará nada es apoyada por un grupo que a diario se reúne para seguir de cerca el tira y afloja con los empleados. Las voces se levantan al um'sono cuan- do se pronuncia la palabra prejubilación: «No hay derecho, —grita un hombre de 54 años—. Somos el primer sector al que no se le conceden las prejubilacio- nes. Toda mi vida cotizando para que ahora me quede una paga de miseria». En un bar cercano a la frontera, un Las 95 aduanas de Irún han cesado su actividad. 1.600 camiones eran despachados a diario. La frontera de Hendaya amaneció el 1 de enero con el puesto aduanero sin su tradicional actlvida< Uno de los trabajadores, Javier Remírez, recibe el apoyo de su familia en estas difíciles horas. 361 MUGAZINE

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Barridos por la escoba comunitaria

La e sco b a de! M ercado U n ico ha pasado por Irún y en su barrido se ha llevado por delante

ese pequeño m u n d o q u e envolvía un alto obligado en el cam ino. D esde el 1 de enero,

los 782 em pleados de aduanas que trabajaban en la localidad fronteriza, co m o sus

co m pa ñe ro s del resto del país, se han visto bruscam ente expulsados al paro. M uch o s sólo

tienen estudios prim arios y su vuelta al trabajo será difícil. Mientras, el silencio cae

pesadam ente d o nd e antes cientos d e transeúntes daban vida a unas calles ahora desoladas.

T E X T O ANA GRUALBA F O T O S ANDER BUSTOS

Este año sólo pedí dos cosas a los Reyes Magos porque mi padre ya no va a traer dinero a casa».

Así se expresaba Asier, de ocho años, ante la entrada del fatídico 1993, hacién­dose eco del estribillo mil veces repetido por su familia: «cuando suenen las cam­panadas y comamos las uvas, papá no irá más a trabajar a la oñcina». Su pro­genitor es Javier Remírez, uno de los trabajadores de aduanas de Irún que engrosará la lista de los 782 cuyo oficio segó el M ercado Unico Europeo el pasa­do I de enero.

Arantxa, su esposa, ha observado, impotente, cómo a medida que se acer­caba la fecha fatídica aumentó el ner­viosismo de su marido. «Llevo meses diciéndole palabras de ánimo para tran­quilizarle aunque sabíamos que esto se iba a terminar.A h o ra ten em o s que tener esperan­za f)orque si no, nos podem os ir todos al agujero».Ella es auxiliar declínica, y acaba de firmar un contrato de varios días. Llevaba cuatro años en situación de desempleo, lo que le ha supuesto más de una depresión.

Javier era uno de los empleados de las 95 agencias de aduanas de la loca­lidad fronteriza, esas empresas privadas que se dedicaban, hasta que se estableció la libre circulación de mercancías, a cum­plimentar los trámites y recaudar los derechos arancelarios en las operaciones de importación y exportación. U na acti­vidad que ha llegado a sustentar en un 60 por ciento los cimientos económicos de una ciudad de 53.000 habitantes.

Con 36 años, Ueva 20 al servicio de una agencia a la que sus 101 años de funcionamiento te otorgan la categoría de ser la de más solera. H a llegado a ser adjunto a jefe de negociado con tan sólo los estudios primarios completados. Su trabajo consistía en recibir la docu­m entación que traían los camio- nerCK, realizar las d e c la ra c io n e s y t r a t a r co n los clientes para infor­marles de cuál era el p ro c e so a seguir. Se ha pasa­do la vida con las manos en las carpetas y en la máquina de escribir, la oreja pegada al teléfono y los ojos en las leyes que establecen los impuestos aduaneros. «El problema es que no sabemos hacer o tra cosa. Prácticam ente todos nos hemos formado a fuerza de trabajar. No me importaría tener que irme de Irún con tal de conseguir trabajo, pero me temo que en estos momentos no podría ser más que peón. Estoy dispuesto a estudiar lo que haga falta, y por ello esta semana he comenzado a asistir a un curso de técnicas de búsqueda de empleo».

