Cebrian, Juan Antonio - La Aventura de Los Romanos en Hispania

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    notation

    Ao 218 3.C.: dos legiones romanas bajo el mando de Cneo Escipin desembarcan por sorpresa en la pennsula Ibrica. Tienen comor las vas de suministro de los cartagineses, una estrategia ms en el transcurso de la segunda guerra pnica que enfrent a Roma y a Carntrol del Mediterrneo occidental. Ser el primer movimiento en un largusimo proceso que culminar con la invasin y la colonizacin de Hde los territorios ms codiciados por Roma y uno de los ltimos en someterse totalmente a su poder.Fueron necesarios dos largusimos sa sin cuartel para doblegar el nimo belicoso e inquebrantable de beros, celtberos, lusitanos, cntabros... En ese tiempo, la potencia latina o hispano como escenario de sus guerras civiles y como fuente inagotable de recursos naturales y humanos para el Imperio. Debido ansula fue completamente romanizada y la impronta latina terminara por definir el carcter de los habitantes de estas tierras.En La aventu

    anos en Hispania nos encontramos con la epopeya y sus hroes legendarios, como el estratega Anbal, guerreros como Viriato, el carismpin, el incomparable genio militar de Julio Csar, y las figuras de dos andaluces, Trajano y Sneca, emperador y maestro de emperadoin con acontecimientos que ocupan un lugar ineludible en los anales de la historia universal, como la violenta conquista de Sagunto tr

    es de asedio, la travesa de los elefantes de Anbal hacia la metrpoli romana, la heroica resistencia y el sacrificio de Numancia, la Pax R

    alcanz todas las orillas del Mediterrneo gracias a Octavio Augusto...Juan Antonio Cebrin, autor de notables xitos como La aventuraosy La cruzada del sur, nos muestra cmo Hispania particip en una de las gestas ms asombrosas del mundo antiguo, la de la grandezamperio de Roma.

    AGRADECIMIENTOSINTRODUCCINI. El sueo de Iberia

    El fulgor de CartagoLa guerra de los mercenariosAmlcar y la conquista de IberiaAsdrbal, caudillo de IberiaAnbal at porta

    II. Los romanos llegan a HispaniaEl reto de los EscipionesEl fin de la guerraCiterior y UlteriorCatn visita HispaniaEl ataque lusitano

    III. Las guerras celtberas y lusitanasVientos de guerraLculo el InfameCamino de NumanciaLa resistencia finalViriato, el azote de Roma

    IV. La nueva Hispania

    Tiempos inciertosLa encrucijada de Quinto SertorioEl fin de la aventura

    V. La Hispania de Julio CsarEl carisma de CsarPretor de la UlteriorDuelo de titanesLa batalla de Munda

    VI. Octavio Augusto en HispaniaLa herencia de CsarLas guerras cntabras

    VII. La Hispania imperialUna sociedad en progresoLa riqueza natural de HispaniaEl clan de los hispanosSneca y otros ilustresLos emperadores hispanos

    ANEXOSOrgenes legionariosEl nuevo ejrcito profesionalAquellas tribus

    BIBLIOGRAFA BSICA

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    JUAN ANTONIO CEBRIN

    LA AVENTURA DE LOS ROMANOS EN HISPANIA

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    Este libro est dedicado a mi hijo Alejandro, futuro guerrero de la paz y defensor de la tolerancia y armona entre los pueblos. El y loeracin sern los depositarios de los mejores valores humanos que nos harn avanzar a pesar de todo por este brumoso siglo XXI. Esranza.

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    GRADECIMIENTOS

    Este libro de divulgacin histrica sobre la conquista romana de la pennsula Ibrica no hubiese sido posible sin obras maravillosas escritariadores de la Antigedad, por ello deseo agradecer con sincera emocin los trabajos de Tito Livio, Polibio de Megalpolis, Estrabn,

    celino, Apiano de Alejandra, Plutarco, Valerio Mximo, Din Cassio, Diodoro, Floro, Frontino, Polieno, Eutropio, Orosio, Zonaras o Maro quiero expresar un agradecimiento especial al alemn Adolf Schulten que, si bien no es de mi simpata, no deja de ser uno de los mrtos mundiales en tribus autctonas de la pennsula Ibrica.Debo confesarles que, leyendo los trabajos de los anteriormente citados e intentando traducirlos a un lenguaje moderno y asequible, agoeservas de aspirinas. Cranme que mereci la pena.

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    TRODUCCIN

    La historia de Espaa es una de las epopeyas ms interesantes de la cronologa humana, especialmente el perodo que se refiere a gua en la pennsula Ibrica. En ella encontramos aspectos tan interesantes y picos que despiertan la curiosidad de numerosos investigadoEn mi caso particular, confieso, sin tapujos, que este captulo de nuestro periplo histrico es uno de mis favoritos. Siempre quise saber qal ante su ejrcito posicionado en las llanuras de Cartago Nova en los instantes previos a marchar sobre Roma atravesando los Pirineosninos en una aventura sin parangn en su poca. En aquellas filas cartaginesas y mercenarias se integraban gentes de distintos oominando beros y celtberos de la pennsula Ibrica. Fue, desde luego, un momento nico para el mundo, y esa gesta naci en estos pagosTambin me hubiese gustado vivir la sensacin que experiment Cneo Escipin cuando, en 218 a.C., puso pie en Iberia al frente de dos uesto a cortar las vas de suministro cartaginesas y, de paso, cambiar el antiguo nombre griego de la Pennsula por el romano de Hispania.Batallas, alianzas con las tribus aborgenes, deserciones en masa de los mercenarios antes de los combates decisivos, ofensivas, contraofrmedades, hambrunas, luchas enconadas por el control de los frtiles valles fluviales; se fue, en definitiva, el desarrollo de los acontec

    ales en el intento romano por invadir y, posteriormente, colonizar nuestra tierra.La expansin por el oriente levantino y las zonas meridionales de la pennsula Ibrica; el choque brutal con las tribus celtberas en un s, crueles y agotadoras guerras; la bravura de los guerrilleros hispanos frente a la demoledora maquinaria blica romana, y la resist

    res y cntabros convirtiendo sus castros, montaas y bosques en el campo de batalla final por su libertad. Todo esto hizo necesario el emhas legiones para doblegar el espritu de independencia albergado por aquellos guerreros aferrados a sus tierras, creencias y tradiciones. plo lo constituye la defensa a ultranza que los autctonos realizaron en algunas de sus ciudades: Sagunto, Numancia, Calagurris...Les invito a descubrir nuestro deslumbrante trnsito por el mundo antiguo, donde encontrarn personajes como el genial Anbal, quien llpoderosa Repblica romana a una guerra en su propio territorio; la familia Escipin, que intervino decisivamente en los asuntos de Hisagoniz alguno de los episodios de imperecedero recuerdo, como el asedio y toma de Numancia; la visita de algunos ilustres romanoon Catn el Viejo, Sempronio Graco, Quinto Sertorio, Pompeyo, Julio Csar o el primer emperador, Octavio Augusto. Ellos se impregnaroa hispnica hasta el punto de considerar esta provincia que tanta sangre y esfuerzo le haba costado a Roma la perla ms preciada,Repblica y, posteriormente, del Imperio.

    Conoceremos a los hroes de la resistencia tribal al invasor: hombres como Indbil y sus feroces ilergetas, Viriato y sus bravos guanos, o el indomable jefe cntabro Corocota, que consiguieron con sus hazaas atravesar los siglos.Hispania supuso una fuente constante de recursos humanos y materiales para la potencia latina. Materias primas como trigo, aceite

    zones; productos mineros extrados de importantes yacimientos peninsulares y tropas en origen mercenarias y, ms tarde, auxiliaresnes, propiciaron un acercamiento progresivo y real a la ms absoluta romanizacin.En efecto, la Hispania imperial se siente plenamente romana; aporta intelectuales como Sneca, Lucano, Marcial Quintiliano, y emperadditada vala como Trajano, Adriano o Teodosio; a cambio recibe la luminosidad del Imperio ms grande que vieron los tiempos: su idicho legislativo, su forma de entender el urbanismo, la administracin y, finalmente, el camin comn de la religin. En resumen, Roma forjuestra idiosincrasia.En este libro encontrarn los momentos apasionantes que jalonaron dos siglos de dura conquista. Djense llevar por la imaginacin y partiprincipales escenarios de aquellas tan emocionantes centurias. Sean testigos privilegiados de batallas decisivas, trascendentales alizajes inevitables entre romanos e hispanos.Mi nico propsito es que ustedes sigan disfrutando con mis obras divulgativas. Este trabajo sigue la lnea de mis anteriores escritos, La a

    os godos y La cruzada del sur, aunque en verdad, Hispania supone el primero de la saga. Slo me resta desearles buenos momentos histde lo que cuenta mi nuevo libro. Como siempre dije, acercarnos a la historia es tomar contacto con la autntica realidad de nosotros mism

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    El sueo de Iberia

    Durante ms de un siglo, cartagineses y romanos pugnaron por el control del Mediterrneo occidental, librando tres guerras que atemundo conocido. La principal batalla entre las dos potencias tuvo como escenario la pennsula Ibrica.

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    fulgor de Cartago

    Ao 218 a. C: tras nueve meses de implacable asedio, las tropas cartaginesas de Anbal Barca se disponan a asestar el golpe definstiada ciudad de Sagunto. Haban sido semanas de incertidumbre en las que la mejor maquinaria blica de la poca se emple a fondo coblegar la heroica resistencia de los saguntinos, fieles aliados del secular enemigo romano.El genial estratega pnico quera acabar de una vez por todas con aquel obstculo tan incmodo para sus objetivos. Torres de asalto, cata

    mejores soldados reclutados en los territorios norteafricanos e ibricos se disponan a entregarle una gran victoria. Por su parte, los defenaza no estaban dispuestos a sufrir una rendicin tan poco honrosa para su forma de entender la vida. Roma no enviaba los ansiados repoco importaba ya: Sagunto mantendra su palabra Hasta el final. Y ahora, ese momento haba llegado.En una desapacible maana de invierno mediterrneo, Anbal orden un ataque total sobre las ltimas posiciones saguntinas. Previamera ptrea haba barrido de las murallas a sus escasos defensores. Cientos de nmidas africanos se empleaban con denuedo en el de

