Boletín Alfonso Caso, núm. 28

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1ra. Época. Enero - Abril 2016. Núm. 28 28 EDITORIAL http://biblio.unam.mx/iia Correo: [email protected] Teléfono: 5622-9653 Índice • Editorial Artículo - Conferencia sobre la Tumba 7 de Monte Albán, por Alfonso Caso. • Efemérides - Ignacio Bernal, Mary N. Leakey, Juan José Rendón, Carlos Incháus- tegui. • Noticias - Premios a Yolanda Lastra y Linda Manzanilla. • Ex-Libris - Alfonso Caso LA ARQUEOLOGÍA DE DON ALFONSO CASO Dr. Bernd Fahmel Beyer Instituto de Investigaciones Antropológicas Con frecuencia se habla de los arqueó- logos en función de los hallazgos que realizan en el campo, aunque hay casos en los cuales se les valora de una manera diferente. Uno de ellos es el Dr. Alfon- so Caso Andrade, cuyo prestigio y recia personalidad llegaron a opacar el extenso curriculum que acumuló a través de sus estudios y trabajos profesionales. Nacido en la Ciudad de México el 1 de febrero de 1896, estudió jurisprudencia, filosofía y arqueología en la Universidad Nacional de México. En el año de 1928, siendo Director de la Revista Mexicana de Estudios Históricos, fue contratado por la Secretaría de Educación Pública para explorar, ex- cavar y conservar las ruinas arqueológicas de Monte Albán, en el estado de Oaxaca. 1 Mientras cumplía con este encargo, sus actividades lo llevaron a numero- sas sedes académicas, desempeñándose además como profesor de arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras entre 1929 y 1943. De 1933 a 1934 fue Di- rector del Museo Nacional, y de 1939 a 1944 Direc- tor del Museo Nacional de Antropología e Historia. Posteriormente dirigió las actividades del Instituto Nacional Indigenista, para ocuparse finalmente de los códices precolombinos de Oaxaca. 1. Alfonso Caso: Proyecto de trabajo en Monte Albán, entregado al Secretario de Educación Pública. Mecanoescrito del 1 de junio de 1931. Fondo Caso del IIA-UNAM, México. Su interés por las antigüedades zapotecas se remon- ta al año de 1927, cuando descubrió la pintura plasma- da en el dintel del acceso a la Tumba 2 de Mitla. En aquel momento la antropología mexicana empezaba a dar sus primeros pasos, apoyándose, sobre todo, en las fuentes documentales. Consciente del problema que representa la falta de información fidedigna so- bre numerosas piezas arqueológicas, procuró llevar siempre un registro detallado de las múltiples facetas que implicaba su trabajo. El análisis contextual, por su parte, le permitió trascender la mera descripción de los objetos que hallaba y estudiarlos desde la pers- pectiva de las tradiciones, los estilos y las modas que compartieron las sociedades del pasado. Cuando descubrió la Tumba 7 de Monte Albán, a principios de 1932, la estratigrafía y el contexto de los materiales recuperados le permitieron afirmar que la antigua ciudad había sido habitada por los zapotecos, y que los objetos depositados tardíamente en la tumba Dr. Alfonso Caso, Monte Albán, 1942. (Fotografía de Marion S. Holland)

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Número dedicado a Alfonso Caso, destacado arqueólogo mexicano que en 1932 descubrió la Tumba 7 del sitio arqueológico de Monte Albán en Oaxaca.

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1ra. Época. Enero - Abril 2016. Núm. 28

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EDITORIAL

http://biblio.unam.mx/iia Correo: [email protected] Teléfono: 5622-9653

Índice• Editorial• Artículo

- Conferencia sobre la Tumba 7 de Monte Albán, por Alfonso Caso.

• Efemérides- Ignacio Bernal, Mary N. Leakey, Juan José Rendón, Carlos Incháus-tegui.

• Noticias- Premios a Yolanda Lastra y Linda Manzanilla.

• Ex-Libris- Alfonso Caso

LA ARQUEOLOGÍA DEDON ALFONSO CASO

Dr. Bernd Fahmel BeyerInstituto de Investigaciones

Antropológicas

Con frecuencia se habla de los arqueó-logos en función de los hallazgos que realizan en el campo, aunque hay casos en los cuales se les valora de una manera diferente. Uno de ellos es el Dr. Alfon-so Caso Andrade, cuyo prestigio y recia personalidad llegaron a opacar el extenso curriculum que acumuló a través de sus estudios y trabajos profesionales. Nacido en la Ciudad de México el 1 de febrero de 1896, estudió jurisprudencia, filosofía y arqueología en la Universidad Nacional de México.

