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:dB logrado Aparrsi! ¡Terreno firme donde estribar, luz consola- dora para vivir! ;Si! Pues apartad la %isla del racionalismo que es la tristeza y la muerte: mirad del lado de la té de nuestros padres, y las tradiciones gloriosas de nuestra patria, punto reservado para la segunda parte, de la conferencia. Señores: Todavía no se ha borrado de nuestra memoria la impre- sión causada por la asamblea mós numerosa é imponente, que han admirado nuestros tiempos, que desde siglos atras no se había convocado; ni habia idea de semejante grandeza y majestad, sino por las reseñas y descripciones, siempre pálidas de la historia. Bajo las grandiosas naves del Vaticano, amparadas por la sombra augusta dei Vicario de Jesucristo, se reunieron á discutir y señalar los puntos y materias en orden á Dios, al hombre. á la sociedad, ó los Estados y ä la Iglesia, que tratan agitados ä los espíritus. Los ojos de Europa estaban clavados en la asamblea de ochocientos Obispos, venidos de todo el orbe, y que, siendo ecos de sus Iglesias, Inibian de unirse en un pensamiento inapelable, avasallador. La expectación era universal: doscientos millones de católicos de la redondez de la tierra aguardaban una señal, un grito de la asamblea infalible, para repetirla unánimes de monta- ña en montaña, de valle en valle, y que resonara vigoroso y aterrador en todo el inundo. Y el (...'oncilio ecuménico, iluminado por las luces de lo alto, abrió sus labios; y lo propio á las escuelas batallado- ras, corno ä los fieles sencillos, enseñó: que Dios, principio y fin de todas la.; cosas, con la luz natural de la razén humana, podia ser conocido, segura y ciertamente, toman- do argumento del ser y pei fección de las criaturas. Y que persuasiól perpetua de la Iglesia ha sido, que es doble y distinto 1 l órden de nuestros conocimientos, no solo por razón del objeto, sino tambien por el sujeto, á saber: el conocimiento natural del ingenio humano y el sobrenatural de la revelación.

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:dBlogrado Aparrsi! ¡Terreno firme donde estribar, luz consola-dora para vivir!

;Si! Pues apartad la %isla del racionalismo que es latristeza y la muerte: mirad del lado de la té de nuestrospadres, y las tradiciones gloriosas de nuestra patria, puntoreservado para la segunda parte, de la conferencia.

Señores:Todavía no se ha borrado de nuestra memoria la impre-

sión causada por la asamblea mós numerosa é imponente,que han admirado nuestros tiempos, que desde siglos atrasno se había convocado; ni habia idea de semejante grandezay majestad, sino por las reseñas y descripciones, siemprepálidas de la historia.

Bajo las grandiosas naves del Vaticano, amparadas por lasombra augusta dei Vicario de Jesucristo, se reunieron ádiscutir y señalar los puntos y materias en orden á Dios, alhombre. á la sociedad, ó los Estados y ä la Iglesia, quetratan agitados ä los espíritus. Los ojos de Europa estabanclavados en la asamblea de ochocientos Obispos, venidosde todo el orbe, y que, siendo ecos de sus Iglesias, Inibiande unirse en un pensamiento inapelable, avasallador. Laexpectación era universal: doscientos millones de católicosde la redondez de la tierra aguardaban una señal, un gritode la asamblea infalible, para repetirla unánimes de monta-ña en montaña, de valle en valle, y que resonara vigorosoy aterrador en todo el inundo.

Y el (...'oncilio ecuménico, iluminado por las luces de loalto, abrió sus labios; y lo propio á las escuelas batallado-ras, corno ä los fieles sencillos, enseñó: que Dios, principioy fin de todas la.; cosas, con la luz natural de la razénhumana, podia ser conocido, segura y ciertamente, toman-do argumento del ser y pei fección de las criaturas. Y quepersuasiól perpetua de la Iglesia ha sido, que es doble ydistinto 1 l órden de nuestros conocimientos, no solo porrazón del objeto, sino tambien por el sujeto, á saber: elconocimiento natural del ingenio humano y el sobrenaturalde la revelación.

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1P.20

Y antes de hablar sobre los misterios que no se alcanzansino con la ayuda de 13 fé, estableció las bases de la verda-dera filosofia, las nociones acerca de la naturaleza de Dios,de la materia, del panteismo, de la razón humana, susrevelaciones y armonía con la fé, los cimientos solidisimosdel saber bumano; viniendo el cielo por admirable manera

amparar bajo su manto ã los filósofos juiciosos, y enlazaramorosamente con los anhelos de la inteligencia del hombre.

Las enseñanzas de la filosofia fueron desde aquel mo-mento ms y ms elevadas ä dogmas de la Iglesia; los cató-licos debían comenzar su credo por los documentos irre-fragables de la filosofía, no precisamente porque los dictabanuestra razón, sino porque verdaderamente los manifes-taba la palabra infalible y divina; que descendia en apoyode nuestras luces, para robustecer y confirmar nuestrasdébiles facultades é imperfectos conocimientos. ¡Provi-dencia grande y amorosisima de Dios! ¡Pequeñez é ingra-titud del hombre!

Por la agitación y revueltas del golfo de la (l'osara, hasido menester que el Espíritu santo descienda sobre la tierra;y nos recuerde que al fin somos racionales, que tenernosentendimiento capaz, por sus luces, de recorrer la escalade las criaturas; y fi. la vista de su belleza y concierto,subir fi, la consideración de la magnificencia y poderlodivinos.

Tenemos bien asentado por la fe el valimiento de nuestrarazón.

El racionalista, acaso, se estimara libre de trabas y em-barazos, y dará en el delirio y los sueños de que el inundoes fenoménico, nuestros pensamientos, ilusiones; pero elcatólico está asegurado de las vacilaciones del escepticismo,y de vivir entre zozobras, como brüjula desorientada. Antesestribando su pié en terreno firme, alzado â elevadas y do-minadoras cumbres, sereno y despejado', admira los camposde la ciencia y punto dunde las montañas tocan con el cielo,apareciéndole, diáfanos y limpios los horizontes del saber.

;Ah señores! ¡,Dudaréis de que la fe catrilica alianza y con-solida la razón humana?

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321Vosotros sabeis que la semilla brota espontánea solo en

terrenos adecuados, y como dijo el poeta latino:—alli lasdoradas espigas, por acá germinan alejar los vástagos yracimos de la vid.

