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7/26/2019 Bibliografa costarricense.
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I L lOGR FI COST RRICENSE
CORDERO, ]OSE ABDULIO,
El ser de la nacionalidad costarricense
Madrid, Ed.
Tridente, 1964,
179.
La Editorial Tridente de Madrid, que el
ao pasado public las Lecciones de Filoso-
fa del Derecho de Carlos Jos Gutirrez,
publica ahora otra obra de autor costarricense.
El autor es Jos Abdulio Cordero, y el libro
se titula EL SER DE LA NACIONALIDAD
COSTARRICENSE.
El ttulo, con ser ambicioso, no da, sin
embargo, plena razn de la obra, que va ms
all del tema enunciado. Porque si bien Cor-
dero inicia el libro con una bsqueda de lo
que l llama vigencias , que dan sentido y
personalidad a nuestro ser nacional, y las es-
tablece al travs de una inteligente indaga-
cin del. hombre de la colonia, el resto de la
obra deja de ser anlisis sociofilosfico, para
dedicarse a aplicar las premisas alcanzadas,
a determinados { ;chos de la historia; y ser
entonces un estudio histrico de considera-
bles dimensiones sobre los das de la inde-
pendencia, la guerra contra los filibusteros y,
principalmente, el liberalismo y los liberales
de la dcada de 1880.
Las vigencias bsicas que Cordero en-
cuentra en el hombre de la colonia, y pre-
senta como prolongadas a 10 largo de la his-
toria, son tres: el sentido conservador, el sen-
timiento de propiedad y el amor a la libertad.
Estas tres se conjugan en un espritu profun-
damente democrtico, con caractersticas ances-
trales hispnicas y catlicas, que repudian
toda influencia externa.
Aplicada esa premisa al perodo liberal
1882-1890, Cordero produce un ensayo his-
trico fuertemente polmico escrito con con-
viccin y soltura, que es posiblemente de todo
lo que contiene este libro, lo que ms inters
va a despertar.
y es que en las otras pocas estudiadas,
el libro se conforma ms con lo que hasta la
fecha ha sido verdad sabida de nuestra his-
toria. Sobre el tema de Independencia, Cor-
dero se acoge casi totalmente a las conclusio-
nes alcanzadas (fijadas diramos) por Her-
nn Peralta, las cuales calzan perfectamente
con las conclusiones a que el libro ha llegado
sobre las caractersticas de la nacionalidad.
(Tambin coinciden con ellas otros estudios
inditos hechos desde el punto de vista mar-
xista) .
En cuanto a los hechos del 56, Cordero
se acoge a la tesis de Enrique Macaya de que
el patriotismo costarricense fue causa y no
efecto de esa epopeya, contra la tesis de Eu-
genio Rodrguez Vega que sostiene lo con-
trario. El punto de vista de Cordero agrega,
sin embargo, una concepcin de hispanidad a
la interpretacin (lo hispano contra lo anglo-
sajn); y algo tambin de sentimiento reli-
gioso a la decisin costarricense (Cordero da
una importancia al elemento religioso en
los hechos histricos, que posiblemente le sea
discutida por la mayora de los historiadores
costarricenses, que no ven en el pueblo costa-
rricense demasiada religiosidad).
Esta vivencia religiosa est presente en el
largo captulo que en El Ser de la Nacio-
nalidad Costarricense se dedica a lo que nos
hemos acostumbrado a llamar la revolucin
liberal de los ochentas; Cordero subraya la
posicin anti-religiosa de los pioneros libera-
les (Montfar) y del estadista liberal que es
el blanco de sus mayores ataques (Mauro Fer-
nndez) .
Para Cordero, las medidas liberales de esa
poca fueron superpuestas, si no impuestas, a
un pueblo religioso, sin que correspondieran
n un sentimiento popular. Por lo tanto, fue-
ron antidemocrticas; adems, fueron demos-
tracin de intolerancia. Y al tomar las los
liberales negaron su ideologa aunque no se
negaron a s mismos.
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I LIOGR FI COST RRICENSE
Luego hace un detallado anlisis de la
conducta de los liberales ante la rebelin po-
ltica de noviembre de 1889, para concluir
que en esa conducta hubo tambin elementos
de insinceridad y de traicin a los principios
liberales proclamados. Este anlisis se pro-
longa (aunque con menos prolijidad) a lo
largo de todo el predominio liberal, hasta
1936 dijramos, y tambin deduce que la con-
ducta poltica de los prceres del liberalismo
estuvo saturada de traiciones a sus principios.
Los ataques ms certeros, los reserva Cor-
dero para ion Mauro Fernndez. Tras encon-
trar mucho de positivo en l, en lo referente
a su Ley de Educacin Comn y Reforma de
la Segunda Enseanza, entra a analizar los
aspectos negativos de la clausura de la Uni-
versidad de Santo Toms.
No encuentra el autor explicacin al he-
cho clausura, no reforma . y concluye que
la medida fue anti-Iiberal, por cuanto tuvo
como consecuencia el cerrar los estudios su-
periores a los estudiantes de clase humilde, y
dejarlos al alcance slo de los favorecidos de
la fortuna o de la poltica (sistema de becas).
Resultado de esto es la formacin de una
oligarqua econmico-poltica que domina al
pas por espacio de cincuenta o sesenta aos.
Esta interesantsima tesis, as como las
dems que la longitud de una columna perio-
dstica no permite resear, estn bien susten-
tadas y documentadas. El autor se enfrenta
a una batera formidable de historiadores, cu-
yas conclusiones se propone refutar; entre
ellos, Rafael Obregn Lata, Rodriga Facio,
Abelardo Bonilla e Isaac Felipe Azofeifa.
