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TULA EN 181 0 Profr, Manuel Villasana Ortiz ( Tomado de Cuader nos de hi stori a, Serie 1969, t. L Ciudad Victoria. T31u.. 1969. pp. 9-15). Universidad Autónoma de Tamaulipas Instituto de Investigaciones Históricas

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TULA

EN

1810

Profr, Manuel Villasana Ortiz

( Tomado de Cuadernos de hi stori a, Serie 1969, t. L Ciudad Victoria.

T31u.. 1969. pp. 9-15).

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Apuntes para la Historia de Tamaulipas.-

TULAEN 1810

Por el .Profr. MANUEL VILLASANA ORTIZ.

De segur o que ninguna población de la Provincia del Nuevo S antan­der tomó en la guerra de Independencia una participación tan importantecomo la llamada entonces Villa de San Antonio de Tula.

E n el año de 1810 era éste u n p ueblo de cerca de mil quiniento s h a­bitantes. F uera de los contados edificios que había alred edor de la que hoyse llama plaza d e la Constitución, pertenecientes a las antiguas familias d eGuti érrez y"]i'ernández, las casas eran, en su mayor parte pobres chozas deparedes de adobes y techos de palma.. A uno y otro lado de la actual calleprincipal, q ue entonces n o pasaba de ser u na vereda cortada por la barran­ca d el Arroy o Loco, se extendían solares sin cerca cubiertos de frondososm ezquites .

Esto no obstan te, Tula ten ía su relativa impor tancia como pu n to elmás próximo a la capital de la Intendencia de San Luis Potosí á la que elNuevo Santander per tenec ía, y por ser- como la llave ó entrada de los intrin­cados ramales de la Sierra Madr e Orie-ntal, donde tenían su albergue nu ,merosas tribus indígenas, como los chichimecas en Naola , los p isones en San­ta María de Loreto, y otras en las sierras de P alm illas y Bust am ante Losmascozros, bast an te numerosos, formaban la m isión en el pueblo y se exten ­dia por los planos de la Laguna h as ta el pie del Cerro Mocho.

Los descendientes de los colonos traídos por el con de de S ierra Gor­da ocupábanse aquí en las labores de la agricultura, mu y pocos como peque­ños propietarios, y los más traba jando á jornal en las h aciendas de 10$- es­pañoles. Estos, como suced ía entonces en toda la Nueva España, formaban la

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clase dominadora, mostrándose tanto más orgullosos, arbitrarios, y tiránicos.cuanto más reciente era la conquista o colonización y estas regiones acaba­ben, puede decirse, de ser sometidas al dominio de la metrópoli, lo cual ex­plica el carácter de barbarie y ferocidad q ue tuvo en Tula el movimiento. . -,d e msurreccion .

A pesar del atraso que habia entonces en las comunicaciones, túvoseaquí noticia del levantamiento de Dolores a fines de septiembre ó principiosde octubre y esa noticia fue acogida con interés extraordinario y propaga­da de boca en boca, aunque en voz baja, entre todos aquellos mal halladoscon la dominación española. Empez.áronse á formar reuniones clandestinasdonde se comentaba aquel estupendo suceso y surgió desde luego en todoslos ánimos el ardiente deseo de secundarlo .

Las autoridades de la villa, que lo eran el alcalde, los empleados delf isco y el J efe de la Guarnición, compuesta de cincuenta dragones, tomarondesde luego todas las medidas que la gravedad del caso requería para impe­dir que el orden se alterase; pero á pesar de esas medidas aumentaban lasinquietudes, fermentaban los odios y fomentábanse las esperanzas . Los quesimpatizaban con el levantamiento de Hidalgo reuníanse secretamente en ca­sa de un individuo llamado Lucas Zt'lñ iga, y allí fue tomando cuerpo la ideade insurrección, enardeciéndose los ánimos para arrojarse á la temerariaempresa. Más de una vez en aquellas juntas, por la contrariedad de oponio­nes o para deshacerse de algún traidor q ue amenazaba delatar a los com pro­metidos, corrió la sangre en la casa de Luces, procurándose en seguida ocul­tar á las averi guaciones de la justicia el verdadero motivo de aquellas san­grientas escenas.