    mismas paredes. Por un sinfn de grietas, los mercenarios cartagineses irrumpieron con la determinacin de la victoria y las ansias por ounto botn que aumentara sus siempre menguados patrimonios.En el interior de la ciudad, los supervivientes, exhaustos, tomaban la decisin final de morir combatiendo al enemigo. En el centro del ltimoron una inmensa pira donde fueron a parar todos los objetos de valor. Los heridos o incapacitados para la lucha se suicidaron, y unanas de guerreros saguntinos tomaron las armas para iniciar una desesperada carga sobre los invasores. stos, aunque sorprendidoura demostrada, apenas tardaron unos pocos minutos en acabar con ellos. Sagunto haba cado y Anbal contemplaba el resultado de su allas, casas y palacios en completa ruina; cientos de cadveres, entre ellos los cuerpos de mujeres y nios, sembraban las calles, el fuego ly decenas de prisioneros se convirtieron en esclavos de la soldadesca. Una victoria prrica sin duda alguna, pero trascendental para la , aun sin saberlo, se fue el detonante que abocara a Cartago a un tremendo final.Las noticias del desastre llegaron a Roma. El temor al ataque cartagins provoc un profundo desasosiego y un largo debate entre los sencipiente poder. Tras arduas deliberaciones se tom la decisin de enviar mensajeros a la metrpoli africana para pedir explicaciones o.Los delegados romanos se plantaron ante el consejo cartagins de los sufetes con dos opciones; uno de los embajadores, cuyo nombre er en estos trminos: Aqu os traemos la paz y la guerra. Elegid lo que queris. Si Cartago elega la paz, debera entregar las cabezas deoficiales por la ofensa cometida contra Roma en la destruccin de su aliada Sagunto. Si en cambio se optaba por la guerra, sera un mitivo para las dos potencias dominantes del Mediterrneo occidental. Los sufetes, que todava recordaban la humillacin de su derro

    era guerra pnica, exclamaron: No nos importa lo que t prefieras. Fue entonces cuando el romano, alarmado por lo que estaba escuTendris guerra. A lo que los gobernantes de Cartago replicaron: Lo aceptamos, y con el mismo espritu lucharemos hasta el final.era tan abrupta estall la segunda guerra pnica entre romanos y cartagineses, dando paso al aos de combates que, sin lugar a dudas, mestino de la pennsula Ibrica. En el verano de ese mismo ao, Cneo Cornelio Escipin pona pie en la antigua Iberia al mando de dos anas. Era el principio de la presencia y dominacin de la emergente potencia latina sobre Hispania, que se prolongara 627 aos.Pero volvamos al origen de esta hermosa historia, sepamos algo ms sobre los albores de la conquista romana de Hispania en un

    oncado con tradiciones paganas, luchas por la supervivencia y amor a la tierra natal.Hace ms de tres mil aos, la pennsula Ibrica estaba poblada por ms de cien entidades tribales, entre las que sobresalan grupos de

    os. Cada comunidad mantena su propia forma de vida y de muerte; lo ms parecido a un reino se llamaba Tartessos, una enorme y cedad estructurada en torno a las extracciones de mineral y al comercio con los pueblos del mar.Hacia el 1100 a.C., los fenicios se establecieron en el sur de la Pennsula fundando Gades (Cdiz), una pequea ciudad donde tan slo seun puerto, un mercado y algunas casas pertenecientes a los primeros colonos. En aquellos aos el intercambio comercial con las pobgenes era incesante.Los fenicios fueron durante siglos los grandes mercaderes del mundo antiguo; sus experimentadas naves practicaban el cabotaje por toas del Mediterrneo y aun ms all, pues sabido es que afrontaron con decisin la exploracin atlntica por las latitudes europeas y african

    Precisamente, en sus frecuentes contactos con la pennsula Ibrica dieron a sta un curioso nombre, Span o tierra de conejos. La verdaran conejos lo que venan a buscar a estas tierras sino el codiciado producto extrado de los riqusimos yacimientos minerales.Tras la fundacin de su primera colonia peninsular se crearon nuevos establecimientos mercantiles en diferentes puntos del sureste, Leares.Entre los siglos XI y IX a.C., las relaciones comerciales de las metrpolis fenicias Tiro y Sidn con sus colonias mediterrneas no pudieres. Por entonces un producto ibrico haca furor por todo el mundo conocido; nos referimos al garum, una especie de salsa espesa de sirvi para condimentar toda suerte de gastronomas muy acostumbradas a la contundencia de rotundos sabores. En efecto, las conzones de la pennsula Ibrica cobraron merecida fama en todo el arco mediterrneo.Los asiticos, celosos rivales de los griegos, llegaron a fantasear terribles leyendas sobre dnde se encontraba el fin del mundo conocido.cir que superar las columnas de Hrcules en el estrecho de Gibraltar supondra, para los arriesgados aventureros, nada menos que la muerno lleno de bestias y peligros. Es curioso cmo estas historias destinadas a salvaguardar el monopolio comercial fenicio perduraron a lo iglos en el inconsciente colectivo de los pueblos de mar. Esas tretas y la indudable habilidad empresarial fenicia permitieron el trasiegos de naves que transportaban nforas repletas de comestibles ibricos, as como de vinagres, vinos, etc.Hacia el ao 800 a.C. se fund Cartago en los territorios de la actual Tnez. Segn cuenta la leyenda fue Dido, una hermosa princesa deen compaa de algunos fieles seguidores lleg a esos lares para iniciar la construccin de una nueva ciudad, a la que llamaron Kart Hada

    o los griegos tradujeron porKarchedon y los romanos porCartago.En el siglo IV a.C., Alejandro Magno barri del mapa a las orgullosas capitales fenicias y qued como principal depositara del moercial fenicio la cada vez ms influyente colonia africana. Cartago fue una de las ciudades ms hermosas del mundo antiguo; no era muy pez contaba unos pocos miles de habitantes que moraban tras los imponentes muros construidos para su proteccin. En el interior se levcios de hasta 12 plantas y lujosos palacios que albergaban a una clase dominante proveniente de las antiguas urbes fenicias.Pero sobre todo destacaba su impresionante puerto martimo, donde se podan amarrar 220 buques de variado calado y tonelaje. El cenad estaba a su vez protegido por tres lneas de fortificaciones en las que se podan distribuir hasta 20.000 soldados mercenarios collos y 300 elefantes adiestrados para el combate. Como vemos, el poder de Cartago era ms que evidente, y todo gracias al trabajo

    nsables negociantes que saban sacar rendimiento a cualquier cargamento por extrao que fuera.Los fenicios eran de raz semita y hablaban un idioma muy parecido al hebreo. Segn los cronistas romanos, era gente de modales exagetrina y largas barbas sin bigote. Amantes de la buena mesa, se entregaban a juergas sin fin tras haber concluido algn trato comercial. N

    ctor que estos datos han sido aportados fundamentalmente por historiadores romanos, es decir, enemigos declarados de los cartagineses,xtraar que hablaran con desprecio de aquellos a los que combatan. Por desgracia, las bibliotecas de Cartago se perdieron para us de la destruccin total que sufri la ciudad en el siglo II a.C., y eso nos priv de un mejor conocimiento acerca de un pueblo pioneunicaciones internacionales. Quin sabe adonde llegaron las exploraciones martimas fenicias. Lo cierto es que, en el siglo IV a.C., la coago qued como nica heredera de aquellos incansables empresarios de la antigedad.En esos tiempos los cartagineses manejaron papel moneda con el apoyo de unas arcas estatales repletas de oro; tengamos en cue

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    ms de los beneficios comerciales, Cartago reciba el tributo de algunos reinos vasallos.Por otra parte, floreci la agricultura, siendo el cartagins Magn el maestro que supo sacar un vergel de donde antes hubiera desierto. Enultivos cartagineses de vid, cereales y rboles frutales fueron los ms famosos de su poca, y todos, incluidos los romanos, aprendieas tcnicas de siembra y regado que tanto mejoraron el rendimiento de los campos mediterrneos.Cartago creca casi sin oposicin. Desde Cerdea a Gibraltar, sus naves mantenan un frreo control martimo; pocos barcos osaban navonas de influencia cartaginesa, so pena de ser abordados y hundidos sin que mediara provocacin alguna por los invencibles quinqucos, autnticos acorazados de la poca. No obstante, ese poder iba a ser eclipsado por Roma, una flamante potencia surgida en la pa y que, en el siglo III a.C., se encontraba en plena etapa republicana.En ese tiempo Roma ya haba sometido a todas las tribus vecinas y empezaba a pensar en su expansin por el Mediterrneo. Ante Roa un enemigo visible, y se no era otro que Cartago.Desde finales del siglo VI a.C., las relaciones entre las dos potencias haban sido ms o menos pacficas. Las limitaciones territoriales rota de ambicin imperial por parte de Cartago facilitaron algunos tratados de no injerencia en los asuntos propios de cada uno. Pero en ela situacin iba a dar un giro de 180 grados. Los cartagineses mantenan diversos intereses en la isla de Sicilia, donde, adems de las con

    nias, disfrutaban de fructferas afianzas con algunas ciudades locales. Los romanos, temerosos ante el poder cartagins, decidieron cons

    nfica flota copiando el modelo de los que ya entendan como rivales a batir. Esta decisin disgust a los magnates norteafricanos, losezaron a recelar de aquellos romanos aspirantes a todo, en un universo que pareca deba obedecer slo las rdenes del comercio pnico.En el ao 264 a.C. sucedi lo inevitable. Se inici la primera guerra pnica, que durara veintitrs agotadores aos, con un resultado huCartago, que tuvo que asumir, adems de la derrota militar, las prdidas de Sicilia y Cerdea con un desorbitado pago de impuestos

    os ocasionados durante la guerra. En definitiva, esta primera contienda entre romanos y cartagineses dejaba a los segundos casi como trs primeros y, por si fuera poco, deban asumir su prdida de hegemona en los principales puertos mediterrneos.Tras la derrota, miles de mercenarios contratados para esa guerra regresaron a Cartago dispuestos a cobrar su paga. Al frente de esa tna viajaba Amlcar Barca, uno de los pocos militares cartagineses que haba salvado la honra gracias a su talento y habilidad estratgica.

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    guerra de los mercenarios

    Amlcar recibi por sus mritos militares el sobrenombre de Barca, que en lengua fenicia significaba rayo o fulgor. En 241 a.C., eobierno de Cartago se enfrentaba a la ruina ms absoluta del Estado, los gastos blicos superaban con creces cualquier expectativa, se te

    mir la prdida de la joya siciliana y, para mayor zozobra, 40.000 mercenarios empleados en la contienda exigan al ser desmovilizadonios atrasados de tantos aos.Los 300 senadores cartagineses asumieron con estoicismo todas las desgracias, menos la de pagar a la soldadesca contratada. Fue u, ya que de inmediato se produjo una calamitosa sublevacin que estuvo a punto de hacer desaparecer la otrora superpotencia mercantiltiva al justo pago por los servicios prestados, surgieron entre los mercenarios algunos lderes, como Magn y Spendio, que condujerontentos hasta las mismsimas murallas de la metrpoli africana. La ciudad qued sitiada, para mayor perplejidad de sus habirnantes. stos, temerosos ante la previsible hecatombe, no dudaron en llamar al mejor de sus generales y, por otra parte, el nico c

    entar con eficacia aquella angustiosa situacin.Amlcar dud durante das si deba asumir el mando del ejrcito o no, pues a nadie se le escapaba que aquellos soldados que ahora exchos ante las murallas de Cartago haban sido hombres que lucharon al servicio de la ciudad bajo el mando del militar que los tendra que co por la negligencia de unos senadores con alma de usureros.Amlcar estaba triste. Bien saba que aquello poda suponer el fin del poder pnico en el Mediterrneo, algo inimaginable haca tan ses: Cartago luchando contra sus propios ejrcitos mercenarios, los mismos que le haban asegurado la hegemona en esa parte del mundos siglos.Sin embargo, algo sucedi que termin por acelerar la difcil decisin del estratega cartagins. Una maana del ao 240 a.C., los mercena

