"El Brillo de Agalma" Danielle Arnoux y "La noción de valor en la antigua Grecia" Louis Gernet

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    acateREVISTA DE PSICOANLISIScole lacanienne de psychanalyseNmero 1 / Montevideo 2008.

    ISSN: 1510-2289

    Redactor responsable:Jos Assandri Pablo de Mara 940

    Comit EditorialMara Teresa ArcosJos Assandri (Direccin)Amelia CastaolaGustavo CastellanoDiego Nin

    Primer LectorGuy Le Gaufey

    Diseo e ilustraciones: MacaGrabados extrados de Tabulae anatomicae e celeberrimo pictore Petro Berrettino CortonensiDelineatae Pietro (Berrettino) daCortona (1596-1669), publicadopor Fausto Ameideo, Roma, 1741.

    Impresin: Grfica Don BoscoEdicin amparada en el Decreto218/996 (Comisin del Papel) Depsito legal: 343.290

    Por contactos con cate:[email protected]

    ndicela psicopatologa revisitadaPresentacin / 3

    TemaLa inquietante actividad del diagnstico / 7

    Mara Teresa ArcosMe parece que no soy m mismo / 27

    Gustavo CastellanoPsycopathos del logos / 42

    Sandra FilippiniIn corpore freudiano / 58

    Marta IturrizaLa saga del fetichismo / 68

    Jos AssandriPsicopatologizar o psicoanalizar / 85

    Raquel Capurro

    LenguajerasDe un Antonin que se Artaud de Carroll / 105

    Gonzalo PercovichUna lengua toda flica / 125

    Marie-Claude Thomas

    Actualidad analticaLa espiritualidad es un ejercicio para el psicoanlisis? / 133

    M. Amelia Castaola

    Lo que se leePDM: La dilucin del psicoanlisis / 149

    Diego NinLa ferocidad del concepto / 154

    Jos AssandriLa carambola de Lacan / 163

    Sergio CampbellPsicoanlisis y criminologa / 170

    lvaro lvarez

    DocumentosEl brillo de agalma / 175

    Danielle ArnouxLa nocin de valor en la antigua Grecia / 198

    Louis Gernet

    FronterasUn lugar de resonancia / 198

    Katherine Jerkovic

  • Revisitada no alude a un amable reencuentro con algo conocidoluego de una ausencia. No es posible traducir de ese modo el tr-mino ingls revisited que lo suscita, aunque es viable recurrir alpoeta portugus Fernando Pessoa para dar el tono del asunto. Oms precisamente, al poema de lvaro de Campos Lisbon revisi-ted (1926). Un ttulo en ingls y unos versos en portugus mues-tran las dificultades de pasar de una lengua a otra.

    Outra vez te revejo,Cidade da minha infancia pavorosamente perdidaCidade triste e alegre, outra vez sonho aqu

    Eu? Mas sou eu o mesmo que aqui vivi, e aqui voltei,E aqui tornei a voltar, e a voltar.E aqui de novo tornei a voltar?1

    No slo la ciudad no es la misma, tampoco lo es el visitante. Nosera necesario andar mucho para demostrarlo, porque cada lectordebe ya haber hecho esa experiencia. Tampoco es necesario andardemasiado para ubicar un cierto parentesco entre revisited y el tr-mino alemn Unheimlich. Aquello que pudo haber sido familiar(Heimlich) muestra aires de inquietante extraeza, como se estilatraducirlo. Esa inquietud tambin afecta a quien hace el recorrido,acaso sigue siendo l mismo?

    1 lvaro de Campos,Lisbon revisited, Otra vez vuel-vo a verte,/ciudad de mi infanciapavorosamente perdida/Ciudadtriste y alegre, otra vez sueoaqu/Yo? Pero, soy yo elmismo que aqu vivi y aqu vol-vi,/y aqu volvi a volver y a vol-ver,/ y aqu de nuevo ahora havuelto a volver?

    presentacin:

    la psicopatologarevisitada

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  • Este nmero uno de cate recoge una serie de ponencias que ennoviembre de 2007 formaron parte de un coloquio bajo el ttulo Lapsicopatologa revisitada. Revisitar el territorio de la psicopatologaha sido una empresa a la que la cole lacanniene de psychanalysese aboc durante los aos 2006 y 2007. Ms all o ms ac de lasactividades realizadas en Pars, Mxico o Montevideo, la psicopa-tologa en general provoca desasosiegos en el analista. Y quienes seconsideran a salvo utilizando la psicopatologa como si fuera elplano de una ciudad, muy rpidamente se topan con callejones sinsalida, con desvos, con lugares imposibles de mapear. Los mapasno son ms que una metfora.

    El diagnstico se presenta muchas veces como la brjula que dara ladireccin correcta. Pero La inquietante actividad del diagnstico,de Mara Teresa Arcos, demuestra de qu modo lleg a construirse eldiagnstico de TDAH, sus forzamientos, sus a priori, el objetivo de sudominio. Tampoco la despersonalizacin llega a sostenerse dema-siado como signo o sntoma de algn cuadro psicopatolgico defini-do, como lo muestra Me parece que no soy m mismo, de GustavoCastellano; que adems, pone en cuestin el supuesto origen auto-biogrfico de esa descripcin. Una serie de paradojas habitan lainvencin freudiana. De un lado el mtodo psicoanaltico, que haceobjecin a los cuadros psicopatolgicos, se enfrenta con una psico-patologa producida por el propio Freud, como lo muestra SandraFilippini en Psychopathos del logos. Por otro lado, Marta Iturriza enIn corpore freudiano. El soporte textual del descubrimiento, sealade qu modo el propio texto de Freud incorpora su descubrimientode la sexualidad. En La saga del fetichismo, Jos Assandri explorala continuidad polimrfica del fetichismo y la incesante fabricacinde monstruos a los que se aplican los humanos. Finalmente el Temade esta cate se cierra con el texto Psicoanalizar o psicopatologi-zar, donde Raquel Capurro aplica los lentes de Michel Foucault yde Ian Haking a la diacrona de saberes psicopatolgicos, detenin-dose de modo particular en la histeria.

    Lenguajeras abre su seccin con el artculo de Gonzalo Percovich,Un Antonin que se Artaud de Carroll, minucioso trabajo aplica-

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  • do a la lectura de Carroll, de Artaud, y de la lectura que Artaudhizo de Carroll. Marie-Claude Thomas aborda la cuestin delhablar en lenguas con su texto Una lengua toda flica. Hiptesissobre la glosolalia: pas de duplicit.

    Con La espiritualidad, es un ejercicio para el psicoanlisis?,Amelia Castaola se introduce en el debate que da la nota de laActualidad analtica promovido por la publicacin del libro de JeanAllouch El psicoanlisis es un ejercicio espiritual? Respuesta aMichel Foucault. Hasta dnde es posible considerar que la genea-loga que hace Foucault en La hermenutica del sujeto concierne alpsicoanlisis? Seguramente esta problemtica exigir continua-ciones.

