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Intervención y cierre económico La eficacia del gobierno debía quedar demostrada, ante la sociedad en general y particularmente ante las clases propietarias, por su capacidad para enfrentar la difícil situación económica. La Depresión, que se venía manifestando desde 1928, persistió hasta 1932, golpeando duramente a lo que —pese a los camb ios de la déca da ante rior — era hasta entonces una economía abierta. Cesó el flujo de capitale s, que tradic ionalm ente la había alime ntado, y mu chos incluso retorna ron a sus lugares de origen. Los precios internacionales de los productos agrícolas cayeron fuertemente —mucho más aún que en la crisis de 19191922— y aunque el volumen de las exportaciones no descend ió, los ingr esos del sect or agra rio y de la econ omía toda se contr ajero n fuert ement e. Como el gobie rno optó por mantener el servicio de la deuda externa, mucho más gravosa por la disminución de los recursos corrientes, debiero n reducirse drást icame nte tanto las impor tacio nes como los gastos del Estado, cuyo défi cit pasó a convert irse en un problema grave. Por otra parte, el dislocamiento de la economía internaci onal, ya anun ciado en la déca da ante rior, era cada vez mayor. En la crisis, los países centrales utilizaron su poder de compra para defender sus mercados, asegurar el pago de las deuda s y prote ger las invers iones . Gran Bretaña se refu gió en el proteccionismo comercial y constituyó un "área" de la libra, defendida por el con tro l de cambios primero y por la inconvertibilidad de la moneda después. Idéntico camino tomaron Alemania y Francia y finalmente Estados Unidos, que en 1933 declaró la inconvertibilidad del dólar. Era un mundo distinto, que requería de una polí tica econ ómi ca nuev a e imag inat iva. La adoptada inicialmente —por Uriburu y por Justo al principio de su gobierno—, se había limitado a las medidas reactivas clásicas, y sólo incursionó tímidamente por nuevos caminos; a mediados de 1933, con la designación como ministro de Hacienda de Pinedo —con quien colaboró Raúl Prebisc h—, se avanzó por un rumbo más novedo so, delineándose dos tendencias que habrían de perdurar largamente: la creciente intervención del Estado y el cierre progresivo de la economía. También otra, menos duradera pero de mayor trascendencia en lo inmediato: el reforzamiento de la relación con Gran Bretaña. A fines de 1931 —poco antes de que Justo sucediera a Uribu ru — se estab leció el impue sto a los rédit os, según un anti guo proye cto de Yrigo yen, siste máti camen te veta do hasta entonces, pero que en el nuevo clima de la crisis —y en man os de un gob ier no con fia ble — fue ace pta do sin discusión por los sectores propietarios. Las finanzas públicas dejaron de depender exclusivamente de los impuestos a las importaciones o de préstamos externos. Sumado a la drástica reducción inicial de gastos, hacia 1933 el gobierno había logrado equilibrar su presupuesto. Tam bié n de 193 1 fue el est abl eci mie nto del con tro l de cambios, mediante el cual el gobierno centralizaba la comp ra y vent a de divis as. Orig inar iame nte fue UNTREF VIRTUAL | 1

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Intervención y cierre económico

La eficacia del gobierno debía quedar demostrada, ante la sociedad en general yparticularmente ante las clases propietarias, por su capacidad para enfrentar ladifícil situación económica. La Depresión, que se venía manifestando desde 1928,persistió hasta 1932, golpeando duramente a lo que —pese a los cambios de ladécada anterior— era hasta entonces una economía abierta. Cesó el flujo decapitales, que tradic ionalmente la había alimentado, y mu chos inclusoretornaron a sus lugares de origen. Los precios internacionales de los productosagrícolas cayeron fuertemente —mucho más aún que en la crisis de 19191922— yaunque el volumen de las exportaciones no descend ió, los ingresos del sectoragrario y de la economía toda se contrajeron fuertemente. Como el gobiernooptó por mantener el servicio de la deuda externa, mucho más gravosa por ladisminución de los recursos corrientes, debieron reducirse drást icamente tantolas importaciones como los gastos del Estado, cuyo défi cit pasó a convert irseen un problema grave.

Por otra parte, el dislocamiento de la economía internacional , ya anunciado en ladécada anterior, era cada vez mayor. En la crisis, los países centrales utilizaronsu poder de compra para defender sus mercados, asegurar el pago de lasdeudas y proteger las inversiones. Gran Bretaña se refugió en elproteccionismo comercia l y constituyó un "área" de la libra, defendida por elcontro l de cambios primero y por la inconvertibilidad de la moneda después.Idéntico camino tomaron Alemania y Francia y finalmente Estados Unidos, que en1933 declaró la inconvertibilidad del dólar. Era un mundo distinto, que requer ía deuna polí tica económica nueva e imag inat iva. La adoptada inicialmente —porUriburu y por Justo al principio de su gobierno—, se había limitado a las medidasreactivas clásicas, y sólo incursionó tímidamente por nuevos caminos; a mediadosde 1933, con la designación como ministro de Hacienda de Pinedo —con quiencolaboró Raúl Prebisch—, se avanzó por un rumbo más novedoso,delineándose dos tendencias que habrían de perdurar largamente: la crecienteintervención del Estado y el cierre progresivo de la economía. También otra,menos duradera pero de mayor trascendencia en lo inmediato: el reforzamiento dela relación con Gran Bretaña.

A fines de 1931 —poco antes de que Justo sucediera a Uriburu— se estab lecióel impuesto a los réditos, según un antiguo proyecto de Yrigoyen,sistemáticamente vetado hasta entonces, pero que en el nuevo clima de la crisis—y en manos de un gobierno confiable — fue aceptado sin discusión por lossectores propietarios. Las finanzas públicas dejaron de depender exclusivamentede los impuestos a las importaciones o de préstamos externos. Sumado a ladrástica reducción inicial de gastos, hacia 1933 el gobierno había logradoequilibrar su presupuesto.

También de 1931 fue el establecimiento del contro l de cambios, mediante elcual el gobierno centralizaba la compra y venta de divisas. Orig inar iamente fue

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una medida para enfrentar la crisis y asegurar la disponibilidad para el pago dela deuda externa, pero pronto se vio que constituía un poderoso instrumento depolít ica económica: desde el gobierno podían establecerse prioridades para eluso de divisas, y esto era una cuest ión que preocupaba no sólo a los distintossectores internos sino, particularmente, a los dos grandes aspirantes externos adisponer de ellas: Gran Bretaña y Estados Unidos. En noviembre de 1933, unasustancia l reforma estableció dos mercados de cambio; uno, regulado por elEstado, administ raba las divisas provenien tes de las exportac ionesagropecuarias tradic ionales, mientras que en el otro se compraban y vendíanlibremente las originadas en préstamos recibidos o en exportaciones notradicionales, como las industriales. Para el primero la devaluación fue mínima,aunque se establec ió una di fe renc ia de l 20% en tre el prec io de compray el de venta. El Es tado se hizo de una im po rtan te ma sa de re cu rsos , yso br e to do pu do decid ir sobre su uso. Así establec ió una s er ie depr ioridades para vende r las divis as que con trolaba : el ser vic io de lade ud a ex te rn a er a la pr im er a; lu eg o, at en de r la s im por tac ionesese nci ale s, y en tercer tér mino las remesa s de las empre sas de ser vic iospúb lic os, com o las ferro via ria s. En el segundo mercado se negociabanlas escasas divis as re stan tes, tanto pa ra la impo rtac ión de bi enes deco nsumo como para atender al equipamiento de las empresas.