Es interesantsimo este libro, como estudio
histrico fuertemente polmico, que arremete
contra interpretaciones que haban pasado en-
tre nosotros como axiomas histricos.
Adems est escrito en una prosa enrgica,
colorida, que muchas veces contiene original
y viva adjetivacin, y todo el tiempo pasin
y conviccin. Aun e lector que se sienta en
la obligacin de disentir tendr que reconocer
esta virtud. Y habrn de disentir todos quie-
nes no compartan la posicin fuertemente
catlica que adopta Jos Abdulio Cordero.
En todo caso, se trata de un libro impor-
tante. De un libro que hay que leer. Y que
ojal levante un gran polvorn, como lo me-
rece.
Alberto F. Caas
PACHECO LEON El Hilo de Ariadna ed. Costa Rica 1965 San Jos. 193 pp.
Si Emilio Boutroux recomendaba leer a
Bias Pascal de rodiJIas, este bello libro de
seor Pacheco, en cambio, es preciso leerlo
en plena posesin del espritu: he pensado
en una condicin, no en una sugerencia. Es
un libro de grandes signos de interrogacin,
como los libros de memorias: espejos de s
mismos en los cuales se reflejan los colores
luminosamente, esos increbles colores de to-
da una vida. Pero el Hilo de riadna sin
ser y siendo no obstante a la vez un libro
de memorias -se trata aqu de una especie
extraa- es la biografa intelectual de un
hombre. Unos autores, ledos y reledos, se
hacen nuevos en cada nueva lectura. Y esa
lectura recreadora es una toma de conciencia.
Al fin unas cuartillas, y un ensayo terrible-
mente profundo en los trazos sugerentes de la
letra De nuevo, entonces, hacia adelante, en
busca de otros actos. Es como un largo pere-
grinaje en el que otros hombres se arrancan
cantimploras, silenciosas miradas de confi-
dencia, y fortifican el transitar sin remordi-
mientos del viajero.
Los seis captulos de esta obra (Andr
Gide, Jean Cocteau, Paul Verlaine, Vctor
Hugo, Miguel de Montaigne, Bias Pascal),
escritos unos en Pars, otros en Costa Rica,
a lo largo de muchos aos (de 1926, 1927,
1944, 1955, 1961, 1962), permiten la contem-
placin de una historia particular transpa-
rentada en otras historias particulares, del
semblante del explorador en la caja eufnica
de su hallazgo.
Len Pacheco ha escrito libros. Ha escrito
siempre. Ha vivido entre los libros y la plu-
ma. Ha gastado muchas plumas. Desde muy
joven, como secretario, en Pars, de Gmez
Carrillo, o durante otros momentos en que ha
participado de la amistad de 'Cocteau, de Ca-
mus, de Saint-Exupery, de Malraux, o de Al-
fonso Reyes en Amrica, ha escrito. Escribe
hoy. Cuartillas ms cuartillas. Colaborador
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incansable en importantes revistas. Es Len
Pacheco -la afirmacin se desliza por s
sola- el autntico escritor.
Pero este libro penetrante, escrito
sobre
otros
escrito sin pretensin de unidad, reco-
ge sorpresivamente una visin total, casi in-
tuitiva y providencial, de s mismo. El
Hilo
de Ariadna
no es un ttulo a manera de velo,
de ornamento. Len Pacheco no es de esos
escritores aglutinantes
y
abigarrados que tam-
bin andan sueltos por el mundo. El hilo,
robado a la mitologa, ni siquiera denota
influencia heideggeriana. Al contrario: es el
camino invencible
y
misterioso de sus secre-
tos, el sueo de su vida, ese sueo lcido y
profundo de sus propias inquietudes que a
travs de la inalienable temporalidad va hen-
diendo en mrmol los instantes del martillo
y del cincel. El hilo que orienta la obra,
adems de manifestarse bajo la forma de ca-
lendario, dirige el gusto insuperable y afa-
noso de la recreacin. Andr Gide es el de-
monio de la inquietud: para Andr Gide no
existe ninguna obra definitiva ni ninguna in-
teligencia suficientemente alerta, ni ningu-
na experiencia humana que justifique, con
plenitud y claridad, la existencia del bien y
el mal, suprema obsesin del espritu (pg.
23). Y, si Gide es el demonio de la inquie-
tud, Paul Verlaine es el poeta maldito, Mon-
taigne el filsofo de la soledad, el ltimo
de los pensadores antiguos y el primer fil-
sofo de los tiempos modernos (pg. 120),
o BIas Pascal un mstico rebelde, sorpresivo,
que no es ni razn pura ni emocin pura, sino
Ia angustia misma en carne viva, que gime
en un estilo nico por su claridad nerviosa
(pg. 173), o Cocteau, un ngel cubista que
refleja en excitaciones picassianas el ritmo del
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verso francs, o Vctor Hugo, sombra seo-
rial,el mayor lrico de Francia, que repre-
senta la leyenda de su patria... Cada uno
de esos hombres, tomado en su implacable
humanidad, cobra vida en la pluma elegante,
tranquilamente dibujada, de Len Pacheco.
No estamos, pues, ante una simple revisin
de cronista. Al seor Pacheco no le gustan
las crnicas. Toma los secretos en su pureza
natural, los esboza sigilosamente, y, ya ela-
borada, nos da una historia en una edicin
perfecta, sin erratas, en perpetua palpitacin.
Lo que seduce de Len Pacheco, en esta
obra, es su poder de mostramos al Hombre.