El racionalismo mientras no pasen por el bendito suelode España torrentes asoladores de lava, sera siempre aquíplanta exótica, y por ende lánguida y enfermiza. Porque esverdad que las doctrinas de la fé referida pasan á ser ennuestro entendimiento normas é ideas habituales, por dondeentendemos y juzgarnos; y merced á la copia de rayos lu-minosos en que rebosa nuestra inteligencia, no se avendrájamás con la extravagancia en el sentir, y la jerga en el ha-blar de los extranjerizados racionalistas. Estos oidos deli-cados hechos ã las armonias del lenguaje claro, filosófico,majestuoso de Fr. Luis de Granada y Fr. Luis de León, yel decir ingenuo, gracioso y elevado de Cervantes y SantaTeresa, no aguantaran jamás se les destroce y desgarre conla lengua tartajosa del septentrión; y se taparan instintiva-mente ante los juegos laberínticos, frases y voces de enten-dimientos anublados, que no han gozado de la luz, traspa-rencia y alegria de nuestro cielo.

El racionalismo hubo de nacer envuelto en la bruma delos mares del Norte, y en terreno que le preparó el aradodel protestantismo. Es hijo natural del libre examen, novenido de Locke, ni Berkeley, ni de Hume; ni menos de sucompatriota Leibnitz, predecesores en el cultivo de la filo-sofía. Cuando las inteligencias de Alemania se hallabandesconcertadas por el espíritu privado, hechas á los deliriosy ocurrencias de cada cabeza, salió ;:t luz, vestido del ropónde filósofo, el engendro del racionalismo.

Kant, Fichte, Hégel, progenitores de la escuela, no se ex-plican sino en el suelo de la Germania. Lutero es sabido queera el primer sacrificador de la razón del hombre; y si Lu-tero fue el verdugo de la razón, ì que le obligaba su oficio,Calvino ejercía aderrnis su inhumana profesión con ensaña-miento y alevosía.

;Ah! Pero en tiempo de los reformadores, como en los chasdel concilio Vaticano, los teólogos han sido los abogadowy

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32'2defensores natos de las prerogativas de la razón del hom-bre ¿Y cómo no? Si la fe, si la teología presupone la exis-tencia y ejercicio de la razón; la cual ha de ser el sujetoque, prudentemente y con todo acuerdo, abrace las au-gustas enseñanzas, por respeto 5 la palabra infalible de ladivinidad

La teologia, reina soberana de las ciencias, por la altura ydignidad de sus tratados, por la firmeza de sus principios,deducP, infiere y concluye, mediante la sutileza de la razónhumana; y, sentadas las piedras angulares de los lugaresteológicos; todo el orden de las aplicaciones y consecuen-cias, la armenia de los puntos revelados, la trabazón arqui-tectónica, en una palabra, se obtiene y consigue por lasluces de nuestro entendimiento. ¿Cuándo más ennobleciday holgada podia considerarse nuestra inteligencia, que le-vantando el gran templo teológico, con los elementos va-liosos, los jaspes y preciosas piedras, de los veneros inago-tables de la revelación?

¿Quia, recordando distinciones y honra tan señalada, eltrato familiar del entendimiento con las verdades altísimas,se detendrá en pormenorizar las aclaraciones que la razónha escuchado de la fe, en puntos controvertidos de la filo-sofia? ¿Vino ä las mientes de los filósofos paganos la ideaclara de la creación en general, el principio del mundo; yni los mismos filósofos cristianos, hasta parar la considera -ción atentamente, han explicado el origen del alma humana,como se enseña ahora en manera tan resuelta y sencilla ennuestras escuelas? ,Se nos hubiera ocurrido nunca el con-cepto ontológico de subsistencia, ä no ser por las ilustra-ciones de la IV Y ahora se han depurado y deslindado estasabstractas nociones en modo tan patente, que un niño seformara cabal y pronta idea de los conceptos sutilisimos deesencia, naturaleza, sustancia , subsistencia, supuesto ypersona.

Por otra parte, hemos visto line la reforma, como la tilo-. 'Ab racionalista , de paso (pm ahoga ä la t'aún', apaga ymata el sentimiento. Con la proscripción del culto externodesnaturalizó al corazón del hombre y cortó las alas al arte

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323religioso. No hay para qué decir lo humana y natural queen ese punto, como verdadera que es, había de mostrarsela fé católica; y por consiguiente las regiones bellísimas queabre y extiende al pensamiento y fantasia de la inteligenciacreadora.

Señores, en mi sentir, queda abundantemente demostradoel tema de la conferencia.

¡Qué amargura no atormenta el ánimo al oir la griteríaJe inconsiderados filósofos, que proclaman el dominio ab-soluto de la razón! Ahora, señores, que habeis tocado conla mano que semejante autonomía es la muerte del enten-dimiento; que abrigais la convicción de que el modo deobrar del hombre es más creyendo que raciocinando; y quepor sólo el valimiento de la fe se enseñorea el hombre delinundo, y extiende la esfera de sus conocimientos, ¡llevareisen paciencia los desdenes para e.on la fe católica?

La fe natural hace de la humanidad una sola familia; porla té subsiste la sociedad y participan los hombres de lasventajas de ser socios de una corporación en que sus miem-bros se afanan por descubrir los tesoros y los secretos deluniverso. Sin la té no sabríamos ni quien era nuestra ma-dre ... ¡bendita la té que me certifica del instinto de misangre y me dä ä conocer el ser querido del alma!

La lé divina, ¡ah! esa Fe repite el prodigio de amor de laencarnación del Verbo en los entendimientos por ella ilu-inini..dos. Hipostäticamente se unió Dios con una naturalezahumana, por la té resulta, en cierta y admirable manera,unido y encarnado en todos los creyentes. Mi razón, por elauxilio de la té divina, ha sido encumbrada ä escuchar lapalabra de la Sabiduría del Verbo, ä respirar y vivir entrelas nubes de su magestad; pero que también me asimilo losrios secretos, que parecen verdades nacidas de la autoridady lirio de mi inteligencia.

Ya no.....yo suplico á los artistas que no presenten ä laestatua de la té solamente con los ojos vendados. Creo fir-memente los misterios inäs hondos y recónditos de nuestrareligión sacrosunta, y no tengo venda alguna en los ojos;porque creo racionalmente, conviene ä saber: tengo pode-

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324rosas razones y motivos de credibilidad para asentir ã losaugustos misterios, Veo y me consta como hecho histórico,que Dios los ha revelado; veo y me consta por la razón, queDios no puede engañarse; creo, pues, à ojos vistas lo queDios se digna declararme, aunque no vea ni entienda, ensi misma la verdad declarada. ¿Qué me importa? Creo ä loshoinbrgs y la historia apoyado en las reglas de la crítica,aunque no palpe ni oig a los sucesos. Pues si recibimos eltestimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios.

Y es obligación sacratishna, aun de delicadeza y buenacrianza, el creer; ofende ä la verdad y santidad de Dios,quien, habiendo recibido merced tan señalada, la desprecia,quien liabic% ridola escuchado tí puede conocerla suficiente-mente, no la tiende sus brazos.

