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DE LA ES: Estos fragmentos de meditación no. pretenden ser ni tm inventario ni un programa. Son tan sólo trozos de una perspectiva, el corte hecho en ana .de tantas almas españolas, que quisieran darle un filo perdurable a la emoción " de la Cruzada. Frené en ellas cuanto, pude el lirismo,' No porque lo desdeñe, sino por guardarlo más cerca. Muchas ideas quedan solamente esbozadas: unas por limitaciones de espacio, otras por limitaciones de entendimiento. Pero to- das van ungidas en la soledad -por aque- lla emoción rediviva del liberado. SENTIDO DEL PATRIOTISMO. - Pongámonos en la presencia de España. Imaginé- monos en El Escorial. Nos postramos, sin tópicos ni palabrerías, pero con apasionamiento viril, a bucear .en nuestra conciencia y nuestra historia, a pedir fe en nuestro destino y confianza en la Providencia, y a re- novar nuestros votos. La Nación y el Estado han vuelto a encontrarse al cabo de tres siglos > y volvemos a ser españoles por la gracia de Dios. Nuestra Cruzada no ha podido aún re- conquistarnos toda la verdad ni la integridad de núes-

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DE LA ES:

Estos fragmentos de meditación no.pretenden ser ni tm inventario ni unprograma. Son tan sólo trozos de unaperspectiva, el corte hecho en ana .detantas almas españolas, que quisierandarle un filo perdurable a la emoción "de la Cruzada. Frené en ellas cuanto,pude el lirismo,' No porque lo desdeñe,sino por guardarlo más cerca. Muchasideas quedan solamente esbozadas: unaspor limitaciones de espacio, otras porlimitaciones de entendimiento. Pero to-das van ungidas en la soledad -por aque-lla emoción rediviva del liberado.

SENTIDO DEL PATRIOTISMO.

- Pongámonos en la presencia de España. Imaginé-monos en El Escorial. Nos postramos, sin tópicos nipalabrerías, pero con apasionamiento viril, a bucear .ennuestra conciencia y nuestra historia, a pedir fe ennuestro destino y confianza en la Providencia, y a re-novar nuestros votos.

La Nación y el Estado han vuelto a encontrarse alcabo de tres siglos> y volvemos a ser españoles por lagracia de Dios. Nuestra Cruzada no ha podido aún re-conquistarnos toda la verdad ni la integridad de núes-

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• JOSÉ CORTS GUAU

tros ideales nacionales 'pero nos reivindicó plenamen-te aquellas perspectivas de regeneración que muchos,daban ya por perdidas. Pudo haber un instante de in-genuidad mesiánica, que escuchó el último parte deguerra como el ensalmo definitivo para todos los males,para todas las culpas, e imaginó la nueva España corna-lina España nueva, recién nacida. Hubo hasta impa-cientes que estimaban muy largo e insoportable' plazode regeneración tres años de lucha. Pero cuando se ad-vierte que en ésta, como en la otra Reconquista, Españahacía la guerra-y la guerra iba rehaciendo a Españaen forja terrible sobre yunques ensangrentados, tres,años son al cabo muy corto lapso para un proceso tanprofundo. Nuestra guerra no podía ser sino la prime-ra fase de un proceso de salvación duro-y austero. Poralgo era y signe siendo un Movimiento. Y un Movi-miento que representa un viraje de ciento ochenta gra-dos en la trayectoria nacional, un reenquiciamiento deEspaña, es irremisiblemente mucho más que un cam-bio circunstancial de la política y más que una gue-rra civil.

No. vale impacientarse, como no sea para redoblarel esfuerzo. Sobr,e que vivir es de suyo vivir en peligro,somos un pueblo resucitado, y esto de resucitar no estan cómodo y fácil como pudimos pensar a primerahora. Pero tampoco vale arrastrar el peso muerto deresabios y vicios y teorías caducas. Una guerra queno determinara una nueva actitud espiritual, un dolorque no convirtiera la pena en penitencia, quedaría re-ducido a una riiatanza estéril. El sacrificio puede que-.dar desvirtuado por la frivolidad de la masa, y —lo quefuera más triste aún—- el heroísmo puede malograrsepor desaliento y deserción del propio héroe, incapaz

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MOTIVOS DE I.A ESPAÑA ETERNA

. de mantenerse tal en la paz, en las delicias de Captia oen el curso gris de los días sin nombre.

Preferimos la gran aventura-con su riesgo a la ta-rea lenta y anónima. En la guerra el instinto de con-servación es-más apremiante, en la paz suele olvidarseel peligro corrido. La acción bélica ofrece en su mismadestrucción un goce instintivo, cuyo precedente es elde aquel primer juguete roto en nuestra infancia. La re-construcción en la paz es más laboriosa, porque forzosa-mente se han distendido aquellos -resortes del ánimo,que la guerra hubo de oprimir implacable. El últimoparte de guerra no podía brindarnos la paz como unbotín, porque ese botín era nuestra propia casa cuar-teada y en trance tal, que exigía ahora más cuidadosy abnegación. • •

Así como en pasados tiempos nos salvamos merceda los jugos vitales que aún conservaba la nación, aho-ra, en'cambio,, podríamos perdernos por los vicios quesobrevivieran. Se da en esta hora española un cruce degeneraciones, y de actitudes que, superadas en una fasede heroísmo y de pánico, vuelven a manifestarse. Comoen la parábola evangélica, la buena semilla cayó sobremuy varios terrenos: toda la gama psicológica y moralde los hombres; y aun los mejores pueden sentir el almapronta y fuerte, y la carne flaca y remisa para andarlos nuevos caminos. La guerra abrió muchos surcos en;los pedregales de antaño, pero hay mucho que arar enla paz. Subsiste el peligro de aceptar un programa paraluego tergiversarlo, de comprender la verdad sin tesónpara seguirla, de compartirla por simple imitación, dequedar prendido en la mera exterioridad sin-comulgaren la entraña, de tender demasiado pronto la mano mo-

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JOSÉ CORTS GUAU

vicios de falsa 'caridad, de quedarnos mirando Haciaatrás, petrificados por .el resentimiento.

Esto no es pesimismo, sino optimismo serio. Nadamás repugnante que el optimismo tópico y la falsa ale-gría ruidosa, q[ue al cabo, es pura juerga. De ahí sólopuede salir la frivolidad, el primitivismo que está des-virtuando tantas energías. El •optimismo estribará en laseguridad de que* hallamos por fin nuestro rumbo y en-filamos bien la proa. Pero no basta con haber hallado elcamino, hay que tener voluntad en seguirlo: voluntadque no es sentimentalismo blando ni arrebato tornadi-zo ni instinto de contradicción —tan confundido a ve-ces con la firmeza—, sino decisión viva, tensión cons-tante del alma apoyada en la convicción.

Puede el hombre entretener.su vida de innumera-bles modos, pero sólo hay un modo humano de vivir: la.milicia. Tiemblan en nosotros sentimientos e impulsos,que, sin destruirlos ni desdeñarlos, son como el pie bor-de sobre el que debe injertarse el verdadero espíritu.Es muy humana y muy híspana condición el arrebato,y un gran.motor moral; solamente en épocas de ignomi-nia y cansancio pudo creerse que la virtud y la felici-dad consistían en un justo medio que olía a transac-ción escéptíca, cuando. es lo cierto que la gloría fuesiempre de los grandes exaltados: Sino que esta exal-tación pide ser traspasada de caridad y de intelecto.Exaltados son Francisco de Asís y Juan JacoboRousseau, Ignacio de'Loyola y Lute'ro, y ¡qué abismoentre la santidad y la perversión! Hay quien es inca-paz de soportarle a su hermano carnal la mínima mo-lestia, y suena en ser hermana de la caridad; quien noapeteció en su vida una hora de recogimiento, y visitaen momento propicio la Cartuja y le invaden unas an-

-j.

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MOTIVOS DE LA ESPAXA ETElttIA

sias dulcísimas .de ser monje, porque ve con visión car-nal la paz del atardecer sobre sus nervios dislocados:así hay también quienes, porque se les saltan las lágri-mas al paso de la' bandera, se -creen ya perfectos pa-triotas.

Esta disposición ingenua vale corno estímulo parael patriotismo auténtico, que es 'amor y servicio. Amary servir y sufrir, dolor de amor: los amores fácilesmueren "tan tontamente como nacieron. No se pertene-ce a la Patria: como a 'un círculo de amigos y de cole-gas. La Patria es mucho más que el solar por dondevan pasando unos hoy y mañana- otros, es árbol perenne,comunidad dilatada de espíritu, que, por ser humanasnecesita posar su planta en un pedazo de tierra, comola posa el hombre. Tampoco cabe ser españoles en unsentido 'negativo, porque nació uno acá y acá lo inscri-bieron y harto hará con soportar la convivencia. Únicasmente la anemia del sentimiento nacional pudo expli-car que un agudo maestro propusiera, como modus vi-.vendió el conllevarse: los huesos de Kant debieron dederretirse de gusto. Únicamente esa anemia explica elmodo rutinario con que le ofrecemos nuestros hijos ala Patria, la degeneración en frío requisito burocráticode lo que debiera tener rito y efusión bautismal.

