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Con la edición del número 11 de e-rph iniciamos nuestro segundo lustro de existencia,
como una revista ya plenamente consolidada en el panorama de la investigación y
difusión del patrimonio histórico en nuestro país. La senda que nos ha llevado hasta
este punto ha consistido en el riguroso cumplimiento de los criterios de calidad
aplicables a las revistas de carácter científico, para validar así la confianza que tanto
los autores de los artículos como los lectores de los mismos han depositado en
nosotros. Valgan estas palabras como agradecimiento -tan propio de las fechas
navideñas en las que ha salido a la luz este número- a la buena acogida de e-rph entre
los interesados por todas las facetas del patrimonio histórico, pues cuenta ya, desde el
número antecedente, con más de 800 suscriptores y más de 1200 descargas del
ejemplar completo.
En esta ocasión e-rph, Revista Electrónica de Patrimonio Histórico, ofrece una visión
muy diversificada en sus contenidos, dado que los siete artículos que figuran en el
número 11 corresponden a diferentes secciones de las que componen el organigrama
estructural de aquélla, amén de tratarse de contribuciones muy diferentes de tono, en lo
referente a épocas históricas como objeto de análisis, espacios geográficos, diferencias
sociológicas, ideológicas o culturales, como veremos. Así, el artículo de la profesora
Carmen Adams Fernández, sobre La construcción turística en Asturias. Tipologías
regionalistas y experiencias de rehabilitación, inserto en la sección de Intervención,
Estudios es una contribución que aborda la perspectiva de diferentes tipos de
edificación procedentes de sectores burgueses acomodados, como son las casonas,
quintanas y palacetes de indianos en el ámbito asturiano, desde el punto de vista de su
aprovechamiento como reclamo cultural y turístico, a través de cuidadosas
rehabilitaciones que no ocultan ni extinguen, sino que potencian sus cualidades
arquitectónicas primigenias en el ámbito del regionalismo. Por su parte, el trabajo del
profesor Ricardo Manuel Luque Revuelto, Conocer y valorar para proteger: la
vivienda rural mariánica, en el apartado de Estudios Generales; título éste que
conduce nuestra mirada también al ámbito agropecuario, pero no en la cornisa
cantábrica, sino en la meridional Sierra Morena, ni al ámbito social de los ricos
hacendados, sino a la pequeña explotación popular de cortijos, casas de dehesa,
ahijaderos, borregueras, caballerizas, cebaderos, corrales, cuadras, criaderos, majadas,
caserías, molinas, lagares, chozas, ventorrillos, etc., como un artículo de reivindicación
de los valores y potencial de tales bienes tan a menudo olvidados o denostados como
apenas sujetos a tutela o grados de protección.
Valores propios de la religiosidad católica hispana heredados del pasado medieval y de
la Edad Moderna, en la sección de Instituciones, hallaremos en el artículo de la
catedrática Concepción de la Peña Velasco, Los museos de las catedrales y el
patrimonio cultural inmaterial, una aguda reflexión sobre las posibilidades de
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musealización de esa categoría de bienes de altísima protección como es la de los
conjuntos catedralicios, atendiendo no sólo a cuestiones pastorales, doctrinales o
meramente expositivas habituales en los museos de arte sacro, sino también a la
demanda creciente de conocimiento, difusión e interpretación de celebraciones y ritos
definidos como patrimonio cultural inmaterial, unos ya reconocidos por la UNESCO
(la Patum de Berga, el Misteri de Elche), pero otros no por ello menos importantes,
como las procesiones del Corpus, Monumentos de Semana Santa, catafalcos
funerarios, etc. Por su parte, el trabajo del doctor David Martín López expuesto en el
apartado de Concepto, Estudios, Consideraciones estéticas en la restauración del
patrimonio masónico: análisis histórico y perspectivas de futuro; se trata de una
aportación fundamental que contribuye a dar a conocer una práctica cultural propia de
nuestra contemporaneidad muy pocas veces abordada con criterios objetivos por sus
pretendidos valores espiritualistas, esotéricos o heterodoxos, que no por ello ha dejado
de crear objetos y bienes específicos -las propias logias o templos masónicos- que
requieren de un alto grado de comprensión para abordar tareas de restauración y
rehabilitación por sus complejas simbologías y por sus peculiares valores estéticos que
trascienden estilos y formas específicas de carácter nacional.
La importancia que un buen estudio histórico-artístico, técnico, material y funcional,
desde un punto de vista pluridisciplinar en definitiva, tiene para la recuperación de
nuestro patrimonio es patente, dentro de la sección Intervención, Experiencias, por
medio del trabajo del profesor Miguel Martínez Monedero, Datos previos para la
restauración y puesta en valor de la ermita de San Miguel de Sacramenia (Segovia);
un viaje a través del tiempo sobre la evolución de un bien patrimonial, capaz de
garantizar por sí mismo una rehabilitación comprometida con los parámetros actuales
en materia de intervención. Frente a esta puesta en valor de la verdad histórica, el
artículo del doctor Agustín Cócola Gant en la sección Patrimonio y Desarrollo, La
fabricación de monumentos antiguos en la era del turismo de masas; constituye éste
una interesante revelación sobre la facilidad con que nos acomodamos a lo falso
histórico a través de ejemplos tan paradigmáticos como el Barrio Gótico de Barcelona,
la Grand Place de Bruselas, el conjunto amurallado de Carcasona, la remodelación
moderna de Arezzo o los parques temáticos estadounidenses; o lo que es lo mismo, una
muestra clara de cómo la verdad adulterada por intervenciones que enmascaran,
dulcifican o tipifican los estilos del pasado como visión homogeneizadora puede tener
mejor acogida que centros históricos de valores heterogéneos y sumatorios a lo largo
de su historia en la actual sociedad de consumo cultural masivo.
Finalmente, y en cierto modo como discurso complementario al panorama que este
artículo nos ofrece y que permite entender las tendencias imitativas de las
intervenciones otrora, no podemos dejar de citar el trabajo de la doctora María Teresa
Vicente Rabanaque, Una mirada antropológica a la institucionalización del
conservador-restaurador del patrimonio. Los ejercicios disciplinarios como
configuradores de campos normativos; largo título bajo el cual aflora una rigurosa
reflexión acerca de la figura profesional del restaurador de obras de arte en nuestro país
en el contexto de los primeros concursos por oposición en el siglo XIX y primera
mitad del Novecientos, especialmente en el ámbito de la restauración pictórica, como
fruto de una esmerada investigación documental en fuentes como los archivos del
Museo Nacional del Prado y la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
Concepto
Estudios ....................................................................................................................................... 3
Consideraciones estéticas en la restauración del patrimonio masónico: análisis histórico y
perspectivas de futuro
Aesthetic considerations in the restoration of Freemasonic heritage: historical analysis and
Future perspectives
David Martín López
Doctor en Historia del Arte. Universidad de Granada. Investigador posdoctoral adscrito al
Instituto de História da Arte. Universidade Nova de Lisboa.
Gestión
Estudios ..................................................................................................................................... 27
El restaurador de obras de arte en España: los primeros concursos por oposición en el siglo XIX
y en la primera mitad del siglo XX
The restorer of Works of art in Spain: the first competitive exams in the nineteenth century and
the first half of the twentieth century
Mª Teresa Vicente Rabanaque
Doctora en Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Universidad Politécnica de
Valencia.
Intervención
Estudios ..................................................................................................................................... 55
La construcción turística en Asturias. Tipologías regionalistas y experiencias de rehabilitación
The tourist construction in Asturias. Regionalist typologies and rehabilitation experiences
Carmen Adams Fernández
Doctora en Historia del Arte. Profesora contratada doctor de la Universidad de Oviedo.
Experiencias .............................................................................................................................. 79
Datos previos para la restauración y puesta en valor de la ermita de San miguel de Sacramenia
(Segovia)
Preliminary data for the restoration and enhancement of San Miguel de Sacramenia Shrine
(Segovia)
Miguel Martínez Monedero
Doctor Arquitecto. Profesor de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Granada.
Patrimonio y Desarrollo
Estudios ................................................................................................................................... 114
La fabricación de monumentos antiguos en la Era del turismo de masas
The production of Antique Monuments in the age of mass tourism
Agustín Cócola Gant
Doctor en Historia del Arte. Investigador en la Facultad de Arquitectura Ludovico Quaroni de la
Universidad de Roma, La Sapienza.
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Estudios Generales
Estudios ................................................................................................................................... 134
Conocer para valorar y proteger: la vivienda rural mariánica
Learning to asses and protect: the mariánica rural housing
Ricardo Manuel Luque Revuelto
Doctor en Filosofía y Letras. Profesor Asociado. Universidad de Córdoba.
Instituciones
Estudios ................................................................................................................................... 153
El Patrimonio Inmaterial. Oportunidades tangibles para el desarrollo expositivo de los museos
catedralicios
The Intangible Heritage. Tangible opportunities for the development of cathedral museums
display
Concepción de la Peña Velasco
Doctora en Historia del Arte. Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Murcia.
Reseñas Bibliográficas
Reseña 1................................................................................................................................... 174
BIEL IBÁÑEZ, Mª Pilar y CUETO ALONSO, Gerardo J. (Coord.). 100 elementos del
Patrimonio Industrial en España. Zaragoza: TICCIH España, Editorial CICEES e Instituto del
Patrimonio Cultural de España, 2011.
José Castillo Ruiz.
Profesor Titular de Historia del Arte. Universidad de Granada.
Reseña 2................................................................................................................................... 178
MÉNDEZ BAIGES, Maite (ed). Arquitectura, ciudad y territorio en Málaga (1900-2011).
Málaga: Geometría Asociación Cultural, 2012.
David Martín López
Doctor en Historia del Arte. Universidad de Granada Investigador posdoctoral adscrito al
Instituto de História da Arte. Universidade Nova de Lisboa.
Reseña 3................................................................................................................................... 184
FERIA TORIBIO, José María (ed.) (2012). Territorial Heritage and Development. London:
Taylor & Francis.
Celia Martínez Yañez
Departamento de Historia del Arte. Universidad de Granada.
Reseña 4................................................................................................................................... 189
GARCÍA CUETOS, Mª. P.; ALMARCHA NÚÑEZ-HERRADOR, Mª. E.; HERNÁNDEZ
MARTÍNEZ, A. (coord.) (2012). Historia, restauración y reconstrucción monumental en la
posguerra española. Madrid: Abada.
Aroa Romero Gallardo
Doctora en Historia del Arte. Universidad de Granada.
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Concepto | Estudios
Consideraciones estéticas en la restauración del patrimonio masónico: análisis histórico
y perspectivas de futuro
Aesthetic aspects in the restoration of Freemasonic heritage: historical analysis and future
perspectives
David Martín López
Doctor en Historia del Arte. Universidad de Granada.
Investigador posdoctoral adscrito al Instituto de História da Arte. Universidade Nova de
Lisboa.
Resumen
Este trabajo analiza, de forma multidisciplinar, varios aspectos relacionados con la
revalorización del patrimonio masónico así como la problemática subyacente a la restauración
del mismo. La masonería como red asociativa contemporánea, surgida en el siglo XVIII,
configura un nuevo corpus simbólico, con una vocación supranacional, que trasciende estilos
y geografías. Genera además objetos artísticos específicos para el ritual y tipologías concretas,
como la propia logia o templo, que forman parte del patrimonio cultural con valores
universales, protegiendo y restaurando incluso el patrimonio medieval a mediados del siglo
XIX.
Palabras clave: Estética masónica. Patrimonio. Arquitectura. Urbanismo. Simbología.
Restauración.
Abstract
The aim of this paper is to analyze different aspects of freemasonic heritage revalorization, its
assessment and the problematic linked to its restoration and preservation as a cultural legacy.
Established in the eighteenth century as a social and philosophical organization, with a
supranational vocation that transcended styles and geographies, Freemasonry has created a
new symbolic corpus based on diverse traditions. Beside specific objects for its rituals, the
Masonic Order has also designed a new typology of space like the lodge, and preserves and
restores medieval buildings, acting as a promoter of aesthetic ideals with a universal value.
Keywords: Freemasonic aesthetics. Heritage. Architecture. Urbanism. Simbology.
Restoration.
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4
David Martín López
(Nacido en Tenerife, 1979. Doctor Europeo en Historia del Arte desde 2010, con la tesis
“Estética masónica, arquitectura y urbanismo. Siglos XVIII-XX” dirigida por la Dra. Guillén
Marcos y el Dr. Reyero Hermosilla. Ha sido Becario FPU, adscrito al Dpto. de Historia del
Arte de la Universidad de Granada, y desde 2011 es investigador posdoctoral del Ministerio
de Educación. Desarrolla su labor en el Instituto de História da Arte de la Universidade Nova
de Lisboa, donde es además miembro integrado de la Unidad. En relación con sus estudios,
además de su estancia posdoctoral actual, ha realizado varias estancias de investigación en
diversos centros extranjeros, destacando las realizadas en el Departamento de Humanidades
de la University of Central Lanchashire (Preston, 2007), en el Institute of Northern Studies,
Leeds Metropolitan University (Leeds, 2008) y en el Archivo-Museo y Biblioteca del GODF
(París, 2009).
Contacto: [email protected]
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e-rph concepto | estudios | David Martín López
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INTRODUCCIÓN: LA ESTÉTICA MASÓNICA Y SU TRASCENDENCIA GLOBAL
A pesar de la longevidad asociativa de la masonería, surgida en los albores de la Ilustración,
se sigue constatando actualmente en el panorama internacional la inexistencia de manuales de
restauración, parámetros de conducta patrimonial ante el análisis e intervención sobre obras
arquitectónicas o artísticas con simbología masónica.
Es por ello necesario esbozar en este trabajo un punto de partida, una reflexión con varios
objetivos diferenciados: el primero entender la masonería como un hecho cultural que tiene
un profundo trasfondo artístico y arquitectónico, con la construcción de nuevas tipologías
como la logia y con soluciones arquitectónicas, civiles, religiosas y funerarias, urbanísticas o
paisajísticas de gran importancia. El segundo de los objetivos es contextualizar históricamente
las primeras revalorizaciones patrimoniales de la masonería en la restauración y conservación
del mundo medieval; advirtiendo por ello de las dificultadas historiográficas y lógicas para
datar determinados monumentos intervenidos en el romanticismo con nuevos valores
simbólicos añadidos. Finalmente, el tercer aspecto a abordar son un conjunto de
problemáticas e ideas subyacentes al estado actual del patrimonio masónico.
Las dificultades de analizar parámetros estéticos y valores simbólicos en masonería se debe a
la escasez de metodologías. Si bien existen numerosos escritos y manuales históricos de
iniciación masónica, diccionarios simbólicos y hagiografías varias, el historiador suele carecer
del conocimiento iniciático o histórico-artístico de la Orden. Aun así, no puede permitirse
abandonar el estudio y análisis del hecho estético masónico cuando se enfrenta a una obra de
carácter simbólico producida por la asociación. Las múltiples masonerías existentes, aunque
cautelosas y celosas del símbolo y de su herramienta de formación ético-moral y filosófica, no
tienen por qué conocer la trascendencia histórica, los orígenes sincréticos y la iconografía,
propiedades que sí son inherentes a la disciplina de la historia del arte. Gustavo Brandariz
sugiere esta complejidad y la no extraña frustración de cualquier historiador ante la búsqueda
del documento probativo de la filiación masónica de una persona:
Obviamente la cuestión de la masonería es compleja y se halla rodeada de un misterio
cautivante, provocado quizás por la evidente discreción histórica de las logias pero
también por las fabulaciones no menos evidentes de quienes desconfían o incluso
condenan a la masonería. El historiador, enfrascado en su investigación, por
momentos tiene la sensación de estar en medio de un escenario en donde los
personajes que está escrutando parecieran guardar algún secreto inexpugnable
(Brandariz, 2005:32).
En verdad, no todos los países poseedores de un legado patrimonial y cultural masónico
cuentan con la suerte de un archivo público sistematizado como el Centro de la
Documentación para la Memoria Histórica de Salamanca –aunque éste naciera infelizmente
de la represión dictatorial franquista–1 o el Archivo interno del Gran Oriente de Francia, el
Gremio Lusitano o la Gran Logia de Inglaterra, estos últimos de los archivos privados
masónicos más destacados en Europa.
1 Sin embargo, en la actualidad la representación de la logia que el centro posee abierta al público no advierte
que la recreación de la misma, pese a elementos y mobiliario original, responde a parámetros de museografía e
intencionalidades que nacen en el franquismo.
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1.- EL PATRIMONIO CULTURAL MASÓNICO COMO VALOR SIMBÓLICO
La francmasonería o masonería especulativa, como sociedad filosófica moderna, surge
oficialmente en la Inglaterra de principios del siglo XVIII. Hereda directamente las fórmulas
ritualísticas y asociativas de los gremios medievales en vigencia y actualización tras el Gran
Incendio de Londres de 1666. En esta época se produce la llegada de numerosos maestros de
obra y canteros de todas partes de Europa, principalmente centroeuropeos y nórdicos, para la
reconstrucción y sacralización de la ciudad del Támesis, contando con Christopher Wren
como arquitecto director. En 1717, cuatro logias ya filosóficas se reúnen en una gran
obediencia, la Gran Logia de Inglaterra, redactando sus constituciones más conocidas y
divulgadas en 1723, obra de los sacerdotes protestantes James Anderson y Teófilo
Desaguliers. Curiosamente, en este panfleto constitutivo promovieron, además de los valores
propios y lógicos de la Orden del Gran Arquitecto del Universo, el debate clasicista en la
arquitectura abogando por Palladio, Wren, Iñigo Jones y los renacentistas italianos.
Desde sus inicios en el siglo XVIII, la masonería se convierte así en una red corporativista y
filantrópica que bajo unas pautas estéticas determinadas, y con la noción simbólica de belleza,
construyen su entramado ético y moral. [Ilustración 01]
Ilustración 01. Azulejo obra del artista francmasón Ferreira das Tabuletas c. 1836. Cervecería A Trinidade,
Lisboa.
En 1997 Concepción Fontenla San Juan planteaba, en un interesante estudio sobre el
patrimonio gallego, los mecanismos de protección del patrimonio inmaterial asociado a la
arquitectura y sugería la importancia del valor simbólico inherente al monumento a restaurar:
La autenticidad arquitectónica debe buscarse tanto en el terreno material como en el
inmaterial tratando de identificar los valores constructivos, espaciales y de uso de los
mismos al igual que los significantes o valores simbólicos del monumento (Fontenla
San Juan, 1997:173).
En cierto sentido, el patrimonio masónico, en general y no solo arquitectónico, es uno de los
que mayor carga simbólica posee fuera del ámbito religioso. No obstante, tal vez por
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e-rph concepto | estudios | David Martín López
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ignorancia, desconocimiento o intencionalidad política, es el patrimonio que queda fácilmente
desprovisto de su autenticidad arquitectónica y se desvirtúa tras una restauración. Se
encuentra sometido permanentemente a una situación de indefensión debido, tanto a su
complejidad iconográfica como al desconocimiento iconológico de aquellos restauradores y
arquitectos que tienen que actuar en el mismo. Esta reflexión pretende apuntar determinadas
consideraciones metodológicas, históricas y simbólicas que permitan valorar un patrimonio
que como en el panorama español, portugués o italiano es desconocido.
Cuando se habla de patrimonio con referencias estéticas y connotaciones propias masónicas,
en términos científicos, es preciso comentar que siempre se está haciendo alusión a una
cronología amplia, pero muy específica, que abarca la contemporaneidad desde el principio
del siglo XVIII y que se manifiesta de manera fehaciente en múltiples lugares del planeta; y
nunca a determinadas soluciones medievales que pueden tener las características gremiales
masónicas.
Por tanto, en los estudios históricos, artísticos y culturales de la Europa contemporánea el
factor masónico debe ser parte del análisis holístico que permite entender relaciones sociales
(artistas-comitentes) y elementos simbólicos que actúan con más frecuencia de la percibida en
el panorama arquitectónico y artístico, cuestión inadvertida por las teorías de la restauración y
que terminan por denostar, olvidar y travestir si cabe el patrimonio que aún ha perdurado.
2.- UNA PREFERENCIA TERMINOLÓGICA: ESTÉTICA MASÓNICA FRENTE A
ESTILO MASÓNICO
Antes de reflexionar sobre la estética masónica y los problemas de conservación y
restauración de la misma, es lógico establecer una aclaración previa en cuanto al término
“masónico” asociado al arte y, en concreto, a la arquitectura como valor simbólico y
patrimonial. En la disciplina de la historia del arte, el término estilo permite clasificar
fenómenos artísticos que trascienden un ámbito concreto y definen una época, movimiento o
autor. Cuando la masonería utiliza las bellas artes para generar un discurso o como
herramienta y material simbólico en cualquier tipología –logia, monumento funerario– u
objeto –regalías masónicas y mobiliario para las tenidas2–, estas creaciones podrían parecer
ajenas a las prioridades de la masonería especulativa. Se debe resaltar aquí, además, que
existen muchas formas (tendencias, ritos, obediencias, tradiciones) de masonería y, por ello,
bien podrían entenderse otras tantas de estética masónica, aunque la gran mayoría comparten
un corpus simbólico similar.
Fernando Pessoa (1888-1935), activo filomasón contrario a Salazar, en su ensayo La
masonería, diserta sobre la amplitud de variaciones ideológicas y formales en la masonería
internacional de principios del siglo XX. El escritor portugués comenta “[…] a pesar de que la
masonería esté materialmente así dividida, puede considerarse unida espiritualmente”
(Pessoa, 2008:33). En cierto sentido, puede decirse que existe un común lenguaje simbólico, y
es que son muchas las concordancias y nexos comunes en los grados masónicos,
especialmente en el grado de maestro. Pessoa afirma que, en masonería “[…] quien tuviere las
2 Término que define a las reuniones masónicas en el interior de una logia o taller.
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llaves herméticas en alguna forma de ritual, encontrará bajo más o menos velos, las mismas
cerraduras” (Pessoa, 2008:34).
Así, denominar algunas de sus manifestaciones artísticas como “estilo masónico”, puede
inducir a un error hermenéutico. Solventamos esta circunstancia terminológica en la tesis
doctoral defendida en 2010 a través de la sustitución del concepto “estilo masónico” en favor
de “estética masónica”, entendiendo estética no en su sentido filosófico –ideas estéticas– sino
en aquel otro más cercano a la quinta acepción encontrada en el Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua, es decir, como “conjunto de elementos estilísticos y
temáticos que caracterizan a un determinado autor o movimiento artístico”3.
El concepto “estilo masónico”, aún siendo frecuente en el ámbito de la masonología
extranjera, sobre todo en la británica y estadounidense, y dentro de la propia Orden
anglosajona –si bien nunca para referirse a lo aquí planteado–, es preferible sustituirlo por el
de “estética masónica” para no dar lugar a equívocos historiográficos –como los que
ocasionalmente se producen en el discurso sobre edificios y obras de arte de la institución–
que se cobijan bajo el paraguas, terminológicamente inexacto, de “masonic style” para
referirse siempre al neogótico de carácter francmasónico.
Es deseable la adopción de “estética masónica” por una cuestión de concordancia y
aceptación de la tradición historiográfica artística en lengua española desde 1990. Años más
tarde, en un ensayo divulgativo aparece este concepto en el propio título La estética masónica
(Hernández Gutiérrez, 1998) y queda ya vinculado al sentido histórico-artístico y patrimonial
académico. Anteriormente, el escritor y ensayista Alejo Carpentier (1904-1980) en su obra
Los pasos perdidos (1953), fue uno de los primeros en emplear el concepto estética masónica
en nuestro idioma con una acertada intencionalidad descriptiva y literaria4.
3.- EL PATRIMONIO CULTURAL MASÓNICO COMO UN FENÓMENO GLOBAL
Pocos son los gobiernos y los organismos públicos dedicados a la preservación del
patrimonio que hayan hecho hincapié en el valor cultural de la masonería, desde una
perspectiva conservacionista y que proteja aquellas manifestaciones existentes en la
actualidad. Como una rara excepción, la Comisión para la Preservación del Patrimonio
Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires (CPPHC), creada en 1986 como organismo
mixto con representantes del Poder Legislativo y el Ministerio de Cultura argentino, realizó
en 2003 una interesante publicación Presencia Masónica en el Patrimonio Cultural
Argentino. Este libro, fruto de unas jornadas de Patrimonio Cultural, analizaba el factor
masónico en la identidad nacional argentina y en su cultura, exhortando a la protección,
análisis y estudio de la cultura masónica del país. Cito el primero de los prólogos del libro,
3Cfr. 22º Diccionario de la Real Academia española de la Lengua, en su edición electrónica:
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=estética [Consultado el 21 de marzo de 2012]. 4 “Aquí me detenía ante un fusilamiento de Maximiliano; allá hojeaba una vieja edición de Los Incas de
Marmontel, cuyas ilustraciones tenían algo de la estética masónica de La Flauta Mágica” (Carpentier,
1991:172). En esta novela, el escritor cubano emplea el concepto como calificativo de la Flauta Mágica de
Mozart y de las ilustraciones incas del libro del escritor masón Jean François Marmontel (1723-1799) Los Incas
o la destrucción del imperio de Perú (1777).
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firmado por el Secretario General de Cultura del Gobierno argentino, Jorge Telerman, pues
no es nada frecuente encontrarse una declaración institucional al respecto:
Así, esta suerte de metáfora de la masonería ofrece a su vez un efecto metonímico,
manifiesto en la parte visible del iceberg masónico, cuya raíz, secreta, pero no
excluyente, albergaba un caudal ideológico destinado a causas substancialmente
ligadas al bien común; a una perspectiva histórica y holística de la realidad humana,
por encima de lo corporativo, aunque sus procedimientos pudieran parecerlo.
Por eso, al margen de las polémicas que cuestionan métodos y estructuras en torno a
la masonería, considero oportuno detener la mirada en ese impulso esencial, en ese
instinto participativo extendido a lo social cuyos efectos se insertan vertebralmente en
los hitos de la modernidad, a partir de las revoluciones de cuerpo y de pensamiento
(Telerman, 2005:10).
No obstante, el concepto estética masónica o estilo masónico no fue empleado cuando
abordaron aspectos urbanísticos con simbología o directamente denominados como
masónicos en La Plata –su planimetría, el cementerio o la catedral de la misma– donde
intervino directamente el arquitecto francmasón Pedro Benoit, entre otros dirigentes políticos
masones. Es por ello que debemos incidir en la elección del término estética masónica en esta
materia, justificándolo con dos consideraciones fundamentales.
En primer lugar, la necesidad de especificar un campo formal e iconográfico que trascienda
estilos, puesto que el carácter masónico perceptible en el arte internacional -principalmente
en la arquitectura– es de una simbología concreta, aunque adaptada y adaptable a cualquier
estilo, en función de determinadas intenciones –e incluso circunstancias políticas– tipologías,
espacios, comitentes y adeptos. En segundo lugar, estamos ante un fenómeno estético que
actúa como una especie de metalenguaje universal que se manifiesta a lo largo de diversas
épocas; algo inherente a la propia masonería en tanto en cuanto, mayoritariamente, su corpus
simbólico forma parte sensible de su ritual.
Es preciso señalar que para un artista, arquitecto o comitente masón, el simbolismo interno de
la logia no debe ser expuesto, de manera arbitraria, en el mundo profano, puesto que violenta
y frivoliza el discurso estético de la Orden. Sin embargo, y al mismo tiempo, cuando desde la
institución se ha pretendido exteriorizar determinados símbolos, éstos se hacen de una forma
consciente con una voluntad de dialogar con el receptor profano. Sistematizando las
problemáticas subyacentes al estudio del patrimonio masónico y a su conservación hemos
sugerido los siguientes apartados 5 y 6 que abordan esta circunstancia.
4.- LA MASONERÍA Y LA REVALORIZACIÓN PATRIMONIAL DEL MUNDO
MEDIEVAL
Una de las cuestiones más significativas que pasan inadvertidas por la historiografía de la
restauración en Europa, es la importancia de la masonería en la recuperación y actualización
del pasado medieval desde el romanticismo hasta mediados del siglo XX.
A medida que la sociedad ilustrada europea preconiza el romanticismo tras el Grand Tour, la
francmasonería principalmente la británica –con Walter Scott a la cabeza– y la alemana –con
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Goethe–, se preocupa por rescatar del olvido determinadas manifestaciones de la época
medieval, pues ahí radican los orígenes primigenios de la sociedad iniciática, en términos
occidentales5. Es un fenómeno que también llegará a tener casos relevantes en España,
Francia y Portugal, donde la masonería participará activamente de la restauración de
monumentos medievales, bajo las pautas propias de la época, más cercanas normalmente a las
teorías intervencionistas de Viollet le Duc que a las conservacionistas de Ruskin. Las
múltiples donaciones de la Orden para intervenir y proteger el patrimonio medieval, situación
encontrada con frecuencia en los países nórdicos y Gran Bretaña, así como las adscripciones
masónicas de sus principales arquitectos restauradores y creadores del neogótico como
lenguaje, justifican esta importancia que revierte directamente en la intervención algunos de
los más singulares monumentos medievales reinterpretados en el siglo XIX.
La masonería británica participó activamente en la decoración, restauración y preparación de
numerosos templos religiosos del reino –la mayoría protestantes–, centrando sus esfuerzos en
los monasterios medievales y capillas góticas, promoviendo campañas, cenas benéficas y
comisiones para tales efectos. El arquitecto masón David Bryce (1803-1876), promotor del
estilo neogótico escocés, y autor de la sede principal de la masonería en Edimburgo, la Logia
de San Andrés (1858) (Laureis, 1859:318)6, recibe el encargo de restaurar Rosslyn Chapel
(1860-1861), una capilla paradigmática que ya conocía no sólo como reputado masón, sino
como trabajador previo en reparaciones puntuales efectuadas en 18377. [Ilustración 02]
Ilustración 02. Rosslyn Chapel, Escocia. Fachada principal. Exterior de la capilla, con la estructura de
andamiajes visitable de protección de la cubierta pétrea.
En esta última intervención del recinto sacro (1860-1861), el espacio adquiere nuevos
elementos que potencian el discurso masónico establecido a lo largo de siglos por los
comitentes, la familia Saint Clair –iniciados en la masonería en sentido especulativo desde
1736–, cuestión que por otro lado hace en ocasiones difícil verificar cuáles son las piezas y
5 Hubo una creencia contemporánea en la búsqueda de orígenes antiguos en Egipto y Mesopotamia. Esto dio pie
a la creación estética de numerosas lógicas neoegipcias y con elementos orientalizantes que buscaban empatizar
con la sociedad occidental a través del exotismo. 6 Reemplazada por la actual en 1911.
7 http://www.scottisharchitects.org.uk/architect_full.php?id=100014 [consultado el 20 de abril de 2009].
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capiteles adoptados en el siglo XIX –ángeles, bestiarios, etc. 8
– con la implementación de
determinados elementos en la propia época del siglo XVIII. Las obras concluyen en abril de
1862, fecha en la que se bendice la Capilla con el mayor de los boatos propios de las fiestas
masónicas.
Este tipo de contratos profesionales, entre comitentes y arquitectos masones, se enmarcan
dentro del lógico corporativismo –bien entendido– existente entre personas de un mismo
ámbito y logia. Debe ser señalado que la familia Saint Clair había tenido un protagonismo
histórico en la creación de la Gran Logia de Escocia en 1736, siendo William St. Clair
elegido como primer Gran Maestre de la misma. Descendientes suyos como el General Sir
James St. Clair Erskine of Rosslyn, también Gran Maestre de Escocia (1810-1811), habían
propiciado restauraciones puntuales ayudados por los masones de la Gran Logia de Escocia
(Brydon, 1994).
No sólo las restauraciones medievales interesaban a los masones británicos. William H.
Stacey, reconocido erudito masón de Sheffield, señalaba en 1893, la importancia de
consagrar nuevos templos, afirmando que para un masón no hay nada más importante que la
ceremonia de colocación de la primera piedra de un edificio religioso –por aquellas fechas
normalmente construido como neogótico–, puesto que este acto simbólico revitaliza las
palabras de la Sagrada Escritura:
Las doctrinas, reglas y requerimientos de la Masonería inculcan orden, moralidad,
afecto social, beneficencia y religión. Por ello, supone un regocijo la erección de
templos donde las sublimes verdades y los puros preceptos de la Sagrada Escritura
tan elocuentemente asumen la propagación y el ejercicio de estas virtudes como
esenciales para nuestra felicidad en este mundo y el venidero ¿Quién puede quedarse
indiferente al espectáculo que presenta hoy el acto de ejecutar los deberes [en sentido
masónico] o las esperanzas y las perspectivas que inspira? (Stacey, 1893:46).
Destacan en este sentido las actuaciones restauradoras de las logias de Cheltenham
(Inglaterra), que aportaron el dinero para la intervención del claustro de la Catedral de
Gloucester (1896). Años más tarde, las mismas logias en 1900 ayudaron a la reedificación y
construcción de la Capilla y claustro de TewkesburyAbbey (Gloucestershire, Inglaterra); y en
1901, a instancias de algunos de sus miembros propiciaron la edificación del pórtico sur de
St. Mary’s Church así como el arreglo de todo su baptisterio, justificando por escrito su
presencia por ser el templo medieval más antiguo de la población de Cheltenham (Barnard,
1932:24).
No sólo, esta presencia es visible en el mundo anglosajón protestante, algunos ejemplos del
mundo católico lusitano intervenidos en el siglo XIX y siglo XX –obras del románico, gótico
y manuelino portugués, como la Catedral de Guarda, la Sé de Lisboa, Los Jerónimos de
Lisboa, el Monasterio de Tomar, entre otros conjuntos– dan buena muestra del alto contenido
simbólico para la masonería especulativa nacional. Curiosamente, todos ellos son restaurados
por arquitectos francmasones que además son los profesionales de mayor relevancia en la
8 Determinadas formas de la cripta y la propia capilla parecen estar en consonancia con los gustos victorianos,
incorporando arbitrariamente al edificio nuevos ángeles prerrafaelitas junto a otros neogóticos.
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historia de la restauración en Portugal de ese período9. Personalidades tan complejas y
multifacéticas como Joaquim Possidónio Narciso da Silva (1806-1896) arquitecto de la
Familia Real portuguesa, arqueólogo y miembro fundador de la Asociación de Arqueólogos
Portugueses, Adães Bermudes (1864-1948) con altos cargos patrimoniales como Secretario de
la Comisión Nacional de Monumentos (1911), Jefe de la 3ª Repartición de la Dirección
General de Bellas Artes del Ministerio de Instrucción Pública (1926) y Director de los
Monumentos Nacionales (1929-1933), dependiente del Ministerio de Comercio y
Comunicaciones portugués o Manuel Joaquim Norte Júnior (1872-1962) quien interviene en
el Palacio Real de Buçaco, y Rosendo Carvalheira (1863-1919), restaurador de la Catedral de
Guarda (Cardoso Rosas, 1996:535-460) y del Monasterio de Los Jerónimos.
Cuando interpretamos determinadas recreaciones historicistas en este tipo de edificaciones tan
emblemáticas debemos considerar el factor masónico como un hecho simbólico que está
enraizado en los mismos, por lo que tiene, en cierta medida, que ser preservado aun no siendo
parte original. No es de extrañar, por tanto, que aparezcan en los capiteles del claustro menor
–claustrim– del Convento de la Madre de Deus en Lisboa elementos como la escuadra,
compás, el ojo de Dios inserto en la Estrella de David y elementos del progreso como un tren
con sus vagones. Este conjunto, restaurado por el arquitecto José Maria Nepomuceno en
1871, era dotado de un vínculo con la modernidad y un guiño al cantero moderno heredero
del carácter gremial que reforzaba el corpus simbólico de tal magno edificio, donde varios
estilos y lenguajes artísticos habían configurado su historia. Esta conducta es más habitual de
lo que se pretende ver, por lo que no es un caso aislado. Soluciones como el vagón, el
ferrocarril, símbolos de progreso mecánico aparecen asociados a la masonería universal
contemporánea y deben comprenderse como tales.
5.- SOBRE TITULARIDADES, PROBLEMÁTICAS, RESTAURACIONES
ACTUALES Y MEDIDAS DE PROTECCIÓN
Desde que en 1975 se promulgara la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico se ha
evolucionado en técnicas de restauración, formas de intervenir y medidas de protección,
catalogación, etc. Aún así, algunas de sus premisas siguen siendo modernas y están vigentes:
El patrimonio arquitectónico es un capital de valor espiritual, cultural, social y
económico insustituible. Cada generación da una interpretación diferente del pasado
y extrae de él ideas nuevas. Este capital se ha ido construyendo durante siglos: la
destrucción de cualquiera de sus valores acumulados nos empobrece y ninguna
creación, por buena que sea, compensará la pérdida. El patrimonio arquitectónico
tiene un valor educativo determinante (García Cuetos, 2012:124).
No sólo el patrimonio religioso (ya sean catedrales, ermitas y conventos) y el patrimonio de
las religiones de la Antigüedad clásica en Europa poseen los valores espirituales que recuerda
la carta. La arquitectura masónica tiene una carga simbólica de profundos valores éticos y
espirituales que permiten esta interpretación.
9 Por motivos de extensión y foro no podemos adentrarnos en la historia de la restauración en Portugal ni en las
interesantes biografías de los arquitectos señalados. Debido a la importancia de estos técnicos, su estudio forma
parte del proyecto de estancia posdoctoral en el Instituto de História da Arte de la Universidad de Nova de
Lisboa.
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Sin embargo, aquel “velo” que sugería Pessoa, existe hoy en día desde un punto de vista
metodológico, y cuestiona en todo momento la existencia de un arte que pueda ser
categorizado como masónico, por lo que su restauración, es decir su intervención para que sea
devuelto su valor (colores, significado, etc.) es en muchos casos omitido, obviado o ignorado,
incluso cuando se trata de edificios masónicos reconocidos y que son restaurados con tal
motivo.
Desde principios del siglo XX y como si de una metáfora coherente de la destrucción del
Templo de Jerusalén se tratara, gran cantidad de templos masónicos han desaparecido, bien
como pasto de las llamas, por terremotos como los de San Francisco o sufrido la destrucción
patrimonial simplemente por desidia o especulación urbanística. [Ilustración 04]
Ilustración 04. Stoddard (atribuido). Fotografía Templo masónico en San Francisco. San Francisco, California,
Estados Unidos. 1906. Fotografía p. 18 dentro del álbum de fotografías del terremoto de San Francisco. Southern
Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library, Estados Unidos de América.
Uno de los primeros problemas que tiene la preservación de la estética masónica en el paisaje
urbano es la titularidad del bien inmueble. Aunque pueda parecer una cuestión fútil, la mayor
parte del patrimonio de carácter y estética masónica mundial es privado, lo que dificulta su
análisis, estudio, acceso y preservación. En múltiples ocasiones se tratan de logias que tienen
sus templos alquilados en espacios, a su vez, privados como hoteles, edificios, oficinas, por lo
que se desconoce normalmente los valores simbólicos y los niveles artísticos alcanzados, así
como el estado actual de éstos.
En Estados Unidos de América, los templos masónicos han configurado parte de la trama
urbana desde el siglo XVIII, siendo una de los más importantes es la Gran Logia de Filadelfia
(1867), que se impone en el espacio público como una gran catedral neorrománica. De hecho,
la constatación masónica de los grandes próceres como Washington, Franklin o Lincoln se
percibe por sus ciudadanos, los visitantes y el público receptor de obras tan importantes como
el Capitolio, en el que la figura de George Washington aparece en múltiples pinturas murales
de su interior con los atuendos masónicos: mandil y regalías. Desde un punto de vista
urbanístico, el templo protestante en Norteamérica se equipara en volumetría y planimetría a
muchas logias denominadas en este país masonic hall, nueva tipología de templo masónico en
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el que se desarrolla además una labor filantrópica, benéfica y cultural para la sociedad,
sirviendo de teatro, cine, escuela y salón de reuniones.
Pese a la visibilidad e interés de la sociedad estadounidense por la masonería –hoy en día con
millones de adeptos en este país–, y gracias al margen de acción legal que otorga la titularidad
privada y al grado de contemporaneidad de las obras masónicas, muchas de ellas con menos
de 100 años, las leyes permiten demoliciones y especulaciones urbanas para potenciar otro
desarrollo económico que aliena y distorsiona este patrimonio cultural –en definitiva la
identidad particular de las poblaciones–. El cierre de parte de estas sociedades, que cesan su
actividad o en otros casos la propia necesidad de buscar el confort deseado en nuevas
instalaciones más acordes a los usos asociativos de la Orden en el siglo XXI, derivan en
desidia y abandono, en el incendio fortuito o intencionado. Templos como el Cleveland
Prince Hall, construido por los Knight’s of Phytias en 1907 (Cleveland, Estados Unidos),
incendiado en 2010 tras el abandono del mismo seis años antes por parte de la logia con la
intención de ser restaurado, ha tenido que ser demolido, perdiendo en ello tanto los muebles
como las propias pinturas y decoraciones simbólicas. [Ilustración 05] [Link 01]
Ilustración 05. Cleveland Prince Hall, construido por los Knight's of Phytias en 1907. Otro incendio en
diciembre de 2008 provoca la demolición al día siguiente del templo masónico de North Anson Village
(Somerset County, Maine, Estados Unidos)
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Link 01. Impactante fotografía de exterior helado del templo masónico de North Anson Village (Somerset
County, Maine, Estados Unidos), tras la actuación de los bomberos en diciembre de 2008. Se aprecia el interior
todavía en llamas. http://bangorstation5.com/wp-content/uploads/masonic-hall-firelgmasonic.jpg
El más significativo es el Hammond Masonic Temple (1907-1921) en la ciudad de Hammond
(Indiana, Estados Unidos), cuya piedra fundacional –cornerstone– fue depositada por el
Vicepresidente de los Estados Unidos de América. Sufrió el abandono, incendios y ultrajes
que dejaron el recinto en un estado deplorable. La restauración ascendía a 20 millones de
dólares por lo que todo hizo derivar en la demolición del conjunto el 24 de junio de 2009 –
fecha importante para la masonería por ser una de las dos grandes celebraciones solsticiales–,
lo que daba vía libre al Hammond Urban Academy.
Las partes del exterior del mismo, una fachada pantalla de gran horizontalidad ejecutada en
lenguaje neogótico, se conservaban apenas dañadas. Paradójicamente, el Estado de Indiana
premiaba en un concurso patrimonial al año siguiente una fotografía de Larry D. Mickow del
entrañable edificio de 6.000 metros cuadrados de superficie. [Link 03]
Link 03. Fotografía de Larry D. Mickow, Jr. Hammond Masonic Temple (destruido). Ganador del Consurso
Historic Preservation Month Photo Contest Winners. DNR Division of Historic Preservation and Archaeology,
dependiente del Departamento de Recursos Naturales del Gobierno de Indiana.
http://www.in.gov/dnr/historic/images/hp-Hammond-Masonic-Temple.jpg
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Europa tampoco ha sabido valorar y salvar el patrimonio masónico. En la propia Bélgica, con
un pasado cultural ligado a la masonería progresista, que cuenta con museos e instituciones
preocupadas por este patrimonio, se permitió en 1970 y 1982 la desaparición de dos logias
neoegipcias de notable valor artístico y cultural: respectivamente, la logia masónica de
Verviers. [Ilustración 06]
Ilustración 06. Fotografía de 1968 de la fachada de la logia neoegipcia de Verviers, Bélgica.
y Temple des Amis du Commerce et la Perséveráncede Amberes. [Ilustración 07]
Ilustración 07. Temple des Amis du Commerce et la Perséveránce de Amberes, Bélgica,
La revista Monumenten, Landschappen & Archeologie en el año 1984 dedicó la portada y un
artículo especial a estas destrucciones (Maclot, Warmenbol y De Schampheleire, 1984:17-
24).
En algunos países iberoamericanos y europeos, además de estas circunstancias citadas –
incendios, cambios de titularidad, abandono– se añade el factor ideológico –político y
religioso– al hecho patrimonial, impidiendo tanto el análisis como la posterior conservación
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de determinados elementos urbanísticos, decorativos que forman parte del corpus simbólico
de la masonería universal como lenguaje trascendental. La titularidad eclesiástica –no
protestante– también brinda una dificultad añadida, puesto que preservar la lectura masónica
en los procesos de intervención y restauración de una obra católica u ortodoxa, resulta más
difícil que en el caso de instituciones civiles, públicas o laicas. Para el masonólogo,
conocedor de la historia del arte o historiador de la misma, argumentar y proteger estas
soluciones propias de la estética de la Orden se dificulta en edificios católicos. Si éste accede
al conjunto a preservar con la intención específica de un análisis de la estética masónica
objetiva y científica que puede ser encontrada en la misma, las puertas cerradas de iglesias,
archivos diocesanos y los problemas pueden solaparse uno tras otro. Así, interesantes
manifestaciones que recorren el patrimonio católico de España, Italia y Portugal quedan a la
merced de algún arquitecto con buen criterio, quien también depende a su vez de un sistema
legislativo condicionado por el poder lógico de sus comitentes y propietarios. Y además, por
el hecho añadido de que estas soluciones masónicas, son sincréticas con orígenes cristianos y
judíos, y se funden ocasionalmente como añadidos decorativos a partes más históricas del
conjunto, suelen desaparecen en aquellas restauraciones puristas. Éstas privilegian y dan más
valor a la antigüedad del objeto que a los procesos culturales inherentes al recinto. Ejemplos
notables como la Capilla Mayor de la parroquia matriz de El Salvador de Santa Cruz de La
Palma, la interesante solería del interior de la Catedral de La Laguna, sumida en un largo
proceso de intervención de más de 10 años, o la mayor parte de las obras neogóticas y
neobizantinas de Juan Monserrat Vergés en la provincia de Granada, las iglesias regionalistas,
con aspectos Art Decó, de José Enrique Marrero Regalado en Tenerife con la Basílica de
Candelaria como gran referente, podrían peligrar algún día si no existe una labor de
concienciación patrimonial donde el estudio científico de la masonería, en términos artísticos,
tenga cabida.
Otro de los graves casos que planteamos en esta reflexión es la fragilidad del arte funerario
masónico. La titularidad privada de los mausoleos y nichos ahora no afecta tanto a su
preservación –pues las familias con antecedentes masónicos, suelen preservar el legado de sus
ancestros si esta fue la intención estética con la que se diseñó–, como sí la legislación
municipal de cementerios, que en ocasiones, desconocedora de este patrimonio simbólico,
elimina, sustituye y desaloja tumbas y mausoleos ante la inexistencia de familiares y personas
que corran con las gestiones de protección y pago de éstas, perdiéndose buena parte de las
tumbas masónicas del siglo XIX. Las normativas son reales y están en vigor para todos los
nichos, tumbas y mausoleos que aparentemente no tengan un carácter monumental. En
España, aunque el cementerio se encuentre declarado BIC o con cualquier otro nivel de
protección patrimonial, según las leyes municipales un nicho de la época republicana, donde
es más visible esta simbología, puede estar sujeto a su olvido, abandono y sustitución por un
nicho nuevo. Esta circunstancia nos permite abordar una cuestión particular. En nuestro país
eran ya pocas las tumbas que habían curiosamente sobrevivido, de manera milagrosa, a las
leyes del franquismo de supresión de la estética masónica establecidas por decreto el 20 de
diciembre de 1938. Así rezaba la ley, en su artículo sexto:
En el término de dos meses, a contar de la vigencia de esta Ley, los dueños,
administradores, o encargados de panteones, sepulturas, nichos y cualquiera clase de
monumentos funerarios, están obligados, bajo su responsabilidad, a hacer
desaparecer de los mismos todas las inscripciones y símbolos de sectas masónicas y
cualesquiera otros que de algún modo sean hostiles u ofensivos a la Religión Católica
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o a la moral cristiana. Si no lo hicieran, lo hará la entidad a quien compete la
administración del Cementerio respectivo, que se resarcirá de los gastos reclamando
su importe a los obligados10
.
Un interesante blog del masonólogo Víctor Guerra recoge una ingente cantidad de fotografías
y estudios sobre el arte funerario, con especial atención a los de carácter masónico en España.
[Link 04]
Link 04. Portal del masonólogo Víctor Guerra que analiza la simbología masónica y la arquitectura funeraria
española en general. http://www.orienteeterno.org/
Encontramos en él pequeñas poblaciones que hicieron caso omiso a las normativas de Franco
y grandes mausoleos que ignoraron tales nuevas circunstancias hacen de este patrimonio
cultural, en ocasiones sin un grado artístico notable, pero con un gran valor antropológico. Se
trata de uno de los casos más significativos de supervivencia estética que junto con escudos
republicanos y monárquicos de algunas instituciones perduraron como un metalenguaje
encriptado en las largas décadas de dictadura, y no obstante, podrían peligrar debido a las
legislaciones municipales y al escaso valor arquitectónico o artístico de gran parte de estas
manifestaciones.
En otros países como Francia, Inglaterra y Portugal, las cámaras municipales realizan rutas
masónicas por los cementerios, protegiendo e identificando, como el caso de Lisboa, con una
placa marmórea aquellos que tienen simbología masónica, identificándolos en cada sección
con un Delta. [Ilustración 08] [Link 05]
10
Decreto Ley sobre Cementerios, de 20 de diciembre de 1938. Boletín Oficial del Estado, núm. 173. p. 3040.
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Ilustración 08. Mausoleo de la familia Mattos dos Santos, principios del siglo XX. Cementerio dos Prazeres,
Lisboa
Link 05. Cámara Municipal de Lisboa. Ruta masónica del Cementerio de Prazeres. http://www.cm-
lisboa.pt/?idc=125&idi=32215
6.- LA LOGIA DE AÑAZA (TENERIFE): UN CASO PARADIGMÁTICO DE
SUPERVIVIENCIA PATRIMONIAL
Si existe en España un lugar hermético por excelencia que despertara y despierte el interés
social desde tiempos de Franco hasta la actualidad es el Templo de Añaza (c. 1900-1922), en
la calle San Lucas de Santa Cruz de Tenerife. Este templo masónico o sede de la Logia Añaza
núm. 270, es obra del arquitecto municipal Manuel de Cámara y Cruz, arquitecto no constado
como masón aunque trabaja en varias construcciones masónicas como en la dirección de
obras del Gran Hotel Taoro del Puerto de la Cruz, del arquitecto francmasón Adolphe
Coquet.
El templo, cuya fachada permanece inalterada, constituye uno de los paradigmas
arquitectónicos masónicos de esta tipología en todo el país, siendo comparable a soluciones
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masónicas existentes en la Francia, Bélgica e Inglaterra del siglo XIX. Se trata del primer
edificio masónico creado ex profeso a modo de logia que exterioriza en fachada sus símbolos
iniciáticos en toda España. [Ilustración 09]
Ilustración 09. Manuel de Cámara y Cruz. Logia de Añaza (1900-1922), Santa Cruz de Tenerife.
La ejecución del templo costó 20.008 pesetas. Aunque inaugurado en 1904, la finalización de
las obras demoró más de 20 años, y llevó a la logia a dictaminar una serie de procedimientos
para poder pagar la deuda. En 1921 se realiza una rifa en combinación con la Lotería para
terminar los revestimientos de la fachada y al año siguiente se emitieron acciones de 25
pesetas para costear los gastos finales del templo (De Paz Sánchez, 2009:89). La llamada se
difundió y llegó a la masonería internacional a través de los contactos existentes con Gran
Bretaña para pedir ayuda económica para su finalización, lo que explica la numerosa
existencia de postales del templo durante su construcción, con subtítulos en inglés, que eran
enviadas a las personas interesadas en ayudar con la deuda.
En el Centro de Documentación de la Memoria Histórica de Salamanca se conservan
expedientes personales, como el del comerciante francmasón Richard Yeoward asentado en
Tenerife, quien estando en Liverpool en febrero de 1922, debido a sus negocios navieros y
frutícolas, sirve de enlace con las logias de la ciudad británica que por aquel entonces estaban
decidiendo terminar las Salas Capitulares de la Catedral anglicana11
, que fueron inauguradas
en 1924, bajo el mismo espíritu masónico señalado en el apartado 5.
La masonería estaba tan presente en la vida cultural y política de la capital tinerfeña durante la
II República, que no afectaba en el devenir diario de la ciudad; ni siquiera en su paisaje
urbano comportaba un referente siniestro o extraño. Desde 1890 a 1936, la masonería fue muy
significativa en las esferas políticas e intelectuales en Canarias. Su corporativismo, como red
de conexiones, hizo afirmar al arquitecto almeriense José Blasco Robles que, desde su llegada
–en 1928– había recibido numerosas proposiciones de logias tinerfeñas, “…comprobando que
la mayoría de las personalidades políticas locales y en general los profesionales tenían
algunas relaciones con las logias masónicas” (Navarro Segura, 1987: 259-261).
11
Centro de Documentación de la Memoria Histórica: Expediente 110/19, Sección Masonería. Expediente
personal de Richard Yeoward.
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Obviamente, sus valores simbólicos: el ojo de Dios “que todo lo ve” (como se suele referir a
éste en la ciudad), las columnas palmetiformes y balaustres lotiformes de corte neoegipcio, las
esfinges y las notables dimensiones de su fachada configuraban un edificio emblemático para
los ciudadanos de Santa Cruz desde los primeros momentos de su construcción. Y tal vez
entonces no comportaba ninguna reacción de extrañeza acerca de su uso. En una espléndida
cancela de verja plateada, con flores de acacia minimalizadas, aparecía el nombre Logia de
Añaza sobre la puerta de hierro que daba acceso al pequeño jardín, a modo de pre-nártex
natural del templo. El edificio dialogaba privilegiadamente con su entorno participando de la
vida ciudadana durante la República, formando parte de la cultura y de las actividades
sociales de Santa Cruz12
.
Un hecho que subraya la simbiosis cultural de la masonería en la provincia y que se escapa de
la anécdota es la existencia actual de los símbolos masónicos en el edificio que fue propiedad
de la Falange y luego Farmacia militar. Los propios insurgentes, que mandaron a recopilar la
documentación de la logia el mismo 18 de julio de 1936, y enviarla a Salamanca,
incumplieron las normativas franquistas de eliminación del paisaje urbano de todo el rastro de
la “secta masónica” –terminología de la época–. Para disimular tal hecho, las fotografías
postales de los años 40 enviadas a Madrid, mientras era Sede de Falange, eran retocadas para
no interferir en la ley de supresión de símbolos masónicos de 1938. Se eliminaba
virtualmente del frontón el objeto de la discordia –el ojo de Dios– y se incorporaba en el
mismo lugar los símbolos del ejército franquista, sólo en las falsas fotografías que podían
enviarse a la Península para informar al nuevo Estado de su trofeo “patrimonial”, pues Franco
conocía perfectamente la fachada y el sentido de la logia ubicado en pleno centro de la
ciudad, a escasos metros de la Capitanía General de las Islas Canarias. En plena Guerra Civil,
aparece la siguiente nota en la fachada del edificio santacrucero:
Secretariado de la Falange Española. Visita de la Sala de Reflexiones de la Logia
Masónica de Santa Cruz; mañana domingo día 30, de 10 a 1 horas y de 3 a 6 horas.
Entrada 0’50 pesetas (Ferrer Benimeli, 1982:293-294).