Ingenios soberanos, lumbreras del arte. cantan las exce-lencias de la fé divina, convidad ti los hombres 5 gozar desus bene ficios; para que se consoliden en lfflociones de larazón; para que ensanchen portentosamente la esfera desus conocimientos; y lo que mas vale, lo que únicamenteaprovecha, para que alcancen cl fin altisimo que les señalósu criador.— lle terminado.

(Conferencias.)

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11.

OR ATOR I A POLÍTICA.

• eNTONIO 1: 10g TkOßAg.

Discurso pronunciado en las Córtes Constituyentes, en lasesión del 26 de Noviembre de 1855, en apoyo de la creación

del Consejo de Estado.

Señores: ciertamente no esperaba la Comisión ser com-batida en este articulo en el terreno en que lo ha sido; laComisión no esperaba que á esta cuestión se le diese uncaräcter político, y esperaba mucho menos que se negasela necesidad de la institución, de la rueda cuya importanciase debate ahora. Concebia la Comisión que hubiese aquímuchos Sres. Diputados que opinasen que la institución deque se trata se organizase de la manera que nos aconsejabadias pasados el Sr. Corradi; pero no esperaba que hubiesequien dudase de la necesidad de la institución; no creia quede la existencia de esta institución se hiciese cuestión po-lítica. Por eso, vuelvo ã decirlo, ha extrañado mucho la Co-

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326ini:.1i n-;n esas impugnaciones que se le han boche, y el ter.ITI10 en que ha sido impugnada.

¿De qué se trata, señores? ¿De qué se trata en rigor, enprimer término? De una institución administrativa, pura-mente administrativa, que podre, en concepto dc algunosseñores; no en el mio, pero esta es cuestión aparte, quepodra tener algún género de atribuciones, que participe delcaracter político; pero que en si misma, en su caracter ge-neral, en sus atribuciones ordinarias, ha de ser una ins-titución administrativa. Pites en el régimen monárquicoabsoluto, en el régimen inonarquico constitucional, en elrégimen republicano, ¿cual es la esencia de la administración,sea el régimen centralista tí excentralista? Que la ejecuciónes de una persona sola, y la deliberación, el consejo, es demuchos: ¿Por qué al lado de cada Alcalde se pone un Ayun -tamiento? ¿Por qué se pone una Diputación provincial al ladode cada gobernador de provincia? Pues por la misma razónque al lado de cada Alcalde se pone un A y untamiento, yuna Dipmación al lado de cada gobernador civil, por esamisma razón al lado del Rey, supremo administrador, ensu caräcter, y en su cualidad de administrador exclusivo,se le pone un Consejo, un Cuerpo deliberante administrativoy solo administrativo.

Digo que se extraña que haya un Cuerpo deliberante ad-ministrativo, y yo me extraño mucho más de esta extrañeza.¿Por ventura la administración de un Estado, de una Pro-vincia, de un Municipio, cualquiera administración , noofrece necesariamente dos clases de negocios? Negocios enque la ejecución es flcil, llana; en que la manera de aplicarla prescripción legal se manifiesta de suyo; en que no senecesita deliberar, por lo menos no se necesita deliberaciónde varias personas, deliberación política , discusión. Haytambien negocios complicados, de dificil solución, de muchagravedad, en los cuales es necesario para resolver bien,deliberar, pensarlo, madurar la resolución.

Pues si esto sucede donde quiera que hay que aplicarleyes, es absolutamente indispensable que todo el que apli-que leyes tenga ä su lado un Consejo, si ha do . aplicarlas

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3271.4én; de aqui, señores, como ind i gné antes, la existencia dolos Consejos en todas las formas de gobierno, la existenciade los antiguos consejos de la Monarquía española, y losconsejos tambien en Francia y en Inglaterra. Porque deborectificar á este propósito un error en que, á mi juicio, haincurrido el Sr. Gil Sanz, negando que en Inglaterra hayanada parecido á la institución de que nos ocupamps ahora.Hay muchos que se parecen; la máquina del gobierno su-premo de Inglaterra es una de las más complicadas de Eu-ropa. El Gabinete, lo que se llama propiamente el Gabinete;el Consejo de Ministros, no es mas que la facción de unConsejo mucho mayor, numeros:siino, compuesto de altosfuncionarios; y luego hay el Consejo privado, que es otraespecie de Consejo de administración y de Estado, y otraporción de instituciones y Consejos que seria muy prolijoenumerar, y cuya sola enumeración asustaría al Sr. GilSanz.

Se ve, pues, señores, en la practica, por la naturaleza delas cosas, que al lado del Rey, supremo administrador, esnecesario que haya un Consejo que le ayude á administrar.Pero se dice: pues qué, los Ministros responsables ¿,no tienenla capacidad suficiente para administrar cada uno su depar-tamento por si? Pues qué, es menester que cada Ministro,siendo un hombre competente, superior en su ramo, tenga

su lado un Consejo que le ayude a administrar? Es me-nester, es necesario, es absolutamente necesario, y en elrégimen constitucional mas que en el régimen absoluto; enprimer lugar, porque un ministro , dure mucho tiempodure poco, tenga ó no tenga una alta capacidad, un Minis-tro, un hombre por sí solo no puede ser depositario de lasuma de tradiciones que se necesita para que exista unajurisprudencia en su aplicación, para que exista una legisla-ción; porque donde no hay jurisprudencia hay arbitra-riedad, hay error, error frecuente, error por decir!o así,sistemático; donde quiera que hay una legislación, dondequiera que se trata la cuestión de lo tuyo y lo rnio, dondequiera que se tratan cuestiones de interés general, es me-nester que haya una jurisprudencia, y esta no puede haberla

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sin que haya un cuerpo depositario de ella. En segundolugar, porque los Ministros, cualquiera que sea el régimende gobierno, no pueden apreciar por sí bastantemente lascuestiones muy graves, muy complicadas. Ningun Ministrotiene tiempo, en ningun régimen, ni en el régimen absolutoni en el régimen constitucioual, y mucho menos en el cons-titucional, ninguno tiene tiempo de examinar por si con eldetenimiento que se requiere ciertas cuestiones de muchagravedad, cuestiones en que se mezclan con el interés ge-neral, con el interés público, el derecho privado, el derechointernacional. Ningun Ministro puede resolverlas por si solocon su solo examen, acertadamente y con garantía deacierto.

