COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

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Caperucita Roja Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su abuelita le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: "no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos". Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: "Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas?". "A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces". "¡Vamos a hacer una carrera! Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja." Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes y se comió a la abuelita. Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: "¿Quién es?", dijo el lobo vestido de abuelita. "Soy yo", dijo Caperucita. "Pasa, pasa nietecita". "Abuelita, qué ojos más grandes tienes", dijo la niña extrañada. "Son para verte mejor". "Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes". "Son para oírte mejor". "Y qué nariz tan grande tienes". "Es para olerte mejor". "Y qué boca tan grande tienes". "¡Es para comerte mejor!". Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y sacaron a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita después de este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. FIN

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Trabajos realizados por los alumnos de 5º c

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Caperucita Roja

Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su

abuelita le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: "no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos". Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: "Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas?". "A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces". "¡Vamos a hacer una carrera! Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja." Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes y se comió a la abuelita. Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: "¿Quién es?", dijo el lobo vestido de abuelita. "Soy yo", dijo Caperucita. "Pasa, pasa nietecita". "Abuelita, qué ojos más grandes tienes", dijo la niña extrañada. "Son para verte mejor". "Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes". "Son para oírte mejor". "Y qué nariz tan grande tienes". "Es para olerte mejor". "Y qué boca tan grande tienes". "¡Es para comerte mejor!". Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y sacaron a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita después de este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN

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MI AMIGA CARACOLA

(Viaje a la felicidad)

Rosa Pereiro

Óscar era un niño que vivía con sus padres en un pueblecito a la

orilla del mar.

Todos los días iba con su perro a pasear por la playa y soñaba con

viajar a través del mar y conocer otros mundos que él imaginaba

maravillosos...

Un día cuando estaba sentado en la playa vio que su perro «Lotus»

traía una caracola entre sus dientes y jugaba con ella. De pronto

oyó una voz que decía:

- ¡Por favor sálvame!

Sorprendido se dio cuenta de que la voz salía de la caracola. La

sujetó entre sus manos y la acarició. Agradecida la caracola le dijo

a Óscar:

- Pídeme lo que quieras que te lo concederé.

- Yo quisiera recorrer el mundo -respondió Óscar-.

Su deseo se cumplió y al instante pasaron por delante de sus ojos

todas las imágenes del mundo. Óscar sufrió una desagradable

sorpresa porque presenció catástrofes, guerras, hambre,

calamidades y se puso muy triste.

Conmovida la caracola le dijo:

- No te preocupes que todo se va a arreglar con mi lluvia de

felicidad.

Entonces la caracola envió una lluvia de estrellas por todo el mundo

y éste se convirtió en un paraíso donde todo era felicidad, amistad

y alegría.

- ¡Qué bonito es todo! ¡Gracias amiga caracola!

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ÑA MARÍA CASTAÑAS

Ña María Castañas tenía diez hijos

-también una tía-

un perro, un gato

y un queso reseco en un garabato

que todas las noches

el ratón mordía y ... lamía el gato.

Una mañanita de azul primavera

a Doña María le dolía una muela.

Salieron el perro, el gato, la tía

y le preguntaron que por qué gemía.

Ña María, decía:

"Me duele una muela

la muela de arriba

la del lado izquierdo

la de la comía"

Y todos los hijos, al oír el cuento

fueron de inmediato a casa del dentista

mientras Ña María lloraba y gemía.

Gimoteaba tanto Ña María Castañas

que toda la gente se sumó, enseguida:

los hijos, el perro, el gato, la tía

y su vecindario, de frente y en fila,

le daban la vuelta de calle a cocina

¡Pobre Ña María...!

tenía tanto miedo cuando vio al dentista

que del puro susto no pudo decir

cuál era la muela por la que sufría.

Entonces, sus hijos le abrieron la boca

y dentro le vieron una muela rota...

El señor dentista le sacó la muela

y siguió llorando la Doña María

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ya que esa no era la que le dolía.

La pobre viejita, apenas decía:

"La muela de arriba es la que me duele,

la del lado izquierdo, la de la comía"

Como hay varias muelas

en el lado izquierdo...

las sacaron todas

pues nadie sabía cual de ellas dolía.

¡Ña María Castañas se quedó sin muelas!

Ahora no come:

ni carne, ni pollos,

ni arepas, ni bollos,

ni el queso reseco

de aquel garabato

que el ratón mordía

y ... lamía el gato.

La pobre abuelita come ahora bizcochos

mojados en leche... con pan y cuajada,

pues quedó sin muelas en el lado izquierdo

y como en el derecho no tenía nada...

Ña María Castañas hoy vive feliz

vendiendo pasteles

y untando los panes en leches y mieles.

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LA VIEJECITA TITIRITAÑA

Una viejita titiritaña

vivía en su casa de la montaña

con cinco nietos que la mimaban

y un gato blanco que ronroneaba.

Sus tres bisnietos bien la querían

le daban besos, la consentían

y por las noches, mientras dormía

todos sus postres los engullían.

Titiritaña,

patas de araña,

salta la cuerda con una caña.

Infla los globos de los festines

parada -siempre- en sus dos patines.

Es tan alegre la viejaraña

que no se enfada cuando una extraña

a ella le dice:

"¡Hola!, viejita titiritaña

¿por qué hace tiempo que no se baña?"

Y la buenaña

que hace cien años que no se baña

responde ufana y con mucha gana:

Ya por mi ducha no sale agua

la espuma de algas está muy cara

y, pa' el enjuague no queda nada.