    La seccin Documentos sita un elemento clave para la lectura delseminario La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendidasituacin, sus excusiones tcnicas, con fragmentos del artculo deLouis Gernet, La nocin de valor en la antigua Grecia. Este art-culo lo provey a Lacan de elementos como para que pudieraavanzar en su elaboracin del agalma. Brillo de agalma es el textoque Danielle Arnoux redact para la ocasin de presentar las con-ceptualizaciones de Gernet y el trato que Lacan hizo de ellas.

    Lo que se lee contina con la apuesta a la crtica de libros. En conso-nancia con el tema de la revista, Diego Nin aborda la publicacindel PDM, empresa de una Task Force psicoanaltica que emprende lareconquista de la psiquiatra, en particular la psiquiatra del DSM,pero con la drstica consecuencia de La dilucin del psicoanli-sis. La ferocidad del concepto de Jos Assandri dedica la lectu-ra a parte del libro de Nstor Braunstein, El goce, un concepto laca-niano, fundamentalmente lo que plantea en torno a la psicopatolo-ga. Sergio Campbell, en La carambola de Lacan, lee el libro deFranois Balms Lo que Lacan dijo del ser, texto impresionante noslo por la lectura que hace de Lacan, sino tambin por la posicindel lector. Cierra la seccin una nota curiosa, la de lvaro lvarezPsicoanlisis y criminologa.

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  • Las Fronteras reciben un texto que llega desde la prctica del cine,en el que se ausculta la resonancia, como fenmeno acstico y sim-blico, segn nos dice Katherine Jerkovic en Lugar de resonancia

    Una revista no se trata de un saber establecido, sino de operacionesestrechamente vinculadas con el debate, con generar espacios dediscusin. cate porfa en el desarrollo de ciertas querellas,poniendo a prueba el resultado de los recorridos de estos textos.Algunos tuvieron lugar a partir de citas pblicas como un coloquio;otros resultan de lecturas de ciertos libros; aquellos son productode encuentros con problemticas desprendidas del recorrido deLacan; estos de prcticas que no son indiferentes al psicoanlisis.Que lo que contiene esta revista provoque crtica y discusin. Serbienvenido.

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    # el brillo de agalmaDaniel le Arnouxtraduccin:Amel ia Castaola y Jos Assandri

    documentos

  • Para hablar del gran enigma del amor de transferen-

    cia1, en 1960-1961, Lacan se sirve de El Banquete

    de Platn2. Su comentario de ese texto monumen-

    tal3, gira entorno de la palabra agalma que se nos

    dice ser eso que Scrates, especie de sileno hirsuto,

    encierra4. En efecto, Alcibades compara a

    Scrates con esos silenos esculpidos que se

    encuentran en los talleres de los escultores (her-

    moglupheioi, este trmino designa a los artesanos

    fabricantes de Hermes), especies de cajas que se

    abren por adelante y contienen agalmata de los

    dioses5. Agalma, en El Banquete, designa as el

    valor incomparable de Scrates, el objeto inalcan-

    zable del deseo de Alcibades. Alcibades perci-

    bi, al interior del hombre entreabierto, bajo la

    mscara de la legendaria fealdad socrtica, im-

    genes divinas, maravillosas, de oro, imgenes de

    grandeza, algo extraordinario que llama agalmata,

    en plural6. Desde entonces, quiere poseerlas.

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    1 Jacques Lacan, Le transfertdans sa disparit subjective, sa pr-tendue situation, ses excursionstechniques, sesin del 11 de enerode 1961, version stcriture, p. 85. Ellector puede consultar la traduccinde la versin no crtica de Miller, Latransferencia, Paids, Buenos Aires,2004, p. 115. 2 Platn, Le Banquet, introduc-cin y notas de Luc Brisson, Paris, G-F Flammarion, 1998. Hay distintasversiones de El Banquete en espaol. 3 Lacan, Le transfert, 16 denoviembre de 1960, stcriture, p.13. En Paids, p. 25.4 Ibid. stcriture, p. 119;Paids, p. 1605 Lacan hace notar que esosobjetos no han llegado hasta nos-otros, que no se los encuentra en losmuseos.6 El Banquete, 215b, 216 e,222a.

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    Antes de Lacan, Rabelais evoca este episodio de

    El Banquete al principio del prlogo de Garganta,

    invitando a su lector a romper el hueso para

    alcanzar la mdula sustancial. Intil decir que

    an no estamos en eso. Cmo captarla? El objeto

    del deseo es tambin el objeto del fantasma.

    Lacan, por su parte, engancha ah una verdadera

    nocin analtica. Ahora bien, su auditorio no

    haba todava nunca escuchado hablar de agalma.

    Con este trmino griego, virgen en cuanto al

    empleo en psicoanlisis, Lacan construye un enig-

    ma que puede guardar su hermetismo, el tiempo

    que sea necesario. Y no aportar de inmediato

    ninguna luz agregar que se trata de un objeto par-

    cial, puesto que esta nocin de objeto parcial es,

    tambin, en esa poca, una novedad.

    E L O B J E T O S U R R E A L I S T A

    El recurso al diccionario griego-francs de Anatole Bailly no dilucidamucho ms el misterio puesto que, si en el primer sentido de agalma,se encuentra: 1.- adorno, ornamento, la pregunta persiste: Porqu, con

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    qu se adorna, por qu adornarse, y con qu?7 Se lee luego: 2.- obratrabajada con arte, ofrecida a un dios y puesta en su templo, de donde ofren-da a los dioses, imgenes del dios, trpode; luego: 3.- estatua, imagen,monumento. Y la mayora de los traductores de El Banquete eligen, enefecto, traducir los agalmata theon como imgenes de los dioses. Pero nose trata de una estatua que sera una simple imagen, una reproduc-cin, puesto que aunque parezca tratarse de dioses, si miraran de cerca,se daran cuenta de que se trata siempre de otra cosa8. Icono o dolo, laimagen de la divinidad ser o no ser aceptada por el dios que lahabita, y ah la tienen dotada de un poder oculto, benfico o malfi-co. Agalma lleva el acento fetiche del objeto. A propsito del fetiche,Lacan desplaza por un instante la poca y el lugar de su estudio.Propone entonces una analoga con algunos dioses fetiches de pue-blos del recodo del Nger, dando lugar a representaciones sin forma,objetos sobre los cuales se vierten distintos lquidos, ms o menoshediondos, que van de la sangre hasta la mierda. Hoy en da, encon-tramos esos objetos en el museo de Quai Branly9. Lacan poda haberobservado fotografas de esos extraos animales africanos en elnmero 2 de Minotaure. La misma revista en que, en la publicacinsiguiente 3 4, en 1933, figurar el artculo Motivos del crimenparanoico de un tal Jacques Lacan. Y adems, la misma donde enuna encuesta iniciada por Andr Breton y Paul Eluard preguntaban:Puede Ud decir cual fue el encuentro ms importante de su vida?Hasta qu punto ese encuentro le dio, le da la impresin de fortuito, denecesario? Resulta divertido imaginar que el 1 de febrero de 1961,Lacan respondi a esta pregunta planteada por sus amigos de anta-o: les voy a decir que, sin poder precisar con exactitud la fecha, mi pri-mer encuentro con agalma es un encuentro, como todos los encuentros,imprevistos... para, al final, resumir:

