De Pompeya a Palanque M Almagro Gorbea

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  • 28 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    Martn Almagro-GorbeaReal Academia de la Historia

    La Arqueologa surge en el Renacimiento con el deseo de completar los conoci-

    mientos sobre la Antigedad que ofrecan los textos clsicos sobre Grecia y Roma

    con el estudio de sus restos materiales, que incluan inscripciones y monedas, edi-

    ficios, esculturas y todo tipo de objetos que permitieran ilustrar el pasado. Con

    ellos se formaron colecciones en gabinetes asociados a las bibliotecas de Papas,

    Reyes y altas familias de la nobleza italiana, que pronto fueron imitados por las

    lites de toda Europa, como elemento de distincin y del mximo prestigio social

    y poltico.

    En efecto, poseer una coleccin de antigedades era prueba de poder eco-

    nmico, pero tambin de cultivo del gusto y del saber, como prueba de sensibili-

    dad y cultura refinada, pero, adems, estas colecciones tambin evidencian un

    deseo de emulacin asociado al ms o menos explcito de autoidentificarse con

    las grandes figuras del pasado clsico, consideradas como modelo, por lo que, al

    margen del inters por el pasado, ese gusto constitua un sustento ideolgico del

    poder.

    La Arqueologa gan importancia social en el siglo XVII, al reunirse los espe-

    cialistas en academias para sistematizar y publicar las colecciones de inscripciones,

    esculturas y dems antigedades. Este desarrollo, en el siglo XVIII, avanza gracias

    a la nueva visin crtica de la Historia propia de la Ilustracin, apoyada cada vez

    ms en documentos objetivos, como eran los restos arqueolgicos. Adems, en este

    siglo surgen dos novedades esenciales: se sistematizan los saberes sobre la

    Antigedad bajo una visin terica general, que permite que estos conocimientos

    alcancen la madurez cientfica, y, de forma paralela, las primeras colecciones de

    lite se abren al pblico, lo que da lugar a los primeros museos en el sentido actual

    de la palabra.

    En la Historia de la Arqueologa, italianos, franceses, ingleses y alemanes, sin

    excluir estudiosos de otros pases, han rivalizado, y todava rivalizan, por demostrar

    que sus predecesores han sido los mayores impulsores de esta ciencia, dado el evi-

    dente prestigio cientfico y cultural que supone. Estos enfoques habituales traslu-

    cen visiones y rivalidades nacionalistas, que todava afloran y que muchas veces

    enmascaran la gran aventura de todo el humanismo europeo que fue la creacin

    de la Arqueologa, ciencia que llegara a constituir, a partir del siglo XIX, un nuevo

    sustento ideolgico del hombre, al explicar su origen de forma racional, al margen

  • Martn Almagro-Gorbea 29 / R S

    Fig. 1. Jean Ranc, La familia de Felipe V e Isabel de Farnesio, Museo Nacional del Prado, Inv. P2376, Madrid.

    de las creencias religiosas. El proceso fue muy complejo y en l participaron de

    forma diversa, segn tiempos y lugares, las principales naciones y culturas de

    Europa, muchas veces por estmulo personal de sus Reyes, Prncipes y gobernan-

    tes, al ser campo de emulacin entre las lites cultivadas.

    Tambin en Espaa se sinti esta tendencia, con figuras tan conocidas como el

    Obispo Antonio Agustn, Elio Antonio de Nebrija, eruditos como Ambrosio de

    Morales y otros. El inters por la Antigedad ya es evidente en una figura tan inte-

    resante como Alfonso V de Aragn, que cultiv estos saberes en su Corte renacen-

    tista de Npoles, como testimonian los ms bellos libros iluminados de autores cl-

    sicos, o sus retratos en medallas, inspiradas en la Antigedad, del genial Pisanello, del

    que era mecenas.

    La Corte de Castilla y, despus, la de los Reyes de Espaa, ms atrada por la

    pintura, no era tan visible a esta moda, de la que hacan ostentacin otras Cortes de

    Europa, ni, por ello, hubo tanto inters en coleccionar monedas o esculturas clsicas,

    aunque principales familias nobiliarias espaolas, con contactos con Italia, tenan

    colecciones de calidad y es obvio que el creciente inters por la Antigedad dio lugar

    a una de las ms bellas obras de la poesa castellana, la Oda a las ruinas de Itlica, del

    eminente erudito sevillano Rodrigo Caro, que todo el mundo conoce:Estos, Fabio, ay dolor!, que ves ahora,

    campos de soledad, mustio collado,

    fueron un tiempo Itlica famosa...

  • El eco de estas inquietudes y su trasfondo poltico tambin lleg a la Corte

    de Madrid. El Emperador Carlos V, lo mismo que su hijo Felipe II y sus sucesores,

    aparecen en ocasiones representados a la romana, en especial en sus medallas, arte

    desarrollado a imitacin de la Antigedad. Adems, es evidente la adopcin del

    mensaje ideolgico que supona equipararse al Imperio Romano como modelo

    terico de poder universal y de buen gobierno, que nadie en la Europa de su

    poca poda ostentar mejor que la Corona de Espaa, en cuyos dominios no se

    pona el sol... Esta idea ya se reflejaba en el Palacio de los Austrias, donde, en el

    Saln de Banderas, los mejores pinceles celebraban los grandes triunfos de las

    armas espaolas, Saln precedido de otro con cuadros de no menor tamao dedi-

    cados a la historia de Roma: la idea no poda hacerse ms patente a los Embajadores

    y cortesanos que visitaban el Palacio1.

    Los trabajos de los humanistas del Renacimiento dieron paso a los estudios

    de las academias, surgidas ante la necesidad de aunar esfuerzos y de compilar y

    publicar la creciente documentacin que se iba reuniendo sobre la Antigedad,

    aunque su campo se limitaba todava al mundo clsico de Grecia y Roma. Esta

    labor cristaliza en el siglo XVIII, al surgir con la Ilustracin una visin terica de

    la Antigedad y una nueva perspectiva en su estudio, de las que procede la con-

    cepcin moderna de la Arqueologa Clsica. En este desarrollo histrico de la

    Arqueologa, una de las pginas menos conocidas, pero tambin de las ms inte-

    resantes, es el impulso recibido por esta ciencia desde la Corona de Espaa en el

    Siglo de las Luces, impulso sin el cual es difcil imaginar cmo hubiera sido su

    desarrollo en los siglos XIX y XX.