Se trata de una de las primeras actuaciones político-culturales contra la masonería y su
patrimonio que no tienen precedentes en nuestra sociedad ni en otros fascismos europeos. Un
circuito guiado, demagógico y tergiversado, conducido por los falangistas tinerfeños que
alimentaba y alertaba a la población con leyendas sobre oscuros fines masónicos. Esta
circunstancia venía a contribuir a la desnaturalización de la identidad masónica habitual de la
ciudad, creando pánico y miedo por las actuaciones que en este singular edificio se
realizaban: masacres de niños y rituales brujeriles, cuestiones todas ellas falaces que venía a
subrayar la nueva identidad antimasónica de los golpistas. Este hecho de musealización antes
de su utilización como sede falangista y Farmacia Militar, pudo curiosamente conservar,
partes del edificio como la cámara de reflexiones, una especie de criptapétrea en el sótano de
la logia, que de otro modo hubiesen sido alteradas por la necesidad de espacios de almacén.
Desde un punto de vista patrimonial, el templo de Añaza de Santa Cruz de Tenerife, ha sido
recientemente declarado Bien de Interés Cultural por parte del Gobierno de Canarias en 2007.
12
Según la tradición oral Logia de Añaza prestaba las cuelgas que adornaban su interior, en el Oriente masónico,
para la decoración propia del Jueves Santo de la Iglesia de El Pilar, ubicada a escasos metros del templo
masónico y cuya residencia de padres claretianos fue realizada por el mismo arquitecto.
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Su trascendencia mediática, tras estos años de investigación, podría ser calificada como una
de las de mayor repercusión en la prensa española, sin parangón con ejemplos europeos y
norteamericanos (Martín López, 2009: 503-525).
Infelizmente, el proceso de restauración no termina por llevarse a cabo y algunos elementos,
colores, proporciones, ideas y sentido de la luz en el espacio interior pueden peligrar. Si bien
se conservan fotografías en el archivo salmantino sobre cómo era la decoración del interior
del templo, con su mobiliario, pinturas murales, etc. –no así del resto de las habitaciones y
dependencias que configuraron las biblioteca y escuela de enseñanza laica desde 1909 hasta
1936–. En su interior, en la sala que actuaba como templo masónico o lodge-room todavía se
conservan algunos vanos originales, pilastras adosadas a las paredes laterales y la solería
ajedrezada iniciática. [Ilustración 10]
Ilustración 10. Manuel de Cámara y Cruz. Interior de la logia de Añaza (1900-1922), Santa Cruz de Tenerife,
según el estado de 2007 fecha en al que es declarada BIC.
Por tanto ¿qué hacer? ¿Devolver el espacio a su estado original generando un discurso
mimético? Esta actitud interventiva no forma parte de los postulados actuales sobre
restauración. ¿Reacondicionar la logia como un nuevo hemiciclo cultural, o una logia con
nuevo mobiliario simbólico contemporáneo? La solución puede ser atrevida o coherente si
existen sociedades masónicas que reclaman puntualmente emplear este recinto público. La
realización de un Centro de estudios masónicos, de un museo de la masonería y de otros
espacios culturales debe llevarse con la máxima pulcritud en el rigor científico, para no caer
en la tergiversación como la propia logia recreada por Franco en el Centro de la
Documentación para la Memoria Histórica, en la que además de piezas originales de
diferentes logias encontramos el factor ideológico del franquismo.
Las políticas restauradoras deben proteger a este monumento BIC con todas las medidas
oportunas. Su configuración como espacio museístico y de investigación sobre temas
masónicos debe siempre estar supeditado a las proporciones y distribuciones primigenias para
no alterar así, si cabe aún más, todo el conjunto. Asimismo, tanto el color gris como el
cemento de su fachada, cuestión que puede resultar nimia incluso para algunos arquitectos
especializados en adoptar nuevas fórmulas transgresoras en la rehabilitación urbana, deben ser
tenidos en cuenta.
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En una región en la que escasea la piedra noble para tallar y acabar las fachadas, como sucede
en los años 20 del siglo XX en Canarias, la intencionalidad simbólica del carácter gremial de
la masonería operativa deriva hacia otros materiales. Por ello se construye con bloques de
toba basáltica las partes del edificio y su fachada que serán luego, revestidas con cemento. El
arquitecto decide incorporar este material para su conclusión, pintando el conjunto de color
gris, y al agua de cemento, pues son los únicos que imitan verdaderamente a la piedra, aspecto
importante en la ritualística masónica.
7.- A MODO DE CONCLUSIONES: PROPUESTAS PARA ANÁLISIS
De modo general y para todos aquellas formas de patrimonio masónico a proteger, preservar y
revalorizar siempre se debe abogar por la interdisciplinariedad de los equipos de trabajo que
participen en dicha restauración (arquitectos, urbanistas, historiadores e historiadores del arte
que sean masonólogos, entre otros profesionales).
A través de el estudio de la estética masónica aplicado a la historia cultural y política de un
país, una región y principalmente de una ciudad podemos observar determinados
planteamientos de los dirigentes, arquitectos y urbanistas, de una época para implementar el
progreso y los avances tecnológicos a una sociedad, al mismo tiempo que dotar de un
metalenguaje simbólico. Asimismo, la incorporación de estos análisis pormenorizados en el
estudio biográfico de comitentes privados, su factible adscripción masónica, de una obra
arquitectónica concreta –sea una logia o no– permiten el esclarecimiento de algunas
soluciones estéticas que pueden interpretarse como herméticas. El sentido corporativista de la
Orden francmasónica permite enlazar, históricamente, promotores, ideas y conceptos
modernos que fluyen de manera más rápida por los cauces internos de las logias y que
interfieren en la realidad local; puesto que, tanto modelos, propuestas urbanas y programas
sociales son discutidos normalmente en el seno del taller masónico, y revierten, en muchas
ocasiones, en el hecho urbano. La propia configuración del entramado de logias, que siempre
cuentan con una obediencia de carácter nacional o supranacional incluso –por ejemplo en el
caso español con obediencias históricas cuya sede madre se encontrarían en Inglaterra,
Francia y Portugal– permite este cauce comunicativo, transnacional y global, que genera
nuevas perspectivas e influencias culturales, artísticas y estéticas en el paisaje urbano. Se
proponen a continuación determinadas pautas y reflexiones generales, que como conclusión,
podemos establecer a la hora e intervenir en estos bienes:
A) Restauración de aquellos edificios de titularidad pública o privada que tengan
carácter masónico:
- Exigir una multidisciplinariedad de perfiles, académicos y profesionales, en los equipos
donde el papel del historiador del arte, especialista en iconografía y simbolismo, sea de vital
importancia a la hora de evaluar la propia significación estética del edificio o monumento a
restaurar.
- Sensibilizar a la ciudadanía del valor simbólico a proteger y que, si bien determinadas
manifestaciones artísticas y arquitectónicas de la Orden francmasónica tal vez no poseen la
calidad plástica relevante, aún así debe ser estudiado en cada caso, el factor social y cultural
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como valor patrimonial a ser respetado y preservado, de acuerdo a las convenciones y
legislaciones vigentes en cada país.
- Con respecto, a los interiores de logias y edificios que hayan sido concebidos con ideales
estéticos propios de la francmasonería, las restauraciones no deben alterar solería y
arrimaderos –muchos de ellos acordonados, sogueados, ajedrezados–, colores y ubicaciones
de determinados muebles u objetos específicos, así como la propia idea de luz natural y
artificial que impera en el reciento, importante aspecto simbólico asociado a la misma.
- En cuanto se refiere a elementos simbólicos sincréticos, realizados en restauraciones
monumentales tales como monasterios y catedrales medievales, actualmente en uso
eclesiástico, valorar y respetar el sentido iconológico de metalenguaje adquirido y pretendido
por los autores –arquitectos o comitentes– pese a determinadas oposiciones de carácter
ideológico que no pueden estar sujetas a los parámetros de protección, desde una perspectiva
objetiva y académica.
B) En lo concerniente al urbanismo masónico:
- Con relación a la protección del urbanismo de carácter masónico debemos subrayar que es
necesaria la delimitación del campo de acción en el perímetro considerado –sea jardín,
urbanización, trama urbana de un casco histórico, plazas– y analizar con un equipo de
urbanistas, arquitectos y masonólogos si existen proporciones simbólicas subyacentes o
determinadas cualidades que se escapen de los parámetros habituales para focalizar la
atención de la propia protección en medidas específicas.
- Si nos encontramos ante una manifestación de estética masónica, en términos botánicos,
constatada (plantaciones de principalmente de acacias, mirtos o robles además de otras flora
específica –pensamientos, lirios, girasoles–) en el paisajismo, jardines o vegetación de una
determinada trama urbana, debe ser reintegrada de tal modo que no genere distorsión alguna
de los valores culturales pretendidos por la misma en el momento de su plantación.
- Comprender las diferencias establecidas por la masonología en cuanto al urbanismo
masónico se refiere: la primera con valores netamente filantrópicos, viviendas obreras dotadas
de complejos asistenciales, educativos o culturales y la segunda, a veces interrelacionada con
la anterior, del urbanismo masónico estrictamente simbólico, apareciendo planimetrías con
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Gestión | Estudios
El restaurador de obras de arte en España: los primeros concursos por oposición en el
siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX
Art work restorers in Spain: the first competitive exams in the nineteenth century and the first
half of the twentieth century
Mª Teresa Vicente Rabanaque
Doctora en Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Universidad Politécnica de
Valencia
Resumen
Los profesionales dedicados a la conservación y restauración de bienes culturales han
desempeñado un papel esencial en la recuperación y transmisión del Patrimonio Cultural y, en
esta medida, resulta innegable su relación y contribución a la Historia del Arte. De ahí que en
este artículo queramos profundizar en el conocimiento de este colectivo profesional, cuya
importante trayectoria y labor han sido, sin embargo, muy poco estudiadas por la
historiografía.
Palabras clave: Restaurador. Perfil profesional. Concursos por oposición.
Institucionalización. Especialización. Patrimonio Cultural.
Abstract
Professionals involved in cultural properties conservation and restoration have played an
essential role in the recovery and handing down of Cultural Heritage. In this regard, their
relationship and contribution to Art History is undeniable. Therefore this paper aims to
deepen into the knowledge of this professional group, whose important career path and work
have nevertheless been under-studied in historiography.
Keywords: Restorer. Professional profile. Competitive exams. Institutionalization.
Specialization. Cultural Heritage.
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Teresa Vicente Rabanaque
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia y en Historia del Arte
por la Universidad de Valencia. Doctorado Europeo en Conservación y Restauración de
Bienes Culturales por la Universidad Politécnica de Valencia, habiendo recibido el Premio
Extraordinario de Tesis Doctorales convocado por esta universidad en 2011. Becaria para la
Formación de Profesorado Universitario (FPU) por el Ministerio de Ciencia e Innovación
(2006-2010). Colaboración en diversas publicaciones y proyectos de investigación sobre
Patrimonio Cultural e Historia de la Conservación y Restauración. Diferentes contratos como
Técnico Superior en el Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio (UPV).
Contacto: [email protected]
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e-rph gestión | estudios | Teresa Vicente Rabanaque
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INTRODUCCIÓN:
La figura del restaurador de obras de arte ha tenido, en su trayectoria, una enorme
trascendencia en la preservación y transmisión del Patrimonio Cultural. De hecho, no puede
entenderse la tutela patrimonial sin la contribución de estos profesionales encargados, entre
otras funciones, del análisis y la intervención física de los objetos a los que se les ha asignado
un valor histórico-artístico. Es más, el proceso de configuración de este profesional corre en
paralelo a la institucionalización del Patrimonio Histórico1, que desde el siglo XIX reclamó la
labor del especialista en conservación y restauración para llevar a cabo la recuperación del
legado histórico-artístico. No en vano, la propia terminología para definir a estos
profesionales es un reflejo del desarrollo que, desde el siglo XIX hasta nuestros días, ha
experimentado el Patrimonio Cultural y, con él, el concepto de objeto restaurable. Sólo desde
esta perspectiva es posible comprender, en toda su magnitud, el alcance significativo que
implica el paso “del restaurador de obras de arte al conservador-restaurador de bienes
culturales” (Mirambell, 2002:6), con todas las transformaciones que incorpora esta última
denominación, incorporada a mitad del siglo XX.
A pesar de la sinergia entre patrimonio, conservación y restauración, lo cierto es que la
historiografía apenas ha reconocido a los profesionales encargados de la salvaguarda de
bienes muebles. No debe sorprendernos entonces que las escasas investigaciones sobre
historia de la restauración se hayan articulado, casi siempre, en torno a los objetos
intervenidos, quedando relegada la actuación de los restauradores a un segundo plano de
interés. Por tanto, el objetivo principal de este artículo es proporcionar nuevos datos que
permitan profundizar en el conocimiento del proceso de normalización de los profesionales
dedicados a la conservación y restauración de las obras de arte. El cambio de enfoque, del
objeto al sujeto profesional, introduce la adopción de una perspectiva antropológica que sitúa
a los restauradores como protagonistas de este estudio. En particular, la investigación se
centra en al análisis de los concursos por oposición al cargo de ‘Restaurador’ en los talleres
oficiales españoles, desde el siglo XIX hasta mediados del XX. En este sentido, veremos
cómo las propias transformaciones que se sucederán en el programa de ejercicios, o en la
constitución y valoración dictada por los miembros del tribunal, serán sintomáticas del
paulatino proceso de transformación que experimentará el restaurador en la definición y el
reconocimiento de su figura profesional.
A partir de estas premisas, el presente artículo se suma a la investigación emprendida por
autores precedentes acerca de la repercusión de este colectivo profesional. En este contexto,
resulta imprescindible la contribución de Ruiz de Lacanal Conservadores y Restauradores en
la Historia de la Conservación y Restauración de Bienes Culturales: estudio del perfil y la
formación2. Este libro, publicado en 1994, se erige como el primer trabajo monográfico sobre
Historia de los Conservadores y Restauradores, y fue el resultado de la tesis doctoral que la
autora desarrolló y defendió en la Universidad de Sevilla dos años antes. Por tanto, esta obra
precursora marcó un punto de inflexión en España, dado que sentó las bases del estudio de
esta profesión, convirtiéndose en adelante en un referente obligado para los investigadores
que continuamos esta línea de análisis. En ella, la autora aborda un recorrido socio-histórico y
1 El concepto de patrimonio nace en el siglo XIX impulsado, en gran medida, por la conformación de los Estados
Nacionales, la Revolución Industrial, el Colonialismo y el Romanticismo (Santamarina, 2005). 2 A este trabajo siguió unos años más tarde El conservador – restaurador de bienes culturales. Historia de la
profesión (1999), de la misma autora.
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cronológico de las figuras del conservador y restaurador, al hilo de las principales
transformaciones culturales que determinaron el curso de los mismos hasta nuestros días. Sin
perder de vista que la consolidación de esta disciplina resulta indisociable de los avances que,
en paralelo al desarrollo profesional, se dieron en el ámbito formativo. Además, y por lo que
se refiere al tema tratado en este artículo, el libro referido fue el primero en valorar la
importancia de los concursos por oposición como elementos representativos de la evolución
de la profesión. En particular, la autora sitúa a comienzos del siglo XX el salto hacia una
mayor especialización en las plazas a ‘Restaurador’ convocadas en los talleres institucionales.
Haciendo un breve repaso a la bibliografía específica publicada sobre el tema que nos ocupa,
cabe resaltar que un año después de que viera la luz el mencionado libro de Ruiz de Lacanal,
Ana María Macarrón publicó Historia de la conservación y la restauración: desde la
antigüedad hasta el siglo XX (1995) donde, entre otros contenidos, también recogió
referencias a restauradores concretos por su destacada labor a lo largo de la historia. Frente a
la escasez numérica de volúmenes centrados en la actividad laboral de los restauradores, sí
resultan más abundantes los artículos que abordan el análisis de esta figura desde una
perspectiva histórica, con especial incidencia en los cambios producidos en el plano formativo
durante el transcurso del siglo XX. Entre ellos, conviene resaltar los escritos de Ruiz de
Lacanal (1994b; 1996) o Mirambell (2001; 2002).
Una vez determinado el estado actual de la cuestión, en base a la bibliografía señalada, cabe
precisar que la principal novedad de este artículo radica en el compendio y análisis realizado
de numerosas fuentes documentales inéditas, recabadas en instituciones que no se habían
abordado en trabajos anteriores sobre este tema. Los documentos recopilados en este texto
aportan datos hasta el momento desconocidos sobre la convocatoria, programa de ejercicios o
criterios que primaron en este tipo de concursos respecto a los primeros artistas que
accedieron a plazas de restauración en los museos estatales. Al mismo tiempo, enfatiza la
autoridad y competencia que asumió la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
como organismo señero en la supervisión de todos aquellos asuntos que tuviesen que ver con
la protección y restauración del Patrimonio Nacional —incluidos los requisitos y aptitudes
que debía mostrar el restaurador como profesional cualificado—. En paralelo, atendiendo a la
posición que ocupó el restaurador en el ámbito del Museo o de la Academia, se analiza el
desarrollo que experimentaron los talleres de restauración institucionales madrileños que, en
este tiempo, eran los más destacados a escala nacional. En última instancia, a partir de toda la
documentación aportada y analizada, se profundiza en el conocimiento del restaurador de
obras de arte, cuya actuación en la mayoría de casos ha pasado inadvertida, mientras que en
otros ha sido disimulada de manera consciente.
Tal vez, este desconocimiento hacia su figura se explique, en parte, por la tendencia en épocas
precedentes de ocultar el trabajo de estos especialistas, al considerarse que restaba valor y
unidad estética a la obra ‘original’. De ahí el predominio de restauraciones miméticas en el
pasado que trataron de ajustarse en lo posible a la factura del artista para pasar desapercibidas.
La simbiosis entre arte y restauración se justifica, a su vez, porque los inicios de la
restauración estuvieron estrechamente vinculados al ámbito artístico. En este sentido, los
propios artistas fueron los encargados de intervenir las obras de arte deterioradas con vistas a
restablecer sus cualidades estéticas y formales. No fue hasta el siglo XVIII cuando se dio, por
primera vez, la necesidad de una demanda sistemática de artistas dedicados en exclusiva a la
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restauración de los lienzos del Real Alcázar de Madrid, tras el devastador incendio que sufrió
el edificio en 1734 (Macarrón, 2002; Ruiz Gómez, 2006). El ingente volumen de pinturas3
afectadas por las llamas reclamó que una serie de ‘artistas-restauradores’ trabajaran sin tregua
en la recuperación del Patrimonio Real. Con ellos podemos decir que se configuró el Taller de
Restauración español, con sede en el Palacio Real, donde se trasladaron las obras para su
intervención. Desde entonces asistiremos a un progresivo proceso de desvinculación del
restaurador respecto del artista, en el avance hacia su constitución como un profesional
reconocido.
En el siglo XIX se sucedieron toda una serie de transformaciones socio-históricas que
tuvieron una honda repercusión en el desarrollo de la conservación y restauración del
Patrimonio Histórico. Con ello se sentaron las bases que marcarían el punto de partida hacia
el perfil del restaurador institucional moderno (Ruiz de Lacanal, 1994). Al respecto ya hemos
señalado que en el siglo XIX nació el concepto de Patrimonio. Su origen estuvo relacionado
con la configuración de los Estados Nacionales, que impulsaron la construcción de una
identidad cultural propia sustentada en la recreación del pasado común. De ahí que los
grandes museos europeos, que desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de la
identidad cultural nacional, fueran una fundación decimonónica (Prats, 1997; Santamarina,
2005). Todo ello justificó la importancia inigualable que asumió en este siglo Madrid como
capital del Estado español. En realidad, el desarrollo imparable de esta ciudad se inició en
1561, cuando Felipe II decidió trasladar la Corte a Madrid. Desde entonces experimentó una
gran expansión urbanística y demográfica, erigiéndose en el epicentro artístico de España.
Como consecuencia, en el siglo XIX se concentraron en esta ciudad las principales
instituciones encargadas de supervisar y gestionar la conservación y restauración nacional.
Buena muestra de ello fue la creación en Madrid, en 1819, del Real Museo de Pintura y
Escultura, que contó desde sus inicios con una Sala de Restauración para intervenir in situ la
rica colección que albergaba. No obstante, el control y vigilancia de las restauraciones
realizadas desde el ámbito museístico recayó en las Comisiones Provinciales de Monumentos
Históricos y Artísticos y, sobre todo, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En este sentido, el centralismo madrileño justificó que esta última institución tuviese una
posición crucial en la protección y salvaguarda del Patrimonio Nacional, dado que asumió
plena autoridad y competencia en cualquier asunto de índole artística o cultural.
La importancia de desarrollar una identidad cultural se sitúa, pues, en la base del interés social
que despertaron en el siglo XIX los bienes de la Nación, ya que éstos fomentaban el
reconocimiento y la identificación de cada sociedad con su pasado. Esto comportó la
implantación de un nuevo criterio de valoración, el Monumento Nacional, que priorizó la
consideración de bienes inmuebles y justificó, en gran medida, la tardía dedicación del
restaurador hacia los bienes muebles en la Administración. Con todo, conviene aclarar que
esta correlación indisoluble entre el concepto de ‘Monumento’ y los bienes inmuebles, que se
sistematizó en el siglo XIX y se ha mantenido hasta nuestros días, difiere del sentido
originario del término latino del cual procede, ‘monumentum’, sustantivo del verbo ‘monere’,
que significa ‘recordar’. Por tanto, en las primeras experiencias tutelares, esta palabra se
utilizó para evocar a determinados personajes y acontecimientos históricos que por su
3 Aunque en este artículo nos centramos en la restauración pictórica, conviene destacar que algunos autores han
profundizado en la importante y aún menos conocida labor de recuperación de piezas escultóricas que llevaron a
cabo otros artistas por iniciativa del escultor de cámara Alfonso de Grana durante el reinado de Fernando VI
(Tárraga, 2004).
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importancia se consideraron ‘memorables’, y cuyo recuerdo quiso perpetuarse a través de las
obras de arte sin que existiese esa especificación, añadida con posterioridad, entre bienes
muebles e inmuebles (Quirosa, 2008). En definitiva, en el transcurso del siglo XIX se
consolidó “la asociación del monumento como inmueble pero sin perder el carácter
rememorativo que subyace desde el comienzo del uso del término. Será en este siglo cuando
se erijan como exaltadores de la cultura patria, portadores simbólicos de valores, de ideas que
van más allá de la mera creación artística” (Quirosa, 2008:67). Dicho cambio de significación
se concretó, en el nuevo mapa europeo de Estados Nación, en la configuración de una
estructura de tutela patrimonial más compleja que trajo consigo el establecimiento de nuevos
cargos (como fue el de Inspector de Monumentos) y organismos de protección (como las
Comisiones de Monumentos). En el caso particular español, las Comisiones Provinciales de
Monumentos Históricos y Artísticos se crearon por la Ley de 29 de julio de 1835 para la
conservación y recuperación del Patrimonio, ante la necesidad del Estado de hacer frente al
proceso de Desamortización del Gobierno de Mendizábal. No obstante, su organización se
consolidó con la Real Orden de 12 de junio de 1844. Durante sus primeros años estuvieron
coordinadas por una comisión central y, a partir de 1857, por la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando y la Academia de la Historia4
, instituciones todas ellas que
desempeñaron un papel esencial en la salvaguarda y transmisión del Patrimonio Histórico
durante este siglo.
A la luz de todos estos cambios, las disciplinas vinculadas a la defensa y conservación
patrimonial experimentaron un fuerte impulso. Así, en el contexto internacional se iniciaron
los debates sobre los criterios de restauración, valorándose por encima de cualquier otra
cuestión el respeto hacia el original, que impulsó un sistema de reintegración discernible. Esto
permite entender que, por primera vez, se valorase el fragmento de una obra de arte en sí
mismo e, incluso, se justificase la no intervención en beneficio del respeto por el original.
Aunque estos principios se enunciaron inicialmente dentro del ámbito de la arquitectura y la
ingeniería5, las nuevas ideas tuvieron su repercusión en las normativas internacionales
posteriores y terminarían por dejarse sentir en otras áreas, como la pintura y la escultura. En
paralelo, el desarrollo industrial y tecnológico revirtió en la incorporación de importantes
avances científicos en el campo de la restauración, lo que supuso el empleo de materiales
nuevos y más estables.
Todo ello tuvo una consecuencia inmediata en los talleres de restauración de los diferentes
museos, donde se dio un aumento en la demanda de un personal cualificado. La proliferación
de nombramientos y la consiguiente diversificación de funciones motivaron que, en el
transcurso del siglo XIX, el museo se consagrase como el principal centro de la restauración
institucional. Buena muestra de ello fueron, por ejemplo, el taller de restauración del Real
Museo de Pintura y Escultura o del Museo Nacional de Pintura y Escultura, ambos en Madrid,
que hemos tomado como estudio de caso en este artículo. En este contexto, el protagonismo
de los talleres de restauración madrileños resultará incuestionable dada su temprana
configuración, su intensa actividad y el volumen de restauradores que trabajaron en plantilla.
4 En su trayectoria sufrieron ciertas modificaciones introducidas por los diferentes reglamentos (1844, 1854,
1865 y 1918). Desaparecieron en 1970, al ser remplazadas por las Comisiones Provinciales de Patrimonio
Histórico-Artístico, dependientes del Ministerio. 5 Italia fue el país europeo que tuvo un papel más destacado en la elaboración de estos criterios sobre
restauración patrimonial inmueble, como constató Camilo Boito en el Congreso de Ingenieros y Arquitectos
italianos (1883).
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El propio crecimiento fue definiendo, de manera paulatina, las características de la profesión
y derivó en la necesidad de convocar, desde mediados del XIX, las primeras plazas por
oposición para el cargo de ‘Restaurador’ dentro de la Administración Pública. En estos
concursos la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando volvió a tener un papel
hegemónico a la hora de establecer el programa de ejercicios y de decidir el tribunal más
competente, a su juicio, para evaluar a los candidatos. A través de estos programas de
oposición podemos vislumbrar la evolución del oficio, pues de la predominancia de pruebas
artísticas en los primeros tiempos se irá hacia otras que priorizarán los conocimientos teórico-
prácticos en restauración. Esto se tradujo en un mayor grado de especialización en el taller.
Así se advierte, por ejemplo, en el caso de Antonino de Manuel, que en 1881 solicitó en el
Museo Nacional de Pintura y Escultura una plaza de ‘Restaurador especialista en
transposiciones de tablas a lienzos’6, que hasta entonces realizaban los mismos forradores.
Este deseo incipiente de especialización repercutió, asimismo, en la necesidad latente de una
formación reglamentada. Muestra de ello fueron los viajes de formación que algunos
restauradores emprendieron al extranjero, con objeto de incorporar los avances técnicos de
otros museos europeos. De este modo, José Rivero, restaurador cuarto del Museo Nacional de
la Trinidad, en 1864 fue comisionado seis meses para completar sus conocimientos en otros
talleres nacionales e internacionales7.
En suma, en el siglo XIX la profesión del restaurador experimentó un desarrollo sin
precedentes, que se tradujo en un mayor grado de regulación, reconocimiento y
especialización. Esto se evidencia en la diversificación y jerarquización de perfiles que
encontramos en un mismo taller, dentro de unos patrones organizativos cada vez más
complejos que reclaman el concurso por oposición para seleccionar al profesional más
cualificado.
1.- LOS PRIMEROS CONCURSOS POR OPOSICIÓN EN EL SIGLO XIX
Desde la segunda mitad del XIX tenemos constancia de la convocatoria de plazas por
oposición para desempeñar la restauración en las principales instituciones madrileñas. Entre
ellas, sobre todo tres tuvieron un mayor protagonismo para nuestra investigación. En primer
lugar, el Real Museo de Pintura y Escultura, fundado por Fernando VII en 1819 en la sede del
edificio diseñado por Juan de Villanueva en 1785, bajo el reinado de Carlos III, como
Gabinete de Ciencias Naturales. Pero en 1819 Fernando VII, impulsado por su esposa Mª
Isabel de Braganza, decidió adaptarlo como museo. En 1868 modificó su estatus de Museo
Real para pasar a llamarse Museo Nacional -en la actualidad, Museo Nacional del Prado-. En
segundo lugar, el Museo Nacional de Pintura y Escultura. Este nuevo museo, que se
denominó Nacional para diferenciarlo del Real, fue en realidad el primer Museo Nacional de
Pintura y Escultura español, más conocido como Museo de la Trinidad por su emplazamiento
en el desamortizado convento trinitario de la calle Atocha de Madrid. Se inauguró en 1838
para dar cabida a las numerosas obras requisadas en distintos conventos de Madrid, Toledo,
Ávila y Segovia, en virtud de la Ley de Desamortización impulsada por el ministro de
Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal, entre 1835 y 1837, pero en 1872 el Gobierno de la
6 AMNP (Archivo del Museo Nacional del Prado), Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.03, expdte. 4.
7 AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.03 A-82, expdte. 20.
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Primera República decidió anexionarlo con el anterior. Y en tercer y último lugar, la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, que tras su constitución, por Real Decreto de 12
de abril de 1752, durante el reinado de Fernando VI, se erigió como la primera Real
Academia de Bellas Artes en España, de la que dependerían todas las demás. Desde
comienzos del XIX sabemos que este organismo contó con un taller de restauración para
atender la magnífica colección de su Galería de Pinturas. Con todo, el cometido principal de
esta última institución en materia de restauración fue la supervisión, tanto de las
intervenciones realizadas en todo el ámbito institucional nacional, como de las plazas de
‘Restaurador’ convocadas por oposición en los diferentes talleres. En este tipo de concursos
se encargó de establecer el programa de ejercicios y el tribunal más idóneo para evaluar a los
opositores. Dicha función como máxima inspectora en la conservación y restauración del
patrimonio quedó patente, por ejemplo, en el concurso convocado en 1861, tal como
manifestó el director general de Instrucción Pública al presidente de la Real Academia:
Habiendo de proveerse por oposición en el Museo nacional de pinturas una plaza de
restaurador dotada con el sueldo anual de nueve mil reales, la Reina (q. D. g.) ha tenido á
bien disponer se encargue á esa Real Academia la formación del correspondiente programa
de ejercicios8 (24 de abril de 1861)
9.
En paralelo a la convocatoria de plazas para restauradores también se convocaron otras para
forradores, como la que obtuvo en este tiempo Antonino de Manuel en el Museo Nacional de
la Trinidad. En este museo, siendo Santiago Diego Madrazo director general del mismo, en
1868 volvió a quedar vacante una plaza de ‘Restaurador’, convocándose oposiciones con el
siguiente programa:
1º Dibujar una figura del antiguo. 2º Pintar al aguarrás unos ropajes de diferentes telas y
colores. 3º Copia de un cuadro antiguo. 4º Limpieza de un trozo de un cuadro antiguo y 5º
Contestación de cinco preguntas relacionadas con la restauración (La Gaceta10
, 20 de
diciembre de 1868)11
.
A la luz de los ejercicios establecidos podemos constatar que, en estos primeros concursos,
primaron los méritos que los aspirantes debían acreditar como artistas, antes que como
restauradores. De ahí que fuera mayor el número de pruebas relacionadas con el dibujo y la
pintura que las concernientes a la restauración -en este caso particular, sólo el cuarto ejercicio
tenía que ver de forma directa con la práctica de la restauración-. El secretario del tribunal,
convocado por los miembros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, anunció
a Santiago Diego Madrazo que para la ejecución de este ejercicio eran imprescindibles,
“cuatro cuadros antiguos en tabla y otros cuatro en lienzo que se hallen en mal estado y de
ningún mérito artístico” (10 de abril de 1869)12
.
Conforme a esta petición, el director del Museo Nacional eligió las obras pictóricas que
consideró más oportunas y las puso a disposición del tribunal. [Ilustración 01] [Ilustración 02]
8 En este artículo se incluyen las transcripciones literales de la documentación de archivo consultada.
9 RABASF. A-B (Archivo – Biblioteca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), Madrid, sign. 1-
45-6. 10
La Gaceta de Madrid era el diario oficial de la capital en la época. 11
RABASF. A-B, Madrid, sign. 5-175-17. 12
AMNP, Madrid, serie: Restauraciones, caja 77, leg.23.04, expdte.13.
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Ilustración 01. Relación de las pinturas seleccionadas para los ejercicios de las oposiciones (1869). AMNP, serie
Restauraciones, caja 77, leg. 23.04, expdte. 13.
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Ilustración 02. Relación de las pinturas seleccionadas para los ejercicios de las oposiciones (1869). AMNP, serie
Restauraciones, caja 77, leg. 23.04, expdte. 13.
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Finalizado el concurso, el 7 de mayo de 1869, el director general de Instrucción Pública
comunicó al director del Museo Nacional de Pintura y Escultura la resolución. De este modo
se decidió, por unanimidad, asignar la plaza de ‘Primer Restaurador’ del museo, con el sueldo
anual de mil doscientos escudos, al artista y restaurador Salvador Martínez Cubells. Éste
había nacido en Valencia en 1845 y era hijo del también pintor, restaurador y académico de
renombre Francisco Martínez Yago.
Asimismo, el alcance de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando trascendió los
límites de la ciudad de Madrid, en tanto que esta institución supervisora tuvo competencia en
todo el territorio nacional. Así lo evidencia el documento que remitió el secretario de la
misma, Nicolás Gato de Lema, dando su conformidad al programa de oposición para una
plaza de ‘Restaurador’ en el Museo Provincial de Sevilla. En este caso se estableció lo
siguiente:
1º Dibujar al lápiz una figura por el antiguo (…). 2º Pintar al óleo (…) una figura por el
modelo vivo. 3º Sufrir un examen oral sobre los principios y práctica de la Restauración (…).
4º A cada alumno de los opositores se entregará un lienzo antiguo, tabla ó cobre, de iguales
condiciones, el cual deberán resolver restaurando en todas sus partes en el plazo que fije el
Jurado, compuesto de individuos de la Academia provincial (3 de abril de 1872)13
.
A diferencia del concurso de 1868, en éste se eliminó la copia de un cuadro antiguo,
equiparándose el número de pruebas artísticas a las de restauración. No obstante, en él se
confirma que el perfil del restaurador decimonónico aún se encontraba, en gran medida,
determinado por el prestigio del artista. De ahí que tengamos que esperar aún varias décadas
para que los ejercicios sobre restauración sean mayoritarios y permitan destacar al aspirante
mejor cualificado en esta disciplina.
En este sentido, y volviendo al ámbito institucional madrileño, el verdadero punto de
inflexión en el sistema de oposición llegó a finales del siglo XIX. Treinta años después de que
esta fórmula se hubiese aplicado, como hemos visto, en el desaparecido Museo Nacional de la
Trinidad, en el Reglamento del Museo del Prado de 1897 se anunció la provisión de dos
plazas en propiedad de ‘Restauradores-Conservadores’ de la Sección de Pintura mediante
concurso. La Dirección General de Instrucción Pública dispuso, como era habitual, que la
Real Academia de San Fernando formulase el programa de oposición y el tribunal (formado
con la Dirección, Subdirección y tres individuos de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando), con la siguiente puntualización:
La academia de San Fernando, con su competencia y reconocido celo al hacer la designación
del Tribunal, se inspirará en el mas elevado espíritu de equidad y nombrará individuos de
reconocida influencia que juzguen los ejercicios de los opositores, así como también formará
los programas en consonancia con las exigencias modernas (6 de septiembre de 1898)14
.
De ahí que el director general del Museo Nacional hiciera una serie de observaciones a
primeros de enero de 1899, con vistas a que dicha Academia elaborase el temario de
oposición en consonancia con ese espíritu de modernidad, que se tradujo en una orientación
más práctica:
13
RABASF. A-B, Madrid, sign. 1-45-6. 14
AMNP, Madrid, serie: Restauraciones, caja 77, leg.23.04, expdte.23.
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Deben los restauradores tener un conocimiento profundo de las traslaciones de madera,
pared etc. á lienzo, el modo de sujetar el color y de ajustar los barnices, color saltado por
varias causas, las distintas maneras de engatillar las tablas encorvadas en uno ú otro
sentido, puesto que si bien estos conocimientos son propios del forrador, deben dirigirlos y
corregirlos los restauradores, los cuales, además, deberán conocer todos los sistemas de
restauración para aplicarlos á los casos especiales que se presenten. Deben igualmente
poseer todos los principios fundamentales de química relacionados con la restauración y las
operaciones que deben hacerse en la limpieza de los cuadros, siendo este extremo de lo más
importante en el arte de la restauración y un completo conocimiento de todos los
procedimientos que en el arte de pintar se emplean (24 de enero de 1899)15
.
En suma, aunque todavía se producía una simbiosis entre arte y restauración (dado que el
límite entre ambas disciplinas era aún muy difuso) y se buscaba al individuo más apto para
“esa rama importante de la pintura, ó sea, de la restauración”, se reclamaba la necesidad de
conceder mayor importancia al conocimiento práctico de procesos de intervención
específicos, al tiempo que se apostaba por una concepción cada vez más multidisciplinar de la
profesión. Por este motivo, aunque se tomó como referencia el programa de las oposiciones
de 1868, se introdujo un importante matiz que denotaba ya este cambio:
Suprimir la copia del cuadro, y en sustitución de este ejercicio aumentar las prácticas que
especialmente se relacionan con la restauración de los cuadros antiguos (9 de febrero de
1899)16
.
Por tanto, este concurso marcó una diferencia sustancial respecto a los anteriores programas,
al reducir el número de pruebas relacionadas con los procedimientos artísticos y elevar a tres
los ejercicios en restauración, consistentes en:
Limpiar un cuadro antiguo designado por el Tribunal; emplastecer y restaurar la misma
parte del cuadro que sirvió para el anterior ejercicio (…); y responder á cinco preguntas
sacadas á la suerte (…) las cuales versarán exclusivamente sobre los procedimientos
conocidos en el Arte de la restauración (9 de febrero de 1899)17
.
Pese a estos avances, todavía no era posible encontrar a profesionales de la restauración entre
los integrantes del tribunal, que quedó constituido por los académicos Dióscoro Teófilo
Puebla -finalmente en su lugar estuvo Alejandro Ferrant-, Emilio Sala y Joaquín Sorolla.
[Ilustración 03]
15
RABASF. A-B, Madrid, sign. 5-175-17. 16
Ibidem, sign. 5-175-17. 17
Ibid.
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Ilustración 03. Tribunal de oposiciones a una plaza de Restaurador en el que participó el artista y académico
Joaquín Sorolla (1899). ARABASF, Madrid, sign. 5-175-17.
Sobre todo éste último, artista ilustre de gran prestigio, da buena idea del enorme
reconocimiento y capacidad de supervisión que tuvieron los pintores a la hora de evaluar los
criterios sobre restauración en un concurso de este tipo.
Por todo lo que hemos señalado, en el transcurso del XIX queda de manifiesto, por un lado, la
relevancia que adquirió la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como una de las
principales instituciones nacionales veladoras y custodias del patrimonio. Durante su
trayectoria mantuvo una estrecha vinculación, tanto con el pionero Museo Real como con el
Museo Nacional de Pintura y Escultura. El contacto entre los talleres de restauración de todas
estas instituciones fue frecuente hasta que se produjo la anexión de ambos museos en 1872,
fusionándose sendas colecciones en un único Museo Nacional de Pintura y Escultura -en la
sede del que años atrás había sido Museo Real y que en lo sucesivo se conocería como Museo
Nacional del Prado-.
Fue tal el alcance que llegó a tener la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que
encontramos no pocos casos de restauradores que solicitaron su entrada en ella sin
remuneración, tan sólo por el privilegio que implicaba trabajar al servicio de esta institución
regia. Sin embargo, conforme avance el siglo XIX veremos cómo el taller académico irá
remitiendo su importancia, concentrándose en los museos la mayor actividad de restauración.
A pesar de este cambio, la revisión y el dictamen de la Academia sobre las intervenciones
realizadas en cualquier institución nacional continuó siendo irremplazable, de modo que las
decisiones más relevantes en conservación y restauración del patrimonio pasaron por su juicio
y aprobación. Sin duda, su presencia determinó en estos años el devenir de la disciplina de la
restauración y de los profesionales dedicados a ella.
Por otro lado, el crecimiento del museo en la segunda mitad del XIX fue el detonante clave
para comprender el cambio de criterio que se produjo en la convocatoria y asignación de las
plazas del restaurador respecto al siglo pasado. De esta forma, si bien en épocas precedentes
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los restauradores institucionales fueron nombrados por Real Orden teniendo en cuenta sus
aptitudes artísticas, durante el siglo XIX empezaron a ser seleccionados a partir de su
experiencia práctica en restauración. Este impulso de los concursos por oposición trajo
consigo la presencia de restauradores contratados por la Administración Pública, cuyo
principal lugar de trabajo fue el museo y no los sitios reales. En definitiva, el paso del siglo
XIX al XX estuvo presidido por un traslado del restaurador de la colección real al museo, que
cobró un gran auge con la Desamortización (Ruiz de Lacanal, 1994). Este proceso de
profesionalización se desenvolvió en paralelo a la transición del patrimonio privado al público
-fenómeno que ya se había iniciado en el siglo XVIII- y al propio auge que experimentó en
estos momentos el museo18
y, con él, los talleres de restauración que lo integraban. Al mismo
tiempo, fue coetáneo al reconocimiento social que adquirió la valoración del Patrimonio
Histórico, así como a la consolidación de la estructura administrativa formada por las Reales
Academias de Bellas Artes y las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y
Artísticos.
Por todos los avances vistos hasta ahora podemos decir que el avance del perfil del
restaurador decimonónico se produjo de un modo lento e irregular y que, a finales de siglo,
adolecía todavía del grado de definición profesional que se merecía. No obstante, los grandes
cambios que hemos analizado sentaron la base de una concepción moderna de la restauración
y permitieron explicar el despliegue de la disciplina en el siglo siguiente (Ruiz de Lacanal,
1994). En este sentido, a grandes rasgos, en la primera mitad del siglo XX se producirá un
espectacular crecimiento normativo y legislativo, que propiciará el establecimiento de una
compleja estructura docente reglada. Asimismo, tendrá lugar un imparable desarrollo
científico y técnico, que alentará la incorporación en los talleres institucionales de
laboratorios científicos y reclamará un perfil profesional cada vez más especializado, con el
consiguiente impulso de la convocatoria sistemática de concursos por oposición.
Volviendo al siglo XIX podemos decir, en consecuencia, que la situación del restaurador
decimonónico presentó enormes contrastes. Por una parte, se reconoció la especificidad de su
cometido, lo que derivó en perfiles cada vez más técnicos, en la convocatoria de los primeros
concursos por oposición y en la necesidad latente de una formación reglamentada; de ahí que,
para asumir la restauración de obras más emblemáticas, se recurriese al profesional más
cualificado. Pero, por otra parte, su trabajo aún estaba supeditado al dictamen de personas de
mérito y, esta misma consideración de prestigio, suplió a menudo su situación irregular y su
escasa retribución. En consecuencia, su función estaba sujeta todavía a cierta indefinición
profesional y se consolidó en el transcurso del siglo XX (Ruiz de Lacanal, 1994).
2.- LOS CONCURSOS POR OPOSICIÓN EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
En el siglo XX se sistematizó el acceso del restaurador a la Administración Pública mediante
el sistema de oposición, iniciado en la centuria anterior, lo que contribuyó a la progresiva
consolidación de su situación profesional. Para analizar el desarrollo de este tipo de
concursos en la primera mitad del siglo XX tomaremos como referencia la convocatoria de
varias plazas por oposición en Madrid; concretamente, en la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando y en el Museo Nacional del Prado.
18
Aunque el museo experimentó un gran desarrollo en España tras la Desamortización que impulsó el ministro
de Hacienda y primer ministro Mendizábal durante el Gobierno progresista de 1837, su origen se remonta a las
ideas liberales surgidas con la Revolución Francesa (1789).
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41
Así pues, el 6 de agosto de 1920 se publicó en La Gaceta de Madrid la provisión una plaza
de ‘Restaurador’ para la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el sueldo anual
de tres mil pesetas, bajo las premisas de “ser español, mayor de 21 años y no estar ni haber
estado procesado”19
. Para acreditar su buena conducta, los aspirantes debían adjuntar un
certificado firmado por el jefe del Registro Central de Penados y Rebeldes de la Dirección
General de Prisiones. [Ilustración 04]
Ilustración 04. Certificado de Rafael de la Torre y Estefanía, firmado por el jefe del Registro Central de Penados
y Rebeldes de la Dirección General de Prisiones (1920). ARABASF, Madrid, sign. 6-31-7.
En noviembre del mismo año comenzaron los ejercicios los candidatos presentados: Luis
Emilio Olalde Anda, José Francés y Agramunt, Julio García Condoy, Luis del Águila y
Acosta, Víctor Orts Cortés, César Fernández Ardavín, Federico Peña Oliviery, Rafael de la
Torre y Estefanía, Eduardo de Larrocha y González y Dionisio Callejo Torija. En su mayoría,
eran pintores y profesores de Bellas Artes, a excepción de Rafael de la Torre y Estefanía —
pese a su condición de pintor, alegó estar dedicado desde hacía tiempo a la restauración— y
de Eduardo de Larrocha y González —nombrado restaurador del Museo Arqueológico
Nacional por Real Orden de 30 de septiembre de 1896, donde fue cesado en 1897—.
Mención especial merece José Chacón quien, además de haber participado en numerosas
19
RABASF. A-B, Madrid, sign. 6-31-7.
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intervenciones, adjuntó con su solicitud una carta donde enunciaba, por escrito, su particular
modo de entender el oficio. El autor anticipó en este texto una reflexión sobre la restauración
que, por su importancia y por su modernidad, ha sido transcrito y analizado en profundidad
(Vicente et al, 2008).
El primer ejercicio de este concurso requería contestar a tres preguntas referentes al concepto
y práctica de la restauración entre los siguientes temas:
1º (…) Concepto de una sabia y prudente restauración de las obras de arte pictórico. 2º
Principales daños accidentales o persistentes que padecen las obras de pintura. 3º Que
procedería hacer en una obra que tuviera partes importantes de una figura perdidas y otras
barridas o deformadas por anteriores restauraciones (10 de noviembre de 1920)
20.
Para el segundo ejercicio, consistente en “forrar un lienzo, prepararlo para la restauración y
terminar la parte de ella que le indique el Tribunal”, además de seleccionar los cuadros, el
tribunal solicitó a la Academia:
Auxilio pecuniario a los señores opositores para los gastos que se les originen con motivo de
la oposición (…) facilitarles los elementos que necesiten para verificar la restauración,
teniendo en cuenta que los lienzos han de quedar en propiedad de este Cuerpo artístico (24
de noviembre de 1920)21
.
Los opositores iban siendo clasificados en base a la puntuación obtenida, de modo que, tras
superar esta prueba, quedaron en la primera categoría Dionisio Callejo Torija: “Bien forrado
y bien enmasillado, retoque tímido y justo pero veladuras perniciosas en el fondo” y Rafael
de la Torre y Estefania: “Limpieza irregular, bien forrado, trabajo respetuoso al original: bien
entonado” (25 de enero de 1921)22
. Mención aparte merece la estimación de Peña Oliviery
antes de acometer su práctica:
Me atrevo a manifestar, que en el cuadro que a mí me corresponde lo único que pudiera
restaurarse es un trozo en el que falta por completo el lienzo y que corresponde a una pierna
y pié de la figura; y siendo en estos casos mi criterio –como ya manifesté en el primer
ejercicio– no restaurar más que aquello en lo que no es necesario poner nada nuevo por
parte del restaurador; quiero hacer constar, que si hago la reposición de dicho pié y pierna,
es obligado a ello, por ser el único trozo en que puedo manifestar mi suficiencia, pues el
resto del cuadro apenas necesita restauración (25 de enero de 1921)23
.
Esta observación de Oliviery nos parece fundamental puesto que, con ella, manifestó su
postura de máximo respeto al original, desechando la idea de reponer las partes faltantes de
las que no se tenía constancia documental. Este cambio de actitud respecto a las
reconstrucciones integrales del pasado tiene que ver con el criterio decimonónico que
valoraba por encima de todo el respeto hacia el original, con el consiguiente impulso de la
reintegración discernible. Por tanto, aunque Oliviery emprendió la restauración de la pintura
que le fue asignada en el concurso, lo hizo bajo esta advertencia que privilegiaba la
20
Ibidem, sign. 6-31-7. 21
Ibidem, sign. 6-31-7. 22
Ibid. 23
RABASF. A-B, Madrid, sign. 6-31-7.
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conservación del original más allá de la restauración de los elementos faltantes. Su postura
nos resulta plenamente moderna dado que anticipa la corriente actual, tendente hacia una
posición más respetuosa que prioriza la consideración de la llamada conservación preventiva
y apuesta por la mínima intervención.
El tercer ejercicio implicó “copiar un trozo de cuadro siguiendo la ejecución y la técnica
característica de su autor”24
, escogiéndose El sueño del caballero de Pereda existente en la
Galería de la Real Academia (21 de febrero de 1921). Finalmente, la cuarta y última prueba
consistió en “pintar media figura del natural y a su tamaño”25
bajo vigilancia de un ordenanza
del establecimiento (2 de junio de 1921). Concluidos los cuatro ejercicios, se procedió a la
votación que estableció como ‘Restaurador’ de dicha corporación a Rafael de la Torre y
Estefanía. También se designó como sustituto para reemplazarle, caso de que quedase
vacante el cargo y con el fin de evitar nuevas oposiciones, a Dionisio Calleja y Torija (21 de
junio de 1921)26
.
Este mismo año, por Real Orden de 30 de agosto de 1920, se publicó la provisión de tres
plazas de ‘Forradores’ y de ‘Restauradores-Conservadores de las Obras de Arte’ del
Ministerio; adscritos estos últimos a Andalucía, Castilla y Antiguo Reino de Aragón, bajo la
inspección técnica del Museo Nacional del Prado. Todas ellas estaban dotadas con mil
quinientas pesetas anuales. Se fijó, además, la suma de nueve mil pesetas para dietas y
billetes de ferrocarril durante el tiempo que trabajasen fuera de Madrid. Es importante señalar
que estas plazas se convocaron con competencias muy concretas que establecían, en cada
caso, las prioridades para salvaguardar el patrimonio más destacado en dichas regiones
geográficas. Con este objeto, se nombró a Isidoro Marín Garés ‘Restaurador-Conservador’
para los referidos trabajos en Andalucía; a Elías de Segura y Zarbate en Castilla y a José
Renau Montoro en el Antiguo Reino de Aragón (31 de agosto de 1920)27
. Éste último
renunció a su cargo por incompatibilidad con el que desempeña en la Escuela de Bellas Artes
de Valencia y su plaza vacante la cubrió Ricardo Verde-Rubio (21 de octubre de 1920). Por
su parte, se acordó que los tres forradores trabajasen dos años en el Museo Nacional del
Prado, siempre sujetos a la vigilancia e inspección de los técnicos del mismo.
Dos años después se convocó una plaza de ‘Restaurador-Conservador’ vacante en el Museo
Nacional. De este concurso se conserva un borrador con las dos propuestas de programa
planteadas. Ambas constaban de cinco ejercicios, los tres primeros vinculados a las aptitudes
artísticas y los dos últimos a los conocimientos teórico-prácticos en materia de restauración.
Según parece, en los dos casos hubo consenso a la hora de establecer las pruebas artísticas,
consistentes en dibujar, pintar del natural y copiar al óleo una figura del antiguo. Por el
contrario, las diferencias entre ambos documentos se ciñen a los dos últimos ejercicios:
mientras uno planteaba una prueba de limpieza y un examen teórico, en el otro la parte
práctica se sustituía por una disertación escrita sobre los conocimientos teóricos necesarios
para ejercer la profesión (Ruiz de Lacanal, 1994). En este concurso observamos un giro, pues
se potenciaron las cuestiones teóricas que competían no sólo a la formación en restauración,
sino también a la reflexión de los principios y criterios que debían regir la profesión. Esta
plaza la obtuvo Manuel Arpe y Retamino, que el 31 de julio de 1922 se incorporó como
24
Ibidem, sign. 6-31-7. 25
Ibid. 26
Ibid. 27
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 79, leg. 23.05, expdte.1-7.
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‘Restaurador-Conservador’ del Ministerio -adscrito a la Junta de Conservación de Obras de
Arte-, desempeñando su cometido en los talleres del Museo Nacional del Prado28
.
Curiosamente, diez años después Arpe, continuando en su anterior plaza, se ofreció a
desempeñar la misma labor, pero de forma gratuita, en las obras albergadas en el Palacio
Real:
Advirtiéndole previamente que como estoy en este caso lejos de la idea del lucro y solo me
inspiran sentimientos de admiración por tan selecta pinacoteca, quiero decir que no aspiro a
que se me retribuya en este cargo (…) pues quedaría muy compensado de ser la persona que
cuidara de ellas, poniendo mis humildes facultades al servicio del Arte, de España y de la
República (5 de marzo de 1932)29
.
Su propuesta nos remonta a la situación de numerosos restauradores decimonónicos que, en
el siglo anterior, solicitaron trabajar al servicio de las instituciones reales -en especial, de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando-, sin más pretensión que el honor de
dedicarse a la salvaguarda del Patrimonio Real. Sin embargo, desde la Administración
General y la Comisión Artística se denegó su petición, alegando no creer conveniente que
existiese funcionariado sin sueldo y estimando que, de accederse a lo solicitado,
Se establecería un derecho que tarde o temprano podría invocar el interesado para la
percepción de algún haber o gratificación que, de ser preciso el Patrimonio, tendría la
libertad de concedérselo al que tuviera mayores méritos de entre los concursantes que
pudieran concurrir a la provisión de Conservador-Restaurador en el caso de que llegara el
momento (26 de febrero de 1936)30
.
Por tanto, en las primeras décadas del siglo XX advertimos ya una intención clara de frenar la
tendencia, tan habitual durante el XIX, de que los restauradores se ofrecieran a trabajar en el
seno de determinadas instituciones sin remuneración. Por el contrario, se impuso como
principal sistema el concurso por oposición que permitiera la elección, por el tribunal
designado al efecto, del candidato que diese muestras de una mayor cualificación. Esto no
sólo es indicador del reconocimiento de la profesión como campo especializado sino,
también, de la institucionalización de la disciplina -que en estos años estaba sujeta a
reglamentaciones y normativas que regularan y legitimaran las intervenciones en el
Patrimonio Histórico-Artístico-.
En enero de 1935 la Academia de Bellas Artes de San Fernando volvió a convocar
oposiciones para cubrir la plaza vacante por fallecimiento de Rafael de la Torre y Estefanía,
con el sueldo anual de tres mil pesetas. En esta ocasión, advertimos un avance más en el
grado de especificidad del programa, pues los ejercicios propuestos se subdividían en
contenidos muy concretos, como podemos ver en el primer punto:
1º Contestar a una pregunta de cada una de las materias siguientes: Concepto y práctica de
la restauración; De las diversas Escuelas de Pintura; Nociones de los diferentes estilos
arquitectónicos; Nociones de perspectiva; Nociones de indumentaria. 2º Forrar un lienzo,
28
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81. 29
AGP (Archivo General de Palacio), Madrid, sección: Personal, caja 1126, expdte.13. 30
Ibidem, caja 1126, expdte.13.
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prepararlo para la restauración y terminar la parte que el Tribunal indique. 3º Copiar un
trozo de cuadro siguiendo la ejecución y la técnica características de su autor. 4º Pintar con
colores molidos al aguarrás, media figura del natural con ropajes a su tamaño. 5º Trasladar
una tabla a lienzo (19 de enero de 1935)31
.