Los mismos conceptos reconquista-bles de Patria, Na-ción y Estado lian de interpretar lo temporal en fun-ción de lo eterno. La eternidad no se mide con medidasde tiempo, pero el tiempo se concierta con la eternidad.No es por rutina por lo que la liturgia católica reiteratan constantemente aquella fórmula: "Sicut erat ínprincipio et nunc et semper". Nuestro tiempo y nuestroser viven traspasados y transvasados de eternidad, yen los momentos culminantes —no precisamente los

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más aparatosos-—• de nuestra aventura vital lo tempo-ral y lo eterno laten Isócronos en .nuestro corazón.

Hay una comunión de la Patria como hay tina co-munión de los Santos; La grandeza de los pocos pasa aser patrimonio y dignidad de todos, la aureola .del hé-roe cede una chispa de su resplandor al apocado, lasglorias de un siglo vienen a proyectar un eco de sufama en los decadentes. Pues bien: esa proyección se-ría Imposible si en la Patria no hubiera huellas y pers-pectivas de "eternidad. Sólo en la inmensidad de Dios

_ navegan y anclan y viran su rumbo estas naves que son

Por eso el verdadero patriotismo no arraiga en elorgullo ni en la ambición ni en el apego sensible a cuan-tas cosas nos rodean, ni mucho menos en el sentimiento

• de casta y el odio al enemigo, sino en la capacidad deabnegación. Y así como nuestros místicos juzgan na-derías las grandezas humanas y van desdeñando Im-pertérritos en su camino de perfección un sinfín de de-liquios que las gentes menos avisadas toman por signoseguro de santidad, así nosotros en este Instante deci-sivo de nuestra historia hemos de desdeñar todo afán ylucro que no mire de algún modo- al espíritu. En estasraíces espirituales es» donde hay que buscar la savia yla verdadera riqueza": lo demás, como se nos dló siem-pre, se nos dará por añadidura.

Importa recordar estas nociones simplicísimas paracortar ya en su nacimiento ciertos brotes pragmáticos,muy excusables en la juventud y en los pueblos quetratan de conjurar su crisis. Allá con su pragmatis-

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MOTIVOS DE LA ESPA'XA ETERNA

ano los pueblos sin historia. Bueno ha sido, ¡ y tan bue-no!, que a algunos falsos maestros se les pusiera enserio ante el problema y el dilema para que acusaran.su triste inanidad; bueno fue ver cómo iban cayendoa sacudidas de cañón teorías y tópicos podridos. Peromucho cuidado con entregarnos tan ciegamente a lovital, que le sacrifiquemos el alma misma y acabemosmuriendo de mala muerte. Ni lo fosilización intelec-tual, bien hallada con manipular sombras de concep-tos muertos, ni "el desbordamiento pragmático que juz-ga de la verdad o del bien o de la justicia por sus re-•sultados.inmediatos. De afirmar el sentido vital de laverdad a pensar que ésta dependa de le acción, mediaun abismo. ¡ Cuántas verdades conocemos sin decisiónpara encarnarlas, y no por.eso dejan de ser verdades,,y están- ahí para nuestra vergüenza I El pensamiento•español, en su línea más pura, ha sido fiel al "In prin-cipio erat Verbum", que constituye la médula del pen-samiento occidental. ;No es relativismo pragmático lo•que necesitamos, sino concierto .cutre,, el entendimiento•especulativo y el entendimiento práctico, y entre el en-tendimiento y la" voluntad. Creer y crear. Urge unaideología clara que nos dé ideales. Ideales sin Measson meros enjuagues de la imaginación. Valor y va-ler. Coraje y conciencia. Sentir la vida, pero sentirla•en su axiología suprema, hasta mudarla' por la

, muerte; más exacto, por la inmortalidad.

La utopía liberal dilaceró en sí mismo al hombre,j s al disgregarle la verdad, acabó por desarraigarle•de sti Patria, vagabundo en un Estado a la deriva.

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JOSÉ CORTS GRAO

Nuestra crisis fue la falta de una comunidad de va-lores e ideales, base de toda comunidad humana, laanarquía mansa de los enciclopedistas, de los bur-gueses encostrados en sus prejuicios, de las aristocra-cias desertoras, aquel desequilibrio íntimo, sin el cualno hubiera llegado jamás la anarquía terrorista. Envez de 'instituciones, teníamos empresas: el Estadoempresa a costa de la Nación; la región empresaque, cuando le parecía un mal negocio pertenecer ala Patria, vendía el alma al diablo y pedía su parte;el partido empresa, donde iban agrupándose cuantosaspiraban al usufructo, siquiera intermitente, de todoel patrimonio nacional. ' . ' •

En esa anarquía estuvimos malviviendo durantemás de un -siglo. ¿Qué vida cabía sin-unidad? ¿Y quéunidad era posible entre ideas más huecas aún quefalsas, más allá del principio de contradicción? Launidad precaria de la fuerza -que, en un pecado delógica, imponía -el Gobierno cuándo veía que por lasbuenas se le escapaba el poder, y la unidad del resenti-miento que fue envolviendo a una nación -desarbolada.Se había roto el vínculo religioso, porque" cada cualpudo ponerse a improvisar de lo humano y de lo divi-no sin dar cuentas a nadie; rompióse la unidad mo-ral porque se desvaneció la santidad de la ley, y alindividuo bastábale con ir segregando imperativos ca-tegóricos en "el santuario de su conciencia"; quebró-se la unidad política al consagrar la lucha como si-tuación normal, cuando no es sino triste secuela de laimperfección humana, y al erigir en quicio de la vidanacional alg"o tan desquiciado'y esencialmente contra-río • a la unidad como son los .partidos políticos. Elmero 'nombre de partido es ya bien elocuente.

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MOTIVOS DE LA ESPAÑA ETERNA

Y así fue como aquel empeño senil de buscar unadisciplina externa sin disciplina interior, una autori-dad sin autoridad, determinó el desmoronamiento deun' Estado que vivía de la trampa. Trampas doctrina-les y de las otras. Tratadistas mediocres y políticosrastreros. Refiriéndose a aquel genio de la prestidigi-tación que se llamó Sagasta, hubo de denunciarlo undía Vázquez de-Mella: "En estos períodos de decai-miento social, de, grande anemia, en que la savia faltay ía sangre amengua su vigor, son los esccpticos, losvolterianos, los hombres fríos, ios que no ereen -niaman, los que se encogen de hombros, quienes se en-cuentran al frente del- Poder."' La comunidad de Es-paña liabía degenerado en la -multitud española. •

Mientras en .la comunidad hay una actividad res-ponsable, en la .multitud hay agitación sin responsa-bilidad; En la comunidad se .advierten estructuras ins-titucionales, en la mtiltitud sólo polarizaciones efíme-ras. En la comunidad dominan los ideales, en la muí- -titud los instintos inferiores. Lo que en la comunidades ritmo, en la multitud es convulsión. En ésta juegaun papel primordial el símbolo fácil, la idea simplistaque no llega a idea, el mínimo esfuerzo; en aquélla laempresa difícil y secular, la reflexión y el sacrificio.Para que haya multitud bastan ciertas influencias re-cíprocas; para que. haya comunidad requiérese direc-ción autoritaria. Nos introducimos por entre la mul-titud, y seguimos solos, y aún se acentúa nuestra in-hibición: este fue el sino de algunas figuras egregiasdel siglo xix y parte del nuestro; nos.incorporamosa la comunidad, y nuestra persona se siente más se-gura y henchida.