    FELIPE V Y LAS ANTIGEDADES CLSICAS

    El advenimiento de los Borbones tras la Guerra de Sucesin supuso un cambio

    en la Monarqua y en la cultura espaolas, y tambin en los estudios anticuarios,

    dentro de la continuidad de las ideas esenciales. Felipe V (1700-1746), como nieto

    de Luis XIV e hijo del Gran Delfn de Francia, introdujo numerosas innovaciones

    de la Corte de Francia, entre ellas, el inters acadmico por la Antigedad, y

    suscit la tradicin francesa de Academias y Colecciones Reales de prestigio, ideas

    heredadas del Rey Sol.

    Este inters se manifiesta en un nuevo gusto por la Arquitectura y por la

    decoracin de los Palacios, pero tambin en su autorrepresentacin a la romana,

    como en alguna medalla del estilo barroco de la poca, pero de sabor e ideologa

    muy clsicas, como la que conmemora su llegada a Npoles en 1702.

    El gusto por las antigedades clsicas se increment tras su segundo matri-

    monio en 1714 con la italiana Isabel de Farnesio, heredera de dos de las grandes

    familias del Renacimiento: los Farnesio y los Mdicis, cuyas colecciones de

    antigedades no tenan rival. El Rey de Espaa adquiri en 1724 la coleccin

    escultrica de la Reina Cristina de Suecia (1626-1689), famosa como protecto-

    ra de las Artes y por haber reunido una de las mejores colecciones de escultura

    1. El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Cat. Expo., A. beda de los Cobos (com.), Museo Nacional del Prado, Madrid, 2005.

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  • 2. B. Cacciotti y G. Mora, Colec-cionismo de antigedades y recepcin del clasicismo. Relaciones entre Italia y Espaa en el siglo XVIII, Hispania, 56,1, 1996, pp. 63-75; S. Perea Ybe-nes, La coleccin de escultura clsica de la Reina Cristina de Suecia en el Museo del Prado, Boletn del Semina-rio de Estudios de Arte y Arqueologa, 64, 1998, pp. 155-160.

    Fig. 2. Sbastien Bourdon, Cristina de Suecia, 1653, Museo Nacional del Prado,Inv. P1503, Madrid.

    clsica de su poca2, tras abdicar del Trono de Suecia en 1654 y convertirse al

    catolicismo. Su coleccin inclua esculturas tan afamadas de la Antigedad como

    el Grupo de San Ildefonso, las ocho Musas procedentes de la Villa de Adriano en

    Tvoli o el puteal con el tmpano del Partenn, joyas que hoy atesoran el Museo

    del Prado y el Museo Arqueolgico Nacional. Junto a otras colecciones meno-

    res preexistentes, la Corona de Espaa poda vanagloriarse de poseer quiz la

    mejor Coleccin regia de escultrica clsica de toda Europa.

    El mismo espritu llev a crear en 1738 la Real Academia de la Historia

    para renovar la Historia de Espaa dentro del espritu de la Ilustracin, que

    inclua fomentar el inters por las antigedades. En esta lnea, en 1711 se crea la

    Real Biblioteca y, poco despus, un Gabinete de Medallas y Antigedades con

    un cargo de Anticuario para cuidarlas, a imitacin del Cabinet des antiquits y del

    Antiquaire de la Corte francesa.

    Otro hecho determinante, menos conocido, fue que la Antigedad serva

    de modelo para educar a los Prncipes. Su Preceptor fue el Padre Alejandro

    Javier Panel, un jesuita francs que tuvo un importante papel al renovar gustos

    e ideas de la Corona espaola mediante la educacin de los Infantes, al imbuir-

    les un gusto por la Antigedad prximo al Neoclasicismo, frente a la tradicin

    anticuaria humanista espaola. Adems, siguiendo la tradicin francesa, cre el

    Gabinete de Medallas de la Biblioteca Real y despus el de la Real Academia

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    Fig. 3. Armario-monetario, Gabinete de Antigedades,Real Academia de la Historia, Madrid.

  • de la Historia, dise sus armarios para guardar monedas e hizo adquirir mone-

    tarios como el de Orleans de Rothelin; fue el primero que ostent en Espaa

    el citado cargo de Anticuario.

    FERNANDO VI, IMPULSOR DE ESTUDIOS

    SOBRE LA ANTIGEDAD

    Los nuevos valores, basados en el aprecio acadmico por la Antigedad, son patentes

    en Fernando VI (1746-1759). A l se debe en 1750 la creacin del Gabinete de

    Antigedades de la Real Academia de la Historia, a la que hizo importantes donacio-

    nes, y en 1752 funda la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando,

    dedicada a impulsar el estudio y la prctica del nuevo estilo en la Pintura, Arquitectura

    y Escultura, para mejorar la sociedad espaola por medio del Arte.

    Estas actuaciones condujeron a que en el siglo XVIII se institucionalizara en

    Espaa la Arqueologa3, que pas a tener un destacado papel en la cultura y como

    referencia ideolgica. Las instituciones creadas por los Borbones impulsaron un

    nuevo ideario esttico y filosfico, en el que destacan la investigacin arqueolgi-

    ca y la enseanza de la Antigedad. No es casualidad que en este periodo surjan

    los primeros y ms importantes viajes literarios, verdaderas misiones cientficas,

    sufragadas por la Corona, para recoger y estudiar las antigedades conservadas. A

    ello se dedican figuras de gran talla, que destacan en la Historia y la Arqueologa

    espaolas, como el Padre Enrique Flrez o el Marqus de Valdeflores, uno de los

    ms importantes anticuarios de toda la Europa de su poca, pues reuni ms de

    4.000 inscripciones latinas para preparar una nueva Historia de Espaa, adems de

    estudiar documentos, las monedas prerromanas y sus leyendas o las monedas visi-

    godas, que constituan un referente ideolgico de la Monarqua espaola4. Para el

    viaje de Valdeflores, el Secretario de Estado, Marqus de la Ensenada, redact unas

    Instrucciones que evidencian el impulso de la Corona a estas actividades y que

    constituyen el precedente de la Real Orden de 1803, mientras, a iniciativa de la

    Real Academia de la Historia, se empez a grabar una serie de medallas dedicada

    a los Reyes de Espaa5.