A excepción del aspirante José Nogué Masso que, además de pintor, acreditaba ser
restaurador mediante la pertinente certificación y una treintena de fotografías de las obras
intervenidas, una vez más los aspirantes -Antonio Bisquert, Francisco Núñez Losada, Manuel
Rodríguez Beltrán, Francisco Sancha Lengo, Mariano Rodríguez Román, Manuel de
Gumucio y Castro, Eduardo Vicente Pérez, Antonio Gutiérrez Fernández, Juan Almagro
López, Mariano Millán Velasco, Rafael Aguado Arnal, José Nogué Masso, A. Callejo y
Eugenio Lafuente- avalaron su profesión como artistas. Alguno de ellos tan conocido como
Francisco Núñez Losada, del que consta la siguiente carta de recomendación enviada por el
abogado Abril y Ochoa al conde de Romanones:
Mi distinguido y querido amigo: Mucho le agradeceré que en las oposiciones para cubrir
una vacante de restaurador del Museo de San Fernando, preste su apoyo en justicia a Don
Francisco Núñez Losada, que con el número 9 ha actuado en las mismas con éxito por
tratarse de un verdadero artista (30 de abril de 1935)32
. [Ilustración 05]
Ilustración 05. Carta de recomendación, enviada por el abogado Abril y Ochoa al conde de Romanones, a favor
de Francisco Núñez Losada (1935). ARABASF, Madrid, sign. 6-31-7.
31
RABASF. A-B, Madrid, sign. 5-160-2. 32
RABASF. A-B, Madrid, sign. 5-160-2.
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Y que obtuvo la siguiente respuesta:
He recibido su afectuosa carta recomendándome al Sr. Núñez Losada (…) Tanto por tratarse
de Vd. a quien tengo mucho interés en servir como por el artista a quien admiro
sinceramente celebraría mucho que pudiera ser atendido dentro de la natural justicia que
indudablemente procederá en la designación definitiva (9 de mayo de 1935)33
.
Tras este hecho volvemos a constatar el avance de la disciplina hacia un mayor grado de
especialización, reglamentación y normalización para privilegiar al candidato que diese
mejores muestras de su cualificación, y descartándose el apoyo a otro tipo de intereses.
En 1943 se hallaban vacantes dos plazas de ‘Restauradores-Conservadores’ y una de
‘Forrador’ -dotadas las tres con el sueldo anual de seis mil pesetas, más quinquenios de mil
pesetas- en la Junta de Conservación de Obras de Arte, junto con una plaza de ‘Restaurador-
Forrador’ y otra de ‘Ayudante-Restaurador’ en el Museo Nacional del Prado -con el sueldo
anual de ocho mil y seis mil pesetas, respectivamente, y quinquenios de mil pesetas-.
[Ilustración 06]
Ilustración 06. Portada de la carpeta con la documentación de las oposiciones de 1943. AMNP, Madrid, serie:
Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81.
En la oposición se requería:
Ser español, haber cumplido veinticinco años en la fecha del comienzo de los ejercicios, no
hallarse incapacitado para ejercer cargos públicos, acreditar su plena adhesión al Régimen
33
Ibidem, sign. 5-160-2.
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y no padecer enfermedad crónica, contagiosa o defecto físico que le impida el ejercicio de la
profesión (14 de mayo de 1943)34
.
Para ello, se debía acompañar la partida de nacimiento expedida por el Registro Civil;
[Ilustración 07] [Ilustración 08]
Ilustración 07. Certificado de nacimiento de Manuel Arpe presentado a las oposiciones de 1943. AMNP,
Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81.
34
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81.
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Ilustración 08. Certificado de nacimiento de Jerónimo Seisdedos presentado a las oposiciones de 1943. AMNP,
Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81.
certificación negativa de antecedentes penales; certificación facultativa de no tener defecto
físico ni padecer enfermedad contagiosa que inhabilitase al opositor para el servicio;
certificación acreditativa de su plena adhesión al Movimiento Nacional expedida por la
Jefatura Provincial de F.E.T. y de las J.O.N.S., así como un certificado del alcalde del
Ayuntamiento haciendo constar su buena conducta. Sirva de ejemplo la instancia presentada
por Manuel Arpe y Retamino, ‘Restaurador-Conservador’ perteneciente a la Junta de
Conservación de Obras de Arte, solicitando su admisión para:
Realizar los ejercicios de la Oposición a la plaza de Restaurador-Forrador mencionada del
Taller de Restauración del Museo Nacional del Prado dotada con el sueldo de ocho mil
pesetas anuales y quinquenios de mil (11 de agosto de 1943)35
.
El tribunal estuvo constituido por relevantes miembros de ambas instituciones, siendo su
presidente el Excmo. Sr. Manuel Gómez Moreno, de la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando. Pero, como novedad, ya encontramos en él a varios restauradores del Museo
Nacional del Prado: en particular, al ‘Restaurador-forrador’ Vicente Jover y Picóo, como
vocal, y al ‘Restaurador-dorador’ Jerónimo Seisdedos, como vocal suplente (14 de mayo de
35
Ibidem, caja 373, leg. 35.21-A81.
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49
1943)36
. También actuaron como vocales los Excmos. Sres. Fernando Labrada (Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando) y Francisco Javier Sánchez Cantón (subdirector
y conservador de pintura del Museo del Prado), siendo el secretario del tribunal el mismo del
museo, Enrique L. de Tamayo y García. Entre los suplentes, junto a Seisdedos encontramos
los nombres de los vocales del Patronato, el Excmo. Sr. conde de Casal y el Iltmo. Sr. Pedro
Beroqui Martínez. En suma, la presencia de estos dos restauradores entre los vocales y
suplentes del tribunal refleja la transformación significativa, antes señalada, hacia el
reconocimiento del restaurador como profesional especializado que cada vez asumía mayores
competencias. En este caso, para el primer ejercicio teórico se repitió el temario de 1935,
pero cada uno de los apartados ya referidos, a su vez se subdividió en temas más precisos.
Sirva de ejemplo el primer punto: Concepto y práctica de la restauración, que incluía:
1º Historia de la Restauración y su importancia. 2º Materiales e instrumentos necesarios
para la forración de un cuadro. 3º Engrudos: preparación de las telas y forración. Estucos.
4º Limpieza de cuadros: diversas maneras de efectuarla. 5º Cáusticos empleados para la
limpieza de cuadros y sus peligros. 6º Barnices; su enumeración; modo de hacerlos; sus
cualidades y defectos. 7º Colores, pinceles, paletas de restauración. 8º Pasmos; causas que
los producen y procedimientos para quitarlos. 9º Procedimiento para trasladar una pintura
sobre tabla a lienzo. 10º Métodos para que desaparezca la polilla que ha atacado a una
pintura sobre tabla (14 de mayo de 1943)37
.
Este avance hacia una mayor especificidad también se advirtió en los ejercicios prácticos, que
se adaptaron a los diferentes perfiles profesionales requeridos en favor de una diversificación
de funciones. Así, la segunda prueba constaba de dos partes: “Limpieza y sentado del color
de una tabla o parte de ella” y “forrar un lienzo, prepararlo para la restauración y terminar la
parte que el Tribunal designe”. Para el tercero se exigía “poner parche o parches a un lienzo
sin forrar. Hacer igual operación con un lienzo forrado” -los aspirantes a la plaza vacante de
‘Forrador’ en lugar de la parte B, del segundo ejercicio, debían “forrar por procedimientos
distintos dos lienzos antiguos”-. Y en lugar del cuarto ejercicio, se les mandó “acondicionar
una pintura para que pueda ser trasladada a otro lugar con garantía de seguridad” -no
obstante, esta plaza quedó vacante por falta de aspirantes-. Por lo que respecta al cuarto
ejercicio del concurso, se propuso “copiar un trozo de cuadro siguiendo la técnica
característica de su autor”; para el quinto “trasladar una tabla a lienzo” y el sexto se dedica a
los “procedimientos de pintura” (14 de mayo de 1943)38
. En este concurso se presentaron los
candidatos Ricardo Camino Calvo, José Fernández Segura, Cristobal Gonzalez Quesada,
Manuel de Arpe y Retamino, Jesús Martín Benito, Cruz José Calderón García, Julio Fuentes
Alonso, César Prieto Martínez y Manuel Pérez Tormo. Finalizados los ejercicios, el 20 de
abril de 1944 el tribunal propuso para la vacante de ‘Restaurador-Forrador’ del Museo
Nacional del Prado al opositor Manuel de Arpe y Retamino; para la de ‘Ayudante-
Restaurador’ del mismo, a Jesús Martín Benito; y para las dos plazas de ‘Restauradores-
Conservadores’ de la Junta de Conservación de Obras de Arte a César Prieto Martínez y
Manuel Pérez Tormo (20 de abril de 1944)39
.
36
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81. 37
Ibidem, caja 373, leg. 35.21-A81. 38
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81. 39
AMNP, Madrid, serie: Restauradores, caja 373, leg. 35.21-A81.
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Pero la obtención de una plaza por oposición no siempre garantizó una situación laboral
equitativa y acorde a las competencias del cargo, lo que muestra los desajustes propios de esa
transformación en la concepción del restaurador. Buena prueba de ello fue el caso de Martín
Benito, nombrado el 9 de mayo de 1944 ‘Ayudante-Restaurador’ con el sueldo anual de seis
mil pesetas, más quinquenios de mil pesetas. Pese a la estructura jerárquica existente en
cuanto a cometidos y categorías profesionales, a Martín Benito se le confiaban las mismas
tareas que al restaurador-forrador y los restauradores de la Junta de Conservación de Obras
de Arte. Dada la poca definición entre perfiles y funciones, suplicó ser equiparado en sueldo
a los restauradores del mismo museo, solicitando en octubre de 1945 un aumento de dos mil
pesetas. Según la negativa que recibió, no era posible acceder a su petición en el actual
proyecto de presupuestos, por lo que volvió a requerirlo en 1946. Seis años después, por
Orden Ministerial de 20 de octubre de 1952 se le ascendió al cargo de ‘Restaurador’ de la
plantilla. No obstante, este ascenso no llevaba parejo un aumento salarial, manteniéndole la
dotación anual de siete mil doscientas pesetas anuales que ya disfrutaba:
Se ha remediado en parte, solamente, la situación administrativa de este competente y
técnico funcionario que ingresó en el Museo, después de reñida oposición y con idénticos
ejercicios exigidos a los Restauradores, y que viene prestando servicios como tal
Restaurador, desde su ingreso, en trabajos meritísimos y valiosos. La Orden de 20 de
octubre de 1952, solo ha resuelto el cambio en la denominación de la plaza que venía
desempeñando el Sr. Martín Benito, pero en cambio la dotación presupuestaria en cuanto al
sueldo sigue siendo la misma, de modo que el expresado Sr. continúa percibiendo 7.200 pts.
anuales, en lugar de 9.600 pts. que perciben actualmente los Restauradores; lo que no
resulta justo ni equitativo, máxime que en el año 1950 ingresó en el Museo, sin oposición,
pero con competencia probada, D. José María Alcacer Guzmán como Restaurador-dorador,
y en la actualidad con sueldo anual de 9.600 pts. (10 de marzo de 1952)40
.
Para corregir esta situación discriminatoria y aprovechando la vacante de ‘Restaurador-
Forrador’ de la plantilla, por jubilación de Vicente Jover Picóo, se propuso que la plaza de
éste último la ocupase Martín Benito. De tal modo, el 16 de abril de 1953 fue nombrado
‘Restaurador-Forrador’ del taller de restauración, por orden ministerial, con el sueldo anual
de nueve mil seiscientas pesetas más una paga extraordinaria en diciembre.
Siguiendo con los concursos por oposición, el 16 de febrero de 1949 se convocó una plaza de
‘Restaurador-Conservador’ de Escultura de la Junta de Conservación de Obras de Arte, para
cubrir la vacante por jubilación del restaurador del Museo del Prado, Federico Abrial Alba.
El restaurador José Pérez y Pérez había solicitado con anterioridad la adjudicación
provisional de dicha plaza, con carácter interino, hasta que tuviese lugar el referido
concurso41
. Francisco Javier Sánchez Cantón, subdirector del Museo Nacional del Prado y
vocal de la Junta de Conservación de Obras de Arte, apoyó el nombramiento interino del
citado candidato, que tomó posesión de su cargo el 1 de junio de 1949 con el sueldo de ocho
mil pesetas anuales. Al término del concurso, el 20 de junio de 1950 Pérez fue nombrado en
propiedad para el puesto tras quedar primero en la oposición, manteniendo la misma
retribución anual42
.
40
Ibidem, caja 373, leg. 35.21-A81. 41
Ibid. 42
Ibid.
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Finalmente, entre 1961 y 1963 se convocó una oposición para una plaza de ‘Pintor-
Restaurador’ en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando dotada con el sueldo
anual de siete mil seiscientas ochenta pesetas más dos mensualidades extraordinarias. En ella
vuelve a evidenciarse, pese a los avances reseñados, la vinculación que se establece entre la
profesión del restaurador y la del pintor. Los ejercicios prácticos en este caso se redujeron a
dos: “1º Forración de un cuadro en lienzo. Limpieza y restauración de una parte del mismo” y
“2º Sentado del color y limpieza de una pintura en tabla” (2 de agosto de 1963)43
. El 29 de
junio de 1961 constan presentadas las siguientes instancias: Jesús Martín Benito, Francisco
Torrón Durán, Manuel Calderón Martínez, Julio Barriobeña Echevarria, José Antonio
Menéndez-Morán Sampli, Antonio Fernández Sevilla, Pablo Rodríguez Mostacero y Carlos
Roberto Saiz Serrano. Dichos opositores fueron convocados en agosto de 1963 en la
Secretaría de la Real Academia para proceder al sorteo de los cuadros. Además, debían
entregar al tribunal “una Memoria sobre uno o varios temas de restauración a la cual darán
lectura después de haber realizado los ejercicios prácticos” (2 de agosto de 1963)44
. Al
término del concurso, se nombró a Pablo Rodríguez Mostacero ‘Pintor Restaurador’ de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con el sueldo anual de siete mil seiscientas
ochenta pesetas, más dos mensualidades extraordinarias (29 de noviembre de 1963)45
. Esto
evidencia que la trayectoria del taller de la Real Academia, cada vez estaba más alejada del
crecimiento, diversificación y especialización de los talleres de restauración del museo.
3.- CONCLUSIONES
Durante el siglo XIX, los recién fundados talleres de restauración institucionales
experimentaron un gran desarrollo que dio como resultado un incremento espectacular del
personal que componía su plantilla. Dicho crecimiento revirtió en la proliferación progresiva
de perfiles profesionales, cada vez mejor delimitados y diferenciados. Esto trajo consigo dos
consecuencias inmediatas. Por una parte, se alentó la consolidación del sistema de concurso
por oposición con objeto de seleccionar al candidato más cualificado para desarrollar su
trabajo en el ámbito institucional. Y, por otra parte, esto a su vez impulsó la necesidad de
implementar una formación reglada en restauración que asegurase la oportuna capacitación
dentro de esta disciplina.
Con ello, como hemos visto, en el transcurso de este siglo se produjo un salto cualitativo en el
procedimiento de selección de los candidatos destinados a desempeñar la restauración en
centros oficiales. Si bien en los primeros tiempos prevaleció el nombramiento por Real
Orden, los cambios advertidos justificaron la progresiva sustitución de aquel sistema por la
convocatoria pública, mediante concurso por oposición, de las primeras plazas al cargo de
‘Restaurador’. No obstante, a pesar de la intencionalidad que subyace bajo esta alusión
explícita al profesional de la restauración en la misma convocatoria, ciertos hechos vienen a
cuestionar la pretendida especificidad del cargo. Así pues, la superioridad numérica de
pruebas artísticas denota que el perfil predominante en estos primeros tiempos estuvo
determinado por la presencia de artistas que fueron contratados para ejercer la restauración.
Así lo avalan las trayectorias académicas y profesionales que acreditaron la mayoría de
aspirantes al puesto.
43
RABASF. A-B, Madrid, sign. 7-64-2. 44
Ibidem, sign. 7-64-2. 45
Ibid.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
52
Sin embargo, de forma ininterrumpida se avanzó hacia un mayor grado de cualificación y
reconocimiento en la labor acometida por los restauradores. Varios datos dan buena muestra
de ello. En primer lugar, la propia evolución de los programas de oposición, que concedieron
mayor peso a las pruebas teórico-prácticas relativas a la restauración en detrimento de las
concernientes a procedimientos artísticos. En segundo lugar, la presencia de restauradores
consolidados entre los componentes del tribunal evaluador que tiempo atrás estuvo
constituido, sin excepción, por académicos de renombre dentro del ámbito artístico (más
concretamente, pictórico). En este sentido, tras el protagonismo concedido a determinados
restauradores cualificados para valorar las aptitudes de los candidatos presentados, podemos
comprobar el creciente reconocimiento de este perfil profesional que, de forma paulatina, vio
consolidada su posición en el taller. En tercer lugar, los cambios que acabamos de referir en
pro de la consolidación de esta profesión influyeron en el establecimiento de un modelo de
retribución regulado y acorde con las diferentes funciones y responsabilidades asignadas a los
operarios del taller. De este modo se fue superando la práctica, tan habitual en los comienzos
de este siglo, de que la restauración quedara sin remunerar y la falta de sueldo se compensara
con el honor de trabajar al servicio de las instituciones reales. Por tanto, el reconocimiento
salarial resulta fundamental en la medida en que es un claro indicador del reconocimiento
laboral.
Todos estos avances se produjeron de forma simultánea al creciente despliegue que abanderó
el taller de restauración del Museo, frente al protagonismo cada vez más reducido que
caracterizaría en lo sucesivo al de la Real Academia de San Fernando. De tal manera que en
transcurso del tiempo estudiado asistimos a un traspaso y delimitación de funciones, en lo que
a protección patrimonial se refiere, entre la Academia y el Museo. Así, mientras que el Museo
asumió la praxis de las intervenciones, la Academia concentró su principal cometido en la
supervisión, tanto de las restauraciones como del personal seleccionado para acometerlas en
base a los criterios imperantes en la época.
Llegados a este punto, podemos decir que en el siglo XIX empezó a gestarse en España, en
sintonía con la situación europea, la figura del restaurador profesional contratado por la
Administración para atender la restauración institucional de bienes muebles. Y esto coincidió
con su presencia cada vez mayor en los museos, tal como reconoce también la doctora Ruiz
de Lacanal al referirse en su trabajo a “la transformación del perfil del Restaurador por su
paso de la colección al Museo” (Ruiz de Lacanal, 1994:124). Este hecho marcó el punto de
partida de un lento pero imparable proceso de transformación en lo que se refiere al ámbito de
restauración pictórica. Este matiz es relevante, dado que no encontramos documentados casos
de plazas de restaurador en otras especialidades (Ruiz de Lacanal, 1994). Así, de la demanda
de un perfil profesional artístico en el campo pictórico se avanzó hacia una posición cada vez
más científica de la restauración, que terminaría de consolidarse en el siglo siguiente. Por
tanto, coincidimos con Ruiz de Lacanal cuando afirma: “el siglo XIX se constituye así en la
puerta de las transformaciones propias del siglo XX y en el nuevo signo de los profesionales
de la conservación y restauración” (Ruiz de Lacanal, 1994:159).
En la primera mitad del siglo XX, y pese a que su perfil adolecía todavía de cierta
indefinición profesional, la diversificación de funciones y el establecimiento de categorías
dentro de la profesión reflejan el avance hacia un mayor grado de cualificación. Dichos
avances fueron paralelos al proceso de institucionalización del propio concepto de Patrimonio
y a la consolidación de determinados axiomas que siguen gozando de plena vigencia en
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e-rph gestión | estudios | Teresa Vicente Rabanaque
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nuestros días, tales como el criterio de respeto al original, el reconocimiento de las
intervenciones ejecutadas, o la mínima intervención.
En conclusión, como resultado del proceso de desarrollo analizado, la disciplina de la
restauración inició su recorrido hacia una concepción moderna, que sería reafirmada en la
segunda mitad del siglo XX. De facto, desde mediados del siglo XX contaremos con el
ejemplo de destacados profesionales, en su mayoría formados ya en las Escuelas Superiores
de Bellas Artes o en las Escuelas de Artes y Oficios, que comenzaron a trabajar como
restauradores dentro de la Administración Pública. Su formación específica en el ámbito del
arte y la restauración constituyó un hecho de enorme relevancia, pues respaldó la intención de
alcanzar una titulación específica como requisito para acceder a un puesto de restaurador por
oposición en los museos estatales. Con ello, se avanzó hacia una consideración cada vez más
científica y especializada de la disciplina, que abrió el camino hacia el campo normativizado
de la restauración actual.
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Intervención | Estudios
La construcción turística en Asturias. Tipologías regionalistas y experiencias de
rehabilitación
Tourist construction in Asturias. Regional typologies and rehabilitation experiences
Carmen Adams Fernández
Doctora en Historia del Arte. Profesora contratada doctor de la Universidad de Oviedo
Resumen
La construcción hotelera española, en su consideración patrimonial, supone un conjunto de
edificaciones escasamente estudiado. Y ello tanto en lo referente a su identificación como a su
integración en el entorno. Al abordar el análisis de este rico y singular patrimonio en las
últimas décadas, se evidencia una constante para el ámbito rural: la recuperación de lenguajes
regionalistas como reclamo turístico y publicitario, tanto en las nuevas construcciones como
en las rehabilitaciones, y el predominio de tres tipologías edificatorias: quintanas, casonas y
palacetes de indianos.
Palabras clave: Patrimonio. Turismo. Regionalismo. Asturias.
Abstract
Spanish hotels constitute a group of buildings almost un-studied from the heritage discipline
perspective. The scarce attention paid so far to this type of buildings concerns both the
identification of hotels which might have heritage values and their environmental integration.
The analysis of this rich and singular heritage in the last decades shows some patterns in rural
areas: the recovery of the regionalist formal vocabulary - both for new constructions and
rehabilitation interventions- as tourist and advertising claims, and the predominance of three
major construction typologies: quintanas, casonas and mansions of Indians.
Keywords: Heritage. Tourism. Regionalism. Asturias.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
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Carmen Adams Fernández
Doctora en Historia del Arte, profesora Contratada Doctora del Departamento de Historia del
Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo desde 1999. Tiene reconocido un Sexenio de
Investigación por la CNEAI y dos Quinquenios de Docencia. Especializada en Arte
Contemporáneo, sobre todo en arquitectura y patrimonio. Sus principales líneas de
investigación son las arquitecturas para el turismo, sostenibilidad y medio ambiente, la puesta
en valor del Patrimonio, con especial interés por el Patrimonio Industrial y las relaciones
culturales entre España y América.
Contacto: [email protected]
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e-rph intervención | estudios | Carmen Adams Fernández
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INTRODUCCIÓN
La construcción hotelera española, en su consideración patrimonial, supone un conjunto de
edificaciones escasamente estudiado. Si bien hay trabajos de gran interés que se aproximan al
tema, falta un análisis tanto de detalle como global que abarque la situación de este tipo de
inmuebles en la España actual. Y ello tanto en lo referente a su elección formal, como a su
integración en el entorno. Por esto, consideramos de interés el abordar aquí lo que ocurre en
una región como Asturias, pionera en la puesta en marcha del turismo rural ya desde la
década de los 80. Esta realidad, por supuesto, será observada y analizada desde la perspectiva
general más amplia del territorio español.
En síntesis, al abordar el estudio de este rico y singular patrimonio en las últimas décadas, se
evidencia una constante para el ámbito rural: la recuperación de lenguajes regionalistas como
reclamo turístico y publicitario. Es decir, se busca una imagen clara, sencilla e incluso
estereotipada de la identidad local, para atraer a un visitante cargado de ideas preconcebidas.
Imagen que, en ocasiones, se adecua más a la visión romántica de una realidad que a ésta en
sí. En todo caso, es posible establecer unas tipologías que permiten estructurar el tema.
Metodológicamente se continúa una línea de investigación, iniciada por la autora, que busca
analizar y clasificar la construcción hotelera española contemporánea. Los trabajos han sido
fruto de proyectos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación, obtenidos en
convocatoria pública, dirigidos por las catedráticas Cruz Morales Saro: El waterfront de Gijón
1985-2005. nuevos patrimonios en el espacio publico (HUM2007-61140) y Soledad Álvarez:
Espacios portuarios y villas costeras: modelos de estrategias urbanísticas y patrimoniales de
regeneración y transformación del litoral asturiano (HAR2011-24464)1.
Con vistas a la estructuración del trabajo, nos hemos centrado en aquellos hoteles que de
algún modo presentan una impronta regionalista. Deliberadamente hemos dejado al margen
otro conjunto de edificios, reducido pero sumamente interesante: se trata de hoteles modernos,
de cuidado diseño, y que se integran perfectamente en el entorno natural y a los que se ha
dedicado atención en otras publicaciones (Adams Fernández, 2004: 2).
Se parte así del acercamiento a edificios de nueva planta y a otros preexistentes ahora
rehabilitados para su transformación en establecimientos hoteleros. En ambos casos, tres son
las tipologías predominantes: la quintana o grupo de edificios rurales formando una unidad
tradicionalmente vinculada a la explotación agropecuaria, la casona barroca aislada de mayor
nivel social y arquitectónico, y el palacete indiano, vinculado a la emigración asturiana a
América.
En el capítulo referido a los inmuebles rehabilitados, cabe destacar lo que supone de apuesta
por la residencia el acometer obras de recuperación patrimonial, al tiempo que se evita el
despilfarro económico y medioambiental que puede conllevar erigir un nuevo edificio.
Se ha de considerar que el Regionalismo arquitectónico en Asturias y en España es un hecho
que, con mayor o menor contenido teórico, con más o menos profundidad o frivolidad,
emerge en diversas ocasiones a lo largo del siglo XX. En concreto encontramos su fuerte
1 Es en el marco de este último proyecto en que se encuadra este artículo.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
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presencia en la segunda y tercera décadas de la centuria, para reaparecer con carga ideológica
inequívoca tras la Guerra Civil. Y curiosamente, desde la década de los 90, y en una tendencia
que permanece hoy en día, resurge. Pero lo hace de la más superficial de las maneras posibles:
es la búsqueda romántica de una realidad popular-rural que nunca existió; es la utilización
melancólica de una imagen, con vistas a su explotación turística. En Asturias, es la aldea
como parque temático de sí misma, con evocaciones a la cabaña de piedra, teja y madera,
pero también al mito del indiano, con su ostentoso palacete rural.
En esta última etapa es quizás cuando más clara queda esa corriente “pintoresca, con su
idealización del mundo rural y regional” en palabras de Sazatornil (Sazatornil, 2005), para
referirse no obstante al regionalismo de principios del siglo XX. A su juicio, lo que se da
entonces es la reivindicación de “una identidad local supuestamente amenazada por el
progreso de la internacionalización industrial, económica y cultural. Arquitectónicamente se
contentan con formulaciones elementales, que pueden no tener ningún carácter
auténticamente local. Incluso las recetas de estilo más habituales son en sí mismas
internacionalmente rurales, pues es la idea de regionalismo la que cuenta, más que su
veracidad”. Y esto, como analizaremos más tarde, es lo que subyace en las inconsistentes
propuestas de los años 90 para zonas rurales, y entronca en su conservadurismo con los
planteamientos ideológicos del franquismo.
En Asturias, hablar de arquitectura regionalista supone necesariamente referirse a lo
montañés, auténtico protagonista de este movimiento en nuestra región. Lo montañés
entendido como la arquitectura de la zona cántabra conocida como “la Montaña” que queda
definida a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, con “torre, soportal, muros contra
vientos, el alero de gran voladizo...”, solana, balcón corrido, etc., tal como la deja definida
García Mercadal en su indispensable La casa popular en España (1930).
Por otra parte, conviene tener presente en Asturias el fenómeno indiano2. Los emigrantes de
América que regresan enriquecidos a sus aldeas durante las primeras décadas del siglo XX
construirán fabulosas casas que salpican la geografía asturiana. Son edificios ostentosos que
intentan emular modos de vida aristocrático-rurales, y para los que la arquitectura montañesa,
con lo que conlleva de amalgama de Renacimiento y Barroco, va a resultar en ocasiones una
solución.
1.- DE LA ALDEA PERDIDA A LA ALDEA SOÑADA. UNA VISIÓN
MELÁNCOLICA
Sorprende la eclosión de un nuevo Regionalismo, o mejor, la fortaleza de una tendencia
latente a partir de los años 90 del siglo XX en las zonas rurales españolas, especialmente en la
arquitectura destinada a usos hoteleros (Adams Fernández, 2005). Así, la elección de
lenguajes regionalistas para la arquitectura hotelera en ámbito rural se ha venido convirtiendo
en una constante en los últimos años en la práctica totalidad del territorio español. Esto
contrasta con una clara apuesta por la modernidad que se evidenció durante la década de los
2 Sobre la arquitectura relacionada con el fenómeno indiano y su relación con el Regionalismo resultan
imprescindibles los trabajos de la catedrática Morales Saro. Ver especialmente “El Regionalismo y la
arquitectura de indianos”, en Arquitectura y Regionalismo, Actas de las IV Jornadas de Historia del Arte,
Córdoba, 2005. (en prensa)
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e-rph intervención | estudios | Carmen Adams Fernández
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ochenta, y también con la actitud de arquitectos que actualmente reivindican las aportaciones
del Movimiento Moderno y su adaptación a la realidad del siglo XXI para su puesta en
práctica en este tipo de construcciones (Adams Fernández, 2004:2). Es destacable cómo en
cada comunidad autónoma proliferan establecimientos que ofertan todos los tópicos que el
turista espera encontrar: casitas encaladas y rejas en las ventanas en el caso andaluz; galerías
de madera, piedra vista y tejado a vertientes en el norte... . De hecho, es la presentación de un
mundo rural idealizado y edulcorado que realmente nunca existió; pero que se expone como
la esencia de lo autóctono. Y es que el imaginario colectivo se vuelve a idílicas imágenes de
apacibles aldeas, tal cómo se quiere que hubieran sido los pueblos de España en un pasado
soñado.
Se genera así un paisaje de un tipismo anacrónico y ficticio que parece olvidar más de un
siglo de logros arquitectónicos y urbanísticos. Un regionalismo perverso que obvia todo lo
relacionado con la modernidad, la industrialización o lo urbano, para quedarse con un
conjunto de elementos folklóricos y vacuos. En este sentido cabe destacar que “lo peculiar se
suele deslizar hacia lo anacrónico y el verdadero país extranjero se proyecta hacia el pasado”
(Hernández Velázquez, 2004). Es la mirada romántica hacia un destino, que no podemos
analizar como algo únicamente contemporáneo, pues hay muchos ejemplos de decepciones.
Así, el francés Charles Davillier, que viaja a España durante la segunda mitad del siglo XIX,
no oculta su frustración ante las nuevas líneas férreas que encuentra a su paso, en un territorio
que él se prometía lleno de misterio y exotismo, y llega a afirmar que a la maja andaluza la
iba a matar más tarde o más temprano el ferrocarril (Calvo Serraller, 1995).
En Asturias, proliferan en los últimos años construcciones destinadas a consumo hotelero
rematadas en teja o pizarra, según la zona, y dejando la piedra vista. Y esto último tanto en
edificaciones de nueva planta, donde las más de las veces se recurre a un mero aplacado que
oculta la modernidad del material constructivo real, como en las rehabilitaciones de viviendas
tradicionales. En este último caso se da además la paradoja de que lo normal en los siglos
anteriores al XX era dejar únicamente al descubierto los sillares perfectamente escuadrados de
ángulos y marcaciones de vanos, enluciendo la mampostería para ocultar su pobreza. Ahora
no. Ahora, en los inicios del siglo XXI se muestran sin pudor unos paramentos irregulares,
nacidos para ser enlucidos, traicionando los más elementales aspectos visuales de la
arquitectura de las centurias precedentes. Y ello con lo que conlleva de falseamiento histórico
y de afrenta a los mínimos requeridos para un turismo sostenible al impedir la
intergeneracionalidad, pues el legado que se deja será un invento creado a imagen de un gusto
concreto arbitrario y más que cuestionable. Una moda que construye las fantasías que el
imaginario colectivo concibe como reales a partir del cine o los folletos turísticos3.
En los últimos años se evidencia una tendencia clara hacia lo “ruralizante”, historicista o
popular. Planteamiento que se ha de poner necesariamente en relación con el auge del turismo
rural, y también con una imagen del Principado vinculada a ese lema de paraíso natural, cuya
materialización el turista reclama. Se trata entonces de ofrecer lo que se supone que el viajero
busca, lo que se publica en los folletos, la Asturias tradicional, pero matizada, ornamentada y
falseada. No parece así haber intención de apostar por mostrar la Asturias del futuro, con
todas sus contradicciones, pero también con su lógico y particular modelo evolutivo. Es fijar,
y para siempre, una imagen falsa de un mundo idílico que en realidad es pura invención.
3 Sobre este tema ver: (Augé, 1998; Delgado, 2000; Santa Ana, 2004; Adams, 2004).
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La idealización del mundo rural, la aldea soñada que el visitante busca, es una fuente de
inspiración constante para los hoteles asturianos, que bien partiendo de edificios
preexistentes, bien con construcciones de obra nueva, aprovechan esta imagen para sus
inmuebles. Son edificios generalmente que recrean la tradicional quintana asturiana. Hay que
tener en cuenta que la quintana o casería, en torno a la cual se organiza toda la vida doméstica
y que dispone de un espacio anterior donde se ubican las dependencias auxiliares, la corrada,
es precisamente lo que encontramos repetido de forma más o menos acertada, una y otra vez.
Como ejemplos concretos, cabe mencionar La Quintana del Cuera, establecimiento erigido
en el concejo de Llanes en 1994 con proyecto del arquitecto Juan Braña Díaz. De él se señala
en la publicidad: “Hotel de nueva planta construido siguiendo la estructura tradicional de
Quintana”. Toda una declaración de principios. De hecho es un conjunto de edificios que
rodean una piscina, y no falta ni el hórreo de nueva construcción. Dispone de 16 habitaciones:
10 dobles, 5 especiales y 1 individual. Forma parte de la marca Club de Calidad Casonas
Asturianas.
El mismo planteamiento de corrada o corralada aparece en La Llúriga (2002), obra del
arquitecto Ricardo Peláez Amieva, autor de numerosas construcciones para el turismo rural4.
El complejo que se ubica en la localidad de Ortiz (Llanes), se estructura en dos bloques
paralelos integrados cada uno por seis pequeños volúmenes adosados, pintados en tonos ocres
y tierras y con zócalo de piedra. En el centro se ubica la piscina y cerrando otro de los lados el
edificio principal, que reinterpreta modelos de casonas con alusiones a la arquitectura local,
con los amplios aleros y los cortafuegos pétreos. También piedra se utiliza para enmarcar los
vanos, lográndose en general un sabor popular que refuerzan las cubiertas de madera.
[Ilustración 01]
Ilustración 01. La Llúriga (2002). Arquitecto Ricardo Peláez Amieva Ortiz. (Llanes).
4 Peláez obtuvo el título de arquitecto en el Instituto Víctor Horta de Bruselas, en la especialidad de Urbanismo y
Rehabilitación. En su trayectoria profesional destacan los trabajos de urbanización desarrollados en diversas
zonas de Oviedo o el Plan Parcial de Ordenación para el sector de La Atalá en Llanes. Además de edificios de
viviendas y chalets unifamiliares, en su obra destaca con peso propio la producción destinada al turismo rural, ya
sea en hoteles o en apartamentos y las rehabilitaciones de inmuebles.
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Obra del mismo arquitecto es el hotel de Porrúa que le encarga Tames Ruenes C.B (1999-
2001). Aquí Peláez vuelve a apostar por muros de carga, forjados cerámicos y cubiertas de
madera, con un reparto longitudinal de los empujes. El propio autor manifiesta su interés por
estos métodos tradicionales para vivienda unifamiliar, para evitar lo que el denomina “aspecto
de búnker”.
Otro ejemplo de hotel que recurre a modelos populares lo encontramos en La Boriza en
Andrín, donde se resalta que “madera y teja se han utilizado...” en una construcción también
moderna, en la que sobresale la galería del primer piso, al modo de la arquitectura tradicional.
Interesante resulta La Quintana de Pancar, inaugurada en 1998, con proyecto fechado en
1997. El edificio es obra de Guillermo Perna Castell, quien siguió las directrices del
promotor, el aparejador Miguel Morales, para adaptarse a la forma del solar, realizando dos
naves en L, que abrazan un cueto donde se forma el jardín. Allí se abre una plantación de
naranjos, mandarinos y limoneros que muestran al viajero la benignidad del clima de la zona.
Si bien el nombre del establecimiento, el recurso a materiales como piedra de Teruel y
carpintería de madera traída de Orense, el uso de galerías, el tejado en vertientes o los
cortafuegos que enmarcan la fachada principal evocan modelos populares, regionalistas
reinterpretados, lo cierto es que los pies derechos del amplio porche de acceso o la luz de los
vanos niegan cualquier referencia al pasado. Así, el inmueble se concibe buscando su
integración en el conjunto de arquitectura tradicional de la pequeña localidad de Pancar y con
un cierto guiño clasicista en los ritmos de los vanos, pero se huye del pastiche directo. Si
además se considera que las galerías del piso superior cubren al modo de muro-cortina unos
huecos que se abren entre simples pilares, las alusiones a la modernidad son constantes; eso
sí, matizadas con el recurso a reticular el ventanal al modo de las galerías tradicionales.
Merece la pena reseñar la atención prestada a los interiores, con habitaciones amplias dotadas
de solana o galería y con un mobiliario en el que destacan los cabeceros de las camas,
constituidos por grabados originales enmarcados en cristal emplomado. Señalar no obstante,
que los vaivenes del mercado han convertido el hotel en un establecimiento geriátrico de
prestigio.
2.- CASONAS DE INDIANOS
También en la tónica de reinterpretar galerías o recurrir a elementos tradicionales pero con
reminiscencias más palaciegas, como el acudir a las torres angulares al más puro gusto
historicista o a unas dimensiones realmente apabullantes, encontramos La Hacienda de D.
Juan, concebida como una inmensa zona de ocio, un moderno spa. Es obra de José Luis
Batalla, arquitecto llanisco que se ha venido especializando en la recuperación de casonas de
indianos, ya desde 1990 cuando rehabilitó la Casa de los Mijares. En la propaganda del
establecimiento se concede relevancia al hecho de que el inmueble se ubica “en la zona
residencial de casas de indianos”. Es decir, se otorga un peso al fenómeno indiano, como
recurso endógeno de la localidad. Además, el propio nombre del establecimiento parece
evocar placeres coloniales. Y esto se explica por la propia realidad si se considera el gran
peso de la emigración llanisca a América, y la importante obra arquitectónica que esos
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indianos dejaron en el concejo. De hecho, si algo caracteriza al paisaje del municipio es la
proliferación de arquitectura de indianos, caracterizada por un afán de ostentación que
resultaría chocante en otras latitudes; pero que aquí, debido al peso tanto cualitativo como
cuantitativo de este tipo de inmuebles, acaba siendo parte esencial del caserío local. En cada
aldea, recodo, parece alzarse un desproporcionado inmueble, cuya escala o profusión
ornamental nada tienen que ver con su entorno. Paradójicamente, no obstante, es tal el
impacto que el área de influencia se ve modificada directamente, pasando a resultar
inconcebible sin la casa del emigrante regresado. Lo que, en todo caso, resulta curioso, es que
este elemento del patrimonio cultural se considere seña de identidad, susceptible de generar
atractivo turístico y clientela para el nuevo hotel.
En La Hacienda de Don Juan la alusión a la temática indiana no es circunstancial, ya que el
inmueble es un encargo de la sociedad Hermanos Guitián Martínez, herederos del emigrante a
México, Don Juan Noriega, de quien toma el nombre el establecimiento. Si ello fuera poco, el
propio arquitecto reconoce que lo que se pretendió levantar fue “la casona de indianos que
faltaba”.
El anteproyecto corresponde a 1999, aunque previamente, ya en 1997, aparecen los primeros
dibujos de José Luis Batalla. La idea inicial, con habitaciones en la planta baja, fue
modificándose, y al terminar las obras en el año 2002, los dormitorios no se dispusieron ya
allí, abriéndose en cambio un amplísimo vestíbulo. Sí se mantuvo en cambio la planta en T,
escogida a semejanza de la de las escuelas de La Arquera, levantadas, cómo no, con dinero
procedente de América5. [Ilustración 02]
Ilustración 02. La Hacienda de Don Juan (2002). Llanes.
La intención de los clientes, que el arquitecto supo captar, fue lograr una atmósfera lujosa y
sosegada, que evocase la de las haciendas americanas. A ello coadyuvó la elección de piedra
roja de Meré pulida para el pavimento, como en el Parador de Cangas de Onís o la iglesia de
Llanes, y la recuperación del mobiliario de la antigua confitería Auseva. Igualmente, es
reseñable en la búsqueda de este ambiente colonial la apertura del cenador, inspirado en la
galería de la Quinta Guadalupe, o el esquema de patio interior tan recurrente en las casas de
5 En concreto se trata de un inmueble encargado por D. Manuel Cué al arquitecto cántabro Ramón Lavín.
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indianos, como evidencian los ejemplos de ese mismo edificio o de la Casa de los Mijares.
Incluso la decoración de los vanos se tomó directamente de ejemplos de inmuebles vinculados
a la emigración ultramarina, que partían de modelos barrocos, y tampoco la distribución de
los jardines perdió ese referente colonial. De hecho, el arquitecto se documentó a partir de los
trabajos de María Cruz Morales Saro y Covadonga Álvarez Quintana.
En la finca había una verja muy trabajada que se recuperó. No ocurrió lo mismo con una
arcada, que sin embargo aparece recreada en la entrada al hotel. Esta portada dotada de
porche y galería superior sigue el esquema de algunas casas de indianos como la Casona de
Verines, en Pendueles, construida por el emigrante D. Ricardo Ortiz a mediados de los años
20.
Junto al edificio principal de nueva planta, los promotores encargaron a Batalla la
rehabilitación de una casa de indianos anexa, que quedó terminada en 2003, de donde se
extrajeron las maderas que sirvieron para elaborar el zócalo que recubre parte de las paredes
del salón del edificio principal. Aquí se procedió a un vaciado del inmueble, respetándose la
planta original de pasillo central, que se avenía al destino de bloque sólo de dormitorios del
inmueble. Se recuperó, además, la interesante marquesina y la rejería modernista.
Una vez más, la alusión a lo americano aparece en la iniciativa que el diseñador Chus Quirós
desarrolla en el hotel Quintamar de Barro. En una casa neovasca, antigua propiedad de un
militar, cercana a la playa, se ejecuta a finales de la década de los 90 una atrevida actuación
para el establecimiento hotelero, donde el juego polícromo nos traslada de forma inconsciente
pero premeditada a la realidad mexicana, tan presente en la vida del concejo. Y es que no es
casual el hecho de que el establecimiento sea propiedad de la familia Carrera, una de cuyas
hermanas casó con un emigrante al país centroamericano: Simón Balmori.
En El Habana de La Pereda –una vez más el guiño al fenómeno indiano- se señala que se
trata de un edificio de nueva planta, construido en la década de los 90 al modo de las casas
tradicionales asturianas, en un inmueble que se singulariza por los amplios ventanales, en una
reinterpretación de las tradicionales galerías. Se hace hincapié en la reutilización de portería
antigua, en un otorgar al valor de antigüedad un reconocimiento como recurso turístico. El
establecimiento está integrado en las marcas Club de Calidad Casonas Asturianas y Rusticae.
En la página web de Rusticae se destaca su carácter colonial, y se evoca el viaje ultramarino
del asturamericano. Así, el hotel es “un barco recalado al abrigo de este puerto, que nos
recuerda a cada paso que hay otras tierras y otras gentes”, y se alude constantemente al
“mestizaje” en relación con la elección ecléctica de unos interiores que combinan esculturas
africanas, muebles art-decó y elementos provenientes de la India. Mestizaje también en los
platos que ofrece la cocina, o en un jardín compuesto por árboles y plantas de diverso origen
que, según se explica en la propaganda “contribuyen a darle un aire colonial”. El
establecimiento oferta 10 habitaciones: 9 dobles y una suite.
3.- EDIFICIOS REHABILITADOS
Junto a estos hoteles de nueva planta que reproducen o recrean, con mayor o menor fortuna el
imaginario tradicional de lo rural-popular o el fenómeno indiano, encontramos otros que
toman como inicio la recuperación de viejas construcciones. En ocasiones se parte de una
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vivienda de mayor o menor relevancia, y en otras, al abrigo de la normativa vigente, que
permite la transformación de cuadras en viviendas, se recuperan otras edificaciones.
El recurrir a casonas erigidas en el pasado para, tras un proceso de rehabilitación y
adaptación, proceder a su transformación funcional con vistas a su aprovechamiento turístico
no es algo ni nuevo ni privativo de la zona. De hecho, ya a finales del siglo XIX encontramos
esta tendencia en ámbitos de turismo precoz, como por ejemplo Canarias, donde convive con
el levantamiento de hoteles de nueva planta (Hernández, 1991). Y en la actualidad esto
continúa, desde los numerosos paradores nacionales que a lo largo del siglo XX abrieron las
puertas de viejos palacios, con interesantes actuaciones como la reciente de Alcalá de Henares
que conjuga con sabiduría lo viejo con lo actual. Y tantos otros ejemplos: el hotel de cinco
estrellas en el palacio de Ferrera en Avilés, los diferentes establecimientos de la Red de
Hospederías de Extremadura, o propuestas singulares como el proyecto para el convento de
La Luz de Brozas en Cáceres (Díez, 2002).
Al hablar de hoteles rurales en Asturias y de edificios rehabilitados para este fin, es
imprescindible mencionar el emblemático La Rectoral de Taramundi, obra de Luis Serrano
Castañer, autor también de los primeros apartamentos vinculados a ese establecimiento que se
abrieron en Llan. La importancia de la iniciativa de Taramundi estriba en su papel de núcleo
precursor del turismo rural no sólo en Asturias, sino también en España, y por tanto en el
hecho de que allí se ensayaran fórmulas que con mejor o peor fortuna, con más o menos
acierto, se exportaron al resto del país (Adams, 2002).
En Taramundi, Serrano dejó patente su buen hacer arquitectónico y su capacidad para
articular una rehabilitación responsable de un antiguo edificio. Allí, en ningún momento se
planteó una vuelta al estado primitivo de los inmuebles, con lo que de manipulación y
subjetivismo ello habría conllevado. El arquitecto supo adecuar los espacios a la nueva
función, así como conjugar acertadamente las zonas objeto de rehabilitación con las de nueva
planta. Esto se aprecia con nitidez en el edificio que alberga el hotel, al que se añadió un
cuerpo de habitaciones que, integrándose correcta y armoniosamente en el conjunto, muestra
con toda honradez su factura contemporánea a través de los amplísimos ventanales. De esta
forma, sin romper con el entorno, se produce una clara concesión a los presupuestos del
Movimiento Moderno y al muro cortina de Mies van der Rohe6.
6 Serrano es en la actualidad director del estudio Arquitectura Integral del Turismo que con sedes en Oviedo y
Madrid se dedica en exclusiva a la ejecución de iniciativas relacionadas con el sector. Aunque fundamentalmente
sean proyectos para establecimientos hoteleros los que realiza, también diseña edificios que configuran los
espacios turísticos, como es el caso de las torres de control del tráfico marítimo en Valencia, Gijón, La Coruña o
Castellón. En la concreción de su idea del desarrollo turístico integral se engloban iniciativas como el plan para
la comarca de Las Batuecas, la participación en el equipo que trazó las estrategias para el lanzamiento del
producto “Asturias, paraíso natural”, o el ambicioso plan para el desarrollo turístico integral de Paraguay.
Además, es autor de iniciativas de parques temáticos y de la naturaleza como Parqueastur, cerca de Avilés.
Respecto a los hoteles, en la actividad de Serrano de todo hay. De hecho él mismo asegura que siguiendo
criterios de sostenibilidad el arquitecto no debe intentar imponer su criterio, ni pretender dejar su rúbrica en aras
del mero lucimiento personal, y destaca la necesidad de considerar el tipo de turismo que se albergará. Así se
explica que junto a hoteles rurales como el de Taramundi, el de la localidad lenense de Riospaso o El privilegio
de Tena en Huesca, que abrirá sus puertas en 2004, aparezcan en su producción macro-establecimientos del tipo
del Playa Luna en Roquetas del Mar, con 500 habitaciones de las cuales 300 son suites o también otros de
carácter netamente urbano, pero con la peculiaridad de una vocación deportiva, como es el caso del Olympia de
Valencia, inaugurado en 2002, con 170 dormitorios, piscina semi-olímpica, pistas de squash, balneario...Por otra
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En Mieres, el estudio de Rogelio Ruiz (Premio Asturias de Arquitectura 2008)7 y Macario
González Astorga ha actuado con sabiduría, coherencia, innovación y respeto, sobre dos
edificios históricos, transformando el viejo palacio de Figaredo y una casona del valle de
Cenera en hoteles de cuatro estrellas de impecable factura.
Para acometer las obras sobre el Palacio de Figaredo los arquitectos realizaron trabajos
exhaustivos de documentación, que se plasman en la memoria8. Así se señalan las menciones
del edificio realizadas al poco de su erección. La primera data de 1646, la segunda –más
descriptiva- es de 1680 y refiere que “son unas casa grandes y en la fachada de ellas encima
de la puerta principal tienen un título que dice POR LA LEY Y POR EL REY y un escudo
grande de armas grabado de piedra y en medio dos llaves asidas por los anillos, tres flores de
lis y seis luneles…”. Una tercera, de 1690, hace alusión a la existencia de capilla u oratorio.
Se sabe que el palacio queda deshabitado a principios del siglo XVIII, trasladándose sus
propietarios a Gijón, con el consiguiente deterioro. En 1900 Eladio García-Jove escribe, en
referencia a la localidad de Figaredo: “Llama en este pueblo la atención ruinoso, palacio,
fastuosa morada del siglo XVII, de una rama de los Bernaldo de Quirós, que por enlace con la
de Valdés de Gijón, recayó en el marquesado de San Esteban del Mar…tiene tosco escudo
con la inscripción Por la Ley y por el Rey”. Este escudo, según se señala en la memoria
descriptiva, está actualmente en la Fundación Revillagigedo de Gijón.
El palacio, en el momento de iniciar las obras de rehabilitación, presentaba “partes de los
siglos XVII y XVIII en estilo barroco sobrio, y retoques y añadidos de finales del siglo XIX y
principios del XX”, según se explica en la memoria. En ella, asimismo, se da cuenta de la
intervención efectuada en 1931, tras adquirirla un nuevo propietario en 1926. Las actuaciones
fueron desde el añadido de dos volúmenes a los lados de la loggia, a una escalera imperial,
parte son numerosas sus intervenciones en trabajos de remodelación, como en el Hotel Pelayo de Covadonga
durante la década de los 80 o la más reciente en el Parador de Turismo de Gijón (2003).
En Llanes, junto a Las Brisas, ha realizado otras actuaciones, como el Tábano en la playa de Celorio, donde con
un presupuesto modesto y muchas limitaciones urbanísticas se logró un resultado digno, cuya belleza viene
marcada por la elección de unos amplios vanos con ventanas de reflectasol, en las que el mar se refleja una y otra
vez. En la playa de Barro, Serrano remodeló el hotel Kaype, inicialmente un establecimiento de techumbre plana,
al más puro gusto de la costa mediterránea en la época del desarrollismo. Aquí la intervención consistió en
implantar un tejado en vertientes que pusiera fin a los problemas de humedades, y lograse a un tiempo una mejor
integración en el entorno. En este mismo sentido fue la adición de galerías y corredores en las ventanas.
La relación de este arquitecto con el turismo le ha llevado además a participar en numerosos congresos y a
publicar artículos en revistas especializadas. Asimismo, forma parte del jurado de los prestigiosos Premios
Iniciativa Hotelera Española que convoca la revista Gran Hotel. Serrano ha sabido escuchar la demanda de los
empresarios y sus problemas, y ha conseguido elaborar toda una metodología de actuación para construir un
hotel con un proyecto integral, que tenga en cuenta no sólo cuestiones arquitectónicas sino también funcionales y
de eficiencia. Ver: (Serrrano, 1999). 7 Rogelio Ruiz obtuvo el Primer Premio y Gran Prix Szeczin, Polonia 1994; Mención Honor Europa Nostra, La
Haya 2007 por el edificio Le Peuple de Bruselas; Mención Julio Galán, Santiago 2002 por edificios industriales
en la senda Norte; preseleccionado por la Academia de Roma en 1998; Premio Asturias de Arquitectura 2008 y
varios accesits en otras convocatorias. Otros concursos: primer premio Mercado Orbón, Avilés en 1991; primer
premio Piscinas y parque en Cangas del Narcea en 1993; primer premio Museo del Hórreo en 2004; primer
premio Museo de la Pesca en Candas, en 2006; segundo para la Parcela Suzuki Gijón en 2009; tercero para el
Museo Tabacalera de Gijón. Profesor invitado en diversas universidades y postgrados. Obtuvo Mención en el
Concurso Tesis ARQUIA, Barcelona 2009. Es autor de diversas publicaciones nacionales e internacionales. 8 Para ello contaron con la colaboración del historiador Alberto Montero Prieto.
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balaustres y estucados. Luego, una nueva decadencia llevó al inmueble a albergar ferretería,
farmacia, dividirse para viviendas o soportar anexos sin sentido.
Formalmente se pueden establecer ciertos paralelismos con la portada de la Universidad de
Oviedo o el Palacio de Argüelles en Celles (Siero), siguiendo la memoria; aunque se destaca
la originalidad de la loggia, que se plantea como posible intervención posterior. Asimismo, se
hace hincapié en el conocimiento de tratadistas y proporciones que se evidencian en el
conjunto.
En Cenera, también en el municipio de Mieres, el estudio de Rogelio Ruiz y Macario
González Astorga realizó en 2004 un interesante trabajo de rehabilitación del denominado
Palacio de Arriba (BIC con categoría de monumento), con el fin de convertirlo en hotel de
cuatro estrellas.
Se trata de una conjunto característico de la arquitectura rural asturiana, la quintana, integrado
además de por el palacio, por capilla, palomar y cuadra; y hubo panera que se perdió.
El inmueble, erigido en el siglo XVIII según el estudio histórico encargado a Fernanda
Fernández y Roberto Álvarez, presenta un llar u hogar muy singular por sus dimensiones e
importancia, siendo un elemento extraño a la arquitectura asturiana, que sin embargo sí
aparece en otras zonas de la geografía española, en concreto en algunas construcciones
populares de Huesca9.
El proyecto de rehabilitación ubica en la planta baja las dependencias comunes y enfatiza la
gran chimenea como elemento que alberga y muestra la rica colección de elementos
etnográficos atesorados en el palacio. Asimismo se conserva un bello pavimento en damero
de una de las salas nobles.