Avanzando sob re el con tro l de las finanzas , en 193 5 se cre ó el BancoCent ra l, cuya función pr incipal era regular las fluctuac iones cícl icas de lamasa monetaria , ev ita ndo ta nt o un a ex ce si va ho lg ur a co mo la es ca se z,as í co mo cont ro lar la ac tivid ad de los bancos pr iva dos —que part i-ci pa ban de su Di rect or io —, so br e todo en el ma ne jo de sus cré di tos . ElIns ti tut o Movil iza dor de Inver sio nes Ban ca rias asumió la li qu idac iónordenada de los bancos go lpeados por la cr is is . También para atenuarlos efec tos de las cri sis cícli cas v def end er a los pro ducto res loc ales, secomenzó a regu la r la comerc ia li zación de la producción agrope cua ria .Uti lizando los fondo s pro ven ien tes del con trol de cambios, la JuntaNacional de Granos aseguró un prec io mínimo pa ra los produc to resru ra les, ev itándo les tener que vender en el peor momento. La JuntaNacional de Carnes apuntó al mismo ob je ti vo , aunque limi tada al esc asosec tor del merca do que escap aba a los fri gor ífi cos extranjeros. El sistemase extendió también a productos extrapampeanos como el algodón y el vino.

Po r es e ca mi no , el Es ta do fu e as um ie nd o fu nc io ne s mayores en laac ti vidad económ ica, y pasó de la simp le regulación de la cr is is a ladefinición de reglas de juego ca da ve z má s am pl ia s, se gú n un mo de loqu e te or izó el economis ta br itán ico John Maynard Keynes y que empe -zaba a ap lica rse en todo el mundo. A la vez, el conjun to de la economíafue cerrándose progresivamente a un mundo do nd e ta mb ié n se di bu ja ba n,co n ni ti de z cr ec ie nt e, áreas re la ti vamente ce rradas . Era todavía unatendencia inc ipi ente, imp ulsad a por facto res coyun tural es, per o que sefue af irma ndo prog resivam en te , y es timu ló modi fi ca ciones que finalmentela harían irreversible.

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La más imp or tante tuvo que ver con la industria, cuya produccióncomenzó a crecer en el marco de la cr is is , y sig uió hac ién dol o lue go dela rec upe ració n de la segun da mi ta d de la dé ca da . Co n la pr os pe ri da dde la s dé ca da s an te ri or es se ha bí a co ns ti tu id o en el pa ís un me rc ad oconsumidor de imp or tanc ia. El cie rre crec iente de la economía, losarance les y la escasez de divisas creaban condi cion es adecua da s pa rasust it ui r los bien es imp or tado s por ot ros producidos localmente, sobretodo si la producció n no exigía una ins tal aci ón fab ril muy com ple ja o si yaex is tí a un a ba se indu st ri al , que po dí a se r ut il iz ad a má s in te ns am en te .És ta se ha bí a ex te nd id o en la dé ca da de 19 20 y si gu ióex pa ndi én do se , sobr e la s mi sm as líne as , lu eg o de 19 30 . Cr ec ió mu choel te xt il , pe ro ta mb ién la mayoría de las ac ti vid ades vo lcadas alconsumo: al imen tos , con fecci ones y pro duc tos quí micos y metál ico sdiversos. Los grandes capi ta les, vin cu lados hasta en tonces en fo rmapredominante a las ac tivid ade s agropecuar ias para la exportac ión,acen tuaron su or ientac ión hacia la industr ia . El más imp or tante grupoexporta dor, Bun ge y Born, que ya tenía ot ras indust rias , instaló en 1932la empresa te xt il Graf a, prec isamen te en la rama po r en to nces másdi ná mi ca . Lo mi smo hi ci er on ot ro s grup os econ óm ic os tr ad ic io na le s,co mo Le ng Ro be rt s o To rn qu is t —qu e combinaban activid adesagropecuar ias con indust ria les o financieras— y también nuevos inversoresextranjeros: sign if icat ivam ent e, a mediad os de la década de 19 30 sein st al ar on tr es gran de s em pr esas te xt il es no rt ea me ri canas , And ersonCla yto n, Jan tzen y Sud amtex, y ens egu ida Ducho, dedicada al hiladosintético.

La sus tit ución de import aci one s ofr ecía el atr act ivo de un mercado existentey cautivo y una ganancia rápida. Una vez sa ti sfecho , era más conven ientepasa r a ot ra rama, igua lmente insatisf echa , an tes que profundizar lainversió n en la anteri or. A esto con cur rie ron fac tor es de dis t in to t ipo .Como most ra ron Jorge Sába to y Jorge Schvarzer, la vie ja dinámicade los sectores prop ie tarios, de divers ifi cac ión en dis tin tas act ividades sinata rse def initivam ente a una , enc ont ró en la ind ustr ia lizac ión sus ti tut ivaun nuevo campo, que se complementó poster io rmente con la invers ióninmobi liar ia . Po r ot ra parte, la comb inación de un mercado cerrado yalgunas pocas grandes empresas por cada rama o activid ad tornó pocore levante la pr es ió n po r la ma yo r ef ic ie nc ia o el me no r pr ec io . Lo eran,en cambio, las regla s de juego que ponía el Estado, ya fuera por la víade los arance les o de l tipo de cam bio. Así , el cre cim ien to ind ust ria l abr ióun nue vo cam po de negociación entre los sectores propietarios y el Estado.

Los camb ios en el sector ag ropecuar io fu eron menos no ta bles , sobr eto do en la re gión pa mp ea na . La ga na de rí a si gu ió re tr oc ed ie nd ore sp ec to de la ag ri cu lt ur a, al igua l que en la década an te rior . Laprod ucción agríco la no decayó, pese al derrumbe de los prec ios,aunque la situa ció n de los pro duc tores se det eri oró sen sible mente , en

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especial la de los más pequeños , y se fu eron de li neando lascon dicio nes del éxodo rur al , vis ib le lue go del com ienzo de la Se gu nd aGu er ra Mu nd ia l. Ha st a en to nc es , la s expo rtac iones de maíz crec ie ronmucho en los años centrales de la década —aprovechand o un perío dode sequía en Est ado s Unido s— lo que inf luyó tan to en el equ ili br io fi scalcomo en la re lativa prosperid ad de la economía entre 193 4 y 193 7, alpun to de que sus efect os se mani festa ro n en el es tí mu lo a la in du st ri ay la co ns tr uc ci ón . El ca mb io má s im po rt an te se pr od uj o fu er a de l ár eapa mpe an a, do nd e cr ec ie ro n al gu no s cu lt iv os in du st ri al es or ient ad osal me rc ad o in te rn o, y mu y espe ci alme nt e el de l al go dó n, qu e de sd e19 30 se co ns um ía ca si ín te gr amente en el pa ís . En todo el no rdes te seex tend ió la ocupación de nuevas tierras, iniciada en la década anterior, y secons ti tuyó un ampl io sector de pequeños produc to res de pe nd ie nt es deun se ct or co me rc ia l e in du st ri al iz ad or muy concentrado. También aquíel Estado in te rv ino para regular la comercialización.

En suma, la cr is is y las respuestas de índo le coyuntura l ha bí an cr ea doun a se ri e de co nd ic io ne s nu ev as qu e hacían muy di fíci l el reto rno a lasi tuac ión prev ia . Pod ía discut irse si el equi libr io y la re lativ a prosperid adque se advert ía hacia 1936 —y que se mani festaba en una reacti vaciónde la protes ta sind ical— debía at ribu irse a esos ca mb io s osi mp le me nt e —co mo ha pl an te ad o Ar tu ro O' Conn el l— a un atr an si to ri a pr ospe ri da d de la s ex po rta cion es . Pe ro el cier re de laecon omía , la in te rven ción de l Es tad o y un ci er to cr ec im ie nt o in du st ri alpa re cí an datos sobre los que no se podía retornar.