    Hasta finales de siglo XVIII hubo una plyade de estudiosos de la Antigedad6,

    como Pedro Leonardo de Villacevallos, Francisco Prez Bayer, Toms Andrs de

    Gsseme, Gregorio Mayans, Jos de Hermosilla, Andrs Marcos Burriel, Jos

    Cornide, Jos Antonio Conde o Juan Agustn Cen Bermdez, sin olvidar grandes

    figuras polticas, como Pedro Rodrguez Campomanes o Gaspar Melchor de

    Jovellanos, quienes tambin se sintieron atrados hacia estos estudios, y los impulsa-

    ron como elemento de prestigio por emulacin de la Corona. Ello evidencia en la

    Espaa de la Ilustracin una poltica cultural bien definida, que se refleja en la acti-

    vidad de las academias, en las primeras excavaciones, con diario de los hallazgos, y

    en los citados viajes cientficos, aunque ha pasado casi desapercibida, a pesar de que

    incluso haba celos y competencia por ver quin era mejor helenista, como ocurri

    entre Valdeflores y Campomanes7.

    3. J. Maier, La historia de la arqueologa en Espaa y la Real Academia de la Historia: balance de 20 aos de investigacin, en S. Gonzlez Reyero, M Prez Ruiz y C. I. Bango (eds.), Una nueva mirada sobre el Patrimonio Histrico. Lneas de investi-gacin arqueolgica en la Universidad Autnoma de Madrid, Madrid, 2007, pp. 79-142.

    4. M. A. Canto, Un precursor hispano del CIL en el siglo XVIII: El marqus de Valdeflores, Boletn de la Real Academia de la Historia, 191, 1994, pp. 499-516; M. lvarez Mart-Agui-lar, La Antigedad en la historiografa espaola del s. XVIII. El Marqus de Valdeflores, Mlaga, 1996.

    5. M. Almagro-Gorbea, Algunas pruebas de medallas espaolas descono-cidas en la Real Academia de la Histo-ria, Homenaje a Carmen Alfaro Asins. Boletn del Museo Arqueolgico Nacional, 24-26, 2006-2008, pp. 185-196.

    6. G. Mora, La arqueologa clsica espaola en el siglo XVIII. Historias de mrmol, Madrid, 1998; J. Maier, 2007 [op. cit. n. 3].

    7. M. Almagro-Gorbea, Pedro Rodrguez Campomanes y las anti-gedades, en G. Anes y lvarez de Castrilln (coord.), Campomanes en su II Centenario, Madrid, 2003, 117-159; M. A. Canto, El conde de Campo-manes, arquelogo y epigrafista, Boletn de la Real Academia de la Histo-ria, 200,1, 2003, pp. 1-29.

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  • CARLOS III, EL REY ARQUELOGO

    Este contexto permite comprender mejor la figura de Carlos III como impulsor de la

    Arqueologa y como uno de los principales protagonistas de la Historia de la

    Arqueologa, hecho rara vez reconocido.

    Formado por su madre, Isabel de Farnesio, en el gusto por la Antigedad, a l se

    debe un hecho tan brillante como el descubrimiento y las primeras excavaciones en

    Pompeya, Herculano y Estabia, poblaciones antes no localizadas, pues, como Carlos VII

    de Npoles (1734 a 1759), el futuro Carlos III de Espaa (1759-1788) patrocin, sufra-

    g e impuls todos los trabajos como mecenas regio8, adems de llevar a cabo una

    eficaz poltica de impulso y fomento de estos estudios por todos los territorios de la

    Corona Espaola.

    El descubrimiento de Pompeya y Herculano constituye un hito nico en la

    Historia de la Arqueologa, tanto por la importancia de este hecho como por su sig-

    Fig. 4. Giuseppe Bonito, Carlos VII de Npoles y III de Espaa, 1653-1654, Museo Nacional del Prado, depsito en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislacin, Inv. P3946, Madrid.

    8. F. Fernndez Murga, Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia, Salamanca, 1989; J. Calatrava Escobar, Arquitectura y cultura en el siglo de las luces, Granada, 1999; dem, Arquelogos y anticuarismo en el siglo XVIII. A propsito del descubri-miento de Herculano, en M. Peal-ver (ed.), De la ilustracin al romanticis-mo, IV. Carlos III, dos siglos despus. Cdiz-1988, vol. 2, Cdiz, 1994, pp. 279-286; M C. Alonso Rodrguez, Documentos para el estudio de las excavaciones de Herculano, Pompeya y Estabia en el siglo XVIII bajo el patrocinio de Carlos III, Bajo la Clera del Vesubio. Testimonios de Pompe-ya y Herculano en poca de Carlos III, Cat. Expo., Valencia, 2004, pp. 49-82.

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  • nificado. A Carlos III de Borbn le cabe el honor de haber patrocinado este aconte-

    cimiento, que transform la visin sobre Roma y dio un impulso definitivo a la

    Arqueologa y a las excavaciones como archivo del pasado, al valorarse los objetos en

    su contexto. Sin Pompeya es difcil imaginar cmo se hubiera desarrollado la

    Arqueologa como ciencia, ni siquiera qu influjo hubieran alcanzado las ideas del

    historiador del arte J. J. Winckelmann (1717-1768), a quien se atribuye la organizacin

    cientfica de la Arqueologa, ideas propagadas por el pintor Rafael Mengs (1728-1779),

    junto a otros miembros de su crculo ilustrado de Roma.

    Las excavaciones de Herculano y Pompeya, que Carlos III visitaba con fre-

    cuencia, fueron dirigidas por el ingeniero aragons Roque Joaqun de Alcubierre.

    Herculano haba sido explorado ya desde 1710 para proporcionar esculturas y obje-

    tos al Prncipe de Elboeuf, pero sin saberse qu poblacin era. El descubrimiento de

    Pompeya en 1748 puede considerarse el ms trascendental de la Historia de la

    Arqueologa: desde entonces es el yacimiento ms visitado del mundo, probable-

    mente es aquel cuya visita ms emociones despierta todava hoy, y es la ciudad

    antigua ms excavada y estudiada de todas las conocidas, sin que falte en ningn

    libro de Arqueologa, en los que rara vez se reconoce el papel impulsor de Carlos

    III. Su pasin por la cultura clsica, suscitada por su Preceptor y estimulada por su

    madre Isabel de Farnesio, de una gran familia de mecenas, llev a Carlos III a pro-

    seguir las excavaciones de Herculano, identificada en 1738, como poco despus

    ocurra con Pompeya.