El establecimiento resultante oferta 12 habitaciones y una suite. Ubicado en una parcela de
8.209 metros cuadrados, el inmueble ocupaba una superficie de 1.111,96 metros cuadrados,
que se amplió a 1.157 tras la reforma, distribuidos en planta baja, primera y bajocubierta. A
ello se ha de sumar una cuadra aneja de 381 metros construidos, transformada en restaurante y
sala de reuniones, con una ampliación hasta los 545 metros. El presupuesto ascendió a
1.032.855,50 euros, y el plazo de ejecución fue de 12 meses.
Por otra parte, imprescindible resulta la referencia al trabajo de rehabilitación realizado por
Diego Cabezudo para el Hotel La Corte de Lugás, en Villaviciosa. Cabezudo, con una sólida
y dilatada trayectoria profesional, en la que destacan sus actuaciones en construcciones
bioclimáticas y sostenibles, ha indagado campos diversos de la arquitectura. Y entre ellos no
faltan las rehabilitaciones de inmuebles para uso turístico10
.
9 En Asturias sólo se han podido rastrear ejemplos parecidos en la Casa de los Pola en Luanco y el Palacio
Ronzón en Pola de Lena. 10
Diego Cabezudo es autor de obras de referencia en Asturias, como el edificio de la Empresa Municipal de
Aguas (EMA) de Gijón, inmueble de referencia para la arquitectura bioclimática. Ha trabajado en Asturias,
Cantabria, León, Palencia, Alicante, Valencia, y Huelva, para el sector privado y la administración central,
regional y local, dentro del ejercicio libre de la profesión, habiendo proyectado y construido numerosas obras
entre las que se encuentran edificios residenciales, con mas de 2.500 viviendas y 400 unifamiliares, edificios de
enseñanza media y superior, hoteleros, hospitalarios, recreativos, industriales, comerciales, funerarios, etc. así
como diversos trabajos de urbanismo, interiorismo, rehabilitación, diseño industrial y mobiliario urbano. Trabaja
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Así, en Lugás (Villaviciosa) levanta un establecimiento de cuatro estrellas que respeta la
conservación de las construcciones preexistentes, habilitando otras nuevas adaptadas al
entorno, con un resultado visual general de adecuación a los postulados del urbanismo rural
tradicional en Asturias, pero de una gran modernidad conceptual en la distancia corta.
Aprovecha además aquí el arquitecto, el lujo de las vistas a la naturaleza y al recoleto y
curioso Santuario de Santa María de Lugás, en un promontorio próximo y cuya
contemplación está garantizada desde los amplios ventanales de las distintas dependencias. La
elección del lugar no es algo ajeno a las preocupaciones del arquitecto, que es además
intelectual curioso, dibujante, cinéfilo y heterodoxo. Sus trabajos sobre el magnetismo de los
sitios y su preocupación por la elección de emplazamientos sanos queda de manifiesto en su
participación como vicepresidente en la Asociación Asturiana de Bioconstrucción y en
publicaciones varias (Cabezudo, 2010). [Ilustración 03]
con especial dedicación en el campo de la edificación bioclimática y la bioconstrucción. Es vicepresidente y
miembro fundador de la Asociación Asturiana de Bioconstrucción, pertenece a la Asociación Española de
Estudios Geobiológicos (GEA) y a la Asociación Sostenibilidad y Arquitectura (ASA), forma parte del Grupo
de Excelencia Asturiano de IISBE España (Internacional Iniciative for a Sustainable Building Environment), ha
participado en el debate y la redacción de la Carta del Transcantábrico (por una ciudad habitable y sostenible) y
es Miembro Correspondiente de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula, de la Universidad
Complutense de Madrid. Entre sus edificios de nueva planta mas significativos en Gijón, destacan: la Escuela
Superior de Marina Civil, la sede de la Empresa Municipal de Aguas, el Tanatorio de Gijón-Cabueñes, el
edificio Orión en la playa de Poniente y las naves de paquetería del Centro de Transportes. Como rehabilitación,
el edificio del Café San Miguel, La Casona de Jovellanos, Casa Zabala y La Escuela de Práctica Jurídica. En
urbanismo, el actual Paseo del Muro y el Parque Zarracina, en Gijón y la remodelación de la Calle Mayor y de la
Plaza de San Pablo, en Palencia. En diseño urbano, los quioscos de la ONCE, el Pabellón de Salvamento de la
playa y las cabinas telefónicas de Telecable, así como otros elementos de mobiliario urbano. Ha obtenido Primer
premio y adjudicación del proyecto en los siguientes concursos de arquitectura: Escuela de Marina Civil de
Gijón, Oficinas y Talleres de la Empresa Municipal de aguas de Gijón, Rehabilitación de edificio para Casa de
Cultura en Noreña, Rehabilitación de la Calle Mayor de Palencia, Ordenación de la Plaza de San Pablo, también
en Palencia, Centro de Salud Zarracina, en Gijón, Edificio de viviendas en Playa de Poniente y Pista de
Atletismo Cubierta, en Gijón.
11
Víctor Longo y Esther Roldan han obtenido el Premio Asturias de Arquitectura 2012 por una interesante
vivienda-hotel en Llanes, cuya apuesta por la modernidad y la integración en el entorno resulta todo un
compendio de buen hacer.
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Ilustración 03. La Corte de Lugás. Arquitecto Diego Cabezudo Fernández. Villaviciosa.
Son 828m2
construidos, y casi 663 útiles distribuidos en dos inmuebles, además de cuatro
pequeñas dependencias exentas; lo que logra un conjunto que se integra sin agredir porque
responde a la tipología tradicional de la zona: la quintana, integrada por diversas y singulares
construcciones. Esto permite crear amplios recintos sin que el efecto en el paisaje suponga un
choque.
Y es que este hotel de Lugás se articula en pequeños bloques exentos, autónomos pero que
enhebran un sutil diálogo que permite entenderlos como conjunto. Sobre una parcela de
4.064m2
se ubican dos edificios principales y junto a ellos las cuatro pequeñas casitas,
denominadas Refugios, que salpican de forma deliberadamente desordenada el jardín, sin
agredir visualmente un entorno, en el que los edificios nuevos se funden y confunden con el
resto del pueblo.
El edificio principal, con 226m2
construidos en planta baja, 226 en el piso principal y 50 en el
altillo, acoge las áreas comunes en planta baja y habitaciones en la superior, desarrolladas en
dos niveles, lo que permite aprovechar la zona del pasillo de primer piso: el de acceso, con el
baño, armario y zona de estar y un segundo nivel en un altillo con la cama y una pequeña área
de descanso.
El segundo edificio presenta la tradicional galería acristalada de la arquitectura popular
asturiana y acoge cinco habitaciones, destacando la que aprovecha un acabado semicircular en
planta del inmueble primitivo, para transformarlo en un singular cuarto de baño. Aquí la
planta baja es de 157m2
y 169 la principal.
Es interesante subrayar cómo en la memoria de rehabilitación se explicita “…se ha elegido un
sistema constructivo que aunase la funcionalidad con la economía, a la vez que permitiese una
rápida ejecución de obra y una máxima flexibilidad de uso en el futuro, es decir que
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permitiese la introducción de cambios y modificaciones en la distribución, si fuese necesario,
de una forma rápida y sencilla”. Se tienen en cuenta como imprescindibles, aunque no
siempre frecuentes, criterios de sostenibilidad. [Ilustración 04]
Ilustración 04. La Corte de Lugás. Interior.
Interesante resulta el caso de Ca`l Xabú en Cuérigo (Aller), un proyecto hotelero redactado a
finales de 2001 por los arquitectos gijoneses Ángel Casas Mayor, Víctor Longo y Esther
Roldán11
, y cuya decoración corrió a cargo de Agustín Aramburu. El inmueble parte de una
vieja casa que se ha recuperado, pero las necesidades de espacio hicieron precisa una
ampliación en la que no hay concesiones al pasado, y donde los amplios ventanales suponen
una auténtica seña de identidad del inmueble. En la zona rehabilitada se ha dispuesto un
comedor repleto de referencias etnográficas, en el recinto de nueva planta un restaurante
amplio, sobrio, con grandes ventanales que abren el espacio a los verdes montes del entorno.
Se hace preciso mencionar aquí el establecimiento El Pedregal, ubicado en Poo de Llanes,
que recupera una antigua casona del siglo XVIII, la de José Manuel Pedregal, convertida en
hotel en 1998. En su fachada destacan la galería de madera y la balconada, dos elementos que
la normativa urbanística llanisca obliga a mantener al acometer cualquier actuación sobre un
edificio tradicional.
Un mantenimiento de función empresarial, pero un cambio del tipo de negocio, lo constituye
El Molino de Tresgrandas (1996-97), que forma parte del Club de Calidad Casonas
11
Víctor Longo y Esther Roldan han obtenido el Premio Asturias de Arquitectura 2012 por una interesante
vivienda-hotel en Llanes, cuya apuesta por la modernidad y la integración en el entorno resulta todo un
compendio de buen hacer.
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Asturianas. Aquí, la arquitecta Carmen Berrini12
parte de un antiguo molino harinero y otra
construcción anexa que transforma en hotel de 8 habitaciones, respetando el conjunto de
quintana y recuperando materiales tradicionales. En el proyecto inicial no se habilitaba
bajocubierta en el volumen más bajo, lo que conseguía un resultado más armónico, ya que el
exceso de verticalidad final, unido al remate en frontón, desvirtúa en parte el conjunto.
En todo caso, el resultado es atractivo, habiéndose sabido conservar -tal como se describe en
la propaganda del establecimiento- la tradicional construcción de piedra y madera. Sin
embargo, es muy interesante cómo se ha acudido a soluciones novedosas: así el recurso a la
plancha de cristal en el suelo, con el fin de que quede a la vista el discurrir del agua que
movía la rueda. Este mismo planteamiento lo hemos rastreado en otros hoteles habilitados a
partir de construcciones similares, como por ejemplo en el Molino de los Gamusinos en
Tolbaños (Ávila), donde el suelo acristalado del salón permite apreciar el correr del agua.
Igualmente, el recurrir a un antiguo molino para crear un establecimiento hotelero lo
encontramos en otros lugares, incluso fuera de nuestras fronteras: destacar el caso de la
iniciativa realizada en New Lanark, en Gran Bretaña, donde se ha creado un parque temático a
partir de los restos del sueño de Owen. Allí también el viejo molino acoge ahora un hotel.
El Molino de Tresgrandas ha habilitado también otra construcción tradicional, un hórreo, para
convertirlo en sala de juegos. La recuperación o construcción de hórreos para complementar
las instalaciones la encontramos en otros establecimientos de la zona como La Arquera, La
Posada de Babel o La Quintana del Cuera. Vemos así el recurso a la tradición, a la cultura
popular y rural, a ofrecer al visitante la Asturias que busca la que previamente a conocido a
través de las imágenes, y que ahora pretende aprehender. Es interesante reseñar que la oferta
de este hotel no se queda sólo en los recursos turísticos habituales, ya que plantea actividades
diversas como la recogida de setas con el asesoramiento de un micólogo, cursillos de
elaboración de quesos o sidra -que le valió en 1999 el Premio al Mejor Producto de
Turismo Cultural en FITUR-, e incluso lo que denominan “fin de semana detectivesco”, que
convierte al huésped en protagonista de un novela negra por unos días, y que obtuvo el
Premio al Mejor Producto de Turismo en la Naturaleza en la edición de 2004 de la misma
feria.
En este mismo enfoque de recuperar viejas construcciones, aunque en este caso sin respetar la
volumetría, podemos incluir La Montaña Mágica. Aquí se parte de una antigua vivienda y
dependencias anexas: La Quintana de Cuanda en Allande, que fue expandiéndose en
sucesivas actuaciones. La primera fase corresponde a un diseño de Alfonso Iglesias, autor de
diversos edificios para la Universidad de Oviedo. El primer proyecto es de 1993. La actuación
consistió en la recuperación y ampliación volumétrica de las construcciones preexistentes
incluido un hórreo, con vistas a su conversión en establecimiento hotelero. Junto a la
utilización de materiales tradicionales como piedra y madera, también se recurrió a muros de
ladrillo enfoscado.
12
Carmen Berrini es autora también de otros hoteles en el concejo, como la Finca Arredondo, que realizó
recuperando tres volúmenes preexistentes, siempre con el planteamiento de “mantener una historia”, ya que
según ella misma se encarga de resaltar: “el patrimonio no es sólo el monumento”. Intenta así preservar
conjuntos y no sólo edificios aislados vacíos de contenidos, tal como se viene planteando desde las ideas de
Sitte. Otro de sus trabajos, el hotel Casona de Alevia, emplazado en esta localidad de Peñamellera Baja, parte
igualmente de una vieja construcción que de esta forma se recupera para el turismo.
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El resultado es positivo en su rusticidad con sus corredores y galerías de madera en la línea
más general de la hotelería llanisca; aunque se aleja de la apuesta por soluciones mucho más
innovadoras a que nos tiene acostumbrados Iglesias, en obras como los edificios
universitarios del campus de El Cristo u otros muchos centros educativos como el colegio
Vega de Guceo en Turón.
Este hotel, y otros muchos, emplazados fuera del casco urbano, en una apuesta deliberada por
una tranquilidad y ruralidad que la villa ya no puede ofrecer, parten de la premisa de que la
mayoría de los visitantes que se acercan al concejo lo hacen utilizando vehículo particular,
según se desprende del informe SITA.
La Arquera, ubicado en el barrio homónimo a la entrada de la villa, parte de la rehabilitación
realizada por Enrique Mier de una antigua casa de labranza. Aquí aparece una vez más el
recurso a la galería de madera cuyo carácter rústico se acentúa por los soportes rematados en
zapatas. Se ha intentado singularizar las 13 habitaciones dotándolas de algún mueble con
personalidad propia. Las instalaciones, una vez más, se complementan con un hórreo
construido hace 200 años. El hotel forma parte del Club de Calidad Casonas Asturianas.
También La Casona de Nueva es un inmueble tradicional, rehabilitado para su transformación
en hotel por Ignacio García Matamoros. Como en los otros ejemplos, los vanos se enmarcan
con sillares, y la madera es constante para ventanas y puertas. Es decir, el sabor tradicional-
rural está garantizado.
En Andrín, Ricardo Peláez levanta La Casona de Andrín, que se termina en el año 2001, y
que también parte de edificaciones previas. Es un hotel pequeño, de sólo cinco habitaciones,
en el que el arquitecto apostó por la recuperación patrimonial, con cuidado de no alterar el
medio urbanístico en que se enclava. Para ello, además de recurrir a elementos y materiales
tradicionales, se mantuvo la volumetría original.
En La Casona de los Collado (1999-2000) en Villanueva de Pría, partiendo de diversas y
heterogéneas construcciones, el mismo arquitecto logró un resultado interesantemente
homogéneo gracias a la atención cromática y a la utilización de elementos tradicionales como
la galería de madera que une la casa con lo que fue una cuadra. Asimismo, destaca el uso de
paños de ladrillo visto que dinamizan el muro. Los cambios de uso de recintos preexistentes
son dignos de mención: el viejo aljibe se techó y se transformó en sala de calderas; el hórreo
es ahora almacén de ropa y un garaje es ahora un dúplex dotado de jacuzzi.
Peláez realiza también el Hotel Hontoria (1998-99) en la localidad homónima. Se trata de una
antigua casa de indianos que rehabilita a instancias del propietario, emigrante a México. Aquí
llama la atención el interés por conservar el ambiente original, para lo que se ha reutilizado el
mobiliario preexistente.
Otra casa de indianos da origen al hotel Palacete Real en Infiesto, cuya publicidad destaca
que se trata de “un impresionante palacio colonial de estilo Modernista de gusto ecléctico que
combina hábilmente diversos estilos arquitectónicos entre los que destacan elementos de la
arquitectura local regionalista y cántabra”. En realidad, tras esa tan amplia y paradójica
descripción, se esconde un inmueble ecléctico de sabor regionalista montañés, cosa harto
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frecuente en el oriente asturiano, y lo de colonial se supone que alude a un origen en capitales
provenientes de América13
.
Piedra y madera reaparecen en La Montañesa, un edificio construido en 1892 en Posada de
Llanes y rehabilitado en 1998 por el estudio de Maxi Blanco.
El hotel que Javier Ramos Gutiérrez proyecta para Ovio en 1998 parte de la preexistencia de
un establo y almacenes, volúmenes que reutiliza y conecta con un tercero. Una vez más se
escoge una estructura de madera, aunque también se utilizan aquí vigas metálicas. La
eliminación del revoque de los muros dejó a la vista la mampostería original, lo que unido al
recurso del ladrillo y la madera, logra un resultado acorde con ese gusto generalizado por
conseguir un aspecto popular tradicional aun a costa de modificar la historia. En este sentido
merece la pena destacar la falacia del planteamiento de descubrir una piedra de baja calidad
concebida para ser ocultada, ya que los muros de mampostería siempre se enlucieron. Sobre la
generalización de esta tendencia resulta revelador el hecho de que el PGOU de Llanes de
2002 explícitamente prohíba este tipo de actuación para “edificios protegidos o con interés”.
No obstante esta práctica tan habitual, que casi siempre obedece a caprichos de la clientela, es
de reseñar en este inmueble el tratamiento sin concesiones que se otorga al muro de los
antiguos almacenes, ahora transformados en salón. Aquí la diafanidad se consigue a partir de
amplísimos ventanales sin alusiones al pasado, en una resolución que muestra un evidente
guiño a esa modernidad que la normativa tanto restringe. Hay que tener en cuenta que Ramos
Gutiérrez es autor de diversos establecimientos hoteleros en el oriente de Asturias, ejecutados
muchas veces a partir de edificios antiguos que rehabilita y reactualiza, recurriendo a
materiales tradicionales, pero reinterpretados desde el conocimiento de la técnica constructiva
actual.
En Gijón es interesante el Hotel Quinta Duro, con 11 habitaciones, ubicado a las afueras de la
ciudad, en el que fuera el sitio de recreo de la familia Duro, una de las más importantes de la
industrialización asturiana.
Carlos Velázquez, propietario del establecimiento, decide crear el hotel en la que fue su casa
desde que contrajo matrimonio, para mantener la propiedad sin desvirtuarla, sin fragmentarla.
Las obras se iniciaron en 2000 culminando al año siguiente cuando el hotel abrió sus puertas
con categoría de 3 estrellas. [Ilustración 05]
13 Sobre el fenómeno indiano ver trabajos de María Cruz Morales Saro, Moisés Llordén Miñambres y
Covadonga Álvarez Quintana.1 El presente artículo es fruto de la participación del autor, como investigador a
tiempo parcial, en el Proyecto de Investigación de la Universidad de Oviedo, patrocinado por el Ministerio de
Ciencia e Innovación: “Restauración y desarrollismo en España. 1959-1975”. Referencia: HAR2011-23918, con
plazo de Ejecución: 01/01/2012 al 31/12/2014.
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Ilustración 05. Hotel Quinta Duro. Lugar de recreo de la familia Duro. Gijón.
El inmueble tiene historia, y larga. Se construye como finca de recreo en 1795, es decir, con
finalidad lúdica y festiva, para celebrar fiestas y comidas, sin idea siquiera de que fuera
utilizado para pernoctar. En 1865, Pedro Duro, tatarabuelo de Carlos Velázquez, adquiere la
propiedad a los herederos de Capua. Y en 1872 se añade el porche con sus columnas de
función y sus azulejos decorados, tal y como hoy se conserva, salvo el pavimento que es de
nueva factura. En la década de los 90 de aquella centuria se abre el porche del oeste, con la
finalidad de habilitar en la galería del piso superior un nuevo cuarto de baño.
El pórtico norte, que constituye el actual acceso, junto al vestíbulo y los dos salones que lo
flanquean corresponden a una ampliación de 1956. Posteriormente Carlos Velázquez decidiría
suprimir el remate en rotonda acristalada del salón de la derecha para sustituirlo por un remate
recto con gran ventanal horizontal por donde el parque y el verdor del jardín parecen penetrar
y adueñarse de los espacios.
Pedro Duro encargará una nueva escalera que complementase a la original de piedra, a fin de
descongestionar ésta, tan estrecha que con las ampliaciones se evidenció insuficiente. La
nueva de hierro y madera parte del vestíbulo que hace ahora de recepción del hotel. La vieja,
la de piedra que iba del bajo al primer piso, continuándose el siguiente tramo con madera, ha
desaparecido para poder ubicar el moderno ascensor que el establecimiento precisaba.
Asimismo, en las obras de adecuación para el hotel se suprimió la amplia cocina, donde ahora
se ubican habitaciones. Igualmente, lo que era un mero espacio de paso al jardín se convirtió
en dormitorio, y algún baño se dividió. Aunque, dado que el edificio se había mantenido
permanentemente actualizado y renovado, destaca que ya antes de la última reforma contaba
con 9 cuartos de baño, incrementándose a 11 en la actualidad.
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Entre las peculiaridades constructivas de la Quinta Duro caben mencionarse los interesantes
soportes férreos del porche y los antepechos de las ventanas; todo, como es lógico, procedente
de la factoría langreana. Respecto a las columnas que sujetan el porche, es reseñable que, pese
a las estrías alusivas a la tradición clásica, sean soportes de gran fuerza expresiva en sí
mismos, evitando innecesarios historicismos, En los antepechos de la terraza del piso superior
se aprecia con nitidez la marca DYC, o sea Duro y Cia., primitiva denominación de la
empresa antes de pasar a llamarse Duro Felguera.
Y en el interior sorprende una puerta de rejería, rescatada del Panteón familiar ubicado en la
iglesia de la Felguera, que fue volada con dinamita durante la Guerra Civil. Pero antes se
permitió a la familia recuperar los restos de sus muertos y este elemento. Esto habla de la
relación de los habitantes de la zona con la familia, y de lo que significó el paternalismo
industrial.
En el exterior, la pérgola de hierro dulce, que oxida sin deteriorar, da idea del profundo
conocimiento de los metales. Se conserva tal cual, maleable y resistente, oxidada y bella, sin
haber estado nunca pintada. [Ilustración 06]
Ilustración 06. Hotel Quinta Duro. Fachada sureste.
El mobiliario, en su mayoría de procedencia británica y gran calidad, es parte destacada del
Hotel Duro. Interesantes y curiosos resultan los muebles adquiridos hacia 1860-70 por Pedro
Duro a Fernando Leonard e Hijos, empresa fundada en 1904 en Vitoria. Aquí se pone de
manifiesto la mentalidad práctica y moderna del empresario, que vio interesante el comprar
unos muebles desmontables, prefabricados, destinados a funcionarios o militares que habían
de trasladarse fuera de sus localidades durante periodos más o menos prolongados. El chopo,
como material de no demasiada calidad pero ligero, es el elegido, y se complementa en el
exterior con chapeados de raíz con vistas a un aspecto de mayor empaque.
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Dos obras escultóricas son dignas de mención en la Quinta Duro, una exterior y otra ubicada
en el salón de la entrada actual del edificio. Ambas son trabajos del afamado escultor Mariano
Benlliure.
Frente al porche principal del inmueble se alza una escultura en bulto redondo, realizada en
bronce, que muestra a un trabajador de forja. Es trabajo temprano del autor, de la época de la
Escuela Española en Roma. Al venderlo a la familia, cambio la cabeza, sustituyendo la
original por un retrato de Antonio Velázquez. La firma de Benlliure es visible en la parte
posterior.
La otra pieza, también en bronce aunque de dimensiones más reducidas, representa a un
rejoneador con un grupo de toros.
Por otra parte, mencionar entre los tesoros que guarda la Quinta Duro el óleo Las mineras o
Era de machaqueo en la Fábrica de Duro-Felguera (1899), obra de José Uría emplazada en
el mismo salón y que representa las instalaciones de la Fábrica Duro en La Felguera.
Otro hotel rural gijonés es La Quinta del Ynfanzón. Aquí se busca lo bioclimático a partir del
sentido común. Así, una cámara de aire separa el piso del salón de la Música, ahora comedor,
del terreno, para evitar humedades. Este sencillo sistema se ha evidenciado como de gran
eficiencia. Además, el inmueble orienta al sur su porche y terraza. Los árboles más altos se
ubican al este, lográndose sombra sin peligro de que el viento que habitualmente sopla con
fuerza desde el oeste pudiera arrancar alguno, con el riesgo de caer sobre la casa.
La finca ocupaba unas 9 hectáreas, aunque tras la expropiación quedó algo menos. Fue una
antigua explotación agraria, y está constatada la exportación de naranjas, manzanas y peras a
Inglaterra en el siglo XVIII.
Los propietarios de la finca, cuyos orígenes se pierden diez generaciones atrás, deciden hace
algunos años recuperar el esplendor de la quinta, y para ello ven la posibilidad que ofrece
crear un establecimiento de turismo rural de calidad que sirviese además del marco idóneo
para celebraciones de alto nivel. Nace así la idea de la Quinta del Ynfanzón. En febrero de
2000 ya se materializa algo de ello con el Estudio de implantación territorial, adecuación de
casona a hotel rural y restauración que redacta el arquitecto y urbanista Arturo Gutiérrez de
Terán.
La quinta está compuesta por diversos edificios, el más antiguo de los cuales alberga hoy
cocheras y otros almacenes. Las construcciones datan del siglo XVIII, con ampliaciones en
las dos siguientes centurias, según consta en la memoria de Gutiérrez de Terán. En el
vestíbulo del inmueble que alberga la zonas de dormitorios se atesora el árbol genealógico
que atestigua la antigüedad de la ascendencia de la familia; árbol que en realidad es el de la
finca, que fue pasando por vía masculina, o sea, respetando el Mayorazgo, en la medida que
fue posible. Allí se puede ver también la fecha de la reforma que llevó el agua corriente a la
casa (1852). Una pequeña capilla, a modo de oratorio privado, se abre también en este
inmueble.
En la zona ahora destinada a restauración hubo patio y panera, que desapareció en la
adecuación a establecimiento hotelero. El comedor, antigua sala de música, fue levantado a
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principios del siglo XIX, si bien parte de cimientos preexistentes correspondientes a una
edificación anterior. Aquí, una cámara de aire en semisótano mantiene el aislamiento térmico
en óptimas condiciones.
Es destacable que la misma familia propietaria de la Quinta del Ynfanzón haya realizado la
transformación en hotel del Palacio Conde de Toreno, en Salas, una espléndida construcción
rodeada de frondosos jardines. Otro ejemplo de recuperación patrimonial con vistas a su
promoción turística.
4.- CONCLUSIONES
Tras este recorrido por la construcción hotelera asturiana erigida en las últimas décadas o
creada a partir de trabajos de rehabilitación, se evidencia que el conjunto del patrimonio
arquitectónico turístico, sigue una tendencia hegemónica que vuelve la vista a los
planteamientos regionalistas, aun existiendo una línea de propuestas de vanguardia
minoritaria. Un regionalismo arquitectónico de finales del siglo XX que parece sólo destinado
al consumo turístico.
Y es que se trata de ofertar lo que la demanda requiere: quintanas, casonas de indianos o
palacetes de nuevo cuño que salpican la geografía regional. No obstante, también hay una
línea de rehabilitaciones de edificios preexistentes para su cambio de uso hacia el sector
turístico. Aquí conviven los logros de una recuperación patrimonial, ambiental y paisajística
con los beneficios de reaprovechar lo ya construido, destacándose los valores de
sostenibilidad, eficiencia y resiliencia.
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Intervención | Experiencias
Datos previos para la restauración y puesta en valor de la ermita de San miguel de
Sacramenia (Segovia)
Preliminary data for the restoration and enhancement of San Miguel de Sacramenia Shrine
(Segovia)
Miguel Martínez Monedero
Doctor Arquitecto. Profesor de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Granada.
Resumen
El artículo aborda la investigación que se ha realizado como fase previa para la redacción del
proyecto de restauración de la iglesia. Es una investigación novedosa pues el edificio, a pesar
de reunir un importante valor histórico-artístico, no ha recibido atención alguna en las últimas
décadas y envejece anónimo con riesgo evidente de colapso. Además su inserción en el
paisaje, enrocada sobre un cerro castellano, al fondo de un valle del río Duratón, en la
provincia de Segovia, añade un interés paisajístico que es tenido en cuenta en su valoración.
Palabras clave: Toma de datos. Fase previa. Investigación. Restauración arquitectónica.
Ermita de San Miguel de Sacramenia. Segovia.
Abstract
This paper focuses on the research conducted as the basis for the drafting of the project for the
restoration of San Miguel de Sacramenia Shrine (Segovia). This research is a new approach to
the shrine which, although preserving important historic and artistic values, has not received
any attention in recent decades and ages anonymously and with an obvious risk of collapse.
Besides, its setting in the surrounding landscape, raised on a Castilian hill at the bottom of a
valley of the Duratón River, in the province of Segovia, adds a scenic interest to it that has
been taken into account for its heritage assessment.
Keywords: Previous studies. Research. Architectural restoration. San Miguel de Sacramenia
Shrine. Segovia.
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Miguel Martínez Monedero
Nacido en Málaga (1972), es Doctor Arquitecto con "Mención Europea", Premio
Extraordinario de Doctorado y Master en Restauración Arquitectónica por la Universidad de
Valladolid. Profesor de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Granada desde 2004, es
también Profesor del Programa Master de Restauración Arquitectónica de la Universidad de
Valladolid.
Como investigador ha formado parte de distintos proyectos nacionales de investigación:
"Restauración y desarrollismo en España. 1959-1975", HAR2011-23918 (2012-2014,
MICINN); "Reciclajes Urbanos", Ref. BIA2088-02753 (2008-2011, MICINN); y
"Reconstrucción y restauración monumental en España 1938-1958", Ref. HUM2007-62699
(2009-2012, MICINN); forma parte del Grupo de Investigación de Excelencia de la
Universidad de Granada desde 2007: HUM-813, "Arquitectura y cultura contemporánea";
también ha sido becario posdoctoral del programa Torres Quevedo Ref. PTQ-08-01-06641 del
MICINN 2008-11 y FPU del MEC (1998-2002) Ref. AP-98.
Contacto: [email protected]
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e-rph intervención | experiencias | Miguel Martínez Monedero
81
INTRODUCCIÓN
Todo proyecto de arquitectura, si es abordado con el compromiso que merece, acaba siendo
un proyecto de investigación1. Éste que aquí se presenta, en su parte preliminar como toma de
datos de trabajo de campo y estudio histórico-arquitectónico, así lo pretende. El proyecto
llega a mi estudio hace ahora 7 años, por parte de la Junta de Castilla y León, con el objetivo
de poner en valor las ruinas de la antigua iglesia de San Miguel de Sacramenia (Segovia), sin
saber bien cómo ni de qué manera abordarlo, ni siquiera con cuánto presupuesto. A partir de
entonces nuestra preocupación se ha cifrado en poner realmente “en valor” este maltrecho
monumento, que ha llegado a nuestros días en un estado tan lamentable como evocadora es su
imagen. La ausencia de actuaciones sobre el monumento y el alejado enclave donde se halla,
perdido por la provincia de Segovia, nos descubrió unos restos “vírgenes”, inalterados desde
la Guerra de la Independencia. Esto ya es en sí un hecho singular, pues muy raro es el
monumento, hoy en día, que llega inalterado, lo que fue motivo, aún en mayor medida, de que
los estudios preparatorios fueran concienzudos, desde un punto de vista histórico-
arqueológico-arquitectónico. Por otro lado, la complejidad arqueológica del enclave, bien a la
vista en un primer momento, motivó la necesidad de colaboración estrecha entre estos tres
grupos profesionales. A los enterramientos antropomorfos de su ábside se añadieron, con las
primeras excavaciones, los que acompañan a toda la roca en la que se asienta la iglesia,
completando el descubrimiento de un centro de enterramiento de considerables dimensiones,
que ha sido ya expuesto en publicaciones2. A esto se añadió el estudio de las numerosas
cuevas que acompañan a todo el altozano en donde se asienta la iglesia, e incluso avanzan por
debajo de la misma, y que resultó ser un eremitorio altomedieval de cierta complejidad, y que
queda por estudiar en profundidad. Descartada por la Junta la visita de las cuevas, dentro de
un recorrido que con inicio en la iglesia diera una visión de conjunto al enclave, por motivos
de seguridad, nuestra atención se centro en la iglesia y su acceso, como objeto arquitectónico
enclavado en el paisaje, y a él estamos dirigiendo nuestros esfuerzos. [Ilustración 01]
1 El presente artículo es fruto de la participación del autor, como investigador a tiempo parcial, en el Proyecto de
Investigación de la Universidad de Oviedo, patrocinado por el Ministerio de Ciencia e Innovación:
“Restauración y desarrollismo en España. 1959-1975”. Referencia: HAR2011-23918, con plazo de Ejecución:
01/01/2012 al 31/12/2014. 2 El apartado de estudios históricos en los que se apoya este artículo ha sido desarrollado en colaboración con
ARATIKOS ARQUEÓLOGOS, Gabinete Arqueológico y Estudios sobre Patrimonio Histórico, y en particular
su trabajo no publicado: (2008). Iglesia de San Miguel, en Sacramenia (Segovia): excavación arqueológica y
prospección intensiva del entorno, y (2008). Iglesia de San Miguel, en Sacramenia (Segovia): Lectura de
paramentos. Informe Técnico. En relación a la descripción física y política del territorio, cabe mencionar la
referencia a José María Tejero de la Cuesta en el apartado bibliográfico de este trabajo.
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Ilustración 01. La ermita sobre el altozano del páramo castellano.
Sacramenia se localiza al norte de la provincia de Segovia, cercana a las de Burgos y
Valladolid, en la llamada cuenca media del Duero3. La iglesia de San Miguel destaca sobre un
cerro que sobresale de la horizontal paramera castellana. La ermita ocupa la posición
noroeste, a una altitud aproximada de 923 metros sobre el nivel del mar, que comparte,
gracias a la sensible planitud del altozano, con el resto de su superficie. En este llano, y
asociado a la iglesia, se han encontrado una serie de vestigios arqueológicos excavados en la
roca caliza que da forma al cerro. En concreto en el lateral sur de la iglesia, así como en su
interior, son visibles restos de enterramientos medievales antropomorfos excavados en la roca
(Reyes Téllez, 1991). Algunos de ellos, dentro de la iglesia, fueron pseudo-excavados y no
existe publicación ni memoria alguna de trabajo, provocando incluso el descalce del ábside de
la ermita. Además, esta excavación tiene el pésimo defecto de llamar la atención de posibles
expoliadores arqueológicos, de cuya presencia se ha tenido ya conocimiento verbal.
Además se han localizado numerosas covachas talladas en el corte sur y oeste de la
escarpadura, cuyo significado está por estudiar pero deberían ser protegidas por la posibilidad
de tratarse de un eremitorio alto medieval4, siquiera un hábitat rupestre bastante evidente (los
restos arquitectónicos que se han querido identificar como pertenecientes a una fortificación
[Zamora Canellada, 1991]). El conjunto de enterramientos antropomorfos excavados en el
3 El caserío de la Villa se asienta en el margen derecho de una paramera del río Sacramenia, afluente del
Duratón. Su tierra se asienta sobre un páramo calcáreo donde los ríos han abierto cauces amplios. Con una
población de 967 habitantes y una extensión de 83,2m Sacramenia pertenece al partido judicial de Sepúlveda.
Está situado a 830 metros de altura y ocupa la superficie del valle del río Duratón. 4 Esta protección es urgente, pues muy recientemente se ha producido un daño grave en ellas: la explanación
alrededor de la iglesia, por delante de las cuevas, promovida por el ayuntamiento de Sacramenia con objeto de
evitar el posible desprendimiento y caída sobre las casas del pueblo de grandes piedras procedentes,
precisamente, de las embocaduras de las cuevas.
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interior del ábside de la iglesia, y en el exterior, ponen de manifiesto la existencia de un
asentamiento de cierta complejidad que, según autores, podría extenderse por el resto de la
superficie horizontal del cerro (Reyes Téllez, 1991:23)5.
Entorno a la iglesia, en el cerro donde ésta se asienta, se ha podido ver abundancia de material
cerámico. Esto, unido a la orografía particular del cerro, una planicie elevada que domina el
territorio a su alrededor y con fácil acceso sólo por el extremo norte (el resto de su perímetro
presenta fuerte escarpadura), refuerza la idea de la existencia de un antiguo núcleo habitado
(De la Cámara Rojo, 2007).
La presencia de la ermita, encaramada en el cerro, destaca en el paisaje desde kilómetros de
distancia. El acceso al edificio se produce por su lateral oriental. Desde la carretera rodada
que da acceso al poblado de Sacramenia, justo en su acceso norte, a escasos metros del inicio
del caserío, se desvía un camino agrícola que sube pausado por la colina. Este camino, de
tierra y grava fina compactada y anchura aproximada de 4m, se desvía al norte hacia distintos
sembrados, conforme a una pendiente pronunciada pero aún cómoda al paseante (Rivera
Blanco, 1995). La presencia de la iglesia es constante en el paseo de acceso. Por el camino la
volteamos desde su frente hasta su cabecera, desde la lejanía, como referencia constante,
señalando el final de nuestro recorrido. Una vez alcanzado el noreste del altozano, a una cota
de 900m, se desvía un camino peatonal, sin ningún tratamiento más que el desgaste de las
pisadas de los visitantes, para subir suavemente lo escasos 25 metros de desnivel, que nos
separan ya del altozano. En este tramo, la iglesia se contempla, aún en la lejanía, por su
ábside, donde ya reconocemos su sillería, y siempre, al fondo, la presencia del paisaje
dominando el conjunto. El camino se abraza al lateral norte del cerro y, a través de escasos
400m, se llega a la iglesia. El recorrido y la referencia visual del edificio dotan al paseo de un
carácter procesional, íntimo y sacro, que pone en valor, a través de las singulares condiciones
orográficas, la lectura de la iglesia. [Ilustración 02] [Link 01]
5 Que cabría situar cronológicamente en la antigua Edad Media, muy posiblemente relacionado con las primeras
fases de la repoblación cristiana de este territorio en el primer tercio del siglo X.
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Ilustración 02. Lateral meridional de la iglesia.
Link 01. Eremitorio altomedieval mediante covachas excavadas bajo la roca sobre la que asienta la iglesia.
La iglesia es un edificio de pequeñas dimensiones, de una sola nave con ábside de sillería bien
aparejada (Palomino Lázaro, 2008). Los muros de la nave son de fábrica de hormigón
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ciclópeo, formado por mampuestos, ripios y guijarros mezclados con mortero y ejecutado con
técnica de tapial con mechinales pasantes y encofrado a doble cara, formando un paramento
tosco que, según algunos testigos aún presentes en sus muros, estuvo enfoscado y enlucido, al
interior y exterior. Aún conserva, en algunas zonas del interior, restos policromados. La nave,
según sus testigos y modelos análogos, tuvo techumbre de madera, hoy totalmente
desaparecida, que se presentaba unida por su tramo recto presbiterial a un solo ábside
semicircular y abovedado en donde, por ser el centro litúrgico del edificio, se concentran los
mayores esfuerzos constructivos, tanto en la fábrica, de cantería, como en la decoración
iconográfica exterior e interior, mediante capiteles historiados o con motivos vegetales. Estos
tienen refrendo en la portada de acceso meridional, también de sillería no concertada y bien
aparejada, que destaca del plano del muro y señala, con rotundidad, el acceso lateral del
templo. Las irregularidades manifiestas del aula, desviada hacia el sureste con respecto al eje
longitudinal del ábside, y de la portada, adosándose a su mampostería enfoscada, junto a
detalles tales como el chapado de la sillería románica sobre los muros enfoscados, en el lado
sur del tramo recto de la cabecera, son argumentos que hacen pensar en un centro litúrgico
anterior. Asimismo, la situación de la iglesia en lo alto de un cerro dominando la actual
población de Sacramenia, junto a la gran planicie que se extiende al este de aquella, inclina a
pensar en un antiguo núcleo habitado en continuidad a la iglesia. Esta idea toma fuerza al
comprobar la existencia de una necrópolis de tumbas antropomorfas excavada en roca,
algunas de las cuales están en el ábside, y refuerzan la hipótesis cronológica que sitúa la
fundación del edificio en torno al s. X6.
En la iglesia se distinguen tres espacios principales que quedan manifestados al exterior por
su volumetría: 1, la nave de la iglesia, de disposición longitudinal y con acceso lateral al sur;
2, el tramo recto presbiterial, cubierto con bóveda de cañón que conecta la nave con el ábside
y se remata superiormente por una arco triunfal que recibía el piñón de la cubierta; y 3, el
ábside semicircular cubierto con una semicúpula, o bóveda de toro7. [Link 02] [Ilustración 03]
6 Ver más datos históricos en: (Ruiz Montejo, 1998 y Ruiz Hernando, 1998).
7 No se conocen actuaciones sobre la ermita posteriores a las ya referidas. En la bibliografía consultada destaca
el estudio sobre la iglesia de San Miguel de Sacramenia realizado por Leandro Cámara y José Francisco Yusta
Bonilla, arquitectos; Patricio José Moreno, aparejador; y Monserrat Lerín, historiadora, dentro de la
Documentación Básica de Diversos Edificios de la Provincia de Segovia, para la Junta de Castilla y León (sin
fecha). El análisis histórico de este documento hace mención a una propuesta de restauración que no fue
ejecutada.
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Link 02. Situación y emplazamiento.
Ilustración 03. Imagen de la nave, estado actual.
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En el exterior no se reconocen superficies tratadas y acotadas que puedan señalarse. El acceso
al edificio se produce por un camino formado por el paso del hombre, sin acotación precisa,
mientras que el entorno inmediato de la iglesia carece de tratamiento alguno. No obstante,
distinguimos claramente, gracias a la singular orografía, las siguiente zonas exteriores: 1, la
de asiento de la iglesia, en el noroeste del altozano; 2, el llano del altozano, a una altitud
aproximada de 925m; 3, el camino de acceso peatonal que conecta el desvío del camino
agrícola con la iglesia, de una longitud aproximada de 400m; y 4, el camino agrícola de
acceso al anterior, que se desvía de la carretera asfaltada regional, y tiene una longitud
aproximada, hasta nuestro entronque, de 1km.
En cuanto a su decoración iconográfica y su genealogía, capiteles y alero recogen lo más
señalado de su labra ornamental. Ruiz Montejo señala que San Miguel de Sacramenia se
encuadraría desde el punto de vista decorativo en el llamado Taller de Fuentidueña (Ruiz
Montejo, 1988; Golvano Herrero, 1977 y Aratikos Arqueólogos, 2003), evolución a su vez
del temprano centro surgido en Sepúlveda, desde donde las nuevas formas decorativas del
románico se difundieron por todas las Tierras de Segovia. Esta hipótesis confirmaría la toma
de distintos modelos iconográficos presentes en el edificio. También se observan influencias
de algunos centros del románico soriano como es el caso de San Esteban de Gormaz,
posiblemente trasmitidas por cuadrillas de artífices mudéjares, tan abundantes y de extendida
tradición en esas tierras. En la portada meridional y en los capiteles conservados se aprecia
una variada decoración con distintos motivos: algunos vegetales tales como los zarcillos
ondulantes terminados en palmetas del arco de medio punto y algunas roscas, además de las
hojas de helecho de uno de los capiteles de la portada meridional (por otro lado similar a los
de San Vicente de Pospozuelo), o las hojas de eucalipto de los capiteles del interior del
ábside; y otros, la mayoría, ornados con representaciones figuradas de animales (aves y
cuadrúpedos, posiblemente equinos) y hombres8.
Poco puede decirse del desarrollo del programa iconográfico de las paredes de San Miguel
pues, como ya anticipamos, la inclusión de ornamentaciones y figuraciones en este tipo de
templos suele ser simplemente una cita descontextualizada (y a veces mal comprendida)
extraída de los ejemplos mayores, modélicos y admirados a la par, del románico internacional
y de los grandes centros, sin que quepa ofrecer lecturas complejas (o desarrolladas) y
autónomas. Y, cuando éstas se producen, puede que hayan sido mediatizadas por
circunstancias y datos que se nos escapan como, en este caso, la situación de ruina y pérdida
de posibles elementos y la cuestionable complementariedad con una decoración pictórica de
la cual apenas queda la sombra de una ruina aún mayor9.
En definitiva, no cabría esperar otro programa en un templo dedicado al arcángel Miguel, que
representa la victoria del bien sobre las fuerzas demoníacas, sea sobre Lucifer, el ángel caído
8 Entre estos últimos debe destacarse como el más cualificado y reconocible el capitel del lado norte del arco
triunfal, en donde se desarrolla la iconografía de “Sansón desquijarando al león”, acompañado de una figura que
ha sido descrita como un personaje con lanza vestido de forma “arabizante”, con unos rasgos que, según Ruiz
Montejo, se asemejan a las figuras del pórtico de San Esteban de Gormaz. Ver en: (Mínguez Fernández, 2001). 9 Así, sólo cabe afirmar algún aspecto general, como la disposición flanqueando el espacio del presbiterio de dos
capiteles, los más granados del edificio, dedicados al tema de la lucha contra un animal (pese a la falta de
identificación del meridional, creemos que ésta debe ser una interpretación unívoca), con lo que se reafirma el
espacio más sagrado del templo, el sancta sanctorum, como el destinado a obtener el definitivo triunfo del bien
sobre el mal gracias al sacrificio de Cristo representado en la Eucaristía que allí se celebra. (Aratikos
Arqueólogos, 2003:22).
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y expulsado al Averno, sea sobre el dragón al que alanceó y mató. De hecho cabe buscar
alguno de estos motivos entre los poco legibles de los muros de esta iglesia, sin descartar que
los personajes del exterior de la ventana central, uno de ellos de apariencia femenino por sus
largos cabellos también propios del ángel, puedan ser precisamente una de estas parejas
maniqueas: la lucha del bien y del mal (William, 2000 y Réau, 1996).
En otro orden de cosas, la preferencia señalada del ábside para ofrecer motivos vegetales en
los capiteles que rodean el altar puede ser leída, por tanto, como figuración del Paraíso,
representado por la abundancia de plantas y vegetaciones exóticas que prefiguran la Segunda
Venida gracias a ese triunfo10
.
Los canecillos, a menudo reservados para una profusa identificación de vicios y virtudes,
están aquí dominados por lo meramente geométrico o animalesco: ¿un zodiaco o un
calendario, una sucesión de vicios, imágenes propiciatorias de las bestias que conviven con el
hombre? Mientras que la portada ofrece la contraposición entre el lado oriental, defendido por
seres temibles: dos cuadrúpedos (quizás felinos) que comparten cabeza y una arpía de alas
explayadas coronada por una (o varias) serpiente, y el lado opuesto, donde sólo conservamos
un capitel que, más tranquilizadoramente, nos ofrece un motivo vegetal de nuevo.
La decoración de canecillos (ver figura) merece, por su interés, un análisis algo más detallado.
Su descripción, según la tabla referida, es como sigue:
Lateral norte
Lateral sur
1Liso
2-3. Escalonado invertido con bola y
dardo.
4. Liso
5. Escalonado invertido con modillón
de dos molduras.
6. Igual a 2-3.
7. Igual a 5.
8. Igual a 2-3.
9. Igual a 2-3.
10. Escalonado invertido roto.
11. Igual a 10.
12. Igual a 2-3.
13. Cara de felino.
14. Roto.
15. Igual a 2-3.
16. Roto.
17. Cabeza de felino.
18. Cabeza humana con
bucles, ¿gorgona?
19. Cabeza de buey.
20. Cabeza de jabalí?
21. Escalonado invertido.
22. Cabeza de buey.
23. Igual a 2-3.
24. Cabeza de jabalí.
25. Igual a 2-3.
26. Cabeza de buey. Roto.
27. Roto.
[Ilustración 04]
10
Sería por tanto una versión fitomorfa de la habitual “abstracción” de los espacios sagrados, que reducen y
llegan a eliminar las narraciones figuradas a medida que se penetra en el espacio más sagrado entre lo sagrado,
circunstancia que dota a esa ubicación de simbología más críptica y universal. (Aratikos, 2008:25).
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Ilustración 04. Plano guía de canecillos.
En cuanto a su genealogía, la ya referida vinculación, desde el punto de vista decorativo, al
llamado Taller de Fuentidueña, confirmaría la toma de modelos iconográficos en el caso de
Sansón. No obstante, según los estudios consultados, también se observan influencias de
algunos centros del románico soriano como es el caso de San Esteban de Gormaz,
posiblemente trasmitidas por cuadrillas de artífices mudéjares, tan abundantes y de extendida
tradición en esas tierras (Ruiz Montejo, 1988:66).
1.- EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Conforme a los resultados de los estudios citados, el análisis histórico-arquitectónico de las
ocupaciones de la iglesia y su entorno las ocupaciones históricas del enclave y del edificio se
clasifican del siguiente modo:
A) Ocupación prehistórica
Se han detectado restos cerámicos y líticos muy escasos y poco significativos documentados
durante el proceso de prospección de la parcela de labor, inmediata al templo. Apenas se
pueden extraer datos concluyentes de una muestra tan reducida e inexpresiva, tan solo
constatar su presencia y asumir que la intensa ocupación medieval ha tenido que afectarle de
forma muy severa.
B) Ocupación Altomedieval/prerrománica
Los restos atribuibles a esta primera fase histórica se valoran en toda su magnitud si se
analizan dentro del contexto histórico en el que se produjeron. A partir de los datos
documentales con que contamos sabemos que Sacramenia es objeto de aceifas o incursiones
de castigo provenientes tanto desde el poder condal castellano –Fernán González en los años
30 del siglo X- o desde la capital cordobesa a lo largo de la segunda mitad de dicha centuria
(en concreto la dirigida directamente sobre Sacramenia en el 983). El asentamiento en estos
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momentos se localizaría en lo alto del cerro, en las numerosas covachas talladas en la cima de
la ladera S y que definen el hábitat rupestre bastante evidente.
Es en este ambiente habitacional doméstico donde encajan los distintos rebajes, hoyos y otras
superficies repicadas en la roca, muchos de ellos de traza muy perdida y peor factura, para los
que no se encuentra ningún tipo de explicación o asociación con el edificio románico. Los
elementos más elocuentes en este sentido son las subestructuras subterráneas de mayor
capacidad interpretadas como contenedores de grano –silos- o, en el caso de una de grandes
dimensiones, como estancia rupestre para almacenaje de víveres de distinta índole.
Sin embargo lo que mejor conocemos de este primer núcleo habitado es su ámbito funerario
con sepulturas en fosa, la mayoría de plantas antropomorfas, cuyas características son muy
similares a las que presentan varias necrópolis rupestres de la mitad norte peninsular
conocidas y analizadas en profundidad durante las últimas décadas del siglo pasado e inicios
del presente (Aratikos, 2008:28). Para ellas se establece una secuencia cronológica que
comienza en torno al siglo X, con la colonización castellana de las áreas de frontera, y se
prolonga durante todo el siglo XI.
La secuencia estratigráfica documentada demuestra una clara superposición de los muros del
templo de San Miguel a varias sepulturas en fosa y la clara reutilización de este espacio como
cementerio hasta que la iglesia pierde su función litúrgica en época moderna.
Una de las directrices de la investigación estaba encaminada a dilucidar si el actual edificio
conserva en su estructura algún vestigio arquitectónico de la primitiva fábrica levantada por
los primeros repobladores, pero los resultados han sido negativos. No queda ni la más mínima
traza, ni un solo indicio material de su estructura, sólo un espacio de tendencia rectangular
(8m. de longitud E/O por 7m. de anchura N/S) integrado en la nave románica, libre de fosas
funerarias, que puede marcar la ubicación del santuario original. En este sentido tampoco se
puede descartar que alguna de las covachas de la ladera pudiera estar destinada a templo o,
siguiendo las nuevas líneas de investigación, plantear la posibilidad de considerarla una
necrópolis exenta, algo que no es en absoluto excepcional en el panorama europeo,
habiéndose identificado en numerosas aldeas de cronología altomedieval. De hecho, el
registro arqueológico ha comenzado a evidenciar, contradiciendo las posiciones
historiográficas tradicionales, que la iglesia es en realidad un elemento que surge en el seno
de la aldea generalmente varias centurias después de su fundación (Quirós Castillo, 2008).
La estructura más interesante de las registradas durante la campaña arqueológica fue un muro
ancho y potente que discurre por el borde N del cerro; comienza en el extremo NO y continúa
24m. en dirección E. Este muro no tiene zanja de cimentación, se construye directamente
sobre la roca y no presenta ningún tipo de conexión estratigráfica con el muro N del templo,
de hecho comienzan manteniendo una distancia de separación de 40cm. y van perdiendo
paralelismo hasta llegar a distanciarse casi dos metros. Su ubicación en el borde del cerro, su
envergadura y dimensiones permiten caracterizarlo como muro defensivo; desconocemos si
bordea también el flanco occidental de la esquina NO, pero hay indicios en la superficie del
terreno que parecen confirmar esta posibilidad. La presencia de un recinto de estas
características sólo puede responder a necesidades defensivas de primer orden.
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Como se ha señalado, a mediados del siglo X Sacramenia figura como uno de los primeros
núcleos de repoblación, a la vez que lo hacen otras poblaciones de la “línea del Duero” –San
Esteban, Osma, Roa- (Artikos, 2008:31). Todas ellas cuentan desde este momento con
recintos fortificados de mayor o menor envergadura, construidos con materiales de su zona y
con una técnica muy local, lo que da paso a tipologías diferentes que evolucionan a lo largo
del tiempo atendiendo a las necesidades defensivas, políticas o sociales de cada población.
Por tanto, no se puede descartar que este emplazamiento en alto, destacado y protegido desde
el punto de vista estratégico, pudo necesitar un refuerzo que garantizara su mantenimiento. De
esta manera el cerro se convierte en una atalaya de excepción en el valle cuya continuidad en
el tiempo, una vez terminada la conquista, daría lugar en plena Edad Media a la consolidación
del lugar.
C) Ocupación Pleno/Bajomedieval
Esta consolidación se puede interpretar en clave de evocación o recuerdo porque en este
momento –mediados del siglo XIII- la población ya se ha establecido en el valle y ha creado
nuevas parroquias –iglesias San Martín y Santa Marina-. La construcción de la iglesia
románica de San Miguel en plena Edad Media puede responder por tanto a un sentimiento de
“petrificación” o mejor dicho “monumentalización” de los restos de su templo como uno de
los testimonios de su pasado reciente y fundacional.
El edificio se construye directamente sobre la superficie rocosa, nivelando o regularizando
mínimamente el trazado. Sólo en el extremo del ábside se han documentado los restos de una
zanja fundacional de escasa profundidad que corta los echadizos de tierra que cubren las
tumbas rupestres altomedievales. En el interior, en el tramo central del eje longitudinal de la
nave, se registran fosas y hoyos de diferente morfología y dimensiones destinados a encajar y
asentar pies derechos que sirvieron de apoyo para la cumbrera y la cubierta de la nave.
También hay hoyos asociados al montaje de la portada o del arco triunfal, y estructuras
rupestres de mayores dimensiones destinadas al almacenamiento de víveres y amortizadas
como vertederos una vez que pierden su funcionalidad.
Es importante señalar la problemática surgida con numerosas subestructuras rupestres en
cuanto a su interpretación funcional y/o cronológica ya que no contamos con una secuencia
gradual de los restos sino que se trata de una estratigrafía horizontal en roca, de manera que
todos los grupos culturales que se han sucedido en este punto han trabajado sobre el mismo
plano de acción.