ve, pues, que aun sin entrar en la enumeración queya otros seiiores han hecho de los varios asuntos que porsu naturaleza se requiere que se traten en un Cuerpo deii-beran te, en un Cuerpo consultivo, sin entrar en esa enu-meración, en todo género de asuntos puede haber cues-tiones determinadas de tal naturaleza que requieran la deli-beración de un Cuerpo consultivo. Se ve. pces, que se ne-cesita un Cuerpo consultivo al lado del Rey para admi-nistrar, para administrar bien. Se necesita más en el régi-men constitucional, ya porque los Ministros en ese régimenestán mucho más Ocupados en el movimiento de la politicay en los debates de los Cuerpos colegisladores, ya porquelos Ministros en estos Cuerpos tienen una responsabilidadmás directa, más efectiva, más definida por la ley que enotro régiinen cualquiera, y no puede exigirse responsabi-lidad á los Ministros en cuestiones graves que no hayan exa-minado, aunque las hayan fallado. Si en este régimen nohay un Cuerpo consultivo que desenmarañe una cuestión,ya con su discusión privada hecha á puerta cerrada, ya conuna discusión pública (y siento entrar en estos detalles,porque pertenece ä la esencia de la cuestión, por cuanto lahora es avanzada y conozco la legítima impaciencia delCongreso, pero siempre me toca hablar ä estas horas, y

tengo que recomendarme ä su indulgencia); si no hay unCuerpo que ciertas cuestiones que , es preciso resolver y resol-

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e9Ver pronto, las desenmarañe, las ponga bajo todos susaspectos y relaciones á la resolución del Ministro, el Minis-tro habrá de resolver esas cuestiones á ciegas, pero no tendráuna verdadera responsabilidad en su resolución.

Un Ministro reconvenido por una resolución mal dada enuna cuestión de ese orden, que tenga que resolver en unplazo ó periodo dado, ese Ministro dirá y dirá con razón:yo no he podido pensarlo; he errado necesariamente; re-chazo la responsabilidad; no se incurre en responsabilidadsi no se obra it sabiendas ó por negligencia culpable. Estosucedería frecuentemente en las cuestiones de presas; estosucedería en las cuestiones de regium exequatur sobreBulas; esto sucedería en todas las cuestiones en que laAdministración pública, ya por el departamento de Gober-nación, ya por el de Obras públicas, ya por cualquiera delos otros departamentos de la gobernación, en que la Ad-ministración pública tropieza, por decirlo así, con un dere-cho privado. ¿Qué se hace en estos casos? Y esto me con-duce, después de haber demostrado la necesidad de lasfunciones puramente consultivas del Cuerpo de que se trata,it hablar ligeramente de sus funciones contenciosas.

La Administración pública dentro de su órbita, en ellegítimo ejercicio de sus atribuciones, tropieza con un dere-cho privado, y en este caso, ó tiene que superarlo violenta-mente, ó tiene que discutir con el interesado que se le opone.Si lo supera violentamente, he aqui el despotismo, hé aquila violación de la propiedad, he aquí le denegación de lajusticia, la denegación de todo derecho. Si tiene que dis-cutir, ¿será garantía para la discuión la opinión particulardel administrador, cuyo interés, cuyo amor propio está yacomprometido en la cuestión? ¿Será garantia, aunque fueseimparcial su mero juicio? No; se necesita mas, se necesitanformas. Donde quiera que hay herido un interés privado, uninterés legítimo de un particular ó un derecho, para la discu-sión se necesitan formas; si no hay formas contenciosas enla discusión, no hay garantia ninguna del acierto ni del res-peto ä los derechos de los particulares. Y esta es la teoríade lo contencioso, sobre la cual no me detendré más, porque

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es vastísima, Porque consideren los Sres. Diputados encuantos negocios, de cuiintas clases, cuán enorme es lasuma de los intereses que se ventilan cuando una direcciónde rentas, por ejemplo, tropieza en una subasta con un in-terés privado, cuando ese interés privado herido se dirijeRey en queja de la Dirección, cuando has que resolver pormillones sebre determinadas materias.

Pero no se limitan aquí las funciones de un cuerpo deesta naturaleza. Hay otro género de funciones; funcionestutelares, funciones que determinadas leyes atribuyen áestos Cuerpos como garantía de que la Administración noabusará en el desempeño de sus atribuciones particulares.

En cualquiera de las leyes administrativas que se recorran,de cualquier pais donde la administración esté mediana-mente organizada, ya sea la ley de Ayuntamientos, ya sea lade Diputaciones, se encontrará que las corporaciones encada grado, así los Ayuntamientos como las Diputaciones,y en su caso y lugar el Consejo Real ó el Consejo de Es-tado, sirven de garantía ä ciertos derechos. La audiencia deeste Consejo, la forma con que es escuchada, la manera conque ilustra las cuestiones , es una garantía del acierto dela Administración que ejerce la tutela respecto de ciertosintereses.

Yo no me detendre, supuesto que me he propuesto úni-camente limitarme á la exposición de los principios que do-minan en esta cuestión, no me detendré á impugnar pormenor ni las observaciones del Sr. Gil Sanz ni las de otrosseñores que le han precedido en el uso de la palabra, comoquiera que las de estos últimos lo han sido ya muy supera-bundanterneute por el Sr. Escosura y por el Sr. Alonso;sólo diré que todos los argumentos que se han hecho desdeel punto de vista político carecen de base y de fundamento.

Cuando la ley se traiga aquí, se examinará si un cuerpoe esa naturaleza debe tener alguna ó algunas atribuciones

políticas, y si se entiende que le deben dar algunas de esasatrit aciones políticas meramente consultivas, entonces seráocasión de impugnarlo los que estimen que dichas atribu-ciones políticas menoscaban la independencia de las Córtes.

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Este no es un cuerpo propiamente eonserva.lor , á quienpuede hacerse bajo el punto de vista de los hombres delprogreso continuo, objeciones como tal cuerpo, no; estees un cuerpo meramente consultivo, y no otra cosa; es con-servador á su manera, como es conservador todo lo bueno,como es conservador todo lo que conduce ä resolver conacierto cuestiones de administración; pero cuerpo conser-vador bajo el punto de vista político, no lo es.

Pero se dice: ¿se vá á poner un Consejo más donde haytantos Consejos? ¿un Consejo más donde hay tantas corpo-raciones que ayudan á administrar al Gobierno? Pues, se-ñores, para que no haya tantas corporaciones de esa clase,para que haya una que valga por todas, más que todas, quedesempeñe mejor que todas y más pronto que todas, y masconvenientemente que todas las funciones que todas esasotras Juntas desempeñan ahora muy mal, para eso debehaber un Consejo de Estado. Cuando haya Consejo de Es-tado, entonces no habrá en cada Ministro los asesores quehay hoy; esos asesores serán una superfetación, y cuandovengan á las Córtes deberán limpiamente, resueltamenteecharse abajo: en todos los Ministerios que entiendan dejusticia y de legislación no debe haber mesas de lo conten-cioso; cuando esas mesas vengan al Congreso, échenseabajo; en la mayoría de los asuntos de Ultramar no debehaber Junta de Ultramar: pues cuando se traiga aquí esaJunta, hágase esa economía.