El Hombre es lo que uno busca, y Len Pa-
checo desvela la vivencia humana en sus pa-
labras. Es claro: se ha estudiado a s mismo
a travs de esos otros hombres.
Len Pacheco
nacio
en 1900. Escuela
Primaria y Secundaria en Costa Rica. Viaj
a Europa en 1919, y se radic en Pars.
Estudi en la Facultad de Letras de la Sor-
bona. En 1932 regres a Costa Rica. Profe-
sor de Esttica en la Facultad de Bellas Artes
de la Universidad. Profesor tambin en la
Facultad de Filosofa y Letras, en las ctedras
de Literaturas Hispanoamericanas y France-
sa. En 1955, Embajador de Costa Rica en
Francia. Hoyes miembro de la Academia
Costarricense de la Lengua, correspondiente
de la Real Academia Espaola de la Lengua.
Ya jubilado, es Profesor Honorario de la
Facultad de Ciencias y Letras.
Rafael Angel Herra
AGUILAR MACHADO, ALEJANDRO,
Voz En M
San Jos, 1963.
El Profesor Alejandro Aguilar Machado
ha reunido en un tomo, titulado SU VOZ
EN MI (LA INMORTALIDAD Y OTROS
ENSAYOS), una nueva coleccin de los es-
critos de tono cientfico y filosfico que ha
venido publicando en los ltimos aos en
la prensa. Es sta la tercera de esas recopila-
ciones, y la de mayor volumen.
vivencia personal -que tanto ha preocupado
al auto? e n pocas recientes- se reitera.
Los tres primeros ensayos tienen un ca-
rcter netamente divulgativo. La Inmortali-
dad es un prolijo estudio de lo. que pensa-
dores y filsofos, desde la antigedad hasta
nuestros das, han escrito sobre el tema; to-
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la tesis del ensayo podra ser: tantos grandes
genios no pueden haber estado equivocados.
El segundo, La Nueva Sicologa tiene
el mismo sentido divulgativo del anterior,
y
explica la progresiva espiritualizacin de la
sicologa a la luz de recientes hallazgos
y
teoras.
La Realidad del Alma narra ciertos
x
perimentos --realizados a nivel universitario
en Estados Unidos, Francia y Argentina- so-
bre percepcin extrasensorial y otras activida-
des relacionadas con ella. Estos tres ensayos,
como dijimos arriba, son esencialmente infor-
mativos.
Los dos ensayos restantes tienen otro ca-
rcter: son expresiones personales del autor,
y por ello su inters rebasa lo puramente in-
formativo. Ya el Profesor Aguilar Machado
no explica a los lectores lo que ocurre en
nuestros das en determinados campos de la
investigacin y de la cultura, sino que habla
l mismo.
Pero estos dos ensayos de filosofa perso-
nal son consecuencia de
los
tres anteriores. Es
como si estos tres iniciales constituyeron la
base de los que siguen.
Se titulan la Leccin del Dolor y Con-
ceptos de la Felicidad . Ambos -principal-
mente el primero- son ricos en experiencia
y en sabidura. El primero pareciera resumir
con superior serenidad, toda la experiencia vi-
tal del autor, que la entrega a los lectores
como consuelo
y
-tal vez sin proponrse-
1
como norma tambin. Ambos son de ele-
vado y contemplativo pensamiento. En el pri-
mero, sobre el dolor, el autor rechaza la
clsica tesis estoica, e igualmente el enfoque
existencialista. El dolor -parece concIuir-
es una experiencia formativa y un impulso
hacia la creacin, que es la forma superior
de la auto-realizacin.
Este breve ensayo -bien complementado
por el que le sigue sobre la felicidad- bien
vale el libro.
Alberto F. Caas
LASCARIS
c .
CONSTANTINO, Desarrollo de las Ideas Filosficas en Costa llica
San Jos, Editorial Costa Rica, 1965,
pp.
623.
De lectura obligada para todo el que en
adelante quiera emprender un estudio sobre
cualquier aspecto de la vida intelectual, social,
o poltica de C. R., este libro est destinado
a convertirse en obra clsica sobre el tema.
En todo caso, por el asunto tratado, por la
extensin y la profundidad, resulta ser nica.
Llama la atencin la extensa bibliografa
que se aade en cada captulo y en cada aparte
del libro. Desde este punto de vista consti-
tuye una ayuda inapreciable para el investi-
gador.
Como el ttulo lo indica, presenta la his-
toria del desarrollo de las ideas filosficas
en C. R. Resulta explicable que no sea es-
trictamente una obra de historia de la filo-
sofa sino ms bien una historia de la vida
intelectual que, poco a poco, se concreta en
vida filosfica, en e sentido tcnico de tr-
mino Filosofa.
La importancia del tema, con relacin a la
evolucin cultural del pas, -se comprende a
la vida social. Una historia del quehacer inte-
lectual
de Costa Rica refleja por lo tanto,
mucho ms de lo que podra esperarse.
Comienza el desarrollo con un panorama
de la provincia de Costa Rica hasta e ao
1800. Si no de Filosofa -dice Lscaris-
tampoco de nivel cultural podemos hablar en
esta poca (p. 18).
Sin embargo presenta una excepcin a es-
te panorama: la figura de Jos Antonio Lien-
do y Goicoechea, franciscano costarricense que
fue profesor de Teologa, Filosofa, Fsica y
Matemticas en la Universidad de San Carlos
de Guatemala.