D) Ocupación Moderna
De acuerdo con la documentación archivística durante los siglos XVI, XVII y XVIII se
realizaron obras de mejora en las ermitas de Sacramenia, entre ellas en la de San Miguel. Se
cambiaron vigas, machones, cerraduras y marcos y se retejó en varias ocasiones (De la
Cámara Rojo, 2007).
Los restos arqueológicos procedentes de estos trabajos de ampliación y reforma presentan una
uniformidad en cuanto al tipo de masa empleado para trabar su fábrica. Así, en este apartado
se pueden reconocer los restos del muro que delimitaba el pórtico meridional y el occidental,
el banco corrido perimetral a la nave, las reformas o refuerzos de la cimentación y el umbral
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de la portada. Algunas de estas actuaciones se deben realmente a problemas estructurales de
los muros originales del templo románico, como se desprende del análisis y estudio de sus
paramentos (Aratikos, 2008:56).
2.- EVOLUCIÓN ARQUITECTÓNICA
La actual fábrica de San Miguel se ha venido fechando hacia mediados del siglo XIII.
Datación basada en las similitudes estilísticas y estructurales con la ermita de San Vicente
Mártir de Pospozuelo (Aratikos, 2008:58). La presencia no obstante de una serie de restos
antrópicos reconocidos dentro y fuera del edificio (enterramientos antropomorfos, hábitat
rupestre y los posibles vestigios de una línea de defensa) nos informa de que el lugar ya
vendría siendo ocupado por un asentamiento humano al menos desde el siglo X, más en
concreto, a partir del año 940, momento en que el conde de Castilla y Álava Fernán González
incorporó la villa de Sepúlveda al reino de León, iniciando así la repoblación de las tierras
que devinieron en la creación de las Comunidades de Villa y Tierra de Segovia (Casa
Martínez, 1992).
A partir del análisis de la secuencia estratigráfica del estudio arqueológico y arquitectónico, se
pueden establecer varias fases de actuación en la iglesia, cuyo orden cronológico se repasa en
las siguientes líneas. Tanto en el exterior de la ermita, como en su interior, se observan cuatro
fases constructivas bien diferenciadas y manifestadas por distintos estudios. La primera es una
construcción adaptada a los restos de una construcción previa del s. X., de la que no se
guardan prácticamente datos; la segunda es su fase románica, la que levantó el templo que
hoy en día se contempla, del s. XIII; y la tercera y cuarta, reformas tardías, de las que hay
referencia, se produjeron entre los siglos XVI, XVII y XVIII cuando se realizaron distintas
obras de mejora en todas las ermitas de Sacramenia, entre ellas en la de San Miguel (Barrios
García, 1991). Partiendo del análisis de los alzados y de los cimientos identificados podemos
subrayar diversas cuestiones a modo de conclusiones:
- En primer lugar, la aldea de Sacramenia se dota de iglesia en un momento tardío, en la
primera mitad del siglo XIII, implicando su construcción la reutilización de un espacio
cementerial anterior. Debemos tener en cuenta que la presencia de necrópolis exentas no es en
absoluto algo excepcional en el panorama europeo, habiéndose identificado en numerosas
aldeas de cronología altomedieval11
.
- Asimismo, en segundo lugar, se evidencia una dualidad constructiva de esta primera iglesia
“románica”, ya que se construye con sillería las zonas más monumentales, mientras que el
resto se levanta con sencillos encofrados de mortero y cantos. En cualquier caso, esta dualidad
es bastante frecuente en los templos de este periodo, manteniendo siempre la mayor calidad
técnica y los mejores materiales para las estructuras más cercanas al acceso y, por tanto, más
visibles. En nuestro caso, esta preeminencia la recibe el lienzo meridional, atendiendo al uso
de la sillería, la calidad decorativa de los vanos y la presencia de grabados.
11
De hecho, como se ha comentado anteriormente, el registro arqueológico ha comenzado a evidenciar,
contradiciendo las posiciones historiográficas tradicionales, que la iglesia es en realidad un elemento que surge
en el seno de la aldea generalmente varias centurias después de su fundación (Parenti, 1996).
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- Podemos aseverar que esta primera iglesia dispuso de problemas estructurales en el muro sur
solucionados no mucho tiempo después con una reforma en la que primaron valores prácticos
sobre otros de tipo estético, al llevarse a cabo esencialmente con encofrados en una zona
donde primaba la fábrica en sillería.
- Finalmente, en cuarto lugar, se ha documentado una destrucción parcial del templo en un
periodo a buen seguro enclavado dentro de la Guerra de la Independencia española, seguida
de una reconstrucción de escasa calidad técnica, representando ésta la última fase constructiva
identificada (Quiros Castillo, 1998). [Ilustración 05] [Link 03] [Link 04]
Ilustración 05. Planta y entorno próximo de la iglesia.
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Link 03. Alzados y secciones, estudio dimensional.
Link 04. Alzados y secciones, estudio dimensional.
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3.- ESTUDIO CONSTRUCTIVO12
Atendiendo a los elementos constructivos que quedan actualmente a la vista, como se ha
expuesto anteriormente, se han identificado hasta cuatro fases en la historia constructiva de la
ermita de San Miguel de Sacramenia, cubriendo un dilatado marco temporal entre el siglo
XIII y la Edad Moderna. Haremos referencia a éstas en la siguiente descripción.
A) Nave de la iglesia, niveles horizontales, planta
Se aprecia una estructura perimetral a toda la base del muro N y a la mitad del muro O de la
iglesia de factura muy basta, caótica, realizada a base mampuesto, ripio y otros restos
constructivos. Sólo en la pared O ofrece cierta uniformidad, con una fábrica más regular
construida con sillarejos de caliza y toba distribuidos en dos hiladas. Se trata de un banco
corrido adosado a la pared mediante un mortero potente y muy compacto, de tonalidad
amarillenta y fabricado a base de arena, pellas de cal, clastos de caliza y fragmentos de
teja curva. La presencia de este mortero, con las huellas o negativos de los mampuestos
que en su día trabó, en otros puntos de la iglesia –a ambos lados del arco triunfal y en un
tramo del muro S- permite asegurar que dicho banco se prolongaba por la mayor parte del
perímetro interno de la nave. En la esquina SE, además, se mantienen restos de la capa de
revestimiento de cal que en origen cubría y uniformiza toda la estructura y prolongándose
también por las paredes del templo.
Se han documentado distintos pavimentos en la nave, de mortero de cal, en sucesivas capas,
sobre cama de arena de nivelación. El grosor de estos varía en función de las necesidades del
terreno para conseguir una superficie uniforme con el fin de asentar el pavimento de cal
señalado.
A occidente se denotan los restos de la cimentación del hastial que configuraba la portada,
imafronte, a los pies de la iglesia. Los restos se aprecian a distinta cota en todo su trazado, y
van disminuyendo progresivamente de N (120cm.) a S (20cm.). En el siguiente epígrafe se
hace un repaso más detenido de este frente.
La documentación del suelo está completamente alterada en toda la mitad N de la nave a
causa de un amplio y profundo corte de planta irregular que se ha documentado desde las
cotas más superficiales hasta la base rocosa. Corresponde a un hoyo de saqueo practicado a
mediados del siglo pasado para robar material constructivo procedente del derrumbe de la
iglesia. Así lo certifican varios vecinos de la localidad, según el estudio referido.
Los pavimentos documentados de cal sellaban numerosas y variadas fosas talladas en la
superficie rocosa de este emplazamiento. Algunas de ellas son estructurales y forman parte
del proceso constructivo del templo pero otras son anteriores a su edificación y pertenecen
tanto a contextos funerarios como a domésticos. La dificultad en cuanto a su interpretación
funcional y/o cronológica radica en que no contamos con una secuencia gradual de los restos
sino que se trata de una estratigrafía horizontal en roca, de manera que todos los grupos
culturales que se han sucedido en este punto han trabajado sobre el mismo plano de acción. El
conjunto de hoyos, rebajes, fosas y otras subestructuras rupestres que se pueden asociar al
12
Se ha tomado como referencia, además del análisis visual, el “estudio arqueológico” y el “análisis de
paramentos y estudio de las pinturas murales”, desarrollados por Aratikos-Arqueólogos (Palomino, 2008).
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proceso constructivo del templo románico es numeroso. En general se trata de espacios de
almacenamiento de alimentos, tipo silo, de testimonios de fases constructivas, o de fosas
funerarias. El estudio arqueológico referido hace una clasificación por grupos y un análisis
exhaustivo de ellas, al que nos remitimos. En relación a las fosas funerarias, de los 6
ejemplares documentados, todas ellas se localizan el tercio occidental de la nave,
inmediatamente al O de una grieta natural profunda y muy remarcada que atraviesa en
diagonal este sector. Están orientadas en dirección O/E, con ligeras desviaciones en dirección
SO/NE.
B) Muros de la nave, fábricas de encofrado, fase románica siglo XIII
En el lienzo meridional, al oeste de la portada, así como en todo el septentrional y el
occidental, se levantan paramentos realizados mediante la superposición de tongadas de
mortero y cantos recogido mediante encofrado a dos caras. Marcando estas hiladas hallamos
una serie de agujeros, mechinales, empleados para montar los encofrados durante la
construcción, que presentan normalmente en su interior una pieza cerámica de forma
semicircular que permitía la extracción de la pieza lignaria una vez fraguado el mortero. Éstos
probablemente se rellenaban una vez finalizada la obra, aunque muchos de ellos han llegado a
nosotros vacíos.
Se ha establecido la contemporaneidad del lienzo septentrional con el ábside debido a que el
paramento de sillería se imbrica con los encofrados. Por otro, la presencia de sillares
perfectamente alineados de esta primera fase, de toba con un módulo de 28 cm., insertos en el
encofrado al oeste de la portada que indicarían como mínimo la contemporaneidad de las dos
fábricas.
Es necesario señalar que en el lienzo norte se han distinguido dos unidades superpuestas en el
encofrado que se han considerado de este mismo momento constructivo. Esta diferenciación
la hemos realizado debido a una mayor presencia de mortero en las tongadas superiores
respecto de las inferiores. Sin embargo, la coincidencia entre los orificios de tongadas, así
como su imbricación con la fábrica de sillería, nos muestran que fueron realizadas en la
misma fase.
Atendiendo a los caracteres formales descritos para esta primera iglesia es evidente la
voluntad de los constructores de resaltar principalmente la mitad meridional del templo, quizá
porque lindaba con un espacio central de la vida aldeana de Sacramenia. De hecho, mientras
que todo el muro septentrional de la nave está realizado con técnicas de encofrado, el lienzo
sur dispone de una portada monumental, así como paramentos en sillería. Por otro lado, el
vano oriental y el situado en la mitad meridional del ábside disponen de capiteles decorados,
cuando los del ventanal norte son lisos. Finalmente en la mitad sur del ábside hallamos hasta
cinco grabados cruciformes que desaparecen en la fábrica septentrional.
C) Partes reconstruidas de la nave (¿siglos XVI- XVII?)
En un momento indeterminado tras la reforma de la segunda fase se produce la destrucción de
la parte superior de los lienzos de la nave, debido a la cual se acomete la reconstrucción de las
estructuras afectadas. Sin embargo, en esta ocasión las nuevas fábricas no se erigen mediante
sillares o tongadas de encofrado, sino que se emplea una mampostería de escasa calidad
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técnica. De hecho, son mampuestos de enorme heterogeneidad en su forma y tamaño unidos
con gran cantidad de argamasa, entre los que se insertan sillares reutilizados de la primera
iglesia.
Un ejemplo paradigmático de la escasa voluntad estética de los promotores de esta
reconstrucción lo representa el vano abierto sobre el arco triunfal, en el muro que compensa la
diferencia de altura entre el ábside y la nave. Apreciamos que los sillares utilizados para su
construcción son en realidad elementos reutilizados, como fragmentos de fustes e impostas,
colocados con bastante tosquedad. Asimismo, los tres únicos canes visibles en la nave,
situados en el extremo occidental del muro norte, son en realidad reutilizaciones de elementos
originales de la primera iglesia en esta fase constructiva. De hecho, dos de estos canes
disponen de la referida decoración vegetal a base de tallos con frutos redondeados que
encontramos en numerosos elementos de la fase “románica”.
Desconocemos si esta destrucción de los lienzos de la nave se produjo debido a un abandono
de la iglesia o a causas violentas coyunturales, como un incendio. Del mismo modo, y
asumiendo la segunda hipótesis, tampoco podemos determinar si tras la ruina se procedió a la
reconstrucción inmediata del templo o si, por el contrario, pasaron varias décadas durante las
cuales el lugar estuvo abandonado.
El emplazamiento cronológico de este periodo supone también un problema, ya que no
contamos con ningún indicador en el que apoyarnos. Únicamente podríamos considerar la
cuarta fase, que engloba diversas pinturas realizadas en el ábside y la nave, como
contemporánea y extrapolar, de ahí, su cronología de época moderna (a pesar de no contar
con ninguna evidencia que nos asegure la contemporaneidad de estas dos fases).
D) Pinturas de la nave y el ábside (siglos XVI-XVII)
En la cuarta y última fase constructiva identificada en la ermita de San Miguel englobamos
toda una serie de pinturas que se realizaron en el interior de la nave y el ábside en los siglos
XVI o XVII, atendiendo a la especialista que las analizó en el estudio arqueológico referido.
Todas las pinturas conservadas presentan el mismo motivo tratando de imitar con un grueso
trazo en rojo una disposición homogénea de sillares, hallándose en el interior de cada uno de
éstos un círculo blanco con otro rojo más pequeño en su interior.
Debieron de cubrir todo el interior de la nave que no fue erigida con sillares, además de las
dobles arcadas ciegas del ábside. No obstante, sólo han llegado hasta nosotros varios
fragmentos de diversa entidad, además de los preparados sobre los que se ejecutaron las
pinturas. Su relación de posterioridad respecto a la reconstrucción de la tercera fase, desde un
punto de vista estratigráfico, resulta indudable, aunque bien pudieron haber sido dos acciones
constructivas pertenecientes a la misma obra, tal y como hemos propuesto anteriormente. En
cualquier caso, y ante la ausencia de datos que confirmen nuestra hipótesis, todas estas
pinturas han sido consideradas como pertenecientes a una fase constructiva independiente.
Tras la última reconstrucción y la realización de las pinturas el edificio, en un momento
desconocido, fue abandonado. Ello generó toda una serie de hechos negativos que originaron
los consecuentes derrumbes y saqueos realizados hasta fechas bien recientes.
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E) Hastial occidental
Como se ha comentado, los restos del hastial occidental se aprecian a distinta cota en todo su
trazado, y van disminuyendo progresivamente de N (120cm.) a S (20cm.). Tienen 60cm. de
anchura y su sistema constructivo es igual al del resto de la nave –encofrados de
mampuesto y ripio mezclado con barro y algo de cal-. En el tramo central del muro hay dos
cortes correspondientes al vano de una puerta cuya estructura se documenta con mayor
precisión en el alzado del paramento exterior. Se trata de una jamba de ladrillos macizos
adosada a sendos cortes; la del lado N es una simple hilada de losetas colocadas de canto,
mientras que en la opuesta las losetas se disponen en horizontal alternando con capas de
mortero del mismo grosor. Con posterioridad se adosa una jamba de piedra a cada una de
estas paredes (un sillar vertical de caliza). La última actuación efectuada en este punto es el
cegamiento del hueco con escombro.
El elemento más sobresaliente consistía en un fragmento de paramento desprendido cuyo
sistema constructivo era el mismo al que todavía se puede documentar en los alzados de los
muros del templo. No obstante, dicho paramento se desmoronó completamente durante la
excavación. La fábrica de este bloque era de mampuesto y ripio de piedra caliza trabado con
argamasa de arena, cal y canto. El porcentaje de arena era bastante elevado lo que provocaba
que este resto estructural tuviera poca consistencia desmenuzándose con facilidad.
En el estudio arqueológico del nivel horizontal se ha detectado, además de excavaciones
atrópicas provenientes de los asentamientos del s. X., y del umbral del hueco de acceso por
este frente, un interesante espacio asociado al templo en el extremo N de este hastial. Ello ha
sido posible gracias al descubrimiento de un muro perpendicular cuya factura y posición
estratigráfica denotan que es diferente y posterior a la fábrica del templo. Su zanja de
cimentación corta al nivel del escombro anterior, fechándose a finales de la baja edad media o
incluso en época moderna. Posiblemente se trataría del zócalo sobre el que asienta un pórtico.
El desplome del muro se produce en época contemporánea, según el estudio arqueológico
citado, casi con toda seguridad durante el transcurso de la Guerra de la Independencia.
F) Portada meridional, nivel horizontal
Se ha localizado, a través de los estudios arqueológicos, el zócalo que cerraba el flanco
oriental de un pórtico que protegía la fachada sur de la iglesia. A decir por su ubicación
respecto a la planta general del templo, y por su posición estratigráfica, es posterior a la
construcción románica, pudiéndose fechar en la baja edad media o época moderna. Este
zócalo no asienta sobre la roca madre sino que lo hace directamente sobre las cubiertas de
varias tumbas rupestres subyacentes. Además, se repasan a continuación las dos fases
constructivas reconocidas en esta portada:
- Portada meridional, la fase románica (siglo XIII): Su mitad exterior está compuesta por un
arco de medio punto realizado con siete arquivoltas de las cuales cinco presentan decoración:
la primera, desde el exterior, un ajedrezado de tres hiladas, la tercera y la quinta simples
acanaladuras rectangulares, y la cuarta y la séptima motivos vegetales. Este arco descansa
sobre dos apoyos verticales que disponen en su parte superior de impostas con ornamentación
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vegetal, así como sendas columnas de las que únicamente sobreviven dos capiteles, decorados
con motivos animales, y uno con la recurrida decoración a base de elementos vegetales.
El interior de la portada está compuesto por dos grandes jambas con sendas impostas de
sección cóncava, y extremo saliente vertical en su parte superior, sobre las que se apoya un
pequeño arco semicircular, realizado con una única hilada de dovelas y que no presenta
ningún tipo de ornamentación. Como este arco se encuentra a mayor altura respecto al
exterior se incorpora, en el hueco entre el lienzo exterior e interior, un paramento de sillares
apoyado sobre una viga de madera a modo de dintel. Este elemento lignario ha sido adscrito a
esta primera iglesia debido a la imposibilidad de determinar, sin los pertinentes análisis
radiocarbónicos o dendrocronológicos, si es el original de la primera iglesia o fue añadido en
una reconstrucción posterior.
- Portada meridional, reforma (¿siglos XIII-XIV?): En una segunda fase constructiva se
produjo la reconstrucción del tramo entre la portada y el ábside del lienzo meridional.
Estratigráficamente una reforma está marcada por un corte que destruye parte de los
elementos anteriores, y las nuevas unidades que lo rellenan. Entre éstas últimas podemos
diferenciar dos tipos de fábricas: por un lado, el encofrado de mortero y cantos con un
recubrimiento de ladrillos o de sillares que hallamos en el esquinal que muestra el final de la
nave y el principio del ábside, justo bajo el paramento de sillares. Cabe señalar que la
transición entre la sillería de la primera fase y la nueva fábrica está marcada en este esquinal
por una hilada de sillares con la mitad inferior de su cara vista cóncava. Por otro lado, los
encofrados de cantos y mortero sin fábricas de recubrimiento que se emplean entre los
elementos anteriores y la portada. En éstos se evidencian las tongadas del encofrado marcadas
por diversos agujeros alineados.
Toda esta reforma se apoya sobre un paramento de mampostería que sólo es visible desde el
interior. Éste se compone de bloques calizos en los que al menos sus dos caras mayores han
sido regularizadas, unidas con argamasa y dispuestas en diagonal respetando una hilada
horizontal. Es necesario señalar que los ladrillos empleados en toda esta fase, tanto en las
fábricas de recubrimiento mencionadas como en los cimientos, disponen de la misma
heterogeneidad formal que los de la primera iglesia, por lo que resulta factible que fueran
reutilizados de la misma estructura que éstos.
En uno de los sondeos realizados en el exterior de la iglesia por el estudio arqueológico se han
sacado a la luz los cimientos de esta reforma, siendo de mayor profundidad que los
identificados en la zona absidal, aunque también de mampostería y con hiladas de ladrillos a
modo de zapata de cimentación.
Respecto a las causas que pudieron motivar esta reconstrucción parcial del primer templo
podemos aducir graves problemas estructurales que afectaron a los sillares situados entre el
ábside y la portada. De hecho, las fábricas de sillería que originalmente debieron estar unidas
fueron cortadas, quizá por un derrumbe que acabaría impulsando la reforma.
En cualquier caso, el hecho de que esta zona se reformara a base de encofrados mostraría
sustancialmente la voluntad de los promotores de aprovecharse de la solidez estructural de
esta técnica constructiva, más que una limitada capacidad de movilización de recursos por
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parte de éstos. En esta reforma, por tanto, habrían primado motivaciones de carácter práctico
por encima de valores estéticos de regularidad.
No contamos con indicadores temporales que nos permitan establecer una cronología absoluta
fiable para esta segunda fase constructiva. Con todo ello, y a partir de ciertos indicios,
podemos indicar que la reforma no se realizó en un momento muy posterior a la construcción
de la primera iglesia, quizá en el propio siglo XIII. De hecho, el empleo de idénticas técnicas
de encofrado, así como la reutilización de los mismos ladrillos identificados en la primera
iglesia evidenciarían el breve lapso de tiempo que separa ambos momentos constructivos.
Asumimos que no son indicios excesivamente sólidos, pero es todo lo que podemos establecer
a partir de la información obtenida con la lectura estratigráfica de los alzados.
G) Cabecera, lectura exterior, niveles horizontales
Se ha detectado una potente cimentación del ábside románico. Se trata de una estructura
construida con bloques de caliza de mediano y gran tamaño sin desbastar, trabados con una
potente capa de mortero de cal y canto. Tiene una altura total de 75cm. (según estudio
arqueológico) distribuida en tres hiladas irregulares aunque bien diferenciadas. Apoya
directamente sobre el substrato geológico en el que se ha practicado un suave repicado para
dejarlo enrasado y nivelado. Esta estructura sobresale entre 28 y 42cm. de la línea de fachada
–pared E del ábside construida con sillares-. A mediados del siglo XIII se construye el ábside
románico y para su cimentación se abre una fosa que corta al depósito sedimentario que
cubría las tumbas rupestres.
H) Tramo recto presbiterial y ábside, lectura interior, niveles horizontales
Todo el espacio interior del ábside se encuentra al ras de la superficie rocosa, limpio por
completo de cualquier tipo de depósito sedimentario de carácter antrópico. De esta manera
queda al aire la cimentación del ábside románico y las distintas subestructuras talladas en la
superficie rocosa. El único sedimento que cubre este ámbito y rellena las fosas rupestres es
natural, de carácter post-deposicional, procedente del arrastre del viento13
.
Entre estas subestructuras se pueden diferenciar perfectamente las que corresponden al
proceso constructivo y al momento de uso de la iglesia románica, de las que ya existían con
anterioridad a la construcción del templo. Se han distinguido sepulturas prerrománicas en
fosas excavadas en la roca. Estas se distribuyen aleatoriamente por el espacio semicircular del
ábside sin apenas interferir en el tramo presbiteral. Están orientadas en dirección O/E
(cabecera/pies) siguiendo con bastante exactitud el eje longitudinal del templo. Ninguna de
ellas conserva el más mínimo resto de las tapas de cubierta y, fruto del expolio al que han
estado sometidas, tampoco contienen restos humanos de ningún tipo. Desde el punto de vista
formal todas presentan planta antropomorfa bastante simétrica, con hombros perfectamente
definidos, si bien cada una tiene sus detalles constructivos específicos. Además, se observa en
13
No se tiene constancia cierta de quién o cómo se efectuó la “excavación“ o vaciado del interior del ábside pero
la tradición oral de la localidad señala a Teodoro Santos, maestro de Sacramenia a mediados del siglo pasado,
como artífice de esta actuación dentro de la llamada “operación rescate”. La profesora Mª Golvano Herrero ya lo
conoce en tal estado en el año 1973, cuando efectuó la intervención arqueológica en la cercana necrópolis
rupestre de Fuentidueña. Así se recoge también en la Ficha de Yacimiento Arqueológico “San Miguel”
depositada en el departamento de Cultura de Segovia (Junta de Castilla y León). Nº de ficha 40-174-0002-03.
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el extremo del eje absidial un hoyo rupestre de planta cuadrada (14cm. de lado), posiblemente
destinado a encajar la base del tenante de altar.
A la altura del arco triunfal el mortero presenta un corte o cajeado destinado a asentar el
escalón que conecta el ábside con la nave. Tiene 22cm. de altura y la misma longitud que el
vano del arco. En su extremo S se mantienen las tres únicas piedras alineadas que se
conservan del peldaño original. Se trata de bloques rectangulares, bien regularizados en sus
dos planos visibles –superficie y cara frontal- y trabados con mortero de cal y canto. Dicho
mortero sí se conserva en el resto del trazado, de hecho están perfectamente marcadas las
huellas o negativos de las piedras que faltan, un total de 5 piezas que completarían todo el
escalón. Se denota también un estrecho hueco que queda entre las piedras originales del
peldaño y el corte efectuado para asentarlas.
Inmediatamente al E y paralela al peldaño se extiende una banda de mortero de cal y canto,
uniforme y nivelada, de 32cm. de achura. Es una superficie regularizada, posible base para
fijar un pavimento de losas o baldosas, aunque la explicación más convincente es considerar
que sirvió para sentar un segundo escalón, necesario para igualar con el nivel de suelo cuya
cota está perfectamente señalada en la base de las paredes del ábside.
I) Ábside, fase románica (siglo XIII)
Según los estudios consultados se puede establecer la vinculación entre portada y ábside en el
mismo periodo románico, al compartir ambas la misma técnica constructiva e idénticas
formas decorativas. Ciertamente se utiliza en ambas el mismo tipo de paramento de sillares,
compuesto por bloques calizos, algunos de ellos de toba, de coloración diversa, dispuestos a
soga en hiladas horizontales de módulo homogéneo (de 28 o 32cm. la mayoría, pudiendo ser
de menor tamaño, de 20 o 25cm.), longitud diversa (máx. 64cm.; mín. 14cm., aunque la
mayoría oscilan entre los 45-55cm.) y juntas estrechas de 1-3cm. de espesor. Estos sillares
recibieron además una talla final con tallante a 45º, tal y como puede evidenciarse por las
finas líneas en diagonal de su cara vista. Asimismo, los diversos motivos ornamentales
mencionados para la portada se hallan en el ábside: ajedrezado, imposta de sección cóncava y
extremo saliente vertical o motivos vegetales.
En su paramento exterior el ábside dispone de dos tramos rectos paralelos unidos por uno
semicircular. Éste está dividido en tres espacios marcados por un vano y diferenciados con
dos semicolumnas no decoradas. En su extremo superior encontramos una hilada de
canecillos con decoración variada entre la que, no obstante, se repite un motivo vegetal
compuesto por un tallo del que pende un fruto redondeado y que hallamos en otros elementos
del ábside. Sobre los canes se sitúa el alero de morfología cóncava en el que se apoyaría el
tejado. Cabe señalar que en la mitad meridional del ábside se han identificado, realizados
sobre los sillares, cinco grabados cruciformes de cronología indeterminada.
En el interior del presbiterio se mantiene la misma disposición mencionada en el lienzo
exterior. Sus tramos rectos están cubiertos por dos dobles arcadas ciegas, de las que
únicamente se conserva los arranques del arco más oriental, al haber sido extensamente
saqueadas en periodos posteriores. Sobre estos arcos hay un estrecho paramento de sillería en
el que se apoya una imposta de sección cóncava y extremo saliente vertical que actúa de
división entre los muros y la cubierta de bóveda de medio cañón.
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Su tramo semicircular está también dividido en tres espacios marcados por los tres vanos
flanqueados por cuatro semicolumnas adosadas. Cada uno de estos vanos estaba
originalmente compuesto en su interior por dos columnas con decoración vegetal en sus
capiteles aunque únicamente se conservan las dos del vano y la septentrional del vano. Esta
decoración vegetal se repite en las caras exteriores de los ventanales, siendo los capiteles del
vano restante lisos. Por lo que a las semicolumnas interiores se refiere, las dos situadas en los
extremos del tramo semicircular del ábside presentaban una decoración a base de motivos
animales, mientras que las otras dos dispusieron de ornamentación vegetal, habiéndose
conservado sólo el capitel de aquella situada en la mitad septentrional. Estas semicolumnas
disponen en la parte superior de sus capiteles, asimismo, de decoración a base de tallos con
frutos redondeados, idéntica a la documentada en algunos de los canecillos del ábside y que
hallamos también en los capiteles del arco triunfal, así como en la imposta que recorre el
muro dirección N-S que une el ábside con la nave.
La morfología semicircular de este extremo del ábside obliga a cambiar el tipo de cubierta
que se había utilizado en el tramo recto, realizándose una bóveda de horno que descansa en
las cuatro semicolumnas referidas con anterioridad.
La cimentación de la zona absidal, sobre la que se apoya el lienzo en sillería, está realizada
con mampuestos desbastados de morfología cuadrangular y tamaño bastante homogéneo
dispuestos en hiladas horizontales. Ésta es visible en el interior del ábside, al haberse
excavado previamente, y en los dos sondeos realizados al exterior con motivo de esta
intervención.
Al oeste de las dobles arcadas ciegas y marcando la entrada al ábside desde la nave se sitúa el
arco triunfal de medio punto que se apoya en dos columnas de las que sólo se conserva
actualmente el capitel de la septentrional, así como el capitel, parte del fuste y la basa de la
meridional. La decoración se limita exclusivamente a los capiteles, una figura humana
montada en un animal mitológico y lo que parece un bóvido. Al igual, que las semicolumnas
del tramo semicircular del ábside, ambas tienen en su parte superior de sus capiteles una
franja decorada con tallos de los que penden frutos redondeados.
Debido a la diferencia de anchura entre el ábside y la nave, la unión entre ambas fábricas se
realiza con sendos paramentos en sillería que parten del arco triunfal hacia el extremo oriental
de los lienzos norte y sur. A la altura de los capiteles de este arco se dispone una imposta
decorada con los mismos motivos vegetales mencionados más arriba, a base de tallos con
frutos redondeados, que actúa de separación entre los dos paramentos de sillares
diferenciados. Cabe mencionar que los paramentos superiores fueron en origen la misma
fábrica hasta que les afectó un corte posterior.
La sillería de estas dos actividades de la primera fase destaca por su gran homogeneidad.
Ciertamente, estos paramentos se realizan con bloques calizos paralelepípedos de coloración
variada dispuestos fundamentalmente a soga en hiladas horizontales de módulo regular,
siendo la gran mayoría de 28 o 32cm. La longitud de los bloques es bastante diversa,
oscilando entre los 14 y los 64cm., mientras que, debido a la regularidad de los bloques, sus
juntas son estrechas, entre 1 y 3cm. de espesor. En los bloques se combina una caliza más
compacta y pesada con la toba, caliza que se caracteriza por su porosidad y ligereza que la
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hace perfecta para cubiertas abovedadas, como podemos evidenciar de su abundante presencia
en las propias bóvedas del ábside. Estos bloques también reflejan, a través de las finas líneas
diagonales y paralelas que hallamos en su cara vista, el empleo del trinchante a 45º para la
realización de la talla final.
Hemos de añadir, asimismo, que, a modo de ripios, zapatas de cimentación o simplemente
insertos entre las tongadas de encofrado y contemporáneos a la realización de esta primera
iglesia, hallamos numerosos ladrillos realizados mediante cocción oxidante y con gruesos y
diversos desgrasantes. La diversidad en sus dimensiones hace pensar que se trate de
elementos constructivos reutilizados de algún edificio anterior a lo largo de esta primera fase
y, como veremos, de la segunda.
J) Esquina occidental muro norte
Se ha detectado, en la excavación, la construcción de un muro ancho y potente que discurre
por el borde N de este extremo del cerro y que se prolonga en dirección E (ver estudios
arqueológicos), hasta una longitud de 25m. aproximadamente. No tiene zanja de cimentación
y se construye directamente sobre la roca. Sus dimensiones permiten caracterizarlo como
muro defensivo14
. A partir de las relaciones estratigráficas que mantiene con sus unidades más
inmediatas se puede establecer su anterioridad a la construcción del templo, posiblemente
entre los siglos XI y XII.
K) Entorno próximo
En el flanco oriental del cerro, muy próximo al extremo N, se ha documentado un
alineamiento de piedras trabadas con mortero. Se localiza en el mismo borde de la plataforma,
a la altura de la primera estaca de madera que marca el inicio del vallado en dirección S. A
simple vista se trata de tres bloques de caliza de mediano tamaño, muy irregulares y
voluminosos, alineados en dirección N/S. El mortero empleado es una mezcla de arena, cal y
canto. No podemos establecer más precisiones al respecto, pues sería necesaria una
intervención de mayor envergadura para poder determinar el alcance real de estos restos tan
exiguos que suponemos son los que F. Reyes atribuye a un bastión arruinado. Este elemento,
por sí mismo y con una documentación tan precaria, resulta insuficiente para establecer una
tipología concreta, pero teniendo en cuenta el muro de gran envergadura documentado en el
extremo opuesto del cerro –NO- y al que se ha atribuido un marcado carácter defensivo, no
debemos descartar el planteamiento de Reyes, sin que por el momento podamos precisar o
establecer una conexión directa entre ambos elementos.
Por último no queremos pasar por alto la existencia, en la mitad oriental de la parcela, de
cuatro fragmentos de cerámica elaborada a mano y media docena de restos de talla de sílex.
Aparecen de forma muy dispersa y mezclados con los restos constructivos y el material a
torno. Son fragmentos pequeños, con las superficies muy rodadas. Presentan pastas de
tonalidad negra, además de contener abundantes desgrasantes calizos y cuarcíticos de calibre
fino. Señalar que la cocción es reductora y no tienen ningún tipo de tratamiento superficial.
14
Podría ser el origen del topónimo “sacramenia”: del latín, “sacra moenia”, ruinas sagradas. AA.VV. (2012).
Ficha municipal de Sacramenia, Instituto de Estadística de Castilla y León (CYLSTAT), actualizada a
29/02/2012, Valladolid, p. 1. Este dato es obtenido de (Madoz. 1946).
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Tampoco se registran elementos formales o decorativos con los que podamos establecer una
tipología.
Esta producción manufacturada podría estar asociada a la ocupación medieval del cerro pero,
teniendo en cuenta el elevado potencial de este enclave y las condiciones favorables que
ofrece como emplazamiento destacado desde el que se ejerce un amplio dominio visual del
valle, en absoluto se puede descartar la existencia de un asentamiento prehistórico previo y
arrasado por la repoblación medieval. Los restos no presentan rasgos específicos que ayuden a
centrar la ocupación en un momento concreto de la prehistoria, razón por la que se han
calificado de Calcolítico Posible.
L) Geometría y dimensiones del edificio
La falta de referencias sobre el edificio nos ha llevado a estudiarlo dimensionalmente, algo
que no se había realizado hasta le fecha y que nos deparó resultados interesantes que se ponen
ahora de manifiesto. De este análisis se sonsacan las siguientes conclusiones:
La planta, de una sola nave, cabecera simple y con un tramo recto de separación con la nave,
presenta una relación proporcional por la cual toda ella se modula conforme a una
circunferencia de diámetro 6m. La cabecera en conjunto se ajusta a este módulo de 6m., que
queda inscrito en la parte media aproximada de sus muros. Además, en la nave se inscriben 2
módulos más, guardando de este modo una relación 2:1, entre nave y cabecera. En total, la
iglesia presenta 3 módulos de 6m., es decir, 18m. de longitud interior, por 6m. de anchura,
constante en todo su desarrollo. Esta modulación, establece una lectura simbólica, por cuanto
la advocación católica sostiene la disposición trinitaria de Dios15
, por otro lado común en
iglesias coetáneas a la estudiada.
Los puntos de encuentro de sus módulos presentan asimismo otras lecturas. Los tres módulos
en continuidad presentan dos encuentros tangenciales. El primero, en la nave, señala la
entrada al templo; y el segundo, la división entre nave y ábside. Se marcan así los dos
umbrales más significativos del espacio interior; el primero que divide el espacio profano del
religioso; y el segundo el anterior con el divino, donde se hallaba el tabernáculo.
En elevación, la iglesia descubre nuevas lecturas. La nave principal, si consideramos el
espacio conformado por su línea de cumbrera, hoy desaparecida, se alza 1,5 módulos sobre el
plano del suelo. A su vez, los muros laterales de la nave se alzan 1,25 módulos, hasta el
arranque de los faldones de cubierta. Esta modulación es más evidente en la separación entre
ábside y nave, donde quedan separados por un arco triunfal que presenta una alzada igual a un
módulo, justo en su clave. De ahí hasta el final del fronte, hace 0,5 módulos. La portada
lateral presenta a su vez 1 módulo de alto, y su anchura, asimismo coincide con su altura.
Sin embargo, la iglesia presenta ligeras singularidades en su implantación y orientación que
eran habituales en la construcción de estos pequeños templos populares, y dan constancia de
lo rudimentario de los artilugios de medida y replanteo de estas construcciones. La
orientación general de la iglesia se desvía 30º exactos hacia el norte, del eje este-oeste, que
podemos tomar como canónico en el establecimiento de su orientación. Además, los muros de
15
Para estudios arqueométricos similares consultar: (Alonso García, 2003 y Árias Páramo, 1992).
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la nave no son perfectamente paralelos, como cabría pensar según una primera aproximación
visual. El muro meridional se desvía 3º respecto al septentrional, que es al que acometen los
hastiales en ángulo recto, y por ello lo tomamos como el correcto entre los dos. Sobre lo
anterior, el tramo presbiterial recto se desvía 6º hacia el sur respecto al hipotético eje de
cumbrera, paralelo al muro norte. El ábside mantiene el eje del tramo recto presbiterial, y no
se produce desvío alguno. Por consiguiente, el tramo recto y el ábside, en conjunto, se desvían
7º del muro norte. Sin embargo, si trazamos la línea de cumbrera en la mediatriz de los muros
norte y sur, descubrimos que casi coincide con el eje del ábside y tramo recto (desviación de
3º), reflejando que durante el proceso de construcción el maestro de obras pudo apercibirse de
la desviación del muro meridional y se remendara con la ligera desviación del tramo recto; o
simplemente, otra hipótesis nos hace pensar que sencillamente acordara la unión de ambos
tramos de la manera más coherente sin replanteos mayores. Fuera como fuera, las
desviaciones y desfases angulares y dimensionales se recogen en los siguientes esquemas.
No obstante, y dicho lo anterior, señalamos que la orientación general de la iglesia está
afortunadamente adaptada a la singularidad topográfica de su emplazamiento, por más que se
desvíe ciertos grados del eje este-oeste. La iglesia ocupa el punto más privilegiado de todo el
altozano. Se sitúa en la zona más protegida por la orografía, en lo alto de la escarpadura, y
goza de las mejores vistas sobre el páramo. Su desviación se debe por tanto, a nuestro juicio,
más a una intención de adaptación al lugar, que a una rígida geometría que indicara la exacta
dirección del ábside; y por ello esta ubicación es mejor, y más rica en cuanto a su ubicación y
contemplación del templo desde las inmediaciones. Por otro lado, el emplazamiento de la
iglesia apura de manera radical su aproximación a la escarpadura. Esto da a la visión del
horizonte desde la iglesia un valor añadido, pues se abre y vuelca al paisaje como un balcón
sobre el vacío. [Ilustración 06] [Link 05]
Ilustración 06. Esquema de relación proporcional en planta y alzados.
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Link 05. Esquema de desviación de los muros de la nave, del tramo recto presbiterial y ábside respecto de la
nave; y de la línea de cumbrera de la nave respecto de la línea de cumbrera del tramo recto presbiterial y el
ábside.
4.- RESUMEN DE ESTUDIO PATOLÓGICO
En relación a las lesiones y a su diagnóstico, es destacable que la cimentación de la iglesia
apoya sobre la roca caliza madre que corona el cerro a través de unos cimientos de escasa
elevación y sección, que combinan mampuesto muy irregular, ripio y restos constructivos,
cohesionado con argamasa de caliza y barro directamente sobre la roca (Caballero Zoreda,
1987 y 1996). La cimentación de los muros es de profundidad muy escasa, pues se asientan
casi en la cota de la roca caliza. El grosor de la cimentación y su fábrica se aprecia en todo el
interior de la nave, ya que tras el estudio arqueológico ha quedado al descubierto. Ésta se
encuentra mal rejuntada, con las juntas lavadas, erosionada, con numerosos mampuestos
descalzados y sin cohesión con la fábrica, donde algunas zonas se aprecian rejuntadas con
restos de ladrillo y cemento fruto de sus distintas fases constructivas (Represa Bermejo,
1998).
Al exterior, la cimentación queda cubierta por las distintas capas de tierra y derrumbes que se
han acumulado en su discurrir por el tiempo. Sin embargo, en la zona exterior de la cabecera
y, sobre todo al interior, está desnuda por los distintos estudios realizados, por lo que se
aprecia más claramente su arranque y composición. Ésta es similar a la cimentación de la
nave, con mampuestos, ripio y restos constructivos cohesionadas por una argamasa de caliza
y barro. En las zonas más expuestas se ve falta de cohesión, disgregada, y expuesta al lavado
de viento y lluvia.
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Las partes de echadizo y tierra que cubren la cimentación y las partes más bajas de los muros
exteriores presentan vegetación irregular que está afectando a la cohesión y favoreciendo su
disgregación.
La fábrica del muro en general es tosca y disgregada, mal trabada, de cohesión escasa, falta de
rejuntado, y expuesta al azote del agua y viento por su falta de protección, con numerosas
fisuras, grietas y orificios; sin embargo, no presenta humedades de importancia, y su aspecto
general es vertical y bien aplomado. Ha perdido casi por completo todos los recubrimientos
que en su día protegían el muro, y hoy en día aparece descarnado, con su fábrica al azote del
tiempo, y con diversas patologías derivadas de su exposición. Debido a su precaria situación,
y a distintos colapsos y derrumbes ha casi desaparecido su coronación, remates de cornisa,
con la configuración completa de su apoyo y durmiente, que podría tener, para dar asiento a
los pares/cerchas de la cubierta leñosa que disponía la nave. También ha desaparecido por
completo, hasta el nivel de asiento, todo el esquinar noroccidental, a buen seguro, y según los
estudios arqueológicos, derivado del derrumbe del hastial occidental que en su caída arrastró
esta esquina.
El muro conserva un testigo de su altura a través de 3 canecillos en su extremo más
occidental. El resto ha perdido toda su coronación en sus últimas tongadas, entre 40 y 90cm.,
y aparece irregular, con el mampuesto y la argamasa expuestos. Estos canecillos van
rematados con bola y dardo, menos historiados que los del ábside. La falta de protección en la
coronación del muro ha provocado que el agua de lluvia se filtre a su través, y provoque
distintas patologías tanto en su superficie como en sus caras laterales. En la coronación se
aprecia vegetación bien asentada que hunde raíces en su interior. En ambas caras del muro se
aprecian hongos y líquenes con distribución irregular repartidas por toda su superficie.
Se advierten mechinales de construcción que horadan el muro en todo su grosor, alineados
entre cada tongada, y distribuidos a distancias regulares en altura y longitud. Van asentados
por una teja curva y han perdido su relleno, siendo pasantes de lado a lado. Se precian fisuras
y grietas que corren en la dirección longitudinal y transversal a los mechinales. Son fisuras de
contracción y dilatación de la fábrica, que se ven ayudadas por la acción del agua, filtrada
desde la coronación, que corre por el alma del muro hasta su evacuación a ambos lados. Por
ello son más acusadas las fisuras y grietas verticales, que las horizontales, por la acción de la
caída del agua por gravedad.
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Ilustración 07. Estudio patológico, alzados y secciones.
Link 06. Estudio patológico, alzados y secciones.
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5.- CRITERIOS GENERALES PARA LA REDACCIÓN DEL PROYECTO DE
RESTAURACIÓN
El proyecto de restauración para la consolidación de ruinas y adecuación de accesos en la
iglesia de San Miguel de Sacramenia tendrá por objetivo principal la puesta en valor del
monumento y su entorno16
. Fruto del estudio del edificio se han recogido una serie de
necesidades que están guiando, desde un principio, su desarrollo ejecutivo. Éstas se han
cifrado en distintas actuaciones de restauración, en la ejecución de elementos de nueva planta
y la adecuación de los accesos. En conjunto, estas tres acciones sobre el monumento, según
su carácter y repercusión, conseguirán, en base a los siguientes argumentos, el objetivo
marcado. Hagamos, a continuación, un repaso algo más detenido de éstas:
En primer lugar, las actuaciones de conservación abordarán la consolidación de las ruinas
existentes, además de su protección eficaz para asegurar su perduración en el tiempo. La
conservación que se propone se apoya en la idea de consolidación, bajo los principios de
intervención moderna y diferenciada respecto a la fábrica original. Por ésta se entienden las
actuaciones de limpieza, saneamiento, rejuntado, reintegración de faltas, y todas aquellas
acciones dirigidas al mantenimiento del edificio, o de lo que él quede, para conseguir su
restauración, protección y perduración en el tiempo. Si bien las actuaciones de limpieza y
saneamiento estarán destinadas a todo el edificio, las más drásticas, de reintegración, rejuntado
y oclusión de faltas, serán destinadas solamente a aquellos puntos que evidencien carencias que
dificulten o imposibiliten la lectura del monumento, o sus partes integrantes, o zonas que
presenten o vayan a presentar patologías. Señalar que son puntos concretos, bien delimitados
en los estudios previos, y no afectan al conjunto. Y por último, las actuaciones de protección se
destinan a aquellas zonas expuestas que, en su situación actual, provocan patologías evidentes
al edificio, como son las cubiertas y coronaciones de los muros.
En segundo lugar, las obras de nueva planta serán aportaciones constructivas que se dirijan
hacia la puesta en valor del monumento como objeto estético en el que confluyen, de modo
diferenciado, valores histórico-artísticos reconocibles y cuya lectura se quiere enfatizar. Son
actuaciones acordes con el nuevo uso que se le pretende dar, como centro de atracción turística,
de reconocimiento del paisaje y de interpretación del románico. Éstas pasan por la recreación de
un umbral interior definido por elementos constructivos leñosos de nueva ejecución que
denotan, sin reparos, su moderna fábrica y concepción, y facilitan una recreación espacial
interior, remedo de su espacio original y de la que ahora mismo carece la iglesia. La
diferenciación material de lo nuevo es evidente, lo cual facilita la lectura discriminada de las
dos principales etapas históricas que se pretenden señalar: la pretérita y la moderna. Además de
lo anterior, en esta familia de obras se incluye la protección del ábside y tramo recto
presbiterial, con una nueva cubierta de moderna fábrica de chapa de zinc que se diferencia
asimismo en material y ejecución de su modo original. Ambas actuaciones se conciben bajo el
principio de reversibilidad y conforme a las teorías de “intervención crítica”.
16 Para los distintos criterios de restauración arquitectónica consultar en: (Rivera Blanco, 2001 y González
Varas, 2005).
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Por último, la adecuación de los accesos abordará el recorrido peatonal de llegada al
monumento por la vía habitualmente practicada por sus visitantes. Donde se incluye, además,
un pequeño espacio de aparcamientos en el entronque con el camino agrario del que procede.
Todas las operaciones exteriores adecuan los accesos a la iglesia y tienen el objetivo de crear un
paseo arquitectónico, cultural e introspectivo, que prepare emocionalmente al visitante para la
contemplación y asimilación de la lectura del monumento17
.
Finalmente, como breve epílogo a las líneas anteriores, deseamos indicar que los técnicos que
hemos coincidido en este trabajo de investigación hemos mantenido, desde el principio, un
compromiso de colaboración mutua que ha permitido avanzar sobre la compleja maraña de
datos históricos, arqueológicos y arquitectónicos que aquí confluyen, ofreciendo, a nuestro
juicio, un interesante recorrido evolutivo de esta pequeña iglesia segoviana. Nuestro interés ha
sido motivado, como ya se ha referido en repetidas ocasiones, por la intención de poner
realmente “en valor” este maltrecho monumento, tan evocador cuando se contempla desde el
páramo que lo enmarca. Por ello, además de los comentados valores histórico-artísticos, que
deben sin duda preservarse en el futuro proyecto de restauración, se añade su contemplación
paisajística como parte indisoluble de este paisaje castellano.
Sin duda, la ausencia de actuaciones recientes sobre el monumento y el alejado enclave donde
se halla han favorecido la “conservación” de estas ruinas en el tiempo. Este hecho ha
motivado, más que una relajación en la toma de datos previa, un acicate y una responsabilidad
que añadir a este trabajo de investigación. Hay aspectos que aún quedan por profundizar en
próximos estudios, como las numerosas cuevas que acompañan a todo el altozano en donde se
asienta la iglesia, e incluso avanzan peligrosamente por debajo de la misma, según se ha
podido comprobar en el estudio geométrico que se recoge en las secciones del estado previo
de la iglesia. Éstas constituyen, como se ha señalado, un eremitorio altomedieval de cierta
complejidad. También queda por abordar con mayor intensidad la relación de la iglesia con
los enterramientos antropomorfos excavados en la roca madre contigua al muro meridional de
la iglesia y en el mismo ábside. De ambos aspectos no podemos avanzar más que conjeturas.
Por otro lado, el proyecto de restauración que la Dirección General de Patrimonio de la Junta
de Castilla y León pretende ejecutar tiene ya el camino marcado para apoyar su redacción
sobre la comprensión artística, histórica y paisajística del monumento. Su proceso de
desarrollo debe ser “crítico” sin duda y aportar, como se ha expresado en el último punto
(“Criterios generales de intervención…”), una nueva propuesta estética del monumento18
, sin
obviar, en última instancia, el objetivo principal del proyecto, su conservación y puesta en
valor. Es decir, a nuestro juicio, el proyecto de restauración no debe ampararse únicamente en
la conservación de sus valores documentales a través de su consolidación, tutela y
conservación material, sino que debe avanzar más allá y proponer una re-significación de la
obra por medio de una nueva propuesta figurativa, capaz, al mismo tiempo, de incorporar los
valores existentes ya referidos. Esta “re-significación” de la obra debe asumir, sin ambages,
su respeto hacia ellos y la búsqueda de un diálogo fructífero y reconocible que colabore en la
revalorización del monumento.
17
Sobre la valoración de las ruinas en el paisaje consultar (Maderuelo, 2005). 18
Sobre este entendimiento de la restauración consultar (Represa Bermejo, 1998).
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e-rph intervención | experiencias | Miguel Martínez Monedero
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Patrimonio y Desarrollo | Estudios
La fabricación de monumentos antiguos en la Era del turismo de masas
The production of Antique Monuments in the age of mass tourism
Agustín Cócola Gant
Doctor en Historia del Arte. Investigador en la Facultad de Arquitectura Ludovico Quaroni de
la Universidad de Roma, La Sapienza.
Resumen
A finales del siglo XIX el turismo comenzaba a desarrollarse en las ciudades que habían
conservado sus edificios históricos. Tanto en Estados Unidos como en Europa comprendieron
que, por un lado, era posible fabricar la antigüedad que atraía al visitante; y, por otro, que los
turistas salían igual de satisfechos aunque sólo visitaran reconstrucciones o copias. La
fabricación moderna de monumentos antiguos como medida de promoción urbana tiene una
historia, y en este texto nos proponemos estudiar las bases de su origen, así como analizar
diversos ejemplos de edificios reconstruidos en el mundo occidental desde finales del siglo
XIX hasta 1970.
Palabras clave: Restauración. Monumentos. Turismo. Parque temático. Autenticidad.
Abstract
At the end of the nineteenth century modern tourism was beginning its development in cities
where historic buildings had been preserved so far. This prompted the consciousness, both in
Europe and the USA, on the possibility to artificially produce those features of the antiquity
attractive for visitors and on the fact that tourists were equally pleased albeit knowing they
were visiting copies or reproductions. This paper aims to study the particular history of the
modern creation of ancient monuments as a sort of urban promotion, analyzing the bases of
its origins and providing some examples of rebuilt monuments in western society from the
end of the nineteenth century to 1970.
Keywords: Restoration. Monuments. Tourism. Theme park. Authenticity
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Agustín Cócola Gant
Es doctor en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona (2010), y autor del libro El
Barrio Gótico de Barcelona. Planificación del Pasado e Imagen de Marca (2011). Su
investigación se ha basado en estudiar los orígenes de la restauración monumental como
instrumento para la construcción de la identidad nacional y como medida de promoción
urbana. También se ha interesado por la regeneración de centros históricos en la sociedad post
industrial, publicando diversos artículos sobre el tema.
Contacto: [email protected]
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e-rph patrimonio y desarrollo | estudios | Agustín Cócola Gant
116
INTRODUCCIÓN
En el contexto de la Revolución Francesa nacía la expresión monumento histórico, así como
todas las instituciones que se encargarían de su reconstrucción y de su presentación como
símbolos de la identidad nacional. La restauración monumental se desarrollaba como una
herramienta para conmemorar una historia común y, siguiendo el método de Viollet-le-Duc,
por toda Europa se reconstruían catedrales y otros edificios góticos1.
Desde finales del siglo XIX, en cambio, la reescritura de la historia, o en este caso la re-
presentación de la historia monumental, iba ya acompañada de otro incentivo: la posibilidad
de convertir el pasado en una medida de promoción urbana. Motivada por la trayectoria del
turismo, la industria del monumento sustituía la celebración tradicional de la historia, y su
habitual función política comenzaba a ser absorbida por las leyes del mercado. Riegl
vislumbraba este proceso en el que los edificios ya no eran únicamente apreciados por sus
valores conmemorativos (monumento histórico), sino por las huellas del paso del tiempo
(monumento antiguo). En este sentido, introducía la expresión “valor de antigüedad” (Riegl,
1987:30) como el nuevo valor predominante, y anunciaba consecuencias imprevisibles ante su
sencilla difusión y aceptación.
En un principio el turismo comenzaba a desarrollarse visitando espacios donde apreciar dicho
valor de antigüedad. Pero en muchos casos, los espacios serían creados expresamente para
que fuesen visitados, por lo que la antigüedad del producto podía ser recreada, intensificada o
directamente inventada. La atracción que provocaba el monumento antiguo dio lugar a que si
a principios del siglo XIX sólo se tuvieron en cuenta los objetos del pasado que podían
simbolizar la nación, posteriormente se recuperaron todos aquellos elementos o edificios
capaces de promocionar un lugar determinado. Encontramos ejemplos de este fenómeno
desde finales del siglo XIX, cuando la restauración monumental comenzaba a ser justificada
como medida para la creación de destinos y, por lo tanto, financiada por una incipiente
industria turística.
Si los nacionalismos comprobaron que la verdad histórica es secundaria en el éxito de la
tradición inventada, los promotores urbanos descubrieron que el turista salía igual de
satisfecho aunque solo visitara reproducciones y fuese consciente de ello. MacCannell apuntó
que el turista solicita experiencias auténticas, lo que no significa que los restos del pasado que
visite deban ser los “originales” (MacCannell, 2003:30). En este contexto, el artículo expone
diversos casos de reconstrucciones de monumentos antiguos que fueron motivados para atraer
visitantes. Aunque la explotación turística del patrimonio se ha multiplicado en los últimos
años, el artículo analiza el origen de este fenómeno para evidenciar, por un lado, que no sólo
es un proceso exclusivo de la actual sociedad de consumo y, por otro, que la técnica de la
restauración en estilo, si bien era criticada en cartas y recomendaciones internacionales, al
mismo tiempo era promovida por la industria turística para la creación de destinos
aparentemente antiguos. En este sentido, el texto pretende contribuir a esclarecer el concepto
de autenticidad, cuyo significado puede parecer contradictorio según se aplique a la historia
vista como documento o la historia entendida como medida de promoción urbana.