Así, sus nietos y sus bisnietos,

entre perfumes de feos ungüentos,

comen sus Pues los aromas de mal aliento

a otros lugares los lleva el viento tartas y chocolates....

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LA MAJA ROMELIA

La rata Romelia de pena murió

porque el gato negro se comió al ratón.

Cuatro ratas viejas cargan con la caja

donde va Romelia vestida de maja.

La llevan en hombros hasta el cementerio

para que la entierre el ratón Romelio.

Todos los ratones lloran a Romelia

porque la enterraron sin su par de medias,

sin sus zapatillas de nácar brillante,

sin su sombrerito ni su par de guantes.

Y... como Romelia nunca trabajó

se ganó ese traje con que se enterró.

Todos los ratones cantan en la rueda:

"Romelia, la maja... la maja Romelia

se muere de pena... muere de pesar

porque el gato negro la volvió a enviudar"

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LAS QUEJAS DEL SAPO SENÓN

La tarde ha llegado,

bermeja, bermeja,

y allá en la calleja

el sapo se queja...

Dice el sapo:

"Al Señor Perico

se le torció el pico.

La gata Morisca

está medio bizca.

El búho Senovio

quiere ser el novio.

La pulga Pancracia

ya no tiene gracia.

El cangrejo Antonio

se tragó al demonio.

A la abeja Ada

se le cayó un ala.

El Señor Ciempiés

perdió cinco pies.

Y el piojo Roberto

se perdió el concierto"

A la rana Juana le importa una iguana

si allá en la calleja el sapo se queja

porque ya el problema lo tiene arreglado

dando a cada cual lo necesitado:

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Al Señor Perico

le enderezó el pico.

A la gata bizca

le curó la vista.

Al búho Senovio

lo vistió de novio.

A Doña Pancracia

la llenó de gracia.

Al cangrejo Antonio

le sacó el demonio.

A la abeja Ada

le remendó el ala.

Al Señor Ciempiés

le encontró los pies.

Y el piojo Roberto

vio todo el concierto.

La ranita Juana

hace años contempla la tarde bermeja

tendida en la piedra que está en la calleja.

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LA BODA DE LAS HORMIGAS

El día de Santa Clara dos hormigas se casaron

y a la puerta de la iglesia esta nota sujetaron:

"Si ven a las hormigas como en procesión

es porque se acercan a la recepción.

¡Abran bien la puerta! ¡Déjenlas pasar!

Que bailen y bailen el vals, sin parar.

Que llenen sus panzas de todo el manjar.

Que coman y beban hasta reventar.

Y... que en sus fiambreras, les quepa -además-

las frutas y postres para merendar.

Que guarden pa' "pola", como provisión

la tarta de bodas y el rico turrón.

Si ven a las hormigas borrachas de son

es porque regresan de la recepción"

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DOÑA PANCHITA

Una dama tan delgada,

como hilo de coser,

paseaba ayer por la calle

de la esquina del marqués

y un ventarrón insolente

la levantó por los pies.

De un tirón la sacó lejos

por los techos de las casas

le dio la vuelta al reloj

en la torre de la plaza,

remontó los edificios

más altos de ese sector.

Doña Panchita volando

con cartera y con bastón.

Se bajó casi en picada

sobre un matorral de tunas

pero el viento la aventó

de nuevo hacia la laguna.

La gente que la miraba

enseguida comentó:

"Allá va Doña Panchita, por los aires, sin control

con su sombrero en la mano, su cartera y su bastón"

Al pasar por una antena

se le enredó el camisón.

Quedó colgando Panchita

de la punta de un tacón.

Cuando el viento regresó...

la pobre Doña Panchita sin sombrero, sin zapatos, sin cartera

y sin bastón.

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EL CASORIO DEL MORROCOY Y LA RANA

A un morrocoy de río

le salió enamoramiento

con una rana del charco

donde se devuelve el viento.

El morrocoy presumía

que la rana platanera

era joven casadera,

por eso la pretendía.

Pero una clara mañana

las comadrejas volvieron

con una noticia rara.

Dijeron las comadrejas al morrocoy:

"No propongas a esa rana

promesas de matrimonio

porque ella tiene su novio

en una charca lejana"

El morrocoy por curioso,

emprendió viaje a la charca

y con un sapo mohoso

entabló esta amarga charla...

Dijo el sapo al morrocoy:

"La ranita presumida

que te está quitando el sueño

encontró un nuevo dueño

y por él da hasta la vida"

Ya le compró la sortija,

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el ajuar de matrimonio

Y aunque traigas al demonio,

perderías tú la partida.

Entonces, el morrocoy,

entre sorprendido y tristón,

le dijo al sapo mohoso:

"Casi casito ya me casaba

con la comadre, comadre rana,

pero vinieron las comadrejas

hasta mi cueva, muy de mañana

y me dijeron que la comadre

tenía su novio junto a la charca...

Como es un novio de piernas locas

que dando un salto, trepa una roca

mejor me olvido de esbeltas ancas

y hago las paces con mi tortuga de patas blancas"

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LA BRUJA EMBRUJADA

Era una bruja con desparpajo

que usaba guantes de renacuajo.

Tomaba té con mermelada,

comía galletas muy bien tostadas.

Por las mañanas leía los diarios

y muy temprano se iba al trabajo.