Porque tengo que decir á propósito de este aspecto delas economías, que si este Consejo se constituye de la ma-nera que debe constituirse, será una economía: ahorrarapor de contado esos asesores; ahorrará respecto ä las Juntasque son de desempeño gratuito por parte de los vocales, losdependientes y el material; ahorrara algunos de los depen-dientes de la aiministración activa que ocupan esas Juntas,ahorrará el Tribunal Contencioso-administrativo, y extrañomucho que los señores que han votado créditos para esetribunal vengan ahora á extrañarse de lo que vamos á haceraquí, únicamente para darle la regularidad, para darleformaá eso que se llama tribunal, que no lo es, señores, porque

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tribunal es el que tiene jurisdicción propia, y la 'Adminis-tración no tiene jnrisdicción propia, tiene una jurisdicciónretenida, porque es principio, el Rey es el que juzga.

Con que veäse á qué queda reducida la cuestión de lasecuromias: queda reducida á qne costará r.ucho menos esealto Cuerpo que lo que cuestan las innumerables Juntasque, por baratas que sean son costosísimas, porque soninútiles, y son inútiles porque de la manera que están cons-tituidas no pueden ser útiles; por poquisuno dinero que segaste en ellas, es tirado, es despreciado; donde no hay lacohesión de la disciplina, donde no hay la cohesión de laorganización y del deber, no hay servicio: pueden reu-nirse treinta capacidades, treinta hombres los más celososque pueda haber; formarán una Junta, trataran de trabajarcon los mejores deseos, se reunirán frecuentemente, tra-tarán, repito, de cumplir bién, y desempeñarán su cometidoá las mil maravillas : pnes sin embargo no habrá servicio,no habrá jurisprudencia, no habrá tradición, no habrá dis-ciplina: la rnitad.ó las dos terceras partes son ancianos, notienen el aguijón del deber imperioso, y sin ese aguijón lasdos terceras partes del afro, los unos porque lo exige elestado de su salud, los otros porque no tienen el deber im-perioso que he dicho, lo cierto es que no asisten á las se-siones de la Junta.

¿Por ventura ignorarnos lo que ha sucedido hasta aquí?Señores, extinguióse el Consejo Real con aplauso de esosque tienen la manía de las supresiones; ¿,y qué sucedió alotro dia? Que vino un gobierno y dijo: «necesito perentoria-mente un Consejo Real,» y lo hizo; y lo hizo ã presencia dela Revolución y de todo el mundo, y no fié reconvenido pornadie, y aquí no se ha levantado una voz para condenarloen esos bancos, sin embargo de haberse nombrado una Co-misión de los mismos, los cuales, lejos de censurarle, lehan querido poner altas campanillas.

No comprendo, por consiguiente, esa malquerencia queentreveo, malquerencia que se aviene mal y que no puedocompaginar con la adhesión y el amor del otro dia

Señores, y si se juzga por los resultados, que es por donde

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333debe juzgarse inapelablemente sobre estos asuntos, ¿quéhallamos? Yo ruego al Congreso vuelva la vista al ConsejoReal; ¿qué ha hecho el Consejo Real en los diez años queha existido? El Consejo Real ha servido con celo, con sabi-duría, con independencia, con pureza, al pais; el ConsejoReal ha resuello todas las cuestiones graves: podrá haberseequivocado alguna vez; el error es patrimonio de los hom•bres; muy raras veces podrá haberse equivocado; pero engeneral, señores, ha resuelto las cuestiones graves, ya polí-ticas, ya económicas, de todo género, en fin, con aciertocomo he dicho, con pureza, con aplauso de la Nación, conaplauso de los hombres de todos los partidos y de todas lasopiniones; y las ha resuelto en circunstancias graves, difí-ciles, dificilísimas para un cuerpo amovible, un cuerpo deancianos, en quienes la prudencia es mucho más natural ynecesaria que la firmeza y el valor; un cuerpo donde entra-ban y salian por esa misma amovilidad ú otras causas fre-cuentemente individuos hasta el punto de no existir sino enproporciones muy tenues los que primitivamente le forma-ron, teniendo que luchar con todo genero de obstáculos yde aversiones; y sin embargo, ese cuerpo, vuelvo á decir,siempre resuelve con independencia, con rectitud, con sa-biduria; ese cuerpo da ejemplo á los hombres políticos; esecuerpo despierta a la Nación; ese cuerpo le enseña el cami-no de su salvación; ese cuerpo la salva, y ese cuerpo muereá manos de la revolución. ¡Qué contraste! ¡qué injusticia!¡qué atrocidad!

No quena entrar en detalles acerca de la conducta de estecuerpo: pero bueno es que se recuerde la que observó endos cuestiones, tales como la de ferro-carriles, y la de refor-naa constitucional. Todo el mundo sabe cómo se resolvie-ron aquellas cuestiones, cómo resolvió el Consejo Real unoy muchos expedientes relativos ä ferro-carriles, y que si sehubiera seguido la opinión respetable de aquel cuerpo, sehubieran ahorrado muchos males políticos.

;,Y qué sucedió en la reforma constitucional, en esa cues-tión llevada allí incidentalmente y envuelta en otras cues-tiones? El Consejo Real la sacó de esa maraña y la votó

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ä3 4contra el gobierno y en el sentido de la libertad constitucio.-nal por una inmensa mayoria de tres cuartas 6 cuatro quin-tas partes. Esto es servir al Estado, ser cuerpos conservado-res y progresivos; y esto modestamente, privadamente, sinla vanagloria, sin la peularidad que resulta de hacer lascosas á la luz del día, en presencia de la Nación; y esto esguiado sólo por el sentimiento de su deber. Un cuerpo quese conduce así, es menester conservarle; y si se le ha mata-do en un acceso de demencia, es menester resucitarle.

Voy á concluir, y ti concluir con una consideración breve.En gobiernos absolutos es lcil una administración buena.La misma naturaleza de ese régimen, la misma falta deoposición y hostilidad orgánica, la misma falta de vehículoy de desarrollo para la opinión pública hace que una ad-ministración en esa clase de gobierno, por débil que Sea,resulte !mis fuerte. En los gobiernos constitucionales, porel contrario, se necesitan, y es una de las dificultades deeste régimen, que por desgracia tiene muchas, dos cosasque parece que se excluyen y que solo se compaginan ycombinan en determinadas, singulares y particularísimascircunstancias: se necesita que la administración sea fuertey que sea moderada, y para esto es preciso que cada ad-ministrador, desde el Rey, supremo administrador, hastael alcalde, último administrador, tenga un compensadorque no sea un obstáculo para que administre, pero que lediga «párate, cuando no es menester que obre, y que le délas cuestiones digeridas y resueltas, cuando las cuestionesson de tal naturale,.a que es necesario digerirlas para re-solverlas.