1 Para un análisis más detallado de este tema ver el primer capítulo de (Cócola Gant, 2011ª).
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1.- LA CITÉ DE CARCASSONE
Las intervenciones que Viollet-le-Duc (1814-1879) comenzó a dirigir en 1840 se encontraban
ligadas a la estructura creada por Guizot para la construcción del nuevo Estado Nacional. En
Carcassonne, sin embargo, una ciudad fortificada medieval, serviría para potenciar el turismo
en la zona, siendo los comerciantes los mayores interesados en restaurar la Cité.
Entre 1846 y 1864 Viollet había restaurado la catedral de la ciudad (Saint Nazaire), pero
desde aquella fecha hasta su muerte se encargó de toda la ciudadela2. La fortaleza, aunque de
origen romano, se había ampliado en los siglos XIII y XIV. A partir del siglo XVII dejó de
cumplir su función militar, por lo que comenzaron a construirse viviendas sobre la muralla y
poco a poco fue convirtiéndose en una cantera de materiales, llegando al siglo XIX en un
estado de completo abandono. El proyecto de Viollet restituía el perímetro completo de la
muralla y reconstruía todas las puertas, así como las torres y los tejados. Para la imagen de la
arquitectura militar de la alta Edad Media, tomó como modelo los castillos y murallas
conservados en el norte del Loire, pero que no se correspondían con la tradición del
Languedoc. En Carcassonne los tejados eran de tejas, aunque Viollet los reconstruyó de
pizarra, otorgándole una verticalidad que nunca tuvieron. Al mismo tiempo, con el fin de
obtener una imagen ideal del siglo XIII, eliminó todos los añadidos posteriores, como las
viviendas comentadas. [Ilustración 01]
Ilustración 01. Carcassonne. Torre de Saint Nazaire antes y después de la restauración en la década de 1890
Una vez finalizada la restauración, a finales del siglo XIX los comerciantes comenzaron a
editar postales turísticas para promocionar la ciudadela y atraer visitantes, ingleses en su
mayoría. Al mismo tiempo, desde entonces se creó todo un mercado de productos medievales
inventados que eran presentados como recursos pintorescos. Pasteles, artesanía, vestidos, etc.,
configuraban los artículos de las ferias que se crearon, que desde 1908 fueron, además,
amenizadas con representaciones teatrales en la calle, de estética y temática medieval. En una
zona en donde el desarrollo industrial fue limitado, el invento de la tradición se aplicó para
potenciar el turismo, sector del que aún hoy vive la ciudad.
En 1903 Aloïs Riegl publicaba El culto moderno a los monumentos, en donde introducía el
concepto “valor de antigüedad”. Más allá de los monumentos históricos, los cuales son
2 Tras la muerte de Viollet, la obra fue continuada por Boeswillwald durante 20 años.
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e-rph patrimonio y desarrollo | estudios | Agustín Cócola Gant
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conmemorativos y, por lo tanto, poseen algún tipo de significado ideológico, existe otra
categoría que se definiría como “monumento antiguo”.
El valor rememorativo en este caso no forma parte de la obra en su original estado de
génesis, sino de la idea de tiempo transcurrido desde su surgimiento, que se revela
palpablemente en las huellas que éste ha dejado (Riegl, 1987:30).
Es decir, no se valora el significado del monumento, sino únicamente su apariencia antigua,
distinguida por una mera impresión sensorial. Debido a que para su reconocimiento y disfrute
no es necesario recurrir a ningún tipo de conocimiento, el valor de antigüedad:
Aspira a llegar no sólo a las personas cultivadas (…), sino también a las masas, a
todas las personas sin distinción de su formación intelectual. En esta pretensión de
validez general, que tiene en común con los valores del sentimiento religioso, se basa el
profundo significado, de consecuencias no previsibles por ahora, de este nuevo valor
rememorativo de los monumentos (Riegl, 1987:31).
Según Riegl, la sencilla apreciación que toda persona puede hacer del valor de antigüedad
significaría la posibilidad de un disfrute democrático y universal de los monumentos (Castillo
Ruiz, 1998), aunque en realidad, esa misma característica comenzaba a ser explotada por la
industria turística, la cual era consciente de la fascinación por todo aquello que denotase
historia. Cuando Riegl hablaba de “consecuencias no previsibles” se refería a la potencialidad
de los monumentos en el marco de la educación cultural de las personas, si bien, en el marco
de la explotación comercial del patrimonio, la consecuencia sería que el visitante también
disfrutaría, aunque la antigüedad fuese un añadido moderno.
El monumento pasaba de cumplir una original función política para asumir una nueva función
en el marco de la promoción urbana, pero este cambio no afectaba a la manera en la que era
reconstruido y, en realidad, la restauración en estilo continuaba siendo el método de
intervención más acertado. Si la historia entraba a formar parte de lo consumible, y si el
interés hacia la arquitectura del pasado consistía en poseer un ambiente pintoresco, no existía
mejor solución que la construcción de lo que ha sido denominado como “falso histórico”, ya
que la autenticidad material del documento no estaba relacionada con el masivo consumo del
producto.
2.- LA GRAND PLACE DE BRUSELAS
Desde mediados del siglo XIX, la mayoría de las grandes ciudades europeas adaptaron sus
centros históricos a las nuevas condiciones de la industrialización, abriendo grandes avenidas
que eliminaban el trazado medieval y todos los edificios que allí se encontraban, y cuyo
ejemplo más conocido es el París de Haussmann. En este sentido, el proyecto de reforma
interior afectaba al centro de Bruselas desde 1879, pero como alternativa a la destrucción con
la que se realizaba, el alcalde de la ciudad, Charles Buls, publicó en 1893 Esthétique des
villes, en donde planteaba la necesidad de modificar la línea recta de las nuevas avenidas si
con ello se conseguía salvar un monumento. Su idea principal consistía en conciliar la
necesidad de circulación y de higiene con la estética y el embellecimiento de las ciudades.
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A pesar de que las operaciones de reforma interior destruían el trazado antiguo,
paradójicamente fueron aprovechadas para restaurar los principales monumentos urbanos, e
incluso en muchos casos las nuevas avenidas creaban perspectivas visuales que los resaltaban.
En el caso de Bruselas, tanto la modificación del plan de reforma como la restauración de su
centro principal, la Grand Place, fueron justificadas por Buls como operaciones de
embellecimiento que aumentarían el atractivo turístico de la ciudad. Smets afirma:
No podemos negar que esta voluntad de adornar la ciudad tenía también un objetivo
comercial y turístico. Por la experiencia de sus múltiples viajes, Buls sabía claramente
lo que le faltaba a Bruselas para atraer a los extranjeros. En 1886 se comunicaba con
A. Dansaeck, presidente de la Unión Sindical, para sugerirle una serie de medidas
encaminadas a hacer la capital más atractiva. Le pidió, entre otras cosas, organizar
una comisión especializada, formada sobre la oficina de turismo existente en Viena,
que serviría para atraer a un mayor número de extranjeros que vendrían a Bruselas a
gastar el dinero que destinan en sus viajes (Smets, 1995: 102-103).
En este sentido, Buls reguló la primera organización de atracción turística de Bélgica,
formando la asociación Bruxelles-Attractions en 1887. Su principal objetivo fue promocionar
y embellecer la ciudad, para lo cual pedía constantemente la restauración de la Grand Place.
Al mismo tiempo, uno de sus mayores logros fue organizar la Exposición Internacional de
Bruselas de 1897.
De origen medieval, la Grand Place es el centro comercial y administrativo de la ciudad y,
como en muchas capitales europeas, el hacinamiento y la humedad habían provocado su
deterioro. En este estado, la intervención de Buls consistió en reordenar las fachadas de la
plaza eliminando las partes no antiguas (generalmente añadidos del siglo XIX) para
posteriormente decorarlas con detalles ornamentales según modelos de la arquitectura típica
de la ciudad. Los propietarios se vieron obligados a unificar sus puertas y ventanas, así como
a añadir balaustradas, pilastras y remates para resaltar la verticalidad de los edificios.
La intervención más destacada afectó, sin embargo, a la Maison du Roi, edificio gótico tardío
del siglo XVI y que con el paso del tiempo había sido profundamente transformado.
Siguiendo las teorías de Viollet-le-Duc, el objetivo consistió en restituir la forma original del
edificio eliminando las adiciones posteriores que lo desfiguraban. La imagen más antigua que
se conocía era de finales del siglo XVII, cuando el edificio ya había sido en parte
transformado. A pesar de que no se sabía con certeza cómo habría sido originariamente, Buls
sostenía que era conveniente “completarlo según el proyecto adoptado por sus fundadores en
la época de su construcción primitiva” (Smets, 1995:110). La obra comenzó eliminando los
añadidos, y al encontrar los restos de un arco gótico se interpretó que el edificio debería haber
estado rodeado por una galería similar, con lo que se reprodujo su forma por todo el
perímetro. Al trabajar sobre hipótesis, el resto de elementos decorativos góticos de la cubierta
fueron copiados de edificios conservados del siglo XVI. [Ilustración 02]
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Ilustración 02. Grand Place de Bruselas. Maison du Roi antes y después de la restauración, 1892-1896
Por otro lado, en una esquina de la plaza también se reconstruyó una pequeña casa conocida
con el nombre de Maison de l’Etoile y que había sido demolida en 1852. Aunque el edificio
se conocía debido a la existencia de fotografías, Buls propuso “reconstruir esta casa en su
estilo primitivo (…), completando lo que en otra época no se construyó por motivo de
economía” (Smets, 1995:99).
De esta manera, las obras en la Grand Place se realizaron entre 1892 y 1896. Buls consiguió
recuperar su supuesta forma original pero, sobre todo, consiguió decorar un espacio que a
partir de entonces fue el centro de atracción turística de la ciudad. Al mismo tiempo, justificó
el dinero invertido con la nueva imagen sugestiva que la ciudad poseía, afirmando que:
A menudo los ayuntamientos se sienten inclinados a demoler restos de antiguas
construcciones porque se imaginan que su conservación no posee suficiente interés
para justificar el gasto de su restauración. Pero olvidan que si, tomados aisladamente,
cada construcción puede ofrecer poco interés, su conjunto contribuye al aspecto
pintoresco de la capital (Buls, 1894:23).
Simular una historicidad desconocida hasta entonces no pasó desapercibido, y por eso Buls
fue llamado en su época “fabricante de antigüedades” (Smets, 1995:96). Al igual que Riegl,
comprendió que lo antiguo atrae turismo, y por eso afirmaba que lo más importante de un
edificio es su valor pintoresco, representado en su pátina como acumulación del paso del
tiempo (Smets, 1995:207).
3.- EL BARRIO GÓTICO DE BARCELONA
El origen de la reconstrucción del antiguo Barrio de la Catedral y su posterior transformación
en el actual Barrio Gótico también está relacionado con la reforma interior de la ciudad. El
proyecto para la apertura de la vía Layetana había sido presentado en 1879, si bien las obras
no comenzaron hasta 1908. Durante aquellos años diferentes profesionales advirtieron que el
proyecto no solo destruía el trazado medieval, sino que además daba la espalda a los
principales monumentos urbanos. En 1901, el arquitecto y político Puig i Cadafalch afirmaba
que:
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Hay que estudiar desde un punto de vista artístico la reforma (…). Es necesario hacer
lo que Buls ha hecho en Bruselas con la Grand Place: no destruir, sino reedificar,
retornar las cosas a su primitiva belleza (Puig i Cadafalch, 1901).
Desde 1908, y después de cinco años de demoliciones, una avenida longitudinal dividía en
dos la totalidad del centro histórico. Desde el comienzo de las obras, el Ayuntamiento
conservaba restos de construcciones históricas destacables antes de que fueran destruidas. El
sistema de conservación de monumentos establecía que la mejor opción para conservar estos
elementos era su custodia y exhibición en un museo. Sin embargo, ante la cantidad de piezas
y materiales antiguos que se iban depositando en almacenes municipales, ya que incluso se
desmontaron fachadas enteras, en 1908 el arquitecto Jeroni Martorell proponía que “cerca de
la Catedral podría reconstruirse todo aquello [componiendo] un conjunto que sintetice el arte
de la vieja Barcelona” (Martorell, 1908). La idea de formar un conjunto con materiales
antiguos en los alrededores de la catedral hay que relacionarla con las propias obras de la
fachada del edificio, que como en otras tantas ciudades europeas, en Barcelona fue
completada entre 1887 y 1912. [Ilustración 03]
Ilustración 03. Fachada de la catedral de Barcelona en 1895 y en 1913
En el debate surgido sobre qué hacer con los elementos antiguos seleccionados, en 1911 el
político Ramón Rucabado proponía directamente que con todo ello se debería construir un
barrio gótico (Rucabado, 1911). En una época en donde el catalanismo por primera vez
gobernaba tanto el Ayuntamiento como la Diputación, la idea coincidía con el estudio de la
Edad Media catalana que diferentes instituciones culturales impulsaban por aquel entonces.
En realidad, la idea de Rucabado no hacía más que sintetizar lo que diferentes corporaciones
artísticas, empresariales y políticas venían exigiendo desde el inicio de la reforma interior:
eliminar las viviendas degradadas que abundaban en la zona y sustituirlas por construcciones
neomedievales. Al mismo tiempo proponía crear un recinto delimitado por puentes colgantes
neogóticos, trasladar a esta zona las fachadas que se habían desmontado, así como eliminar
las aceras, el tráfico y decorar el entorno por medio de una escenografía historicista.
En una época en donde el turismo urbano comenzaba a ser explotado en el resto de Europa, la
justificación para este tipo de reconstrucciones resultaba explícita, y el mismo Martorell
señalaba que “lo que pudiera costar de más, si algo fuese, sería un capital que reeditaría
interés crecidísimo; los turistas, los extranjeros, tendrían mayores motivos para venir a
Barcelona a dejar su dinero” (Martorell, 1911). De hecho, en 1908 se había creado la
Sociedad de Atracción de Forasteros (SAF), institución que tenía como principal objetivo
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promocionar Barcelona como destino del sur del Mediterráneo (Palou, 2012). Si el turismo se
desarrollaba en ciudades donde la arquitectura del pasado se había conservado, poseer un
centro histórico monumental se planteaba como una condición previa si se pretendía colocar
la ciudad en el mapa del destino internacional. De esta manera, la SAF aconsejaba
constantemente comenzar con la reconstrucción del barrio de la Catedral, así como con
cualquier otra obra de embellecimiento urbano. En el mismo sentido, en 1932 Antoni
Muntanyola afirmaba sobre Cataluña en general que:
Sería ilusorio pretender fundamentar nuestro futuro turístico sobre este interés de
carácter histórico-arqueológico. En primer lugar, porque la mayoría de las joyas de
nuestros monumentos no ofrecen, o aún no les hemos dado, el carácter espectacular
que el turismo reclama (Vidal Casellas, 2006:217-218).
Uno de los mayores logros de la SAF, así como de políticos y empresarios locales, fue
impulsar la Exposición Internacional de 1929. Los comentarios de la SAF hacían referencia a
las ventajas y al provecho que la ciudad podía sacar de la exposición, y a todas las obras que
se podrían emprender para preparar el certamen. Como consecuencia, tras dos décadas de
debates y sugerencias, en 1927 comenzaban las intervenciones de lo que a partir de entonces
se conocería como Barrio Gótico, “aumentando los encantos que siempre ha tenido Barcelona
y enriqueciéndola para que su fama y su prestigio se afiancen ante los numerosos extranjeros
que vendrán con motivo de la Exposición Internacional” (Barcelona Atracción, 1928). En una
época en donde los empresarios locales comenzaban a comprender las ventajas del marketing
urbano, un comentarista de la exposición afirmaba sobre Barcelona:
Introduzcamos en el mercado internacional esta nueva marca de turismo y no dudéis:
si la nueva marca se elabora bien y se lanza públicamente el producto se venderá y el
negocio estará asegurado (Serra, 1929).
Las obras en el Barrio Gótico se alargaron aproximadamente hasta 1970. En su conjunto
fueron dirigidas por el arquitecto municipal Adolf Florensa, contabilizando un total de
cuarenta intervenciones (Cócola Gant, 2011a; 2011b). En su libro Nombre, extensión y
política del Barrio Gótico resumía en tres puntos su manera de actuar: restauración de restos
conservados, traslados de edificios a la zona y armonización del entorno con elementos
neomedievales. El objetivo de estas obras puede resumirse en una frase suya:
Esta cantidad de monumentos, en un espacio tan restringido, dan como resultado un
ambiente de una densidad histórica y emocional tremenda, que sobrecoge al visitante
sensible y le produce impresiones inolvidables. Por esta razón su visita se ha
convertido en imprescindible para todo turista (Florensa, 1950:629).
En última instancia, definía de otra manera el valor de antigüedad y su potencialidad para
atraer turismo.
Una de sus obras más destacadas fue la restauración del conjunto del Palacio Real en la plaza
del Rey. Hay que tener en cuenta que el centro histórico era un espacio degradado y
abandonado por la inversión inmobiliaria desde que la burguesía marchó al moderno y más
equipado ensanche, por lo que en el centro habitaba la población con menos recursos de la
ciudad. En este sentido, todas las propuestas que se presentaron incluían eliminar las
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viviendas degradadas que existían para sustituirlas por construcciones neogóticas o para
trasladar en su lugar otros edificios antiguos. Esta última fue la opción adoptada en la plaza
del Rey, cuando en 1928 comenzaron a derribarse unas viviendas del siglo XIX para
posteriormente colocar en su lugar la llamada casa Padellàs, edificio del siglo XVI que había
quedado al otro lado de la vía Layetana rodeado de construcciones modernas. Tras las obra,
Florensa afirmaba que la casa “fue tan bien recibida por los otros edificios, que realmente
parece que haga siglos que están juntos” (Florensa, 1950:631). [Ilustración 04]
Ilustración 04. Plaza del Rey en 1927 y en 1943. Derribo de unas viviendas para colocar en su lugar la Casa
Padellàs. Excepto la ventana inferior derecha, el resto de los vanos así como la galería superior son nuevos
El Palacio Real fue modificado en todas sus fachadas y patios. Cabe destacar la introducción
de catorce ventanas coronelles, elemento típico de la arquitectura gótica meridional, en donde
no había pruebas de su existencia anterior. Todos los elementos posteriores al siglo XVI
fueron eliminados de la fachada y del patio principal para construir un conjunto gótico ideal
con materiales nuevos o procedentes de derribos. Los elementos renacentistas o neoclásicos
eliminados se reubicaron en otros puntos del palacio. [Ilustración 05]
Ilustración 05. Una de las fachadas del Palacio Real en 1943 y en 1960. A la derecha se encuentra la fachada
posterior de la trasladada Casa Padellàs. A la izquierda se han derribado unas viviendas del siglo XIX y fueron
sustituidas por la reproducción ideal de una casa típica medieval catalana
Las intervenciones que Florensa dirigió durante casi 40 años fueron muy numerosas. En la
plaza de San Felipe Neri, por ejemplo, trasladó dos fachadas del siglo XVI que habían sido
desmontadas con la apertura de la vía Layetana. Intervino sobre la muralla romana, sobre
todos los edificios más emblemáticos de la calle Montcada o incluso creó fachadas
neomedievales en construcciones del siglo XVII. El objetivo de la “conservación” de la
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ciudad antigua se presentaba como un instrumento para dotar a la ciudad de un
reconocimiento histórico-artístico que nunca había tenido. En la creación de esta imagen de
marca, el derribo de construcciones vulgares potenciaba la acumulación de elementos
antiguos, ya que como diría el propio Florensa, “a pesar de algunas críticas, es evidente que
con estos trabajos el prestigio histórico y monumental de Barcelona ha ganado mucho”
(Florensa, 1964:21).
Ilustración 06. Palacio Berenguer de Aguilar (actual Museo Picasso) en 1955 y en 1964. Introducción de una
galería neogótica a imitación de otra conservada en una de las caras del patio
Desde 1927, el Ayuntamiento no fue la única institución encargada de potenciar las obras. El
proyecto había sido asumido por todos los sectores, y tanto la Iglesia como la Diputación de
Barcelona reconstruyeron propiedades que tenían en el barrio. Destaca la restauración de las
Casas de los Canónigos, comprada por la Diputación y primera obra realizada en 1927, así
como el puente que une dicha casa con el Palacio de la Generalitat. Obra neogótica
inaugurada en 1928, el puente fue tan excesivo que todas las corporaciones culturales lo
criticaron, a excepción de la Sociedad de Atracción de Forasteros, que consideraba las obras
como una oportunidad para que Barcelona aumente su “categoría artística y hasta su prestigio
de antigüedad”, afirmando que su estructura “entona perfectamente con el carácter de las
construcciones antiguas que están inmediatas a él” (Barcelona Atracción, 1928:188). Además,
en 1934 la SAF difundía el puente por medio de su revista de tirada internacional Barcelona
Atracción, titulando la imagen como “las antiguas edificaciones de la calle del Obispo”
(Barcelona Atracción, 1934).
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Ilustración 07. Puente neogótico inaugurado en 1928, obra de Joan Rubió. La fachada de la izquierda
corresponde a la restaurada Casa de los Canónigos, en donde todas las ventanas de estilo medieval son nuevas
Ilustración 08. Fachada principal de la Casa de los Canónigos antes y después de la restauración, realizada por
Jeroni Martorell entre 1927 y 1930
4.- ROMA Y LA TOSCANA
El gobierno de Mussolini (1922-1943), como todo nuevo orden establecido, necesitó
reorganizar el pasado como legitimación simbólica de su poder. A partir de 1922, arqueólogos
e historiadores comenzaron a investigar sobre los orígenes de Roma, impulsando la romanità
como el valor precedente de la nueva raza fascista. En realidad, el pasado que recreaban había
sido definido a fin del siglo XIX durante el Risorgimento y el apogeo del nacionalismo
italiano. Al mismo tiempo, se esforzaron en presentar a Mussolini como el sucesor de
Augusto, buscando una continuidad entre el esplendor del imperio romano y el nuevo
gobierno. Este esfuerzo ideológico tuvo como consecuencia toda una serie de
restructuraciones urbanas que aislaban los monumentos de la antigüedad derribando su
entorno, para posteriormente rodearlos de nuevas obras fascistas. De esta manera, se hacía
visible la representación de Mussolini como el único capaz de recuperar la gloria del antiguo
imperio.
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Una obra destacada de esta tendencia fue la liberación de las construcciones añadidas al
Mausoleo de Augusto, creando la plaza que existe en la actualidad. De la misma forma, a
partir de 1930 unieron el Coliseo con el Palacio Venecia -lugar donde Mussolini realizaba sus
mítines- formando la actual avenida Dei Fori Imperiali, para lo cual derribaron todo el trazado
medieval que se encontraba en medio. Además, esta actuación tenía como objetivo realzar “lo
romano”, sobre todo revalorizando la función simbólica del Foro, con lo que se eliminaron
algunas construcciones añadidas en épocas posteriores, mientras que otras fueron cambiadas
de lugar, como la iglesia de Santo Biagio e Rita, que fue traspasada desde el Capitolio hasta el
Teatro Marcelo.
La transformación del pasado monumental, si bien se inició como recurso ideológico, también
fue motivada como preparación ante los cuatro millones de personas que visitaron Roma en
1937 con motivo de la celebración de la Mostra Augustea della Romanità. En este sentido, el
llamado Quartiere Rinascimentale fue reorganizado desde 1931 con el fin de resaltar espacios
emblemáticos como Campo dei Fiori o Piazza Navona. Creando callejones o pequeñas plazas,
“el trazado urbano representaba un decorado para proyectar mejor el espectáculo de los
monumentos conservados” (Medina, 2004:13).
Identidad nacional, turismo y restauración en estilo son tres elementos que no pueden
separarse de las políticas urbanísticas aplicadas durante el fascismo en diferentes ciudades de
la Toscana. Lugar destacado desde el Grand Tour, en Florencia y Siena más de seis mil
extranjeros tenían allí una segunda residencia, en su mayoría ingleses, franceses y
norteamericanos. De hecho, la fachada de la catedral de Florencia, construida en 1887, fue
pagada en parte por la alta burguesía extranjera, así como la nueva fachada de la iglesia de
Santa Croce. En una época en donde la reforma interior reorganizaba la ciudad antigua, el
turismo internacional exigía salvar “el área pintoresca” (Medina, 2004:6), mientras que al
mismo tiempo impulsaba la reconstrucción de castillos renacentistas abandonados3.
Durante el gobierno de Mussolini, el caso más destacado de creación de un espacio histórico
fue la ciudad de Arezzo. Impulsadas por la actividad turística que disfrutaban otras ciudades
vecinas, las autoridades locales se esforzaron para que Arezzo apareciera como destino
aconsejado en los boletines de la asociación turística Ente per le Attività Toscane. El pasado
no sólo fue un recurso pintoresco, sino que también fue utilizado para potenciar la identidad
local y el orgullo ciudadano. Por este motivo, se seleccionó la época en la que Arezzo fue una
ciudad-estado independiente, anterior al dominio florentino desde finales del siglo XV.
Entre 1926 y 1936 los principales edificios de la ciudad fueron transformados según la
imagen ideal que habrían tenido en los siglos XIII y XIV, basándose en el estilo de la época,
pero no en documentos conservados. De las más de quince restauraciones que se contabilizan,
destaca la casa donde había nacido Petrarca. En la intervención se introdujeron elementos
típicos de la arquitectura del siglo XIII, como loggias, aleros y torres, ante lo cual, un artículo
en la revista Valorizzazioni turistiche señalaba que “quién sabe si en un futuro no lejano
Arezzo emergerá como el más fuerte competidor de San Gimignano” (Medina, 2004:132). La
3 Una gran parte de la burguesía extranjera residía en las afueras de la ciudad, donde fueron construidas varias
mansiones neorrenacentistas. En otros casos compraron ruinas y las reconstruyeron, como el Castello Vincigliata
o el Castello de Poggio, y al igual que había hecho Viollet-le-Duc en Pierrefonds, no se diferencian los restos
originales de los fragmentos traídos desde otras ruinas, ni tampoco las partes completamente nuevas.
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torre de la catedral también fue completada, así como su fachada entera. En otros casos, como
en el Palazzo Pretorio, se introdujeron puertas y ventanas medievales, eliminando las
modificaciones que se habían realizado en el siglo XVIII.
Ilustración 09. Arezzo. Palazzo dei Priori antes y después de la restauración en la década de 1930
Ilustración 10. Arezzo. Palazzo Lappoli antes y después de la restauración en la década de 1930
En el estudio realizado por Medina Lasansky, la autora analiza intervenciones en la Toscana
hasta finales de la década de 1950. Además de la restauración en estilo, también se recurrió a
trasladar edificios o partes de ellos, así como a armonizar el entorno de los nuevos
monumentos, generalmente otorgando subvenciones a los propietarios para que conviertan
sus fachadas en edificios de piedra. Al mismo tiempo, en esta época fue cuando se crearon los
festivales medievales que hoy definen las fiestas propias de cada ciudad, surgiendo el de
Arezzo en 1931 a imitación de otros festivales recién recuperados como il calcio storico de
Florencia (1930) o il palio de Siena (1928).
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5.- PARQUES TEMÁTICOS EN ESTADOS UNIDOS
La historia de los parques temáticos no puede entenderse sin la influencia del país en donde
surgieron. Este tipo de atracciones turísticas se caracterizan por potenciar espacios pintorescos
mediante la fabricación de ambientes antiguos. Se parte de la base de que existe una demanda
de productos históricos, y con el fin de atraer a este sector de consumidores se recrean
espacios donde gozar de un supuesto valor de antigüedad. Las recreaciones más difundidas en
la actualidad suelen ser pura fantasía, como es el caso de Disneyland. Sin embargo, los
primeros ejemplos conocidos fueron reconstrucciones de pueblos abandonados, o incluso se
trasladaron edificios que iban a ser derribados en Europa y que la nueva cultura
norteamericana conseguía salvaguardar.
País sin historia urbana medieval, comprobaron que el visitante salía igualmente satisfecho de
una visita a edificios antiguos aunque éstos sólo fueran reconstrucciones o copias. Es la
explotación del valor de antigüedad por antonomasia, y sin tabúes. Mientras que en la vieja
Europa la historia como recurso había originado la demanda turística, en Estados Unidos,
conscientes de que existía la demanda, inventaron el recurso. Antes de la Primera Guerra
Mundial aparecieron los Open Air Museums, espacios en donde se coleccionaban y exhibían
diversos edificios históricos traídos de cualquier lugar del mundo. Uno de los más conocidos
en la década de 1920 fue el de Greenfield, iniciativa de Henry Ford al comprar casas rurales
inglesas que estaban en desuso y trasladarlas a Estados Unidos. En la actualidad, en
Norteamérica existen más de un centenar de este tipo de museos, multiplicados a partir de la
década de 1950 cuando se adquirieron construcciones históricas europeas en estado de ruina
por la guerra. El traslado se justificaba como la mejor manera de conservarlas, aunque cuando
se traslada un edificio, como vimos con la Casa Padellàs, generalmente se completa según su
estilo ideal, por lo que materiales considerados inapropiados son cambiados, extraños
elementos pueden ser eliminados o partes perdidas reconstruidas. Hoy día, el edificio antiguo
más visitado de Miami es el monasterio de Santa María la Real, del siglo XII, aunque
trasladado desde Segovia. En este caso fue comprado en 1925 por un empresario con el fin de
decorar su villa privada, si bien la obra nunca se realizó y las piedras estuvieron guardadas en
cajas hasta que en 1964 se reconstruyó en su ubicación actual.
Por otro lado, en 1926 John D. Rockefeller Jr. propuso recrear la ciudad colonial de
Williamsburg, destruida en el siglo XVIII. Creó la Colonial Williamsburg Fundation, que
compró las 1200 hectáreas que formaban los restos de la ciudad con el fin de reconstruirla en
su totalidad. Restauraron 88 edificios de origen colonial a su estilo primitivo, construyeron
otros 400 en el mismo estilo que los originales y trasladaron edificios coloniales de otras
ciudades para colocarlos en el nuevo centro histórico de Williamsburg. Debido a que la
temática del parque era el siglo XVIII, el espacio se ambientó con música, vestidos y comida
de la época, creando festivales temáticos que celebran la independencia y la primera
constitución del país4.
Los autores que han estudiado este tipo de parques temáticos, coinciden en que su
construcción se desarrolla gracias a la aplicación de tres procedimientos o herramientas que se
4 Para más información sobre el caso de Williamsburg (Brown y Chappel, 2004 y Ashworth y Tunbridge,
1990:142-146).
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repiten en cada caso5
: el principal recurso es la restauración en estilo de los restos
conservados, reconstruyendo los edificios según el modelo ideal de la arquitectura tradicional
de la ciudad; también se recurre al traslado de edificios originales o partes de ellos,
generalmente traídos desde otra ciudad o barrio; por último, se recrea el entorno con la
eliminación de edificios sin apariencia antigua y se sustituyen por otros nuevos en estilos
históricos.
7.- CONCLUSIONES
La preocupación por el pasado monumental después de la Revolución Francesa ha pasado por
dos fases. Una etapa inicial en la que los nacionalismos comenzaron a reeditar la historia, y
una segunda etapa en la que dicha historia fue puesta en valor como medida de promoción
urbana. Estas dos fases no se contradicen, y en la mayoría de los casos, potenciar la identidad
de un lugar así como crear un destino turístico se han llevado a cabo contemporáneamente. De
hecho, tanto en Barcelona como en la Toscana, el pasado recuperado por la industria turística
fue el que los nacionalismos habían definido como el auténtico pocos años antes. Estas etapas
tampoco son absolutas, y existen más casos de reconstrucciones monumentales en otro tipo de
contextos, como pueden ser catástrofes naturales o guerras, en donde la decisión de qué y
cómo reconstruir favorece la creación de determinadas memorias colectivas, así como el
olvido de otras (Hernández Martínez, 2007). Pero debido a que, en general, el uso del pasado
después de la creación de los estados nacionales satisface a escala planetaria el consumo
turístico, la diferencia radica en que las obras estudiadas solo pudieron ser puestas en marcha
ante la certeza de que la inversión sería recuperada con el consumo de los futuros visitantes.
El cambio de una fase a otra implica una mutación semántica del monumento. Si en la
tradición inventada se otorgan significados simbólicos a los objetos conmemorados, dicho
significado puede cambiar constantemente, de modo que cuando el pasado deviene sólo
mercancía, pierde por completo su función semántica para convertirse en un simple rincón
pintoresco. La industria del monumento no tiene necesidad de guardar relación con algún
mensaje político. Se separa de la reescritura tradicional de la historia, y el monumento pasa a
ser solo un emocionante objeto antiguo. Riegl advertía de la potencialidad del valor de
antigüedad en relación a la democratización de la cultura, pero dicha potencialidad ha sido
transformada para fabricar espacios que, si bien se presentan como centenarios, son
completamente nuevos.
Tanto los nacionalismos como la historia convertida en recurso turístico han acudido a la
misma herramienta en el momento que pudieron transformar los edificios, es decir, a la
restauración en estilo. Seleccionar una época y borrar las etapas posteriores anula la
heterogeneidad de la historia para presentar una continuidad inalterada que, en cualquier caso,
es siempre ficticia. Y al mismo tiempo, si para promocionar una ciudad es ineludible poseer
un atractivo centro histórico, la restauración en estilo crea expresamente valor de antigüedad,
generando los espacios pintorescos que el turismo reclama. Sin embargo, este tipo de
intervención comenzó a ser criticado incluso durante el siglo XIX, ya que destruía la
posibilidad de que la obra continuase siendo un documento histórico. El caso italiano se hacía
aún más evidente porque era el lugar donde habían surgido tanto las críticas como las teorías
5 Me refiero a (Ashworth y Tunbridge, 1990:154-155). Pero las mismas conclusiones se sacan de la lectura de
(Mills, 2007 y Jameson, 2004).
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más vanguardistas sobre restauración monumental. Estos hechos, aunque parezcan
contradictorios, demuestran que las intervenciones no dependían ni de la normativa ni de las
recomendaciones internacionales, sino de las leyes del mercado turístico que, como en todos
los casos vistos, representó la principal motivación para realizarlas.
La ciudad histórica es una creación contemporánea que, al igual que el estudio de la historia
en sí misma, puede ser revisada nuevamente por cada generación en función del tipo de
actitud que prevalezca hacia el pasado. Sin embargo, ¿cuál es la diferencia entre un centro
histórico reconstruido y un parque temático? Hemos visto que las técnicas utilizadas para
cada caso son similares, es decir, restauración en estilo, traslado de edificios y recreación
historicista del ambiente. E incluso el objetivo principal también es el mismo, llámese “valor
de antigüedad”, “densidad monumental” o “área pintoresca” que se potencian para estimular
su visita. En 1986, el ministro francés de turismo reconocía que:
Nuestro patrimonio se debe vender y tiene que ser promovido con los mismos
argumentos y técnicas que han hecho posible el éxito de los parques de diversión (…)
pasar del centro histórico como pretexto al centro histórico como producto (Choay,
1995: 232).
La cuestión no tiene una sola respuesta, y dependerá de la posición que ocupe quien se
pronuncie. Lo único que compartirán con seguridad es una definición determinada del
contradictorio concepto de autenticidad. Formalmente, según el diccionario de la RAE,
auténtico significa “acreditado como cierto y verdadero por sus características” o “dar fe de la
verdad de un documento”. Desde mi punto de vista, espacios como el Barrio Gótico de
Barcelona o el centro monumental de Arezzo constituyen paradigmas de los llamados falsos
históricos, y debido a las motivaciones por las que fueron construidos -crear espacios
sugestivos para potenciar el consumo- pueden ser definidos como un parque temático. No son
auténticos porque las intervenciones supusieron la destrucción de la historia que se había
conservado y, por ejemplo, es imposible documentar de forma fehaciente la arquitectura
medieval de Barcelona por medio de los edificios reconstruidos en el Barrio Gótico. Una
ventana coronella puede dar información sobre el uso original del edificio o la posición social
de sus propietarios, pero las 85 ventanas reconstruidas que dominan el barrio no dejan de ser
un reclamo pintoresco (Cócola, 2011a).
El turismo es una industria que responde a la ética y a la estética del mercado, y para facilitar
la visita, tanto si hablamos de centros históricos o de parques temáticos, se debe “reducir la
complejidad y riqueza de la historia urbana a unas simples, reconocibles y vendibles
características” (Ashworth y Tunbridge, 1990:54). En algunos casos, al poder reproducir
edificios completos cuyos originales han perdido alguna de sus partes, los parques temáticos
se otorgan más autenticidad que la propia historia, como el Japanese Museum of Buildings, en
que la representación de la casa en la que nació Shakespeare es considerada más auténtica que
la original, ya que la nueva reconstrucción es una fiel comparación con la de su estado
primitivo en el siglo XVI (Oliver, 2001). Desde la industria turística se sostiene que “si la
autenticidad es el exacto reflejo del pasado mediante su arquitectura, entonces una hábil
reconstrucción puede ser más auténtica que unos restos esparcidos” (Ashworth y Tunbridge,
1990:24). Lo que demuestran estas afirmaciones es que para el mercado turístico un edificio
será más auténtico cuanto mayor sea su apariencia de antigüedad, independientemente de que
esa antigüedad sea una recreación. Esto es así porque se entiende que cuanto más histórico
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parezca el producto, éste será más consumido, y porque el consumidor debe ser quien
determine lo que es o no auténtico. La autenticidad, en este caso, no se refiere a la del
documento histórico, sino a una experiencia auténtica (MacCannell, 2003:30), a la diversión
que proporciona el espectáculo.
Como consecuencia de esta realidad, la profesora de urbanismo en Harvard, Susan Fainstein,
propone como solución para la conservación de ciudades como Venecia o Florencia realizar
copias exactas de sus principales monumentos en Estados Unidos, Japón o los Emiratos
Árabes, ya que de esta manera los turistas de estas zonas no tendrían la necesidad de viajar
hasta Europa y sobrecargar ciudades con miles de visitantes. En una entrevista titulada “La
única solución para el turismo masivo es crear Eurodisneys”, asegura que “la emoción, la
diversión e incluso por qué no, el placer estético que podrían obtener los turistas allí serían
iguales que los que proporcionan los originales” (Fainstein, 2008). Los defensores de la
comercialización del pasado recreado sostienen también que “el parque temático puede
aportar una experiencia histórica más real que el propio sitio histórico, y en este sentido lo ha
reemplazado” (Ashworth y Tunbridge, 1990:160). Es la ética del mercado, que esconde que si
no se nos advierte, como consumidores presuponemos que la historia exhibida es la
verdadera, y no una fantasía tipificada.
Riegl ya sospechaba en 1903 que el culto por el valor de antigüedad traería consecuencias
imprevisibles, y que entraría en contradicción con el valor histórico, es decir, con la función
documental del monumento. Si atendemos a la definición formal de autenticidad, la
antigüedad recreada perdería credibilidad, y por este motivo desde el mercado turístico se
propone que “la autenticidad del pasado debe ser reemplaza por un concepto más flexible”
(Ashworth y Tunbridge, 1990:24). Por lo tanto, los límites entre el parque temático y el centro
histórico reconstruido no pueden ser definidos con precisión. Existen intereses contradictorios
que impiden un acuerdo: los de la historia en sí misma y los de la historia convertida en
mercancía. En Estados Unidos, en ausencia de lo real, la representación se ha convertido en la
cosa misma. Al disponer de una escasa historia monumental para exhibir, el consumidor sabe
de antemano que visitará reproducciones, y los promotores lo reconocen sin tabúes. En la
vieja Europa, sin embargo, aún parece inmoral admitir la supremacía de los valores del
mercado. Aunque los nacionalismos despertaron el interés por el pasado monumental, las
intervenciones sólo pudieron realizarse cuando la historia se convirtió en un recurso turístico,
en un medio para colocar la ciudad en el mundo y promocionarla a través de su imagen de
marca. Aún así, se suele ignorar este hecho escandalizador, y las actuaciones vendrían a ser
una pura conservación del centro histórico. Pareciera que los turistas acuden porque existe un
recurso que ha permanecido inalterado desde la Edad Media, y no porque el recurso haya sido
creado para satisfacer la demanda turística.
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Estudios Generales | Estudios
Conocer para valorar y proteger: la vivienda popular mariánica
Getting knowledge to asses and protect: rural housing in Sierra Morena
Ricardo Manuel Luque Revuelto
Doctor en Filosofía y Letras. Profesor Asociado. Universidad de Córdoba.
Resumen
La vivienda rural en Sierra Morena forma parte consustancial de la geografía andaluza y de
los bienes que integran su patrimonio cultural y arquitectónico. Hoy en día cobra mayor
importancia y un nuevo significado desde el punto de vista de la consideración del patrimonio
y del paisaje. El objetivo del presente trabajo es poner de manifiesto la singularidad de la
vivienda rural en los espacios mariánicos como uno de los elementos más característicos y
definidores de unos paisajes agrarios que se vinculan tradicionalmente a la montaña baja y
media mediterránea. Conocer y comunicar este patrimonio es la mejor garantía para
salvaguardarlo: es por ello que la educación cobra un papel primordial en su conservación,
pues la ciudadanía sólo defiende aquello que conoce y aprecia.
Palabras clave: Vivienda rural. Sierra Morena. Arquitectura vernácula. Didáctica del
patrimonio arquitectónico.
Abstract
Rural housing in Sierra Morena is an indissoluble part of Andalusian geography and
Andalusian cultural and architectural heritage. Nowadays, rural houses and buildings are
becoming increasingly important and acquiring new meanings from the heritage and
landscape preservation perspective. The aim of this paper is to reveal the uniqueness of rural
housing in Sierra Morena as one of the most important elements that characterize and define
some of the agricultural landscapes traditionally linked to the low and middle Mediterranean
mountains. Knowing and disseminating this heritage is the best guarantee for its safeguarding:
Education, therefore, should play a primary role in its conservation, specially bearing in mind
that citizens can only defend what they know and appreciate.
Keywords: Rural housing. Sierra Morena Vernacular architecture. Didactics of architectural
heritage.
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Ricardo Manuel Luque Revuelto
Ricardo Manuel Luque Revuelto es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de
Córdoba, y actualmente Profesor Asociado de Análisis Geográfico Regional en el
departamento de Geografía y Ciencias del Territorio. Asimismo participa como Ponente del
módulo específico del Máster de Formación del Profesorado de la Universidad de Córdoba.
Desde 1992 es funcionario por oposición del Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria.
Entre los proyectos de investigación en los que participa actualmente destaca el de miembro
del Grupo de Investigación Estudios de Geografía (HUM – 247) o la participación en el
Grupo de Trabajo de la Población y el de Geografía Rural de la Asociación de Geógrafos
Españoles (A.G.E.). Sus estudios versan fundamentalmente sobre hábitat rural, didáctica,
desarrollo rural, espacios naturales y Sistemas de Información Geográfica.
Contacto: [email protected]
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INTRODUCCIÓN
[Ilustración 01]
Ilustración 01. Vista de Villanueva del Rey. Foto: Ricardo M. Luque.
Sólo se pierde aquello que no se cuida.
No se cuida aquello que no se valora.
No se valora aquello que no se ama.
No se ama aquello que no se conoce.
Proverbio oriental
La vivienda rural en Sierra Morena forma parte consustancial de la geografía andaluza y de
los bienes que integran su patrimonio cultural y arquitectónico. Por su riqueza y diversidad
esta arquitectura de lo útil se muestra sencilla, transparente en sus técnicas y materiales,
perfectamente imbricada en un medio al que dota de una unidad y una particularidad que lo
hace perceptible, no solo para los que se acercan a su estudio, sino a todos los que lo
contemplan; la uniformidad en los modos constructivos, la dualidad de aprovechamientos y
de usos, agrícola y ganadero, sus dimensiones contenidas y el omnipresente encalado de sus
muros señalan una realidad geográfica que se fundamenta en el acervo común del campesino
por compartir y explotar un medio frágil, pobre en muchas ocasiones y ante un clima hostil,
con los cuales tiene el hombre que establecer un equilibrio que permita de forma sostenible
los necesarios aprovechamientos agrícolas y ganaderos para su sustento. [Ilustración 02]
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Ilustración 02. Casa de tiras (Añora). Foto: Ricardo M. Luque.
Sin embargo ha sido desestimada por su carácter funcional; carente de apellidos ha sido
condenada al olvido, eclipsada por los valores de monumentalidad y singularidad valorados
tradicionalmente por escuela y la tutela patrimonial; o invocada por los urbanitas, que ávidos
de espacios rurales no han dudado en recrear modelos estereotipados de una arquitectura
homogeneizada, carente de referencias locales o comarcales. Asimismo, los espacios rurales
de la montaña andaluza están sufriendo una autentica sangría que no sólo ha sido
demográfica, sino lo que es peor, de su paisanaje. La degradación de sus edificios, la
fragmentación de los espacios rurales y la banalización de los modos de vida campesinos han
terminado por romper a los individuos como sociedad, diluyendo la cultura que se había
fraguado sobre la base de un entendimiento ancestral entre unos aprovechamientos sostenibles
en un medio caracterizado por la fragilidad de sus componentes ecológicos. Es más, los
cambios en los modos de vida y las innovaciones derivadas del uso de nuevas técnicas han
acarreado la estandarización de las tipologías y de los materiales empleados en la vivienda, de
manera que cada comarca ha ido perdiendo aquellos componentes que caracterizaban sus
propias formas de hábitat, tanto en los espacios mariánicos como en el resto de Andalucía
(Luque, 2012:514).
Es así como no podemos dejar de manifestar una evidente contradicción: considerando por un
lado los elevados niveles culturales que encierra la vivienda rural y por otro la escasa alarma
que están provocando el cambio, la desfiguración o la desaparición de la misma, víctima del
despoblamiento, la ruina, la especulación o del desconocimiento. Y llama más la atención este
hecho cuando consideramos la inquietud que producen en regiones o países vecinos el
desvanecimiento de los paisajes rurales y de la vivienda campesina como uno de sus
elementos más emblemáticos. Baste señalar la verdadera crisis de identidad que está
produciendo este hecho en la sociedad francesa, hondamente identificada con su mundo rural
(Galiana, 1996).
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1.- IMPORTANCIA Y ESPECIFICIDAD DE LA VIVIENDA RURAL MARIÁNICA
En Andalucía los paisajes rurales cobran una nueva dimensión en los espacios de media y
baja montaña mediterránea localizados en Sierra Morena. Regida secularmente por una
economía agro-silvo-pastoril de autoabastecimiento, la vivienda rural se adaptaba de forma
proverbial a los hostiles condicionantes del medio mediante un aprovechamiento máximo de
los recursos edáficos y climáticos. Las casas, bien diseminadas o apiñadas en los núcleos de
población, han presidido, y aún lo hacen, una serie de paisajes agrarios diversos que
formaban un mosaico en derredor de los pueblos: pequeñas huertas, ruedos con hazas de
cereal de secano, parcelas de viñedo u olivar y extensos espacios adehesados y forestales.
[Ilustración 03]
Ilustración 03. Explotación ganadera tradicional. Foto: Ricardo M. Luque.
Las villas, pueblos y aldeas de Sierra Morena constituyen un rosario de núcleos de población
que desde Jaén a Huelva y siguen funcionando como centros neurálgicos en la organización
territorial de estos espacios. No se trata de grandes agrovillas como las existentes en la
campiñas béticas, sino más bien de centros intermedios que por encontrarse alejados de las
dinámicas urbanas, más intensas en el Valle del Guadalquivir y en el litoral, han conservado
buena parte de las construcciones asociadas a las actividades agrarias predominantes, como
los lagares, molinos, bodegas y diversas industrias relacionadas con la artesanía o la minería,
así como estructuras y redes relacionadas con dichas actividades, como puedan ser las vías
pecuarias, fuentes, abrevaderos, etc.
El predominio del poblamiento concentrado no impide la existencia de abundantes
edificaciones rurales dispersas que presentan una tipología diversa que se relaciona con la
funcionalidad y el tipo de explotaciones en las que se integran. El repertorio de formas de
hábitat es extenso y desde luego mucho más amplio de lo que parece indicar el uso de de un
termino de gran tradición en el lenguaje popular como es el de cortijo1. En la toponimia de
Sierra Morena (Consejería de Obras Públicas, 1990) se diferencian edificios relacionados con
1 Aunque la palabra cortijo se ha relacionado con las grandes explotaciones cerealísticas del Valle del
Guadalquivir hoy en día se utiliza el término para designar cualquier construcción rural de Andalucía o
Extremadura, independientemente de su estructura, dedicación funcional, fisonomía o ubicación. Los cortijos
mariánicos no tienen la misma significación que los existentes en el Valle del Guadalquivir, siendo aquéllos
menos numerosos y mucho más modestos. Omnipresentes en todas las comarcas serranas, están asociados no
sólo a explotaciones cerealistas, como en la campiña, sino también a las ganaderas y al olivar.
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la explotación ganadera: casas de dehesa, ahijaderos, borregueras, caballerizas, cabrerizas,
cebaderos, corrales, corralizas, corralones, cuadras, criaderos, dehesas, establos, majadas,
pesebreras, ranchos, ranchillos, vaquerizas y zahúrdas; con la explotación del olivar:
haciendas, casas, caserías y molinas; con el viñedo: viñas, lagares y lagarillos; otros que
combinan la residencia del campesino con las explotaciones cerealísticas son: casas de labor,
cortijos, cortijillos, eras y molinos; con la huerta: casas de huerta, huertas y granjas; tampoco
están ausentes las viviendas mínimas en la toponimia: casetas, casillas, chozas y chozos; por
último, con otras actividades rurales: almacenes, barracones, batanes, caleras, posadas,
ventorrillos y secaderos, etc. [Ilustración 04] [Ilustración 05]
Ilustración 04. Olivar de Sierra. Foto: Ricardo M. Luque.
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Ilustración 05. Interior de un cortijillo. Foto: Ricardo M. Luque.
En lo que respecta al grado de desarrollo de las edificaciones, podemos afirmar que está en
estrecha consonancia con el tamaño de las explotaciones agrícolas. El grado de desarrollo de
la casa rural y del tamaño de sus dependencias es testigo visible del tamaño de las fincas
sobre las que se asienta aunque no apreciemos los límites de la propiedad. Este factor es el
que explica que sobre una misma topografía o unos idénticos aprovechamientos se pase de
una pequeña casa-bloque de una planta a otra con patio y múltiples dependencias en las fincas
de mayor tamaño.
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El aprovechamiento agrario determina el tipo y el número de dependencias que aparecen
junto a la vivienda campesina, pudiéndose dar varios casos:
El cultivo del olivar puede simplificar mucho el plano de la casa cuando se trata de
pequeños propietarios y, por tanto, no existe molina. La topografía accidentada favorece la
construcción de una casa bloque en altura. La parte inferior actúa como vivienda permanente
del agricultor y la superior como lugar de alojamiento de la faneguería durante el tiempo de
recolección de la aceituna. Las dependencias secundarias son mínimas y se reducen a una
pequeña cuadra para la yunta de mulos que laborean el olivar y acarrean la aceituna a la
molina más próxima. Para el autoconsumo se levanta un corral para gallinas o cerdos
separados del edificio principal. Nada que ver tiene estas casas con las caserías de olivar de
los grandes propietarios de Adamuz y Montoro.
El aprovechamiento cerealístico requiere un mayor desarrollo de la casa en superficie.
Esto se traduce en el mayor tamaño y número de las dependencias, que pueden dar lugar a la
aparición de la casa con patio, abierto o cerrado, lo que la identifica con el denominado cortijo
andaluz. Cuando se trata de una gran propiedad se disocian los elementos: la vivienda de los
propietarios, las de los capataces y obreros, de las instalaciones de la explotación cerealística
y de los espacios asignados al ganado. No es infrecuente que tal separación pueda ser incluso
superior a 1 km cuando las fincas tienen un tamaño considerable o tienen una parte de sierra o
adehesada.
El aprovechamiento ganadero se asocia necesariamente a las explotaciones de olivar y
también a las de cereal, hecho razonado por el sistema de barbecho y por la necesidad de la
fuerza de tracción animal para el laboreo y el transporte. Cuando los aprovechamientos son
exclusivamente ganaderos, supone una reducción de las dependencias que se limitan a un
corral o cuadras para el ganado además de la residencia de los ganaderos, pudiendo ambas
mantenerse unidas o alejadas entre sí. Cuando el tipo de aprovechamiento ganadero lo
requiere y el ganadero debe desplazarse con sus animales el hábitat se adapta a estos
condicionantes pasando a segundo plano, es así como apareció un tipo de vivienda mínima,
muy abundante antes, y hoy ya desaparecida, que fueron los chozos y las casillas.
Las tipologías expresadas no son sino un síntoma más de su variedad, riqueza y diversidad
cultural. Pero aún así, podemos diferenciar una serie de caracteres comunes a todas ellas,
caracteres que las dotan de unicidad dentro de los paisajes de Sierra Morena:
En todas las edificaciones, aunque las funciones y las formas sean diferentes, predomina
un sentido unitario y simbiótico con el medio donde se insertan, sentido que adquieren por la
utilización de unos materiales y unas técnicas constructivas tradicionales. Las casas
diseminadas que sobresalen por su volumen o por su blancura en los espacios de dehesa, de
olivar o de tierra calma forman parte consustancial del paisaje agrario de Sierra Morena, de
forma que su presencia nos parece natural, como si fuesen continuación de los cultivos, de los
árboles o del relieve.
Otra particularidad de las viviendas rurales dispersas mariánicas es que en la mayor parte
de los casos se trata de unidades que son funcionalmente mixtas y resuelven tanto las
necesidades de una ganadería rudimentaria como de una agricultura poco evolucionada,
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producto de la iniciativa del agricultor, de sus posibilidades económicas, de las características
de su explotación y de los condicionamientos del medio físico.
La escasa entidad edificatoria, la práctica ausencia de elementos decorativos o la
inexistencia del señorío2
son características comunes que nos muestran la modestia o
austeridad constructiva de la vivienda rural mariánica. Hecho que se justifica por la existencia
de una pequeña y mediana propiedad que obtiene pobres rendimientos y que por tanto no
permite levantar ostentosas construcciones como las del Valle del Guadalquivir. En ellas no
percibimos otra cosa que lo estrictamente necesario, un soplo de austeridad, de dificultades
sobrellevadas mediante sacrificada permanencia en los terruños, al amparo de unos muros
blanqueados que cobijan al agricultor y a su familia. Austeridad esta que no está reñida con
una profunda sensibilidad tradicional por la calidad formal y estética de los espacios vividos.
Tampoco la anterior característica está reñida con la apreciable solidez de las
construcciones, mayor si cabe que las campiñesas. La razón de ello estriba en el empleo de la
piedra (granítica, molinaza, caliza o pizarrosa), abundante en Sierra Morena; la disponibilidad
de madera de encina y de otras especies que permiten, en combinación con la teja curva de
barro cocido crear cubiertas duraderas; y el empleo de técnicas constructivas acrisoladas en el
transcurso de los siglos. Elementos todos ellos que sin duda han dotado de gran solidez y
durabilidad a estos edificios que de manera invariable han presidido y aún presiden buena
parte de las explotaciones agrarias actuales.