La presencia británica

Estos camb ios se fu eron produc iendo gradua lmen te , sin su sc it argr an de s di scus ione s ni po la ri zaci on es . En cambio, la cue st ión de lare lació n con Gran Bretaña —que se venía debatiendo desde la décadaan te rior— resu ltó mucho más cont rovert ida. Pres ionada por el avancede Estados Unidos , y en el marco de la cr is is desatada en 1930, GranBretaña optó por reconcentrarse en su Imperio, fo rta lecer sus vín cu loscon las colonias y dominios y acotar en ell os la pre senciaest ado uni den se. A la vez, en un contexto mundial de res tr icc ionesfinan cie ras , se propuso defende r sus ant igu os merca dos y sal var susingre sos provenie nte s de pré stamos o invers ion es ant iguas. No tod os losob je ti vos eran compat ib les, de modo que al es tablecerse las pr io ridadeshabía un ma rgen cons iderab le pa ra la negociac ión. En 19 32 , laConf eren cia Im perial de Ot ta wa in cl in ó la ba la nza ha ci a lo smi em br os de l Co mm on wea lth , qui enes ten dr ían prefere nci a en lasimp ort ac iones británicas. Entre otras medidas, se decidió reducir en un terc iolas compras de carne congelada argent ina, que podía reemplazarse porla de Aust ra lia, y en un 10% la enfri ad a, to ma nd o pa ra es to co mo

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ba se la s co mpr as de 19 32 , ya mu y ba ja s. Se tr at ab a de un pu nt oex tr em ad ame nte sens ib le pa ra la Argent ina, qu izá no ta nt o po r suimportancia económica in tr ínseca como por la magnitud de los int ere sescon sti tui dos en tor no de la exp ort aci ón de carne: produc tores, fr igoríf icosy empresas navie ras eran cap aces de pres ionar fuer temente sobre elgobierno . A la vez , el gob ierno argen tino pos eía un arma también dec isi-va: la po lí ti ca arance la ria y el cont ro l de camb ios permitían disc riminarlas importac iones y regu la r el monto de las divis as que sería uti li zad opar a pagar el ser vic io de la de ud a br it án ica, pa ra se gu ir co mp randoprod uc to s br it ánic os o par a rem iti r las uti lid ade s de las empre sasbri tán ica s ins tal ada s en la Argen tin a. En un con texto de esc asez dediv isa s, y con fuert es dem andas de los int ere ses com erci al esno rt ea me ri ca no s, el pu nt o se co nv er tí a en su mamente importante paraGran Bretaña.

En 1933 una misión encabezada por el vicepres iden te julio A. Rocanegoció en Londres las condiciones para el ma nt en im ient o de la cu ot aar gent in a de ca rne. El lo er a vit al pa ra asegurar la cred ib il idad de lgobierno en tre los div ersos sec tores ligado s a la act ivi dad pecuar ia, y eneste aspecto ob tuvo un éx ito re la ti vo : se mantendr ían las condi ciones de1932 , y se consul ta rían eventua les reducc iones pos terio res que fuera nnec esa ria s. No logró gra n cosa en su segundo ob je ti vo: aumentar lapart ic ipac ión de los pro duc tores locale s en el. con tro l de lasexp ort aci one s, de modo de negociar en 'mejores té rminos con losfr igor íf icos. El tratado, fi rmado por Roca y el minist ro br itán icoRu nc iman , limi tó a 15 % el cu po qu e po dr ía se r ma ne ja do porfr igo ríf ico s nac ion ales, ent re los cua les se pre veí a qu e po dr ía ex is ti r un ode ti po coop er at iv o, si n fi ne s de lucro. A cambio de eso, Gran Bretañase aseguró que la to ta li dad de las libras gene radas por es te comerc iose emplearían en la propia Gran Bretaña: en el pago de la deuda, en laimportac ión de carbón , ma te rial fe rrov ia rio o te xt il es —pa ra lo s qu e sees ta bl ec ía un tr at am ie nt o arance lario pref erencial— y en la remisión deut il idades de empresas br itán icas . A la vez, se estipu laba un "t ra ta -mien to benévo lo" pa ra esas empresas , que es taban sometidas amúlt ip les di fi cu ltades . Se trataba sin duda de una gran vi ctor ia pa ra lo sbr it án ic os : a camb io de l ma nt en imi en to de la pa rt ic ip ac ió n ar ge nt in aen el me rc ad o de carnes —un negoc io en el que los empresar iosbr itán icos er an el so ci o pr in ci pa l— se as eg ur ab an el co br o de lo sser vic ios de sus ant iguas invers iones y el con tro l de par tes si gn if ic at iv asde un me rc ad o in te rn o am en az ad o. Lo s no rt ea me ri ca no s, po r supa rt e, di sc ri mi na do s co n lo s ara nce les y con el uso de las div isa s,ret roc edi eron en este me rcad o, aunque luego cont raatacaron real izan doinversio nes ind ust riale s que salta ban la bar rera aranc elar ia. La te nd en ci aal bi la te ra li sm o con Gr an Br etañ a, insi nu ad a en 19 29 con el Tr atad oD' Ab er no n, qu ed ó am pl iame nte ratificada.

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El "t ra ta mi en to benévo lo " ap un taba a re fl ot ar empresa s br it án ic as endi fi cu lt ad es : la s fe rr ov ia ri as y la s de tran spor te urba no . Losfe rrocar ri les es ta ban aten azad os po r ga stos fi jo s mu y al to s, un are du cc ión gene ra l de su ac ti vidad y la crec iente competencia de ltr anspor te au tomo to r, es timu lado por la sistemát ica cons trucción de ca-minos in ic iada en 1928 y manten ida con vigor por Justo. El camión solíallevarse la parte más apetec ib le de l negocio de ca rga, y a la vezes timu laba las importac iones de au to mo to re s, repu es to s y ne um át ic os ,de or igen no rt eamericano . El tratado aseguró a las empresas quepodr ían en viar sus gananc ias, pe ro és tas fueron mínimas a lo la rgo deto da la dé ca da . Al go pa re ci do oc ur rí a co n la em pr es a An gl o detr an vías de Bu en os Ai re s —pr op ie ta ri a tam bié n de la pri mera lín ea desub ter rán eos—, víc tima de la competencia de los taxis co lect ivos , másrápidos y ef icaces . El "t ra tamien to preferencial " cons is tió en la creaciónde una Corporación de Transporte de la Ciudad deBuenos Aires , que despertóla indignación general sin lograr su objetivo: que los colectiveros seincorporaran a ella y cesaran con su competenc ia. En ambos casos, setrataba de empresas que habían dejado de ser rentables y que, por otra parte ,no habían hecho las inversiones necesarias para conservar su peso, demodo que el "t ra tamiento preferencial" sólo buscaba aumen tar algunasventajas monopólicas y dila tar su ineludib le dete rioro, para el cual losdirec tivos empezaron a trazar una nueva estrategia: venderlas al Estado.