El negocio de tas agencias de aduanas ha sido uno de los más prósperos y segu­ros de cuantos existen. No ha conocido problemas económicos en su larga sin­gladura. «Al margen de la incorporación de material informático, aquí no se ha invertido un duro. Los únicos gastos han sido los sueldos y el mantenimiento de las oficinas», apuntaba un trabajador que

«No me importaría irme de Irún, pero el

probiema es que no sé hacer otra cosa»

«No hay derecho. Toda una vida trabajando

para que me quede una paga de miseria»

en 40 años sólo ha visto cambiar el papel de las paredes en dos ocasiones.

El sector se ha hundido de la noche a la mañana. De los más de 1.600 camio­nes que a diario despachaba la aduana, apenas más de 100 seguirán sujetos a declaración; tan sólo las mercancías que se exporten o importen de la EFTA (Asociación Europea de Libre Comer­cio) o de terceros países.

E l recinto aduanero del puente de Santiago, donde se estacionaban y des­pachaban los camiones, fue hasta el pasado 30 de diciembre un hervidero de actividad. Lo que ha quedado son 60.000 metros cuadrados de un aspecto deso­lador. «A pesar de que sabíamos la fecha exacta de la muerte de nuestro modus vivendi, no nos hemos sabido concien­

ciar. ¿Quién pue­de pensar en bus­car o tro em pleo cuando el volumen de tr a b a jo se increm entaba día a día? —se pre­gunta un emplea­do que lleva casi

cuatro décadas realizando una tarea ruti­naria—. Este no es el caso de la side­rurgia integral, que ha experimentado una progresión en su deterioro».

Los empleados de agencias de Irún tienen una edad media de 40 años, la mitad de los cuales los han dedicado a sus empresas. Todos coinciden en seña­lar que las movilizaciones laborales en sus centros de trabajo eran prácticamen­te desconocidas. Según reconocen los propios delegados del sindicato mayo- ritario en Irún, ELA-STV, «teníamos tan poca experiencia que hace tan sólo unos meses no sabíamos ni manejar un megá­fono. Había trabajadores que no se podían imaginar a sí mismos voceando en una manifestación, enfrentándose con la policía o pintando una pancarta. Hemos tenido que organizamos de arri­ba abajo».

Ahora se encuentran cansados, tristes y frustrados. Des­pués de un año de negociaciones los trabajadores iru- neses no han sus­crito el acuerdo alcanzado por la m esa t r ip a r t i t a (empresarios, sin­

dicatos y Administración) sobre los exce­dentes laborales. El acuerdo de la mesa negociadora fija las indemnizaciones en 40 días por año trabajado hasta un tope de 24 mensualidades, cifra inferior al convenio laboral de los trabajadores de aduanas de la localidad fronteriza. Los empleados cobrarán una media de cinco millones de pesetas. Un total de dos ter­cios deberán de ser abonados por los empresarios y el resto por la Adminis­tración.

La mayoría de los patronos que ha incoado el expediente de regulación de empleo ya se han comprometido a abo­nar su parte. Pero algunos se han decla­rado insolventes los últimos días de diciembre. «¿Cómo es posible que hayan estado ordeñando la vaca fein parar obte­niendo beneficios de fábula y en el últi­mo minuto tengan la “je ta” de decir que no nos pueden pagar?». La queja de un empleado que de momento no cobrará nada es apoyada por un grupo que a

diario se reúne para seguir de cerca el tira y afloja con los empleados.

Las voces se levantan al um'sono cuan­do se pronuncia la palabra prejubilación: «No hay derecho, —grita un hombre de 54 años—. Somos el primer sector al que no se le conceden las prejubilacio- nes. Toda mi vida cotizando para que ahora me quede una paga de miseria».

En un bar cercano a la frontera, un

Las 95 aduanas de Irún han cesado su actividad.

1.600 camiones eran despachados a diario.

La frontera de Hendaya amaneció el 1 de enero con el puesto aduanero sin su tradicional actlvida<

Uno de los trabajadores, Javier Remírez, recibe el apoyo de su familia en estas difíciles horas.