Como componente cultural que es el hábitat, constituye un elemento vivo y en permanente
evolución y transformación, de manera que cuando sus moradores emigraron al extranjero o
se marcharon a la ciudad, sucumbieron muchas de estas efímeras construcciones. Pero no solo
desaparecieron sus frágiles muros y techumbres, también se derrumbaron los modos y usos
sociales de las personas que cobijaban y las técnicas que hicieron posible estas formas de
hábitat. [Ilustración 06]
2 Hace referencia a la vivienda principal de los propietarios cuando se trata de construcciones que alcanzan un
desarrollo notable y diferenciado. La mayor o menor significación formal y estética depende de la relevancia
social de los propietarios, respondiendo a una intención de representatividad social. Es por ello que en la
provincia de Córdoba se vincula a las grandes explotaciones y edificaciones de olivar y de viñedo.
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Ilustración 06. Vivienda rural en ruinas. Foto: Ricardo M. Luque.
En definitiva, se trata de una arquitectura de artesanos, no de arquitectos, que utiliza modelos
cercanos y no modelos ilustrados; es una arquitectura que emplea recursos o materiales
extraídos o producidos localmente; es una arquitectura que sintetiza las transformaciones
agrarias acaecidas en el seno de una sociedad rural a lo largo del tiempo; es una arquitectura
que evoluciona muy lentamente por razones culturales económicas, pero no es inmutable ni
intemporal; es una arquitectura que se integra perfectamente en los paisajes agrarios en los
que se inserta, dotándolos a su vez de significado y riqueza; y es una arquitectura olvidada por
los tratados arquitectónicos, por los eruditos y hasta por la escuela.
2.- NUEVAS MIRADAS: LOS PAISAJES CULTURALES Y LA DIMENSIÓN
PATRIMONIAL DE LA VIVIENDA RURAL
Con todo, la vivienda rural parece cobrar hoy en día mayor importancia y un nuevo
significado desde el punto de vista de la consideración del paisaje y del patrimonio.
Desde hace algunos años venimos asistiendo a un renovado interés por todo lo que se
relaciona con el paisaje. Una nueva consideración identitaria, una lectura renovada y un
dilatado cariz histórico y cultural empapan ahora el concepto de paisaje, que adquiere una
marcada dimensión poliédrica, no restringida a un campo particular.
Así, el concepto de vivienda rural va a ir experimentado nuevos matices a la luz de aspectos
naturales, culturales, patrimoniales, sociales y subjetivos o identitarios que propone la
definición dada por la Convención Europea del Paisaje3. De esta forma, con las renovadas
3 “Cualquier parte del territorio, tal como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de
factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones” (art. 1). Definición ésta que procura conciliar los
aspectos naturales y culturales, identitarios o subjetivos con los objetivos, y -lo que resulta una auténtica
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connotaciones que implica el término paisaje, los espacios rurales y los elementos que los
componen adquieren una nueva dimensión que viene a completar las conocidas
aproximaciones a los espacios rurales de las monografías comarcales de gran raigambre
agraria de de los años setenta y ochenta del pasado siglo (López, 1973; Cruz, 1980; Valle,
1980; Mata, 1987, entre muchas otras) con la incorporación de matices subjetivos, formales o
identitarios enraizados en sus manifestaciones culturales e históricas que aportaron la
literatura viajera y otras recreaciones, y que vienen a consolidar una imagen figurada o
alegórica del paisaje (López et al., 1988). En fechas más recientes los paisajes rurales reciben
un nuevo enfoque, el de la ordenación del territorio (Mata, 2004; Zoido, 2000, 2002, 2004), lo
que nos lleva a un nuevo planteamiento: el de la ordenación, gestión y protección de estos
paisajes. Una triple actitud que supone una visión dinámica del mismo, relacionada
necesariamente con las transformaciones inducidas por los cambios económicos, sociales,
tecnológicos y medioambientales que vienen a modificar no solo los paisajes rurales y cada
uno de sus componentes, sino el concepto que existía sobre cada uno de ellos y de sus
respectivos elementos, desde los sistemas de cultivo hasta la humilde vivienda campesina
adquieren a la luz del postproductivismo y de la reciente noción de paisaje una nueva
dimensión. [Ilustración 07]
Ilustración 07. Noria de sangre. Foto: Ricardo M. Luque.
Por tanto la casa rural resulta ser un conjunto de naturaleza muy diversa, un conjunto
complejo que dota a los paisajes mariánicos y a su territorio de una identidad propia, donde
junto a la especificidad local se reflejan las relaciones culturales en las formas arquitectónicas
que adquieren, fruto de los distintos intercambios históricos, y en el que cada pieza aparente
menor acaba conformando el carácter de estos diferentes paisajes, que auténticamente se
novedad-, la extensión del concepto de paisaje a la totalidad del territorio, sean espacios naturales protegidos,
rurales, urbanos o periurbanos (arts. 2 y 15).
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pueden calificar de paisajes culturales (García, 2007). Por tanto, y sin perder de vista la
importancia de los elementos que forman el medio físico de Sierra Morena, hemos de
convenir que son los componentes culturales de estos paisajes los que terminan por conformar
los paisajes de esta montaña media andaluza. Paisajes que aparentemente están faltos de
monumentalidad por su relieve o por los procesos históricos acaecidos en ellos, pero que
igualmente se han constituido por un proceso de acumulación histórica que ha ido integrando
las aportaciones externas y los modos de civilización, de manera que han organizado su
espacio de forma particular, conforme a unos valores culturales que han derivado en paisajes
característicos, legado del pasado y de la memoria colectiva de sus habitantes (Martínez,
1977). De esta manera la arquitectura tradicional o vernácula debe ser interpretada, antes que
nada, como testimonio privilegiado que nos habla de de la riqueza y diversidad de dichos
paisajes mariánicos.
Puestos de manifiesto los valores de esta arquitectura tradicional, resulta un interés lógico por
conservar, restaurar, rentabilizar o revalorizar este patrimonio tradicional.
Es así como asistimos en los últimos tiempos a una importante valorización de la misma por
parte de la Administración Andaluza. La difusión de este patrimonio y de las actuaciones que
sobre él se desarrollan, es uno de los objetivos básicos de la Dirección General de Bienes
Culturales, amparado inicialmente en los múltiples documentos de carácter internacional4 que
situaron la premisa del conocimiento y consiguiente afecto al patrimonio, como una de las
garantías de su preservación.
Destaquemos también la publicación de Cortijos, haciendas y lagares de la Consejería de
Obras Públicas y Transportes que cataloga las principales edificaciones rurales de Andalucía
por provincias, comarcas y municipios, diferenciando el tipo de explotación que sostienen,
una descripción de sus dependencias, planimetría, imágenes y notas de carácter histórico que
hacen referencia a la misma.
El Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (C.G.P.H.A) constituye otra iniciativa
autonómica básica para facilitar la tutela jurídico-administrativa del patrimonio histórico entre
el que se encuentra la vivienda rural. Además, el catálogo incluye las inscripciones como
Bienes de Interés Cultural al amparo de la Ley 16/1985 de 25 de junio del Patrimonio
Histórico Español entre otras figuras de protección. Muchos conjuntos urbanos y su caserío
han encontrado en la categoría de Conjunto Histórico la figura de protección adecuada para
preservar no solo las construcciones más sobresalientes, sino el entorno que las rodea.
Los municipios cumplen también un papel fundamental, ya que son requisito indispensable en
el planeamiento de desarrollo los Planes Especiales de Protección o los Planes Especiales de
Protección y Reforma Interior, ligados a la figuras de protección de Conjunto Histórico o el
Lugar de Interés Etnológico, y requieren de una adecuación del planeamiento urbanístico
tanto de la normativa estatal como la autonómica a dicha circunstancia.
4 Ya en La Carta del Patrimonio Vernáculo Construido redactada por el ICOMOS en 1999, como continuación
de la de Venecia, se advierte sobre la necesidad de gobiernos y autoridades en poner énfasis en la promoción de
los programas educativos, en el mantenimiento de los sistemas tradicionales de construcción, así como de los
oficios correspondientes y en la promoción de redes regionales de arquitectura vernácula para el intercambio de
experiencias y especialistas.
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La Consejería de Medio Ambiente se suma a la apreciación de la vivienda rural que se ubica
dentro de los Espacios Naturales Protegidos, particularmente dentro de los Parques Naturales,
y posibilita la intervención en ella mediante su inclusión en los Planes de Ordenación de los
Recursos Naturales (PORN) y los pertinentes Planes Rectores de Uso y Gestión (PRUG).
Un análisis crítico de las normas edificatorias y catálogos, así como del planeamiento de
desarrollo, nos lleva a extraer una serie de conclusiones acerca de la capacidad del
planeamiento urbanístico actual por lo que respecta a la arquitectura tradicional o vernácula.
En primer lugar el planeamiento existente presenta deficiencias, comenzando por el
conocimiento de los bienes que contempla o debiera contemplar, pues de lo contrario no
seguirían desapareciendo ejemplares irreemplazables. Por lo que respecta al Catálogo, el
principal problema se encuentra en el deficiente nivel de protección que encuentra la
arquitectura tradicional dentro del mismo. Ocupa la última categoría y es tratada
habitualmente como telón de fondo de otros edificios supuestamente más representativos para
la comunidad, como son las iglesias y castillos. [Ilustración 08]
Ilustración 08. Molina en ruinas. Foto: Ricardo M. Luque.
Pero el cumplimiento efectivo de la normativa urbanística no es la panacea; es preciso
articular un conjunto de medidas que procuren unificar las actuaciones a efectuar desde un
punto de vista científico, sin perder de vista que cada comarca tiene unas características
urbanas propias y unas tipologías especificas. Igualmente es imprescindible el apoyo a los
propietarios de arquitectura rural, mediante el asesoramiento, la ayuda económica o las
exenciones fiscales; sin perder de vista que ellos son los que allí habitan y que, por tanto, son
los más interesados en la conservación y mejora de sus propios hogares. Conviene insistir en
que la vivienda rural tradicional no es un hecho aislado, por lo que es necesario trabajar
siempre con la perspectiva de los paisajes urbanos y rurales de manera que se mantenga la
integración espacial y funcional entre ambos. Este es el sentido de procurar guardar la estética
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en las normas edificatorias, debiendo de dar el paso de una mera recomendación a la
obligatoriedad de un estricto cumplimiento de las mismas.
3.- NECESIDAD DE UNA NUEVA DIMENSIÓN: LA DOCENTE-DIDÁCTICA
DIVULGATIVA
Resulta de gran importancia la consideración de que un puntal fundamental de la eficacia en
la gestión sobre el patrimonio descansa, ineludiblemente, en el traslado a la ciudadanía de
aquellos procesos y actuaciones que se realizan o tutelan desde la Administración en el
ámbito del patrimonio que venimos considerando. Comunicar y aprehender este patrimonio
implica unas finalidades que pueden ser culturales, educativas, sociales o económicas, lo que
requiere situarse a distintos planos: el de la educación formal o reglada, el de la educación
informal, o el de los aprovechamientos económicos.
La difusión del patrimonio cultural y de las actuaciones que sobre él se desarrollan en relación
con la arquitectura rural tradicional mariánica y andaluza debe comenzar en la escuela como
elemento transversal, a lo largo de las distintas etapas educativas, de manera que el alumnado
descubra y disfrute el patrimonio rural, al tiempo que toma conciencia de la necesidad de su
conservación y disfrute.
Las actuaciones educativas debieran de salvar un importante hueco, que si se hubiese cubierto
a tiempo bien podría haber evitado importantes mermas de nuestra arquitectura tradicional.
Sin duda el trabajo de estos temas en el aula hubiese creado una adecuada conciencia social
que hubiese asumido como propios estos bienes movilizándose en su defensa (Mendoza,
2007:315). Pero esta cuestión va más allá, pues educando de esta manera a futuras
generaciones se supone una menor necesidad de imponer normativas y proteger los bienes
mediante una política de sanciones, ya que la conciencia ciudadana actuaría en defensa de los
mismos. En definitiva, ser conscientes de que su conocimiento y difusión es la mejor garantía
para salvaguardarlo. Es por ello que la educación cobra un papel primordial en su
conservación, pues la ciudadanía sólo defiende aquello que conoce y aprecia.
Las estrategias encaminadas a difundir la arquitectura rural deben estar regladas y ser
estables, de manera que la labor iniciada perdure en la ciudadanía y vaya creciendo con ella;
es por ello que la escuela sería el mejor vehículo para su difusión. De poco sirven actuaciones
puntuales o esporádicas que de vez en cuando nos llaman la atención sobre casos aislados o
clamorosos. [Ilustración 09]
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Ilustración 09. Zahúrda. Foto: Ricardo M. Luque.
La primera premisa que se debe difundir es que la arquitectura tradicional debe ser
interpretada, antes que nada, como testimonio privilegiado que nos habla de la riqueza y
diversidad de la cultura andaluza en general y de las comarcas que analizamos en particular
(Agudo, 1999:191). Se debe por tanto insistir en papel identitario de la misma, pues
caracteriza de forma definitoria a una comunidad, al tratarse del testimonio más elocuente de
sus formas de vida. Su conocimiento debe además procurar el disfrute colectivo de este
patrimonio, de manera que sea comprensible y hasta cierto punto visitable para el público en
general. Por otra parte no podemos caer en la alabanza exagerada del patrimonio que
disponemos, debiendo procurar un rigor científico y exactitud que sea perfectamente
comprensible por la población local y otros colectivos interesados, como puedan ser los
visitantes o la población infantil y juvenil.
Transferidas las competencias en materia de educación, el actual sistema educativo andaluz
presenta buenas oportunidades para su inclusión en los currículos de diferentes materias del
área de Ciencias Sociales, cumpliendo las premisas del aprendizaje significativo que
expusiera la LOGSE5 o las relacionadas con las competencias básicas que propone la más
reciente LEA6
. En la primera ley cobraba particular importancia la construcción de
aprendizajes significativos en relación con el entorno inmediato del alumnado y a partir de los
conocimientos previos con los que cuenta, de manera que sea capaz de acceder a los nuevos
conocimientos a través de una tarea que no sea arbitraria, sino que tenga sentido para ellos y
pueda ser asumida intencionalmente. En la LEA se insiste en competencias básicas,
particularmente en la competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo físico y
natural y en la competencia social y ciudadana: aquella que permite vivir en sociedad,
comprender la realidad social del mundo en que se vive y ejercer la ciudadanía democrática.
Y qué duda cabe que la construcción del conocimiento relacionado con el hábitat y los modos
5 Ley Orgánica 1/1990, de 3 de octubre, de Ordenación General del Sistema Educativo. 6 Ley 17/2007, de 10 de diciembre, de Educación de Andalucía
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de vida tradicionales relacionados con la vivienda rural constituyen un conocimiento
altamente significativo, no solo por los contenidos que incluye, sino porque su aprendizaje
lleva aparejada una serie de estrategias o habilidades prácticas que pueden resultar de
particular interés para el alumnado; pensemos en el empleo de la imagen, de la cartografía, de
los testimonios orales, de las actividades extraescolares, etc.
Por otro lado, el desarrollo de las competencias expresadas anteriormente tienen en el
conocimiento de la vivienda tradicional un campo abonado, pues forma parte de la
competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo físico la adecuada percepción
del espacio en el que se desarrollan la vida y la actividad humana y el conocimiento de la
influencia que tiene la presencia de las personas en el espacio, su asentamiento, su actividad,
las modificaciones que introducen y los paisajes resultantes. Con respecto a la competencia
social y ciudadana, el conocimiento del hábitat hace posible comprender la realidad social en
que se vive, cooperar, convivir y ejercer la ciudadanía democrática en una sociedad plural, así
como comprometerse a contribuir a su mejora. Supone utilizar, para desenvolverse
socialmente, el conocimiento sobre la evolución y organización de las sociedades, favorece la
comprensión de la realidad histórica y social, su evolución, sus logros y sus problemas. La
comprensión crítica de dicha realidad exige experiencia, conocimientos y conciencia de la
existencia de distintas perspectivas al analizar esa misma realidad, y por tanto conlleva al
análisis multicausal y sistémico para enjuiciar los hechos y problemas que el hábitat
tradicional plantea. Significa también entender los rasgos de las sociedades actuales, además
de comprensión por la aportación que las diferentes culturas han hecho a la evolución y
progreso de la humanidad, y disponer de un sentimiento común de pertenencia a la sociedad
en que se vive. En definitiva, mostrar un sentimiento de ciudadanía global compatible con la
identidad local que se aprende.
El conocimiento del hábitat rural, a la vista de las premisas expuestas de las diferentes leyes
educativas incluye, por tanto, un conjunto de conocimientos, procedimientos y actitudes que
tienen cabida necesaria en las diferentes programaciones de las materias de Ciencias Sociales,
Historia y de forma preferente en las de Geografía, tanto en la General, como en la de España
y desde luego en la de Andalucía. Además, aparte de los programas específicos de cada
asignatura, existe un capítulo dedicado a la Cultura Andaluza que de forma transversal hay
que tratar en todas ellas, mostrando las manifestaciones culturales y los modos de vida del
pueblo andaluz entre los que debiera de figurar el patrimonio vivido y habitado.
Si bien queda clara la posible inclusión en la enseñanza primaria y secundaría de los hechos
del hábitat por cuanto su estudio contribuiría al desarrollo del aprendizaje significativo y de
las competencias básicas, no tiene lugar su esperada aparición en los bloques de contenidos de
las materias expresadas si no es de una forma casi tangencial. Lo mismo ocurre a niveles
académicos superiores; cuesta rastrear su presencia en los programas de carreras
universitarias como Geografía, Historia o Historia del Arte. Y tampoco se trata el tema de
manera específica como fuese deseable en revistas científicas, comunicaciones o congresos.
Seguramente ha sido una concepción muy restringida de patrimonio la que ha prevalecido,
hasta el presente, y es aquella que da una mayor importancia a las construcciones relacionadas
con el poder civil o religioso: palacios, iglesias, etc.; pero no nos cabe ninguna duda que si un
palacete urbano del siglo XIX nos relata los gustos de la nueva burguesía, de la misma
manera, la casa campesina nos informa de los gustos y de las formas de existir del pueblo. Es
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necesario cambiar por tanto la manera de entender el patrimonio heredado, pues la hacen
todos los grupos sociales y no solo las altas jerarquías. [Ilustración 10]
Ilustración 10. Horno. Foto: Ricardo M. Luque.
Así pues, la introducción del hábitat rural en los planes de estudio es prioritaria, pues nuestros
alumnos son el futuro y de ellos dependerá en última instancia esta herencia cultural que les
ha sido legada por sus antecesores.
Muchos colectivos de personas, bien por su edad o por su dedicación, se encuentran ya fuera
de los cauces educativos habituales, por lo cual difícilmente se pueden sensibilizar sobre las
cuestiones que venimos tratando. Ello no quita que sea la población que habita en los pueblos
y en las arquitecturas tradicionales participe del conocimiento y apreciación de su propio
patrimonio, no solo los escolares. Urge por ello promover acciones culturales que provoquen
la valorización de la población local de su propio patrimonio y para ello, se ha de implicar a
los diferentes colectivos y organizaciones, así como con los grupos de desarrollo local,
empresas o entidades financieras. Los medios pueden ser muy diversos: talleres de
restauración, concursos de pintura o fotografía, conferencias o charlas, mesas redondas,
cursos, etc., etc. Todo ello dentro de la formidable tarea de reconstruir una cultura rural
comprometida con su pasado y sus tradiciones, que sensibiliza y ubica a la ciudanía en el
lugar en el que transcurre su vida.
Pero también es cierto que la mayor parte de la población es urbana y desde luego no habita
en viviendas tradicionales, lo que no es motivo para que no participen igualmente de estos
contenidos. La difusión al gran público es igualmente perentoria y cumple la misión de atraer
a los habitantes de la ciudad al medio rural, no solo por los beneficios que la visita turística
reporta para los destinos, sino porque se produce una valorización de las formas y modos
rurales. En este caso los medios son también muy diversos: difusión en publicaciones
genéricas o periódicas; inclusión en guías de viajes con oportunas rutas y senderos a pie, en
bicicleta o a caballo; y muchos otros que emplean las nuevas tecnologías de la información.
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Un medio inestimable es la visita guiada o documentada a los espacios mariánicos, pues la
contemplación y el conocimiento culto del paisaje permite comprender la interacción entre los
aprovechamientos agrarios (de dehesa, olivar o cinegéticos…) y el hábitat que los sustenta (la
casa, el cortijo, la casilla de pastores…).
La consideración de la existencia de numerosas directrices internacionales y de una amplia
normativa legal que desde diferentes ámbitos autonómicos cataloga, protege y posibilita la
conservación del hábitat rural no debe hacernos caer en un exceso de optimismo. La situación
de desconocimiento en la que nos encontramos acerca de muchas de ellas, la ignorancia sobre
su importancia por una buena parte del mundo rural, la invisibilidad de sus contenidos en la
educación reglada, la fragilidad de estas construcciones que sólo se mantienen cuando están
en uso, y las limitaciones económicas tanto de la administración como de los particulares,
son circunstancias que nos hacen poner los pies en el suelo y descartar una posible
recuperación global del hábitat rural mariánico. Sin embargo y pese a las dificultades no
debemos restar validez a los esfuerzos que desde los distintos ámbitos de la Administración y
desde los distintos campos del conocimiento se hacen en esta dirección, sin perder de vista el
extraordinario legado que hemos recibido de nuestros antecesores y que tenemos la gran
responsabilidad de hacerlo llegar a las generaciones venideras.
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e-rph estudios generales | estudios | Ricardo Manuel Luque Revuelto
152
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Instituciones | Estudios
El Patrimonio Inmaterial. Oportunidades tangibles para el desarrollo expositivo de los
museos catedralicios
Intangible Cultural Heritage. Tangible opportunities for the development of cathedral
museums display
Concepción de la Peña Velasco
Doctora en Historia del Arte. Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Murcia.
Resumen
Este estudio reflexiona sobre la riqueza y potencialidad del Patrimonio Cultural Inmaterial en
los museos catedralicios. Las catedrales poseen grandes posibilidades para desarrollar
discursos expositivos que den cabida a manifestaciones que cabría reconocer como
Patrimonio Inmaterial, según define la UNESCO. Se da la circunstancia excepcional -poco
común en los museos- de que en sus conjuntos monumentales se desarrollan tales
manifestaciones. Los cabildos son los depositarios principales de las prácticas inmateriales y
tutelan los bienes muebles e inmuebles asociados. La mejor gestión de estos recursos puede
contribuir a la dinamización de estos museos y conocimiento de sus colecciones.
Palabras clave: Patrimonio Cultural Inmaterial. Museos de las catedrales.
Abstract
This article reflects on the wealth and possibilities of the Intangible Cultural Heritage in
cathedral museums. Cathedrals have great potential to develop exhibition policies that include
demonstrations of intangible heritage as defined by UNESCO. Cathedral museums have the
exceptional advantage over other museums of housing some of these demonstrations within
their own walls. Cathedral chapters are the main depositories of these intangible practices and
administer the historic properties and artifacts associated with them. A better management of
these resources could contribute to improve their cultural impact and the knowledge of their
collections.
Keywords: Intangible Cultural Heritage. Cathedral Museums.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
154
Concepción de la Peña Velasco
Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Murcia. Ha realizado el proyecto
museográfico del nuevo Museo de la Catedral de Murcia. Imparte docencia en el Máster
Universitario en Investigación y Gestión del Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural de la
Universidad de Murcia y ha organizado cursos sobre Patrimonio en la Universidad
Internacional del Mar y codirigido otros en el Museo Salzillo y uno en el Museo de la
Catedral de Murcia.
Contacto: [email protected]
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e-rph instituciones | estudios | Concepción de la Peña Velasco
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1.- PLANTEAMIENTO DEL TEMA Y ESTADO DE LA CUESTIÓN
La idea principal de este estudio es poner de manifiesto la importancia que tiene el
Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en los museos eclesiásticos y, en concreto, en los
museos de las catedrales. Para ello se reflexiona sobre la riqueza potencial que poseen
respecto a este patrimonio, así como los problemas que presentan y también las posibilidades
para desarrollar discursos expositivos basados en lo inmaterial, con las dificultades que
entraña. Aunque nos centraremos en los museos, cabe señalar que en la musealización de las
catedrales habría que valorar igualmente el PCI, siendo como son los templos de mayor rango
y sedes de la cátedra episcopal, que reúnen importantes colecciones y obras vinculadas a
manifestaciones, ritos y técnicas artesanales y, en este sentido, a la definición de Patrimonio
Inmaterial establecida por la UNESCO. De la relevancia que tiene el PCI en el ámbito
religioso, da testimonio que una manifestación asociada a él como es el Misteri de Elche haya
sido la primera en ser proclamada en España obra maestra del Patrimonio Cultural Inmaterial
de la Humanidad en 2001, siendo inscrita en la Lista Representativa en 20081. Pero también
hay otras con vínculos religiosos. En 2008, aunque declarada en 2005, se incluyó la Patum de
Berga en Barcelona, representaciones que se desarrollan en la festividad del Corpus Christi.
En el 2011 se incorporó la fiesta de la Mare de Déu de la Salut de Algemesí en Valencia.
En los últimos años se han renovado en España algunos museos emplazados en las catedrales
o edificios cercanos como palacios episcopales u otros ámbitos, casi siempre históricos. Los
itinerarios de visita propuestos en estos museos se apoyan en el conocimiento de los bienes
muebles e inmuebles, sin apenas considerar las posibilidades que ofrece el PCI.
Paralelamente, se han abierto al turismo catedrales y espacios eclesiásticos, constituyendo una
fuente de ingresos que contribuye a su mantenimiento y conservación. Con frecuencia la
apertura de estos recintos no siempre ha llevado a plantear pautas de musealización. Las
catedrales gozan del máximo nivel de protección reconocido en la Ley 16/1985 del
Patrimonio Histórico Español (LPHE). La declaración de Bien de Interés Cultural (BIC)
afecta tanto al inmueble como a los bienes que alberga, por lo que las obras del museo de una
catedral gozan de este nivel de protección. Como cualquier manifestación cultural, está sujeta
a los preceptos constitucionales, a la LPHE y a las leyes que dicta cada Comunidad
Autónoma. Por ende, varias catedrales gozan de designaciones importantes de la UNESCO y
han de respetar lo establecido para continuar disfrutando de la mención obtenida. Algunas son
Patrimonio de la Humanidad y otras están integradas en centros históricos y ciudades que han
recibido esta distinción2. Además, deben sujetarse a las determinaciones dictadas por la
jerarquía católica del Vaticano, la conferencia episcopal española y cada cabildo catedralicio
y obispo. En casos de titularidad compartida, dependen además de otras instituciones.
Los museos de las catedrales entran en la categoría de museos eclesiásticos, los cuales poseen
una gran significación en el conjunto de los museos españoles (Bolaños, 2008; Gaya, 1968).
Aunque se pueden valorar distintos criterios en la clasificación de los museos y es un debate
* Este trabajo es el resultado de los proyectos de investigación Imagen y Apariencia (08723/PHCS/08)
financiado por la Fundación Séneca e Hispanofilia del Ministerio de Ciencia e Innovación (código HAR2011-
29859-C02-01). 1 Se trata de un drama musical sobre la Asunción de la Virgen que tiene como escenario la Basílica de Santa
María de Elche, junto a la procesión por las calles en la celebración de la festividad en agosto (Martínez, 2005;
Furnell, 2009). 2 <http://www.ciudadespatrimonio.org/ciudades/index.php> [consulta: 19.06.2012].
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abierto, si se atiende al contenido y a la titularidad, los museos de la Iglesia son de carácter
religioso y de titularidad privada y, en algún caso, mixta. Si bien, se trataría de museos de arte
–arte religioso-, según la clasificación del Consejo Internacional de Museos (ICOM) que parte
del contenido de la colección. En cuanto a su gestión, hay variedad de situaciones y, en la
financiación, requieren ayuda de las comunidades autónomas. Los museos eclesiásticos se
categorizan, según la procedencia de las obras que acogen, en los siguientes tipos: diocesanos,
catedralicios, parroquiales, monásticos, de cofradías, de instituciones religiosas y de carácter
mixto (Hernández, 1994:103). En las catedrales, hay museos diocesanos cuando reúnen piezas
de templos del obispado y son catedralicios cuando exponen los propios3. A veces se
denominan con el nombre genérico de museo de arte sacro o diocesano-catedralicio. La
fundación de los museos en las catedrales comienza a finales del siglo XIX, con excepción de
algún ejemplo anterior. Surgen en el ambiente favorable vivido respecto a los museos. En su
origen está la voluntad de salvaguardar los bienes dispersos o en peligro de venta, expolio,
robos y desaparición y como instrumento de formación para futuros sacerdotes (Bolaños,
2008:405-411). Su historia es compleja.
Los estudios sobre los museos eclesiásticos han sido desiguales y hay lagunas importantes,
particularmente en lo referente a su museografía. Ha habido aportaciones referidas al
patrimonio cultural de la Iglesia, la legislación, la música, las colecciones, la función pastoral
y otros temas (Iguacén, 1982; González Valle, 1998a y 1998b; Gómez, 2004; Llop, 2009;
Rodríguez, 2010). Sin embargo, no se ha analizado cómo abordar el PCI en los museos. Las
exposiciones efectuadas en las catedrales -con los trabajos consiguientes de restauración,
estudio y publicación de catálogos- han sido trascendentales para introducir cambios en los
museos y para el mejor conocimiento y conservación de las colecciones. Además, durante
más de una década Ars Sacra se ha erigido en la revista sobre el patrimonio de la Iglesia y ha
incluido artículos sobre los planes directores en las catedrales, tras la aprobación en 1990 del
Plan Nacional de Catedrales, que propició congresos y reuniones de expertos. El primer
número de la revista Bienes Culturales del Instituto del Patrimonio Histórico Español,
publicado en el año 2002, se centra en este tema. En estos planes de catedrales, la
preocupación por los museos quedó en segundo plano ante la urgencia de ciertas
intervenciones en los conjuntos monumentales. Por ende, no se contempló el concepto
incipiente de Patrimonio Inmaterial que todavía en ese final de siglo no estaba definido en su
significado actual, aunque la UNESCO trabajaba en ello.
Con carácter general, Sancho (1998; 2005) ha reflexionado sobre la especificidad de los
museos eclesiásticos desde el conocimiento profundo del estado de la cuestión y también
Requejo (2007), Lázaro (1998) y Luque (1994). Con anterioridad, Romeo (1988) abordó
globalmente la situación de los museos y colecciones de la Iglesia. Se han hecho precisiones
sobre la musealización de los conjuntos monumentales (Serra y Fernández, 2005). Hay
intentos de efectuar una guía de conjunto de las catedrales, como se hizo en Italia (Bonilauri y
Maugeri, 1996), y se han publicado guías de desigual calidad e importancia. Existen estudios
globales y particulares sobre las catedrales y proyectos de investigación que han permitido
avanzar en su conocimiento (Ramallo, 2010). Desde los años ochenta, la Conferencia
Episcopal Española edita la revista Patrimonio Cultural: Documentación, Estudios e
Información. Es relevante el trabajo de Navascués (1997) sobre las catedrales, tantas veces
reeditado desde 1983, retomando el texto de Sarthou de 1946. Sobre los museos y el
3 Algunos autores distinguen arte sacro, arte religioso, arqueología sacra y arte popular (Romeo, 1988:47-62).
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patrimonio de la Iglesia se ha pronunciado Asenjo (2008; 2010), que ha sido y es autoridad
episcopal y que ha pertenecido y presidido la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural. Ha
habido Jornadas técnicas de conservadores de las catedrales. La primera de 1997 dedicó una
línea temática a la organización de la catedral en su condición de espacio litúrgico y cultural y
otra a los museos, archivos y música. Se declaraba, siguiendo las pautas marcadas por el
Vaticano, que había que anteponer los objetivos pastorales a lo culturales. Se debatieron
cuestiones de financiación y se promovió la integración de estos museos en las redes
autonómicas de museos para divulgar más su presencia. En los Encuentros sobre Patrimonio
–Santiago de Compostela, 2000- se analizaron, entre otras cosas, las catedrales en relación a
las ciudades (Castillo, 2001). En La Europa de la Catedrales, Conservación y Gestión –
Burgos, 2007- Troitiño (2008) reflexionó sobre la catedral y el turismo de la ciudad histórica
y Rivera (2008) sobre la conservación, función y gestión de las catedrales.
Hay trabajos que aluden al PCI como recurso turístico y al turismo religioso (Bonet, 2010;
Olivera, 2011), pero la proyección de los museos eclesiásticos como patrimonio cultural del
hombre trasciende más allá de la confesión católica del visitante a la universalidad de los
destinatarios. Por otro lado, el turismo en el PCI se está valorando con precaución, en tanto
que puede actuar negativamente sobre la manifestación y contribuir a desvirtuarla,
efectuándose análisis sobre su incidencia en lugares sagrados (Goral, 2010). Los estudios
sobre la gestión patrimonial y el planteamiento de nuevos enfoques museísticos que conciben
las catedrales como monumento vivo constituyen un avance (Laguna, 2010). El tema religioso
en el PCI se ha abordado puntualmente en diferentes países (Lleras, 2008; Calvi, 2010),
aplicado a cofradías y hermandades desde la perspectiva de que ciertas prácticas se
desarrollan a partir del creencias espirituales y a veces con mestizaje de elementos paganos,
así como a cuestiones concretas de interés como la Procesión del Corpus y cuanto entraña
(Sánchez, 2008), por señalar una de las más singulares. Martínez (2005) ha planteado efectuar
distinciones operativas dentro del PCI y diferenciar Patrimonio Inmaterial fundamentado en
creencias y de base económica.
2.- LOS MUSEOS DE LAS CATEDRALES Y EL PATRIMONIO CULTURAL
INMATERIAL
A) El Patrimonio Cultural Inmaterial
Treinta y un años después de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural y
Natural (1972), la UNESCO aprobó la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio
Cultural Inmaterial (2003), que entró en vigor en 2006. Constituye uno de los hitos
fundamentales adoptados frente al empobrecimiento cultural que estaba acarreando la
globalización, cuestión en la que se redundó también en la Declaración Universal sobre la
Diversidad Cultural (2001) y en la Convención sobre la Protección y Promoción de la
Diversidad de las Expresiones Culturales (2005). La Convención de 2003 constituye el
instrumento normativo esencial sobre el PCI y marca las líneas de actuación y desarrollo
respecto al mismo. Su definición como los usos, representaciones, expresiones,
conocimientos y técnicas supone el principio para conocer qué se considera Patrimonio
Inmaterial4, al tiempo que se le asigna como característica esencial ser un patrimonio vivo
(Smith y Akagawa, 2009). Pese a ser un concepto establecido, han surgido debates sobre lo
4 En 2001 la UNESCO asumió una definición provisional sobre el Patrimonio Inmaterial (Pinna, 2003). Sobre la
historia del PCI <http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00004> [consulta: 2.09.2012]
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equívoco del término y sobre los depositarios del bien. Se habla de “malabarismo conceptual”
(González, 2011) y se ha redundado en que lo inmaterial y lo material están íntimamente
conectados y no son excluyentes, como cabría deducir de la denominación (Rioja, 2003;
Quintero, 2003; Corzo, 2008; Timón, 2009; Olivera, 2011). Los países han ido tomando
conciencia de lo que significa el PCI y adoptando medidas para su protección con mayor o
menor eficacia y acierto; a veces con anterioridad a 2003, a tenor de lo contenido en la
Recomendación para la Salvaguardia de la Cultura Popular y Tradicional (1989) y de las
iniciativas tomadas por la UNESCO sobre los Tesoros Humanos Vivos (1993) –que son las
comunidades o personas portadoras del conocimiento de prácticas y manifestaciones del PCI-
y, en el tránsito de siglos, de los programas sobre las obras maestras del Patrimonio Oral e
Inmaterial de la Humanidad. En 2002 –año dedicado por Naciones Unidas al Patrimonio
Cultural- los Ministros de Cultura se posicionaron a favor de desarrollar políticas en defensa
del PCI en la Declaración de Estambul sobre El Patrimonio Cultural Inmaterial, espejo de la
Diversidad Cultural5.
En cuanto a España, el Gobierno ratificó la Convención sobre el PCI en 2006. La LPHE
quedaba atrás, pero algunas normativas autonómicas posteriores sobre patrimonio retomaron
planteamientos de la Recomendación de 1989 y de la propia Convención, con desigual
tratamiento (Vaquer, 2005; Martínez, 2011; Pérez, 2011). De octubre de 2011 es el riguroso y
bien trabajado Plan Nacional para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial,
elaborado con participación de representantes de las comunidades autónomas. Entre las líneas
y criterios de actuación, se habla del programa de formación, transmisión, promoción y
difusión del PCI6. Se explica con acierto que el PCI se distingue por estar interiorizado en
individuos y comunidades. Se resaltan sus rasgos fundamentales y se mencionan
manifestaciones litúrgicas y el marco en el que se celebran, así como otras prácticas como los
toques de campanas7 y a los miembros de cofradías como portadores de la tradición, lo que
implica el reconocimiento de la aportación de la Iglesia en este campo. Además, se declara la
necesidad de colaboración entre instituciones religiosas y civiles8. Hay referencias al PCI en
las que cabría incluir prácticas católicas, tales como las vinculadas a la música, formas de
alimentación –en el caso de la Iglesia estarían los ayunos, abstinencias y vigilias- y otros9. Se
detiene en las instituciones museísticas, si bien el discurso sobre los museos es global y
contiene afirmaciones como que éstos son ajenos al contexto de creación de la práctica
inmaterial, cuando precisamente en el caso de la institución eclesiástica el museo suele
situarse en ámbitos que están vinculados al desarrollo de manifestaciones del PCI.
Precisamente éste sería uno de los valores que los museos catedralicios deberían aprovechar.
5 Véase el documento en <http://formacaompr.files.wordpress.com/2010/03/2002-declaracao-de-istambul.pdf>
[consulta: 3.07.2012] 6 Se puede consultar en <http://ipce.mcu.es/pdfs/PNPatrimonioInmaterial.pdf> [consulta: 18.06.2012]. Recoge lo
trabajado en este campo con anterioridad y en particular se hace referencia a las conclusiones de las Jornadas
sobre Protección del Patrimonio Inmaterial celebradas en Teruel en 2009. 7 Su inventario en las catedrales ha sido acometido por Llop (2009).
8 Recientemente la Junta de Andalucía se ha dirigido a las autoridades episcopales recordando el derecho de los
ciudadanos a disfrutar del patrimonio restaurado con dinero público y se ha resaltado de nuevo la necesidad de
establecer líneas de trabajo conjuntas (El País, 5 septiembre 2012). 9 En 2005, el Ministerio de Cultura publicó Criterios para la elaboración del Plan Museológico con el fin de
establecer una herramienta útil para cualquier tipo de museo No hay alusiones al PCI, aunque sí a las
necesidades de futuro (AA.VV., 2005).
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Con anterioridad al Plan Nacional para la Salvaguarda del PCI de 2011, el Gobierno
Español definió planes nacionales sobre el patrimonio eclesiástico. En colaboración con los
obispados –luego transferido a las comunidades autónomas-, promovió la realización del
Inventario de Bienes Muebles de la Iglesia, con el fin de ofrecer instrumentos para su mejor
conocimiento y gestión, siendo una iniciativa de enorme valor y utilidad, también para el PCI.
El Consejo de Patrimonio Histórico de España, reunido en Tarragona en marzo de 2012,
abordó el estado de los inventarios y algunas comunidades autónomas están comenzando el
proceso de revisión de los mismos. En los noventa, se suscribió el Plan Nacional de
Catedrales, que está igualmente en un momento de redefinición10
. En el tránsito de siglos
cada catedral fue elaborando su plan director. Puntualmente se recogen en ellos comentarios
sobre los museos relativos a su crecimiento y potenciación, propuestas de intervención
arquitectónica, reordenación de colecciones, musealización del subsuelo arqueológico, mejora
de instalaciones y dotación de almacenes, replanteamiento y la adecuación de ámbitos
expositivos, compatibilización del uso religioso y museístico y otros aspectos. Son cuestiones
anotadas al hilo de una problemática compleja de necesidades y actuaciones en las catedrales
y muy de cuando en cuando se alude a establecer itinerarios para los visitantes en el templo y
otras dependencias catedralicias. En 2004, se suscribió el Plan Director de Abadías,
Monasterios y Conventos, que afecta a más de medio millar de conjuntos monumentales.
B) El Patrimonio Inmaterial y su compleja presencia en los museos
En las últimas décadas, los estudios sobre patrimonio y museología han experimentado un
gran avance. Sin embargo, la aplicación de los adelantos de una disciplina sobre otra no
siempre es fluida e inmediata, bien que la difusión que supone Internet implica un
conocimiento más rápido de iniciativas y actuaciones (Subires, 2012). La plasmación de
nuevos retos y conceptos sobre patrimonio –especialmente del PCI- en los museos es lenta y
plantea dificultades y los museos eclesiásticos siguen sus pautas y evolucionan más despacio,
pese a la importancia del Patrimonio Inmaterial que poseen. Lo inmaterial es más abstracto y
su incorporación en los discursos museográficos presenta mayores desafíos, al menos
inicialmente, porque luego las experiencias de unos museos sirven de referencia a otros. Han
surgido problemas para reconocer y establecer sistemas de documentación y gestión
adecuados, que recojan las singularidades que exige cada manifestación11
. Las iniciativas han
sido variadas (Quintero y Hernández, 2002; Marín y Tresserras, 2005; Sicard, 2008; Lerma,
2008; Cabo, 2009; Carrera, 2009; Llop, 2009; Sancho, 2011), siendo Andalucía pionera en
enfrentarse a la elaboración de un Atlas del Patrimonio Inmaterial.
Kurin (2004) se ha planteado si corresponde a los museos aplicar la Convención sobre el PCI
y si tienen capacidad para hacerlo, al tiempo que reflexiona sobre si los museos pueden
asumir los retos y desafíos que entraña. Expone la necesidad de plantear estrategias
diferentes, ya que las prácticas están fuera de los museos. Pregunta qué hay que salvar, quién
debe hacerlo, qué rol tiene la comunidad y hasta dónde salvaguarda la Convención (Kurin,
2006). Sus reflexiones son de gran interés y cabe ponerlas en relación con los museos de las
catedrales. Éstos tienen la singularidad de que las manifestaciones del PCI, como se ha
indicado, se desarrollan en ámbitos catedralicios y, en ocasiones, del propio museo, que posee
10
<http://ipce.mcu.es/conservacion/masplanes.html> [consulta: 18.06.2012]. Este tema fue tratado también en
las mencionadas jornadas del Consejo de Patrimonio Histórico celebradas recientemente en Tarragona. 11
Véase la propuesta de la UNESCO para formar inventario
<http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00266> [consulta: 2.09.2012].
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recursos relevantes para ser aprovechados en esta materia, dada la variedad y abundancia de
ritos, espacios, objetos y cuestiones relacionadas con el Patrimonio Inmaterial que las
catedrales disfrutan. Los museos etnológicos, de ciencia y técnica y de oficios, entre otros,
son precursores en la aplicación del PCI por las características de los mismos y de las
colecciones que albergan y los museos eclesiásticos podrían haberlo sido igualmente.
El ICOM incorporó la mención al Patrimonio Inmaterial en la revisión efectuada en 2004 del
Código de Deontología del ICOM para los Museos y, en el año 2007, incluyó el término
inmaterial en la definición de museos12
. Ya desde la última década del siglo anterior, en sus
comités y congresos de museología se había comenzado a debatir sobre este tema, siendo
esencial en 2002 la Carta de Shanghái, elaborada tras el taller sobre Museos, Patrimonio
Inmaterial y Globalización de la VII Asamblea Regional de ICOM Asia-Pacífico13
. Dos años
después en la XX Conferencia del ICOM y el XXVI Simposio Anual del Comité
Internacional de Museología (ICOFOM) de Seúl sobre Museos y Patrimonio Inmaterial, se
retomaban cuestiones ya planteadas en 2000 en Múnich y en Brno y se dedicaba el Día
Internacional de los Museos de 2004 al Patrimonio Inmaterial. Se debatió sobre terminología
y sobre las diferencias entre intangible e inmaterial, que analizó Desvallées, y sobre
Museología y Patrimonio Inmaterial14
. Se creó el International Journal of Intangible
Heritage, cuyo primer volumen es de 2006. Si bien en los números publicados apenas se ha
tratado el tema religioso15
.
Hasta que la Convención de 2003 articuló una definición de PCI, las referencias al mismo en
los museos se centraron en destacar lo virtual y las nuevas tecnologías para remitir a este
patrimonio, pero en la consideración de que ello contribuiría a documentar el PCI, sin ser la
expresión cultural. Además, se viene insistiendo en el riesgo de idealizar y fosilizar un
patrimonio tan vulnerable. Los X Encuentros ICOFOM de 2001 de la Organización Regional
para América Latina y el Caribe (ICOFOM LAM) estuvieron dedicados a Museos,
Museología y Patrimonio Intangible, culminando con la Carta de Montevideo16
. La
conferencia de apertura de Scheiner, perteneciente al Comité Ejecutivo del ICOM, se tituló
“Museología y Patrimonio Intangible. La experiencia virtual”. Otras intervenciones versaron
sobre “Patrimonio cultural: lo tangible y lo intangible como opuestos complementarios” de
Mercuri, museóloga argentina, y sobre “Museología, patrimonio y memoria: entre lo tangible
y lo intangible” de Vieregg, presidenta del ICOFOM17
. La comisión tercera debatió sobre la
Museología y el Patrimonio Intangible latinoamericano, resaltando la variedad y
pluriculturalidad de este patrimonio. En el mismo sentido, se expresó poco después Pinna
(2003), presidente de ICOM-Italia, señalando que los museos debían valerse de la
12
<http://icom.museum/la-vision/definicion-del-museo/L/1/> [consulta: 18.06.2012]. 13
<http://icom.museum/que-hacemos/programas/patrimonio-inmaterial/L/1.html> [consulta: 11.03.2012] y
<http://archives.icom.museum/shanghai_charter.html> [consulta: 4.07.2012]. 14
Las actas pueden consultarse en <http://www.lrz.de/~iims/icofom/iss33_supplement.pdf> [consulta:
11.07.2012] 15
<http://www.ijih.org/mainMgr.ijih?cmd=mainPageView> [consulta: 21.03.2012] 16
<http://network.icom.museum/fileadmin/user_upload/minisites/icofom/pdf/lam_2001.pdf> [consulta:
11.03.2012] 17
Muy interesantes fueron las conclusiones de las diferentes comisiones. La primera sobre Museología y
patrimonio integral: entre lo tangible e intangible recomendaba estudiar la relación de la virtualidad y sus
interfaces con el PCI. La segunda sobre Museología e interpretación del Patrimonio Intangible (que se unió a la
cuarta sobre Lenguaje Museológico) expresó que los objetos del museo poseen referencias tangibles e
intangibles y recomendó aplicar las nuevas tecnologías e investigar sobre lo intangible musealizado y
musealizable.
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transcripción y grabación como testimonio del PCI y de los objetos para evocarlo. En los
Encuentros de ICOFOM LAM también fue importante la Declaración de Bahía de 200318
. De
los XIII Encuentros sobre Museología y Patrimonio Intangible: una visión integral en 2004
salió la Carta de la Antigua Guatemala. Se recomendó “rescatar desde el museo la
espiritualidad como valor inmaterial de los objetos” y avanzar sobre la identificación del
PCI19
. También fue pionero el Comité Científico Internacional de Itinerarios Culturales de
ICOMOS, que intuyó la importancia del PCI como pilar dinamizador e integrador de
itinerarios regionales o internacionales, con unas jornadas sobre el tema en Pamplona en
2001.
C) El Patrimonio Inmaterial en los museos de las catedrales: la potencialidad de un
patrimonio escasamente atendido
Como se ha indicado, los museos eclesiásticos apenas han planteado iniciativas sobre el PCI,
cuando las catedrales son ricas en este patrimonio que la UNESCO define como tradiciones
orales, usos sociales, rituales y actos festivos, en la Convención de 2003. No se aprovechan
suficientemente los recursos, ni la condición de ser museos vivos cuando es factible
incorporar estas expresiones en los discursos expositivos, que normalmente se centran casi
exclusivamente en las obras y en la arquitectura, más que en su interrelación y en los valores
inmateriales que asumen. Las dificultades económicas actuales complican la introducción de
cambios en este sentido en los museos, pero hay acciones que no generan grandes gastos.
Habría que comenzar por identificar el Patrimonio Inmaterial eclesiástico y optar a que ciertas
manifestaciones sean incluidas por la UNESCO en la Lista Representativa del PCI de la
Humanidad, por ejemplo las relacionadas con el Corpus Christi o el rito Hispano-Mozárabe,
entre otras. Las fiestas del Corpus de Toledo y Granada tienen reconocimiento en España y
las representaciones de la Patum de Berga en la UNESCO. Varias fiestas religiosas poseen
distinciones honoríficas otorgadas por administraciones públicas españolas y han sido
declaradas de interés turístico nacional e internacional. Además, cabría promover que otras
manifestaciones se recogieran en la Lista de Salvaguardia urgente, caso del toque de
campanas.
Los museos de las catedrales tienen un potencial excepcional en relación al PCI, ya que
custodian una serie de objetos vinculados a expresiones inmateriales contempladas en la
Convención, que pueden culminar con la visita a la propia catedral. Se sitúan en un espacio
que goza por sí mismo de indudable valor en la transmisión de contenidos y cabe aprovechar
las condiciones escenográficas que ofrece y que están relacionadas con las diferentes piezas
según la función que tengan. La arquitectura y las piezas expuestas -si se sitúan
adecuadamente- pueden dialogar y favorecerse mutuamente. Hay todo un universo de ritos
iniciáticos, festivos, de participación, jerarquía, salida y muchos otros que hay que inventariar
y documentar y a ello deben contribuir personas que pueden ser consideradas Tesoros
Humanos vivos, por ejemplo, los campaneros.
Una misma institución –normalmente el cabildo catedralicio del que suele depender el museo-
mantiene la tradición, tutela el bien inmaterial, así como los bienes muebles e inmuebles
asociados a la manifestación del PCI. Por demás, la Iglesia vela por el mantenimiento de
18
<http://www.icofom-lam.org/files/carta_12.pdf > [consulta: 10.07.2012]. 19
<http://www.icofom-lam.org/files/carta_de__la__antigua.pdf> [consulta: 10.07.2012].
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ciertas tradiciones religiosas que pueden ser reconocidas como Patrimonio Inmaterial, aunque
el tema no es sencillo. Ciertas ceremonias tienen lugar en dependencias del museo y es
factible articular itinerarios y acceder a espacios donde se produce el ritual, con las
dificultades que implica y las precauciones a tomar para no interrumpir el culto. A veces tales
prácticas adquieren esplendor fuera del templo y con una participación que no siempre está
motivada por razones de fe.
Convendría revisar planteamientos museográficos e incorporar nuevos parámetros articulados
sobre el PCI en los museos y las catedrales –consideradas por sí mismas museos (Luque,
1996)-, aprovechando las posibilidades tan importantes que ofrecen. Las referencias al PCI se
deberían contemplar en la exposición permanente, con el apoyo, como se ha indicado, de
tecnologías audiovisuales para conseguir mayor información y una comprensión más certera
de las diferentes manifestaciones. Paralelamente, habría que programar actividades y
exposiciones temporales. Por otro lado, las singularidades locales y rasgos identitarios poseen
a priori una capacidad interpretativa y una fuerza que habría que desarrollar e integrar en los
discursos expositivos.
Se puede trascender y aludir a lo intangible a través de la arquitectura, objetos, ritual y títulos
de los grupos temáticos. La arquitectura ofrece un universo de cuestiones relacionadas con el
PCI sobre las que cabe reflexionar a partir de soluciones constructivas, ingenios y técnicas
que descubren determinadas actuaciones. Por ejemplo, las marcas de cantero son señales con
las que evocar prácticas de montea y edificación. En el claustro de la catedral de Segovia se
exponen polipastos, poleas y ganchos para mover sillares que contribuyen a documentar esta
cuestión. También cabe abordar los ámbitos según los fines para los que fueron concebidos y
según los ceremoniales que acogen en su seno, complementándolo con los objetos expuestos
en tales lugares. Es el caso de capillas –bautismo, sagrario y otras-, claustro, torre, sacristías,
sala capitular, vestuario, contadurías, archivos, bibliotecas y otras dependencias.
Numerosos temas son susceptibles de ser analizados bajo enfoques simbólicos e inmateriales
(Carrasco, 2004). Las piezas de las colecciones de estos museos remiten a diferentes prácticas
del PCI y pueden contextualizarse, lo que redundaría en una mejor comprensión del objeto. A
veces, son memoria de cambios operados o de desaparición de la manifestación, pues es rasgo
distintivo del PCI ser un patrimonio vivo. Su incorporación y disposición adecuada en los
museos puede contribuir a explicar más certeramente ritos pasados, a aclarar la evolución de
otros que continúan y a conocer mejor formas de comportarse y de pensar de la sociedad. Por
ejemplo, los portapaces se utilizaban para transmitir la paz durante la Misa y documentan la
evolución del rito y la desaparición de un elemento que se besaba en señal de fraternidad. Los
catafalcos estaban relacionados con los rituales funerarios y hablan de la importancia que tuvo
el arte efímero e incluso la heráldica tiene sentido dentro del PCI (Fernández-Xesta, 2008).
En general los llamados tesoros -colección de obras suntuarias de las catedrales- remiten a
diferentes ritos y poseen gran capacidad para rememorar, pero también otras piezas, pues los
objetos tienen vida propia y valor polisémico (Pearce, 1992; Lleras, 2008). Las obras no
expresan toda su dimensión cultural si son mostradas con un sentido acumulativo y sin
criterio museográfico. Son numerosas las piezas que hablan de manifestaciones que cabría
catalogar como PCI: campanas, órganos y libros de coro y la música; ornamentos y su uso
para diferentes ceremonias y dependiendo del rango –por ejemplo la mitra es privativa del
obispo-, con el color que indica los tiempos litúrgicos y las devociones; custodias y las
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procesiones del Corpus y Minerva; monumento de Jueves Santo y la Semana Santa;
sarcófagos y el ceremonial funerario; reliquias y la veneración del cuerpo, prendas y objetos
de Cristo, la Virgen y los santos; exvotos y las ofrendas por los dones recibidos y la piedad
popular; ajuar mariano y su uso en diferentes ceremonias y diversidad de piezas utilizadas en
el culto y para administrar los sacramentos. Por otra parte, lo sensorial es algo esencial en el
PCI y numerosos ritos eclesiásticos activan los sentidos a través de la música, el esplendor de
las piezas, el incienso, las flores y de muchas formas y son recursos que pueden ser
aprovechados en los museos.