Basten estas indicaciones esquemáticas para com-

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•probar que habíamos llegado al fin del proceso niultl-. íudinario de España. No vamos a hacer aquí la crí-tica de un parlamentarismo, contra el que ya se han•agotados los dicterios; pero sí interesaba recordar queese parlamentarismo no era, como algunos pudieronsuponer, un. sistema que degeneró históricamente, sinoun sistema 'que nace ya con el germerf de la corrup-ción, sin que lé valgan remiendos. Trayectoria tristela del envilecimiento paulatino'de las palabras'noblesque cayeron en su poder: había orden cuando no pa-saba. Bada. El marxismo no lité la degeneración acci-dental de una cuadrilla de foragidos, sino el términológico de la desintegración liberal. Relativismo escép-tico, luego materialismo. Y la materia, por mucho•que se la pula y tina, no puede convertirse en es-píritu; la sociedad abandonada al materialismo his-tórico para en lo que para siempre lo material,, en

• * *

Pues bien, el milagro de vaticinar sobre esos res-ios de hispanidad carcomida y animarlos y convertir-los de nuevo en nación se inicia el día en que JoséAntonio Primo de Rivera, con ideas tradicionales y•estilo nuevo, en vez de pinzar oportunidades políticas,abre de arriba abajo el mapa de España y llama a mi-licia sin más promesa que la de la muerte. "La milicia,nos dice, no es un pueril jugar a los soldados... La mi-licia es una exigencia, una necesidad ineludible de loshombres y de los pueblos que quieren salvarse, un dic-tado irresistible para quienes sienten que su Patria yla continuidad de su destino piden en chorros desan-grados de gritos, en oleadas de voces imperiales e irn-

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periosas su encuadramiento en una fuerza jerárquicay disciplinada bajo el mando de un jefe con la obe-.diencia de una doctrina, en la acción de una sola tác-tica 'generosa y heroica." Y la hora suena el día queel Caudillo se decide a dar cumplimiento a las prof e-

"•cías, y surge, agrupando a las gentes en una gran mi-licia, el gran maestro de disciplina, el remedio segurocuando ya'han. fallado-todas las fórmulas:'el Ejér-cito. • " ' ' ' ,

Ponderemos el triunfo nacional Rotundo, sin com-ponendas, •cerrado,'no por un acta-,de arbitraje o tran-sacción, sino por aquel lacónico parte de guerra, querecitamos todavía como un conjuro: "En el día dehoy, cautivo y desarmado el ejército rojo,'han.ocu-pado las tropas nacionales sus últimos objetivos mili-tares. La guerra ha terminado."

La guerra, ao unas elecciones. Pasó el tiempo enque, roídos de relativismo liberal, nos deteníamos ti-moratos ante cualquier programa, -y estamos en eltrance de forjar nuestro modo de ser. ¿Cóiano? ¿Yén-donos cual advenedizos tras la última moda? ¿Enfo-cando estas cuestiones sangrantes con un virtuosismotécnico, que suele ser pura parodia especulativa? ¿Pro-fesando para los-ideales nacionales la fe del-carbo-nero? ¿Dejándonos llevar de ese optimismo faciión,para el que-los veneros de la Patria son inagotables ydispensan de todo esfuerzo, bastando con dejarse vi-vir? ¿O escamoteando ese esfuerzo, con el consabidocantar de que todo 'está en crisis ?

Precisamente en los trances críticos es "cuando íiayque apurarlo y extremar la fidelidad al nombre. Todagrandeza descarriada de la vocación presto se desva-nece. Por otra parte, como ja observaba Salustio, los

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gobiernos sólo pueden sostenerse por aquello que leshizo nacer. Pues bien, pocos pueblos pueden hoy leertan claro en las estrellas, en su estrella, como Es-paña'. Y pocas ocasiones hubo como esta para impo-ner ese destino.

Invocamos como venero claro de nuestra grandeza,el dolor de España. Las creaciones humanas lo fueronsiempre en el dolor. Pero invocamos a nuestros muer-tos para serles fieles, no para malbaratar su sacrificio-entre lágrimas y retóricas. A los caídos no se les puede-recordar por recordar. Sería turbar neciamente supaz augusta. El recuerdo sería sarcasmo si no nos hin-case cada día más honda la preocupación de corres-ponder a su sacrificio. Fuera -invención muy cómodaesta de enterrar a los muertos llorando y discursean- •do sobre sus tumbas, y contentarnos con darle gracias-rendidas al Señor porque tuvimos más suerte que ellos,.si .el quedarse acá es suerte. Ni la justicia divina pasa,por esa desproporción innoble, ni la Patria tampoco..¿Por qué ellos y no nosotros? ¿Cómo concertar nues-tra vida y su muerte?

La Cruzada es ya vivencia perenne de nuestro áni-- mo, que nos obliga a sentirnos elegidos. Y ser elegido-íio es ser llamado a lo regalado, sino a lo arduo, mar-char ya de por vida estigmatizado y transido. Políticay poética: La nuestra ha de seguir -esos caminos vir-gilianos que caminan, rutas fluviales, agua que apaga,la sed de claridad'y en cuyo fondo andan las estrellas.

NUESTRO CATOLICISMO.

El nombre de España va unido al de Contrarre-forma. La Contrarreforma tiene aquí un sentido mu-

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cho más profundo que el de reacción circunstancial.Trento está en nosotros mucho antes de que se con-voque el Concilio, porque somos más papistas que elPapa, con ese ímpetu extremado de nuestras reaccio-nes. Reacción afirmativa de la verdad contra el error,del orden contra el desorden, de la moralidad, que esveritatem agere, contra la Inmoralidad, que es corrup-ción . lógica en su última raíz. No concebimos la cle-recía sin santidad, ni la hidalguía sin ascetismo, ni elamor sin la abnegación rayana en la -muerte.

Frente a la categoría de relación nuestra metafí-sica opone la categoría de sustancia, y nuestra místicaaquel sentido objetivo del espíritu como "castillo todode diamante y muy claro cristal" (Santa Teresa). No-somos ios españoles, pese a la fama que corre por ahí,quienes gustamos de construir castillos en el aire. Elamor a lo concreto nos hace personificar en los autossacramentales las virtudes y los vicios y hasta los con-ceptos más sutiles. Realismo que, llevado al terrenoaxiológico, nos mantuvo siempre, positiva o negati-vamente, en la cima donde se plantean los problemasúltimos, sabedores de que el fin de la vida está allendela vida.

Un día se encuentran y-platican en Brujas un va-lenciano, Juan Luis Vives, nuestro gran embajador es-piritual, y un vasco que estudia en París, Ignacio deLoyola. Y ese coloquio marca un momento culminantedel Renacimiento español: frente a la euforia y des-lumbramiento ingenuo de ciertos anticuarios, el huma-nismo auténtico, de nervio senequista, que, asido a íaroca óntica y teológica, no se deslumhra fácilmente yescribe por mano de Vives una Introducción a la Sa-

—irónica lección de modestia— y-una Apolo-'

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géíicas y por mano de Loyola un camino de perfección,,certero y seco: los Ejercicios.Espirituales. Bien se leha llamado el aguafiestas del Renacimiento. Habíaque hacer hincapié en el hombre, sí, pero cristianizan-do el Nosce te ipsum, sin escamotear nada de su tur-bia naturaleza ni prometerse demasiado, poniéndole en.'careo implacable consigo mismo y señalándole un trio-,délo digno de él. Conocimiento de sí mismo para llegar-ai señorío de sí mismo» .

Hoy-vuelve a hablarse mucho de que la vida esun'quehacer tenso y constante, de que él hombre tieneque ir forjándola. ¡Pues "claró! Pero esto no es más.que la versión, tocada de relativismo en sus orígenes,.,de una verdad tan antigua como el hombre y reeditada,por España. El Génesis afirma la creación del hombre-a imagen y semejanza-de Dios. Cristo ordena ser per-fectos como el Padre lo es. Y nuestros clásicos trazansus caminos de perfección.

No nacimos para 'Vagar por los parajes fríos dela mera crítica, sino para lanzarnos por entrambas,vías, la intelectual y la afectiva. Fuimos siempre pen-sadores de corazón, jamás sentimos el liberalismo enlo- que tiene de indiferencia. ¡ Liberalismo y pasión de-nuestro siglo xix! Ni formalismos ni tecniquerías.Sentencias rotundas del que está en lo cierto :• "Here-jes son una a manera de gente loca...", dice el Rey Sabio-ya en el siglo de la Escolástica, y no hay más .que-hablar.

Por sti intrínseca dignidad y por su influencia his-tórica el Catolicismo es nuestro primer valor espiri-tual, vínculo y nervio de España. Desentendiéndonos.

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de él fuera imposible entendernos. Nuestra historia,quedaría amputada en sus propias raíces, y reducidaa límites irrisorios. ¿Qué restaría de nuestra litera-tura y de nuestro arte, si prescindiéramos de la ins-piración e inquietud religiosas? La iconoclastia repu-blicana tuvo por fin que detenerse, porque era Espa-

-ña.entera la que se reducía a escombros si persistíanen destruir cuanto tenía sello católico-

El Catolicismo ha sido- la verdadera Patria. Cornonación, fuimos- forjados por la Iglesia. ¡Con qué ge-nerosidad se plantea San Isidoro la cuestión de las.relaciones entre la Iglesia y el Estado"—claro que no-es esta su "terminología— sin temores de entremeti-miento ni asepsias conceptualistas! No es que involu-cráramos los valores religiosos y los .políticos, sino queconjugamos de tal'suerte ambas vivencias, que se com-penetraron en la misma unidad,, y las agresiones a laconciencia católica fueron consideradas siempre como- •heridas' en el propio corazón de la Patria. La SantaInquisición es el reflejo de esta situación comprome-tida. Herejía suena a alta traición. Felipe II, que talvez sólo aspiraba a seguir su política española, tieneque ser "ineludiblemente campeón del Catolicismo con-tra los"protestantes y contra algún Rey Cristianísimoque se aliaba con los turcos y ayudaba a los protes-tantes. La Inquisición, como ha dicho recientementeel Marqués de Lozoya, conviértese, al salvar la uni-dad religiosa, en clave del Imperio. Las expulsionesde judíos y moriscos no obedecen a un afán racista,sino a una política espiritualista nacional. Pureza desangre' es pureza de alma. "Necesitábamos -unidad yunanimidad, y lo que otros pueblos han hecho en nom-bre de la raza y del instinto dé conservación, nosotros

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lo hicimos siglos antes en nombre del espíritu, es decir,en nombre de Dios.