Pues este compensador del Rey, supremo administridor,en una administración tan fuerte como la que habeis hechoen la Constitución y la que liareis en las leyes orgánicas,porque aunque predominan los principios de los señores deenfrente, mi argumento no dejai ä de tener fuerza, es doble-mente necesario; y si no hay en una administración deesta naturaleza un compensador que detenga fi tiempo alGobierno, esa administración sera el despotismo. Eso fuela administración imperial. ¿Por qué? Y fi este propósito

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335rectifico un error en que se ha incurrido generalmente.

La administración de Napoleón fué el despotismo, por-que entre otras causas los cuerpos consultivos decayeronde influencia y atribuciones, se anularon en presencia deaquella administración; el prefecto lo era todo, los Consejosde departamento y aun el Consejo de Estado vinieron á sermuy poco. Esta es una de las causas del despotismo im-perial de Napoleón 1.

Sobrevino la restauración, la restauración que aborreciaal Consejo de estado por muchas causas políticas y no po-líticas, ¿y qué hizo la restauración? ¿Disolvió el Consejo deEstado? El Sr Gil Sanz lo ha dicho: lo conservó; lo mejoróen funciones; le hizo funcionar mejor; lo restableció; le diómäs atribuciones que tenia en los últimos tiempos de Na-poleón, porque ä fuerza de no deliberar más que en plenoen los últimos tiempos de Napoleón, que fue uno de los ar-dides de que se valió aquella Administración para con elConsejo de Estado, éste deliberaba poco y mal; y entoncesse establecierón las Secciones, las Salas. Y entonces ¿quésucedió? Que administrando, funcionando más expedita yactivamente, el Consejo de Estado ayudó it gobernar ä larestauración y desempeñó inagniticamen i e sus funciones.

Vino la revolución de Julio. El Consejo de Estado teníasus enemigos, como los tienen todas las instituciones: unos,enemigos personales, y otros, enemigos desde el punto devista político; y sin embargo sobrevivió it aquella revoluciónen que cayó una dinastía, en que cayeron tres Reyes, enque desapareció la Cámara de las Pares, sobrevivió, digo,el Consejo de Estado, y continuó prestando á la dinastia deJulio, es decir, ä la Francia, los mismos servicios que habíaprestado en tiempo de la restauración. Porque es menestertener presente una cosa, que es la última consideración quevoy A exponer, y es, que si en la movilidad necesaria quehay en la politica de les pueblos, de los pueblos meridiona-les, no se salva una cosa, si no queda en pié, una cosa ácada sacudida política, las Naciones se disuelven. A Franciala salvó el quedar en pié la administración de la restaura-ción, de la revolución de Julio, el quedar en pié aquellaad-

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;136ministracien en 1848, y el quedar en pié siempre. Procure-mos nosotros salvarnos en - lo sucesivo por medio de unabuena y recta adininistraciön, porque no sabemos qui. des-tino llos reserva el porvenir.

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OliATOBIA FOBENSE.

J. JUAN VELENDEg YALDtß.

Acusación fiscal contra D. Santiago do San Juany Doña Maria Vicenta Mendieta, reos del parricidio alevoso

de D. Francisco del Castillo.

EXORDIO.

Señor: V. A. ha escuchado estos dias la triste relaciónde uno de los atentados mas atroces ü que pueden atreverseuna pasión furiosa y el desenfreno de costumbres, y el loa-ble empeño con cine lo intentara disminuir la elocuencia desus defensores. Otro que yo, amaestrado por un largo ejer-cicio en el arte dificil de bien hablar, y lleno de las luces yconocimientos que me faltan, llorando hoy compadecido so-bre el delito y los infelices delincuentes, abrazarla gustosoesta ocasión de hacer triunfar victoriosamente la santidadde las leyes, y escarmentar en sus cabezas con un ejemplo

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:1138saludable a la tnaldad y la relajación, que ya parece no re-conocer en su descaro ni límites ni freno. Lejos, como loestá esta causa, de las marañas y criminales artificios conque los malvados se suelen ocultar ã cada paso para huir laespada vengadora de la justicia, vería en ella ä dos parricidasalevosos sin velo ni disfraz alguno; un delito por sus atro-ces circunstancias sin ejemplo, aunque envuelto al princi-pio en el horror de las tinieblas, descubierto ya, puesto enclaro como la misma luz, y confesado paladinamente, al pú-blico, y la virtud clamando sin cesar poi. el desagravio de lainocencia atropellada, y ä las costumbres y al santo nudoconyugal solicitando ardientemente las penas mas severaspara respirar en adelante en segurided y reposo.

Todo esto verja un fiscal acostumbrado ä hablar en estesitio, y seguro ya desu reputación y su gloria. Pero yo, queempiezo por la primera vez las funciones de mi terrible mi-nisterio, acusando este atentado, horror y execración de to-dos, yo, pobre de ingenio, escaso de razones y Mbo de elo-cuencia; ¿qué podre decir que baste ä satisfacer á V. A., nillene dignamente su celo y sus deseos? ¿Qué podré decirque corresponda al público clamor contra los delincuentes?¿Que, instruido en ese voluminoso proceso atropelladamen-te y en brevisimos dias? Mis palabras serán de necesidad.desmayadas; mis teil . xiones y argumentos menos poderososque lo mucho que habrá meditado V. A. con su profundasabiduría, y mis votos en nombre de la ley, acordándole co-Hm abogado suyo sus sagrados decretos, inferiores en mu-cho á los votos ele todos los buenos, y al celo santo que veoresplandecer en el semblante, y siento arder en el pecho no-bilisimo y justò de V.A. Pero en medio de esto me aliento yme consuelo con que si el fin del orador, y mucho más de unmagistrado, debe ser siempre increpar y perseguir el vicio,defender la virtud y celebrarla, persuadiendo y moviendo äaborrecer el uno y amar y practicar la otra, no es arduo nidificil ser elocuente en este caso, ni habrá uno solo decuantos me oyen ó han tenido noticia de tan negra maldadque no una en este punto sus fervientes voces con las rnias,y le interpele en nombre del honor, de la inocencia, de la

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humanidad, de su seguridad misma, para que dé en este díaun ejemplar memorable de su justisima severidad, y con él

asegure el lecho coreugal y las costumbres públicas, vaci-lante y conculcadas, vengando en su nombre con la sangrede sus implacables asesinos, la sangre derramada del malo-grado U. Francisco Castillo

NARRACIÓN.