    ban la plaza dispusieron frente a la misma a un grupo de prisioneros cartagineses, unos 700 incluyendo mujeres y nios. Sin mediar paladores cortaron brazos y piernas a las aterrorizadas vctimas y las empujaron a un foso que previamente haban excavado.Una vez aquel grupo de inocentes estuvo en el interior, los insurrectos cubrieron la zanja, enterrndolos vivos.La escena fue contemplada por los atnitos y encendidos ojos de Amlcar, el cual disip cualquier titubeo anterior para asumir con deccin del ejrcito cartagins. Era el momento de actuar. Cartago no poda, ni quera, consentir un insulto de esa envergadura. Con pretaron todos los hombres disponibles para la lucha, incluso ancianos y adolescentes fueron sumados a ese contingente de urgencia. anas los ms experimentados oficiales adiestraron con instruccin espartana a los 10.000 efectivos con los que se contaba.En la ciudad todo el mundo era consciente de que Cartago se jugaba su ser o no ser en aquel cruel captulo de la historia. Con

    stramiento, se pas revista a las tropas. Se iban a enfrentar a un ejrcito cuatro veces superior y ms experimentado en el combate. A pesrsa circunstancia, Amlcar supo infundir valor y agresividad en sus guerreros, les inculc con maestra que la victoria era la nica salida pospervivencia de su pueblo, y con ese mensaje atravesaron las murallas de Cartago para combatir a los sorprendidos mercenarios. Los cartaearon un frente de combate total en el que no exista la retaguardia. El avance de Amlcar fue devastador, y en pocas jornadas los rebeldeujados hacia un valle donde se parapetaron a la espera de las oportunas negociaciones. Sin embargo, Amlcar no deseaba pactar ningunandose a obstruir los pasos francos de aquella geografa con la ambicin de agotar por hambre al enemigo. Durante meses los mertieron como pudieron, acabaron con los vveres, sacrificaron los caballos y, finalmente, vctimas de la locura, terminaron por comer

    oneros y a los esclavos. Al cabo de casi tres aos los orgullosos soldados de fortuna se vieron reducidos a un famlico ejrcito de esqndo intentaron forzar su salida, los cartagineses slo tuvieron que rematarlos, dando a sus lderes un terrible castigo en venganza por su

    minaba as la que fue calificada por Polibio como la guerra ms despiadada y sangrienta de la historia.Con el sabor amargo de la victoria, Amlcar pens en nuevos objetivos que aliviasen la situacin econmica de Cartago, agravadperada conquista romana de Cerdea. En el ao 237 a.C. se deban adoptar decisiones trascendentales, de lo contrario Cartago sucumbparable avance de Roma. Fue entonces cuando el inteligente Amlcar expuso a los sufetes cartagineses la necesidad de conquistar la rnsula Ibrica. Era el nico modo de mantener a flote la debilitada influencia de la cada vez menos preponderante heredera fenicia. Ese misrganiz una expedicin militar con el nimo de sojuzgar a la antigua Iberia de los griegos.

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    mlcar y la conquista de Iberia

    Durante siglos, griegos y fenicios se disputaron la autoridad sobre las riberas mediterrneas de la pennsula Ibrica. A la antes menacin de Gades, los pnicos sumaron otras colonias, como Sexi (Almucar), Malaka (Mlaga), Abdera (Adra), e incluso llegaron a tomar egunos puntos de las Baleares, como Ibiza.Por su parte, los griegos optaron por zonas ms al norte, tales fueron los casos de Emporion (Ampurias), RJiode (Rosas) o Hemerosia).Tras la irrupcin de Roma, el litigio entre helenos y pnicos pas a un segundo plano. Diferentes tratados entre la nueva potencia y a.C.-348 a.C.) establecieron los mbitos de actuacin comercial para los dos colosos mediterrneos. El estallido de la primera guerra pnonsecuencias que ya conocemos: Cartago, desprovista de sus mejores colonias septentrionales, se vio abocada a intentar ejercer el mandediterrneo meridional, y ah se encontraba buena parte de la pennsula Ibrica.Por causas que desconocemos, en este tramo del siglo III Cartago haba perdido buena parte de su influjo sobre Iberia, pero ahora resu

    za el inters por recuperar el dominio de esas latitudes bajo la espada de Amlcar Barca. ste, en 237 a.C., consigui apoyo y ejrcito semprender una conquista territorial tan ambiciosa como vital para la supervivencia de la metrpoli africana. Ese mismo ao se ultim

    arativos de la expedicin.Segn cuenta la leyenda, el general condujo a su yerno Asdrbal y a sus hijos Anbal, Asdrbal, Hannn y Magn al templo dedicado a Baalad suprema para los cartagineses y de trgico recuerdo, pues en su boca de fuego murieron miles de nios sacrificados para aplacar su ito sagrado Amlcar anim a sus leoncillos, como le gustaba llamarlos, para que jurasen odio eterno a la enemiga Roma, y as lo hicieroque marcara sus vidas para siempre, en especial la del primognito Anbal, un nio de tan slo nueve aos que dara mucho que hablar.Tras las protocolarias despedidas, el ejrcito cartagins embarc en sus naves zarpando rumbo a Iberia. El desembarco se produjo en to se vio hostigado por la belicosidad de las tribus nativas. No sin esfuerzo, Amlcar y sus hombres avanzaron por el valle del Guadalquivir.A pesar de su evidente inferioridad numrica, los pnicos, gracias en buena parte a las alianzas con algunos reyezuelos locales, pudieronxito los primeros meses de ofensiva peninsular. En este tiempo la principal oposicin se encarn en las tribus turdetanas, apoya

    cenarios celtas que llegaron del bajo Tajo. Finalmente, los reyes turdetanos Indortes e Istolatio fueron vencidos y muertos, lo que provoc que de sus guerreros dejara de luchar, siguiendo antiguas costumbres ibricas. Amlcar se benefici, no sin sorpresa, de esta tradicin, otio, por la cual los combatientes beros seguan a su lder hasta la muerte.La campaa militar se prolong varios aos, en los que los cartagineses operaron sin el apoyo de su metrpoli. A pesar de ese inconvcar supo seguir adelante obteniendo recursos y guerreros en una tierra cada vez menos hostil. Fund Akra Leuka (Albufereta, Alicante)

    aciones desde la que lanzar futuros ataques hacia el norte peninsular. Este asunto termin por inquietar a las colonias factora griegas, lan amenazada por momentos su propia existencia en aquel territorio tan querido por donde discurra el caudaloso ro Iber (Ebro).Amlcar, lejos de contenerse, sigui consolidando su dominio por el valle del Betis (Guadalquivir), el sureste peninsular y la zona de Levctativa inmediata para el cartagins pasaba por lanzar nuevas expediciones hacia el interior peninsular. Mientras tanto, en qu penvida Roma? Resultaba claro que los cartagineses se estaban fortaleciendo en Hispania. Aunque lo cierto es que en ese perodo Roma con afrontar sus propios problemas de seguridad interna y externa. Aun as, atendieron la splica de sus aliados griegos y enviaron en 2embajada con el cnsul Papirio, quien expuso sin tapujos sus temores al propio Amlcar. ste escuch la interpelacin romana y, sin inmutaamos aqu para poder pagar los impuestos que nos exigs, por tanto Roma no debe preocuparse. Desconocemos si esta frase fue conel delegado romano. Parece que s, pues regres a su ciudad exponiendo a los senadores que Amlcar no representaba por el momentoro. En consecuencia, Roma dej hacer a los cartagineses a la espera de seguir cobrando los magnficos impuestos de guerra. Una vez reente, Amlcar prepar sus prximas acciones blicas. Y en una de esas batallas perdi la vida: ocurri en la ciudad de Helik (Elche o Elca), cuando los cartagineses esperaban confiados los refuerzos prometidos por Orissn, rey de los ore taos.Lo que pareca un simple trmite se convirti en una trampa mortal para cientos de cartagineses, ya que los oretanos atacaron por sorpresuntos aliados. En la refriega, Amlcar intent vadear un ro, con tan mala fortuna que cay de su caballo y falleci ahogado.

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    drbal, caudillo de Iberia

    Las tropas pnicas honraron los restos fnebres de su querido general, se que con tanto acierto los haba dirigido durante casi nueve aosLa situacin pareca difcil para el ejrcito expedicionario pues, una vez desprovisto de su cabeza visible, quin estara capacitado para ado? La respuesta no se hizo esperar, volvindose todas las miradas sobre Asdrbal, yerno de Amlcar, un hombre muy bien preparantar el inquietante presente. Por aclamacin popular, el joven militar fue elegido como jefe del contingente colonial. Una decisin que t, ms preocupada por seguir asegurando sus conquistas en Iberia que por otros motivos.Asdrbal se destap con una brillantez inusual, optando por las alianzas con las tribus ibricas antes que por la extenuante contienda c

    mas. Hbilmente, se cas con una princesa local, lo que le granje la amistad de muchos pueblos nativos. Una vez ms, la secularnsular se puso en marcha y fueron miles de guerreros beros los que se sumaron a la causa de Asdrbal, llamado el Bello por sus agos. Fue nombrado strategs autokrtor, es decir, caudillo de los ejrcitos establecidos en Iberia. Con este gesto, los autctonos peninocan la autoridad de los Barquidas, desvinculndose de cualquier servidumbre hacia Cartago.En 227 a.C., el nuevo lder eligi la ubicacin de la antigua ciudad de Mastia para levantar una urbe que le sirviera como centro de maciones. De esa manera naci Qart Hadas-hat, la que los romanos conoceran como Cartago Nova, enclavada en uno de los lugares matgicos de todo el Mediterrneo.Cartago Nova estaba rodeada de excelentes yacimientos minerales, entre los que destacaban los argentferos; era adems tina zona privlos cultivos, y su baha martima no tena parangn en aquellas geografas. Desde su nueva ciudad, Asdrbal administr inteligentem

    rsos disponibles, mejor el comercio de las tradicionales salazones ibricas, obtuvo una ingente cantidad de metales y gestion con efstria del esparto. La riqueza comenz a llenar las arcas cartaginesas y se acuaron monedas de plata con la efigie del propio Asdrbal.Una vez ms, el creciente poder pnico asust a las factoras griegas establecidas en el noreste de la pennsula Ibrica y este justificadoc que volvieran a solicitar la mediacin romana. Pero los latinos no estaban para muchos dispendios, dado que por entonces lopinos amenazaban con una invasin en toda regla desde el norte de la bota italiana. Roma envi embajadores para que se entrevistabal. ste, consciente de la situacin y de las ventajas que podra obtener, negoci con astucia una ampliacin de influencia por el nsular. Los romanos, con ms prisa que pausa, firmaron el tratado del Ebro en 226 a.C.Por este documento se fijaba el ro Ebro como frontera entre pnicos y griegos, con algunas clusulas, como por ejemplo la que afectacin de Sagunto, ciudad aliada de Roma que deba ser respetada aunque quedara rodeada por territorio afn a los cartagineses. Sin dudacuerdo para Asdrbal, siendo la primera victoria poltica tras el desastre de la primera guerra pnica.