Pueblo de teólogos el nuestro, unos lo fueron conDios y otros contra' Dios, pero ninguno logró des-preocuparse de EL No fue por azar por lo que lahorda roja se ensañó con los católicos, ante la extra-ñeza de- algunas gentes candidas, mientras al propiotiempo sus dirigentes más hábiles'y leídos blasonabande ser "tan católicos como el primero". La pretensiónde ser estrictamente católico, con santa indiferenciapor las-formas políticas, nadie pudo tomarla eá serio,porque no cabe trasladar al plano histórico ciertas in-diferencias teóricas que aquí perdían su virtualidad.

Tuvimos siempre conciencia clara de que el pro-blema del hombre en el Estado, o es pura mecánica, oes problema ético, pendiente de la cuestión misma delbien y -del nial, del ser o no ser. Por eso,, al cabo, hubi-mos de conjurar el peligro a la desesperada. • •

' Profesamos un sentido teológico de la autoridad,ávido de afirmaciones y garantías absolutas. Mientrasen otros pueblos un Maquiavelo puede escribir II Prin-cipe, nuestros clásicos seguirán limpiamente escribien-do desde sus celdas provincianas aquellos tratados in-conmovibles sobre el Príncipe cristiano y el Reloj dePríncipes, y cuando El Escorial parece -ya pesar de-masiado sobre una'dinastía decadente, todavía quedanmonjas que escriben amonestando a su Rey, y unD. Francisco de Qtjevedo que traza su Política de Diosy Gobierno de Cristo.

• Frente al auct'oriias, non- veritas, facit legem delLeviathan, nosotros consideramos como razón del Po-der el veritatem agere. Por eso nuestra política acele-ra su descomposición cuando comienza a descampo-

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nerse la verdad. Aparisi v Guijarro se exaltaba comoun profeta: "Este-pueblo, sí un día llega a separarsede Dios y de su Iglesia, no esperéis que vaya a- creeren otros dioses, no creerá en ningún Dios." No valíala pena emanciparse de la autoridad divina para supe-ditarse luego a la humana. El quebrantamiento delvínculo religioso implicaba la ruptura de toda norma.He ahí cómo el racionalismo aboca en un estallido máso menos ruidoso de la armonía y de la paz. Chester-foíi lo ha dicho agudamente: "No lia habido-éxtasis,no ha habido festival racionalista. Los hombres están

^de luto por la muerte de Dios." ¡.Con qué indigenciadoctrinal llegó a hablarse últimamente de la '"pacifi-

• cación de los espíritus"! ¡ Como si la paz y ei ordenpudieran brotar de principios anárquicos! Habían to-mado a Dios medio en broma, y luego les chocaba queel pueblo tomase a broma a un rey, a un ministro oa un guardia civil.

En esta interpretación teológica de la autoridadarraigó nuestra Monarquía. "El Rey es el alférez deDios sobre 1a tierra." En su-Proemio a las Partidasescribe el Rey Sabio que se mueve a componer su Có-digo "por dar ayuda e esfuerce a los que después deNos-rcynasen, porque pudiesen mejor sufrir la granlazería e trabajo que Kan de mantener los reynos, los •que lo bien quisieren "facer".

Decir Monarquía española es decir monarquía enserio, título supremo para ejercer la justicia, últimapalabra y decisión, pero también* trabajo y responsa-bilidad sobrehumanos. ¡Aquella Danza de la Muerte,pavorosa y concreta, que no perdona a nadie I ¡ AquellaJura de Santa Gadea! ¡Aquellos juicios de Dios yaquellos reyes emplazados! Un poeta insigne de Cas-

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JOSÉ COETS GKAXT

filia, ya citado, lo ha expresado reciamente en La que-

...Si su señoría remedio no toma,irán nuestros pleitos al Papa de Romao le emplazaremos delante de Dios...

¡ El Papa y Dios! A través de los tiempos y de tan-tos ensayos políticos, todavía no han hallado los hom-bres mejores garantías de su buen gobierno.

Hubo gentes de tal' miseria ideológica que,..des-pués de deberle a su raigambre religiosa lo que con-servaban de humanidad, intentaban sustituir el Cato-licismo por nuevos _ ideales laicos. No advertían, digo,que, a pesar de su apostasía, el Catolicismo les habíasuministrado los jugos de que aiin seguían nutrién-

fesarló. Pero conviene puntualizar. Si no cabe susti-tuirlo, tampoco • es decoroso considerarlo como meroaglutinante político, o mantenerlo por inercia, o rele-garlo a la esfera del sentimiento.

La unidad de un pueblo ha de ser ante todo espi-ritual : ¿ cómo, pues, iba a préscindirse de la necesidadprimaria del espíritu? Mientras la autoridad civil per-•dió su valor de dirección, la Iglesia lo mantuvo. ElPunto XXIV de la Falange, que propugna la incor-poración del sentido católico a la reconstrucción na-cional, es el reconocimiento solemne de estas verdades.La Iglesia, cuyas relaciones con el Estado llegaron aestudiarse con un recelo que da grima, es la mejorcolaboradora desde el momento que le inyecta e! "má-

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xiino ético" y obliga al hombre-en conciencia a acatarla autoridad y a sacrificar su bien privado al bien co-mún. El espíritu religioso, al no conformarse con sim-ples exterioridades y'poder llegar mejor al fondo deios hombres, es el mejor factor de disciplina. La can-tilena laica del deber por el deber está ya despresti-giada en el campo jurídico, y sería inocente traerla'aide la política. Pensadores tan poco sospechosos comoBergson se han vuelto tiempo ha contra la creencia,más o menos'taimada, en ios puros resortes racionales."Bien está —viene a decir— nuestra admiración cre-ciente por-la función "especulativa; pero cuando algu-nos llegan a afirmar que ella sola- se basta para re-frenar el egoísmo y las .pasiones, vienen a demostrar-nos que no han sentido en sí ni uno ni otras. Que seaenhorabuena." Más rotundamente lo había dicho mies-"•tro Luis Vives en su latín cincelado, que .duele tradu-cir : "¡ Palabras necias de hombres que no se escuchan

. a sí mismos S Si no tengo ante raí otro horizonte que elcurso._de esta vida, si no siento sobre mí la mirada deQuien escruta y conoce mi conciencia, a qué mandar-me sacrificar mis bienes materiales por otros ultrasen-sibles?... La justicia, las virtudes todas, el amor y lagratitud y la fortaleza y la continencia, y cnanto hayde noble y preclaro en los hombres, sólo respecto deDios se afincan y ejercitan decentemente, y, en pres-cindiendo de El, resultan vanas y ridiculas.

Ahora bien, -no olvidemos que el Catolicismo, an-tes que factor de gobierno, incluso antes que doctrina,es religión revelada. No es lícito, sin más ni más, irpinzando su -contenido ideológico y su deontología -mo-ral para ponerlos al servicio de un partido,,ni siquieraal servició de la Patria. Cuanto tienda a velar sus ftin-

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JOSÉ CORTS GKAU

damehtos y fines sobrenaturales es abusivo, y a la pos-tre desnaturaliza su eficiencia política. Hoy estamosllamados a defender el tradicionalismo católico, no eseotro tradicionalismo de • genuflexiones espectacularesante la Iglesia Romana, por romana y no por Iglesia,que destaca su disciplina y su historia, pero desconec-tándolas: de la gracia, que es el secreto de esa historia

•O.e esa cuscipíina. DCOS, cder en tina cictittiu anauLOga,a la que tentó .a muchos nuevos ricos de "la cultura,cuando lamentaban más la pérdida de un templo artís-tico que la profanación de su Sagrario. Sin diida quea nuestra distraída -sensibilidad le resulta aquéllamás amarga; pero cuando rectificamos el pensamientoadvertimos la enorme aberración axiológíca.