Lleva adelante la caracterizacin general
hasta la primera mitad del siglo XIX en la
que destaca a Florencio del Castillo para
entrar al anlisis de la vida intelectual de la
Costa Rica independiente, en el aparte titu-
lado De la Independencia a la Soberana':
(1821-1848). Se refiere de Il?-anera especial
a la Casa de Enseanza Pblica fundada por
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e decreto de fundacin de la Universidad es
e acontecimiento cultural decisivo que marca
una nueva etapa en la vida de pas, ms im-
portante que la declaracin de soberana mis-
ma, que en 1-848 no hizo ms que ratificar
una situacin de hecho y que era eco de la
declaracin de soberana de Guatemala.
Presenta toda esta poca como el afianza-
miento de principios ilustrados y liberales.
Hace resaltar, especialmente, la figura de
primer profesor de Filosofa, e Bachiller
Rafael Francisco Osejo, republicano, que fren-
te a la clase alta sostuvo que e Gobierno
deba prevenir de eleccin del pueblo (p.
56). Gracias a l, segn el autor, un peri-
dico guatemalteco habl en la poca del es-
pritu verdaderamente filosfico que dirige
las reformas e instituciones de Costa Rica.
Frente a Osejo destaca a Jos Santos Lom-
bardo y como el principal liberal del perodo,
a Vctor de la Guardia. Concluye con un es-
tudio sobre Jos Toribio Argello que ocup
la Ctedra de Filosofa de la Casa de Ense-
anza y propuso un plan para reformada.
Los temas sealados ocupan las dos prime-
ras partes del libro. La tercera: Costa Rica
en la Segunda mitad de Siglo XIX comien-
za tambin con una caracterizacin general
que lleva, en este caso, hasta el ao 1902.
Es el momento d la estructuracin del Es-
tado . Comq consecuencia de aislamiento
surge la necesidad de fortalecer la cosa p-
blica, que deviene en un proceso hbrido de
centralismo y liberalismo. El primero de ori-
gen constitucional por imitacin de la Cons-
titucin Norteamericana y el segundo por
reaccin al regalismo y confesionalismo de
Estado de la Colonia. Las dos orientaciones
convergentes y contradictorias desembocan, se-
gn e autor, en la real imitacin del estatis-
mo liberal francs, realizado en gran parte
a finales de siglo. A travs de las relaciones
jurdicas de la Iglesia y e Estado, fruto de
las tensiones ideolgicas, y de la actitud del
Estado respecto a la enseanza, se va mos-
trando el proceso aludido. Parte importante
de esta tarea la cumple e autor analizando la
evolucin constitucional del pas, sin descui-
dar otros aspectos de su evolucin jurdica.
Debido a que los estudios de Filosofa,
sin tener todava un nivel propiamente uni-
versitario, se intensifican en la segunda mitad
del siglo, les dedica un aparte de indudable
importancia, que resulta en definitiva un an-
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estudio de la Universidad de Santo Toms.
Hace ver que los hechos nos muestran el
cruce, violento, de dos procesos distintos: el
intento de desarrollo de la Universidad, y la
poderosa aparicin desde mediados de siglo
de una clase media que requiere una ensean-
za media no satisfecha por la Universidad
(p. 90). Esta situacin culmina con la su-
presin de la Universidad.
La relacin histrica de la Universidad
va desde la Casa de Enseanza Pblica hasta
las dificultades, de consecuencias fatales pa-
ra la cultura del pas (p. 102), que tuvo
sta con e Gobierno poco antes de su clau-
sura. Se completa el estudio con referencias
sobre los grados que otorgaba, las Ctedras
Departamentales que, a imitacin del rgimen
francs, se impusieron, para concluir con una
exposicin de la enseanza de la Filosofa en
los Institutos Secundarios y en el Seminario.
Si se hubiera mantenido una Facultad de Fi-
losofa con la misin de preparar profesores
para la enseanza secundaria, es posible se-
gn el autor que se habran superado 'muchos
de los problemas de la educacin costarricen-
se: en todo caso, como lo seala en los lti-
mos captulos del libro, la ausencia de Uni-
versidad que fue vivida como dolorosa para
todos intelectuales de prestigio de pas (p.
579), result funesta para los estudios de Fi-
losofa y permiti que el pas desaprovechara
la mayor parte de la energa mental de mu-
chos de sus intelectuales.
El resto de la tercera parte lo dedica a
exponer el pensamiento de las principales fi-
guras de la primera mitad del siglo, con
arreglo a una clasificacin en cuatro corrien-
tes: Liberales Ilustrados (Nazario Toledo,
Nicols Gallegos, Bruno Carranza y Lorenzo
M ontfar ] ; Doctrinarios Catlicos (Domingo
Rivas, Bernardo Augusto Thiel y Juan de
Dios Trejos}; Positivistas (Mximo Jerez,
Mauro Fernndez,Antonio Zambrana y Jos
Torres Bonet); Krausistas (Valeriano
Fernn
dez Ferraz, Juan Fernndez Ferraz, Jos 11a.
Cspedes y Salvador Jimnez). Desde la pers-
pectiva histrica generalizada en Costa Rica
resultan novedosas por la importancia que les
confiere el autor, las figuras de Mximo Je-
rez y Bruno Carranza y de Vctor de la Guar-
dia en la primera mitad del siglo.