En el año de 1928, siendo Director de la Revista Mexicana de Estudios Históricos, fue contratado por la Secretaría de Educación Pública para explorar, ex-cavar y conservar las ruinas arqueológicas de Monte Albán, en el estado de Oaxaca.1 Mientras cumplía con este encargo, sus actividades lo llevaron a numero-sas sedes académicas, desempeñándose además como profesor de arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras entre 1929 y 1943. De 1933 a 1934 fue Di-rector del Museo Nacional, y de 1939 a 1944 Direc-tor del Museo Nacional de Antropología e Historia. Posteriormente dirigió las actividades del Instituto Nacional Indigenista, para ocuparse finalmente de los códices precolombinos de Oaxaca.

1. Alfonso Caso: Proyecto de trabajo en Monte Albán, entregado al Secretario de Educación Pública. Mecanoescrito del 1 de junio de 1931. Fondo Caso del IIA-UNAM, México.

Su interés por las antigüedades zapotecas se remon-ta al año de 1927, cuando descubrió la pintura plasma-da en el dintel del acceso a la Tumba 2 de Mitla. En aquel momento la antropología mexicana empezaba a dar sus primeros pasos, apoyándose, sobre todo, en las fuentes documentales. Consciente del problema que representa la falta de información fidedigna so-bre numerosas piezas arqueológicas, procuró llevar siempre un registro detallado de las múltiples facetas que implicaba su trabajo. El análisis contextual, por su parte, le permitió trascender la mera descripción de los objetos que hallaba y estudiarlos desde la pers-pectiva de las tradiciones, los estilos y las modas que compartieron las sociedades del pasado.

Cuando descubrió la Tumba 7 de Monte Albán, a principios de 1932, la estratigrafía y el contexto de los materiales recuperados le permitieron afirmar que la antigua ciudad había sido habitada por los zapotecos, y que los objetos depositados tardíamente en la tumba

Dr. Alfonso Caso, Monte Albán, 1942.

(Fotografía de Marion S. Holland)

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pertenecían a la cultura mixteca. Sin embargo, conta-ba con poca información adicional para dar sustento a su hipótesis. De ahí que tornara la vista a la Rela-ción Geográfica de Teozapotlan, donde se describe el arribo de dos grupos de gente serrana a los valles centrales de Oaxaca:

Porque, preguntados cómo vinieron ellos a esta provincia Zapoteca, siendo ellos mixtecos, responden que por vía de un casamiento q[ue] se hizo de una mixteca con un señor de Teozapot-lan. Vinieron más ha de trescientos años, aunque fueron pocos los que entonces vinieron; pero, po-co antes [de] q[ue] vinier[a]n los españoles, hubo otro casamiento de un señor de Yangüitlan, [que] se casó con la hermana de la mujer del señor y rey de Teozapotlan, el cual [señor de Yangüitlan] vivió en Cuilapa, porque se lo dio el señor de Teozapotlan para que allí viviesen. Entonces vi-nieron muchos más que [los que] habían venido antes.2

Para saber a cuál de los dos grupos pertenecieron los nueve cuerpos sepultados en la Tumba 7 se valió de las joyas ofrendadas con ellos, ya que por su es-tilo no podían ser muy anteriores a la conquista. Al respecto comenta que en el Códice Kingsborough, que es un manuscrito del siglo XVI, aparece que los indios de Tepetlaztoc entregaron a los españoles un collar de tortuguitas de oro exactamente igual al en-contrado en Monte Albán.3 Con base en esta obser-vación se decidió por el segundo grupo, cuya historia detectó luego en los códices mixtecos, dejando el problema de los primeros contactos entre los valles y la sierra a los futuros arqueólogos.

Más trabajo le costó hallar una explicación a la presencia del entierro mixteco en una vieja tumba de la capital zapoteca. Así, en un principio se preguntó si quizá se trataba de una familia regia a la que los zapotecos o los mexicanos sorprendieron en una em-boscada, o si tal vez fue la tumba de un gran señor muerto en la guerra.4 En una síntesis posterior señala que,

2. René Acuña, Relaciones Geográficas de Oaxaca II: 157-158, UNAM, México, 1984.3. Alfonso Caso, Las exploraciones en Monte Albán. Temporada 1931-1932, p. 32. Publicación no. 7 del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México.4. Alfonso Caso, Las exploraciones en Monte Albán. Temporada 1931-1932, pp. 31- 32. Publicación no. 7 del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México.