    Esta ciudad haba sido enterrada por las lavas del Vesubio en una dramtica

    erupcin del 24 de agosto del ao 79 despus de Cristo, narrada por el polgrafo

    romano Plinio el Viejo, que muri por exponerse temerariamente en su deseo de

    estudiar la erupcin. Al dramatismo de estos hechos, bien documentados por la

    Historia, se sum el ser el yacimiento ms rico en antigedades, incluso de mate-

    rias que normalmente desaparecen, conservadas como en ningn otro yacimiento,

    segn se comprob en la Villa de los Papiros de Herculano, atribuida a Lucio

    Calpurnio Piso Cesonino, suegro de Csar. Esta villa fue excavada entre 1750 y 1765

    por Alcubierre y Pedro de la Vega, y publicada por el suizo K. Weber, a quien se suele

    atribuir el descubrimiento9. En ella se hallaron ms de ochenta magnficas esculturas

    y una biblioteca con casi 2.000 rollos de papiro, hoy uno de los tesoros de la

    Biblioteca Nacional de Npoles, para cuyo desenrollo el escolapio Antonio Piaggio

    invent una mquina que an se conserva.

    Los espectaculares hallazgos llevaron a Carlos III a crear en 1751, en la Villa

    Real de Portici, un impresionante museo, como reconoca Winckelmann, donde

    atrajo a los mejores especialistas para restaurar los mrmoles, bronces y papiros halla-

    dos. En 1747 encarg a Ottavio Antonio Bayardi ocuparse de los monumentos, pero

    su tardanza le llev, por sugerencia de su Ministro Bernardo Tanucci, a crear en 1755

    la Regale Accademia Ercolanese para incentivar los trabajos, mejorar los mtodos de

    excavacin y estudio y publicar los resultados, en la que participaron los ms ilustres

    expertos de la poca.

    Los objetos aparecan tal como estaban en el momento de la erupcin, por

    lo que ofrecan una visin de la vida en la Antigedad, con vvidas pinturas y todos

    9. La magnfica Villa dei Papiri ha servido como modelo para construir el John Paul Getty Museum, en Mali-b, California.

    34 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

  • Fig. 5. Vista del patio de la Villa Getty, Malib.

    los objetos en su disposicin en la vida diaria, que no brindaban las antigedades

    en colecciones de Prncipes y anticuarios. Ningn descubrimiento podra dar

    ms informacin sobre la Antigedad, sus usos y costumbres, ni hacer ms atrac-

    tivo su estudio, admirado por mucha gente, pues los objetos eran documentos

    vivos en su contexto originario, por lo que, a pesar de las rivalidades y carencias

    de las excavaciones de la poca, Pompeya y Herculano representan un paso defi-

    nitivo en la Arqueologa, no como bsqueda de piezas para colecciones, sino para

    estudiar una ciudad.

    Resultan patentes el gran inters personal del Rey y su impulso a estos

    estudios, que obligan a reconocer a Carlos III como Rey arquelogo. Visitaba a

    menudo las excavaciones y daba rdenes, a travs de su Ministro Bernardo

    Tanucci, al que mand que le informara, diariamente, cuando era Rey de

    Npoles, y semanalmente cuando se traslad a Madrid en 1759, al heredar la

    Corona de Espaa. Tambin se ocup de editar los hallazgos con bellos grabados

    en los volmenes de Le Antichit di Ercolano, publicados de 1757 a 1792, testi-

    monio de su ejemplar labor. Adems, al trasladarse a Madrid, dej sus coleccio-

    nes en Npoles, pues slo se trajo algunos moldes, prueba de su inters por la

    Martn Almagro-Gorbea 35 / R S

  • Arqueologa, pero tambin de su profundo respeto por el patrimonio napolita-

    no. As lo confirma el que, ya embarcado para Espaa, se desprendi del anillo

    romano de oro que llevaba para testimoniar que dejaba todo en Italia: concepto

    del Patrimonio Arqueolgico novedoso en su poca y todava ausente en gran-

    des museos y colecciones del mundo, confirmado por medidas legislativas contra

    la exportacin de antigedades, que inspiraron la legislacin espaola.

    Estos descubrimientos atrajeron la atencin de todos los estudiosos y su eco

    lleg a capas cada vez ms amplias de la sociedad ilustrada de Europa y Amrica.

    J. J. Winckelmann (1717-1768), considerado fundador de la Arqueologa como

    ciencia, o Rafael Mengs, coimpulsor del movimiento esttico e intelectual del

    Neoclasicismo, visitaron Pompeya y Herculano. Winckelmann haba publicado en

    1755 su gran obra Gedanken ber die Nachahmung der griechischen Werke in der Malerei

    und Bildhauerkunst (Reflexiones sobre la Pintura y Escultura Griegas), un manifiesto del

    ideal griego en la enseanza y el Arte que pronto se tradujo a todos los idiomas

    cultos, en el que propugnaba que el nico modo en que podemos volvernos

    grandes o, al menos, dignos de imitacin, es imitar a los griegos. Poco despus, a

    partir de 1758, Winckelmann visit Npoles hasta cuatro veces para estudiar las

    antigedades de Pompeya. En la Corte de Carlos III fue cordialmente acogido.

    Vena recomendado por el Prncipe heredero de Sajonia, hermano de Mara

    Amalia, mujer de Carlos III, quien le obsequi con el primer tomo, recin publi-

    Fig. 6. Le Antichit di Ercolano, Real Biblioteca, Sign. XVIII/31, vol. 3,Madrid, Patrimonio Nacional.

    Fig. 7. Le Antichit di Ercolano, Real Biblioteca, Sign. XVIII/29,vol. 1, Madrid, Patrimonio Nacional.

    36 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

  • cado, de Le Antichit di Ercolano y le permiti visitar el Real Museo en el Palazzo

    Reale di Portici, aunque su Director Camilo Paderni, al que considera en sus cartas

    estpido e ignorante, le impeda tomar notas y hacer dibujos. Sus juicios crticos

    sobre los hallazgos se dieron a conocer en cartas publicadas a partir de 1762 en

    Dresde y Pars10 que contribuyeron a difundir la importancia de los hallazgos por

    toda Europa. Adems, los templos griegos de Paestum, recin descubiertos en

    1752 al construir Carlos III una carretera, los public en 1762 en sus estudios

    sobre Arquitectura, Anmerkungen ber die Baukunst der Alten (Observaciones sobre la

    Arquitectura de los Antiguos).