No usaba escobas, ni altos sombreros,

sino autos caros, buenos pañuelos,

zapatillas de fino cuero,

cerros de trajes, pieles y abrigos

que no cubrieran su hermoso ombligo.

Tenía corceles, grandes mansiones,

con trenes, yates y seis aviones.

Casas de cambio tuvo a montones

y en cada Banco diez mil acciones.

Cincuenta haciendas de buen ganado

vacas de ordeño en los pastizales

y largas cuadras de platanales.

Nunca sabía de hechizos malos.

No hacía la magia.

Ningún brebajo.

Y a los apuestos chicos del barrio

los imantaba de arriba abajo.

Iba a las tascas y discotecas,

fumaba puros de alta etiqueta.

Y en otras fiestas..., la astuta vieja,

bebía su whisky de data añeja.

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Esta brujilda, tan embrujada,

que de hacendosa no tenía nada,

tuvo al servicio de sus poderes

treinta mujeres que eran esclavas:

fregaban pisos, hacían las camas,

mientras la bruja, feliz roncaba.

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LOS GNOMOS

El conejito Jan,el perro Víctor, el ratoncito Kay,el topo Gafitas,el osito Osi y la

ardilla Lúa van a la escuela. Antes de entrar,le cuentan al maestro que les gustaría

saber si de verdad existen los gnomos.

Ya en clases,don Tejón les pide que se sienten. Les va a contar lo que sabe sobre el

mundo de los gnomos. Los alumnos estan encantados:

parece que la clase de hoy va a ser muy entretenida.

-Según la leyenda,son seres maravillosos que habitan en lo más profundo del bosque.

Viven cientos de años,ayudan a todo el mundo y son muy felices. Aunque nadie los a

visto jamás.

Por eso dudo que existan...

Todos los alumnos escuchan en silencio las palabras de don Tejón. Aunque,al salir

de clase,a la ardilla Lúa le parece que alguien la llama.¡Es un ser diminuto escondido

tras una seta!

El gnomo,acompañado de un amigo,gnomo,le cuenta la verdad sobre su pueblo:todo

es tal y como don Tejón ha dicho. La ardillita Lúa esta encantada.¡Los gnomos

existen y hablan con ella!

Al despedirse,los gnomos le piden que no cuentes nada a nadie. Además,le regalan

una flauta mágica.

-Tócala si algún día nos necesitas.Vendremos en tu ayuda al instante.

Unos dias después,Kay se pone enfermo. Sus padres están muy preocupados:aunque

el médico le ha recetado unos medicamentos, no le hacen ningún efecto, cada día está

peor.

La ardillita se va corriendo a lo más profundo del bosque y empieza a tocar la flauta.

Al instante, aparecen los dos gnomos montados en pájaros. Lúa está nerviosa e

impresionada.

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Muy apenada, la ardillita les cuenta lo enfermo que está su amigo Kay y que el

médico no puede hacer nada más para ayudarle.

-¡No te preocupes, si come estas bayas se curará!-le dicen.

Lúa les da las gracias, muy emocionada, y corre a casa del ratoncito. En cuanto Kay

se come una baya , ¡parece curado!Se las toma todas de un momento y empieza a

sonreír.

Un minuto después, el ratoncito Kay se baja de la cama de un salto. El resto de la

pandilla, menos Lúa, claro,está impresionada. ¡Qué manera de curarse! ¡Y todo por

comerse unas simples bayas!

Los padres del ratoncito están felices,aunque no comprenden lo ocurrido.Entonces

Lúa les cuenta que, tiempo atrás, había oído decir a un anciano que aquellos frutos

¡curaban a los ratoncitos enfermos!

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EL GATO CON BOTAS

Érase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. Acercándose la hora de su

muerte hizo llamar a sus tres hijos.

"Mirad, quiero repartiros lo poco que tengo antes de morirme".

Al mayor le dejó el molino, al mediano le dejó el burro y al más pequeñito le

dejó lo último que le quedaba, el gato.

Dicho esto, el padre murió.

Mientras los dos hermanos mayores se dedicaron a explotar su herencia, el

más pequeño cogió unas de las botas que tenía su padre, se las puso al gato y

ambos se fueron a recorrer el mundo. En el camino se sentaron a descansar

bajo la sombra de un árbol. Mientras el amo dormía, el gato le quitó una de las

bolsas que tenía el amo, la llenó de hierba y dejó la bolsa abierta. En ese

momento se acercó un conejo impresionado por el color verde de esa hierba y

se metió dentro de la bolsa. El gato tiró de la cuerda que le rodeaba y el conejo

quedó atrapado en la bolsa. Se hecho la bolsa a cuestas y se dirigió hacia

palacio para entregársela al rey. Vengo de parte de mi amo, el marqués

Carrabás, que le manda este obsequio. El rey muy agradecido aceptó la

ofrenda.

Pasaron los días y el gato seguía mandándole regalos al rey de parte de su

amo. Un día, el rey decidió hacer una fiesta en palacio y el gato con botas se

enteró de ella y pronto se le ocurrió una idea.

"¡Amo, Amo! Sé cómo podemos mejorar nuestras vidas. Tú solo sigue mis

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instrucciones."

El amo no entendía muy bien lo que el gato le pedía, pero no tenía nada que

perder, así que aceptó.

"¡Rápido, Amo! Quítese la ropa y métase en el río."

Se acercaban carruajes reales, era el rey y su hija. En el momento que se

acercaban el gato chilló:

"¡Socorro! ¡Socorro! ¡El marqués Carrabás se ahoga! ¡Ayuda!".