… [Con] el debilitamiento de las cualidades del suelo y, en consecuencia, el menor rendimiento de las cosechas, quizá también los guerreros Mixtecos que se detenían en las faldas de la Sierra ejercían una presión cada vez más enérgica para apoderarse del fértil valle zapoteca [...] nuevos hombres cultivados al contacto de las culturas del centro de México, hi-cieron irrupción en el Valle. Sus concepciones eran diferentes, su lengua y sus dioses, distintos, pero por la perfección de todo cuanto hacían [...] represen-tan la cultura más refinada de todo el continente. Eran los mixtecos que habían salvado, por fin, la ba-rrera de montañas en la que durante siglos los había contenido Monte Albán y se derramaban por el va-lle ocupando los pueblos zapotecas, destruyendo los templos de los antiguos dioses.5

Finalmente propuso que la cerámica mixteca halla-da en los alrededores de Monte Albán sólo ocurre en regiones de habla mixteca, y que su presencia en luga-res ocupados por pueblos de lengua zapoteca respon-de a invasiones posteriores, a influencias esporádicas o quizás a que fue llevada allí durante la invasión de los mexicanos, en los últimos años anteriores a la Conquista.6

Si bien el problema del arribo de los mixtecos a los valles centrales nunca fue resuelto por Alfonso Caso, sus apuntes sirven para mostrar la versatilidad de su pensamiento, misma que se vería más tarde en los informes de otras exploraciones que llevó a cabo en Oaxaca, y en sus demás contribuciones a la an-tropología mexicana. En vez de enaltecerse y realizar interpretaciones prematuras de sus hallazgos, su gran experiencia y conocimiento de las culturas mesoame-ricanas le llevaron a cuestionar la validez de los plan-teamientos y medir el alcance de sus consecuencias –fueran éstos de índole arqueológica, etnohistórica o del ramo indigenista. Sólo así se explica el inmenso valor de sus publicaciones, destacando entre ellas el compendio sobre La cerámica de Monte Albán7 y el estudio de los Reyes y Reinos de la Mixteca.8

5. Alfonso Caso, Monte Albán, la zona arqueológica de fama mundial. Mecanoescrito s.f., pp. 3-4, Fondo Caso del IIA-UNAM, México.6. Alfonso Caso, Exploraciones en Monte Albán, Oaxaca. 1930-1934. Informe mecanoscrito s.f., p.16, Fondo Caso del IIA-UNAM, México.7. Alfonso Caso, Ignacio Bernal y Jorge Acosta, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1967.8. Alfonso Caso, Fondo de Cultura Económica, México, 1977.

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III

ARTÍCULO

Con el presente boletín conmemoramos el 120 aniversario del nata-licio de don Alfonso Caso y Andrade (1896 – 1970), mismo que se cumplirá el 1° de febre-ro del año que inicia.

Entre las muchas aportaciones que hi-zo el arqueólogo Caso al conocimiento de la historia antigua de México, se encuentra el haber descubierto la Tumba 7 en enero de 1932, durante sus exploraciones en el sitio arqueológico de Mon-te Albán, Oaxaca, es decir, hace 84 años.

Impactante descubrimiento porque la tumba no había sido violada y por tanto su contenido estaba intacto, además sólo diez años antes había sido des-cubierta la de Tutankamon en Egipto por Howard Carter (1922).

Su rica ofrenda –más de 3000 objetos y joyas elaboradas en distintos materiales– arrojó impor-tante información sobre las culturas indígenas que antiguamente habitaron esa región.

Por lo antes expuesto, consideramos pertinente recordarlo a través de una de sus conferencias so-bre dicha tumba, impartida diez años después del descubrimiento, aproximadamente en 1943.

No contamos con los datos precisos del lugar y la fecha exacta en la que fue dictada, pero en el texto de la misma menciona que han pasado diez años de dicho hallazgo y la fecha coincide con su estancia como profesor huésped de la Universidad de Chicago, razones por las cuales consideramos que pudo ser leída en esa universidad.

Tanto la conferencia como las imágenes que la ilustran pertenecen al Fondo textual y fotográfico de Alfonso Caso que se encuentra resguardado en el Área de Fondos Documentales Alfonso Caso de la Biblioteca Juan Comas de este Instituto.

CONFERENCIA SOBRE LA TUMBA 7 DE MONTE ALBÁN

DR. ALFONSO CASO

No es sin un gran temor que voy a dar esta tarde una plática sobre arqueología, delante de ustedes. En primer lugar, porque como ya lo están compro-bando en estos momentos, mis conocimientos de la lengua inglesa son bastante pobres y, en segundo lugar, porque parece un poco contradictorio hablar de arqueología –que es la ciencia de las cosas vie-jas– delante de tanta juventud.

Pero afortunadamente en contra de mi primer temor, tengo la benevolencia de ustedes y hasta la disculpa de que, sin saber realmente a lo que se ex-ponía, su Presidente me ha invitado a hablarles.

Y en contra del segundo temor, tengo la presun-ción de que los jóvenes de América se interesan por el conocimiento de todo lo que ha sucedido en este continente, sea en las épocas actuales o en las épocas pasadas.

He elegido como tema para mi plática de esta tarde, el hallazgo que hace diez años realizamos en Monte Albán, Oaxaca, de una tumba en donde habían sido enterrados nueve señores, junto con los adornos que usaban en vida, adornos hechos de ma-teriales preciosos: oro, plata, jade, turquesa, ámbar, cristal de roca, etc., y espero que la aridez de mis explicaciones, sea olvidada en parte ante la vista de las maravillas que realizaran los orfebres indígenas y que voy a exhibir dentro de un momento.