    Junto a Winckelmann actuaba el pintor Antonio Rafael Mengs (1728-

    1779), nacido en Dresde y educado en Roma. Pintor de Corte en Dresde (1745)

    y del Duque de Northumberland, en 1755 conoci en Roma a Winckelmann

    y adopt sus teoras. Tras visitar Herculano en 1761, pint el fresco del Parnaso

    10. Sendschreiben von den herculanischen Entdeckungen (1762) y Nachricht von den neuesten herculanischen Entdeckungen (1764), reeditados recientemente en J. J. Winckelmann, Schriften und Nachla II,1-3, Maguncia, 1997.

    Fig. 8. Antonio Rafael Mengs, Autorretrato, Museo Nacional del Prado, Inv. P02197, Madrid.

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  • 11. A. Caballos Rufino, J. Marn Fatuarte y J. M. Rodrguez Hidalgo, Itlica arqueolgica, Sevilla, 1999, pp. 43 y ss.

    en la Villa Albani de Roma, obra que rompe la tradicin barroca al adoptar el

    estilo de la pintura antigua. Ese mismo ao llega a Madrid como Pintor de

    Corte, e impulsa el nuevo estilo en los Palacios Reales y entre los acadmicos,

    por lo que puede considerarse como iniciador del lenguaje neoclsico y de su

    nuevo ideal esttico y filosfico.Pompeya y Herculano tuvieron desde entonces

    una proyeccin sin igual en la cultura europea. Haba nacido una nueva etapa

    en estos estudios y resulta evidente la relacin de estos descubrimientos con la

    nueva sensibilidad artstica que en pocos aos iba a barrer la sensibilidad barro-

    ca. Desde finales del siglo XVIII aparecen motivos tomados de Herculano y

    Pompeya en todo tipo de objetos de las Artes Decorativas, desde las pinturas de

    paredes y techos a sillas, mesas y relojes, sin olvidar vajillas de cermica e inclu-

    so objetos de adorno, como porcelanas y bronces. Este nuevo estilo, impulsado

    por la nueva teora del arte del crculo ilustrado surgido en torno a Winckelmann

    y Mengs, dio lugar al Neoclasicismo. Por ello, sin el xito de las excavaciones

    impulsadas por Carlos III no se puede entender el nuevo gusto que a partir de

    entonces se extiende en las Artes Decorativas de toda Europa durante ms de

    medio siglo. Este contexto cultural e histrico explica la aparicin del Estilo

    Luis XVI y del Estilo Imperio, claramente inspirados en los hallazgos de

    Pompeya y Herculano, dentro del gran movimiento esttico y filosfico del

    Neoclasicismo, una de cuyas fuentes e impulsos fueron los descubrimientos rea-

    lizados en el Reino de Npoles, sufragados por su Monarca, el futuro Carlos III

    de la Corona de Espaa, pues, desde su formacin para hombre de Estado se

    haba imbuido de esa mentalidad.

    Menos conocido, pero interesante, es que la excavacin de Herculano y Pompeya

    y la publicacin de papiros y de los hallazgos en Le Antichit di Ercolano contribuyeron,

    en la segunda mitad del siglo XVIII, a incluir Npoles, Herculano y Pompeya en el

    viaje de formacin de las lites del norte de Europa, denominado Grand Tour. Los

    viajeros, impresionados, transmitan por toda Europa los espectaculares descubrimien-

    tos borbnicos, y contribuan as a fomentar el nuevo gusto neoclsico en la cultura

    europea hasta mediados del XIX, fenmeno extendido desde Inglaterra y Francia

    hasta Alemania y Rusia y que, desde Espaa, lleg a toda la Amrica Hispana.

    EL NUEVO IMPULSO A LA ARQUEOLOGA ESPAOLA

    BAJO CARLOS III

    El hallazgo de Herculano y Pompeya no fue un golpe de fortuna, sino que haca jus-

    ticia al proverbio latino Audaces Fortuna iuvat (La Fortuna ayuda a los que se esfuer-

    zan). La experiencia de Italia y su reconocida eficacia en el Gobierno caracterizan

    tambin la labor, en ese campo, de Carlos III en Espaa.

    El estmulo de Pompeya se advierte en las excavaciones de 1781 a 1778 en Itlica,

    patria de Trajano, modelo del Emperador. Promovidas por el Conde de guila dentro

    de un renovado inters por estos estudios en Andaluca11 fueron dirigidas por el anti-

    cuario Felipe de Bruna y Ahumada, Alcaide de los Reales Alczares de Sevilla, que

    38 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

  • Fig. 9. Trajano de itlica, siglo II, Museo Arqueolgico, Junta de Andaluca, Consejera de Cultura, Inv. REP00095, Sevilla. Fotografa: Martn Garca.

    Martn Almagro-Gorbea 39 / R S

  • tuvo la suerte de hallar las bellas esculturas de Trajano y Adriano que hoy atesora el

    Museo Arqueolgico de Sevilla.

    Esta promocin de la Arqueologa era impulsada por la Real Academia de la

    Historia, dirigida por Campomanes, en la que se cre la Comisin de Antigedades,

    para potenciar los trabajos, en los que tambin participaba la Real Academia de San

    Fernando, y hacia estos estudios tambin se sintieron atradas algunas Sociedades

    Econmicas de Amigos del Pas, creadas durante el reinado de Carlos III por su

    Ministro Jos de Glvez, entre ellas, la primera en constituirse, la Sociedad Bascongada

    de Amigos del Pas, fundada por el Conde de Peaflorida en 176512.

    Con este espritu se fomentaban publicaciones sobre la Antigedad13, pero tam-

    bin se abordaron campos hasta entonces inditos, como noticias sobre verracos, espa-

    das de la Edad del Bronce o las antigedades fenicias en Mlaga, que dan idea de la

    creciente amplitud de los estudios, extendidos a la Geografa Antigua en mapas hist-

    ricos, como los de Toms Lpez, que ubicaban ciudades y pueblos prerromanos. Estas

    ideas acabaron por llegar y fructificar en la arqueologa prehispnica de Amrica, siem-

    pre con el modelo de Pompeya y Herculano.

    Entre los nuevos estudios se incluy la Sinagoga del Trnsito, de Toledo, pero

    destaca el impulso dado a los estudios rabes. Su iniciador fue el presbtero maronita

    libans Michel Gharcieh Al-Ghaziri (1710-1791), conocido como Miguel Casiri,

    trado a Espaa por Carlos III como Intrprete de Lenguas Orientales, para catalogar

    los manuscritos rabes de la Real Biblioteca de El Escorial, de la que fue Bibliotecario.