    Cartago Nova (Cartagena) apareca en el concierto internacional como floreciente ciudad del Mediterrneo y era el centro de las actcas en Iberia.En la metrpoli, el auge de Asdrbal se contemplaba con recelo; algunos llegaron a denunciar que el yerno de Amlcar se estaba desenteartago para pensar en la creacin de un reino independiente. Pero Asdrbal se mantuvo fiel a su ciudad natal, fortaleciendo las relacioa y nutriendo a la urbe gracias a los beneficios de su envidiable situacin econmica.Por desgracia, nunca sabremos lo que hubiese pasado de vivir unos aos ms, ya que en 221 a.C. Asdrbal muri asesinado de un tajo ra bera. Segn cuenta la historia, un guerrero fiel a su devotio se cobr venganza tras la ejecucin de su jefe por orden de Asdrbal.La prdida del valiente estratega cartagins sembr de incertidumbre el campo pnico. No obstante, los soldados supieron elegir un nuevoos comandase. A pesar de su juventud (tan slo tena veinticinco aos), Anbal Barca, hijo mayor de Amlcar, acept el honor de liderar

    a tan identificada con su familia. Hasta entonces el muchacho haba dirigido la caballera cartaginesa, dando buenas muestras de su gea llegado la ocasin para que aquel siglo se descubriera ante uno de los mayores talentos de la epopeya militar, slo comparable con la fi

    msimo Alejandro Magno.Anbal, tras conseguir el mando, retom su viejo aunque no olvidadojuramento: el odio eterno a Roma.

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    cido permiti que los soldados destrozaran la mole ptrea con sus herramientas sin mayor dificultad, dejando la va libre para que laeran seguir su marcha. En estos lares Anbal acu una frase que desde entonces haran suya todos aquellos obstinados en lograr el xitontramos un paso, lo crearemos.Finalmente la proeza se cumpli. El coste en prdidas humanas y de material era abrumador, tan slo quedaba una cuarta parte del oito que, cinco meses atrs, haba desfilado ante las murallas de Cartago Nova. Esos mismos efectivos tuvieron que superar mltiples difirficas, como un penoso avance por las pestilentes zonas pantanosas situadas en las estribaciones alpinas. En esos lugares el ejrcito caque pagar un nuevo y terrible tributo en vidas. Las enfermedades se sumaron a la larga lista de problemas acumulados hasta entonces e io Anbal contrajo un tracoma en un ojo, lo que le priv de la visin mientras padeca fuertes fiebres. A pesar de los inconvenientes, abres singulares mantuvieron su camino hacia el objetivo final. Seran suficientes para doblegar a Roma?En este punto surgi de nuevo el talento de Anbal. Semanas antes de la expedicin, sus espas sondearon la disposicin de los celtas cispre en guerra contra Roma. Anbal saba por estos informes que los galos le prestaran un decisivo apoyo militar. Por otra parte, contab

    evacin de muchas tribus de la confederacin latina, aliadas por fuerza a la dominante Roma.Por eso, a pesar de las numerosas bajas producidas en su ejrcito, pronto se pudo rehacer gracias a estas adhesiones.La incertidumbre sobre las directrices de aquella campaa terrestre sobre Roma se empezaron a disipar a favor de Anbal. La traves

    s quedaba justificada al no contar el ejrcito cartagins con naves suficientes que permitieran un ataque por mar. En consecuencia, esa stre poco imaginable haca unos meses se converta ahora en un golpe maestro no previsto por los generales romanos, los cuales, vctimde previsin, tuvieron que organizar de inmediato cuantas legiones pudieron reunir para enfrentarse al peligro que se cerna sobre ellos.La declaracin de guerra acarre por parte de Roma una estrategia muy difana, que pasaba por destruir los abastecimientos cartagina y a la propia Cartago africana. Para ello se encomend a los cnsules Sempronio Longo y Publio Cornelio Escipin la direccin de dos eimero zarpara con sus buques hacia Sicilia, desde donde se debera atacar la metrpoli pnica. El segundo llegara a Massalia, base alia

    a, desde la que se lanzara una ofensiva contra la pennsula Ibrica. El plan en teora resultaba perfecto, pero, como ya sabemos, no se concia sin igual de Anbal Barca, quien ahora transitaba a sus anchas por el norte de la pennsula Itlica mientras se recuperaba del terrible des Alpes.Su hazaa corri de boca en boca por todas las tribus desafectas a Roma. Miles de soldados celtas galoparon para incorporarse agins, cuyo nmero creca da a da.Escipin lleg tarde en sus intenciones de cortar el avance pnico. Tras desembarcar en Massalia supo que el enemigo se encontraba a p

    vesar los Alpes. Con presteza orden el regreso a Italia para preparar las defensas, mientras enviaba a su hermano Cneo con dos legionesnsula Ibrica.A finales del verano del ao 218 a.C., los legionarios romanos tomaron contacto por vez primera con Hispania. El lugar elegido fue la

    nia griega de Emporion (Ampurias). Muy pronto las tropas latinas se vieron sorprendidas por la acometividad de los cartagineses y de susos.A pesar de todo, los romanos se abrieron paso hasta la ciudad de Cissa (Tarraco), donde establecieron su primer centro de operaciones.

    a campaa se dedicaron a sojuzgar algunas tribus locales hasta que lleg el invierno y la situacin en el frente hispano qued estabilizra de las noticias que pudieran llegar de Italia. Por el momento las fronteras establecidas en el tratado de 226 a.C. volvan a estar bajo

    ano, a pesar de los esfuerzos de Hannn, quien no pudo recibir a tiempo la oportuna ayuda de Asdrbal.Los cartagineses vean cortada la lnea de suministros con el ejrcito expedicionario de Anbal; aun as, el riesgo para Roma era ms que pEn la primavera siguiente las tropas cartaginesas establecidas en la pennsula Ibrica lanzaron una feroz ofensiva sobre los romanos sit

    e del Ebro. Asdrbal dispuso dos cuerpos de ejrcito, uno que avanz por tierra desde Cartago Nova, mientras el otro lo hizo por mar a bescuadra de refuerzo proveniente de la metrpoli africana. El choque se produjo en la desembocadura del Ebro, con resultado nefasto s cartaginesas. Desde ese momento y a lo largo de los seis aos siguientes los romanos no cesaron en el envo de refuerzos, incluido eo Cornelio Escipin, quien, en compaa de su hermano Cneo, aplic sus dotes diplomticas en arduas negociaciones que impulssarias alianzas con los pueblos beros. En ese perodo se enmarcan unas luchas terribles por el control de Hispania, avances y retrocesolos dos ejrcitos enemigos dejaron miles de muertos. Parece ser que las tribus nativas fueron desequilibrando la balanza decan

    atinamente hacia el bando romano.

    A pesar de todo, los cartagineses, bien dirigidos por Asdrbal, Magn y otros generales como Anbal Bomlcar o Asdrbal Giscn, dieronstras de su talento militar hostigando en todo momento a los ejrcitos de Roma. Estos ltimos tuvieron que emplear por primera vez en sumiles de mercenarios celtberos con el propsito de parar los certeros golpes cartagineses.Es difcil resumir en las pocas pginas de un libro la amalgama tribal de esos tiempos: cientos de aldeas y ciudades que se pasaban a un o segn los acuerdos, las disputas o las venganzas.La tribu aliada hoy poda transformarse en enemiga maana por el asunto ms nimio. Y en ese entramado poltico, social y militar que planacin aborigen hispana se combati durante aos.Finalmente, en 211 a.C., los hermanos Escipiones se vieron las caras con los hermanos de Anbal, en la ciudad de Castulo (cerca de Linaocasin el resultado fue favorable para los cartagineses. Las argucias de Asdrbal fueron muy convincentes a la hora de invitar a los merc

    beros que servan a Roma, y stos abandonaron sin ms el campo de batalla, dejando a su suerte a los legionarios romanos, que fueron sua infantera y la caballera cartaginesas. Fue una cruel carnicera en la que sucumbi buena parte del ejrcito romano, incluidos Publio Co Escipin. Los restos de las legiones retrocedieron hasta el Ebro, acuartelndose en zonas protegidas por sus aliados beros.Por el momento Cartago retomaba la iniciativa en la pennsula Ibrica, a pesar de no poder completar la ocupacin del noreste peninsucupaba al angustiado Anbal, quien se vea obligado a seguir luchando en Italia sin recibir tropas de refresco. En efecto, la presengentes romanos en Hispania haba sido, a la postre, definitiva para encauzar la situacin militar de la segunda guerra pnica.En 210 a.C., el joven Publio Cornelio Escipin, hijo y sobrino de los anteriores, desembarcaba en Hispania al frente de un potente ejencia con sus parientes muertos en la batalla de Castulo era que el futuro Africano conoca a la perfeccin a su enemigo cartaginsin, los romanos fueron venciendo a cuantas tropas se enfrentaron.En 207 a.C., las caligae legionarias conquistaban Cartago Nova y, en 206 a.C., hacan lo propio con Gades. Supuso el fin de la pginesa en Hispania.Pero volvamos unos instantes a la pica aventura del genial Anbal. Recordemos que lo habamos dejado en 218 a.C., tras conquistar loos, y que su ejrcito se encontraba muy mermado tras el titnico esfuerzo.Durante el ao 217 a.C., las tropas expedicionarias de invasin se reforzaron notablemente con la valiosa aportacin de los celtas cisndo Anbal se sinti fuerte volvi a utilizar su ingenio para enfrentarse a los diferentes ejrcitos romanos con los que se iba encontrando. narios sucumbieron en las derrotas de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas. Esta ltima batalla, en 216 a.C., es considerada como el ms bate acaecido en la Antigedad. En ella, 86.000 soldados de Roma cayeron ante la habilidad estratgica de un Anbal en su mejor momentoCannas se convirti en una terrible pesadilla para Roma, ciudad que ahora se vea amenazada por las tropas cartaginesas, o mejotribales, pues en el contingente se podan ver toda suerte de tribus, en especial celtas, nmidas e beros. Precisamente estos ltimos fufieles a su general, y entre ellos destacaron las unidades de infantera y, sobre todo, los honderos baleares, los cuales, en nmero de 2

    irtieron en un peligro mucho ms mortfero que los propios arqueros.La puntera demostrada por estos tiradores gozaba de merecida fama desde antao. Sabido es que se adiestraban desde nios con hos los tamaos. Se deca de ellos que sus padres no les daban alimentos hasta que no consiguieran hacer blanco en las dianas elegid

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    reros baleares engrosaron los ejrcitos de la Antigedad como mercenarios siempre leales hasta la muerte para el reino que los contrcaso de Anbal, esa lealtad se demostr sobradamente.