El rey atraído por los chillidos del gato se acercó a ver lo que pasaba. La

princesa se quedó asombrada de la belleza del marqués. Se vistió el marqués

y se subió a la carroza.

El gato con botas, adelantándose siempre a las cosas, corrió a los campos del

pueblo y pidió a los del pueblo que dijeran al rey que las campos eran del

marqués y así ocurrió. Lo único que le falta a mi amo -dijo el gato- es un

castillo, así que se acordó del castillo del ogro y decidió acercarse a hablar con

él.

"¡Señor Ogro!, me he enterado de los poderes que usted tiene, pero yo no me

lo creo así que he venido a ver si es verdad."

El ogro enfurecido de la incredulidad del gato, cogió aire y ¡zás! se convirtió en

un feroz león.

"Muy bien, -dijo el gato- pero eso era fácil, porque tú eres un ogro, casi tan

grande como un león. Pero, ¿a que no puedes convertirte en algo pequeño? En

una mosca, no, mejor en un ratón, ¿puedes? El ogro sopló y se convirtió en un

pequeño ratón y antes de que se diera cuenta ¡zás! el gato se abalanzó sobre

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él y se lo comió.

En ese instante sintió pasar las carrozas y salió a la puerta chillando:

"¡Amo, Amo! Vamos, entrad."

El rey quedó maravillado de todas las posesiones del marqués y le propuso

que se casara con su hija y compartieran reinos. Él aceptó y desde entonces

tanto el gato como el marqués vivieron felices y comieron perdices.

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JORGE Y EL DRAGÓN

En cierta ocasión llegó San Jorge a una ciudad llamada Silca, en la provincia de Libia. Cerca de la población

había un lago tan grande que parecía un mar donde se ocultaba un dragón de tal fiereza y tan descomunal

tamaño, que tenía atemorizadas a las gentes de la comarca, pues cuantas veces intentaron capturarlo

tuvieron que huir despavoridas a pesar de que iban fuertemente armadas. Además, el monstruo era tan

sumamente pestífero, que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad y con él infestaba a

cuantos trataban de acercarse a la orilla de aquellas aguas. Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada día

dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca

de él hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de su hediondez, contaminaba el ambiente

y causaba la muerte a muchas personas.

Al cabo de cierto tiempo los moradores de la región se quedaron sin ovejas o con un número

muy escaso de ellas, y como no les resultaba fácil recebar sus cabañas, celebraron una reunión

y en ella acordaron arrojar cada día al agua, para comida de la bestia, una sola oveja y a una

persona, y que la designación de ésta se hiciera diariamente, mediante sorteo, sin excluir de él

a nadie. Así se hizo; pero llegó un momento en que casi todos los habitantes habían sido

devorados por el dragón. Cuando ya quedaban muy pocos, un día, al hacer el sorteo de la

víctima, la suerte recayó en la hija única del rey. Entonces éste, profundamente afligido,

propuso a sus súbditos:

-Os doy todo mi oro y toda mi plata y hasta la mitad de mi reino si hacéis una excepción con

mi hija. Yo no puedo soportar que muera con semejante género de muerte.

El pueblo, indignado, replicó:

-No aceptamos. Tú fuiste quien propusiste que las cosas se hicieran de esta manera. A causa

de tu proposición nosotros hemos perdido a nuestros hijos, y ahora, porque le ha llegado el

turno a la tuya, pretendes modificar tu anterior propuesta. No pasamos por ello. Si tu hija no

es arrojada al lago para que coma el dragón como lo han sido hasta hoy tantísimas otras

personas, te quemaremos vivo y prenderemos fuego a tu casa.

En vista de tal actitud el rey comenzó a dar alaridos de dolor y a decir:

-¡Ay, infeliz de mí! ¡Oh, dulcísima hija mía! ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo alegar? ¡Ya no te

veré casada, como era mi deseo!

Después, dirigiéndose a sus ciudadanos les suplicó:

-Aplazad por ocho días el sacrificio de mi hija, para que pueda durante ellos llorar esta

desgracia.

El pueblo accedió a esta petición; pero, pasados los ocho días del plazo, la gente de la ciudad

trató de exigir al rey que les entregara a su hija para arrojarla al lago, y clamando,

enfurecidos, ante su palacio decían a gritos:

-¿Es que estás dispuesto a que todos perezcamos con tal de salvar a tu hija? ¿No ves que

vamos a morir infestados por el hedor del dragón que está detrás de la muralla reclamando su

comida?

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Convencido el rey de que no podría salvar a su hija, la vistió con ricas y suntuosas galas y

abrazándola y bañándola con sus lágrimas, decía:

-¡Ay, hija mía queridísima! Creía que ibas a darme larga descendencia, y he aquí que en lugar

de eso vas a ser engullida por esa bestia. ¡Ay, dulcísima hija! Pensaba invitar a tu boda a todos

los príncipes de la región y adornar el palacio con margaritas y hacer que resonaran en él

músicas de órganos y timbales. Y ¿qué es lo que me espera? Verte devorada por ese dragón.

¡Ojalá, hija mía, -le repetía mientras la besaba- pudiera yo morir antes que perderte de esta

manera!

La doncella se postró ante su padre y le rogó que la bendijera antes de emprender aquel

funesto viaje. Vertiendo torrentes de lágrimas, el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la

ciudad y se dirigió hacia el lago. Cuando llorando caminaba a cumplir su destino, san Jorge se

encontró casualmente con ella y, al verla tan afligida, le preguntó la causa de que derramara

tan copiosas lágrimas.