En la parte sur de México, en el lugar en que las dos cordilleras que atraviesan la República, se juntan para formar el nudo que recibe el expresivo nombre de Veinte Montes, se encuentra el estado de Oaxaca, que prácticamente en toda su extensión, consiste en pequeños o grandes valles rodeados de poderosas montañas.

Es en esta región donde habitaron en tiempos antiguos, dos grandes naciones indígenas, los za-potecas que ocupaban la parte oriental del estado, incluyendo los grandes valles del centro, y los mix-tecas que ocupaban la parte occidental y los peque-ños valles que se abren entre las cordilleras.

En la entrada de la Tumba 7,

Monte Albán, 1932.

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Los zapotecas y los mixtecas fueron enemigos constantes, la historia de esos pueblos está llena con los relatos de sus luchas y sólo cuando el con-quistador blanco se presentó en escena, se hizo la paz. Zapotecas y mixtecas tuvieron entonces un amo común, a quien no convenía la lucha intes-tina.

Pero estas dos naciones indígenas, de las que seguramente muy poco habrán oído hablar, figuran entre los pueblos de cultura más alta que existieron en este continente.

Los zapotecas, grandes constructores, levanta-ron palacios inimitables; templos de enormes pro-porciones, decorados con verdaderas filigranas de piedra; tumbas que por su magnitud y por su belle-za, no tienen igual en todo el continente.

Los mixtecas en cambio realizaron obras de una perfección tal, que nos explican el asombro de los conquistadores cuando vieron las maravillas que contenían los tesoros de los caciques, y nos lega-ron en manuscritos pictóricos, las hazañas de sus dioses y las genealogías de sus reyes.

Generalmente habrán ustedes oído hablar de los aztecas y los mayas, como de aquellos indíge-nas que encontraron los conquistadores españoles al llegar al territorio de lo que actualmente es la República Mexicana, pero estas otras naciones in-dígenas, los zapotecas y los mixtecas no lograron pasar a la historia europea porque no lucharon de-nodadamente en contra del conquistador blanco. Sin embargo, su cultura tiene aspectos iguales y, en cierto grado, superiores a la cultura de los aztecas y de los mayas.

1Behold a whole mountain transformed by the hand of man. A city in which temple after tem-ple rises upon terrace after terrace, and gigantic stairways lead to buildings so enormous that they would seem to have been erected for gods rather than men. Hundreds of tombs where one may unearth anything from the humble tools and imple-ments buried with an artisan or farmer, to richest artefacts of jade or massive gold, pearls brought all the way from the Pacific Ocean, amber and jet, ro-

1. Así está en el texto original.

ck crystal that absorbed a lifetime in the polishing, or corals and conchs, covered with turquoise or ja-de mosaics. A city covering an area of 24 square miles, built on a mountain overlooking the valley or Oaxaca from a height of over thirteen hundred feet. This is Monte Albán.

If one ought to estimate the worth of a civiliza-tion by the effort of then men who worked for the archievement of its aims; if we deem that Egypt or Chaldea were great nations because of what they did and wrought, then we cannot but conclude that this Zapotec civilization, as uncovered for us by the work of excavation, was great both in concep-tion and execution.

The mountain on which Monte Alban was built was practically reconstructed by the Zapotecs, not once, but many times. After every excavation one finds, underneath the temples, reveled on the sur-face, the stuccoed walls and floors of the other and earlier constructions, and if one pursues the work of exploration still further, one is sure to find yet more ancient structures, until one gets down to the very bedrock of the mountain.

Durante largos siglos la montaña, construida y reconstruida, vio desarrollarse el poder de los za-potecas y aproximadamente en el siglo XV un nue-vo poder se presenta en el Valle de Oaxaca. Los mixtecas que hasta entonces habían sido conteni-dos en la cordillera occidental, lograron vencer la resistencia de sus otros enemigos y se dispersaron en el valle apoderándose de la Ciudad Sagrada. Los templos, los palacios, los juegos de pelota fue-ron abandonados y los mixtecas se establecieron en la parte baja de Monte Albán, y empezaron a dominar a los pueblos de los alrededores.

No es de extrañar entonces que cuando estos conquistadores quisieron enterrar a sus caciques con sus joyas y sus adornos, hayan utilizado una vieja tumba zapoteca que previamente habían vio-lado, y después de utilizar esta tumba para hacer el entierro de los nueve señores, hayan tapado la entrada con una gran piedra.

Esta tumba que descubrimos el 9 de enero de 1932, es la que se conoce con el nombre de Tumba

IV

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7 de Monte Albán, y es en la que hemos encontrado tan gran tesoro que la coloca en primer lugar entre todas las tumbas descubiertas en este continente.

Voy a relatar a ustedes cómo hicimos el ha-llazgo.