Favorecería la aproximación al PCI si se planificase la ordenación de las obras y adaptase el
discurso expositivo considerando los ritos y si se conceptualizasen los objetos, se estudiasen
estrategias para situarlos y se analizase cómo se interrelacionan y funcionan en el contexto de
la manifestación inmaterial. En definitiva, utilizar la historia del arte como instrumento
operativo en la gestión del patrimonio (Henares, 1998). Mezclar colecciones diferentes puede
repercutir positivamente para documentar y narrar la manifestación del PCI, pues
contextualizando las obras se entiende mejor su significado. Tradicionalmente los museos de
las catedrales se han dispuesto agrupando las piezas según los materiales –los tesoros (artes
suntuarias con ornamentos y orfebrería), artes figurativas y colecciones específicas (tapices,
exvotos, instrumentos musicales, etc.)- y/o por períodos artísticos y, ocasionalmente, por
tiempos litúrgicos y unidades temáticas. A veces las obras se han expuesto o “almacenado”
sin apenas criterio de ordenación. Hay que aprovechar las posibilidades que ofrece el
Patrimonio Inmaterial como algo rico, variable, persuasivo y con mayores recursos para
suscitar el aprendizaje, el disfrute y el interés. Por ejemplo, la custodia del Corpus se puede
disponer recreando su escenografía cuando sale en procesión, con el montaje correspondiente,
acompañada de los ornamentos particulares que requiere de color blanco y de piezas de
orfebrería que contribuyan a narrar la manifestación y a conocer su función. Es factible
documentar la procesión anual con fotografías, vídeos y recursos interactivos puestos al
alcance del visitante para que encuentre más información sobre lo que acontece en la
festividad, evitando desvirtuarla o exhibirla simplemente como cultura del espectáculo. Es útil
e ilustrativo dotar a las unidades didácticas con títulos que sean reveladores de aspectos del
PCI; así se ha hecho en Murcia.
El Patrimonio Inmaterial suele despertar emociones y recuerdos de vivencias, lo que redunda
en una conexión afectiva mayor de las personas con el museo y les puede incitar a conocerlo
mejor. Probablemente el visitante católico entable una conexión más emotiva merced a su
propia experiencia religiosa, pero no es el único destinatario del recurso material o inmaterial,
aunque lo perciba de manera diferente. Hay muchas manifestaciones comunes al credo y la
liturgia católicos que pueden ser contempladas dentro de este patrimonio. De hecho una de las
características del PCI es ser integrador, pero en los discursos expositivos hay que evitar el
riesgo de que se menoscaben identidades y de no dar cabida en toda su dimensión a la
diversidad cultural en aras de un ideario espiritual unificador. Los planteamientos expositivos
posibles en relación al PCI en estos museos se deben fundamentar en las prácticas religiosas
comunes al credo católico, pero hay que generar proyectos museográficos específicos desde la
historia e identidades de los territorios diocesanos, municipales o de otro tipo, así como a
partir de las singularidades y especificidades de las piezas de la colección que impliquen usos
y prácticas culturales que puedan ser reconocidos como Patrimonio Inmaterial. Son ejemplos
emblemáticos Oviedo y Granada como inicio y final de la Reconquista Cristiana, el camino
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jacobeo y su culminación en la Catedral de Santiago de Compostela, la Catedral Primada de
Toledo y el rito Hispano-Mozárabe -liturgia que se mantiene en la Capilla Mozárabe-, las
Catedrales de Córdoba y Sevilla y su relación con las mezquitas precedentes y muchos otros
aspectos a considerar desde las raíces culturales y características de la colección. Por ende, el
PCI puede erigirse en factor que cautive al público local y le procure un interés renovado por
el museo.
3.- ¿FUNCIÓN PASTORAL VERSUS FUNCIÓN TRADICIONAL?
A) Las disposiciones de la jerarquía pontificia sobre la función pastoral de los museos
La jerarquía pontificia ha dictado una serie de disposiciones y recomendaciones en torno al
patrimonio eclesiástico en las que prima su función pastoral. Este hecho condiciona el uso y la
exposición de dicho patrimonio, ya que cuando se ha incorporado en los museos se ha hecho
en función de su valor religioso, sin tener tanto en cuenta el criterio expositivo, por otra parte
tan necesario para la comprensión de un patrimonio de un alto valor cultural que permanece
desconocido para una gran parte del público. Es necesario exponer el patrimonio religioso de
una manera clara y accesible, aplicando los nuevos criterios museográficos, los cuales,
además de potenciar su valor histórico y cultural, enfatizan de una manera elocuente su
función pastoral. Los diversos valores que transmite el patrimonio religioso no tienen que ser
excluyentes sino complementarios. Es la experiencia del público en la visita a este patrimonio
la que prioriza un valor u otro.
Durante el pontificado de Juan Pablo II –1978 a 2005-, la Santa Sede se pronunció sobre el
papel de los artistas y sobre los museos, remarcando la función evangelizadora de las obras de
arte. Si bien, la preocupación por estas cuestiones no es nueva. Tras el Concilio Vaticano II –
clausurado en 1965- se hizo acuciante tomar medidas para salvaguardar los objetos religiosos
que ya no se utilizaban y que habían quedado relegados por “un liturgismo mal entendido”,
según Asenjo (2010). Rodríguez G. de Ceballos (2006) ha reflexionado sobre los errores
cometidos en la adaptación de los templos a las reformas conciliares y a la liturgia renovada y
respecto a los elementos que cayeron en desuso. Pablo VI fue consciente de la importancia del
diálogo con los artistas, pero con Juan Pablo II se tomaron posturas sobre el patrimonio
eclesiástico que se han mantenido. En la Constitución Apostólica Pastor Bonus de 1988, al
citar a la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Artístico e Histórico, se
alude a que las obras que no se utilicen se guarden convenientemente para su exposición en
los museos u otros lugares, se resalta que los bienes históricos atestiguan la acción pastoral y
se declara que la comisión ayudará a establecer museos. En 1999 se expide la carta circular
sobre la Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los bienes culturales de la
Iglesia. Le sigue en 2001 La función pastoral de los museos eclesiásticos, expedida por la
Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, que constituye el documento
esencial sobre esta cuestión y se ciñe a remarcar el fin catequético de los mismos y su
finalidad de servir al presente (Marchisano, 2002). Difundida a los obispos, su contenido ha
sido repetido desde entonces como directriz articuladora de los discursos museísticos en el
orbe católico y se ha convertido en una constante ineludible en congresos y eventos
promovidos desde ámbitos eclesiásticos20
. Este objetivo tan acotado y estricto se ha erigido,
20
Por ejemplo en 2007 así sucedió en Padua con las palabras del Abad Michael John Zielinski, vicepresidente de
la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, en la mesa redonda sobre “Spazio litúrgico e arte
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en ocasiones, en freno más que en germen de desarrollo de los museos, pese a que la Iglesia lo
considera como positivo (Asenjo, 2010)21
. No hay alusiones al PCI –puesto que su definición
por la UNESCO es posterior-, pero sí una especial preocupación por los objetos en desuso
como testimonio de la vida de la Iglesia. En esa misma línea se han mantenido en los
congresos más recientes (Langé y Mangiarotti, 2011).
B) La Conferencia Episcopal Española y el fin evangelizador de los museos eclesiásticos
La Conferencia Episcopal Española, que reúne a la totalidad de los obispos, ha insistido en la
labor pastoral de los museos, haciéndose eco de las disposiciones pontificias. Lo ha hecho,
especialmente, a través de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural de la Iglesia
creada a comienzos de los ochenta (Carrasco, 2005) y de las Delegaciones Episcopales para el
Patrimonio Cultural originadas inmediatamente después. Del mismo modo, se ha resaltado
este aspecto en las Jornadas Nacionales del Patrimonio de la Iglesia22
y en las publicaciones
contenidas en la revista Patrimonio Cultural, editada por la Conferencia Episcopal Española
(Asenjo, 2010). Tras la carta sobre La función pastoral de los museos eclesiásticos se elaboró
un documento sobre el tema titulado Los museos de la Iglesia. Principios y sugerencias para
su estructura y funcionamiento23
. Se partía de la definición de Patrimonio Cultural remitiendo
a las Jornadas Nacionales de Delegados Diocesanos para el Patrimonio Cultural celebradas
en 1996 y se reiteraba el fin evangelizador del museo, señalando que las obras hay que
seleccionarlas con criterios expositivos, museísticos y pastorales y que, en la formación de los
guías, se impulsaría el conocimiento de la liturgia y de la vida de la Iglesia, junto al de
historia del arte.
La creación en 1988 de la Asociación de Museólogos de la Iglesia en España es síntoma de
los cambios experimentados en la profesionalización del personal que trabaja en estos
museos24
. Nació con la conciencia de mejorar su preparación en los aspectos patrimoniales, al
tiempo que ha servido para difundir experiencias25
. Desde 2008 comenzaron a celebrar
jornadas propias, como se efectúan en Italia desde 1997 con la Associazione dei musei
sacra”. También en el mismo año con motivo del IX centenario del Duomo de Casale Monferrato en su
intervención sobre “La Cattedrale e i soui beni culturali. Segno delle radici cristiane e profezia nella città”
<http://www.museosdelaiglesia.es/documentos/lacattedrale.pdf> [consulta: 21.06. 2012]. 21
Cuando la Pontificia Comisión fue invitada a participar en Portugal en el I Congreso Internacional Tesoros de
la Iglesia, tesoros de Europa (Beja, 2006), se leyó una ponencia en nombre de Mons. Mauro Piacenza,
presidente de la citada comisión, sobre los “Museos de la Iglesia al inicio del nuevo milenio”, que reiteraba los
contenidos de la circular sobre la función evangelizadora de los museos, declarando de nuevo que constituyen un
álbum de familia y remarcando la necesidad de formación “cultural, técnica y pastoral del personal de los
museos eclesiásticos”.
<http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_commissions/pcchc/documents/rc_com_pcchc_20061123_europ
ae-thesauri_sp.html> [consulta: 18.06.2012]. 22
Véanse las conclusiones y propuestas sobre la función evangelizadora en un documento titulado Patrimonio
de la Iglesia. Razón de ser del Patrimonio Cultural de la Iglesia (Segovia, 2009)
<http://www.museosdelaiglesia.es/actividades/conclusiones2009.pdf> [consulta: 20.06.2012]. Las XXXII
Jornadas Nacionales se acaban de celebrar en Cádiz bajo el epígrafe de Culto y cultura en el proceso de la
evangelización. 23
Recogido en Patrimonio cultural: Documentación, estudios, información, 39. 2004, 13-17 y
<http://www.museosdelaiglesia.es/documentos/losmuseosdelaiglesia2009.pdf> [consulta: 18.06.2012] 24
También están las Asociaciones de Archiveros, Bibliotecarios y Musicólogos. 25
<http://www.museosdelaiglesia.es> [consulta: 20.06.2012]. Esta página web recaba los documentos de
utilidad sobre el tema relacionados con la Comisión Pontificia para los Bienes de la Iglesia, exposiciones,
congresos, leyes y demás. Incluye un directorio de museos de la iglesia.
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ecclesiastici italiani, que tuvieron su primer congreso nacional en Génova (I musei, 1998)26
.
En España, la primera se dedicó a los planes museológicos y las sucesivas a la gestión
económica, las nuevas tecnologías, la museografía y las exposiciones temporales y, la de
2012, a la seguridad. Una reunión de personas que trabajan en algo común conlleva un
intercambio de ideas con repercusiones positivas para la dinámica de los museos (Íñiguez,
2006). Si bien, se corre el riesgo de aislarse de otras corrientes de pensamiento y de
distanciarse de otras opciones museográficas, olvidando la conveniencia de recabar opiniones
de expertos desde fuera de la entidad. Además, cabe valorar a personas -bien del clero o de
quienes conocen oficios y técnicas que están cayendo en desuso- que podrían ser
considerados Tesoros Humanos vivos y constituyen una fuente oral esencial para documentar
el PCI.
C) El fin evangelizador no tiene que ser excluyente
¿Subyace un posible conflicto entre la función pastoral que la jerarquía de la Iglesia exige a
los museos eclesiásticos y la función tradicional que se asigna en general a los museos, según
la definición del ICOM, que habla de servicio a la sociedad y de los fines de estudio,
educación y recreo? No tendría que haber tal dicotomía, ni ser excluyentes los fines, sino
complementarios. La función pastoral se podría incluir como categoría principal en estos
museos, ya que las piezas transmiten unos valores que no se presentan en otros museos y,
aunque así fuera, las obras en las catedrales mantienen vínculos con el lugar para el que se
originaron y donde se desarrollan las manifestaciones del PCI. El arte religioso se ha
concebido para dar respuesta a unas prácticas cristianas y sería conveniente aprovechar las
posibilidades que ofrece en relación al Patrimonio Inmaterial. Si bien, las creencias religiosas
no deben guiar con exclusividad los planteamientos de organización, funcionamiento y
exposición en los museos. La religiosidad es una riqueza añadida que hay que destacar.
Ejemplo son las exposiciones realizadas en las catedrales, bien con carácter extraordinario –
como en Cataluña, Sevilla, Toledo, Albacete o Murcia, entre otras- o periódicamente como
las Edades del Hombre o la Luz de las Imágenes, que aún continúan, lo que probaría el interés
suscitado, pese a las críticas recibidas. La función pastoral que rige casi siempre no es
impedimento para que el público disfrute las obras de arte en su dimensión estética, histórica
y de otra índole.
El ámbito catedralicio es un espacio intercultural que se ha ido construyendo de la interacción
de distintos componentes. Supone un factor a considerar, que trasciende más allá del credo
cristiano, habla de espacios y remite a rituales de religiones diferentes. Muchas de las
catedrales y templos españoles se erigieron sobre antiguos templos paganos, mezquitas,
sinagogas y otras construcciones. A veces se emplazaron en lugares donde se vivieron
acontecimientos. Ejemplo excepcional es la Catedral de Córdoba que conserva la estructura
de la mezquita, pero en otros casos la arqueología va sacando a la luz nuevos datos. El Museo
de Tudela, ubicado en el Palacio Decanal y en el claustro, dedica un ámbito a la exposición de
piezas relacionadas con el judaísmo.
La primacía concedida a la función pastoral ha sido consecuencia, en ocasiones y junto a otros
factores, de la existencia de una museografía obsoleta. No siempre es fácil de entender lo que
se muestra. Los contenidos eruditos, la ausencia y falta de claridad en la explicación, la
26
En Malta se efectuó en 1994 un Congreso sobre el tema (Cathedral, 1995).
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acumulación de piezas, la iluminación y condiciones ambientales inadecuadas y otras
cuestiones repercuten en el desinterés del visitante y en su falta de motivación para volver. El
PCI, bien insertado en los museos catedralicios, ayudaría a superar la museografía fosilizada y
a revivificar y conseguir que se contemplasen las obras y la arquitectura con ojos renovados,
se redescubriesen tradiciones religiosas y se disfrutase y aprendiese con la visita. Asenjo
(2010) ha destacado la sensibilidad y el momento esperanzador que se vive, recordando el
cambio experimentado por los museos eclesiásticos en los últimos veinte años, aunque
insistiendo en la dimensión evangelizadora.
4.- REFLEXIONES FINALES
Atendiendo a lo expuesto, se efectúan las siguientes reflexiones:
- El PCI en los museos eclesiásticos y, especialmente, en las catedrales posee gran
importancia y potencialidad. Es necesario inventariar, catalogar y estudiar sus
manifestaciones e incorporarlas en los discursos museográficos, proyectos de musealización
de catedrales, exposiciones temporales y actividades, aprovechando que son museos vivos y
que las piezas están en su contexto y no son sólo objetos expositivos, sino que recuperan su
razón de ser en el espacio en el que se sitúan y, en ocasiones, para el que fueron concebidas.
- Los discursos museográficos fundamentados en el PCI en los museos de las catedrales
deben dar cabida a cuanto sea expresión específica de identidad, diversidad y, en ocasiones,
interculturalidad, evitando los riesgos de establecer modelos uniformes. Se han de considerar
las posibilidades que ofrecen las raíces culturales e historia de las sedes episcopales, así como
la idiosincrasia y rasgos diferenciales de los museos y colecciones en relación al PCI. Se
cuenta con la ventaja de que una misma institución –generalmente los cabildos catedralicios-
tutelan los diversos factores del PCI, como son la manifestación, los escenarios según la
práctica y los objetos que ésta requiere, además de ser depositarios y portadores de la
tradición, aunque existan otras entidades y personas que sean copartícipes.
- Existen variedad de prácticas que cabe plantear según los tiempos litúrgicos. El visitante
podrá conocer la manifestación del PCI en su dimensión real, si su visita coincide con el
momento de la práctica, o bien obtener información sobre ella enlazada a las piezas y ámbitos
catedralicios en los que se desarrolla, con apoyo de recursos interactivos.
- El proceso de integración del PCI en los museos catedralicios es complejo. Se requiere
sensibilizar sobre la importancia de respetarlo, conservarlo, gestionarlo y difundirlo
adecuadamente, recabando opiniones de profesionales y valorando las posibilidades de
transmisión que ofrecen las personas que pueden ser consideradas Tesoros Humanos vivos. Es
necesario potenciar una mayor cooperación y diálogo entre las instituciones eclesiásticas y la
administración pública.
- Hay celebraciones religiosas que convendría que presentaran candidatura para su
incorporación a la Lista Representativa del PCI de la Humanidad y otras que deberían optar a
ser incluidas en la Lista de Salvaguardia urgente. Sería conveniente abordar ciertas piezas de
las colecciones catedralicias como memoria de ritos que han evolucionado abandonando su
uso y que deberían ser estudiados y documentados.
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- La función pastoral que asumen preeminentemente estos museos y que se auspicia desde los
ámbitos eclesiásticos obstaculiza, en ocasiones, la incorporación de planteamientos que no
son incompatibles con el fin mencionado y que hay que contemplar. Museos y catedrales son
depositarios de un relevante patrimonio material e inmaterial que debe ser preservado y
transmitido. Los discursos museográficos en museos y catedrales musealizadas deben
construirse desde el respeto que requiere el credo que motivó el encargo de este patrimonio
mueble e inmueble, pero en la consideración de que confluyen muchos factores y que la
dimensión espiritual es la principal, pero no la única, ni es excluyente de otras.
- La mejor gestión de los recursos del PCI sin duda contribuirá al mejor conocimiento de los
bienes muebles e inmuebles y su razón de ser y a la dinamización y fomento de visitantes,
pudiendo articular itinerarios que enlacen con otros museos eclesiásticos, teniendo como hilo
conductor el Patrimonio Cultural Inmaterial, cuya importancia es notoria.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
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e-rph instituciones | estudios | Concepción de la Peña Velasco
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Reseña Bibliográfica
BIEL IBÁÑEZ, Mª Pilar y CUETO ALONSO, Gerardo J. (Coord.). 100 elementos del
Patrimonio Industrial en España. Zaragoza: TICCIH España, Editorial CICEES e
Instituto del Patrimonio Cultural de España, 2011.
José Castillo Ruiz
Profesor Titular de Historia del Arte. Universidad de Granada.
Palabras clave: Patrimonio Industrial. Paisaje Cultural. Valores técnico y científico.
Catálogo. España. Exposición.
Keywords: Industrial Heritage. Cultural Landscape. Technical and scientific values. Catalog.
Spain. Exhibition.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
175
José Castillo Ruiz
Profesor Titular de Historia del Arte de la Universidad de Granada (desde 1998). Miembro de
la Comisión Técnica del Patronato de la Alhambra (desde 2003). Integrante del Comité
Español de ICOMOS (desde 2009). Director del Observatorio del Patrimonio Histórico
Español (OPHE) y codirector de la revista e-rph. Revista electrónica de Patrimonio Histórico.
Director y ponente de diferentes cursos, expertos, jornadas y másteres nacionales e
internacionales de postgrado y formación especializada. Autor de múltiples publicaciones
sobre diferentes ámbitos de la protección como el concepto de patrimonio histórico, la
intervención en los bienes inmuebles, normativa internacional, principios generales de la
tutela, etc.
Contacto: [email protected]
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e-rph reseña bibliográfica | José Castillo Ruiz
176
La obra que presentamos se corresponde con el Catálogo de la exposición 100 elementos del
Patrimonio Industrial en España organizada por TICCIH-España (que es la sección española
de TICCIH -Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial-, principal
organismo internacional de defensa del Patrimonio Industrial) en colaboración con las
Comunidades Autónomas y el Instituto del Patrimonio Cultural de España. Es por ello por lo
que esta publicación, por un lado, recoge la descripción, a modo de fichas catalográficas, de
los 100 elementos (seleccionados según criterios de antigüedad, diversidad de los sectores
productivos que definen la industrialización en España, tipologías arquitectónicas y relación
de la industria con el territorio) que han sido elegidos para identificar y representar al
Patrimonio Industrial de España y, por otro lado, se acompaña de una serie de estudios que
permiten la contextualización histórica y valoración patrimonial de dichos elementos.
Pero por encima de esta condición de catálogo, esta publicación manifiesta (y representa) la
madurez historiográfica, social e institucional que ha alcanzado el Patrimonio Industrial en
España. En pocos años, y gracias sobre todo a la labor realizada por muchos de los
profesionales e instituciones que participan en este libro, el Patrimonio Industrial ha pasado
de ser un ámbito patrimonial marginal y muy desentendido y desconocido a convertirse en el
patrimonio emergente más pujante de nuestra realidad tutelar, con multitud de iniciativas
institucionales (declaraciones como Patrimonio Cultural, Plan Nacional de Patrimonio
Industrial, exposiciones, adquisiciones de bienes, etc.), sociales (con multitud de colectivos
ciudadanos comprometidos en su defensa y cuyo máximo exponente es el TICCIH) o
científicas (con una pujanza inusitada de investigaciones y publicaciones). Y este libro pone
de manifiesto esta situación de madurez, de ahí que las aportaciones realizadas por los
diferentes autores que participan en esta publicación deban considerarse no como
aportaciones nuevas a un campo de estudio emergente, sino como el resultado (muy destilado
ya) de una larga trayectoria de estudio, conocimiento y acción sobre el muy diverso y rico
legado patrimonial de la industrialización en España.
Esta es la muy relevante relación de estudios y profesionales responsables de los mismos:
Miguel Ángel Álvarez Areces, presidente de TICCIH España, quien realiza un panorama
general de la situación en la que se encuentra en estos momentos el Patrimonio Industrial en
España; Julián Sobrino Simal, profesor de Historia de la Arquitectura de la Escuela Técnica
Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, cuyo estudio está dedicado al
desarrollo histórico de la arquitectura industrial; Inmaculada Aguilar Civera, directora de la
Cátedra Demetrio Ribes UVEG-FGV y profesora del Departamento de Historia del Arte de la
Universidad de Valencia, quien se encarga de la definición y caracterización del patrimonio
del transporte desde su dimensión territorial; Mercedes López García, profesora titular de
Estética de la Ingeniería en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y
Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid, que aborda los nuevos valores estéticos que
introduce la obra pública en la contemplación contemporánea; María Linarejos Cruz Pérez,
arqueóloga y responsable del Plan Nacional de Paisajes Culturales en el Instituto del
Patrimonio Cultural de España, que es la encargada de sistematizar la dimensión paisajística
del Patrimonio Industrial; Josep Alabern Valentí, ingeniero industrial y presidente de la
Associació de la Ciéncia i de la Técnica i d’Arqueología Industrial de Catalunya
(AMCTAIC), quien se centra en el valor patrimonial de las máquinas y artefactos; Juan José
Castillo Alonso, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, quien
aborda la importancia de la cultura del trabajo indisolublemente ligada a los bienes
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
177
industriales; Marina Sanz Carlos, archivera, e Isabelo Naranjo Naranjo archivero de la
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, quienes sistematizan la variedad de archivos
y fuentes documentales que son necesarias para el estudio de este patrimonio; Mª Pilar Biel
Ibáñez, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, que hace un repaso por
las políticas de catalogación y conservación de los bienes industriales; Eusebi Casanelles
Rahola, director del Museu de la Ciéncia i la Técnica de Catalunya, quien presenta el
panorama existente sobre la museología industrial; Assumpció Feliu Torras, historiadora del
arte y vicepresidenta de AMCTAIC, quien relata la importancia del asociacionismo para la
defensa y conservación de este patrimonio; y Alberto Humanes Bustamante, arquitecto y
responsable del Plan Nacional de Patrimonio Industrial en el Instituto del Patrimonio Cultural
de España, que es el encargado de hacer la valoración sobre el Plan Nacional de Patrimonio
Industrial.
Esta manifestación de la plenitud alcanzada por los estudios sobre Patrimonio Industrial que
manifiesta esta publicación no podía obviar la propia formalización de ese conocimiento a
través de una amplia bibliografía sobre la materia (realizada por los coordinadores de esta
obra) y, sobre todo, una relación de los sitios web sobre Patrimonio Industrial, a cargo de
Gerardo J. Cueto Alonso, profesor del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación
del Territorio de la Universidad de Cantabria, dada la relevancia de este instrumento para el
conocimiento y, muy especialmente, el activismo social en defensa de estos bienes culturales.
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Reseña Bibliográfica
MÉNDEZ BAIGES, Maite (ed). Arquitectura, ciudad y territorio en Málaga (1900-2011).
Málaga: Geometría Asociación Cultural, 2012.
David Martín López
Doctor en Historia del Arte. Universidad de Granada
Investigador posdoctoral adscrito al Instituto de História da Arte. Universidade Nova de
Lisboa
Palabras clave: Málaga. Patrimonio. Arquitectura. Urbanismo. Paisaje urbano. Restauración.
Siglo XX. Siglo XXI.
Keywords: Malaga. Heritage. Architecture. Urbanism. Urban landscape. Restoration. 20th
century. 21st century.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
179
David Martín López
(Nacido en Tenerife, 1979. Doctor Europeo en Historia del Arte desde 2010, con la tesis
“Estética masónica, arquitectura y urbanismo. Siglos XVIII-XX” dirigida por la Dra. Guillén
Marcos y el Dr. Reyero Hermosilla. Ha sido Becario FPU, adscrito al Dpto. de Historia del
Arte de la Universidad de Granada, y desde 2011 es investigador posdoctoral del Ministerio
de Educación. Desarrolla su labor en el Instituto de História da Arte de la Universidade Nova
de Lisboa, donde es además miembro integrado de la Unidad. En relación con sus estudios,
además de su estancia posdoctoral actual, ha realizado varias estancias de investigación en
diversos centros extranjeros, destacando las realizadas en el Departamento de Humanidades
de la University of Central Lanchashire (Preston, 2007), en el Institute of Northern Studies,
Leeds Metropolitan University (Leeds, 2008) y en el Archivo-Museo y Biblioteca del GODF
(París, 2009).
Contacto: [email protected]
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e-rph reseña bibliográfica | David Martín López
180
Málaga, como ciudad y territorio, es un verdadero laboratorio de experimentación
arquitectónica y urbanística desde el siglo XIX. Diferentes tendencias, estilos y soluciones
urbanas han ido configurando la trama malagueña de forma compleja, y, pese a todo, con
perspectivas de futuro y modernidad para nuestro siglo XXI.
El libro que aquí se reseña, con el título “Arquitectura, ciudad y territorio en Málaga (1900-
2011)” de la colección Geometría, Monografías de Arquitectura y Urbanismo (2012), bajo la
edición de Maite Méndez Baiges, profesora titular del Dpto. de Historia del Arte de la
Universidad de Málaga, es un claro ejemplo de cómo un proyecto de investigación de
excelencia de la Junta de Andalucía puede tener una concretización científica y sus resultados
ser divulgados académicamente.
Aunque la arquitectura de la ciudad malacitana había sido producto de tesis doctorales,
artículos en Boletín de Arte –revista del Dpto. de Historia del Arte de la Universidad de
Málaga–, catálogos de exposiciones y guías de la Junta de Andalucía, era no obstante
necesario un volumen monográfico como éste. El volumen reseñado es un ensayo
multidisciplinar que aborda un siglo de historia arquitectónica reciente en Málaga, firmado
por un nutrido grupo de investigadores del Dpto. de Historia del Arte de la Universidad de
Málaga y de dos arquitectos de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de
Sevilla.
Francisco García Gómez, Belén Ruiz Garrido, Francisco José Rodríguez Marín, Igor Vera
Vallejo, María Inmaculada Hurtado Suárez, Antonio Jesús Santana Guzmán, Joaquim C. de
Ortiz de Villajos Carrera, Francisco Montero Fernández y la propia Maite Méndez Baiges son
los autores de un total de 9 capítulos que recorren el siglo XX desde sus inicios hasta entrar
en los retos del siglo XXI, con las propuestas arquitectónicas y de restauración llevadas a
cabo recientemente en Málaga.
Esta edición es abierta por Francisco García Gómez, amplio conocedor de la Málaga del siglo
XIX, con el estudio titulado “La herencia decimonónica: el eclecticismo a principios del siglo
XX”. Se trata de un interesante ensayo que condensa la complejidad arquitectónica de la
ciudad en los albores del siglo XX, la persistencia barroca y los posicionamientos estéticos de
la nueva generación de arquitectos en la ciudad. Una ciudad emergente, donde arquitectos
como Guerrero Strachan o Rivera destacan en obras conjuntas como el actual Ayuntamiento
(1911-1919). El autor esclarece determinadas circunstancias estéticas que se encuentran en el
territorio malagueño resumidas en esta idea: “La sobriedad como fruto de la necesidad”. Tal y
como afirma García Gómez, la racionalidad compositiva de algunos ejemplos se evidencia en
la ciudad, incluso cuando tienen un sentido ornamental, con una inconsciente pureza formal.
Dentro de su discurso cobran fuerza, también, y de forma significativa, el análisis de las
experiencias arquitectónicas malagueñas que tienen como referencia postulados
arquitectónicos centroeuropeos –suizos y germánicos–.
Belén Ruiz Garrido en su capítulo “Arquitectura modernista. Entre la marginación y la
conciliación” diserta sobre un fascinante mundo en la Málaga del siglo XX. A través de
fotografías y tarjetas postales de época que representan la modernidad arquitectónica de
lugares como el Paseo de Sancha a principios del siglo XX o la Caleta (1918), la
investigadora muestra el modernismo de una ciudad como producto sincrético. En verdad, el
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
181
resultado apreciable en Málaga tiene una serie de componentes de tradición y modernidad que
son ante todo singulares: se trata de una mezcla entre necesidades locales, austeridad de
materiales y la modernidad compositiva gracias a las referencias de libros y revistas de
arquitectura austriaca llegadas a la ciudad. Precisamente, los movimientos de la Secesión
vienesa de Otto Wagner eran ampliamente difundidos en Europa, pudiendo servir a
arquitectos como Rivera Vera en la remodelación de la antigua Casa de la Misericordia de
Málaga (1907). Viviendas de lujo y aspecto palaciego en pisos céntricos generan una nueva
tipología ampliamente representada por el centro juntamente con almacenes como los de Félix
Sáenz (1912-1914), los modernos edificios en la calle Carretería (1905), o la reforma del cine
Goya (1922), todas ellas obras de Rivera Vera. En realidad, la autora hace especial hincapié
en la obra de este arquitecto, y ocasionalmente en la de Guerrero Strachan, como precursores
de la modernidad.
“En busca de las raíces perdidas, la arquitectura regionalista” es el tema escogido por
Francisco José Rodríguez Marín. Aunque pudiera parecer que el regionalismo está
ampliamente estudiado y no puede elaborase un discurso original, no es el caso en esta
ocasión. Es, tal vez, uno de los capítulos más interesantes del libro, pues de forma exhaustiva
el autor recorre las tendencias existentes dentro de ese cajón de sastre llamado regionalismo,
apreciando las connotaciones singulares de arquitectura montañesina y centroeuropea, esta
última gracias a los pattern books. En este trabajo, Rodríguez Marín plantea con alzados
originales, detalles cerámicos y decorativos, diferentes tipologías que oscilan desde una casa
oficina de la Fábrica de cemento en la Cala, pasando por la casa de Socorros del Llano de la
Trinidad, numerosas viviendas obreras, villas del Paseo de Sancha, residencias privadas, etc.
Da una especial relevancia biográfica a los artífices del regionalismo en Málaga, partiendo de
Francisco Guerrero Strachan y pasando por Antonio Rubio Torres, Arturo de la Villa, José
Ortega y Marín o Antonio Sánchez Esteve entre otros; pero se detiene también en las grandes
experiencias arquitectónicas de este estilo, como la Fábrica de Tabacos, el Hotel Caleta
Palace y el antiguo Matadero.
El apartado cuarto del libro son los “Primeros atisbos de lo moderno, 1927-1936”, obra de
Igor Vera Vallejo quien repite autoría en el capítulo 8. Se trata de un capítulo cuya cronología
específica, apenas 9 años, nos presenta una Málaga en proceso de modernidad constructiva y
urbana, que resultan sorprendentes. En sus páginas podemos entender la dicotomía moderna
de la ciudad: desde el papel destacado de Antonio Palacios Ramilo en los proyectos de
reorganización espacial del casco, con una trama urbana moderna para el entorno de la
Alcazaba, conservados en el Archivo Díaz Escobar de la Fundación Unicaja, o el importante
trabajo del arquitecto José Joaquim González Edo por renovar la arquitectura malagueña y
andaluza antes de la Guerra Civil española, con obras como su famoso bloque de edificios “El
desfile del Amor” (1935). El cine tendrá también una especial atención, ya que se trata de una
de las tipologías que permitirá una mayor libertad compositiva a la hora de insertarse en el
espacio urbano no sólo de la capital malacitana, en la propuesta experimental y moderna del
Málaga-Cinema de Sánchez Esteve (1934-35), sino en otras ciudades como Antequera, con su
Teatro-Cine Torcal (1933-34).
Con la llegada del primer franquismo, la modernidad arquitectónica de la ciudad intenta
pervivir. Así relata María Inmaculada Hurtado Suárez en su capítulo “La azarosa pervivencia
de la modernidad en el primer franquismo”. Debido a su fundamentado corpus gráfico de
alzados, plantas y fotografías de época, en este apartado se justifica claramente una idea:
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e-rph reseña bibliográfica | David Martín López
182
cómo el esporádico racionalismo republicano en Málaga convivió con los regionalismos, el
Art Déco y los historicismos, y se fundieron bajo los parámetros del “nuevo Estado”, en las
viviendas falangistas de Jáuregui (1937), Pérez Simonet y Atencia (1939), las barriadas del
Campillo (1940) o las soluciones de García Mercadal y Cantó Iniesta para las conocidas
“Casas de Cantó” (1941). Además se analizan las obras realizadas por Gutiérrez Soto para la
base aérea del Rompedizo, tipologías como mercados y hospitales, campos de deportes,
barriadas y otras manifestaciones urbanas que fueron diseñadas durante la autarquía en todo el
territorio malagueño.
La editora de este magnífico volumen, Maite Méndez Baiges, propone, como no podía faltar
en un análisis del territorio malagueño, un capítulo dedicado a “La arquitectura del sol. El
Movimiento Moderno durante los años cincuenta y sesenta”, dedicado a Juan Antonio
Ramírez. La arquitectura asociada al turismo, al ocio y a la residencia en zonas costeras es
analizada de forma exhaustiva y sucinta. El hotel Pez Espada de Torremolinos (1959-60) y el
hotel Málaga Palacio (1960-68), son estudiados junto a experiencias urbanísticas como las
torres de Los Manantiales, de Pagán (1969), los Apartamentos Eurosol de Rafael de la Hoz y
Gerardo Olivares (1963) o la “Ciudad sindical de Educación y Descanso” de Aymerich y
Cadarso (1956-63). Al mismo tiempo soluciones de plena modernidad como la Casa Lange de
Mosher (1957) o la Casa Rudofsky (1969-1971), permiten comprender el paisaje mítico del
Mediterráneo en la visión de los autores foráneos. En sus construcciones, se busca una
integración absolutamente contemporánea en la geografía y el clima, la luz y la costa escogida
para un descanso paradisiaco, cuestión apreciable tan solo en Baleares, Cataluña y Canarias.
“Dotación y proyectos urbanos para una nueva capital” de Antonio Jesús Santana Guzmán es
un importante capítulo dentro del libro, pues muestra y valoriza el patrimonio industrial
contemporáneo de una ciudad y su provincia. Fábricas como la Industria textil de
Guadalhorce (Intelhorce), Citesa o el Laboratorio de Control de Calidad del Ministerio de la
Vivienda que Antonio Fernández Alba construye en 1974, permiten comprender la
vinculación industrial de un territorio en pleno siglo XX. De la misma forma, el autor pone de
manifiesto su interés por los edificios de la ciudad durante las décadas de los 60 y 70.
Viviendas como la Torre del Puerto, el Edificio Gaudí (1976-77), Torre Almenara (1975),
Edificio Loreto (1975), que podrían ocasionalmente pasar inadvertidos inclusive a la
historiografía contemporánea, son planteados aquí como muestras de la necesidad de dotar
viviendas de calidad. Modernidad para una ciudad que daba buenas muestras de salud
económica, al mismo tiempo que veía necesaria una gran dotación de infraestructuras
públicas y servicios nuevos, como el Edificio de Servicios Múltiples (1975-77) o la
Delegación de Hacienda (1972-75).
“La arquitectura de los ochenta y el debate de la posmodernidad”, autoría de Igor Vera
Vallejo, va cerrando el marco cronológico de este proyecto. Detalladamente, se suceden en el
capítulo edificios públicos y privados que tienen cierto interés arquitectónico, como el viejo
aeropuerto Terminal Pablo Ruiz Picasso obra de Bofill (1989-91) o la Estación de Autobuses
de Seguí (1985-87), cuyas reminiscencias a la arquitectura belga de Hoffman de principios del
siglo XX son referenciadas. El autor también se detiene en el Plan General de 1983 que sirve
para entender los cambios producidos en la ciudad, los usos, defectos y virtudes de un plan
complejo por la obligación de gestionar zonas ya inconexas en el discurso urbano, que habían
sido planteadas arbitrariamente a lo largo de varias décadas.
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e-rph diciembre 2012 | revista semestral
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Tal vez, por la lógica cercanía temporal con la obra arquitectónica y urbanística, el capítulo
“El tiempo presente. Territorios urbanos en el cambio de siglo” esté firmado por dos
arquitectos de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, Joaquim C.
Ortiz de Villajos y Francisco Montero Fernández. La coautoría de estos profesionales permite
fundamentar las ideas contemporáneas más recientes, ya como un ensayo propiamente dicho,
donde además surgen las conclusiones de toda la obra; pues son propiamente la consecución
de una línea cronológica que deriva en el siglo XXI con nuevos retos para una ciudad que
renace con turismo, patrimonio y cultura. Es por ello que hasta la Gerencia Municipal de
Urbanismo tiene una sede nueva, obra de Pérez de la Fuente (2010), quien también ha
rehabilitado la zona de la Alcazaba y el Teatro Romano en el mismo año, obras reseñadas en
el capítulo. El Museo Carmen Thyssen o el Museo Picasso, centran también el interés de este
apartado. A su vez, se cita la emblemática Chimenea de un pasado industrial cercano a la
ciudad, como lo fue la Fábrica de Guindos (1923). Más lejano ahora en el tiempo, la ruina
industrial restaurada queda como vestigio anecdótico, aunque premiado con la Mención
Especial Europa Nostra (2009), como una especie de divertimento arquitectónico testigo del
devenir de una Málaga cambiante y museística.
En definitiva, un libro que sirve como un importante manual de consulta, académica y
divulgativa, una edición de ensayos muy personales que transmiten encuentros y diferencias
entre los autores; aportando así una luz en el camino historiográfico de Málaga y su territorio,
sin parangón alguno en otras bibliografías realizadas en la comunidad andaluza. Todo un
punto de inflexión en el transcurso científico por valorar el patrimonio perdido y el existente
en Andalucía.
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Reseña Bibliográfica
GARCÍA CUETOS, Mª. P.; ALMARCHA NÚÑEZ-HERRADOR, Mª. E.;
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, A. (coord.) (2012). Historia, restauración y reconstrucción
monumental en la posguerra española. Madrid: Abada.
Aroa Romero Gallardo
Doctora en Historia del Arte. Universidad de Granada.
Palabras clave: Franquismo. Guerra Civil Española. Restauración de monumentos. Dirección
General de Bellas Artes. Dirección General de Regiones Devastadas. Arquitectura.
Keywords: Franco’s Regime. Spanish Civil War. Restoration of monuments. General
Management of Fine Arts. General Management of Devastated Regions. Arquitecture.
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Aroa Romero Gallardo
Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Granada (8/11/2010) con la tesis doctoral
“La restauración arquitectónica en el periodo franquista: la figura de Francisco Prieto-Moreno
y Pardo”, dirigida por el Dr. D. José Castillo Ruiz.
Ha disfrutado de varias becas, entre ellas, una relativa a Formación de Personal Docente e
Investigador concedida por la Junta de Andalucía (2004-2008). Ha realizado varias estancias
de investigación en el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and
Restoration of Cultural Property) con sede en Roma. Miembro del grupo de investigación
HUM-0222 “Patrimonio Arquitectónico y Urbano en Andalucía” de la Universidad de
Granada.
Ha publicado artículos y participado con ponencias en congresos, con líneas de investigación
relacionadas con la teoría e historia de la restauración monumental en España durante la
segunda mitad del siglo XX, con aportaciones concretas a las décadas del franquismo. A
destacar su participación en la III y IV edición de la Bienal de Restauración Monumental,
celebradas en Sevilla y Madrid respectivamente.
En el año 2010 intervino como ponente en el curso “El conjunto monumental de la Alhambra
y Generalife: 25 años de gestión autonómica” organizado por la Universidad de Granada y el
Patronato de la Alhambra y Generalife. Y, durante el 2011, colaboró con el Servicio de
Conservación de dicho Patronato en la elaboración de un Informe histórico-constructivo
previo a la intervención en un determinado sector de relevancia arquitectónica y arqueológica
en la Alhambra. En este 2012 ha participado en el Congreso Internacional sobre restauración
de tapia “Restapia2012” (Universitát Politècnica de València), en colaboración con el
arquitecto J.M. López Osorio, con una ponencia titulada “Historical rammed-earth structures
in Eastern Andalusia: the restoration philosophy of the architect Prieto-Moreno”, que recibió
el premio a la mejor ponencia nacional presentada por un joven investigador.
Contacto: [email protected]
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Segunda entrega de un trabajo de investigación colectivo, financiado por el Ministerio de
Ciencia e Innovación y los Fondos Feder, que reúne un total de 16 estudios de contenido
riguroso, pertenecientes a diversas disciplinas (historia del arte, historia contemporánea y
arquitectura). La primera parte ya fue publicada en 2010 bajo el título “Restaurando la
memoria. España e Italia ante la recuperación monumental de posguerra” (reseñada en el nº 9,
diciembre 2011, de e-rph. Revista electrónica de Patrimonio Histórico). Al igual que su
predecesora, nos encontramos ante una publicación que abarca el estudio de la restauración y
reconstrucción monumental en España en el periodo autárquico, es decir, entre los años de
1938 y 1958. El principal cometido de los responsables del proyecto ha consistido en dar
respuesta a la laguna cognitiva y a la ausencia de investigaciones sobre el llamado “primer
franquismo”, a pesar de ser una etapa muy fructífera en materia de intervención en nuestro
patrimonio monumental. Y es que, la protección de éste durante la inmediata postguerra y las
décadas venideras, así como el conocimiento de aquellos aspectos que lo modelaron se
convierten, hoy día, en elementos básicos a la hora de documentar los valores inherentes del
actual legado arquitectónico español. “Asimismo, somos conscientes de que el
desconocimiento de los procesos de restauración y reconstrucción monumental del periodo
franquista limita y lastra nuestra capacidad de analizar con rigor nuestro legado monumental y
de intervenir de forma coherente en el mismo, apoyándonos en un conocimiento de la historia
constructiva de los conjuntos y monumentos en un periodo crucial de su evolución”.
Un trabajo que ha permitido la elaboración de una base de datos que sintetiza todos los
resultados de la investigación y que, en opinión de los responsables de la misma, podrá
resultar “útil tanto para los investigadores, como para los profesionales involucrados en las
labores de conservación del patrimonio, así como para las instituciones relacionadas con su
tutela, al aportar información rigurosa y accesible”. Por otra parte, en la Presentación se
sintetizan algunas de las interesantes conclusiones científicas del proyecto titulado
“Restauración y Reconstrucción Monumental en España 1938-1958. Las Direcciones
Generales de Bellas Artes y de Regiones Devastadas”, ref. HUM2007-62699, en el que se
inserta la presente publicación. De su lectura se desprende que la restauración arquitectónica
del franquismo presenta unas características particulares marcadas por las destrucciones
ocasionadas por la guerra civil y por el desarrollo de nuevas teorías de restauración.
Igualmente, en el texto se hace hincapié en la aportación de la Historia del Arte para el
estudio de la transformación experimentada a lo largo del tiempo por los bienes patrimoniales.
En definitiva, se reivindica ésta como disciplina científica primordial a la hora de analizar
nuestra memoria construida.
Como aporte esencial del texto hay que señalar la documentación gráfica, en gran medida,
procedente de los proyectos de intervención, aunque también se adjuntan otras fuentes
gráficas pertenecientes a revistas ilustradas y archivos de diversa índole. Sin olvidar referirnos
al carácter sistemático de la bibliografía que acompaña a cada uno de los capítulos, con
aportaciones esenciales para el tema objeto de estudio.
El libro consta de 16 capítulos y está precedido de una presentación en formato bilingüe
castellano-inglés que permite una mayor difusión de sus contenidos. Se parte de la
contextualización del tema de investigación gracias a la inclusión de dos estudios sobre la
cultura arquitectónica y estética de las dos décadas objeto de análisis, cuyo contenido resulta
de gran utilidad para la comprensión del discurso expositivo que conforma la publicación.
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Seguidamente, se analizan algunas intervenciones del arquitecto Alejandro Ferrant en la
cuarta zona monumental, en concreto, el desmontaje de coros en las catedrales de Gerona,
Valencia o Lérida, entre otras, y las consecuencias de dichas actuaciones en la lectura de los
monumentos afectados. De este modo, también se incluye un estudio sobre las restauraciones
de las vidrieras de la catedral de Toledo, en unos años en los que la recuperación del
patrimonio monumental de dicha ciudad se enfrentará a importantes precariedades
económicas y materiales, al igual que sucederá en otros puntos del territorio español. Otro
capítulo esencial lo conforma la serie de reflexiones vertidas en torno a la restauración
monumental en la posguerra española y, concretamente, la dialéctica ruptura-continuidad con
el periodo republicano precedente y con las actuaciones desarrolladas a partir de los años 60 y
70 e, incluso, hasta fechas relativamente recientes. Igualmente, se abarca en este libro un
campo de análisis de carácter más inédito referido a las relaciones filiales entre el franquismo
y el régimen totalitario portugués, y cómo por parte de ambos Estados se llevó a cabo una
instrumentalización ideológica de la restauración arquitectónica, entendiéndose el monumento
como símbolo nacional. Para continuar con la exposición se aporta un inteligente discurso
sobre la interpretación que se hace en los proyectos de intervención de la época de los restos
arquitectónicos militares, de origen musulmán, en la zona de Andalucía Oriental y Murcia. El
contenido se completa con otro estudio referente a la conservación de los centros históricos
españoles durante las primeras décadas del franquismo, en concreto, la actuación de la
Dirección General de Regiones Devastadas, incluyéndose un breve análisis sobre la
valoración de la ciudad histórica en el periodo de entreguerras.
En otro de los apartados se analiza un caso puntual como fue la transformación de la imagen
de los monumentos extremeños durante la posguerra, mediante la intervención en sus revocos
y paramentos. Esta publicación se detiene en un aspecto decisivo del contexto histórico en el
que se desarrolló la conservación del patrimonio cultural de la época, en concreto, la
manipulación ideológica puesta en marcha por el Régimen por diversos medios como la
prensa. También se incluye la referencia a otro recurso esencial del nuevo sistema político y
religioso, nos referimos a la utilización de películas como instrumento para justificar su
legitimidad y el adoctrinamiento moral e ideológico impuesto a la sociedad. Objeto de otro
examen, entre estas páginas, es la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales
explicándose el papel decisivo que jugó este organismo en el proceso de reconstrucción
monumental del país. No olvida este libro incluir la alusión a una medida legislativa puesta en
marcha por la dictadura, el Decreto de Adopción de localidades dañadas por la guerra (1939),
analizándose casos concretos del Sudeste asturiano. De igual modo, se aborda la labor de la
Dirección General de Regiones Devastadas en las zonas de Cataluña y Levante, por medio de
la información volcada en su principal medio de difusión propagandística, la revista
Reconstrucción. Uno de los aspectos más reseñables del periodo objeto de estudio fue el
protagonismo concedido a la recuperación de la arquitectura militar, debido a su vinculación
con el nuevo orden político, de ahí que se estudie la restauración de varios castillos españoles
destacables por su carga simbólica. No falta en esta densa publicación un capítulo de cierre en
el que se profundiza sobre la restauración de monumentos en Castilla-La Mancha desde
finales del primer franquismo hasta la actualidad, incluyéndose de este modo un guiño a la
conservación y gestión del patrimonio monumental hasta el momento presente.
Con rigor metodológico y exhaustividad en el análisis se aborda, desde perspectivas muy
diversas y enriquecedoras, la restauración del patrimonio arquitectónico durante el “primer
franquismo”, etapa en la que se desarrollaron actuaciones patrimoniales, en gran medida,
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responsables de la imagen de los monumentos en el momento presente. Por ello, su contenido
hace de esta publicación un documento esencial para el conocimiento y reflexión sobre una
etapa clave en la conservación de la arquitectura histórica de nuestro país.
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Reseña Bibliográfica
GARCÍA CUETOS, Mª. P.; ALMARCHA NÚÑEZ-HERRADOR, Mª. E.;
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, A. (coord.) (2012). Historia, restauración y reconstrucción
monumental en la posguerra española. Madrid: Abada.
FERIA TORIBIO, José María (ed.) (2012). Territorial Heritage and Development.
London: Taylor & Francis.
Celia Martínez Yañez
Departamento de Historia del Arte. Universidad de Granada.
Palabras clave: Patrimonio. Territorio. Paisaje. Desarrollo Sostenible.
Keywords: Heritage. Territory. Landscape. Sustainable development.
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Celia Martínez Yáñez
Doctora en Historia del Arte por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de
Granada, en el que trabaja desde el año 2002 mediante contratos pre y posdoctorales
destinados tanto a la docencia como al desarrollo de proyectos de investigación sobre
patrimonio, como el Proyecto de Excelencia “Estudio Comparado de las Políticas de
Protección del Patrimonio Histórico en España. Creación del Observatorio del Patrimonio
Histórico Español (OPHE)” (HUM 620; Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, Junta
de Andalucía), el Proyecto I+D “El patrimonio agrario: la construcción cultural del territorio a
través de la actividad agrícola y ganadera (PAGO)” (HAR 2010-15809; Ministerio de Ciencia
e Innovación) y el Proyecto de Excelencia “Integración del Paisaje en los Procesos de
Planificación: Aplicación al caso andaluz (PLANPAIS)” ( RNM-5398; Consejería de
Innovación, Ciencia y Empresa, Junta de Andalucía).
Miembro del Consejo de Redacción de E-RPH, Revista Electrónica de Patrimonio Histórico,
del Comité Científico Internacional de Itinerarios Culturales de ICOMOS (CIIC) y del
Comité Nacional Español de ICOMOS. Profesora del Máster en Dirección y Gestión Turística
del Instituto Universitario de Posgrado (Universidades Autónoma de Barcelona, Carlos III de
Madrid y de Alicante) y en otros cursos de posgrado. En la actualidad trabaja como
investigadora posdoctoral contratada en la Secretaría General y Centro de Documentación
Internacional UNESCO- ICOMOS (París), en el marco del Subprograma de Estancias de
Movilidad Posdoctoral en Extranjero del Ministerio de Ciencia e Innovación español (Plan
Nacional I+D+I 2008-2011).
Autora de numerosos artículos en revistas y monografías especializadas en patrimonio con
proceso anónimo de revisión por pares y de numerosas contribuciones como ponente invitada
en conferencias nacionales e internacionales, entre ellas: Congreso Internacional del
Patrimonio Mundial UNESCO- ICOMOS (Burgos 2008), VI Congreso Internacional
Restaurar la Memoria AR&PA 2008 (Valladolid 2008), 3rd International Herity Conference
“Observing Cultural Heritage Evaluating the State of Conservation and communicating it to
the Public” (Roma, UNESCO 2010), World Heritage and Sustainable Development
Conference (Cottbus, International Association of World Heritage Professionals, 2011) e
ICOMOS 17th General Assembly & Scientific Symposium 2011 –”“Heritage: Driver of
Development” (Paris 2011).
Contacto: [email protected]
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Territorial Heritage and Development aborda las múltiples relaciones sociales, culturales y
económicas entre patrimonio y territorio. Editada por la prestigiosa editorial Taylor and
Francis, la monografía difunde las contribuciones al Seminario Internacional sobre
Patrimonio territorial y desarrollo sostenible, celebradas en Gerena (Sevilla) los días 17 y 18
de noviembre de 2011, y del Proyecto de Investigación “Patrimonio territorial como recurso
para la integración ambiental y el desarrollo territorial. Análisis comparado” (2007-HUM-
3003).
La integración de los bienes culturales y naturales en los procesos de desarrollo territorial es
uno de los aspectos que de forma más clara han marcado la evolución del concepto de
patrimonio en las últimas tres décadas. Y ello porque, como destacan la mayoría de las
contribuciones de la monografía, ha supuesto un importante avance en la concepción moderna
del patrimonio, entendido no ya como conjunto de bienes de valor histórico-artístico, estético,
arquitectónico o incluso paisajístico, sino fundamentalmente de recursos de enorme
relevancia cultural, identitaria y económica, claves para la caracterización, singularización y
puesta en valor de los aspectos específicos o endógenos de cada territorio.
Territorial Heritage and Development se centra en el análisis de este giro fundamental en la
teoría y la práctica de los bienes culturales, abordándolo desde la perspectiva de su
contribución al desarrollo sostenible, entendido en esta publicación como “el equilibrio entre
la preservación y puesta en valor a largo plazo de los recursos y procesos culturales y
naturales de un determinado territorio”.
Desde el punto de vista de los autores, la instrumentalización de los bienes culturales y
naturales como recursos fundamentales en los procesos de desarrollo supone una concepción
renovada de los mismos, más amplia e integradora, y de la finalidad de su gestión, que ha
evolucionado claramente desde la protección a la puesta en valor. Ello posibilita abordar el
patrimonio desde diversas disciplinas – geografía, arquitectura, planeamiento, sociología,
medio ambiente, arqueología-, que aportan contribuciones específicas y novedosas a
cuestiones clave en la doctrina internacional en la materia. Entre ellas destacan los análisis
estructurales y escénicos del paisaje como elemento definidor del territorio, la aproximación a
su interpretación y puesta el valor como elemento clave que posibilita y hace perceptible la
interrelación entre la dimensión tangible e intangible del patrimonio, o el estudio de nuevas
masas patrimoniales transversales caracterizadas precisamente por su amplitud y enorme
riqueza territorial, cultural y natural, como sucede en el caso del patrimonio agrario.
Estos aspectos teóricos, tratados en la primera parte de la publicación, se complementan,
además, con estudios de caso de tres continentes, que presentan un gran interés al reflejar la
materialización de los avances conceptuales y analíticos en iniciativas específicas, como las
realizadas en Cantabria, el Norte de Marruecos o Valdivia.