Llegó en esto la feri a que anualmente se celebraba en la Villa y queentonces como ahora, comenzaba el día de Todos Santos, primero de noviem­bre. Para esa fecha la ccnspírací én se había formalizado y tenia ya su jefe. ·Era éste un labrador ll amado Mateo Acuña muy apreciado de todos por suhonradez y por la gravedad de su carácter . A él debíése principalmente laorganización del movimiento de insurrección en Tula: él vendía sus bueyesy vacas para proporcionarse armas: poniase en comunicación con las tribusindígenas de los alrededores y atráj ose al G obernador Reyes P érez, jefe delo s indios de la m isión de Tula. Com o la fer ia había hecho acudir a la pobla­ción á los habitantes del campo, esta circunstancia dio magnífica oportunidadde propagar la idea del levantamiento, así es que al te rmina r aquélla á finesde noviembre, todos esperaban con ansia la hora en q ue e l movimiento esta­ll ase y buscábase sólo la ocasión, un pretexto cualqu iera.

Había en tre los conspiradores dos q ue por su decisión y arrojo esta­... ban siempre dispuestos á toda acción que se proyectase . Eran éstos Bercar-,

do Gómez de Lara y su primo Ma rt ín, ambos conocidos con el sob re nom b rede H uacales. El cuatro de diciembre, Bernardo, buscando pre texto para ar­mar tumulto y dar as í motivo al levantamiento trató de introducirse, con a­pariencia pacífica, al cuartel de la guarnición española; y como el centinelase le interpusiera , dándole un golpe en el pecho con la cu lata de su fusilBernardo le arranc ó el arma y pegándole con ella en la. ca beza, lo hizo caermuerto sin que exhalara un grttc .

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•De an salto penetró Bernardo al cuartel, dír ígí éeéose al banco en que

estaban les armas, y abrazando cuantas pudo las arrojó a la calle. siendoallí arrebatadas por la multitud que había acudido t.Rs de su jefe, acechan­do el resultado de aquella acción atrevida . Bernardo logró salir é incorpo­rarse a sus com pañeros, no pudiendo hace r los soldados otra cosa que ence­rrarse en el cuartel, q ue fue sit iado inmediatamen te p>:- los amotinados.

Aunque la población qued aba d esde aq uel momento a merced de lossub levados, n o se recuerda que éstos hayan cometido los excesos que erande suponerse y es probable que tales excesos no hay... tenido lugar sino has­la q ue los afectos a la causa realista tom aron la ofensiva. como se verá másadelante.

El riguroso sitio y hostilidad á la guarnición duró hasta la noche delsiete de diciembre, en q ue, con m otivo de la función de la Purísima que te­nía que celebrarse el siguiente día, el cura de la pan oquia mand6 suplicarel jefe de los sub levados q ue se retiraran, permitiendo la salida de la prcce­ción y demás actos del culto . Así 10 h icieron aquéllos, yendo a sitiarse allu­gar q ue en tonces se ll amaba la Misión, donde estuvo después la plaza de ro­ros, y que hoy se llama plaza de la Libertad...

Aprovechando esa coyunt ura y favorecidos por la obscuridad de lanoche, los soldados salieron furtivamente del cu artel y alejáronse a escapede la poblaci ón . -

Quedando así los insurrectos dueños absolutos de la plaza, procura­ron hacerse de recursos, para 10 cual dispusier on el saqueo del estanco. Loque aquí se conoc ía con este nombre era una gran tienda. del gobierno enla que se ejercía el monopolio de todos los artículos de consmno que se Un­portaban de otras poblaciones, p ues sólo era lib re el comercio de los efectosq ue producía la localidad . El doce de d iciembre, día c!e la Virgen d e G uade­lupe, patrona de los insurgentes, éstos celeb raron su fiesta con un paseo mi­litar, yendo á la cabeza de la multitud Bernardo Gómez de Lera, montadoá caba!1o y portando el t ra je de grana y somb r ero de tres picos, distíntívodel jefe del estanco. La m ultitud gritaba vi vas á la Virgen de Guad alupe ymueras á España .