Durante los últimos días de la primera tempo-rada de exploraciones en Monte Albán, habíamos descubierto ya la situación del cementerio. Algu-nas tumbas saqueadas alrededor de la carretera que conduce de la ciudad de Oaxaca a la Plaza Mayor de Monte Albán, nos habían revelado la riqueza de este lugar. Precisamente uno de los montícu-los cercanos a la carretera estaba siendo explorado por uno de mis ayudantes, el señor Valenzuela. No parecía extraordinario por su tamaño, pero su si-tuación junto al camino nos decidió a emprender la exploración. Pronto empezamos a descubrir los muros de un antiguo templo y encontramos que en-tre el escombro formado por la caída del techo y las paredes, había una ofrenda que consistía en un co-llar de jade, unas orejeras del mismo material y un gran caracol que había sido usado como trompeta.

Ahora bien, esta ofrenda entre el escombro del templo, indicaba que en su interior se encontraba algo de excepcional calidad. Por esa razón abrimos el pozo y pronto aparecieron las grandes piedras que forman el techo de una tumba zapoteca. Qui-tando algunas de estas piedras, dejamos un hueco suficiente apenas, para poder bajar y entonces el señor Valenzuela, pudo deslizarse por ese hueco y llegar al interior de la tumba llevando una linterna eléctrica. Lo esperaba ansiosamente para saber qué era lo que había adentro, y poder ampliar la ex-ploración, pero sus exclamaciones de entusiasmo me decidieron a bajar, a pesar de que siendo más corpulento que Valenzuela, todavía no me explico cómo pude hacerlo.

Al observar el interior de la tumba, entendí el porqué de las exclamaciones de mi ayudante. Todo lo que se podía ver en lo que abarcaba la luz de nuestras linternas, era una rampa de tierra en la que estaban esparcidos huesos humanos, pero revuel-tos con la tierra y brillando a la luz de las linternas, se veían innumerables cuentas de oro, de cristal de

roca, de jade y las plaquitas de turquesa que forma-ron alguna vez los espléndidos mosaicos.

Piezas de mayor tamaño y de una belleza ini-mitable, también podían verse sobresaliendo de la tierra. En un lugar, todavía ensartadas en los hue-sos del brazo de un esqueleto, se veían 5 brazale-tes de oro y otros tantos de plata. Al centro de la tumba un gran pectoral formado con placas de oro, de exquisito dibujo, lucía como si acabara de caer del pecho de uno de los caciques, y una gran urna blanca en medio de la tumba, se volvió translúcida cuando iluminé su interior con la linterna eléctrica, pues era de alabastro. En una esquina, una copa negra de extraordinario brillo, parecía que era de barro vidriado. En realidad era una copa de cristal de roca y el color negro se debía a que estaba llena de tierra.

Cerca de uno de los nichos de la tumba, un crá-neo humano decorado con mosaico de turquesa, tenía sobre los ojos dos discos de concha y enfren-te de él, unas largas placas de hueso, esculpidas, mostraban la filigrana de sus relieves.

Pectorales, orejeras, mascarillas de oro, de jade, de obsidiana, cristal de roca y ámbar, sobresalían en parte de la tierra que las filtraciones habían ido acumulando sobre esos tesoros.

Medimos entonces rápidamente Valenzuela y yo la longitud de la tumba para poder abrir otro po-zo de exploración y entrar por la puerta, que estaba tapada con grandes piedras y totalmente cubierta de tierra y salimos por el mismo lugar que había-mos entrado.

V

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Todos los objetos encontrados en la tumba es-taban hechos en materiales preciosos. Las mismas vasijas eran de plata, de alabastro, de cristal de roca. Encontramos más de tres mil perlas, una de ellas tan grande como un huevo de paloma, y aun-que algunas estaban maltratadas por la acción de los agentes naturales, otras se conservaban todavía en tal forma que es casi increíble.

Pero cuando terminamos la exploración de la tumba, ya cerca del piso de ella, encontramos unos cuantos objetos de barro y de piedra, toscos y mal hechos, que indudablemente no pertenecían al entierro superior. Ya a la entrada de la tumba habíamos encontrado 3 grandes urnas de barro que, como veremos, nos daban la explicación de este enigma.

Es que la tumba misma, el edificio, fue construi-do en una época por los zapotecas que depositaron allí sus cadáveres e hicieron un entierro. Después la tumba fue tapada y construyeron encima de ella un templo. Pasaron muchos años, los zapotecas abandonaron Monte Albán y el techo y las paredes del templo se derrumbaron formando un montícu-lo de escombro. Fue entonces cuando los mixtecas conquistaron el Valle y se establecieron en las fal-das de la montaña.

Para enterrar a sus señores deben haber buscado un lugar cerca de los templos antiguos, en que en una época habitaron los dioses, y abriendo un pozo en uno de esos montículos, encontraron la antigua tumba zapoteca.