No es tarea del Catolicismo que pudiéramos llamaroficial, sino de todo católico, la reconquista de la fe

Comprendo que para algunas gentes, dormidas alarrullo de tantos párrafos, por lo-demás exactos ensu fondo, sobre nuestra legión de santos y místicos,Reconquistas y Cruzadas, Santiago y cierra Espa-ña, etc., etc., afirmar la inercia religiosa de un gransector español puede sonar a desahogo de mal humor.o a descarga efectista. Sin embargo, no creo lícito con--,siderar definitivo el Catolicismo de un pueblo mientrasqueden católicos acogidos a la dulce fórmula del que"no practica", o despistados que se forjan un Catoli-cismo a su medida individualísima •—solución feliz conla que hubieran podido seguir en el seno de la IglesiaLutero y Enrique VIII— o, en fin, seres ingenuos quese consideran cumplidos porque los bautizaron, los ca-san y los enterrarán conforme al rito "católico, y mien-tras viven son los primeros en celebrar las Navidades"

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comiendo 'turrón, y San José comiendo buñuelos, ySan Isidro yendo a los toros, es decir, en participarentusiastas en cualesquiera manifestaciones, más amenos nutritivas, de la liturgia civil.

Cierto que a muchas almas, en su tos.quedad de

allá habrá algunas sorpresas. Pero esto no permitetentarle 'ni vivir/ esperando promesas solemnes sincooperar a,-su cumplimiento. Cristo prometió su rei-nado eü España. No vayamos a entender la palabradivina como la entendió el pueblo judío, predilecto tam-bién, y por todo trono acabemos levantándole otra Cruz.Caben saltos excepcionales, gritos de fervor que re-dimen toda una vida; pero nó presunciones ni com-ponendas. Porque es imposible, y muy incómodo ade-más, servir a dos señores.

Flota sobre el mundo, en frase de Hitizinga, aparteotras más espectaculares y horrísonas, una nube depalabrería, y parece que la desproporción entre el cuer-po y el alma de la humanidad no logra equilibrarsecon técnica ni retóricas, ni siquiera con sangre. Per-siste desigual aquel balance, acusado ya en su tiempopor Montalembert. La técnica cuya misión providen-cial era liberarlo de la materia, más bien esclaviza alhombre, y éste sigue entregado a la descomunaltarea de ir eliminando el espíritu. Lo que en un prin-cipio .pudo parecer un juego sucio de descristianiza-ción ha ido convirtiéndose —y esto lo ven ya hasta losciegos—• en deshumanización.

Pensar que este mal se cure con el tiempo, por nosé qué artes mágicas o a cañonazos, es una, de tantasdivertidas historias que el diablo cuenta a quienes quie-re perder. Un día bajaba Cristo del Tabor y le pre-

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sentaron un endemoniado. Cristo le sanó. Los discí-pulos, -que en vano habían intentado ya sanarle, ~pre-grintanle al Maestro: "¿Por qué, Señor, no pudimosnosotros lanzar ese demonio?" Y el Señor les-respon-de simplemente: "Esta clase de espíritus sólo se lan-zan con oración y ayuno." He ahí el remedio: la puri-ficación interior- que lance tanta preocupación artifi-cial y torne a alumbrar con dolor en el hombre las no-ciones lúcidas y esenciales: Dios, el alma, la vida, elbien, el mal, el deber. So pena, de ir reduciendo ia 'vidasocial a una selva con ferrocarriles, paraguas, perió-dicos, dientes de oro y demás cosas, y al hombre a una'incierta aventura, menos aún, a la "sucia tormenta"

La superación de lo sensible por lo espiritual hasido el secreto de la perfección aun antes del Cristia-nismo. Pero el Cristianismo nos confirmó en la granverdad de que Dios no es un ente con quien podemosencontrarnos alguna vez, sino camino y vida del hom-bre. No es sólo el Juez misericordioso o inflexible deúltima hora, sino la sanción a cada paso; ni menos anaaspiración fugaz en instantes de lirismo o de angustia,sino gravitación personal en la radicálidad "de nues-tra existencia. Se puede soslayar lo que no trastornanuestro mundo con tenerlo o no tenerlo en cuenta; re-sulta, en cambio, muy expuesto prescindir de lo oAbso-luto, porque lo Absoluto se cierne sobre nosotros ynos hace expiar esa usurpación.

Por eso el Año Cristiano ofrece un desfile impo-nente de grandes caracteres3 y las naciones católicasse nos muestran con una gravidez reconocida por losmismos enemigos. Descuidar este cuño cristiano, más

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propiamente1 este bautismo, sería desertar de nuestrapersonalidad, desalmarnos.

Lo que en nosotros sería imperdonable, porque en•el alma española se han sucedido con verdadero des-pilfarro, sí cupiera hablar así, los injertos sobrenatu-rales,, y todavía nuestro vuelo místico sigue marcandoel ápice del espíritu humano. Por las trazas, somos losllamados a mantenerlo en esa altura y a reducir a uni-dad la muchedumbre de anhelos fragmentarios' quecruzan el mundo. España,-gran potencia espiritual. Re-sulta interesante recordar ahora que el Escorial sur-gió al propio tiempo que el Vaticano, y que la primerapiedra del que Pfandl ha denominado ."monumento dela España eterna" fue colocada el mismo mes y añode las conclusiones tridentinas.

NUESTRO IMPERIO.

le gran potencia espiritual estu-vimos siempre más llamados a la cruzada y a la mi-sión que a la mera conquista, y aun los incapaces'decomprenderlo fueron más prestos a la aventura que•al negocio.

En nuestros reyes y en nuestros teólogos juristasel Imperio no surge como cuestión de espacio vital,sino de ámbito y rango espirituales. Ni aquéllos sonde - sí belicosos " —-cartas y documentos cantan— ni,cuando sus capitanes llegan a someter al mundo, seles ocurre, a los otros en los libros o en la cátedra hacerla apología de la guerra. Conviene apuntar este climade libertad cuando se habla de nuestra Monarquía ab-soluta. Vitoria analiza con escrupulosidad serena las

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JOSÉ CORTS GRAU

razones de la guerra y de expansión; Fray Litis de •León, a quienes pretenden ser señores de otros hom-bres, predícales el señorío de sí mismos; Luis Vivesexamina la cuestión de la concordia y la discordia ydeja _traslucir su desdén senequista: Nnnc sacculusisie angustusj, tani exiguis rebus non plenas modo, sedeíiam rédundans... tani cito peñtunts} quantas movet

El drama español •—piénsese un poco en ello— noes el de quien busca a ultranza nuevos horizontes,sino el de quien va descubriéndolos incesantemente ytiene que afrontarlos. Siglos antes de que en un mo-mento de escepticismo y cansancio un grupo de espa-ñoles propugnasen el retiro de España y -hablasen de.darle siete-vueltas,a la llave del sepulcro del Cid, enlos esplendores del Impelió, el pueblo castellano año-raba el hogar, y el propio Carlos V le confesaba a suhermana, la intrépida María, cuan contra su gusto seveía lanzado a tantas guerras1. El gran Emperador seretira voluntariamente a Yuste, y Felipe II, en el cénitde su grandeza, se refugia en El Escorial. La paz erasu sueño. Sino que iban hacia Dios, y Dios les habíaexigido un camino muy arduo: el Imperio.

Por sutil paradoja, en aparente pugna con la -máxi-ma evangélica, llegamos a un,trance en que tuvimosque conquistar el mundo .para salvar el alma. Paladi-nes de la unidad católica frente a la dispersión, mar-tillo de herejes, salvamos a costa de nuestra sangrey de nuestra paz y prosperidad económica, no sólo eldecoro -de Europa, sino la propia metafísica del mun-do. Fue entonces cuando renunciamos a. ser una na-ción confortable, para ser brazo y espada, embajado-res y soldados de Dios. Sin. pretender aquí ir desci-

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fi'ando la constelación espaíiola que entonces se ciernesobre el planeta, digamos que nos venía esta vocaciónde antaño, y le fuimos fieles: el ímpetu cíe Vicente Fe-rrer y -Ramón Lull llegaba con Ribadeneyra a BuenosAires y con Junípero Serra, a California y con Fran-cisco Javier hasta las indias japonesas.