Con relacin al liberalismo afirma Ls
caris: Desde el momento de la Independen-
cia, el liberalismo se hace atmsfera general
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trinarios' Rivas, Thiel y Juan de Dios Tre-
jos, todos los intelectuales adoptan en el XIX
una tesis liberal, y los polticos, todos incluso
el General Guardia, mantienen una actitud
liberal . Por otra parte, es de sealar una
duplicidad en la interpretacin periodstica
del liberalismo. En cuanto ambiente general,
pasa por liberalismo el espontneo individua-
lismo costarricense, en frecuente friccin con
el intento de los liberales intelectuales de for-
talecer un Estado casi inexistente. Por ello,
en general, es la actitud del liberalismo fran-
cs, estatista, la que domina a lo largo del
XIX como aspiracin (p. 125). En la ex-
posicin de los autores debemos subrayar la
importancia de los estudios dedicados a Jos
Mara Castro Madriz, que tiene para Costa
Rica la importancia de haber influido en la
estructura del Estado configurndolo en sen-
tido moderno (p. 134), y a Lorenzo Mon-
tfar, figura arquetpica que encarn en Cen-
tro Amrica al liberal aconfesional. Dice, del
primero, que dos decisiones singulares lo pre-
sentan como iniciador de una nueva poca:
la fundacin de la Universidad (1843)
la
declaracin de la soberana del Estado ....
(1848) .
Bajo el trmino doctrinaros catlicos
clasifica a los pensadores que escribieron mo-
vidos por causas confesionales sin que, en
rigor, pueda calificarse de escolstico ni en
Teologa, ni en Filosofa a ningn pensador
costarricense del siglo XIX. De muy baja
formacin a principios de siglo, en sus pos-
trimeras el Clero consigue que el privilegio
con algunas figuras destacadas que se abocan
al problema de la competencia de jurisdiccin
con el Estado. Surge as un conflicto, que se
recoge en el libro a travs de la exposicin
de los autores de todas las corrientes doctri-
nales, y de las observaciones generales que se
hacen. Logra ofrecer una interesante infor-
macin, sobre las tensiones entre la Iglesia y
el Estado, que culminan en el ao 84, con
las reformas liberales y la expulsin del Obis-
po Thiel, vistas sobre su trasfondo doctrinal.
No se omite tampoco la referencia cuidadosa
al Partido Unin Catlica y la notable orien-
tacin de carcter socialista que apunta en
algunos escritos de Monseor Thiel.
Refirindose al positivismo seala que
quiz sea Costa Rica el nico pas del con-
tinente en el que la entrada de positivismo
no implic cambios, siendo sin embargo ms
tut de Tracy haba preparado el ambiente, y
el empirismo prctico del costarricense vena
siendo ya, en cierta manera, pre-positivista
(p. 173). Destaca la influencia de Mximo
Jerez, su predicador en Costa Rica, del que
da una visin diferente de la que comn-
mente se tiene. Hace resaltar, tambin, las
enseanzas de profesores de materias cien-
tficas, que lograron la divulgacin del posi-
tivismo como maduracin de un espritu de
investigacin cientfica o enlazado con el ma-
terialismo. A pesar de que por esto no en-
contramos casi doctrinarios positivistas, casi
todos los intelectuales del pas, desde el 1870,
lo fueron bsicamente (pp. 173-174). Esto
constituye el hecho ms importante de fin de
siglo.
De Mauro Fernndez dice: En conjunto,
su obra fue constructiva. Y en lo que fall
sta, puede apreciarse que la responsabilidad
fue general, como en el caso de la Univer-
sidad, o de la mayor parte de los continua-
dores, que no tuvieron empuje ni altura
p 189).
Son de especial mrito Ias+pginas dedi-
cadas a Antonio Zarnbrana, figura de notable
influencia en tierra costarricense.
Ya desde el anlisis de la educacin que
hace el autor al hablar de los estudios de
Filosofa en la segunda mitad del siglo, haba
comenzado a referirse al krausismo y a la
influencia de sus principales exponentes en
la vida costarricense: los hermanos Fernndez
Ferraz. Esa influencia se muestra de manera
especial en los planes de estudio, Al no
haber una tradicin escolstica, ni siquiera
unos 'hbitos' pedaggicos generalizados, el
krausismo por obra de los Fernndez Ferraz,
en su aspecto pedaggico, ser e basamento
de la naciente enseanza media costarricense
(p. 205). Por otra parte, gracias a ellos la
Metafsica krausista se transfundir en Costa
Rica en forma de racionalismo con sentido
religioso, pero aconfesional (p. 205).
De don Valeriano, el prototipo del sabio
para los costarricenses, afirma: escribi mu-
cho, en todas circunstancias, No se preocup
de recogerlo, ni busc resonancia fuera del
pas, Por ello, casi no es conocido fuera de
Costa Rica; sin embargo, juzgando por la en-
jundia de sus escritos, su talla doctrinal la
considero superior, por buscar un trmino de
comparacin, a Giner de los Ros,
que
jug
en Espaa un papel equivalente (p. 208).
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cualquier otro autor de los que estudia del
siglo XIX. Junto con su hermano, segn se
colige del libro, encarna un grado ms en la
madurez intelectual costarricense.
La cuarta' parte del libro, Costa Rica en
e Siglo XX vara la forma del enfoque. El
encuentro con la filosofa hace al autor aban-
donar el desarrollo histrico para enfrentamos
de manera directa con las distintas corrientes
que florecen en el pas. En rigor, en las
primeras partes del libro no se sigue un es-
tricto sistema de exposicin histrica, pero
se guarda siempre el orden en las influencias
que se suceden y, muchas veces, se sigue un
desarrollo con fundamento en la evolucin
histrica, sobre todo en lo que respecta a las
relaciones de la Iglesia y el Estado.
La clasificacin general la hace con fun-
damento en el especial inters de los autores
por un campo determinado de la Filosofa.