    Con Casiri se inicia la escuela espaola de arabistas y el creciente inters por las anti-

    gedades rabes. La Real Academia de San Fernando organiz una expedicin en

    1766, integrada por los arquitectos Jos de Hermosilla, Juan de Villanueva y Pedro

    40 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    Fig. 10. Las Antigedades rabes en Espaa,1780, Real Academia de la Historia,

    Inv. n 14/4420, Madrid.

    Fig. 11. Salustio, Portada, 1772,Real Biblioteca, Sign. VII/418,Madrid, Patrimonio Nacional.

    12. C. Ortiz de Urbina Montoya, El desarrollo de la arqueologa en lava: condicionantes y conquistas (siglos XVIII y XIX), Vitoria, 1996; dem, Un gabinete numismtico de la Ilustra-cin espaola: la Real Sociedad Bas-congada de los Amigos del Pas y Diego Lorenzo del Prestamero, Cuadernos Dieciochistas, 5, 2004, pp. 203-250.

    13. M. Romero Recio, Historias anti-guas. Libros sobre la Antigedad en la Espaa del siglo XVIII, San Sebastin de los Reyes, 2005.

    14. D. Rodrguez Ruiz, Jos de Hermosilla y las Antigedades rabes de Espaa, Madrid, 1992.

  • Arnal14, para documentar y estudiar La Alhambra de Granada y la Mezquita de

    Crdoba, as como otras antigedades, como los jarros nazares, joyas del actual Museo

    de La Alhambra. Estos trabajos manifiestan la apertura del espritu ilustrado neoclsico,

    al estudiar y valorar un mundo artstico tan distinto de los presupuestos estticos cl-

    sicos. La obra, tras un elogioso informe de Jovellanos en 1786, fue editada en 1780 y

    1804 por orden del Conde de Floridablanca con el ttulo de Las antigedades rabes en

    Espaa, y prueba de su xito fue su gran difusin en el extranjero, donde inspir al

    anticuario irlands James C. Murphy, autor de The Arabian Antiquities of Spain, publi-

    cada en Londres en 1813-1815, que confirma que esos trabajos son el precedente del

    inters romntico hacia La Alhambra y las antigedades orientales en toda Europa,

    mucho antes de los viajes a Oriente generalizados en el siglo XIX.

    Gran nmero de antigedades del siglo XVIII ingresaron en el Real Gabinete

    de Historia Natural, fundado en 1771, para el que Juan de Villanueva construy el

    actual edificio neoclsico del Museo de Prado, antes de pasar al Museo

    Arqueolgico Nacional, junto con otras de la Corona. Entre stas, destacan las del

    Infante Don Gabriel de Borbn y Sajonia, nacido en Npoles en 1752, quien

    hered la pasin anticuaria de su padre, Carlos III. A l se debe una famosa tra-

    duccin de Salustio, una de las ms bellas publicaciones anticuarias de Espaa15.

    Tambin reuni una importante coleccin de monedas y antigedades, que en

    gran parte fueron a parar al Museo Arqueolgico Nacional. Adems, encarg a

    Fig. 12. Fachada principal y prtico de la Casita de Abajo o del Prncipe, Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial,Madrid, Patrimonio Nacional.

    Martn Almagro-Gorbea 41 / R S

    15. J. Martnez Cuesta, Don Gabriel de Borbn y Sajonia. Mecenas ilustrado en la Espaa de Carlos III, Ronda, 2003; M L. Lpez-Vidriero, Traduccin y tra-moya. El Salustio de don Gabriel de Castilla, Reales Sitios, 129, 1996, Madrid, pp. 40-53.

  • Juan de Villanueva en 1771 la Casita del Infante, en El Escorial, que, como la pos-

    terior Casita del Prncipe, son ejemplo del nuevo gusto neoclsico de inspiracin

    pompeyana, que, por esos aos, renovaba los salones y estancias de los Palacios de

    la Corona de Espaa.

    Al morir Carlos III, en 1788, le sucedi su hijo, Carlos IV, quien prosigui

    la misma poltica regia respecto al Patrimonio Arqueolgico en la Corona de

    Espaa. Esta continuidad se advierte en las excavaciones de Segbriga, promo-

    vidas por el Conde de Floridablanca como Secretario de Estado, en la poltica

    de Godoy en su Extremadura natal16, en el impulso a los viajes de Jos de

    Cornide por Extremadura y Portugal, donde espiaba las fortificaciones portu-

    guesas al mismo tiempo que estudiaba antigedades. Pero las ideas clsicas no se

    limitaban a la Arqueologa y al Arte. En 1787, Campomanes proyect repoblar

    Sierra Morena para fomentar la agricultura y la industria en esa zona despobla-

    da de Jan a Sevilla, amenazada por el bandolerismo. Este proyecto ilustrado de

    nuevos asentamientos, como La Carolina, La Carlota o La Luisiana, se inspir en

    la colonizacin romana, que tambin segua patente en la urbanizacin reticular

    de las ciudades americanas.

    Este proceso cristaliz en una de las primeras legislaciones sobre antige-

    dades de toda Europa. Una Real Cdula de 180317 encargaba a la Real Academia

    de la Historia el cuidado de las antigedades, lo que supone el inicio de la legis-

    lacin arqueolgica en Espaa, aunque este temprano desarrollo, como tantos

    avances antes citados, qued interrumpido a consecuencia de la invasin fran-

    cesa y los azarosos aos del siglo XIX. Un ltimo fruto de esta actividad, ya en

    tiempos de Fernando VII, fue tambin la idea, de la Real Academia de la

    Historia, de crear un Real Museo Espaol de Antigedades, que es el preceden-

    16. M. A. Canto, La Arqueologa espa-ola en la poca de Carlos IV y Godoy. Los dibujos de Mrida de don Manuel de Villena Mozio, 1791-1794, Madrid, 2001.

    17. Real Cdula de S.M. y seores del Concejo, por la cual se aprueba y manda observar la Instruccin formada por la Real Academia de la Historia sobre el modo de recoger y conservar los monumen-tos antiguos descubiertos que se descu-bran en el Reyno. Ao 1803. Crdoba. Imprenta Real de Don Garca Rodrguez de la Torre (9 pp., folio); J. Maier, II Centenario de la Real Cdula de 1803. La Real Academia de la Histo-ria y el inicio de la legislacin sobre el Patrimonio Arqueolgico y Monu-mental en Espaa, Boletn de la Real Academia de la Historia, 200, 3, 2003, pp. 439-473.