Con las inevitables escorias de toda empresa reali-zada por hombres; esa fue nuestra empresa. Ruinosapara los ojos de la carne, escándalo para los gentiles,se nos ha reprochado por' quienes, creyéndose impe-rialistas y colonizadores, sólo fueron piratas de altoeátilo o cónsules y representantes comerciales, absolu-tamente desentendidos de las almas. Lo nuestro eraotra -cosa. Por eso se revela bajo el signo de la frater-nidad y corre tantos riesgos. Mientras, de Roma acá?todos los imperialismos profesan, más o menos expre-samente, la desigualdad de derechos, el nuestro estribaen el principio de un derecho de gentes común a todoslos hombres, fieles e infieles, y en-el deber de evangeli-zar a éstos. '"A vosotros —canta Camoens— escasoscuanto fuertes portugueses, que sin medir vuestrascortas fuerzas, vais extendiendo la ley de vida eterna.,aun teniendo que arrostrar mil muertes; a vosotros,designados dé antemano por el cielo para hacer mucho.con ser tan -pocos, en pro de la santa Cristiandad../51

(Os LusiadaSj pág. 172, trad. M. Aranda.)En los autores del siglo xvn adviértese esta visión

lúcida del rumbo misional del Imperio, y el propio Que-vedo, en una de sus apologías, explica el •• sinfín decalumnias,, que ya entonces les van lloviendo a los es-pañoles, por la poca ambición de España. Poca ambi-ción o ambición sobrehumana, traspasada de aquelmagnífico olvido de tantas cosas qiíe otro prefirieron.

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Gran lección la nuestra. Para entenderla basta evocar•aquel punto en que coinciden nuestro apogeo temporaly nuestro rapto místico. Sólo ios muy sagaces, algúnbanquero que en Ginebra, en Augsburgo-, en Bruselas,

' en Genova, en Florencia fue apuntando las cuentas delEmperador, o los muy humildes, para quienes el solsi se pone todos los días, podrían oír la carcoma quecomienza a minar nuestro poderío en el momento mis-mo de -alzarse El Escorial. Pero aún quedan muchosaños .de esplendor. Y es entonces cuando pasa una rá-faga de ascetismo y volvemos a medir bien las dife-rencias entre lo temporal y lo eterno, y las sentenciasdel Eclesiastés nos-van desilusionando a lo divino ydejándonos un sabor de ceniza y un tedio invenciblepor las cosas caducas; cuando Juan de la Cruz nos en-sena a tener en nada aquellas grandezas, y Tere-sa de Jesús se abisma en su castillo interior, y Juande ios Angeles se lanza a la conquista del reino de

Esto no es retórica, esto es historia exacta y literal,fragmento borroso del cuadro. Fue así. Quizá la predi-lección divina hacia .nosotros en nada se muestre mejorque en este fino cuidado con qtie nos frenó siempre conpenas y agobios económicos y fuimos maestros de as-cética en los 'momentos propicios al hedonismo. Antela historiografía miope del siglo xix España hubierapodido alegar, si no sonase a irreverencia, que tampocosu reino era de este mundo. Se ha comentado en todas•las literaturas nuestro sentido racial de la muerte. Divi-no tormento del morir por no morir. Contrapunto de'las coplas quebradas de Manrique. Más bien lo que enél late es el sentimiento de inmortalidad, afilado por•el desencanto de la vida, la nostalgia incurable de un

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mundo ultraterreno, cuya última expresión, ya exce-sivamente manoseada, son los luceros de la FalangeTradicionalista. Allá- en tierras de Rusia, en esa Di-visión Azul brotada de unas venas aristocráticas, quedespués de tres años de pasión parecían ya exangües,un gran poeta, Dionisio Ridrtiejo, sigue interpretandofielmente la vocación española: .

... Estoy viviendo f¿No es de la eternidad el seco rostro

• este infinito mundo abandonado', .este olvido infinito que recorro?

-. ... Sefwr, creo en tu sueño que despierta a la vida,a la vida absoluta, ya despierta y sin curso.

Hoy pensamos en la suerte de España con volun-tad de Imperio, y arde en los ánimos un afán que•dista mucho de ser ambición o codicia.

Fuera, torpeza insigne., y más en este 1943 hirvien-te, en que todo pueblo ha de sentirse cazador áe hori-zontes, propugnar una política imperial puramente es-piritualista. El Imperio entraña fines terrenales. Losvalores humanos exigen un soporte material, el podery la fortaleza son necesarios para mantener el presti-gio e incluso para mantener el espíritu, y ño vale con-fundir ahora la superación ascética eon la impotenciasenil.

Por fortuna, cerróse aquel largo paréntesis en que5

roídos por los cuatro costados, en un ambiente de casatronada, aprendíamos nuestra historia como pobretesque oyen contar grandezas imposibles de volver, tanmaravillosas en su lejanía, que tino llegaíja a pensar si

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JOSÉ CQRTS GUAU . '

serían puro consuelo de la imaginación. La nostalgiavenía a doblar la pesadumbre. Recitábamos en la es-cuela aquellas lecciones con la misma melancolía conque leíamos el Quijote como un cuento de'risa... Ya no.Hemos visto con nuestros propios ojos, y los demástambién, que aquellas hazañas pueden repetirse.

Algunos temen la penuria de medios materiales.Conviene recordar que estamos habituados' a esa des-proporción de medios con que hemos realizado siem-pre nuestros fines. El ejemplo de la Cruzada es termi-nante. Nuestra expansión en Europa y en Américacudió en una época de crisis interna, no de bienestar

Con todo, importa salir, aun en lo material, por los-fueros del espíritu, porque es el que a la postre sobre-vive y se impone. Pensemos que_s cuando declinó nues-tra estrella política, mientras del paso de otros pode-res sólo quedarán tractores y turbinas y botes vacíosde mermelada, de nuestro' paso quedaron catedralesy universidades, buena siembra que hoy nos devuelvea ios pueblos de América con una efusión conmove-dora. Pueblos que se distanciaron, xnás^aún que al con-sumarse nuestra decadencia material, al desvanecersenuestra ejemplaridad. ¿ Qué mucho que ellos no creye-ran y hasta renegaran de nosotros, cuando nosotrosya habíamos perdido la fe y renegábamos de nuestrodestino? Ha bastado nuestro bautismo de sangre paraque-los movimientos más jóvenes y más puros de Amé-rica vuelvan a creer, y España entre en vías de reco-brar su prestigio de "eje espiritual del mundo hispá-nico".

Su prestigio y su responsabilidad. Porque escan-dalizarlos ahora sería- perderlos para siempre.

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NüESTB.0 INDIVIDUALISMO.

Por donde quiera que cortemos en nuestra historiasurge el nervio individualista. "¿ Quién fue el ignoran-te —exclama Don Quijote— que firmó mandamientode prisión contra un tal caballero como yo soy?¿Quién el que ignoró que son exentos de todo judicialfuero los caballeros andantes,, y que su ley es su espa-da, sus fueros sus bríos, sus premáticas su voluntad?¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no- sabe..que no hay ejecutoria de hidalgo con tantas preemi-nencias ni exenciones como la que adquiere un caba-'llerb andante ei día que se arma caballero y se entregaal duro., ejercicio de la caballería?"

Pero entendámonos. Esto es' caballería andante, noindividualismo egoísta y anárquico. No es desenten-derse de las. vidas ajenas,, sino salir del.propio hogara' enderezar entuertos; no es hurtarse a la ley, sinosentirse intérpretes de una autoridad, suprema fuente.de las humanas, darle a la conciencia su dimensióntranspersonal, más-allá de formalismos y'formulismos.• Sería inocuo desconocer nuestro afán de mando; peroconste que lo deseamos para hacer justicia".

Cuando el Duque le dice a Sancho "que es "dulcísi-ma cosa el mandar y ser obedecido", y éste le respon-de: "Señor, yo imagino que es bueno mandar, aunquesea a un hato de ganado"; cuando venios cómo la pro-mesa de gobernar una ínsula, mantiene fiel a Sanchoa través de tantas desazones, llegamos -a indignarnoscon su ambiciosa memez. Pero, ¡qué error! A pesarde sus cuentas ingenuas y epicúreas, al realizarse porfin sus sueños de gobernador.-lo cierto es que apenas

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si puede probar bocado y se dedica a administrar jus-ticia con un tino digno de Salomón.-Como luego, de-rrotado su señor y maltrecho, ya sin ínsulas ni^espe-.

• tanza de haberlas, extrema su fidelidad hasta la:

U'iCilO CU POCeiS PcUdDl do o Cl STCniü Clc JC^bücUId. lid.

mantenido un concierto ejemplar entre los valores in-dividuales y la universalidad de los principios. En lavida española juegan un papel decisivo los solitarios.'

algunas conciencias. Lejos de nacionalizar mezquina-mente el pensamiento, lo proyectamos desde la Intimi-dad del hombre ai mundo. ¿ No querrá esto decir queen-ese hombre es donde hay que buscar las raíces dela- universalidad? ¿Que ese individualismo se nosmuestra como una de las más puras fuentes de gran-deza, y no cabe desecharlo sin. miramientos, sino en-cauzarlo y-sacar partido de él?'

Ante todo, hay. que'beber en nuestros clásicos lanoción clara de libertad, para saber a qué atenernoscuando rozamos estos temas.