A t iempo que estos sucesos pasaban en Tula, en San L u is Potosí, ca­prtal de la In tendencia , ardía tambi én la insurrección iniciada el d iez. de no­viembre por Vill erías y H errera, circunstancia q ue sin duda favoreció a lossublevados de acá, impidiendo :í l as a utoridades virreinalcs enviar inmedia­rarnante t ropas para sofocar este movimiento. Sin embargo, los vecinos rea ­lis tas de Tula lograron hacer q ue del Valle d el Maíz. viniera a sofoca r la re­belión el jefe Villaseñor. A l saberse la aproximaci ón de éste, los insur rectosevacuaron la población, remontándose á las serranías circunvecinas.

Ocu pada la plaz a sin resistencia, el capit án español trató d e atraer­se a los indios con objeto de apoderarse de sus jefes y para éste les tendióuna celada. Envióles parlamentarios, p ro pon iéndoles en t rar en arr eglos yofreciéndoles repartir les d inero, con la co ndición de que todos hab ían de pre­sentarse sin armas. Acudieron los mascorros y algunos otros co n su gober-

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nador á -la _cabeza, y un dom ingo, al salir de misa, veíase la plaza llena deindios y alrededor algunas mesas cubiertas de pesos. estando el gobernadorsentado a nte una de ellas, pronto ya á comenzar el reparto; pero repentina­mente d esembocando por las calles los solded os españoles, se precipitan so­bre los indios, matando á unos y amarrando á otros. Al gobernador ReyesP ér ez lo colgaron de la horca que había en medio de la plaza.

Desde aquel momento comenzaron las represalias, terribles por una y 1por otra parte. Los insurrectos cometían atrocidades en los campos. y en lapoblación las autoridades r ealistas ordenaban ejecuciones que tenían lugardiariamente, ya en la horca o ya en la picota .

P ocos días permaneció Villaseñor en Tula, sea que los sucesos de larevolución exigieron su auxilio en otra parte, Ó sea q ue temiera no poderresisitir el ataque de los insurgentes, p ues fácil era que éstos, habiéndoserehecho, vinieran sobr e la plaza. En efecto, apenas hubo salido la tropa es­pañola, los sublevados cayeron sob re la población, más numerosos y más te­rribles que antes, empezando á ejercer sangrien tas venganzas en todos aque­llos que habían estado al lado d el jefe español designándole sus ,..íctimas oque simplemente creían a fec tos á la causa rea lista.

No se respetaba ya n i la propiedad ni la v ida. Un día trajeron á la pla­za todos Jos ganados de los cam pos y los distribuyeron entre los hab itantespobres d e la población, tra tando de "encallejedo' al que no se presentaba á -¡recibir la parte que de aquellos ga nados se le había señalado. A los enemigos !de la Independencia se les llevaba á la cárcel, haciéndoles su frir alli los bár­baros tratamientos que en aq uel tiempo se usaban. Una de las m ás notab lesvíctimas fu e don José Maria Gutiérrez, á q uien, en los brazos de su madreque trataba de defenderlo , mat ó el populacho a las puertas de la iglesia ádonde se dirigió buscando as ilo .

A principios de mayo de 1811 tú vose nofic la d e que u na fuerza con­s iderab le de realistas venía por el nor te a atacar Tu la. En efec to, e l coronelJ oaqu ín Ar rcdondo con el regim iento Fijo de Veracruz desembarcó en Pue­blo Viejo y pasando por Santander, ant igua capital de la Provincia , y porA guayo (Victoria) , puntos q ue ocupó sin resis tencia, atr avesó la Sierra Ma­dre y se detuvo en Palm illas.

La insurrección de San L u is y la del Nuevo Santander d ábanse la m a ­no en Tula . Vill erías con los restos de sus fuerzas r echazadas por Calleja,penetró en es ta Provincia, pasando por la Miquihuena; y como toda la r egiónq ue forma ahora e l Distrito de T ula e staba insu rreccionada, siend o es ta po- I

blaci ón como el cuartel general de los sublevados, varias partidas de éstos jfueron á u n irse con el insur gen te pctosíno . De sde Palmillas envió Arredon- 'do una sección de su ejé rcito á batir a Villerías y en el punto llamado elTanque Colorado tu vieron u n encuent ro en q ue fueron dispersados los in­su rgentes. En segu ida el mismo Arrcdondo con todo el grueso de su e jér citomarchó sob re Tula , acampando en La Presita , desde d onde mandó avanza­das y exploradores en observación del enemigo.