    Tras la victoria de Cannas, los cartagineses se encontraban en disposicin de asaltar Roma. No obstante, Anbal hizo gala de una exaencia desestimando esa posibilidad al comprobar cmo las tribus pertenecientes a la confederacin latina no terminaban de romper sus Roma. La desesperacin hizo mella en algunos oficiales pnicos, quienes reprocharon a su jefe la falta de decisin en ese momento cruciallo interpel de esta manera: Los dioses no conceden todos sus dones a una sola persona. T sabes conseguir las victorias, pero nnistrarlas. El estratega cartagins no escuch las recomendaciones de su Estado Mayor y s, en cambio, orden el avance hacia el sur de se estableci durante varios aos. La ciudad de Capua fue la principal base de operaciones de un ejrcito cada vez ms menguado poaterial y de soldados de refresco.En ese sentido cabe resaltar que el nico intento real de abastecer a las tropas de Italia corri a cargo de los hermanos de Anbal. Asdrbasta de los Alpes, atravesndolos con una columna de auxilio en 207 a.C. El infortunio quiso que un mensajero enviado para anunciarle a Ada inminente de refuerzos fuese capturado por los romanos, los cuales no tuvieron ms que salir al encuentro de las tropas pnicas llegadaania, batindolas por completo en la batalla de Metauro, donde el propio Asdrbal muri combatiendo.Por su parte, Magn intentara algo parecido unos meses ms tarde, aunque para entonces la suerte de Anbal y de Cartago ya estaba dec

    Las legiones romanas se paseaban victoriosas por Hispania bajo el mando de otro Escipin, llamado Publio Cornelio, supervivienteotas romanas de aos anteriores y que haba aprendido las tcnicas combativas de su mayor rival. Ahora, el nimo de resarcirse y el emar a sus parientes fallecidos lo impulsaban a tomar las riendas del frente hispano. Una vez estabilizado ste, desembarc en frica al frenroso contingente blico, amenazando a la propia Cartago. La urgencia de la situacin provoc que los sufetes cartagineses reclamencia de Anbal, quien se vio obligado a abandonar Italia en 203 a.C. para enfrentarse a los romanos en la batalla de Zama, que tuvo lugatarde. El desastre para los pnicos fue total. Anbal fue derrotado y Publio Cornelio Escipin elevado a la gloria con el sobrenombrano.se fue el fin de la segunda guerra pnica. Cincuenta y seis aos ms tarde Cartago sera arrasada hasta los cimientos y cubierta de sal.En cuanto a lo que pas con Anbal tras el desastre de Zama es fcil de explicar: vivi unos aos como sufete o senador de Cartago, esforuprimir la importante corrupcin que carcoma a su ciudad natal. En 195 a.C. fue acusado de traicin contra Roma por sus envidiosos paisandole ms opcin que un penoso exilio en el extranjero. Sirvi como general en la corte del rey Antoco, el grande de Antioquia (Siriat seguir luchando contra su denostado enemigo. En principio lo consigui, pero la derrota de sus tropas en Magnesia le aboc a un nueo llev a las islas de Chipre y Creta, para terminar en el reino de Bitinia. All intent organizar la lucha contra Roma. Todo fue intil y su a merced de los romanos, los cuales no cesaban en su bsqueda.En este tiempo de persecucin, cabe inscribir un encuentro personal entre los dos viejos rivales de Zama; ocurri en la ciudad de feso

    De la conversacin poco se sabe, nicamente que el Africano le plante esta cuestin: Dime, Anbal, quines han sido los tres rales de la historia?Tras la pregunta Anbal mir con orgullosos ojos a su interlocutor y, mientras pensaba en su ejrcito desfilando ante l en Cartago Nova ao

    am: Alejandro Magno, Pirro y yo. En ese momento so con elefantes cruzando los Alpes, embestidas de la caballera en Trebia, avanctera en Trasimeno y, sobre todo, en las maniobras sin igual de sus hombres en Cannas. Ante esto el romano dijo: Y si me hubieses deama? El cartagins sonri, exclamando: Entonces me habra nombrado en primer lugar. A Escipin slo le qued callar y abandonae permaneca el veterano comandante que tantos quebraderos de cabeza haba ocasionado a la poderosa Roma.Diez aos despus el ilustre cartagins se vio acorralado por los romanos en su ltima guarida. Ante su inminente apresamiento optdio, envenenndose con un brebaje. Dicen que stas fueron sus ltimas palabras: Devolvamos la tranquilidad a los romanos, visto que nencia para aguardar el fin de un viejo como yo.Al poco falleci su admirado oponente Escipin. A ningn historiador de la poca se le escap que aquellos dos hombres sin igual sea simpata y que slo los distanci su pertenencia a mundos tan distintos. Lo cierto es que, en este corto perodo de la historia humana, seenfrentar dos de los mayores talentos militares, herederos ambos de Alejandro Magno. Unicamente Julio Csar sera capaz de emularlos tarde.

    La eliminacin de Cartago en el concierto internacional dejaba paso franco a los romanos en su expansin mediterrnea, con Hispanntica joya de las provincias conquistadas por la Repblica. Tarraco se converta as en la nueva capital provincial de la pennsula Ibrantes conquistadores establecieron en 197 a.C. dos reas dentro de la zona peninsular a las que llamaron Citerior(la de ac) y Ulterior(laenzaba una etapa apasionante en la que las tribus beras poco o nada cambiaron en su vida cotidiana, tan slo dejaron de combatir al lado cartagineses para hacerlo de igual modo con los romanos.

    Iberia quedaba atrs y ceda el paso a Hispania, que supona una nueva concepcin de la existencia y, sobre todo, una forma nueva de civdara resultados indelebles en el nimo y la idiosincrasia de los pueblos ibricos. Cmo afrontaran stos el siglo II a.C.? Desde luego emoturas y guerras no iban a faltar, como veremos en el siguiente captulo.

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    onologa

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    esencia pnica en la pennsula Ibrica

    1100 a.C. Los fenicios fundan Gades (Cdiz) en Span (Hispania).800 a.C. Fundacin fenicia de Cartago en los territorios de la actual Tnez.535 a.C. Expansin cartaginesa por el reino ibrico de Tartessos.508 a.C. Primer tratado entre cartagineses y romanos, por el que los ltimos se comprometen a no navegar por aguas de la pennsula Ibri348 a.C. Segundo tratado romano-cartagins, firmado en condiciones semejantes al anterior.264 a.C. Estallada primera guerra pnica por el dominio de Sicilia.241 a.C. Finaliza la primera guerra pnica con la total derrota cartaginesa. 240-237 a.C. Rebelin de los mercenarios pagados por Caral Amlcar Barca reprime el motn con extrema dureza.237 a.C. Los cartagineses invaden Iberia. Anbal realiza su juramento de odio eterno a Roma.229-228 a.C. Muerte de Amlcar Barca en la pennsula Ibrica. Su yerno Asdrbal es elegido caudillo de los ejrcitos expedicionarios.227 a.C. Asdrbal funda Cartago Nova (Cartagena).226 a.C. Tratado del Ebro entre cartagineses y romanos, por el que se fija el ro Iber como frontera natural entre pnicos y helenos establennsula.221 a.C. Asdrbal muere asesinado por un soldado bero. Anbal es el nuevo caudillo de los cartagineses.219-218 a.C. Asedio y toma de Sagunto. Un casus bellipara Roma, que declara la segunda guerra pnica.218 a.C. Anbal inicia la invasin de Italia tras superar los Alpes. Cneo Escipin desembarca en Emporion (Ampurias) al mando de dos leg217 a.C. Llegada a Hispania de Publio Cornelio Escipin. Se producen dursimos combates entre romanos y cartagineses por el contrnsula.216 a.C. Anbal y su ejrcito derrotan a los romanos en la batalla de Cannas. Roma, en peligro.212 a.C. Los romanos arrebatan Sagunto a los cartagineses.211 a.C. Publio y Cneo Escipin fallecen junto a buena parte de sus ejrcitos en las batallas de Castulo (provincia de Jan) e Ilorci (Lorca).210 a.C. Publio Cornelio Escipin, hijo y sobrino de los anteriores, llega a Hispania con un nuevo ejrcito.209 a.C. Los romanos conquistan Cartago Nova a los cartagineses.207 a.C. Muerte de Asdrbal cuando iba en ayuda de su hermano Anbal.206-205 a.C. Tras la batalla de Hipa los romanos conquistan Gades. Fin de la presencia cartaginesa en Hispania. Escipin organiz

    enaje a su padre y to la primera lucha de gladiadores que se celebra en la pennsula Ibrica.204-203 a.C. Los romanos atacan Cartago. Anbal regresa a su ciudad natal para defenderla.202 a.C. Los cartagineses son derrotados en la batalla de Zama. Fin de la segunda guerra pnica.197 a.C. Divisin romana de Hispania en dos provincias: Ulterior y Citerior.194 a.C. Expansin romana por el este y el sur de la pennsula Ibrica.183 a.C. Anbal se suicida antes de ser entregado a los romanos.146 a.C. Fin de la tercera y ltima guerra pnica. Cartago es destruida hasta los cimientos y cubierta de sal.

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    reto de los Escipiones

    El nombre Escipin va unido inexorablemente al inicio de la presencia romana en la pennsula Ibrica. En pocos aos, desde 218 a.C. a 1on destacados integrantes de este clan patricio romano quienes participaron en las diferentes acciones blicas que se libraron por el cnio de Hispania.Sin duda, el llamado Africano es el ms influyente y carismtico de todos ellos. Su biografa es tan apasionante como original, y no me

    cer algunos apuntes aadidos a los que ya hemos expuesto.Nacido en 236-235 a.C., el joven Publio form parte de la vida social romana tal como corresponda a su rango. Precisamente, la irida por la repblica se estructur entorno a estas familias aristcratas que con notable acierto supieron transmitir de padres a hijos un papcional, que a la postre fue definitivo para el levantamiento del Imperio. El Senado, autntica clave del xito, supo articular en este tiedas ms certeras para el impulso de la expansin colonial. De ese modo, la primigenia ciudad-Estado sojuzg a sus vecinas y, sin dilacis fronterizos, todo gracias a la excelente direccin de unos cnsules perfectamente adoctrinados en el ejercicio de engrandecer a una Ro

    ms poderosa.Los Escipiones pertenecan a una de las familias ms antiguas de la ciudad. En consecuencia, participaban desde primera lnea en ladad poltica de una urbe que soaba con la ambicin de gobernar el mundo conocido.Publio Cornelio obtiene su primera gran misin en 218 a.C., tras el ataque de Anbal a la pennsula italiana. En esos meses su padre, de bre, asume el mando de las legiones para enfrentarse a los invasores cartagineses en la batalla de Tesino. El joven Publio tiene tan slo d. No obstante, su exquisita formacin castrense le permite encabezar la caballera del ejrcito dirigido por su progenitor. Como sabemos, laecant por el bando pnico, y el viejo Publio qued comprometido al ser rodeado por una nube de jinetes cartagineses. Cuando todo hacaneral romano iba a encontrarse cabalgando al lado de los dioses, su hijo, en decisin heroica, reuni cuantos efectivos pudo para intentar sSus hombres, temerosos ante la superioridad enemiga, vacilaron ante la peticin suicida del imberbe adolescente. Este, cegado por enz a galopar en solitario hasta el lugar donde su padre se defenda a duras penas de los mandobles cartagineses.Los jinetes romanos, avergonzados por la leccin guerrera de su jefe, lo siguieron como uno solo y lograron rescatar al maltrecho gene

    e, el viejo Publio, en compaa de su hermano Cneo, marchara al frente hispano; all batallaron contra las tropas pnicas hasta el ao 2a en la que murieron combatiendo en Castulo.La situacin en Hispania empeoraba por momentos, y es entonces cuando vuelve a aparecer la figura del hroe romano, tambin supervivtica batalla de Cannas.