Pese a que los beneficios no eran parejos para todos los invo lucrados , eltratado de Londres fue apoyado por los diversos grupos propietarios: cuando sediscutió en el Congreso, la oposición más consistente fue la del' PartidoSoc ial ista, preocupado por las repercusiones que estos arreglos tendríansobre los consumidores locales. Sin embar go, cas i de inmediato afl ora ron losconfl ictos ent re los distintos intereses: los frigoríficos, los ganaderos"invernadores", que suminist raban la carne para el enfr iado y habíanconservado casi intacta su cuota en el mercado brit ánico, y el grueso de los"cr iado res", que debían optar entre la expo rtac ión de carne congelada demenor calidad, la venta a los inve rnadores o el consumo inte rno. Los grandesinvernadores, más estrechamente vinculados con los fri gor ífi cos , seexpresaban a través de la Soc iedad Rural; los criado res organi zaron laConfederaci ón de Aso ciaciones Rurale s de Buenos Aires y La Pampa(CARBAP), vocero de sus intereses sectoriales. En el acalorado deba te, no sediscutie ron tanto los térm inos del tratad o com o la forma en que losfri gor ífi cos hab ría n de manejar los precios internos, las ventajas relativas deunos produc tores y otros, y la pos ibi lidad de que los productorespart icipa ran en su regulación a través de un frigorífico corporativo, uti lizandola cuot a del 15% que el trata do le s re se rv ab a. En 19 33 se sa nc io nó laley qu e establec ía una Junta Nacional de Carnes, dest inada a intervenir demanera limitada en la regulación del mercado, y se disputó intensamente por lacomposición de su directorio. Dos años después se produjo el episodio másespectacular del debate.

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En 1935 el senador por Santa Fe, Lisandro de la Torre, que ya habíamanifestado reservas ante el tratado de Londres, soli citó una investigaciónsobre el comercio de las carnes en el país y las actividades de los frigoríficos,Los senadores oficialistas reconocieron la existencia de abusos importantes porparte de los frigoríficos, de precios excesivamente bajos pagados a losproductores, prácticas monopólicas, evasión de impuestos y reluctancia ante lainvestigac ión. De la Torre fue más allá, y unió el ataque a los frigoríficos con unaembestida muy fuerte contra el gobierno. Propietario rural él mismo, y dirigente deuna sociedad rural santafesina, De la Torre había sido candi dat o pre sidenc ialen 1916 con tra Yrigoyen y en 193 2 contra Justo, y era por entonces la figuradestacada de la oposición parlamentaria de socialis tas y demoprogresistas.Denunció que los frigoríficos, protegidos por las autoridades, no pagabanimpuestos, ocul taban sus ganancias y daban trato preferencia l a algun osganaderos influyentes, como el propio ministro de Agricultura Luis Duhau, quehabía sido presidente de la Sociedad Rural . Fue una intervención espectacular,que duró varios días, atrajo la opinión pública y suscitó una violenta respuesta delos ministros Duhau y Pinedo. En lo más violento de una de las sesiones cayóasesinado el senador electo Enzo Bordabehere, compañero de bancada de Dela Torre, a quien iba dirigido el disparo, a manos de un hombre de acciónvinculado con Duhau. El debate terminó abruptamente, sin resolución. El gobiernoperdió mucho ante la opin ión, y sobre todo , comprobó que la etapa más fáci lde su gestión había terminado. En los años siguientes, y con vistas a laselecciones presidenciales, la oposición reconstituyó sus filas.

Aunque se apoyaba en los reclamos de un sector de ganaderos, de la Torre habíasabido dar una amplitud política mayor a su reclamo, esgrimiendo un argumentocapaz de pola riza r, cont ra el "imperia lismo" y la "oli gar quía", una opiniónsensibilizada por el avance, en cierto modo grosero, de los intereses britán icos.La argumentación se reconocía en la tradición socialista y de izquierda —enManuel Uga rte o en Alf redo Palacios —, pero también en la de otrosintelectuales provenientes de las clases tradicionales y movilizados por la crisis.En 1934 los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta —ganaderos entrerrianos yveteranos del nacionalismo ant irradica l— publ icaron un lib ro de impacto: LaArgent ina y el imperiali smo británico, en el que historiaban una relación quejuzgaban perjudicial desde sus comienzos, allá por 1810; responsabilizaban tantoa los britán icos como a la clase dirigente loca l, encandilada por el liberalismoy ciega a los verdaderos intereses nacionales. A ella contraponían la figura deRosas, expresión de los intereses auténticamente naciona les, y a la vez de unaforma de gobierno dicta toria l no contaminada por el liberalismo corruptor.

La reiv indicación de la figura de Rosas ya había empezado en la déc adaant er ior y se des arrolló int ens a mente en los años trein ta, tanto en medioshisto riográ fico s como po lí ti co s. Se rv ía pa ra iden ti fi ca r tant o a quienesera n mov ido s por el rechazo de la inf luenci a bri tán ica como a los queveían al libera lismo como el principal enemigo. Allí confluyeron naturalmente elnacional ismo filofascista y sobre todo las nuevas corrien tes del catolicismo,para quienes Rosas representaba no el antiimperialismo sino la tradición hispana

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de una sociedad auto rita ria, jerá rquica y católica, que cont rapo nían a lacon tem poránea, cor rom pida por el l ibe ral is mo, el protestantismo, el judaísmoy el marxismo. El acercamiento de las clases dirigentes y la Iglesia Católica —manifiesto en las grandes jornadas del Congreso Eucarís tico de 1934— creó elespac io para la expansión de estas ideas, que empezaban a revertir eltradicional liberalismo de la sociedad argentina.

Un Frente Popular frustrado

Pese a sus éxitos en lo económico, el régimen presidido por Justo fue visto —conintensidad creciente— como ilegí timo: fraudulento, corrupto y ajeno a losintereses naciona les. Si hasta 1935 el gobierno había avanzado sin grandescontratiempos, desde esa fecha se hicieron evidentes los signos de una crecientemovilización social y política.

En julio, el prestigioso general Ramón Molina había elogiado en forma pública lapresidencia de Alvear, y poco después hizo un reclamo por la vigencia de lasoberanía popular y de elecciones libres, que recibió el entusias ta apoyo de laFederación Univers itaria. Cuando en 1937 fue pasado a retiro, hubo unaimportante manifestación de apoyo, en la que hablaron Alfredo Palacios y elpropio Alvear.

En octubre de 1935 los trabajadores de la cons trucción de Buenos Aires,conducidos por dirigentes comunistas, iniciaron una huelga que duró más denoventa días; en los barrios de la ciudad se manifestó una amplia solidaridad yen enero la CGT reali zó una huelga general de dos días —la única de ladécada— al cabo de la cual los huelguistas obtuvieron la satisfacción de una partesustancial de sus demandas. El saldo más importan te fue, quizá, laconstituc ión de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, uno de lossindicatos más importantes y combativos del país. En 1936 se efectuaronmuchas huelgas, al igual que en 1935 y 1937, coincidiendo probablemente con lareactivación económica. En ese año la Confederación General del Trabajo, cuyadirección se había reconsti tuido con predominio de socialis tas y comu nistas,celebró el 1° de Mayo con un acto conjunto con los distintos partidos deoposición: radicales, demoprogresistas, socialistas y comunistas adhirie ron a losreclamos de los trabajadores, fustigaron a los "herederos del 6en la ca lle y en elEjérci to . A la vez, le at ra jo la posibi li dad de acercarse al radica lismo;con el apoyo de Alvear , Or ti z se prop us o de pu ra r los me ca ni sm osel ec to ra le s y desplazar a los di rigentes conservadores de suspr incipales bast iones. En febrero de 1940 in te rv ino la prov incia deCatamarca —de donde proven ía el vicepres idente — y al mes sigu ientehizo lo mismo con la de Buenos Ai res, cuando el gobernador Fresco seap restaba a transfer ir el mando a Alberto Barceló, el ejemplo másconspicuo de l cau di ll ism o fraudulento y gangster il . Ese mes, losradicales tr iunfaron en las eleccio nes de diputados y consol ida ron supredominio en la Cámara.