La libertad no es la suspensión en el vacío, que sig-nificaría la falta de normas, ni la movilidad caprichosay sin lastre.-Es don profundo de madurez, que-no semuestra en los pequeños y. fáciles gestos cotidianos,sino en las grandes decisiones que comprometen nues-tra vida, esta vida que vamos forjando a fuerza deanhelos libres y de renunciamientos libres. No somosmás dueños de nuestra voluntad cuando desertamosde un deber que cuando nos sacrificamos por él. Mu-cho más libre que la heroína de Ibsen, que cree vivirsu vida, cuando lo que hace es fluctuar lastimosamentea merced del antojo o de la Impresión- pasajera,'es

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MOTIVOS DE LA ESPAÑA KTKXHA

cualquier mujercilla' que resiste los halagos de lo tran-sitorio y le sacrifica su propia pasión.

Ciertamente, la rebeldía, ha deslumhrado al horn-• brej como deslumbre» a los ángeles.' Incluso es com-prensible la tentación, del que un día se siente ahito-de- presiones autoritarias y se lanza a salga lo que.salga con la pretensión demoníaca de romper toda nor-ma» Pero estas salidas no suelen producirse en épocas-de verdadera autoridad, sino en épocas de relajación,cuando la autoridad es una sombra de orden. Sería in~.justo" olvidar cerradamente aquel colosal dinamismodesordenado de ciertas individualidades del siglo xix,que siempre valdrán más que las piruetas afeminadasde algunos contemporáneos. Nuestro siglo xix se ca-racteriza por su pasión política, colmo de sus otras pa-siones particulares, por sti hastío de lo concreto, porsu afición a tomar por ideas universales lo que no pa-saba de conceptos singulares generalizados a la ligera,por -aquel retocar a su gusto lo real para hacer más-fácil y rotunda la síntesis oratoria, por su irrefrenabledeseo, en expresión de José Antonio, de "echarlo todoa rodar", impulso • característico de las épocas dege-neradas.

Pero, como el mismo José Antonio advertía, "paraque el siglo xix pudiera darse el gusto de echar Ios-pies por alto, fue preciso que siglos y siglos anterioresalmacenaran reservas ingentes de disciplina, de abne-gación y de orden.;." "Y he ahí —añade— la tarea denuestro tiempo: devolver a los hombres los sabores-antiguos de la norma y del pan. Hacerles ver que lanorma es mejor que el desenfreno, que hasta para des-enfrenarse alguna vez hay que estar seguros de quees posible la vuelta a un asidero fijo." "

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JOSÉ CORTS GUAU

No es que sintamos nostalgia del rebaño ni quera-mos marchar lana contra lana y la cabeza caída, maes-tro Ortega, es que después de tantos lustros de aisla-miento liberal urgían el yugo y las flechas para que elespañol volviera a sentirse español, que es ser dos ve-ces hombre.

Ahora"' bien, aunque ambas se estimulan mutua-. mente, para tomar en serio la vida nacional hay que_ tomar en serio la vida individual. Para revolucionara los demás hay que revolucionarse previamente a símismo. La disciplina, que hoy tan vivamente propug-namos, tiene raíces interiores, personalísinias. Ser dis-ciplinados'no es ser uno.de tantos, sumarse-al conjuntocon espíritu de manada, sino poner la personalidadindividual al servicio de ideas transpersonales, encar-nadas en la autoridad. No es cuestión de renunciar alpensamiento, sino de pensar bien. Sumisión activa,no automatismo pasivo, indigno del hombre, y ai cabofunesto para el mismo Estado. Cuanto más cultivados,más amplio y vario caudal de 'energías frescas pode-mos aportar a la vida nacional. No es lo mismo echara andar en tropel que obedecer cotí el entendimientoy la voluntad,- potencias hasta ahora individuales. Aun rojo le oí confesar un día algo que confirmó miesperanza durante el cautiverio; volvía él de un mitincomunista, y por todo comentario sentenció entre dien-tes: "Allí sobraba gente y faltaban personas." 1.a sen-tencia era de muerte, y valía por un tratado de Dere-cho político.

No hay perfección ni disolución social que no co-mience por la del hombre, y en él es donde hay queahincar el aguijón para que salte de la masa, ,dondehay que ajustar esa ecuación- entre la vida pública y la

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MOTIVOS DE LA ESPAÑA ETEBBtt

privada, que el español lia exigido siempre para aa-dar confiado. Ni el individuó puede lograr sus finestemporales sin el Estado, ni el Estado puede funcio-nar sin la savia personal y concreta del individuo, ndde la entelequia rusóiiiana o del hombre en serie, sinodel hombre de-carne y hueso, mejor dicho, de cuerpoy alma. Por eso todas las instituciones que tienden ála formación individual redundan en pro del Estadoy le .preocupan. Por eso, en fin, el patriotismo exige a.

• veces la abnegación absoluta, y a veces la rebeldía ab-soluta y leal. Por eso caer por la Patria no es.desapa-recer, sino transfundirle nuestra propia vida, un "ras-go de nuestra radical inmortalidad.

La igualdad humana, al modo de los teorizantesdemócratas, ningún español la ha compartido, ningúnhombre cabal puede compartirla, porque es mero pro-'ducto del resentimiento, ciego para la propia psicolo-gía. "Es más humano el afán de superación, que es elque le da su verdadero sentido a. la jerarquía. La ejem-plaridad de los pocos ha de preceder y sostener nec%sanamente a la docilidad de los muchos. El seguir esposterior al guiar y orientar. Lo que en el̂ pueblo sueleser sentimiento vago, en la jerarquía ha de ser ideay 'propósito concretos. Eso que admiramos en el aímacolectiva —valga la frase ya acuñada—- es el resplan-dor de una constelación -que traspasó de luz la masaoscura, y. gracias á esos hombres que la Providencialanza oportunamente al mundo, el mundo sigue en pie.Lo que importa es ayudarles fielmente, lealmente, sin-tiéndonos partícipes de su misión,

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En este punto estimo inserto el problema malvar-

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JOSÉ COBTS -GKAU

y el de la cuitara en general. Las armas y lasletras han vuelto a unirse, como en los buenos tiem-pos, y a los universitarios nos toca ser otra vez laconcieiicia de España y del mundo.

Esto de la cultura se puso -tan perdido .durante laRepública, que -.determinó una reacción contra el nar-cisismo de- ciertos intelectuales y una fuga hacia elpragmatismo. Como ya hemos advertido, conviene se-renar . el ánimo. Por doloroaa experiencia sabemos lo-que ya nos había enseñado la Historia: como en iaGrecia clásica, como .en el crepúsculo de Alejandría,como .en la Viena o el París de la postguerra, el purointelectual puede ser al -mismo tiempo un hombre ab-yecto e inútil, y pueden coincidir en un mismo perío-do, en una misma cátedra, en un mismo libro, gran-

"des maravillas y enormes desvergüenzas del pensa-miento. ¡Cuánto filósofo improvisado, hurgando apa-ratosamente en lo accesorio y fácil, y hurtándose a lodifícil y esencial! Cuánto maestro zorro, que, al-ir aleerle .con hambre y sed de verdad, nos entretiene conartificios y nos da apenas su verdad, un conceptualis-mo desvitalizado y sordo para la-auténtica pioblemá-tíca humana!

Pero Dios nos libre de negaciones simplistas. Re-duciendo la cuestión a sus conclusiones —precisamen-te por ser la que más de cerca me Importa, temo en-•f bcarJa en toda su amplitud—, entiendo que ha llega-do la hora de que la Universidad española recobre suprestigio de "poder espiritual". Mal nos irá sí° no lorecobra: mucho peor de lo que algunos piensan. Paralograrlo sobran los gargarismos retóricos en torno anuestras gloriosas universidades y urge actualizar suespíritu y mantener aquella finalidad que le asignaba

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MOTIVOS DE LA ESPAÑA ETEBWA

a la cultura nuestro Vives: Ut inhaerentes veritati,juste vivamus.

La auténtica sabiduría, entendida al modo español,tiene una gravedad que no tolera pifias .éticas. Qari-

• dad mental y claridad moral. Urge levantar en viloal sofista, débil de voluntad y con escaso Lastre-en elalma, y restituirle a su patria, sustituyendo la Enci-clopedia por la Sutnma. Las enciclopedias nacen enun siglo que quiso "saberlo todo, mejor dichos hablarde todo, sin llegar a la raíz unitaria, que sustituyó lajerarquía de verdades por los conocimientos fragmen-tarios* en un mismo plano, reemplazando el orden on-tológico del saber por- el orden alfabético, que en elfondo es desorden absoluto. Su ciencia es ciencia parasoltarla, caudal 'que pasa del libro a la palabra o a lapluma sin dejar huella en la persona. Las Suprima ylas Opera Omnia de nuestros clásicos ofrecen, en cam-bio, esa contracción a lo esencial, que es la' austeridadde la sabiduría y se hace nervio de. la conducta.