    [agalma] es un objeto inslito, para decirlo todo, es ese famosoobjeto extraordinario que est muy en el centro de toda unaserie de preocupaciones, an contemporneas -no necesito evo-car ac el horizonte surrealista.10

    Antes de esta evocacin del famoso objeto de los surrealistas, obje-to de discordia11, Lacan recurri a la etimologa, aunque teida defantasa. La raz va tanto hacia el verbo admirar, y su correlativo

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    7 J. Lacan, Le transfert,1er defebrero de 1961, stcriture, p. 120;Paids, p. 161.8 Ibid. stcriture, p. 124;Paids, p. 166.9 Se puede apostar a que esenuevo contexto haya neutralizado oincluso destruido sus poderes.10 J. Lacan, Le transfert, stcri-ture, p. 126; Paids, p. 169.11 bello como el encuentrofortuito sobre una mesa de diseccinde una mquina de coser y de unparagas. Conde de Lautramont,Les chants de Maldoror. Man Rayilustr este fragmento con un graba-do.

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  • estar celoso, como hacia el sentido de brillante, la idea de destello.

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    Pero la exploracin de la nocin en Grecia, lo lleva sobre todo aconsultar pasajes de la literatura donde agalma funciona en diver-sos contextos. Primero el verso 458 de Hcuba de Eurpides, dondeLacan dice haberlo encontrado12. La mujer de Pramo se lamentadespus de la toma de Troya. Se pregunta dnde va a ser llevadaen cautiverio. A Delos, esa isla brillante donde se encuentra unapalmera sagrada que es un agalma? El coro evoca entonces esa pal-mera de Delos, surgida de la tierra para permitir que la bellaLatona, perseguida por los celos de Hera, se abrazara para traer almundo sus hijos, Artemisa y Apolo. Especie de monumento cle-bre en el mundo antiguo, dinos, agalma dias, el agalma del dolorde la diosa, ese objeto mgico erguido est marcado con signosdivinos.

    En la misma tragedia, la hija de Hcuba, Polixena, debe ser inmo-lada a los manes de Aquiles a fin de que an muerto, este hroetenga su parte del botn. La joven se presenta ante los verdugosgriegos descubriendo su pecho; el mensajero, que en el verso 561cuenta la escena, precisa que ese pecho se parece a agalma. Se tra-duce a menudo que parece ser de mrmol. Se trata de la perfeccinde la estatuaria, por supuesto, esos senos estn hechos con unmolde, dice Lacan, pero no es a leer en un sentido ertico, esossenos son bellos como senos de ex-voto13, son una ofrenda decarcter sagrado.

    Otros dos ejemplos, citados por Lacan, donde una ofrenda concarcter sagrado es llamada agalma, vienen de la Odisea. En el cantoIII, se ofrece un sacrificio a Atenea. El orfebre Laerkes fabric undecorado de hojas de oro incrustadas en los cuernos de la terneracon el fin de que la diosa se alegrara al ver la ofrenda (agalma)14. Elotro caso es el del clebre caballo, introducido en la ciudadela, obje-to inslito, si los hay. Los troyanos no saban qu decidir: o bienagujerear la madera hueca con el bronce implacable, o tirarlo de la roca

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    12 Est en un verso de Hcubade Eurpides que me impact hacealgunos aos y comprendern facil-mente porqu. Era sin embargo unpoco antes del perodo en el queintroduje ac la funcin del falo, enla articulacin esencial que la expe-riencia analtica y la doctrina deFreud nos muestran que hay entre lademanda y el deseo., J. Lacan, Letransfert, 1er de febrero de 1961,stcriture, p. 123; Paids, p. 165.13 Esta expresin se hizo famo-sa cuando la primera edicin deSeuil (1991) mantuvo el error orto-grfico de la estenotipista: saintsdex-voto (santos de ex -voto)14 Eurpides, Hcube, verso438.

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  • empujndolo hasta la cumbre, o respetarlo como una ofrenda propiciatorio(agalma) a los dioses15. La idea es la misma, es el encantamiento, setrata de llamar la atencin divina. Es, dice Lacan, una trampa paradioses16. Fascinacin y admiracin, son parte de la cita, cuando unobjeto tan mgico llega al campo donde brilla.

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    Doce aos antes del seminario de Lacan, Louis Gernet dedic unmagnfico estudio de antropologa a La nocin mtica del valor enGrecia17; ste abarca fundamentalmente la funcin de agalma en elperodo arcaico. Filsofo y socilogo al mismo tiempo que helenis-ta, amigo de Marcel Mauss, Gernet es el primer helenista y el nicoen haber problematizado la nocin de agalma. Lacan, que se refierecon agrado al Ensayo sobre el don de Mauss, conoca ese textopionero? No pronuncia nunca el nombre de Gernet y no utiliza nin-guno de los ejemplos citados en el artculo. Lo habra ledo en el 48y su descubrimiento posterior sera una reminiscencia o una crip-toamnesia? Gernet, por su lado, no se interesa en los usos metaf-ricos de agalma en El Banquete de Platn. Su estudio concierne usosms antiguos donde los agalmata circulan como objetos de inter-cambio. Sin embargo, sus elaboraciones siguen siendo fundamen-tales para abordar la nocin lacaniana de agalma. Gernet sita pri-mero la nocin de valor en el sentido econmico, en lo que el llamaun estado premonetario, que precede inmediatamente a un estadode pensamiento abstracto. Pero el valor acordado a algunos objetos(agalmata) es anterior a esta funcin econmica.

    Primero nos consta en el uso lingstico. Hay una palabra queimplica la nocin del valor en sus ms antiguos empleos; es lapalabra agalma. Puede referirse a todo tipo de objetos en elsentido de precioso se refiere a veces incluso a seres humanos.Expresa con harta frecuencia una idea de riqueza, especialmentede riqueza noble (hay caballos que son agalmata). Es inseparableotra idea sugerida por una etimologa bastante perceptible: elverbo agallein del que se deriva significa a la vez adornar y hon-rar []. Conviene aadir que, en la poca clsica, qued fijo conel significado de ofrenda a los dioses, especialmente esa ofrendarepresentada por la estatua de la divinidad.18

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    15 Homero, Odisea, Canto VIII,verso 509. 16 J. Lacan, Le transfert,1 defebrero de 1961, stcriture, p. 126;Paids, p. 168.17 Louis Gernet, La nocinmtica del valor en Grecia, original-mente publicado en Journal depsychologie, t. XLI, octobre-dcem-bre 1948, p. 415-462; en Antro-pologa de la Grecia Antigua, Taurus,Madrid, 1980, pp. 85-122.