Casado este desde el año de 1788 con Doña Maria Vicenta

de Mendieta, debia esperar ä su lado el dulce reposo, el

contento, la felicidad á que le hacian acreedor su mérito ydistinguidas prendas, y una abundancia de bienes. de fortu-

na poco comun El deseo de otros mas sólidos y mas verda-

deros le habia sin duda llevado al matrimonio, mirando enél su espíritu ilustrado con una aplicación laudable y suscontinuos y útiles viajes, una perspectiva de bien y de pu-risimas delicias que ansiaba su noble corazón, nacido parala amistad y las mas honestas afecciones, y que hubieracierto gozado con otra compañera. La que le deparé en sucólera su suerte desgraciada era indigna de hallar el bien enel seno de la inocencia, ni de disfrutar de otros placeres quelos que ofrece la relajación ä una alma criminal, y acompa-ñan perpetuamente el delito, la vergüenza y los agudos re-mordimientos. Oido ha V. A de la lengua veraz de los testi-gos las desazones y tristes riñas de este desastrado matri-monio, nacidas todas ellas, no como han querido probar losinfelices delincuentes, y en vano se esforzó en persuadirnosla elocuencia de sus defensores, de la altivez, la ligereza, elgenio duro y desavenido, ni mucho menos la.crirninal con-ducta del sin ventura Castillo, sino de su infiel y torpe com-pañera. Y qué! ¿ella' misma no le asegura así en su declara-cióii del dia 22 de Diciembre'? Tan grande es y poderosa lafuerza irresistible de la verdad, y tanto imperio alcanza aunsobre las almas mas perdidas. ;,No dice en ella que su ma-rido no la violentaba; que la trataba bien, que la permilialas llaves y todo el gobierno de su casa; recibir gentes v vi-

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a4.0sitas en ella; concurrir á las diversiones y tertulias; en su-ma, cuanto pudiera desear para llamarse feliz una madrede familias honrada, virtuosa y digna de tan buen marido?

Por mas que este llevase en paciencia, como cuerdo, suscontinuos desabrimientos y aquellas liviandades menores,sobre que el honor suele á veces cerrar dolorido los ojos ydeslumbrarse en sus agravios por claros que los vea, nopudo sin embargo dejar de repugnar y prohibirla su tratosospechoso con algunos, singularmente con el aleve mata-dor I). Santiago. Aqui de nuevo se nos presentan los testi-gos domésticos, veraces y sin tacha, diciendo todos suscontinuas salidas sola y de trapillo á visitarle; su porte ytrato muy ageno de una mujer de su clase y circunstancias;haberle regalado en varias ocasiones con dinero, ropas, yaun cama para dormir; dándole un picaporte para entrar ensu casa á escondidas y libremente; el baile escandaloso deque se estremece el pudor, y sobre el cual la justicia, lascostumbres y el decoro público deben á la ivar-correrdenso velo; la ocultación del adúltero en un rincon de lacasa, inmundo y asqueroso como el alma de los dos, y cienotras cosas que sin duda escucharía V A. con inquietud ydesagrado, y en cuya enfadosa repetición abusara yo de supaciencia, y ofendiera de nuevo sus honestos oidos y esteaugusto lugar.

Hay una sin embargo entre ellas que no puedo pasar ensilencio, porque pinta bien al vivo, así el caracter sangui-nario de esta fiera cruel, esta Megera, como el sufrimientoy la dulzura de su desgraciado consorte. Dice el testigo An-tonio Garcia que el dia 3 de Diciembre, y seis antes del atrozatentado, en una desazón que tuvieron se agarraron los dos,le hizo ella tres araiiones en la cara, y procurando los pre-sentes ponerlos en paz y sosegarlos, exclamó esta víbora:que la dejasen, que ella era bastante para acabar con sumarido. Sacad señor, os ruego, de este solo hecho las con-secuencias justas que os sugiera vuestra inalterable recti •tud; sacadles, y estará juzgada la causa. ¿No hallais en él,ccmo yo veo, de parte de Castillo la moderación y la pru-dencia de un hombre de bien, y en la torpe mujer la desert-

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244frenada osadia, el encono, las sangrientas iras qüe ya laatormentaban?

Desde entonces y mucho antes ellas' el cobarde mancebo,encenegados en su pasión y perseguidos sin cesar de las fu-rias infernales, revolvian en su ánimo el horrible atentadoque después cometieron, camina-ido á su libertad y crimi-nal reposo por medio de la sangre y del parricidio. Paramejor ejecutarlo, fecundo en ardides, cual es siempre el de-lito, finge el adúltero un viaje á Valencia, en que engañadoel buen Castillo le favorece liberal con el dinero necesario:quedase en Madrid oculto y escondido; muda de posada, yse anda de una en otra disfrazado y mintiendo su patria yverdadero nombre, y se previene en fin de las pistolas y elcuchillo que después le sirvieron; esperando los dos todoeste tiempo con atroz serenidad un dia, una hora, una oca-sión segura para deshacerse de un hombre á quien debieranentrambos adorar. En efecto, su porte con su aleve mujerera, segun consta de todo este proceso, cual oyó V. A. desu misma boca: el de un marido ciego y deslumbrado, quela ama tino á pesar de sus iiviezas, y se lo acredita aunmas que debiera con sus obras; que se olvida de su sangrey relaciones, de las amarguras y penas que sufria, del hielo,los deseos y culpable conducta de una adúltera, para con-fundirla con sus regalos y favores, para enriquecerla más ymas y hacerla heredera de sus gruesos haberes en el fin desus dias. cuál, señor, cuál era respecto del infame ase-sino? El de un pariente tan honrado como fino y afectuoso;el de un buen amigo que le admite en su casa con llaneza yamor, que le acoge en ella con noble franqueza, le da gene-roso su mesa, le socorre con dinero en sus necesidades, yllega, no hay que dudarlo, desconfiado y receloso ya de sudelincuente pasión, hasta el punto de transigir con él sobresu tratoinmoderado, permitiéndole, si me es dado decirlo,una visiia diaria á su mujer: cosa increible si asi no resul-tase de las declaraciones del proceso.

¡Pero acaso la maldad se sabe contener! ¡Perdonó jamásá la virtud, ó puede hacer paz con la inocencia! Ciegos masy más los dos alevosos amantes, y como arrastrados de un

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infernal furor, se buscan y frecuentan a escondidas, y astlos hallan los testigos, cual oyó V. A., en los dias inmedia-tos al 9 de Diciembre en las calles, en los portales, en elpaseo, hablando, concertando y alentándose mútuamentepara la atrocidad que habian tramado. Aqui fué donde eltraidor propuso ejecutarla á su misma presencia, y atarladespues para figurar un robo: aqui donde,exclamando ciegoen su criminal pasión no poder vivir, sin quitar la vida ä suinfeliz rival, ella le respondió que caso de morir uno de losdos, era mejor muriese su marido: aquí, por último, dondeacordaron el aciago dia del execrable parricidio.