    En 210 a.C., Publio Cornelio Escipin tiene veinticuatro aos y el cargo pblico de edil, puesto que haba obtenido en los comicios pmpaando a su hermano mayor, Lucio. Segn cuenta la historia, las posibilidades de los hermanos Escipiones eran bastante endebles a laner ese cargo intermedio. Sin embargo, Publio, siempre entusiasta, informa a su madre acerca de dos sueos premonitorios que ha tes recientes. En esas ensoaciones el futuro Africano vea con claridad a su madre llorando de alegra por el triunfo obtenido en las votsonrisa optimista el muchacho pidi a su progenitora que le entregase una toga blanca, como la que vestan los candidatos a edil. La especia, conmovida por el inters de su hijo, le ofreci todo su apoyo y la prenda solicitada. Al poco, los dos hermanos resultaron elegidos constico y accedieron a sus flamantes ocupaciones funcionariales. Fue entonces cuando se empez a propagar el rumor sobre lanatorias de Escipin. A decir verdad, este notable romano siempre estuvo acompaado por la fortuna, dejando correr hbilm

    muraciones en cuanto a la tutela que los dioses pudieran ejercer sobre l. Era bien parecido y profundamente religioso; no tomaba ningunaonsultar los orculos. Todo esto cre una leyenda en torno a l y, como es obvio, le acarre tambin numerosas enemistades que lo acompsto de su vida.

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    fin de la guerra

    La contienda entre cartagineses y romanos tuvo dos teatros de operaciones principales: uno, Italia, escenario por el que se desenvolvan lanbal Barca, y otro, no menos importante, Hispania, un frente vital para el desarrollo de la guerra.De los diecisis aos que dur el conflicto, prcticamente doce se estuvo combatiendo en la pennsula Ibrica. Este tiempo qued dividido

    odos claramente diferenciados: un primer tramo que ira desde 218 a.C. hasta 211 a.C., en el que los contendientes pugnaron por el coorio con iniciativa romana en casi todo momento, y un segundo, de 210 a.C. a 206 a.C., en el cual la ofensiva romana fue imparable, hastampleta expulsin de las tropas cartaginesas acantonadas en la Pennsula.Sin duda, el protagonista de la victoria romana fue Publio Cornelio Escipin. Su arrojo y talento se manifestaron decisivos para asumir lasquella hazaa, que algunos, dada la condicin del joven procnsul, tacharon de sobrenatural. Ya de por s result extrao su nombramienton. Con tan slo veinticuatro aos y sin casi ninguna experiencia poltica, nicamente le avalaba el hecho de ser miembro de una fatigiosa como la de los Escipiones, familia que incluso lleg a generar una exclusiva forma ideolgica para llevar los asuntos de Roma, influencia helenstica que dominaba por entonces en las lites patricias.

    Escipin demostr un coraje inusitado incluso en las derrotas frente a los pnicos; tras el desastre de Cannas, regres a Roma dispnizar una resistencia hasta el fin de la propia ciudad. Este ardoroso gesto fue muy valorado por la ciudadana, que vio en aquel hombre un mr, factor que sumado a su presunta tutela divina hizo que una aureola mstica cubriera la figura del llamado a ser uno de los personardados de la historia romana.El Senado no permaneca ajeno a la popularidad creciente de Escipin y, considerando que su padre y su to haban muerto combatiendnsula, no fue difcil hacer la vista gorda en cuanto a las leyes que regan el escrupuloso nombramiento de autoridades y le concedieronesta debido a la urgencia del momento el cargo de procnsul en Hispania. Todo un sueo para un joven de veinticuatro aos.No obstante, para mantener las formas legales se le asign un asesor de reglamento, el propretor M.Julio Silano.En otoo de 210 a.C., Escipin desembarcaba en Emporion (Ampurias) al mando de dos legiones de nuevo cuo. En su alma animiento de venganza por las muertes de su padre y su to un ao antes. Con sus reclutas avanz hasta contactar con los restos de ones que permanecan acuarteladas en Tarraco bajo la direccin de Claudio Nern, hombre enviado por Roma para sostener la situacin desaparicin sangrienta de los anteriores Escipiones.

    Con decisin, los romanos lanzaron una eficaz ofensiva sobre Cartago Nova en febrero de 209 a.C. Fue una operacin de guerra relmponcret en apenas doce das, con el grueso de las tropas romanas frente a la ciudad que era smbolo de los cartagineses en Hispania. La s

    otal para los pnicos, los cuales tuvieron que rendir la plaza sin presentar ningn tipo de oposicin, dado que la guarnicin establecida en lantraba en absoluta inferioridad numrica. La maniobra romana se haba extendido por tierra y mar y, ahora, las legiones y sus baechaban a costa de los vencidos.Los hombres de Escipin capturaron un cuantioso botn compuesto por abundante plata principal recurso cartagins a la hora de pag

    cenarios ibricos, adems de una enorme cantidad de material blico, incluidos 18 buques de la flota pnica. La suerte se ali otra vensul al ser encontrados, en el interior de un recinto amurallado, ms de 300 rehenes que los cartagineses haban tomado de sus tribus aliaopsito de impedir ser traicionados en sus acuerdos militares. Publio orden la liberacin de estos prisioneros, gesto que le granje la amorrespondientes tribus nativas.La toma sin esfuerzo de Cartago Nova es el primer gran acontecimiento militar en la carrera fulgurante de Escipin. Como es obvio, la buen

    muy poco en llegar a Roma. Con alborozo, senadores y plebe elogiaron el magnfico comportamiento de su bravo general, quien por ocrecer su leyenda de proteccin divina. Valga como ejemplo esta ancdota registrada en los instantes previos al asalto romano de l

    agena. Segn se dice, exista una zona pantanosa en las inmediaciones de la plaza pnica. Si los romanos queran tomarla deberaatoriamente atravesando esas difciles aguas. La pesada impedimenta de los legionarios haca prcticamente imposible que stos itar por all. Sin embargo, Escipin se plant ante sus hombres para decirles que el mismsimo Neptuno se le haba aparecido explicnos cmo se deba superar aquel lodazal pestilente. Los curtidos soldados se miraron entre s algo incrdulos, aunque saban que su jefe ten

    divino y protegido de los dioses. Publio, sin decir ms, empez a correr por las aguas del otrora profundo pantano. Los legionarios, conmbro, comenzaron a vitorear a su jefe mientras lo seguan en su alocada carrera. En pocos minutos, todo el contingente atraves el hasta esible pantano. Fue un milagro de Neptuno? Era Escipin un mimado del cielo? Lo cierto es que no sabemos responder a estas preguambio, conocemos que unos das antes Escipin haba mantenido algunas conversaciones con los pescadores de Tarraco, los mismosaron cmo eran las mareas de aquellas costas, y su periodicidad. Por tanto, el inteligente Publio estaba sobre la pista del comportaml traicionero pantano, mientras que sus hombres, en su mayora agricultores, desconocan por completo el dato que su lder se guardabacorazado. Tras cumplir con este captulo, la moral del ejrcito romano subi como la espuma, pensando que sin duda Publio Cornelio

    aba bajo el manto protector de Neptuno, Jpiter y toda la cohorte celestial.Tras conquistar la capital cartaginesa de la pennsula Ibrica, las legiones de Escipin continuaron avanzando hacia el sur por la costa hastblemente, a la zona almeriense, con la intencin de controlar los inagotables recursos mineros que ofrecan aquellos pagos. Con el fin del vensul opt por replegarse a Tarraco, su cuartel general, mientras ordenaba el levantamiento de fortificaciones defensivas en Cartago Nra de una hipottica contraofensiva cartaginesa.En ese tiempo los ejrcitos pnicos se encontraban repartidos en tres grandes cuerpos de combate que se esparcan por el sur, oeste nsulares. Esta tctica puede parecer algo incoherente tal y como estaban las cosas en 209 a.C., pero no olvidemos que Cartago cimer blico en la fuerza de sus mercenarios. Por tanto, que el ejrcito cartagins en Hispania se distribuyera de ese modo bien pudiera obe

    to de reclutar nuevas tropas en la Celtiberia con el objetivo primordial de socorrer, finalmente, al necesitado Anbal.Las actuaciones de Escipin estaban siendo muy certeras, lo que permita innumerables tratados diplomticos con los nativos beros. Tale

    pactos con Edecn, rey de los edetanos, tribu establecida en los mrgenes del ro Jcar; o de los poderosos Indbil y Mandonio, jefeetas, una tribu numerosa y muy combativa asentada en las tierras de la actual Lrida, que estuvo durante aos guerreando a favor o en contendientes en aquel frente. A stos y a otros muchos reyezuelos ibricos se sum el magnfico apoyo del rey nmida Sifax, quien ennsula algunos contingentes de su famosa caballera ligera. Los nmidas fueron fundamentales en las guerras de aquel perodo. Raramente ombate y se limitaban a cabalgar hasta donde se encontraba el enemigo, incordindolo con sus afiladas jabalinas y escapando con desen unos pocos segundos.

    Estos jinetes africanos ayudaron fielmente al ejrcito de Anbal en sus victorias italianas, al igual que sirvieron con eficacia a Escipinrias hispanas y en la definitiva batalla de Zama.La campaa de 208 a.C. se desarroll por el valle del Guadalquivir. En esta ocasin los romanos trataban de seguir empujando a los cartaa el sur, mientras evitaban la confluencia de los tres ejrcitos pnicos. Asdrbal, que por entonces se encontraba operando cerca de Castulantear una batalla decisiva en Baecula (Bailen), con la esperanza de recibir los refuerzos de su hermano Magn y del general Gisargo, el ataque romano fue devastador y Escipin venci a los cartagineses, que abandonaron el campo de batalla dejando 8.000 m00 prisioneros. Asdrbal escap hacia el norte con los restos de su ejrcito, atravesando la Celtiberia y los Pirineos occidentales para sups alpinos en 207 a.C., ao en el que fue derrotado y muerto en la batalla de Metauro sin poder auxiliar a su hermano.La batalla de Baecula se convirti en decisiva: los cartagineses, desorganizados y sin el liderazgo de Asdrbal, se vieron forzados a re