Sacaron seguramente los restos de los esquele-tos y la mayor parte de los objetos que se encontra-ban en la tumba; formaron con la tierra una especie de rampa que les permitía bajar fácilmente entran-

Al salir de la tumba era ya la caída de la tar-de, pero decidimos continuar la exploración, pues no podíamos dejar abandonado en la montaña el enorme tesoro que estaba a nuestras plantas.

Después de largas horas de exploración, otra vez pudimos volver a entrar a la tumba, a las 11 de la noche, y recoger y catalogar los objetos que se descubrían en su superficie, dejando para el si-guiente día la exploración de aquellos otros, que estaban abajo de la tierra y que eran invisibles.

Durante 8 días junto con mi esposa y los seño-res Valenzuela y Bazán, exploramos la tumba, y en la continua labor de exploración y catalogación de los millares de objetos que contenía, mi admi-ración por los antiguos orfebres que habían logra-do esas magníficas obras de arte, iba creciendo, y recordaba las frases que parecían exageradas de los conquistadores, al descubrir el tesoro de Moc-tezuma, el Rey de México, y al comentar otras preseas que tuvieron ellos en sus manos, como en ese momento teníamos nosotros en las nuestras las joyas de los caciques.

Teníamos allí la prueba palpable de una cultura refinada y exquisita. Los huesos humanos era todo lo que quedaba de los grandes señores que habían dominado el lugar, y a quienes habían pertenecido esos tesoros; pero en los grabados de las placas de hueso de jaguar, estaba escrita su historia que sólo ahora podemos empezar a descifrar. Se habla allí de conquistas; de genealogías; de los animales considerados sagrados; de los días y de los años en que ocurrieron los acontecimientos; de los astros, que como dioses regían los destinos de los hombres, y de las ceremonias que había que cumplir para honrarlos.

VI

Fotografía de Alfonso Caso.

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do por el techo, y depositaron sobre esta rampa los huesos de sus caciques y las joyas que les habían servido de adorno, en vida. Volvieron a tapar en-tonces la entrada por el techo, y acumularon sobre ella el escombro, pero antes de retirarse hicieron la ofrenda del collar de jades, de las dos orejeras y de la trompeta de caracol que, como he dicho a ustedes, encontramos ya entre el escombro del templo.

Como no entraron por la puerta, las grandes ur-nas zapotecas que estaban en la antecámara, per-manecieron intactas, pero no así los objetos de barro y de piedra cuyos restos encontramos en el fondo de la tumba.

Así pues la Tumba 7 fue usada dos veces. Una vez por los zapotecas que la construyeron, y otra vez por los conquistadores mixtecas que hicieron el entierro de las joyas. La época de este entierro es comparativamente muy reciente, por supuesto ha-blando en términos de arqueología, es muy posible que estas joyas fueran enterradas en Monte Albán más o menos a mediados del siglo XV de Cristo.

Voy ahora, después de esta explicación, a mos-trar a ustedes por medio de las proyecciones, la Ciudad Sagrada de los zapotecas, y las joyas que contenía la Tumba 7.

Primera proyección.- Vista general de Monte Albán. Aquí ven ustedes en la parte más alta de la montaña, el centro ceremonial de La gran plaza. A la derecha queda un gran conjunto de templos que cierra la plaza por el lado norte. Al centro, los llamados templos centrales y en el frente, una se-rie de edificios que conocemos con diversos nom-bres, uno de ellos es conocido popularmente con el nombre de Templo de los danzantes, porque tiene una serie de figuras que parecen estar en actitud de danza.

La cordillera que se ve aquí, muestra la frontera entre los mixtecas que vivían hacia el occidente de ella, y los zapotecas que vivían hacia el oriente. Es una barrera natural que protegía al Valle de Oaxa-ca de las invasiones mixtecas.

Segunda proyección.- Esta es una de las figuras que decoran el Templo de los danzantes y a las que debe su designación popu-lar. Noten ustedes que los miembros de este individuo están recogidos expresando un gran movimiento, como si se tratara de una danza.

Tercera proyección.- Otro de los templos de Mon-te Albán, el montículo “M”. Por supuesto que sólo se conserva la parte baja del Templo. El templo mismo, construido sobre la plataforma y proba-blemente con techo de vigas, se derrumbó y sus escombros cubrieron en parte el montículo, preser-vando los detalles arquitectónicos.

Cuarta proyección.- Este es el Juego de Pelota. En el Juego de Pelota indígena, los dos partidos se aventaban de un lado a otro una pelota de hule macizo, pero el golpe tenía que ser dado con las ca-deras, con las rodillas o con los codos, pues era una falta golpear con las manos o con los pies. Este de-porte del Juego de Pelota todavía se conserva hoy en México, en cierta región del estado de Sinaloa, y yo he podido ver a los jugadores de pelota y las pelotas mismas, que tienen un diámetro de cerca de 12 pulgadas. El golpe que produce esta pelota es tan fuerte que el jugador tiene que protegerse el cuerpo por medio de delantales de cuero curtido y las rodillas con unas rodilleras.