Nuestro servicio universitario está pidiendo un es-fuerzo heroico y yerran quienes pretenden prestarlocon el mínimo esfuerzo. Ni catedráticos desertoresque rehuyen serlo de veras, ni mozos que acuden condemasiadas prisas para formar luego en lo que ya Bal-mes denominó con alarma "la plebe de la inteligen-cia". La- Universidad —unidad y universalidad— nopuede ser trampolín de ambiciones o una salida paraquienes .no se les -ocurre otra, sino que exige una dis-ciplina y tina vocación clara y de por vida, como lasacerdotal y la militar. Pondérese en toda su trascen-dencia este insigne privilegio universitario qué mantiene en estrecho "ayuntamiento" la juventud y la ma-durez, ímpetu y medida, generosidad y rigor. Y un-

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JOSÉ CORTS GRAO

señor inmediato, la verdad, con que servir a todos Ios-señores.

Esta era la Universidad española, seminario de es-píritus, y éste el secreto de su Facultad de Teología,ápice y clave de sus saberes. Sólo quien se haya aso-mado superficialmente a nuestro mundo puede dejarde advertir el desequilibrio radical que implica su falta.

• COLOFÓN.

En nuestros apologistas suele asomar cierta ten-dencia a exaltar las glorias españolas con un patetis-mo que suena-a oración fúnebre. Dijérase, leyendo aalgunos, que hasta creernos bien muertos no sonó lahora de las alabanzas. Y nosotros mismos corremosel peligro' de contemplarnos, como contemplamos, porejemplo, el- esplendor del genio griego: un pasado to-davía rutilante, del que vivimos aún espiritualmente,pero ya fenecido. Como esas estrellas cuya luz siguealumbrándonos después de apagadas.

Estas interpretaciones, más o menos románticas,HO tienen justificación dentro del tradicionalismo enque hoy quiere desenvolverse España. Sin necesidadde reiterar aquí el concepto vital de tradición, bastesaber que no estriba en vivir de recuerdos, sino encontinuar la historia. La pérdida del sentido tradicio-nal llegó a desarraigarnos, a expatriarnos, y para ven-cer la consiguiente decrepitud hubimos de lachar avida o muerte, buscando la conjunción feliz dei linajej del ímpetu, de la nobleza heredada y del valor paraponería a prueba todos los días. Esta fue siempre ladoctrina tradicionalista, mucho más progresiva que lade los llamados progresistas.

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MOTIVOS BE LA EUVAÉA KJ'EHNA

Este es al cabo el verdadero alcance del progreso,término que entonteció a tantas gentes, y sobre el quehoy pesa un silencio también progresivo, casi absoluto»"Sería de gran interés —confiesa Huizinga— ver re-presentada en una curva la velocidad con que la pa-labra progreso está desapareciendo del vocabulariousual." El propio Ortega -—de intento dejamos apartea los maestros del tradicionalismo— ha señalado elentronque del progreso y la tradición: "Las gentes fri-volas piensan que el progreso humano consiste en unaumento cuantitativo de las cosas y las ideas. No, no;el progreso verdadero es .la creciente intensidad conque percibimos media docena de misterios cardinales,que en la penumbra de la Historia laten convulsos'

Para esta percepción requiérese mirada y volun-tad limpias, y en ello quisiéramos insistir para cerrarnuestras consideraciones.

- Alguna vez, antes de iniciarse el Movimiento, olauno en ciertos ambientes hablar de la civilización ame-nazada, del patrimonio nacional en peligro, etc., y pen-saba allá para sus adentros: ¡ qué -interesante ir pre-guntándole a cada cual, sonsacándole hábilmente loque él entiende, lo que va imaginando a cada una deesas lamentaciones; más todavía, dispararle a boca dejarro esta pregunta perentoria: ¿ qué es lo que salvaríaél del naufragio! Y era desalentador cerciorarnos decómo la mayor parte de las cosas que hubieran sal-vado aquellos hombres apenas merecían que nadiearriesgara un solo cabello. Estos son, naturalmente,los que ahora chillan, los que creen que la normalidades el mantenimiento a -ultranza de su rango. L,es hicie-ron un pequeño rasguño, a algunos por do más pe-

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JOSÉ COKTS OEAÜ

cado habían y creen que la revolución nacional se hizopara devolverles a ellos el puesto perdido por su per-versidad.

A este filisteísmo frivolo no se le puede dar cuartel.El frivolo es un hombre a medias. La frivolidad es de-testable por aquel convertir lo accidental en esencial,por aquel ffotar sin raíces y andarse de continuo porlas ramas. No es capaz de sacrificios, porque el sacri-

rtíás alto, j erar quizando los valores, y la frivolidad nosabe de valores, sino de modas. -Estos conceptos fé-rreos' han perdido su fuerza originaria en eí lenguajecorriente; pero entiéndase que tan frivolo como el tipode mujer que solemos calificar de tal es, por ejemplo;el financiero que. considera el dinero como un fin, elnoble qu'e s'e desentiende de la voz de ía 'sangre, el fun-cionario que desvirtúa su función, el labrador insen-sible a las llamadas de la tierra, el que piensa tan sóloen escalar ía gran cucaña de los cargos, o el otro quequisiera poner la revolución a su' servicio, y en alzán-dose que se alzara él con su parte, ya lo daría todopor lograda.-En estos tipos de la fauna humana faifaei ajuste valoratívó, y éste es eí secreto, de que sus bue-nos propósitos, que no dejan fíe tenerlos alguna vez,tarde o temprano se los lleve eí viento, puesto que nose quedan encajados en una -norma, sino sueltos y envagabundaje por ía superficie de la personalidad.

Es muy cómodo creer que sófo los santos estánllamados a la santidad, y sólo los héroes al heroísmo.Las llamados son todos, sino que muchos desertan.Demás de que debemos volver a la sobriedad; y no to-mar por heroísmo el estricto cumplimiento del deber, niconfundirlo con la violencia. Importa no sólo sacrí-

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MOTIVOS DE LA ESPAÑA ETERNA

ficar la vida, cuando en una ráfaga de estruendo bélicohasta nos tienta la'muerte, sino sacrificar ios goces fáci-les de esa vida cuando-ya no hay marchas triunfales,cuando nuestro sacrificio, silencioso y anónimo, puedeparecer una gota sorda en el vacío y con un mero enco-gimiento de hombros lo eludimos y no pasa nada..Esdeeír, creemos que no pasa nada, y pasa la mirada dela Providencia, ante quien una sola infidelidad puedemalograr todo un destino-.

La paz social, que comienza por el equilibrio y pazinterior, sólo puede ser fruto, y más ahora, de uñavisión austera de la vida, de un dolor y renunciamien-to que no es tan agrio como algunos imaginan. Cer-teramente se vuelve la atención al campo, ejemplo siem-pre de austeridad, donde advertimos plásticamentecómo ésta es hermana de la perfecta belleza y áe laperfecta alegría. Fue preciso pasar por la gran prue-ba para darnos cuenta al fin de lo' que valía la vidá¿escuetamente la vida, sin riquezas y sin goces que pa-recían imprescindibles. Podía vivirse sin todo aquello.Él despertar de cada día, el simple y claro despertarai mundo, tenía una novedad y dulzura que hasta en-tonces pocos -habrían saboreado. Curas de silencio,gran receta. En el silencio sentíamos forjársela nuevaEspaña, aquella España de la Misa de medianoche yde las promesas intrépidas. Con que diéramos ahorauna mínima parte de lo que en el apuro prometíamos,bastaría.

Por otra parte, la mezcla del bien y el mal, las acti-tudes tibias, los entusiasmos trocados en despechos, losideales desvirtuados por torpes inconsecuencias, nopueden desalentarnos. Es lo-humano. El genio hispa-.:mico no puede redimir la naturaleza humana más allá

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• JOSÉ CORTS GKAT7

de donde la redimió Cristo. Digámoslo más 'familiar-mente: los comienzos del siglo xvi fueron años deescasez en Castilla y parece que llegó a cundir lo quehoy llamamos "estraperto",' y ello no impidió que go-bernantes, ejemplares lograran el encumbramiento es-

Porque habrá siempre bien y mal es por lo queque extremar el bien. Porque podemos condenar-

nos es por lo que hay que conquistar la salvación y re-mediar los vicios con virtudes. Que es con lo que hastaatora han solido remediarse ios vicios. Ni estamos enpaz todavía, ni la paz es, en todo caso, como lia dichouno de nuestros alféreces poetas: "un volver a la nada

• y romper filas", sino .un "quedarnos firmes, en .unarigurosa vertical, con la mirada alerta... y en las almasun infatigable deseo de caminar".

Un infatigable afán de caminar. La Patria no estodavía lo que nosotros anhelamos •—'nunca la, reali-dad terrena colmará el anhelo.espiritual—; pero nos-