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Pero cuando todo pa recía conduc ir al tr iunfo de es ta vers ión delprograma de la democra tización, of ici al is ta y de derecha, aunquetambién apoyado in ic ia lmente por el Part ido Comunista, la enferme dadde l pres idente Ortiz lo obl igó en jul io de 1940 a delega r el mando en elvicepr esidente Cast ill o. Aunque tra tó de resist irse a su sin o, fina l mentedebió renunc ia r defini ti vamente, luego de presen ciar cómo Cast il lodeshacía todo lo construido en pro de la democrati zac ión . A fines de1940, en las elecciones pro vinc iales, vol vie ron a usarse los peoresmétodos fraudu len tos. En octubre de 1941, y probab lemente por pres iónde los mil itares, Castil lo disolv ió el Concejo Del iberante de la ciudad deBue nos Aires, sin desper tar con esta med ida ma yores resistencia s. Así , elin tento de democrati zación in i ciado en 1936 se desmoronaba a fines de1940. Este fraca so sin duda tenía que ver con el camb io de la coyunturain ternac iona l que lo había al imentando: los fren tes popu la res habíansido de rrotados en España y en Franci a, el nazis mo acumulaba tr iunfosmi li tares con tundent es en el inicio de la guerra , la Unión Soviét icadesertaba del campo antinazi, y la guerra generaba alineamientos diferentes.

Sin embargo, la corri en te que desde 1936 había hecho de la democraciaun pun to de convergenc ia contra los he rede ros de sept iembre se habíaaf irmado tamb ién en un proceso más específico de la sociedad. Lademocracia, co nc ed id a en 19 12 , ha bí a ar ra igad o lent a ypr og re si va mente en la soc ied ad. Una red de aso cia cio nes de dis tintoti po, dest inadas a cana li za r hacia las au to ridades los re clamos de susdif ere ntes sec tores, con tri buyó a la vez a la formación de los ciudadanos,al desarrol lo de los hábi tos y prácticas de part ic ipac ión, al ejercicio delos derechos. La ta rea docente real iza da po r el ampl io movimien toin te le ctua l y po lí ti co de co rte pr og re si st a y de iz qu ie rd a co nt ri bu yó amo ld ea r a lo s "c iu da da no s ed uc ad os " ca racter ísti cos de esta década.Cier tamente fue un proceso 'des igua l, mucho más vis ib le en las grandesciudades que en las zonas rura les, pero no por eso menos real , y capazde af irmarse pese a las rest ricc iones que desde el Estado se pusie ron ala vid a po lít ica parti daria , y a su desnatura lización por las prá cti casfraud ule nta s. Quizá los part ido s no supieron cana liza r y dar fo rma a esamovi li zación demo cr át ic a, en co nt ra r el pu nt o de ac ue rd o en tr e el lo s yadop ta r una posición verdaderamente opos itora: qu ienes deb íanenf ren tar cat egó ric ament e al gob ierno fraud ule nto op ta ron po r lastransacc iones, y cont ribuyeron a un pro gres ivo descreimientociudadano: las bande ras de la rege neración democrát ica habían pasadoa miembros de l mismo rég imen . Pero en ve rdad , desde e l Es tados e con tr ibu yó en mucho a esa des cal if ica ció n de los par tid os po lít icos yde l mismo sistema representa tivo: mientra s la po lí ti ca quedaba asoc iadacon el fr aude , el Es tado enca raba la negocia ció n de las cuestiones degobierno di rectamente con los dist int os act ores de la sociedad —lossin di ca tos, los empresar ios, las fu erzas armadas, la Ig lesi a y has ta lasasociaciones civ iles— ignorando al Congreso y a los partidos políticos.

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La guerra y el "frente nacional"

La guer ra mund ia l que se desencadenó en sept iembre de 1939 cambiógradualmente el panorama político, reacomodó los di st in to s grupos in te rnos—sobr e to do acercó pos ici one s ent re los rad ica les y algunos sec torescon ser vador es— y pla nte ó nue vas opcio nes. Per o las dif ere nte s al-te rnat ivas no se superpus ieron ni reco rtaron en fo rma defi ni da a lo sac to re s po lí ti co s, de mo do qu e en lo s añ os iniciales de la guerra losalineamientos fueron confusos y contradictorios.

El pr imer impacto lo produjo sobre las re laciones comerc ia les yeconómicas con Gran Bretaña y Estados Unidos . El pro gresi vo cie rre delos merca dos europ eos —provocado por los tr iunfos alemanes— redujodrásticamente las expo rtac iones ag ríco las, pe ro en camb io aumentaronmucho las ventas de carne a Gran Bretaña, tanto enfr iada comocongelada. Como a la vez di sm inuyeron las importac iones de or ige nbri tán ico , la Argen tina empez ó a ten er co n el Re in o Un id o un im po rt an tesa ld o a su fa vo r; en 19 39 , un ac ue rdo en tr e el Ba nco Cent ra l y elBa nc o de In gl at er ra es ta bl ec ió qu e la s li br as pe rm an ec er ía nbl oqueadas en Londres durante la cont ienda, y que, conc lu ida és ta , seap licarían a sa ldar las deudas por compras de productos br itán icos o arepatr ia r tí tu los de la deuda. Por ot ra pa rt e, ap ro ve ch an do la sdi fi cu lt ad es en to do el come rc io in te rnac io na l, y un a su er te de "v ac íode po de r" regional , se empezaron a exportar a pa íse s lim ít rofesproductos indust ri ales : las ventas de text iles , confecciones , al imentos ybebidas, ca lza do y productos qu ímicos acentu ar on el cr ec im ient oin du st ri al in ic ia do con la su st it ución de importa cio nes y el pa ís empezóa tener sa ldos comerciales favorables, incluso con Estados Unidos.

La novedosa si tuac ión conf irm aba las expectat iva s de mu chos : loscamb ios creado s po r la cr is is de l 30 se profundi zab an y la vue lta a lanor malid ad, es dec ir a la sit uació n exi stent e ant es de la cri sis , se hac íacad a vez más remo ta . Entre lo s se c to re s em pre sa ri os com en za ro n adiscut irse dist in tas al te rnat iva s, sin que se definieran claramentein te reses ni al ineamien tos fi jos. Las expo rtac iones tradicionales parecíantener pocas perspectivas en el la rgo plazo, pasada la coyuntura de guerraque benefi ciaba a los ganaderos, pe ro en camb io las expo rtac iones in -dus tr ia les , y en gen eral la expan sió n de este secto r, tuviero npe rs pe ct iv as pr om is or ia s. En cu al qu ie r ca so , es as al te rnat ivasimpl icaban aumentar la in te rvención de l Estado en la regulació neconómica , y también un cie rre mayor de la economía local.

En novie mbre de 1940 Pinedo, designado minist ro de Hacienda porCast il lo , fo rmuló una evaluación lúcida de es te nu evo escena rio y un a

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prop ue sta auda z y de sp re ju iciada. Su Plan de Reac ti vación Ec onómicapropon ía , como salid a a las dif icu lta des gen era das por la gue rra , ins isti ren la co mp ra de la s co se ch as po r pa rt e de l Es ta do , pa ra so stener suprec io , y a la vez es timu la r la cons trucción , públ ica y pr ivada, capaz demovi li zar muchas ot ras ac tividade s; sobre todo, remarca ba laimporta nc ia de es timular la ind ust ria : si el com erc io ext eri or seg uía sie ndola "rueda maes tra" de la economía , es tas ot ras ac ti vidades, "ruedasmenores" , cont ribu ir ían al equi libr io genera l. Pinedo advert ía elprob lema de una economía excesivam en te cer rad a en sí misma ypro pon ía est imu lar las ind ustr ias "naturales", que elaboraran materiaspr imas loca les y pudieran exportar a los pa íses vecinos y a EstadosUnidos . Por esa vía , a largo plazo, la Arg en tina habr ía de so lucionar undéfici t com ercia l con el pa ís de l Norte , que sin duda se haría másgravoso a medida que fuera crec iendo el se ctor indu st ri al y au me nt ar ala de ma nd a de má qu inas , repuestos o combustibles.