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Considerando e l jefe tu lteco Ma leo Acuña q ue era l1egar:lo el mornen­lo decisi vo, resuelto á hacer frente a l ejército realista, reunió toda su gen­te, que eran cosa d e dos mil hombres, aunque sólo cuatrocientos d e ellosa nnados, y ésto con las armas desiguales, pues unos ten ían lanzas. otros ma­chetes y sólo unos cuantos teman fu siles de chispa. con escasísirna dotaciónde parque. Los demás llevaban hondas, palos y fle-chas.

El jefe español traía un ejército d e línea compuesto de las t r es armasv q ue seguramente no bajaba de mil ochocientos hombres, pues lo hab íavenídc aumentando por los diferentes puntos de la P rovincia que habla te­cad o; pero ésto no arredró a los tul teccs, que llenos de entusiasm o salieronal encuentro del enemigo .

H abiendo sabido q ue una avanzada realista estaba en el Puertecitode J aimes, d etermin ó Acuña acabar con ellos y al efecto, con parte de sugente di r igióse en la noche á aquel pu nto, sorp rendiéndolos de tal modo q ueno pud ieron los de la avanzada disparar n i un tiro, pues cuando quísíej-onhacer uso de sus a rmes, ya habían caído sob re ellos los puñales de los in­surgentes.

A los treinta los d ejaron colgados en las ramas del mismo mezquitedebajo del cual los sorprendieron dormtdcs, y el terrible espectáculo que alamanecer del día siguien te pr esentaron aquellos desgraciados á la vista delos que venían á relevarles, d io á conocer á los realistas la proximidad d esus enermgos ,

Estos hab íanse apartado á un lad o d el camino, ya co n intención de d e­jar pasar al ejército realista y atacarlo por retaguardia ó ya con el propó­sito de atraerlo al cam po escogido por ellos. A él se dirigió todo el ejércitode Arredondo y e n e l punto llamado ahor a "Los Huesitos" (1) dos leguasal noreste de Tula, se t rabó u n combate desesperado q ue d uró una hor a y enel cual á pesar de la su pe rioridad del ejército contrarío. los tu ltecos le hi­cie ron d oscien tas bajas s iendo las suyas neturelmentc mucho mayores, p ueslos cañones de los re alis tas hacían brecha en la desordenada tropa d e Acuña .Este, q ue con ot ros d e los jefes combat ía a caballo viendo q ue casi toda sugente habla desaparecido, pues los q ue 0 0 se habían desbandado estabantend idos en el campo, acompañado de cuatro de sus amigos empezó á batir­se en reti rada. Conocedores d el terreno, lograron adelantarse á los d oce oq uince dragones realis tas q ue les seguía el alcance, y á todo el galope de suscaballos llegaron a la población, dirigiéndose a la cárcel donde se encont ra­ban encerrados m uch os habitantes de Tu la, partidarios d e los es pañoles. Ma,táronlos á todos, y aca bada la sangrien ta tare..., montaban ya d e nuevo ensus caballos para seguir su fuga , cuando los soldados q ue venían tras ellosllegaban a la esq u ina d e la plaza. El desigual combate en ret irada vuelve ácm peñarse; uno tras otro caen m uertos los compañeros de Acuñ a, y éste ,herido el caballo q ue montaba, h ubiera quedado en aquel m omen to á mer­ced de sus persegu idores, si uno de los vec inos , saliendo á la puerta de sucasa, no le ofrece oportunamente ot ro caballo. A l terminar la calle q ue ahor ase llama Lerdo de Tejada, donde tenía luga r aquel combate , cayó m uertode un balazo el segundo caballo de Acuño, encontr ándose é ste her ido y y-c.