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    defender Gades, su ltimo reducto de importancia en la pennsula Ibrica.Escipin manej a la perfeccin sus dotes de estratega. Con la ayuda de su hermano Lucio y de su amigo el propretor Silano avanzdalquivir, sofocando rebeliones tribales y reduciendo a los ltimos ncleos de resistencia pnica. Por fin, los cartagineses se reagruparon o combate, que se produjo en Hipa (Alcal del Ro), con una nueva derrota para los soldados de Cartago. Era, de facto, el fin de la reginesa en Hispania. Las tropas legionarias tomaron Gades en 206 a.C. y Publio Cornelio Escipin pudo cumplir el sueo de vengar las mu

    adre y de su to, asunto que celebr con multitudinarias luchas de gladiadores.Por su parte, Magn escap a las Baleares, donde invern tratando de reunir lo que pudo para viajar al encuentro de su hermano Anteci en las islas de Ibiza y Menorca, sin conseguir el apoyo de los mallorquines. Menguado de efectivos, se traslad a la pennsula mbarcando en las costas de Liguria. Sin embargo, el fracaso golpe una vez ms al nuevo ejrcito de refresco y se perdi cualquier posibrrer al contingente pnico en Italia.La segunda guerra pnica estaba al borde de rubricar su eplogo con un Anbal aislado y sin esperanza de recibir refuerzo alguno.Por su parte, Escipin viaj al continente africano para obtener un tratado de alianza con el rey nmida Sifax, acuerdo que a la larga le facria absoluta sobre Anbal. Despus regres a la Pennsula para sojuzgar a las tribus aborgenes que se haban sublevado al norte del Ebro;tima accin en Hispania. De regreso a Roma fue aclamado por la plebe, aumentando las envidias que hacia l mantenan muchos sen

    cios. En 202 a.C. obtuvo el sobrenombre de el Africano tras su resonante victoria en Zama.l mismo impuso los protocolos que ponan fin a diecisis aos de guerra, en los que haban muerto ms de 3Q0.000 soldados romanos. do, la paz no fue humillante para Cartago, a la que se dej margen suficiente para rehacerse como potencia comercial, aunque tuvo que reexpansin colonial y a un ejrcito poderoso donde ya no podran adiestrarse ms elefantes de batalla. En el plano econmico, la m

    eafricana tuvo que asumir el pago de 10.000 talentos de oro durante cincuenta aos; a cambio, se le permita recuperar sus viejas posanas. En definitiva, Escipin fue magnnimo con los vencidos, lo que engrandeci su imagen de perfecto romano influido por las corriamiento helensticas: orgulloso sin ser altanero, ambicioso slo para la grandeza de su patria. En resumen, nos encontramos ante unres comandantes de la historia, un hombre que supo ver con intuicin casi divina el inminente nacimiento del Imperio. No en vano su tale

    ble la derrota de Cartago y la expansin romana por todo el Mediterrneo occidental.Pero lejos de pretender algo ms que el reconocimiento pblico, se retir a la vida privada durante un tiempo, aunque en 194 a.C. su e le permiti ser elegido cnsul por segunda vez. Este cargo le posibilit seguir acosando a su enemigo ntimo, Anbal, con quienevistarse, como hemos visto.En 184 a.C., una conjura promovida por Catn el Viejo lo forz a un injustificado exilio, y falleci al ao siguiente en Liternum, cuando conde edad. Aos ms tarde, un heredero suyo, Publio Cornelio Escipin Emiliano, entr en nuestra historia antigua hacindose clebr

    ruccin total de Cartago y de su patrimonio cultural en la tercera y definitiva guerra pnica, librada entre 149 y 146 a.C.

    l fue el encargado de cubrir los territorios cartagineses con una densa capa de sal que impidiera crecer cualquier signo de vida en elle sera el general que quebr el espritu de resistencia numantino, como contaremos en las prximas pginas.

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    erior y Ulterior

    La llegada a Hispania de Escipin y sus tropas fue determinante para la expulsin de los cartagineses de la pennsula Ibrica. En 206 anos culminaban su invasin con la conquista de Gades. Previamente haban fundado una pequea ciudad que poblaron en esencia con los

    batalla de Hipa. Ese ncleo urbano llev por nombre Itlica (Santiponce, Sevilla), futura capital de la provincia Ulterior. En esos aos no sar de administracin romana sobre Hispania, ms bien debemos ceirnos al concepto de expansin colonial por la fuerza de las armas.Escipin estableci, gracias a sus incontestables xitos militares, dos reas poco definidas en cuanto a lmites fronterizos pero clanocibles en la geografa hispana. Por un lado la zona a la que se denomin Citerior, llamada as por su cercana con Italia. En ese adraban territorios del este y noreste peninsular. Por otro estaba la zona Ulterior, nombre que diferenciaba a los territorios ms lejaecto a Roma. En este mbito geogrfico quedaban los lugares del sureste, sur y suroeste de la pennsula Ibrica. En todo caso, el ro Iber po Betis para la otra, marcaban el origen de aquellas primigenias provincias romanas de Hispania.Entre el 206 a.C. y el 197 a.C., los mandos provinciales fueron desempeados por algunos procnsules elegidos de forma un tanto impr

    gamos en cuenta que en aquel tiempo todava no estaba claro cmo se ocupara la Pennsula y sobre todo cmo se llevaran los nistrativos de unas latitudes cuajadas de tribus nativas muy reacias al pago de impuestos y a la concesin de tropas auxiliares para las gua. Muchas ciudades ibricas negociaron de forma dispar su presunta adhesin a los nuevos conquistadores. Desde la metrpoli latina se anos que definieran la cercana o alejamiento de las diferentes ciudades ibricas. La clasificacin estableca tres grados de unin con Roda foederata gozaban de un tratado de amistad que las liberaba de un buen porcentaje impositivo por haber demostrado su fidelidaanos en todo momento; luego estaban las libera, ciudades a las que Roma trataba de forma unilateral como amigas por la prestacin punos servicios. Finalmente, tenemos las stipendiaria. En este grupo se aglutinaban la mayor parte de las ciudades beras, las que se habanmayor intensidad a las tropas romanas, siendo doblegadas por acciones blicas.A estas plazas se les aplic una mano dura sin concesiones, obligndolas a un pago abusivo de tributos, sin posibilidad de negociar nad

    a lo impuesto por Roma. El stipendium fijaba una recaudacin tributaria anual que consista en el pago obligado de oro o plata en motes. Tambin se aceptaba una aportacin en especies, principalmente textiles o cereales. Los tributos a recaudar fueron tan injustosivos, y desencadenaron la hostilidad de muchas comunidades nativas, las cuales, una vez que se march Escipin, no tardaron en levan

    as contra los flamantes dominadores de la Pennsula.En 205 a.C., los caudillos ilergetas Indbil y Mardonio lideraron una confederacin de tribus que consigui armar un ejrcito de 30.000 in0 jinetes para enfrentarse a las legiones romanas dirigidas por los procnsules L. Lntulo de la Citerior y L. Manlio Acidito de la Ulterior. El

    rodujo en los campos de los sedetanos (Zaragoza), con una derrota total para los ejrcitos autctonos. La persecucin y represin srvivientes fue tan brutal como clarificadora. Los romanos no aceptaron negociar ninguna alianza, limitndose a ejecutar a los jefes rebeldessaje de advertencia para futuras desobediencias. Esa actitud dejaba manifiesta la intencin de Roma para los siguientes decenios. Hisporaba como provincia de Roma y su gestin y explotacin pasaba nica y exclusivamente por las decisiones que se adoptasen en el

    ano y no por nfimas negociaciones con las tribus sometidas.

    En 197 a.C. se dio oficialidad al nacimiento de las dos provincias hispanas. Desde entonces los nombramientos para su gobierno qmados por los organismos polticos romanos. Se cambi el concepto de mandos duraderos con unidad de criterio por el de cargos mendados a magistrados elegidos, cuya supervisin resultaba mucho ms sencilla que en los casos proconsulares anteriores. De esa mataba evitar que los militares enviados a Hispania se convirtieran en pequeos caudillos que, mediante botines, obtuvieran honores y prebe

    osa procedencia. Los dos primeros pretores enviados a la nueva provincia fueron C. Sempronio Tuditano para la Citerior y M. Helvio ior. En ambos casos contaron con el apoyo de 8.000 infantes y 1.400 jinetes, los cuales, en casi su totalidad, eran tropas auxiliares con muivos legionarios. Esta escasa milicia se mostr a todas luces insuficiente para contener la furia de las tribus beras y, muy pronto, se t

    mir la necesidad de enviar un ejrcito de refresco si se deseaba mantener con xito la presencia romana en Hispania.

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    tn visita Hispania

    La situacin en la pennsula Ibrica era convulsa, decenas de tribus en permanente rebelin no hacan presagiar nada positivo para los ianos. Los pretores y sus menguadas legiones eran continuamente humillados por la accin guerrillera y frontal de los ejrcitos nativsiones beras constituan una pesadilla para los cuarteles romanos, siendo sus represalias cada vez ms enrgicas y despiadadas.Hispania viva en una especie de guerra permanente no declarada; mientras tanto Roma se despreocupaba, ms atareada acaso en la ra macednica, que por entonces se libraba en tierras griegas. En 196 a.C. la cuestin helena qued finiquitada al ser derrotado el rey edonia, y esta victoria romana permiti, adems del sojuzgamiento griego, que la metrpoli fijara su atencin blica en sus adqudentales, que tan buenos rendimientos econmicos le estaban reportando.En 195 a.C. se celebraron los comicios anuales para la eleccin de los cnsules que deban dirigir el destino de Roma. Para uno de los cado Marco Porcio Catn, una de las figuras ms relevantes de toda la historia romana. Catn era un hombre peculiar; como entr en conttra Hispania en un tiempo sumamente complicado, bueno ser que dediquemos unas lneas al hombre y a su personalidad a prueba de catLos orgenes de este ilustre romano, nacido en 234 a.C. en una pequea localidad cercana a Roma cuyo nombre era Tusculum, son enteeyos. De condicin humilde, el apellido Porcio vena a resaltar que su familia haba cuidado cerdos en pocas pretritas. En cuanto a lo dce ser que en su linaje abundaban gentes muy astutas. El joven Marco se dedic a la agricultura. En verdad no era muy agraciado, ya querojizo, la cara asimtrica cubierta por cicatrices, la boca desdentada y las manos speras como el pedernal. En fin, no era Adonis, pero ni fca: su inteligencia brillaba con energa propia. Quiso la suerte que un viejo senador, asqueado de la vida social y poltica que se viva en

    a a establecerse en una villa vecina de las tierras que cultivaba Catn. Los dos personajes entablaron amistad y pronto el veterano paat de que su nuevo amigo era algo ms que un campesino analfabeto. En efecto, Catn tena amplias inquietudes intelectuales, hasta lecos a escondidas de su familia. El crea que la cultura poda ofender, en cierta forma, a las rudas gentes del campo.El senador retirado supo adivinar que un dechado de virtudes se esconda en el interior del alma del muchacho y lo anim a ser letrado en no desech el sabio consejo y viaj a la capital con la esperanza de doctorarse en leyes. Lejos del fracaso, gan una docena de pleitos y como la espuma. Al poco tena su propio equipo de abogados, lo que le permiti alcanzar mritos suficientes para presentarse a los coner el cargo de edil cuando contaba treinta aos de edad. Fue elegido pretor al ao siguiente, cargo que ejerci en Sicilia, y tres aos mnz la gloria con su eleccin consular.Catn fue longevo, lleg a vivir ochenta y cinco aos, y en todos ellos hizo gala de un espritu reaccionario a prueba de influencias heleba todo lo que supiera a griego; pensaba como otros muchos romanos que los aires helensticos tarde o temprano minaran los cimie

    a. Algo de razn tena, como la historia demostr algn siglo ms tarde.Catn fue el primero que escribi en latn para oponerse a quienes lo hacan en griego. En aquel tiempo las corrientes culturales heledan Roma; muchas familias patricias, incluida la de los Escipiones, se dejaron llevar por el influjo esttico e intelectual llegado de Orientlos postulaban un refinamiento de la sociedad, la admiracin por la belleza y una apuesta clara por la filosofa vital de los grandes intelectlla tierra que vio nacer las formas democrticas y civilizadas. Ante un griego, un romano pareca un brbaro, y Catn se rebelaba por es se publicaban en latn por esta razn, y recibi el privilegio de ser considerado el padre de las letras latinas. Poco se ha conservado escrito, tan slo un tratado de agricultura y algunos prrafos de sus obras, aunque se sabe que produjo una extensa obra literaria que aursos, ensayos y, sobre todo, una enciclopedia histrica sobre los orgenes de Roma. Su sabidura comprenda conocimientos en multura, estrategia militar... Todo un erudito al servicio de la Roma ms enraizada en las tradiciones ancestrales, un defensor de las cosmente romanas y detractor de las tendencias extranjeras que pudieran contaminar su amada ciudad.Catn mantena una forma de vida austera; nunca acumul ms riqueza que la necesaria para vivir modestamente, y eso favoreci sus crias en las urnas. Es cierto que no gozaba de mucha simpata entre la clase poltica y la plebe, pero todos lo reconocan como un romanorompible, alguien a quien no se poda sobornar con dinero o argumentos banales.Su oratoria era seca, contundente y llena de una irona que en ocasiones rozaba el sarcasmo. Era el dedo acusador de los desmanes co

    una poblacin que se empezaba a dedicar a la molicie, vctima de la abundancia llegada desde las provincias conquistadas.