Se trataba de una operac ión com pleja, que modi fi caba los té rm inos de lare lación tr iangular , prop on iendo un a vin cu lació n es tre cha con EstadosUnidos , e incluso apuntaba a una inserc ión sustancia lmente dist in ta de laArgenti na en la ec on om ía mu ndi al . Re qu erí a de un a f ir meor ie nt ac ió n po r pa rt e de l Es ta do y de un de sa rr ol lo ma yor de susinst rumentos de inte rve nc ión. El Es tado debía movil izar el créd itopr ivado, or ientándo lo hacia invers iones de largo plazo, entre ellas lasindustriales. Las exporta ci on es de pr od uc to s ma nu fa ct ur ad os sebe ne fi ci ar ían con sis temas de reintegros, leyes con tra el dumping y unaintensa promoción del intercambio.

El proyecto fue aprobado por el Senado, con mayoría of ic ia li sta, pe ro laCámara de Dipu tados no lo trató. Co mo seña ló J. J. Llach, su fr acasofue po lí ti co an tes que ec on óm ic o. Lo s ra di ca le s, qu e er an la ma yo rí a yno tenían ob jeci on es de fo nd o a la pr op ue sta —incl us o re to ma ronluego pa rtes de és ta—, ha bían decidido bloque ar cualqu ie r proyec toof ic ia l como una fo rma de repudio a la nue va ori ent ación fraud ule nta delgob ier no de Cas til lo. Pi ne do in te nt ó so lu ci on ar el pr ob lemaen tr ev is tá nd os e con Alvear , pero no logró convencer al je fe radica l, eincluso debió renunc ia r po r el lo al minister io . El "b loque demo crát ico" ,que reclam ab a un comp romiso diplomát i co más estrecho con EstadosUnidos, no advi rt ió las venta jas de es te plan , que supo nía la clau su rade l fé rreo bila te ra li sm o co n Gr an Br et añ a. Ta l si tu ac ió n re ve la loconfusos que por entonces eran los alineamientos.

La ot ra di me ns ió n de l tr iá ng ul o —la di pl om át ic a—ma rcha ba po rca rr il es di fe rent es . De sde 19 32 , co n Ro osevel t, Est ados Uni dos hab íamodif ica do sus tan cia lme nte su po lí ti ca ex te ri or , al me no s en susfo rmas : la cl ás ic a de l "gar ro te " fue reemplazada por la de la "buenavecindad" ; Estados Unidos aspi raba a estrechar las re lacionesbil atera les , y en el marco del pan amer ica nismo , a al ine ar de trás de sí al

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"hem isfe rio" . Es to era pa rt icularmente difíci l con la Argent ina: elcomerc io bi la te ra l —vie ja aspira ci ón de lo s pr od uc to re s ru ra le sar ge nt in os— es ta ba obstaculi za do por la oposic ió n del ll amado "fa rm block", es dec ir los inter eses agrar ios com pet ido res de laAr ge nt in a. La su bo rd in ac ió n er a ig ua lm en te di fí ci l de aceptar para unpaís que todavía aspi raba a una posició n independiente y hasta hegemónicaen el Cono Sur, y que trad ic iona lmen te se ha bía opue sto a la di recc iónno rteame ri ca na , co nt ra po ni en do a la fó rm ul a "A mé ri ca pa ra losamericanos", del presidente Monroe, la de "América pa ra la hu ma ni da d" , esde ci r, es tr ec ha me nt e vi nc ul ad a con Europa.

Los gobe rnan tes de la década de l treinta pe rs is tieron en ese rumbotradicional, y en las sucesivas conferencias pa name ri ca na s hi ci er on to do lopo si bl e pa ra po ne r ob s tá cu lo s al al in ea mi en to . En 19 36 , en lace le br ad a en Buenos Ai res —a la que concurrió Roosevel t, transpor ta -do po r un cr uc er o de gu er ra — un a en mi en da de úl ti mo momentoimpues ta po r el canc il le r Saavedra Lamas re la tivi zó una declarac iónsobre consul ta en tre gobiernos en ca so de ag re si ón ex tr ac on ti ne nt al ,en la que lo s no rteame ri ca no s ha bían pu es to mu ch o em pe ño ; en1938 el canc il le r José María Cant il o de sa iró a sus co legas ab an -donando sorpresivamente la reun ión de Lima antes de la firma de ladeclaración final.

La neut ra lidad en caso de guer ra eu ropea tamb ién era un a trad ic iónargent ina. Su ad opción en 1939 —una me dida lógic a, pue s permi tíaseg uir com ercia ndo con los tradic ion ales cli ent es — no fue obj eta da porEst ado s Unido s, qu e pr op us o pr ec isam en te es a po lí ti ca comú n en lare unión de Canc il le res de Panamá en 1939. Por en tonces, el gobiernode Ortiz procuraba acercarse a Estados Unidos, en el conte xto de supol íti ca dem ocrat iza dor a, y lo mismo hi zo el pr imer canc il le r de Cast il lo ,Ju li o A. Ro ca , qu e acompañó la gest ión de Pinedo. Peroprogresivamente la guerra se impuso en las discus iones in te rnas yempezó a revivi r los agrupamientos de la op in ión que asoc iaban elapoyo a los al iados con la re iv indicación de la democracia y el ataque algobierno . En junio de 1940 se consti tuyó Acción Argent in a, de di cada ade nu nc ia r las ac ti vida des de los nazis en el país y la in jerencia de laEmbajada aleman a. En el la pa rt ic iparon radi ca les, social is tas, mu chosin te lectua les inde pend ientes y mu chos conspi cuos miembros de laol igarquía conservadora. Acción Argent ina se di fe renc iaba de l an ti guoFren te Popu la r po r la presen cia de est os recie ntes conve rso s a losval ores de la democracia, lo que reflejaba las perplejidades y divisiones dequienes hasta entonces habían apoyado al gobierno de la Concordancia.También, por dos ausencias conspicuas: el Partido Comunista, que aconsecuencia del pacto Hitler-Stalin había optado por denunciar por igual a ambosimperialismos, y el grupo de radicales opositores a la conducción de Alvear, entrequienes descol laban los militantes de Forja, muy activos en denunciar, al igualque los comunistas, el carácter interimperialista de la guerra.

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El panorama cambió sustancialmente en la segunda mitad de 1941. En junioHitler invadió la Unión Soviética y en diciembre los japoneses atacaron a losnorteamericanos; Estados Unidos entró en la guerra y procuró forzar a los paísesamericanos a acompañarlo. En enero de 1942 se reunió en Río de Janeiro laConferencia Consultiva de Cancilleres, y nuevamente la oposición argentinafrustró los planes norteamericanos: la decisión de que todos los países delhemisferio entraran en guer ra fue cambiada por una simp le "recomendac ión"debido a la férrea oposición del canciller argentino Enrique Ruiz Guiñazú, quehabía reemplazado a Roca. Para Estados Unidos estaban en juego interesesespecíficos , pero sobre todo una cuestión de prestigio, y respondió con fuertesrepresalias: la Argentina fue excluida del programa de rearme de sus aliadosen la guerra —mientras Brasil era particularmente beneficiado— y los gruposdemocráticos, opositores al gobierno, empezaron a recibir fuerte apoyo de laembajada.