VII

Fotografía de Compañía Mexicana Aerofoto, S.A.

Fotografía de Alfonso Caso

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Séptima proyección.- Esta es una fotografía del interior de la tumba, tal como aparecía antes de la exploración. Aquí ven ustedes el cráneo decora-do con mosaico de turquesa y se perciben algunos otros objetos, unas orejeras, etc.

Octava proyección.- Mi esposa y el señor Va-lenzuela mientras estábamos explorando la tumba. El señor Valenzuela está tomando las distancias de un objeto a las paredes de la tumba, con el fin de situarlo exactamente en el plano y hacer la referen-cia en el catálogo que se levanta cuando se hace la exploración.

El trabajo de exploración y catalogación de los objetos de la Tumba 7, que como he dicho eran más de 3,000, duró 8 días, trabajando 4 personas proba-blemente más de 12 horas diarias. Sin embargo, por mi parte lo digo, y creo que también por la de mi esposa y mis ayudantes, que no tendríamos ningún inconveniente en repetir la experiencia, si volviera a presentarse otra tumba como la 7.

Novena proyección.- Aquí tienen ustedes la co-pa de cristal de roca de que antes les he hablado. Está totalmente ahuecada por arriba y por abajo, y siendo el cristal de roca una de las materias más

Quinta proyección.- Aquí tienen ustedes una vista general de lo que queda del templo de la Tum-ba 7. Indudablemente que nada parece indicar en estas ruinas tan modestas, en comparación con los otros edificios que ustedes han visto, que en su in-terior se contuviera tan enorme tesoro.

Sexta proyección.- Aquí se ve la entrada de la Tumba 7. Fue en esta antecámara de la tumba en donde encontramos las urnas zapotecas intactas, porque como he dicho, los mixtecas entraron por aquí, por el techo de la tumba, mientras que la pri-mera exploración que hicimos nosotros y el primer pozo por donde encontramos la tumba, fue hecho por acá, precisamente en el lugar en el que apareció la ofrenda de la trompeta de caracol.

VIII

Juan Valenzuela y María Lombardo. Fotografía de Alfonso Caso

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duras que existen, representa el labrado de esta copa y su pulimento perfecto, la vida entera de un hombre. Todas estas pizas están ahora en el Museo Regional de Oaxaca, en donde se exhiben llenan-do un salón.

Décima proyección.- En esta otra proyección ven ustedes los huesos labra-dos. Son probablemente huesos de jaguar, y las es-cenas que en ellos se representan, son mitológicas en parte, y en parte históricas; pero lo que es parti-cularmente notable es la maestría, la habilidad con la que se hicieron estos relieves que seguramente no son superados por la de los artistas chinos e in-dúes en el trabajo de marfil.

Undécima proyección.- Aquí tenemos una joya que adornó el pecho de algún insigne cacique. Los materiales son varios: primero turquesas, después corales y conchas rojas; después perlas y por últi-mo cuentas y cascabeles de oro. Los dos broches que están en los extremos fueron encontrados junto con los otros materiales de este gran collar, pero por supuesto las cuentas no estaban ensartadas, porque los hilos habían desaparecido. Sin embar-go, aunque el trabajo fue lento y paciente, se pudo reconstruir este peto o collar con seguridad.

Duodécima proyección.- Aquí tienen ustedes una joya pectoral que representa lo que podríamos llamar un corte transversal del Universo, según las ideas de los mixtecas.

Arriba está el Juego de Pelota, que representa el cielo, puesto que los astros parece que van todos los días de uno a otro lado, como la pelota que arro-jan los jugadores. Este disco en el que se ven ra-yas, representa al sol. Todavía más abajo tenemos la representación de un cuchillo de pedernal, que es el símbolo de la luna y más abajo, la cabeza de un monstruo fantástico, que representa a la tierra. Cielo, sol, luna y tierra, así concebían los mixtecas que estaba ordenado el Universo de arriba abajo. La joya remata en 4 cascabeles, también de oro, que debían producir un alegre sonido cuando su dueño caminaba con el paso majestuoso del rey, o

bien cuando se entregaba a las danzas rituales con las que honraban a sus dioses.

Décima-tercera pro-yección.- He aquí otro pectoral. Representa a un hombre que lleva sobre la boca, como máscara, una mandíbula descarnada. Probablemente es un rey o la encarnación de un dios de la muerte. Abajo, en es-tas dos placas que vienen a sustituir al cuerpo del hom-bre, aparece un dato suma-mente importante. En una de éstas tenemos la expresión de un día y un año en el sistema jeroglífico zapoteco, y en la otra, la expresión del mismo día, en el sistema jeroglífi-co mixteco. Así pues, esta joya no sólo es valiosa desde el punto de vista artístico, sino que servirá algún día para establecer la correlación entre los calendarios de estos dos pueblos enemigos.