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  • Los objetos de ofrenda estn investidos de una dimensin religiosa,y en el derecho criminal, el mayor sacrilegio consiste en apropiarsede bienes sagrados, trpodes, vasijas, joyas en tanto que agalmata.

    Como lo indica el ttulo del artculo, la nocin de valor funcionaparticularmente a nivel de la representacin mtica, y para dar cuen-ta de ella, Gernet cuenta leyendas. Lacan tambin, ms all de ElBanquete, declin apariciones de agalma en contextos literarios (epo-peyas o tragedias). En los ejemplos de Gernet los objetos preciososjuegan un papel central y parecen animados de un poder propio. Elvalor que vehiculizan puede ser positivo o nefasto.

    La primera leyenda es la del Trpode de los Siete Sabios. Enresumen, se trata de una recompensa a atribuir al ms sabio. Ella esprimero otorgada a Tales; Tales la cede a otro que reconoce como mssabio; ste la cede a un tercero, y as sucesivamente, hasta que el obje-to, de manos del sptimo, vuelve a Tales que lo ofrece entonces aldios Apolo. Esta historia, de la que han proliferado variantes, encie-rra un valor moral. En varios de esos relatos el objeto tiene una his-toria reconocida: fabricado por Hefestos, encontrado en el mar, rega-lo de casamiento, en manos de Helena Puede tener una eficaciamisteriosa, causa de disputas y combates. La posesin de un agalmapuede estar en relacin con el establecimiento o la reivindicacin deun poder religioso, o puede tener una significacin poltica.

    La historia del collar de Erifila es el ejemplo ms tpico del podermalfico del objeto precioso. Las variantes de esta serie hacen valerla fuerza coercitiva del don, segn la expresin de Mauss. Hay queocuparse desde el momento en que el objeto entr en la casa.

    En El anillo de Polcrates, el tema clave de la historia es el de ladestruccin de riquezas. Polcrates, de quien la felicidad sin som-bras es una provocacin para los celos de los dioses, recibe el con-sejo de despojarse de el objeto que tiene para l mayor valor. Serentonces un anillo del que se desprender con gran ceremonia. Esteobjeto no debe volver nunca ms a este mundo. En una versin dela historia en la que el anillo se vuelve a encontrar, eso toma valorde ordalas, el don que no fue aceptado es un presagio funesto.

    Los agalmata provienen de otro mundo al que deben retornar,freno de oro de Pegaso, vellocino de oro, flecos de oro de la gida

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    18 Ibid., p. 89.

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    de Atenea, via de oro plantada por un dios y ofrecida por Pramoa su hermana para obtener la ayuda militar de su yerno, etc.

    Las representaciones de valor y el objeto precioso se producen enocasin de comportamientos sociales que las leyendas aqu elegidasayudan a restituir. Gernet deduce paralelismos o constantes:

    la prctica del don en determinados momentos de la vida social,el gasto y, en ocasiones, la destruccin de riqueza con fines deprestigio, de investidura o de expiacin, el funcionamiento deuna autoridad cuya misin consiste en promover mgicamen-te la prosperidad general. 19

    La nocin misma de valor es mtica en cuanto al modo de pensa-miento. Esta concierne tanto a la economa como a la religin, lapoltica, el derecho, la esttica. La idea de agalma est en relacincon teras: excepcional, maravilloso, aterrador, aparicin maravillo-sa con una eficacia sobrenatural relacionada con un signo. La ideade fuerza religiosa es fundamental en la transposicin mtica deagalma. El agalma de Gernet (como el de Platn) se encuentra enrelacin con el campo de lo sagrado.

    Bien que la invencin de la moneda funcione gracias a unanocin abstracta del valor,

    hasta el punto preciso en que fue posible su creacin, sigui per-petundose un pensamiento mtico. Lo que nos permite com-prender que existe en el valor y, por consiguiente, en el mismosigno que lo representa, un nudo irreductible a lo que se llamavulgarmente con el nombre de pensamiento racional.20

    Es este ncleo irreductible para el pensamiento racional que interesaa Lacan en la nocin de agalma. Hago esta hiptesis. En Platn,vemos surgir mitos para suplir a la hiancia de lo que no puede ser ase-gurado dialcticamente21. Lacan hace notar incluso que en ausenciade conquistas experimentales desarrolladas estos mitos toman el rele-vo en campos en los cuales nosotros podemos prescindir22. Esto noimpide que en el hilo de su comentario de El Banquete invente, lmismo, un mito para su propio uso al hablar del amor. En losAntiguos Griegos, los dioses existen. Lacan los sita en sus catego-ras, los dioses de Grecia estn en el real23.

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    19 Ibid., p. 117.20 bid., p. 122.21 J. Lacan, Le transfert, op. cit.,18 de enero de 1961, stcriture, p.107; Paids, p. 143.22 Idem. 23 En la literatura actual, segui-da por el cine, un gnero en plenaexpansin llamado hroic fantasy,ms bien de origen anglosajn,como su nombre lo indica, toma suencanto de una moderna promocinde agalmata contemporneos, ofuturos, puesto que el gnero fan-tasy es primo de la ciencia ficcin.Los objetos son poseedores de poderes , radiantes del brillo lumi-noso que permiten los efectos espe-ciales ms sofisticados. La ficcinpresupone la existencia posible deotro mundo, el de lo maravilloso.

  • En otras culturas, leyendas fundadoras relatan el recorrido ms omenos inicitico de un hroe en busca de un objeto precioso ymgico, del cual los componentes parecen bien formateados paradarle este valor de agalma: citemos el santo Graal de las leyendasarturianas, o tambin el Ring del Nibelung.

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    Para hablar de la pintura de Mark Rothko, Daniel Arasse se refiereal brillo de agalma. Es formidable, puesto que como Lacan, va apoder significar ese algo inaudito que l percibe. l parte de laluminosidad que emana de la tela en las obras figurativas. Esta es

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  • una metfora del aura, este vapor luminoso que, para losAntiguos, acompaa a los dioses en la tierra. Pero en las telasabstractas, la luz no acompaa ms a la figura. Ella pertenece ala materia del cuadro y su carcter parece ms bien ser el de esebrillo enigmtico que, en la Grecia antigua, emanaba de la agal-ma: objeto precioso que poda ser dado en ofrenda a los dioses,es tambin un medio de intercambio, de transmisiones mticasentre los hombres y los dioses; codiciado por los hombres de losque regula el destino, agalma estaba investido de un brillo quemarcaba su misterioso origen.24

    Arasse cita ah a Gernet. Luego, a continuacin de esta definicin,hace a su vez funcionar la nocin de agalma para describir lo meparece un ejercicio espiritual25, que consiste en una contemplacinde esos cuadros que ms que tomar idealmente el espritu por objeto,lo plantean como un objeto a la espera de una transaccin real:

    Ms que la metafsica cristiana de la luz, el brillo de agalma podracaracterizar la presencia irrepresentable que habita las telas deRothko, y que buscan comunicar en una contemplacin despoja-da de todo obstculo anecdtico, de todo fantasma de idea.