361MUGAZINE

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El 1 de enero dejó parados a 782 Iruneses.

ás agencias aduaneras llevaron la prosperidad a la localidad fronteriza. De la actividad febril al paro.

Toni Galeano, de 73 años, espera seguir ganándose la vida como intérprete.

el Mercado Unico ha segado por completo.

Muchos de ios

aduaneros sólo están formados

para hacer el trabajo perdido.

trabajador de 53 años que ya ha sido despedido le pide al camarero que sin­tonice la cadena de televisión que emite el partido de balonmano del Bidasoa. «No voy a perder la costumbre de venir aquí todos los días. Me siento aburrido, cansado y desplazado». Las 20 personas que formaban la plantilla ya se han ¡do a la calle. «Teníamos la esperanza de que alguien se quedara pero ahora vemos que era una ingenuidad. Y es que si llevas trabajando como un bestia 30 años, el paro te parece una pesadilla de la que vas a despertar. Al final tenía ganas de que todo reventara de una vez».

El hombre parece dispuesto a hablar mientras no comience el partido. «Mi hijo era eventual en otra agencia. Mi hija es la única que dispone de un puesto de trabajo, pero está ahorrando para casarse». Su formación se reduce a la enseñanza primaria. «Mira, en la empre­sa, sim plem ente me adm itieron. En aquella época ni siquiera había contra­tos. En mi quehacer me desenvolvía como un pez, pero no sé hacer nada más. ¿Qué voy a decir cuando en la ofi­cina de empleo me tengan que clasificar? D iré que soy especialista en derecho arancelario. Me contestarán que estoy loco».* H a buscado trabajo a través de clientes y amigos pero en el intento ha quedado patente que con su preparación no puede ni salir de casa.

l^ s patronos tienen las oficinas vacías de empleados pero llenas de material de trabajo con el que se podria montar un h iperm ercado de fotocopiadoras, máquinas de escribir y mobiliario de segunda mano. Son algunos de los ins­trumentos que catapultaron a la ciudad fronteriza a la bonanza económica y a situarse a la cabeza de las poblaciones guipuzcoanas, después de Donostia.

La escoba del Mercado Unico ha pasa­do por Irún y en su barrido también se ha llevado por delante ese pequeño mundo que envolvía un alto obligado en el camino. En la soledad de la explanada todavía pasea un personaje enjuto y sin­gular que ha comido gracias a lo que todavía no une Europa: el idioma. Le llaman el «padre de la explanada». No en vano, Toni Galeano tiene 73 años y lleva más de dos décadas ejerciendo de intérprete sin despacho. «Me encon­traba por casualidad en Irún pintando un comercio cuando vi a un camionero decir “me english, no spanish”. Bajé y dije “what is the m atter” (qué pasa). Ahí comenzó todo». No hay nadie que no conozca a Toni. Las tablas de su esce­nario son los bares y los caminos, donde siempre había alguien que le necesitaba. «Francés, inglés, italiano, portugués, un »qu ito de griego y otro de ruso. Hablo o que haga falta y si alguien me quiere

dar algo, que me lo dé».Dsde primeros de años, Toni deam­

bula, merodea y observa con nostalgia lo que fue su torre de Babel. «Estoy triste pero ya encontraré a alguien a quien ayudar». Toni se despide con el dedo pulgar hacia abajo.

El reguero de falta de actividad tam­bién salpica a comerciantes, taxistas y talleres que viven la cuesta de enero con los brazos más cruzados que nunca. Los souvenirs de las tiendas del puente de Santiago se mueven al son del viento del atardecer. Los trajes de faroles, som­breros de mexicano, mantillas y peinetas, recuerdo de viaje de los camioneros, apenas tienen ahora quién se los lleve a casa. Las duchas y restaurantes, antes visitados por un enjambre de transeún­tes, parecen ahora piezas del museo del silencio. El horizonte de Irún tiene ahora forma de incertidumbre. #

Los aduaneros veteranos se sienten frustrados tras perder una vida de

tralm jo.U s padres ven a sus hijos expulsados al paro.