Noten ustedes la finura de estos alambres de oro que aquí aparecen muy agrandados, pero que en el original tienen sólo un grueso de 1/32 de pulgada.

Todas estas joyas fueron fundidas por el proce-dimiento llamado de cera perdida que usan actual-mente los dentistas. Previamente fueron hechos en cera y después, cuando se calentó el molde y la cera se evaporó, se hizo entrar en el molde el oro fundido, que ocupó el lugar que antes ocupaba la cera. Procedimiento muy fácil para decir en una conferencia, pero bastante más difícil de hacer en un taller.

Décima-cuarta proyección.- Este es un anillo de oro deco-rado con una águila, que es el animal que representa al sol. Este en las mañanas es llama-do el águila que sube y por las tardes es llamado Cuauhtémoc el águila que cae. Así se llamó el último emperador azteca y su nombre parece que ya expresa-ba su destino.

IX

Fotografía de Alfonso Caso

Page 10: Boletín Alfonso Caso, núm. 28

DIRECTORIO

cristina oehmichen Bazán

Directoraana maría salazar Peralta

Secretaria Académicaleticia muñoz izquierdo

Coordinadora de la Bibliotecaalicia a. reyes sánchez

Recopilación de información, elaboración de artículos y composición

Diseño • César Augusto Fernández AmaroCorrección de estilo • Adriana Incháustegui

EFEMÉRIDES- El arqueólogo Ignacio Bernal y García Pimentel murió en la ciudad de México el 24 de enero de 1992.- Mary Nicol Leakey, antropóloga y arqueóloga, nació en Londres, Inglaterra, el 6 de febrero de 1913.- En la ciudad de México nació el linguísta Juan José Rendón Monzón, el 19 de marzo de 1934.- Carlos Incháustegui Díaz, etnólogo peruano, falleció en la ciudad de Puebla el 2 de abril de 2008.

NOTICIAS- Las doctoras Yolanda Lastra y Linda Manzanilla, inves-

tigadoras del IIA, fueron galardonadas con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 y el Premio de Inves-tigación Shangai Archaeology Forum, Research Award 2015, respectivamente.

Décima-quinta proyección.- Estos son dos broches de oro, que representan dioses y otros símbolos.

Décima-sexta proyección.- Este es un mango de abanico, en forma de serpiente. El abanico propia-mente dicho, era de plumas de quetzal.

Décima-séptima proyección.- Otros adornos de oro que representan cabezas de águilas y ma-riposas.

Décima-octava proyección.- Por último, esta mascarilla de oro representa al Dios de la Prima-vera, cubierto con la piel de una persona muerta. He aquí un rito lleno de profundo significado. En la primavera, el mundo se despoja de la vieja piel de vegetación muerta que lo cubría, y aparece con una nueva juventud, mostrando la rica piel de su vegetación nueva. Así el representante del Dios de la Primavera, arrojará más tarde la máscara de piel muerta que cubría su rostro y, en el baile ritual con el que celebra la llegada de la vida nueva, aparece-rá con su propia piel para indicar así el milagro de la eterna renovación.

Detrás de la muerte está la vida. Después del in-vierno vendrá siempre la primavera. Tal es la idea que quiso expresar el orfebre indígena en esta pe-queña mascarilla de oro.

No puedo mostrar a ustedes sino una mínima parte de los tesoros que estaban escondidos en la Tumba 7. No quiero abusar de su paciencia ni de su gentileza, pero después de haber visto estas magníficas creaciones artísticas, creo que estarán ustedes de acuerdo conmigo si afirmamos que el indio americano había llegado a establecer por sus propios recursos, no sólo grandes imperios desde un punto de vista militar y político, sino también culturas refinadas y exquisitas, en donde las ideas filosóficas más profundas se expresaban en los ma-teriales más preciosos, por medio de los milagrosos dedos de la raza roja.

Es pues con admiración y devoción como de-bemos acercarnos a nuestros antepasados ameri-canos, que vivieron desde los bosques del Canadá hasta las selvas de los trópicos, y hasta las rocas heladas del Estrecho de Magallanes, y debemos también reconocer en esa raza, a los hombres que nos entregaron no sólo los primores de la Tumba 7, sino algo también que es fundamental para nuestra vida, el caucho, el maíz, el tabaco, el chocolate, la vainilla, el tomate, la papa, etcétera, etcétera, sin los cuales nuestra civilización no sería ahora lo que es.

Doy a ustedes las gracias por su atención, y les pido nuevamente una disculpa por haber destroza-do su bella lengua.

EX - LIBRISRepresenta al Señor 8 Venado Ga-rra de Tigre, Rey de la Mixteca de la II Dinastía de Tilantongo. Perso-naje del Mapa de Teozacoalco estu-diado por el Dr. Caso en 1949.

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