Cuando son del caso, hace otras especificacio-
nes con arreglo a la postura filosfica del
autor estudiado. As encontramos un impor-
tante captulo destinado a las ideas polticas,
donde se incluyen apartes para el Anarquis-
mo, e Liberalismo, SociaJcristianismo, Social-
estatismo, Solidarismo y Marxismo.
La introduccin con que inicia el captulo,
notable por la agudeza de las observaciones y
la capacidad de sntesis, que muestra el au-
tor, esboza ~9n acertados rasgos la Costa Rica
del trnsito de siglo y de los tiempos ms
recientes: Un Estado con estructura bien de-
finida, de corte liberal, con una colectividad
COnconciencia cvica madura y una propiedad
rstica muy repartida. Con relacin a la de-
cadencia intelectual de Costa Rica en la pri-
mera mitad del Siglo XX dice el autor:
sin embargo, hay que tener en cuenta un
hecho, que no suele ser valorado suficiente-
mente. Durante el perodo que va de 1888
a
1941
los hombres que llevan e peso del
pas son, de manera aplastante, o antiguos
alumnos de la Universidad de Santo Toms,
o de la Escuela de Derecho que subsiste to-
dos estos aos. Y es precisamente la lenta
disminucin de los antiguos universitarios la
que hace que el tono intelectual, en muchos
aspectos, disminuya. El vaco provocado con
el cierre de la Universidad- se hace patente
de manera grave desde 1920 pues se desa-
rrolla de manera vertiginosa e empirisrno
en casi todas las profesiones (p.
239 .
El panorama se completa con un breve
141
cense en e Siglo XX, vista a travs de sus
constituciones y otros documentos jurdicos.
Viene siendo la continuacin del estudio que
sobre el mismo tema en el siglo XIX, pre-
senta al comienzo del captulo III.
Los aos
1940 1941
se suelen sealar
como paso a una nueva poca. Yo considero
fundamental el 1941 en que se abre la Uni-
versidad Nacional como hito. Podr parecer
exagerado dar una tal importancia a un he-
cho cultural, pero en la historia de Costa
Rica los hechos culturales son los nicos sig-
nificantes (pp.
237-238 .
Dentro del captulo sobre e anarquismo,
con el que se inicia el tema de la Filosofa
Poltica, destaca la influencia de Masferrer
desde el siglo XIX quien, junto con Zam-
brana, dio a conocer el movimiento en el
pas. Por el pacifismo de los costarricenses et
anarquismo se desarrolla dentro de la lnea
de Tolstoy, e cual, aparte de Unamuno, es
el escritor que ms ha influido en Costa
Rica (p. 251 . Encaj esta corriente en el
individualismo costarricense y represent, se-
gn Lscaris, la reaccin anticentralista fren-
te a los liberales, que buscaban el fortaleci-
miento de Estado. Adems de Masferrer, que
fund en
1885
el Diario de Costa Rica,
dedica varias pginas a Elas Jimnez, a Gar-
da Monge, el costarricense de mayor presti-
gio continental durante toda la primera mitad
del siglo XX, y a Omar Dengo, verdadero
creador de la 'mstica del magisterio' costa.
rricense que suele atribuirse a Mauro Fer-
nndez
p
226).
Dentro del liberalismo, en el siglo XX, se
ocupa de Ricardo Jimnez, figura seera de
la Costa Rica liberal patriarcalista que, aun-
que no fue propiamente un pensador original,
s fue un expositor original del liberalismo
poltico (p. 269); de Cleto Gonzlez Vi-
quez, liberal de base positivista, prototipo de
la ltima generacin de abogados de la Uni-
versidad de Santo. Toms, que, junto con Ri-
cardo Jimnez, incardina medio siglo de la
poltica costarricense. A la par de ellos ana-
liza las figuras de Juan Trejos, Hernn G.
Peralta y Norberto Castro.
El socialcristianismo es encabezado por
Jorge Volio, la biografa ms apasionante
de Centro Amrica (p. 293 discpulo de
Mercier, que inici el reformismo social.
Dentro de la misma lnea social-cristiana pre-
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dente Caldern Guardia, en cuya administra-
cin se promulgaron las leyes sociales.
Bajo el ttulo de social estatismo, aunque
de hecho, segn advertencia del autor, en Cos-
ta Rica no suele utilizarse esta palabra para
denominar esa corriente de pensamiento pol-
tico-econmico, agrupa a aquellos intelectua-
les que tienen, como caracterstica ms impor-
tante, la de considerar necesaria la planifica-
cin de la economa desde el Estado. Afir-
man tambin la funcin social de la propie-
dad privada, en lo que no se distinguen de
los reformistas, los social-cristianos y los mar-
xistas. Interesantes resultan, por la vigencia
que an tienen en la vida nacional, los estu-
dios dedicados a Figueres y a Alfonso Carro y
digno de mencin el dedicado a Rodriga Fa-
cio, Rector por varios aos que entreg su
vida a la maduracin de la Universidad Na-
cional, la cual le debe su Ciudad Universita-
ria y la realizacin de la Reforma de 1957
(p. 323).
Sigue, a continuacin del social estatismo
la exposicin del solidarismo, doctrina pol-
tico-econmica que propugna la capitalizacin
universal, y de Alberto Martn, su fundador
y principal difusor. Concluye la exposicin
de la Filosofa Poltica con Un anlisis del
marxismo y de su representante ms desta-
cado, Manuel Mora, quien, para Lscaris, da
ms la impresin de un intelectual que de un
poltico (p. 341).