La doncella le contestó:

-¡Oh buen joven! ¡No te detengas! Sube a tu caballo y huye a toda prisa, porque si no también

a ti te alcanzará la muerte que a mí me aguarda.

-No temas, hija –repuso san Jorge-; cuéntame lo que te pasa y dime qué hace allí aquel grupo

de gente que parece estar asistiendo a algún espectáculo.

-Paréceme, piadoso joven –le dijo la doncella- que tienes un corazón magnánimo. Pero, ¿es

que deseas morir conmigo? ¡Hazme caso y huye cuanto antes!

El santo insistió:

-No me moveré de aquí hasta que no me hayas contado lo que te sucede.

La muchacha le explicó su caso, y cuando terminó su relato, Jorge le dijo:

-¡Hija, no tengas miedo! En el nombre de Cristo yo te ayudaré.

-¡Gracias, valeroso soldado! –replicó ella- pero te repito que te pongas inmediatamente a salvo

si no quieres perecer conmigo. No podrás librarme de la muerte que me espera, porque si lo

intentaras morirías tú también; ya que yo no tengo remedio, sálvate tú.

Durante el diálogo precedente el dragón sacó la cabeza de debajo de las aguas, nadó hasta la

orilla del lago, salió a tierra y empezó a avanzar hacia ellos. Entonces la doncella, al ver que el

monstruo se acercaba, aterrorizada, gritó a Jorge:

-¡Huye! ¡huye a toda prisa, buen hombre!

Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se encomendó a Dios, enristró su

lanza, y, haciéndola vibrar en el aire y espoleando a su cabalgadura, se dirigió hacia la bestia a

toda carrera, y cuando la tuvo a su alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió. Acto

seguido echó pie a tierra y dijo a la joven:

-Quítate el cinturón y sujeta con él al monstruo por el pescuezo. No temas, hija; haz lo que te

digo.

Una vez que la joven hubo amarrado al dragón de la manera que Jorge le dijo, tomó el

extremo del ceñidor como si fuera un ramal y comenzó a caminar hacia la ciudad llevando tras

de sí al dragón que la seguía como si fuese un perrillo faldero. Cuando llegó a la puerta de la

muralla, el público que allí estaba congregado, al ver que la doncella traía a la bestia, comenzó

a huir hacia los montes dando gritos y diciendo:

-¡Ay de nosotros! ¡Ahora sí que pereceremos todos sin remedio!

San Jorge trató de detenerlos y de tranquilizarlos.

-¡No tengáis miedo! –les decía-. Dios me ha traído hasta esta ciudad para libraros de este

monstruo. ¡Creed en Cristo y bautizaos! ¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos

hayáis recibido el bautismo!

Rey y pueblo se convirtieron y, cuando todos los habitantes de la ciudad hubieron recibido el

bautismo San Jorge, en presencia de la multitud, desenvainó su espada y con ella dio muerte

al dragón, cuyo cuerpo, arrastrado por cuatro parejas de bueyes, fue sacado de la población

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amurallada y llevado hasta un campo muy extenso que había a considerable distancia.

Veinte mil hombres se bautizaron en aquella ocasión. El rey, agradecido, hizo construir una

iglesia enorme, dedicada a Santa María y a San Jorge. Por cierto que al pie del altar de la

citada iglesia comenzó a manar una fuente muy abundante de agua tan milagrosa que cuantos

enfermos bebían de ella quedaban curados de cualquier dolencia que les aquejase.

Igualmente, el rey ofreció a Jorge una inmensa cantidad de dinero que el santo no aceptó,

aunque sí rogó al monarca que distribuyese la fabulosa suma entre los pobres.

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La leyenda de San Jorge y el dragón

En cierta ocasión llegó San Jorge a una ciudad llamada Silca, en la provincia de Libia. Cerca de la población había un lago tan grande que parecía un mar donde se ocultaba un dragón de tal fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía atemorizadas a las gentes de la comarca, pues cuantas veces intentaron capturarlo tuvieron que huir despavoridas a pesar de que iban fuertemente armadas. Además, el monstruo era tan sumamente pestífero, que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad y con él infestaba a cuantos trataban de acercarse a la orilla de aquellas aguas. Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca de él hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de su hediondez, contaminaba el ambiente y causaba la muerte a muchas personas. Al cabo de cierto tiempo los moradores de la región se quedaron sin ovejas o con un número muy escaso de ellas, y como no les resultaba fácil recebar sus cabañas, celebraron una reunión y en ella acordaron arrojar cada día al agua, para comida de la bestia, una sola oveja y a una persona, y que la designación de ésta se hiciera diariamente, mediante sorteo, sin excluir de él a nadie. Así se hizo; pero llegó un momento en que casi todos los habitantes habían sido devorados por el dragón. Cuando ya quedaban muy pocos, un día, al hacer el sorteo de la víctima, la suerte recayó en la hija única del rey. Entonces éste, profundamente afligido, propuso a sus súbditos:

-Os doy todo mi oro y toda mi plata y hasta la mitad de mi reino si hacéis una excepción con mi hija. Yo no puedo soportar que muera con semejante género de muerte.