    P L A T N

    Gernet estableci una especie de existencia protohistrica de lanocin de agalma, como una calificacin sostenida por objetosmaravillosos de leyenda. El uso que hizo Platn posteriormente,conserv la nocin mtica del valor sin que fuera necesario que unobjeto est materialmente presente.

    Cuando Platn emplea el trmino de agalma en el Crmides (154c)o en el Fedro (251a, 252a), indica una belleza ideal que hace de unamado llamado semejante a un agalma, el igual a un dios al que sele rinde un culto, se lo adorna, se le celebra sus misterios, se le ofre-ce sacrificios. Pero es a la belleza a la que se apunta con esos cuida-dos, no es ms al muchacho. La misma idea se encuentra en las Leyes(XI, 930e, 931a) y concierne entonces no al amado sino a un viejopariente que puede erigirse como agalma en el corazn del hogar, acondicin de que su poseedor le rinda el culto que le es debido.Las tres apariciones del trmino agalma en El Banquete indican untal valor mtico sucesivamente religioso, moral y filosfico, que

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    24 Daniel Arasse, Anachron-ques, La solitude de Mark Rothko,Paris, Gallimard, 2006, p. 92. 25 Jean Allouch, El psicoanlisises un ejercicio espsiritual?Respuesta a Michel Foucault,Ediciones Literales, Crdoba, 2007

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  • escapa a toda comparacin posible. Puro valor. Se desprende deeso que se trata de algo infinitamente precioso, contenido en el inte-rior, en relacin con imgenes sagradas y encerrando virtudesmgicas o religiosas. Alcibades describe los sntomas producidossobre l por una posesin, una fascinacin. Scrates aparece a susojos como un mago, un hechicero que practicara encantamientos,pero sin instrumento particular. Bajo su mscara de sileno, ellamisma metafrica, Scrates desborda de sabidura. Su atopia, supostura fuera de lo comn, lo pone en relacin con lo divino, undamon le dicta su conducta. Los agalmata de los cuales es el conti-nente, una vez percibidos, ejercen sobre Alcibades el poder inau-dito de hacerlo siervo, a l que es un amo. Alcibades da testimoniode haber cado bajo el impacto de su mandato. Lacan evoca a pro-psito de eso la magia del Che vuoi? 26 Alcibades se declara decidi-do a hacer todo lo que Scrates pida desde que vio lo que llamaagalmata. Pero Scrates niega contener tales objetos. Alcibades,revelando el objeto de su bsqueda, despliega a la vista de todos elhecho de que fue irnicamente engaado por Scrates.

    L A C A N

    En la transferencia que liga los partenaires dispares de un anlisis,Lacan introduce con Alcibades la dignidad del objeto. Agalma sedeclina entonces en el seminario de 1960-1961, alternativamentenombrado objeto a, objeto metonmico, el objeto escondido, el obje-to del deseo, objeto parcial, objeto ncleo, objeto fundamental, obje-to nico. Es precioso, maravilla, perla, tesoro inestimable y, ocasio-nalmente, piedra del escndalo.

    Ser necesario que el agalma sea puesto en el buen lugar. Lacan lle-gar a decir que si el analista coloca su agalma en el paciente, hayentonces contraindicacin para el anlisis27. Y si su presencia vienea otorgar al analista un poder, ser un poder que, precisamente, noejercer28. Lo que adviene de agalma en la continuacin del anlisis,como lo que adviene en la continuacin del camino de Lacan, esotra historia.

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    26 J. Lacan, Le transfert, 1 defebrero de 1961, stcriture, p. 123;Paids, p. 165.27 J. Lacan, Le transfert, 8 demarzo de 1961, stcriture, p. 171;Paids, p. 224. 28 J. Allouch, op. cit., p. 26

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    EipiNota adhesivagalma como objeto

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    # la nocin mtica del valoren Grecia1Louis Gernet

  • Existen funciones mentales, como las del derecho

    y la economa, que a veces olvidaramos que lo

    son en realidad: es porque se ejercen en nuestras

    sociedades segn un mecanismo del que el

    mismo hombre parece ausente. Para reconocer

    con ellas lo que es efectivamente un producto del

    espritu, no se ha de mirar a su estado moderno:

    tienen un pasado cuya verdadera riqueza puede

    quedar en la sombra a causa de una inconsciente

    filosofa de Aufklrung; es este pasado el que sir-

    vi para su elaboracin. Una de las principales

    razones de ser de la historia consiste en restituir

    all donde se pueda -y en la medida en que se

    pueda- esos estados antiguos en que se vislum-

    bran mejor las creaciones humanas: se trata, ante

    todo, de un trabajo de investigacin psicolgica.

    La nocin de valor merece tal vez ms que ninguna otra el que nosentreguemos a este trabajo. La nocin de cuantificacin, tal como laconocemos en su aspecto universal y necesario, parece ser una de lasms universales que existen. Pero en estados que se califican con mso menos acierto arcaicos o primitivos, la cuestin aparece de otromodo: la estimacin que se hace sobre objetos de posesin o de con-

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    1. Journal de Psychologie, t.XLI, oct.-dic. 1948, pp. 415-462.

  • sumo aparece dominada por ideas y sentimientos mltiples, y el pen-samiento atraviesa toda clase de aclimataciones y resonancias. Setrata de un campo de observacin que puede desconcertarnos en unprincipio: razn suplementaria para que lo analicemos mejor. Lanocin de valor que se revela es una nocin global: participa de lo quees objeto de respeto, e incluso de temor reverencial, y que es principiode intereses, de apego o de orgullo, y motivo de aquella admiracinde la que haca Descartes la primera pasin primitiva. Tambinsupone, o significa, un talante psicolgico a la vez ms elevado y difu-so que en la humanidad de hoy da; estamos ante verdaderos com-plejos, es decir, ante formas por las que se interesan y en que seencuentran implicadas las facultades clsicas: actitudes mentales ycorporales se hallan asociadas a la idea misma de valor en que a vecesse equilibran una tendencia a la aprehensin y la huida ante la cosapeligrosa, normas de conducta del tipo del don recproco la calificany realzan; los elementos efectivos de que est penetrada se hallanacompaados de imgenes cuya ndole y funcin propias son objetode especial consideracin; y vemos intervenir, encubiertas probable-mente, pero dotadas de la eficacia de los principios directores, esasrepresentaciones generales que pertenecen a una sociedad, que con-tribuyen a definirla y constituyen para la misma el cuadro necesariode todo pensamiento. Se trata sin lugar a dudas de condiciones parti-cularmente favorables al estudio de la funcin simblica.(pp. 85 y 86)

    En el orden tcnico y econmico hay que sealar que, si bien son obje-tos industriales aquellos que vamos a estudiar, se trata no obstante deuna industria que calificaramos de lujo. Un testimonio indirecto delvalor eminente y singular que hay en ellos lo constituye la imitacinque se hace de los mismos en serie, Ersatz de materia vulgar, cuyoempleo a ttulo de anatema es como un smbolo del smbolo: laarqueologa nos ha dado a conocer cantidades. En contrapartida, staha dado a conocer tambin la reanudacin significativa de la produc-cin y del comercio de la orfebrera en la poca protohistrica. Ms an,las consideraciones de K. Bcher sobre cierto carcter de la industriagriega conservan su fundamento para el perodo as llamado arcaico11.