Rene bajo el ttulo Filosofa General
a aquellos pensadores que en sus escritos han
tratado en conjunto, o por etapas, los distin-
tos campos de la Filosofa. No los clasifica
por escuelas o tendencias, con la sola excep-
cin de los neoescolsticos entre los que in-
cluye a Claudio 'Mara Volio, al mismo Jorge
Volio y a Ligia Berrera.
El primer pensador de que nos habla, en
esta parte del libro dedicada a la Filosofa
General, es Roberto Brenes Mesn, El cere-
bro ms poderoso y el escritor de mayor ea-
Iidad
como prosista y como poeta, que ha
producido Costa Rica, y, sin duda, una de las
figuras seeras del Continente (p. 350). Se-
gn el autor, Brenes Mesn significa la plena
vigencia del siglo XX, no ya como aspira-
cin o eco, sino como creacin. Su estudio
lo inicia con una de las afirmaciones que ms
han lamado la atencin: Rafael Osejo, Jos
Mara Castro y Roberto Brenes Mesn han si-
Nos presenta un autor que, despus de
superar el positivismo de tipo materialista,
pasa a ser, por sus vivencias ante la natura-
leza y por su actitud filosfica, un pagano.
Este paganismo es platnico. Platnico more
'Banquete', con bastante de aplneo y mucho
de dionisaco. Pleno de exaltacin intelectual,
y
latiendo siempre un filantropismo exigente.
Todo ello, inmerso en un espiritualismo pco-
fundo (p. 355).
Moiss Vincenzi es hasta hoy, segn el
autor, juzgando el conjunto de su obra impre-
sa, e filsofo ms maduro, completo y ori-
ginal que ha producido Centro Amrica (p_
362). El examen que nos presenta de su pen-
samiento es completo y logra reflejar de ma-
nera plena la personalidad y el pensamiento
de este distinguido escritor y pensador costa-
rricense. Lo mismo podemos decir de las
pginas dedicadas a Abelardo Bonilla quien
encarna la presencia en la poltica nacional
de la figura intelectual (p. 379).
La personalidad de Alexander F. Skutch,
un norteamericano que vive retirado, hace ms
de treinta aos, en e Valle
d
El General,
al extremo sur del pas, resulta sorprendente.
Conocido por su obra cientfica, en e campo
de la Ornitologa, se nos revela en el libro
de Lscaris como poseedor de una profunda
sensibilidad filosfica. Incluye, el libro, un
artculo de este autor, titulado La Filosofa
de la lealtad csmica, que resume su pensa-
miento.
En el aparte destinado a analizar la vigo-
rosa figura intelectual de Teodoro Olarte, re-
sulta notable el resumen de su pensamiento
que nos presenta en once puntos y que confir-
man la afirmacin hecha por. el autor de que
posee una mente rigurosamente metafsica
(p. 400). Concluye el captulo destinado a
la Filosofa General, analizando a Claudio
Gutirrez, el pensador costarricense que ofre-
ce la paradoja de ser un marce iano logicista .
p
408).
Varias veces, desde la introduccin del
libro, el autor hace nfasis en la caracterstica
del pueblo costarricense de tener un sentido
colectivo social y no histrico, consecuencia,
segn Lscaris, de la paz que ha vivido siem-
pre el pas. Costa Rica es un pas sin histo-
ria, -dice el autor- lo que ha hecho que
no se manifieste una problemtica filosfica
de la historia. En su lugar, se aprecia un
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rios de los ms distinguidos intelectuales cos-
tarricenses: Rmulo Tovar, Mario Sancho,
Enrique Macaya, Alejandro Aguilar Machado
l' Luis Barahona, Despus de estudiados,
concluye el captulo con una resea de las
publicaciones que, sobre sociologa costarri-
cense, se han hecho, donde se refiere no a la
sociologa cientfica, pues por cientfica no
es filosofa , sino a los ensayos de caractero-
loga nacional.
La Etica es para Lscaris la disciplina
filosfica menos representada en la filosofa
costarricense. En el siglo XIX, salvo las Lec-
ciones de tica de Gallegos, no ha encon-
trado nada ms propiamente doctrinal; en el
XX aparecen publicaciones sobre temas de
moral profesional y seala como de impor-
tancia los nombres de Claudio Gonzlez Ru-
cavado, Moiss Vincenzi, A. Skutch, Pablo
Luros y Vctor Brenes, catedrtico de Etica
en la Universidad al que destaca de manera
principal.
A pesar de que, dentro de la esttica ni-
camente estudia a Rogelio Sotela, Max ji-
mnez, Rafael Estrada, Francisco Amighetti,
Alfredo Cardona y Ricardo Ulloa, debemos
sealar, como el autor mismo lo advierte, que
en captulos anteriores ha analizado la obra
de escritores de Esttica y Filosofa del Arte.
Tal es el caso de Zambrana, Brenes Mesn,
Abelardo Bqnilla, Vincenzi y Enrique Macaya.
Junto al captulo de la Esttica aparece
otro titulado La Filosofa Potica . Por Fi-
losofa potica el autor entiende, la expre-
sin de una concepcin de mundo, de ndole
intuitiva aunque abstracta. En lugar de desa-
rrollarse mediante e pensamiento discursivo,
plasma intuiciones esenciales mediante un
lenguaje bello . La mayor parte del captulo
es dedicada a Fernando Centeno Gell, que
corresponde a una actitud esencialista des-
criptiva, pero ceida a la existencia humana
(p. 481). Al terminar, aparece un pequeo
estudio sobre Manuel Picado.