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sin parque, á t ierrpo que era alcanzado por sus enemigos, quienes arroj án­d ose sobre él lo trajeron arrastrando hasta la plaza y alH: casi exp irante locolgaron en la horca. Esto pasaba el 21 de mayo de 1811. El ejército de A ­rredondo permaneció en el campo de batalla y hasta e l dia siguien te hizo suentrada á TuJa, receloso de que los contrarios no hubieran sido del todo des­baratados.

Nada había qu e temer, sin embargo, p ues los insurgentes que se des­bandaron h abían quedado sin jefe, retirándose unos rumbo á Matehuala yremontándose los ind!genas á sus montañas, donde permanecieron en rebe­li6n por mucho tiempo, bajando de cuando en cuando á cometer por los cam­pos horribles depredaciones.

Excitada hasta el extremo la crueldad de los jefes españoles (quepoco h abía meneste} por el odio de los habitantes de Tula, fácil es cal­cular hasta dónde llegarían los excesos de la venganza. La cárcel vol­vi6 á llenarse ahora de las personas afectadas á los insurgentes ó de sus pa..r ientes, si n respetar sex o n i edad . De allí eran sacados tres o cuatro todoslos días para ser colgados en la h orca ó azotados sob re u n tablado que h a,bía en medio de la plaza, al que ll amab an la picota. Con frecuencia salíancuerdas de cien o doscientos hombres á pie y amarrados de dos en dos, con­ducidos a Altamira , de don de, según se decía, los m andaban para la H aba­na, aunque es probable q ue la mayor parte hayan quedado muertos por loscaminos pues los que rendidos de fatiga no podían caminar, eran matados ábayonetazos por los sold ados que los conducían. En una de esas cuerdas fueenviado ,M artín. Gómez de Lara, no volviendo a saberse nada d e él .

Los realistas quisieron perpetuar la memoria de su barbarie : e l cadá­ver de Mateo Acuña, al ser bajado d e la horca, habla sido decapita do )" sucabeza, así como la de uno de sus compañeros llamado F rancisco Ramos, fue­ron fijados sob re altos postes que se clavaron en los caminos á las e ntr adas .de la población, la del primero al Sur, rumbo a San L u Ls, y la d el otro alNorte, camino de A guayo, pennaneciendo allí po r- v arios años como en G ra­nad itas las de los grandes caudillos.

Más afortunado fue Bernardo Gómez de Lara; después d e la acciónde Los Huesitos , logró reunir alguna gente de la que all í se h ab ía dispersa­do y con trescientos hombres se dirigó á Matehuela . que tomó á viva fuerzamientras su compañero el ind io n eola M anuel de J esús d etenía á u na partida ,de las fu erzas de A rredondo q ue iba en su persecución . Bernardo por varios ~

días hizo temblar a Mateh uala como dueñ o absolu to de la ciu dad y a ument6 ]allí su ejército h asta más de m il homb res; pe ro atacado por Arredondo y 1Sémper, fu e derrotado, quedando muertos más de doscientos de los su yos en 'las calles de aquella ciudad . El intrépido Bcrucrdo pu do escapar, :r abr téu- I

dose paso por una región ' sometida toda á los re al is tas , logró penet ra r h a staQuerétaro y luego á San Miguel el G rande , donde murió peleando .

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Con la derrota de los tultecos quedó .pacificado todo el Nuevo San­tander . Arredondo se volvió para Aguay .:l, donde estableció su cuartel gene­ral dejando aquí restablecidas las autoridades españolas y como jete milita..á un don Ramón P éree, que con más a ctividad y encarnizamiento continuólas persecuciones, hasta acabar con los restos de la revolución de indepen­dencia en la Villa de San Antonio de '1'lila.

MANUEL VILLASANA ORTIZ.

(1 ) .- Se le d io el nombre por los muchos huesos q ue todavía se encuentranen ese lugar, provenientes de los cadáveres de que q uedó cubierto e lcampo de batalla .

NOTA DEL EDITOR: D on J osé Ber nardo Gómez de Lar-a fue fusilado enSan Miguel el G rande (hoy San Miguel de Allende )el 17 de noviem bre de 1811. Lo había aprehendidoen San L uis de la Paz el capitán español MiguelMaría Malo, mismo q ue ordenó su ejecución.

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