    42 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    Fig. 13. Real Cdula, 1803, Real Academia de laHistoria, Inv. GA/1803, Madrid.

    Fig. 14. Estatutos de la Real Academia San Carlos, Portada, 1785, Biblioteca Nacional de Mjico, Mjico DF.

  • te del Museo Arqueolgico Nacional, una de las grandes instituciones arqueo-

    lgicas de Europa por su origen y contenido.

    EL INICIO DE LA ARQUEOLOGA EN AMRICA

    Desde el siglo XVI en la ciudad de Mjico y en otras Cortes virreinales haba cr-

    culos de mdicos, farmacuticos, profesores de universidad, arquitectos, ingenieros

    militares, etc., que cultivaban humanidades y ciencias. Este ambiente se increment

    en el siglo XVIII e impresion a Alexander von Humboldt (1769-1859), al facili-

    tarle mucho sus investigaciones. Por ello, no debe sorprender que tambin en

    Amrica se desarrollaran los estudios sobre la Antigedad, como evidencia la Real

    Academia de San Carlos de Mjico y la organizacin de expediciones arqueolgicas

    para analizar ruinas indgenas, como se haca en Europa con las clsicas.

    Fig. 15. Vista del patio interior de la Real Academia San Carlos, Mjico DF.

    Martn Almagro-Gorbea 43 / R S

  • 18. J. Juan y A. Ulloa, Relacin Histri-ca del viaje a Amrica Meridional hecho de orden de S. Mag. Para medir algunos grados del meridiano terrestre, y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la tierra, con otras varias observaciones astronmicas, Madrid, 1748.

    19. Una actividad semejante, inspira-da en el estudio de las ruinas en Europa, se observa en otras zonas de la Amrica Hispana, como en el santuario inca de Pachacamac, el ms importante de la Costa Central de Per, descubierto y estudiado en el siglo XVIII. C. Gutirrez Muoz, Un testimonio sobre las Ruinas de Pachacamac en el siglo XVIII, Boletn del Seminario de Arqueologa (Lima), 3, 1969, pp. 93-96.

    20. Sh. Ichikaua, Alejandro de Humboldt y la Nueva Espaa, Bulle-tin of the Institute for Mediterranean Studies, 7, 2009, pp. 67-80.

    En esta poltica destaca la creacin por Carlos III en 1783 de la Real Academia

    de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva Espaa, inspirada en la Real Acade-

    mia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, pues fue la primera Academia del

    continente americano y, tambin, la primera coleccin o museo de arte. La iniciati-

    va parti, ya en 1753, de las autoridades de la Nueva Espaa, que queran una escue-

    la de grabado para mejorar la produccin de la Casa de Moneda y contar con

    mejores arquitectos, pues la necesidad de buenos arquitectos es en todo el reino tan

    visible principalmente en Mxico, donde la falsedad del sitio y el aumento de la

    poblacin hacen muy difcil el acierto para la firmeza y comodidad de los edificios.

    En 1779, el grabador de la Casa de Moneda, Jernimo Antonio Gil, for-

    mado en la Academia de San Fernando con Gregorio Prieto, solicit a las

    autoridades virreinales y al Rey de Espaa fundar una escuela de grabado para

    mejorar las acuaciones. Carlos III dio su aprobacin, por Real Cdula, el da

    25 de diciembre de 1783, promulg los Estatutos en 1785 y las clases empeza-

    ron en la Casa de Moneda hasta 1791, ao en que se traslad a la noble sede

    que hoy ocupa. Se enseaba Arquitectura, Pintura, Escultura y Grabado dentro

    de orientaciones marcadamente neoclsicas, como las de Gonzlez Velzquez,

    el primer Profesor de Arquitectura, cuyo eco documentan los magnficos edi-

    ficios del Mjico de la poca, que tanto admir Humboldt. Para su promocin,

    se establecieron medallas de premio para los artistas y se empez a formar una

    pinacoteca. Carlos III envi libros de formacin clsica para la biblioteca,

    como los tratados de Vitruvio y Viola y estudios sobre Herculano y Pompeya,

    Le Antichit romane de Piranesi, etc., as como estampas y otros materiales de

    trabajo, entre los que causa admiracin el envo por Carlos III a Mjico, en

    1791, de una magnfica coleccin de copias de yeso de las mejores esculturas

    clsicas, hecha ex profeso en la Academia de San Fernando para las clases de

    Escultura y Dibujo, obras que todava se pueden admirar en el magnfico patio

    de esa institucin, en Mjico.

    Las actividades no se redujeron a la enseanza. Sorprenden los estudios

    dirigidos a leer los signos mayas y aztecas y a documentar sus principales monu-

    mentos, como se haca en Pompeya. La expedicin de Jorge Juan y Antonio de

    Ulloa ya se preocup por los restos arqueolgicos18, y en 1773, Ramn de

    Ordoez visit Palenque e inform al Capitn General de Guatemala, quien

    comprendi el inters de las ruinas y organiz en 1775 una expedicin cient-

    fica al mando del arquitecto Antonio Bernasconi para documentar el yacimien-

    to, cuyos dibujos y mapas se conservan en el Archivo de Indias y en la Bibliote-

    ca de Palacio, completados en 1807 por Luciano Castaeda. De ellos, como

    ocurri en La Alhambra, se benefici el primer libro sobre Palenque, Descriptions

    of the Ruins of an Ancient City, discovered near Palenque19, publicado en Londres en

    1822 con la documentacin hispana. Por ello, cuando Alexander von Humbol-

    dt20 llega a Mjico en 1803 para estudiar la Naturaleza y la vida de Nueva Espa-

    a, se qued admirado de la Academia de San Carlos y de todo este trabajo. Sus

    elogiosas observaciones, generalmente agudas y bastante crticas con la labor de

    Espaa en Amrica, pueden servir de colofn a las ideas aqu expuestas.

    44 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

  • Martn Almagro-Gorbea 45 / R S

    Fig. 16. Copia del Apolo de Belvedere.