El frente que se agrupaba en torno de las consignas democrát icas y rupturistasempezó a crece r, engrosado ahora por los comunistas —nuevamente partidariosde combatir al nazifascismo— y por conspicuos conservado res, como Pinedo yel general Justo, a quienes la opción entre el fascismo y la democracia losllevaba a alinearse con sus antiguos adversarios. La Comis ión deInvestigación de Actividades Antiargent inas, creada por la Cámara deDiputados, se dedicó a denunciar la infiltración nazi, y en una serie de actospúbl icos se proc lamó simultáneamente la solidaridad con Estados Unidos y laoposición al fraude. En esa caracterización de amigos y enemigos, cier tamentesimplificadora, predominaban las necesida des retó ricas y pol íticas. Elgobierno de Castil lo no necesitaba simpatizar con los nazis —un adjet ivoaplicado con amplitud— para aferrarse a la neutralidad. Bastaba con mantener lacontinuidad de una tradición política del Estado —otrora sostenida por Yrigoyen—y sumarle alguna lealtad a los tradicionales socios británicos, que veían conalarma cómo, con motivo de la guerra, Estados Unidos avanzaba sobre susúltimos baluartes. Pero había además una razón política clara: los rupturistas, queasumían la bandera democrática, condenaban simultáneamente al gobiernofraudulento; quienes se mantenían fieles a él —y resis tían la transacción queproponían otros , como Pinedo o Justo— encontraban en el neutralismo unabuena bandera para cerrar filas y enfrentar a sus enemigos. Éstos eran cadavez más entre los políticos, por lo que Castillo optó por buscar apoyo entre losmilitares.

Cast illo seguía aquí la tradición de sus antecesores. Justo cultivó a losmilitares, aumentó los efectivos bajo bandera, construyó notables edificios, comoel Ministerio de Guerra, que eclipsaba a la mismísima Casa Rosada, pero ala vez se propuso despolit izar la inst ituc ión, aca llar la discusión interna ymantener el equilibrio entre las distintas facciones. Sobre todo, logró mantener elcontrol de los mandos superiores, lo que obligó a sus sucesores a apoyarse en loshombres de Justo. Ortiz encontró un ministro fiel en el general Márquez, quienfue derribado por un escándalo —sobre la compra de tie rras en El

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Palomar— que tenía como destinatario final a su presidente. Castillo a su vezdebió designar ministro de Guerra a otro justista, el general Tonazzi, pero sededicó a cultivar a los jefes y a colocar progres ivamente en los mandos a enemi-gos del ex presidente. Bajo su gobierno se crearon la Dirección General deFabricaciones Militares —cuyo primer director fue el coronel Savio— y elInst ituto Geográf ico Militar, impulsando así el avance de las Fuerzas Armadassobre terrenos más amplios que los específicos. Durante su gobierno, la presenciade los militares fue cada vez más visible, así como la sensibilidad del presidentea las opiniones y presiones de los jefes militares. Rápidamente, las FuerzasArmadas se constituyeron en un acto político.

Un ele men to cen tra l del nuevo per fi l mil ita r fue el desarrollo de unaconciencia nacionalista. El terreno había sido preparado por el nac ionali smouribur ista, di fundido por un grupo minori tar io pero act ivo , de den tro y fuerade la institución. Era éste un nacionalismo tradic ional, ant ili beral, xenófobo yjerárquico. La gue rra cambió las preocupaciones. Predominaba en elEjército, tradicionalmente influido por el germanismo, un neu tra lismo visceral.Pero además veían que el equ ili brio regional trad icional se alteraba por elapoyo de Estados Unidos a Bras il y la exclusión de la Argentina de losprogramas de rearme. La solución debía buscarse en el prop io país, y así laguer ra estimuló preocupaciones de tipo económico, pues la defensarequer ía de equipamiento industrial, y ésta: de insumos básicos. Desdemediados de la déca da e: Ejército había ido montando dis tintas fábricas dearmamentos. Desde 1941, y a través de la Dirección de Fabricaciones Militares,se dedicó a promover ind ust rias como la del ace ro, que juzgaban tan"natural" como la alimentaria, e indispensable para garantizar la autarquía.

Los militares fueron encadenando las preocupaciones estratégicas con lasinstitucionales y políticas. La guerra demandaba movilización industrial, y ésta a suvez un Estado activo y efic iente , capaz de unif icar la voluntad nacional. Losejemplos de Italia y Alemania lo demostraban fehacientemente, y así lo repetíanlos periódicos apoyados por la embajada alemana, como El Pampero o Crisol.También era importante el papel del Estado en una sociedad que seguramentesería acosada en la posguerra por agudos conf lictos: la reconsti tución delFrente Popular, las banderas rojas en los mítines obreros y la presencia en lascalles del Part ido Comunista parecían signos ominosos de ese futuro, y paraenfrentarlo se requer ía orden y paz social. Ese ideal de Estado legítimo y fuerte,capaz de capear las tormentas de la guerra y la posguerra, poco se parecía algobierno tambaleante y radica lmente ilegít imo del doctor Castillo. Ya desde1941 hubo militares que empezaron a conspirar, mientras otros empujaban aCastillo por la senda del autor itarismo. Desde diciembre de 1942 , cuandorenunció el ministro Tonazzi, la delibera ción se extendió en el Ejército.

Esa difusa pero pujante sensibilidad nacional no se limitaba al Ejército. Más quede una idea defin ida y precisa, se trataba de un conjunto de sentimientos,actitudes e ideas esbozadas, presentes en vastos sectores de la sociedad. Si deellos no podía deducirse una ideología en sentido estricto —pues cabían

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posiciones divergentes y hasta antagónicas —, revelaron una gran capacidad,atribu ible en parte al empeño de los militantes de algunas de sus tendenciasparciales más definidas, para disolver antiguas polarizac iones y crear otras.Así , cuando todo parecía conducir al triunfo del Frente Popular, un "frentenacional" se comenzó a dibujar como alternativa.

Las raíces de ese sentimiento nacional eran antiguas, pero en tiempos másrecientes las habían abonado las corrientes europeas antiliberales, de Maurras aMussolini, y con ellas había empalmado una Iglesia Católica forta leci da en elintegr ismo. Sobre esta base había operado el nuevo nacionalismo,antibritánico. Al libro inicial de los Irazusta siguieron el de Scalabrin i Ortiz sobrelos ferrocarriles, y en general toda la prédica del grupo Forja. En esta nuevainflexión, los enemigos de la nacionalidad no eran ni los inmigrantes, ni la"chusma democrát ica" , ni los "rojos", sino Gran Bretaña y la oliga rquía"entreguista". Este antiimperial ismo resultó un arma retórica y po líticaformidable, capaz de convocar apoyos a derecha e izquierda, como lo demostróen 1935 Lisandro de la Torre: la consigna antiimperialista empezó a serfrecuente en los discursos de pol íti cos rad ica les o soc ial istas, como Al fredoPal aci os, de dir igente s sindicales y de int ele ctuale s, que empezaro n aenc ara r des de esa perspe cti va el aná lis is de los prob lema s na cional es ymu y pa rt icul armente lo s económicos.