El pueblo, indignado, replicó:

-No aceptamos. Tú fuiste quien propusiste que las cosas se hicieran de esta manera. A causa de tu proposición nosotros hemos perdido a nuestros hijos, y ahora, porque le ha llegado el turno a la tuya, pretendes modificar tu anterior propuesta. No pasamos por ello. Si tu hija no es arrojada al lago para que coma el dragón como lo han sido hasta hoy tantísimas otras personas, te quemaremos vivo y prenderemos fuego a tu casa.

En vista de tal actitud el rey comenzó a dar alaridos de dolor y a decir:

-¡Ay, infeliz de mí! ¡Oh, dulcísima hija mía! ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo alegar? ¡Ya no te veré casada, como era mi deseo!

Después, dirigiéndose a sus ciudadanos les suplicó:

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-Aplazad por ocho días el sacrificio de mi hija, para que pueda durante ellos llorar esta desgracia.

El pueblo accedió a esta petición; pero, pasados los ocho días del plazo, la gente de la ciudad trató de exigir al rey que les entregara a su hija para arrojarla al lago, y clamando, enfurecidos, ante su palacio decían a gritos:

-¿Es que estás dispuesto a que todos perezcamos con tal de salvar a tu hija? ¿No ves que vamos a morir infestados por el hedor del dragón que está detrás de la muralla reclamando su comida?

Convencido el rey de que no podría salvar a su hija, la vistió con ricas y suntuosas galas y abrazándola y bañándola con sus lágrimas, decía:

-¡Ay, hija mía queridísima! Creía que ibas a darme larga descendencia, y he aquí que en lugar de eso vas a ser engullida por esa bestia. ¡Ay, dulcísima hija! Pensaba invitar a tu boda a todos los príncipes de la región y adornar el palacio con margaritas y hacer que resonaran en él músicas de órganos y timbales. Y ¿qué es lo que me espera? Verte devorada por ese dragón. ¡Ojalá, hija mía, -le repetía mientras la besaba- pudiera yo morir antes que perderte de esta manera!

La doncella se postró ante su padre y le rogó que la bendijera antes de emprender aquel funesto viaje. Vertiendo torrentes de lágrimas, el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la ciudad y se dirigió hacia el lago. Cuando llorando caminaba a cumplir su destino, san Jorge se encontró casualmente con ella y, al verla tan afligida, le preguntó la causa de que derramara tan copiosas lágrimas.

La doncella le contestó:

-¡Oh buen joven! ¡No te detengas! Sube a tu caballo y huye a toda prisa, porque si no también a ti te alcanzará la muerte que a mí me aguarda.

-No temas, hija –repuso san Jorge-; cuéntame lo que te pasa y dime qué hace allí aquel grupo de gente que parece estar asistiendo a algún espectáculo.

-Paréceme, piadoso joven –le dijo la doncella- que tienes un corazón magnánimo. Pero, ¿es que deseas morir conmigo? ¡Hazme caso y huye cuanto antes!

El santo insistió:

-No me moveré de aquí hasta que no me hayas contado lo que te sucede.

La muchacha le explicó su caso, y cuando terminó su relato, Jorge le dijo:

-¡Hija, no tengas miedo! En el nombre de Cristo yo te ayudaré.

Page 25: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

-¡Gracias, valeroso soldado! –replicó ella- pero te repito que te pongas inmediatamente a salvo si no quieres perecer conmigo. No podrás librarme de la muerte que me espera, porque si lo intentaras morirías tú también; ya que yo no tengo remedio, sálvate tú.

Durante el diálogo precedente el dragón sacó la cabeza de debajo de las aguas, nadó hasta la orilla del lago, salió a tierra y empezó a avanzar hacia ellos. Entonces la doncella, al ver que el monstruo se acercaba, aterrorizada, gritó a Jorge:

-¡Huye! ¡huye a toda prisa, buen hombre!

Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se encomendó a Dios, enristró su lanza, y, haciéndola vibrar en el aire y espoleando a su cabalgadura, se dirigió hacia la bestia a toda carrera, y cuando la tuvo a su alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió. Acto seguido echó pie a tierra y dijo a la joven:

-Quítate el cinturón y sujeta con él al monstruo por el pescuezo. No temas, hija; haz lo que te digo.

Una vez que la joven hubo amarrado al dragón de la manera que Jorge le dijo, tomó el extremo del ceñidor como si fuera un ramal y comenzó a caminar hacia la ciudad llevando tras de sí al dragón que la seguía como si fuese un perrillo faldero. Cuando llegó a la puerta de la muralla, el público que allí estaba congregado, al ver que la doncella traía a la bestia, comenzó a huir hacia los montes dando gritos y diciendo:

-¡Ay de nosotros! ¡Ahora sí que pereceremos todos sin remedio!

San Jorge trató de detenerlos y de tranquilizarlos.

-¡No tengáis miedo! –les decía-. Dios me ha traído hasta esta ciudad para libraros de este monstruo. ¡Creed en Cristo y bautizaos! ¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos hayáis recibido el bautismo!

Rey y pueblo se convirtieron y, cuando todos los habitantes de la ciudad hubieron recibido el bautismo San Jorge, en presencia de la multitud, desenvainó su espada y con ella dio muerte al dragón, cuyo cuerpo, arrastrado por cuatro parejas de bueyes, fue sacado de la población amurallada y llevado hasta un campo muy extenso que había a considerable distancia.