Entretanto Castillo padece una indisposición, que, aun-que ligera, le obliga á guardar su casa, y aun ä quedarseen cama. Un destino fatal parece que allana, que facilita elcamino â los malvados para consumar su iniquidad: estaindisposición, que si por un instante pudiesen dar oidos algrito terrible de su conciencia y su razón, habria de conte-nerlos y hacerlos temblar y entrar en si, los acaba de des-peñar. Sale dona Maria Vicenta la mañana del desgraciadodia 9 en busca de su bärbaro amante: hällale. y fräguaseentre los dos el sitio, el punto, el modo de ejecutar el pa-rricidio. Él debe ir enmascarado. ella asegurarle la entrada;la seria es una persiana del balcón abierta, y la hora la delas siete ä las siete y media de la noche. Hay al medio diauna leve desazón del paciente, nacida de su amor, y .porquela adúltera no le llevaba la comida: así lo oyó V. A de bocadol otro D. Antonio Castillo, tan fino con su malogrado ami-go, como ntil por su probidad y su celo al descubrimientode los reos. La doña Maria al cabo se tranquiliza ó lo fingeasi disimulada; pero ciega, ilusa, embebida en su criminalidea, ¿,ha y paso alguno suyo en toda aquella tarde que nosea, si nos faltasen otras pruebas, un convencimiento clarode su horrible maldad? ¿No se la ve en ella oficiosa, solícita,ocupada en deshacerse de toda la familia para quedarse pordueña de la casa? ¿No se la ve entretener fuera de ella confrívolos encargos ä un criado? ¿ Empeñarse en hacer salir, ómas bien dijera, echar ä empellones al fiel huésped Castillo,A pesar de su ansia'y sus ruegos por acompañar al doliente

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34áy lo crudo y lluvioso de la tarde? ¿Negar la entrada al caje-ro que venia á firmar la correspondencia? ¿Y andar en finhecha un Argos, inquieta y azorada por cuantos llamaban äla puerta, esta mujer indiferente siempre y descuidada enlos negocios domésticos, sin solicitud ni vigilancia algunapor el gobierno y orden de su familia? Pero las pisadas delfementido matador suenan en sus torpes oidos, y es forzosotenerle el paso franco para que ejecute su maldad sobre se-guro.

Llega por último el malvado, y ella le recibe gozosa, sa-liendo entonces de la alcoba del infeliz Castillo de servirleuna medicina: hále dejado abiertas las puertas vidrieraspara que en nada se pueda detener. Sepa ranse los dos, ä en-tretener ella sus criadas y él a consumar la alevosía. Enton-ces fue cuando la fria rigidez del delito, efecto de una con-ciencia ulcerada y del sobresalto y el terror, ocupó á pesarsuyo todos los miembros de la doña Maria Vicenta; cuandoentre las luchas y congojas de su delincuente corazón lavieron sus criadas helando y temblando, fingiendo ella unprecepto desu inocente marido, insultándolo hasta el fin,para venir á acompañarlas. ¡,Y pudo su lengua en aquelpunto articular su nombre? ¿Y ser tan descarada la iniqui-dad? ¡Oh imprudencia! ¡Oh perfidia! ¡Oh barbaridad sinejemplo!

Entretanto el cobarde alevoso se precipita á la alcoba,corre el pasador de una mampära para asegurarse más ymás, y se lanza, un puñal en la mano, sobre el indefenso,el desnudo, el enfermo Castillo. Este se incorpora despavo-rido, pero el golpe mortal está n a dado, y, á pesar de su es-píritu y su serenidad, solo le quedan fuerzas en tan tristeagonía para clamar por amparo ä su alevosa mujer, MariaVicenta! Maria Vicenta! repite por dos veces; y ella en tan-to entretiene falaz á las criadas, fingiendo desmayarse, eladultorio, y el parricidio delante de los ojos, y la sangre,la venganza y las furias en su inhumano corazón.

Castillo, el infeliz Castillo, que la ha llamado en vano,hace un último esfuerzo y se arroja del lecho entre lasangustias de la muerte, lidiando, por defenderse, con el

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:44.4bárbaro agresor: luchan y se agarran los dos, y logra en stiagonia arrancarle la máscara, y descubrirle y conocerle,pero él, más y más colérico y despiadado, repite sus agudos.golpes, y le hiere hasta once veces en el pecho y en el vien-tre, siendo mortales por necesidad las cinco de sus puña-ladas. Cae con ellas la víctima inocente sin aliento, volviendosin duda sus desmayados y moribundos ojos hacia la mismaadúltera que le mandara asesinar; y el matador en tanto,con una serenidad atroz y sin ejemplo, va tranquilo ä bus-.car y cojer dos doblones de ;I ocho, precio de su horribleatentado, de la naveta de un escritorio, y ä presencia delsangriento y palpitante cadáver.

Permita V. A. que en este instante le trasporte yo con laidea á aquella alcoba, funesto teatro de desolaciciu y malda-'des, para que llore y se estremezca sobre la escena de san-gre y horror que allí se reputa. Un hombre de bien, en laflor de sus dias y lleno de las mas nobles esperanzas, aco-metido y muerto dentro de su casa ; desarmado , desnudo,revolcándose en su sangre y arrojado del lecho conyugalpor el mismo que se lo manchaba; herido en este lecho,asilo del hombre el mas seguro y sagrado; rodeado de sufamilia, y en las agonias de la muerte, sin que nadie lepueda socorrer; clamando á su mujer, y esta furia, estemónstruo, esta mujer impia haciendo espaldas al parricida,y mintiendo un desmayo para dar tiempo de huir al alevoso:este infeliz, el puñal en la mano, corriendo ä recojer con losdedos ensangrentados el vil premio de su infame traición;la desesperación y las furias que lo cercan ya y se apoderande su alma criminal, mientras escapa temblando y azoradoentre la oscuridad y las tinieblas á ponerse en seguro; elclamor y la gritería de las criadas, su correr despavoridasy sin tino, su angustia, sus ayes, sus temores; el tumulto delas gentes, la guardia, la confusión, el espanto, y el atrope-llamiento y horror por todas partes.

¡Retira V. A. los ojos! ¡So aparta consternado! No, señor.no: permanezca firme V. A.; mire bien y contemple: ¡quécuadro, qué objeto, qué lugar, qué hora aquella para sujustisima severidad y sus entrañas paternales, para su tierna