    Catn, posiblemente, fue de los primeros en percatarse del hipottico futuro que le esperaba a Roma de seguir las cosas por el caminoa iniciado. Advirti, con encendidos reproches, que Roma y el universo creado por ella deban prevalecer antes que injustificados cultos arficiales e inocuos. Por ejemplo, critic con severidad en 184 a.C. que no se pidieran cuentas a los Escipiones sobre su actuacin en tiente. Este asunto acab con la carrera poltica de Escipin el Africano, un hroe admirado y respetado por la ciudadana romana desde sue Anbal. Pero ello no fue bice para que Catn afirmara de forma airada que antes era Roma que sus hroes. Catn fue alguien od

    mul cientos de enemigos, pero nadie le rechist pblicamente porque en el fondo todos intuan que algo de razn llevaba, no en vano unativos ms populares fue el de censor, nombramiento que obtuvo en 184 a.C. y desde el que ejerci una presin total sobre la inmoraliva en la ciudad eterna.El triunfo sobre Cartago en la segunda guerra pnica no fue suficiente para l, por ver en la potencia africana a un irreconciliable enemigo. anim al Senado para que emprendiera una guerra definitiva sobre Cartago. El propio Catn visit esta urbe, comprobando horrori

    rgimiento. Finalmente estall la tercera y definitiva guerra pnica, justo antes de la muerte de uno de sus mayores instigadores. Catplacido sabiendo que las legiones marchaban sobre Cartago para destruir hasta sus cimientos. Eso provoc, seguramente, su ltima somundo.Pero volvamos a los tiempos en los que Catn haba sido elegido cnsul de Roma. Regresemos por tanto al ao 195 a.C., para ver ante cnsul recibe la encomienda de viajar a Hispania para sofocar, en la medida de lo posible, las continuas agresiones beras. C

    adaron los pretores para ese ao: la provincia Ulterior recibi el gobierno de Ap. Claudio Nern, mientras que la Citerior reciba al pretor Pn actuara como ayudante del cnsul en esta provincia, ms levantisca al parecer que la meridional.Los efectivos militares que acompaaban a los dirigentes romanos eran esta vez muy numerosos, dado que a las dos legiones de reglameorrespondientes provincias se aadan las otras dos legiones que conformaban el contingente consular.Por tanto, el ejrcito romano que iba a operar en la pennsula Ibrica constara de unos 60.000 hombres (algunas fuentes lo reducen a 52.0evan a 70.000). En todo caso, una mquina demoledora para las dispersas tribus autctonas.

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    En el verano de ese ao, 25 naves cargadas de legionarios llegaban al puerto de Rhode (Rosas). Con presteza, las columnas r

    mbarcaron y se dirigieron a Emporion (Ampurias), donde se entrenaron a conciencia para la misin que deban asumir en aquel territorio tanas tribus, como los ilergetas, por entonces muy debilitados, quisieron negociar ventajosas alianzas. Sin embargo, Catn, decidido rmiento definitivo, hizo odos sordos a las propuestas nativas y tom algunos rehenes para impedir cualquier ataque a traicin. A laanas el ejrcito romano estuvo dispuesto para enfrentarse a los rebeldes; la batalla se libr cerca de la misma Emporion, y la victoria fue os. La estacin estival sirvi adems para llenar los almacenes de aprovisionamiento. Con el excedente se enviaron naves a Roma que llevel preciado grano, sino un claro mensaje de Catn: La guerra se alimentar de s misma. Con esta frase el cnsul quera decir

    manencia en Hispania no sera gravosa para Roma y que, mientras durase, se abastecera del propio terreno enemigo.El avance hacia Tarraco debi de ser tan espectacular como convincente para la mayora de tribus locales, ya que muchas quisieron aliaa sin presentar oposicin alguna. No obstante, algunas entidades, como la de los bergistanos establecidos en las actuales comarcas de ona y Berga, presentaron batalla aprovechando su favorable orografa. Catn respondi con la contundencia habitual, y los bergistanodos del mapa.Mientras tanto, los turdetanos de la Ulterior se haban levantado en armas contra Roma. Su abundante riqueza les permiti contratar a

    cenarios celtberos, con los que pretendan expulsar a los romanos del valle del Guadalquivir. Catn acudi con su ejrcito y convencberos para que retornaran a sus tierras. Esta accin diplomtica impidi una guerra generalizada en el sur peninsular. Bien es cierto que eano regres a la Citerior atravesando la Celtiberia en una demostracin de fuerza hacia las tribus del interior. Los romanos tomaron S

    enza) y merodearon Numantia (Numancia).Esta vistosa ofensiva fue el primer contacto romano con la Celtiberia, y, como veremos, no sera el ltimo.Finalizando el ao y por tanto su mandato, el cnsul Catn tuvo que regresar a Roma para rendir cuentas sobre su expedicin a Hispaniatado ptimo. El botn rapiado fue impresionante: 25.000 libras de plata, 1.400 de oro, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata (anse). El Senado, conmovido por tanto brillo, no tuvo ninguna duda a la hora de otorgar el triunfo a un Marco Porcio Catn que, por ciert con nada de lo recaudado, siguiendo su personal e inamovible forma de entender la vida romana.El historiador referencial Livio nos explica en sntesis la actuacin de Catn en Hispania: Estableci grandes tributos de hierro y plata pucin la provincia fue hacindose cada da ms rica.Catn grab a fuego la que sera la actuacin de Roma en Hispania. Su crueldad y despiadado modo de tratar a las tribus nativas nos habncia dominante que avasalla a sus resignados tributarios. Las directrices del cnsul se mantendrn a lo largo de cinco dcadas, enania sufrir un control absoluto por la presin de las armas, la explotacin intensiva de sus ingentes recursos minerales y el establecimienis protector o frontera defensiva contra los pueblos brbaros, como lusitanos o celtberos.Las provincias Citerior y Ulterior quedaron pacificadas en su casi totalidad, mientras que las marcas fronterizas eran delimitadascipacin de numerosas tribus aliadas. Podemos decir que desde Catn, y con el sempiterno control de la nobilita senatorial, los tuistados en la Pennsula se entienden como homogneos y sin molestas bolsas de irredentos al poder de Roma. Cabe comentar que la R

    pre afirm librar guerras defensivas o, lo que es igual, Roma iniciaba campaas blicas por el simple hecho de evitar un hipottico atamigo.La conquista de Hispania se produjo por ese motivo: un contacto inicial para defenderse de los cartagineses y, luego, ante las mapectivas econmicas, una suerte de ofensivas para librarse del incordio de la presencia aborigen. En fin, son las ironas que nosdamente los grandes imperios de la historia. En cuanto al romano, debemos aceptar que su fortaleza se increment a golpe de espaora de los casos, y de diplomacia cuando se poda.Despus de Catn todo qued listo para la expansin por el interior de la pennsula Ibrica, pero este avance no iba a resultar nada fcmos.

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    ataque lusitano

    Tras la marcha del ilustre cnsul, los pretores elegidos en 194 a.C. encontraron una Hispania ms o menos calmada. La poltica de rodilloCatn haba dejado como resultado un sinfn de tribus desarmadas, humilladas y desprovistas en muchos casos de las propias muraegan sus ciudades. Este panorama, supuestamente tranquilizador para los ejrcitos romanos, no iba, sin embargo, a dejarles sin la cora larvada a cargo de las intransigentes poblaciones nativas de extramuros. Precisamente, en esos aos apareci en los textos escritos la encia sobre una de las tribus ms belicosas de la pennsula Ibrica: nos referimos a los lusitanos, gentes de origen celta que ocupaban las actuales Portugal, Extremadura y Casulla. Estrabn dijo de ellos que habitaban en dos zonas diferenciadas: una costera, muy rica, y otracialmente ganadera y pobre en cultivos. Los habitantes de esta ltima se vean con frecuencia abocados al bandidaje, debido a la esc

    entos y materias primas, y sus vctimas favoritas residan en el frtil valle del Guadalquivir.Los lusitanos sufran una desigual distribucin econmica en su sociedad. Existan unas oligarquas militares que dirigan el destino de loslite guerrera, siempre endogmica, daba la espalda a las clases desfavorecidas, las cuales se vean en la necesidad de engrosar los gro que devastaban cada verano el sur peninsular. En esta entidad tribal tan heterognea no se conoca la moneda y sus miembros recu

    que cada vez que necesitaban intercambiar la escasa dotacin patrimonial disponible. Los lusitanos, sometidos al rigor de una vida ron un sistema de guerra que los inmortalizara en los siguientes siglos. Se trataba, por supuesto, de las famosas guerrillas, pequeos greros que hostigaran con suma eficacia a las poderosas y abigarradas legiones romanas.Desde 194 a.C., y hasta la cada de Viriato en 139 a.C., los bravos soldados lusitanos demostraran al mundo que no era necesario poeroso ejrcito para atemorizar al enemigo. Aquellos jinetes desharrapados provocaron durante casi sesenta aos el terror en los adieados de Roma. El ms claro ejemplo lo constituye Viriato, de quien hablaremos ms adelante.En 194 a.C., dos nuevos pretores se hicieron cargo del gobierno en Hispania: para la Citerior fue nombrado Sexto Digitio, mientras queior era designado Publio Cornelio Escipin Nasica, primo hermano de el Africano.Los principales problemas que asumieron fueron una vez ms la inestabilidad fronteriza y la sublevacin casi permanente de las tribus soerto es que los captulos de paz total son inexistentes en este brumoso perodo.Los lusitanos irrumpieron con ferocidad en la historia escrita de la Pennsula. Sus golpes de mano sobre la Ulterior aturdieron momentneacin de los romanos y sus tributarios turdetanos, mientras que en el norte las tropas de Digitio chocaban con celtberos y vascones. En toquel un tiempo