En este campo, el nuevo naciona lismo compar tía el te rr en o ya tr ab aj adopo r el re fo rm is mo prog re si st a de iz qui erda, y ambos pod ían coincid ir endis tinto s foros. Con el nacional ismo trad ic iona l de derecha seencont raba en ot ro terreno: el de l revis ionismo histór ico, donde laconde na a Gr an Br et añ a y su s ag en te s loca les de ri va ba en unarei vindic aci ón de la figura de Rosas hecha en nombre de valo res diversosy anti té ti cos, desde la emancipación nacional hasta el in tegr ismocató lico . En esa plasticidad radicó prec isamen te la capacidad de es taco rr iente pa ra ar ra igar en un a so ci ed ad cu ya preo cu pa ci ón po r lo stemas nacionales se manifestaba de muchas otras maneras. En lali te ratu ra —sobre todo la di fund ida a través de pu bl icac iones periód ica sde ampl ia ci rcu lació n— los temas rurales o camperos solía n tra er lacontraposició n entre el in terior nacional y el li to ra l gr ingo, o entre elmundo rura l y cr io llo y el mundo urbano y ex tran je ro . Los temashi st ór ic os , do nd e la pr es en ci a de l Re st au ra do r er a fr e cuen te,abundaban en los fo llet ines , y tamb ién en ex ito sos rad iotea tro s, com oChi spa zos de tra dición, ávida mente consumidos.

La pr eo cupa ci ón po r lo na ci on al se ma ni fe stó, fi na lmen te, enintelectuales y esc rit ores. Tres notables ensayo s expresaron in tu ic ionesprofundas sobre el ser nacional " y di er on el ma rco a un a am pl iare fl ex ió n co le ct iv a. En 1931 , Raúl Scalabr in i Or ti z publ icó El ho mbreque es tá so lo y es pe ra ; el ho mb re de "C or ri en te s y Es me ra ld a"amalg amaba las dif ere nte s tradi cio nes de un país de inmigrac ión, sede finía po r sus impu lsos , in tu ic iones y se nt imientos, que anteponía a

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cualqu ier elaborac ión o cálcu lo racional , y —reco rdan do a Or te ga yGa sset— cons truía con ellos una imagen de sí mismo v de lo que podía llegaraser, que juzga ba más valiosa que su prop ia real idad. Para EduardoMa ltea , ta l amalgama era dudosa ; obse rvaba la cr is is de l sent ido deargent in idad , pa rt icularmente entre las el ites , ganadas por la vidacómoda, el faci li smo y la ap ar ie nc ia , y re nu nc ia nt es a laes pi ri tu al id ad y la s preo cupacion es más prof unda s sobre el de st ino dela co munidad. En His to ria de una pasión argent ina, aparec ida en 1935,cont raponía esa "Argen tina visible" , a ot ra "invis ib le", donde las nuevasel ites, de momento ocul tas, se es taban fo rmando en una "exa ltac iónse vera de la vida". Ezequiel Mart ínez Es trada era más radica lmentepesimista , y veía a la co lect iv idad argent ina presa de un dest ino fatal ,ori ginado en la mis ma con qui sta . En Rad iog raf ía de la pampa, que sepub licó en 1933, señaló la esc isi ón ent re un as mu lt it ud es an ár qu ic as ,qu e ac um ulab an el re se nt i miento or ig inar io de l mest izo , y cier tas el ite seuropeizantes e incapaces de comprender es ta sociedad v enca rnar enel la un sistema de no rmas y pr inci pios susten tado en creenc iasco lect ivas . Estos esfuerzos por deve lar la natu ra leza de l "ser argent ino" ,inqu ir iendo en clave onto lógi ca por los elemen tos sin gulares y esencialesde la soc iedad y la cu lt ura, aunque en tron caba n en preo cupa cion escomunes de todo Occidente, eran sin duda la expres ión in te lectual deesta nueva inquietud común por entender , de fender o constituir lo "nacional".

La fuerza de est a co rr ien te nac ion al , que en el caso de la guer ra seincl inaba po r el neut ra lismo, ta rdó en mani fe star se . De momento, elgrupo de los pa rt idar ios de la ruptura con el Eje iba ganando nuevosadep tos, especial ment e en tre lo s grupos cons er vado res. Sin emba rgo,en pocos meses los pr incipa les di rigentes de l bloque demo crát icomurie ron: en marzo de 1942 Alvear , en los meses siguie nte s el expre sid ent e Ortiz —con cuyo hipot ét ico re torno aún se especulaba — y elex vicepres idente Roca, y en enero de 1943 Agustín P. Justo, quien seperf ilaba como el má s fi rm e ca nd idat o a en ca be za r una fó rm ul a deacuerdo con los radicales. Encontrar candidatos no era fáci l, y a la vez la posiblevictoria elec tora l parecía más que dudosa, a medida que el gobierno retornabasin empacho a las prácticas fraudulentas: a fines de 1941 el conservador RodolfoMoreno ganó en la provincia de Bue nos Aires y al año siguiente laConcordancia triunfó en las elecciones legislativas. Poco antes, Castillo habíaclausurado el Concejo Deliberante y establecido el estado de sitio, e ignorabaostensiblemente a la Cámara de Diputa dos. No obstante, la Concordanciaenfrentaba el grave problema de la elección de su candidato. Castillo se inclinófinalmente por el senador Robustiano Patrón Costas, poderoso empresarioazucarero salte rio y figura destacada del Par tido Demócrata Nac í mal , enuna opc ión de sentido discutido, que muchos interpretaron como un segurocambio de rumbo en la futura política exterior y que dividió aún más a suspartidarios.

Las dos alianzas políticas, que se sentían débiles, empezaron a cultivar a los jefes

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militares, esperando que las Fuerzas Armadas ayudaran a desequilibrar unasituación trabada y a forta lecer un régimen insti tucional cada vez más débil.Cultivando a los militares, Castillo contribuyó a debilitarlo aún más. Losradícales, por su parte, se sumaron al nuevo juego y especularon con lacandidatura del nuevo ministro de Guerra, el general Pedro Pablo Ramírez. Porsu parte, los jefes militares discutieron casi abiertamente todas las opciones, yaparecieron grupos golpistas de diversa índole y tendencias, entre los cuales sedestacó una logia, el Grupo de Ofic iales Unidos, que reunía a algunoscoroneles y otros oficiales de menor graduación. Muchos apostaban a la rupturadel orden institucional, sin que se perfilara el sujeto de la acción. Ésta fina lmentese desencadenó, cuando Cast illo pidió la renuncia al ministro Ramírez. El 4 dejunio de 1943 el Ejército depuso al presidente e interrumpió por segunda vez elorden constitucional, antes aún de haber definido el programa del golpe, y nisiquiera la figura misma que lo encabezaría.

IV. EL GOBIERNO DE PERÓN,1943-1955

El gobierno militar que asumió el 4 de junio de 1943 fue encabezadosucesivamente por los generales Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro J. Farrell. Elcoronel Juan Domingo Perón, uno de sus miembros más destacados, logró conci-tar un vasto movimiento político en torno de su persona, que le permi tió ganarlas elecc iones de febre ro de 1946, poco después de que su apoyo popular semanifestara en una jornada por demás significativa, el 17 de octubre de 1945.Perón completó su período de seis años y fue reelecto en 1951, para serderrocado por un golpe militar en septiembre de 1955. En estos doce años enque fue la figura central de la política, al punto de dar su nombre al movimientoque lo apoyaba, Perón y el peronismo imprimieron a la vida del país un girosustancial y perdurable.

La emergencia

La revoluc ión del 4 de junio fue inicialmente encabezada por el general Rawson,quien renunció antes de prestar juramento, y fue reemplazado por el generalPedro Pablo Ramírez, ministro del último gobierno constitucional. El episodio esexpresivo de la pluralidad de tendencias existen tes en el grupo revolucionar io yde su indefinic ión acerca del rumbo a seguir, más allá de coincidir en laconvicc ión de que el orden constitucional estaba agotado y que la proclamadacandidatura de Patrón Costas no llenaría el vacío de poder existente. El nuevogobie rno suscitó variadas expectativas fuera de las Fuerzas Armadas, puesmuchos concordaban con el diagnóstico, y además esperaban algo del golpe,incluso los radicales; sin embargo, se constituyó casi exclusivamente con militares,y el

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