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    11 K. BCHER, Die Entsteb.Der Volkswirtsch, pp. 50 sq., mues-tra cmo una produccin que serepresenta demasiado fcilmente aimagen de otros medios histricos sedirige, en realidad, a una clientelanoble y restringida, y que los juegos,sobre todo, desempearon un papelprimordial en el renombre de ciertosartculos.

  • En el plano religioso, sabemos que los agalmata estn destinados demanera especial a ser objetos de ofrenda: en Homero, en quien lapalabra no tiene todava el sentido propio de ofrenda, se aplica,curiosamente, a los objetos preciosos que se utilizan espontnea-mente en esta funcin. Existe una forma de comercio religioso conparticular inters para nosotros: al mismo tiempo que la idea devalor se halla realzada -y especializada12-, la vemos tambin aso-ciada a la de generosidad suntuosa e incluso aristocrtica, puesAristteles la atribuye todava a una clase para la que tiene especialvalor aquello de noblesse oblige. No olvidaremos, por otra parte,que este gnero de riquezas, en cuanto propiedad de los dioses,sigue siendo una categora bien definida en la poca clsica: elsacrilegio es algo distinto del robo o del desfalco de bienes perte-necientes a la divinidad; es un delito especial e irremisible; es el queconsiste en poner la mano encima de una especie ms venerable debienes sagrados, en que puede reconocerse fcilmente la mismaserie de los agalmata -trpodes, jarrones, alhajas, etc.(pp. 89-90)

    Constatamos que los objetos preciosos figuran en las leyendas eincluso desempean en ellas, si se puede hablar as, un papel cen-tral, pues no dejan ni un solo momento de estar animados por unpoder propio. Sabemos que esto no es algo exclusivo de Grecia.Pero es digno de notarse que este modo de imaginacin est atesti-guado sobre todo al nivel mismo en que tomamos la nocin devalor, es decir, en el estado premonetario que precede inmediata-mente a un estilo de pensamiento abstracto. Existe una posibleenseanza que sacar de ah; en todo caso, tenemos un buen mate-rial para analizar.

    No hay un mtodo especial para analizarlo. Basta con leer histo-rias. Pero estas historias suponen o sugieren ciertas actitudeshumanas: conviene tenerlas en cuenta si queremos no desbaratar. Yuna historia llama a otra: hay semejanzas que no conviene dejarescapar a priori por fobia a la comparacin arbitraria. En el fondo nose hace sino abogar por la idea de que una mitologa es una especiede lenguaje. Ya se sabe cmo funcionan los significantes en una

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    12 La prctica del anatemaaparece a un cierto nivel de vida reli-giosa, relativamente reciente (LAUM,o. c., pp. 86 sq.): Laum la relacionacon la nocin de una personalidadpermanente en los dioses, en oposi-cin a la concepcin de losAugenblicksgtter a quienes convie-nen las ofrendas consumibles; nospodemos preguntar si no es inversadicha relacin; de hecho, se da pro-greso de la objetivacin en los dosplanos a la vez, en el de la prcticacltica y el de la representacin delos seres divinos.

  • lengua16: inspirndonos un poco en la leccin de los lingistas, dire-mos que se ha de tener en cuenta, por una parte, conexiones que exis-ten entre los elementos o momentos de una misma historia (y quepodemos imaginar a veces tanto ms profundos cuanto que su raznde ser no aparece al primer vistazo y parece incluso escaparse a vecesa los relatores); por otra parte, asociaciones en virtud de las cuales unepisodio, un motivo o una imagen evocan una serie similar.Conexiones y asociaciones que pueden ayudar a comprender -encierto sentido de la palabra. Pero no conviene apresurarse.(pp. 90-91)

    E L T R P O D E D E L O S S I E T E S A B I O S

    Tomemos primero por comodidad una historia que se consideracomo tal, que pone efectivamente en escena a personajes histricos,que por hiptesis no es anterior al siglo VI y que para colmo afectaese tono razonable y edificante propio de la poca. Apenas si reco-noceramos en la ficcin la existencia de una leyenda: el cuentoparece inventado sencillamente para ilustrar un ideal de sabidura.Se trata sin embargo de una leyenda por la persistencia de ciertasnociones o imgenes tradicionales y por el fondo mtico que con-serva ms o menos dcilmente, segn los autores, pero sin el que elrelato perdera todo el inters afectivo y potico que le pertenece delleno. Nos invita al menos a descubrir desde ahora ciertos elemen-tos que tendremos la ocasin de volver a encontrar ms tarde.

    Nos es conocida sobre todo gracias a Digenes Laercio, que parececomplacerse en enumerarnos un buen nmero de versiones. Constaque las variantes proliferaron hasta una fecha bastante reciente den-tro de una tradicin que, por cierto, tiene unos orgenes bastanteremotos: la mayora de los autores citados por Digenes son del sigloIV, pero los elementos que utilizan parecen antiguos y, aunque hubie-ran sido inventados, lo seguiran siendo al menos en el espritu ima-ginativo de la leyenda: esto nos basta. Digamos a grandes rasgos quese trata de una recompensa que se concede al ms sabio y que esconseguida sucesivamente por cada uno de los Siete, cuyo catlogoms o menos variable se transmiti durante toda la antigedad. Esta

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    16 Cfr. F. de Saussure, Coursde linguistique gnrale, pp. 170 ysq. (relaciones sintagmticas y rela-ciones asociativas).

  • recompensa es tan pronto un trpode como una copa o un vaso deoro. Las ms de las veces aparece adjudicado a Tales, el cual la cede aun tercero, y as sucesivamente, hasta que dicho objeto vuelve demanos del sptimo a Tales quien lo consagra al dios Apolo. En cuan-to a las circunstancias o enfoque, hay que mencionar en primer lugarel hecho de que, de manera ms o menos expresa y sin que los datosgenerales lo necesitaran, el trpode o el vaso son considerados comoun premio concedido al final de un concurso -concurso de sabidu-ra o tambin de felicidad- (por transposicin de la idea general derivalidad). El esquema que se aplica espontneamente es el de losJuegos, que sabemos que son uno de los cuatro preferidos en que sesita socialmente la imagen del objeto precioso. Hay otro esquema,tambin de corte social, pues se combina bastante bien con el prece-dente. Existen donaciones sucesivas por las que el objeto pasa demano en mano: el texto de Plutarco es particularmente rico con res-pecto a los usuarios y a la moral del don: los trminos de cesin(cesin que implica un cierto respeto), de generosidad noble y decirculacin conviene retenerlos de manera especial. Otra nocin deno menor importancia es la de transmisin circular, que en Plutarcoreviste una expresin concreta y casi pleonstica. Los Siete forman ungrupo (su mismo nombre es ya significativo); la tradicin los asociaadems en un banquete: el banquete -que es en las usanzas de laleyenda el lugar ideal para las generosidades, los contratos y losdesafos- constituye, por excelencia, el cuadro de una circulacin, lade la copa, y con ella, la de las saludes (o del buen provecho), queson ofrecimientos. En la historia del trpode de los Siete Sabios estlatente una representacin tradicional. El objeto como tal tiene valorsingular emparentado con el valor religioso: finalmente (y como sieste valor se hubiera acrecentado por el hecho mismo de la circula-cin), el trpode es consagrado a un dios. Desde muy pronto figura enuna versin bastante interesante como un objeto religioso de un tipoconocido: un orculo ha recomendad enviarlo a casa de un sabio21-lo que hace pensar en la prctica cltica de la detencin sucesiva desacra entre las manos de determinados personajes calificados.