Veinte mil hombres se bautizaron en aquella ocasión. El rey, agradecido, hizo construir una iglesia enorme, dedicada a Santa María y a San Jorge. Por cierto que al pie del altar de la citada iglesia comenzó a manar una fuente muy abundante de agua tan milagrosa que cuantos enfermos bebían de ella quedaban curados de cualquier dolencia que les aquejase. Igualmente, el rey ofreció a Jorge una inmensa cantidad de dinero que el santo no aceptó, aunque sí rogó al monarca que distribuyese la fabulosa suma entre los pobres.

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LA ZORRITA

Y

EL CHIVO

Érase una vez una zorrita hambrienta que

andaba buscando una presa para calmar su

apetito. En esto oyó el tintineo de un cascabel.

Con sigilo y escondida tras unos matorrales,la

zorrita descubrió a una cabrita que estaba

pastando en un prado,toda feliz jugando con las

mariposas. La zorrita esperó el mejor momento

para lanzarse sobre su presa y cuando la cabrita

estaba bastante cerca de los matorrales...

¡ZAS!

La zorrita se abalanzó sobre ella sin darse cuenta

de que entre medias había un pozo.Allí en lo

hondo del pozo acabo la zorrita,para alivio de la

pequeña cabra,que se salvó de sus garras.

Page 28: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

Un rato llevaba la zorrita metida en el

pozo,incapaz de salir de sus propios

medios,cuando de pronto asomó por la boca del

pozo la cabeza de un chivo.La zorrita quiso

animarle a bajar al pozo con engañosas palabras:

-¡Qué fresquita está el agua de este pozo! Yo

vengo aquí todos los días a beber y a darme un

baño.Se lo recomiendo,de verdad.

Tanto alabó la cualidad del agua del pozo que el

chivo quiso calmar su sed probándola. Él también

quería disfrutar de esa marabillosa agua tan

fresquita .Y de un salto cayó dentro.Y la zorrita

aprobecho y salto ensima de el y consiguio salir.

La zorra se despidio

del chivo y marcho

veloz en busca de una

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presa para calmar su apetito.Alli el

chivo,entristesido por el engaño y completamente

solo.Con mucho esfuerzo intento salir pero solo

salio despues de mucho rato de tan absurda

prisión.

Page 30: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

Los tres Cerditos

Erase una vez tres hermanos cerditos

que discutian por el material que iban

a utilizar para la construcion de su casa.

La casa tenia que ser fuerte para soportar

el soplido del temido lobo . Al final

cada uno hizo su propia casa.

El primer cerdito la hizo de paja porque

era muy bago.

El segundo la hizo de madera y barro

estaba seguro de que era muy fuerte.

El tercero la hizo de ladrillo y cemento

era el mas trabajador .

Un dia vino el lobo a la casa del primer

cerdito soplo tan fuerte que la paja bolo por el

cielo.El cerdito corrio a la casa de madera

de su hermano.El lobo soplo muy fuerte y

los troncos rodaron por la montaña.

Al final los dos cerditos fueron a la casa

del tercer cerdito y el lobo soplo y soplo

pero no pudo con la casa de ladrillo.

El cerdito mas trabajador consiguio

ganar al lobo.

FIN

Page 31: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

La leyenda de San Jorge y el

dragón

En cierta ocasión llegó San Jorge a una ciudad llamada Silca, en

la provincia de Libia. Cerca de la población había un lago tan

grande que parecía un mar donde se ocultaba un dragón de tal

fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía atemorizadas a las

gentes de la comarca, pues cuantas veces intentaron capturarlo

tuvieron que huir despavoridas a pesar de que iban fuertemente

armadas. Además, el monstruo era tan sumamente pestífero,

que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad

y con él infestaba a cuantos trataban de acercarse a la orilla de

aquellas aguas. Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada

día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase

tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca de él

hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de

su hediondez, contaminaba el ambiente y causaba la muerte a

muchas personas.

Al cabo de cierto tiempo los moradores de la región se quedaron sin

ovejas o con un número muy escaso de ellas, y como no les

resultaba fácil recebar sus cabañas, celebraron una reunión y en

ella acordaron arrojar cada día al agua, para comida de la bestia,

una sola oveja y a una persona, y que la designación de ésta se

hiciera diariamente, mediante sorteo, sin excluir de él a nadie. Así

se hizo; pero llegó un momento en que casi todos los habitantes

habían sido devorados por el dragón. Cuando ya quedaban muy

pocos, un día, al hacer el sorteo de la víctima, la suerte recayó en

la hija única del rey. Entonces éste, profundamente afligido,

propuso a sus súbditos:

-Os doy todo mi oro y toda mi plata y hasta la mitad de mi reino si

hacéis una excepción con mi hija. Yo no puedo soportar que muera

con semejante género de muerte.

El pueblo, indignado, replicó:

Page 32: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

-No aceptamos. Tú fuiste quien propusiste que las cosas se hicieran

de esta manera. A causa de tu proposición nosotros hemos perdido

a nuestros hijos, y ahora, porque le ha llegado el turno a la tuya,

pretendes modificar tu anterior propuesta. No pasamos por ello. Si

tu hija no es arrojada al lago para que coma el dragón como lo han

sido hasta hoy tantísimas otras personas, te quemaremos vivo y

prenderemos fuego a tu casa.

En vista de tal actitud el rey comenzó a dar alaridos de dolor y a

decir:

-¡Ay, infeliz de mí! ¡Oh, dulcísima hija mía! ¿Qué puedo hacer?

¿Qué puedo alegar? ¡Ya no te veré casada, como era mi deseo!