Los captulos que siguen, Teora de la
Ciencia Filosofa de Derecho Psicolo-
ga , Filosofa de la Educacin, no difieren
en lo que al sistema de exposicin y la cali-
dad se refiere. Es indudable sin embargo que
no se encuentran aqu tantas figuras brillan-
tes como en los anteriores. La parte destina-
da a Teora de la Ciencia comienza con una
exposicin de la situacin general, que se en-
143
las figuras de Clodomiro Picado, Luis Gon-
zlez y Antonio Balli para concluir refirin-
dose al prestigioso pensador espaol Roberto
Saumells, que ha tenido una fecunda labor de
docencia y de especulacin en Costa Rica. En
lo que a la Filosofa del Derecho respecta el
panorama general llega a constituir una histo-
ria de la ctedra .de esa disciplina desde la
Universidad de Santo Toms en adelante y
.ahonda incluso en algunos aspectos del en-
foque y el concepto de derecho que se ha
tenido en la Facultad correspondiente. Al ter-
minar se muestran aspectos doctrinales intere-
santes de la legislacin costarricense en lo
relativo a la pena de muerte y su supresin
y al rgimen penal. El autor ms extensa-
mente tratado es Carlos Jos Gutirrez, pri-
mer profesor de la Ctedra de Filosofa del
Derecho que se ha dedicado de manera con-
tinuada a esta disciplina.
La Psicologa en Costa Rica ofrece, para
el autor, la paradoja de ir perdiendo calidad
docente precisamente a medida que gana en
nivel de investigacin (p. 541).
La introduccin al captulo se polariza
fundamentalmente en una historia de su ense-
anza vista desde los principales nombres de
los profesores de la materia. Agrega tambin,
una lista de los textos de Psicologa que se
han publicado. El resto de estudio gira en
torno a los nombres de Francisco Cordero
Quirs, Juan Trejos, Mariano Coronado y Li-
lia Ramos, para concluir con una referencia
a la Psicologa en la Universidad.
El ltimo grupo de pensadores costarri-
censes que se presenta como tal es el de los
que se han preocupado por la Filosofa de la
Educacin. La situacin general en gran par-
te reitera hechos antes afirmados y cita ideas
y nombres conocidos ya para el lector. Se
destaca de una manera especial a Luis Felipe
Gonzlez, autor de los mejores estudios de
historia educativa y se completa e panora-
ma con las figuras de. Emma Gamboa e Isaac
Felipe Azofeifa.
La ltima parte del libro es consagrada
a los estudios de Filosofa. Sucesivamente se
nos habla de la enseanza de la Filosofa en
la primera parte del siglo XX hasta 1941,
de la Universidad de Costa Rica en su tra-
yectoria hasta la actualidad. Concede atencin
especial a la Facultad de Filosofa y Letras
que funcion desde 1941 a 1956 y al Depar-
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Letras. La ltima parte del captulo la dedica
a la Ctedra de Filosofa del Departamento
de Estudios Generales, a los estudios de Filo-
sofa en el Seminario Central y en la Ense-
anza Media y Normal. Termina el libro con
una referencia a la vida filosfica de Costa
Rica en la actualidad.
De todo este ltimo captulo es quiz la
parte de ms inters la que encabeza el estu-
dio sobre la Universidad y que titula La au-
sencia de Universidad (1888-1941). El
asunto tratado aparece muchas veces en el
transcurso de esta obra al tratar distintos pen-
sadores y en las referencias generales. Preci-
samente por ser una de las tesis fundamen-
tales del libro la de la importancia funda-
mental de los acontecimientos culturales y la
vida intelectual en el pas, el autor concede
en todo momento una importancia preponde-
rante a la Universidad. Su presencia y su
ausencia constituyen, por lo tanto, factores de-
cisivos en la historia de este pequeo pas,
que comenz siendo un conjunto de clanes
insolidarios, formados por montaeses de pas
lluvioso.
La obra resulta de una envergadura insos-
pechable y el emprenderla, antes de demos-
trado con los hechos, pareca imposible. Su
aparicin ha sido calificada por Alberto Ca-
as como el acontecimiento editorial ms im-
portante de este ao en Costa Rica. Noso-
tros nos atrevemos a calificada del aconteci-
miento cultural ms importante de los ltimos
tiempos, pues representa un avance inapre-
ciable en la toma de conciencia del costa-
rricense sobre su propia cultura y sobre su
propia reflexin, hecha, paradjicamente, por
alguien que ha llegado de fuera. Si el pen-
samiento costarricense que descubre el autor
no resulta absolutamente original y si parece
-usando la frase de Alfredo Cardoa Pea-
que los costarricenses hemos barajado todas
las ideas ajenas, sin atrevemos a plantear las
propias, esto se debe fundamentalmente a
que las ideas, la filosofa, no tienen naciona-
lidad.
Indiscutible resulta, porque el libro lo
demuestra, que s hay rasgos propios en la
manera de barajar esas ideas de otros, y que
la preocupacin intelectual en el pas en con-
junto es de un ascenso continuado que nos
hace esperar mucho en el futuro.
Para el extranjero, esta obra representa
una fuente de informacin excelente. Al lector
nacional, aparte de ayudarle en el conoci-
miento de lo que los costarricenses hemos
sido y somos, le plantea la necesidad de ana-
lizar la historia intelectual de Gasta Rica con
base en investigaciones serias como se ha he-
cho en. este libro. No bastar en adelante el
simple opinar por opinar, pues Lscaris, con-
tinuando la labor de costarricenses estudio-
sos, ha marcado en este sentido una ruta que
en adelante no se puede torcer.
Francisco Antonio Pacheco