    Estas resonancias y paralelismos hacen presentir una representa-cin mtica. El objeto tiene en varias versiones una historia, por no

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    21 Curiosamente calificadocomo sabio de antiguo cuo, y enconcreto como adivino inspirado.

  • decir un estado civil, como ocurre a menudo en Homero con respec-to a los objetos de valor: es divino en el punto de partida por habersido fabricado por Hefaistos, invento banal y que es casi un lugarcomn en la Saga. Pero hay tambin elementos ms tpicos. Cuandoel objeto es un trpode, la opinin corriente es que ha sido hallado enel mar y trado en las redes de un pescador. Se impone hacer aqu, noobstante, una comparacin, que ya se hizo por cierto: no slo es elmar el elemento que trae o rechaza al dios, al muerto promovidohroe, al hroe nio (con el cofre en que fue depositado), sino queadems es en unas redes de pescador en las que se descubren o sal-van milagrosamente seres divinos u objetos de virtualidades mgi-cas: como ocurre con el joven Perseo y su madre Dnae expuestos enun arca: o con Tlefos y su madre Aug en una leyenda paralela; ocon el omoplato de Plope, parte eminente de las osamentas heroicasrequeridas para la toma de Troya; o tambin con una estatua anima-da, sucesivamente maldecida e impuesta a la devocin popular.Notemos adems que esta imaginacin mtica est, en nuestra histo-ria, en relacin y oposicin con otra, al menos segn una versin msnutrida que la tradicin presente; el trpode, en su origen regalo debodas de los dioses, transmitido por esta razn a la familia de losPelpidas y detenido finalmente por Helena, fue arrojado por sta almar conforme a un antiguo orculo; fue redescubierto milagrosa-mente slo cuando expir un plazo previsto.

    Las orientaciones mticas del objeto precioso aparecen, pues, demanera inmediata y como espontnea en la historia moralizante delos Siete Sabios. Ello no obsta para que el objeto sea concebidocomo algo que encierra un valor positivo y que comporta esa utili-zacin social caracterstica de la fase premonetaria. El trpode y lacopa se encuentran entre los ejemplares ms tpicos de la serie quehemos observado. Adems de intercambiable, son equivalentes enla representacin legendaria; slo que el trpode fue perdiendo laprioridad en las asociaciones mticas a favor de la nueva direccinms propicia a la copa de oro. sta no aparece solamente comoobjeto de escasez, signo privilegiado de riqueza en un medio deeconoma continental an pobre. La iniciativa del rey de Lidia, queorganiza el concurso, anuncia en la versin de Euxodo de Cnido la

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  • utilizacin de este tipo de objetos, y sobre todo de la copa, en losalbores del mercantilismo contractual.

    La historia del trpode de los Siete Sabios permite ver que exis-ten en cierto modo dos polos en la representacin legendaria delagalma.

    Esta revisin de los significados mticos que se pueden hallar en lamismsima historia no estara completa si no sealramos un ele-mento aparentemente adventicio.

    Antes de ser atribuido a uno de los Sabios, el trpode suele ser obje-to de una discusin que acaba en guerra entre las ciudades. Esteepisodio no es necesario; la problemtica general podra prescindirde l. Y sin embargo forma cuerpo con la historia, como indica undetalle bastante revelador: Helena, al arrojar el trpode al mar, pre-dijo que sera ocasin de peleas. Por eso aparece dotado de una vir-tualidad misteriosa: ejerce, en el sentido preciso de la palabra, uninflujo nefasto. Es legitimo pensar que si el tema, de poca utilidadpara la historia, arraig profundamente, es porque perteneca a lanocin misma de objeto precioso.

    Hay algo ms, que slo mencionaremos de pasada. Siempre se tratade manera especfica del trpode, mientras que las versiones en quefigura la copa no contienen este elemento. Habra, pues, una afini-dad especial entre el simbolismo conectado con el trpode y un atri-buto esencial de la nocin mtica de valor. De hecho, el tema de ladiscusin del trpode queda ilustrado por una famosa leyendaque enfrenta a Heracles con Apolo. El trpode en cuestin es el deDelfos: la posesin de un agalma puede por tanto estar en relacincon el establecimiento o reivindicacin de un poder religioso. Lolgico es que sta puede tener por ello mismo un significado pol-tico: un trpode entregado a los Libios o a los Hilenos por losArgonautas asegura a estas poblaciones la pacfica posesin de suterritorio.

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  • Los simbolismos de una misma imagen podrn tener para nosotrosdirecciones diferentes; sin embargo, se hallan perfectamente com-binados en la representacin mtica.(pp. 91-94)

    El encontrar una nocin antigua de valor ilustrada por la tradicinlegendaria, no debe extraarnos en absoluto, ya que es ella mismamtica en cuanto al modo de pensamiento. Lo que significa, antesque nada, que se hallan confundidas nociones diferentes o, msexactamente, cosas que aparecen en el desarrollo como funcionesdiferenciadas: dicha nocin tiende a ser total, interesndose almismo tiempo por la economa, la religin, la poltica, el derecho,la esttica No est, sin embargo, prohibido el reconocer en todoello una especie de pensamiento, ya que se han ido reconociendopaulatinamente sus distintas vertientes. Se puede intentar precisarlas nociones con que se encuentra relacionada la idea de agalma, yde qu tipo de relaciones se trata.(p. 117)