  • 46 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    En su famoso Ensayo poltico sobre Nueva Espaa seala cmo

    desde fines del reinado de Car los III y durante el de Carlos IV, el estudio de las cien-

    cias naturales ha hecho grandes progresos no slo en Mxico, sino tambin en todas

    las colonias espaolas...

    y expresa su admiracin al decir que Ninguna ciudad del Nuevo Continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos,

    presenta establecimientos cientficos tan grandes y slidos como la capital de

    Mxico. Citar slo la Escuela de Minas,... el Jardn Botnico y la Academia de

    pintura y escultura conocida con el nombre de Academia de las Nobles Artes. Esta

    academia debe su existencia al patriotismo de varios particulares mexicanos y a la

    proteccin del ministro Glvez. El gobierno le ha cedido una casa espaciosa, en la

    cual se halla una coleccin de yesos ms bella y completa que ninguna de las de

    Alemania. Se admira uno al ver que el Apolo de Belvedere, el grupo de Laocoonte

    y otras estatuas an ms colosales, han pasado por caminos de montaa que por lo

    menos son tan estrechos como los de San Gotardo (en Suiza), y se sorprende al

    encontrar estas grandes obras de la antigedad reunidas bajo la zona trrida,...

    La coleccin de yesos puesta en Mxico ha costado al rey cerca de 40,000

    pesos21 y en el edificio de la Academia, o ms bien en uno de sus patios,

    21. Despus aade que las rentas de la Academia de las Bellas Artes de Mxico son de 24,500 pesos, de los que el gobierno da 12,000, el cuerpo de mineros mexicanos cerca de 5,000 y el consulado, o junta de los comer-ciantes de la ciudad, ms de 3,000, prueba de la profunda insercin social de estas instituciones.

    Fig. 18. Santuario inca de Pachacamac, Per.Fig. 17. Ruinas de Palenque, Mjico.

  • Martn Almagro-Gorbea 47 / R S

    Fig. 19. Antonio del Ro, El Templo de Palenque,Palacio Real, Madrid, Patrimonio Nacional.

    Fig. 20. El Caballito, estatua ecuestre de Carlos IV,Plaza de Manuel Tols, Mjico DF.

    deberan reunirse los restos de la escultura mexicana y algunas estatuas colosales

    que hay de basalto y de prfido, cargadas de jeroglficos aztecas y que presentan

    ciertas analogas con el estilo egipcio e hind. Sera una cosa muy curiosa colo-

    car estos monumentos de los primeros progresos intelectuales de nuestra espe-

    cie, estas obras de un pueblo semibrbaro habitante de los Andes mexicanos, al

    lado de las bellas formas nacidas bajo el cielo de Grecia y de Italia.

    No se puede negar el influjo que ha tenido este establecimiento en formar el gusto

    de la nacin; hacindose esto visible ms principalmente en la regularidad de los

    edificios y en la perfeccin con que se cortan y labran las piedras, en los ornatos de

    los capiteles y en los relieves de estuco. Son muchos los buenos edificios que hoy

    en da hay en Mxico, y aun en las ciudades de provincia, como Guanajuato y

    Quertaro. Son monumentos que a veces cuestan 300,000 pesos, y que podran

    figurar muy bien en las mejores calles de Pars, Berln y Petersburgo. El seor Tols,

    profesor de escultura en Mxico, ha llegado a fundir all mismo una estatua ecues-

    tre de Carlos IV. Y es obra que, exceptuando el Marco Aurelio de Roma, excede en

    primor y pureza de estilo cuanto nos ha quedado de este gnero en Europa.

    Por todo ello, Humboldt denomin a Mjico la ciudad de los palacios,

    pues haba llegado a ser en esa poca la primera ciudad de Amrica y una de las

  • mayores y ms bellas del mundo. Y, como hombre de su poca, finaliza con otra

    elogiosa observacin social: La enseanza que se da en la Academia es gratuita, y no se limita al dibujo del

    paisaje y figura; habindose tenido la buena idea de emplear otros medios a fin

    de vivificar la industria nacional, la Academia trabaja con fruto en propagar entre

    los artistas el gusto de la elegancia y belleza de las formas. Todas las noches se

    renen en grandes salas, muy bien iluminadas..., centenares de jvenes, de los

    cuales unos dibujan al yeso o al natural, mientras otros copian diseos de muebles,

    candelabros u otros adornos de bronce. En esta reunin (cosa bien notable en un

    pas en que tan inveteradas son las preocupaciones de la nobleza contra las castas)

    se hallan confundidas las clases, los colores y razas; all se ve el indio o .mestizo al

    lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en concurrencia con los de

    48 / R S DE POMPEYA A PALENQUE: LA ARQUEOLOGA ILUSTRADA Y LA CORONA DE ESPAA

    Fig. 21. Fiedrich Georg Weitsch, Alexander von Humboldt, bpk/Nationalgalerie, Staatliche Museen zu Berlin.Fotografa: Jrgen Liepe.

  • los principales seores del pas. Consuela, ciertamente, el observar que bajo todas

    las zonas el cultivo de las ciencias y artes establece una cierta igualdad entre los

    hombres, y les hace olvidar, a lo menos por algn tiempo, esas miserables pasiones

    que tantas trabas ponen a la felicidad social.

    No se puede resumir mejor el xito de la poltica ilustrada, en la que la forma-

    cin clsica, fruto del largo proceso expuesto, tena un papel tan destacado.

    Las palabras de Alexander von Humboldt cierran estas reflexiones, que permiten

    comprender cmo el Palacio Real de Madrid era en el siglo XVIII el centro de

    poder de un gran imperio, la Corona de Espaa, en el que se gest e impuls, de

    forma activa y por emulacin e imitacin del Rey, suum cuique tribuere, una pol-

    tica cultural de gran alcance. Esta poltica no era casual, ni responda al mero gusto

    de un Monarca ni siquiera al de la Dinasta de los Borbones. Todos los testimonios

    sealados, conocidos por los especialistas en sus respectivos campos, nunca han

    sido relacionados unos con otros ni comprendidos y explicados como resultado

    de una poltica concreta, que explica su eficacia y la importancia que tuvo para un

    nuevo desarrollo de la Arqueologa en pocas posteriores, tanto en toda la Corona

    de Espaa como a nivel mundial, al practicarse como una disciplina ilustrada o

    cientfica, til para la sociedad y, por ello, de creciente inters y de extensin y

    valoracin universal.

    Por ello, la Historia de la Arqueologa no se puede comprender sin la labor de

    la Corona de Espaa, como tampoco se comprendera sin ella la decoracin de los

    Palacios que albergaba la Corte de su Rey, cuyos muebles, adornos, pinturas y escul-

    turas eran un reflejo consciente y una clara propaganda de la ideologa poltica del

    Imperio Espaol.

    22. Vista exterior del Palacio Real de Madrid, Patrimonio Nacional.

    Martn Almagro-Gorbea 49 / R S