Después, dirigiéndose a sus ciudadanos les suplicó:

-Aplazad por ocho días el sacrificio de mi hija, para que pueda

durante ellos llorar esta desgracia.

El pueblo accedió a esta petición; pero, pasados los ocho días del

plazo, la gente de la ciudad trató de exigir al rey que les entregara

a su hija para arrojarla al lago, y clamando, enfurecidos, ante su

palacio decían a gritos:

-¿Es que estás dispuesto a que todos perezcamos con tal de salvar

a tu hija? ¿No ves que vamos a morir infestados por el hedor del

dragón que está detrás de la muralla reclamando su comida?

Convencido el rey de que no podría salvar a su hija, la vistió con

ricas y suntuosas galas y abrazándola y bañándola con sus

lágrimas, decía:

-¡Ay, hija mía queridísima! Creía que ibas a darme larga

descendencia, y he aquí que en lugar de eso vas a ser engullida por

esa bestia. ¡Ay, dulcísima hija! Pensaba invitar a tu boda a todos los

príncipes de la región y adornar el palacio con margaritas y hacer

que resonaran en él músicas de órganos y timbales. Y ¿qué es lo

que me espera? Verte devorada por ese dragón. ¡Ojalá, hija mía, -le

repetía mientras la besaba- pudiera yo morir antes que perderte de

esta manera!

La doncella se postró ante su padre y le rogó que la bendijera antes

de emprender aquel funesto viaje. Vertiendo torrentes de lágrimas,

Page 33: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la ciudad y se dirigió

hacia el lago. Cuando llorando caminaba a cumplir su destino, san

Jorge se encontró casualmente con ella y, al verla tan afligida, le

preguntó la causa de que derramara tan copiosas lágrimas.

La doncella le contestó:

-¡Oh buen joven! ¡No te detengas! Sube a tu caballo y huye a toda

prisa, porque si no también a ti te alcanzará la muerte que a mí me

aguarda.

-No temas, hija –repuso san Jorge-; cuéntame lo que te pasa y

dime qué hace allí aquel grupo de gente que parece estar asistiendo

a algún espectáculo.

-Paréceme, piadoso joven –le dijo la doncella- que tienes un

corazón magnánimo. Pero, ¿es que deseas morir conmigo? ¡Hazme

caso y huye cuanto antes!

El santo insistió:

-No me moveré de aquí hasta que no me hayas contado lo que te

sucede.

La muchacha le explicó su caso, y cuando terminó su relato, Jorge

le dijo:

-¡Hija, no tengas miedo! En el nombre de Cristo yo te ayudaré.

-¡Gracias, valeroso soldado! –replicó ella- pero te repito que te

pongas inmediatamente a salvo si no quieres perecer conmigo. No

podrás librarme de la muerte que me espera, porque si lo

intentaras morirías tú también; ya que yo no tengo remedio,

sálvate tú.

Durante el diálogo precedente el dragón sacó la cabeza de debajo

de las aguas, nadó hasta la orilla del lago, salió a tierra y empezó a

avanzar hacia ellos. Entonces la doncella, al ver que el monstruo se

acercaba, aterrorizada, gritó a Jorge:

-¡Huye! ¡huye a toda prisa, buen hombre!

Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se

encomendó a Dios, enristró su lanza, y, haciéndola vibrar en el aire

y espoleando a su cabalgadura, se dirigió hacia la bestia a toda

Page 34: COMPOSICIÓN ESCRITA 5º C

carrera, y cuando la tuvo a su alcance hundió en su cuerpo el arma

y la hirió. Acto seguido echó pie a tierra y dijo a la joven:

-Quítate el cinturón y sujeta con él al monstruo por el pescuezo. No

temas, hija; haz lo que te digo.

Una vez que la joven hubo amarrado al dragón de la manera que

Jorge le dijo, tomó el extremo del ceñidor como si fuera un ramal y

comenzó a caminar hacia la ciudad llevando tras de sí al dragón que

la seguía como si fuese un perrillo faldero. Cuando llegó a la puerta

de la muralla, el público que allí estaba congregado, al ver que la

doncella traía a la bestia, comenzó a huir hacia los montes dando

gritos y diciendo:

-¡Ay de nosotros! ¡Ahora sí que pereceremos todos sin remedio!

San Jorge trató de detenerlos y de tranquilizarlos.

-¡No tengáis miedo! –les decía-. Dios me ha traído hasta esta

ciudad para libraros de este monstruo. ¡Creed en Cristo y bautizaos!

¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos hayáis

recibido el bautismo!

Rey y pueblo se convirtieron y, cuando todos los habitantes de la

ciudad hubieron recibido el bautismo San Jorge, en presencia de la

multitud, desenvainó su espada y con ella dio muerte al dragón,

cuyo cuerpo, arrastrado por cuatro parejas de bueyes, fue sacado

de la población amurallada y llevado hasta un campo muy extenso

que había a considerable distancia.

Veinte mil hombres se bautizaron en aquella ocasión. El rey,

agradecido, hizo construir una iglesia enorme, dedicada a Santa

María y a San Jorge. Por cierto que al pie del altar de la citada

iglesia comenzó a manar una fuente muy abundante de agua tan

milagrosa que cuantos enfermos bebían de ella quedaban curados

de cualquier dolencia que les aquejase.

Igualmente, el rey ofreció a Jorge una inmensa cantidad de dinero

que el santo no aceptó, aunque sí rogó al monarca que distribuyese

la fabulosa suma entre los pobres.

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