    En resumidas cuentas, se puede reconocer la idea de fuerza religio-sa como algo fundamental en la transposicin mtica de agalma.Ms an, ste se suele encontrar en estrecha relacin con todo loque es sagrado; se representa incluso siguiendo los mismos esque-mas del pensamiento religioso. Como la imagen de tesoro es encierto modo algo equvoca, la idea de la cosa escondida se configu-ra, con relacin a los objetos preciosos, sobre la sugerida por laprctica del culto. [] Por otra parte, la imagen del agalma est amenudo en contacto con cosas propiamente religiosas; puede apa-recer asociada a la de los instrumentos del culto, recabando de estaasociacin parte de su prestigio. La copa, que aparece con tanta fre-cuencia en la leyenda, es generalmente designada con el nombre defial o copa de libacin. Los tejidos que figuran entre los agalmatatienen un destino cltico que se remonta a muy lejos: es posible quelos juegos en los que sirven de recompensa todava en la edad his-trica, sean los herederos lejanos de justas tribales; en cualquiercaso, los intercambios de vestidos entre ambos sexos, corrientes enalgunas fiestas, son un arcasmo bastante instructivo; la ofrenda del

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  • peplo a diosas, que parece ser una prctica organizada desde muyantiguo, es al mismo tiempo un rito en que aparece marcadsima laespecializacin cltica del objeto. (p. 118)

    Existe, pues, algo parecido a una virtualidad de orden religioso, liga-da al objeto precioso en general. Pero la imaginacin de los agalmatase halla orientada en un sentido definido, se da en ella un principiode seleccin y, si se quiere, de libertad. Posee un mbito propio, encuanto que los objetos evocados en la representacin mtica son, apesar de todo, objetos manejados corrientemente y que, por lo gene-ral, circulan. Se puede apreciar igualmente una idea singular delvalor, en que predomina, cmo no, un elemento esttico: dicha ideaaparece en primer plano en una historia como la de Enalo. Existentraspasos que han colaborado en ello. El mito ha permitido reco-nocerlos a veces y la prctica social permite otras veces constatar sumecanismo y su virtualidad: al don de sustento, principio de comu-nin entre iguales o entre jefe y compaeros se sobreaade el donde agalmata (una copa de oro es el complemento ideal a un buenprovecho), pudiendo incluso ser su sustituto. La relacin entre lascosas religiosas aparece, por otra parte, invertida: un objeto no tienevalor slo por ser de uso religioso, sino que es por ser precioso por loque puede ser consagrado. De ah el empleo en el mito de ciertasimgenes que son en un principio smbolos de riqueza y nada ms.La larnax, el arca en que encierra Atreo el cordero de oro, es el mue-ble que sirve para conservar los vestidos y objetos preciosos; el oro,el instrumento tpico de las exposiciones de hroes nios o inclusode dioses. No parece que el trpode tuviera por s mismo originaria-mente significados clticos. Es precisamente agalma en su sentidoms antiguo y, por tanto, objeto de don; a continuacin fue objeto deofrenda: fue en un segundo tiempo cuando se le debi asociar alpoder proftico de Apolo, pudiendo ya entonces, como smbolo reco-nocido del dios, seguir su carrera mtica en la iconografa divina. (pp. 119-120)

    Aqu aparece un nuevo hito: los mismos objetos que, hasta en unapseudohistoria, permanecen cargados de potencial mtico, repre-

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  • sentan lo que se llamara con el nombre de signos exteriores deriqueza. Nocin, por lo dems, bastante menos positiva de lo queestaramos dispuestos a creer: denuncia, por sus orgenes y sus afi-nidades persistentes, un estado de pensamiento en que la riquezano aparece significada solamente por dichos objetos, sino que ade-ms hay un poder misterioso incorporado a los mismos; y no esindiferente el que las costumbres de atesoramiento en la poca cl-sica sigan guiando el ojo a las viejas tradiciones.

    Estamos intentando estudiar una nocin mtica por todos sus lados.Pero el carcter esencial del pensamiento mtico es que no consisteslo en un pensamiento acompaado de imgenes, sino que ade-ms son las imgenes el instrumento necesario; diremos, pues, quees posible reconocer una funcin determinada en la imaginacinpropiamente dicha.

    La leyenda de los objetos preciosos posee, por as decir, una mate-ria prima: ms o menos directamente, deriva de temas de realezamgica. La virtud inherente al agalma es, en primer lugar, la de unpoder social: las ms antiguas representaciones de la autoridadaparecen como el fondo en que se alimenta la imaginacin. Es estapervivencia un hecho bruto de tradicin, no debiendo ver en ellams que un nuevo empleo? Ella debe de tener su razn de ser, puesconstatamos que se prolonga mucho ms all de la edad mtica.

    La idea de valor, especialmente referida a los objetos de metal pre-cioso, est en relacin con la nocin ms antigua de riqueza y, encuanto tal, tiende hacia un centro ideal. En la representacin mticade la realeza, as como en los escenarios que la suscitan y sostienen,el rey, responsable de la vida del grupo y creador de prosperidadagraria y pastoril, es tambin el detentador privilegiado de esaespecie de riqueza significada por el vellocino de oro. La posesines el testimonio y la condicin de un poder benfico, como lo estambin la del campo sagrado, la del rbol sagrado y la del rebaosagrado con las que la primera permanece en contacto. Esta repre-sentacin es un centro en que el objeto talismnico -convertido ya,en cierto sentido, en objeto precioso- aparece al mismo tiempo

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  • como expresin y garanta del valor, persiste a su manera en laGrecia de la historia. (pp. 120- 121)

    La memoria social que funciona con la leyenda de los agalmata nolo hace gratuitamente: existe una nocin de valor a punto de con-vertirse en autnoma, una imaginacin tradicional que asegura lacontinuidad con la idea mgico-religiosa de mana.

    Dentro de la historia social, y en la edad ms antigua a que pode-mos llegar, cesa ya el simbolismo de ser polivalente. Es sin dudainstructivo observar que, al describir o evocar Homero tal o tal joya,como lo hace tan a menudo, se vincule el valor a objetos cuyas reso-nancias religiosas o legendarias las suministra el propio poeta, oson fciles de suplir por parte de los oyentes; pero se puede obser-var tambin que una determinada pieza de jaez, que podra hacerpensar en la gesta de Belerofonte -y que, en realidad, debe a un tras-fondo de leyenda su fuerza de sugestin potica-, es esencialmenteen Homero una muestra de produccin industrial, exhibida comotal a causa de su valor mercantil.139

    Esta orientacin del pensamiento supone condiciones socialessobre las que, a decir verdad, estamos escasamente informados,pero que se ve que favorecen una cierta difusin de los signosexteriores de la riqueza: por no ser stos ya el patrimonio privile-giado de una clase en que se perpetan la herencia de las realezasmticas y la virtualidad de sus smbolos, el valor econmico tiendea imponerse por s mismo a la representacin; ya en la edad pre-monetaria empez a aplicarse el famoso dicho de que el dinerohace al hombre, que se repite precisamente, como en sordina, en lahistoria del trpode de los Siete Sabios.(pp. 121-122)

    LO U I S GE R N E TANTROPOLOGA DE LA GRECIA ANTIGUA

    Taurus Ediciones, Madrid, 1980, pp. 85-122.

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    e

    139 Ilada, IV, (el cambio desentido de thlamos, convertido entienda, conviene tenerse en cuen-ta; as pues, por medio de una ins-tructiva contradiccin, el agalmaaparece en Homero reservado a unrey)

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